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Monografía

Civilización y barbarie en la literatura romántica


de la generación del 37.
Introducción

La realidad de nuestro país y de toda América, fue interpretada desde la llegada de


los primeros españoles a partir de la oposición civilización- barbarie y la literatura no
estuvo ajeno a ello.

A mediados del siglo XIX, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Esteban
Echeverría y Domingo Faustino Sarmiento, entre otros escritores, proponen un modelo
ideal de sociedad y política, organizados en un grupo de intelectuales conocidos como la
generación del 37 idealizan un proyecto de nación. Inspirado en modelos europeos se
manifiestan y buscaban explorar y representar las tensiones entre los valores europeos, el
mundo indígena y de los gauchos y las diferentes clases sociales presentes en la sociedad
argentina de la época.

Es así, a través de la dicotomía entre civilización y barbarie los escritores


románticos abordan de manera profunda y crítica la realidad social y política de la época.
Por ende, este trabajo tiene como propósitos analizar “El Facundo” y “El Matadero”, dos
obras que se inscriben en este período y conocer cómo sus autores plantean ambos
conceptos y representan el antagonismo que implica ambos términos.

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La generación romántica de 1837

La generación de escritores conocidos como la Generación del 37 constituyo en la


historia argentina el primer movimiento intelectual con un propósito de transformación
cultural, expresaron la exigencia de fundar una literatura argentina centrado en la necesidad
de construir una identidad nacional. En mayo de 1810 se había consolidado la
independencia política de nuestro país, puesto que, era imprescindible alcanzar también la
independencia cultural y separarse definitivamente del pasado español, ensanchados con
una visión de progreso importado de países europeos.

Se consolidaban como una nueva opción política y social que se manifestaban en contra de
la principal figura política de la época, Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia
de Buenos Aires. Las obras de los escritores del 37 abarcaron todos los géneros, pero en
todos ellos aparecía una problemática en común, el de la organización de una “nación”. Los
temas debían estar necesariamente supeditada a la necesidad que imponía un país nuevo,
cuya tarea primordial era alcanzar el conocimiento de su propia realidad y así definir su
propia identidad nacional. (cfr. Myers, 1961).

Eran seguidores de las ideas de un movimiento cultural consagrado en Europa en el


siglo XIX, el romanticismo. En sus distintas expresiones artísticas y filosóficas, políticas y
religiosas, el romanticismo manifiesta un cambio de actitud humana de las personas frente a
la vida, tal como lo expresa Loprete (1980) “El romanticismo no fue solamente un
movimiento estético, sino fue una modificación de la actitud vital del hombre frente al
mundo externo.” (p.358) Los principales temas que caracterizarían a esta estética en la
literatura son: actitud libre frente al arte, rompiendo los moldes de los géneros literarios;
reivindicación de la naturaleza, que a través de determinados paisajes podrá comunicar los
estados de ánimo de sus pensadores; populismo: la reivindicación del espíritu propio de
cada pueblo, desacuerdo con la realidad en general, una impronta ideológica que promueve
la libertad, el progresismo, cientificismo, feminismo y la revolución. (cfr. Loprete, 1980,

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p.360-361) Muchos de estos aspectos serán tratados y manifestados por toda esa generación
literaria de argentinos que lo plasmarán en sus diferentes obras.

Puesto que, tal como lo sostiene Martin Prieto (2006) en la introducción a su obra
Breve Historia de la literatura argentina, que la imagen que tenemos de la historia de la
literatura argentina es la impuesta por el romanticismo del siglo XIX y de dos ideales
complementarios: por un lado, el rescate de la estética de la literatura y por el otro la
literatura en relación al entramado de un proyecto específico de nación. (Cfr. Prieto, 2006
p, 9).

De esta manera, la literatura en este periodo en nuestro país se presentó como un


elemento de combate, como un argumento de persuasión de acuerdo con las ideologías
suscitadas en la lucha por la construcción de una nación. Lucia Pagliai (2014) refiere al
respecto.

En esa línea de batalla retórica, se coloca gran parte de la literatura política del
destierro rosista primero y de la organización nacional después. Los escritos, en
este caso, se mueven en el espacio enunciativo de lo que Marc Angenot llama
discurso agónico, cuya característica distintiva es la presencia de un antagonista
indispensable para concretar la doble estrategia de demostrar la tesis propia y
descalificar la ajena– y su vinculación consecuente con la polémica y la
refutación.» (Angenot, 1982) (p. 83)

Por ende, será en este marco que los discursos de los intelectuales románticos
inscriben los ideales de las élites liberales, infundadas en la estética romántica intentan
construir una nación, no solo delimitando un territorio, sino también atreves de sus
discursos ideológicos, políticos y culturales legitiman su proyecto de nación civilizada,
proponiendo la exclusión de todo lo disonantes a sus ideales. En este proceso, que se
idealiza a través de la premisa “civilización y barbarie” se delimitan fronteras que separa el

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blanco, civilizado y letrado, de los otros que impiden el progreso de una nación, esto es, la
barbarie de los gauchos, matreros e indios.

En consecuencia, nuestro país en el siglo XIX estuvo caracterizado por la cuestión


de definir una idea de “Patria” y de configurar una “Nación”, Domingo Faustino Sarmiento
y Esteban Echeverría fueron uno de los escritores que integraron la Generación del 37
influenciados por el movimiento del romanticismo europeo , tenían como ideal político un
discurso fundacional y utilizaron su escritura como herramienta que permitió la
configuración de una identidad nacional, a partir de la construcción de un dispositivo
simbólico asociados a una idea de lo nacional, a través de la dicotomía “civilización-
barbarie”. En este contexto, se inscribe las obras Domingo Faustino Sarmiento Facundo y
El Matadero de Esteban Echeverría.

Domingo Faustino Sarmiento y el concepto de civilización y barbarie en El Facundo

Domingo Faustino Sarmiento convencido de sus ideales liberales y sus creencias


democráticas eran el progreso del país, en 1845 escribe en el exilio en Santiago d Chile
Civilización y barbarie en las pampas argentinas que lleva como subtítulo, Vida de Juan
Facundo Quiroga que luego más tarde lo sintetizará al título de Facundo. Su intención era
escribir un libro mostrando la realidad política argentina de la época, y con ello manifestar
su lucha contra el gobierno de Rosa, a través de la contraposición de los conceptos de
“civilización” y “barbarie”, “intenta penetrar en el fondo de los conflictos nacionales”
(Jitrik, 1968, p.14).

El primer concepto representada todo aquello proveniente de Europa, la cuidad será


lo propio del mundo civilizado y el segundo simbolizado por el campo y todo lo que en el
habite, el gaucho, el indio, los salvajes. Tal como lo describe el propio autor, de lo que se
trata es de “ser o no ser salvaje” (Sarmiento, 2018, p.47). Dos mundos antagónicos, en la

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pampa argentina está la barbarie, y en la ciudad, en Buenos Aires la civilización. Así lo
expresa el autor:

En la República Argentina, se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un


mismo suelo: una naciente, que, sin conocimiento de lo que tiene sobre su
cabeza, está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad Media;
otra que, sin cuidarse de lo que tiene a sus pies, intenta realizar los últimos
resultados de la civilización europea. El siglo XIX y el siglo XII viven juntos:
el uno, dentro de las ciudades; el otro, en las campañas. (Sarmiento, 2018,
p.83).

Como señala Noe Jitric, (1968) Sarmiento no define claramente ambos conceptos,
pero el antagonismo se describe en el despliegue de la trama textual a través de otros
elementos,

[…] acude a conceptos que encuentran simultáneamente ámbito y personajes a


quienes encarnarse. Así, “Civilización es un término necesario para saber qué
es y significa para el país “la ciudad”; Barbarie” para saber qué es y significa
“la campana”. Por idéntico pasaje, unitarios u hombres formados a la Europa se
enfrentan a los caudillos. (p.14-15)

De manera que, la analogía y la comparación es la herramienta principal del autor


en este juego de contraponer ambos vocablos, a modo de justificar su tesis y cumplir con su
objetivo. Tal como expresa Ricardo Piglia (2012):

Si Sarmiento se excede en su pasión, un poco salvaje, por la cultura, porque


para el conocer es comparar. Todo adquiere sentido si es posible reconstruir las
analogías entre lo que se quiere explicar y otra cosa que ya está juzgada y

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escrita. Para Sarmiento saber es descifrar el secreto de las analogías: la
semejanza es la forma misteriosa, invisible que hace visible el sentido. (p.99)

De este modo, a lo largo de la obra, el autor se encarga de realizar descripciones y


comparar estas civilizaciones existentes en sus pensamientos así, “las encarnaciones se
hacen necesarias, Facundo es el caudillo que representa la campaña, la imagen misma de la
barbarie, y del otro lado, El General Paz es el militar europeo por excelencia, representante
de la cuidad, imagen de la civilización”. (Jitrik, 1968, p.15)

En consecuencia, una de las analogías esenciales para entender la tesis de Sarmiento


recae en la figura Quiroga, así lo señala en las primeras páginas de la obra: “Facundo no ha
muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en
Rosas, su heredero, su complemento […]” (Sarmiento, 2018, p.43). La analogía que
plantea entre estos dos personajes implica la continuidad política e histórica del otro. De
modo que, sobre el caudillo riojano y Rosa recae el terror y la barbarie que pretende
transmitir Sarmiento, y todo lo que le rodea, es decir, los gauchos, indios, la naturaleza, el
modo de ser y de vivir del pueblo. Según el autor, el único recurso con el que contaban
estos líderes despóticos y tiranos era el uso de la violencia y la fuerza física ya que eran
incapaces de ejercer influencia en el pueblo si no fuera de otro modo

Otro aspecto donde se reconoce el antagonismo planteado por el autor se da en la


geografía de nuestro país, que lo plantea en términos de inmensidad, la pampa inmensa, es
“El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión” (Sarmiento, 2018, p. 55) que
está al del acecho de la barbarie y obstruye el avance de la civilización. Estos son quienes
atormentan a las poblaciones indefensas y al ganado de los campos, y dificultan la
capacidad de poblar el territorio argentino. (cfr. Sarmiento, 2018, p.55-57). Mientras que
Buenos Aires por sus ríos navegables es la única que está en contacto con Europa, y por
ende permite el progreso del país.

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Por otra parte, su admiración hacia lo europeo y el rechazo hacia lo americano
también se veían reflejados en la conformación de la población argentina, a favor de los
inmigrantes europeos, puesto que, traen consigo beneficios para el país, los consideraba
inteligentes y superiores. La idea de Sarmiento era convertir a una Argentina progresista e
industrializada, modelo de los países europeos, y para ello habría que eliminar la población
primitiva que impedían el avance ya que “[…] viven en la ociosidad y se muestran
incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido”
(Sarmiento 2018, p. 62)

Civilización y barbarie en El Matadero

En El Matadero escrito por Esteban Echeverría entre 1839 y 1840, el conflicto entre
civilización y barbarie ya aparecía implícito antes del Facundo de Sarmiento. Loprete
(1980) lo describe como “la obra es un apasionado sarcasmo contra el régimen rosista a
través de un realismo descriptivo y narrativo de tremenda fuerza expresiva”. (p. 366). Así,
desdé el punto de vista costumbrista que Noe Jitik (2010) caracteriza a la obra y al autor,
Echeverría transciende en su escritura una historia verdadera a través de una sensibilidad
que no se quiere perder, ignora la ficción, no pretende ser verosímil, si pretende ser
verdadero, pero siempre a través de una manera de juzgar, de una óptica personal. (cfr.
Jitrick (2010, p.5)

Echeverría al igual que Sarmiento, también utiliza el contraste y la analogía en su


relato. A través de la descripción y los hechos que suceden en un matadero, que lo
identifica con el rosimo, así lo expresa al final de la obra, “En aquellos tiempos los
carniceros degolladores del Matadero eran los apóstoles que propagaban a verga y puñal la
federación rosina […]” (Echeverría, 2008, p. 74) el autor pone de manifiesto las tenciones y
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conflictos entre dos modelos de sociedad opuestos. El matadero constituye un ámbito de
limite, lo fronterizo entre la campaña y la cuidad donde Echeverría presenta una clara
contraposición entre el mundo civilizado, representado por la ciudad y sus habitantes y el
mundo bárbaro, personificado por los negros y salvajes que trabajan en el matadero. Esta
dicotomía recorre toda la obra para argumentar las contradicciones y problemas sociales de
la época, entre unitarios y federales.

La ciudad es descrita como un espacio de orden, progreso y control social.


Echeverría destaca la presencia de una elite culta y refinada que representa los valores de la
civilización. Estos personajes son educados, hablan en un lenguaje elaborado y tienen una
apariencia bella, el personaje del estanciero idealiza una clara idea de civilización del autor.
Por otro lado, a las afuera de la ciudad, en la frontera, Echeverría crea un ambiente
especifico donde enfatizar la lucha entre civilización y barbarie. Así, el matadero es
presentado como un lugar caótico y primitivo, donde se llevan a cabo prácticas violentas y
salvajes, al igual que los trabajadores son descritos como brutos, feos, grasientos incultos y
salvajes.

Otra manera donde se evidencia tal oposición en la diferencia entre el blanco y el


negro, tal diferencia racial se denota por casi todo el relato:” negras y mulatas achurradas,
cuya fealdad trasuntaba las arpías de la fábula” (Echeverría, 2008, p.55). En consecuencia,
todo lo que rodea a esta raza escatológico y salvaje, el matadero, el carnicero, hasta su
manera de expresarse, su lenguaje es vulgar, “che negra bruja, salí de aquí antes de que te
pegué un tajo- exclamaba el carnicero” (Echeverría, 2008, p.56). En contraste, en la otra
vereda, los de “blanco cutis” el joven unitario, con el cual el autor se identifica
ideológicamente, que se expresa de forma culta y se comporta con educación. “- Lo
dispusisteis vosotros, esclavos, para lisonjear el orgullo de vuestro señor, y tributarle
vasallaje” (Echeverría, 2008, p.72). Sin embargo, Jitrik (2010) aclara:

Podría argumentar que no existe tal diferencia de concepción, pues los


personajes hablan cada uno su lenguaje y esos lenguajes difieren; sin embargo,
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como los personajes son muy fuertes y sus respectivos lenguajes arrastran, cada
uno en su momento, al del narrador, el contraste recupera sentido y ofrece
significaciones. (p.14)

Puesto que, las elecciones del Echeverría de contrastar y comprar ambos mundos
antagónicos dan cuenta de un autor comprometido con los ideales románticos y los
intereses políticos de su generación, separa a ambos y constriñe de su visión de la realidad.
Tal como lo enfatiza Jitrik (2010)

Ahora bien, al transmitir el mundo bárbaro y federal obtiene, como lo hemos


visto, un resultado expresivo distinto del que logra al trasmitir el mundo
unitario. ¿Y cómo es uno y cómo es el otro? El primero es riguroso, preciso,
viviente, vigoroso, plástico; el segundo es desmayado, retórico, enfático y
solemne. (p. 17).

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Conclusión

La literatura romántica de la generación del 37 en Argentina, exploró la dicotomía


de la civilización y la barbarie de una manera profunda y significativa. A través de sus
obras, los escritores de esta generación reflexionaron sobre el antagonismo entre estos dos
conceptos y su relación con la sociedad y la identidad nacional.

La generación del 37 se enfrentó a un contexto histórico en el que la Argentina


estaba en pleno proceso de construcción de su identidad como nación. Los escritores
románticos de esta época, como Esteban Echeverría y Domingo Faustino Sarmiento, se
preocupaban por el choque cultural entre la civilización europea, representada por la ciudad
y sus valores, y la barbarie, simbolizada por el mundo rural y sus tradiciones, los gauchos e
indios.

Tanto Sarmiento como Echeverría retrataron la barbarie como la encarnación de lo


primitivo, lo atrasado y lo salvaje, mientras que la civilización representaba el progreso, el
orden y la cultura. Tomaron de la naturaleza y su realidad los elementos necesarios para
plasmar sus ideales y presentaron a la civilización como una fuerza redentora que debía
imponerse sobre la barbarie para elevar al país hacia una sociedad más avanzada.

Bibliografía:

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