Volví a ver su juramento el día de su asunción, para recordar sus palabras.
Escuché cuando juró por Dios, por la Patria y por los Santos Evangelios, poniendo su mano sobre una Biblia. Me alegró que dijera, que si no cumplía con sus obligaciones, Dios, la Patria y el pueblo se lo demandarían. Sé que la Patria, tiene su voz en los que cada día ponen todo su esfuerzo para hacer crecer este hermoso país, el cual desde hace tiempo, le demanda que gobierne con inteligencia. Sé también que el pueblo, al que pertenezco, también lo ha hecho en múltiples manifestaciones, porque no acuerda con algunas relacionadas con su gestión de gobierno. Y también sé que Dios lo hace a través de lo que nos dejó escrito en los Santos Evangelios, por los cuales también juró. Y en relación a este último motivo que está como testigo de esa promesa, quisiera, con todo respeto, recordarle algo que en uno de los evangelios, el de San Lucas específicamente, relata Jesús. Es la parábola de la viuda y el juez injusto. Ese juez ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Ese magistrado tal vez se parezca un poco a los jueces que hoy tienen sus causas. Esa viuda, era una persona indefensa en los tiempos de Jesús. Acaso estaba siendo víctima de una injusticia por parte de alguien. Aún con tantas limitaciones, tenía valor para insistir reiteradamente reclamando que se juzgara su caso. La viuda no pedía venganza de su adversario, sino que sea atendida en su demanda. No estaba pidiendo que se castigue a su adversario, sino que se reconozcan las reivindicaciones que estaba haciendo y que, en base a ello, se haga justicia. Ese juez la ignoró por algún tiempo. No se nos dice la razón. Tal vez el mismo lapso por el cual Ud. aún no ha tenido respuestas por parte de la justicia. Es posible que el adversario de la viuda fuese una persona influyente en la ciudad y el juez no quería comprometerse juzgando justamente la causa de aquella mujer. Ese juez tuvo la capacidad de reflexionar por la insistencia de continuo de esta viuda. Ese juez no quería que la viuda lo molestara más. Literalmente lo que el juez pretendía era no recibir más golpes en la cara. El juez deseaba liberarse de la incesante persistencia de la viuda, que lo dejara tranquilo y cesara en sus continuas reclamaciones. Por lo tanto atendió su pedido y le hizo justicia. Ese es un premio otorgado a la viuda, por su insistencia y su respeto a las instituciones encargadas de administrar las causas en esa época. Eso es lo que Dios demanda de usted, señora Presidenta, en los Santos Evangelios, por los cuales Ud. ha jurado. Si Ud. confía que merece la justicia que aún no ha llegado, y desea que la declaren inocente de culpa y cargo, deberá esperar que estos jueces, que ni temen a Dios ni respetan a hombres ni a mujeres como Ud., reflexionen y activen el juicio, para que de una vez por todas, se hagan justicia. Si Ud. ha jurado por Dios, la Patria y los Santos Evangelios, el evangelio tiene la respuesta que Ud. está esperando. Porque Dios está de parte de los que claman a él día y noche. Es Jesús quien desde los Santos Evangelios, el que le hace esta pregunta: ¿Se tardará Dios en responderle? Y asegura: “Os digo que pronto le hará justicia”. Aunque Ud. tenga muchos más recursos que esta pobre viuda. Aunque pueda no solamente tomar venganza de sus adversarios, sino también quitar del medio a los jueces que según Ud. son injustos, le pido humildemente, en nombre de su juramento, hecho ante millones de testigos, que cumpla su palabra. Espero que no hayan sido palabras ociosas, que se dicen dentro de una mera fórmula de juramento, sino palabras genuinas, nacidas verdaderamente de lo profundo de su corazón. Si así no fuera, aunque no tenga que dar cuenta de ellas en esta tierra, si lo tendrá que hacer cuando un día se presente delante de Dios, como todos nosotros.