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Los milagros: Instantdneas de lo sobrenatural 181 La Ultima gran “sefial” en Juan aparece exactamente a mitad del libro, en el capitulo 11, y constituye un eje narrativo para todo Jo que antecede y sigue. Juan utiliza el milagro acerca de Lazaro como el suceso que hizo que los grupos religiosos establecidos se volvieran irremediablemente contra Jestis. Su relato también ofre- ce un conciso resumen de lo que los milagros lograron y no Jograron durante la vida de Jestis en la tierra. El relato de Lazaro est4 rodeado de una calidad nica de “escenificacién”. Normalmente cuando Jestis se enteraba de que alguien estaba enfermo, respondia de inmediato, a veces incluso cambiaba sus planes a fin de responder a la solicitud. Esta vez, después que se enteré de la enfermedad de uno de sus buenos amigos se demoré en otra ciudad por un par de dias mds. Lo hizo a propésito, sabiendo muy bien que durante la demora se iba a producir la muerte de Lazaro. Juan incluye la enigmatica explica~ cin de Jestis a sus discfpulos: “Lazaro ha muerto; y me alegro por vosotros de no haber estado alli, para que credis.” En forma deliberada dejé que Lazaro muriera y que su familia se afligiera. En otro contexto, Lucas contrasta las clases de personalidad de las dos hermanas de Lazaro: Marta, la anfitriona obsesiva, que se afana en la cocina; y Maria la contemplativa, que se contenta con estar sentada a los pies de Jestis. En momentos de tragedia, las clases de personalidad son consecuentes consigo mismas. Marta corrié al encuentro de Jestis y su comitiva fuera del pueblo. “Sefior”, le reprendié, “si hubieses estado aqui, mi hermano no habria muerto.” Poco después Maria se uni6 al grupo y en forma patética, repitié exactamente las mismas palabras: “Sefior, si hu- bieses estado aqui, no habria muerto mi hermano.” Las palabras de las hermanas tienen el tono de acusacién de un Dios que no respondié a la oracién. Por mucho que tratemos, los que sufrimos no podemos evitar palabras como “si tan sélo”. Si tan s6lo no se hubiera peleado. Si tan sélo hubiera dejado de fumar. Si tan sélo hubiera tratado de decir “adids”. En este caso, Maria y Marta dirigieron sus “si tan s6lo” a alguien concreto: el Hijo de Dios mismo, su amigo, que hubiera podido impedir la muerte. No se podfa achacar la culpa a Ja falta de fe. Marta le aseguré a Jestis que crefa en la vida del més alld, y en forma admirable, 182 El Jestis que nunca conoci incluso proclamé que Jestis era el Mesias, el Hijo de Dios. Esa fe ingenua era precisamente el centro del problema: ,Por qué Jesus no la habja tenido en cuenta? Los amigos y parientes preguntaban lac6nicamente: “;No podia éste, que abrié los ojos al ciego, haber hecho también que Lazaro no muriera?” Marta loraba. Maria Jloraba. Todos los dolientes loraban. Por fin, Jess mismo “se estremecié en espiritu y se conmovi6”, y llor6, Juan no dice por qué lloré Jestis. Como ya habfa revelado sus planes de resucitar a Lazaro de entre los muertos, sin duda que no sentfa el mismo dolor que los destrozados dolientes. Sin embargo, algo lo tocé. Al acercarse al sepulcro, de nuevo se sintié profun- damente conmovido. Nunca antes habfa la muerte perturbado a Jestis. Sin esfuerzo habfa devuelto su hijo a la viuda de Nafn, deteniendo un cortejo fiinebre en el camino. Devolvi6 a la hija de Jairo a la vida con una orden casi juguetona: “Nijia, jlevdntate!”, como un padre que le dice a la hija que ya se acabé la siesta. En el caso de la familia de Lazaro, sin embargo, parecié perturbado, afectado, angustiado. La oraci6n de Jests junto al sepulcro nos da una pista: “Padre, gracias te doy por haberme ofdo. Yo sabfa que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que est4 alrededor, para que crean que ti me has enviado.” En ninguna otra parte hab{a orado Jestis teniendo presente a los que lo rodeaban, como un actor shakesperiano que se dirige al publico para decir un aparte. En ese momento Jestis parecfa consciente de su doble identidad, quien vino del cielo y al mismo tiempo, el Hijo del Hombre nacido en la tierra. La oracién publica, la voz alta, los gestos, todo manifiesta las sefiales de una batalla espiritual que se esta librando. Jestis estaba sefialando algo, realizando una “sefial” ante los ojos de todos y en ese momento, mas que en ningtin otro, reconocia el estado inter- medio de la creacién de Dios. Jestis sabfa, desde luego, que Lazaro ya se encontraba en un estado integro y de contentamiento, que estaba mejor, en todo sentido, por haberse despojado de su ropaje mortal. Marta y Maria también lo sabfan, tedricamente. Pero a diferencia de Jess y de Lazaro, nunca habfan escuchado los ecos de la risa desde el otro lado de la muerte. La fe en el poder y amor Los milagros: Instantdneas de lo sobrenatural 183 de Dios se vefa de momento superada por el pesar. Todo lo que vefan era la pérdida, todo lo que sentfan era dolor. Ese estado intermedio de pérdida y dolor quiz4 explica el porqué de las lagrimas de Jestis. Los expertos en griego dicen que lapalabra que se traduce por “conmoverse” significa mas que pena; implica enfado, incluso furia. En ese mismo momento Jestis mismo se encontraba entre dos mundos. Estar frente a un sepulcro que hedia a muerte le significé un augurio de lo que le esperaba en este condenado — literalmente condenado — mundo. Que su propia muerte fuera a concluir en resurreccién no disminuja el temor ni el dolor. Era humano: tenfa que pasar por el Gélgota para llegar al otro lado. La historia de Lazaro, vista en su ciclo completo, no sélo nos da una visién anticipada del futuro de Jestis sino también una visi6n condensada de todo el planeta. Todos vivimos nuestros dfas en una transici6n, el intervalo del caos y la confusién entre la muerte y la reaparicién de Lazaro. Aunque ese tiempo sea transitorio, y puede resultar insignificante cuando se lo compara con el futuro glorioso que nos espera, ahora es todo lo que conocemos y esto es suficiente para hacernos Ilorar; suficiente para hacer lorar a Jestis. La resurreccién de un hombre, Lazaro, no resolveria el dilema del planeta tierra. Para esto, serfa necesaria la muerte de un hombre. Juan agrega el detalle sorprendente e irénico de que el milagro de Lazaro sellé el fin de Jestis. “Asf que, desde aquel dia acordaron matarle.” Y a partir de ese dfa, las sefiales y maravillas de Jestis se acabaron. Al leer los relatos de algunos milagros de la época de Jestis, encuentro en ellos un significado muy diferente. De nifio vefa los milagros como pruebas absolutas de las pretensiones de Jestis. En los evangelios, sinembargo, los milagros nunca ofrecieron semejante certeza, ni siquiera a quienes los vieron en persona. “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadiraén aunque alguno se levantare de los muertos”, dijo Jests de los escépticos. Probablemente Jestis pensaba en su propia resurrecci6n, pero la secuela de la historia de Lazaro demuestra lo mismo: extrafiamente, los sacerdotes y principales trataron de encubrir el milagro matando de nuevo a Lazaro. Con la prueba contundente de un milagro espectacular que andaba caminando por 184 El Jestis que nunca conoci entre ellos en la persona de Lazaro, conspiraron para destruir esa prueba. Los milagros nunca trastornaron a las personas y las “forzaron” a creer. De no ser asi, no hubiera habido lugar para la fe. De nifio vefa los milagros como garantfas de seguridad perso- nal. ,Acaso Jestis no habia prometido: “ . . . ni uno de ellos [paja- rillos] cae a tierra sin vuestro Padre”? Mas adelante, aprendi que esta promesa se ofrece en medio de una serie de graves adverten- cias a los doce discipulos, en las que Jestis predice su arresto, persecucién y muerte. Segtin la tradici6n, los once discipulos que sobrevivieron a Judas murieron todos como mirtires. Jestis sufri6, también el apdstol Pablo y la mayoria de los primeros lideres cristianos. La fe no es una péliza de seguro. O, como sugiere Eddie Askew, quiza sf lo es: “un seguro no previene accidentes, sino que da un fundamento firme a partir del cual se puede hacer frente a las consecuencias.” De nifio me esforzaba por tener mds fe. Los adultos me invitaban a desarrollar la fe, pero no tenia muchas pistas en cuanto a cémo proceder. Al leer juntos todos los relatos de sanidad, detecto en los evangelios una especie de “jerarquia de fe”. En la parte alta de la jerarquia estén quienes impresionaron a Jestis con una fe valiente, inquebrantable: un centurién, un impertinente mendigo ciego, una persistente mujer cananea. Estos relatos de fe provechosa me hacen sentir incémodo, porque rara vez tengo una fe semejante. Facilmente me desaliento ante el silencio de Dios. Cuando mis oraciones no obtienen respuesta siento deseos de renunciar y no volver a pedir. Por esta raz6n, busco mds abajo en Ja jerarqufa para encontrar personas de menos fe, y me alienta enterarme de que Jestis parecié dispuesto a trabajar con cualquier destello de fe, por débil que pareciera. Me aferro a los tiernos relatos de cémo Jestis traté a los discfpulos que lo abandonaron y luego dudaron de El. El mismo Jestis que alabé la fe valiente de los que estan en la parte alta de la jerarquia, también reavivé la fe fluctuante de sus discfpulos. Y me consuela sobre todo la confesién del padre del muchacho poseso quien le dijo a Jestis: “Creo; ayuda mi incredulidad.” Incluso a este hombre vacilante se le concedié lo que pedfa. Los milagros: Instantdneas de lo sobrenatural 185 De nifio vefa milagros en todas partes. Ahora los veo pocas veces y me parecen ambiguos, susceptibles de interpretaciones diferentes. Mi visién infantil sin duda que se ha vuelto confusa con la edad y siento que esto es una pérdida. Pero no cabe duda que la desconcertante selectividad de los milagros no fue més facil de entender en tiempo de Jestis de lo que lo es hoy. Alguien que podia caminar sobre el agua lo hizo una sola vez. {Qué dominio de sf mismo! Si, resucité a Lazaro y secé las l4grimas de sus hermanas, pero {que pasé con las muchas otras hermanas y esposas e hijas y madres que Ioraban ese mismo dia a sus seres amados? Cuando Jestis habl6é directamente de los milagros subray6 que eran poco frecuentes. De nifio veia los milagros como magia. Ahora los veo como sefiales. Cuando Juan el Bautista languidecfa en la crcel, Jestis le envi6 informes de sanidades y resurrecciones para demostrar que El era “aquel”; poco después, sin embargo, Juan mismo murié a manos de un verdugo. El mensaje de Jestis a Juan no hizo nada para aliviar su condicién fisica, y no sabemos qué efecto pudo haber tenido en su fe. Independientemente de esto, el mensaje sf expres6 la naturaleza del reino que Jestis habfa venido a iniciar. Era un reino de liberacién, en el que los ciegos verian, los tullidos andarfan, los sordos oirfan, los leprosos quedarifan limpios y los pobres serfan liberados. Para algunos (en tres docenas de casos milagrosos que conocemos) la liberacién se produjo cuando Jess andaba recorriendo los caminos de Galilea y Judea. Otros han conseguido la liberacién gracias al servicio abnegado de seguido- res de Jestis. Pero otros, Juan el Bautista entre ellos, no lograron para nada su liberacién aqui en la tierra. {Por qué, entonces, los milagros? {Significaron algo especial? Concedo sin dificultad que Jestis, con unas pocas docenas de curaciones y un pufiado de resurrecciones de los muertos, hizo poco para solucionar el problema del dolor en este planeta. No vino para eso. Sin embargo, estaba en la naturaleza de Jestis contrarres- tar, mientras estuviera en la tierra, los efectos del mundo caido. A su paso por la vida Jestis utiliz6 poder sobrenatural para enderezar lo malo. Todas las sanidades fisicas apuntaban a un tiempo en el Edén cuando los cuerpos fisicos no quedaban ciegos, ni tullidos, ni sangraban por doce afios, y también apuntaban hacia un tiempo 186 El Jestis que nunca conoci de nueva creaci6n que vendria. Los milagros que realiz6, al quebrar las cadenas de la enfermedad y la muerte, hicieron vislumbrar lo que debia ser el mundo e infundieron esperanza de que un dia Dios enderezaria lo malo. Para decirlo de una forma moderada, Dios no esta mas satisfecho con este tierra que nosotros; los milagros de Jestis dan una pista de lo que Dios va a hacer al respecto. Algunos ven los milagros como una suspensi6n improbable de las leyes del universo fisico. Como sefiales, sin embargo, desem- pefian precisamente la funcién opuesta. La muerte, el deterioro, la entropia y la destruccién son las verdaderas suspensiones de las leyes de Dios; los milagros son los primeros destellos de restaura- cién. En palabras de Jiirgen Moltmann: “Las curaciones que Jestis realiz6 no son milagros sobrenaturales en un mundo natural. Son las nicas cosas ‘naturales’ en un mundo que no es natural, que est4 demonizado y herido.”

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