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Historia latinoamericana

Laura Luciani

Índice de contenidos
Introducción
Unidad
Unidad
Versión digital de la
Carpeta de trabajo Unidad
Unidad
Unidad
Unidad

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2

Luciani, Laura
Historia latinoamericana / Laura Luciani. - 1a ed . - Bernal :
Universidad Virtual de Quilmes, 2019.
Libro digital, HTML

Archivo Digital: online


ISBN 978-987-774-037-0

1. Historia. 2. América Latina. I. Título.


CDD 980

Procesamiento didáctico: Bruno De Angelis y María Walas


Diseño original de maqueta: Hernán Morfese, Marcelo Aceituno y
Juan Ignacio Siwak
Diagramación: Juan Ignacio Siwak
Primera edición: julio de 2019

ISBN: 978-987-774-037-0

© Universidad Virtual de Quilmes, 2019


Roque Sáenz Peña 352, (B1876BXD) Bernal, Buenos Aires
Teléfono: (5411) 4365 7100 http://www.virtual.unq.edu.ar

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escrito del editor.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11723


3

Íconos

LL
Leer con atención. Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas
y sustanciales que aportan claves para la comprensión del tema que se
desarrolla.

PP
Para reflexionar. Propone un diálogo con el material a través de preguntas,
planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con la realidad,
ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión.
Texto aparte. Contiene citas de autor, pasajes que contextualicen el desa-
rrollo temático, estudio de casos, notas periodísticas, comentarios para for-
mular aclaraciones o profundizaciones.
Pastilla. Incorpora informaciones breves, complementarias o aclaratorias de
N algún término o frase del texto principal. El subrayado indica los términos a
propósito de los cuales se incluye esa información asociada en el margen.

CC
Cita. Se diferencia de la palabra del autor de la Carpeta a través de la inser-
ción de comillas, para indicar claramente que se trata de otra voz que ingre-
sa al texto.
Ejemplo. Se utiliza para ilustrar una definición o una afirmación del texto
principal, con el objetivo de que se puedan fijar mejor los conceptos.

AA
Para ampliar. Extiende la explicación a distintos casos o textos como podrían
ser los periodísticos o de otras fuentes.

KK
Actividades. Son ejercicios, investigaciones, encuestas, elaboración de cua-
dros, gráficos, resolución de guías de estudio, etcétera.

SS
Audio. Fragmentos de discursos, entrevistas, registro oral del profesor expli-
cando algún tema, etcétera.

EE
Audiovisual. Videos, documentales, conferencias, fragmentos de películas,
entrevistas, grabaciones, etcétera.

II
Imagen. Gráficos, esquemas, cuadros, figuras, dibujos, fotografías, etcétera.

WW
Recurso web. Links a sitios o páginas web que resulten una referencia den-
tro del campo disciplinario.

OO
Lec­tu­ra obli­ga­to­ria. Textos completos, capítulos de libros, artículos y papers
que se encuentran digitalizados en el aula virtual.

RR
Lectura recomendada. Bibliografía que no se considera obligatoria y a la que
se puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema.

Código. Incorpora al material un determinado lenguaje de programación.

Línea de tiempo. Se utiliza para comprender visualmente una sucesión cro-


nológica de hechos.
4
5

Índice

La autora................................................................................................ 9
Introducción.......................................................................................... 11
Objetivos del curso................................................................................ 15

1. Las sociedades originarias en el momento de la invasión y


la conquista española.................................................................... 17
Objetivos.............................................................................................. 17
Introducción.......................................................................................... 17
1.1. Áreas mesoamericana y andina....................................................... 18
1.1.1. Área mesoamericana ........................................................... 18
1.1.2. Región andina...................................................................... 28
1.2. Más allá de las “grandes regiones”: los (otros) pueblos originarios
al momento de la conquista............................................................ 37
1.3. La conquista como proceso............................................................ 41
1.3.1. La etapa antillana................................................................ 44
1.3.2. El continente: el desarrollo de la conquista de la región
mesoamericana y del Tawantinsuyu................................................. 49
1.3.3. La justificación de la conquista, el debate entre Las
Casas y Sepúlveda......................................................................... 53
Referencias bibliográficas...................................................................... 56

2. De la Colonia a la independencia....................................................... 59
Objetivos ............................................................................................. 59
Introducción.......................................................................................... 59
2.1. Las instituciones coloniales ........................................................... 59
2.1.1. Encomiendas y repartimientos.............................................. 60
2.1.2. La administración colonial: sus instituciones.......................... 65
2.2. La economía y la sociedad coloniales.............................................. 69
2.2.1. La minería de la plata y la fuerza de trabajo........................... 70
2.2.2. El sistema esclavista............................................................ 76
2.2.3. La sociedad colonial............................................................. 81
2.3. Las reformas del siglo XVIII y las independencias............................. 83
2.3.1. Reformas borbónicas y reformas pombalinas ........................ 84
2.3.2. Las insurrecciones indígenas andinas del siglo XVIII............... 87
2.4. Las independencias....................................................................... 93
2.4.1. Las ideas en el proceso de independencia ............................ 93
2.4.2. La independencia de Haití, la revolución de los esclavos......... 95
2.4.3. Las independencias en las colonias hispanoamericanas......... 97
Referencias bibliográficas.................................................................... 101

3. De la posindependencia al régimen oligárquico consolidado............. 105


Objetivos ........................................................................................... 105
Introducción ....................................................................................... 105
3.1. La posindependencia y la configuración de un nuevo
orden político............................................................................... 106
3.1.1. El ordenamiento político: liberales y conservadores
en disputa................................................................................... 106
6

3.1.2. Autonomías, poderes regionales y centralismo..................... 112


3.1.3. La representación política: sufragio, ciudadanía
y legitimación del poder................................................................ 115
3.2. Economía y sociedad en la primera mitad del siglo XIX.................... 117
3.2.1. El capitalismo en América Latina, problemas en torno a
su conformación.......................................................................... 120
3.2.2. La segunda mitad del siglo: cambios estructurales y
despegue capitalista.................................................................... 121
3.3. La conformación y consolidación del Estado nacional y su relación
con el desarrollo capitalista.......................................................... 130
3.3.1. La formación del Estado Nación y el régimen oligárquico
en América Latina........................................................................ 130
3.3.2. Régimen oligárquico........................................................... 133
3.3.3. El régimen oligárquico, un estudio de casos: el México
porfiriano y la República Vieja en Brasil.......................................... 136
3.4. Economía y sociedad a fin de siglo: el modelo primario exportador
y la división internacional del trabajo............................................. 138
3.4.1. Tenencia de la tierra y mano de obra a finales de siglo XIX.... 140
3.4.2. La clase obrera en América Latina en el cambio de siglo ...... 144
Referencias bibliográficas.................................................................... 150

4. La crisis del régimen oligárquico, el modelo de industrialización


por sustitución de importaciones y los gobiernos populistas.......... 153
Objetivos............................................................................................ 153
Introducción........................................................................................ 153
4.1. El régimen oligárquico cuestionado y las demandas
por la ampliación de la participación política en América Latina....... 154
4.1.1. La revolución mexicana, 1910-1920.................................... 157
4.1.2. Las movilizaciones campesino-indígenas en la revolución
mexicana..................................................................................... 162
4.1.3. 1920, el fin de la guerra civil y la institucionalización de
la revolución................................................................................ 166
4.1.4. Interpretaciones de la revolución ........................................ 168
4.2. La crisis de 1930 en América Latina ............................................ 170
4.2.1. El modelo de sustitución de importaciones: la redefinición
del régimen de acumulación ........................................................ 174
4.2.2. El impacto social de la crisis............................................... 176
4.3. Los populismos: debates y procesos............................................. 180
4.3.1. El populismo: un concepto ambiguo.................................... 180
4.3.2. Dos casos de gobiernos populistas en América Latina:
México y Brasil............................................................................. 182
4.3.3. Los gobiernos desarrollistas y la Cepal....................................... 190
Referencias bibliográficas.................................................................... 193

5. La Revolución cubana y sus proyecciones: ¿reforma o revolución?... 195


Objetivos............................................................................................ 195
Introducción ....................................................................................... 195
5.1. La Revolución cubana: antecedentes históricos.............................. 196
5.2. De la revolución antidictatorial a la definición socialista.................. 202
5.2.1. Las reformas agrarias................................................................ 206
7

5.2.2. Las relaciones internacionales y la crisis de los misiles........ 208


5.3. El impacto de la Revolución cubana en América Latina, la guerrilla
y el hombre nuevo........................................................................ 209
5.3.1. La Alianza para el Progreso, una apuesta por la reforma y
la modernización.......................................................................... 215
5.4. Otras experiencias revolucionarias en la década de 1970............... 218
5.4.1. Unidad Popular y la vía chilena al socialismo, 1970-1973..... 218
5.4.2. La revolución en Nicaragua. De Sandino al Frente Sandinista de Liber-
ación Nacional............................................................................. 223
Referencias bibliográficas.................................................................... 233

6. La instalación de las dictaduras hasta el neoliberalismo.................. 235


Objetivos............................................................................................ 235
Introducción........................................................................................ 235
6.1. Las dictaduras latinoamericanas en la Guerra Fría.......................... 236
6.1.1 La Doctrina de la Seguridad Nacional................................... 237
6.1.2. Las dictaduras de nuevo tipo.............................................. 239
6.1.3. La dictadura en Brasil, 1964-1985...................................... 242
6.1.4. La dictadura en Chile (1973-1989)...................................... 249
6.1.5. Las dictaduras centroamericanas........................................ 255
6.2. Las transiciones a la democracia, debates y problemas ................. 257
6.2.1. La crisis económica de principios de los años ochenta......... 260
6.2.2. El legado de las violaciones de los derechos humanos......... 262
6.3. La instalación de políticas neoliberales en América Latina.............. 264
6.3.1. Las resistencias, los nuevos movimientos sociales:
las identidades revisitadas. Movimientos étnicos. Movimientos
de mujeres.................................................................................. 268
6.3.2. Epílogo: hacia el siglo XXI, los gobiernos progresistas en América
Latina, auge y declive, ¿hacia una nueva etapa? ........................... 272
Referencias bibliográficas.................................................................... 273
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La autora

Laura Luciani es doctora en Humanidades, mención Historia, por la Universidad


Nacional de Rosario (UNR). Es docente de las cátedras de Historia de América
III (Contemporánea) de la carrera de Historia y de Problemática del Pensamiento
Latinoamericano y Argentino de la carrera de Antropología, y docente en la
Maestría de Historia Social Argentina y Latinoamericana en la Facultad de
Humanidades y Artes de la UNR. Es directora del Centro Latinoamericano de
Investigaciones en Historia Oral y Social de la UNR. Se ha especializado en
estudios sobre historia reciente, dictadura y juventudes en Argentina y América
Latina.

Historia latinoamericana Laura Luciani


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11

Introducción

La asignatura Historia Latinoamericana tiene como objetivo principal acercar


a los estudiantes a problemáticas generales que hacen a la historia de las
sociedades en el continente desde el periodo prehispánico hasta la actuali-
dad. El arco temporal supone una densidad temática muy amplia, por lo cual
este material privilegia un recorte sobre algunas líneas de indagación haciendo
énfasis en los siglos XIX y XX, abordados desde su complejidad multidimensio-
nal y desde una perspectiva transdisciplinar que otorgue herramientas para la
comprensión e interpretación de la realidad social actual. En este sentido, la
Carpeta de trabajo que proponemos tiene algunas especificidades que deben
ser señaladas.
En primer lugar destacamos la necesidad de redefinir los estudios en
clave latinoamericanista. Con ello no promovemos su singularidad ni exotis-
mo (patrones propios de formas de conocimiento eurocéntricas), sino con una
mirada que se constituye asumiendo su politicidad y particularidades dentro
del mundo occidental. No discutimos su carácter occidental sino el modo en
que esa inserción ha sido definida. Por ello, siguiendo a Aníbal Quijano (2008)
proponemos deconstruir la idea de que América se incorpora a un occiden-
te ya preconfigurado y, en cambio, sostenemos que América Latina y Europa
occidental fueron productoras y producidas, en un mismo movimiento, por la
Modernidad. Deconstruir la colonialidad con la que se ha construido uno de
los sentidos de América, además de redefinir los contornos de la dominación
transoceánica, supone fundamentalmente visibilizar los patrones de poder en
las dinámicas sociales locales; en palabras de un gran latinoamericanista:
convocar a pensar el colonialismo interno (Pablo González Casanova, 2006).
En segundo lugar sostenemos la necesidad de privilegiar una historia
social latinoamericana, que evidencie los problemas comunes e incorpore una
mirada “desde abajo”, recuperando a los sujetos sociales generalmente desdi-
bujados en análisis macro y estructurales. En esa línea asumimos el recorrido
(sin duda parcial) de algunas de las problemáticas que atraviesan y reconsti-
tuyen una historia en claves de género, clase y etnias. Consideramos que uno
de los objetivos centrales de la materia es la estimulación del desarrollo de
un espíritu crítico en el abordaje de la bibliografía propuesta, que partiendo
de la diversidad de análisis ayude a los y las estudiantes a asumir una posi-
ción fundamentada sobre los temas y problemas que en ella se despliegan.
Este material no pretende agotar todas las temáticas sino abrevar en
aquellos procesos sociales que se consideran significativos, planteando una
selección parcial de temas y propuestas. Por tanto, tiene un enfoque que pri-
vilegia el estudio de la historia latinoamericana en el periodo que va desde la
desestructuración del sistema colonial y la fragmentación político-institucio-
nal de los virreinatos hasta los procesos contemporáneos que emergen en el
nuevo siglo. Sin embargo, recuperaremos parte de los procesos históricos pro-
tagonizados por las sociedades originarias mesoamericanas y andinas tanto
en la etapa previa como en la posterior a la invasión e instalación del orden
colonial. Consideramos que el conocimiento del periodo prehispánico y colo-
nial es de suma importancia en tanto estrategia para la comprensión de las
tensiones y conflictos sociales que desde las independencias, y en especial

Historia latinoamericana Laura Luciani


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desde las configuraciones hegemónicas de los estados nacionales, se redefi-


nieron en la región. Asimismo, el recorrido supone además deconstruir la idea
de que la historia latinoamericana es la sumatoria de casos nacionales. Esto
permite trazar ejes que enlazan la realidad histórico-social de América Latina,
incorporando en ocasiones algunos casos particulares y perspectivas regio-
nales, tanto cuando se reconstruyen experiencias coyunturales significativas
como cuando se utilizan para comprender las raíces históricas de las dinámi-
cas sociales, económicas y políticas más generales.
La Carpeta de trabajo consta de seis unidades. La primera refiere a las
sociedades americanas prehispánicas, el proceso inicial de la conquista y los
primeros asentamientos. La unidad pretende no solo dar cuenta de una lec-
tura de la invasión que discute con aquellas perspectivas que han asumido
la conquista como una gesta de unos pocos hombres valerosos, sino tam-
bién evidenciar el carácter traumático que la invasión tuvo para las socieda-
des existentes.
La segunda unidad se detiene en los rasgos centrales de la sociedad colo-
nial, llegando hasta los procesos de independencia inclusive. Sin ser un reco-
rrido exhaustivo, se propone reflexionar acerca del alcance y el sentido de la
conquista sobre las sociedades originarias; también, acerca de los modos
institucionales que adoptó el sistema colonial, especialmente bajo las for-
mas de trabajo forzado, que configuraron un aspecto central de las relaciones
coloniales. Asimismo, proponemos una mirada de las independencias como
ruptura política que permite señalar algunos rasgos centrales y comunes al
subcontinente.
En la tercera unidad se aborda el largo siglo XIX. Con ello identificamos
un recorrido que transita desde la posindependencia y los intentos de orga-
nización institucional hasta la consolidación del Estado nacional y el régimen
oligárquico, poniendo énfasis en los cambios y continuidades entre las rup-
turas independentistas y finales de siglo. La propuesta no abreva solo en los
cambios en las dinámicas políticas sino también en las modificaciones en el
patrón de acumulación capitalista, lo que implica la consolidación del modelo
agroexportador y la nueva relación entre tenencia de la tierra y mano de obra.
La cuarta unidad propone un recorrido temporal y problemático que parte
de los cuestionamientos a los regímenes oligárquicos, centrándose en la
Revolución mexicana como proceso político-social y en la crisis económica de
1930, que se articuló con la crisis del sistema político y abrevó en la emergen-
cia de los llamados populismos. Nuevamente enfocamos la mirada recuperan-
do la articulación entre el sistema político, sus cambios y el nuevo patrón de
acumulación capitalista para acercar la mirada a las sociedades latinoameri-
canas de mediados del siglo XX, el desarrollo económico y los cambios que el
orden de posguerra abrió para la región.
La quinta unidad se detiene exclusivamente en la Revolución cubana y su
impacto en el escenario regional. Con ello no solo se plantea la emergencia
de las guerrillas latinoamericanas, el proceso de radicalización política y la
emergencia de una “nueva” izquierda, sino también los proyectos dirigidos a
contener los intentos revolucionarios. En esa línea destacamos los proyectos
de reformas y la Alianza para el Progreso como plataforma medular de la estra-
tegia norteamericana de contención. Además, se propone analizar las expe-
riencias de la Unidad Popular en Chile y el Frente Sandinista de Liberación
Nacional en Nicaragua, para marcar los diferentes derroteros que abrió el pro-
ceso revolucionario cubano.

Historia latinoamericana Laura Luciani


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La última unidad, como contracara de la anterior, se inicia con la instalación


de dictaduras de un nuevo tipo. Estas, asentadas en la Doctrina de Seguridad
Nacional, marcaron un quiebre en las relaciones entre Estado y sociedad esta-
blecidas hasta el momento, y con los procesos transicionales en las décadas
de 1980 y 1990. Asimismo se plantea analizar las experiencias neoliberales
e inscribir en esa urdimbre los procesos de resistencia étnico-identitarios de
fin del siglo XX. Culmina con un epílogo que pretende reflexionar brevemente
sobre las problemáticas latinoamericanas más actuales.

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Objetivos del curso

Objetivo general:
•• Conocer los principales procesos sociales, económicos, políticos y cultura-
les, y las dinámicas de las sociedades latinoamericanas, reconociendo las
problemáticas centrales y definiendo criterios de periodización.

Objetivos específicos:
•• Articular procesos histórico-concretos con las categorías analíticas y los
conceptos utilizados para su estudio.
•• Recurrir a las perspectivas comparadas, la historia conectada y transnacio-
nal para profundizar la comprensión de los casos y procesos analizados.
•• Establecer articulaciones entre el pasado histórico de América Latina y su
presente.
•• Introducir las dimensiones teóricas, metodológicas y políticas en las dis-
cusiones historiográficas.
•• Estimular en los estudiantes el desarrollo de una actitud crítica y reflexiva,
así como la formación de su propio punto de vista.

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Las sociedades originarias en el momento


de la invasión y la conquista española
Objetivos
Que los y las estudiantes logren:
•• Comprender los ejes problemáticos centrales en el estudio de las socieda-
des americanas prehispánicas y los inicios de la conquista.
•• Reconocer los criterios de periodización y construcción sociocultural de las
áreas mesoamericana y andina.
•• Identificar los aspectos centrales de la conquista.
•• Reflexionar críticamente sobre la conquista y colonización de América.

Introducción
La unidad que inicia nuestro recorrido se propone acercar miradas genera-
les respecto de los pueblos originarios al momento de la conquista y en los
primeros años de la colonización, centrando el análisis en la dislocación que
significó la invasión española, para luego abrevar en la primera etapa de ese
proceso. También se propone pensar en conjunto ambos procesos, enten-
diendo que el derrotero autónomo de los pueblos americanos fue obturado
con la conquista, generando a partir de allí una sociedad nueva que no puede
comprenderse sin ese pasado previo.
Trazaremos los rasgos centrales de algunos de los pueblos hacia la época
de la llegada de los conquistadores. Si bien haremos hincapié en los pueblos
mexicas en la región mesaomericana y en los incas en la región andina, que-
remos señalar que la conquista no solo significó el avance sobre estas regio-
nes y sus habitantes, sino también sobre otros espacios donde los nativos
tenían un desarrollo social menos complejo. Incorporar esta mirada nos permi-
te recordar que mexicas e incas no eran los únicos instalados en el continen-
te, aunque es evidente que su compleja estructura cultural fue preponderante.
Al mismo tiempo, colabora en deconstruir un sentido fuertemente instalado:
que la caída del imperio inca significó el último avance de la conquista y el
establecimiento del orden colonial. Por el contrario, identificar otros pueblos
cuya conquista fue más tardía da cuenta de las construcciones erróneas que
comúnmente concurren a la hora de pensar en un proceso que culminó con la
caída del Tawantinsuyu. Ayuda también a ponderar que la América conquista-
da fue mutando, ampliándose a medida que los expedicionarios se asentaban
y conquistaban pueblos y territorios.

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1.1. Áreas mesoamericana y andina


Los españoles que llegaron al continente concentraron su atención y acción
militar y política sobre dos sociedades: lo mexicas en la región mesoamericana
y los incas en la región andina. Por ello, este apartado se propone señalar los
principales rasgos de estas sociedades que ayudan a entender las especifici-
dades interrumpidas por la invasión, al tiempo que nos permiten comprender
la primera etapa de la conquista. En ese sentido, nos interesa introducir algu-
nas características de las regiones y la temporalidad de las sociedades en
el momento previo a 1492, el periodo posclásico tardío para el caso mexica;
horizonte tardío para el incaico.

1.1.1. Área mesoamericana


Respecto de la región mesoamericana es necesario señalar dos cuestiones.
En primer lugar, que el estudio de las sociedades mesoamericanas previas a
la conquista supone dejar de lado el complejo proceso histórico que involucra
desde las sociedades aldeanas igualitarias en el preclásico hasta aquellas
que tuvieron su mayor expresión en el periodo posclásico; esto, con el objetivo
de señalar algunas líneas centrales de la sociedad mexica en el momento de
su apogeo. Ello no nos impide recordar que la periodización divide la historia
de la población antigua de la región mesoamericana en preclásico, clásico y
posclásico; no obstante, la variación espacio-temporal de las sociedades es
compleja y supone una gran profundidad histórica.

Periodos mesoamericanos

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19

La periodización que López Austin y López Luján proponen es tradi-


cional, pero ayuda a comprender la temporalidad más en términos de
desfasamiento y simultaneidad que como una línea de tiempo evoluti-
va entre unas y otras sociedades desarrolladas en la región mesoameri-
cana. Considerar en términos evolutivos a las sociedades sería erróneo
e impide comprender la complejidad del proceso de formación de las
sociedades.
Fuente: López Austin y López Luján (2001: 70).

En segundo lugar consignamos que la región mesoamericana debe ser com-


prendida, siguiendo los planteos de Paul Kirchhoff, más bien como una supe-
rárea cultural, en la cual

CC
[…] tanto los inmigrantes muy antiguos como los relativamente recientes, se
vieron unidos por una historia común que los enfrentó como un conjunto a
otras tribus del Continente, quedando sus movimientos migratorios confinados
por regla general dentro de sus límites geográficos una vez entrados en la órbi-
ta de Mesoamérica (Kirchhoff, 2009: 5).

No obstante, podemos ubicar en términos geográficos que, hacia el posclási-


co tardío, esa área corresponde a la mitad meridional de México, Guatemala,
Belice y El Salvador, la parte occidental de Honduras, la costa pacífica de
Nicaragua y el noroeste de Costa Rica.

Mapa de Mesoamérica

Fuente: Kirchhoff (2009: 6).

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La confederación mexica en el posclásico


Las principales características de las sociedades del posclásico son la gran
movilidad geográfica, la inestabilidad política y la expansión hegemónica. En
ese marco los mexicas fueron los últimos en asentarse en el valle de México.
Otra característica fue la dinámica bélica de las sociedades en la cuenca,
desde el posclásico temprano. Por ello, el militarismo que caracterizó a los
mexicas debe comprenderse en términos de rasgo común con otras socieda-
des, salvo por la diferencia de que en ellos el carácter guerrero fue realzado
culturalmente y se constituyó en un elemento legitimador de su poder.

CC
La distinción entre el Clásico y el Posclásico era sumamente precisa hace un
par de décadas. Al concebirse el primero como una época de paz y clímax cul-
tural, y el segundo como de inestabilidad política y guerra, los hombres del
Posclásico contrastaban con los del Clásico como las polillas destructoras de
colmenas contrastaban con las abejas. En este escenario idealizado, los go-
Pueden periodizarse del siguien- bernantes de las sociedades clásicas aparecían como sacerdotes entregados
te modo: la primera etapa, de a las especulaciones filosóficas, al registro del tiempo y a la observación de
subordinación al pueblo tepane- los astros; en contrapartida, los líderes posclásicos eran concebidos como va-
ca (desde 1325 a 1430, aproxi-
lientes guerreros obnubilados por la obligación de entregar a los dioses la san-
madamente), grupo que ejerció
su poderío en la rivera occiden- gre de sus enemigos de guerra. Esta visión, creada fundamentalmente por los
tal del lago Texcoco; la segunda, mayistas, empezó a desvanecerse hace unos cuantos años en beneficio de
con la estructuración del Estado, concepciones que conducen a una imagen más humana de los pueblos del
con tres sedes luego de la derrota
de los tepanecas en Azcapotzalco, Clásico (López Austin y López Luján, 2001: 194).
su capital (1469), gracias a la
alianza realizada con Tetzcoco
(también nominada en diversas Los autores no reniegan de esas caracterizaciones generales; no obstante,
fuentes como Texcoco, Tezcoco y
Tetzcuco) y Tlacopan; la tercera, los estudios más actuales han matizado esa construcción binaria entre los
con la expansión militar hasta mayas pacíficos (periodo clásico) y los mexicas guerreros (periodo posclásico).
1502 y, por último, la consolida- Como ya señalamos, los mexicas se asentaron en el centro del actual terri-
ción del territorio hasta la invasión
torio de México donde fundaron México-Tenochtitlan su capital, construyeron
española en 1521.
una compleja confederación sociopolítica y se expandieron hasta otras regio-
nes. Temporalmente, la presencia mexica y de su capital abarca dos siglos
que se extienden desde el asentamiento poblacional en las cercanías del lago
Tetzcoco hasta la derrota sufrida a manos españolas en 1521. La mirada que
aquí proponemos supone un corte sincrónico que nos permita acercarnos al
estudio de la confederación en las últimas décadas.

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Mapa de asentamientos mexicas

Fuente: Portal Académico UNAM. <https://portalacademico.cch.unam.mx/alumno/


historiademexico1/unidad2/culturamexica/origen> [Consulta: 12 06 2019].

Para comprender esta sociedad es necesario entender la dinámica que adqui-


rió la región mesoamericana hacia finales del siglo XV, momento en que la
existencia del poder con tres sedes es central en el proceso de organización
político, administrativo y militar. Cabe recordar que luego de la derrota de los
tepanecas la configuración del poder se reconstituyó en lo que autores como
Herrera Meza, López Austin y Martínez Barac (2013), utilizando las fuentes
nahuas, denominan la tlatoloyan, que puede traducirse como “el mandato de
tres”. Destituidos los tepanecas, quienes erigieron las sedes de esta nueva
administración de tres cabezas fueron las ciudades de México-Tenochtitlan,
Tetzcoco y Tlacopan. En los primeros estudios sobre esta institución se la
asociaba a actividades meramente militares; sin embargo, podemos identificar
las siguientes:
•• Alianza militar con fines hegemónicos: los acuerdos entre las tres sedes les
permitieron ejercer un dominio expansivo en la región que garantizaba su
poder mediante el control de rutas comerciales, tributos y tráfico mercan-
til. Las campañas eran organizadas por las tres sedes bajo el predominio
de México-Tenochtitlan.
•• Distribución de tributos y tributarios: el reparto del tributo se dividía entre
las tres sedes pero de manera desigual, otorgando un mayor rango a Méxi-
co-Tenochtitlan y Tetzcoco respecto de Tlacopan.
•• Colaboración recíproca en la construcción de obras públicas.

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22

•• Reconocimiento de los aliados: los tlatoque (gobernantes) de cada sede


eran legitimados en su poder por los aliados y ello se refrendaba en acuer-
dos matrimoniales.
•• Ordenamiento político regional: la región del altiplano central mesoamerica-
no estaba poblada por diversas etnias con formas de organización política
disímiles, con lo cual el mantenimiento de la estabilidad política dependió
del ejercicio del dominio de excan tlahtoloyan, así como de las alianzas y
modalidades de dependencia que esta articulara con esas diversas orga-
nizaciones. Para algunos autores (Herrera Meza, López Austin y Martínez
Barac, 2013) esta era la función principal de la Triple Alianza.
•• Poder judicial sobre el territorio: excan tlahtoloyan tenía como función diri-
mir contiendas entre las distintas entidades políticas. Si bien los documen-
tos son más confusos y de menor cuantía respecto de este tema, se plan-
tea la existencia de tribunales que fueron constituidos por los tres tlatoque
con mudanza de la sede.

PARA AMPLIAR

La excan tlahtoloyan, como forma de organización política que articulaba

AA el poder de tres centros, constituyó una de las modalidades políti-


cas de la región incluso en etapas previas a la llegada mexica. Asi-
mismo, el término excan tlahtoloyan fue reapropiado de documentos
nahuas por los historiadores, aunque no fue el único utilizado. Tra-
dicionalmente esta organización política fue identificada como Tri-
ple Alianza, dando privilegio a la actividad militar para resignificar
el concepto.

Mapa de la excan tlahtoloyan

Fuente: López Austin y López Luján (2001: 234).

Historia latinoamericana Laura Luciani


23

LECTURA RECOMENDADA

RR
Herrera Meza, C., López Austin, A. y Martínez Barac, R. (2013), “El nom-
bre Nahuátl de la Triple Alianza” [en línea]. En: Estudios de cultura nahuatl, vol.
46. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid
=S0071-16752013000200002> [Consulta: 03 10 2018].

Esta forma de organización política, ya expandida y consolidada, estaba vigen-


te al momento del desembarco español en el continente, siendo Tenochtitlan
la sede más importante. Cabe señalar que esta forma de dominación terna-
ria sobre las unidades políticas independientes conocidas como altépetl no
significó la subordinación inmediata de los mismos y es posible pensar en la
Utilizaremos el término nahua
existencia de resistencias y acomodamientos a la estructura del poder terna-
altépetl del modo que lo utiliza y
rio. Hacia el sur lograron imponer tributo y el comercio, mientras que otras propone James Lockhart (1999),
regiones resistieron. si bien el diccionario nahual pro-
pone el uso alteptl sin acento.

CC
En el sur, los mexicas lograron imponer sus condiciones de tributo y comercio
a los reinos mixtecos de la sierra y del valle de Oaxaca, así como los zapote-
cos del valle. Pero había varios reinos independientes en la costa agrupados
en torno al liderazgo de Tututepec y en el istmo. En lo que hoy es Guerrero, los
tlapanecos eran tributarios de la Triple Alianza, pero hubo localidades que ofre-
cieron resistencia tenaz. El señorío de Teloloapan, rico productor de cacao, se
negó insistentemente a aceptar el paso de las caravanas comerciales protegi-
das de los mexicas, y fue víctima de la más atroz guerra de aquel tiempo: la
población fue exterminada (el exterminio alcanzó incluso a los perros y los gua-
jalotes de la localidad) y el señorío fue repoblado con colonos nahuas enviados
del valle de México. Las rústicas jefaturas de Yoiptzinco, en cambio, nunca fue-
ron sometidas, y sus habitantes emparentados lingüísticamente con los apa-
ches, llegaron a atacar ocasionalmente a pueblos tributarios e incluso a guar-
niciones mexicas (Escalante Gonzalbo, 2008: 107).

La organización interna, el altépetl y el calpolli


Como hemos señalado, en el tiempo de la conquista se desplegaban en la
región entidades políticas independientes vinculadas a la excan tlahtoloyan
por relaciones de dependencia, tributo y dominación. Estas unidades han
sido identificadas generalmente con el concepto de ciudad-estado o reino. Sin
embargo, ninguno de esos términos se ajusta necesariamente a la organiza-
ción sociopolítica, siendo más acertado el uso del concepto nahua altépetl o
tlatocayotl, que James Lockhart (1999) define como organización de personas
que tiene el dominio de un territorio y es variable en tamaño. Cada altépetl
tenía cierta autonomía respecto de las organizaciones supraestatales; por ello,
mientras que los conflictos políticos y militares podían generar el auge o caída
de la excan tlatoloyan, los altépetl tenían una mayor permanencia temporal. El
altépetl estaba constituido tanto por el centro urbano como por el territorio ale-
daño, cuya organización se dividía en varios calpolli (en nahua “casa grande”),
conformados por familias extensas unidas por lazos de sangre con un propio
jefe. Cada altépetl tenía una cantidad simétrica de calpolli (iniciando en cuatro)

Historia latinoamericana Laura Luciani


24

y estaba gobernado por un tlatoani (en nahua, “aquel que tiene el don de la
palabra”, singular de tlatoque). Constituían parte del altépetl el palacio, un
templo (dedicado al dios particular de cada altépetl) y una plaza de múltiples
funciones, entre ellas el mercado. Los tres representaban centros de poder y
en general estaban ubicados en forma conjunta, y no en pocas ocasiones en
el calpolli fundacional. Asimismo, la organización, el trabajo y mantenimiento
de las áreas comunes como el templo eran rotativos entre los calpolli.

PARA AMPLIAR

Que señalemos la existencia de altépetl a lo largo del posclásico no

AA significa que presupongamos su inmutabilidad. Como unidad étni-


co territorial los altépetl fueron modificándose a medida que crecían
o surgían nuevos asentamientos (lo mismo puede señalarse en el caso
de los calpolli). Por ello, Navarrete Linares (2012) plantea atender a
su régimen de historicidad:

C
Cada altépetl en formación tenía que competir con sus vecinos por el con-
trol de un territorio que era relativamente escaso, así como de los recursos
naturales de los diferentes ecosistemas que existían en él, lo mismo que
por el control de las redes comerciales, por el dominio militar y por el reco-
nocimiento de su legitimidad política. Esta competencia ponía en juego la
supervivencia misma de cada entidad política y entre todas fueron definiendo
reglas siempre cambiantes de cómo debían organizarse y qué características
debían tener: todas tuvieron que adaptarse a ellas paulatinamente.
Por dar un ejemplo, si el altépetl de Tetzcoco o el de Mexico-Tenochtitlan
intensificó su producción agrícola por medio del uso de técnicas de irriga-
ción, de una organización territorial más concentrada y de formas de regis-
tro geográfico y censal que hacían más eficiente el control del trabajo de
su población y el cobro de tributos –todos ellos bienes culturales toltecas
que son mencionados en las fuentes– su resultante fortalecimiento econó-
mico y político presionaba a otros altépetl como Cuauhtitlan para que adop-
taran reformas similares o se vieran en una situación de debilidad relativa
que podía amenazar su independencia e incluso su supervivencia (Navarrete
Linares, 2012: 517).

Hinterland: expresión utilizada


por geógrafos para identificar
el espacio de influencia de un
asentamiento. Insistimos en deconstruir la imagen del altépetl como el asentamiento o la
administración política del territorio urbano sobre su hinterland rural para
comprenderlo como la conjugación de ambos espacios. Asimismo era una
formación extensa, de articulación entre calpolli que crecían o a los cuales se
anexaban nuevos asentamientos.

Historia latinoamericana Laura Luciani


25

Estructura modelo de atépetl de formación simple según bosquejo


de Lockhart (1999)

Los cuatro calpolli exteriores tienen asentamientos de tipo aldeano y los


cuatro interiores, más antiguos, semejan la concentración urbana.
Fuente: Lockhart (1999: 35).

La complejización de la organización política implicó la vinculación de los alté-


petl entre sí en unidades mayores que, a su vez, volvieron más complejas las
formas organizativas en la región mesoamericana. Estas unidades mayores
también eran nominadas como altépetl, aunque algunos autores utilizan como
término tlatocayotl (López Austin y López Luján, 2001). Esta unidad política
más amplia en general articulaba algunas etnias diversas, constituyéndose en
un sistema de dominio territorial que se articulaba con el sistema de dominio
de comunidad propio del calpulli, institución clave en la organización social
mexica. México-Tenochtitlan y Tetzcoco hacia inicios del siglo XVI eran altépetl
complejos que dominaban sobre una compleja red de altépetl menores.

LEER CON ATENCIÓN

La complejidad de la organización sociopolítica de los mexicas debe

LL ser comprendida en la doble dinámica que imponía la excan tlahtolo-


yan con las tres sedes de poder y las unidades políticas independientes
(tlatocayotl o altépetl), las cuales articulaban formas de poder basadas
en el territorio y el linaje. Esa complejidad diferencia al tlatocayotl o
altépetl de las formas organizativas europeas medievales con las cua-
les se las ha comparado y que llevó a la utilización de términos como
reino, feudo, para explicarlos. Términos que en ocasiones han sido
retomados en la historiografía en forma acrítica.

Junto al altépetl otra entidad organizativa importante fue el calpolli. En los


estudios clásicos sobre las sociedades mesoamericanas en general y mexica
en particular, la indagación sobre esta estructura socioeconómica fue cen-
tral. Esta era considerada la unidad mínima de organización política, social

Historia latinoamericana Laura Luciani


26

y económica. Para algunos autores, el calpolli era una unidad preexistente a


formas más complejas, por lo cual es posible pensar que los altépetl fueron
organizaciones que emergieron de la conjunción de aquellos. El calpolli, ade-
más de pensarlo como una familia extensa con su propio jefe, debe ser enten-
dido en términos de unidad de producción y de consumo vinculada por lazos
culturales. Cada calpolli tenía su propio templo que rendía culto a su dios,
quien legaba el oficio a sus miembros del calpolli y lo diferenciaba de otros.
Asimismo, como unidad productiva se caracterizaba por la posesión común de
tierras, algunas labradas en forma colectiva (para el pago de tributo) y otras
parcelas labradas en forma familiar para el consumo personal. El calpolli tenía
una estructura jerárquica diferenciada de doble faz. Hacia el interior, con sus
propios jefes organizando la producción y distribución de tierras; hacia afuera,
con el altépetl y el tlatoani, a quienes rendían tributo, generando una compleja
red de funcionarios y administradores.
La estratificación social en la sociedad mexica señalaba estamentos socia-
les diferenciados. La mayoría de la población eran macehuales y sobre ellos
recaía gran parte de la producción, en general agricultura; los pochtecas esta-
ban dedicados al comercio o las artesanías, y los pipiltin configuraban un estra-
to superior dentro de la jerarquía social: generalmente se dedicaban a funcio-
nes públicas (administradores, ejército, clero, judicatura) de carácter vitalicio.
Los pipiltin tenían, entre otros privilegios, la obtención de cierta cantidad de
tributos y cesión de tierras (pillali) y un sistema diferenciado de justicia, cere-
moniales, vestimenta, alimentos, etc. Si bien podemos señalar que el tributo
configuraba una obligación general, existían diferencias entre cada estamento.
Los macehuales debían tributar en especies y trabajo, los pochtecas solo tribu-
taban en especies, mientras que los pipiltin no tributan en trabajo o especies,
aunque se consideraba un tributo el cumplimiento de sus funciones.

PARA AMPLIAR

En México-Tenochtitlan, zona lacustre, la agricultura se realizaba

AA mediante el sistema de terrazas y chinampas. Las chinampas eran


denominadas jardines flotantes, ya que se trataba de parcelas rectan-
gulares de ramas y abonos artificialmente creadas en el lago.

Historia latinoamericana Laura Luciani


27

Chinampa

Fuente: <https://www.youtube.com/watch?v=YRFvtoOlUys>.

Respecto de la tenencia de la tierra, el calpolli era también unidad fundamen-


tal, ya que ella se distribuía y trabajaba en relación con la organización del
calpolli. Junto a esta posesión comunal de la tierra existían también otras
modalidades, como tlatocatlalli, que eran las tierras del tlatoani; pillali, tierras
cedidas al pipiltin, y las tierras para el mantenimiento de palacios, templos u
aquellas otorgadas a guerreros. En este punto es interesante consignar que
el debate historiográfico se ha centrado en tratar de explicar la modalidad de
tenencia de la tierra en la sociedad mexica y en la viabilidad de considerar la
propiedad privada como un elemento existente en estas sociedades.

PARA AMPLIAR

En los estudios sobre la cultura y religión se ha ponderado la importan-

AA cia que tienen estas en la configuración política, económica y social de


los mexicas. Su tradición, trazada entre la historia, el mito y el ritual, les
permitía definirse como el pueblo elegido para mantener el Quinto Sol
en movimiento a través de la guerra y los rituales sacrificiales de cauti-
vos. Por ello, la guerra y el militarismo constituyeron un núcleo central
en la vida de los mexicas, tanto de guerreros como de macehuales, y fue
un elemento de cohesión social. Si bien no nos detendremos a analizar
la importancia de la religión como legitimadora de poder político, cabe
destacar que uno de sus rasgos principales, los sacrificios, se ha consti-
tuido en una problemática central en las ciencias sociales. Aun cuando
estos no fueron una particularidad excepcional del pueblo mexica, la
cantidad de documentación y de datos arqueológicos ha permitido una
expansión de los estudios sobre los rituales de sacrificio en esta cultu-
ra. Durante el periodo de expansión territorial, el sacrificio de rivales
ocupó un rol central, y ya instalada la excan tlahtoloyan se desarrollaron
las guerras floridas, pactos de batallas periódicas y controladas que tenía
entre otros fines la obtención de víctimas sacrificiales. Más allá de que
no es objeto de esta unidad abordar dicha problemática, es interesante
consignar el debate en torno a su significación en la cultura mexica así
como en la construcción de la identidad mexicana.

Historia latinoamericana Laura Luciani


28

LECTURA RECOMENDADA

RR
Escalante Gonzalbo, P. y Martínez Baracs, R. (2010), “Sacrificios y antropofagia”,
en: Letras Libres, pp. 16-22.

LECTURA OBLIGATORIA

Conrad, G. y Demarest, A. (1988), “La expansión imperial azte-

OO ca”, en: Religión e imperio. Dinámica del expansionismo azteca e inca,


Alianza, Madrid. pp. 25-105

1.

KK Desarrolle los siguientes puntos a partir de la lectura:


• Características del valle de México para el asentamiento y anteceden-
tes históricos de la confederación mexica.
• Definición y características del calpolli.
• Sistema religioso.
• Elementos que consideran los autores a la hora de caracterizar el
ascenso de la Triple Alianza.
Advertencia: A lo largo del texto los autores hablan de imperio para defi-
nir lo que en esta unidad referenciamos como Triple Alianza o excan
tlahtoloyan. El uso de ese concepto debe ser al menos puesto en cues-
tión ya que difícilmente ese término permita comprender la organiza-
ción política mesoamericana durante el periodo mexica, al menos como
la hemos caracterizado en esta unidad.

1.1.2. Región andina


Respecto de la región andina centraremos la mirada en el imperio inca al
momento de la conquista, cuando el territorio del Tawantinsuyu se extendía
4300 km desde el actual sur de Colombia hasta el noroeste de lo que hoy
es Argentina y el centro de Chile. Fue sin duda la organización política más
extensa del continente y se desarrolló en la región con actividades económi-
cas adaptadas a la diversidad de pisos ecológicos, que iban desde la costa
del Pacífico hasta la región de la Puna en la Cordillera. En esa diversidad tuvo
una singularidad: la mayor densidad de población se desarrolló en el altiplano,
geografía considerada por los conquistadores inhóspita para las personas y
el cultivo. Los incas, como sus antecesores, mostraban en cambio la poten-
cialidad de esos suelos.

Historia latinoamericana Laura Luciani


29

CC
Nadie sabe cuántos cultígenos se sembraban para el 1532; muchos ya se han
perdido y otros tardaron en extinguirse, sufriendo por su baja posición, a pesar
de sus probados valores nutritivos. Cuando se estudia la cantidad de tubércu-
los (de los que la papa es tan sólo el más conocido) o el tarwi (un lupino rico
en grasas) o la kinuwa (un cereal de las grandes altitudes, con fuerte conteni-
do en proteínas) o la hoja de coca que apaga la sed, se advierte lo aborigen y
prístino que era el complejo agrícola andino (Murra, 1990: 51-52).

PARA AMPLIAR

John Murra (1975) ha analizado la utilización de los diversos nichos

AA ecológicos en la región cordillerana. El autor planteó que las socieda-


des andinas tenían un control de la producción supeditado a la dife-
renciación climática y de suelos de las diversas regiones, lo cual les
permitió maximizarla. Este sistema de economía vertical fue consti-
tutivo de las sociedades andinas y estimuló un modelo económico
diferenciado regionalmente entre la sierra y el altiplano. Asimismo,
la costa también se constituyó en un espacio económico particular
diferenciado por la especialización económica.

La región andina tenía una historia previa a los incas; sin embargo, esa etapa
es poco conocida y datada. A diferencia de las etnias de Mesoamérica, aquí no
existieron documentos de los nativos que narraran su historia, y todo lo que se
conoce del periodo preincaico tiene fundamentalmente relación con la arqueo-
logía. Mucho más significativa es la producción escrita sobre el Tawantinsuyu a
partir de la conquista, que retrató y documentó a los incas aunque de manera
sesgada. La periodización de las sociedades andinas identifica varias etapas.

Historia latinoamericana Laura Luciani


30

Periodización de las civilizaciones andinas

Fuente: Conrad y Demarest (1988: 110).

El Tawantinsuyu: las cuatro partes del mundo


Los orígenes de los incas y su historia preimperio se conocen por algunos
mitos que señalan su nacimiento en la cuenca del lago Titicaca, aunque los
estudios históricos lo datan como un pueblo de la región de Cuzco. En defini-
tiva, el conocimiento de los incas es más bien confuso y, en general, se ha
estudiado su sociedad y organización en función del desarrollo que se produjo
durante la existencia del Tawantinsuyu. Asimismo, el conocimiento del imperio
incaico más cabal se ha desarrollado fundamentalmente a partir de los gobier-
nos que se sucedieron desde el siglo XV, con su expansión y consolidación
del territorio.

Lista dinástica tradicional de los reyes Incas


Los reinados de los gobernantes anteriores a Viracocha Inca proceden de
la crónica de Cabello (lib. 3, 1951). Todos los datos anteriores a 1532
han de considerarse meras aproximaciones. Un estudio más a fondo
véase en Rowe, 1945.

Historia latinoamericana Laura Luciani


31

Fechas de reinado

1. Manco Cápac
2. Sinchi Roca
3. Lloque Yupanqui
4. Mayta Cápac
5. Cápac Yupanqui
6. Inca Roca
7. Yahuar Huaca
8. Viracocha Inca ( 7-1438)
9. Pachacutec (1438-1471)
10. Túpac Inca (1471-1493)
11. Huayna Cápac (1493-1525)
12. Huáscar (1525-1532)
13. Atahuallpa (1532-1533)
Fuente: Conrad y Demarest (1988: 126).

PARA AMPLIAR

Uno de los mitos fue recuperado por el Inca Garcilaso de la Vega en

AA su obra Comentarios Reales de los Incas. Allí no solo relata los orígenes
del pueblo sino una mirada sobre el Tawantinsuyu. Su enfoque es
singular porque no procedía de un español sino de un mestizo, hijo
de un militar español y la hija del último inca, educado en Europa
pero conocedor de las leyendas y mitos incas.

Los incas del Tawantinsuyu, según el Inca Garcilaso de la Vega

<https://www.youtube.com/watch?v=fcQYykf_4f4>
Documental realizado por el Ministerio de Cultura de Cusco a partir de los
Comentarios Reales de los Incas.

El estudio de la conformación del imperio incaico suele basarse, como perio-


do significativo, en el gobierno de Pachacutec (circa 1438-1471), a quien se
atribuye el pasó de un pequeño curacazgo a imperio. Pachacutec construyó

Historia latinoamericana Laura Luciani


32

Cuzco bajo nuevos parámetros, la convirtió en el centro del Tawantinsuyu


y expandió la influencia militar inca, mediante la cual dominó curacazgos y
confederaciones existentes y reorganizó económica, política y socialmente el
territorio andino.
El Tawantinsuyu era una organización política territorial extensa que articu-
ló bajo el poder inca a diversas etnias de la región. El Inca se definió desde
la derrota de los chancas como el hijo del sol (inti), legitimando desde ese
lugar su poder sobre los diversos pueblos. El Tawantinsuyu, territorio donde
se extendía su poderío, se dividía en cuatro regiones (el término, de hecho,
significa “las cuatro partes del mundo”): Chinchasuyu, Collasuyu, Cuntisuyu,
Antisuyu, lo que permitía la organización del territorio a partir de la cosmovi-
sión andina.
La expansión de este imperio se logró gracias a la combinación de la estra-
tegia militar, la diplomacia y las relaciones con los diversos curacazgos. El
ejército estaba constituido por unidades pequeñas de varones y mujeres al
mando de sus señores que tenían su propio armamento. Estas unidades mili-
tares eran otorgadas a modo de tributo por los pueblos subordinados. Ante
un ejército poco cohesionado, Terence D’Altroy (2003) sostiene que la ane-
xión por diplomacia y coerción permitió aumentar las huestes y lograr en algu-
nas ocasiones el dominio sin recurrir a la guerra. El autor no deja de lado el
rol que la guerra tuvo en la constitución del Tawantinsuyu, pero señala que
esta se produjo solo en situaciones específicas. Por su parte, Irene Silverblatt
(1990) ha analizado cómo los matrimonios entre el Inca y las hijas de curacas
funcionaron como metáfora de la conquista. La subordinación de las mujeres
era una demostración del dominio cusqueño sobre los pueblos vencidos. Otra
modalidad de coacción y control sobre la población la constituyeron los tras-
lados y asentamientos de pobladores en las zonas limítrofes (los residentes
eran conocidos con el nombre de mitmaqunas o mitimaes). Estos traslados
se realizaban fundamentalmente desde aquellas comunidades de origen que
eran consideradas conflictivas o desestabilizadoras del poder imperial. Los
reasentamientos tenían también una función económica: el traslado de arte-
sanos o agricultores de una región a otra.

Historia latinoamericana Laura Luciani


33

Mapa de la expansión del Tawantinsuyu basado en varios autores

Fuente: Meyers y Combès (2015: 179).

PARA AMPLIAR

Definimos como curacazgo a las estructuras de organización política

AA de las comunidades andinas que tenían cierto grado de complejidad


y eran el centro del ordenamiento económico-social. Estaban gober-
nadas por curacas. Estos eran los jefes locales y las crónicas los lla-
maron con un término trasladado del Caribe: “caciques”. Durante la
etapa preincaica eran los encargados de administrar la vida colectiva,
y entre sus funciones se encontraba la regulación social y económica
de la comunidad. Con la consolidación del Tawantinsuyu este tipo
de organización no desapareció y se rearticuló en el imperio; el cura-
ca se convirtió en un nexo entre este y las comunidades.

Consolidado el territorio, el Tawantinsuyu quedó conformado por cerca de


ochenta provincias distribuidas irregularmente, donde el control fue desple-
gado en forma desigual. El dominio inca se sintió con más fuerza en la zona
central, y fue más laxo en la región costera y septentrional de los Andes.
Con la consolidación del imperio, un rol central lo ocuparon los funcionarios
del imperio; gobernantes de provincias e inspectores se articulaban con los

Historia latinoamericana Laura Luciani


34

poderes locales organizando la administración del territorio. Su función esta-


ba directamente relacionada con la organización y distribución de la mano
de obra, y con el mantenimiento de la subordinación y el control territorial.
Reforzaban la legitimidad de dichos funcionarios el emplazamiento de centros
administrativos y sagrados que simbólicamente extendían el poder de Cuzco
sobre el territorio. Sin embargo, aquello que unía simbólica y materialmente
al Tawantinsuyu fue la extensa red de caminos que, junto a las fortificaciones
en la frontera, los almacenes de abastecimiento y los centros administrativos,
se desplegaron por el imperio y materializaron el poder inca.

Camino del Inca

El Camino del Inca o Qhapac Ñan fue una extensa red vial que unió
la región costera y andina. En la actualidad sobreviven 39.000 km que
conectan comunidades a través de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador
y Perú.
Fuente: Guía de identificación y registro de Qhapac Ñan, Ministerio de Perú (2013:
23). Disponible en <http://qhapaqnan.cultura.pe/sites/default/files/mi/archivo/rcq.
pdf> [Consulta: 12 06 2019].

Historia latinoamericana Laura Luciani


35

LECTURA OBLIGATORIA

D’altroy, T. (2003), Capítulo 11, Los incas, Ariel, Madrid.

OO
2.

KK A partir de la lectura, desarrolle los siguientes ítems:


• La organización del trabajo en el imperio (mita) y su sustento ideo-
lógico.
• La posesión de tierras (estatales, del sol, comunales).
• El modo de almacenaje y sus usos.

Estructura económica y social en el imperio


Para comprender la organización socioeconómica de las comunidades andinas
durante el imperio incaico es necesario comprenderla en una doble clave:
hacia el interior de la misma comunidad, con prácticas constituidas en perio-
dos preincaicos, y hacia el exterior, en la relación de la comunidad con el
poder imperial.
Hacia el interior de la comunidad, el principio de autonomía se tornaba cen-
tral. La autosuficiencia de las comunidades andinas tenía extensa trayectoria
histórica y marcaba la significación que adquirían las relaciones parentales en
la organización del trabajo y la producción. Desde los tiempos preincaicos, la
unidad mínima de organización en la región andina era el ayllu. Este se puede
conceptualizar como una red de parentescos que asumía la organización comu-
nal del trabajo y la producción, así como la tenencia de la tierra.

Los miembros del ayllu heredan en común su territorio, que permanece inalienable en su
totalidad. Pero la tierra se distribuye para su explotación, en parcelas de extensión variable
y proporcional a las familias que de ella se benefician, dicha distribución es periódica y
teóricamente anual (aunque es probable que la costumbre difiriese de una región a otra)
[…] El trabajo de cada terreno resulta asegurado en lo esencial por la familia que de él se
beneficia, pero también es complementado por un sistema de cooperación entre parientes y
amigos. Esta ayuda mutua (que existe todavía hoy bajo el nombre de ayni) toma diferentes
formas; el trabajo provisto por un aliado puede ser retribuido inmediatamente por un ‘don’
de alimento, de ropas u otros bienes; puede también jugar el papel de una ‘deuda’ que se
reembolsará más tarde con un trabajo equivalente (Wachtel, 1975: 101).

Dentro del ayllu y, por tanto, dentro de la comunidad, un principio fundamental


lo constituía la reciprocidad –es decir, el intercambio mutuo entre personas o
grupos–, que funcionaba como sistema de dones y contradones. Para Steve
Stern (1986), la riqueza de la comunidad no se basaba en la propiedad o
acopio de productos sino en la red extensa de familiares que construían tales
lazos de reciprocidad. La comunidad, en la medida en que podía movilizar el
trabajo colectivo mediante la reciprocidad, tenía mayor capacidad de extensión

Historia latinoamericana Laura Luciani


36

capilar sobre el territorio, ampliando así su radio de producción. Este princi-


pio, que era central para la autosuficiencia de la comunidad, operaba también
como modo de relación entre la comunidad y los curacas (jefes locales), o
entre ellas y el inca durante el imperio, modificando en parte su dinámica.
En cambio, el sistema de reciprocidad adquirió un sentido diferente
durante el Tawantinsuyu, donde cada comunidad estaba obligada a tributar
en trabajo al inca. Este sistema, conocido como “mita”, implicaba el trabajo
rotativo y colectivo de miembros de la comunidad en las tierras del inca
Si bien el censo sobre las comu-
nidades para realizar la mita era y del sol, de panaqas (o panacas), o para el desarrollo de obras públicas.
definido a partir del varón cabe- La mita no era considerada una modalidad de trabajo forzado, dado que
za de familia, lo cierto es que el suponía de parte de los jefes o del inca la entrega de una contraprestación;
trabajo comunitario se distribuía
por ejemplo, su protección, el reparto de alimentos en épocas de sequía, el
entre varones y mujeres.
mantenimiento de ancianos y personas de la comunidad que no estaban en
condiciones de participar de la mita y el derecho de posesión de la tierras
comunitarias para el propio usufructo. Al respecto, cabe recordar que las
comunidades no tenían la propiedad privada sino la posesión del terreno
que cultivaban. Durante el imperio el usufructo les era otorgado por el inca,
considerado señor de todas las tierras y rebaños. Así, la tenencia de la tierra
durante el Tawantinsuyu se dividía entre aquella que estaba en posesión
de las comunidades, las dedicadas al dios Sol (que aprovisionaban a los
templos) y las del inca (que abastecían a la administración cuzqueña). Sin
embargo, esta modalidad de tenencia se combinó con formas de posesión
de la tierra que eran cedidas a título personal, a partir de la anexión de
tierras otorgadas a los panaqas, grupo de parentesco del inca.
En el Tawantinsuyu, junto a la reciprocidad se planteaba el principio de
la redistribución. Su función era vincular en una relación jerárquica el poder
(local o imperial) con las comunidades. Suponía para los curacas o el inca
la obligación de redistribuir productos hacia las comunidades. Este era un
elemento central en la medida que no dominó el uso de moneda, ni tampo-
co los intercambios en relación con la oferta y la demanda. Es decir, no se
constituyó un espacio de mercado, y el intercambio de productos se sostuvo
y articuló a través de la relación que el imperio generaba entre las diferentes
comunidades andinas mediante el trueque y el tributo.

PARA REFLEXIONAR

Conceptos como el de reciprocidad y redistribución suelen asumirse

PP como principios ideales de una sociedad más igualitaria y sin con-


flictos. Sin embargo, esa es una mirada errónea. La reciprocidad y
redistribución eran elementos constitutivos de las tradiciones y cos-
tumbres comunitarias que no estaban exentas de tensiones. La reci-
procidad tenía una función específica en relación con el tamaño de
la comunidad que la desarrollaba. Una comunidad pequeña tenía
mayores dificultades para autoabastecerse o asumir su obligación en
la mita, señalando así las diferencias entre las distintas etnias subor-
dinadas. Asimismo, la redistribución constituía relaciones asimétricas
en una sociedad jerarquizada.

Historia latinoamericana Laura Luciani


37

LECTURA OBLIGATORIA

Silverblatt, I. (1990), Capítulo III, Luna, sol y brujas. Género y clases

OO en los Andes prehispánicos y coloniales, CBC, Cuzco.

3.

KK En un texto de no más de dos carillas analice en perspectiva comparada


los siguientes ítems:
• Excan tlahtoloyan y Tawantinsuyu: ¿cuáles son los puntos de contac-
to y cuáles las diferencias?
• Formas de tributo en ambas sociedades.
• Rol de la familia y el parentesco.

1.2. Más allá de las “grandes regiones”: los (otros)


pueblos originarios al momento de la conquista
En este apartado nos interesa recuperar brevemente algunos aspectos vincu-
lados a los pueblos originarios que no estaban asentados en Mesoamérica o
la región andina al momento de la conquista. Pueblos cuyo conocimiento es
mucho más precario y cuya complejidad en términos de organización política,
económica y social es menor a lo que ya hemos desarrollado. Sin embargo,
asumimos como premisa historiográfica que la relevancia histórica de un
pueblo no está dada por su desarrollo cultural o la complejidad sociopolítica
que alcanzó al momento de la conquista; por tanto, dar cuenta de algunos
problemas generales es pertinente. Asimismo, consideramos que en general
nuestra mirada está condicionada por el rol que los pueblos mesoamericanos
y andinos tuvieron en el proceso de conquista. Para los españoles, la mirada
sobre esas comunidades, por su complejidad o por el significado que adquirió
su sometimiento, tuvo mayor densidad, generando una significativa cantidad
de escritos que nos llegan hasta hoy: el acceso a fuentes y documentación
sobre las sociedades mexica o inca es abrumadoramente mayor que respecto
de los arahuacas, mapuches o taironas, por solo señalar algunos casos.
Por ello, planteamos algunas cuestiones generales que permitan compren-
der aspectos de la población americana más allá de las grandes regiones. Lo
primero a señalar es que si bien existieron comunidades de tipo tribal o que
estaban complejizándose sin llegar a constituir jefaturas (como en la región
antillana, por ejemplo), en otras regiones hubo distintos tipos de sociedades
de mayor o menor complejidad. En el Circuncaribe se desarrollaron varios
tipos de jefaturas, aunque no se constituyó una organización centralizada. En la región antillana estas uni-
En la actual Colombia pueden destacarse las etnias tairona, muisca, quimba- dades políticas independientes
eran conocidas como cacicazgos.
ya y catío por señalar algunas de las más importantes que se organizaron en
pequeñs unidades políticas independientes, las que en contexto de guerra se
confederaban para defenderse.
Sofía Botero (2004) señala que en estas jefaturas no existía una jerarquiza-
ción vertical dominante sino una multiplicidad de jefes o figuras principales que
eran reconocidas por la comunidad, aunque algunas de las crónicas señalan
la existencia de un cacique principal. Según Rodríguez Cuenca (2005), en el

Historia latinoamericana Laura Luciani


38

valle de Cauca (actual Colombia) era posible encontrar ambas formas de orga-
nización de las jefaturas; mientras que la jefatura de Quimbaya tenía hasta 88
caciques, en Anserma se destacaba el poder centralizado en un cacique. En
cualquier caso, en estas sociedades los caciques ostentaban un rango espe-
cífico, ciertos símbolos de prestigio y diversas formas de tributo por parte del
común de la población, destacándose la utilización de la mano de obra para
el cultivo de las tierras en posesión del cacique, así como el trabajo en minas
para la extracción de oro, símbolo de prestigio.
Otra particularidad de estas jefaturas fue la importancia del intercambio
de productos. Si bien no existía un mercado, se ha identificado que el trueque
permitió la vinculación de comunidades lejanas. Ejemplo de ello lo constitu-
yen las piezas de oro del cacicazgo de Dabeiba, que eran intercambiadas con
pueblos asentados en la actual región de Panamá. Pero fundamentalmente el
intercambio generaba vínculos estrechos entre comunidades más simples y
los cacicazgos cercanos, permitiéndoles a aquellas incorporar objetos que no
podían producir en la comunidad.
Si nos trasladamos de región geográfica a Sudamérica, más al sur del
Tawantinsuyu, podemos identificar una diversidad de pueblos que fueron eclip-
sados por la magnificencia de la cultura incaica, al tiempo que constituyeron
sociedades más simples cultural y políticamente. Sin embargo, en esta región
encontramos cierta singularidad: los pueblos resistieron en forma prolongada
el poder español y la conquista de la región meridional fue más lenta. Quizá la
evidencia más significativa fue la de los pueblos mapuches (araucanos, según
la nominación española), que resistieron la conquista, se trasladaron hacia
el sur del actual Chile y no fueron subordinados durante el periodo colonial.
De este pueblo se sabe que alcanzaba el millón de personas, aproximada-
mente, a la llegada de los españoles, lo cual advierte de una población signi-
ficativa para un pueblo constituido por cazadores-recolectores y agricultores.
La agricultura fue desarrollada especialmente en la región central de lo que
actualmente es Chile, mientras que en las zonas montañosas y hacia el sur
primaba la caza y recolección. La organización social de los mapuches la cons-
tituía la familia de descendencia patrilineal, que organizaba la vida económica.

La familia se nucleaba en torno a la ruca (casa)

Fuente: Museo mapuche de Cañete. <https://www.museomapuchecanete.gob.cl/641/


w3-article-73251.html?_noredirect=1> [Consulta: 14 junio 2019].

Historia latinoamericana Laura Luciani


39

Las familias podían llegar a nuclearse en torno a la familia de un jefe (lonco),


quien se definía a partir de su edad o valentía, y que además era juez. En tiem-
pos de guerra, sin embargo, reconocían la autoridad de un jefe militar. Este
tipo de vida se modificó con la llegada de los españoles. Si bien mantuvieron
su autonomía por más de 260 años, implicó varias guerras, pérdidas de la
población (en tan solo 40 años la población se redujo a 20 mil mapuches) y
su retracción hacia el sur. En 1598 firmaron acuerdos de paz con el gobierno
colonial que les permitieron mantener una vida independiente hasta finales del
siglo XIX. No obstante, las costumbres se habían modificado sustancialmente,
la introducción de animales domésticos como el caballo y el ganado vacuno
llevaron a este pueblo a modificar sus actividades económicas. De cazadores-
recolectores y agricultores pasaron a convertirse en comerciantes de ganado.

Los pueblos de América meridional

Agricultores de los Andes del Sur


Cazadores recolectores de las .... bajas y culti-
vadores del Chaco
Cazadores y recolectores de la pampa y el
litoral
Pescadores, cazadores y recolectores de los
achipiélagos del Sur

Los indios de América del Sur meridional en el momento de la conquista

Fuente: Bethell (1990: 78).

Historia latinoamericana Laura Luciani


40

Región araucanía (siglo XIX)

Fuente: Bengoa (1991: 38).

PARA AMPLIAR

En los últimos años la recuperación de la identidad y cultura mapu-

AA ches ha sido significativa tanto en Argentina como en Chile, aun-


que no sin contradicciones. En Argentina suele considerarse que los
mapuches son extranjeros, chilenos; sin embargo, esa apreciación es
errónea. Si bien una buena parte de la población mapuche se distri-
buía sobre el territorio que actualmente es Chile, también se expan-
dió por el territorio patagónico de la actual Argentina. Por lo tanto,
considerarlos extranjeros supone creer que los territorios que compo-
nen ambos países son preexistentes a los procesos de conformación
de los estados nacionales a finales del siglo XIX. Otro de los estigmas
que ha debido afrontar la comunidad mapuche en Chile y Argentina
es la construcción de que son un pueblo violento.

Historia latinoamericana Laura Luciani


41

En el caso de Chile ha supuesto la represión sistemática sobre la


comunidad. Para contrarrestar este proceso, la comunidad mapuche
se ha encargado de deconstruir ciertos estereotipos. En 2004 surgió
en Chile la Comunidad de Historiadores Mapuches, espacio intelec-
tual constituido por varones y mujeres mapuches que colaboran en
el desmantelamiento de miradas colonialistas.

Entrevista al historiador Fernando Pairican, miembro de la Comunidad


de Historiadores Mapuches.

<https://www.youtube.com/watch?v=nmQceMMcj2g>

LECTURA OBLIGATORIA

Bengoa, J. (1991), “Introducción: los orígenes y la guerra colonial”,


OO en: Historia del pueblo mapuche (siglo XIX y XX), Ediciones Sur,
Santiago de Chile, pp. 9-38.

1.3. La conquista como proceso


La invasión y la conquista supusieron el dislocamiento y la interrupción del
despliegue de los pueblos americanos en forma autónoma. En general, se
considera que este proceso fue rápido y estuvo caracterizado por la superio-
ridad técnica y militar española. De hecho, la conquista suele ser enunciada
–incluso por historiadores– como una hazaña de un reducido número de expe-
dicionarios, dando cuenta de una mirada europeísta y colonialista.

CC
Pero, con todo su tamaño y esplendor, el Tahuantinsuyo no duró más de un si-
glo y el “poderoso ejército” que lo abatió se componía solamente de unos po-
cos cientos de aventureros españoles (Conrad y Demarest, 1988: 109).

Historia latinoamericana Laura Luciani


42

PARA REFLEXIONAR

Es importante reflexionar sobre los modos en que se ha pensado a

PP América Latina, e incluso la América prehispánica, desde las discipli-


nas sociales. En general las representaciones sobre el subcontinente se
construyen en términos de barbarie y exotismo, frente a una Euro-
pa civilizada y racional. Aníbal Quijano (2008) sostiene que desde la
definición misma de modernidad se ha tendido a posicionar a Euro-
pa como centro civilizatorio y como difusora de esta, invisibilizando
que la modernidad fue también producto de América y del modo en
que los europeos se identificaron a sí mismos y al resto a partir de la
conquista. Ello les permitió construir una mirada colonialista que se
reproduce hasta la actualidad. En el recorrido de las unidades siguien-
tes pretendemos deconstruir parte de los supuestos colonialistas que
se asumen a la hora de pensar la complejidad social latinoamericana.

Pero no solo el discurso histórico ha refrendado esa imagen. Diferentes obras


sobre la conquista han puesto énfasis en la conquista como guerra entre un
puñado de blancos y una inmensa cantidad de indígenas, como se observa
en el cuadro anónimo de la Batalla de Otumba (1520). Lo que ese cuadro no
manifiesta, lo que deja invisible, es la presencia de soldados esclavos africa-
nos, de los aliados tlaxcaltecas y de otros pueblos que se aliaron con Hernán
Cortés para derrocar a la confederación mexica.

Batalla de Otumba. Óleo del siglo XVII, anónimo. Museo del Ejército,
Madrid.

Historia latinoamericana Laura Luciani


43

Algo similar ocurre con la conquista del imperio incaico. Algunos cuadros
como el de Juan Lepiani, La captura de Atahualpa, muestran nuevamente a
los expedicionarios (cruz y espada en mano) derrotando al inca. Lo que allí no
se menciona es el conflicto por la sucesión incaica, que fue central para la
victoria de los 168 españoles.

La captura de Atahualpa. Óleo de Juan B. Lepiani (1864-1932).


Museo de Arte de Lima (MALI), Perú. <http://www.mali.pe/not_detalle.
php?id=294>

Este tipo de impresiones, de una conquista rápida y con pocos hombres mili-
tarmente superiores, tiende a oscurecer la complejidad que supuso la conquis-
ta y el rol que los nativos tuvieron en ese proceso. Si bien no desconocemos
la magnitud del sojuzgamiento y la opresión que implicó el genocidio de comu-
nidades completas, el fin de culturas, religiones y cosmovisiones existentes,
es necesario comprenderlo en la complejidad implícita en la conquista, dado
que las propias comunidades no fueron sujetos pasivos.

La opresión tuvo sobre las mujeres indígenas un plus. Suele utilizarse la imagen de Malinche
como la de una mujer traidora, amante de varios españoles incluido Cortés, y que supo
beneficiarse en el contexto de la conquista. Esta referencia, en general la única sobre la con-
dición de las mujeres indias en la conquista, no ayuda a dimensionar el modo en que ellas
fueron sometidas sexualmente por los conquistadores.

Merced real: era una institución


Por otro lado, la imagen de la conquista se ha sedimentado sobre la imagen de administrativa medieval por la cual
la Corona adjudicaba premios y
la Corona española como la gestora de este proceso en el territorio. Sin embar- beneficios diversos a nobles y
go, sabemos que la llegada de expedicionarios no se produjo por la agencia particulares. A partir de la con-
de la Corona española sino mediante acuerdos entre esta y particulares, las quista, fue un modo de premiar
a los conquistadores.
llamadas “capitulaciones”. Las capitulaciones fueron la base jurídica sobre la
cual se asentó la conquista y era una concesión por merced real que la Corona
realizaba a particulares para iniciar la empresa de exploración y conquista.
Las capitulaciones conferían ciertos beneficios al expedicionario respecto del
territorio conquistado y su administración. Así, más que representar el brazo

Historia latinoamericana Laura Luciani


44

del poder monárquico, la conquista fue iniciada y sostenida en sus primeros


años por expedicionarios cuyas prácticas articulaban sus propias aspiraciones
y las de la Corona.
Partiendo de las premisas planteadas, insistimos en que la conquista no
fue una empresa derivada de la acción de un puñado de aventureros. Además,
debemos incorporar otros elementos, como las enfermedades que diezmaron
a las comunidades y la tecnología militar, pero fundamentalmente las estra-
tegias de apoyo que los españoles lograron concitar entre comunidades de
la región. Esto último fue fundamental en los casos de conquista en la región
mesoamericana y andina, donde la confederación mexica y el Tawantinsuyu
tenían sus propios rivales locales.

LECTURA OBLIGATORIA

Restall, M. (2005), “Un puñado de aventureros. El mito de los

OO hombres excepcionales”, en: Los siete mitos de la conquista española,


Paidós, México, pp. 25-57.

4.

KK Lea el texto de Restall (2005) y explique:


• ¿Cómo ha pensado el descubrimiento la historiografía?
• ¿Cuáles son los cuestionamientos del autor a esa forma de pensarlo?
• ¿Qué propuesta presenta como alternativa?
• Explique la siguiente frase: “El hecho de que los viajes de Colón, y no
los de Vasco da Gama, cambiasen la historia del mundo no es mérito
del genovés. Sus descubrimientos fueron una consecuencia geográfi-
ca accidental de la expansión portuguesa iniciada dos siglos antes”.
• El autor sostiene que algunos de los elementos utilizados para carac-
terizar las proezas de los conquistadores Hernán Cortés y Francisco
Pizarro han sido mitos. Señale dos y explíquelos.

1.3.1. La etapa antillana

CC
Conquistar, por lo tanto, puede significar colonizar, pero también puede signifi-
car invadir, saquear y avanzar. Conquistar en el primer sentido da primicia a la
ocupación y explotación de la tierra. En el segundo sentido, se concibe como
poder y riqueza en una forma mucho menos estática, en términos de posesión
de objetos portables, como el oro, los botines y el ganado, y de señoríos sobre
vasallos más que de propiedad de la tierra. Movilidad significaba aventura, y la
aventura en una sociedad militar aumentaba enormemente las oportunidades
para mejorar la situación de uno mismo a los ojos de los compañeros (Elliot,
1990: 127-128).

La conquista de América debe pensarse imbricada en un proceso de conquista


y expansión que la Corona española había iniciado en el propio territorio de

Historia latinoamericana Laura Luciani


45

la península, cuando avanzó sobre los pueblos moros asentados en ella. No


nos detendremos en esto, pero sí queremos puntualizar que la conquista y
las expediciones no eran un modus operandi nuevo. Cuando Colón proyectó y
propuso realizar expediciones a las Indias, se desplegó un sentido sobre ese
viaje que tenía referentes en otros procesos que le eran contemporáneos. Así,
el viaje expedicionario se asentó en determinadas estructuras jurídicas e ins-
titucionales ya existentes. Ya hemos mencionado que las capitulaciones ocu-
paron un lugar central en la forma en que se desplegaron los acuerdos entre
la Corona y los expedicionarios. Las bulas papales de 1494 fueron otro de los
pilares sobre los que se instituyó la empresa americana. Ellas refrendaban el
A las bulas papales se sumó
derecho de dominio de la Corona española sobre los territorios descubiertos al el tratado de Tordesillas, firma-
tiempo que le imponía la obligación de evangelizar a los pueblos conquistados, do por las coronas de España
dotando a la conquista de un valor moral que no tuvo en sus inicios. y Portugal, el cual trazaba una
línea imaginaria que delimitaba
la zona de navegación y conquis-
ta de ambas. Según el acuerdo,
Tratado de Tordesillas y Capitulaciones en América Meridional las regiones conquistadas y por
conquistar al este del meridiano
que se hallaba a 370 leguas de
la isla de Cabo Verde pertenecían
a la Corona portuguesa, mientras
que aquellas que se descubriesen
al oeste de ese meridiano perte-
necerían a la Corona española. El
incumplimiento del tratado llevó
a que en 1750 se derogara y se
estableciera el tratado de Madrid,
que marcó nuevas divisiones en
el reparto del mundo colonial.

Fuente: Historia de los pueblos. <https://www.historiacultural.com/2010/04/tratado-


detordesillas.html> [Consulta: 12 06 2019].

Nos interesa, entonces, enfocarnos en las Antillas, donde se constituyeron


los asentamientos españoles originales y se definieron las primeras formas
institucionales de la conquista. En esta etapa inicial se experimentaron diver-
sos modos de gestión política de los nuevos territorios. Primero Cristóbal
Colón devino virrey y autoridad máxima en nuevos territorios a partir de las
Capitulaciones, luego se anexó el territorio como posesión de los reyes, para,

Historia latinoamericana Laura Luciani


46

finalmente, unirse al reino de Castilla, modificándose la condición del territorio


y quedando hacia 1501 constituida la primera Gobernación a cargo de Fray
El sistema de gobernación imple- Nicolás de Ovando.
mentado con la designación de
Ovando duró apenas pocos años y
en 1508 se nombró virrey a Diego
Colón. Desde entonces y hasta LEER CON ATENCIÓN
1535 la Corona fue modifican-
do el modo en que administró Una periodización de la etapa inicial de la conquista, que incluye en
el nuevo territorio. Los cambios
obedecían a las dificultades de
organizar políticamente el territo-
rio, los intentos de subordinación
LL ella un primer periodo antillano y otro continental, supone diferen-
ciarlo de la etapa colonial. Para Guillermo Lohmann Villena (2000),
la etapa de la conquista se cierra hacia 1535 cuando se estabilizan las
de los expedicionarios y las nuevas formas institucionales que rigieron durante la Colonia. Sin embar-
exploraciones que permitían ane-
go, si atendemos a otros procesos (que no involucran las formas ins-
xar nuevos territorios y pueblos.
titucionales) la conquista puede periodizarse de diferente modo. Por
Factoría: la factoría era la moda- ejemplo, considerando el sojuzgamiento de las culturas nativas. En
lidad con la cual la Corona de el caso de las Antillas, Esteban Mira Carballo (2000) propone pen-
Portugal constituía sus asenta-
mientos en la costa africana.
sar una etapa inicial que involucra desde 1492 hasta 1542, cuando se
Implicaba la creación de una plaza puede dar por extintas la cultura y población taínas existentes en las
comercial fortificada que le per- Antillas. Esto coincide con el sometimiento de poblaciones nativas
mitía prescindir de la conquista más importantes del continente.
del territorio y los asentamientos
permanentes más allá de la fac-
toría. Así los portugueses logra-
ban multiplicar sus asentamientos
comerciales en distintas regiones.
Las factorías en la costa africa- A partir de entonces se definió además el carácter de la conquista. Si ini-
na fueron las más importantes y cialmente el proyecto era gestar factorías (puestos comerciales) tal como lo
lucrativas ya que de ellas partie- hacían los portugueses en la costa africana; la llegada a un nuevo territorio y
ron en barcos portugueses una
no a Oriente (el objetivo inicial) implicó modificar el diseño de los asentamien-
gran cantidad de africanos que
fueron vendidos como esclavos. tos a una modalidad más permanente. La conquista del territorio y sus pobla-
ciones suponía la necesidad de mantener a la población en el nuevo territorio
y la posibilidad de generar riqueza a través de la explotación de tierras o la
extracción de oro en placeres. Ambas actividades estaban condicionadas por
la necesidad de mano de obra, y así en un primer momento los nativos fueron
El oro en las Antillas se encontra-
ba en los ríos. Por ello, la extrac- la respuesta a ese problema. Por ello, en la primera etapa y hasta la gober-
ción no suponía la existencia de nación de Ovando se implementó el sistema de repartimiento de indios, que
la actividad minera (identificada fue organizado desde los primeros administradores de las Antillas (Cristóbal
con el proceso de extracción en
Colón, Francisco de Bobadilla) pero sin control de la Corona.
regiones montañosas) –como
sostienen muchos documentos e Con la llegada de Ovando, la Corona dispuso entonces el sistema de enco-
historiadores–, sino de placeres, mienda. Este significaba que ella cedía nativos a los residentes para que los
esto es, la extracción de minera- utilizaran como mano de obra forzada en el desarrollo de actividades económi-
les pesados concentrados en flui-
dos en movimiento como es el cas, ya fuera la agricultura o la extracción de oro. Como contraparte los espa-
caso del agua. ñoles debían cuidar e instruir en la fe a los indios. Esta modalidad implemen-
tada reconfiguraba el sentido de la conquista en tanto dejaba de concebirse
en términos comerciales para pasar a incidir en la explotación del territorio y
de los nativos. La encomienda reunía en sí misma los tres objetivos desplega-
dos desde la Corona: la evangelización, la retribución a los expedicionarios y
la obtención de recursos económicos. Retomaremos el análisis sobre la enco-
mienda en la siguiente unidad, considerando las particularidades que adquirió
esta en el continente.
En el caso de las Antillas las primeras encomiendas estuvieron articuladas
con la extracción del oro de los ríos, aunque paulatinamente se fue desplazan-

Historia latinoamericana Laura Luciani


47

do al desarrollo de haciendas. Así, comunidades enteras eran desplazadas y


obligadas al trabajo en la extracción aurífera, en condiciones que los frailes
dominicos señalaron como infrahumanas.

PARA AMPLIAR

La evidencia de las condiciones de trabajo forzado de los indios fue

AA expuesta en el sermón realizado por un fraile dominico, Antón de


Montesinos, en 1511 y conocido como “Una voz que clama en el
desierto”:

C Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible ser-
vidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detesta-
bles guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas,
donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consu-
mido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni cura-
llos en sus enfermedades en que, de los excesivos trabajos que les dais,
incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir
oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su
Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales?

Fue el primer descargo de la iglesia sobre las condiciones de los indí-


genas y el preludio de un debate mucho más complejo que asumió
tiempo después fray Bartolomé de las Casas.

Según Frank Moya Pons, la encomienda se semejaba a condiciones de


esclavitud:

CC
La encomienda en las Antillas se diferenció muy poco de la esclavitud. Los in-
dios eran forzados por los españoles a trabajar en las minas, en las obras pú-
blicas y en las tareas agrícolas, así como en oficios domésticos y los trataban
mal. Muy pocos indios lograban salir vivos de las minas después de ocho, diez
o doce meses de trabajos forzados. Para escapar de los maltratos de los espa-
ñoles, los indios cometían suicidios en masa tomando el jugo de la yuca amar-
ga, ahorcándose con sus propias manos y matando a sus propios hijos. Las
madres indias se provocaban abortos para impedir que sus hijos nacieran es-
clavos (Moya Pons, 2008: 27).

El carácter forzoso del sistema, donde perdía la vida un tercio de los


nativos, y fundamentalmente las enfermedades provocaron la caída abrupta
de la población en las islas caribeñas. En el caso de La Española –primer

Historia latinoamericana Laura Luciani


48

asentamiento europeo–, esta caída fue mucho más rápida. En un primer


momento se intentó compensarla con la llegada de indios de otras islas,
desde las cuales se trasladaron más de 40 mil nativos; sin embargo, esto no
impidió el descenso drástico de la población.

Evolución de población originaria, 1542


Cuadro NºII
EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN INDÍGENA EN LA ESPAÑOLA

AÑO POBLACIÓN
1492.................................................................................................100.000hab
1494...................................................................................................90.000hab
1496...................................................................................................75.000hab
1508...................................................................................................60.000hab
1509...................................................................................................40.000hab
1510...................................................................................................33.528hab
1514...................................................................................................26.189hab
1517...................................................................................................11.000hab
1519.....................................................................................................3.000hab
1529.....................................................................................................2.340hab
1548........................................................................................................500hab

Fuente: Mira Caballos (2000: 35).

En 1512, cuando ya se evidenciaba la baja en la población nativa, se dictaron


las leyes de Burgos. Allí se reconocía el derecho de encomiendas y se preten-
día regular el trato sobre los indios; no obstante, la ley fue letra muerta y no
significó gran cambio en las condiciones de vida de los nativos, a tal punto
que para 1540 la población local estaba extinta.
La baja de la población se relacionó además con el fin de los recursos aurí-
feros y la necesidad de extender la actividad económica hacia otros rubros.
Para principios del siglo XVI las plantaciones de caña de azúcar comenzaron
a considerarse una alternativa para el mantenimiento del poder de encomen-
deros en la región, en tanto se convirtieron en los primeros inversores. Sin
embargo, la merma en la mano de obra significaba un obstáculo y la solución
ya en 1518 la constituyó la importación de esclavos traídos directamente de
África. Desde entonces el desarrollo económico de las Antillas estuvo vincula-
do a la explotación azucarera y la mano de obra esclava africana.
Las Antillas han sido pensadas como un laboratorio que experimentó los
modos en que la conquista se materializó en el continente. Si bien es cierto
que los intentos organizativos se plasmaron inicialmente en esta región, la
geografía y la población diferentes implicaron modos distintos de definir los
contornos de la conquista, siendo además un proceso mucho más lento de lo
que habitualmente se asume.

Historia latinoamericana Laura Luciani


49

Mapa con el trazado de los cuatro viajes de Cristóbal Colón


(1492-1502)

Fuente: <http://www.cervantesvirtual.com/portales/cristobal_colon/imagenes_mapas/
imagen/imagenes_mapas_03-mapa_de_los_cuatro_viajes_de_cristobal_colon/>

1.3.2. El continente: el desarrollo de la conquista de la región


mesoamericana y del Tawantinsuyu
El tercer viaje de Colón implicó que conquista y exploración del territorio fueran
de la mano. La exploración del territorio llevaba a la conquista y la conquista
abría camino a nuevas exploraciones. El avance sobre el continente se inició
en las Antillas. Desde la actual isla de Cuba una expedición partió hacia la
región centroamericana entre 1516 y 1518, pero pasaron varios años hasta
el sometimiento de la confederación mexica y un par de décadas para dominar
la región maya. Hacia los años 1520 la expedición hacia el sur surgió desde
la actual zona de Panamá. La conquista del imperio incaico se produjo hacia
la década de 1530 y la región meridional tardó un tiempo más. Por ello, en
general suele plantearse que para 1540 la etapa de la conquista se había
cerrado, aunque esa periodización también puede ser cuestionada.

Historia latinoamericana Laura Luciani


50

Las rutas de exploración y conquista de Mesoamérica 1519-1542

Fuente: <https://portalacademico.cch.unam.mx/alumno/historiademexico1/unidad3/
conquistademexico/conquistaexpansion>

Rutas de exploración y conquista del territorio suramericano

Fuente: Jaramillo (2016: 153).

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51

En el caso de Mesoamérica, la conquista de la ciudad más importante, México-


Tenochtitlan, se produjo en 1521 por los españoles, con Hernán Cortés al
mando. En 1519 la expedición que llegó a las costas del actual territorio de
México se adentró, alcanzando la ciudad mexica. En ese entonces el tlatoani
Moctezuma, los recibió con el mismo protocolo que a los embajadores de
otras etnias. En general esta actitud fue interpretada por los historiadores de
diverso modo: como el reconocimiento de los españoles como dioses o como
estrategia para luego reducirlos. Nathan Wachtell (1976) plantea que la actitud
de Moctezuma revela las complejas y diversas reacciones que la llegada espa-
ñola generó en la población mexica y que dividió las posiciones en el grupo
de los más allegados a Moctezuma. Cortés logró subordinarlo, lo cual generó
descontento entre la población mexica, y en junio de 1520, luego de que
Pedro de Alvarado –uno de sus capitanes– masacrara a un grupo de pipiltins
e iniciara una rebelión entre los propios mexicas, el huey tlatoani Moctezuma
fue herido de muerte. En esta circunstancia los españoles debieron huir de
México-Tenochtitlan en un episodio que recordaron como “La noche triste”,
pero 14 meses después lograron entrar a la ciudad y derrotar a los mexicas.
Se conoce como “La noche triste”
Para M. Oudijkt y M. Restall y (2013), hablar de la conquista española de
a los sucesos del día 30 de junio
la ciudad de México-Tenochtitlan es erróneo, en tanto oculta la importancia de 1520. Hernán Cortés había
que tuvo la alianza de españoles con comunidades rivales de los mexicas. Los salido de México-Tenochtitlan
autores sostienen que esa alianza significó el aumento de tropas a partir de hacia la costa para enfrentarse a
las tropas de Pánfilo de Narváez
la incorporación de indios, la obtención de alimentos, guías y estrategias mili- encargado por la gobernación
tares propias de la región. Todos esos elementos combinados permitieron a de Diego Velázquez (Cuba) para
los expedicionarios la conquista de los mexicas en agosto de 1521. subordinarlo. Por ello, dejó a cargo
No obstante, la conquista de México-Tenochtitlan no supuso la conquista de la ciudad mexica a Pedro de
Alvarado, quien durante una fies-
de toda la región mesoamericana y sus pueblos. Más bien significó un paso, ta ceremonial mexica asesinó a
muy grande por cierto, en ese proceso. La población maya fue sometida luego parte de los pipiltin. Ello provo-
de numerosas incursiones y existieron en las décadas siguientes varias rebe- có una serie de rebeliones que
al regreso de Cortés no pudieron
liones como, por ejemplo, las mixtecas de 1528 a 1531 o de 1547. Todo ello
sofocar. El 30 de junio intentaron
permite advertir que más allá de la caída de México-Tenochtitlan, la conquista huir de la ciudad a escondidas,
no fue tan rápida como se suele plantearse. pero fueron descubiertos y ataca-
dos por los nativos. Una significa-
tiva parte de los expedicionarios
fueron asesinados.
PARA AMPLIAR

La llegada de los españoles a México-Tenochtitlan y el encuentro

AA entre Cortés y Moctezuma fue un acontecimiento que ha sido repro-


ducido artísticamente de diferentes modos. Quizás una de las obras
más curiosas en ese sentido sea la opera de Antonio Vivaldi, Mote-
zuma. Esta ópera cuyo guion fue realizado por Girolamo Giusti, se
basó en el libro Historia de la conquista de México, de Antonio Solís y
Rivadeneyra. La obra se estrenó en 1733 sin grandes repercusiones.
La partitura estuvo perdida desde la Segunda Guerra Mundial y en el
año 2002 fue encontrada, reestrenándose la obra unos años después.
Motezuma no narra los hechos de la conquista sino que toma como
punto de partida la batalla entre mexicas y españoles para contar en
la narrativa de la ópera una ficticia historia de amor entre la hija de
Motezuma y el hermano de Cortés.

Historia latinoamericana Laura Luciani


52

Motezuma, de Antonio Vivaldi

<https://www.youtube.com/watch?v=wWBFWXunw3E>

Como dijimos, el Tawantinsuyu se conquistó una década después que México


Tenochtitlan. La llegada de Francisco Pizarro se produjo en un contexto de
fuerte conflicto por la sucesión imperial. Los hijos de Huayna Capac, el undé-
cimo inca, luchaban por sucederlo. Atahualpa, hijo ilegítimo, había usurpado
el poder mientras su hermano Huáscar (quien era el heredero del imperio)
luchaba por recuperarlo. En 1533, cuando llegaban los españoles, Atahualpa
había apresado a su hermano aunque se mantenían focos de resistencia. En
ese contexto, Pizarro logró aliarse con los sectores rebeldes y apresaron a
Atahualpa, solicitando rescate, pero luego de obtenido lo asesinaron. La muer-
te del inca implicó la entrada y conquista de Cuzco en 1533; sin embargo, el
sostenimiento de la administración política y económica del imperio era clave
para lograr la conquista del territorio (jalonado por tensiones internas). Por
ello, eligió a Manco Inca como sucesor de su hermano, esperando fuera una
figura decorativa. Pero Manco Inca se rebeló y trasladó el escenario del poder
incaico a la fortaleza de Vilcabamba, donde resistieron hasta 1572, y desde
allí gobernaron los últimos cuatro incas. La tardía caída de este último foco de
resistencia señala que entre los inicios de las expediciones y el control (nunca
completo) sobre los pueblos pasó casi medio siglo.
Como hemos planteado en este subapartado, las investigaciones más
actuales han profundizado en el modo en que se desplegó la conquista. La his-
toriografía tradicional hizo hincapié en la superioridad de los europeos frente
a los nativos, lo que les permitió rápidamente conquistar el territorio. Algunos
autores (Wachtell, 1976; Stern, 1986) plantearon revisitar el problema desde
la mirada indígena: la voz de los vencidos. Esta nueva lectura incorporaba una
mirada que pretendía profundizar en los modos en que las comunidades ame-
ricanas percibieron a los españoles. En todo caso, no negaba la superioridad
militar y técnica, pero complementaba el análisis al reflexionar en torno a cómo
los pueblos originarios expresaron ese momento de encuentro. Los trabajos
más actuales (Restall, 2005; Oudijk y Restall, 2013) plantean, sin embargo,
una mirada distinta al quitar a las diferentes etnias del lugar pasivo que ocu-
paban en la narrativa de la conquista y otorgar densidad a las alianzas que
configuraron con este nuevo actor.

Historia latinoamericana Laura Luciani


53

PARA REFLEXIONAR

La pregunta que muchas investigaciones suelen hacerse es por qué los

PP diferentes pueblos americanos se aliaron a los españoles. Por qué, por


ejemplo, los tlaxcalas se subordinaron al poder de quien los sojuzga-
ría. La pregunta creo que remite a una mirada errónea sobre el pro-
blema. Las diferentes etnias, o mejor dicho sus gobernantes, se alia-
ron desconociendo el derrotero de la conquista española. Lo hicieron
además siguiendo esquemas y patrones sobre los cuales concebían
sus prácticas cotidianas. Así como los españoles habían definido a la
confederación mexica como reino y a los pipiltin como nobles, tra-
duciendo a su lenguaje y sus conocimientos aquello que veían en el
nuevo mundo, los nativos decodificaron las prácticas españolas en
sus propios esquemas.

1.3.3. La justificación de la conquista, el debate entre Las


Casas y Sepúlveda
Ya hemos señalado que la conquista implicó el sometimiento de las comunida-
des americanas a los expedicionarios y la Corona española. En ese marco, es
interesante consignar el profundo debate que se abrió respecto de la condición
del indio, debate que involucraba discutir la legitimidad de dicha dominación
y el trato concedido a los nativos.
Las primeras críticas de frailes dominicos en las Antillas (1511) señalaron
el camino de posteriores intervenciones respecto de estas dos cuestiones
estrechamente vinculadas. Las leyes de Burgos primero, las Leyes Nuevas
(1542) después, fueron mojones en la construcción de normativas coloniales
que definían la condición del indio y de los conquistadores. Estas últimas leyes
ratificaban la libertad del indio, la prohibición de hacerlos esclavos, el fin del
carácter hereditario de la encomienda y el pago por el trabajo indígena. Pero
las leyes nuevas significaron para los expedicionarios un duro golpe y gene-
raron resistencias, por lo cual se aplicaron a medias: se admitió la condición
libre de los indígenas pero se desconoció lo relativo a la encomienda. Estas
medidas no clausuraron la discusión en torno a la naturaleza de la población
americana y en 1550-1551 se produjo el debate más significativo protagoniza-
do por Bartolomé de Las Casas, un acérrimo defensor de indios, y Juan Ginés
de Sepúlveda. Ambos plantearon posiciones antagónicas respecto de cómo
considerar a los nativos.
Bartolomé de Las Casas, un fraile llegado en los primeros años del siglo XVI
a las Antillas, fue testigo de los modos en que los expedicionarios trataban a
los pueblos nativos y levantó su voz contra el maltrato muy tempranamente.
En diversas oportunidades, frente a la Corte, a intermediarios de la Iglesia y
en sus escritos, de los cuales el más conocido es Brevísima relación de la des-
trucción de las Indias señaló el maltrato del que eran objeto las poblaciones
indígenas al tiempo que construía un estereotipo sobre ellas.

Historia latinoamericana Laura Luciani


54

CC
Todas estas universas y infinitas gentes a todo género crio Dios los más sim-
ples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores na-
turales ya los cristianos a quien sirven; más humildes, más pacientes, más pa-
cíficas y quietas, sin rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin
rencores, sin odios, sin desear venganzas, que hay en el mundo. Son asimis-
mo las gentes más delicadas, flacas y tiernas y que menos pueden sufrir tra-
bajos y que más fácilmente mueren de cualquiera enfermedad […]
En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador
así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como
lobos y tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa
no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, y hoy en este día lo
hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y
destruirlas por las extrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leí-
das ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán,
en tanto grado, que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos [millones]
de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales de ella doscientas personas
(De las Casas, introducción).

Por ello, reclamaba la libertad y la modificación de la relación de estos con


los conquistadores. David Brading (1991) sostiene que su enérgica posición
fue clave para la definición de las leyes que se produjeron hacia la década
de 1540. Así, cuando se desarrolló el debate con Juan Ginés de Sepúlveda
La discusión respecto de la legiti- entre 1550 y 1551, De las Casas tenía ya una sincera trayectoria de demanda
midad de la conquista de América contra la forma en que se llevó a cabo a la conquista y la encomienda. De las
por reinos españoles generó un Casas no discutía la legitimidad de la Corona ni de la conversión religiosa de
abanico de opiniones. Por ello,
los indios, que eran fundamentadas en las bulas papales, sino los modos en
entre 1550 y 1551 Carlos V con-
vocó a un conjunto de teólogos y que esta era ejecutada por los conquistadores.
juristas para debatir respecto de Juan Ginés de Sepúlveda asumió la defensa de la conquista en otros térmi-
continuar con la empresa conquis- nos. Retomando parte de los argumentos esgrimidos por otros filósofos sos-
tadora. De él participaron Juan
tuvo la legitimidad de la dominación sobre la población americana en tanto la
Ginés de Sepúlveda, un humanis-
ta, y Fray Bartolomé de las Casas. consideraba bárbara.

CC
Estos bárbaros del Nuevo Mundo […] en prudencia, ingenio, virtud y humani-
dad son tan inferiores á los españoles como los niños á los adultos y las muje-
res á los varones, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gen-
tes fieras y crueles á gentes clementísimas, de los prodigiosamente
intemperantes á los continentes y templados, y estoy por decir que de monos
á hombres (citado en Brading, 1991: 99).

Si bien su argumento no sostenía el maltrato a indios, sí justificaba la superio-


ridad española y el sometimiento indígena. El debate trazó los ejes centrales
a partir de los cuales se interpretó la conquista: como hazaña y proeza de
españoles, como debilidad congénita de los nativos americanos, o –siguiendo
la ruta lascasiana– como almas dóciles y mansas. En cualquier caso el debate
no discutía la inferioridad indígena o la legitimidad de la conquista, sino el
trato de los conquistadores.

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55

LECTURA OBLIGATORIA

Todorov, T. (2009), “Amar”, en: La conquista de América. El pro-

OO blema del otro, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 137-194.

5.

KK Desarrolle los siguientes puntos a partir de la lectura:


• ¿Qué aspectos retoma Todorov para explicar el exterminio de los
pueblos originarios? Explíquelos.
• Señale qué textos recupera para narrar las masacres.
• ¿Cuáles serían las motivaciones que llevaron a ese exterminio?
• El autor retoma el debate entre De las Casas y Sepúlveda. Señale los
aspectos que considera importantes de su análisis.

Historia latinoamericana Laura Luciani


56

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Historia latinoamericana Laura Luciani


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progresos de la América Septentrional, conocida por el nombre de Nueva
España, 1684.

Historia latinoamericana Laura Luciani


59

De la Colonia a la independencia
Objetivos

Que los y las estudiantes logren:


•• Identificar los procesos sociales que involucran a la invasión, conquista y
colonización del territorio americano.
•• Incorporar perspectivas críticas respecto de las primeras expediciones y
conquistas.
•• Comprender los procesos de colonización española a partir de casos de
estudio: Virreinato de Nueva España y Virreinato del Perú.
•• Reflexionar sobre los modos de trabajo forzado en el periodo colonial.

Introducción
Hacia mediados del siglo XVI se consolidó el dominio colonial español sobre el
territorio americano. Las instituciones tomaron forma y se dotaron de contenido
muy rápidamente, con el objetivo de anudar la vida institucional y económica
a la metrópoli. La movilidad de personas a través del Atlántico, la creación de
una sociedad española residente y nacida en América, nuevas riquezas y nego-
cios, así como el mestizaje, fueron algunos de los procesos que devinieron de
la conquista y dieron sustento a las particularidades de la sociedad colonial.
En esta unidad nos detendremos a describir en sus expresiones más gene-
rales el orden colonial y las modalidades de trabajo forzado que se desplega-
ron, con el objetivo de caracterizar algunas de las tendencias económicas y
sociales que atravesaron los siglos de la Colonia e incluso se adentraron en
el siglo XIX. Por último, abordaremos aspectos fundamentales para reflexio-
nar sobre la crisis del sistema colonial y los procesos de independencia que
se desarrollaron hacia principios de ese mismo siglo.
La unidad no pretende agotar los problemas inherentes a las sociedades
coloniales sino trazar ejes de debate y problemáticas centrales en la historio-
grafía, con el objetivo de reconocer los principales rasgos de América colonial.

2.1. Las instituciones coloniales


Cerrada la etapa de la conquista y los ensayos en torno a la modalidad de organi-
zación del régimen colonial, diversas instituciones se asentaron en el continente y
dieron forma a la vida social, económica y política en América. El periodo colonial,
que podemos extender desde mediados del siglo XVI a principios del XIX, se desarro-
lló sobre una serie de instituciones que se perpetuaron en el tiempo pero que no se
mantuvieron inmutables. Durante dos siglos y medio estas se fueron readaptando

Historia latinoamericana Laura Luciani


60

y transformando para adecuarse a las cambiantes relaciones con la metrópoli y al


crecimiento y diversificación de las sociedades americanas. Por ello, un análisis
sobre las instituciones en las colonias españolas que recupera sus características
principales supone la realización de un corte sincrónico, donde miramos su momen-
to de mayor consolidación sin desconocer que en su historicidad fueron mutando.
Cerrada la etapa de la conquista se desarrollaron las instituciones organi-
zativas del territorio colonial con una triple lógica: las instituciones encarga-
das de organizar la subordinación de la población local, que sustentaban el
poder de los conquistadores (encomiendas y repartimientos); las institucio-
nes administrativas (municipios, gobernaciones, audiencias, virreinatos), que
intentaban imponer el control real sobre las sociedades que conquistadores,
colonos y frailes estaban gestando, y las instituciones, que organizadas al otro
lado del Atlántico, anudaban la vida económica de América con España, como
la Casa de Contratación y el Consejo de Indias. Todas ellas tenían existencia
desde los primeros años del siglo XVI y se fueron complejizando en la medida
que la Colonia iba adquiriendo contornos más estables.

2.1.1. Encomiendas y repartimientos


La conquista del territorio se constituyó en un pacto entre expedicionarios y la
Corona, mediante el cual aquellos debían recibir ciertos beneficios para sostener el
proyecto y avanzar en la conquista. Inicialmente ese incentivo era la posibilidad de
enriquecerse con el oro encontrado en el nuevo mundo, que se dividía como botín
entre los conquistadores y la Corona. Sin embargo, esa fue una etapa efímera de la
cual obtuvieron beneficios unos pocos; así, el asentamiento de varones se fundó en
la posibilidad de enriquecimiento por otros medios. Por ello, en las propias Antillas
comenzó a definirse una de las instituciones que confirió riqueza rápidamente a
los recién llegados: el sistema de encomienda. Como ya señalamos en la unidad
anterior, la encomienda era una institución por la cual los funcionarios locales otor-
gaban en nombre de la Corona la concesión de una parte de la población indígena
para que tributara en especie y/o trabajo, dependiendo de la región y actividades
económicas existentes. Este sistema, que se originó en las Antillas, se expandió en
los primeros años por el continente y tuvo una presencia significativa en aquellas
regiones densamente pobladas desde el periodo prehispánico.

LEER CON ATENCIÓN

En general los estudios coloniales suelen mencionar el repartimiento de

LL indios y las encomiendas como si fueran la misma institución. En parte


se debe a que la propia documentación colonial suele utilizar uno y otro
término como sinónimos. Sin embargo, entre ambos hay algunas dife-
rencias. El repartimiento de indios se constituyó en la primera etapa y
hasta 1503, cuando la Corona lo reguló en un sistema de encomiendas.
En esa primera etapa el repartimiento se había realizado sin el control
de la Corona y a sola decisión de quien estaba a cargo de la expedición,
mientras que la encomienda era una regalía regia, es decir, era establecida
mediante normativas por la Corona, que decidía quién era su beneficia-
rio y por cuánto tiempo. Las encomiendas, en tanto suponían la cesión
del trabajo indígena, podían ser revocadas por la Corona.

Historia latinoamericana Laura Luciani


61

Asimismo, desde 1503 repartimiento y encomienda se convirtieron


en las caras de una misma moneda; si el repartimiento era la modali-
dad en que se definía el reparto de indios (esto es, la relación entre la
Corona y quien recibía el reparto), la encomienda era en definitiva la
relación que se establecía entre el encomendero y los encomendados
(es decir, la relación entre español e indio).
Vale la pena recordar que la encomienda fue la forma de explotación
que se instituyó en la Colonia sobre las comunidades indígenas. Si
bien en Europa existía dicha institución, en América tuvo sus propias
particularidades. La encomienda no significaba un reparto de tierra
sino de fuerza de trabajo para quienes acreditaron méritos en la con-
quista. Por su parte, la encomienda, que tuvo una expansión y rol
muy importante en la primera etapa de la conquista en el continente,
comenzó a decaer hacia mediados del siglo XVI.

La cesión de indios en encomienda, para Lockhart (1999: 47), fue el primer


acto organizativo importante realizado en la conquista. La segmentación y
cesión de la población indígena a los encomenderos se efectuaron siguiendo
algunos patrones organizativos de la etapa preconquista. Así, en las Antillas,
las encomiendas se establecieron en torno a los caciques existentes. En el
caso de la región mexica, los conquistadores utilizaron como unidad el alté-
petl y consideraron al tlatoani como jefe de esa organización. En general, un
altépetl coincidía con una cesión de encomienda, pero en los casos de altépetl
complejos podía llegar a subdividirse en dos o más. Esta subdivisión respondía
tanto a la gran demanda de encomiendas como a las presiones para que su
reparto fuera equilibrado. No obstante, muchas de las grandes unidades orga-
nizativas en la región mesoamericana no fueron otorgadas en encomienda.

CC
[…] con frecuencia una unidad de gran tamaño y mucha complejidad tenía bue-
nas posibilidades de no ser modificada. Varias de las entidades más grandes
eran tan valiosas que nunca fueron conferidas en encomiendas o fueron enco-
miendas sólo durante algunos pocos años después de la conquista (Lockhart,
1999: 49).

De hecho, para 1540 existieron


En la región andina, los pueblos bajo el dominio del Tawantinsuyu fueron cedi- unas 500 encomiendas otorga-
dos en encomienda. Las primeras encomiendas establecidas por Francisco das en las regiones que actual-
mente comprenden Perú, Ecuador
Pizarro se repartieron entre los expedicionarios muy tempranamente y que- y Bolivia.
daron concentradas en pocas manos. Estas también se organizaron a partir
de estructuras previas. La encomienda otorgada a Gonzalo Pizarro incluyó a
la población de la región prehispánica de Federación Qaraqara (una entidad
política que se extendía desde el norte de Potosí hasta el río Pilcomayo,
actual Departamento de Tarija, Estado Plurinacional de Bolivia), dando cuenta
de la considerable proporción que tuvieron las encomiendas en esta región.
Sin embargo, la Corona se reservó algunas poblaciones que estuvieron bajo
el dominio directo de la administración real. Este es el caso de la región de
Chucuito, antiguo reino de los lupacas, donde también los indígenas debían
pagar tributo pero a la Corona.

Historia latinoamericana Laura Luciani


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En 1567 Garci Diez de San Miguel realizó una visita a la región de Chucuito, encargada
por el gobernador de Perú, Lope García de Castro, con el objetivo de realizar un informe
para la corona. Según sus crónicas estaban sometidos a tributo todos los varones entre
diecisiete y cincuenta años, casados, viudos o solteros; y, excepto 36 curacas, tributaban
cerca de 11.700 indios. Como la gestión estaba bajo administradores reales se tributaba
cada año:
•• 2000 pesos anuales, para lo cual se instituyó el trabajo en las minas de Potosí;
•• productos textiles,
•• producción de maíz,
•• muleros para transportar los productos.
Cabe señalar que, si bien el tributo se define en torno a los varones mayores de edad, la
producción se asumía en la red familiar.

Corregimiento de Chucuito en el Virreinato del Perú, siglo XVIII

Fuente: Duart, D. “Mapa sobre los corregimientos del bajo y alto Perú a finales del
siglo XVIII: Obispado de Arequipa”, [en línea]. Disponible en: <https://aportesde-
lahistoria.com.ar/mapa-sobre-los-corregimientos-del-bajo-y-alto-peru-a-finales-del-
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La cesión de encomiendas generó diversas tensiones, tanto entre los enco-


menderos como entre estos y la Corona. Entre encomenderos la disputa pro-
venía de la desigual proporción de encomiendas. Quizás el conflicto más
importante de la región andina se produjo entre Francisco Pizarro y Diego
de Almagro, expedicionario que obtuvo muchas menos recompensas que la
familia del primero. Asimismo, las tensiones con la Corona se suscitaron fun-
damentalmente a partir de las Leyes Nuevas de 1542. Como señalamos en
la Unidad 1, estas leyes intentaron controlar el poder de los encomenderos,
eliminando la encomienda como institución. Eso significó el levantamiento
de encomenderos en todo el continente. En la región andina, Gonzalo Pizarro
encabezó un levantamiento apoyado por los encomenderos con el objetivo

Historia latinoamericana Laura Luciani


63

de limitar la aplicación de la ley. El levantamiento de Pizarro fue aplastado;


sin embargo, limitó la aplicación de la ley sobre las encomiendas existentes.
Cada vez que era reprimido un
Las encomiendas en todo el continente fueron fundamentalmente la fuente
levantamiento, quienes perdían
de riqueza de los nuevos asentados y el modo de explotación de la fuerza de la batalla perdían también sus
trabajo indígena. Por ello, el control y la organización de su trabajo requirieron encomiendas. Las vastas enco-
de la relación entre encomenderos y quienes –dentro de la estructura de las miendas de Gonzalo Pizarro fueron
concedidas nuevamente a oficia-
comunidades– ocupaban los más altos cargos políticos y sociales, caciques, les que acompañaron a Pedro de
curacas, tlatoani. Ellos fueron los encargados de organizar en cada comuni- la Gasca en su campaña contra
dad la fuerza de trabajo y el tributo. Como nexo entre encomenderos y enco- los rebeldes pizarristas.
mendados tuvieron cierto rol de privilegio, pero al mismo tiempo de cadena
de transmisión de las tensas y conflictivas relaciones que se establecieron.

Encomendero 1

“que el encomendero hace llevarse con unas andas como inga, con taquíes y
danzas, cuando llega a sus pueblos y si no les castiga y maltrata en este reino”.
Fuente: Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno, Guamán Poma de Ayala.

Encomendero 2

Historia latinoamericana Laura Luciani


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“Que el encomendero le hace ahorcar al cacique principal don Juan


Cayanchire y por darle contento al encomendero cuelga el Corregidor”.
Fuente: Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno, Guamán Poma de Ayala.

Los dibujos son parte de la Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno,


carta de mil páginas, escrita hacia 1612-1615 por el descendiente de
incas Felipe Guamán Poma de Ayala. Su obra, dirigida al rey de España,
narraba en texto e imágenes los sucesos desde los últimos tiempos del
imperio incaico hasta la conquista. La lengua en la que escribió su obra
articula español con giros en quechua y aymara y da cuenta de la con-
quista como cataclismo para los pueblos andinos. Este libro es el único
registro de la conquista desde la mirada de los descendientes de nativos
andinos durante la Colonia.

La encomienda otorgaba otros privilegios. El principal, formar parte de la vida


política de las nuevas ciudades que se iban creando. Por ello los encomen-
deros eran considerados vecinos de la ciudad, con todas las implicancias
que eso conllevaba: ejercer cargos de alcalde o participar del cabildo. Así, la
institución de la encomienda estaba vinculada a la organización de la sociedad
hispanoamericana a través de los pueblos de españoles, donde los encomen-
deros organizaban la administración política local necesaria para articular su
propia economía. Es posible pensar que en el primer siglo de la conquista la
vida pasaba por la encomienda, ya que ella abría a una diversidad de estra-
tegias económicas (producción agrícola, minera) y a la administración política
necesaria para controlar y movilizar la mano de obra y el comercio.

PARA REFLEXIONAR

¿Quiénes podían aspirar a encomenderos? Los primeros encomende-


PP ros en el continente fueron aquellos que acompañaron las conquistas
de Hernán Cortes y Francisco Pizarro, siendo su composición muy
heterogénea: artesanos, escribanos, hidalgos, es decir, varones que no
tenían rango noble en su propio país. En general se otorgaba enco-
mienda a todos aquellos que probaban su participación en las batallas
de conquista. En la región andina los 170 expedicionarios que esta-
ban al momento de apresar al inca, por ejemplo, obtuvieron enco-
mienda. Ello demostraba las grandes posibilidades de ascenso social
que la conquista permitía.
Sin embargo, con el paso de los años y el reparto ya establecido, las
posibilidades de acceder a una encomienda para los nuevos españoles
que llegaban eran más escasas y en general dependían de las influen-
cias y los vínculos con la Corona y de su rango social. Así, si en los
primeros años de la conquista un soldado de a pie podía hacerse
de una encomienda, con el paso del tiempo esta dejaba de ser una
posibilidad.

Historia latinoamericana Laura Luciani


65

Para inicios del siglo XVII la encomienda como institución evidenciaba su


desgaste frente a problemas tales como la baja de la población indígena
y el cambio en las actividades económicas, las que requerían otro tipo de
explotación de las fuerzas productivas. Al mismo tiempo, la Corona buscaba
recuperar parte del control sobre la población indígena, lo cual inició con las
Leyes Nuevas (1542) y la creación de la figura de corregidor (hacia mediados
de siglo XVI). Por consiguiente, si bien no desapareció completamente, dejó
de cumplir el rol que había tenido en los primeros años de la conquista.

LECTURA OBLIGATORIA

Lockhart, J. (1982), “Los encomenderos y mayordomos”, en: El

OO mundo hispanoperuano, FCE, México, pp. 20-47.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Presta, A. (1997), “Encomienda, familia y redes en Charcas colonial: los Almen-
dras 1540-1600”, [en línea]. En: Revista de Indias, vol. LVII, n° 209, 21-53. Dis-
ponible en: <http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/
view/793/863> [Consulta: 02 03 2019].

1.

KK A partir de la lectura del capítulo de James Lockhart, desarrolle un tra-


bajo escrito que incluya los siguientes ítems:
• El concepto de encomienda propuesto por el autor.
• El espacio regional y temporal que recorta para su análisis.
• Las coyunturas y los cambios en la entrega de encomiendas.
• El perfil del encomendero y sus administradores.

2.1.2. La administración colonial: sus instituciones


La Corona advirtió rápidamente uno de los problemas de la conquista y coloni-
zación, el control sobre la administración y el territorio, e instituyó mecanismos
para remediarlo. Desde España surgieron dos de las primeras instituciones
para tal fin: la Casa de Contratación (1503) y el Consejo de Indias (1524).
La Casa de Contratación, asentada en Sevilla y trasladada a Cádiz en el siglo
XVIII, se encargaba del servicio de transporte y control de pasajeros y comercio
entre ambos continentes. También se ocupaba de la recaudación de rentas
por comercio. El Consejo de Indias surgió como órgano legislativo y político,
cuyas funciones se consolidaron bajo el reinado de Felipe II (1527-1598).
Desempeñaba una función de tribunal supremo en materia criminal y civil y
definía leyes que el rey luego hacía ejecutivas. Entre el siglo XVI y XVII fue el
órgano más importante que definió las leyes americanas (muchas de ellas
adaptaciones de leyes del Reino de Castilla).

Historia latinoamericana Laura Luciani


66

En América las instituciones de control más importantes fueron las capita-


nías, audiencias, los virreinatos, las gobernaciones, los corregimientos y las
alcaldías. Las gobernaciones fueron el primer tipo de institución a partir de la
llegada de Fray Nicolás de Ovando a las Antillas en 1503. Sin embargo, ya en
el continente la administración se fue complejizando. Junto a ellas se genera-
ron las capitanías, que eran los gobiernos en zona de frontera de la Colonia y
estaban encargadas a un militar, en tanto era territorio de defensa. Asimismo
se crearon unidades administrativas más amplias mediadoras entre el espacio
de las gobernaciones y la metrópoli. Las primeras audiencias fueron en Santo
Domingo en 1511 y en Nueva España en 1529. Estas intentaban ser el órga-
no administrativo que cohesionara y controlara las diversas gobernaciones a
través de la administración de la justicia. En los inicios estaban integradas
por cuatro auditores y un fiscal, que rotaban en la presidencia y se encarga-
ban de impartir la justicia en cada gobernación. Las audiencias dependían del
Consejo de Indias aunque por la distancia era mucho más común su acción
sin consultar a ese órgano. La otra institución importante fue el virreinato, que
constituía no solo la unidad administrativa de diversas gobernaciones sino que
representaba el poder real a través de la figura del virrey. Los virreinatos fue-
ron creciendo en número a medida que se complejizaba al vida económica y
social de la Colonia.

Mapa de los virreinatos, siglo XVI

Fuente: América Colonial. <https://sites.google.com/site/260americacolonial/organi-


zacion-administrativa-del-teritorio-americano> [Consulta: 12 06 2019]

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67

Mapa de los virreinatos, siglo XVIII

Fuente: América Colonial. <https://sites.google.com/site/260americacolonial/organi-


zacion-administrativa-del-teritorio-americano> [Consulta: 12 06 2019].

El órgano administrativo local inmediato hacia abajo era el municipio, cuya


vida política giraba en torno al cabildo. Vale señalar que en la Colonia desde
los primeros tiempos se organizó la vida en ciudades, estableciendo espacios
distintos para españoles e indios. Así se constituyeron los municipios, donde
habitaban los europeos y posteriormente sus descendientes (república de
españoles), diferenciados de las estructuras administrativas propias de las
comunidades indígenas o república de indios. De la vida del municipio de las
ciudades formaban parte los vecinos, varones con propiedad de bienes inmue-
bles, únicos aptos para la vida política. Los municipios eran administrados por
diversos funcionarios, algunos elegidos entre los vecinos (como el alcalde) y
otros designados por la Corona (regidores). En general, solo los miembros del
cabildo tenían algún tipo de participación, aunque en ocasiones extraordinarias
podía convocarse al cabildo abierto.
A partir de la segunda mitad del siglo XVI aproximadamente, se creó la figu-
ra del corregidor de indios tanto en Nueva España como en Perú. Esta figura
administrativa se instituyó con el objetivo de tratar cuestiones relativas a las
comunidades indígenas y sus relaciones con españoles. El corregidor fue una
figura central en la vida colonial ya que era el encargado de controlar el tributo
y el trabajo compulsivo de indios, lo cual le permitió obtener una cuota impor-
tante de poder que fue variando, en general aumentando, a medida que se
consolidaba el sistema colonial.
Si pensamos en términos comparativos respecto de las instituciones en las
colonias portuguesas, algunas diferencias se evidencian de manera notoria.
Como sabemos, la colonización del territorio se produjo hacia 1530 a partir

Historia latinoamericana Laura Luciani


68

de empresas privadas. La Corona portuguesa dividió el territorio en capitanías


entregadas a donatarios para su gobierno y explotación. De estas capitanías
las más prósperas fueron Pernambuco y São Vicente, donde se desarrolló
tempranamente la explotación de azúcar. En 1549 la Corona envió al primer
administrador para contener diferentes conflictos de la región, entre ellos
levantamientos indígenas (no olvidemos que en las colonias portuguesas los
indios fueron esclavizados), quien se constituyó en el primer gobernador de la
Colonia; al mismo tiempo se inició la evangelización a cargo de la Compañía
de Jesús. Los jesuitas instalaron aldeas en las cuales evangelizaron a indios
de diversas comunidades, especialmente tupí. Entre 1570 y 1580 la Colonia
tenía unos veinte mil pobladores, un tercio en Bahía.

CC
El Brasil colonial era una realidad ya en 1580. Pernambuco era la Capitanía más
próspera cuya riqueza se basaba en la producción azucarera. En sus campos
“senhores do engenho”, ricos, opulentos con plantaciones algunas de las cuales
parecían ciudades fortificadas, protegidas por una guardia pretoriana de cabo-
clos (mestizos), vivían como viejos señores feudales, desplegando un gran poder
que se extendía a los cabildos urbanos (Garavaglia y Marchena, 2005: 387).

Asimismo entre 1580 y 1640, cuando Portugal pasó a ser gobernada por la
casa de Austria, los territorios de Brasil formaron parte de las dos coronas:
portuguesa y española. Ello no modificó su dinámica interna, que siguió insti-
tucionalmente diferente a la de las colonias españolas. Los cambios más sig-
nificativos se orientaron a la centralización del poder y la expansión territorial
hacia el interior y el norte, ocupado por los franceses.

Mapa de Brasil. Capitanías hereditarias (Luis Texeira, 1574)

Fuente: <https://es.wikipedia.org/wiki/Capitan%C3%ADas_del_Brasil#/media/
Archivo:Capitanias.jpg>

Historia latinoamericana Laura Luciani


69

Brasil en 1640 (Joan Blaeu, 1640)

Fuente: <https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Blaeu1640.jpg>

LECTURA OBLIGATORIA

Bennasar, B. (1996), “Las instituciones en la América española y

OO portuguesa”, en: La América española y la América portuguesa. Siglos


XVI y XVIII, Akal, Madrid, pp. 83-108.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Lohmann, G. (2000), “La nueva estructura política”, en: Pease, F. y Moya Pons, F.,
Historia General de América Latina, Unesco-Trotta, Madrid, pp. 453-471.

2.2. La economía y la sociedad coloniales


Desde la conquista y hasta las independencias las comunidades indígenas
tributaron a la Corona española, a un encomendero o a ambos. Inclusive es
posible decir que tributaron a los poderes locales ya entrada la independencia.
Por ello, el análisis respecto de la economía y la sociedad colonial no puede
escindirse de las diversas modalidades de trabajo forzado que se instituyeron,
ni desconocer que ellas estuvieron basadas en diferenciaciones étnicas que
cimentaron el sistema de castas y, por ende, el lugar de cada uno y una en la
sociedad. En ese proceso también tuvo significación la mano de obra esclava
africana, que se constituyó en fuerza de trabajo clave en algunas regiones
como el Caribe, ya desde inicios del siglo XVI, y en las colonias portuguesas.

Historia latinoamericana Laura Luciani


70

Así, el proceso de conformación de las sociedades americanas y el mestiza-


je –considerado una de las evidencias más significativas del periodo colonial–
no puede comprenderse sin asumir las dinámicas de la explotación económi-
ca tramadas en la diferenciación étnica y la sociedad de castas. Si esta es
una de las claves para analizar la Colonia, otra lo es la movilidad de varones
y mujeres por el océano, ya fuera en forma voluntaria (en busca de fortuna) o
de manera forzada a partir de la esclavitud. Ambiciones, riqueza, explotación
y sobreexplotación de mano de obra fueron engranajes que hicieron rodar el
sistema colonial.
En este apartado nos detendremos en los rasgos centrales de la explota-
ción económica desde el último cuarto del siglo XVI, momento en que se esta-
bleció el tributo indígena y la explotación de la mano de obra esclava africana.
Consideraremos, además, los modos en que se definió la sociedad colonial,
entendiendo que ello es producto de las relaciones al interior de la Colonia
así como de estas con la metrópoli, abriendo en algunas coyunturas indicios
de conflictividad de múltiples aristas.

2.2.1. La minería de la plata y la fuerza de trabajo


Como ya hemos señalado, la obtención de oro había multiplicado las intencio-
nes de los conquistadores en las Antillas primero y en el continente después.
Ya pasados los primeros tiempos se organizó el saqueo y luego comenzaron a
extraerse los metales preciosos en ríos y cuencas. Sin embargo, desde mitad
El saqueo significó mucho más
que arrebatar oro. La fundición de del siglo XVI la extracción de plata impulsó el desarrollo de la minería en los
piezas implicó la destrucción de virreinatos de Nueva España y del Perú. La extracción de oro y plata significó
orfebrería y parte de la cultura de la explotación de la mano de obra de un modo diferenciado y el incremento
las comunidades indígenas. Eso es
especialmente certero en el caso del flujo comercial entre España y las colonias continentales, aumentando así
andino, donde el rescate del inca la necesidad de barcos y expertos en navegación. La cantidad de oro primero
Atahualpa supuso la obtención de y de plata después que surcó el océano fue abrumadora.
un botín en oro que correspondía
a piezas de gran valor cultural de
comunidades asentadas en la

CC
región desde milenios atrás. No La importancia relativa de los dos metales aparece indicada en el cálculo se-
solo se desvaneció en los hornos gún el cual entre 1500 y 1650, el comercio registrado transportó 181 tonela-
de fundición parte de la cultura
das de oro y 16000 toneladas de plata hacia la metrópoli proveniente de sus
incaica, sino también de la chimú
y de tantas otras de la región. reinos americanos (Fisher, 1999: 156).

Si bien no podemos negar las mutaciones que tuvo esta economía, es posible
pensar que desde mediados del siglo XVI se consolidaron estrategias de orga-
nización, producción y explotación minera que, con matices, se mantuvieron
por casi un siglo y medio. Podemos decir que la minería se constituyó, de
allí en adelante, en una de las actividades económicas más importantes que
moldeó la sociedad colonial y su relación con la metrópoli, aunque con dife-
rencias en la forma de explotación entre las mina de los virreinatos del Perú
y Nueva España. Las principales regiones de desarrollo de la minería en esos
espacios administrativos fueron Potosí (actual región de Bolivia), Zacatecas y
Guanajuato (en la actual región de México).
Tomaremos el caso andino para ejemplificar una de las modalidades de la
producción minera para luego señalar algunos contrastes con la producción en
Nueva España. El virreinato del Perú evidenció un proceso de consolidación de
la Colonia durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569-1581). Este

Historia latinoamericana Laura Luciani


71

fue clave para el despegue de la minería de la plata. No solo porque pacificó la


región al culminar la guerra entre la Corona y los encomenderos, y derrotar a
los incas de Vilcabamba, que siguieron resistiendo hasta la década de 1570,
sino porque reorganizó el trabajo y el tributo indígena a través de la mita.
Como dijimos, en la región andina la producción de plata estuvo estre-
chamente vinculada a Potosí, la mina más importante de la región, y a otras
de menor tamaño como Porco, Castrovirreina, que comenzó a explotarse en
1555, Oruro (1606) y Cerro Pasco (1630). La economía minera articulaba
espacios regionales diferentes, constituyendo un mercado colonial interno
necesario para la explotación de la plata que incluía haciendas para la pro-
ducción agrícola y ganadera, textiles, cría de mulas para carga, entre otros
productos.

LEER CON ATENCIÓN

El análisis sobre el mercado colonial interno fue desarrollado por Car-

LL los Sempat Assadourian (1982) en diversos trabajos sobre la región


andina. El autor planteaba que la extracción de la plata implicó la
subordinación y reorganización del comercio del virreinato del Perú
en función de ella y, fundamentalmente, de la veta más importan-
te, Potosí, que se constituía en núcleo articulador de la producción
regional. Así, mientras la minería era una economía orientada hacia
afuera (donde Lima como puerto jugaba un rol central), en el interior
de la Colonia ordenaba y reorganizaba la producción de otros espa-
cios. Assadourian sostenía además que esta dinámica no significó el
crecimiento de la comercialización por sobre la economía de subsis-
tencia, sino que las articuló en pos del mercado.

A esto se sumaba además que desde 1560 aproximadamente se utilizaba


la técnica de amalgama para la extracción de plata, proceso por el cual se
requería el uso de mercurio. Este metal pesado se obtenía en las minas
de Huancavélica (actual Perú), lo cual articuló ambos espacios y permitió el
aumento de la productividad de plata. Tan solo Potosí requería 5000 quintales
anuales de azogue (mercurio), que era trasladado en bolsas de cuero en mulas
por más de 1200 km de caminos montañosos. Aun con lo complejo y lento
que era su comercio, la obtención de mercurio en el propio Virreinato fue un
factor que potenció la extracción de plata y la producción minera en la región
andina. La villa imperial de Potosí se convirtió durante el auge de la plata en
una ciudad que destacaba por su opulencia, su dinamismo social gracias a las
oportunidades de riqueza y una sociedad que integraba españoles y mestizos,
así como a indios sometidos a diversas formas de trabajo forzado.

“Dicen que hasta las herraduras de los caballos eran de plata en la época del auge de la
ciudad de Potosí. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las
procesiones: en 1658, para la celebración del Corpus Christi, las calles de la ciudad fue-
ron desempedradas, desde la matriz hasta la iglesia de Recoletos, y totalmente cubiertas

Historia latinoamericana Laura Luciani


72

con barras de plata. En Potosí la plata levantó templos y palacios, monasterios y garitos,
ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramó la sangre y el vino, encendió la codicia
y desató el despilfarro y la aventura. La espada y la cruz marchaban juntas en la conquis-
ta y en el despojo colonial. Para arrancar la plata de América, se dieron cita en Potosí
los capitanes y los ascetas, los caballeros de lidia y los apóstoles, los soldados y los frailes.
Convertidas en piñas y lingotes, las vísceras del cerro rico alimentaron sustancialmente
el desarrollo de Europa. «Vale un Perú» fue el elogio máximo a las personas o a las cosas
desde que Pizarro se hizo dueño del Cuzco, pero a partir del descubrimiento del cerro,
Don Quijote de la Mancha habla con otras palabras: «Vale un Potosí», advierte a Sancho”.

Fragmento de “Esplendores de Potosí”, Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo


Galeano.

Cerro de Potosí. Grabado de Pedro Cieza de León, 1553

El desarrollo de la economía minera no solo trajo aparejada la organización de


un mercado interno sino que también reestructuró el modo de reclutamiento
del trabajo forzado. En 1573 el virrey Toledo instituyó el sistema de mita,
existente como institución desde tiempos prehispánicos pero que a partir de
Según Raquel Gil Montero (2015), la Colonia adquirió una particularidad específica: el reclutamiento forzado de
el tributo tuvo funciones diversas mano para el trabajo en la mina. Según David Brading (1991), Toledo justificó
durante la Colonia. En el primer
siglo el tributo se constituyó en la mita a partir de las resoluciones de teólogos y juristas sustentadas en las
una estrategia de coacción sobre tesis de Sepúlveda, las cuales sostenían que el indio era un súbdito de la
las comunidades para incorporar- Corona y podía ser cristiano pero debía ser educado para ser un hombre. El
las como fuerza de trabajo en los
trabajo mitayo en condiciones míseras en las minas se constituía, según este
rubros económicos más dinámi-
cos de la Colonia. Sin embargo, la planteo, en el vector de humanidad.
autora sostiene que para el siglo La mita significó para el cerro Rico de Potosí el mantenimiento de mano de
XVIII el tributo tuvo otros senti- obra constante a lo largo del año, cuyo número se fijó en trece mil personas.
dos, el aumento de la recauda-
ción fiscal.
Esa cifra sumaba la cantidad anual de indios que llegaban de cada población,
comunidad o ayllu. La mita se establecía así como un suministro de mano de
obra de cada comunidad a fin de pagar el tributo en dinero que correspondía a
la Corona. Es decir, cada poblado debía entregar un porcentaje anual de 1/7
trabajadores (establecidos según la cantidad de varones de 17 a 50 años),
que junto a su familia se trasladaba por un año a Potosí. En este sentido es

Historia latinoamericana Laura Luciani


73

importante destacar dos cuestiones, si bien el censo se realizaba en función


de un varón adulto el traslado familiar permite advertir que el trabajo excedía
al propio varón y la familia complementaba el trabajo minero. Asimismo la mita
implicaba el trabajo de una semana y dos de descanso (es decir, se rotaba y
cada semana más de cuatro mil trabajadores estaban obligados al trabajo en
la mina). En la práctica las dos semanas de descanso no eran tales, ya que
cuando no trabajaban en la mina se dedicaban al transporte, comercio o bien
volvían a ellas pero como trabajadores libres (por un salario).
Insistimos en la idea de la mita como trabajo forzado de los varones mita-
yos y sus familias. Ese sometimiento no solo estaba dado por la condición
compulsiva –cada comunidad estaba obligada–, sino también por un conjunto
de variables que se sumaban a la compulsión: el magro sueldo ya preesta-
blecido que no alcanzaba a cubrir las necesidades, la posibilidad de pérdida
de la vida en medio de derrumbes, las malas condiciones de trabajo y de ali-
mentación, los castigos corporales, el maltrato cotidiano. Pocas han sido las
referencias a estos sucesos que nos han llegado hasta la actualidad, pero sin
duda muestran algunos aspectos del trabajo mitayo. García de Llanos, caste-
llano que se dedicó al beneficio (refinamiento) de minerales y fue veedor de la
mina de Potosí entre 1604 y 1608, narra algunos de estos hechos:

CC
[…] los miércoles de cada semana (como queda advertido) salen los indios de
las minas a las canchas donde hacen sus montones, a pallar o dar cuenta de
lo que han trabajado en los dos días martes y miércoles y lo que generalmente
por la mayor parte sucede en esto es que en una labor de cincuenta indios se
suelen azotar ocho, diez, doce de ellos los que han trabajado menos, y si a ve-
ces se excede de este número otras algunas se baja (aunque pocas) y muy ra-
ras se pasan sin que se azote alguno aunque también sucede, y lo mismo se
hace los viernes que en ellos se da cuenta del trabajo de aquel día y del jue-
ves, y luego el sábado de lo que en él se ha hecho y lo que es entre semana
en los demás días y horas que no son de pallar también se suele a veces azo-
tar a los indios sacadores que se ocupan en sacar el metal de las minas y se
dicen comúnmente apiris, a los que de ellos parece se tardan en los viajes que
van haciendo o que no lo sacan tan limpio y bien acondicionado como se les
manda […] siempre el castigo suele ser con igual rigor y crueldad porque así
está introducido en los minerales y principalmente en el cerro de Potosí (citado
en Zagalski, 2017: 28).

De igual modo, en 1605 la Audiencia del Plata señalaba al virrey los maltratos
e injusticias sufridos por indios:

CC
Lo de Potosí es en tanto exceso por estar allí la codicia en su punto y cargar
todo sobre el sudor y la sangre de los indios. […] Las muertes, azotes, malos
tratamientos, malas pagas y otros mil desastres que les suceden en las minas
y con los mineros y mayordomos no se castigan como se debe sino con gran
remisión y flojedad, y todo se solapa y encubre (citado en Zagalski, 2017: 45).

Historia latinoamericana Laura Luciani


74

La mita no fue la única modalidad de trabajo en la mina andina; esta se


combinó con formas de trabajo asalariado libre que según algunos autores
(Tandeter, 1992) fue cuantitativamente más significativa que la mita. Sin
embargo, como indica Zagalsky (2014), el estudio sobre la mita es importante
en la medida que operó como elemento clave en la organización de las rela-
ciones de producción en la minería y en el proceso de mercantilización de las
sociedades indígenas surandinas. Asimismo cabe considerar que el trabajo
no compulsivo también involucraba a indios, dando cuenta de la multiplicidad
de formas que asumió la mano de obra indígena.

Documental La mina del diablo, (Dirección: Richard Ladkani y Kief Davidson, 2005).

Disponible en: <https://www.youtube.com/watch?v=EEF82oygfgA>


La minería sigue siendo una actividad importante en Bolivia actualmen-
te. Cerro Rico, como es conocido Potosí, fue explotado por más de 400
años y lo sigue siendo. Con otras dinámicas de producción, y la obten-
ción de otros minerales a través de las llamadas cooperativas (donde
trabajan en condiciones de superexplotación varones, mujeres e infan-
tes), la minería se mantuvo. A pesar de que en 2014 la Unesco decla-
ró a Potosí patrimonio cultural en riesgo debido al posible derrumbe,
la minería forma parte de la vida en la llamada “montaña que devora
hombres”.

LECTURA OBLIGATORIA

Stern, S. (1985), “La economía política del colonialismo”, en: Los

OO pueblos indígenas del Perú frente al desafío de la Conquista Española,


Alianza, Madrid, pp. 153-184.

En el Virreinato de Nueva España las minas más importantes del siglo XVI se
descubrieron en Zacatecas hacia 1546 y en Guanajuato dos años después. La
producción de plata en Nueva España tuvo un ritmo de crecimiento diferente
al del Virreinato del Perú. Mientras este había sido el mayor productor en el
siglo XVI, decreciendo y entrando en un proceso de crisis hacia el siglo XVII

Historia latinoamericana Laura Luciani


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(donde la baja de la mano de obra ocupó un lugar importante), la producción


en Nueva España creció, a tal punto que entre 1706 y 1798 pasó de 6 a 24
millones de pesos.

Producción de metales en América


Porcentaje de plata americana dentro de la producción mundial 1500
1800
Plata
XVI XVII XVIII
Virreinato del Perú 57.1 % 61.0 % 32.5 %
Virreinato de Nueva España 11.4 % 23.4 % 57.0 %
Porcentaje americano de la produc- 68.5 % 84.4 % 89.5 %
ción mundial

Fuente: Zagalski (2017: 20).

Otra de las diferencias importantes fue la obtención de mercurio para la amal-


gama de la plata. Para el caso de Nueva España, se trataba de un producto
importado desde Almadén (España), Huancavélica e incluso Filipinas, con lo
cual los costos resultaban mayores que en Potosí. El desarrollo de la minería
impulsó la creación de caminos y transportes que conectaron la región del
norte con el centro del Virreinato; de hecho, el crecimiento del Bajío estuvo
fuertemente articulado con el crecimiento de la producción platera. No solo la
plata viajaba hasta los puertos en el centro del Virreinato sino que los alimen-
tos y productos de consumo básico hacían el camino inverso. Otro aspecto
diferente respecto de la mina en Potosí refiere a la modalidad de mano de
obra. Aquí españoles, mestizos, mulatos e indios se constituyeron en mano
de obra libre y en ocasiones se recurrió al repartimiento de indios. En Zacatecas la mano de obra
Hacia finales del siglo XVI, la extensión de las haciendas constituyó una libre significaba no tanto el pago
de salario sino la posibilidad de
nueva actividad económica que fue desde sus inicios más regulada. El acceso
obtener una parte de la plata
a la tierra por mercedes reales permitió consolidar un régimen de propiedad extraída como forma de pago.
y de producción que fueron un complemento esencial de la producción mine- Luego del tequio, esto es, la obten-
ra. La mano de obra en las haciendas también combinó trabajo libre, forzado ción de plata que por contrato
debe entregarse al dueño minero,
y esclavo. Con condiciones diferentes al trabajo en la mina, las comunidades cada trabajador podía obtener una
de indios fueron forzadas a otorgar cierta cantidad de trabajadores para la porción de plata para sí mismo.
actividad hacendaria, modificando las modalidades de organización de la pro- Esto generaba un atractivo para
los trabajadores. Sin embargo, en
ducción y reproducción de la propia comunidad.
épocas de necesidad de mano de
obra también se recurrió al peo-
naje por endeudamiento, esto es,
lograr cooptar la mano de obra

CC
Bajo el sistema de repartimiento, el pueblo de indios asumió la función de re-
adelantando dinero a los trabaja-
producir, con sus propios medios, la fuerza laboral requerida por las empresas
dores, con lo que quedan endeu-
españolas y la de suministrar los trabajadores temporeros en las diferentes dados con quien los contrata.
haciendas, minas, obras públicas y las crecientes actividades de las órdenes
religiosas. La transferencia masiva de trabajadores a la economía española re-
dujo la capacidad de autosostenimiento que la comunidad de indios había dis-
frutado anteriormente (Florescano, 1990: 103).

Historia latinoamericana Laura Luciani


76

El crecimiento de la hacienda generó escasez de mano de obra en un contexto


de caída demográfica de las comunidades y huída de los indios del sistema de
repartimiento. Por ello, los hacendados reclamaron el fin de este sistema y la
posibilidad de generar la contratación voluntaria. En 1630 la Corona puso fin
al repartimiento forzoso y aceptó el trabajo libre como modalidad de contrata-
ción. La movilidad entre actividades y el crecimiento de la demanda de mano
de obra no produjeron estrictamente un mercado libre de trabajadores; por el
contrario, se generaron diversos mecanismos para retenerlos, como el peona-
je por deudas, esto es, un adelanto como modo de coacción extraeconómica.

LEER CON ATENCIÓN

Como ya señalamos en esta unidad, hacia principios del siglo XVI la

LL encomienda había ocupado un rol central en la configuración de la


sociedad colonial y en el modo de organización de la fuerza de traba-
jo. Sin embargo, los intentos de la Corona por controlar a los enco-
menderos y obtener mayores recursos llevaron a modificaciones que
permitieron que el repartimientos de indios se constituyera en una
forma de organización compulsiva de la mano de obra controlada
férreamente por los funcionarios coloniales.
Así, el repartimiento permitía a los funcionarios distribuir la mano
de obra indígena con el argumento de que las comunidades debían
pagar en trabajo o moneda tributo a la Corona. Al mismo tiempo res-
tringía el acceso de hacendados y dueños de mina a la mano de obra,
quienes solo podían acceder a ella por tiempo limitado.

LECTURA OBLIGATORIA

Florescano, E. (1990), “Formación y estructura económica de

OO la hacienda en Nueva España”, en: Bethell, L. (ed.), Historia de


América Latina, t. 3, Cambridge University Press-Crítica, Madrid,
pp. 92-115.

A excepción de algunas regiones, en


general en las colonias españolas 2.2.2. El sistema esclavista
los esclavos no se constituyeron
en fuerza de trabajo hegemóni-
Hasta aquí hemos enfatizado en las actividades económicas y la fuerza de
ca en las haciendas y minas, y trabajo en las regiones más densamente pobladas por pueblos originarios. Si
pasaron a conformar parte del bien la caída de la población siguió siendo una constante, las comunidades
la servidumbre doméstica. Una indígenas se constituyeron en esos espacios en la mano de obra inmediata-
excepción es la Intendencia de
Nueva Granada, donde se recu- mente disponible. En aquellas regiones donde la población nativa había sido
rrió a la mano de obra esclava diezmada casi por completo en las primeras décadas de conquista, se recurrió
para la explotación aurífera debi- a la importación de esclavos africanos para el desarrollo de actividades eco-
do a la alta tasa de mortalidad
nómicas. En la región colonial hispanoamericana, la fuerza de trabajo esclava
de los indios.
se concentró en las Antillas y en algunas regiones del continente, aunque allí
no tuvo la misma significación (económica, social y cultural) que en el Caribe.
Asimismo, en la Colonia portuguesa también se fomentó el uso de mano de

Historia latinoamericana Laura Luciani


77

obra esclava, concentrada en la región del norte. En ambos casos, su utili-


zación estuvo unida al desarrollo de la producción del sistema plantaciones.
Recordemos que en 1518 desembarcó en las Antillas el primer cargamen-
to de esclavos africanos llegados directamente de África, aunque la entrada
masiva de esclavos tardó un cuarto de siglo en desarrollarse. En la Colonia
portuguesa esto se produjo un poco más tarde, debido a que en los primeros
años la Colonia se constituyó en punto comercial y factoría. La explotación
del territorio se inició hacia 1530 por iniciativa privada con el impulso de la
Corona portuguesa, y al comienzo el desarrollo de plantaciones se sostuvo
con mano de obra nativa en condiciones de esclavitud. Sin embargo, a medi-
da que menguaba la fuerza de trabajo y crecía la demanda de azúcar, comen-
zaron a importarse esclavos. El desarrollo de la producción azucarera tuvo
un despegue significativo hacia la década de 1570 y con ello el comercio de
esclavos. La esclavitud fue una constante hasta su fin en el siglo XIX, pero
las condiciones variaron a través de los años y entre las diferentes regiones
coloniales que la implementaron; la esclavitud no tuvo los mismos ritmos en
colonias españolas, portuguesas, inglesas, holandesas o francesas. Por ello,
vamos a puntualizar algunas cuestiones generales.
En América se preferían los esclavos jóvenes. La conservación de inventa-
rios de esclavos en el Caribe permite advertir que los núcleos poblacionales se
concentraban en varones de 15 a 20 años aproximadamente, siendo escasa
la población de mujeres y ancianos. Las cifras destacan que en el siglo XVII
el 60 por ciento de los esclavos fueron varones y alrededor del 12 por cien-
to niños (definidos como aquellos muchachos y muchachas menores de 15
años). En el siglo XVIII (hasta 1809) esto subió hasta una tasa global del 65
por ciento de varones y el 23 por ciento de niños, y en la trata del siglo XIX la
cifra alcanzó el 72 por ciento de varones y un muy alto 46 por ciento de niños.
Para Manuel Moreno Fraginal (1983), el sostenimiento de una significativa
cantidad de varones jóvenes como constante era un factor de productividad.
El trabajo en la plantación requería fuerza joven y posibilitaba, si la persona
sobrevivía en su vida adulta, una rentabilidad mayor que amortizaba los cos-
tos. Este mismo criterio por ejemplo utilizaban los barcos esclavistas (común-
mente llamados “negreros”), que ante momentos de zozobra del buque alivia-
naban la carga tirando al mar a aquellos esclavos que consideraban menos
rentables. Para Herbert Klein (2011) la mayor cantidad de varones respondió
no tanto a la preferencia de los traficantes sino a la oferta existente en África.
Cualquiera sea el caso, lo cierto es que el número de esclavas mujeres fue
menor hasta los últimos años de trata esclavista, momento en que se produ-
jo un leve ascenso del tráfico de mujeres.
Todos estos datos que señalan una mayor proporción de esclavos varo-
nes en América no niegan la esclavitud de mujeres sino que señalan las con-
diciones específicas que les significó. En general se tiende a pensar que las
esclavas mujeres vivieron condiciones más benignas ya que se incorporaron
al servicio doméstico. Esta idea lleva a serios errores. En principio, porque
la violación de los varones dueños de esclavos y el maltrato de sus esposas
fue una realidad constante. En segundo lugar, porque algunos estudios han
señalado la importancia del trabajo de mujeres esclavas en las plantaciones
y diversas actividades económicas, más allá del trabajo doméstico.

Historia latinoamericana Laura Luciani


78

CC
Las mujeres desempeñaban casi todas las mismas labores manuales que los
hombres en las plantaciones americanas, y ellas, en realidad, conformaban la
mayor parte de las cuadrillas de campo en el azúcar, el café y el algodón. El di-
fundido uso de las mujeres en trabajos manuales rurales y urbanos, califica-
dos y semicalificados, desmiente toda preferencia declarada por los varones.
Ellas no solo conformaron la mitad de todas las cuadrillas de sembrado, des-
hierbaje y cosechado en todas las plantaciones de América, sino que además
estuvieron bien representadas en todos los sectores productivos básicos de
estas industrias exportadoras. Las poblaciones esclavas americanas fueron la
población trabajadora de la sociedad occidental que menos constreñida se-
xualmente estuvo hasta el periodo moderno (Klein, 2011: 233).

El estudio sobre el trabajo de las mujeres en plantaciones permite ponderar


que las clásicas divisiones de trabajo según género no condicionaron el uso
que los dueños hicieron de sus esclavos varones y mujeres.
Otro elemento a considerar es la pluralidad de culturas africanas que llega-
ron con el comercio de esclavos. Si bien suele hacerse referencia al esclavo
africano como un todo homogéneo, es necesario recordar que quienes llega-
ban desde África lo hacían con tradiciones culturales diversas, que general-
mente suelen menospreciarse.

Arribo estimado de eslavos africanos a las colonias americanas, por


región de origen
Indias Indias
Región de origen en el Cuba y Hispanoamérica Norteamérica
Occidentales Occidentales
África Brasil Puerto Rico continental Británica
Británicas Francesas
Senegambia 2,2 % 23,7 % 5,4 % 8,7 % 2,7 % 30,5 %
Sierra Leona 0,2 % 11,5 % 5,0 % 3,8 % 12,0 % 0,4 %
Costa de Barlovento 0,1 % 5,6 % 6,3 % 1,9 % 1,7 % 0,6 %
Costa del Oro 1,3 % 14,5 % 25,9 % 9,7 % 4,6 % 2,9 %
Ensenada de Benín 18,0 % 2,4 % 11,6 % 25,1 % 13,9 % 5,4 %
Ensenada de Biafra 2,5 % 16,7 % 30,7 % 10,4 % 25,2 % 4,3 %
África centro-occidental 69,8 % 23,7 % 14,2 % 38,0 % 30,8 % 52,3 %
África sudoriental 5,7 % 2,0 % 0,9 % 2,4 % 9,3 % 3,6 %
Totales 100,0 % 100,0 % 100,0 % 100,0 % 100,0 % 100,0 %
(número) 4.864.374 388.747 2.318.252 1.925.639 805.424 487.489

Fuente: Klein (2011: 236).

El desarraigo de las propias estructuras culturales, sociales y políticas, junto


a la condición de esclavos y los rasgos étnicos colaboraron en la cohesión de
una identidad afroamericana. Y en especial a medida que crecía la población
esclava nacida en América, que incorporaba elementos nativos, europeos y
africanos en forma desigual y asimétrica. Esto no le impidió a la comunidad
esclava construir y reconstruir lazos culturales con África y recuperar algunos
elementos que permitieron la cohesión de la identidad esclava.

Historia latinoamericana Laura Luciani


79

Un buen ejemplo de la identidad amalgamada es la expresión de la cul-

xx tura esclava en el Caribe. En Santo Domingo, por ejemplo, los esclavos


crearon una lengua que mixturaba el francés con expresiones del Áfri-
ca occidental llamada “creole”. Asimismo, la recuperación de deidades
africanas a partir del sincretismo con el catolicismo permitió la expre-
sión de culturas religiosas populares muy diversas. Este sincretismo se
desarrolló durante la Colonia pero se extendió a lo largo de la historia
caribeña, llegando a la actualidad.
Es interesante consignar que en distintos momentos existió una reapro-
piación de la identidad afroamericana que recuperó tradiciones cultu-
rales y sentidos respecto de la esclavitud. En relación con esto es posible
pensar los trabajos de diversos escritores caribeños del siglo XX como
Jacques Roumain, René Depestre, Aimé Césaire, Frantz Fanon o pin-
tores como Héctor Hyppolite representante del nativismo.

Es imposible comprender la esclavitud si la escindimos de la economía de


plantación. En el caso de las Antillas y el norte de Brasil (en general, los
modelos sobre los cuales se ha analizado la esclavitud), los esclavos nativos
e importados se insertaron como fuerza de trabajo hegemónica en los ingenios
azucareros.
En el Caribe, la instalación de estos ingenios data de los primeros años
de la conquista y tuvo un desarrollo significativo durante la Colonia, sin ser
un proceso homogéneo. En las colonias inglesas y francesas del Caribe tuvie-
ron un auge en los primeros siglos de la Colonia, que se mantuvo constante
hasta finales del siglo XVIII. En cambio, en las colonias españolas, Cuba, la
producción azucarera se desarrolló desde el siglo XVI pero tuvo su momento
de mayor apogeo hacia el siglo XIX, cuando los ingenios comenzaban a decli-
nar en otras regiones.
Los ingenios azucareros constituían al mismo tiempo la plantación y la
industria para su procesamiento. El grueso de la mano de obra no calificada y
esclava se encontraba en la producción cañera, y la mano de obra libre en el
molino que la procesaba. Junto a la producción cañera los esclavos se encar-
gaban del cultivo de alimentos como la yuca y el maíz, y del pastoreo de gana-
do, siempre con supervisión de otro esclavo de confianza o mulato.
En Brasil el sistema de plantación no difirió tanto en términos organizati-
vos sino en cantidad de producción. Para fines del siglo XVI Brasil era ya el
mayor exportador de azúcar a nivel mundial. Ello se evidencia en la cantidad
de toneladas comercializadas en el mercado europeo, donde 25 mil toneladas
anuales provenían de Brasil y 5.000 de las Antillas.
Cabe destacar que el sistema de plantación y el férreo control sobre la
mano de obra tuvieron su correlato en diversas estrategias de resistencia
esclava. Estas incluían desde acciones individuales (intentos de compra de
la libertad, por ejemplo) hasta colectivas, como las rebeliones y las huidas en
pos de conformar comunidades libres (los llamados “palenques”). Las rebe-
liones y huidas se sucedieron durante la Colonia en distintos momentos, mer-
mando su existencia a mediados del siglo XIX. Este punto es interesante de
consignar porque suele considerarse que la magnitud de la importación de
esclavos y el desarraigo cultural, a la par del control conjunto de la Corona y
los dueños, impidieron la resistencia y otras formas de acción propias de los
esclavos. Sin embargo, su existencia y la intermitencia con que se sucedie-

Historia latinoamericana Laura Luciani


80

ron a lo largo de tres siglos en las regiones densamente pobladas por escla-
vos deben ser comprendidas en su magnitud. Joao José Reis y Eduardo Silva
(1989) plantean respecto de los esclavos en Brasil algunas propuestas ilumi-
nadoras al señalar que no eran ni sujetos pasivos ni rebeldes todo el tiempo,
sino que combinaban diversas estrategias de negociación, sumisión y rebe-
lión según los contextos.

PARA REFLEXIONAR

Es importante reflexionar en términos comparativos sobre las diver-

PP sas modalidades que adquirió la fuerza de trabajo en América colo-


nial. Hemos enfatizado en las estrategias para el reclutamiento com-
pulsivo de mano de obra indígena, así como en las particularidades
de desarrollo del tráfico esclavista. En ambos casos el control y ejer-
cicio administrativo de la Corona y de los agentes individuales due-
ños de esclavos o beneficiarios de repartimiento de indios jugaron un
papel central. Esto se articuló con una construcción de sentidos que,
con matices, asumió la inferioridad étnica de los pueblos sometidos,
fueran nativos o provenientes de África, y que trascendió al periodo
colonial.
Asimismo, la consolidación del sistema colonial dependió de la explo-
tación de las comunidades indígenas y del tributo que ellas proveye-
ron tanto como del trabajo esclavo en las plantaciones. Explotación
lograda mediante el control político y social de las poblaciones y los
intentos de conversión al catolicismo, pero también a partir de la
desarticulación de sus imaginarios y registros de comunicación: oral,
música, arte, así como por un dislocamiento de tradiciones culturales.
La homogeneización en un todo indio y esclavo africano subsumió
la diversidad étnica y fue clave en la definición de nuevas formas de
representar y representarse de estos colectivos.

LECTURA OBLIGATORIA

Belmonte Postigo, J. (2012), “Revisitando la esclavitud. Perspectivas

OO historiográficas y nuevas líneas de investigación en el estudio de las


sociedades esclavistas americanas”, en: Rubio Durán, F. y Delibes
Matteo, R., Espacio y poder en América Latina. Actores y escenarios
históricos en los contextos de dominación, Aconcagua Libros, Sevilla,
pp. 143-165.

2.
KK A partir de las lecturas obligatorias seleccione alguna de las modalidades
compulsivas del trabajo (la mita en la minería peruana, el repartimiento
en la hacienda o la esclavitud en las plantaciones) y desarróllelo en no
más de tres carillas. Se sugiere la utilización de material complementa-
rio (cuadros, imágenes, lecturas ampliatorias, etc.).

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81

2.2.3. La sociedad colonial


Definidas las líneas generales sobre las cuales se asentó la explotación,
podemos señalar algunas claves para el desarrollo de la sociedad colonial.
Volvemos aquí a advertir que esta no fue una sociedad estática sino en pleno
movimiento y dinamismo, especialmente en las primeras décadas de la con-
quista y hacia los últimos años de la Colonia. Una de las particularidades que
tuvo es que se estableció sobre las bases de una población constituida por un
grupo de conquistadores y soldados que, si bien se reflejaban en el espejo de
la nobleza europea (en valores y costumbres), distaban de serlo. No tenían car-
gos nobiliarios y su riqueza se basó en la obtención de ciertos beneficios como
la encomienda, la compra de tierras y los cargos en la función pública, lo cual
les permitió constituirse como grupo dominante dentro del espacio colonial.
La sociedad colonial, entonces, se constituyó fundamentalmente sobre un
procesos de urbanización creciente en la formación de repúblicas de espa-
ñoles, espacio exclusivo de europeos que en el transcurso de décadas fue
difuminando sus contornos, incorporando criollos, mestizos, mulatos e inclu-
so indios con diversas actividades. Las ciudades tenían un plano de empla-
zamiento común, donde ocupaba un lugar central la plaza y en su contorno
los edificios de la administración pública y la catedral o iglesia. Así, el poder
político, administrativo, represivo y religioso se concentraba en unas pocas
manzanas centrales de la ciudad colonial. En ellas, criollos y españoles que
detentaban el poder económico y político, señalaban la diferencia con el resto
de la población de la ciudad.

CC
Fundar ciudades donde todos los habitantes fueran iguales no fue un ideal ibéri-
co. De hecho la desigualdad institucional y filosófica era básica para la índole je-
rárquica de la sociedad latinoamericana colonial. Se hacía una distinción entre
vecinos (ciudadanos) y habitantes (residentes) (Hoberman y Socolow, 1992: 12).

La diferencia entre ciudadano y residente se asentaba en la condición de


propietario de los primeros, únicos que tenían ciertos derechos políticos y
por tanto conformaban un grupo minoritario. Los residentes eran la mayor
proporción de la población y tenían una heterogénea composición: españoles y
criollos no propietarios (comerciantes, artesanos), mestizos, mulatos e indios.
Sin embargo, la jurisprudencia señalaba algunas diferencias de estatus social
entre residentes hispánicos y criollos respecto del resto, diferencia asentada
en rasgos étnicos pero que implicaban una diferenciación social: la exención
del pago del tributo y la libertad de realizar algunas actividades económicas
específicas (la artesanía).

En la elite colonial el poder no solo se constituía desde la propiedad, la función pública y


el derecho a recibir repartimientos de indios, sino también desde la densa red familiar que
sostenía a cada individuo. El mantenimiento del patrimonio a partir del mayorazgo (el pase
de la herencia al hijo mayor) implicaba el mantenimiento de lazos específicos dentro del
seno familiar, donde los hijos varones menores debían optar por los pocos espacios que les
aseguraban un estatus social importante: la milicia, el clero o cargos de funcionario público.
Las aspiraciones familiares respecto de las mujeres se orientaban a la consolidación de las
relaciones familiares mediante el matrimonio o el ingreso al convento.

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82

Respecto de los modos en que los nativos se integraron a la sociedad colonial


debemos señalar algunas cuestiones. Por un lado, la existencia de indios en
los pueblos de españoles, ya fuera como forasteros huidos de los pueblos de
indios, ya como indios yanaconas o naborías, esto es, bajo el dominio directo
de un español o criollo. No obstante, la mayoría de la población se asentó en
pueblos de indios. Estos fueron una institución que se desplegó desde media-
dos del siglo XVI con variantes regionales. Si tomamos algunos aspectos de
las dos regiones más pobladas, Nueva España y Perú, advertimos los cambios
en el patrón de asentamiento de nativos desde los inicios de la conquista.
En la región de Nueva España, en los primeros años, los conquistadores
readaptaron la estructura organizativa prehispánica para los nuevos asenta-
mientos. Los sucesivos cambios impuestos (en general buscando un mayor
control real sobre el territorio y la sociedad) produjeron una fragmentación del
espacio y la reestructuración a partir de las coordenadas culturales españolas.
Así, los pueblos de indios intentaron configurar un nuevo tipo de reasentamien-
to que agrupó a las comunidades nativas desde mediados del siglo XVI apro-
ximadamente. En la región andina, con comunidades dispersas en un espacio
geográfico más amplio, la organización de las comunidades se desestructuró
inicialmente a partir de las encomiendas y desde mediados del siglo XVI se
crearon los pueblos de indios o reducciones por disposición del virrey Toledo.
En cualquier caso, las ciudades seguían los patrones de las ciudades españo-
las, con una plaza central, la iglesia, cárcel y demás instituciones coloniales.

Los espacios del pueblo de indios tras el proceso de Congregación,


1550-1625

Fuente: Scientific Figure on ResearchGate. Available from: <https://www.researchga-


te.net/figure/Figura-5-Plano-hipotetico-del-pueblo-de-indios-despues-del-proceso-de-
Congregacion-Los_fig3_26473752> [accessed 19 Jun, 2019]

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83

La semejanza con el pueblo de españoles no remitía solo al trazado geográfico;


la administración tenía una estructura similar, con cabildos, corregimientos
y alcaldes. Asimismo, había una diferenciación entre originarios y forasteros.
Originarios eran aquellos pertenecientes a la comunidad que podían participar
del uso de tierras comunes y de repartimiento, mientras que forasteras eran
las familias que se asentaban sin vínculo con la comunidad y por lo cual no
tenían acceso a tierras comunes. Entre los originales se diferenciaban princi-
pales, quienes eran los jefes encargados de recaudar el tributo: en la región
andina los curacas seguían manteniendo ese lugar de liderazgo; en cambio,
en Nueva España el principal no se definía por linajes prehispánicos. Todo
ello señala las complejas mutaciones en el asentamiento de las comunidades
en el periodo colonial, en las que se advierten diferentes variantes: aquellas
donde el pueblo de indios desestructuró los vínculos comunales previos y
otras en las cuales la apropiación de prácticas de organización socioespacial
hispánicas se articularon con usos y costumbres de las comunidades.
Por último, es posible admitir que los pueblos de indios o reducciones fue-
ron el instrumento que el sistema colonial instituyó para controlar la mano de
obra indígena y el cobro del tributo. Al mismo tiempo se lo consideraba junto
con la evangelización un medio para la “civilización” del indio. Sin embargo,
con el paso del tiempo la administración de los pueblos de indios fue varian-
do, y es posible pensar que, más allá de los objetivos de la Corona, sus diná-
micas de acción se modificaron adquiriendo mayor autonomía.

LECTURA OBLIGATORIA

Presta, A. (2000), “La sociedad colonial: raza, etnicidad, clase y

OO género”, en: Tandeter, E. (ed.), La sociedad colonial, Sudamericana,


Buenos Aires, pp. 55-86.

2.3. Las reformas del siglo XVIII y las independencias


En este apartado proponemos pensar en conjunto el periodo que media entre
el inicio de las reformas realizadas en las colonias por las coronas de España
y Portugal y las independencias. Consideramos que para el siglo XVIII ya se
evidenciaban procesos y crisis propios de la complejidad de la realidad colonial
y los cambios que en ella se venían suscitando, los que permiten entender
las independencias como parte de un proceso más general de las colonias.
Esto no significa desconocer o minimizar que los procesos de independencias
están inextricablemente atados a los vaivenes de los conflictos políticos euro-
peos y los avatares de sus metrópolis. Es imposible comprender la revolución
haitiana sin la existencia de la Revolución francesa, o los inicios de la inde-
pendencia en el subcontinente si se desconocen la realidad atravesada por
la Corona española y las reverberaciones políticas que tiene el apresamiento
de Fernando VII. En todo caso discutimos aquella noción de las independen-
cias como producto del impacto directo de las ideas y la Revolución francesa.
Especialmente porque este tipo de miradas niega y desconoce las fluidas
relaciones, idas y vueltas de las ideas y personas a través del Atlántico entre
finales del siglo XVIII y principios del XIX. Porque además supone negar la

Historia latinoamericana Laura Luciani


84

fluidez con la cual se moldearon al calor de los problemas y preocupaciones


propias los conflictos políticos y los debates intelectuales europeos.

2.3.1. Reformas borbónicas y reformas pombalinas


El siglo XVII se caracterizó en las colonias hispanoamericanas por la crisis y el
estancamiento de la producción minera y la baja demográfica de la población,
así como por el relajamiento del control metropolitano a raíz de los numerosos
conflictos en la propia metrópoli, los que se estabilizaron luego de la sucesión
de Carlos II. Hacia mediados del siglo XVIII se planteó un escenario diferente,
La muerte de Carlos II en 1700
asociado a la recuperación económica y los intentos de la Corona española
abrió el conflicto por la sucesión,
de la que participaron diversas tanto de ampliar el control administrativo y económico como de readecuar la
potencias europeas. Felipe de estructura interna de la Colonia. Estos cambios, conocidos como “las reformas
Anjou había recibido el apoyo de borbónicas”, se implementaron durante el reinado de Carlos III (1759-1788),
Castilla pero Carlos de Austria
era apoyado por Gran Bretaña, aunque debemos consignar que algunas medidas anteriores intentaron modi-
Holanda, Portugal y las provincias ficar la situación sin tener resultados efectivos.
de Cataluña y Valencia. La disputa Uno de los problemas más importantes de la Corona se refería al inter-
generó un conflicto que culminó
cambio comercial con la metrópoli. Era evidente que a inicios del siglo XVIII
en 1713 con la Paz de Utrech, por
la cual el emperador de Austria el comercio internacional había mutado significativamente. Según los autores
renunció al trono a cambio de Delgado Ribas y Fontana Lázaro (1999), a principios del siglo XVIII se conso-
los Países Bajos, Milán, Cerdeña lidaba un nuevo sistema comercial asociado a los grandes imperios mercan-
y Nápoles.
tiles de empresas inglesas y holandesas. Frente a ellos, el sistema de mono-
polio del imperio español con su vasto y extenso territorio colonial quedaba
rezagado y potenciaba el comercio clandestino con las grandes potencias. De
hecho, hacia mediados del siglo XVII el monopolio se había convertido en una
ficción ya que Sevilla, único puerto habilitado para el comercio con la Colonia,
se constituía en mero intermediario entre las colonias y el resto de los paí-
ses europeos.
Los cambios que se iniciaron a principios del siglo XVIII, el traslado del
puerto de Sevilla a Cádiz y el proyecto de modificación del sistema de flotas
y galeones de 1720, no lograron resolver el problema sustancial que implica-
ba el monopolio comercial. Hacia 1762, cuando era evidente que la potencia
En el marco de la Guerra de los hegemónica, comercial y militar en los mares era Inglaterra, se implementaron
Siete Años (1756-1763) Inglaterra un conjunto de reformas tendientes a aumentar el tráfico comercial y ampliar
invadió Manila y La Habana, la recaudación fiscal de la metrópoli. Una de las medidas más importantes
demostrando su poder militar.
Estos sucesos fueron un punto de fue el reglamento de comercio libre que habilitaba el intercambio entre los
partida primordial para la defini- puertos comerciales de las Colonias y entre estos y diversos puertos de la
ción de las reformas. metrópoli. Este reglamento modificó el sistema de monopolios vigente que,
mediante la Casa de Contratación, solo habilitaba unos pocos puertos. Ello,
junto al fin del sistema de flotas y galeones, dinamizó el vínculo comercial e
hizo más regular el comercio.

LEER CON ATENCIÓN

Comercio libre no significaba la libertad de comercio con otras

LL potencias extranjeras, sino una ampliación de la libertad de comer-


cio entre el espacio colonial y la metrópoli. Asimismo, el comercio
atlántico solo podía ser desempeñado por españoles.

Historia latinoamericana Laura Luciani


85

Junto a estas medidas se reforzaron aquellas que hacían a la defensa mili-


tar de las colonias, aumentando los gastos, el envío de tropas veteranas y
la incorporación de milicias criollas con sus propias jerarquías. Todas estas
medidas tenían el objetivo de impedir las incursiones extranjeras –fundamen-
talmente las inglesas– en las colonias y fueron efectivas en distintas ocasio-
nes. El ejemplo último de esta nueva fuerza militar colonial fue la acción de
las milicias rioplatenses frente a la incursión inglesa en las vísperas de la
independencia.
También se planteó aumentar la recaudación fiscal. Una medida importante
que se tomó a principios de siglo fue finalizar con las ventas de cargos funcio-
nariales. Ello estimuló la creación de una administración más burocrática, lo
que junto a la modificación arancelaria y el crecimiento de la producción mine-
ra mejoró el fisco. El aumento del gravamen a productos del mercado inter-
no mediante un impuesto conocido como alcabala fue una medida tan eficaz
como criticada desde diversos sectores de la sociedad colonial. La decisión
de la Corona de enviar un visitador, José de Gálvez, a los virreinatos para eva-
luar y generar cambios fue fundamental. Gálvez no solo estableció el mono-
polio del tabaco, aumentó las alcabalas, eximió algunos costos en las mate-
rias primas para la extracción de plata e incluso en Nueva España amplió la
cantidad de indios tributarios, medidas que permitieron un rápido crecimiento
de la recaudación.
La reorganización fiscal fue de la mano de la reorganización administrati-
va de las colonias. A la eliminación del Consejo de Indias y la creación de la
Secretaría –lo que se realizó a principios de siglo–, se sumaron la subdivisión
del territorio y la creación de virreinatos independientes en las viejas inten-
dencias del Río de la Plata y Nueva Granada. Estas nuevas estructuras admi-
nistrativas ocuparon un lugar central tanto para el control fiscal como para la
redefinición de la defensa militar del territorio. Asimismo, su aparición daba
cuenta de los cambios que se habían producido en la Colonia a lo largo de
los siglos. Si inicialmente la conquista y la colonización se asentaron sobre
aquellas regiones de mayor densidad poblacional en el periodo prehispánico,
la consolidación de la Colonia y el desarrollo del comercio generaron el creci-
miento de regiones cuyo valor en términos económicos había sido considerado
menor entre los siglos XVI y XVII, como la rioplatense o neogranadina. Como
señala Brading (1991: 111):

CC
El agente decisivo que había detrás del crecimiento de la época borbónica era
una élite empresarial compuesta por comerciantes, plantadores y mineros. Fue
un número relativamente reducido de hombres de negocios coloniales, en par-
te emigrantes de la península, en parte criollos, el que se aprovechó de las
oportunidades que ofrecía la apertura de nuevas rutas comerciales y los bene-
ficios fiscales que proporcionaba la Corona.

Se sumaron medidas que buscaron limitar el poder eclesiástico, restringir


su marco de acción y autonomía en la Colonia; entre otras, el control sobre
el diezmo y las propiedades eclesiales, y se limitó el derecho a tribunales
especiales. La expulsión de los jesuitas fue la última de las medidas contra
la Iglesia.

Historia latinoamericana Laura Luciani


86

En simultáneo con el proceso reformista que iniciaba la Corona españo-


la, Portugal hacía lo propio en su gran colonia, Brasil. Esta colonia, que man-
tenía su unidad administrativa, presentaba significativos contrastes de una
región a otra, lo que sin entrar en contradicciones mostraba la diversidad en
su organización y actividades económicas. Las reformas pombalinas, llamadas
así porque fueron definidas por el marqués de Pombal, ministro de Asuntos
Exteriores, introdujeron cambios administrativos, militares y económicos con
el objetivo de centralizar la administración y mejorar la recaudación fiscal y el
comercio. Una medida importante fue eliminar los donatarios existentes y tras-
pasar el poder a la administración colonial, asentada ahora en Río de Janeiro.
Se crearon nuevas compañías comerciales que dinamizaron el comercio entre
Lisboa y diferentes puntos de la Colonia. Y si bien este aumentó, e incluso
creció y se diversificó la producción (al azúcar se sumaron cacao, algodón,
tabaco y la extracción aurífera), no se modificó la estructura económica basa-
da en la plantación y el sistema esclavista.
Las reformas borbónicas (y podríamos incluir las pombalinas) han sido pre-
sentadas en general como un intento de recuperación del poder colonial y la
búsqueda de centralización. Sin embargo, Federico Morelli (2008) plantea que
más bien fue un esfuerzo para la integración de los territorios americanos en
una nueva idea de imperio. Este proceso llevaría también a la modificación de
la mirada de las colonias sobre sí mismas y la de la metrópoli. Si bien la pro-
puesta de la autora es interesante al dimensionar desde un lugar diferente las
reformas implementadas, su análisis integra una discusión mayor respecto de
los cambios en la relación entre España y América y del carácter que asumió.
A partir de allí la historiografía ha recuperado la pregunta sobre la condición
colonial de América.
En ese debate, que no es nuevo, han incursionado más recientemente
Annick Lempérière (2005) y Juan Carlos Garavaglia (2005). Este último sostie-
ne la necesidad de asumir la defensa del uso del concepto “colonial” frente a
estudios historiográficos que minimizan el papel jugado por la economía ame-
ricana en el desarrollo fundamentalmente económico de la metrópoli. El autor
no desconoce los cambios que a lo largo de tres siglos se produjeron en ese
vínculo, pero a partir de los aportes historiográficos consolidados da conteni-
do e historiza el término “colonial”, muchas veces tomado como un adjetivo
a la ahora de redefinir la sociedad americana entre 1492 y las rupturas que
significaron las independencias.

PARA REFLEXIONAR

¿América es colonial? ¿Qué le otorga ese carácter? ¿Podríamos hablar

PP de una América moderna, tal como se habla de Europa cuando se


hace referencia a los siglos XV al XVIII?
En esta unidad hemos enfatizado el carácter colonial de la socie-
dad, admitiendo que el término no es un adjetivo. Por el contrario,
hacemos hincapié en la condición específica de las relaciones que se
establecieron. Por ello caracterizamos las formas administrativas que
ese dominio asumió así como las formas de organización del trabajo
compulsivo, las que permitieron generar los excedentes apropiados
mediante impuestos y tributos.

Historia latinoamericana Laura Luciani


87

Esta perspectiva se asume no solo desde una posición política sino


también historiográfica, que ha consolidado los estudios respecto de
la desigual, asimétrica y compleja relación determinada por las rela-
ciones entre Colonia y metrópoli. Relaciones también desiguales,
complejas y asimétricas hacia el interior del espacio colonial, entre
quienes detentaron cuotas de poder económico, político y social y
quienes formaron el grueso de la población que se incorporó como
fuerza de trabajo y que sostuvo el complejo sistema de dominación.
Lo colonial no es una relación geográfica sino de dominación cons-
truida a ambos lados del Atlántico.

LECTURA OBLIGATORIA

Garavaglia, J. (2005), “La cuestión colonial”, [en línea]. En: Nuevos

OO Mundos, Mundos Nuevos. Disponible en: <https://journals.openedi-


tion.org/nuevomundo/437> [Consulta: 28 01 2019].

LECTURA RECOMENDADA

RR
Morelli, F. (2008), “La redefinición de las relaciones imperiales: en torno a la relación
reformas dieciochescas/independencia en América”, [en línea]. En: Nuevos Mundos,
Mundos Nuevos. Disponible en: <http://nuevomundo.revues.org/32942> [Consulta:
07 01 2019].

2.3.2. Las insurrecciones indígenas andinas del siglo XVIII


Entre la segunda mitad y fin del siglo XVIII una serie de insurrecciones reco-
rrieron la región andina, muchas de ellas con un fuerte componente étnico
identitario. Mencionamos entre varios ejemplos las rebeliones de Juan Santos
Atahualpa (1742-1752), la insurrección de Chuani (1740-1750), la rebelión de
Tomas Catari y sus hermanos (1778-1780), y las más recordadas: la rebelión
de la región de Cuzco de Tupac Amaru (1780-1782) y el levantamiento de
Tupac Catari en la región altoperuana.
Las insurrecciones, vistas como un todo, permiten plantear un conjunto
de cuestiones indiciarias. En primer lugar, el fuerte componente étnico iden-
titario de los levantamientos. Este no es un elemento menor; sin embargo,
debe ser resignificado a la luz de una urdimbre más compleja en la cual se
inserta. En principio porque algunos de estos movimientos, el de Tupac Amaru
por ejemplo, incorporaron al menos en su inicios mestizos y criollos. Por otro
lado, porque también existieron en este periodo conflictos y rebeliones de
otros sectores de la sociedad colonial. Por ello, caracterizar exclusivamente
en términos étnicos las rebeliones desconoce que esta cuestión debe inser-
tarse en una trama más compleja, donde el peso de la administración colo-
nial se incorporaba a lo cotidiano en diversos estratos sociales, aunque sin
duda tenía una carga mayor para quienes formaban parte de las comunida-

Historia latinoamericana Laura Luciani


88

des indígenas. Podemos decir, entonces, que las rebeliones que se sucedie-
ron tuvieron un componente anticolonial que se tradujo de diversos modos en
cada uno de los casos. Aquí nos detendremos en pensar las insurrecciones
del movimiento liderado por Tupac Amaru y aquel que se asoció a la figura de
Tupac Catari para evidenciar los objetivos, las dinámicas de los movimientos
y sus alcances.

Sinclair Thomson (2006) considera que estas insurrecciones tuvieron un proyecto antico-
lonial, entendiéndolo como un modo de desafío explícito y consciente a los fundamentos
del orden político colonial: el poder español y la subordinación indígena. Este desafío podía
considerar el repudio o desplazamiento del rey (y la afirmación de un rey inca) y de los
funcionarios que los representaban, el rechazo a la subordinación indígena a los españoles
y la autonomía indígena.

Uno de los factores considerados en las insurrecciones es el descontento


que emergió en la región a partir de las reformas borbónicas y los cambios
efectivos que trajeron aparejados a la vida colonial andina. Las medidas
inmediatas que impactaron sobre las comunidades indígenas refirieron al
aumento de la presión fiscal (que afectó también a criollos y mestizos) y
otras formas de imposición, como el repartimiento mercantil a cargo de los
corregidores. El repartimiento mercantil fue una figura surgida hacia la década
de 1730 y para mediados de siglo estaba institucionalizado. Se constituyó
en una nueva forma de tributo (que en algunos casos reemplazó la mita y
en otros la complementó) controlado por el corregidor. El repartimiento
mercantil no solo significaba el uso de la fuerza de trabajo indígena, sino
que refería a la obligación de las comunidades de comprar determinados
Si el repartimiento forzado de productos del mercado (en muchos casos innecesarios y a costos muy altos)
indios significaba el control sobre a los corregidores. Esta práctica había agudizado las tensiones en la región
la mano de obra a cargo de corre- y el cuestionamiento a la figura de los corregidores, lo que se expresó en la
gidores, la obligatoriedad de com-
mayoría de las rebeliones.
prar productos fue una práctica
implementada posteriormente Las demandas expresadas tenían además un arraigo geográfico innega-
por los corregidores para aumen- ble. La insurrección se expandió sobre el núcleo político administrativo más
tar sus propios beneficios. Ello importante de América del Sur, allí en la zona que comunicaba los virreinatos
generó la desestructuración de
la economía de subsistencia que
del Perú y del Río de la Plata, región articulada comercialmente con la mina
aún se mantenía en gran parte de de Potosí y obligada a la mita. Por ello, el fin de la mita también se convirtió
las comunidades. en una demanda expresada en varias insurrecciones. El reclamo por tierras
(muchas de ellas expropiadas) fue otro punto importante, especialmente cuan-
do el crecimiento de la población hizo más difícil la autosubsistencia de las
comunidades.

Historia latinoamericana Laura Luciani


89

BREVE HISTORIA DEL POBLAMIENTO DE AMÉRICA HASTA LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL

Mapa de las insurrecciones del siglo XVIII

Virreinato de Seris
Nueva España Pimas
Yaquis Bambaras Capitanía
Comanches (1791) General de Cuba
Apaches
(1782) OCÉANO
Vegueros cubanos
Jacinto Caneck (1730-33) ATLÁNTICO
(1761)

Jamaica
(1760-65-69)
Coro Andresote
Capitanía General (1730-33)
de Guatemala Comuneros del Tocuyo (1744)
Socorro (1781)
S. Felipe del Fuerte (1740)
Juan Francisco León
(1749-52) Capitanía General
de Venezuela
Revuelta de
Estanco Virreinato de
(1765) Nueva Granada

OCÉANO
Virreinato del Perú
Virreinato del Brasil
PACÍFICO Túpac Amaru (1780) Mascates
Juan Santos (1742) (1711)
Túpac Katari (1780)
Sica Sica (1770-71) Bahia
Chayanta (1780-81) (1800)
Pacajes (1771)
Tiradentes (1789-92)
Cochabamba (1730-31)

LEVANTAMIENTOS Oruro (1739) Vila Rica Felipe Santos


(1720)

SOCIALES DEL
Asunción del
Emboabas
Paraguay (1717-35)
(1708-9)

SIGLO XVIII Santiago


(1723-1770)
Tucumán (1767)

Capitanía
Límites aproximados General de Chile Virreinato del
Río de la Plata

Territorios indígenas
no conquistados

195
Fuente: Jaramillo (2016: 195).

Señalamos además que esta zona estaba densamente poblada por comuni-
dades de habla aymara y quechua, que recuperaban parte de las tradiciones
prehispánicas a través del sostenimiento de las comunidades, del ayllu como
unidad productiva y familiar, y el reconocimiento de los propios caciques como
autoridades. Además, era una región unida por los caminos comerciales y por
los vínculos que a través de ellos se establecían. Tupac Amaru II, cuyo nombre
era Gabriel Condorcanqui y había nacido en un pueblo de la provincia de Tinta,
no solo era cacique desde 1766, sino además comerciante, lo cual le permitía
conocer diversos pueblos y sus demandas.
Hasta aquí hemos señalado un conjunto de problemas socioeconómicos
ineludibles a la hora de identificar elementos comunes en los alzamientos
insurreccionales. Sin embargo, las condiciones de sometimiento y explotación
no eran nuevas, lo cual nos lleva a preguntar qué otros elementos deben resig-
nificarse a la hora de comprender estos levantamientos. En un pionero traba-
jo, Flores Galindo (1994) ha intentado profundizar en los horizontes utópicos
y las referencias al imperio incaico y al rey inca como un elemento cohesio-
nador del descontento indígena, al menos en la región de Cuzco. Para Flores
Galindo el proceso iniciado por Tupac Amaru fue una revolución que pretendió
trastocar el orden social.
En una línea similar, Thomson (2006) y Serulnikov (2006) han reseñado la
importancia de comprender la cultura política de las comunidades y sus formas

Historia latinoamericana Laura Luciani


90

de organización y decisión. Para estos autores es posible pensar las dinámi-


cas de acción indígena no como reacción al sometimiento, sino como prácticas
que se inscriben en la reafirmación de valores culturales y políticos inherentes
a su propia historicidad. Asimismo, es necesario reconocer que en esas prác-
ticas políticas puestas en juego durante el periodo insurreccional, las mujeres
ocuparon un lugar de relevancia. No solo porque formaran parte de las huestes
insurgentes sino porque, como Mariana Ari (2016) ha demostrado, se cons-
tituyeron en líderes pocas veces reconocidas por la historiografía (a tal punto
que la insurrección es conocida con el nombre de líderes varones). Ari atribu-
ye un rol muy importante a las mujeres aymaras, no solo en la guerra sino en
la concepción de la lucha y sus sentidos, lo que propone pensar como parte
de la cosmovisión dualista varón-mujer (Chachawarmi) de la cultura aymara.

PARA AMPLIAR

Un intenso debate historiográfico sobre los movimientos sociales andi-

AA nos se planteó en términos de considerar su carácter. En esa línea algu-


nos autores como Flores Galindo (1994) y Sergio Serulnikov (2006)
han optado por plantear el carácter revolucionario del movimiento,
mientras que autoras como Scarlett O’Phelan Godoy (2012) han insis-
tido en su carácter de gran rebelión, diferenciando esta etapa de las
revueltas anteriores. El debate, que incluye a otros estudiosos del perio-
do, plantea la discusión en relación con la expansión del movimiento,
su programa y su cuestionamiento o trastocamiento del orden colonial,
es decir, su horizonte utópico. En los últimos años, sin desconocer este
debate, se ha incorporado la preocupación por definir los contornos
de la cultura política de los pueblos andinos a finales del siglo XVIII,
asumiendo el carácter anticolonial del proceso.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Ari, M. (2016), “Las ‘otras’ mujeres de la rebelión Sisa-katarista 1781-1782”, [en
línea]. En: Historia, n° 38, pp. 67-93. Disponible en: <http://www.revistasbolivianas.
org.bo/pdf/hrch/n38/n38_a04.pdf> [Consulta: 07 03 2019].

Las insurrecciones de 1780-1782 usualmente se periodizan marcando dos


momentos. Un momento inicial se produjo a partir del asesinato del corregidor
de Tinta en 1780. Esta etapa fue liderada por Tupac Amaru y a ella se sumaron
indios, criollos, mulatos y mestizos que se levantaron en las comunidades de
la región. Thomson señala que:

CC
El programa de Tupac Amaru consistía en una transformación radical de las
instituciones políticas y económicas coloniales y de una larga lista de exaccio-
nes que afectaban a diferentes sectores de la sociedad peruana. Serían elimi-
nados los funcionarios gubernamentales corruptos y abusivos, especialmente

Historia latinoamericana Laura Luciani


91

los corregidores, que serían reemplazados como magistrados provinciales por


los alcaldes mayores indígenas. Con la abolición de los repartos y los monopo-
lios estatales, se levantarían las restricciones al comercio y las aduanas, uni-
versalmente impopulares y serían abolidos los impuestos comerciales (en par-
ticular la alcabala). Se pondría fin al trabajo forzado en la mit’a de Potosí y de
los obrajes (otro aborrecido símbolo del trabajo forzado y de las abominables
condiciones laborales para los indios) serían clausurados. Una medida nota-
blemente avanzada fue la que dio libertad a los esclavos (Thomson, 2006: 204).

Sin embargo, el avance hacia Cuzco fue abortado por las autoridades colonia-
les, que reprimieron el movimiento y apresaron y condenaron a Tupac Amaru
en abril de 1781, culminando así la primera fase insurreccional. Su muerte
no significó el fin de la insurrección, sino que esta se desplazó hacia el sur
y articuló dos polos rebeldes, el que mantuvo Micaela Bastidas –esposa de
Tupac Amaru II– y sus parientes al mando de Diego Cristóbal Amaru, y la
insurrección iniciada en la región de La Paz por Julián Apaza –conocido como
Tupac Catari– y Bartolina Sisa. Este se constituyó en un segundo momento
insurreccional (entre marzo y octubre de 1781) más radical que el anterior,
donde confluyeron los levantamientos de comunidades quechuas y aymaras.
Las diferencias más importantes del levantamiento de Tupac Catari en La
Paz son la composición social y las bases de apoyo. El movimiento iniciado por
Tupac Amaru incorporaba inicialmente criollos, mulatos y mestizos, y se articu-
laba en el espacio indígena. Asimismo, el levantamiento indígena se incorpo-
raba a partir de los lazos y vínculos entre caciques. La movilización se definía
dentro de las relaciones verticales en el interior de la comunidad. En cambio,
en el caso del levantamiento de La Paz, al mando de Tupac Catari, la insurrec-
ción indígena fundaba sus bases de apoyo en raíces populares y rurales que
escapaban a las jerarquías. Tupac Catari era un comunero más y estas diferen-
cias se tradujeron en los modos en que los levantamientos se sucedieron en
cada región. Al mismo tiempo, la radicalidad del movimiento no generó apoyo
entre los sectores criollos, como en la región de Cuzco. El levantamiento, que
implicó el sitio de la ciudad de La Paz, fue sofocado en octubre de 1781 con
la condena a muerte de Tupac Catari y su esposa, Bartolina Sisa, aunque algu-
nos focos insurreccionales se mantuvieron hasta 1782.
En su análisis sobre las insurrecciones andinas, Serulnikov (2006) ha insis-
tido en el carácter radical del movimiento andino. Para el autor, la incorpora-
ción de las comunidades norpotosinas en el levantamiento amarista signifi-
có el reconocimiento de fuentes alternativas de soberanía, en un contexto de
descomposición del poder colonial. Pero, fundamentalmente, insiste en que

CC
[la] insurgencia andina, por último, no sólo puso en cuestión el discurso del
Otro, sino también la imagen de los gobernantes europeos acerca de sí mis-
mos y su rol en el nuevo mundo. Ofreció […] una imagen perturbadora de los
‘mensajes de dominación’ subyacentes en las operaciones administrativas,
económicas y políticas que el Estado realizaba y compelía a otros a realizar. La
rebelión campesina hizo visible y público, en un modo en que ya no era posible
ignorar, aspectos fundamentales del régimen colonial en los Andes: las fallas
estructurales del aparato judicial, la flagrante colusión de intereses mercanti-
les privados y funciones burocráticas o la indiferencia de los ministros ecle-

Historia latinoamericana Laura Luciani


92

siásticos hacia la indoctrinación religiosa de sus feligreses indígenas. Cuando


la era del colonialismo español estaba llegando a su fin, el masivo alzamiento
andino enfrentó a las elites hispanas en la vacuidad de sus discursos de civili-
dad y evangelización con la imagen del proyecto colonial como explotación
(Serulnikov, 2006: 447-448).

PARA REFLEXIONAR

¿Fueron las insurrecciones de 1780 precursoras de las independen-

PP cias? Ya desde los primeros intentos por construir historias nacio-


nales se identificó al movimiento de Tupac Amaru con los levanta-
mientos independentistas que se iniciaron en la región hacia 1810.
Considerarlo de este modo significaba buscar raíces profundas de la
independencia en sentimientos antiespañoles y la afirmación de una
identidad nacional. Sin embargo, la nación no es una construcción
previa sino posterior a los estados nacionales, con lo cual suponer las
insurrecciones indígenas como precursoras de las independencias sig-
nifica atribuirles un sentido que ellas no asumieron. Pero, más allá
de eso, otras cuestiones deben considerarse: el término “precursor”
las relega a un lugar de inferioridad respecto de los procesos que se
sucedieron posteriormente. Por otra parte, esta idea solo ha sido apli-
cada al movimiento amarista ya que los levantamientos insurreccio-
nales aymaras en la región de La Paz, por sus propias características
radicales, escapan a la asociación con los procesos de independencia.
En este sentido, más que considerarlos precursores conviene pensar
en el abanico de conflictos que evidenciaba la Colonia hacia fina-
les el siglo XVIII, cuando la insurgencia indígena se inscribía, tejía
y/o autonomizaba respecto del descontento de otros grupos sociales,
entre ellos los criollos. Así, más que una línea de continuidad entre
un proceso y otro, lo que debemos advertir es la conjunción de con-
flictividad social y política que las últimas décadas del siglo XVIII
evidenciaron.

LECTURA OBLIGATORIA

Thomson, S. (2006), “Proyectos de emancipación y dinámica de la

OO insurrección indígena (II)”, en: Cuando reinasen solo los indios. La


política aymara en la era de la insurgencia, Muela del diablo-Aruwiyi-
ri, La Paz, pp. 217-278.

3.

KK A partir de la lectura obligatoria, caracterice el movimiento de Tupac


Catari, los vínculos y las semejanzas con otras insurrecciones andinas.

Historia latinoamericana Laura Luciani


93

2.4. Las independencias


Los estudios sobre los procesos de independencia o revoluciones de inde-
pendencia suelen retomar algunos elementos a la hora de caracterizarlos: la
importancia que adquirió la Revolución francesa como horizonte político, las
ideas ilustradas y sus aportes al pensamiento independentista, la crisis del
sistema colonial, los desacuerdos y cuestionamientos de la elite criolla frente
al ejercicio de control de funcionarios españoles, entre otros temas. Todos
ellos deben ser sopesados y valorados a la hora de interpretar los caminos de
las independencias, pero redimensionando que se articularon en condiciones
concretas de conflictividad local e internacional, donde las ideas circularon en
un proceso de ida y vuelta y la preocupación por la realidad local se cruzaba
con los conflictos al otro lado del océano.
La crisis del imperio español debe comprenderse entonces al calor de la
hegemonía de Inglaterra y las presiones que ella ejerció sobre la metrópoli
y sus colonias. A ello se sumaron las invasiones napoleónicas en 1808 y el
apresamiento de Fernando VII. Esto abrió un espacio para la confrontación
interna y la construcción de una nueva base de poder político, lo que llevó a
la creación de las Juntas en 1812 y a una constitución de corte liberal.
En 1814 la restauración de Fernando VII en el trono (y al año siguiente la
caída de Napoleón) marcó el sino de la política, caracterizada por la vuelta al
absolutismo, la persecución a sectores liberales y las pretensiones reales de
recuperar las colonias. En 1819 Fernando VII intentó enviar tropas para recu-
perarlas pero el levantamiento de las fuerzas liberales al mando de Rafael
Riego le impidieron lograr su cometido. Para entonces la mayoría de las colo-
nias ya estaban independizadas o muy cerca de lograrlo.
Entre 1810 y 1824 los territorios americanos abrieron el camino de las gue-
rras de independencia y buscaron organizarse políticamente. Hubo una excep-
ción dentro de las que eran las colonias españolas, Cuba, que recién logró su
independencia en 1898. Respecto de la Colonia portuguesa, la independencia
tuvo un tiempo similar. Frente a las invasiones napoleónicas, Juan I se trasla-
dó con la corte a Brasil, gobernando desde allí. Sin embargo, pasado el con-
flicto regresó a Portugal y su hijo, Pedro I, decidió separarse y conformar aquí Cabe señalar que fue el único caso
su propio imperio. Así, desde 1824 se proclamó la independencia de Brasil. en que la abolición de la esclavitud
se dio como resultado de una lucha
Fuera de este panorama general se encuentra el caso haitiano. Se trata
iniciada por los propios esclavos
de una situación singular que inicia los procesos de independencia en 1804 al tiempo que destruyó además el
y que difiere respecto de los movimientos independentistas del continente, orden establecido.
ya que surgió como producto de una revolución de esclavos africanos. Sobre
esta temática nos detendremos por lo significativo del proceso y los cambios
que produjo en la isla.
Para comprender estos procesos indagaremos algunas de las problemá-
ticas que cruzan el debate en torno a las independencias y la circulación de
ideas, y una periodización que nos permita considerar el escenario continen-
tal en forma conjunta.

2.4.1. Las ideas en el proceso de independencia


Una pregunta que frecuente en la historia de las ideas se refiere a cómo
analizar el pensamiento de quienes llevaron adelante los movimientos de
independencia y cómo narraron tales acontecimientos. Oscar Terán (2009)
plantea que narrar la independencia fue para los contemporáneos un desafío,

Historia latinoamericana Laura Luciani


94

porque significó no solo llevar adelante ese proceso sino dotarlo de sentido,
legitimarlo y ponerlo en palabras. Si pensamos el tiempo de la independencia
como un periodo corto, un puñado de décadas apenas que van de 1808 a
1924, entonces podemos comprender que el régimen colonial fue trastocado
sin que las palabras como patria, nación, libertad e igualdad consolidaran sus
sentidos modernos. Por ello es necesario identificar cuáles fueron los soportes
sobre los que se asentaron y definieron las identidades políticas colectivas
que se expresaron en el contexto de las independencias.
En principio suele señalarse la influencia del pensamiento ilustrado francés
en las propuestas emancipadoras. Intelectuales como Voltaire, Montesquieu y
Jean-Jacques Rousseau son recuperados como lecturas de buena parte de los
independentistas. Esta mirada tiende a ser muy esquemática y rígida porque
no se abre a la fluidez de las ideas que se están vertebrando a uno y otro lado
del océano. En ese sentido proponemos deconstruir la imagen de influencia y
repensar la circulación de estas en un contexto de fuerte conflicto. Cabe recor-
dar que las lecturas ilustradas se difundieron desde las propias universidades
americanas y a partir de intelectuales españoles mucho antes de 1810, con
lo cual suponer las independencias como un reflejo de su impacto sería erró-
neo. Para John Lynch (1976) el pensamiento de la ilustración más que causa
fue sustento y fundamento de ideas que tenían ya un recorrido en las últimas
décadas de la Colonia.
Por otra parte, los procesos revolucionarios de otras geografías fueron ana-
lizados por los propios independentistas. La Revolución francesa como aconte-
cimiento recibió una gran atención, aunque Francia era para una buena parte
de criollos la convulsión y las medidas jacobinas. También observaron la inde-
pendencia de Estados Unidos, considerada más ordenada, menos conflictiva
y opuesta a la realidad del resto del continente. En ese esquema la indepen-
dencia haitiana fue otro proceso que los continentales miraron atentamente,
por el colapso que significó esa revolución devenida independencia. También
por el temor que significaban los levantamientos de sectores subalternos, en
ese caso los esclavos.

Simón Bolívar en el Discurso de Angostura en 1819 señalaba que las especificidades de la


independencia y la libertad de Estados Unidos no eran asimilables para el resto del con-
tinente: “Y según mi modo de ver, es un prodigio que su modelo [el federal] en el norte
de América subsista tan prósperamente y no se trastorne al aspecto del primer embarazo
o peligro. A pesar de que aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de
ilustración moral; no obstante que la libertad ha sido su cuna, se ha criado en la libertad
y se alimenta de pura libertad: lo diré todo, aunque bajo de muchos respectos, este pueblo
es único en la historia del género humano, es un prodigio, repito, que un sistema tan
débil y complicado como el federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles
y delicadas como las pasadas. Pero sea lo que fuere de este Gobierno con respecto a la
Nación americana [refiere a Estados Unidos], debo decir que ni remotamente ha entrado
en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el inglés
americano y el americano español” (Bolívar, 2008).

Historia latinoamericana Laura Luciani


95

En los procesos de independencia en América convergieron debates, ideas


y modelos de otras geografías pero que circularon en sociedades coloniales
con tradiciones y dinámicas propias. Así, pensar las independencias exclusiva-
mente como ecos de procesos o ideas definidos en Europa impide reconocer
la originalidad con la cual tales temas se entrelazan en la realidad local. Esto
no quiere decir que desconozcamos la implicancia de los procesos e ideas
europeos en la independencia americana, pero sí propiciamos entenderla
como un complejo tejido de circulación y apropiación de ideas en un convulso
momento de prácticas políticas locales.

2.4.2. La independencia de Haití, la revolución de los esclavos


Antes de adentrarnos en los procesos de independencia en el continente,
merece destacarse el proceso revolucionario haitiano que culminó en la inde-
pendencia. Haití era a fines del siglo XVIII –momento en que acontecía la
Revolución francesa– una colonia de ese país y su economía se basaba en la
plantación esclavista (producía azúcar y café para la exportación), con un 95
por ciento de la población de ascendencia africana, principalmente esclavos
y mulatos, y un 5 por ciento blanca. Los mulatos y libertos conformaban un
grupo económico heterogéneo que iba desde jornaleros hasta plantadores,
pero el poder económico se concentraba solo sobre una pequeña porción de la
población blanca, grands blancs, propietarios de las más grandes plantaciones A lo largo del siglo XVIII los escla-
azucareras de la isla. vos generaron diversas estrategias
Para 1789 la sociedad haitiana mostraba profundos contrastes pero tam- contra el sistema. El cimarronaje,
esto es, la huida de las planta-
bién un descontento que se condensaba en demandas diferentes. Los grandes
ciones para constituir socieda-
plantadores (grands blancs) y los pequeños plantadores (petits blancs) cuestio- des semiautónomas, fue la más
naban el carácter colonial de Haití. Los grandes plantadores reclamaban mayor común. Sin embargo, también se
autonomía y el fin del monopolio comercial, mientras que los pequeños plan- produjeron algunas rebeliones.
Hacia mediados de siglo, una de
tadores sumaban la demanda de igualdad a los grandes plantadores, quienes las rebeliones más importantes
impedían su ascenso político. Por su parte, los mulatos y libertos (affranchis) estuvo liderada por el esclavo
reclamaban derechos civiles y políticos. En ese convulso escenario se produ- François Mackandal.
jo la rebelión de esclavos de 1791 (como otras en la historia de la isla) dando
inició a un proceso revolucionario que desarmó el orden existente.
En el proceso haitiano pueden señalarse tres fases:
1. 1791-1793: se producen las primeras rebeliones esclavas, huidas masivas
y quema de plantaciones. La rebelión se propaga en forma creciente por la
Colonia y se amplían las bases de apoyo entre los esclavos, pasando de
una revuelta de 200 esclavos a 10.000 en pocos días. Francia se plantea
otorgar derechos a los mulatos para lograr reprimir la insurrección, pero en
1793 –cuando se envían dos representantes jacobinos para solucionar el
conflicto– se declara la abolición de la esclavitud, derrumbando el sistema
económico sobre el cual se basaba la isla.
2. 1794-1802: es una etapa de reordenamiento político al mando de una de
las figuras más emblemáticas de la primera etapa, Toussaint L’Ouverture.
Es el periodo en que Haití se defiende de las tentativas de invasión ingle-
sa y española y, posteriormente, de los intentos de Bonaparte por retomar
el control. L’Ouverture es asesinado y los siguientes al mando, entre ellos
Jean Jaques Dessalines, no sólo mantienen la lucha.
3. 1802 y 1804 es la última etapa de la guerra que culmina con la derrota de
los franceses en la ciudad de Cap y la declaración de la independencia. Los

Historia latinoamericana Laura Luciani


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tres años bajo la administración de Dessalines configuraron el futuro hai-


tiano en múltiples aspectos. Luego de su asesinato en 1806, y de varios
meses de indeterminación, Haití quedó dividida en dos: una República en
el sur –encabezada por Alexandre Pétion–, y un Estado en el norte –contro-
lado por Henri Christophe, quien en 1811 se coronó rey Enrique I. Pétion
devino presidente vitalicio en 1816, y nombró como su sucesor al general
Jean-Pierre Boyer, quien en 1818 asumió el cargo. El rey Enrique se suici-
dó en 1820, con lo cual el país quedó nuevamente unificado.

Haití es un caso único, en general analizado como coletazo de la Revolución


francesa y no como un proceso de gran radicalidad que comenzó con la abo-
lición de la esclavitud y culminó en el proceso de independencia. En ningu-
na otra experiencia independentista se planteó algo semejante. Para Ralph
Michel Trouillot (2017), la Revolución haitiana era impensable en su época:
en un contexto en donde las banderas de libertad y igualdad se levantaban en
Europa, en la Francia misma (considerada cuna de la razón y del iluminismo)
era la revolución de miles de esclavos africanos en una pequeña isla la que
encarnaba en su máxima radicalidad esos preceptos. La Revolución haitiana
era impensada tanto para occidente, porque no tenía marcos referenciales
para explicar ese proceso, como para quienes la llevaban a cabo:

CC
La Revolución no sólo era impensable en Occidente y, por tanto, inesperada, si-
no que también --en gran medida– no fue expresada entre los propios escla-
vos. Quiero decir con esto que la Revolución no estaba precedida ni siquiera
acompañada de un discurso intelectual explícito. Un motivo para ello es que la
mayoría de los esclavos eran analfabetos y que la palabra escrita no era un
medio realista de propaganda en el contexto de una Colonia de esclavos. Pero
otro motivo es que las reivindicaciones de la revolución eran en realidad dema-
siado radicales para ser formuladas antes de los hechos. Sólo podrían reivindi-
carse al ser impuestas por los hechos. En ese sentido, la revolución estaba
realmente en los límites de lo concebible, incluso en Santo Domingo, incluso
entre los esclavos, incluso entre sus propios líderes (Trouillot, 2017: 74).

Podríamos decir que aun hoy la Revolución haitiana es impensable y quizás por
ello menoscabada. Basta recordar que los bicentenarios de la independencia
en América se conmemoraron hacia el 2010, borrando de los actos oficiales
la existencia de este primer proceso.

PARA REFLEXIONAR

La historia de Haití hoy es la historia de uno de los países más pobres

PP del continente, lo que podría ser pensado como la venganza de los


opresores. Durante décadas la independencia haitiana no fue recono-
cida mundialmente. De hecho, Estados Unidos la reconoció en 1861,
luego de que Haití aceptara pagar una indemnización millonaria al
gobierno francés por la pérdida de propiedades de sus compatriotas
(incluyendo a los esclavos entre esas pérdidas).

Historia latinoamericana Laura Luciani


97

El siglo XX estuvo signado por otros acontecimientos terribles, como


la ocupación norteamericana, que duró alrededor de veinte años
(entre 1915 y 1934), y la dictadura hereditaria de la familia Duvalier,
que duró treinta años (entre 1957 y 1986). A ello pueden sumarse
las innumerables catástrofes naturales (como el terremoto de 2004),
hechos que afectaron a toda la población y fueron utilizadas como
excusa para la llegada e instalación de marines norteamericanos que
ingresaron como ayuda humanitaria.

LECTURA OBLIGATORIA

Von Grafenstein, J. (2003), “La revolución haitiana”, en: Taller,

OO vol. 7, n° 20, pp. 182-208.

4.

KK a. A partir de la lectura, caracterice la sociedad haitiana en el contexto


previo a la rebelión de 1791.
b. Desarrolle una periodización de la Revolución desde las primeras
revueltas a la independencia.
c. Señale el impacto de la Revolución en la región continental americana.

Simón Bolívar es una de las figuras


2.4.3. Las independencias en las colonias hispanoamericanas más significativas de los procesos
de independencia en Sudamérica.
El periodo de las independencias en el continente suele pensarse como un
Su vida (1783-1830) recorre todo
mosaico de procesos simultáneos, no obstante pueden comprenderse en una el periodo de luchas por la eman-
periodización general. Para ello situaremos los procesos de independencia en cipación, con lo cual a través de
dos ciclos: de 1810 a 1815 y de 1815 a 1824. sus escritos (cartas, manifiestos,
discursos) es posible advertir
El primer ciclo se inició luego del apresamiento de Fernando VII, cuando en cómo los cambios en las coyun-
algunas de las ciudades de los virreinatos tan lejanas como Bogotá, Caracas y turas políticas transforman su
Buenos Aires comenzaron a conformarse juntas, al igual que estaba sucedien- interpretación de la realidad polí-
tica. En documentos tales como el
do en España. Dichas juntas se planteaban como autoridad ante la ausencia
Manifiesto de Cartagena de 1812,
del rey, desconociendo la autoridad virreinal y asumiendo la representación la Carta de Jamaica, que escribe
de los vecinos. Es evidente que estas propuestas prosperaron en la creación en 1815 o su discurso para el
de los nuevos virreinatos del Río de la Plata y Nueva Granada, donde los sec- congreso constituyente de Bolivia
de 1826 las diferencias son visi-
tores criollos venían reclamando con más firmeza un trato igualitario en su
bles. No obstante perduran algu-
carácter de súbditos y tenían una presencia fuerte respecto de los funciona- nas preocupaciones, fundamen-
rios españoles. En el caso de Caracas, Francisco Miranda primero y Simón talmente aquellas que refieren
Bolívar después propiciaron tempranamente la independencia; incluso, Bolívar al sistema político más propicio
para las sociedades americanas.
impulsó una constitución liberal en 1811, la primera de la región continental.
Entre 1811 y 1814 la lucha contra las fuerzas realistas llevaron a Bolívar a la
derrota, y este se refugió en el Caribe.
En el caso del Virreinato de Nueva España se advierte que esta primera
etapa tuvo un carácter más radical, con la emergencia de un proceso indepen-
dentista popular, de levantamiento de indios y mestizos contra la autoridad
colonial, que excedía las posiciones separatistas. Dos figuras principales de

Historia latinoamericana Laura Luciani


98

ese proceso fueron los curas Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos
–pertenecientes al clero secular–, quienes encabezaron las insurrecciones.
Para mitad de la década de 1810 el movimiento insurreccional en Nueva
España fue reprimido en forma conjunta por criollos y españoles. Esta movili-
zación, y la mayor moderación de sectores criollos, llevó a que en la primera
etapa no se produjera en Nueva España un pronunciamiento similar a los que
se manifestaron en los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata.
En el Virreinato del Perú no ocurrieron procesos similares y los realistas
mantuvieron un férreo control sobre el gobierno. En ello influyó que esta era
una de las estructuras administrativas más antiguas y que aún resonaban los
ecos insurreccionales indígenas de fines del siglo XVIII. Desde Perú se envia-
ron las tropas realistas que iniciaron la reconquista del territorio. Es decir, la
primera fase de la independencia se cerró hacia 1815 con el avance realista,
que logró desarticular a la mayoría de los nuevos gobiernos, a excepción de
aquel instalado en el Río de la Plata.

PARA REFLEXIONAR

Más allá de las diferencias entre la insurrección en México y en

PP Sudamérica, pueden identificarse rasgos en común. En principio, la


tensión social que se evidenció en levantamientos durante el perio-
do colonial recrudeció en el periodo borbónico y formó parte de la
conflictividad que atravesó el proceso independentista. En México
la gran masa india y mestiza pobre era tributaria y representaba casi
al setenta por ciento de la población; por lo tanto, el levantamiento
indígena también puede ser inscripto en esa clave. En la Capitanía
de Venezuela los pardos (llaneros) fueron coaccionados por las leyes
coloniales, y para 1810 aún perduraba el recuerdo de revueltas como
la de Coro en 1795, de pardos y esclavos, y la de 1797 en La Guaira.
En ellas se reclamaron la abolición de la diferenciación de castas, de
la esclavitud y la derogación de impuestos.
Esa conflictividad estuvo presente implícita y explícitamente y atra-
vesó el proceso de independencia, ya que no hubo correlato entre la
tensión social de los sectores populares y la proclama independen-
tista. Por ello la participación de sectores populares en la indepen-
dencia fue cambiante. Así, los esclavos y llaneros acompañaron a los
realistas en la primera fase de lucha contra Bolívar, aunque luego de
1815 se sumaron a los criollos en su propuesta de independencia.
Esta mutación en los posicionamientos no debe ser considerada como
una ausencia de intereses propios o la manipulación de sectores crio-
llos. Por el contrario, permite comprender los mecanismos de nego-
ciación, organización y definición política que tuvieron en determi-
nadas coyunturas. Su participación no fue ni una manipulación ni
irracional, se asentó sobre las bases de sus intereses y su cultura polí-
tica, ensambladas en contextos de independencia.

Historia latinoamericana Laura Luciani


99

LECTURA RECOMENDADA

RR
Moran, D. (2011), “La historiografía de la revolución. La participación plebeya
durante las guerras de independencia en el Perú y el Río de la Plata”, [en línea]. En:
Nuevos mundos. Mundos Nuevos. Disponible en: <http://journals.openedition.org/
nuevomundo/61404> [Consulta: 30 03 2019].

La segunda fase se inició desde dos espacios geográficos diferentes. Por un


lado, la reorganización de Bolívar y su regreso a Caracas para iniciar la recupe-
ración del territorio de Nueva Granada. Por otro, la organización del ejército de
San Martín desde el único baluarte criollo, el Río de la Plata. Una característica
de esta etapa fue la incorporación subordinada de las masas populares a la
lucha que permitieron a los criolllos independentistas lograr la victoria. Así,
en una estrategia militar que movilizó a las fuerzas desde el norte y el sur
del continente, se llevaron adelante algunas de las batallas más importantes
contra las milicias realistas, para confluir finalmente en Perú. Bolívar inició su
campaña desde ciudades como Angostura y Bogotá (actual Colombia), para
Cabe recordar que cuando habla-
entrar en Caracas luego de la victoria en la batalla de Carabobo en 1821. mos de realistas no nos referimos
Consolidado el poder en este territorio se dirigió hacia Quito (Ecuador) en estrictamente a españoles sino a
1822, y en la ciudad de Guayaquil se entrevistó con San Martín. aquellos que planteaban seguir
bajo órdenes del rey español.
Desde el sur, San Martín avanzó en 1817 triunfando contra los realistas en En Perú, la mayoría de los crio-
las batallas de Chacabuco y Maipú (actual Chile), y O’Higgins proclamó inde- llos de Lima (no así de la sierra)
pendiente a Chile en 1818. En 1821 San Martín entró en Lima como Protector eran realistas.
pero los sectores criollos limeños fueron renuentes a la independencia. Solo
después de la entrevista entre Bolívar y San Martín en Guayaquil las fuerzas
independentistas derrotaron en la batalla de Ayacucho (1824) los últimos
focos realistas.

LEER CON ATENCIÓN

En general cuando hablamos de los procesos de independencias toma-

LL mos como periodo de referencia 1810-1824, cuando se produjeron


la mayoría de las rupturas con la metrópoli y la creación de gobiernos
autónomos. Ello deja por fuera varios casos. No solo la independencia
haitiana, de la cual ya hablamos, sino también procesos de indepen-
dencia como el de Cuba, que se produjo a finales de siglo (1898), luego
de la intervención norteamericana y de varios años de lucha. También
el de otros territorios caribeños que han sufrido diversas intervencio-
nes militares norteamericanas, debilitando sus posibilidades de gestar
gobiernos independientes. Es el caso de Puerto Rico, que fue colonia
española, posteriormente cedida a Estados Unidos y actualmente un
estado libre asociado a Estados Unidos. Otra situación diferente es la de
Martinica, que fue colonia francesa y actualmente un departamento de
ultramar francés. Estos breves ejemplos evidencian que hablar del cierre
del ciclo de independencias no es del todo exacto, ya que hubo países
donde los vínculos coloniales y otras formas de organización política
dependientes se mantuvieron a lo largo del siglo XIX y XX.

Historia latinoamericana Laura Luciani


100

LECTURA OBLIGATORIA

hamnett, B. (2010), “Modelos y tendencias de interpretación de las

OO independencias americanas”, en: Amorres Carredano, J., Las inde-


pendencias iberoamericanas, ¿un proceso imaginado?, Universidad del
País Vasco, Bilbao, pp. 23-36.

5.

KK Desarrolle los siguientes puntos a partir de la lectura:


• Señale las hipótesis centrales del autor respecto de las independencias
y desarróllelas.
• ¿Cuáles son los aspectos que usted considera centrales a la hora de
indagar sobre los procesos de independencia?

Historia latinoamericana Laura Luciani


101

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Historia latinoamericana Laura Luciani


104
105

De la posindependencia al régimen
oligárquico consolidado
Objetivos
Que los y las estudiantes logren:
•• Comprender los cambios y pervivencias en la posindependencia.
•• Reconocer los ejes de debate entre conservadores y liberales en la confi-
guración del ordenamiento político.
•• Explicar las singularidades del desarrollo capitalista en América Latina.
•• Comprender la configuración del Estado nacional.
•• Indagar sobre las formas de organización y movilización obrera a finales
del siglo XIX.
•• Incorporar conceptos y perspectivas de análisis sobre los procesos histó-
ricos abordados.

Introducción
El periodo que se extiende entre las guerras de independencia y las décadas
del setenta y ochenta del siglo XIX se caracterizó por la inestabilidad y conflic-
tividad política. La organización y construcción de los estados nacionales no
fue un proceso inmediato ni unilineal en América Latina, e implicó diversos
escenarios de disputa que jalonaron gran parte del siglo. La construcción de
un ordenamiento político-jurídico alternativo al de la Colonia supuso entonces
un largo proceso con pervivencias y continuidades, aunque también con inten-
tos de rupturas que desde las mismas independencias se pusieron en juego.
Lo que primó en el periodo de la posindependencia fueron las estructuras de
poder regionales, que tensionaron las pretensiones políticas centralizadoras.
El nuevo orden nacía en un escenario de fragmentación local y regional, con
fronteras inconclusas y en constante modificación. Se trataba de sociedades
movilizadas por la guerra pero que mantenían lógicas corporativas colonia-
les, donde los conceptos modernos invocados (república, contrato social,
soberanía, ciudadanía, división de poderes, constitución, libertad económica)
eran puestos en jaque, obligando a una arquitectura y un diseño de discursos
adaptados a las prácticas.
La guerra de independencia también trastocó la vida cotidiana y la econo-
mía de los nuevos territorios independientes. No obstante, los cambios más
importantes en este último aspecto se produjeron hacia mediados de siglo,
ligados a las transformaciones en el sistema capitalista mundial. Las modifi-
caciones en la tenencia de la tierra, la mano de obra, la disponibilidad de capi-
tales para la inversión y los nuevos patrones de mercado internacional fueron
claves para la consolidación del desarrollo capitalista que puede verificarse

Historia latinoamericana Laura Luciani


106

en la región hacia finales del siglo XIX, en estrecha articulación con la cons-
trucción y consolidación de los estados nacionales.

3.1. La posindependencia y la configuración de un


nuevo orden político
La historiografía latinoamericana, para comprender los avatares de la organi-
zación y construcción del orden en el siglo XIX, ha dado cuenta del problema
a partir de tres ejes principales:
1. El debate por la organización política y la disputa entre conservadores y
liberales.
2. La pervivencia de estructuras políticas regionales, especialmente el sos-
tenimiento de poderes a través del liderazgo de caudillos que devinieron
centrales en el periodo de la posindependencia.
3. El problema de la representación política y la ciudadanía en el paso de
sociedades coloniales a sociedades independientes.

Estos temas interrelacionados entre sí permiten una lectura dinámica del siglo
XIX en términos de debates políticos, en el ámbito de la clase dominante, que
pone énfasis en redefinir periodizaciones y matizar los modelos de análisis a
partir de las prácticas políticas concretas. Asimismo, tal lectura deconstruye
aquellas perspectivas más tradicionales que consideraban a las independen-
cias el momento de ruptura que dio paso al orden nacional, entendiendo que
la organización de los estados nacionales fue un proceso complejo y lento,
tardío, en consonancia y relación con el desarrollo capitalista en la región. Por
último, se intenta incorporar además una mirada que, sin desconocer la impli-
cancia que tiene para la elite política, permita pensar las acciones y prácticas
de los sectores populares en este contexto y cómo los afectó y dinamizó el
proceso de organización política.

3.1.1. El ordenamiento político: liberales y conservadores en


disputa
La disputa por la organización política luego del desmembramiento de los terri-
torios coloniales se verificó, principalmente, a través de los posicionamientos
que se establecieron en el ámbito de la clase dominante entre liberales y
conservadores. Tanto el uso del término “liberal” como el de “conservador”
en América Latina se extendió en el siglo XIX siguiendo la tendencia de su
utilización en Europa, aunque no tuvo la misma pregnancia que en el viejo
continente. José Luis Romero (1986) sostiene que las diferencias entre libe-
rales y conservadores no fueron tan precisas como en Europa, aunque se
puede delimitar un conjunto de ideas que definen los lineamientos generales
de esas posiciones.
Los conservadores se caracterizaron por ser “los celadores de la preserva-
ción de las estructuras básicas” (Romero, 1986: 124) frente a las experien-
cias de cambio que abrieron las independencias, al reclamar el mantenimien-
to de un orden “natural” y el vínculo con la iglesia; y –cuando asumieron la
imposibilidad de retornar al pasado colonial–, al defender un moderado y lento
cambio en las estructuras políticas. Para el historiador chileno Luis Corvalán

Historia latinoamericana Laura Luciani


107

Márquez (2003), no puede hablarse de un proyecto conservador ya que el


mantenimiento del orden constituía más bien un elemento reactivo frente a
lo que consideraban la anarquía que representaban los proyectos liberales.
Los liberales, por su parte, han sido identificados con los portadores del
cambio y del progreso, defensores de las libertades, especialmente de la
libertad individual, las libertades políticas y la libertad del mercado, así como
de la igualdad (más jurídica que política de los ciudadanos varones). Estos
recibieron una marcada influencia del pensamiento europeo liberal en sus dis-
tintas vertientes: francesa (Montesquieu, Rousseau, Tocqueville, Constant),
inglesa (Locke, Hobbes), las derivas liberales españolas como la Constitución
de Cádiz de 1812 o las referencias políticas de la independencia de Estados
Unidos. Todas ellas colaboraron en la construcción de un herramental concep-
tual e ideario, que se tradujo en discursos políticos y publicaciones, y fueron
sostén de sus proyectos.

LEER CON ATENCIÓN

Más allá de las diferencias políticas, liberales y conservadores mante-


LL nían en común la defensa de los fundamentos del sistema socioeco-
nómico. Esto funcionó como elemento cohesionador ante la posibi-
lidad de la revuelta social.

Sin embargo, hablar de liberales y conservadores “puros” –o hacerlo en


forma esquemática y a priori según atribuciones generales– solo ayuda a
los fines analíticos iniciales. Para comprender la complejidad de ese ideario
en el escenario latinoamericano debemos adentrarnos en las prácticas polí-
ticas. Periodizar los momentos de tensión y conflictividad entre liberales y
conservadores, es decir, advertir cuándo esos arsenales discursivos y esas
políticas se pusieron en juego, nos permite comprender sus posicionamientos
según cada contexto. Es notorio que hubo dos grandes momentos de tensión
entre ambas facciones. Un primer momento se configuró entre las décadas
de 1820 y 1850, periodo que José Fernández Sebastián (2012) denomina
“liberalismo transoceánico”, con el fin de abarcar el liberalismo americano,
ibérico y europeo en conjunto, y un segundo momento entre 1850 y 1880
aproximadamente, en el cual se profundizaron los proyectos liberales. En
la primera etapa los conservadores mantuvieron el poder en la mayoría de
los nuevos territorios, buscando moderar los cambios que la independencia
impuso y pretendiendo gestar un orden político basado en sus propias con-
cepciones de orden natural.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Fernández Sebastián, J. (2012), “En busca de los primeros liberalismos latinoamerica-
nos”, en: La aurora de la libertad. Los primeros liberalismos en el mundo iberoamericano,
Marcial Pons, Madrid, pp. 9-35.

Historia latinoamericana Laura Luciani


108

El carácter de los nuevos regímenes instalados fue una de las arenas de


conflicto significativas. La forma de gobierno adoptada por la mayoría de los
nuevos territorios fue la república, aunque tuvo variantes según los modos en
que cada facción la concebía. Es por ello que en esos años la discusión se
centró en torno a la centralización/federalización del poder, el rol del Ejecutivo
y la creación de una constitución acorde a la coyuntura naciente. Los conserva-
dores, en general, sostuvieron la centralización del poder y la instalación de un
Ejecutivo fuerte aun cuando propugnaran la república. Diego Portales, político
conservador de Chile, señalaba en 1822 su apoyo a un régimen republicano
con las siguientes palabras:

CC
La República es el sistema que hay que adoptar pero ¿saben cómo entiendo
yo la república en estos países? Un gobierno fuerte, centralizado cuyos hom-
bres sean modelos de virtud y el patriotismo y así enderezar a los ciudadanos
en el orden y la virtud (Portales, 1822).

El problema de la creación de un Poder Ejecutivo fuerte o la limitación de este


a través del Parlamento originó los debates más importantes en las décadas
posindependentistas iniciales, dado que trazó la cartografía de las primeras
constituciones. El poder central y sus limitaciones también fue parte de las
preocupaciones liberales, marcando una amplia gama de posiciones e ideas
según la geografía de guerras civiles y trayectorias liberales. Así Simón Bolívar,
militar y político que nadie confundiría con un conservador, planteaba en su
discurso sobre el Proyecto de Constitución de Bolivia la necesidad de sostener
un Poder Ejecutivo fuerte, donde el Presidente fuera “como el sol que, firme en
su centro, da vida al Universo”, pero incorporaba poderes Legislativo, Judicial,
Se denominó República portaliana Electoral y Censor, que eran necesarios para no naufragar entre la tiranía y
al periodo de gobierno conserva- la anarquía.
dor que se inició con el gobierno
de Joaquín Prieto (1831-1841) y La constitución de 1828 de Chile –constitución liberal muy temprana– plan-
se extendió hasta el gobierno de teaba también la divisoria entre los tres poderes, el reconocimiento de las
Manuel Montt (1851-1861). El libertades individuales, la abolición de la esclavitud y el federalismo, que favo-
nombre deriva de la figura de uno
recía la autonomía de las provincias respecto de Santiago. Esta constitución
de los ministros de Prieto, Diego
Portales, conservador pragmáti- supuso la oposición abierta de los conservadores (llamados “pelucones”) y el
co que influyó en la creación de enfrentamiento en la batalla de Lircay en 1829. Obtenida la victoria, los con-
la Constitución de 1833. Si bien servadores asumieron el poder y promulgaron otra constitución en 1833 que
falleció en 1835, el ideal porta-
reforzó el Poder del Ejecutivo y le otorgó facultades para imponer el Estado de
liano de presidencialismo fuerte y
orden se mantuvo durante el resto sitio en contextos de conflictividad social, estableció el voto censitario, amplió
de los gobiernos conservadores. el poder para la represión a través de la Guardia Nacional, pero manteniendo
ciertas libertades individuales, y potenció la educación. La República portalia-
na ha caracterizado a Chile como uno de los excepcionales casos de estabili-
dad política. Supuso el sostenimiento del poder político en manos de sectores
conservadores (y con apoyo de liberales moderados) que controlaron férrea-
mente el orden y promovieron derechos individuales y económicos al menos
hasta el inicio de la liberalización en la década de 1870.
Otro caso de estabilidad política, aunque diferente, fue el de Brasil, donde
se instaló una monarquía constitucional, la única duradera en el continen-
te pero que no estuvo exenta de conflictos. En términos de organización
del poder, la puja entre conservadores y liberales se evidenció en distin-

Historia latinoamericana Laura Luciani


109

tos momentos, entre los que se destacan los años veinte y el debate en el
Congreso para sancionar la constitución. Los sectores liberales reclamaban
mayor control sobre el poder del emperador, mientras que los conservadores
apostaban a otorgarle más autoridad. Promulgada en 1824, la constitución
favoreció las pretensiones del emperador Pedro I (1822-1831) y de los con-
servadores, en tanto determinó el régimen monárquico constitucional, con un
poder legislativo dividido entre el Senado (vitalicio y con injerencia del empe-
rador en su definición) y la Cámara de Diputados elegida por sufragio indirec-
to y restringido.

La existencia de regímenes monárquicos no fue común; sin embargo, los hubo en algunos
casos intermitentes y aislados. En México, se instaló en dos ocasiones un régimen monár-
quico. El primer imperio se gestó luego de declarada la independencia en 1821, siendo
designado emperador Agustín de Iturbide. Este régimen duró dos años hasta su derro-
camiento y la instalación de la república. El segundo imperio se desarrolló entre 1864 y
1867, en el cual gobernó Maximiliano de Habsburgo, convocado por conservadores y
sectores de la Iglesia. Si contamos el Caribe, Haití asumió la forma de imperio luego de
su independencia con Jean Jacques Dessalines (1804-1806), volviendo a tener un sistema
monárquico entre 1811 y 1820 con Henri Christophe.

LEER CON ATENCIÓN

Para los liberales de Brasil, asumir la defensa del sistema esclavista no

LL constituyó un problema; la propiedad privada (del esclavo, en este


caso) era una causa sostenible desde su discurso y prácticas.

No es casual que la Iglesia estu-


Hacia mediados de siglo XIX se produjo otro momento de fuerte tensión entre viese en el foco de atención libe-
ral; era una de las instituciones
posiciones liberales y conservadoras. Era producto de un escenario diferente,
con mayor poder económico en
alejado por décadas de las guerras de independencia y ante nuevos horizon- toda Latinoamérica, dueña de bie-
tes para la vida económica y social de los territorios independientes. En ese nes urbanos y rurales, y prestamis-
contexto los proyectos liberales adquirieron mayor intensidad e incorporaron ta. Gracias al lugar que ocupaba
la religión en la vida cotidiana, era
una agenda de temas que buscaban atacar los resabios del orden colonial,
la mayor sino la única institución
entendiendo que era un paso necesario para la modernización, o sea, el desa- con capacidad de movilización de
rrollo material del país. En ese sentido las propuestas vertidas por liberales personas de diverso origen étni-
se centraron en dos ejes interrelacionados: asumir principios secularizadores co y social.
atacando los vínculos entre Iglesia y Estado, y propiciar las “fuerzas del mer-
cado”, embistiendo contra las viejas corporaciones que mantenían el control
sobre buena parte de la propiedad de tierras: el Ejército, las comunidades
campesino-indígenas y nuevamente la Iglesia.
La cisura entre el pensamiento liberal y el conservador en ocasiones impli-
có la movilización y contienda pública de ambas facciones, señalando que las
diferencias traspasaban los muros del debate político. El caso paradigmático
es, sin duda, la guerra de reformas en México (1857-1860). Recordemos que
para mediados de siglo los liberales mexicanos accedieron al gobierno imple-

Historia latinoamericana Laura Luciani


110

mentando un conjunto de leyes que iban contra el poder de las corporaciones


y atacaban abiertamente el poder de la Iglesia, como la Ley Juárez, Lerdo e
Las tres leyes se las conoce con Iglesias y la constitución de 1857. En conjunto, estas medidas tenían como
el nombre de quienes las impul- finalidad arremeter contra la propiedad corporativa de la tierra. Generaron el
saron. La Ley Juárez, de 1855, rechazo conservador, que con el apoyo de la Iglesia y el ejército provocó el
suprimía los fueros del clero y
inicio de una guerra civil de tres años, involucrando a la sociedad en su con-
del ejército. La Ley Lerdo, también
conocida como “Ley de desamor- junto. El conflicto armado supuso alianzas internacionales; los conservadores
tización de las fincas rústicas y solicitaron la invasión francesa y crearon el Segundo Imperio (1864-1867),
urbanas de las corporaciones con un emperador francés: Maximiliano de Habsburgo. Sin embargo, el triunfo
civiles y religiosas de México”,
de los liberales llevó a su líder Benito Juárez al gobierno nuevamente, lo que
fue expedida en 1856; y la Ley
Iglesias, de 1857, regulaba el permitió efectivizar las leyes establecidas una década atrás.
cobro de derechos parroquiales
como el diezmo.
Benito Juárez fue ministro de Justicia durante el gobierno de José Comonfort (1855-1857);
cuando este se alió con los conservadores en el Plan de Tacubaya (1857) Juárez asumió por
primera vez la presidencia. Durante los tres años (1858-1861) que duró la guerra entre
conservadores y liberales, México tuvo dos gobiernos que ocuparon parte del territorio
mexicano. Uno conservador en la capital con Félix Zuloaga y otro liberal en Veracruz con
Benito Juárez a la cabeza. En 1861, cuando las fuerzas conservadoras fueron derrotadas,
Juárez asumió la presidencia de todo el territorio por segunda vez. Su tercer gobierno fue
entre 1867 y 1872 (año de su muerte), luego de la derrota definitiva de los conservadores
y del Segundo Imperio. Más allá de la intermitencia de su gobierno, suele nominarse al
periodo 1854-1876 como la época de Juárez por la trascendencia de su figura.

Sin adquirir la virulencia del caso mexicano, los liberales llevaron adelante pro-
puestas similares en el resto de los territorios. La desamortización de bienes
de las corporaciones y la construcción de un mercado de tierras fue un pilar
En 1826 Bolivia tenía 1.100.000 fundamental en esa concepción del desarrollo económico. En las regiones de
habitantes, de los cuales 800 mil
eran indígenas y vivían en comuni-
mayor densidad de población comunitaria implicó el despojamiento de las
dades (ayllu). El censo de 1846 propiedades comunales. En México, esas políticas instaladas con la guerra de
contabilizaba que el 52 por ciento reformas fueron puestas en marcha fundamentalmente entre 1867 y 1876,
seguía siendo indígena y rural, y y significaron el avance sobre las comunidades, especialmente en la región
en 1900, todavía lo era el 48,42
por ciento, mientras que creció central, donde se hallaba concentrado el mayor número de ellas. Sobre este
significativamente el número de tema volveremos más adelante.
mestizos (29,45 por ciento). La En la región andina, también caracterizada por la fuerte concentración de
población indígena se concen-
comunidades, ese proceso fue lento y se produjo hacia la segunda mitad
traba especialmente en Potosí,
Cochabamba, gran parte del del siglo XIX. Un elemento que explica la moderación de las reformas libera-
departamento de La Paz, y en las les respecto de la propiedad comunal deviene del rol que cumplieron estas
regiones de Chuquisaca y Tarija. como tributarias del Estado, tema sobre el cual luego nos detendremos. En
el caso de Bolivia, por ejemplo, no se evidenció un cambio significativo en la
vida de las comunidades durante la inmediata posindependencia. Las leyes
más importantes que las afectaron se desarrollaron en tres momentos: 1) la
Ley de Enfiteusis de 1842, que declaraba al Estado propietario de las tierras
de “originarios”, siendo estos considerados enfiteutas y no sus dueños; 2) el
decreto de 1866, durante la presidencia de Melgarejo, que reclamó el pago
por la propiedad a indígenas, expulsando a quienes no cumplieran, y 3) la Ley
de Exvinculación de 1874 –la más importante–, que extinguía el ayllu y daba
inicio a la propiedad privada. Las ideas liberales en Bolivia acompañaron las
leyes pero plantearon al menos dos posiciones diferentes: quienes sostenían

Historia latinoamericana Laura Luciani


111

que el despojo debía ser a favor de la “raza blanca”, capaz del desarrollo eco-
nómico, y quienes defendían el traspaso de la propiedad comunal al indio
colono. El proceso de expropiación se hizo efectivo hacia la década 1880, en
detrimento de las comunidades y de los indios y a favor de la concentración
de la tierra en manos de hacendados.
En las regiones donde el peso de las comunidades no fue tan significati-
vo, las reformas liberales atacaron especialmente el poder de la Iglesia sobre
la sociedad, tanto en términos económicos como ideológicos. Ello implicó
la creación de leyes que controlaban espacios anteriormente en manos de
las parroquias, como el matrimonio civil, los cementerios y la promulgación
de políticas que orientaran hacia una educación laica. En Uruguay, el primer
impulso se produjo hacia la década de 1860 con las leyes de cementerios e
Instrucción Pública Común, y se afianzó fundamentalmente hacia principios del
siglo XX, a tal punto que se sancionó una ley de divorcio en 1907. En Chile el
debate por la secularización lo dio el liberalismo radical a mediados de siglo
XIX. Francisco Bilbao fue uno de los principales críticos del poder de la Iglesia;
en “La contra pastoral” (1863) planteó su posicionamiento:

CC
El catolicismo, obra de los hombres, debe pues desaparecer ante la libertad,
obra de Dios. La moral del evangelio, el cristianismo, fragmento sublime de la
eterna moral del género humano, debe pues separarse y se separa, y se ha se-
parado ya del catolicismo, doctrina de revelaciones y encarnaciones del
Oriente antiguo, que se quiere superponer á la revelación y encarnación univer-
sal de la razón en todo hombre (Bilbao, 1863: 3 y 4).

El pensamiento radical del liberalismo chileno se manifestó también en la


Sociedad de la Igualdad, promovida por Bilbao y Santiago Arcos hacia 1850.
Allí no solo se planteó el cuestionamiento al vínculo entre Estado e Iglesia;
también se incorporó otro elemento que generó la escisión con los sectores
más moderados, el reclamo de la igualdad política de los hombres (léase
“varones”). La Sociedad fue el primer espacio que logró articular proyectos
liberales con demandas de sectores populares, especialmente artesanos de
Santiago. De hecho acompañó los levantamientos armados de 1851 contra
la presidencia del conservador Manuel Montt, que costó nuevamente el exilio
a Bilbao.
Para la década de 1870 era evidente que el conservadurismo entraba en
una etapa de reflujo, al tiempo que los gobiernos liberales comenzaban a afian-
zarse en la región. Sin embargo, ello no supone pensar en un recorrido unili-
neal y progresivo hacia el afianzamiento de las ideas y políticas liberales; más
bien es necesario volver sobre los modos en que se produjeron las tensiones
y pujas internas para comprender la historicidad del proceso. Es cierto que los
conservadores –si miramos en perspectiva– terminaron perdiendo espacios
de poder, pero ello no significó que no plantearan la batalla y que en determi-
nadas coyunturas y en algunas regiones tuvieran una significativa presencia.

En Ecuador la constitución de 1869, dictada por el gobierno de Manuel

xx García Moreno, constituyó un claro afianzamiento del conservaduris-


mo al insistir en la centralización del poder y la profesión de la religión

Historia latinoamericana Laura Luciani


112

católica como requisito de la ciudadanía. En Chile la constitución con-


servadora de 1833 se mantuvo sin modificaciones hasta 1891, y luego
de enmendada con modificaciones hasta el año 1925. En este último
país el liberalismo moderado avanzó sin tocar las leyes conservadoras.

LECTURA OBLIGATORIA

Jaksic, I. y Posada Carbo, E. (2011), “Naufragios y sobreviven-

OO cias del liberalismo latinoamericano”, en: Liberalismo y poder.


Latinoamérica en el siglo XIX, FCE, Chile, pp. 21-43.

3.1.2. Autonomías, poderes regionales y centralismo


La vida política de la primera mitad del siglo XIX se caracterizó también por
la tensa relación entre poderes locales e intentos de organización central. En
general, las experiencias de poder regional han sido pensadas como elemen-
tos disgregantes de un poder central existente y/o como un obstáculo para
su consolidación. La historiografía reciente ha discutido ampliamente esta
idea y ha analizado la pervivencia y continuidad de estos poderes regionales
desde finales de la colonia hasta mediados del siglo XIX, entendiendo que
en ocasiones surgieron de la crisis del sistema colonial y se resignificaron al
calor de las guerras de independencia. Es decir, se ha puesto en cuestión la
idea de que el federalismo, el caudillismo (y la militarización que lo sostiene)
fueron disgregantes de un gobierno central existente. En esta línea podemos
analizar, por ejemplo, la emergencia del caudillismo. Este es definido como
un sistema social basado en relaciones clientelares que articula la figura del
líder local (cuya legitimidad se asienta en su liderazgo militar, económico y/o
político) y los sectores populares de la región que se movilizan junto a él. Para
John Lynch, el caudillo es:

CC
Un jefe regional que derivaba su poder del control que ejercía sobre los recur-
sos locales, especialmente de las haciendas, las cuales les daban acceso a
hombres y abastecimiento. El caudillismo clásico tomó la forma de clientelaz-
gos unidos por lazos personales de dominio y sumisión y por un deseo común
de obtener riquezas a través del uso de las armas (Lynch, 1986: 18).

El caudillismo no supuso solo una forma de poder de la campaña, sino que


articuló en ocasiones intereses rurales y urbanos mediante redes de apoyos
y vínculos parentales, políticos y económicos. Por otra parte, si bien suele
considerarse a la militarización como un modo de ascenso y movilidad social
que llevó a mestizos a constituirse en líderes, también hubo caudillos que
fueron terratenientes o comerciantes que se incorporaron a las guerras de
independencia. En tanto eran representantes de dinámicas locales, sus accio-
nes militares estuvieron subordinadas a tales intereses, por lo cual es posible
encontrar caudillos que fueron modificando sus alianzas políticas. Así, en los
primeros años de lucha por la independencia, algunos de los que se aliaron a
las fuerzas realistas luego formaron parte de la facción criolla.

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113

Tomemos dos ejemplos de caudillos claramente diferentes. Por un lado

xx el general Antonio López de Santa Anna, militar proveniente de una


familia de la elite política colonial; su padre había sido gobernador de
la provincia de Veracruz. Inició su carrera militar en el Ejército Real de
Nueva España, apoyando inicialmente a las fuerzas realistas y luego la
independencia, postulando el Plan de Iguala. En 1822 se enfrentó al
imperio de Iturbide proclamando la república. Accedió a la presidencia
en varias ocasiones y con intermitencia, siendo considerado una de las
figuras más importante hasta mediados de siglo.
El otro ejemplo es José Antonio Páez, jefe de los llaneros en la región de
Nueva Granada. Provenía de familia pobre, siendo un pequeño comer-
ciante reclutado para las armas a inicios de la independencia. Fue el cau-
dillo más importante de Venezuela, al punto que planteó su indepen-
dencia de la Gran Colombia en 1830 y se convirtió en su presidente.

Antonio López de Santa Anna (1795-1876).


Retrato de Manuel Paris, colección INAH.

José Antonio Páez


Litografía de Celestino Martínez (1847).

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114

Pero el caudillismo no solo fue la representación del poder en la figura de un


líder, sino también la articulación de diversos niveles de poder estatal y un
instrumento de control social. Para Marta Irurozqui y Víctor Peralta Ruiz, el
caudillismo desarrolló, aun sin proponérselo, atributos del Estado moderno
en la medida que condensaba características de instituciones locales y ejercía
el monopolio de la normativa y la acción represiva (Irurozqui y Peralta Ruiz,
2000).

LEER CON ATENCIÓN

El planteo de Marta Irurozqui y Peralta Ruiz (2000) respecto del

LL caudillismo permite discutir aquellas perspectivas tradicionales que


lo suponen potenciador de la anarquía y lo resitúan en el espacio de
las prácticas políticas, entre el poder colonial y las nuevas formas de
organización estatal modernas.

Más allá de las diversas interpretaciones, es evidente que la primera mitad


del siglo XIX estuvo signada por la preeminencia que adquirió el caudillis-
mo, aunque con variantes locales marcadas. Allí donde la descomposición y
fragmentación territorial primaron, emergieron caudillos que, apoyados en la
En la década de 1830 diversos milicia local (en armas desde las guerras de independencia) y con respaldo
levantamientos regionales plan-
del poder económico regional, se convirtieron en los defensores de intereses
tearon nuevamente un cuestio-
namiento del poder central, pero de su espacio circundante frente a las pretensiones de subordinación a un
ninguna de las iniciativas fue poder central, pero sin lograr imponerse a él. Ese es el caso de las provincias
victoriosa. Estos levantamientos del Río de la Plata, Nueva Granada o el territorio de la antigua Capitanía de
se sucedieron en Río de Janeiro
(entre 1831 y 1832), Pernambuco
Venezuela. Casos diferentes son las experiencias de caudillismo en México
(1832-1835), Bahía (1837- y Perú, donde el liderazgo se apoyó en unidades regulares del ejército y la
1838), Pará (1837-1840), entre elite civil, siendo el mismo caudillo un jefe militar que en ocasiones accedía
otros. En todos los casos se pre- al control del poder central.
sentó el conflicto entre la elite
local y el poder imperial pero En las regiones que mantuvieron cierta unidad territorial y estabilidad polí-
con consignas diversas. En algu- tica como Chile y Brasil también existieron tensiones entre poder central y
nos casos se reclamaba el regre- locales, aunque el caudillismo tuvo menos presencia. Es cierto que la colonia
so del emperador, ya que desde
portuguesa se independizó sin implicar el desmembramiento de diversas uni-
1831 gobernaba la regencia, con
más autonomía frente al gobier- dades políticas, como ocurrió con los territorios coloniales españoles, ni exis-
no central. tieron liderazgos de caudillos que socavaran el poder del emperador en Brasil.
Sin embargo, hubo intentos separatistas que no lograron ser exitosos, como el
caso de la Confederación del Ecuador, en la cual los estados de Pernambuco,
Paraíba, Río Grande del Norte y Ceará plantearon en 1824 la creación de un
gobierno republicano y federal contrapuesto al de la monarquía.
Hemos visto que en Chile el sostenimiento de una república conservadora,
con moderadas reformas liberales para mediados de siglo XIX, marcó una uni-
dad que no tuvieron otras geografías. Ello se debió en parte a la cohesión polí-
tica de la región central y la región del Norte Chico, culturalmente más homo-
géneas, que mantuvieron un férreo control político durante la primera mitad
del siglo. Sin embargo, podemos señalar algunos matices en esa unidad como
los levantamientos de 1851 y 1859, que liderados por liberales radicalizados
cuestionaron el poder central en la figura de Manuel Monnt (candidato a la
presidencia en 1851 y presidente en el levantamiento posterior), al plantear el

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115

relegamiento de algunas regiones. El aplastamiento de ambos levantamientos


militares fue rápido y eficaz, lo que evidenció el monopolio del ejercicio repre-
sivo y el control del poder central frente a las regiones.

3.1.3. La representación política: sufragio, ciudadanía y


legitimación del poder
Otro de los aspectos en que la renovada historia política ha avanzado es en
el abordaje de las representaciones políticas en el siglo XIX. Algunos de los
estudios en esa línea se han abocado a considerar las particularidades que
el parlamentarismo y el sistema republicano aportaron a la vida política. No
olvidemos que en todos los países se debatió e incorporó a lo largo del siglo
el voto censitario como mecanismo de legitimidad del poder. Así, ser varón,
alfabetizado o con cierto grado de posesión de bienes permitía el acceso a
las elecciones indirectas de representantes. Es cierto que este fue un proceso
diverso y muy complejo; por consiguiente, no es posible realizar un esquema
de los modos en que funcionaron las elecciones y el voto en cada país y cómo
se fueron modificando esas pautas (generalmente hacia la restricción electo-
ral) en cada caso. No obstante, sí es posible señalar que ello no supuso un
paso inmediato a formas de representación nacional ni a la conformación de
una identidad común. El análisis sobre las formas en que se fue gestando la
legitimidad del poder, en los vínculos con los jefes locales, en las disputas
entre liberales y conservadores, permiten pensar en una representación más
bien anclada en las comunidades locales.
Ese aspecto estuvo unido a la redefinición de la ciudadanía, que cruzaba
las viejas nominaciones de vecindad con los atributos de la ciudadanía moder-
na. Antes de la formación de los estados nacionales esa ciudadanía tuvo con-
tornos difusos y podía definirse por la pertenencia tanto a ámbitos locales
como continentales. Es por ello que una figura como la de Antonio José de
Sucre, nacido en la Capitanía General de Venezuela, que fue gobernador de
Perú y llevó a la independencia al Alto Perú, se convirtió en el primer presiden-
te de Bolivia sin ser considerado un extranjero en esas tierras.

LEER CON ATENCIÓN

El concepto de “ciudadanía” aplicado al siglo XIX supone decons-

LL truirlo tal como lo reconocemos en la actualidad. No solo porque la


identidad nacional no existía como tal, sino porque la definición de
la ciudadanía se anclaba menos en mecanismos institucionales-esta-
tales y más en lazos y vínculos con la comunidad que legitimaban el
lugar político y social de los varones.

Esta noción de ciudadanía dejaba fuera a varios sujetos. En primer lugar a las
mujeres. En este caso deben considerarse varias cuestiones, ya que incluso
aquellas que formaban parte de las familias tradicionales de la elite no conta-
ban con uno de los atributos imprescindibles para la participación política: el
patrimonio. Aunque no era solo la falta de patrimonio (o, mejor dicho, este era

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116

parte de un conjunto de exclusiones más amplio) el motivo por el cual se las


excluía de vida pública; también pesaba la consideración de minoridad frente
al varón. El discurso moderno anclado en los ideales de igualdad y libertad, y
las guerras de independencia que movilizaron a las mujeres resquebrajaron
los fundamentos coloniales del ejercicio de dominación patriarcal sobre ellas.
Sin embargo, se generaron formas de exclusión sobre fundamentos nuevos
(en general, biológicos) que mantuvieron a las mujeres inhabilitadas para
participar de la vida política mientras accedían lentamente a derechos civiles.
De ese concepto de ciudadanía estaban excluidas también las comunida-
des indígenas. La calidad de elector generalmente les estaba vedada, no solo
por ser considerados analfabetos (comúnmente, no hispanohablantes) o por
carecer de los bienes necesarios para merecer representación, sino porque la
comunidad seguía pensándose a sí misma de modo corporativo, impidiéndole
integrarse en formas que concebían la participación en términos individuales.
Asimismo, si bien los estados les otorgaron cierta “calidad” de ciudadanía,
los incluyeron en forma subordinada.
No obstante lo dicho, una mirada de la representación política que exceda
los marcos de la ciudadanía permite advertir la relevancia adquirida por las
comunidades durante el proceso de conformación del poder político regional y
central. Los estudios sobre regiones de México, Perú y Bolivia han dado cuen-
ta de diferentes modos de participación de las comunidades en las contien-
das políticas. En particular, han señalado que, lejos de ser una incorporación
manipulada o simple “carne de cañón” en los conflictos internos de la clase
dominante, se constituyeron en aliados de facciones políticas hegemonizadas
por un sector social y étnico diferente. Destacamos, entre otros ejemplos, la
importancia de las comunidades en las disputas entre liberales y conservado-
res en regiones mesoamericanas y andinas, en las cuales emergieron diná-
micas de liberalismo popular que se apropiaron y articularon con discursos
liberales de la dirigencia, para gestionar conflictos locales en el entramado de
contiendas más generales. Asimismo, las comunidades acompañaron y dieron
legitimidad a poderes de caudillos regionales, logrando de ese modo ejercer un
tipo limitado de participación política. En Bolivia surgió la figura del apoderado
como forma de representación legal de los ayllus frente al poder del Estado.
El apoderado era un canal de mediación entre el Estado y las comunidades
en tanto corporaciones, ya que estas no eran reconocidas jurídicamente. La
representación política y legal de las comunidades en manos de los apodera-
dos fue un mecanismo que funcionó a lo largo del siglo XIX y uno de los más
utilizados frente al avance de políticas liberales.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Larson, B. (2002), “Paisajes andinos”, en: Indígenas y estados en la formación de las
repúblicas andinas, IEP, Lima, pp. 21-45.

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117

3.2. Economía y sociedad en la primera mitad del siglo XIX


La guerra de independencias supuso en general un desgarramiento en la vida
económica y social de los nuevos territorios independientes. Haití es sin duda el
espacio con mayores modificaciones en su estructura económico-social, especial-
mente porque la independencia estuvo unida a un proceso de revolución social.
No obstante, los cambios apenas se avizoraron en aquellos territorios en que la
independencia no significó guerras profundas. Es el caso de Brasil, que tuvo una
independencia menos drástica, o de Cuba, que mantuvo su lazo colonial hasta
finales de siglo y no modificó sustancialmente su desarrollo económico; es más,
incluso recibió recursos y capitales provenientes de otras ex colonias españolas
como Santo Domingo. En las ex colonias hispanoamericanas del continente las
economías fueron dislocadas por las diversas guerras, no solo por aquellas que
devinieron de la ruptura del lazo colonial, sino también por las surgidas de las
tensiones entre regiones, la anexión o separación de territorios que modificaron
las viejas unidades administrativas de los virreinatos y capitanías.
Una de las actividades económicas que cayó abruptamente fue la minería. En
la década de 1810 la producción de plata en el territorio de Nueva España se
desplomó un 50 por ciento respecto del decenio anterior. Esta caída fue provoca-
da por múltiples factores, señalando como más importantes la falta de mano de
obra, el deterioro de las minas, los altos costos y la insuficiencia de capitales. En
Perú, luego de la guerra se mantuvo la producción minera de plata pero su cre-
cimiento fue lento, el menor de todo el continente. Eso impidió que se convirtie-
ra en un elemento dinamizador de la economía interna, estancando también las
producciones regionales como la agricultura y acentuando las diferencias entre la
costa y la sierra. Bolivia –otra región minera– tampoco logró alcanzar los niveles
de extracción prerrevolucionarios, y a mediados de siglo XIX producía solo un tercio
con relación a principios de siglo. La crisis de la minería impulsó una crisis gene-
ral en la medida que muchas de las economías regionales se articulaban con la
producción minera. Solamente en Chile la minería del cobre –que se desarrollaba
desde el periodo borbónico– conoció un proceso de expansión; a partir de la déca-
da de 1820 se convirtió en un rubro importante en las exportaciones, lo que llevó
al país a ser el mayor exportador mundial de ese metal a mediados de siglo. Ese
crecimiento se debió en gran parte al descubrimiento de nuevas minas en el norte.

Cuadro sobre minería


PRODUCCIÓN DE LA PLATA AMERICANA, 1800-1860
Bolivia (Estado Chile México Perú
Plurinacional de)
Toneladas métricas
1801-10 1.357 43 5.538 1.125
1811-20 840 66 3.120 926
1821-30 618 62 2.648 364
1831-40 604 330 3.310 846
1841-50 463 384 4.203 996
1851-60 60 1.230 4.570 770
Índice (100=1801-1810)
1801-10 100 100 100 100
1811-20 62 153 56 82
1821-30 46 143 48 32
1831-40 45 763 60 75
1841-50 34 888 76 88
1851-60 45 2.845 83 68

Fuente: Gelman (2011: 27).

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118

PARA REFLEXIONAR

¿Es posible pensar que en el caso de Chile la estabilidad política y el

PP crecimiento económico fueron procesos articulados? ¿La estabilidad


política promovió el crecimiento económico? ¿O bien fue el creci-
miento económico el que otorgó al Estado los instrumentos materia-
les para mantener y construir el orden político? ¿Qué relación podría-
mos plantear entre ambos?

Otro cambio importante devino de la reorientación de las relaciones comer-


ciales con el exterior. Ello se produjo a partir del cruce de dos variables: la
potenciación del comercio atlántico –hegemonizado por países europeos y
fundamentalmente por Inglaterra, y que conectó puertos en forma más rápida–
y la clausura del viejo monopolio comercial español. En términos generales
significó el libre comercio y la posibilidad de abrir la producción de estos terri-
torios a nuevos mercados (uno de los reclamos de criollos desde finales de la
colonia). En la práctica supuso la creación de vínculos comerciales con Gran
Bretaña, fundamentales en las dinámicas que asumió el desarrollo económico
de la región durante todo el siglo XIX.

LEER CON ATENCIÓN

Entre 1825 y 1850 la relación económica de América Latina con el

LL resto del mundo fue básicamente comercial. Las inversiones no fue-


ron durante esta etapa un objetivo principal de las compañías ingle-
sas o norteamericanas.
Si bien fue común que las eco-
nomías regionales sucumbieran
ante las importaciones, hubo
casos en que se llevaron ade-
lante medidas proteccionistas
que fomentaron la producción La crisis de la minería y fundamentalmente las modificaciones en las relacio-
local. En México es conocida la nes comerciales con países europeos implicaron para la economía latinoa-
labor de Lucas Alamán, político
mericana un doble proceso, la desestructuración de las antiguas economías
conservador que en 1830, como
ministro de Relaciones Interiores y regionales ligadas a la minería y el desarrollo económico costero cercano a los
Exteriores, fundó el Banco de Avío puertos. No solo se produjo la reorientación del mercado local hacia el inglés,
con el objetivo de financiar distin- sino también el desarrollo de empréstitos que los gobiernos latinoamericanos
tas empresas. El desarrollo de la
industria textil en las regiones de
adquirieron con empresas y bancas londinenses –con excepción de Paraguay,
Puebla y Veracruz, fundamental- Bolivia, Uruguay y Haití–. Estos nuevos acuerdos internacionales significaron la
mente, da cuenta de ese proceso. apertura a nuevos productos manufacturados, generando a mediano plazo la
crisis de economías regionales artesanales, el déficit en la balanza comercial
de estos países y un cambio en las pautas de consumo, fundamentalmente
en la clase dominante.
Hacia mediados de siglo XIX, las economías latinoamericanas vivieron
cambios importantes ligados a las transformaciones en el sistema capitalista
mundial. Se trató de un contexto en el cual los países industriales se estaban
consolidando, lo que implicó una mayor disponibilidad de capitales y mayor
posibilidad de absorción de la producción iberoamericana. La especialización
del mercado internacional en el marco de la revolución industrial demandó

Historia latinoamericana Laura Luciani


119

determinadas materias primas que condicionaron la producción. Así, en los


territorios de América Latina las economías coloniales, que ya habían mos-
trado un paulatino agotamiento, fueron sustituidas por nuevos rubros produc-
tivos que permitieron el desarrollo de regiones antes relegadas en materia
económica. Daremos algunos ejemplos que permitirán advertir este proceso.
En Chile, el desarrollo del cobre en la región del Norte Chico a principios
de la década de 1820, que permitió un sostenido crecimiento económico,
dio paso a mediados de siglo a la expansión de la producción cerealera. Este
nuevo rubro para la exportación supuso una concentración de producción en
la región central inicialmente a partir de la demanda de California (ligada a la
llamada fiebre del oro) y luego, de Australia. Chile tuvo la única zona trigue-
ra de exportación con salida al Pacífico, lo que le permitió articular su merca-
do con esas dos regiones. Sin embargo, el proceso de expansión agrícola se
mantuvo hasta el siglo XX, especialmente por el desarrollo del mercado inter-
no. Para 1880 ese rubro productivo entró en declive y fueron otros los produc-
tos de exportación emergentes; sobre este tema volveremos más adelante. Recordemos que los países de
Centroamérica tenían una con-
A partir de la década de 1830 se produjo la expansión de la producción centración poblacional desigual.
cafetalera, modificando la economía de diversos países como Costa Rica, Guatemala era uno de los países
Guatemala, Venezuela y Brasil. Las economías centroamericanas se habían con mayor cantidad de habitantes
caracterizado por cortos ciclos de auge de economías regionales poco integra- y con un 70 por ciento de pobla-
ción indígena, mientras que en el
das. En la posindependencia, uno de los obstáculos más importantes derivó otro extremo estaba Costa Rica,
de las dificultades para trasladar los productos regionales hacia una salida al con menor cantidad de población
Atlántico. No obstante, para la década del 1830 Costa Rica había iniciado el total e indígena.
desarrollo de la producción cafetalera, que luego se trasladó a otras regiones
centroamericanas, fundamentalmente a Guatemala.
En Venezuela el auge del café, que ya se producía desde la colonia, se
impuso a la producción del cacao hacia la década de 1830, constituyendo más
del 40 por ciento de la exportación en la década siguiente y el 60 por ciento
para 1870. En Brasil, durante las décadas de 1830 y 1840 también se expan-
dió su producción, desplazando lentamente a la principal producción colonial: Hacia mediados del siglo XIX café,
el azúcar. La alta demanda del producto para su consumo en las grandes ciu- azúcar y algodón fueron los princi-
dades de Europa y Estados Unidos, y la posibilidad de acceso rápido a tierras pales productos de exportación de
Brasil, constituyendo en conjunto
vírgenes de Río de Janeiro concentradas en la región del Valle de Paraíba fue- entre el 75 y el 80 por ciento de
ron algunos de los factores que permitieron el crecimiento de la producción la exportación.
cafetalera y la reorientación del mercado hacia la región central del imperio.
Su auge ocurrió allí entre 1830 y 1870, y tuvo dos características fundamen-
tales: la producción extensiva en grandes haciendas y el uso de mano de obra
esclava como principal fuerza de trabajo.
Por su parte, la economía peruana conoció un momento de prosperidad
entre 1840 y 1875 gracias a la exportación del guano. El monopolio sobre su
producción y los bajos costos de inversión fueron factores que lo impulsaron.
Si bien su comercialización estuvo en manos de compañías extranjeras (pri-
mero inglesas, luego francesas) –como en el caso de la de la mayoría de los
productos de exportación en América Latina–, las regalías por la exportación
permitieron el crecimiento del gasto público del Estado, señalando una dife-
rencia importante con otros países.
México, en cambio, vivió un proceso económico diferente, en la medida
que la gran inestabilidad política de las primeras décadas, sumada a la pérdi-
da de parte del territorio en 1848 a manos de Estados Unidos y la guerra de
Reformas, impidió el crecimiento económico. Si la extracción de plata había
sido clave en el periodo colonial, no logró reactivarse hasta la década del

Historia latinoamericana Laura Luciani


120

1830, aunque con un crecimiento más sostenido en la segunda mitad de siglo


(sin llegar a los niveles de producción previos a la independencia). Otra parti-
cularidad devino de la diversificación de productos para la exportación. Junto
a la minería en el norte, se desarrolló en la región centro sur la producción de
azúcar, café y henequén.
Como se puede advertir, los cambios en productos exportables y la dina-
mización de nuevos territorios fueron comunes a los distintos países, pero
significaron mucho más que eso: resultaron fundamentales en la inserción de
América Latina en el sistema mundo capitalista.

3.2.1. El capitalismo en América Latina, problemas en torno a su


conformación
Los debates sobre problemáticas de América Latina pusieron el desarrollo
económico en un lugar preponderante. Sin detenernos ni profundizar en ello,
alrededor de esta cuestión se han generado múltiples lecturas que atravesa-
ron los dos siglos pasados, e incluso se extiende como temática privilegiada
en la actualidad. Ya en el siglo XIX los intelectuales liberales primero y los
positivistas después se preguntaron sobre las peculiaridades de las socieda-
des latinoamericanas y los contrastes con los países centrales. Más allá de
las diferencias entre una y otra perspectiva de pensamiento, la preocupación
por comprender las razones de las desigualdades llevó a definir, describir y
diagnosticar las sociedades como “atrasadas” y “bárbaras” respecto de los
países industrializados (léase “civilizados”). Para los pensadores decimonóni-
cos, esa barbarie se verificaba en el mantenimiento de vidas y prácticas de las
comunidades indígenas, en el sistema esclavista o sus resabios posteriores
a la abolición, y en la pervivencia de estructuras coloniales.
A lo largo del siglo XX, el desarrollo económico de América Latina fue redefi-
nido en diversas claves teóricas (liberales y marxistas), pero fundamentalmen-
te se lo resignificó a mediados de ese siglo, cuando desde la Cepal (Centro
Económico para América Latina) se realizaron una serie de investigaciones
en pos de explicar sus peculiaridades. A una primera explicación desarrollis-
ta (basada principalmente en los aportes de Raúl Prebisch) la sucedieron dos
vertientes que abrieron el escenario a lecturas novedosas y creativas. Por un
lado, la perspectiva teorizada por Celso Furtado. Este economista planteaba
que el subdesarrollo era una condición estructural específica de los países
latinoamericanos, resultado de la forma en que evolucionó históricamente el
capitalismo como sistema mundial, integrando países industriales (centro) y
productores de materias primas (periferia), cuyos desarrollos eran diferentes.
Por otro, la teoría de la dependencia se propuso analizar los procesos históri-
cos internos que definieron la inserción de los países latinoamericanos en el
sistema capitalista en forma subordinada. Ambas propuestas, que incorpora-
ban herramental conceptual marxista y con diferencias en torno al diagnósti-
co y los posibles desarrollos futuros, revisitaban el siglo XIX en tanto se con-
vertía en un observatorio privilegiado de los procesos de cambio económico
en la región.
Asumiendo esta última premisa, podemos sostener que en el siglo XIX se
da un proceso de desestructuración y reestructuración social que implicó la
descomposición de la economía colonial y la sociedad estamental, y su trans-
formación en una economía capitalista y una sociedad de clases. Si bien esta

Historia latinoamericana Laura Luciani


121

última inició su derrotero hacia mediados de ese siglo, sus contornos queda-
ron definidos recién a principios del siglo XX. En líneas generales podemos
sostener que el desarrollo capitalista en América Latina se produjo con cier-
tas peculiaridades:
•• Estuvo mediado por las formas de inserción en el sistema mundo capitalis-
ta. Ello supone reconocer las pervivencias del lazo colonial tanto en térmi-
nos económicos como de relaciones interétnicas, y las transformaciones
producidas en el siglo XIX que dieron forma a relaciones dependientes con
las regiones centrales (industriales) capitalistas.
•• No ocurrió como parte de un proceso de desarrollo de fuerzas sociales
internas. A diferencia de los países industriales, no existió despegue o
salto cualitativo que permitiera la transición al capitalismo. El desarrollo
capitalista admitió una combinación compleja entre inversiones extranjeras,
acciones del Estado y reconfiguración de una parte de los terratenientes y
comerciantes en burguesía a partir de las nuevas modalidades de inserción
de productos exportables.
•• La acumulación originaria de capital –elemento central para comprender
el pasaje a una sociedad capitalista– significó el doble proceso de expro-
piación y redefinición de la propiedad de la tierra, y la separación entre
los medios de producción y la fuerza de trabajo, modificando relaciones
laborales en el espacio rural. Esto no implicó la emergencia directa de
formas de trabajo asalariado, sino la de diferentes modos de trabajo libre
coaccionado.

Para comprender los caminos que llevaron al desarrollo capitalista en la


región, en el siguiente subapartado nos detendremos a considerar los cam-
bios en la estructura económica y en las relaciones sociales de producción,
fundamentalmente en el espacio rural, que comenzaron a desplegarse hacia
mediados del siglo XIX.

3.2.2. La segunda mitad del siglo: cambios estructurales y


despegue capitalista
América Latina atravesó una fase de transformaciones estructurales de alcan-
ce, intensidad y profundidad desiguales entre 1850 y 1880. Ello implicó modi-
ficaciones sustanciales en el tipo de producción hegemónica, que generó
nuevas relaciones interregionales en cada estructura política, así como la
emergencia de nuevas zonas de producción para la exportación. Ese desplie-
gue tuvo como factores claves la transformación en las relaciones con los capi-
tales extranjeros y las modificaciones internas en torno a la propiedad de la
tierra, los ciclos económicos y la mano de obra, cuestiones que permitieron la
desestructuración de las formaciones económicas coloniales y sus resabios.
Tal combinación de factores internos y externos fue central en el desarrollo
de relaciones sociales de producción de tipo capitalista en América Latina, las
que no se desplegaron plenamente sino hasta el siglo XX.

Historia latinoamericana Laura Luciani


122

LEER CON ATENCIÓN

El desarrollo capitalista en América Latina tuvo caminos diferentes al

LL recorrido por los países industriales. Lejos de considerarlo atrasado,


debe tramarse como parte de un proceso más general de expansión
capitalista, en el que la historia latinoamericana se inscribe con sus
propias peculiaridades.
Asimismo, vale la pena recordar que no podemos pensar ese desa-
rrollo como ascendente y progresivo; más bien la consolidación del
modo de producción capitalista fue un proceso lento, zigzagueante,
que requirió cambios estructurales en la sociedad y la economía, en
las cuales pervivían elementos coloniales.

El cambio de un tipo de relación mercantil hacia formas de inversión capi-


talista es determinante para comprender las dinámicas del desarrollo de
América Latina y su inserción en el sistema mundial. Ese cambio fue lento
y paulatino desde mediados de siglo XIX, cuando comenzaron a realizarse
algunas transformaciones en áreas estratégicas; tal es el caso del tendido
de vías férreas. Si bien en la mayoría de los países se inició la inversión para
mediados del XIX, el sistema ferroviario no logró consolidarse sino hasta fines
de siglo. La existencia de este tipo de transporte dinamizó la economía en la
medida que acortó los tiempos de llegada de los productos de exportación al
puerto, abaratando así los costos. Asimismo, el ingreso de capitales extran-
jeros, ingleses en la mayoría de los casos, y las formas de trabajo asalariado
que se consolidaron en este ámbito marcaron diferencias respecto de otros
espacios económicos. La posibilidad de inversiones de capital en la segunda
mitad del siglo XIX estuvo íntimamente vinculada con el cambio en los rubros
económicos ya mencionados y con el crecimiento de las exportaciones que
se produjo en todos los países, aunque con diferencias importantes en torno
al valor y la cantidad de productos exportables. Asimismo, las inversiones de
capital se direccionaron hacia algunas regiones y rubros económicos en auge.
El segundo elemento a considerar deriva de las modalidades que adquirió
la desestructuración de las formas económicas coloniales y su desarrollo en
relaciones de producción de tipo capitalista, es decir, asalariadas, fundamen-
talmente en el ámbito rural. Ese proceso fue sumamente lento ya que la des-
trucción de la estructura previa significó la emergencia de formas de trabajo
libre (no necesariamente asalariadas) que fueron señalando la diversidad de
estrategias dadas en el escenario latinoamericano. En ese proceso complejo
deben tramarse diferentes componentes:
•• Características de la sociedad existente a partir de la pervivencia de ras-
gos de la colonia.
•• Economía de exportación desarrollada.

Ya Cardoso y Pérez Brignoli (1979) caracterizaron tres tipos diferenciados de


sociedades: aquellas con una mayoría de población indígena, que mantuvieron
diversas formas de mano de obra servil; aquellas desarrolladas en torno a la
esclavitud, lo que supuso sociedades de fuerte componente africano, y, por
último, aquellas en las que la mano de obra se asentó en una combinación
más heterogénea, donde no predominó la mano de obra indígena ni esclava.

Historia latinoamericana Laura Luciani


123

Por otro lado, ello se combinó con el tipo de economía de exportación que
cada región desarrolló a lo largo del siglo XIX y que hemos señalado en el
apartado 3.2. Desde la segunda mitad del siglo todos los países con mayor
o menor grado generaron una economía de exportación basada principalmente
en un producto, aunque con señaladas diferencias respecto del tipo de bien
exportable, minería y productos agrícolas, tropicales o de regiones templadas.

Tipología de las economías latinoamericanas


Cuadro 1.2 Una tipología de las economías Latinoamericanas (hasta
1930)*
A B C X Y Z
Indoamericanas Afroamericanas Euroamericanas Grande Mediano Chico

1. Agricultura de subsistencia y minería

1.1 Con fuerte núcleo minero exportador


Chile Y
Perú Y
México X
Bolivia Z
Colombia Y
Venezuela Y

1.2 Sin fuerte núcleo minero exportador


Ecuador Z
Paraguay Z
Guatemala Z
El Salvador Z
Honduras Z
Nicaragua Z

2. Agricultura tropical
Brasil X
Colombia Y
Cuba Z
República Z
Dominicana
Venezuela Y
Panamá Z
Costa Rica Z
3. Agricultura de clima templado
Argentina Y
Uruguay Z
Chile Y
* Destacan: Sur de Brasil; Norte de México; costas peruanas y ecuatorianas; Caribe colombiano; Pana-
má como enclave logístico; los países centroamericanos tienen agricultura tropical; Costa Rica es eu-
roamericano; 1.A (excepto Chile y Venezuela); Bolivia, Colombia, Ecuador; El Salvador; Guatemala,
Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú.
2. B y C: Brasil, Costa Rica y Cuba, República Dominicana, Venezuela, Panamá.
3. A y C: Argentina, Chile, Uruguay.
A partir de 1930
1 y 2.Z: Bolivia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú,
Cuba, República Dominicana, Panamá.
1 y 2. X y Y: Brasil, Colombia, México, Perú, Venezuela.
3.A y C y 2.C: Argentina, Chile, Uruguay.

Fuente: Bertola y Ocampo (2013: 27).

En ese marco general de mano de obra y tipo de producción económica, la


constitución de la propiedad privada fue clave para comprender las dinámicas
que supuso el desarrollo capitalista en la región. Si miramos la problemática
desde un plano jurídico, se advierte la necesidad de un ordenamiento que
implicó el reconocimiento pleno de la propiedad privada de la tierra, anulando
y desconociendo formas de cesión existentes desde la colonia o la ocupación

Historia latinoamericana Laura Luciani


124

de hecho. En todos los países se diseñaron leyes que modificaron la tenencia


y definieron las modalidades de acceso a la tierra; por lo tanto, delinearon
también a los sectores desplazados de ese proceso.
El ejemplo más paradigmático es el de México, que ya lo hemos señalado.
Las reformas liberales que se sucedieron con las leyes de desamortización de
bienes y la constitución de 1857 tenían como objetivo liberar tierras para el
mercado, no solo las de propiedad de la Iglesia –una de las principales afec-
tadas–, sino también de las comunidades campesino-indígenas. Así, la expan-
sión de la propiedad privada fue en detrimento de las comunidades. Este pro-
ceso generó el avance de las grandes haciendas y la concentración de tierras
en pocas manos. Asimismo, para las comunidades implicó un doble perjuicio:
la restricción del acceso a la tierra para la producción de autosuficiencia, por
un lado, y la generación de diversos tipos de relaciones tensas con las hacien-
das, por otro. Pero, fundamentalmente, propició la constitución de una mano
de obra barata y disponible proveniente de las comunidades.
La creación de un mercado de tierras en las regiones de mayoría de pobla-
ción indígena supuso a su vez un proceso paralelo: la eliminación de ciertos
tributos que las comunidades pagaban. En Perú el tributo se eliminó en 1854,
en Ecuador en 1857 y en Bolivia en 1874 con la Ley de Exvinculación, que no
En ocasiones los tributos fueron
considerados por las comunidades solo extinguía el tributo sino que individualizaba la propiedad de tierras colec-
como lazos de reciprocidad entre tivas. En Guatemala, en cambio, significó la supresión del censo enfitéutico
ellas y el Estado; entendían que hacia 1877, eliminando así la posibilidad de otorgar derechos permanentes
asegurar ese ingreso a las arcas
estatales garantizaba la legalidad
en la propiedad de la tierra por parte de arrendatarios.
de la comunidad y su reconoci- En el Brasil imperial, la tenencia de la tierra no tuvo una regulación sino
miento como corporación. A su hasta mediados de siglo. Desde la independencia, y aun cuando Pedro I esta-
vez, ello implicó el mantenimien- bleció en 1822 el fin del sistema de sesmarías colonial, se mantuvo un com-
to activo de formas de identidad
colectiva y de cohesión ante los plejo régimen que combinó la tenencia por sesmarías con posesiones sin
avances liberales. dominio legal sobre la propiedad. A partir de la Ley de Tierras dictada en 1850
comenzó a regularizarse la propiedad privada de la tierra, a la cual se accedió
de allí en más mediante la compra; además, se creó la Repartición General
de Tierras Públicas, encargada de delimitar y fiscalizar la venta. En tanto que
regularizó la propiedad de la tierra otorgada anteriormente y generó nuevos
mecanismos de acceso, esta ley no modificó la estructura de grandes latifun-
dios; más bien la ordenó en un nuevo sistema y definió las condiciones de
acceso para los potenciales compradores.
En la región central de Chile, la estructura agraria señaló la concentra-
ción de la tierra en pocas manos desde la colonia; aspecto que se resignificó
a mediados del siglo XIX. Chile no tenía las dificultades de otros países: no
había una concentración de tierras por parte de la Iglesia ni de las comunida-
des, con lo cual la mayor extensión pertenecía a grandes terratenientes. Por
ello uno de los obstáculos para la conformación de un mercado de tierras lo
constituyó el sostenimiento del mayorazgo, pero en 1852 se lo derogó. En
El mayorazgo, existente desde la esa misma década el gobierno también suprimió el diezmo eclesiástico, que
colonia, significaba el manteni- recaudaba un décimo del valor de la producción agrícola, y el catastro, que era
miento de la unidad productiva un impuesto a la tierra, reemplazándolo por un impuesto a la renta agrícola.
como herencia para el varón pri-
Todas estas medidas dieron cuenta de las transformaciones de la tenencia
mogénito, impidiendo la parce-
lación de la tierra entre los here- de la tierra en esta región.
deros. El mayorazgo fue común a Unidos a la redefinición de los términos de acceso a la propiedad privada
otros países latinoamericanos y ocurrieron cambios en torno a la fuerza de trabajo. Cardoso (1979) señala nue-
se lo derogó de manera paulati-
vamente la heterogeneidad que caracterizó a las regiones en ese marco. En
na en diferentes casos.
aquellas definidas por el impulso que tomaron las reformas liberales (México,

Historia latinoamericana Laura Luciani


125

Centroamérica), enfatiza en la importancia de leyes que pretendieron disci-


plinar a la mano de obra. En México se dictó la Ley de Vagancia de 1857 y
se creó la Guardia de Seguridad, que reforzaba la milicia en los estados. En
Guatemala, junto al censo enfitéutico se produjo la creación del Reglamento
de Jornaleros de 1877, que permitía el reclutamiento forzoso de miembros
de las comunidades para el aprovisionamiento de las plantaciones de café.
Ese proceso permitió entrar en el mercado, aunque en forma muy diversa, a
la masa de indios de las comunidades, constituyéndose en reserva de mano
de obra en un contexto de expansión económica.
Pero el control de la mano de obra no solo se definió desde los estados; de
diferentes modos, los grandes terratenientes generaron también sus propias
estrategias. En las haciendas de diversos países latinoamericanos, aun con
sus diversidades, es posible encontrar hacia 1870 dos tipos de trabajadores:
los permanentes, compuesto por capataces, administradores y familias que
ya tenían un vínculo estable con la hacienda (cuyo nombre varió de una región
a otra: inquilinos en Chile, huasipungos en Ecuador, acasillados en México,
etc.) y los temporeros o estacionales. La mano de obra permanente suponía
la autorización para trabajar en forma familiar una parcela de tierra a cambio
del trabajo en la hacienda, manteniendo cierto control sobre los trabajadores
y su familia. La tienda de rayas, el adelanto de pagos, el uso de materiales
y maquinarias de las haciendas fueron otros mecanismos de coacción de la
fuerza de trabajo.
Lo que evidencian las formas de constitución de la propiedad privada y la
fuerza de trabajo en el siglo XIX es la primacía de la constitución de grandes
unidades de explotación dedicadas a un cultivo de un producto para la expor-
tación, generando la dependencia del país respecto de ese rubro. Asimismo,
la producción necesitó proveerse de una cantidad importante de mano de
obra, concentrada en algunos momentos del ciclo productivo y disponible.
Sin embargo, la posibilidad de trabajo asalariado no se impuso rápidamente
ni en forma homogénea. Mientras que en diversos escenarios se necesita-
ron mecanismos de coacción extraeconómica que impulsaron, disciplinaron y
direccionaron la fuerza de trabajo, en otros la fuerza de trabajo asalariada se
fue consolidando ya desde el último cuarto del siglo XIX.
Donde hubo economías de plantación de productos tropicales, como el azú-
car y café, la abolición de la esclavitud y el pasaje a diversos tipos de trabajo
libre no asalariado fueron centrales. En América Latina la esclavitud fue abo-
lida a lo largo del siglo bajo diferentes situaciones, siendo más temprana en
aquellas regiones cuya economía de exportación no estaba ligada al sistema
esclavista. Las colonias francesas e inglesas del Caribe abolieron la escla-
vitud por determinación de la metrópoli hacia las décadas de 1830 y 1840.
Diferente es el caso de Brasil o Cuba, con economías de plantación, donde
la abolición fue tardía; incluso cuando tuvieron gran peso las presiones inter-
nacionales, fundamentalmente de Inglaterra. En Cuba la abolición de la escla-
vitud se produjo paulatinamente entre el Pacto de Zanjón (1876) y 1886,
momento en que fue definitiva. Brasil, en cambio, la abolió en 1888, cuando
los esclavos solo constituían un 4 por ciento de la población. En ambos casos,
el retraso en la abolición estuvo determinado por la centralidad que durante
todo el siglo adquirió la mano de obra, en relación con la producción azucare-
ra en Cuba, y azucarera primero y cafetalera después en Brasil.
En todos los casos el proceso abolicionista no se originó en un movimien-
to de esclavos sino en medidas graduales adoptadas desde el Estado. Esto

Historia latinoamericana Laura Luciani


126

no significa que no hubiese revueltas esclavas; de hecho es posible encontrar


distintos levantamientos en las regiones de mayor concentración de esclavos
durante el periodo posindependencia y al menos hasta mediados de siglo.
Estas revueltas en la región azucarera fueron perdiendo presencia a medida
que avanzaba el siglo.
Los cambios en los ciclos económicos, la crisis de la plantación azucare-
ra, la emergencia de nuevas regiones de producción para la exportación y las
paulatinas trabas a la importación de esclavos tuvieron efectos muy impor-
tantes en ese proceso. Con el fin de la trata en 1850, creció la población de
esclavos nacidos en Brasil (aunque no de manera significativa) y se produjo
un redireccionamiento desde regiones en crisis a otras en crecimiento, deses-
tructurando lazos establecidos previamente y concentrando la mano de obra
esclava en el ámbito rural. La esclavitud de mediados de siglo perdió signifi-
cación en las ciudades.

En Cuba el motín de esclavos de 1839 ocurrido en el barco La Amistad generó un conflicto


diplomático de envergadura. Capturado en Long Island se inició un juicio sobre el derecho
de esclavos a ser libres y el derecho de propiedad de los dueños españoles. En Brasil hubo
un significativo número de revueltas entre 1808 y 1835, influenciadas en parte por el caso
haitiano. El más singular fue el levantamiento de los esclavos de Bahía de 1835, conocido
como la “Revolta do Male”, que reclamó el fin de la esclavitud. El caso bahiano es intere-
sante por las redes que articuló en el espacio de la ciudad entre esclavos africanos de diverso
origen tribal pero que profesaban una misma religión: el Islam.

Audiovisual sobre la “Revolta dos Malês”, considerada una de las más


importantes rebeliones esclavas ocurridas durante las primeras décadas
del siglo XIX en Brasil.

<https://www.youtube.com/watch?v=azPotFRPvGE>
Producido por el Centro de Memoria de Bahia, unidad de la Fundação
Pedro Calmon / SecultB.

Historia latinoamericana Laura Luciani


127

La moderación de las medidas abolicionistas estaba íntimamente ligada al


desarrollo de la economía de plantación, que se mantuvo a lo largo del siglo
aunque con modificaciones. Tanto en el caso de Cuba como en el de Brasil,
lejos de constituirse en un sistema arcaico, la esclavitud supo aggiornarse a
los nuevos vaivenes políticos y económicos que permitieron su pervivencia.
Los cambios más significativos en Cuba devinieron del pasaje de colonia
de una metrópoli con monarquía absoluta a colonia bajo un régimen parlamen-
tario liberal hacia 1830. Pero lejos de traer vientos de libertad, este cambio
supuso el férreo control sobre la colonia que les quedaba, los criollos y el sis-
tema esclavista. España fue el único país europeo que mantuvo la esclavitud
en su colonia hasta finales de siglo, y esto le permitió limar los conflictos con
la élite cubana. Sin embargo, la exportación de azúcar se reorientó hacia el
mercado norteamericano y supuso un mantenimiento del tráfico de esclavos
hasta el fin de la trata en 1867. En 1870 la Ley Moret inició un proceso gra-
dual de emancipación de hijos e hijas de esclavas y de personas mayores de
60 años. El fin de la esclavitud se dio en un contexto en que solo había una
pequeña cantidad de mano de obra esclava fuertemente concentrada en las
plantaciones azucareras. Para entonces, los plantadores habían introducido
distintas estrategias de incorporación de mano de obra libre y habían impul-
sado además la inmigración de españoles, que se constituyeron en colonos.
Hacia finales de siglo, la tríada “centrales azucareras, plantadores, colonos”
fue la clave del sostenimiento de la exportación azucarera. En ocasiones, los
libertos se insertaron en esa tríada como pequeños colonos o jornaleros.
Brasil prohibió en 1831 el comercio de esclavos, pero la trata siguió hasta
1850 a pesar de las presiones diplomáticas inglesas. La aplicación de estas
leyes no significó el fin de la esclavitud; por el contrario, el sistema esclavista
se mantuvo como forma predominante de trabajo en la estructura agraria. Ya
hemos mencionado que la producción cafetalera que se había iniciado en la
región de Río de Janeiro, en el Valle de Paraíba, se expandió gracias a la mano
de obra esclava y mantuvo su momento de auge entre 1830 y 1870. Lo que
ocurrió en el escenario abierto hacia 1850 fue la generación de un mercado
interno de esclavos, que implicó el traslado de las regiones del norte hacia
la región central, fundamentalmente vinculado a la producción rural. Al igual
que en el norte, la casa grande y la senzala constituyeron la forma en que se
organizó el espacio de la plantación y las relaciones entre amos y esclavos La senzala es el espacio habita-
en el Valle de Paraíba. do por las familias de esclavos
en una plantación.

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128

Ingenio Noruega, Pernambuco, dibujo de Cícero Días, 1933. Adviértase


en la imagen la recreación de ambos espacios y las actividades desarro-
lladas en ellos.

El fin de la trata supuso un aumento del precio de los esclavos y la búsqueda


de nuevas estrategias para la obtención de fuerza de trabajo en el campo. La
utilización de trabajo libre, ya existente en el sistema de plantación, fue alenta-
da. Si bien las primeras medidas de atracción de mano de obra inmigrante se
plantearon para mediados de siglo XIX, no fue sino hasta el último cuarto que
comenzó a definirse una política más sistemática. Este proceso se potenció
con la expansión de la producción cafetalera hacia el oeste paulista y cuando
la región del Valle de Paraíba empezaba su declive. La crisis de la región de
Paraíba –y con ello la del poder de los fazendeiros en el imperio–, las nue-
vas reivindicaciones abolicionistas que sostuvieron los partidos republicanos
estaduales, la menor cantidad de esclavos –concentrados en sus dos tercios
en la región cafetalera–, las nuevas leyes de liberación de esclavos de 1871
(libertad de vientres) y 1885 (de mayores de 60 años), la incorporación de
esclavos como soldados en la guerra de la Triple Alianza, fueron elementos
que se conjugaron para dar fin a la esclavitud un año antes de que el imperio
diera paso a la República Vieja. Emília Viotti da Costa afirma:

CC
El tráfico interno fue una solución temporal, sin embargo la autorreproducción
del esclavo no podía satisfacer la demanda inmediata. Los hacendados de las
áreas en expansión encontraron la respuesta en la inmigración. Tal vez no ha-
brían buscado sustituir la mano de obra si no estuvieran frente a múltiples pre-
siones […] Como ellos no se organizaron para defender la institución, la escla-
vitud fue abolida por decisión parlamentaria con el aplauso general (Viotti da

Costa, 1995: 270).

Historia latinoamericana Laura Luciani


129

PARA REFLEXIONAR

¿Qué relación existe entre el fin de la esclavitud y el fin de la monar-

PP quía, ocurrido un año después? Es posible pensar, como ya han seña-


lado historiadores e historiadoras brasileños, que el mantenimiento
de la esclavitud luego de finalizada la trata jugó un papel central en
la cohesión del poder político. Los plantadores acompañaron y sos-
tuvieron el régimen imperial frente a propuestas secesionistas y repu-
blicanas. Decaído su poder económico y político, la emergencia de
propuestas republicanas tuvo su momento de expansión.

La abolición de la esclavitud fue, como vimos, un proceso lento que generó


fricciones entre los dueños de esclavos, los proyectos abolicionistas y las
medidas tendientes a prohibir el sistema. Su desaparición fue determinante
para el establecimiento de relaciones sociales de producción capitalista, aun
cuando ellas no se desplegaron inmediatamente. Cardoso (1979) sostiene
que en todos los casos la abolición fue seguida del desarrollo de diversas
modalidades de régimen de aparcería; sin embargo, la gran hacienda no se
subdividió y se mantuvo como unidad productiva.

LECTURA OBLIGATORIA

Cardoso, C. F. (1979), “Latinoamérica y el Caribe en el siglo XIX:

OO La problemática de la transición al capitalismo dependiente”, en:


Ensayos sobre el desarrollo de México y América Latina, FCE, México,
pp. 315-368.

1.

KK Lea con atención el artículo de Ciro Flamarión Cardoso (1979) y


responda:
• ¿Cuál es su hipótesis respecto del modo de transición al capitalismo
en América Latina?
• Caracterice en una página la transición de acuerdo a la consideración
de regiones euroindígenas y euroafricanas, tomando como casos
México y Brasil.
• Explique las llamadas “regiones vacías”. ¿Cuáles considera que son
las razones por las que las identifica de ese modo? ¿Considera a esta
una caracterización correcta?
• El autor se refiere en varias ocasiones al concepto de “capitalismo
dependiente”. A partir de lo leído, ¿qué considera que significa esa
idea?

Historia latinoamericana Laura Luciani


130

3.3. La conformación y consolidación del Estado


nacional y su relación con el desarrollo capitalista
El estudio del último cuarto del siglo XIX implica reflexionar sobre dos proce-
sos convergentes: la inserción de los países latinoamericanos en el sistema
capitalista mundial en su fase imperialista (como proveedores de materias
primas, en la mayoría de los casos con monocultivos que se han afianzado
como economía de exportación) y la consolidación de los estados naciona-
les hacia 1880, caracterizada por la adopción de un régimen oligárquico. Ya
El Estado moderno ha sido carac-
terizado de diversos modos; aquí hemos señalado como elementos principales el dislocamiento de economías
consideramos necesario destacar regionales previas y la reestructuración de economías para el mercado exter-
algunas cuestiones centrales. En no, así como los cambios que se fueron produciendo en la tenencia de la tierra
principio, que la formación del
Estado moderno y la economía y en las modalidades de trabajo. Sin embargo, es necesario enfatizar en la
capitalista fueron parte de un construcción del Estado nacional hacia finales de siglo y su rol en el contexto
proceso único. En segundo lugar, de pasaje de un capitalismo de libre competencia a un capitalismo monopó-
lo concebimos como una relación
lico. Esta nueva fase, que se advierte hacia finales del siglo XIX, supuso un
social, como espacio de conflictos
entre clases y al mismo tiempo entramado de inversiones de capital y financiero que alteró las dinámicas
como una institución que con- económicas –pero también políticas– de las regiones periféricas dentro del
densa el ejercicio del poder con- sistema. El Estado nación ocupó un lugar preponderante en ese proceso;
siderado legítimo.
generó las condiciones que permitieron crear un mercado nacional y redefinir
las relaciones de clase en las sociedades latinoamericanas, territorializando
el desarrollo capitalista. La formación del Estado nacional no puede escindirse
de las condiciones materiales sobre las cuales se estructuró, ni de las relacio-
nes sociales que constituyó y lo constituyeron al mismo tiempo.
Según Arnaud (1988), el Estado nacional fue el vector de penetración del
capital. Esto quiere decir que el Estado asumió la tarea de redefinir el espa-
cio, las fronteras, los conflictos regionales, permitiendo la construcción de
un espacio unificado, de políticas específicas que potenciaron la inserción de
estos países en el sistema capitalista, en forma subordinada a los polos de
desarrollo industrial.
La construcción del Estado moderno en América Latina implicó un proceso
formativo que definió el modo de dominación política a través de símbolos y
materialidades nacionales, y que solo puede comprenderse en el devenir en el
cual se fueron adquiriendo tales atributos. Retomaremos inicialmente el pro-
blema de la construcción del Estado nacional y el régimen político imperante
a fines de siglo, para luego abrevar en una mirada que permita recorrer las
particularidades de los procesos económicos hacia finales de siglo y la con-
flictividad social emergente en esa coyuntura.

3.3.1. La formación del Estado Nación y el régimen oligárquico


en América Latina
Cuando hablamos de la formación de los estados nacionales, la entendemos
como el proceso de construcción del aparato institucional que se desplegó
hacia finales del siglo XIX y que constituyó formas de dominación capaces de
subordinar, asimilar, transformar y absorber los poderes regionales. Ansaldi
y Giordano (2012: 309-310) sostienen que el aparato estatal tuvo una doble
faz: destructiva y constructiva. Su acción alteró las relaciones entre aque-
llas áreas más dinámicas de la economía y estrechamente vinculadas a la
exportación y aquellas menos vinculadas al mercado externo, lo que generó

Historia latinoamericana Laura Luciani


131

las condiciones para la formación de un mercado interno. Sin embargo, esta


potencialidad generaba al mismo tiempo un desarrollo económico subordinado
y dependiente de las lógicas de los países capitalistas más dinámicos dentro
del sistema, impidiendo la formación de una burguesía autónoma, o más bien
permitiendo la conformación de una clase burguesa latinoamericana con cier-
tas peculiaridades: como aliada-subordinada a los capitales externos y como
clase dominante dentro de las fronteras nacionales.
En ese doble proceso destructivo-constructivo varios elementos cumplieron
un rol significativo. La instalación del ferrocarril fue clave en la territorialización
del Estado y en la vinculación de los espacios interregionales fragmentados,
al articularlos con los puertos y los mercados. Un recorrido por las geografías
de los países latinoamericanos y su esqueleto ferroviario permite advertir este
proceso. Las primeras vías férreas se tendieron hacia mediados de siglo en
Cuba, México y Panamá (que entonces formaba parte de Colombia), lo que en
este último caso permitió la conexión interoceánica. Sin embargo, la mayor
expansión se produjo hacia la década de 1870, fundamentalmente en Brasil,
Argentina y México. Entonces, América Latina tenía el 5,5 por ciento de las
vías férreas mundiales y para el centenario de las independencias llegaba al
22,5 por ciento. Pero esa expansión fue claramente desigual no solo en térmi-
nos de países (Colombia, Ecuador y algunos países centroamericanos tuvieron
una expansión tardía), sino también entre regiones de un mismo país, ya sea
porque la geografía obstaculizaba la instalación de vías (región andina, por
ejemplo) o simplemente porque no eran consideradas de interés para la inver-
sión (norte y región amazónica de Brasil). Por otra parte, además de la sali-
da de los productos al exterior, el proceso implicó la creación de un mercado
interno articulado, aspecto fundamental para la definición del Estado nacional.
La participación estatal en la gestión de obras de infraestructura (que ade-
más de ferrocarriles incluyó telégrafos, creación de puentes, mejoramiento de
caminos, etc.) se realizó a través de inversión directa, extensión de créditos y
garantías para la inversión de capitales extranjeros. Esas garantías se tradu-
jeron en legislación, creación de instancias administrativas nuevas y suminis-
tro de recursos para asegurar la mano de obra necesaria.
El fin de los conflictos entre caudillos y la construcción de un poder centra-
lizado que organizó el ejercicio represivo fueron mecanismos centrales para el
ordenamiento del espacio social y político. La creación de un ejército nacional
y de fuerzas provinciales, que se articularon con el poder judicial y el sistema
penitenciario, constituyeron los pilares del ordenamiento interno. Es por ello
que una gran parte del gasto público del Estado se direccionó a la constitu-
ción de las fuerzas represivas en los diversos niveles. Entre 1860 y 1880,
México y Argentina dedicaron un 40 por ciento de sus recursos a la disolución
de conflictos internos, por ejemplo. Asimismo, el sistema judicial implicó la
creación de códigos (civil, comercial, penal) que modificaron la estructura del
sistema colonial vigente.
Esta estructura institucional-administrativa significó la puesta en marcha
de lógicas de disciplinamiento orientadas a la regulación social capitalista y
al reconocimiento de la legitimidad de la propiedad privada más que de dere-
chos y libertades individuales. Al mismo tiempo permitió la configuración de
fuerzas para la defensa del territorio nacional y las fronteras.
Respecto de esto último, podemos afirmar que la delimitación de las fron-
teras nacionales fue otro elemento central. Si bien desde la declaración de
la independencia y la adopción de constituciones se definió el territorio y se

Historia latinoamericana Laura Luciani


132

reconoció a estos estados a nivel internacional como países autónomos, la


definición de las fronteras fue un proceso lento que se configuró a lo largo del
siglo. Diversas guerras fueron modificando el territorio de los países indepen-
dientes y la identidad de las sociedades latinoamericanas. En ese proceso
amplio y complejo podemos considerar los conflictos e invasiones de países
extraamericanos (las invasiones francesas en México, la inglesa en la Banda
Oriental o en el Río de la Plata), pero fundamentalmente los conflictos fron-
terizos entre los nuevos estados: la pérdida de territorio de México a manos
de Estados Unidos en 1848; la separación de Panamá, que formaba parte
de Colombia; la guerra del Pacífico que involucró a Chile, Perú y Bolivia entre
1879 y 1883, y la guerra de la Triple Alianza entre 1865 y 1870. La modifica-
ción de las fronteras y la movilización de los ejércitos nacionales cumplieron
un elemento clave en la configuración de los estados nacionales.
Junto con la delimitación de fronteras internacionales se produjo la expan-
sión y colonización en territorio considerado “desierto”. Recordemos, por ejem-
plo, el caso de la región de la Araucanía en Chile, territorio que no se había
subordinado a la República, ni al poder colonial, y que se mantuvo autónomo
pero vinculado mediante acuerdos a la república chilena en la primera mitad
del siglo XIX. Esta situación se modificó a partir de la expansión y colonización
en la región fronteriza de la Araucanía y de las intervenciones militares, que
generaron tensiones con la comunidad mapuche. Las luchas por la subordina-
ción del pueblo mapuche y la incorporación de la Araucanía al territorio supu-
sieron una acción más prolongada y cruenta, que se inició hacia la década de
1860 con el plan militar y de colonización desarrollado por Cornelio Saavedra
Rodríguez y que duró al menos dos décadas (1861-1883). En México la coloni-
zación se dio en la región del norte durante el gobierno de Porfirio Díaz (1876-
1910), cuando se incorporaron parte de los territorios estaduales que no
habían sido colonizados, como el norte del estado de Sonora que habitaban
las comunidades yaquis. Derrotados luego de diversas luchas, los yaquis fue-
En la región entre el estado de ron esclavizados y enviados a trabajos forzados en la península de Yucatán.
Sonora (norte de México) y sur El territorio fue colonizado y ocupado.
de Estados Unidos se encontra-
ba asentada la comunidad yaqui,
que mantuvo cierta independencia Documental del programa Los nuestros: “Yaquis: historia de una
tanto del poder colonial como de
guerra popular y un genocidio en México”, Paco Ignacio Taibo II.
los gobiernos posindependencia.
Durante el gobierno de Porfirio
Díaz se intensificaron las accio-
nes contra este pueblo, lo que
culminó en su derrota.

<https://www.youtube.com/watch?v=iSCmU3gpe94>

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133

La creación de un sistema tributario y aduanero se desarrolló a la par que


crecieron los aparatos institucionales y la burocracia administrativa, despla-
zando controles impositivos regionales y coloniales. Con ello se crearon las
condiciones materiales que permitieron constituir formalmente los atributos
del Estado. La existencia de recursos fiscales fue central en su configuración,
no solo en la medida que permitió dotarlo de una burocracia adecuada sino
como potenciadora de inversiones de capital, permitiéndole al Estado com-
portarse en un comienzo como un empresario capitalista, capaz de poner en
funcionamiento áreas inicialmente poco rentables o poco articuladas con el
mercado externo.

LECTURA OBLIGATORIA

Arnaud, P. (1988), “El Estado Nacional en América Latina: una

OO derivación del capital”, en: Estado y sociedad en el pensamiento Norte


y Latinoamericano, Cántaro, Buenos Aires, pp. 62-89.

2.

KK a. Lea el texto de Pascal Arnaud (1988) y responda: ¿cuál es la hipótesis


que propone el autor en este artículo?
b. Realice un breve resumen de la caracterización de las sociedades hasta
mitad de siglo y el rol de las formaciones socioeconómicas regionales
en ese contexto.
• ¿Qué cambios se producen hacia mediados de siglo?
• ¿Cuál es el rol del Estado en ese marco?

3.3.2. Régimen oligárquico


El proceso formativo del Estado nacional supuso un poder fuertemente centra-
lizado que señalaba diferencias con los primeros años de la posindependen-
cia. Las nociones de orden y progreso, pero fundamentalmente el orden para
el progreso, constituyeron los basamentos sobre los cuales se edificaron los
estados nacionales y los regímenes políticos que se instalaron hacia la década
de los años ochenta. Entre 1880 y 1930, primaron regímenes oligárquicos
como forma de gobierno. Para el sentido común, el concep-
Waldo Ansaldi (2017) quien ha desarrollado una caracterización de la oli- to de “oligarquía” se utiliza con
garquía, señala que esta no constituye una clase social, sino una categoría una connotación peyorativa bajo
diversas definiciones que se tra-
política. Designa un modo de organización del poder político de una clase (o man en una idea: “gobierno de/
fracción de ella) económica y socialmente dominante, en un periodo deter- para ricos”. Sin embargo, como
minado por la conformación de los estados nacionales y el desarrollo del concepto en las ciencias socia-
modelo primario exportador. La oligarquía basaba su autoridad en mecanis- les, supone la consideración de
un tipo específico de organización
mos coercitivos y clientelares de dominación –es decir, restringiendo la par- de la dominación política que se
ticipación política–, y en la exclusión de las mayorías. El régimen oligárquico desplegó entre finales del siglo
no tuvo las mismas características en los diversos países. En algunos casos XIX y principios del XX.
significó la subordinación de oligarquías regionales a aquellas más dinámicas
(como en Chile, donde hegemonizaba el proceso la elite de la región central,
o en Argentina respecto de Buenos Aires), en otros casos implicó un delicado

Historia latinoamericana Laura Luciani


134

equilibrio interregional, como demuestra la República Vieja en Brasil, o una


relación conflictiva entre las oligarquías regionales (como en los países de la
región andina o Colombia). En Bolivia esa conflictividad se resolvió con la lla-
mada Revolución federal de 1899, que trasladó el poder de la región de Sucre
a la Paz, señalando el crecimiento que en las primeras décadas del siglo XX
tuvo la producción de estaño en la región, y concentrando el poder económi-
co, social y político en los llamados “barones del estaño”.
La significativa concentración de la autoridad en manos del Estado nacio-
nal fue producto de una forma de construcción piramidal del poder, donde las
oligarquías regionales no necesariamente desaparecieron sino que se subor-
dinaron al poder centralizado. Asimismo, esa estructura piramidal obliga a
repensar la tríada de relaciones entre el espacio político local, nacional y tras-
nacional, en la medida que resolvía el problema de la dominación dentro de
las fronteras nacionales, pero articulado con los procesos externos:

CC
[…] hay un rico y complejo proceso de dialécticas internas y externas que rede-
fine la totalidad de las relaciones entre clases a escalas nacionales o de las
sociedades latinoamericanas e internacional. El pacto oligárquico resuelve el
problema en el interior de ellas, convirtiendo a algunas clases (en proceso de
reestructuración) en dominantes, mientras en el plano de las relaciones entre
clases dominantes europeo-occidentales y norteamericana y clases dominan-
tes latinoamericanas, éstas son, en rigor, dominantes dependientes (Ansaldi,
2017: 44-45).

Si el Estado nacional logró subordinar de manera eficaz los poderes regiona-


les se debió a la existencia de un régimen capaz de asumir el monopolio del
poder coercitivo, contando para ello con fundamentos ideológico-políticos.
Recordemos que para finales del siglo XIX muchos intelectuales y políticos lati-
noamericanos, recuperando las lecturas de Comte, Spencer, Le Bon, leyeron
en clave positivista la realidad latinoamericana. Asumiendo un posicionamien-
to que instalaba en un lugar principal el ordenamiento político y social como
premisa para el progreso, construyeron un aparato discursivo montado sobre
aseveraciones que consideraban científicas pero tenían un anclaje fuertemen-
te racista, biologicista y patriarcal. Ese discurso basado en ideas que leían
la conflictividad social y las particularidades étnicas latinoamericanas como
elementos de atraso se constituyó, además, en el legitimador de prácticas y
políticas represivas hacia los sectores subalternos, en un marco de consoli-
dación de los estados nacionales y de sostenimiento del régimen oligárquico.
Un último punto interesa señalar aquí. En general, cuando se analiza el
papel formativo del Estado nacional y la configuración de la oligarquía como
régimen político, así como sus sustentos intelectuales, suele partirse de lec-
turas que minimizan el rol de las mujeres en ese contexto, argumentando su
carencia de ciudadanía política. En este sentido, recuperamos los preceptos
que Gabriela Dalla Corte y Pilar García Jordan (2006) sostienen al plantear que
miradas descentradas permiten abrevar en una lectura compleja respecto de
los lugares ocupados por las mujeres de élite en esa coyuntura. Recordemos
que en el contexto de formación del Estado nacional la creación de una esfe-
ra pública se estructuraba en forma separada de la vida privada, relegando
a las mujeres del primer espacio y conminándolas al segundo. Este proceso

Historia latinoamericana Laura Luciani


135

de separación y definición del ámbito público/masculino y privado/femenino


suponía considerar que las mujeres tenían un rol asistencial, formativo, admi-
Es necesario deconstruir ese espa-
nistrativo y educativo fundamental dentro del hogar familiar, siendo la reserva
cio privado asociado a las muje-
moral de la sociedad. En ese marco, las mujeres de élite no se recluyeron úni- res. La vida doméstica suponía
camente en la vida doméstica sino que ocuparon un espacio destacado en la entre muchas obligaciones algu-
esfera social, asumiendo en el ámbito público aquellos roles que les habían nas destinadas a varones, como
gerenciar parte de los negocios
sido asignados. familiares. En no pocas ocasiones
Señalaremos algunos espacios claves. En principio los ámbitos de sociabi- fueron las encargadas de organizar
lidad cultural e intelectual, que fueron al mismo tiempo escenarios de sociabi- y controlar las grandes haciendas,
siendo en general quienes esta-
lidad política. En general se ha minimizado el rol que las mujeres tuvieron en
blecieron relaciones directas con
estos ámbitos; sin embargo, una mirada por diferentes países permite advertir sus trabajadores mientras sus
su importancia en la construcción, difusión y discusión intelectual. En el caso maridos, hombres de negocios,
peruano Clorinda Matto de Turner, María Mercedes Cabello de Carbonera y transcurrían su vida en la ciudad.
Manuela Gorriti formaron parte de las tertulias, espacio de sociabilidad cen-
tral del círculo intelectual limeño. Todas ellas poniendo en tensión el discur-
so de los varones, pero en general desde un lugar de aceptación del rol que
les era otorgado.
Otro espacio de presencia activa de las mujeres de elite en esta coyuntu-
ra puede encontrarse en la gestión y el gerenciamiento de instituciones de
beneficencia dedicadas a la atención de la niñez y de las mujeres trabajado-
ras y pobres. Si bien estas instituciones tenían larga data en Latinoamérica,
las mujeres lograron ampliar su radio de acción debido a las consecuencias
de las reformas liberales y al desplazamiento de la Iglesia en la gestión de
algunos espacios –la beneficencia y la educación especialmente–, y ante un
Estado que aún no incorporaba la asistencia social como política,
Asimismo tuvieron una destacada acción como educadoras. En un contexto
de difusión de las ideas positivistas que centraban sus diagnósticos en el atra-
so social de América Latina y proponían, en la mayoría de los casos, la educa-
ción como salida, las mujeres ingresaron al mercado laboral como maestras
alentadas por las políticas del Estado. En todos los casos la aceptación de la
participación de la mujer en esos espacios estaba fundamentada:

CC
Las mujeres fueron interpeladas para crear una nación viable, moderna, con un
sistema de salud y de educación idóneo para hacer de la población un sector
verdaderamente productivo ligado al progreso, y con un sistema de familia que
procuró preservar el honor para producir mejores madres, civilizadas y miem-
bros responsables de una sociedad en construcción que era propia de los es-
tados nacionales (García Jordan y Dalla Corte, 2006: 566).

LECTURA RECOMENDADA

RR
García Jordán, P. y Dalla Corte Caballero, G. (2006), “Mujeres y sociabilidad
política en la construcción de los estados nacionales (1870-1900)”, en: Historia de las
mujeres en España e Hispanoamérica (vol. 3, siglo XIX), Cátedra, Madrid, pp. 559-583.

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136

3.3.3. El régimen oligárquico, un estudio de casos: el México


porfiriano y la República Vieja en Brasil
La República Vieja (1889-1930) en Brasil y la presidencia de Porfirio Díaz
(1876-1910) en México presentan rasgos diferenciados de ese régimen oli-
gárquico que se instaló en las últimas décadas del siglo XIX. El gobierno de
Porfirio Díaz, que cerró la etapa juarista, abrió un nuevo escenario de esta-
bilidad política y articulación del territorio. En ese proceso de modernización
económica y política se combinaban elementos contradictorios, el avance de
la hacienda y los grandes terratenientes y el proceso de despojo de tierras
comunales que llevaron a diversos levantamientos campesino-indígenas a
pesar de las estrategias de “pacificación”. Entre 1891 y 1893 se sucedie-
ron diversos levantamientos de las comunidades en la región central y en el
oeste de Chihuahua, que reclamaban contra los ataques terratenientes a la
comunidad, los impuestos y el control ejercido por el gobierno central y los
gobiernos locales.

LECTURA OBLIGATORIA

Katz, F. (1992), “México: la restauración de la República y el

OO Porfiriato, 1867-1910”, en: Historia de América Latina, vol. 9,


Crítica, Barcelona, pp. 13-77.

El poder de Porfirio Díaz se asentó en un fuerte control sobre el fisco y el


Ejército, en los vínculos con las oligarquías regionales y en el apoyo de un
sector de intelectuales positivistas, el partido de los científicos. Asimismo
impulsó modificaciones en torno a la tenencia de la tierra, colonizando, expro-
piando mediante compañías deslindadoras tierras consideradas vacías, como
aquellas que pertenecían a los yaquis y que ya hemos mencionado. Entre
1886 y 1901, 46 millones de hectáreas (una cuarta parte de la tierra) fueron
deslindadas en México (fundamentalmente en estados del norte pero también
en Oaxaca y Chiapas), pasando a constituirse en propiedad privada. Entre
los beneficiarios se encontraban algunos de los terratenientes vinculados al
gobierno porfirista, como es el caso de Luis Terrazas, quien fuera gobernador
del estado de Chihuahua y que en ese periodo adquirió tierras de deslinde.
Solo en Chihuahua tenía 50 haciendas de más de 2 millones de hectáreas
utilizadas para el pastoreo de ganado de exportación a Estados Unidos.
El caso de Brasil muestra otras peculiaridades. La República Vieja surgió
como organización política sin cambios bruscos en 1889, definiendo un par de
En la práctica, la alianza se tradujo
años después una constitución liberal y federal que beneficiaba especialmen-
en una sucesión de presidentes
paulistas y mineros durante todo te a las regiones más dinámicas de la república: San Paulo y Mina Gerais. La
el periodo. Cuando se producían república suponía la posibilidad de un tipo de organización central que era pro-
tensiones en torno a la sucesión, piciada por poderes locales en la media que permitía trasladar costos al Estado
Rio Grande do Sul mediaba.
nacional, maximizando así las ganancias. Ese periodo, que va desde 1889 a
1930 –cuando se produce un golpe de Estado–, es conocido como “la alianza
del café con leche”, por la producción que caracterizaba a cada una de esas
regiones, café y ganado.
El régimen oligárquico en Brasil se recostaba sobre tres instancias de
poder: el central; la alianza con los gobernadores estaduales, que, aun cuando

Historia latinoamericana Laura Luciani


137

no siempre constituían un poder desestabilizador, era necesario articularla en


el régimen de dominación, subordinándolos; y el coronelismo, poder militar y
político local que se expandió a partir de las relaciones clientelares entre jefe
político y clientela en el espacio inmediato. Aunque la República Vieja supu-
so el control sobre sujetos sociales y territorio, no estuvo exenta de cues-
tionamientos. Señalaremos dos que por sus dimensiones y por los sujetos
movilizados marcaron la singularidad del proceso. El movimiento de Canudos
entre 1893 y 1897 en la región del sertão bahiense, y Contestado en la fron-
tera entre Santa Catarina y Paraná (1912-1916). Lo que evidenciaban estos
movimientos era un cuestionamiento profundo a las lógicas de inserción en
el sistema capitalista que los excluía, combinando elementos tradicionales
como la religión y prácticas religiosas del ámbito rural no siempre acompaña-
das por la Iglesia.

PARA AMPLIAR

Canudos fue un movimiento social de carácter mesiánico liderado


AA por Antonio Conselheiro, quien se movió por el sertão y ocupó una
vieja hacienda gestando sus propias prácticas económicas y políticas
por fuera del Estado. Resistió al Ejército en cuatro ocasiones antes
de ser derrotado. El movimiento planteaba un cuestionamiento al
régimen republicano, sus lógicas impositivas y represivas, pero tam-
bién a las dinámicas de desposesión de los sectores campesinos. Fue
un hecho singular a inicios de la República recuperado por diversas
expresiones literarias, como la obra de Euclides Da Cunha, El ser-
tão, o la novela de Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo.

Guerra de Canudos, film de Sergio Rezende (1997).

<https://www.youtube.com/watch?v=P4OYhj7Io0E>

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138

3.4. Economía y sociedad a fin de siglo: el modelo


primario exportador y la división internacional del
trabajo
Los cambios producidos desde la segunda mitad del siglo XIX impulsaron la
economía de exportación, permitiendo que el último cuarto de siglo el creci-
miento económico de América Latina despegara en forma significativa. Ese
desarrollo, que puede pensarse de manera progresiva desde mediados de
siglo, supuso en este periodo un mayor estrechamiento del vínculo con el
mercado externo a través de la división internacional de trabajo, que adjudicó
a América Latina el rol de proveedora de materias primas y receptora de inver-
siones de bienes de capital y manufacturas. Sin embargo, tal proceso supuso
un crecimiento desigual. Si bien ese despegue puede plantearse en muchos
casos hacia la década del 1880 (Argentina, Brasil, Chile, México), en otros se
dio en las primeras décadas del siglo XX (Centroamérica, Perú, Venezuela),
producto de la rapidez y viabilidad de los cambios en materia económica y en
las estructuras políticas, que permitieron el acceso a inversiones de capital.
Este crecimiento desigual abrió una brecha entre países más ricos y pobres
de Latinoamérica y, al mismo tiempo, entre regiones de un mismo país.

América Latina en 1913: el grado de integración al mercado


mundial (en términos absolutos)

El mapa ilustra el grado de integración alcanzado por los países en el


Esta dependencia del mercado mercado mundial un año antes del inicio de la Primera Guerra, con-
externo llevó a que lo países lati- siderando no solo los volúmenes de productos exportados sino tam-
noamericanos sufrieran en forma
bién el valor de las inversiones británicas y norteamericanas y el traza-
directa y profunda las crisis del
sistema capitalista, ya fueran do ferroviario.
financieras o estructurales. El año Fuente: Cardoso y Pérez Brignoli (1979).
1930 marcó un punto de inflexión
en ese sentido.

La mayoría de los países latinoamericanos dependieron en este periodo de


un producto para su exportación. En el caso de Chile la extracción del nitrato
se expandió hacia la década de 1880, cuando el uso de fertilizantes químicos

Historia latinoamericana Laura Luciani


139

aumentó su demanda. Luego de la Guerra del Pacífico su exportación aumentó


considerablemente: 59 mil toneladas métricas en 1879, 356 mil toneladas
métricas en 1881 y 1 millón y medio en 1900. En Perú, la economía tras la
guerra del Pacífico se recuperó gracias a la exportación del azúcar y el cobre,
aunque creciendo a un ritmo mucho más lento que durante décadas anterio-
res. La producción cafetalera en Brasil, incluso con ciertos altibajos, implicó
más de la mitad de la exportación total de ese país entre 1870 y 1911, lo que
se complementó con otros productos exportables, pero en menores volúme-
nes de producción (como el azúcar o el caucho). México planteó un caso de
diversificación económica que concentró la producción minera y ganadera en
el norte, ambas articuladas con el mercado norteamericano en forma estre-
cha; mientras que en la región centro-sur se destacaron diversos productos
agrícolas para la exportación: el henequen en Yucatán, el azúcar en la región
central, el café en el sur, por reseñar solo algunos. Sin embargo, su economía
se vio afectada por la guerra civil que abrió el proceso revolucionario hacia
1910. En Centroamérica, cuya economía había crecido a partir del cultivo
del café –iniciado en Costa Rica para mediados de siglo y difundido luego a
Guatemala y El Salvador–, el desarrollo de otro producto tropical, el banano,
modificó la economía de exportación.
En los países centroamericanos y del Caribe, el vínculo con los capitales
norteamericanos se desarrolló tempranamente. Su intervención directa desde
finales del siglo XIX fue estratégica en esa región, teniendo fuerte influencia en
la independencia cubana en 1895 o en el destino de Panamá como territorio
independiente en 1903, así como en la creación del canal transoceánico de
ese último país. Fue el puntapié inicial para el despliegue de la política nor-
teamericana hacia el resto de América Latina, combinando intervención eco-
nómica, diplomática y militar, de acuerdo a las necesidades de la coyuntura
en el marco de su expansión imperialista. La injerencia de Estados Unidos en
el sur del continente fue más lenta y adquirió otras modalidades. A partir de
la Primera Guerra Mundial, el desembarco de capitales norteamericanos en
Sudamérica y las exportaciones orientadas hacia ese país comenzaron a cre-
cer, proceso que se consolidó hacia la segunda mitad del siglo XX.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Pla, A. (1971), “Prólogo”, en: América Latina y Estados Unidos. De Monroe (1823) a
Johnson (1965), CEAL, Bueno Aires.

El desarrollo de productos exportables dinamizó las regiones directamente


conectadas con el mercado exterior. A la vez, permitió el crecimiento de trans-
portes y comunicaciones que articularon mercados regionales y fomentaron el
desarrollo de ciudades, especialmente el de aquellas cercanas a los puertos o
vinculadas a ramas dinámicas de la economía. Así, hacia finales del siglo XIX
América Latina vio florecer las primeras industrias manufactureras. Pero el cre-
cimiento de las ciudades y de la población no fue parejo. En términos demográ-
ficos, los países que habían sido centros políticos en el periodo colonial crecie-
ron menos que las áreas más despobladas. Ello se debió fundamentalmente a

Historia latinoamericana Laura Luciani


140

que el flujo migratorio se orientó hacia las regiones que tuvieron un despegue
económico más rápido, con menor concentración de mano de obra y condicio-
nes políticas más estables. Para fines del siglo XIX América Latina absorbió
cerca de un 20 por ciento de la población migrante de Europa y Asia. Argentina
y la región sur de Brasil recibieron mayoritariamente mano de obra europea,
mientras que las plantaciones de Cuba y Perú incorporaron mano de obra
asiática (especialmente de China e India) pero con contratos de trabajo prác-
ticamente serviles. Otras regiones tuvieron flujos migratorios interregionales;
es el caso del norte de Chile, a donde afluían trabajadores de la región central
del país pero también de Bolivia y Perú. El crecimiento de las plantaciones
bananeras centroamericanas o la construcción del canal de Panamá atrajeron
trabajadores del Caribe.
Si bien la mayoría de la población siguió concentrándose en el ámbito rural,
no podemos dejar de mencionar que los cambios cualitativos se advirtieron
en las ciudades. El desarrollo de industrias textiles y sobre todo alimenticias,
e incluso con incipientes desarrollos metalúrgicos como el caso de Monterrey
(México), marcan los cambios en la composición de una sociedad que incor-
poraba mano de obra asalariada principalmente. Sin ahondar en esta cues-
tión –sobre la cual volveremos en el subapartado 3.4.2–, no podemos dejar
de señalar que el crecimiento de la población urbana implicó significativos pro-
blemas de vivienda y hacinamiento. Otro de los cambios importantes que se
advierten en las ciudades entre finales del siglo XIX y la década de 1930 se
refiere a las pautas de consumo, que modificaron la vida doméstica a partir
de la introducción de producción fabril.

LECTURA OBLIGATORIA

Glade, W. (1991), “América Latina y la economía internacional,

OO 1870-1914”, en: Historia de América Latina, vol. 7, Cambridge,


Barcelona, pp. 1-48.

3.

KK a. ¿Cuáles son los países más viables para la inversión de capitales en el


último cuarto del siglo XIX y por qué?
b. Con el uso de lectura obligatoria y otros materiales disponibles en
internet, realice un cuadro que sintetice qué capitales extranjeros se
instalaron en América Latina (norteamericanos, ingleses, alemanes,
etc.) y hacia qué países se dirigieron en el periodo 1870-1930. Luego
explique esos vínculos comerciales en una carilla.

3.4.1. Tenencia de la tierra y mano de obra a finales de siglo XIX


La tierra, ya sea por su uso para la producción agrícolo-ganadera o la extrac-
ción de minerales, siguió constituyendo la base para la inserción de América
Latina en la economía mundo. La exportación que predominó en este periodo
se basó en el uso extensivo de la tierra, que se incorporó en cantidades cada
vez mayores. Eso generó el desplazamiento de rubros económicos menos

Historia latinoamericana Laura Luciani


141

rentables, como ocurrió en América Central con la producción ganadera fren-


te al auge cafetalero. En Perú, Colombia y Ecuador, donde los productos de
exportación avanzaron, la agricultura para consumo interno fue desplazada
hacia la sierra y la Amazonía. En otros casos implicó la colonización de tierras
consideradas desiertas hasta entonces, como las tierras norteñas de México
o la región paulista en Brasil, ya mencionadas. O en el norte de Chile, con
la incorporación de nuevas tierras al norte luego de la guerra o al sur para la
producción de cereales.
Ya fuera que el reparto de tierra se hiciera mediante concesiones del
Estado a empresas ferrocarrileras o compañías deslindadoras, lo cierto es
que predominó la concentración de la tierra en latifundios, mayoritariamente
en manos de terratenientes locales. Debe señalarse, no obstante, que este
proceso fue desigual y hubo regiones en donde se constituyeron pequeñas y
medianas parcelas. La producción cafetalera en la región andina y centroa-
mericana, por ejemplo, se desarrolló sobre parcelas medianas a diferencia de
Brasil. Asimismo, la tierra en las regiones centrales de México y Chile combinó
latifundio y minifundio. En México ocurrió a partir del mantenimiento de tierras
ejidales en manos de las comunidades; en Chile, a partir de la existencia de
pequeños y medianos propietarios, cuya explotación estaba asociada gene-
ralmente con la gran hacienda. A pesar de ello las condiciones estuvieron del
lado de los grandes terratenientes, que tenían ventajas y por lo común mono-
polizaban el comercio de los productos.
En líneas generales es posible decir que la producción agrícolo-ganadera
señaló diversas variaciones de trabajo libre no necesariamente asalariado o
combinado con este, fundamentalmente en aquellas regiones de asentamien-
to poblacional denso proveniente de la colonia y dedicadas a la producción
agraria desde tiempo atrás. Esto es predominante en la zona mesoamerica-
na y en las tierras altas andinas. En las región central de México, donde se
desarrolló una combinación de producción para el mercado externo (azúcar) y
el mercado interno, con alta concentración de comunidades y haciendas, se
consolidó un régimen de aparcería que supuso la existencia de trabajadores
permanentes y temporales bajo diversas modalidades de sujeción a la hacien-
da, cuestión que ya el historiador Frederic Katz (1992) ha analizado. En la sie-
rra peruana se consolidó el gamonalismo como forma de dominación local;
estaba fundado en el predominio de la gran hacienda que incorporaba mano
de obra indígena libre con diferentes estrategias de sujeción.
Otra forma de trabajo libre no asalariado se consolidó en Brasil. Luego de
la abolición de la esclavitud predominó el régimen de colonato. Este siste-
ma planteaba el uso de mano de obra familiar, inmigrante, que mediante el
arriendo de tierras a los grandes dueños de plantaciones combinaba el cultivo
para consumo familiar con el cuidado del cafeto. El 75 por ciento de la mano
de obra utilizada en la producción, cosecha y beneficio del café era colono.
Souza Martins (1985), quien analiza las modalidades de trabajo en la produc-
ción cafetalera, plantea que si en la siembra y cosecha del café la mayoría
de la mano de obra era libre no asalariada (colono), en el procesamiento del
café se constituyeron relaciones sociales de producción capitalista, en donde
el fazendeiro se comportaba como empresario capitalista al introducir inver-
siones de capital.

Historia latinoamericana Laura Luciani


142

LECTURA OBLIGATORIA

Souza Martins, J. (1985), “Del esclavo al asalariado en las hacien-

OO das de café (1880-1914)”, en: Población y mano de obra en América


Latina, Alianza, Madrid, pp. 229-257.

LEER CON ATENCIÓN

Las haciendas se constituyeron para finales del siglo XIX como un

LL espacio organizado económicamente y tensionado por dos lógicas: la


del mercado (en tanto se insertaba económicamente en él, así fuera
para la venta de productos de consumo interno) y la de las relaciones
precapitalistas que las constituían.

Sin embargo, en algunas regiones se impuso el trabajo asalariado como rela-


ción social de producción dominante. Este es el caso de las haciendas de la
costa del Pacífico de Perú y Ecuador y también en Centroamérica, dedicadas
en general a cultivos tropicales para la exportación. Ello se debió a diversos
factores: la instalación de inversiones extranjeras, el proceso acelerado y la
escasa población local. La producción azucarera en Perú volvió a crecer luego
de la guerra del Pacífico gracias a inversores alemanes y norteamericanos, así
como a capitales locales que combinaron la gran extensión de plantaciones
con trabajadores temporales migrantes, pagando un salario adelantado por
su trabajo.
Asimismo, la expansión de la producción bananera modificó la economía
agraria de Centroamérica. En principio porque se constituyó en el principal
producto exportable a inicios del siglo XX (combinado con el café); en segun-
do lugar, porque implicó la inversión directa de capitales norteamericanos y
se articuló con el desarrollo del transporte. Es el caso de los acuerdos entre
Minor Keith (uno de los fundadores de la United Fruit Company, UFCO) y el
gobierno costarricense, que otorgó la cesión por 99 años de los ferrocarriles
ya construidos y de más de 300 mil hectáreas en terrenos catalogados como
baldíos. Así, entre 1899 y 1929 la producción de banano estuvo en manos
de unas pocas empresas como la UFCO, que controlaban todas las fases de
producción y comercialización del producto e incorporaban mano de obra asa-
lariada en ese proceso.

Historia latinoamericana Laura Luciani


143

El documental Sobre bananas y repúblicas aborda el surgimiento de la


United Fruit Company (UFCO) y su relación con el desarrollo político
y económico de Centroamérica.

<https://www.youtube.com/watch?v=KgybSZxb38A>

La producción de cacao en la región costera central de Ecuador también se


expandió. Su auge hacia la década de 1860 generó un proceso de crecimien-
to de las haciendas a partir de la migración de mano de obra de la sierra
y la existencia de formas combinadas de fuerza de trabajo precapitalistas y
capitalistas. William Glade advierte que el gran crecimiento de la economía de
exportación modificó centralmente las modalidades de organización del trabajo
existentes en la etapa previa.

CC
El resultado de esto fue una reorganización de las diversas categorías de
arrendamiento y una alteración de los acuerdos de aparcería, junto con un cre-
cimiento perceptible de la mano de obra asalariada. De hecho, cada vez hay
más pruebas de que aquí y allá una demanda fuerte de mano de obra, una de-
manda inducida por las exportaciones, se combinaba con la relativa escasez
de trabajadores para mejorar las condiciones de arrendamiento, convirtiendo
las obligaciones laborales y el arrendamiento en especie en pagos en efectivo,
y haciendo subir los salarios reales de la mano de obra contratada al procurar
los patrones rurales atraerse trabajadores y retenerlos a su servicio (Glade,
1991: 34-35).

En la minería, la concesión fue en general a capitales extranjeros. En Chile


la figura del empresario británico John North resultó central en el desarrollo
de la extracción del nitrato. En cambio, en México fueron compañías nortea-
mericanas las que invirtieron en la minería. Si bien inicialmente se dirigieron
al oro y la plata, la actividad se reorientó hacia minerales industriales como
cobre, zinc y plomo. Las inversiones norteamericanas aumentaron de 68
millones de dólares en 1887 a 234 millones en 1908; para 1910 el capital
extranjero controlaba más del 90 por ciento del capital invertido en petróleo y
minería. La diferencia entre inversiones locales, mayoritarias en la producción
agrícolo-ganadera, y extranjeras, que monopolizaban la minería, se explica
principalmente por la alta inversión que esta última insumía. El desarrollo de

Historia latinoamericana Laura Luciani


144

la minería a finales de siglo implicó lógicas capitalistas en las relaciones de


producción, imponiéndose el trabajo asalariado, tema sobre el cual volveremos
más adelante.

4.

KK A lo largo de este apartado hemos identificado diversas modalidades de


mano de obra en el ámbito rural latinoamericano, señalando fundamen-
talmente la tipología de diversos trabajos libres no asalariados. Realice
un análisis comparativo entre el caso de México en la región central y la
región cafetalera de Brasil, a partir de las lecturas obligatorias propues-
tas (Katz, 1992 y Souza Martins, 1985) y teniendo en consideración los
siguientes elementos:
• Tenencia de la tierra.
• Composición socioétnica de la mano de obra.
• Tipo de trabajo realizado.
• Combinación de modalidades diversas de fuerza de trabajo.
• Rol del Estado y de los propietarios en las modalidades de coacción
de la mano de obra.

3.4.2. La clase obrera en América Latina en el cambio de siglo


Como ya hemos señalado, la definición del modelo primario exportador modifi-
có sustancialmente la sociedad latinoamericana, a tal punto que para el cente-
nario de las independencias las ciudades más importantes del subcontinente
en poco se parecían a las que fueran a mediados del siglo anterior. El paso
de una sociedad estamental a una sociedad de clases se dio paulatinamente
y modificó en forma profunda la vida urbana. La emergencia de una burguesía
en crecimiento con nuevos estilos de consumo y espacios de ocio marcó gran
parte de la fisonomía de las ciudades.
En el mundo de los trabajadores los cambios no fueron menores. Como
ya señalamos, la mano de obra asalariada estaba ligada al modelo primario
exportador; por lo tanto, entre 1880 y 1930 aproximadamente la fuerza de
trabajo no se concentró en grandes fábricas, sino en las economías dinámicas
vinculadas al mercado externo directa o indirectamente, ya fuera el transporte
ferroviario, portuario, comunicaciones o economías de exportación. La mano
de obra asalariada en las grandes ciudades creció al ritmo que lo hacían los
establecimientos manufactureros en número y capacidad, especialmente en
fábricas de alimentos y textiles.
Entre 1880 y 1930 el crecimiento
de establecimientos fabriles fue La composición de la mano de obra varió de un país a otro y progresó a rit-
paralelo a la expansión del mer- mos diferentes. En 1872, Brasil empleaba un 5 por ciento de la fuerza de tra-
cado interno, que absorbía más bajo en la industria y para 1920 un 13 por ciento, creciendo en forma desigual
del 80 por ciento de la produc-
ción local.
según las regiones y siendo San Pablo la ciudad donde esa concentración tuvo
un ritmo acelerado (de más de 24 mil trabajadores en 1907 a casi 150 mil
en 1929). Asimismo, la mayoría de la población asalariada de esa ciudad (un
60 por ciento) la constituían inmigrantes –especialmente italianos–, mientras
que en la ciudad de Río de Janeiro la cifra de inmigrantes empleados era del
25 por ciento. En Chile, la concentración de trabajadores urbanos se produjo
en las ciudades de Santiago y Valparaíso y se aceleró entre 1880 y 1930 al
ritmo de la economía del salitre. En ese periodo la población urbana pasó del

Historia latinoamericana Laura Luciani


145

34 al 49 por ciento del total de habitantes en el país, creciendo gracias a tra-


bajadores migrantes del campo.
Por otra parte, la composición étnica, generacional y de género de la mano
de obra empleada variaba de acuerdo al tipo de trabajo. Las políticas estata-
les y el desarrollo de la economía permitieron a algunos países favorecer el
asentamiento de inmigrantes europeos –como que ya hemos señalado–; en
otras regiones la inmigración fue de países limítrofes o migrante de otras regio-
nes de América. La migración del Caribe a Centroamérica durante el boom del
banano o la construcción del canal de Panamá señalaron una marcada com-
posición afrodescendiente entre los trabajadores. La llegada de inmigrantes
permitió además el crecimiento de la mano de obra asalariada en las ciuda-
des, aunque la composición del trabajo en las urbes también se diferenció.
Mientras que en los establecimientos fabriles predominó la mano de obra inmi-
grante europea o de mestizos, en los trabajos domésticos eran afrodescen-
dientes e indígenas, y en su mayoría mujeres. La incorporación de mujeres en
el ámbito fabril, junto a niños y niñas, se produjo en las textiles.
Asimismo, la industria y la artesanía textil, que se combinaron y mantu-
vieron durante este periodo, fueron junto a alimentos y calzado las industrias
más importantes en cantidad de establecimientos y trabajadores ocupados
de la ciudad. En el caso de México, la industria textil en Puebla, Tlaxcala
y Veracruz tuvo un impulso muy significativo durante el porfiriato. Solo en
Tlaxcala la población empleada en los establecimientos textiles pasó de 660
en 1888-1889 a 1863 en 1913. Sin embargo, el trabajo artesanal no desapa-
reció abruptamente; en México en 1895 aún había más de 41.000 tejedores
(y tejedoras) manuales. Para 1910 el 16 por ciento de la población económi-
camente activa se dedicaba al trabajo textil como artesano o trabajador. En
Brasil el 40 por ciento de trabajadores laboraban en establecimientos texti-
les y la mayoría eran mujeres y niños. Un informe de 1912 del Departamento
de Estado del Trabajo de San Pablo señala que 3707 menores de 16 años
(la mayoría de ellos menores de 12 años), de un total de 10.204 trabajado-
res eran empleados en 29 fábricas textiles. Los salarios de los trabajadores
también estaban diferenciados, no solo por la calificación del trabajo sino por
género y edad: las mujeres y los niños cobraban menos sueldo por la misma
cantidad de horas laborables, en general de 10 a 12 horas.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Hall, M. y Spalding, H. (1991), “Las clases trabajadoras urbanas y los primeros
movimientos obreros de América Latina, 1880-1930”, en: Historia de América Latina,
Crítica, Barcelona, pp. 281-315.

Como ya hemos señalado, la extracción de minerales fue uno de los rubros


económicos que incorporó mano de obra asalariada. Si bien no pueden reali-
zarse análisis generales que incluyan los diferentes casos, es importante des-
tacar la inversión de capitales extranjeros combinada con una mano de obra
predominantemente local, hecho que marcó algunos rasgos de la conflictividad
laboral debido a un sentimiento de cohesión social frente a la extranjería. Ello
se evidenció por ejemplo en las minas de Cananea (estado de Sonora), donde

Historia latinoamericana Laura Luciani


146

en 1905 los trabajadores reclamaron paridad de sueldos con obreros nortea-


mericanos. En Chile también el discurso en torno a la diferencia de origen de
inversores y trabajadores estuvo presente. En ese país la economía minera fue
central para la expansión del mercado interno y la constitución de la mano de
obra asalariada. Recordemos que luego de la Guerra del Pacífico Chile anexó
la región de Tarapacá, donde ya se habían instalado las primeras compañías
extractoras del nitrato utilizado como fertilizante. Entre 1880 y 1930 la produc-
ción de nitrato fue en alza, dinamizando la economía de la región del norte y
vinculándola con puertos y ciudades, pero rebasando el espacio minero para
permitir el crecimiento general de la economía chilena.
El trabajo en la mina era arduo, no solo por la cantidad de horas trabajadas
a pleno sol o el riesgo que producía el trabajo con explosivos y maquinarias.
Suponía además la vida en los poblados que se establecían cercanos a la ofi-
cina (en Chile, la oficina refiere al nombre que tiene la fábrica salitrera donde
se extrae el nitrato) y lejos de las grandes ciudades, con una población mayo-
ritariamente masculina y pocos espacios de acción.

Álbum de las Salitreras de Tarapacá, 1889.

WW <http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-7716.html>

Sin embargo, muchos autores sostienen que la modalidad del trabajo


en la pampa salitrera colaboró en la construcción de la identidad obrera.
Especialmente por la profusión de espacios de sociabilidad netamente obreros
que se constituyeron en esa coyuntura. Para Julio Pinto Vallejos:

CC
Durante las dos décadas que enmarcaron el tránsito del siglo XIX al XX, el nor-
te salitrero chileno asistió a la constitución definitiva, en los niveles discursivo,
organizacional y político, de una clase obrera. No es que quienes la integraban
no hayan existido antes como actores sociales concretos, pero fue solo en esa
coyuntura que comenzaron a pensar y hablar sobre sí mismos específica y rei-
teradamente como clase, y a hacer de ese referente identitario el punto de
apoyo para su acción colectiva y sus sujetos de futuro. No fue, por cierto, un
fenómeno monolítico o uniformemente repartido (Pinto Vallejos, 2007: 21).

LECTURA OBLIGATORIA

Pinto Vallejos, J. (2007), “Discursos de clase en el ciclo salitrero:

OO la construcción ideológica del sujeto obrero en Chile, 1890-1912”,


en: Desgarros y utopías en la pampa salitrera. La consolidación de la
identidad obrera en tiempos de la cuestión social (1890-1923), LOM,
Chile, pp. 13-73.

Tanto para el caso de Chile como de otros países de América Latina, el


paso del siglo XIX al XX evidenció las autopercepciones de los trabajadores
como parte de una clase, es decir, con intereses, problemas y aspiraciones

Historia latinoamericana Laura Luciani


147

compartidas. Podríamos decir que en ese proceso colaboraron un conjunto


de cambios que combinaron la realidad laboral, la vida cotidiana, la conflicti-
vidad social y las sociabilidades, y que el reforzamiento de esas identidades
reconstruyó experiencias con sentido de clase. Así se sucedieron diversos
tipos de organizaciones de trabajadores que iban desde las asociaciones
mutualistas hasta formas de organización gremial. Los mineros de Chile,
por ejemplo, gestaron las mancomunales como forma de organización de
trabajadores, que se constituyeron en sociedades de ayuda mutua, grupos de
resistencia y ámbitos de sociabilidad cultural y educativa para los obreros. Las
organizaciones gremiales fueron surgiendo hacia finales de siglo como modo
de organización de reclamos frente a las jornadas laborales, las condiciones
de trabajo y el aumento de salario. Muchas de ellas fueron influenciadas por
la emergencia del anarquismo primero y el socialismo después. No podemos
caracterizar la diversidad de formas en que ambas ideologías anclaron en los
espacios regionales y nacionales; sin embargo, podemos señalar algunas
cuestiones al respecto.
El anarquismo se difundió más tempranamente en Argentina que en
otros países latinoamericanos. En Chile, su presencia fue más significativa
a comienzos de siglo, igual que en el caso de México, donde se destacó la
figura de los hermanos Flores Magón. En general, el anarquismo tuvo fuerte
prédica sobre los trabajadores portuarios en el caso de Chile y en los mine-
ros en México, aunque su definición de sectores oprimidos le permitió calar
fuertemente entre los trabajadores rurales, menos identificados con el socia-
lismo. El anarquismo, y fundamentalmente la vertiente anarcosindical, tuvo
relevancia en los procesos de organización obrera por lo menos hasta inicios
de la década de 1920.
En cambio el socialismo, si bien se extendió hacia finales del siglo XIX, tuvo
mayor presencia en las primeras décadas del siglo siguiente. En dos países
generó una tradición fuerte pero con recorridos diferentes: Argentina y Chile.
En este último el socialismo se difundió de la mano de Emilio Recabarren,
un tipógrafo vinculado inicialmente al Partido Democrático que radicalizó sus
posiciones. En 1912, luego de su exilio en Argentina, volvió a Chile y fundó
en la región norteña el Partido Obrero Socialista. En líneas generales puede
decirse que el socialismo planteó su actuación tanto en el espacio gremial
como partidario, siendo una de sus consignas la ampliación de la participa-
ción política, con vistas a facilitar la representación de los trabajadores en el
sistema político. Eso derivaba en serias dificultades en un contexto de restric-
ción democrática y/o con mayoría de obreros inmigrantes. En Brasil el Partido
Operario, de orientación socialista y fundado por inmigrantes alemanes, plan-
teaba la ampliación del voto, que estaba restringido para los sectores popula-
res. Esa restricción determinó que se volcaran a los sindicatos como alterna-
tiva organizativa. Sin embargo, en países como Chile y, luego de la Ley Sáenz
Peña, Argentina, la posibilidad de participar en las elecciones fue central en
la consolidación del socialismo como pensamiento de izquierda dentro de la
clase obrera, diferenciándose del anarquismo y sus modalidades de acción.
Sin duda, las ideas anarquistas y socialistas cumplieron un papel destaca-
do en la configuración de la identidad obrera; especialmente porque, a partir
de la creación de prensa específicamente obrera, ayudaron a construir una
identidad común de los trabajadores como explotados y oprimidos. Asimismo,
tanto socialistas como anarquistas fundaron clubes, escuelas, espacios difu-
sores de una cultura obrera, al tiempo que mantuvieron como objetivo princi-

Historia latinoamericana Laura Luciani


148

pal la educación como forma de emancipación. Si bien una amplia mayoría de


los trabajadores, y en mayor número las trabajadoras, era analfabeta, la pren-
sa y los espacios de sociabilidad cultural obreros se desarrollaron significati-
vamente a partir de las acciones de unos pocos obreros anarquistas o socia-
listas, en general tipógrafos o artesanos, pequeños propietarios de talleres.
Además, la prensa les permitía un lugar donde compartir el conocimiento
de las condiciones laborales en otros espacios, mientras que la difusión entre
lectores y no lectores ocurría en el lugar de trabajo. Así, entre finales del siglo
XIX y principios del XX proliferaron publicaciones como El Oprimido (diario anar-
quista chileno), el Despertar de los trabajadores (creado por Emilio Recabarren
en Tarapacá, en 1912), Regeneración (de Flores Magón en México), A Voz do
Trabalhador (1906, Brasil). Incluso existió una profusa pero menos conocida
prensa dedicada a las trabajadoras, como La Alborada y La Palanca (ambas
creadas por Carlota Jeria en Chile). En Cuba, el primer periódico asociado a
trabajadores tabacaleros nació en 1865, llamado La Aurora. Cuba presenta-
ba entonces un caso singular con quinientos talleres que empleaba a 15 mil
trabajadores, donde se instaló la lectura en voz alta; es decir, un trabajador
quedaba relevado de su trabajo y se ocupaba de leer para los demás libros
de literatura, historia y prensa obrera.

Tapa de A voz do Trabalhador, 1 de mayo de 1913.

La emergencia de formas de organización gremial dio cuenta de acciones


públicas, haciendo visible la conflictividad laboral. Particularmente existieron
dos coyunturas en las que los reclamos salariales proliferaron en algunas de
las ciudades más importantes de América Latina en forma convergente.
En la primera, entre 1905 y 1908, se produjeron intensas movilizaciones
en diversos países. En Brasil desde 1902 en adelante se produjeron algunas
de las huelgas más importantes. Destacamos la huelga de textiles que movi-
lizó a 25.000 trabajadores por 20 días; al año siguiente, la huelga de carrete-
ros en Río de Janeiro arrastró a textiles y trabajadores de otras ramas, conta-
bilizándose 40.000 trabajadores participantes y logrando una reducción de la

Historia latinoamericana Laura Luciani


149

jornada laboral a nueve horas y media. En 1905 la huelga de ferroviarios en


San Pablo fue acompañada por trabajadores de diversos puntos del país y en
1906 se produjo la primera huelga general en Porto Alegre, que duró 12 días.
En Chile las huelgas articularon las demandas de mineros con ferroviarios y
portuarios. El ciclo de reclamos también se inició en 1902 con una huelga en
Valparaíso; sin embargo, fue el paro liderado por la Mancomunal de Iquique
en 1907 en reclamo de aumento de salarios lo que llevó a una de las repre-
siones más cruentas de aquel periodo. En México también las huelgas se
sucedieron en esa misma época. Se destacan fundamentalmente las de las
minas de Cananea, en el estado de Sonora, en 1905, por la paridad de sala-
rios con obreros norteamericanos, y las dos huelgas en Río Blanco (Veracruz),
en 1906 y 1907, que en este caso culminaron con una masacre por parte del
ejército porfiriano.
El otro periodo de fuerte conflictividad social se desarrolló hacia 1917-
1920, momento en el cual las organizaciones trabajadoras y los partidos de
izquierda plantearon un nuevo escenario a partir de la Revolución rusa. Esta
nueva etapa estuvo hegemonizada por la emergencia de partidos comunistas
en América Latina y su influencia en las organizaciones gremiales. La cues-
tión social –como era definido el conflicto laboral por el Estado–, en general
era resuelta con mecanismos similares en todo el continente: la represión. No
obstante, varios autores destacan que hacia la década de 1920 los estados
latinoamericanos intentaron cooptar y subordinar al movimiento obrero y sus
formas organizativas. Ese proceso, sin embargo, no tuvo fuerte significación
sino hasta las décadas que siguieron a la crisis de los años 1930, cuando la
relación entre Estado y sociedad civil se modificó sustancialmente.

Historia latinoamericana Laura Luciani


150

Referencias bibliográficas

Ansaldi, W. (2017), “¿Clase social o categoría política? Una propuesta para


conceptualizar el término oligarquía en América Latina”, [en línea]. En:
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 15, n° 60,
Buenos Aires. Disponible en: <http://publicaciones.sociales.uba.ar/
index.php/elatina/article/view/2349/pdf_14> [Consulta: 25 09 2018].
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Historia latinoamericana Laura Luciani


152
153

La crisis del régimen oligárquico, el modelo


de industrialización por sustitución de
importaciones y los gobiernos populistas
Objetivos
Que los y las estudiantes logren:
•• Comprender los cambios producidos en las primeras décadas del siglo XX.
•• Reconocer la diversidad de actores que participaron en la revolución mexi-
cana, sus objetivos y luchas.
•• Comprender los efectos de la crisis de 1930 sobre las economías y socie-
dades latinoamericanas.
•• Indagar sobre las formas de organización y movilización obrera luego de
la crisis.
•• Reconocer las líneas interpretativas emergentes en torno al concepto de
populismo.
•• Analizar las experiencias de gobierno populistas. Similitudes y diferencias.
•• Incorporar conceptos y perspectivas de análisis sobre los procesos histó-
ricos abordados.

Introducción
Los países de América Latina celebraban su centenario de independencia
hacia los años 1910-1925, con actividades oficiales que comprendían mues-
tras de arte, festejos públicos, creación de monumentos, bailes, colocación
de luminarias. Las conmemoraciones tenían como referencia las gestas de
independencia pero incluían un escenario político, social, cultural y simbólico
que unía ese pasado al presente de los estados nacionales. Las festividades
se proponían dos objetivos centrales: reforzar rasgos identitarios en torno a la
nacionalidad y mostrar que el país iba en un camino ascendente de progreso.
Las luces de las farolas eran su mejor metáfora.
En ese mismo tempo autocelebratorio se produjeron también las primeras
evidencias de cuestionamiento a los regímenes oligárquicos, las que señala-
ban su carácter excluyente. La construcción de una identidad nacional sobre la
base de una ficticia sociedad homogénea era puesta en cuestión permanente-
mente en la arena social por diversos sujetos sociales: obreros, campesinos
indígenas, las mujeres sufragistas e incluso una ascendente clase media. Sin
embargo, las condiciones para que se derrumbara el régimen oligárquico en
todo el subcontinente no se dieron hasta 1930, cuando crisis política, social
y cultural se combinaron con una crisis económica inédita hasta entonces. La
crisis de 1930 fue clave en el proceso que llevó a modificaciones en el patrón
de acumulación capitalista y en los modos de hacer y definir las políticas públi-

Historia latinoamericana Laura Luciani


154

cas. También marcó la vida de los sectores más vulnerables de la sociedad


latinoamericana. Sobre estos temas trabajaremos en esta unidad.

4.1. El régimen oligárquico cuestionado y las demandas


por la ampliación de la participación política en
América Latina
Las primeras grietas en el régimen oligárquico se produjeron entre 1910 y
1930. El personalismo, el férreo control, el gobierno para pocos, la restricción
en la participación política, pero también el cuestionamiento al positivismo
como ideología dominante, fueron algunas de las claves sobre las cuales se
instituyeron las críticas. En líneas generales, podemos decir que el régimen oli-
gárquico fue cuestionado mediante una pluralidad de modalidades, discursos
y prácticas, y con variaciones en los resultados. Estas críticas se definieron
desde una vertiente cultural y otra política.
En el plano cultural, el cuestionamiento más fuerte derivó en las críticas
al positivismo como ideología dominante y en la emergencia de diversas ver-
tientes que lo cuestionaban. Ya desde principios de siglo, un libro como Ariel,
del uruguayo José Rodo y publicado en 1900, ponía en cuestión el carácter
utilitarista de la sociedad y proclamaba la necesidad de recuperar el sentido
espiritualista de América Latina. La crítica se enunciaba en una doble faz: al
progreso norteamericano pero también al modelo cultural positivista arraiga-
do en la oligarquía latinoamericana. Esa voz discordante de Ariel tuvo mayo-
res resonancias hacia finales de la década de 1910, en el contexto de la pri-
mera posguerra, del desarrollo de la Revolución mexicana y de inicios de la
Revolución rusa, situaciones que abrieron un camino para discutir las certezas
que el positivismo había arraigado: razón, ciencia y progreso.
Al mismo tiempo otras nociones comenzaron a cobrar sentido: nación, revo-
lución, antiimperialismo. Ellas imbricaban preguntas en torno a las realidades
nacionales, a la especificidad latinoamericana y su identidad frente a Europa
y Estados Unidos. En el escenario intelectual latinoamericano se plantearon
combinaciones de esos conceptos que construyeron una matriz de pensamien-
to cuyo centro de discusión era América Latina y sus posibles derroteros, pero
que fundamentalmente impugnaban los modelos hegemónicos. Tomaremos
algunas derivas de esas discusiones.
En primer lugar, podemos mencionar la reforma universitaria. Iniciada en
la ciudad de Córdoba en 1918, se extendió hacia países como Perú, Cuba y
México para la década de 1920. Las banderas reformistas abrieron el cami-
no a la movilización estudiantil, que dentro del sistema oligárquico planteaba
un particular cuestionamiento al rol de las universidades y el modo en que se
desarrollaba el conocimiento. El movimiento reformista expandido por América
Latina ponía en jaque las prácticas educativas tradicionales y la inconclusa
orientación positivista que hegemonizaban las universidades latinoamerica-
nas, lo cual generaba condiciones para la erosión del monopolio de la elite en
educación. En la mayoría de los países donde el movimiento estudiantil levan-
tó las banderas reformistas, las universidades modificaron poco y lentamente
su estructura. Ello no impidió que se gestaran experiencias novedosas, como
las Universidades Populares en Perú y Cuba.
También alentó procesos de movilización política que fueron centrales para
las décadas siguientes, como la creación de la Alianza Antiimperialista Popular

Historia latinoamericana Laura Luciani


155

Revolucionaria Americana (APRA), que nació en 1924 de la mano de Víctor


Haya de la Torre. El APRA se propuso inicialmente como un movimiento antiim-
perialista para enfrentar el avance de Estados Unidos y sostenía la necesidad
de fundar un frente de lucha que incorporara a la pequeña burguesía junto a
los trabajadores. De orden diferente, pero entramado en los debates intelec-
tuales ya referidos, podemos señalar las reflexiones que desde el marxismo
latinoamericano se introdujeron en la década de 1920. En esa línea debemos
mencionar la obra del peruano José Carlos Mariátegui, quien para la segunda
mitad de la década de 1920 propuso un análisis sobre Perú y América Latina
en clave marxista, particular y novedoso. Sin detenernos en su análisis, es
posible pensar que sus lecturas debatían, en múltiples planos y analizando las
particularidades de inserción de América Latina y Perú en el sistema capita-
lista, las características de la realidad social de su país con mayoría indígena
y el socialismo como alternativa. La circulación de estas ideas evidenció las
fisuras en los sustentos ideológicos del régimen oligárquico.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Funes, P. (2006), “Antimperialismo, latinoamericanismo y nación”, en: Salvar la
nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Prometeo,
Buenos Aires, pp. 205-258.

En el plano político, fue clave la demanda de ampliación de la participación


ciudadana. Ejemplo de ello son experiencias tan diversas como las del yrigo-
yenismo en Argentina, el batllismo en Uruguay, el movimiento tenentista en
Brasil y la misma revolución mexicana, tema que trabajaremos más adelante.
Retomamos aquí las experiencias de Uruguay y Brasil para dar cuenta de la
multiplicidad de formas que asumió esa demanda.
En el caso de Uruguay se destacan las dos presidencias de José Batlle y
Ordóñez, quien en los periodos 1903-1907 y 1911-1915 gobernó el país reali-
zando una serie de reformas tempranas en relación con otros países. Se plan-
teó el sufragio universal masculino y proporcional, así como políticas sociales y
económicas que otorgaban al Estado un rol preponderante. Se crearon empre-
sas públicas, como el banco de Uruguay, y se desplegaron leyes sociales,
como la ley de jubilaciones, la reglamentación de las jornadas de ocho horas y
de los despidos, entre otras. Esta ampliación de la acción del Estado en mate-
ria económica y social y la creciente democratización política se conjugaron
con un cuestionamiento al orden conservador y el clericalismo que marcó pro-
fundamente los debates sociales de Uruguay durante las primeras décadas.
El movimiento tenentista en Brasil, surgido hacia la década de 1920, se ini-
ció a partir del descontento de los sectores suboficiales jóvenes del Ejército,
quienes demandaban el voto secreto, la reforma administrativa, la moraliza-
ción de la política y la mayor centralización del poder del Estado. En 1922 en
Río, 1924 en San Pablo y 1926 en Río Grande do Sul se produjeron intensas
revueltas contra el Gobierno nacional iniciadas por los tenentes, que llegaron a
ocupar la ciudad por semanas en el caso de San Pablo, y se extendieron hacia
otros estados. Fue en ese contexto que nació la conocida columna Prestes

Historia latinoamericana Laura Luciani


156

al mando de un singular teniente, Luis Carlos Prestes, en Río Grande do Sul.


En ella, más de mil seiscientos suboficiales marcharon por diversos estados,
aunque se disolvió luego de su entrada a Bolivia en 1927.

Luis Carlos Prestes, nacido en Porto Alegre en 1889, siguió la carrera militar como su padre
obteniendo el grado de teniente de ingeniería en 1920. Desde su labor dentro de las fuerzas
advierte y denuncia la corrupción del gobierno y en 1924 acompaña el levantamiento de
otros tenientes desde su puesto en Río Grande do Sul, iniciando su trayecto como figura
destacada dentro del movimiento tenentista. Su vida política cambia de rumbo cuando se
adhiere al Partido Comunista Brasileño (PCB) en 1930, rompiendo con el movimiento de
tenientes, que en su mayoría acompañó la Alianza Liberal y la candidatura de Getulio Var-
gas. La vida de Prestes luego de 1930 está atravesada por su militancia política y los vaivenes
del partido, y por sus posiciones respecto del gobierno de Vargas.

Las interpretaciones en torno al carácter de este movimiento han sido varia-


das. Algunos autores como Murilo de Carvalho (1995) sostienen que su carác-
ter militar impidió que se constituyera como un movimiento popular. Sin embar-
go, otros autores (Fausto, 2003) señalan que contaban con la simpatía de
civiles, que constituían un arco opositor y que cuestionaban tanto las medidas
represivas de los gobiernos oligárquicos de Artur Bernardes (1922-1926) y
Washington Luís (1926-1930) como la corrupción, el aumento de los impues-
tos y la mala administración.
Por otra parte, es posible considerar a los primeros movimientos de muje-
res por el sufragio como otro espacio de cuestionamiento al régimen oligár-
quico. En la mayoría de los países latinoamericanos, las primeras demandas
de mujeres por el derecho al voto se plantearon entre finales de la década de
1910 y 1930. Aunque con algunas variantes entre los países, se advierte el
surgimiento de movimientos y organizaciones de mujeres con diversos proyec-
tos y aspiraciones (de acuerdo a la extracción de clase de cada una), que en
su mayoría incorporaron la demanda del voto. Sin embargo, el voto femenino
universal (es decir, sin condiciones de instrucción mínima) hasta luego de la
década de 1940.
En Argentina la capacidad de organización del movimiento de mujeres
por el derecho al voto fue singular y aunó experiencias y organizaciones de
mujeres de diverso signo que se habían constituido tempranamente, como
el Centro Socialista Feminista creado por Alicia Moreau de Justo en 1902, el
Centro de Universitarias Argentinas de 1904 y el Centro Feminista en 1905. En
Perú María Jesús Alvarado creó el movimiento Evolución Femenina en 1914,
más preocupado por la educación de las mujeres que por el sufragio, tema
que fue recuperado recién en la década de 1930. En México, algunas muje-
res vinculadas al movimiento revolucionario iniciaron un conjunto de deman-
das en torno a la igualdad de derechos ciudadanos entre varones y mujeres,
incluido el voto. Es el caso de Hermila Galindo, liberal vinculada a la figura de
Venustiano Carranza (ver más adelante); Helvia Carrillo, socialista, y Refugio
García, militante comunista. Todas ellas se lanzaron a la contienda electoral,
reivindicando el derecho de voto de la mujer con proyectos políticos especí-
ficos, y lo hicieron mucho antes de que el sufragio femenino fuera incorpora-
do. Galindo fue la primera mujer en presentarse como candidata a diputada

Historia latinoamericana Laura Luciani


157

en el país en 1919, obteniendo los votos necesarios pero sin poder asumir la
banca. En Chile, a las organizaciones de mujeres que iniciaron las demandas
por mayor educación y voto las constituyeron, como en la mayoría de los paí-
ses, mujeres de clase media y alta. En 1922, del Club Social de Señoras sur-
gió el Partido Cívico Femenino y a finales de la década se creó en Valparaíso
la Unión Femenina de Chile, que tuvo una gran importancia en la obtención del
Es interesante consignar que en
voto femenino en las elecciones municipales, logrado en 1934. Chile los partidos conservado-
res fueron impulsores del voto
femenino, ya que consideraban
que las mujeres reforzarían sus
4.1.1. La Revolución mexicana, 1910-1920 bases electorales.
La Revolución mexicana puede inscribirse en este ciclo de cuestionamiento al
régimen oligárquico, especialmente porque se inició como un proceso antirree-
leccionista que cuestionó el gobierno de Porfirio Díaz. Pero el proceso excedió
ese objetivo y conjugó un amplio espectro de demandas que involucraban a
burguesía, sectores medios y también populares, en su mayoría campesinos.

PARA AMPLIAR

Para Waldo Ansaldi y Verónica Giordano (2012) en dos países el

AA cuestionamiento al régimen oligárquico abrió camino a procesos de


revolución social: México y Bolivia. En este último caso la revolu-
ción social se produjo en 1952, quebrando el poder de la oligarquía
tradicional pero en un contexto internacional diferente. Por ello, el
estudio sobre el proceso revolucionario boliviano puede ser anali-
zado desde una perspectiva múltiple en el contexto de la segunda
posguerra.

Ya en la Unidad 3 hemos señalado cómo durante el final del porfiriato se fue-


ron generando condiciones de descontento y movilización en diversos niveles.
La demanda de recambio político permitió a Francisco Madero convertirse en Plan de San Luis Potosí, procla-
una de las figuras líderes de la oposición. Perteneciente a una familia burgue- mado por Francisco Madero el 5
sa de San Luis de Potosí, propietaria de tierras e industrias, él se planteó la de octubre de 1910, Universidad
Nacional Autónoma de México.
posibilidad de enfrentar electoralmente a Porfirio Díaz. Así, desde su Partido
Disponible en: <https://archi-
Nacional Antirreeleccionista se postuló la consigna de voto efectivo y no ree- vos.juridicas.unam.mx/www/
lección, lo que concitó el apoyo de la burguesía y de sectores populares. Sin bjv/libros/6/2884/26.pdf>
embargo, Porfirio Díaz decidió reelegirse, provocando el inicio del levantamien- [Consulta: 18/12/2018].
to de Madero, quien desde EE. UU. dio a conocer el Plan de San Luis Potosí
con el cual llamó a levantarse en armas contra el gobierno desde el 20 de
noviembre.
El levantamiento se extendió por los estados de México, dando cuenta del
descontento hacia el gobierno porfirista. Se evidenciaban, sin embargo, marca-
das diferencias respecto de las demandas expresadas y la composición social
de las fuerzas que apoyaron el plan propuesto por Madero. En el estado de
Sonora, y en los del norte en general, la revolución involucró y articuló deman-
das de diversos sectores. Friedrich Katz señala al respecto:

Historia latinoamericana Laura Luciani


158

CC
La característica singular de la región del norte consistió en que importantes
porciones de todas las clases sociales participaron en la revolución. Fue la úni-
ca parte del país, por ejemplo, que contó con un estrato relativamente numero-
so de hacendados revolucionarios cuyo apoyo a los movimientos políticos con-
trarios a Díaz los llevó a aliarse con las clases medias e incluso las bajas de la
sociedad (Katz, 1983: 37).

No obstante, la revolución señaló derroteros particulares en algunas regiones


y estados donde la composición social estuvo marcada por el carácter popular,
tanto en la dirigencia como en las bases. Aquí tomaremos dos ejemplos para-
digmáticos y diferentes: el Ejército Libertador del Sur, al mando de Emiliano
Zapata, y la División del Norte, cuyo jefe fue Francisco “Pancho” Villa. En cada
caso se gestaron demandas específicas y ambos plantearon modos y alcances
diferentes en su participación militar dentro del contexto de la guerra revolucio-
naria, específicamente en la coyuntura de ascenso de los sectores populares,
entre 1913-1914 y 1917. En este año se aprobó la Constitución mexicana y
el ciclo de ascenso de la movilización popular entró en un periodo de reflujo.
La experiencia de participación popular, específicamente de campesinos
indígenas, fue una de las particularidades del proceso revolucionario abierto
en 1910, dado que luego de apoyar a Madero emprendió un camino de deman-
das autónomas que entraron en contradicción con otras vertientes revoluciona-
rias. Por ello, Gilly (1980) sostiene que más que una revolución hubo muchas
revoluciones dentro de la revolución, lo que Mires (1988) sintetiza en la idea
de “carrusel de rebeliones” en tanto se expresaron voces muy diferentes res-
pecto de los objetivos concretos de cada grupo insurreccional. Es decir, en la
guerra civil desatada durante 1910-1920 se evidenció la puja entre diferentes
actores y alternativas. Dicho periodo es complejo de analizar por la magnitud
de la lucha, las facciones que se enfrentaron y los vaivenes políticos que cam-
biaron el rumbo del proceso revolucionario. Una periodización nos ayudará a
comprender los momentos más importantes.
La primera etapa transcurre entre noviembre de 1910 y junio de 1911. Es
decir, entre el llamado a la revolución a través del Plan de San Luis Potosí y los
pactos de ciudad Juárez, donde se acuerda la renuncia de Díaz, un gobierno
provisorio a cargo de Bernardo Reyes y nuevas elecciones, en las que fue ele-
gido Madero. Esta es la etapa en la cual se combinan una lucha por la amplia-
Plan de Ayala dictado por el ejérci-
to insurgente de Morelos el 28 de ción de la ciudadanía política de sectores urbanos con el levantamiento cam-
noviembre de 1911, Universidad pesino que lucha por propias reivindicaciones, como la demanda de tierras.
Nacional Autónoma de México. Entre junio y noviembre de 1911, hasta el levantamiento de Carranza en
Disponible en: <http://museode-
1913 con el Plan de Guadalupe, se señala la segunda etapa. Luego de la asun-
lasconstituciones.unam.mx/1917/
wp-content/uploads/1911/11/28- ción, Madero llama a deponer las armas; la mayoría acata, pero el Ejército del
noviembre-1911-Plan-de-Ayala.pdf> Sur a cargo de Zapata y Pascual Orozco –quien toma Chihuahua– no lo hacen,
[Consulta: 18 12 2018]. planteando que no se han cumplido los puntos centrales del Plan San Luis
Potosí. En Morelos Zapata declara el Plan de Ayala. Ante esta situación, y con
el descontento de sectores burgueses y el apoyo de militares, Victoriano de la
Huerta derroca en febrero a Madero, que luego es asesinado. Pascual Orozco,
líder popular y campesino, apoya a Huerta mientras que Zapata sigue suble-
vado en Morelos. Sin embargo, el apoyo a Huerta es frágil y distintos líderes
revolucionarios se oponen convocando al Plan de Guadalupe.

Historia latinoamericana Laura Luciani


159

Un tercer momento va desde marzo de 1913 hasta fines de 1914.


Carranza, hacendado del norte anteriormente vinculado a Madero, se levan-
ta contra el gobierno de Huerta y conforma el ejército constitucionalista. Se
suman las fuerzas revolucionarias de la División del Norte a cargo de Pancho
Villa, el Ejército del Noreste con Pablo González y el Ejército del Noroeste
con Álvaro Obregón. En apoyo al ejército revolucionario, en febrero de 1914
Estados Unidos toma el puerto de Veracruz y lo ocupa hasta el derrocamien-
to de Huerta. El ejército federal es derrotado por la División del Norte. A partir
de allí el ascenso de las masas campesinas resulta evidente. En octubre se
realiza la convención de Aguascalientes, donde se evidencian dos facciones:
los constitucionalistas, con Carranza a la cabeza, y los agraristas o conven-
cionalistas, representados por un sector radical del constitucionalismo, como
Eulalio Gutiérrez, las fuerzas de Villa y el zapatismo. El sector agrarista logra
aprobar algunas reformas sociales acompasadas con el Plan de Ayala, lo que
genera conflictos con el ala carrancista; estos desconocen la convención y
declaran a Carranza presidente constitucionalista. En un acto simbólico muy
presente en la memoria mexicana, las tropas villistas y zapatistas entran en
la ciudad de México generando un espectáculo increíble para la ciudad: cam-
pesinos desarrapados a pie y a caballo ocupan un espacio que les era ajeno.

La historia se sienta a la Mesa, “El encuentro entre Villa y Zapata”, pro-


grama de Canal Gourmet.

Este programa toma un aspecto en general considerado menor como


puede ser la primera comida entre Villa y Zapata, pero narra de una
manera singular el encuentro entre dos figuras de la talla de estos líderes
revolucionarios que aún no se conocían y que tenían trayectorias pro-
pias dentro del proceso. Además, el invitado es Pedro Salmerón, actual-
mente uno de los historiadores más reconocidos en los estudios sobre
la revolución mexicana, quien realiza algunas interpretaciones sobre la
revolución popular.
Disponible en: <https://vimeo.com/138230410> [Consulta: 10 12
2018].

Historia latinoamericana Laura Luciani


160

PARA REFLEXIONAR

¿Por qué Estados Unidos, cuya política con respecto a los países lati-

PP noamericanos en esta coyuntura era la intervención militar no tuvo


una acción más contundente en el caso mexicano? Algunos autores
sostienen que la preocupación central estaba puesta en un conflicto
europeo: la Primera Guerra Mundial. Sin embargo eso no le impidió
intervenir en la República Dominicana entre 1916 y 1924 o Haití
entre 1915 y 1934.

Entre 1915 y 1917 se inicia un periodo de lucha entre constitucionalistas y


agraristas. Así, dos gobiernos se disputan el territorio: el gobierno convencio-
nalista de Eulalio Gutiérrez apoyado por las fuerzas villistas, asentado en ciu-
dad de México, y el gobierno de Carranza, con apoyo de las fuerzas de Álvaro
Obregón, desde Veracruz. La diferencia entre ambos era clara, los límites de
la reforma agraria y el modo en que debía realizarse. Sin embargo, la balanza
se inclina hacia el constitucionalismo por diversos motivos: la debilidad del
gobierno de la Convención, el repliegue de las fuerzas zapatistas sobre su
territorio, y las estrategias políticas y militares que le permiten al constitucio-
nalismo avanzar hacia el centro. Se destaca la estrategia de Obregón, quien
logra el apoyo de la Casa del Obrero Mundial, conformando así los batallones
rojos que derrotaron a Villa en las batallas del Bajío (1915). De allí en más
las victorias del constitucionalismo permiten realizar una nueva convención
en Querétaro en 1916, cuyo resultado al año siguiente es la constitución que
rigió el país durante todo el siglo XX.

Destacamos dos artículos de la Constitución política de los estados Mexicanos de 1917.


El artículo 17, que refiere a uno de los temas sensibles, la reforma agraria, y que fue muy
importante ya que definió el reparto de tierras. El artículo 123, por su parte, establece
derechos laborales que fueron pioneros en América Latina.

“Art. 27.—La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del
territorio nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual, ha tenido y tiene
el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propie-
dad privada. Esta no podrá se expropiada sino por causa de utilidad pública y mediante
indemnización. La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad
privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular el aprovecha-
miento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, para hacer una distribu-
ción equitativa de la riqueza pública y para cuidar de su conservación. Con este objeto se
dictarán las medidas necesarias para el fraccionamiento de los latifundios; para el desa-
rrollo de la pequeña propiedad; para la creación de nuevos centros de población agrícola
con las tierras y aguas que les sean indispensables; para el fomento de la agricultura y para
evitar la destrucción de los elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir
en perjuicio de la sociedad. Los pueblos, rancherías y comunidades que carezcan de tierras
y aguas, o no las tengan en cantidad suficiente para las necesidades de su población, ten-
drán derecho a que se les dote de ellas, tomándolas de las propiedades inmediatas, respe-
tando siempre la pequeña propiedad. Por tanto, se confirman las dotaciones de terrenos
que se hayan hecho hasta ahora de conformidad con el Decreto de 6 de enero de 1915.
La adquisición de las propiedades particulares necesarias para conseguir los objetos antes

Historia latinoamericana Laura Luciani


161

expresados, se considerará de utilidad pública. Corresponde a la Nación el dominio direc-


to de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos […]
VI.—Los condueñazgos, rancherías, pueblos, congregaciones, tribus y demás corpo-
raciones de población que de hecho o por derecho guarden el estado comunal, tendrán
capacidad para disfrutar en común las tierras, bosques y aguas que les pertenezcan o que
se les haya restituido o restituyeren, conforme a la ley de 6 de enero de 1915; entre tanto
la ley determina la manera de hacer el repartimiento únicamente de las tierras. VII.—
Fuera de las corporaciones a que se refieren las fracciones III, IV, V y VI, ninguna otra
corporación civil podrá tener en propiedad o administrar por sí, bienes raíces o capitales
impuestos sobre ellos, con la única excepción de los edificios destinados inmediata y
directamente al objeto de la institución. […] Se declaran nulas todas las diligencias, dis-
posiciones, resoluciones y operaciones de deslinde, concesión, composición, sentencia,
transacción, enajenación o remate que hayan privado total o parcialmente de sus tierras,
bosques y aguas, a los condueñazgos, rancherías, pueblos, congregaciones, tribus y demás
corporaciones de población que existan todavía, desde la ley de 25 de junio de 1856; y
del mismo modo serán nulas todas las disposiciones, resoluciones y operaciones que ten-
gan lugar en lo sucesivo y produzcan iguales efectos. En consecuencia, todas las tierras,
bosques y aguas que hayan sido privadas las corporaciones referidas, serán restituidas a
éstas con arreglo al Decreto de 6 de enero de 1915, que continuará en vigor como ley
constitucional. En el caso de que, con arreglo a dicho Decreto, no procediere, por vía de
restitución, la adjudicación de tierras que hubiere solicitado alguna de las corporaciones
mencionadas, se le dejarán aquéllas en calidad de dotación sin que en ningún caso deje
de asignársele las que necesitare […]

Art. 123.—El Congreso de la Unión y las Legislaturas de los Estados deberán expedir
leyes sobre el trabajo, fundadas en las necesidades de cada región, sin contravenir a las
bases siguientes, las cuales regirán el trabajo de los obreros, jornaleros, empleados, domés-
ticos y artesanos, y de una manera general todo contrato de trabajo. I.—La duración de
la jornada máxima será de ocho horas. II.—La jornada máxima de trabajo nocturno será
de siete horas. Quedan prohibidas las labores insalubres o peligrosas para las mujeres en
general y para los jóvenes menores de diez y seis años. Queda también prohibido a unas
y otros el trabajo nocturno industrial; y en los establecimientos comerciales no podrán
trabajar después de las diez de la noche. III.—Los jóvenes mayores de doce años y meno-
res de diez y seis, tendrán como jornada máxima la de seis horas. El trabajo de los niños
menores de doce años no podrá ser objeto de contrato. IV.—Por cada seis días de traba-
jo deberá disfrutar el operario de un día de descanso, cuando menos. V.—Las mujeres,
durante los tres meses anteriores al parto, no desempeñarán trabajos físicos que exijan
esfuerzo material considerable. […] Para trabajo igual debe corresponder salario igual,
sin tener en cuenta sexo ni nacionalidad. VIII.—El salario mínimo quedará exceptuado
de embargo, compensación o descuento. […] Tanto los obreros como los empresarios
tendrán derecho para coaligarse en defensa de sus respectivos intereses, formando sindi-
catos, asociaciones profesionales, etc. XVII.—Las leyes reconocerán como un derecho de
los obreros y de los patronos, las huelgas y los paros.

Texto completo de la Constitución mexicana, disponible en el Museo de las Constituciones,


<http://museodelasconstituciones.unam.mx/1917/wp-content/uploads/1916/12/5-febrero-
1917-Constituci%C3%B3n-Pol%C3%ADtica-de-los-Estados-Unidos-Mexicanos.pdf>
[Consulta: 18 12 2018].

El último periodo se inicia con la constitución de 1917 y la presidencia de


Obregón, cuando las fuerzas más radicales de la Revolución son anula-
das por el asesinato de Zapata en 1919 y el pacto entre Villa y las fuerzas

Historia latinoamericana Laura Luciani


162

constitucionalistas. La asunción de Obregón como presidente en 1920 señala


el fin de la guerra civil.

4.1.2. Las movilizaciones campesino-indígenas en la Revolución


mexicana
La participación de los sectores populares en la Revolución mexicana es
un factor que debe considerarse a la hora de analizarla, en principio porque
implicaría connotaciones muy diferentes si solo entendiésemos el conflicto
como un problema de la clase dominante, que es el modo en que se inició
la Revolución. Por ello, reconocer las características, modalidades de acción
y composición de esos ejércitos permite no quedarnos en los resultados,
aquellos en que los sectores más moderados salieron victoriosos, sino relevar
cómo se construyó ese proceso a partir de la participación de las masas en
la Revolución. Como ya señalamos, los ejércitos populares más importantes
fueron el Ejército del Sur liderado por Emiliano Zapata y la División del Norte
de Francisco Villa.

Mapa de México

Morelos fue la cuna del Ejército del Sur pero su influencia se extendió hacia
la región de Guerrero, parte del estado de Puebla y el estado de México.
Recordemos que desde las últi- Asimismo, la División del Norte tenía su base política en el estado de
mas décadas del siglo XIX Morelos Chihuahua.
había sufrido cambios significati-
vos en la estructura económica.
Si bien la producción de azúcar
databa de la colonia, la tecnifi- El Ejército del Sur
cación e incorporación de nuevas
maquinarias introducidas unas Emiliano Zapata, presidente de la comuna de Anenecuilco, en 1910 inició
décadas atrás marcaron cam- armas en mano un proceso de restitución de tierras que se encontraban en
bios en la relación entre comu-
poder de la Hacienda El Hospicio. Ese primer acontecimiento marcó el comien-
nidades y empresas económicas
en expansión. zo de rebeliones y ocupaciones por medio de la fuerza en la región. Estas
acciones se nutrieron del descontento de las comunidades que habían perdido
terrenos ante el crecimiento de las haciendas azucareras. En ese proceso de

Historia latinoamericana Laura Luciani


163

crecimiento de las haciendas e ingenios, las comunidades fueron acorraladas,


perdiendo territorio a manos de hacendados que judicialmente obtenían las
expropiaciones. Por ello, cuando la Revolución estalló en el norte, Zapata ya
era autoridad efectiva en parte del estado de Morelos y poco necesitó para
convertirse en el jefe del movimiento revolucionario del sur. La conformación
del ejército liderado por Emiliano Zapata se tramó sobre las comunidades y
supuso el acompañamiento de los llamados “pacíficos”, comuneros y comu-
neras que no participaban de la guerra directamente pero que sostenían en lo
cotidiano esas fuerzas revolucionarias.
La articulación entre el Ejército Libertador del Sur, el movimiento zapatis-
ta y la revolución maderista estuvo mediada por el artículo 3 del Plan de San
Luis Potosí, que planteaba la restitución de tierras. Sin embargo, luego de
los sucesos de ciudad Juárez, era evidente que Madero no tenía intenciones
de devolver territorio a las comunidades, sino más bien de reprimir cualquier
levantamiento en su contra. El ejército zapatista, replegado militarmente en
su territorio, levantó sus propias banderas con el Plan de Ayala, que fue firma-
do por los jefes revolucionarios de la región en noviembre de 1911. El artícu-
lo más radical disponía la restitución inmediata de las tierras en forma ejidal
sin necesidad de presentar pruebas en instancias administrativas. El Plan se
mantuvo vigente durante todo el periodo de la guerra y hasta el asesinato de
Emiliano Zapata en 1919, sin modificar sus objetivos y sin ser abandonado.

LEER CON ATENCIÓN

Para Adolfo Gilly (1980), el Plan de Ayala plasmaba el carácter más

LL radical de la Revolución mexicana, ya que además de reclamar la resti-


tución de la tierra puso en cuestión el orden jurídico burgués en tanto
definía que primero se repartiera la tierra y luego pudieran reclamarla
quienes se consideraran sus propietarios. El reparto de tierras en este
caso se materializó, no quedando solamente como norma escrita.

Tierra y autonomía fueron elementos indisolubles del proyecto que se llevó


adelante en Morelos. Lo que se reclamaba no era solo el acceso a la tierra
sino también el derecho de la comunidad a decidir sobre sus territorios y la
vida comunal; era, en definitiva, el derecho a mantener su propia forma de
concebir el mundo. En ese sentido el zapatismo tuvo un carácter revoluciona-
rio, autónomo, siendo este uno de los motivos por los cuales fue hostigado
por las diversas fuerzas en pugna en el proceso revolucionario: primero por el
ejército de Madero, luego por Victoriano Huerta y, destruido el ejército federal,
por las fuerzas constitucionalistas.
Si uno de los elementos más significativos del zapatismo devino de su ley
agraria, radical para entonces, otra de las características que lo destacaron
fue la composición del ejército y su vínculo con las comunidades. El Ejército
del Sur estaba constituido por campesinos, casi sin armas, sin dinero y, por
su condición geográfica –en la meseta central del país–, en condiciones desfa-
vorable para conseguirlos. Era además un ejército voluntario, es decir que no
conformaba tropas regulares y dependía de los simpatizantes comunales tanto
para el incremento de la tropa como para alimentarse. Su lógica de acción

Historia latinoamericana Laura Luciani


164

estaba íntimamente vinculada a la vida de la comunidad y se constituyó sobre


las bases de las tradiciones y formas comunales, arraigadas simbólica y cul-
turalmente a la tierra. Por estas mismas características, el Ejército del Sur se
movió por el espacio regional, un territorio conocido en el cual podía ganar la
batalla al enemigo aun en desventaja de armamento. Era además un ejército
estacional, que conjugaba la lucha con la producción del maíz, entendiendo la
guerra en un tempo diferente. Pero además el soldado zapatista era un cam-
pesino indígena (y en ocasiones campesinas indígenas), vestía como tal y no
La participación de las mujeres en se diferenciaba de los demás comuneros. Todas estas características les per-
la Revolución mexicana ha sido mitieron invisibilizarse frente a sus enemigos y otorgaron al Ejército Libertador
muy difundida a través de la ima- del Sur y al movimiento zapatista una dinámica diferente a la de las milicias
gen de la Adelita, mujeres rurales
revolucionarias del norte.
que acompañaron a los soldados
(revolucionarios o federales) al
campo de batalla y tuvieron un rol
central en la alimentación, aten-
ción médica y como compañía LECTURA OBLIGATORIA
sexual de las tropas. Sin embar-
Warman, A. (1990), “La plataforma política del zapatismo”, en:

OO
go, autoras como Gabriela Cano
(2011) señalan que la construc- Katz, F.: Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en el México
ción estereotipada de la Adelita
invisibilizó la heterogeneidad de
del siglo XVI al siglo XX, Era, México, pp. 291-305.
formas de participación de las
mujeres, que incluyeron el espio-
naje, el comercio de armas, su
intervención como mensajeras y
1.
en ocasiones la lucha en la bata-
lla. En el caso del zapatismo, la
autora ha identificado un signi-
ficativo número de mujeres que
participaron del ejército zapatis-
KK Luego de la lectura responda las siguientes consignas en un breve texto:
• ¿Por qué el autor considera que hay un proyecto político en el zapa-
tismo?
ta cumpliendo estas actividades.
• ¿Cuáles serían los elementos centrales de ese proyecto?
• Según la documentación interna analizada por el autor, ¿cómo se
desarrollaron los vínculos entre el Ejército Libertador del Sur y los
civiles?
• ¿Qué hipótesis sostiene el autor respecto de la práctica política del
movimiento?

La División del Norte


La División del Norte fue un ejército popular heterogéneo en su composición
social. Nació en los estados del norte y tuvo sus raíces en Chihuahua, espe-
cialmente a partir de los conflictos que allí se sucedieron con el gobierno de
Porfirio Díaz y su representante local, el gobernador Enrique Creel. La familia
Terrazas Creel detentaba el poder económico y político de Chihuahua apo-
yada por Porfirio Díaz. Eran dueños de gran cantidad de tierras del estado
adquiridas gracias a la parcelación y el despojo realizados por las Compañías
En 1910 poseían cincuenta
haciendas de más de dos millo- Deslindadoras a finales del siglo XIX. Este proceso de despojamiento de tierras
nes de hectáreas que utilizaban afectó principalmente a las colonias militares instaladas desde los tiempos de
para el pastoreo de ganado que la reforma. Sin embargo, otros factores se sumaron para que el descontento
exportaban a Estados Unidos.
se convirtiese en insurrección, entre ellos destacamos la reforma política que
a principios del siglo XX minó la autonomía de las colonias militares y muni-
cipales, las malas cosechas, la crisis de la industria minera, que supuso el
despido de trabajadores mexicanos, y el aumento de impuestos propuesto por
el gobernador en medio de la crisis social.

Historia latinoamericana Laura Luciani


165

Es por ello que los primeros levantamientos contra el gobierno de Creel


articularon un conglomerado heterogéneo que incluía a campesinos
desposeídos, colonos militares, obreros ferroviarios y mineros, trabajadores
temporales, arrendatarios, rancheros y una pequeña proporción de clase
media.
Entre los los jefes revolucionarios se destacó la participación de Francisco
Villa, quien se sumó a la Revolución. Villa es quizás una de las figuras más
conocidas pero más controversiales de la historia de la Revolución mexicana
gracias a la cantidad de leyendas construidas sobre su persona. Recordemos
que antes del estallido de la Revolución combinaba actividades legales e ilega-
les para vivir y que había huido de la justicia en distintos momentos. Tenía un
claro conocimiento de la frontera con Estados Unidos y de la región del norte
de México, por lo cual sabía de la situación de las colonias militares y de los
sectores populares norteños. Villa comprendía claramente la realidad local y,
según Katz (1998), estos elementos fueron centrales para que asumiera como
jefe de un pequeño grupo antirreeleccionista en los primeros años de la lucha
contra Porfirio Díaz. De ese primer reconocimiento y gracias a la victoria en
las batallas contra porfiristas, su lugar como jefe militar fue creciendo, cons-
tituyéndose en una figura reconocida por el resto de los jefes revolucionarios.
En 1913, cuando se convocó mediante el Plan de Guadalupe a conformar
un ejército para derrocar a Victoriano Huerta, Pancho Villa fue elegido como
jefe de la División del Norte. Este ejército, el más numeroso de la región, se
constituyó sobre las bases de las fuerzas que combatieran a Porfirio Díaz en
1910. Por su constitución heterogénea que combinaba principalmente colonos
militares, peones rurales y trabajadores, la División del Norte articuló diversas
demandas sin un programa específico. Fue un ejército militar que se movió al
ritmo de las batallas contra las fuerzas enemigas. Su cercanía con la frontera
de Estados Unidos le permitió el acceso a armamento durante el periodo de la
guerra, y la presencia de colonos militares, un conocimiento de las estrategias
propias de ese ámbito. Ambos elementos combinados dieron tal efectividad
militar a su ejército que en 1914 derrotó a las fuerzas federales. El estado de
Chihuahua se convirtió en la base política de Villa y de la División del Norte.
Entre 1913 y 1915 Villa impuso su hegemonía en este estado, momento en
el cual se puede advertir los alcances y límites de su praxis política.
Algunas de las medidas tomadas supusieron la baja de ciertos impuestos
y el reparto de alimentos entre viudas y niños. Pero la política más importan-
te fue la expropiación de haciendas, especialmente las pertenecientes al clan
Terrazas-Creel y otras familias porfiristas. Se expropiaron cuatro millones de
hectáreas y sesenta mil cabezas de ganado, junto a fundiciones de hierro y
acero, textiles que quedaron en manos del Estado. Sin embargo, algunas de
esas haciendas fueron dirigidas por jefes villistas con el objetivo inmediato
de sufragar gastos de guerra, más allá de que algunos hicieron uso personal
de esos bienes. La expropiación no significó el parcelamiento inmediato de la
tierra. Esta estrategia tenía como objetivo asegurar el mantenimiento de los
soldados en la lucha y obtener los fondos necesarios para continuarla.
Para Katz (1998), si bien las medidas adoptadas pueden ser consideradas
similares a otras experiencias desarrolladas en el norte, la diferencia radica-
ba en que en aquellos casos se planteaba una intervención temporal de las
haciendas, mientras que Villa proponía la expropiación con la promesa de un
futuro reparto entre la milicia. En ese sentido, el villismo como experiencia que
articuló una heterogeneidad de sectores marcó algunas diferencias claras con

Historia latinoamericana Laura Luciani


166

la experiencia zapatista. En primer lugar porque no se planteaba una reforma


agraria ni el reparto de tierras en forma inmediata. Por otro, porque conformó
un ejército más estable, con movilidad más allá de la región y con armamento
obtenido de su cercanía con la frontera.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Katz, F. (1998), Capítulos 6 y 7, en: Pancho Villa, t. 1, Era, México.

4.1.3. 1920, el fin de la guerra civil y la institucionalización de


la Revolución
La guerra civil había devastado a la población mexicana y destruido los fun-
damentos del Estado prerrevolucionario. Por ello, la década de 1920 fue
la etapa de reconstrucción del Estado mexicano y de la sociedad sobre los
escombros que la guerra dejó. Esto se produjo de la mano del ala triunfante de
la Revolución, los jefes sonorenses que habían sido parte del ejército constitu-
cionalista con Carranza y que ascendieron al poder en 1920 con la presidencia
de Álvaro Obregón primero, de Plutarco Elías Calles entre 1924 y 1928 y en el
periodo del maximato entre 1928 y 1934. Durante las gestiones de Obregón
y Calles se dio un proceso de centralización del poder que pretendió resolver
dos de los problemas fundamentales: la inestabilidad política y la debilidad del
Estado nacional, producto de los poderes regionales reforzados con la guerra.
Así, la creación de la Escuela Nacional de Guerra institucionalizaba el poder
militar e intentaba crear un nuevo ejército acorde a su tiempo (recordemos
que en la guerra el ejército federal fue destruido), y la creación del Partido
Revolucionario Nacional a partir de 1929 capitalizaba en términos políticos la
salida de la Revolución.
Los diversos gobiernos que se sucedieron en la década de 1920 enfrenta-
ron algunos conflictos claves: con la Iglesia, con empresas extranjeras, labora-
les, militares, y la crisis de poder que suscitó el asesinato de Álvaro Obregón
en 1928. Entre 1920 y 1924, periodo de gobierno de Obregón, los problemas
fueron fundamentalmente políticos, incluyendo la necesidad de restablecer la
autoridad federal frente a los caudillos revolucionarios regionales y la cues-
tión de la sucesión en 1924. Asimismo, uno de los frentes de acción política
más importante para la reconstrucción nacional (ya fuera para generar calma
interna, ya para recuperar las relaciones internacionales y el mercado) estaba
supeditado al problema agrario. Si bien las fuerzas campesinas habían sido
diezmadas con el asesinato de Emiliano Zapata en 1919, el conflicto no esta-
ba resuelto. Obregón definió una política de reparto de tierras de acuerdo a la
constitución de 1917 que fue selectiva y comprendió las regiones de mayor
conflictividad, como el estado de Morelos, Guerrero, Tlaxcala, Michoacán,
Puebla y México. En total repartió un millón ciento setenta mil hectáreas, can-
tidad que no resolvía el problema de la tierra pero colaboraba en su objeti-
vo: subordinar a los campesinos a una lógica de reparto de tierras desde el
Estado.

Historia latinoamericana Laura Luciani


167

El gobierno de Obregón se legitimó así en tres pilares: el ejército revolu-


cionario, los sectores agraristas y los obreros; estos últimos a través de la
Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), que desde su conformación
en 1918 bajo la dirigencia de Luis Morones apoyó a Obregón. Esos tres pila-
res no solo sirvieron de sostén al nuevo Estado revolucionario sino que man-
tuvieron el delicado equilibrio de poder entre esas fuerzas.

Durante su gestión se produjeron algunas iniciativas breves pero novedosas en materia


educativa, como la creación de la Secretaría de Educación. Con Vasconcelos a la cabeza,
se planteó una política educativa que pretendió erradicar el analfabetismo y gestar una
cultura que recuperara una identidad nacional donde se integrara al mestizo y al indíge-
na. Para ello convocó a intelectuales y artistas que se sumaron a la propuesta de un arte
monumental, pedagógico y al servicio del Estado. Asimismo abrió un camino de relacio-
nes y redes que fue central para comprender los modos en que se gestaron los vínculos
entre artistas e intelectuales latinoamericanos. De la breve gestión de Vasconcelos destaca
la importancia que adquirió el arte mural como modo de acción política.

Los muralistas mexicanos (The Montreal Museum of Fine Arts, 1999).

<https://www.youtube.com/watch?v=4-B9QS_rFYg>

Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928) y el Maximato, con-


formado por una serie de presidencias (Emilio portes Gil, 1928-1930; Pascual
Ortiz Rubio, 1930-1932, y Abelardo Rodríguez, 1932-1934) pero en el cual la
figura del Jefe Máximo del Partido, Calles, seguía dirigiendo los designios de
la política, los problemas fundamentales fueron de orden social y económico.
En el gobierno de Calles la cuestión de la sucesión política, el conflicto con
la Iglesia y con Estados Unidos respecto de las empresas petroleras fueron
centrales.
Respecto de la sucesión política el problema fundamental era la fuer-
te presencia de Obregón, quien comenzó a gestionar la modificación de la
Constitución para poder reelegirse, logrando su cometido en 1926 y abriendo

Historia latinoamericana Laura Luciani


168

camino a una puja permanente aunque solapada con el presidente. Además,


en 1926 y a raíz de la política anticlerical se inició un conflicto que movilizó
a católicos contra el Estado. La confrontación armada conocida como gue-
rra cristera duró dos años y enfrentó a parte de la sociedad con el gobierno.
A su vez, la ley petrolera de 1925 generó un conflicto con las empresas y el
Recordemos que la Constitución Estado norteamericano. Para 1926 estos tres frentes de conflicto se conjuga-
planteaba en su artículo 27 el ron, encontrando su cauce hacia 1928.
control sobre los recursos natura- Un avance fundamental fueron las negociaciones diplomáticas y la conce-
les. Si bien hubo intentos anterio-
res de implementar dicho artículo, sión de Calles hacia las empresas petroleras, lo que impidió el conflicto con
el lobby de las empresas nortea- Estados Unidos. De hecho, el embajador norteamericano Dwight Morrow se
mericanas lo había impedido. La convirtió en una pieza clave en las negociaciones que desarticularon el con-
ley promulgada por Calles pre-
flicto con la Iglesia. En cuanto a la sucesión, las dificultades se resolvieron en
tendía reglamentar la aplicación
del artículo 27, que afectaba los forma de tragedia, con la muerte de dos candidatos a la presidencia (Arnulfo
intereses petroleros. Gómez y Francisco Serrano) en una sublevación militar de 1927 y de Álvaro
Obregón, quien fue asesinado en 1928 luego de elegido presidente. Esta
situación inesperada le permitió a Calles reconstruir su poder y constituirse
en la figura principal tras la presidencia hasta 1934.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Meyer, J. (1992), “México: revolución y reconstrucción en los años 20”, en: Bethell, L.
(ed.), Historia de América Latina, vol. 9, Crítica, Barcelona, pp. 146-180.

4.1.4. Interpretaciones de la Revolución


¿Qué tipo de revolución fue la Revolución mexicana? Esta pregunta, explícita
o implícitamente, está presente en los estudios historiográficos sobre ese
proceso que trastocó la vida de México a partir de 1910. Algunos historiado-
res como Ramón Ruiz (1984) le han negado el concepto de revolución a ese
proceso, considerando que podemos hablar solo de una gran rebelión ya que
no se trastocaron los fundamentos de la sociedad. Otros (como Gilly, 1980;
Katz, 1998; Knight, 2015a) con diversas perspectivas han asumido que el
proceso social que destituyó a Porfirio Díaz fue una revolución social, tomando
como referencias centrales para su abordaje la autonomía de acción de los
sectores populares (componente central en todo proceso revolucionario), la
destrucción del aparato del Estado y los cambios producidos.
En cuanto a las fuerzas populares, el debate se ha centrado en si estas
tuvieron un carácter revolucionario. Si por revolucionario comprendemos la
radicalidad de acciones y su autonomía respecto de otras fuerzas, es eviden-
te que el Plan de Ayala fue un parteaguas en los modos de resolver el proble-
ma de la tenencia de la tierra. Es cierto que este proyecto tuvo vigencia por
un tiempo muy limitado, lo cual no minimiza su importancia. El zapatismo fue
revolucionario en la medida que confrontaba al Estado y planteaba una visión
alternativa de la sociedad. Respecto de la destrucción del Estado, esta se
materializó en la derrota y desintegración de las fuerzas federales frente a la
División del Norte en 1914, pero además destruyó el viejo orden y las viejas
prácticas políticas (la reelección presidencial fue prohibida por medio de la

Historia latinoamericana Laura Luciani


169

constitución), lo cual impuso la reconstrucción de instituciones estatales nue-


vas, hijas de la Revolución.
Los cambios que se produjeron fueron de corto y mediano plazo. En el tiem-
po corto la definición de una nueva constitución en 1917 reconfiguró la juridi-
cidad burguesa pero atendiendo a algunos temas claves, la reforma agraria y
los derechos sociales. Visto en el mediano plazo, los cambios se verificaron
en la estructura económica, fundamentalmente en la tenencia de la tierra, pero
solo son visibles hacia el final del sexenio cardenista. Estos se evidenciaron
en la transmutación de los campesinos en propietarios, el repliegue de la con-
centración hacendaria y la reconfiguración del desarrollo capitalista en el agro.

PARA REFLEXIONAR

¿Quien ganó la Revolución? Los y las historiadores tendemos a reali-

PP zar análisis que, en función del desenlace, suelen ser limitados. Ante
la pregunta sobre quién ganó la Revolución mexicana tendemos a la
respuesta simple: quienes se apoderaron del aparato del Estado; en
este caso los jefes sonorenses, el ala moderada de la Revolución. Pero
dirimir la historia entre ganadores y perdedores supone ocultar, dejar
en la sombra, todos aquellos procesos que por breve tiempo tuvieron
vida, los retoños de la revolución que no prosperaron. Esa mirada
minimiza e invisibiliza no solo la lucha campesina entre 1910 y 1919,
el germen más radical de aquel proceso, sino aquella que reconsti-
tuyendo ese legado no murió con el asesinato de Emiliano Zapata.

LECTURA OBLIGATORIA

Knight, A. (1981), “Caudillos y campesinos en el México revolu-

OO cionario 1910-1917”, en: Brading, D., Caudilllos y campesinos en la


Revolución Mexicana, FCE, México, pp. 32-85.

2.

KK a. Luego de la lectura del apartado y del artículo de Alan Knight redacte


un texto que considere los siguientes puntos:
• Las condiciones que plantearon la crisis durante el régimen porfirista.
• Las características del movimiento popular en la Revolución mexi-
cana.
• Las particularidades de las fuerzas carrancistas.
b. Reflexione sobre la siguiente frase expresada por Knigth en el artículo
leído y plantee su interpretación: “Desde luego, el logro máximo de
la Revolución se encuentra en su creación de un estado poderoso
[…] Pero esto no significa que los revolucionarios de 1910-1920
desearan estos fines. Las revoluciones como lo confirman otros ejem-
plos, a menudo se muestran volubles y desagradecidas cuando se
trata de recompensar a los que las apoyaron”.

Historia latinoamericana Laura Luciani


170

4.2. La crisis de 1930 en América Latina


La década de 1930 suele caracterizarse como una época de crisis, general-
mente analizada en términos de crisis económica. Si bien es cierto que la
caída bursátil de Wall Street en 1929 generó un efecto dominó sobre el siste-
ma capitalista, provocando el desmoronamiento de las finanzas, el comercio
y la producción, es necesario señalar que la magnitud de las consecuencias
económicas ha opacado y minimizado el hecho de que la crisis en América
Latina combinó factores económicos, políticos y culturales que modificaron a
largo plazo el rumbo de estos países. Hemos señalado al inicio de esta uni-
dad que los cuestionamientos al régimen oligárquico se evidenciaron desde
las primeras décadas. Sin embargo, en los años posteriores a 1930 se hizo
manifiesta la profundidad de ese cuestionamiento, que puso en jaque a esos
regímenes y abrió el camino para la emergencia de gobiernos alternativos con
orientaciones ideológicas de diverso signo, marcando las peculiaridades de
cada caso.
En el periodo que va entre 1930 y 1932, la fase de mayor crisis econó-
mica, también la inestabilidad política marcó a América Latina. Una mirada
superficial sobre las diferentes regiones permite advertir que en general la cri-
sis política implicó un reforzamiento de propuestas autoritarias. En América
Central y el Caribe una serie de golpes llevó a la instalación de dictaduras;
en algunas de ellas los dictadores se perpetuaron por décadas, como Rafael
Leónidas Trujillo en República Dominicana y Anastasio Somoza en Nicaragua.
En Cuba, donde Gerardo Machado ya gobernaba como dictador desde 1928,
los movimientos opositores crecieron entre 1930 y 1933 nucleando a secto-
res políticos tradicionales, estudiantiles y obreros, los que forzaron su renun-
cia. En Perú, el oncenio de Leguía (1919-1930) también culminó con la insu-
rrección militar al mando de Sánchez Cerro. En Argentina, el golpe de Estado
producido en 1930 impuso como presidente al general Uriburu. Excepto en
Nicaragua y la República Dominicana, la mayoría de las dictaduras no lograron
sortear exitosamente la crisis, y los conflictos sociales y económicos determi-
naron su corta vida.
En otros países, en cambio, el fin del sistema oligárquico abrió el camino
a la inestabilidad política y la puja por diversos proyectos. Ello se evidenció
en Brasil con la llamada Revolución del 30, que aglutinó a distintos sectores
contra la oligarquía en el poder, aunque dicha inestabilidad no fue resuelta
de inmediato. También expresa este proceso Chile con los conflictos que lle-
varon a cambios políticos de carácter reformista (incluidos los doce días de
la República Socialista de Marmaduke Grove en 1932) pero que no lograron
afianzarse. México, donde el régimen oligárquico había sido arrasado por la
revolución, no estuvo exento de inestabilidad política. Desde el asesinato de
Álvaro Obregón hasta la asunción de Cárdenas en 1934, hubo un nuevo pre-
sidente cada dos años.
La crisis política se articuló y tramó en un contexto de crisis económica
general debido a la dependencia de algunos pocos productos de exporta-
ción. Sus efectos fueron catastróficos, dado que bajó el volumen y el precio
del producto exportado a partir de las políticas proteccionistas de los países
industriales. Entre 1929 y 1932 se vieron los efectos más profundos sobre el
comercio exterior, y en la mayoría de los países el valor unitario de las expor-
taciones cayó en más del 50 por ciento. Sin embargo, hubo diferencias res-
pecto de cómo se produjo ese descenso.

Historia latinoamericana Laura Luciani


171

Los países más afectados fueron aquellos en que la caída del precio del
producto y del volumen de exportación fue más importante, como Bolivia, Chile
y México. En los tres casos el producto exportable que dominaba la economía
provenía de la minería. En Chile la depresión comercial fue mayor que en otros
casos: en 1932 las exportaciones descendieron una sexta parte del nivel de
1929 y los ingresos estatales por exportación cayeron en un 75 por ciento.
Cuba fue otro país afectado sensiblemente debido a su dependencia de venta
de azúcar a Estados Unidos.
Un segundo grupo de países tuvo una caída menos pronunciada en el volu-
men de exportaciones, que bajó un 25 por ciento. Es el caso de Argentina,
Brasil, Ecuador, Perú y los países de América Central. Un tercer grupo lo
constituyeron Colombia y Venezuela, donde la caída de las exportaciones
fue menor al 10 por ciento. En el caso de Colombia, porque en competencia
con Brasil consiguió mantener y aumentar levemente su exportación de café.
En Venezuela porque el producto exportable, el petróleo, tuvo un descenso
menor en el precio compensando las altas ganancias del periodo 1928-1929.
República Dominicana y Honduras tampoco sintieron importantes efectos en
el volumen de sus exportaciones. En el primer caso porque obtuvo ventajas
en la exportación de azúcar frente a otros países como Cuba y en el segun-
do caso porque la exportación de banana estaba monopolizada por empresas
extranjeras.

Cambio de precios y volumen de exportación


País Precio de las Volumen de Términos netos de Poder de compra de las
exportaciones exportaciones intercambio exportaciones
Argentina 37 88 68 60
Bolivia 79a 48a s.d s.d
Brasil 43 86 65 56
Chile 47 31 57 17
Colombia 48 102 63 65
Costa Rica 54 81 78 65
Ecuador 51 86 74 60
El Salvador 30 75 52 38
Guatemala 37 101 54 55
Haití 49b 104b s.d s.d
Honduras 91 101 130 133
México 49 58 64 37
Nicaragua 50 78 71 59
Perú 39 76 62 43
República Dominicana 55b 106b 81b 87b
Venezuela 81 100 101 100
América Latina 36 78 56 43
Notas: a1929 b
1930.

Fuente: Bulmer-Thomas (1997: 13).

Historia latinoamericana Laura Luciani


172

Índices del comercio exterior 1929-1945, promediando las siete economías


más grandes de la región (considerando a 1929 como índice base)

Fuente: Bértola y Ocampo (2013: 176).

La caída de los precios de los productos también fue muy significativa. En


México la onza de plata cayó de 53 a 32 centavos de dólar entre 1929 y 1932.
En El Salvador el precio de una libra de café pasó de 22,2 a 8 centavos de
dólar. En Perú el precio de la libra de cobre bajó de 18 a 5,8 centavos de dólar,
mientras que en el mismo periodo el algodón lo hizo de 19 a 6,4 centavos de
dólar la libra. Los efectos no se limitaron a la baja de precios de productos y
exportaciones sino que generaron crisis bancarias y moratorias en las deudas
externas en los países más grandes de la región.

Historia latinoamericana Laura Luciani


173

Deudas externas latinoamericanas y moratorias 1930-1945


País Fecha inicial de moratoria Deuda externa en 1933 Renegociaciones
(millones de dólares)
Se paga el servicio de la deuda con
Argentina No suspende pagos 864
regularidad hasta 1946, cuando se liquidó
Moratoria continúa hasta negociaciones
Bolivia Enero 1931 63
para cancelar intereses atrasados en 1948.
Octubre 1931 (default Renegociaciones en 1933, 1940, 1943. Al
Brasil 1.239
parcial) final se reduce el 50% de su valor nominal.
Durante varios años se renovó el servicio de
Chile Julio 1931 343
la deuda. En 1948 se llega a arreglo final.
Pagos parciales hasta 1935 cuando
Colombia Febrero 1932 (default parcial) 164 moratoria total. En 1940, 1942, 1944 y
1949 renegociaciones para reducir intereses.
Deuda de moratoria hasta mediados de los
Ecuador Julio 1931 23
años 1950.
Renegociación de la deuda en 1930, pero
el acuerdo no se cumple. Acuerdo final en
México Agosto 1914 684 1946 de bonos de la deuda externa y de
Ferrocarriles Nacionales, con reducción de
80% del monto.
En 1934-37 se renueva parte del servicio.
Perú Mayo 1931 114 En 1947 Perú ofrece acuerdo con servicio
reducido. Acuerdo final en 1951
Ya había extinguido su deuda externa en
Venezuela No suspende pagos -
1933.

Fuente: Marichal (2010: 135).

Junto a la caída del flujo de exportaciones, la crisis trajo otro problema a los
gobiernos: el descenso del ingreso fiscal y el desajuste interno. Asimismo, el
mantenimiento del pago de la deuda y el sostenimiento del patrón oro –que
se recuperó después de la Primera Guerra Mundial– generaron otro de los
escollos más importantes: la caída de las reservas nacionales. Entre 1929 y
1931 los países latinoamericanos abandonaron el patrón oro y tomaron algu-
nas medidas, como limitar la salida de ese metal y de divisas mediante res-
tricciones bancarias. Sin embargo, la variación en la balanza de pagos no se
equilibró sin la toma de medidas fundamentales, como el control de cambios
y el racionamiento en las importaciones en relación con las exportaciones.
Para 1932 la mayoría de los países latinoamericanos habían sido exitosos en
la recuperación del equilibrio externo.
Una tendencia general en los estudios que interpretan la crisis económica
en América Latina propone entenderla como la fractura que permitió el cambio
en el patrón de acumulación capitalista y la emergencia del modelo de indus-
trialización por sustitución de importaciones, lo cual modificaría las dinámicas
que adquirió el sistema capitalista. Esta lectura esquemática debe ser cues-
tionada y matizada en varios aspectos claves. En primer lugar, porque en la
mayoría de los países latinoamericanos el desarrollo de una incipiente indus-
tria para el consumo interno se verifica desde finales de siglo XIX, en parale-
lo con la inserción en el sistema mundo capitalista a través del modelo pri-
mario exportador. Ese desarrollo fabril fragmentado, articulado con el modelo
extractivista y en pos de un consumo interno –fundamentalmente concentra-
do en los rubros alimentos y textiles–, puede rastrearse tempranamente. Por

Historia latinoamericana Laura Luciani


174

lo tanto, 1930 no se constituye en un parteaguas entre un modelo exportador


y un modelo industrialista. No obstante, fue desigual y se concentró en los
países más grandes, como Argentina, Brasil, Chile, México, Colombia, Perú e
incluso Uruguay, aunque solo en Argentina y Chile comenzaron a adquirir cier-
ta autonomía hacia la década de 1920.
En una línea similar, debe plantearse que la crisis no tuvo como consecuen-
cia inmediata la gestación de políticas de protección y desarrollo industrial en
América Latina por parte de los gobiernos de turno:

CC
Más que una transición súbita a un nuevo modelo de desarrollo, lo que se dio
fue una sucesión de choques macroeconómicos de gran intensidad a la cual
respondieron los distintos países de manera pragmática, en no pocos casos
de manera improvisada o replicando las acciones que estaban llevando a cabo
los países industrializados (Bertola y Ocampo, 2013: 170)

Por el contrario, lo que puede observarse en los primeros años es la defini-


ción de propuestas paliativas que intentaron sostener el modelo exportador
mediante la compra de excedentes de producción, créditos, etc. Brasil fue
probablemente el caso más importante de regulación de precios del café
desde principios de siglo XX. En el contexto de la crisis se recurrió a la compra
y quema de la producción, estrategia que le permitió sostener su precio. En
otros casos se recurrió a negociaciones que mantuvieron cuotas fijas de com-
pra de los productos, como ocurrió en Argentina con el pacto Roca-Runciman.
También Cuba renegoció su cuota de azúcar con Estados Unidos a la baja y la
No olvidemos que Cuba fue un articuló con medidas que regulaban la producción azucarera y la exportación
caso excepcional respecto de de las grandes centrales. Las primeras medidas, entonces, lejos de pensar
otros países ya que la crisis no en la sustitución del modelo intentaron sostenerlo. Parte de estas medidas
modificó su estructura económica, tuvieron efectos positivos y, de hecho, la recuperación económica de algunos
la cual para su desarrollo depen-
día de la exportación del azúcar países fue más acelerada que en países industriales como Estados Unidos
y de su relación comercial con o en Europa.
Estados Unidos.

4.2.1. El modelo de sustitución de importaciones: la redefinición


del régimen de acumulación
Como hemos señalado en el subapartado anterior, el cambio en el patrón de
acumulación capitalista, esto es, el desarrollo de la industrialización para el
mercado interno en América Latina, no fue un paso inmediato a la crisis ni su
La excepción fue el caso Argentino, vía de escape, sino un proceso transicional en donde aquella generó las con-
que no logró la recuperación del diciones necesarias. En general, el crecimiento y la recuperación económica
volumen ni de los precios de
sus exportaciones a lo largo de estuvieron asociados tanto al precio de las exportaciones como a su combina-
la década y cuyo su crecimien- ción con la industrialización por sustitución de importaciones. Puede señalarse
to, más moderado en compara- que la recuperación económica entre 1932 y 1939 combinó ambos procesos;
ción con otros países, se debió
en algunos casos de recuperación rápida la industrialización fue importan-
a la amplia infraestructura de
la industria, asentada desde la te, como Brasil, Chile, México; en otros como Cuba, Colombia, Guatemala y
década de 1920. Venezuela fue producto del aumento de las exportaciones. Es posible señalar
que la recuperación de la crisis económica combinó el modelo exportador con
un desarrollo industrial que en el largo plazo marcaría un cambio en el modelo

Historia latinoamericana Laura Luciani


175

de acumulación capitalista en América Latina: “La recuperación del sector


exportador sea en términos de volumen o sea en términos de precios y en
muchos casos en ambos términos, contribuyó al crecimiento de la economía
latinoamericana en la década de 1930” (Bulmer-Thomas, 1997: 35).
Algunos factores que ayudaron a la consolidación de una industrialización
para el mercado interno y que fueron consecuencia de la crisis económica
son el desequilibrio en la balanza de pagos que ya mencionamos y el arance-
lamiento a las importaciones, que aumentó a partir de la crisis. Este último
buscó el incremento de los ingresos fiscales, pero funcionó como medida pro-
teccionista contra la importación. Otra medida que contribuyó fue la alteración
en el tipo de cambio, ya que la devaluación generó condiciones para que los
productos manufacturados locales pudieran competir con los importados. El
control de cambios también favoreció la producción local. Aun cuando en algu-
nos países no se alteró el tipo de cambio (esto es, no se devaluó), el control
sobre la entrada y salida de divisas modificó la relación entre los precios de
productos nacionales e importados.
Estas medidas, que no fueron tomadas para alentar la industria sino para
paliar la crisis, fomentaron la industrialización en aquellos países cuya estruc-
tura fabril era preexistente, cuando no se necesitaban altos costos de inver-
sión en bienes de capital iniciales y donde la capacidad de producción disponi-
ble podía absorber la demanda. Este era el caso de Argentina, Brasil, México,
Recordemos que el trazado de vías
Chile, Perú, Colombia y Uruguay; donde además la industria se diversificó. Si férreas había sido uno de los pila-
la concentración de la producción desde las primeras décadas del siglo XX res de construcción de los estados
era en textiles y alimentos, hacia la década de 1930 comenzaron a instalar- nacionales. Consolidado el siste-
ma ferroviario, el gasto público se
se fábricas de bienes duraderos, como productos químicos, metales y papel,
volcó a la realización de rutas que
sin que variase la composición hegemónica de bienes de consumo directo. unían el espacio nacional para el
La intervención directa del Estado en el gasto público también fue un factor transporte en camiones, autobu-
que en muchos casos contribuyó al desarrollo industrial, ya que iba destinado ses y autos.
a la construcción vial con materiales de producción local.
Hacia finales del decenio pueden advertirse cambios cuantitativos y cuali-
tativos en la producción industrial, fundamentalmente en los países más gran-
des de la región. Aun cuando este crecimiento no suponía un índice significati-
vo en el producto bruto interno (PBI) respecto de las exportaciones, marcó una
tendencia que permitió revertir esta situación en las décadas siguientes. Entre
1940 y 1950 las economías latinoamericanas fueron cambiando su patrón de
acumulación y la industria logró superar e imponerse a las exportaciones de
bienes primarios como modelo económico.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Bulmer-Thomas, V. (1997), “Las economías latinoamericanas: 1929-1939”, en:
Bethell, L., Historia de América Latina, vol. 11, Cambridge University Press-Crítica,
Barcelona, pp. 3-46.

Historia latinoamericana Laura Luciani


176

4.2.2. El impacto social de la crisis


La depresión de 1930 tuvo un impacto brutal sobre los y las trabajadoras,
con altos índices de desempleo, bajas de salarios e inflación que afectaron
sensiblemente su vida. En este subapartado nos interesa centrarnos en las
condiciones de vida de la población más vulnerable frente a la crisis, las
modalidades de acción, participación y organización, a fin de comprender que
más allá de los análisis cuantitativos, de las cifras de las caídas de cada país
y de los índices del PBI, las consecuencias sociales fueron dramáticas y en
general poco analizadas cuando se dirime la crisis en términos cuantitativos.
Aun cuando hemos señalado que en algunos países la salida de la crisis fue
bastante rápida y para finales de la década estaban ya en recuperación, las
consecuencias para la clase trabajadora no experimentaron los mismos rit-
mos, por lo que el crecimiento de la economía no mejoró las condiciones de
trabajo tan rápidamente.
Sin datos muy precisos, ya que los censos no lo revelan, las consecuen-
cias de la crisis a nivel de desempleo fueron significativas en los primeros
años. En Perú algunos datos permiten advertir el impacto en trabajadores. La
producción cañera pasó de 26 mil trabajadores en 1928 a 20 mil en 1932 y
el empleo de obreros en la minería de 25 mil a 13 mil en el mismo periodo. El
censo de 1931 señala que el 25 por ciento de la población estaba desemplea-
da, siendo más drástico en algunos sectores; en la construcción por ejemplo
el desempleo afectó al 70 por ciento de los trabajadores.
En Centroamérica la caída de las exportaciones se trasladó directamente a
los salarios. Los caficultores los redujeron en promedio el 50 por ciento, con
lo que alcanzaron niveles por debajo del salario mínimo. Asimismo redujeron
el uso de la fuerza estacional, que en general complementaba una economía
campesina de subsistencia. Por otra parte, debido a la desaceleración de la
economía, el desempleo creció en las ciudades centroamericanas. En México
la crisis afectó fundamentalmente a los sectores urbanos e industriales: los
mineros ocupados bajaron de 90 mil a 45 mil entre 1929 y 1932; textiles de
44 mil a 38 mil y ferrocarrileros de 47 mil a 36 mil. También se sufrió la llega-
da de aproximadamente 300 mil migrantes mexicanos expulsados de Estados
Unidos. Estos datos reflejan las diversas formas en que la crisis afectó a los
sectores más vulnerables dentro de la economía.
Sin embargo, las consecuencias no solo significaron el sufrimiento y el
empobrecimiento de los sectores trabajadores sino que se desarrollaron diver-
sas estrategias (individuales, colectivas, institucionales) que intentaron paliar
la situación. En aquellos países donde se mantenía una economía campesina
de subsistencia, como en México, gran parte de los expulsados de la industria
y de los migrantes fueron reabsorbidos por ella. Los mineros chilenos se des-
plazaron hacia el ámbito rural o buscaron oportunidades en las regiones de la
araucanía o incluso en las grandes ciudades como Santiago. En otros casos
la migración fue a las grandes ciudades. Eso ocurrió en Argentina y Brasil,
países con un desarrollo urbano más dinámico. Así es posible advertir que la
migración de una región a otra fue una estrategia común y en algunos casos
fue apoyada por subvenciones del Estado, como los migrantes mineros de la
región norte de Chile.
En distintos países las instituciones estatales y la Iglesia acompañaron
con algunas medidas de asistencia social: comedores, albergues, transpor-
te gratuito para el traslado de desocupados, roperos para pobres. La acción

Historia latinoamericana Laura Luciani


177

estatal, aunque mínima, abrió el camino para la gestación de políticas públi-


cas a largo plazo que institucionalizaron aquellas medidas que surgieron como
paliativos ante la crisis económica. Ello produjo además un efecto secundario:
la profesionalización y especialización de la asistencia social, que desplazó
las estrategias de asistencialismo anteriores pero reforzó el rol de la mujer
como cuidadora.

No es casual que las profesiones que se ampliaron para este periodo correspondan a enfer-
mería y visitadora social, ambas fuertemente feminizadas desde sus inicios. En países como
Chile, Perú, Argentina y Colombia la asistencia social adquirió un rol importante en estos
años. Para mediados de la década de 1930 se creó en Colombia la primera Asociación
Nacional de Enfermeras y María Vergara de Carulla fundó en 1937 la escuela de Servicio
Social. En Chile la asistencia social del Estado creció en el contexto de la crisis ocupando
un rol central las visitadoras sociales (encargadas de verificar los contextos de higiene y salud
familiar) y las enfermeras. Valdés, Caro y Peña (2001) señalan para el caso chileno una
cuestión que podría considerarse para otros países: la intervención del Estado a partir de la
asistencia social en el contexto de la crisis reforzó patrones de familiarización en la medida
que muchas de las leyes se direccionaban a la protección del núcleo familiar y de los meno-
res. Así crecieron el número de casamientos y nacimientos dentro de las uniones civiles.

Sin embargo, las medidas tomadas fueron fragmentarias y no constituyeron


una mirada profunda al problema de la falta de empleo, por lo cual las indemni-
zaciones o los subsidios de desempleo no se masivizaron. Se los consideraba
un costo alto e innecesario en la medida en que el desempleo era visto como
un hecho temporal producto de la crisis y no como un problema social que
requiriese la intervención del Estado.

Las organizaciones obreras y los partidos de izquierda frente a la


crisis
La crisis generó mecanismos de organización, movilización y lucha social entre
los trabajadores que aspiraban a mejores condiciones de vida. En el periodo
de mayor crudeza de la crisis (1929-1932), en algunos países se sucedieron
huelgas, movilizaciones, ocupaciones de tierra y demandas de acción del
Estado frente a la masiva desocupación, con una fuerte participación sindical
y de partidos de izquierda. Es cierto que en la mayoría de los países la sindi-
calización era más bien fragmentaria, y solo un puñado tenía confederaciones
de alcance nacional, con lo cual las demandas también se desarrollaron en
forma localizada y no siempre coordinada. Sin embargo, en algunos casos se
organizaron huelgas generales o de sectores estratégicos que paralizaron la
economía. En Honduras las huelgas más importantes de 1930 y 1932 fueron
llevadas adelante por los trabajadores de las compañías transnacionales
bananeras, y en algunas regiones fueron acompañadas por comerciantes y
pobladores locales. En Bolivia, y en el marco de la represión a las movilizacio-
nes que se produjeron en 1929, la anarquista Federación Obrera Local (FOL)
puso en marcha el Comité por las ocho horas como conquista del movimiento
obrero y como estrategia que

Historia latinoamericana Laura Luciani


178

CC
[servirá] para que encuentren trabajo los miles de Obreros que ahora son vícti-
mas de la desocupación y que faltos de un salario con que cubrir sus ingentes
necesidades, a diario los vemos en la calle mendigando la caridad pública (do-
cumento de la FOL, citado en Lehm y Rivera Cusicanqui, 1988: 47).

La organización sindical se expandió en estos años. En las haciendas caficul-


toras de El Salvador emergieron los primeros sindicatos y en Cuba se creó
el Sindicato Nacional de los Obreros de Cuba. Para mediados de la década
surgieron organizaciones en Bolivia y Colombia: la Confederación Sindical de
Trabajadores Bolivianos, la Confederación Sindical de Colombia y luego la
Confederación de Trabajadores de Colombia. En muchos casos la influencia
más importante provenía de militantes comunistas (excepto en el caso boli-
viano, donde el trotskismo tendría mayor influencia). Durante la década de
1920 y a partir del objetivo del gobierno revolucionario de Rusia de impulsar
la creación de partidos comunistas a nivel mundial, estos tuvieron una fuerte
injerencia en la organización sindical, lo que se verificó en la lucha durante
los años de la crisis. Pero los esfuerzos no solo se direccionaron en organizar
a los sindicatos en cada país, sino que se orientaron a potenciar la unidad
sindical a nivel continental. Ello se concretó en la Confederación Sindical
Latinoamericana de 1927, que tuvo su primer congreso en Montevideo en
1930 y marcó como objetivo de lucha la huelga insurreccional y el rechazo a
toda política de alianzas reformistas. Esta línea que caracterizó a los partidos
comunistas latinoamericanos hasta 1935 marcó la modalidad de acción sin-
dical y partidaria.
Por ejemplo, entre 1930 y 1935 se produjeron acciones insurrecciona-
les en un puñado de países donde el partido comunista tuvo participación.
Recordemos el levantamiento llevado adelante por el Partido Comunista en
El Salvador, que culminó con la masacre más importante en 1932, y el levan-
tamiento insurreccional de la Alianza Nacional Libertadora de Luis Carlos
Prestes en 1935, que terminó en fracaso y con el apresamiento de los diri-
gentes comunistas.
Para ese mismo año, la Internacional Comunista cambió la estrategia de
clase contra clase por la de frentes populares. Esto permitió reorientar la
política de los partidos comunistas con respecto a los partidos reformistas
y nacional-populares, ampliando así los vínculos con el movimiento obrero y
modificando las estrategias de lucha.

Historia latinoamericana Laura Luciani


179

PARA AMPLIAR

La acción de los partidos comunistas en el periodo 1930-1935 en

AA América Latina impide los análisis esquemáticos. En general su acti-


vidad suele considerarse un producto de la orientación política de la
Internacional Comunista, desconociendo que sus posicionamientos
estaban atravesados por realidades sociales, culturales, económicas y
políticas complejas.
El caso de la insurrección de El Salvador da cuenta de ello. Allí el
movimiento insurreccional campesino se desplegó a partir de deman-
das campesinas que se reconfiguraron al calor de la influencia de
la sección local del Socorro Rojo Internacional (vinculado a la III
Internacional Comunista) y el Partido Comunista Salvadoreño.
Gould y Lauria Santiago (2008), quienes han estudiado este proce-
so, sostienen que no fue la influencia de los posicionamientos de la
Internacional, sino el cruce entre la radicalización del movimiento
campesino y las alternativas del comunismo local. Para los autores es
imprescindible urdir la trama entre la compleja realidad social cul-
tural de las comunidades indígenas, la construcción de un discurso
hegemónico de integración y mestizaje que generó tensiones sociales,
la crisis económica y la articulación entre la movilización de masas y
el Partido Comunista.
1932. Cicatriz de la memoria

Documental realizado por el Museo de la Imagen y la Palabra de El


Salvador sobre la insurrección de El Salvador y la posterior masacre.
<https://www.youtube.com/watch?v=mLZTTxddCZg>

Los años correspondientes a la década de 1930 suelen ser construidos desde


la crisis económica y en forma fragmentaria como momento de fuerte conflicti-
vidad social, de crecimiento de la movilización y lucha, lo que permitió a los par-
tidos de izquierda y de masas crecer en esa coyuntura. Sin embargo, esto debe
ser integrado en un conjunto de explicaciones más complejas en donde rever-
beran la crisis política, el derrumbamiento del régimen oligárquico y el ascenso
de posicionamientos políticos diversos, pero fundamentalmente de izquierda,
que acompañaron, alentaron e integraron los procesos de movilización social
que abordamos. Es decir, los procesos insurreccionales deben entenderse en
un contexto general de crisis –como lo hemos señalado al principio–, donde la
crisis económica tiende a ser un factor significativo aunque no exclusivo.

Historia latinoamericana Laura Luciani


180

LECTURA OBLIGATORIA

Knight, A. (2015b), “Panorama de la Gran depresión en América

OO Latina”, en: Knight, A. y Drinot, P., La Gran Depresión en América


Latina, FCE, México, pp. 347-423.

3.

KK a. Luego de la lectura del artículo, elabore un texto en que:


• Sintetice los efectos económicos de la crisis en América Latina.
• Señale cuál es la relación entre crisis económica y cambio político
para el autor.
• Identifique la diferencia entre las reacciones coyunturales y estructu-
rales señaladas por Knight (analiza el rol del Estado).
b. Hacia el final del artículo el autor sostiene: “[América Latina] En
comparación con Europa y Estados Unidos en los años treinta fue
también un episodio más positivo y creativo”. Proponga una funda-
mentación o crítica a esa idea.

4.3. Los populismos: debates y procesos


La emergencia de gobiernos populistas entre mediados de la década de 1930
y la siguiente es considerada como uno de los resultados de la crisis económi-
ca de 1929. Esta posibilidad no se dio en todos los países sino que se con-
cretó en experiencias que han sido analizadas en conjunto a partir de rasgos
comunes: los gobiernos de Juan Perón entre 1946 y 1955, de Getulio Vargas
en Brasil –quien asumió como presidente en diversos momentos después de
1930– y de Lázaro Cárdenas en México entre 1934 y 1940. En general, los
estudios sobre el populismo se han basado en analizar la experiencia de la
primera y segunda presidencia de Perón, tomadas como modelo para explicar
y caracterizar algunos rasgos de los gobiernos populistas latinoamericanos.
En este subapartado retomamos el concepto de populismo y el arraigo de su
uso para las experiencias latinoamericanas, para luego analizar los casos de
Brasil y México.

4.3.1. El populismo: un concepto ambiguo


El uso del término “populismo” para caracterizar a un fenómeno político suele
ser conflictivo, ya que no se restringe al campo académico –donde de por
sí genera discrepancias y matices–, sino que se ha incorporado al discurso
político y en no pocas ocasiones con una connotación peyorativa. Al mismo
tiempo, su uso político se renueva lo cual permite la adaptación para describir
procesos en contextos histórico diferentes. En los estudios sobre los regíme-
nes políticos populistas clásicos en América Latina, las líneas de indagación
han sido diversas. Algunas han hecho énfasis en la dimensión ideológica, el
liderazgo y en el populismo como lógica de vinculación con los sectores popu-
lares, mientras que otras se detuvieron en analizar los componentes estruc-
turales que permitieron su emergencia. Un acuerdo general entre ellas es

Historia latinoamericana Laura Luciani


181

que los gobiernos populistas emergieron en un contexto de crisis del régimen


oligárquico, es decir, de crisis de poder de las clases dominantes tradiciona-
les, de fuertes críticas al liberalismo y a la democracia, y con una tendencia
al corporativismo como modo de integración política.
Las experiencias que tomamos como regímenes populistas clásicos (Perón,
Vargas y Cárdenas) pueden ser claramente identificadas a partir de rasgos
ideológicos y por la presencia de un líder fuerte que se vincula con los sectores
populares –fundamentalmente trabajadores– mediante símbolos, discursos y
un modo específico de canalización de las demandas a través de mediaciones
corporativas (sindicatos). Sin embargo, se impone la necesidad de analizar
los factores estructurales que condicionaron su aparición. Un elemento que
consideramos central es que su surgimiento se produjo luego de la crisis eco-
nómica de 1930, o sea, en un contexto histórico determinado. Esto no quiere
decir que la crisis en sí misma fue un factor de emergencia, pero sí que los
cambios que provocó en el medio plazo supusieron las condiciones necesarias
para su desarrollo. El populismo latinoamericano se correspondió entonces
con un régimen político que surgió en un momento determinado del desarrollo
capitalista, alentó la industrialización por sustitución de importaciones, poten-
ció la producción orientada hacia el mercado interno, el consumo y la regu-
lación de importaciones, y favoreció una distribución de ingresos progresiva.
Todos estos elementos son cambios económicos y políticos que configuraron
las experiencias latinoamericanas de ese periodo, sin que ello nos obligue a
hablar de populismo en todos los casos. La particularidad de los gobiernos
abordados es que todos estos factores se combinaron de un particular modo
dotando a cada uno de ellos de un sentido diferente.

CC
El populismo sería una experiencia sociohistórica resultado de dos procesos
combinados: el contexto estructural de la crisis del modelo primario exportador
y la generalización de políticas de industrialización por sustitución de importa-
ciones, por un lado y la doble crisis de la dominación oligárquica y la idea de
democracia liberal (Giletta y Alberto, 2014: 118).

El populismo tuvo como rasgo constitutivo: la movilización social y la incorpo-


ración de las clases populares (fundamentalmente trabajadoras y urbanas)
a la vida política. Ello se produjo en el marco de la integración a un proyecto
policlasista (porque lograba articular intereses de clases sociales diferentes
como la burguesía y el proletariado) en un contexto de urbanización acelerada
y desarrollo económico extensivo. Sin embargo, esa integración se realizó
de manera subordinada a través de diversos mecanismos que llevaron a la
desarticulación, represión, cooptación, negociación de formas organizativas
preexistentes de los trabajadores y a la redacción de códigos laborales. La
redistribución del ingreso y la ampliación del consumo, producto de la crea-
ción del mercado interno y del proceso sustitutivo de importaciones, fueron
elementos centrales en ese proceso. Pero, además, el Estado ocupó un rol
central no solo en la potenciación de medidas industrialistas sino también en
políticas redistributivas, actuando como árbitro y mediador de los conflictos
entre capital y trabajo.

Historia latinoamericana Laura Luciani


182

LEER CON ATENCIÓN

En general, el apoyo de las clases trabajadoras a estos regímenes ha

LL sido considerado como parte de un proceso de manipulación desde


arriba o de cooptación de líderes, siempre con un sentido unidirec-
cional, verticalista, en la relación Estado/sectores populares. Esta idea
minimiza el rol de los sectores trabajadores en el régimen populista,
al mismo tiempo que los despoja de su participación, poniendo énfa-
sis solo en las acciones del Estado como concesiones impuestas desde
arriba. Asimismo, minusvalora las tradiciones de lucha e intervención
de la clase obrera del periodo precedente, negando historicidad a los
proceso de movilización en pro de los derechos laborales.

Hemos señalado ya que el populismo incorporó rasgos ideológicos y simbó-


licos que se combinaron con las características estructurales. Parte de su
fisonomía es la presencia de un líder carismático que gestó símbolos, retóricas
y lenguajes públicos populares (como la oposición a la oligarquía). Asimismo,
incorporó un fuerte discurso nacionalista, anticomunista y antiimperialista
(pero no anticapitalista), lo que permitió un vínculo específico con aquellos
sectores trabajadores a los cuales se dirigía.

4.3.2. Dos casos de gobiernos populistas en América Latina:


México y Brasil
La experiencia de gobierno de Lázaro Cárdenas entre 1934 y 1940 debe ser
tramada en dos claves. Por un lado reconociendo la fractura que la Revolución
mexicana supuso, por otro, los límites que la crisis económica y política impu-
sieron a la gestión gubernamental en los años 1930. Así, su llegada a la
presidencia debe entenderse a partir de las lógicas con las cuales funcionó el
régimen político durante la década anterior. La crisis económica y los cuestio-
namientos políticos habían debilitado el poder de Calles como Jefe Máximo,
aunque seguía siendo el líder encargado de definir al sucesor. En 1933 se
reunió la segunda Convención del Partido Nacional Revolucionario para dictar
el Plan sexenal donde se definieron tres grandes temas: la reorganización
del partido, la discusión y elaboración de un plan de gobierno de seis años
y la postulación de un candidato para la presidencia. Para entonces, Lázaro
Cárdenas, una figura joven dentro de la organización y vinculada con el ala
agrarista (es decir que consideraba que el reparto de tierras no había conclui-
do), era el candidato posible.

CC
Cárdenas llegó a la Convención provisto de todos los amarres. Avalado por su
carrera militar, por su fuerza en Michoacán, por su relación con el centro, por la
infinidad de cargos públicos que había desempeñado, por su liderazgo entre
los hombres fuertes de los diversos estados de la República, por haber obteni-
do el apoyo de Calles y fundamentalmente por haber logrado el control de la
Confederación Campesina Mexicana y haber impuesto en su dirección a un di-
rigente agrario que actuaba ya como un cardenista (León y González, 2010: 29).

Historia latinoamericana Laura Luciani


183

La cita precedente nos permite entender que, más allá de las definiciones de
Calles, Cárdenas tuvo desde el inicio el apoyo de diversos sectores que le
permitieron desprenderse, a poco de iniciado su gobierno, de la incómoda figu-
ra del Jefe Máximo. Sobre la presidencia de Cárdenas señalaremos aquellos
puntos que son relevantes para comprender su gestión: los conflictos a nivel
político y el desplazamiento del callismo, su vínculo con sectores trabajado-
res y campesinos, el reparto de tierras y la nacionalización de transportes y
petróleo.
El primer gabinete de la presidencia de Cárdenas estuvo compuesto por
callistas, agraristas y sectores que no eran considerados ‘cardenistas’, aun-
que se acercaron a él por su oposición a Calles. Sin embargo, las fricciones
entre el Jefe Máximo y el presidente se evidenciaron rápidamente en la puja
por el poder y las diferencias en la concepción del rumbo del país. La reforma
agraria que pretendía impulsar el gobierno, el apoyo a las huelgas y el discur-
so radical eran los puntos criticados por Calles. En junio de 1935 y a raíz de
las declaraciones del Jefe Máximo se produjo la depuración de callistas del
gabinete y Cárdenas afianzó su posición como presidente desplazándolos del
gobierno primero, del partido y las fuerzas armadas después. En ese proceso
un lugar central lo ocuparon los sectores trabajadores que apoyaron la ges-
tión gubernamental y sostuvieron su rumbo político. También colaboró el vira-
je de algunos gobernadores y políticos que en poco tiempo mudaron su apoyo
hacia la gestión cardenista. En 1938 los cambios producidos se consolidaron
en la reformulación del partido revolucionario, que pasó a llamarse Partido
Revolucionario Mexicano.
El gobierno de Cárdenas no reflejó simplemente el recambio político den-
tro de un partido con fuertes tensiones, sino el cambio en las relaciones con
los sectores trabajadores y campesinos que se produjo entre 1934 y 1936, y
evidenció también un proceso de radicalización del régimen que alentó movili-
zaciones y huelgas. Como ya hemos señalado en esta misma unidad, la ges-
tación de derechos laborales en México tenía una larga trayectoria desde la
Constitución de 1917, y la existencia de sindicatos fuertes y asociados al
Estado se remontaba hasta los vínculos de la CROM con Obregón. Sin embar-
go, en el contexto de la década de 1930 se identificaron varios cambios. En
1931 se había promulgado la Ley Federal del Trabajo, cuerpo legislativo que
reglamentó jornadas laborales, salarios mínimos, despidos. Todas estas leyes
cobraron impulso y fueron letra viva durante la gestión de Cárdenas, donde
la ampliación del empleo, la reducción de las horas de trabajo y la elevación
del piso salarial se convirtieron en temas centrales, formando parte integral
de su proyecto político.
El impulso de medidas favorables hacia trabajadores se articuló con los
cambios producidos en el mundo sindical. Para finales de la década de 1920
la CROM se debilitaba gracias a dos factores: su estrecha vinculación con el
poder político, cuestionada a partir del enriquecimiento de dirigentes, y la cri-
sis económica que afectó a los sectores trabajadores, hecho que generó masi-
vas huelgas. Por ello, en 1929 se escindieron con Fidel Velázquez a la cabeza
treinta y siete sindicatos, en su mayoría organizados en la capital del país. En
ese mismo año se formaron las Cámaras de Trabajo con ferroviarios y electri-
cistas, sectores con tradición combativa y radical, y la Confederación Sindical
Unitaria de México, bajo la influencia de comunistas. En 1933 Lombardo
Toledano rompió con Luis Morones conformando la Confederación General
Obrera y Campesina de México. Esta diversidad sindical se fue modificando

Historia latinoamericana Laura Luciani


184

durante los primeros años del cardenismo. En 1935 y frente al conflicto entre
Calles y Cárdenas, los grandes sindicatos conformaron el Comité Nacional
de Defensa Proletaria en apoyo al presidente y se propuso como objetivo
la creación de una central sindical única. Así en 1936 surgió la Central de
Trabajadores de México (CTM), cuyo primer dirigente fue Lombardo Toledano
y en donde confluyeron gran parte de los sindicatos existentes, excepto la
CROM y la CGT.
Si bien Cárdenas había alentado su constitución, en tanto era un factor
importante para inclinar la balanza a su favor, también intentó contener algu-
nas de las iniciativas obreras. Las diferencias entre la Central y la gestión de
Cárdenas se evidenciaron en los primeros años en el posicionamiento sobre
algunas huelgas y respecto de la sindicalización campesina y de los trabaja-
dores del Estado. Si bien Cárdenas apoyó diversas huelgas, dando curso a las
demandas exigidas, en mayo de 1936 el gobierno desconoció la de los ferro-
carrileros. Asimismo en la constitución de la CTM, Lombardo Toledano había
contemplado la posibilidad de unificación en una sola sindical de obreros y
campesinos. Este objetivo no se llevó adelante porque el propio Cárdenas
consideraba necesario mantener una central sindical campesina separada.
Otro punto de diferencia se relacionó con las iniciativas de sindicalización de
Recordemos que la Central
Campesina de México (CCM) lo empleados públicos del Estado y bancarios, que el gobierno quería incorporar
había apoyado tempranamente (a en un régimen especial.
diferencia de las centrales sindi- Es importante destacar que, si bien hubo un proceso de unificación sindical
cales obreras) y fue la punta de
que reorganizó al sector obrero y campesino, no estuvo supeditado ni asumió
lanza para la reorganización sindi-
cal en la Confederación Nacional directamente los posicionamientos del gobierno, marcando así momentos de
Campesina (CNC) en 1938, a fricciones y confluencia en diversos periodos. Asimismo, el Estado se convirtió
cargo de Graciano Sánchez, un en un mediador en los conflictos laborales; si bien generalmente fue a favor de
dirigente cardenista.
los trabajadores, su definición dependió del sector en conflicto, las coyunturas
y la situación económica en general. Luego de 1938, en un momento diferen-
te dentro del sexenio cardenista, el gobierno intentó evitar huelgas alegando
el bien de la economía del país y señalando los límites de su política laboral.
La reforma agraria fue la política clave del gobierno y marcó un punto de
inflexión sin precedentes en materia de reparto de tierras. Como ya vimos en
esta unidad, la Constitución de 1917 incorporó el reparto de tierras, aunque
no fue significativo durante los años 1920 y Calles decretó su fin a principios
de la década de 1930. Pero en la gestión de Cárdenas cobró nuevo impulso;
su discurso agrarista fue acompañado de una gestión sensible al reparto de
tierras. Durante todo el periodo otorgó casi 18 millones de hectáreas a cam-
Entre 1917 y 1934 se habían pesinos, es decir, un promedio de casi 3 millones por año. La dotación de tie-
repartido en total unos 10 millo- rras en forma ejidal también se amplió, pasando del 15 por ciento en 1930
nes de hectáreas. a un 47 por ciento en 1940, y la población campesina sin tierra bajó de 2,5
millones a 1,9 millones. Además se desarrollaron créditos agrícolas mediante
el Banco Nacional de Crédito Ejidal creado en 1936.
El reparto de tierra en forma ejidal no supuso el mantenimiento de una eco-
nomía de autosubsistencia como en épocas pasadas, sino que se transformó
en un sector comercial estratégico para la exportación. Ejemplo de ello es el
reparto en la comarca Lagunera (entre los estados de Coahuila y Durango);
allí se encontraba la producción algodonera para la exportación repartida en
haciendas que concentraban cerca de 500 mil hectáreas. En la región diver-
sos conflictos entre trabajadores y hacendados se producían desde la década
anterior, con fuerte influencia de dirigentes comunistas en la organización de
los trabajadores. En 1935 se convocaron diversas huelgas y el Estado inter-

Historia latinoamericana Laura Luciani


185

vino al año siguiente expropiando y repartiendo el 60 por ciento de las tierras


en 300 ejidos. El reparto colectivo permitió mantener el desarrollo productivo
de la economía algodonera, dando a la comunidad la posibilidad de generar
las inversiones en maquinarias. En este caso el reparto de tierras fue exitoso
económicamente ya que los niveles promedio de productividad del algodón
fueron altos y la calidad de vida de los ejidatarios mejoró significativamente.
En la región henequenera de Yucatán el 80 por ciento de la tierra fue repar-
tida entre 34 mil peones mayas en 200 ejidos. El reparto, muy similar al de
la zona Lagunera, no tuvo los mismos resultados, fundamentalmente por el
surgimiento de los materiales sintéticos, que compitieron con el henequén,
y las dificultades de acceso a maquinarias. En otras regiones como Sonora,
Michoacan y en el valle de Mexicali también se produjeron repartos de tierras
pero de menor significación.
La reforma agraria se constituyó a partir de la intervención del Estado. Sin
embargo, no podemos desconocer el amplio proceso de movilización campe-
sina en las regiones en que se efectivizó el reparto y en diversas partes del
país; proceso de movilización y organización de larga data que marcó a fuego
la demanda de tierras en México. A corto plazo, la reforma mejoró la vida de
gran cantidad de familias campesinas y otorgó a sus sindicatos cierto poder
de lucha y negociación hasta 1940. Asimismo, mejoró las condiciones de
desarrollo económico en el campo para el consumo interno y modernizó la
agroexportación.
El otro tema significativo de la gestión cardenista estuvo asociado al proce-
so de nacionalización. Dos casos fueron los más significativos: la nacionaliza-
ción de ferrocarriles en 1936 y la nacionalización del petróleo en 1938, ambos
de carácter diferente. En el caso de los ferrocarriles, luego de diferentes y pro-
longadas huelgas Cárdenas decidió la expropiación de este medio de transpor-
te, transfiriendo su administración al Sindicato Nacional de Ferrocarrileros. Si
bien este tipo de medidas fue visto por los sectores opositores al cardenismo
como una evidencia de la radicalización del régimen, lo cierto es que en este
caso se nacionalizó una empresa casi en quiebra.
Diferente fue la nacionalización del petróleo, dado que la expropiación se
produjo en un área económica estratégica y en manos de empresas extran-
jeras. La intervención se dio ante el conflicto entre la patronal y petroleros,
quienes recientemente se habían sindicalizado y reclamaban mejoras salaria-
les. La intransigencia para mejorar las condiciones laborales, la complejidad
de las negociaciones y el apoyo de diversos sectores (incluso opositores al
gobierno) permitió la expropiación a las empresas extranjeras; se constituyó
así PEMEX, que quedó bajo el control estatal y sindical.
La mayoría de los autores señala la nacionalización del petróleo como una
medida que marcó el punto más alto de concentración del poder político de
Cárdenas, su fase más radical, pero al mismo tiempo de declive. En ese año la
reestructuración del partido Nacional Revolucionario en Partido Revolucionario
Mexicano, que pretendía encauzar el poder político a favor de Cárdenas, se
daba en un momento en que el régimen comenzaba a mostrar síntomas de
debilidad. Ello se verificaba en un contexto local e internacional complejo, de
moderación del gobierno frente a la movilización popular y de reorganización
de sectores opositores tanto dentro como fuera del partido. Las elecciones
de 1940 que dieron como presidente a Manuel Ávila Camacho, un represen-
tante de los sectores más conservadores dentro del partido, reflejaban esta
situación.

Historia latinoamericana Laura Luciani


186

Rosa blanca (1961, dir. Roberto Gavaldón)

Narra la historia de las presiones de una empresa norteamericana para


la compra de tierras donde se hallaba petróleo. Hacia el final hay una
breve referencia a la expropiación del petróleo por parte del gobierno
de Cárdenas.
<https://www.youtube.com/watch?v=dg9DM9t61l4>

PARA REFLEXIONAR

¿Por qué Estados Unidos no intervino cuando se produjo la nacio-

PP nalización de empresas norteamericanas instaladas en México? Una


de las explicaciones deviene del cambio en la política norteamericana
respecto de América Latina. Con el gobierno de Franklin D. Roo-
sevelt se inició una etapa de moderación de la intervención nortea-
mericana en la región en búsqueda de solidaridad hemisférica ante
posibles invasiones.

En Brasil, Getulio Vargas fue la figura central de la política entre el año 1930
y 1954. Esos 24 años en que se sucedieron distintos regímenes políticos
–y en los cuales Vargas gobernó entre 1930 y 1945 y luego entre 1951 y
1954– sentaron las bases para el desarrollo industrial, la gestación de leyes
El Partido Comunista era el único laborales que hasta entonces habían sido esporádicas, la vinculación entre
caso de un partido nacional crea- trabajadores y la figura de Vargas, el desarrollo de un sindicalismo verticalista
do previamente a los años 1930.
e, incluso, la creación de partidos políticos nacionales que prácticamente
no existieron en el periodo anterior.
Como ya mencionamos, en 1930 se produjo un levantamiento que destru-
yó la República Vieja. A partir de entonces Vargas sería designado presiden-
te provisional primero y constitucional desde 1934 y 1937; posteriormente,
mediante un autogolpe presidió el periodo del Estado Novo hasta 1945. El
Estado Novo ha sido sin duda uno de los momentos más importantes en la
historia de Brasil del siglo XX, pero sus implicancias se comprenden en una
periodización que contempla los cambios impuestos desde 1930, así como
los procesos que jalonaron la historia de Brasil después de 1945.

Historia latinoamericana Laura Luciani


187

Para 1930, la figura de Getulio Vargas articulaba a diversos sectores que


se oponían a la hegemonía paulista, fundamentalmente la burguesía sureña,
sectores militares, parte del movimiento tenentista y sectores profesionales.
Para las elecciones de 1930 estos sectores opositores habían conformado
la Alianza Liberal, que tenía como candidato a Vargas, quien perdió contra el
candidato paulista Julio Prestes. Entre marzo y octubre de 1930 se inició un
movimiento en los estados de Río Grande do Sul, Minas Gerais y estados del
nordeste que cuestionó el resultado de las elecciones y derrocó el régimen en
un suceso conocido como la Revolución de 1930. Los intereses de este gran
frente de oposición eran diversos y caracterizaron las pujas políticas durante
el gobierno provisional.
La Constitución de 1934 intentó saldar estos conflictos generando las
bases legales para el orden institucional. Esta constitución es considerada en
sus líneas principales un triunfo de los sectores que planteaban la ampliación
de las libertades políticas, aun cuando se definía la presidencia por cuatro
años sin reelección pero con mayor intervención del ejecutivo. Con la nueva
carta constitucional, el país se radicalizó emergiendo dos importantes movi-
mientos de masas de opuesto signo político: la Acción Integralista Brasileña,
antiliberal, nacionalista y anticomunista, y la Alianza Nacional Libertadora lide-
rada por Luis Carlos Prestes, a la cual ya hemos hecho referencia. Las accio-
nes de la ANL, opositoras al gobierno de Vargas, fueron consideradas como
un peligro de acción comunista por el gobierno y justificaron la intensificación
del control y la represión, así como el autogolpe que Vargas impuso en 1937,
abriendo el periodo del Estado Novo con una nueva carta constitucional más
centralista y autoritaria.
Los ocho años que corresponden al Estado Novo se caracterizaron por
ser un periodo autoritario, de disolución del Parlamento, de inexistencia de
partidos políticos, de fuerte control social y represión policial, antiliberal, de
persecución al comunismo, pero al mismo tiempo de políticas públicas que
modificaron la estructura económico-social del país. Durante el Estado Novo
Brasil se transformó en un país más urbano e industrial, con un Estado pro-
motor de la industrialización de base. La inversión en actividades estratégi- Es cierto que ese proceso indus-
cas como el petróleo (considerado un factor central en el sostenimiento de la trializador no se produjo en la
soberanía nacional) y el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas como garan- década de 1930 sino más bien
durante el gobierno de Juscelino
tía del orden interno fueron pilares fundamentales de la promoción industrial.
Kubitschek, pero las medidas
Al mismo tiempo se definía un discurso nacionalista que pretendía integrar al generadas en estos años fueron
país y controlar las autonomías de las oligarquías estaduales. centrales para que se produjera
ese desarrollo.

Ejemplo de esos primeros pasos hacia la industrialización es la creación

xx de la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN) en Volta Redonda, Río


de Janeiro, que se logró mediante acuerdos diplomáticos e inversio-
nes norteamericanas. Actualmente es la mayor empresa siderúrgica de
Latinoamérica.

Historia latinoamericana Laura Luciani


188

Historia de Volta Redonda

<https://www.youtube.com/watch?v=BDWox0enQTA>

En materia social el Estado Novo permitió sistematizar y profundizar un conjun-


to de medidas que se implementaron durante la década de 1930. Recordemos
que en 1930 se creó el Ministerio de Trabajo, Industria y Comercio y que a
partir de allí se definieron un conjunto de políticas a favor de los trabajadores.
En 1931 se reglamentó la sindicalización de empleados y empleadores, que
tenían derecho a defender sus intereses frente al ministerio pero solo si eran
reconocidos por este. En 1932 se decretó la jornada laboral de ocho horas y
se reglamentó el trabajo de la mujer y de menores. Se introdujo la cartilla del
trabajo y se crearon las comisiones de conciliación y arbitraje entre patronales
y trabajadores, y los convenios colectivos de trabajo; en años siguientes se
estableció el derecho a vacaciones. Ya durante el Estado Novo se estableció
el salario mínimo y se llevaron adelante medidas en pos de la consolidación
de la previsión social a través de los institutos de retiros y pensiones. En 1943
la Consolidación de las Leyes de Trabajo (CLT) implicó la codificación de todas
las leyes laborales y sindicales de la época.
Estos beneficios no alcanzaban a todos los trabajadores por igual.
Quedaban excluidos algunos sectores como los trabajadores rurales, que
nunca fueron incorporados al sistema de previsión ni a las mejoras laborales
en general, tampoco quienes trabajaban en el servicio doméstico, en su mayo-
ría mujeres. Asimismo el beneficio llegaba solo a sectores trabajadores que
se incorporaron a la estructura sindical corporativa verticalista. Es decir que
solo los sindicatos reconocidos por el Ministerio tenían representación frente
al gobierno, lo que les permitía la negociación. Por ello la organización sindi-
cal se constituyó fundamentalmente como un órgano de cooperación, consul-
tivo y técnico del Estado.

Historia latinoamericana Laura Luciani


189

PARA REFLEXIONAR

¿Por qué los trabajadores rurales no fueron incorporados a la legisla-

PP ción laboral durante este periodo? Si comparamos con el caso mexi-


cano la diferencia es notable. En Brasil, con un país que a principios
de los años 1930 aún era rural, con gran cantidad de desposeídos y
concentración de la tierra no se planteó ni la reforma agraria (pasa-
rán varias décadas hasta que ese reclamo tenga visibilidad) ni dere-
chos laborales de trabajadores rurales. Ello se explica fundamental-
mente por la fuerza que las burguesías terratenientes tuvieron en las
décadas siguientes, sectores propietarios con los cuales el gobierno
de Vargas mantuvo ciertos acuerdos mínimos, entre ellos no tocar la
estructura de la tierra.

Hacia 1942, sin embargo, el Estado Novo entraba en un proceso de descom-


posición producto de su ingreso en la Segunda Guerra Mundial alineado junto
a los países democráticos. El gobierno autoritario de Vargas comenzaba a ser
cuestionado y se reclamaba la apertura democrática. Para finales del periodo
Vargas creó dos partidos que constituyeron parte de su legado: el Partido
Social Demócrata (PSD), que representaba fundamentalmente a sectores
exportadores y terratenientes, y el Partido Trabalhista Brasileño (PTB), que
aglutinaba a fuerzas urbanas y trabajadoras. La salida del gobierno de Vargas
solo duró un periodo, y para 1951 volvía a escena ganando las elecciones por
el PTB y con un fuerte discurso nacionalista y antiimperialista, al cual se suma-
ba un proyecto de industrialización mejor delineado. Entre las medidas más
importantes podemos señalar la creación del Banco de Desarrollo Económico
(1952) y Petrobrás en 1953. La fuerte oposición a su gobierno y los intentos
de derrocarlo llevaron a Vargas al suicidio cuando aún ejercía como presidente.
Su testamento político es el más acabado discurso de una gestión populista.

PARA AMPLIAR

Bárcena, A. (coord.) De la Urbanización Acelerada a la Consolida-

AA ción de los Asentamientos Humanos en América Latina y el Caribe: El


Espacio Regional, [en línea]. Santiago de Chile. Cepal. 2000. Dispo-
nible en: <http://www.bvsde.paho.org/bvsacd/cd30/urbaniza.pdf>
[Consulta: 2 06 2010].

LECTURA OBLIGATORIA

Aguila, G. y Viano, C. (1999), “¿El cielo protector? Revisando el sig-

OO nificado del populismo latinoamericano”, en: Revista de Investigaciones


Históricas, nº 19, Universidad de Valladolid, pp. 217-237.

KK
Historia latinoamericana Laura Luciani
190

4.

KK Realice un resumen del artículo de Águila y Viano que contenga:


• Las hipótesis centrales de las autoras.
• Los rasgos que priorizan para interpretar el populismo.
• Los casos considerados populistas.
• La diferencia entre populismo y estado de bienestar.

4.3.3. Los gobiernos desarrollistas y la Cepal


A partir de la segunda posguerra, el desarrollo económico de los países lati-
noamericanos quedó asociado a la actividad industrial. El proceso de indus-
trialización por sustitución de importaciones se consolidó y transmutó para
la década siguiente, cuando el conflicto mundial (1939-1945) alteró nueva-
mente las relaciones de intercambio. Siendo una región alejada de la zona de
conflicto, con su estructura económica intacta, con dificultades para importar
y propicia para las inversiones norteamericanas que buscaban garantizar el
apoyo a los aliados, América Latina expandió su economía vinculada a la
industrialización. Junto con estas condiciones externas se desarrollaron polí-
ticas estatales que impulsaron el proceso de industrialización orientado hacia
bienes de capital y áreas estratégicas, en la medida en que este comenzó a
asociarse a la idea de desarrollo del país. Esto permitió que varios cambios
se consolidaran. En primer lugar el cambio de la composición del PBI, en el
cual la industria tuvo una alta participación, con lo que se revirtió el rol pre-
eminente de la exportación de bienes primarios (sin que esta dejara de ser
una fuente de ingresos necesaria para la importación). En segundo lugar, que
el crecimiento de la economía de cada país y el aumento de la productividad
entre 1950 y 1980 fuese el mayor en la historia del subcontinente. Por último,
la mayor presencia de inversión de empresas transnacionales en las ramas
más dinámicas de la industria.
Esta consolidación de la industrialización en América Latina se desarrolló
en diversos países a raíz del impulso de proyectos industriales por parte de los
gobiernos, pero tuvo en los gobiernos de Juscelino Kubitschek (1956-1961)
en Brasil y de Arturo Frondizi en Argentina (1958-1962) sus exponentes máxi-
mos. El proceso de industrialización se convirtió en esta etapa en una estrate-
gia más consciente e impulsada por el Estado, enmarcada en planes de desa-
rrollo explícito, lo que generó institutos y órganos administrativos orientados
a potenciarla. Viejas y nuevas medidas se constituyeron ahora en políticas
específicas para alentar la industria: la protección arancelaria, el control de
cambios, la creación de bancos de desarrollo e infraestructura, la regulación
de créditos al sector privado, las inversiones en sector público estratégico.
Este proceso se conjugó con una explosión demográfica y el crecimiento
de la población urbana, lo que modificó la estructura social de los países lati-
noamericanos. Hacia mediados de la década de 1950 se desarrollaron ade-
más estrategias para la transformación capitalista del campo con el ingreso
de inversiones de grandes empresas y la definición de reformas agrarias (que
adquirieron otros sentidos luego de la Revolución cubana) que desplazaron
el sistema de producción tradicional. El desarrollo como noción y como prác-
tica política fue central entre las décadas de 1950 y 1970, y se articuló con
la idea de modernización social. Sobre este tema volveremos en la Unidad 5.

Historia latinoamericana Laura Luciani


191

Ello se tradujo en obras públicas que tendieron a modificar la urbanización y


las condiciones de vivienda y salubridad de la población.
En ese contexto, el debate económico y político en América Latina estuvo
atravesado y definido por la noción de desarrollo. Este concepto no había sido
acuñado en la región pero sí reapropiado por economistas y cientistas socia-
les, quienes insertos en instituciones académicas y diferentes organismos
comenzaron a definir una teoría del desarrollo para América Latina. La institu-
ción más importante en este sentido fue el Centro Económico para América
Latina (Cepal), creado en 1947 como dependencia de las Organización de
Naciones Unidas; inicialmente se planteó como Agencia internacional, pero
pasó a ser una usina de pensamiento económico latinoamericano genuino.
Desde la Cepal y con Raúl Prebisch como su director, se definió la teoría del
desarrollo: esta planteaba las diferencias estructurales entre las economías
centrales (industriales) y de la periferia (exportadoras de bienes primarios),
las que marcaban las condiciones subordinadas de estas últimas. Prebisch
sostenía la necesidad de modificar la estructura económica de los países lati-
noamericanos, que se habían desarrollado en torno a la especialización eco-
nómica de bienes primarios, para forjar un camino propio de industrialización.
Las tesis de Prebisch y de los Cepalinos fueron incorporadas en los proyectos
políticos, en la medida en que iban en paralelo con la gestación de políticas
que planteaban como bandera la industrialización.

PARA REFLEXIONAR

La discusión en torno al desarrollo latinoamericano sigue vigente.

PP Desarrollo, neodesarrollo, desarrollo sustentable, son algunas expre-


siones que se han debatido y repropiado en los inicios del siglo XXI
desde gobiernos de diverso signo político.

LECTURA OBLIGATORIA

Ansaldi, W. (1991), “Cepal, la originalidad de la copia”, en: La bús-

OO queda de América Latina, Cuadernos del Instituto de Investigaciones


de la Facultad de Ciencias Sociales, Buenos Aires, pp. 22-36.

5.

KK a. Lea con atención los siguientes discursos de asunción de presidentes:


Discurso de asunción de Manuel López Obrador a la presidencia de
México, 1 de diciembre de 2018. Disponible en: <https://adnpolitico.
com/presidencia/2018/12/01/este-es-el-discurso-integro-de-lopez-obra-
dor-al-tomar-posesion> [Consulta: 19 04 2019].
Discurso de asunción de Sebastián Piñera a la presidencia de Chile, 11
de marzo de 2018. Disponible en:

Historia latinoamericana Laura Luciani


192

<https://www.ahoranoticias.cl/noticias/nacional/226074-cuenta-publi-
ca-discurso-completo-del-presidente-sebastian-pinera.html> [Consulta:
19 04 2019].
Los discursos que aquí presentamos fueron pronunciados por dos pre-
sidentes electos en América Latina de los últimos años. Ambos de signo
político diferente. En Chile, Sebastián Piñera es un político conserva-
dor, mientras que Manuel López Obrador representa a la centro-izquier-
da mexicana. En ambos discursos la noción de desarrollo aparece en
varias ocasiones.

b. Luego de leer los discursos (hay versiones audiovisuales) y realizada


la lectura obligatoria responda:
• En cada discurso el concepto de desarrollo aparece varias veces,
¿siempre tiene el mismo sentido?
• ¿Qué diferencias o similitudes encuentra entre la utilización de la
noción en ambos?
• ¿Hay alguna relación entre este uso y el concepto de desarrollo esta-
blecido en la posguerra que caracterizamos en esta unidad?

Historia latinoamericana Laura Luciani


193

Referencias bibliográficas

Águila, G. y Viano, C. (1999), “¿El cielo protector? Revisando el significado del


populismo latinoamericano” en: Revista de Investigaciones Históricas, nº
19, Universidad de Valladolid, pp. 219- 237.
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América Latina, Cuadernos del Instituto de Investigaciones de la Facultad
de Ciencias Sociales, Buenos Aires, pp. 22-36.
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Era, México.

Historia latinoamericana Laura Luciani


195

La Revolución cubana y sus proyecciones:


¿reforma o revolución?
Objetivos
Que los y las estudiantes logren:
•• Entender los cambios ocurridos en los años sesenta del siglo XX.
•• Reconocer la complejidad del proceso revolucionario en Cuba, atendiendo
a sujetos sociales y periodizaciones y políticas desarrolladas.
•• Comprender el impacto de la Revolución cubana en América Latina y sus
relaciones con Estados Unidos.
•• Identificar los debates inherentes a la conformación de organizaciones
político-militares en Latinoamérica.
•• Indagar en términos comparativos los procesos revolucionarios y sus
políticas.
•• Incorporar conceptos y perspectivas de análisis de los procesos históricos
abordados.

Introducción
¿Dónde nacen y mueren los años sesenta latinoamericanos? Aunque la defini-
ción de una década suele imponer números redondos, las memorias definen
selecciones más subjetivas y parciales de aquello que la cronología demanda.
Los años sesenta no son redondos, ni cuadrados: son abigarrados, sinuosos y
curvos, con dobleces y un relieve rugoso que impide narrarlos en una cronolo-
gía clásica. Desandar su complejidad obliga a dar vueltas en círculo alrededor
de algunas problemáticas.
Los llamados años sesenta nacieron con la Revolución cubana, o, más
bien, con las proyecciones y representaciones que reverberaron y se multipli-
caron por toda Latinoamérica. Para Gilman (2003), esos años murieron con la
sangre derramada durante el golpe de Estado del dictador Augusto Pinochet
en el Chile de 1973. Sin embargo, las imágenes y los sentidos de la revolu-
ción tuvieron réplicas, como los terremotos, más allá de ese golpe. Lo cierto
es que entre ambos acontecimientos, la revolución y el golpe, una miríada de
sucesos erosionó las bases de la cultura y la sociedad capitalistas de pos-
guerra. En esta unidad nos centraremos en abordar algunos elementos clave
para comprender los procesos políticos y sociales que abonan las reflexiones
y los debates sobre el periodo más caliente de la historia latinoamericana del
siglo XX, enmarcado en la Guerra Fría.

Historia latinoamericana Laura Luciani


196

5.1. La Revolución cubana: antecedentes históricos


Las revoluciones son como un volcán, llaman la atención cuando explotan.
Recién entonces, historiadores y cientistas sociales en general, periodistas y
curiosos comienzan a buscar las raíces que permiten comprender ese suce-
so. La Revolución cubana no es excepcional en ese aspecto. Para entender
los sentidos que ella fue adoptando desde la entrada de los guerrilleros a La
Habana, en enero de 1959, necesitamos hilar procesos de un tiempo más
largo en la historia cubana, donde las luchas sociales ocupan un lugar central.
Asimismo, debemos inscribirla en su tiempo, el tiempo de posguerra y de la
Guerra Fría, cuando se pasó de un ordenamiento multipolar a otro hegemoni-
zado por dos potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética.
Para Mires (1988), la historia de la Revolución cubana se teje en tres
momentos clave de la historia de la isla: la independencia definitiva de 1898,
el movimiento popular antimachadista y la dictadura de Fulgencio Batista.
Recordemos que hablamos de una isla cuya independencia de España se pro-
dujo en forma tardía y tuvo distintos momentos, jalonados entre las pretensio-
nes de su metrópoli y las de Estados Unidos. Una vez obtenida la independen-
cia, la vida de Cuba estuvo fuertemente anudada a la historia y los intereses
norteamericanos. Ello se advierte en la dependencia económica, como expor-
tadora de azúcar al país del norte, y en la intervención norteamericana en la
política local, que implicó en primer lugar la ocupación militar y se formalizó
luego, en 1901, por otros medios como la Enmienda Platt, incorporada a la
Constitución. En las primeras décadas del siglo XX, los diversos gobiernos que
se sucedieron no modificaron la relación con Estados Unidos; por el contrario,
reforzaron su posición.

PARA AMPLIAR

En 1901 se anexó a la Constitución de Cuba la Enmienda Platt, que

AA institucionalizaba la intervención norteamericana por cuanto dispo-


nía que se aceptara “que los Estados Unidos puedan ejercitar el dere-
cho de intervenir para la conservación de la Independencia cubana,
el mantenimiento de un Gobierno adecuado para la protección de
vidas, propiedad y libertad individual” y que “el Gobierno de Cuba
venderá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para
carboneras o estaciones navales”. La Enmienda Platt se derogó en
1934, en el marco de la política de “buen vecino” que el país del
norte estableció con los países latinoamericanos en esta coyuntura.
Ello no impidió que Estados Unidos mantuviera luego su injerencia
en los asuntos de la isla.
Fuente: Enmienda Platt. Disponible en: <https://archivos.juridicas.
unam.mx/www/bjv/libros/6/2525/15.pdf> [Consulta: 24 04 2019]

El gobierno de Gerardo Machado (1925-1933), una dictadura clásica centroa-


mericana (bajo la mirada atenta de EE. UU.), se constituyó en otro momento
clave. La fuerte oposición aglutinó al arco de los partidos políticos y a un fuerte
movimiento social que se organizaba desde espacios estudiantiles y obreros.

Historia latinoamericana Laura Luciani


197

Recordemos que durante la década de 1920 habían surgido la Federación


Estudiantil Universitaria y el Partido Comunista Cubano –que a partir de 1944
pasó a llamarse Partido Socialista Popular–, a los que se sumaron en 1932
el Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera y el ABC, grupo de inte-
lectuales y estudiantes que se conformó en células clandestinas opositoras.
Todos ellos se constituyeron en pilares del movimiento insurreccional entre
1930 y 1933.
El movimiento logró la caída del gobierno, facilitada por la debilidad del
Ejército y el apoyo de Estados Unidos a los opositores. La caída de Machado
llevó a un interregno de inestabilidad política, donde el sector de mayor peso
lo componían las Fuerzas Armadas y, dentro de ellas, Fulgencio Batista, quien
se convirtió desde mediados de la década de 1930 en la figura dominante de
la escena política, primero como jefe de las Fuerzas Armadas y luego como
presidente, entre 1940 y 1944. Sus bases eran amplias, por cuanto él se filia-
ba en la tradición antimachadista, obteniendo para su elección un apoyo muy
diversificado que incluía al Partido Comunista de Cuba.

PARA AMPLIAR

Luego del VII Congreso de la Tercera Internacional Comunista, en

AA 1935, la orientación viró hacia la conformación de frentes popula-


res con partidos socialistas y democrático-burgueses. Para fines de la
década de 1930 e inicios de la siguiente, ello significaba reorientar
la estrategia a partir de la alianza entre la URSS y Estados Unidos
frente al avance del nazismo. Como señala Löwy (2007), la ausen-
cia de partidos social-demócratas supuso la creación de alianzas con
aquellos partidos considerados no fascistas. Ello significó que el Par-
tido Comunista apoyara gobiernos de diversa índole en todo el con-
tinente: respaldó al Partido Liberal en Colombia; en México, en las
elecciones de 1940, avaló al candidato más moderado del Partido
Revolucionario Mexicano, Ávila Camacho; en Chile participó de la
constitución del Frente Popular (el único que tenía esas característi-
cas) juntamente con el Partido Socialista y el Partido Radical. En ese
marco interpretativo más general debe inscribirse su participación en
la Coalición Socialista Democrática junto al Partido Nacionalista, el
Partido Liberal y el Conjunto Nacional democrático, que apoyaron
a Fulgencio Batista, en Cuba.

El tercer momento lo representó el régimen de Batista, que se impuso por


golpe de Estado en 1952, cercenando el camino democrático, algo débil, que
había intentado Cuba a partir de la nueva Constitución de 1940. La dictadura
encontró los ecos de la primera oposición en sectores intelectuales y estu-
diantiles, que plantearon la acción violenta.

Historia latinoamericana Laura Luciani


198

PARA AMPLIAR

En la década anterior (1940), dos partidos cuyos dirigentes habían

AA sido líderes antimachadistas tuvieron relevancia en la escena políti-


ca: el Partido Auténtico, creado en 1934, cuyos jefes más notables
fueron Raúl Grau San Martín y Carlos Prío Socarras (ambos fueron
presidentes de Cuba, entre 1944 y 1952); y el Partido Ortodoxo, que
surgió en 1947 como un desprendimiento del anterior y estaba lide-
rado por Eduardo Chibás, quien se suicidó en 1951 en medio de la
puja política con los Auténticos.

El asalto del 26 de julio de 1953 al cuartel Moncada es el hecho más recorda-


do. En esa ocasión, el joven abogado Fidel Castro –que había sido candidato
a la Cámara de Representantes por el Partido Ortodoxo– lideró el intento de
toma de un cuartel militar junto con un puñado de jóvenes de clase media alta,
en su mayoría estudiantes universitarios provenientes de las filas juveniles del
Partido Ortodoxo (como Abel Santamaría, Jesús Montané, Pedro Miret, Haydée
Santamaría, Raúl Castro). El asalto fue un estrepitoso fracaso. Se encarceló
a los moncadistas y se desató la represión. Fidel Castro fue enjuiciado y asu-
mió su defensa pronunciando un discurso en el que señalaba las violaciones
a la Constitución de 1940, la represión por parte del gobierno y el derecho a
la rebelión. Ese pronunciamiento fue la base para la escritura de La historia
me absolverá, documento fundacional del Movimiento 26 de Julio que surgió
luego del asalto al cuartel.

Condenadme, no importa, la historia me absolverá (Director: Miguel


Torres, 1986).

El siguiente video es un documental basado en los sucesos posteriores


al asalto al Cuartel Moncada, realizado a partir de La historia me absol-
verá, de Fidel Castro.
<https://www.youtube.com/watch?v=cra6NDo8xjI>

Historia latinoamericana Laura Luciani


199

Gracias a las gestiones y al apoyo de la sociedad cubana, los moncadistas


encarcelados fueron exiliados en México en 1955. Esto no significó el fin de
la oposición a Batista. Por el contrario, desde el exterior se definieron las
acciones del Movimiento 26 de Julio que culminaron con el desembarco del
Granma en 1956, y en el interior de la isla se fue redefiniendo una oposición
al gobierno.

LEER CON ATENCIÓN

Según Rafael Rojas (2015), el Movimiento 26 de Julio definió su

LL programa desde su exilio, en términos de una izquierda nacionalis-


ta y democrática. Lo integraban fundamentalmente jóvenes prove-
nientes del chibasismo (Partido Ortodoxo) y que se consideraban
continuadores de la tradición insurreccional de 1930, como el pro-
pio Fidel Castro.

El desembarco de 1956 no tuvo los resultados esperados: la operación insu-


rreccional fue desbaratada, quedando solo un puñado de sobrevivientes –entre
ellos Fidel y Raúl Castro y Ernesto “Che” Guevara, que se había sumado en
México– que se ocultaron en Sierra Maestra e iniciaron desde allí una guerra
de guerrillas que incorporaba a su paso rebeldes descontentos con el régimen,
sectores campesinos pobres de Oriente y jóvenes reclutados en la ciudad. La
insurrección también contó con acciones importantes en las ciudades. Sin
embargo, la lucha contra el régimen de Batista siguió desarticulada durante
estos primeros años, fundamentalmente porque la modalidad de enfrentamiento
era diferente entre los partidos más tradicionales, que buscaban una salida pací-
fica, y el Movimiento 26 de Julio, que consideraba central la construcción de un
ejército rebelde. En ambas visiones se dirimía además la dirección de la gesta
revolucionaria y el futuro del gobierno provisional una vez depuesto Batista.
El primer paso para la conformación de la unidad consistió en el “Manifiesto
de la Sierra” firmado a mediados de 1957 por Fidel Castro, Raúl Chibás (del
Partido Ortodoxo) y Felipe Pazos (miembro del Partido Auténtico), donde se
afirmaba el reclamo de restauración de un gobierno democrático y se llama-
ba a la unidad con la conformación de un Frente Cívico. El segundo paso –al
cual no se llegó sin tensiones entre las acciones llevadas a cabo en las ciu-
dades y en la sierra, y por los dirigentes en el exilio– fue el Pacto de Caracas,
un año después. Allí los líderes de la oposición, representando al Directorio
Revolucionario, el Partido Ortodoxo, el Partido Auténtico, la Federación
Estudiantil Universitaria, el Directorio Obrero, el Conjunto de Instituciones
Cívicas y el propio Movimiento 26 de Julio, acordaban la unidad de la lucha a
través de la insurrección armada, la construcción de un gobierno provisional
que llevara a una apertura democrática y un programa mínimo que incluyera
derechos sociales.
A este arco de oposición adhirió en la última etapa el Partido Comunista.
Este partido, desde sus órganos oficiales, había cuestionado el asalto al
Moncada en 1953 por ser “putschista” (del alemán, golpista) y durante todo el
periodo de Sierra Maestra no gestó vínculos con el ejército rebelde sino hasta
semanas antes de la toma del poder. De hecho, su boicot a la huelga general

Historia latinoamericana Laura Luciani


200

propuesta por el Movimiento 26 de Julio en abril de 1928 impidió la articula-


ción con los grupos obreros opositores. La política de alianzas con los diver-
sos sectores políticos y sociales y la acción del ejército rebelde fueron clave
para el triunfo de la Revolución, que quedó sellada el 1 de enero de 1959.
Si bien un elemento destacado por quienes estudian la Revolución es la
política de alianzas que permitió la conformación de un frente antidictatorial
y democrático, no debe desconocerse el empeño por construir puentes más
allá de los partidos tradicionales, lo que implicó la búsqueda del apoyo popu-
lar, fundamentalmente en la clase obrera cubana. Esos esfuerzos no siem-
pre se vieron recompensados. En Cuba, el grueso de los trabajadores estaba
vinculado a la actividad azucarera y había participado de diversos momentos
insurreccionales en la historia de la isla, contra el machadismo en los años
treinta, y organizado algunas huelgas generales exitosas durante la dictadura
de Batista. Y esto, a pesar de que la Central de Trabajadores de Cuba (CTC)
ya estaba burocratizada desde mediados de la década de 1940 y a cargo de
Eusebio Mujal, quien pactaba con el gobierno de turno. El régimen de Batista
no fue excepción y contó con el apoyo de las fuerzas sindicales.
Sin embargo, la crisis económica de la década de 1950 jugó contra las
negociaciones por arriba, generando espacios de movilización como la huel-
ga de trabajadores de la zafra de 1955 y la huelga general de 1957. Ello fue
posible, además, por la presencia en la CTC de sectores comunistas que con-
formaron los comités pro defensa de las demandas obreras, por la democra-
tización de la CTC y por la participación de un pequeño núcleo vinculado al
Movimiento 26 de Julio, el Frente Obrero Nacional. Durante la lucha insurrec-
cional de 1956-1959, el Movimiento 26 de Julio intentó generar las condicio-
nes para la articulación de la clase obrera y la conformación de una huelga
general. En abril de 1958, el llamado a huelga general fracasó, principalmente
por la falta de orquestación con el movimiento en general y con los sectores
no mujalistas dentro de los sindicatos. La huelga insurreccional convocada
para el primer día de enero de 1959 en apoyo al ejército rebelde fue masiva.
En ese momento, la salida del país de Batista y la entrada de los ejércitos
rebeldes a las ciudades fueron apoyadas por la clase obrera.
Otro elemento se refiere a la participación de las mujeres en la Revolución.
En general, esta primera etapa insurreccional y de consolidación del Ejército
rebelde suele ser simbolizada a través de una imagen que recorrió América
Latina: varones blancos y jóvenes que luchaban contra la dictadura. Esta per-
cepción remite a imaginarios construidos post facto (en donde el propio devenir
de algunos de sus líderes colaboró) e impide comprender la complejidad del
proceso cubano y el rol que las mujeres ocuparon en la década de 1950 en la
acción de la oposición. Podemos mencionar, por ejemplo, la acción de Frente
Cívico de Mujeres Martianas y las Mujeres Oposicionistas Unidas, que desa-
rrollaron una intensa actividad desde su fundación en 1956. Pero más allá
de las secciones específicamente femeninas, las mujeres participaron como
combatientes y dirigencia en el Movimiento 26 de Julio, es decir, fueron parte
del Ejército rebelde. Entre distintos ejemplos están el único pelotón militar de
mujeres Mariana Grajales, que estuvo bajo el mando de Teté Puebla, quien
obtuvo el más alto rango en las fuerzas revolucionarias, y también la partici-
pación de mujeres como Lidia Doce, que hizo las veces de mensajera pero fue
por breve tiempo (ante la reacción negativa de sus soldados varones) jefe de
uno de los batallones auxiliares, dando cuenta de que la participación de las
mujeres no se produjo solamente en la insurrección civil.

Historia latinoamericana Laura Luciani


201

LEER CON ATENCIÓN

Como Fleites Lear (2010) sostiene, luego de la caída de Batista y la

LL asunción del gobierno revolucionario, las mujeres fueron asignadas a


ámbitos más relacionados con su rol tradicional de madres/mujeres
y menos con su labor como combatientes. Ejemplo de ello es que la
propia Teté ocupó diversos cargos como directora del Departamen-
to de Asistencia a las Víctimas de Guerra y a sus familiares dentro
del ejército; jefa del Departamento de Educación del Ejército Orien-
tal; directora de las Granjas infantiles para huérfanos de guerra y,
desde 1985, directora del Departamento de Atención a combatien-
tes, familiares de Internacionalistas y Mártires de la Revolución. Asi-
mismo, Haydée Santamaría asumió la dirección de Casa de las Amé-
ricas luego de 1959 y Vilma Espín, la de la Federación de Mujeres
Cubanas.

Aquella larga noche (Dirección Enrique Pineda Barnet, 1979)

El video es un fragmento de la película que narra la historia de Lidia


Doce y Clodomira Acosta, asesinadas en 1958 por la dictadura de
Batista.
<https://www.youtube.com/watch?v=DOfu-daWvtw&t=141s>

LECTURA OBLIGATORIA

López-Ávalos, M. (2011), “La cultura política de la vanguardia o

OO la construcción del ethos revolucionario”, [en línea]. En: Tzintzun,


revista de Estudios históricos, 53, pp. 75-105. Disponible en: <http://
www.redalyc.org/articulo.oa?id=89817048003> [Consulta: 20 07
2018].

Historia latinoamericana Laura Luciani


202

5.2. De la revolución antidictatorial a la definición


socialista
La conformación del gobierno provisional revolucionario se había establecido
de antemano, cuando se conformó el Frente Cívico Revolucionario. Se definió
que el juez Manuel Urrutia Lleo sería presidente provisional de la República;
La figura de Urrutia era aceptada José Miró Cardona, Primer Ministro; y Roberto Agramonte, ministro del Exterior.
por el Movimiento 26 de Julio a Como una de sus primeras medidas, Urrutia nombró a Castro Comandante en
partir de su posicionamiento en Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire del nuevo ejército cubano. El gobierno
contra del apresamiento de los
mostraba así la participación de diferentes tendencias, aunque favorable a
moncadistas en 1953 y su parti-
cipación en la insurrecciones de los sectores civiles, donde el Movimiento 26 de Julio se constituía en el ejér-
1956. Era además considerado cito garante del nuevo gobierno. Sin embargo, a poco de andar, la revolución
representante de la democracia evidenciaba la tensión entre las diversas posiciones que se constituían en el
y la constitución de 1940.
seno del gobierno:

CC
El gabinete reflejaba la ideología moderada suscrita en los principales docu-
mentos programáticos de la Revolución (…). Una ideología nacionalista, demo-
crática, no comunista, que aspiraba a la restauración del orden constitucional
de 1940 y a la implementación de una serie de reformas económicas y socia-
les que reafirmarían la soberanía y la igualdad de la nación (Rojas, 2015: 98).

Las medidas tomadas daban cuenta del carácter nacionalista de la Revolución


en esta primera etapa. Se restableció la Constitución de 1940 y se definieron
reformas económicas y sociales. Entre ellas destacaban la primera reforma
agraria (sobre la cual nos detendremos en el apartado 5.2.1); una reforma
urbana que incluía la Ley de Alquileres –esta significaba la baja de los costos
de arriendo y la posibilidad de compra de la vivienda–; la Ley de Terrenos
Baldíos, que obligaba a sus dueños a venderlos a particulares; o el recién
creado Instituto de Ahorro Nacional y Vivienda. También se produjo la nacio-
nalización de los bienes de Batista, su familia y dirigentes cercanos. Hasta
entonces, la revolución mostraba un costado moderado.
En ese primer año, las expectativas acerca de una revolución eran muchas
pero los objetivos perseguidos no estaban claros, ni para quienes la observa-
ban desde fuera, ni para la multiplicidad de fuerzas que se dirimían en el seno
del Gobierno provisional. Los efectos de las primeras medidas redefinieron
la revolución, tanto en el contexto internacional como local. Para finales del
primer año, la reforma agraria fue criticada desde Estados Unidos. Además,
la presencia y la acción de los exiliados cubanos en Miami tuvieron un peso
gravitacional ya desde 1960. A nivel local, las diferencias entre los sectores
liberales moderados y los referentes del Movimiento 26 de Julio –y la figura
de Castro, principalmente– se evidenciaron en forma temprana. La renuncia
de Miro Cardona al cargo de Primer Ministro y la asunción de Castro en febre-
ro constituyeron el primer paso.
El segundo paso, a mediados de 1959, implicó la renuncia de Urrutia y
la legitimación de la figura de Fidel entre los sectores populares. Entre octu-
bre y noviembre de 1959, los miembros de los sectores moderados que aún
ocupaban puestos en el gobierno renunciaron, se exiliaron o fueron apresa-
dos. El desplazamiento de estos grupos estaba asociado a dos cuestiones:
la actuación en los Consejos de Guerra –realizados en el primer semestre de

Historia latinoamericana Laura Luciani


203

1959– contra miembros de las fuerzas armadas de Batista y la participación


de comunistas en el gobierno, identificando dentro del Movimiento 26 de Julio
que Raúl Castro y Ernesto Guevara eran favorables a este proceso. Asimismo,
esa preocupación por el carácter rojo de la Revolución también se manifes-
taba en Estados Unidos, país del cual Cuba aún dependía económicamente.
En 1960, cuando Estados Unidos suspendió la compra de la cuota de azú-
car, el proceso de radicalización se aceleró. Cuba recibió la colaboración de
la URSS. Negoció acuerdos económicos con ella y comenzó un proceso de
expropiación de propiedades norteamericanas luego del embargo económico
que este país le impusiera. En un año, la Revolución se radicalizó a tal punto
que en marzo de 1961, en un acto homenaje a las víctimas de un bombardeo
norteamericano, Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución,
cambiando de este modo el curso de un proceso que había surgido como anti-
dictatorial, democrático, nacionalista y antiimperialista.

PARA REFLEXIONAR

¿Por qué se radicalizó la revolución? Esta pregunta abre múltiples

PP respuestas a partir de las cuales podemos privilegiar un enfoque en


términos de la política interior o de las relaciones diplomáticas de la
isla con Estados Unidos. Es cierto que, a medida que la revolución
se consolidaba, se producía una fuerte purga entre los sectores que
habían acompañado el proceso, así como el avance y la incorpora-
ción de comunistas al gobierno. En paralelo, este proceso era visto
con ojo crítico desde Estados Unidos, aun cuando sus intereses, ini-
cialmente, no fueran afectados de manera significativa. Pero la deci-
sión del embargo puso en jaque a una economía dependiente, en un
contexto en el que se acompañaba abiertamente las acciones de los
exiliados cubanos contra el nuevo gobierno. Ambas situaciones con-
dicionaron el proceso.

La nueva etapa exigía una definición más precisa en términos políticos y eco-
nómicos. Entre 1960 y 1961 se creó un conjunto de organizaciones que daban
cuenta de estos cambios: por ejemplo, la Federación de Mujeres Cubanas
(FMC), los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Asociación Nacional
de Pequeños Agricultores (ANAP). También pueden incluirse la reorganización
centralizada de la clase trabajadora, a partir de la Ley de Organización Sindical,
y la creación de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), impulsada por el
ministro de Trabajo Augusto Martínez Sánchez y el sindicalista comunista
Lázaro Peña.
En 1961, la aparición de las Organizaciones Revolucionarias Integradas
(ORI) configuró la nueva organización partidaria nacida de la fusión de viejas
organizaciones como el Directorio Revolucionario, el Movimiento 26 de Julio y
el Partido Socialista Popular (PSP). La estructura política volvió a modificarse
en 1963, con la creación del Partido Único de la Revolución Socialista (PURS),
y en 1965, con la del Partido Comunista de Cuba, producto de diversas pur-
gas en las ORI y el nuevo partido. Al mismo tiempo se definió un conjunto de
políticas sociales que, sumadas a estas nuevas organizaciones, delimitaron

Historia latinoamericana Laura Luciani


204

la política de masas de la revolución. Importantes cambios se produjeron en


educación y cultura, destacándose la campaña de alfabetización realizada en
1961 y la creación de la Casa de las Américas.

PARA AMPLIAR

En 1961 se inició el Plan de Alfabetización, que incluyó cerca de 250

AA mil voluntarios, la mayoría con menos de 18 años de edad y mujeres.


Enseñaron a leer y escribir a unas 700 mil personas.

Maestras (documental, versión de 8’, de Catherine Murphy)

El video reúne testimonios acerca del Plan de Alfabetización.


Disponible en: <https://www.youtube.com/watch?v=T9rnqR9utE8>

Los cambios producidos entre 1959 y 1963 modificaron la estructura econó-


mica previa de manera drástica. Las medidas más importantes se definieron
en torno a las dos reformas agrarias y a la nacionalización de los medios fun-
damentales de producción, de las redes de distribución, de los bancos y ferro-
carriles, que afectó tanto al capital nacional como norteamericano. Se creó el
Capitales norteamericanos en Instituto de Reforma Agraria (INRA) que llevó adelante la primera reforma en
Cuba: en 1952, el 47,4 por ciento mayo de 1959 y la segunda, en 1961. A cargo del INRA se encontraba Carlos
de la producción azucarera esta- Rafael Rodríguez, quizás la figura del PSP con mayor poder dentro del gobierno
ba en manos de empresas nor-
revolucionario, y Ernesto Guevara quedó a cargo del Ministerio de Industrias,
teamericanas, así como el 90 por
ciento de la producción de elec- donde inicialmente se propuso el desarrollo de un proceso industrializador que
tricidad y las redes telefónicas, el modificara la dependencia de bienes de consumo exportados.
70 por ciento de la producción de No obstante, la política de diversificación económica ya evidenciaba sus
petróleo y el 100 por ciento de
errores en 1963, por lo cual se cambió el rumbo económico. Se incentivó
la de níquel.
nuevamente la producción azucarera, ahora orientada al abastecimiento del
nuevo mercado, la URSS. La economía cubana no logró crecimiento económi-

Historia latinoamericana Laura Luciani


205

co durante la década de 1960 y este, leve luego de esa década, no dependió


tanto de las mejores políticas implementadas sino del aumento del precio del
azúcar en el mercado mundial.

PARA AMPLIAR

Las idas y vueltas en torno de la política económica a seguir dan

AA cuenta, además, del intenso debate y de la diversidad de propuestas


que generaba la definición de una economía socialista en la isla. Un
intercambio de ideas angular en la historia de Cuba se produjo en
esos primeros años (1963-1965) entre dos figuras fuertes de la revo-
lución, Carlos Rafael Rodríguez y Ernesto Guevara. En el debate res-
pecto de cómo gestionar la economía participaron referentes marxis-
tas de nivel internacional. El objetivo era pensar la transición a una
economía socialista.

A pesar de estos vaivenes, algunas medidas modificaron la calidad de vida


de la población. Entre ellas, la creación de cartillas de racionamiento, que
pretendía paliar coyunturalmente –aunque, con modificaciones, se mantenga
hasta la actualidad– la desigualdad de acceso a bienes de consumo masivo
en un contexto de crisis de importación. La baja del desempleo también fue
política de Estado y este se redujo entre un 15 por ciento y un 20 por ciento,
representando una medida significativa ya que la desocupación era una reali-
dad crónica en la Cuba prerrevolucionaria.
En los tiempos anteriores a la revolución, la dependencia de la producción
azucarera generaba que la mayor concentración de mano de obra estaba supe-
ditada a esta, señalando variantes entre trabajadores. El trabajo en los inge-
nios suponía una mano de obra calificada, que se beneficiaba de mejores con-
diciones. Pero el grueso de las personas se empleaba en la zafra (recolección
de cañas) por tres o cuatro meses, quedando el tiempo restante en periodo
de reserva. A partir de la Revolución, el aumento del empleo generó algunas
dificultades para la obtención de mano de obra en periodo de zafra, por lo
que se instituyó el trabajo voluntario como estrategia para paliar la situación.

El Che en trabajo voluntario

<https://www.youtube.com/watch?v=SbtsPW_D13A>

Historia latinoamericana Laura Luciani


206

Estas medidas se tomaron a la par del crecimiento de la figura de Fidel Castro


como líder del pueblo cubano. Desde su salida de Sierra Maestra, a raíz de
su primer discurso en público, el 1 de enero de 1959 en Santiago de Cuba,
sus intervenciones radiales y televisivas y sus extensos discursos, su caris-
ma no dejaba de crecer. Aun cuando sus alocuciones fueron variando entre
la primera y la segunda declaración de la Habana, donde se evidenciaba un
cariz democrático, nacionalista, antinorteamericano, a favor de la unidad lati-
noamericana en primer lugar y, luego, de un posicionamiento desde el campo
socialista. La presentación de Castro se parecía menos a un discurso y más
a un diálogo con las personas convocadas: en esos actos multitudinarios se
sellaba el vínculo de Castro con el pueblo cubano.

LECTURA OBLIGATORIA

Rojas, R. (2015), “Introducción”, “Primer Gobierno Revolucionario”

OO y “Segundo Gobierno Revolucionario” en: Historia mínima de la


Revolución cubana, Turner-COLMEX, Madrid.

1.

KK Tomando como referencia la propuesta de Rojas:


• Realice una periodización de la Revolución cubana y caracterice cada
momento.
• Señale la relación y la participación de los diversos sectores que con-
formaron el primer gobierno revolucionario.
• Explique qué elementos llevaron a la creación de un segundo gobier-
no y las características fundamentales de esa etapa.
• ¿Cuáles considera que son las hipótesis centrales sobre las que Rojas
construye su análisis de los primeros años revolucionarios?

5.2.1. Las reformas agrarias


La reforma agraria es una de las medidas más importantes producidas por
la Revolución cubana. Algunos autores, como Marcos Winocur (1979), sos-
tienen que el contacto con los campesinos cafetaleros de Oriente a partir del
desembarco pudo generar el interés del Movimiento 26 de Julio por modifi-
car las condiciones de tenencia de la tierra en Cuba. En agosto de 1958, de
hecho, se decretó en Oriente, la región ya controlada por el Ejército rebelde,
una ley de tierras –para algunos la primera reforma de la Revolución– que
otorgaba a cada campesino tierras de un máximo de dos caballerías (26,8 ha).
Sin embargo, la primera reforma agraria dirigida a toda la isla se concretó
en mayo de 1959: se otorgaban predios de entre 27 y 60 hectáreas a toda
persona que estuviese trabajando la tierra, más allá de su condición y trabajo
(colono, temporero, precarista). También se preveía la expropiación de los lati-
fundios mayores a 30 caballerías (402,6 ha), excepto aquellos que eran pro-
ductivos. El reparto de tierras se realizó por intermedio del INRA, creado a tal
fin, y se concretó en pequeñas y medianas propiedades que se organizaron a

Historia latinoamericana Laura Luciani


207

través de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y de coope-


rativas. En 1960 se sumaron otras leyes (851, 890 y 891) que nacionalizaron
bienes de personas y empresas norteamericanas y cubanas.
En 1961, ya definida la Revolución como socialista, se inició la segunda
reforma agraria, que disponía reducir el máximo de propiedad a 67 hectá-
reas. Con estas medidas, se pasó a expropiar cerca de un millón seiscientas
mil hectáreas más. A partir de entonces, el 70 por ciento de la tierra era de
propiedad estatal y el 30 por ciento se repartía entre pequeños propietarios.
La colectivización había alcanzado un alto grado, producto de la organización
a través de las cooperativas y las granjas del pueblo. Si la primera reforma
agraria era moderada y concitaba el apoyo de sectores burgueses locales, la
definición de las leyes posteriores daba cuenta de la fractura del frente que
había acompañado inicialmente a los revolucionarios y el posterior viraje hacia
la colectivización.
Luego del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, desarrollado en
1975, se crearon las Cooperativas Agrarias de Producción (CAP) que, según el
análisis del gobierno cubano, permitirían mejorar las condiciones de produc-
ción al fomentar la cooperación de pequeños propietarios. Las cooperativas
eran constituidas por la unión voluntaria de los propietarios e independientes
del Estado, aunque contaban con su ayuda económica, marcando una diferen-
cia con las Granjas del Pueblo creadas en la década anterior. Luego de la caída
del bloque socialista en 1990, que generó una profunda crisis en el sector agrí-
cola, el Estado cubano creó las Unidades Básicas de Producción Cooperativa,
que implicaron la descentralización de tierras aún entre sus manos (Granjas
del Pueblo) y la creación de unidades de autogestión.

Las reformas agrarias en perspectiva comparada


Quisiéramos en este apartado abrir un paréntesis para pensar en otra expe-
riencia de reforma agraria, contemporánea del caso cubano pero de signo
diferente. No nos interesa volver al caso mexicano, que ya ha sido desarro-
llado en la unidad anterior, pero sí señalar que hasta los años cincuenta, la
reforma mexicana fue la única que se produjo en el continente. En esa década,
el intento de reforma agraria en Guatemala, durante el gobierno de Jacobo
Árbenz, supuso la intervención norteamericana. Solo a partir de la Revolución
boliviana se abrió la posibilidad de una experiencia similar (sin guerra civil,
como en México, ni intervención norteamericana).

La Revolución boliviana de 1952 surgió de las fuerzas sociales y partidos políticos que se
organizaron luego de la derrota en la guerra del Chaco (1932-1936), cuando comenzó a
resquebrajarse el régimen oligárquico con bases en la burguesía minera y terrateniente. En
la década de 1940, la organización de los mineros se constituyó en la fuerza social más sig-
nificativa del país a partir de la Central Obrera Boliviana. Estos se tramaron en una realidad
política cambiante, donde se incorporaban tanto partidos de izquierda –como el Partido
Obrero Revolucionario (trotskista) y el Partido de Izquierda Revolucionaria (comunista)–
como nacionalistas –el Movimiento Nacional Revolucionario. Este último logró conciliar
los intereses de la pequeña burguesía con las bases de apoyo popular (inicialmente obreros y
luego campesinos) y un discurso nacionalista revolucionario, liderando el proceso de 1952.

Historia latinoamericana Laura Luciani


208

La reforma agraria dictada en 1953 en Bolivia generó un cambio importante en


un país cuya estructura de tenencia de la tierra había sido hegemonizada por
la gran propiedad terrateniente y donde el descontento campesino se había
expresado en distintos momentos de insurrección, en la lucha por la tierra.
Destaquemos que el propio texto de la reforma señalaba que poco más de
4 por ciento de los propietarios eran dueños del 70 por ciento de las tierras,
donde además predominaban distintas modalidades de coacción extraeco-
nómica sobre la mano de obra. Para modificar esta situación se planteó la
parcelación de tierras, a través de la cual se otorgaron pequeñas propiedades
familiares de hasta 10 ha en el altiplano y 6 ha en los valles. Aquello propició
la propiedad individual frente a la comunal (que fue respetada pero no favo-
recida en el reparto) y significó que en ocasiones se produjera la erosión de
las comunidades por parte de los miembros que optaron por convertirse en
propietarios.
Entre 1954 y 1968 se repartió poco más del 20 por ciento de los 36 millo-
nes de hectáreas cultivables del país, pero, fundamentalmente, se eliminaron
las formas de trabajo semiservil aún existentes, como el pongaje. Asimismo,
El pongaje o pongueaje era una se abrió un proceso de diversificación de la tenencia de la tierra por medio de
práctica de trabajo que se exten- un proyecto de colonización, especialmente en la región oriental, que propició
dió por la región andina y signifi- la existencia de medianas propiedades y empresas agrícolas, y potenció el
caba la obligación del campesino
o campesina de prestar servicio
desarrollo de la agroindustria.
doméstico no remunerado al
hacendado.

LEER CON ATENCIÓN

Esta experiencia reformista fue más semejante a la reforma realizada

LL por militares en Perú en 1969, o a la de Chile durante el gobierno


de Frei, que al proceso cubano. La diferencia era significativa: si en
Bolivia la reforma planteaba que el objetivo era la modernización del
agro, es decir, su desarrollo capitalista, en Cuba, en cambio, se esta-
ba llevando adelante un proceso de colectivización.

5.2.2. Las relaciones internacionales y la crisis de los misiles


Como ya mencionamos al principio del apartado 5.2, las relaciones diplomá-
ticas entre Cuba y Estados Unidos se vieron seriamente deterioradas en los
primeros años de la Revolución y se cortaron a partir de su definición como
revolución socialista. Cuba era, a ojos norteamericanos, un peligro para el
desarrollo de su estrategia geopolítica. El país del norte, pues, direccionó su
política exterior con el objetivo de torcer el rumbo de Cuba (como había hecho
con tantos países caribeños) y suspendió la cuota de azúcar de la cual depen-
día la economía de la isla. A continuación implementó el embargo económico.
Asimismo, alentó y colaboró en diferentes intentos de ocupación de la isla por
parte de los exiliados cubanos.
Varios son los hechos destacados, pero el más espectacular fue el inten-
to de invasión en Bahía Cochinos a principios de 1961, planeado por la CIA
durante la gestión de Eisenhower pero llevado adelante por John F. Kennedy.
La derrota de las fuerzas norteamericanas en manos de los cubanos en tan
solo tres días renovó el sentimiento antiimperialista y nacionalista en la isla,

Historia latinoamericana Laura Luciani


209

a la par que reforzó las alianzas con el bloque socialista, profundizando los
vínculos económicos y militares.
El otro momento de gran espectacularidad en las relaciones entre Cuba y
Estados Unidos y la URSS fue la crisis de los misiles. En octubre de 1962,
los servicios de espionaje norteamericano descubrieron la instalación de 42
misiles de alcance medio de origen soviético en la isla y la posibilidad de una
guerra atómica tuvo en vilo al mundo. Sin embargo, las negociaciones entre
las dos potencias –Cuba quedó al margen– lo impidieron. La URSS desmante-
ló los misiles y acordó no utilizar la isla como base de operaciones a cambio
del compromiso norteamericano de no invadir Cuba.

LEER CON ATENCIÓN

La historia de la Revolución cubana no culmina en los años sesenta.

LL Con fuertes vaivenes, mantuvo a lo largo de décadas su condición


socialista, incluso luego de la caída de la URSS. Que ello fuera posi-
ble dependió de muchos factores, entre los cuales el proceso de insti-
tucionalización que se produjo en los años setenta, la supervivencia a
pesar de la caída de la Unión Soviética (a la que contribuyó la ayuda
económica otorgada por el gobierno del venezolano Hugo Chávez)
y los cambios que fueron sucediendo en el orden interno. En 2018,
el Parlamento cubano aprobó una nueva constitución, plebiscitada a
inicios de 2019. La nueva constitución mantiene la definición socia-
lista del país, pero reconoce la propiedad privada y el mercado.

5.3. El impacto de la Revolución cubana en América


Latina, la guerrilla y el hombre nuevo
La Revolución cubana se convirtió en foco de atención desde su nacimiento.
Un ejército insurreccional había puesto fin a una dictadura caribeña, en primer
lugar, luego había desafiado el poder de Estados Unidos y, por último, había
transformado la Revolución en socialista. ¿Cómo no iba la Revolución a conver-
tirse en un locus que conjuraba diversos sentidos? La red de intelectuales que
viajaron a la isla y pasaron por Casa de las Américas para debatir la situación
política y económica del país; la trascendencia de fotografías y discursos de
Fidel y del Che, que reverberaron en universidades y publicaciones de izquier-
da; las fracturas en las posiciones de los partidos comunistas tradicionales y
en las subjetividades militantes respecto de Cuba, abrieron nuevos escenarios
donde las nociones de revolución, Latinoamérica, anticolonialismo y antiimpe-
rialismo se diversificaron.
La imagen del Che en una pancarta en las movilizaciones estudiantiles de
1968 en México tenía connotaciones diferentes de la de la imagen apropiada
desde la guerrilla. No obstante, ambas mostraban un tempo donde el horizon-
te de un hombre nuevo y el cambio social parecían estar cerca, y Cuba refe-
renciaba a ambas. Desde la década de 1960 varios procesos se conjugaron.
La relación de Cuba con Latinoamérica (sus gobiernos, sus sociedades y los
proyectos emancipatorios) varió de manera significativa. En el subcontinente,
las prácticas y los discursos se radicalizaron y emergieron cuestionamientos

Historia latinoamericana Laura Luciani


210

a las viejas estructuras gubernamentales, institucionales y partidarias, que


generaron apuestas insurreccionales de diversos tipos. También se modificó la
relación de Estados Unidos con los países del sur y el temor a nuevas Cubas
llevó a asumir distintas estrategias.
En los primeros años, Fidel Castro y el Che Guevara se convirtieron en
embajadores de la revolución. Fidel Castro viajó a Estados Unidos mucho
antes de que rompieran relaciones, pero también lo hizo por Latinoamérica.
Los motivos eran diferentes según el contexto. En 1959, la gira respondía
a la necesidad de reafirmar el carácter democrático de la Revolución. Luego
de su declaración como socialista, la retórica fue variando y la defensa de
Latinoamérica pasó a primer plano. El llamado a la unidad y a la liberación
estaba presente en sus discursos, dentro y fuera de la isla.

CC
Cuba duele de manera especial a los imperialistas. ¿Qué es lo que se esconde
tras el odio yanqui a la Revolución Cubana? […] Los une y los concita el mie-
do. Lo explica el miedo. No el miedo a la Revolución Cubana; el miedo a la re-
volución latinoamericana. No el miedo a los obreros, campesinos, estudiantes,
intelectuales y sectores progresistas de las capas medias que han tomado re-
volucionariamente el poder en Cuba; sino el miedo a que los obreros, campesi-
nos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de las capas medias to-
men revolucionariamente el poder en los pueblos oprimidos, hambrientos y
explotados por los monopolios yanquis y la oligarquía reaccionaria de América;
el miedo a que los pueblos saqueados del continente arrebaten las armas a
sus opresores y se declaren, como Cuba, pueblos libres de América (“Segunda
Declaración de la Habana”, 1962).

Ernesto “Che” Guevara también realizó diferentes giras por el mundo en su


carácter de diplomático. Quizás su presentación más imponente y recordada
en la región sea la Conferencia de Punta del Este, en 1961, sobre la cual vol-
veremos más adelante, en el apartado 5.3.1. Pero el nivel de influencia más
relevante del Che Guevara en América Latina devino de la difusión y del interés
que concitaron sus escritos sobre la Revolución cubana y la acción guerrillera.
En La guerra de guerrillas, señalaba que Cuba había legado tres enseñanzas
a América Latina: las fuerzas populares pueden ganarle la guerra al Ejército;
cuando las condiciones objetivas no están dadas, el foco insurreccional puede
crearlas; y en América Latina subdesarrollada, la revolución nace en el campo.
Estas ideas planteadas por Guevara ya desde los primeros años se con-
jugaron con otras, que maduraron durante el primer lustro de 1960, donde
destacaba la defensa de los incentivos morales y la construcción del hombre
nuevo producto de la revolución. Son aquellas que delineó en El socialismo y
el hombre en Cuba, texto escrito en el momento en que inició el proyecto que
lo llevó fuera de isla: exportar la revolución a América Latina, creando uno,
dos, muchos Vietnam.

Historia latinoamericana Laura Luciani


211

LECTURA RECOMENDADA

RR
Guevara, E. (1968), Obras completas, Ediciones del Plata, Buenos Aires.
Ver también: La guerra de guerrillas. Un método y El socialismo y el hombre en Cuba (hay
varias ediciones en línea).

La experiencia cubana y su traducción en escritos y símbolos marcaron un


parteaguas en la historia de la izquierda latinoamericana. En principio, porque
este acontecimiento rompió con las concepciones tradicionales de la izquier-
da respecto de las revoluciones, sus métodos y posibilidades en América
Latina. De este modo, emergió una nueva izquierda (o, como se autonombra-
ría, izquierda revolucionaria), producto de las escisiones de los partidos comu-
nistas tradicionales o de creaciones nuevas. La lucha armada como estrategia
para la toma del poder entraba en el centro del debate, multiplicándose las
organizaciones guerrilleras rurales y urbanas por el continente. Guevarismo,
maoísmo, trotskismo conformaban la matriz de la cual nacieron.
En el primer lustro de 1960, las organizaciones emergentes eran rura-
les e intentaron emular al Movimiento 26 de Julio, como es el caso de las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y del Movimiento de Izquierda
Revolucionario (MIR) en Venezuela, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR) y del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13) en Guatemala,
del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Perú, del Grupo Popular Guerrillero
en México y del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua,
entre otras. La mayoría de estas guerrillas fueron reprimidas y desarticuladas
(excepto el FSLN), producto tanto de su debilidad organizativa y falta de recur-
sos como de su escasa inserción en cada país, donde no estaban dadas las
condiciones para una insurrección popular amplia. Sin embargo, un impulso
importante a la lucha armada como estrategia se produjo con la Organización
Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que se reunió por primera y única vez
en 1967 en La Habana, con el objetivo de fomentar la revolución latinoame-
ricana armada en el continente. Luego de este encuentro y del asesinato del
Che Guevara se produjo una nueva etapa donde surgieron guerrillas urbanas
que tuvieron, al menos, mayor impacto político que las rurales. Ejemplo de ello
el son Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, en Uruguay; el Partido
Revolucionario de los Trabajadores-Ejército del Pueblo (PRT-ERP) en Argentina;
la Acción Libertadora Nacional (ALN) y el Movimiento Revolucionario 8 de
Octubre (MR-8 de octubre) en Brasil; el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR) en Chile.
Debe señalarse que, aun cuando el auge de las organizaciones políti-
co-militares se produjo en la década de 1960, es posible identificar en las
décadas siguientes la emergencia de otras organizaciones armadas revolu-
cionarias. En 1972 se creó la Liga Comunista 23 de Septiembre en México
y en Centroamérica surgieron nuevas organizaciones luego del triunfo de
la Revolución nicaragüense. La actuación del Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional en el Salvador durante los años ochenta; la creación
del Ejército Guerrillero de los Pobres, las Fuerzas Armadas Rebeldes, la
Organización del Pueblo en Armas en Guatemala (todas ellas con alto conte-
nido étnico) y la fusión de estas organizaciones en la Unidad Revolucionaria

Historia latinoamericana Laura Luciani


212

Nacional Guatemalteca (URNG) en 1982; y la creación del Frente Patriótico


Manuel Rodríguez en Chile hacia 1983 dan cuenta de la multiplicidad de expe-
riencias que se proyectan a lo largo de décadas.

PARA REFLEXIONAR

En general, cuando pensamos en la lucha armada la circunscribimos

PP al periodo 1960-1970 y evaluamos su actuación en términos de fra-


caso. El caso centroamericano permite pensar la lucha armada más
allá de esa década de auge e identificar los derroteros diferentes de
esas organizaciones. Si miramos las experiencias centroamericanas,
advertimos que ellas mantuvieron su lucha hasta los acuerdos de
paz y, en muchos casos, transmutaron luego a partidos políticos que
participaron en el sistema enfrentando elecciones. En ese sentido es
posible pensar que, más que fracaso, lo que se produjo fue un cam-
bio en las concepciones respecto de la revolución, la lucha armada y
los proyectos políticos.

El surgimiento de las guerrillas puso énfasis en el ideario del Hombre Nuevo


y en el guerrillero heroico que tenía como modelo a Ernesto “Che” Guevara,
privilegiando un patrón masculinizado donde el heroísmo y la guerra se aso-
ciaban a la virilidad. La canción de José de Molina, “Marcha a las mujeres lati-
nas”, decía: “A parir, madres latinas, a parir más guerrilleros, ellos sembrarán
jardines donde había basureros”, identificando la lucha armada y la muerte
con acciones heroicas propias de varones al tiempo que resituaba a la mujer
en su rol reproductivo y circunscrito al mundo cotidiano. Estas imágenes se
tensionaron con la práctica cuando se evidenció la significativa participación
de mujeres en las organizaciones armadas, incluso mayor que su actuación
en los partidos tradicionales. Su incorporación a la lucha armada implicó tanto
el acomodamiento a esos patrones masculinizados que inscribían la moral
revolucionaria –lo cual trastocó y reformuló el rol femenino tradicionalmente
asignado– como el cuestionamiento (solapado o explícito) a la división sexo-
genérica de las cuales las organizaciones no estaban exentas.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Vidaurrázaga A ránguiz, T. (2012), “¿El hombre nuevo?: Moral revolucionaria
guevarista y militancia femenina. El caso del MIR” [en línea]. En: Nomadías, nº
15, Disponible en: <https://revistas.uchile.cl/index.php/NO/article/view/21142>
[Consulta: 20 08 2018].

Historia latinoamericana Laura Luciani


213

LECTURA OBLIGATORIA

Rey Tristán, E. (2016), “Del etapismo a la inmediatez. Debates en

OO torno a la idea de revolución en América Latina a partir de 1959”


[en línea]. En: Semata. Ciencias Sociais, vol. 28, pp. 363-388.
Disponible en: <http://www.usc.es/revistas/index.php/semata/arti-
cle/view/3752> [Consulta 12 03 2019].

2.

KK Luego de la lectura del artículo de Rey Tristán, desarrolle las siguien-


tes consignas:
• Explique por qué el autor afirma que la izquierda latinoamericana
fue “dependiente del exterior en sus ideas, actuación y pensamiento,
y sin inserción completa en ciertos ámbitos de las sociedades locales
en las que se desarrollaba” y por qué la Revolución cubana trastoca
esta idea.
• Según el autor, la Revolución cubana vino a dar respuestas a algunos
problemas debatidos por la izquierda. Explíquelo.
• El autor hace un interesante análisis de la obra de Guevara. Señale
las ideas principales desplegadas.

Es posible pensar que la radicalización política de América Latina de los años


sesenta excedió a la creación de las guerrillas y nuevas formas de desafío al
statu quo se produjeron en escenarios diversos, adquiriendo un carácter trans-
nacional: el arte, la cultura, la vida doméstica, la sexualidad, entre otras. Así,
algunos autores como Eric Zolov (2012) sostienen que el concepto de nueva
izquierda debe ser resignificado a fin de poder descentrar solo la acción gue-
rrillera y el foquismo para su definición. Según el autor, es posible incorporar
procesos de radicalización cultural y política más allá de ello:

CC
[…] “la izquierda” en América Latina fue más diversa socialmente, más com-
pleja ideológicamente y más comprometida con las políticas de la contracultu-
ra que lo que una historiografía más temprana estaba interesada en demostrar
o era capaz de discernir (Zolov, 2012: 1).

Para Funes (2016), ese elemento distintivo de los años sesenta latinoame-
ricanos era el involucramiento de una generación respecto de los procesos
sociales, políticos y culturales de la región. Ya hemos enfatizado el impacto
de la Revolución cubana en este nuevo paradigma de radicalización política;
sin embargo, otros factores se imbricaron. Entre ellos destacamos cambios
en algunas instituciones de fuerte raigambre como la Iglesia, la universidad,
la familia y en las relaciones parentales y generacionales.
Si bien la teología de la liberación, como conjunto de producción escrita,
es más propia de la década de 1970 (Löwy, 1999), los cambios instituciona-
les que permitieron la emergencia de una Iglesia más cercana a los pobres

Historia latinoamericana Laura Luciani


214

se habían dado en la década anterior. El Concilio Vaticano II, entre 1962 y


1965, planteó una revisión de la labor de la Iglesia que permitió la confluen-
cia entre marxismo y cristianismo en Latinoamérica. La conferencia episcopal
de Medellín subrayó en 1968 la necesidad de aggiornarse a esos tiempos:

CC
América Latina está evidentemente bajo el signo de la trasformación y el desa-
rrollo. Trasformación que, además de producirse con una rapidez extraordina-
ria, llega a tocar y conmover todos los niveles del hombre, desde el económico
hasta el religioso. (Conferencia de Medellín, “Introducción”, 1968).

Este cambio en la orientación de la Iglesia dio origen en 1967 al Movimiento


de Sacerdotes por el Tercer mundo o al involucramiento de muchos religiosos
en la guerrilla. El caso más paradigmático es el del sacerdote colombiano
Camilo Torres, quien luego de cumplir una destacada labor académica se pro-
puso organizar un frente popular y se unió en 1966 al Ejército de Liberación
Nacional, muriendo ese mismo año en combate.
En las universidades, los cambios no fueron menores. Como ya señalamos
en la unidad anterior, los años cincuenta habían inclinado la balanza hacia el
aumento demográfico en las ciudades, a raíz de lo cual, entre esa década y
la siguiente, se incrementó el ingreso a la educación superior en la mayoría
de los países. La universidad dejó de ser una torre de marfil y se transformó
en caja de resonancia de lecturas que ponían en juego diversas cartografías
de Latinoamérica (entendida como unidad) a partir de la (o las) teoría de la
dependencia y los debates en torno de las clases sociales y del modo de
producción entonces vigentes en la región. Pero también dejó de serlo cuando
buscó incentivar proyectos culturales para el común de la gente: se gestaron
experiencias editoriales que buscaban llevar el conocimiento producido a la
sociedad.
Al mismo tiempo, la radicalización llegó a los claustros, donde fueron adqui-
riendo mayor presencia las organizaciones estudiantiles contestatarias que
cuestionaban el rol de la universidad y exigían su compromiso social. En algu-
nos casos, este proceso se articuló fuertemente con la emergencia de las gue-
rrillas. Este es el caso brasileño, donde algunas de las organizaciones políti-
co-militares nacieron del seno de la organización estudiantil más importante,
la Unión Nacional de Estudiantes, en 1968, cuatro años después de que se
produjera el golpe de Estado e iniciara la dictadura brasileña. Asimismo, se
gestaron movimientos estudiantiles que iniciaron sus planteos respecto de
la universidad, ampliándolos luego a demandas sociales más abarcadoras.
Ejemplo de ello fueron las intensas movilizaciones de 1968 en México, que
culminaron con la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre. En ese mismo año,
movimientos estudiantiles similares coparon la escena pública en otros paí-
ses como Brasil, Colombia, Uruguay (un año antes en Chile y uno después
en Argentina), se articularon con el movimiento obrero y generaron demandas
en torno a la democratización de la universidad, cuando no de sus gobiernos.
La década de 1960 fue la de la generación joven. Su surgimiento como
sujeto social y político –al tiempo que el sistema capitalista la reconocía como
un sujeto de consumo específico–, abrió las compuertas a distintas prácticas
contraculturales transnacionalizadas. Se conjugaba además con un tiempo de
cuestionamiento al mundo adulto en general y a los patrones tradicionales de

Historia latinoamericana Laura Luciani


215

familia y sexualidad –pero sin objetar su carácter heteronormativo–. Las muje-


res cobraron protagonismo gracias a los cambios tecnológicos que favorecie-
ron la liberación sexual, pero también, los primeros indicios de ola feminista
se expandieron generando en cada ámbito, incluso los más progresistas, una
discusión del sistema patriarcal.
No obstante, todos estos cambios estaban presentes solo en forma parcial
en América Latina, principalmente en las grandes ciudades de aquellos paí-
ses en donde el proceso de industrialización y urbanización había modificado
la estructura social. En lo más profundo del subcontinente, el mundo tenía un
ritmo más lento, diferente: se generaba un contraste en un discurso contesta-
tario, a veces revolucionario, que reconocía la profunda amalgama de América
Latina y del campesinado pero invisibilizaba aún su carácter étnico. Para la
década de 1960, 12,4 millones de personas eran indígenas. En la década de
1970, un 63 por ciento de la población se definía como tal en Bolivia, poco
más del 30 por ciento en Perú y el 43 por ciento en Guatemala.

5.3.1. La Alianza para el Progreso, una apuesta por la reforma y


la modernización
Luego del advenimiento de la Revolución en Cuba, la preocupación central
para el gobierno del norte era contener su avance en Latinoamérica. Diferentes
estrategias se plantearon. Una de las iniciativas novedosas fue la elaboración
de un proyecto de apoyo económico bautizado por el presidente Kennedy
como Alianza para el Progreso, cuyo fin era otorgar préstamos que fomenta-
ran aspectos considerados fundamentales para el desarrollo económico de
los países latinoamericanos. La Alianza se construía en concordancia con las
propuestas del economista Walter Rostow, quien remarcaba que el desarrollo
económico y la modernización (en términos de mejoras en vivienda, salubridad)
generaban democratización en los países latinoamericanos.
El Consejo Interamericano Económico y Social de la Organización de los
Estados Americanos (OEA) se reunió en 1961 en Uruguay para aprobar y pla-
nificar el proyecto. Este encuentro, conocido como la Conferencia de Punta del
Este, se inició con un mensaje enviado por Kennedy –en el que el presidente
estadounidense prometía la entrega de veinte mil millones de dólares para el
año siguiente– y reunió un equipo de técnicos y ministros. En esa ocasión, la
figura destacada fue el representante de Cuba y ministro de Industrias Ernesto
“Che” Guevara. Su alocución fue una extensa crítica que ponía en cuestión,
punto por punto, los análisis técnicos que sustentaban el proyecto y afirma-
ba el carácter político de la intervención norteamericana en materia económi-
ca, que apuntaba a aislar a Cuba de América Latina. Pero revelaba otro ele- En este encuentro, Cuba fue expul-
mento de importancia: el carácter asistencialista y colonial de los préstamos sada de la OEA con 14 votos a
favor, la negativa de México y la
ofrecidos:
abstención de Argentina, Brasil,
Bolivia, Chile y Ecuador.

CC
La primera incongruencia que observamos en el trabajo está expresada en es-
ta frase: “A veces se expresa la idea de que un aumento en el nivel y la diversi-
dad de la actividad económica resulta necesariamente en la mejoría de las
condiciones sanitarias. Sin embargo, el Grupo es de opinión que el mejora-
miento de las condiciones sanitarias no sólo es deseable en sí mismo, sino
que constituye un requisito esencial, previo al crecimiento económico, y debe

Historia latinoamericana Laura Luciani


216

formar, por lo tanto, parte esencial de los programas de desarrollo de la re-


gión” […].
Es un poco... yo no sé, pero casi lo calificaría como una condición colonial; me
da la impresión de que se está pensando en hacer la letrina como cosa funda-
mental. Eso mejora las condiciones sociales del pobre indio, del pobre negro,
del pobre individuo que yace en una condición sub-humana; «vamos a hacerle
letrina y entonces, después que le hagamos letrina, y después que su educa-
ción le haya permitido mantenerla limpia, entonces podrá gozar de los benefi-
cios de la producción». Porque es hacer notar, señores Delegados, que el tema
de la industrialización no figura en el análisis de los señores técnicos. Para los
señores técnicos planificar es planificar la letrina. Lo demás, ¡quién sabe cómo
se hará!
Si me permite el señor Presidente, lamentaré profundamente, en nombre de la
Delegación cubana, haber perdido los servicios de un técnico tan eficiente como
el que dirigió este Primer Grupo, el doctor Felipe Pazos. Con su inteligencia y
su capacidad de trabajo, y nuestra actividad revolucionaria, en dos años Cuba
sería el paraíso de la letrina, aun cuando no tuviéramos ni una sola de las 250
fábricas que estamos empezando a construir, aun cuando no hubiéramos hecho
Reforma Agraria. (“Discurso de Punta del Este”, 1961).

Discurso completo del Che Guevara en la Conferencia de la OEA en


Punta del Este, 1961.

<https://www.youtube.com/watch?v=impabbwTVSA>

La devastadora e irónica presentación del ministro de Industrias cubano ponía


la crítica en la concepción desarrollista (sobre la cual hablamos en la unidad
anterior) que se desplegaba: para los técnicos de la OEA, las condiciones
de vida de la población y la ausencia de ciertos servicios y bienes (pobreza)
obstaculizaban el crecimiento económico. A partir de este encuentro, varios
gobiernos de la región adoptaron las recomendaciones de la OEA, que se
sistematizaron en la propuesta de “Desarrollo de Comunidades”, y gestaron
agencias e instituciones técnicas de promoción del desarrollo dirigidas a
la población en condiciones de pobreza, para generar políticas de Estado
específicas. Ejemplos de ello son la Secretaría de Estado de Promoción y
Asistencia a la Comunidad, en Argentina; del Centro Nacional de Capacitación
e Investigación Aplicada para el desarrollo de la Comunidad en Venezuela; y
el Programa de Promoción Popular impulsado en Chile durante el gobierno de

Historia latinoamericana Laura Luciani


217

Eduardo Frei (1964-1970), todos ellos con fuerte vinculación con los organis-
mos internacionales.
Ese tipo de políticas se llevó adelante entendiendo el desarrollo en clave
occidental y desconociendo en muchos casos las realidades concretas de
cada región. Asimismo, los resultados esperados por el Estado y los organis-
mos no siempre se acompasaron con los intereses de la población. Cusicanqui
(2015) recuerda que, en Bolivia, este tipo de políticas se definió en la déca-
da de 1970, cuando el Estado planteó el proyecto de modernización en los
valles y el altiplano, región aymara, a través de la agencia estatal Desarrollo
de Comunidades, que fue rebautizada por la población como Desarrollo de
Calamidades, mostrando las tensiones entre los intereses de la comunidad y
las políticas públicas implementadas.

PARA AMPLIAR

En Chile se tomaron tempranamente distintas iniciativas que acom-

AA pañaban a las recomendaciones de la OEA y de Estados Unidos.


Ejemplo de ello fue la tibia reforma agraria del gobierno de Jorge
Alessandri, conocida como “la reforma del macetero” ya que no
implicó un cambio significativo en la tenencia de la tierra. Asimis-
mo, Eduardo Frei, que fue presidente de Chile (1964-1970), realizó
su campaña con el lema “revolución en Libertad”, en consonancia
con el discurso de Kennedy quien planteaba que las reformas debían
venir de la mano de las democracias. Durante su gobierno la reforma
agraria cobró impulso, siendo significativo además el proceso de sin-
dicalización rural. En Perú, la reforma agraria realizada por militares
nacionalistas en 1969 fue recibida a nivel internacional con beneplá-
cito porque se ajustaba a los dictados de la Alianza para el Progreso,
más allá del hecho de tener raíces profundas en el país.

Por otra parte cabe señalar que el dinero que Estados Unidos se había pro-
puesto enviar, cerca de veinte mil millones de dólares nunca llegó a la región y
que, en la mayoría de los casos, las propuestas de la Alianza no prosperaron.

LEER CON ATENCIÓN

La apuesta por la Alianza para el Progreso no implicó el abandono de

LL otras estrategias ya utilizadas por Estados Unidos, como la interven-


ción militar directa, que de hecho adquirieron otros alcances en las
décadas de 1960 y 1970, cuestión que desarrollaremos en la siguien-
te unidad.

Historia latinoamericana Laura Luciani


218

LECTURA OBLIGATORIA

Funes, P. (2016), “Claroscuros de una década. Ideas en los años

OO sesenta latinoamericanos”, en: Funes, P. (dir.), Revolución, dictadura


y democracia, Imago Mundi, Buenos Aires, pp. 1-36.

3.

KK En una página resuma objetivos, hipótesis e ideas principales del artícu-


lo propuesto como lectura obligatoria. (Se sugiere revisitar la lectura de
este artículo luego de trabajar el primer punto de la unidad siguiente).

5.4. Otras experiencias revolucionarias en la década de


1970
En este apartado trabajaremos dos experiencias diferentes entre sí pero que
suelen pensarse como parte del ciclo revolucionario abierto por Cuba. Nos
referimos al gobierno de la Unidad Popular en Chile entre 1970 y 1973, y a
la revolución protagonizada por el Frente Sandinista de Liberación nacional
en 1979 en Nicaragua. La propuesta pretende mostrar los matices respecto
de cómo fue pensada la transformación social en diferentes geografías de la
región latinoamericana.

5.4.1. Unidad Popular y la vía chilena al socialismo, 1970-1973


Si la Revolución cubana conmovió el devenir de la izquierda latinoamericana,
los sentidos de su apropiación fueron variados. En Chile, donde la historia
de la izquierda –hablamos fundamentalmente de los tradicionales partidos
socialista y comunista– estaba estrechamente vinculada a décadas de vida
parlamentaria, la Revolución no generó escisiones graves ni concitó a la lucha
armada. En el análisis de estos partidos, la larga tradición frentista y de par-
ticipación política les permitía plantear una estrategia diferente.
La vía chilena al socialismo consistía en llegar a él utilizando las institu-
ciones democrático-burguesas. Esta perspectiva favoreció que en las eleccio-
nes de 1970 diversos partidos de centroizquierda e izquierda, que incluían a
los tradicionales partidos socialista y comunista y a otros recientes como el
MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) y la IC (Izquierda Cristiana), se
unieran en un frente para presentar nuevamente un candidato de izquierda,
Salvador Allende. La Unidad Popular (UP), como se llamó a ese frente, pro-
puso un programa con cuarenta puntos que definían su acción de gobierno.
En él destacaban políticas sociales con carácter redistributivo (obligatoriedad
de la copa de leche a niños, asistencia médica y educación, por ejemplo), la
nacionalización de áreas estratégicas (como la industria del cobre) y servicios
que formarían el área de producción social (el cual debía articularse con áreas
de producción mixtas y privadas). También se proponía profundizar la reforma
agraria iniciada por el gobierno de Frei. El programa no carecía de contradic-
ciones: mientras llamaba al socialismo, las medidas tenían un carácter redis-
tributivo que permitía, según los diagnósticos de la UP, una ampliación de la

Historia latinoamericana Laura Luciani


219

clase media. A criterio de Peter Winn (2013), el programa contenía errores que
impidieron llegar al objetivo propuesto, el socialismo desde las instituciones
democrático-burguesas.
En las elecciones de 1970, la Unidad Popular ganó por poco margen. Las
razones por las cuales Allende logró la cantidad de votos necesarios, después
de varias candidaturas, son múltiples. En primer lugar, los desacuerdos entre
los partidos de centro, como Democracia Cristiana, y los partidos de derecha,
como el Partido Nacional, impidieron una candidatura conjunta (estrategia que
ya había sido utilizada), fragmentando las votaciones. En segundo lugar, el
proceso de radicalización marcó una población políticamente más activa y en
gran parte cercana a la izquierda. Por último, el crecimiento de los partidos
comunista y socialista les otorgó una presencia a nivel nacional y les permitió
vincular su discurso a un conjunto de sectores diversos: trabajadores (sus
bases de apoyo más antiguas); clase media, que había adquirido posicio-
nes más progresistas en los últimos años; intelectuales y peones rurales.
Asimismo, para la campaña se crearon los Comités locales de la Unidad
Popular, que dinamizaron las elecciones desde abajo, proveyendo el aparato
necesario para la propaganda política del frente.
Los tres años de gobierno de Unidad Popular fueron intensos y conflictivos.
Desde el principio, los sectores más conservadores de la sociedad, los medios
de comunicación y los partidos de derecha, a los que se unió Democracia
Cristiana al poco tiempo, fueron obstaculizando y en ocasiones dinamitan-
do el proyecto que el Gobierno de Allende se había propuesto. Las primeras
estrategias combinaron intentos golpistas –como el atentado contra el gene-
ral Schneider, militar garantista que fue asesinado en EE. UU. poco antes de
la asunción de Allende) y trabas institucionales –en Chile, el Congreso debía
ratificar a Allende ya que no había obtenido la mayoría absoluta y el Partido
Nacional tentó sin éxito a la Democracia Cristiana a no ratificarlo–. Ambas
estrategias fracasaron.
Durante los dos primeros años, los proyectos de la Unidad Popular fue-
ron obstaculizados por vía parlamentaria: este partido no tenía mayoría en la
Cámara y dependía de los acuerdos con las otras fuerzas. Los medios más
importantes se sumaron a la oposición. Quizás el caso más conocido sea el
del diario El Mercurio y de su dueño, Agustín Edwards. Asimismo, las Fuerzas
Armadas albergaron un núcleo golpista que, sin embargo, en los primeros
años no cobró protagonismo. Es decir, si bien la oposición al gobierno de la
Unidad Popular existió desde la asunción misma, esta era fragmentaria y no
logró derrocarlo.

Historia latinoamericana Laura Luciani


220

El Mercurio. El diario de Agustín Edwards.

El video es un documental que repasa la historia y las prácticas


del diario chileno.
<https://www.youtube.com/watch?v=5qKxf5Lmqas>

Es posible que las primeras medidas implementadas, que concitaron el apoyo


social, coartaran la organización de la oposición. Desde los primeros meses
se plantearon políticas redistributivas que beneficiaron a sectores trabajadores
y de clase media. El gasto público aumentó considerablemente entre 1971 y
1973: de 62 y 67 millones durante el gobierno de Frei, pasó a más de 90 millo-
nes en el primer año. Se construyeron viviendas y se amplió la incorporación
de niños y jóvenes a la educación. También el aumento de salarios adquirió
un lugar central en la política del gobierno. Estas medidas se articularon con
otras de gran relevancia como la nacionalización del cobre, ocurrida en la
primera mitad de 1971.
A esta se sumaron las nacionalizaciones del salitre, del hierro y de cerca de
ochenta empresas del sector financiero que en un año le permitieron al Estado
controlar un 70 por ciento del capital financiero. La nacionalización del cobre
fue una de las medias más importantes tomadas por Allende y que mayores
conflictos suscitó entre Unidad Popular y la Democracia Cristiana. Incluso,
polarizó a la sociedad. La nacionalización consistió en la expropiación de las
minas de cobre en mano de empresas norteamericanas: Anaconda Cooper,
que tenía inversiones en Chuquicamata, y Kenneth Corporation, en El Teniente
y en Salvador, que pasaron a formar parte del Área de Propiedad Social. A raíz
de este proceso –y mucho más luego de diciembre, cuando Allende anunció
el no pago de las indemnizaciones previstas (por las altas ganancias ya obte-
nidas por ambas empresas)– las relaciones con Estados Unidos y los organis-
mos internacionales se volvieron abiertamente hostiles.
La reforma agraria que se había iniciado bajo el gobierno de Eduardo Frei
mediante la Ley 16640 se profundizó. La vieja ley anterior contemplaba la
expropiación de los predios de más de 80 hectáreas y su implementación
había significado hasta 1970 el reparto de casi un 20 por ciento de la tierra
cultivable (aproximadamente 3,5 millones de hectáreas), con el objetivo de
aumentar la productividad. Sin embargo, Allende se proponía el fin del lati-
fundio y la creación de espacios de autogestión campesina, por lo que utili-
zó y modificó la ley existente, apuntando a la expropiación de propiedades de
más de 40 hectáreas. En total, el gobierno de la Unidad Popular expropió 6,4
millones de hectáreas en tan solo tres años. El reparto no fue un proceso que

Historia latinoamericana Laura Luciani


221

se diera exclusivamente desde arriba, es decir desde el Estado, ya que, ape-


nas iniciado el gobierno, se sucedieron tomas de fundos y fábricas dirigidas
a reclamar su expropiación. Como lo señala Peter Winn (2013) en su análisis
del caso de Yarur, una empresa expropiada durante la Unidad Popular, la movi-
lización de trabajadores y campesinos por la expropiación creció: este era su
gobierno. Entonces, ¿cómo no reclamarle por propios derechos?
Como ya señalamos en los párrafos anteriores, muchas de estas medi-
das impulsadas en el primer año llevaron a un apoyo social importante que
se verificó en las elecciones comunales de abril de 1971: la Unidad Popular
logró aumentar a 50 por ciento los votos a su favor. Ese fue un momento de
euforia revolucionaria que expresó una victoria para Unidad Popular pero tam-
bién convocó al diagnóstico. Para algunos era necesario acelerar el proceso
de socialización. Esta postura estaba acompañada dentro del gobierno por
un sector del Partido Socialista y desde fuera, por el MIR. Para otros, como
el Partido Comunista y el mismo Salvador Allende, era necesario mantener el
tono moderado, con el objetivo de convocar al apoyo de la clase media y de
la pequeña burguesía.
No obstante, las mismas elecciones convocaron también a la oposición a
sus propios diagnósticos respecto del Gobierno y de las nuevas nacionaliza-
ciones. Estas últimas generaron las fricciones más fuertes con el partido de la
Democracia Cristiana y se transformaron en el eje de un conflicto persistente
que dividió al país. A partir de 1971 y más aún desde 1972, la oposición cre-
ció. Surgió en abril de 1971 el Frente Nacionalista Patria y Libertad, un grupo
fascista que constituyó un espacio de oposición al gobierno de Allende y con-
citó apoyo en sectores estudiantiles. Pero el mayor problema lo constituyeron
las dificultades económicas derivadas de la baja del precio del cobre, del boi-
cot económico, de la baja de inversiones de la burguesía, del gasto público
y de la emisión monetaria que generaron inflación, y del desabastecimiento,
todo lo cual llevó a un crecimiento de la oposición entre los sectores medios
y de la pequeña burguesía.
La primera evidencia pública fue el cacerolazo de diciembre de 1971 prota-
gonizado por mujeres de clase media, que se continuó y amplió al año siguien-
te. A medida que el gobierno de Allende entraba en su segundo año de gestión,
la polarización social se hacía más evidente y se visibilizó con crudeza en el
paro patronal de octubre de 1972. Durante este evento, sectores del transpor-
Para dimensionar el proceso de
te y de los comerciantes (la Confederación del Comercio Detallista, Sociedad
polarización social sugerimos ver
Nacional de Agricultores, SOFOFA, Cámara Chilena de la Construcción y cole- La batalla de Chile (1975),
gios de profesionales, además de los partidos de oposición) realizaron un lock trilogía documental dirigida por
out que pretendía derrocar al Gobierno. Frente a esta situación, los trabaja- Patricio Guzmán que refleja el últi-
mo año del gobierno de la Unidad
dores se autoorganizaron en la conformación de los cordones industriales y Popular. También puede percibir-
comandos comunales para defender los derechos conquistados. se en películas como Machuca
La creación de los cordones industriales es un hecho sumamente signifi- (2004), que narra la historia de
cativo en la historia de Chile y de la construcción de poder popular. Antes de un colegio de elite y los cambios
ocurridos al iniciar el gobierno de
estos, las Juntas de Abastecimiento de Producción, surgidas desde abajo y la Unidad Popular.
luego tomadas como política de Estado ante el desabastecimiento, habían
sido las estrategias que encontró la clase trabajadora para luchar y organizar-
se en forma autónoma. En ese contexto de polarización, la acción del gobierno
de la Unidad Popular tendió a moderarse y a buscar acuerdos con los sectores
políticos. Ello lo logró con la incorporación de las Fuerzas Armadas al gobierno.

Historia latinoamericana Laura Luciani


222

La Primera Junta de Abastecimiento de Producción (JAP) tuvo lugar en


la Población Juan Antonio Ríos, donde vivían veinte mil personas. El
siguiente video muestra a través de material de época y entrevistas cómo
se desarrolló esa experiencia.

<https://www.youtube.com/watch?v=DqKHzYI-ewI>

LECTURA RECOMENDADA

RR
Gaudicheaux, F. (2005), “Construyendo el Poder Popular, el movimiento sindical, la
CUT y las luchas obreras en el periodo de la Unidad Popular”, en: Pinto, J. (coord.),
Cuando hicimos historia: la experiencia de la Unidad Popular, LOM, Santiago, pp.
81-106.

Sin embargo, la tregua no duró mucho. En 1973, las elecciones parlamenta-


rias dieron el triunfo a la coalición de centroderecha aunque no se alcanzó el
número necesario para destituir a Allende. La oposición, antes fragmentada,
logró unirse para derivar en una salida golpista.
Tres sucesos son importantes en este año. En primer lugar, la huel-
ga de trabajadores de la mina El Teniente, liderada por sindicalistas de la
Democracia Cristiana, fracturó las relaciones entre los trabajadores y el gobier-
no: la Confederación Única de Trabajadores, central sindical que desde los ini-
cios había sido un pilar del gobierno no apoyó la lucha de los trabajadores, por
primera vez en su historia. La incorporación de Augusto Pinochet al gobierno
y el desplazamiento del general Carlos Prats constituyeron otro factor impor-
tante para el avance de las propuestas golpistas. El otro suceso fue el levan-
tamiento un sector militar junto a Patria y Libertad, ocurrido en junio de 1973.
El llamado “tancazo” fue abortado por el gobierno. Mires (1988) sostiene que
este fue un ensayo general de lo que sucedería meses después ya que per-
mitió a Pinochet identificar la reacción de los generales de provincia frente a
un posible golpe.
El 11 de septiembre de 1973, los militares al mando de Pinochet bom-
bardearon el Palacio de la Moneda, sede de la presidencia. Desde dentro
Salvador Allende, el hombre que había llegado a la presidencia por medios
democráticos y cuestionando la acción armada, defendía al gobierno con un

Historia latinoamericana Laura Luciani


223

arma en sus manos. Su muerte, judicialmente ya establecida como suicidio,


fue parte de las controversias que rodearon al golpe de Estado en Chile.

El siguiente video reproduce el discurso de Salvador Allende desde la


Casa de la Moneda por Radio Magallanes, 11 de septiembre de 1973.

<https://www.youtube.com/watch?v=G4zg1mRUNgU>

LECTURA OBLIGATORIA

Winn, P. (2013), Capítulo 4, en: La revolución chilena, LOM,

OO Santiago, pp. 51-73.

4.

KK Winn (2013) sostiene que en Chile hay una revolución desde arriba y
una revolución desde abajo. Explique cada una de ellas, sus vínculos y
tensiones en un breve ensayo de no más de dos páginas. Según su pro-
pia lectura, ¿qué importancia otorga a esta idea en el análisis sobre el
gobierno de la Unidad Popular?

5.4.2. La revolución en Nicaragua. De Sandino al Frente


Sandinista de Liberación Nacional
La revolución producida en 1979 en Nicaragua condensaba las tensiones acu-
muladas a lo largo del siglo XX. Por eso, su análisis no solo debe convocar a
dimensionar el impacto de la Revolución cubana en la constitución del Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), sino también a contemplar los acon-
tecimientos nacionales que se tramaron en su historia. Según Martí Puig (2002:
8): “Para amplios sectores del pueblo el FSLN era la continuación, con métodos,
estrategias y enfoques nuevos, de una guerra contra la agresión imperialista y
la opresión dictatorial que databa por lo menos desde principios de siglo”.

Historia latinoamericana Laura Luciani


224

Recordemos que, como el resto de los países centroamericanos, Nicaragua


se había constituido desde finales del siglo XIX en país exportador de produc-
tos tropicales, siendo el café su mayor exportable hasta mediados de siglo
XX, luego reemplazado por el algodón. Asimismo, la intervención militar direc-
ta de Estados Unidos, moneda corriente en la región, también se impuso en
Nicaragua. Seguida de ocupación, a partir de 1912, esta implicó el manteni-
miento de tropas en la región por 21 años. La salida de Estados Unidos se
produjo recién en los años treinta, luego de la organización de un movimiento
liberal, nacionalista y antiimperialista liderado por Augusto Sandino.
Sin embargo, esta partida dejó como legado la Guardia Nacional, un ejér-
cito organizado por Estados Unidos que garantizaba la injerencia norteameri-
cana en el país. De ella surgió Anastasio Somoza, quien inauguró la dictadura
Anastasio Somoza murió asesi-
(de tintes dinásticos) que se mantuvo hasta 1979. La Guardia Nacional fue
nado en 1956, sucediéndolo su el origen y el soporte de la dictadura, pero no la única fuente del poder del
primogénito Luis Somoza Debayle. gobierno somocista. En principio, porque el somocismo fue una dictadura que
En 1967 asumió la presidencia mantuvo una fachada democrática y que, cuando lo necesitó, creó un parti-
Anastasio Somoza hijo, quien fue
derrocado en 1979. do (el Partido Liberal Nacionalista). Ambas instituciones, Ejército y Partido, se
convirtieron en una organización de patronazgo, de favores y corrupción, que
aseguraba la lealtad repartiendo privilegios económicos.
Junto al Partido y al Ejército, hubo una tercera dimensión del poder: el capi-
tal. El Estado cumplió un rol central en el desarrollo capitalista en Nicaragua.
A partir de mediados del siglo XX, cuando se modificó el rubro exportable del
tradicional café al algodón, el Estado contribuyó a la valorización a través de
construcción de infraestructura, transportes y financiamiento, que complemen-
tó con la represión y el desplazamiento poblacional para el desarrollo de la
producción algodonera –las tierras donde se cultivó el algodón estaban antes
destinadas a la producción de alimentos y se encontraban en manos de cam-
pesinos). Pero el Estado fue, a su vez, instrumento del enriquecimiento de
la familia Somoza y de sus allegados. Al final de la Segunda Guerra Mundial,
Somoza era el mayor terrateniente ganadero, de cafetales y de caña de azú-
car, además de diversificarse en la industria (textiles, cemento, lácteos, etc.)
y la banca. A inicios de la revolución, la familia Somoza constituía el tercer
grupo financiero del país.
Los pilares del poder somocista comenzaron a resquebrajarse en los años
sesenta, producto de varios fenómenos. En principio, las tensiones genera-
das en el campo por el beneficio obtenido por los grandes productores y la
pérdida de tierras desembocaron en un fuerte descontento entre campesinos
y trabajadores rurales desplazados. Durante 1960 se registraron más de dos-
cientos casos de invasiones de tierras y desalojos en la región del Pacífico.
Asimismo el descontento también alcanzó a una oposición que era fuertemen-
te reprimida y no tenía canales de participación política. Por este motivo en la
ciudad capital se gestó un espacio de articulación de diversos partidos, como
la Unión Nacional Opositora (UNO), frente que se había constituido para pre-
sentarse en las elecciones presidenciales e involucraba a partidos de centro,
derecha e izquierda. La UNO realizó diversas manifestaciones y posicionamien-
tos públicos contra el régimen. En enero de 1967 fue reprimida por el régimen
somocista una de sus movilizaciones callejeras más importantes, hecho que
fue conocido como la Masacre de la Avenida Roosevelt.
Por fuera de los tradicionales partidos, en 1961 se creó el Frente Sandinista
de Liberación Nacional (en adelante FSLN). Surgió de la mano de los estudian-
tes universitarios Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga (provenientes

Historia latinoamericana Laura Luciani


225

de facciones radicalizadas del Partido Socialista Nicaragüense) y de Santos


López, jefe militar del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (el ejército
creado por Augusto Sandino), que recibía influencias de la Revolución cubana
y siguió en los primeros años una orientación foquista. Entre su fundación y
el año 1966, la guerrilla sandinista se constituyó en las montañas del norte
y del centro del país, sobrevivió y enfrentó a la Guardia Nacional, pero obtuvo
pocas victorias en el plano militar. A pesar de las derrotas, el foco guerrillero
en la montaña tuvo una carga simbólica fuerte para el pueblo nicaragüense.

Omar Cabezas, escritor y militante del FSLN, narra en La montaña es más que una este-
pa verde:

CC
[…] subí con la idea de que la montaña era un poder, pues estaba el mito de
los compañeros de la montaña, lo misterioso, lo desconocido, Modesto, por
allá, arriba... Y en la ciudad los clandestinos y los legales hablábamos de la
montaña como algo mítico, donde estaba la fuerza e incluso las armas, los me-
jores hombres, la indestructibilidad, la garantía del futuro, la balsa para no hun-
dirse en lo más profundo de la dominación de la dictadura, la determinación de
no resignarse [...] la certeza de que no podía ser así, que Somoza no podía se-
guir mandando toda la vida, no aceptar la invencibilidad de la Guardia (Cabezas,
1982: 9-10).

La acción guerrillera fue abandonada luego de la derrota en Pancasán (1967)


y se retomó la idea de participación popular en la lucha. En 1969 se creó el
directorio nacional y se definió el programa histórico del FSLN para la toma
del poder: la Guerra Popular y Prolongada. Esta se proponía luchar contra las
fuerzas imperialistas materializadas en la dictadura de Somoza a partir de la
alianza entre obreros y campesinos (enfatizando en el rol de estos últimos,
por las propias condiciones del país). En este nuevo análisis, la lucha guerri-
llera se mantenía en la montaña, pero creando los vínculos necesarios con el
Es interesante consignar que si
espacio urbano y rural.
bien el análisis de la realidad nica-
En 1975, sin embargo, el surgimiento de la Tendencia Proletaria –que plan- ragüense y los objetivos estaban
teaba un cambio en la estrategia, la acción mediante un partido de la clase orientados a considerar al cam-
obrera que debía ser la vanguardia de la lucha insurreccional contra la dic- pesino y al ámbito rural como pri-
mordiales para el desarrollo de la
tadura– produjo la escisión en las posiciones. Al año siguiente, otra división insurrección, luego de 1969 todos
(conocida como Tendencia Insurreccional, o Tercerista) reclamó la insurrec- sus militantes y vínculos provenían
ción general como estrategia. Las tres tendencias se mantuvieron presentes, del ámbito urbano, siendo mayo-
ría los guerrilleros estudiantes de
siendo la última aquella que logró mayor presencia en el periodo previo a la
clase media.
toma del poder.
Al tiempo que ocurrían esos cambios al interior del Frente, la oposición en
el ámbito urbano fue consolidándose. Por un lado, crecían las Comunidades
Eclesiales de Base, influenciadas por la teología de la liberación y que articu-
larían el cuestionamiento hacia la dictadura en los barrios pobres de la capi-
tal, fundamentalmente desde el terremoto de 1972. Asimismo, se produjo el
quiebre de las alianzas entre los sectores económicamente dominantes y el
clan Somoza, ya que el control de este sobre el sector financiero (que crecía
significativamente) le permitió un aumento de ganancias consideradas exce-
sivas en medio de la reconstrucción que suponía el terremoto. La oposición

Historia latinoamericana Laura Luciani


226

civil también se constituyó desde la Unión Democrática de Liberación (UDEL),


que aglutinaba a un amplio espectro de fuerzas políticas y sociales opuestas
a la dictadura como el Partido Social Cristiano, Acción Nacional Conservadora,
Partido Socialista Nicaragüense, Central de Trabajadores de Nicaragua y la
Confederación General del Trabajo Independiente. La UDEL surgió como alter-
nativa a la dictadura desde el sector de la burguesía, articulada en torno de
la figura de Pedro Chamorro, pero no pudo constituirse como una propuesta
viable.
Para mediados de la década de 1970, la oposición civil y política al régimen
parecía no encontrar unidad en las consignas, ni una estrategia de acción,
lo cual sería capitalizdo por el FSLN. La opción tercerista liderada por Daniel
Ortega consideraba la necesidad de articular una alianza con sectores civiles
y políticos antisomocistas, por lo que impulsó la creación del Grupo de los
Doce (1977) con el objetivo de acercar y nuclear a todos los sectores antiso-
mocistas. Al mismo tiempo, el FSLN trasladó su acción a los barrios pobres
de la ciudad, creando escenarios para la agitación social. En enero de 1978,
Pedro Chamorro, la figura política antosomocista más conocida, fue asesina-
do por la Guardia Nacional.
Este acontecimiento desencadenó el fin del régimen. A la ola insurreccional
popular se sumó un diagnóstico diferente de la elite económica: el asesina-
do no había sido un guerrillero, un campesino u obrero, sino un empresario.
La situación local se combinó con la quita de apoyo norteamericano. En julio
de 1979, Somoza huyó del país, dejando caer a pedazos el régimen. La caída
final fue liderada por el FSLN que, en la coyuntura de crisis institucional, logró
limar diferencias entre las tendencias para convocarlas a una amplia alianza,
lucha insurreccional final y toma el poder.

La ofensiva final (Director Pedro Tavares, 1979)

En 1979, periodistas de todo el mundo documentaron la caída de


Somoza. Este documental muestra los últimos meses de lucha contra
el régimen.
<https://www.youtube.com/watch?v=f8gKuzL04F4&t=141s>

Historia latinoamericana Laura Luciani


227

LECTURA RECOMENDADA

RR
Marti Puig, S. (1999), “La crisis del régimen somocista” [en línea]. En: La crisis
del régimen somocista en Nicaragua (1979-1990). La revolución enredada, Cooperación
& libros de la Catarata. Disponible en: <http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/
lucha%20armada%20AL_puig.pdf> [Consulta: 20 04 2018].

Una vez derrocado el régimen, asumió el gobierno una alianza policlasista que
marcó el sentido de este. La Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional
(JGRN) estaba integrada inicialmente por cinco miembros: Daniel Ortega, del
FSLN; Sergio Ramírez, del Grupo de los Doce (militante del FSLN); Moisés
Hassan, del movimiento Pueblo Unido; Alfonso Robelo, empresario prove-
niente del Frente Amplio Opositor; y Violeta Barrios, viuda de Chamorro. Esta
primera Junta, que fue modificada en lo sucesivo a favor del FSLN, ejerció el
gobierno entre 1979 y 1984, fecha en la cual ganó las elecciones la candidatu-
ra propuesta por el Frente (Daniel Ortega y Sergio Ramírez eran sus candidatos
a presidente y vice), con el 67 por ciento de los votos.

PARA AMPLIAR

El fin del somocismo fue para la población un momento de fiesta. Los

AA primeros meses del gobierno de la Junta de Gobierno de Reconstruc-


ción Nacional fueron de esperanza y alegría: en un contexto latinoa-
mericano donde las derechas y las dictaduras parecían poner fin a las
revoluciones, una de ellas triunfaba en Centroamérica. En Managua,
las casas estaban abiertas las 24 horas y el orden público se mantuvo
solo con el trabajo de los jóvenes milicianos del Frente (algunos con
apenas 14 años).

Entre las primeras medidas se definieron la desarticulación de la Guardia


Nacional y la confiscación de los bienes de la familia Somoza y allegados. No
obstante, los ejes de la política estuvieron definidos por la democratización y
la economía mixta, no por la alineación. La democratización fue concebida no
solo en términos electorales –lo que implicó la derogación de la Constitución
somocista, la creación del Consejo de Estado plural y la promoción de un
proyecto de ley electoral y de Constitución–, sino participativos, en donde la
integración de la sociedad a la revolución y la mejora en las condiciones socia-
les y económicas de la población eran ideas centrales. Otra de estas medidas
fue el desarrollo de un plan de alfabetización llevado a cabo por brigadistas
voluntarios, que bajó el analfabetismo de 50 a 12 por ciento. En la misma
línea, se constituyeron planes de salud, así como campañas de vacunación
que permitieron erradicar enfermedades como el sarampión y la poliomielitis.
En los primeros años, el trabajo voluntario fue central en la expansión de
la euforia revolucionaria en comunidades y pueblos. En forma paralela se acti-
varon espacios de organización de masas como los Comités de defensa san-
dinista y se estimuló la organización sindical. El gasto público destinado a las

Historia latinoamericana Laura Luciani


228

mejoras en las condiciones sociales, sin embargo, se vio reducido luego de


1984, producto de la crisis pero también de la mayor asignación de recursos
al sector militar, que debía afrontar la lucha contra las fuerzas contrarrevolu-
cionarias. Asimismo, a medida que se incorporaban a las masas y se mejora-
ban las condiciones de vida de los sectores populares, la burguesía comen-
zaba a mostrar desconfianza respecto del rumbo de la Junta de Gobierno.
No es casual que en esos primeros tiempos Alfonso Robelo y Violeta Barrios
Chamorro renunciaran a la Junta.

PARA AMPLIAR

La Cruzada Nacional por la Alfabetización dividió a los alfabetizado-

AA res entre Alfabetizadores Populares (AP), en su mayoría amas de casa,


empleados del gobierno y obreros que enseñaban en centros urbanos,
y Ejército Popular de Alfabetización (EPA), constituido por estudian-
tes y maestros que se encargaron de la alfabetización en zonas rurales.
De este modo, la mayoría de los alfabetizadores (sesenta de noventa
mil personas voluntarias) eran jóvenes con una amplia proporción de
mujeres. Ana Laura Estrada (2017) realizó una propuesta de radio-
teatro a partir de entrevistas a alfabetizadoras que permite acercarnos
a dicha experiencia. Seleccionamos de También les enseñamos a leer
el fragmento “Unas botas para Aura”.

El siguiente es un material de radioteatro producido por Ana Laura

SS Estrada (2017) sobre la base de entrevistas a mujeres que participa-


ron de la Campaña de Alfabetización, 1980. Repositorio Institucional
Universidad Centroamericana.
<http://repositorio.uca.edu.ni/4129/2/Mon%20Ana%20L%20
Estrada%20-%20Capitulo%201.mp3> [Consulta: 24 01 2019].

Historia latinoamericana Laura Luciani


229

Campaña de alfabetización, 1980. Publicidad.

La economía mixta suponía el mantenimiento de intereses privados junto al


desarrollo de una economía estatizada y organizada en cooperativas y formas
de autogestión. Esta última se constituyó a través del Área de Propiedad del
Pueblo en Nicaragua, que promovía la confiscación de las propiedades somo-
cistas, la nacionalización de la minería, la reforma agraria y la nacionalización
del comercio exterior y de las finanzas. La reforma agraria se llevó adelante en
propiedades somocistas y latifundios con tierras ociosas de más de quinientas
manzanas en el Pacífico y de más de mil en el resto del país. La cooperati-
vización tuvo un rápido crecimiento, conformándose 2.800 cooperativas en
1982, que abarcaban a 65 mil campesinos y campesinas. En 1988, el área
reformada cubría el 40 por ciento del área rural.
Al mismo tiempo, se nacionalizaron el sistema financiero, el comercio exte-
rior, las empresas de transporte aéreo y marítimo y una cuarta parte del sec-
tor industrial (propiedad de somocistas). Lamentablemente, los intentos de
articular las economías privada y estatal fracasaron ya en los primeros años.
La burguesía, que inicialmente tuvo una actitud pasiva, contribuyó con mer-
cado negro y traslado de fondos al extranjero a profundizar los efectos de la
crisis de 1982 en una economía ya en crisis por la deuda interna y externa.
La no alineación supuso la búsqueda de un apoyo amplio a nivel interna-
cional que incorporara a Estados Unidos, países europeos y latinoamericanos.
El objetivo no solo era conseguir recursos e inversiones, sino además otorgar

Historia latinoamericana Laura Luciani


230

garantías a los sectores burgueses respecto del rumbo que adquiría el nuevo
gobierno y que no seguía la senda cubana. Esta política también fracasó. Si
bien se logró apoyo crediticio internacional, el dinero obtenido de Estados
Unidos fue menos del esperado y condicionado –no debía utilizarse en salud
ni educación, dos planes en los cuales colaboraba Cuba–, y la URSS fue más
bien renuente a otorgar divisas. El posicionamiento cada vez más duro de
Estados Unidos llevó a buscar más apoyo en los países del bloque socialista,
sin grandes resultados.
Al mismo tiempo, los años ochenta fueron escenario de diversos conflictos
para atender. El mayor fue la organización en la frontera de grupos mercena-
rios conocidos como La Contra que, apoyados por Estados Unidos lograron
jaquear al gobierno. Otro conflicto importante tuvo lugar en la región fronteri-
za con Honduras, zona rural donde se asentaba la etnia de los misquitos. En
esa región, los esfuerzos de organización propuestos por el sandinismo entra-
ron en conflicto con las prácticas y culturas misquitas (el plan de alfabetiza-
ción, la reforma agraria). Esos grupos, además, le reclamaron su autonomía al
Estado. En ese contexto, un grupo de jóvenes de etnia misquita fue entrenado
en 1981 por la Contra para contribuir a acciones de lucha contra las fuerzas
sandinistas. La tensión en la región se mantuvo con altibajos entre 1981 y
1988, cuando se logró un acuerdo de paz que destrabó el conflicto.
A pesar de todo, el conflicto con la etnia misquita fue uno de los mayores
errores del Frente por no contemplar las especificidades de las etnias del país.
La idea de desarrollo y transformación estaba atada a determinadas concep-
ciones, desligadas de los caracteres étnicos particulares.

PARA AMPLIAR

Los Contra se constituyeron con ayuda de diferentes países. Si Esta-

AA dos Unidos colaboró con dinero y apoyo de la CIA, otros países,


como Argentina, aportaron sus conocimientos militares para el entre-
namiento de las fuerzas que luchaban contra el FSLN. Los Contra se
instalaron en Honduras con apoyo del general Álvarez Martínez, jefe
de las Fuerzas Armadas (y creador del escuadrón de la muerte cono-
cido como Batallón 3-16), que realizó sus estudios en la Academia
Militar Argentina y fue el vínculo entre los asesores argentinos y los
restos de la Guardia Nacional somocista que formaron a los Contra.

Sin duda, el FSLN impulsó transformaciones sociales importantes en un país


cuya vida política, económica y social había estado atravesada por décadas
de dictadura. No obstante, los propios errores en las políticas implementa-
das, junto con las acciones de Estados Unidos para contener el avance revo-
lucionario en Nicaragua y Centroamérica, minaron las posibilidades de una
transformación más profunda. Las elecciones de 1990 permitieron la victoria
de la oposición y Daniel Ortega cedió el mando a Violeta Barrios Chamorro,
representante de la oposición burguesa al somocismo con quien inicialmente
había conformado una alianza. Una alianza que desde sus comienzos limitó el
carácter del gobierno e impidió que el proceso revolucionario se consolidara.

Historia latinoamericana Laura Luciani


231

Aun sin detenernos en la historia del FSLN luego de su derrota en eleccio-


nes, cabe señalar que desde 1990 el FSLN se readaptó a la nueva situación
política, constituyéndose en un partido más que se presentó a elecciones.
Daniel Ortega fue elegido presidente en 2007, cargo que fue renovando; y ha
sido electo en el año 2017 para ocupar su cuarto mandato hasta 2022. Pero
ni el Frente ni Ortega tienen continuidad con aquel proyecto que la revolución
llevó adelante en 1979, lo cual implica que muchos militantes sandinistas y
miembros del Frente sean críticos de sus prácticas.

PARA REFLEXIONAR

¿Es posible pensar en términos de similitudes y diferencias experien-

PP cias como la Unidad Popular y la Revolución sandinista? En esta uni-


dad hemos enfatizado en que ambas deben ser entendidas en relación
con la Revolución cubana. Pero, más allá de eso, es posible indagar
qué otros elementos puedan ser identificados para comprenderlas en
conjunto.
Si bien la diferencia más notable estuvo en las modalidades de lle-
gada al poder (una por elecciones, otra por vía revolucionaria), en
ambas es posible detectar una amplia coalición de fuerzas que inten-
ta modificar el rumbo de gobierno, aunque en el caso de la Unidad
Popular este proceso esté dirigido por partidos de izquierda tradicio-
nales como el PS y el PC. En ambos casos, la preocupación por lle-
var adelante una serie de cambios implicó considerar la alianza con
sectores de la pequeña y mediana burguesía (que en la UP se tra-
dujo en la opción por el gradualismo y en el FSLN, en la Unidad
Nacional), elemento que fue un factor clave en el devenir de ambos
países. Si inicialmente el posicionamiento de estos sectores fue expec-
tante y pasivo, no tardaron en conformarse en activos opositores a
los gobiernos. Tanto en el caso de la UP como del FSLN se propuso
una reforma agraria y se proyectó un tipo de economía mixta, aunque
con diferencias respecto de las modalidades en que se llevó adelante.
Asimismo, en ningún caso se logró conformar un bloque hegemó-
nico que permitiera desplegar el potencial socialista expresado en el
proyecto (explícito en el caso de Chile, más solapado en Nicaragua).
Ambas experiencias también supusieron la articulación entre una
oposición interna y una externa, que llevó al fin a la derrota del pro-
yecto (uno por vía de dictadura, el otro por elecciones).
Una vez expuestas estas similitudes, existen también significativas
diferencias que señalan las particularidades de las dos últimas expe-
riencias socialistas del siglo XX en América Latina.

Historia latinoamericana Laura Luciani


232

PARA AMPLIAR

Sugerimos la lectura de la entrevista a Mónica Baltodano, miembro

AA del FSLN, actualmente opositora al gobierno de Ortega.


Resumen Latinomericano. <http://www.resumenlatinoamericano.
org/2018/07/15/nicaragua-entrevista-a-la-comandante-sandinista-
monica-baltodano/> [Consulta: 20 04 2019].

5.

KK Realice un documento en Power Point u otro formato multimedia sobre


la base de algunos de los casos analizados en esta unidad (Revolución
cubana, gobierno de la Unidad Popular, revolución en Nicaragua), que
incluya imágenes, canciones, cortos, cuadros estadísticos, audios, etc.,
y que dé cuenta de las políticas implementadas y los cambios sociales
producidos.

Historia latinoamericana Laura Luciani


233

Referencias bibliográficas

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Historia latinoamericana Laura Luciani


235

La instalación de las dictaduras hasta


el neoliberalismo
Objetivos
Que los y las estudiantes logren:
•• Caracterizar las dictaduras de nuevo tipo en América Latina.
•• Incorporar perspectivas críticas respecto de los procesos sociales, econó-
micos y políticos del último cuarto del siglo XX.
•• Comprender las dinámicas asumidas por el capitalismo en su etapa
neoliberal.
•• Reflexionar sobre los modalidades de resistencia de finales de siglo XX.
•• Incorporar conceptos y perspectivas de análisis sobre las problemáticas de
la historia reciente latinoamericana.

Introducción
“Pájaros prohibidos”, cuento de Eduardo Galeano

<https://www.youtube.com/watch?v=PxEeQbzQxjg>

Las dictaduras de los años sesenta-setenta ¿fueron la avanzada reaccionaria


de la derecha frente a la radicalización política? ¿Fue acaso la radicaliza-
ción tan contundente como para generar el temor de la clase dominante y
asumir que la salida eran las Fuerzas Armadas? ¿El propósito solo era repri-
mir? Algunos de estos interrogantes serán analizados en esta unidad con el
objetivo de caracterizar y explicar las dictaduras de nuevo tipo emergentes
en el Cono Sur en la década de 1970, y de compararlas con experiencias

Historia latinoamericana Laura Luciani


236

centroamericanas. Si bien una característica fue la modalidad y magnitud de


la represión, consideramos que ello solo no explica las dictaduras. Asimismo
se han atribuido a las dictaduras proyectos económicos neoliberales. Sin
embargo, esto se verifica solo en el caso chileno; las políticas económicas de
corte neoliberal se produjeron en otros países recién en la década de 1990
cuando los regímenes políticos democráticos, con sus particularidades, ya
se habían implementado y en algunos casos se consideraban consolidados.
Quizás sea posible pensar que el mayor legado de la dictadura fue hacer viable
a largo plazo la configuración de prácticas políticas, económicas y culturales
neoliberales.

6.1. Las dictaduras latinoamericanas en la Guerra Fría


Comprender la emergencia de las dictaduras de las décadas de los sesenta-
setenta requiere que nos remitamos a los cambios producidos en las Fuerzas
Armadas latinoamericanas a partir de la segunda mitad del siglo XX. Cambios
que refieren a una reorientación en sus paradigmas teóricos y redefinición en
sus funciones, jalonados fundamentalmente por el contexto de la Guerra Fría
y la irrupción de la Revolución cubana.
La segunda posguerra planteó modificaciones en la cartografía geopolítica
de Latinoamérica respecto del resto del mundo. Nadie duda de que luego de
la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos se erigió como el país capitalista
hegemónico, constituyéndose en el principal comprador, inversos y productor
con el cual entablaron relaciones económicas los países latinoamericanos.
Al mismo tiempo, la influencia norteamericana sobre los países de América
Latina se extendió hacia el sur y profundizó en la región centroamericana y
caribeña.
A partir de 1945 la injerencia política sobre la región mantuvo una directa
relación con los posicionamientos entre Estados Unidos y la Unión Soviética,
donde la preocupación norteamericana se enfocaba en la posible influencia
y avance comunista. En ese contexto las corporaciones militares fueron ocu-
El gobierno de Jacobo Arbenz pando un lugar gravitante. Uno de los primeros acuerdos que permitieron la
(1950-1954) definió políticas
colaboración entre Fuerzas Armadas norteamericanas y latinoamericanas fue
redistributivas y nacionalistas.
Implementó una reforma agra- la Ley de Seguridad Mutua de 1951, que estableció préstamos de material
ria, amplió derechos laborales e bélico y asesores de Estados Unidos para sus aliados. Asimismo, por medio
intentó la expropiación de empre- de tratados bilaterales, comenzó a producirse la formación de militares en
sas transnacionales. Fue derroca-
do por el general Castillo Armas
instituciones norteamericanas: el caso más conocido es la Escuela de las
con el apoyo de la Central de Américas en Panamá. La primera intervención directa de Estados Unidos en
Inteligencia norteamericana (CIA). esta etapa fue en Guatemala, donde colaboró en la caída del gobierno de
Jacobo Arbenz por considerarlo un avance de fuerzas comunistas que podía
afectar al país del norte.

Historia latinoamericana Laura Luciani


237

Ayuda militar a América latina 1952-1965 (millones de dólares)


Año fiscal Valor Año fiscal Valor
1952 0,2 1959 31,5
1953 11,2 1960 32,3
1954 34,5 1961 45,0
1955 31,8 1962 54,3
1956 23,5 1963 51,8
1957 27,1 1964 62,9
1958 56,6 1965 51,3
Fuente: Heller (1973: 19).

Podríamos decir que la Guerra Fría también tuvo un antes y un después de la


Revolución cubana. A partir de entonces el escenario fue mucho más complejo
y América Latina se concebía como un espacio de disputa, lo que aceleró y
estrechó más los vínculos entre fuerzas militares. La preocupación por conte-
ner la revolución generó la creación de una doble estrategia en la región: eco-
nómica y militar. Entre las medidas económicas destacamos la propiciación
de políticas reformistas como las que mencionamos en la Unidad 5, la Alianza
para el Progreso, así como los intentos de aislamiento de Cuba. En materia
militar se reforzaron las relaciones entre fuerzas armadas, la ayuda militar en
regiones que no estaban en el radio de Estados Unidos y, de ser necesario,
la intervención directa (opción que siempre estaba disponible).
Así, las dictaduras del Cono Sur fueron avaladas, financiadas, acompaña-
das e impulsadas por distintos organismos de inteligencia norteamericano, al
menos hasta la llegada de Jimmy Carter al gobierno (1977-1981). No es aza-
roso que durante la Guerra Fría las intervenciones económicas y políticas de
Estados Unidos estuviesen imbricadas. Por el contrario, la caracterización de
la coyuntura posrevolución cubana planteaba un escenario donde la guerra se
asumía como integral: los frentes de lucha suponían la articulación entre la
lucha política, militar, económica e ideológica. En ese marco, la reorientación
de las Fuerzas armadas jugó un papel central.

6.1.1 La Doctrina de la Seguridad Nacional


El papel decisivo que la corporación militar tuvo en América Latina en la déca-
da de 1970, así como el cambio en su orientación, se produjeron bajo el influjo
de dos corpus teóricos doctrinales, la Doctrina de la Seguridad Nacional y la
doctrina de guerra revolucionaria. La Doctrina de la Seguridad Nacional, cons-
telación política, ideológica y cultural, inauguró un nuevo concepto de guerra.
Se planteó desde Estados Unidos y fue adoptada por las Fuerzas Armadas
latinoamericanas. La guerra en la Guerra Fría –y fundamentalmente luego de La construcción de los conceptos
de enemigo, seguridad nacional y
la Revolución cubana– no seguía los patrones convencionales de lucha de ejér-
guerra fue variando a lo largo de
citos nacionales entre sí, sino que se definía como una acción militar frente a las décadas de 1960 a 1970.
un enemigo interno que ponía en peligro la seguridad nacional. El combate no Incluso es posible pensar que,
convocaba a ejércitos defendiendo las fronteras del país frente a la agresión a medida que se fue producien-
do un proceso de radicalización
externa, sino que se expresaba en una lucha por la seguridad nacional den- política, los contornos que conte-
tro de cada país frente a un enemigo cuyos contornos eran difuos. Para Leal nían a estos términos se fueron
Buitrago, la Doctrina de la Seguridad Nacional es: ampliando.

Historia latinoamericana Laura Luciani


238

CC
Una concepción militar del Estado y del funcionamiento de la sociedad que ex-
plica la importancia de la ‘ocupación’ de las instituciones estatales por parte
de los militares. Por ello sirvió para legitimar el nuevo militarismo surgido en
los años sesenta en América Latina (2003: 75).

El rol de las Fuerzas Armadas latinoamericanas también fue variando: la segu-


ridad nacional era amenazada por un enemigo interno, imponiendo un campo
de confrontación nuevo que exigía la utilización de herramientas y mecanismos
no utilizados antes. Para ello las Fuerzas Armadas se orientaron a una forma-
ción específica para la lucha, lo que se complementó con un rol social traduci-
do en programas de acción cívica, cuyo objetivo era mejorar su imagen frente
a la sociedad. Así, en esta nueva etapa ampliaron su participación en la vida
social, al tiempo que construían sentidos de legitimidad respecto de la lucha
contra la guerrilla: para la década de 1960 las Fuerzas Armadas formaban
parte de la vida cotidiana de gran parte de los habitantes de América Latina.
El segundo corpus teórico que proveyó herramientas ideológicas y prácticas
a los militares latinoamericanos fue la doctrina de la guerra revolucionaria, ela-
borada por el ejército colonial francés en las luchas en Indochina (1946-1954)
y Argelia (1954-1962). Planteaba que la guerra se daba sobre una población
(y no en el territorio), por lo cual era fundamentalmente ideológica. Esta doc-
trina tuvo en los oficiales militares argentinos su mayor influencia. Por ello
en 1961 se organizó en Buenos Aires el primer Congreso Interamericano de
Guerra Contrarrevolucionaria, del cual participaron delegados militares de 14
países del continente incluido un representante de Estados Unidos.
Ambos corpus doctrinales tenían varios puntos de contacto que permitían
configurar el accionar de las Fuerzas Armadas latinoamericanas en esta coyun-
tura. Entre estos se destacaban la nueva modalidad de la guerra y el escena-
rio de lucha, la caracterización del enemigo y los métodos no convencionales
que fueron parte de las lógicas represivas en Latinoamérica: la tortura y la
desaparición.

Los escuadrones de la muerte. La escuela francesa (Dirección Marie


Monique Robin, 2003)

El documental analiza los vínculos entre militares franceses y


latinoamericanos.
<https://www.youtube.com/watch?v=s2g5ApEI5uE>.

Historia latinoamericana Laura Luciani


239

Lo señalado marca la importancia del contexto internacional, de la injerencia


norteamericana y de las transformaciones en las concepciones de guerra de
las Fuerzas Armadas, a partir de sus vínculos transnacionales, para que estas
pudieran reapropiarse de corpus doctrinarios y modificaran su accionar en las
sociedades latinoamericanas. Sin embargo, es necesario recuperar otros ele-
mentos que ayudan a caracterizar el rol de las Fuerzas Armadas en esta coyun-
tura y, fundamentalmente, a comprender que las dictaduras emergentes no
fueron solo resultado de apoyos y filiaciones con acciones militares externas.

6.1.2. Las dictaduras de nuevo tipo


Las dictaduras que se produjeron a partir de la década de 1960 tuvieron pro-
fundas diferencias con sus antecesoras y reunieron entre sí elementos comu-
nes que permiten considerarlas en conjunto, más allá de sus particularidades.
Atilio Borón (1991) utiliza el concepto de dictaduras de nuevo tipo para
anclar el análisis en la coyuntura específica en que emergen diferenciándolas
de otras experiencias autoritarias. Para este autor, es necesario comprender
los cambios en el patrón de acumulación capitalista que se produjeron hacia
la década de 1960 a 1970, cuando se agotó el modelo de industrialización por
sustitución de importaciones y se modificó la composición del capital en los
países periféricos. Borón sostiene que, en esa coyuntura, la inversión e insta-
lación de capital transnacionalizado en las industrias dinámicas para el consu-
mo interno necesitaron una modificación de las reglas del juego político. A fin
de consolidar esta nueva fase económica era necesario el reajuste, es decir,
el desplazamiento de la fracción de la burguesía que obturaba el proceso de
transnacionalización (la subordinación de la burguesía local al capital trasna-
cional). La función de estas nuevas dictaduras era allanar el camino hacia el
desarrollo del capitalismo monopólico en un contexto de fuerte movilización
popular. Borón afirma que lo nuevo de estas dictaduras se relacionaba con
las condiciones estructurales de su emergencia, en donde incorporaba un ele-
mento más: las Fuerzas Armadas actuaban en conjunto y el golpe no era una
opción personalista de caudillo militar.
Por su parte, Manuel Garretón (1988) plantea que las dictaduras se pro-
dujeron en un contexto de reestructuración del capitalismo y que su objetivo
era modificar la matriz sociopolítica que articulaba hasta entonces el Estado y
la sociedad. Es decir, se proponían rectificar el desarrollo de un Estado inter-
vencionista y de tintes redistributivos como aquellos que para las décadas de
1950 y 1960 se habían instalado en los países donde se produjeron las dicta-
duras. Plantea así que las dictaduras, más que restaurar un orden, tuvieron un
carácter refundacional. Asimismo, el autor permite pensar en distintas fases
de la dictadura: represión, etapa refundacional (institucionalización), crisis y
apertura, que pueden combinarse y producirse en temporalidades diferentes
según cada caso.
También Waldo Ansaldi (2004) considera que hay elementos comunes que
permiten pensarlas en conjunto más allá de sus singularidades, y entre los
que se destaca el rol de la Doctrina de la Seguridad Nacional como espacio
de legitimación del accionar militar.
Todos estos autores identifican el nuevo rol adquirido por las Fuerzas
Armadas en conjunto, ya que asumieron el poder de maneras diferentes en
cada caso, pero lo hicieron fundamentalmente como institución.

Historia latinoamericana Laura Luciani


240

En Brasil, que tuvo una de las dictaduras más largas (1964-1985), el gobier-
no militar adopto cierta fachada democrática, por lo cual existió un recambio
de presidentes de facto y se mantuvo durante casi todo el periodo actividad en
el Congreso, con un sistema bipartidista controlado por las Fuerzas Armadas.
En Chile asumió una Junta Militar, pero se concentró el poder en el Ejecutivo
con cierto rasgo personalista, ya que durante toda la dictadura (1973 y 1989)
Augusto Pinochet fue el presidente de facto. En Uruguay los militares no ejer-
cieron directamente el poder y en 1973 el presidente civil elegido en las urnas,
Juan María Bordaberry, llevó adelante un autogolpe, disolviendo el Congreso y
creando el Consejo de Estado, donde intervinieron los militares. En este caso,
desde 1980 hasta 1985 los militares asumieron el Poder Ejecutivo.
Otro elemento común de las dictaduras de nuevo tipo fue su carácter repre-
sivo. Si bien toda dictadura reprime a sus opositores políticos, la diferencia
con las previas radica en la profundidad, intensidad, alcances y configuración
de perfil del enemigo, así como en la organización de nuevos servicios de
inteligencia no existentes hasta entonces. En las dictaduras de nuevo tipo, la
magnitud y el ejercicio de la represión tuvieron diferentes alcances, y la canti-
dad de asesinados, desaparecidos, presos políticos y exiliados también varió.
Para Alfred Stepan:

CC
Si estamos estimando el porcentaje de población asesinada por el Estado en
la etapa inmediatamente siguiente a la toma de poder, el Chile del periodo
1973-1974 se ubica al tope. Si se estima el porcentaje de la población que
desapareció como resultado de la acción de múltiples y descentralizadas fuer-
zas de seguridad, antes y después de la toma de poder, la Argentina del perio-
do 1975-1979 se ubica al tope. Si estuviéramos evaluando el porcentaje de la
población detenida, interrogada e intimidada por las fuerzas de seguridad, el
Uruguay ocupa el primer lugar (y es el que más se acerca a experimentar el cli-
ma de un estado totalitario entre 1975 y 1979). Sin embargo si preguntamos
en qué país la principal organización de inteligencia abrazó el nivel más alto de
una expansión de su rol con base estatutaria e institucionalización no persona-
lística dentro del aparato estatal, no quedan dudas que la respuesta es Brasil
(1988: 32).

Más allá de estas diferencias, en todos los casos la tortura en los interro-
gatorios, la construcción del perfil del denominado “enemigo subversivo” y
la configuración de grupos de tareas de inteligencia fueron elementos cen-
trales de la política represiva comunes a todos. Otra particularidad de estas
dictaduras fue la coordinación trasnacional de la represión. Una de las más
conocidas fue la Operación Cóndor, que permitió construir una zona liberada
para la acción represiva pero incluyó además la recopilación de datos y la coo-
peración de servicios de inteligencia para realizar operativos (el 18 por ciento
de los asesinatos de uruguayos se efectuaron en Argentina). Del operativo
no solo colaboraron las Fuerzas Armadas del Cono Sur sino que tuvieron un
rol significativo los servicios de inteligencia norteamericanos, especialmente
la CIA, mediante el aporte de tecnología, conocimientos y estrechamiento de
vínculos entre militares.

Historia latinoamericana Laura Luciani


241

Hemos enfatizado anteriormente en la política represiva de las dictaduras


del Cono Sur como elemento central para su caracterización. No obstante,
existieron mecanismos de consenso implementados por todas las dictadu-
ras. Estos consensos, por su parte, deben ser entendidos en términos rela-
cionales: es decir, las dictaduras generaron instrumentos que les permitieron
construir su legitimación y apoyo social. Esto no significó la movilización de
la población, sino más bien la búsqueda de herramientas institucionales y de
estrategias menos formales que en coyunturas específicas colaboraron en el
sostenimiento de esos regímenes.
Ejemplo de ello fue la formalización de elecciones durante la dictadura
en Brasil, el llamado a plebiscitos y nuevas constituciones, pero también la
realización de festejos, actos y eventos culturales de diverso tipo. El acom-
pañamiento y apoyo también se tradujeron en la respuesta de algunas insti-
tuciones, medios de comunicación y empresarios, aunque no fue continuo ni
perdurable en el tiempo.
En los próximos apartados nos detendremos a analizar y describir dos dic-
taduras del Cono Sur: la instalada en Brasil a mediados de la década de 1960
y la de Chile. Ambas tienen políticas económicas, dinámicas y estrategias de
institucionalización diferentes; sin embargo, fueron dos de las dictaduras más
perdurables.

LEER CON ATENCIÓN

Asumir que la represión y el terror fueron los mecanismos centrales

LL de las dictaduras no niega que una amplia porción de la población


apoyó las políticas establecidas en diferentes planos. Los estudios
sobre comportamientos sociales en dictadura proveen un interesante
análisis respecto de las formas en que “la gente común” acompañó a
los regímenes dictatoriales.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Luciani, L. (2016), “Itinerarios de lo cotidiano. Prácticas, sociabilidades y comporta-
mientos sociales en las dictaduras del cono sur”, [en línea]. En: Revista Páginas, año 8,
n° 17. Disponible en: <http://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/
view/221> [Consulta: 02 11 2018].

LECTURA OBLIGATORIA

Ansaldi, M. (2004), “Matriuskas del terror. Algunos elementos para

OO analizar la dictadura argentina dentro de las dictaduras del Cono


Sur”, en: Pucciarelli, A. (coord.), Empresarios, tecnócratas y milita-
res. La trama corporativa de la última dictadura, Siglo XXI, Buenos
Aires, pp. 27-51.

Historia latinoamericana Laura Luciani


242

1.

KK Realice un breve informe (no más de dos páginas) que explique la utili-
zación de la metáfora de las matriuskas que realiza Ansaldi y señale qué
aspectos considera relevantes y cuáles ha dejado de lado para caracteri-
zar las dictaduras del Cono Sur.

6.1.3. La dictadura en Brasil, 1964-1985


La dictadura brasileña abarcó dos décadas en la historia del país, pasando
por diferentes momentos. José Murilo de Carvalho (1995) propone establecer
tres fases: 1964-1968, 1968-1974 y 1974-1985. La etapa inicial es cuando
se sientan las bases de la dictadura; la segunda es el periodo más represivo
y aquella donde se desarrolla el programa económico, el milagro económico.
Y el último momento el de crisis y apertura política. Durante toda la dictadura
se sucedieron diferentes presidentes militares, lo que constituye una de las
Fueron presidentes de facto en singularidades del caso. Asimismo, en esas dos décadas –con excepción de
Brasil Humberto Castelo Branco, cortos periodos– el Congreso funcionó, se eligieron legisladores en forma
1964-1967; Artur da Costa e directa y se mantuvo un sistema bipartidista que legitimaba las elecciones
Silva, entre 1967-1969; Emílio
realizadas. Es decir, la dictadura no cercenó toda actividad política, sino que
Garrastazu Médici, entre 1969 y
1974; Ernesto Geisel, 1974-1979, en general la restringió a partir de los llamados “actos institucionales”, meca-
y João Baptista Figueiredo, 1979- nismos utilizados para institucionalizarse y lograr cierta cuota de legitimación.
1985. De todos ellos, Castelo Los primeros actos institucionales dictados apenas producido el golpe el
Branco y los dos últimos son
considerados de sectores más 31 de marzo de 1964 fijaron sus objetivos: instaurar el orden, librar al país de
blandos dentro de la dictadura. la corrupción y del comunismo, y restaurar la democracia. El Acto Institucional
1 concentraba el poder en el Ejecutivo y restringía la acción tanto del Congreso
como del Poder Judicial. Además sentaba las bases para la creación de las
Investigaciones Policiales Militares (IPM), que implicaba la creación de comi-
siones cuyo objetivo era investigar e identificar “subversivos” en dependen-
cias estatales, universidades, empresas, etc. El Acto Institucional 2 disol-
vió los partidos políticos y obligó a la organización de dos partidos, Alianza
Renovadora Nacional (ARENA), que reunió a los partidarios del gobierno, y el
Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que agrupaba a la oposición.
Esta primera etapa suele considerarse menos cruenta, especialmente en
relación con el periodo de gobierno de Garrastazu Médici. No obstante, algu-
nos historiadores (Fico, 2004) señalan que más allá de la línea moderada
Mientras el presidente Castelo adoptada por Castelo Branco, este debe considerarse el momento de cons-
Branco era considerado modera- trucción de las bases para la represión posterior, cuya expresión máxima fue
do, su ministro de Guerra Costa e
Silva (quien luego asumió como el Acto Institucional 5 dictado a finales de 1968. Asimismo, la concepción de
presidente) representaba los inte- un gobierno moderado supone considerar que las Fuerzas Armadas eran un
reses de la línea dura. actor monolítico. El caso brasileño (como el resto del Cono Sur) evidencia que
existieron tensiones y diferentes perspectivas hacia el interior de la dictadura.
Por otra parte, la represión al movimiento obrero, campesino y estudiantil se
produjo ya en este periodo con la intervención de sindicatos, la quema de la
sede de la Unión Nacional de Estudiantes y la creación de organismos estu-
diantiles más acordes a la dictadura. También debe considerarse la creación
de la Secretaría Nacional de Inteligencia (SIN), que se constituyó a posteriori
en el organismo más importante del aparato represivo.
La universidad también fue un objetivo de la dictadura en tanto era con-
siderada espacio de proliferación de la “subversión”; por ello articulaban en
ella represión, control y disciplinamiento. No solo detuvieron a estudiantes

Historia latinoamericana Laura Luciani


243

y docentes, sino que se propuso quitar autonomía a la universidad, además


de la eliminación de los órganos de representación existentes. Otras de las
medidas que afectaron a la población universitaria y resistida por el movimien-
to estudiantil fueron los acuerdos MEC-USAID, que se iniciaron con el gobier-
no de Castelo Branco pero que adquirieron difusión especialmente durante la
presidencia de Costa e Silva. Estos acuerdos se referían a la intervención nor-
teamericana en la educación a partir de las negociaciones realizadas entre el
Ministerio de Educación y Cultura (MEC) de Brasil y la Agencia Norteamericana
para el Desarrollo Internacional (USAID). Planteaban una reforma de carácter
tecnocrático al tiempo que articulaban estrategias de control y desmoviliza-
ción estudiantil.
Entre 1967 y 1968 la sociedad comenzó a movilizarse contra algunas de
las políticas de la dictadura, entre las que la reforma educativa ocupó un
lugar central y generó intensas manifestaciones públicas como las passea-
tas. Asimismo en 1968 se sucedieron dos huelgas obreras significativas: la
de Contagem (región industrial de Belo Horizonte) y la de Osasco (San Pablo,
sector metalúrgico). Esta última fue producto de la acción coordinada de estu-
diantes y obreros organizados por los sectores de izquierda más radicalizados.
En el caso de Contagem hubo una primera huelga en abril de 1968, en la cual
lograron obtener ciertos beneficios, y una segunda en octubre que fue dura-
mente reprimida. La huelga de Osasco comenzó con la toma de una empresa
y también fue reprimida. El Ministerio de Trabajo intervino y el aparato militar
impuso la desocupación de la fábrica. Muchos de los dirigentes sindicalistas
debieron exiliarse o pasaron a la clandestinidad.

Actrices en la Passeata do cem mil

Foto panorámica de la movilización

Historia latinoamericana Laura Luciani


244

Edu Lobo, Caetano Veloso y Othon Bastos en la Passeata do cem mil. Río
de Janeiro, junio 1968.

En junio de 1968 se realizó una de las clásicas passeatas conocida como


Passeata do cem mil. La movilización fue impulsada por el movimiento
estudiantil y la UNE clandestina, luego de acciones represivas por parte
del gobierno que dejaron varios muertos. Quizás el más recordado es
el caso de Edson Luis, un joven de 15 años asesinado en marzo, que
trabajaba en el comedor estudiantil El Calabozo de Rio de Janeiro. Las
fotos más conocidas de la Passeata do cem mil pertenecen al fotoperio-
dista Evandro Texeira.

“É proibido proibir”, Caetano Veloso (1968). Fragmento

SS <http://memorialdademocracia.com.br/card/em-maio-em-paris-
a-imaginacao-quer-o-poder#card-68>

La intensificación de la represión hacia finales de 1968 se explica además


a partir de la emergencia de las organizaciones guerrilleras, que modificaron
el escenario de la dictadura acelerando el proceso de radicalización y de
oposición. Recordemos que en 1968 surgieron organizaciones como Acción
Libertadora Nacional (ALN), que se escindió del Partido Comunista Brasileño;
el Partido Comunista Brasileño Revolucionario; las Disidencias Estudiantiles,
que se constituyeron entre 1967 y 1968 entre las agrupaciones estudian-
tiles de Guanabara y San Pablo, Política operaria (POLOP), Acción Popular
(AP) que a partir de 1968 pasó a llamarse AP marxista- leninista, Vanguardia
Popular Revolucionaria (VPR), Movimiento 8 de octubre (MR8), entre las más
significativas.

Historia latinoamericana Laura Luciani


245

PARA AMPLIAR

Las organizaciones armadas en Brasil se caracterizaron por su sur-

AA gimiento en una misma coyuntura histórica (con apenas años de


diferencia entre unas y otras) y su tendencia a desarrollar su práctica
política a partir de acciones con efectos inmediatos en desmedro del
debate teórico. Entre los años 1968 y 1969, las organizaciones gue-
rrilleras consiguieron llevar a cabo una serie de acciones espectacula-
res: el asesinato del mayor norteamericano Charles Chandler, efec-
tuado por la ALN en coautoría con la VPR en 1968; el secuestro del
embajador alemán, por las mismas organizaciones; el secuestro del
embajador norteamericano Burke Ellbrick por la ALN junto con el
MR-8, en septiembre de 1969, por quien pidieron a cambio la libe-
ración de 15 prisioneros políticos. Si bien realizaron algunas acciones
espectaculares, no tuvieron una coordinación estratégica organizada y
estaban aislados del movimiento social. El año 1968 marcó el inicio
de la lucha armada y el declive de la oposición social a la dictadura.

La acción de estas guerrillas y la intensa movilización social plantearon el


endurecimiento de la política represiva durante el gobierno de Costa e Silva.
Como corolario, en diciembre de 1968 se decretó el Acto Institucional 5 (cono-
cido como “el golpe dentro del golpe”), que inauguró un nuevo ciclo represivo.
Se clausuró el Congreso y las asambleas legislativas estaduales, mientras
que el Poder Ejecutivo pasó a tener plenos poderes. Junto al Acto Institucional
5, y a medida que crecían los grupos de lucha armada, se creaban nuevos
organismos especialmente entrenados para la obtención de información. A
la Secretaría Nacional de Inteligencia se sumaron otras como la “Operação
Bandeirantes” (OBAN): un instrumento extralegal de represión con sede en
San Pablo, cuyo objetivo era integrar y articular los diferentes organismos
represivos ligados a las tres armas, Policía Federal y Estaduales. Ligado a la
OBAN se creó el DOI-CODI (Destacamento de Operaciones de Informaciones -
Centro de Operaciones de Defensa Interna), en 1970. Dotados de existencia
legal, los DOI-CODI fueron los articuladores de la represión a nivel nacional
y estaban constituidos por la policía y las tres Fuerzas Armadas. Para 1973,
el montaje del aparato represivo mostraba su efectividad, y a mediados de la
década las organizaciones armadas estaban prácticamente todas desmante-
ladas. Desde entonces la oposición a la dictadura se planteó como una lucha
por la apertura democrática.

La política económica de la dictadura


Apenas iniciada la dictadura se creó el programa de acción económica del
gobierno (PAEG), que más que un plan económico pretendía reducir el déficit
fiscal a través del achicamiento del Estado, contraer el crédito privado y com-
primir los salarios. Sin embargo, el verdadero plan económico llegó en 1969,
en el marco de la represión social más fuerte de la dictadura. Conocido como
“milagro económico”, combinó crecimiento económico con tasas relativa-
mente bajas de inflación. El PBI aumentó a un promedio anual del 11,2 por
ciento, mientras que la inflación se mantuvo en menos de un 20 por ciento

Historia latinoamericana Laura Luciani


246

(1964 fue del 86,6 por ciento). El programa fue definido por el ministro de
Economía Antônio Delfim Netto y su equipo. El plan implicaba un crecimiento
global a partir del desarrollo industrial y de las inversiones extranjeras, en
un amplio programa propiciado por el Estado (ello eleva la deuda externa de
3.900 millones de dólares en 1968 a más de 12 mil millones en 1973). Este
era un modelo económico productivista, es decir, se proponía desarrollar la
producción de determinadas áreas industriales para obtener el crecimiento
económico. Para ello planteaba la necesidad de estabilidad política y de clima
favorable para las inversiones extranjeras. Las áreas más propicias eran las
de bienes durables (automotriz y electrodomésticos), ya que aseguraban un
crecimiento más rápido a partir de la expansión del mercado interno. Así, las
inversiones extranjeras se orientaron a ese sector y a bienes de capital, mien-
tras que la burguesía nacional invirtió en bienes no durables e intermedios. El
Estado mantuvo inversiones fuertes en la industria de base. Este crecimiento
implicó por su parte una mayor concentración de la renta y la ampliación de la
brecha social. Al mismo tiempo se modificaron las condiciones laborales y los
trabajadores perdieron algunos de los derechos conquistados en las décadas
anteriores.

LEER CON ATENCIÓN

La política económica de la dictadura brasileña tuvo un significativo

LL carácter tecnocrático y desarrollista que no se modificó en sus líneas


generales a lo largo de todo el periodo. El desarrollo industrial y el
sostenimiento de áreas estratégicas fue parte de la concepción que las
Fuerzas Armadas tenían de la economía.

La apertura política
A partir de 1974 se produjeron un conjunto de cambios que llevaron un lento
retorno a la vida democrática. Cuando asumió Geisel, considerado entre los
militares como un aperturista, ya se evidenciaba el agotamiento del milagro
económico y de la crisis internacional, lo que generó la orientación del dis-
curso militar hacia la posibilidad de apertura democrática. Al tiempo que se
daba una fase de distensión, se producía un crecimiento de la oposición en
Es importante el papel de la
distintos niveles. Por un lado, el Movimiento Democrático Brasileño creció
Iglesia, que en esta coyuntura
denunció las violaciones a dere- numéricamente. Aun cuando era un partido que había aceptado y avalado las
chos humanos, fundamentalmen- reglas del juego político que la dictadura impuso, comenzó a cuestionar el
te a través de la voz del cardenal sistema ficcional de las elecciones mientras ampliaba sus bases de apoyo.
Paulo Evaristo Arns, de San Pablo.
Asimismo, desde diversas instituciones y ámbitos civiles se configuraron espa-
cios de oposición. La Iglesia, la Asociación Brasileña de Prensa, la Orden de
Abogados y nuevos sindicatos, empezaron a señalar sus cuestionamientos a
la dictadura.
Para inicios de 1980 la crisis económica afectó a la gestión, y la econo-
mía entró en un proceso recesivo que generó el aumento de la conflictividad
social y el cuestionamiento a la dictadura. Hacia finales de los años 1970 sur-
gió un nuevo sindicalismo más horizontal y menos burocratizado en las ramas
dinámicas de la economía, aquellas que habían crecido a partir de la política

Historia latinoamericana Laura Luciani


247

industrialista de la dictadura. En el desarrollo de estas nuevas sindicalizacio-


nes, tuvo un peso muy significativo el sector de los metalúrgicos en la región
conocida como el ABC Paulista. En 1979, más de 3 millones de trabajadores
se lanzaron a la huelga y hubo 27 paros de metalúrgicos y 20 huelgas de profe-
sores. Los objetivos: aumento de salarios, garantía de empleo, reconocimien-
to de las comisiones de fábrica y libertades democráticas. Los metalúrgicos
lideraron el proceso de lucha. De las bases de este nuevo sindicalismo surgió
en 1980 el Partido dos Trabalhadores (PT), donde la figura más importante
desde entonces fue el delegado sindical metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva.
El PT fue uno de los partidos que muy tempranamente se opuso a la apertura
política condicionada desde el gobierno militar.

LEER CON ATENCIÓN

Algunos autores, como Armando Boito, Andrea Galvao y Paulina

LL Marcelino (2009), que estudian el sindicalismo en el Brasil demo-


crático, sostienen que si bien la lucha iniciada por los trabajadores
no logró jaquear a la dictadura y la salida fue pactada, sí consiguió
limitar las alternativas de acción de la burguesía.

Lo expuesto señala que los inicios de la década de 1980 reflejaban un amplio


sector de oposición a la dictadura que iba de los trabajadores a la burguesía,
asociaciones civiles e instituciones religiosas. El gobierno militar, intentando
Al momento en que se organizaba
contener la movilización y pensar una salida democrática que no lo perjudica-
la oposición urbana, en el ámbito
ra, tomó algunas medidas importantes. En 1979 planteó la ley de amnistía rural se daban los primeros sig-
que condonaba la responsabilidad de militares respecto de cualquier hecho nos de reactivación de la lucha
de violación a los derechos humanos. Al mismo tiempo eliminó el sistema campesina en dictadura con la
ocupación de predios. De esas
bipartidista. El ARENA pasó a llamarse Partido Democrático Social (PDS) y acciones surgió el Movimiento
el MDB pasó a ser el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). de los Trabajadores Rurales sin
Se incorporaron a la arena política el Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), ile- Tierra, movimiento social campe-
sino de gran relevancia en la his-
galizado en 1964 y desde 1980 una escisión de este, denominada Partido
toria de Brasil del último cuarto
Democrático Trabalhista (PDT). En 1979, como ya se dijo, surgió además el del siglo XX.
Partido dos Trabalhadores (PT).
En 1982 se hicieron elecciones directas para gobernadores y hubo un
reclamo masivo por las directas a presidente, pero no logró su cometido. En
1985 las elecciones indirectas permitieron la presentación de la lista Tancredo
Neves-José Sarney, llevados como candidatos por una coalición de la oposi-
ción y parte del partido oficialista. Sin embargo, Tancredo Neves murió antes
de asumir y ocupó su cargo el vicepresidente. Las elecciones directas se rea-
lizaron recién en 1989.

Historia latinoamericana Laura Luciani


248

Directas ya: folleto de invitación

En 1983 un diputado del PMDB, Dante de Oliveira, presentó una


enmienda constitucional para reclamar la elección directa de presiden-
te. El suceso, apoyado por los partidos PT y PDT, generó intensas
movilizaciones mediante la campaña “Directas Ya” realizadas durante
1983-1984.

Acto en Praça da Sé, San Pablo, con dirigentes políticos y sindicales,


entre ellos Fernando Henrique Cardoso (primero a la izquierda) e Inácio
Lula da Silva (penúltimo de izquierda a derecha).

Historia latinoamericana Laura Luciani


249

Última y mayor manifestación por “Directas Ya”, San Pablo.

PARA REFLEXIONAR

Hay acuerdo general en considerar el caso brasileño como un proce-

PP so de transición condicionado desde arriba, a partir de la actuación


realizada por los militares en ese proceso. Sin embargo, ¿es posible
caracterizar el fin de las dictaduras solo por los cambios que se gesta-
ron en la cúpula militar? La apertura política combinó las modifica-
ciones en el interior de las Fuerzas Armadas, los intentos de transición
pautada y los cambios sociales que llevaron a la movilización contra
la dictadura y por las elecciones directas.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Fico, C. (2004), “Versões e controvérsias sobre 1964 e a ditadura militar”, [en línea].
En: Revista Brasileira de Historia, vol. 24, n° 47. Disponible en: <http://historiapolitica.
com/datos/biblioteca/brasil_fico.pdf> [Consulta: 08 12 2018].

6.1.4. La dictadura en Chile (1973-1989)


El 11 de septiembre de 1973 con el bombardeo del Palacio de la Moneda,
la casa de la familia Allende y la Universidad Técnica del Estado se inició la
dictadura en Chile organizada por las Fuerzas Armadas al mando de Augusto
Pinochet. Esta dictadura se podría pensar con diversas periodizaciones, pero
proponemos en principio dividirla en dos momentos: desde 1973 a 1981,
cuando se modifica la Constitución, y de allí hasta su fin en 1989. En cada
una de estas fases, sin embargo, se advierten cambios que también debemos
considerar.
Los primeros decretos definieron el modo institucional de la dictadura
con una Junta Militar integrada por las tres fuerzas (Aérea, Marina, Ejército)
y el director de la policía de Carabineros. Si a fines de 1973 el programa no
estaba claramente definido, a comienzos del año siguiente la Declaración de
Principios de las Fuerzas Armadas señalaba que no se fijaban plazos a su

Historia latinoamericana Laura Luciani


250

tarea y que su deber era “reconstruir moral, institucional y materialmente al


país“, lo cual “implicaba una acción profunda y prolongada”. En paralelo se
delinearon los objetivos del régimen, se consolidó la figura de Pinochet como
líder de la dictadura, quien fue investido con el título de Jefe Supremo de la
Nación y en diciembre como Presidente de la República, mientras que la Junta
de Gobierno asumió un carácter de poder legislativo. Esta definición marcó
una creciente personalización y centralización del poder, pero también la hege-
monía del Ejército sobre el resto de las Fuerzas Armadas. La Declaración de
Principios, la Junta de Gobierno, la designación por decreto de Pinochet como
presidente y las actas institucionales que se dictaron a partir de 1975 consti-
tuyeron el aparato sobre el que se basó la institucionalización del régimen, es
decir, la creación de los propios mecanismos de legitimación.
Los primeros dos años, la dictadura se orientó a desandar el camino inicia-
do con el gobierno de la Unidad Popular (UP). Las medidas fueron la suspen-
sión de la institucionalidad política, la intervención y el control de la prensa y
universidades, el estado de sitio, toque de queda, persecución de funciona-
rios de la UP, prohibición de manifestaciones sociales y sindicales. También
se buscó desarticular la cultura democrática y deshacer los partidos políti-
cos de centro e izquierda; se disolvieron el Parlamento, la Central Única de
Trabajadores y varios sindicatos, y se anuló el derecho de huelga.

LEER CON ATENCIÓN

Tomás Moulián (1993) señala que la dictadura propuso una refor-

LL mulación en el desarrollo capitalista que cortó de plano lo realiza-


do hasta el momento; sin embargo, ese no fue un proyecto unívoco
desde el inicio, sino que más bien se fue dando a la par que la dicta-
dura avanzaba.

Junto con estas políticas y desde el primer momento quedó claro el carácter
represivo del régimen, que tuvo sus efectos más tremendos entre 1973 y
1977-1978. En los primeros días se llevó adelante una fuerte persecución y
represión sobre aquellos partidos vinculados a la UP (el MIR y el PS, luego PC),
pero también incluyó a trabajadores, sindicatos y universitarios. En las prime-
ras semanas de la dictadura se mantuvieron pequeños focos de resistencia
armada por parte de estos grupos, pero fueron prontamente desarticulados,
excepto el MIR; este mantuvo una lucha significativa durante un año más,
cuando la dirigencia fue desbaratada.

Historia latinoamericana Laura Luciani


251

PARA AMPLIAR

Todas las universidades fueron duramente golpeadas, pero los acon-

AA tecimientos de mayor magnitud ocurrieron en la Universidad Téc-


nica del Estado (actual USACH). Considerada la universidad del
gobierno de la Unidad Popular, fue la única institución educativa
bombardeada en los primeros días de la dictadura; su rector y decenas
de estudiantes y docentes fueron apresados y trasladados al Estadio
Nacional. Entre ellos se encontraba el cantante popular y militan-
te comunista Víctor Jara (que desempeñaba funciones en la institu-
ción), quien fue duramente torturado y asesinado el 16 de setiembre
de 1973. Antes de morir dejó su último poema: “Somos cinco mil”.

Manifiesto fue un álbum editado luego de su muerte con material


que estaba produciendo para su último disco Tiempos que cambian.

<https://www.youtube.com/watch?v=i9z2d_1ESto>

La DINA dejó de funcionar luego


de que organizara y llevara a cabo
La represión ejercida en los primeros meses no estuvo claramente siste- el asesinato de Orlando Letelier
matizada, y en ella participaron los servicios de inteligencia de las Fuerzas en Washington, hecho que gene-
Armadas, sin tener una coordinación específica. A fines de 1973 se creó la ró profundos cuestionamientos
Secretaría Nacional de Detenidos, SENDET, y en 1974 se transformó en la de parte de la gestión de Carter.

DINA (Dirección Nacional de Inteligencia), organismo de coordinación de la


represión que en la práctica dependía directamente de Pinochet, aunque esta-
ba subordinada a la Junta y fue dirigida por Manuel Contreras. En agosto de
1977 se disolvió la DINA y se creó la Central Nacional de Informaciones (CNI),
que dependía del Ministerio del Interior y de la Presidencia.
Asimismo, en el caso de Chile la represión implicó la creación de Centros
Clandestinos de Detención (CCD), de los cuales el más conocido es el Estadio
Nacional, que se usó en los primeros meses hasta fines de 1973 (en esa pri-
mera etapa de represión menos organizada y más masiva). Pero también se
conoce la utilización de algunas de las instalaciones y los edificios expropia-
dos a tal fin, como la casa de Londres n° 38 o Villa Grimaldi, donde funcionó
la Brigada de Inteligencia Metropolitana.

Historia latinoamericana Laura Luciani


252

PARA AMPLIAR

Villa Grimaldi fue el Centro más importante de Santiago: pasaron

AA por allí alrededor de 4000 personas. Funcionó desde 1974 en un


inmueble particular que se acondicionó para ese destino, luego pasó
a manos de la CNI y fue vendido en 1988, cuando fue demolido.
Cabe destacar la existencia de CCD no solo en la Capital sino tam-
bién en las diferentes regiones.

La política económica en dictadura


Los primeros años, como dijimos, más que un proyecto económico, la dicta-
dura tendió a revertir un proceso iniciado con la Unidad Popular. Sin embargo,
la política en este área comenzó a definirse en 1975, cuando el acercamiento
entre militares y economistas vinculados a la escuela de Chicago plantearon
la definición del proyecto neoliberal. Según Moulián (1993), los neoliberales
interpretaron claramente a los militares en su necesidad de refundación, de
cortar con el pasado de Chile. Asimismo su proyecto económico necesitaba
un horizonte sin incertidumbre para ser ejecutado, esto es que no estuviera
restringido por plazos ni oposiciones; todo ello lo proveía la dictadura.
Las medidas más importantes supusieron la liberalización del mercado, eli-
minación drástica de los roles económicos y de asistencia social del Estado,
apertura sin trabas al mercado mundial, formalización de un mercado privado
de capitales y el control sobre el mercado laboral, así como la represión sindi-
cal. Se plantearon políticas de shock para bajar la hiperinflación, considerada
la causa de todos los males. Los objetivos prioritarios entonces fueron la res-
tricción de la emisión y de la masa monetaria, y la disminución del déficit pre-
supuestario y del gasto público. Con el objetivo de achicar el Estado se planteó
la privatización de empresas. En 1976 fueron vendidas 200 de las 533 empre-
sas administradas por la CORFO (Corporación de Fomento de la Producción);
otras 233 entre 1977 y 1978, quedando en 1981 apenas 12. También se pri-
vatizaron los bancos y servicios como energía, empresas industriales, petró-
leo. Solo la minería del cobre (por su rol estratégico en la economía del país)
quedó en manos del Estado. Se liberalizaron los precios provocando la reduc-
ción brusca de salarios. Las medidas tomadas tuvieron un efecto rápido en la
baja de la inflación, que pasó del 300 por ciento en 1974 a un 30 por ciento
en 1980 y un 10 por ciento en 1981, con un crecimiento económico del 7 u
8 por ciento anual. Al igual que otros países de la región, en esa coyuntura se
estimuló el endeudamiento externo y la entrada de flujos de capital financiero.
Con estas políticas se redefinió el lugar del Estado, pero también se priorizó
el libre mercado y el modelo de crecimiento hacia el exterior. Por ello es posi-
ble señalar que la política económica neoliberal no solo pretendió una ruptu-
ra con el periodo anterior, sino que modificó a futuro el modelo económico en
Chile. La política económica fue un éxito en términos numéricos pero significó
un costo social importante: el aumento de la desocupación y subocupación,
y la baja en el nivel de los salarios y del poder de compra real. Asimismo, la
apertura comercial implicó la quiebra para pequeñas y medianas empresas.
Es decir, las políticas neoliberales fueron en desmedro de la economía de una
amplia mayoría de sectores populares. La privatización y la desindustrializa-

Historia latinoamericana Laura Luciani


253

ción junto a un enorme proceso de concentración financiera, beneficiaron al


capital transnacional y a una burguesía local vinculada a ella.

La Constitución de 1981 y la oposición a la dictadura


En 1977 el Plan Chacarrillas planteaba un proceso de institucionalización a
través de una constitución que consolidaba el poder militar. Esta constitución,
promulgada en 1980, planteaba dos objetivos fundamentales: la continuidad
de gobierno de Pinochet –sin Parlamento y con facultades dictatoriales– hasta
1988 y, a partir del año siguiente, la instalación de un gobierno de “predominio
civil con poder tutelar de las Fuerzas Armadas“; se establecía otro plebiscito
en 1988 que definiría si Pinochet se mantenía en el cargo o se planteaba la
apertura democrática. Los años 1980 marcaron un cambio en otro aspecto,
la oposición a la dictadura. Recordemos que si bien en las primeras semanas
hubo un proceso de resistencia, lo cierto es que la magnitud de las deten-
ciones, los asesinatos y exilios generaron dificultades para organizar dentro
del espectro de la izquierda la oposición al régimen. En la década de 1980 el
recambio generacional permitió la organización de la lucha contra la dictadura,
la que tomó diversas estrategias de oposición civil y armada.
La Democracia Cristiana apoyó el golpe, pero en forma paulatina, a medida
que crecía la represión, fue tomando distancia de la dictadura. Sin embargo,
no se planteó una oposición abierta hasta mediados de la década de 1980. La
Iglesia, una de las pocas instituciones que desde el inicio cuestionó la dictadu-
ra, se constituyó en espacio aglutinador de la oposición en los primeros años.
Cabe destacar que la crisis económica de 1981-1982 fue un catalizador del
descontento, con lo que la dictadura perdió el apoyo incondicional de aquellos
que la acompañaron en los primeros años: las clases medias y altas. A su vez,
En Chile, los barrios más pobres,
la expresión más importante de esta crisis fueron las protestas a partir de mayo villas, se denominan “poblacio-
de 1983; duraron tres años en que se sucedieron actividades de semiparaliza- nes”. Durante la dictadura, y fun-
ción del país, grandes concentraciones de masas, manifestaciones callejeras damentalmente a partir de la cri-
sis se organizó el Movimiento de
de diversos sectores, especialmente estudiantiles. La convocatoria a estas pro- Pobladores para reclamar vivienda
testas fue variando entre aquellas emprendidas por organizaciones sindicales y mejoras en las poblaciones. En
y organizaciones políticas. En ese contexto se reorganizaron espacios de lucha la actualidad varias organizaciones
gremial como el Comando Nacional de Trabajadores, la Coordinadora Nacional de pobladores siguen reclamando
vivienda en Chile.
Sindical y la Confederación de Trabajadores del Cobre que junto al Movimiento
de Pobladores y los estudiantes fueron puntales en la agitación social.
El 29 y 30 de octubre de 1984 el Comando Nacional de Trabajadores con-
vocó a paro nacional y el llamado fue respaldado por un amplio arco político.
Significó la paralización de las actividades, principalmente en Santiago, inclu-
yendo paros de choferes, ausentismo en las escuelas y cierre de comercios,
acompañados de manifestaciones estudiantiles, cortes de luz, mítines, etc.
Fue una de las protestas más importantes contra el régimen y de las más dura-
mente reprimidas. Cabe recordar que a fines de 1983 había surgido el Frente
Patriótico Manuel Rodríguez, brazo armado del Partido Comunista y que se
planteaba derrocar la dictadura mediante acciones armadas. El Frente venía a
complejizar el amplio arco de oposición que se movilizaba en las calles contra
la dictadura. En ese espacio convergían partidos políticos de centro e izquier-
da junto a organizaciones sociales y gremiales. La movilización tuvo sus inter-
mitencias pero se mantuvo como ciclo de protesta hasta 1986, año en el cual
el Frente Patriótico Manuel Rodríguez realizó un atentado fallido a Pinochet.

Historia latinoamericana Laura Luciani


254

LECTURA OBLIGATORIA

Álvarez Vallejos, R. (2008), “Aún tenemos patria, ciudadanos. El

OO Partido Comunista de Chile y la salida no pactada de la dictadu-


ra (1980-1988)”, en: Ortiz de Zárate, V. et al., Su revolución contra
nuestra revolución, Lom, Santiago, pp. 19-82.

No obstante, era evidente la necesidad de constituir un espacio de apertura


política por parte del régimen, en un contexto donde los partidos políticos pro-
piciaban una salida no violenta de la dictadura. Haciendo uso de los canales
de institucionalización del régimen, los partidos políticos se aliaron para plan-
tear la transición. De cara al plebiscito de 1988 –definido en la Constitución
de 1980–, lograron conformar una coalición, la Concertación de Partidos por
la Democracia, llamando a la sociedad a votar por el “no”, lo que significaba
la salida del régimen pinochetista. En octubre de 1988 el 55 por ciento de los
votos fue negativo, iniciándose así una efectiva transición que culminaría con
las elecciones presidenciales de diciembre de 1989 y la elección de Patricio
Aylwin, candidato de la Democracia Cristiana y referente de la Concertación.

PARA AMPLIAR

Las campañas por el “no” y el “sí” fueron muy importantes en la

AA conformación de los posicionamientos del electorado, al tiempo que


mostraban un nuevo espacio ocupado por el desarrollo de estrategias
publicitarias. Aquí presentamos ambas campañas.

Campaña del “no”

<https://www.youtube.com/watch?v=IFAMpW0hPNY&start_
radio=1&list=RDIFAMpW0hPNY>

Historia latinoamericana Laura Luciani


255

Campaña del “sí”

<https://www.youtube.com/watch?v=WcB6Xvc9Le0&t=23s>

Lo interesante de la publicidad por el “no” es que no hace referencia


al pasado ni al costado más duro de la dictadura, la represión, sino
que pone su énfasis en la alegría, el cambio y la libertad, a los que
asocia con el “no”.
Pablo Larraín realizó una interesante película en 2012, llamada No.
En ella se narra la historia de un joven publicista, René Saavedra
(interpretado por Gael García Bernal), quien es el encargado de dise-
ñar la campaña por el “no”. La película muestra la sociedad y el con-
trol a finales de la dictadura.

6.1.5. Las dictaduras centroamericanas


Las dictaduras del Cono Sur, como ya hemos visto, constituyen una unidad
problemática que permite pensarlas en conjunto. Las experiencias dictato-
riales centroamericanas de las décadas de 1960 a 1980, si bien compren-
den, junto a aquellas, una coyuntura particular en las relaciones con Estados
Unidos y en la matriz de las dictaduras, específicamente la Doctrina de la
Seguridad Nacional, es necesario evaluarlas también en conjunto a partir de
ciertas peculiaridades que las unen. En principio, que en la región centroa-
mericana las dictaduras fueron mucho más constantes que la democracia
(excepto en Costa Rica).
Señala Salvador Marti I Puig (2013), que el modelo económico (basado en
la concentración de tierras, el cultivo de productos de exportación y la com-
petitividad a partir de una mano de obra barata) impedía la consolidación de
instituciones democráticas y/o proyectos reformistas. De hecho, los inten-
tos de reforma –como el propuesto por el gobierno de Jacobo Árbenz, en
Guatemala– convocaron a nuevas dictaduras. Asimismo, el crecimiento en la
posguerra estuvo fundamentalmente propiciado por la agroexportación, lo que
implicó el aumento de tierras cultivadas para exportación en desmedro de la
producción para el consumo interno y de los campesinos, siendo más leve el
proceso de industrialización (básicamente, de bienes no durables) en relación
con el resto de los países latinaomericanos. Todo ello agudizó las tensiones
sociales, con mayor brecha de desigualdad y ninguna perspectiva de cambio
de rumbo político.

Historia latinoamericana Laura Luciani


256

Ante tanta inequidad, y al calor de la Revolución cubana, se produjo en


Centroamérica un proceso de radicalización significativa paralelo a lo que pasa-
ba en el resto de América Latina (ver Unidad 5). La acción de las organizacio-
nes político-militares –integradas por pocos militantes, pero significativas en
el contexto recién descripto– marcó la historia de la región por décadas –hasta
la de 1980–, proceso que no existió en otros espacios. Ello se combinó en
una sociedad fuertemente militarizada, donde la represión era (y es) moneda
corriente pero se profundizó con el surgimiento de grupos paramilitares y mili-
tares caracterizados por la violación sistemática de los derechos humanos.
El financiamiento de grupos paramilitares y la represión se extendieron duran-
te la década de 1970, acompañando fraudes electorales que sostenían una
pobre fachada democrática en ocasiones, pero habitualmente dictaduras. La
Revolución nicaragüense convulsionó la región, donde nuevas y viejas organi-
zaciones guerrilleras ampliaron su radio de acción.
En El Salvador, por ejemplo, surgieron las Fuerzas Armadas de Liberación
Anticomunistas - Guerra de Exterminio (FALANGE), la Unión Guerrera Blanca
(UGB), y ORDEN, una organización democrática nacionalista creada en 1968
para auxiliar a las fuerzas militares en el campo rural y realizar operativos
de inteligencia y contrainsurgencia. Allí la Junta Revolucionaria de Gobierno
instaló la última dictadura (1979-1982), que profundizó el conflicto social
y el enfrentamiento entre las fuerzas militares y paramilitares y el Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional. En el trienio 1980-1983, conocido
como un periodo de guerra civil, perdieron la vida 60 mil salvadoreños. Los
responsables de los asesinatos fueron, en el 90 por ciento de los casos, los
cuerpos armados del régimen y los paramilitares. Casi 500 mil personas fue-
ron exiliadas y otro medio millón, obligadas al desplazamiento interno. La expe-
riencia de El Salvador evidencia una escalada represiva mayor contra un pro-
ceso de organización popular creciente que solo lograron detener los acuerdos
de paz iniciados ya hacia finales de la dictadura y con la apertura democrática.
En Guatemala, la realidad se emparenta. Entre 1954 y 1986, los militares
gobernaron el país –sea con golpe de Estado o elecciones– y la oposición (sin-
dical, campesina, guerrillera) nunca tuvo una presencia significativa, ya que
la represión entorpecía sus posibilidades de acción. Sin embargo, luego de
la Revolución nicaragüense la represión estatal se intensificó: en la masacre
de la embajada española murieron calcinados miembros de las comunidades
(entre ellos Vicente Menchú) que reclamaban por los derechos humanos. A
partir de la dictadura de Efraín Ríos Montt, en 1982, la acción represiva se
extendió mediante la organización de las Patrullas de Acción Civil (PAC), gru-
pos paramilitares instalados en regiones rurales que se constituyeron en una
nueva estructura de poder local militarizada y destruyeron el tejido y las rela-
ciones sociales tradicionales de las comunidades. En 1984, el Ejército señaló
que hasta un millón de habitantes (la mayoría de los adultos varones) integra-
ba las PAC en medio rural. Ante esta escalada represiva, las organizaciones
guerrilleras no desaparecieron aunque sí mermó su poder. En Guatemala, la
represión arrasó con las guerrillas y también con su espacio de actuación,
dando cuenta de su magnitud y sus alcances: 300 masacres en pueblos indí-
genas, 16 mil muertos y desaparecidos, 90 mil refugiados en países vecinos
y un millón de desplazados. A partir de 1984 se dio el proceso de apertura
política, en forma restringida.

Historia latinoamericana Laura Luciani


257

El siguiente video, Cuando las montañas tiemblan, es un documental de


1982 que muestra la guerra en Guatemala.

<https://www.youtube.com/watch?v=5FIHfM2E2PQ&t=28s>

PARA REFLEXIONAR

La reflexión en términos comparativos sobre las dictaduras centroa-

PP mericanas de los años ochenta y las del Cono Sur iniciadas en la déca-
da anterior permite detectar entre los elementos comunes de análisis
el de las modalidades adquiridas por la acción represiva. Todas eran
fuertemente influidas por la Doctrina de Seguridad Nacional y desa-
rrollaron tácticas contrainsurgentes a través de servicios de inteligen-
cia que articularon la represión entre acciones militar y paramilitar.
La conformación de grupos paramilitares tuvo particular magnitud
en Centroamérica. Estos grupos, conocidos como escuadrones de la
muerte, no solo desarrollaron modalidades de características similares
en su formación, acción represiva y organización, sino que además
establecieron un fluido contacto entre ellos. Honduras, por ejemplo,
fue territorio de asiento y apoyo de los Contras durante la revolu-
ción sandinista. Asimismo Julieta Rostica (2015) sostiene que hubo
vínculos diplomáticos significativos entre las dictaduras guatemalte-
ca y argentina, y que el Manual de Guerra Antisubversiva elaborado a
comienzos de la década de 1980 en Guatemala estuvo influenciado
por la experiencia de Argentina, Perú y Francia.

6.2. Las transiciones a la democracia, debates y


problemas
Promediando la década de 1980, una de las problemáticas centrales de la
agenda latinoamericana era la transición de regímenes autoritarios a la demo-
cracia. En mayor o menor medida, para mediados de la década las dictaduras
entraban a su etapa final y se iniciaban los recambios políticos. En algunos
casos, el cambio de régimen se dio tempranamente: en Bolivia (1982) y en
Argentina (1983), luego en Uruguay, en 1985. En Brasil, la democracia se
discutía en el marco de restricciones –en 1985 se elige el primer presidente,

Historia latinoamericana Laura Luciani


258

por elecciones indirectas–. En Chile, hubo un lento proceso de apertura políti-


ca entre 1986 y 1989. En Centroamérica, la salida de las dictaduras abarcó
finales de la década de 1980 hasta parte de la de 1990.
En ese contexto, los debates en torno a cómo debía darse esa transición,
cuál era la agenda de problemas heredados de los regímenes autoritarios,
qué tipo de democracia se planteaba se configuraron como algunos de los
ejes centrales. Además, la crisis económica que afectó a todos los países
latinoamericanos a principios de la década se combinó con el proceso abierto
y condicionó a los regímenes militares, constituyéndose en un factor relevante
en el análisis de las transiciones. Vale señalar que en la mayoría de los casos,
las salidas de las dictaduras fueron pactadas y restringidas, es decir que no
fueron un producto exclusivo de la movilización y la resistencia. Más bien,
estos fueron elementos que se incorporaron y modificaron la transición, sin
generar la posibilidad de liderar el proceso. Este no solo significaba el fin de
la dictadura y la construcción de un régimen nuevo sobre la base de lógicas
democráticas, sino que implicaba dotar a la transición de continuidad en
sociedades consideradas menos democráticas o propensas a las dictaduras.

PARA REFLEXIONAR

De alguna manera, en estas ideas subyacen ciertos prejuicios respec-

PP to de las prácticas políticas en América Latina, donde se asume que


las sociedades son débiles a la hora de afianzar regímenes democráti-
cos, especialmente si se las compara con escenarios europeos. Varios
motivos pueden esgrimirse para explicar por qué estos supuestos
siguen siendo considerados válidos, pero solo señalaremos uno: que
el concepto de democracia tendió a asumir una carga positiva muy
fuerte (cristalizada aún más en la segunda posguerra), lo que lo con-
virtió en un valor en sí mismo y en una bandera de lucha vaciada de
contenidos.

A medida que se instalaban gobiernos democráticos proliferaron los estudios


comparados sobre las transiciones en América Latina en general y en el Cono
Sur en particular. La preocupación por analizar las salidas de las dictaduras y
la consolidación de regímenes democráticos abrió una serie de debates que
los cientistas sociales llevaron adelante entre las décadas de 1980 y 1990.
No era la primera vez que se planteaba esta cuestión, pero se constituyó a
posteriori en un momento clave, cristalizando un conjunto de preceptos teóri-
cos que hegemonizaron ese debate y sus posibles horizontes.
Una de las obras referentes en este campo fue la compilación en varios
tomos realizada por Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence
Whitehead (1988), producto de un esfuerzo colectivo cuyo objetivo era anali-
zar los procesos transicionales en Europa meridional y América Latina, en un
contexto caracterizado como nueva ola de democratizaciones o tercera ola
(Huntington, 1994). Los autores sostenían que el proceso suponía ciertas
fases que iban desde la liberalización de la dictadura, la transición misma
–que suponía la elección mediante voto de gobiernos democráticos– y una
posterior consolidación. Esta lectura enfatizaba en que se trataba de un pro-

Historia latinoamericana Laura Luciani


259

ceso de autotransformación de la dictadura que desde dentro generaba las


condiciones de salida, entre las cuales la movilización de masas tenía una
escasa significación.
Este análisis estaba apegado a las experiencias conocidas, donde los
mecanismos de traspaso del poder no surgieron de prácticas de ruptura
con las dictaduras, sino del fracaso del proyecto político de las Fuerzas
Armadas. En todos los casos es evidente que los partidos políticos nego-
ciaron en mayor o menor medida y en forma subordinada ese proceso.
Tanto si observamos la experiencia del PMDB, en Brasil, como la coalición
de la Concertación en Chile, la multipartidaria en Argentina o bien el Pacto
Naval de Uruguay en 1984 o, con diferente tenor, los diálogos de paz en
Centroamerica, es evidente que más allá de constituirse como oposición,
los políticos participaron de los mecanismos institucionales que las mismas
dictaduras generaron para la transición.
Garretón (1997) identifica tres modelos de paso de dictadura a democracia
en América Latina: posterior a procesos revolucionarios o de guerra civil (en
Nicaragua) que son de ruptura; los casos de transición propiamente dichos
(en el Cono Sur); y aquellos procesos de ampliación de la democracia en con-
textos donde había estado restringida (en México y Colombia). Según el autor,
las transiciones sin derrocamiento y sin colapso general combinaron el triple
juego de negociación, presión o movilización popular y marco institucional.
Sin embargo, las salidas de las dictaduras tuvieron algunas particularida-
des. Entre las experiencias del Cono Sur queda en evidencia que el fracaso
del proyecto político de las Fuerzas Armadas en Brasil y Chile no significó el
de su proyecto económico (desarrollista en el primer caso, neoliberal en el
segundo), que se mantuvo ya en democracia. En Argentina, este se combinó
con la derrota en la guerra de Malvinas, señalando una diferencia sustancial
en el tipo de crisis de institucionalidad y de las Fuerzas Armadas respecto del
resto de los países.
Asimismo, hubo casos en que los condicionamientos militares (amnistías)
fueron menores. Es el caso de Argentina, donde la amnistía fue derogada ape-
nas iniciado el gobierno de Alfonsín (aunque las Fuerzas Armadas siguieron
teniendo cierta presencia política durante toda la década), o de Bolivia, donde
no pudieron imponer leyes de impunidad. Allí, el fin de la dictadura significó
el paso a gobiernos democráticos inestables, en contextos de crisis política,
combinado con procesos de movilización y tensión social durante al menos
dos décadas. En el resto de los casos, la existencia de los llamados enclaves
autoritarios –que mantenían cierta cuota de poder de las Fuerzas Armadas y
leyes de amnistía– condicionó en gran parte las democracias. Ello es evidente
con la Ley de amnistia de 1978 en Chile, 1979 en Brasil y la Ley de Caducidad
de 1985 en Uruguay. Todas ellas absolvían a los militares, limitando la posi-
bilidad de enjuiciamiento por violación de los derechos humanos.
Cabe destacar que la movilización en oposición a las dictaduras tuvo un
lugar de expresión significativo. En general, las intensas movilizaciones fueron
canalizadas por fuera de los espacios tradicionales: en Brasil, en las campa-
ñas por las Directas Ya, o en Chile, donde la movilización popular incorporó a
amplios sectores a mediados de la década de 1980, más allá de que la dic-
tadura finalizó imponiendo sus propios canales. En Argentina, la movilización,
liderada por organismos de derechos humanos en el contexto de crisis de la
dictadura, adquirió gran resonancia y mostró –ya iniciada la democracia– las
diferentes posiciones respecto de cómo resolver el legado dictatorial.

Historia latinoamericana Laura Luciani


260

En América Central, las salidas de las dictaduras también estuvieron suje-


tas a la crisis del proyecto político de las Fuerzas Armadas y a la injerencia
norteamericana a favor de la democracia luego de iniciada la Revolución en
Nicaragua: el objetivo, ordenar democráticamente el traspatio norteamericano.
En todos estos casos jugaron un papel central los acuerdos de paz que inten-
taban poner en diálogo a las Fuerzas Armadas y las organizaciones guerrilleras
existentes, en un contexto de mantenimiento de la tensión social.

LEER CON ATENCIÓN

Los análisis no solo se restringieron a las modalidades de transición

LL sino a una caracterización de esas democracias emergentes. Sin duda,


para los años ochenta el concepto de democracia recuperaba un sen-
tido amplio que incluía la modificación de un régimen político y la
redistribución o incluso la transformación social. Pero la continuidad
de gobiernos democráticos no significaba necesariamente su conso-
lidación en términos de cambios sociales sino, fundamentalmente,
en términos de democracia representativa, con una acepción mucho
más acotada.
Hacia la década de 1990, la preocupación en torno a las democracias
ya no estaba centrada en las posibilidades de su mantenimiento sino
en las particularidades que adquirían, entendiendo a las experiencias
latinoamericanas como democracias representativas, es decir, con
énfasis en su carácter procedimental y en el funcionamiento de las
instituciones políticas (actividad partidaria, elecciones, etc.).
De igual modo que respecto de los estudios de las transiciones, se
pensó la democracia desde arriba y desde los mecanismos propios del
sistema político. La democracia como problema en América Latina
atravesaba así un momento en el que se escindía de las condiciones
sociales y económicas en que se desarrollaba, así como de la posibili-
dad de articularse con las prácticas de poder popular.

6.2.1. La crisis económica de principios de los años ochenta


A inicios la década de 1980, una nueva crisis económica afectó a la región.
Es posible pensar que sus efectos sobre la población generaron los prime-
ros cuestionamientos a los regímenes políticos, incluso en aquellos países
que lograron capearla, como Chile. Esta crisis estaba vinculada al gran flujo
de capitales financieros que en la década anterior se canalizaron como deu-
das en los países latinoamericanos. El incremento del endeudamiento fue
muy significativo en esta época. Durante los años sesenta, los países de la
región habían contraído deudas moderadas a partir del financiamiento pro-
porcionado por organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo. Luego de 1973, este proceso se aceleró e invo-
lucró a la banca privada norteamericana, que comenzaba a extender su influen-
cia en Latinoamérica. Así, Bank of América recibió en 1982 el 60 por ciento de
sus beneficios de los préstamos internacionales, seguido de Chase Manhattan
Bank, que obtuvo ganancias promedio de 55 por ciento en ese rubro entre

Historia latinoamericana Laura Luciani


261

1977 y 1982. Citicorp, la mayor corporación financiera de Estados Unidos,


tenía en 1982 más de 3 mil millones de dólares en bonos brasileños, más de
2 mil millones en México y sumas menores en otros países latinoamericanos.
A estos se añadían bancos europeos, en especial británicos y alemanes.
El espiral crediticio llevó a dos procesos: por un lado, a acortar los plazos
de los empréstitos; por otro, a aumentar las tasas de interés, generando difi-
cultades cada vez mayores para el refinanciamiento y el aumento creciente de
las deudas externas. El endeudamiento externo de Latinoamérica pasó de 68
mil millones de dólares en 1975 a 318 mil millones en 1982. En agosto de
ese año, México anunció la suspensión del pago de deudas, iniciando la cri-
sis que caracterizó a la región durante esa década. En ese contexto, se limi-
taron los créditos bancarios y los países renegociaron la deuda con apoyo de
financieras multilaterales como el FMI. Carlos Marichal (2010: 210) comenta
la función del FMI.

CC
No consistía en anticiparse a las crisis y ayudar a los países deudores a evitar
el colapso mediante la adopción de políticas financieras más cautas o con me-
nor endeudamiento. Al contrario, para esta institución era más atractivo operar
como bombero y policía de los gobiernos endeudados una vez que habían caí-
do en bancarrota.

Deuda externa de América Latina


Cuadro 2
América Latina: saldo de deuda a fines de cada año, 1975-1980
(En millones de dólares)

Variación Contribución por-


porcentual
Deuda pública ex- Deuda externa centual al aumento
Deuda externa total de la deuda
terna desembolsadaa privadab de la deuda 1975-
externa 1980
total
1975 1980 1975 1980 1975 1980 1975-1980 Privada Pública
Argentina 3 023 14 450 3 003 13 000 6 026 27 450 355,7 46,6 53,4
Bolivia (Estado Pluri- 797 2 100 75 415 872 2 515 188,4 20,7 79,3
nacional de)
Brasil 13 618 38 770 7 167 18 517 20 785 57 287 175,5 31,1 58,9
Colombia 2 384 3 980 1 224 3 438 3 572 7 418 107,7 57,6 42,4
Costa Rica 421 1 580 242 697 663 2 277 243,4 28,2 71,8
Chile 3 731 4 720 728 4 950 4 459 9 670 115,9 81,0 19,0
Ecuador 457 2 910 126 1 941 583 4 851 732,1 42,5 57,5
El Salvador 195 470 195 330 391 800 104,5 33,0 67,0
Guatemala 164 620 150 524 314 1 144 264,3 45,1 54,9
Haití 57 230 22 46 79 276 249,4 12,2 87,8
Honduras 264 1 110 167 330 431 1 440 234,1 16,2 83,6
México 11 533 32 730 5 732 17 323 17 265 50 053 189,9 35,4 64,6
Nicaragua 595 1 290 140 370 735 1 660 125,9 24,9 75,1
Panamá 774 2 320 413 355 1 187 2 675 125,4 -3,9 103,9
Paraguay 188 540 50 328 238 868 264,7 44,1 55,9
Perú 2 980 6 730 1 086 1 768 4 065 8 498 109,0 15,4 84,6
República 410 910 95 511 505 1 421 180,8 45,4 54,6
Dominicana
Uruguay 617 1 170 194 241 811 1 411 74,0 7,8 92,2
Venezuela (República 1 252 11 570 3 066 15 412 4 328 26 982 523,4 54,5 45,5
Bolivariana de)
América Latina 43 435 128 210 23 876 80 496 67 311 208 706 210,1 40,0 60,0

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Estudio


Económico de América Latina 1990 (E/CEPAL/I…250), Santiago de Chile, 1981.
a
La deuda pública desembolsada está constituida por todas las obligaciones efectivamente giradas por
las entidades públicas o las garantizadas por ellas, pagaderas a no residentes, en moneda extranjera, con
un plazo de vencimiento original prorrogado superior a un año.
b
Estimada como la diferencia entre la deuda pública y la deuda total.

Historia latinoamericana Laura Luciani


262

En materia interna, se intentó paliar las consecuencias de la crisis –funda-


mentalmente, la hiperinflación– apelando a medidas ortodoxas y heterodoxas.
Entre 1982 y 1987, la devaluación fue uno de los instrumentos de aplica-
ción generalizada. La reducción de los salarios del sector público en Chile y
México fue otro. Entre los países del Mercosur, Argentina y Brasil apelaron a
medidas heterodoxas, como los Planes Austral y Cruzado, respectivamente.
El Plan Cruzado (1986) congeló los precios, liberalizó los salarios, sustituyó el
cruzeiro por el cruzado y logró reducir la inflación, al menos en el corto plazo.
Los ochenta fueron años tan negativos para la economía latinoamericana que
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) los denominó
como la década perdida. A escala regional, el PBI cayó un 8,3 por ciento entre
1981 y 1989, retrocediendo a valores de 1977. Para finales de la década, la
implementación de políticas neoliberales intentaba paliar la crisis que a corto
plazo parecía tener efectos positivos.

6.2.2. El legado de las violaciones de los derechos humanos


Si la crisis fue tema recurrente de las agendas de los gobiernos democráticos,
otro problema refería a las herencias que dejaron las dictaduras en materia de
derechos humanos y el tipo de políticas que se llevaron adelante al respecto.
Por un lado, los gobiernos democráticos intentaron separarse y marcar un
punto de ruptura con el pasado reciente, al menos en términos discursivos,
pero ello no se tradujo necesariamente en políticas contundentes. Es posible
pensar que estos incorporaron, de manera parcial, estrategias destinadas a
resolver ese legado a partir de políticas oficiales, que surgieron del análisis
de las experiencias históricas, del peso que aún tenían las Fuerzas Armadas,
de los movimientos de derechos humanos y de las modalidades para llevarlas
adelante. Se advierte que muchas de esas políticas pretendían constituirse
como reconciliatorias y reparatorias.
Pero tal resolución ha sido parcial, por lo que las preguntas en torno al
pasado y el resurgimiento de la violación de los derechos humanos siguen
siendo recurrentes (incorporando procesos más contemporáneos que afec-
tan a la población). La salida de las dictaduras y los intentos de resolver ese
legado ponderan algunos elementos, entre los cuales el mantenimiento de
enclaves autoritarios –como las leyes de amnistía perpetuadas que ya hemos
mencionado–, el rol de las Fuerzas Armadas como tutoras de la democracia,
o cargos como el de senador vitalicio que por años mantuvo Pinochet.
Otro elemento a considerar es la implementación de políticas de memo-
ria, con la redacción de informes sobre las violaciones en dictaduras, la crea-
ción de memoriales y la actuación de la Justicia. Respecto de las Comisiones
de Verdad, cuyo objetivo es generar informes sobre los derechos humanos,
la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) fue una
experiencia pionera en Argentina y, con todas sus falencias, marcó una dife-
rencia importante con el resto del Cono Sur, ya que su informe estaba vincu-
lado a la posibilidad de abrir juicios por hechos ocurridos entre 1976 y 1983.
En Chile, apenas asumió su cargo, Patricio Alwin convocó a la Comisión
de Verdad y Reconciliación cuyo informe, conocido como Informe Rettig, daba
cuenta de los actos violatorios de derechos humanos en la dictadura, pero la
ley de autoamnistía impedía el enjuiciamiento. El objetivo del informe era, en
este caso diferente, conocer el pasado pero dejarlo atrás a través de la idea

Historia latinoamericana Laura Luciani


263

de reconciliación. Otra comisión formada hacia finales de la década de 1990,


la Comisión Valech, amplió el Informe Rettig en un contexto nuevo: la justicia
internacional había pedido la prisión preventiva de Pinochet, quien se encon-
traba en Londres.
En Uruguay y Brasil, las primeras comisiones sobre la verdad no fueron defi-
nidas desde el Estado. En el primer caso se creó el informe “Uruguay: Nunca
Más”, elaborado por un equipo de activistas del Servicio de Paz y Justicia
(Serpaj) a finales de la década de 1980, sin el apoyo del Estado. La primera
comisión estatal se creó en el año 2000 como Comisión para la Paz, que pre-
tendía informar sobre la situación de detenidos desaparecidos en dictadura
con el objetivo de preservar la memoria histórica y pacificar el país. En Brasil,
el primer informe “Brasil: Nunca Mais” fue publicado en 1985 a raíz de las
investigaciones realizadas por miembros de las iglesias católica y evangélica.
Recién en agosto de 2007, el presidente Inácio Lula da Silva presentó el pri-
mer documento oficial sobre la represión en dictadura: “Derecho a la Memoria
y a la Verdad en Brasil”, con casi 500 páginas y realizado por la Comisión
Especial de Muertos y Desaparecidos a lo largo de 11 años.
Los países centroamericanos crearon fundamentalmente acuerdos de
paz, propios de sociedades en fuerte tensión social, a partir de los cuales las
comisiones de verdad investigaron las condiciones de violación de los dere-
chos humanos, como la Comisión de Esclarecimiento Histórico creada en
Guatemala. Su informe, que debía dar cuenta de las violaciones de los dere-
chos humanos y de los hechos de violencia perpetrados durante tres décadas,
estableció que el Estado y grupos paramilitares afines fueron responsables del
92 por ciento de los hechos registrados e identificó más de 200 mil muertes y
desapariciones. Estableció además el carácter genocida del Estado durante la
dictadura de Ríos Montt, periodo en que las masacres de comunidades mayas
aumentaron. La Comisión para la Verdad de El Salvador, creada luego de los
acuerdos de paz de Chapultepec en 1991, actuó en forma similar.
Más allá de los casos señalados, las comisiones formaron parte de la
agenda política en diferentes países, entre los cuales están Honduras, Perú,
Paraguay, Ecuador. En general, no tuvieron implicancias concretas en el desa-
rrollo de la justicia, ya que se ocupaban de documentar los hechos como modo
de pacificar o reconciliar a la sociedad.
La justicia, en la mayoría de los casos, fue mucho más lenta y renuente,
debido al mantenimiento de leyes de autoamnistía, al poder de las Fuerzas
Armadas para detener su avance y contrarrestar las capacidades de presión
de los organismos de derechos humanos o la significación de las memorias
de ese pasado dictatorial. En aquellas sociedades más fracturadas respecto
de los posicionamientos sobre la dictadura, la condena a la violación de los
derechos humanos fue mucho más frágil, como en Chile y Brasil.
En general, los años noventa fueron de creación de medidas reparatorias
(indemnizaciones y políticas de reconciliación en América Latina). Pero luego
del año 2000 es visible que las acciones a favor de políticas de memoria y
justicia se extendieron lenta y difícilmente por varios países. En Chile, los jui-
cios que involucraron a Pinochet y represores se iniciaron hacia 2005. En el
momento de fallecer, Augusto Pinochet tenía más de 400 querellas en su con-
tra por violaciones de los derechos humanos. En Uruguay, el mantenimiento
de la Ley de Caducidad impidió los juicios, pero algunas causas se desarrolla-
ron en el exterior a partir del vínculo de los militares con el Operativo Cóndor.
En 2008, el represor Carlos Alberto Brilhante Ustra –a quien Bolsonaro dedi-

Historia latinoamericana Laura Luciani


264

có su voto a favor del impeachment a Dilma Rousseff– fue el primero en ser


condenado por tortura en Brasil. Ríos Montt fue enjuiciado y condenado en
Guatemala por hechos de genocidio recién en 2013.

PARA REFLEXIONAR

Quizá deberíamos preguntarnos cómo los cambios en la esfera polí-

PP tica y la emergencia de discursos cada vez más reaccionarios en los


últimos tiempos modificarán los ciclos de memoria y si ello tornará
posible revertir procesos judiciales o políticas oficiales ya establecidas.

LECTURA OBLIGATORIA

Garretón, M. (1997), “Repensando las transiciones democráticas en

OO América Latina”, en: Nueva Sociedad, nº 148, pp. 20-29


Torres Rivas, E. (2008), “¿Qué democracias emergen de una guerra
civil?”, en: Ansaldi, W. (dir.), La democracia en América Latina, un
barco a la deriva, FCE, Buenos Aires, pp. 491-527.

2.

KK Lea el siguiente artículo periodístico, “Brasil, las democracias también


mueren democráticamente“, de Boaventura de Sousa Santos, <https://
www.pagina12.com.ar/150918-brasil-las-democracias-tambien-mueren-democra-
ticamente>, y reflexione sobre los siguientes aspectos:
• ¿Qué concepto de democracia trabaja Sousa Santos?
• ¿Qué elementos considera claves para pensar en la democracia del
siglo XXI?
• ¿Cuáles son las diferencias entre las preocupaciones planteadas por
Garretón hace más de dos décadas y las de Boaventura de Sousa Santos?
• ¿Qué problemas en torno a la instalación de las democracias señala
Edelberto Torres Rivas para el caso centroamericano? ¿Qué los dife-
rencia de los procesos en el Cono Sur?

6.3. La instalación de políticas neoliberales en América Latina


En el último cuarto del siglo XX, América Latina se convirtió en laboratorio de
experiencias neoliberales. Sin embargo, en una década los países que las
implementaron pasaron de ser “modelo” a mostrar sus evidentes fracasos,
siendo el eslabón débil de la cadena neoliberal. En la década de 1990, el neo-
liberalismo estaba instalado en la región de la mano de gobiernos de diverso
signo político. Si había germinado inicialmente de la dictadura en Chile, en
1990 fue evidente que también crecía en democracia con gobiernos de dere-
cha (Fujimori en Perú); con el nacionalismo del PRI en México; el peronismo,
en Argentina; con Acción Democrática, en Venezuela, entre otros.

Historia latinoamericana Laura Luciani


265

LEER CON ATENCIÓN

Si bien suele considerarse al neoliberalismo como un conjunto de

LL políticas económicas implementadas gracias a la influencia de eco-


nomistas como Milton Friedman, es interesante consignar un con-
cepto más amplio como el propuesto por David Harvey (2007), para
quien es “una teoría de prácticas político-económicas que afirma que
la mejor manera de promover el bienestar del ser humano consiste
en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y las libertades
empresariales del individuo dentro de un marco institucional carac-
terizado por derechos de propiedad fuertes, mercados libres y liber-
tad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco
institucional apropiado para el desarrollo de estas prácticas” (p. 18).
En esa línea es posible pensar al neoliberalismo no solo como un con-
junto de prácticas específicas sino fundamentalmente como la cons-
trucción de un marco de representaciones, una forma de pensamien-
to que sostiene ese proceso, donde la libertad individual surge como
el ideal central del contexto neoliberal.

En la implementación de estas políticas jugó un papel central el Consenso de


Washington, en 1990, con una serie de recomendaciones que debían imponer-
se en todos los países latinoamericanos caracterizados por el estancamiento y
la inflación. Así, el combate a la inflación fue la piedra angular de la construc-
ción del modelo hegemónico neoliberal ya que esta era considerada la fuente
de los problemas que vivieron los países durante la década de 1980 –estan-
camiento económico, deterioro de los servicios sociales y de la infraestructura
del Estado, empobrecimiento generalizado de la población–. América Latina
requería, según el Consenso de Washington, de un modelo abierto y estable.
La apertura económica consistía principalmente en una serie de medidas
que facilitarían el comercio internacional y la estabilidad debía lograrse con
la disciplina macroeconómica: el control de las finanzas públicas del Estado.

PARA AMPLIAR

El Consenso de Washington fue una serie de recomendaciones o

AA medidas estándar para la salida de la crisis de los países considerados


en vías de desarrollo. Estas fueron definidas por organismos interna-
cionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desa-
rrollo y el Fondo Monetario Internacional. Las medidas incluían:
• disciplina fiscal, que atrajera inversiones,
• reordenamiento del gasto público (recorte),
• reforma fiscal, mayor recaudación,
• liberalización financiera,
• tipo de cambio competitivo,
• liberalización del comercio,
• liberalización de la inversión extranjera directa,
• privatizaciones, desregulación y derechos de propiedad.

Historia latinoamericana Laura Luciani


266

Las medidas gozaron de gran aceptación y se aplicaron en todos los países, lo cual
produjo un efecto positivo en el primer lustro en los dos aspectos más acuciantes:
la estabilización monetaria y el fin de la inflación, temas recurrentes en las agendas
latinoamericanas. Los efectos negativos fueron sin duda mayores y se evidenciaron
en el mediano y largo plazo, no solo en términos económicos –fragilización de las
economías, ampliación de la brecha entre pobres y ricos, freno al crecimiento eco-
nómico, déficit y deuda pública, privatización de empresas estatales, desindustriali-
zación– sino sociales, a partir de la informalización del empleo, del subempleo, del
aumento de la pobreza y de la desocupación, que afectó incluso a la clase media.

Cuadros sobre desempleo y pobreza


Tabla 7: Desempleo en América latina 1985-1996
(Porcentajes anuales promedio)

País 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996*
Argentina 6.1 5.6 5.9 6.3 7.8 7.5 6.5 7.0 9.6 11.5 17.5 17.1
Bolivia 5.7 7.0 5.7 11.5 9.5 7.3 5.8 5.4 5.8 3.0 3.6 4.0
Brasil 5.3 3.6 3.7 3.8 3.3 4.3 4.8 4.9 5.4 5.1 4.6 5.9
Colombia 13.8 13.5 11.8 11.3 9.9 10.5 10.1 10.2 8.6 8.9 8.8 11.2
Costa Rica 6.7 6.7 5.9 6.3 3.7 5.4 6.0 4.3 4.0 4.3 5.7
Chile 17.0 13.1 11.9 10.0 7.2 6.5 7.3 4.9 4.1 6.3 6.6 6.8
Ecuador 10.4 10.7 7.2 7.4 7.9 6.1 8.5 8.9 8.3 7.1 6.9
El Salvador 9.4 8.4 10.0 7.5 6.8 7.0 8.0
Guatemala 12.0 14.0 11.4 8.8 6.2 6.4 6.7 6.1 8.1 7.2
Honduras 11..7 12.1 11.4 8.7 7.2 6.9 7.1 5.1 5.6 4.0 6.6
México 4.4 4.3 3.9 3.5 2.9 2.7 2.7 2.8 3.4 3.6 6.3 5.8
Panamá 15.7 12.7 14.1 21.1 20.4 20.0 20.0 18.2 15.6 15.8 16.4 16.7
Paraguay 5.1 6.1 5.5 4.7 6.1 6.6 5.1 5.3 5.1 4.1 5.6 5.5
Perú 10.1 5.3 4.8 7.1 7.9 8.3 5.9 9.4 9.9 8.8 7.9 8.7
Uruguay 13.1 10.7 9.3 9.1 8.6 9.3 8.9 9.0 8.4 9.2 10.8 12.7
Venezuela 14.3 12.1 9.9 7.9 9.7 10.1 10.1 8.0 6.9 9.0 10.9 11.9

Fuente: Extraído de Panorama Laboral, 2000. <http://white.lim.ilo.org/spanish/260ameri/


publ/panorama/2000/anexos.html> [Consulta: 10 06 2019]

Tabla 2: Pobreza absoluta 1980-1989


País Año % debajo de la línea de % debajo de la línea de
pobreza de $60 pobreza de $30
Argentina (Buenos Aires) 1980 3.0 0.2
1989 6.4 1.6
Bolivia (urbano) 1980 51.1 22.5
1989 54 23.2
Brasil 1980 34.1 12.2
1989 40.9 18.7
Colombia 1980 13.0 6.0
1989 3.4 2.9
Costa Rica 1980 13.4 5.4
1989 3.4 1.1
Guatemala 1980 66.4 36.6
1989 70.4 42.1
Honduras 1980 48.7 21.6
1989 54.4 22.7
México 1980 16.6 2.5
1989 17.7 4.5
Panamá 1980 27.9 8.4
1989 31.8 13.3
Paraguay (Asunción) 1980 13.1 3.2
1989 7.6 0.8
Perú (Lima) 1980 31.1 3.3
1989 40.5 10.1
Uruguay (urbano) 1980 6.2 1.1
1989 5.3 0.7
Venezuela 1980 4.0 0.7
1989 12.6 3.1

Fuente: Psacharopoulos y cols. (1996: 62).

Historia latinoamericana Laura Luciani


267

A la baja de salarios y el crecimiento del empleo informal se sumó un retroceso


en las posiciones de las empresas latinoamericanas en el mercado interna-
cional, así como la caída de las inversiones extranjeras y la aceleración del
endeudamiento. La apertura al mercado, tal como se desarrolló, significó que
el crecimiento económico de los países latinoamericanos dependía cada vez
más de la coyuntura financiera o del comercial internacional. Para mediados
de la décadas de 1990 comenzaron a evidenciarse los efectos negativos de
la política neoliberal. La crisis mexicana de 1994, seguida de la crisis asiática
de 1997, la brasileña de enero de 1999 y 2001 en Argentina, la dolarización
en Ecuador y en El Salvador evidenciaron las dificultades de las economías
abiertas y se tornaron fuente de desequilibrio económico y financiero. De apa-
rentes soluciones para la crisis, las políticas de ajuste fiscal se volvieron en
sí mismas fuentes de crisis, por descompensación en las balanzas de pagos
y aumento del endeudamiento público.
Los efectos de las políticas neoliberales sobre la población urbana y las
industrias son conocidos, pero no se ha enfatizado tanto en sus consecuen-
cias sobre la producción, mano de obra y propiedad rural. Cabe destacar que
los cambios más significativos derivaron de la implantación de nuevas tecno-
logías, como las semillas transgénicas y los agrotóxicos. Ello vino aparejado
con un proceso de desregulación que permitió el ingreso de capitales extran-
jeros y multinacionales en el complejo agroalimentario. El conjunto de legis-
laciones que ello supuso modificó la tenencia de la tierra para avanzar sobre
la propiedad corporativa y las pequeñas y medianas propiedades. A su vez, la
flexibilización laboral, con fuerte incremento del trabajo temporario, y la baja en
los salarios favorecieron, según Cristobal Kay (2009), un proceso de feminiza-
ción de la mano de obra. Los cambios jurídicos institucionales fueron centrales
en países donde aún perduraban formas colectivas de propiedad de la tierra.
En México, la reforma constitucional de 1992 introdujo cambios drásticos
con la modificación del artículo 27, referido al reparto de tierras. Allí se puso
fin a la reforma, se habilitó la venta de tierras ejidales y se precarizó aún más
la mano de obra. En Perú, las Cooperativas Agrarias de Producción de la Costa
creadas a partir de la reforma agraria de 1969 fueron parceladas y vendidas
por los socios.
En este contexto de políticas neoliberales comenzaron a surgir formas de
participación novedosas que cuestionaban el modelo al tiempo que incorpora-
ban nuevas demandas. La irrupción del movimiento zapatista en 1994 suele
ser considerada como el surgimiento de la resistencia al modelo neoliberal.
Pero ya desde 1990 se habían producido intensas movilizaciones de grupos
étnico-identitarios en Ecuador, y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin
Tierra, en Brasil, exigía con ocupaciones el reparto de tierra desde la década
de 1980. En Argentina, los movimientos de desocupados y piqueteros y las
estrategias de autogestión emergieron hacia finales de la década de 1990.
El cambio de siglo marcó un punto de inflexión en la organización de los movi-
mientos sociales que cuestionaban el modelo.

Historia latinoamericana Laura Luciani


268

PARA REFLEXIONAR

¿Qué término utilizar para definir los movimientos sociales que, entre

PP sus consignas, demandan políticas de reconocimiento de su identi-


dad étnica? Hasta no hace mucho se hablaba de identidades indíge-
nas, pero esta noción fue cuestionada porque avalaba la condición
de dominación colonial sobre el sujeto (aunque algunos movimien-
tos lo recuperaron como forma de resistencia). También es común
referirse a los pueblos originarios, pero esta idea impone una sensa-
ción de inmovilismo. Asimismo, comunidades campesinas es un tér-
mino limitado que no logra captar las singularidades del sujeto más
allá del lugar en las relaciones de producción. Comunidades étnico-
identitarias, a mi criterio, abre a la posibilidad de recuperar algunos
rasgos identitarios reconocidos y reapropiados por los movimientos.

6.3.1. Las resistencias, los nuevos movimientos sociales: las


identidades revisitadas. Movimientos étnicos. Movimientos de
mujeres
La emergencia de nuevos movimientos sociales en América Latina producto de
políticas neoliberales, aumento de la conflictividad social y mayor concentra-
ción de la riqueza, también resultó de la crisis del imaginario de izquierda ocu-
rrida luego de la caída del Muro de Berlín. Esos movimientos vinieron a definir
nuevas estrategias de acción y participación que cruzaban la noción de clase
con otros sentidos de pertenencia. Debemos considerar que la instalación del
modelo neoliberal afectó además las formas organizativas, especialmente los
sindicatos y su capacidad de negociación con los gobiernos. Ello se produjo en
el momento en que las políticas neoliberales mostraban los primeros signos
de crisis y avanzaban diversas modalidades de resistencia que serían defini-
das en términos de nuevos movimientos sociales.
Para Boaventura de Souza Santos (2001), los nuevos movimientos socia-
les identifican otras formas de opresión que sobrepasan las relaciones de pro-
ducción –como la guerra, la contaminación ambiental, el machismo o la dis-
criminación étnica–, por lo que abogan por un nuevo paradigma social que se
base menos en la posesión de la riqueza y más en la cultura y la calidad de
vida. Esto les otorga una radicalidad de diferente naturaleza, ya que sus luchas
apuntan a transformar el presente de los actores más que un futuro lejano. No
solo se plantea la incorporación de nuevos derechos, de demandas dentro del
sistema, sino que se cuestiona la forma en que el sistema gestiona, desarro-
lla, define el capitalismo: el problema energético y la extracción salvaje de las
materias primas, entre otros componentes del sistema.
Se verifica en la década de 1990 una amplia heterogeneidad de las accio-
nes colectivas. El trabajador ocupado tiene aún un lugar significativo, pero se
suman otras estrategias de lucha con distintos sentidos, así como los movi-
mientos indígenas andinos y centroamericanos, en especial el mexicano. Se
pone en juego otro conjunto de problemas cuya centralidad abarca tanto la
condición material, económica, productiva como la identidad, recuperada,
resignificada.

Historia latinoamericana Laura Luciani


269

Es el caso del movimiento zapatista que irrumpe en la escena interna-


cional en 1994; de organizaciones comunitarias como el Conamaq (Consejo
Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu) boliviano, surgido en 1997, o la
Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob), creada con anteriori-
dad en 1982, que tienen una destacada participación en las movilizaciones
contra las privatizaciones de los servicios en ese país y que luego acompa-
ñan la candidatura de Evo Morales. Se destacan también la Confederación
de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae) y la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), ambas sur-
gidas hacia la década de 1980 y con notable participación en los levantamien-
tos étnicos de la década de 1990.
Todas estas formas organizativas, además de incorporar una demanda
en torno a la tenencia de la tierra, se proponen una reivindicación identitaria,
cultural, simbólica. Ello lo evidencia la lucha zapatista por una Ley Indígena:
esta se sanciona en el año 2001 y reconoce a los pueblos pero incorpora el
derecho de autodeterminación. En Ecuador y Bolivia, el reconocimiento de
las etnias se debe a la sanción de constituciones (2008 y 2009, respectiva-
mente) que reconocen derechos a un nuevo sujeto colectivo definido por cri-
terios de identidad étnica y cultural. Diferente es el caso del Movimiento de
Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil, cuyo objetivo es el reparto de tierras
a campesinos, a través de la ocupación y el asentamiento en predios perte-
nencientes a grandes propiedades y sin uso.

El siguiente video muestra la asunción presidencial de Evo Morales, en


2005.

<https://www.youtube.com/watch?v=NGrClrirBCI>

A todos estos movimientos que cruzan variables étnico-identitarias y pro-


puestas alternativas en torno a la tenencia de la tierra se suma otro conjunto
de organizaciones sociales, algunas también producto de la dislocación del
proceso productivo, como las agrupaciones de desocupados, de piqueteros
en Argentina, o de quienes exigen vivienda como el Movimiento Sin Techo en
Brasil. Han crecido en número y visibilidad corrientes que apuntan a la amplia-
ción de la democratización como lo vienen haciendo en las últimas décadas
los movimientos feministas a favor de la no penalización del aborto y contra

Historia latinoamericana Laura Luciani


270

la violencia de género, o bien el movimiento estudiantil. Entre las más recien-


tes podemos mencionar aquellas que se movilizan contra el extractivismo y
se definen como corrientes socioambientales. Incorporan nuevas formas de
acción y participación, respecto de las prácticas y los movimientos anteriores,
al tiempo que cuestionan los modelos de desarrollo establecidos.
Como vemos, los nuevos movimientos sociales marcan el desarrollo de
experiencias plurales que articulan demandas diferentes y novedosas. Incluso
es posible diferenciar entre aquellos cuya historicidad adquiere mayor presen-
cia hacia mediados de la década de 1990 y otros, cuyo escenario de acción
se evidencia a partir de los cambios y nuevas coyunturas que emergen en las
últimas dos décadas. Ese es el caso de los movimientos socioambientales,
estudiantiles y de mujeres.
Las organizaciones socioambientales en particular cuestionan la gestión de
la naturaleza como recurso aprovechable. Proponen una relación más armóni-
ca con ella, que modifique el modo de vida de las personas y las sociedades.
Así, al Vivir Bien, que ancla la modernidad al concepto de desarrollo (en sus
múltiples variantes) se enfrenta la noción de Buen Vivir como relación armóni-
ca y solidaria entre el ser humano y la naturaleza. Este concepto se ha acuña-
do en las experiencias de Bolivia (Sumak Qamaña) y Ecuador (Sumak Kawsay).
Es interesante consignar que las experiencias de los movimientos en
Latinoamérica expresan prácticas y exigencias comunes, que pueden circuns-
cribirse a algunos aspectos de los cuales consideramos tres: autonomía, terri-
torialidad, género.
Respecto de la autonomía, elemento constitutivo de los movimientos (como
práctica y como proyecto), es necesario destacar dos matrices de pensamien-
to: por un lado, las prácticas de autonomía colectiva de comunidades étnico-
identitarias que, reinventando las tradiciones, asumen esta configuración; por
otro lado, existen experiencias organizativas que no tienen un contenido étnico
de tradición comunitaria –como son los proyectos de autogestión, asambleas
populares, barriales, fábricas recuperadas–, donde la autonomía está pensa-
da como praxis emancipatoria.
La territorialidad emerge como una clave para comprender estos movimien-
tos sociales, es decir, cómo conciben estos la ocupación del espacio, de la
tierra, la vivienda, la fábrica, como reapropiación del espacio de vida. Bernardo
Mançano Fernandes (2005) ha planteado la necesidad de incorporar el con-
cepto de movimientos socioterritoriales para caracterizarlos, por cuanto el
territorio constituye una parte central de su configuración identitaria.
Por último, los movimientos han incorporado a su agenda la problemática
de género en forma muy temprana. Ello se debe en gran parte a las demandas
de las mujeres y da cuenta de la extensa y significativa participación que ellas
han tenido en los movimientos. También marca un punto de inflexión respec-
to de los cuestionamientos y las formas organizativas participativas, donde
la mujer quedaba claramente relegada. Tomando nuevamente ejemplo en el
zapatismo, mencionemos que una de las primeras medidas tomadas en las
comunidades fue la prohibición del alcohol ya que era considerado uno de los
problemas que hacían a la violencia de género. Sin embargo, no solo se tra-
mitaron cuestiones domésticas sino que emergieron líderes, como la coman-
danta Esther, y políticas educativas hacia las mujeres.

Historia latinoamericana Laura Luciani


271

En Bolivia, la participación de mujeres en organizaciones sindicales agra-


rias y comunitarias se ha ampliado en las últimas décadas. En el caso del
sindicalismo agrario, en 1980 se conformó la Federación Campesina de
Bolivia Bartolina Sisa, que se incorporó a la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), aunque su presencia más
significativa y articulada en el territorio se produjo hacia la década del 1990.
Esta emergencia de sindicatos diferenciados no ha sido expresión mayoritaria,
siendo más comunes los sindicatos agrarios mixtos. En el ámbito comunitario,
no se dieron experiencias de organización autónoma pero se ha evidenciado
un proceso de mayor participación de las mujeres en las diversas instancias,
organizaciones de base, regionales y nacionales.

El siguiente video reproduce Conversa do Mundo, un encuentro entre


la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui y Boaventura de Sousa
Santos en el valle de las Ánimas, La Paz (Bolivia). Este encuentro reco-
ge, a manera de diálogo y debate, algunos de los grandes ejes sobre los
cuales se plantea la agenda de los movimientos sociales.

<https://www.youtube.com/watch?v=xjgHfSrLnpU>

LECTURA OBLIGATORIA

Svampa, M. (2010), “Movimientos Sociales, matrices socio-políticos

OO y nuevos escenarios en América Latina”, [en línea]. En: Working


Papers, disponible en: <http://www.maristellasvampa.net/archivos/
ensayo45.pdf> [Consulta: 20 08 2018].

3.

KK a. A partir de la lectura identifique y caracterice las fases del


neoliberalismo.
b. La autora sostiene que el campo contestatario se despliega en cuatro
matrices político-ideológicas (la indígena comunitaria, la nacional-
popular, la izquierda clásica, la “nueva” narrativa autonomista).
Retome una de ellas y despliegue sus líneas generales. Ejemplifique.

Historia latinoamericana Laura Luciani


272

6.3.2. Epílogo: hacia el siglo XXI, los gobiernos progresistas en


América Latina, auge y declive, ¿hacia una nueva etapa?
El nuevo siglo planteó un escenario de mantenimiento y consolidación de
algunos movimientos sociales en América Latina, así como la emergencia
de gobiernos progresistas. Lula da Silva asumió la presidencia en 2002,
Kirchner en 2003, Evo Morales en 2005 y Rafael Correa un año después.
Estos gobiernos, caracterizados como progresistas, se han diferenciado de
los anteriores por una retórica y discursos de fuerte cuestionamiento a los
organismos internacionales y al modelo neoliberal, y por el establecimiento
de políticas redistributivas.
En algunos casos han sido apoyados y propiciados por los movimientos
sociales emergentes. Evo Morales fuertemente vinculado al movimiento coca-
lero, pero también en articulación con organizaciones étnico identitarias como
la Conamaq (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu); Inácio Lula
da Silva al Partido dos Trabalhadores y las organizaciones de trabajadores,
especialmente de la región de San Pablo. Rafael Correa y Néstor Kirchner,
si bien no provenían de los movimientos sociales, lograron articular en sus
gobiernos demandas que estos plantearon.
Esto implicó que fueran analizados desde dos perspectivas diferentes y
contrapuestas: como habilitadores de un proceso de cambio o como valla de
contención de la conflictividad social creciente. Cualquiera sea la mirada que
adoptemos, no debemos olvidar que, tal como señala Emir Sader (2009), son
gobiernos novedosos en determinados aspectos, pero que no se propusieron
romper el modelo capitalista.
El ciclo de gobiernos progresistas y la ilusión del viraje hacia la izquierda,
sin embargo, fue decayendo luego de la primera década del siglo XXI. La cri-
sis económica internacional y las tensiones con los sectores más concentra-
dos de la economía señalan algunos de los puntos claves de los cambios en
el rumbo de la gestión.
Otro elemento no menos significativo ha sido el crecimiento de partidos de
derecha en la región. En los últimos años, coaliciones de derecha han accedi-
do mediante elecciones al gobierno de algunos países, señalando uno de los
rasgos más novedosos en el cambio de rumbo político. La llegada a la presi-
dencia de Brasil de Jair Bolsonaro, con un fuerte discurso racista, homofóbico
y reaccionario, es hasta el momento el ejemplo más extremo.
Otro acontecimiento importante mantiene en vilo al continente. La mira fue
puesta en Venezuela, que padece una compleja realidad económica y social,
boicot y fuerte tensión. No son pocas las posibilidades de invasión norteame-
ricana para apoyar a las fuerzas opositoras al gobierno de Nicolás Maduro.

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