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Nuevos enfoques y materiales para una biografía del P.

Bonaventura Ubach1

New approaches and materials for a biography of P. Bonaventura Ubach


Jordi Vidal - Universitat Autònoma de Barcelona
jordi.vidal.palomino@uab.cat

[El objetivo del presente artículo es el de analizar la figura de Bonaventura Ubach desde una perspectiva crítica
que permita superar los estudios excesivamente hagiográficos publicados hasta la fecha. Asimismo, también se
publica documentación inédita sobre Ubach procedente del archivo del Institut d’Estudis Catalans.]
Palabras clave: Estudios bíblicos, arqueología bíblica, Institut d’Estudis Catalans.

[This paper aims to analyze the figure of Bonaventura Ubach from a critical point of view, overcoming the
overly hagiographical studies published to date. Moreover, we also present unpublished documents on Ubach kept
in the Institut d’Estudis Catalans’ archive.]
Keywords: Biblical studies, biblical archaeology, Institut d’Estudis Catalans.

1. De la hagiografía a la biografía

Es desde luego poco común, como mínimo en el estado español, que un orientalista del siglo pasado
alcance la categoría de personaje mediático. Sin embargo, ese es el caso en Catalunya del monje
benedictino Bonaventura Ubach (Barcelona, 1879 – Montserrat, 1960).
Desde un punto de vista estrictamente académico, Ubach ocupa un lugar destacado en el ámbito de los
estudios bíblicos y orientales en la Península Ibérica por dos motivos fundamentales: (1) su monumental
proyecto de traducción al catalán, comentario e ilustración gráfica de la Biblia, y (2) la creación del
Museo Bíblico de Montserrat. Por lo que se refiere al primer proyecto, conocido como la “Bíblia gran de
Montserrat”, Ubach no sólo fue su ideólogo sino que además fue el autor de la traducción de Gènesi
(1926), los comentarios de Èxode i Levític (1927), Nombres i Deuteronomi (1928), Psalteri (1932), I i II
de Samuel (1952), Josuè, Jutges, Rut (1953), I i II dels Reis (1957) y I i II dels Paralipòmens, Esdras-
Nehemias (1958) y la ilustración de Gènesi (1929), Èxode i Levític (1934) y Nombres i Deuteronomi
(1954). Por lo que se refiere al segundo proyecto, enteramente ligado al primero, Ubach aprovechó sus
viajes y estancias por el Próximo Oriente para hacerse con gran cantidad de objetos arqueológicos
mesopotámicos, cananeos, egipcios, etc. El objetivo de dicho afán coleccionista era, por una parte,

1. Agradezco a Lluís Feliu la lectura del artículo y las sugerencias al mismo, que sin duda han mejorado la versión final. Por
supuesto, cualquier error es responsabilidad únicamente mía.

Aula Orientalis 33/2 (2015) 333-348 (ISSN: 0212-5730) Recibido/Received: 09/07/2015


Aceptado/Accepted: 25/07/2015
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adquirir materiales susceptibles de contribuir a su gran proyecto de ilustración de la Biblia y, por otra,
servir en el proceso de instrucción bíblica de los monjes de Montserrat.
Ambos proyectos han situado a Ubach en un lugar preeminente tanto en el resurgir de los estudios
bíblicos en el estado español durante la primera mitad del siglo XX, como entre los pioneros del
orientalismo antiguo en España.
La eclosión mediática que se ha experimentado últimamente en torno a su figura es fácil de comprobar
repasando la reciente producción bibliográfica centrada en él. Así, en 2009 por fin se publicó su Dietari
d’un viatge per les regions de l’Iraq (1922-1923), en una edición de gran calidad gráfica a cargo de
Damià Roura, pero que, por desgracia, no incluye aparato crítico ni índices, limitándose a la transcripción
del texto original, acompañada por una brevísima introducción al personaje y su obra (para una reseña
crítica véase Da Riva 2010). Un año después, el periodista Martí Gironell publicaba la novela
L’arqueòleg, centrada en la figura de Ubach, siendo uno de los títulos en lengua catalana más vendidos
aquel año. Asimismo, conviene destacar la exposición Viatge a l’Orient Bíblic, celebrada entre el 14 de
abril y el 26 de junio de 2011 en la Capella de Santa Àgata de Barcelona, y basada en Ubach. Dicha
exposición constituye en la actualidad un nuevo espacio expositivo del Museo de Montserrat. Además, y
coincidiendo con el centenario de la creación del Museo Bíblico, Publicacions de l’Abadia de Montserrat
reeditaba en 2011 la obra de Ubach El Sinaí. Viatge per l’Aràbia pètria cercant les petjades d’Israel
(primera edición de 1913; segunda edición aumentada de 1955), y en 2012 la biografía de Romuald Díaz
Dom Bonaventura Ubach. L’home, el monjo, el biblista (primera edición de 1962). A ellos cabe añadir el
dossier del número 602 de la revista Serra d’Or (febrero de 2010) dedicado a Ubach, así como diversos
artículos académicos también centrados en él (Vidal 2010; Cervera 2011; Raurell 2011; Tragan 2011;
Masot 2012), e incluso una recreación de su primer viaje al Sinaí, conmemorando el centenario del
mismo (Cervera / Lufrani 2012).
Las causas que explican este interés tanto académico como mediático en la figura de Ubach son
diversas y difíciles de priorizar: la dimensión y calidad de sus aportaciones, el atractivo romántico que
acompaña a la figura del viajero por tierras remotas a la búsqueda de objetos antiguos, el éxito de la
novela de Gironell, etc.
La mayoría de los trabajos mencionados sobre la figura de Ubach coinciden de forma prácticamente
unánime a la hora de ensalzar las muchas virtudes que acompañan al personaje. Tanto es así, que a
menudo adquieren unos tintes hagiográficos poco comunes en el ámbito académico. Desde estas líneas
planteamos la necesidad de una aproximación mucho más equilibrada a la figura de Ubach que,
reconociendo sus méritos evidentes, tenga en cuenta también otras cuestiones que ayuden a entender en
toda su complejidad a esta figura extraordinaria. Con esa intención, en el presente artículo proponemos
una reflexión sobre tres cuestiones concretas relacionadas con la biografía y la trayectoria intelectual de
Ubach: (1) una valoración crítica de su labor como coleccionista de antigüedades arqueológicas, (2) un
análisis de su posición en el contexto de los estudios bíblicos de la primera mitad del siglo XX y (3) una
reflexión sobre sus opiniones políticas y religiosas relacionadas con el Próximo Oriente contemporáneo.
Por último, presentamos también fuentes inéditas, conservadas en el Institut d’Estudis Catalans, que
aportan algunas novedades interesantes sobre determinados aspectos de su biografía.

2. El coleccionismo de antigüedades y el papel de la arqueología en los estudios bíblicos

La labor de Ubach labor como coleccionista de objetos “bíblicos” con frecuencia ha sido celebrada
como una actividad modélica, motivo de orgullo no únicamente porque aportó materiales de gran calidad
para el Museo Bíblico de Montserrat, sino también porque esos materiales fueron adquiridos de forma
“adecuada”. Así, en una entrevista a propósito de su novela L’arqueòleg, Martí Gironell apuntaba sobre
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esta cuestión: “Fui rascando, llegué a su biografía y a sus libros de viaje y encontré a un hombre que fue
documentando todas y cada una de las inversiones que realizó para comprar objetos, porque lo último que
quería es que su monasterio se viese implicado en sospechas de expolio” (La Vanguardia 25/11/2010).
Este intento por destacar la actuación modélica de Ubach en lo que se refiere a la adquisición de
antigüedades no se limita al ámbito estrictamente periodístico. El mismo también predomina en los
trabajos académicos que han tratado de reconstruir la historia del Museo Bíblico de Montserrat, donde a
menudo se define la labor de Ubach a partir de substantivos libres de cualquier connotación negativa:
“compra”, “adquisición”, “obtención”... (véase, por ejemplo, Camps 1979; Díaz 1997; Valdés 2001 y
2005; Tragan 2011).
Curiosamente, el propio Ubach, a diferencia de los autores posteriores que han glosado su figura,
nunca trató de esconder los métodos a menudo irregulares que utilizó para conseguir algunas de las piezas
que deseaba. Sirva como ejemplo el relato de su visita al yacimiento mesopotámico de Ur el 23 de abril
de 1923, dónde él mismo explicaba cómo consiguió burlar la vigilancia para sustraer un ladrillo de
fundación con una inscripción de Nabucodonosor II. Finalmente fue descubierto, viéndose forzado a
convencer a los guardias para que le permitieran conservar la pieza:

Burlant jo la vigilància dels guardians, he reeixit a arrencar del paviment del presbiteri una rajola-maó
amb l’estampillat de Nabucodonosor, exposada actualment al Museu Bíblic de Montserrat. Quan me
l’emportava, he estat descobert per dos dels susdits guardians, forts que desemboliqués el gran mocador, per
poder examinar el contingut. Jo m’hi he resistit. Vistes llurs instàncies els he dit que era un maó ordinari
qualsevol, que jo intentava conservar com a record de la visita feta a aquest lloc; i s’han donat per satisfets
(Ubach 2009, 137s.).

De forma realmente sorprendente, su biógrafo Romuald Díaz describió este episodio como “Compra
[de] un ladrillo de Nabucodonosor, del templo de Ur” (Díaz 1997, 15).
En otro momento Ubach cuenta cómo engañó a la propietaria de una pieza de gran valor, un talento
babilónico de calcita negra en forma de pato,2 haciéndole creer que se trataba de un objeto vulgar,
merecedor únicamente de una pequeña recompensa (30 piastras, el equivalente a 2 libras esterlinas):

Era un objecte arqueològic d’un valor considerable. Era un talent babilònic, el més alt de la categoria dels
pesos en aquell imperi. Vaig procurar dissimular la meva pregona satisfacció per aquesta inesperada troballa i,
tot lliurant a la dona 30 rupies (2 esterlines), li vaig dir que es procurés una altra pedra ordinària per substituir
la que acabava d’ésser extreta. Encontinent, per tal d’evitar possibles complicacions, vaig prendre la pedra, o
pes, en qüestió, i, com si fos una palla (talment era el meu goig), vaig anar de pressa, de pressa a dipositar-la a
la residència episcopal, per a expedir-la al més prompte possible, cap a Barcelona i a Montserrat (Ubach 2009,
85).

Asimismo, una vez reunidos la mayoría de los materiales obtenidos en Siria e Irak durante el período
1922-1923, Ubach explicaba cómo consiguió burlar el control de aduanas. Su amigo, el arzobispo de
Bagdad, Mons. Dal·lal hizo creer al director general del Ministerio de Instrucción Pública iraquí que
todas aquellas piezas arqueológicas reunidas por Ubach no eran más que curiosidades folklóricas carentes
de valor:

2. Para un breve estudio de dicha pieza véase recientemente Márquez 2015, 122ss.
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(...) tot fent comprendre al director del susdit Ministeri que les caixes, més aviat que antiguitats, contenien
objectes curiosos del país (Ubach 2009, 172).

Como vemos, Ubach, y a diferencia de lo que ha sido la práctica común por parte de sus biógrafos,
nunca trató de esconder la forma irregular a través de la cual obtuvo y trasladó una parte de los materiales
expuestos en el Museo Bíblico de Montserrat. Si lo hacemos nosotros es para tratar de esconder una
realidad en la actualidad incómoda, aunque habitual en aquella época.
Otro aspecto que conviene notar es el hecho de que junto con piezas de un valor destacable, también
adquirió de forma inconsciente diversas falsificaciones para su museo. Por lo que se refiere a la famosa
colección de tablillas cuneiformes de Montserrat, Ubach, a pesar de no ser asiriólogo, se consideraba
perfectamente capaz de identificar tablillas falsas a partir de un rápido análisis visual. Así se aprecia en la
entrada de su diario de viaje por Irak correspondiente al 7 de mayo de 1923, donde afirmaba que pudo
fácilmente detectar las falsificaciones que le estaba mostrando el arzobispo caldeo de Kirkuk:

Després d’una llarga conversació, pregunto si seria possible en aquesta ciutat fer adquisició d’objectes
antics, i al cap de poc me’n són presentats una certa quantitat: tauletes cuneïformes, claus, etc. Els examino
atentament, i constato que no n’hi ha un sol que sigui autèntic; tots són falsos i no més que imitacions. Llavors
hom s’excusa dient que els objectes d’algun valor foren venuts als alemanys i a d’altres bel·ligerants que per
allí passaren durant la guerra mundial, i també portats al Museu de Bagdad (Ubach 2009, 144).

Un ejemplo muy similar lo encontramos en la anécdota ocurrida el 12 de mayo de 1923, cuando el


arzobispo de Alepo trató de venderle un lote de 30 tablillas cuneiformes:

Tappuni, Arquebisbe d’Alep, el qual, després d’una estona de conversació, em presenta algunes
antiguitats de valor ínfim i preus inversemblants. Entre elles hi ha 30 tauletes cuneïformes, que només de
veure-les i tocar-les s’exhibeixen com a falses. El referit senyor protesta, i nega que siguin falses. Per a provar-
ho li pregunto per quin preu les vendria, i em respon que per 600 rupies (40 esterlines). “No les hi compraria,
ni per un xíling”, li responc. Ell fa semblant d’indignar-se; però després hi ha hagut qui m’ha dit
confidencialment que el desvergonyit senyor prou ho sabia ben cert que les tauletes eren falses (Ubach 2009,
152).

Sin embargo, y a pesar de esos episodios en los que Ubach se refiere a su talento para la identificación
de tablillas cuneiformes de dudosa procedencia, un trabajo reciente estima que la colección de Montserrat
incluye un total de quince inscripciones cuneiformes falsas (siete tablillas, cinco prismas, dos vasos de
piedra y un amuleto) (Márquez / Molina 2006). Si bien es cierto que se trata de una cifra relativamente
baja respecto a las más de 800 tablillas y fragmentos adquiridos, también es cierto que su mera existencia
desmiente la infalibilidad que Ubach pretendía tener en la identificación de ese tipo de piezas. De hecho,
Márquez y Molina llegan incluso a plantear la posibilidad de que las tablillas de Kirkuk, que Ubach
calificó como falsas, fueran en realidad textos auténticos procedentes de Nuzi (Márquez / Molina 2006,
290). Con todo, y en descargo de Ubach, cabe apuntar que un experto asiriólogo como Anton Deimel
llegó a publicar dos de las tablillas falsas adquiridas por Ubach (MM1 y MM2), como ejemplos de un
nuevo tipo de escritura cuneiforme (Deimel 1920). Finalmente, notar que entre las falsificaciones
adquiridas por Ubach también deben contabilizarse una cabeza de Gudea y un mínimo de dos sellos
cilíndricos (Riera 1985, 310ss.).
Las últimas líneas de este apartado las reservamos para el análisis del papel que Ubach concedía a la
arqueología en el contexto de los estudios bíblicos. Para la exégesis histórico-crítica, la arqueología, junto
con las demás ciencias auxiliares (filología, crítica literaria, historia de las religiones, etc.), desempeñaba

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un papel muy importante para la correcta interpretación del texto. Ubach, en cambio, se aproximó a la
disciplina de otra forma. En su opinión, la arqueología servía esencialmente para confirmar e ilustrar la
Biblia:

(…) la luz que ha brotado de las excavaciones recientísimamente practicadas en Babilonia, Asiria y Egipto y
demás pueblos que habían estado en contacto con el pueblo de Israel, ha confirmado los hechos relatados en la
historia sagrada de una manera tan irrefragable que sería una lástima desaprovecharlos en un comentario a la
Biblia (Ubach 1940, 8).

Así, a menudo Ubach usaba los datos arqueológicos de forma sesgada y con finalidades estrictamente
apologéticas, en tanto que evidencias externas que, en su opinión, confirmaban con exactitud la veracidad
histórica de los relatos bíblicos. Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en su apasionada
valoración acerca de las excavaciones austro-alemanas en el yacimiento de Jericó llevadas a cabo entre
1907 y 1909. Dichos trabajos, dirigidos por el biblista Ernest Sellin y el arqueólogo Carl Watzinger,
fueron las primeras excavaciones en el yacimiento propiamente dichas, tras los sondeos realizados por
Charles Warren y Frederick John Bliss en 1868-1869 y 1894 respectivamente. Las mismas permitieron,
entre otros aspectos, establecer la secuencia de ocupación del yacimiento a partir de cuatro grandes
periodos: prehistoria, periodo cananeo, periodo israelita, periodo judío (Sala 2014, 122ss.). Ubach,
haciéndose eco de los trabajos de Sellin y Watzinger (aunque sin citarlos), afirmaba con vehemencia que
aquella secuencia cronoocupacional, para desgracia de los racionalistas, confirmaba la veracidad tanto de
la destrucción de Jericó por parte de Josué (Jos 6), como de su reconstrucción durante el reinado de Ahab
de Israel (1 Re 16: 14):

Los resultados obtenidos en aquel primer periodo de excavación fueron sorprendentes, y el examen
detenido y concienzudo de todo lo descubierto, en especial la cerámica, ha puesto en claro dos verdades; 1ª la
súbita interrupción de vida en pleno período cananeo; 2ª reaparición de la vida en el mismo lugar hacia el siglo
IX ó VIII antes de Jesucristo.- Que los racionalistas y bibliólogos lean ahora la segunda mitad del capítulo VI
del libro de Josué y el versículo 34 del capítulo XVI del libro 3º [sic] de los Reyes, y que nos digan si puede
haber concordancia más admirable entre la ciencia y los sagrados libros (Ubach 1909b, 277).

Sin embargo, lo cierto es que la propuesta de Sellin y Watzinger, así como las valoraciones de Ubach,
dependían enteramente del texto bíblico. Posteriores estudios del material demostraron que aquellas
estructuras, en especial las fortificaciones, que Watzinger en un primer momento había fechado a finales
del Bronce Reciente (ca. siglo XIII a.n.e.), eran mucho más antiguas, concretamente del Bronce Antiguo
III y del Bronce Medio III (Sala 2014, 124), con lo que desaparecía por completo esa supuesta correlación
con el texto bíblico. De hecho, el progreso de la investigación ha demostrado que, cuando supuestamente
se produjo la conquista de Josué, Jericó estaba prácticamente abandonada. Con el tiempo, por lo tanto, y a
pesar de las consideraciones primeras de autores como Sellin, Watzinger y el propio Ubach, Jericó no
solo no ha confirmado la veracidad de los relatos de la conquista israelita, sino que en realidad se ha
alzado como un ejemplo paradigmático de la discrepancia entre el relato bíblico y los datos
arqueológicos.
Por lo que se refiere a la ilustración de la Biblia, Ubach acudía a la recolección y estudio de elementos
de la cultura material, para que sirvieran como imagen de determinados pasajes bíblicos. En este sentido,
Ubach evidenciaba una concepción de la arqueología más próxima a la de los anticuarios-coleccionistas
que a la de los arqueólogos de principios del siglo XX, cada vez más preocupados por cuestiones
estratigráficas, secuencias cerámicas o técnicas de excavación que por la mera recuperación, colección y

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catalogación de objetos. Y es que Ubach no expresó nunca un interés científico por el trabajo
arqueológico propiamente dicho. De hecho, siempre fue muy explícito a la hora de mostrar su sincero
desprecio por la arqueología de campo. En este sentido conviene destacar un episodio concreto que ilustra
perfectamente esta cuestión: la oferta que recibió para convertirse en el director de las excavaciones
arqueológicas del importantísimo yacimiento de Siquem (Israel) (Díaz 1962, 191). El político y mecenas
catalán Francesc Cambó financiaba en parte las excavaciones en Tell Balata (la antigua Siquem) y las
relaciones que mantenía con el director de las mismas, el arqueólogo Gabriel Welter, no eran
especialmente fluidas (Mirambell 1997), por lo que ofreció a Ubach hacerse cargo de las mismas. Ubach,
sin embargo, rechazó amablemente la oferta. En una carta de 3 de marzo de 1932 dirigida al abad de
Montserrat, Antoni Maria Marcet, Ubach sostenía que aceptar dicha tarea le impediría proseguir con sus
trabajos de traducción, comentario e ilustración de la Biblia. Al mismo tiempo, aseguraba, el cargo de
director de excavaciones debía ofrecerse no a un biblista como él, sino a un joven con ansias de progresar
rápidamente en el ámbito académico con poco esfuerzo, y cuyos únicos requisitos debían ser la eficacia
en la vigilancia de los obreros y la capacidad de aburrimiento necesaria para soportar interminables
jornadas de trabajo de campo estéril a la espera de un hallazgo espectacular:

Si desitja que doni un volum per any de La Bíblia, li aconsello de no manar-me d’anar a Siquem a dirigir
les excavacions. També farà cosa d’un any i mig que el pare Deimel, de l’Institut Bíblic de Roma, m’havia
demanat per prendre part en unes possibles excavacions a Mesopotàmia, i li vaig contestar refusant
categòricament l’oferta per raó dels treballs nostres, als quals estic exclusivament donat. El càrrec de director
d’excavacions és ideal per aquell home que, després de fets alguns estudis d’arqueologia, desitja fer-se un nom
a poca costa, i té la vocació d’estar-se un dia rera un altre al costat i a la vigilància dels treballadors, i de
sacrificar dies, setmanes i de vegades mesos amb l’esperança de fer alguna bona troballa. En el fons és una
ocupació com una altra, i un bon religiós pot encaminar-la també a la pròpia santificació i a l’adquisició de
mèrits per a la vida eterna... (citada en Díaz 1962, 192).

Queda claro, por tanto, que dentro del marco teórico de Ubach, la arqueología, entendida como un
simple método de extracción y clasificación de objetos, jugaba un papel secundario. Sus energías estaban
enteramente dedicadas al estudio filológico y exegético del texto bíblico. La arqueología constituía
únicamente un recurso auxiliar que, convenientemente presentado, servía para confirmar la verdad
histórica de las escrituras y para proporcionar imágenes útiles para la ilustración de las mismas.

3. Ubach y los estudios bíblicos

A menudo, los autores que se han aproximado a la figura de Ubach han tratado de establecer un
paralelismo entre él y el que fue su profesor de exégesis en Jerusalén durante el periodo 1906-1910, el
gran biblista francés Marie-Joseph Lagrange (Bourg-en-Bresse, 1855 – Saint-Maximin-la-Sainte-Baume,
1938) (Puig 2011, 146; Cervera 2011). Aunque existen puntos de contacto evidentes entre ambos
personajes, la comparación es a todas luces excesiva por cuanto la figura de Lagrange posee una
dimensión y sus trabajos una repercusión muy superiores a los de Ubach. En cualquier caso, y más allá de
la recepción de su obra, lo cierto es que existe una diferencia fundamental en la forma en que ambos se
aproximaron al estudio e interpretación de la Biblia.
Lagrange ocupa un lugar de honor en la historia de los estudios bíblicos. Fundador de la École
biblique de Jerusalén (1890) y de su principal órgano de difusión, la Revue Biblique (1892),3 Lagrange

3. Sobre la figura de Lagrange véanse, entre otros, Montagnes 2004 y Vincent 2013.
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acometió una de las tareas más complejas y valientes en el ámbito de la exégesis bíblica. Así, durante la
segunda mitad del siglo XIX los estudios bíblicos experimentaron importantes cambios. Entre los círculos
protestantes liberales surgió la necesidad de repensar la exégesis bíblica tradicional. Ante las crecientes
dudas sobre la historicidad de muchos de los relatos bíblicos, sobre sus autores y la fecha de composición
de los distintos libros, sobre las muchas inexactitudes históricas de la Biblia que estaban demostrando la
arqueología y la historia antigua del Próximo Oriente, desde esos ambientes se planteó la necesidad de
abandonar las posturas exegéticas dogmáticas. En su lugar se proponía una aproximación el estudio de la
Biblia a partir de una metodología de análisis científica. Se trata del denominado método histórico-crítico,
que defiende el recurso prioritario a las ciencias auxiliares (filología, crítica textual, crítica literaria,
arqueología, historia antigua, historia de las religiones, etc.) como vía para tratar de comprender el
significado histórico del texto bíblico y reconstruir la historia de su creación. La aplicación del método
histórico-crítico permitió, entre otros, descartar la remota antigüedad del Pentateuco y su atribución a
Moisés, definir los géneros literarios del texto, intentar reconstruir la historia del mismo a partir de la
teoría documentaria, así como identificar gran cantidad de fuentes e influencias extra-bíblicas que
determinaron de manera decisiva la forma final de los relatos bíblicos.4
Ante este nuevo panorama, la exégesis católica se rebeló a la defensiva, reforzando, aún más si cabe,
una postura tradicionalmente apologética y reaccionaria frente a aquellas nuevas tendencias, calificadas
como “racionalistas”. Entre las voces católicas discordantes destacaba la figura de Lagrange, quién
defendió que la honestidad intelectual obligaba a la aplicación del método histórico-crítico al estudio de la
Biblia (véase, por ejemplo, Lagrange 1903). Ello le valió durísimos reproches por parte de personalidades
como el jesuita belga Alphonse Delattre y el jesuita austriaco Leopold Fonck. El momento culminante de
ese movimiento de oposición a la obra de Lagrange llegó en 1911-1912. Louis Heidet, antiguo profesor
de topografía bíblica en la École Biblique denunció a Lagrange ante el Papa Pío X, acusándolo de
“racionalista peligroso” a causa de su empleo de la exégesis histórico-crítica. El 29 de junio de 1912, la
Congregación Consistorial prohibió que los seminaristas pudieran leer algunas de las obras de Lagrange,
quien se vio forzado a abandonar temporalmente la École Biblique, Jerusalén y la enseñanza.
Por su parte, Ubach fue alumno de Lagrange en la École Biblique durante su primera estancia en
Palestina (1906-1910), estableciendo con el tiempo una estrecha relación de amistad entre ambos, que
culminó con la publicación por parte de Ubach de una nota pública de apoyo a Lagrange en 1912,5
cuando aquél se hallaba en el momento más duro de su carrera.6 Lagrange correspondió a aquel gesto con
una carta, escrita el 3 de diciembre de 1912, de sincero agradecimiento a Ubach:

Je ne sais comment vous remercier de la marque de sympathie que vous m’avez donné dans votre Bulletin. Il
n’y a qu’un espagnol pour montrer autant de caractère. Les Français sont courageux à la guerre, mais pas
toujours ailleurs. Vous avez été d’ailleurs le seul dans le monde entier, avec un peu l’“American Eclesiastical
Review”, beaucoup moins nette, et je souhaite de tout coeur que cela ne vous attire pas des ennuis. Pour moi je
fais le moins de bruit possible, mais je ne puis empecher los disparates des journaux. On ne peut empecher de
parler, quoi qu’on fasse. Ils répondent que c’est leur métier. Je prèche un peu a Paris et je travaille. 7

4. La bibliografía acerca del surgimiento y desarrollo del método histórico-crítico es abundantísima. Véanse, por ejemplo,
Wilckens 1970; Rogerson 1992, 431ss.; Raurell 1995, 219ss.; Kerbs 2002 y 2003.
5. Revista Montserratina Año VI Num. 11, p. 523 n. 1.
6. En el archivo de la abadía de Montserrat se conservan un total de 19 cartas/postales de Lagrange a Ubach que testimonian
las estrechas relaciones entre ambos.
7. La carta aparece parcialmente transcrita en Díaz 1962, 44, que la data erróneamente el 3 de septiembre de 1912.
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Sin embargo, desde un punto de vista exegético, Ubach se situaba en las antípodas del método
histórico-crítico, posicionándose dentro de la ortodoxia católica más estricta. Así, a los pocos meses de
llegar a Jerusalén en 1906, escribía una carta al P. Benito López, quien le había introducido en los
estudios bíblicos en los últimos años del s. XIX y principios del XX, donde le manifestaba su profundo
rechazo a las propuestas de Lagrange y sus discípulos:

Hablar a V. del sistema racionalista es hablarle ya de la nueva escuela, por lo menos la de Jerusalén; pues
¿quiere saber lo que ella profesa? Tome y lea las tres obras principales y muy conocidas de Wellhausen y
entérese bien de sus teorías; tales son en substancia las de las escuelas de los padres Dominicos. Una sola
diferencia encuentro entre éstos y Wellhausen, y es la de la inconsecuencia. Pues los Dominicos
afortunadamente parecen detenerse ante las conclusiones no conformes a las enseñanzas dogmáticas, no más (y
aún gracias), de la Iglesia. Pero digo mal: quien parece detenerse es el padre Lagrange, quien por otra parte
posee una elocuencia extraordinaria y tiene mil medios para presentar la cosa más absurda con una apariencia
de verdad; empero sus discípulos… Dios nos libre de esos mozalbetes, que no sé dónde irán a parar si siguen
como han empezado y con tantos bríos de libertad, progreso y… ¿lo diré?; sí, y de poco respeto a la Iglesia y a
todo lo que huele a Congregación romana o Comisión Bíblica (citada en Díaz 1962, 41).

Es cierto que, con el tiempo, Ubach matizó mucho aquel primer rechazo inicial, llegando a aceptar lo
que él denominaba una “crítica moderada y razonable del texto” (Ubach 1955, 196). Con todo, siguió
calificando a Julius Wellhausen y sus seguidores como los responsables de una “crítica mal entendida y
mal fundamentada”, basada en “sutilezas puramente imaginarias” que tenían como único objetivo
“encontrar contradicciones” en el Pentateuco (Ubach 1955, 191).
Ciertamente, Ubach concedió importancia al empleo de algunas de las ciencias auxiliares en el estudio
de la Biblia, sobre todo a la filología, defendiendo a ultranza la conveniencia de aproximarse al texto en
sus lenguas originales (hebreo, arameo y griego). Pero no fue más allá. Tal y como apuntaba Frederic
Raurell, en su exégesis, Ubach fue perfectamente capaz de obviar las principales innovaciones surgidas
desde las filas histórico-críticas, para situarse incluso más a la derecha que la propia Pontificia Comisión
Bíblica (Raurell 1995, 272s.). Así, por ejemplo, en su obra El Gènesi de 1926 Ubach todavía defendía
cuestiones atávicas como la pretendida autoridad mosaica del Pentateuco, al tiempo que calificaba de
errónea la teoría documentaria de Julius Wellhausen (Ubach 1926, 40s.). En su lugar, Ubach seguía
apostando por una interpretación literal de la Biblia, sin alejarse de los parámetros católicos más estrictos.
De esta forma, mientras que Lagrange fue un autor moderno, valiente, capaz de propuestas
innovadoras que contribuyeron a difundir el estudio crítico y metodológicamente riguroso de la Biblia,
Ubach por su parte se atrincheró en la más estricta ortodoxia católica, en una exégesis dogmática. Su obra
bíblica tiene un enorme mérito, desde luego, pero sobre todo se trata de un mérito local. Su gran valor fue
proponer una versión catalana de la Biblia, hecha desde el más absoluto rigor filológico. Pero desde un
punto de vista exegético la obra bíblica de Ubach es una obra que ya nació “vieja” (Raurell 1995, 272;
véase también Puig 2011), que no tuvo en cuenta las últimas tendencias exegéticas, no por
desconocimiento, sino por convicción. Ubach permaneció fiel a una tradición católica conservadora en la
interpretación literal de la Biblia, que no distinguía entre dogma e historia, y que hundía sus raíces en la
ya por entonces bicentenaria obra de Augustin Calmet Commentaire litteral sur tous les libres de l’Ancien
et du Nouveau Testament (1707-1716), de la que el propio Ubach se consideraba orgulloso heredero
(Ubach 1940, 6).

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NUEVOS ENFOQUES Y MATERIALES PARA UNA BIOGRAFÍA DEL P. BONAVENTURA UBACH

4. Ubach y la situación política y religiosa del Próximo Oriente

Al margen de su labor estrictamente relacionada con la arqueología y los estudios bíblicos, el


testimonio de Ubach posee también un valor notable por ser testigo directo de una de las épocas más
importantes de la historia contemporánea del Próximo Oriente. En diversos de sus escritos, Ubach
mostraba un vivo interés por la situación política en la región, siempre desde una posición radicalmente
católica y conservadora, plagada de prejuicios religiosos y también, hay que decirlo, raciales.
Su análisis de las comunidades religiosas del Próximo Oriente es, desde luego, polémico, sobre todo
cuando se refiere a griegos ortodoxos, musulmanes (especialmente chiíes) y judíos, a los cuales dedica
diversas reflexiones sinceras, que hoy calificaríamos como políticamente incorrectas, y que nos permiten
conocer bien tanto la mentalidad de Ubach como el contexto de la época.
Ubach sentía una inquina particular hacia los griegos ortodoxos, a los que definía como “populacho
cismático” o “pueblo desgraciado, intrigante y degradado, entregado desde hace siglos al servicio del
Islamismo” (Ubach 1907, 289). En cambio, la valoración que hace de las comunidades musulmanas es
poliédrica. A menudo les agradece y exalta su hospitalidad, su lengua, costumbres y folklore. Pero en
ocasiones también les lanza duros reproches. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en su descripción
de la muchedumbre árabe que encontró al desembarcar en Port Said el 3 de abril de 1906, a los que no
dudaba en calificar de simios, demonios y malos espíritus.

(…) desembarquem enmig del baladreig i espantosa confusió originada per una xurma d’àrabs, que més que
homes, semblaven, per llur aspecte ferotge i malacarós, dimonis encarnats, i que mitja hora abans que baixés
l’àncora el nostre “Etoile”, l’havien ja envaït, pujant igual que micos i mals esperits pels cables de babor
(Ubach 1955, 13).

A los chiíes de Irak a menudo les recriminaba su condición material miserable, condición que le
resultaba particularmente desagradable, hasta el punto de evitar a toda costa viajar con ellos por miedo a
algún tipo de contagio:

És veritat que tots els matins surt una gasolinera que és més expeditiva; però va tan abarrotada de carregament
i de xiites de la més baixa condició: bruts, pestilents, infectes, que renuncio a embarcar-m’hi per por de
contreure una malaltia (Ubach 2009, 131).

Gràcies a Déu he tingut la sort de poder prendre aquest auto en companyia de només dos altres passatgers
musulmans, i no pas en cap dels altres sis atapeïts de xiites que es dirigien a la Meca (Ubach 2009, 172).

Pero donde Ubach demuestra con más virulencia sus prejucios religiosos y raciales es en el caso de los
judíos. En este sentido, Ubach es el autor responsable de algunos párrafos que firmarían sin dudarlo otros
furibundos biblistas antisemitas como Paul de Lagarde.8

(...) y esa raza execrable, cuya maldición divina se halla reflejada en sus rostros, continúa siendo el pueblo más
odioso de la tierra, é inspirando asco á todo el mundo (Ubach 1909a, 78).

8. Sobre el papel de Lagarde como ideólogo del antisemitismo véase recientemente Sieg 2013 [2007].
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JORDI VIDAL

Ubach escribía esas palabras en 1908, cuando tenía 29 años de edad. En 1923, es decir, catorce años
después, ya en plena madurez intelectual, describía a la comunidad judía de Bagdad recurriendo a uno de
los tópicos más frecuentes de la literatura antisemita europea, el del judío banquero:

Per això Bagdad és ric, per això té un esdevenidor assegurat, per això, a més, hi ha tants fills d’Israel, fins a uns
cinquanta mil i més, com diuen, que tenen en llur mà tot el comerç, fins al punt de fer del dissabte el principal
dia de repòs. Capficats en llurs afers, es diria que tots ells neixen ja banquers, grans o petits (Ubach 2009, 60).

La realidad de la comunidad judía iraquí de la época era muy distinta a la descrita por Ubach. A
principios del siglo XX tan solo un 5% de los judíos del país ejercían como grandes comerciantes y
banqueros, los cuales, efectivamente, tenían un control prácticamente absoluto de las finanzas y el
comercio iraquí. Asimismo, por debajo suyo encontramos a una clase media, que constituía el 30% de la
población, compuesta básicamente por comerciantes mayoristas y minoristas. Por el contrario, la gran
mayoría de la población, un 60%, vivían al límite de la pobreza, empleados en actividades tradicionales
(tejedores, artesanos, músicos, etc.). Finalmente, en el estrato más bajo de la comunidad se situaba un 5%
de la población, concentrada en las ciudades de Kirkuk, Mosul y Bagdad, que tenía el robo como
principal mecanismo de subsistencia (Gat 1997, 9ss.). El contraste evidente entre esos datos y la grosera
generalización de Ubach (“todos ellos nacen banqueros”) demuestra hasta qué punto los prejuicios
antisemitas habían calado hondo en él.
También resulta especialmente interesante el testimonio y la opinión de Ubach acerca del conflicto
árabe-judío en Palestina. Ubach residió en Jerusalén entre 1906 y 1910 y entre 1924 y 1951, por lo que
vivió en primera persona los últimos años del dominio otomano, el imparable crecimiento de la
inmigración judía en Palestina, la definitiva configuración de la conciencia nacional de los árabes
palestinos, el mandato británico, la creación del estado de Israel, etc. En su correspondencia con la
comunidad benedictina de Montserrat son relativamente frecuentes las noticias sobre los enfrentamientos
violentos entre árabes y judíos:

Fa cinc dies que els disturbis tenen en pànic la Ciutat Santa i tota la Palestina. Sembla que la correspondencia
queda estancada a correus sense ésser distribuïda. La situació és molt difícil. Nosaltres, per ara, gràcies a Déu,
estem fora de perill imminent, si més no, mentre la guerra santa de l’Islam vagi exclusivament contra el poble
jueu. Ara, si els arribés la notícia que el musulmà s’ha girat també contra la Creu, faran bé de pregar per
nosaltres (citado en Díaz 1962, 201).

Sobre esta cuestión no se limitó a actuar como cronista de la violencia sino que realizó un diagnóstico
del conflicto que, desgraciadamente, la historia posterior se ha encargado de confirmar:

Però el mal és de molt endins, inguarible. Només estem al començ del terrible conflicte judeo-àrab que s’anirà
agreujant cada dia més, a despit dels fusells anglesos (citado en Díaz 1962, 201).

Llegados a este punto es interesante notar un cambio de opinión de Ubach. Si en 1909 denunciaba la
anarquía en la que había caído el imperio otomano (Ubach 1909b, 277), en la década de los 30, y ante el
incremento de la violencia en la región, confesaba añorar la época de la dominación turca (Díaz 1962,
201). Con todo, la postura aparentemente proturca de Ubach no era fruto de la admiración o
reconocimiento del Imperio Otomano, sino que nacía de una circunstancia personal e inmediata. Ubach
añoraba el dominio turco porque fue esa la única época en la que se había sentido seguro y con libertad
para recorrer la región a la búsqueda de antigüedades para su museo, de ejemplares botánicos para su

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NUEVOS ENFOQUES Y MATERIALES PARA UNA BIOGRAFÍA DEL P. BONAVENTURA UBACH

herbolario, de escenas folklóricas para su ilustración de la Biblia… El conflicto árabe-judío suponía una
amenaza para su seguridad física y un problema para el normal desarrollo de sus estudios bíblicos y de
sus actividades como coleccionista de antigüedades. Terminaremos reconociendo que, más allá de estas
consideraciones apresuradas, enteramente basadas en fuentes ya publicadas, queda pendiente un estudio
detallado de la abundante correspondencia inédita de Ubach para analizar en profundidad su posición en
dicho conflicto.
En general podemos afirmar que la mirada de Ubach sobre el Próximo Oriente de su época fue la
mirada típica del “orientalismo” europeo, tal y como lo definió Edward Said (Said 1978). Así, Ubach
concebía el Próximo Oriente como un “Otro” abstracto, genérico e inmutable. Tan inmutable que estaba
sinceramente convencido, como lo demuestran sus volúmenes de ilustración de la Biblia, acerca de la
posibilidad de encontrar en la Palestina de principios del siglo XX determinadas escenas idénticas a las
descritas en el Antiguo Testamento miles de años atrás:

Folklóricamente, resulta muy interesante comprobar la semejanza que las costumbres y hábitos de los
actuales moradores de Oriente, en especial de los beduinos, guardan con los relatos que de los antiguos
moradores leemos en el Antiguo Testamento. El estudio de los árabes nómadas de nuestros días nos facilita en
muchas ocasiones la comprensión de las costumbres propias de las antiguas razas semitas, cuyos representantes
más genuínos se hallan en los mencionados árabes (Ubach 1940, 8; subrayado del autor).

Asimismo, Ubach transitó a menudo por la región esgrimiendo una actitud colonialista que hoy nos
resulta particularmente antipática. Valgan como ejemplo las palabras que dedicaba a los beduinos que le
servían como guía durante su viaje por el Sinaí en 1910:

Els nostres beduïns encara dormen (...) “Apa, peresosos, els dic, enselleu els camells, que volem marxar”.
Indolents per natura, sense cap estímul que els pugui fer apreciar el valor inestimable del temps, ni cap ideal
que els preocupi, sense cap mena d’ànsia (...) (Ubach 1955, 85s.).

(…) durant el temps de la meva estada a Orient he tingut ocasió de conèixer bon xic el carácter dels beduïns,
d’aquests homes-nens, criatures de 40, 50 i 70 anys (Ubach 1955, 255).

(…) ens han atès sempre sense queixar-se ni rondinar; submisos com esclaus, han complert sempre tots els
nostres desigs (Ubach 1955, 298).

La visión que transmite Ubach del Próximo Oriente es la de un escenario romántico, capaz de
ofrecerle el marco idílico que necesitaba para sumergirse en sus estudios bíblicos. Así, al llegar a
Alejandría en 1922 afirmaba:

Em sento feliç de trobar-me dins el meu element: en llengua, tipus, folklore, en la terra i sota el sol esplèndid
d’orient i respirant arreu una dolça poesia desconeguda en qualsevol regió d’occident (Ubach 2009, 25s.).

Todavía se mostraba más explícito cuando en 1909 compartía con los lectores de la Revista
Montserratina el dolor que le producía tener que dejar los paisajes bíblicos de Palestina para regresar a
Montserrat:

Adiós, monte Olivete, sobre el que he tenido la dicha de establecer mi morada durante dos largos años. Un
momento me ha parecido todo ese intervalo de tiempo. ¡Quién me diera pasar aquí el resto de mis días, sobre

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esta triste y miserable tierra, esperando tranquilamente la muerte y más tarde el juicio cuando tenga lugar en
tus vertientes occidentales del valle de Josafat (Ubach 1909d, 357s.).

Ese escenario romántico tan apreciado por Ubach era un escenario de historia y religión, de clima y de
costumbres ancestrales, poblado por el recuerdo de personajes bíblicos y sus extraordinarias experiencias;
un escenario, en definitiva, imaginado. La realidad del momento era otra cuestión, pues se trataba de una
región que Ubach considerada ocupada por comunidades pintorescas, cismáticas, heréticas, incultas,
indolentes, contagiosas y malditas; comunidades por las que a menudo sentía un profundo desprecio,
desprecio que no dudaba en compartir con sus lectores y corresponsales. Ubach, en este sentido, aparece
como un magnífico ejemplo de mirada occidental hegemónica sobre el Próximo Oriente.

5. Documentos relacionados con el P. Ubach en el Institut d’Estudis Catalans

La producción de una biografía crítica del P. Ubach pasa tanto por aplicar nuevos enfoques que
superen el marco hagiográfico predominante, como por el estudio y publicación de nueva documentación
centrada en su figura. Por supuesto, la mayor parte de los documentos se hallan conservados en la Abadía
de Montserrat, y forman la base sobre la que Romuald Díaz escribió su biografía de Ubach (Díaz 1962).
En este sentido, y a pesar de las facilidades para el estudio de ese material que ofrece la Abadía,
supondría una magnífica noticia la publicación de su abundante correspondencia, lo que sin duda
contribuiría a una todavía mayor difusión y a una mucho mejor comprensión de su figura y de su obra.
Mientras llega ese momento, existe la posibilidad de rastrear distintos archivos donde se guarda otra
documentación relacionada con el P. Ubach. Uno de esos archivos es el del Institut d’Estudis Catalans
(IEC), donde se conservan un total de once cartas de Ubach dirigidas a Antoni Rubió i Lluch (1), Josep
Puig i Cadafalch (1), Jordi Rubió i Balaguer (5) y Ramon d’Alòs-Moner (4), así como el borrador de una
carta de Ramon d’Alòs-Moner a Ubach. Asimismo, Ubach aparece mencionado en una carta de Benet
Junqué a d’Alòs-Moner y en cuatro cartas de Anselm Maria Albareda también a d’Alòs-Moner.9 A
continuación repasamos brevemente los principales temas tratados en el conjunto de esa correspondencia.
La mayor parte de las cartas dirigidas a Jordi Rubió hacen referencia a la propuesta de intercambio de
publicaciones entre el IEC i la École Biblique de Jerusalén, más concretamente entre el Anuari y la Revue
Biblique. Según reconocía Ubach,10 la idea sobre la conveniencia de dicho intercambio fue suya,
haciéndola llegar al IEC a través del P. Ramon Colomé:

Jo vaig esser el que vaig indicar al P. Colomé tingués la bondat de proposar á V. el cambi del Anuari ab la
Revue Biblique de Jerusalem. Me recordo encara molt bé la bonissima impressió que feya á l’Universitat de
Beyruth (Syria) una obra tan remarcable com l’Anuari que V s. cambian ab “Melanges” d’aquella localitat,11 y
no dupto que publicació de tant merit també ha d’esser estimada per aquells sabis dominics francesos de
l’Escola Biblica.

Para defender la idoneidad del intercambio, Ubach apelaba directamente a la cuestión nacional. En su
opinión, la llegada del Anuari a Jerusalén contribuiría a corregir la mala imagen que según él tenía la
ciencia estatal en el extranjero, demostrando la calidad de la producción histórico-arqueológica que se

9. En este recuento no incluimos la correspondencia generada por la muerte de Ubach y que comprende diversas cartas de
condolencia así como gestiones para la publicación de su necrológica.
10. Carta manuscrita de Bonaventura Ubach a Jordi Rubió. Montserrat, 20 de diciembre de 1911. Arxiu de l’Institut
d’Estudis Catalans.
11. Ubach se refiere a Mélanges de l’Université Saint-Joseph.
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NUEVOS ENFOQUES Y MATERIALES PARA UNA BIOGRAFÍA DEL P. BONAVENTURA UBACH

estaba haciendo en Catalunya. Asimismo, denunciaba explícitamente la falta de apoyo desde Madrid al
desarrollo de estas investigaciones en Barcelona:

Es aquest un medi eficacicim pera que vagi minvant la mala nota que Catalunya y Espanya poseheix al
estranger, y sapigan els de fora de casa qu’a Catalunya se sab trevallar seriosament cuan convé, fent encara
molt mes si arrivés á tenir algun dia la protecció del Poder central.

Otro de los principales temas tratados en la correspondencia de Ubach depositada en el IEC se refiere
también a un intercambio de publicaciones, en este caso con la Abadía benedictina de Montecassino. En
esta ocasión, el papel de Ubach se limitó al de intermediario entre ambas instituciones, aprovechando su
propia condición de monje benedictino y su estancia en Roma como profesor de lenguas orientales en el
colegio internacional benedictino de San Anselmo entre 1913 y 1922 (Díaz 1962, 73ss.). Las
negociaciones entre el IEC y la Abadía se iniciaron en 1916 y siguieron con un envío de publicaciones
por parte del IEC en 1917.12 De hecho, en las actas de la reunión de la sección histórico-arqueológica del
IEC de 12 de febrero de 1917 se confirmaba el acuerdo de intercambio.13 Sin embargo, y debido a las
circunstancias derivadas de la Primera Guerra Mundial, el envío del IEC se extravió, interrumpiéndose las
relaciones entre ambas instituciones. Tras el fin del conflicto armado, Ramon d’Alòs-Moner trató de
retomar las negociaciones, recurriendo de nuevo a Ubach para que reemprendiera el contacto con
Montecassino.14 La última noticia sobre la cuestión es una misiva de Ubach de finales de 1920 donde
confirmaba la pérdida del primer envío y la necesidad de reemprender el proceso desde el principio.15
El último asunto tratado de forma recurrente en la correspondencia es el relacionado con el cierre de la
librería Bretschneider de Roma y el destino de las obras del IEC allí depositadas. Así, en una primera
carta de 9 de octubre de 1916, Ubach informaba del cierre de la librería, al tiempo que anunciaba que
había recogido los volúmenes del IEC, guardándolos de manera provisional en el colegio de San
Anselmo:

Ab la present tinc el gust d’informar a V. que, havent la llibreria Bretschneider d’esta capital procedit a una
especie de liquidació de tot lo seu contingut, i no existint aquí a Roma (al menys que jo sápiga) qui respongués
per les precioses obres de la publicacio de Ves en dita llibreria dipositades, creguent fer un petit servey a
n’aqueix benemérit Institut de la direcció de Vé. m’he prés la llibertat de recullirles, i depositarles en aquest
Collegi, fins que Vés tingan a bé disposar altrement.
Pera’l meu descarrech, empró, tinc de ferli present, que donades les actuals circumstancies politiques no puc
garantir la completa seguretat de dit diposit.16

12. Carta manuscrita de Bonaventura Ubach a Ramon d’Alòs-Moner. Roma, 2 de febrero de 1917. Arxiu de l’IEC.
13. “Envía també el P. Ubach una carta de Montecassino, semblant a la que ha rebut l’Institut aceptant el canvi de
publicacions” (Acta de la reunión de la Secció històrico-arqueològica del IEC, de 12 de febrer de 1917).
14. Borrador de carta de Ramon d’Alòs-Moner a Bonaventura Ubach. Texto mecanografiado. Barcelona, 19 de julio de 1920.
Arxiu de l’IEC.
15. Carta manuscrita de Bonaventura Ubach a Ramon d’Alòs-Moner. Roma, 10 de noviembre de 1920. Arxiu de l’IEC.
16. Carta manuscrita de Bonaventura Ubach. Roma, 8 de octubre de 1916. Arxiu de l’IEC. Un anexo a la carta detallaba los
ejemplares retirados por Ubach: dos ejemplares del vol. 1 de Les monedes catalanes de Joaquim Botet i Sisó, un ejemplar del vol.
2 y dos ejemplares del vol. 3; tres ejemplares del vol. 1 de Documents per l’història de la cultura catalana mig-eval de Antoni
Rubió i Lluch; cuatro ejemplares del vol. 1 y cuatro del vol. 2 de L’arquitectura románica a Catalunya de Josep Puig i
Cadafalch; dos ejemplares del Butlletí de la Biblioteca de Catalunya; cuatro ejemplares del Catàlech de la Biblioteca Musical de
la Diputació de Barcelona.

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En primera instancia sorprende que Ubach hablara del cierre de la librería Bretschneider como de una
“especie de liquidación” de existencias del establecimiento, cuando en realidad se trataba de una
incautación por parte del gobierno italiano, en cumplimiento de las disposiciones tomadas en el país
respecto a los bienes de los súbditos alemanes y austriacos en el contexto de la Primera Guerra Mundial.
Una carta posterior de Anselm Maria Albareda a Ramon d’Alòs-Moner aclaraba el asunto,17 señalando
que Ubach se había abstenido de dar ninguna clase de detalle acerca de la cuestión por el miedo a la
censura de la correspondencia:

Acabo de rebre carta de’l R. P. Ubach de Roma en que’m notifica la liquidació de la Llibreria Bretschneider.
Per por a la censura parla un xic fosc peró, vaja, segons es veu se tracta d’una incautació de la llibreria de
propietat alemanya. Sabent que en ella hi tenien Vts. depositades varies de ses publicacións i temen no anessin
a parar al campo di fiori, valent-se de la molta entrada i coneixença que té a la susdita casa s’ha apoderat
d’elles, guardant-les per ara en el Col·legi de St. Anselm on habita ell en qualitat de mig amo, malgrat a haver-
hi ja instalat un hospital militar, lo qual com V. pot comprendre no dona massa seguretat ni als individuus ni
als objectes del Col·legi.

Finalmente, el acta de la reunión de la sección histórico-arqueológica del IEC de 7 de noviembre de


1916 aclaraba cómo se había resuelto la situación: Ubach podía donar las obras que le parecieran más
útiles a la biblioteca del colegio de San Anselmo, dejando el resto en depósito en la librería de la ciudad
que él considerara como la más adecuada para encargarse de la gestión de aquellos ejemplares.
En definitiva, la correspondencia de Ubach conservada en el IEC ilustra bien una faceta muy concreta
de su biografía: su compromiso con la cultura catalana, en consonancia con el impulso catalanista que
Antoni Maria Marcet dio a la Abadía de Montserrat durante su abadiato (Massot 2003, 309ss.). Buena
parte de la correspondencia analizada se concentra en el periodo en el que Ubach, como ya hemos
comentado, ejerció como profesor de lenguas orientales en el colegio de San Anselmo en Roma. Desde
esa posición Ubach se convirtió en un colaborador útil del IEC, haciendo suyos algunos de los principios
básicos de la institución, relacionados con la internacionalización de la cultura catalana (Balcells / Pujol
2002, 55). De esta forma, sus propuestas y gestiones relacionadas con el intercambio de las publicaciones
del IEC estaban claramente motivadas por un firme deseo de contribuir a la proyección exterior de la alta
cultura catalana, tal y como él mismo afirma con motivo del intercambio con la Revue Biblique. Con
todo, esa apuesta por la cultura catalana, así como la denuncia del centralismo madrileño en ningún caso
iba asociada a un cuestionamiento de la unidad política de España. De hecho, en varios de sus escritos
Ubach hablaba de España con un fervor patriótico que no deja lugar a dudas sobre la cuestión (“Y al
sentir correr por mis venas esa sangre pura y gloriosa de España” (Ubach 1909c, 279)).

6. Reflexiones finales

Ubach es sin duda una figura clave para entender el desarrollo del Orientalismo Antiguo en España.
Tal y como apuntaba Carmen Valdés hace unos años, han sido diversas las generaciones de arqueólogos y
epigrafistas que han aprendido los rudimentos de sus disciplinas estudiando las colecciones del Museo
Bíblico de Montserrat creado por Ubach (Valdés 2005, 894). Asimismo, ya nos hemos referido de forma
suficiente a la dimensión de Ubach en el campo de los estudios bíblicos. Y es precisamente por ello, por
la relevancia histórica e historiográfica que tiene la figura de Ubach, que el conjunto de ideas, reflexiones

17. Carta manuscrita de Anselm Maria Albareda a Ramon d’Alòs-Moner. Montserrat, 19 de octubre de 1916. Arxiu de l’IEC.
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y materiales presentados hasta aquí pretende reivindicar la necesidad de repensar su figura de una forma
más equilibrada.
Afortunadamente, trabajos como los de Frederic Raurell (1995) o Armand Puig (2011) ya están
escritos desde una nueva óptica que supera el horizonte apologético precedente. Pero la posibilidad de
entender y explicar la complejidad de una figura tan extraordinaria como la de Bonaventura Ubach
requiere, además del análisis crítico de sus obras, del estudio de su documentación, en especial de su
epistolario, donde Ubach nos da algunas claves imprescindibles para abordar esa necesaria tarea.

7. Bibliografía

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