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Alfred Kinsey.
Es de conocimiento púbico que la noticia que atrapó a tod@s l@s terrícolas en estas últimas
semanas, y déjenme introducir la certeza sobre la relatividad del tiempo en esta afirmación, es la
aprobación de la ley de matrimonio igualitario. Quizás, lo más difícil en este punto, sería no
apasionarme con la defensa de la igualdad de derechos y lo erróneo de la existencia de
movimientos que vayan en contra de este tipo de avances que, en mi opinión, son los que nos
hacen evolucionar como sociedad.
Intentaré contener mis opiniones y sensaciones viscerales en cuanto a este tema y me dedicaré a
desarrollar algunos conceptos de utilidad para la comprensión de algunos aspectos.
En este punto, no existirían mayores dificultades para aceptar la diversidad, tanto de personas
como de diversidades dentro de una misma persona. Entonces ¿por qué está tan naturalizada la
heterosexualidad?
Como si tuviéramos poco peso sobre nuestros hombros, la sexualidad (heterosexuada de por sí) es
plenamente coito céntrica, hace imposible rechazar el coito, por lo que cualquier otro tipo de
relación sexual es vista como una desviación, una perversión, o simplemente anormal. Por otra
parte, manifestaciones que se alejan de lo coital son vividas como fuera de la relación sexual,
como antesala del verdadero acto sexual, que culturalmente está determinado por la unión de
genitales, donde queda excluidos los besos, caricias, felatio, mimos y unión de otras partes
erógenas de “La relación sexual” Esta condición coito céntrica también influye en la naturalización
de la heterosexualidad: de por si tod@s somos hetero. Todo aquello que no se incluya dentro de
esta categoría es vivido como anormal.
Excluyente: Lo heterosexual visto como lo normal, lo esperable, lo socialmente aceptado; deja por
fuera una amplia gama de posibilidades de diversas vivencias del deseo erótico-afectivo.
Normativizada: La sexualidad, planteada como tal, posee carácter de norma. Son un conjunto de
reglas que debemos cumplir para permanecer adaptados a la sociedad, segregando otro tipo de
disfrute posible.
Ligada a la reproducción
Culminación de la sexualidad: estado fijo en cuanto a elección de objeto, “elijo algo” y eso se
mantiene (o debe mantenerse) para el resto de mi vida.
Madurez sexual: elección hetero u homosexual, lo cual puede verse muy claramente en la
adolescencia, donde se vive una etapa de confusión del deseo erótico. En este período está
permitido experimentar porque es “normal”; más tarde, y con otro grado de madurez, se debe
decidir.
Al mal tiempo…
Aunque el panorama sea un poco desalentador, existen muchos profesionales, entre los cuales me
incluyo, que nos encontramos observando, evaluando, sintiendo y actuando para fomentar el
desarrollo de una concepción de la sexualidad diferente. Es un camino largo y a veces se torna
agotador, sin embargo, fomentar el desarrollo integral de nuestra sexualidad contribuye con el
bienestar y la satisfacción, tanto individual como colectiva; implica madurez en reconocer y
aceptar la orientación del deseo propio, así como el de los demás (aceptar el yo sexual, sus deseos,
fantasías, temores y fuentes de conflicto) que conforman la historia deseante y afectiva; apunta a
generar una perspectiva abierta y flexible, a que ocurran cambios y a la diversidad de objetos
amorosos-eróticos a lo largo de la vida, haciendo énfasis en la sexualidad como materia en
producción permanente, fluida y que sufre modificaciones en el transcurso de la vida. A su vez,
subyace un camino de aceptar y validar las diferentes expresiones de la sexualidad desvalorizada
y/o silenciada (auto-erotismo, fetichismo, celibato, etc.).
Recorrer este camino nos hace comprometernos, desde todo nuestro ser, a aprender a integrar la
diversidad y equidad, eliminado categorías y etiquetas de orientación sexual.
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Referencias:
Freud. S. (1979). “Tres ensayos para una teoría sexual” Obras Completas. Tomo VII. Ed. Amorrortu.
Buenos Aires.