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elTOQUE
En Cuba han muerto al menos 95 personas de manos de las fuerzas del orden en los
últimos cinco años; otras 287 han sufrido violencia policial no letal.
Entre las víctimas hay algunos nombres y rostros conocidos, pero una gran parte continúa
bajo la sombra de las injusticias cotidianas que el Gobierno intenta ocultar. Para visibilizar y
entender mejor la violencia policial, entre el Observatorio Cubano de Derechos Humanos y
elTOQUE hemos conformado una base de datos con los hechos y las víctimas de violencia
a manos de los cuerpos armados cubanos durante el último quinquenio.
La identificación de 382 víctimas fue posible gracias a que más personas deciden denunciar
y gracias al trabajo de organizaciones y activistas que monitorean las situaciones de
violencia.
Las denuncias realizadas en redes sociales y en medios de prensa, así como los informes y
datos de organizaciones independientes (Cubalex, Justicia 11J, Archivo Cuba, Proyecto
Inventario, Observatorio Cubano de Derechos Humanos y Prisoners Defenders) nos
sirvieron de punto de partida.
La violencia policial no se ejerce solamente cuando alguien muere; hay otros hechos
frecuentes que son considerados actos violentos. Por ese motivo, en esta investigación la
«violencia policial» hace referencia al uso indebido o excesivo de la fuerza física o del poder
ejercido de manera directa o indirecta por agentes del Estado (policía, Seguridad del
Estado, autoridades carcelarias u otros) en contra de individuos o grupos que resulta en
lesiones, muertes o violaciones de los derechos humanos de las personas a las que
deberían proteger.
Existen reglas internacionales que establecen cuándo la policía puede recurrir al uso de la
fuerza, en especial a los medios letales. En La Habana, durante el octavo Congreso de las
Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente en 1990, la
ONU estableció los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego
por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley. La norma regula la violencia
policial.
Los Principios Básicos disponen que cada Gobierno y los organismos encargados de hacer
cumplir la ley establecen las normas y las regulaciones en cada país. Sin embargo, el
documento insiste en la necesidad de que los funcionarios encargados de hacer cumplir la
ley posean «distintos tipos de armas y municiones, de modo que puedan hacer un uso
diferenciado de la fuerza y de las armas de fuego»; también, en que los funcionarios
empleen, «en la medida de lo posible, medios no violentos antes de recurrir al empleo de la
fuerza y de armas de fuego».
Hemos identificado siete formas de violencia física que cometieron las autoridades en Cuba
entre 2018 y 2023:
1. abuso sexual,
2. detención violenta o arbitraria,
3. ejecución extrajudicial,
4. negación de atención médica / negligencia médica,
5. muerte bajo custodia,
6. uso de arma de fuego,
7. uso excesivo de la fuerza.
Según nuestro registro, de las 382 personas violentadas por las fuerzas del orden, 274
fueron víctimas de violencia policial debido a alguna motivación política —principalmente
dentro del sistema penitenciario y durante las protestas del 11 y 12 de julio de 2021 y otras
protestas públicas en contra de las autoridades y del sistema político—.
Quienes se oponen públicamente al Gobierno cubano son más vulnerables de recibir una
respuesta violenta por parte de las fuerzas del Estado, situación que se agrava cuando se
trata de prisioneros y de personas bajo custodia policial —sometidos a diferentes grados de
violencia de manera constante y con menos posibilidades de denunciar—.
Según Yoan Roque, desde que Aiser fue detenido durante las manifestaciones del 11 de
julio vivía bajo el acoso constante de las autoridades y en más de una ocasión terminó
detenido en la estación durante varios días. La respuesta del joven ante los actos excesivos
de las autoridades era plantarse —común entre los presos políticos desde 1959, que se
niegan a acatar las órdenes de los carceleros y la «rehabilitación» impuesta desde el
poder—, acción que las fuerzas del orden ven como afrenta.
Un testigo comentó a Yoan Roque que el 5 de febrero Aiser afirmó que se plantaría. Poco
después, un oficial dio la voz de alarma y alegó que Aiser se había ahorcado con el forro de
un colchón. Yoan no cree en las coincidencias, su hijo no presentaba indicio alguno de
querer acabar con su vida.
La muerte de Aiser sucedió bajo la custodia del Estado. Las muertes bajo custodia pueden
ocurrir en una variedad de circunstancias (durante un arresto o la reclusión en una celda,
durante un interrogatorio o cualquier otro momento en que una persona esté retenida). Las
autoridades tienen la obligación de velar dentro de sus instituciones por la integridad de
sentenciados y sospechosos. Existe una responsabilidad estatal en la custodia, integridad y
seguridad de las personas a su cargo.
Aunque la causa directa de la muerte puede variar (negligencia médica, uso excesivo de la
fuerza, suicidio o causas naturales), el Estado no está exento de responsabilidad.
Historias como la de Aiser son retazos de una realidad cruda, inaccesible y difícil de aclarar
que transcurre en las estaciones policiales y dentro de los centros penitenciarios cubanos
—el espacio en el que se han registrado mayor cantidad de actos de violencia—.
De los 95 cubanos fallecidos en los últimos cinco años por excesos policiales, 76 estaban
bajo custodia estatal en el momento de su muerte. A partir de la información que ofrecieron
los representantes gubernamentales a varios familiares, hemos registrado que 33 perdieron
la vida debido a una condición médica; 28 murieron por suicidios o presuntos suicidios; y
otros 12 por huelga de hambre, golpizas o accidentes. Se desconoce la causa de la muerte
de otras tres personas.
Más allá de los números, existen situaciones como la de Justo Alexander Aguilar —quien se
quitó la vida en la prisión Kilo 8, en Camagüey, debido a las terribles condiciones de vida en
reclusión— o la de Franklin Domínguez Pérez (natural de Santiago de Cuba y de 41 años)
—se suicidó tras ser trasladado a una celda de castigo por protestar ante la negación de
atención médica, según refirieron quienes lo custodiaban en la prisión provincial de Las
Tunas—. El preso político Lisandro Betancourt Escalona, recluido en igual centro
penitenciario que Franklin Domínguez, denunció los abusos cometidos por los agentes de la
ley contra Franklin.
Otra víctima mortal es el del activista Yosvany Aróstegui, quien falleció en la sala de
penados del Hospital Clínico Quirúrgico «Amalia Simoni», de Camagüey, el 7 de agosto de
2020, tras sostener una huelga de hambre durante semanas.
El recluso Raidel García Otero también murió por irresponsabilidad de las autoridades
carcelarias en enero de 2018 debido a una condición médica en la prisión Kilo 8, en
Camagüey. Él es uno de los 33 reclusos que han muerto por causas médicas bajo custodia
del Estado. Aunque no es posible investigarlo, se ha denunciado que estas muertes pueden
estar asociadas con otro tipo de violencia, la negación de atención médica / negligencia.
A los efectos del registro en la base de datos, la negación de atención médica / negligencia
solamente aparece en casos en los cuales los afectados o sus familiares lo han denunciado.
Cuando se trata de fallecidos, se registra una muerte por condición médica, sin precisar los
detalles que son imposibles de determinar debido a la falta de transparencia de las
autoridades.
Aunque los espacios custodiados por las fuerzas del Estado son más inseguros —y, por
tanto, en los que más víctimas hemos registrado—, ciudadanos que no fueron detenidos
también resultaron víctimas mortales. En los últimos cinco años, 17 personas murieron en
espacios públicos o en sus viviendas luego de interacciones violentas con fuerzas
represivas.
El adolescente Zinedine Zidane Batista Álvarez murió el primero de julio de 2022 de manos
de un policía en la barriada santaclareña El Condado.
El joven se encontraba en una reyerta callejera junto a otras diez personas. Los vecinos del
lugar avisaron a la Policía y en poco tiempo aparecieron patrullas y fuerzas especiales para
neutralizar la pelea. Según los testigos del suceso y las declaraciones de la familia de
Zinedine, un policía le propinó tres balazos —uno en el hombro, otro en una pierna y el
tercero en el pecho mientras estaba desarmado y esposado en el suelo—.
Aunque en apariencia el detonante del incidente no tuvo carácter político, Zidane había
protestado el 11J en Santa Clara. Al igual que Aiser Roque y otros manifestantes, desde
que Zidane fue liberado una semana después de las protestas continuó recibiendo
presiones, acusaciones y citaciones de la Policía.
El caso de Zidane se hizo público por su corta edad y por los múltiples testigos y videos del
suceso. El Gobierno, en menos de 24 horas, publicó una nota de prensa. El texto culpabilizó
a Zidane y justificó el enfrentamiento mortal y la desproporción en el uso de la violencia
policial refugiándose en el carácter antisocial y «antecedentes delictivos» del joven.
La muerte de Zidane demuestra, además, que el uso de las armas de fuego es doblemente
riesgoso. Las autoridades reconocieron que hicieron disparos al aire y lesionaron a una
persona ajena al suceso.
Revictimizar a quienes sufren algún tipo de violencia policial —en especial si es mortal— y
lavar el rostro de quienes cometen el delito ha sido una de las herramientas que más ha
empleado el Gobierno para justificar los excesos. Así ocurrió con la muerte de los
ciudadanos Luis Alberto Sánchez Valdés y Hansel Ernesto Hernández Galiano y con las
personas involucradas en el incidente en Bahía Honda el 29 de octubre de 2022 —hecho
que ejemplifica otro tipo de violencia de los cuerpos armados, las ejecuciones
extrajudiciales—.
El hundimiento de la embarcación en Bahía Honda para evitar la salida irregular del país de
emigrantes cubanos fue una ejecución extrajudicial. Murieron ocho de las 26 personas que
iban a bordo. Entre los fallecidos se encontraba una menor de edad de 2 años.
Exduyn Yoel Urgellés Huete fue ejecutado extrajudicialmente en octubre de 2022 después
de que un agente de la policía le aplicara una técnica de contención. Milagro Huete
Martínez, madre del joven, relató que Exduyn Yoel vendía aromatizante cuando se dio
cuenta de que a su alrededor había un operativo que perseguía a un ladrón de cadenas.
Decidió correr porque una semana antes había sido multado con 2 000 CUP.
Exduyn fue arrestado y reducido con ayuda de un espray. Luego, lo condujeron al carro
patrulla y tres oficiales lo obligaron a mantener la cabeza entre las piernas aplicándole una
técnica de inmovilización. Al llegar a la estación policial, el oficial se percató de que Exduyn
estaba cianótico y echaba espuma por la boca. Fue trasladado de inmediato al policlínico
Cristóbal Labra, en La Lisa, donde lo declararon muerto por asfixia. Los responsables de su
muerte fueron absueltos.
En el siguiente gráfico interactivo se pueden consultar cada una de las historias de los 90
hombres y cinco mujeres que han muerto como consecuencia de la violencia policial.
Las acciones en la cuales los agentes del orden emplean una cantidad de fuerza que
excede la necesaria y proporcionada para controlar una situación o detener a un
sospechoso se consideran «uso excesivo de la fuerza». Entre las acciones que clasifican
como uso excesivo de la fuerza se hallan las que involucran la fuerza física (golpes,
patadas, estrangulamiento) y las que incluyen el uso de armas no letales (porras, gas
pimienta o pistolas eléctricas [taser]) en situaciones en las que no están justificadas.
Durante otras protestas ciudadanas también ha sido evidente el uso excesivo de la fuerza
por parte de las autoridades. Una de las situaciones más alarmantes ocurrió en la segunda
noche de protestas en Nuevitas, Camagüey, en agosto de 2022.
Durante dos noches continuas, los ciudadanos de Nuevitas se lanzaron a las calles para
protestar por los cortes de electricidad y para reclamar mejores condiciones de vida. El
Gobierno respondió con desapariciones forzadas de corta duración, 28 arrestos, citaciones
a interrogatorios y militarización de los barrios, según registró Justicia 11J.
Para el manifestante José Armando Torrente Muñoz —padre de una de las dos niñas
agredidas físicamente por el oficial que lo detuvo durante las protestas— y para Mayelín
Rodríguez Prado —quien transmitió las protestas en vivo a través de Facebook y difundió el
testimonio de las niñas golpeadas— la Fiscalía solicitó al Tribunal penas de 14 y diez años
de cárcel respectivamente.
FISCALÍA PIDE HASTA 15 AÑOS DE PRISIÓN PARA LOS PROTESTANTES DE
NUEVITAS
Otro tipo de violencia no mortal recurrente por parte de los agentes del orden son las
detenciones violentas. Una detención violenta ocurre cuando un ciudadano es detenido,
arrestado o interceptado por agentes del orden que hacen un uso excesivo de la fuerza
durante la acción.
Las palabras de Emilio Cadaval omiten decenas de casos que lo contradicen. Uno de ellos
es el del rapero y activista Maykel «Osorbo» Castillo, una de las principales figuras del
Movimiento San Isidro. Maykel quien fue detenido sin justificación legal en varias ocasiones
hasta que el 18 de mayo de 2021 fue encarcelado; 12 meses después lo condenaron a
nueve años de prisión.
El abuso sexual es otro tipo de violencia que ejecutan los uniformados de la isla, aunque no
se tengan los registros totales. El abuso sexual incluye cualquier forma de agresión, acoso o
explotación sexual cometida por parte de agentes de la policía en contra de las personas
bajo su custodia o durante un encuentro policial. Engloba la violación.
Durante esta investigación se conoció sobre cinco víctimas de abuso sexual. Las activistas
políticas Diasniurka Salcedo y Yeilis Torres; la adolescente Gabriela Zequeira (mientras
estuvo recluida por participar en las manifestaciones del 11 de julio) y dos menores de edad
cuya identidad no es pública (abusadas por dos policías en abril de 2020 en el municipio
habanero Mariano). Este último caso es notorio, pues es una de las pocas situaciones en
las que los uniformados han sido condenados por sus delitos (ocho y seis años de prisión).
La condena de los dos agentes resulta relevante porque la impunidad ha sido una constante
en los casos de violencia policial. De los 482 incidentes reportados en la base de datos,
solamente se pudo confirmar dos ocasiones en que los agentes del orden sufrieron
consecuencia legal por sus acciones. No significa que no existan condenas, pero no se
hacen públicas.
El funcionario del Ministerio del Interior, Luis Emilio Cadaval, dijo en Naciones Unidas que
en los últimos cinco años fueron sancionados 144 funcionarios penitenciarios por excesos
en sus funciones —de ellos, 76 fueron investigados por la Fiscalía Militar y se aplicaron tres
sanciones penales y 14 medidas disciplinarias o administrativas—. Sin embargo, no es
posible conocer más detalles de las sanciones ni los hechos que las motivaron.