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Las señales divinas (4:1-9). Moisés era muy humano y todavía su fe era débil.

Refiriéndose a los hebreos, dijo: Ellos no me creerán (1). Por tanto, pacientemente, Dios
le dio mayor confirmación. Empleando una vara común de pastor, el Señor le concedió
la evidencia de su poder sobrenatural (2–3) cambiando la vara en culebra.

La segunda señal que recibió fue que la mano se le volvió leprosa (6–7). Si la gente no
creía a la primera y a la segunda pruebas, confiarían en la tercera, en la que volvería las
aguas del río en sangre al derramarlas en la tierra (9).

En adición a su naturaleza milagrosa estas señales enseñan importantes lecciones. La


vara, símbolo del pastor o del trabajador común, llega a ser, cuando está rendida a Dios,
una maravilla, un poder.
La lepra que representa al pecado y la contaminación en Egipto, puede ser
inmediatamente curada por el poder de Dios.
La sangre, señal de guerra y juicio, aseguraba la retribución de las maldades de los
egipcios.
Verdades prahcticas
1. Muy a menudo lo que Dios nos pide hacer está en contra de las costumbres
o prácticas del mundo porque Dios nos usa para enderezar al mundo.
2. Los obstáculos para adorar a Dios siguen siendo numerosos en nuestros
días. Cuando un nuevo creyente quiere ir al templo a adorar, muchas cosas y
personas reclaman su atención al tiempo que él quiere ir, o encuentra la
oposición de personas en su misma casa. Adorar a Dios requiere una decisión
firme del adorador.
3. El trabajo, que debiera ser una bendición porque de él vienen nuestros
ingresos, a menudo se convierte también en un obstáculo para adorar. El
tiempo del trabajo se extiende frecuentemente horas extras, o requiere un
horario que incluye los domingos y días de adoración. Al irse perdiendo la
santidad del domingo los creyentes encuentran más dificultades para ir al
templo. ¡He aquí otra necesidad de centrar nuestra sociedad en principios
cristianos!
Verdades prahcticas
1. Así como los magos egipcios, los que se oponen a la obra de Dios tienen
poder para hacer cosas impresionantes; no obstante, hoy, como pasó con
Moisés y Aarón, las señales o milagros del Señor son superiores al poder de la
oposición. Los milagros son demostraciones del poder divino; atraen la fe y
pueden ser útiles para ablandar el corazón de los que se oponen. ¡El milagro
más grande del Señor es salvar y transformar totalmente la vida de uno!
2. Dios se reveló a faraón utilizando la naturaleza que había creado; sin
embargo, los eventos tenían que ser interpretados por Moisés, el representante
divino, para que fuesen entendidos como revelación.
3. 9:16 indica con claridad el propósito misionero del libro, lo cual es
fundamental para su interpretación (Ex 19:3-6). Dios mandó su palabra al
faraón: "... te he dejado con vida para mostrarte mi poder y para dar a conocer
mi nombre en toda la tierra." El deseo divino que su nombre fuese conocido
en todo el mundo daba (y da) autoridad a la obra misionera. Desde la creación
la Biblia presenta a Dios como el creador de todo el universo y de todo lo que
en él hay. El Señor ha obrado en el mundo para que todos lo conozcan. Desde
el principio su gracia incluía al mundo entero, por lo que llamó a Israel para
que el mensaje de salvación fuera anunciado a todas las naciones (Ex 19:3-
6; Gen 12:1-3).
4. No todas las generaciones verán grandes actos justicieros de Jehová; sin
embargo, cada generación tendrá la responsabilidad de compartir la memoria
sagrada del éxodo de Egipto con los suyos. Cada generación debe entregar la
verdad a la que sigue. Tal confesión mantendrá viva la memoria de la
salvación divina y ayudará a los hijos y a los nietos a saber quién es Jehová.
Así, la historia sagrada vendrá a ser una parte de la herencia espiritual
perpetua del pueblo (Gen 10:1-2).
Así como la santificación del primogénito hablaba de dedicación a Dios, la
fiesta de los panes sin levadura hablaba de la pureza moral que se esperaba de
un pueblo redimido. Por siete días el pueblo tenía que comer panes sin
levadura, y no podía haber levadura en sus casas. La santificación del
primogénito, así como la fiesta de los panes sin levadura era una lección
práctica para generaciones futuras de cómo el Señor había rescatado a Su
pueblo de Egipto.

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