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Desde tiempos antiguos el hombre ha buscado aglomerarse con quien tenga sus
mismas características físicas, económicas, culturales; quien comparta sus
principios, ideales o estilo de vida: las personas afro buscan a otros afro; los
adinerados buscan adinerados; quien es madre busca otras madres.; las personas
de escasos recursos evitan relacionarse con personas adineradas; los niños
disfrutan estar con otros niños; el emigrante buscará una comunidad de emigrantes,
etc. Esto ha sido una constante en el comportamiento de la humanidad, pero no se
escuchaba como ahora a esos grupos, ni se podía acceder tan fácil a ellos, ya que
los ocultaba la sombra de las mayorías.
Los jóvenes posmodernos son liberales con las formas de experimentar el mundo,
comprenden las diferencias físicas, religiosas, sexuales, culturales y sociales cada
vez con menos tabúes o reservas. El odio a quienes sean diferentes manifestado en
violencia no está tan presente como en épocas pasadas. Lo cierto es que se
reconocen las diversidades, pueden identificarse con ellas, pero sin mediación del
compromiso. Inclusive hay una nostalgia que encubre a los jóvenes e intentan vivir
en el absurdo sin felicidad. El hombre posmoderno, como un abejorro, va de flor en
flor, es decir de grupo en grupo, probando el néctar de la diversidad y lo que le
puede ofrecer sin estigmas limitantes, consciente de que no hay una verdad
absoluta y que es ilusorio pretenderla. Ante las múltiples realidades el joven
interpreta cada una de ellas como quien quiere comprender una película, descifrar
una pintura, descubrir la metáfora en un poema, descifrar un jeroglífico, entender la
letra de una canción o simplemente bailar al son de sus acordes ; a través de estos
puede vivir experiencias, desenvolverse en la sociedad e interesarse cada vez
menos en descubrirse a sí mismo, llevándolo al absurdismo de entender la vida
oscilatoria.
Te prometieron que podrías vivir una vida en el absurdo, sin sentido y sin arraigo, pero tú ya
estás cansado de sufrir. Creciste educado en un mundo en el que te dijeron que la verdad no
existía. Pero, qué demonios, tu dolor actual es absolutamente cierto. Demasiado cierto…
[...]
No sólo te hemos arrojado a una vida desventurada, sino que, además, te hemos sustraído
cualquier lucidez crítica que te permita enfrentar la miseria a la que te hemos condenado. No
lo olvides nunca, el capital te ha hecho despreciar todo aquello que te ha arrebatado: una
familia, un sentido para tu existencia y un catálogo de valores estables en torno a los cuales
ordenar tus decisiones, que es tanto como ordenar tu vida. (Garrocho, S. Diego. 2015)
Referencias