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Ensayo actividad módulo 4 del curso Humanismo y Cultura Ciudadana.

Elaborado por Valentina Garzón Ospina.

El efecto de la posmodernidad en los jóvenes: la pérdida del sentido del ser

La posmodernidad es el nombre que se asigna al momento cultural de finales del


siglo XX, que según Gianni Vattimo no significa más que el fin de la época moderna
y la concepción generalizada de progreso bajo el ideal del hombre europeo
moderno. Esta nueva cultura del pensamiento se caracteriza por la convivencia de
múltiples racionalidades locales en representación de la diversidad del ser humano.
Definitivamente, el facilitador han sido los medios de comunicación, que le permiten
a la sociedad actual una aproximación, por supuesto incompleta, al Espíritu
Absoluto de Hegel, pues posibilita al hombre postmoderno informarse de los
acontecimientos, ya no solo de su entorno o localidad, sino del mundo diverso.

La racionalidad central moderna ha sido relevada por el reconocimiento de diversas


realidades, así pues, la postmodernidad abandona la idea de una única verdad
absoluta y el desarraigo de las diferencias, la participación en la construcción
cultural de quienes son considerados minorías. Los hombres vetados por la historia
tradicional al no pertenecer a los grupos dominantes hoy encuentran representación
en colectividad, producto de los medios de comunicación, especialmente el internet.
Sus voces se alzan y son escuchadas por sus pares, quienes logran identificación
sin limitación ni siquiera de la distancia geográfica con quienes se agrupan sin
importar las distancias geográficas.

Sin que se niegue el efecto positivo de la diversificación de la realidad, la


postmodernidad, como en ningún otro momento histórico, ha fortalecido y
visibilizado la heterogeneidad cultural. Aunque esto a su vez ha ocasionado la
degeneración de la búsqueda introspectiva, del entendimiento del ser individual del
hombre. Por ello hoy más que nunca, el joven posmoderno como marinero se
deslumbra por el mar de posibilidades que percibe, pero corre el riesgo de naufragar
en su propio ser.
Es bien sabido que para quienes analizan el comportamiento de las nuevas
generaciones, las juventudes de los últimos años son vulnerables, inclusive más que
en otros tiempos, a las enfermedades mentales, la falta de proyección a futuro, de
constancia en las actividades que emprenden; fluctuando de comunidad en
comunidad demostrando gran inestabilidad emocional. Fernando Savater dice que
imitar es identificarse con los demás, es un reconocimiento de los semejantes y lo
sustenta en la disposición mimética de los seres humanos, reconocernos en un
grupo.

Desde tiempos antiguos el hombre ha buscado aglomerarse con quien tenga sus
mismas características físicas, económicas, culturales; quien comparta sus
principios, ideales o estilo de vida: las personas afro buscan a otros afro; los
adinerados buscan adinerados; quien es madre busca otras madres.; las personas
de escasos recursos evitan relacionarse con personas adineradas; los niños
disfrutan estar con otros niños; el emigrante buscará una comunidad de emigrantes,
etc. Esto ha sido una constante en el comportamiento de la humanidad, pero no se
escuchaba como ahora a esos grupos, ni se podía acceder tan fácil a ellos, ya que
los ocultaba la sombra de las mayorías.

Gracias a los medios de comunicación para las personas es más sencillo


mimetizarse y desarraigarse de las realidades, liberándose de una realidad
preponderante. Sin embargo, tal como dice Savater, que el hombre se identifique
con una colectividad no expresa per se, que pueda realizarse, lo que significa es
que sabe acatar las reglas de juego de su grupo. Siglos atrás, para las personas era
complicado entender las diferencias y mucho más explorar los distintos grupos con
características opuestas a las suyas. Esto cambia, se cree para bien, en la sociedad
postmoderna cuyo desarraigo le permite observar tales barreras y cruzarlas sin
involucrarse profundamente con el otro ni con él mismo.

Los jóvenes posmodernos son liberales con las formas de experimentar el mundo,
comprenden las diferencias físicas, religiosas, sexuales, culturales y sociales cada
vez con menos tabúes o reservas. El odio a quienes sean diferentes manifestado en
violencia no está tan presente como en épocas pasadas. Lo cierto es que se
reconocen las diversidades, pueden identificarse con ellas, pero sin mediación del
compromiso. Inclusive hay una nostalgia que encubre a los jóvenes e intentan vivir
en el absurdo sin felicidad. El hombre posmoderno, como un abejorro, va de flor en
flor, es decir de grupo en grupo, probando el néctar de la diversidad y lo que le
puede ofrecer sin estigmas limitantes, consciente de que no hay una verdad
absoluta y que es ilusorio pretenderla. Ante las múltiples realidades el joven
interpreta cada una de ellas como quien quiere comprender una película, descifrar
una pintura, descubrir la metáfora en un poema, descifrar un jeroglífico, entender la
letra de una canción o simplemente bailar al son de sus acordes ; a través de estos
puede vivir experiencias, desenvolverse en la sociedad e interesarse cada vez
menos en descubrirse a sí mismo, llevándolo al absurdismo de entender la vida
oscilatoria.

Es curioso porque uno esperaría que tener la posibilidad de acceder y conocer a


comunidades minoritarias y todo tipo de representaciones en ejercicio de la libertad,
no sólo abriría el mundo de las personas, sino que también los incentivaría a
ejercitar a la par la autoconciencia, aunque no es del todo así. Y es que, como ya se
ha dicho, la postmodernidad ha permitido favorablemente la expresión de múltiples
razonamientos locales, que no son más que interpretaciones que cada grupo hace
del mundo, le ha abierto las puertas a la zozobra y el desinterés a la autorreflexión,
al reconocimiento de la categoría de valores que se quieren incorporar en la propia
existencia.

Una buena forma de conclusión de lo aquí expuesto, a consideración, son los


siguientes fragmentos de Carta a un Joven Postmoderno, escrito por el profesor
Diego Garrocho de la Universidad Autónoma de Madrid:

Te prometieron que podrías vivir una vida en el absurdo, sin sentido y sin arraigo, pero tú ya
estás cansado de sufrir. Creciste educado en un mundo en el que te dijeron que la verdad no
existía. Pero, qué demonios, tu dolor actual es absolutamente cierto. Demasiado cierto…
[...]
No sólo te hemos arrojado a una vida desventurada, sino que, además, te hemos sustraído
cualquier lucidez crítica que te permita enfrentar la miseria a la que te hemos condenado. No
lo olvides nunca, el capital te ha hecho despreciar todo aquello que te ha arrebatado: una
familia, un sentido para tu existencia y un catálogo de valores estables en torno a los cuales
ordenar tus decisiones, que es tanto como ordenar tu vida. (Garrocho, S. Diego. 2015)
Referencias

● G. Viattimo. La posmodernidad ¿una sociedad transparente?, del libro En torno a la


posmodernidad. Barcelona: Anthropos, 2000. Tomado de: http://www.fadu.edu.uy/estetica-
diseno-i/files/2016/08/vattimo-gianni-posmodernidad-una-sociedad-transparente.pdf

● S. Fernando. Heterofobia. Diccionario Filosófico. 1993. Tomado


de:https://revistaliterariakatharsis.org/Savater_La_heterofobia.pdf

● Garrocho, S. Diego. Carta a un joven postmoderno. Revista El Español. Tomado de:


https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20210115/carta-joven-postmoderno/
551314865_12.html

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