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SUJETO RELACIONAL EN TIEMPO PRESENTE

Por: Germán Guarín Jurado.

Uno de los grandes desafíos epistémicos a afrontar en este tiempo presente


y que en cada sujeto implica un movimiento fundamental es salir de sí, lo
cual tiene diferentes connotaciones: vencer el ego intelectual, romper con el
individualismo metodológico y social, quebrar el espejo del propio
narcisismo (a lo que le hemos dicho egología), trascender un modo de
pensar y actuar unívoco, monodiscursivo. En otros términos es salir de la
ciudadela interna, de sus seudofortalezas - como las de un hombre de
hierro- y –al decir de Max Neef- derivar hacia afuera en estado de suprema
alerta , derivar igual hacia adentro , al interior de sí, pero en encuentro
creativo con lo otro, con el otro, con lo distinto de sí.

Dicho de otro modo, el sujeto relacional es quien vence sus propios miedos
de acercarse al otro, sus heterofobia y homofobias, y alcanza en el límite de
sí el horizonte del otro. El sujeto relacional se realiza potencialmente en la
comunicación con el otro. Esta “experiencia del otro”, aún en la experiencia
de la distancia física y temporal incluso, nos dice Gadamer, es la más
auténtica experiencia interpretativa del sujeto en nuestro tiempo, en todo
tiempo. Experiencia de distancia, primero, de proximidad después, es básica
para hacer la lectura del hoy, en ese modo de nuclearnos colectivamente,
de construir comunidad, realidad constituyente, diría Hugo Zemelman.

En lo personal este movimiento de subjetividad hacia el otro distinto


configura muchas atmósferas de vida, muchos espacios de reflexión,
lugares de encuentro que en la conversación, en el suceso dialogal,
propician una auténtica afectación de extrañeza, extrañamiento del otro, un
dolor de ausencia por otros, otros que de un modo u otro, de cierta manera
no están o han estado en la distancia. Cuando mueren los padres, por
ejemplo, cuando se van los amigos, cuando llegan otras personas a nuestras
vidas, nuestros hijos, nuestras hijas por ejemplo, esto nos genera
particulares modos de estar con… Siempre existe, entonces, un llamado
distinto, un cierto don misterioso al intuir al otro.

Dicen Zemelman y Quintar que este movimiento del sujeto en el


sentimiento del otro no es sólo una experiencia psíquica, no es sólo una
exigencia ética y/o un acto de autoconciencia de sí; implica desafíos de
conocimiento que es indispensable abordar, modos de colocación histórica
que impiden un darse cuenta reflexivo meramente abstracto, metafísico.
Encontrarse con el otro en su propia extrañeza, en el misterio mismo que es
y que somos implica un tipo de relación gnoseológica distinta a las
acostumbradas desde el monodiscurso, desde el soliloquio interior. Esto que
significa una contención para disponerse a la escucha del otro es un acto
comunicativo real, constitutivo, que requiere ser conocido. Es un acto
comunicacional muy peculiar.
En la experiencia comunicacional del preguntar-se, del preguntar a sí y al
otro, de co-incidir –al decir de Gadamer- al igual que en la experiencia de la
construcción biográfica de conocimiento, dos grandes vivencias formativo-
metodológicas, el otro es una emergencia como entidad concreta de
carácter histórico-social, como campo constituyente de experiencia, de
modo de “orientarse en el mundo” , de decidirlo. Hoy, valga decirlo,
estamos personal y colectivamente, en trance de orientarnos en el mundo y
decidirlo, de discernir el sentido práctico de nuestra existencia, los
proyectos colectivamente viables. Muchos lo hacemos en el modo particular
de los movimientos de acción intelectual.

Los movimientos intelectuales en América latina, los movimientos


culturales, que abundan, que proliferan, no los estudiamos suficientemente;
quizá porque de tanto frecuentarlos los naturalizamos, no les hacemos
preguntas, los sentimos tan cercanos y obvios en sus principios y
finalidades, en sus conceptos y categorías que no los pensamos. No se sabe,
estrictamente, hasta dónde coincidimos o no quienes nos vinculamos con
movimientos intelectuales al tenor de movimientos de campesinos, de
trabajadores, de estudiantes, de madres, de indígenas, de negros, de
trabajadoras y trabajadores sexuales, de gays, de jóvenes. Es más, a
propósito de una época que habla tanto de infancia, no sabemos si hay
movimientos de niños, de niñas, ni siquiera les damos crédito ante la
prefiguración adulta y orquestada de políticas públicas.

La cuestión del sujeto relacional es una cuestión existencial, histórica, social


y cultural, política. En estas múltiples dimensiones debe ser abordado el
acontecimiento del otro. El otro-recordemos a Melich- no es un objeto
intencional, tampoco lo es el sujeto, no son mucho menos un tema. Son
acontecimientos. ¡Qué gran enseñanza ésta! Si nos hemos de situar
epocalmente, si nos hemos de colocar en el presente histórico, si
efectivamente nos resituamos es respecto de nosotros mismos como seres
relacionales, con respecto de otros que como nosotros, ya familiarmente, o
no, buscan construir la comunidad, la comunicación rota, cuando el capital
nos quiere solos, aislados, consumiéndolo todo.

Hay que insistir en esto: no sólo el sujeto ha sido reducido a su mínima


expresión, a ser un engranaje individual dentro de una gran máquina de
imágenes, información y consumismo social. También ha sido disuelta la
comunidad, han sido disueltos, marginados los movimientos sociales, sobre
todo los movimientos intelectuales, a veces en sus abstracciones, en sus
decisiones, de espalda a los movimientos sociales. Para muchos
movimientos intelectuales en América latina, ha sido difícil comprender, por
ejemplo, el movimiento de las madres de plaza de mayo en Argentina, el
movimiento de los sin tierra en el Brasil, el movimiento zapatista en México,
el movimiento estudiantil en Colombia, el movimiento profesoral.

El problema de la inclusión educativa, por ejemplo, de la cultura de la


diversidad, no tienen aún un abordaje serio, histórico, concreto. La
invitación a hacerlo es sólo para mostrar que la comprensión de la
experiencia del otro no es metafísica, no es solamente psíquica. Implica
desafíos de conocimiento sobre la alteridad, la otredad, en relación directa
con nuestros modos de vincularnos, de organizarnos, de construir
comunidad, de hacer movilidad social. Muchos de nuestros sueños y utopías
sociales han fracasado porque no logramos comprendernos como sujetos
relacionales, porque al respecto no ha habido pensamiento ni sujetos. La
historia constituida de América latina nos convoca a pensarnos como
sujetos relacionales, como sujetos de alteridad, de otredad, de comunidad,
dentro de movimientos sociales e intelectuales, dentro de maneras de
nuclearnos colectivamente.

Fijémonos, también, en el momento electoral colombiano. ¿Quién nos


convoca, quiénes nos llaman, hacia qué nos convocan, cómo? Se deciden
programáticas, se decide el próximo presidente de Colombia, se decide la
nación, la ciudadanía- no siempre mayoritaria, con independencia de quien
gane-.Cada ciudadano, cada sujeto, cada votante, piensa y actúa en razón
de lo que piensa, ya que vote, ya que no lo haga, ya que lo haga en blanco .¿
A quién elegiremos como el próximo presidente de Colombia? Este es un
problema de sujetos relacionales, de decidir con sentido práctico la
existencia en la alteridad. No es nada metafísico esto, aunque sí muy difícil
la decisión, fácil para muchos o para algunos.

¿Nos convoca la seguridad democrática, la prosperidad democrática, la


legalidad democrática?¿ Cuál es nuestro real valor político de sujetos y
ciudadanos, qué nos vincula, quién?¿ En qué consiste la historia de las
democracias protegidas en América latina?, ¿ Cómo nos ha ido con la
revolución en América latina? ¿Cómo nos ha ido con la educación ? ¿Cómo
nos ha ido con el mercado, con la guerra, con la ciencia y la tecnología que
a veces nos concitan? No quiero emitir ningún juicio, pero insto a estudiar y
preguntar verdaderamente, con autenticidad histórica. ¿Quiénes somos
como ciudadanos, quiénes somos como sujetos de relación, cómo
decidimos, en razón de qué decidimos?

En nuestro carácter de sujetos y de ciudadanos pensamos hoy nuestras


relaciones, nuestras decisiones, nuestra orientación en el mundo, como un
pensamiento biográfico y del otro, para discernir nuestra dirección. Nos
ocupa, por demás, el carácter de la unidad de la izquierda en Colombia, en
América latina. En Colombia, observemos, la izquierda está diseminada
entre el liberalismo, el conservatismo, las terceras vías, la pretendida
izquierda ortodoxa, la centro izquierda, y nos preguntamos qué camino
coger, estamos ante el enigma de la esfinge: Lucho Garzón en el partido
verde, Gustavo Petro con el polo democrático alternativo, Angelino Garzón
con el partido de gobierno.

Un ex presidente liberal, Alfonso López Michelsen, les enseñó a los


colombianos la llamada operación avispa, una especie de colocación de
cuadros políticos, de personalidades políticas en los movimientos, en los
partidos de oposición. Una especie de estrategia militar, de camaleonismo
político, sobre todo en momentos de decisiones claves y electorales. Quizá
fue una forma de perpetuar el bipartidismo, lo que no hemos estudiado
suficientemente, que ha perjudicado la apertura democrática en Colombia
porque fusiona, confunde las derechas con las izquierdas, permite a las
derechas cooptar las izquierdas y dejar a la izquierda al margen o en un
segundo plano, tercer o cuarto renglón. Esto nos ha de preocupar como
democracia.

Terminamos, en fin, pensando la promesa de la política, la posibilidad de la


vida juntos desde los movimientos sociales, partidistas, intelectuales, desde
las formas de organización humana, de comunicarnos, desde las formas de
gobierno-estado, asunto muy contemporáneo en la época de la técnica, del
mercado, la guerra , los medios de comunicación, en las épocas electorales.
Buscamos, en fin, cómo situarnos allí, cómo decidir, como direccionarnos,
cómo decir y actuar. Son problemas éticos y políticos profundos, de no claro
discernimiento, no fáciles de enunciar, a lo sumo tartamudeamos,
patinamos, vacilamos.

¿Qué camino coger? Esta elucidación torna nuestro ser al lugar epistémico
de las decisiones, del sentido práctico al momento de elegir nuestras
opciones, nuestras posibilidades y orientar nuestra existencia en el mundo
con relación a otros que como todos llegan a involucrarse en proyectos
viables colectivos. La pregunta quién soy en el momento histórico remite
por ende a la pregunta quiénes somos como sujetos relacionales, cómo
sujetos políticos, tanto en aspectos éticos como gnoseológicos y
propiamente políticos. Hay aquí asuntos valóricos, también paradigmáticos
e ideológicos.

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