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Soy una caneca de plástico, que después de haberme creado me utilizaron para empacar la
pintura, me dieron por nombre “CANECA DE PINTURA”. Estuve en una ferretería por mucho
tiempo, hasta que un día llegó un señor llamado Guillermo a comprar una.
Dijo: “buenas tardes, señor, necesito una caneca de pintura, debe ser muy bonita y duradera
porque quiero pintar la habitación de mi nieto Emi, es que lo amo mucho”.
El vendedor, le contestó: ¡claro que sí!, demostrando una sonrisa en su rostro. Por cierto,
ofreció un gran precio por mí.
Con su mano larga, el vendedor me tomó y me entregó al abuelito de Emi, quien de camino
a su destino se fue cantando y expresando su alegría por la labor que iba a realizar.
Sus padres, extrañados, se miraron y sonrieron. ¿Por qué dices eso?, le preguntaron a Emi.
El mismo día, me subieron a un carro y en compañía de Emi y sus padres, nos fuimos hacia
la finca de sus “titos”, como los llamaba el niño.
La abuelita, a viva voz dijo, esta caneca la necesitábamos. Me lavaron muy bien y desde ese
día soy la encargada de recoger la leche que ordeñan de las vacas, de llevar y traer agua
limpia para los quehaceres del hogar y hasta para realizar los quesos que por cierto son
deliciosos.