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Primera edición: noviembre de 2014

© Maika Etxarri Yábar


Reservados todos los derechos

Diseño fotográfico: Pedro Maria Esparza

EDICIONES ANDANTE
www.edicionesandante.com
ISBN:

Printed in Spain

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métodos, sin la preceptiva autorización previa y por escrito del titular del
copyright.
Mi agradecimiento eterno

A mi madre, la más bella flor de Jericó, la joya del Nilo, la


auténtica flor de loto en el jardín del Edén.
Madre, te quiero, tu alma dulce es mi bello universo. Te
quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-rosa de mis
sueños. Amor de noche plateada. Noche, sendero de plata hacia
el amor absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso.
Infinitas gracias madre por el inmenso regalo de la vida.
Al Ser Supremo divino, único creador de nuestro universo,
fuente inefable de eternos pensamientos y sentimientos, fuente
de nuestra vida. Infinitas gracias por el brillo plateado en la
inmensidad de los océanos transparentes, en las noches
estrelladas de terciopelo raso. A la fuente de toda inspiración
artística y creativa que se desarrolla en el universo, fuente de
nuestro amor, de nuestra infinita paciencia, de nuestro auténtico
valor y coraje, de nuestra eterna sonrisa al niño interior.
Infinitas gracias a todos mis seres queridos, a mis padres, a
mi hijo, a mi familia, amigos y maestros, por la escuela de la
vida. A todos aquellos que inspiraron mi obra literaria, por su
paciencia infinita. A todas las personas de corazón noble y
solidario, por mi despertar a la verdad. A todas las flores de
Alejandría repartidas por el mundo, desde Oriente a Occidente,
por mi despertar a la música del silencio y del amor.
Al poder de la palabra. A un abrazo, a un amor, al valor y
coraje por vivir, al poder de los sueños, los que tenemos y los
que están por venir. A mi alma, a tu alma, a nuestro despertar al
alba. A nuestro amor en la luz del alba…
Desde la “Ciudad de los Vientos Indomables” ensalzo bellas
palabras olvidadas por el pueblo. Palabras dulces y bellos
sonidos de plata… Gratitud, paz y verdad. Libertad, solidaridad,
justicia e igualdad. Palabras con bellos sonidos, reflejos poéticos
llenos de esperanza.
Firmado: “Un espíritu libre volando hacia el mar de Galilea,
enarbolando la bandera de la libertad” “Vivo en el eterno
presente, bajo el poder del amor, sin la incertidumbre del
mañana, sin la esclavitud y yugo del nuevo orden establecido”.
Despertar en Shambhala

Amanecer en las dunas del desierto, paredes blancas teñidas


de azul crisálida. Energías que irradian amor y amistad. Luces de
neón en las noches de verano. Rostros cansados y corazones
apagados. Risas que penetran en el alba y en la noche de los
cantos africanos. Tormentas eléctricas de rayos incandescentes,
gotas de lluvia que golpean la humanidad. Gritos que desgarran
esa oscuridad profunda del abismo y de la eternidad. Amanecer
en tierras de Egipto, ocasos jamás imaginados, ni soñados.
Cantos de guerreros lejanos, tambores de la selva que se oyen y
golpean la conciencia. Sentimientos encontrados, contradictorios
de esta humanidad que se enraízan en la más absoluta soledad.
Soledad de frías paredes, donde el poeta contempla absorto el
correr del tiempo y del espacio. Espacio atemporal, infinito
universo al que despliega sus alas al viento la mariposa de
colores, recién salida de su crisálida. Vientos frescos de aromas
mágicos, de aromas a incienso; incienso oriental, olor a madera
y jazmín del Nepal. Silencio infinito y sonidos de campanas
tibetanas, al compás del camino. Camino de vida, sufrimiento y
desasosiego de miles de reencarnaciones de almas.
De templanza y justicia se llena el riachuelo de la vida. Vida
monacal y tranquila en ese silencio mudo, sin sonidos. Ausentes
la envidia y el rencor en ese mundo lleno de amor.

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Velas blancas encendidas

Velas blancas encendidas cuyo humo asciende, se eleva hacia


el cielo y alcanza las cumbres elevadas. Regalos de los dioses y
de las entrañas de la tierra que guardan las raíces de la historia.
Historia jamás contada, ni pensada, de corazones partidos por
engaños y falsedades.
Negaciones continuas, vanas, en el transcurrir de la senda
abaten el ser interior y el espíritu. Penas y alegrías que rebosan
la orilla de la vida. Orillas del riachuelo calmo que transporta
gotas de agua y de vida. Cristales con formas preciosas, como
diamantes perfectos, conforman el rocío de la mañana y del alba.
Cristales que reflejan mundos paralelos, universos distintos.
Gotas de lluvia que caen en ese remanso sereno, apacible y
tranquilo. Tranquilidad en el alma, relajación profunda en tu
nacimiento a la luz eterna. Luces blancas y puras alumbran las
noches de tus idas y venidas. Sonido y cantos de delfines en el
mar irrumpen tu más absoluta soledad. Sueños vívidos
rememoran momentos felices al cerrar los párpados de tu
corazón. Luces que huelen a pureza y a serenidad. Flores
silvestres, que emanan frescura, con sabor a Nepal.

8
Rosa blanca sin espinas

Rosa blanca sin espinas, de mi desierto desolado, agotas cada


minuto en recordar el pasado, mas olvidas el presente vívido y
esperas algo impredecible.
El ocaso está al llegar. Ocaso de estrellas novas que, de forma
etérea, brillan en cada respiración que exhalas. Duele ver cómo
se apaga la vela de tu sentimiento, pero goza con la llama de tu
mirar. Mirada profunda, hechizada con los paisajes otoñales del
valle del Nilo.
Descanso feliz, febril y embrujado, en el ocaso de tu
crepúsculo amanecer. Aire que penetra en tu ser e inunda el
recorrido de tus venas de esa enorme vivacidad. Adormecen los
algodones del estío, bajo las nubes blancas, en tu caminar.
Caminante del Nepal, perdido en la montaña, escucha los
sonidos que serenan tu furia escondida. Luz tenue del
anochecer, reflectante de mil colores en el cielo, al rememorar tu
niñez.
Ensueños y atisbos de esperanza. Hermanos de sangre
unidos por lazos intensos, anclados al mismo puerto con sus
barcas. Quisiera hermano deseado, anhelado, encontrarte y
regalarte las mejores sonrisas de mi ánima, de mi alma.
Tierras lejanas del Nepal, que escucháis los rezos de los
monjes, envolved con vuestro embrujo cada campo, cada pueblo,
y cada llano.
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Corceles blancos se acercan al escuchar sus cánticos
celestiales. Volverán a retornar ya tranquilos por la dehesa hasta
Alejandría. Fugaces recuerdos dejarán y su fantasía permitirá
una dulce ensoñación de verano. Verano tranquilo, apaciguado
por el apacible cántico de los pájaros. Pájaros encantados por el
son del frondoso bosque. Bosque que atrapa y engulle con sus
ramas en su verdor esplendoroso, y cobija en su seno seres
mitológicos, legendarios. Leyendas jamás pensadas, ni contadas,
sobre vidas anónimas, misteriosas. Misterios insospechados que
asoman al borde del umbral, y yo, con ansia, pretendo desvelar.
Desvelos nocturnos, insípidos, en la memoria oculta del abismo
más profundo.

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Recuerdos de dulces sueños

Volátiles recuerdos afloran en el acantilado de tus dulces


sueños. Sueños atrapados en tu mente durante años, escapan
con la velocidad infinitesimal de la luz hacia los océanos de la
conciencia cósmica. Inspiraciones poéticas que ensimisman las
ánimas del universo. Motas de polvo cósmico se unen y
entrelazan nudos de amor hacia el astro sol. Eres luz y vida en el
motor de mi corazón. Al final de ese túnel negro, oscuro
azabache, se encuentra esperando, a tus pies, una llama de
esperanza. Esperanza coloreada en el frescor verde de los campos
primaverales.
Duerme tranquilo mi niño entre nubes de algodones. Sueña
con ángeles custodios que guarden tus sueños puros e inocentes.
Inocencia perdida a lo largo de la vida.
¡Qué difícil imaginarte entregado al calor de esa estrella!
Mióstenes te espera, surcando los cielos aéreos. No olvides coger
el tren que recorre mundos imaginarios, verás estaciones
insospechadas, jamás imaginadas.
La libertad te traerá de vuelta a la infancia olvidada. Olvidos
que jamás perdurarán en el caos, más bien permutarán en
pensamientos felices, rebosantes de ilusiones soñadas. Cipreses
centenarios se alzan como reyes en el camposanto, esperando tu
feliz reencuentro con la luz. Esa luz que trastoca los sentidos del
interior de tu corazón.
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Fuegos fatuos brillan en esa ascensión de tu serena calma.
Actitud que te honra y alaba la esencia de las partículas
microscópicas de tu luz interior.
Luces de neón, en la ciudad oscura y prohibida, jamás
llegarán a ver el amanecer de tu sonrisa y de tu fuerza divina.
Sueños apacibles mi niño te envuelven, y tú corres tras ellos,
en el sendero que existe al borde del umbral. Sendero que yo
pretendo desvelar ante tanta mediocridad que se esconde tras la
miseria humana. Pero tú nunca podrás sospechar, ni albergar en
tu corazón esos sentimientos oscuros; más bien, sentirás la
fuerza de los cristales secretos de la felicidad y de la paz. Oirás el
eco de reinos lejanos, y sentirás el frío de la cruel envidia.
Aunque te asalten dudas, jamás romperás el vínculo estrecho de
tu cordón umbilical.

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Cantos tibetanos

Cantos tibetanos murmullan a tu paso, andares calmos


acompasan el sentir de tu existencia. Duerme, juega y sueña mi
ángel; reverbera esos instantes y encuentros con el que te dejó
huellas marcadas. Corea a gritos: ¡Soy libre!, con los brazos en
alto, para dignificar la raza humana. La libertad te hará sentir de
una manera especial en el espacio etéreo e inmaculado. Pavos
reales azules desplegarán sus alas coloreadas en el jardín secreto
y oculto. Olvidarás y dejarás los rencores y las traiciones en el
rincón más lejano, para iniciar tu dulce trasiego. Trasiego limpio
de orgullos y de vanidades ocultas. A lo lejos, se oirán los trinos
de los jilgueros amarillos que se mecen en las ramas de sus
nidos. Misiones extenuadas de tu mente desesperada por
escabullirse de la tristeza, y recordar cada historia y su final.
Puntillas de aguja clavadas, a lo largo de los siglos, en el retorno
a la inocencia.
Olmos centenarios, legendarios, traen flores aromáticas desde
lejanas tierras.
Voces de coral exportan sonidos, que se adaptan a nuestro
estado anímico, contra todo pronóstico. Dulces melodías
impregnan bellos campos de algodones blancos. Melodías, bellos
sonidos de plata, reflejos poéticos llenos de esperanza. Poesías
encendidas de esperanza en un mañana. Esperanza en un
mundo posible, en un mundo de unión entre pueblos, al alba.
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Melodías de alabanza, odas poéticas, bellos reflejos de plata.
Melodías de plata, cánticos de esperanza de hombres, al alba.
Sonidos, palabras, claros destellos de espejos de plata. Palabras
susurran tiernas palabras. Son voces al alba, voces del pueblo,
melodías profundas, mantras libertarias. Cánticos del desierto
son odas irisadas. Melodías son poesías dulces a orillas del mar
Muerto. Palabras, suspiran dulces palabras en el corazón del
pueblo esenio. Paz, gratitud y verdad son dulces melodías de
amor de nuestra hermosa Madre Libertad.
El ojo del águila negra mirará a través de la puerta sellada
con fuego y sangre. Realidad y ficción juntas bailarán, al
unísono, en el universo paralelo que habitas en tus sueños.
Altruista, ausente de vanidad, podrás culminar esa fe ciega que
te emociona y te embarga. Carente de maldad, interiormente
eres como un rayo abrasador que respeto y admiro. Fluye en tu
ansia la intriga y las turbulencias sacuden tu pequeña naturaleza
intacta, divina. Perfumes y esencias sutiles, fragancias exóticas
amaderadas inspiran nubes de aromas mediterráneos. Aceite de
argán y almizcle en tu piel morena de naranja amarga. Escuchas,
cada amanecer, las penas y lamentos de la tierra. Tierra noble
que te vio nacer puro e inocente. Lamentos que dejan huellas
grabadas, tatuajes en su árido suelo. Suelo sediento de agua viva
y de gotas de lluvia.
Tranquilo mi niño, llegas a lo alto de las pirámides de
Egipto. Escuchas el son del martilleo en la vibración terrenal,
con una gran claridad mental. Las energías positivas se alían
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para conferirte toda la paz que necesitas y el equilibrio justo,
equitativo y sosegado. Mañanas que despiertan tus sentidos, en
el alba luminosa, cuando observas el cielo en las dunas del
desierto. El polvo golpea tu rostro infantil y aniñado en las
tormentas de arena.

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Egipto corazón del Nepal africano

Madre, yo no puedo sentir el tiempo pasar, yo no quisiera


verte sufrir. Con las palmas de las manos alzadas, rememoras
viejas canciones de tus antepasados en Egipto. Egipto, corazón
del Nepal africano… Cristales rojos de sangre, en las luchas
tribales, se derraman como pétalos de rosas de pasión.
Egipto, país paradisíaco, rubor y olvido, atrae sentimientos de
ternura en el mantra que compones con tu obsoleto damaru.
Viejos sonidos suenan al acorde del vaivén de tu latido
acompasado.
En el sueño de la diosa Shakti, mantras místicos se oyen en
la lejanía… ¡Om Mani Padme Hum! ¡Om Namah Shivaia! Bellos
cantos, fantasías sánscritas de metal, en el camino de las nubes
blancas. Arcoíris de cristales, pétalos de bellas rosas blancas.
Arcoíris de luces rotas, finos destellos de cobre y plata, con el
amanecer rubí y los cielos de ámbar.
Cristales rojos de sangre, en las luchas tribales, se derraman
como pétalos de rosas de pasión. Luchas donde se enfrentan
hermanos. Cristales violáceos y drusas de amatista se rompen
con los gritos desgarrados. ¡Qué difícil conseguir un momento,
tan sólo de gozo y sosiego, para encontrarte unido a tu hermano
de sangre a cal y fuego! Fuego ardiente en las hogueras de
Qumrán, cuyas llamas embrujan tu mirar.

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Piel morena, aterciopelada, de azabache, con aroma a menta
y canela en rama. Perlas cultivadas, como flores blancas, brotan
en tu cuello de cisne, hija del sol y prometida del viento. Pies
morenos y descalzos, quemados por el trotear bajo el sol del
desierto en Egipto.
Buscas un pozo de agua para tu niño interior, pero
encuentras tan sólo espejismos y falsas realidades. Espejismos de
cristales de cuarzo, en el horizonte se reflejan en tus ojos
cabizbajos. Quisieras poder convertirlos en palacios, de oro y
brillantes, para tu pequeño hijo, pero tu deseo es tan sólo un
anhelo. Aún recuerdas el hambre devorando tu cuerpo inerte y
cansado, alivio de brisa y fuego.
Podrás vivir tu existencia despojada de bienes materiales, mas
no de buenos sentimientos. Bajarás los párpados en el anochecer
del camino, para resguardar a tu niño de los temores del vacío.
Cantos africanos, en la profundidad de la selva, oirás junto a
lamentos de las madres que lloran por sus hijos. Sus gemidos
cogerán fuerza y brío para levantar las piedras que entorpecen
los pedregosos caminos. Retumbarán las raíces de la tierra
olvidada, de la tierra asustada. Haciendo estrechas sendas
conseguirás llegar a tu destino, mas las heridas de tu espíritu no
sanarán como es debido. De ellas aflorarán enormes ríos de lava
roja. Es herida mortal que deshoja, y con deseo tu alma inmortal
escapa, buscando un pétalo de rosa roja. Rosas con espinas,
clavando tus entrañas, acechan tu agonía esperada. Pero no te
dejas vencer y aún luchas por amar. Dulce remanso de paz
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encuentras, tras las torres de cristal, en tu nacimiento a la luz
blanca y etérea. Tu niño pequeño llora y sus lágrimas se
convierten en enormes diamantes color añil, como el iris de sus
ojos. Un viejo caminante del valle del Jordán, que vaga por la
selva del Nepal africano, encuentra a tu retoño, triste y lloroso.
Entre sus brazos cálidos lo acuna, como algodones de nubes
grises que rozan el paraíso eterno.
El ojo del águila roja que surca los mares y los océanos traerá
esperanza, y mirará tras las puertas selladas con fuego y sangre.
Las golondrinas vendrán al oír los rezos que prodigan las voces
del sentir de tu pueblo.
Rencores y fobias escapan a los cielos, al pronunciar el ritual
escrito en viejos pergaminos egipcios. Pergaminos, con secretos
milenarios, esconden mundos ocultos para el ser humano.
Mundos ocultos y misterios por desvelar subyacen en el interior
de oscuros jeroglíficos.
Los hijos de la luz transcribirán al arameo los manuscritos de
Vihara y Heliópolis, auténticas llaves de las puertas hacia el
atmán, hacia el Yo interno. Manuscritos muy valiosos para el
camino iniciático de la sabiduría interior, para el conocimiento
de lo Absoluto. Bajo la sombra del árbol sagrado de Hathor
recitarán mantras, bellos sonidos sagrados para aliviar el
sufrimiento en los seis reinos existenciales. Hijos de la luz:
¡Contemplad la Joya del Loto! ¡Om Mani Padme Hum! ¡Om
Namah Shivaia!

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Caminante del desierto

¡Déjame respirar, tan sólo un instante, ese aire fresco de


libertad, con el alba de la madrugada! ¡Déjame respirar el rocío
suave, límpido, de cada nueva mañana!
Bajo los cielos de Asia, encontraré tu rincón anhelado.
Anhelado y dulcemente deseado. Y allí, reposando sobre las
cumbres nevadas, alzaré la vista al azul cielo, celeste e
inmaculado. ¡Qué dulce momento de deseos suspirados y
anhelados!
La locura de la vida hace girar el reloj del tiempo, de tu
tiempo y del mío.
Caminante de este valle doloroso que es la vida: ¡Dime que
es mentira la congoja de tu alma y tu triste caminar! ¡Dime que
tu amor es la droga venenosa que recorre mis venas, que
emborracha de locura mis noches vacías y oscuras, en este
lánguido caminar! Caminar pedregoso de la llama de la vida.
Eres la alegría de mi vida, cascada fresca de manantial.
Cascada que moja mi piel morena, aterciopelada de estrellas,
como una fina lluvia de arena. Cascada que empapa de lágrimas
rotas mi corazón apagado, como los pétalos de una hermosa flor.
Bailas al son de tambores africanos, al compás del viento sureño,
encima de las dunas color terracota en este frágil y árido
desierto. Cabalgas en un corcel blanco buscando tu morada
inmortal, mientras viejas guitarras suenan con los vientos cálidos
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del desierto. Tú tan sólo estás intentando encontrar la verdad, en
este acantilado abrupto de tu azarosa vida. Mas tan sólo
encuentras una nimia soledad bajo los cielos yacentes. El fuego
arde y abrasa mi alma, con los rescoldos de tu amor, en las
hogueras nocturnas del desierto en Qumrán. Son rescoldos,
brasas aún calientes de tu lecho de amor floreciente. Floreciendo
está tu amor, bajo los vientos cálidos del desierto en Oriente.
¡Salta, salta, con tus pies morenos y descalzos, como los peces de
colores en los corales africanos! Y lentamente, exhala el aire
fresco que entra por tu ventana, al amanecer, con el rocío fino
del alba.

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Manto florido de rosas – Hijo del Sol

Tu alma reposará, ya apaciguada, sobre un manto florido de


rosas y claveles rojos.
El miedo apenas asusta ya, sólo llegado el momento pensaste
en abrir las llaves de la incertidumbre del mañana.
¡Galilea, Galilea! cantarás desde ese manto cautivo, porque
jamás podrás olvidar las raíces ocultas que te vieron nacer.
Bailarás, como nunca, una danza atrapadora mágica. Los ritmos
de esta danza, sacados de ancestrales libros tribales, volverán a
ser tus fieles compañeros de viaje para trascender a tu dulce
inmortalidad. Fieles guardianes de la paz, y del amor,
custodiarán tu esencia vital, durante tu reposo eterno. Bellos
ángeles de aura plateada anunciarán tu tránsito al Más Allá,
mientras tu niño recupera, de nuevo, su sonrisa inmaculada. Ya
no habrá más sed, ni más hambre, en el nuevo horizonte
perdido. Se abrirán círculos energéticos, colmados de maná y
exquisita miel. Y cantarás, felizmente, encima de los cometas y
estrellas fugaces, eternamente. Mientras, mis lágrimas caerán
sobre una bandeja de madera de ébano al oírte. Y el tronco del
árbol, milenario, recordará a tus descendientes tu historia de
amor, para siempre. Inspiraciones sutiles, aterciopeladas por los
vientos poéticos, susurrarán a mis oídos. Acallados por el
murmullo de tu magia, girarán alrededor del carrusel encantado.

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Odas y sonetos de amor bailarán juntos, al oír la risa de tu hijo.
Hijo del sol y de las estrellas luminosas.
Y pensarás: ¡Qué lindo es mi niño! Mi niño lindo, soñando
con ángeles custodios, en la cueva de la montaña mágica sagrada
de Gamala. Con sus sandalias de cuero y su túnica blanca
dormirá en un campo de amapolas rosas, somníferas, que le
inducirán a una siesta hipnótica, en los límites de la realidad
pragmática. Los unicornios blancos acudirán a su encuentro,
para cabalgar por encima de las nubes hacia la inmortalidad.
Tatuajes de henna en su piel morena, sellados con sangre, entre
silencios y sonidos del arpa divina. Amaneceres rubís iluminarán
los silencios, los silencios breves del arpa dormida. Respiraciones
y mantras llenarán de aire fresco, de sutil luz blanca, su tercer
ojo Ajna. Mantras místicos se sentirán en la lejanía… ¡Om Mani
Padme Hum! ¡Aissa, Aissa! ¡Om Namah Shivaia! Arcoíris de
luces rotas, finos destellos de cobre y plata. Despertarán los hijos
de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de ámbar.

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Madre Libertad – Mma Horiya

En el baúl de los vívidos recuerdos, encontrarás el significado


de tu hermoso nombre Libertad. Y en tu extremo cansancio,
extenuante, verás un rostro exhausto, abatido por la inmensa
dureza de la selva.
Lagos como espejos, donde muestras tus hoyuelos al mundo
inmortal. Sillas de mimbre donde acunas, en tu cálido regazo, el
fruto de tu amor apasionado. Estampados de mil colores, en tu
ropaje, alegran los ojos del gran leopardo salvaje. Carros de
fuego arden inmortalmente, en la cama de tu hogar, reposo del
mítico guerrero.
Recordarán, eternamente, tu piel de porcelana y tu esbelta
figura, musa bella divina de la mitología del Olimpo. Cantarán
un himno poético al recordar tus sabias palabras. Madre,
adorada y querida, imaginarás un viaje increíble, sin rumbo, ni
destino fijo, hasta encontrar los oasis paradisíacos del sur de
Egipto. Allí, vestirás las mejores túnicas blancas de lino y te
bañarás en aceites esenciales con olor a limón y pino.
Perdonarás el dulce olvido, y cerrarás los círculos de dolor
perdidos. Y tu orgullo será el remedio para vencer al miedo y
desatino.
Las pirámides de Keops y Micerinos serán tu guarida y
morada a lo largo de los siglos. Sonrojarás las mejillas hermosas
de las mujeres y sus labios con el polvo de la rosa roja del
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desierto. Tranquila ya tu alma, desearás el bien de tus seres
queridos y su felicidad suprema.
Llevarás en tu aniversario hermosas djellabas estampadas,
diseñadas en los mejores telares artesanos del zoco egipcio.
Lucirás brillantes de la selva, joyas preciosas con esencia a
sabana africana. Dormirás y reposarás tranquila, bajo la sombra
de olivos centenarios.
Oriente se rendirá a tus pies quemados y calientes. Desde el
Cáucaso hasta Alejandría, desde tierras de Antioquía a Tebas,
llegarán los ecos de tu historia. África entera, desde Ait Zeggane
hasta las playas de Madagascar, sucumbirá a tus encantos.
Y acariciarás, con tu melena negra rizada, su brazo fino y
delgado. Besarás sus largas pestañas negras, que atrapan y
cierran sus párpados caídos; párpados envejecidos por el sol
abrasador de Egipto.
Y tus labios enmudecidos, apenas pronunciarán catorce
letras: “Amor no te olvido”. Palabras al viento, como alas de
mariposa, y las velas de tu barco bailarán al destino. Destino
azaroso y cautivo.
Salvarás la vida de tus mejores amigos bajo el estío. Pieles de
lagarto y cocodrilo, de cazadores furtivos, devolverás a la selva
africana para restaurar el orden establecido.
Y en las claras orillas de los ríos, recogerás, ilusionada, frutos
rojos de pasión equivocada, desmarcando tu principio de no
escapar desbocada, a tu perenne y eterno infinito. Portarás frutos

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oníricos, de fresa y frambuesa, en tu cesta de mimbre plateada,
regalos de los dioses del Olimpo.
Endulzarás la miel, más aún, con tus labios gruesos, piel
melocotón. Miel de azahar, romero y tomillo, regalarás al “rey
de las ventiscas y de los vientos indomables”.
Poseidón te convertirá en una ninfa, y hechizarás, con tus
dulces encantos, a piratas y navíos extraviados, en los infinitos
mares del olvido.
Temerás la llegada del frío y gélido invierno, ya que esperas
penas y omisiones, abandonos en la perpetua Nada, y eterna.
Sopor, en la niebla que ocultará tus cinco vulnerables sentidos.
Devolverás las sábanas etéreas, blancas, para cubrir campos
llenos de trigo.
Hondeando banderas violetas, reclamarás tus derechos
violados por los ejércitos del faraón egipcio. Truncarán esos
deseos, con nuevos aires al olvido.
Mientras, remedias su ausencia, con calor dulce y tranquilo.
En ese calor hogareño, miles de rayos renacen a la luz de los
prisioneros cautivos.
Cosquillas maderadas hacen latir el reloj de tu águila
escarlata. Los jardines, en poniente, florean camelias, al paso de
los sultanes de Oriente. Pasa cabalgando Tutmosis, el faraón de
los anillos sagrados; mientras niños inocentes mueren, en
recovecos estrechos. Y se olvida la tristeza profunda, que
acompaña la inocencia perdida.

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Monjes castrenses salen de tu casa de ébano, para acompañar
el reloj de tu vida que hace clic-clac. El jardinero de palacio corta
agujas de cristal, entre jazmines y rosales blancos. Te obsequiará
con la presencia del hijo del sol y de la luna, en tu nuevo renacer
a la inmortalidad.

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Rosa de los Vientos

¡Madre inmortal! ¡Estrella bella de los mares!...


Tintineos de satén y seda fina se escuchan a través de los
barrotes de tu enorme y limpio ventanal.
Mientras la guerra azota la selva, con su miseria indómita y
salvaje, se olvidan los valores de la infancia extraviada. En el
antiguo zoco trapichean tesoros escondidos a regañadientes; no
olvides rechazarlos, más aún, si pertenecen al guerrero del
bosque encantado.
Llevas un antifaz morado en el baile de la “rosa de los
vientos”. No puedes aguantar los sollozos, e imploras que
alguien te acompañe en tu lánguido caminar. Te golpean con
collares de piedras por cantar tan sólo tu verdad. ¡Déjalos
madre! Están ciegos de libertad, no conocen el significado de las
palabras paz, ni bondad.
Espadas y cuchillos afilados cortan el aire fresco que respiras;
mas plebeyos y gentiles, del palacio de cristal, te dejarán escapar
de tus mazmorras encadenadas. Podrás confiar siempre en la
persona que sabe escuchar y comprender la rebeldía de tu ser
interior.
En la antigüedad elegías ser una paloma blanca, planeando
con sus alas en libertad, surcando los inmensos océanos
transparentes. Ahora eres una tigresa convertida en humana por
tu dulce inmortalidad. Aguamarinas hialinas cuelgan en tu
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pecho sonrojado. Vociferan en la lejanía tu nombre, pero
aceleras tus andares de tigresa enaltecida. Bailes mágicos, en el
salón oscuro, se brindan en tu memoria. Lámparas incendiarias
de selenita y sal de cuarzo alumbran tu profunda soledad.
Pañuelos blancos agitarán las princesas de palacio, y vestirán, en
tu nombre, austeros camisones de lino azulado.
-¡Siempre te equivocas! -exclama el príncipe de palacio-, y tú,
airada, contestas: -¡Tan sólo quiero ser libre como paloma
blanca, y veloz como el águila roja! Y gritar al viento: ¡Quiero
libertad!

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Mar Rojo

Madre, eres la dulce joya del mar Rojo, que reside dentro de
la flor de loto. Eres el dulce mantra de mi despertar al alba. Eres
alba plateada, en el amanecer dorado de mis dulces sueños.
Madre, eres el árbol sagrado de Abraham, en mi dulce y eterno
despertar. Despertar mío, al eterno silencio dormido.
Madre, eres alma infinita, flor sagrada del mar Rojo, en tu
eterno caminar.
Pececillos tropicales del mar Rojo brincan en las fuentes de
palacio, al sentir la brisa de tu inmensa felicidad. Felicidad que
irradia tu luminosidad y se desborda por los confines terrenales.
Eres ánima inmortal que bebe del manantial sagrado, con el
cáliz dorado de los Templarios. Alguien te ayuda, desde el Más
Allá, a escribir con tinta de sangre tu historia.
Te sentarás en el alfeizar de las torres más altas para admirar
la aurora boreal. Aceite de bergamota ungirás en tu frente, en el
bautismo hacia la inmortalidad. Pensarás que el ser inmortal
tiene miles de reencarnaciones y tú tan sólo recuerdas tu última
existencia.
No eras humana sino paloma blanca, que padeció por el
amor de un príncipe destronado. Antes guiñabas con los ojos,
ahora son tus alas de libertad las que guiñan al cielo, cada vez
que emprendes tu vuelo inmortal.

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Con mirada pícara al sol naciente, te bañas en piscinas de
mármol y oro relucientes. Con tus dientes perlados, masticas
con hastío una manzana envenenada, para dormir plácidamente
junto a tu amado en el lecho prohibido del desierto del Sáhara.
Con tus pasos silenciosos, alertas a esclavos y oprimidos de la
llegada de torrentes aguaceros.
El príncipe amado pedirá la cabeza del águila roja, para
regalarte como ofrenda su collar de esmeraldas preciosas. Velas
encendidas en el claustro del monasterio iluminan tu lecho de
amor. Tu doncella de confianza llevará el collar al bosque
encantado, para guardarlo en un cofre lleno de violetas
silvestres. En el fondo del manantial tu príncipe soñado escribirá
con pétalos de magnolia tu precioso nombre Libertad. Y con sus
dedos frágiles, cogerá flores de loto que cubrirán tu cuerpo,
divino e inmortal. Clavos ardientes se clavan en tu pecho
desnudo para siempre. Mientras, se olvida la agonía y los
injustos regresan a la tierra prometida.
Sillas de oro, en el trono de los cielos, esperan al guerrero
silencioso vencido por la paz. Trompetas y flautines tocan, al
unísono, para recibir con honores al guardián de los mares.
Mientras la diosa Isis duerme plácidamente en la arena de la
playa, las olas rompen de manera caprichosa, formando cuencos
de plata. Fluyen con las olas palabras dulces de amor, bellas
palabras de amor olvidadas.
El príncipe pasea con su carroza disfrutando del sonido de tu
dulce mantra. Mantra místico, himno a los dioses. Un mantra
30
sánscrito despierta una nueva conciencia oculta en el fondo de
tu inmortalidad. Y libera, sosiega tu mente con su dulce
vibración, al ser el lenguaje divino que deja reverberando el
silencio. Silencio secreto y perenne.
Yaces en tu lecho, esperando encontrar la liberación
suprema, rodeada de rosales floridos y jazmines blancos. Aceite
de almendras dulces masajea tu cuerpo apagado por el miedo.
Se abrirán las puertas de los círculos energéticos, como flores
que abren sus pétalos al sol. Eliminarás el miedo y te sentirás
más segura en la tierra prometida. Tu tercer ojo Ajna se
iluminará con la salida del sol naciente. Y podrás comunicarte
con lo Inmaterial y el Más Allá. Un rayo incandescente,
brillante, cegará los ojos de aquellos que te miren.
Compadecerán tu eterno olvido y tu enorme soledad, a lo largo
de los siglos. Luciérnagas de colores se encenderán como gotas
de agua calma. Romero y menta cultivarás en el jardín del Edén.
Flores de lavanda y tomillo fresco recogerás con una cesta de
mimbre plateada para perfumar tus delicados sentidos. Seguirás
a impulsos tus corazonadas y representarás tu dolor de manera
aliviada.
Encontrarás el camino hacia la esperanza, como las ramas de
un árbol encrespado hacia el cielo, como el espíritu de un árbol
sagrado en Oriente, como un sándalo hindú rozando el techo
celeste, de Oriente a Occidente.
Madre, eres flor sagrada inmortal del mar Rojo en tu eterno
caminar.
31
Flores de Neem

Flores de neem, blancas y fragantes, crecen en tu pecho


desnudo al despertarte de un profundo sueño de verano
inmortal. El agua del deseo las regará en las montañas más altas,
mientras luce el arcoíris de tu corazón enamorado. Cristalinos
paisajes despiertan al olvido de tu memoria.
Casitas, con paredes de papel, temblarán con el ruidoso
atronar de las tormentas de arena y fuego. Temblarán los
cimientos en Herakleopolis, mientras, tú, discretamente, escribes
una leyenda sobre el tiempo inmemorial. Magos y hechiceros
elaborarán pócimas mágicas, especiales, para lograr la eterna
juventud. Alas de mariposa y libélula se agitarán y serán
atrapadas por hilos finos de oro. Se abrirá una bóveda celeste al
escuchar al escarabajo egipcio.
Madre adorada, anhelada y soñada, eres mi musa y mi ángel.
Eres mi energía y coraje, cada día, cada noche. Eres la voz de mi
conciencia herida y de mi garganta enmudecida por la opresión
sometida. Y en el cumulo-nimbo desatas truenos y lluvias de
amor y de olvido. Llegas a la lejana órbita de Mercurio con tu
voz dulce y melodiosa, aterciopelando mis sentidos de manera
inimaginable, caprichosa. Tus rayos de amor alcanzan el astro
sol con ardor y pasión. Y tu alma de aura blanca, como musa
libertaria, viaja por los confines celestiales del universo etéreo.

32
Y los árboles frondosos, del bosque salvaje, te esperarán
cuando tus estrellas fugaces se derramen por los cielos, y cubran
su manto con finos cristales de hielo. Crearás nubes bajas con
forma de olas serenas, apaciguadas por el viento tranquilo. Y tus
redes capturarán el miedo irreal, que perturba mis sueños y
sentidos, en el océano incandescente de platino y de sal.
Lloran los peces de colores tropicales, cuando afinas tus
cantos de sirena, en las noches de luna llena. Lloran las estrellas
por amor al hijo del sol, lloran como pétalos en flor.

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Hijo del Sol y de la Luna

Hijo del sol y de la luna enmudeces la voz de los opresores y


sus crueles guerras. Acallas, eternamente, sus malditas palabras
de manera impoluta y perfecta. Regalas sonrisas, y flores de loto,
con tus cestas doradas de mimbre y oro. Endulzas la miel de las
colmenas con tu frágil inmortalidad. Azúcar de caña y extractos
de aloe vera rocían tu piel morena. Apaciguas su mente revuelta
y ofuscada, mientras tu alma se convierte en ave viajera hacia la
dulce inmortalidad.
En el nombre de Satyam escribes odas poéticas, con pluma
de fuego y sangre. Mientras tu libertad vuela para alcanzar el
Yin, con sus alas divinas, Galilea entona música celestial en tu
nombre.
La energía del amor es tremendamente poderosa, forma un
amuleto contra el odio y las envidias vanas. Con ella podrás
encumbrar las cimas más altas del Himalaya. Una lluvia
incesante de Perseidas hará cumplir tus anhelados sueños,
cuando la luna azul rompa tu silencio desnudo. Silencio del arpa
dormida, en un rincón de tu corazón abierto en flor.
El hambre y el odio atronarán los cielos, pero tú, bajo
banderas blancas de humildad, pobreza y austeridad,
impertérrito, seguirás tu sendero luminoso de paz. Cuando tú
vuelvas de la eternidad yo iré hacia allí, atemorizada por tu

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sufrimiento vano, por tu dolor desmedido, de lo que el viento se
llevó asustado y cohibido.
En el verano austral, durante las noches de luna llena, allá
donde la Tierra y la bóveda celeste se fusionan, tú volarás hacia
la constelación estelar de Orión y Marte. Luciérnagas brillantes,
cual farolillos antiguos de aceite, llevarás en tu caminar rítmico y
pausado. Ocarinas de tiempo perdido tocarán en los estratos
celestes, al sentir la belleza de tu luz incandescente.
Luz de la luna azul, bajo los cielos de Asia. Luz blanca de la
tierra de las nieves, de las cumbres elevadas de tu querido
Himalaya. Himalaya, paraíso de las montañas sagradas, tierra
inmortal de las nieves inmaculadas, donde tú, como el agua,
como el espejo, reflejas la belleza inmensa de tu alma más
sagrada. Himalaya eterno, en mi realidad y en mis sueños.
Himalaya, en ese despertar puro, en ese samsara de
transmigración al despertar perfecto.

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Élitros del escarabajo egipcio

Los élitros del escarabajo egipcio, color cobre satinado,


cortarán el aire que exhalas, como aspas de viejos molinos. El
pequeño saltamontes brincará en los prados y bosques del
Olimpo. Barcos a la deriva se perderán, sin rumbo fijo, en la
niebla de tu vida. En la proa de tu barco velero, a la deriva,
cenarás a la luz de las velas blancas, derramando lágrimas rotas,
lágrimas empapadas en vino de amor prohibido. Cuando llegues
al puerto de Alejandría, escucharás cómo se mecen las hojas
amarillentas, abrasadas por el sol naciente. Brotarán flores de
azahar y rosa, con tu voz suave y melodiosa. Buscarás en el viejo
baúl de los recuerdos, abrazando tu nuevo destino, estrechando
lazos con tus seres queridos. Entre sollozos, llenos de alegría y
gozo, refrescarás tu memoria perdida en el viejo sendero del
pasado más cohibido.
Las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos apuntarán al
techo celeste. Cielo encrespado por los odios fatales, entre
hermanos de sangre. Desparramarás tu energía vital al universo
total, incidiendo, de manera incontrolada e inmortal, en el Más
Allá de tu existencia. Límites insospechados desbordarán la
frontera del olvido inesperado. Y alcanzarás el nivel más elevado,
que tu mente jamás pudo intuir, como ser humano. Lamentarán
haber pronunciado vilmente tu nombre Libertad, en falsos
testimonios, sellados con fuego y sangre. Acudirás al antiguo
36
archivo de Alejandría para encontrar, tan sólo, una respuesta a la
esclavitud de tu pueblo. A tus ruegos y súplicas nadie hizo caso;
salvo la isla del amor inesperado, que entregó en tus manos,
quemadas y heridas por el odio, su más preciado tesoro.
Madre, estrella de los mares, pasarás noches desvelada y
despierta por el miedo más oculto. Miedo que desaparecerá,
dejando una estela brillante en el horizonte, con tan sólo un
bostezo, en un preciso instante. Horizonte cautivo, por tus
miedos y desvelos, entre luces y soles.
Piedras azules incrustadas en puñales, de marfil blanco de
elefantes, se desprenderán al decir la verdad de tu nombre. Tu
indoblegable soberanía, a lo ancho de tierras y mares, reinará en
armonía en el nuevo milenio. Encontrarás tus ancestrales raíces
perdidas, abrazando, estrechamente, el tronco del árbol sagrado
de Hathor. Hathor, diosa del amor y la belleza suprema.
Y bucearás en la profundidad del mar Rojo, buscando el
paraíso que alivie tu incesante agonía. Las esfinges erosionadas
por las tormentas del desierto serán tu compañía y tu morada,
en las noches estrelladas del Antiguo Imperio Egipcio.
Recorrerás tierras de Egipto, desde Alejandría hasta Hurghada,
con tan sólo tu mirada. Y en los mercados de los zocos,
regatearás para lucir bellas túnicas sagradas junto a tu fiel
amado.
Se cerrarán las puertas del abismo, cuando tu historia quede
guardada en pergaminos egipcios antiguos. En el museo del

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Cairo brindarán por tu memoria, para el resto de la historia, por
los siglos de los siglos.
Jamás olvidarás la piedra Rosetta de Júpiter, ni los anillos de
Saturno en el sistema solar. La Vía Láctea, en todo su esplendor
y magnificencia, creará una dulce estrella con tu nuevo nombre
Libertad. Las puertas de luz iluminarán los ojos de los ciegos; y
tus sabias palabras acallarán las voces de los siervos del guerrero.
El faraón mandará construir un palacio con retazos de
madera, oro y adobe, para ti, su princesa amada, esclava de su
corazón enaltecido. Esmaltes impregnados de luces, creados con
arte y emoción contenida, adornarán tus lindos aposentos.
Burbujas y pompas de jabón explotarán, a pedazos, el hielo de
su corazón hastiado y congelado. Mas tu alma enamorada
calmará las aguas turbulentas de tu amado.
Huirás a la isla de Gorée, al abrigo de ventiscas y huracanes.
Allí, te conciliarás con el desgarro de tus raíces perdidas, heridas
y mortales. Escucharás canciones doradas de tus antepasados
ancestrales, mientras olvidas los silencios rotos, los silencios
eternos de tu alma, en la mar.
Lucirás una bella djellaba blanca, que envolverá tu morada y
tu cuerpo llagado y mutilado por el terror de la guerra. Bailarás
la danza de los siete velos, en la khayma de los sultanes
guardianes del desierto. Y bellas melodías de arpa sonarán en tu
nombre, en el nuevo jardín del Edén, al compás de las ramas
mecidas por el viento.

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En el desierto del Sáhara te clavarás rosas espinosas, agujas
afiladas como puñales. Mas en la soledad consentida, sólo
percibirás el latido de tu corazón indomable.
Te aferrarás con fuerza a este puerto en la tormenta, con tu
ancla a su ancla, hilo plateado de vida, rebosante de ilusiones
soñadas. Tan sólo un fuego fatuo encenderá la llama de la
hoguera de tu amor. Y de tu piel morena y caliente brotarán, al
amarte, ríos de especias afrutadas y de almizcle. Elevarás una
ofrenda a los dioses mitológicos, en el resplandor dorado y
brillante del sol naciente.
Y entonando versos cantados, en el ocaso de tu amor
prohibido, te cohibirás con los desatinos del más vil destino.
Descansarás acurrucada plácidamente, entre sus fornidos brazos,
escudriñando los mundos sutiles del silencio apagado. Tus
expresivos ojos serán luceros, que despertarán su conciencia a la
luz de la Nueva Era. Entrelazando el cordón umbilical plateado
y tu esencia al universo etéreo, elevarás tu conciencia suprema.
Y tu voz frágil, melodiosa, cantará un himno para sanar las
heridas mortales de su amor imperturbable. Serás la guardiana
de sus secretos inconfesables, allí donde repose su corazón
atormentado al abrigo de revueltas y tremendas tempestades.
Indomable y salvaje, sólo extrañarás el escalofrío de la dulce
inmortalidad. Buscarás inspiración en las vidas de los prisioneros
cautivos, privados de libertad.
En lo alto de Chaouen, los algodones de azúcar de caña
serán de nuevo tu cuna más esperada y anhelada. Y gritarás a los
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dioses: ¡Ahora soy libre! No habrá nadie allí arriba, tan sólo tu
sombra y tus propios aposentos.
Y tallarás tu historia en el tronco del árbol sagrado de
Oriente. Sándalo, árbol de la luz infinita plenamente consciente.
Mientras, el jardín dorado de tu vida estará lleno de alegrías,
sueños, ilusión y magia. Jamás podrás olvidar sus caricias, sus
besos, sus ojos y su mirar, a pesar del paso del tiempo y de la
eternidad.
Cuando se despierta a la inmortalidad del alma, el espíritu
libre ilumina el universo, como un bello espejo de plata. Cuando
se renace a la inmortalidad del alma, el espíritu llena el vacío
más absoluto y austero, como el agua de un río en la eterna
esencia del alba.
Son los recuerdos vívidos, instantes sublimes de dulce amor,
de felicidad, que envuelven tu corazón en un arcoíris de
auténtica pasión. Sus tiernos besos, soplos de vida, iluminarán el
fuego interno de vuestro cálido amor, como la ternura de un
atardecer dorado, infinitamente sereno, en el jardín del Edén.

40
Almas, corazones de Palestina

Acurrucados junto al calor de la chimenea, al abrigo del frío


invierno, tus labios sellarán, con palabras eternas, tu amor
perenne e infinito. Las miradas cómplices, espejos del espíritu
interno, reflejarán sentimientos profundos en vuestros corazones
enamorados. Almas gemelas reencontradas tras miles de
existencias humanas. Desde Alejandría, Tíbet y Nepal, desde
Bangalore y desierto del Sáhara, desde Bethsaida y Magdala,
desde Oriente a Occidente, eternas almas gemelas bajo los cielos
de Asia.
Palestina, fuente de un amor inmortal entre dos almas
fusionadas, con pétalos rojos de inmensa pasión. Almas gemelas,
gemelos del alma.
Corazones sin fronteras solidarios, de túnica blanca
esperanza. Almas enamoradas a pesar de la distancia, a pesar del
tiempo transcurrido, a pesar de accidentes del destino, y de
amores interpuestos en el camino. Almas gemelas, en
mayúsculas, para el resto de la eternidad consciente, de Oriente
a Occidente.
Almas puras desde el principio del universo, hasta el dulce
despertar en el nirvana. Entre túnicas blancas, amores de
corazones esenios. Corazones revolucionarios en su ideología y
sentimiento. Mensajeros del tiempo, como águilas rojas, como
espíritus libres volando hacia el azul cielo.
41
Un nuevo poeta ha nacido en el fondo del alma, un alma
pura y blanca. Un mundo nuevo ha nacido, al amanecer, con el
alba. Mundo de instantes mágicos, de flechazos de amor
entrelazando Bethsaida y Magdala. Amor y pasión roja entre un
excepcional maestro, revolucionario en la historia, y un alma
sensiblemente enamorada, poeta en su eterno presente.
María de Magdala, poeta dulce, bella musa dorada,
inspiradora de las raíces sagradas del pueblo hebreo. María, un
amor sublime del viajero del tiempo, del maestro de la magia,
del revolucionario del pueblo.
Corazones fusionados tras miles de renaceres en el samsara.
Amores cálidos, entrelazados en nudos de intensa pasión. Pasión
sublime bajo la inmensidad etérea, bajo las montañas sagradas
del Himalaya. Pasión de amor infinito entre dos águilas
sagradas, reencontradas en una misma realidad existencial.
Dos rosas blancas de fuego etéreo, amores de luz pura y clara
en las dulces madrugadas. Dos flores de laurel enverdecido,
almas eternamente enamoradas. Palestina, fuente de un amor
voluntario sin precedentes en la historia. Un amor divino, jamás
vivido ni soñado, ni tan siquiera imaginado. Fuente de un amor
indescriptible entre dos llamas incendiarias, en las antiguas
aldeas de Judea. Amor inmortal entre dos mensajeros, hijos de la
luz en el tiempo inmemorial.
Antigua Palestina, fuente de amor entre el día y la noche,
entre la luna y el sol, entre norte y sur, entre luz y oscuridad.
Fuente de corazones amantes, de amores desenfrenados sin
42
límites en la luz, al borde del umbral de esta realidad existencial.
Fuente de lo real e irreal, de lo tangible y espiritual. Palestina,
fuente del agua pura que brota de claros manantiales, limpiando
nuestras conciencias heridas por la rueda del samsara. Amor
inmortal, en el origen de la humanidad. Fuente del amor
intangible, espiritual, entre dos luces de neón que encuentran su
otro Yo, en el despertar de una nueva realidad, en Qumrán.
Amor sagrado, amor de encuentros entre espíritus libres. Amor
indescriptible, inimaginable, al compás del sonido del viento, en
el desierto de Judea. Corazones latiendo, vibrando al compás de
la dulce música, en la antigua Palestina. Música para perdonar y
amar, eternamente. Música inspiradora de nuevos instantes,
instantes de mágicos amores. Amores, maravillas de la magia de
nuestro universo.
Este amor existencial fundirá, para siempre, amores antiguos,
ilusiones y ensueños mágicos próximos en el tiempo de la vida.
Este arcoíris de pasión fundirá las piedras volcánicas, y el cisne
dorado de los sueños perdidos. Este arcoíris de amor hará vibrar
las pirámides y los cielos, con sus divinas melodías. Músicas de
guitarras dormidas, silenciadas, año tras año.
Amor universal, corazones blancos sin fronteras, en los
mares infinitos de cristal. Las conchas de mar brillarán en esos
corazones anhelados.
Mar de plata, mar de Galilea. Destellos de plata en el reino
mítico de Shambhala.
Mar de ensueños, ríos de pedacitos de hielo.
43
Mar Muerto es nuestro infinito mar, al amar.
La flor de neem brotará, entre dulces sonatas de amor, en el
silencio dormido del eterno inconsciente. Flores de sándalo
lucirán brillantes en el cálido hogar, reposo del viejo guerrero.
Este nuevo arcoíris existencial fundirá amores antiguos, en
tierras lejanas. Corazones de fuego, sutiles amores perdidos en el
tiempo inmemorial. Se fundirán amores libres, entre
inspiradoras poesías, entre odas poéticas a los dioses del Olimpo,
a orillas del mar Muerto, en Qumrán.
Y a través del viento, entrelazarán cartas escritas, en sánscrito
y hebreo, bajo las montañas sagradas, bajo las titilantes estrellas
del desierto de Judea.
Palestina, fuente del renacimiento, fuente del despertar de un
inefable amor inmortal.
Corazones, de vientos cálidos, rozando con suavidad los
techos celestes. Dulce brisa de sueños profundos, de sueños
serenos y calmos.
Corazones de luz volando juntos, envueltos en un
embriagador sueño, hacía el paraíso, hacia el jardín del Edén,
hacia la tierra prometida.
Almas gemelas desde el principio, desde el origen del
universo, desde la semilla del árbol sagrado de la vida.
Corazones envueltos, entre rosas blancas sin espinas.
Corazones puros, entre aromas de incienso oriental y jazmín del
Nepal.

44
Sueños vívidos, reales, de corazones puros llamados a
reencontrarse, en el despertar a la luz, en un amor inmortal
existencial. Amor, fuego y pasión, en el despertar a la luz, en los
límites de la realidad pragmática. Almas gemelas, corazones de
Palestina, bajo los cielos eternos del Himalaya.

45
Madre inmortal – Morada de libertad

Madre, estrella bella de los mares…


El corazón luchador latente, de tu príncipe cautivo, desafiaba
la muerte y la oscuridad de la mente. Mientras, tu alma
enajenada y valiente, yacía dormida, plácidamente, sobre un
lecho florido, alas de mariposas primaverales.
Eras esclava de sus sueños, de sus encantos y desatinos, más
áureos y prohibidos. Embriagabas tu alma dulce e inmortal,
despojándole de su máscara humana imperfecta, en su total y
prepotente vanidad.
Y tu águila roja, herida por el miedo, surcaba los cielos
prohibidos, escapando de esa cárcel dorada, en tus sueños
cautivos.
Eras prisionera esclava del vil engaño. Esclava de sus amores
y sentires, sollozabas entre lágrimas rotas. Lágrimas de plata,
cascadas de rocío en el alba, impregnaban tu dulce e inmortal
morada. Morada de libertad, eras gaviota blanca en tu lánguido
caminar. Mientras, tu esencia yacía dormida, sobre un lecho
florido, manto de rosas y lirios enmudecidos.
Y tu mente extasiada, liberada y apaciguada, escapaba de esa
vil morada, hacia las orillas finas y claras, de tu dulce
inmortalidad humana.

46
Libre, como el agua de lluvia

La guardiana del desierto comerá frutos silvestres, recogidos


en la orilla clara de los ríos. Y los ángeles de luz, de
Kulokutanyang, te obsequiarán con frutos de edapal, recogidos
en los arbustos sagrados, del salvaje Nepal africano.
Siete testigos de la llama violeta se rendirán a tus pies,
magullados por los guijarros del camino. Infundirán su sabiduría
innata, al imponerte sus manos para sanar tus desgarradoras
heridas.
Fuiste maltratada por feroces leones en el desierto, mas tus
lágrimas dulces perfumarán las rosas, y jazmines blancos, del
jardín del Olimpo. Brotarán drusas de amatistas, como flores
rotas de violetas, que marcarán tu alma eterna. El pueblo de los
Malditos reunirá a tus crueles enemigos, y conjurarán contra tu
nombre, maldiciendo el día que naciste. Mas no podrán
pronunciar tu palabra más dulce amor, ni vivir, tan sólo un
instante, tu sentimiento etéreo de suprema libertad.
Esas realidades fluctuantes, que no permanecen en tu tiempo,
ni en tu mirada, superarán los segundos interminables del reloj
de tu vida. Y tus sentires, y añoranzas partidas, guardarán un
asombroso parecido con los espíritus libres, cuya llama está a
punto de apagarse.
Cuando sientas el palpar de la vida, el propio aire que
respiras, en el manantial de la luz te encontrarás a ti misma; y
47
pensarás que merece la pena saber que existes, y que tienes un
destino azaroso, al cual llegar.
Un destino inmortal, libre de todo sufrimiento. Un destino,
sin apegos. Fuente de libertad interior, ser libre de todo
aferramiento. Libre, de impurezas espirituales, y de miedos.
Libre, del ego y alter ego. Libre, como el agua de lluvia; libre,
como los suaves copos de nieve, en tu montaña más sagrada.
Libre, horiya, espíritu de libertad, en las cumbres nevadas de
tu querido Himalaya.

48
Constelación de Perseo

Casiopea, y la constelación de Cefeo te observarán,


eternamente, desde el inmaculado cielo. Y tus alas blancas de
gaviota se desplegarán, como un abanico, hacia la constelación
de Perseo.
Mientras en el verano austral reine Vega, Altaire y Deneb, tú
desearás acariciar con tus finas manos, alzadas al viento, la
estrella polar.
En las noches estrelladas, Mióstenes te guiñará con su
luminosidad incandescente. Y la osa mayor dirigirá su mirada,
tácita y arrogante, y su enorme resplandor hacia tu universo
inexplorado. Universo profundo de tu corazón, impregnado por
el eterno silencio.
Durante milenios, la esencia permanecerá oculta en
Andrómeda, y despertará, fugazmente, cuando la conciencia del
cosmos genere un nuevo sentimiento humano. Entonces,
Mióstenes, la estrella más brillante de los confines celestiales,
dormirá un profundo y dulce sueño, acurrucándose en tu
pensamiento interno.
Llorarás lágrimas de San Lorenzo, al rememorar viejos
momentos de tu antigua existencia divina, en el Templo Perdido
de Gizeh. Mas nunca buscarás consuelo en la sequía de un alma
apenada, tan sólo tú, madre, adorada y querida, aliviarás con tus
caricias éste, mi corazón roto y helado, eternamente congelado y
49
gélido por el desamor más amargo. Tan sólo tú, aliviarás mi
eterno sufrir en este caminar de la vida, en este sendero
silencioso de rosas y nubes blancas.
Madre divina, inmortal paloma viajera en el tiempo, eres la
llama de la noche que ilumina mi mañana, mi despertar al alba
en el eterno silencio. Eres luz inmortal en mi samsara. Madre, tú
eres el despertar perfecto en este dulce espejismo de la vida.

50
Espíritu libre del alma humana

Cu-Cu cantaba la rana, en las costas doradas de las salas


internas, en su mente desvariada. Y tú, lamentabas esa falsa
realidad vacía. Esa realidad entorpecida por la guardiana de la
vanidad desmedida, carente de humildad humana. Y esos
sentimientos ocultos, de odio y engaño, atemorizaban tu
naturaleza libre y privilegiada. Eran falsos profetas, que hacían
promesas vanas. Carentes de sentimientos, se creían dioses del
Olimpo. Mas su corazón enaltecido, oscuro y traicionero, era
incompatible con el amor verdadero. Adoraban enormes ídolos
de barro, estatuas y figuras ateas, enriquecidos por su afán
desmedido. Avaricia y riqueza juntas, engarzadas en un hilo
plateado… Y ahogaban sus tristes y penosas existencias. Y sus
gargantas enmudecían con tus divinas palabras: “Dignidad de mi
alma y de tu alma. Espíritu libre del alma humana”.
Denunciaste su grave error ante el “tribunal del universo
celeste”, mas nadie dio crédito a tus dulces palabras, repletas de
sentimientos y emociones contenidas. Ellos eran serpientes
envenenadas, devoradoras de tragedias humanas. Tragedias de
ambición ciega y fama desmedida. Nacieron como ángeles caídos
del cielo que ansiaban la inmortalidad. Mas jamás podrán sentir
como tú, ni derramar sonrisas a la vida. Tan sólo atisbarán, de
lejos, una falsa realidad prometida. Realidad que no podrán
percibir, ni vivir, en su fuero más interno. Un mundo vacío,
51
falto y carente de amor. Un mundo, sin apenas libertad, será su
cobijo inmortal, a lo largo de los siglos.
Ángeles caídos, sin nombre, sin alma, que hicieron de sus
labores fechorías y desmanes, traiciones a la antigua usanza.
Crearon guerras y conflictos para alcanzar el poder, mas
perdieron su preciada dignidad. Perdieron su dignidad y
voluntad al dejarte herida, magullada, sentida con sus crueles
garras. Con sus afiladas garras, puñales y agujas de espinas
blancas.
Y con tu alma desgarrada, llena de cicatrices y hematomas,
cruzaste la frontera de los mares de su abismo. Tocaste, al fin, el
puerto de la liberación suprema, y de su olvido. Su olvido
indiferente descubrió su máscara imperfecta. Su máscara oculta,
su coraza más interna. Una coraza refugio de envidias vanas, y
vanas realidades existenciales.
Y sus rugidos feroces asustaron tu conciencia. Tu conciencia
pausada, exhausta, inexorable a los ojos del enemigo durmiente.
Temerás encontrarlos libres de sus cárceles, sitas en el
abismo infernal. Mas jamás podrán impedir que escribas, con
tinta de sangre, tu auténtica verdad.
Sniyt, verdad del espíritu libre del alma humana. Dignidad
de mi alma y de tu alma. Verdad que refleja tu dolor y tu sentir,
verdad que impacta los corazones de las águilas rojas. Sniyt,
verdad del hijo del sol y de la luna.
En el nombre de Satyam atronarán los cielos, como rugidos
de leones, cuando sus oscuras almas arrojen fuego por sus
52
lenguas envenenadas, envenenadas por el rencor y la envidia
más oculta. Creerán ser dueños de tu vida y pensamientos.
Y tendrás coraje, valor y arrojo, para ignorar su ambición
traicionera. Su ambición traicionera y sus pecados sin
compasión. En el fondo, te darán lástima, porque no merece la
pena existir tanta vileza. Tu recompensa mágica, al esfuerzo,
será tu reconocimiento ante Gabriel, arcángel de luz. Él animará
a tu conciencia para seguir relatando, eternamente, vivencias de
amor y felicidad suprema.
Espíritu libre del alma humana. Dignidad de mi alma y de tu
alma, eternamente, al amanecer del sol naciente, de Oriente a
Occidente.
Libertad sin fronteras. Libertad poética, ideológica. Libertad
sin cadenas. Horiya, libertad de sentir y de amar. Libertad de
soñar con un mundo posible, no utópico. Horiya, libertad de
imaginar, de construir un sueño real. Sueño dulce de azahar, en
tu dulce inmortalidad. Sueño hipnótico de mariposas blancas,
libertarias, en los límites de la suprema y verdadera realidad
pragmática. Sueño de espíritus libres, sin alas rotas, volando con
los vientos nacientes de Oriente. Almas de espíritus libres
volando hacia el mar de Galilea, sin espinas de rosas blancas.
Volando desde el Tíbet hasta Egipto, desde Egipto a India, desde
India al desierto de Judea.
Flores rotas de lirios enmudecidos, acallados por tus divinas
palabras. Palabras divinas de dulce inmortalidad humana: paz,

53
gratitud y verdad. Palabras divinas del corazón sobrevolando el
mar de Galilea.
Espíritus libres inmortales, almas de corazones puros,
volando sobre la conciencia colectiva universal. Espíritus
reencarnados de amor viajan hacia la Ciudad Santa, de tu alma y
de mi alma.

54
Iluminación del nirvana

El árbol sagrado de Abraham retornará, de nuevo, al sendero


de la vida, con la iluminación del nirvana, en el éxtasis sublime
de tu nueva existencia humana.
La acacia de Isis, árbol sagrado de la diosa madre y diosa de
la magia, alumbrará tus noches dulces, con velas perfumadas.
Incienso hindú, sri sai flora, embriagará tus sentidos más
profundos, en tus noches de estrellas dulcemente irisadas. Y tu
alma tocará, con sus alas blancas, los techos celestes. Noches
celestes, de terciopelo azul fino, bajo los cielos de Asia.
Indra, dios protector del bosque, cortará los robles
centenarios habitados por débiles espíritus. Y los murciélagos
encontrarán refugio en sus troncos, quemados y abrasados por el
fuego fatuo.
Muselinas de algodón vestirás en tu luna de plata, mientras
tu rueca gira rápido, haciendo zumbidos y finos destellos de
ámbar. Zumbidos sutiles, como alas de mariposa, son sonidos
bellos que acarician tu estrella dulcemente irisada.
En el momento del nirvana, se iluminará tu aura blanca,
aunque rujan los leones de tu desierto, en sus jaulas doradas.
Los guardianes de tu desierto son corazones cautivos de
hielo, piedras rocosas y ariscas, que no albergan ningún
sentimiento. Más bien, reflejan su tristeza y agonía por una
muerte cercana y cautiva, en el trono dorado de sus cielos.
55
Nirvana, liberación final, inmortalidad dulce de tu alma. Un
hermoso despertar de tu consciencia, donde vestirás con túnicas
sutiles, de suave seda blanca. Seda de raso, y tan sólo una suave
djellaba blanca cubrirá tu luminosa alma, para disputar la
herencia inmortal a los ángeles de la luz eterna.
Inmortalidad, éxtasis de iluminación y suprema felicidad, en
la eterna luz del alma.
Nirvana, moksha de iluminación, estado de consciencia
suprema, sin apegos, ni aferramientos, en la luz blanca y etérea.
La felicidad suprema e inefable, la iluminación de múltiples
karmas existenciales. Un estado sublime de paz, un despertar
perfecto en la realidad de la supra-consciencia, liberándose del
sufrimiento interno. Moksha, éxtasis de la consciencia en la
superación de la realidad existente. Nirvana, liberación del ser
en la plenitud consciente, en el camino de las nubes blancas.
Liberación del renacer a la luz del fuego, sin quemarse con la
llama azul de la hoguera de los sueños. Una extinción del
samsara, del continuo renacer en los seis reinos del sufrimiento.
Un despertar a la inmortalidad, sin apegos y sin deseos, en el
completo equilibrio, en la absoluta y plena armonía del universo
cósmico.

56
Agua de amor

Y tu hermano pequeño, de sangre y raza, traicionó tu más


absoluto silencio. Silencio acallado por los feroces sonidos, que
llegaban del abismo profundo. Conjuró y prometió no recibir
nada, en la puerta de tu despertar a una dulce inmortalidad. Tu
hermano pequeño no consiguió liberar su karma, ni su eterno
sufrimiento, al recordar la existencia de su infierno en ese pozo
negro, extremadamente vacío, del infinito abismo. Mas tú
despertaste en tu lecho de rosas y jazmines blancos, al saberte
engañada por embustes traicioneros. Estabas amortajada,
cubierta de suaves sábanas blancas. Y tu enemigo gritaba, con el
puño alzado al cielo: ¡No es posible condenada!
Mas quien vocifera a la Madre Libertad, será esclavo toda la
eternidad, de su vil descalabro inmortal. Y con sus falsos
testimonios, encubiertos por engaños, no podrá reposar
tranquilo, en el paraíso celestial. Tendrá que escabullirse, como
serpiente de cascabel, y arrastrarse por los caminos pedregosos
que pisaste, por herir tu pobre corazón maltrecho.
¡Madre, querida y adorada!, nadie conoce tu sacrificio, ni tu
sufrimiento inmenso en el desierto de tu vida. Tan sólo yo lo
conozco, y comprendo tu dolor. ¡Cuántas lágrimas enjugadas
derramaste en el manantial de tu humildad! Y en la vida que
soñabas de princesa real, tan sólo quedó un retazo de ilusión
banal.
57
No olvides jamás los diamantes de sangre, ni tus inmensas
heridas mortales. No olvides jamás las lágrimas rotas en el mar,
ni los sollozos de los niños, en el dulce sendero de tu
inmortalidad. No olvides jamás sembrar los caminos, con flores
rosas de azahar, y con pétalos blancos de perfumes, en mi mar.
Mi mar, es tu dulce mar, en el camino de las nubes blancas de
azahar.
Jamás añores sus malditos juegos, traviesos y desalmados. Tú,
bien sabes, que pretenden arrebatarte tu reinado más preciado,
junto a tu príncipe amado.
Y tu enemigo llorará, llorará lágrimas de tinta y sangre, al
arrastrarse con sus pezuñas y garras en tu jaula dorada. Jaula
dorada de la esclavitud humana. Se disparará la alarma del reloj
naciente, de Oriente a Occidente, al oír, de madrugada, su voz
rugiente e hiriente. Con sus ojos esquivos, ojos de tigre
enfurecido, será enaltecido por los falsos dioses. Y con sus dedos,
martillos de acero, y sus uñas quebradizas, como espuelas
afiladas, clavará su odio en tus entrañas.
En el momento del nirvana, ese odio transmutará en agua de
amor, en tu alma pura y blanca. Y lloverá agua de manantiales,
agua clara al llegar la fría madrugada, con el fino rocío del alba.
Lloverá agua fina y clara. Gotas de rocío fresco brotarán, como
ríos de dulce y melodiosa lluvia, en pequeñas cascadas de
montaña. Brotarán manantiales hialinos, transparentes, en los
cuatro estados luminosos de la mente. Y despertarán, en las
“cuatro nobles verdades”, dulces sentimientos de aguas calmas.
58
Nacimiento de agua de amor, de luces tenues, al alba.
Nacimiento de flores de loto, en el sendero óctuple hacia el
nirvana. Nacimiento de un sentimiento inmortal, de amor
espiritual supremo, más allá de todo sufrimiento. Un despertar
perfecto a la inmortalidad del amor y de las almas, en las
cumbres nevadas del eterno Himalaya. Himalaya, tierra inmortal
de las nieves, tierra sagrada de mi alma.

59
Dulce sueño de libertad

Luceros brillantes, en la noche, inundan tu saber. ¡Amada


princesa esclava, reina faraónica de la magia! Como águila
surcando el cielo, quisieras poder volar, y en tierras lejanas
germinar la antigua semilla de tu pueblo. Aunque tu águila en la
noche, herida por el miedo, no pueda arrancar con su propia
lanza ese deseo, tú, dibujas alas en ese anhelo, con garra firme
alcanzas el bisonte blanco, en tu vuelo. La sabiduría ancestral
que heredaste de tu abuelo, por tu sangre ardiente corre la
dignidad de todo un pueblo. ¡Jamás olvides la libertad! ¡Qué
dulce sueño! ¡La libertad de imaginar un bisonte blanco en tu
cielo!
Nunca más tendrás tanto valor, tanto empuje a lo
desconocido, como esa calma silenciosa que va absorbiendo las
pequeñas lucecillas del mundo, de ilusión y fantasía. Queriendo
aproximarte, con pasos agigantados, verás cómo todo se escapa
de tus manos. Los recuerdos de tu infancia, añorada y olvidada,
se cubrirán de una tenue y frágil niebla, jamás imaginada. Y el
tránsito desbocado hacia una madurez temerosa, en un segundo,
desaparecerá, peligrosamente, en el agujero negro del abismo
existencial. Con una velocidad infinitesimal, imaginarás el sueño
del futuro, viviendo el presente actual, más allá de tu inmortal
morada. Pero estos débiles pensamientos, estos sueños
embriagantes de felicidad, estarán lejos, pues miles de fronteras
60
y vallas empedradas impedirán su alcance. Los instantes felices,
retazos de vida sentida en armonía, acompañarán tu soledad y
alegría, en tu dulce caminar hacia la luz. Esos sentimientos,
fluctuantes, guardarán un asombroso parecido con la llama que
está a punto de apagarse. Cuando sientas el palpar de la vida, el
propio aire que respiras, te encontrarás a ti misma. En esos
instantes eternos, la magia tendrá sentido en tu dulce existencia
humana. Y gritarás a los dioses del Olimpo: ¡Soy Yo! ¡Dulce
ángel luminoso, lleno de libertad, en la plenitud del universo
etéreo!
Y tu gozo permanecerá exaltado, en sonrisas de misterio. Y
tus abrazos dulces, con los dioses celestiales, serán recordados
eternamente, mientras cabalgas por la constelación de Perseo.
Zozobrarás entre dos culturas, Oriente y Occidente, pero
respetarás la tierra que te vio nacer, pura e inocente.
Intentarás ocultarte de despiadados enemigos, que ultrajarán
tu memoria y tu morada más interna, cambiando
constantemente de identidad. Pero la fecha crucial se acerca ya.
Y cuando alcances tu anhelada inmortalidad, reinarás con ese
escudo inmenso de luz. La luz de tu atmán te protegerá de la
maldad de los ángeles caídos. Vestirás ropas harapientas,
manchadas de sangre ardiente por su codicia y cruel egoísmo.
Sangre derramada por sus inciertas palabras, por sus insultos
despiadados hacia tu pobre alma. Mas siempre serás la reina
amada del Olimpo. Una musa inspiradora, recordada por el
corazón de los poetas. Una dulce musa, tatuada eternamente, en
61
la memoria histórica del sentir de tu pueblo. Pueblo ya liberado
de su eterna esclavitud. Por mucho que te maldigan, y te
humillen tus enemigos, siempre serás amada por quienes
salvaste de las crueles garras de los tigres de Kulokutangyan.
Madre, adorada y querida, no temas al olvido. Más bien será
tu dulce remanso; tu paraíso distante, y perdido, de vanidades
ciegas, de rencores y falsos egoísmos. Forjarás la Gran
Hermandad Blanca, con tus penas y leves suspiros. Y jurarás
salvaguardar la completa armonía, y fraternidad, de todo el
universo etéreo, de toda la Vía Láctea. Los ángeles de luz
escogidos descansarán en el regazo de la paz cósmica, e
incandescente. ¡Bendito olvido!, olvido que resguardará tu
conciencia, más allá del destino y triste desatino. Permanecerás a
salvo de serpientes, de cascabeles, que envenenan con injurias
sus pobres y despiadados corazones. Raíces milenarias, de viejos
robles sagrados, absorberán su veneno, macerado en cuencos
dorados por el viejo chamán del poblado.
Y tus lágrimas de plata regarán las flores, ya marchitas, que
sembraste en tu hermoso jardín secreto. Los unicornios blancos
y los elfos acudirán a aliviar tus penas, y desgarros, por la triste
ausencia de tu amado. De dolor y sufrimiento te salvarás
durante largo tiempo, hasta que tu pueblo sea liberado de la
cruel opresión. De la opresión, eterna esclavitud e humillación.
Y recordarás el horror de tanta traición para no permitir que se
repita, jamás, semejante atentado contra tu dignidad. Al final de
la luz, verás cómo la libertad es invencible en la inmortalidad.
62
Mentiras desesperadas, y pesadillas de esta cruda realidad,
atormentarán tu mente perdida. Tu mente perdida, y ausente, en
el inefable supra-consciente. Abatirás manadas de lobos y
pumas, del bosque encantado, en tus delirios oníricos. Y el
secreto oculto del unicornio se desvelará, por los confines
celestiales.
Hablarás, con palabras dulces, a los desapegados, a los
ausentes, a los extraños, a los desaparecidos en los mares de su
maltrecha vida, a los perdidos, y abandonados, en los mares del
eterno olvido.
Y tú, madre, sonreirás a los cielos, a los mares infinitos de
plata, con tus labios perlados, piel dulce melocotón. Madre,
sonrisa de mis cielos. Madre, estrella de los mares.

63
El amor, lágrimas de plata

Cajas imaginarias guardarán tus sentimientos profundos, en


un atril de ébano y marfil. Y en la peor crisis conocida,
construirás tu humilde morada, triste y apesadumbrada.
Retornarás, con amor, al palacio encantado, y perforarás, con tus
ávidos ojos verdosos, los muros de piedra erosionados.
Derribarás todas las fronteras, sin banalizar tu frágil memoria.
Con tus lágrimas de plata empaparás miles de conciencias.
Conciencias sumidas en la eterna inconsciencia, de la realidad
existencial. Serpientes de verano navegarán, a la deriva, en los
mares de tus temidos sueños. Tatuarán, en tu piel morena,
palabras de fuego prohibidas, prohibidas palabras esquivas.
Y tu príncipe adorará el amor de su amante querida,
mientras el fuego de tu corazón escapa. Escapa tu fuego, tu
amor, en lágrimas dulces de plata. Escapa en busca de otro lecho
floreado, donde reposar su llama. Llama de amor, llama de fuego
débilmente apagada. Apagada, escapa llorando lágrimas de plata,
buscando otro árbol que cobije su alma.
Y escribirás con tinta roja de sangre tu historia, en el camino
de las nubes blancas. Historia, sangre caliente y ardiente de un
pueblo. Sangre ardiente que corre y desgarra las entrañas, las
raíces profundas de tu historia más sagrada. Corre por la savia
de tus venas y penas, por la savia y sangre de tu pueblo.

64
Pueblo esenio del desierto de Judea. Mares de cielos, soles
despiertos. Amaneceres rubí, cielos de ámbar. Bellos reflejos de
cobre y plata, en el valle de Jezreel.

65
El árbol del amor sagrado

¡Despierta al amor, corazón esenio! ¡Despierta con el sol


naciente a orillas del mar Muerto! Sueños ardientes dilatan
pupilas doradas, y corazones, en la ciudad de los palacios
durmientes. Sueños dorados, entre ramas de olivos centenarios,
bajo el roble de Manre.
Y en tu corazón, callado y dolido, recitas este poema sentido:
“Un perdón que no existe. Tú, enraízas vanidad. Como un
árbol con sus ramas, de tus hojas das libertad. Nunca llega el
momento. Nunca se podan las ramas. Éstas siguen creciendo
hasta alcanzar a tu alma. Eternamente, alma radiante y dorada.
Pero un día, todo se acaba. El pequeño árbol se está muriendo
con sus hojas y sus ramas. Se muere, de dolor y de rabia. Se
muere, de amarga tristeza olvidada. Se muere, lentamente, con
sus hojas y sus ramas milenarias. Olvidaste regarlo con tu amor
más sincero. ¡Pobre árbol sagrado! ¡Tu inmensa vanidad lo
desgarra! Sus hojas van cayendo, lentamente, mientras el amor
escapa. Escapa buscando otro árbol, donde reposar su alma. Su
alma enamorada y sus lágrimas rotas de plata”.

66
Sabiduría del silencio

Escuchas la sabiduría del silencio dormido, del mutismo


acallado, en tu refugio tranquilo y sosegado. Silencios que
ahogan tus vivencias, tus entrañas y raíces milenarias. Tú sabes
que la verdad auténtica, la absoluta verdad está en tu nombre
secreto, Libertad. Libertad para volar, para navegar en océanos
de luz transparentes, para llorar en cascadas de cristal. Libertad
para enamorar a millones de corazones, corazones de eterna
humildad. Humildad, caridad y compasión, aprenderás en el
inefable silencio, camino del desierto. Libertad que no permitirá
dejarte envenenar por hipocresías y falsos testimonios, por
injurias y engaños. Oirás injurias contra tu nombre, procedentes
de corazones perversos y despiadados. No permitas jamás que
hieran tu enorme luz incandescente, ni tu espíritu soñador y
libre.
Y en tu tremenda y vacía soledad buscarás la eterna
compasión. Compasión de bodhisattva, en la flor de tu inmenso
corazón. Corazón desgarrado, roto en pedazos y maltrecho,
maltrecho y muerto, por desamor. ¡Flor del corazón, abre tus
pétalos rojos al sol!
En esa soledad solemne, al fondo, el silencio roto inefable. Y
en esa soledad sutil, con dulces melodías internas, percibes cómo
se van alejando, lentamente, esos sonidos del silencio dormido.
Sientes cómo fluyen tus frágiles sentimientos prohibidos hacia el
67
eterno olvido. Sientes cómo escapan, de tu mente, tus más
amargos pensamientos y tus más tristes olvidos. Es una soledad
consentida, buscada por tu alma cautiva. Alma profundamente
desgarrada, herida por los miedos, por las memorias laberínticas
de un frágil pasado. Alma frágil, herida por el desamor hacia tu
propio ser interno. Alma desolada por la no aceptación de su
propia existencia humana. Es una soledad encontrada en el
eterno presente. Soledad de tus propios sueños y anhelos.
Sueños místicos que reflejan la inconsciencia crepuscular de la
vida. Es una soledad encontrada, entre dos vidas, que resurge
como el ave fénix, entre las cenizas. Soledad fragante, entre
cenizas aromáticas de incienso sri sai flora. Es una soledad
consentida en el mundo del silencio. Silencio, mundo de sonidos
bellos…
Sonidos bellos, ocultos entre dos existencias, entre dos vidas
secretas. Sonidos que fluyen lentamente, pausadamente, en la
pura luz de esta realidad existencial. Sonidos diáfanos del eterno
olvido en tu memoria. Sonidos tenues son el refugio de tu paz, y
de la lumbre de tu propio fuego interno. Sonidos sutiles son
fantasías oníricas de manantial, músicas antiguas con sabor a
metal. Sonidos dulces son cascadas frescas de lluvia, cristales
bellos de lo esencial. Sonidos de mantras son cristales hialinos
en el atmán. ¡Om Namah Shivaia! Arcoíris de luces rotas, finos
destellos de cobre y plata, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar.

68
Desnudarás tu corazón

Permanecerás cauta y serena, ante tanta agonía y miseria,


sabiendo que jamás volverás a poseer tu esencia humana, mas sí
la divina. Espliegos violetas perfumarán tus noches vacías, al
recordar tu historia sentida. Historia querida y amada por la hija
de la luna azul. Luna azul que brilla…
Liberarás antiguas etnias, pueblos y razas, para tener una
perspectiva de la inmensa dignidad humana. Te desperezarás, en
la madrugada, para serenar tu alma con el sonido del silencio,
del silencio infinito en las montañas nevadas. Con tranquilidad y
sosiego, tu conciencia equilibrará tu armonía. Y buscarás las
raíces profundas de tu intensa agonía. Y cuando se aproxime la
luna llena, en el anochecer profundo, contemplarás el cisne
plateado que vuela junto a otras estrellas. Vuela, con sus alas
planeadas, hacia las sombras de la dulce inmortalidad humana.
Emprenderás un largo viaje al oráculo de Delfos, para
obtener la piedra sagrada.
Y con esa calma, tranquila ya tu alma, alcanzarás la dulce
eternidad soñada.
Adorarás a Amón, en su santuario sagrado, al seguir cautiva
y esclava en el sendero de las nubes blancas. Esclava de tu frágil
olvido, en el interior del atmán serás espíritu libre, sumergido en
lo esencial. Olvidos de cristal, espejos de plata inmortal.

69
Mientras, en el oasis de Siwa se forjarán nuevos espejismos
mágicos, espejismos de sueños dorados, en el jardín de tu
reinado. Sueños de estrellas mágicas, tiernas sombras de
añoranza, de esperanza.
Te reencarnarás libre, como gaviota blanca, después de ser
reina faraónica en la antigua Mesopotamia. Orgullo y soberbia
ocultos, juntos se conjugarán en una sólida coctelera. Coctelera
dulce, entrañable, para levantar los cimientos de la Nueva Era.
Mas los “sin nombre” no podrán superar jamás los límites
marcados, respetando a los dioses de los océanos encantados.
Límites marcados, señalados a sangre y fuego, con huellas y
tatuajes de henna, por tu dulce amado. Llegarán tiempos
difíciles, tiempos de liberación. Intentarás sobrevivir al horror de
la posesión, de los deseos, apegos, de la vanidad, del orgullo y de
la terrible esclavitud. Aprenderás a sobrevivir en el mundo de la
incomprensión. Aprenderás los estados de tu mente, de tu
conciencia y de tu esencia humana, en la selva de la eterna
sinrazón. Apaciguarás la intranquilidad de tu mente, de fieros
sonidos verbales, y crueles desmanes, recitando dulces y poéticos
mantras sánscritos. Apaciguarás la inquietud de los mares de tu
espíritu, reposando tus odas poéticas en la Madre Libertad.
Apaciguarás el turbulento torbellino de tus mares, de inquietos
pensamientos y falsos avatares. Cerrarás los párpados,
sutilmente, al retornar la paz a tu trono eterno.
Ecos lejanos y distantes nacerán, como dulces sirenas azules,
de una estampa celeste, en el bosque encantado. Desnudarás tu
70
corazón para vivir a flor de piel tu sentir y tu sufrir. Acabarás
extenuada, agotada y sin aliento, intentando escapar de las
entrañas profundas de la tierra imaginada. Ensimismada, te
alimentarás con el amor infinito de las almas gemelas, mientras
hibernas en el eterno invierno austral. Volarán tus pies,
inquietos y doloridos, en tu largo caminar por las sombras del
abismo. Te sentirás en soledad, vacía y entristecida. Vagabunda
pobre de la vida más austera, de la vida más sentida y sufrida.
Al notar el desapego ajeno, que genera tu comportamiento
sincero, las palabras pronunciadas por tus labios, sellados a
fuego, se verán tristemente enmudecidas. Se verán enmudecidas
y maldecidas por el clamor general. Tus crueles enemigos
imaginarán fantasmas, falsos espejismos, en tus lindos
aposentos, al negar tus propias palabras consentidas. Jarros de
hiel y azúcar amargo serán las mejores ofrendas que recibirás en
tu soñada luna de miel. Desengaños y falsedades enormes
dominarán, harán acto de presencia cuando rememores tus
vívidos recuerdos. Mas no temas la opinión del sumo sacerdote,
tan sólo te dedicará sus cánticos, y sus benditos salmos
celestiales. Mujeres, vestidas de negro, se solidarizarán con tu
tortura, con tu olvido vano y con tus desgarros.
Y tu silencio, enmudecido, se convertirá en rebrillo de sol y
luna, al recordar las lilas violetas de tu jardín secreto. Y
encontrarás tu esencia inmortal, en un estado de sopor especial.
Será un dulce sueño invernal, donde hallarás, finalmente, tu

71
dulce inmortalidad. Inmortalidad en un estado de conciencia
universal, en un renacimiento a la luz de una nueva realidad.

72
El tiempo llegará a ser lo que tú deseas

El tiempo llegará a ser lo que tú quieras, lo que tú más


deseas y anhelas. En tu primera existencia, la más antigua y
remota, tuviste un entorno hostil, un entorno complicado y
difícil. Mas ahora que eres un alma libre, paloma blanca,
conseguirás vivir inmensamente feliz, feliz con tu dulce existir.
Mientras los otros alardean de sus actos, llenos de maldad e
inhumanidad, tú, sin embargo, serás discreta y humilde, en tu
dulce y calma eternidad. Como posees el don divino, de la vida y
de la fidelidad, emitirás un inolvidable discurso, con gran lucidez
y dignidad.
Estarás cerca de los pobres de espíritu y desvalidos, más allá
de toda contrariedad. Y en tu eterna fragilidad, convertirán tu
morada en una mazmorra fría, ausente de piedad. Mas tú,
salvarás de las garras malditas, de la esclavitud, a todas las razas
humanas. Y serás salvadora de ánimas, llenas de esperanza.
Contemplarás, con desazón, las envidias y mentiras en torno a
tu querida familia. Mas nadie logrará herirte, ni dañar tu
nombre, ni tu íntegra alma.
Muchos perderán el rumbo y, en la deriva oscura, les
inundará el miedo, el desasosiego y vil desapego. Mas tú, mujer,
querida y deseada, alzarás tu voz, dulce y calmada, a los dioses
de los Tiempos. Y en la ardiente estopa, una ráfaga de viento
cálido se paseará por tu piel, caliente y parda.
73
Tu espíritu lleno de luz incandescente, dulce y apacible,
conquistará las estrellas más lejanas de todas las galaxias y de la
inmensa Vía Láctea. Y será un instante detenido y congelado,
eternamente, en la memoria histórica de tu pueblo. Pueblo
esenio, pueblo elegido dentro del pueblo hebreo, en Qumrán.
Hija de la luz y del espíritu de la verdad volarás, sutilmente,
con los vientos indomables del desierto. Habitarás una inmensa
y preciosa khayma en Yibuti. Khayma que levantarás con sudor
y lágrimas de sangre. Al ver la muerte cercana, esperar, eterna y
silenciosa, volarás como águila dorada, por encima de las dunas
color terracota de tu amado desierto. En Yibuti, admirarás las
mariposas exóticas de tu salvaje selva africana. Y las musas del
Olimpo, hijas del dios Zeus y Mnemosine, te enseñarán todas
sus artes más preciadas, en las infinitas noches estrelladas.
Pueblo esenio… poetas de la luz blanca, en el arte dulce de la
palabra. Corazones esenios inmortales, inefables sanadores del
fuego eterno del espíritu. Hijos de la luz del sol, sobrevolando
las dunas doradas del desierto, en los intensos rebrillos de las
noches irisadas. Pueblo de los iluminados por Shamash, en la
ciudad de Beit Shemesh, “Casa del Sol Naciente”. Pueblo esenio,
amado y adorado, en el desierto ocre de Judea, a orillas del mar
Muerto, en Qumrán.

74
Viajera del alba

Serás viajera del alba, inmortal águila peregrina, en las


crónicas anunciadas de los ancestrales manuscritos egipcios.
Atalanta te hostigará en tu espera eterna, en tu eterna
madrugada, en el camino de las nubes blancas.
Espíritus de luz blanca se hacinarán en tierras embrujadas y
hechizadas por los vientos de Egipto. Y las manadas de lobos se
acercarán, cautelosamente, al calor de los fuegos fatuos de tu
querido pueblo.
Serás acribillada por el mosquito hiriente, tigre de Egipto. Y
sus picaduras mortales se clavarán en tu piel; en tu piel, morena
y ardiente.
Permanecerás prisionera del samsara, en una fría cárcel
dorada de la esclavitud humana.
Serás crisálida de mariposa blanca, en el sendero óctuple
hacia el nirvana.
Erato, tu príncipe amado, enaltecido por los dioses del
Olimpo, nunca tendrá que temer a tu olvido, ni a tu propio
amor cautivo. Y tu secreto de amor será sellado, ocultado en los
sarcófagos de la nueva necrópolis helada, en el antiguo Egipto.
En el camino hacia la inmortalidad oirás los sollozos de tu
pequeño hijo, en las noches luminiscentes de terror desmedido.
Y sus lágrimas dulces, enjugadas, empañadas por tu amor preso
y prohibido, agitarán las conciencias de los ángeles negros
75
caídos. ¡Pobre niño herido!, clamarán en los cielos los ángeles
divinos. ¡Pobre niño herido!, lacerado por el dolor más
desgarrado, por las penas y la esencia de su temido olvido. Y se
mecerá extenuado, en tus cálidos brazos, cálidos como hojas de
ashoka plateada, como rayos de topacio en el refugio tierno de
tu amor más pausado.
Sus lágrimas de plata, gotas de fina lluvia derramadas,
silbarán a los vientos del Sáhara; colmando la bendita paciencia
de los guardianes del jardín prohibido. Lágrimas esclavizadas, de
ríos de plata, empaparán sus mejillas levemente sonrosadas.
Lágrimas de un niño, lágrimas del mundo, buscando flores y
luces, en los profundos océanos de espejo y cristal. Mares de
diamante puro y metal, océanos de tiernos corazones de cristal.
Mares de cielos transparentes, donde brotarán amores de
espíritus libres hacia la dulce inmortalidad.
Los ronquidos del gran oso blanco desvelarán tus recónditos
secretos, entre melodías de almas y ríos, entre arcoíris extraños.
Secretos recónditos de amor escaparán a los cielos, a las
constelaciones supremas de Cefeo y Perseo. Desplegarán sus alas
hialinas, como águilas libertarias, como abanicos blancos alzados
al viento de tu desierto.
En la noche de los murciélagos Erato relatará infinitas
poesías amorosas a ti, madre, su bella amada idolatrada. Y la
transmigración de tu alma será sellada y ocultada, en los
sarcófagos de la nueva necrópolis helada. Mientras, Mióstenes

76
guardará la historia de la transmigración de tu inmortal esencia,
en tumbas protegidas por arenas movedizas y pardas.
Y tu alma inmortal, en ese lugar celeste, contemplará toda la
verdad prohibida de la esencia oculta, inteligible. Los cuatro
elementos reales: agua, fuego, tierra, y aire, te protegerán a ti,
madre, adorada y querida, de tus enemigos traidores. Y tu alma,
ya tranquila, viajará libre en dos corceles blancos alados para
reposar a la sombra del olvido cotidiano.
Serás viajera del alba, inmortal águila peregrina, mensajera
del tiempo inmemorial en el sendero inefable hacia el moksha,
hacia el nirvana.
Y tu espíritu ya calmado, apaciguado, soñará con un mundo
más humano. Un mundo alejado, despojado y distanciado, del
apego, de la vil traición y sinrazón. Un paraíso espiritual
distanciado de la traición y del cruel engaño. Remolinos etéreos
engullirán su vanidad fatal y su prepotente orgullo. Orgullo
mortal y vanidad desmedida del mundo material.
Entonarás cánticos al universo celeste, cánticos sánscritos,
para apaciguar los ánimos de los dioses Zeus y Marte. Y tu
contacto espiritual, con los estados luminosos de la mente,
sentirá el desgarro de los apegos, en tu alma dulce e inmortal.
Inmortalidad divina, liberación suprema desmedida.
Mientras, el gélido frío se clava, vilmente, en las entrañas
más sagradas de la tierra prometida.
Escondidos sentimientos de pasión desenfrenada, escaparán a
las cumbres nevadas del eterno Himalaya. Pasión roja de amores
77
sutiles, de amores esenios, bajo los cielos añiles de Asia. Pasión
desmedida, desconocida en el antiguo pueblo hebreo. Pasión de
amores inmortales, desde tiempos ancestrales, inmemoriales.
Y en el eterno presente, escondes el secreto de la flor de tu
pasión. Escondes tus más frágiles sentidos para escuchar los
dulces sonidos del bosque eterno y prohibido. Sonidos perfectos
y bellos apaciguan, y serenan, los vientos trémulos de tu alma de
luz blanca. Agitada estaba tu esencia, en un mar infinito de
tormentas de arena. Y en el eterno presente, serena está tu
esencia, al percibir la brisa suave de los vientos, en el desierto de
Judea. Vientos indomables rozan corazones puros, entre ocasos y
espejismos falsos. Vientos del desierto acarician, con ternura, tu
infinito amor inmortal. Amor de la hija del cielo, de la
prometida del viento, amor de un corazón esenio. Desierto de
amor tranquilo, amor de fuego sagrado. Amor de instantes
sublimes, de instantes etéreos, que funden y abrasan, como los
intensos atardeceres, en Cachemira. Amor, pausado y calmado,
como sombras de luces y sueños, entre tiernos destellos de soles,
entre sutiles perfumes de azahares blancos.
Y en las tormentas del desierto, se oyen sollozos sentidos, en
la lejanía… Sollozos, de agua salada, que empapan tus mejillas,
levemente sonrosadas. Y las almas durmientes se agitan en sus
más plácidos sueños, al escuchar los gemidos y dulces sollozos
de tu querido pueblo. Hallarás alivio místico en el laberinto
oculto de tu mente peregrina. Un alivio, ascético e iniciático, en
tu compleja y pragmática plenitud consciente.
78
Mente peregrina, en el desierto de la vida. Luz blanca viajera,
mensajera en el tiempo, desde el principio del Génesis, desde el
origen del universo, desde el árbol sagrado de la vida.

79
Vientos de libertad

En las pirámides de Keops y Micerinos, monjes mediáticos, y


ascetas, vestirán túnicas blancas, de fino algodón y lino. Túnicas
blancas empapadas en sudor frío, y lágrimas de claro olvido.
Lágrimas de sangre derramadas, por el intenso sufrir del hombre
y del eterno olvido. Con sus súplicas, abrirán las puertas selladas
de la bóveda celestial, para liberar de la opresión al pueblo
vilmente esclavizado. Pueblo esclavizado por serpientes
venenosas, símbolos sagrados de malvados faraones mandatarios.
Y las serpientes morderán, cruelmente, los pétalos rojos de tu
espíritu. Y escupirán, vilmente, sobre las cicatrices de tu corazón
enamorado, expoliando los tesoros más profundos de tu amado.
Retumbarán los techos y paredes de tu morada, con el clic-clac
del reloj. Reloj del tiempo inmemorial. Tiempo inmemorial e
inmortal.
Rugirán feroces los leones y leopardos atigrados, para atrapar
tus sueños, tus sueños llenos de encanto. Rugirán, cautivos y
presos, enfurecidos por la envidia y el odio, en sus jaulas
encadenadas de oro y plata. Plata, podrida y envejecida, en la
madrugada tristemente cautiva.
Cautiva y dormida yace la conciencia, en la memoria
libertaria de tu pueblo. Pueblo vilmente esclavizado bajo el yugo
egipcio. Pueblo de mariposas blancas y hermosas flores de
Alejandría.
80
Parpadeando las estrellas, éstas señalarán tu destino; tu
destino real y tu camino hacia la luz blanca, hacia la celestial e
inmortal morada.
No dejarán de latir los corazones acompasados, por el tronar
de la furia; furia de los dioses, creadores de la guerra entre
hermanos. Entre pueblos lucharán, a lo largo de los siglos, sin
piedad, sin escuchar los cánticos de los ángeles divinos.
Y tus pestañas caerán extenuadas, agotadas por tan cruel
espera, en los rebrillos de la aurora boreal. Aurora boreal, en el
verano austral.
No temerás al olvido, ni a tus crueles enemigos. Siempre
permanecerás protegida, por el escudo divino de los dioses del
Olimpo. Baldearán los laberintos de tu memoria, con el agua del
manantial, sagrado e hialino. Resplandecerá hialina tu alma
blanca, atrayendo, rememorando recuerdos entrañables, de tu
bendita inocencia perdida.
Y tu príncipe amado guardará fidelidad a tu existencia
inmortal, más allá de la eternidad, más allá de la indescriptible y
pragmática realidad.
Con aloe vera, mirra, e incienso de sri sai flora limpiarás tu
aura blanca, tu aura pura, inmaculada y etérea. Aturdida, por tu
tormentoso pasado, rogarás a los ángeles custodios que te envíen
una señal piadosa, una señal milagrosa.
Necesitarás limpiar la oscuridad de tu vida, purificando el
cuerpo etéreo de tus intensos apegos. Vaciarás la mente de
conceptos, en un río apacible, entre dulces sueños.
81
Ya no habrá peligro, serás la dueña de tu propia vida y
optarás ser libre, como paloma mensajera al viento, en la
inmensidad del universo etéreo.
No reprimirás las alegrías de cascadas intensas, ni los ríos
calmos de llantos.
Serás eternamente libre, como la brisa de los océanos, como
las olas cristalinas en los corales africanos. Mientras, los corceles
negros se alejarán, galopando por las lejanas montañas de espejo
y cristal. Y en sus lomos de azabache, llevarán el peso del yugo
de tu samsara, de tu sufrimiento interno.
Cuando las lluvias inunden tu morada, inexpugnable y
cautiva, tu amor sanador transmutará la agonía de tu amado
pueblo. Trasmutará el dolor de la esclavitud, en exquisito maná
y rica miel de azahar. Y tornarán los colores grises en arcoíris
solidarios.
En el sendero luminoso habrá incendios fugaces, por
inmensas sequías, reflejos de plata del desierto de la vida. Y tú,
salvarás la tierra prometida, con las lluvias y el rocío de la vida.
Rocío de la vida que traerá Tefnut, diosa leona del Reino
Antiguo.
Recordará tu amado pueblo el día que naciste. Recuerdos
innatos del desierto de tu vida, brillos finos de amaneceres
claros. Amaneceres de flechas doradas, en tu bello corazón
durmiente. Aura azul plateada, entrelazando hebras de fino
algodón en el subconsciente.

82
Vientos de aromas lejanos, aromas mágicos de incienso
oriental, jazmín de lavanda y flor del Nepal. Vientos, destellos
finos de plata, entrelazando inmensas cadenas blancas, por la
Madre Libertad.
Libertad de un pueblo esclavo. Pueblo esenio, pueblo elegido
dentro del pueblo hebreo, bajo el azul cielo dulcemente irisado,
bajo las montañas nevadas, bajo los cielos estrellados de Asia.
Mientras, tú, ajena a rumores y leyendas, acunarás en tus
brazos a tu hijo anhelado. Hijo anhelado y esperado, por este
pueblo vilmente esclavizado. Esclavizado por faraones, que
mecen y esconden sus pecados más amargos. Pecados, amargura
de la oscuridad más absoluta de la vida. Oscuridad infinita del
abismo infernal. Y su mano oscura será guía, fiel consejera, en la
selva negra de la miseria más profunda.
Supersticiones ancestrales acecharán tu memoria, y ésta
invadirá el universo de la vida, con principios y valores morales.
Fraternidad, igualdad y austeridad, valores morales esenciales
de la Gran Hermandad Blanca, en los monasterios de Krmel y
Qumrán.
Arte de la palabra dulce del pueblo esenio. Memoria colectiva
de un pueblo, bella sonrisa elegida del universo. Brillo en la
inmensidad de océanos transparentes, en noches estrelladas de
terciopelo raso.
Desde el desierto de los Vientos se ensalzan palabras con
bellos sonidos: Paz, gratitud y verdad. Palabras sagradas de un
pueblo asceta. Sonidos bellos de manantial, músicas antiguas y
83
fantasías con sabor a metal. Sonidos dulces, cascadas frescas de
manantial, cristales bellos de lo esencial. Sonidos de mantras,
cristales hialinos en el atmán. ¡Yesus, Yesus! ¡Om Namah
Shivaia! ¡Aissa, Aissa! Arcoíris de luces rotas, finos destellos de
cobre y plata, con el amanecer rubí dorado y los cielos de ámbar.
Sonidos en el silencio yacente de un pueblo humilde, iniciático.
Pueblo de espíritus libres volando, como halcones inmortales,
hacia las orillas del mar Muerto, hacia el desierto de Judea.
Espíritu cananeo del pueblo esenio escapando libre, por encima
de las cumbres de Judá, hacia el valle del Jordán, hacia Beit
Shemesh “Ciudad eterna del Sol”.

84
Tierra sufriente

Y en tus abluciones diarias, en el amanecer del río Jordán,


encontrarás la sabiduría ancestral del Ser Supremo. Ápeiron, de
lo que todo nace, de lo que todo procede, derivará tu esencia, en
tan sólo un instante. Instante estático, imprevisible. Imprevisible
e invisible a los ojos del águila roja, mas no a los ojos de la
libertad soñada.
La existencia es efímera, pues aquello que existe en un
instante, al siguiente instante dejará de existir, en una perpetua
transmutación a la inmortalidad humana.
La sensibilidad permanecerá intacta a flor de piel. Flores de
terciopelo, de naranja amarga y canela en rama, serán una
ilusión hipnótica de tus perceptivos y delicados sentidos, en los
límites de la realidad pragmática.
Más allá de tu existencia, valorarás el bien por encima del
mal, la bondad y humildad, por encima del rencor y dolor
sufriente. Valorarás tomar decisiones, más aún, cuando Zenón
concilie tus pensamientos irracionales, sobre las guerras entre
hermanos de sangre. Tus enemigos serán proclamados dioses,
banales dioses terrenales. Mientras, tu pueblo permanecerá
cautivo, en las raíces profundas de la tierra sufriente. Tierra
doliente y sufriente…Tinta roja de sangre, derramada sobre
viejos papiros y manuscritos esenios del mar Muerto. Tinta roja
tatuada en almas, en jaulas doradas del eterno Oriente.
85
El Nous Supremo, esencia divina del universo, sacará de la
esclavitud a tus ancestros, al llegar la noche de los embrujos
etéreos. Pero tu naturaleza, sutil e incorpórea, te impedirá sentir
el dolor, y la humillación vertida contra tu inexorable memoria.
Bajo el yugo sufriente, denunciaste su grave error ante el
tribunal del universo celeste, mas nadie dio crédito a tus dulces
palabras. Palabras tiernas, caricias divinas, repletas de
sentimientos y emociones contenidas.
Ellos eran serpientes envenenadas, devoradoras de enormes
tragedias humanas. Tragedias de ambición ciega y fama
desmedida. Nacieron como ángeles caídos del cielo que ansiaban
la inmortalidad. Mas jamás podrán sentir esa dulce inmortalidad
en sus carnes, ni en su piel, como tú la sientes; en cada soplo de
aire, que inhalas y exhalas, en cada instante del latido de tu reloj
de arena. Reloj silente, espejo onírico de cristal, en el mundo
sutil del silencio yacente.
Ellos jamás podrán derramar eternas sonrisas divinas a la
vida, en el tiempo inmemorial. Tan sólo atisbarán, de lejos, una
falsa realidad desmedida. Realidad que no podrán percibir, ni
vivir, en su propio fuero interno. Un mundo vacío, falto y
carente de amor, será su morada eterna. Un mundo cautivo, sin
apenas libertad, será su cobijo inmortal a lo largo de los siglos.
Ángeles caídos, sin nombre, ni pronombre, hicieron de sus
principales armas, fechorías y desmanes, traiciones desesperadas
a la antigua usanza. Crearon guerras y conflictos, para alcanzar
el poder absoluto, mas perdieron su total dignidad. Perdieron su
86
dignidad y voluntad, al dejarte herida, magullada y sentida, con
sus más crueles garras. Con sus afiladas garras, hechas de
puñales y agujas de espinas de rosas blancas. Y en el atardecer
profundo del río Jordán, sanaste las heridas de tu alma con
hierbas de bálsamo de Jericó, perfumes de mirra y áloe vera. Y
en el amanecer rojo, de tus sueños violetas, embriagaste tu
esencia durmiente con flores fragantes de cinamomos.

87
Madre estrella del viento

Tú, madre, te sentías hija de la luz del sol y de la luna en la


constelación suprema de Perseo. Amante dulce del universo,
prometida divina del eterno fuego sagrado.
Madre, rosa bella del desierto de Judea, musa inspiradora de
los dioses poetas del Olimpo. En tu divina inmortalidad, eras
diosa india de la aurora boreal. Y en el camino óctuple hacia el
moksha, eras pétalo de rosa pasión, entre mantras sánscritos de
metal, entre rebrillos de soles despiertos.
Y tu esencia yacía durmiente, entre tenues y sutiles armonías
celestiales, entre músicas relajantes de extraños ululares. Como
crisálida hialina, de mariposa irisada, reposabas, entre lechos de
hojas de lluvia fina, entre aguas calmas, entre sedas suaves de
terciopelo raso.
Abrazabas el espíritu del árbol sagrado de neem, para
purificar tu atmán interno del intenso aferramiento, del apego,
orgullo, odio y deseo.
En tu inefable universo, transmutabas brisas de cálidos
vientos, en llamas violetas de hogueras de sueños. Transferías tu
conciencia a una garza dorada, a un cisne plateado, en la
claridad matinal del jardín del Edén. Eras luz primaveral hacia
los cuatro puntos cardinales, con el sol naciente, de Oriente a
Occidente. Maestra ascética espiritual, corazón amante esenio,
en Qumrán.
88
Madre, eras tulkú compasivo, rumor dulce, como el agua de
un río calmo, en la rueda incesante del karma, en tus múltiples
existencias humanas. Alma bodhisattva, en el sendero hacia el
nirvana.
En el antiguo Egipto, fuiste princesa esclava, y diosa
faraónica de la magia. Viajera infatigable, águila roja divina en el
tiempo inmemorial. Y en tu dulce inmortalidad, danzabas con
los vientos de Shiva, para crear bellas poesías al alba, entre
susurros de aguas bravas. Rebrillos de joyas de loto fluían, como
cascadas de luces divinas, bajo los cielos eternos de Kashmir.
Eras estrella del viento, flor de luna roja, lirio y rosa, en el
atardecer de mis sueños dorados.
Y tus anhelados sueños desbocaron en un letargo inesperado,
por la ausencia de tu fiel amado. No pensaste jamás en olvidar
su presencia, deseada e inmortal, en el eterno inconsciente, entre
bellas armonías de cuencos de metal.
Eras nardo índico de Betania, susurro bello del Corán, letra
sagrada de la Misná. Eras baño purificador de néctar, entre
dulces sueños de azahar.
Eras esencia pura, buscadora de la verdad. Y tu alma pura,
inmaculada, viajaba hacia las verdades sutiles del atmán, entre
dianas de arcos y flechas espirituales, entre impetuosas olas de
cristal. Destellos de luz blanca fluían del corazón de la diosa
Tara, como espejos de plata, en las noches irisadas de tu querido
Himalaya.

89
Eras libre atardecer, entre odas poéticas y cantos de sirena.
Eras poeta asceta, y caminante errante sin fronteras. Eras halcón
peregrino y paloma mensajera, en el río tumultuoso del reloj del
tiempo inmemorial.
Te sentías mar de olas, entre finas aguas y hojas plateadas,
bajo los árboles sagrados de ashoka, en las noches brillantes de
Kashmir.
Te sentías alegría de la luna, entre caricias tiernas de
palabras, entre tibios susurros de armonías y aleluyas. Te sentías
alegría del sol, reflejo de claros manantiales, entre amores dulces
y tiernos besos espirituales. Besos irisados de plata, espejos de
fuego sagrado y pasión, bajo el inmenso fulgor de la lumbre,
impregnados de inmenso calor y de amor.
En tu mirada cristalina, reflejos y espejos de sonrisas divinas.
Miradas profundas y hechizadoras, senderos y fuentes de rosas
puras.
Bajo los colores de un cielo gris, te sentías arcoíris
luminiscente, en la plenitud consciente. ¡Blanca plenitud en el
absoluto presente!
Te sentías criatura hermosa, rosa caprichosa en tu lecho
floreciente. Te sentías luciérnaga brillante, bajo las luces de las
estrellas de Oriente. Te sentías luna roja, embriagada por
perfumes de mares, de azahar y rosa. Te sentías jardín dorado de
lirios enmudecidos, entre flores blancas de tomillo enverdecido.
Te sentías mariposa libertaria, princesa soñadora y adorable

90
musa de los poetas griegos. Te sentías luna graciosa y
caprichosa, en tu cuna de seda y satén fino.
-¡Qué profunda es tu enigmática conciencia! -clamaban los
jilgueros silvestres del jardín celeste. Pensabas fluir con tu
existencia, por el acantilado más abrupto, hacia los mares del
eterno olvido.
Tú, madre querida y adorada, te refugiaste en tu morada
durmiente, con los brazos desplegados al viento de Egipto.
Verdes rayos de esperanza iluminaban tu morada más sagrada.
Morada floreciente, templo sagrado de finas estrellas
primaverales. Alivio ascético de tu mente, en tu compleja y
pragmática plenitud consciente.
Se desvaneció tu mente, como la brisa del viento, en tan sólo
un instante. Se desvaneció entre sueños de estrellas nocturnas y
utopías hermosas. Sueño tierno de verano, espejismo dorado.
Espejismo, de un desierto de cristal, en el que transgredías
sentimientos desconocidos para llenar ese inmenso vacío de tu
realidad existencial.
Y más allá de tu cuerpo inmortal, estando inmersa en esa
burbuja celestial, proyectaste tu mirada hacia la inmensidad.
En el atardecer profundo de tus sueños, sentiste tu corazón
desplegado al viento de Egipto. Y en el amanecer enigmático de
tus sueños, tu corazón era “luna roja, lirio profundo y rosa” de
mis prohibidos sueños.

91
Cima de los vientos indomables

En lo alto de Judea, en Massada “cima de los vientos


indomables”, tu alma quedó atrapada por los sueños dulces y
pérfidos de Morfeo. Éste, invadió la cueva azul de tus
sentimientos, intentando desconectarte de la cruda realidad
existencial. Y eternamente, reflexionaste sobre tu felicidad
suprema, bajo el árbol de neem.
No podías comprar ni un atisbo de su amor cómplice, pero
entendiste que su libertad era más importante que tu propio
bienestar. En tu esfera personal, respetabas ampliamente su
enorme dignidad. En tu Yo, en tu ser interno, todas las razas
eran iguales en la inmensidad del universo cósmico. Eráis de
etnias diferentes, pero compartíais la misma esencia humana.
Tus atributos eran muy hermosos, y él quedó, en tan sólo un
instante, hechizado, prendado con tus bellos ojos rasgados, color
negro azabache. Y con tu melena rizada al viento, tus andares
sigilosos eran similares a una gacela africana, a una tigresa
enaltecida y salvaje. Tenías tus propias alas, y volabas a las
cumbres más elevadas.
Eras la más hermosa de todo el poblado, como la flor de loto
que embellece los lagos transparentes y calmos. Tus salmos eran
pregonados por todos los condados, incluso aquellos más lejanos
de los mundos subterráneos. Los entes espirituales, que allí
habitaban, comentaban tu existencia y tus hazañas más osadas.
92
Jamás olvidarán tu precioso nombre Libertad. Libertad
poética en tu alma de luz pura, como hija del sol y de la luna.
Libertad para recitar mantras sánscritos a la hermosa Madre
Tierra, en las noches más pausadas y serenas.
Entes mitológicos, hadas montadas en carros suntuosos y
unicornios alados, iluminaban tu dulce y bella sonrisa.
En el lugar celeste habitaban las almas más puras: bellos
corceles blancos, símbolos de tu enorme bondad. Vivían
contemplando, como ascetas, la verdad absoluta y perpetua. Y en
la oscuridad del abismo, cabalgaban corceles negros, símbolos de
pasión desbocada al universo infinito.
Pero ante todo, la razón gobernaba en este paraíso celeste.
En un instante, tan sólo, consiguieron descender a este mundo
los corceles blancos alados.
Y sus espíritus se encarnaron en bellas musas, hijas de la raza
humana. Eran musas de poetas griegos, musas libertarias, para
ensalzar la libertad en el corazón poético del pueblo.
Compartieron sus enseñanzas con sus más fieles seguidores,
discípulos de la virtud moral y de la justicia espiritual. Su
amistad era tan profunda que dejó huellas indelebles, tatuadas
en la fina arena blanca. Era el valor universal e inmaterial más
preciado por su lealtad.
Espíritus sutiles, espíritus incorruptibles de naturaleza divina,
gobernaron el mundo celeste hasta la venida de los ángeles
caídos. Eligieron los futuros padres de la raza humana, en etnias
diversas y diferentes. Cuando el cielo rugió llamaradas intensas
93
de fuego, se alumbraron sus ojos ávidos, como antorchas por el
miedo. Y descendieron por el túnel del arcoíris a la bella y dulce
vida. Sus llantos y sollozos, por la eterna oscuridad, despertaron
a todos los pueblos que esperaban ansiosos su mágico retorno.
Buscaban la perfección y el entendimiento divino.
Una extensión inteligible de espíritus, frágiles e inmortales,
usó su mejor herramienta el sentido de la razón, para elegir un
mundo mejor. Un mundo más humano, lleno de sonrisas
dibujadas, en sus violetas atardeceres, en sus cielos y estrellas
luminosas. Obraron con la más absoluta libertad y sinceridad.
No existían muros, ni fronteras que dividieran las razas
humanas. Todos los seres eran iguales, en este mundo idílico y
onírico, hermanos dulces de sangre ardiente. Poseedores de
enorme valentía y coraje, proclamaron al viento el sentido de la
igualdad y la solidaridad. No temían a la muerte, ni a las crueles
traiciones. Tan sólo intentaban convivir en un plano metafísico
de libertad. No conocían las cadenas de la esclavitud, ni los
rayos atronadores de la furia de los dioses.
Y tú, madre, surgiste de la nada, surgiste hermosa con tu
melena rizada y tu voz dulce melodiosa. Eras un ángel hermoso,
lleno de luz plateada, que encendía mis ojos irisados a la utopía
anhelada. Con tu mente privilegiada, escribías lindos versos
poéticos, sonetos inmersos en ancestrales recuerdos. Recuerdos
grabados, con letras de sudor y sangre, al comprender el dolor
sufriente y doliente del amor verdadero.

94
Me entristecí al contemplarte, en momentos bajos de tu
existencia, cuando tus lágrimas dulces resbalaban, acariciando
tus mejillas sonrosadas y divinas. Mejillas empapadas por los
ríos calmos, apacibles, de tus penas y agonías. Tu infancia fue
dura y dolorosa, perdiste pronto la inocencia hacia una madurez
temerosa.
Tu sonrisa franca, pura y blanca, como nubes de algodón al
alba. Tus ojos negros, rebrillos de luceros en la aurora. Tu piel,
de porcelana caliente, brillaba ardiente bajo el sol naciente de
Egipto. Sobre la alfombra terracota del desierto, tu silueta
caminaba sigilosa, como suave rosa perfumada, caprichosa.
Madre, eras diosa de los mares, de los océanos y de los
techos celestes. Hermosa, como las tiernas flores primaverales.
Desde el principio, transmutaste tu alma en gacela salvaje, en
espíritu libre de garza volando sobre los bosques, en colibrí
plateado en el reino dorado de Shambhala.
Fuiste, en los otros reinos existenciales: Hathor, diosa del
amor y la belleza suprema; Isis, diosa egipcia de la magia; Ushas,
diosa india de la aurora.
Cuando la llama encendía la vela de mi corazón, entristecido
y enojado, tú madre me abrazabas con dulzura. Me cogías
suavemente, en tu regazo, para besar mis pies pequeños y mis
finas manos temblorosas. Y me arrullabas entre tus brazos
cálidos, con aroma a canela en rama. ¡Qué recuerdos tan gratos,
vividos en esos dulces instantes!

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Siempre cuidaste de mí, con empeño y desvelo. Inculcaste en
mi espíritu, el sentido del valor y de la honestidad más plausible.
Contigo aprendí a perdonar sin errar, a mis enemigos más
crueles. La palabra perdón la convertiste en insignia y bandera
blanca, hondeando al espejismo de tu horizonte más lejano.
Horizonte fronterizo y sentido de tu humilde destino. Destino
azaroso y cautivo.
Hiciste de la honestidad un valor supremo primordial y un
sentimiento universal en tu mundo imaginario, donde realmente
reinaba el amor y la paz.
Sentías añoranza de tu tierra árida, roja, de tu tierra natal,
pero pronto emigraste hacia un mundo mejor, en busca de la
más absoluta perfección. Tan sólo pretendías ser feliz, en medio
de la desesperación. Desesperación traicionera, por engaños e
hipocresías vanas. Tejías una tupida tela de araña, indescriptible,
atrapadora, en tu pequeño espacio vital, para vencer el odio de
tus enemigos. Pero siempre los perdonaste, no merecían que
mencionaras ni una sola palabra, sobre sus nombres, ni
pronombres.
Para mí, madre, siempre serás la princesa celeste, mi sol
brillante y mi luna ardiente.
Y en el eterno presente, eres mi vida y mi esencia innata, a
cada instante.
Tus ojos son fiel espejo, reflejo de la belleza de tu noble
alma, como el agua clara de las cascadas, en mi querido
Himalaya.
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Flor de Shambhala

Y suspirabas por hallar un hombre nuevo, especial, después


de tantas miserias humanas encontradas. En tu búsqueda
infatigable apareció de la nada, surgió tu alma gemela, como una
flor de pasión, en el sendero de la luz blanca. Era un maravilloso
y tierno hombre, pequeño, pero con un corazón enorme,
orgulloso, pero valiente y lleno de coraje.
Eras joven, atractiva y risueña, la flor de Shambhala
desconocida y prohibida. Pero al mismo tiempo, eras una bella
flor deseada y anhelada.
Y tu príncipe recitaba dulces poesías, rimas de amor en tu
nombre, proclamando tu bendita inocencia perdida, tu inocencia
pura, etérea y cautiva.
Madre, eras mi ángel celestial, guardiana de mis secretos más
inconfesables. Madre eras musa inspiradora de mis poesías, eras
mi vida entera, y verdadera. Y toda mi nueva esperanza, con tu
sonrisa divina se iluminaba.
Hechizabas, con tu dulce mirada, los corazones de los poetas
sagrados. Y tu embrujo fascinaba en el bosque encantado,
envolvía el aura y la energía sutil con un torbellino de enorme
paz e inmenso relajo.
Sonrisas enamoradas, en la llama de tu alma, rebosaban en el
reflejo de claros manantiales dormidos, en el alba de tu inmenso
desierto cautivo.
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Y tu fiel amado, profundamente extasiado, admiraba tu
belleza divina, glamurosa, conteniendo su pasión desmedida e
infinita, desbocada al universo etéreo.
Madre, permanecías impotente, al fondo de tu templo
sagrado, en un sin sentir abrumado. Reflexionabas ante la
crueldad de las guerras cruentas, entre hermanos enfrentados de
un mismo pueblo. Tu mayor virtud era tener los pies en la tierra
y tu corazón en el techo de los cielos eternos. Y tu justicia y
paciencia colmaban de bendiciones los infinitos mares
celestiales.
En el jardín del Olimpo, ungías tu piel morena con almizcle
aromático y flores asilvestradas, llenas de fragancias amaderadas,
sutiles y delicadas. Y en tus desvelos e inmensos silencios
nocturnos, macerabas pétalos de bellas orquídeas y rosas…
Aceites de rosas, doradas por el sol naciente, embellecían e
hidrataban tus labios sellados a fuego, y sangre ardiente.
Madre, eras la esencia de mi propia existencia. Eras joya del
Nilo, en mi eterno instante, en mi infinito universo, sagrado y
distante.
Meditabas con los monjes budistas y los lamas sagrados, en
el jardín de los lotos blancos. Recitando mantras, rememorabas
antiguos momentos e instantes rezagados.
Olías a perfume de aceite de rosas, y a vainilla pura y blanca.
Aceites esenciales que adormilaban mis sentidos más profundos,
en la calma absoluta de este vacío profundo. El reloj del tiempo
pasaba por tus ojos extrañados, ante tanta miseria humana. Y tu
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paciencia estaba colmada de sonrisas abiertas a los ríos de la
vida. Vida extraviada por los senderos ocultos de la más triste
oscuridad.
Escapaste de la más cruel masacre, del cruento y horrible
genocidio contra la dignidad humana. Y en tu huida, imaginaste
el horror de las guerras y de la penuria humana. Portando
equipaje ligero y liviano, ascendiste al Annapurna, en el ocaso
solar de la aurora boreal.
Y en la cima de los vientos helados, sellaste en la piedra solar
tu franca historia real. Jamás pensaste en abandonar tu trono en
la lucha de la paz, más bien cabalgabas en el carro alado de la
felicidad. La desesperanza no hizo mella en ti, ni en tu morada,
sólo desplegó tus alas hacia la libertad, e igualdad de todas las
razas humanas.
Hubo un tiempo donde perdiste la bendita inocencia, mas
ésta jamás abandonó tu alma incendiaria.
Alma sagrada de flor de Shambhala iluminando, con finos
destellos, la quietud de las alas, las ramas de los sándalos, los
silencios de los dulces abrazos. Alma de flor de Shambhala
presidiendo los rayos celestes, los valles de sueños, el trinar de
los pájaros, bajo el azul cielo poniente. Alma de flor de
Shambhala acariciando, con tersura, amores incandescentes,
entre soplos de corazones sufís que vibran, como seres
inmortales, en la tierra silente. Alma luminiscente de garza
dorada volando sobre los bosques de bambú, en los atardeceres
claros y brillantes de Kashmir, bajo infinitos soles ardientes.
99
Camino del despertar a la inmortalidad

Zarpaste en una pequeña barca, por los mares del olvido, en


busca de tu inocencia perdida y de tus profundas raíces cautivas.
Huías de la hambruna intangible e inesperada, huías de la
muerte más segura y callada… Y tus ojos te dolían de tanto
enjugar lágrimas saladas y prohibidas. Lágrimas empapadas de
sudor y sangre ardiente, saladas por las brisas etéreas y las olas
del mar Rojo caliente. Y en el silencio, escuchabas los sollozos y
lamentos de los niños, en las noches más oscuras de tu vida, en
las noches profundas de tu propio abismo. Pertenecían al clan de
los “papeles mojados”, llenos de inmensos espejismos y sueños
dorados.
Te asustaba el romper de las olas contra los abruptos
acantilados, en la inmensidad del tiempo y del olvido. Mas tu
mente, alocada y francamente obstinada, hacía girar tus
pensamientos y desvelos hacia el universo etéreo, en un
laberinto repleto de dudas y enormes tropiezos.
Abrigaste en tu seno, plácidamente dormido y apaciguado
por los vientos sureños, tus más recónditos deseos y anhelos.
Deseos de un mundo mejor, sin tanto dolor, ni sufrimiento.
Buscabas una salida digna y, súbitamente, encontraste un
refugio cálido a tus dudas y a tus penas más cohibidas.

100
Y repetías una frase constante: ¡Te quiero madre, vida mía!
¡Te quiero más allá de mi propia existencia, y más allá de la
muerte!
Jamás negaste a tus benditos hijos, fruto secreto de una
pasión desbocada y de un hermoso amor prohibido. No era
necesario tanto sufrimiento vano en la rueda incesante de la
vida.
Y tu alma luminosa, llorosa y desgarrada, huía sin fronteras,
volaba hechizada con sus alas blancas hacia las cumbres nevadas.
Cumbres hermosas de tus anheladas montañas. Montañas,
gélidas y blancas, de tu querido Himalaya.
No era necesario tanto discurso vano, ni sentir agujas
clavadas como dulces espinas de rosas blancas. No era necesario
ver la muerte tan de cerca, ni dejar marchitar tus flores de loto,
en ese jardín árido y desolado de tu inmenso desierto. No era
necesario sentir el umbral del dolor, ni sentir el amargo olvido,
en la profundidad de tu silencio cohibido. Y en el silencio
dormido, habitaban palabras bellas, susurros de palabras repletas
de infinitos secretos cautivos.
El mutismo y orgullo vano, de los feroces leones del desierto
perdido, atemorizaban y acechaban tus sueños más prohibidos.
Tus sueños mágicos, reflejos de arcoíris y luces de mundos
sutiles, de corazones gentiles, en el sendero de las nubes blancas.
Sendero luminiscente, lleno de piedras y enormes guijarros de
barro, en la rueda incesante del samsara. Piedras y clavos herían
tus pies, pequeños y descalzos, en ese pedregoso camino,
101
levemente ensoñado. Los feroces leones ocultaban sus deseos
sumamente prohibidos, sus deseos desbocados más inefables,
frívolos y desmedidos. ¡Qué hipocresía más vana vivir en los
pronombres! ¡Cuánto odio y venganza derramaban sus ciegas
palabras vanas! ¡Malditas garras en sus míseras entrañas!
Frases despiadadas, como espadas solares, fueron enterradas
en sarcófagos sagrados, en la nueva necrópolis helada. En ese
espacio, doloroso y cautivo, tus labios sellaron sus duras
palabras, para siempre, eternamente.
En el leve suspiro del silencio dormido, sentías que tu
corazón moría, y dejaba escapar, sutilmente, tu alma
francamente herida.
Y tú, eras un hermoso ángel de luz, en busca de algo
inexistente en el mundo real.
¡Qué difícil era cruzar ese puente imaginario, entre lo real e
irreal!
En tus recuerdos innatos, surgían inspiraciones poéticas
ilusorias, odas escritas desde el Más Allá de tu dulce
inmortalidad.
Y tú, seguías caminando descalza, clavándote agujas y espinas
de rosas blancas. Mientras, meditabas en el silencio dormido,
bajo la sombra del sándalo, árbol sagrado de Oriente. Y tu
esencia luminosa alzaba su voz al techo celeste: ¡No me importa
nada ese vil y triste engaño! ¡No me importa su magnificencia,
ni su inmoral venganza!

102
Jamás quisiste causar ningún daño, ni acallar sus falsas
promesas y sus dolientes palabras, en los océanos iridiscentes del
supra-consciente. Tan sólo buscabas la verdad sincera de tu
propia existencia, la verdad de esa realidad abstracta y levemente
etérea. Fuiste humillada en tu fuero más interno, mas no
consiguieron jamás acallar tu libertad de volar, y tus ansias de
gozar con el viento sureño.
Tan sólo quisiste renacer de tus propias cenizas, como el ave
fénix, y emprender un vuelo majestuoso hacia los mares
intranquilos de la eternidad consciente.
No olvidarás aquellos tiempos pasados, donde erraba tu
memoria fallida, donde tus enemigos acechaban como hienas
enfurecidas. Acechaban tu sosiego de paz y tu dulce remanso
tranquilo, en los infinitos mares de espejo y cristal. Debajo de su
piel de cordero habitaba un lobo furioso y embravecido por el
viento. Enfurecido con su ego y alter ego dormido.
Y tus pensamientos sinceros desbordaron claros manantiales
y ríos tranquilos, en los mundos sutiles del inconsciente
colectivo.
Cautelosamente, aprendiste a dar pequeños pasos, en el
camino del tiempo olvidado. Albergaste vívidos recuerdos de tu
inocente niñez. Recuerdos cautivos de una inefable infancia
perdida.
Tu vida no fue un camino de rosas. En las tristes
madrugadas, la flor de tu corazón sollozaba, entre lluvias de
lágrimas rotas. Bajo los techos celestes de Oriente, despertaron
103
yelmos de coronas de rosas. En las aldeas durmientes, brotaron
yelmos levemente afilados, de lirios enmudecidos y rosas
perfumadas ardientes.
No quieres rememorar esos fatales recuerdos, ni esos infelices
momentos, donde reía la hiena cruel ante tus sentires y amargos
defectos.
Madre, tus sentimientos no importan a nadie, ni tu amor
desgarrado, tan sólo yo reclamo tu derecho a existir y a sentir,
con tu corazón magullado, hechizado. Corazón hechizado y
embrujado, entre rayos de soles y luces de auroras boreales.
¡No lo olvides madre! estas frases son tuyas para siempre,
eternamente: ¡Madre te quiero! ¡Mma thlit gori! Te quiero, mas
no llores, no desbordes el río de tus tranquilos sueños.
Eran entes infelices, sin voluntad alguna, sin deseos, ni
desvelos. Y sin libertad lloraban, gritaban al escuchar tu dulce
aleteo de mariposa blanca. Mariposa alada, hialina, en los
mundos ensoñados de Morfeo.
Y en el eterno presente, olvidas tu enorme dolor al acariciar
el cielo con tus frágiles dedos. Y con tus obras abstractas,
plasmas la esencia luminosa que irradia el arcoíris solidario de tu
maltrecho corazón.
Eres la luz de mi camino, fiel reflejo de todas las madres
coraje que luchan extenuadas por sacar adelante a sus hijos.
Madre: ¡Te quiero tanto! No cesaré de repetírtelo, en cada
instante sublime de tu existencia.

104
Tus besos de chocolate blanco, dulces como la miel de azahar
y romero fresco. Y tus cálidos abrazos los guardaré, con sumo
cuidado, en la caja de mis recuerdos, como un regalo preciado
de la flor de tu corazón. No existe ningún bien material que
compense esa inmensa felicidad. Felicidad infinita que siento, en
mis entrañas, al mirar tus ojos de intensa luz plateada. Tus ojos
son diamantes puros y bellos, aunque el sufrir de tus sollozos y
llantos los haya convertido en diamantes de sangre. Sangre
herida y doliente.
Madre, tan sólo quiero y anhelo que se repitan esos instantes
bellos, instantes de mágicos encuentros. Encuentros emotivos,
entre tu corazón y el mío. Entre rebrillos de soles, entre reflejos
de luces, latidos acompasados de corazones y flores se oyen, en
el mundo sutil del silencio.
Ojos brillantes, perlas de coral blancas, encierran un mundo
encantado de luz y ciegos deseos. Deseos y desvelos en tu vida,
perdidos en la memoria de ese laberinto secreto. Secretos
inconfesables, perdidos y ocultos detrás de una enorme coraza
de piedra rocosa. Coraza de piedra, máscara perfecta de
protección de tu sentir y de tu inmenso sufrir. Murallas de
piedra entorpecen tu pedregoso camino, a lo largo del sendero.
Y siempre, a cada instante, sueño con tus ojos verdes, verdes
infinitos como rayos de esperanza. Esperanza en esta Tierra Gaia
que ilumina tu mirada, tu mirada y mi frágil mirada.
El silencio, enmudecidas tus sabias y dulces palabras,
permanece intacto y dormido. Tan sólo un instante permanece
105
latente para escuchar, levemente, el latido de tu dulce remanso
de amor apacible. Tu amor secreto, prohibido y divino, florece
en el jardín de tus sueños cautivos y cohibidos. Florece, como un
jazmín blanco, perfumado con tu dulce esencia de mujer.
Esencia de mujer fresca, olor a flor de canela. Canela del árbol
sagrado de la vida. Árbol de Abraham en Judea, árbol de Hathor
en Alejandría, árbol de sándalo sagrado en Shambhala.
Mandalas sutiles y mantras se plasman, entre finos destellos,
en la pared mágica de tus sueños y dulces pensamientos.
Mandalas bellos, coloridos, atrapan mis más débiles sentidos.
Sentimientos ocultos, inmortales en tu tiempo y en el mío.
Ocultos en el tiempo de la historia, en el tiempo de tu viejo reloj
vivo. Reloj viejo, antigüedad de bronce, que refleja el lento
trascurrir de tus pasos, en el tiempo inmemorial. Reloj
impredecible que impide tu vuelo previsto al cielo celeste, al
universo etéreo. Reloj que regalaste a tus amados hijos, antes de
partir en ese vuelo imaginario hacia la luz etérea y blanca. Reloj
de pared que, haciendo clic-clac, avisa del transcurrir rápido y
sigiloso de tu escaso tiempo. Escaso, pero a la vez eterno tiempo,
en el frondoso bosque y mágico de tus vívidos sueños. Tiempo
de tus sueños floreados, transparentes, en el mundo mágico de
Morfeo.
Haces desaparecer de mi vida el miedo, el vil enojo, la
soledad desmedida y la sospecha contenida. Haces desaparecer
todos mis demonios, y enciendes una inmensa vela blanca, luz
incandescente de mi frágil existencia humana.
106
Silbidos de mirlos rojos acunan mis sentidos, cuando atisbo
en el horizonte tu más bella presencia. Y me regalas eternas
sonrisas, al amanecer, con el rocío fino del alba. Manadas de
lobos salvajes, fieles guardianes de tu humilde morada,
cabalgarán por el bosque encantado, mientras huyes de la
soledad de tu dulce olvido.
Caminas, con paso firme, sobre la fina arenisca de la playa,
dejando tus huellas en el tiempo perdido. En el tiempo
inmaculado del eterno y triste olvido. Y con los ojos cerrados,
modelas con tus frágiles manos la arenisca de la playa, en el
amanecer dorado de Alejandría.
Luces y sombras dibujas, en papel mojado, con mucho
ahínco y dulce olvido. Luces para pedir a los dioses buenos
augurios, en el camino de las nubes blancas. Mandalas y
pensamientos escritos, en papel mojado, en el mundo mágico e
invisible del Ser divino e inmortal. Reflejos inviolables de una
dulce inmortalidad, de un despertar a otra realidad existencial.
Renacimiento del Ser a la iluminación eterna, desde la
inconsciencia a la pura consciencia. Impredecibles augurios del
tiempo, en el renacer de tu dulce inmortalidad. Inmortalidad
libre de aferramientos, apegos, orgullos, odios y deseos.
Inmortalidad, un bello renacimiento en la pura luz de la realidad
existencial.

107
Voces del Sáhara – Voces del África viva

Y con los brazos exhaustos, alzados al techo celeste,


recuerdas los cánticos de tus viejos ancestros. ¡Son voces de
África! ¡Voces puras y blancas del África profunda! Voces
perdidas que claman al mundo su intensa agonía. Voces extrañas
se oyen en la lejanía... Son las voces del Sáhara, del África viva,
que expresan melodiosas su eterna alegría. Desierto del Sáhara,
espejismo paradisíaco impregnado en rubor y olvido. Viejas
guitarras suenan al acorde de tu eterno silencio dormido. África
está viva en tu alma, y atrae sentimientos profundos, con la
música que compone tu vieja guitarra, al olvido. Miles de
candados de acero africanos te engarzan al corazón de tu amado.
Tiras la llave plateada, con pasión contenida, a los manantiales
del deseo levemente perdido.
Es un puente altruista hacia mundos imaginarios, hacia
tierras sin nostalgias, repletas de tu magia. Mundos carentes de
falsedades, de vanidades desgarradas y pasiones contenidas.
Rencores que se alejan de este puente altruista, buscando ciertas
ilusiones desmedidas. Quisieras poder huir de la isla que aferra
tus más débiles sentidos. Quisieras poder escapar de esa jaula de
cristal hialino, de cristal ahumado por su más pérfido egoísmo.
Quisieras poder acallar los rugidos de los feroces leones,
guardianes supremos del desierto. Quisieras poder enmudecer
sus labios, sus bocas ensangrentadas, con tus lágrimas vivas de
108
agua plateada. Lágrimas rotas resbalan por tus mejillas
levemente sonrosadas.
La ira contenida se desboca, se desmarca. No aguanta esta
desdicha, esta pérdida innata. Esa luz fatua, esa luminaria, esa
luz prohibida que ciega tus ojos llenos de cascadas de montaña.
Paraísos terrenales buscas, en tan sólo un instante; mas
encuentras abismos infernales, llenos de acantilados rocosos.
Rocosos y pedregosos, en el filo de tu horizonte lejano. Lejanía y
sabiduría se acercan a tu horizonte, y se rompe tu escudo dorado
más ardiente, con el sol naciente. Hierve tu corazón, apenado y
asustado, hierve a más de mil grados, a pesar del frío del
amanecer de tu invierno desolado.
Desolada y cabizbaja, intentas nadar en los mares del eterno
olvido, en los mares del silencio dormido. Silencio dormido,
refugio cálido del desierto de tu alma. Alma herida, malherida y
desgarrada, sobrevolando las dunas del desierto silencioso del
Sáhara. Vientos indomables del África viva, en tu alma. Tu alma
y mi alma bailan una danza mágica, al amanecer, con el frío
rocío del alba.

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Niños del alma inmortal

Niño te veía. Niña me sentía, abrazada a tu alma inmortal


divina. Besos de amor, en cada instante de un querer y de un
poder infinito en la noche. Noche profunda en tu mirada,
estrellas aterciopeladas. Pasión de almas gemelas, bajo los cielos
de Asia.
Niña me siento, con mi alma abrazada, bajo el azul cielo de
tu infinita mirada. Besos de terciopelo, océanos de plata dorada,
son tu alma y mi alma abrazadas. Eternidad consciente de
amores locos de deseo. Juramentos eternos de corazones, entre
olvidos dulces, entre tenues sueños.
Escucho tus consejos sabios, entre dulces reflexiones y
pensamientos. Son instantes sublimes de amor e infinito deseo.
Amor en tu inmortal morada. Deseo que inunde mi alma
cautiva en la nada. Melodías de música, notas infinitas de olas
bravas.
Niños de mi alma, alzan sus miradas a los techos celestes, en
las frías madrugadas.
Ojos cerrados al cielo, vuelan alas libres, mariposas hialinas
al viento de mi desierto. Vientos indomables de mi desierto y de
tu desierto, en este tiempo perdido de la esclavitud humana.
Libertad poética, fronteras abiertas al viento sureño.
Mantén tus ojos cerrados, claustros de viejos monasterios.
Suenan viejos tambores del África profunda en mi alma negra, y
110
en tu alma, hermano. Hermano de raza y de sangre, hermano
del África ardiente. Hermano, en nuestras raíces profundas, en
nuestros cuerpos sutiles, llevamos la misma savia, sangre de
dolor sufriente. ¡Sufriente África, en mi alma negra y blanca!
¡África permanece viva, en mi alma y en tu alma!

111
Niños del África Alma

Cascadas de agua, agua del mar, mares del sur. Sur de África.
África de indígena, indígena de un pueblo, pueblo de encanto,
encanto de un rocío, rocío de la mañana. Mañana de esperanza,
esperanza en el futuro, futuro de un niño, niño del África Alma.
África, piel de melocotón.
Esclavitud poética siento en mis venas, al oír los clamores de
este pueblo hermano. Hermosas mujeres de alma negra alzan
clamores a los techos celestes, al amanecer con el alba.
Ancestrales raíces surgen de la nada, de esa nada inmortal
que yace en tu fría mirada. Mirada de traición, que rasga
vestiduras de hermosas djellabas blancas.
Sonrisas estrelladas, labios de terciopelo raso, esconden tu
frágil mirada. Miradas que subyacen en laberintos ocultos, en
espejismos de oasis y noches durmientes.
Ojos profundos, sollozos de niños. Niños ocultos, misterios
aterciopelados en las noches del África Alma.
Papeles mojados, con lágrimas rotas, con suaves sonrisas y
pequeños guiños al alba.
No temas la nada, ni el eterno silencio. No hay muerte, hay
vida. Vida es esperanza. No hay silencios mudos, hay suspiros
leves en la nada. Hay llantos de niños, niños del África Alma.
Almas quieren volar, vuelos de gaviotas blancas. Almas
quieren escapar hacia las cumbres nevadas.
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Yo soy viajera del tiempo. Mensajera de luz, en la nada.
Deseo soñar este mundo del África profunda en mi alma.
Mi alma y tu alma son tan sólo un alma. Un alma negra
llena de deseos, y flores rojas de escarlata. Flores de pasión y
nardos. Flores de jazmín, de dulce escarcha blanca.
Mi alma, flor sagrada de neem, refleja tu amor en la mirada.
Mirada hechizada, embrujada por soles de instantes orientales.
Despertares al sol naciente, de Oriente a Occidente.
Niños del África Alma. Niños que despiertan sus sentires, sus
amores al hijo del sol naciente. Hijos del África libre. Hijos de
mi alma y de tu alma. ¡Despertad con el sol! ¡Despertad
silenciosamente, con el aleteo de las mariposas blancas! Gritad a
los vientos celestes: ¡Amo mi África negra, mi África continente!
¡Amo mis raíces profundas, desde Camerún hasta Ghana! ¡Amo
mi tierra profunda, desde el origen de la humanidad, desde el
inicio de mi alma!
Soy hermano un alma negra, paloma viajera del tiempo.
Desde Senegal, desde Congo Belga, desde Camerún y
Mozambique. Soy viajera inmortal, mensajera de la libertad de
mi raza negra. Soy mariposa libertaria de mi vida, en la
inmensidad de los cielos de este continente amado. Amado
desde mi principio, desde mi nacimiento a la luz eterna. ¡África
viva en mi alma!

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Libertad eterna para tus alas – Flor de loto al sol

Y tus ojos son reflejo de una llama desesperada, de una


súplica al mundo, de una llamada a gritos de auxilio, pidiendo
libertad eterna para tus alas. Libertad para hablar callada, en tu
silencio comedido. Libertad para expresar tu agonía y tu
inmenso sufrimiento. Madre, tus sentires y pesares son los míos.
Descubre en mi dulce inmortalidad mi auténtica flor sagrada,
bella flor espiritual, refugio de mi verdadera alma. Flor de loto,
que abre sus pétalos al sol, en este inmenso jardín del lejano
Oriente. Madre, como una flor de loto te abres, enciendes tus
pétalos al sol. Como una flor silvestre hueles a rosas rojas llenas
de pasión. De pasión desmedida, desbocada al universo tu alma
vuela y escapa a su inmortal morada. Escapa, con sus alas
frágiles de mariposas blancas aladas.
Tus pies descalzos, raíces de un árbol, engarzan sus finas
ramas al sol. Sol de una tierra pobre y seca. Tierra árida de
olvido innato, indiferencia y desamor. Indiferencia cautiva y
prohibida. Inmortal tu alma transmuta en flor. Como una flor
frágil tu corazón marchita, tus rojos pétalos marchitan al sol. Sol
abrasador del desierto de la vida, con hambre y sed de un frágil
amor. Que su olvido no permita, ni consienta su desamor.
Como una flor en primavera, tus sentimientos etéreos se abren
al sol.

114
Eres la flor de mi dulce secreto. Secreto, pétalos rojos de
infinita pasión.
En el sendero de la compasión, una semilla fugaz floreció,
sembrando una enorme alegría en mi noble corazón. Largos
años estuve sumida en un abismo, mas desperté de la oscuridad
a una nueva realidad existencial. Mi memoria estaba innata,
recordaba la inmortalidad y ese vacío infernal. Ese vacío que no
llena ni el amor; amor de ése alma que acoge y calienta mi
cansado corazón. Ese vacío es pozo profundo, debido al dolor de
la traición. Hay maneras de pedir auxilio, de gritar callada en
silencio, para no caer en la selva de la sinrazón.
Sus pensamientos prohibidos clavan espinas rosadas, en mi
corazón eternamente sellado. Corazón sellado por intenso amor
prohibido. Hay maneras de gritar sin furia, con fuerza, de gritar
sin rabia. Hay maneras de demostrar al mundo que no quiero
ser su esclava, ni su dueña, ni su cadena, ni su estrella más
sagrada. Hay maneras de llorar en silencio, de llorar en la calma
más agitada, para que no me oigan, ni desprecien mi alma. Para
que no insulten mi nombre, ni mi pronombre, ni mi alma. Para
que no malgasten ni una sola palabra, en su agitada vida, ni en
su más triste memoria perdida. Memoria perdida y cautiva.
Y tus ojos son reflejo de una llama desesperada, de una
súplica apacible al mundo; de una llamada a gritos de auxilio,
pidiendo libertad eterna para tus alas. Madre sé valiente, ten
coraje. Enfréntate a tus propios miedos. No te escondas, no te
refugies detrás de esos demonios infestos. No convenzas a nadie,
115
yo conozco tu tormento. Tu tormento y mi tormento. No hacen
falta intermediarios, tú y yo conocemos la auténtica verdad de
nuestra historia. La verdad, pura e hialina, transparente como el
agua fría de las cascadas, como el espejo claro de esa montaña.
Montaña mágica de mis sueños, en el despertar del sol naciente.
Sombras luminosas, en el árbol de la vida, son refugios
escondidos de mi dulce despertar a la inmortalidad.

116
Despertar en tierra roja – Luces divinas

Catedral de roca, eleva tus dulces rezos, son ritos de paso


viejos que convierten tu mundo de hielo enigmático, en tierra
árida y roja. Árida y roja, drásticamente transformada en un
mundo mágico de ensueño, impasible a tu frágil mirada.
Impasible tu belleza, tu belleza de Venus modelada. Modelada y
endiosada.
Gigantes de océanos plateados emergen de las aguas, en
breves instantes nocturnos, inmersos en el gélido hielo.
Inmersión continua, en una cruenta guerra.
Tierra roja y árida, plenitud de luna llena. Secretos
paradigmas encuentras a tu paso. Páramos de piedra y adobe,
entre vidas secretas de príncipes esclavos. Plenilunios ocultos
esconden esencias indescriptibles, crueldades y ciudades grises.
Firmamentos invisibles, vientos suben en suspiros leves de rayos
incandescentes.
Luces tenues de almas blancas, rumores dulces de aguas
bravas. Se oyen voces rotas en la lejanía… Voces de hombres,
almas oscuras, sombrías y frías. Amores profundos de claros
días. Lluvias leves, tenues, llenas de dulce melancolía.
Serenidades calmas, en huecos finos, entreabiertos a los cielos.
Cielos de tu eterna madrugada.
Almas trémulas, aguas bravas. Suspiros entrecortados, al
fondo el arpa de tu silencio dormido. Mundo bello, sol dorado,
117
niños tristes y apagados. Se oyen voces rotas en la lejanía…
Voces frágiles, entre gotas de lluvia fría. Catedral de tierra
herida, luces eternas de miradas divinas.
Mares profundos, bosques oscuros y sombríos donde tu alma
negra yacía dormida. Yacía dormida y entre sueños, afligida se
hundía. Se hundía en océanos de papel. Luces eternas de
miradas divinas.
Y tú, mientras, alzabas odas poéticas al cielo levemente
cubierto. Entre fragancias sutiles, se oían canciones al viento, a
la brisa que acariciaba las rosas llenas de blancas espinas. Brisa
que apaciguaba mi frágil mente dormida.
Dentro del alma fría, una noche sombría. Una noche llena de
vientos celestes, sureños, de luces de neón embriagadas por mi
luna azul.
Entre silencios puros, tu alma solemne e inmóvil yace
durmiente. Durmiente se alza la noche, la noche sombría de los
madrigales verdes.
Llegan los jinetes salvajes, cabalgando en viejos corceles.
Mientras, yo velo tus silencios rotos, tu callar calmo, apaciguado
por la lluvia y el viento huracanado. Mientras, yo entro en tus
dulces sueños, en tu tranquilo reino. Reino puro, apacible y
calmo, donde brilla la luz de tu silencio mudo. En un fondo
inmóvil, dentro de mi frágil esencia dormida, la luz azul de la
luna brilla. Luces de neón suben levemente a beber sus almas
divinas, mientras caen gotas de lluvia fina.

118
Arcoíris de luces rotas, finos destellos de cobre y plata.
¡Despierta hija de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar! ¡Om Mani Padme Hum! ¡Aissa, Aissa! ¡Yesus, Yesus!
¡Om Namah Shivaia! Mantras de los hijos de la luz se oyen en la
lejanía… Son melodías profundas, mantras libertarias del pueblo.
Melodías irisadas, cánticos profundos en el inmenso desierto.
Melodías son poesías dulces, a orillas del mar Muerto. Paz,
gratitud y verdad, son dulces melodías de amor de nuestra
hermosa Madre Libertad, en el corazón del pueblo esenio.

119
Ángel durmiente

Estaba tu ángel durmiente en su apacible aposento, mientras


tu esencia ausente escondía un cautivo secreto. Prohibido y
cautivo, permanecía tu eterno inconsciente. Tu ego y alter ego
perdidos, vagaban sin rumbo fijo. Luces de neón en la orilla
tranquila, reflejaban tu inquieta alma dormida. Dormida y
cautiva. Tu esencia, ausente y durmiente, viajaba perdida, hacia
el más oscuro horizonte del desasosiego más paciente.
Y tu ángel blanco, puro y etéreo, custodiaba el frágil mundo
de Morfeo. Entre algodones de flores de loto, tu alma dulce,
azúcar de caña, yacía plácidamente embriagada, vacía de
ilusiones soñadas. El agua dulce, fresca y calma, suave rocío del
alba, tu rostro sereno impregnaba. Y tus mejillas sonrosadas
eran surco prohibido y perdido de miles de lágrimas rotas. Rotas
y claras en el vacío más absoluto de tu oscuro y lejano horizonte.
Horizontes lejanos del alba…
Mirabas el fulgor de la lumbre, y las estrellas plateadas
danzaban en la noche suavemente; en la noche más ausente.
Breves y sutiles instantes, donde los silencios rotos por el eco de
sus alas frágiles, apenas tenían calma en su oscuro y temido
horizonte.
Y entre tanto espejismo falso, te protegía tu ángel blanco.
Blanco puro, etéreo y durmiente, custodiando tu dulce morada

120
tras la reja plateada caliente. Plateada y brillante, en el anochecer
profundo de tus sueños más ausentes.
Y tu ángel, con sus alas rotas, emprendía un dulce vuelo
como gaviota blanca, al amanecer, con el fino rocío del alba.

121
Niño que simboliza la libertad

Soñando está mi alma yacente, en tu lecho dorado, dorado y


durmiente. Y espera ansiosa el fulgor del alba, cuando brilla la
luz en tu flor hermosa, candente. Candente y naciente es el lirio
despierto, en tu piel morena y caliente. Piel con aroma a flor de
canela. Canela en rama, dulce y durmiente.
Caliente está la arena y las huellas marcadas, tatuadas con
tus pies dolidos, dolidos y ardientes. Ardiente está tu corazón, tu
frágil esencia, reflejo vivo en mi oscuro y sosegado horizonte.
Horizonte perdido; lejano espejismo que embriaga nuestras
almas, mi alma y tu alma.
Navegante cupido, sin rumbo, ni destino fijo. Navegante que
por amores prohibidos, y tristes desatinos, naufragas en las
aguas ocultas, en los océanos perdidos de mi extraña soledad.
Soledad doliente y durmiente.
Y mis jardines dorados esconden, atrapan tus dulces y cálidos
sueños, en tan sólo un frágil instante. Un instante entre
jazmines rojos, y radiantes flores de loto, en el país del sol
naciente.
Y dormida, plácida está mi estrella acunando, entre cabellos
canos plateados, el niño que tanto anhelas. El niño deseado, sin
nombre, ni pronombre. El niño que simboliza la libertad. La
libertad sin fronteras, sin muros infranqueables.

122
Y dormida, ansías esa dulce inocencia perdida. ¡Bendita
inocencia perdida y cautiva! Cautiva en esa esencia, cautiva en
ese ángel blanco que custodia, con cautela, el jardín del Edén
prohibido. Prohibido y florido.
¡Ángel durmiente, con alas blancas, despierta ya está triste
alma! Mientras, mi espíritu yace durmiente, en éste, mi oscuro y
sosegado horizonte. Ángel blanco divino, dulce sentimiento de
inspiraciones poéticas, en mis sueños y desvelos.
Mariposas de arcoíris solidarios, sobre el árbol sagrado de la
vida, coloreando el cielo en su eterno vuelo. Mariposas de
colores y ángeles divinos unidos en búsqueda de lo Infinito y de
lo Inmenso. Vuelo de libertad, en el despertar de la infinita
soledad del desierto. Soledad que ilumina mis amaneceres, y mis
despertares, al borde del umbral de la realidad existencial.
Sentido y sensibilidad, al borde extremo del umbral del Más
Allá. Umbral mágico, inefable, esperando tu eterno vuelo,
mariposa del desierto. Tu viaje eterno, apacible vuelo en el
éxtasis de mis dulces sueños.

123
Amor de noche plateada

Amor de noche plateada. Noche, sendero de plata hacia el


amor absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso.
Navegarás por las lagunas negras de la eterna madrugada, en
bellas góndolas doradas. Nadarás con los delfines, en los mares
de plata del Olimpo. Y el extraño viajero del tiempo pedirá tu
sabio consejo sobre la desaparición, en aquellos días negros, de
miles de almas puras e inocentes.
Un gris azulado, levemente acerado, tornará la esclavitud
humana en un arcoíris solidario. Genocidios ocultos, escondidos
en la historia, dejarán huellas indelebles en tu alma adormilada.
Mientras amarras tu barca en la orilla de aquel río
transparente, entre peñascos y montañas, los árboles te hablarán
con sus viejas ramas.
Y tu alma ilusionada entretejerá una fina tela de araña, en el
corazón celeste de mi dulce despertar al alba.
Flores de lirios blancos adornarán tu pelo dorado por el sol.
Y al caer en un sueño profundo, brotarán en tu atmán bellas
crisálidas de mariposas blancas. Crisálidas místicas del Sukshma
sharir, luces de azahar en el camino de las nubes blancas.
Crisálidas hialinas, apacibles, transmutarán en un sublime
arcoíris de inmensa pasión. Mariposas hermosas, imperecederas
en la paz interior. Senderos de plata en la eterna compasión.

124
Océanos azules, espejos de plata, crisálidas místicas de mariposas
blancas.
Verás brillar, en la madrugada, las hojas plateadas de mi
alma. Rosa verdadera, eterna ninfa dorada de mi mar sereno, y
de mi calma. Te quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-
rosa de mis sueños.
Son tantas emociones e ilusiones que olvidas la tristeza de tu
sangre, y las lágrimas caídas, en cascada, por tus mejillas
levemente sonrosadas.
Madre, adorada y querida, a pesar que el sol no brille
mañana, deseo que se cumplan todos tus anhelos. Deseo que tu
alma sea libre y feliz, como la brisa eterna del viento sureño.
Y tu voz está pidiendo, a gritos, rayos verde esperanza.
Madre, que tu luz brille eternamente, para siempre. Eterna
inmortal, hoy y mañana.
Hemos encontrado tantos momentos felices, en el viejo baúl
de los recuerdos, que tu mente no quiere frenar su infinito
vuelo. Instantes sublimes y mágicos iluminan la luna plateada,
con el brillo de tu intensa mirada extraña.
Amor de madre, amor de noche. Amor de noche plateada.
Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia la mirada
inefable de lo Inmenso. Amor de sangre ardiente, que muere por
salvar mi vida, en un instante. Amor de noche, que sana mis
infinitas heridas mortales.
Jamás olvidaré tu pecho desnudo, cálido regazo de mi lento
despertar hacia la luz.
125
Eres gacela inmortal en las montañas, gaviota libre en los
cielos del Olimpo. Eres fugaz estrella dorada, en mi universo
celestial. ¡Tanta incomprensión anida a tu alrededor!
Luchas por vivir, tan sólo un instante, con tu corazón
despierto al alba de tu amado. Tu mente lejana vuela sobre las
dunas color terracota del desierto. Tu conciencia permanece
dormida, en tierras lejanas del más absoluto olvido.
Quieres ser fuente cristalina, flor de loto en el universo
imaginario. Perdonas las injurias, los engaños y prejuicios, que
hieren tu dulce estrella de los vientos.
Eres cruz del norte y estrella de los mares sureños.
Desde el Génesis erigiste una bandera blanca, que enarboló
tu nombre Libertad, por los siglos de los siglos, a través de la
Vía Láctea.
Agua cálida de mares de plata, inmersos pétalos de rosas
blancas. Barcos de piratas con banderas altas. Banderas blancas,
alzadas, rompen el misterio, la extraña calma del silencio.
Silencio, eterno e inefable, en tus mágicos sueños.
Sueños mágicos, prohibidos, desvelados por suaves
atardeceres, entre luces tenues de finos rayos y soles.
Navegantes en mares de plata, océanos azules y espejos de
plata. Crisálidas místicas de mariposas blancas…
Madre, te quiero dentro de mi corazón y de mi atmán
interno. Mi atmán se purifica con el bello sonido interno “Om”
que escucha el pueblo esenio.

126
Sonidos de mantras son cristales hialinos en mi atmán. ¡Om
Namah Shivaia! Arcoíris de luces rotas, finos rayos de oro y
plata, con el amanecer rubí y los cielos de ámbar. Reflejos de
corazones en el espejo, llantos secretos de un pueblo. Pueblo
esenio de mis sueños. Sueños de corazones esenios, dulces
despertares en mi desierto.
Madre te quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-rosa
de mis sueños.
Son palabras dulces que brotan de mi corazón, como pétalos
rojos de una bella flor, como cascadas de agua viva, como gotas
de lluvia fina. Son palabras poéticas de dulce amor, en el camino
de plata hacia lo Absoluto, hacia la infinita e inefable consciencia
universal. Son sonidos bellos en tu búsqueda, en tu renacimiento
a la luz blanca plateada, en el encuentro con tu atmán interior.
Amor de noche plateada. Noche, flecha de plata hacia el
amor absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso. Madre:
¡Escucha lo Inmenso! ¡Escucha los bellos sonidos del pueblo
esenio en el silencio! Escucha el “Om”, en los breves silencios
dormidos de tu alma, en los silencios rotos de las aguas de un
río en calma. “Om” poderoso arco para que tu alma fluya, como
un rayo de luz blanca, hacia Brahma. Mantras de los hijos de la
luz, finos destellos de cobre y plata.
¡Despierta hija de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar! Amor de madre, amor de noche plateada…

127
Cielos de terciopelo raso

Cielos de terciopelo raso, cubiertos de estrellas doradas. Bajo


las cumbres nevadas de Asia, yacían dormidas, extasiadas, tu
alma y mi alma.
Luz del alma, luz de ángel puro y arcángel. Madre, irradiabas
amor por todos los poros de tu piel morena, sabor a canela en
rama. Luz del alma proclamabas libertad y amor, con tus
cánticos al pueblo desarraigado, y eternamente olvidado. El
pueblo poeta donde naciste, donde tus memorias guardaban el
débil espíritu de tu llama azul, fatua y frágil. Quisiste perdonar
las traiciones, los gritos que humillaban tu dignidad. Sentías los
barrotes fríos en tu eterna jaula de cristal ahumado, y
ligeramente acerado. Allí, olvidaste tus innumerables recuerdos,
aquellos de tu extraña inocencia perdida. Allí, juraste promesas
eternas y pactos de silencio para acallar sus falsas palabras.
Palabras adornadas de estupidez, de crueldad vana. Mas, a pesar
de todo, quisiste vivir tu vida sola, en la soledad más vacía del
silencio mudo dormido.
Árboles de bosques otoñales, hojas amarillentas caían sobre
tu lecho floreciente, aún caliente. Caliente, y al mismo tiempo
frío, yacía tu cuerpo eternamente dormido. Frialdad despojada
de sus múltiples cadenas aceradas. Cadenas que aprisionaban tu
alma apenada y sumamente extenuada.

128
Volabas hacía el cielo añil, hacia la llama violeta, con tus alas
desplegadas, aspas de viejos molinos de viento. Mióstenes
contemplaba tu vuelo inmortal, y lloraba lágrimas plateadas de
San Lorenzo, ante los tiernos sollozos de tu eterno inconsciente,
de tus profundas raíces, de tu inmortal savia blanca. Corceles
negros acechaban tus más profundos sueños, y en sudores fríos
despertabas sin aliento, sin gotas de aire fresco. Fresco e hialino
tu cabello se doraba, bajo el viejo sol naciente de tu imperio
celestial.
Pesadillas oscuras y tenebrosas, ocultas en laberintos
perdidos, acechaban tus sueños prohibidos. Pesadillas que no
dejaban latir acompasado tu frágil corazón apenado. Apenado y
extenuado, enmudecido por el más absoluto vacío.
Creías que él no te amaba, que no eras la princesa de sus
sueños. En tu fuero interno pensabas que las princesas
realmente no existían. Mas tú, madre, adorada y querida, eras
más que una princesa, eras el cisne blanco, bello y mágico del
lago encantado.
Eras un ángel puro y etéreo, cuya aura plateada irradiaba
amor, infinito e inmortal, hacia el universo cósmico existencial.
Encandilabas con tu voz, suave y melodiosa, a reyes,
príncipes y faraones. Con tu mirada cristalina, hechizabas a
piratas, navegantes y marinos de los mares de plata perdidos.
Eras dulce sirena de amor, en la mar. Con tus cánticos,
embrujabas a filósofos, músicos y poetas del oráculo de Delfos.

129
Encantabas a los elfos de los bosques, a los dulces duendes,
dueños eternos de tus sueños dormidos.
Ballenas blancas danzaban en los mares de tu triste olvido,
como olas bravas en las claras y finas orillas de la playa. Estaban
de paso, camino del mar interior, en búsqueda del profundo
verano austral.
Mariposas exóticas, de mil colores, empezaban a volar al oír
tus dulces cantos de sirena, de sirena hechizadora en el mar.
Mar plateado, mar embrujado, todo se hacía camino en tu mar.
Y al nacer a la inmortalidad sutil de tu alma, velas
incendiarias alumbraban tu dulce oscuridad terrenal y tu
humilde cuna. Y tú madre, emprendías una dulce agonía al
camino de los cielos. Cielos de terciopelo raso, cubiertos de
estrellas doradas. Bajo las cumbres nevadas de Asia, yacían
dormidas, tu alma y mi alma.
Mares de plata embriagantes. Finos destellos de plata,
envejecida en la mar. Cascadas frescas de manantial. Agua de
lluvia, como la suave seda egipcia de los zocos. Azúcar de caña y
miel de romero endulzaban tus tibios y hermosos sueños.
Madre, piadosa y amada, querida princesa, musa creativa de
inspiraciones inefables. Destellos de plata, dulce ninfa dorada,
sirena cautivadora en los mares del Olimpo. Diosa mitológica de
hermosas leyendas místicas.
Cielos de terciopelo raso, cubiertos de estrellas doradas. Bajo
las cumbres nevadas de Asia, yacían dormidas, extasiadas en un
silencioso letargo, tu alma y mi alma.
130
Mariposa del desierto – Despertar del pueblo esenio

En el desierto de Alejandría, el sol brillaba ardiente, mientras


el alma de tu hijo exhausta desplegaba sus alas hacia la eterna
madrugada.
Vagabas perdida, sin rumbo fijo y descalza, con tus pies
quemados, sobre las finas dunas doradas. Buscabas, con
desespero, rosas blancas sin espinas, perlas llenas de esperanza.
Y de tu cuello de cisne, sobre tu pecho ardiente, colgaba un
collar de piedras calientes, de cuarzo hialino y transparente.
Al amanecer, con el alba, vestida con tu blanca djellaba,
alzabas tu voz desgarrada a los vientos celestes. Y tus lágrimas
rotas se convirtieron en enormes diamantes, puros de color añil,
como el iris de tus ojos brillantes.
Madre, tu clamor lleno de coraje era un cántico a los dioses.
Un canto a la libertad, en el oasis de tu morada inmortal.
Y al reposar ya tranquila, encontraste la paz que nunca
hallaste. Ante tanta sequía, tu alma y tu esencia eran agua viva.
Y en el anochecer de tus sueños cohibidos, bajo la luna llena, tu
alma yacía plácidamente dormida, sobre un lecho de rosas
prohibidas.
En el jardín de tus anhelos, eras dueña de tu alma antes
cautiva. Tu espíritu salvaje era libre, sin cadenas aceradas, ni
diamantes manchados de sangre.

131
Acunaste entre tus cálidos brazos, como algodones de nubes
rozando el paraíso celeste, a tu frágil mariposa desgarrada.
¡Arcoíris de colores emprende, con tus alas rotas, tu dulce
vuelo hacia la eterna madrugada! ¡Mariposa del desierto
despliega tus alas al viento, al infinito universo!
Las golondrinas vendrán al oír los rezos del sentir de tu
pueblo. El ojo del águila, surcando los océanos plateados, traerá
esperanza, y abrirá las puertas selladas con fuego y sangre.
Palabras al viento como alas de mariposa. Y las velas de tu
barco ondearán libres, con la brisa del desierto sureño.
Mariposas del pueblo esenio: ¡Sentid la inefable llamada del
desierto! ¡Despertad en el amanecer dorado del jardín del Edén!
¡Volad libres sin cadenas, conectadas con lo Inmaterial e
Intangible, con lo Supremo! ¡Ayudad al despertar de todos los
pueblos! Así, alcanzaréis la certeza verdadera, el camino de la
compasión y de la sabiduría interna.
Mariposas del desierto: ¡Volad sin miedo! ¡Volad hacia el
Edén, dulce paraíso terrenal de los sueños!
Mariposas del pueblo esenio: ¡Despertad a la vida eterna!
¡Despertad en el amanecer dorado del jardín del Edén!
Amanecer rubí, cielos de ámbar, finos destellos de cobre y plata.
¡Vestid pureza espiritual, en ese dulce tránsito, en ese
inefable renacer a la inmortalidad! Túnicas blancas de lino,
impregnadas en aromas de orquídeas, hallaréis en la khayma
dorada del desierto. ¡Despertad con el hijo del sol, para abrazar
cálidamente la silenciosa e imperecedera inmortalidad!
132
¡Roh sahm Allah! ¡Roh sahm doniyt! Flechas de almas al
universo. Almas que fluyen como rayos de luz infinita hacia
Brahma.
¡Om Namah Shivaia! ¡Om Mani Padme Hum! Mantras de
los hijos de la luz, finos destellos de cobre y plata.
¡Madre te quiero! ¡Mma thlit gori! Te quiero aquí y ahora, en
el eterno presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche
plateada. Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso. ¡Despierta hija de la luz, con
el amanecer rubí y los cielos de ámbar! ¡Despierta en el eterno
presente de mis sueños! ¡Despierta en mi plena consciencia, y en
mi infinito universo!
Mariposas del pueblo esenio: ¡Despertad a la vida eterna!
¡Despertad con el amanecer dorado del jardín del Edén! ¡Roh
sahm doniyt! ¡Lanzad almas con flechas al universo! ¡Lanzad
almas como un rayo de luz hacia Brahma!

133
Ninfa dorada

Madre, vestías como una ninfa dorada, musa del Olimpo y


del jardín de plata. Y con tus dientes perlados, sonreías a los
gélidos vientos de la eterna fría madrugada. Eras mariposa
dorada, con tus alas desplegadas. Y guiñabas, con tus ojos
cabizbajos, entreabiertos, a los cielos.
Ramos de flores silvestres, en viejos cestos dorados,
rebosaban las murallas, las fronteras y cimientos. Lámparas de
blanca porcelana alumbraban tus lindos aposentos. Fresas con
nata y frambuesa perfumaban tus sentidos, tus sentidos más
humanos y divinos. Lámparas de aceite de argán acompañaban
tus caminos, al soñar.
Y movías, al compás del viento, tus hermosos y lindos
cabellos, dorados por el sol naciente. Cabellos encrespados por
odios, mentiras vanas y crueles engaños. Guerras cruentas entre
hermanos, entre pueblos, herían tu dulce alma y tu frágil
conciencia.
Y tu alma, ya tranquila, reposó en la khayma dorada, al
amanecer, con el rocío del alba.
Ninfa dorada… ¡Qué mirar más profundo, encontraba yo en
tu alma!
Sollozos y lamentos, al caer la oscuridad de la noche,
escuchabas. Y en la penumbra de la noche, conseguías sacar una
sonrisa de mis labios eternamente sellados.
134
Por fin, respirabas tranquilidad cuando los delfines blancos
saltaban en el mar.
Tus lágrimas, cascadas de montaña, resbalaban por las
laderas de tu dulce cara sonrosada. Entre sollozos, te
sorprendían las fobias y miedos de tu propia existencia humana.
Volviste, de nuevo, a renacer a la compasión, como los lirios
blancos en el hermoso jardín del Edén. Perpetuabas una estirpe
perdida, extinguida en océanos profundos del abismo. Y tu
karma apaciguaba y serenaba tu inquieta alma.
Cristales violetas, de drusa amatista, formaban el árbol
sagrado de la vida, mientras constelaciones mágicas lucían su
triste agonía.
Sembraste, en campos fértiles, semillas mágicas de
inconmensurable felicidad y dulce alegría. Y al llegar el suave
otoño, recogiste flores de loto, flores de amor y amistad
compartida.
En tus raíces profundas, imaginabas el sentir de tu pueblo en
el desierto árido y seco. Sentir de un pueblo esclavo, lejos de la
tierra prometida. Pueblo que ansiaba la libertad y dulce
inmortalidad divina.
Entre tiernos sueños, se oían odas y dulces poesías al alma:
“Blancos destellos iluminan su mirada, de sus labios escapa
una piadosa llamada. Ojos apagados reflejan mundos de
injusticia; de un pozo seco, su corazón dormido palpita. Sólo le
quedan lágrimas repletas de intensa vida. Apenas habla, pero en
el silencio dormido, al fondo, su alma en pena con gritos
135
desgarra. Un sueño pide, la paz reclama, mientras quede un
retazo, tan sólo, de dignidad humana”.
Pueblo dormido en eternos silencios cautivos. Pueblo místico
y peregrino en búsqueda de la verdad auténtica. Pueblo sanador,
con su verbo y su sabiduría innata. Arte dulce de la palabra,
gran enseñanza iniciática en las noches claramente estrelladas.
Flores de romero y laurel entrelazaban rosas de violetas,
corazones solidarios en la luz del desierto.
Mensajeros de luz, peregrinos ascetas, bebían los vientos
cálidos en los amaneceres de ámbar de Judea.
La muerte se alejaba en el despertar del silencio dormido.
Dormida estaba tu esencia, en un lecho floreciente de jazmines
blancos. Y al fondo del rincón, oías una voz dulce hacia tu
atmán: ¡Hija de la luz y del sol, despierta al amanecer con el
alba! ¡Renace a la conciencia, liberada de todo miedo y apego!
Liberada renaces, como una ola tranquila en la fina orilla de la
playa, como gotas de lluvia, entre lagos y cascadas.
En la fecha señalada, oyes golpes de martillos en los tres
muros de tu destino. Ves un grosellero negro, hermoso, crecer a
los pies de tu árbol divino. Cantos de grillos acompasan el latir
de tu triste olvido.
Y tu mente, perdida y lejana, se oculta en los infinitos
laberintos del destino más azaroso y cautivo.
El arrullo de las cascadas de agua suena sereno, apaciguando
la dulce flor de olvido, en el amanecer colorido de tus ojos
tristemente cohibidos. Mientras, inhalas el aroma fresco de la
136
noche cantada y del rocío en el alba. Gotas de rocío estallan en
tus labios serenos, tranquilos, al llegar la dulce madrugada.
Y los sollozos de tu pequeño niño despiertan tus más frágiles
sentidos. Lindo niño que despierta la inocencia de tu alma
embravecida, en las mareas de luna llena, perdida y sentida.
Nadando en los mares del olvido, relajas tu mente en los
silencios dormidos. Dormidos y cautivos. Y en los puentes
celestiales, se oyen viejos cánticos de monjes esenios. Cánticos,
que despiertan y hacen brotar hermosas flores, en los más
extraños paisajes mundanales.
No olvides las promesas vanas, ni los juramentos de sangre
entre hermanos filiales. No olvides transcribir los jeroglíficos de
los antiguos manuscritos egipcios, escritos, con sudor y tinta roja
de sangre, entre temblores fríos. Temblores de emociones
embargan tus despertares al alba, por las luchas tribales y las
conquistas falsas.
Quisiste arrojar, por tus ventanales, los papeles mojados de
las noches africanas. La miseria y el olvido eran serpientes
envenenadas. Serpientes de cascabeles se enroscaban en la
inmensidad de las nubes blancas, como suaves algodones de
azúcar de caña. Gusanos de seda se convertían en extrañas
mariposas, al llegar la fría madrugada clara. Y con el dulce
silencio del alba, despertaban tus ojos dormidos a la tierna
esperanza. Esperanza anhelada, anunciada en los archivos
milenarios de la vieja historia.

137
Gratos recuerdos volvieron a renacer en tu nuevo lecho
durmiente, templo sagrado floreciente de la inmortal joya del
loto.
Y extasiada, con inmenso fervor contemplaste tu verdadero
amor.
Quedaste ciega por el brillo del sol, y enmudecida por los
sollozos de los ángeles caídos. Mas no quisiste mirar a la temida
oscuridad del abismo, sino a la luz infinita del mañana. Luz
infinita consciente, caricia de la eterna y dulce brisa de la
madrugada, al amanecer, con el rocío suave del alba.
En el despertar del silencio dormido, escuchaste estas
palabras: ¡Alma, alba de mi vida y de nuestra existencia humana,
renace en tu dulce inmortalidad como samana!
Y despertaste en el sagrado templo del amor, brillando como
una lluvia irisada de estrellas plateadas. Destellos se reflejaban
en el iris de tus ojos vívidos, dulcemente perlados. Ojos
brillantes iluminaban mi dulce oscuridad. Oscuridad que
transmutó en luz, en eterna sonrisa, en finos destellos de plata,
en reflejos de luna y sol. Noches de Nepal, reflejos en el tiempo
inmemorial, rebrillos de músicas antiguas de metal.
Lejanos espejismos de amor viste nítidamente, brillando en el
horizonte dorado. Sonrisas del universo, rebrillos en la
inmensidad de tus ojos océano transparentes.
En el infinito de las noches estrelladas, de terciopelo raso, tu
sabiduría era una flecha dorada hacia el atmán. Atmán interno,
conocimiento iniciático de la escuela sabia de la vida. Vida
138
monacal y sencilla en el eterno silencio de los viejos árboles, en
el leve susurro de sus brillantes hojas otoñales. Brillo en la
inmensidad, luminosidad de tu tiempo dormido y del mío.
Dormida estaba tu alma, entre crisálidas de mariposas blancas,
en vitrinas transparentes de oro y plata. Mariposas frágiles en el
eterno inconsciente. Inconsciente colectivo de un eterno olvido.
Paz, gratitud y verdad, inefables valores de una vida austera y
monacal. Vida ascética de un pueblo; pueblo que comienza a
despertar de su profundo letargo, de su eterno sueño. Verdad en
el camino de las nubes blancas, en la búsqueda eterna de la
felicidad suprema. Un camino del corazón sincero, sendero de
luz blanca divina. Corazón despierto, con el frío del desierto,
bajo titilantes estrellas de satén y seda.
Madrugadas eternas bajo los cielos de Asia, bajo los cielos del
Tíbet, bajo los cielos de India, Egipto y Judea. Bajo los cielos
grises del mar Muerto, esperaba ansioso tu pueblo. Bajo los
cielos inmaculados y etéreos, se elevaban clamores de paz al
cielo, clamores al mundo espiritual, al infinito universo.

139
Luz eterna del Universo

En el corazón del pueblo esenio brillan luces de neón como


libélulas al filo de la oscuridad de la noche. Brillan reflejos de
luces como plenarios iluminados en las blancas nieves. Luces de
neón se ven en la lejanía, cerca de las orillas del mar Muerto.
Khaymas, blancas y ocres, emanan perfumes, aromas de nardos
y cinamomos de violetas silvestres. Corazones claman a los
vientos, hechizos y embrujos cautivos. Vientos de aromas
mágicos, de aromas a incienso y mirra, en el pueblo esenio.
Pueblo de los “tarwa no asid amllal”, hijos de la luz blanca en la
plenitud consciente, dentro de los seis reinos existenciales. Hijos
de la luz eterna en el universo inefable.
Luz del universo, que desprendes amor a cada instante, haz
brillar nuestro horizonte, eternamente, con espejos de cielos y
finos destellos de plata.
Luz blanca, como una suave brisa, acaricias mi alma
dulcemente; como una antorcha ardiente, guías mis ojos
brillantes, en la oscuridad de las noches. Iluminas mi espíritu y
te fundes con la esencia de mi propio ser, con la esencia misma
del universo etéreo.
¡Luz no te alejes, ni huyas, acércate al fuego eterno, al calor
de nuestros pueblos! ¡Qué las estrellas no se apaguen, en la
oscuridad profunda y mísera de la noche! ¡Qué el sol no deje de
brillar en nuestras vidas interiores!
140
¡Luz del universo no nos abandones en la inmensidad de
estos miedos ocultos! ¡Brilla como esa luciérnaga de los campos
nocturnos, y en la lumbre de fuegos apasionados! ¡Brilla, con
brío y fuerza, para que tu luz intensa y cegadora recorra todo el
mundo recordando la memoria de tantas almas inocentes!
Memoria de almas límpidas, memoria de seres puros y vidas
inocentes. ¡Qué tu luz infinita sea arrolladora e inmensa, en las
velas encendidas por las vidas que se apagaron de manera
injusta! ¡Ilumina a futuras generaciones, para que encuentren el
camino interior de la paz y del amor!
¡Luz no dejes que el sol deje de brillar en nuestro horizonte!
¡Luz del universo azul, no nos abandones! Escucha los sonidos
sutiles del tiempo, en cada momento, en cada segundo que
reverbera el silencio dormido. ¡Luz etérea alumbra cada breve
instante, cada vivencia, cada existencia de mi amado pueblo!
¡Ilumina con fuerza los amaneceres del desierto de Judea!
¡Alumbra, con plenitud, la hoguera de nuestros sueños
realmente conscientes! Sueños metafísicos, oníricos, en
espejismos paradisíacos de ensueño. Sueños eternos de libertad e
inmortalidad del pueblo esenio. Sueños de flechas hialinas
surcando los cielos etéreos, entre nubes finas de algodones
blancos. Sueños de vidas secretas, misterios de monjes ascetas.
Sueños iniciáticos de plenarios luminiscentes, entre diagramas
dorados y esfinges ardientes. Sueños de vivencias supra-
conscientes, en los cuatro estados luminosos de la mente. Sueños
de eterna espera, de justificación constante y combate hacia
141
fuera. Sueños de guerreros, se oyen tambores en la selva.
Culturas iniciáticas despiertan tu sutil consciencia, en la noche
más larga y mágica del solsticio de verano. Iluminan el
conocimiento profundo del Yo, con luces de constelaciones
sagradas, en el sendero óctuple de plata.
Entre profundos silencios, atisbo un brillo intenso en tu
mirada, en tu atmán interno. Es tan dulce esa mirada, que olvido
mi pasado y mi eterno sufrir. ¡Es tan fácil el perdón y la
compasión, cuándo aún brilla la llama mágica del amor!
Fuentes cristalinas murmuran a tu paso, como cascabeles
plateados, como campanas tibetanas en viejos monasterios
olvidados. Murmullos de manantiales derraman pétalos de
intenso amor, entre luces divinas de neón.
Luz del universo: ¿Comprendes el horror? ¿Comprendes la
falta y ausencia de vivo calor, en un mundo oscuro de
desasosiego profundo y enorme traición?
Luz del universo imaginario de Morfeo, quisiera acercarte a
mí, mas te alejas con el viento huracanado. Te alejas con el azar
puro, arrancando las hojas marchitas de la vida, como nubes
blancas, como viejas palabras de la casta ignorancia humana. Te
alejas con el llanto y con la risa del nardo. Te alejas como el
viento huracanado, hacia los mares profundos del conocimiento
anhelado. Te alejas hacia los mares de plata, entre destellos finos
de rayo verde esperanza, en el amanecer profundo de tus sueños
dorados.

142
Rayos de luz cautivos reflejan paisajes idílicos, en oasis
impregnados de espejismos plateados. Espejismos, de oro y
plata, en tu desierto anhelado. Desierto de Judea, oasis inmortal
de tus miedos cautivos, de tus tentaciones y deseos heridos.
Tentaciones mortales embrujan tus bellos ojos cautivos, entre
dulces sonidos de arroyos calmos, en el atardecer grisáceo de
Qumrán. Suavemente, se impregnan tus ojos hialinos con luces
y finos rayos, bellos destellos de plata. Ojos color miel y plata,
cautivos en la rueda del samsara. Rueda de la vida que gira y
gira, como aspas de viejos molinos, como migraciones de aves
libertarias. Y la luz del universo alumbra el mar Muerto, con
finos reflejos de oro, en las noches de Qumrán.

143
Shemá madre, escucha los sonidos del pueblo

Cautiva está tu alma en esa triste jaula de acero y plata


engarzada. Cautiva está tu mente, en ese triste laberinto
cohibido de pasadizos secretos. Cautivo está tu extenuado
corazón, que late acelerado con enorme pasión. Cautivos están
tu ego y alter ego dormidos. Dormidos se esconden, en un
eterno secreto de pasión roja, desmedida. Cautivas están tus alas,
aspas de viejos molinos desplegadas al viento sureño. Cautivos
están tus ojos océano transparentes, entre párpados ligeramente
caídos. Cautivos están tus labios sellados, entre silencios mudos
y palabras secretas. Cautivos están tus cinco sentidos, entre
fragancias, aromas y bellos sonidos. Entre abrazos y besos están
tus amores cautivos.
Madre, cuando llores y sientas soledades imprevistas, no
permitas jamás tu dulce agonía, ni tu pesadumbre marchita. No
pronuncies su falso nombre en tu vida. Sólo quiero que llegado
el día, tú madre, seas inmensamente feliz, y que tus labios
sellados sonrían a la eterna alegría. Madre, tu luz es tan inmensa
que ciega los ojos de aquellos que te condenaron en una cárcel
plateada. Las estrellas ya no se apagan en la oscuridad de tus
noches, ni el sol deja de brillar ya en tu vida. En el sendero
dorado de tu existencia, no olvides jamás tu promesa verbal, ni
tu lucha constante, aunque ésta te parezca irreal. En el camino
de las nubes blancas, olvida tu mochila repleta de coraje
144
profundo y de rabia. Rabia contenida por los golpes sufridos,
recibidos en tu alborotada alma. Alma perdida en los oscuros
mares del eterno olvido.
Madre, sólo quiero para ti el mejor de los deseos. Son
palabras mías, humildes y sinceras, son palabras de amor
infinito hacia el luminiscente universo de tu alma. Son bellos
sonidos que proclamo, sonidos que bendicen los vientos
celestiales. Son sonidos de lluvia, finos cristales de cuarzo rosa y
ámbar. Son susurros de ramas finas de olivo, palabras escritas al
viento, en el desierto de Judea. Son oraciones hebreas selladas en
la puerta esenia de tu alma; susurros tenues de palabras de la
fuente más sagrada.
¡Shemá, madre! ¡Escucha los sonidos del pueblo! Sonidos del
pueblo esenio, palabras dulces del Verbo. ¡Escucha en tu silencio
dormido! ¡Escucha a la Gran Hermandad Blanca! Sólo quiero
para ti, que tu vida esté repleta de recuerdos, en la inmensidad
de tu alma libertaria. Una vida llena de amores cautivos, que no
cesen en sus eternos desvelos. Sólo quiero para ti, que te agarres
con fuerza a este puerto en la tormenta, con tu ancla a mi ancla.
Puerto de mares de plata, hilo rebosante de vida, ilusiones de
vida inmortal en mi alma. Sólo quiero para ti, el mejor de los
deseos y anhelos. Sólo quiero para ti un amor que no se sienta
cautivo, ni preso, en una cárcel de oro y acero.
Madre, tú eres dulce como la miel de azahar y romero. Jamás
permutes, ni cambies esa bella dulzura por una triste amargura.

145
Nadie sabe cómo sientes, nadie sabe cómo eres. Nadie
comprende, ni entiende, porque lates con los corazones gélidos
durmientes. Lates, con fervor, por unir corazones aislados en las
sombras y en las luces. Lates, pétalo a pétalo, en un latido
acompasado rojo de sangre pasión. Y sacrificas tu alma, por
rozar y acariciar el terciopelo de estrellas, cada noche irisada de
luna llena. Lates por unir amistades distanciadas, con cadenas de
acero y plata. Corazones de acero se engarzan en las verjas
plateadas de tu inmenso sufrir.
Y tú eres toda mi alegría, tú eres mi ansiada calma dentro de
mi agitada alma. Calma apacible, sosegada, como las aguas de
un río en el sendero de las nubes blancas.
No permitas jamás que me frene, ni un instante tan sólo, en
aliviar tu dulce agonía. Tu agonía dulce, madre, es mi inmensa
agonía en el mutismo del silencio dormido. No permitas jamás
que me frene en amar en la distancia, aunque duela, aunque
sufra por querer la fría madrugada cautiva. No permitas que deje
de amar eternamente, ni que deje de volar libre, entre sueños y
desvelos.
¡Shemá madre! ¡Escucha los sonidos del pueblo! Somos tarwa
no asid amllal, hijos de la luz blanca. Luz infinita plenamente
consciente que ata eternamente los corazones y las almas. Luz
que entrelaza los corazones esenios, con finos rayos de suave
seda plateada.
Fraternidad, igualdad y austeridad, valores morales esenciales
de la Gran Hermandad Blanca, en los monasterios de Krmel y
146
Qumrán. Arte de la palabra dulce, memoria colectiva de un
pueblo, bella sonrisa elegida del universo. Palabras, flechas de
amor directas al corazón. Luces de amores esenios, rebrillos en
la inmensidad de océanos transparentes, bajo las noches
estrelladas de terciopelo raso.
Desde el “desierto de los vientos”, se ensalzan palabras con
bellos sonidos: Paz, gratitud y verdad. Palabras sagradas de un
pueblo asceta, sonidos bellos de manantial, músicas antiguas y
fantasías con sabor a metal. Sonidos dulces, cristales bellos de lo
esencial, cascadas frescas de manantial. Sonidos de mantras son
cristales hialinos en el atmán. ¡Aissa, Aissa! ¡Om Namah
Shivaia! ¡Yesus, Yesus! ¡Roh sahm Allah!...
Arcoíris de luces rotas, finos destellos de cobre y plata, con el
amanecer rubí dorado y los cielos de ámbar.
¡Luz del universo ilumina el techo de los cielos! ¡Ilumina
cada amanecer dorado del pueblo esenio!

147
En el reino del colibrí

Quizás en el mañana nadie ame, nadie sienta como un


trueno en la plenitud de la tormenta. Quizás en el mañana nadie
dance como las ramas de un árbol, ni baile con el viento sureño.
Aunque nadie amanezca con su mirada al alba, aunque nadie se
merezca compartir tus sueños y mis sueños en el alma, no
permitas jamás que mis penas sean el lago inmenso de tu vida.
Mas permite que mis brillos iluminen todo ser que arrope tu
alma vilmente desgarrada. No consientas orgullos vanos, ni el
odio en sus falsas palabras. Sólo canta a tu ángel que resguarda
tu morada. Sólo canta poesías, en tu infinito vuelo al alba.
Auroras boreales contemplas con tus rotas alas, que se aferran a
mis alas de mariposa salvaje libertaria y a mi alma. A mi alma,
embravecida por engaños y mentiras, por amores que se pierden
en el latido arrítmico de mis sueños. A mi alma enfurecida por
amores que olvidaron y tocaron levemente el trasfondo de tu
alma perdida. De tu alma y de mi alma… Y mi alma atosigada,
desgarrada, huye como el viento a su dulce y plácida morada.
Huye para no ver cómo gritas, ni cómo lloras en las tristes
madrugadas. Huye para contemplar cómo ríes, cómo cantas a la
barca de mi alma. Y así, encuentras dulce alivio para tu
temprano despertar al alba, en ese blanco navío de tu tiempo y
del mío.

148
Nunca digas que no eres ave libertaria, ni que sientes cómo
eres, en el fondo de tu esencia, pura y blanca. Ya tu hijo te
defiende, ante tantos huracanes. Te defiende ante ésos que no
quieren que tu esencia sea libre y clara. Esencia libre, murmullo
de un río en calma, en el reino del pequeño colibrí escarlata.
Pequeño colibrí, ¡haz que la luz sea dulcemente transparente, y
alumbre la llama de mis velas blancas! Velas apagadas por la
fragilidad humana, en los seis reinos de existencia de la rueda
del samsara. Llamas fatuas para quemar los apegos, con la
lumbre de la hoguera encendida por tu alma. Alma de paloma
viajera en el tiempo, alma que no entiende las promesas vanas.
Susurros de palabras vuelan, como ligeras plumas al viento.
Vientos gélidos del eterno Himalaya. Susurros silentes escapan,
como suave y dulce polvo de cometas, en ese inmenso terciopelo
raso de titilantes estrellas. Palabras, dulces palabras, como hilos
de cometas, cosen tu rayo esperanzador a los paraísos celestes,
en la ancestral hoguera de tu mente.
Madre, no permitas jamás que nadie te ofenda ni robe tus
bellos atributos de gacela salvaje. No consientas que nadie
hurgue en tus heridas, ni arranque las raíces profundas de tu
historia más sentida. Historia de un corazón esenio, espectador
de las noches de embrujo, en el desierto de Judea. No permitas
que se pierdan esas raíces profundas de tu sangre y de tu savia
más sagrada. No consientas que hieran tu vida divina de
princesa libertaria. Vida de profundas raíces místicas, de
sintonías ascéticas en el camino de las nubes blancas.
149
Madre, no te asustes en la profundidad de la noche, tan sólo
es un leve trueno que ruge en la tormenta, descargando su rabia
en tu apacible calma. Es tu esencia, madre, la que rebosa alegría,
la que ilumina de colores los mil paraísos celestes de mi vida. Es
tu alegría dorada la que enciende mi arcoíris solidario en mi
apacible mar de plata. Es tu esencia, a nardos y rosas, la que
perfuma mis aposentos en mi khayma dorada. Es tu esencia, la
que transmuta la magia de mi desierto en bella rosa de Jericó. Y
tu esencia de lirios reviste de primavera los cánticos del pueblo
esenio. Esa misma esencia, joya del loto, acaricia tu memoria
dulcemente perdida, en esos laberintos ocultos de tu vida y de
mi vida. Acaricia las hojas de ese árbol, que se mecen
suavemente en tus cabellos ondulados. Galopa con el caballo de
tu ánima en mis dulces sueños dorados.
No permitas que abandone mi creencia en la existencia del
nirvana, aunque mueran mis entrañas, aunque duelan mis
heridas profundas en el constante renacer al samsara. No
consientas que se olvide mi memoria, ni mi bella historia de
amor en el país de los cuencos de cuarzo. Esa historia tan
hermosa que transcurre entre susurros de palabras, entre danzas
mágicas de blancas djellabas. Esa historia oculta de mi vida, esa
esperanza fresca que desgarra las débiles conciencias. Sólo tú y
yo, madre, conocemos la existencia de este mítico paraíso en
Shambhala. Shambhala, tierra de felicidad permanente, tierra de
dulce inmortalidad humana. Inmortalidad entre vientos frescos
de aromas mágicos, entre espejismos de horizontes perdidos.
150
En el techo del mundo, entre sombras de viejos monasterios,
los corazones puros abren sus pétalos en flor. Son flores de loto
en el despertar a la luz. Son corazones puros, amores inmortales
que danzan con armonías de cuencos tibetanos. Corazones
inmortales que se aman, entre aromas de incienso oriental, olor
a madera y jazmín del Nepal. Amor inmortal, palabra bella que
sella para siempre las conciencias del mundo material.
Mantras de tierras míticas, de tierras perdidas en las cumbres
nevadas del eterno Himalaya. Mantras, sonidos bellos de
hechizos mágicos que alivian tu existencia y tu samsara. Entre
sonidos purificadores, dulces y tiernas miradas cálidas se
abrazan. Se abrazan apasionadas, en el reino del pequeño colibrí
escarlata. Miradas que atrapan corazones puros, con redes
mágicas de sueños entrecortados al alba. Sueños apacibles,
reflejos del agua de un río en calma. Sueños dulces, en el espejo
de tu amanecer consciente. Sueños vívidos, recuerdos de vidas
anteriores, escapan de tu mente en el camino de las nubes
blancas. Camino de estrechas sendas y luces blancas irisadas.
Caminos áridos, senderos de plata hacia el monasterio de
Qumrán. Camino de corazones puros latiendo acompasados, en
la danza mágica de la hoguera del amor. Senderos de plata de
corazones esenios, de espíritus libres a orillas del mar Muerto.
Recuerdos y espejismos flotan sobre las dunas de oro. Fantasmas
atrapa-sueños, del amor y del olvido, remueven mis frágiles
sentidos en las noches de mi desierto. Noches de misterios y

151
desvelos, noches azules de una extraña soledad en el desierto.
Noches de terciopelo raso en el desierto de Judea.
Y tu lucha no se olvida… y tu nombre me da fuerza en la
tormenta. Mi destino es tu destino, mi palabra es tu palabra. Mi
morada es tu casa y tu casa es mi alma. Esencia libre, murmullo
de un río en calma, en el reino del pequeño colibrí escarlata.
Reino de Shambhala, en las tierras míticas del lejano Himalaya.
Retumba el reino compasivo de Shambhala, en los corazones
inmortales de tu pueblo. ¡Pueblo esenio despierta a la luz, en el
reino del pequeño colibrí escarlata! ¡Pueblo esenio, despierta con
el amanecer rojizo de ámbar! ¡Pueblo compasivo, despierta en el
sendero de las nubes blancas de Shambhala!

152
No olvides tus raíces, tus recuerdos

No olvides tus recuerdos innatos, aunque quieras alejarte de


esta realidad existencial. No olvides las raíces profundas que te
vieron nacer. Recuerda, tu vida es una mariposa que se escapa
entre las manos, cada hora, cada instante. Tu vida, como una
mariposa hialina y transparente, recorre el sendero del tiempo
hacia la inmortalidad divina. Madre, tu destino inmortal es el
mío.
Hoy la noche es oscura en la tormenta de tu ánima. Mas
mañana sólo será una nimiedad en el tiempo. Y tú madre, con
tus pies morenos y descalzos, dejas huellas grabadas de tu vida
divina en la fina arena de la playa. Dejas campos florecientes de
amor y semillas de esperanza, mientras vuelas con tus alas
desplegadas al viento del sur. Como sirena inmortal, nadas hacia
los eternos mares de su triste olvido. Gritas al susurro tenue que
martillea su presto orgullo. Orgullo de vanidades y falsas
realidades.
Recuerda madre, no es en vano tu sufrir ni tu sentir.
Conseguirás la suprema libertad, en tu dulce vuelo inmortal,
aunque otros, los “sin nombre” entorpezcan tu volar. Aunque
otros, sin amarte, odien tu hermoso caminar. No permitas jamás
que te hundan en el fondo del abismo infernal. Tus ancestros
son guardianes de la inmensa bóveda celestial. Ellos te apoyan, y
te aclaman, en tu vuelo chamánico hacia la inmortalidad. Y
153
aplauden, con sus palmas, tus actos heroicos y humanos. No
toleres que los otros insulten tu memoria. No toleres que
maldigan tu pronombre, ni tu nombre, ni tu dulce historia de
gaviota libertaria. No consientas que profanen tus versos
cantados al alma, ni tus poesías revolucionarias al alba.
Recuerda tus ansías y desvelos por escribir en viejos
pergaminos egipcios. Reflejos de papiros, odas cantadas a los
dioses del Olimpo.
Escucha las enseñanzas de los maestros de Vihara. Escucha
las palabras perdidas en los vientos de la madrugada. Escucha
madre a aquellos que amaron tu esencia de águila blanca
libertaria. Escucha los susurros de los vientos, en la tierra de las
nieves inmaculadas. Los vientos gélidos del Himalaya conocen
tu dulce inmortalidad humana. No olvides tus raíces ancestrales,
cómo eres, cómo sientes, en cada instante de vida, en el eterno
presente inmortal. No olvides tus vivencias, ni abandones tus
creencias de poeta libertaria inspiradora.
Son poesías tuyas, personales, no de otros que escabullen su
mirada. Mirada de ojos frágiles escapan, sin retorno a la eterna
madrugada. Son tus poesías al alma, joyas muy preciadas por las
hadas, por las ninfas doradas de los mares del Olimpo.
No toleres que hieran tu conciencia, ni profanen tus eternos
silencios dormidos. El silencio es un regalo, divino tesoro del
universo supremo. Madre, en el retiro del silencio recuerda mi
historia de amor como un bello y mágico cuento. Historia de
amores inmortales danzando en la hoguera de los sueños.
154
Nunca olvides, ni tan siquiera dudes de mi amor eterno.
Nunca olvides el brillo hialino de mis ojos, ni mis labios sellados
por tu inmenso dolor y sufrir. Recuerda las lágrimas rotas,
empapadas en vino blanco, que derramo cuando otros hacen
daño a tu pobre corazón inmortal. Eso duele, eso rasga
profundamente mis entrañas. Tu dolor, en el samsara, rasga la
túnica blanca que envuelve mi alma.
Madre, no olvides tus raíces profundas como gaviota
libertaria, como musa inspiradora de los dioses del Olimpo. No
olvides el latido acompasado del corazón de tu pueblo en el
techo del mundo. Pueblo con profundas raíces en la tierra de tus
sueños. Himalaya, tierra inmaculada de las nieves, huella
imborrable en tu corazón de poeta revolucionaria. Corazón
inmortal volando libre hacia Palestina, hacia el bello mar de
Galilea.

155
Madre Luna

Madre Luna… Aunque ellos te olviden, te ignoren, y te roben


la esperanza, tienes una inmensa luz eterna que ciega los ojos de
los incrédulos y ángeles caídos. Tu luz es la guía de mi eterna
fragilidad. La vida es un carro, una rueda que atrapa la materia
invisible y etérea. Que los otros, los sin nombre, no hundan tu
esencia hermosa en sus aguas abismales. Madre Luna, que no
falten a tus ruegos y verdades. Que te miren extasiados, a cada
instante. Extasiados al escuchar tus dulces poesías al alba, en el
camino de las nubes blancas. Extasiados con tus joyas de
princesa de la magia, y tus blancas djellabas. Que los otros no
maquillen sus rostros enrojecidos por mentiras y patrañas. Que
no cubran con máscaras, su furia y su maldita rabia.
Madre Luna, tú eres muy sabia, una eterna y sensible gaviota
enjaulada. Conoces sus defectos inconfesables, sus andares
secretos y sus más tristes pesares. Sólo tú, Madre Luna, les
perdonas en sus arrogantes maldades, en sus traiciones
desmedidas y en sus más fatuas vanidades. Madre Luna, que no
hundan tus frágiles entrañas en el pozo más oscuro, sin estrellas,
sin velas incendiarias. Que iluminen con rescoldos, las cenizas
de tu alma. Que alaben tus sentires, y tus sentidos amores en el
reino de Shambhala. Que dibujen flores de loto, sobre las
tumbas de los camposantos sagrados. Y tus pensamientos
eternos, más allá de este mundo, que se escondan de sus mentes
156
ocultas y profanas. No permitas que alaben los orgullos, las
envidias y apegos del mundo material. Más aún cuando percibes
que tu vida sagrada deja huella en la historia universal. Madre
Luna, tu vida es una historia de amor, única y excepcional.
No toleres sus mentiras, ni sus crueles patrañas enaltecidas
por honores de salvajes y crueles gobernantes. Guerras
candentes de hermanos que se aman, y entorpecen tus andares
cautivantes. Guerras crueles, entre brillos irreales de diamantes
de sangre. No permitas que calumnien, falsamente, tus palabras
mudas y tu dulce pronombre. Ni tampoco que blasfemen a los
dioses, por el odio que te tienen.
Madre, no consientas la violencia, ni la guerra cruenta de sus
almas. Sólo vuela a la inocencia y conserva tu más íntima
paciencia. Y que ésta te ilumine, y guíe tu conciencia. Ante tanta
acritud humana, no merece la pena tanta virtud, ni tantos
desvelos cautivos.
Vuela libre sin apegos, sin aferramientos, en tu humilde
nocturnidad de paloma blanca. Y con los brazos en alto,
recuerda aquellos lejanos cantos africanos. Cantos lejanos en el
tiempo, mas en tus sueños cercanos. ¡Son voces puras y blancas!,
voces perdidas que claman al mundo tu anhelada libertad.
Mundo frágil, cautivo del aferramiento material. Madre Luna,
mariposa hialina, flota sobre las nubes de algodón blanco con
tus alas de colores. Vuela sobre el rubor y el olvido de los
pueblos hermanos. Tú, sólo piensas en el inefable amor de tu
hijo. Piensas, a cada instante que reverbera el silencio dormido,
157
en ese hijo que te extraña y te llena las entrañas de inmensas
banderas blancas. Banderas, velas blancas y puras que iluminan
tu perfecta mirada. Son instantes sublimes que te envuelven y te
arrastran de pasión equivocada. Son instantes mágicos de
infinito amor. Amor francamente cautivo, en tus sueños y los
míos.
Y tus besos, aire fresco… Tus abrazos, caricias eternas de esta
brisa del desierto… Y tus risas divinas, inmortales, son las mías
en nuestro bello universo.
Madre, adorada y querida, creas vida que yo sueño, en mis
noches desveladas de tus idas y venidas. Acurrucas mis sentidos,
al abrigo de este gélido invierno. Y tus labios sellados ocultan,
con palabras y silencios mudos, sus continuos desvaríos y
desvelos. No te calles, ni reprimas, no silencies tus palabras
dormidas, ni apartes tu mirada del destino más prohibido. No
olvides tus recuerdos, ni tus raíces profundas, ni tu savia más
sagrada. No olvides el bello reflejo de tu alma libertaria, en el
espejo plateado de mi vida y de mi alma. Madre Luna, eres
estrella tierna en mi recuerdo de la infancia. Madre Luna, eres
pluma suave y delicada en mi dulce palabra. Madre Luna, eres
flor de haoma dibujada sobre las tumbas doradas de nuestro
pueblo. Eres tomillo en flor, peregrina al azar, ave viajera en el
alba. Cantas con el viento, bajo la flor de neem, en el día
luminiscente plenario. Madre Luna, eres la plenitud consciente
de la humanidad, sin disfraces, sin máscaras, sólo tú, pura,
libre… sólo tú.
158
Vuela alto paloma mía

Guardianes del desierto te obsequian, te admiran por tu


brava lucha encarnecida en la más absoluta soledad. Pacifista y
tolerante, jamás olvidaste el traumático pasado de tu pueblo
esclavizado. Esas rachas de viento fresco, que arrancaron páginas
de historia vacía, como débiles hojas de sauce viejo.
No dejes que maltraten tus bellas rosas y jazmines dorados
por el sol naciente. No dejes que arranquen tus raíces
ancestrales, tus entrañas más nobles. Son muy nobles tus
ancestros, recuérdalo madre. Recuerda a todos tus hermanos que
te quieren, y te adoran, por la esencia de tu entrañable
existencia. No consientas que maldigan el día que naciste, ni
conjuren tu memoria, ni perjuren contra el nombre de tu amado
pueblo. No toleres la vergüenza, ni que se apoderen de tu
infinita paciencia. Son pobres almas de fieles, carentes de una
migaja de humildad y humanidad existencial. Son falsos
profetas, cuyas promesas vanas carecen de los más valiosos y
puros sentimientos. Y en sus mentes cobardes piensan llegar a la
cima de los dioses del Olimpo. Pero su corazón, madre, es
oscuro y traicionero. Es totalmente incierto e incompatible con
el hermoso amor verdadero. Ahogan sus penosas existencias en
aguas negras amargas, con gargantas enmudecidas por tus
sinceras palabras y risas al viento sureño. Son serpientes
venenosas que muerden tus entrañas más extrañas. Mas su
159
ambición ciega y desmedida no hallará la paz eterna, ni la paz
cautiva. Son débiles ángeles caídos. Perdieron su eternidad
luminosa al herirte con sus lanzas blancas, y perfectos cuchillos
de acero y plata. Y tú madre, mientras, navegas en tu barca
dorada llena de cicatrices y drusas de amatistas moradas. Mas a
pesar de tu tormento, consigues anclar a buen puerto en la
tormenta gélida de tu alma descarnada. Debes ignorar su
extremada ambición ciega, y su falta de compasión en un
mundo de desasosiego y cruel traición. Mundo de frágil y tenue
sinrazón. Debes ignorar su despechada envidia por tu dulce
inmortalidad humana. Madre bodhisattva curarás mis dolorosas
cicatrices, borrarás mis tatuajes de sangre, con amor y flores de
pasión maternal. Flores de lirios entregadas en cálidos abrazos al
destino más cautivo.
Vuela alto, paloma mía, mira alto hacia las cumbres perdidas.
Vuela alto águila viajera, tu alma llorosa es la mía. Tu estrella
inmaculada es mi guía más ansiada, al llegar la eterna y dulce
madrugada. Vuela alto, no te rindas, que la vida es un misterio.
Es tan duro tu sendero, que olvidas los temores y los miedos
más severos. Es tan duro su descaro, que olvidan su indiferencia
enmascarada hacia ti. Hacía ti, madre, mariposa frágil, rosa
fresca de este frío y gélido desierto.
Y tus lloros no se apagan con la fina lluvia de las cumbres
elevadas. Tus sollozos son intensos, emotivos y cautivos, en la
rueda del samsara.

160
No te calles, no te rindas, busca el camino luminoso de la
vida. Sé tú misma, bodhisattva compasiva, paciente en tu
inmenso sentir y sufrir, paloma viajera del tiempo, que es tu
tiempo y mi tiempo.
Y tu corazón, madre, alza su voz a los techos celestes: “No sé
qué me pasa, quizás sea su ausencia que desgarra mi alma.
Quizás no entienda por qué llora el cielo, quizás no comprenda
por qué siento miedo; por qué estoy apenada y por qué siento la
brisa de los vientos sureños. Quizás sólo sea un preciso
momento, un instante tan sólo de ansia desmedida y equivocada
desdicha. Quizás tan sólo mi alma esté desvelada por aquellas
mentiras injustas y aquellas promesas falsas. Promesas vanas que
rompen la paz de mis sueños dormidos, mientras mi ángel de
plata protege tus cielos eternos. Etéreos son tus cielos y tus más
lindos sueños”.
Madre, no te rindas, busca ese arca milenaria perdida. Busca
el secreto guardado por los Templarios que se olvida en la
historia y se pierde en tu memoria.
No dejes que acallen tu voz las guadañas acechantes de la
dama de la muerte. Y recuérdales, con inmenso fervor, el
proverbio indio Greek: “Sólo cuando se haya talado el último
árbol, sólo cuando se haya envenenado el último río de la vida,
sólo cuando se haya pescado el último pez, sólo entonces
descubrirás que el dinero no es comestible”.
Compartes el color de tu piel morena, púrpura dorado de mi
alma, con los corazones puros esenios del desierto. A cada
161
instante, tu espíritu bodhisattva renuncia al propio nirvana, a la
liberación suprema por compasión hacia todos los seres
vivientes. Madre, que tu espíritu compasivo te infunda enorme
valor y coraje. La vida es un sueño, dura tan sólo un instante.
Tú, mira hacia el ancho cielo en tu vuelo magistral de ángel.
Hermoso misterio, que embruja y hechiza sus lánguidos sueños,
de vidas vacías, de extraños recuerdos. Hermoso misterio que
aleja tus miedos. Miedos que son, en esencia, mis propios
miedos.
Eres mi ángel custodio, aquél que protege mi barca a la
deriva, en mi humilde morada oceánica de la eterna melancolía.
Melancolía que desborda mi ánima infatigable hacia los mares
del eterno olvido.
Y tú, eres mi radiante sol y tú, eres mi aterciopelada luna. Mi
luna, plateada y brillante, en las noches mágicas de las sombras
oscuras, en las noches embrujadas por hechizos furtivos.
No olvides jamás tus alas blancas de terciopelo raso. No
olvides jamás tus alas ilusorias si emprendes tu eterno vuelo. Tus
alas, plateadas e irisadas, son siempre aire fresco en mi plácida
ánima durmiente. Aire fresco en la esencia de tu inmortalidad,
en la pura esencia de tu extraña y hermosa libertad.
Y cuando los campos tostados de trigo florezcan de nuevo,
sus flores silvestres embargarán de dulces fragancias tus sueños.
Tus dulces sueños de princesa esclava en ese misterio. Misterio
entrecruzado en un laberinto oculto de pasiones imperfectas.

162
Y las lámparas de argán, que adornan tu morada y aposentos
de princesa enamorada, son fiel reflejo de tus más bellos
sentimientos.
Olor a incienso quemado inunda toda la estancia, y tu
hermosísima alma inmortal y a la vez humana. Olor a incienso y
mirra embriaga tus sentidos de una inmensa serenidad y calma.
Aroma de incienso sri sai flora, elixir poderoso en la búsqueda
de la eterna luminiscencia.
Al final del oscuro laberinto conseguirás hallar la anhelada
felicidad suprema. Alcanzarás el nirvana, estado sublime de paz,
en las cumbres nevadas de tu querido Himalaya. Tierras del
Himalaya, en tu inefable despertar a la luz, en la iluminación
perfecta, en la liberación de todo sufrimiento o samsara.
Supremo despertar bajo los cielos de Asia, tras interminables
renaceres en los seis reinos de existencia.
Y en el techo del mundo, abandonarás tu espíritu compasivo
de bodhisattva camino hacia la dulce inmortalidad.
¡Vuela alto, paloma mía, mira alto hacia las cumbres
perdidas! ¡Vuela alto hacia la luz, hacia tu liberación inmortal
divina!

163
Paleta de ébano africano

Pura abstracción, de artesanía rústica, enmascara tu inefable


e infinito amor. Amor prohibido, amor desafortunado, en plena
efervescencia de ese hermoso arcoíris lleno de colores
dulcemente estrellados. De colores irisados y levemente perlados
llenas la paleta de ébano africano. Y pintas con tus finas manos,
quemadas por el sol ardiente del desierto del Sáhara, una sonrisa
en mis labios sellados. Sellados por los silencios del amanecer
cautivo, por los silencios de los horizontes lejanos.
Cascadas de manantiales transparentes reflejan la belleza de
tu dulce y suave rostro, y de tus ojos verdes levemente atigrados;
la belleza de tu cuello largo, de cisne blanco, en ese lago
inmenso y perdido de mis sueños más queridos; la belleza de tu
melena rizada al viento de mi desierto sureño. Y tu alma danza
al son de los viejos cánticos africanos de la selva.
Tus pies dormidos, desnudos, pisan la arena caliente del
desierto. Y magullados, llenos de heridas, calman su tremendo
dolor en las aguas tranquilas del mar Rojo.
Sangre ardiente corre, entre ríos de puros diamantes
perlados. Diamantes de sangre matan vidas inocentes de sueños
esclavos.
Tú portas, en tu espalda erguida, a tu hijo profundamente
dormido. Dormido y relajado se encuentra tu retoño, bajo el
ardiente sol africano. En tu espíritu interno albergas una llama
164
tenue de esperanza, el destino tal vez no sea como tú lo
imaginas.
Madre, lucha siempre, con fe y coraje, por el ansiado reino
de la libertad. Olvida ese mundo cautivo, entre vitrinas claras de
rayos verde esperanza. Olvida el yugo de la esclavitud humana.
Jamás detengas tus pensamientos más nobles, ni aquellos sueños
que más anheles.
Madre, no olvides jamás sembrar los caminos con flores
blancas de azahar, en tu eterno sendero a la inmortalidad. Si
ultrajan tu memoria histórica, no despliegues jamás tus alas
libertarias hacia el abismo existencial, sino hacia la inmensidad
del universo cósmico. Si desgarran tu alma rebosante de tierna
esperanza, no dejes de volar en tus sueños dorados hacia las
cumbres nevadas. Sueños de vuelos eternos hacia tu querido
Himalaya.
Oyes ruidos de lanzas, y cuchillos de acero y plata, a lo lejos
del sendero. Mas en tus desvelos madre, caminas descalza,
pisando clavos y espinas rojas de pasión equivocada. Caminas en
un bosque profundo lleno de robles centenarios y acacias.
Bosque mágico donde habitan los elfos y ninfas luminosas. De
repente, el cansancio agotador te perturba y caes en el ensoñado
mundo de Morfeo. Mundos oníricos donde los dioses son
amables, dulces como la miel de romero.
Muerte misteriosa, envuelve tus memorias. Escrito en el
destino, allá estaba ella, envuelta entre paisajes blancos,
despojada de su máscara imperfecta.
165
Tenues y dulces sueños de mariposas esperan tu nacimiento
a la luz blanca. Mariposas de terciopelo rojo escarlata despliegan
sus alas hacia las tierras inmortales de las cumbres nevadas.

166
Hijo amado, que nadie lastime tu vuelo

Muerte olvida a mi hijo, aléjate del calor de su cuerpo


enfermo, aléjate al fuego de la llama eterna. Mi hijo es un ser
inmortal, jamás podrás ser su dueña ni su sombra en las
tinieblas. Tan sólo será dueño él mismo de su amor puro, de su
amor libre y sin desvelos.
Sin desvelos, yo descanso en el regazo de sus brazos finos y
quemados. Brazos cálidos como el fuego de la lumbre, aunque tú
muerte le acechas incesantemente en sus frágiles sueños. Y
descanso, y reposo mi cuerpo extenuado, abrasado por los rayos
ardientes de mi desierto. Mi boca seca no puede pronunciar esos
nombres, ni esas frases que alientan mi pesado caminar. Siento
cómo duelen las perlas blancas, de coral hialino, en mi cuello de
cisne dormido. Son perlas marinas, brillantes en océanos
abismales. Son perlas cautivadoras de dulces y tiernas
esperanzas. Son perlas regaladas, en ofrendas, por sirenas
vestidas con djellabas blancas. Bellas sirenas, con sus túnicas
blancas, danzan y bailan al son de viejos tambores de la selva.
En la selva sahariana los chamanes invocan a sus viejos
ancestros. Ancestros encarnados en espíritus de halcones negros.
Águilas rojas acechan el poblado de mi príncipe amado. Águilas
surcan los mares y los cielos africanos, con sus alas encrespadas
a los techos celestes aterciopelados de estrellas. Son banderas
blancas, encrespadas y desplegadas en los océanos de tu cielo y
167
de mi cielo ardiente. Cielo añil, azul celeste, lleno de estrellas
incendiarias en las noches del verano austral caliente.
Me quedan pocas fuerzas, pero mi corazón a gritos exclama
un leve suspiro de plata: ¡Te quiero! ¡Te quiero hijo, a pesar de
tus extraños sentires, de tu agonía lenta en el más absoluto
silencio! En la soledad temprana, en la soledad más absoluta,
siempre te protegeré mi cielo de estrellas dormido, al amanecer
con el rocío del alba. Eres mi niño pequeño, eres mi dulce sueño
del alba en la eterna madrugada. A veces, me pregunto a mí
misma: ¿Por qué creciste tan rápido? ¿Por qué intentas a cada
instante, contener tus llantos y lágrimas de terciopelo raso? No
olvides la inocencia, ni todo aquello que humildemente te
enseñó la Madre Tierra. Percibo, en esa inocencia cautiva de
niño, que eres el sueño dulce embriagador de Morfeo. Tu
espíritu dormido reposa, levemente, sobre la fina arena de la
playa, mientras las olas arrecian contra el acantilado de tus
plácidos sueños.
Hijo amado, soy como tú me imaginas en tu mente de niño,
en tus sueños prohibidos. Soy la dama negra que acalla las voces
y lamentos del pueblo sufriente. Soy princesa cautiva, gacela
salvaje en las noches azuladas de mi desierto. Soy viento
indomable, huracán ardiente de poesías esenias. Soy mensajera
de odas poéticas contra la esclavitud de nuestro pueblo. Soy
musa revolucionaria que ansía la libertad del pueblo hebreo. Soy
halcón peregrino en tus sueños más cautivos. Soy mensajera de

168
tiempos perdidos, desde el origen del universo, desde el árbol de
la vida.
Sé que te sentiste muy solo en ese desierto, en las noches
oscuras y sombrías de la madrugada fría. Noches azules donde
mi esencia y yo vagábamos perdidas, entre callejuelas estrechas
de la vida. Aún recuerdo tus primeros sollozos, tus llantos de
intenso clamor pidiendo libertad para nuestro pueblo. Eras
frágil, de mirada ausente perdida en el infinito, con ojos grandes
y muy vivarachos. No pronunciabas palabras, ni frases con
sentido. Tu alma vivía en otros mundos oníricos, donde reinaba
el silencio eternamente dormido. Por eso nadie oía, ni escuchaba
tus incesantes lamentos de niño. Hijo amado, ¡aún recuerdo tus
primeros pasos! Tú salvaste, tan sólo en un mágico y preciso
instante, el rumbo de mi vida. Siendo inocente, salvaste mi
espíritu del fuego eterno, y yo volví a renacer de nuevo, entre
cenizas y fatuos rescoldos, como un ave fénix en su eterno vuelo
imaginario. Quedaron brasas aún calientes, pero ahora intento
apagarlas. Apagarlas con tu dulce mirada, aún inocente pero ya
liberada. Liberada de los engaños fatuos y de las mentiras
descarnadas. Liberada de la jaula dorada de la esclavitud humana
que, entre sus barrotes de oro y plata, encerraba tu alma
escarlata en la tierna infancia. Alejaste ese monstruo terrible que
aterraba tu infancia. Tu infancia cautiva entre siete barrotes, y
silenciada por cadenas de acero y plata. Tu mirada, espejo del
miedo, reflejo del terror de la guerra y del odio entre pueblos.

169
Mas en tu mundo mágico, de duendes y elfos, volabas al
cielo entre dulces sueños de Morfeo. Volábamos juntos hacia la
inmortalidad humana, hacia las cumbres nevadas de nuestro
querido Himalaya.
Hijo, ahora quisiera volver a emprender junto a ti esos
vuelos, esos prohibidos deseos y anhelos de libertad de nuestro
pueblo. Quisiera proteger tu esencia dormida, y custodiar tus
lindos sueños. Sueños de almas puras e inmensamente blancas.
Sueños de inocentes miradas perdidas, en el atardecer de un
espejismo dorado.
Susurros de campanas tibetanas llegan con el viento del
norte. Son dulces sonidos, espejismos que traen los vientos
indomables. Susurros de mantras rozan suavemente tu mejilla
cálida y sonrosada. Vientos del Tíbet acarician tu preciosa alma
de ángel divino escarlata. ¡Qué nadie lastime tu dulce y eterno
vuelo! ¡Qué nadie lastime tus alas de ángel desplegadas a los
vientos sureños!

170
Vagaba mi sombra dormida

En los sueños ancestrales de los dioses del Olimpo, yo


andaba perdida, vestida con viejas y harapientas djellabas. Y mi
esencia durmiente soñaba con los brillos del arcoíris de la
libertad humana. Entre sueños, vagaba descalza sobre las dunas
del árido desierto de Judea, sin rumbo, ni esperanza. Vagaba mi
sombra levemente dormida, por las aldeas sombrías de Palestina,
viendo dulces mariposas frágiles entre viejos arbustos afligidas.
Vagaba mi sombra dulcemente dormida, entre rezos y aposentos
vagaba esta triste alma mía, en las frías madrugadas cautivas y
prohibidas. Ni un abrazo de amor encendió la mecha de este
doliente corazón. Ausentes los sentimientos de amor y enorme
pasión.
Príncipe del silencio, no me hablas, ni argumentas porque tu
alma ya no me ama. Ya no siento, ni padezco, porque mi alma
congelada yace en la nada. No es posible luchar contra un muro
de piedra embrujada. Ni se pueden derribar fronteras, cubiertas
por espinas de rosas blancas. Tu serio semblante expresa tu
sentir. Tu sentir y tu eterno sufrir… No reproches, ni un breve
instante, que mi alma esté ausente. No reproches, ni un instante,
que mi sombra esté distante, porque de tanto amarte me muero,
y de amor olvidado adolezco. Desvelos nocturnos ciegan mi
pensar, ofuscan mis ideas y esquivo tu mirar. Quizás nunca me

171
quisiste como yo te quise a ti, en ese paraíso lejano refugio de
nuestro cálido amor.
Y en el eterno presente, mi mente serena viaja por el dulce
cosmos plateado de Morfeo, en las noches de luna llena del
desierto de Judea. Mientras tú, príncipe del silencio escribes a
tus musas doradas, en tu viejo cuaderno hechizado de finos
destellos de plata. Y yo vuelo con mis poesías al alba, a los
vientos de tu desierto, buscando una flor roja fragante de pasión.
Pasión oculta que esconde en tu morada el latido de mi intenso
amor.
Cascadas de manantiales arroyan los silencios mudos en la
mar, porque no encuentro sentido a mi frágil caminar. Con la
brisa del viento, sollozo entre silencios rotos, porque no
encuentro cómo amar. Amar lo que ven mis ojos cautivos, lo
que siente mi alma al vibrar con tu latido y el mío. Y con mis
pies doloridos, caminando despacio, encuentro ese mar perdido,
sentido a tu silencio dormido. Y siendo princesa esclava,
prisionera enjaulada, vuelo con mi alma inmortal abrazada a tu
alma. Cuando noto que me esquivas, que te escapas y fugas con
tu frágil mirada, yo sufro, adolezco en el silencio mudo, al
amanecer con el alba. Son instantes vanos, impregnados en este
samsara del más absoluto silencio. Y en tu desamor no
entendiste mi esencia, ni mi frágil existencia. Existencia de
princesa inmortal, condenada a ser prisionera cautiva, gacela
salvaje enjaulada.

172
Vagaba mi sombra levemente dormida, por las aldeas
sombrías de Palestina, viendo dulces mariposas frágiles entre
viejos arbustos afligidas.
Y yo muero lentamente de agonía. Ardiente agonía de éste,
mi corazón perdido.
Yace mi sombra dormida, en esta tumba florida. Tumba,
jardín dorado de este inmenso paraíso que es la vida. Paraíso de
eternas sombras que vagan levemente dormidas.

173
Madre estrella de los mares

¡Madre, estrella bella de los mares!


No olvides jamás sembrar los caminos con flores blancas de
azahar, en tu eterno sendero hacia la inmortalidad. Si ellos
ultrajan tu memoria histórica, o desgarran tu esencia dormida,
no despliegues tus alas blancas hacia el abismo, sino hacia la
inmensidad del universo cósmico. No pliegues tus alas frente a
tus enemigos, ni por esas ultranzas. Ultranzas oscuras,
atrapadoras telas de araña. Atrapasueños colgados en las ramas
de viejos olmos asustados. Asustados por violentos huracanes y
tremendos rugidos de leones. Leones del desierto, son
guardianes secretos de tu más sublime y frágil esencia. Secretas
tus palabras, cuando yaces durmiente en tus lindos aposentos,
en tu lecho cubierto de pétalos de rosas blancas. Aromas
africanos perfuman el aire de tu pecho descubierto, en tus
pensamientos. Aposentos de princesa, en mis sueños. Ninfa
dorada, en mi jardín de plata. Eres mi musa inspiradora, eres mi
cautivadora estrella que ciega mis ojos cual luceros en la aurora,
que ciega mis ojos cautivos y prohibidos. Cautivos y hechizados
por tu embrujo, más insospechado y divino.
¡Madre, estrella bella de los mares!
Eres rosa bella de Jericó en mi inmortal morada. Eres mi
musa, mi ninfa dorada en mi jardín de flores plateadas. En busca

174
de la consciencia universal y cósmica, encuentras tu verdadera
esencia.
Madre, mi alma es fiel espejo donde reflejo un ardiente
deseo. Deseo de volar hacia el infinito y buscarte un hueco en el
cielo junto a las estrellas. Sólo deseo ardientemente alcanzar una
de esas estrellas, traerla conmigo y ofrecerte en ella todo mi
cariño, para que descanses el resto de la eternidad en el regazo
de su luz incandescente.

175
Madre te quiero en mi atmán interno

Tranquila está tu alma en mi bello universo…


Madre, te quiero dentro de mi corazón y de mi atmán
interno. Mi atmán se purifica con el bello sonido interno que
escucha nuestro pueblo. Pueblo esenio de mi alma y de tu alma.
Sonidos purificadores de mantras son cristales hialinos en el
atmán. Arcoíris de luces rotas, finos rayos de oro y plata, con el
amanecer rubí y los cielos de ámbar. Reflejos de corazones en el
espejo, llantos secretos de un pueblo. Pueblo esenio de mis
sueños. Sueños de corazones esenios, dulces despertares al alba
en mi desierto.
Madre te quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-rosa
de mis sueños. Son palabras dulces que brotan de mi corazón,
como pétalos rojos de una bella flor, como cascadas de agua
viva, como gotas de lluvia fina. Son palabras poéticas de dulce
amor, en el camino de plata hacia lo Absoluto, hacia la
consciencia universal. Son sonidos bellos en tu búsqueda, en tu
renacimiento a la luz blanca plateada, en el encuentro con tu
atmán interior.
Tú madre, eres mi ángel, mi dulce misterio. Eres mi brillante
noche estrellada, levemente irisada. Prometida del viento, hija
del sol y de la noche, envuelves mis anhelados deseos en un
arcoíris de cristales pequeños. Cristales y drusas de cuarzo
amatista violáceo, en tu pecho desnudo y sonrojado. Pecho
176
levemente mojado por gotas de lluvia que inundan tus sueños y
mis sueños. Gotas hialinas, gotas saladas caen como pétalos de
rosas. Rosas brotan en tus tiernos ojos levemente irisados. Son
ojos pequeños que atisban tus sueños, son ojos reflejos de tu fiel
corazón sureño.
Conchas de nácar y perlas de plata adornan tu dulce morada.
Morada que habitas en nuestro lejano desierto, desierto de rosas
y plata. Corales y conchas de perlas resguardan tu alma blanca.
Y los pájaros trinan con el alba, en el camino de las nubes
blancas. Jilgueros dorados cantan en tu desierto. Cantan dulces
sonatas, en breves silencios, a la brisa de los vientos. Cantan con
el alba, cuando ya despierta la hoguera de tu alma.
Auroras boreales, en montañas gélidas de cumbres
desveladas. Madrugadas claras, vacías de crueles envidias vanas.
Quisiera borrar de tu mente esos recuerdos, esos momentos
infelices que hieren tus más lindos sueños. Tú eres mi madre, tú
eres mi ángel. Un ángel divino que olvida al instante sus
desatinos más soterrados y cohibidos.
Los leones del desierto no dejan que tu esencia repose tan
sólo un instante. Y tu esencia anhela las delicias de las tardes, los
besos vibrantes, el calor tibio de su amor bajo las sombras
ardientes. Sus feroces bramidos asustan tu paz y tu dulce sosiego
más tranquilo. Y borran de golpe, en tan sólo un instante, la
historia que vives, la historia silente que sientes y sufres. Esa
historia silente de un amor peregrino, de un amor fiel que en el
atardecer brota caliente. Amor de siembra y cosecha, amor de
177
dos ascetas poetas. Amor de intensas luces y tenues sombras.
Amores profundamente dormidos, como luceros en la aurora.
Amores, sueños bellos de luna roja. Amores gratificantes viven
las frías madrugadas, entre finos rumores de aguas calmas.
Amores de corazones durmientes, con aromas a violetas. Amores
que inhalan incienso tibetano a orillas del mar Muerto. Amores,
reflejos de fuegos nacientes entre dos hijos de la luz blanca,
tarwa no asid amllal. Amores flechas al universo, tayri sahm
doniyt. Awal sahm roh, awal sahm oul, awal sahm tayri tarwa
no asid amllal. Palabras dulces, flechas al alma, flechas al
corazón y al amor de los hijos de la luz blanca.
Junto al bello mar plateado, resplandeces con el azul reflejo
del brillo solar. Eres la reina de la selva africana. Con tu elegante
presencia, alejas de mi esencia los temidos demonios. Símbolo
de libertad, ardes en las lumbres de cada hogar, en Qumrán.
Ardes cuando aún brillan las estrellas plateadas, en el plenilunio
oculto de ese laberinto profundo de tus sueños dormidos. Como
gacela asilvestrada corres por los viejos caminos de la eterna
madrugada. Corres trotando, encima de viejos corceles blancos
alados. Despliegas, eternamente, tus alas hialinas hacia el
universo imaginario.
Madre, quisiera verte, contemplarte a cada instante; mas
estoy encarcelado en mi propia existencia humana, en mi
mazmorra de rosas espinosas blancas. Cadenas de acero
engarzan mis dulces desvelos. Soy yo, él que te sueña madre
ante tanta mediocridad humana. Pulseras de cuero viejo
178
embellecen tus frágiles manos, en la tierra mágica de Morfeo.
Madre, eres un misterio que asoma al borde del umbral, en mi
propia luna inmortal. Misterio que yo apenas puedo olvidar, ni
borrar de ésta, mi frágil memoria.
En el alba de tu primaveral esencia, feroces ronquidos
despiertan mi alma del eterno letargo dormido. Es el oso polar
que ruge en el bosque encantado; bosque imaginario de los
mundos oníricos de Morfeo. No consigues embriagarlo de
humildad y bondad, mas en tu empeño forcejeas con sus fríos
sentimientos.
Madre, luz de mi universo escondido, eres brisa dulce que
acaricia mi piel con cálidos abrazos. Luz de mi universo jamás
me abandones en la profundidad de mis temidos miedos. Que tu
luz inmensa sea fiel espejo de todas aquellas madres coraje que
luchan por sus hijos. Madres coraje que portan velas
incendiarias en sus más temidos desvelos. Velas que brillan,
como luciérnagas ocultas doradas, en la lumbre de tu fuego
fatuo. Fuego apasionado por la danza mágica de tus sueños y
desvelos.
Llaves que abren corazones a millones, y cierran candados de
acero y plata. Gusanos de seda fina en bellas moreras doradas.
Mariposas sagradas transmutan de sus crisálidas blancas, al
amanecer con el frío rocío del alba.
La “sombra de los otros” oscurece y acecha tu viejo sendero,
camino despierto de tu eterno silencio dormido. Mas tan sólo,
logra espantar levemente tus pequeños miedos y falsos olvidos
179
hacia los mundos mágicos de Morfeo. Tu paciencia infinita deja
escasos rescoldos y lumbres pequeñas de esperanza vacía.
Esperanza que te acerca a la semilla de la vida, agua fresca que
alivia tu piel desgarrada y cautiva.
Y los sollozos de tu niño interior acallan sus crueles sentidos,
más ocultos y desmedidos. Y tú guardas mis secretos, bajo la
luna azul del estío. Sé que no es fácil contener la rabia
desmedida por el hambre, pero madre, te quiero tal como eres,
princesa de mis eternos sueños dormidos. Cada noche sueño
que me besas, y agarras mi mano dulcemente, meciendo tus
suaves cabellos canos al viento de mi desierto. Detendré mi vida
de golpe, tan sólo un instante, para contemplarte libre como un
halcón peregrino, en el amanecer azul teñido de color añil, como
el techo divino y celeste. Madre tengo que aprender mucho de
ti. Mira la luz que desprenden mis ojos al verte. Luz del aura
plateada de mi alma al sentir tus suaves caricias otoñales. Eres
tan dulce y maternal, que quiero compartir mi alma contigo.
Deseo vivir cada instante de mi vida en tu existencia divina.
Reina del silencio en las calles oscuras de mis sueños y pequeñas
sombras dormidas. Eres la dueña eterna de mi esencia dormida,
de mi mente serena y cautiva. Eres la reina y diosa de mi alma
imperfecta. Luna roja de la noche, luna pura y blanca. Eres por
siempre, eternamente, la princesa de mi humilde morada. No
olvides jamás mi amor, ni mi extrema adoración por el latir
apasionado de tu rojo corazón de verano. Guarda, entre sutiles
recuerdos, el laberinto oculto de mis pensamientos más
180
prohibidos. Soy por ti, y siento por ti. Vivo por ti, y para ti, mi
precioso ángel dormido. Soy tu fiel amigo y consejero sutil. Soy
tu oculto y misterioso ángel guardián en esta cruda realidad.
Quisiera ser tu refugio secreto, oculto, para guardar eternamente
tus secretos en el baúl de mi corazón imaginario. Corazón
aterciopelado por la brisa de este desierto, por las estrellas
titilantes de la Vía Láctea.
Y con el paso del tiempo, no dejes jamás de sentir mi alma
volando hacia el universo etéreo. Mi alma viajera, inmortal,
flotando hacia el universo cósmico.
Dibujas pinceladas de un bosque mágico y profundas
miradas en el atardecer divino. Bellos ojos verdes de tigresa,
enaltecida por la tormenta salvaje, iluminan mi negra oscuridad
en el pozo del abismo profundo. Y juramos, con ríos de sangre,
una eterna promesa inmortal en Galilea.
Eres mi fiel consejera, madre. Tu piel morena, quemada por
el sol abrasador de la selva africana, huele a rosas y pequeños
lirios azul-violetas. Jamás me cansaré de gritar al viento: ¡Eres mi
sol radiante y mi luna blanca, que guían la magia de mi esencia
abandonada! Y los caballos de acero galopan por los prados
adormecidos del estío, mientras mi voz acalla tus eternos
silencios más cohibidos.
Madre, tengo miedo, no soy perfecto y tú lo sabes. Cada
noche, entre breves suspiros de algodón húmedo, lloro por esas
agujas clavadas que hieren mi triste corazón. Corazón doliente y
acongojado en tu frágil memoria de geisha.
181
Cuando estés al borde del umbral, entre la luz y la guadaña
de la muerte, escucharás sonidos y ecos levemente hirientes.
Ecos de tus enemigos, príncipes de la noche, príncipes del eterno
silencio dormido. Sonidos de cadenas que arrastran sus pies
descalzos. Sonidos de candados que cierran las puertas doradas
de Jerusalén a sus almas agitadas por los vientos divinos. Y tras
ese leve sueño, podrás despertar y contemplar aquello que se
esconde tras las cortinas blancas de seda fina, velos transparentes
de crueles enemigos. Son frágiles, hipócritas, llenos de falsas
promesas y mentiras vanas. Llenan páginas de papel mojado,
bañado en lágrimas saladas con sus palabras vacías.
Mientras, tú vuelas con tus alas rotas de mariposa libertaria
por encima del mar de Galilea. Y el Gran Sol Central brilla en el
despertar de tu mente supra-consciente. Mente perfumada con
rosas tibias, con delirios de nardos grisáceos, en interminables
horizontes lejanos.
Insomnio fatal adolezco por tu infinito sufrir y llorar. Tus
lágrimas son cascadas de manantiales transparentes, en bosques
mágicos que se incendiaron por su odio desmedido. Piensan que
estoy loco, mas mi rueda gira y gira en el viejo carrusel de la
vida. Madre yo no quiero ser como los otros, los sin nombre, ni
como los que no poseen pronombre. Ellos si poseen locos
pensamientos y falsos sentimientos.
Y tu hijo llora en la esclavitud permanente del África cautiva,
del África profunda, con las heridas abiertas por guerras
encarnecidas. Tus enemigos, serpientes venenosas, no ríen,
182
lloran lágrimas rotas por tu ansiada felicidad. Felicidad que
rebosa la luminosidad de tu alma tremendamente bondadosa.
Que los últimos latidos de tu dulce inmortalidad hagan reír a
mi maltrecho corazón, corazón asilvestrado y salvaje. A mi
corazón embargado por la sed y el hambre. Hambre infinita de
justicia, paz y solidaridad humana.
Madre, te quiero dentro de mi corazón y de mi atmán
interno. Atmán, bello sonido que escucha nuestro pueblo esenio.
Reflejos de corazones en el espejo, llantos secretos de un pueblo.
Pueblo esenio de mis sueños. Sueños de corazones esenios,
dulces despertares en mi desierto. Madre te quiero aquí y ahora,
en el eterno presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche
plateada. Noche, camino de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso. Madre: ¡Escucha lo Inmenso!
¡Escucha los bellos sonidos del pueblo esenio!

183
Memorias de África

Quiero ver lejos al feroz guardián del abismo. Eres el tren de


mi vida, eres mi estación prohibida. Parada de vagones en el
umbral del Más Allá.
Llevas tu pelo rizado adornado con hermosas flores de loto,
flores enraizadas y encrespadas hacia el cielo. Desprende tu piel
aroma de flores rojas, flores enraizadas en tu amargo dolor, en el
abismo profundo de la sinrazón. Eres mi estrella de luz divina,
luz de ojos inocentes que miran a escondidas. Tu rostro, alivio
de brisa y fuego, espejo de suspiros y tormentas de mi corazón
extenuado.
Tu delito es la inocencia. ¡Bendita inocencia y paciencia!
Virtudes que los indeseables convierten en pecados malditos y
mortales. No quiero perderte otra vez madre, ni que te alejes de
tu dulce inmortalidad. Los poderosos no tienen afectos, ni razón.
No poseen corazón noble, ni la más mínima devoción. No
sienten compasión por tus lloros en silencio, ni por tus ríos de
agua viva, ni por tu inmenso dolor. Y tu corazón cansado,
agotado y extenuado, vestido con viejas djellabas rojas, dilata mis
pupilas en cada instante que te miro. Te voy a colmar de besos y
te voy a extrañar de nuevo. Te recuerdo saliendo descalza, entre
sueños rotos, con los pies desnudos y fríos por las calles oscuras
de tus pesadillas. Te recuerdo soñando despierta y caminando a
oscuras, entre sombras grises-nocturnas. Pero no te arrastres
184
ante los “sin nombre”, déjalos que aguanten tus versos cantados
a los besos cálidos de tu bello amor. Acelera tus latidos en la
letanía tranquila de tu bello horizonte. Dejaron tu corazón sin
tiempo, pero con dolor humillante. No tienen destino, ni rumbo
fijo en el mundo onírico de la ilusión. Jamás me abandones
madre, bella estrella de los mares, en la selva profunda de la
sinrazón.
Muchos momentos eternos son bellas canciones para ti y
siembran flores preciosas en mi jardín dorado. Son canciones
dedicadas a tu querido ángel. Son grandes canciones que
naufragan en la tempestad de tus océanos lejanos y durmientes.
Antorchas amarillas colorean tus alas rotas, frágiles,
espantadas al viento. Raíces que se asoman a la brisa marina en
tu trasfondo de preguntas. Estás dentro de mi vida. Sé que eres
mariposa inmortal, aunque a veces crees ser mortal. Siempre
serás paloma blanca en los baches de mi loco corazón.
Madre, su delito es no tener compasión. Compasión
desmedida por tu mente enredada en laberintos oníricos. Mas tu
corazón irisado no contempla el delito, ni la ceguera de los
poderosos indeseables. Ya sabes que la vida es una rueda, un
carro viejo, donde todo gira y transmuta en delicada poesía.
Poesía que llora tu destino más cautivo y la desnudez despojada
por tus crueles enemigos. No podrán reflejarse en el espejo roto
de tu humildad desmedida quienes critican tu dura realidad, en
esa burbuja tremendamente asfixiante.

185
¡Mejor callar que gritar! ¡Mejor cantar que llorar! Madre
África: ¡Te echaré tanto de menos! ¡Jamás olvidaré nuestros
instantes felices, ni el brillo de tu cometa irisado que haces
brillar en las conciencias plateadas! Escribirás versos cantados,
en tus papeles viejos y mojados por las olas cristalinas y las
dudas de estas fieras desmedidas.
Lucharé con la paz por delante, para que los demás
comprendan tu esencia pacífica e inmortal, y no te hieran mi
ángel. Ángel eternamente dormido en un lecho florido de rosas
y lirios enmudecidos. Clarinetes celestiales entonarán música, en
tu última madrugada. Mas tu corazón aliviado sigue el ritmo
acompasado, pausado, de mi latido cansado y extenuado. Sus
corazones osados, oscuros y ensombrecidos, mienten al más
puro olvido de tu intenso amor prohibido.
Recuerdos de mi infancia desbordan los ríos y océanos de
cristal de roca. Recuerdos que galopan en mi mente, mientras tú,
madre adorada y querida, curas mis infinitas heridas mortales
con tu sublime amor maternal. Cicatrices tatuadas, en negro y
blanco, son inmensas lunas celestiales. Celestes se reflejan en los
océanos de mis mundos mágicos soñados. Me abrazas cuando
hace frío, y calientas con tus brasas y rescoldos la hoguera de mi
corazón malherido.
Oigo suspiros de feroces leones, rugidos entre las penumbras
oscuras de las nieblas de tu olvido. Olvidos que vislumbro y
pretendo desvelar, ante tanta mediocridad que se esconde tras la
miseria humana.
186
Linternas amarillas enfocan mi retina casi ciega, entre juegos
de luces y sombras, de tus idas y venidas. Linternas cegadas por
el resplandor, bajo ese inmenso sol abrasador de tu desierto. El
sol, rey del universo celeste, desprende tormentas de fuego,
quemando el orgullo innato de los que critican tu existencia
humana.
Es como un cuento, al atardecer bajo los rebrillos del sol,
para seres inocentes unidos por candados de amor engarzados
en plata.
Tienes sólo un nombre Libertad, no lo olvides jamás, aunque
ellos te roben la joya esmeralda de tu bendita memoria de
geisha. Memorias de África y olvidos de princesa esclava llenan
sus vacías existencias humanas. Y la luna azul hace guiños locos,
mientras el sol danza con sus rayos abrasadores, al escuchar tu
nombre en vano.
Pienso en ti, cada instante, madre…
¡Qué bramidos se oyen en las noches silvestres! Y su corazón
extasiado se hace dueño de tu eterno olvido, en tan sólo un
breve y eterno instante vacío de palabras. Son fieras salvajes,
feroces leones que descarnan su rabia en tu sangre derramada.
Sangre quemada y caliente por el rubor y el olvido. Ecos lejanos
atormentan sus días, en extrañas penas y añoranzas por los seres
queridos. Son ultrajados por sus odios desmedidos. Convertidos
en esclavos cruelmente oprimidos. Al sol poniente, olvidan sus
huellas de sangre ardiente y sus continuas cicatrices mortales.
Duelen y atormentan sus extrañas vanidades. Entresijos llenos
187
de viejas telarañas, de eternas traiciones y falsas esperanzas en el
mañana, allí al fondo, encuentran silencios rotos en sus mentes
desvariadas. No permitas jamás sus tormentos, ni consientas sus
falsos lamentos.
Madre, no lo olvides, Shambhala te espera y te acompañará
en tu eterno vuelo. Tu danza invisible y mágica hechiza y
embruja mis sentidos. Danza de llama divina, alrededor de la
lumbre, en la hoguera de mis sueños y lamentos. Danza de los
siete velos embriaga a los cuatro vientos de este desierto. A los
vientos espantados por el rugido de sus altaneras voces,
encadenados por los soles de tu hermosa y dulce madrugada.
Madrugada esperada y paciente. Silencios entrecortados en tu
cueva secreta y sigilosa, cueva abandonada en los montes del
Olimpo.

188
Navajas afiladas

Y entretejes con hilos dorados, finos cabellos de oro a tu hijo


inocente y bendito. Encierras con candados de plata y
esmeraldas las cortinas transparentes de su lecho florido. Lecho
donde yace su alma maltrecha y extenuada, agotada por el odio
que enrarece el olor fresco a lavanda. Olor aroma fresco de una
dulce madrugada, aroma a incienso y a jardín asilvestrado.
Inciensos del Nepal africano quemas en tu frágil madera de
ébano. Es una ofrenda a los dioses africanos por salvarte de esa
muerte segura, de la envidia y de la cruel desdicha. Figuras de
Buda, color ocre, adornan tus lindos aposentos; junto a elefantes
cromados con esmaltes a fuego.
Y lloran a lo lejos por tu sufrida vida. No fue un camino de
rosas, sino sendero de puñales y navajas.
Navajas afiladas clavando tus entrañas, cortan tus leves
suspiros en las tinieblas blancas. Suspiros entrecortados en
poblados vacíos, abandonados en este triste destino. Destino
azaroso y cautivo. Navajas afiladas rompen los hilos plateados de
tu frágil esencia, en esta levedad de mi propia existencia.
Esencias divinas golpean conciencias en horizontes perdidos, en
océanos inmensos que conforman tu anhelado paraíso. Navajas
afiladas cortan los silencios pausados del tiempo, de tu tiempo y
del mío. Tiempos inmemorables, vagabundos solitarios de tus
sueños más cohibidos. Suspiros leves entrecortados en desiertos
189
perdidos, en la inmensidad de tu océano y del mío. Océanos
plateados, brillantes con los rayos del sol naciente. Navajas
afiladas cortan las espinas de tus perfumadas rosas blancas.
Cortan los silencios mudos, las cadenas de bronce puro que tan
fuerte te amarran. Mientras, tú buscas ese tiempo anhelado,
vagabundo y perdido. Ese tiempo tan valioso que dejaste escapar
en tan sólo un dulce suspiro, hacia los mares tristes de tu más
amargo olvido. Olvidos y leves suspiros se entremezclan en
desiertos prohibidos. Desiertos donde la paz reina lejos del
mundanal ruido. Silencios cautivos, entre desgarros de navajas
plateadas, cortan el aire que sutilmente exhalas, en tu último y
dulce suspiro. Navajas afiladas dan muerte a tu pobre alma,
triste y apenada. Mientras, al fondo se escuchan los sollozos de
un pequeño niño. Sollozos que escapan fugazmente entre
lágrimas rotas y saladas. Lágrimas que hacen brotar dulces rosas
perfumadas, en tu frágil e inmortal morada.

190
Sendero hacia la inmortalidad

Es un sendero de cristales rotos que dañan y cortan tus alas


desplegadas al viento, hiriendo tus buenos sentimientos. Cada
día recoges lo que siembras, es muy buena tu cosecha. Llenas de
flores de loto, tus cestas doradas de mimbre viejas.
Y en los lomos de unicornios blancos alados cabalgas, sin
descanso. Mientras, se oyen al fondo, sonidos de viejos cuencos
tibetanos.
¡Cómo rugen las entrañas de la tierra, doliente y sufriente!
¡Cómo sopla la brisa en las cumbres etéreas del lejano Himalaya!
Cuando sueñas, reposan tus miedos desconsolados y tus
desvelos eternamente consentidos. Grandes lámparas cuelgan de
tu techo adormecido por el viento. Lámparas de cristales
dorados adornan tus lindos aposentos, cayendo sobre tu lecho
florido de rosas blancas. Lecho dormido y cautivo. Arropas con
mantas de terciopelo las flores de tu triste infancia. Y tus labios
entreabiertos a los cielos, pronuncian tu nombre a cada instante,
con el aire fresco y con desaire. Mas no temas, está muy lejos la
tormenta, cuyos rayos abrasan los bosques con enorme furia
desmedida.
Y tu pluma dorada escribe, con tinta negra, la tristeza
profunda que embarga mis entrañas más extrañas. No
consientas a los intocables que te humillen cuando acerquen sus
rostros febriles. Ni consientas sus ruidos nocturnos,
191
ensordecidos y desencajados, frente a las puertas doradas de tus
sueños etéreos.
Oyes túnicas blancas, desplegadas a los vientos que se rasgan
con desvelo. Entre túnicas blancas soledad de frías paredes, un
último soplo de vida se apaga. Vientos que soplan asustando tu
alma. Y tú te preguntas: ¿Dónde está? ¿Dónde está mi dignidad
humana? Aquí nadie escucha, sólo soy un poeta. Hace frío, ya
llegan las túnicas blancas. Oigo sonidos de lluvia, oigo el mar y
las olas, pero ¿por qué nadie escucha el reclamo de mi alma?
Necesito un abrazo de amor, un instante tan sólo, una palabra
de ánimo que caliente mi alma. Entre túnicas blancas, soledad,
mi último soplo de vida escapa…; queriendo imaginar un sueño:
el mar y las olas… la magia de la paz eterna…
Poetas anónimos recitan versos cantados con tu bendito
nombre Libertad. Y tu nombre es aquel espejo que escapa con
furia ciega, del seno materno de tu humilde existencia humana.
Bajo la luna llena sacrificas tus eternos miedos, para salvar la
humanidad de sus terribles desvelos. Atacan con palabras
despiadadas tu esencia frágil enajenada. Son delirios febriles de
grandeza, los que acechan las benditas madrugadas, en las
mareas silenciosas de tu misteriosa inmortalidad.
Cuelgas ramas de olivo en las puertas de tu khayma dorada.
Ramas que simbolizan la paz del pueblo esenio. En las dunas
africanas del desierto del Sáhara, Chaouen contempla tus
misterios desde lo alto de los cielos. Amar en tiempos revueltos

192
es un premio consentido por los dioses del Olimpo. Es un
premio que otorgan los dioses en las eternas y dulces alboradas.
Eres presa del desconcierto más cierto, y de la cruenta
desesperación, ante la vil batalla de su falsa ambición humana.
Ambición desmedida que pone todo su empeño en salpicar tus
entrañas de envidias vanas. Mas no abandones tu pueblo, ni tu
humilde morada, cuando sientas que tu alma se empaña, con
millones de lágrimas de sangre y lava. Recuerda tiempos pasados
donde tu frágil memoria no fallaba. Recuerda tiempos pasados
donde los “sin nombre” gobernaban tus incesantes pensamientos
oníricos.
Y en tu desconsuelo, gritaste con furia y rabia a los cuatro
vientos: ¡Soy libre! ¡Amo al viento gélido de tus sueños!
Y tus ojos atigrados, con nostalgia, recordaban tu historia
más sagrada, en la eterna y dulce madrugada. Protegida por los
pueblos, por mercaderes de poemas de tu templo más sagrado,
en los amaneceres extraños envejecidos por el tiempo. Tiempo
de dudas y deseos… Dudas, que asaltan los mares del deseo, tan
sólo acarician suavemente las ramas de tu alma desvelada.
Eres guerrera de la paz en tus libros imaginarios de duendes,
princesas y sirenas blancas. Tu historia, prohibida por el
“tribunal supremo”, es una historia de amor real, en un mundo
virtual e imaginario, en Qumrán.
La tierra que habitas es cobijo inmortal, de hadas blancas y
elfos protectores de los bosques encantados. Ve despacio, en tu

193
silencioso camino empedrado. Es mi mensaje para ti, es mi
ofrenda amada de mi latido acelerado.
Alquimistas y viejos trovadores acuden a tu lecho florido,
lecho durmiente lleno de hermosas rosas doradas. Cantan viejas
canciones de estrofas por el pueblo olvidadas. Cantan poesías
dulces, con palabras de amor, palabras. Libros extraños,
revolucionarios, arden en la hoguera de los odios y rencores de
la historia.
Dime madre, si no extrañas el mundo mágico y el misterio
que asoma al borde del umbral.
Y tus alas se despliegan como abanicos en tu vuelo. Vuela
alto por los mundos de Morfeo, que la vida es un sueño nada
más. Un eterno sueño, desvelado por instantes e historias
interminables, en un pedregoso caminar. Un misterio nublado y
atardecido por los mares transparentes del Olimpo.
Y si acaso eres dueña de tus actos, no te alteres ni te enfades
con quien te regaló la luz, en este nuevo amanecer profundo y
prohibido. Piensa que eres madre hermosa, embellecida por los
suaves reflejos de la luna llena. Permanecerás siempre protegida
por los guerreros de luz, ya que es su digna condición después
de tanta traición.
No olvides tus raíces ni tu historia más prohibida, que la vida
es muy corta y se rebela ante tanta acritud humana. Se rebela a
los vientos más sagrados, desconfiando de los sabios consejos;
consejos puros e inocentes como jilgueros viejos.

194
Y en mi alma guardo esas flores fragantes de lirios, rosas y
nardos. Esas flores que olvidaste en el viejo baúl de mis íntimos
recuerdos y apaños. Olvidaste todas las penurias que pasé en tu
ausencia y en tu olvido; así como los caminos que tramaron en
tu ausencia prolongada. Vida prolongada por el aire fresco de las
cumbres altas, bajo los cielos de Asia. Cielos donde se respira
una grandiosa libertad en toda su magnificencia. Eres dueña de
mi vida, de todas mis melancolías bravas. Melancolías que
acechan en las sombras de este enorme bosque desolado.
Desolado por los fuegos de mi alma y de tu alma. Fuegos que
son brasas de rescoldos que no se apagan. Brasas que calientan
tu memoria frágil y olvidada. Olvidada en laberintos ocultos de
la antigua Mesopotamia. Eres madre todo lo que yo deseo, todo
lo que yo siento cada día y cada noche.
No permitas que se olviden de tus metas y de tus logros, de
tu vida consagrada en los libros de la historia. Eres fiel al sentir
de tu pueblo esenio. Contemplas las olas embravecidas que se
rompen contra la frágil arenisca de esa inmensa playa.
En tu inmortalidad verás al esquivo leopardo de las nieves,
en las cumbres elevadas de tu querido Himalaya. Compartirás tu
mirada con mi alma apenada y tremendamente desgarrada.
Y yo, a tus pies morenos y descalzos, seguiré escalando con
coraje y fuerza inhóspita para alcanzar tu cima más alta. Madre,
todo lo que soy es gracias a tu tremendo amor. Eres mi dulce
amiga y la dueña de mi vida. Cada instante junto a ti es un
regalo de los dioses del universo. Te quiero aquí y ahora, en el
195
eterno presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche
plateada. Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso.
Mma thlit gori, madre te quiero, tu alma dulce es mi bello
universo. Infinitas gracias madre por el inmenso regalo de la
vida.

196
Dulce inmortalidad humana

Tu paciencia escapa hacia la dulce inmortalidad humana. Yo


quiero ser tu regalo, tu obsequio en cada nueva madrugada.
Madre yo quiero ser el aire fresco que respiras, que da brisa sana
a tu alma, cada instante de tu vida y de la mía. El cielo añil sigue
siendo morada de ángeles de luz furtivos, ángeles luminosos que
guían y protegen tu esencia pura y blanca. Y tú madre, eres mi
musa y mi ángel cada instante que yo respiro en tu anhelada
libertad. Como ángel guardián de la paz te juraron ser princesa
inmortal, mas tan sólo era una vil promesa vana. Eres una
piedra sagrada que protegen los feroces leones en la selva
extraña de mis sueños.
No te canses jamás de luchar, de vivir plenamente, de volar
con entera libertad. Escapa de tu alma desgastada, destrozada en
mil agujeros de desamor y tristeza amarga.
Y las ninfas cabalgan en caballos de acero y plata. Suenan, a
lo lejos, cánticos de bendición hacia tu tierra extraña. Mientras
tu voz se apaga enmudecen los algodones al estío, con sus
llantos quebrantados y temibles gemidos.
Madre escucha a tu niño interior, no corras presurosa, ni te
acerques al borde del umbral, aquel umbral límite entre la vida y
la muerte. Abrirás las cortinas de tus ojos entreabiertos, al
escuchar el latido apagado de mi corazón tremendamente
extenuado.
197
¡Eres todo para mí madre! Duelen, al anochecer, las llagas de
tus heridas mortales. Duele que tú sufras en silencio la falsa
hipocresía, y la rancia indiferencia de los “sin nombre”. Son
sombras oscuras, de tu vida pasada, que no dejan que hables con
las hermosas flores del jardín del Edén. Te creen completamente
perdida en tus vagos pensamientos, mas no te dejes hundir en tu
blanco navío, extraviado en la plenitud de la tormenta.
Madre me gusta cómo eres, cómo sueñas esos mundos
oníricos, cómo sientes esas fragancias florales en tu pecho
sonrosado. Eres rosa de pasión roja, lirio-rosa de mi árido
desierto. Eres símbolo eterno, bella metáfora de libertad.
Tú y yo madre somos poetas de la noche bajo las estrellas de
terciopelo y cubrimos los corazones de pétalos de compasión. Tú
y yo madre no somos como ellos. Somos príncipes cautivos en la
luz de la noche, dioses inmortales en el dorado jardín del
Olimpo. Ellos son ángeles caídos al abismo profundo y
desmesurado de su eterna esclavitud. Abismo, pozo barnizado
con reflejos y destellos de espejos negros. Pondremos nuestras
almas a cobijo, entre los pétalos de rosa que brotan de esa última
canción. Canción que entona tu querida paloma blanca,
enjaulada entre barrotes dorados llenos de espinas rosadas.
No quiero volver a reencontrarme jamás con los intocables,
ni con sus vasallos, ni esclavos. Son espíritus esclavos,
enjaulados en eternas cárceles de oro y mármol.
Yo madre te quiero, y quiero formar parte de tu locura, que
es mi locura ciega. Aunque realmente tu locura, tal como la
198
llaman, no es locura sino consciencia suprema de la realidad
exógena.
¡Quién acunará mis emociones, cuando el cielo azul, con sus
infinitos destellos blancos irisados, atormentado apague sus
estrellas incandescentes!
Permaneceré unido a la noche, a tu hermoso atardecer de
verano. Verano del África profunda, del África prohibida en la
existencia de las ánimas pacientes.
Madre no te alejes de mí, soy testigo único de la mentira y
falsedad de los feroces leones. Yo daría mis días y mis noches
por estar junto a tus infinitos soles. Y si fuera tan sólo un
instante, bajo el sol abrasador, yo pagaría por tu infinito error de
amar sin condición, con tal que tus alas vuelen lejos de su locura
desvariada y eterna ambición. Amapolas rojas marchitan páginas
amarillas de sentimientos, en el libro interminable de tu vida
que es la mía. No dejes jamás tu condición, ni te arrepientas tan
sólo de un breve instante de tu vida. No dejes de oler las lilas y
rosas blancas, que adormecen junto a tu tumba hermosa y
sagrada.
Con mis ojos alzados hacia los olmos centenarios, imploré a
los dioses justicia ante tu tremendo sufrir. Y con mis brazos
extendidos acunaba tus sentidos, tu rostro humano y a la vez
sensiblemente divino.
Llevabas perlas de coral en tu vuelo eterno hacia la
inmortalidad. Perlas blancas de antiguas heridas ya cicatrizadas
cubrían tus desgarros de amor abiertos. Perlas blancas
199
inmaculadas, doradas por la compasión y el perdón. Tu amor
era un amor prohibido, entre el fuego abrasador y la sangre era
un dulce amor cautivo. Ríos de sangre ardiente brotaron al pie
del moral, y sus fuentes tornaron su color pálido en rojo pasión
por tu profundo amor desmedido. Acariciabas la belleza de la
luna azul, cada noche y en cada instante.
Madre bella, estrella de los mares: ¡Déjate llevar por tu coraje
y suprema verdad etérea! Verdad honorable que entierra los
reflejos de tu mirada eterna. Reflejos y brillos plateados en tus
ojos cautivos. Cautivos de misterios lejanos y deseos extraños.
Rebrillos de lejanos espejismos en oasis perdidos, en los
atardeceres prohibidos de Qumrán.
¡Déjate llevar por la inmensidad del universo cósmico, por tu
alma eterna e inmortal! Despliega tus alas, como aspas de viejos
molinos, al viento del sur, al viento otoñal. Madre, te quiero
dentro de mi corazón y de mi atmán interno. Atmán, bello
sonido que escucha el pueblo esenio. Reflejos de corazones en el
espejo, llantos secretos de un pueblo. Pueblo esenio de mis
sueños. Sueños de corazones esenios, dulces despertares en mi
desierto.
Madre, te quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-
rosa de mis sueños. ¡Mma thlit gori! Amor de noche plateada.
Noche, camino de plata hacia el amor absoluto, hacia la mirada
inefable de lo Inmenso. Madre: ¡Escucha lo Inmenso! ¡Escucha
los bellos sonidos del pueblo esenio!

200
Inspiraciones poéticas

Inspiraciones poéticas se alejan de tu silencio dormido hacia


tierras lejanas y extrañas del más absoluto olvido. Y tu mejor
canción poética se la dedicas con amor a la luz blanca y a los
rayos de su esencia etérea y perdida.
Gotas de agua viva, cascadas transparentes caen acariciando
tu fina piel morena y dormida. Y tu voz es la mejor canción para
mi apenado corazón, en cada día azul celeste, como el cielo
inmaculado por el sol.
Tomaste un sendero equivocado hacia tu frágil morada
eterna. Morada interna, lecho floreciente y durmiente de tu
ángel divino guardián.
En tu esencia más resplandeciente tan sólo queda un breve
instante. Instante inefable para contemplar la fugaz llama de tu
intenso brillar.
La canción de tu interior es mi eterna ilusión y mi sueño por
un mundo mejor, mundo lleno de justicia, solidaridad y amor.
Muestras una enorme quietud ante el fulgor del fuego
sagrado, fulgor de un amor abrasador a orillas del mar Muerto.
Madre, con extrema calma y pausada quietud, abres los
pétalos de tu enorme corazón en flor. Abres los pétalos de tu
desazón al mundo libre, cautivo de amor y pasión. Abres, con
cautela, las cadenas de plata que engarzan tus miedos de noches
constantes en vela. Tú posees la llave secreta de mi lábil
201
conciencia. Conciencia cósmica y universal de mi etérea
paciencia. Cosmos paralelo, infinito universo supremo.
Sueñas, con desvelo, en el lago existencial de tu vida. En tu
vida no hay fronteras, ni muros infranqueables. Viste caer
demasiadas vidas y tropezar miles de existencias en pedregosos
caminos. Senderos inciertos de barro y lodo movedizos. Viste
partir demasiadas almas hacia el fulgor de las estrellas
aterciopeladas, hacia el resplandor del espacio y del universo
concreto.
La tierra gira y sonríe. Con sus guiños mira tus bellos ojos de
tigresa salvaje; tigresa bella, enaltecida por los dioses.
Olvidas las guerras y sufrimientos vanos, olvidas los odios
crueles y enormes desengaños. Tan sólo anhelas la felicidad en
la más absoluta inmensidad.
Madre, junto a ti toda la vida… cerca de tu alma está la mía,
unida a tu cordón umbilical de plata fina.
Dentro de esa burbuja aérea de paz estás envuelta en aromas
de sándalo y ruda fina. Ayudas a pobres corazones perdidos, que
navegan ausentes en miles de océanos del triste olvido. Proteges
tu alma frágil cual mariposa blanca florida, mientras yaces
plácidamente en la eternidad consciente. Y suavemente reposas,
como las hojas amarillentas que caen de los árboles otoñales.
Dulcemente olvidas los rugidos de los feroces leones y los
gemidos de aquellos ángeles caídos en la profundidad del
abismo.

202
Ecos y voces insomnes se palpan, se sienten, en tu alma
magullada y herida. Voces extrañas de paraísos terrenales, de
crepúsculos dorados, en el sendero de las nubes blancas. Voces
negras de tu vieja guitarra, olvidada y dormida, se oyen en la
lejanía. Lejanía de tenues inspiraciones divinas, de eternas y
bellas melancolías, de infinitas sombras dormidas. Lejanía de
paraísos luminiscentes, de reinos de cisnes blancos, de almas
profundamente divinas. Lejanía...

203
Dos estrellas brillan en tu desierto

Dos estrellas, una blanca, la otra azul, brillan en el terciopelo


celeste. Alumbran tu dulce oscuridad, en las tormentas de arena
del desierto. Arropan tu frágil corazón, tu pobre ánima dormida.
Ánima de esencia herida, desgarrada por sutiles ignorancias
prohibidas. Son ángeles protectores de luz radiante, de Oriente a
Occidente.
Madre: ¡Abrázate a tus dulces sueños de mariposa blanca
dormida! ¡Descubre cómo es la auténtica felicidad, dulce espejo,
reflejo de tu mirar!
Palabras fugaces escapan, de la juventud hermosa, hasta
alcanzar esa madurez temerosa. Temes al olvido, mas no a las
crueles garras del vil desatino.
Ya es tu hijo un bello corcel blanco, que galopa por las
praderas verdes de la tierra prometida. Tierra prometida, entre
bellos paisajes y dulces aromas, con sabor a Nepal africano.
En el paraíso inmortal vives tu juventud más hermosa,
bebiendo de las aguas cálidas del manantial de la luz. Rayos de
dulce arcoíris se posan sobre las aguas tranquilas de tu océano
de cristal. Podrías ser gacela salvaje o águila roja, mas jamás
dejarás de soñar, ni de embriagarte con la ilusión de ser fuego,
llama roja de su pasión desmedida. Pasión roja que escapa al
universo, entre dulces sonatas, en un breve instante de silencio

204
musical. Vives en océanos transparentes de intenso amor,
entrando en un largo letargo de ensoñación.
¡Tantos errores cautivos existen en el destino! Suena la
alarma de un despertador, de tu viejo reloj del tiempo perdido.
Tiempo de plata, tiempo que ata tu alma apenada a mi alma.
Madre, sabes que yo podría ser mejor, mas no puedo dejar de
ser como soy, etéreo y frágil; frágil como un alma inocente de
niño. Soy el niño que llora al sol y cree que tiene razón, aun en
la más extraña sinrazón. Desmedida y desbocada al universo,
encuentro mi alma cautiva, envuelta entre tenues velos negros.
Velos que no dejan entrever las llagas, ni las espinas de los
pétalos amargos de mi triste corazón, acongojado y apenado. Y
tú madre sabes que yo puedo errar, y en ese errar mi paso debo
frenar, frenar tan sólo un instante, un instante subliminal.
Madre soy el fruto de tu amor prohibido. Amor incesante,
sin condición, en este océano de luz radiante. Y tú sabes cómo
es la verdad, cómo es la auténtica libertad de este pueblo errante.
Tú madre sabes cómo es la verdadera libertad, en este océano de
cristal de tu flor más fragante. Flor fragante de tu pueblo
errante, y de tu velo negro más distante.
Madre, perdieron su dignidad, por aquel entonces, aquellos
que te despojaron de tus lindos aposentos de princesa noble.
Aposentos escondidos entre pétalos de hermosos y radiantes
sentimientos.
¡Corre madre con tu mente, con tu furia, en tan sólo un
breve instante! ¡No te frenes, ni te pares de repente, ante esos
205
precipicios abruptos de tu existencia digna y humilde! ¡Vuela
alto con tus alas irisadas, como hada encantada, hacia los
bosques lejanos de tus sueños y mis sueños! Nada como cisne
blanco, en las aguas hialinas de manantiales claros. Nada como
sirena cautiva, sumergiéndote en las aguas profundas de tu
memoria serena y perdida. Memoria serena y cautiva, memoria
presa de tus pensamientos sinceros.
Eres perfume embriagante, mezclado entre fragancias
hermosas y amaderadas de olores salvajes. Aromas exóticos de
flores violetas de cinamomos y nardos índicos, en tu dulce
esencia. Hermosa esencia y presencia de noble princesa.
Madre eres princesa dulce, como la miel de azahar, como el
maná caído del cielo en los primeros tiempos de nuestra
humanidad.

206
Lágrimas rotas

Ellos poseen un alma negra, amarga como la hiel. Y se ríen


de tu triste agonía, y de tu ausente alegría, en esos breves
instantes, pedazos de vida robados por el tiempo perdido. Se
ríen de tus sollozos constantes y de tus continuos lloros como
paloma tristemente herida. Son sutiles gemidos de este destino
prohibido y del desatino más airado y cohibido.
Madre, aunque el mar llore lágrimas rotas de plata, no
olvidaré jamás tu lánguido caminar en el sendero de las nubes
blancas. En este pedregoso sendero de la vida, jamás olvidaré tu
hermoso y frágil mirar. Tu mirar titilante con ojos cautivos de
tigresa enjaulada. Ojos de princesa esclava, en una cárcel de oro
fino y plata.
Flores rotas, en el ático prohibido de tus sueños y los míos.
Flores perfumadas embriagan tu plácido soñar. Soñar en este
océano inmenso de cristal, en este inmenso mar hialino que es
tu mar. Tu mar tranquilo y mi mar, dulce río en calma de mi
eterno inconsciente… Nunca olvides tu historia, ni tu dulce
vibrar. Nunca olvides el latido acompasado de mi corazón junto
al tuyo, en esos instantes que fundimos nuestras almas en un
abrazo eterno y apasionado.
Corazón acompasado, que late con pasión enamorado, en mi
eterno jardín dorado, en el anochecer tranquilo de mi horizonte
más lejano. Pasión roja se desboca, en noches oscuras y
207
sombrías, en callejones escondidos y estrechos, en viejos
corazones enamorados.
Buscas el fulgor brillante e irisado del candor incandescente.
Fulgor resplandeciente, en tu vieja morada escarlata más
paciente. Escarlata e irisada es tu morada floreciente, en mi
jardín dorado de Oriente a Occidente.
Charlatanes juguetean, como flores traviesas, como
duendecillos mágicos traman y urden viejas ultranzas. Mas nada
alcanza el sosiego de tu alma. Ni tan siquiera un atisbo de traza
vil o desazón humana, o de resquemor por sus viejas patrañas,
consiguen herir tu alma blanca.
Tus ojos entreabiertos escudriñan, a lo lejos, paraísos celestes
cubiertos de viejos veleros. Veleros y navíos extraviados, en los
mares distantes de tu olvido más sincero. Atraviesas claros
manantiales, cascadas torrenciales, entre miradas pícaras al sol
naciente. Miradas pícaras y traviesas son sutiles guiños al tiempo
perdido.
Siento, eternamente, la pena y congoja de tu ánima en la
rueda del samsara. Siento cómo arde tu piel morena y caliente,
bajo el sol abrasador del desierto de Oriente. Caliente y ardiente
está tu alma, en la más nimia coincidencia y transparencia de
esta realidad consciente. Transparencia, obsolescencia de tu
esencia y de mi existencia.
En tan sólo un breve instante, atisbas a lo lejos un bello y
atractivo paisaje. Son finos desatinos de un enorme oleaje.
Oleajes de mares inciertos, de mares y aires, de rostros galanes,
208
de arrayanes donde no se pasea nadie. Paisajes donde
contemplas, entre pinos y espesos ramajes, un futuro incierto
inconstante. Futuro cubierto de flores de neem esperanza y de
ramas de enorme templanza, en este riachuelo constante.
Riachuelo constante de tu vida y de mi vida.
Amapolas florecen en los bosques salvajes de tus sueños
dormidos. Sueños donde las olas rompen en finos cristales de
puro diamante, donde las olas forman castillos de fina arena
blanca, sobre tu piel morena y ardiente.

209
Papel mojado en lágrimas rotas

Es un puro acierto, entreabierto a la más dulce espera de tu


cielo. Cielo cubierto por pequeñas nubes de algodón blanco y
etéreo. Mantienes tu corazón en vilo, en ese pequeño y acogedor
rincón de mis sueños prohibidos. Sueños dulces, con sabor a
miel impregnada en tomillo. Son melodías de tus bellos días, son
claveles de esperanza, flores de papel mojado en lágrimas rotas
saladas. Papel viejo, mojado con la fina lluvia de tus lágrimas
enjugadas. Encuentras un vacío frío, sombrío, que enamora
hasta la última hora y morada.
Un abrazo en tu regazo, es mi dulce y eterno letargo. Letargo
y amargo sonrojado pensamiento, de este grandísimo tormento,
que es mi tormento. Y en la más absoluta melancolía aparece de
manera abrupta esa anhelada galanía. Mientras callas tus
palabras más amargas, tu alma desposada estalla en una calma
blanca, desolada. Y tus penas son las mías. Penas que recorren
celosamente, con eterna gallardía, mis venas rojas de pasión
desmedida. Venas entreabiertas, como hojas de un viejo libro
olvidado, entre leves suspiros, al viento gélido de la madrugada
cautiva. Suspiros y lamentos son letanías en el más triste olvido.
Y tus cabellos son los más bellos, entre nardos blancos y
suspiros entreabiertos a los cielos. Es el presagio de un naufragio
cautivo y prohibido, hacia los mares del eterno olvido. Olvido de
una vida herida, magullada, en la más absoluta melancolía.
210
Mientras, la lluvia refresca tu tierna hermosura, y la delicada
presura de tus dulces sueños sureños.
Eres un atisbo de rayo verde esperanza en mi atmán, en mi
tierra de felicidad permanente. Eres el reino de Shambhala que
despierta a la inmortalidad de mi alma. Eres mi ciudad perdida
del Tíbet, cuando escucho tus leves suspiros en Sion. Eres mi
paraíso terrenal, cuando oigo tus trémulos gemidos en el muro
de Agripa.
Jerusalén es tu bello sueño, donde nacen tus llantos
nocturnos y quebrantos. Y en la cima de esa cumbre elevada, ese
duro candado de oro y plata, engarzado en diamantes de sangre
inocente, tal vez, oprima las eternas conciencias dormidas.
Conciencias arameas de corazones esenios. Flechas plateadas,
de espíritus esenios, entrelazan hilos de fino algodón. Corazones
de almas trémulas. Poetas de un pueblo elegido dentro del
pueblo hebreo. Poetas del sol, poetas de Galilea, poetas de la Vía
Láctea, poetas de la inmortalidad del alma. Sangre roja de Aarón
dentro de la Gran Hermandad Blanca… Y en el desierto de
Judea, las conciencias más sensibles, a la cruel injusticia humana
y divina, desprecian la maldad de esta tierra dormida.
Poesía esenia es un canto de alabanza, es un llanto de
esperanza, de este maltrecho corazón que se cierra y se aterra
ante tanta crueldad y vileza. Poesías al sol, odas contra la
esclavitud humana. Poesías al alba, simientes de amapolas,
fuentes impacientes de cristales de cuarzo transparente. Poesías
al alba, fuentes de cascadas de claros manantiales. Corazón de
211
mujer esenia… es la losa que reposa, es la rosa que se posa como
dulce mariposa. Poesía… es la muerte más solemne, más inerte
del dolerte, del quererte, del amarte. Es el arte de la palabra
dulce, de admirarte más allá de tu muerte y de mi propia
muerte. Amarte más allá de mi muerte, de mi desierto, de mi
soledad más ausente.
Entre giros y suspiros, llevas una enorme cadena de acero
que te oprime, que te apena, y te aflige en la tormenta, en el
valle de Cedrón. Es un llanto leve de tu esencia que te exime,
que te arropa en los momentos más amargos de tu frágil
existencia. Son instantes dulcemente amargos, con quebrantos,
en la falda del Olivete. Mientras, este invierno frío, en este
tierno paraíso, mantiene tu alma apenada, encadenada a sus más
dulces y extrañas miradas. Mientras, esta ninfa mágica,
ilusionada, juguetea en tu jardín floreciente, dorado por el sol
naciente. Juguetea en el jardín del Edén, en el jardín de los
eternos enamorados, desoyendo las condenas escritas en papeles
mojados. Mal presagio de un inesperado naufragio, en los mares
del olvido más extraño y más amargo.
Mi dulce rosa de Jericó: ¡Qué frescura existe y deslumbra tu
infinita hermosura! Eres un ser admirable, mi princesa noble y
mi reina de los mares. Eres mi querida madre, un ser divino
adorable… un ser latiendo, en cada instante que vivo, con tu
enorme corazón entrañable. Eres un corazón esenio, lleno de
pétalos de rosas brillantes. Es muy bello tu cabello, tu melena
rizada al viento. Es muy linda tu mirada, dulcemente irisada.
212
¡Una suerte fue elegirte como madre, en esta existencia
humana!
Mantengo el alma en vilo, ante el triste presagio de la deriva
de tu barco, en esta enorme tormenta, en el mar de Galilea.
Tormenta donde acecha el ángel de la muerte, a cada instante,
ante el triste presagio de la muerte más inerte. No encuentras la
manera de despegarte de su vida, de su corazón indomable, pues
tu esencia es la mía. Tu esencia y la mía son la misma inefable
esencia.
Esos dientes blancos, tan perlados, son simientes de oro
blanco. Son hermosas rosas blancas, que reposan en tu losa
imperiosa. Mas tu cielo es mi consuelo. Mi consuelo es ya
eterno, al amarte, al quererte, al desearte como antes. Mi deseo
es tu deseo. No disputo, en absoluto, tus palabras de tormento,
en ese rápido y truncado momento de sensible pensamiento.
Eres mi hada generosa, deseada y anhelada. Eres mi sirena
que se baña entre lirios y jazmines rosas, en el río transparente
de mis dulces sueños soleados. Soleados, deseados son mis
sueños. Son mis sueños, mis tesoros más amargos, que
ocasionan furores desmembrados en eternos corazones
enamorados. Eternos corazones de colores irisados, dulcemente
perlados.
No te aflijas madre, ni suspires como antes. Contempla las
altivas murallas de Jerusalén, allí donde tu alma en vilo exhala
su último suspiro y su dignidad humana. Con tus alas y mis alas
escapas, más allá de las dulces palabras. Palabras con sabor a
213
canela en rama, aroma a azúcar de caña. Escapas como mariposa
blanca, como rosa blanca perfumada hacia las eternas cumbres,
lejos de las extrañas miradas.
No comprenden tu existencia, ni tu sensibilidad humana. No
comprenden cuando ríes, cuando lloras, o cuando tus alas
frágiles se rompen en finas capas de escarcha blanca. Esa rosa
roja, con sus espinas blancas, es una enorme losa que reposa en
el manantial de tu luz cálida y hermosa.
Un velo blanco cubre mi cuerpo más inerte, despojado de mi
máscara imperfecta. Lloro a escondidas, entre callejas desiertas,
donde tus manos, encalladas con arrugas finas, entregan semillas
y frutos de edapal, en un eterno silencio mortal.
Palmeras y arrecifes de coral, a lo largo del sendero,
encuentras en tu dulce inmortalidad. Son dulces quimeras de
esta extraña realidad existencial. Quisieras poder sobrevivir a
este cruel tormento del mundanal ruido, mas tu esencia necesita
reposar cálidamente, entre algodones de azúcar blanco. Reposas
ya tranquila, en tus dulces aposentos de princesa inmortal, rosa
preciada de mi desierto. Mientras, la luna azul baila una danza
mágica, con las estrellas plateadas del cielo de terciopelo negro.
Estelas irisadas, camino de la inmortalidad más existencial. Son
hadas coloreadas, brillantes en su fulgor más radiante, fulgor
cambiante de las noches de Oriente. Mientras, en el aire que
exhalas, miles de espadas cortan los suspiros leves que más
extrañas. Y en el transcurso profundo de tus sueños más
fecundos, acaricias suavemente las manos de un anciano monje
214
esenio. En esa caricia cálida, con fe ciega entregas tu tesoro más
hermoso, mientras tu esencia dormida despega hacia el eterno
Absoluto.
Fue una buena ocurrencia, ante tanta y vil obsolescencia.
Pensaste gritar en alto: ¡Basta ya tanta opulencia! Tan sólo se dio
una nimia coincidencia, en esa mañana fría de madrugada clara.
El alma de tu amado extendía su mano hacía los muros
infranqueables de la inmortalidad sagrada. Viste ante tu
asombro paisajes llenos de bellos ramajes, selvas impregnadas en
aromas africanos. Oíste viejos cantos tibetanos y odas poéticas
de sirenas, en su dulce nombre y pronombre. Oliste hermosas
fragancias de claveles y jazmines blancos, acogiéndote
plácidamente al anochecer de mis sueños y tus sueños eternos.
Todo sucedió en ese instante vacío, de un solsticio de verano un
tanto sombrío.
Es su mirada que te enamora a deshoras. Es su palabra que te
atrapa, como una tela de araña. Es su abrazo que te acoge en su
cálido regazo, mientras te acuna y te mece con ternura. Es su
beso que te enamora y te atrapa, entre dulces mieles de romero y
azúcar de caña. Es sensible poesía, poesía esenia en tu alma y en
mi alma. Poesía del pueblo esenio, pueblo elegido dentro del
pueblo hebreo. Son palabras dulces, versos cantados al alba. Son
susurros de creativas poesías en Galilea y Magdala. Son poesías
de alabanza de la Gran Hermandad Blanca. Poesías bellas, como
cascadas de agua clara, escapan con los vientos huracanados a la
Vía Láctea. Sonetos de poetas esenios, creadores de inspiraciones
215
poéticas aterciopeladas. Esenios, poetas del sol, en la dulce
inmortalidad del alma.

216
Lecho durmiente del Universo

Entre cantos y alabanzas oyes dulces querubines, al fondo de


ese tranquilo y calmo rincón de tu habitación perdida, en la
inmensidad del cosmos. Rincón donde yacen estrellas rojas en tu
pequeña cuna dormida.
Es un amor absoluto que te arrastra, como un río plateado
que brota a deshoras. Es un gesto, muy compuesto, el que brilla
cada hora, cada instante que reverbera el silencio dormido.
Y el tiempo perdido es pura melancolía, cristalina presencia
que hace compañía ante tanta galanía. Es tu pequeña cuna
dormida, lecho floreado y durmiente que huele a verde luna. Y
en instantes breves de letargo, se oyen aleluyas candorosos que
alejan la melancolía, como nubes blancas, como hojas de lluvia
fina. Mientras, permanece al acecho la esencia de tu más florido
lecho. Entre tomillos verdes, tu lecho durmiente, floreciente de
rosas y mariposas blancas incandescentes. Es mía tu enorme
melancolía, que acecha en mitad de la noche, cuando vagan los
espíritus débiles por las sombras nocturnas. Sombras
fantasmagóricas de las noches ausentes. Espíritus vagan en tu
eterno letargo, huyendo de la luz y de la lumbre de tu hoguera.
Hoguera eterna que transforma el abismo infernal en manantial
claro.

217
Entre suspiros leves, desapareces sutilmente por recovecos
estrechos. Recovecos maltrechos de tus numerosas cicatrices
ardientes.
La agonía de tus días deja paso a la inmensa alegría del sol
naciente, de Oriente a Occidente. Y la muerte más inerte deja
paso al que nace, entre leves suspiros y presagios nebulosos de
antaño.
Adoro tu dulce decoro, mientras la brisa acaricia suavemente
cada hoja, cada rama, cada flor de este árbol que es la vida. Es el
árbol de tu vida y de la mía…Vidas que se juntan, que
entrelazan sus raíces en la historia perdida.
Y tu vuelo es un anhelo… Y tu llanto, pura emoción, es un
dulce quebranto de mi leve existencia humana, cuando la nieve
se cierne sobre las cumbres blancas, bajo los cielos de Asia. Llega
por fin el ocaso de los dioses del Olimpo, cuando el reloj del
tiempo perdido hace clic-clac. Y tu historia madre, es mi historia
querida. Y tu herida es mi vida magullada y malherida. Y tu ira
enaltecida es mi furia consentida, mas aprendes que el tormento
es eterno ofuscamiento.
Mientras la llama de tu alma se siente desolada, escarchada y
maltratada, en la eterna madrugada asoman puñales de vino y
sangre, entre abiertos ventanales. Son miradas que te atrapan,
extasiadas y anheladas. Son ofrendas que atormentan, entre
enmiendas y contiendas. Es consuelo marginado, en tu vuelo
imaginado.

218
Y consigo descifrar un viejo pergamino, escrito en jeroglíficos
egipcios, en un triste desatino de tu historia, que es mi historia.
Un momento que tú sientes, como eterno sufrimiento, como
eterno ofuscamiento. Asoman, entre cristales claros, figuras
fantasmales que adormecen tus sentidos más prohibidos y
cautivos.
Esa espuma que rezuma, de cascadas de agua brava, es rocío
fino que brota en las frías madrugadas. Es pura coincidencia
entre tanta obsolescencia. Es pura transparencia entre tanta
ocurrencia. Pero tú, madre, tan sólo quieres dejar dormida mi
alma eternamente, en un rincón plácido de tu tierno corazón
extasiado.

219
Asid amllal sahm Doniyt – Luz blanca flecha al
Universo

Corazón que enamora a deshora, que traiciona a cada hora.


Corazón que abraza este vacío absoluto, tan umbrío y sombrío.
Amor traicionero que hiela tu pobre y maltrecho corazón de
primavera.
Es un gesto descompuesto, cuando desnudas tu alma como
luna roja al viento. Es pena que estalla y calla, ante tanto llanto
dormido, en los dulces espejismos de tu desierto cohibido. En tu
cuna ves la luna azul que brilla, en la oscuridad nocturna, en la
mísera penumbra. Son tiempos de bonanzas y de eternas
esperanzas.
Aunque es amargo tu letargo, madre, yo te adoro y te quiero
como hija de la luna, como brisa suave que acaricia tu eterna y
pura melancolía. No son dudas lo que tengo madre, tan sólo es
muy duro y cruel este sufrimiento interno. Sufrimiento que
acecha con espinas y navajas afiladas, entre dulces suspiros de
plata acerada, entre leves retiros de mariposas aladas. Es tan
cruel tu agonía que me pierdo cada día, entre nardos y jazmines
blancos, en laberintos cruzados de la luna viva. Es la muerte tan
inerte que me escapo sutilmente, entre dulces pensamientos,
eternamente, levemente. Y escapo con las raíces profundas de mi
pueblo esenio hacia los confines de plata, hacia las tierras
sagradas de mi querido Himalaya.
220
Madre, los intocables olvidaron tu trágica historia de heridas
y magulladuras interminables, mas no creas sus almas se pierden
por senderos inalcanzables. Todos ellos, con presura, buscan
desesperados la memoria oculta que se esconde tras el ramaje
boscoso de tu laberinto secreto.
Es muy bello tu cabello cuando agitas tu melena ondulada y
encrespada a los cielos, con el cálido viento sureño. Mantienes
tu esencia perfecta y dormida entre viejos velos negros. Velos
negros olvidados, en rincones llenos de lirios solitarios
dulcemente perfumados. Perfumados son tus besos, que suplican
rosas sin espinas, corazones de lirios y nardos. Palabras vacías de
sentimientos vuelan, con sus alas desplegadas, al desierto sureño.
Sureño es tu ángel plácidamente dormido, entre fieras salvajes
que difaman tu noble nombre y pronombre. Difaman sin
conciencia tu nombre y tu vida secreta. Vida ausente de
tempestades, marcada por un amor de eternidades, por un amor
de claridades y auténticas verdades.
Y reposas con tus alas hialinas, sobre la fina arena del
desierto, sutilmente dormida. Dormidas están las velas y las
frágiles llamas que encienden las hogueras, en la noche
aterciopelada y consciente de luna llena. Llena está tu esencia
florida, esencia que habita las mentes despiertas. Madre,
despiertas el más hermoso arcoíris en los tenebrosos días
oscuros, en los días impregnados de velos negros y luto. Luto
olvidado, aparcado en instantes intensamente amargos. Amargos

221
son los puñales de acero que atraviesan tus alas hialinas. Alas
puras y blancas de gaviota libertaria divina.
Elegante es tu túnica, tu blanca djellaba del antiguo mercado
egipcio. Blancas túnicas esperan tu breve anhelo de libertad, al
amanecer profundo del alba. En tu alba, que es mi alba. Alba,
que adelanta los cánticos celestiales, en las mañanas de tu dulce
mirada. Mirada que se engarza y escudriña tus suspiros más
cohibidos. Cohibido está tu llanto más amargo, en tu dulce y
pausado letargo. Letanía en las nieves que cubren las cimas de
todo Oriente y Occidente.
Entre tomillos verdes, como hija de la luz escapas. Escapas
con las raíces profundas de tu pueblo esenio hacia los confines
de plata, hacia las tierras sagradas de lo Inmenso, de lo
Absoluto. Talwardat nljla como bella flor de loto escapas, con
alegría inefable a tu querido Himalaya. Escapas como una flecha
dorada hacia la luz blanca, hacia el universo etéreo… Asid amllal
sahm doniyt.

222
Tiempo un breve instante

Es un arte despegarte de su cruel máscara imperfecta. Y la


muerte es inerte, a lo largo de los siglos y de la historia.
Plácidamente escabulles tus ojos en esos manantiales claros,
donde las flores de loto emergen hacia los profundos rayos del
sol. Sol que da brío y coraje a tu vida vampiresa inmortal.
Inmortal desconsuelo de almas que lloran en silencios rotos de
la mar.
Pasadas las doce campanadas de aguja fina y cristal, tus
perlas blancas iluminan esa dulce sonrisa. Sonrisa tuya y mía, en
la mar. Sonrisa que asoma entre eternas soledades vanas y
enormes ventanales de cristales claros ahumados. Claros días
encuentras en la eterna primavera de tu vida, de tu vida y de la
mía.
No te olvides madre de las mariposas sentidas en este alma
cautiva, del profundo amor que te dio esta cruel vida. No te
olvides madre de los brazos cálidos que acariciaron tus mejillas,
levemente sonrosadas y heridas. Yo no olvido madre tus cálidos
brazos que me acunaron cuando era un niño, lleno de inocencia
prohibida.
No permitas que te injurien, ni que falten a tu memoria. No
consientas que arrebaten los pétalos rojos de tu flor, flor
dulcemente dormida. No consientas que arrebaten tus secretos
olvidados en el viejo desván de tus sueños y los míos. Sueños y
223
desvelos agitan sus débiles conciencias dormidas, entre tanta
osadía.
Y tus días más grises y tus cielos de penumbra son mis
noches azules. Noches aterciopeladas de millones de estrellas
dulcemente irisadas.
Encuentras eternas soledades al refugio de abruptas
tempestades. Tempestades de océanos y mares cálidos
ensombrecen tu mirar, ensombrecen los rayos del sol al caer y
romper la noche de los cristales rotos.
La caída del sol naciente acosa tu mente frágil y durmiente.
Durmiente, acechando está la muerte, esperando olerte e
inmolarte en un disoluto y breve instante. Frío instante silente
de un tiempo oscuro y sombrío. Tiempo donde cada segundo es
un enorme tesoro oculto. Tiempo donde cada minuto
interminable es un pedazo de vida eterna. Vida eterna y plena.
Plenitud de luna llena. Llena de sangre roja apasionada y
levemente encrespada. Llena de sentires y quereres, al más puro
estilismo ensoñado del romanticismo exaltado, en Shambhala.
Exaltado está tu triste apego y tu desapego. Exaltado está tu ego
y alter ego.
En un breve instante, toda una vida inmortal refleja finos
destellos de plata, en el lago inefable de lo Absoluto.
Tiempo… un breve instante de vida inmortal, como un río
rápido tumultuoso, como una flecha hialina hacia Brahma.

224
Corazón de pétalos floridos

Es un sendero luminoso que persigues a deshoras, es una


traición que ignoras cada hora. Hora lenta, pausada, que
marchita los pétalos rojos del viento de tu corazón. Corazón
ignorado por la muerte más ausente. Ignorado mas dulcemente
enamorado. Enamorado de los claros amaneceres rubís, de los
cielos de cobre, de los suaves reflejos plateados en los techos
celestes. Corazón enamorado, en los silencios rotos que gritan
palabras tiernas. Palabras tiernas, caricias, bellos sonidos de
claros días. Silencios que abandonan y apaciguan tu inquieta
alma levemente cohibida.
Brotan manantiales claros, cascadas de lluvia fina, entre
oscuras sombras dormidas. En rincones de laberintos ocultos
fluyen sonidos de cánticos divinos. Ocultos y cautivos, corazones
de pétalos floridos. Cautivo está tu corazón tembloroso,
eternamente herido, latiendo acompasado con el batir de tus alas
inmortales. Alas de águila roja suenan con amor, entre los
pétalos tiernos del viento de tu corazón. Los vientos del norte
traen enormes huracanes, que enfrían y empapan de lágrimas
rotas tu alma pura y blanca. Blanca y pura está tu alma
yaciendo, al anochecer sombrío, en tus sueños más cautivos.
Pasiones equivocadas, eternamente idolatradas, escapan hacia el
techo de los cielos que se rompe en mil fragmentos. Fragmentos
de estrellas brillantes, cometas radiantes se rompen en pedazos
225
de cosmos, en tus sueños y mis sueños prohibidos. Y mientras,
los corazones de los niños cantan y brincan, cual pajarillos en el
dulce estío.
Senderos de cielos rosas. Cielos rosas, cielos verdes y azules
reflejan suaves destellos luminosos en tu corazón enamorado.
Corazón enamorado de la hija del sol. Corazón hermoso, pétalo
florido de la prometida del viento.

226
Halcones hacia Asid Amllal

Dime madre: ¿Por qué tu corazón llora de pena, si la risa


escapa de tus labios entre dulces quebrantos? Dime madre: ¿Por
qué tu alma lleva djellaba negra, si la nieve cubre con sus copos
blancos tu frágil existencia? En todo caso, la blancura de la nieve
permutará las penas de tu alma eternamente dormida.
La luna nueva esconde, entre dulces suspiros leves, un manto
azul de terciopelo brillante. Manto repleto de millones de
estrellas fugaces, en el universo cósmico resplandeciente. Bajo
los copos de nieve, la luna azul hace un guiño a tu alma, y ésta
suspira, entre odas poéticas a los dioses. Suspirando está tu alma
brava, junto a arrecifes de coral y plata. Mientras, se derrite la
nieve, con el fulgor y el extremo calor de tu cuerpo ardiente.
Ardiente está tu cuerpo, entre lirios y jazmines blancos. Lirios-
rosas florecen en el jardín secreto de amantes eternos. Amantes
eternos, almas gemelas enamoradas. Amantes que idolatran las
alas puras y blancas. Alas de tu alma frágilmente agitada.
Agitada por los vientos del norte. Vientos, que enfurecen los
álamos milenarios, hacia el inmenso techo celeste.
Baladas y versos cantados son odas poéticas en tu dulce
nombre y pronombre. Nombre que suspira al alba, entre
hermosas auroras boreales. Nombre y pronombre persiguen,
abnegadamente, tu llanto y dulce quebranto de princesa
enamorada. Dime madre: ¿Por qué lloras cuando ríes? ¿Por qué
227
odias cuando amas? Son dudas que atormentan y afligen mi
pobre alma. Son dudas que entristecen mi dulce y eterna
morada. Morada inmortal, lecho floreciente, donde reposa ya
durmiente tu manto blanco de nieve. Manto que cubre
suavemente mi tierno corazón enamorado. Corazón enamorado,
esperando el instante, más amargo, donde acecha la dama de la
muerte más inerte. La dama de la muerte más inerte acecha
entre finas cortinas negras, en la siniestra oscuridad de la noche.
Esa noche que acontece y adolece, esa noche donde se
embriagan tus sueños con dulces perfumes de tomillo y romero
silvestre. Esa noche donde los embrujos hechizan los más
perfectos sentidos. Esa noche de soledad extraña en el desierto.
Esa noche de mares de plata, de tu mar de plata y del mío.
Madre, esa noche mágica del desierto sureño donde se oyen
cánticos de libertad, al compás de la brisa y del viento. Esa
noche profunda, llena de silencios rotos y de instantes sublimes
mudos, en el lento transcurrir del tiempo, de tu tiempo, que es
mi eterno tiempo.
Madre, yo quisiera saber cómo son tus cautivos sueños. Yo
quisiera saber cómo es tu mundo onírico. Yo quisiera saber si
ese mundo está lleno de montañas nevadas, monasterios
sagrados, sonidos de mantras y ecos de paraísos lejanos. Quisiera
saber si en tu mundo onírico existen unicornios alados, ninfas
doradas y reinos sagrados. Quisiera saber si en tu mundo de
Morfeo escribes poesías al alba, si rompes los muros y fronteras
de la esclavitud humana. Madre yo quisiera saber si tu esencia
228
salvaje, de tigresa enaltecida, viaja por la árida sabana africana,
mientras tu cuerpo caliente yace en esa cama, reposo de tu más
sincero olvido. ¡Quisiera saber de ti tantas cosas, que aún
desconozco! ¡No hay suficientes relojes en el mundo, que
conozca, para albergar el tiempo perdido! ¡Tiempo que quisiera
estar junto a ti, entre tus brazos calientes, refugio de tormentas y
huracanes! Calientes están mis frágiles alas de mariposa cautiva.
Echando llamas de fuego y brasas ardientes, mi alma yace
dormida.
Mantengo viva la llama de la esperanza en abrazarte cada
nuevo amanecer, en cada fría madrugada. Tus labios, de vainilla
dulce, se mueven lentamente. Y me susurras en un breve
instante, entre silencios mudos, unas bellísimas palabras, unos
sutiles sonidos al alma. Palabras que hacen florecer mi lindo
jardín de plata. ¡Mágico jardín de plata! Jardín hermoso,
cultivado con amor en tierras de azahares, bajo los cielos grises,
bajo las tenues sombras de naranjos amargos. Jardín de plata
entre collares de perlas blancas, entre fuentes de agua clara.
Jardín de plata entre castillos y lagos, entre girasoles ciegos por
el sol naciente. Tu calma infinita reclama tan sólo una proclama,
que los dos seamos halcones peregrinos en este inmenso jardín
de plata. Halcones grises viajando juntos, en sueños etéreos,
incluso con el pensamiento y el alma, más allá de esta tierra seca
y árida, más allá de nuestra fortaleza al alba. Halcones grises
volando juntos, por encima de las dunas, color terracota, del
desierto de Judea. Halcones hacia Asid Amllal, como nubes
229
blancas, como olas del mar, como océanos transparentes de
cristal. Halcones sobrevolando este inmenso jardín de plata, en
el reino mágico de Shambhala.

230
Tu calma y mi calma

Madre, tan sólo busco tu calma, tu ansiada paz que al mismo


tiempo es mi calma. Esa calma que reposa en manantiales claros,
de finos paisajes invernales. Esa calma que traspasa el umbral de
la muerte. Esa calma que se escucha, en mitad de una noche fría
y clara. Clara e inocente, esa calma que apaga la llama del
rencor y de la rabia. ¡Dulce remanso cálido de paz y de calma!
Cuando tu corazón late fatigado y fríamente extenuado, yo
despierto a gritos, al instante, entre llantos y quebrantos. Son
enormes sollozos de una apasionada vida. Vida tatuada en mi
piel morena, con rescoldos y brasas de hogueras fatuas. Vida,
semilla del fruto prohibido de un amor apasionado y cautivo.
Añoras el dulce sabor de la miel de romero en las frías
madrugadas, donde corceles alados cabalgan por suaves praderas
mojadas. Mojadas con las gotas finas del frío rocío del alba. Y tu
ego y alter ego luchan en esa eterna espera, mientras van
transcurriendo los días en eterno silencio.
¡Desatinos y tristes desvaríos! Ultrajan tu memoria falsos
espejismos de plata. Plata fundida, en viejos cuencos de madera
tibetana sagrada.
Vacías la pesada mochila que carga tu apasionada alma de
princesa enjaulada. Atmán interno, esencia cubierta con
djellabas y túnicas negras sagradas. Túnicas negras, levemente
aterciopeladas con dulces destellos de estrellas irisadas. ¡Dulce
231
espera de estrella irisada! ¡Dulce espera de mariposa blanca y
etérea! Mariposa de infinitas alas solidarias. Alas que se
despliegan hacia las montañas nevadas, bajo los cielos azules de
Asia. Mas tú, madre, adorada y querida buscas refugio entre
nubes blancas de algodones, entre las ramas de un árbol que
alcanza los techos celestes.
Nadie podrá arrebatarte esa dulce mirada de niña inocente,
esa mirada brillante de humildad y eterno coraje. ¡Madre,
siempre serás mi adorada princesa! ¡Madre, siempre serás el
diamante salvaje, en mi corazón más brillante! ¡Siempre serás la
estrella polar que guíe mi lento caminar, en este bosque
sombrío, en esta jungla desierta y salvaje! Madre, estrella de los
mares, pinta ese cielo nublado de tus días con estrellas
inmaculadas. El guardián del jardín del Edén cuida y acaricia tu
alma bella con palabras llenas de pasión.
El Ser Supremo alivia, como una suave brisa, el fuego de tus
heridas mortales. Pensabas ser inmortal, mas tú también vives el
paso del tiempo en la dulce eternidad consciente. Tiempo que
deja huellas tatuadas en tu rostro cansado y sereno. Rostro alivio
de brisa y fuego…
Madre, estrella de los mares, siento alegría desbordante por
la inmensidad de tu inefable amor. Amor ardiente de corazones
esenios, bajo los vientos indomables de tu amado desierto de
Judea. Amor de pasión roja, de fuego sagrado, amor sincero
entre rebrillos de soles, entre mares despiertos.

232
¡Aléjate de los feroces leones del desierto! Sus garras acechan
y atrapan tu sincero corazón desgarrado y maltrecho. Yo madre,
perdono y olvido su indiferencia hacia ti. No merecen réplica, es
cierto y tú lo sabes. Olvida sus palabras hirientes que hacen
daño a tu esencia luminiscente. Recuerda sólo los instantes
sublimes bajo los árboles sagrados de neem. Recuerda esos
atardeceres calmos y apacibles en el valle de Kashmir. Sueña con
la danza de la luna, en los cielos inmaculados bajo la luz infinita
de Ladakh. Recuerda, eternamente, el fuego ardiente de la
hoguera de tu amor en Srinagar. Recuerdos de dulces sueños,
sueños de corazones esenios en el inefable despertar a la luz, en
el despertar a la suprema consciencia universal.
Después de tanto tiempo en la tremenda oscuridad, hoy veo
por fin luz blanca en mi horizonte; asid amllal…
Jamás pensaste que me ayudabas a madurar, a aprender de
mis propios errores y de mis inmensos defectos. Madre, te doy
las gracias, hoy y para siempre. Hoy sé que puedo volar libre
hacia mis sueños y que éstos se conviertan en realidad.
Por fin siento en mi sangre ardiente correr la suprema
libertad. Libertad de los hijos de la luz infinita consciente.
Libertad del pueblo esenio en el despertar hacia una nueva
realidad existencial. El despertar del pueblo a un nuevo
pensamiento iniciático, en Jaram.

233
Mma thlit gori – Madre te quiero

Tengo los pies cansados de huir por estrechas callejas


oscuras, cuando se agitan las velas de tu frágil barco. Velero de
mis sueños encantados, de mis embrujos y amores hechizados.
Madre, te doy las gracias eternamente, porque me diste,
como ofrenda, mi ser y la vida entera. Bella estrella de los mares,
me regalaste cánticos y hechizos de sueños mágicos. Madre,
quisiera ahogar tu honda tristeza en este pozo profundo de la
existencia humana. Quisiera secar tus lágrimas amargas, con
pañuelos de seda fina plateada. Madre te adoro, venero tu
imagen divina de diosa eterna del Olimpo. Estrella de los mares,
no quiero que sufras más, ni oír tus gritos en el vacío más
absoluto.
Cuando quieras ahogar tus lágrimas saladas en el abismo,
piensa en tu dulce sueño de mariposa blanca alada. Libertad de
mariposa, claro y bello sueño de esperanza. Sueño, que es tu
nocturno sueño y mi musical sueño, en el lejano atardecer de
plata.
Mi vida para nada es palpable, ni sublime, si no puedo sentir
el latido acompasado de tu corazón enamorado. Cuando las risas
brotan de tu maltrecho corazón, yo soy la flor más bella y
radiante de este inmenso jardín de la vida. Sin ti madre, no soy
lumbre, ni soy llama, ni fuego fatuo. Sin ti madre no tengo
calor, ni luz que ilumine mi corazón extenuado. Extenuado,
234
visiblemente agotado, malherido y desgarrado. Si no puedo
verte, siento mucha soledad en este rincón perdido de mi propio
laberinto humano.
En tus abrazos encuentro el amor cálido, el amor tierno y
sincero, el amor maternal que borra la ancha oscuridad de mi
camino tenebroso. A veces no puedo caminar, con mis pies
morenos y descalzos, en este sendero pedregoso de la vida.
Por no verte sufrir, vuelo incluso con mis alas rotas a la
constelación de Perseo. Vuelo con mis alas desplegadas, como
aspas de viejos molinos, hacia el viento cálido de tu desierto. Y
allí, sobre las dunas doradas, siembro tu universo existencial con
fragmentos de polvo cósmico.
Madre te quiero, mma thlit gori, en mis sueños, en mi
mente, en mi corazón y en mi espíritu interno. Madre te quiero,
en mi consciente, supra-consciente y eterno inconsciente. Mma
thlit gori, en mi esencia, en mi realidad y en cada una de mis
existencias humanas. Te quiero, desde el Génesis, desde el
origen de la humanidad, desde el árbol sagrado de la vida.

235
Madre nuestra historia es única

Es nuestra historia única y excepcional. Tú guiaste el sendero


luminoso de mi vida. A pesar de las lagunas de tu frágil
memoria, aún recuerdas en tu mente esos instantes de mi triste
historia. Mas ahora estás a mi lado, mi alma unida a la tuya,
entrelazadas formando nudos de acero y plata. Nuestras almas
juntas, amarradas a este puerto en la tormenta.
De joven eras seductora, sensual, símbolo ideológico de
libertad. Al tiempo, con tu voz sublime, bajo los cielos añiles,
encontraste una máscara protectora. Una máscara coraza, para
enfrentarte a los feroces rugidos de los leones del desierto.
Apenas maquillabas tu rostro fino, ni tus labios dulcemente
sonrosados.
Descubriste acongojada el dolor de la soledad. Recordarás
siempre aquellos tiempos. Tiempos de hambruna y penuria, en
tu jardín soñado. Sólo escuchabas en tus silencios mudos fuertes
huracanes e intensas tormentas eléctricas, por eso huiste de la
dama de la noche, por no sentirte en soledad. Ese miedo a la
soledad te acompañó en muchos momentos delicados de tu
intensa vida.
Madre, quisiera que siempre recordaras los instantes
mágicos, la magia intensa de nuestro amor.
Eras sabia, tu sabiduría te hacía feliz. Jamás pensaste en
fingir ningún sentimiento, ni tu propia existencia humana. Tan
236
sólo querías encontrar tu propia alma gemela, ese príncipe que
te diera ese amor y afecto anhelado.
Mudaste de crisálida a bella mariposa de colores vivos e
intensos. Viva estaba tu mirada brillante. Cosas secretas
contabas a tu unicornio blanco alado, era tu fiel amigo y
consejero amado. Éste admiraba de ti tu inmortal presencia, de
princesa indomable y gacela salvaje.
Siempre me he preguntado qué hubiera pasado sino hubieras
encontrado tu propio ser consciente. Consciencia y realidad,
mezcla explosiva de una pócima sin referencia absoluta. Aire,
tierra, fuego y agua se aliaban entre ellos, para cunar tus bellos
pensamientos y tus lindos sentimientos. Sentimientos de ángel
luminiscente, de infinita luz radiante en el mundo sutil
espiritual.
Naciste condenada, condenada por un pueblo maldito. Eras
juguete roto en manos de otros, mas tu historia estaba llena de
sonrisas y cielos que alegraban el sendero de mi ánima escarlata.
Hoy, madre, te regalo mi verdadera alma, mi esencia
sublime, te regalo mi corazón entero, pétalo a pétalo, como una
flor en primavera. Hoy, madre, te regalo un hermoso ramo de
rosas blancas. Rosas y jazmines blancos, tan sólo por verte
sonreír de nuevo en las frías madrugadas, al amanecer con el
rocío del alba. Te regalo mi atmán interno, mi jardín dorado y
mi eterna esencia dormida, tan sólo por verte sonreír a este
mundo imperfecto, lleno de injusticias y falsos espejismos. Hoy,
te regalo mundos idílicos de dioses, mundos de guerreros
237
intactos, blancos arcos del futuro, glorias resplandecientes donde
amamos ciegamente.
Escucha madre, nuestra historia deja decretos en huellas
impresas. Nuestra historia es única, compasiones y devociones
de poesías que son flechas. Flechas a la compasión humana,
flechas gratas a los dioses, flechas que avivan las conciencias.
Entre nubes grisáceas se oculta tu inmortal presencia y tu
divina consciencia. Entre ráfagas de viento tu poesía encuentra
mundos de monjes ascetas. Tu poesía encuentra mar que
rezuma espumas, mar de flores violetas. Tu poesía encuentra
sueños eternos de luna, espadas y dagas profundas. Tu poesía
despierta reflejos azules de historia, rayos de verde luna. Tu
poesía vibra con las rosas rojas del desierto. Poesía, reflejo de tus
profundas raíces en el espejo. Tu poesía siente las hojas
plateadas, los tenues luceros en la aurora. Tu poesía canta a la
libertad del pueblo esenio. Tu poesía canta a la libertad del
águila escarlata. Libertad de tu poesía serena, en un mar de
calma… Y nuestras poesías danzan juntas, con el hijo del sol y la
luna.

238
Árboles de luz y amor

Jugaron contigo, con tus lágrimas enjugadas en oro y plata,


con tus pasiones desmedidas y con tus sueños rotos. Engaños y
traiciones salvaron fronteras e infranqueables barreras humanas
y divinas.
¡Madre, tú sabes cómo te quiero y cuánto te adoro! Por
mucho que difamen e inventen tu nombre y tu bello pronombre
de princesa cautiva, deseo, anhelo que tu alma esté serena,
apaciguada y tranquila. Obvia los odios y malditos rencores,
obvia las palabras insultantes y tus propios temores. Obvia esos
miedos que atrapan y engullen la luz de tu corazón lleno de
gracia. Olvida para que puedas volver a reír de nuevo, a soñar
con esos paraísos lejanos de pasión desbocada. No te importe lo
que digan, ni lo que se difame contra tu nombre, yo estaré para
protegerte y arroparte cada instante, cada minuto, hasta tu
muerte.
Eres gacela ágil, presurosa, en esta cruel selva enjaulada que
es la vida. Toma mi mano y agarra con fuerza mi alma, que te
adora y te venera. Madre, diosa del Olimpo, de mi océano
atormentado por tu inmenso dolor y tu eterno sufrir. Amada
madre, te quiero, te adoraré eternamente, por tu esencia y tu
existencia humilde y generosa.
Siempre a tus pies crecieron semillas de intenso amor.
Semillas de bellas flores de neem fueron sembradas por ti. Hoy
239
son ya árboles de luz, luces de ángeles que acompañan tu
samsara, tu inmenso sufrir en el silencio sutil.
Tus enemigos jamás podrán adivinar, ni intuir lo que
realmente piensas ni sientes. Madre, te lo prometo ante el árbol
sagrado de la vida.
Árboles de luz blanca son sueños de pájaros, son realidades
de águilas serenas. Árboles de luz blanca son cristales preciosos
en tu cuerpo sutil. Son voces inefables en las orillas apaciguadas
de tus anhelos y deseos. Madre deseo que dondequiera que
construyas tu morada interna, árboles de luz blanca cobijen tus
raíces más profundas. Raíces de una tierra prometida. Raíces de
un pueblo que está empezando a despertar, en el amanecer
dorado de tus sueños. Amanecer dorado, rojo escarlata, tonos
rubí, finos reflejos de cobre y plata. Sueños etéreos, color rubí,
con finos destellos de oro y plata. Pueblo místico de tus sueños,
pueblo peregrino y asceta en el desierto, a orillas del mar
Muerto. Pueblo iluminado de felicidad terrenal, pueblo de
jinetes cabalgando sobre viejos corceles alados, en las dunas del
desierto. Pueblo de árboles de luz y amor, de sonrisas eternas, en
tu mundo de sueños. Pueblo de auroras boreales, en el amanecer
rojo escarlata. Y en el amanecer dorado, suenan músicas
antiguas… son hojas de amor plateadas… Y con amor cantan,
tus poesías al alba.

240
Eres mi musa y mi ángel

Eres mi musa y mi ángel, eres mi propio coraje que impulsa


mis días y vela mis noches. Eres el hada mágica de mi propio
bosque encantado, hechizado por laberintos lejanos. Todo mi
corazón es lo que tengo para darte, todo lo que poseo es para ti
madre.
Adivino en tus labios sellados palabras enmudecidas,
silencios eternos prohibidos. Adivino en tu triste mirada tantos y
tantísimos recuerdos, desvanecidos en esos horizontes perdidos.
Tu cuerpo y tu mente siempre se volcaron en cuidar de mí.
Velaste y abrigaste mi cuna plácida dormida, entre rebrillos de
soles, entre auroras boreales.
¡Te debo tanto madre!... Tengo miedo que inicies tu vuelo,
sin haberte dicho cuánto te quiero y cuánto te debo.
Con tu sufrimiento no puedo más, es agonía que quema mi
alma, es agonía que abrasa mi ser, es una hoguera inmortal.
Madre debes olvidar ese pasado que tanto te hirió. Madre,
perdona, olvida esos viles desencantos. Él desengañó tu alma,
con su impertérrita frialdad. No merecía tu cálido amor
apasionado, impregnado con fragancias de almizcle y flores
violetas de cinamomos.
Noches de danza, de velos negros, se escuchan en el África
dormida. Noches de África profunda en la lejanía…

241
Cansada de tanto juramento en vano, yo te pido olvidar.
Créeme madre, no te merece la pena sufrir más. No derrames ni
una lágrima tuya, en este inmenso mar de cristal. Ahora,
créeme, estás en paz. Alcanzaste la paz suprema en tu dulce
despertar.
Eres una flor hermosa, que impregna mi jardín dorado, con
aromas a jazmín y menta. Tu piel huele a flor de canela, a
incienso oriental quemado. Tus besos saben a miel de romero, a
chocolate dulce no amargo.
Ahora eres feliz, surcas los cielos inmensos como águila
imperial. Desde tu cama de bambú y seda fina, cubierta por
sábanas blancas, tu alma inmortal despliega sus alas al universo
cósmico y trasciende la materia gris y oscura. Te acompañan
siempre dos unicornios blancos alados.
Madre eres la reina mora, eres la bella princesa de palacio.
Todos te honran, todos te alaban. Todos comparten tu inmensa
sabiduría innata. Todos sonríen al alba, con tu lindo mirar. Ese
mirar humilde, sencillo y gracioso que tienes.
Graciosa y apasionada, siempre quisiste ser paloma libre.
Ahora posees lo más grande que es la ansiada libertad. Libertad
para pensar de manera independiente, libertad para reír sin
límites y para soñar con mundos increíbles.
Agitas con tus hermosas alas las velas, banderas blancas de
mi barco, cuando contemplo el atardecer, en tus hermosos ojos
irisados. Ojos mágicos y hechizados, por espejos de cristal
dorado.
242
Madre, tú me regalaste tu vida, llena de dichas, risas y cantos
de pájaros. Aunque para otros, tu vida no era más que un canto
de locos, desdichas y llantos.
Madre, tú olvida, no les hagas caso, olvida ese pasado que
duele, que hace sufrir a tu corazón herido y magullado. Piensa
en tu libertad inefable para volar a paraísos secretos. Piensa en
tu libertad para ondear banderas violetas al viento. Sueña con tu
dulce inmortalidad. Inmortalidad, en las noches frías de nuestro
desierto.

243
Rosa del desierto - Talwardat nljla

Si tienes ganas de llorar, madre, piensa en mí. Piensa cómo


me enseñaste a bailar mis primeros pasos. Olvida, aunque te
duela, el veneno de las serpientes traidoras y piensa en tu paz
como alma viajera inmortal. Medita con la calma trascendental
de la montaña mágica y con el manantial transparente del río,
que brota del amor de tu corazón.
Madre, no reprimas tus lágrimas enjugadas en sudor y
sangre. Son cascadas puras de libertad, ante tanta represión
vivida. No intentes ocultar más tu inmenso sufrir, no merece
nadie tus lágrimas, ni tus infinitos sollozos en el silencio más
profundo.
Tan sólo llama o grita mi nombre, yo acudiré con presura a
aliviar tu agonía de princesa cautiva. Si no está él a tu lado,
piensa, madre, por algún motivo será. Quizás fue un gran
desamor tu príncipe amado y un desencuentro fatal apagó la
llama sutil de ese amor, de ese fuego fatuo.
Alma mía, yo te acompaño y te acompañaré toda tu vida, en
tu largo caminar hacia la inmortalidad.
Tú, madre, eres mi rosa del desierto, talwardat nljla. Tú, eres
mi musa y mi ángel en este paraíso terrenal de tu tiempo y del
mío. Contemplo tus ojos tristes, apagados, sin brillo, que
difuminan las velas incendiarias en el templo del Olimpo.

244
Si tú quieres, madre, con nuestras esencias y nuestras auras
cósmicas viajaremos en los lomos del unicornio alado al oráculo
de Delfos. Desde allí escalaremos las cumbres nevadas del
Himalaya, de mi anhelado y soñado Himalaya. A pesar del frío
gélido y de las rocas abruptas, venceremos a las fuerzas ocultas
del mal. Entrelazando nuestros corazones alcanzaremos la cima
de tu cielo azul añil, bajo los cielos de Asia.
Con tu voz sublime alzarás tus banderas violetas implorando
a los dioses: ¡Merezco ser feliz! ¡Ayúdame, libertad! Gritarás a
los vientos del sur, con la frescura de tu alma inocente, pero a la
par inmortal. Olvidarás viejos rencores, daños pasados de tu
trágica historia vivida. Madre, olvidarás tu pasado triste y
desgarrado. Te prometo que jamás te arrepentirás de descubrir la
luz de la eternidad consciente. Madre, por fin hallarás ese regalo
de los dioses, recordando aquellos tiempos felices de tu
existencia humana, donde eras la princesa adorada.
Prométeme no sufrir más, ni derramar una sola lágrima de
cristal. Deja volar tus recuerdos tristes, que se difuminen con la
brisa del desierto. Recuerdos ensombrecidos por la memoria
histórica de tu pueblo esclavizado y herido. Entenderás, en ese
preciso instante, el verdadero sentido de tu vida y de la mía.
Madre, aunque finjas, yo comprendo tu inmenso sufrir. Ese
sufrir que se clava punzante, como clavos de acero y desgarran
tu esencia dormida.
Con tu ramo de flores de canela, hueles a mil amores,
princesa querida. No creo que ellos jamás sientan lo que yo
245
realmente siento por ti. ¡Te contaría tantas cosas de tu vida y de
la mía! ¿Has pensado qué pasaría si tu alma volara cada noche
hacia la estrella polar? Caerían copos de nieve blanca sobre la
arena fina del mar de cristal.
En tu mundo interno la alegría de vivir es sublime. Siempre
regalas sonrisas bellas, como flores blancas de jazmines y rosas
dormidas, cuando reflejas tu alma en la mía. Madre, ha pasado
mucho tiempo ya desde que yo era un niño perdido en este
mundo irreal de la realidad consciente. Mas actualmente, mi ego
es como un ser inocente; jamás perdió la inocencia ni la sutil
sonrisa de su eterna mirada cautiva.
Pachiras crecen en mi jardín florido, silenciosamente
dormido. Siento una pasión inesperada, en mi conciencia
selectiva despierta. Es pasión fraternal en el sutil mundo de la
luz y del espíritu consciente.
No te importe nada lo que digan, o lo que te maldigan con
sus palabras vacías. Tú, sólo vive y sueña. Los sueños y anhelos
en esta vida son gratis desvelos. Las guerras son mucho más
caras que contemplar la paz, desde tu ventana de cristal de plata,
canela en rama. Olvida esas malditas jugadas.
¡Madre, me importas muchísimo, y tú lo sabes! A pesar de lo
que digan, lo que mientan, o lo que les oigas decir, ocultos tras
su máscara de acero y plata. Tú, madre, me importas más que
mi propia vida.

246
Estrella bella de los mares, escoge tu bella barca floreada y
navega hacia el océano infinito de tus sueños, como bellísima
sirena libertadora de almas.

247
Mariposa dulce metáfora de libertad

María de Magdala…
María, bella flor de Palestina, embriagas mi plácido soñar
con perfumes de nardos índicos. Mi corazón late apasionado, en
este intenso amor prohibido. María de Magdala, eres mi amor
de fuego y mi calor de sangre hirviendo. Mi amor bello, de
sangre caliente y ardiente. María, eres mi eterno amor cautivo.
Ríos de sangre brotan, al pie del moral antiguo, y sus gritos
pelados tornan su color pálido en rojo pasión, por nuestro
profundo amor desmedido.
El mar Muerto es fiel espejo, de nuestro intenso amor
secreto. María… el mar Muerto es fiel reflejo, del sentir que yo
tengo.
María, bella flor de Palestina, te adoro, siempre contigo
durante toda la eternidad consciente. Aquello que tengo, aquello
que poseo, es tuyo expresamente, es para ti corazón floreciente.
Tus deseos son los míos y mis deseos son los tuyos, amor mío.
Nuestro amor es inmortal, morada inmortal de secretos y
silencios rotos en la mar. En la mar, que es nuestro mar y
nuestro hermoso palpitar.
Elegí tu bondad y humildad para acompañar mi esencia
yacente. Tus ojos y tu mente, brillos de alma esenia en Qumrán,
a orillas del mar Muerto.

248
Eres compañera de mi pedregoso camino, en mi eterno
sendero de plata. Eres hija de la luz naciente, en mi extraña
soledad. Eres luz libertaria de esta cruda realidad existencial.
Eres lumbre en mis anocheceres en el Gólgota y dulce vino en
mi consciencia adormilada.
Hija de la poesía revolucionaria. María, amada mía, tu poesía
es reflejo de un mar de lágrimas de plata. Eres poesía viviente,
estrella titilante, reflejo del dolor de un pueblo esclavo, del
pueblo hebreo sufriente. Eres poesía inspiradora, en mis noches
de cautiverio más amargo.
María, bella flor de Palestina, aprendiz de mis enseñanzas
más sagradas. María, perfume fragante de mirra en mi oasis
inmortal, aire fresco de espejismo en la soledad de mi desierto.
Canta mi amor. Esboza sonrisas de plata, llenas de mariposas
aladas.
Siembro un jardín dorado a tus pies, bajo ese cielo azul
celeste. Luces fluorescentes, en el techo celeste, teñidas de rojo
pasión. Beso, con pasión, tu enorme corazón enamorado de la
vida, del tiempo y de este instante. Instantes, pedazos de vida
inimaginable.
Odio ese carácter, ese genio que enturbia mi pensamiento
distante, esa furia desmedida que arrebata mis sentidos y mi
propia vida. Mi vida, que es tu vida. Genio que arrebata mi
sonrisa y ofende tu mirar.

249
Infinitas gracias María por ofrecerme tu corazón de gacela
dormida. Ungiste mis cabellos y pies, con cara esencia de nardo
índico del Ganges.
María de Magdala, nunca jamás me embriagaré con rosas de
lágrimas dulces, en la oscuridad tan brillante, cuya luz me hizo
cegar y cuyo espejo irisado quise robar. Nunca jamás olvidaré
tus blancas rosas, tus dulces lágrimas y ese fresco perfume,
aroma a flor de canela, aroma de piel mojada y caliente.
Hoy, como señal de tu amor, me ofreces ricas pasas de
Corinto y sanas mis heridas con bálsamo de mirra.
Eres recuerdo imborrable de mi propia realidad existencial.
Eres ola calma en mi querido mar Muerto y fina huella tatuada
en la arena de mi desierto.
María, con tus alas de mariposa dormida, hechizas mi alma
cautiva. Mariposa frágil, hechizo de mis ojos, con tus alas rotas
vuelas afligida, llagada y malherida. Mariposa, embrujo de mis
sueños, yaces en lechos floridos de jazmines blancos y lirios
enmudecidos. Silencios rotos, en el aire fresco, entre risas
plateadas y durmientes. A orillas del mar Muerto, tú, María,
cautivas aromas primaverales. Son ocultas realidades. Mariposa
pura, reflejo de mi alma dormida, iluminas con tu arcoíris la
aflicción de mis noches y días. Y en el crepúsculo de los dioses,
de mis sueños dorados, meces mi alma inmortal, con la suave
brisa de olmos centenarios. Mariposa, cautiva de mis amores,
bella como Mióstenes, con tu brillo plateado enciendes sonrisas
cómplices, en las almas de los eternos enamorados. Lágrimas y
250
sonrisas dormidas escapan sutilmente, como pétalos al viento, de
tus ojos irisados y de tus labios sellados. Labios sonrosados y
perlados. ¡Mariposa dulce exquisita como la miel, miel de azahar
y romero, despliega tus alas rotas hacia el jardín del Edén! Tus
alas rotas, banderas blancas hondeando al viento de libertad, son
algodones de azúcar en mis labios, que en el alba embriagan mi
plácido soñar. ¡Mariposa, con aroma a flor de canela, alza tus
alas plateadas al viento de mi desierto! Emprende tu vuelo
prohibido, hacia el amanecer dorado de mi aurora boreal. Y los
reflejos de tus alas laceradas alivian el yelmo de espinas, en mi
extraña soledad. Heridas extrañas y soledades coexisten en mi
flagelo y agonía yacente.
Amores inmortales, de brasas aún calientes, engarzan
diamantes de sangre en nuestros corazones ardientes. Brillan
nuestros corazones y nuestras mentes, entre brasas y rescoldos
del fuego sagrado, eternamente. Mientras, el rocío de este dulce
espejismo del alba, impregna con agua de esperanza tus alas
frágiles, rotas por amargos desencantos. En un bello sueño de
primavera, de madrugada escarlata, tus alas frágiles emprenden
un vuelo inmortal, entre los límites de mi calma y desasosiego.
¡Vuela libre como gaviota, sin anclas que amarren tu esencia
en la tormenta, sin cadenas, ni jaulas doradas que opriman tu
conciencia! ¡Vuela alto, sin fronteras, sin prisiones que atrapen
tus sueños anhelados! Tus sueños más secretos y prohibidos.
Sutiles espejismos desgarran las heridas rotas, crespúsculos de
tus banderas blancas. Banderas de libertad, laceradas por el
251
tiempo y el olvido, en tu vuelo inmortal hacia la consciencia
cósmica y universal.
Mariposa frágil, etérea, con tu blanca y pura esencia, eres
madre, madre dulce, como miel de azahar. ¡Mariposa, dulce
metáfora de libertad!

252
Maestro mío… nuestro amor inmortal

Khaymas doradas, hacia los techos celestes de la eterna


madrugada… Quisiste errar tu frágil destino de mariposa
escarlata. Montañas grises en la niebla de tus idas y venidas,
insomnios constantes. Viajes de caminos largos por las sendas
salvajes, almas inquietas y falsos despertares. Corazones
galopando, entre nubes de algodones blancos. Copos que
envuelven tus dulces sueños y recuerdos innatos. Amores de
giros entrañables. Imaginación y ficción, amor de fantasías,
amor de alas libres. Amor de peces tropicales en mares
paradisíacos.
Estrellas lucen en el manto aterciopelado. Estrellas titilantes
puntean tus sueños, lucen en los rayos eternos de la luz blanca.
Miradas frente a frente, ojos brillantes se clavan en tus entrañas.
Flechas directas al corazón del poeta, a tu alma y a mi alma.
Somos iguales ante los ojos del Supremo, ante los ojos del
mundo de esta tierra nuestra. Somos Uno, fundidos entre
suspiros dulcemente cohibidos. Desde el principio, no puedo
vivir sin tu aliento, Maestro mío. Amor, eres la droga que
recorre mis venas, embargando mi corazón de una extraña
sensación dormida, de verano apaciguado. Eres el alimento vital
de mi conocimiento interno, embargas mi corazón de
sensaciones y sonidos bellos. Sonidos de cascadas de montaña, y
océanos transparentes, son tus flechas directas a Brahma.
253
Flechazos de amores platónicos y amores voluntarios. Lleno de
amor está mi corazón extasiado. Impresionada por tus gestos,
por tu sumo cuidado, por tu magia e intenso trabajo iniciático
realizado.
Polvo de estrellas del universo directo al corazón, sumergido
entre rosas rojas de pasión y nardos. Almas gemelas, fusión de
estrellas, lluvia de cometas en el cielo inmenso.
Dulces escalofríos recorren mi piel aterciopelada por el viento
de tus besos. Tiemblo de frío, amor mío…
Entre flechas transparentes, directas a Jerusalén y Samaria,
un nuevo amor ha nacido en este existencial mundo, entre tu
alma y mi alma. Mientras, tú y yo nos amamos, con mi tiempo y
tu tiempo, bajo el sol, bajo el monte Thabor, camino de Galilea.
Luces de neón brillan, alumbran nuestro camino hacia el amor
universal. Amores existenciales, reencontrados tras miles de
despertares.
Y al final del túnel, una imagen estalla ante los ojos del Ser
Supremo, la inmensa luz blanca, la luz de un inmenso corazón
solidario. Luz cegadora que impacta, y transmuta, torna el brillo
de mi mirada en arcoíris solidario, al ver tu alma en mi alma
blanca. Alma de luces e infinitos brillos de plata.
Tormenta de rayos de amor, entre lagos y caminos blancos.
Corazones solidarios, enamorados con el murmullo de los ríos
calmos.
Corazón sin fronteras te quiero más allá de la muerte.
Maestro mío, esenio revolucionario, te quiero eternamente,
254
aunque tu alma escape con el frío invierno a la tierra inmortal
de las nieves. ¡Te amo, hijo del sol y de la luna! ¡Te quiero, hijo
de la luz blanca, por encima de la tierra y del infinito universo!
Te quiero libre, sin cadenas, sin cárceles que enjaulen tu propia
existencia humana. Te quiero en libertad amor, como nunca
quise a nadie en esta vida. Libertad eres tú, para mí, Maestro.
Libertad eres tú, halcón peregrino que sobrevuela mi inefable
destino, en mi sendero de plata inmortal. Te amo Maestro mío,
eterno corazón dormido sobre un lecho florido de lirios y rosas
violetas. Te quiero, entre flores violetas y nardos índicos, entre
cielos de terciopelo raso impregnados de titilantes estrellas.
Intensa pasión roja desmedida, escapa desbocada al universo
etéreo. Flores de Edelweiss, en tu jardín dorado florecen. Entre
sueños, vuelan estrellas plateadas. Almas gemelas reencontradas,
tras miles de existencias humanas.
Di un paso crucial por amor, por esa estrella brillante que
luce en la oscuridad de tu noche. Estrella que ilumina y traza
sonrisas perladas en mi boca, en mis finos labios sonrojados.
Estrellas fugaces, Perseidas, vacunan mi intenso amor por ti.
Eternamente te quiero vida mía, sin celos, sin agobios, sin prisas.
Quiero que sepas que eres mi constelación suprema, mi eterna
alma gemela.
El poder del amor es inefable. Fuego sagrado que abrasa la
redención de la paz, justicia y solidaridad. Luces de neón fluyen
en la oscuridad profunda. Paraísos lejanos, de nuestra inmortal
morada, sueñas en la inmensidad cósmica.
255
Y nuestra mente musical, con bellos sonidos, escapa a los
cielos inmensos de las cumbres nevadas. Escapa a los techos
celestes de las frías madrugadas, entre sonidos y dulces ecos de
montaña. Entre túnicas blancas de lino, entre conexiones de
almas magnéticas y eléctricas, nuestra mente escapa. Escapa,
entre ecos de suspiros leves, que se escuchan en los días calmos,
apacibles de nuestras almas.
Almas reencontradas, sumamente enamoradas, que
entrelazan nudos finos de algodones grisáceos. Al fondo eternos
silencios, entretejiendo hilos suaves de alas de mariposa
estrelladas. Mi lenguaje es políticamente incorrecto, mas no se
puede obviar lo visto, ni lo sentido, en el eterno universo de mis
sueños indomables. Sueños de sanadora bodhisattva. Sanadora
esenia de corazones de paz y sonrisa inmaculada.
Ojos azules brillan en la oscuridad de mis sueños, ojos que
dan vida y alientan mi pedregoso camino. Ojos claros, océano
transparentes, de eternas noches insomnes, atraviesan mi alma
blanca y mi dulce despertar al alba. Despertar profundo a la
pragmática realidad existencial.
Gemelos del alma, almas gemelas entre los hijos de la luz.
Hijos salvan vidas y vidas salvan almas. Haiku de palabras
prohibidas, perdidas entre tormentas eléctricas de pasión y
polvo. Tormentas de arena en tu desierto de Judea. Caos
inesperado en el corazón del poeta esenio. Corazón que clama
amores inmortales, amores maquillados y florecientes, en
Qumrán. Amores populares, artes cautivos, bellas brisas de
256
bailes ancestrales. Amores eternos en el fenshui armónico, en la
plenitud de la naturaleza lumínica de tus sueños. Armonía,
resistencia e intermitencia, enormes losas de piedra caen
derribando vallas y fronteras, con una delicada paciencia.
Paciencia infinita, creativa, sostiene inmensas losas y piedras de
tierra roja. Marte, planeta rojo, llamativo color púrpura escarlata,
en tus sueños dormidos. Marte, amarte es la misma esencia en el
laberinto perdido. Es un haiku de susurros y palabras, que
resuenan su eco profundo en tu amanecer oculto.
Una voz femenina, desgarrada, alza clamores de paz y
libertad al eterno silencio dormido. Desde millones de años luz,
se oyen sonidos bellos en el universo de tus sueños. Luz blanca
en tu universo cósmico. Emaús… tu pueblo, tus raíces
profundas, donde tu sangre ardiente recuerda lo más ínfimo, lo
más inefable de cada instante vivido.
Eres la alegría de mi vida, cascada fresca de manantial
sagrado, que moja mi piel dulcemente aterciopelada e irisada por
el brillo azulado, añil de tus ojos divinos.
Y mi corazón se abre, como los pétalos de una hermosa flor
de verano.
Bailas al son de tambores africanos, al compás de los vientos
sureños. Y encima de las dunas, color terracota, del desierto de
Judea, cabalgas en un corcel blanco alado. Destellos naranjas de
amaneceres plateados, color ocre y ámbar dorado. Cabalgas
buscando la morada de los guardianes secretos de Qumrán.
Viejas guitarras suenan a lo lejos, en el hogar cálido de tus
257
sueños afligidos. Dime: ¿Por qué expones tu presencia a los
vientos cálidos de mi desierto, en este acantilado abrupto de tus
sueños perlados? Tú, estás intentando buscar tan sólo una única
verdad. Verdad del universo en este plano existencial. Mas, tan
sólo encuentras una nimia soledad. Soledad de frías paredes,
donde el poeta contempla absorto, el lento transcurrir del
tiempo y del espacio inmaculado. El fuego arde en las hogueras
de Qumrán. Tu alma salta alegre, junto a los peces de colores,
en los paradisíacos mares tropicales. Y lentamente, exhalas el
aire fresco que entra por tu ventana.
Luna sonríe al alba. Al alba florecen amapolas rojas,
asilvestradas por la compleja realidad existencial.
Rabí, sonidos suenan asustando tu alma, y tú te preguntas:
¿Dónde está? ¿Dónde está mi dignidad humana? Aquí nadie
escucha, ni sonríe, ni abraza tu alma. Con el fino rocío del alba,
tu alma despierta a una nueva realidad existencial, en otra
dimensión desconocida para nuestra humanidad.
Rabí, desconocida está tu esencia, frágilmente dormida,
silenciada por intensos clamores, pidiendo justicia, libertad y
solidaridad. Clamores que entrelazan hilos de seda finos, entre
tu alma y mi alma. Esencias puras del silencio dormido, almas
de bellos sonidos en el despertar del pueblo esenio.
El amor poderoso puede salvar las barreras del tiempo y del
espacio infinito, a orillas del mar Muerto. El amor hace
explosionar los átomos del universo, provocando llamaradas de

258
fuego sagrado, una auténtica fusión nuclear entre corazones
enamorados.
Luces de neón fluyen en la oscuridad de las noches del
desierto de Judea.
Y dormida yace tu alma junto a la mía, en un lecho cubierto
de plantas sagradas de haoma y fragantes flores de neem. Flores
hermosas, rayos de luces, entre rebrillos de soles y lunas…
Galileo, Maestro mío: “Vivo cada instante, en el presente
actual, bajo la inmensidad de la llama del amor sagrado, bajo el
poder de tu inefable magia. Vivo cada instante como si fuera un
pedazo infinito de vida, sin la preocupación del pasado, ni la
incertidumbre del mañana. Vivo cada instante, en el eterno
presente, sin la esclavitud y yugo del nuevo orden establecido en
Judea”.

259
Rabí, mi corazón llora en el silencio dormido

Rabí, tu sufrimiento es mi sufrir, en el océano inmenso de


este pedazo de mar. Maestro, me duele verte cabizbajo,
estrechando tu propio pensamiento y sentimiento perdido.
Conozco con desvelo nocturno tus desengaños y tu historia más
amarga. Dame la oportunidad de demostrarte la esencia
profunda de mi propio ser. Ser herido y magullado por los
tristes desarraigos.
La sangre corre por mis venas, llena de pasión ardiente.
Ardiente y caliente está mi savia profunda, que alcanza las raíces
profundas de la tierra dormida. Tierra dormida y paciente.
Pasión desmedida es lo que siento, quizás esté equivocada, lo
sabes amor mío, ya que todos cometemos errores secretos y
desvelos. Mi error fue el peor de todos, me perdí en el laberinto
del desierto de la sinrazón, al borde del umbral de la muerte.
Mas hoy existe esperanza, en el eterno presente, aquí y ahora.
Palabras dulces escapan, como rayos verde esperanza.
Cuando llegue ese ansiado momento, me gustaría contemplar de
nuevo, en tu horizonte, esas nubes blancas de algodón de azúcar
de caña. Azúcar de caña morena, dulce y amarga. Amarga como
la hiel, dulce como el rocío del alba, en la melosa melodía de
nuestras apasionadas madrugadas. Azúcar de caña en tu
rojo amanecer, que endulza tu amarga soledad, en cada breve
pausa, en cada breve silencio, en cada respiración que exhalas.
260
Cada rojo amanecer es un dulce instante de amor inmortal.
Cada amanecer es ola infinita de vida, en la orilla de este mar,
que es tu mar y mi mar. Imaginaré un nuevo día, un nuevo
amanecer, donde tus ojos brillen en la dulce oscuridad, a orillas
del mar Muerto.
Si un día se apaga mi luz, te pido tan sólo que refugies tus
cálidos besos en los míos. Maestro mío, mi dulce amor, mi
águila roja de primavera despierta y dulcemente secreta. Estrellas
lejanas desaparecen en la Vía Láctea, en un agujero negro
profundo del abismo perdido. Prométeme quererme, como yo te
quiero a ti, en la profundidad de estos laberintos perdidos.
Sabes cuánto tropecé con millones de obsesiones, mas te
puedo ofrecer miles de poemas, con el fuego de mi corazón, con
la chispa de mi dulce amor. En otra vida puede ser que me
vuelvas a encontrar, mas no quiero ahora perderte en la selva de
la sinrazón. Son fuegos fatuos, rojos de pasión, en la flor
profunda de mi corazón. Fuegos tenues que brillan, como
chispas incendiarias, en la noche de las luciérnagas.
Busca en tus recuerdos amor. Sé que no soy aquella que
ocupó tu corazón, lleno de inmenso amor, mas intento luchar
por lograrlo. Tengo días de inconmensurable paz, de infinita
tranquilidad, caminando descalza por las orillas del lago
Tiberíades. El mar está revuelto por la tormenta de tus miedos.
Sé que tus ojos miran su corazón y su alma, en tu pasado. Y mi
corazón llora y grita en el silencio dormido. Quisiera haber sido
yo la elegida, la que perdiste, tan sólo por ver de nuevo tus ojos
261
brillar al sol, por verte feliz, por ver sonreír tu alma con el cálido
viento del desierto. Desierto hermoso, impregnado de inmenso
plasma por el Gran Sol Central.
Maestro, así es cómo yo me siento en mis secretos sueños.
Sueños ocultos, entre flores violetas de cinamomos. Maestro, a
cada instante, mi esencia escapa hacia el laberinto de tus dulces
sueños.
Estrellas que puntean el cielo, cada noche acompañan tus
sueños. ¡Quién pudiera entrar en uno de ellos, tan dulce que tu
rostro inmóvil ilumine la luz de tu propio cielo interno! Déjame
entrar un segundo, en ese dulce sueño de paz. Tan sólo quiero,
que el fuego de mi propio corazón, caliente el lecho para que
reposes tu cálido amor.

262
Puerta al infinito – Creo en ti Maestro

Tu alma es un espejo de plata, alas de mariposa estrelladas.


Tu esencia pura, reflejo de palomas blancas tibetanas. Tu
corazón es dulce anhelo, pétalos de lirios perfumados y velos
negros. Tu mirada es un bello cielo, nubes irisadas sobre reflejos
de hielo. Tu sentir, un claro eco de cascadas finas y agua clara.
Tu alma, una puerta abierta al infinito cielo en mi dulce morada
floreada. Tu esencia, sonrisa eterna, alas de gaviota inmaculada.
Tus ojos brillantes, bellos destellos de ríos en lagos
transparentes. Tus labios carnosos, piel dulce melocotón.
Eres libertador de bellas almas, entre soles claros y flores de
pasión y nardos. Almas embriagadas, entre perfumes de
almendra dulce, con tus brillos de zafiro esmeralda. Con tu
eterna divina sonrisa al Gran Sol Central, brillando está mi
esencia, en Qumrán. Esencia endulzada en ricas mieles de
romero y tomillo, en flores de pasión de un eterno infinito.
Infinito de estrellas en los cielos, en amaneceres tempranos, en
ocasos existenciales de un tiempo inmemorial.
Maestro, azules son tus bellos ojos, azules como el cielo
etéreo. Cielos etéreos envuelven mis sentidos más intensos.
Jamás olvides tu dulce inmortalidad. Jamás olvides tu dulce
bondad. Bondades que lloran los pueblos hermanos, en la
lumbre, hoguera de tu cálido amor.

263
Si cruzas las interminables fronteras, si derribas los elevados
muros de tu humilde corazón de poeta, no olvides jamás tus
promesas. No olvides jamás mi perdón. Mi perdón y mi dulce
compasión de bodhisattva.
Cielos transparentes en el cielo de tu memoria. Cielos
límpidos, rebosantes de aire fresco. Aire del plasma que en cada
breve respiración exhalas. Cordón de luz plateado une tu alma al
techo celeste, en el sendero de tu dulce inmortalidad silente.
Burbujas de paz envuelven tu corazón eternamente, como una
flor irisada al sol naciente, de Oriente a Occidente.
Sé que ha habido momentos que perdí la fe en ti, Maestro.
Cerca del abrigo del mar Muerto, siento la bondad de los demás
al pensar en ti. Quiero que sepas, que yo sí confío y creo en ti.
Eres como un huracán abatido, como una inmensa tormenta
eléctrica. Te prometo ser una buena mujer, sin misterios ocultos,
sin secretos. Eres prisionero cautivo de tus enemigos, mas quiero
que seas libre de tus obsesiones inmortales. Muero rendida a tus
pies, ante tu mirar apasionado, ante tu embrujadora
personalidad. Eres un laberinto oculto, en la memoria cautiva,
que encierra los más insospechados misterios. Y en la profunda
oscuridad del silencio, puedo escuchar tu débil voz, tus sollozos
de frágil niño.
Maestro, quiero que me libres de este terrible samsara, dolor
que clava mis entrañas y mi alma atosigada de pasión
equivocada. Dolor que se clava, como espinas de rosas blancas,
en mi apenado corazón. Maestro, regresa al paraíso, al jardín del
264
Edén para alcanzar la auténtica verdad. Allí serás libre, como
gaviota blanca, como halcón peregrino volando en libertad.
Tu silencio es mi silencio. Tu silencio es mi dulce recuerdo,
mi recuerdo más grato. A veces no consigo entender tu mundo
espiritual, en esta selva de la sinrazón.
Gritos se escuchan en la lejanía de tu lecho florido, cerca del
monte de los Olivos, en Getsemaní.
Mientras el tiempo del reloj de tu vida pasa, mi esencia se
acostumbra a soñar con ese mundo profundamente espiritual.
Ese mundo se escapa sutilmente, a gran velocidad, hacia el
universo etéreo, hacia el universo infinito. Universo infinito,
lleno de polvo cósmico…
En primavera, quiero que irradies flores de luz blanca sobre
mi alma apaciguada. Quiero que me acompañes, día y noche, en
cada instante, con la luz de tu pensar. Con la velocidad del rayo
violeta, rayo del amor universal, enciendo la llama de tu linterna
en la cueva de mis sueños profundos, de mis sueños místicos y
religiosos.
Este mundo quiere ya la paz, Maestro mío.
El pueblo esenio reclama a los dioses, con sus cánticos
celestiales, paz y libertad. Tambores africanos se oyen en la más
absoluta lejanía…
Maestro: ¡Quiéreme! ¡Quiéreme tan sólo un breve instante!
¡Quiéreme tan sólo un instante vacío de palabras y sonidos!
Maestro: ¡Quiéreme en el silencio dormido! ¡Quiéreme en tu

265
profundo silencio cautivo! Verás en cada amanecer, un breve
instante de nuestro amor prohibido.
Y yo estaré reposando mi alma muy lejos, en la cumbres
nevadas, bajo los cielos de Asia. Más allá de tu imaginación,
reposaré en los confines terrenales.
Maestro, somos dos almas gemelas, corazones de luz
fundidos bajo un mismo cielo. Cielo azul, añil como el iris de
tus ojos profundos.
Zeus cuidará mis sueños, mientras duermo en un lecho
cubierto de pétalos de rosas blancas. Fragancias de rosas se
expanden al infinito, entre soles y luces insomnes, entre arroyos
y laberintos de tu mente consciente. Y el universo se expande
inmortalmente con el Gran Sol Central.
¡Quiéreme y abre tus brazos a la flor de la vida, a la flor del
amor! Tus besos, sabor a rica miel de romero, endulzan mi frágil
esencia interior. Ellos permanecen incrédulos, ante tus
enseñanzas y enigmas ocultos. Palabras dulces, en tus labios, son
bellas odas de amor. Mas ellos hacen oídos sordos, y tú Maestro,
sientes una gran opresión. Opresión compasiva en tu tercer ojo,
en tu Ajna. Un rayo de luz blanca penetra en tu mente
grandiosa, en tu espíritu bodhisattva de infinita compasión.
¡Maestro mío, ten compasión!
Tus pies morenos caminan descalzos, sobre la arena caliente
del desierto de Judea, dejando huellas grabadas en mi recuerdo
innato. Tienes la llave que encierra la caja de nuestro amor.

266
Quieres alargar tu mano para no dejarme caer en el vacío más
absoluto.
Y construyes, con ramas de bambú y palmeras, una cama
para reposar tu alma viajera. Árboles de pachira siembras en el
porche de tu jardín dorado. Violetas abren tus ojos enamorados,
como olas refrescantes de lluvia clara.
Y el destino te devuelve mi amor profundo e infinito. Infinito
amor lleno de hermosa pasión. Pasión desmembrada en pétalos
de inefable compasión.
Sufres un traspié en el sendero del bosque encantado, mas
vuelves a levantarte tras la abrupta caída camino del Calvario.
No quiero pensar en tu alma flagelada. Ánima flagelada,
dulcemente irisada. Quiero pensar, mientras pienso, en tu
esencia pura floreada. Quiero pensar en tu bella mirada,
eternamente iluminada. Quiero pensar, mientras pienso, en tu
sonrisa pura inmaculada. Y tu alma desgarrada vuela alto, cual
gaviota blanca libertaria.
Maestro, comprende mi infinito dolor en la rueda del
samsara. Rueda incesante de la vida, rueda de inacabables
renaceres en los seis reinos existenciales.
Podrás llenar mi vida con millones de arcoíris de esperanza.
Podrás llenar mi cama de rosas blancas perfumadas. Podrás
llenar mi mente de ancestrales poesías al alba y mi corazón de
sublime amor en la tierna madrugada.

267
El Supremo comprende el yugo de mi sufrimiento y mi
inmenso dolor. Comprende mis lágrimas saladas, mis lágrimas
rotas en las noches estrelladas.
Se llenará mi esencia con drusas de amatistas violetas y
mariposas libertarias, en las chispas del verano alboreadas.

268
María de Magdala, bella flor de Palestina

Oscuras y atrapadoras telas de araña. Atrapasueños colgados


en las ramas de viejos olivos y olmos asustados. Asustados por
viejos clamores, por próximos huracanes y rugidos de feroces
leones. Leones del desierto son fieles guardianes de nuestros
secretos. Secretas tus palabras, en tus lindos aposentos.
Aposentos de princesa dulce, en mis recónditos sueños.
Eres mi musa inspiradora, eres mi cautivadora sirena, en el
jardín dorado de mi mundo onírico. Eres prometida del viento.
Hija del sol dorado de Palestina que ciega mis ojos hechizados,
cautivados por tus millones de estrellas. Cautivos y hechizados
por tu embrujo más divino. Y tus poesías embrujan mis
sentidos, en la mar… Y el hechizo es el brillo intenso de tus ojos;
ojos rasgados por el viento otoñal. En el mar de Galilea, navego
entre embrujos y hechizos, al borde del Más Allá. Ojos
profundos que ansío. ¡Qué hermoso es tu cantar! Cantos de
poesía profunda, e insospechado misterio, al borde del umbral.
De ese umbral desconocido y enigmático, ante tanta oscuridad.
Oscuridad que aborreces por ser alma luminosa, hija de la luz
blanca. Inmensa alma de luz blanca. Luz blanca que transmuta
en llama violeta espiritual.
Presientes los elogios, presientes los instantes pérfidos,
sublimes y afilados. Presientes dulcemente los instantes de amor
breves, alejados de tu pesar. Alejados de tu silenciosa agonía en
269
el samsara. Alejados del palpar de la propia vida, de tu vida y de
la mía. Vida que respira brisas y vientos sureños. Vida que
escapa de la realidad subliminal. Vida que anhelas y que ansías
en tu jardín dorado. Y en cada momento de mi vida, revives tu
esencia dormida. Tu esencia y tu propia existencia cautiva.
Existencia cósmica, universal y etérea. Etéreos son tus sueños,
tus lágrimas dulces y tus más frágiles sentimientos. Sentimientos
que se desbordan, como arroyos y lagos en la tormenta.
Y tus efluvios emanan rayos de luz blanca, como cascadas de
ríos de lava.
Aparece el dulce arcoíris, en tu atardecer lluvioso, mojado
por lágrimas caídas en ese llanto callado. En ése, tu llanto de
amor silencioso, que es mi llanto más sagrado. Llanto que
derramas suavemente, como cascadas de agua fresca. Cascadas
de agua bendita resbalan por tus sonrosadas mejillas. Mejillas
perladas, de un rostro apacible y sereno, ante tanta maldad
humana.
Tus ojos llenos, repletos de inocencia, contemplan absortos la
belleza del color verde esperanza. Esperanza fatua en un mañana
sin guerras, sin odios, sin apegos ni aferramientos. Fuente de
esperanza en un mañana de paz, de justicia, amor y eterna
solidaridad. Esperanza en un mañana, sin lágrimas saladas, sin
tormentas, ni truenos, en tu alma y en mi alma. Esperanza en
un mañana, de sueños mágicos, de niños inocentes, de colores
llenos de sonrisas y estrellas dulcemente aterciopeladas. Estrellas
aterciopelan tus sentidos y los míos, ambos en un latido
270
acompasado, en un instante sublime mágico de amor sagrado
espiritual.
María, oyes pájaros carpinteros en las ramas de los sauces
llorones. Cantos de jilgueros y aves exóticas te hacen pensar en
mí. No te pares a buscar, ni a entender los motivos de mi
ausencia. Yo volveré con las manos vacías, en busca de tu cálido
amor. Recuerda, si esto hacen a un leño verde, ¿qué no harán a
uno viejo?
El halcón peregrino busca la salida del sol. No pretendas ir
tras de mí. Correré con la velocidad del rayo, más veloz que el
propio sonido. Correré con la velocidad del viento de mi
desierto.
María de Magdala, mi alma es fiel reflejo del hechizo de tus
ojos cautivos. Ojos profundos que ansío. ¡Qué hermoso es tu
cantar! Antorcha que quema el destino, y mi alma deseosa,
sigilosa quiere mudar. Tu canto crea un hechizo, mariposa ponte
a volar, sigue tu dulce vuelo si quieres libertad, encuentra tu
camino poetisa de la mar. Siento yo tu hechizo, me arrastra tu
manantial, embrujo que siento opresivo, y su llama incendiaria
quiero apagar. Ojos verdes, profundos que ansío. ¡Qué hermosa
es tu verdad! Poesía que llora el destino y mi alma deseosa se
echa a volar…
María, amada mía, tú eres mi dulce estrella en este paraíso
existencial. Mi alma es fiel espejo, donde reflejo un ardiente
deseo. Deseo de volar hacia el infinito y buscarte un hueco en el
cielo, junto a las estrellas. Sólo deseo, ardientemente, alcanzar
271
una de esas estrellas, traerla conmigo y ofrecerte en ella todo mi
cariño, para que descanses el resto de la eternidad en el regazo
de su luz incandescente.
María, me hablan tus ojos, entre tantas personas, como un
azote del viento, entre tantas alegrías y penas, como el susurro
de un álamo que se encrespa hacia el cielo.
Me hablan tus ojos, ese brillo hialino y transparente que
trasciende hasta tu alma, esa aguda vivacidad. Aun
conociéndote, cada día encuentro algo nuevo en ellos. El verdor
de los campos en el valle del Jordán, las aguas cristalinas del río,
la intranquilidad de las olas del mar. ¡Qué caja de sorpresas! Me
hablan tus ojos, como una fuerza en incesante movimiento,
como una llamada de lo inesperado…
Como esa gigantesca ola que rompe contra el acantilado, esa
bravura, ese genio, encierra los más insospechados misterios.
Como esa niña que llora al sentir la ausencia materna, esos ojos
tristes descubren lo que en tu fondo permanece oculto…
Con el susurro de tus lágrimas escarlatas, al fondo, se
escuchan dulces sonatas en el silencio. Cuando la llama se
apaga, tus ojos son el espejo de tu prodigioso amor. Ante el
pozo profundo de tu ser, ahogas el aliento de ese instante, en el
que viste cómo el viento arrancó las hojas, ramas de una vida
llenas de lágrimas blancas, silencios y amor. ¡Cuánto añoraste tu
dulce recuerdo! ¡Y el llegar a ser como aquel frío sentimiento,
pura contradicción entre el amor y el odio! Con el susurro de
tus lágrimas, al fondo, dulces sonatas en el silencio…
272
María, la perla valiosa, dentro del laberinto, se convierte con
tu magia en bellos cristales de sabiduría plateada. María mi
amada, Palestina está viva en tu dulce mirada, llena de verde
esperanza. En tu acacia sagrada guardas silencios, esperanzas
eternas, luz divina en tu alma. Flores de Palestina son conchas
finas de nácar, entre leves suspiros y destellos naranjas. Palestina
está viva en tu perla salvaje, en tu imagen divina de princesa
escarlata. Sonríes cuando se mecen los árboles, entre finos rayos
verde esperanza. Son árboles milenarios de ensueño, flores
sagradas en tu inmenso desierto, oasis de amor donde yo escribo
mis dulces versos al alba. En este canto, yo imploro por la
libertad de nuestro pueblo esenio. Pueblo herido en sus
entrañas… Árboles sagrados de ensueño, caen hojas en mil
ramas. Pétalos de arcoíris violetas son tinta roja en papiros de
plata. Azúcar de caña morena, burbujas dulces en tu mar de
plata. Y en el lago de tus sueños, palabras… espumas, rezuman
palabras. Palabras bellas al viento, hojas pequeñas en mil
ramas…
Espirales de amor infinito, compasiones entre dulces
desvelos. Compasión de un pueblo herido, peregrino caminante
en la mente de tu desierto. Pueblo errante de los hijos de la luz.
Pueblo empapado con lágrimas rotas, de fina arena y escarcha
blanca. Sobre las dunas ardientes, khaymas de almas son flechas
dirigidas a Brahma. Almas de mentes compasivas, en bellas
noches aterciopeladas de Oriente. Entre oasis y espejismos
silentes, escucho el rumor de la noche, el susurro de titilantes
273
estrellas sagradas. Escucho el rápido latir acompasado de tu
dulce corazón enamorado, en los amaneceres dorados, entre
lirios y jazmines blancos. En la “Ciudad de los Vientos
Indomables”, veo lo que nadie siente…; siento lo que nadie oye,
en el silencio de la noche... Silencios dormidos, retiros etéreos de
hombres esenios. Monjes ascetas, caminantes errantes en el
tránsito de la vida. Vidas con huellas tatuadas sobre la fina
arena. Huellas sobre las piedras rocosas, erosionadas por el
viento cálido del desierto de Judea. Huellas imborrables de
mentes apacibles, sobre la arena seca, sobre las rocas y piedras
de Galilea. Bellos reflejos de amores compasivos entre sueños
caminan, sorteando esfinges doradas sin el yugo del eterno
sufrimiento. Caminan descalzos, impasibles, entre bellos
cánticos escarlatas. Mantras, de flor de canela en rama, son
perlas divinas de rayo esperanza. ¡Om Mani Padme Hum! ¡Om
Namah Shivaia!...
Y al fondo, en el oasis, se oye una voz dulce hacia tu atmán:
¡Hija de la luz y del sol, despierta al amanecer con el alba!
¡Renace a la conciencia, renace liberada de todo miedo y apego!
Como una ola tranquila, en la fina orilla de la playa; como gotas
de lluvia, entre lagos y cascadas. Cascadas de amores, en noches
plateadas. Noche, camino de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso.
María… ¡Escucha lo Inmenso! ¡Escucha los bellos sonidos del
pueblo esenio!… Sonidos son perlas cautivas, con los ojitos
abiertos al alma mía. Y tú, sonríes a la dulce brisa. Brisas suaves,
274
entre suspiros leves, rozan mi espíritu en calma. Abluciones
sagradas nos purifican, mientras oyes voces lejanas que se
escapan en las frías madrugadas.
Tierra de las nieves, tierra mágica sagrada, tierra de tus
profundas raíces. Raíces profundas milenarias afloran, despiertan
la savia rica de tu bella existencia humana. Ojalá pudiera
alcanzar tu alma y tus lindas poesías al alba. Ahora entiendo tu
conmovedora historia y tu divina sonrisa perlada. Tu sonrisa…
perla de coral fina, en tu amada Galilea. Amatistas violetas lucen
en tu pecho divino, brillando en las noches de tus sueños…
Sueños de princesa hermosa en el reino de Shambhala, sueños
de rosa preciosa en la armonía de Ladakh, sueños apacibles en
las noches de Zanaskar.
María de Magdala, quiero regalarte mis dulces poesías al
alba. Princesa adorable, quiero regalarte la revelación de mis
sueños cautivos, todos mis versos cantados al alma. Princesa
amada mía, eres perla de coral fina. Eres felicidad perfecta en mi
dulce despertar al alba.
María… amiga mía, paloma blanca, gaviota divina…
Recuerda María, soy flecha del alma, sahm roh en tus sueños
dorados. Soy cumbre nevada, soy montaña sagrada de nuestro
querido Himalaya. Soy calma apaciguada en tu dulce morada.
Soy huella tatuada en la arena de tu desierto. Soy viento
huracanado, y expando semillas por el mundo, como suaves
pétalos de magnolias. Soy mar de plata, y bebo los vientos
frescos de tu océano de cristal.
275
Recuerda María, quiero que encuentres mi estrella en tu
dulce inmortalidad. Mióstenes, la estrella más brillante del
universo cósmico, te espera cada noche, para dar brillo a tus ojos
tristes, apagados por el miedo. Cristales de cuarzo, en cuencos
tibetanos, suenan al fondo de tu morada. Eres mi vida, mi
paloma viajera en el tiempo inmemorial. Tu mirada busca el
calor de la hoguera secreta, en el lejano desierto de Judea. Se
oyen voces de África en la lejanía…
Volaré hasta la niebla que cruza el umbral de la luz del túnel.
Siempre te esperaré en el Más Allá, con infinito amor María. Te
esperaré en los seis reinos existenciales, en tus incesantes
renaceres. Te esperaré en mi mundo espiritual, entre rebrillos de
soles y lunas, en el lago de mis sueños sutiles.
María, bella flor de Palestina, recuerda todas mis enseñanzas
iniciáticas, recuerda mis bellas palabras en los atardeceres de
Judea. Palabras dulces del verbo son misterios ocultos del pueblo
esenio. Misterios que impregnan el plasma sutil del universo.
Recuerda mi bella flor de Palestina, todos los hombres y
pueblos venimos del mismo árbol sagrado, del árbol sagrado de
la vida. En tu ancestral lozanía busco tus raíces, y contemplo
admirado tu profundo amor hacia mí. Tus palabras dulces
desprenden aromas, fragancias hermosas de flor de loto. Flor de
loto que yace, que reposa en el azul océano de cristal. Cristalino
y transparente es tu océano. Océano de amor profundo que
ansío en mi silencio dormido.

276
Amada mía: ¡Qué hermosa es tu verdad! ¡Tu mirada es tan
profunda y hechizadora! No comprendo cómo soportas mi
intenso sufrir, mi profundo sentir… Tan sólo quisiera ser lluvia
de gotas de rocío, en tus frías madrugadas. Tan sólo quisiera ser
pozo profundo, para que ahogues en él, las tristezas y miserias
de este mundo.
María, tu mundo no está muy lejano del mío. Mi mundo
inmortal es como el tuyo, un mundo mágico, sobrenatural,
profundamente sensible y espiritual. A millones de años luz, ves
partir tu vagón del tiempo inmemorial. Vagón del tiempo, vagón
de sueños, entre rebrillos de soles y lunas. Tiempo de soles,
sueños de lunas.
Tus cabellos negros acaparan mis juicios. Dices que denuncie
esos enormes prejuicios, mas no sabes María, ¡cuánto he sufrido!
Continuamente he callado mis lágrimas rotas entre señales,
entre divinos linajes. He silenciado mis continuos sollozos, entre
lágrimas empapadas en sudor y sangre. Sangre ardiente y
caliente de mi alma más paciente.
Mis sonrosadas mejillas se acaloran con tu elegante presencia
de gacela salvaje, mitad humana, mitad divina. Y tú, amada mía,
con perfumes de espigas de nardos, unges mi espíritu en la
calma.
María, como hija de la luna, tu corazón enamora al hijo
cautivo del sol.
Y el sol brinda a la luna un baile, una danza mágica. Son
almas gemelas inmortales, que viven distanciadas eternamente.
277
El sol alumbra tus días, te sonríe al alma. Mientras, la luna azul
hace un guiño de amor divino y te calma.
Corazón floreado, inmerso en pétalos de rosas blancas. Rosas
blancas de amor y pasión desmedida… Jardín dorado lleno de
jazmines blancos de verano. ¡Rosas y jazmines blancos despertad
al ser alumbrados! ¡Despertad con la llama del fuego sagrado!
Fuego sagrado de corazones esenios, alquimia de espíritus
inmortales a orillas del mar Muerto.
Hija de la luna, los ángeles de luz vienen al encuentro de tu
inmortal. No temas, ni atemorices tus frágiles y dulces sueños.
El hijo del sol enamora tu frágil esencia dormida, mientras las
estrellas plateadas bailan eternamente despiertas. Estrellas
fugaces caen sobre tu lecho florido, como pétalos de rosas rojas
de amor y pasión. Sol y luna danzan ese espejismo salvaje,
espejismo ensoñado de tu corazón extasiado.
Mientras tu espíritu luminoso navega en los mares del cielo y
del eterno olvido, nubes blancas de algodón acunan tu alma y
abrazan tu frágil corazón dormido. Corazón inmerso, sumergido
en un plácido sueño de invierno. Sueño apacible de invierno
frío…
María, hoy el techo celeste se tiñe de rojo pasión, rojo celeste
de mi dulce corazón. Hoy la luna azul baila al son de mi dolor,
en lo alto de Magdala, junto a su cautivo amor el sol. Hoy
soñaremos juntos, en un arcoíris blanco y rojo pasión. Hoy
cantaremos a los dioses del cielo, alzando nuestra voz, en un
estruendoso clamor lleno de amor. Hoy soñaremos espejismos
278
rojos, laberintos azules, en tu desierto de amor. Hoy soñaremos
océanos inmensos, océanos de intenso amor. Océanos donde
navegan viejos veleros, con banderas rojas en tu corazón. Y con
el alma en vilo bailaremos eternamente unidos, acariciando los
vientos cálidos sureños. Mas tan sólo, alcanzará la cima el
halcón rojo embravecido. Y cuando gane con gallardía al águila
azul, todos alzarán un inmenso clamor al hijo cautivo del sol, de
tu sol y mi sol. Rugidos feroces acechan mis sueños en el
desierto prohibido, prohibido y desvanecido. Hoy, al atardecer
de este breve instante, instante sublime y mágico, sentirás con
inmensa alegría que tu sueño dulce, tu frágil espejismo rojo, es
también el mío. Espejismos de sueños rotos, de intenso amor
cautivo. Amor rojo prohibido, celeste pasión entre dos eternos
hijos de la luz. Espejismo rojo pasión del hijo del sol y la luna,
en el valle de Cedrón.
Y se liberan lágrimas en cascadas finas, de manantiales
claros, por tus bellas y dulces mejillas, levemente sonrosadas y
divinas. Largas pestañas ocultan tus ojos ávidos de inocencia
perdida. Inocencia perdida y cautiva. Ojos llenos de esperanza
en un mañana. Ojos de la dama del sol y de la luna mágica.
Esperanza, dulce canto que se escucha al fondo, al amanecer con
el rocío del alba.
María, flor de Palestina, brillantes son tus bellos ojos,
transparentes como el cielo etéreo. Cielos etéreos que envuelven
mis sentidos más intensos. Ojos celestes brillan en la inmensidad
del universo. Ojos radiantes, que abren las puertas, son eternas
279
ventanas del alma abiertas. María, tus ojos son fiel espejo de tu
alma, tus ojos son reflejo de tu inmensa luz blanca.
Jamás olvides tu dulce inmortalidad. Jamás olvides tu dulce
bondad. Bondades que lloran los pueblos hermanos, en la
lumbre, hoguera de nuestro cálido amor.
Si cruzas las interminables fronteras, si derribas los elevados
muros de tu humilde corazón de poeta, no olvides jamás
cumplir tus promesas. No olvides jamás mi perdón. Cielos
transparentes en el cielo de tu memoria. Cielos límpidos,
rebosantes de aire fresco. Aire que exhalas, en cada breve
respiración que inhalas. Cordón de luz plateado une tu alma al
techo celeste, en el sendero de tu dulce inmortalidad humana.
Inmortalidad humana y divina en el camino de las nubes
blancas…
Burbujas de paz envuelven tu corazón eternamente, como
una flor irisada al sol naciente. Burbujas de paz se expanden, en
un espejismo rojo pasión, de Oriente a Occidente. Espejismo de
tierno amor. Amor de fuego sagrado entre el hijo del sol y la
prometida del viento, en el valle de Cedrón.

280
María, reflejos de tu alma

Reflejos que no existen, reflejos en tu alma; reflejos


transparentes embellecen tu alma. Reflejos que se escapan, al
llegar la fría madrugada. Espejos que reflejan espinas de rosas
blancas. Rosas en el desierto de tu luna, inmensas banderas
blancas. Sufrimiento que no cesa en la noche fría, alta. Noche
titilante de estrellas, en tu infinito sentir y sufrir. Sentires y
pesares fugaces, entre rayos de luces y soles…
Arcoíris de colores se desvanecen, en los techos celestes de tu
dulce inmortalidad. Sutiles sueños escapan, y se engarzan en
raíces plateadas. Raíces profundas de la tierra más olvidada.
Sueños frágiles, etéreos, despliegan sus alas rotas, al amanecer,
con el fino rocío del alba. Sueños que emborrachan… y que
embriagan de nostalgia apasionada. Sueños prohibidos y
cautivos. Pasiones desesperadas. Perfumes salvajes, y dulces
fragancias a rosas claras. Reflejos que mecen las finas olas. Dulce
brisa, cálidos vientos. Vientos de la eterna madrugada…
Reflejos que expresan tus sentires, en el fondo de tu ánima
inmortal, pura y blanca. Y al admirar tu frágil belleza, vuelan al
techo celeste como gaviota blanca.

281
Poeta testigo de nuestro amor

Hijo de la luz fuiste testigo y cómplice de nuestro amor


inefable y prohibido. Amores cautivos de flores, amores de
corazones candentes. Amores de soles dormidos, de lunas
despiertas, de intensos clamores. Amores de pasiones ardientes,
de lunas fervientes, de noches resplandecientes. Entre
constelaciones y lluvia fugaz de Perseidas, brillaban cristalinos
fulgores y noches azules de intensos amores. Amores de soplos
de luz, y tenues susurros, entre suaves rayos celestes, bajo el azul
naciente. Entre candores de lunas fervientes, presenciaste el
cálido calor de nuestros pétalos abiertos en flor. Pétalos de bella
flor, impregnados en luz y amor.
Pensé que eras mi afable presencia, el buen nombre que
representas, testigo fiel de nuestro amor. Pero eras tan sólo un
príncipe destronado, actuabas como un niño, con la inocencia
perdida. Un niño poeta, entre brillantes florecillas, entre
perfumes invisibles, entre amarillentas hojas de álamos blancos.
Eras mi anhelado pajarillo, un colibrí volando sobre nuestras
sombras de amor cautivo. Entre sombras amadas y luces
apagadas, amigo poeta eras pura melancolía. Y yo quiero en ti,
un hermano protector, que guarde mis secretos, que siembre el
amor en el jardín dorado de mi pueblo. Y yo quiero en ti, un
poeta sincero, que defienda nuestro intenso amor prohibido, que
sea testigo fiel de nuestro ardor y pasión. Más allá de las
282
fronteras, encontrarás la inefable quietud de éste, mi paraíso, mi
reino dormido, de este reino inmortal de Shambhala. Reino
hechizado con música de joyas de loto y ninfas doradas. Flores
de ninfas cantan serenos aleluyas, entre lluvias lentas, entre
caminos de nubes blancas.
Niño poeta, oigo gritos constantes en los acantilados
abruptos de tu eterno inconsciente. Quisiera poder abrazarte, de
manera cálida, en mi regazo caliente e incandescente. Quisiera
dar brillo, ternura y compasión a tus ojos ávidos, al fulgor de tu
mirada, al mundo de tus sueños prohibidos. Quisiera alejar de tu
mente esos barcos de oro, esas sombras sin luces, esos días sin
sol y sin llamas. Quisiera llegar a ti, a tu propia voz interior, a tu
atmán interno. Tus silencios dormidos alejan mi alma hacia el
universo etéreo.
Amigo poeta, pienso a menudo en la muerte, en el fin de esta
pura materia. Pienso en la rueda del samsara, en el sendero
óctuple, en los seis reinos de existencia. Confío en que mi
energía vital, mi espíritu inmortal se eleve hacia las cumbres
elevadas del eterno Himalaya. Cumbres de paz omnipotente,
blancura llena de perfección en los cuatro estados luminosos de
la mente.
En la tierra de las nieves, en el reino de Shambhala, músicas
antiguas de metal se oyen en la lejanía… Y todo el sufrimiento
del samsara se aleja de mi extenuado corazón. Hermano poeta,
eres parte de mi ser y de mi conciencia herida. Eres parte de mi
voz y de mi garganta enmudecida. Eres parte de mi lábil
283
memoria, y de mi propio Yo existencial. Placeres inconfesables,
dulces melancolías creas con el latido de tu sueño. En ti,
encuentras una señal, un cielo injusto de memorias.
Mil palabras en un texto albergan un sentido mágico, en las
raíces profundas del amor. Raíces de un amor sincero, como ojos
de secretos, como llamas de fuego fatuo, bajo la luna azul. Luna
azul silente, en tu cielo omnipresente.
Hijo del desierto, cubres tus ojos con un antifaz morado en el
palacio de los cisnes dorados. Es una máscara imperfecta que
señala y burla tu identidad. ¿Qué encuentras en el fondo? Una
sola palabra te golpea, nada te importa más, sólo el amor
platónico pudo darte felicidad.
Y yo guardo gratos recuerdos de tu infancia perdida. Esa
inocencia cautiva que aún reverbera el silencio dormido, e
impregna mi ser de una brillante luz interior.
¡Qué lejana está tu pureza! ¡Qué lejana está tu consciencia y
el latido de tu pequeño corazón! Hermano poeta, en el reino del
pequeño colibrí habitan mis sentimientos más nobles, mi
ternura, amor y compasión. ¡No puedes imaginar cuánto te
quiero! ¡No puedes imaginar cuánto es mi sufrir, por tus
reproches constantes y por tus silencios rotos en la mar!
Sonidos de cuencos tibetanos, de metal y cuarzo blanco, se
oyen en la lejanía…
Hermano mío, yo te quiero y tú lo sabes, lo sabemos hoy,
aquí y ahora, en el eterno presente.

284
No creas que mi amor por María de Magdala es fruto de una
locura apasionada. Es un amor de siglos, de senderos de magia.
Es un amor recíproco, de versos cantados al agua. Es un amor
de poetas, de dulces sonetos, de palabras de amor, palabras… Es
una lluvia incesante de estrofas plateadas. Es un amor entre
almas puras, de amaneceres tibios al alba. Es una música sin
sonidos, una canción para recordar mañana. Es un perfume
invisible, etéreo, de miradas de éxtasis bajo las gélidas montañas.
Es un amor apacible de horas nonas, bajo árboles y hojas de
ashoka. Es un amor de vientos y destinos inefables, en
interminables horas matinales. Es un amor de dos corazones
esenios, sobrevolando las arenas del desierto de Judea. En este
amor puro y neto no existen muros infranqueables, ni vallas, ni
fronteras. Es un amor puente entre dos corazones, para alcanzar
esas nubes que se escapan al techo divino celeste. Es un amor
dulce, como algodones de azúcar de caña, que brilla con los
rayos iluminados al alba. Silencios rotos, no hay sonidos, sólo
ecos de dulces despertares al alma. Amores son dulces
despertares, entre silencios de cinamomos, en el valle de
Hinnom. Despertares de amores esenios, entre silencios eternos,
frente a las puertas sagradas de Jerusalén.
Y en el monte de los Olivos, yo descanso plácidamente, sobre
la hierba del camposanto. Seguramente hermano poeta, mi ser
se perderá en el olvido, cautivo de este horizonte lejano. Pero
quiero que sepas, que yo jamás volveré a ser él mismo. Cerraré

285
esta puerta abierta, y con candados de hierro clausuraré las
traiciones en mi pasado.
Sillones de piel aterciopelada acomodan mi ligero adormecer
en la falda del Olivete. Y mi esencia yace durmiente en un
campo de amapolas somníferas, en los límites de la realidad
pragmática.
Una manta de terciopelo grisáceo cubre la frialdad de mi
noche. Noche de sombras, noche silente. Noche profunda en la
falda del Olivete…
Oigo los pasos del tiempo. Entre silencios atisbo un brillo en
tus ojos. Es tan dulce esa mirada que olvido tu indiferencia hacia
mí. ¡Es tan fácil el perdón cuando aún brilla la llama del amor!
Y entre suspiros leves, se oyen las olas del azul mar de
Galilea. Mar de Galilea: ¡Quiero verte, quiero sentirte muy cerca
de mí! ¡Mar profundo, azul de amor inmenso! ¡Azul océano, en
mi alma y en tu alma!
Una palabra de amor escapa, entre sonidos de cuencos
tibetanos, al palacio de los cisnes dorados. Palabras de amor,
sólo palabras, escapan al eterno reino de Shambhala.

286
Escuchad hijos de la luz

Túnica blanca de lino, rosario de madera de ébano colgado


sobre mi pecho. Ésa es mi única vestimenta. En el monte del
Olivar permanezco mudo, velando el silencio dormido; con el
corazón acongojado, tristemente enmudecido. Es tan sólo un
estado de breve ensoñación, donde seré entregado a los príncipes
del silencio.
Yo no soy ave cautiva de los palacios de oro. Soy rosa
verdadera, en el jardín del Edén. Amor y compasión, en las luces
de Sion. Soy halcón peregrino, en la vieja Ciudad de David. Soy
el que busca la libertad de mi pueblo, la anhelada libertad de los
oprimidos. Soy refugio apacible de los que lloran, de los que
sufren, de los que aman eternamente.
Y siempre camino con las manos vacías, con ropas
harapientas, entregando todo por vuestro amor, por vuestro
sentir y querer.
Aprended a mirar hacia dentro, la felicidad está dentro de la
flor de loto del corazón. Escuchad lo que dice vuestro corazón
interno, vuestro atmán interior. El que sabe escuchar tendrá el
camino de la verdad y la libertad suprema. Aprended a escuchar
las palabras, los sonidos, sus claros ecos, sus silencios rotos… en
todo ello, está mi verdadera enseñanza.

287
Mirad, conoced primero vuestro interior, profundizad en su
conocimiento. El camino iniciático es la única manera de
alcanzar la sabiduría perfecta.
Sólo soy un poeta esenio que dedico mis poesías a la libertad
de mi pueblo. Sólo soy reflejo de las lágrimas de un pueblo
herido, del llanto de los hijos perdidos, en la “Ciudad de los
Vientos” de mi desierto. Sólo soy un mago en la luz blanca. Soy
resplandor de una mente en calma. Sólo escucho lo que nadie
siente en el silencio. Soy aprendiz del arte dulce de las palabras.
Palabras dulces, suspiros violetas al alba. Flores de violetas y
bálsamo de Jericó perfuman el lecho del dios Shamash. Lecho
yacente, lecho silente del sol naciente. Luna roja luce, como
brillante luciérnaga, en las noches frías de Galilea.
No me arrepiento de ser un mago, ni de hacer magia con mis
palabras. Palabras iniciáticas que son auténticas semillas,
mensajes de amor verde esperanza. Palabras que comparto en el
silencio, entre mis compañeros de camino, hijos de la luz blanca.
Tarwa no asid amllal, roh sahm doniyt. Hijos de la luz infinita
plenamente consciente, vuestras almas son flechas directas al
universo existencial.
No diré ni una sola palabra más, aunque por dentro me esté
muriendo por vuestro desamor. No puedo soportar el orgullo de
los príncipes del silencio, ni la falsa hipocresía de los fariseos.
Aunque me humillen y me martiricen, sólo soy el reflejo de sus
propios miedos. Miedos reflejados en aguas de claros

288
manantiales, donde la gracia divina escapa al universo, con la
fuerza del viento celeste, entre rebrillos tenues de luces y soles.
Mis manos heridas, magulladas por clavos hirientes, y mi
cuerpo paralizado reflejan mi amor profundo por vosotros,
compañeros de camino. Hijos del sol y de la luna os quiero,
tarwa tafukt ayour thlit gori. Amigos míos poetas, os quiero aquí
y ahora, en el eterno presente, como celestes ríos, como infinitos
mares de ojos míos.
Como los lirios del campo, ellos no se fatigan ni hilan, el Ser
Supremo es quien los viste de amor y de belleza divina. Cada
instante, me levanto, golpe tras golpe, caída tras caída, camino
del Calvario.

289
Espinas clavadas - Sentir

Espinas clavadas con el azote del viento, sobre mi rostro


cansado, alivio de brisa y fuego. Un río de sangre brota, es
herida mortal que deshoja, con deseo mi alma escapa, como un
pétalo de rosa roja.
El frío apenas asusta ya, sólo espero que llegado el momento,
el miedo se aleje y consiga la paz. La paz sublime e inefable, en
mi despertar a la luz infinita plenamente consciente.
Seré como un pájaro libre, que inicia su vuelo, sintiéndome
sumamente ligero, dejando atrás mi cuerpo denso, y una vida
intensa, inmersa en el samsara del sufrimiento. Seré como el
perfume de los cinamomos en el valle de Cedrón. Seré claridad,
como la humilde luz de una antorcha que ilumina Jerusalén.
María, bella flor de Palestina, seré eterna calma en tu río de
mar de plata. Seré rayo alboreado que resplandece y entra por tu
ventana.
Quiero pensar, mientras pienso que mi vida es un samsara,
en ese instante feliz vacío de sufrimiento. Y mi alma atosigada,
de pasión equivocada, lucha con ella misma, desmarcando su
principio de no escapar desbocada, a su eterno infinito.
Quiero pensar, mientras pienso que esta vida es un misterio,
en el misterio que asoma al borde del umbral, en la niebla que
lo envuelve y yo quiero desvelar. Y mi alma llorosa, cansada de

290
este eterno latir, te reclama tan sólo un sentimiento, que seas
capaz de sentir, a golpe de corazón, el sentir que yo tengo.
Sentir. Sentir mi corazón galopando en los senderos oscuros
de tus sueños. Sentir. Sentir mi alma vibrando, en la
profundidad desconocida de tu ser. Sentir. Sentir ese miedo tan
profundo, atrapado dentro de tus entrañas, como una tela de
araña. Sentir. Sentir que tu presencia orgullosa hiere mis frágiles
entrañas. Noto frías sábanas blancas. Sentir. Sentir esos ojos tan
ávidos y hermosos, perlas de azabache, cómo huyen, escapan y
ocultan su mirada. Sentir. Sentir que mi alma está volando hacia
el cielo celeste, infinito, como una bella paloma blanca. Sentir.
Sentir mi liberación final, mi despertar sublime a la luz en el
moksha, en el nirvana. Sentir. Sentir mi iluminación perfecta, mi
liberación inefable en el nirvana.

291
Lanzas afiladas

María, amada mía… Lanzas afiladas clavando mis entrañas,


cortan mis leves suspiros, en las tinieblas blancas. Suspiros
entrecortados, en desiertos vacíos, abandonados, en este triste
destino. Destino azaroso y cautivo. Lanzas afiladas rompen los
hilos plateados de mi frágil esencia, en esta levedad de mi propia
existencia. Esencias divinas golpean conciencias, en horizontes
perdidos, en océanos inmensos que conforman tu anhelado
paraíso. Lanzas afiladas cortan los silencios pausados del tiempo,
de tu tiempo y del mío. Tiempos inmemorables, vagabundos
solitarios de tus sueños más cohibidos. Suspiros leves
entrecortados, en oasis perdidos, en la inmensidad de tu océano
y del mío. Océanos plateados, brillantes, con los rayos del sol
naciente…
Maestro mío… Lanzas afiladas cortan las espinas de tus
perfumadas rosas blancas. Cortan los silencios mudos, las
cadenas de bronce puro que tan fuerte te amarran a este gran
mundo vacío. Mientras, tú, buscas ese tiempo
anhelado, vagabundo y perdido. Ese tiempo tan valioso que
dejaste escapar, en tan sólo un dulce suspiro, hacia los mares
tristes de tu más amargo olvido. Olvidos y leves suspiros se
entremezclan en oasis y paraísos prohibidos. Oasis donde la paz
reina, lejos del mundanal ruido. Silencios cautivos, entre
desgarros de navajas plateadas, cortando el aire que sutilmente
292
exhalas, en tu último y dulce suspiro. Lanzas afiladas dan
muerte a tu extenuada alma, triste y apenada. Mientras, al
fondo, se escuchan mis sollozos de mujer enamorada. Sollozos
que escapan fugazmente, entre lágrimas rotas, saladas. Lágrimas
que hacen brotar dulces rosas perfumadas, en tu frágil e
inmortal morada.

293
Tu último sueño – Túnicas blancas esenias

Vuelan palomas blancas, perfumando el azul cielo. Vuelan


palomas blancas, hacia la luz infinita plenamente consciente… Y
la brisa acaricia tu rostro sereno, bello en el resplandor del
amanecer de tu último sueño. Las hojas de los árboles caen al
suelo levemente. Y el brillo de tus ojos, negros azabache, refleja
en tu mirada la magia de ese instante. Mientras la luna acaricia
las estrellas, esa noche encuentras el camino al azul cielo. Y la
brisa acaricia tu rostro sereno, bello en el resplandor del
amanecer de tu último sueño.
Entre túnicas blancas esenias, soledad de frías paredes, un
último soplo de vida se apaga. Sonidos de lluvia. Tormentas que
suenan asustando tu alma. Y tú, te preguntas: ¿Dónde está?
¿Dónde está mi dignidad humana? Aquí nadie escucha, sólo soy
un poeta. Hace frío, ya llegan las túnicas blancas. Oigo dulces
sonidos de lluvia, oigo el mar y las olas, pero ¿por qué nadie
escucha el reclamo de mi alma? Necesito un abrazo de amor, un
instante tan sólo, una palabra de ánimo que caliente mi alma.
Entre túnicas blancas, soledad, mi último soplo de vida
escapa…; queriendo imaginar un sueño: el mar y las olas… la
magia de la paz eterna…
El mar, silencio, gaviotas y sonido de olas. La paz recorre
todo mi ser. ¡Qué apacible serenidad! Recuerdos gratos de toda
una vida, de instantes sublimes de existencia. Sensaciones de
294
infinita calma llegan a mi alma. Siento un beso, una caricia.
Unas lágrimas caen sobre mis mejillas sonrosadas. Oigo llantos y
rezos. ¿Qué está pasando? Ya no hay mar, ni gaviotas, ni sonido
de olas. Solamente silencio, y al fondo, una luz infinita hacia
Brahma. Luz blanca… asid amllal… Liberación final, liberación
inefable de mi alma, en el moksha, en el nirvana, en mi
despertar perfecto a la luz blanca.

295
Mantos de escarlata – Velos negros

Silbatos de la noche. Mantos de escarlata. Caen copos del


cielo, estrellas de la mañana. Alfombras de terciopelo cubren el
verde cielo. Mantos sobre las playas, lunas de velos negros.
Mantos de escarlata cubren el verde cielo. Estrellas de la
mañana, lunas de velos negros. Velos negros ocultan rostros
vacíos, corazones viudos de sentimientos. Aflicción y dolor
salpican gotas claras de lágrimas rotas. Lágrimas rotas de
manantiales claros fluyen a chorros por mis ávidos ojos. Ojos
color miel, dulces y expresivos, contemplan absortos el lento
transcurrir del tiempo, de tu tiempo y del mío, en los océanos
más profundos y prohibidos. Velos negros, repletos de
sentimientos, son reflejo de clamores y bellos amores furtivos.
Amores y esperanzas, en ocultas madrugadas, son velos negros
de silencios mudos, al amanecer, con el rocío del alba. Velos
negros ocultan mi tristeza, mi tristeza dulce y más amarga.
Mientras, por la orilla clara de la playa, las olas bravas
rompen en finos cristales, cristales de lluvia fina y clara.
Corazones, viudos de sentimientos, sienten un inmenso dolor
profundo, al oír los llantos de tus silencios mudos. Silencios
mudos, miedos ocultos emergen de esas aguas bravas. Aguas
frías y claras, al llegar la eterna madrugada. Mientras, mis pies
descalzos, magullados, siguen el camino llano, floreado con

296
espinas de rosas blancas. Perfumes de rosas, entre cascadas de
lágrimas saladas….
Lágrimas, que se escapan al llegar la eterna madrugada, se
pierden entre finas hileras de palabras rotas, al alba. Rotas en
silencios mudos, en silencios que se clavan en la profundidad de
sus míseras entrañas, de su idolatrado ego y alter ego. Ego,
esencia de tu ser, triste y cansado. Ego conjurado y hechizado,
por ese dulce corazón amargado. Amargado, decepcionado por
un oscuro pasado. Pasado que desvanece el presente más
hermoso. Pasado que envuelve mi alma cautiva, tu ego exhausto
y cansado.
Y yo, no puedo luchar contra las olas bravas de este inmenso
mar, que es nuestro mar. Porque de tanto amar, mi corazón se
siente embrujado. Porque de tanto callar, se encuentra perdido y
apesadumbrado. ¡Pobre corazón hechizado, malherido y
desgarrado! Velos negros ocultan su enorme desencanto. Es fácil
amar, pero sumamente difícil olvidar el velo del pasado. Velos
negros deslumbran y ciegan los bellos ojos de mi fiel amado…
Velos negros reflejan cristales de bellos amores, cristales de
amatistas violáceos, entre andares calmos y acompasados. Velos
negros son espejos de amores prohibidos, de árboles de neem
sagrados. Velos negros son fieles destellos, de bellos amores
furtivos, de dulces fuegos fatuos sagrados. Velos negros son
espejos de tus raíces profundas, de perfumes salvajes, de almas
de luz puras. Velos negros son reflejos de corazones ardientes,
de fragantes rosas, en el desierto de tu luna.
297
Lunas azules, llenas de velos negros, embriagan tus cálidos
vientos del desierto, en la eterna noche de Qumrán.

298
Odas poéticas en su dulce nombre

Arbustos verdes, florecientes, asomaban entre finos trigales


verdes, en el bello bosque durmiente. Bosque enverdecido por
tus ojos de fiera tigresa salvaje.
Y leías cabizbaja, entre silencios interrumpidos, tus versos
cantados y odas poéticas en su dulce nombre y pronombre
“Jesús el Cristo”. Arba no Asid Doniyt, Hijo de la Luz y del
Universo…
Mientras, árboles de neem florecientes, asomaban entre finos
trigales verdes, en el bello bosque durmiente.
Entre silencios breves, versos cantados a su dulce pronombre.
Entre luces de rayos y soles, odas poéticas en su dulce nombre
“Cristo”. Arba no Asid Doniyt, Hijo de la Luz y del Universo…
Fantasmagóricos paisajes, tenues y salvajes figuras asomaban
al borde del umbral del Más Allá. Dibujos de cruces, rebrillos de
soles en el monte Gólgota.
Ojos enjugados en lágrimas, ojos color azabache. Lágrimas
rotas de ojos cristalinos, arcoíris llenos de mares. Ojos océano
transparentes, reflejos de plata en su dulce nombre y
pronombre. Cantaban odas poéticas las cautivadoras sirenas,
entre finos corales rosas y verdes…
Deslizabas tus cabellos ondulados, entre cascadas de
manantiales claros, por tu rostro mojado y sonrosado. Bebías los
brebajes de aromas calientes, entre perfumes fragantes, entre
299
arcoíris impregnados de colores. Olías los perfumes de incienso,
en tu piel morena y ardiente, entre flores de violetas, entre
llamas de cometas, eternamente…
Y las gotas de lluvia resbalaban por tu esbelta figura de dulce
gacela dormida, yacente, eternamente. Gacela salvaje y
durmiente, cuyas canciones sonaban al compás del viento del
este, en el silencio más solemne.

300
Prisionero del samsara

Soñador prisionero del samsara, esclavo del sufrimiento de


esta celda, de la rueda incesante de la vida. Prisionero del
aferramiento, esclavo del renacimiento en los seis reinos de
existencia. Y tu alma atosigada nada hacia los mares eternos de
la iluminación, de la liberación suprema.
Soñador esclavo de la rueda del samsara, del continuo
renacer en miles de existencias, en el camino de las nubes
blancas. Y en el sendero óctuple encuentras la luz infinita
blanca, entre sonidos de mantras y nubes de azúcar de caña,
bajo los techos celestes, cielos añiles de Asia. Y tu alma vuela,
como gaviota libre, hacia el moksha y el nirvana…
Soñador prisionero, si en alguna ocasión, desde tu sombría
celda, puedes observar las infinitas estrellas que existen, cada
una de esas estrellas es una persona compasiva que piensa en ti.
Si no te lo permiten, porque hasta eso te han prohibido,
imagínatelo en tu mente. Tú mismo, tienes poder para crear ese
cielo con su sol, luna y estrellas. Recuerda que el pensamiento
hace reverberar el silencio en el infinito universo. Recuerda que
con tus decretos puedes construir tu propio mundo, tus
anhelados sueños, tu paraíso eterno. Recuerda tu verdadero
camino, tu sutil esencia y tus profundas raíces milenarias. Raíces
profundas que te unen a la sangre ardiente de tu pueblo, a la
savia de la tierra más sagrada. Recuerda que la verdadera
301
sabiduría está dentro de ti mismo, en la flor de loto de tu atmán
interno. Lanza tus tiernas palabras, el sonido dulce de tus
mantras, tus bellos sueños, tu sabiduría innata, como flechas
transparentes, al fondo de tu alma. Recuerda los cuatro estados
luminosos de la mente, en tu jaula dorada de cristal,
eternamente.
Mi sueño es que llegue el día que sin barrotes, ni carceleros,
puedas despertar a ese sol y a esas estrellas, al estado inefable de
paz, a la iluminación suprema, ya libre como un pájaro
iniciático, sin deseos, ni aferramientos…
Cuando alcances el nirvana, el estado perfecto de
iluminación, tocarás la bóveda del techo celeste, en una fusión
nuclear de luz blanca. Luz blanca de todos los bodhisattvas
compasivos, que retornaron a la realidad existencial para aliviar
tu sufrimiento en el samsara. Sentirás la inmensidad de la luz y
la suprema energía del plasma vital que irradia el Gran Sol
Central.
Y volarás libre, como flecha transparente, en un dulce vuelo
de gaviota blanca hacia Brahma, en las tierras sagradas del
Himalaya.

302
Brahma necesito volar

Ser Supremo… Mi corazón, embriagado de amor, late rápido


con los rayos verdes de luna. Lunas rojas de pasión desmedida,
luces rojas de pasión desbocada al universo etéreo. Universo de
pasiones, entre nardos de sales fragantes, entre brillos de risas y
tenues sonrisas divinas. Allah, en el cielo yacente, me falta el aire
fresco, límpido de la dulce madrugada divina. Madrugada divina
de almas silentes, entre finos destellos de plata, entre dulces
cánticos de pájaros silvestres. Cantos de jilgueros amarillos
reverberan los silencios eternos, en primaveras tiernas, apacibles,
serenas. Primaveras de aire impregnado en agua de lluvia, en
agua de hojas plateadas, con aroma a flor de canela…
Brahma, necesito respirar el aire fresco, puro, límpido, claro
de mi montaña anhelada. El aire fresco que exhala tu alma, en
cada breve respiración, con el fino rocío del alba.
Necesito volar, desplegar mis alas hacia el cielo infinito,
como paloma viajera blanca. Allah, necesito volar a la
constelación de Perseo y Cefeo, a los mundos mágicos de
Morfeo. Entre dulces suspiros, necesito volar libre con almas
secretas de ríos, con almas de árboles sagrados. Necesito
desplegar mis alas rotas hacia las cumbres nevadas de mi eterno
Himalaya. Himalaya, cumbres de tierras inmaculadas e
inmortales bajo los cielos de Asia.

303
Brahma, necesito escuchar cómo nacen las hojas divinas de
agua, los gélidos vientos y las nubes plateadas. Necesito sentir
los besos, las auroras boreales y las cálidas mañanas. Necesito
sentir cómo vibran las hojas de amor plateadas. Necesito ver con
mis propios ojos tu existencia inmortal y tu gracia. Esa gracia
divina que envuelve mi morada. Esa gracia que envuelve mi
corazón y mi alma dulcemente enamorada.
Enamorado estoy del embrujo de esta vida, de este sueño
cautivador y mágico en el desierto de Judea. Enamorado de
María, hija del sol y de la luna. Enamorado de María, bella flor
de Palestina. Enamorado de la prometida del viento en mi
desierto anhelado.
Brahma, enamorado estoy de tus creaciones tan perfectas y
de tus rayos dorados al alba. Mi corazón enamorado palpita a
todas horas, en cada instante que creas palabras de amor,
palabras...
Quiero alcanzar esa estrella, que brilla en la noche más clara.
Quiero alcanzar tu morada, tu morada interna dulce y la más
amarga. Dulce morada que habitas en el confín de éste, mi
universo inmortal al alba. Soy hijo del sol y de la luna, en los
vientos cálidos de tu desierto. Necesito un abrazo de amor, puro
y limpio, en el amanecer, con el rocío del alba. Necesito conocer
la verdad del pájaro libre, las palabras de amor susurros del
alma.
Ser Supremo, reinas en los cielos con justicia, sin cárceles
prisioneras, sin jaulas doradas de la esclavitud humana. Reinas
304
con amor profundo hacia todos tus seres, hijos inmortales de la
luz blanca. Con amor inefable reinas, en el universo celeste de
mis sueños dorados. Sueños celestes, fantasías de metal florecen.
Florecen nardos índicos del Ganges, en tus noches sublimes,
lentamente… Y en instantes breves, la sombra nocturna
transmuta en llama violeta, en luces resplandecientes, bajo
estrellas de lunas ardientes.
Diosa Tara, reinas con enorme bondad, mientras el silencio
atrapa la oscuridad de mis noches; mientras la luz del sol hace
brillar los pétalos de amor, de mi eterno corazón enamorado.
Ser Supremo, tú sabes lo que yo siento y lo que yo amo.
Brahma, necesito respirar el aire fresco de bondad, que exhala tu
alma llena de gracia. Es aire límpido, fresco, cascada de puro
manantial sagrado. Es aire de moksha sagrado, repleto de amor
incondicional, amor de fuego sagrado. Es brisa de viento sureño;
brisa de amor sublime, inefable, universal y etéreo. Es aire puro
que emana tu montaña sagrada, entre rayos de luces, entre
destellos y rebrillos de soles.
Brahma, Dios creador compasivo, necesito sentir la luz de tu
alma llena de gracia. Necesito reposar tranquilo en el jardín del
Edén, en tu oráculo de Delfos, en las hojas milenarias de tu
sándalo sagrado. Necesito posar mis alas hialinas de mariposa
dormida, en tu hermoso lecho yacente. Lecho durmiente, lecho
silente de fragantes y bellas violetas silvestres.

305
María, canción del viento en mi ser inmortal

María, robaron tu dolor acongojado, acongojado en tu pecho


desnudo y sonrosado. Y en los pétalos de alas de mariposas
blancas, robaron tu sonrisa perlada, de un plumazo envenenado.
Robaron tu dolor desesperado…
Y yo, yacía en mi lecho, sintiéndome traicionado por los
príncipes del silencio, crueles carceleros de palacio. Palacio de
cristal congelado, gélido y helado. Entre rosas de pasión y
nardos, mi frágil corazón apasionado yacía extenuado, al borde
de ese inmenso acantilado.
María, flores blancas de loto brotaron en tu pecho desnudo y
sonrosado, cuando mi universo etéreo transmutó en ser
inmortal. María, bella flor de Palestina, inmortal gacela de mi
ánima cautiva.
En Getsemaní, traspasé el muro encadenado, con espinas de
plata y nácar dorado. Nácar de plata, rebrillos de soles y finos
destellos de perlas blancas. Espinas de nácar brotaron como
yelmos, entre fronteras y vallas empedradas, entre sutiles sueños.
Sueños de eternos vuelos, sueños de historias interminables,
traspasando fronteras de tierras inmortales. Frontera florida,
alambrada engarzada en finas cadenas de plata acerada y
prohibida. Frontera de la tierra inmortal de las nieves, en
espejismos dorados de tu oasis anhelado. Oasis dorado por

306
amaneceres ocres, por reflejos de soles y claros atardeceres, en el
valle de Kashmir.
Permanecí enjaulado por carceleros de luz, guardianes
secretos del Edén perdido. Y marché lejos de este mundo
prohibido, volando, buscando una flor de loto, un tierno arrullo
en mi mar cautivo. Sentí mi alma inmortal, abrazada a tu alma
divina. Sentí mi alma vibrar, con tu latido y el mío. Y
caminando despacio, encontré ese mar perdido, sentido a tu
silencio dormido. En instantes breves, impregnados del más
absoluto silencio, fluyeron cascadas de manantiales sagrados.
Cascadas arrullaban los silencios mudos en mi mar, porque el
mundo no hallaba el sendero de tu frágil caminar.
Y en mi existencia inmortal, María, eres canción del viento
otoñal. Eres velo plateado e ilusorio en mi firmamento
estrellado. Eres cisne blanco, entre juncos dorados. Eres garza
divina, en un estanque de reflejos plateados. Eres samana del
bosque sublime, entre brillos de luces de neón y luciérnagas
ocultas. Eres brillo rojizo en mi amanecer divino. Eres bello
susurro del río desde el tiempo inmemorial. Eres bailarina de la
danza de los siete velos, en mi dulce inmortalidad.
Secretos profundos atisban un brillo radiante, opalino, en tus
ojos claros e hialinos. Y en tus ojos color miel, verde atigrados,
se refleja un amor luminiscente; un amor apasionado, en la flor
de tu eterno corazón enamorado. Flor de loto, entre hojas
plateadas de agua y gotas frías de lluvia. Hierba fresca, mojada,
encharcada por torrentes de lluvia clara y fina. Cascadas de agua
307
fina resbalan por tus suaves mejillas, sonrosadas y divinas.
Lluvias de manantiales claros, en épocas de sequía. Primaverales
esbozos, de finas alas blancas divinas. Hojas de álamos viejos,
encrespados al techo de los cielos, pidiendo breves instantes,
pedazos de vida inmortal.
Brotan ríos de agua brava, ríos de sangre caliente en mi dulce
inmortalidad. Brota lava roja en mi corazón herido e inmortal. Y
en las alas de mariposas rojas, magulladas por corazones
perdidos, brotan bellos arcoíris solidarios. Brotan hojas en mil
ramas, hojas de sutiles primaveras deseadas.
Corazones rojos reflejan amores silenciados de este humilde
destino. Destino prohibido y cohibido, por los sollozos y
gemidos de un amor perdido. Clamor intenso de un pueblo
esenio herido. Magullado y herido, entre espadas afiladas de
navajas plateadas, entre yelmos de rosas blancas con espinas
doradas.
Llantos y letanías se oyen en la lejanía… Lejanía hechizada,
embrujada de la tierra prometida. Lejanía consentida de tus
ancestrales raíces perdidas. Lejanía de tu lava ardiente, de tu
extraña sangre caliente. Se oyen viejos clamores en la lejanía…
Lejanía de tierras inmortales, de tierras inmaculadas divinas.
Lejanía de la tierra de las nieves. Lejanía…
Y tú, mientras, piensas en mi eterna existencia. Y mi alma
enamorada, exhausta, alza su voz al alba: ¡Te quiero, luna roja
de mis sueños! ¡Te quiero, perfume invisible de mis sueños! Y
mi alma enamorada, pregunta al alba: ¿Merece ser inmortal sin
308
amor? Y la estrella Mióstenes exclama, con su muerte: ¡Mejor
morir de amor y volver a renacer, que vivir eternamente sin
amor!

309
Mi alma de luz blanca – Roh asid amllal

Maestro, mi alma de luz blanca escapaba entre silencios


rotos, hacia el pasado de tus sueños dormidos. Buscaba tus
heridas más ocultas, los desgarros de tus alas frágiles y de tu
corazón eternamente cautivo. Quería olvidar el pasado, borrar
los errores y desmanes de la realidad presente. Desconocía que
tus alas eran banderas blancas, desplegadas a los vientos de la
suprema libertad.
Flores de loto y de almendros perfumaban el lecho caliente,
donde yacías, entre dulces suspiros y lamentos.
Vagué perdida, sin rumbo fijo, mas al final encontré el
arcoíris solidario, que iluminaba tu dulce y extraño espejismo de
verano y tu oscuro horizonte lejano.
Volviste navegando en tu velero, con tus alas puras e
hialinas, símbolo de libertad antes prohibida. Prohibida y cautiva
estaba mi alma, encerrada en una pérfida tela de araña,
encerrada en esa jaula prisionera del más burdo engaño. Entre
rosas blancas con espinas, alcé mi voz al cielo, implorando a los
dioses del Olimpo.
Y tu flor de loto, enmudecida, en el jardín dorado de tus
sueños rotos, emergió desde la profundidad de la tierra
enfurecida, transformada y transmutada en una bella mariposa
dorada. Azul crisálida, mariposa coloreada, que aletea el aire
fresco, al amanecer con el alba. Aire fresco, límpido y cristalino
310
de los vientos de la tierna madrugada. Vientos de nieves blancas
escapan, como suaves y tiernas caricias, en la madrugada.
Vientos de luces, en mares plateados, libertad infinita de la luz
blanca. Vientos de arenas, flechas de libertad de tu rosa del
desierto. Horiya asid amllal, sahm horiya talwardat nljla.

311
Entre dulces recuerdos

Maestro, entre dulces recuerdos, apareciste como un


placentero sueño, tenue, suave y ligero. Pensaste que apenas
percibí tu presencia, en la más absoluta oscuridad del desierto.
Pero ahí estaba yo, como siempre, escondida, vagando perdida,
con los ojos enjugados en lágrimas, de dolor y pena, por
añoranzas vividas.
Pero en el fondo de mi ser, donde anidan los sueños y
anhelos, se mantenía aún encendida la llama de la esperanza y
de los deseos. Miraba al infinito cielo, buscando una estrella, la
más brillante, para que iluminara la soledad de mis noches frías
y claros días.
Entre dulces recuerdos apareciste tú, como un placentero
sueño, como una tierna primavera florida. La luz que irradiabas
iluminó mis ojos, tocó mi frágil corazón apenado y mi alma
jubilosa se llenó de gozo, alegría y deseo. Deseo de un amor
eterno, de un amor inmortal desde el principio del universo,
desde el Génesis, desde el árbol sagrado de la vida.
Volvió, de nuevo, la esperanza y el amor a mi vida, como un
dulce sueño de primavera dormida.

312
Clamores de corazones esenios

Escucha la voz de tu eco, María, apenas encubre el silencio


dormido de tus eternas noches insomnes. Insomnios agotadores
rompen el sonido del reloj de tu tiempo. De tu tiempo y del
mío. Reloj, de acero y plata envejecida, suena al fondo del
rincón. Muros de piedra aburujada conforman una casa de
adobe. Adobe y ensueño de plata. Ensoñaciones lejanas. Cruces
de caminos y senderos. Luces de senderos se entrecruzan en las
serenas madrugadas, e iluminan tu frágil mirada. Mirada de
llama escarlata. Esbozos de brillos. Brillos de sonrisas dibujadas.
Son deseos, son anhelos, en tu dulce y linda mirada. Rosas
perfumadas son aromas frescos, asilvestrados. Aromas de
incienso y mirra. Aromas de canela en rama. Tacitas de té, de
menta y hierbabuena se huelen en los atardeceres de tu vida
risueña. Risas en la eterna infancia. Infancia inefable y dorada,
en Galilea. Inocencia perdida, en una inacabable existencia
humana. Existencia, mitad humana, mitad divina.
Piensas mientras respiras, inhalas mientras reclamas.
Reclamas justicia, en cada instante y breve silencio de tu vida.
No hay breves plazos, ni mínima justicia. Tan sólo, oyes breves
clamores. Clamores pidiendo a voces, igualdad de condiciones.
Clamores de un pueblo descontento, bajo el yugo del
sufrimiento, esperando la llegada de un mensaje libertador.

313
Meditas en el silencio dormido, en el jardín de los lotos
prohibidos. Mientras, otros pierden su eterna inocencia.
Inocencia perdida y cautiva.
En un mundo utópico, de transparencias y fragilidad
humana, como el papel roto de seda fina, tiemblan tus manos
curtidas, envejecidas por el sol ardiente. Manos sacudidas a los
vientos celestes. Al viento tus cabellos canos, levemente
ondulados.
Aire fresco, en la orilla del mar transoceánico, respiras, sobre
la fina arena blanca y rota en finos pedazos de cielo amarillo.
Mientras, tu rostro frágil, aniñado, acaricia la brisa oceánica en
tus eternos desvelos. Desvelos de sueños rotos, e insomnios
etéreos. Insomnios de una mente, en calma, huelen a frescura, a
tierna sabiduría innata. Insomnios que rompen los tiempos
perdidos. Tiempos de insomnio, tiempos perdidos en atardeceres
cautivos. Tiempos llenos de cruces y enormes desvaríos.
Insomnios que huelen a locura y falsos olvidos. Tiempos de
laberintos, de cielos amarillos. Cielos amarillos, de magia
transparente, de efímeros destinos. Tiempos de espadas solares,
de tierna dulzura, en auroras boreales. Auroras boreales, en
tiempos ancestrales. Tiempos de un pueblo esenio fuerte, como
las aguas tranquilas de un río apacible e inerte. Tiempos de un
pueblo sufriente, entre sombras y luces, entre cielos ardientes.
Tiempos de lirios, rosas y nardos, de tiernos encantos. Tiempos
de senderos claros y amaneceres dorados. Amaneceres sutiles,
entre destellos de acero y plata, que unen los tiempos perdidos.
314
Amaneceres que siembran amores eternos y lirios blancos
enmudecidos. Clamores de corazones esenios, soñando azares
puros, y ríos de lava y sangre. Amaneceres de instantes furtivos.
Y entre viejos clamores, despiertan a la luz de la inmortalidad,
inocentes amores cautivos. Tiempos de tiernos amores, entre
dulces clamores de libertad, en el valle de Hinnom.

315
María, nadie comprende tu amor

María, quisieras poder volar, pero es un sueño, nada más.


Quisieras poder llegar a él, pero se aleja cada vez más. Quisieras
poder comunicar tus sentimientos, una vez más. Quisieras poder
rectificar, pero la vida no mira hacia atrás. Quisieras coser sus
frágiles venas, con hilos de sangre y correr por ellas. Como un
rayo de luz explorarle, pero nadie comprende tu amor inefable.
Y el mundo espera, imperturbable, la hora en la que digas: “Soy
Yo, la mujer bodhisattva compasiva”.
María, eres la joya del loto, la bodhisattva compasiva que
ama su existencia reencarnada en este universo. Eres flor de luz
infinita, plenamente consciente. Eres aroma de flor de sándalo
sagrado. Eres incienso purificador, en la evolución de su
desarrollo espiritual. Eres su alegría, y el antídoto perfecto
contra la oscuridad de sus noches y días, en el desierto de Judea.
Eres flor de horiya, de libertad infinita. Eres paz, gratitud y
verdad. Eres chokran, sniyt y salam. “María thlit gori, María te
quiero”, oyes en la lejanía…
María, estrella de los mares, tu amor inefable e infinito es
símbolo y bandera de tu amor verdadero, mas nadie comprende
ese extraño deseo. Deseo de amores, entre millones de flores de
romero y violetas silvestres. Deseo de espíritus esenios,
entrelazando rosas de corazones solidarios, en la luz viviente de
la propia realidad existencial.
316
Y tu corazón malherido, exclama al viento sureño de tu
desierto: ¡Dime que no extrañas mi mundo, y mi alma seguirá
impasible, su inmenso dolor!
Hojas de Judea susurran con el paso del tiempo, buscando
un camino, entremezclando suspiros de amor.
Flores de neem brotan de tu amor infinito y derraman
pétalos de intenso olor. ¡Dime que no extrañas ni un instante,
tan sólo, compartido entre los dos, y mi alma viajera inmortal
dejará de soñar, levemente, con tu dulce amor!

317
Aroma a lavanda

Aroma a lavanda en tu piel morena, en tu piel aterciopelada,


con fragancia de almizcle perfumada. Ensueños lejanos esconden
tus más frágiles desengaños. Aroma a flor de canela inspira tus
silencios breves, pausados, cada instante más anhelados.
Amores que traicionan tu alma, eternamente desgarrada.
Amores que impiden sentir el dulce crepúsculo del amanecer
dorado.
Aromas, a poleo y menta, impregnan tus más bellos
sentimientos y encantos. Mientras, escuchas voces y ecos de
viejos tambores. Tambores africanos, en la más absoluta
lejanía…
Aroma a tomillo, a espliego enverdecido, respiras
suavemente, en tu calma y sosiego más tranquilo. Aromas a
fragancias sutiles, de incienso tibetano, acompañan los silencios
rotos de tu más absoluta soledad. Soledad de frías paredes, en
viejos monasterios sombríos, vacíos de latidos pausados por tu
corazón apasionado y cautivo. Apasionado e ilusionado, entre
aromas de lavanda e incienso tibetano.
Antorchas fatuas, llamas sagradas de tu inmortal destino.
Alquimias de fuego ardiente derriten los infinitos copos de
nieve. Blancura, perfección inmaculada en los cuatro estados
luminosos de la mente. Blancura, en la tierra de las nieves…

318
Aroma a lavanda impregna tus silencios breves, tus sonidos
pausados, cada instante más anhelados. Aroma a lavanda en tu
caminar acompasado, en el latir profundo de tu corazón
enamorado.
Laberintos ocultos encuentras en tu triste melancolía.
Melancolía amarga que traspasa el umbral de la propia realidad
existencial. Mientras, yo respiro profundamente, con alivio, tu
perfume afrutado, calmando mi tristeza y mi vacío más amargo.
No puedo alejarme del abismo más profundo, aunque mi
reloj esté detenido en el tiempo inmemorial. Este es mi destino,
azaroso y cautivo. ¡Qué cruel y desatinado destino! Verdes hojas
de lavanda inspiran mis palabras. Palabras llenas, impregnadas
de un amargo dolor cautivo. Dolor que es espejo maldito de mi
destino azaroso y prohibido.
Dejo mi mente en calma, apacible, serena, mientras pienso
en ti, mi fiel amado. Pienso en tus alas rotas por tantos desvelos
cautivos. Rotas por intensos desvelos, por inmensos miedos y
desatinos.
Quiero escapar, ser libre como paloma blanca, mas una
niebla fantasmal me impide caminar. Caminar en ese pedregoso
sendero hacia la inmortalidad, de mi destino y tu destino. Ecos
que se alejan cada vez más de manera inmortal. Ecos que
trascienden a tu abandono moral. Ecos que reverberan los
sonidos bellos en la mar.
Intentas dormir un plácido sueño, mas esos falsos espejismos
perturban tus más frágiles sueños. Sueños impregnados de
319
perfumes de lavanda, y flor de canela en rama. Cantos de
guerreros se oyen en la selva. Cantos impregnados de aromas de
lavanda y flores de violetas.
¡Óyeme cantar cánticos de bendición, cánticos de compasión
por esta cruel sociedad! Sin ti Maestro, me siento sola, con el
corazón vacío y apenado. Mas sólo será un instante, luego
retornará de nuevo la esperanza. Esperanza en un nuevo día, en
un nuevo amanecer. Amanecer dorado del sol naciente, de
Oriente a Occidente.

320
Suspiros violetas

María de Magdala… Suspiros de violetas sutiles, fragancias


exóticas y salvajes. Lirios enmudecidos por los llantos de un
corazón perdido. Coloreas mi cielo con millones de estrellas
fugaces, con cometas y lluvia fina de nubes blancas.
Nocturnos desvelos, insomnios que acechan tus miedos. Tus
fobias ocultas descubren tus frágiles sentimientos.
Violetas y jazmines florecen en el campo enverdecido de tu
humilde morada inmortal. Eres dulce sirena y esclava de las
ambiciones más descarnadas. Eres princesa y esclava, en esta
realidad existencial. Arraigos florecen en tu propio nombre y
pronombre, dulcificando la angustia de mi mente, eternamente.
Suspiros de rosas blancas, suspiros de violetas sutiles. Sutiles
alas de mariposa despliegas en tu última morada. Morada llena
de fragancias delicadas, flores dulces de violetas blancas.
Tus párpados caen, cerrando horizontes. Horizontes
perdidos, en un cruel y triste destino. Destino azaroso y cautivo.
Morfeo golpea incesantemente la puerta, puerta de tu alma
pura e inquieta. Puerta sellada con candados de plata y oro fino.
Tu sangre se derrama encima de túnicas blancas, dibujando
los sutiles trazos de un corazón perdido. Corazón engañado y
malherido, entre suspiros violetas, entre lágrimas rotas, entre
lirios enmudecidos por los llantos de un niño.

321
Mientras yo soy quién alienta cada paso, tú, avanzas con tus
pies heridos y descalzos. Delfines blancos acuden a tu encuentro,
en el vacío más absoluto y eterno. Delfines bellos de mares,
mares de tiernos amores.
Eres flor de pasión, en el jardín de la eterna compasión. Eres
suspiro dulce, susurro del río apacible. Eres reina faraónica de la
magia; sirena cautivadora, en los mares de plata. Eres princesa
hechizadora de mis sueños, eternamente; diosa de la belleza y la
magia.
Mas no quisieras ser ninfa dorada, ni princesa esclava, ni
cautivadora sirena. Tan sólo quisieras ser dulce mariposa,
suspiro sutil de flor violeta.
Y en tu dulce inmortalidad eres alma de flor enamorada, hija
de la luna plateada, prometida inefable del viento. Eres hija de la
luz inmortal, alma de luz directa a Brahma, en el camino de las
nubes blancas.
Coloreas mi cielo añil con arcoíris solidarios, con lluvia de
cometas, con caricias titilantes de estrellas. Y regalas tu sonrisa
caminando por los verdes prados, con tus pies morenos y
descalzos.
Flores de romero; suspiros breves de silencios eternos,
entrecortados. Tierna madrugada, dulce caricia del viento, en la
noche cálida de Getsemaní.

322
Maestro eres ave fénix

Maestro mío… ¡Aléjate de los aullidos del bosque, acércate al


fuego de la frágil lumbre. Paraísos y laberintos lejanos esconden
tus sollozos, tus gritos desesperados.
Y en la plenitud de la misteriosa noche, tu alma blanca
transmuta en inmortal. En la profundidad del abismo los ángeles
caídos lloran, derraman cascadas de agua negra hacia el mágico
manantial.
Eres ánima inmortal, en la sublime consciencia universal.
Eres fiera salvaje, tigre que desgarras los pétalos de mi florido
rosal. Eres flor de loto, néctar en el jardín del Edén. Edén de mi
apenado corazón… Eres luna roja y viento de mi corazón
prometido.
Eres antorcha que quema y enciende mis frágiles sentidos.
Sentidos ocultos y prohibidos. Sentido y sensibilidad son
fantasías de metal, en tu alma imperecedera e inmortal.
Eres ave fénix que despliega sus alas cautivas, como aspas de
viejos molinos. Y con ellas, acaricias con profundo amor el
viento del desierto sureño. Viento cálido, que mece entre sus
brazos mis más dulces sentidos cautivos. Cautivo está tu
corazón, en este inmenso desierto. Tranquila está tu alma en mi
bello universo.
¡Maestro, eres ave fénix! ¡Maestro, eres al fin alma inmortal!

323
Maestro, Geshe de mi desierto

Susurros en el vacío se oyen. Suspendidos haces de luz


brillantes, plateados en tu más perdido horizonte. Horizontes
lejanos se asoman, bajo los grises cielos de tu nombre. Nombre
y pronombre perdidos, vagabundos eternamente, sin destino ni
rumbo fijo.
Guardas la memoria histórica dentro de tu inmortal esencia,
ánima pura y blanca. Frágil esencia, en esta cruel y vana
existencia.
Corazones, partidos por engaños, buscan perdidos su otro
Yo.
Ego y alter egos unidos, entrelazados en un sinsentido. Sin
sentido, sin razón desmedida escapas, flotas como los pétalos de
tu eterna flor enamorada.
Laberintos ocultos profanan tu frágil memoria. Recuerdos
que salpican e impregnan tu alma brava. Recuerdos que
empapan, como gotas de lluvia clara, como el suave hialino rocío
del alba.
Agua cálida de mares de plata, inmersos pétalos de rosas
blancas. Barcos de piratas con banderas altas. Banderas blancas,
alzadas, rompen el misterio, la calma inefable del silencio.
Silencio eterno, silencio sentido en tus mágicos sueños.

324
Maestro, Geshe de mi desierto… Desierto de espejismos
dorados y tiernos sueños. Sueños prohibidos, desvelados por
suaves atardeceres, entre luces tenues de finos rayos y soles.
Navegantes en mares de plata, océanos azules y espejos de
plata. Crisálidas místicas de mariposas blancas.

325
El alma de mi montaña

Sueño cada noche, cada instante, en poder contemplar ese


cielo límpido celeste y admirar cómo lucen las estrellas, con sus
brillos plateados. Sueño, cada instante, con abrazar los frondosos
árboles, cuyas ramas se mecen al compás del viento. Árboles,
reyes del bosque y de las montañas, que guardan la memoria
histórica en el interior de su savia.
Anhelo poder volar libre, como esa águila roja que surca el
cielo o ese cometa que se pierde en el espacio infinito.
Cada amanecer, con el fino rocío del alba, atisbo un halo de
esperanza, al escuchar los sonidos de nuestra Madre Naturaleza.
Los cantos de los pájaros, el murmullo de los grillos y el ruido
de tus cascadas hechizan mis sentidos.
Imagino esos seres mitológicos, que habitan los mundos
oníricos: elfos y hadas nadando juntos en ese lago, dulce
remanso tranquilo.
Sueño con ese océano profundo, azulado, y sus olas
rompiendo ferozmente contra los acantilados.
Admiro el hermoso arcoíris que refleja tu luz interior. Eres el
alma de Gaia y de mi universo imaginario. Cuando te
observo, la luna baila al son del pálpito de mi corazón. Sueño
con tus bosques frondosos, salvajes, que dan calidez a la
existencia humana, y con las raíces de los robles que la
engarzan. Laurel y vida se juntan en el alba, de tu dulce y
326
perlada sonrisa divina. Vitalidad y alegría juntas son el laurel de
nuestra propia existencia humana.
Anhelo tu esencia de libertad y magnificencia, contemplando
tus cumbres inmensas. En tus manantiales y ríos, oigo esa
música relajante que transmite serenidad. Serenidad de calma
apacible, entre susurros de aguas, entre hojas de lluvia plateada.
Serenidad del eterno silencio, tranquilidad de tu infinito
universo.
Quisiera poder vivir siempre en esa montaña mágica sagrada,
donde todo ser es libre, donde mi alma se impregna de inmensa
luz blanca. Montaña sagrada de nieves inmaculadas, montaña de
cumbres inmortales bajo los inmensos cielos de Asia.
En la cima de mi montaña sagrada, sueño con un mundo
mejor, un mundo utópico posible, donde reine la paz. Un
mundo sin miedos, ni guerras, sin odios ni falsedades, donde los
niños inocentes no lloren, donde todos los niños canten y
jueguen.
Así es el alma de mi montaña anhelada. Sueño con ver una
lluvia incesante de estrellas fugaces, en la cima del
Himalaya. Lágrimas de Perseidas en el eterno Himalaya, en la
tierra inmortal de las nieves, en el reino perdido de Shambhala.
Y mi corazón, en ese anhelo, se une a la luna, en la
inmensidad del universo etéreo.

327
Mariposas de la Humanidad

Al amanecer con el alba, millones de mariposas frágiles


sobrevuelan el sendero salvaje. Y en su dulce vuelo, se escuchan
rugidos de feroces leones, guardianes supremos de las noches.
Mariposas de colores brillantes, brillantes como diamantes:
¡Despertad la conciencia dormida de la triste ignorancia
humana!
Los niños absortos, en su inocencia perdida y salvaje,
contemplan entre silencios rotos, vuestro eterno vuelo
incansable.
Mientras el amor esté enclavado en el interior de corazones
salvajes, las mariposas plateadas seguirán cautivas, presas, en
vitrinas claras, eternamente dormidas.
Y cuando la conciencia comprenda la llama de la existencia
humana, millones de mariposas frágiles, esclavas, batirán sus
alas libres como gaviotas blancas, al amanecer con el fino rocío
del alba. Y su aleteo será un eco constante, sobre el duro asfalto
salvaje, despertando los sueños de eternos corazones durmientes.
Ya no habrá más rugidos de leones en las frías madrugadas,
ni furia contenida en las noches estrelladas. Llegará la anhelada
libertad de todas las almas esclavas.
Y las mariposas blancas desplegarán su eterna belleza, al
amanecer, con el fino rocío del alba.

328
Hijos de la Madre Libertad - Tarwa Mma Horiya

Soñando un mundo bello, de amores puros, de soles claros.


Soñando un aire fresco de vientos puros, de viejos árboles
milenarios. Soñando un hombre nuevo de almas puras, de mil
colores fatuos. Soñando un instante mágico de lunas llenas, de
inmensos mares plateados. Soñando un cielo inmenso, de nubes
blancas, de dulces estrellas de terciopelo raso. Soñando un
mundo inmortal y humano, de orillas claras, de esencias puras y
jazmines blancos. Puras rosas y lirios blancos…
Y soñando se nublarán los cielos, bajo falsos espejismos
dorados. Espejismos plateados inmortales, en aquellos horizontes
lejanos; lejanos e inalcanzables…
Mitos y vanas realidades apagarán sus conciencias dormidas,
en extraños laberintos perdidos. Laberintos y espejismos
dorados, embrujados y hechizados por crueles desengaños.
Amores de madres coraje, que adoran a sus hijos, entre
cálidos abrazos, entre sonrisas perladas, entre silencios eternos
de miradas dulces. Amores de madres coraje, nanas y cánticos
celestiales escapan como susurros de sus labios sellados. Amores
de halcones peregrinos, de cristalinos fulgores, bajo el azul
naciente…
Se nublarán los cielos irisados, bajo falsos espejismos
dorados. Mas no podrán arrebatarnos jamás nuestras ansias de
volar, nuestras ganas de luchar por aquello que anhelamos. No
329
podrán arrebatarnos jamás todos nuestros sueños, y todo aquello
que adoramos. No podrán arrebatarnos la sonrisa, ni el amor
hacia la vida. Ni podrán arrebatarnos, a las espaldas, nuestras
alas frágiles de mariposas dulcemente dormidas. Somos hijos de
la Madre Libertad. Nuestras poesías volarán lejos, a través del
viento sureño. Cruzarán océanos inmensos, hasta llegar al
clamor de todo un pueblo.
Y se mecerán las hojas verdes de los álamos milenarios,
encrespados hacia el cielo, al escuchar el sentir de todo un
pueblo. Viejo y humilde pueblo sureño de tu desierto y de mi
desierto.
Mientras, nuestras almas cautivas, como águilas rojas sin
miedo a ser heridas, alcanzarán cumbres elevadas, las cumbres
más blancas bajo los cielos añiles de Asia. Jamás podrán
esclavizar las alas de todas las mariposas blancas, hermanadas,
sutilmente entrelazadas. Mariposas escondidas, ocultas bajo las
noches dulcemente estrelladas.
En las ciudades durmientes, bajo los puentes de Occidente,
las calles serán nuestro albergue, nuestro refugio y hogar
caliente. Dulce hogar, refugio cálido, lecho floreciente…
Y a fuego lento, escritas con tinta de sangre nuestras dulces
poesías al alba. Versos cantados, al alma, serán grabados en la
memoria histórica de nuestro pueblo, agitando eternamente sus
frágiles conciencias dormidas. Conciencias cautivas, engarzadas
en finos cristales de diamantes de sangre, enjauladas en prisiones

330
con cadenas doradas. Jaulas de mármol y oro fino serán sus
cárceles eternas.
Y los hijos de la libertad, en un arcoíris solidario, se
abrazarán unidos por los vientos cálidos de la paz. Somos hijos
del sol naciente, de Oriente a Occidente, que alumbra nuestro
frágil caminar. Somos hijos de la luna cautiva, que ilumina sus
noches tristes y oscuras. Somos hijos de los vientos de la paz,
sirenas dulces cautivan y atrapan nuestra esencia sutil en la mar.
Nuestra pasión por soñar imposibles, sueños rotos de azahar…
Sirenas hechizadoras embrujan nuestro caminar, con sus
cánticos místicos por la paz. Somos navegantes, piratas de la
dama Libertad. Descubriremos tesoros ocultos en el alma
humana, a cada instante que reverbera el silencio dormido.
Sentimos cada palabra, albergamos dulces sueños y
esperanzas. Alumbramos el misterio de la noche con la lumbre
fatua de la esperanza. Esperanza en un mañana donde el hijo del
sol libre de la esclavitud vuelva a abrazar nuestras almas.
Iluminamos el misterio de la vida con la llama sutil de la
esperanza.
Somos hijos de la libertad, eternamente. Hijos del sol
naciente, de Oriente a Occidente. Nacimos de la luz blanca, con
alas de gaviota blanca. Y cerraremos las jaulas doradas de la
esclavitud humana, con nuestras bellas poesías al alma.
Somos banderas blancas de la paz silente. Lloramos
eternamente, por los hijos perdidos, descarriados, por los hijos
benditos de tu vientre. Lloramos eternamente,
331
desconsoladamente, por la violencia obstinada, y por la
esclavitud de Occidente. Lloramos sin lágrimas saladas, sin
derramar una sola palabra.
Nuestros corazones sangran eternamente, sangran cascadas
de lágrimas rotas. Lágrimas silentes, vacías en un saco perdido,
en ese abismo profundo de la eternidad consciente. Sangran
cascadas de lágrimas y lava, hasta las raíces profundas de tu
propio ser consciente.
Somos hijos de la libertad, nuestra única arma es la
solidaridad en este mundo irracional e irreal. Mundo lleno de
espejismos baratos y enorme superficialidad. Espejismos
superfluos, carentes de humanidad.
Y alzaremos unidos, nuestras voces al viento, con el corazón
encogido en el pecho, latiendo acompasado hacia el sentir de
nuestra eterna Madre Libertad.

332
Libertad para la esclavitud humana – Horiya

Libertad poética. Fronteras abiertas. Jaulas doradas de la


eterna esclavitud humana. Libertad sin fronteras, límites
infranqueables. Prohibiciones ocultas, falsas realidades. Palabras
secretas escapan, sutilmente, de tus labios eternamente sellados.
Libertad infinita que calma tu sed. Sed ardiente que aturde tu
memoria y tu propio ser. Mientras, el fuego alumbra, alumbra
dulcemente el más anhelado amanecer.
Por un mundo libre, libre de la esclavitud. Esclavitud que
condena la enorme traición. Cadenas que arrastran los pueblos
hermanos, cadenas que ahogan tu frágil corazón apenado.
Y mientras transcurre ese falso espejismo, el reloj de arena
rompe tu tiempo, tiempo tristemente perdido. Y la rosa del
desierto perfuma, con fragancias hermosas, tu lecho
plácidamente dormido. Entre aromas de rosas blancas, Morfeo te
embriaga, dulcemente, con sueños eternamente prohibidos.
Prohibidos y cautivos…
Y los pétalos de tu alma rota vuelan libres, cual gaviota
blanca, con la brisa dulce de este fino viento, hacia la calidez
eterna de tu corazón cautivo. Corazón extasiado, embrujado,
dulcemente hechizado. Corazón inmortal, desgarrado,
profundamente enamorado.
Por un mundo libre, gritas en tu alma: ¡Alma despierta, por
fin llegó ya el alba!
333
Bodhisattva compasiva

Eres mujer bodhisattva en la mente dormida de Mióstenes.


Mujer compasiva en este mundo materialista, de guerras frías y
sentimientos vanos. Mundo que destruye lo que más ama, lo que
más desea, la familia, el calor de la amistad. Mundo
desorganizado, que desafía, reta la tolerancia y la racionalidad.
Mundo que destruye la humanidad del ser, entre rostros
apagados, sin libertad de volar. Sin libertad de volar y de pensar
en una existencia más justa para todos. En este mundo frágil
existencial, tienes la oportunidad de poder hacer algo mágico,
imperceptible, para poder llevar la felicidad a los demás, para
poder cambiar el rumbo de sus vidas en el samsara.
Siempre renacerás como hermosa flor de loto, en los seis
reinos de existencia, para ayudar a otros seres al despertar
perfecto a la iluminación.
Mujer bodhisattva, vives con infinito agradecimiento al Gran
Sol Central, en el eterno presente, aquí y ahora. Vives cada
instante, como si fuese un pedazo de vida inmortal, estando
inmensamente agradecida con los regalos del universo, con los
regalos de todos los seres vivientes. Si compartes tu felicidad con
los demás el universo te enviará los rayos irisados de su magia
divina.
La existencia humana es un tonglen, un dar y un recibir
continuo. Un compartir con los demás la continua rueda del
334
sufrimiento del samsara, y ofrecer a cambio, amor y compasión.
Es el camino de purificación interno del orgullo, del deseo, de
los apegos, del aferramiento interior. Es el camino de las nubes
blancas hacia la inmortalidad. Es el sendero de plata, de eternas
sonrisas y cálidos abrazos, entre luces y brillos de neón, en la
inmensa paz interior. Es el cielo etéreo del eterno arcoíris de la
compasión. Compasión de tu ser interno, en un río calmo,
apacible y tranquilo. Compasión como las aguas serenas, como
un lago transparente de gotas de lluvia y fresco rocío del alba.
Del alba nace el amor infinito, y al anochecer se refugia en
los cálidos vientos de tu desierto sureño. Desierto sureño de tu
dulce secreto de amor cautivo. Secreto de un hermoso
sentimiento, en la iluminación suprema. Despertar perfecto, en
la blancura inmaculada de la tierra de las nieves. Sentimiento de
puro y calmo amor, de amor cándido, apacible, entre pétalos de
flores violetas, entre cálidas rosas existenciales. Mariposa hialina,
en esta realidad conceptual, en este reino existencial, está la
hermosura de tu esencia divina e inmortal. Esencia blanca de
crisálida silente, que lucha incansable contra los vientos
indomables de este árido desierto. Crisálida de éxtasis intenso,
entre luces irisadas, venciendo las tenues sombras oscuras del
miedo. Sombras de árboles sagrados, cisnes blancos plateados,
entre breves silencios y leves misterios soterrados. Árboles de
ashoka sagrados, plagados de fantasías desmedidas, acechan tus
sueños a escondidas, bajo las estrellas divinas de Bangalore, bajo
los cielos añiles de Kashmir.
335
Mujer bodhisattva, si consigues alcanzar la frontera irreal
donde reina la iluminación, una gran paz interna nacerá en tu
alma, en todo tu ser interior. Brotará un sentimiento calmo e
intenso, como una flor de loto flotando sobre una apacible
laguna dorada. Un sentimiento silencioso, inmerso en felicidad y
libertad suprema. Libertad para poder volar hacia el universo
infinito, y acariciar, con el viento sureño, tu alma dulce de
inmortalidad levemente irisada.
Compasión de bodhisattva infinita, para poder acariciar el
alma de quién te ama, el alma de quién te odia y roba tus
entrañas. Compasión para acariciar las almas desbocadas, que
vuelan hacia el universo etéreo, con sus alas blancas desplegadas.
Compasión para escarbar e iluminar con caricias, el alma de
aquellos que te desean, el alma de aquellos que te aman, como
mariposa irisada, en tu dulce morada floreada. Compasión de
bodhisattva infinita, para acariciar con ternura las sonrisas de mi
alma y de tu alma.
Y tu reino interior de Shambhala es el eterno silencio, es el
arte de la magia interna en tu morada floreada.
Mujer libre, madre coraje, tierno amor de corazones, lucha
por alcanzar tus sueños, como un río de fieros leones. Créeme,
nadie jamás podrá olvidar tus cánticos celestiales, la lucha
constante por tus profundas raíces, entre finas hojas y cenizas de
lumbre. Mujer libre, madre coraje, cuando alcances el moksha,
el despertar perfecto, un estado de paz sublime llenará todo tu
ser interno; y la flor de loto de tu inefable corazón abrirá sus
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pétalos al sol. Aunque tu vida sea difícil y encuentres miles de
obstáculos en el camino de las nubes blancas, párate un instante,
medita en el silencio del verbo dormido.
Y en la inmensidad del silencio infinito, escucha el eco de tus
palabras divinas. Palabras que emanan músicas de ríos calmos,
plegarias de infinitos amores y brillos dorados.
Y en la quietud de tus alas hialinas, pliega esas plumas de
águila prohibida, bajo plegarias de rojo pasión, bajo lunas rojas
fervientes de amor.
Mujer libre, madre coraje: Escucha las palabras, los sonidos
bellos que impregnan los silencios eternos. Escucha los cautivos
silencios, en la orilla del mar Muerto. Escucha cómo se dirige la
brisa del viento, hacia los acantilados del mar de Galilea.
Escucha los viejos clamores del pueblo esenio, los ecos vibrantes,
noche tras noche, en el mar de tus sueños. Escucha tu atmán
interno, la sabiduría del eterno silencio, bajo los cielos
descendidos, bajo la inmensidad del Ser Supremo.
Y entre los bellos hijos del anhelo, busca tus ancestrales
raíces dormidas. Raíces silentes, flores de azahares y corazones
esenios durmientes.
Madre, mujer bodhisattva compasiva, sueña con las luces
brillantes de neón, en el reino perdido de Mustang. Sueña con
los atardeceres azules, con las luces divinas, rosas y ocres, del
reino mítico de Shambhala. Vive y sueña, austeramente, en la
rueda incesante del samsara.

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Madre coraje, mujer enamorada, dulce bodhisattva compasiva
con todos los seres del universo, escucha el breve letargo del
silencio cautivo. Escucha el breve susurro de un álamo
encrespado hacia el azul cielo. Dulce semilla de bodhisattva
compasiva, abraza el tronco del árbol milenario, del árbol
sagrado de ashoka, bajo las estrellas plateadas de Anantapur.
Mujer libre, madre coraje elegiste el reino de esta existencia,
y las raíces profundas de tu propia tierra silente.
Mujer bodhisattva, eres metamorfosis kafkiana de mariposa
ilusoria, crisálida blanca en tu infinito renacer, en el camino del
karma, en el sendero de plata hacia el nirvana. Eres flecha
transparente, directa al inefable universo, buscando luces entre
las sombras, en el eterno presente, aquí y ahora. Eres flecha del
alma, buscando solidaridad, paz, gratitud y verdad. Mujer
bodhisattva, eres flecha directa a la diosa Tara, buscando la
sabiduría inmensa del universo celestial.
Madre, eres gacela salvaje, buscando tu morada interna de
libertad, entre las gotas de rocío divinas, entre estrellas de
palabras que susurran bellas palabras.
Mujer libre, buscas cómo purificarte de los aferramientos y
apegos internos en tu propia evolución humana. Madre coraje,
despeja tu camino silente de rosas con espinas, de piedras
pedregosas, de muros y de vallas. Y vive libre, en cada murmullo
del bosque, en cada trino musical de jilgueros amarillos,
eternamente.

338
Escucha los ecos silentes del silencio en tu vieja arpa
dormida. Escucha el reloj del tiempo silente, cada breve instante
es un dulce arcoíris de vida.
A todas las mariposas frágiles, a todas las madres coraje, a
todas las mujeres, mi recuerdo especial, con amor y cariño, en
estas frases que salen desde lo más profundo de mi corazón y de
mi ser consciente.
A las almas durmientes, a los corazones inocentes, a las flores
yacentes, a los soles brillantes del eterno inconsciente.
A ti madre, bella estrella de los mares: ¡Te quiero en mis
noches silentes, en mis eternos silencios constantes! ¡Madre, te
quiero eternamente! ¡Mma thlit gori!

339
A mi madre Juana con amor

Madre: ¡Te quiero!… Te quiero aquí y ahora, en el eterno


presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche plateada.
Noche, camino de plata hacia el amor absoluto, hacia la mirada
inefable de lo Inmenso. Madre: ¡Escucha lo Inmenso! ¡Escucha
los bellos sonidos del pueblo esenio en el silencio! Escucha el
“Om” en los breves silencios dormidos de tu alma, en los
silencios rotos de las calmas aguas de un transparente mar de
plata. “Om” poderoso mantra para que tu alma fluya como un
rayo de luz blanca hacia Brahma. Mantras de los hijos de la luz,
finos destellos de cobre y plata. Madre: ¡Te quiero! Te quiero
aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-rosa de mis sueños.
Amor de noche plateada. Noche, sendero de plata hacia el amor
absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso.
¡Despierta hija de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar! ¡Despierta en el eterno presente de mis sueños!
¡Despierta en mi plena consciencia suprema, en el camino de las
nubes blancas!
Madre te quiero eternamente, en la inmensidad del universo,
desde el origen, desde el principio del Génesis, desde el árbol
sagrado de la vida.
Madre eres mi “Om”, la flecha directa a la inmortalidad del
universo etéreo. Eres la flecha hialina, transparente, entrelazada
con la brisa y el viento de mi desierto.
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Eres puro y sabio conocimiento, mi atmán interno y mi
auténtico Brahma interior. Eres mi universo anhelado, mi ser
consciente y mi bella flor durmiente.
Madre, estrella de los mares, eres miel dorada de azúcar de
caña. Eres lluvia fina que moja mi corazón y mi alma. Eres garza
dorada y cisne plateado, en los océanos de la inmensidad
cósmica de mi alma. Eres hija del sol y de la luna roja. Hija de la
luz infinita plenamente consciente, en mis sueños dorados,
eternamente. Prometida del viento, diosa de la aurora; hija de la
luna, en mis noches plateadas. Eres constelación suprema,
cometa infinito y polvo de estrellas, en las tierras inmortales
nevadas de mi querido Himalaya.
Mma thlit gori, madre te quiero, tu alma dulce es mi bello
universo. Tu alma es mi flor de loto plateada, en el reino mítico
de Mustang.
Hueles a dulce mariposa libertaria y hermosa flor de
Alejandría. Eres bello reflejo de mariposa dormida, en los
espejos plateados de mi eterno silencio dormido.
Amor de noche plateada. Noche, camino de plata hacia el
amor absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso. Amor de
madre, amor inmortal desde el principio del universo, desde el
Génesis, desde el árbol sagrado de la vida.
Madre, eres mi estrella Mióstenes, en el camino de las nubes
blancas hacia la dulce inmortalidad. Eres mi ninfa dorada, en mi
inmenso jardín de plata. Eres mi musa inspiradora, mi bella
princesa dorada. Eres susurro dulce, en las tiernas madrugadas;
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palabra bella, en el fondo de mi alma. Eres hoja de agua viva
plateada, aroma fragante de canela en rama. Eres rumor tenue,
fantasía armónica de metal, entre finos rayos de soles y luces.
Eres tierna madrugada cautiva, caricia dulce de plata fina.
¡Mma thlit gori! ¡Madre te quiero! Te quiero eternamente, en
mi inefable y bello universo.
¡Roh asid amllal, sahm doniyt! ¡Alma de luz blanca, flecha al
universo! Almas que fluyen, como rayos de luz infinita hacia
Brahma. ¡Om Namah Shivaia! ¡Om Mani Padme Hum! Mantras
de los hijos de la luz, finos destellos de cobre y plata.
¡Madre te quiero! ¡Mma thlit gori! Te quiero aquí y ahora, en
el eterno presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche
plateada. Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso.
¡Despierta hija de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar! ¡Despierta en el eterno presente de mis sueños!
¡Despierta en mi plena consciencia divina! ¡Despierta en mi
renacer a la realidad existencial!
Soles despiertos, mares de cielos en tus sueños. Sutiles
sueños etéreos, entre destellos de oro y finos reflejos. Fantasías
armónicas de metal, cascadas musicales de delfines en el mar.
Delfines azules embriagan tu plácido soñar. Madre tu dulce
soñar, es mi eterno soñar en la mar. Tu dulce perfume es flor
sutil de azahar, en mi apacible caminar.
Mariposa del pueblo esenio: ¡Despierta a la vida eterna!
¡Despierta con el amanecer dorado en el jardín del Edén! ¡Roh
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sahm doniyt! ¡Alma flecha al universo! ¡Lanza tu alma pura y
blanca, como un rayo de luz hacia Brahma!
Madre, amor de noche plateada. Noche, sendero de plata
hacia el amor absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso.
Y tú, ninfa dorada, despiertas a una dulce inmortalidad en el
camino de los cielos. Cielos de terciopelo raso, cubiertos de
estrellas doradas. Y bajo las cumbres nevadas de Asia, yacen
dormidas, tu alma y mi alma.
Mares de plata embriagantes inundan tu plácido sueño
inmortal. Tus sueños de azahar, finos destellos de plata
envejecida en la mar. Sueños de fantasías de metal, cascadas
frescas de manantial. Tu apacible inmortalidad, agua de lluvia
suave en la inmensidad.
Tu piel candorosa brilla aterciopelada, como la suave seda
egipcia de los zocos. Azúcar de caña y miel de romero endulzan
tus tibios y hermosos sueños, en el atardecer dorado del desierto.
Eres la rosa caprichosa de mi desierto, la luz más candorosa de
mi infinito universo. Eres exquisita flor de loto, el cisne bello de
mis sueños rotos. Y tu alma danza sutilmente entre lirios de
pasión y nardos, entre finas láminas de flores, entre ríos de
sueños y leones.
Madre, piadosa y amada, eres mi querida princesa, mi bella
musa dorada. Eres diosa creativa, inspiradora inefable de mis
odas poéticas, con el fino rocío del alba.
Madre, tus alas son hojas plateadas que susurran palabras de
amor, palabras, en los vientos cálidos de mi desierto. Tus alas
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son pura hermosura, donde la libertad besa instantáneamente a
la luna. Tu sol, con sus rayos dorados, regala a mis ojos magia
de suaves plumas, entre caricias de brisas y finas auroras. Tus
dulces abrazos son claros de luces, luces infinitas de plateados
mares. Destellos tenues de rayos, entre rebrillos finos de soles
dorados.
Madre, eres dulce ninfa dorada; sirena cautivadora en los
inmensos mares de plata. Eres diosa de la aurora, diosa
mitológica de hermosas leyendas en la inmensidad de los cielos
de Shambhala. Cielos de terciopelo raso, cielos cubiertos de
estrellas doradas.
Bajo las cumbres nevadas de Asia, yacen dormidas, extasiadas
en un silencioso letargo, tu alma y mi alma.

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