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Un museo en la actualidad es un establecimiento complejo que requiere múltiples cuidados. Suele tener una
amplia plantilla de trabajadores de las más diversas profesiones. Generalmente cuentan con un director y
uno o varios conservadores, además de restauradores, personal de investigación, becarios, analistas,
administradores, conserjes, personal de seguridad, entre otros. Los expertos afirman que el verdadero
objetivo de los museos debe ser la divulgación de la cultura, la investigación, las publicaciones al respecto y
las actividades educativas. En los últimos años ha surgido la
idea de las exposiciones itinerantes en las que museos de
distintas ciudades aportan algunas de sus obras para que
puedan verse todas reunidas en un mismo lugar.
Etimológicamente, el término museo proviene del griego museion, templo y lugar dedicado a las musas, las
divinidades inspiradoras de la música y el arte. Este término designa al primer «museo» construido en
Alejandría alrededor del 280 a. C. por Ptolomeo I Sóter, fundador de la dinastía griega de los lagidas en
Egipto.4 Era un conjunto que servía como santuario y centro de investigación intelectual:
en el nivel material, incluía una gran sala de coloquio, pórticos y un cenáculo para las
comidas. De manera totalmente accesoria, se instala allí la primera colección de obras de
arte.
pero en esa época (siglos III-II a. C.), albergaba sobre todo un colegio de eruditos
pensionados por el mecenazgo real, dispensados de las preocupaciones de la subsistencia
para dedicarse al estudio. Los estudiosos que lo frecuentaban (filósofos peripatéticos,
filólogos, matemáticos, astrónomos, geógrafos, poetas) podían utilizar una biblioteca (la
igualmente famosa Biblioteca de Alejandría), así como los jardines botánicos y zoológicos,
el observatorio astronómico o el laboratorio anatomía. Observaban allí la naturaleza y los
textos. Lugar de investigación y de estudio, el museion retomaba los preceptos del Liceo de
Aristóteles en Grecia y hará de Alejandría el principal centro intelectual de la época
helenística. Pero con la quema de la biblioteca de Alejandría, el monumento museion
desapareció y con él, las prácticas que albergaba.
Los escritores latinos señalan la existencia de un significado adicional de "museo". Todo parece indicar que
así llamaban en la antigüedad romana a unas grutas con unas características especiales, y que, situadas
dentro de las villas, sus propietarios las utilizaban para retirarse a meditar.
Hay incluso museos más antiguos, el museo de Ennigaldi-Nanna, construido por la princesa Ennigaldi al
final del Imperio neobabilónico. El sitio data de ca. 530 a. C., y contenía artefactos de civilizaciones
mesopotámicas anteriores. Cabe destacar que en el sitio se encontró una etiqueta de tambor de arcilla —
escrita en tres idiomas— que hace referencia a la historia y al descubrimiento de un objeto de museo.5 6
Erasmo en el diálogo Ciceronianus (1528) describió los museos de Roma en ese momento: «Si por
casualidad te sucediera ver en Roma los «museos» de los ciceronianos, haz un esfuerzo de memoria, te lo
ruego, para acordarte dónde podrías haber visto la imagen del Crucificado, de la Santísima Trinidad o de los
Apóstoles. Habrás encontrado en cambio en todas partes los monumentos del paganismo. Y en cuanto a las
pinturas, Júpiter corriendo en forma de lluvia dorada por el pecho de Dánae capta más los ojos que el
Arcángel Gabriel anunciando a la Santísima Virgen su divina concepción».7
A finales del siglo xviii, la palabra «museum» fue abandonada en favor de la de «museo» (aunque es de
notar que en el caso de Francia, si bien la palabra para «museo» es musée, la palabra muséum ha sido
conservada en francés como un sinónimo de «museo de historia natural»).
El museo y la colección pública, tal como se conocen hoy, son una invención del siglo xviii y se pueden
considerar como el fruto de la Ilustración. En Francia, además de las varias colecciones reales abiertas
excepcionalmente a la visita de los privilegiados, se formó en 1540 una «colección pública» en Lectoure
(Gers), hoy Musée Eugène-Camoreyt de Lectoure. Contaba con una veintena de altares taurobólicos y
algunas pocas estelas y otros monumentos epigráficos descubiertos cuando se trabajaba en el coro de la
catedral y que luego fueron fijados en los pilares del Ayuntamiento desde 1591 hasta 1840. La primera
colección pública de antigüedades romanas se presentó en 1614 en el Ayuntamiento de Arlés, seguida del
acondicionamiento de la cercana y gran necrópolis de Alyscamps en 1784. Pero hasta 1694 no se inauguró
el primer museo público en Francia como tal, establecido así en sus estatutos: será en Besançon (en el
Franche-Comté), el Musée des beaux-arts et d'archéologie de Besançon. En el resto del país, fue la
Revolución la que realmente estableció los primeros museos modernos, para poner a disposición de los
ciudadanos las obras de arte de las colecciones reales o las confiscadas a los nobles y a las congregaciones
religiosas. El museo, el lugar oficial de la exposición de arte, se convirtió en el centro de la vida de la
ciudad. En París, el palacio del Louvre fue elegido para convertirse en museo en 1793, después de una
primera presentación de los tableaux du roi en el palacio de Luxemburgo de 1750 a 1779.
Institución pública inicialmente, el «museo» pretende hacer accesible todo el patrimonio colectivo de la
Nación, la idea de belleza y del conocimiento a través de una selección de objetos. El museo muestra el
arte, pero también las ciencias, tecnología, historia y todas las nuevas disciplinas que traían progreso y
modernidad.
Roma siguió este ejemplo. Las imágenes de los dioses de los pueblos vencidos formaron parte del cortejo
del vencedor y llegaban a la vez que los prisioneros. Entre los emperadores romanos, Nerón hizo llegar
desde Delfos 500 estatuas para adornar su palacio imperial y aumentar el lujo y la pompa del mismo. Los
edificios públicos y los palacios se adornaban con gusto y el arte se mezclaba allí con la naturaleza viva.
En la Edad Media, el coleccionismo hizo su aparición, gracias a los tesoros de las iglesias medievales y de
los antiguos templos que los reyes y los nobles convirtieron en reservas de materiales preciosos. Sin
mencionar los marfiles y los tapices que acompañaban a los nobles de castillo en castillo. Además, los
retratos de una burguesía naciente difundieron en Europa el formato del cuadro, y las pinturas históricas de
grandes dimensiones comenzaron a adornar las galerías de los castillos que se convirtieron en lugares de
representación y poder desde el siglo xv.
Al principio del siglo xv, Roma solo tenía cinco estatuas antiguas
de mármol y una de bronce. Bien pronto se abrió en Florencia una
nueva era para las artes que encabezaron los Médici. Fue en esa
etapa del temprano Renacimiento cuando resurgió la idea de museo,
un momento en el que se redescubrió la Antigüedad,
particularmente a través de los textos de filósofos griegos y romanos
(Platón, Aristóteles, Plutarco…). Mientras tanto, se descubrían en el
subsuelo italiano materiales de la Antigüedad, incluidos restos de
columnas, estatuas, jarrones, monedas, fragmentos grabados... que Museos Capitolinos, Roma
se comenzaron a coleccionar. Varias familias nobles romanas y del
resto de Italia participaron de esta inclinación e instigaron algunas
excavaciones que continuaron con perseverancia. En primer lugar los papas que, con Sixto IV, iniciaron las
colecciones de los Museos Capitolinos en 1471; luego humanistas y príncipes, como Ciríaco de Anconao
Niccolò Niccoli consejero de Cosme el Viejo de Medici, y también familias nobles como los Borghese, los
Farnese o los Este; y finalmente, con el transcurso del tiempo, los ricos adinerados amantes de la cultura y la
historia. Muchas colecciones de medallas y antigüedades se formaron por toda Italia. Al gusto por las
medallas (es decir, monedas) se unió el de las piedras grabadas, y la familia de Este fue la primera que
formó un gabinete de piedras grabadas, cuyas inscripciones suscitaban mucho interés y curiosidad. Luego
se encapricharon de las estatuas —que permanecieron largo tiempo como adorno en las bibliotecas y
salones de los palacios de los príncipes y gustaban aún verlas en parajes abiertos— y finalmente surgió la
pasión por los retratos de hombres ilustres, como Paulo Jovio, que fue el primero que decidió mostrar su
colección de piezas y de 400 retratos de hombres importantes de su tiempo. En 1521, los presentó en una
casa construida para la ocasión en Borgo Vico, cerca de Como. En referencia al museion de la Antigüedad,
decidió llamar a ese lugar museo. Cosme I de Médici se dedicó a reunir antigüedades y echó así los
cimientos de la célebre galería Uffizi, que se inaugurará en 1581.9 Otro Médici, el papa León X, cuya villa
sobre el monte Pincio fue el punto central en que se depositaron esas obras maestras que se encontraban.8
Luego, otros príncipes se disputaron la gloria de conquistar un nombre protegiéndolas. Las colecciones se
multiplicaron y apasionarán a príncipes y otros curiosos. Los museos van a florecer entonces por toda
Europa y cada uno veía en ello una muestra de su poder.
Desde mediados del siglo xvi hasta el XVIII, con la proliferación de
los viajes de exploración, se van a agregar a ellos las colecciones de
historia natural, o incluso de instrumentos científicos (como el del
Elector de Sajonia en Dresde). Esta fue la edad de oro de los
gabinetes de curiosidades. Todas estas colecciones serán
organizadas gradualmente por especialidades desde finales del
siglo xvii, y se abrirán poco a poco a un público más amplio que el
de los príncipes y eruditos. El gabinete de Amerbach en Basilea fue
el primero abierto al público en 1671,10 seguido por el Museo
Ashmolean de Arte y Arqueología de Oxford, que abrió sus puertas
en 1683, cuando la universidad de dicha ciudad decidió mostrar al Museo Ashmolean, inaugurado en
público la colección que Elias Ashmole le había legado cuatro años 1683
antes. El edificio destinado a alojarla, se convirtió así en el primer
lugar de exposición abierto al público de forma permanente.11
Siguiendo estos ejemplos, también se crearon varios museos de arte en las provincias después de la
Revolución, con el objetivo de construir colecciones públicas para la educación de artistas y ciudadanos,
como el de Reims en 1794; el de Arras en 1795; el de Orléans, en 1797; o el de Grenoble en 1798, que se
inauguró solo en 1800, aprovechando localmente la nacionalización de las propiedades del clero y la
confiscación de las de los emigrantes. A medida que la Revolución
se extendió en el extranjero, los ejércitos republicanos llevaron de
regreso a Francia los tesoros de las colecciones europeas, incluidas
las del Renacimiento italiano, siguiendo el tratado de Tolentino
suscrito por Bonaparte en 1797. Estas obras se incorporaron al
Louvre y algunas fueron parcialmente dispersas por los museos
provinciales. Bajo el Consulado, otras creaciones de museos
seguirán desde el decreto Chaptal de 1801, con los museos de
Bellas Artes de Lyon, Nantes, Marsella, Estrasburgo, Lille,
Burdeos, Toulouse, Dijon, Nancy, luego en 1803 Rouen, Rennes y Museo del Prado (Madrid).
Caen, y también en tres ciudades que se convertirán en francesas,
Bruselas, Maguncia y Ginebra, cuya colección iniciada en 1804 sin
embargo no estará abierta al público hasta 1826.13 El Museo de Picardía en Amiens se fundó en
condiciones similares en 1802, el Museo Calvet de Aviñón en 1811, o el museo de Nîmes en 1821 en la
Maison Carrée. Esta política también inspiró la creación, bajo la Revolución y el primer Imperio, de museos
en Bolonia en 1796, en Ámsterdam con el Rijksmuseum en 1798, en Milán con la Pinacoteca de Brera y en
Anvers en 1810; o Venecia, incluso galerías fundadas en 1807 de la Academia veneciana no se abrieron al
público general hasta 1817.
El siglo xix
En esta segunda mitad del siglo, no solo los grandes museos atraían al público, sino también las grandes
exposiciones. La utilidad social del museo público se convierte así en una suerte de evidencia: «las obras
del genio pertenecen a la posteridad y deben salir del dominio privado para ser entregadas a la admiración
pública», escribió Alfred Bruyas, amigo y protector de Gustave Courbet cuando en 1868 ofreció su
colección a la ciudad de Montpellier. Así, desde la década de 1820, en el Louvre se organizaban
exposiciones, y no solo exposiciones de arte. De hecho, en el siglo xix la industria se desarrolló y los
museos podían exponer los productos de la industria francesa. Así nacen las escuelas de dibujo, las
exposiciones universales y los museos de arte aplicado. El primero de ellos se abre en Londres en 1852,
después de la primera exposición mundial celebrada en esa ciudad un año antes. Henri Cole, empresario y
caballero victoriano recibió el encargo de formar una colección permanente mediante la compra, por
5000 libras, de los objetos exhibidos en la exposición universal que acaba de finalizar. Encontró un terreno
en South Kensington y rápidadmente el museo, con sus numerosas colecciones, su escuela de arte, su
anfiteatro y su biblioteca, se convirtieron en un modelo envidiado. Fue renombrado como Victoria and
Albert Museum. En los años siguientes, surgieron muchos otros museos de arte decorativo, desde Viena
hasta Budapest, pasando por Estocolmo y Berlín. En Francia, no fue hasta 1905 cuando apareció ese museo
en París. Sin embargo, ya en 1856, se decidió un museo similar en Lyon, por iniciativa de la Cámara de
Comercio de la ciudad. Al año siguiente, tuvo lugar en Mánchester una de las exposiciones de arte más
ambiciosas, Art Treasures. Quería ser una síntesis del arte antiguo, con una retrospectiva de pinturas
antiguas y esculturas, y de arte contemporáneo, con el arte decorativo y una selección de pinturas británicas
contemporáneas. El éxito popular fue tal que se fletaron desde Londres trenes especiales. El éxito popular
de las exposiciones y de los museos era el reflejo de una política de instrucción y de divulgación que marcó
el último cuarto del siglo xix, especialmente en Francia: «la reorganización del museo es el corolario de la
de la escuela» según los términos de una circular ministerial que data de 1881. Las intenciones del gobierno
en favor de los museos cantonales se transmiten mediante campañas protagonizadas por asociaciones, como
la dirigida por un abogado de Lisieux, Edmond Groult, : «moralizar con la instrucción, encantar con las
artes, enriquecer con las ciencias», era el eslogan de este militante de la lección de las cosas, que logró
suscitar la creación de una cincuentena de estas pequeñas enciclopedias locales. Otros, más ambiciosos,
crearon museos bastante específicos como el industrial Émile Guimet, que, buscando quienes eran los
hombres que más felicidad habían procurado a la Humanidad, encontró que eran los fundadores de
religiones y de ahí la creación, por primera vez en Lyon (1879) y después en París (1889), de un museo de
historia de las religiones de Oriente, que ahora lleva su nombre, Museo Guimet.
El último capítulo sobre los museos en el siglo xix fue el de los museos etnográficos. Fueron los herederos
de los gabinetes de curiosidades enriquecidos por los viajes de exploración y después por la formación de
los imperios coloniales. Surgieron cuando la etnografía misma se estaba convirtiendo en una disciplina
autónoma, es decir, a mediados del siglo xix. Por ello, desde 1837, de regreso de un viaje a Japón, el
médico y botánico Philip Franz Von Siebold recibió el encargo del rey de los Países Bajos de que
organizara en un museo las colecciones de las que había informado. Así nació el museo Voor Volkerkunde
de Leiden. El ejemplo se difundió en Alemania, en Leipzig, Múnich y Berlín. En París, justo al día
siguiente de la Exposición Universal de 1878, Ernest Hamy, profesor de antropología en el Museo Nacional
de Historia Natural de Francia, recibió el encargo de abrir un museo etnográfico en el entonces nuevo
palacio del Trocadero. En el Reino Unido, en 1883, la Universidad de Oxford se benefició de la donación
del general Pitt-Rivers, que había comenzado a coleccionar armas para seguir sus perfeccionamientos. En
ese momento, las innovaciones museográficas llegaron de los países escandinavos: estimulados por un
fuerte deseo de afirmación nacional, las investigaciones en etnografía local alentaron la conservación de las
evidencias materiales de las tradiciones populares. Así nació en 1873 el Nordiska Museet en Estocolmo, un
museo dedicado a todas las comarcas «donde se hable una lengua de origen escandinavo». Los objetos de
la vida rural, como los de la vida urbana, se presentaron en ellos «en interiores animados por figuras y
grupos que representan escenas de la vida íntima y de las ocupaciones de la vida doméstica». Esta
presentación de los interiores tradicionales estaba inspirada en los museos de cera, muy a la moda al mismo
tiempo, como el musée Grévin, que se inauguró en París en 1882. En 1884 se abrió una sala de Europa en
el Museo del Trocadero, donde se ve un interior bretón compuesto por siete maniquíes de tamaño natural.
Finalmente, siempre en el campo de los museos etnográficos, se abrió al público en 1827, el museo de la
Marina, en una decena de salas del Louvre. Se exponían en él, por un lado, «las maquetas de los navíos
franceses antiguos y nuevos», y por otro lado, las curiosidades etnográficas traídas de tierras lejanas por los
navegantes franceses. En la primera sala, se creó una extraña pirámide, formada por restos (campanas, tubos
de cañón, piezas de anclaje...) de los buques de La Pérouse, la Boussole y l'Astrolabe, naufragados en 1788
en la isla de Vanikoro, en el océano Pacífico. En 1943, el Museo Nacional de la Marina también se trasladó
al Palacio de Trocadero.
El siglo xx vio la modernización de los museos. En los albores del nuevo siglo, y especialmente entre las
dos guerras mundiales, la institución del museo fue objeto de muchas críticas: acusada de ser pasadista,
académica y de mantener la confusión, parecía de hecho, demasiado conservadora y no seguía la evolución
artística en curso. Prueba de ello eran las nuevas tendencias, que como el Impresionismo no estaban apenas
presentes en las colecciones. Además del Museo del Luxemburgo, el primer museo dedicado desde 1818 a
artistas vivos, pocos de ellos tenían obras impresionistas realmente expuestas. De ahí la idea de algunos de
crear verdaderos museos de «arte moderno». La designación hizo fortuna. Venía, entre otros, de la boca de
un periodista y dibujante, Pierre André Farcy, más conocido como Andry-Farcy, que realmente iba a
rejuvenecer a la institución, creando en 1919 en el museo de Grenoble, donde fue nombrado conservador,
la primera sección de arte moderno. Para esto, recibió donaciones de artistas vivos y aún no muy famosos:
Matisse, Monet o Picasso. Y coleccionistas como Marcel Sembat le legaron las obras que habían
coleccionado. El museo de Grenoble se convirtió rápidamente en un referente en Francia, e incluso se
anunciaba a los turistas anglófonos que visitaban la región. E iba a ser emulado, como en París donde
igualmente en 1919, el famoso escultor Auguste Rodin impondrá, a cambio del legado de todas sus
colecciones, la creación de un museo dedicado a su trabajo, el Museo Rodin; y eso a pesar de un animado
debate parlamentario, en el que algunos se sintieron ofendidos por la inmoralidad de sus esculturas y otros
negaban que el estado pudiese hacer un museo de un artista vivo.
En 1919 y 1920 las dos ramas del Museo de la pintura occidental moderna de Moscú (MNZJ1 y 2), el
primero en el mundo dedicado a este período, la N de su nombre significa moderno en ruso, fue abierto al
público con las colecciones nacionalizadas por Lenin de Serguéi Shchukin e Ivan Morozov, cuyas 800
obras se reunieron en 1923 en el palacio de este último para convertirse en el Museo del Estado de arte
occidental moderno (GMNZI)14 hasta 1941. En 1927, Claude Monet eligió la orangerie del jardín de las
Tullerías, para acomodar el ciclo de Les Nymphéas, que el pintor donó al estado en 1920. El Museum
Folkwang de Essen en 1927, el Museo de Arte de Lodz en 1930 y el Museo Kröller-Müller en Otterlo en
1938 también se encuentran entre los primeros museos de Europa en abrirse a la vanguardia moderna,
mientras que el Musée national d'art moderne, que aunque ya había sido instituido en 1937 e iba a ser
inaugurado a finales de 1939, realmente no abrió sus puertas hasta después de la guerra, en 1947.
Al mismo tiempo, al otro lado del Atlántico, las cosas también se estaban moviendo. Entre 1929 y 1931, se
celebraron en Nueva York una serie de exposiciones dedicadas a artistas modernos: Cézanne, Van Gogh,
Gauguin o Seurat. Estas exposiciones se acompañaron, en 1929, con la apertura de un museo permanente
dedicado especialmente a estos maestros modernos, europeos y
estadounidenses, desde Gauguin hasta la actualidad, el MoMa
(Museo de Arte Moderno), que hará escuela. En Francia, no fue
hasta la década de 1940 cuando se crearon nuevos museos
dedicados a este tipo de arte: en el Palais de Tokyo de París, dos
museos de arte moderno se enfrentaron: el del Estado musée
national d'Art moderne) y el de la ciudad de París (musée d'art
moderne de la ville de Paris). El museo nacional reunirá las
colecciones del Museo de Luxemburgo, que se había vuelto
demasiado pequeño, con las del Jeu de Paume, una filial del Museo de Arte Moderno, inaugurado
primero dedicada a las escuelas extranjeras desde 1922, donde se en 1929 (Nueva York)
encontraban obras de Kandinski, Picasso o Salvador Dalí. Su
primer director, Jean Cassou, enriquecerá este nuevo museo con
obras de Matisse, Picasso, Braque o Brancusi, todo entonces vivos.
Durante ese período, desde entreguerras hasta la década de 1950, las prácticas museográficas heredadas del
siglo xix fueron profundamente cuestionadas: los amontonamientos en vitrinas de series de objetos
repetitivos, las pinturas colgadas borde con borde en dos, tres o cuatro filas superpuestas, las decoraciones
de habitaciones sobrecargadas de oro y estuco. Ahora se quería una estética depurada, se buscaba resaltar el
objeto en sí mismo: se aligera la presentación aislando más cada objeto, lo que facilita el movimiento de los
ojos, se favorece la neutralidad de los fondos y se presta atención a los soportes y a la iluminación Se crean
reservas o galerías de estudio, todo de acuerdo con los principios de una nueva escuela de pensamiento, la
que defendía la escuela de la Bauhaus en Weimar, Alemania. Esta escuela había sido fundada por Walter
Gropius y entre sus profesores impartieron clases allí Itten, Kandinski, Klee, Moholy-Nagy o Schlemmer.
Mies van der Rohe, que dirigió la escuela desde 1930 hasta su cierre en 1933, antes de exiliarse en los
Estados Unidos. En 1942 dibujó un «proyecto de museo para una ciudad pequeña». Imaginó entonces
eliminar las particiones para «abatir la barrera que separa la obra de arte de la comunidad viviente».
El papel de los museos en nuestra relación Le rôle des musées dans notre relation avec
con las obras de arte es tan grande que nos les œuvres d'art est si grand, que nous avons
cuesta creer que no existan […] y que hayan peine à penser qu'il n'en existe pas […] et
existido entre nosotros desde hace menos de qu'il en existe chez nous depuis moins de
dos siglos. El siglo XIX ha vivido de ellos, deux siècles. Le s. XIXe a vécu d'eux, nous
todavía vivimos de ellos y olvidamos que en vivons encore et oublions qu'ils ont
han impuesto a los espectadores una relación imposé aux spectateurs une relation toute
completamente nueva con la obra de arte. nouvelle avec l'œuvre d'art. Ils ont contribué
Ayudaron a transmitir su función a las obras à délivrer de leur fonction les œuvres d'art
de arte que reunieron. qu'ils réunissaient.
Le Musée imaginaire, André Malraux
Desde 1975
Estos museos, de apariencia moderna o posmoderna, se organizan ahora como centros culturales: además
de los espacios expositivos, permanentes o temporales, albergan diversos equipamientos: centros de
investigación, de documentación o de restauración de obras, a veces bibliotecas públicas, auditorios, salas
audiovisuales, talleres educativos, servicios comerciales, librerías, boutiques, cafés, restaurantes, así como
superficies importantes para la recepción, información y orientación de los visitantes. El objetivo es atraer a
más visitantes. Para ello los museos ofrecen una amplia gama de actividades, publican libros, producen
películas u organizan conciertos o conferencias. De hecho, estos grandes museos se convierten en centros
de actividad multifacéticos, anclados en el corazón de la ciudad y característicos de un momento en que lo
espiritual y el consumo se entrelazan estrechamente en lo que se denomina «vida cultural».
Pero para eso fue necesario acondicionar esos museos, algunos de gran extensión, como el MoMa en
Nueva York, la National Gallery en Washington o el Gran Louvre en París. Estas grandes obras
transformaron la visión «clásica» del museo dándole una forma «moderna», a la vez más grande y más
acogedora. Éxito que manifiesta el aumento continuo de su asistencia: como ejemplo, la de los 30 museos
nacionales franceses, que dieron la bienvenida en 1960 a 5 millones de visitantes, que fueron 6 millones en
1970, más de 9 millones en 1980 y casi 14 en 1993.
El aumento puede explicarse por la apertura de los nuevos edificios y por el aumento de la capacidad de
acogida, pero también por el hecho de que la visita al museo recuperó prestigio. Por ejemplo, el Louvre,
Versalles u Orsay recibían cada día entre 10 000−20 000 visitantes. En efecto en la década de 1980 se
comenzó a hablar de industria cultural, de oferta y demanda, de inversión y de rentabilidad. Se empezó a
decir que un museo debía de funcionar como una empresa y atraer a sus clientes.16 Esta lógica comercial
fue llevada muy lejos por el Museo del Louvre, que comercializó su marca con franquicias en países
prósperos como los Estados Unidos o los países del Golfo. Y eso que continuo recibiendo una gran
subvención del Ministerio de Cultura porque, en Francia, el mecenazgo era demasiado débil para
reemplazar por completo al dinero público. Los grandes museos se encontraron en una situación de
economía mixta y autoridad disputada.16
Esta reactivación de los museos en los años ochenta afectó especialmente a los museos de arte
contemporáneo, pero también a los museos arqueológicos y a los museos de sitio. Este movimiento general,
impulsado y apoyado por el Estado, fue asumido por las autoridades locales que percibieron el valor
simbólico de este tipo de equipamiento cultural.
Clases de museos
La clasificación de los museos es útil para fines organizativos y estadísticos. A fin de establecer a qué tipo
pertenece cada museo se atiende a varios criterios: titularidad, ámbito geográfico de cobertura de las
colecciones y contenido temático de las propias colecciones.
El Consejo Internacional de Museos (ICOM) estableció una clasificación según el contenido temático de las
colecciones en siete categorías:
Museos de arte
En esta categoría es posible caracterizar a los Museos de Reproducciones plásticas, en los cuales las obras
exhibidas son réplicas de trabajos originales, realizadas con la finalidad de lograr un acercamiento entre las
personas y las obras, por medio de una reproducción de la misma.
Entre los museos de historia natural más famosos del mundo se Museo de Historia Natural de
cuentan ejemplos como los de Londres, Berlín, París, Bruselas, Londres
Madrid, Viena, Washington, Nueva York, Pittsburgh o Chicago.
Son centros de estudio e investigación que han contribuido
poderosa y eficazmente al desarrollo de la ciencia así como también
han aportado importantes espacios de trabajo para intelectuales que
han colocado estos institutos científicos en un alto nivel de
rendimiento.
Museos arqueológicos
Museos históricos
Los museos históricos o de Historia son todos aquellos cuyas
colecciones han sido concebidas y presentadas dentro de una
perspectiva histórica. Algunos cubren aspectos especializados como
los relativos a una localidad determinada, mientras otros son más
generales. Estos museos contienen una variedad de objetos,
incluidos los documentos, artefactos de todo tipo, arte, objetos
arqueológicos. Los museos de antigüedades están más
especializados en los hallazgos arqueológicos.
Funcionamiento
Accesibilidad
Los museos deben disponer de audioguías adaptadas para personas ciegas y deficientes visuales. Este
sistema consiste en un reproductor digital, con teclado adaptado para poder seleccionar las distintas
opciones y sistema de auriculares para permitir tener las manos libres y poder tocar las piezas accesibles. En
este dispositivo estará grabada la información necesaria para desplazarse por el recorrido y las
audiodescripciones de las piezas seleccionadas. Para cubrir las necesidades de las personas sordas, existe un
reproductor similar llamado signoguía, en el que la información de las obras del museo, es mostrada
mediante vídeos en lengua de signos y subtitulados. En los museos o salas de exposiciones donde la
explicación de la colección la realice un guía, este deberá tener conocimientos de lengua de signos o contar
con un Intérprete de L.S.E.
Seguridad
Los museos actuales cuentan con varias medidas de seguridad para proteger sus contenidos (en función de
su presupuesto):
Circuito cerrado de televisión: cámaras de seguridad que graban constantemente las salas
del museo.
Vitrinas: protegen cuadros y esculturas del exterior, además de mantenerlas a una
temperatura constante.
Infrarrojos pasivos: captan fuentes de emisión de calor, por ejemplo, el cuerpo humano.
Detectores volumétricos: registran desde la presencia de
intrusos hasta los cambios de temperatura.
Cortinas de rayos láser: haces de luz constante que
protegen lo exhibido.
Campos magnéticos: detectan cuando algo los
atraviesa.
Detectores de peso: protegen detectando las variaciones
del peso de lo que hay sobre ellos, activando la alarma.
Detectores de humo y demás artefactos para prevenir
incendios. Museo de Arte (São Paulo).
Perros entrenados para detectar bombas.
Expectativas de futuro
Dice Rendón García, en el Universum. Museo como medio de comunicación que el museo dejó de tener
como único objetivo el ser una institución que conserva los objetos, que los estudia y exhibe para que la
gente los vea, para demostrar que es un medio de comunicación, que confronta los códigos de cada
persona, sus valores y produce un cambio sobre las bases de los sistemas de valor propio y ajeno, las
colecciones por ejemplo, de los conocimientos humanos, ya sean artísticos, históricos, científicos y técnicos,
sino que también es un medio de comunicación que nos transmite este conocimiento, siendo partícipe de la
educación no formal y que busca contribuir al desarrollo de la sociedad.
Es importante tener en cuenta que en los museos se lleva a cabo el proceso de comunicación, donde el
museo es la fuente, el emisor es el curador con el artista, la exposición es el canal y el mensaje es la obra o
el objeto expuesto y el receptor es el visitante, quien retroalimenta con sus conocimientos, sus opiniones,
sus participaciones y hasta la difusión de estos museos.
Esta sección enumera los 20 museos más visitados en 2015 compilados por AECOM y el informe anual de
la Asociación de Entretenimiento Temático (Themed Entertainment Association) sobre las atracciones más
visitadas del mundo.22 Para las cifras de 2016, puede consultarse la Lista de los museos más visitados (en
inglés). Las ciudades de Londres y Washington D. C. tienen el mayor número de los 20 museos más
visitados del mundo, con seis museos y cuatro museos, respectivamente.
N.º visitantes
Puesto Museo Ciudad País
(anual)23
1 Louvre París Francia 8 600 000
Estados
6 The Metropolitan Museum of Art New York City 6 533 106
Unidos
República de
10 Museo Nacional del Palacio Taipéi
China 5 301 86027
Estados
12 Museo Americano de Historia Natural Nueva York 5 000 000
Unidos
13 Tate Modern Londres Reino Unido 4 712 581
Estados
14 National Gallery of Art Washington D. C. 4 104 331
Unidos
Museo Nacional de Historia Estados
15 Washington D. C. 4 100 000
Estadounidense (Washington) Unidos
Véase también
Centro interpretativo
Ecomuseo
Museología
Museografía
Exposición
Referencias
aurais bien pu voir l'image du Crucifié, de
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Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre museo.
Wikimedia Commons alberga una galería multimedia sobre Museo.
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