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3.6. La Guerra de Sucesión española y el sistema de Utrecht.

Los Pactos de
Familia.

Tras la muerte de Carlos II sin descendencia se enfrentan dos dinastías pretendientes al trono
español: los Borbones representados por Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, proclamado rey
de acuerdo con el testamento de Carlos II; y los Habsburgos austriacos representados por el
Archiduque Carlos, que formó la Gran Alianza de la Haya con Gran Bretaña, Holanda y más
tarde Saboya y Portugal. La Guerra de Sucesión (1700-1714) fue una guerra internacional y
también una guerra civil en España porque la Corona de Castilla apoya mayoritariamente a los
Borbones y Aragón al candidato austriaco. El fin de la guerra se precipitó con las victorias de
las tropas de Felipe V en las batallas de Almansa, Brihuega y Villaviciosa y la proclamación
como emperador de Carlos en 1711, lo que rompería el equilibrio continental si recibía también
la herencia española. Los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714) consagran un nuevo
equilibrio en Europa, reconocen a Felipe V como rey de España y de las Indias a cambio de su
renuncia al trono francés; España perdía los Países Bajos, Milán, Nápoles y Cerdeña que pasan
a Austria, y Sicilia al duque de Saboya (más tarde intercambiada por Cerdeña), se cedía la
colonia de Sacramento a Portugal y Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña, que obtenía también
el derecho de asiento de negros (monopolio de la venta de esclavos en América) y del navío
de permiso (envío anual de un galeón con manufacturas a América). La Guerra había
enfrentado dos formas de entender el funcionamiento de la Monarquía y su papel exterior:
frente al supuesto respeto a los fueros que representaba Carlos de Austria, iba a triunfar el
absolutismo centralista y uniformista que los Borbones ya habían ensayado en Francia.
Después de Utrecht España pasa a convertirse en una potencia de segundo orden en el contexto
europeo y se concentra en la defensa de sus intereses en América y la alianza con los Borbones
franceses a través de los Pactos de Familia, de los que se firmaron tres (1733, 1743 y 1761),
teniendo a Inglaterra como enemigo común y orientados, en el caso de España, a servir a las
pretensiones dinásticas en Italia para situar a los hijos de Isabel de Farnesio (el futuro Carlos
III fue rey de Nápoles y su hermano Felipe accedió al trono de Parma); a la defensa del imperio
colonial; y a apoyar a Francia en la Guerra de Sucesión de Austria y la Guerra de los Siete
Años. En la Paz de Versalles (1783) se recupera Menorca y Florida, aunque no Gibraltar.
3.7. La nueva Monarquía borbónica. Los decretos de nueva planta. Modelo de
Estado y alcance de las reformas.

Con los Borbones se emprende una nueva política según el modelo francés de carácter
centralista y unificador con el objetivo de racionalizar la administración del Estado, reforzar el
poder real, reformar las instituciones, intervenir en la economía y controlar el poder de la Iglesia.
Con los Decretos de Nueva Planta se suprimen los Fueros, la autonomía municipal, los
Consejos y Cortes de la Corona de Aragón (Valencia en 1707, Aragón en 1711 y Cataluña y
Mallorca en 1716). Se introducen las leyes de Castilla y sus tribunales, chancillerías y
audiencias, aunque no se produce una total homogeneización de las instituciones porque los
territorios vascos y navarros mantienen sus fueros por haber sido leales a Felipe V. Los virreyes
se sustituyen por capitanes generales asesorados por la Audiencia como órgano consultivo
formado por juristas, ambas constituyen el Real Acuerdo, y se generalizan los corregidores
castellanos. El país se dividió en provincias situándose a su frente los intendentes siguiendo el
modelo francés con amplias atribuciones en justicia, renta, obras públicas, etc. Se abolieron los
Consejos (excepto el de Castilla) y se crearon las Secretarías de Estado o de Despacho (Guerra,
Estado, Marina e Indias, Justicia y Hacienda), antecedentes de los actuales ministerios, que
tenían que contar siempre con la voluntad real. Se establecen nuevos impuestos: catastro en
Cataluña, única contribución en Aragón, talla en Mallorca y equivalente en Valencia, para hacer
más equitativa la carga fiscal a nivel territorial. Las Cortes fueron convocadas en raras ocasiones
y siempre para acceder a las peticiones reales o para la jura de los herederos. Se sentaron las
bases de un ejército nacional permanente: se suprime el tercio por el regimiento y se separaron
las diferentes armas, se estableció el servicio militar, se acuartelaron las unidades por todo el país
y se reconstruyó la marina de guerra. Se introduce la Ley Sálica en la sucesión al trono y se
acentúa el regalismo (reafirmación de la autoridad de la Corona sobre la Iglesia española).
3.8 Las reformas borbónicas en los virreinatos americanos.

Durante el siglo XVIII la monarquía borbónica, influida por las ideas ilustradas,
promoverá el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio con el objetivo de
mejorar la economía del reino. Para los Borbones la mejor manera de recuperar la
economía era incrementando el comercio con América. Pero existían dos obstáculos:
Inglaterra amenazaba el imperio americano español con su expansión en América y la
industria y la agricultura castellana era incapaces de abastecer la demanda americana, y
gran parte del comercio con América se encontraba en manos de comerciantes
extranjeros (franceses, ingleses u holandeses). Para solucionar los obstáculos y logra su
objetivo adoptaron tres medidas: Crearon nuevos virreinatos: Virreinato del Río de la
Plata y Virreinato de Nueva Granada con la finalidad de facilitar el control y la gestión
del territorio (División del V.del Perú). Reforzaron la armada y los puertos americanos
para defender el imperio y reorganizaron el comercio con las colonias. Las colonias
americanas seguían siendo una importante fuente de riquezas para la Corona. Pero el
comercio con América debía ser reorganizado porque a principios del siglo XVIII
continuaba la estructura creada por los Austrias: dos puertos, Sevilla y Cádiz,
monopolizaban el comercio con las colonias americanas. En el siglo XVIII, al igual que
otros países, la Corona promovió la fundación de compañías comerciales que gozaban
del monopolio sobre productos o territorios americanos para comerciar. Destacaba la
compañía comercial Guipuzcoana de Caracas que se encontraba muy vinculada a la alta
nobleza y a la misma Corona. Sin embargo, este sistema también resulto ineficaz por la
acción de los piratas, el contrabando y la fuerte competencia extranjera. Durante el
reinado de Carlos III, la Corona decidió acabar con el monopolio del comercio
americano, y estableció la libre comunicación de los puertos españoles con todas las
colonias. Las medidas liberalizadoras ayudaron a la prosperidad de otras regiones
peninsulares. Cádiz continúo siendo el gran puerto español, albergando una burguesía
rica y cosmopolita. Sin embargo, sus negocios eran principalmente de reexportación: a
Cádiz llegaban mercancías de toda Europa que eran enviadas hacía
3.9.- Sociedad Economía y Cultura en el siglo XVIII

La sociedad el siglo XVIII se caracterizará por un continuismo del siglo anterior. Una sociedad
estamental caracterizada por el Inmovilismo social y la desigualdad jurídica. Esto es, los dos estamentos
privilegiados, Nobleza y Clero, representaban el 10% de la población, acaparaban todos los cargos en la
administración y el ejército, y aunque poseían la mayor parte de la tierra seguían exentos de pagar
impuestos, gozando de privilegios sociales, penales y judiciales. El tercer Estado, el pueblo, heterogéneo
y mayoritario, seguía soportando la mayor carga fiscal y carecía de privilegios. En él se incluía el
campesinado (sector mayoritario), la burguesía artesanal, comerciantes y una incipiente burguesía
industrial y bancaria.
En el terreno económico se aprovechó la buena coyuntura europea, se aumentó la producción agraria
gracias más a nuevas roturaciones de tierras que a adelantos técnicos, lo cual repercutió en un
considerable aumento de la población. El comercio fue también una preocupación borbónica. Si bien el
interior tuvo un desarrollo menor dadas las dificultades de comunicación terrestre, el comercio exterior,
sobre todo con América, centrado primero el monopolio en Cádiz, y más tarde los Decretos de Libre
Comercio abrieron definitivamente los intercambios directos a otros puertos peninsulares. No obstante los
gremios (a los que se les combatió con el Domestic System y las Manufacturas Reales), la propiedad
vinculada y las frecuentes crisis de subsistencia, frenaron el desarrollo económico que en otras partes de
Europa era patente.
La cultura ilustrada fue el fundamento intelectual del siglo XVIII, aunque en España fue moderada en su
alcance por la influencia del clero, la indiferencia de la aristocracia y la ignorancia de las clases
populares. En el pensamiento ilustrado la racionalidad y la utilidad eran las bases del progreso y la
felicidad, y los ilustrados teorizan sobre el protagonismo de la Monarquía (Despotismo Ilustrado de
Carlos III) como motor de la modernización. Se basan en la crítica y el combate a las supersticiones de la
cultura popular (Feijoo, Mayans) para el perfeccionamiento social, la aplicación del conocimiento
científico al bienestar general (Jorge Juan, Malaspina, Celestino Mutis), la finalidad didáctica de la
creación literaria y artística (Cadalso, Moratín, Iriarte y Samaniego) y la prioridad del fomento
económico, desde el mercantilismo de Ulloa, la fisiocracia de Campomanes o el preliberalismo de
Jovellanos que redacta el Expediente de la Ley Agraria. Entre los instrumentos de difusión y acción
reformista destacaron las Academias (de la Lengua, Historia, de Bellas Artes de San Fernando), las
Sociedades Económicas de Amigos del País que fomentan el desarrollo económico de sus respectivas
regiones, las tertulias y los salones. Los ilustrados españoles hicieron de la educación el objetivo
prioritario para cambiar el país, con la necesidad de imponer una enseñanza útil y práctica, pero las
universidades, en general, se mostraron reacias a las nuevas ideas

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