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: Gabriel García
DGCyE Pcia. de Bs. As. - ISFD Nº 82 – Isidro Casanova
El período helenístico
Tras la muerte de Alejandro Magno, en el verano del 323 a.C., la asamblea ateniense
resuelve liberar a las ciudades griegas de todas las guarniciones militares macedónicas y se
inicia una reacción antimacedónica. Aristóteles, que había sido tutor de Alejandro y era
macedónico, fue acusado de impiedad; abandona Atenas y muere un año después en Calcides
(Eubea). Atenas, que ya no recuperará su independencia, inicia su decadencia en los planos
científico y artístico.
Alejandría va a ser el centro de ese período histórico-cultural que conocemos como
período helenístico, en que la cultura griega se universaliza al tiempo que se fusiona con otras
tradiciones orientales; el helenismo abarca los tres siglos que van desde la muerte de
Alejandro (323 a.C) hasta la conquista del mundo antiguo por los romanos.
Con la destrucción de la autonomía de la polis, los griegos están sujetos a un poder
que no controlan. Piden ahora a la filosofía una guía para permanecer independientes de las
vicisitudes del mundo, y la encuentran en la posesión de sí mismos, en la imperturbabilidad.
“A la filosofía se le pide sobre todo una regla de vida; el secreto de la felicidad; un principio
de conducta que asegure la paz del alma” . Predominan el estoicismo y el epicureísmo, el
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escepticismo y el eclecticismo.
Al disolverse el imperio macedónico, el reino de Egipto es gobernado por los
Ptolomeos, que convertirán a Alejandría en el centro intelectual del mundo. El Museo incluía
biblioteca, observatorio, laboratorios, jardines zoológico y botánico, salas anatómicas (fueron
los primeros en abrir cadáveres y en realizar vivisecciones). En Alejandría florece la
investigación científica que se autonomiza de las especulaciones filosóficas. Separadas de la
filosofía, se desarrollan las matemáticas, la astronomía, la geografía, las ciencias naturales y
médicas, filológicas e históricas. Allí escriben Euclides, Aristarco y Arquímedes (III a.C.) y,
en el siglo II d.C., Ptolomeo . 2
Con la ciencia alejandrina, desarrollada por sabios en buena medida ajenos a los
avatares del mundo, se llega a la culminación del ideal griego de ciencia teórica, separada del
conocimiento técnico. 3
El reino egipcio ptolemaico cae en el 30 a.C. y Alejandría será destruida mucho
tiempo después: en el 390 d.C,
El ideal del sabio estoico o epicúreo exaltaba el papel de la razón. Dicho ideal se había
realizado en muy pocos privilegiados; el resto, quedaba condenado a la estulticia (necedad,
estupidez). Y la felicidad de aquellos sabios consistía finalmente en aceptar la fatalidad. El
contacto con numerosos pueblos de oriente impulsa una nueva atmósfera que desplaza al
sabio por el ideal del inspirado, del hombre que encarna fuerzas sobrenaturales o recibe una
enseñanza desde lo alto. Reciben especial consideración los escritos pitagóricos y platónicos,
que son leídos como libros sagrados. Consideraron que los sabios griegos habían transmitido
una verdad divina y sus doctrinas debían ser concordantes. Este espíritu se expresó en muchas
obras apócrifas (que se escribían atribuyéndolas a los antiguos, pensando que compendiaban
su pensamiento). Con la distinción entre significado literal y espiritual, y recurriendo a la
interpretación alegórica, descubrían en las más diversas tradiciones filosóficas y religiosas un
mismo contenido espiritual.
“¿Qué tiene que ver Jerusalén con Atenas, la Iglesia con la Academia (de
Platón), el cristiano con el herético? Nuestra doctrina proviene de la casa de Salomón,
y éste nos ha enseñado: debemos buscar al Señor en la simplicidad de nuestro corazón.
(...) Toda curiosidad termina en Jesús y toda investigación en el Evangelio. Debemos
tener fe y no desear nada más” (Boido G. y otros, 1988).
El gnosticismo.
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Pueden señalarse algunos rasgos fundamentales a las diversas manifestaciones de ese
vasto movimiento. Para los gnósticos, el hombre es prisionero de su cuerpo:
Hutin, Serge (1958): Los gnósticos. Buenos Aires, EUDEBA, 1976, pág. 11.
descubre que por su esencia originaria pertenece a un más allá y que, salvo el cuerpo y
las pasiones inferiores, él no es originario de este mundo, sino que pertenece a la raza
(génos) de los Elegidos, de los Inquebrantables, de los seres superiores,
hipercósmicos. Si se siente fuera de su patria, `exiliado´ en el mundo terrenal, es
porque experimenta la nostalgia lacerante de la patria original de la que ha caído:
`Tú no eres de aquí, tu estirpe no es de este mundo: tu lugar es el lugar de la
Vida.´
La parte superior del ser humano es un principio divino exiliado aquí abajo:
mediante el conocimiento, ella reconoce su origen primero y se salva. De este modo
el gnóstico alcanza el conocimiento supremo:
`El conocimiento del hombre es el comienzo de la perfección; el conocimiento
de Dios es su consumación.´ 11
Hutin, Serge (1958): Los gnósticos. Buenos Aires, EUDEBA, 1976, pág. 11.
Cristianismo y filosofía
12 “Pistis Sophia, 206-16 ( ... ).” (Nota de Hutin)
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En la teología cristiana podemos reconocer, retrospectivamente, tres períodos:
a) El período apologético (ya mencionado)
b) El período patrístico. La noción de Santo Padre de la Iglesia fue establecida en el
siglo IV y V. Incluye a aquellos santos que poseen cuatro características:
ortodoxia, santidad de vida, aprobación por la Iglesia y antigüedad. No hay Padres
más allá del siglo VIII. Otros del mismo período son “escritores eclesiásticos”.
c) El período escolástico. En el período medieval se reconoce otra categoría: la de
Santos Doctores.
“ ( ... ) Como dijimos a menudo, hay tres especies de alma que habitan en tres
partes de nosotros y tiene cada una sus movimientos propios. Así, de acuerdo con
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esto, debemos decir ahora lo más brevemente posible, que si una de ellas permanece
inactiva y quieta en sus movimientos propios, necesariamente se vuelve más débil: por
el contrario, si se mantiene en ejercicio, se torna más fuerte. Es preciso, entonces,
vigilarlas, de modo que cuenten con movimientos recíprocamente proporcionados. En
lo que concierne a la principal especie del alma que poseemos, es preciso considerar lo
siguiente: el dios le ha otorgado a cada uno como un demonio . Esto, precisamente, es
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lo que decimos que habita en la parte más alta de nuestro cuerpo y que nos eleva desde
la tierra hacia aquello que en el cielo es afín a nosotros , como si fuéramos una planta
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cuyas raíces no nacen en la tierra sino en el cielo; y al expresarnos así, hablamos con
toda corrección. Lo divino sostiene nuestra cabeza y raíz de donde ha surgido la
primera generación del alma, y mantiene erecto todo el cuerpo. En consecuencia, todas
las opiniones de quien sólo se ocupa de sus deseos y ambiciones y se esfuerza
impetuosamente por satisfacerlos, se vuelven necesariamente mortales; y esto les
ocurre tanto cuanto es posible a un mortal y casi sin faltarle nada para eso, ya que le ha
dado preeminencia a tal tipo de inclinaciones. Pero quien se ha esforzado en el amor al
conocimiento y en los pensamientos verdaderos y ha ejercitado entre sus capacidades
sobre todo éstas, piensa cosas inmortales y divinas. Y si entra en contacto con la
13 “( ... ) La doctrina de la tripartición del alma se remonta ( ... ) a Rep. IV.” (Nota del traductor)
14 “Se trata del mismo dáimon que aparece al comienzo del mito escatológico del Fedón: “Después de
que cada uno muere, su dáimon particular –el que le ha tocado en suerte durante la vida- está encargado de
conducirlo [a uno] a algún lugar donde se reúnen los que han de ser juzgados” (107 d-e). También aparece en
Rep. X 617e ( ... ). En Timeo ( ... ) no se reduce, como parece ser en los dos primeros casos, a señalar o prefijar
un destino. Este dáimon constituye, tal como se lo define en Banquete 202 e: `algo intermedio entre lo divino y
lo mortal´ que insta al hombre a alzarse hacia lo divino, que es más afín a nosotros.” (Nota del traductor)
15 “Se trata de `lo divino, inmortal, inteligible, único en su aspecto, indisoluble y que se comporta
siempre del mismo modo´ (Fd. 80 b), `lo real´ (66 a), `que existe al máximo´ (77 a). Compárese con Fedro 246a
y ss.” (Nota del traductor)
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verdad, es completamente necesario que, en la medida en que la naturaleza humana
puede participar en la inmortalidad, no deje de lado ninguna parte de ésta. Puesto que
cultiva siempre lo divino y tiene él mismo bien dispuesto el demonio que habita en él,
será eminentemente feliz.”
Platón: Timeo. Buenos Aires, Colihue, 2005. Traducción, introducción y notas:
Conrado Eggers Lan.
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G.: Expresado de esa manera, estoy de acuerdo contigo.
S.: Por eso, si queremos estudiar la astronomía de una manera que haga uso
adecuado del intelecto innato del alma, debemos proceder como lo hacemos en
geometría -es decir, trabajando en problemas matemáticos- y no perder el tiempo
observando los cielos.”
Platón: República. Citado por Toulmin, Stephen y Goodfield, June (1968): La
trama de los cielos. Buenos Aires, EUDEBA, 1971, pp. 88 a 89.
Tampoco olvidemos que los últimos filósofos clásicos, muy apreciados por los
romanos, ponían el acento en logros ajenos a la ciencia helenística:
Agustín de Hipona (San Agustín) está imbuido de este clima intelectual de fines de la
antigüedad; pese a haber estudiado la ciencia de tradición griega, en buena medida continuaba
el desprecio por la tarea científica respecto a lo que era importante para los creyentes:
“Así pues, cuando el problema que se nos plantea es saber qué creemos en
materia de religión, no es necesario sondear la naturaleza de las cosas tal como lo han
hecho aquellos a los que los griegos denominaban physici; ni debemos alarmarnos por
más tiempo de que los cristianos ignoren la fuerza y el número de los elementos, el
movimiento, el orden y los eclipses de los cuerpos celestes, las especies y naturalezas
de animales, plantas, piedras, fuentes, ríos y montañas, la cronología y las distancias,
los signos que anuncian la proximidad de las tormentas u otras mil cosas que tales
filósofos han descubierto o creen haber descubierto (...) Al cristiano le basta con creer
que la única causa de todas las cosas creadas, celestes o terrestres, visibles o invisibles,
es la bondad del Creador, el único Dios verdadero, y que nada existe, salvo Él mismo,
cuya existencia no tenga su origen en Él.”
San Agustín: Enquiridion, 9 (3), Migne, P.L., XI, 235-236). Citado en: Kuhn, La
revolución copernicana (1962), vol 1. Barcelona, Hyspamérica, 1985, pp. 151 y 152.
San Agustín encontró en el platonismo un material importante para los fines del
cristianismo, pero escribe contra el escepticismo al que habían arribado los académicos:
No puedo dudar de mi propia existencia
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Hay proposiciones necesarias (2 + 2 = 4) que descubrimos (no las creamos ni
alteramos). ¿Cómo las conocemos?: en lugar de la reminiscencia, Agustín propone
la iluminación.
La iluminación se encuentra dentro del alma, es la “luz interior”; Dios es el sol del
alma (socratismo cristiano).
“[En San Agustín] ( ... ) todas las proposiciones que se perciben como
verdaderas son tales porque han sido previamente iluminadas por la acción divina.
( ... )
Así, la iluminación divina es el resultado de una acción de Dios por medio de
la cual el hombre puede intuir lo inteligible en sí mismo. Lo inteligible se hace tal por
estar bañado de la luz divina, pudiendo por ello compararse a la visión de las cosas por
el ojo; nada se vería previamente si no estuviese previamente `iluminado´. Dios es,
pues, el `padre de la luz inteligible´, Pater intelligibilis lucis; es, por así decirlo, `el
Iluminador´.”
Ferrater Mora, “Iluminación”
"Quiero saber de Dios y del alma. ¿Nada más? Nada más en absoluto", señala
Agustín en los Soliloquios. 16
La escolástica
Escolástica no es sinónimo de medieval, aunque durante el Medioevo haya sido la
filosofía predominante. Escolástico: el que enseña en una escuela, en especial artes liberales
(trivium y quadrivium) en las escuelas monacales. Si bien se emplea en general con referencia
al cristianismo, podemos hablar de escolásticas musulmana y judía.
Abarca desde la última patrística hasta el XVI y aún XVII, y sus prolongaciones
(neoescolástica) hasta hoy. Grabmann la dividió en 4 períodos:
a) Preescolástica: fines del VII al fines del XI: el renacimiento carolingio, Juan
Escoto Erígena. Tradicionalismo, sumisión a la autoridad, producción basada en
recopilaciones, sentencias e inicios del método dialéctico de ordenamiento de las
sentencias, procedimiento de interrogationes et solutiones.
b) Escolástica temprana: fines del XII y comienzos del XIII: percepción del conflicto
entre auctoritas y ratio, debates entre dialécticos y antidialécticos, comentarios a
las Sentencias, primeras Sumas, auge de la cuestión de los universales y de
cuestiones lógicas y gramaticales.
c) La alta escolástica: culminación de los temas anteriores, asimilación del
aristotelismo y los comentaristas árabes y judíos, las grandes Sumas.
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d) La escolástica decadente (siglos XIV y XV): preocupación por temas específicos,
cuestiones lógicas y semánticas, divisiones y subdivisiones de conceptos. (Este
período es revalorizado por algunos: no hubo grandes personalidades, pero daría
origen a la ciencia moderna).
e) Otros (pero ya no Grabmann) agregan una escolástica del barroco o de la
contrarreforma (1550-1650), con predominio de portugueses y españoles cuyo
punto culminante es Suárez, y a partir del XIX la neoescolástica.
Se observó que recién con la incorporación de los textos de Aristóteles (al que en un
principio los teólogos cristianos se oponían) la iglesia se vio obligada a delinear los campos
entre filosofía y teología. En esta división trabajaron Abelardo, Alberto Magno y Santo
Tomás. Al considerarse las verdades de la fe más allá de toda prueba se las ponía al margen
de la refutación. La actitud moderna de la iglesia fue recomendar la filosofía como arma en
defensa de la fe.
Como la filosofía moderna es idealista, inmanentista y antropocéntrica, la escolástica
puede verse como incompatible.
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rectamente no va a encontrar nada que contradiga a la fe porque no existe (como sostuvo
erróneamente Averroes) una doble verdad.
La relación teología-filosofía está ligada a la relación entre los órdenes sobrenatural y
natural. Lo natural tiene autonomía, pero no independencia: está integrado y subordinado a lo
sobrenatural. Tomás es “naturalista”, en el sentido de que intenta comprender racionalmente
los fines naturales del hombre y la estructura y movimientos de los cuerpos naturales, pero
esto no debe hacernos olvidar que hay una subordinación a lo sobrenatural. En el “mundo” las
cosas tienen un ser natural.
Razón y fe, filosofía y teología, corresponden a ámbitos diferentes; pese a que en
algunos momentos se tocan son dominios separados. Aristóteles enseñó lo que es
demostración. Las verdades de la fe son suprarracionales, esto es, indemostrables.
Es un “filósofo de lo concreto” y “objetivo” en el sentido de que se orienta hacia el
objeto y no hacia el sujeto, e incluso en cierto sentido un empirista. San Agustín, en cambio,
partía de la evidencia de la subjetividad (aunque esto no debe pensarse como un subjetivismo
moderno, sino como un partir de la interioridad, del alma, para trascender hacia Dios). Tomás
no parte tampoco de un sistema de axiomas. Considera que, siendo el hombre finito, debe
comenzar por una reflexión sobre la experiencia sensible, debe partir de lo dado; el
aristotelismo es la filosofía natural del alma humana. Para el hombre todo conocimiento
empieza en la experiencia, para luego remontar abstrayendo a partir de lo sensible. El hombre
no tiene una visión directa e inmediata de la verdad como tienen los ángeles.
La realidad es inteligible, está articulada por un mundo de formas sin las cuales sería
imposible el conocimiento. El hombre accede a la verdad lenta y penosamente.
El aristotelismo de Tomás aparece sobre todo en su consideración de los entes creados.
Sostiene el hilemorfismo (o hilomorfismo) (hilé, materia, morfé, forma). Todo cuerpo natural
se halla compuesto por dos principios substanciales: materia (prima) y forma (substancial),
que se relacionan entre sí como la potencia y el acto. Los cambios substanciales (de
corrupción y generación) que operan según las cuatro causas muestran que es necesario un
substrato (la materia prima, pura potencialidad).
Lo que existe en la naturaleza son compuestos: materia y forma no existen por
separado. Como la forma es lo universal, lo que especifica una realidad, no puede ser el
principio de individuación. El principio de individuación de los entes naturales es la materia;
más específicamente, “la materia determinada por la cantidad”.
Se opone al dualismo platónico cuerpo-alma, y a los reduccionismos espiritualista y
materialista. El alma es la forma substancial del cuerpo humano, y forman una unidad. Pero el
alma (como el cuerpo) tiene facultades que le son propias, por eso puede subsistir sin el
cuerpo, aunque alcanzará la plena beatitud tras la resurrección de los cuerpos, en que alma y
cuerpo se reunificarán en un orden superior.
Su teoría del conocimiento es aristotélica, pero resalta el carácter abstractivo del
proceso de conocer.
Aristóteles: “el alma es en cierto modo todas las cosas” (De anima, III, 8, 431 b),
porque las conoce. Santo Tomás: entonces es necesario que el alma sea:
a) las cosas mismas –sensibles o inteligibles- (Empédocles sostenía que conocemos la
tierra con la tierra, etc.). Pero: en el alma no está la piedra.
b) las especies de las cosas (especie = eidos = forma)
Por lo tanto, el intelecto es una potencia receptiva de todas las formas (lo conocido
está en el sujeto que conoce). El sujeto recibe el objeto en un proceso que se llama
abstracción.
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El entendimiento angélico: conoce en acto todos los inteligibles.
conoce la forma separada de la materia.
Texto
“Ningún cristiano podía aceptar el punto de vista de Aristóteles según el cual el
universo existía desde toda la eternidad. Las primeras palabras de la Biblia son: `En un
principio Dios creó los cielos y la tierra´. Por otro lado, la creación era un ingrediente
esencial en la explicación católica de la existencia del mal. Y Aristóteles no podía
imponerse en materia de tal importancia. El universo había sido creado en un momento
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determinado, existía un primer instante en el tiempo. Sin embargo, lo más frecuente era
que cediera la Biblia, generalmente al amparo de una interpretación metafórica. Por
ejemplo, discutiendo el texto bíblico `que exista un firmamento entre las aguas, y que
separe las aguas de las aguas´ (génesis 1:6), Tomás de Aquino empieza por esbozar una
teoría cosmológica que preserve el sentido literal del pasaje, para continuar en los
siguientes términos:
`Sin embargo, puesto que puede demostrarse con sólidos razonamientos que dicha
teoría es falsa, no puede afirmarse que éste sea el sentido de las Sagradas Escrituras. Antes
bien, debería considerarse que Moisés se dirigía a gentes ignorantes y que en
consideración a su debilidad sólo les hablaba de cosas captables por los sentidos. Incluso
los más ignorantes perciben con sus sentidos que la tierra y el agua son cuerpos
materiales, mientras que ya no es tan evidente que el aire también sea un cuerpo material
(...). Así pues, Moisés menciona de forma específica el agua y la tierra, pero no habla para
nada del aire con el fin de no presentar a personas ignorantes algo que esté más allá de su
capacidad de conocimiento´ 17