Está en la página 1de 4

Introducción

Alejandro Magno soñó con Alejandría antes de su fundación, pero la realidad llegó
a superar con creces el sueño. Su historia esconde maravillas que han
perpetuado la leyenda hasta nuestros días.
Alejandría fue fundada en el año 331 a.C. por Alejandro Magno, rey de Macedonia
desde el 336 hasta el 323 a. C. Está situada en el norte de Egipto, en la parte más
occidental del delta del río Nilo, una estratégica región portuaria. Actualmente es
la segunda ciudad más importante del país, solo superada por El Cairo, la capital.
En la antigüedad, fue una ciudad muy famosa por su mítica biblioteca, que
convirtió a Alejandría en el centro cultural de su época y en la metrópoli más
importante de Egipto, y por su faro, una de las Siete Maravillas del Mundo
Antiguo. 
En el año 332 a. C., Alejandro Magno venció al rey persa Darío III y entró
triunfante en Egipto, donde lo consideraron un libertador y fue proclamado
faraón. Según contó el historiador griego Plutarco al escribir la biografía de
Alejandro Magno, el monarca decidió el emplazamiento exacto en el que construir
la ciudad gracias a un sueño.
En el sueño, Alejandro vio a un anciano que recitaba un pasaje de la Odisea, la
epopeya escrita por Homero, en el que se hacía referencia a la isla de Faros. Al
despertar, quiso visitar la isla inmediatamente, y allí advirtió que su situación
estratégica hacía del lugar un privilegio. En ella se construiría después
el magnífico faro que engrandecería la leyenda de la ciudad.

Alejandro Magno marcó los límites que tendría Alejandría dibujándolos con harina
sobre el terreno. Sin embargo, observó a los pájaros llegando desde el río y
comiéndose toda la harina. El monarca pensó que se trataba de un mal augurio,
pero un vidente le indicó que era un buen presagio: la ciudad sería tan próspera
que podría alimentar a hombres de diferentes razas. Así fue como en abril del año
331 a.C. se fundó la ciudad  de Alejandría sobre un pequeño pueblo de
pescadores llamado Rhakotis.

El museo
Ptolomeo I mandó construir el gran palacio que serviría de alojamiento a toda
la dinastía ptolemaica. Su hijo, Ptolomeo II Filadelfos fue el impulsor y creador del
edificio levantado al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el
nombre de museo. Le llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo
consideraron como un santuario consagrado a las musas, que eran las diosas de
las artes y de las ciencias. Se considera como el establecimiento científico más
antiguo del mundo, con una Universidad de enseñanza superior.

Biblioteca de Alejandría – El corazón del conocimiento

El edificio constaba de varios apartados dedicados al saber, que con el tiempo


fueron ampliándose y tomando gran importancia. Uno de esos apartados se
dedicó a biblioteca y fue quizás el que más creció y el que más fama adquirió en
el mundo de la antigüedad. Había también un jardín botánico con plantas de todos
los países conocidos, una colección zoológica, un observatorio astronómico y una
sala de anatomía donde se hacía la vivisección en cuerpos de criminales y donde,
durante algún tiempo, se llegaron a disecar cadáveres. Contenía habitaciones a
modo de residencia para sabios, gramáticos y médicos y todos los gastos corrían
por cuenta de los reyes que estaban orgullosos de esta institución y comían
muchas veces allí en su compañía. Los sabios además de investigar y estudiar,
daban conferencias y lecciones a los jóvenes que quisieran aprender. En
Alejandría llegó a haber hasta 14.000 estudiantes. Allí vivieron los famosos
gramáticos alejandrinos que determinaron las leyes de la retórica y la gramática,
los famosos geógrafos que diseñaron mapas del mundo y los famosos filósofos
cuyo grupo acabó fundando una especie de religión.
Entre los grupos de sabios se encontraban personajes tan famosos en la Historia
como Arquímedes (ciudadano de Siracusa), Euclides, que desarrolló allí
su geometría; Hiparco de Nicea, que explicó a todos la trigonometría y defendió la
visión geocéntrica del Universo, enseñó que las estrellas tienen vida, que nacen y
después se van desplazando a lo largo de los siglos y finalmente,
mueren; Aristarco de Samos, que defendió todo lo contrario, es decir, el sistema
heliocéntrico (movimiento de la Tierra y los demás planetas alrededor
del Sol); Eratóstenes, que escribió una geografía y compuso un mapa bastante
exacto de "el mundo conocido", consiguiendo medir la circunferencia terrestre con
un error inferior al 1%; Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la
conclusión de que la inteligencia está en el cerebro y no en el corazón; Apolonio
de Pérgamo, gran matemático; Herón de Alejandría, un inventor de cajas de
engranajes y también de unos aparatos de vapor asombrosos (es el autor de la
obra Autómatas, la primera obra que conocemos en el mundo sobre los robots),
etc.
Más tarde, ya en el siglo ii, allí mismo trabajaron y estudiaron el astrónomo y
geógrafo Claudio Ptolomeo y el médico Galeno, que escribió bastantes obras
sobre el arte de la curación y sobre la anatomía; sus enseñanzas y sus teorías
fueron seguidas hasta muy entrado el Renacimiento.
En el siglo iii a. C. nació en este templo del saber una nueva ciencia: la alquimia,
basada en la sabiduría y conocimientos de los egipcios sobre las sustancias
materiales y en las teorías griegas sobre los elementos. Esta ciencia fue el
embrión de lo que siglos más tarde sería la química, cuyas bases como ciencia
experimental sentó Antoine Laurent Lavoisier.

Escuela de Alejandría
La denominación Escuela de Alejandría, en filosofía, se ha empleado en tres
sentidos:
Se denomina así a una corriente de la filosofía neoplatónica que se desarrolló
entre los siglos iii y vii en la ciudad, con ciertos vínculos con la escuela
neoplatónica ateniense, caracterizada por la erudición, el sincretismo y
el eclecticismo, incluso tendiendo puentes con el cristianismo, alternando con
estallidos de violencia. A ella pertenecen, entre otros, Olimpiodoro e Hipatia.
Se da también este nombre a la filosofía de Filón de Alejandría, judío, que en el
siglo i a. C. interpretó la Biblia aplicando los métodos del platonismo y del
estoicismo. Es la escuela filosófica seguida por los pensadores cristianos
alejandrinos o vinculados a esta ciudad, de los siglos ii y iii, cuyas ideas tienen
una poderosa influencia en toda la teología del cristianismo primitivo. Los
principales representantes de esta llamada escuela catequística de
Alejandría fueron Clemente de Alejandría (filósofo cristiano griego)
y Orígenes (Padre de la Iglesia, alejandrino). Según el Diccionario
filosófico de Mark Rosental y Pavel Iudin, es a esta escuela de Filón y los
primeros cristianos alejandrinos a la que corresponde en rigor el apelativo de
escuela de Alejandría.
En un sentido más amplio, hasta comienzos del siglo xix recibieron el nombre de
escuela de Alejandría las escuelas filosóficas, científicas, geográficas y
lingüísticas que surgieron y se desarrollaron principalmente en la ciudad durante
los primeros siglos e influyeron en otras ciudades con ideas eclécticas y del
neopitagorismo pagano tanto como el conjunto de las corrientes neoplatónica y el
pensamiento filosófico del judaísmo y del cristianismo primitivo. En ese conjunto
muy diverso de ideas y tendencias destacaron Aristarco de Samos (astrónomo y
matemático griego), Hiparco de Nicea (astrónomo, geógrafo y matemático
griego), Claudio Ptolomeo (geógrafo y matemático greco-
egipcio), Diofanto (matemático greco-egipcio), Eratóstenes (matemático,
astrónomo y geógrafo griego, quien calculó la circunferencia de la
Tierra), Ammonio Saccas (fundador del neoplatonismo ateniense), Filón de
Alejandría (filósofo judío greco-egipcio) y Clemente de Alejandría.

La biblioteca de Alejandría fue la biblioteca más grande del mundo antiguo. En su


interior se encontraban ‘Las semillas del mundo actual y moderno’, (Sagan,
1980). 
Desgraciadamente, durante la segunda guerra civil de la república romana (año
48 a.C), cuando el famoso Julio César se encontraba sitiado en Alejandría,
ordenó a sus soldados prender fuego a varias naves con la intención de bloquear
la flota enemiga. El fuego se extendió sin control, y afectó a gran parte de la
biblioteca, perdiéndose entre las llamas infinidad de obras de valor incalculable. El
gran dramaturgo romano Séneca, llegó a afirmar que durante el incendio se
perdieron más de cuarenta mil obras.

Desde aquel incendio, la famosa biblioteca fue viniendo a menos, hasta que
finalmente, en el siglo III, concretamente en el año 272 d. C, las tropas del
emperador romano Aureliano la destruyeron por completo. Fue en su asedio a la
ciudad de Alejandría, entonces en manos de la Reina Zenobia, cuando
devastaron por completo el distrito de Brucheion, espacio donde se encontraban
ubicados los restos de la antigua biblioteca.
Así se perdió lo que se convirtió en el epicentro de cultura, saber y conocimiento
más importante de la época helénica. ¿Qué grandes obras se habrán perdido
entre sus llamas? ¿Imagináis que dicha biblioteca hubiese sobrevivido a todos
estos acontecimientos históricos? ¿Qué relatos, historias, y repuestas
hubiésemos hallado en sus escritos? Son preguntas a las que jamás daremos una
respuesta exacta.

Dos mil años más tarde… una nueva biblioteca de Alejandría


Las letras, ideas y teorías contenidas en este antiguo inmueble vivieron en el
imaginario egipcio durante dos milenios, hasta que en 1989 inició la
edificación, financiada por la ONU, de la nueva Bibliotheca
Alexandrina. Después de 12 años de obra, en 2001 se inauguró este nuevo
espacio de 80 mil metros cuadrados, de los cuales 20 mil corresponden a la sala
de lectura, la más extensa del mundo.

Referencias
Sagan, C. (2015). Carl Sagan sobre la Biblioteca de Alejandría. Recuperado
de: www.youtube.com

También podría gustarte