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Aristóteles: Política. Libro I. Capítulo 1.

La comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene, por así decirlo, el extremo de toda
suficiencia, y que surgió por causa de las necesidades de la vida, pero existe ahora para vivir bien. De
modo que toda ciudad es por naturaleza, si lo son las comunidades primeras; porque la ciudad es el fin
de ellas, y la naturaleza es fin. En efecto, llamamos naturaleza de cada cosa a lo que cada una es, una
vez acabada su generación, ya hablemos del hombre, del caballo o de la casa. Además, aquello para lo
cual existe algo y el fin es lo mejor, y la suficiencia es un fin y lo mejor. De todo esto resulta, pues,
manifiesto que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal
social, y que el insocial por naturaleza y no por azar o es mal hombre o más que hombre.

En este texto, al ser la ciudad una cosa que tiene su propia naturaleza o esencia para Aristóteles, tiende a un
fin que es superior a otros fines porque la ciudad, por su naturaleza, es superior a otras formas de asociación
no por el hecho de que tenga mayor tamaño o mayor número de habitantes (en ella se da cumplimiento a las
disposiciones naturales de los individuos particulares que la constituyen).

La ciudad quiere alcanzar un bien/fin superior. Y para ello, de acuerdo con Aristóteles debe ser un fin que no
sirva como medio para conseguir otros bienes mayores. Este bien mayor que busca el ser humano es aquel
que consiste en facilitar la comunicación con otros seres humanos y hacer posible la convivencia con ellos
pues sólo de este modo consigue alcanzar la felicidad.

La felicidad, tal como la entiende Aristóteles es un tipo de vida que exige adquirir ciertos hábitos de
comportamiento o ciertas virtudes. Esto quiere decir que para que los hombres logren ser felices han de vivir
de un determinado modo (en sociedad) y han de comportarse conforme a unas normas que, a diferencia de
los sofistas, no son convencionales sino naturalmente sociales.

De este modo la política aristotélica tiene como fin de toda actividad humana conseguir la felicidad, que ésta
sólo se logre plenamente en la polis y que la ciencia sea la política (el estudio de la comunidad).

Aristóteles: Política, Libro III, cap.7

De los gobiernos unipersonales solemos llamar monarquía al que vela por el bien común; al gobierno
de pocos, pero de más de uno, aristocracia (bien porque gobiernan los mejores [áristoi] o bien porque
lo hacen atendiendo a lo mejor [áriston] para la ciudad y para los que forman su comunidad); y
cuando la mayoría gobierna mirando por el bien común, recibe el nombre común a todos los
regímenes políticos: república (politeia) (...) Desviaciones de los citados son: la tiranía, de la
monarquía; la oligarquía, de la aristocracia, y la democracia, de la república. La tiranía, en efecto, es
una monarquía orientada al interés del monarca; la oligarquía, al de los ricos, y la democracia, al
interés de los pobres. Pero ninguna de ellas presta atención a lo que conviene a la comunidad.

En este texto Aristóteles distingue seis regímenes políticos posibles; tres que buscan el bien común:
monarquía, aristocracia y república (politeia; el gobierno de la mayoría); y tres que pretenden el beneficio de
los gobernantes: tiranía, oligarquía y democracia. Pero ninguno de estos regímenes político, como argumenta
él, presta atención a lo que conviene a la comunidad.
Aristóteles: Política. Libro III. Capítulo 9.

Por tanto, es evidente que la ciudad no es una comunidad de territorio para no perjudicarse a sí
mismos y por el intercambio. Esto tiene que existir, si es que va a haber ciudad; pero no porque se dé
todo ello hay ya una ciudad, sino que es la comunidad para bien vivir de casas y familias, en orden a
una vida perfecta y autosuficiente. Ahora bien, esto no existirá si no habitan el mismo y único
territorio y contraen matrimonios entre sí. Por eso surgieron en las ciudades relaciones familiares,
fratrías, fiestas y diversiones para vivir en común. Y tal cosa es fruto de la amistad. Pues la decisión de
vivir en común es amistad. Fin de la ciudad es, por tanto, el bien vivir, y todo eso está orientado a ese
fin. La ciudad es la asociación de familias y aldeas para una vida perfecta y autosuficiente. Y ésta es,
como decimos, la vida feliz y bella. Hay que suponer, en consecuencia, que la comunidad política tiene
por objeto las buenas acciones y no sólo la vida en común. Por eso, a cuantos contribuyen en mayor
grado a tal comunidad, les corresponde una mayor participación en la ciudad que a los que en libertad
o estirpe son iguales o superiores, pero desiguales en virtud política, o a los que sobresalen en riqueza,
pero son inferiores en virtud.

Según Aristóteles, la ciudad no es una comunidad de territorio y no basta ni que unos se casen con otros, ni
en alcanzar un número determinado de personas. Aunque si que es verdad que todas estas condiciones son
necesarias para que pueda existir una ciudad, pero no suficientes. Lo que caracteriza la ciudad es su
finalidad: es una comunidad para vivir bien (el bien vivir), con una vida perfecta (asociación de familias y
aldeas) y capaz de satisfacer todas sus necesidades (autosuficiente). De esta manera, como argumenta
Aristóteles, se consigue la vida feliz y bella.

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