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UNIVERSIDAD NACIONAL JORGE BASADRE GROHMANN

FACULTAD DE CIENCIAS
ESCUELA ACADEMICO PROFESIONAL DE BIOLOGÍA-
MICROBIOLOGÍA

MONOGRAFIA
MARTIN HEIDEGGER, MICHAEL FOUCAULT Y HANNA ARENDT

ALUMNOS:
KEVIN PIERO TORRES CHALCO
JUAN CARLOS CAUNA MAMANI
RUTH YANELA MAMANI
CÓDIGOS:
2023-118046

DOCENTE: Mgr. EVA CLARA BLANCO YUPANQUI

CURSO: FILOSOFÍA, ETICA Y SOCIEDAD

TACNA – PERU
DEDICATORIA
Esta monografía va dedicada a todas
aquellas personas que han depositado su
fe en mi incluyendo a mis familiares más
cercanos, así como a mis allegados y en
especial a mi madre que ha sido una
fuente de inspiración para mí y quien me
motiva a diario a ser una mejor persona,
a los docentes de la universidad nacional
Jorge Basadre Grohman por demostrar
interés, empatía y paciencia al
brindarnos sus conocimientos y también
el incentivar la investigación y la
curiosidad, que son pilares importantes y
fundamentales para cualquier carrera.
INDICE
INDICE V2
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1
heidegger

Heidegger, Martín (Messkirch, Badén 1889 - Todtnauhberg, 1976). Filósofo


alemán.

Comenzó sus estudios con los jesuítas y los continuó con Rickert en Friburgo. Pronto
fue discípulo de Husserl. Dedicó toda su vida a los estudios filosóficos y a la enseñanza.
Sucesor de Husserl en la Universidad de Friburgo, en 1933 fue nombrado rector de ésta;
en su toma de posesión, Heidegger pronunció un discurso muy próximo a las tesis nazis.
En 1916 sostuvo su tesis sobre La Doctrina de las categorías en Duns Scot. En 1923
enseñaba en Marburgo; en 1927 aparecía el I tomo de El Ser y el Tiempo. A partir de
1928 fue profesor en Friburgo —con una interrupción de 1944 hasta 1951—. Su
filosofía hizo de la Fenomenología un análisis de la existencia del hombre. La filosofía
de Heidegger, al igual que Sartre y Merleau-Ponty es conocida como «fenomenología
existencial» o «existencialismo». Quizá estos términos estén definidos de una forma
demasiado vaga para ser de utilidad a la hora de clarificar sus doctrinas, complejas e
incompatibles, pero lo que estos pensadores tienen en común es su rechazo de la
noción husserliana de «poner entre paréntesis» la existencia del mundo, así como su
insistencia en que los verdaderos descubrimientos fenomenológicos solamente tendrán
lugar cuando se empiece a tratar con el fenómeno real de la existencia, en vez de
hacerlo con algunas nociones preconcebidas de lo que es el sujeto humano. Esta es una
posible lectura de la expresión existencialista: «La existencia precede a la esencia».

Genuino heredero de la tradición metafísica, que en el siglo XX se ha visto


anclada en el nihilismo, Heidegger se ha esforzado por investigar las raíces de dicha
tradición cultural y por reencontrar y depurar, en medio del drama del hombre europeo,
las preguntas originales que han guiado su historia.

Su lenguaje, de apariencia abstracta y esotérica, se refiere a temas concretos y


acuciantes: el poder, la técnica, la manipulación del hombre en la sociedad actual, la
libertad...
Su filosofía existencialista se propone reencontrar el ser absoluto en las
profundidades de la existencia.

El Ser y el Tiempo desarrolla un análisis del Hombre —definido como ser en el


mundo-, en relación con los otros, cómo zozobra, en tanto que los últimos escritos
señalan la primacía del análisis del Ser.

Heidegger se sitúa al comienzo en la línea de Kant para definir un nuevo tiempo


de ontología —ciencia del ser— donde, según él, el sentido auténtico ha sido perdido
después de Platón hasta el fin de la metafísica occidental —Hegel— y, según lo cual, el
Ser absoluto no sería más que un ser de representación —un concepto o un saber—,
pero sería una presencia que coincidiría con el ser mismo de la subjetividad.

Así pues, para el autor la verdad absoluta no es el objeto de la sabiduría, sino la


forma de un comportamiento abierto que define la existencia auténtica. Para definir este
comportamiento Heidegger acude a la expresión poética para restituirnos el sentimiento
originario de la presencia en el mundo o en la luz, que traduce el lenguaje inspirado. A
partir de 1974, el editor Vittorio Klostermann ha empezado a publicar sus Obras
completas, que llenarán casi 60 volúmenes. Para Heidegger, lo que define la ontología
y su historia es el olvido del ser como centro de interrogación. El ser como cuestión
define un ser particular, el ser ahí, el hombre, que es aquel que puede existir sabiendo,
en cualquier momento y a la vez, que ha de dejar de existir: que es un ser para la
muerte. Para el hombre, aceptar esta situación es signo de autenticidad. Además,
plantear la cuestión de la autenticidad quiere decir plantear las diferentes maneras de
ser: facticidad, abandono, historicidad. Tales son los temas fundamentales que trata
Heidegger en su obra más importante, Ser y tiempo (1927).

El existencialismo es un movimiento filosófico de los siglos XIX y XX centrado


en la noción de particularidad; es decir, rechaza cualquier principio moral universal, y
puede tomar forma religiosa o secular.

El filósofo Soren Kierkegaard (1813-1855), a menudo considerado el primer


existencialista, fundamentó sus ideas en la tradición cristiana. Como reacción contra los
grandes constructores de sistemas filosóficos, en particular Hegel y Kant, Kierkegaard
insistió en que, en lugar de buscar leyes de moralidad, se debería aceptar el hecho de
que las decisiones son individuales y particulares; se llega a ellas mediante el conflicto
interno, acompañado por la agonía y la ansiedad, que él denominó «enfermedad
mortal». Según su visión de la creencia religiosa, que describió en Temor y temblor
(1843), el argumento teológico ha de ser reemplazado por un simple «salto de fe». En
términos existencialistas, esto significaba renunciar al camino de la razón y abrazar
deliberadamente lo irracional o «absurdo». Kierkegaard mantenía que el individuo debe
tomar decisiones radicalmente independientes respecto a su vida. El ser humano es un
agente libre, responsable de su propio carácter y, en último término, también de su
destino. Mas tarde Heidegger comparte esta teoría, pero independientemente del
compromiso religioso.

Heidegger y el nazismo:

La naturaleza y el alcance de la relación de Heidegger con el nazismo ha provocado


algunas controversias. Lo que no se puede negar son los siguientes hechos. En 1933, el
año en que Hitler llegó al poder, Heidegger fue nombrado rector de la universidad de
Friburgo. Ese mismo año, se hizo miembro del partido nazi, y continuó siéndolo hasta
1945. Mientras Heidegger era rector, a Husserl (que era judío) se le prohibió usar la
biblioteca de la universidad; también promulgó un decreto por el que se negaba ayuda
económica a los comunistas, judíos y otros estudiantes «no-arios».

Heidegger renunció al rectorado en 1934, pero nunca presentó una rectificación


pública respecto a sus anteriores creencias nazis, ni siquiera después de la guerra. Las
evasivas de Heidegger en las discusiones de posguerra sobre esta cuestión no ayudaron
a clarificar su implicación en el nazismo. Sus defensores afirman que su admiración por
el nazismo fue breve, y el uso de susdoctrinas en la universidad ocasional. Otros ven la
admiración de Heidegger por el nazismo como algo consistente con su manifiesto
nacionalismo, su visión romántica de la vida campesina y su declarado disgusto por la
tecnología y la sociedad moderna.
SOBRE SU FILOSOFÍA:

En el análisis que lleva a cabo Heidegger la existencia del hombre se presenta


como sinónimo de preocupación (o cuidado), trascendencia, libertad y temporalidad.
La existencia es, en primer lugar, preocupación, cuidado.

En efecto, el hombre en cualquier momento en que reflexione sobre sí mismo, se


encuentra ya «arrojado» en el ser. No ha podido escoger su situación histórica, su raza,
sus datos personales, etc. Pero, por otra parte, mientras existe se abre ante él un abanico
de posibilidades y se «proyecta» hacia ellas. Este proyecto, esta tensión entre lo que ya
es y lo que tiene que ser aún, es la preocupación. La preocupación no es un sentimiento
pasajero, es «la estructura indiferenciada del Dasein», es el mismo ser del hombre.
Teniendo en cuenta que la posibilidad suprema del hombre es la muerte, se le puede
definir con toda verdad como un «ser-para-la-muerte». El hombre ante esta última
posibilidad puede adoptar dos actitudes: o bien asumir lúcidamente este destino o
negarse a ello. En el primer caso tenemos la existencia auténtica, que acoge a la
angustia como tonalidad afectiva fundamental. En el segundo caso tenemos la existencia
inauténtica, que intenta disimular* la angustia con toda clase de distracciones. La
segunda característica de la existencia es la trascendencia. La trascendencia no es aquí
una mera relación de sujeto a objeto, sino que es la manera de ser humana. El hombre se
dirige siempre más allá de lo que es y de lo que él es. «Trascendencia significa
superación. Trascendente es lo que realiza esta superación.» El hombre, en su
trascendencia, se dirige hacia el mundo: «Aquello hacia lo cual el Dasein trasciende lo
llamamos mundo, y la trascendencia la definimos como el ser-en-el-mundo.»

El mundo concebido de este modo no es un ente ni una suma de entes, sino el


horizonte sobre el cual destaca todo ente, el marco en que todo ente es comprendido,
incluso el hombre.

Por lo tanto, el mundo define, en cierto modo a priori, el conjunto de los entes
con los cuales el hombre puede relacionarse y funda la posibilidad de esta relación.

El mundo es construido por el hombre, proyectado ante sí mismo como término


de todos sus proyectos. «Siendo el mundo para el hombre la totalidad de su intención, se
halla así producido por el hombre ante sí mismo. Producir el mundo delante de sí
mismo es, para el hombre, proyectar originariamente sus propias posibilidades.» En este
sentido, el animal no tiene mundo, sino únicamente «contorno», porque sólo el hombre
existe y trasciende El mundo es, en cierto modo, subjetivo y objetivo. Subjetivo
porque forma parte del ser del hombre y le es esencialmente relativo. Pero es a la vez
más «objetivo» que cualquier otro objeto, porque un objeto cualquiera sólo puede
revelarse al hombre ocupando un lugar en el mundo. Existir, finalmente, es
temporalizarse.

La temporalidad no es el tiempo ni la duración psicológica, pues el primero no


concierne al hombre y la segunda sólo a su conciencia. La temporalidad es una manera
humana de ser, es un existencial. El hombre no es en el tiempo ni es tampoco una cosa
que dura, sino que es un proceso de temporalización. Su propia temporalidad es el
fundamento del tiempo y de la historia.

El tiempo empieza y termina con el hombre porque es su misma existencia; por


lo tanto, puede decirse con toda verdad que «no hay un tiempo en que el hombre no
haya existido». Las tres dimensiones del tiempo —presente, pasado y porvenir— son
tres «éxtasis» del Dasein. El primero es el porvenir y es la preocupación misma. En
efecto, la preocupación es anticipación; consiste en que el hombre se proyecta hacia sus
posibilidades. De este modo se define y constituye el porvenir, lo que tengo que ser. El
segundo éxtasis consiste en que el hombre asume su origen, acepta el hecho de haber
sido arrojado en el ser. Constituye al pasado como aquello que ya he sido, o más
exactamente, aquello en que me he convertido. Estos dos momentos están íntimamente
vinculados entre sí, pues es imposible proyectar el porvenir sin volverse hacia el pasado.
La unión del pasado y el futuro constituye un nuevo éxtasis por el cual el hombre se
hace presente a su situación. En definitiva, Heidegger puede afirmar que la existencia
funda a la vez el mundo, el yo y el tiempo. Heidegger no admite la definición clásica de
la verdad, como la conformidad del pensamiento con la realidad. No es que la considere
falsa, pero sí superficial. La verdad es revelación, desvelación (aletheia).

La verdad es la característica de lo que no está escondido. Ahora bien, la


desvelación pertenece al hombre, el cual por su existencia se mantiene fuera de sí, cerca
de las cosas. Pero la relación primitiva del hombre con el ser no es la verdad, sino la no-
verdad, la obnubilación, y el desvelamiento se opera a partir de ella. Por otra parte, no
hay que identificar la no-verdad con el error. La no-verdad no es error, sino misterio.
Cuando olvidamos el misterio original, la no verdad se convierte en «errancia»,
la cual, a su vez, engendra el error cuando domina al hombre hasta extraviarle.

Así pues, como dice Heidegger en Ser y tiempo, el ser se desvela al hombre
sobre un fondo de misterio y de una manera siempre precaria. Y la tarea de la metafísica
consistirá, precisamente, en pensar la verdad del ser.

«El final hacia el cual se dirige el pensamiento esbozado es colocar al


pensamiento en un camino que le permita llegar a la relación de la verdad del ser con la
esencia del hombre, abrir un sendero al pensamiento para que piense expresamente al
ser en su verdad.»

La tarea que se propone Heidegger es sumamente difícil y de momento sólo ha


señalado posibles caminos, indicaciones fragmentarias. Veámoslos.

1.°) El tiempo es «el horizonte posible de toda comprensión del ser en general».
En efecto, el hombre es el estar ahí del ser y su existencia es temporalidad; por
consiguiente, todo pensamiento acerca del ser es histórico.

2.°) El ser no es ni Dios ni un fundamento del mundo. No es ningún ente y, en


este sentido, debe llamársele «la nada». Si no es ningún ente, sólo podrá ser percibido
por el anonadamiento de todo ente, lo cual se consigue mediante la angustia, que es el
sentimiento de que todo ente se hunde y se nos escapa. Por lo tanto, la angustia es la
experiencia metafísica fundamental. Es la única vía para llegar al ser. Heidegger no
quiere profesar una filosofía de la angustia, pero hasta el momento presente es la única
vía que ha explorado.

3.°) La verdad del ser no es distinta del ser mismo. «Aletheia podría ser la
palabra indicadora de la esencia no-pensada del esse»; «la verdad del ser es aquello en
lo que el ser despliega su esencia, y así es el mismo ser». Pues la verdad es
desvelamiento y es el mismo ser el que se desvela.

4.°) «El mismo ser es finito en su esencia, y sólo se revela en la trascendencia


del Dasein.» Esta afirmación convierte a la filosofía de Heidegger en una metafísica de
la finitud, orientada hacia el ateísmo, a menos que acabe colocando a Dios «más allá del
ser», como hacía Plotino. ¿Y cómo sabe Heidegger que el ser es finito? Esto no lo
explica en ninguna parte.
5.°) El ser arroja al hombre a la existencia para que vele por su verdad, intima a
la esencia del hombre que habite en su verdad, destina al hombre a la existencia con el
fin de ser su ahí. El hombre es el ahí del ser, «la zona de claridad del ser».

6.°) Cuando leemos que el ser es «algo simple» y misterioso y que «es más ente
que todo ente» podemos estar tentados de identificarlo con Dios, pero no lo es.
Heidegger no se pronuncia ni por el teísmo ni por el ateísmo. Cree que «en el momento
en que nos hallamos de la historia universal» plantear la cuestión de Dios con seriedad y
rigor es imposible. Por lo visto, adopta una actitud de espera que podríamos caracterizar
como un ateísmo provisional.

Heidegger es, sin duda alguna, el más profundo y original de los filósofos
existencialistas. Bajo un lenguaje oscuro y torturado se esconden ideas nuevas y
profundas. Su filosofía, a menudo, ha despertado desconfianza por su pretensión de
empezarlo todo de nuevo, él solo, desde los cimientos, borrando de un plumazo
veinticinco siglos de pensamiento. No obstante, su influencia es innegable y no sólo en
el campo de la filosofía, sino también en el ámbito de la religión, puesto que su
ontología constituye de por sí una contribución importante a la filosofía de la religión.
Pero el gran influjo que Heidegger ha ejercido sobre la teología contemporánea no lo ha
ejercido directamente su ontología, sino su esquema de análisis existencial, recogido y
aplicado por Bultmann. No obstante, en la doctrina de Heidegger hay aún muchos
puntos oscuros. Por ejemplo, ¿qué es ese ser que describe como el marco de toda
existencia, el telón sobre el cual se destacan los entes?. Ha intentado caracterizarlo
como historicidad, como ser del devenir, como el ser de la nada. En cierto
modo, Heidegger en su búsqueda del ser se ha alejado tanto de los entes que aquél ha
quedado vacío.
CAPÍTULO 2
HANA ARENDT

Hannah Arendt (1906-1975) es una pensadora de cultura alemana y origen


étnico judío. Estudió latín, griego, teología y, con Jaspers y Heidegger, filosofía. Con la
llegada al poder de Hitler tuvo que exiliarse y pasó varios años en Francia; logró salir de
Europa en el último momento y fue recibida en los Estados Unidos, donde desarrollaría
una intensiva actividad intelectual. En el plano personal, tuvo una relación con el propio
Heidegger, estuvo casada brevemente con Günther Stern y después, en el exilio en
París, encontró al que sería su compañero y marido para el resto de su vida, Heinrich
Blücher, un refugiado como ella, un ex comunista que ni siquiera se había sacado el
bachillerato pero que resultó un magnífico interlocutor para los temas políticos. No era
de origen judío.

Hannah Arendt se interesa sobre todo por la teoría de la política, pero ya que sus
escritos tratan de qué es ser humano, cómo funciona la convivencia social y qué es
carácterístico de la vida intelectual, en realidad se puede sacar de sus escritos una
filosofía de la educación. Arendt no se preocupa por mantenerse dentro de tal o cual
campo disciplinar porque su meta es comprender el mundo valiéndose de su propia
mente. La palabra alemana que usa es Selbstdenken, el pensar por sí mismo, una
expresión tomada de Lessing. En lo propiamente filosófico, Arendt cita en particular el
pensamiento de Sócrates y Kant. Quiere mejorar el pensamiento más que enseñar talo o
cual contenido. El punto de partida de una reflexión suele ser algún dato histórico y el
resultado se caracteriza por la imparcialidad.

Arendt escribe dentro de la tradición occidental, y nada parecerle serle ajeno: la


filosofía, la religión, la historia, la literatura, la etimología y en particular todo lo
relacionado con la Antigüedad. También reflexiona sobre las revoluciones americana y
francesa, el antisemitismo, el imperialismo, el nazismo y el comunismo soviético.
Además, escribe una gran cantidad de artículos que comentan hechos políticos de
relevancia, como la creación del Estado de Israel, el juicio a Eichmann, el mayo del 68
o la política norteamericana durante la guerra del Vietnam. Elaborará una antropología
en La condición humana (1958).
"La crisis en la educación"

"La crisis en la educación" es un ensayo de unas 20 páginas publicado en Entre


el pasado y el futuro (1954), y constituye el único escrito de Arendt dedicado
exclusivamente a la educación. A los quince años de estar en los EEUU, y sin ser
experta en la materia, Arendt ve claramente por qué se ha producido una crisis en la
educación norteamericana:

La influencia de la psicología y del pragmatismo ha dado origen a la idea de que


es posible aprender a enseñar sin hacer referencia a lo que se enseña. Por eso, la
formación de los futuros profesores subestima la necesaria preparación académica del
profesor. Así, el profesor es despojado de la autoridad natural de quien tiene
conocimientos, porque no los tiene.

Se pretende que los niños pueden ser autónomos de los adultos. Se trataría de
liberarlos como antes se había liberado a los obreros y a las mujeres. Esto es un error,
sostiene Arendt, porque no están siendo oprimidos cuando se les educa, sino que están
aprendiendo lo que necesitarán pronto, en su vida de adultos. Además, cuando la
autoridad del profesor desaparece, la autoridad se desplaza, por lo común en beneficio
del alumno con más voluntad de ejercer el poder sobre sus compañeros.

Una nueva teoría sobre el aprendizaje dice que sólo puedes aprender lo que has,
de algún modo, manipulado tú mismo. El aprendizaje, que en principio cae en el terreno
de lo teórico, ha pasado a ser algo práctico. Y como lo inmediatamente constatable es
que lo que los niños hacen mejor es jugar, la conclusión es que deben aprender jugando,
con lo que desaparece la línea divisoria entre el esfuerzo, el trabajo y el juego.

Todo esto lleva a una práctica que no funciona, porque el mundo en que nacen
los niños es viejo, sobre todo si se le compara con los propios niños. Éstos, cuando
aprenden, necesariamente aprenden cosas que ya existen. No pueden tener ningún
conocimiento sobre el mundo previo a su nacimiento, por lo que han de aprender de
otros. La educación significa, necesariamente, la conservación de lo elaborado. Los
niños necesitan estos conocimientos, ya que su tarea, forzosamente, será de la renovar el
mundo manteniéndolo, adaptándolo y mejorándolo. En otras palabras, la conservación,
la tradición y la autoridad dentro de la educación no tienen nada que ver con el
conservadurismo político, y todo con el bienestar y la futura libertad y capacidad de
actuar de los niños.

El sueño americano, para los inmigrantes del mundo entero, está íntimamente
ligado a la idea de igualdad. Las ideas descritas arriba parecen colocar a todos en el
mismo nivel. Sin embargo, en un país de inmigración, la escuela sirve también para
mostrar a los niños inmigrados cómo funciona el nuevo país, y una pedagogía que no
enseña cómo es el mundo no puede cumplir esa labor.

Arendt nos recuerda en La condición humana que los griegos solían referirse a
los niños como "los nuevos". Y como lo son, necesitan ser guiados y ayudados.
Compete a los adultos que los han traído al mundo orientarlos... y preparar al mundo
para recibirlos. Según esta perspectiva, tener hijos es tener una responsabilidad tanto
para con los niños como para con el mundo.

Los niños quedan insertos desde que nacen en una cultura preexistente y, por
tanto, que no pueden elegir. La familia ha de adentrarlos en ese ambiente; de lo
contrario quedarán a la deriva, sin anclaje. Sin embargo, dotados de una base sólida,
serán después perfectamente capaces de aprender y apreciar otras culturas. En realidad,
aprender otras maneras de pensar es característico de un ser humano desarrollado.

Por otro lado, lo humano está en constante renovación. No sólo estamos en el


mundo, sino que somos el mundo; y con cada nuevo ser humano, el mundo cambia,
constata Arendt en El concepto de amor de San Agustín (1929). Además, todos nosotros
tenemos la capacidad de tomar iniciativas. Y, porque la vida es imprevisible, es
importante el empleo de la promesa y el perdón. La promesa convierte el mundo en un
lugar algo más previsible, y el perdón nos permite convivir luego de que se haya
cometido una infracción. Las instituciones sociales como el matrimonio, la familia y la
escuela funcionan sobre la base de las promesas, no todas explícitas, a resultas de lo
cual dotamos de cierta estabilidad a la vida, tan sometida al cambio. En el mundo
escolar, todo esto se puede traducir en la aceptación de ciertas reglas de conducta, así
como en la posibilidad de redimir una conducta negativa y recuperar un examen
suspendido.

Según Arendt, hay que transmitir a los nuevos el amor por el mundo. Sin sentir
amor por el mundo, los hombres podrían destruirlo. Esta observación es especialmente
importante si se piensa en la exigencia actual de que se enseñe a los alumnos a ser
críticos. Arendt sostiene que el joven debe aprender a amar el mundo, para que,
después, cuando sea adulto, lo critique con vistas a su mejora. Primero hay que dar
tiempo a los nuevos a instalarse en el mundo; ya les pediremos después su colaboración.

En otras palabras, Arendt rechaza la politización de la enseñanza a pesar de que


la política constituye el centro de su pensamiento. Arendt subraya que los hombres
conformamos una pluralidad, y somos a la vez distintos e iguales. Somos iguales porque
todos tenemos libertad de cambiar el mundo; y somos iguales porque hemos decidido
serlo, a pesar de ser distintos. Para Arendt, la política es lo que permite esa convivencia
de individuos iguales pero diferentes y libres.

Echando mano de la Grecia antigua, Arendt dice en La condición humana que


para que funcione la vida en común tiene que haber límites. Para los griegos, la política
tenía que ver con la ciudad, la polis; fuera de la polis, el ciudadano no tenía asegurado
derecho alguno. La ley era lo que mantenía unidas a las personas que formaban parte de
la polis. Infringir la ley era colocarse fuera de la polis, de ahí que la expulsión de la
misma fuera un castigo apropiado. El que infringe la ley ha elegido dejar la comunidad.
Los romanos concebían el Estado como un acuerdo legal entre los ciudadanos, y el que
no honraba un contrato se colocaba fuera de la comunidad de las gentes honradas.
Arendt no omite el hecho de que sólo los hombres libres eran considerados ciudadanos.

Esto nos lleva al gran problema de la sociedad moderna, que no es tanto


combinar la igualdad con la libertad como combinar aquélla con la autoridad. En Sobre
la revolución (1963), Arendt subraya que el profesor es el representante de una
institución. Si el alumno acude a dicha institución para que le enseñen los fundamentos
de la cultura, el hecho de que el profesor le exija cierto orden y esfuerzo no constituye
una imposición o un ejercicio de autoritarismo. Ahora bien, el profesor puede perder la
autoridad que le confiere el cargo de dos maneras: empleando la violencia o negociando
con los alumnos. Arendt cree que el profesor no debe negociar para no colocarse en el
mismo nivel que sus alumnos, a los que debe educar.

En Sobre la violencia (1969), Arendt analiza el estudiantil y otros movimientos


de protesta entonces de actualidad. Destaca que la burocracia es el ejercicio del poder
por parte de nadie, y que por ello puede generar violencia: por ejemplo, los estudiantes
del 68 no tenían con quién discutir. Esta constatación se podría interpretar como una
llamada a la conformación de unidades escolares no muy grandes, en las que todos se
conozcan. Así, la responsabilidad se puede exigir y ejercer.

En conexión con las reivindicaciones a veces poco inteligentes de diferentes


grupos de protesta, Arendt denuncia la curiosa pasividad de la mayoría, que se niega a
ejercer el poder que tiene como tal y adopta el papel de observador, de modo que la
mayoría pasiva se convierte en aliada de las minorías violentas. Comenta que ésa fue la
manera en que llegó Hitler al poder.

Pensar por sí mismo

En los textos sobre Kant y en el primer volumen de La vida del espíritu (1978)
Arendt desarrolla sus ideas sobre lo que significa pensar. Estructura sus ideas en torno a
las que encuentra en Kant y se detiene en el pensar por sí mismo, el colocarse en el
lugar del otro y el estar de acuerdo con uno mismo.

Arendt considera fundamental, en el ejercicio de la facultad de pensar, la


interrelación entre la percepción y la facultad de crear esquemas o imágenes. Nuestras
facultades mentales nos permiten crear imágenes y comprender lo que algo sea. Lo que
inicia el proceso de pensamiento es la vida misma, la experiencia y la observación, y es
fundamental adecuar lo que se dice con lo que se observa. Arendt subraya la
importancia de pensar por sí mismo para entender el mundo. La narración y la
valoración son pilares en este pensar por sí mismo.

En cuanto al ponerse en el lugar del otro, nos permite no caer en el


egocentrismo. Arendt apunta que Homero cantó tanto al héroe de los griegos como al de
los troyanos, es decir, se mostró imparcial, y este dato merece ser destacado y
relacionado con el avance griego hacia la filosofía y la ciencia. Arendt habla también de
Sócrates y su búsqueda desinteresada de la verdad, y de los denostados sofistas, que a
pesar de ser enemigos de Sócrates dejaron un valioso legado: la costumbre de dar
vueltas a un argumento para barajar diferentes puntos de vista. Arendt considera que
estas posturas son auténticas virtudes en política. Tanto Kant como Arendt se interesan
por el pensamiento como actividad pública, como la costumbre de dar cuenta de actos y
argumentos, por ejemplo, en un contexto político.
Turno ahora para la no aceptación de contradicciones en el propio pensamiento,
que guarda relación con la aceptación de informarse, valorar los hechos y sacar las
conclusiones correctas, por mucho que no nos agraden. Arendt se interesa por la
facultad de juicio, y sostiene que se aprende a usarla más con la práctica que mediante
la enseñanza.

Arendt distingue entre el saber y el pensar. Su interés se centra en éste, que a su


vez presupone a aquél. Asimismo, se concentra en la comprensión. Cree que la vida es
comprensión, y que para llegar a ella es importante valorar. Considera que el negarse a
valorar es un defecto importante, una cobardía. En la vida diaria, todos tenemos que
valorar lo que sucede a nuestro alrededor, así que es posible valorar. Además, si no
fuéramos capaces de discernir el bien del mal, nuestro sistema jurídico sería impensable,
porque presupone dicha distinción.

Llegados a este punto, podemos sacar algunas conclusiones para la educación


según el pensamiento de Arendt. Arendt pone el énfasis en los conocimientos históricos,
literarios, lingüísticos, en una palabra, humanísticos; pero no como simple acumulación
de datos, sino como generadores de comprensión y valoración de lo que supone ser
humano. Cita una y otra vez las palabras de William Faulkner de que el pasado no está
muerto y ni siquiera es pasado; también las de René Char: la cultura nos es legada sin
testamento previo. Lo histórico es la base de la condición humana.

Se puede encontrar una reflexión concreta sobre el modo de operar del


pensamiento en la propia obra de Arendt. Cuando, en 1961, Eichmann fue capturado en
Argentina y llevado a Israel, Arendt pidió a la revista New Yorker que la mandara a
Jerusalén para dar cuenta del juicio al que sería sometido. Eichmann en Jerusalén salió
en 1963 con el subtítulo "La banalidad del mal", que generó no poca controversia. En
ese libro, Arendt viene a ser un ejemplo de alguien que se informa y que elabora
conceptos; que se coloca en el lugar del otro; y que no acepta la contradicción.
Eichmann es un ejemplo de lo contrario.

Quizá lo más interesante es lo que dice Arendt de Eichmann como persona. Lo


tiene por un hombre en todo mediocre. Un hombre no muy alto, pálido y sin rasgos
distintivos, que habla con cierto tonito y se expresa a través de clichés. No parece sentir
las cosas profundamente, tampoco sabe expresar su pensamiento de manera matizada,
sino que recurre a frases hechas, aprendidas durante su juventud o tomadas de los
periódicos. No da la impresión de ser una persona con una verdadera vida interior. Vive
según reglas que no ha examinado, y parece que podría vivir igual sometido a otras,
pues las opiniones aceptadas en su sociedad funcionan como una pantalla entre su
conciencia y la realidad. No compara lo que se dice con lo que sucede. Si hubiera vivido
en un Estado no criminal, es posible que no hubiera tenido un comportamiento criminal.
Eichmann cumplió las leyes según su propia manera de ver porque consideraba que las
palabras de Hitler tenían rango de ley, lo cual por otro lado era cierto. Rechaza toda
valoración propia de los hechos.

Arendt concluye que Eichmann no sabe pensar y que se niega a valorar. No es


tonto porque, evidentemente, sabe realizar las tareas diarias, pero no sabe verse a sí
mismo desde fuera. El ejemplo más impresionante es que el policía israelí que conduce
el interrogatorio previo al juicio intenta sonsacarle si se arrepiente pero no da con
indicio alguno en tal sentido. Todo lo contrario: Eichmann considera que ha cumplido
con las tareas que le han sido asignadas. Se jacta de los contactos que ha tenido con
oficiales importantes. Lo que le corroe es que considera que tenía méritos para ascensos
que no llegaron. O sea, que los propios oficiales nazis lo consideraron un mediocre.
Todo esto lleva a que Arendt considere que Eichmann, más que profundamente
malvado, es un ser muy limitado que no ha desarrollado su humanidad. No ha aprendido
a ponerse en el lugar del otro. No entiende lo que pueda pensar el policía israelí que le
está escuchando, o quizá le da lo mismo. Padece una suerte de autismo social.
Eichmann no leía más que los periódicos y los documentos que tenía que leer en su
trabajo. Así que tampoco por la vía de la literatura llegó a ver el mundo desde otras
perspectivas.

Lo real y lo verdadero

En las dictaduras, los consejeros del dictador no se atreven a contarle los datos
negativos. Así, el dictador puede resultar el último en enterarse de ciertas cosas. En los
estados totalitarios, la mentira está ligada a la violencia, porque la única manera de
hacer coincidir la mentira con la realidad es cambiar la realidad a través de la
destrucción. Pero también existen mentiras en los Estados democráticos. En The crisis
of the republic (1972), Arendt publica un artículo sobre los Papeles del Pentágono. El
secretario de Defensa, Robert McNamara, pidió en 1967 a destacados expertos civiles y
militares que analizaran por qué se habían cometido tantos errores en la guerra del
Vietnam. El informe llegó a la opinión pública por varios artículos publicados en
el New York Times en 1971. Para Arendt, los Papeles del Pentágono llegaron a ser una
ocasión para reflexionar sobre el concepto de verdad, es decir, sobre la relación entre los
datos y lo que se dice.

Arendt descubre dos nuevas variantes de la mentira. A la primera la llama de


relaciones públicas. Los funcionarios del gobierno maquillan los datos no para
confundir al enemigo sino para quedar bien ante su propios conciudadanos. Durante la
guerra del Vietnam, esto se convirtió en una rutina. Había personas que recogían datos
verdaderos, pero no fueron escuchadas. Este tipo de mentira equivale a un autoengaño.

El segundo tipo de mentira fue muy utilizado por los consejeros inteligentes del
presidente de los Estados Unidos que trabajaban con teorías o fórmulas. Trataron de
ajustar la realidad a sus esquemas previos mediante la manipulación de los datos.

El efecto del empleo de estos dos tipos de mentira fue doblemente negativo para
los Estados Unidos, subraya Arendt. Por un lado, los norteamericanos perdieron la fe en
su propio gobierno; por otro, los norvietnamitas tomaban buena nota del descenso del
apoyo a la guerra entre la población de su enemigo.

Arendt enfatiza el respeto por los datos. Dice en un ensayo que suele entrar a la
primera clase del curso diciendo a los alumnos que no van a tener que vérselas con la
teoría: quiere que los estudiantes lean documentos y reflexionen. El dar prioridad a una
teoría puede llevar a la ideologización de la enseñanza, lo que vale tanto como decir al
autoritarismo intelectual. Los textos históricos arrojan datos complejos e imprevisibles
como la vida misma, lo cual los convierte en un buen material de estudio.

Para Arendt, el estudio debe centrarse en tratar de comprender lo que sucede en


el mundo y, sobre todo, entrenar la facultad de valorar lo que sucede. Rechaza la
corriente de pensamiento que dice que no se puede saber si algo es bueno o malo. Ella,
como judía alemana, sabe perfectamente que hay cosas buenas y cosas malas. Llama
realismo a la actitud respetuosa con la realidad y rechaza el uso de teorías que la
deformen.
CAPÍTULO 3
FOCAULT

El poder en el pensamiento de Michel Foucault

A lo largo de toda su obra, Michel Foucault se plantea preguntas acerca del


poder, entendiendo este, como un poder que va más allá del poder del gobierno. Cuando
el filósofo habla de poder, hace referencia a todas las formas de poder que son ejercidas
en la sociedad, y en su definición, se incluye la noción de subpoder, de "una trama de
poder microscópico, capilar", ya que no existe un poder, sino distintas relaciones de
autoridad a diferentes niveles, que colaboran y se manifiestan sutilmente.

Estas relaciones de poder son tan fuertes y están tan arraigadas, que para que
pueda darse una auténtica revolución, sería necesario modificar el movimiento que se da
entre las mismas. Por lo tanto, hay que analizar estas relaciones en sus niveles más
bajos, microscópicos. Pensamiento de Michel Foucault: resumen - El poder en el
pensamiento de Michel FoucaultImagen: Slideshare

La microfísica del poder

En el La microfísica del poder, el autor afirma que el análisis del poder se ha


realizado atendiendo a las relaciones contrato - opresión, de carácter jurídico, y que se
fundamenta en la legitimidad o ilegitimidad del poder y dominación – represión -
sumisión, y que se manifiesta en forma de lucha.

Las relaciones de autoridad que se dan entre la mujer y el hombre, entre el jefe y
el empleado o en el seno de la familia, más que un reflejo del poder del gobierno,
constituyen las condiciones de posibilidad, la base sobre la que se apoya y que mantiene
en funcionamiento la máquina del poder. Porque el poder, tiene su origen en otros
poderes y se mantiene, gracias a los efectos de los otros poderes, que van más allá del
plano económico "El hombre no es el representante del Estado para la mujer. Para que
el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a la mujer o del
adulto al niño relaciones de dominación bien específicas que tienen su configuración
propia y su relativa autonomía".

Estas relaciones de poder son las que se dan en el núcleo familiar, en el sexo, en
el trabajo, y dentro de ellas, representando el papel de condicionante y condicionado.
Así pues, un análisis profundo de este fenómeno, exige un estudio a abajo hacia arriba
de todos los mecanismos de poder, partiendo de los "mecanismos infinitesimales", que
tienen su propio origen y sus propios métodos, para descubrir como se han ido
utilizando estos procedimientos por distintas formas de dominación más

"El poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un


individuo sobre los otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras; el poder
contemplado desde cerca no es algo dividido entre quienes lo poseen y los que no lo
tienen y lo soportan. El poder tiene que ser analizado como algo que no funciona sino
en cadena. No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El
poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes
circulan los individuos quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercitar ese
poder, no son nunca el blanco inerte o consistente del poder ni son siempre los
elementos de conexión. El poder transita transversalmente, no está quieto en los
individuos".

Foucault no disuelve el poder del gobierno, pero si que hablar de pequeños


poderes o subpoderes integrados en el poder general, que es el más importante. El
principal objetivo de Michel Foucault, es construir una idea general de poder que
incluya, tanto al poder del gobierno, como al resto de los poderes.
Pensamiento de Michel Foucault: resumen - La microfísica del poderImagen: Lo
cierto sin censura

Los intelectuales y el poder

Seguimos conociendo el Pensamiento de Michel Foucault para hablar ahora de


otra de las obras cumbre de su filosofía. En esta obra, Michel Foucault dice que desde
mayo de 1968, las masas ya no necesitan a los intelectuales, que poseen conocimiento,
lo que ocurre es que se dan ciertas formas de dominación que lo frenan e invalidan.

Para el pensador francés, existen relaciones de poder en todos los estratos sociales, y no
solo en los más altos y los intelectuales juegan aquí un importante papel, integrándose
en este sistema de poder como los principales agentes de la "conciencia" y del discurso.
Pero para Foucault, la misión de los intelectuales no consiste en colocarse frente a las
masas, sino en unirse a las mismas en la lucha contra las distintas formas de poder en el
terreno en el que se mueven, esto es, el “saber”, la “verdad”, la “conciencia” o el
“discurso”.

Otras obras importantes del filósofo francés serían Historia de la locura en la época
clásica, El nacimiento de la clínica, Las palabras y las cosas, La arqueología del saber,
Vigilar y castigar, Historia de la sexualidad y La hermenéutica del sujeto.

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