Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Criterios generales
(1) No se puede imaginar una definición operativa directa cuando:
- la unidad de análisis es algo cuyos ejemplares no se pueden interrogar (por ejemplo
una institución, un agregado territorial) y
- los estados en la propiedad investigada no se pueden registrar directamente (como por
ejemplo la superficie) o sacar de documentos oficiales (como se puede hacer para el
número de habitantes, el tipo de sistema electoral, el número de votos de un partido).
(2) Una definición operativa directa se puede imaginar, pero no es confiable (en el sentido de
que va a producir muchos datos no fidedignos) cuando la unidad de análisis es un ser humano
y la propiedad investigada:
- tiene respuestas socialmente deseables
- es algo familiar al científico pero no al lego (no cabe preguntar al hombre común cuál
es su grado de anomia, de particularismo, de introversión)
- es algo que la moral dominante en la comunidad del entrevistado considera
reprobable.
→ Los indicadores son necesarios cuando el concepto es general y/o tiene gran importancia
teórica. Pero algunas variables teóricamente importantes pueden ser fácilmente
operativizadas: la edad, el sexo, la raza, la confesión religiosa.
→ Hay que buscar una o más propiedades que: admitan definiciones operativas directas que
sean aceptables, y tengan una fuerte relación semántica con la propiedad que interesa.
→ Estas propiedades se llaman “indicadores” de la propiedad X (y la relación que se
establece entre ellos y la propiedad X se llama “relación de indicación”).
1
La naturaleza de los indicadores en las ciencias sociales
→ La definición operativa es el instrumento que nos permite transformar una propiedad del
mundo real en una variable que ocupa un vector-columna de la matriz de los datos.
→ La condición esencial es que el investigador perciba una estricta relación semántica entre
el indicador y el concepto indicado (relación casual).
→ Pero a veces no se logra detectar la relación que liga una propiedad fácil de operativizar
con otra no directamente operativizable, y se elige la primera como indicador de la segunda
basándose en una simple asociación estadística (relación lógica o analítica).
→ Naturalmente, estos son casos límite, que se pueden justificar sólo si necesitan indicadores
de un concepto X y no se encuentran conceptos cuya asociación con el concepto X se pueda
justificar semánticamente.
→ Esto no significa que la elección sea arbitraria. El investigador tiene el máximo interés en
elegir indicadores que sean válidos.
2
→ La minimización de los aspectos extraños tiene que ser sin duda el primer criterio a
considerar en la elección de indicadores.
→ A esta pluralidad “desde abajo” en las relaciones de indicación (en el sentido de que un
concepto puede ser razonablemente elegido como indicador de varios conceptos no
operativizables), le corresponde una pluralidad “desde arriba”, en el sentido de que para cada
concepto que interesa, pero que no sugiere directamente una definición operativa, cabe elegir
más de un indicador.
→ Se habla de un pasaje “desde arriba” del concepto a sus indicadores, y de un pasaje “desde
abajo” de cada indicador elegido al concepto relativo.
→ Ya que los aspectos de la intensión de un concepto general pueden ser muchos, para no
reducir demasiado la generalidad de este concepto, y a final de cuentas cambiarlo, es
necesario buscar indicadores para muchos aspectos; lo ideal sería encontrar indicadores para
cada aspecto relevante de su intensión.
→ La doble pluralidad puede sintetizarse así: cada concepto que no sugiere directamente una
definición operativa necesita una pluralidad de indicadores, y cada concepto que puede ser
directamente operativizado puede ser elegido como indicador de una pluralidad de otros
conceptos.
→ Una combinación particular de pluralidad desde arriba y pluralidad desde abajo se
encuentra a menudo en el “análisis secundario” (muchos investigadores en lugar de recolectar
directamente datos, analizan aquellos ya registrados por otros investigadores y depositados en
archivos apropiados).
→ La “validez” es una propiedad del concepto I en cuanto posible indicador del concepto C
en un ámbito espacio-temporal determinado y con una unidad de análisis dada. El grado en
que el concepto I posee esta propiedad no se puede medir, ni averiguar de ningún modo
“objetivo”.
→ Este grado sólo puede ser evaluado con criterios semánticos por la comunidad de
investigadores de una disciplina.
→ Todas las otras formas de control de validez se basan en coeficientes de asociación entre el
vector que brinda los datos del indicador en cuestión y otros vectores de la matriz.
→ Concepto de fiabilidad: la correspondencia entre situaciones reales y datos en la matriz
→ Concepto de validez: el grado de correspondencia semántica entre dos conceptos.
Técnicas de validación
(1) La validación concomitante o simultánea
→ se calculan coeficientes de asociación con otros supuestos indicadores del mismo concepto
en la razonable expectativa de que dos o más indicadores del mismo concepto estén
positivamente asociados entre sí.
3
→ se controla si, sobre la base de los puntajes en un indicador, somos capaces de prever
correctamente los resultados de una prueba sucesiva.
→ esta forma de validación sólo puede ser adoptada cuando el concepto a indicar puede tener
una definición operativa directa bajo la forma de resultados de la prueba final de un curso.
Aspectos económicos
- ingreso anual medio del sujeto en los últimos cinco años
- ingreso anual medio de su familia en los últimos cinco años
4
- el cociente entre la tasa de ocupación femenina y la tasa de ocupación masculina
- el total de mujeres con cargos políticos dividido por el total de hombres con cargos
semejantes
Si la unidad de análisis es un territorio o una institución territorial, hay otras faltas específicas
a evitar:
- olvidar la normalización
- elegir una propiedad relativa a un agregado (una escuela, un cine) que puede tener una
relevancia muy diferente según los casos
- elegir una propiedad no atinada como denominador del cociente con el que se
normaliza el indicador (ej: el número de adultos cuando el indicador sólo concierne a
los jóvenes)
→ Las informaciones recogidas tienen que ser sintetizadas para reconstituir de alguna manera
la unidad del concepto que interesa.
→ La operación con la que se realiza esta síntesis se llama construcción de un índice (es la
5
tarea más delicada de toda la investigación social que sigue una aproximación estándar.
→ El criterio de construcción de los índices se realiza cuando los datos sobre los indicadores
estén recolectados, y tengamos las variables correspondientes en la matriz.
→ Si no las consideramos cardinales, se atribuye plena autonomía semántica a cada categoría
de las variables que van a formar el índice: se utiliza una tabla bivariable. El índice así
construido se denomina “tipológico”.
→ En general, los criterios que guían la elección de los tipos que se van a reagrupar (y por
consiguiente las categorías de la variable resultante, que puede ser el índice final o una etapa
intermedia en su construcción) son los mismos que guían la reducción del número de las
clases en una clasificación: el primero es la máxima proximidad semántica entre los tipos que
se reagrupan (complementada por la máxima distancia semántica entre las categorías
resultantes).
→ Naturalmente, el punto de referencia para juzgar todo esto será el concepto general que se
quiere operativizar mediante un índice.
→ El criterio que ya se ha definido como auxiliar es la oportunidad de evitar desequilibrios
excesivos entre las frecuencias de las categorías resultantes, para no perjudicar la sucesiva
fase de análisis.
→ Siempre hay que balancear el criterio semántico con el numérico.
→ Cada vez que se quiera combinar un indicador más, la complejidad semántica se
acrecienta de forma casi exponencial, las decisiones involucradas en reducir la tipología son
cada vez más cuestionables, y el control intelectual sobre toda la operación y sus resultados
disminuye. (Por este motivo, cada vez que se puedan imaginar definiciones operativas que
lleven a variables cardinales o cuasicardinales, los investigadores expertos las prefieren.)
→ Construir índices con variables cardinales o cuasicardinales es más simple por los
siguientes motivos:
- La posibilidad de realizar con plena legitimidad operaciones matemáticas con los
códigos numéricos que representan los estados en estas variables.
- La autonomía semántica reducida o nula de las categorías (permite pasar de un
tratamiento mediante tablas a un tratamiento mediante diagramas)
→ Desde el punto de vista técnico, los procedimientos son los mismos: lo que cambia
radicalmente es el objetivo del tratamiento. En un caso, estamos construyendo variables de
mayor generalidad y porte teórico; en el otro, las variables ya están construidas y estamos
explorando un segmento de la tupida red de relaciones entre ellas.
→ Operaciones matemáticas necesarias para construir índices. A veces son simples sumas de
puntajes: el puntaje de cada caso en el índice es igual a la suma de sus puntajes en los
indicadores (índices de tipo “aditivos”).
→ Este nivel de simplicidad sólo se puede alcanzar si se satisfacen cuatro condiciones: una
factual, una numérica y dos semánticas:
6
- La condición factual es que no falten datos en uno o más indicadores: en estas
circunstancias el puntaje final de cada caso en el índice debe ser el promedio y no la
suma de sus puntajes válidos. (estandarización)
- La condición numérica es que todas las variables que se suman tengan la misma
extensión de escala, o al menos una extensión muy parecida (esta condición vale para
variables métricas, cardinales naturales, y cuasicardinales). (normalización)
- Primera condición semántica: en el índice se deben invertir la dirección de los
puntajes para realizar un conteo correcto (ejemplo, en el caso de los puntajes relativos
a las carreras: en lanzamiento mientras mayor el puntaje, mejor; mientras que en
velocidad, mientras menor el puntaje, mejor). (inversión de dirección semántica)
- Segunda condición semántica: puede suceder que el investigador considere algunos
indicadores más válidos que otros. Para ponderar la contribución de cada indicador a
la suma que va a proporcionar a cada caso su puntaje en el índice, el investigador
tiene dos caminos: puede guiarse por sus valoraciones semánticas y multiplicar los
puntajes en los indicadores que considera más válidos; o puede someter la canasta de
variables que le interesa a un análisis de componentes principales.
El análisis de componentes principales tiene tres funciones, a las que corresponden tres fases
en el procedimiento:
1. Seleccionar en la canasta inicial de posibles indicadores los que resultan tener una
estricta relación empírica con los otros, y por lo tanto se puede suponer que tengan
una apreciable relación semántica con el concepto que interesa.
2. Estimar la fuerza de esta relación semántica (es decir, la validez) entre el concepto y
cada uno de los indicadores seleccionados.
3. Basándose en esta estimación, proporcionar un coeficiente para ponderar los puntajes
de cada indicador teniendo en cuenta las posibles superposiciones semánticas, es
decir, el hecho de que dos o más indicadores pueden representar aspectos muy
cercanos de la intensión del concepto.