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Declaración pública sobre la importancia del reconocimiento de mineros y

mineras campesinas en el Bajo Cauca, Norte y Nordeste Antioqueño


Los pequeños y medianos mineros y mineras del territorio, apoyados por el Comité Minero Dos Bocas, la
Asociación Mesa Minera Agroambiental y Paz de Anorí y la Asociación Mesa Agrominero Ambiental de la
Subregión del Nordeste de Antioquia – ASOMAASNA, con el apoyo de la Asociación Campesina del Norte y
Nordeste de Antioquia – ASCNA y la Asociación de Campesinos en Vía de Extinción – ASCAVEX; hacen la
siguiente declaración en un contexto histórico de gran relevancia para las y los mineros ancestrales y tradicionales
del territorio.

El desarrollo económico e histórico de gran parte de las subregiones del Norte, Nordeste y Bajo Cauca de
Antioquia, se ha basado en la minería; desde sus orígenes ancestrales y con la llegada de colonizadores extranjeros
que, atraídos por la riqueza de minerales como el oro, promovieron el establecimiento de la bonanza aurífera,
convirtiendo así a ésta región, en una de la más importantes de Antioquia, gracias a su potencial como centro
minero; bonanza que combinada con la agricultura y la ganadería, se convierten en formas de desarrollo
económico para los pobladores del territorio, mostrando la importancia de la identidad minera en el mismo, dada
la existencia de las familias mineras y a su vez: campesinas.

No obstante, hoy la minería es uno de los motores de desarrollo, pero no del pueblo colombiano y mucho menos
del Bajo Cauca, Norte y Nordeste antioqueño, pues las multinacionales fueron apropiándose de las ganancias
y los beneficios, aprovechándose de su potencial extractivo, desarrollando la capacidad de conseguir los minerales
sin pasar por la economía local, lo que se tradujo no solo en la falta de inversión y control por parte del Estado,
sino en la maximización de las ganancias por fuera de la economía de los territorios de donde las extrae,
estigmatizando, persiguiendo y judicializando al minero y minera tradicional y artesanal, contribuyendo de
manera directa al aumento de los niveles catastróficos de desigualdad en el territorio y de nuestra nación.

Esto fue impulsado con más fuerza desde el año 2008, cuando la Gobernación de Antioquia realizó una visita a
la región para determinar la situación de la minería y encontró que, había un gran potencial para la extracción
organizada y legal, para lo que contrató investigaciones con el propósito de realizar el primer estudio geoquímico
del país, donde se detalló la presencia de minerales desde oro hasta manganeso. Dichas investigaciones se
entregaron a empresas mineras extranjeras y se propuso un plan de formalización para mineros “ilegales”. Sin
embargo, la intervención estatal para ese momento, se redujo a la represión y se concentró en satisfacer las
necesidades de las multinacionales y la empresa privada en Colombia, agilizando la entrega de concesiones y
seduciéndolos con el informe geoquímico que se realizó con dineros públicos, el cual se entregó a las mismas
para ahorrarles las costosas exploraciones, donde concluían la presencia de metales preciosos en el territorio.

No obstante, para la fecha, el mismo territorio ya contaba con una gran cantidad de mineros y mineras artesanales,
que fueron poco a poco haciendo la transición hacia la implementación de minidragas, chorreros, levadoras y
retroexcavadoras, hasta llegar a las minas de veta, generando economías en el territorio que le dan sustento a sus
familias y contribuyendo de manera directa al movimiento económico de los mismos, evidenciando cómo la
minería ancestral y artesanal ha sido uno de los símbolos del desarrollo del territorio antioqueño, constituyéndose
en un determinante para el bienestar de nación, condición que no ha sido reconocida por distintas
administraciones municipales, departamentales y nacionales que tan sólo muestran el carácter “ilegal” de una
economía ancestral y tradicional en los territorios.

Como consecuencia de la falta de reconocimiento por parte del Estado a la minería ancestral y artesanal como
principal actividad económica del territorio, los campesinos mineros y mineras, son tratados desde la
informalidad y la ilegalidad siendo señalados, estigmatizados y procesados como delincuentes. Sin embargo, es
evidente que la legalidad ha sido cuestión de poder y sus hilos, lo que ha desencadenado problemáticas políticas,
económicas y sociales para el territorio.

De esta manera, la voluntad política y administrativa de los gobiernos nacionales, departamentales y municipales
se ha caracterizado por la ausencia de proyectos de desarrollo integral de políticas que acojan a todos los mineros
y mineras campesinas en sus diferentes modalidades de extracción, puesto que no cuentan con espacios
concertados para la implementación de nuevas técnicas mineras limpias y respetuosas con el medio ambiente,
planes para la formalización, planes de mitigación y estudio de la reglamentación que rige la actividad minera de
cara a que pueda cumplirse teniendo en cuenta las condiciones actuales. Por el contrario, la respuesta institucional
ha sido la arremetida militar en el territorio para la quema de maquinaria amarilla, entables y judicialización de

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mineros y mineras, vulnerando los derechos de las comunidades y de los ciudadanos al trabajo, al trato respetuoso
y digno, a territorio con presencia de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes.

Esto a pesar de que las organizaciones sociales hemos propuesto figuras como las Zonas de Reserva Campesina
y otras formas comunitarias de controlar el crecimiento rural y la extracción de minerales a través de planes de
desarrollo sostenible, construidos de manera comunitaria, pero donde se reconozca al campesino minero o minera
en espacios totalmente participativos, e incluyentes, que no solo recojan la voz de las instituciones, sino también
de las organizaciones sociales campesinas, indígenas y afrodescendientes, y los ciudadanos de a pie que habitan
este territorio.

En consecuencia no se ha construido un plan socioeconómico integral que recoja y reconozca a las mineras y
mineros campesinos, lo que ha desencadenado que los pobladores se vean obligados a resolver el sustento para
sus familias transitando entre la minería informal y el cultivo de coca; ambas actividades perseguidas por el
Estado de manera arbitraria, ocasionando la represión, la tortura, el desplazamiento y la intimidación a través de
la intervención con fuerza pública, sin ninguna alternativa para resolver de forma inmediata la transición hacia
economías lícitas.

Los mineros y mineras del Bajo Cauca, Norte y Nordeste antioqueño, le exigimos a las administraciones
municipales del territorio, así como a la departamental y nacional, ordenar al Ejercito Nacional, Policía Nacional
y la Fiscalía General de la Nación frenar todo acto de violencia en contra de los entables, la maquinaria amarilla
y las dragas. Urge escuchar el llamado del pueblo minero ya que las comunidades están siendo afectadas por
estos operativos, así como el medio ambiente a raíz de la quema masiva de estas máquinas. La política debe ser
consecuente con lo pactado en el Acuerdo Final de Paz de la Habana y la intervención militar y policial no son
el medio para la solución a ésta problemática.

Hoy reconocemos un gobierno que, a pesar de su política de transición energética, advierte la importancia de
reconocer los derechos de una población que ha sido victimizada con políticas y prácticas represivas que tan solo
benefician a empresas multinacionales, en un caldo de cultivo de inequidad que alimenta a su vez distintos
conflictos, donde la violencia siempre termina manifestándose sobre la población más vulnerada, por lo que
exigimos las condiciones logísticas y de seguridad para llevar a cabo la planificación ordenada del territorio con
mecanismos participativos e incluyentes.

Tanto veteros, retreros, dragueros, chorreros, levadoras, barequeros, chatarreros, arrieros, técnicos,
cocineros, exigen que el territorio sea reconocido como minero y que sean las comunidades las que puedan
construir de qué forma se puede intervenir el territorio para la extracción minera, velando por su identidad, el
cuidado del medio ambiente y la permanencia de sus pobladores, prevaleciendo siempre la pequeña y mediana
minería que garantice el fortalecimiento de la economía local, y no la entrada de trasnacionales y multinacionales
que poco compromiso tienen con el territorio y toda su actividad es extractiva, dejando el territorio deforestado
y en condiciones de pobreza extrema.

Le exigimos igualmente al Estado y a los medios de comunicación ser veraces y no revictimizar a miembros de
la comunidad campesina dedicados a la extracción de oro y otros minerales, realizando señalamientos sobre
vínculos con grupos armados ilegales o estructuras delincuenciales, donde no solo se compromete el buen
nombre, sino que se pone en riesgo la misma integridad física de los líderes y lideresas sociales señalados de
pertenecer a dichas estructuras, tal y como ocurrió en el último paro minero de la subregión del Bajo Cauca,
donde los medios promovieron la desinformación, sugiriendo que, los campesinos y campesinas mineras
pertenecían a grupos paramilitares, desconociendo la sujeción de éstos a las ordenes emitidas por medio
de presión armada, lo que se traduce en lectura irresponsables y descontextualizada por parte de agentes
del desarrollo tan importantes como los medios de comunicación masivos y de circulación nacional.

¡La Paz Total es el reconocimiento de las mineros y mineras campesinas!


¡Los mineros y mineras artesanales defendemos la vida y el territorio!

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Representante de las organizaciones Representante de los y las mineras

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