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Sofia Heredia
La labor de las maquinarias se realiza sobre individuos que se suponen libres de elegir
entre una cosa u otra, generando subjetivaciones serializadas y estandarizadas. Con dicha
labor, el capitalismo asume el control de los deseos humanos.
El capitalista maneja el lenguaje numérico de control, el cual, está compuesto por cifras
que destacan o prohíben el acceso a la información. Aquí, no es solo propietario de los medios
de producción, sino que, además, tiene control sobre centros concebidos analógicamente,
como lo son las escuelas, las casas donde viven los obreros, etc. En estos casos hay una
introducción de índole empresarial, en especial, en dicho ámbito escolar.
La escuela aparece entre los siglos XV y XVI, producto de la actividad que realiza el
hombre al comenzar a pensarse con criterios independientes a los divinos. Una de las
misiones más importantes que tenía es la de difundir los nuevos preceptos de la razón y con
ello construir el ordenamiento social. La educación impartida por la escuela podía provocar
cambios económicos, sociales y políticos al institucionalizar las ideas vigentes de la revolución.
Dentro de los roles que tenía el sistema educativo se destacaban la integración política,
la impartición del pensamiento de identidad nacional, la cohesión social, la transmisión de los
valores de las clases dirigentes y la selección y legitimación de las elites dominantes. (Caruzzo
y Dussel, 1999 : 91) Los dispositivos educativos funcionan, entonces, dentro de una sociedad y
en vinculación con su entorno. La escuela, siendo una máquina social, es a su vez máquina
deseante de un cuerpo lleno que maquina, de hombres y herramientas en él maquinadas. En
ella el deseo triunfa o es oprimido. Estas máquinas deseantes no están pacificadas, en ellas se
encuentran aquellos que dominan y aquellos que son dominados, también hay elementos
mortíferos, piezas sádicas y piezas masoquistas yuxtapuestas.
Lo que, precisamente, define a las máquinas deseantes es su poder de conexión hasta
el infinito, en todos los sentidos y en todas las direcciones. Es incluso por ello que son
máquinas, atravesando y dominando varias estructuras a la vez (Deleuze y Guattari,
2005 :399)
Las máquinas deseantes son iguales a las máquinas sociales y técnicas, sin embargo,
cubren el rol de ser el inconsciente. Ellas manifiestan y movilizan las asociaciones del deseo
que corresponden a las asociaciones conscientes o preconscientes (de interés) de la
economía, de la política y de la técnica de un campo social determinado. La escuela es una
conquista social y un aparato de inculcación ideológica de las clases dominantes que implicó
dependencia, alfabetización masiva, la expansión de los derechos y la entronización de la
meritocracia, la construcción de naciones y la imposición de la cultura occidental.
La disposición en serie, caracterizada por las actividades llevadas a cabo por los
alumnos al realizar ejercicios, permite una fiscalización de la duración por el poder, la
posibilidad de un control detallado y de una intervención puntual. El ejercicio es el medio por
el que se impone a los cuerpos tareas repetitivas y diferentes, pero siempre graduadas. Este
influye en los comportamientos en el sentido que se dispone hacia un estado terminal. De
esta manera, se garantiza en forma de continuidad y coerción, un crecimiento, una
observación, una clasificación.
Conclusiones
Para finalizar, podemos decir que el rol que ha cumplido la escuela a lo largo de los años
ha estado al servicio de aquellos que se encuentran en el poder, enseñando a las clases bajas
a obedecer. Su función homogeneizadora ha creado subjetividades y realidades que han
permitido al sistema capitalista tomar el control de la carga de deseo de la humanidad.
Mientras la escuela sostiene que imparte conocimientos para todos los estudios,
teóricos y empíricos, en realidad, es una agencia destinada a preservar el orden social de
manera desigual e injusta. Los conocimientos que parecían neutrales, en realidad, eran
discriminadores, distribuyendo de esta manera valores que resultan útiles a los grupos de
poder. La escuela, como ya se dijo, es una maquina social, que, a su vez, es maquina deseante.
En ella los deseos son abalados u oprimidos. Así, el servicio prestado por las escuelas es el de
reproducir las relaciones de dominación en las sociedades capitalistas. Todo esto concluyendo
en la simplificación y automatización de los sujetos.
Sin embargo, entre los preceptos principales de la escuela en sus inicios, estuvo la
difusión de la razón para construir el nuevo orden social. Caído el orden divino como
estabilizador de la sociedad el desafío de la modernidad era construir un nuevo orden y
criticar al anterior. De esta manera, la razón y el conocimiento racional fueron considerados el
fundamento de los nuevos proyectos de la sociedad, ocupando así la educación un lugar
central.
Es por estos motivos que para democratizar la educación, el docente debe saber que
enseñar no es transferir contenidos de su cabeza a la de los alumnos, sino que debe posibilitar
que los alumnos desarrollen su curiosidad, tornándola cada vez más crítica al producir
conocimiento junto a los profesores. También se debe brindar a los alumnos las propias
herramientas para construir su propia comprensión del proceso de conocer y del objeto
estudiado.
«¿Cómo es posible que los hombres deseen la represión no sólo para los otros, sino para sí
mismos?» (Deleuze y Guattari, 2005 :411)
Bibliografía
CARUSO, M. y DUSSEL, I. (1999) De Sarmiento a los Simpsons: cinco conceptos claves para
pensar la educación contemporánea, Buenos Aires, Argentina: Kapelusz.
FREIRE, P. (1972) Pedagogía del Oprimido, Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
MUMFORD, L. (1969) “The Mith of the Machine”, Buenos Aires, Argentina: Emecé.