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El Judeoespanol II Caracteristicas
El Judeoespanol II Caracteristicas
Características
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Aitor García Moreno-El judeoespañol II. Características
ISBN - 978-84-9822-872-4
THESAURUS:
Dialectología hispánica, Sociolingüística, Historia de la Lengua Española, contacto de
lenguas, diglosia, lengua en extinción.
RESUMEN:
El judeoespañol es la variedad lingüística hispánica hablada por los sefardíes,
descendientes de los judíos expulsados de España a finales del siglo XV. Durante
cerca de 500 años y en comunidades tanto del norte de África como del levante
mediterráneo (sin olvidar las de Amsterdam, Viena o, más modernamente, Jerusalén o
Nueva York), el judeoespañol se desarrolló en una situación de baja presión normativa
y en contacto lingüístico con otras lenguas del entorno. Tanto los estudios dialectales
modernos, como la nada desdeñable producción literaria de los sefardíes en todo ese
tiempo, nos permiten acercarnos a esta variedad hispánica que hoy agoniza. Su
caracterización arroja no pocos ejemplos de innovaciones lingüísticas, combinados
con retazos de rasgos del español preclásico, siempre desde un acusado polimorfismo
fruto de la falta de normalización.
1. ¿Qué es el judeoespañol?
Señala el Diccionario de la Real Academia Española (22ª ed.), que
judeoespañol (2ª ac.) ‘se dice de la variedad de la lengua española hablada por los
sefardíes, principalmente en Asia Menor, los Balcanes y el norte de África’, y que
‘conserva muchos rasgos del castellano anterior al siglo XVI’. Aun sin ánimo de ser
especialmente cicatero, lo cierto es que con la información que académicamente se
nos brinda, varios son los interrogantes que nos surgen. Sabemos que se trata de la
variedad de la lengua española hablada por los sefardíes, pero no sabemos bien
cuándo. Asimismo, entendemos –de acuerdo también con el DRAE– que los sefardíes
son los judíos oriundos de España, pero ¿acaso utilizan dicha variedad los judíos que
hoy viven en España? o ¿la utilizaban ya los hispano-judíos medievales? Por no decir
que el español peninsular estándar en el que ahora escribo también conserva muchos
rasgos del castellano anterior al siglo XVI.
Desde nuestro punto de vista, el judeoespañol podría definirse como una
variedad lingüística hispánica, surgida de la coiné (o coinés) de los romances
hispánicos hablados por los judíos en el momento de la expulsión, desarrollada en
contacto lingüístico con lenguas como el portugués, el italiano o el turco (así como
más modernamente el francés) y contacto ideológico-mental permanente con el
hebreo; todo, en una situación de baja presión normativa de la que es buena muestra
su alto grado de polimorfismo (García Moreno 2004). Variedad de variedades, es un
perfecto ejemplo de diasistema lingüístico con continuum dialectal (Quintana 2006:
296) que no sólo ha sufrido evolución a lo largo de casi cinco siglos, sino que también
presenta diferentes niveles de lengua de tipo diafásico o diastrático (Bunis 1982).
Teniendo en cuenta los conceptos generales expuestos en el texto El
Judeoespañol I: conceptos básicos, de esta misma colección, tras una breve
reseña de los principales estudios sobre el judeoespañol, señalaremos sus caracteres
más sobresalientes siguiendo la división tradicional en niveles gramaticales.
2. Bibliografía clásica
Puesto que a lo largo de esta contribución remitiremos fundamental y
sucintamente a los estudios más modernos sobre aspectos concretos del
judeoespañol, cabe citar aquí estudios clásicos como los de Subak (1905 y 1906),
Wagner (1914, 1930 y 1931), Yahuda (1915), Baruch (1930), Crews (1935) o Benoliel
(1977 [1926-1952]). Sus descripciones deben ser tenidas en cuenta todavía hoy, pues
de ellas beben muchas de las presentaciones generales sobre el judeoespañol de los
últimos años (Lapesa 1985, Penny 2000, Alvar 2003, Quintana 2006). Bibliografías
particulares sobre Estudios Sefardíes, tenemos la de Bunis (1981).
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3.1.1. Vocales
Con carácter general, se mantiene en judeoespañol el sistema de cinco vocales
del español. Sólo en las comunidades de Bulgaria podríamos hablar de un sistema de
seis elementos teniendo en cuenta la inclusión de la vocal neutra /ə/, si bien su
aparición queda restringida a unos cuantos préstamos del búlgaro (Kanchev 1974: 15).
Asimismo, cabe señalar la existencia de una amplia zona en el judeoespañol
de Oriente (comunidades de Bosnia, Serbia, Rumanía, parte de Bulgaria, Monastir,
Castoria, Rodas y Hebrón) donde las vocales en posición átona son sólo tres,
produciéndose la neutralización de /e/:/i/ y /o/:/u/. En cualquier caso, también en las
zonas donde no se produce la neutralización son frecuentes los ejemplos de
asimilación y disimilación de las vocales medias. A pesar de las concomitancias con
los ejemplos que ofrecen el leonés y las hablas asturianas, parece tratarse de una
innovación judeoespañola por contacto con el portugués de los judíos conversos
llegados a mediados del siglo XVI (Quintana 2006: 53-55).
Por otro lado, en las comunidades de Bosnia, Dubrovnik (en Croacia) o
Castoria (en Grecia) se produce el paso de [e] a [a] ante [rr] (o [r] seguida de
consonantes dentoalveolares como [t], [d], [n], [l] y [s], con las que comparte punto de
articulación), en ejemplos como tiarra (por tierra) o parla (por perla).
Por último, el cierre de /a/ en posición final átona se localiza en las
comunidades de Macedonia, Rumanía y Bulgaria, con ejemplos como boca, con
distintas realizaciones variantes de /e/ o /a/ ([bókę], [bókə], [bókæ])
3.1.2. Diptongos
Las habituales diferencias con el español a la hora de ofrecer formas
diptongadas (adientro, sierve, vestimienta, etc.) o sin diptongar (cualquer, preto, vidro,
etc.), responden sólo parcialmente a una distinta selección de las variantes que
ofrecían los diferentes romances hispánicos llevados por los judíos tras la expulsión.
En muchos casos se trata simplemente de ejemplos de igualación paradigmática –
especialmente en las formas verbales– con soluciones aparentemente contrapuestas
(García Moreno 2004: 197-199): puedía y puedré (frente al español podía y podré),
pero también quero y solta (frente a quiero y suelta, sobre la base del infinitivo).
En el caso de segmentos con la semiconsonante [w], el habitual refuerzo
articulatorio (con [g] o [b], principalmente) en posición inicial de palabra (güerta,
güeler), que quedó en España y América restringido al uso rural, se amplió en
judeoespañol al interior de palabra con formas como elgüego (por luego), cirgüela (por
ciruela), o incluso (e)sfueño (por sueño, con refuerzo sordo que acabaría por
velarizarse eshueño) llegando incluso a acompañarse de un alargamiento vocálico en
formas como rugüedas (por ruedas) o jugüeves (por jueves). El refuerzo en interior de
palabra era ya algo conocido en la Península Ibérica entre los grupos más expuestos
al contacto con el árabe, pero fue tal la vitalidad del fenómeno en el ámbito sefardí
otomano, que el segmento [-ugw-] se vio incluso extendido a formas como luguar (por
lugar) donde no había tal diptongo y aun a palabras como puadre (por padre), donde
tampoco existía el elemento velar. Además, la mayoría de estas formas fueron pronto
asumidas por la lengua literaria, clara muestra de su aceptación en todos los niveles.
Por otro lado, como fenómeno tardío (finales del siglo XIX), en las comunidades
más occidentales del judeoespañol levantino se documenta un proceso de reducción
del diptongo /ei/ > /e/ en formas como acete por aceite o pleto por pleito.
3.1.3. Consonantes
El subsistema fonológico consonántico del judeoespañol, con carácter general,
es el siguiente:
no líquidas
graves agudos
líquidas
labiales dentales
sonoro sordo sonoro
contínuo (fricativo) v f s z l (lateral)
difusos m (ŝ) (dz) n
discontínuo b p t d r (vibrante)
(oclusivo-africado) g k ĉ (ŷ)
compactos (h/x) y (ñ)
contínuo (fricativo) š ž
nasal oral nasal
sonoro sordo sonoro
velares palatales
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(amañana por mañana), aféresis (namorado por enamorado), crasis (lequinoccio por
equinoccio), trueque de líquidas (sarchicha por salchicha o almario por armario), etc.
8. Por último, a medio camino entre la fonética y la morfología, encontramos
una ampliación del número de verbos que –sobre el modelo de haga o diga– reciben
una /g/ antietimológica en el presente de subjuntivo. Así, junto a las formas
compartidas con el estándar (caiga, calga [de caler], oiga, ponga, salga, tenga, traiga,
venga, etc.), y al lado de otras conservadas en el español vulgar o rural como haiga
(por haya) o fúyiga (por huya), el judeoespañol extiende el fenómeno a ejemplos como
acojga ([akóžga], de acoger), escojga ([eskóžga], de escoger), cosga (de coser) o
protejga ([protéžga], de proteger.
3.2. Morfología
Como resulta comprensible en una variedad con poca o nula presión normativa
en su desarrollo, los procesos de simplificación, regularización e igualación
paradigmática son los más frecuentes en la morfología del judeoespañol. Sin embargo,
como apuntábamos para otros ámbitos (fonético, léxico-semántico, etc.) ha sido el
mantenimiento residual de determinadas formas hoy arcaicas o rechazadas por el
estándar peninsular lo que principalmente atrajo la atención de los primeros estudiosos
del español sefardí.
3.2.1. Conservaciones
Entre las muestras de mantenimiento, tenemos:
a) Las formas do, estó, so y vo para la 1ª persona del presente de indicativo
de los verbos dar, estar, ser e ir, respectivamente. También persiste la forma
sos ([sós], junto a es y eres) para la 2ª persona del singular del presente de
indicativo de ser, que se opone al plural sos [sóš]
b) Las formas de 2ª persona del presente de imperativo muestran la variante
sin -d final, cantá, comé, salí que ya estaba presente en el español
bajomedieval. De hecho la [-d] final etimológica sólo aparece con regularidad
en las formas verbales con pronombre enclítico y siempre mostrando la
metátesis [dl] > [ld] como en decilde, dejaldo, etc., con la aglutinación tan
frecuente en el español preclaśico.
c) Se mantiene el uso condicional de las fomas verbales en -ra.
d) Pervive también el pronombre vos y aun el antiguo su merced, como
fórmulas de tratamiento.
e) Tanto esta forma heredada vos como la innovadora mos, presentan los
alomorfos vo y mo, respectivamente, cuando vienen seguidos de otro clítico
pronominal (mo-lo dieron, vo-se dice, etc.)
f) El morfema -eno se conserva en ordinales como doceno o treceno para
duodécimo y décimotercero , respectivamente.
g) Los sustantivos abstractos terminados en -or son femeninos, tal y como
sucedía en época medieval y se documenta todavía en variedades
peninsulares no estándares: la color, la dolor, etc (Hernández 2002).
3.2.2. Innovaciones
Por otro lado, muchos son los ejemplos de procesos innovadores marcados por
la constante de la igualación paradigmática; algunos están presentes ya en otras
variedades no estándares del español, pero en judeoespañol no están estigmatizados
como en ellas.
1. En el ámbito de la morfología nominal (sustantivos y adjetivos), tenemos:
a) El artículo sólo presenta la forma la para el femenino singular,
independientemente de que el sustantivo al que acompaña comience por /á/
tónica como en la hambre o la agua.
b) El plural de sustantivos terminados en diptongo como ley o rey es leis y reis
respectivamente, mostrando la extensión de /-s/ como morfo prototípico para
la expresión del plural.
c) Con carácter desambiguador, el posesivo su recibe precisamente la marca
de plural /-s/ para marcar la existencia de varios poseedores, aun con una
sola cosa poseída: ej. los soldados austríacos tornarán este mes en sus país.
Dicha adjunción parece deberse a la influencia de lenguas como el francés o
el italiano, donde las formas lur y loro, respectivamente, concuerdan en
número con la cosa poseída.
c) Especialmente en los adjetivos, se produce la extensión de la moción
genérica /o/ vs. /a/ a aquellos de forma común a ambos géneros como en
jóveno vs. jóvena, frente a joven) o, cuando menos, se crea un término
marcado femenino del tipo actuala, fïela, pertenecienta, etc. En el caso de los
sustantivos, el fenómeno es menos acusado, aunque también hay ejemplos
como fuentas (por fuentes) y vozas (por voces).
d) Las formas con expresión sintética del grado, ya sea comparativo (mejor) o
superlativo (grandísimo), aun cuando pueden documentarse en el
judeoespañol de todas las épocas, con frecuencia lo hacen dentro de
estructuras de corte analítico redundante del tipo más mejor –como sucede
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3.3. Sintaxis
La sintaxis del judeoespañol es netamente hispánica, como el resto de niveles
gramaticales ya comentados. Sin embargo, a menudo presenta llamativas estructuras
tomadas de las fuentes hebreas de las que beben muchos de sus autores,
especialmente en los textos de prosa (rabínica) más elaborada.
Aparte quedan los calcos sintacticos más artificiales de las traducciones
bíblicas palabra por palabra; y aunque muchos de sus recursos se hayan ido filtrando
paulatinamente en todos los niveles de lengua del judeoespañol, salvo contadas
excepciones, nunca han sustituido por completo a la construcción hispánica
equivalente. De hecho, muchas veces, el paralelo hebreo simplemente ha venido a
coadyuvar al mantenimiento de formulaciones ya presentes en el español preclásico.
Veamos a continuación los ejemplos más sobresalientes que nos ofrece tanto en el
ámbito de 1) la frase nominal, como en 2) la oración simple, o 3) la oración compleja.
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singular y plural) llevó, en el caso del plural –como veíamos–, a añadirle /-s/ con
carácter desambiguador.
2. Los Sintagmas Nominales con concordancia en género, número y
determinación entre el núcleo y su adyacente adjetival, como es preceptivo en hebreo,
ya se trate de un demostrativo, como en el mancebo el este; un adjetivo calificativo
como en el maestro el grande, o aun ambos a la vez como en el hijo el preciado el
este. Estos ejemplos toman parcialmente el testigo de construcciones medievales del
tipo Castiella la gentil, pues en judeoespañol deben su aparición al método de
traducción palabra por palabra de la Biblia hebrea; así, son una constante en los
ladinamientos bíblicos; aparecen con frecuencia en la prosa rabínica castiza y se
deslizan a veces en otros textos sin modelos hebreos aparentes.
3. Las construcciones en las que el cuantificador de tipo indefinido todos,-as
acompaña a una frase nominal determinada y ya cuantificada por un numeral cardinal,
como en todos los trenta días, o todas las cuatro partes. Esta formulación de carácter
enfático no resulta extraña en hebreo, como vemos en el paralelo de este último
ejemplo: kol arbaá haħalaquim (lit. ‘todas cuatro las-partes’), y de ahí tal vez su
mantenimiento en judeoespañol. Sin embargo, no podemos olvidar que dichas
construcciones estuvieron largamente vigentes en español para marcar la expresión
de la totalidad, toda vez que el artículo seguido de numeral podía servir para designar
la parte de un todo.
4. Los casos de trasposición literal del estado constructo hebreo que
encontramos en ejemplos como dejó a casa de su padre. Aquí, la presencia de la
preposición a como transpositor del et hebreo –que precede únicamente a
complementos determinados–, sólo se entiende desde el esquema sintáctico hebreo
subyacente, donde nos encontramos una relación de genitivo entre dos sustantivos (el
primero en estado constructo [heb. nismaj ‘apoyado’] y el segundo en estado absoluto
[heb. nifrad ‘suelto’]), en la que la determinación se señala sólo en el segundo –ya sea
mediante la aparición del artículo o la adjunción de sufijos pronominales–, aunque
incide en toda la construcción. El fenómeno, como en alguno de los ejemplos vistos
antes, puede encontrarse también en textos sefardíes como las coplas, muy diferentes
de la prosa rabínica y –no digamos– de los ladinamientos bíblicos (Hassán 1999).
5. Los ejemplos de sintagmas (nominales o adjetivales) con cuantificador
postpuesto, ya se trate de el numeral uno,-a como en nave chica una –a menudo entre
el núcleo y su adyacente, como en mesa una grande–; del indefinido muncho,-a como
en amistad muncha o estas cosas munchas, o del adverbio muncho modificando a
adjetivos, como en [cosa] amarga muncho. En todos los casos, se respeta la
ordenación de palabras propia del hebreo.
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3.4. Léxico
El nivel léxico-semántico es en el que se deja sentir con más fuerza el
extranjerismo en judeoespañol, pues en todas las épocas ha sido especialmente
permeable a la entrada de préstamos de otras lenguas: mayoritariamente, del
hebreo; en gran medida, del turco; en diferente proporción según las zonas, del
portugués, el italiano, el árabe u otras lenguas eslavas; y ya modernamente, sobre
todo del francés, pero también del alemán y del propio español.
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3.4.1. Hebraísmos
La presencia de hebraísmos y otros calcos semánticos del hebreo ha sido
una constante en judeoespañol desde los primeros tiempos, heredada de la propia
expresión de los hispano-judíos medievales. El diccionario de Bunis (1993) recoge
casi 5000 entradas de estos préstamos que incluyen sustantivos como emuná ‘fe’,
galgal ‘rueda’, o sedacá ‘limosna’; adjetivos como gadol ‘grande’ o piquéah ‘listo’;
adverbios como davcá ‘precisamente’, o partículas como afilú ‘incluso’.
Como principalmente sucede con los verbos, las formas hebreas pueden:
a) aparecer integradas en lexías complejas tanto del tipo ser + PARTICIPIO DE
PRESENTE HEBREO como ser gozer ‘decidir’ o ser maajil ‘alimentar’, como
compuestas por un verbo castellano de semántica amplia + SUSTANTIVO
HEBREO como dar edut (hb. ‘testimonio’) por ‘testificar’, o hacer haquirá (hb.
‘pesquisa’) por ‘indagar’, etc.;
b) dar origen a nuevas formas mediante la adjunción de prefijos y sufijos
castellanos como en darsar ‘rezar’ o enheremar ‘excomulgar’, o
c) estar detrás de calcos –sobre todo en las traducciones bíblicas– como en
el caso de almear por ‘descansar’, porque la base sustantiva del verbo
hebreo equivalente (néfes) significa ‘alma’.
Los ejemplos son innumerables y preferentemente tuvieron su entrada a partir de
textos de carácter religioso, pero se extienden por todas las esferas de la vida judía y
sólo reducirán su presencia en época moderna con la llegada del incipiente laicismo.
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3.4.2. Turquismos
La presencia de turquismos ha sido siempre muy acusada en judeoespañol.
Aunque, inicialmente concentrados en la referencia a realidades de ámbito cotidiano
(dolap ‘arnmario’, fener ‘farol’, etc.), no faltan adjetivos como jurmet (tc. cümert
‘generoso’) o rezil ‘despreciable, vil’, o formas verbales adaptadas como trabar soluc
(tc. ‘aliento, hálito’) para ‘respirar’ o esvachear (tc. vazgeç-) como ‘renunciar’.
Teniendo en cuenta que los dos centros culturales más importantes del mundo
sefardí fueron Constantinopla y Salónica –que no pasó a Grecia hasta 1913–, es más
que comprensible el aumento progresivo del número de formas turcas en
judeoespañol en todas las categorías gramaticales y ámbitos semánticos. Tal es así,
que hasta algunos sufijos del turco como -lic o -ci, se han usado en judeoespañol
adjuntados a bases foráneas: hebrea en purimlic ‘aguinaldo de la fiesta judía de
Purim’, o incluso turca en chapucchí, -a ‘rápido, -a’ (cfr. tc. çabuk).
3.4.3. Galicismos
Las palabras tomadas del francés constituyen el tercer grupo mayoritario, a
partir de la segunda mitad del siglo XIX. Tenemos formas de todo tipo: jartier ‘liguero’,
regreto ‘arrepentimiento’, serioso ‘serio', reusir ‘lograr’, portanto ‘sin embargo’, ¡ten!
‘¡ojo!’, etc. Lamentablemente, cuando no exhiben una fonética diferencial y a falta de
un diccionario histórico del judeoespañol, resulta difícil determinar con exactitud si se
trata de préstamos del francés o aun del español moderno.
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