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Aitor García Moreno-El judeoespañol II.

Características

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ÁREA: Lengua Española-Dialectología.

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Aitor García Moreno-El judeoespañol II. Características

EL JUDEOESPAÑOL II: CARACTERÍSTICAS

ISBN - 978-84-9822-872-4

AITOR GARCÍA MORENO


ILC-CSIC
aitor.garcia@cchs.csic.es

THESAURUS:
Dialectología hispánica, Sociolingüística, Historia de la Lengua Española, contacto de
lenguas, diglosia, lengua en extinción.

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS:


“El judeoespañol I: conceptos básicos”;
“Sociolingüística del español en el norte de África”

RESUMEN:
El judeoespañol es la variedad lingüística hispánica hablada por los sefardíes,
descendientes de los judíos expulsados de España a finales del siglo XV. Durante
cerca de 500 años y en comunidades tanto del norte de África como del levante
mediterráneo (sin olvidar las de Amsterdam, Viena o, más modernamente, Jerusalén o
Nueva York), el judeoespañol se desarrolló en una situación de baja presión normativa
y en contacto lingüístico con otras lenguas del entorno. Tanto los estudios dialectales
modernos, como la nada desdeñable producción literaria de los sefardíes en todo ese
tiempo, nos permiten acercarnos a esta variedad hispánica que hoy agoniza. Su
caracterización arroja no pocos ejemplos de innovaciones lingüísticas, combinados
con retazos de rasgos del español preclásico, siempre desde un acusado polimorfismo
fruto de la falta de normalización.

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1. ¿Qué es el judeoespañol?
Señala el Diccionario de la Real Academia Española (22ª ed.), que
judeoespañol (2ª ac.) ‘se dice de la variedad de la lengua española hablada por los
sefardíes, principalmente en Asia Menor, los Balcanes y el norte de África’, y que
‘conserva muchos rasgos del castellano anterior al siglo XVI’. Aun sin ánimo de ser
especialmente cicatero, lo cierto es que con la información que académicamente se
nos brinda, varios son los interrogantes que nos surgen. Sabemos que se trata de la
variedad de la lengua española hablada por los sefardíes, pero no sabemos bien
cuándo. Asimismo, entendemos –de acuerdo también con el DRAE– que los sefardíes
son los judíos oriundos de España, pero ¿acaso utilizan dicha variedad los judíos que
hoy viven en España? o ¿la utilizaban ya los hispano-judíos medievales? Por no decir
que el español peninsular estándar en el que ahora escribo también conserva muchos
rasgos del castellano anterior al siglo XVI.
Desde nuestro punto de vista, el judeoespañol podría definirse como una
variedad lingüística hispánica, surgida de la coiné (o coinés) de los romances
hispánicos hablados por los judíos en el momento de la expulsión, desarrollada en
contacto lingüístico con lenguas como el portugués, el italiano o el turco (así como
más modernamente el francés) y contacto ideológico-mental permanente con el
hebreo; todo, en una situación de baja presión normativa de la que es buena muestra
su alto grado de polimorfismo (García Moreno 2004). Variedad de variedades, es un
perfecto ejemplo de diasistema lingüístico con continuum dialectal (Quintana 2006:
296) que no sólo ha sufrido evolución a lo largo de casi cinco siglos, sino que también
presenta diferentes niveles de lengua de tipo diafásico o diastrático (Bunis 1982).
Teniendo en cuenta los conceptos generales expuestos en el texto El
Judeoespañol I: conceptos básicos, de esta misma colección, tras una breve
reseña de los principales estudios sobre el judeoespañol, señalaremos sus caracteres
más sobresalientes siguiendo la división tradicional en niveles gramaticales.

2. Bibliografía clásica
Puesto que a lo largo de esta contribución remitiremos fundamental y
sucintamente a los estudios más modernos sobre aspectos concretos del
judeoespañol, cabe citar aquí estudios clásicos como los de Subak (1905 y 1906),
Wagner (1914, 1930 y 1931), Yahuda (1915), Baruch (1930), Crews (1935) o Benoliel
(1977 [1926-1952]). Sus descripciones deben ser tenidas en cuenta todavía hoy, pues
de ellas beben muchas de las presentaciones generales sobre el judeoespañol de los
últimos años (Lapesa 1985, Penny 2000, Alvar 2003, Quintana 2006). Bibliografías
particulares sobre Estudios Sefardíes, tenemos la de Bunis (1981).
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3. Principales rasgos lingüísticos


Tal y como recoge Penny (2000: 174-193), en la relación entre el judeoespañol
y el español estándar cabe hablar tanto de innovaciones y simplificaciones como de
conservación de ciertos rasgos del español preclásico que finalmente fueron
desechados por el estándar, sin olvidar la presencia de ciertos elementos tomados de
otros romances peninsulares distintos del castellano.

3.1. Fonética y fonología


En la caracterización del sistema fonético-fonológico judeoespañol, cabe
diferenciar entre las tendencias generales (a veces propias sólo de un área lingüística)
y los ejemplos puntuales de un fenómeno fonético que tal o cual ítem léxico ofrece.

3.1.1. Vocales
Con carácter general, se mantiene en judeoespañol el sistema de cinco vocales
del español. Sólo en las comunidades de Bulgaria podríamos hablar de un sistema de
seis elementos teniendo en cuenta la inclusión de la vocal neutra /ə/, si bien su
aparición queda restringida a unos cuantos préstamos del búlgaro (Kanchev 1974: 15).
Asimismo, cabe señalar la existencia de una amplia zona en el judeoespañol
de Oriente (comunidades de Bosnia, Serbia, Rumanía, parte de Bulgaria, Monastir,
Castoria, Rodas y Hebrón) donde las vocales en posición átona son sólo tres,
produciéndose la neutralización de /e/:/i/ y /o/:/u/. En cualquier caso, también en las
zonas donde no se produce la neutralización son frecuentes los ejemplos de
asimilación y disimilación de las vocales medias. A pesar de las concomitancias con
los ejemplos que ofrecen el leonés y las hablas asturianas, parece tratarse de una
innovación judeoespañola por contacto con el portugués de los judíos conversos
llegados a mediados del siglo XVI (Quintana 2006: 53-55).
Por otro lado, en las comunidades de Bosnia, Dubrovnik (en Croacia) o
Castoria (en Grecia) se produce el paso de [e] a [a] ante [rr] (o [r] seguida de
consonantes dentoalveolares como [t], [d], [n], [l] y [s], con las que comparte punto de
articulación), en ejemplos como tiarra (por tierra) o parla (por perla).
Por último, el cierre de /a/ en posición final átona se localiza en las
comunidades de Macedonia, Rumanía y Bulgaria, con ejemplos como boca, con
distintas realizaciones variantes de /e/ o /a/ ([bókę], [bókə], [bókæ])

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3.1.2. Diptongos
Las habituales diferencias con el español a la hora de ofrecer formas
diptongadas (adientro, sierve, vestimienta, etc.) o sin diptongar (cualquer, preto, vidro,
etc.), responden sólo parcialmente a una distinta selección de las variantes que
ofrecían los diferentes romances hispánicos llevados por los judíos tras la expulsión.
En muchos casos se trata simplemente de ejemplos de igualación paradigmática –
especialmente en las formas verbales– con soluciones aparentemente contrapuestas
(García Moreno 2004: 197-199): puedía y puedré (frente al español podía y podré),
pero también quero y solta (frente a quiero y suelta, sobre la base del infinitivo).
En el caso de segmentos con la semiconsonante [w], el habitual refuerzo
articulatorio (con [g] o [b], principalmente) en posición inicial de palabra (güerta,
güeler), que quedó en España y América restringido al uso rural, se amplió en
judeoespañol al interior de palabra con formas como elgüego (por luego), cirgüela (por
ciruela), o incluso (e)sfueño (por sueño, con refuerzo sordo que acabaría por
velarizarse eshueño) llegando incluso a acompañarse de un alargamiento vocálico en
formas como rugüedas (por ruedas) o jugüeves (por jueves). El refuerzo en interior de
palabra era ya algo conocido en la Península Ibérica entre los grupos más expuestos
al contacto con el árabe, pero fue tal la vitalidad del fenómeno en el ámbito sefardí
otomano, que el segmento [-ugw-] se vio incluso extendido a formas como luguar (por
lugar) donde no había tal diptongo y aun a palabras como puadre (por padre), donde
tampoco existía el elemento velar. Además, la mayoría de estas formas fueron pronto
asumidas por la lengua literaria, clara muestra de su aceptación en todos los niveles.
Por otro lado, como fenómeno tardío (finales del siglo XIX), en las comunidades
más occidentales del judeoespañol levantino se documenta un proceso de reducción
del diptongo /ei/ > /e/ en formas como acete por aceite o pleto por pleito.

3.1.3. Consonantes
El subsistema fonológico consonántico del judeoespañol, con carácter general,
es el siguiente:
no líquidas
graves agudos
líquidas
labiales dentales
sonoro sordo sonoro
contínuo (fricativo) v f s z l (lateral)
difusos m (ŝ) (dz) n
discontínuo b p t d r (vibrante)
(oclusivo-africado) g k ĉ (ŷ)
compactos (h/x) y (ñ)
contínuo (fricativo) š ž
nasal oral nasal
sonoro sordo sonoro
velares palatales
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1. Como vemos, el sistema combina rasgos conservadores con no pocas


innovaciones.
Entre los primeros, tenemos: 1) el mantenimiento de las sibilantes palatales
medievales /š/ y /ž/; 2) la conservación de la oposición entre /s/ (donde confluyen /s/ y
/ŝ/) y /z/ (en que van a parar /z/ y /dz/) en un tipo especial de seseo que lo hace
distinto del que presentan el andaluz o el español de América; así como 3) la
pervivencia de la oposición oclusivo-fricativo en las labiales sonoras (/v/:/b/), a la
manera del portugués.
Entre las segundas, encontramos tanto un yeísmo –o más bien hieísmo
(Hassán 1994: 16)– generalizado, como la práctica neutralización de la oposición entre
la vibrante múltiple /rr/ y la simple /r/, realizada presumiblemente como [r] en la
mayoría de los casos.
2. Asimismo, cabe matizar algunas cosas en lo relativo a las unidades notadas
entre paréntesis en el cuadro.
En lo tocante a la nasal palatal //, resulta dificil determinar su existencia si
tenemos en cuenta la casi total neutralización con el segmento [nj] que nos ofrece el
judeoespañol (Penny 2000: 181).
En el caso de la palatal africada sonora /ŷ/ cabe señalar que la fonologización
de su oposición con /ž/ se produjo a partir del siglo XVIII con la entrada de numerosos
préstamos primero del turco y más tarde del francés. Esto supuso que lo que antes
habían sido dos meras variantes alofónicas, documentándose esta última sólo en
interior de palabra, pasaran a convertirse en fonemas cuando /ž/ comenzó a aparecer
en posición inicial en voces incorporadas como jurnal ([žurnál] y no [ŷurnal])
La supuesta oposición entre dentoalveolares africadas (/ŝ/:/dz/) ha de tomarse
con ciertas reservas. Por un lado, el elemento sordo sólo se documentaría en voces
hebreas para las que no faltan estudios que atestigüen su articulación no africada (Di
Leone 2006), hasta la irrupción, principalmente, de voces romances tomadas a través
del alemán ya a fines del siglo XIX en las variedades judeoespañolas en el
noroccidente de los Balcanes, junto con otros préstamos del búlgaro, el rumano o el
serbo-croata. A esta penetración habría contribuido el mantenimiento en tal área de su
correlato sonoro en unos pocos ítems léxicos como los numerales once, doce, trece,
catorce y quince, los sustantivos docena y pozo, el verbo apozar (‘sacar agua de un
pozo’), o el adjetivo tezo (‘congelado de frío’) y que, sin embargo, en muchas zonas
había pasado a articularse como prepalatal fricativa [ž] (Quintana 2006: 71 y 82-83).

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Por último, en el orden velar encontramos un único fonema contínuo (que


alterna sus realizaciones aspirada [h] o uvular [x]) presente tanto en turquismos o
hebraísmos del judeoespañol, como en ciertas voces romances con F- inicial latina,
especialmente ante el diptongo [we] como en huego, huersa. Este último hecho resulta
especialmente acusado en la variedad judeoespañola de Marruecos, que reproduce
los usos hispánicos meridionales no sólo en formas como hablar con [ħ], sino también
en la rehispanización de voces como mujer [muħér], donde se ha copiado el resultado
andaluz de la evolución de la palatal fricativa sonora (/ž/ > /h/).
3. Junto a las particularidades que acabamos de señalar para un sistema
fonológico más o menos homogéneo, cabe señalar también algunos hechos concretos
sobre la fonética judeoespañola que aparecen ampliamente recogidos en la
bibliografía por ser prácticamente generales. Se trata de:
a) el cambio del segmento /nue-/ por /mue-/, iniciado en las formas del
posesivo muestro,-a en paralelo a la sustitución del pronombre nos por mos –
sobre la base del singular me–, que se extiende a otras como mueve (por
nueve) o muevo (por nuevo);
b) la palatalización de [s] en contacto con la velar oclusiva sorda ([sk] > [šk])
en ejemplos como mosca o pescado; o por acción de un elemento vocálico
palatal como en ses [séš], por seis;
c) el mantenimiento de [-b] en posición implosiva en palabras como civdad. o
cobdo;
d) la consonantización de la semivocal [u] (que pasa a [-v]) en ejemplos como
cavsa o bivda, por causa y viuda, respectivamente, así como
e) la liaison o sonorización contextual de sibilantes en final de palabra, por
contacto de fonética sintáctica con vocales o consonantes sonoras en
posición inicial de la palabra siguiente (Quintana 2006: 75), en segmentos
como tú tienes [tjénez] otra namorada; hecho, sin embargo, con contados
ejemplos de manifestación en los textos escritos.
4. También generales en todas las variedades, aunque con la importante
salvedad de afectar únicamente a determinados ítems léxicos, tenemos:
a) la conservación del grupo [-mb-] etimológico en lamber, lombo y palomba,
en la línea de los romances peninsulares occidentales, y a los que parecen
atribuirse también
b) los ejemplos de despalatalización de la consonante lateral de caleja, luvia y
pelizco (por calleja, lluvia y pellizco respectivamente).
5. De amplia difusión en el judeoespañol de todas las áreas, aunque con
distinto grado de extensión, tenemos dos fenómenos aparentemente contrarios:
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a) de una parte, la pérdida de la débil (por especialmente abierta) consonante


palatal [y] en contacto con la vocal palatal cerrada tónica [í] como en castío
(por castillo) o gaína (por gallina), que afecta incluso a ejemplos como famía
(por familia), donde la palatal se originó en el propio judeoespañol a partir del
grupo [lj-]; fenómeno común a las variedades sefardíes de oriente y el norte
de África (Benoliel 1977: 19), y
b) de otra, la introducción de un refuerzo consonántico palatal con carácter
antihiático en formas como diya (por día) o friyo (por frío); fenómeno
especialmente desarrollado en las áreas con influjo del adstrato eslavo pues
parece haber afectado también a formas etimológicamente diptongadas
como pátriya (por patria).
6. Como fenómenos con una más o menos clara distribución gegráfica que
pueden ayudarnos a delimitar áreas lingüísticas dentro del judeoespañol, tenemos:
a) El mantenimiento (o no) de F- inicial latina en voces como farina o filo (que
en el estándar peninsular corresponden a harina e hilo, respectivamente)
ofrece distintas soluciones según las zonas: si en el norte de África triunfó el
enmudecimiento (Ø), en el judeoespañol levantino encontramos una distinta
frecuencia en el mantenimiento de /f-/ que va desde sus cotas más altas en
las comunidades de Bosnia, Croacia, Macedonia y norte de Grecia, hasta las
más bajas de Turquía o los Balcanes orientales. Aquí, alternan
preferentemente las realizaciones como [h-] o [Ø], manteniéndose [f-], si
acaso, en unos determinados ítems léxicos. La divergencia de resultados, en
este caso, sí pudo verse determinada por el origen de la población asentada
en las distintas comunidades, pues fue precisamente en las áreas con mayor
preferencia por [f-] donde se localizaron los judíos de ascendencia no
castellana (aragoneses, catalanes, leoneses, portugueses, etc.), cuyos
romances hispánicos eran más conservadores.
b) La metátesis de [rd] por [đr] en numerosas voces como vedre, cuedra,
godro, pedrer, etc., ampliamente difundida en judeoespañol, determina la
diferenciación de la zona balcánica noroccidental (con Sarajevo como
centro), donde no se produce.
7. Como prueba de la raigambre popular que tiene el judeoespañol –y por
ende, con una mayor influencia del componente oral y un alto grado de polimorfismo–,
determinadas voces nos ofrecen ejemplos de otros fenómenos fonéticos como:
metátesis consonántica (presona por persona, probe por pobre o tiralaña por telaraña),
epéntesis vocálica (enpelasto por emplasto), síncopa (trible por terrible), prótesis

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(amañana por mañana), aféresis (namorado por enamorado), crasis (lequinoccio por
equinoccio), trueque de líquidas (sarchicha por salchicha o almario por armario), etc.
8. Por último, a medio camino entre la fonética y la morfología, encontramos
una ampliación del número de verbos que –sobre el modelo de haga o diga– reciben
una /g/ antietimológica en el presente de subjuntivo. Así, junto a las formas
compartidas con el estándar (caiga, calga [de caler], oiga, ponga, salga, tenga, traiga,
venga, etc.), y al lado de otras conservadas en el español vulgar o rural como haiga
(por haya) o fúyiga (por huya), el judeoespañol extiende el fenómeno a ejemplos como
acojga ([akóžga], de acoger), escojga ([eskóžga], de escoger), cosga (de coser) o
protejga ([protéžga], de proteger.

3.2. Morfología
Como resulta comprensible en una variedad con poca o nula presión normativa
en su desarrollo, los procesos de simplificación, regularización e igualación
paradigmática son los más frecuentes en la morfología del judeoespañol. Sin embargo,
como apuntábamos para otros ámbitos (fonético, léxico-semántico, etc.) ha sido el
mantenimiento residual de determinadas formas hoy arcaicas o rechazadas por el
estándar peninsular lo que principalmente atrajo la atención de los primeros estudiosos
del español sefardí.

3.2.1. Conservaciones
Entre las muestras de mantenimiento, tenemos:
a) Las formas do, estó, so y vo para la 1ª persona del presente de indicativo
de los verbos dar, estar, ser e ir, respectivamente. También persiste la forma
sos ([sós], junto a es y eres) para la 2ª persona del singular del presente de
indicativo de ser, que se opone al plural sos [sóš]
b) Las formas de 2ª persona del presente de imperativo muestran la variante
sin -d final, cantá, comé, salí que ya estaba presente en el español
bajomedieval. De hecho la [-d] final etimológica sólo aparece con regularidad
en las formas verbales con pronombre enclítico y siempre mostrando la
metátesis [dl] > [ld] como en decilde, dejaldo, etc., con la aglutinación tan
frecuente en el español preclaśico.
c) Se mantiene el uso condicional de las fomas verbales en -ra.
d) Pervive también el pronombre vos y aun el antiguo su merced, como
fórmulas de tratamiento.

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e) Tanto esta forma heredada vos como la innovadora mos, presentan los
alomorfos vo y mo, respectivamente, cuando vienen seguidos de otro clítico
pronominal (mo-lo dieron, vo-se dice, etc.)
f) El morfema -eno se conserva en ordinales como doceno o treceno para
duodécimo y décimotercero , respectivamente.
g) Los sustantivos abstractos terminados en -or son femeninos, tal y como
sucedía en época medieval y se documenta todavía en variedades
peninsulares no estándares: la color, la dolor, etc (Hernández 2002).

3.2.2. Innovaciones
Por otro lado, muchos son los ejemplos de procesos innovadores marcados por
la constante de la igualación paradigmática; algunos están presentes ya en otras
variedades no estándares del español, pero en judeoespañol no están estigmatizados
como en ellas.
1. En el ámbito de la morfología nominal (sustantivos y adjetivos), tenemos:
a) El artículo sólo presenta la forma la para el femenino singular,
independientemente de que el sustantivo al que acompaña comience por /á/
tónica como en la hambre o la agua.
b) El plural de sustantivos terminados en diptongo como ley o rey es leis y reis
respectivamente, mostrando la extensión de /-s/ como morfo prototípico para
la expresión del plural.
c) Con carácter desambiguador, el posesivo su recibe precisamente la marca
de plural /-s/ para marcar la existencia de varios poseedores, aun con una
sola cosa poseída: ej. los soldados austríacos tornarán este mes en sus país.
Dicha adjunción parece deberse a la influencia de lenguas como el francés o
el italiano, donde las formas lur y loro, respectivamente, concuerdan en
número con la cosa poseída.
c) Especialmente en los adjetivos, se produce la extensión de la moción
genérica /o/ vs. /a/ a aquellos de forma común a ambos géneros como en
jóveno vs. jóvena, frente a joven) o, cuando menos, se crea un término
marcado femenino del tipo actuala, fïela, pertenecienta, etc. En el caso de los
sustantivos, el fenómeno es menos acusado, aunque también hay ejemplos
como fuentas (por fuentes) y vozas (por voces).
d) Las formas con expresión sintética del grado, ya sea comparativo (mejor) o
superlativo (grandísimo), aun cuando pueden documentarse en el
judeoespañol de todas las épocas, con frecuencia lo hacen dentro de
estructuras de corte analítico redundante del tipo más mejor –como sucede
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con el comparativo–, o en el caso concreto del superlativo, resultan


anecdóticas frente a sus paralelos del tipo muncho grande.
e) Por último, /-ico/ se presenta como el apreciativo prototípico en el
judeoespañol de Oriente, mientras se prefiere /-ito/ y /-eto/ en el norte de
África.
2. En el verbo, aparte de la citada regularización de paradigmas a partir de
bases diptongadas (como puedré, puedrás sobre puedo, puedes) o sin diptongar
(como rogo, rogas sobre rogar), encontramos que:
a) Las formas de 1ª persona del pretérito indefinido de la primera conjugación
han adoptado la desinencia /-i/ correspondiente a los verbos de la 2ª y 3ª
conjugación. Así encontramos cantí, cantimos (por canté y cantamos) sobre
el modelo de comí, comimos o salí, salimos.
b) Por contra, en época moderna y con un ámbito geográfico restringido
(principalmente en el área balcánica central, pero también en el
judeoespañol de Marruecos en algunos casos [Benoliel 1977: 45]),
documentamos la extensión del morfema /-ba-/ al pretérito imperfecto de
verbos de la 2ª y 3ª conjugación: teniba, saliba (por tenía y salía).
c) Las formas de 2ª persona del plural (/-ais/ < /-ades/, /-eis/ < /-edes/) han
dado en judeoespañol /-áš/ y /-éš/, respectivamente, exhibiendo la misma
palatalización de la sibilante final que veíamos en ses [séš] por seis.
d) Las formas de 2ª persona del singular del pretérito indefinido de todos los
verbos muestran la adjunción superflua de la marca de persona /-s/ al
morfo /-ste/ en cantastes e hicistes, que pasa después a cantates e hicites,
respectivamente, con disimilación y pérdida de la [s] interior etimológica.
Este fenómeno disimilatorio se da también en las formas de 2ª persona del
plural que –como veíamos– mostraban la sibilante final palatalizada (/-steš/
> /-teš/). El morfema de número queda así diferenciado en función de la
ausencia/presencia de articulación palatal de la sibilante final /s/ vs. /š/.
e) El judeoespañol utiliza con frecuencia tener como auxiliar de los tiempos
compuestos (Malinowski 1989) como en: muy hermosos ojos que no tiene
visto hasta agora.
f) Aparecen formas no personales del verbo construidas regularmente sobre
el tema de perfecto tales como tuvido, o quisendo [kižéņdo] (por tenido y
queriendo, respectivamente).
3. Mención especial merecen las construcciones con ser + participio activo
(este, generalmente, en su forma apocopada y en ocasiones sorprendentemente
formado sobre la raíz de perfecto), en lugar de formas verbales de aspecto
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imperfectivo (tema de presente latino), principalmente de pretérito imperfecto de


indicativo. Así tenemos ejemplos como era cavsante por causaba, eran ganantes por
ganaban o aun seas menosprecián por menosprecies. Todas ellas alternan en
judeoespañol con las formas sintéticas correspondientes, y aun con construcciones
híbridas de verbo ser romance y participio hebreo (Muñoz Jiménez 1997) como ser
maskim ‘estar de acuerdo, aceptar’; ser maŝlíaħ ‘lograr, tener éxito’, etc.
4. También a caballo entre la morfología y la sintaxis encontramos que, con
carácter desambiguador, las formas verbales no personales (infinitivo y gerundio)
con pronombre enclítico se, reciben la marca verbal de plural /-n/ cuando el sujeto de
predicación es plural: ej. querían irsen, escondiéndosen (ellos), etc.
5. Del mismo modo, aunque con frecuencia se señalan ejemplos que muestran
la adopción de elementos gramaticales de otras lenguas para la formación de palabras
en judeoespañol, lo cierto es que no es un fenómeno tan habitual. De hecho, pese a la
multitud de préstamos del hebreo que presenta el judeoespañol de todas las épocas,
según veremos más adelante, en la bibliografía siempre se citan los mismos ejemplos,
como aquel de ladronim (para ‘ladrones’), con el morfema de plural masculino hebreo
-im adjuntado a una base romance, tomado de un texto satírico moderno.
6. En los márgenes de la pragmática, el judeoespañol presenta una amplia
nómina de formas pronominales utilizadas para referirse a la 2ª persona (Malinowski
1983): junto al mantenimiento de tú y vós –esta última con carácter ± cortés, según los
casos–, la expresión de la cortesía se ve enriquecida con la presencia del antiguo su
merced, de él / ella –con un carácter eufemístico en execraciones e imprecaciones que
desaparece con el tiempo dando paso a mero distanciamiento pseudo-cortés (García
Moreno 2003)–, y aun de usted, por rehispanización, en textos modernos.
7. Por último, son frecuentes los casos de reanálisis gramatical de
determinados elementos que, a tenor de sus usos en función, muestran la
permeabilidad de algunas clases morfológicas. Veamos algunos:
a) el gerundio siendo pasa a convertirse en una conjunción causal, como en:
Siendo son ochenta hechiceras, no es posible que podamos con ellas;
b) el participio escrita se utiliza con el valor del sustantivo ‘carta’ en ejemplos
como: Dame escrita de tu mano;
c) el adjetivo femenino biata (‘feliz, dichosa’) se gramaticaliza parcialmente,
empieza por tener referentes no femeninos (biata él) y –como si de una
preposición se tratara–, termina por regir caso oblicuo pronominal (biata ti);
d) el adjetivo semejante pierde la concordancia con el sustantivo al que
acompaña (unas cosas semejante) y se convierte en modificador adverbial
equivalente a así, tanto en sus usos como en su distribución;
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e) el relativo lo cual se utiliza como locución adversativa (=’sin embargo’) en


formulaciones con elementos topicalizados como en: También de la
quehilá (‘sinagoga’), lo víamos que munchas veces mancaba de venir a
tefilá (‘la oración’); lo cual en las sedutas (‘reuniones’) que se haćían, no
vimos que mancó un día de venir, y
f) los nexos como y que comparativos se utilizan como preposiciones en
ejemplos del tipo alto como mí o más grande de ti;

3.3. Sintaxis
La sintaxis del judeoespañol es netamente hispánica, como el resto de niveles
gramaticales ya comentados. Sin embargo, a menudo presenta llamativas estructuras
tomadas de las fuentes hebreas de las que beben muchos de sus autores,
especialmente en los textos de prosa (rabínica) más elaborada.
Aparte quedan los calcos sintacticos más artificiales de las traducciones
bíblicas palabra por palabra; y aunque muchos de sus recursos se hayan ido filtrando
paulatinamente en todos los niveles de lengua del judeoespañol, salvo contadas
excepciones, nunca han sustituido por completo a la construcción hispánica
equivalente. De hecho, muchas veces, el paralelo hebreo simplemente ha venido a
coadyuvar al mantenimiento de formulaciones ya presentes en el español preclásico.
Veamos a continuación los ejemplos más sobresalientes que nos ofrece tanto en el
ámbito de 1) la frase nominal, como en 2) la oración simple, o 3) la oración compleja.

2.3.1. Sintaxis de la frase nominal


De los cinco fenómenos que presentamos a continuación, los tres primeros
corresponden estructuras ya presentes en el español preclaśico que, además tienen
su paralelo en hebreo, con lo que difícilmente podemos determinar si se trata de un
ejemplo de arcaísmo, o de un mero calco sintáctico (García Moreno 2006: 45-46). Los
dos últimos deben su aparición a calco sintáctico hebreo (García Moreno, en prensa).
1. Los ejemplos de duplicación posesiva del tipo su mano de Mosé, donde se
recurre a la explicitación del poseedor mediante una frase de genitivo (SP con de)
cuando es el determinante su (de 3ª persona del singular) el que aparece. Su paralelo
hebreo yadó shel Moshé (lit. ‘mano-su [de él] de Moisés’) de la lengua rabínica, parece
estar claramente detrás de la construcción judeoespañola, pero no debemos olvidar
que: 1) el fenómeno se daba y da también en otras variedades hispánicas (como el
español de México), que nada tienen que ver con el hebreo, y 2) la general
indeterminación del referente que plantea la forma su (igual para masculino, femenino,

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singular y plural) llevó, en el caso del plural –como veíamos–, a añadirle /-s/ con
carácter desambiguador.
2. Los Sintagmas Nominales con concordancia en género, número y
determinación entre el núcleo y su adyacente adjetival, como es preceptivo en hebreo,
ya se trate de un demostrativo, como en el mancebo el este; un adjetivo calificativo
como en el maestro el grande, o aun ambos a la vez como en el hijo el preciado el
este. Estos ejemplos toman parcialmente el testigo de construcciones medievales del
tipo Castiella la gentil, pues en judeoespañol deben su aparición al método de
traducción palabra por palabra de la Biblia hebrea; así, son una constante en los
ladinamientos bíblicos; aparecen con frecuencia en la prosa rabínica castiza y se
deslizan a veces en otros textos sin modelos hebreos aparentes.
3. Las construcciones en las que el cuantificador de tipo indefinido todos,-as
acompaña a una frase nominal determinada y ya cuantificada por un numeral cardinal,
como en todos los trenta días, o todas las cuatro partes. Esta formulación de carácter
enfático no resulta extraña en hebreo, como vemos en el paralelo de este último
ejemplo: kol arbaá haħalaquim (lit. ‘todas cuatro las-partes’), y de ahí tal vez su
mantenimiento en judeoespañol. Sin embargo, no podemos olvidar que dichas
construcciones estuvieron largamente vigentes en español para marcar la expresión
de la totalidad, toda vez que el artículo seguido de numeral podía servir para designar
la parte de un todo.
4. Los casos de trasposición literal del estado constructo hebreo que
encontramos en ejemplos como dejó a casa de su padre. Aquí, la presencia de la
preposición a como transpositor del et hebreo –que precede únicamente a
complementos determinados–, sólo se entiende desde el esquema sintáctico hebreo
subyacente, donde nos encontramos una relación de genitivo entre dos sustantivos (el
primero en estado constructo [heb. nismaj ‘apoyado’] y el segundo en estado absoluto
[heb. nifrad ‘suelto’]), en la que la determinación se señala sólo en el segundo –ya sea
mediante la aparición del artículo o la adjunción de sufijos pronominales–, aunque
incide en toda la construcción. El fenómeno, como en alguno de los ejemplos vistos
antes, puede encontrarse también en textos sefardíes como las coplas, muy diferentes
de la prosa rabínica y –no digamos– de los ladinamientos bíblicos (Hassán 1999).
5. Los ejemplos de sintagmas (nominales o adjetivales) con cuantificador
postpuesto, ya se trate de el numeral uno,-a como en nave chica una –a menudo entre
el núcleo y su adyacente, como en mesa una grande–; del indefinido muncho,-a como
en amistad muncha o estas cosas munchas, o del adverbio muncho modificando a
adjetivos, como en [cosa] amarga muncho. En todos los casos, se respeta la
ordenación de palabras propia del hebreo.
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3.3.2. Sintaxis de la oración simple


También en este punto los calcos sintácticos hebreos son los más llamativos,
compartiendo lugar con las formulaciones castellanas correspondientes. A saber:
1. Son habituales los ejemplos de elipsis copulativa, ya sea
a) en las construcciones citadas supra (3.2.2.3.) en que se utiliza un
participio de presente activo para las formas verbales de aspecto
imperfectivo, y que suponen una adaptación parcial del sistema verbal
hebreo (de carácter aspectual y no temporal) como en: Él (= Dios) prebán
(por prueba) corazones y entrañas;
b) cuando se trata de un adjetivo cualquiera, como en: ¿Por qué tus faces Ø
tristes?; o
c) de cualquier otro sintagma, como en: El marido no Ø con ella; o
d) en la construcción recurrente para señalar el nombre de algo o de alguien:
Un hasid (‘santo’), que su nombre Ø rabí Pinhás.
En estos casos, cabe resaltar cómo el sujeto, de aparición potestativa en
cualquier variante hispánica, se vuelve obligatorio cuando falta la cópula y, al igual que
sucede en hebreo, viene representado por un pronombre personal: ¿De qué lugar Ø
tú?; De civdad grande de sabios Ø yo; También yo Ø uno de ellos, etc.
2. Presentes ya en los romanceamientos bíblicos medievales por influjo del
esquema sintáctico hebreo, encontramos en judeoespañol casos de interrogativas
directas totales con la partícula interrogativa «si», equivalente del llamado he
interogativum hebreo como en: ¿Si queres y enveluntas por casarte con este
mancebo?, o ¿Si hay melecina para avoltar mi maźal (‘hado’)?.
3. Se documenta el uso de Complemento Directo inanimado con preposición,
como transposición clara de los complementos determinados precedidos en hebreo
por la partícula et. Así lo vemos en ejemplos como dejó a casa de su padre.
4. Alternando con la expresión hispánica con tener, son frecuentes las
construcciones posesivas a la hebrea del tipo yeš li séfer (lit. ‘hay para-mí [un] libro’),
con la forma impersonal hay + CI, como en hay a él una hija o hay a tu padre
haciendas munchas. Asimismo, dado el carácter netamente existencial del elemento
verbal, y por tanto equivalente de ser en ciertas construcciones, como apuntábamos
más arriba, este llega a faltar en ocasiones: non Ø a mí ningún sáar (‘aprieto’).
Junto a estos ejemplos de calco sintáctico, el judeoespañol también ofrece
otras formulaciones que, principalmente, se deben a evolución propia de
posibilidades previstas por el sistema y que, en la mayoría de los casos, pueden
documentarse también en variedades no estándares del español.
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5. Por ejemplo, el verbo haber existencial concuerda con el complemento


plural, que pasa asi a funcionar como sujeto en ejemplos como habían allí tres ricos
riquísimos; la personalización de estas construcciones, sin embargo, nunca afecta a
las formas hay o haiga.
6. Así también, la ordenación de los elementos clíticos que acompañan al
verbo se vuelve más icónica cuando un pronombre personal de 1ª o 2ª persona (me,
te, nos, vos) coaparece con la marca morfológica se. De este modo, en ejemplos
como me se cumplió mi demanda o vo se dice, el elemento personal pasa a la
posición inicial (prototípico del sujeto hablante u oyente), dejando al se en contacto
inmediato con un núcleo verbal con el que está gramaticalmente relacionado. Aun
así, esto no sucede en el caso de clíticos pronominales de 3ª persona (le, les, lo, la,
los, las), con ejemplos como se le escapó o se lo soñó, porque las más frecuentes
estructuras de tipo se (= le) lo dio, determinan el orden en la relación de ambos.
7. También encontramos numerosos ejemplos de un proceso de
despronominalización / desemantización de clíticos que pasan a convertirse en
índices de la concordancia verbo-objeto en ejemplos como según lo vimos todo esto,
o el tener esta midá (‘costumbre’) lo traye a el hombre en negros días. En ellos, el
clítico anticipa la presencia de un complemento argumental del verbo que
después se explicita con el sintagma correspondiente.
8. Para terminar, diremos que la expresión del tiempo transcurrido (español
estándar: hace tres años o tres años atrás) muestra en judeoespañol varias
construcciones diferentes: hay tres años o son tres años, en las formulaciones
verbales, y tres años antes (con referencia al tiempo de enunciación, no de
enunciado) en las formulaciones con modificador adverbial.

3.3.3. Sintaxis de la oración compleja


Aparte de ciertos cambios en los usos de tiempos y modos verbales en las
subordinadas, que muestran una acusada preferencia por el indicativo, y teniendo en
cuenta algunos de los casos de reanálisis comentados más arriba (3.2.2.7.), interesa
hacer hincapié en un macro-proceso de simplificación y cambio en curso que afecta
a casi todos los esquemas sintácticos y que se podría formular así: «el nexo que se
erige como transpositor universal acompañando a formas verbales flexionadas».
A ello contribuyen:
a) los numerosos casos de queísmo en completivas de complemento del
nombre (dé odren que me abran la puerta) y complemento del adjetivo (no
estamos contentes que mores ente mosotros); y

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b) la despronominalización de los relativos que apreciamos en ejemplos


como un hombre que hasta hoy no lo tenía visto; una despronominalización
entendida como desglose de los valores conjuntivo y nominal del relativo,
pues su función en la subordinada es desempeñada por otro sintagma
“redundante”. Este fenómeno es general para el adjetivo relativo –como
sucede en el estándar peninsular coloquial– en casos como un hombre que
sus hechas son muy negras equivalente del español cuidado ‘un hombre
cuyas acciones son muy malas’.
Asimismo, ya sea como causa o como efecto del mismo, encontramos:
a) un auge del uso de los relativos compuestos el cual, la cuala, los cualos,
las cualas, que en línea con lo que acabamos de señalar, acaban incluso
coapareciendo con el propio nexo que en formulaciones como: el hijo, que
el cual se llamaba Yosef;
b) el mantenimiento del uso de el que, la que y lo que únicamente para las
relativas sin antecedente, como sucediera en castellano hasta el siglo XVII;
c) el mencionado uso de lo cual como nexo adversativo, toda vez que una
proposición puede entenderse como un todo antecedente neutro de la
proposición contraria que se presenta a continuación y
d) la reserva de que con preposición para la expresión de otros valores:
porque, como conjunción causal y para que, como una especie de locución
final –como también sucede en el estándar peninsular–, pero también
conque y de que, con valor concesivo.
Precisamente, todos estos rasgos son los que –aun desde un incómodo
polimorfismo– caracterizan la sintaxis de la prosa rabínica de los siglos XVIII y XIX;
principal manifestación de lo que podríamos entender como la norma culta sefardí de
la época. Cuando con el cambio de siglo desaparezcan por acción rehispanizadora o
afrancesada, el judeoespañol habrá empezado a entonar el gori-gori.

3.4. Léxico
El nivel léxico-semántico es en el que se deja sentir con más fuerza el
extranjerismo en judeoespañol, pues en todas las épocas ha sido especialmente
permeable a la entrada de préstamos de otras lenguas: mayoritariamente, del
hebreo; en gran medida, del turco; en diferente proporción según las zonas, del
portugués, el italiano, el árabe u otras lenguas eslavas; y ya modernamente, sobre
todo del francés, pero también del alemán y del propio español.

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Por su parte, en lo que al léxico de base hispana se refiere, llama siempre la


atención el mantenimiento de formas hoy en desuso en el estándar peninsular como
falduquera ‘bolsillo’ o mancebo ‘joven’, así como la significación diferente –a veces
también por arcaísmo semántico– que exhiben ciertas voces. Tal es el caso de negro
por ‘malo’ (ya que para el color se reserva preto); acoger ‘reunir’, ropa ‘botín’ o punto
para ‘momento, minuto’.
En cualquier caso, tanto el extranjerismo como el arcaísmo léxico del
judeoespañol han de relativizarse siempre pues, por poner un único ejemplo de
evolución, diremos que la forma judeoespañola castiza para el adjetivo ‘fácil’, la
castellana liviano,-a, primero contendió con el turquismo colay, para más tarde ser
ambas desplazadas por el galicismo facil o el italianismo fáchile. Eso sin contar con
que las sustituciones ni fueron nunca completas, ni se llevaron a cabo por igual en
todas las áreas, con lo que volvemos al tema del polimorfismo.

3.4.1. Hebraísmos
La presencia de hebraísmos y otros calcos semánticos del hebreo ha sido
una constante en judeoespañol desde los primeros tiempos, heredada de la propia
expresión de los hispano-judíos medievales. El diccionario de Bunis (1993) recoge
casi 5000 entradas de estos préstamos que incluyen sustantivos como emuná ‘fe’,
galgal ‘rueda’, o sedacá ‘limosna’; adjetivos como gadol ‘grande’ o piquéah ‘listo’;
adverbios como davcá ‘precisamente’, o partículas como afilú ‘incluso’.
Como principalmente sucede con los verbos, las formas hebreas pueden:
a) aparecer integradas en lexías complejas tanto del tipo ser + PARTICIPIO DE
PRESENTE HEBREO como ser gozer ‘decidir’ o ser maajil ‘alimentar’, como
compuestas por un verbo castellano de semántica amplia + SUSTANTIVO
HEBREO como dar edut (hb. ‘testimonio’) por ‘testificar’, o hacer haquirá (hb.
‘pesquisa’) por ‘indagar’, etc.;
b) dar origen a nuevas formas mediante la adjunción de prefijos y sufijos
castellanos como en darsar ‘rezar’ o enheremar ‘excomulgar’, o
c) estar detrás de calcos –sobre todo en las traducciones bíblicas– como en
el caso de almear por ‘descansar’, porque la base sustantiva del verbo
hebreo equivalente (néfes) significa ‘alma’.
Los ejemplos son innumerables y preferentemente tuvieron su entrada a partir de
textos de carácter religioso, pero se extienden por todas las esferas de la vida judía y
sólo reducirán su presencia en época moderna con la llegada del incipiente laicismo.

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3.4.2. Turquismos
La presencia de turquismos ha sido siempre muy acusada en judeoespañol.
Aunque, inicialmente concentrados en la referencia a realidades de ámbito cotidiano
(dolap ‘arnmario’, fener ‘farol’, etc.), no faltan adjetivos como jurmet (tc. cümert
‘generoso’) o rezil ‘despreciable, vil’, o formas verbales adaptadas como trabar soluc
(tc. ‘aliento, hálito’) para ‘respirar’ o esvachear (tc. vazgeç-) como ‘renunciar’.
Teniendo en cuenta que los dos centros culturales más importantes del mundo
sefardí fueron Constantinopla y Salónica –que no pasó a Grecia hasta 1913–, es más
que comprensible el aumento progresivo del número de formas turcas en
judeoespañol en todas las categorías gramaticales y ámbitos semánticos. Tal es así,
que hasta algunos sufijos del turco como -lic o -ci, se han usado en judeoespañol
adjuntados a bases foráneas: hebrea en purimlic ‘aguinaldo de la fiesta judía de
Purim’, o incluso turca en chapucchí, -a ‘rápido, -a’ (cfr. tc. çabuk).

3.4.3. Galicismos
Las palabras tomadas del francés constituyen el tercer grupo mayoritario, a
partir de la segunda mitad del siglo XIX. Tenemos formas de todo tipo: jartier ‘liguero’,
regreto ‘arrepentimiento’, serioso ‘serio', reusir ‘lograr’, portanto ‘sin embargo’, ¡ten!
‘¡ojo!’, etc. Lamentablemente, cuando no exhiben una fonética diferencial y a falta de
un diccionario histórico del judeoespañol, resulta difícil determinar con exactitud si se
trata de préstamos del francés o aun del español moderno.

3.4.4. Otros préstamos


Los italianismos han estado presentes en judeoespañol desde el principio,
tomados a veces de la coiné de las rutas comerciales en el Mediterráneo en los siglos
XV y XVI. Tal sería el caso de voces como comercho ‘peaje, aduana’ o valuta ‘precio’.
Ahora bien, también en época moderna entraron muchos otros como abocato
‘abogado’, jornal ‘periódico’ o vila ‘villa’.
De origen portugués son palabras como buraco ‘agujero’, gaguear
‘tartamudear’, longe ‘lejos’ o saluso ‘sollozo’,
Tenemos arabismos como alhad ‘nombre del primer día de la semana,
equivalente al domingo cristiano’, hacino ‘enfermo’, entre otros muchos, especialmente
en el judeoespañol de Marruecos.
Por último, grecismos son charuca ‘especie de alpargata’ o espango ‘bramante;
y a través del alemán entraron en época moderna –especialmente en el área de Viena
y del norte de los Balcanes– formas como nación o polizai, ambas pronunciadas con
[ŝ] como en alemán.
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