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Estudio crítico sobre el lugar de apariciones

El Palmar de Troya

escrito por el Dr. Gerardo R. Alfaro


y publicado en Argentina como prólogo en el libro
"El Palmar de Troya - Mensajes sobrenaturales" en 1975
por Difusora Mariana Argentina.

Índice:
Estudio crítico:
• Al lector...................................................................................pág. 2
• El lugar....................................................................................pág. 3
• Los hechos...............................................................................pág. 3
• Los mensajes ...........................................................................pág. 8
• Las objeciones.......................................................................pág. 10
• Los mensajes y la revelación ................................................pág. 20
• Los mensajes y la autoridad eclesiástica...............................pág. 23
• Los mensajes y usted, lector .................................................pág. 27
Documentos adjuntos:
• Documento Nº 1: Carta al Arzobispo Cardenal de Sevilla ...pág. 29
• Documento Nº 2: Datos históricos........................................pág. 36
• Documento Nº 3: Carta al Santo Padre, Papa Pablo VI........pág. 40
• Resumen de los mensajes......................................................pág. 41
AL LECTOR

Difusora Mariana Argentina ha decidido publicar los mensajes dictados al vidente Clemente Domínguez
Gómez en El Palmar de Troya, Utrera, Sevilla, España, conforme al texto entregado por el mismo vidente, y
me ha solicitado la redacción del prólogo de presentación.

He aceptado con gusto y con temor. Por una parte, me entusiasma la idea de colaborar en la difusión de estos
mensajes que considero verdaderos y, además, importantísimos para la Iglesia y para el mundo; pero, por
otra, me intimida la grandeza del asunto.

Y acepté porque el hecho de conocer personalmente a Clemente Domínguez desde el año 1972 y la
circunstancia de haber estado en El Palmar de Troya a fines del año 1973 y a principios de 1974,
presenciando y estudiando las apariciones y demás acontecimientos extraordinarios allí ocurridos, me
obligan, ciertamente, a dar testimonio de la verdad vista y oída “in situ”.

Hago presente que mis comprobaciones personales coinciden con las que cumplieron los demás integrantes
de un grupo de dieciocho argentinos que, bajo la dirección espiritual del Padre Silvio Venturini, viajamos a
Sevilla a fines de 1973, precisamente con ese propósito.

Asumo exclusivamente la responsabilidad de este prólogo; con gusto daré, a quienes lo soliciten, las
explicaciones y aclaraciones que estimen necesarias, y desligo por completo a Difusora Mariana Argentina y
a mis compañeros de viaje, de todo compromiso por los errores que, eventualmente, puedan deslizarse.

Me atengo, desde luego, al decreto de la Santa Sede de fecha 15-11-66, publicado en “Acta Apostolicæ
Sedis”, Vol. 58, N. 16, que derogó la antigua exigencia del “Imprimatur” para la divulgación de apariciones
y revelaciones privadas. Pero me someto, desde ya, al juicio definitivo de la Iglesia.

Y ahora me dirijo con vivo interés al lector, creyente, incrédulo o ateo, justo o pecador, eclesiástico o seglar,
tradicionalista o progresista, poderoso o débil, culto o iletrado, sano o enfermo, para decirle, afectuosamente,
que tiene en las manos un libro de esos que pueden cambiar por completo el tono y aun el rumbo y el destino
de su vida.

Comenzará esta introducción, por exponer, objetivamente, hechos comprobados e incontrovertibles, con
precisión de lugares, fechas y personas; hechos que nadie hasta ahora ha podido explicar humanamente y
que, en definitiva, van a enfrentar al lector con la realidad sobrenatural que en nuestros días se vuelca
profusamente sobre la tierra para anunciar gravísimos y muy próximos acontecimientos.

Después de exponer los hechos ocurridos en los lugares precisos que hemos recorrido, y después de
concretar los mensajes, se examinarán con espíritu crítico las objeciones que contra ellos circulan en ciertos
ambientes faltos de la debida información.

Y terminará esta presentación reflexionando sobre las tres graves e ineludibles cuestiones que
espontáneamente surgen, a saber: a) Los mensajes y la Revelación; b) Los mensajes y la Autoridad
Eclesiástica; y c) Los mensajes y el lector.

Comencemos, pues, concretando claramente dónde, cuándo y cómo ocurrieron los hechos que, en El Palmar
de Troya, vienen sucediéndose a partir del día de la primera aparición de la Santísima Virgen, 30 de Marzo
de 1968, y continúan produciéndose en lo que va del año 1975, con ritmo e intensidad crecientes.

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EL LUGAR

El orden prefijado nos lleva ahora al Sur de España, a las ondulantes praderas de Andalucía, regadas por el
Guadalquivir.

De Sevilla a Cádiz se tiende actualmente una moderna autopista de unos 150 kilómetros de longitud, que
cruza las vías del ferrocarril cerca de la ciudad de Utrera. De Sevilla a Utrera se puede viajar por ferrocarril y
también por la carretera, nacional N 333, perfectamente pavimentada, que permite recorrer rápidamente los
29 kilómetros que median entre ambas ciudades.

A partir de Utrera, el camino se inclina hacia el Sur, en demanda de Jerez de la Frontera y de Cádiz; y
cuando el viajero ha recorrido unos 15 kilómetros, divisa, hacia la izquierda, un humilde pueblito de casas
blancas, recostado al borde del camino, sobre la verde llanura sevillana.

Su nombre: “El Palmar de Troya”. Ignorado por completo hasta hace pocos años, es ya conocido en el
mundo entero porque en sus cercanías se encuentra el lugar de las apariciones, una finca rural, denominada
“La Alcaparrosa” y situada también sobre el borde izquierdo del camino. Entre el pueblo y la entrada de la
finca la distancia es de un kilómetro, aproximadamente. Modernos servicios de autobús llevan con facilidad
de Sevilla a Utrera y una línea local más precaria comunica esta ciudad con El Palmar.

A la entrada de la finca se levanta una imponente y bella imagen de la Santísima Virgen, bajo la advocación,
sumamente significativa, de “La Divina Pastora”, que extiende su mano derecha en dirección al lugar de las
apariciones, situado a unos 200 metros de la entrada y precisamente sobre la cumbre que domina la hermosa
comarca, cumbre que el Señor denominó “Monte de Cristo Rey”.

Lejos de Sevilla, lejos de Utrera y apartado de El Palmar, envuelto en soledad, en silencio y en la agreste
belleza del paisaje, el lugar de las apariciones, con austera y humilde dignidad, recibe la visita augusta del
Señor, de su Madre Santísima y de sus santos, con el incienso permanente de la oración que sube hacia la
altura; y se transforma en inmenso templo, limitado sólo por el horizonte, iluminado, durante el día, por el
sol; y cubierto, de noche, por la cúpula gigantesca de la bóveda celeste, encendida y enjoyada con la pedrería
asombrosa de las estrellas.

Allí, en ese maravilloso lugar donde el cielo y la tierra se tocan, hemos sentido y palpado la presencia de
Dios, de la Virgen y de los Santos, a través de hechos prodigiosos, racionalmente irrecusables e
inexplicables, que no olvidaremos jamás.

Examinemos estos hechos con toda objetividad.

LOS HECHOS

El primero de ellos nos sacudió profundamente el día 31 de Diciembre de 1973, en el momento en que
nuestro autobús, que había partido de Sevilla hacia las 17 y 30 horas, llegaba a El Palmar y recorría el corto
trecho que faltaba para llegar a la entrada de la finca de las apariciones.

Los dieciocho peregrinos argentinos que viajábamos en él, todos integrantes o adherentes de Difusora
Mariana Argentina, teníamos los ojos fijos en el magnífico atardecer... cuando de pronto vimos que el borde
del sol comenzó a brillar y a girar hacia la derecha, (en el sentido de las aguijas del reloj) con gran velocidad,
ofreciendo un espectáculo de gran belleza.

Se trata de un hecho frecuente en El Palmar, en San Damiano (Piacenza, Italia) y en otros lugares de
apariciones actuales. Ignoramos si existe o no alguna explicación natural del hecho, ciertamente insólito y
singular por su frecuencia en los lugares de apariciones. Pero, aunque la hubiera, lo consideramos una señal
cierta de amable bienvenida de la Santísima Virgen en el preciso momento en que nosotros llegábamos, esa
tarde inolvidable. Ninguno de nosotros ha dudado de ello después de ver y palpar las maravillas de ese
sagrado lugar.

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Numerosos grupos de peregrinos ingleses, franceses, portugueses y españoles compartieron con nosotros la
jornada de intensa oración y penitencia, en reparación de los pecados que se cometen en la noche de fin de
año. Ininterrumpidamente se celebraron Misas del rito tridentino latino de San Pio V, con fervientes homilías
en los idiomas correspondientes a los distintos grupos.

Durante la celebración del Santo Sacrificio de la Misa notamos que un pequeño grupo comenzó a rodear a
una mujer arrodillada, con los brazos y el rostro tendidos hacia arriba.

Entraba en éxtasis la vidente Rosario Arenillas, una humilde mujer que gana diariamente el sustento de su
familia colaborando con su esposo, Diego, y con cinco hijas mayores, en la recolección del algodón.

Poco después entró también en éxtasis el vidente Antonio Anillos Martín, un humilde trabajador de la
construcción, casado y con hijos, que sostiene a su familia con el trabajo de sus propias manos, encallecidas
en, sus tareas de albañil.

Pudimos verificar que, al entrar en éxtasis, ambos videntes perdieron por completo la sensibilidad, es decir:
dejaron de percibir las sensaciones que en estado normal todo hombre recibe a través de los cinco sentidos
exteriores. En cambio tuvieron la dicha de ver, y oír a la Santísima Virgen y con Ella conversaron, en medio
de una gran emoción, que embellecía mucho sus fisonomías.

Las palabras de la Santísima Virgen fueron repetidas por los videntes y de este modo pudieron grabarse en
cintas magnetofónicas. En esta forma maravillosa la Santísima Virgen, el Señor y los Santos establecen
comunicación con los presentes, a través de un vidente en éxtasis.

La jornada penitencial duró toda la noche y se prolongó durante el día con solemnes cultos eucarísticos y
marianos que culminaron en la grandiosa procesión final. Llevamos en triunfo una preciosa imagen de la
Virgen del Carmen de El Palmar, hasta el pozo de agua milagrosa que se encuentra cerca de la entrada, junto
a la tapia de la finca de las apariciones.

Llegados al pozo, el vidente Clemente Domínguez, (que venía dirigiendo los cantos de la procesión,
espontáneamente entonados por los peregrinos) subió al brocal y allí mismo cayó de rodillas, en un éxtasis
de una belleza escultórica incomparable. En un momento dado, Domínguez, con el rostro radiante de alegría,
siempre vuelto hacia la aparición, comenzó a realizar sobre el estrecho brocal del pozo, una vuelta completa,
contra las leyes del equilibrio corporal y, en medio de un fervor indescriptible, todos comprendimos que la
Santísima Virgen efectuaba un giro alrededor del Pozo para bendecir a los presentes allí congregados. Así lo
confirmó después el vidente, al salir del éxtasis.

Al día siguiente, al anochecer, volvimos al lugar de las apariciones, (también llamado “El Lentisco”, porque
el día de la primera aparición de la Virgen, había, precisamente allí, un arbusto de esa especie) y durante la
celebración de la Santa Misa tridentina, volvió a entrar en éxtasis el vidente Antonio Anillos Martín.

El día jueves tres de Enero volvimos al Lentisco para hacer oración y penitencia hasta después de media
noche, con los demás grupos de peregrinos, y en esa oportunidad pudimos presenciar otro éxtasis admirable
de Clemente Domínguez, cuya autenticidad nos consta por haberlo visto muy de cerca, comprobando la
absoluta falta de sensibilidad del vidente ante la luz de la linterna eléctrica, verificando la gran dilatación
pupilar característica del estado extático, y admirando la transfiguración de su fisonomía, radiante de
felicidad y de belleza.

Esa noche el Señor bendijo especialmente a la Argentina, colocó su mano sobre la cabeza de algunos de
nosotros, entre ellos el Padre Silvio Venturini; anunció la proximidad de la tercera guerra mundial y comparó
El Palmar a un pararrayos que aplaca la ira del Eterno Padre. Anunció también el triunfo muy cercano pero
efímero del marxismo y también su definitiva derrota a manos del Caudillo del Tajo, que avanzará victorioso
hasta Moscú, produciéndose entonces la conversión de Rusia, ya anunciada en Fátima.

El Señor pidió también a los sacerdotes que defiendan la Misa Tridentina Latina de San Pío V y predijo que
quienes lo hagan serán perseguidos y despojados de sus cargos, como lo había profetizado cuando dijo que
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en su nombre expulsarían a sus discípulos de las sinagogas. Aludió al daño enorme que en el mundo y en la
Iglesia ha causado la supresión de las tres Avemarías y de la invocación a San Miguel al final de la Misa. Y
nos hizo saber que en ese momento el Papa Pablo VI se encontraba en Roma y entre nosotros, en El
Lentisco, en bilocación, llorando por la Iglesia y por sus propios errores; y pidió oraciones para que el Papa
reciba la valentía de enmendar los errores de su pontificado. Nos reveló también que esos días, de especial
oración y sacrificio, todo el lugar de las apariciones estaba lleno de ángeles que cantaban con nosotros.

El viernes 4, a las 19 y 30, partimos nuevamente de Sevilla hacia El Palmar para hacer oración y penitencia;
y el sábado 5 reiteramos nuestra visita y presenciamos otro éxtasis de Antonio Anillos Martín, cuya
fisonomía -que ordinariamente nada tiene de llamativa- se embelleció y transfiguró notoriamente ante la
radiante belleza de la visión celeste.

Durante el éxtasis fueron colocados, en las manos del vidente, rosarios, estampas, crucifijos y otros objetos
religiosos que la Santísima Virgen besó y bendijo. También se colocaron cartas conteniendo peticiones que,
terminado el éxtasis, fueron retiradas por sus dueños. Naturalmente, el vidente se encontraba en la
imposibilidad física de leer las cartas, ni siquiera de ver a las personas que se las colocaron en sus manos y
que de ellas las retiraron, al finalizar el éxtasis.

Sin embargo, días después, el vidente hizo saber a una de esas personas, que la Santísima Virgen había leído
su carta y había dado al vidente la respuesta. Ya en vísperas de partir de Sevilla para Madrid y Santander, esa
persona envió una nota al vidente rogándole le comunicara la respuesta.

El vidente escribió entonces una carta que llegó a destino y contenía, en efecto la respuesta de la Santísima
Virgen, la cual DESCRIBE PERFECTAMENTE EL PROBLEMA QUE MOTIVO LA PETICION,
REPRODUCE EXACTAMENTE ALGUNAS EXPRESIONES DE LA MISMA Y SEÑALA CUAL ES LA
SOLUCION CONCRETA, CONFORME A LA VOLUNTAD DE DIOS.

En suma: una respuesta maravillosa por su plenitud y claridad; y maravillosa también por el modo en que fue
dada, ya que es imposible que el autor de la respuesta sea el vidente, ni persona humana alguna.

Los candorosos errores de ortografía y de sintaxis y la trabajosa letra en que la divina respuesta viene
humildemente envuelta, no hacen más que iluminar y embellecer la autenticidad evidente de la intervención
personal de la Santísima Virgen.

Naturalmente el lector desearía que ahora transcribiéramos aquí el texto completo de la carta-petición y el de
la respuesta celeste. Vamos a satisfacer, parcialmente, ese justo deseo transcribiendo la posdata de la carta,
donde el peticionante se dirige filialmente a su Madre del Cielo, diciéndole con sencillez: “Te ruego que tu
respuesta me signifique una señal cierta de la autenticidad de los mensajes de este sagrado lugar, si Dios lo
quiere”.

El lector juzgará si la respuesta es o no prodigiosa; si demuestra o no que el éxtasis y el mensaje de Anillos


Martín fueron auténticos; y si la respuesta de la Santísima Virgen puede razonablemente tenerse por señal
cierta de la autenticidad de los mensajes de El Palmar de Troya.

Para el interesado no cabe la menor duda. A nadie impone su certeza. Sólo expone su convicción absoluta, y
la confiesa y proclama en honor de la verdad y de la Santísima Virgen, y la funda en razones evidentes que
hasta ahora nadie ha logrado desvirtuar.

Y para terminar la exposición de este hecho, debemos agregar que el autor de la carta-petición y el autor de
este prólogo es una misma y única persona, que declara aquí, bajo juramento público y solemne, que lo
expuesto es enteramente fiel a la verdad.

Lo hace impulsado por un sentimiento muy hondo de lealtad y de gratitud y también por una orden expresa
que ve en las palabras que la Santísima Virgen pronunció en el Lentisco el día 25 de Abril de 1971, como
comprobará el lector, consultando el mensaje de esa fecha en la recopilación que estamos presentando.

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Dichas palabras son las siguientes: EL QUE ESTA SEGURO DE HABER OIDO LA VOZ DEL CIELO,
ESTA OBLIGADO A DAR TESTIMONIO DE ESA VERDAD, BAJO PENA DE CONDENACION”.

El que esto escribe, naturalmente, no quiere condenarse. Por eso publica aquí su testimonio sin esperar el
juicio definitivo de la Iglesia, al cual, sin embargo, se somete desde ya.

Ahora bien: este hecho que no tiene en absoluto ninguna explicación humana y los demás que hemos
presenciado o protagonizado personalmente los dieciocho peregrinos argentinos conducidos por el Padre
Silvio Venturini, con ser tan sorprendentes, son muy poca cosa, comparados con la catarata de prodigios que
se vienen multiplicando en El Palmar de Troya desde hace siete años y hasta el día de hoy, en que acabamos
de recibir noticias de los prodigios obrados durante la Semana Santa de este año 1975.

Este impresionante conjunto de hechos maravillosos ha sido magníficamente documentado en un memorial


firmado por 342 testigos presenciales, que dan perfecta razón de sus dichos y acreditan decisivamente, con
precisión de fechas, lugares, personas y cosas, innumerables sucesos sin explicación natural, que abonan la
autenticidad de las apariciones y mensajes de El Palmar.

El documento lleva fecha 15 de Abril de 1972 y fue presentado al señor Cardenal-Arzobispo de Sevilla,
como recurso de nulidad contra la desautorización que el mimo prelado pronunció el 18 de Marzo de 1972.

Dada, pues, su capital importancia procesal y su enorme fuerza probatoria de la verdad de los hechos y, por
tanto, de la autenticidad de los mensajes, se transcribe a continuación de este prólogo como prueba
documental integrante del mismo. (Documento No. 1).

El documento demuestra que los prodigios de El Palmar no sólo se produjeron con intervención de los
videntes nombrados hasta aquí, sino también de otros, como María Luisa Vila, María Marín, José Navarro,
Antonio Romero, Arsenia Llanos y Manuel Fernández.

El principal de ellos es, sin duda, Clemente Domínguez, y por esta razón se ha decidido la publicación de sus
mensajes, lo que nos obliga a formular alguna breve referencia sobre este instrumento del Señor y de la
Virgen.

Clemente Domínguez es un joven sevillano nacido en el año 1946 y cumplirá 29 años de edad, el 23 de Abril
de 1975. Llegó a El Palmar, como tantos otros, atraído por los prodigios que comenzaron el 30 de Marzo de
1968, sin contar con ninguna espiritualidad descollante; antes, al contrario, él mismo dice y repite, con
sincera convicción, que era y es un pobre pecador.

La manera sencilla y gradual en que fue conociendo las maravillas de El Palmar, primero con respetuosa
curiosidad, y luego con la evidencia de lo sobrenatural que lo envolvió por completo y lo decidió a consagrar
su vida a esta alta misión, podrá apreciarse en el relato que brindamos al lector bajo el título: “Datos
históricos sobre hechos que precedieron a las primeras visiones y misión apostólica del vidente del Palmar de
Troya, Clemente Domínguez Gómez” e insertamos a continuación del prólogo como parte integrante del
mismo. (Documento Nº 2.)

Esta publicación se efectúa conforme a un deseo expreso del mismo vidente, y por amabilidad y cortesía del
autor, el joven Manuel Alonso Corral, abogado, residente en Sevilla y amigo de Domínguez, con quien ha
compartido las emocionantes etapas de esa transformación de simples peregrinos, en Apóstoles de El Palmar,
ya que también el doctor Alonso ha consagrado su vida a esta obra maravillosa. Se trata, pues, de un
documento valioso, redactado por un testigo calificado y presencial, y confirmado por el mismo vidente.

Quienes hemos conocido y tratado personalmente a Clemente Domínguez en Buenos Aires en 1972 y 1973,
y en Sevilla y El Palmar, en 1974, coincidimos en apreciar su buen sentido, equilibrio mental y sencillez,
como asimismo su trato ponderado, afable y humilde.

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Pero en ocasiones también hemos admirado su decisión e intrepidez para cumplir las instrucciones del Cielo
y para afrontar y soportar con paciencia las continuas y graves dificultades inherentes a su dificilísima e
incomodísima misión, como vidente y como apóstol de El Palmar, como mensajero de Dios ante las más
altas Jerarquías de la Iglesia Católica y como defensor de la Tradición y del Magisterio.

Brillante ejemplo de lo dicho es la defensa del Papa Pablo VI que ejerció públicamente en Buenos Aires, y
más, precisamente, en la Santa Casa de Ejercicios de la calle Independencia, ante un calificado y numeroso
grupo de católicos, el día 21 de Octubre de 1972.

Frente a los ataques que dos destacados sacerdotes extranjeros dirigieron contra el Papa Pablo VI, Clemente
Domínguez se puso de pie y, ante la expectación general, y la admiración de algunos, levantó su voz para
defenderlo, calificando como “extremismo” la posición de los atacantes. Terminada su defensa se retiró de la
reunión, exclamando con fuerza: “¡VIVA EL PAPA!”.

También deben destacarse las conferencias que pronunció el Buenos Aires los días 5 y 6 de Noviembre de
1973 en defensa de las Sagradas Escrituras, de la Tradición de la Iglesia, el Magisterio y del Papa Pablo VI.
Sobre estas conferencias volveremos más adelante.

Clemente Domínguez y los demás videntes de El Palmar han protagonizado numerosas estigmatizaciones y
copiosas sangraciones, principalmente en Semana Santa; sufrimiento místico de la Pasión del Señor, incluso
la crucifixión, en espectáculos realmente sobrecogedores; recepción del Niño Jesús en los brazos,
comuniones místicas visibles, revelaciones particulares y otros muchos hechos prodigiosos probados por
numerosísimos testigos que acuden a El Palmar desde todos los rumbos de España y del mundo y
documentados por grabaciones magnetofónicas, fotografías, tomas cinematográficas, actas notariales y
publicaciones de toda índole. Una parte no desdeñable de esta abundantísima prueba documental ha sitio
traída por nuestro grupo argentino en el mes de Febrero de 1974 y está a disposición del lector.

Además de los hechos prodigiosos, nosotros estimamos, como prueba de la autenticidad de los mensajes de
El Palmar, la ortodoxia plena de la doctrina que allí se recibe y se difunde, y del culto grandioso, riguroso,
solemne y conforme al rito tradicional que allí se practica con una intensidad sorprendente y con un
sacrificio extraordinario.

También ellos, los videntes, estiman más la Misa que la visión y el éxtasis.

Un episodio aparentemente sin trascendencia así nos lo demostró con claridad. Era el sábado 5 de Enero de
1974. Estábamos asistiendo a Misa en el descampado Monte de Cristo Rey, en pleno invierno y a altas horas
de la noche, cuando de pronto cayó en éxtasis el vidente Antonio Anillos Martín. Naturalmente, algunos lo
advertimos y acudimos a rodearlo para entregarle objetos religiosos que la Virgen suele besar, y cartas que, a
veces, contesta. Algunos peregrinos, en el afán de atender el éxtasis, involuntariamente dieron la espalda al
altar y en ese momento, con gran edificación, oímos la voz de los dirigentes, advirtiendo, amablemente que
se evitase dar la espalda al altar porque “LA MISA ES MAS IMPORTANTE QUE LA VISION”.

Maravilloso sentido de equilibrio y de jerarquía entre el carisma ocasional y el centro vital del culto cristiano
permanente, pues la Misa, sacrificio de valor infinito, es el máximo don de la caridad, y sin caridad, el
carisma es metal que suena y címbalo que retiñe (Pablo, I Corintios, 13, 1).

La persistencia de hechos extraordinarios y de ese acatamiento fidelísimo a las Sagradas Escrituras, a la


doctrina tradicional, a la autoridad de la Iglesia, al Soberano Pontífice y al culto tradicional a través de tan
largo tiempo, a pesar de las persecuciones, calumnias, desprecios, injusticias y sufrimientos que soportan los
videntes y los apóstoles de El Palmar y, sobre todo, el fruto espléndido de virtud, de piedad, de ortodoxia, de
conversiones y de curaciones extraordinarias que brilla y crece cada vez más en El Palmar, son a nuestro
modo de entender, señales inequívocas de la directa intervención del Cielo y, por tanto, de la autenticidad de
los mensajes que ofrecemos.

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LOS MENSAJES

Tan extraordinaria intervención divina no se explicada si no hubiera muy graves razones que la justifiquen.
En efecto, las hay, y gravísimas. Y surgen del texto de los mensajes que en las apariciones se dieron y cuyo
contenido es terrible y hermoso, como terribles y hermosos son la justicia y el amor de Dios que los inspira.

Los mensajes declaran solemnemente que la corrupción ha cubierto la faz de la tierra; que el muido está cada
día más “podrido”, y que la ira del Cielo pronto se abatirá sobre toda la humanidad con terrible violencia.

También declaran que Satanás se ha infiltrado en la Iglesia; que los errores modernistas y progresistas que en
ella cunden, corrompen la doctrina, la moral y el culto tradicionales y resisten al Magisterio, por una
arbitraria y aberrante interpretación del Concilio Vaticano II; que hay obispos que se han “prostituido” y es
caridad descubrir al fariseo; que también hay pastores masones del grado 33; que Satanás ha escalado los
más altos puestos de la Iglesia y llegará a sentarse en la Silla de Pedro, y que el Papa Pablo VI es hoy el
mártir del Vaticano, porque se encuentra prisionero de un cerco masónico-marxista que no le deja gobernar.

Manifiestan además que, ante tales abominaciones, la copa de la ira de Dios no solamente está llena, sino que
ya se desborda y se derrama sobre la humanidad mediante la progresiva agravación de catástrofes,
inundaciones, terremotos, sismos, hambres, enfermedades, accidentes terrestres, marítimos y aéreos,
conflictos sociales y políticos, guerras, odios y crímenes, que irán en aumento a medida que los hombres
desprecien la ley de Dios y los avisos y mensajes que la Santísima Virgen ha dado en La Salette, Lourdes,
Fátima y Garabandal, y sigue dando en El Palmar de Troya, México, San Damiano (Piacenza, Italia), y
muchos otros lugares donde actualmente el Cielo reitera idénticos mensajes avalados por iguales prodigios.

Revelan, asimismo, que el principal azote de Dios es actualmente la masonería, la cual, mediante el
marxismo, está incubando, dentro de la Iglesia, el cisma que la sacudirá violentamente, como una gran
tempestad, cuando el Papa Pablo VI alcance la palma del martirio y en el Vaticano se nombre al sucesor, que
será un antipapa, entregado a la preparación del reinado del Anticristo.

Anuncian también que, al estallar el cisma, dentro de poco tiempo, se producirá el gran milagro prometido en
Garabandal; que si el mundo rechaza esa nueva señal del poder y del amor de Dios, caerá bajo la esclavitud
del marxismo y la ira de Dios se desatará hasta sus últimas consecuencias; que el Caudillo del Tajo derrotará
y perseguirá a las fuerzas marxistas hasta Moscú; que París será abrasada por el fuego y Marsella tragada por
el mar; que las grandes metrópolis, hundidas en el pecado, serán destruidas, el mar inundará la tierra y las
montañas se derrumbarán; fuego del cielo purificará la tierra y los enemigos de Dios perecerán todos en una
hecatombe que nunca se ha visto ni se verá jamás.

Y profetizan que entonces, por fin, vendrá, con la justicia, la paz. Los apóstoles de los últimos tiempos,
preanunciados por Grignion de Montfort, extenderán el Evangelio a todas partes; Rusia se convertirá;
florecerá la primavera de la Iglesia, el Inmaculado Corazón de María derrotará a la serpiente infernal; y el
mundo, iluminado por el triunfo de la Precursora de Cristo, Madre y Medianera de la Gracia, recibirá con
gozo al Señor en su segunda venida a la tierra, para reinar, por amor, entre los hijos de los hombres. ¡Es la
Parusía!

Pero sobre todo señalan los medios que todo hombre consciente debe emplear para enfrentar la catástrofe
apocalíptica que ya ha empezado a ensombrecer el mundo y que dará paso, no al Juicio Final, sino a la
luminosa y gloriosa venida del Señor.

Esos medios se resumen en dos palabras: Oración y Penitencia.

Oración que brote des reconocimiento de la realidad: realidad de Dios y realidad del hombre. Realidad de
Dios, Creador, Redentor, Providente y Remunerador. Y realidad del hombre alzado contra el infinito poder
de Dios, por la locura del pecado.

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Oración que pida y alcance por mediación de María, la luz para la inteligencia y el arrepentimiento para 1
corazón. Oración que lleve a la penitencia, que es arrepentimiento sincero y que es reparación y satisfacción
por los pecados propios y ajenos, mediante la aceptación del sufrimiento cotidiano y de la propia cruz,
soportados y ofrecías por amor al Divino Crucificado y en unión con El.

Con este espíritu de realismo sincero y de hondura humana, filosófica y teológico, han de entenderse y
cumplirse las prácticas piadosas que los mensajes recomiendan y que en El Palmar de Troya se cumplen con
fervor y sacrificio ejemplares.

Las prácticas que los mensajes señalan, son: dejar el pecado, vestir y vivir con modestia cristiana, combatir
la indecencia en la moda femenina, cumplir los deberes del propio estado de acuerdo con las normas de la
moral cristiana, rezar con frecuencia el Rosario tradiciona1 y el penitencial de Padrenuestros, defender la
Misa Tridentina Latina, promulgada por San Pío V, y comulgar con fervor, de rodillas, en la lengua, y no en
la mano, dando la debida acción de gracias; rodear de amor a la sagrada Eucaristía y rendirle culto solemne
en horas santas, exposiciones mayores, adoraciones nocturnas, procesiones eucarísticas y visitas devotas al
Sagrario, tan abandonado en nuestras Iglesias; adorar la Santa Faz del Señor y su Sagrado Corazón y honrar
el Inmaculado Corazón de María, obedecer y defender al Santo Padre, el Papa Pablo VI, y rogar a Dios que
lo libre de las manos de los enemigos que lo rodean en el Vaticano; sostener y difundir sus enseñanzas
auténticas, obedeciendo a los obispos que están en comunión con el, y con la Santa Tradición y el Magisterio
de la Iglesia; y no obedecer a los falsos profetas y malos pastores que optan por la herejía inmanente de
nuestro tiempo, llamada progresismo.

Todo este riquísimo contenido doctrinal, histórico, profético, místico y carismático de les apariciones y
mensajes de El Palmar de Troya y toda esta pujante y profanada vida espiritual que allí se enseña y que allí
se practica intensamente, todas las noches, desde las 20 ha a las primeras horas del día siguiente, desde hace
casi siete años, corroboran la certeza del divino origen de los mensajes, certeza que también surgió de las
señales de autenticidad examinadas en el capitulo anterior del presente prólogo.

Porque es evidente que tan espléndidos frutos de oración y de penitencia, de ascética y santidad, no pueden
ser productos de mensajes inventados por la malicia de Satán, ni por la imaginación de un iluso, ni por la
habilidad de un farsante.

Ahora bien: si el contenido de los mensajes de El Palmar corrobora la autenticidad de su divino origen, no
menos la reafirma la maravillosa coincidencia de ellos con los que se dictaron y continúan dictándose en
otros lugares de apariciones que hemos visitado en España, Francia e Italia, durante los primeros meses del
año 1974.

Es imposible incluir en estrecho marco de este prólogo el examen cuidadosa de la gran cantidad de
apariciones, mensajes y hechos extraordinarios que en este viaje hemos conocido o recordado en tan diversos
lugares, como Madrid (videntes: Amparito Guasp Pérez y María Nieves Suiz); Garabandal, situado a 90
kilómetros al Oeste de Santander (videntes: Dolores, Concepción, Jacinta y Maricruz); Monte Umbe, a 15
kilómetros al Norte de Bilbao (vidente: Felisa Sistiaga de Arrieta); Lourdes, en los Pirineos franceses
(vidente: Bernardita Soubirous); La Salette, en los Alpes franceses, cerca de Grenoble (videntes: Maximino y
Melania); Milán, vía Lunigiana (vidente: Carmela Carabelli); San Damiano, cerca de Piacenza, comuna de
San Giorgio (vidente: Rosa Quatrini); San Vittorino, a unos 30 kilómetros de Roma, camino a Tivoli
(estigmatizado Fratel Gino); Roma (vidente: Bruno Cornacchiola); Porto San Stefano, sobre el monte
Argentario (vidente Enzo Alocci); Balestrino, cerca de Loano, en la costa ligur (vidente: Catalina Richero); y
San Vicente Dels Horts, al Sudoeste de Barcelona, monte de la Virgen de los Remedios (vidente: José
Casasampere).

No podemos detallar aquí todos estos mensajes, pero lo que podemos y debemos hacer es afirmar, con toda
convicción, que los mensajes dados en los lugares mencionados, personalmente visitados por nosotros,
coinciden, admirablemente, con los que recibieron Clemente Domínguez y los demás videntes de El Palmar
de Troya.

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Y si a esa sorprendente coincidencia, de amplitud continental, agregamos el examen de los mensajes de
México (vidente: Reverenda Madre Marta Concepción Zúñiga López), y los de Nueva York, Bayside
(vidente: Verónica Lueken), comprobamos, con asombro, que éstos también coinciden con los de El Palmar
y con los demás de Europa.

Ahora bien: ¿cómo se explicaría esta magnífica coincidencia intercontinental si las apariciones no fueran
auténticas y los mensajes no fueran verdaderos?

LAS OBJECIONES

Entre nosotros son poco conocidos los extraordinarios mensajes que acabamos de reseñar. Pero en cambio
han impresionado y circulado bastante algunas objeciones que formula el sacerdote español, Padre Luis Jesús
Luna, y otras originadas en nuestro ambiente. En la imposibilidad de tratarlas todas, serán seleccionadas
cinco de las más importantes, que, por lealtad para con nuestros lectores, debemos examinar con
detenimiento.

Primera objeción

Se cuestiona aquí el mensaje del día 12 de Diciembre 1969, dictado por Santo Domingo de Guzmán, que
dice así:

“ 1) Que se extienda y que se proclame el rezo del santo rosario de Padrenuestros que la Virgen ha dictado en
este sagrado lugar (este rosario consiste en cincuenta Padrenuestros, Avemarías, Glorias y Avemaría
Purísima); 2) Que se extienda a todo el mundo la adoración de la Santa Faz del Señor; haced el Vía Crucis
contemplando el Divino Rostro de Cristo Jesús conmemorando la Pasión, Muerte y Resurrección; unido a los
dolores de la Bienaventurada siempre e Inmaculada Virgen María, pidiendo perdón por todos los pecados,
todas las ofendas, insultos, sacrilegios proferidos al Divino Rostro. Que comulguen todos los primeros jueves
de cada mes, durante todos los años, hasta la próxima venida del Señor, haciendo veinte minutos de
reparación, dando gracias a Dios, pidiendo la conversión de Rusia. Todos los que adoren la Santa Faz y
hagan esta Comunión reparadora, recibirán la gracia de morir en la santidad.

La salvación del mundo está en hacer lo que se ha dictado en este mensaje.”

Se afirma que este mensaje adolece de excesiva cortedad de miras y exaltación de lo accesorio.

La cortedad de miras -respondemos- y la exaltación de lo accesorio podrán surgir, quizá, de la poda y


mutilación del texto adulterado por los propios objetantes, quienes han publicado y hacen circular como
verdadero y auténtico este texto previamente vaciado de su verdadero e íntegro contenido. Podríamos citar el
título del libro y número de página que documenta el desafuero cometido por los adversarios de los mensajes
de Clemente Domínguez. No lo hacemos para evitar difamaciones innecesarias.

Pero tal cortedad de miras no surge, en absoluto, del verdadero, auténtico e íntegro mensaje dictado por el
Cielo que, con divina claridad, profundidad y belleza, nos traza un amplio programa de vida espiritual, de
apostolado y de reparación heroica.

La crítica de los impugnadores de Clemente Domínguez ataca el Rosario de Padrenuestros, el escapulario,


las imágenes sagradas en él contenidas y las prácticas piadosas que suelen ser consideradas ya fuera de
moda, resabios sin importancia y sin eficacia, de una ya anticuada, perimida y supersticiosa devoción
popular.

Pero esta hinchada suficiencia ridiculiza especialmente el escapulario que en El Palmar se lleva
externamente, por orden del Señor, dictada por medio de Clemente Domínguez. A quienes obedecen esta
orden se les designa despectivamente como “los del escapulario”, “los acólitos del escapulario”, y también:
“la pandilla”, y el “el grupo clementino”.

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La defensa del escapulario no la vamos a hacer nosotros porque la hizo ya el Señor, el día 12 de Febrero de
1971. Ese día, en efecto, se apareció sangrando por todas sus llagas y dijo lo que sigue:

“Hijos míos: hoy sangro por todas mis llagas, porque veo, en estos grupos que vienen aquí a rezar, personas
que desprecian mis palabras, que consideran ridículos mis mandatos. Examinad vosotros: ¿Es ridículo que
tengáis en vuestras carteras y en vuestras casas el retrato de vuestros padres? Los tenéis en las paredes y no
os importa la opinión de nadie.

“Yo os pregunto: ¿Acaso no soy vuestro Padre Yo? ¿Por qué no dais testimonio de Mí? ¿Acaso es ridículo
que llevéis el escapulario externamente dando testimonio de vuestra fe? ¿Acaso Satán puede insistir tantas
veces en que llevéis este Santo Escapulario cuando precisamente este Escapulario es para expulsar a Satán?...
Hijos míos: son innumerables los que están en el Cielo por causa de las Santas Cruzadas. Todos ellos
portaban banderas con mi señal y la de la Virgen Santísima, y se enfrentaban con los enemigos sin reparar
que iban a perder sus vidas corporales.

“Ha llegado el omento de tener valor y servir de mofa, si es preciso, en defensa mía. Mirad que es Mi Rostro,
Mi Sagrado Corazón y el de Mi Madre Santísima. En estas tres reparaciones está la salvación del mundo.

“Todos los que vienen aquí tienen pruebas, más que suficientes, de la autenticidad de estos mensajes en que
se dice que hay que llevar externamente este Santo Escapulario. Observad cómo a mis otros videntes,
Antonio y José, les hemos ido pidiendo los escapularios, se los hemos ido bendiciendo, no una sola vez, sino
muchas. ¿Es que no es prueba suficiente? ¿Para qué queréis más pruebas?... Hay que hacerse niños para
comprender los misterios divinos. Para comprenderme a Mí no hace falta estudio: sólo humildad, y la gracia
del Espíritu Santo caerá sobre él. ¡Ay del que se escandalizare de este escapulario! ¡Pobre de él!”

Con esta amplia y paciente explicación del Señor sobre la adoración de la Santa Faz como una de las
condiciones a que está sujeta la salvación del mundo, queda, pues, aclarada y desvirtuada la primera
objeción.

La Iglesia siempre ha admitido y enseñado que Dios suele sujetar a ciertas condiciones y prácticas piadosas
la concesión de gracias especiales, según las necesidades de los tiempos. Y es evidente que el Señor puede
ligar al uso del escapulario de la Santa Faz y demás condiciones establecidas en el mensaje, la concesión de
aquellas gracias especialísimas que el mundo hoy necesita para salvarse de los gravísimos castigos que
merece y están ya anunciados.

Es absurdo ver, en esas condiciones de salvación, cortedad de miras ni exaltación de lo accesorio, como
pretenden quienes formulan la primera objeción. El Señor se ha dignado explicar las razones por las cuales
pidió se incrementara la adoración a la Santa Faz. Y hasta tuvo la bondad de señalarnos una prueba decisiva
de la autenticidad de este mensaje al recordarnos que otros dos videntes, Antonio y José, coinciden con
Clemente Domínguez en lo referente a la Santa Faz. Este argumento es válido también para los que no tienen
fe en los mensajes, pues la coincidencia de dos testimonios graves, precisos y fidedignos, siempre se ha
tenido, en todos los tiempos, como prueba suficiente de la realidad de un hecho.

Carece, pues, de fundamento la primera objeción.

Segunda objeción

Se refiere al mensaje del 15 de Diciembre de 1969 que los objetantes presentan en los siguientes términos:

“En verdad, en verdad os digo: el que no ama a mi Madre, no me ama a Mí ni al Padre; por tanto, Yo no lo
tendré en cuenta en el día del juicio.” (La Santa Faz.)

Y la crítica es la misma: cortedad de miras y máxima exaltación de lo accesorio”.

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Juzgue el lector si no serán los objetantes quienes se han quedado cortos, muy cortos, al transcribir el
mensaje, pues el verdadero y auténtico texto despliega la magnífica amplitud de su pensamiento en los
siguientes términos:

“15 de Diciembre de 1969. La Santa Faz: En verdad, en verdad os digo: el que no ama a mi Madre no me
ama a Mí ni al Padre. Por tanto, Yo no le tendré en cuenta en el día del juicio. Todo debe venir por medio de
mi Madre. Quien profanare a mi Madre, a Mí me profana y al Padre, y el castigo será divino.”

“La Inmaculada Concepción: Mi Divino Hijo os ha dicho que quien pidiera gracias por mi mediación, las
recibirá. Y Yo os digo que quien no adorare la Faz de mi Divino Hijo, Yo no le oiré.”

“El Sagrado Corazón de Jesús: Hijo mío: quien adorare mi Divino Corazón y no adorare mi Divino Rostro,
no tendré compasión de él, pues quien adora el Corazón, adora todo el Cuerpo. Quien adorare mi Corazón y
mi Faz y despreciare la Eucaristía, Yo no le oiré.”

Dejamos a la cristiana sensibilidad del lector el apreciar y saborear la hondura y la hermosura de estas
palabras en que no se sabe si admirar más: la profundidad doctrinal, la fuerza persuasiva, o la divina y
transparente belleza de la forma.

¿Es esto “cortedad de miras y exaltación de lo accesorio”?

Este mensaje se defiende solo, por su propio contenido. Su origen divino brilla por su verdad deslumbrante,
por su bondad inmensa, por su gran belleza que nos conmueve y asombra.

¿Cómo puede verse “cortedad de miras” ni “exaltación de lo accesorio” en este cuadro grandioso donde la
razón, la teología, la metafísica, la lógica, la doctrina tradicional de la Iglesia y la consumada sobriedad de la
expresión se enlazan admirablemente y concurren en un todo armónico y jerárquico donde cada parte ocupa
su debido lugar: la Madre del Señor, Mediadora de todas las gracias, el Rostro Divino del Señor, su Sagrado
Corazón, su Divino Cuerpo, su Divina Persona y su Eterno Padre?

Por todas partes brilla en el conjunto un orden lleno de esplendor. Y como tan admirable contenido excede
ostensiblemente la capacidad de Clemente Domínguez, persona desprovista de estudios superiores
universitarios ni teológicos, esta misma desproporción demuestra que Domínguez no es causa principal, sino
sólo instrumental de los mensajes, lo que confirma la autenticidad de las apariciones.

Tercera objeción

“El señor Cardenal ha prohibido celebrar Misa en el Lentisco; luego, es el Señor quien no quiere que se
celebre.”

Así argumentan, entre nosotros, algunos católicos desorientados por la campaña adversa a Clemente
Domínguez.

Si esa conclusión fuera verdadera, resultaría que todos los mensajes del Señor, que reiteradamente piden se
celebren Misas en El Palmar, serían apócrifos; y todas las Misas que allí se celebran, le desagradarían
profundamente.

Pero lo verdadero es lo contrarío. Así lo prueban los hechos.

En efecto, con posterioridad a la prohibición del señor Cardenal de Sevilla, publicada el 18 de Mayo de 1970
y reiterada el 18 de Marzo de 1972, las Misas han continuado celebrándose en El Palmar. Pero también han
continuado sucediéndose apariciones y mensajes, curaciones y conversiones maravillosas, éxtasis y prodigios
solares y hechos extraordinarios. Y no solamente han continuado, sino que han ido en aumento el fervor, la
oración y la penitencia.

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Ahora bien: si continúan y crecen las señales inequívocas de la intervención del Cielo, ello evidencia que el
Señor aprueba las Misas que allí se celebran a pesar de la prohibición del señor Cardenal.

Los videntes y sus seguidores han cumplido, pues, su inexcusable deber de prestar obediencia antes a Dios
que a los hombres. Desde la fecha de la prohibición, una nube creciente de reparación, oración y penitencia
continuó subiendo al Cielo desde la cima del Monte de Cristo Rey, donde el que manda es -claro está- Cristo
Rey... y también el señor Cardenal de Sevilla, cuando está en comunión con El y con su amado Vicario,
Pablo VI.

Tales son los hechos. Y los hechos no se discuten. Y estos hechos gravitan sobre el derecho, porque la
prohibición del señor Cardenal ha caído en evidente desuso con el tácito consentimiento del mimo, durante
los tres años que han transcurrido desde su última prohibición. En efectos las leyes caducan por su
incumplimiento general, prolongado y consentido por la propia autoridad que las dictó.

Por otra parte, las prohibiciones del señor Cardenal revisten carácter de sentencia de primera instancia, que
niega la autenticidad de las apariciones y mensajes de El Palmar. Pero tal sentencia ha sido oportuna y
formalmente recurrida por aquellos mismos a quienes las prohibiciones afectan y deshonran. Por lo tanto, la
decisión de la Iglesia está ahora en manos del Santo Padre, el Papa Pablo VI. Y cualquiera comprende que si
el Santo Padre, en definitiva, reconociera mañana como auténticos los mensajes de El Palmar, serían
irreparables los perjuicios que el señor Cardenal irrogaría injustamente hoy, si ahora mismo, pendiente el
recurso, hiciera valer a todo trance su prohibición, como si fuera definitiva.

Irreparable fue el perjuicio que a Santa Juana de Arco causó el Obispo de Beauvais, monseñor Píerre
Cauchon, cuando desestimó la autenticidad de sus apariciones y mensajes, y firmó la sentencia que la mandó
quemar viva en la Plaza del Mercado de Ruán, sin esperar la sentencia definitiva de la Santa Sede, a la cual
había apelado la propia madre de la heroica vidente.

Con respecto al caso de Sevilla, ya hemos mencionado en el capítulo III el vigoroso alegato firmado por 342
testigos presenciales, que puntualizan los hechos extraordinarios de El Palmar y manifiestan que ningún
firmante y ningún vidente fue llamado a prestar declaración ante el Arzobispo de Sevilla, que la sentencia se
ha dictado sin audiencia de los acusados y que, por tanto, la sentencia es jurídicamente nula.

El enérgico memorial presentado ante el señor Arzobispo de Sevilla funda el recurso en una impresionante
enumeración de hechos extraordinarios ocurridos en El Palmar con intervención de los videntes María Luisa
Vila, María Marín, Rosario Arenillas y Clemente Domínguez y concreta fechas, horas, y demás
circunstancias de las comuniones místicas visibles, estigmatizaciones, sangraciones, coronaciones de espinas
y éxtasis con sus preciosos frutos de revelaciones, sacrificios, penitencias, apostolado y conversiones.

Con el énfasis propio de quienes han visto la verdad con sus propios ojos, los firmantes manifiestan que
negar tan abundantes y públicos hechos, acreditados con innumerables pruebas, sería acto de “absurdo y loco
escepticismo, parecido a las negaciones de los fariseos, con respecto a las obras y milagros del Señor que
veían, pero que repudiaban, llegando su cinismo a decir que el Señor actuaba por arte y poder del demonio”.
Los enemigos de hoy no le van en zaga a sus antecesores, contemporáneos del Divino Salvador, para negar
los hechos sobrenaturales que nos ha tocado presenciar y admirar y que son humanamente inexplicables...

Reiteramos que ese documento se transcribe íntegro, a continuación del presente prólogo y como parte
integrante del mismo, en calidad de prueba documental.

El recurso al Santo Padre, contra la prohibición del señor Cardenal, fue elevado a Roma y entregado
personalmente en manos del Sumo Pontífice Pablo VI, por el propio vidente, Clemente Domínguez, el día 16
de Abril 1972, o sea, dentro de los 30 días de la fecha de la resolución recurrida. De hecho constituye una
apelación que coloca el asunto en instancia papal. Posteriormente, Domínguez ha vuelto varias veces a Roma
para entregar al Santo Padre, en propias manos, y por medio de altos prelados del Vaticano, como el
Cardenal Ottaviani, diversos informes sobre los nuevos sucesos extraordinarios y mensajes recibidos en El
Palmar.

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La última de esas presentaciones por nosotros conocida, lleva fecha 8 de Diciembre de 1974, y cobra
particular importancia porque demuestra los humildes y filiales sentimientos de sumisión al Papa que abrigan
los videntes, apóstoles y peregrinos de El Palmar: porque evidencia que el Santo Padre continúa
puntualmente informado de todo lo que ocurre en el sagrado Monte de Cristo Rey, a fin de que pueda dar, en
su momento, la sentencia definitiva; y porque agrega un valioso resumen que compendia todo el contenido
de los mensajes dictados a lo largo de siete años. Dada la importancia de esa presentación, su texto se
transcribe como parte integrante y prueba documental del presente prólogo. (Documento Nº 3.)

La prohibición del señor Cardenal apenó muchísimo al vidente Clemente Domínguez, quien se vio en un
conflicto de obediencias, pues, por un lado, el Señor le ordenaba la celebración de Misas y el señor Cardenal
se las prohibía. Confuso y perplejo, el vidente, con la sencillez, llena de filial confianza con que suele
dirigirse al Señor, le consultó, el día 1 de Enero de 1971, en los siguientes términos:

“Señor... y a los obispos, que la mayoría combaten... ¿qué les digo?”

“Diles -contestó el Señor- que examinen a historia de la Iglesia y que ha habido obispos que han difamado a
los videntes, que los han calumniado y los han llevado a la hoguera y, posteriormente, la Iglesia ha
canonizado a esos videntes. Que admitan que ellos pueden equivocarse, que pidan luz y se la daré. Y tú, hijo
mío, agárrate fuerte al Papa, que él no te condenará, y cuando tengas dudas y para ti te digas: ‘Esto debe ser
mentira porque el Cardenal me ha dicho que es mentira'... Pero el Vicario de Cristo, aún no ha hablado; ahí
descansas. Si llegara a hablar, consulta conmigo.

“Además, no te esfuerces por hacer comprender a los teólogos y a los obispos porque, mientras ellos no
tengan humildad, no comprenderán nada.

“Diles a ellos que observen cómo hay hijos que viven en la miseria, donde no les ha llegado la cultura, que
son analfabetos y aceptan mi palabra porque tienen sencillez y humildad. Pero siempre se cumplirá esto: A
los poderosos los derribo de sus tronos y a los humildes los ensalzo. ¡Qué fácil es todo cuando hay humildad!
Os bendigo.”

Reiteramos que este mensaje es del 1 de Enero de 1971. Es anterior, entonces, a la segunda prohibición del
señor Arzobispo, la cual lleva fecha 18 de Marzo de 1972. Pero inmediatamente después de esa prohibición
segunda -se diría que como respuesta a la misma- el día 25 de Marzo de 1972 el Padre Eterno, por medio de
Clemente Domínguez, dijo:

“Hijos míos: estoy grandemente enojado con el Pastor que guía el rebaño de Sevilla. No ha obrado con
prudencia. Ha condenado, sin estudiar seriamente y con espíritu humilde, los benditos fenómenos
sobrenaturales acaecidos en este sagrado lugar de El Palmar de Troya. Mi brazo justiciero se dejará caer
sobre este Pastor. No puedo permitir que la humanidad se mofe de mis hechos sobrenaturales, de mis
prodigios, de mis gracias, repartidas para todos los que quieran acogerse.

“Hasta ahora no se ha hecho un verdadero estudio de este sagrado lugar. ¿Dónde están aquí los grandes
teólogos, los doctos? Sólo han sido enviados algunos, los cuales han informado mal.

“Está llegando mi hora de la justicia. O se está con mi Hijo Jesucristo o se está contra El. Andad con
cuidado. La obediencia ciega puede ser ocasión de desvío y de cisma. La roca está en el Papa, Pablo VI, y en
los obispos que estén en verdadera comunión con El. Cuando un obispo, en temas fundamentales, se aparta
del Magisterio Papal, mi Hijo Jesús le retira las ovejas a él encomendadas.

“Estoy muy enojado con el Episcopado español. Sigue sin tomar en serio el documento de la Sagrada
Congregación de Roma. Sabed bien que si esta Conferencia Episcopal no se adhiere al llamamiento de la
Santa Sede, exhortándolos a corregir errores, esta Conferencia se verá dando tumbo tras tumbo, y no hallará
la luz, y cuando venga el cisma, muchos de estos obispos seguirán sus huellas...

“Es necesario y urgente que se restablezca en todo el mundo la Misa Tradicional, pues de seguir estas
innovaciones en lo más sagrado de la Iglesia, la confusión será mayor. Os bendigo.”
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Dos días después, el 27 de Marzo de 1972 (tras de haber celebrado el Santo Sacrificio de la Misa, según el
rito tridentino, el Padre José de las Pobres Animas), el Señor dijo:

“Clamad por todas partes que se envíe el mayor número de firmas, para pedir a mi Amado Vicario que se
restablezca la Misa Tridentina, en latín, de San Pío V. El está deseando restablecerla, pero hay muchos
enemigos a su alrededor. Pedid mucho para que soporte la terrible cruz que pesa sobre sus hombros y que sus
mismos hijos han cargado sobre sus hombros. Está a punto de dar a conocer importantes documentos, pero
los enemigos están presionándole para que no salgan a luz. Rogad por él, vuestro padre en la tierra, el mártir
del Vaticano. Os bendigo a vosotros, a España y al mundo.”

La conclusión es obvia: el Cardenal de Sevilla ha prohibido la Misa en el Lentisco de El Palmar de Troya.


Pero Dios manda que se celebre allí la Misa y, precisamente, la de San Pío V, y no otra. La opción entre
ambos mandatos no ofrece, para un cristiano instruido, ningún género de duda.

Tampoco es dudoso que Dios quiere que se restablezca en todo el mundo la Misa Tradicional, Tridentina,
Latina, de San Pío V. La opción tampoco ofrece ninguna dificultad para un verdadero católico.

El lector se sorprenderá, quizá, si decimos que a la voz del Señor se ha unido, privadamente, la del Santo
Padre, Papa Pablo VI; pero es así. La noticia fue publicada el 23 de Noviembre de 1974 en el número 549 del
semanario español “¿Qué pasa?”, dirigido por Don Joaquín Pérez Madrigal, en la siguiente forma:

“El Cardenal-Arzobispo de Sevilla, en una visita a Roma para informar al Papa sobre asuntos de la Diócesis,
recabó el consejo a Pablo VI sobre la conducta pastoral a seguir en los casos de El Mimbral y El Palmar.
Digo yo que pensando, quizás, en que el Papa otorgaría, naturalmente, su conformidad en que se les pegara
el 'baculazo' de la desautorización.

“Pero el Papa, que tiene sobre estos y otros casos de tipo carismático una información por otros conductos,
que posiblemente, el Cardenal de Sevilla no sospechaba, le dio al pastor hispalense una respuesta
'diplomática' poco más o menos en estos términos: ‘Deje que se vayan desarrollando los acontecimientos
mientras todo vaya pacíficamente. Recuerde lo que dijo Gamaliel al Sanedrín cuando éste quería
desautorizar, prohibir y condenar la predicación de los Apóstoles: «Dejad a estos hombres... porque si esto es
consejo u obra de los hombres... se disolverá; pero si viene de Dios, no podréis disolverlo, y quizás algún día
os halléis con que habéis hecho la guerra a Dios. (Act. 5, 38-39)»

“¿Que de qué manga me he sacado esta información? El mismo Cardenal de Sevilla se lo refirió a un
sacerdote paisano y amigo mío, de cuyos labios lo he oído.”

Estamos, pues, ante una colisión de obediencias y es sabido que en tales casos se ha de obedecer al más
superior.

Entonces: entre la prohibición del señor Cardenal de Sevilla y la orden clara, terminante y contraria del
Señor, confirmada con la actitud prudente, respetuosa y permisiva del Santo Padre Pablo VI, los clérigos y
seglares de El Palmar optaron, como es natural y justo, por obedecer al más superior y siguen yendo
tranquilamente a El Palmar, celebrando y asistiendo allí a las Misas del Rito Tridentino Latino de San Pío V.

Y ahora, al término de este largo razonamiento, quien nos ha seguido con atención, podrá ver mejor qué
poderosas son las razones por las cuales el señor Cardenal-Arzobispo de Sevilla, Monseñor José María
Bueno y Monreal, ha permitido, de hecho, que, después de su prohibición, se continuara celebrando Misas en
El Palmar, lo mismo que antes de ella.

Porque, en efecto, la continuación de los prodigios después de la prohibición y a pesar de la aparente


desobediencia; el derecho natural de legítima defensa en juicio invocada por quienes fueron alcanzados y
afectados por la prohibición arzobispal; los poderosos argumentos del memorial del 15 de Abril de 1972; la
evidente nulidad de un proceso que no dio lugar a la legítima defensa de los acusados; el efecto suspensivo
inherente al recurso interpuesto ante la Santa Sede; la evidencia notoria de lo sobrenatural en El Palmar; las
concretísimas y directísimas advertencias del Señor en su mensaje del 1 de Enero de 1971 y las más directas
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y explícitas del mensaje del 25 de Marzo de 1972; y, finalmente, las precisas instrucciones del Papa Pablo VI
publicadas en el semanario “¿Qué pasa?”, son razones mucho más que suficientes para explicar por qué
ahora el señor Cardenal de Sevilla permite lo mismo que antes prohibió. Y hay que reconocer que la actual
actitud prudente, condescendiente y permisiva del señor Cardenal, se apoya en fundamentos solidísimos.

Cuarta objeción

Se critica aquí la actuación de Clemente Domínguez en la magna concentración de más de 40.000 peregrinos
que acudieron a El Palmar el 15 de Mayo 1970. Los adversarios de Clemente afirman que ese día el vidente
demostró un “egoísmo a ultranza” y exhibió la “pendenciera irresponsabilidad de un charlatán que aspira a
profeta”.

En buen castellano, este hiriente sarcasmo significa que la aparición ese día no se produjo, que tampoco se
produjo ninguna curación, que el mensaje no existió y que todo fue una burla irresponsable de la fe pública.

El análisis pormenorizado de la intensa y gloriosa jornada nos llevaría demasiado espacio. Nuestra refutación
no seguirá, pues, ese derrotero, sino otro camino mucho más breve, pero no menos eficaz. Afirmaremos un
solo hecho y formularemos solamente dos sencillas preguntas. Que eso basta, ya lo verá el lector.

Afirmamos: que ese día, durante la aparición y trasmisión del mensaje por medio de Clemente Domínguez,
fueron curados en El Palmar, 14 enfermos, en forma instantánea, mediante la aplicación del agua milagrosa
del pozo situado cerca de la entrada de la finca, agua que en muchos casos ha sido aplicada con resultados
prodigiosos. Una de esas 14 curaciones milagrosas ocurrió precisamente en el momento en que el Padre
Tapies le administraba ese sacramental a un niño ciego, que recobró inmediatamente la vista. Las pruebas de
dichas curaciones han sido recogidas en El Palmar donde pueden recabarla los interesados en efectuar la
comprobación.

Formulamos, ahora, la primera pregunta: Si el mensaje fue una burla y una farsa de un “charlatán aspirante a
profeta”, ¿cómo se explica, entonces, que semejante “embaucador de multitudes” no solamente ha eludido
toda sanción eclesiástica, penal y civil, sino que, además, ha merecido de Dios una condecoración tan
extraordinaria y honrosa como es la estigmatización, señal visible en sus manos y en su frente, que lo
distingue, a los ojos de todos, como un elegido de Dios?

La prueba de esa estigmatización es abundantísima. Bastará mencionar aquí una hermosa fotografía
publicada por los propios adversarios de Domínguez, que fue tomada en Semana Santa de 1971, es decir:
casi un año después del... “fraude”.

La fotografía muestra claramente la señal de la cruz sobre la frente, marcada con dos heridas cruzadas, de
dimensión impresionante. También muestra el estigma de la mano derecha, en la forma clásica, y documenta
asimismo la expresión de reprimido dolor del vidente, pues los estigmas no son “adornos” placenteros, sino
verdaderas heridas que producen verdadero dolor.

Somos varios los que hemos podido ver, en la frente de Domínguez, la cicatriz de esa señal, en El Palmar de
Troya y en Buenos Aires; y algunos han visto también la llaga que tiene en el costado. El testimonio es más
eficaz que el razonamiento. Y aquí no se retacea ninguno de los dos.

Ahora bien: los objetantes publican la fotografía y certifican la fecha, pero de ningún modo impugnan la
autenticidad de las llagas místicas, y de tal manera las reconocen. Nuestra primera pregunta, pues, no puede
ser contestada lógicamente sino con el reconocimiento de la autenticidad del mensaje criticado y de todos los
demás, porque es evidente que Dios no va a poner su señal divina sobre la frente de un vulgar estafador de
multitudes, ni de un charlatán que aspira a profeta, ni de un iluso.

Preguntamos, por fin: Si el mensaje fue una burla, ¿cómo es posible que exactamente cuatro años después, el
día 15 de Mayo de 1974, el Señor mismo ha garantizado la sinceridad y la verdad fundamental de los
mensajes dados a través de Clemente Domínguez? ¿Debemos pensar que el Señor eligió, precisamente ese

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día del cuarto aniversario, para celebrar así, con tan elocuente respaldo, las trampas de un “charlatán
aspirante a profeta”? La sola hipótesis nos parece ya una profanación.

En efecto: el día 15 de Mayo de 1974 el Señor dijo: “Los mensajes que damos por medio de mi hijo
Clemente son auténticos casi totalmente, con algunas variantes sin grave resultado”.

Pero si ese día Domínguez hubiera cometido el escandaloso fraude que sus críticos le atribuyen con tanta
ligereza, entonces los mensajes de esa fecha serían falsos totalmente y no habrían sido calificados por el
Señor como “auténticos casi totalmente, con algunas variantes sin grave resultado”. Pero estas precisas
palabras fueron pronunciadas por el Señor el 15 de Mayo de 1974. Luego las visiones y mensajes de ese día
fueron, sustancialmente, reales y verdaderos.

Es aquí donde debemos formular una acotación importante. El Señor admite que en los mensajes dados por
Clemente Domínguez hay algunas variantes; y podemos pensar que ellas se deben a imperfecciones humanas
del vidente, tales como errores, debilidades y también interferencias diabólicas. Pues los videntes no son
infalibles, ni impecables, ni exentos de interferencias malignas. Pero es clarísimo que tales fallas no han
podido alterar gravemente el contenido de los mensajes, pues así lo certifica expresamente el Señor.

Ya tienen respuesta, pues, los objetantes, que pretenden menoscabar o invalidar las apariciones y mensajes
dados por Clemente Domínguez esgrimiendo posibles o reales errores, debilidades y aman interferencias
diabólicas.

Pero hay más: el día 16 de Mayo 1974, el Señor, en mensaje público, calificó a Clemente Domínguez como
“mi abnegado apóstol y mensajero Clemente, de Sevilla, España”, y este elogio es del todo incompatible con
la versión de los adversarios sobre los sucesos ocurridos en El Palmar el día 15 de Mayo de 1970.

Naturalmente el lector se estará preguntando cómo y por qué nos atrevemos a atribuir nada menos que a
Nuestro Señor tan decisivas declaraciones en favor de la actuación y de la misión de Clemente Domínguez.
Nada más razonable, y de inmediato vamos a satisfacer su pregunta.

Desde hace muchos años – como veremos más adelante – el Señor dicta sus -mensajes a una multitud de
videntes esparcidos por todo el mundo y, entre ellos, a una religiosa mexicana, fundadora y superiora de la
Orden de los Mínimos y Mínimas Franciscanas del Perpetuo Socorro de María, aprobada ya en el orden
Diocesano y aprobada también, muy recientemente, por el Papa Pablo VI, en el orden universal, según lo
comprueba la nota que, con sello de la Orden y firma de “La Pobre Portavoz de Jesús”, que es la Reverenda
Madre María Concepción Zúñiga López, se tiene a la vista en el momento de redactar este prólogo.

Y si bien es cierto que la aprobación pontificia de la Orden no implica, de suyo, aprobación de los mensajes
dictados a la Fundadora, sin embargo, a nadie se le oculta que dicha aprobación comporta un juicio
sumamente honroso sobre la personalidad de la misma, sobre su alta autoridad moral y sobre la credibilidad
de su testimonio.

La Fundadora, Superiora y vidente reside en la casa matriz de la Orden, Casa “del Desagravio”, situada en la
ciudad de México. Ella mis a ha narrado por escrito y con detallados pormenores, los mensajes que recibió el
15 y el 16 de Mayo de 1974, en los cuales el mismo Nuestro Señor Jesucristo confirma la autenticidad de los
mensajes dados a través de Domínguez, los mismos que se ofrecen en el presente volumen.

El relato de la Madre Zúñiga López puede leerse en la Revista “Estrella”, con oficinas en la ciudad de
México, calle Prolongación Morelos Nº 249, Colonia Santa Isabel Tola, La Villa, México 14, D. F. El lector
lo encontrará en las páginas 28, 29 y 30 del número 38, correspondiente al mes de julio de 1974.

El testimonio del Señor, dado a través de una vidente de tamaña autoridad moral es, sin duda, más que
suficiente para tener por desvirtuada la cuarta objeción.

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Quinta objeción

Esta objeción no es de origen español, sino de cuño rioplatense y va dirigida contra una frase – contra una
sola frase – de la hermosa conferencia que nos dio Clemente Domínguez en Buenos Aires, el día 6 de
Noviembre de 1973, en defensa de las Sagradas Escrituras, de la Tradición secular de la Iglesia, del
Magisterio, y del Santo Padre Papa Pablo VI.

Salta a la vista la falta de ponderación y de equidad con que los objetantes dejan de lado los grandes méritos
de la conferencia (su claridad, ortodoxia y valentía en puntos sumamente difíciles y discutidos en estos
tiempos de confusión), para criticar una sola frase que, en verdad, no ha sido feliz ya que, en su expresión
material, la infalibilidad pontificia aparece subordinada a la fidelidad personal del Sumo Pontífice.

Sin embargo, para juzgar con equidad hay que considerar también la otra frase que pronunció esa misma
noche en la misma conferencia, y de la cual nadie o casi nadie se acuerda: “Para la infalibilidad papal deben
concurrir una serie de circunstancias”.

De estas circunstancias, la principal es la formalidad de la definición dogmática “Ex Cátedra”, la cual no


existió nunca, ciertamente, con respecto al tema en cuestión, que es la Nueva Misa aprobada por el Papa
Pablo VI.

En efecto: la Nueva Misa no ha sido objeto de ninguna definición dogmática “Ex Cathedra” y, precisamente,
el Concilio Vaticano II, del que salió la misma, no fue dogmático sino pastoral. El Santo Padre Pablo VI, en
su discurso del 19 de Noviembre de 1969, refiriéndose al “Novus Ordo Missae”, ha manifestado
públicamente que “El rito y la respectiva rúbrica, por sí no son una definición dogmática...”.

Significa, pues, que la infalibilidad pontificio no puede esgrimirse como argumento contra la Misa de San
Pío V, ni contra los mensajes dados por Clemente Domínguez, y en los cuales el Señor pide con insistencia
se solicite al Papa el restablecimiento de la Misa Tridentina, en latín, y revela que el Papa Pablo VI está
deseando restablecerla, pero en el Vaticano, a su alrededor, hay muchos enemigos que están presionando
para impedirlo.

La frase de Clemente Domínguez contiene, pues, la correcta solución del problema planteado artificialmente
entre la infalibilidad pontificia y la restauración de la Misa de San Pío V.

La solución no fue muy explícita y, además, quedó desdibujada por la otra frase que subordina la
infalibilidad a la fidelidad del Papa.

Pero aquí ya hemos mostrado en forma sobreabundante que las fallas humanas de los videntes, en general, y
de Clemente Domínguez, en particular, incluso sus posibles errores, fallas o interferencias diabólicas, no
desvirtúan la realidad de las apariciones ni alteran el contenido sustancial de los mensajes aun cuando
afecten sus visiones y mensajes. Mucho menos, entonces, pueden desvirtuarlos los errores o fallas que el
vidente sufre, no como vidente, sino como simple conferenciante, que no tiene estudios teológicos ni cultura
universitaria.

Quienes formulan esta quinta objeción incurren en la errónea suposición – absolutamente gratuita – de que el
vidente, para ser auténtico, tiene que ser infalible, no sólo como vidente, sino también como conferenciante.

Exigen, pues, al vidente, lo que no se puede exigir al Papa. En efecto: el Papa, como simple conferenciante,
no está amparado por la infalibilidad papal.

Las fallas humanas de Clemente Domínguez en nada afectan ni su calidad ni su misión de vidente. Y sus
posibles fallas humanas, como vidente, de ningún modo afectan de manera sustancial el contenido de los
mensajes, porque él es sólo causa instrumental y no causa principal.

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Para cerrar con broche de oro este capítulo destinado a desvirtuar las objeciones que circulan contra
Clemente Domínguez en ambas orillas del Río de la Plata, meditemos un momento las palabras que Nuestro
Salvador dijo a la vidente mexicana, el día 16 de Mayo de 1974, inmediatamente después de la comunión.

El Señor le previno: “Te voy a dictar algo que saldrá en Estrella de julio de 1974”. Ella se arrodilló con papel
y pluma, y El le dijo:

“Para todos mis hijos buenos que creen y practican mis mensajes dados al mundo y a mi Iglesia Católica
Apostólica y Romana por medio de mi Portavoz Mexicana, y los que, desde hace algunos años, doy por
medio de mi abnegado apóstol y mensajero Clemente Domínguez, de Sevilla, España, sabed: ... Que por esa
fe, y sobre todo por la obediencia que me deis, según por ellos os hablo, os repito: os daré mi testamento de
amor. ¿Qué cosa es, este testamento? Es mi promesa de que os daré gracias muy especiales para vuestras
almas, con las cuales podréis soportar mejor los sufrimientos presentes y futuros, los cuales, cada día van
acentuándose y agrandándose más y más.”

(Hizo aquí Nuestro Señor una pausa, luego agregó:) “¡Yo he unido a España con América desde siempre!
Pero más manifiestamente desde que permití que España viniese a estas tierras y desde que mi dulce Madre
se apareciera a un hijo pequeño de México, dejando en su tilma su auténtica imagen”. “¡Mis enemigos
desahijaron a México de su Madre Patria España! Y, sucesivamente, se han introducido en todos los países
americanos, teniendo su sede satánica en los Estados del Norte”. “Estos hechos no se pueden desmentir ya a
la faz del mundo, porque la historia es testigo que sucede a todos los tiempos”.

“Ahora, pues, he suscitado en España a mi apóstol Clemente Domínguez Gómez, y en México, con muchos
años anteriores, a “mi pequeña portavoz”, la cual no debe ir fuera de su claustro ni debe, ni quiere ella ni Yo
que la envuelva el mundo.

“Cada uno de estos dos ‘amados’ de mi Corazón, están unidos en Mí por mi celo y mi caridad. La tarea es
ardua... pero ganará mucho fruto. Por lo tanto: enviad a España la comisión de distribuir mi doctrina de la
legión de almas víctimas y esa será una contribución de mi Orden del Desagravio para las obras de El
Palmar, que así, en el Vergel de mi Madre Guadalupana, se construye el templo y monasterio del Desagravio
Universal.

“En esta recíproca actitud deberéis estar hasta el día en que Yo venga visiblemente con mi Madre Virgen y
mi padre tutor José a habitar con los hijos de los hombres.”

Anticipándose, pues, al juicio definitivo de Roma, es el Verbo Eterno Quien ha dirimido esta polémica en
torno a Clemente Domínguez, trazando, de paso, con mano maestra, un grandioso cuadro de siglos que
enmarca las humildes figuras del Apóstol español y de la Portavoz Mexicana, confiriéndoles dimensión
histórica y alcance universal.

Y para que el lector entrevea la estrecha vinculación que los planes de Dios establecen entre el Vergel de
México y El Palmar de Troya, mencionaremos ahora el mensaje grandioso que el Señor dio a Clemente
Domínguez el 24 de Septiembre de 1974. Rodeado de grandes santos y santas fundadores y reformadores de
Ordenes Religiosas, entre los cuales también apareció San Luis María Grignion de Montfort, anunciador de
los Apóstoles de los últimos tiempos, el Señor dijo:

”Qh mis queridos hijos: ya veis qué buenos amigos traigo; mis grandes amigos que tanto bien hicieron a la
Iglesia y al mundo. Helos aquí: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Domingo de Guzmán, Catalina de Siena,
Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Francisco de Asís, Clara de Asís, Sor Angela de la Cruz, Luis Grignion
de Montfort, Vicente de Paul, María Luisa de Marillac, Catalina Labouré...

“Porque así quiero que la futura Orden de los Adoradores de la Santa Faz de El Palmar, entroncada en los
mínimos Franciscanos del Vergel, imiten a todos estos santos y santas y tomen parte de las reglas de cada
uno de ellos... Pronto surgirá esta Orden de los Adoradores de la Santa Faz que será una rama de los
Mínimos Franciscanos del Vergel de México...

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“Mis queridos hijos: no olvidéis que todo esto vendrá emanado de la reforma carmelitana de la gran Teresa
de Jesús. Por eso mi Santísima Madre se apareció aquí bajo el título del Carmelo.”

El lector ya se habrá adelantado a sacar la conclusión que teníamos en vista al transcribir el mensaje
precedente: si por los frutos se conoce el árbol, como nos lo enseña el Evangelio, estas dos Ordenes gemelas,
del Vergel y de El Palmar (una de ellas, ya fruto maduro, y la otra, en formación), nos demuestran la
autenticidad de esas obras estupendas y, por lo tanto, de las apariciones y mensajes que las han creado y
formado.

Vemos, pues, una vez más, que los mensajes que Difusora Mariana Argentina brinda en el presente libro, no
son mensajes de Clemente Domínguez, sino de Nuestro Señor, de la Virgen Santísima y de los Santos.

VI. LOS MENSAJES Y LA REVELACION

Expuestas ya suficientes razones que justifican la autenticidad de los mensajes dictados a Clemente
Domínguez, queda así establecido que nos encontramos frente a una verdadera revelación.

No se trata, ciertamente, de la Revelación pública que tiene sus fuentes en la Sagrada Escritura, en la
Tradición y en el Magisterio de la Iglesia, Revelación que es obligatorio creer con fe divina, bajo pena de
condenación eterna. Pero es, sin duda, revelación privada que puede ser creída con simple fe humana (San
Agustín y Santo Tomás) porque sobreabundan motivos racionales para ello, aun cuando el Magisterio de la
Iglesia no haya pronunciado juicio definitivo sobre su autenticidad.

Refiriéndose, precisamente, a esta simple aprobación de la recta razón, Benedicto XIV, en su “Tratado sobre
las Beatificaciones y Canonizaciones de los Santos”, dice: “Aprobadas así las revelaciones, aunque no se les
deba ni se les pueda dar fe divina, no obstante se les debe dar asentimiento de fe humana, según las reglas de
la prudencia, una vez que tales revelaciones son probables y piadosamente creíbles”.

Este mismo criterio de simple probabilidad es el que señala como suficiente San Pedro Canisio, cuando dice:
“Hay menor peligro en creer y recibir lo que con alguna probabilidad nos refieren personas de bien (cosa que
no está reprobada por los doctos, sino que sirve a la edificación del prójimo), antes que rechazarlo todo con
espíritu temerario y de desprecio”.

Parece oportuno recordar estos sanos y autorizados criterios, porque entre nosotros los católicos se ha
extendido, como plaga, una sistemática y sorda resistencia a toda nueva aparición o mensaje, resistencia que
suele fundarse en el craso error de los que opinan que, mientras la Iglesia no se pronuncie definitivamente,
nadie puede prestar asentimiento a ninguna revelación, porque así incurre en sujetivismo protestante y
temerario libre examen, no respaldado por la autoridad de la Iglesia.

Quien ha leído hasta aquí este prólogo comprende por qué es terriblemente temerario despreciar los mensajes
que se ofrecen en esta obra, sin un previo y cuidadoso examen crítico. Y quien continúe la lectura y luego,
con disponibilidad de espíritu y con verdadera humildad, inicie la lectura del texto admirable de los
mensajes, se confirmará, sin duda, en esta persuasión.

Hay, pues, derecho de creer. Pero este derecho se transforma, para nosotros, en obligación gravísima, y nadie
podrá hacernos callar pues la Santísima Virgen – que sabe, ciertamente, teología, por ser Llena de Gracia,
Esposa del Espíritu Santo y Trono de Sabiduría – ha dicho, en el Lentisco, esas graves palabras ya citadas en
el capítulo tercero de esta exposición, que ahora debemos repetir: “El que está seguro de haber o oído la voz
del Cielo, está obligado a dar testimonio de esta verdad, bajo pena de condenación”.

Ahora bien: esta seguridad y consiguiente obligación crecen más aún cuando uno comprueba que las
revelaciones dictadas a Clemente Domínguez, concuerdan, fundamentalmente, con las recibidas, en México,
por la Madre Fundadora de la Orden del Desagravio y esta admirable coincidencia, conforme a las reglas de
la sana crítica, robustece la credibilidad de ambos testimonios.

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Las mismas reglas jurídicas de apreciación de la prueba testimonial valorizan aún más ambas revelaciones
privadas en razón de su maravillosa coincidencia con las revelaciones de Madrid, Garabandal, Monte Umbe,
Lourdes, La Salette, San Damiano, San Vittorino Romano, Roma, Porto San Stefano, Balestrino y San
Vicente dels Horts (Barcelona), revelaciones a que arriba ya hemos hecho referencia.

Y el asombro crece al comprobar que todas las revelaciones privadas hasta aquí mencionadas, forman parte,
a su vez, de una gran red de revelaciones marianas que desde el año 1830 hasta hoy vienen anunciando lo
mimo: la desbordante ira de Dios por la corrupción de la humanidad, el castigo universal y el triunfo de
María.

En la imposibilidad de desarrollar aquí adecuadamente este grandioso tema, nos limitaremos a precisar a
continuación, solamente las fechas, lugares y videntes o estigmatizados principales de las apariciones
marianas más recientes. El año corresponde a la primera exteriorización.

1830 París Francia Catalina Labouré


1846 La Salette Francia Melania Calvat y Maximino Giraud
1858 Lourdes Francia Bernardita Soubirous
1910 Pietrelcina Italia Padre Pío
1917 Fátima Portugal Lucía, Jacinta y Francisco
1932 Beauraing Bélgica Gilberta Voisín y otros niños
1933 Banneux Bélgica Mariette Becco
1937 Heede Alemania Ana Schulte, Greta y María Gausefort
1938 Madrid España María Nieves Saiz
1941 Alto de Umbe España Felisa Sistiaga de Arrieta
1942 Madrid España Amparito Guasp Pérez
1947 Roma Italia Bruno Cornacchiola
1949 Balestrino Italia Catalina Richero
1953 Siracusa Italia (Lacrimación milagrosa)
1954 Seredne Ucrania Ana
1960 Ladeira Portugal María C. Méndez Horta y Carmelinda dos Santos
1961 Garabandal España Dolores, Concepción, Jacinta y Maricruz
1961 San Damiano Italia Rosa Bozzini de Quatrini
1966 Porto San Stefano Italia Enzo Alocci
1968 Palmar de Troya España Clemente Domínguez y otros
1968 Nueva York EE. UU. Verónica Lueken
1968 San Vittorino Italia Fray Gino Burresi
1969 Milán Italia Carmela Carabelli
1969 México México Madre María Concepción Zúñiga López
1970 San Vicente dels Horts España José Casasampere
1972 Mortsell Bélgica León Theunis
1974 Montpellier Francia (Aparición de la Santa Faz)

Y el asombro sigue creciendo cuando se medita en la coincidencia de las revelaciones aludidas hasta aquí,
con las profecías privadas de almas reconocidas por la Iglesia como de gran virtud, canonizadas ya, o en
proceso de canonización.

Son las profecías de Santa Ildegarda de Bingen (1098), San Vicente Ferrer (1350), Venerable Isabel Canori
Mora (1774), Sor Ana Catalina Emmerich (1774), Venerable Sor Natividad (1789), Venerable Sor Clara
Isabel (1800), Santa Ana María Taigi (1837), San Gaspar de Búfaló (1837.), Estigmatizada María Julia
Jahenny (1850), Estigmatizada Teresa Neumann (1898) y Estigmatizada Marta Robin (1912).

Estas profecías anuncian un gran acontecimiento futuro, cuya magnitud nunca ha sido ni será superada,
excepto el Juicio Final; y precisan que ello ocurrirá, según San Vicente Ferrer, cuando las mujeres se vistan
como hombres y los hombres como mujeres.

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¿No asistimos ya, desgraciadamente, al triunfo de la abominable moda “unisex”? En consecuencia, está ya
próximo el gran castigo que la profecía de Fátima ubica, precisamente, en la segunda mitad del siglo XX.

También expresan que una nube roja como la sangre atravesará el firmamento, y el estallido del trueno hará
temblar la tierra desde sus cimientos; el mar lanzará sus espumantes olas sobre la tierra y ésta se trocará en
un cementerio inmenso; que los cadáveres de los impíos y de los justos cubrirán el planeta, y que el castigo
vendrá repentinamente y será mundial.

Predicen asimismo, que el castigo será de dos clases: guerras y peligros originados en la tierra y otro castigo
enviado desde el Cielo; que todos los enemigos de la Iglesia perecerán, con excepción de algunos pocos que
se convertirán, y que el nuevo Papa será elegido con intervención de San Pedro y San Pablo.

Pero también anuncian que, después de purificar al mundo y a su Iglesia, y de arrancar de cuajo toda la mala
hierba, Nuestro Señor volverá a imponer el orden donde el esfuerzo humano es ya impotente; que la
humanidad, ya completamente acrisolada por la gran tribulación, volverá a la práctica de la justicia, y el
consuelo sucederá a la desolación, así como la ley nueva ha sucedido a la antigua.

¡Es la Parusía! Es el gran acontecimiento: la segunda venida del Señor que se acerca rápidamente, detrás del
castigo purificador. La Parusía, decimos, pero no el Juicio Final. Ambos acontecimientos son completamente
distintos, pues la paz y la felicidad profetizados para el tiempo de la Parusía ostentan caracteres netamente
terrenales, del todo incompatibles con la felicidad celeste subsiguiente al Juicio Final.

Como ejemplo de las profecías citadas, transcribimos algunos párrafos de Bug de Milas, nacido a mediados
del siglo XVIII y fallecido, con fama de santidad, en 1848:

”Entonces el Tajo producirá un guerrero valiente como el Cid, y religioso como el tercer Fernando, que,
enarbolando el estandarte de la Fe, reunirá en torno de sí innumerables huestes y con ellas saldrá al encuentro
del formidable gigante que con sus feroces soldados se adelantará a la conquista de la Península.

“Los Pirineos serán testigos del combate más cruel que habrán visto los siglos. La tierra temblará bajo el
peso de los bélicos aparatos. Tres días durará la batalla. En vano el temible gigante querrá animar a los suyos
y restablecer el combate, porque el dedo del Señor señaló ya el fin de su reinado y sucumbirá a los filos de la
espada del nuevo Cid.

“Entonces el ejército victorioso, protegido por el Supremo Hacedor, atravesará provincias y mares y llevará
el estandarte de la Cruz hasta las orillas del Neva. Triunfará en todas partes la Religión Católica y hará la
felicidad del género humano.”

Pero nuestra admiración no ha terminado aún. Porque para desplegar toda la amplitud de nuestra
argumentación, todavía debemos agregar que tan concordantes revelaciones privadas coinciden también con
la Revelación publica.

En efecto: la inmensa corrupción moral de la humanidad actual, su indispensable y ya cercana purificación y


el subsiguiente gran triunfo de María y de la Iglesia, están anunciados en Isaías (24, 1 a 6 y 13; 6, 11 a 13; 4,
3; 66, 15 y 16; 19 y 23); en Sofonías (1, 14 a 17; 3); y en Zacarías (13, 8 y 9).

También están anunciados estos acontecimientos en las profecías de los Apóstoles: Pablo Iª Tesal. 5, 1 a 3; 2ª
Tesl. 2, 1 a 12; 2ª Tim., 3, 1 a 5 y 4, 1 a 5; 1ª Tim., 4, 1 y 2; Rom. 11, 25 a 27; Pedro: (2ª, 2 y 3); Juan (2, 18
a 23); Judas (12 a 21); como asimismo en Didache (Enchiridion Patria, 10), y en el Apocalipsis.

Es muy sabido que allí se anuncia la apostasía general que llegará a instalarse en el templo de Dios; que los
apóstatas permanecerán dentro de la Iglesia para demolerla; que los falsos doctores y falsos profetas y
corruptores de la grey se transformarán en lobos de su propio rebaño; que en los últimos tiempos la ira de
Dios se desatará y restallará sobre el mundo y ruina sobrevendrá de improviso, como ladrón nocturno; que
un diluvio de fuego se abatirá sobre la tierra como juicio de las naciones o castigo universal en que perecerán

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todos los impíos, enemigos de Dios; y que después de este juicio, Israel se convertirá, y tendrán su morada
en la tierra, la justicia y la paz. ¡La Parusía!

Pero, por encima de las profecías del Antiguo Testamento y de los Apóstoles, invocamos ahora las del
mismo Jesucristo Nuestro Señor, recogidas en el Evangelio (Lucas, 21, 24; 21, 8 a 19; Marcos, 13, 5 a 13;
13, 19 y siguientes; y 13, 28 a 31; Mateo, 24, 23 a 32).

Es sabido que el Señor en el Evangelio anunció la ruina de Jerusalén, la dispersión del pueblo judío y la
humillación de su orgullosa capital, que será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de
las naciones.

Y dado que Jerusalén ha sido recuperada por los judíos en el año 1967, es claro que ahora se cumplen, o sea,
terminan los tiempos de las naciones o tiempos de los gentiles y llega la hora en que Dios volcará su cólera
sobre la humanidad (Fillion), y el pueblo judío se convertirá.

La recuperación de Jerusalén y el restablecimiento reciente del Estado de Israel, son el cumplimiento más
nítido y exacto de las grandes señales de la profecía sagrada: el fin de la diáspora, o sea, el fin del
predominio de las naciones gentiles sobre el pueblo escogido, circunstancia feliz que anuncia la conversión
del pueblo judío, primogénito en la fe de Abraham, el cual pronto retornará a los brazos amorosos del Padre.

El Señor anunció también guerras y catástrofes, dolores y persecuciones y una gran tribulación “cual no la
habido desde el principio del mundo ni la habrá jamás”.

No está prohibido observar con atención los acontecimientos para reconocer en ellos las señales de los
últimos tiempos, así como observamos los brotes de la higuera y demás vegetales que señalan la proximidad
del verano. Al contrario, está mandado: (Mateo, 24, 32-35; Marcos, 13, 28-31; Lucas, 21, 29-33).

El sermón escatológico del Señor ha sido explicitado por el Apocalipsis, la profecía magna que nos anuncia
la terrible catástrofe de los últimos tiempos antes del Juicio Final, y el ansiado amanecer de la Parusía.
Detalla la ruina y el incendio de Babilonia, la batalla de Armagedon, la derrota y encadenamiento de Satanás
por mil años, y el reinado de Cristo con sus mártires y santos que no recibieron la marca de la Bestia sobre su
frente y volvieron a la vida en la primera resurrección, es decir: la Parusía.

El Apocalipsis nos anuncia que, acabados los mil años, Satanás será soltado de su prisión y saldrá a extraviar
a las naciones y a dar la batalla final. Entonces llegará el fin del mundo y el juicio final. (Apocalipsis, 18 a
22).

Vemos, pues, con toda claridad, que las profecías sagradas sobre la gran purificación anterior al juicio final
son las mismas que conocemos por las revelaciones privadas de los dos últimos siglos y coinciden con los
mensajes dados en El Palmar de Troya por el vidente Clemente Domínguez, como se verá por la simple
lectura del libro que estamos presentando. Tan grandiosa coincidencia no puede menos que inclinar el ánimo
en favor de la autenticidad de estos mensajes.

VII. LOS MENSAJES Y LA AUTORIDAD ECLESIASTICA

Ya he os considerado la actitud de la autoridad eclesiástica de Sevilla, con jurisdicción sobre los


acontecimientos de El Palmar de Troya. Creemos necesario tratar ahora el delicado tema del epígrafe, pero
no limitado al caso particular de Sevilla, sino con alcance general, extensivo a todas las apariciones y
mensajes celestes y a todas las autoridades eclesiásticas.

Y conceptuamos que ha llegado el momento de hacerlo ahora, después de haber examinado la relación
evidente de los mensajes con la revelación pública y con la revelación privada, y de haber admirado la
enorme amplitud del panorama histórico, profético y escatológico en que debe situarse la red de mensajes
marianos con que el Cielo está envolviendo a la tierra en estos últimos tiempos.

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Decimos, pues, en primer lugar, que el juicio definitivo sobre la autenticidad de apariciones y mensajes
compete exclusivamente a la Iglesia Católica, por el órgano del Magisterio Eclesiástico. No les compete,
pues, a los particulares, el juicio definitivo. Y agregamos, que este juicio eclesiástico se elabora en doble
instancia: la diocesana y la pontificia.

Es función del Obispo del lugar examinar los hechos con diligencia, recurriendo al asesoramiento de peritos,
cuando corresponda, y efectuar las indagaciones necesarias para llegar al esclarecimiento de la verdad,
tomando al mismo tiempo las medidas prácticas conducentes a la defensa de la fe y de la moral e informando
a la Santa Sede a los efectos de la resolución definitiva.

La historia nos demuestra que, a través de los siglos, la Iglesia nunca se ha mostrado dispuesta a aceptar con
facilidad apariciones ni mensajes celestes y ello por justas razones de prudencia, para no alentar aventuras
visionarias y supersticiosas.

Pero tan vituperable es la excesiva ligereza en admitir apariciones (exceso en que la Iglesia no ha incurrido
nunca) como también lo es la excesiva ligereza para aceptar opiniones o intereses hostiles a las mismas,
como ocurrió, evidentemente, en el caso de Santa Juana de Arco. El trágico error del Obispo de Beauvais,
Monseñor Pierre Cauchon, fue rectificado por el Sumo Pontífice, que anuló el proceso diocesano.

A la Autoridad Eclesiástica corresponde no extinguir el Espíritu ni despreciar las profecías, sino probarlo
todo y quedarse con lo bueno. (Pablo, 1ª Tesal. 5, 19).

Esto significa que el Obispo del lugar debe recoger las pruebas de los hechos, escuchar a los testigos y a los
videntes, estudiar las constancias documentales, y después dictar su pronunciamiento, con una imparcialidad
equidistante de la credulidad ingenua y de la oposición sistemática.

Domenico Grasso, S. I., docente de teología pastoral en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, en la
monografía titulada: “Il Fatto Carismatico” (ver “Segno dei Tempi”, ed. Magalini, Brescia, obra publicada en
1973, página 19), nos dice: “Creemos, por lo tanto, que el hecho carismático hodierno... debe ser considerado
por la Autoridad Eclesiástica con una cierta apertura, casi diremos, con una cierta simpatía, no para aceptar
todo lo que se presenta como carismático, sino para prestarle atención y examinarlo sin prevenciones”.

No es ésta, ciertamente, la actitud que hemos visto en Sevilla, ni en Santander, ni en Piacenza, ni en Albenga,
respecto de las apariciones de El Palmar, Garabandal, San Damiano y Balestrino; ni es tampoco la que
adoptó el Obispo de Grenoble, Monseñor Fava, con respecto a las apariciones de La Salette; ni tampoco la
que originariamente tuvo en el caso de Fátima su Eminencia el Cardenal Méndez Belo, Patriarca de Lisboa,
quien llegó a amenazar con excomulgar a cualquier sacerdote que hablara en favor de las apariciones (ver
“Nuestra Señora de Fátima”, por William Thomas Walsh, pág. 220, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1953).

Pese a la oposición inicial de las respectivas autoridades eclesiásticas locales, la Iglesia reconoció, en
definitiva, como auténticas, las apariciones de La Salette y de Fátima. Pero hay que notar que tal
reconocimiento no fue de ningún modo constitutivo, sino solamente declarativo de la autenticidad. Ello
significa que las apariciones no son verdaderas porque la Iglesia las aprobó, sino que la Iglesia las aprobó
porque eran verdaderas antes -claro está- de la aprobación.

Siempre ha transcurrido, transcurre y transcurrirá algún tiempo más o menos largo entre la aparición y la
aprobación de la Iglesia. Y esto plantea un legítimo interrogante concreto: ¿Podemos, los católicos, durante
ese intervalo, creer en la realidad de la aparición, si hay razones que la hacen evidente y aún solamente
probable, o nos está vedado todo juicio mientras la Iglesia no pronuncie el suyo?

El católico puede creer porque, precisamente, la resolución definitiva de la Iglesia no será constitutiva, sino
sólo declarativa de la autenticidad, en su caso. Antes bien: el juicio favorable de la Iglesia se basa también en
el “sensus fidelium”, y esto sería imposible si los fieles no tuviéramos libertad para indagar hechos,
averiguar la verdad y emitir juicio aun antes del pronunciamiento de la Santa Sede.

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La ejemplar y sobrehumana energía de los pastorcitos de Fátima en defensa de las apariciones a ellos
confiadas, encendió, ciertamente la fe de las muchedumbres y así contribuyó a formar el “sensus fidelium”
que la Iglesia tuvo muy en cuenta para otorgar su aprobación definitiva.

Si el Espíritu no es recibido con fe, se extingue y esta extinción es la que San Pablo, precisamente, reprueba.
(Pablo, 1ª Tesal. 5, 19.)

Para el vidente y para quienes han recibido evidencias de la autenticidad de una aparición, el inalienable
derecho de creer en ella, se transforma en deber, mientras el Pastor Supremo de la Iglesia Católica no declare
inauténtica la aparición. Esto es muy claro y fácil, pues quien está cierto de que Dios ha hablado, tiene la
obligación de obedecerle.

Aquí no hay individualismo, ni sujetivismo, ni protestantismo, ni libre examen, ni herejía alguna. Aquí hay
un claro y expreso sometimiento del juicio personal -meramente provisional- al juicio definitivo de la Iglesia.
El libre examen protestante, en cambio, constituye un alzamiento contra el Magisterio de la Iglesia.

Este indiscutible principio de que se debe obedecer a Dios sin desacatar al Magisterio es el que Difusora
Mariana invoca para publicar la presente obra, ejerciendo así el derecho de cumplir con su deber de informar,
defender y difundir los mensajes aunque todavía la Iglesia no ha pronunciado su juicio aprobatorio de una
manera expresa por sentencia definitiva que compete a la Santa Sede.

Y este derecho-deber ha quedado confirmado en forma muy singular y significativa por un hecho
sorprendente: acabamos de conocer una carta recibida de El Palmar de Troya por el Padre Silvio Venturini y
en la cual se transcribe un mensaje privado que la Santísima Virgen dictó el 13 de Mayo de 1972. (Es
sugestivo que esta petición la haya hecho María Santísima en el 55º aniversario de su primera aparición en
Fátima.)

El mensaje dice así: “Segunda Petición: Deseo que se extienda por Argentina mi imagen con el título:
'Nuestra Madre Celestial la Divina Pastora, aparecida en El Palmar, España'.

“Y que se propague el culto a la Santa Faz de Jesús. Por estas condiciones Argentina entrará entre las
Naciones privilegiadas.

“Y como corona de la obra, editar un libro de las apariciones de El Palmar de Troya.”

Con emotiva sorpresa comprobamos, pues, que esta edición, ya próxima a salir, ha sido prevista y pedida en
forma expresa por la Santísima Virgen como una de las condiciones requeridas para que Argentina pueda
entrar en el grupo de las naciones privilegiadas por la protección materna de Maria.

Y, ciertamente, la forma expedita en que vienen solucionándose las dificultades propias de la publicación y
propias de estos tiempos tan azarosos e inseguros, nos confirma que Ella es la que gobierna el timón y lleva
adelante la tarea, de modo que el libro pronto verá la luz, con toda legitimidad, conforme al indiscutible
derecho-deber de obedecer a Dios, sin desacatar al Magisterio de la Iglesia.

La aplicación práctica de este principio, tan claro y fácil en su formulación teórica, puede llegar a ser
tremendamente conflictiva, pero no podemos levantar tronos a los principios y cadalsos a las consecuencias.

Y una consecuencia muy comprometedora, pero ineludible es, por ejemplo, la siguiente: mientras el Santo
Padre Pablo VI o su legítimo sucesor no desautorice las apariciones de El Palmar de Troya, quienes tenemos
el deber de creer en ellas no podemos obedecer a ninguna autoridad, por alta que sea, que nos mande
comulgar en la mano, cosa que los mensajes, taxativamente, prohíben.

Recordemos que los Obispos no son infalibles y los Episcopados tampoco; que “el humo de Satanás se ha
introducido dentro de la Iglesia” y que “muchos están empeñados en demoler la Iglesia desde dentro”, como
lo ha expresado, con gran valentía, el Santo Padre Pablo VI. No se debe prestar obediencia ciega, y en

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cambio se debe examinar si la autoridad que manda está en comunión con el Papa Pablo VI y con la
Tradición, norma de garantía de la única Iglesia verdadera. No se pueden obedecer órdenes que repugnan a la
Tradición, al Magisterio Pontificio invariable a través de veinte siglos, y a los avisos dados por el Cielo en
manifestaciones dignas de crédito y no desautorizadas por el Papa, minuciosamente informado de ellas. Y
recordemos también que en la votación previa sobre comunión en la mano, ni siquiera hubo mayoría del
episcopado mundial.

Hay que salir al encuentro de los errores que propagan no pocos sacerdotes con argumentos falsamente
construidos sobre el ejemplo concreto de San Tarcisio. Es evidente que se trata de un caso de excepción, que
no puede convertirse en norma. Al contrario: la excepción confirma la regla porque ella se justifica
únicamente en caso de extrema necesidad. La Iglesia es un organismo viviente que crece y se perfecciona,
como la semilla crece y se transforma en árbol. No podencas ahora regresar a prácticas de los tiempos
primitivos como la comunión recibida en el ágape o cena que San Pablo reprendió por los abusos a que dio
lugar. El ayuno eucarístico se impuso como una práctica de mayor preparación espiritual y mayor respeto al
Cuerpo del Señor. Con el argumento basado en el caso excepcional de San Tarcisio esos mismos sacerdotes
podrían, en cualquier momento, sostener seriamente que de ahora en adelante las Formas Consagradas deben
guardarse en polveras.

Sí; el lector ha leído bien: "en polveras", es decir, los adminículos que las mujeres usan para llevar polvos,
con los cuales procuran mejorar su aspecto físico. Me explico: en Garabandal como en Palmar de Troya, San
Damiano, México, Nueva York y tantos otros lugares actuales de apariciones, la Santísima Virgen ha besado
objetos religiosos o relacionados con lo sagrado. En una ocasión, entre otros objetos, la vidente le presentó
una polvera. Todos los presentes pensaron que la Virgen la rechazaría, pero can admiración de todos, la
vidente les aseguró que la Virgen la había besado.

La razón se supo en seguida y maravilló a todos. Entregada la polvera a su propietaria, ella, conmovida,
reveló que, durante la cruzada española contra el comunismo (1936-1939), la polvera había servido para
ocultar, a los ojos de los marxistas, las Formas Consagradas que se llenaban a las cárceles "del pueblo",
donde los heroicos defensores de la fe cristiana y de la civilización, esperaban su turno para morir al grito de
¡Viva Cristo Rey!

Pero ese antecedente excepcional, de ningún modo autoriza a generalizar como norma lo que sólo se justifica
por razón de fuerza mayor, ya que usar lo profano para usos sagrados, sin previa consagración, es una
profanación.

Las manos no consagradas no pueden tocar el Cuerpo de Cristo. El lo ha prohibido enérgica y enfáticamente
en El Palmar de Troya. No se pueden obedecer órdenes que manden lo contrario, si se cree, razonablemente,
en la realidad de la prohibición.

Esta consecuencia y otras igualmente terminantes y "comprometidas" abundan en los mensajes de El Palmar
que estamos presentando al lector. Debe terminar, pues, la obediencia ciega a órdenes que contradigan al
Papa Pablo VI, al Magisterio y a la Tradición. Y los mensajes advierten que esta norma tendrá muy rigurosa
y particular aplicación cuando, después de Pablo VI, se instale en el trono pontificio un antipapa.

Juzgue el lector las gigantescas dimensiones que en este dramático aspecto cobran los mensajes que tiene en
las manos.

Es doctrina para estos tiempos apocalípticos, pero hunde sus raíces en la conocida y clásica doctrina de
nuestros mayores que fundamenta toda autoridad, sea civil o eclesiástica. Toda autoridad viene de Dios, y
por lo tanto, si se la ejerce contra Dios, caduca en el mismo instante y en la misma medida de su
extralimitación, porque no se deben obedecer órdenes impías.

Es también una conclusión de simple sentido común.

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VIII. LOS MENSAJES Y USTED, LECTOR

Este coloquio prologal va llegando a su término. A lo largo de su desarrollo hemos intercambiado lealmente
preguntas y respuestas con usted, lector, y está ya allanado el camino para que usted formule su propio
juicio. Ahora a usted le toca decidir.

Fracasará, ciertamente, su decisión indicativa, si usted razona por las vías del empirismo escéptico de Hume,
o del formalismo agnóstico de Kant, o del racionalismo absoluto de Hegel; porque el principio de
inmanencia insito en el pensar de esos filósofos y de toda la ya superada y anticuada filosofía llamada
moderna, jamás le permitirá a usted llegar a la realidad que trasciende al pensamiento, ya que, dentro del
análisis del pensamiento, usted jamás encontrará otra cosa que pensamiento.

Es la tozuda y robusta sensatez realista, donde la "res" se impone a la "mens", la única sana óptica que a
usted le permitirá "ver" esta realidad carismática maravillosa a partir del humilde pero sólido hecho sensible
particular y concreto, enraizado en el ser real y mediante el proceso de conceptuación que le permite a usted
remontarse a la generalidad de una esencia cierta, realizada en una existencia particular, auténtica y
verdadera.

Quiere decir que los hechos sobrenaturales, ocurridos en El Palmar, invisibles para nuestros ojos, son tan
ciertos y reales como los hechos físicos que los revelan, porque, en virtud del principio de causalidad y a
través de los efectos físicos sensibles y reales, la causa sobrenatural también real y verdadera, se hace visible
a los ojos de la inteligencia.

De este modo la calidad sobrenatural se impone al pensamiento honesto. En gran medida este es un problema
de seriedad y de honestidad intelectual.

Hasta aquí este prólogo lo ha acompañado a usted, ha cooperado a su información y reflexión, aportándole
hechos ciertos y comprobados, documentación seria y razonamientos válidos. Hasta ha procurado señalar la
única perspectiva noseológica que estima correcta para el conocimiento humano: la primacía de la realidad
sobre la inteligencia.

Pero la decisión es suya.

Si usted juzga que los mensajes son verdaderos, usted los leerá con provecho, los cumplirá con fidelidad y
los difundirá con empeño.

Si usted juzga que son falsos o dudosos, puede enviarnos sus razones. Pero, por favor, no deje de cumplirlos,
porque su cumplimiento no le traerá a usted ningún perjuicio y en cambio le proporcionará grandes
beneficios espirituales, aún cuando los mensajes resultaran, en definitiva, falsos, y mucho más si, al fin,
resultan verdaderos.

En caso de duda, cúmplalos ¡por las dudas! Es lo prudente.

Y aunque usted pudiera probar en forma terminante que los mensajes son falsos, aún entonces le conviene
cumplirlos porque ellos coinciden con la Revelación y por tanto su contenido es verdadero. Conviene, pues,
prepararse a los grandes acontecimientos profetizados en la Revelación, y para ello no hay medios mejores
que los indicados en los mensajes.

Hasta aquí el prólogo ha acompañado al lector por el camino de la razón, pero más allá no puede ir.

Porque la razón puede, sí, preparar los caminos de la Fe, pero no puede producirla.

La Fe en los mensajes del Cielo que usted se dispone a leer, no la da la razón, sino únicamente el Cielo. Y la
da gratuitamente. Por eso la Fe se llama y es Gracia. No es ni puede ser un producto silogístico de la razón.

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Y la da a quien la pide con humildad.

Por tanto, si usted, lector (creyente o ateo, eclesiástico o seglar, científico o teólogo) no siente nacer o no
siente crecer en m alma la llama luminosa y cálida de la Fe en estos mensajes celestes, no se desanime por
eso: pídala y búsquela con insistencia.

Pídala humildemente, como niño pequeño, apeándose, aunque sea momentáneamente, de su ateísmo, de su
cientificismo o de su teologismo, que le impide ver la luz y sentir el suave calor de esa llama. Pídala, con
confianza, al Ser Necesario del que todo ser contingente (también usted) depende. Pídala con amor al Amor
Infinito del que todo amor (también el que usted merece como imagen de Dios) procede.

Acérquese a quienes hemos estado en ese maravilloso lugar y podemos informarle.

Y cuando usted sienta que esa llama comienza a iluminar y encender su alma, ayúdenos a difundir estos
urgentes mensajes y muchísimos otros de los que depende la salvación del mundo. La mies es mucha y los
obreros pocos y... ya se nos está acabando el día, porque ya avanza la noche oscura de la historia.

Pero junto a ella, detrás de ella, pegada a ella, también avanza la aurora radiante: la segunda venida del
Señor, acontecimiento clave al que se ordenan todos los sucesos de la dramática hora actual, hora de
grandeza, hora de heroísmo, hora de Dios.

Gerardo R. Alfaro

14 de Abril de 1975.

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Documentos adjuntos

DOCUMENTO Nº 1

CARTA AL EMINENTISIMO SEÑOR CARDENAL DE SEVILLA, DOCTOR JOSE MARIA BUENO Y


MONREAL, ENVIADA EL 15 DE ABRIL DE 1972, Y SUSCRIPTA POR 342 PEREGRINOS DE EL
PALMAR DE TROYA.

Al Eminentísimo señor Cardenal José María Bueno Monreal,


Arzobispo de Sevilla.

Eminentísimo señor:

Los abajo firmantes, con todo el respeto y deferente consideración debidos a la elevada jerarquía que lo
distingue, reverentemente nos permitimos presentarle la siguiente exposición, con la seguridad de que tendrá,
por parte de Su Eminencia, la debida atención que se merece.

Nos ha sorprendido sobremanera la condenación que hace de las apariciones en el Palmar de Troya y las
tajantes "desautorizaciones y prohibiciones" que acompañan, por tratarse, dice, de "una situación colectiva
de tipo supersticioso, muy ajeno a la verdadera devoción y religiosidad..."

Nosotros, como asiduos y constantes en frecuentar el sagrado lagar del Palmar de Troya, nos vemos
directamente aludidos por su condena, que nos considera como personas supersticiosas, faltas de verdadera
devoción y religiosidad, "causantes de estragos en la fe".

Con el derecho natural y divino que nos asiste ante Su Eminencia, presentamos la legítima defensa a que nos
autoriza nuestro carácter de personas libres y a ser respetadas en vuestras creencias religiosas, máxime como
en el caso que nos asiste, como probamos en el presente alegato.

1º Estamos convencidos que Su Señoría Ilustrísima actuó con muy buena fe, pues sus virtudes y demás
cualidades que le adornan nos lo aseguran, pero que su decisión fue fruto de malas y perversas
informaciones, de personas malquerientes y contrarias a todas las manifestaciones del Cielo.

2º Nunca ha sucedido, ni nunca se ha oído decir que un tribunal dé un fallo o sentencie a alguien, sin antes
proceder a una investigación y oír la parte acusada.

Sin embargo, señor Cardenal, en el caso presente, no ha precedido ninguna indagación ni examen de ninguno
de los videntes, como hemos podido comprobar interrogándolos a todos. Como era lo natural y lo lógico, una
concienzuda e imparcial averiguación, señor Cardenal, hubiese debido preceder a su fallo y ésta no existió, lo
que en cualquier acto jurídico acarrearía su completa nulidad.

Se nos podrá, tal vez, alegar que ésta se realizó. Si tal cosa hubiese sucedido, su valor sería nulo y sin efectos
jurídicos, por haber sentenciado sin interrogar ni oír la parte que se condena.

En El Palmar, estando presentes a veces más de cien personas, se han visto acontecimiento sorprendentes
que el señor Cardenal parece ignorar totalmente, los cuales no tienen explicación natural y que visiblemente
llevan todas las probalidades de hechos sobrenaturales y divinos: tales son las comuniones visibles, recibidas
repetidas veces por las videntes María Luisa Vila, María Marín y Rosario Arenillas, y de las cuales
fotógrafos aficionados, testigos presenciales, pudieron entonces sacar retratos con la visibilidad de la Sagrada
Forma. Negarlo sería acto de absurdo y loco escepticismo, parecido a las negaciones de los fariseos, con
respecto a las oras y milagros del Salvador, que veían, pero que repudiaban, llegando su cinismo a decir que
el Señor actuaba por arte y poder del demonio.

Los fariseos de hoy no le quedan en zaga a sus antecesores, contemporáneos del Divino Salvador, para negar
los hechos sobrenaturales que nos ha tocado presenciar y admirar y que son humanamente inexplicables; y

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seria improcedente e incomprensible, más aún, inadmisible, que un alto prelado de la Iglesia Española, cono
sois vos, Excelentísimo señor Cardenal, desechara, sin más ni más, hechos tan concretos, reales y
verdaderos, como los de las comuniones visibles que han presenciado numerosísimos testigos; por eso,
tenemos la plena seguridad de que Su Señoría los desconocía totalmente. De allí nuestra voluntad de dárselos
a conocer y aún, si fuese menester, llevar a su presencia testigos oculares para que oiga y conozca sus
declaraciones y se convenza de la verdad de cuanto aquí respetuosamente exponemos.

Dios, en su infinita misericordia, y para altos fines de su Divina Providencia y para el bien de las almas, es,
sin lugar a dudas, el Autor de estos extraordinarios fenómenos sobrenaturales, y ¿qué poder humano, civil o
religioso, puede desautorizar al Todopoderoso a realizar tales prodigios? Y ningún poder humano sea civil o
religioso puede desautorizar a cualquier ciudadano, en uso de su legítima libertad, ir a contemplar tales
hechos; que no solamente no son supersticiosos, pero reales y verdaderos y encienden las almas en el
verdadero amor a Cristo Eucarístico como lo hemos podido comprobar. También declaramos enfáticamente
que ningún poder humano ni religioso puede impedir que se publique la relación de tales manifestaciones.

Consideramos los apartados números 1, 2 y 4 de la referida publicación como improcedentes y atentatorios a


la dignidad humana por querer cohibir, sin motivo, ni derecho alguno, su legítima libertad, que todo poder
humano civil o religioso tiene el imperioso deber de respetar.

Señor Cardenal: nos permitimos destacar entre los fenómenos sobrenaturales que su publicación desautoriza,
y que parece ignorar, los acaecidos con María Luisa Vila, esposa del abogado Don José Murillo, ejemplar
madre de familia y paradigma de las virtudes que deben caracterizar a la mujer cristiana y, por lo tanto,
acreedora de todo nuestro respeto y credibilidad.

En El Palmar, 8 veces, ha recibido visiblemente la Sagrada Comunión, y otra en su casa, en las fechas que
anotamos a continuación: 15 de Agosto de 1971, 15 de Setiembre de 1971, 29 de Setiembre de 1971, 12 de
Octubre de 1971, 8 de Diciembre de 1971, 1º de Enero de 1972, 2 de Febrero de 1972, 21 de Febrero de
1972 y 15 de Marzo de 1972.

Cada vez, muchas personas presenciaron la Comunión y vieron la Sagrada Hostia sobre la lengua de la
favorecida, excepto la del 21 de Febrero que la recibió en un cuarto de su habitación, siendo testigos su
esposo e hijos. Advertimos también que la Sagrada Forma apareció manchada con sangre, lo que muchos
pudimos observar, en los días 12 de Octubre, lº de Enero, 2 de Febrero y 15 de Marzo. La que recibió en este
último día se veía totalmente bañada en sangre.

Estigmatización de María Luisa Vila. Otros fenómenos sobrenaturales con los cuales el Cielo ha distinguido
a María Luisa Vila y que hoy son conocidos de muchos, no solamente en España, sino en otros lugares de
Europa y América y que Su Señoría Ilustrísima conocía; y, sin embargo, ahora sin motivo ni razón alguna,
desautoriza y condena, los cuales son los estigmas de la Sagrada Pasión del Salvador, que han movido a
muchas almas a la penitencia y a alabar y amar a Dios, y esto, señor Cardenal, no es una situación colectiva
de tipo supersticioso, sino de verdadera devoción, pues Dios, el autor de tales prodigios, los realiza para que
el pueblo fiel se renueve en el sagrado amor a la pasión de Cristo y a la práctica de las virtudes cristianas.

A María Luisa Vila el Martes Santo, 24 de Marzo de 1970, en el Palmar, se le presentó el Señor, y de las
llagas de sus divinas manos salieron unos rayos que la hirieron en sus manos y le dejaron los estigmas del
Señor, causándole gran dolor, que ofreció al Cielo por la conversión de los pecadores y las necesidades de la
Iglesia de Cristo. Por centenares se cuentan los testigos de estas llagas y todos pueden declarar la verdad de
este relato.

A María Luisa Vila, en el Palmar, el Miércoles de Ceniza, el 24 de Febrero de 1971, se le presentó un ángel
llevando en sus manos la corona de espinas de Nuestro Divino Redentor y se la clavó en la frente,
produciéndole grandes dolores, y como prueba irrecusable de tal portentoso acontecimiento aparecieron en
su cabeza y frente las señales visibles de esta estigmatización, con la pérdida de sangre que provocaron las
heridas de las sagradas espinas.

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Señor Cardenal: otro portento sobrenatural acaecido a María Luis Vila en El Palmar fue el siguiente. El 27 de
Febrero del presente año, que era segundo Domingo de Cuaresma, a las 5.30 de la tarde, el Señor se apareció
a María Luisa Vila en El Palmar. El Señor estaba sobre un árbol que se encuentra allí, a corta distancia,
detrás del cuadro de la Sagrada Faz. De la llaga del costado del Señor salió un rayo luminoso que traspasó a
María Luisa Vila en el lado izquierdo sobre el corazón, produciéndole una llaga profunda de unos cinco
centímetros de ancho, de la cual salió abundancia de sangre.

Muchos testigos y hasta facultativos han visto este milagroso estigma, del cual, según fuente fidedigna, ha
salido en total mucho más de un litro de sangre; y los mensajes que el Cielo ha dado a esta vidente son una
verdadera preciosidad.

Hemos sido informados que el señor Cardenal ha tenido conocimiento de cuanto ha sucedido a María Luisa
Vila y que posee copia todos sus mensajes.

Señor Cardenal: no atinamos entonces a comprender la actitud hostil y condenatoria que ha exteriorizado en
la publicación del 18 de Marzo y declaramos solemnemente ante el Cielo y ante usted que "aparecen en los
fenómenos acaecidos a María Luisa Vila en El Palmar caracteres seguros de intervención sobrenatural" y que
es totalmente falso que "existan motivos para estimar que se está produciendo una situación de tipo
supersticioso..." y que causa estragos en la fe.

Muy al contrario, señor Cardenal, El Palmar es el pararrayo de Sevilla y Andalucía. En efecto, los que a
menudo vamos allí, para obedecer al Cielo que lo pide, en uso de nuestros legítimos derechos de personas
libres, seguiremos dedicándonos solamente a la oración y a la penitencia.

Diariamente, todas las noches, personas de Sevilla, El Palmar, Utrera, Jerez y de otros muchos lugares de
España, y aún del exterior, van allá sólo a orar, aguantando frío, lluvia, barro y a veces nubes de mosquitos
en el verano, y venciendo otras muchas dificultades, tales las que la publicación ya citada, nos ha querido
oponer.

En El Palmar, diariamente se reza con el mayor fervor el Rosario Penitencial de Padrenuestros, el Vía-Crucis
y el Rosario corriente, casi siempre los 15 misterios, y se hacen actos de reparación al Sagrado Corazón de
Jesús, a la Santa Faz y a nuestra amadísima Madre la Santísima Virgen María.

Señor Cardenal: las conversiones que se han producido en El Palmar son numerosas y firmes, entre ellas, le
citaremos la del señor Don Rafael Massé Ramos, el cual nos ha autorizado decirle que durante 42 años
estuvo apartado de toda práctica religiosa, viviendo como pagano, pero en El Palmar fue milagrosamente
iluminado y su cambio de vida ha sido radical. (Este señor es funcionario en el Servicio de la Administración
Militar.) Hoy, a pesar de sus obligaciones y trabajos, oye a diario la Santa Misa recibiendo la Sagrada
Comunión y es uno de los asiduos en ir a orar y a hacer penitencia en El Palmar.

Otra persona de plena garantía moral y de perfecto equilibrio mental es la muy distinguida señora Doña
María Marín, residenciada en Utrera, y asidua peregrina de El Palmar. Cinco veces ha recibido visiblemente
y delante de numerosos testigos la Sagrada Comunión de manos del mismo Señor. Las veces que la recibió
en El Palmar delante de la Sagrada Faz, fueron el 15 de Diciembre de 1971, a las 5.30 de la tarde; el Sábado
15 de Enero de 1972, a las 7.30 de la tarde, y el Martes 15 de Febrero del mismo año. El 15 de Marzo del año
en curso, a las 6.30 de la tarde, delante de la Sagrada Estatua de la Divina Pastora, estando rodeada de gran
público, el Señor la benefició también con una Comunión visible que pudieron observar todos los presentes.

Otro carisma extraordinario con el cual el Ciclo la favoreció fueron los estigmas de la Coronación de Espinas
de Nuestro Divino Redentor. El Martes Santo de 1970, en el Lentisco, se le apareció el Señor con la Corona
de Espinas; y la puso sobre la cabeza de la favorecida. A la vista de todos los numerosos presentes
aparecieron en su cabeza y frente las numerosas señales visibles hechas por las espinas y los chorros de
Sangre que provocaron, las cuales mancharon la cara y aún la ropa de María.

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Los grandes sufrimientos que le causaron los pinchazos de las espinas, los ofreció, nos dijo la paciente, en
reparación de los pecados de la humanidad y salvación de las almas. Las heridas se fueron cicatrizando a la
vuelta de un mes.

Señor Cardenal: ¿no es acaso desprecio culpable contra la Divina Providencia, Autor certero de "tales
verdaderos fenómenos", por cierto reales y verdaderos y no pretendidos, como reza la publicación del 18 de
Marzo, al decir que se desautorizan? ¿Se pretende acaso imponer criterio al Todopoderoso e impedir que
ejecute las maravillas que viene obrando en El Palmar y otros lugares para el bien espiritual de las almas, y
moverlas a la oración y la penitencia?

Respetuosamente, señor Cardenal, nos permitimos decirle que reflexione seriamente sobre todos los graves
acontecimientos que el Cielo manifiesta claramente en el territorio de la Diócesis de Sevilla. Una obstinación
en seguir queriendo desacreditarlos e impedirlos podría atraerle la ira del Cielo con sus terribles
consecuencias.

Es oportuno recordar aquí lo que pasó a los prelados que quisieron acabar con las apariciones y videntes de
La Salette, principalmente con el más obstinado, el último, al cual encontraron muerto, tendido en el piso de
su cuarto, desnudo y todo arañado: parecía haber tenido la muerte de un de desesperado.

Cristo se mostrará terrible contra cuantos atacan a su Divina Madre que se aparece en El Palmar, en donde
hay pruebas múltiples y ciertas de la autenticidad de los acontecimientos sobrenaturales que allí se han
desarrollado.

Señor Cardenal: Permítasenos traer también a relucir el caso de la señora Rosario Arenillas, que vive en Dos
Hermanas, Juan Sebastián Elcano, Espolón, Tercero B. Es madre de 7 hijas, totalmente iletrada. A más de no
haber recibido ninguna instrucción ni conocimiento religioso alguno, no tenía ninguna práctica religiosa,
pero desde que vio a la Santísima Virgen, en Abril de 1968, por primera vez, ha cambiado totalmente, y lleva
una vida cristianísima, ejercitándose en la práctica de todas las virtudes, rezando a diario, varias veces, el
Santo Rosario, que aprendió al comienzo de las manifestaciones del Cielo con ella.

Al hablarle, sorprende hasta a los sacerdotes más instruidos, su rectitud de juicio y los enfoques espirituales
de su alma. Sólo el Espíritu Santo puede ser el único que ilumine de este modo a esa alma humilde y
generosa. Al tener noticias de la publicación, en su ingenuidad, dijo: "Será que el señor Cardenal me quiere
pervertir y que vuelva al estado anterior a mi conversión. Yo recibí la fe y la religión en El Palmar y si me
impiden ir allí a rezar, me hunden y destrozan".

Almas tan humildes y sencillas, señor Cardenal, como bien sabe, son las que agradan a Dios, y el Cielo la ha
distinguido con sus carismas particulares. El 8 de Diciembre de 1971, estando en oración en el Lentisco,
delante de la Sagrada Faz, y según su propia confesión, vio al Señor y le pidió sufrir por El. Este le dijo: "¿Y
serás capaz de sufrir por Mi?" Y ella le contestó: "Si, Señor; quiero". Inmediatamente vio salir de sus manos
un rayo luminoso que la hirió el costado izquierdo. Desde entonces, tiene allí una llaga que supura a menudo
un líquido acuoso.

Señor Cardenal: Rosario Arenillas recibió en El Palmar varias veces visiblemente la Sagrada Comunión de
las propias manos del Señor. Citaremos la que recibió el 18 de Agosto de 1971, a la vista de mucha gente y
hasta de un sacerdote: la del 15 de Setiembre de 1971, que presenciaron atónitas unas 70 personas, y la del
25 de Diciembre último delante de un gran número de personas.

Sin duda de cuanto aquí afirmamos de esta humilde señora, sería deseable la llamara y oyera de su propia
boca todo lo aquí expuesto, pudiendo ir también, cuando quisiera, varios testigos de lo ocurrido, para
declarar en su presencia.

Señor Cardenal, ahora también nos permitimos poner de relieve al señor Clemente Domínguez, de 25 años
de edad, sevillano, constante y asiduo peregrino de El Palmar. Seguramente que de todos los videntes es el
que más ha sufrido y el que ha tenido que soportar las mayores y duras críticas y ha sido blanco de las más
negras calumnias. Los padecimientos morales que ha tenido y tiene que soportar son grandes y tanto éstos
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como los que provienen de los estigmas de la Sagrada Pasión, los ofrece siempre por los pecadores, Su
Santidad el Papa y la Iglesia, sus Ministros y Pastores y el triunfo de la Santísima Viren. La pesada cruz que
lleva es señal no equívoca de que su misión viene del Cielo.

1ª Estigmatización. El 13 de Abril de 1970, a las 3 de la madrugada, Clemente estaba durmiendo en el cuarto


de la pensión, cuando repentinamente se despierta y se le aparece el Padre Pío, con una cruz en la mano
izquierda y un punzón en la derecha. Le pidió las manos y le hirió con el punzón la mano izquierda e
inmediatamente la derecha y le dije: "Sufre esto por el Santo Padre; lo tendrás por breve tiempo".

Debido al dolor intensísimo que experimentó, echó un grito agudo que despertó al señor X, maestro de uno
de los planteles de Sevilla, que dormía en un lado opuesto de la misma sala. Prendió la luz y vio las llagas
ensangrentadas de Clemente. La dueña de la pensión también se levantó, llevaron al herido a la cecina, le
limpiaron las manos sangrientas y las lavaron con alcohol. "Ahora sí veo, dijo el maestro, que lo de El
Palmar es cosa seria".

Estos estigmas le duraron al paciente más de un mes, ya que se le cicatrizaron el 23 de Mayo del mismo año.

2ª Estigmatización. La segunda estigmatización de Clemente fue el Viernes de Dolores, 2 de Abril de 1971.


El nos lo refirió de la siguiente manera:

"Yo estaba durmiendo en mi habitación. A eso de las 6 de la mañana, sentí una dulce voz que al mismo
tiempo me dio gran respeto; me decía: '¡Clemente!'. Rápidamente abrí los ojos y reconocí que era Nuestro
Señor Jesucristo. Me bendijo y me dijo:

'¿Quieres sufrir por Mí?' Parece como si El mismo me ayudase a decir ¡Sí! Efectivamente, respondí: 'Sí,
quiero, pero será con tu ayuda'. Me dijo a continuación: 'Voy a herir tus manos y tu frente. ¿Aún respondes
sí?' Respondí: 'Señor, Tú conoces mi respuesta mejor que yo. ¡Sí!'

'Ofrecerás estos sufrimientos por el triunfo de mi Santísima Madre, por el Santo Padre Pablo VI, por la
Iglesia, por tus pecados, por la conversión de todos los pecadores y la paz de España. La herida de la frente
será la Santa Cruz de los últimos tiempos'.

'¡Pobre de ti si escandalizares teniendo estos signos visibles! No te digo el tiempo que los tendrás, para que a
cada momento renueves los sufrimientos. No creas que eres mejor quo otros, pues a cada uno voy signando:
a unos visibles y a otros invisibles. ¡Recuerda: no escandalices, pues si pecares gravemente, con estos signos,
no conseguirás traerme almas, sino alejarlas y apartar la tuya del buen camino! Esta Cruz te apartará de
muchas ocasiones de pecar; mas, debes ser consciente de ella; además, convertirá a otros. Todavía se puede
decir que no has empezado a sufrir.'"

Estos estigmas duraron hasta el 19 de Abril.

3ª Estigmatización. La tercera y última estigmatización de Clemente, que sobrepasa a las anteriores por la
agudeza e intensidad de la pena y manifestaciones externas que provocara, y que aún persiste, es la acaecida
el 3 de Marzo del presente año, primer Viernes del mes, a las 9 y 55 de la noche, ante la estatua de la Divina
Pastora, que habíamos colocado por expresa orden del Señor, el 1º del mismo mes.

Mientras estábamos de rodillas, orando delante de la Imagen de la Divina Pastora, Clemente veía al Señor y
aparecieron dos ángeles con una Sagrada Forma, que entregaron al Señor, y que Este mostró al vidente.
Clemente vio cómo de la Sagrada Hostia salía un punto luminoso que avanzaba hacia él, al mismo tiempo
que se abría en varios rayos de distintos colores hasta llegar a su cuerpo, que quedó inundado de luz. En este
momento, el vidente dio un grito y cayó hacia atrás, desplomado, retorciéndose de dolor.

El vidente estaba rodeado de unas veinte personas las cuales vieron cómo intentaba desabrocharse el abrigo,
la corbata, al mismo tiempo que exclamaba: "¡Me ahogo, me ahogo!" Le desabrocharon el abrigo y ya estaba

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inundado de sangre. Tenía asimismo empapadas de sangre la chaqueta, el chaleco, la camisa, la camiseta, el
pantalón y demás ropa interior.

Tuvieron que romper parte de la ropa hasta descubrir el pecho y todos con grande extrañeza contemplaron en
el costado derecho una llaga abierta de 5 centímetros de ancho, de la cual brotaba abundancia de sangre.

El espectáculo era estremecedor; los testigos se conmovieron todos a la vista de tan repentino como
emocionante cuadro: el cuerpo de Clemente estaba totalmente empapado de sangre y el suelo era un
verdadero charco de sangre que cubrieron con tierra. Algunos de los presentes ofrecieron ropas con las
cuales le cubrieron el cuerpo, pero al poco quedaron también empapadas en sangre, teniendo que cambiarlas
por ropas nuevas, ofrecidas también por los presentes, conmovidos todos por sentimientos de la más
profunda emoción.

Más tarde, en casa, hubo necesidad de cambiarle nuevamente de ropas por hallarse las que tenía empapadas
de sangre. Por la noche y al siguiente día, dos toallas de gasas, la ropa interior y las sábanas estaban también
impregnadas de sangre.

Un cálculo aproximado permite decir que el paciente perdió en total unos tres litros de sangre; y es
naturalmente inexplicable que haya podido sobrevivir a tal extraordinaria pérdida. Varios pensaron llamar a
un médico y proceder a hacerle una transfusión sanguínea; pero Clemente se opuso rotundamente y la Virgen
Santísima manifestó a un vidente que la intervención de la cirugía era ineficaz en las manifestaciones de
carácter celestial, como eran las de Clemente.

En el propio lugar del acontecimiento, levantaron un acta de lo que acababa de suceder, que firmaron unos
diez y seis testigos oculares, la cual está a la vista de cuantos quisieran conocerla. Entre los firmantes
citaremos: Antonio Romero, José Navarro Caro, Antonio Anillos y su madre, Pedro Gómez, Miguel Alvarez
García, Francisco Muriel, del Palmar; María del Carmen Pérez Viso y su hermana, de Los Rosales; Licinia
García Barbero, de Zaragoza; y Manuel Alonso Corral, abogado, de Sevilla.

Señor Cardenal: no creemos que Su Señoría se muestre perplejo ni indiferente ante tan portentosa
manifestación sobrenatural. Clemente, a pesar de un nuevo y copioso derrame acaecido últimamente, en una
nueva visión celestial que tuvo en la iglesia de San José, de esta ciudad y de habérsele ensanchado la llaga
dos centímetros más, sin tomar remedio ni reconstituyente alguno, goza de buena salud y a pesar del estigma
del costado, que aún persiste, se ha restablecido y sigue en su vida de oración y penitencia, en unión con
Cristo Crucificado, para la conversión de los pecadores, el Santo Padre Pablo VI y demás necesidades de la
Iglesia y el triunfo de la Virgen Santísima.

Además de todo lo antes expuesto, nos permitimos hacer resaltar la gran labor de apostolado llevada a cabo
por el señor Clemente Domínguez Gómez, en el Sagrado Lugar del Palmar de Troya.

Gracias a su constancia y tesón siempre con la ayuda del Cielo, no falta a diario, en el Palmar, la oración y la
penitencia. Destacamos su esfuerzo en introducir y propagar por todas partes el Santo Rosario de
Padrenuestros, eminentemente penitencial y que tantas almas está convirtiendo, así como el Santo Rosario
Tradicional y el ejercicio del Vía crucis, que suele siempre practicarse en aquel sagrado sitio.

Clemente Domínguez, es muy querido por la mayoría de los creyentes que asisten en aquel Lugar y aun de
muchos procedentes de otras regiones de España y del extranjero, lo cual se debe a que aprecian y reconocen
su espíritu de sacrificio, oración y entrega, al mismo tiempo que su fidelidad a las manifestaciones del Cielo.
Clemente Domínguez cree que es un deber de conciencia, al cual no puede traicionar, el ser fiel y obediente a
los Mensajes que tanto él como otros reciben del Cielo.

Esto no merma, en absoluto, el gran amor que este penitente tiene hacia la Jerarquía, y por supuesto, hacia su
Eminencia Reverendísima, a la que más de una vez ha tenido que defender con energía. Todos cuantos
tratamos a Clemente reconocemos la verdad de lo aquí expuesto. La verdadera prueba de ello es que, según
se nos afirma, todos sus Mensajes son enviados a la Jerarquía de la Iglesia para su conocimiento y estudio, lo

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que acarrea a él grandes sufrimientos y aumenta el peso de su cruz. Más cómodo sería guardarlos y evadir su
responsabilidad; pero ello traicionaría su conciencia.

Clemente Domínguez es una víctima por su fidelidad al Cielo. Por tanto, eminentísimo señor Cardenal, no
dude de la integridad y buena fe de este vidente, y rechace todo informe calumnioso e injusto que pueda
llegar a sus manos.

Esperamos, señor Cardenal, que por el informe que hoy le presentamos, se convencerá que a los que somos
asiduos peregrinos del Palmar, no nos mueven sino motivos sobrenaturales de oración y penitencia y que ni
remotamente aparecen en nosotros señales de tipo supersticioso, como los llamados progresistas o faltos de
fe le habrán dicho, y es de sentir no se haya Su Señoría informado seriamente con personas imparciales, ni
haya oído el criterio de los muchos que asiduamente vamos al Palmar.

Para no alargar, manifestaremos que los milagros positivos que allí han acontecido son muchos; igual las
conversiones de pecadores.

También le señalamos que un profesor de psicología de la Sorbona, de París, la más alta escuela científica
del mundo, con todo un equipo de su escuela y aparatos técnicos, el año pasado hizo un estudio psico-
analítico de los videntes, con resultados favorables; y fue testigo de un acontecimiento extraordinario e
inesperado que le dejó conmovido tanto a él como a su equipo.

Se prepara una obra documental que posiblemente salga a la luz en varios idiomas (español, francés, inglés y
alemán) al final del presente año y sería lastimoso y desprestigioso para la Iglesia, que un Pastor apareciera
en ella de un modo inadecuado y muy censurable.

Señor Cardenal: estamos seguros que la responsabilidad que le incumbe y la justicia que nos asiste, lo
moverán a una satisfactoria solución del asunto del Palmar de Troya.

Somos de su Eminencia Reverendísima sus atentos y seguros servidores que besan su sagrada púrpura.

Esta carta está suscripta por el doctor Manuel Alonso Corral, a quien acompañan 341 firmas.

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DOCUMENTO Nº 2

DATOS HISTORICOS SOBRE HECHOS QUE PRECEDIERON A LAS PRIMERAS VISIONES Y


MISIONES APOSTOLICAS DEL VIDENTE DE EL PALMAR DE TROYA, CLEMENTE DOMINGUEZ
GOMEZ
Para servir de introducción a un libro sobre las Visiones y Mensajes, dados por el Cielo al vidente Clemente
Domínguez, me han solicitado que escriba una breve historia, que dé, al lector, una idea, lo mas exacta
posible, sobre los momentos que precedieron a las manifestaciones celestiales y misión apostólica de este
elegido de Dios.
Aunque yo conocí a Clemente, en Sevilla, el día 18 de Mayo de 1968, creo que fue en el momento preciso,
determinado por la Providencia, para poder conocer, seguir y compartir las etapas que, como vidente, habría
de vivir.
Por razones de mi trabajo, fui trasladado de Madrid, en donde residía desde hace más de veinticinco años,
llegando a esta mariana, histórica y bella ciudad de Sevilla, a primeras de enero de 1968.
Desde que conocí a Clemente, nuestra amistad fue, cada día, más estrecha y sincera. El había nacido en esta
ciudad de Sevilla, en el número 13 de la calle Santander, hoy número 5, muy próximo a la Catedral, el día 23
de Abril de 1946. Trabajaba en una oficina como contable y su manera de vivir era sencilla.
En los primeros días de nuestra amistad, y tras de una conversación que mantuvimos, él me reveló que, en el
espacio de una semana, había tenido dos sueños: se le había aparecido la Santísima Virgen y le había
impuesto el hábito de Santo Domingo. Clemente me contaba todo esto con una gran naturalidad, a lo que yo
no le di importancia. Pero él, seguro de la trascendencia de esos sueños, reafirmaba rotundamente: yo seré
Dominico.
Pero antes de continuar el breve relato sobre Clemente, quiero hacer al lector una escueta presentación de los
comienzos de las Apariciones Celestiales en el Palmar de Troya.
El día 30 de Marzo de 1968, la Santísima Virgen del Carmen se aparece, por primera vez, sobre un Lentisco
de la finca la Alcaparrosa, a cuatro niñas del pueblo: Rafaela, Ana, Josefa y Ana. Esta planta, llamada
lentisco, abundaba mucho en la finca. Del Lentisco de la primera aparición, no quedó nada, pues los devotos
cortaban sus ramas como valiosa reliquia. En el lugar exacto se colocó una pequeña Cruz de madera, y
alrededor de ella se hacían las oraciones y los videntes recibían las visitas celestiales. De esta manera se
conservó el sitio elegido por la Santísima Virgen en su primera aparición. Después, siendo ya Clemente
vidente, se colocó en este lugar del Lentisco la Sagrada Faz de Jesús y la imagen de Nuestra Madre del
Palmar.
La finca de las Apariciones está situada a 1 kilómetro, aproximadamente, del pueblo del Palmar de Troya,
que dista a unos 15 kilómetros de Utrera y pertenece a la provincia de Sevilla (España).
Tras de las cuatro primeras niñas, fueron surgiendo otros videntes: Rosario Arenillas, del Palmar de Troya, el
14 de Abril de 1968; María Marín, de Utrera, el día 20 de Mayo de 1968, y María Luisa Vila, de Sevilla, el
día 6 de Junio de 1968.
Y, dentro del mismo año: Antonio Romero, José Navarro (Cayetano), Manuel Fernández, Antonio Anillos y
otros, todos residentes en el Palmar de Troya. Posteriormente también fue elegida, como vidente, Arsenia
Llanos, de Jerez de la Frontera.
Cuando conocí a Clemente, ya había yo visitado el lugar de la Aparición, como simple curioso, aunque
manteniendo un cierto respeto e interés. Hablé a Clemente de El Palmar, que él también había visitado ya, y
en mi coche nos desplazamos a la Aparición. Durante las distintas visitas que hicimos durante el año 1968,
nuestra postura fue de curiosidad respetuosa, pues en el fondo admitíamos que pudiera haber algo
sobrenatural.
Era el 15 de Octubre de 1968. Nos enteramos que la Santísima Virgen había llamado, por medio de María
Marín, para que acudieran muchos, ese día, a El Palmar. Clemente y yo fuimos a El Palmar ya de noche.
Cuando llegamos todo había pasado, pues eran cerca de las 11 de la noche. Sin embargo, a esa hora nos
esperaba algo desagradable. Al llegar a la puerta de la finca, observamos que aún, en el Lentisco, había un
grupo de personas. Estas daban vueltas, como danzando en corro, alrededor de una mujer, mientras que,
intercalando sarcásticas carcajadas, cantaban las Avemarías del Rosario, entre risotadas y aplausos

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diabólicos. El espectáculo estremecedor se apreciaba, a esa distancia, gracias a unos cirios que arriba estaban
encendidos. No nos atrevimos a subir al Lentisco. Rezamos unas Avemarías y regresamos a Sevilla. Algún
tiempo después nos informaron que una mujer demente, que nadie conocía, había sembrado la confusión
entre los asistentes diciendo que era la encarnación de la Virgen del Pilar.
Desde esa fecha, Clemente y yo, desistimos casi de visitar El Palmar.
Pero, fue entrado el verano del año 1969 cuando, gracias a un articulo publicado en el ABC, por un Padre
Jesuita, en defensa de El Palmar, nuevamente sentimos cierto interés por estos fenómenos sobrenaturales.
Interés que aumentó, gracias a otra nota, publicada también en el ABC, del Hermano Nectario María,
anciano de reconocida santidad y sabiduría, por la que invitaba a una conferencia que iba a dar en el
Convento de Lasalle, calle San Luis 35, de Sevilla. Clemente y yo fuimos a oír la conferencia. Había allí un
buen número de personas, entre ellas, Don Antonio Vota y su esposa. El Hermano Nectario María hizo una
resumida e interesante exposición de los fenómenos de El Palmar, acompañada de pruebas documentales.
Finalizado el acto, pudimos intercambiar algunas palabras con el Hermano Nectario quedando algo más
convencidos de que las Apariciones pudieran ser ciertas.
Pero una fecha clave, en esta reseña histórica, es la del 15 de Agosto de 1969, festividad de la Asunción de la
Virgen. Por la mañana, salimos Clemente y yo hacia las playas de Cádiz, para pasar el día. Pero, en nuestro
itinerario, decidimos pasar por El Palmar de Troya. Allí había un grupo de personas que esperaban a un
Padre Jesuita y que posiblemente dijera Misa por la tarde. Poco después llegó este Sacerdote, hablamos con
él y decidimos quedarnos allí todo el día.
Por la tarde acudieron más peregrinos. El Padre Jesuita dijo la Santa Misa sobre un altar que había junto a la
tapia, fuera de la finca de las Apariciones.
Durante la Misa tuvo María Luisa Vila una visión de la Santísima Virgen. Era la primera vez que
presenciamos un éxtasis, aunque no estábamos muy próximos a la vidente. Comulgamos con mucha
devoción y quedamos convencidos de que las Apariciones de El Palmar eran verdaderas.
Subimos, después, al Lentisco, en donde estaba María Marín viendo al Señor, en un maravilloso éxtasis. De
pronto, oímos una voz potente, la del Hermano Nectario María, que decía con seguridad: "¡Cristo está aquí
presente!" Todo nuestro ser se estremeció. Era la primera vez que oíamos que el Señor se aparecía en El
Palmar. También presenciamos una visión de Rosario Arenillas, apreciando una fuerte fragancia celestial.
Desde entonces, nuestras visitas a El Palmar eran casi a diario. Fuimos conociendo mejor a los videntes y
recibiendo pruebas de su autenticidad.
Un detalle muy significativo, eran las frecuentes atenciones que el Señor y la Santísima Virgen tenían para
con Clemente, a través de los distintos videntes de El Palmar, dándole una singular distinción y mostrándole
una especial preferencia. Sin duda alguna, el Cielo iba preparando el camino de aquél a quien, después,
confiaría sus Mensajes más importantes.
Veamos algunos de estos hechos:
La vidente Rosario Arenillas reveló a Clemente que la Virgen le había dicho que llegaría un día a tener
visiones y que sufriría mucho.
Estábamos una noche en el Lentisco la vidente María Luisa Vila, su esposo, Rosario Arenillas, Clemente
Domínguez, un matrimonio de Jerez, algunas personas más y yo. Durante el rezo del Santo Rosario entraron
en éxtasis María Luisa y Rosario. La Santísima Virgen llama a Clemente a través de las dos videntes, para
que se acerque a Ella. Dichas videntes no se atrevían a hablar. Pero Clemente siente en su interior la llamada,
como una fuerza que le hace aproximarse más al Lentisco. La Virgen avanza hacia él, pone sus Manos sobre
su cabeza y le cubre con todo su cuerpo. María Luisa Vila decía: "!Mira, Rosario, mira!" Ambas estaban
presenciando el hecho.
Algo similar ocurrió pocos días después con el Señor, estando María Marín en éxtasis. Y de otras muchas
formas el Cielo reiteraba sus atenciones, para con Clemente, a través de los demás videntes.
Inolvidable fue, para nosotros, la fecha del 14 de Setiembre de 1969, festividad de la Exaltación de la Santa
Cruz. Era ya de noche. Poco tiempo antes habíamos presenciado un éxtasis de María Luisa Vila, que nos
llenó de gran paz. Pero el Diablo, a través de una persona que estaba presente, turbó mi alma, llenándola de
dudas. Clemente y yo nos bajamos a la carretera. Una angustiosa confusión que aprisionaba mi espíritu, me
hizo exclamar:

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¡No vuelvo más a El Palmar mientras la Virgen no me llame! Clemente se puso a llorar. De pronto, del
horizonte sale una luz potentísima, que avanza lentamente hasta posarse sobre el Lentisco, formándose una
gran Cruz sobre un pedestal de flores luminosas y con maravillosos resplandores. La emoción era
indescriptible. Clemente y yo salimos corriendo hacia el Lentisco. Pero, a la mitad del camino, la maravillosa
visión desapareció. Preguntamos a tres personas que allí estaban rezando si habían visto algo. Nos miraron
extrañados, respondiendo que no. También estaba allí el vidente José (Cayetano), y él nos confirmó nuestra
visión, entrando, poco después, en un maravilloso éxtasis.
Seguíamos frecuentando El Palmar. Clemente y yo hacíamos todos los días el Viacrucis, y dirigíamos, a
veces, las oraciones en el Lentisco, y esto era del agrado de los que allí estaban, especialmente de los
videntes. Tuvimos oportunidad de ver, en varias ocasiones, los éxtasis de las cuatro primeras niñas, que eran
de un candor extraordinario. Conocimos e hicimos gran amistad con la vidente Arsenia Llanos, cuyos éxtasis
nos producirán una gran paz en el alma. También presenciamos algunas visiones de Manuel Fernández,
Antonio Romero y alguno más.
Clemente mostraba deseos de ver a la Virgen. Se lo había pedido muchas veces.
Fue el día 30 de Setiembre de 1969, cuando Clemente tuvo la primera visión. Había transcurrido un año y
medio de la primera Aparición de El Palmar.
Orábamos en el Lentisco un buen número de personas, entre las que se encontraba la vidente Rosario
Arenillas. Estaba oscureciendo. De pronto sentimos como suspirar a Clemente y que nos dice que ve dos
figuras de personas, una alta y otra más baja, que vienen andando lentamente hacia el Lentisco desde la parte
alta de la finca. Las dos figuras, que eran oscuras y en las cuales el vidente no podía apreciar los rasgos de
sus rostros, quedan paradas a unos metros más arriba del Lentisco. Clemente, al mismo tiempo que las veía,
era consciente del lugar y personas que lo rodeábamos. El comprendió, por los detalles, un poco difusos, de
sus cuerpos, que se trataba del Señor y del Padre Pio. Pasada la visión, la vidente Rosario Arenillas, que
también había presenciado la aparición, le confirmó que eran el Señor y el Padre Pío.
Pocos días después, tuvo idéntica visión, y en las mismas circunstancias, con la vidente María Luisa Vila.
Desde estas fechas, Clemente tenía visiones con frecuencia. También veía a la Virgen, a San José y a otros
Santos, pero de la misma manera que las dos primeras: oscuras y sin poder apreciar sus rostros.
El día 8 de Diciembre de 1969, festividad de la Inmaculada Concepción, fue una fecha memorable para
Clemente. Por la mañana fuimos a El Palmar a permanecer allí todo el día. Nos reunimos un buen número de
personas.
A media mañana, Clemente entra en éxtasis ante la visión de la Virgen Inmaculada. Minutos después,
apareció el Señor, como Cristo Rey. Era la primera vez que, el vidente, había visto al Señor y a la Virgen,
claramente, apreciando perfectamente todos sus detalles de figuras y rostros. Clemente caía en tierra por el
arrobamiento, con la pérdida de todos sus sentidos. Desde esta fecha todas las visiones de Clemente, fueron
de una percepción perfectamente clara.
Pero, por la tarde, ya oscurecido, el Ciclo le regaló con otras visiones maravillosas. Primero apareció la
Santísima Virgen, rodeada de ángeles, los cuales portaban los hábitos de la Orden de Santo Domingo.
Apareció, poco después, el Señor, y después un Santo. El Señor indicó al vidente que se trataba de Santo
Domingo. Este Santo Fundador de los Dominicos, anunció a Clemente la presencia de San José, que también
se hizo visible. El vidente oyó por primera vez la voz del Señor, la de la Virgen y la de ambos Santos.
Pero la visión iba haciéndose cada vez más impresionante. Clemente recibía de manos de la Santísima
Virgen el hábito de Santo Domingo, que traían los ángeles y se lo imponían. Poco después recibía también
los ornamentos sagrados de Sacerdote, e iba recitando, en latín, las partes de la Misa, que le dictaba San José,
menos la Consagración. Para que no haya error en la interpretación que puedan hacer los lectores, he de
advertir que todo esto sucedía de forma mística, ya que el vidente se veía así revestido en la visión. Los que
rodeábamos al vidente, sólo apreciábamos sus gestos y oíamos su voz. Fue un éxtasis de indescriptible
belleza y emoción.
El primer Mensaje lo recibió Clemente de boca de Santo Domingo, el día 10 de Diciembre de 1969,
recomendando el rezo del Santo Rosario de Padrenuestros.
Pero en este día sucedió un hecho muy significativo. Cuando llegamos a El Palmar, la puerta de entrada a la
finca, que estaba junto a la gran Cruz que hay en la tapia, estaba cerrada. Esa fue la primitiva entrada. Nos

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pusimos a rezar cerca de donde hoy se encuentra la imagen de la Divina Pastora. Cayó Clemente en éxtasis.
Vio cómo San José se trasladó desde el
Lentisco a la tapia, próximo a nosotros. Aquí se repitió la misma celebración de la Misa de que hablamos el
día 8, y otras veces más sucedió días después. Aparecieron también el Señor y Santo Domingo. Cuando
acabó el éxtasis, pudimos contemplar cómo se había abierto una nueva puerta de entrada, la que hoy existe.
No salíamos de nuestro asombro, pues nadie oyó ningún ruido. Solamente Don Antonio Vota nos contó que,
durante el éxtasis de Clemente, fue a poner las manos sobre la pared y se le vino abajo. Cosa extraña, pues
ésta tenía resistencia suficiente para no caerse tan fácilmente. Clemente nos indicó que en la misma puerta,
sobre la pared, se había puesto San José. Entendimos todos que había sido este Santo quien la había abierto.
No nos atrevimos a entrar. Por fin pasamos a la finca con algún temor, y cuando habíamos avanzado unos
metros, Clemente vio a San José que, desde la puerta, con su vara, nos indicaba que subiéramos al Lentisco.
El día 12 de Diciembre de 1969 Clemente tuvo una visión de Santo Domingo, que le dijo: "Ahora contempla
a mi derecha el Divino Rostro de Nuestro Señor Jesucristo. Mira, hijo mío, la Faz del que lo dio todo, hasta
su aliento, por tus pecados y por los pecados de todo el mundo". Y apareció la Santa Faz de Jesús, dolorosa y
sangrante. Santo Domingo le dio a continuación los importantes Mensajes sobre la Santa Faz: la extensión de
la Adoración de la Santa Faz por todo el mundo, el Santo Viacrucis y la Comunión reparadora de los
primeros Jueves, reparando los ultrajes al Divino Rostro del Señor.
Hasta que se colocó la Sagrada Faz en el Lentisco, llevábamos un cuadro del Rostro del Señor, y hacíamos
oración ante él. Era muy frecuente que, en los éxtasis, Clemente tomara el cuadro en sus manos, lo elevara y
bendijera a todos, en latín, por mandato del Señor. Clemente, cuando era casi un niño, perteneció a la
Congregación de la Santa Faz, que radicaba en la Parroquia de San Clemente (Del Sagrario, anexa a la
Catedral). Esta Parroquia, donde Clemente fue bautizado, está presidida, en el Altar Mayor, por un lienzo de
la Santa Faz y una imagen de San Clemente Papa.
La Santa Faz del Lentisco se colocó, por mandato del Cielo a Clemente, el día 2 de Febrero de 1970. La
imagen de la Divina Pastora se colocó y bendijo los días 1 y 2 de Marzo de 1972. Nuestra Madre de El
Palmar fue puesta en el Lentisco el día 12 de Setiembre de 1972.
Creo que con todos estos datos el lector puede hacerse una idea de cómo Clemente conoció El Palmar, creyó
en la Aparición y tuvo sus primeras visiones y Mensajes.
Todo sea a la mayor gloria de Dios y de su Santísima Madre.
MANUEL ALONSO CORRAL DE LA SANTA FAZ Y DE LA CRUZ
Sevilla, 27 de Abril de 1974.

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DOCUMENTO Nº 3

CARTA AL SANTO PADRE, PAPA PABLO VI, ENVIADA EL 8 DE DICIEMBRE DE 1974 POR
DIRIGENTES DEL GRUPO DE APOSTOLES DE EL PALMAR, PRESENTANDO INFORMES Y
MENSAJES RECIBIDOS POR CLEMENTE DOMINGUEZ GOMEZ.

Sevilla, 8 de Diciembre de 1974.


Santísimo Padre Papa Paulo VI,
Ciudad del Vaticano.
Roma.
Santísimo Padre:
Tenemos el alto honor de dirigirnos a Su Santidad y postrarnos a sus pies como fieles, aunque indignos, hijos
de su Santísima Persona, Vicario de Cristo en la tierra, y de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y
Romana.
Humildes, obedientes y sumisos a su Suprema Autoridad como Jefe de la Iglesia, depositamos en sus
sagradas manos, para su información y estudio, el presente texto, conteniendo:
"INFORME Y MENSAJES SOBRE LAS APARICIONES CELESTIALES EN EL PALMAR DE TROYA
(UTRERA, SEVILLA, ESPAÑA)"1.
Suplicamos, Santísimo Padre, tenga a bien aceptarlo. Nuestro mayor deseo es que nuestro Supremo Pastor en
la tierra tenga conocimiento, lo más exacto posible, de estas Manifestaciones Celestiales, que tantas gracias
derraman sobre nuestras almas y en donde aprendemos a amar auténticamente a Cristo, a su Santísima
Madre, al Papa y a la Iglesia, practicando la oración y la penitencia.
Santísimo Padre: suplicamos de su corazón tierno y bondadoso una Bendición especial para el Grupo de
Apóstoles del Palmar de Troya y Cenáculos de Nuestra Madre del Palmar.
Que la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, le proteja y le ayude en su alta y difícil misión.
Sumisos a su Suprema Autoridad, besamos humildemente sus sagrados pies, en nombre de todos los
Apóstoles del Palmar.
(Firmado): Manuel Alonso Corral, domicilio: calle Pablo Orosio, 39. Apartado 8.058, Sevilla, España;
Francisco González Ramírez, Jefe del Grupo de Apóstoles; Carlos Girón Fernández, Vice Jefe del Grupo de
Apóstoles.

1
El Informe es una relación que contiene los datos históricos del comienzo y desarrollo de las apariciones, y los
mensajes son todos los que se publican en el presente volumen.
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RESUMEN DEL CONTENIDO DE LOS MENSAJES MAS IMPORTANTES
DADOS EN EL PALMAR DE TROYA

1. La defensa de la auténtica Fe Católica contenida en las Sagradas Escrituras, en la Santa Tradición, en


el Magisterio auténtico de la Iglesia, en los Sagrados Concilios, en la Doctrina de los Santos Padres.
2. El amor, la obediencia y sumisión a la Sagrada Persona del Papa, como Vicario de Cristo, Roca
infalible, en su tiempo Pablo VI.
3. El restablecimiento de la Santa Misa Tridentina, Latina, de San Pío V, como auténtico Sacrificio del
Altar.
4. El restablecimiento del Latín como Lengua Oficial de la Iglesia, así como el Incienso, la Música
Sacra, el Oro como culto a Dios, la Sotana y Tonsura en el Sacerdote, el velo y el decoro de la mujer
en el Templo.
5. El amor, respeto y auténtica adoración a la Sagrada Eucaristía, la obligación de recibir la Sagrada
Comunión de rodillas y en la lengua, condenando la administración de la Comunión de pie, por
irreverente, y en la mano, por sacrílega.
6. El amor, respeto y veneración a la Santísima Virgen María, como Madre de Dios y Madre de la
Iglesia, la defensa de los dogmas mariológicos, de las Sagradas Imágenes y del culto y lugar, como a
su alta dignidad corresponde, en la Iglesia.
7. El amor y devoción a los santos, en especial al glorioso Patriarca San José, el culto a sus Imágenes,
así como la devoción a las almas benditas del Purgatorio.
8. La exhortación continua a la Oración y a la Penitencia, la santa Misa, la Sagrada Comunión, la
Adoración Nocturna y Diurna al Santísimo Sacramento, la meditación en la Pasión del Señor
mediante el ejercicio del santo Vía Crucis, el rezo del Santo Rosario como arma poderosísima contra
Satanás, y otras devociones recomendadas por la Santa Madre Iglesia.
9. La reparación por las ofensas inferidas a la Sagrada Faz de Jesús, a su Sacratísimo Corazón y al
Inmaculado Corazón de María, mediante la Comunión Reparadora de los primeros Jueves, primeros
Viernes y primeros Sábados de mes, respectivamente.
10. La condena del progresismo actual, demoledor de la Santa Tradición, y de las herejías que se
propagan, dentro del mismo seno de la Iglesia, por muchos Sacerdotes e incluso algunos Obispos y
Cardenales.
11. La condena del marxismo y la masonería, profetas del Anticristo.
12. La exhortación a la vigilancia y a la oración, pues el comunismo y la masonería se han introducido
en la Iglesia, ocupando altos puestos.
13. El anuncio de un próximo Cisma en la Iglesia, con el nombramiento de un Antipapa, que intentará
destruir la Iglesia.
14. El anuncio de la llegada del Anticristo que se hará adorar como Dios; el triunfo del poder comunista
en el mundo.
15. El anuncio de una próxima terrible Guerra Mundial, que destruirá muchas ciudades, la purificación
del mundo por el fuego y castigo de los perversos.
16. El triunfo del Inmaculado Corazón de María, la derrota de Satanás, la Segunda Venida de Cristo y el
Reinado total y absoluto de Cristo. Todo esto sucederá muy pronto.

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