Está en la página 1de 10

La luz

MARÍA CONCEPCIÓ MIRÓ CARRERA


Física, profesora de Educación Secundaria

JOSEP CASADELLÀ REIG (Presentación del tema)


Físico, profesor de Universidad del área Didáctica de las Ciencias Experimentales

1
A. Presentación del tema
1. La luz y la visión
Las ondas mecánicas son a la audición como la luz es a la visión. El ojo es un instrumento
óptico natural, compuesto por una lente variable, el cristalino, un diafragma, el iris, de apertura
también variable, que trata de mantener la iluminación interior entre límites, y una película sen-
sible, la retina. Está constituida por neuronas especializadas, de morfología modificada y adap-
tada a la función de sensor lumínico. La luz que atraviesa la parte sensible de las neuronas reti-
nianas sin interaccionar es absorbida por un pigmento especializado de color negro. Esto evita
reflexiones y la consiguiente pérdida de información.
Es importante comprender que la luz y la visión son fenómenos diferentes, puesto que la
primera aproximación al conocimiento de la naturaleza se inicia en una fase de mezcla de lo sub-
jetivo con lo objetivo. La historia de la ciencia recoge las concreciones de esta etapa, de modo
parecido al desarrollo cognoscitivo de los individuos. Así los griegos, por ejemplo, influidos por
las relaciones entre el ver y el mirar, suponían que los ojos emitían algún principio indispensa-
ble para la visión, como si la voluntad participara físicamente con el fenómeno de manera glo-
bal, exteriormente al individuo.
La visión es, actualmente, objeto de intensa investigación, en el área de la neuro-ciencia y
de la visión por computadora. No hay duda de que la información de color, de contraste lumi-
noso, de movimiento, de forma, ... sale de la retina codificada por las redes neuronales exis-
tentes en la propia retina, que proyectan su código al córtex. Todo un mundo de conexiones
cerebrales permanece todavía por desentrañar.

2. La óptica
Se puede definir la óptica como la técnica dedicada a la fabricación de herramientas que extien-
den, corrigen o mejoran la visión. Involucra a la luz en algún estadio, puesto que la visión precisa
de ella. Pero recientemente la óptica va mucho más allá de la simple manipulación de la luz.
Sorprende un hecho notable en óptica. Las primeras lentes que se colocaron ante los ojos
para corregir sus defectos, precedieron en más de 300 años a las leyes matemáticas de la
refracción, que constituyen la base teórica para su construcción. Es un ejemplo de que, a
menudo, la práctica precede a la teoría.
La llamada ley de Snell, que describe la refracción, fue deducida por Descartes y posterior-
mente por Fermat. El primero se basó en la hipótesis de un incremento de velocidad cuando
la luz entra en un medio material transparente, debido a una atracción entre luz y materia. Fer-
mat dedujo lo mismo basándose en la hipótesis contraria. Le parecía absurdo que la luz fuera
más rápida en el interior de un sólido o de un líquido que en el aire. Su deducción suponía otra
hipótesis interesante: el camino que sigue la luz a distintas velocidades según el medio se
determina minimizando el tiempo empleado.
La combinación de dos lentes, o de un espejo y una lente, permitió la creación de dos gran-
des instrumentos científicos: el telescopio y el microscopio. El primero amplía las dimensiones
y la luminosidad de los objetos lejanos, como los astros, mientras que el segundo permite ver
un nuevo mundo cercano inobservable con el ojo desnudo. Ambos mundos, el lejano y el
«microscópico», no paran de sorprendernos y de crecer. Se ensanchan a pasos agigantados
los límites de lo visible, a lo lejos y a lo todavía más pequeño.

2
Los radiotelescopios son instrumentos ópticos que nos permiten «ver» en microondas.
Resulta que hay nubes de materia en el cosmos que son transparentes a las microondas, mien-
tras que en la luz visible son opacas. Mirar en otra franja del espectro puede comportar la
supresión de barreras de una manera sorprendente. Así también existen telescopios de rayos
X y de rayos gamma.
En el mundo de la muy pequeño los límites de lo visible se ven notablemente rotos por la
microscopía electrónica, que utiliza la óptica de un haz de electrones en lugar de un haz lumi-
noso. Otro paso de gigante lo dan los microscopios de efecto túnel, que tampoco utilizan un
haz de luz para ver, sino los electrones que son captados por una punta metálica cercana a la
superficie. La información recogida por este tipo de microscopios se procesa y envía a un
monitor, que la convierte en imagen luminosa observable por el ojo humano. Este tipo de tec-
nología también se aplica a todos los tipos de telescopios. Cada vez se observa menos direc-
tamente. Se interponen medios de procesamiento de la información que terminan en los moni-
tores de los ordenadores.
En otro orden de cosas y de instrumentos las reacciones químicas y electrónicas fotosen-
sibles han permitido el surgimiento de técnicas variadas de captación de imágenes: fotografía,
cine, video-magnetoscopios, tecnología láser-disc, etc. Las «imágenes» se pueden codificar,
almacenar, compactar, recalcular, filtrar, procesar, enviar por ondas con y sin soporte con-
ductor, ...
La óptica se encuentra, en fin, en el «ojo del huracán» de la revolución tecnológica de fina-
les del siglo XX, puesto que, entre otras cosas, se encuentra implicada en la miniaturización y
fabricación de circuitos electrónicos. La técnica de dopar los semiconductores se efectúa
mediante resinas fotosensibles. Se «graban» en ellas un conjunto de plantillas que darán la
pauta de las zonas a dopar. Dichas plantillas se confeccionan a escala manipulable manual-
mente o informáticamente, para proyectarlas sobre las resinas fotosensibles con que se cubren
las obleas de semiconductor, empequeñecidas hasta los límites de la resolución óptica permi-
tida por los instrumentos. Por lo tanto, la mejora en los instrumentos ópticos de proyección de
imágenes implica mayor capacidad de miniaturización.

3. Lentes, prismas y colores


El telescopio de Galileo estaba formado por dos lentes, una convergente, que formaba una
imagen del objeto a visualizar, y otra divergente, llamada ocular por su cercanía al ojo del
observador, que permitía a éste observar ampliada dicha imagen. Surgió un problema con este
tipo simple de telescopio que con el paso de los siglos adquirió mucha relevancia. Presentaba
un fenómeno llamado «aberración cromática», consistente en el hecho de la lente simple con-
vergente (el objetivo) tiene un plano imagen para cada color, debido a que cada luz monocro-
mática tiene un índice de refracción diferente. De modo que el ocular observa un imagen enfo-
cada para un solo color y una aglomeración de imágenes desenfocadas para el resto de los colo-
res de la luz emitida por el astro a observar.
El estudio de la aberración cromática se efectuó mediante un dispositivo más simple que
una lente. Se trata del prisma de sección triangular, ya conocido anteriormente al telescopio.
Newton reinterpretó la descomposición de la luz blanca en los colores del arco iris sugiriendo
que se podía obtener la sensación de luz blanca por recomposición del haz coloreado fruto de
la descomposición del prisma. Combinando prismas de distinto coeficiente de dispersión es
posible obtener esta recomposición del color del haz de luz original. Esto con el tiempo dio
lugar a la creación de prismas combinados con desviación de la luz, pero sin descomposición
de colores. Fue la base para la confección de objetivos acromáticos.
Newton solucionó el problema de la aberración cromática de los telescopios proponiendo
la construcción de un nuevo modelo, conocido desde entonces como modelo de Newton.
Consistía en substituir la lente de objetivo por un espejo cóncavo pulido justamente por la
superficie cóncava. Así la luz no tenía que atravesar el vidrio del espejo, que era el elemento dis-

3
persor. Esto supuso invertir las posiciones del objetivo y del ocular en el tubo de soporte del
telescopio.
Este progreso, sin embargo, desde un punto de vista teórico, es pequeño comparado
con la elevación del prisma a la categoría de instrumento científico. Para analizar la luz se
precisa de una ranura estrecha, que evita el solapamiento de imágenes. El haz de luz estre-
cho entra en el prisma y se obtiene una nítida descomposición de colores. Cuanto más
estrecho es el haz menor es la superposición de colores y más débil el haz descompuesto.
Este problema de pérdida de intensidad para cada color se compensó añadiendo un
pequeño telescopio al conjunto, que permitía ver nítidamente los distintos colores. Mon-
tando el conjunto sobre un goniómetro para medir el ángulo en que se desvió cada color se
obtiene un espectroscopio.
Se observaron por el espectroscopio luces producidas por la llama de alcohol, al que se le
fueron añadiendo distintas sales. Así pudo observarse que las emisiones de los átomos están
compuestas de líneas espectrales discretas y, además, características de cada elemento. Así
se identificaron nuevos elementos, como el cesio, el rubidio, el talio, el indio, el galio,... Se ana-
lizó la descomposición espectral de la luz del Sol, de la Luna, de los planetas y de las estrellas.
Luego de las galaxias. Aparecieron «líneas de absorción». Se observó que las mismas líneas que
las substancias emitían eran justamente las que absorbían. De modo que las líneas de absor-
ción eran tan identificativas de los elementos como las líneas de emisión. Se descubrió que el
Sol y las estrellas estaban constituidos por hidrógeno junto con otros elementos presentes en
la Tierra. El helio se descubrió en el Sol antes que en la Tierra. ¡Qué formidable poder descu-
brir la composición química del universo sin necesidad de salir de la Tierra!
Los experimentos encaminados a probar la teoría ondulatoria de la luz condujeron la fabri-
cación de retículos de difracción. Los avances en su diseño sustituyeron en buena medida los
prismas en los espectroscopios.
La identificación de las líneas espectrales del hidrógeno fue también un problema relacionado
con el espectroscopio al que se ha dado una gran importancia. Resultó que las longitudes de
onda, o las frecuencias emitidas eran describibles mediante una relación algebraica. La búsqueda
de una justificación conceptual de la relación llevó a la formulación de la Mecánica Cuántica.

4. Luces y ondas
Es muy divulgado que la «naturaleza de la luz» fue objeto de una confrontación entre dos teo-
rías rivales. Por un lado había quienes consideraban que la luz era una substancia formada por
partículas que debían desplazarse a gran velocidad y que interaccionaban con la materia ordi-
naria. Por otro lado había quienes consideraban que debía existir en el espacio una substan-
cia, que se llamó «éter luminífero», capaz de oscilar y producir ondas que se propagarían a gran
velocidad. Estas ondas serían la luz.
Puesto que las ondas mecánicas eran ampliamente estudiadas y se conocían fenómenos
tales como las interferencias, era lógico que se tratara de obtener interferencias luminosas. La
cuidadosa observación de la sombra de un hilo delgado produjo interferencias. Asímismo se rein-
terpretó como causado por interferencias las franjas luminosas producidas en un dispositivo
formado por una lente plano-convexa apoyada sobre un espejo por la parte convexa. El fenó-
meno fue observado y divulgado por Newton, aunque él no lo interpretó como un fenómeno de
interferencia.
El doble prisma de Fresnell mostraba a las claras interferencias de la luz de una fuente
monocromática. Con él se calculó la longitud de onda de los colores del espectro visible. La
medida de la velocidad de propagación permitía encontrar la frecuencia de las oscilaciones,
una para cada color monocromático, dado que el producto de la frecuencia por la longitud de
onda debe ser igual a la velocidad de propagación de la onda.
Maxwell encontró que el campo electromagnético podía producir ondas. Esto implicaba lle-
nar de nuevo el espacio con otro «éter electromagnético». Maxwell sugirió que ambos éteres,

4
el luminífero y el electromagnético debían ser uno sólo. Es decir, la luz debía ser una onda elec-
tromagnética. La propia teoría de Maxwell permitía calcular la velocidad de las ondas electro-
magnéticas en función de parámetros medibles. El resultado estuvo en buen acuerdo con las
estimaciones directas de la velocidad de la luz.
La luz como fenómeno electromagnético amplió notablemente el espectro invisible. Herchel
descubrió, mediante un termómetro muy sensible, que se producía un máximo de radiación de
la luz solar en una zona no visible del lado del color rojo, lo que dio pie a hablar de la luz infra-
rroja. Paralelamente, Ritter descubrió que el ennegrecimiento de sales de plata se producía en
un espectro solar más allá del violeta. Había pues luz ultravioleta. Con la teoría de Maxwell
ampliada por Herts era claro que podían existir «luces» de cualquier longitud de onda. La visi-
ble era sólo una pequeña parte del espectro.
Quedó pues establecido unívocamente el carácter ondulatorio de la luz. Subsistía sin
embargo el problema de la identificación de algún fenómeno relacionado con el «éter». El fallo
en la búsqueda del posible arrastre de éter en el movimiento de la Tierra terminó por eliminar
la idea de su existencia, ya intuida por la rareza de sus propiedades mecánicas (debía ser
extremadamente rígido y al mismo tiempo no interferir el movimiento de los planetas). Pero
antes de su extinción definitiva, Lorentz había puesto en circulación ideas revolucionarias. La
masa del electrón podía ser debida a la interacción de éste con el propio campo que crea. Esto
traía consigo que la masa del electrón no era constante sino que aumentaba con la velocidad,
hasta el infinito en caso que ésta fuera igual a la de la luz. Asímismo las longitudes de las tra-
yectorias debían ser función de la velocidad. Todas estas ideas fueron recogidas en una nueva
mecánica, la Mecánica Relativista.
Einstein reparó desde muy joven en un hecho relacionado con la velocidad de la luz en el
espacio vacío (antes en el éter). Ésta era deducible de las ecuaciones del electromagnetismo,
conocidas como ecuaciones de Maxwell. Observando la luz de una estrella lejana desde la Tie-
rra en movimiento debían de observarse variaciones en la velocidad de la luz según la Tierra se
aproximara o alejara. ¡O tal vez no! De las ecuaciones de Maxwell sólo se deducía una veloci-
dad sin que interviniera la del observador. Entonces, o debían modificarse las ecuaciones de
Maxwell o las de «adición de velocidades relativas». Einstein apostó por la última hipótesis.
Nació con ello una nueva y perturbadora concepción del espacio y del tiempo. La luz estuvo
en la base de la crisis de las ideas intuitivas sobre el espacio y el tiempo.

5. Luces y partículas
También la luz estuvo en la base de la crisis de las ideas intuitivas sobre la materia. Hubo
desde la Grecia clásica dos escuelas sobre la materia. Una veía el mundo como un lleno con-
tinuo de materia. Otra veía el espacio vacío surcado por partículas elementales de que se cons-
tituía la materia ordinaria. Tales partículas, indivisibles por naturaleza («átomos»), se concebían
como si de pequeños sólidos se tratara.
A principios del siglo XX, ya ampliamente descartada la hipótesis del continuo, se veía la
materia corriente formada por «átomos divisibles» (mejor decir sistemas) en tres tipos de par-
tículas elementales, los electrones, los protones y los neutrones. La luz nacía y moría en los
átomos alterando su estado energético. La emisión espontánea de luz por los átomos, llamada
«emisión térmica» por estar en función de la temperatura, tiende a dejar a éstos en el cero
absoluto de temperatura, el estado de energía más bajo posible para el sistema. El análisis
espectroscópico de la emisión térmica, centrada en los cuerpos de mayor poder de emisión,
que son los de «color negro» (un cuerpo negro es una definición abstracta), dio sorpresas que
condujeron a la visión de la luz como «paquetes de ondas» de energía concreta. Las ondas
electromagnéticas, que se concebían como un continuo, tuvieron que reinterpretarse discreti-
zadas. Volvieron a renacer los corpúsculos de luz.
El efecto fotoeléctrico fue explicado por Einstein en términos de partículas de luz. Luego
surgieron nuevos modelos atómicos que terminaron por considerar a las partículas, elementa-

5
les o no, como una realidad dual. Debían de comportarse como ondas y como partículas en su
íntima naturaleza, como la luz. La distinción entre luz y materia se iba diluyendo. Los constitu-
yentes de la materia se clasificaban en dos grandes grupos, los fermiones de «spin» semien-
tero, como el electrón, y los bosones de «spin» entero, como el fotón.
La llamada «segunda cuantificación» introdujo la idea de creación y destrucción de partícu-
las. Ya no era sólo la luz la que podía crearse o destruirse en los átomos. Los electrones, pro-
tones y neutrones también podían crearse. El precio de la creación reside en que ésta debe
hacerse a la par con las antipartículas de cada tipo. Los fotones, el nombre genérico dado a
las partículas de luz, coinciden con sus antifotones.
A finales del siglo XX la luz es el exponente más «visible» de un grupo de partículas res-
ponsables de las interacciones fundamentales. La causa de que el electrón y el protón se
«atraigan» reside en que intercambian «fotones virtuales». De un modo parecido, los protones
y neutrones, constituidos por sistemas de tres fermiones, los llamados quarks, se encuentran
estabilizados por un «campo de atracción» entre quarks. Los compañeros de los fotones son
llamados gluones, cuyas concreciones virtuales son las responsables de las fuerzas entre los
quarks.
La atracción gravitatoria se supone también mediada por otro tipo de partículas compañe-
ras de la luz, los gravitones, aunque de momento han resultado fallidos los intentos de captar-
los directamente. Sin embargo, se han estudiado las pérdidas de energía gravitatoria de siste-
mas binarios de estrellas de gran masa, y los resultados se corresponden con las previsiones
de radiación del tipo ondas-corpúsculos gravitacionales.

6. Revisión histórica
a) La Antigüedad
Los fenómenos luminosos han intrigado a la humanidad desde muy antiguo. Los primeros
datos documentales sobre ideas en torno a la visión humana proceden del siglo V a.C. Desta-
caremos las visiones que hasta nosotros han llegado de tres culturas de la Antigüedad, la
china, la india y la griega, durante el período entre el siglo V y el III a.C.
Las concepciones sobre la visión de budistas y jainistas de la época se caracterizaban por
creer que entre el órgano de la visión y el objeto percibido no se necesitaba medio alguno de
contacto. Según los budistas la pupila recibía luz del exterior y la visión se explicaba a través
del deseo del observador de ver, junto con la contribución de las experiencias pasadas del
mismo. En cambio, para los jainistas, una energía o «shakti» asociada con la pupila permitía la
visión.
La perspectiva que ofrecían sobre el tema las otras corrientes de pensamiento de la época
tenían como denominador común creer en la necesidad de que existiera un medio material de
contacto entre los ojos y los objetos vistos.
Leucipo (s. V a.C.) y los atomistas explicaban la visión con la idea de que una «eidola» o
especie de imagen salía de los objetos y pasaba a través de los ojos hacia el alma. Euclides (300
a.C.) y los pitagóricos defendían que la visión era causada por un fuego invisible que salía del
ojo en forma de rayos luminosos y que al encontrar los objetos provocaba la visión. No obs-
tante sabemos que Euclides conocía las leyes de la reflexión.
Aristóteles (384-322 a.C.) se orienta hacia la idea de un movimiento que se propaga entre
el objeto y el ojo a través de un medio intermediario, teoría que nos lleva a pensar que en el vacío el
ojo es incapaz de ver. En fin, podemos hacernos una idea de que a finales de la Grecia clásica
los conocimientos sobre óptica eran aún muy confusos.

b) La Edad Media
El árabe Ibn-al-Haithan (965-1039 d.C.), más conocido en el mundo cristiano como Alhacén,

6
estudió la óptica desde los puntos de vista físico y fisiológico. Afirmó, como pensamos hoy en
día, y a diferencia de las teorías griegas, que la luz posee existencia propia y que se dirige
desde una fuente externa hasta nuestros ojos, después de ser reflejada por los objetos que
vemos. Alhacén encontró una completa confirmación de su nueva teoría mediante el estudio de
la estructura del ojo, del que hizo disecciones. Descubrió que en la parte delantera el ojo tiene
una lente capaz de concentrar la luz en una pantalla, la retina, situada al fondo, y se dio cuenta
de que esa pantalla estaba conectada por un nervio (óptico) con el cerebro. La estructura
resultaba muy adecuada para la recepción de un estímulo, y no resultaba serlo en cambio para
la emisión de luz. Razonó, pues, pasando de consideraciones anatómicas a consideraciones
fisiológicas, deduciendo la probable función del instrumento en base a su estructura.
Alhacén estudió también el fenómeno de la refracción, especialmente la refracción atmos-
férica que afecta las observaciones astronómicas y que permite también explicar la aparente forma
ovalada del Sol en el crepúsculo.

c) La óptica en los siglos XVI, XVII y XVIII


La óptica hizo en el siglo XVII más progresos que cualquier otra rama de la física excepto la
mecánica, y con el telescopio y el microscopio reveló la existencia de nuevos mundos.
A principios del siglo XVII, ópticos holandeses, deseosos de mejorar las gafas que produ-
cían, experimentaban con combinaciones de lentes y tropezaron así necesariamente con los
principios del microscopio y del telescopio. La producción de lentes de calidad en Holanda se
vio estimulada por el descubrimiento de la ley de la refracción de Snell.
Hombres como Galileo (1564-1642) y Huygens (1629-1695) perfeccionaron el telescopio de
refracción, pero estos instrumentos tenían un defecto que no podía superarse en la época; se
trataba de la aberración cromática que produce una franja de color que estropea la imagen
vista en el telescopio.
Kepler (1571-1630) retoma y desarrolla las ideas de Alhacén y establece cuatro proposi-
ciones que serán definitivamente adoptadas por la óptica geométrica:

• La luz puede emanar o ser proyectada de su fuente hacia un lugar lejano.


• El flujo de la luz llega de un punto cualquiera siguiendo un número infinito de rectas.
• La luz se puede propagar hasta el infinito.
• Las líneas de esta emisión son rectas llamadas rayos.

Bajo esta perspectiva estudió la naturaleza de la luz, la geometría de las reflexiones, la for-
mación y posición de imágenes, la refracción y la visión. Kepler no se contentó con tratar sólo
los aspectos geométricos de la visión, sino que se preocupó por la forma como el cerebro
apreciaba las distancias, los colores y las formas de los objetos.
La explicación dada por Newton (1642-1727) a este fenómeno cromático es que la luz apa-
rentemente blanca consiste en varias luces coloreadas combinadas; algunos colores se refrac-
tan más que otros y a este comportamiento se le llama dispersión. Podía visualizarse la dis-
tinta dispersión de las diferentes luces a través de los espectros. Con sus teorías Newton abría
camino a una mejor comprensión del color. La vieja idea de que los cuerpos de color cedían
algo a la luz que los iluminaba fue sustituida por la idea de que lo que en realidad hacían era
quitarle algo.
A finales del siglo XVII había en circulación tres modelos sobre la luz: el corpuscular, el de
ondas longitudinales y el de ondas transversales.
Newton era favorable a una teoría corpuscular, de acuerdo con la cual la luz sería un flujo
de partículas proyectadas por el cuerpo luminoso. Pero Newton presentó esta opinión con su
característica cautela. Hooke (1635-1703) y Huygens (1629-1695) preferían una teoría ondula-
toria, reconociendo la analogía entre luz y sonido.
Los partidarios de la teoría ondulatoria creían que la luz se transmitía como el sonido. Pero

7
el medio vibratorio no sería el aire, puesto que la luz atraviesa el vacío. Tenían por lo tanto que
postular un éter sutil que llenaba el espacio, trasladaba las ondas y, sin embargo, no obstacu-
lizaba el movimiento de los planetas. Huygens, el primero que elaboró con detalle una teoría ondu-
latoria, supuso que las ondas luminosas eran longitudinales como las acústicas. Pero Hooke
pensó que podían ser transversales, es decir, que el éter vibrara en ángulo recto respecto de
la dirección de transmisión de la onda.
Por otro lado, la existencia de sombras bien definidas probaba que la luz viaja en línea recta.
Dicho comportamiento de la luz era deducible de la teoría corpuscular de Newton, mientras
que con la teoría ondulatoria no se veía explicación posible a dicho fenómeno. Pese a esa difi-
cultad, la teoría ondulatoria tenía su atractivo ya que podía explicar las diferencias de color
como diferencias de frecuencia.
Idealmente había un experimento crucial capaz de decidir entre las hipótesis newtoniana y
ondulatoria. Según la primera teoría, la refracción tenía que explicarse suponiendo que la luz atra-
viesa más lentamente un medio más denso que uno menos denso; según la segunda, la luz
tiene que atravesar más lentamente un medio ópticamente menos denso. Aunque Roemer
(1644-1710) había estimado la velocidad de la luz en distancias astronómicas ya en 1676, en
los siglos XVII y XVIII no había técnica viable para medirla en distancias cortas. Existió así una
discrepancia irresoluble hasta que el experimento crucial resultó practicable en el siglo XIX.

d) El siglo XIX
A principios de este siglo, Young (1773-1829) consiguió una buena confirmación de la teo-
ría ondulatoria y superó una de las principales objeciones contra ella mediante sus estudios
sobre los fenómenos de interferencia. Como Huygens, supuso que las ondas luminosas son
longitudinales y consisten en rápidas fluctuaciones de la presión en el éter. Young admitió que
la luz, si es de naturaleza ondulatoria, debe presentar difracción. Pero se dio cuenta de que si la
longitud de onda es suficientemente pequeña, la difracción será muy difícil de registrar. A tra-
vés de un sencillo experimento con rendijas obtuvo tres resultados importantes a la vez: mos-
tró la existencia de la difracción de la luz; produjo el fenómeno llamado interferencia, previsto
por la teoría ondulatoria y no por la corpuscular; y, finalmente, posibilitó a Young estimar la lon-
gitud y la frecuencia de las ondas cuya realidad parecía finalmente tan reprobable.
Fresnel (1788-1827) perfiló un poco más el modelo ondulatorio de Young reintroduciendo la
idea de Hooke de que las ondas de luz son transversales para poder así explicar la birrefringencia
del espato de Islandia.
La posición de la teoría ondulatoria quedó aún reforzada por Foucault, el cual inventó en
1850 un procedimiento para medir la velocidad de la luz en distancias muy cortas. Así se pudo
detectar diferencias de velocidad de la luz en diversos medios transparentes. Se descubrió que
la luz viaja más despacio en el agua que en el aire, hecho que corrobora la ley de refracción de
Snell a partir de la teoría ondulatoria, corroboración que no admite la teoría corpuscular.
La teoría ondulatoria, con ondas transversales, estaba pues bastante bien establecida a
mediados del siglo XIX. Pero aún seguía en pie una objeción importante: para poder transmitir
ondas transversales el éter necesitaba propiedades elásticas más parecidas a las de un sólido
que a las de un fluido. La dificultad desapareció en el momento en que se aceptó la teoría elec-
tromagnética de Maxwell (1831-1879). Esta teoría supone que el paso de un tren de ondas
luminosas implica fluctuaciones periódicas de los campos eléctrico y magnético más que vibra-
ciones materiales. Esta teoría dio pues lugar a la unificación de la óptica con la teoría de la elec-
tricidad.
El estudio del color dio a lo largo de este siglo a la ciencia un instrumento, el espectrógrafo
o espectrómetro, casi tan importante como los derivados del estudio de la reflexión y la refrac-
ción. Este aparato posibilita el análisis preciso de una luz procedente de cualquier fuente en
sus colores componentes, así como compararla con la de cualquier otra fuente.
Los resultados de la aplicación de este instrumento a la astronomía fueron notables. El

8
mérito de los éxitos finales corresponde a una serie de ópticos, astrónomos y químicos de este
siglo XIX, entre los más eminentes de los cuales hay que citar Herschel (1792-1871), Foucault
(1819-1868), Bunsen (1811-1899), Kirchoff (1824-1887) y Lockyer (1836-1920).
La luz blanca emitida por un sólido incandescente se compone de todos los colores.
Cuando pasa a través del espectrómetro produce imágenes de la ranura en todos los colores posi-
bles. Esas imágenes forman una banda continua de color que varía a través de todos los tonos
desde el rojo hasta el violeta. Se llama espectro continuo. Cuando se analiza, la luz solar da un
espectro continuo con algunas líneas oscuras. Estas líneas oscuras indican que algunos tonos
faltan o que son anómalamente débiles. Se llaman líneas de Fraunhofer.
La interpretación de dichas líneas se basa en dos descubrimientos. El primero fue el de que
todo elemento químico en estado gaseoso incandescente emite una luz de un color caracte-
rístico (o de una combinación característica de colores). El segundo fue que el vapor de un ele-
mento es capaz de absorber la luz de los colores que emite.
Estos descubrimientos permitieron dar una explicación sencilla de las líneas de Fraunhofer,
pues éstas aparecen precisamente en los lugares propios de colores característicos de ciertos
elementos químicos. La luz blanca procedente de las zonas internas del Sol, antes de alcan-
zarnos, tiene que atravesar la atmósfera solar, que está compuesta por vapores incandescen-
tes. Cada elemento presente en esa atmósfera absorberá la luz de los colores que le son espe-
cíficos; a eso se deben las líneas oscuras en el espectro solar. Identificando las posiciones de
esas líneas podemos identificar al mismo tiempo los elementos de la atmósfera del Sol. Análo-
gas líneas oscuras aparecen cuando se analiza la luz de otras estrellas, aunque los esquemas
varían para cada una. Por lo tanto, el espectrómetro nos posibilita, por lo menos en parte, la
solución del problema, durante mucho tiempo de aclaración inverosímil, de cuál es la materia
de los cuerpos celestes.

e) El siglo XX
A finales del siglo XIX una serie de fenómenos como la radiación del cuerpo negro, el efecto
fotoeléctrico o los espectros atómicos resultaban inexplicables de acuerdo con la teoría ondu-
latoria. Esto motivó que a principios del siglo XX se pusiera en tela de juicio la vieja creencia de
que la radiación se transmite en ondas continuas.
Para explicar estos fenómenos, la teoría de los quanta iniciada por Planck (1858-1947) en
1901 supuso que la luz no se emitía de forma continua sino en sucesivos y discretos paque-
tes de energía llamados quantums. Fue Einstein (1885-1955) quien en 1905 llamó a estos
paquetes fotones y los utilizó para explicar el efecto fotoeléctrico.
Cabe decir también que durante el presente siglo XX la unificación de la óptica y la teoría de
la electricidad que representó la teoría electromagnética de Maxwell ha tenido enormes con-
secuencias sociales, militares y económicas con el nacimiento y espectacular desarrollo de las
telecomunicaciones, la holografía, los láseres o las fibras ópticas, y cabe prever una expansión
aún mayor durante el siglo XXI.

7. Glosario
• Aberración cromática: Desviación entre la imagen real formada por una lente y la que le
correspondería teóricamente debido a la desigual refracción de las diversas radiaciones que com-
ponen la luz blanca.
• Birrefringencia: Propiedad óptica de ciertos cristales, como el espato de Islandia, por
la cual el rayo luminoso incidente se descompone en dos rayos refractados, llamados ordina-
rio y extraordinario, produciendo doble imagen.
• Difracción: Fenómeno característico de las ondas. Se presenta siempre que éstas se
encuentran con un obstáculo o con un orificio de dimensiones comparables a su longitud de

9
onda. Se caracteriza porque las ondas parecen bordear los obstáculos en vez de propagarse
en línea recta.
• Dispersión cromática de la luz: Separación de la luz en las radiaciones monocromáti-
cas que la forman al atravesar algún medio que presenta diferente índice de refracción para
diferentes longitudes de onda.
• Espectro: Conjunto de radiaciones que forman la luz emitida o absorbida por una sus-
tancia.
• Fibras ópticas: Conductos flexibles que sirven para transmitir la luz.
• Fotones: Corpúsculos de energía, prácticamente sin masa, que constituyen los cuantos
de energía radiante de una radiación.
• Holografía: Técnica de producción de fotografías tridimensionales de interferencias, lla-
madas hologramas.
• Interferencia: Interacción entre ondas.
• Láser: Emisor de radiación electromagnética (visible o no) coherente que suministra
ondas de igual frecuencia, de la misma fase y de idéntica dirección de propagación.
• Rayo luminoso: Línea imaginaria que indica la dirección de propagación de las ondas lumi-
nosas. Es perpendicular a los frentes de onda.
• Reflexión: Cambio en la dirección o en el sentido de propagación de una onda debido
al choque con una superficie no transparente.
• Refracción: Fenómeno que se produce cuando una onda (la luz por ejemplo) pasa de un
medio transparente a otro también transparente, en el cual se propaga a distinta velocidad,
desviándose de la dirección inicial de propagación.

10

También podría gustarte