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Hacia una estética decolonial en la Red de Músicas de

Medellín
Ensayo Nº1

Dirigido a: Gustavo Villegas


Asignatura: Estética Contemporánea
Estudiante: Nicolás Ortiz Contreras
Programa Académico: Maestría en Gestión Cultural
Unidad académica: Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia

Tema: ensayo argumentativo en donde se reflexionará sobre la relación estética, arte y


cultura en la Red de Músicas de Medellín, proponiendo un pensamiento decolonial donde se
cuestionen las estructuras estructurantes y estructuradas de la estética europea occidental que
fundan el programa y que favorecen ciertas prácticas artísticas en desmedro de otras.

Fecha: 31 marzo de 2023

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1) Introducción
“Quién empuña un instrumento, jamás empuñará un arma” es la célebre y conflictiva frase
que se ocupa para validar un modelo de enseñanza - aprendizaje o formación musical que se
ha extendido por Colombia y el mundo a partir de la década de los 70 en adelante.
Hablamos del “slogan” principal (al menos en sus inicios) de la Red de Escuelas de Música
de Medellín, hoy: “Red de Músicas de Medellín” (en adelante RMM), quién creyó en este
mito fundacional y se posicionó en latinoamérica (y el mundo) como un ejemplo modelo de
formación musical, cargando con el imaginario de ser un programa que le cambió la cara a la
ciudad más violenta del mundo. Mito; porque se configura a partir de ciertas cualidades
simbólicas poderosas que logran aglutinar un sin número de relatos que no necesariamente
tienen asidero con la ciencia, las evidencias, el devenir histórico y la complejidad de los
problemas y procesos culturales.
Mito; porque le asigna a la música y a la enseñanza artística un conjunto de valores
(positivos) que se construyen arbitrariamente, que favorecen ciertas prácticas artísticas y
hegemonizan ciertos repertorios y estructuras, que terminan por configurar lo que se conoce
como “Acción Social Por la Música” (en adelante ASPM).
En el siguiente texto se intentará reflexionar sobre la relación que existe entre estética y
cultura, intentando revelar que la estructura de la Red de Músicas de Medellín tiene un fuerte
arraigo en un precepto que valora la estética europea ocidental, invisibilizando las prácticas
artísticas y los saberes comunitarios de nuestro continente. Finalmente, proponer que la
transformación que busca la Red no se podrá alcanzar sin un cuestionamiento profundo de
sus estéticas hegemónicas y una mirada abiertamente decolonial.
Para abordar las discusiones principales, me basaré en el trabajo del musicólogo e
investigador inglés Geoff Baker, autor de “El Sistema: Orchestrating Venezuela´s Youth”
(2014) y “Replanteando la acción social por la música: La búsqueda de la convivencia y la
ciudadanía en la Red de Escuelas de Música de Medellín” (2022), de donde pretendo
sustraer los principales problemas epistemológicos
Adicionalmente, usaré el trabajo de Walter D. Mignolo: “Habitar la frontera: sentir y pensar
la descolonialidad”(2015), para desarrollar el concepto de “descolonialidad” en un sentido
amplio, pero tratando de direccionar siempre la mirada hacia la práctica artística en la Red de
Músicas de Medellín.
Se abordará desde un enfoque crítico y reflexivo intentando relevar, más que posibles
soluciones, las preguntas o núcleos probleḿicos que pueden ser movilizadores para el trabajo
futuro de la Red de Músicas de Medellín.
A modo de advertencia y para clarificar el punto de partida de este texto. No será escrito
desde afuera ni se pretende propiciar una mirada imparcial u “objetiva” de la problemática.

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En primer lugar, porque la gestión cultural (desde donde
escribo) es un ejercicio político.
En segundo lugar, porque estoy ocupando el cargo de Gestor Cultural de la Red de Músicas
de Medellín desde octubre de 2022 y cada postura, mirada y reflexión está permeada por mi
historia, mis propios saberes, convicciones y las experiencias y situaciones cotidianas que me
van atravesando, día a día, en esta organización. Más allá de esto, se intentará siempre
contrarrestar las miradas, para lograr una comprensión más completa de las cuestiones
fundamentales.
2) La Red en resumen
La Red de Músicas de Medellín (RMM) surge hace 26 años en la ciudad de Medellín con el
objeto de aportar a un proceso de transformación social a través de la música, configurándose
posteriormente como un programa de la Alcaldía de Medellín de la Secretaría de Cultura
Ciudadana y operado -actualmente- por la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia.
La Red de Músicas de Medellín (RMM) se rige por el Decreto 2165 de octubre de 2019, que
reglamenta el Acuerdo 072 de noviembre de 2013 por medio del cual se implementa la Red
de Danza, la Red de Artes Escénicas, la Red de Artes Visuales y la Red de Escuelas de
Música, a través de una Red de Prácticas Artísticas y Culturales en la ciudad de Medellín.

Tiene como propósito: “formar seres humanos integrales desde la práctica artística de la
música, generando y fortaleciendo procesos de convivencia y cultura ciudadana desde, con y
para niñas, niños, adolescentes, jóvenes y sus familias a través del disfrute y el aprendizaje de
la música en Medellín. “ (Red De Música De Medellín, n.d.)

Cuenta con 27 Escuelas de Música: 13 de cuerdas frotadas, 13 de vientos y percusión y una de


músicas colombianas; ubicadas en 16 comunas y 3 corregimientos de Medellín, donde
participan 6.300 niños, niñas y jóvenes aproximadamente. Además existen 11 Agrupaciones
Integradas (ensambles, bandas y orquestas). (Red De Música De Medellín, n.d.)

La estructura interna de trabajo de la RMM está compuesta por siete componentes que
trabajan en diferentes ejes: Proyección, Formación, Investigación, Comunicaciones,
Interinstitucional, Tecnologías Información y Conocimiento (T.I.C.) y Administrativo.

Adicionalmente, la RMM está implementando la creación de nuevas escuelas con nuevos


enfoques estéticos como lo son: Escuela de Músicas de los Litorales (Moravia), Escuela de
Músicas Populares Bailables (Trinidad), y la Escuela MUTAR (San Javier), que trabajará en
torno a los procesos tecnológicos de la música.

3) La Red: un escenario ambivalente


La RMM está y estará inmersa siempre en los problemas y las tensiones de la Acción Social
por la Música (ASPM).

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Entenderemos por ASPM a un “campo centrado en Latinoamérica (...) que consta de
programas y/o proyectos de formación musical que identifican la acción social (o un término
relacionado, tal como inclusión social) como un objetivo principal” (Baker, 2019)
El concepto ASPM no necesariamente surge de una contextualización teórica muy precisa,
sino más bien responde a una “autodefinición” que se dió a partir de la experiencia de el
Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela (desde ahora:
“El Sistema”), en cabeza de su carismático director y fundador José Antonio Abreu. En
coherencia se configura como una etiqueta que sirve para englobar experiencias similares que
se han dado fuertemente -sobretodo- en Latinoamérica.
Los procesos de ASPM comparten ciertas características: tienen estructuras jerárquicas,
suelen tener líderes musicales autoritarios, se valora el esfuerzo y la disciplina. A nivel
estético, se favorecen los repertorios sinfónicos europeos (la denominada música clásica),
tienen una mirada eurocentrista y favorecen la conformación de agrupaciones musicales de
gran formato (orquestas, bandas sinfónicas); Adicionalmente, suelen ser de carácter público o
con aportes del Estado y orientan su “impacto” a niños, niñas y adolescentes.
La filosofía de los programas y proyectos de ASPM ha estado orientada a “salvar a los niños”
de las amenazas latentes de la ciudad y esta misma le ha otorgado visibilidad y
financiamiento, ya que se configura como un discurso salvador, muy conveniente para la
retórica electoral y la visibilización de la gestión social de ciertos gobiernos.
Los lineamientos de la ASPM los ha generado “El Sistema” de manera inequívoca. La
experiencia venezolana se ha transformado en un modelo que ha permeado a un sin número
de experiencias en Latinoamérica y todo el mundo, incluyendo a Colombia y la RMM.
Desde estos constructos, comienza a apreciarse la ambivalencia de la ASPM.
En primer lugar; se declaran objetivos sociales (más acordes y naturales con las “músicas
comunitarias").
Las músicas comunitarias, las define Baker como aquellas prácticas y manifestaciones
musicales que surgen orgánicamente desde las comunidades y que, en contraste con la
ASPM: no suelen tener jerarquías, evitan las figuras autoritarias y favorecen las relaciones
horizontales, operan al margen de la “cultura” dominante (propiciando reflexiones
decoloniales) y suelen operar en formatos más pequeños (ensambles, grupos, etc.)
Luego, otra ambivalencia. Los procesos de ASPM, adoptan los procesos formativos
tradicionales de la formación (tipo conservatorio de música) y relevan la estética europea a un
sitial de honor, forjando una hegemonía de repertorio sinfónico clásico y la idea de una “alta
cultura”, sin embargo el modelo de intervención y formación nació y se forjó en y desde
Latinoamérica. Todos y cada uno de los procesos de ASPM en el mundo miran o están
orientados hacia y en “El Sistema”.

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La ASPM busca “llevar la cultura” a los lugares donde, se supone, no la hay: la lógica del
acceso o democratización cultural. En contraste, las músicas comunitarias viven en la
lógica de la participación y el disfrute de la práctica cultural: democracia cultural.
En conclusión: un escenario de ambivalencia. La ASPM es un espacio de formación musical
que declara objetivos sociales comunitarios, pero cuenta con estructuras y modelos
autoritarios y tradicionales, antagónicos a las prácticas culturales artísticas comunitarias.

4) La red en proceso de “rednovación”


Cómo se ha mencionado, la ASPM funciona como una etiqueta, pero no todos los procesos
de ASPM son homogéneos. Si bien, la mayoría opera bajo la sombra de “El Sistema”, cada
uno ha ido aportando y forjando particularidades.
Algunos han optado por detenerse en la enseñanza tradicional (el conservatorio europeo).
Otros desde la lógica comunitaria. La mayoría, se debaten entre ambas miradas.
La RMM es un claro ejemplo de esta adaptación y un escenario por excelencia de
ambivalencia. Si bien, durante sus primeros años, bajo la dirección de Juan Guillermo
Ocampo se estableció una estrecha relación con “El Sistema” (había un constante intercambio
de docentes y directivos), a partir de su segunda etapa, bajo la dirección de Marta Arango
(socióloga), la RMM comenzó a hacerse preguntas relevantes e incómodas.

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Una de las primeras acciones de Arango fue levantar un exhaustivo diagnóstico titulado
“Presente y futuro de la Red: bases para el redireccionamiento” (Arango 2006). Algo había
cambiado. Se habían sentado las bases para establecer preguntas incómodas pero necesarias.
De ahí en adelante, surgen un conjunto de acciones y estrategias que apuntan a ampliar la
mirada de la ASPM en la RMM, a cuestionar los paradigmas de formación, a propiciar
nuevos y diversos repertorios y a reflexionar sobre las voces de los participantes.
Algunos de los hitos más importantes son: la participación y la operación técnica y
administrativa del programa a cargo de la Universidad de Antioquia (antes el programa era
operado por la entidad privada Amadeus). La inclusión de la psicología y el enfoque psico
afectivo y psico social para el Programa, a partir de 2005. El surgimiento de nuevas
agrupaciones y procesos con nuevos enfoques estéticos: Escuela de Tango. La consolidación
de un equipo social (luego llamado equipo territorial y luego componente de Investigaciòn), a
partir del 2017 y la adopción de la Metodologìa de Aprendizaje Basada en Proyectos (ABP),
a partir del mismo año.
El cambio de denominación también representa un símbolo potente en la reconfiguración del
proceso. Pasar de “Red de Escuelas de Música de Medellín” (que plantea simplemente una
conexión de equipamiento) a “Red de Músicas de Medellín” (que propone un imaginario
amplio de una expresión artística y cultural, más allá del equipamiento). Este cambio de
nombre, sugiere una apertura hacia la posibilidad de considerar diversas estéticas en las
prácticas musicales. Es un guiño a la pluralidad.
Baker en su obra “Replanteando la acción social por la música: La búsqueda de la
convivencia y la ciudadanía en la Red de Escuelas de Música de Medellín” (2022), reconoce
claramente que - a diferencia de “El Sistema”- la RMM ha tenido una vocación permanente
hacia las preguntas, la autoevaluación e, incluso, la transformación. A la vez plantea que
todas estas acciones no han logrado -aún- desmontar el paradigma de la “alta cultura”, de la
excelencia y aspectos fundamentales y fundacionales de la ASPM.
Hoy, la RMM, bajo la dirección del músico Diego Zapata, lleva adelante un proceso de
transformación llamado “RedNovando”. La estrategia retoma todas estas cuestiones, la obra
de Baker, el material y las investigaciones producidas dentro de la misma RMM para
apostarle a una transformación sostenida y paulatina acorde a las necesidades de las
“ciudadanìas culturales” del siglo XXI.
Dentro de “Rednovando” se encuentran iniciativas como:
- La consolidaciòn de la Escuela de Músicas Andinas Colombianas (cuerdas pulsadas o
plectros)
- La creación de la Escuela de Músicas de los litorales (Moravia)
- La creación de la Escuela de Músicas Populares Bailables (Trinidad)
- El pilotaje del proyecto “Musicales Criollos”
- Los laboratorios de exploraciòn sonora (que abre la puerta a cualquier estilo musical,
estética, formatos e instrumentos).

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- Y la conjunción del canto y movimiento en los procesos formativos de todos y todas
las participantes.
5) La RMM un proyecto de la modernidad
Las prácticas artísticas son -en cierto sentido- un microcosmos de la modernidad. Un reflejo
de las ideas más fuertes y anquilosadas que el relato moderno ha construido durante casi tres
o cuatro siglos.
“La modernidad es una narrativa originada en Europa y, por cierto, en una perspectiva
europea…” (Mignolo, 2015). La colonialidad es un dispositivo de la modernidad por la cual
se imponen los fundamentos políticos, económicos, sociales, estéticos, etc. de este relato.“La
colonialidad es constitutiva de la modernidad: sin colonialidad no hay modernidad”
(Mignolo, 2015).
Dicho de otra forma, la modernidad y la colonialidad son dos caras de la misma moneda.
Hablar de colonialidad en la práctica artística y la formación musical en la RMM, es
reconocer el “proyecto moderno” por el cual este programa fue fundado.
Tal cual como el desembarco de Colón en las playas de las Américas, “descubriendo el nuevo
mundo” y alzando la cruz y la bandera ante la población desnuda e “incivilizada”, llegó un
día Juan Guillermo Ocampo, director de la organización “Amadeus”, a conquistar con música
“erudita” a las poblaciones de los barrios marginales de Medellín. Alzó el violín e instaló la
idea de “progreso” y “salvación”. Este acto lo transformó en un prócer del desarrollo. fue
reconocido en el 2000 por la revista Semana como uno de los 9 “Héroes anónimos del país” y “El
Músico Pacificador”. La UNESCO en 1999 cataloga a la Red de Escuelas de Música como “La
Nueva imagen de Medellín para el Mundo”: El milagro de Medellín.

La modernidad pasa a ser, en relación con el mundo no europeo, sinónimo de salvación y


novedad. La RMM y- en general- los proyectos y programas de ASPM son proyectos modernos
por excelencia.

Como plantea Mignolio, “la modernidad se constituye a través de la colonización del tiempo
y del espacio…” (Mignolo, 2015). Colonizar el tiempo fue inventar la tradición europea.
Colonizar el espacio fue la invención de las tradiciones no europeas, la alteridad, de la cual
“la modernidad debía ocuparse de sustituir por la conversión, la salvación y, más adelante,
el desarrollo” (Mignolio, 1992).
La idea de desarrollo y progreso en la RMM está basada en que la música (o el arte) tienen,
per se, un potencial positivo y esto es, al menos históricamente, cuestionable.
Belfiore y Bennett (2008) demuestran que la mayor parte de la historia de la civilización
occidental, la música y las artes han estado sujetas a interpretaciones contradictorias. Es
decir, hay tanto tradiciones positivas como negativas.
Platón vio las artes como una “fuente de distracción y corrupción”. Además consideraba que
tenía elementos dañinos para los individuos (Baker, 2022,).

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No es sino hasta la década de los ochenta, que se instala la idea de que las artes representan
un beneficio incuestionable para la sujetos y la sociedad, a medida que se ha afianzado la
necesidad de defender el subsidio para las artes, en términos de beneficios sociales y
económicos.
Esta postura, aunque aparentemente poderosa y atractiva, es otra conquista de la modernidad
que aporta fuertemente a los procesos coloniales en la formación artística y en el surgimiento
de más programas de ASPM.
Mi postura, es que sin desconocer que en ciertas situaciones las artes y la música tienen
capacidades políticas y sociales transformadoras, prefiero pensar el campo de las prácticas
artísticas y la formación como un espacio de profunda ambigüedad y ambivalencia.
“La educación musical es mucho más ambigua moralmente de lo que podría pensarse”
(Matthews, 2015). La música, las artes y la formación artística pueden dañar o sanar. Los
resultados previstos para un grupo o nivel, pueden ser indeseados o contradictorios para
otros.
6) ¿Hacia una estética decolonial en la RMM?
¿Es posible entonces pensar en una Red de Músicas de Medellín con una estética decolonial?
La pregunta es grande y los posibles caminos a la(s) respuesta(s): sinuosos.
Como reconoce Baker y como se puede observar en el proceso “Rednovando” que lleva
adelante la organización, existe al menos una vocación por plantear preguntas incómodas. La
transformación en el programa se ha venido documentando y son, cada cierto tiempo, temas
de discusión y debate dentro de la misma Red y - a veces- en la ciudad.
Hoy existen preguntas importantes sobre los formatos de proyección, las estrategias y
modelos pedagógicos, la investigación y la sistematización de experiencias, pero ¿Están
encaminadas estas cuestiones o estrategias en la lógica de la descolonización?
Una mirada descolonizadora, o pensar la decolonialmente es una postura política - intelectual
(y en este caso estética) que se distingue por criticar la modernidad, cuestionando sus
principales narrativas: belleza, desarrollo, progreso, universalismo, etc.
Pensar en una nueva RMM implica un cambio sustantivo que incluso cuestione su objetivo
principal: “formar seres humanos integrales desde la práctica artística…” No basta con
incentivar la diversidad y la pluralidad (aunque ya es un avance). Tampoco es muy claro que
el surgimiento de nuevas escuelas (como la Escuela de Música de los Litorales en Moravia)
sean una fuerte propuesta de transformación, sino no se cambia allí también el episteme del
modelo y la estructura formativa.
Una escuela que piense decolonialmente, de partida debería de dejar de nombrarse “escuela”.
En vez de hablar de “formación” (que asume la existencia de “deformados”), debería
empezar a hablar de acompañamiento, de mediación, de guía, etc. En vez de hablar de
avances por niveles técnico musicales, debería entender el avance musical como una cuestión
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colectiva. Se trata de abandonar la idea de que la música podría “salvar” a un niño de la
delincuencia y que “si toma un instrumento no va a tomar un arma”, sino más bien considerar
la práctica artística como un espacio de encuentro ciudadano, como un campo de
interlocución, desde donde se pueden sustraer cosas buenas y cosas malas.
Pienso en dos cuestiones fundamentales para empezar a considerar una mirada decolonial en
la RMM o - en general- en los programas de ASPM:
- reivindicar el feminismo dentro de los programas.
- realizar un vuelco en los repertorios.
El feminismo le ha ofrecido a nuestras últimas décadas la opción de repensar los sentidos.
Desde el uso del lenguaje, hasta reivindicaciones más económicas y laborales.
Lo valioso del feminismo es que cuestiona la modernidad. Pensar en un nuevo rol de la mujer
(el rol público), implica cuestionar la estructura familiar, los espacios de poder y decisión, la
lógica de progreso, participación y desarrollo (que ha sido construida por los hombres), la
economía, entre otras cosas.
Darle lugar a estas reivindicaciones en la Red de Músicas de Medellín, o en otros espacios
similares a este, podría aportar significativamente a la construcción decolonial (aunque no
todos los feminismos cuestionan la modernidad).
Por último, la clave de la mirada decolonial en la música está en los repertorios.
Poder pensar en repertorios que existen y permanecen en nuestro acervo cultural
(Latinoamérica), nos lleva de manera natural a conformar otro tipo de formatos y/o
agrupaciones y - por ende- relaciones.
La lógica de nuestras músicas están articuladas con el movimiento, la corporalidad, el
desplazamiento (las tropas de carnavales), o la reunión de la fogata. Así mismo, en la división
de la melodía o los patrones rítmicos entre los miembros de la “comparsa”, favoreciendo
naturalmente el “multinivel”, es decir tanto expertos como iniciados pueden ser parte de la
práctica musical en un mismo espacio tiempo.
La belleza, en nuestras músicas, están enfocadas en el uso y no en la contemplación. Es decir,
funcionan en la medida que aportan al desarrollo de una actividad social específica, un ritual
o una ceremonia, etc. En este contexto los componentes de la belleza dejan de ser la afinación
y el equilibrio (máxima de la música europea), y se comienzan a relevar aspectos como el
timbre y el color.
No se trata entonces de volcarse a un repertorio olvidando el otro. Sino, por el contrario,
encontrar conjunciones que permitan una nueva mirada de la música.
Por último mencionar que el rol de la gestión cultural en la Red está fuertemente ligado a esta
cuestión: la gestión cultural en la RMM es una cuestión estética.

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Quiero decir que el rol de la gestión cultural es, también, la resignificación y creación de
sentidos. Debe trabajar fuertemente en nombrar las cosas, ponerlas en tensión con la
comunidad y propiciar espacios de reflexión y construcción o resignificación de nuevos
sentidos (Restrepo, 2002).

6) Apuntes finales
Aunque merece un capítulo aparte, llama la atención que surjan actualmente, desde el
Ministerio de Cultura de Colombia, propuestas de políticas culturales, como el “sistema
nacional de músicas sinfónicas”.

Baker nos plantea una problematización profunda sobre la ASPM y la RMM ha dado pasos
importantes (y los seguirá dando) para resignificar y descolonizar la formación musical.

Pareciera que con estas propuestas retrocedemos significativamente (sin asegurar que a veces
retroceder es avanzar) o -más grave- se desconoce el aprendizaje y el conocimiento obtenido
del devenir histórico del ASPM.

¿Las ciudadanías del siglo XXI y sus conflictos, encuentran eco en estas propuestas? ¿Sigue
siendo el siglo XIX, sus formas e idearios, una referencia para el desarrollo de políticas
culturales hoy?

Bibliografía

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