Está en la página 1de 6

“Le paso de Todo

y al final Todo paso”


Este es el título que he elegido para retomar lo nuestro.

Lo escribí para ti pero pensándolo bien es un buen título para las dos.

Hola Vanessa. ♥

Desde que me propusiste escribirte esta carta (este recuento de nuestro


desencuentro) he estado tan bloqueada… Me preguntaba qué debería decirte porque
ahora que estoy tan feliz de que volvamos a vernos tan pronto me costaba mucho
echar la vista atrás para conectar con el dolor y los miedos que tuve/tuvimos.

Quitarme las costras de esas heridas ha significado irme a los Whastapps de Mayo y a
tu impactante vídeo donde nos compartías el diagnóstico. Tras ver ese video de nuevo
pensaba en que ojalá todos los diagnósticos de cáncer, pese al duro camino, tuvieran
desenlace y final feliz pero las dos sabemos que a veces eso no ocurre.

Y claro… ¿Cómo no íbamos a estar cagadas de miedo?

De todos los diagnósticos que esperábamos escuchar… tuvo que ser cáncer.

Aun cuando lo escribo aquí, así, siento que algo se me congela por dentro. Me
sorprende como pese a toda la sensibilidad y la terapia que hemos hecho todavía es
difícil hablar de ciertas cosas.

También fui consciente de que a estas alturas ya hemos encajado al cáncer como un
invitado no deseado (pero invitado al fin) que se ha instalado con todo su equipaje en
nuestras vidas pero eso no siempre fue así. Recordaba en la primavera calurosa del
2023 estar cruzando los dedos con mucha fuerza para no tener que lidiar con algo tan
duro, que fuese cualquier otra cosa pero no cáncer.

Estuve/estuvimos en vilo a la espera de los resultados de esas pruebas que tanto se


hicieron de rogar así como sostuvimos el trato poco humano o poco cálido de los
profesionales de la medicina que te atendían y te desatendían, te decían y te
desdecían con información a medias y muchas veces confusa o directamente sin darte
la información que más necesitabas…

Ahora recuerdo perfectamente cómo me movilizaba la rabia y la frustración al saber de


las cosas que nos compartiste sobre tus consultas durante esos meses.

Tu sabes que en nuestras terapias hemos hablado bastante sobre la rabia contra el
sistema sanitario que para las personas gordas ha sido tan dañino y por eso resonaba
mucho conmigo. Yo ni me podía imaginar tu nivel de estupefacción cuando varios
especialistas desestabilizaron el suelo que pisabas y en esos baches también nos
tropezamos contigo. Las olas nos seguían sacudiendo… pero realmente creo que todo
tu trabajo y empeño en incluirnos en el proceso de cáncer ha sido la parte más
maravillosa de la historia.

Lo responsable que eres con tus pacientes valientes es solo una muestra de lo que
habrás podido hacer contigo misma en este camino y porque conozco lo amorosa y
cuidadosa que eres también podía confiar en que estabas dándote la atención, los
tiempos, los espacios, los abrazos de tu gente y los baños de sol que te pedía el cuerpo
y el corazón. Te recordaba diciendo que sabías que estábamos ahí y eso también me
traía paz y me hacía sentir que (aún si faltaba mucho) íbamos a sobrevivir a esto.

Me aferré a esa sensación de esperanza que necesitaba.

Necesitábamos (en plural) porque en tu ausencia estuve muy bien acompañada y creo
que le hemos puesto piel a tu frase vínculos que nos salvan porque así ha sido para mí
desde lo más brutal hasta lo más dulce de la vida dentro de la tribu. El hecho de poder
compartirlo todo y sostenerlo JUNTAS ha significado un antes y un después. Empezar a
vivir desde una perspectiva grupal las cosas que nos atraviesan me ha ayudado tanto
que explotaría ahora mismo en gratitud porque TÚ tan generosamente me invitaste a
formar parte de ellas.

Sin duda ellas son, somos, tu legado. Si teníamos que hablar de muerte, de una
posibilidad que no dejaba de existir dentro del cáncer ni tampoco de doler, también
teníamos que hablar del legado, de lo que queda de nosotros cuando nos marchamos
y… en tu caso wow lo que nos hubieras dejado aquí en la tierra ya es tan grande,
bonito y extraordinario que hubiera bastado para tenerte presente por el resto de
nuestras vidas.
También había que hablar de despedidas; algo que te encargaste de cuidar hasta el
mínimo detalle. No hacía falta pensar en una condición terminal para plantearse que
ya no hubieran más terapias ni más grupos porque el proceso (tu proceso) podía
volverse más largo y todas las opciones estaban abiertas… y si algo fallaba y si había
que trasplantar algún órgano y si mentalmente no lo superabas y ya no podías
dedicarte más al acompañamiento para solo centrarte en ti.

Si llegaba a ser un adiós seguramente hoy estaría escribiéndote una carta similar a esta
como se aconseja en los procesos de duelo. No quería que pasase, ni siquiera quería
pensarlo en profundidad por miedo a caer en ese dolor que me impidiera el seguir
sobreviviendo… pero todos esos pensamientos pero estuvieron ahí. Hoy seguramente
sigan conmigo pero en reposo, desactivados por la fantástica noticia de tenerte de
vuelta.

Te pensaba mucho ¡Mucho! pero me quedé paralizada sin saber qué hacer con mi
necesidad de terapia. ¿Cuánto podría mantener esa necesidad? Bueno… mejor no
responder esa pregunta. Está claro que podía soportar por mucho tiempo el no
atenderme y no cuidarme pero ya no estaba dispuesta a dejarme atrás. Entonces
estuve midiendo cuidadosamente los momentos en los que me pregunté si sería capaz
de empezar con otra terapeuta y, aunque el primer pensamiento que me venía era un
rotundo NO, la verdad es que si podría haberlo hacho pero elegí no hacerlo.

Aún si fuese tedioso volver a labrar el camino de confianza que requieren estas cosas,
aún si tuviera que empezar de nuevo… si hubiera sabido que tú no regresabas tendría
que haberme enfrentado a esta realidad. Pienso que podría haberlo hecho y nuevas
formas de terapiar con nuevos especialistas seguirían aportándome cosas buenas pero
yo estaba eclipsada con Vanessa, enamorada de sus formas y, sobre todo, no estaba
lista para decirle adiós a lo nuestro.

Aprecio, celebro y abrazo estos vínculos que fluyen en ti y a través de ti. Veo lo que
haces en mí y lo veo en cada una de ellas (las chicas) porque todas tenemos pedazos
tuyos, frases tuyas, enseñanzas, momentos... Las aprendemos pero después las
transformamos con nuestras historias de vida y las resinificamos. Quizá estemos todas
locas, una secta, unas alcohólicas, pero hubo una presencia tuya en el grupo… no sé
describirlo mejor quizá el “recuerdo de Vanessa” que nos acompañó muy fuerte a
pesar de que no te teníamos allí en vivo y en directo.

Gracias a eso, a tu “estar” fragmentada en las chicas… he seguido adelante sin la


desesperación por derrumbarme en tus manos, porque también estuvieron sus manos
y no fue tan difícil sobrevivir. Seguimos respirando aún sin terapia individual.
Me encanta usar el recurso de LA CAPITANA porque una persona muy especial nos
dijo que se sentía flotando en mitad del océano y allí nació el concepto del barco y
después te dimos el sombrero y hasta el loro. Hemos sido un grupo de navegantes con
más o menos experiencia en alta mar pero tú nos dejaste un mapa… y también
teníamos un barco. No estábamos perdidas ni tampoco estábamos solas.

Ahora que he canalizado un poco mis sensaciones me doy cuenta de que estaba
bloqueada porque todo lo que me había ido pasando en tu ausencia seguía suspendido
en el aire como polvo a falta de que llueva. Nuestros encuentros eran como la lluvia,
me ayudaban a aterrizar las cosas, a ponerles un lugar dentro de mi o a no ponérselo,
me ayudaban a recordar que podía elegir y también que a veces las circunstancias no
nos dejan hacerlo.

Puede que este año haya habido un poco de sequía… y puede que esta carta no sea
exactamente la lluvia que necesito pero ya es algo, es una mirada atenta a todas las
cosas que no te he podido contar, por eso voy a hacer un repaso intentando no escribir
infinito. Como ya es costumbre… ¡bienvenida a mi podcast!

Cuando nos despedimos apenas había comenzado mi trayectoria dentro de la nueva


empresa que nos compró y para colmo la temporada alta del sector también estaba
empezando. Fue una absoluta locura porque no dio tiempo a que nos pudiéramos
formar en los nuevos programas y protocolos antes de que empezase el verano y
tuvimos que trabajar muchísimo con lo poco que sabíamos sin poder pararnos si
quiera a preguntar ¿lo estoy haciendo bien?

No obstante seguimos (mis compañeras de la oficina y yo) como pudimos con lo que
teníamos.

En julio fui a mi primera boda. Tú ya sabes que boda… ¡Con las chicas! Fue tan guay lo
recuerdo con pura luz a pesar de que allí quedó de manifiesto que las cosas dentro del
grupo no iban del todo bien. Había grandes silencios, cosas no expresadas y
malentendidos.

A mediados del verano pude sentir la gran conexión entre mis emociones y mi cuerpo
y aunque quería celebrar que ya no estaba tan disociada como cuando empezamos la
terapia me quedé 3 días hecha un trapito por una “intoxicación alimentaria y fiebre sin
origen”. Eso ponía en el papeleo que me dieron en urgencias pero yo sabía que los
ataques de vómitos eran un intento de mi cuerpecito por deshacerse de todo estrés
laboral que me estaba tragando y que ya era insostenible.
Gracias a la intoxicación no trabajé por 2 días.

Fue bueno poder estar en casa porque al mismo tiempo nuestra hermosa tribu se
estaba resquebrajando un poco… y le pude dar su espacio en mi vida. Me daba vértigo
enfrentarme a un momento donde las cosas entre nosotras no siguieran fluyendo con
alegría, no quería perderlas ni tampoco lastimarlas… se habían convertido en mi lugar,
en mi sustento emocional y mi soporte. Aunque confiaba en nosotras para hablar
siempre desde la confianza y el cariño acabé dudando sobre si mis palabras serían bien
recibidas pero por suerte entre todas nos recordamos que este SI era el lugar de
expresarse y el laboratorio emocional siguió su curso, nos atrevimos a que siguiera su
curso.

Poco después la tensiones terminaron de deshacerse con la salida del grupo de una de
nuestras integrantes y desde allí hubo un gran cambió, por suerte para bien. Mirando
en retrospectiva nos ayudó, nos desarmó pero luego nos unió más y hemos ganado
una experiencia muy valiosa que estoy segura nos prevendrá de repetir esas conductas
en el futuro.

En todo este camino la relación con mi padre estuvo bastante congelada ya que no
hemos tenido roces porque prácticamente no nos hemos tratado y en los momentos
donde pudo haber más tensiones alguno de los dos aflojaba y todo se disolvía antes de
pasar un mal momento.

Estoy aliviada por eso… pero no puedo decir que esté conforme.

En este tiempo me di cuenta que tengo un apego terrible a él, a su mirada


especialmente, y que incluso si lo que teníamos antes era horrible, maltrato y
humillación constante… no lo puedo soltar.

Fui consciente de que cuando me dice una palabra amable me desarma y que si me da
un beso en la cabeza o me abraza me conmuevo y soy capaz de perdonarlo todo
porque siento el corazón más ligero. Me dio miedo porque reconocí esos síntomas
como los que viven las mujeres con sus parejas dentro de una relación de maltrato y
aún sigo en este punto de reflexión.

Estoy tratando de averiguar cuál de mis voces interiores quiero escuchar.

Siento que me debo a mi misma responsabilidad y cuidados y que mi padre es dañino


para mí por lo que debería querer seguir lejos de él… PERO… (y maldigo este pero con
todo mi ser) no quiero. No quiero perderlo como padre, quiero que me quiera, peor
aún: quiero que me quiera bien. Quiero que estemos bien
¿Estoy soñando muy alto? No lo sé. Al final solo puedo actuar sobre mi misma y no
sobre los demás, ya lo sé… pero poder forjar con las chicas de juntas nuestros
hermosos vínculos me ha dado esperanza al pensar que quizá yo puedo transformar
otros vínculos de mi vida.

Aunque a la vez… sé que mi padre no es el lugar, me lo ha demostrado muchas veces,


ojalá lo fuera, pero no lo es y me duele tanto saberlo como un lugar hostil, como un
vínculo sin confianza, sin reciprocidad, sin cuidados. Me duele porque le quiero…
durante muchos años me pedí, me rogué, no quererlo pero no pude. No puedo, es mi
padre ¿qué debería esperar de mí?

Este hilo de pensamientos se fue tejiendo lentamente y después casi llegados al


invierno el padre de una de las chicas murió y todos estos flecos sueltos se me hicieron
un nudo.

Me apoyé en mi madre y le expresé todo este malestar. Le dije que no soportaba


sentirme huérfana teniéndolos a él (a ellos dos en realidad) vivos y que nuestros
vínculos estaban hechos una mierda y no quería que nos hiciéramos “ghosting”, no
quería quedarme con la sensación de que todo se enfría y se apaga por no hablar las
cosas.

Quería dar la cara intentarlo una vez más. Me pregunté si a esto te referías cuando
decías que necesitaste volver muchas veces al lugar del que te querías marchar. Puede
que este sea uno de esos momentos en los que necesite volver...

Ahí surgió mi idea de citarlos a todos (padre, madre y hermana) en mi casa, traerlos a
mi terreno para darme algún tipo de fuerza o ventaja emocional y decirles: estoy harta.

Pero después de esa explosión mi ímpetu decayó y me pregunté ¿para qué quiero
hacer esto? ¿Es mi chip de “reparación” por el daño que le causé a mi familia con 16
años? ¿Es mi incapacidad de transitar un duelo por los vínculos familiares idílicos que
no voy a poder tener?

Con toda mi experiencia vital… ¿No es momento de aceptar que “esto es lo que hay” y
centrar mis recursos en personas que realmente me hagan sentir bien? En las chicas,
en mi pareja, en ti… en mí.

Voy a detenerme aquí esperando que pronto estas palabras se den en una
conversación real ♥ pero antes quiero darte INFINITAS GRACIAS POR SER Y POR ESTAR
y por esta idea de la carta tan difícil pero necesaria al mismo tiempo. Estoy muy feliz
de que vuelvas. VAMOS CON TODO.

También podría gustarte