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Toni T.F.

LA MUERTE,
NUESTRO ÚLTIMO VIAJE
SIN MALETAS

ttferlibro@yahoo.com
07-05-2017
Mi más sincero agradecimiento a todas las
personas que se hayan interesado en este librito.
Un pequeño libro para un gran secreto.
Sólo apto para mortales.

Vivid y disfrutad vuestra vida que es muy corta.


Llenadla de felicidad, amor y paz.
INTRODUCCIÓN

—No soy escritor, ya lo sabes.


—¿No crees que podrías hacer llegar esto a más gente? Me
respondió ella.
—Sí, pero nunca he escrito un libro y quizás no sepa transmitir
esta experiencia a personas que no me conocen, distinto es con mis
amigos pues ellos me conocen, saben de mi honestidad, y no he de
convencerles sobre mi sinceridad.
Lógicamente para mí no es lo mismo contárselo a un amig@, en
una charla distendida, mientras estamos cenando o tomando algo, que
plasmarlo fríamente en un papel para que sea leído por unos lectores
que no me conocen.
—Ya lo sé, pero piensa que el libro está casi escrito, pues
únicamente debes narrar y plasmar sobre un papel un pedacito de tu
vida, que quizás, aparte de tus amigos, pueda interesar a más personas
y les aporte algo transcendente para sus vidas, como te sucedió a ti.
Sabes que para muchos de tus amigos el hecho de conocer esta
experiencia hizo que cambiaran de parecer o se cuestionaran cosas
importantes de sus vidas. El caso es que de una u otra forma todos te
agradecieron que les hicieras partícipes de ella. Entonces, ¿porqué no
transmitir esa vivencia que tuviste a través de un pequeño libro? ¿No
te gustaría acaso poder contar lo que te sucedió a muchas personas?
Hacer llegar este relato a alguien a quién le ayude y le sirva para
replantearse cuestiones importantes de su vida. Aunque lo que
escribas sólo genere una breve reflexión, por muy pequeña que esta
sea, habrá merecido la pena.
—¿Sabes?, años atrás no me hubiera planteado difundir mi
experiencia y hacerla llegar a otras personas, pero a lo mejor, como
bien dices, este es el momento. Quizás este cambio de parecer es
debido a la edad y al deseo de intentar ayudar a otras personas.
Hace ya tiempo que tenía anotado en una vieja agenda lo que
aquí voy a relatar. Notas que son el recuerdo de una historia que
considero puede ser un regalo para todos. Para mí, lo que aquí
describo, fue un gran regalo de una persona muy querida y por este
motivo expongo todos los detalles que recuerdo y reflexiono sobre
todas las preguntas que en aquellos días me hice, tan sólo para no
olvidarlo, y si algún día lo olvidase, espero que alguien me lo recuerde
leyéndome estos párrafos que fueron compartidos ya hace mucho
tiempo con mis mejores amigos. Me gustaría haceros llegar a todos
aquellos que lo deseéis este testimonio y que os pongáis en mi lugar,
como si lo que os voy a relatar os hubiera sucedido a vosotros, puesto
que es posible que un día viváis algo similar, o puede ser que ya os
haya ocurrido.
A efectos de que esta lectura no se alargase demasiado he
intentado no citar nombres de personas, ciudades, direcciones, ni
cosas superfluas y poco interesantes para el lector con el fin de que
fuera más ameno, más cortito y que fuese mucho más rápido de leer,
relatando sólo lo que realmente quería que reflejaran estas páginas,
esa vivencia que nos aporta una prueba irrefutable, que nos
demuestra que ese “más allá” realmente existe. Sólo deseo aportar mi
testimonio y en ningún momento escribir un montón de paginas
superfluas con cosas que al lector no le aportan nada.
Sé que me costará mucho, y quizás no lo logre, pero intentaré
trasladaros la misma emoción que me generó a mí vivir esta
experiencia. Lo que sí espero es haber conseguido resumir esta
vivencia de modo que sea fácil de entender y asimilar para que
después cada uno pueda reflexionar y sacar sus conclusiones.
En las siguientes líneas os paso a narrar lo que un día me sucedió
y cambió mi manera de ver y vivir la vida.
Cómo antes he comentado no soy escritor por lo que espero
sepáis disculpar todos esos posibles errores que haya podido cometer
al escribir esta narración.
UNA VISITA EXTRAORDINARIA

Por fin, hoy es el día tan esperado. Después de muchos días en la


U.C.I. y de otros tantos en planta hasta recuperarse lo suficiente para
poder volver de nuevo a casa, harto de tanto hospital, dónde le
devolvieron la vida tras tener problemas con su corazón, aunque parte
de éste quedase irreversiblemente dañado, por fin, hoy iba a poder
regresar a su hogar.
Teniendo en cuenta que esto sucedía en el año 1976, considero
que fuimos afortunados de volver a tenerlo entre nosotros
nuevamente. Sin duda hicieron un gran trabajo en el hospital y gracias
a ello mi padre estaba de nuevo en casa.
Después de los años transcurridos desde aquel día aún hoy me
emociono y mis ojos se llenan de lágrimas recordando ese momento.
Su llegada la tengo grabada en la mente, esas imágenes son
imborrables, estaba muy delgado, bajó del coche y miró a su alrededor
como recordando de nuevo ese barrio, y quizás dando gracias por
estar de nuevo en él, después me vio y al momento me sonrió y…
bueno, en fin, allí estábamos todos, incluso algún que otro vecino. No
os quiero aburrir con más detalles, ya sabéis lo que es una bienvenida,
os lo podéis imaginar.
Con el paso del tiempo supongo que la parte del corazón que le
quedo dañada fue empeorando, dolores en el brazo izquierdo, en el
pecho, y sufrió lo que yo le llamaría micro-infartos, un dolor
insoportable. Se ahogaba, no podía respirar. Recuerdo que levantaba
el brazo izquierdo y lo apoyaba en lo alto del armario. Por las noches,
al echarse en la cama, le era imposible descansar, se ahogaba todavía
más y tenía que sentarse en la cama e intentar seguir respirando, para
intentar seguir viviendo, algo que cada vez le resultaba más difícil y
doloroso. Supongo que cuando el corazón no funciona como debe no
te permite respirar y tomar aire y además te duele y estas harto de
visitar médicos y más médicos, de estar ingresado en hospitales y que
nadie te dé una solución o un remedio. Entonces empiezas a pensar si
esto realmente tiene cura o es el principio del final y que tan sólo
queda esperar una solución y su llegada es cuestión de tiempo… tan
sólo hay que esperar.
Tal y como venía siendo «normal» tenían que hacerle unas
nuevas pruebas en la clínica y debía ingresar de nuevo, como tantas y
tantas otras veces había sucedido a lo largo de los últimos años,
aunque esta vez algo iba a ser distinto.
Transcurría por aquel entonces el año 1981, ya habían pasado
cinco años desde aquel largo ingreso en la UCI. En ese transcurso de
tiempo habíamos notado como esos dolores eran cada vez más
intensos y le resultaba más difícil sobrevivir. A pesar de que los
médicos hacían lo que podían, no era suficiente para aplacar ese dolor
o para hacer que ese corazón funcionara mejor, todo era insuficiente,
ya no tenía solución y de calidad de vida… para qué hablar ¿qué es
eso?
Recuerdo ese sábado, era el 31 de octubre, y padre ingresaba a la
semana siguiente en la clínica para hacerle nuevas pruebas, como
decía él «como siempre», pero ese sábado mi padre me dijo… “vamos
al bar a tomar un café y echamos un paseo”. Me extrañó un montón
pues café no podía tomar y nunca íbamos al bar y ¿dar un paseo? Si el
pobre andaba cien pasos y ya estaba fatigado y no podía respirar, pero
bueno, salimos “a tomar ese café” y nos dirigimos al bar que estaba
más cerca de casa, tras pedir dos aguas minerales, me dijo que me
había traído hasta allí porque no quería que en casa escuchasen lo que
me iba a decir y quería que sólo lo supiera yo.
“Está bien, dime eso tan importante” —le dije yo— “Pues bien —
dijo mi padre— esta vez no volveré de la clínica, en una semana estaré
muerto”. Entonces le interrumpí de inmediato y le dije: “no digas eso,
porque has ido cien veces a la clínica y siempre has vuelto, vamos, no
digas tonterías, vas a ir y vas a volver y con un poco de suerte ira
mejor que otras veces”. Entonces él me interrumpió y muy serio me
dijo: “escúchame bien hijo y no me interrumpas pues no volveremos a
hablar de esto puesto que me gustaría que en casa no dijeras nada ¿de
acuerdo?” “De acuerdo”, afirmé yo. Entonces mi padre, tras beber un
sorbo de agua y pareciendo coger fuerzas, quizás para no llorar o para
poder contarlo todo de un tirón, empezó de nuevo, sabiendo que yo
esta vez no le iba a interrumpir, y como si quisiera contármelo todo
sin olvidarse de nada, como si estuviera haciendo su testamento, y
como si le fuera en ello la vida, me dijo: “Escucha bien lo que voy a
decirte, en una semana ya estaré muerto. Ya no volveré, esta vez no.
Quizás será lo mejor que me pueda pasar pues no resisto más este
dolor, es un sufrimiento continuo no poder respirar bien, no poder
descansar, es un padecer constante. A lo mejor es la única manera de
volver a estar bien y poder de una vez por todas descansar y librarme
de este dolor que no me deja vivir tranquilo. Lo único que me sabe mal
es que no podré estar con vosotros y disfrutar de vuestra compañía,
que es lo que más quiero en este mundo, no teneros a vosotros a mi
lado, no poder estar nunca más juntos, pero todo tiene un precio y este
es el que yo voy a tener que pagar. Quiero que cuides de tu madre,
ocúpate de ella, que no le falte nada, que no esté sola, cuídala como yo
lo haría, pues yo no podré hacerlo, pero sé que tú lo harás por mí y
cuidarás de todos. Cuídate tú también, cuídate de muchas cosas, que
ahora serás el cabeza de familia y tendrás que cuidarles a todos por mí
¿de acuerdo? Sabes que confío en ti y que te quiero mucho y sé que lo
harás. Es una pena que no pueda estar más tiempo con vosotros y
llegar a la vejez junto a tu madre y cuidar siempre de ella, mi hora está
cercana y yo no puedo hacer nada, pronto ya no estaré con vosotros”.
Tras un pequeño silencio, le dije: “vamos, ¡esto no tiene por qué
pasar!” —entonces sonrió y me dijo: “voy a durar menos que un
caramelo en la puerta de un colegio”. Siempre hacía bromas y hasta en
esos momentos te hacía sonreír, por muy mal que se encontrase
siempre tenía alguna frase, alguna palabra para arrancarte una
sonrisa. Un gran hombre, un gran padre, no he querido nunca a nadie
como a él ¡qué tío más grande! Terminó aquel encuentro diciéndome:
“si hay algo en el otro barrio… por poco que pueda vendré un día a
verte y cuando estés dormido te tiraré de los pies” –me dijo con una
sonrisa. A lo que le contesté: “ven si quieres pero no me tires de los
pies que me pegarás un susto de muerte y seré yo quién me vaya
contigo al otro barrio”. Terminamos riéndonos los dos y así acabó esa
charla, sin preguntarle el motivo por el que me contaba eso. ¿Cómo
sabía lo que iba a suceder? ¿Lo intuía? ¿Lo había soñado? ¿Se lo
imaginaba? ¿Quién se lo había contado? ¿De dónde sacaba eso? Pero,
tal y como él me pidió, esa charla terminó allí, en ese bar, esa tarde de
sábado, y no volvimos a hablar más del tema. Yo me preguntaba
¿porqué tenía que creerle? ¿porqué tenía que pasar nada? No me dejó
indiferente esa conversación, nunca me había pasado nada igual, pero
¿cómo sabía que iba a fallecer? ¿Por qué no sabía el número ganador
de la lotería? ¿Sólo sabemos o intuimos lo malo? En ese momento me
dije: “En fin, será mejor no pensar más en ello, no tiene porqué
suceder nada”.
Y llegó el día del ingreso, como él decía “me voy a la clínica a
pensión completa”. Íbamos a visitarle a diario, a la hora que podíamos.
En esa semana, durante las noches del miércoles, del jueves y del
viernes, sucedió una cosa que nunca había ocurrido. En casa teníamos
un perro desde hacía un montón de años, y durante esos días, al llegar
la noche, se plantaba en medio del jardín, en el mismísimo centro del
jardín, y aullaba como si fuera un lobo. Nunca había visto nada igual,
estaba sentado y alargaba todo su cuerpo, estirando su cuello y su
cabeza hacia arriba, elevando su hocico hacia el cielo y entonces
soltaba unos lloros y unos aullidos que nunca antes se le habían
escuchado. ¿Por qué hacía eso por las noches? Te ponía los pelos de
punta oír esos aullidos, incluso algún vecino nos preguntaba qué le
pasaba al perro, por qué llora aullando de ese modo. Me pregunto si
fue el único que se dio cuenta de que la parca vendría a visitarnos y al
saberlo lloraba por la muerte de su dueño. No sé si intentaba
advertirle, pero fuera como fuere, su dueño ya lo sabía. El perro era el
único que sentía que la muerte estaba cerca, dispuesta a segar la vida
de su dueño. Todas esas noches los llantos de nuestro querido perro
se anticiparon a los nuestros, a los de toda la familia.
Y así fue, el sábado siguiente, a la semana justa de esa charla en el
bar, ese dolor, ese sufrimiento que padecía mi padre se acabó. Así fue,
tuvo toda la razón, esta vez no volvió como hasta entonces siempre
había hecho, esta vez fue diferente, como predijo, se fue con la parca y
nos dejó para siempre, falleció, su corazón ya roto dijo basta. Hacía un
minuto que el médico había estado en su habitación, estuvieron
charlando de pie al lado de la cama, entre otras cosas, sobre el partido
de futbol que estaban televisando. Mi padre en aquel momento, pocos
minutos antes de morir, se encontraba tranquilo y aparentemente
bien y en el momento en el que el doctor abandonaba la habitación mi
padre caía fulminado sobre la cama. No hubo nada que hacer, el doctor
estaba allí a su lado, pero era su hora. A pesar del código azul que se
llevó a cabo y todo lo que se intentó para reanimarlo fue en vano. Sus
vaticinios se cumplieron tal y como él predijo, incluso teniendo un
médico a su lado que movilizó a otros doctores y enfermeras que
hicieron lo imposible por recuperarlo, a pesar de todo, nada se pudo
hacer. Era su hora.
Acudimos rápidamente al hospital y pasamos esa noche allí con
él, después nos fuimos a casa a intentar dormir un poco para aguantar
las próximas y largas horas que se nos venían encima. Avisamos a
familiares, amigos y vecinos y acudimos al tanatorio, pues desde el
hospital ya lo habían trasladado hasta allí. Estaba amortajado con las
mismas ropas que llevaba al salir de casa, cuando se fue a la clínica.
Aquel fue uno de los días que más he llorado en mi vida, siempre
lo recordaré, ver a padre allí, sin vida, dentro de esa caja, una de las
personas que más he querido, y allí estaba, tan sólo hacía una semana
que me lo había dicho él. Lo predijo una semana atrás, es increíble, no
pudimos hacer nada por él, ni los médicos atendiéndole en aquella
habitación del hospital ni yo, «conocedor» de lo que iba a suceder. Se
juntaba todo, la impotencia que sentía al recordar que apenas hacía
unos días mi padre me hacía partícipe de que ya no le quedaba mucho
tiempo, tan sólo unos días, y durante estos no supe qué hacer para que
esto no sucediera. Mi único consuelo era que si el médico que estaba a
su lado no había podido hacer nada, qué podía haber hecho yo. Rabia,
dolor y una tristeza muy grande, sólo tenía ganas de llorar al verlo allí,
dentro de esa urna, viéndolo a través de un cristal y sabiendo que
nunca más podría abrazarle, besarle, hablarle, reírnos, compartir
tantas cosas con él, vivir con él… y ahora todo había terminado.
Se presentaba un domingo interminable y difícil de pasar.
Entonces hacia la tarde, al verme allí destrozado, llorando y sin ganas
de nada —como es normal cuando pierdes a un ser tan querido y no
quieres acabártelo de creer, y cuánto más de la forma en que ocurrió,
de esa manera tan especial— pues bien, en esos momentos una prima
mía me convenció para ir a tomar algo, pues ya era tarde y no había
comido nada, mi prima insistía de que ya iba siendo hora de que lo
hiciera y bla, bla, bla… Al final, como ella pretendía, lo consiguió, me
sacó de allí para que me diera el aire e intentar que comiera algo, cosa
que fue casi imposible. Quizás hoy, cuando lo recuerdo pienso que fue
lo mejor que podía haber hecho, hizo que me despejara un ratito salir
del tanatorio. Antes de irme con mi prima, mi madre me dijo que se
iba a casa a buscar un traje para mi padre pues lo habían vestido con
la misma ropa que llevaba el día que ingresó en la clínica y que le
parecía mejor que le pusieran un traje y yo le dije que sí, por supuesto,
que tenía razón, que estaría mejor y más «presentable». Entonces mi
madre partió hacia casa a buscarlo. Deberíamos haberlo pensado por
la mañana, antes de ir hacia el tanatorio, pero con las prisas y los
nervios no pensamos en la ropa que se le pondría. Mientras mi madre
iba a buscar esa americana, la camisa, los pantalones y una corbata, a
fin de dejar ese asunto solucionado, yo me iba con mi prima a intentar
comer algo y a despejarme un poco mientras andábamos en busca de
un bar, pues a aquellas horas los restaurantes estaban ya cerrados. Por
fin encontramos un lugar donde poder picar algo y charlar un ratito y
poco después regresábamos al tanatorio. Al llegar allí, vi de nuevo a
padre, allí estaba, con el traje ya puesto, con su americana, su corbata,
la camisa y los pantalones que había ido a buscar mi madre a casa. Así,
vestido con un traje, la verdad es que daba otra imagen, estaba mejor
así. Ya era tarde, la gente empezaba a retirarse y nosotros
permanecimos allí hasta que cerraron el tanatorio. Teníamos que ir a
cenar y descansar, o por lo menos intentarlo, pues el lunes iba a ser un
día tan duro o más que el domingo.
Y llegó el lunes, el día del entierro, estaba la iglesia a rebosar y
después el cementerio, amigos y familiares estuvieron allí
ofreciéndonos su apoyo en todo momento, ayudándonos a pasar esas
horas tan amargas de despedida. Incluso hoy, después de tantos años
y años que han pasado, me doy cuenta de que la frase que te decían
unos y otros «el tiempo lo cura todo» no es cierta. Con el paso del
tiempo uno «aprende» a vivir sin los que no están, cada día te
acuerdas de ellos hayan pasado dos años, diez o cuarenta, si realmente
querías a esa persona nunca la olvidas y siempre está presente en tus
recuerdos. La verdad es que en esos momentos no hay palabras para
consolar a nadie, lo mejor sería dar el pésame y un abrazo, sobran las
palabras, supongo que estáis de acuerdo conmigo.
Aquella noche, después de sobrevivir a ese eterno y duro lunes,
estando triste, me sentía en el fondo de un pozo lleno de tristeza y, con
dieciocho años, viendo la muerte tan lejos y tan cerca, piensas en un
montón de cosas. Qué pena, te mueres ¿Y qué queda de ti? Nunca más
se vuelve a saber de ti, estas allí enterrado en un nicho pudriéndote y
eso es todo. No vuelves a ver a tu gente querida, a disfrutar de la vida,
de oír una bonita melodía, aquella que al oírla te pone el vello de
punta, de oler el aroma de una rosa, de contemplar en la playa una
puesta de sol y admirar las distintas tonalidades que va adquiriendo el
cielo en el atardecer. Allí terminan tus andanzas, pasarán años y años,
lustros, siglos, el tiempo seguirá pasando, el mundo sigue y tu estas allí
enterrado, no te enteras de nada, seguirás muerto por los siglos de los
siglos. Qué pena que todo termine y se acabe así, de este modo, PUNTO
Y FINAL, GAME OVER. Quizás así quede más claro, se acabó la partida y
sin opciones a «echar otra», entonces hay que apurarla a tope, la única
que tienes, aprovéchala y no te entretengas con tonterías, no la dejes
pasar, vívela y disfrútala con tus seres y amig@s más queridos, deja a
un lado los enfados, no merece la pena, son minucias de la vida y no
debes caer en ellas. Es una pérdida de tiempo y eso es precisamente lo
que no nos sobra. Sé feliz, no pierdas el tiempo buscando la felicidad
donde no está. La felicidad la llevas dentro, utilízala, nunca dejes de
hacerlo, sé feliz y haz feliz a todos los que te rodean. Vive la vida, que
sólo tenemos una, al menos… «teóricamente».

Pasaron cerca de cuatro años después del entierro. Lógicamente


siempre te acuerdas de los que ya no están, pero el tiempo pasa y
aprendes a vivir sin ellos, asumiendo que ya no están contigo. Hasta
que… cierto día, encontrándome en unas instalaciones deportivas a las
cuales solía ir a menudo, estaba hablando con el encargado de estas y
cuando se fue un momento para apagar las luces de las pistas, pues
estábamos al aire libre, me ocurrió algo que jamás me había sucedido,
qué cosa tan rara, tanto que en cuanto volvió mi amigo, me dijo: “¡Jo
tío! ¿Qué te ha pasado?, estás muy pálido ¿te encuentras bien?” —le
conteste que sí— “Sí estoy bien pero es que me ha sucedido algo muy
extraño, me ha recorrido toda la espalda una especie de escalofrío, no
sé describirlo, nunca me había pasado antes, sentí como una descarga
eléctrica a lo largo de toda la espalda, como si recorriera toda la
columna y justo cuando has vuelto de apagar las luces me acababa de
suceder” —y me dice mi amigo, quedándose tan ancho: “Esto es que
un espíritu quiere comunicarse contigo”. Me suelta eso y se queda tan
tranquilo, como si fuera tan normal, y yo le respondo: “¿Que un
espíritu quiere comunicarse conmigo? —Y él me dice: “Sí, esto te
volverá a pasar una o dos veces más, y entonces se te aparecerá un
espíritu que tiene algo que decirte”. ¡Joder! ¡Imagínate cómo me
quedé! Le dije sonriéndole: ¿Estás seguro de que no puede ser otra
cosa? —y el tío, tan serio, me dice: “No, verás como en breve te pasa de
nuevo y quizás será más fuerte”. ¡Joder! se estaba quedando conmigo,
¡qué manera de tomarme el pelo!, lo que más me escamaba es que
estaba más serio que yo. Entonces le dije: “¿y tu cómo sabes eso?” —a
lo que él me contestó: “En mi pueblo, a un familiar mío le ocurrió lo
mismo y le pasó lo que antes te he contado”. En fin, me contó una
historia que no sabía si creérmela o no, pues parecía extraída de un
libro de leyendas urbanas o de historias para no dormir. Y así quedó
eso, con la duda de si podía ser cierto o si era nada más que eso, un
cuento acabado de inventar por mi amigo, a pesar de que me juró y
perjuró que era todo cierto… “y si no, tiempo al tiempo” —me dijo.
Pronto quedó aquello olvidado, ¡vaya! al día siguiente sin ir más
lejos. Pasaron los días y a las dos o tres semanas, estando en casa, me
volvió a pasar otra vez, no sé si llamarle escalofrío, pues no lo parecía,
pero te recorría la espalda con una fuerza increíble, a lo largo de toda
la columna, esta vez más fuerte que la primera, increíble, tan sólo dura
un momento, un suspiro, pero lo suficiente como para dejarte
perplejo, preocupado y preguntándote ¿Qué es esto? ¿Por qué me
pasa? ¿Estaré enfermo? Entonces recordé lo que me contó mi amigo y
me dije: “¿Será posible?, a ver si el tío tiene razón. Quizás lo mejor que
puedo hacer, si vuelve a pasarme de nuevo, es acudir a un médico, no
sé, debería hacer algo, pues no era normal que me sucediera esto.
Nunca me había ocurrido algo así y de pronto ¡me pasa dos veces en
tres semanas! Pero bueno —entonces pensé— si me vuelve a suceder
ya veremos que hacemos”. Tampoco era cuestión de alarmarse pues
una vez ya me había pasado me encontraba bien, tan normal, como si
nada hubiera sucedido. No le di más vueltas, al día siguiente el
incidente ya estaba olvidado. Poco imaginaba que al cabo de unos días
quedaría despejada esa incógnita.
Por aquel entonces, mi principal preocupación era que en breve,
en pocos meses, debía irme al servicio militar. Poco más de un año
fuera de casa. No me habían concedido la última prórroga, gracias a la
cual me hubiera quedado exento de ir al servicio militar, la esperaba
por ser hijo de viuda —con la cantidad de gente que se libraba
quedando exentos por exceso de cupo o por «otras cosas»— pero
conmigo no fue así. Lo único que podía esperar es que por ser hijo de
viuda me concedieran hacer el servicio en mi región militar y así
poder conseguir el permiso de pernocta, o sea, ir a dormir cada día a
mi casa, pero primero tendría que conseguir el traslado de región
militar y después el pernoctar en casa. En fin, no se podía hacer nada
más, en breve me incorporaría al ejército… aunque para eso aún
faltaban dos meses. Era cuestión de disfrutar ese verano sin pensar
más allá. Lo que tenga que ser será y cuando llegue el momento ya se
verá, ahora es mejor vivir el presente y disfrutar del verano.
Hasta que, al poco tiempo, llego esa noche. Estaba en la cama
durmiendo cuando de pronto sentí que me cogían del brazo, me lo
oprimían, lo agarraban con fuerza, la suficiente como para
despertarme, alguien me estaba despertando. En aquel momento abrí
los ojos y… ¡Dios! ¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí? Me incorporé al
momento y allí estaba mi padre mirándome, quieto, observándome…
Pensé: “¡Esto es imposible! ¿Qué hace aquí mi padre?... y él, sin
moverse, allí quieto, mirándome tan tranquilo, de repente, sin mover
los labios, me dice: “¿Cómo estás?”, “Muy bien —le contesté— ¿y tú?”.
“Estoy bien ahora —me respondió— muy bien, no tienes que
preocuparte por mi pues estoy bien y quiero que me escuches. Me ha
costado mucho llegar hasta aquí y quizás no pueda venir de nuevo a
verte. Sólo quiero pedirte una cosa, prométeme que tú cuidarás de tu
madre”. “No te preocupes que yo cuidaré de ella” —le dije—. Entonces
me predijo algo, un acontecimiento que iba a suceder en breve. Yo le
aseguré que haría lo posible por mi parte para que madre siempre
estuviera atendida y no le faltara de nada. Entonces, seguidamente, me
hizo dos predicciones más que, a diferencia de la primera, iban a
suceder a muy largo plazo. He de decir que cuando pasado el tiempo
éstas se cumplieron ya no me pillaron por sorpresa y actué como creo
que mi padre hubiera querido que actuase, y como mi corazón me
dictó, por eso sé que mi padre está orgulloso de mí, no podría ser de
otra manera. Supongo que estuve a la altura de lo que él esperaba,
pues hice y obré como me dictó mi corazón y eso era precisamente lo
que él esperaba de mí.
Tras esas predicciones siguió comunicándose conmigo por
telepatía y yo sin darme cuenta le respondía de igual modo. Me dijo:
“No te preocupes por mí, yo estoy bien, ahora vive tu vida, disfrútala,
tienes toda una vida por delante, vívela y sé feliz. ¿Sabes? el tiempo
pasa rápido, muy rápido, ya te darás cuenta. Cuida de tu madre en
todo lo que esté en tus manos y cuando ya no dependa de ti, no te
preocupes estate tranquilo que entonces ya estaré yo para seguir
cuidando de ella”. ¿Y cómo vas a saber en qué momento?” —le
pregunté yo. “Lo sabré, seguro que lo sabré, y allí estaré esperando, ya
te he dicho que en ese momento estés tranquilo… que sin duda ahí
estaré… ¿Sabes? hay muchas cosas que no puedo contarte, no puedo
hacerlo, me es imposible”. ¿Qué podría haberme contado y porqué dijo
no poder hacerlo?.
Todo esto ocurrió en pocos minutos. Cuando él me despertó,
estaba a unos dos metros de mí, justamente a la altura de mis pies,
pero en ningún momento hizo ademán de tocarme o de abrazarme, ni
mucho menos de acercarse. Está claro que era mi padre y que
lógicamente no iba a hacerme nada malo pero supongo que, según se
hubiera movido hacia mí, quizás me hubiera asustado, la verdad es
que no lo sé. Es impredecible cómo hubiera yo reaccionado y
probablemente no lo hizo por eso, quizás me vio la cara, y dijo: “¡Joder,
éste no las tiene todas consigo!”. Lógico, ¿qué pasa si ves que se te
aparece un muerto que ha fallecido ya hace años y se abalanza sobre
ti, quizás con movimientos torpes debido a que no puede moverse
como lo hacemos nosotros, con la misma soltura? Observé que al
moverse para irse no se desenvolvía muy bien que digamos. Por mi
parte, tampoco pensé en levantarme e ir a darle un abrazo o un beso,
pues quedé algo bloqueado por la sorpresa que me llevé al verlo ahí de
pie. Hay que ponerse en mi lugar, no me lo esperaba, es
incomprensible, ¿cómo puede pasar esto? Es increíble, quizás por esto
me quedé un poco cortado. No sé hasta qué punto él podía controlar
mis acciones, lo desconozco.
Ahí estaba a dos metros de mí, sin movernos ninguno de los dos,
quizás como antes he dicho, él para no asustarme y yo a verlas venir.
Siento que no voy a poder expresar con palabras lo que me sucedió,
pues no soy escritor y tampoco lo pretendo, sólo quiero contaros esta
vivencia por si a alguien puede interesarle. Intentad poneros en mi
lugar, como si lo estuvierais viviendo, ¿Cómo hubieras reaccionado? ¿Y
sobre el hecho de saber que de verdad hay vida después de la muerte?
A mí me hizo reflexionar sobre muchas cosas. Pues bien, sea como
fuere, ahí estábamos los dos, padre e hijo, mirándonos a dos metros
con la luz apagada, iluminados por una gran aura plateada muy
intensa. Sólo sé que irradiaba una luz que iluminaba casi toda la
habitación, se veía perfectamente como si estuviera encendida la luz.
Mi padre se encontraba en un lugar en el que en vida nunca había
estado, nunca había entrado en mi habitación por el lado izquierdo de
la cama, me sorprendió este detalle pero creo que lo hizo así por algo
que os contaré más adelante. Allí estábamos, alumbrados por ese haz
de luz plateada que le envolvía. Esa luz era maravillosa y me
transmitía una sensación que no sé describir bien, quizás era de
tranquilidad y de paz. Mi padre en ningún momento gesticuló, ni con
los brazos ni con las manos, porque no nos comunicamos hablando
sino que sus palabras sonaban en mi mente y yo le respondía sin
articular palabra, como si él hubiera abierto una vía de comunicación
telepática. Sólo pude responder a lo que él me comentaba y poco más.
Finalizó su comunicación diciéndome: “Cuida mucho de tu madre y sé
buena gente con todos lo que te rodean, ayúdales en todo lo que
puedas y vive tu vida. Ahora te toca a ti vivirla y disfrutarla. Hasta
pronto hijo”. Se giró en dirección a la puerta con unos movimientos
algo rígidos. Mientras se encaminaba hacia la puerta el haz de luz que
le acompañaba iluminaba toda la estancia, ese aura era impresionante,
entonces se giró dándome la espalda para atravesar el umbral de la
puerta que estaba abierta, siguió andando y dándome la espalda hasta
entrar en el pasillo y allí giró hacia la derecha, en dirección al
comedor, momento en el que ya dejé de verle y al poco se apagó el
resplandor de su aura, de ese haz de luz que le envolvía.
Siempre me he preguntado por qué no desapareció sin más, lo
podía haber hecho delante de mí, quizás no lo hizo porque sabía que
me hubiera dado un patatús…. pero igual que desapareció camino del
comedor, cosa que yo ya no vi, también lo podía haber hecho en la
habitación. Pienso que tiene una explicación, o puede que sea mi
explicación, creo que con ello mi padre quería demostrar algo, lo hizo
a propósito, estoy seguro.
Tan pronto vi que salía de la habitación hacia el comedor y le
perdía de vista apagándose el haz de luz, encendí rápidamente la
lámpara de mi habitación y me dije: “¡Esto es imposible!”. Me propiné
cuatro pellizcos, me levanté de la cama y fui al lavabo, flipaba,
alucinaba. No sé cómo describir ese instante. Imagínate que esto te
sucede a ti, imagínate en ese momento, ¿porque no? Si me ha pasado a
mi porqué no puede pasarte a ti. Que había visto a mi padre, no me
cabía duda, que era inexplicable, sí, pero sucedió, era cierto, acababa
de estar con mi padre. En aquel momento de mi cabeza no podía
surgir una explicación razonable. Yo, que no creía en espíritus, en
resurrecciones o reencarnaciones, ni en nada parecido, pues bien, mi
padre logró sorprenderme. Por primera vez en mi vida me acababa de
suceder algo increíble e inexplicable, pero también os debo decir que
fue algo maravilloso, que me llenó de una inmensa alegría. Era como si
aquella visita hubiera llenado a rebosar algo en mi interior, no sé
describir esa sensación que me invadía, pero estaba contento, feliz, fue
una gozada.
La única incertidumbre que tenía era cómo contarle todo esto a
mi madre. Lo que estaba claro es que se lo debía contar, no podía
callármelo, tenía que decírselo, pues a la vista estaba cómo mi padre la
quiso, la quería y allí donde está la sigue queriendo. También diré que
mi madre echaba de menos a mi padre, lo quiso también mucho y le
afectó muchísimo perderlo tan joven… ¡Qué injusta la vida! Por estos
motivos tenía que contarle a mi madre lo sucedido, lo que me había
pasado, pero sin explicárselo todo, sin entrar en detalles sobre todo lo
contado por mi padre. Esto lo estaba pensando en mi habitación, aún
era de noche y no podía apagar la luz de mi cuarto ¡no habían narices!
y no era por miedo claro está, mi padre no me iba a hacer ningún mal y
lo sabía, al contrario, en todo caso me ayudaría, pero os diré que esa
noche no tenía yo el cuerpo para más visitas, ni para más sorpresas, no
fuera a ser que se hubiera olvidado decirme algo más… y mi corazón…
no sé yo si en la misma noche hubiera aguantado tanto trajín. El caso
es que no apagué la luz, no pude hacerlo hasta que amaneció, no pude
volver a dormirme, era imposible después de lo acontecido. Prefería
estar despierto, pensando en lo sucedido. Le di unas cuantas vueltas al
asunto y me dije: “En cuanto me levante, desayuno y después le cuento
a mi madre lo movidita que ha sido esta noche”.
Sabía que mi madre iba a creerme, no lo pondría en duda ni tan
sólo un momento. Ella sabía que yo siempre le contaba la verdad,
nunca le había mentido, y en un asunto como éste aun menos. Sabría
que en una cosa tan delicada y triste no iba a mentirle ni a contarle
una cosa por otra… ¿Qué hubierais hecho vosotros? ¿Se lo hubierais
contado, o no? Creo que hice bien, así ella también se dio cuenta de
que había un más allá, que había algo más después de la vida, o mejor
dicho, después de la muerte. Ese algo que te da la seguridad de que vas
a volver a ver a tus seres más queridos que ya no están contigo, que no
todo termina con tus huesos en una tumba enterrados bajo tierra. Por
ese motivo tenía que contárselo, para que cuando llegara su hora se
diera cuenta que aquí dejará a unos que le llorarán pero que llegará
allí y otros estarán felices por volverla a ver de nuevo.
Con el paso de los años yo también me voy haciendo a la idea,
cada vez tienes a la parca más cerca, la ves pasar a por tus amigos, a
buscar a tus familiares, y ahora estoy más tranquilo sabiendo lo que
sé.
Después de desayunar con madre, sentados en la mesa
tranquilamente, me doy cuenta de que no sé cómo empezar a
explicarle lo sucedido la noche anterior, siento que debo hacerlo pero
no sé cómo se lo va a tomar, se va a entristecer, como cuando íbamos
al cementerio, siempre volvíamos muy tristes, en especial ella.
Actualmente yo no voy porque me sucede lo mismo y además se que
allí, en ese nicho, no hay nadie, sólo hay huesos, pero es lógica esa
tristeza que te invade al recordar a ese ser querido. Entonces me dije,
quizás mejor se lo explico a la hora de la comida, terminando de comer
y quizás con un café pase todo mejor… pues bien, valor y a ello…
“¿Sabes lo que me ha ocurrido esta noche, mamá? Resulta que
estaba durmiendo y he notado que me cogían por el brazo; me lo
estrechaban, era como una opresión alrededor del brazo, y de este
modo me he despertado y allí estaba padre, a dos metros de mí, en el
lado de la ventana. Le rodeaba una aura plateada que lo iluminaba
todo”. Le comenté que a todo esto la luz de la habitación estaba
apagada, pues en cuanto le vi me quedé sorprendido pero en ningún
momento se me pasó por la cabeza encender la lámpara del cuarto,
pues le veía perfectamente «con su luz». Le conté que me había estado
hablando o, mejor dicho, comunicándose por telepatía. Le relaté casi la
totalidad de la «conversación» y cómo se fue desarrollando «la visita».
Le comenté que llevaba el traje que le pusieron el último día. Mientras
le relataba mi experiencia mi madre me escuchaba con atención, ella
sabía que no le mentía, y en este tema aun menos, aunque entiendo
que a según quién le cueste más o menos creer en estos encuentros o
visitas… Ella seguía escuchándome con mucha atención, hasta que me
interrumpió diciéndome: “¿Seguro que esto no lo has soñado, hijo? A
veces hay sueños muy reales y sólo son sueños”. Yo le contesté:
“Madre, igual de claro que te estoy viendo y escuchando, igual de claro
le veía y le escuchaba a él, sé muy bien cuándo estoy soñando o estoy
despierto. Además, cómo para no despertarse con el estrujón que sentí
en el brazo”. Entonces seguí contándole, estaba ya relatándole el final
de lo acontecido, cuando padre ya se iba y se giró, dándome la espalda,
para dirigirse a la puerta y abandonar la habitación “¡Qué cosa más
rara! ¿Sabes qué vi? pues que llevaba la americana casi toda rota por
detrás, bueno más que rota diría que descosida por la parte del centro
y el corte era de abajo hasta casi arriba, más o menos hasta la altura de
las paletillas, en el momento que se giró lo vi claramente pues se le
abría la chaqueta por el centro de la espalda, me llamó mucho la
atención y me sorprendió que la llevase casi toda rota. ¿Qué podía
haberle pasado para ir con la americana así?”. A mi madre le cambió la
cara, se puso aún más seria si cabe, me miró muy fijamente y me dijo:
“¿Tú no estabas cuando a tu padre le pusieron el traje en el tanatorio,
verdad?”. “No, yo me fui con mi prima, que me hizo salir del tanatorio
para comer algo y así dar una vuelta, y tú me dijiste que te ibas a casa a
buscar un traje para padre, pues así quedaría mejor, y cuando yo volví
al tanatorio tú ya habías regresado y ya le habían puesto el traje. Yo, al
volver con mi prima y ver a padre de nuevo, ya lo llevaba puesto y
recuerdo que comentamos que estaba mejor así. Así es que no vi
cuándo se lo pusieron pues no me encontraba en el tanatorio”.
Entonces mi madre afirmando con la cabeza dijo: “Ya lo recuerdo”. Ella
había visto cómo lo vistieron con el traje, estuvo allí presente en ese
momento y, en efecto, vio cómo tuvieron que descoser por la parte de
la espalda casi toda la americana para podérsela poner ya que el
cuerpo estaba tan rígido que hubiera sido imposible ponérsela de otro
modo.
Creo que en ese momento mi madre se terminó de convencer, si
aún no lo estaba, que todo lo que le había contado era cierto, que
padre había venido y que ese detalle de la americana era, para mi
madre, una prueba indudable de que yo había estado con él, de que
habíamos estado juntos esa noche, que había venido desde no se sabe
dónde y había estado de nuevo en su casa. Tal como él me dijo aquel
día: “Un día vendré a verte” fue cierto, cumplió con su palabra, vino,
me vio y me recordó aquel pequeño favor que me pidió aquel día en el
bar y me advirtió de nuevas cosas, cosas que antes desconocía, y que él
ahora sabía que iban a suceder. Con su visita me demostró que “por
ahí anda”, que hay algo más allá realmente, que el amor es eterno, el
amor más allá de la vida, el amor más allá de la muerte.

Volviendo a la conversación con mi madre, me dice: ¿Creo que


nunca te había contado lo del traje, verdad? “Pues no, —le dije yo—
nunca te lo pregunté pero, es más, ni lo había pensado ni me había
preocupado por ello”. Con dieciocho años pierdes a tu padre y, la
verdad, en lo que menos piensas es en cómo le han puesto el traje
después de llevar tantas horas fallecido y dentro de una cámara
frigorífica o si llevaba ropa interior o si llevaba un pañuelo en el
bolsillo. Qué leches te importa eso cuando lo único que ves es que está
muerto, que nunca más estarás con él, ni disfrutaras de él, ni de su
compañía, que lo has perdido para siempre ¿Tú crees que en esos
momentos, que has perdido a una persona tan querida, estás para
pensar en minucias o en cosas tan intrascendentes? En esas cosas que
no tienen importancia ni reparas en ellas, esos detalles no tienen
sentido y después ya se olvidan con el tiempo, es más, si aquella noche
no hubiera visto el detalle de la americana creo que nunca lo hubiera
sabido.
Para mi madre creo que esa fue la prueba definitiva. ¿Fue ese el
motivo de que mi padre eligiese acercarse a mí por ese lado de la
habitación? ¿Lo hizo ya a propósito? ¿Quizás vino a verme tal y como
le enterramos para que viera el detalle de la chaqueta? No lo sé, me
imagino que habrá mucha más gente a la que le habrá pasado algo
parecido.
Después de aquella charla con mi madre sobre lo que pasó, nos
dimos cuenta de que no había sido tan sólo una visita nocturna para
darme unos mensajes, había sido además una muestra, una prueba
de que realmente existe un más allá, de que hay otro mundo,
llamémosle mundo paralelo u otra dimensión, llámale como quieras,
resurrección, otra vida… y que gracias a esto, a saberlo, puedes
cambiar muchas cosas en tu vida, quizás la primera sea perderle
el miedo a la muerte, sabiendo que después hay algo más, hay otro
modo de existencia. Hay «otra vida» que compartirás de nuevo con tus
seres más queridos, familiares y amigos, y verás cómo no todo termina
al expirar.
Mi madre se preguntaba: “¿por qué no se me ha presentado a
mí?”. Pienso que quizás le hubiera dado un patatús y mi padre lo sabía,
¿quizás con quién quería hablar era conmigo? Ya habíamos tratado
este asunto en vida, aquella tarde de sábado en el bar, y como en el
«otro barrio» descubrió cosas, tenía nueva información, volvió para
advertirme y así reiterarme el favor que me había pedido en su
momento y, lo más importante, para dar respuesta a las preguntas que
me hice aquella noche en la que murió y para que me diera cuenta de
que todo no termina en el nicho de un cementerio.
Siempre le agradeceré esa visita, ese regalo que me hizo
viniéndome a ver, demostrándome que más allá de la vida y de la
muerte continúa de algún modo la existencia, sea en forma de energía
o de alguna otra forma desconocida por nosotros.
Algunas noches me pregunto si de alguna forma pueden
contactar con nosotros. Cuando estamos dormidos puede que nos
encontremos más cercanos a ellos y más predispuestos en según qué
fase del sueño. Quizás en ese momento pueden establecer algún tipo
de contacto para avisarte de otras cosas, quedando almacenado en tu
subconsciente sin que tú te des cuenta. Cuando en ocasiones al tener
que tomar una decisión importante decimos: “lo voy a consultar con la
almohada”, con la intención de pensar y meditar sobre un problema
esa noche y decidir qué camino es el más acertado, me gustaría creer
que a través de los sueños se establece una comunicación por parte de
ellos y de esta manera intentan ayudarnos, sin que nosotros sepamos
de su intercesión.
Sea como sea, por fin se lo pude contar a mi madre. No se
entristeció, al contrario, sabía que su marido, que padre, había estado
allí con nosotros sólo unos minutos, pero que ese momento
representaba tantas cosas para ella y para mí, pues realmente nos
cambió la manera de pensar.
En lugar de ir al cementerio y llorar esa pérdida tan querida lo
que deberíamos hacer es no tener miedo a morir, teniendo la certeza
de que nos esperan en ese lugar dónde todos, repito «todos», vamos a
ir. Es más, considerar preparar nuestra defunción como si se tratara a
la vez de nuestro último cumpleaños y de nuestro nuevo nacimiento,
como un acontecimiento que va a suceder y que debemos tener
asumido. Al igual que cuando naces o cumples años, tus seres más
cercanos lo celebran pues lo que acontece es digno de celebración,
quizás lo que deberíamos plantearnos es en lugar de evitar pensar en
la muerte como algo negativo en nuestras vidas, deberíamos pensar
que la muerte es el fin de una vida para iniciar otra.
Entonces mi madre y yo empezamos a conversar sobre qué
pasaría si en lugar de un funeral no sería mejor preparar un festejo en
recordatorio del que pasa a mejor vida y que los amigos que vienen a
despedirte te digan “hasta que volvamos a encontrarnos”. El fallecido
debería tener un video, ya grabado para la ocasión, despidiéndose de
todos, pero un video alegre recordando los mejores momentos
disfrutados por él con sus amigos o con su familia y diciéndoles, pues
eso, “hasta pronto” y olvidarnos del “no somos nadie…” y también de
la frase “el tiempo todo lo cura…” mejor cambiarlo por ese video…
“¡vaya fiestas nos dimos!”, o mejor, “¡qué fenómeno, qué vida se pegó!”
o “¡qué tí@, que vidorra más intensa supo vivir!”, y en ese momento
celebrar que ya está entre sus otros amigos y sus otros familiares y
que ha «nacido» en otra parte, dónde seguro están celebrando por
todo lo alto su llegada.
Supongo que ahora mismo sería un poco difícil cambiar todas las
creencias, costumbres o normas que parece son de obligado
cumplimiento cuando alguien fallece. Los negocios que mueve la
muerte se verían afectados si cambiase nuestra forma de pensar y de
actuar en torno a ella e intentarían no permitir que se modificasen los
rituales que ahora están establecidos pues en los entierros, como
todos sabéis y todos hemos sufrido, se mueve mucho dinero y los
beneficios son altísimos y quién sale más mal parado son los
familiares del difunto. Por ello, sinceramente, prefiero mi propuesta y
pensar que la muerte es el fin de una vida para iniciar otra.
Por mi parte, no quisiera que a mi entierro asistieran familiares o
amigos pues quisiera con ello evitarles ese mal momento,
acompañando un cuerpo ya sin vida por el que ya no tiene sentido
preocuparse y mucho menos llorarle, cuando posiblemente yo me lo
esté pasando en grande en ese otro lugar rodeado de mis padres,
familiares y amigos. En mi entierro no quiero que vaya nadie… por no
estar, no estaré ni yo. Lo siento, C’est la vie.

Después de hablar de todo esto, madre me dijo: “el día que yo


falte también vendré a verte, dejaré pasar un tiempo y te haré una
visita” y yo le dije: “Ya sabes que no es fácil llegar hasta aquí, como
bien me ha dicho padre, y creo que si estás con él en el «otro barrio»
no tienes porqué venir por aquí, mejor sigue allí con él y sed muy
felices pues yo haré lo mismo aquí. No debes preocuparte por mí, no
sea que después no puedas volver al lado de padre. Sólo ven a verme si
no estás con él, si no os habéis encontrado, sólo entonces ven a verme.
Si no vienes, entonces yo sabré que estáis juntos de nuevo y junto a
todos tus familiares y amigos”. Ella asintió y me sonrió. A día de hoy
aún recuerdo aquella sonrisa maravillosa que me dedicó. Y allí
finalizamos la conversación, dando por respondidas algunas
preguntas y dejando otros temas por responder.
Al cabo de un tiempo sucedió la primera de las predicciones que
me comunicó mi padre, fue a los pocos meses de su visita. Padre tenía
razón, sabía lo que iba a ocurrir, no se equivocó, había visto el futuro,
no cabe duda. Hoy en día también os puedo decir que al cabo de un
tiempo otro par de predicciones también se cumplieron, a pesar de ser
a largo plazo, con años de antelación. Allí donde estuviera tenía una
«bola de cristal» y no se equivocó en nada, pese a ser acontecimientos
difíciles y complicados de pronosticar, pero así fue, y no es que puedas
decir que con un poco de sentido común ya podías ver lo que iba a
pasar, ¡pues no señor!, incluso a mí, conocedor de los hechos
venideros por mediación de mi padre, me sorprendió.
Creo que allí donde están saben qué nos depara el futuro, cómo
vamos a terminar nuestros últimos días y hasta podría asegurar que
saben cómo y de qué vamos a fallecer y, os diré más, creo que saben
también hasta el día y la hora. Parece increíble, pero estoy totalmente
convencido, vaya así me ha parecido entenderlo a mí. Por cómo han
sucedido los hechos que mi padre me pronosticó, a pesar de que yo no
creía que fueran a suceder así, no tengo más remedio que afirmar que
saben nuestro futuro.
Como ya os podéis imaginar todo esto que he terminado
relatando a día de hoy tuvo relación con los días finales que vivió mi
madre, fallecida hace ahora ya varios años. Todo lo que me predijo
padre terminó sucediendo, todo pasó como el vaticinó y yo actué como
él esperaba que lo hiciera. Al igual que llevé a cabo las promesas que
me pidió madre que cumpliera cuando ella falleciera.
Dicho esto también os diré que se dieron un par de casualidades,
o no; fueron un par de vivencias, un par de situaciones, que me
llevaron a pensar que por fin ya estaban juntos de nuevo como ellos
querían. Llegué a la conclusión de que en efecto padre también
cumplió su palabra como bien me dijo en su momento. Por fin estaban
juntos de nuevo, era lo que ellos querían. Sólo un «breve espacio de
tiempo» los había separado y ahora ya estaban por fin juntos más allá
de la muerte. Los sentimientos sobreviven a la muerte.
Ya pasado el tiempo, recordando y reflexionando, pensé que mi
amigo, el encargado de las instalaciones deportivas, había acertado, lo
sabía, no me mintió ni me gastó una broma, sucedió lo que él me dijo
que me iba a pasar tras aquella especie de repentinos escalofríos, que
se trataba de un espíritu que tan sólo quería comunicarse conmigo, y
así me lo hizo saber, sin misterios ni miedos y de la manera más
normal, sin darle más importancia. Quizás para él era normal puesto
que anteriormente ya le había sucedido a un familiar suyo, pero para
mí, que nunca lo había oído y además no creía en esas cosas, era un
poco raro esperar que fuera cierto... pero una cosa es cuestionarlo y
otra cerrarte en banda a no creer en nada, estas cosas hasta que no te
pasan, o no las ves por ti mismo, cuestan de creer, además con esa
edad no me había parado a pensar en esos temas y mucho menos
estudiarlos o interesarme por ellos... fue a partir de ahí, de cuándo me
sucedió a mí, que empecé, como ya podéis imaginaros, a estudiar estos
fenómenos e indagar sobre otros temas relacionados.
Después de lo sucedido aquella noche en la que fui visitado por
mi padre, días más tarde me hice algunas preguntas que lógicamente
en aquel momento no me planteé. Cuestiones como que en la
habitación no hacía frio y que de mi boca no salió vaho debido un
posible descenso de la temperatura, la habitación en ningún momento
cambió su temperatura, hacía un calor de narices. Me preguntaba
¿cómo me habló y respondió a mis preguntas si nunca abrió la boca y
yo nunca articulé palabra y le contesté? y escuché todo lo que me dijo
bien claro y nítido con su voz normal, la misma voz con la que siempre
me había hablado en vida.
Recabando información descubrí las cartas Zenner, si no
recuerdo mal hice el ejercicio y sólo conseguí dos aciertos de diez
¡todo un record! ¡Qué pena!.
He de creer que fue él quien me abrió un canal para
comunicarnos por telepatía, he de decir que para mí fue maravilloso,
asombroso e increíble con qué facilidad nos comunicamos. Ahora me
parece patético que mi cerebro, del que como dicen los expertos sólo
utilizamos un pequeño tanto por ciento, tan sólo adivine, con suerte y
de casualidad, un par de veces las dichosas cartitas. Qué pena, ¿porqué
ellos pueden abrirnos este canal con esa facilidad y nosotros no somos
capaces de hacerlo? ¿Los muertos, más listos que los vivos? ¿Quizás
sólo pueden comunicarse de este modo? ¿Porqué las predicciones que
me hizo a corto plazo, meses, y las otras que me hizo a largo plazo, a
años vista, acabaron sucediendo? ¿Acaso saben nuestro futuro? He de
creer que sí, que saben todo lo que nos va a suceder como si estuviera
escrito en un diario y lo que está claro es que saben cuándo vamos a
morir y cómo. Es por eso que me imagino que si bien cuando venimos
a este mundo nos están esperando con alegría familiares y amigos y
cuando morimos nos despiden y lloran, es en ese instante, tras la
muerte, cuando «nacemos» llegando a ese nuevo mundo paralelo o
nueva dimensión, o como bien decía mi padre a ese «otro barrio», y en
ese tránsito no estamos solos, en ese momento también están allí
esperándonos nuestra familia y nuestros amigos fallecidos para
darnos la bienvenida y ayudarnos a aprender a dar nuestros primeros
pasos bajo otra forma de vida. Esto es lo que entendí tras ver esa
noche a mi padre, que ese más allá existe, que esa resurrección existe,
y que realmente sí hay algo, sí hay otra vida, él me lo demostró
viniéndome a ver y me hizo el regalo más grande que nunca me podía
haber hecho al confirmarme que no todo se termina cuando dejas de
respirar, no todo se termina con la muerte que, como antes os dije, no
todo se termina en ese nicho, en ese cementerio, allí enterrado por los
siglos de los siglos. Ahora sé que hay un futuro, que hay una esperanza
y que podemos volver a encontrarnos, a vernos, a comunicarnos, a
querernos, a relacionarnos y a convivir de nuevo. Quizás por este
motivo deberíamos replantearnos esa tristeza, esos entierros y esas
celebraciones, e interpretar la muerte de otra manera y aceptarla de
otra forma.
Reitero que desde luego para mí el regalo que me hizo mi padre,
el saber que después de la muerte hay algo más ha hecho que cambie
mi manera de ver la muerte. Saber que te vas a encontrar de nuevo
con tus seres queridos, que vas a volver a verlos y estar con ellos, hace
que cuando piensas en la muerte ya no la temas, no sientas miedo sino
al contrario, no es que la desees desde luego, pero tampoco le tienes
miedo ya que sabes que todo no terminará ahí, que sólo es el
comienzo. A lo mejor, debido a eso cuando tenga que llegar ese
momento estás más tranquilo, lo aceptas de otro modo, sabiendo que
volverás a ver tu gente, seres que hace mucho que no ves y que en un
«suspiro» les volverás a ver y estaréis juntos de nuevo.
Supongo que los espíritus tienen muchas maneras de aparecerse
ante los vivos, no lo sé, lo desconozco, quizás haya otras formas de
hablar o comunicarse, pero me imagino que la única que tenía mi
padre para hablarme era a través de la telepatía, quizás por ese
motivo de la energía, de utilizar el cerebro, quizás para que yo le viera
sólo podía usar su última imagen, como si fuera una proyección, no
pudiendo mover los músculos con naturalidad, ni los de la boca para
articular palabra, quizás podía haber adoptado cualquier forma para
que le viese, pero sea como fuere adoptó la última, la que yo
recordaba, con ese traje, el mismo que le llevó mi madre a las capillas,
el mismo que le pusieron para su entierro, y así poder demostrarme
con el detalle de la americana, que lo que estaba viendo era real, muy
real, y con ello tener la certeza de que hay algo más después de la
muerte.
Creo que este puede ser un mensaje de esperanza, de
tranquilidad para mucha gente, para mí y mi madre lo fue y para
muchos amigos míos a los que les he contado lo sucedido también.
Recuerdo que entre ellos había un amiguete mío, ya mayor, a quién al
comentarle mi experiencia se le humedecieron los ojos, se le pusieron
vidriosos, se le cayó una lagrima y, estrechando fuertemente mi mano,
me sonrió. Entendí con ello que era su manera de agradecérmelo. Al
cabo de un tiempo volví a encontrármelo y me agradeció que se lo
hubiera contado con todo detalle. Al cabo de unos meses falleció, no
sé, desconozco si sabía que estaba enfermo pero espero que esta
experiencia le sirviera para algo.
Como podéis ver a estas alturas, y ya terminado este pequeño
relato, aún hay muchas preguntas en el tintero. Preguntas para las que
me gustaría tener una respuesta, una explicación para ellas que aún no
he encontrado, a lo mejor no hay respuesta ni explicación que
nosotros podamos entender. El hecho de que una persona sepa con
tanta certeza y con una semana de antelación que va a fallecer o cómo
va a acontecer su muerte y qué pasará después y te lo haga saber, sin
haber una causa clara para su fallecimiento y que lo sepan con esa
certeza, de cómo un perro intuye la muerte de su dueño varios días
antes y estando a kilómetros de distancia de él y tenga esas reacciones
que antes conté, sabiendo sin duda lo que va a suceder, y otras tantas y
tantas preguntas que me hago en este librito que quedan sin
responder y para las que a lo mejor un día tendremos respuesta
aunque para entonces ya será tarde para contársela a otro ser vivo.
Quizás la respuesta sólo la sepamos cuando nos encontremos ya en el
otro barrio, aunque entonces ya será tarde…. pero por lo menos la
sabremos…. Como bien dicen, más vale tarde que nunca.
Disculpad que interrumpa mi relato, pero creo que merece la
pena hacer una mención especial a todas aquellas personas que nos
ofrecen su apoyo para pasar la dura etapa del duelo. No sé si quizás
pueda ser una impresión mía, pero creo que aún hay gente que
desconoce su existencia. La muerte no es algo en lo que se suele
pensar hasta que nos toca de cerca, con la pérdida de alguien próximo
a nosotros, por lo que hasta que no llega ese momento muchas
personas prefieren ignorar la muerte y lo que conlleva.
Estas personas ofrecen ayuda en duelos difíciles de superar.
Considero que es a quienes deberíamos acudir cuando esa etapa se
alarga en el tiempo más de lo debido.
Desde estas páginas de este humilde librito, quiero mandar a
todas estas personas un cariñoso saludo y darles ánimo para que sigan
adelante con esta maravillosa y a la vez difícil labor de ayuda a los que
lo necesitan.
Un fuerte abrazo a todas esas personas que están a nuestro lado
para confortarnos. Me encantaría poderos hacer llegar este pequeño
librito y que lo podáis disfrutar así como hacerlo llegar también a
otras compañeras y compañeros vuestros. Por otro lado, ruego me
disculpéis si no ha sido de vuestro agrado haberlo recibido.
VIAJE SIN MALETAS

Supongamos que estamos muertos y que hemos llegado a otra


dimensión, a ese mundo paralelo en el que somos energía, en el que
tenemos que aprender a movernos y a manejarnos pues acabamos de
nacer en un mundo en el que la materia es energía y, considerando
esto, me pregunto ¿Por qué no empezamos a prepararnos para usar la
mente? ¿Por qué no hacemos prácticas, ejercicios de visualización, de
telepatía u otra clase de ejercitación de la mente? Al otro lado no nos
podemos llevar nada o ¿quizás sí? nos podemos llevar todo lo que
tenemos en nuestra mente, nuestra maleta es nuestro cerebro. Mi
padre así me lo demostró, recordaba todo y sabía más que yo del
futuro. Entonces ¿porqué no prepararnos? Pero también debemos de
tener en cuenta lo que ya tenemos en nuestra mente actualmente,
puesto que no hay un «reset» y eso tiene también su peligro, llevarnos
para siempre nuestros recuerdos, tanto los buenos como los malos, las
buenas obras que hemos llevado a cabo pero también las malas
acciones, las cosas malas que has hecho, todas te las llevas en tu
conciencia dentro de esa maleta que es el cerebro y si tu conciencia no
te deja dormir, no te deja descansar, has de ser consciente que la
llevarás contigo en tu memoria por los siglos de los siglos y no dejará
que descanses en paz ni una vez muerto. Ese es el alto precio que
deberá pagar mucha gente. Tus recuerdos seguirán contigo aún siendo
energía, es lo único que seguirá viviendo en ti. Convives con tus
recuerdos, convives por siempre con ellos y nada más que ellos te
atormentaran para siempre o bien te aliviarán por siempre jamás, al
igual que las imágenes de toda una vida persistirán para siempre con
nosotros en nuestra memoria. Quizás esta sea la «penitencia»,
llevarnos nuestros recuerdos y nuestras acciones con nosotros para
siempre, sean estas buenas o malas, te pesen o no te pesen, esta será la
carga, el peso de tu maleta... para siempre. Quizás esta sea la
diferencia, para algunos será como estar en el cielo invadidos para
siempre por una paz envidiable y para otros será como estar para toda
la eternidad en el infierno y atormentado por siempre. Por este
motivo, aún sabiendo que hay vida después de la muerte, nos seguirá
asustando la muerte. Somos inmortales pensadores. Prepárate una
buena «maleta», ésta será tu conciencia, con ella harás tu último viaje.
Haz que sea el mejor de ellos, de ti depende que sea así. Como bien
dijo el filósofo Vardhama “dentro de ti está la solución”.
Esa maleta debemos llenarla de buenas acciones, esas que
hacemos desinteresadamente y nos hacen sentir un poco mejor con
nosotros mismos. Todos sabemos cuáles son esas acciones y esas
maneras de actuar frente a la vida y frente a las personas.
A lo mejor, tu manera de proceder en este mundo, allí donde
vamos ya no tendrá sentido y nos daremos cuenta, una vez en el más
allá, de que no sirve para nada, sólo nos ha servido para sobrevivir en
este mundo del cual formábamos parte y en el cual actuábamos a
tenor del cumplimiento de unas obligaciones y necesidades
establecidas.
Es probable que en este nuevo momento te arrepientas de haber
actuado como lo hiciste para lograr tus finalidades, pero ya no tendrá
sentido, habrá quedado todo atrás, quizás te arrepientas de haberlo
hecho de según qué modo o, por el contrario, te sientas orgulloso de
cómo lo hiciste pero, sea como sea, deberemos resetearnos para no
actuar de nuevo así, porque quizás no tendremos las mismas
obligaciones y necesidades, pues lógicamente no tendremos que
trabajar para comer, no exista el dinero, por consiguiente no podrás
ser dueño de pertenencias, pues todas las posesiones que habrás
dejado atrás las has conseguido con dinero y todo esto cuando estés
muerto ya no tendrá razón de ser, por ese motivo muchos de los
comportamientos que hemos observado en nuestra persona o bien en
otras, esas acciones, esos sentimientos como son los celos y las
envidias que nos influyen en esta vida, una vez ya en el otro barrio y
sin nada en los bolsillos, nos harán darnos cuenta de lo estúpidos y
ciegos que hemos sido. Quizás, por este motivo, aquellas personas que
han estado tan cerca de la muerte pero siguieron aquí, cambiaron
radicalmente su forma de pensar y de hacer. Se dieron cuenta que
todavía estaban a tiempo de cambiar y lo hicieron.
Quizás sin tener que llegar a estar al borde de la muerte también
nosotros podemos cambiar y prestarle más atención a otras cosas más
importantes que hasta ahora no hemos sabido ver, cosas para las que
no hace falta el dinero para tenerlas, pues están dentro de nosotros
mismos y a nuestro alcance.
Nos parece que a la parca es mucho mejor ignorarla, no pensar
en ella, así de este modo es como si no existiera, este es el modo que
tenemos de enfrentarnos a la muerte, ignorándola. Pensamientos de
muerte… pensamientos de pena y de dolor.
Estoy seguro que pensáis que hay que vivir la vida y disfrutarla,
estoy plenamente de acuerdo con vosotros, pero como todo, la vida
termina o se va apagando y quizás es ahora el momento en el que
también debemos pensar en la muerte, como si fuera una asignatura
pendiente que llevamos aparcándola siempre y quizás este es el
momento en el que debemos empezar a estudiar esta «asignatura»
para conseguir pasar ese «examen» al que un día, más tarde o más
temprano, tendremos que presentarnos para poder pasar a otro nivel
superior.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Estás preparado para reflexionar sobre ello?
¿Estás preparado para morir? o quizás ¿te crees que nunca llegará tu
hora? A lo mejor cuando quieras reflexionar sobre ello ya será tarde.
No te fíes de la parca, aunque seas muy joven piensa que suceden
muchos accidentes de tráfico, de trabajo, enfermedades en las que te
pronostican un año de vida o quizás máximo dos meses, quién sabe,
pero tengas la edad que tengas la parca no entiende de edades, de
sexos, de razas ni de religiones. Mejor prepárate para recibirla, que no
te pille fuera de juego.
Te deseo un feliz tránsito, que tengas una nueva vida mejor que
ésta y que sepas disfrutarla, de ti depende, prepárate para que así sea.
ASÍ SERÁ TU TRÁNSITO

Y por último, ya para finalizar, espero que me permitáis frivolizar


y dar un toque de ironía sobre lo que seguidamente os voy a contar,
cosas que me imagino que al igual que yo también habréis leído en
diferentes medios y que se supone son así...
Dicen, comentan, que si estás muy apegado a tus bienes
terrenales y les tienes demasiada estima es más costoso poder realizar
el tránsito al otro lado. Poder desapegarte de todas tus posesiones
facilita que te puedas ir con toda tranquilidad y normalidad, si no —
según dicen— te puedes quedar vagando por este mundo, vaya como
alma en pena, por no poder llevarte todos esos bienes o caprichos
terrenales. Tendrás que dejar ese gran coche de marca, sí ese mismo
que solemos regalarnos al retirarnos del trabajo o al cumplir los
sesenta y pico, ese coche que dices: “yo no me voy a morir sin haber
tenido un tal o un cual”. En lugar de comprarnos un utilitario, pues los
reflejos ya merman y, aunque no somos conscientes, la pericia para
aparcar lógicamente ya no es la misma que con treinta años, la rapidez
para frenar no la tenemos y apenas vemos bien, que a veces ya no
vemos las señales de dirección prohibida, y si es en la entrada a una
autopista, ya ni te cuento. Pero todo y así no podemos comprarnos un
utilitario, no, tiene que ser un gran turismo y cuanto más grande
mejor. ¿Cómo quieres dejar esto en este mundo? Lo normal es que
pidas que te entierren dentro del coche y como en el nicho no cabe,
pues eso, “que me pongan bajo tierra, porque mi coche no lo va a
reventar mi nieto, qué narices y encima derrapando y haciendo
trompos con él, ¡Vamos, no me jodas! Y yo que le paso el plumerito
cada domingo antes de salir y ese desalmado va a manchar la tapicería
haciendo botellones y con sus amiguit@s, ¡Vamos hombre!”. Así, el
tránsito es imposible y nunca mejor dicho. Y ya no te digo nada si
tienes un yate... pero bueno, por lo menos servirá para que echen tus
cenizas al mar, que seguro es tu último deseo, pero cuidado que no te
vea nadie de El Vaticano. Mejor que sea así pues no veo yo muy bien
ahí «tumbao» un esqueleto en cubierta tomando el sol. Y ya no hablo
de la casa o el chalet que costó tantos esfuerzos pagar, tanto ahorro, o
no, pero sea como sea “no me la puedo llevar que put... En mi nueva
casa quepo un poco justito, es que no puedo ni darme la vuelta, ¡ozú,
que agobio de nicho! La casa grande se la quedan mis hijos, se la
quedan mis nietos, con esos sofás y esos cuadros ¡Vaya hombre, qué
mala suerte la mía! Además, fue terminar la piscina y no me dio
tiempo ni a mearme en ella… ¿Y la barbacoa? pero si está por estrenar,
maldita sea no he catado ni la carne ni los chorizos, ni naaá… ese
maldito colesterol”. Pues como decía alguien, el muerto al hoyo y el
vivo… “Pero, ¿y todos mis trajes y vestidos? ¿Quién se los pondrá? Si
eran a medida y sólo me puedo llevar uno puesto, qué pena, tanto traje
y al final me tienen que poner uno como todos, un traje de pino ¿No
puede ser de cerezo? Que aún hay clases leches...” Y ya no hablemos de
las joyas, relojes y el dinero… “Qué fastidio, tendré que dejarlo todo
aquí para que se lo gasten mis hijos y mis nietos, y vete a saber quien
más, y ¿Cómo se lo gastarán? Yo, que no llevaba calzoncillos para no
gastar y ahora estos cernícalos seguro que se lo gastan en móviles y
botellones, ¡hay que joderse!”. Casi nada, pero lo peor de lo peor es
que dicen que estás muerto y aún no te has dado cuenta y sigues
transita que transita por este mundo con la mano en la oreja, sí, sí, la
mano pegada en la oreja, porque aún no te has dado cuenta de que el
móvil no está, ¡Qué horror, terminas muriéndote, palmándola, cuando
te fijas que no está el móvil!… “¡Por Dios! ¿Y mi móvil? ¿Qué hago sin
mi móvil? ¿No puede ser? ¡A ver si resulta que estoy muerto! ¡No me
jodas! Pero si fuera así, supongo que habrá wi-fi en el cementerio y
dentro de mi caja tendré cobertura, ¿no? En ese momento es mejor
que ya estés muerto. ¿Te imaginas sin móvil? ¿Y sin poder colgar las
fotos y los comentarios en las redes sociales? ¡Joder, entonces ya es
mejor estar muerto!. En ese momento lo de estar muerto es
secundario, da igual, no tiene importancia, el problema es… “¿dónde
está mi móvil? ¿Y mi móoooovil...?”.
También cabe hacer mención de esos apegos a pequeños vicios,
por ejemplo esos que el médico a cierta edad ya nos quiere quitar.
¡Exacto! tabaco, alcohol y esos que casi todos tenemos… sí, sí… ese que
estás pensando, también. ¿Cómo de mal lo pasarías sin ellos? ¿podrás
resistirlo? ¿sí? ¿de veras? Pues no te diré que empieces ahora pero…
¿Por qué no? Inténtalo. Estoy seguro que al final todos podremos…
¡vaya, por narices! ¡no nos quedará otra!
Y tú, que estás leyendo… ¿Te va a costar mucho prescindir de
todo lo terrenal? ¿Podrás dejar todas tus posesiones? ¿Con todo lo que
eso representa para ti, y olvidarte de todo y empezar esa nueva etapa
con lo puesto, o sea sin nada? ¿Estás preparado para morir ahora?
Puede ser en un accidente, ahora mismo o en dos horas, o quizás por
una enfermedad en dos meses. ¿Qué harías y qué les dirías a las
personas más cercanas a ti? ¿Qué sentirías si se te acaba el tiempo?
Piénsalo y reacciona, a lo mejor descubres algo. ¿Cómo te despedirías
de tu familia y amigos, qué les dirías? A lo mejor no hace falta tener la
muerte próxima para decírselo, piénsalo. Sea como sea, ya sabes que
ese último viaje es sin maletas y sólo con billete de ida. Eso sí, procura
llevarte tu alma llena de las cosas buenas que pudiste lograr y de todo
el perdón, la felicidad y el amor que fuiste capaz de dar. ¿Cómo será tu
tránsito? Sólo depende de ti y del apego que tengas a tus bienes
terrenales.

Te deseo mucha suerte y que tengas un último viaje muy feliz,


bonito y muy satisfactorio.
QUE DESCANSES EN PAZ... amig@.
REFLEXIONES

El que escribe estas líneas cree que se puede permitir algunas


licencias y os preguntaréis ¿por qué? Pues bien, está claro, quizás
porque no soy mediático, ni mucho menos una gran eminencia en
psicología o psiquiatría, tampoco un prestigioso doctor, ni un
periodista que sea un gran entendido en estos temas. Sólo soy una
persona más que da su opinión y ofrece sus puntos de vista,
expresando libremente sus ideas sobre lo que he tenido la suerte de
vivir. Una experiencia que me ha hecho creer en cosas que antes no
creía, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar, llevándome a
plantear unas preguntas, suposiciones, teorías o hipótesis, llamadle
como queráis, que seguidamente os paso a comentar con la convicción
de que sabréis disculparme si os parecen que rozan la locura, ya os
dije que no soy ningún entendido, sólo tuve esta experiencia que os
conté, supongo que como otra mucha gente que también las ha tenido,
nos creemos por ello que tenemos licencia para divagar.
No olvidemos que hubieron eminencias que dijeron o afirmaron
y vaticinaron cosas, a quienes las demás gentes u otros colegas
tacharon de locos por considerar sus teorías imposibles y que
después, al cabo de un tiempo, se demostró que tenían razón, pues
bien, yo no soy una eminencia de esas y nunca lo seré, estoy seguro,
pero hasta que no se demuestre lo contrario mi opinión es y será tan
válida como la que más.
Después de la experiencia que os he relatado entiendo que las
ECM sean totalmente reales. No lo pongo en duda en ningún momento,
pero hay mucha gente que sí, que se hacen preguntas como, si existe
ese túnel y al final de él esa luz, que si el que lo ha visto no estaría tan
muerto si está de nuevo entre nosotros contándonoslo, que si por
culpa del dolor estaba hasta las orejas de morfina y no hay porqué
hacerle caso, que si tenía el corazón parado pero no el cerebro o al
revés, si tenía el cerebro parado pero le latía el corazón… En fin, a
veces cuando no quieres reconocer la realidad cualquier excusa es
buena y, sea como sea, algún día, aunque ya estén muertos en este
mundo y vivos en otro, y sean energía, espíritu, alma o como quieran
llamarle, por lo menos reconocerán que hay "algo" de nosotros que
perdura, que sigue vivo y sigue viviendo, no sé si en otro mundo
paralelo, en otra dimensión, en otro plano o quizás no estén tan lejos y
estén junto a nosotros.
Quienes ya tenemos la certeza de la existencia de ese más allá,
quizás tenemos que pasar a hacernos otras preguntas y dejar atrás
este tema, puede que para otros ese es el primer umbral que debe
atravesar el ser humano.... creer o no creer "this is the question". Yo
diría que algunas personas ya estamos en un segundo nivel, en el que
las preguntas son algo más complicadas, aunque otras ya las
tendremos contestadas pues ya partimos de unas informaciones
certeras.
Antes de empezar me gustaría saber qué experimentos o
estudios están en marcha actualmente, si es que los hay, qué hacen los
científicos para poder creer en su existencia y qué tipo de estudios se
están llevando a cabo. Mi impresión personal es que no nos hacen
partícipes de los estudios que probablemente hoy en día se están
llevando a cabo con respecto a la vida y a la muerte. A lo mejor para
llegar a establecer contacto con los difuntos o espíritus hay que pensar
y actuar de modo diferente, de un modo que nadie ha pensado, ni ha
actuado a día de hoy.
Espero que los entendidos en la materia sepan disculparme y que
comprendan mis hipótesis. Comentar mi experiencia en los años 80,
cuando me sucedió lo antes contado, era algo raro, si bien aún lo es
hoy y aún habrá quien me tachará de loco, por eso en aquellos tiempos
tan sólo lo sabía mi familia y algún que otro amig@. Hablar sobre la
muerte, creo que mal llamada quizás la llamaría traslación, era muy
raro y más contar mi experiencia, aunque lógicamente me creían
cuando les contaba que mi padre me había visitado y me había abierto
un canal para hablar por telepatía, más que «hablar», para
comunicarnos, era como si estuviera hablándome y yo también a él,
manteniendo una conversación, pero en lugar de transmitir las
palabras a través de las cuerdas vocales lo hacíamos a través de la
mente sin ninguna diferencia en el resultado. Estuvimos hablando
como en cualquier otra conversación que hubiésemos tenido en vida,
padre me activó esa vía y supongo que cuando se fue y dejó de
comunicarse conmigo se desactivó. Creo que todos tenemos la función
telepática, viene con nosotros de serie, como en los coches, y
temporalmente está en stand-by. Cuando mi padre comenzó a
hablarme por el canal telepático, éste se puso en marcha y nos
comunicamos y cuando él cortó ese canal a mi me volvió a quedar en
stand-by. Como queda una grabadora de voz cuando dejas de hablar,
ésta queda en stand-by y cuando empiezas a hablar de nuevo se activa
la grabadora otra vez. Sí, supongo que forma parte de ese tanto por
ciento del potencial de nuestro cerebro que no utilizamos, mejor dicho
que no sabemos utilizar quizás por desconocimiento y me imagino que
al morirnos, en esa traslación, se nos activa automáticamente para
poder comunicarnos con los que habitan en “el otro barrio". Supongo
que también sucede lo mismo con otras capacidades o poderes
mentales que permanecen en nuestro ser adormecidos.
Asimismo, me gustaría recordar el modo en que me despertó, con
una opresión en el brazo izquierdo, por encima del codo, me oprimió
en esa zona uniformemente alrededor del brazo, lógicamente eso
también lo hizo con la mente y ejercer una fuerza sobre algo o alguien
viene a ser una especie de telequinesis, hizo la fuerza necesaria para
despertarme. La pregunta es ¿qué cantidad de fuerza pueden ejercer
tan sólo utilizando la mente? ¿Fue este el mismo sistema que utilizó
para provocarme en la columna vertebral esa especie de escalofrío?,
mal llamado así, pues es algo indescriptible que te recorre toda la
columna vertebral en un instante y con una intensidad enorme. ¿Por
qué lo sentí en ese preciso momento? ¿Acaso sabía que mi amigo
conocía la respuesta y que me diría que un espíritu quería
comunicarse conmigo? ¿Me estaba previniendo o anunciando de ese
modo su visita? Entiendo que fuera un modo de comunicármelo pero
la sorpresa cuando te sucede sigue siendo enorme e impresionante.
Esto me hace pensar que cuando fallecemos nuestro espíritu o
energía sale de nuestro cuerpo y se activan esas partes o zonas de la
mente que desconocíamos como utilizar y que eran celosamente
guardadas por esa caja llamada cerebro y, de golpe, se activan todos
«nuestros accesorios de serie» que ya llevamos incorporados. Ya
podremos disponer de ellos, sólo hará falta saber cómo empezar a
utilizarlos y disfrutarlos, por qué no. Debemos suponer que alguien
nos va a enseñar cómo hacerlo. Supongo que ésta será alguna misión
que nos encomendarán y que quizás en un futuro sea enseñar a los
recién llegados a manejarse en ese otro mundo.
Vemos como de nuevo entra en juego la mente, mi padre ya
fallecido hace años recuerda el pasado perfectamente y me habla de él
recordándomelo, pero también conoce el futuro y me predice unos
acontecimientos que se van a dar a corto plazo y también a largo
plazo, con años de antelación. Tanto unas predicciones como las otras
se cumplen. ¿Y si para ellos no existe el tiempo? Saben muy bien en el
momento que sucederán las cosas, cómo ocurrirán y el día preciso, y
ya no diré la hora exacta. Lo cierto es que conocen nuestro futuro.
El caso es que imagino que él estaba allí para recibir y acompañar
a mi madre en su tránsito, tal y como había prometido, tal y como
predijo, tal y como era nuestro trato.
¿Cómo saben que ya es nuestra hora? ¿Cómo es que vienen ellos
a esperarnos y buscarnos? ¿Siempre han de venir a buscarnos para ir
al «otro barrio»? ¿No podemos ir solos? Quizás sea para enseñarnos a
dar nuestros primeros pasos en ese nuevo mundo, su mundo. A nacer
allí cómo lo hicimos en su momento aquí.
Conclusión, a la hora de nuestra muerte nos llevamos con
nosotros nuestro pasado, nuestros recuerdos, las imágenes de toda
nuestra vida y nuestros sentimientos, no cabe duda que es así y
sabiendo esto me pregunto yo, y os traslado la pregunta a todos
vosotros, ¿porqué no hacemos algo para tener un buen viaje y «vivir»
tranquilos allí donde vayamos a parar? Es cuestión de analizar lo que
ya sabemos y así intentar no hacer cosas que nos perjudiquen en el
más allá, en esa nueva vida, y potenciar todo lo beneficioso que
podamos llevarnos con nosotros.
También otra de las cosas a comentar, y a la que le he dado
muchas vueltas, es porqué mi padre me dijo... “Hijo, es que no puedo
contarte nada más, no puedo hacerlo”, cuando yo sé que él me hubiera
contado, de pe a pa, toda su odisea y peripecias por el más allá y todo
lo que hay por ahí, en ese otro mundo, en ese otro plano o dimensión,
dónde ellos se encuentran y que es tan desconocido para nosotros.
Estoy seguro de que de haber podido me hubiera contado todas sus
«vivencias» ocurridas durante ese tiempo, durante esos años que
llevaba muerto, o «viviendo» en otro sitio, sin embargo no lo hizo, cosa
muy rara conociéndole. ¿Qué o quién no le dejaba contar nada de lo
que ocurre en el otro lado, en su mundo, en el mundo de los muertos?
¿Por qué motivo no podía contar nada de su nuevo mundo, de su
nueva vida? Habría disfrutado de lo lindo, y lo sé, y yo también hubiera
disfrutado escuchándole. ¿Le habrían penalizado de algún modo? ¿Me
hubieran penalizado a mí? ¿Qué hubiera pasado si me hubiera contado
más de la cuenta? Quizás no lo dijo porque entonces nos hubiéramos
querido ir con él inmediatamente ¿Suicidio? Quizás por ese motivo
después hizo el comentario: “vive tu vida. Ahora te toca a ti vivir tu
vida”.
Supongo que sería fantástico conocer tu futuro pero también
fatídico, pues sería muy peligroso que supiéramos según qué cosas.
Sería muy lógico que si hay un sitio mejor la gente quisiera emigrar
hacia allí y más cuando el billete no tiene precio, es gratis. No hay
fronteras, no hacen falta papeles y el viaje es súper rápido.
Pero sí, supongo que el destino ya lo tenemos marcado. ¿Cómo si
no, saben cuándo vamos a morir y se preparan para venir a buscarnos
y recibirnos en ese otro sitio? ¿Qué sucedería en caso de suicidio? Si
cambiásemos nuestro destino final de forma voluntaria.... ¿Vienen a
buscarnos también o no, porque desconocen que vayamos a morir de
esa forma y en ese momento? O quizás nos creemos que cambiamos el
destino suicidándonos y en el fondo ya estaba escrito nuestro suicidio
y también vienen a buscarnos pues conocen el día de nuestra muerte.
De no ser así, y realmente cambiamos nuestro destino y no vienen a
buscarnos, ¿puede nuestro espíritu quedar vagando como un fantasma
entre esos dos mundos por siempre o sólo desde el día del suicidio
hasta el día que deberíamos haber muerto? ¿Tendríamos una
penalización al llegar a ese nuevo mundo por haber tomado por
nuestra cuenta esa decisión? ¿Llegan siempre a su destino estas almas
o quizás tienen otro trato muy distinto?
Escribiendo estas páginas pienso si padre me dejó algún mensaje
más, escondido entre líneas, que no supe interpretar o bien no supe
entender.
Quizás cuando hagamos el tránsito y lleguemos a nuestro
destino, al cabo de un tiempo nosotros también acabemos siendo el
ángel de la guarda de alguno de nuestros familiares. ¿Y tú, piensas que
en algún momento has sentido que algún espíritu o ángel de la guarda
te ha aconsejado, te ha ayudado a tomar decisiones o de algún modo te
ha avisado de algún peligro? ¿Has sentido esa protección en algún
momento de tu vida? ¿Te has dado cuenta de ello? ¿Nunca lo has
pensado? Quizás sin darte cuenta has cambiado de opinión o has
hecho otra cosa, crees que has actuado movido por tu instinto y no
sabes que lo has hecho así gracias a un espíritu o «alguien» que te ha
ayudado a llegar a esa determinación.
¿Nunca te has dado cuenta de que te mandan señales? ¿Estás
atento a posibles señales del más allá que te pueda hacer llegar tu
ángel o espíritu protector? ¿Cómo imaginas que es el lugar donde
habitan los espíritus? ¿Es un mundo paralelo? ¿Se trata de otra
dimensión? ¿Crees que allí existe el día y la noche? ¿Crees que allí
llueve o hace viento? ¿Cómo te imaginas ese sitio? ¿Sabes que quizás lo
puedes crear tú? ¿Que tu mente puede crear ese lugar como tú lo
desees? ¿Llegar allí y encontrarte exactamente con lo que tú habías
creado o visualizado? Puede ser que estén más cerca de nosotros de lo
que imaginamos y que en el momento que lo deseen pueden pasar a
nuestro mundo o dimensión en tan sólo un segundo. ¿Crees que hay
alguna puerta a través de la que podríamos entrar los vivos en su
mundo o sólo podemos entrar en esa otra dimensión estando
muertos? ¿Crees que podemos llegar a ellos a través de los sueños?
¿Podría ser el momento del sueño el instante en el que estamos más
cerca de ellos o es ese el momento en el que ellos pueden interactuar
con nosotros? ¿Crees que se podría conseguir contactar a través de los
sueños lúcidos? Si se pudiera entrar en esa otra dimensión y tuvieras
la oportunidad de hacerlo y encontrases a tus familiares ya fallecidos
todos bien sanos y felices y tú te encontraras allí igual de sano y feliz
como ellos, ¿qué harías? ¿te quedarías o regresarías a tu plano
existencial?.
Sabemos o intuimos que se presentan a nosotros de la manera
que desean que los veamos, que se muestran cuando quieren y casi
siempre ante los que están a punto de morir -ECM-, entonces «se dejan
ver» por los que pronto van a ser como ellos, por los que pronto
sabrán también su secreto. Del mismo modo que me fue abierta una
vía para poder comunicarme con mi padre, abren una vía ocular por la
cual se dejan ver tan sólo por quienes ellos quieren ser vistos.
Por cierto, yo llegué a la conclusión de que mis padres estaban de
nuevo juntos debido a dos experiencias que se dieron en esos días
cercanos a la muerte de mi madre. Para los muertos, parece que todo
es muy fácil, se comunican cuándo y cómo quieren, en cambio los
vivos, que somos tan listos, no sabemos ni cómo ni cuándo
comunicarnos con ellos. ¿Está nuestro problema en nuestro cerebro?
Quizás no debemos saber más ya que sería muy perjudicial para
nosotros, para la humanidad. ¿Te imaginas que sabiendo más
quisiéramos todos dejar esta vida terrenal? Hartos quizás de realizar
trabajos míseros, de ver cada día el resultado de las venganzas de todo
tipo generadas por esta sociedad sin escrúpulos, corrupción,
desahucios injustos, estafas a los más desprotegidos, guerras, hambre,
miseria, violaciones, secuestros, atentados, celos, odios y gentes
destrozando el planeta sólo para lucrarse, quedando la mayoría de
estos actos impunes. Se hacen leyes a medida y es todo injusto, en un
mundo en el que todos quieren la paz y lo que más dinero mueve es el
tráfico de armas. ¿No te parece esto descrito el infierno? Quizás los
causantes de toda esta injusticia, no tendrían ninguna duda, ellos sí se
quedarían en este mundo, disfrutando a su manera en su infierno,
quizás para ellos este sea su “cielo particular”, pobres diablos. Y las
víctimas, las pobres victimas, elegirían irse a un mundo mejor, quizás
ese otro mundo es el "cielo", sin penar por ello, ya que por su proceder
en su maleta sólo se llevarían buenas cosas. Aquí se quedarían "los
demonios" en su infierno particular que es donde mejor estarían, aquí
con su codicia, sus malas obras, sus malas acciones y todo su dinero.
Y quizás este sea el motivo por el cual no nos dejan saber más de
ese «otro barrio» como bien decía mi padre. Supongo que habría una
estampida masiva ¿no crees?... ¡tonto el último! Sea como sea, quizás al
final resultará que cada uno expiará y pagará por sus
comportamientos en el más allá. ¡Amén!.
¿Tú crees que pagaremos allí las acciones cometidas aquí? Si
fuera así, ¿tienes tú mucho que pagar? Pronto lo sabremos. Y también
sabremos cuál será nuestra misión allí. ¿Interactuar con nuestros
familiares vivos, quizás? ¿Ser sus ángeles de la guarda? ¿Cuidar de
ellos, sin que se den cuenta? ¿Ir a buscarles para acompañarles en su
“último viaje" y acercarles a su nuevo mundo de una manera tranquila,
sosegada, relajada y con una gran paz interior, sin temores y sin
miedos? O, a lo mejor, tenemos que enseñarles sus nuevas maneras de
manejar energías, ser sus profesores cuando lleguen a ese nuevo
mundo, enseñarles cómo funciona todo.
Tal como nacimos nosotros en el plano terrenal y aprendimos y
evolucionamos, pues lo mismo sucede en esta otra dimensión.
Enseñarles a vivir… bueno, como dicen, nadie nace enseñado. ¿Habrá
que «trabajar» a cambio de algo? ¿a cambio de redimirse por nuestro
comportamiento en este mundo de los vivos, quizás? Si es así, habrá
gente que estará en el «paro» o quizás trabaje poco por haber tenido
un buen comportamiento durante su vida. De todos modos ya veremos
qué «oficios» hay, sea como sea, será la ostia ver todo eso y no me
gustaría perdérmelo por nada del mundo. Y tú, ¿qué crees estimado
lector? Quiero que sepas, que si lo deseas, eres libre de mandarme
unas líneas contándome tu opinión o quizás hayas vivido una
experiencia similar y quieras hacerme partícipe de ella, lo cual me
encantaría.
Ahora sabiendo lo que sabes, lo que te he relatado, ¿serás capaz
de cambiar algo de tu vida? ¿Es necesario algún cambio? Sabes que no
tienes excusas, mañana no podrás decir nada, no podrás decir ¡joder si
lo hubiera sabido!... ¡es que nadie me dijo nada, no pude prepararme
para esto! Es el momento de dar un nuevo enfoque a tu vida, de
contemplar la muerte como un hecho normal que más tarde o más
temprano tendrás que afrontar con toda normalidad, pero sabiendo
que más allá, una vez muerto, volvemos a vivir de otro modo,
seguimos existiendo. Piérdele ya el miedo a la muerte. Este
conocimiento también hace que el duelo que conlleva la pérdida de
nuestros seres queridos sea amortiguado, sea entendido de otra
manera, el hecho de perderlos ahora, de que hagan su viaje antes que
nosotros, representa una triste pérdida, la lloramos, la sufrimos, es
normal lo que sentimos al perder un ser querido, pero si eres
consciente de lo que te he relatado, sabes que no es el fin, sabrás que
te reunirás con todos los que han partido antes que tú y que en un
breve espacio de tiempo volveréis a estar juntos de nuevo, quizás
saber esto amortigua esa pérdida tan grande pues sabes que existe la
certeza de que os volveréis a ver. Como bien dijo mi padre “¡HASTA
PRONTO!” ese hasta pronto es un “no desesperes, tranquilo, cálmate,
lo único que ha pasado es que he partido antes que tú, como otros
partieron antes que yo”. Al final, todos nos reuniremos en el mismo
sitio, familiares, amigos, todos estarán esperándote en esa tu nueva
vida, celebrando tu llegada y que por fin estás de nuevo con ellos.
Tener presente este hecho me ayudó tiempo después, cuando falleció
mi madre, a vivir un duelo mucho más llevadero.
Quizás sea el momento de hacer alguna reflexión. Esperemos que
no sea así, pero si murieras mañana o bien supieras que te quedan
pocas horas o pocos días, realmente ¿qué es lo que te llevarías
contigo? APÚNTALO O RECUÉRDALO...
¿Has sido feliz? ¿Por qué? ¿A qué precio? ¿Qué ha sido para ti la
felicidad? ¿Has hecho felices a los que te rodean? o por el contrario
¿Sólo has llevado contigo y a los demás infelicidad? o ¿crees que tu
vida ha estado marcada por los celos, la envidia, la avaricia, el
egoísmo, la vanidad, la codicia, el orgullo, el rencor? Podría seguir así
hasta mañana… egocéntric@, deshonest@, engreíd@, intolerante. En
fin, ¿qué crees que ha formado parte de tu vida negativamente? ¿Qué
ha influido en tu manera de ser o en tus decisiones? ¿Ha hecho esto
que fueras una persona tóxica o desagradable? ¿Alguien te ha
rechazado por eso? ¿Tienes capacidad de autocrítica? ¿Quieres
cambiar algo de esto? ¿Quizás aún estés a tiempo?
Haz balance de tus buenas obras. Si te han gratificado, si te han
hecho sentir orgulloso ¿Cuáles de esas obras te han hecho sentir mejor
contigo mismo, las que muchos han visto o las obras buenas que has
hecho y de las que nadie se ha enterado? Quizás has ayudado a otras
personas y éstas nunca lo han sabido y sólo tú lo sabes. ¿Crees que
podrías hacer más por los que te rodean? ¿Aportar cosas nuevas a sus
vidas? ¿Sacrificarías tu vida por ayudar o salvar a una persona que tú
dices que te importa?
Haz balance también de tus malas obras. ¿Te sentiste a gusto
haciéndolas? ¿Te compensaron? ¿Te hicieron sentir fuerte, poderoso,
vengativo? ¿Cuáles son las que más te complacieron y más orgulloso te
hicieron sentir? ¿Cuáles te dieron más placer, las que otras personas
vieron y supieron de tu mal hacer o por el contrario las que hiciste sin
que nadie más lo supiera? ¿Cambiarías alguna de esas malas obras, o
el sufrimiento que has infringido, o por el contrario te sientes
satisfecho de haberlas llevado a cabo? ¿Estás arrepentido o por el
contrario nunca te arrepentirás de ello? ¿Eres consciente que a lo
mejor sin saberlo y sin darte cuenta has hecho daño a personas que te
rodean, familiares, amigos o conocidos? ¿Crees que puedes
enmendarlo, lo deseas o por el contrario te da igual? ¿Crees que hay
algo por hacer antes de morirte, algo por cerrar? ¿Qué es lo que harías
antes de morir que aún no te ha dado tiempo a hacer? Hazlo cuanto
antes, quizás no te dé tiempo a hacerlo. ¿Sabes perdonar? ¿Te han
perdonado a ti? ¿Crees que estás en paz con todas las personas que te
rodean?
Recuerda lo que nos llevamos, nuestra conciencia con todos esos
sentimientos que seguiremos arrastrando pues forman parte de
nosotros.
¿Crees que si al llegar al "otro barrio" nos hicieran una
evaluación, la pasarías con nota? ¿Positiva o negativa? ¿Sabes una
cosa? Pues que aún estás a tiempo de cambiarla y tan sólo depende de
ti.
Por todo lo comentado me encantaría que cogieras esos lápices
de colores que usan los niños y que dibujaras qué esperas encontrarte
tras ese túnel o esa luz, a dónde da esa puerta, ese umbral que vas a
atravesar con tu familiar. Me gustaría que visualizaras qué persona o
personas vendrán a buscarte cuando estés en el último suspiro para
hacer ese tránsito tan importante para ti. Quién crees que estará
esperándote para ayudarte y, cuando llegues por fin al otro lado,
¿Cómo será eso? ¿Cómo te lo imaginas? ¿Puedes dibujarlo? Hazlo por
favor, dibuja ese paisaje, ese lugar, qué oirás y, sobretodo, visualiza y
dibuja qué familiares estarán allí esperándote para darte la
bienvenida, tu padre, tu madre, tus herman@s, abuel@s, prim@s,... y
no olvides a los amig@s, a los buenos amig@s, que creas que estarán
allí también esperándote para felicitarte y darte la bienvenida y
celebrar que por fin estáis de nuevo juntos... ¿Cómo será tu llegada?
¿Cómo será celebrada? Cuanto antes lo aceptes, mejor, así será,
dibújalo, visualízalo, acepta la muerte y cree en el más allá, en ese
"otro barrio", como decía mi padre, de donde él vino para contármelo,
que sí, que allí hay vida y tú también formarás parte de ella y, ahora, lo
sabes.
Ya por fin termino, pero no sin antes pedirte un favor, un favor
muy importante. Te voy a contar querido y apreciado lector que estas
líneas son muy importantes para mí, en ellas te he contado mi
experiencia, no lo iba a hacer pues para mí es una vivencia muy
personal y, ya ves, al final lo he hecho y al cabo de muchos años y
¿sabes con qué finalidad? ¿Dinero? ¿Has pagado algo por esto?
A estas alturas quizás ya me conozcas un poco y me comprendas,
pues como yo no puedo hablar con todas las personas que quisiera
como a mí me gustaría, te pido que me ayudes a difundir estas líneas
para que lleguen al mayor número de personas posible, sean
creyentes, ateos, no importa de la religión que sean, de la raza que
sean, para acercarles esta experiencia, darles la esperanza y la
creencia de que la muerte es tan sólo un paso más, un paso más hacia
una evolución y que volverán a estar con los suyos, con sus familiares,
sus amigos, sus seres queridos. Ayudemos a dar un significado
esperanzador a un paso tan temido por muchos como es la muerte y
que, llegado el momento, ese tránsito sea tranquilo, sosegado, relajado
y con una paz enorme, sin nada que temer y sabiendo que van a
renacer de nuevo y a encontrarse con todos los suyos.
Por lo menos que lo lean, que intenten vivir mejor, que vean la
vida de otra manera, que la disfruten, porque la vida es tan corta, pero
tan corta que no debemos perder tiempo en banalidades o tonterías.
Además, bien poco tienen a perder, es más, no tienen nada qué perder,
este libro es gratis. Lo puedes reenviar a todos tus amigos para ver
qué les parece, a ver ellos qué opinan.
Puedes enviar a mi mail tus comentarios sobre qué te ha
parecido leerlo, tus conclusiones, tus puntos de vista, tu opinión, qué
representa para ti el hecho de que más allá de la muerte sí que hay
algo. Si te asusta la muerte, si eres joven y nunca habías pensado en
ello o es ahora, a raíz de leer esto, que estas haciéndote nuevas
preguntas, como por ejemplo ¿qué es para ti la muerte? ponte en mi
lugar. Si te hubiera sucedido a ti una experiencia como la que te he
contado, ¿qué pensarías?, ¿cómo hubieras reaccionado?, ¿te ha
sucedido alguna vivencia relacionada con la muerte?, ¿has vivido algo
parecido? Explícamelo si lo deseas, puedes enviarme un mail.
Yo con el tiempo cambié de opinión y aquí estoy, haciendo
partícipe a todo al que le pueda interesar, pues comentándoselo a mis
amigos, algunos me lo agradecieron por lo que para ellos representó y
me di cuenta que transmitiendo mi experiencia podía ayudar a otras
personas. Quizás por este motivo he querido contarlo. Tan sólo con
que pueda ayudar a una persona me doy por satisfecho.
En un principio, cuando empecé a escribir estas páginas, la idea
era que estas quedaran escritas tan sólo para mí y mi pareja con la
intención de que si algún día olvidase la experiencia que viví a causa
de alguna enfermedad, mi compañera pudiera recordármela o bien
pudiera leerme estas páginas cuando esté cercano el día de mi muerte
y así recordar que pronto estaré junto a mis seres más queridos.
Escribirlo para recordarlo y releerlo para revivirlo. Pero a medida que
escribía pensamos que sería bueno compartirlo de algún modo con
otras personas, quizás para ayudarles como a nosotros nos ha
ayudado.
Disfrutaría pensando que este relato llega a mucha gente para
que cada cual saque su opinión, yo ya tengo la mía y ésta, la compartas
o no, es mi verdad y con ello tan sólo busco que tú también la conozcas
y de este modo compartirla contigo, aparte de esto no busco nada
más… o quizás sí, ofrecer un soplo de esperanza.
Cómo debes haber notado ya hace rato no soy ningún escritor, ni
lo pretendo, esta es toda mi vivencia, aquí escrita a vuestra disposición
para que la disfrutéis, para que penséis, para que reflexionéis sobre la
muerte y el más allá y os preparéis para ese último viaje. Sabéis que
existe, preparaos para que llegado el momento el tránsito y la
existencia en ese nuevo lugar resulte lo más agradable y placentera
posible.
Esta experiencia, que me la regaló mi padre, yo os la regalo a
vosotros haciéndoos partícipes de ella. Quizás no lo hice antes por mi
juventud, pero el paso de los años y con mi muerte cada vez más
cercana, ha hecho que cambiase de opinión. En todo caso, más vale
tarde que nunca. Ahora aprecio aún más esta vivencia y aún le doy
más importancia, supongo que es normal por la edad.
Si os digo la verdad, nunca pensé que terminaría haciendo esto,
plasmar sobre el papel esta experiencia tan particular y privada y con
ello contárselo a un montón de gente desconocida. La verdad, no me
arrepiento de haberos hecho partícipes de ella, es más os invito a que
imprimáis estas páginas y se lo deis a vuestros padres, abuelos y a
todas esas personas que a lo mejor nunca leen en un ordenador, en
una tablet o en un e-book y que prefieren leer en papel. Hazle el regalo
que a mí me hizo mi padre.
Quiero darte las gracias por leer este libro, tu libro, y agradecerte
de antemano que lo hagas volar, que lo hagas llegar a tanta gente como
te sea posible, a gente que pienses que les gustaría leerlo, a tu familia,
a tus amig@s y compartirlo en internet y en las redes sociales con
quien tu desees.
También aprovecho para pedirte disculpas si por el contrario
leer este libro te ha despertado recuerdos no agradables, tristes y que
te apenan el alma.

MUCHAS GRACIAS DE CORAZÓN.


TE DESEO QUE CUANDO LLEGUE TU MOMENTO TENGAS UNA BUENA
MUERTE.

ttferlibro@yahoo.com

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