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teóricas y clínicas
Irene Meler
Creo que un buen nivel de discusión teórica es relevante a fines del avance del
campo, pero muchos terapeutas reclaman legitimamente estar más interesados
por descubrir cuales son los aportes que la perspectiva de género puede
ofrecerles a fin de lograr mayor eficacia en la comprensión y el alivio del
padecimiento psíquico de quienes los consultan. Los psicoanalistas con
orientación en género hemos venido trabajando estas cuestiones.
Algunos ejemplos pueden resultar de utilidad para ilustrar las características
de nuestra perspectiva. Cuando se analizan conflictos conyugales o
problemáticas familiares, ya sea en un encuadre de trabajo que incluya a la
pareja o a la familia, o en un análisis personal en el cual la conflictiva central
se refiera la los vínculos, buscamos integrar:* la perspectiva histórico
genética, con su énfasis en los aspectos transgeneracionales; *el particular
encuentro que se observa entre las dificultades personales de origen infantil; y
*las problemáticas actuales que se refieren a las tensiones en torno de las
relaciones de poder entre géneros y generaciones. Para aclarar que la
perspectiva focalizada en el poder no se reduce a una reivindicación mecánica
de mujeres y jóvenes, conviene recordar que en ocasiones, los hijos deniegan
la subjetividad de la madre, a la que hacen objeto de demandas a través de las
cuales continúan con la ilusión infantil acerca de su omnipotencia, y
desconocen en ella la existencia de otros deseos más allá de la maternidad.
Los análisis que algunos psicoanalistas realizan respecto de conflictos
vinculares, en ocasiones replican esta tendencia a considerar a las madres
estaciones aprovisionadoras incondicionales.
En el análisis de niños, resulta interesante observar la construcción de
nociones rudimentarias acerca de la diferencia entre los géneros, que en
muchos casos incluyen notables jerarquías al estilo tradicional, así como la
asociación entre sadismo y masculinidad y femineidad con masoquismo. Es
útil rastrear los orígenes pregenitales de estas construcciones, referidas en
última instancia a angustias frente al desamparo infantil, que encuentran
modelos simbólicos relacionados con la jerarquía intergenérica y recurren a
ellos como reparos temporarios frente a la ansiedad desorganizante.
Los análisis de pacientes mujeres requieren una explicitación de los modelos
del terapeuta acerca de la salud mental femenina, ya que en muchos casos
estos criterios inconscientes replican antiguos estereotipos, siendo uno de los
más frecuentes la idealización del amor y las relaciones de pareja y familia
como logros fundamentales asociados a lo que se considera como realización
personal, lo que se acompaña por una escasa atención prestada a la carencia o
insuficiencia de proyectos y metas personales. La tendencia femenina
tradicional hacia el establecimiento de relaciones de dependencia amorosa que
en ocasiones configuran cuadros de adicción emocional, es objeto de
preocupación en la actualidad. El cuidado de los vínculos de intimidad en
muchos casos se relaciona con serias inhibiciones para la expresión de la
hostilidad, en busca de una relación aconflictual. Esta modalidad subjetiva
favorece la instalación de estados depresivos, que como se sabe, constituyen
uno de los padecimientos asociados fuertemente con la femineidad.
Los pacientes varones requieren que se preste atención a sus dificultades para
la expresión de los afectos, con frecuencia asociadas a la aparición de
trastornos psicosomáticos. En algunos casos, no se trata de levantar
represiones para la manifestación emocional, sino de construír estructuras
deficitarias en ese aspecto. La homofobia, el pánico ante la impotencia sexual
y la intolerancia respecto de una cierta cuota de fracasos inevitables durante el
ciclo vital, son características de la subjetividad masculina sumamente
difundidas y que es necesario atender, a fin de colaborar en la construcción de
estilos masculinos flexibles y menos costosos en cuanto a la salud corporal y
la satisfacción vital . Esta tarea enfrenta la dificultad implícita en la renuncia a
ostensibles privilegios derivados del estatuto masculino tradicional, respecto
de los cuales es conveniente hacer conscientes los costos no manifiestos.
Se requiere un análisis cuidadoso relacionado con la transformación actual de
los motivos de consulta y los trastornos psicopatológicos. Existe una tendencia
ascendente entre las mujeres hacia la adicción respecto de drogas ilegales. En
caso de continuar, revertirá el predominio, tanto de la clásica adicción a
drogas legales incentivada por la medicalización del malestar femenino, como
de las adicciones emocionales. Estos últimos cuadros, hoy día tienden a
considerarse como cuadros perversos, en los cuales el partenaire masculino
constituye un fetiche fálico.
Aunque no es fácil esbozar una perspectiva sistemática, es evidente que la
perspectiva psicoanalítica de género resulta de interés y utilidad para el logro
de avances teóricos y clínicos en el campo de la asistencia, así como para una
más adecuada promoción de la salud mental.
Irene Meler
Psicoanalista/Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires