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TEMA 3

3.1 AMOR. Emoción clave en los perros

3.2 EMOCIONES

3.3 MIEDOS Y ANIMALES DE GRANJA

3.4 SOLEDAD Y ABANDONO


3.1 AMOR. Emoción clave en los perros
Los perros no muestran ninguna necesidad de teorizar sobre el amor, simplemente lo
demuestran. Lo demuestran una vez y otra. Es sorprendente la habilidad de los perros
para amar de una forma tan incondicional y sin ambivalencia. De hecho, todos sabemos
de casos de un dueño cruel o descuidado al cual su perro quería a pesar del modo en
que lo trataba. En los perros, esta capacidad de amar es tan marcada, y está tan
desarrollada que en ocasiones yo creo que debía ser considerado casi como otro
sentido. Puede ser perfectamente una capacidad de amar por encima de lo normal, y
todas las personas que vivimos junto a un perro gozamos de este amor.

El conocer a alguien de forma intima a menudo lleva consigo comenzar a cogerle manía
y a veces incluso llegar a despreciarle. Entre los seres humanos, como sabemos, en
ocasiones el amor no sobrevive a las primeras etapas del conocimiento, sin embargo en
un perro el amor parece crecer cuanto más conoce a alguien, se hace más sólido, más
profundo. Incluso después de descubrir todas nuestras debilidades, nuestras traiciones,
nuestra crueldad,… los perros parecen querernos con igual fuerza (y la mayoría de las
personas que tienen perros también los quieren). Es por lo que nosotros también los
queremos más a medida que los vamos conociendo y esta unión va creciendo entre
nosotros y ellos, nuestros perros.

Personalmente, no sabría precisar si el amor que un perro siente hacia el ser humano
es diferente del que siente hacia otro perro.
¿De dónde viene este amor? Hay teorías que dicen que el hecho de dar de comer a
cachorros y a perros adultos es la base de su cariño hacia nosotros (hay teorías
similares para explicar el vínculo emocional entre él bebe y la madre). Sin embargo, una
serie de experimentos realizados, ya en 1954, demostraron que la alimentación no era
un elemento necesario para el desarrollo del vínculo social. Para ello a un grupo de
cachorros se les alimentaba automáticamente mediante una máquina y a otro grupo le
alimentaba una persona. Finalmente la única diferencia que se observó entre los dos
grupos de cachorros fue que los alimentados manualmente emitieron más llamadas al
ver al experimentador. Por lo tanto, y a tenor de este experimento, podemos ver que
el amor del perro no parece condicionado solamente por lo que le demos, ni sólo
porque reconozca que somos su fuente de comida. Un perro no quiere a una máquina
que le de comida, pero sí es capaz de amar a personas que nunca le alimentaron.
Si un humano mostrará un afecto indiscriminado por tantas personas como conociera,
pensaríamos que es una persona promiscua. Decimos que algunas personas son
amigables, abiertas, atractivas, pero ninguno de estos adjetivos describe
completamente la amistad que nos demuestra un perro. Los perros muestran este
cariño con casi cualquier persona que se muestre amistosa con ellos. Por eso algunas
personas mantienen que el perro es amor, que todo en ellos gira alrededor del amor.

Los humanos a menudo confundimos el amor con el deseo sexual. Un perro nunca
siente deseo sexual por nosotros. En ocasiones hay comportamientos, como de monta,
que realiza hacia nosotros, que solemos pensar que tiene este deseo sexual, sin
embargo como veremos más adelante, en la parte de comunicación animal, es por
otro motivo. Más bien es por una necesidad de dominancia, de ver cuál es su sitio.

Un perro muestra su amor con el cuerpo, con el corazón, pero probablemente no con su
mente. Por supuesto, que tiene mente y la utiliza para muchas cosas, como veremos,
parte de su cerebro y su funcionamiento, pero no hace cálculos sobre las ventajas que
puede obtener por el hecho de amar (los halagos temporales, las miradas,… son algo
distinto). Ni tampoco inhiben su cariño por pensar en sus posibles desventajas. Por eso,
aunque los perros no cometen los mismos errores en el amor que suelen cometer los
seres humanos, sí que aman a un humano que les causa a menudo más sufrimiento que
otra cosa. El cerebro humano es el principal órgano sexual, pero para el perro no es así.
Uno no puede impresionar a su perro con la belleza, la riqueza, las posesiones, el poder
o las proezas físicas. Nosotros podemos enamorarnos de alguien por alguna de estas
cualidades. Un perro no se enamora, simplemente ama.

El mundo sentimental de los perros está bañado de inocencia, pureza y ausencia de


autoengaño, algo que tienen en común con los niños. Tanto los niños como los perros
manifiestan una cierta franqueza, una falta de astucia, son igual de vulnerables. Los
perros nos recuerdan a los niños. Con ellos también sentimos el impulso irresistible de
utilizar el mismo lenguaje que utilizamos con los bebés. Les ponemos motes y
utilizamos expresiones faciales que hacen que la gente que no tiene niños o perros
piense que estamos chalados.

3.2 EMOCIONES
Las emociones constituyen un mecanismo de alarma que salta en nuestro interior cada
vez que se presenta un peligro cuando es necesario resolver una situación crítica. Ante
circunstancias de este tipo, la emoción, como sistema defensivo, toma el control y
decide acciones que son ejecutadas impulsivamente; en estas decisiones no participan
la voluntad ni la razón. Si nos pegamos un susto, por ejemplo, damos un respingo, nos
apartamos violentamente del objeto que nos ha asustado y sufrimos en nuestro
organismo cambios como la aceleración del ritmo cardiaco o respiratorio o la palidez.
Todo esto se produce de forma automática, antes siquiera de que seamos conscientes
del susto que nos hemos dado.

A diferencia de otros aspectos de la psique el hombre, las emociones apenas han


variado en el trascurso de miles de años de evolución, por este motivo, siempre que
aparecen lo hacen en la misma forma que se suscitaban a nuestros más remotos
antepasados. Mediante el uso de pautas éticas como Los Diez Mandamientos, el ser
humano pudo aprender a controlarlas, a ponerles freno, a mantenerlas dentro de
ciertos límites. Si alguien nos arremete violentamente, por ejemplo, no necesariamente
nos abalanzamos furiosos para darle muerte o lastimarle, sino que recurrimos a otros
mecanismos, como por ejemplo ponerle un juicio por lesiones. Pero para poder hacer
esto, hemos tenido que dominar primero la ira, el impulso que nos hubiera llevado a la
lucha inmediata.

Neurología de las emociones


El cerebro humano es el más evolucionado de todo el reino animal y supera unas tres
veces en tamaño al de los primates no humanos. Los animales con cerebro menos
evolucionado (Reptiles) poseen un cerebro primitivo formado por el tallo encefálico
cuyo cometido es controlar los movimientos automáticos y regular las funciones vitales:
latidos del corazón, respiración, metabolismo de los órganos,…

A este tallo encefálico, que en el hombre está situado en la parte superior de la médula
espinal, se agregaron estratos celulares que son los que constituyen los centros
primitivos de la emoción. Tienen su asiento en el lóbulo olfatorio, una estructura que se
ocupa de analizar los olores y de enviar al organismo una respuesta automática según el
análisis que haya efectuado. Si lo que el sujeto huele es un enemigo, por ejemplo,
prepara al organismo para el ataque o la huida; sí en cambio es una presa, lo dispone
para la caza.

En el transcurso de la evolución, a este lóbulo olfatorio se agregaron posteriormente


nuevos estratos que terminaron por recubrir el tallo encefálico. El área así constituida
se denominó sistema límbico y se hizo presente con la aparición de los mamíferos.

El sistema limbito tiene una importante peculiaridad: es capaz de guardar el registro


de os olores percibidos y de las acciones que se asociaron a ellos. Esto equivale a
decir que dicho sistema es capaz de aprender. Si el análisis de un olor determina que
lo que se huele es comida, el animal lo comerá; pero si al ingerirlo resulta tóxico, el
sistema limbito guardará el recuerdo del olor de ese alimento y de los síntomas de
envenenamiento que produjo, de modo que la próxima vez que el animal lo huela
ensayará una respuesta diferente, por ejemplo, la huida, la evitación. Este proceso de
registro y comparación que sería la forma más primitiva de pensamiento, se lleva a
cabo en una zona específica del sistema limbito llamado rin encéfalo.

En un último paso de la evolución, partiendo del rin encéfalo se desarrolló una nueva
área: el neo córtex o cerebro pensante, que alcanza en el hombre su máxima
complejidad. Gracias al neo córtex podemos tener ideas abstractas, elaborar más
eficazmente la experiencia, desarrollar un lenguaje rico y complejo y, en definitiva,
crear arte, cultura y civilización. Sin embargo, aunque poseemos una herramienta
increíblemente potente para analizar el entorno y planificar la manera en que más nos
conviene actuar, cuando se nos presenta una situación crítica o en la cual sea vital la
rapidez de decisión, es el sistema limbito quien to malas riendas, quien elabora y envía
rápidamente la respuesta antes de que el neo córtex intervenga.

Este primitivo sistema limbito defensivo vigila celosamente la vida de cualquier


especie de vertebrado, incluida la nuestra. En experiencias realizadas en laboratorios,
se ha comprobado que aquellos animales a los que se priva de la corteza cerebral
despliegan una agresividad y furia muy grande, aun cuando no aparece dirigida contra
objeto alguno.

Las emociones básicas


Cada emoción ayuda a solucionar un tipo específico de problema que amenace la
supervivencia, inhibe las reacciones ante estímulos irrelevantes y se ocupa de dirigir la
acción contra aquello que se detecta como peligro auténtico. Las emociones básicas,
como se verá, cumplen objetivos muy precisos y todos ellos están orientados a
preservar la vida o la supervivencia de la especie:

Ira: se presenta ante la sensación de hallarse bajo una amenaza física o psicológica. El
enfado produce un aumento del ritmo cardiaco y la secreción de ciertas hormonas
(catecolaminas), cuya función es obtener rápidamente la energía necesaria para luchar
o huir, y de adrenalina, que provoca un estado de alerta que nos permite detectar
rápidamente cualquier nueva amenaza. Es decir, ante una situación de alarma general,
interesa actuar primero y pensar o sentir después. Por eso cuando una persona está ya
enfadada, es más fácil hacer que se encolerice, ya que la secreción hormonal que ha
ordenado el sistema limbito no lo prepara sólo para una lucha momentánea sino, por el
contrario, lo mantiene en guardia ante una posible agresión más sostenida.
En el enfado la sangre fluye hacia los miembros superiores y las manos, tal vez para
facilitar una mejor defensa.
Miedo: aparece en situaciones de peligro y prepara el organismo para la lucha o la
huida. Es como un mecanismo de seguridad que tienen todos los animales para temer
aquello que sea una amenaza para su especie. El hombre suele padecer miedos
instintivos que le salvaguardan, pero también otros, más enigmáticos, que le paralizan
inhabilitándonos para la acción.
Bajo esta emoción se dilatan las pupilas para calibrar mejor la amenaza, la sangre se
retira del rostro para concentrarse en los miembros inferiores a fin de facilitar la huida
y en los superiores para efectivizar la defensa. Puede sobrevenir la parálisis, aunque
sólo sea por un instante, cuyo objeto es concentrar todas las energías en evaluar cuál
es la mejor vía de escape o qué posibilidades de hacer frente a la amenaza. Las
hormonas que se segregan provocan un estado de alerta general y una mayor
disposición de energías.
En otro capítulo veremos el miedo y como los animales nos ayudan a superarlo.

Sorpresa: se presenta frente a los acontecimientos inesperados y produce una


quietud momentánea que facilita la observación visual y auditiva. El levantamiento de
cejas que le acompaña amplía el campo de visión, lo cual permite obtener mayor
información acerca del fenómeno que se presencia a fin de evaluar la mejor acción a
seguir. Es fugaz e imprevisible; en cuanto ha cumplido su función de ampliar la
información, da paso a sentimientos positivos o negativos y suele ser seguida por
otras emociones como el miedo, alegría, amor,…

Desagrado: según D. Goleman, un gesto que se produce cuando algo resulta literal o
metafóricamente repulsivo para el gusto o el olfato. El gesto efectuado con la boca
podría estar destinado a expulsar un alimento tóxico y el fruncimiento de la nariz,
como dijo Charles Darwin, tal vez responda al intento de cerrar las fosas nasales para
evitar un olor nauseabundo.

Felicidad: es también una emoción. Su función principal es aumentar la actividad de


la zona cerebral encargada de reprimir los sentimientos negativos alejando las
preocupaciones. No hay en ella cambios fisiológicos notorios salvo que, por lo
general, viene acompañada de una sensación general de tranquilidad que permite al
organismo recuperarse de otras emociones perturbadoras. La felicidad, con el estado
placentero que supone y el entusiasmo que nace a partir de la ausencia de
preocupaciones, permite dedicarse a cualquier tarea ya que suprime en gran parte las
emociones que nos alertan de los peligros.

Amor: la ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso parasimpático, que


es el opuesto al que se pone en marcha ante el miedo o la ira. Produce efectos que
abarcan todo el cuerpo proporcionando un estado que calma, satisfacción y relajación
que favorecen la convivencia, factor que ha sido esencial para la supervivencia de la
especie humana.

Tristeza: provoca un descenso del metabolismo corporal. Las energías se ven reducidas
y eso lleva a la persona a encerrarse en sí misma, a plegarse, no salir y llorar. Sobrevive
ante las pérdidas importantes. La disminución de la actividad disminuye la exposición a
cualquier peligro, al tiempo que permite sopesar las consecuencias de la pérdida y
planificar acciones futuras.
El cerebro pensante nos sirve para buscar los pros y los contras de cada posibilidad
pero a veces, a pesar de que racionalmente encontremos sólo beneficios, decimos que
algo nos huele mal aunque no podamos precisar en qué nos basamos para afirmarlo.
En estos casos, es el cerebro emocional quien nos está alertando del peligro.
Recordemos que se desarrolló a partir del bulbo olfatorio, de ahí que algo nos huela
mal cuando al procesar y comparar la información percibida, concluye que la situación
entraña un engaño o peligro.

Una de las características importantes del sistema límbico es su capacidad de


almacenar recuerdos y respuestas antiguas que puede activar ante un peligro. Estos
datos se guardan a través del hipocampo y de la amígdala. El primero conserva el
registro de los hechos tal y como han sucedido (la visión de la carretera, el coche, el
semáforo,..) y la amígdala registra la emoción sufrida (el miedo,…)
Desde el punto de vista de la evolución esto supone una gran ventaja, ya que permite
tener una experiencia útil de lo agradable, lo desagradable, lo temible o lo peligroso, a
la vez que dispara una respuesta automática ya preparada. El problema es que el
programa de comparación que utiliza la amigada es m uy tosco y primitivo, lo cual da
lugar a que a menudo haga sonar la alarma ante situaciones que no entrañan ningún
peligro.

MIEDO:
El miedo es una respuesta de adaptación que surge ante lo que se presume como una
amenaza o peligro para la supervivencia. Cuando esta emoción se presenta, tan intensa
como enojosa, se suceden una serie de descargas hormonales que tienen como
finalidad preparar al organismo para la huida. El estado de alerta que alcanzamos en
una fracción de segundo, nos empuja a inmovilizarnos un instante, aunque no sea más
que para buscar obsesivamente las posibles vías de escape que nos permitan salvar la
vida. Esta respuesta fisiológica se denomina ansiedad.

Los síntomas físicos que se desatan anta esta respuesta al miedo son muy diversos: los
más leves se presentan cuando vivimos situaciones que nos provocan ansiedad, los más
graves, aparecen asociados a los estados de ansiedad generalizada y son permanentes
(lo que en términos médicos se denomina trastorno de ansiedad)

Preocupación y ansiedad
La preocupación es una actitud previsora, es la forma que utiliza nuestra mente para
ensayar diferentes vías de solución ante posibles peligros. Nos prepara para reaccionar
ante ellos de la mejor manera posible.

Mientras la preocupación guarde una relación lógica con las situaciones que vivimos,
nos resultará útil; pero si se convierte en una reacción crónica y persistente, que
aparece ante situaciones que no encierran ningún peligro real, acarrea serios
problemas porque mantiene a quien la sufre en un estado de permanente ansiedad. Es
lo que los psicólogos llaman el “miedo sin objeto”. Es una sensación de inquietud
permanente generada, en principio por una amenaza difusa en la que está presente la
ansiedad como respuesta fisiológica.

En los trastornos de preocupación se utiliza gran p arte de las energías mentales en


ensayar una y otra vez diferentes soluciones para resolver lo que inquieta; bajo esta
emoción resulta casi imposible centrarse en otras c osas. El desgaste físico y mental
que supone puede desembocar en patologías más graves como fobias, compulsiones o
ataques de pánico.

Cada uno de estos trastornos tiene sus peculiaridades. En las fobias, la ansiedad se fija
en el objeto considerado peligroso, de modo que ante su presencia, e incluso ante su
sola mención, se desata la crisis de ansiedad. El abanico de fobias es bastante amplio y
entre las más comunes se pueden citar la agorafobia (miedo a alejarse del lugar que
considera seguro), el miedo a hablar en público o el miedo a los ascensores.

Se estima que un 20% de la población tiene alguna fobia aunque sea leve y entre las
más frecuentes padecidas por las personas que sufren altos niveles de estrés se
encuentran las llamadas fobias sociales, el miedo a la desaprobación o rechazo del
grupo. En estos trastornos, el sujeto tiene un temor paralizante a hacer el ridículo que, a
menudo, se manifiesta por el miedo escénico o el temor de hablar en público. Este tipo
de angustia desproporcionada llega en algunos casos hasta extremos realmente
incapacitantes, ya que impiden a la persona cualquier ampliación de su círculo de
relaciones.

TRISTEZA:
Observando a los animales en su entorno natural, se ha comprobado que en las épocas
en que le alimento escasea adoptan una actitud particular: duermen más, interrumpen
s sueño para beber agua, vuelven a dormir otro rato, se levantan y deambulan como si
no tuvieran fuerzas, mordisquean algo de comida pero con desgana, se vuelven a
tumbar, no les llaman la atención las cosas que habitualmente si lo hacían, y por los
general, permanecen muchas horas ocultos. En resumidas cuentas, ahorran energías
en lugar de buscar desesperadamente la manera de enfrentar el problema. Esta
conducta, curiosa, tiene muchos puntos en común con la que adoptamos las personas
cuando estamos tristes.

La tristeza nace por un sentimiento de pérdida. Algo que considerábamos bueno,


familiar, fuente de satisfacción, desaparece. Suele afectar, sobre todo, al campo afectivo,
laboral o al de la salud tanto física como mental, y puede ser pasajera o irrelevante;
obviamente en este último caso resulta más complicada de superar. El fallecimiento de
un ser querido, o la cancelación de una amistad pueden conducir al individuo a una
situación de desconsuelo, de angustia. Sin embargo, la forma en que se vive o su grado
de intensidad dependen en buena medida de cada rasgo de personalidad, del
carácter individual.

3.3 MIEDOS Y ANIMALES DE GRANJA


Cuando establecemos relaciones con gallinas, conejos, cerdos, ovejas, cabritos y en
general con animales que forman parte de una Granja, observaremos que son animales
que desde el principio salen corriendo de miedo, nos tienen miedo y prefieren por tanto
huir. Son animales inofensivos, no saben defenderse y solo el instinto de huida es el que
se pone en marcha en ellos ante la presencia humana. El hecho de tranquilizar a una
animal de granja y conseguir su confianza y relax, es el mejor trabajo que sobre
nuestros propios miedos podemos hacer, tranquilizar a un animal de su miedo a
nosotros, nos tranquiliza también a nosotros y aprendemos a manejar mejor, por tanto,
nuestros propios temores y miedos.

Se ha descubierto que acariciar a un animal asustado nos tranquiliza, hace que se


bajen nuestras constantes vitales de frecuencia cardiaca y numero de respiraciones
por minuto, así como la tensión arterial.

Las respuestas de "huye o pelea" que se disparan cuando tenemos miedo, que van
acompañadas de una descarga adrenalinita se producen cuando estamos ante una
situación que despierta una alarma interior, que nos habla de que tenemos que
reaccionar porque nos encontramos en peligro. Esta respuesta es adaptativa y es
mejor estar alerta para "escuchar" lo que nos dice el cuerpo sobre la circunstancia en
la que nos encontramos, sobre si hay peligro o no lo hay. Pero hay veces que en la
vida nos asaltan este tipo de respuestas interiores debido a un estado de incerteza
vital, de miedo condicionado y sobre todo de estrés, que no es adaptativo, sino que
forma parte de un estado interior en el que no hay sosiego, en el que no se encuentra
la paz y la tranquilidad y en el que las personas no consiguen relajarse ni un solo
momento. Estas situaciones ocurren desgraciadamente con demasiada frecuencia y es
difícil luchar contra ellas. Es entonces cuando por culpa de una excesiva respuesta al
estrés en nuestro cuerpo, se produce un estado interno "enfermizo" en el que es fácil
enfermar de verdad, debido a que nuestras constantes vitales están sobrecargadas lo
que hace que nuestro sistema inmunológico baje la guardia y por tanto se amos
víctimas de infecciones, herpes, catarros, gripes y virus, así como demás afecciones
psicosomáticas de las que ya hablaremos. A esto se le llama estar en un estado
constante de temor, de miedo, de incerteza y hasta de auténticos ataques
de pánico.

La timidez patológica, el mutismo, ciertos grados de autismo y en general los estados


en que domina el temor se alivian cuando uno entra en contacto con un ser más
asustado que uno, y el hecho de tranquilizarle a costa de nuestras caricias, de nuestra
protección de y de nuestra consideración, nos da fuerzas para tratar nuestro propio
mal. Nos sube una alegría inmensa al ver a un animalito asustado como se tranquiliza a
costa nuestra, nos da confianza en nuestra capacidad para controlar el temor y por
tanto nos ayuda a manejar mejor nuestros propios temores y miedos.

Hay estudios e investigaciones que demuestran que el ser temeroso adquiere


confianza cuando tranquiliza a otro ser temeroso. Al adquirir confianza, el temor
desaparece y el miedo se disuelve. Es importante que lo experimentemos y los
animales de Granja nos ofrecen esa posibilidad cuando estamos interaccionando con
ellos.
Si para controlar los impulsos están los caballos, para controlar nuestros temores están
los animales de granja, que son asequibles y a su vez gratos para tratar con ellos debido
a su falta de peligrosidad.

En éste artículo vemos la lista de temores más comunes que bloquean nuestra
evolución y también la manera de combatirlos desde la racionalidad, mi consejo es que
los identifiquemos, luego que pensemos sobre ellos y que los trabajemos, los animales
de granja también nos podrían ayudar a combatirlos, prueben y verán... Cuando por fin
desaparecen la sensación de liberación es inconfundible y le dan a uno muchas ganas de
vivir y disfrutar, con tal de no seguir padeciendo...

IDENTIFICACION DE TEMORES - I

Existen siete temores principales y los analizaremos a continuación para conocerlos y


tomar conciencia de cuál de ellos nos afecta más; de este modo podremos
comprenderlos y en su caso eliminarlos.

El temor a la muerte.- Es el principal de todos los temores; el hombre ha buscado


incansablemente durante toda su existencia encontrar la fuente de la juventud eterna
tratando de inmortalizarse; esta búsqueda se origina en el temor a la muerte.
El temor a lo desconocido, a la inseguridad que produce no saber qué hay después de
esta vida. Si establecemos que la vida en el planeta es una escuela y reconocemos la
existencia de un ser superior de energía propia, entonces no debemos de temer a la
muerte, pues seguramente luego de ella existirá el renacer a una vida superior, a la
recompensa por haber mantenido una vida en positivismo y ayuda a los demás y a
nosotros mismos.

La receta para vencer el temor a la muerte es pensar positivamente, pues aquel que lo
hace no tiene nada que lo dañe, y no caben los pensamientos de preocupación y
angustia que terminan por destruir la confianza del hombre e incrementan este
sentimiento absurdo del temor a la muerte. Cuando hablemos del tema de la muerte y
de las zonas paralelas como la zona fantasmal y el plano astral, cuando comprendamos
realmente lo que significa lo que es la muerte del cuerpo físico, entonces será para
nosotros muy sencillo erradicar para siempre el temor a la muerte, no siendo otra cosa
que el temor a lo desconocido y cuando lo desconocido se conoce, se elimina entonces
la causa o sea el temor mismo.

El temor a perder la salud.- Es uno de los temores más comunes del ser humano, se
origina desde el momento mismo en que abrimos la puerta de nuestra mente a la
posibilidad de enfermarnos.

Cuando somos pequeños, inconscientemente nuestros padres por ignorancia nos han
infundido una serie de temores con respecto a la enfermedad, siendo los más
frecuentes los siguientes:

No pises descalzo, no salgas sin abrigo, no andes sin suéter, etc., porque te vas a
enfermar. Con tales órdenes empezamos a programar a l subconsciente del niño para
que acepte que él debe enfermarse porque es lo común, con ello se abre la posibilidad
en su mente para que durante toda su vida sufra de resfriado cuando no tiene la ropa
apropiada.

La enfermedad es desequilibrio energético que se presenta en el ser humano cuando


los estímulos del exterior entran en una forma desordenada en nuestra mente y somos
incapaces de manejarlos.

Cuando estamos en equilibrio, cuando no nos percatamos de los aspectos dañinos,


normalmente no nos enfermamos, porque no trabaja nuestro subconsciente en contra
nuestra. Mas lo común es lo contrario, nos enfermamos porque se nos enseñó que
debemos enfermarnos. Sabemos que todo el mundo se enferma y permitimos la
posibilidad de desequilibrio en nuestro cuerpo energético, por lo tanto en nuestra aura
y en nuestra mente, reduciéndose nuestra vibración energética, debilitando nuestro
sistema inmunológico.

La mayor parte de las enfermedades son psicosomáticas y esto comprueba lo que dije
anteriormente: mientras la mente este sana el cuerpo estará sano o viceversa.

Si ustedes quieren realmente preocupar a una persona, lo que deben decirle es que se
ve muy mal y si es sugestionable, sentirá que está muy mal. Si por el contrario, quieren
ayudar a subir el ánimo de la persona, deben señalar lo contrario aunque no se vea así;
decirle: "Oye, qué bien te ves", es una buena acción para que el individuo suba su
vibración energética, aunque no sea perceptible a simple vista.

La receta para vencer este temor es cerrar la puerta a la posibilidad de enfermarnos y


entender que la enfermedad está en nuestra mente y hay que sacarla de ahí. Una vez
que la hemos extirpado será muy sencillo que nuestras enfermedades se reduzcan y se
presenten con mucha menor frecuencia para finalmente lograr que se erradiquen por
siempre.
El temor a perder la libertad.- Uno de los principales temores que han afectado al
hombre ha sido el temor a perder su libertad. Esta pérdida de la libertad se ha
manifestado en diferentes formas, la más común es el miedo de muchos hombres al
matrimonio, que sienten que esto los hace perder su libertad; vemos infinidad de
solterones o de solteronas que en verdad son infelices y que pudieron ser muy felices
con sus parejas pero siempre se antepuso en ellos el temor mental de perder la
libertad.

Otro de los temores más comunes es la cárcel. El temor de que nos encierren y así
perder la libertad del cuerpo físico y con ello de nuestra vida entera; hay que entender
en realidad que la verdadera libertad va más allá que el no casarnos o no estar en la
cárcel.

La libertad de romper ataduras que tenemos con todas las personas y todos los
objetos; cuando nosotros podamos desligarnos enérgicamente de todo, hasta ese
momento, seremos libres, no importa dónde nos encontremos y en qué circunstancia,
es decir, nosotros durante toda nuestra vida nos la hemos pasado amando objetos,
dinero, ropa, casas, autos, así como tratando de poseer a nuestros seres queridos más
allegados, a nuestras mascotas y a otras muchas cosas. Es evidente que hemos
establecido lazos energéticos muy fuertes de unión. Por ello cuando sufrimos la pérdida
de alguno, una parte de nuestra vida se va con ellos, nos sentimos mal y no somos libres
en verdad pues estamos muy atentos para proteger a todos nuestros seres queridos y
objetos que tenemos. Descuidamos la atención en nuestro propio desarrollo interior,
que debe ocupar todo nuestro esfuerzo.

Esa preocupación por lo ajeno no ayudará a mejorar en algo el estado de sufrimiento


de todos, por ello, si la analizamos a fondo, veremos que no existe la posibilidad de
ayuda, al contrario generamos una energía mental negativa de angustia y
preocupación, y en vez de ayudar, perjudicamos a nuestros seres queridos, por lo
tanto debemos entender que los problemas de cada persona son el resultado de la Ley
de Causa y Efecto de cada uno de ellos. El preocuparnos, el sufrir con ellos, no mejora
la situación; si por el contrario, estamos tranquilos y entendemos lo que está
sucediendo, podremos con la calma necesaria prestar la ayuda que se requiere.

En resumen, podemos decir que la libertad, es no tener una liga energética de posesión
con personas u objetos, estar libres de esa liga de tal manera que si perdemos a alguien
o algo no nos afecte en lo absoluto, esto es libertad; cuando lleguemos a ello no habrá
miedo a perder la libertad porque no hay ligas energéticamente posesivas que nos unan
sino el conocimiento de lo que en realidad es la libertad; es decir, usualmente se piensa
que el amor a nuestros seres queridos es la sobreprotección cuando algo les sucede ; si
en realidad amamos a nuestros seres queridos, debemos dejarlos ser libres y decirles
que nos dejen ser libres a nosotros.

El amor verdadero va más allá de un amor posesivo, es libre por naturaleza: ser y dejar
ser, es el postulado sabio que define la libertad, y cuando se sigue, desaparece el
temor. El temor a perder el amor.- Este nace de la desconfianza y desconocimiento
que tenemos de nuestro propio ser; así también nace el egoísmo que nos hace creer
que somos propietarios de las personas que queremos. Los celos son el peor enemigo
y precursor del temor a perder el amor, el celar a una persona es absurdo, sale fuera
de toda lógica ; debemos entender que no somos dueños de ninguna otra persona, si
lo aceptamos de esa manera pasaremos la vida en perfecta armonía y no en dolor y
sufrimiento.

La receta para vencer el temor a perder el amor es entender que no somos dueños de
nadie, que debemos respetar el libre albedrío de los demás y que si nuestra pareja
decide dejarnos, entender por qué sucedió y buscar tranquilamente otra pareja; este es
el camino que debemos seguir; finalmente se ha demostrado que aquellos que no son
celosos, que tienen confianza en su pareja y que dan libertad de acción y la exigen para
sí, nunca han perdido el amor. El amor se pierde por desconfianza, por celos, por
estados de angustia y cuando estos se dominan, prevalece el amor en el ser humano.

Temor a la miseria.- El materialismo con el que se vive actualmente nos hace


desarrollar un temor a la miseria que de tan solo pensar en vernos sin recursos
materiales para subsistir , nos domina el temor y nos hace ser egoístas y materialistas,
afectando mucho a nuestros semejantes.

El nacimiento del temor a la miseria, se origina en un principio de inseguridad muy


profundo en la psique del ser humano, se desarrolla desde la niñez y va tomando
fuerza dependiendo de las experiencias particulares de cada uno. Cuando se abre la
puerta de nuestra mente al pensar que nosotros podemos caer en la miseria, no
tenemos confianza en nuestras propias capacidades para evitarlo. Es en ese momento
cuando existe una profunda depresión, es el ambiente fértil en donde se puede caer en
un temor tremendamente poderoso de inseguridad y falta de confianza en nosotros
mismos.

Nuevamente la recomendación es que la mentalidad de progreso, alegría y


pensamiento positivo hagan posible que el temor a la miseria no llegue a nosotros
nunca más.

El Creador no nos ha formado para que vivamos con miseria, esta es una invención de
la mente enfermiza del hombre que no ha podido comprender todavía que su misión
es ser feliz en la opulencia del padre.

Temor al ridículo.- Este es el más ridículo de los temores, nace de la inseguridad y


desconfianza que tenemos de nuestras propias potencialidades; temor al ridículo es
vivir en el error, entendiendo que lo que piensen los demás no debe de ser importante
para nosotros. El manifestarse tal cual somos, con verdadera espontaneidad, nos hace
no temer al ridículo; la vida nos ha enseñado que somos crueles con los demás, que
gozamos con la crítica destructiva y sarcástica, sin embargo bien se sabe que el que está
mal es quien critica y no el criticado; cuando llegues a entender el origen del mal, verás
que estas fuera de él, pues si actúas con franqueza, con limpieza de espíritu, entenderás
que no es importante lo que los demás piensen de ti y empezarás entonces a ser tú
mismo.

Vencer el temor al ridículo, es ser como eres, dejando a un lado las opiniones ajenas. Es
un mal general que las personas se concentren en los demás, en vez de concentrarse
en sí mismos para mejorar.
Si sientes que debes actuar de una manera determinada y estas satisfecho siendo así,
deja de pensar en lo que otros están pensando de ti, simplemente se lo que quieres
ser, lo que tu voz interna te dicte.

Temor a la soledad.- Es el temor a estar solos con nosotros mismos, lo que nos hace
buscar la compañía de nuestros semejantes, lo cual es normal y deseable, sin embargo
es importante que entendamos que el estar solos no implica algo malo. La soledad nos
ayuda y nos da la oportunidad de estar con nosotros mismos, de buscar un diálogo
interno que identifique esa fuerza superior que existe dentro de nosotros; cuando esta
se encuentra, la soledad realmente se disfruta y lejos de provocarnos temor, nos llena
de un gozo extraordinariamente bello.

En realidad nunca nadie se encuentra solo, todos estamos acompañados por nuestra
propia esencia por la presencia de Dios, cuando esto se reconoce ya no es importante la
compañía de otros cuando esta no se puede obtener, entonces el temor a la soledad
desaparece para siempre, el buscar dentro de ti es encontrar la fuerza que te hará
eliminar este temor.

Se han detallado los temores a los que debemos enfrentarnos todos los días, o cuando
menos los más importantes, existen otros más derivados de los anteriores que no
vamos a mencionar; si nos concentramos en lo que ya vimos, y empezamos a
autoanalizarnos veremos que es muy importante conocernos para vencer los temores
que generan nuestros propios pensamientos, nuestra propia mente, el dragón de siete
cabezas es el peor enemigo del hombre, que hay que ir cortando poco a poco cada
una de estas cabezas hasta que no quede ninguna, hasta que hayamos vencido el
pensamiento.

3.4 SOLEDAD Y ABANDONO


Al igual que estar en la cárcel o en el exilio produce una gran soledad de espíritu en el
ser humano, parece que la cautividad tiene el mismo efecto en un animal salvaje. Quizá
incluso los perros, la más domesticada de las especies domésticas, añoran su antigua
libertad lupina. Los perros aúllan ocasionalmente, como si echaran de menos algo que
sólo podrían conocer por los recuerdos genéticos que corren por sus venas, si es que
fueron salvajes alguna vez. Es posible que el estudiante se haya despertado en alguna
ocasión a las cuatro de la mañana con una extraña sensación, un espeluznante
sentimiento de añorar otro tipo de vida. ¿Podría ser esto también un recuerdo ancestral
de haber vivido alguna vez en las colinas, bosques y selvas, rodeados de otros seres
humanos libres? Es posible que, al igual que nuestros primos en los zoológicos y
parques de atracciones, echemos de menos este tipo de vida.
En el libro, Observe a su perro, se dice que los perros “son seres sociales, enormemente
exploradores. Si se les priva de compañía, tanto canina como humana, o se les mantiene
en un ambiente opresivo y monótono sufren. El peor castigo mental que se le puede
imponer a un perro es dejarlo solo en un espacio muy reducido donde nada cambia. Los
perros quieren y necesitan lo mismo que nosotros: amistad, sol, juego y amor.

A lo mejor, lo que nosotros sentimos como soledad para el perro algo parecido es el
abandono. Todo el mundo ha visto el típico semblante preocupado de un perro perdido
que busca a su dueño.

Sin embargo, no importa las veces que un perro haya visto a su amo volver, que siempre
le saludará, como si dijera: “¡Creí que no iba a volver a verte nunca!” Por eso, mucha
gente se siente culpable por dejar a sus perros solos todo el día; la cabeza abatida y la
expresión de sorpresa en el perro parecen preguntar “¿Te vas a marchar para
siempre?”.

La mayoría de los problemas de los perros provienen de injusticias que han sufrido. Las
personas que han sufrido situaciones de tensión intensa suelen responder con actos
violentos o auto-destructivos. Los perros responden de forma similar. Sacar a un perro
de su propia manada sin proporcionarle una manada sustitutoria provoca una gran
angustia en el animal.

El primer impulso de un perro al dejarlo solo es ladrar furiosamente. Es evidente que


está llamando la atención de alguien: “Ayúdame, estoy aquí y estoy triste”. Un perro al
que se le dan muchos paseos al aire libre y recibe mucha atención y afecto de los seres
humanos es menos probable que ladre de un modo incontrolable, mientras que los
perros que permanecen atados en patios traseros ladran constantemente. Es posible
que sólo estén pidiendo que alguien les suelte.

Es fácil saber cuándo un perro se siente solo, aunque no exhiba ninguna conducta
insólita. Un perro se siente solo cuando no tiene compañía, y en
soledad se aburre. Cuando a un perro solitario se le casa regularmente
a dar largos paseos, ve a otros perros y pasa tiempo con ellos todos
los días, no parece que se aburra con facilidad. Sin embargo, cuando
un perro no vive con ningún otro animal hay más probabilidades de
que se aburra. Lo ideal para el perro es vivir en una familia humana
con otros perros o con otros animales. Deberían dar varios paseos al
día por lugares en los que pueden encontrarse con mucha gente y con
otros perros. Los perros necesitan querer a otros perros y a las
personas. Un perro con suficiente amor en su vida, tanto dando cariño
como recibiéndolo, no se sentirá solo ni aburrido.

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