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PRUEBA DE EVALUACIÓN CONTINUA - ÚLTIMAS TENDENCIAS DEL ARTE

Alumno: Sergio Gil Santos

D.N.I.: 70257393Y

Centro Asociado: Segovia

email: sergiogilsantos3@gmail.com

Comentario de obra - Dora García, “Steal this book” - Pabellón español en la Bienal de
Venecia de 2011.

La obra de Dora García consiste en una montaña de libros apilados, en cuya portada,
aparece el emblema “Steal this book”, o roba este libro. Es una obra de múltiples capas, que
vamos a intentar desgranar con ayuda de su autora; y reflexionando sobre, precisamente este
término, el de autor, con la ayuda de Foucault y Barthes.

Por un lado, Dora García habla de que ella tiene la concepción de que la cultura debería
ser gratis. Especialmente una obra literaria, donde la obra artística, el producto a consumir, no es
algo físico, sino intangible. Su obra, dice, está inspirada por la cultura expositiva, y sobre todo,
del consumidor de arte de los 90; que dice, “no concebía ir a una exposición sin llevarse algo”, es
el “take me I’m yours”.

Sin embargo, para que el visitante pueda llevarse algo, ha de cometer un “pequeño
delito”; esperar a que vigilancia esté despistada para sustraer uno de los ejemplares. Es aquí
donde los límites se emborronan. Por un lado, la autora plantea una pila perfecta de libros, pero a
medida que el propio espectador va sustrayendo ejemplares, está modificando esa pila;
modificando el “hecho escultórico”, y convirtiéndose en co-autor de la obra a su vez.

Barthes dice que la concepción previa es lineal en el tiempo: primero nace el autor, y
después genera su obra; pero que el autor moderno nace a la vez que su obra, en el caso de la
escritura dice que “la enunciación no tiene más contenido que el acto por el cual ella misma se
profiere”. En este caso no se venera el hecho material que nos dejó la autora, y, además, a
medida que pase el tiempo, cada visitante verá una obra modificada, siendo el coautor, la
persona que robó un libro con anterioridad a ella (en este caso podemos ver que la instalación
puede proponer una reflexión sobre el punto primero, la libertad de la obra artística); hasta que
llegue el momento en el que quizás, se visite una sala o mesa vacías.

No se espera que, a medida que ocurre con una escultura clásica, se venere la maestría,
la capacidad artesanal o emotiva del escultor. Es una pila de libros que podemos encontrar en
nuestro supermercado de confianza. Sin embargo, el hecho artístico en sí ha cambiado, ya no es
el objeto material el que tiene importancia, sino la reacción que desencadena en el usuario,
siendo, esto sí, atribuible a medias a su autora. A medias porque, a pesar de ser ella la que pone
en marcha el hecho artístico de la instalación; desde el momento en el que la coloca, pierde
totalmente el control sobre ella. Puede ser que en la primera hora todos los ejemplares
desaparezcan dejando un bonito vacío, o puede que no se toque ninguno hasta el fin de la
exposición, y todas las posibilidades intermedias. Una vez creada la obra, ya no es más de la
autora.

Un tema muy interesante que podríamos poner aquí en relación más con la escritura es el
de los fanfics, relatos que se escriben en internet, a través de un mundo literario generado por un
autor. Hasta hace 5-10 años estaban muy denostados, reservándose a adolescentes
calenturientos. Sin embargo, ciertos escritores de ficción como J.K. Rowling, están entendiendo
que sus personajes, y su “canon” no les pertenecen más, e incluso están permitiendo a estos
escritores de fanfiction, ganar dinero con sus obras (es el caso de “Harry Potter y el legado
maldito”).

Otra de las capas que encontramos en la obra de Dora, es que los libros, un objeto que la
gente quiere llevarse de la exposición, no son un simple adorno con páginas blancas, sino que
son un libro, en el que Dora García incluye una correspondencia entre ella y los actores que han
realizado sus performance en el pasado; debatiendo sobre la idea de autor. Como vemos esta
obra actúa como una muñeca matryoshka.

Tanto Foucault como Barhtes hablan de que, históricamente, los relatos nunca estaban a
cargo de una sola persona, sino a cargo de un mediador o performer, del que se puede admirar
su dominio del código narrativo, pero no “el genio”. Dora debate con sus actores, quién es el
autor de las performances que realiza, si ella o ellos, o el propio espectador. Además, dice que la
obra, al necesitar de mediadores o actores, puede fácilmente ser robada, y ser por lo tanto, un
ente completamente independiente de su autor.

En mi pequeño trabajo como crítico, estoy yendo en contra de las teorías de Foucault y
Barthes, ya que estoy basando mi análisis en las entrevistas realizadas a su autora. Ellos dicen
que la labor de la crítica es analizar una obra en sí misma, pero no vincularla con su autor. Este
todavía dominio que tiene el autor, proviene de la Edad Media, cuando la autoría de un manual
científico validaba su contenido; vertiente que se fue enfatizando con el emprimo inglés y el
racionalismo francés. También tiene que ver con el catolicismo, para el cual la autoría de un
escrito lo elevaba a la categoría de canon.

Barthes y Foucault dicen que la voz de un texto, no es la escritura, es la lectura que hace
el espectador de ella. Es lo que cada una de las personas que se enfrentan al hecho de una pila
con libros robados, y si deberían hacer lo mismo piensan, no lo que Dora García pretendía.
Además, explican que el hecho de autoría es un instrumento para que la crítica pueda descifrar el
significado de una obra, la explique; ya que conocer al autor y sus preocupaciones o sus
circunstancias personales puede ayudar a dar una explicación al hecho artístico. Pero ciertos
hechos artísticos en si mismos, rehusan de un secreto o significado, dice Barthes
“contrateológico, ya que rehusar la detención del sentido es rechazar a Dios y a sus hipóstasis, la
razón, la ciencia, la ley”.

Hoy en día, podemos decir que, si salimos de la matryoshka y volvemos a la capa más
externa de la obra, quizás su autora podría haber rechazado dar entrevistas o reconocer la obra
como suya, enfatizando este juego de pertenencias y autorías tan interesante; ya que los autores,
con sus acciones externas al hecho artístico, forman en cierto modo parte de la performance.

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