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Así, Casa Pedro Loza es un sitio que ha recuperado su majestuosidad; la finca, por
sus sistemas constructivos pertenece sin duda al siglo XIX pero, como indica Miguel
Ángel Muñoz, empleado del lugar, “no hay referencias exactas, pero se cree que fue
edificada en 1848, como residencia familiar, aunque —por otra parte— pudo ser
propiedad del Arzobispado, pues de 1913 a 1936 vivió en esta casa el Arzobispo
José Francisco Orozco y Jiménez, importante figura histórica que tuvo su
participación durante la Guerra Cristera”.
Durante lo que resta del pasado siglo, se dice que la casa estuvo en manos de la
Familia Fernández Uriarte, y que ahí tuvo su sede el Colegio Patria para señoritas,
entre 1944 y 1951; además, en los años sesenta el patio central se acondicionó
como gimnasio y, después, se alquilaron los cuartos y funcionó como vecindad
hasta hace poco más de una década.
Decoración
La monumental casa —que puede considerarse “pieza de arte” en sí misma— se ha
pensado para ofrecer confort e intimidad, admite variantes estéticas en su
decoración, tanto en habitaciones como en los salones del primer nivel; es tanto el
interés despertado que no es extraño que sea solicitada para sesiones de fotografía
para bodas o festejos de 15 años.
El concepto deriva de la “recuperación” de la casa que, por cierto, respetó los
sistemas constructivos (aunque sustituyó aquellos materiales deteriorados), un
extenso vitral de una puerta plegadiza, la cenefa de las habitaciones que dan a la
calle Pedro Loza; la decoración —obra de Diana Bon—, sin embargo, es variada
pero mantiene elementos de elegancia y mobiliario antiguo, en un espacio donde los
techos se ubican a más de cuatro metros de altura y que, para mantener la frescura
en verano, cuenta con ventiladores y aire acondicionado.
En Casa Pedro Loza, de este modo, la sofisticación del pasado convive en armonía
con las comodidades del presente; en el primer nivel, el patio central alberga las
mesas de un restaurante que brinda servicio de buffet los domingos, horas de piano
para amenizar la comida y hasta un domo de policarbonato automático que impide
que la lluvia afecte a los comensales.