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Prostitución y pornografía están siendo reconocidos, cada vez más, como violencia y como

prácticas discriminatorias por razón de género. La mayoría de todas las personas prostituidas,
que en su mayor parte son mujeres, han sido maltratadas sexualmente o golpeadas cuando
niñas, tanto en la calle como en los medios de comunicación. Las investigaciones, por ejemplo
en USA y Noruega, muestran que muchos y muchas entran en la industria entre los 13 y los 15
años de edad, cuando los niños y niñas difícilmente deciden “libremente” llevar a cabo
servicios sexuales en una media de 2000 hombres adultos al año. A menudo los niños y niñas
están desesperados y desamparados sin un lugar a donde ir. Algunos estudios en Canadá
muestran que las mujeres prostituidas tienen una esperanza de vida muy inferior a otras. No
es de extrañar. Entre 55 personas prostituidas en Portland, 84% han sido víctimas de
agresiones graves como media 103 veces al año; el 53% fueron torturadas sexualmente como
media más de una vez a la semana. Frecuentemente se hizo pornografía de los asaltos. Con los
antecedentes de algunos casos de proxenetismo sueco, estos hechos no parecen exagerados.
La ley sueca contra la compra de servicios sexuales camina en la dirección correcta, pero no
reconoce o compensa a las víctimas por los daños de la prostitución. Un recurso civil para que
las personas prostituidas reclamen daños a los compradores de sexo o proxenetas contribuiría
a empoderar a aquellas que tanto lo necesitan. Aproximadamente la mitad de todas las
mujeres prostituidas encuestadas informan que han sido usadas para hacer pornografía. Para
ellas como para otras personas prostituidas, las violaciones diarias, el maltrato físico y los
abusos durante la infancia son moneda corriente. Los empresarios pornográficos utilizan
amenazas y violencia de tal modo que los consumidores pueden ver mujeres sonrientes
llevando a cabo actos sexuales peligrosos y/o no deseados. Una mujer que había sido
prostituida dijo en una vista judicial que “los hombres ven constantemente el abuso de las
mujeres y, si ellos no pueden conseguir ese comportamiento con sus mujeres novias o
hijos/hijas, obligan entonces a una puta a hacerlo”. La investigación muestra que se utiliza
pornografía cuando los hombres abusan sexualmente de sus parejas e hijas/hijos, durante un
acoso sexual en el trabajo, en abusos con personas prostituidas, o por violadores, para
“inspirar “sus violaciones. Treinta años de estudios experimentales muestran también que la
exposición a la pornografía incrementa las actitudes agresivas, crueldad sexual, desinterés en
el sufrimiento ajeno, insensibilidad hacia la violencia contra las mujeres, incremento de la
violencia sexual, excitación sexual versus violencia, y percepción de que las mujeres “quieren”
ser violadas. Bajo un perverso concepto de libertad tergiversado por el patriarcado
encontramos desde hace unas décadas letras de canciones en todos los estilos musicales que
radio, expuestas en establecimientos (incluídas jugueterías) y bailadas con “twerking” o “pole
dance” cuyo baile lo ejecutan mayoritariamente mujeres con movimientos alusivos a querer
excitar al sexo masculino. Tenemos que reflexionar, a su vez, de los usos de las modas y del por
qué se quiere imponer desnudar a las mujeres cada vez más (tangas, transparencias, etc) y no
así a los hombres. Además, cabe destacar la cantidad de sex shops y de tiendas “de chinos”
que exhiben en sus escaparates lencería femenina sexista así como una ingente cantidad de
aparatos sexuales a la vista de la infancia. El artículo Artículo 186 del Código Penal dice: …”El
que, por cualquier medio directo, vendiere, difundiere o exhibiere material pornográfico entre
menores de edad o incapaces, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año, o
multa de seis a doce meses” Y, una, como ciudadana llega a la conclusión de que no hay más
corruptor de menores impune que el propio estado. Tampoco el proxenetismo está penalizado
como tal, a pesar de que el artículo 188 así lo recoja. Y es que, no existiría prostitución sin
proxenetismo y la pornografía no es otra cosa que prostitución filmada. La ginecóloga Miriam
Al Adib ha publicado 'Hablemos de nosotras. Reflexiones de una ginecóloga rebelde' (Oberon),
donde advierte de los daños físicos, fisiológicos y mentales que el porno produce en las
mujeres con prácticas muy peligrosas. ¿Qué más argumentos hay que dar cuando día a día
crecen “manadas”; donde muchas mujeres sufren por ver cómo sus parejas consumen porno
(y las abandonan por él); donde muchas sufren soledad por no poder acceder a poder tener
pareja en términos de responsabilidad afectiva, reproductiva y de igualdad? Por lo visto no son
argumentos más que suficientes para los gobiernos patriarcales mundiales para que se
impliquen en erradicar la lacra de las violencias machistas. A pesar de que, como dije en un
principio: … “están siendo reconocidas cada vez más”

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