Pero los enfrentamientos no fueron solo por tierra. El mar también se
convirtió en un gigantesco campo de batalla. En el año 1915, los submarinos alemanes desplegados en las gélidas aguas del Atlántico intentaban por todos los medios poner coto al tráfico comercial en dirección a Gran Bretaña. En su afán por combatirlos, el Primer Lord del Almirantazgo, que entonces era Winston Churchill, dio la orden de camuflar los buques de guerra como si de barcos mercantes se tratara. El resultado fue que los submarinos alemanes, tras torpedearlos, abandonaban a la tripulación a su suerte una vez alcanzado su objetivo. Así, unos días antes de que el Lusitania, el mayor y más lujoso transatlántico del momento se hiciera a la mar, la embajada alemana había publicado en varios periódicos norteamericanos el siguiente anuncio: "Se recuerda a los viajeros que tengan la intención de cruzar el Atlántico que existe el estado de guerra entre Alemania y sus aliados y Gran Bretaña y sus aliados; que la zona de guerra incluye las aguas adyacentes a las islas británicas y que, según advertencias formales del Gobierno Imperial Alemán, los barcos que lleven la bandera de Gran Bretaña, o de cualquiera de sus aliados, son susceptibles de ser destruidos en estas aguas y que los pasajeros que viajen a la zona de guerra en barcos de Gran Bretaña o de sus aliados lo hacen por su cuenta y riesgo".