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Crucero Ligero SMS Emdem

El crucero ligero alemán Emdem es la nave corsaria más famosa de la Historia. En los primeros
meses de la I GM realizó un asombroso crucero por los océanos Pacífico e Índico que duró tres
meses y diez días, en el que hundió o apresó a 16 naves aliadas con más de 70.000 toneladas de
arqueo bruto y atacó puertos e industrias enemigas causando tremendos estragos en el tráfico
mercante aliado y movilizando escuadras enteras de naves británicas, francesas, rusas y
japonesas que lo persiguieron sin tregua. Durante esos tres meses, el Emdem se convirtió en una
auténtica obsesión para millones de personas de todo el mundo. La leyenda del Emdem es la
leyenda de la nave y de sus heroicos tripulantes, fomentada y transmitida por los apasionados
relatos de los tripulantes y pasajeros de los buques capturados, que fueron objeto del más
exquisito trato y que llegaron a entablar relaciones de auténtica amistad con los tripulantes del
Emdem.

Pero si épico fue su crucero, si épico fue su último combate, no menos épica fue la aventura
seguida por sus supervivientes, los que fueron capturados y los que escaparon, que tras increíbles
aventuras dignas de una novela de Salgari o Verne, lograron volver a Alemania para seguir
combatiendo en la guerra por su patria tras recorrer más de medio mundo por sus propios medios
mientras seguían luchando por una patria remota pero siempre dueña de su corazón. Todo ello
hace de la aventura del crucero Emdem la más apasionante jamás vivida por buque de guerra
alguno. Una aventura increíble de tintes románticos cuya leyenda se pierde en la bruma de un
océano infinito...
El SMS Emdem en Tsingtao en 1914

En 1910 la nave fue destinada a Extremo Oriente, formando parte de la escuadra de crucero con
base en el protectorado alemán de Tsingtao. Participó junto a buques americanos, japoneses y
británicos en la represión de la revuelta de Nankín, en China. El 20 de Junio de 1914, la escuadra
de cruceros alemana zarpó hacia el Pacífico aunque el EMDEM permaneció en la base de Tsingtao.
El 29 de Junio, recibieron por radio la noticia del asesinato del archiduque Fernando de Austria
ocurrida en Sarajevo, inmediatamente su comandante, el capitán de fragata Von Müller, puso el
EMDEM en estado de alerta e intensificó el adiestramiento. El 31 de Julio, siendo advertido desde
Berlín, sobre que la guerra con la Triple Alianza (Gran Bretaña, Francia y Rusia) era inevitable,
Von Müller dió la órden de avituallamiento y apronte general. Por la noche dejó el fondeadero y
se adentró en el mar Amarillo. El 4 de agosto, Gran Bretaña declaró el estado de guerra. La I
Guerra Mundial ha estallado. Esa absurda guerra (absurda como todas las guerras) teñirá de
sangre los campos de media Europa, sangre que arrastrará el horror también al mar. Ese mismo
día fue capturada la primera presa del Emdem, el vapor de correo ruso Ryazan, al que escoltó
hasta Tsingtao. Luego partió acompañado de un crucero auxiliar y el buque carbonero
Markomannia.

La escuadra alemana del Pacífico, formada por los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau
y los cruceros ligeros Nürnberg y Emdem, además de 5 mercantes auxiliares se reunió en la isla
de Pagan, al nordeste de las Islas Filipinas. Su comandante era el conde vicealmirante Maximilian
Johannes von Spee que izaba su insignia en el ScharnhorsT.

Pero en estos momentos, el vicealmirante alemán debe pensar en la arriesgada propuesta que el
joven capitán de fragata Karl von Müller, comandante del crucero ligero Emdem, le ha hecho.
Karl von Müller, el legendario comandante del Emdem.

Von Müller ha propuesto a su almirante que deje en libertad estratégica al Emdem para separarse
de la escuadra que trata de volver a Alemania. El Emdem solo, y por sus propios medios, iniciaría
así una campaña como corsario, atacando el tráfico mercante aliado en el Pacífico sur y el Índico
para crear el mayor daño posible a los abatecimientos aliados y tratar de echarse tras él al mayor
número de unidades enemigas para que Von Spee pudiera llegar al Atlántico con la escuadra. Era
un plan arriesgadísimo, prácticamente "suicida" y creo que los temores del valeroso almirante no
eran por la juventud de Von Müller, que a pesar de ella ya era un experimentado marino digno de
toda confianza, sino por la naturaleza de la nave que mandaba, muy débil en comparación a sus
contrapartes de las marinas aliadas.

La marina de guerra imperial alemana, la Kaiserliche Marine, era en esas fechas la segunda marina
más poderosa del mundo, a gran distancia de la tercera, la francesa... pero a mucha más de la
primera, la Royal Navy británica. Gran Bretaña desplegaba un verdadero enjambre de naves sobre
los siete mares cuyas cifras eran apabullantemente superiores y capaces de sobrepasar a todas
las demás marinas europeas unidas. Consciente de la enorme inferioridad numérica, el almirante
Alfred von Tirpitz, el hombre que creó de la nada la Kaiserliche Marine, había puesto el mayor
énfasis en la superioridad cualitativa de sus naves: "Seremos menos -dijo-, pero seremos
mejores". Y así fue, los acorazados y cruceros de batalla germanos eran menos que los británicos,
pero eran muy superiores a sus contrapartes en calidad de construcción, precisión artillera y
capacidad de aguante en combate. Como se demostró en la gigantesca batalla de Jutlandia (ver
el capítulo correspondiente), las naves alemanas eran muy superiores en combate a las británicas.
Pero esta regla no puedo aplicarse a los cruceros ligeros alemanes que, comparados con sus
contrapartes aliados, eran "buques de juguete". Los cruceros ligeros germanos como el Emdem
eran más pequeños, más lentos, tenían menor autonomía y encima estaban mucho peor armados
que los británicos. Tanto Von Spee como Von Müller sabían que en caso de tener que combatir
contra un crucero aliado, el Emdem tendría que esperar un auténtico milagro para escapar de la
destrucción. Pero Von Müller era un hombre tenaz y el almirante creía en la imaginación
desplegada a todo trapo, así que le dio libertad para atacar por su cuenta el tráfico mercante. La
escuadra alemana del extremo Oriente zarpó de Pagan rumbo al Este. Cuando la tierra desapareció
bajo el horizonte y la flota se halló a salvo de miradas indiscretas, en el palo del Scharnhost se
izaron las banderas que formaban un mensaje histórico: "EMDEM. Destacarse. Buena suerte". Y
escoltado por los vítores lanzados por los camaradas de las demás naves, el pequeño crucero viró
alejándose de la escuadra que en breves días le daría a Alemania la más grande victoria naval
jamás conseguida hasta entonces por el país de la buena cerveza y las sabrosas salchichas pero
que tiene la desagradable y fea costumbre de empezar todas las guerras mundiales.

El crucero ligero SMS EMDEM cruzando el canal de Kiel.

Los cruceros clase Dresden (2 unidades: Dresden y Emdem) de 1906 habían sido diseñados para
ser utilizados en aguas lejanas, por lo que se cuidó especialmente la habitabilidad de la nave. Sin
embargo, como todos los cruceros ligeros alemanes, eran naves demasiado ligeras para su
cometido. Su principal defecto era que mientras los cruceros ligeros británicos se armaban con
piezas de 152 mm, los alemanes lo hacían con piezas de 105 mm enormemente inferiores. En
estas naves no se instaló una cintura acorazada por considerar que la cubierta acorazada curva
era suficiente. Desplazamiento: 3.664 toneladas. Medidas: Eslora 118,3 m. Manga 13,5 m.
Calado 5,1 m. Velocidad: 24,1 nudos. Armamento: 10-105 mm. 8-58 mm. 2 tlt-450
mm. Blindaje horizontal 80 mm. Dotación: 361 hombres.
Diagrama del SMS Emdem

Y así fue como comenzó la legendaria carrera corsaria del Emdem. Con una pequeña nave perdida
en la inmensidad del más grande océano del planeta que, tripulada por hombres valerosos, pronto
arrumbó sin miedo hacia el corazón del tráfico mercante aliado en el Extremo Oriente.

Cuando Von Müller solicitó permiso para actuar como corsario sabía a lo que se exponía. La propia
naturaleza de una misión corsaria impone la soledad, el aislamiento. El Emdem sólo podría tomar
contacto con las naves alemanas de abastecimiento que Von Spee destacara para aprovisionar del
valioso carbón y con las naves mercantes que el Emdem, cumpliendo escrupulosamente los
tratados internacionales, se encargaría de buscar, avistar, detener, registrar y, en caso de ser de
un país aliado o llevar en sus bodegas contrabando de guerra, disponer de él legalmente como
presa de guerra, pudiendo hundirlo o apresarlo... Eso si le dejaban las escuadras de Gran Bretaña,
Japón, Francia y Rusia, que ya le buscaban para destruirlo.

El 9 de setiembre de 1914 capturó el Emdem su primera víctima como nave corsaria, el vapor
griego Pontoporos, que si bien era de una nación neutral, transportaba carbón indio, propiedad
del gobierno británico, por lo que Von Müller, ateniéndose escrupulosamente a las leyes de la
guerra en el mar, lo consideró presa legítima, destinando la nave como segundo carbonero. Dos
días más tarde capturó a dos buque británicos vacíos, a los que retiró lo imprescindible (agua
potable, carbón, etc.) y hundió abriéndoles las válvulas de fondo. Mientras tanto todas las
tripulaciones capturadas se iban embarcando en el Markomannia, el cual a pesar de ser utilizado
como carbonero, era en realidad un buque de pasajeros que cubría la línea Hamburgo-América, lo
que redundaba en beneficio de la comodidad de los prisioneros.
Dado que la marcha del Markomannia se estaba volviendo lenta, todos los prisioneros fueron
transferidos a la siguiente presa, un buque que transportaba una carga para Estados Unidos, país
neutral, por lo que fue respetado y liberado. Cuando los prisioneros supieron que Von Müller los
dejaba en libertad prorrumpieron en vítores a la nave y a su tripulación. La despedida entre
captores y cautivos más pareció una despedida entre amigos, con abrazos, canciones y hasta
lágrimas. El día 13 de setiembre el Emdem detuvo y hundió al buque británico Killin, al día
siguiente hundió al Diplomat. Posteriormente detuvo y liberó a dos buques italianos (país neutral,
de momento) Loredano y Dándolo, cuyos capitanes eran hermanos. Dado que estas liberaciones
sin duda revelarían la presencia del buque alemán, Von Müller se alejó de la zona y se dirigió hacia
el sub-continente indio, con el objeto de atacar los depósitos e instalaciones de Burmah Oil
Company en el puerto de Madras. A pesar de estar bien custodiados y de las buenas fortificaciones
defensivas, el 22 de setiembre el Emdem consiguió acercarse a la costa, amparado en la oscuridad
de la noche, e iniciar el ataque, disparando 125 salvas de sus cañones de 105 mm., que
ocasionaron incendios, desgraciadamente también la muerte de algunos civiles y de un cadete
británico de un buque fondeado en el puerto. Éstas fueron las primeras víctimas mortales
provocadas por el Emdem, y eso a pesar de que ya había capturado y hundido barcos por un total
de 33.000 tons.

La noticia del bombardeo causó una enorme preocupación en los almirantazgos aliados. Sus
escuadras recorrieron frenéticamente los mares en busca del pequeño corsario mientras todos los
puertos de la zona amenazada eran cerrados para evitar que el EMDEM se colara en ellos y los
buques obligados a permanecer anclados.

¡El Emnden había conseguido paralizar todo el comercio naval con la India!

Para el Almirantazgo británico el Emdem era ya la cuestión prioritaria, no sólo una cuestión
fundamental estratégica, sino una cuestión en la que el poderoso imperio Británico se jugaba su
prestigio, y movilizó a todos sus efectivos en la caza del escurridizo corsario alemán. Pero tal
movilización no surtió efecto porque el hábil Von Müller había puesto proa al mar de Arabia,
escapando del enjambre de naves que lo buscaban sin tregua. Allí el Emdem, entre el 25 y 27 de
setiembre, interceptó otros 8 vapores, entre ellos el buque carbonero Buresk, que al mando de
Julius Lauterbach, el legendario oficial de presas del Emdem, sustituyó al Markomannia, mientras
éste se dirigía a un puerto neutral para cargar provisiones y enviar el correo a Alemania. Von
Müller puso rumbo a Diego García para aprovisionarse y efectuar reparaciones. En estado de
alerta, la nave arribó cautelosamente a la paradisiaca isla donde, para sorpresa de los marinos
germanos, fueron recibidos por los británicos y franceses con grandes muestras de alegría... ¡En
Diego García no había radio! y por ello aún no había llegado la noticia de la guerra con Alemania.
Evidentemente los alemanes no les sacaron de su ignorancia y tras descansar la fatiga acumulada
y ser reabastecidos, los alemanes partieron saludados por aquellos que eran sus enemigos, aunque
ellos no lo supieran.

Reemprendida su carrera destructora, el 15 de octubre capturó el vapor Clan Grant y una draga
de 500 t. y el 18 detuvo al vapor español Fernando Poo, dejándole partir tras hacer las oportunas
comprobaciones.

En los siguientes días hundió otras tres naves y detuvo a otra para transferir todos las tripulaciones
capturadas. ¡De nuevo los tripulantes del Emdem fueron abrazados por sus prisioneros, ahora en
libertad, de nuevo las canciones, de nuevo las lágrimas... de nuevo alguna joven inglesa y algún
marino alemán que intercambian su última mirada furtiva. Incluso hubo algunos pasajeros que
pidieron quedarse en el crucero a fin de continuar la aventura. Con la melancolía del que ve partir
parte de su vida más inmediata, los marinos germanos ven alejarse aquella nave en cuyas bordas
se apiñan sus antiguos prisioneros agitando sus pañuelos a modo de despedida. Extraña guerra
aquella en la que los prisioneros agradecen con lágrimas en los ojos el trato recibido de sus
captores. De unos hombres que, en medio de una cruel guerra, han hallado tiempo para la
humanidad. Entre las anécdotas protagonizadas por la tripulación del EMDEM destaca la de la
cortesía con la que fueron tratados los prisioneros. Cortesía que llegó a extremos como dejar que
embarcaran pertenencias tales como un piano o una motocicleta que para sus propietarios era
parte de su propia vida.

Ruta de la Travesia del HMS Emdem como Corsario

Pero el Emdem se aleja ya velozmente y prosigue su imparable tarea capturando otro carbonero,
que unió a su grupo y abordando otros ocho vapores más.

Tras otro período de merecido descanso, que lo salvó de enfrentarse al mercante británico armado
Empress Of Russia, Von Müller decidió una audaz y arriesgada acción: atacar el puerto de Penang,
puerto en el que se hallaban fondeadas naves de guerra. Para conseguir sorprender al enemigo,
los hombres del Emdem fabricaron una falsa cuarta chimenea de madera y tela a fin de que el
crucero pareciera una nave británica. En la amanecida del 28 de Octubre de 1914, el crucero
alemán, se acercó al angosto canal de ingreso al puerto y torpedeó al crucero ruso Zemciug y
destruyo al cañón al torpedero francés Mousquet, entre otros daños a instalaciones y buques. La
sorpresa conseguida fue tal que, salvo un torpedero francés, ningún otro buque aliado salió a
enfrentar al Emdem que a toda máquina se alejaba de allí tras dejar su destructora tarjeta de
visita. El 30 de octubre el crucero interceptó otro navío y el 1 de noviembre la tripulación del
Emdem festejó por todo lo alto las 30.000 millas náuticas recorridas y 3 meses de permanencia
en el mar.
¡Aquello ya era demasiado! El Emdem se paseaba por los mares pasando entre escuadras enteras
aliadas, capturando buque tras buque, atacando industrias y ahora un puerto lleno de naves de
guerra. ¡Y mientras los almirantes ingleses, franceses, rusos y japoneses se mordían los puños de
rabia, los marinos alemanes celebraban una fiesta! Los relatos de los pasajeros capturados por el
Emdem en los que se alababa la extraordinaria conducta humana y el valor guerrero de los marinos
alemanes y se elogiaba el genio de Von Müller eran devorados por los lectores, ávidos de historias
que se salieran de lo común. Y, ciertamente, que la historia del Emdem es la historia más extraña
de cuantas han navegado por los mares de este planeta nuestro.

El próximo movimiento era atacar la estación de comunicaciones de Direction Island, en las islas
Cocos, terminal de los cables telegráficos submarinos que unían Australia con el resto del
mundo. El 9 de noviembre el Emdem llegó a las Cocos y el trozo (destacamento) de desembarco
del crucero,compuesto por 50 hombres al mando del teniente Hellmuth von Mücke, desembarcó
para destruir las instalaciones. La estación de radio de las Cocos transmitió inmediatamente un
mensaje "El EMDEM está aquí" y poco después los radiotelegrafistas del crucero alemán
interceptaron una respuesta del crucero australiano SIDNEY advirtiendo de su llegada en auxilio
de la estación.

Durante toda la travesía del Emdem, los extraordinarios radiotelegrafistas del crucero habían
salvado a la nave una y otra vez, interceptando las señales de las naves aliadas y calculando
eficazmente su posición, lo que daba a Von Müller la ventaja de saber dónde estaba el enemigo.
Estos especialistas que realizaban su callada labor encerrados en el angosto cuarto de radio tenían
en sus manos la suerte del buque y habían cumplido su importantísima labor con una eficacia
absoluta.

¡Pero eran humanos! Y errare humanum est. Aquella limpia mañana, los radiotelegrafistas del
Emdem cometieron el único error de su vida, precisamente aquella mañana... Los técnicos
calcularon la posición del SIDNEY con un error de centenares de millas. Von Múller, al recibir el
informe, sonrió confiado, había tiempo de sobra para destruir los cables y escapar perdiéndose en
el infinito mar.

Mientras el trozo de desembarco cortaba los cables, los serviolas del Emdem divisaron una
columna de humo. ¿Sería el Buresk?. No. No era el Buresk... ¡era el Sidney!. El poderoso crucero
australiano que llegaba a toda máquina para cazar al Emdem sin posibilidad de escape. Von Müller
supo inmediatamente que la suerte de su nave estaba echada y partió para enfrentarse a la
destrucción valientemente mientras los miembros del trozo de desembarco contemplaban
impotentes desde la playa cómo su nave partía hacia el enemigo aún invisible para ellos. El Emdem
no era rival para el Sidney, armado con cañones de 150 mm, mucho mejor protegido y más veloz.
Pero Von Müller dirigió a su nave contra el poderoso enemigo valientemente.

A las 0940 el Emdem abrió fuego y tras media docena de salvas, acertó destruyendo el sistema
de dirección de fuego del Sydney. Éste se retiró fuera de alcance de las piezas del Emdem y
empezó a machacarlo con sus cañones de 150 mm, silenciado uno tras otro a los del Emdem y
sembrando de muertos y heridos la nave. A las 1115 un proyectil alcanzó la sala de calderas, y
Von Müller, para evitar la total aniquilación de su tripulación, dirigió la nave hacia el arrecife de
coral cercano a la isla de North Keeling conde embarrancó. Rápidamente, los alemanes quemaron
la bandera de combate de la nave para impedir que cayera en poder del enemigo.
El Emdem embarrancado y desmantelado por los proyectiles del SIDNEY. Pueden verse con
claridad los grandes boquetes abiertos en el casco por los proyectiles que destruyeron todo el
interior de la nave.

Entonces, el Sydney partió en busca del Buresk cuya escasa velocidad le impidió escapar del veloz
crucero australiano. Cuando los serviolas alemanes divisaron al crucero australiano, su
comandante, el formidable Lauterbach comprendió inmediatamente lo que había ocurrido.
Rápidamente ordenó abrir los grifos de fondo y hacer estallar las cargas de demolición colocadas
en previsión de que la nave fuera sorprendida y embarcando en los botes esperó tranquilamente
a los australianos mientras su nave se hundía. Tras recoger a los tripulantes, el Sydney regresó
junto al Emdem. Los tripulantes del crucero alemán no disponían de botes salvavidas, porque la
mayor parte de ellos fue utilizado para trasladar al trozo de desembarco a la isla y el resto fue
destruido en el combate. Por lo que los marinos alemanes no pudieron dejar la nave,
embarrancada como estaba en el arrecife y tuvieron que aguantar toda la noche sobre la nave
atacada por las olas. Además, en toda la nave no quedaba ni un solo bidón de agua potable intacto,
por lo que las condiciones que debieron soportar esa noche los heridos del crucero alemán fueron
terribles. De los 361 tripulantes del Emdem, 134 murieron en el combate y 44 fueron heridos,
incluido el propio Von Müller. Al amanecer llegó el Sydney que procedió a trasladara bordo a los
supervivientes del crucero alemán
Los marinos del Sidney posan a bordo del Emdem una vez se ha completado el transbordo al
crucero australiano de los marinos alemanes supervivientes.

La destrucción del temido corsario provocó una oledada de euforia en Gran Bretaña y sus aliados
y el mejor regalo a la recién nacida Marina australiana. En todos los periódicos se alabó el
espectacular valor demostrado por los alemanes en aquel combate tan desigual y sir Winston
Churchill, entonces primer lord del Almirantazgo, en un sorprendente gesto que recibió el aplauso
unánime de la Cámara de los Lores, pidió al capitán del Sidney que permitiera a Von Müller y a
sus oficiales conservar sus sables como premio a su valor y coraje en la batalla. Los aliados, en
medio de aquella terrible carnicería de la guerra europea, saludaban como héroes a los marinos
del Emdem. Lo cortés no quita lo valiente. Los marinos del Sidney se llevaron a bordo todos los
recuerdos que pudieron del Emdem para venderlos a buen precio en medio de aquella
"Emdemmanía" que recorría el mundo. Mientras, se hablaba de remolcar el Emdem hasta Australia
y exhibirlo allí como trofeo de guerra, pero aquella orgullosa nave no iba a dejarse arrastrar al
cautiverio eterno y, digna hasta el final, se partió días después en dos y dejó que las olas lo
desmantelaran hundiéndolo allí para siempre.

Parecía que la aventura del Emdem había terminado......Ni mucho menos.

El trozo de desembarco al mando del teniente Hellmuth von Mücke no iba a quedarse sentado en
la playa esperando a que los hicieran prisioneros. Frente a la estación de las Cocos se hallaba
anclada una pequeña goleta de madera de 97 toneladas, la Ayesha, utilizada para el servicio entre
islas.

Como la ultima visión del Emdem, a través de los prismáticos, en la lejanía, no invitaba al
optimismo, a pesar del deplorable estado de la pequeña goleta (el capitán le dice que la quilla está
podrida...) Von Mücke decide instalar un aparejo de circunstancias, para abandonar la isla, pues
supone que el enemigo, al terminar la batalla, se dirigirá a la isla, para comprobar los daños en
las importantes instalaciones, puesto que las comunicaciones entre Australia, Java y Mauricio,
están cortadas, por lo que a la puesta de sol de ese 9 de Noviembre, la goleta Ayesha, con 50
hombres a bordo de un barco construido para cinco, abandonan las islas, tratando de no caer
prisioneros de los ingleses, y lanzándose a una aventura que duraría siete largos meses.

Los ingleses de la isla, tomaron la decisión de los alemanes de embarcarse en la goleta, desde el
lado deportivo, colaborando con gran entusiasmo, aportando tabaco, café, alimento, ropas viejas,
útiles de cocina, consejos sobre el tiempo, vientos, corrientes, etc, así como los barcos ingleses,
australianos y japoneses que patrullaban por la zona.
Los primero días de navegación son muy duros, por las continuas reparaciones que hay que
efectuar, reparaciones que se realizan con materiales más viejos y deteriorados que los utilizados.
El barco hace agua en gran cantidad. (A las dos horas de navegar había en la bodega metro y
medio de agua) ya que la inmovilidad y el calor del trópico, habían resecado la madera, para
colmo, la única bomba no funcionaba, y al no haber repuestos, hubo que "inventarlos", pudiendo
achicar con gran esfuerzo; con ello y que la madera al irse esponjando no dejaba entrar tanta,
solo había que manejarla dos veces al día.

Hubo que ampliar la cocina, pues el hornillo existente, sería bueno para cinco, pero no para
cincuenta. Con el agua potable se llevan la sorpresa que en tres de los cuatro pequeños depósitos,
el agua está corrompida. Gracias a las tormentas propias de la zona, consiguen recoger agua, en
toda clase de utensilios.

Tras múltiples avatares, tormentas tropicales, sobresaltos al divisar en la lejanía penachos de


humo de barcos que no podían ser amigos... el 27 de Noviembre alcanzan Padang en Sumatra
(colonia holandesa). Tras mucho porfiar con el Gobernador, que trata de internarlos, consiguen
mantener su status de buque de guerra alemán, aduciendo que la oficialidad son miembros de la
marina imperial, así como la marinería, y que el barco está armado.... con 4 ametralladoras y 29
fusiles.

En el puerto de Padang había internados varios mercantes alemanes y austriacos, los cuales por
mil triquiñuelas, les hacen llegar información, periódicos, aunque atrasados, dinero, movimientos
de los buques enemigos, y lo que es más importante, la existencia del "Choising", barco alemán
destinado a facilitar suministros al Emdem.

El 28 de Noviembre, al anochecer, y ante la próxima arribada de un crucero ingles, el Ayesha


abandona Padang, y a la salida a mar abierto, le alcanza un bote que lleva a dos Oficiales alemanes
de la reserva, que se encontraban en los barcos internados, y que se unen a la tripulación.

Tras casi tres semanas de búsqueda y espera, el 14 de Diciembre, divisan al Choising. Al estar en
medio de una tormenta, lanzan bengalas con los colores del Lloid (a riesgo de que también los
vieran otros...) que son vistos por el Choising. Hasta el 16, que amaina el temporal, no consiguen
subir a bordo del carguero. Von Mücke, decide hundir el Ayesha, ya que de ser encontrado
abandonado, el enemigo podría deducir lo ocurrido.

El 7 de enero de 1915, emprenden ruta hacia Yemen. Von Mücke ha oído que una vez allí podrán
enlazar con la línea de ferrocarril que los turcos han construido a través de Arabia y que les puede
llevar directamente hasta Estambul. Pero al llegar a la costa de Arabia se llevarán una
desagradable sorpresa.

Los supervivientes del Emdem descubren que la línea no está acabada. Los turcos, con otros
problemas más acuciantes y su imperio inmerso en un proceso de desintegración y en plena
guerra, no han podido concluir el trazado, que debía tener su final en la localidad de Hodaidah, en
la costa oeste de Yemen. Así que cuando los alemanes llegan allí descubren horrorizados que
vuelven a estar atrapados. Esta vez en una isla rodeada de un mar de arena.

Pero la aventura ha empezado ya en el momento de desembarcar. Se encuentran con un grupo


de beduinos armados y se viven momentos de tensión. Se resuelven gracias a una idea del
teniente Von Mücke, que enseña una moneda con la efigie del kaiser a sus anfitriones. Los
beduinos acabarán llevándoles hasta Hodaidah.
La siguiente etapa se llama Jeddah, en lo que será la moderna Arabia Saudita. Les informan que
es la cabeza de la línea férrea. Deberán emprender una larga marcha y las enfermedades, como
la malaria y la difteria empiezan a hacer mella en los hombres del Emdem

La primera etapa del viaje es Sanah. Allí, los turcos retienen a los hombres del Emdem con
excusas. Von Mücke se da cuenta que los quieren utilizar como refuerzos ante la creciente
inestabilidad en el país, instigada por los británicos. Las ametralladoras alemanas son codiciadas
por el gobernador otomano, que les da largas argumentando que espera órdenes de Estambul.

Los problemas empiezan pronto, en forma de enfermedades. Aparece la malaria, la difteria y la


disentería. Además, sólo uno de los marineros, con experiencia en la Legión Extranjera francesa,
habla árabe. Pero las cosas cambian cuando conocen a un general turco retirado, con el que el
teniente Von Mücke establece una cierta amistad. Finalmente, será él quien les prestará el dinero
necesario para continuar el viaje. Gracias a los nuevos fondos, pueden embarcar en dos barcos de
pesca yemeníes y iniciar la travesía hacia Kunfiddah. Pero el viaje no es nada tranquilo, debido a
que la flota aliada, compuesta por varios barcos de guerra y mercantes armados, bloquea el Mar
Rojo.

La suerte sonríe al grupo de Von Mücke. El bloqueo se ha trasladado y sólo necesitan atravesar
una zona de bajíos, imposible de cruzar por parte de los barcos enemigos. Pero el peligro de la
travesía se hace patente cuando una de las embarcaciones en las que navegan encalla y se hunde.
La otra se acerca a recoger a los náufragos y no hay ningún muerto, pero sí se pierde parte del
equipo y deben continuar el viaje apretados en un sólo barco los cincuenta alemanes y las dos
tripulaciones yemeníes. A pesar de todo llegan a su objetivo el 18 de marzo de 1915.

Una vez en su destino, los alemanes vuelven a hacer amistad con un personaje que será clave en
su viaje. Se trata de Sami Bey, quien también pretende llegar a Estambul. En su viaje le acompaña
su esposa, que se convertirá en una de las pocas distracciones de la expedición. Para los marineros
del Emdem poder ver los ojos de la mujer será un auténtico placer, a pesar de no poder ver más
bajo su vestimenta de devota musulmana y el mal humor de su marido.

Bey informa a Von Mücke que el camino por el mar está cortado. A pesar de haber superado un
bloqueo (formado por varios cañoneros y el crucero auxiliar Empress of Rusia) los alemanes
descubren que el siguiente puerto al norte está bloqueado por barcos de guerra enemigos. Ahora
no queda más remedio que ir por tierra. Una travesía que se convierte en todavía más peligrosa
cuando también son informados que los ingleses están armando a las tribus árabes para que se
subleven contra la dominación turca. Los supervivientes del Emdem deberán darse prisa.

La travesía se hará a lomos de camellos. Los hombres del mar sufren mareos por culpa del
balanceo de los animales, al cual ni siquiera su experiencia en el mar los ha acostumbrado. Pero
se trata de un mal menor, porque otra enfermedad mucho más terrible aparece entre los
marineros. Se trata de la malaria. Von Mücke debe enterrar con pesar al primero de sus hombres.

La travesía es dura. Deben darse prisa y eso les obliga a alargar los días hasta jornadas de 16
horas. Y no pueden olvidar que están atravesando territorio hostil...

Las jornadas encima de los camellos son agotadoras. Hasta 16 horas diarias de travesía a través
del desierto, el mar de arena. El destino es la ciudad santa de los musulmanes, la Meca. Pero es
un objetivo muy peligroso para los supervivientes del Emdem. La ciudad se ha convertido en un
centro de resistencia árabe, liderada por el emir y sus hijos, Faisal y Abdullah.

Los alemanes tienen un duro encuentro con los moradores del desierto el primero de abril de
1915. Cruzando una zona de dunas reciben un ataque. En él es herido de muerte el tenient
Schmidt. El resto de marineros se defiende, pero no pueden moverse de su posición. Utilizan las
ametralladoras para mantener alejados a los atacantes, que optan por asediarlos. Son tres días
de vigilancia, con tiroteos aislados. Al tercero la cosa cambia. No hay disparos y aparecen dos
hombres bien vestidos, uno de ellos a la europea. Se identifican como enviados de uno de los hijos
del emir de la Meca, concretamente Abdullah.

Los mensajeros se ofrecen a darles escolta hasta el campamento de su señor. Una vez allí,
Abdullah les ofrece su hospitalidad y un salvoconducto hasta Jeddah. Von Mücke no se acaba de
fiar de las intenciones de su anfitrión y envía a el único de sus hombres que habla árabe al puerto
para preparar la huida. Así continúan el viaje hacia el norte con destino Al Wajh. No llegarán hasta
el 29 de abril, cuando ya llevan seis meses de viaje desde que dejaron el Emdem. El balance hasta
el momento es ya de seis muertos.

La moral empieza a decaer. Son muchos meses de penalidades y trabajos sin que parezca que
llega el final. Pero todo cambia el 7 de mayo. Encuentran la tan ansiada línea del ferrocarril. ¡Por
fin! Ya en el tren llegan hasta Al-Ula y de allí continúan hacia Estambul. En cada estación tienen
que parar para recibir el homenaje de las autoridades turcas por su gesta. Más de dos semanas
después llegan a la ciudad que une dos continentes. Es el 23 de mayo de 1915. Ya hace un año
que abandonaron Tsing-Tao para entrar en la guerra.

Una guerra que les ha seguido. Los turcos están rechazando a los aliados en Gallipoli.

En la capital turca, los supervivientes son recibidos como héroes. Es la última estación antes de
volver a casa. Helmut Von Mücke ha logrado traer de vuelta a la mayor parte de los hombres del
trozo de desembarco del Emdem. Pero la guerra está muy lejos de acabar. A lo largo del conflicto,
la mitad de los supervivientes caen en los diferentes frentes del conflicto. La tripulación del crucero
ligero pagó un alto precio en sangre.

Como anedocta se dice que cuando los periodistas le preguntaron en Constantinopla al


comandante del Emden qué prefería, si un baño o un vaso de vino del Rin, éste respondió que un
vaso de vino del Rin...

Von Mücke llegó a Alemania como un héroe. Se casa y tiene cuatro hijos. Sus experiencias le
convierten en un pacifista y en un opositor al ascenso nazi. Esta actividad le lleva a campos de
concentración los años 1937 y 1939. No lucha en el nuevo conflicto que estalla el 1 de septiembre
del 1939, pero también lo sufre. Uno de sus hijos muere en la guerra. Von Mücke murió en 1956.

¿Y los prisioneros?

La leyenda del Emdem habría de sobrevivir a la propia nave: la leyenda de sus supervivientes que
a bordo de la Ayesha navegaban hacia la libertad o a bordo del Sidney hacia el cautiverio... o al
menos eso era lo que los británicos pensaban, porque el magnífico Lauterbach, ahora preso en la
India, tenía otros planes...

En el campo de prisioneros, Lauterbach era el rey, tanto para sus compañeros alemanes como
para sus guardianes hindúes que le consideraban casi como la reencarnación de un héroe
mitológico por sus proezas. Lauterbach, hombre de mente clara y fría, supo granjearse la confianza
de sus guardianes amenizándoles con sus historias de puertos y travesías que despertaron la
imaginación de aquellos hindúes. Pero pronto comenzó a relatar otro tipo de historias: las historias
de la guerra de trincheras en Europa donde miles de hindúes eran sacrificados como carne de
cañón. Y Lauterbach supo sacar partido a esa historia relatando cada noche los horrores a los que
los hindúes se enfrentaban por culpa de la dominación inglesa, asegurándoles insistentemente
que pronto ellos mismos serían llevados a Europa para suplir las muertes de sus compañeros. El
resultado fue que tras varias semanas, los soldados hindúes del campo de concentración,
hábilmente manipulados por Lauterbach, se sublevaron contra la Corona Británica arrastrando con
ellos a todos los que habitaban cerca de allí. Los sublevados ofrecieron a Lauterbach el mando
militar de la sublevación, pero el formidable marino tenía sus propios planes y con un grupo de
camaradas escogidos se fugó del campo aprovechando el jaleo.

Después de mil peripecias que convierten las novelas de Emilio Salgari en cuentos de hadas,
Lauterbach consiguió regresar a Alemania para seguir luchando por su país. Al mando de un
buque-trampa, consiguió hundir tres submarinos británicos para después recibir el mando de un
crucero corsario con el que consiguió nuevos éxitos.

Tripulantes del SMS Emdem. Al fondo la Goleta Ayesha

La Goleta Ayesha

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