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BATALLA DEL ATLANTICO

La Segunda Guerra Mundial representa uno de los episodios bélicos más complejos de la historia de
la humanidad. Si bien la Primera Guerra Mundial incluyó como escenarios del combate
prácticamente nuevos al mar y al aire, es en la segunda gran conflagración del siglo XX cuando
grandes conjuntos de armas se enfrentaron en los cielos y mares del mundo. Además, la Segunda
Guerra es el primer conflicto que podemos considerar de carácter mundial, puesto que en ella
participó un número considerablemente más amplio de naciones y pueblos que en cualquier otra
guerra, expandiendo con ello el espacio en el que se libró, llevando las hostilidades prácticamente
a todos los continentes aunque con distintos niveles de intensidad. La batalla del Atlántico no es
como tal una batalla, sino un largo proceso que inicia desde el momento en que Francia e Inglaterra
le declaran la guerra a la Alemania nazi, es decir, el 3 de septiembre de 1939, y se prolonga hasta
los estertores del conflicto, en el año de 1945.

El día 1 de septiembre de 1939, desplegando una estrategia llamada «Blitzkrieg» , cuyo principal
rasgo fue precisamente atacar de manera sorpresiva y rápida, dando golpes contundentes a sus
enemigos, Alemania invadió Polonia, dando inicio a lo que oficialmente se va a conocer como
Segunda Guerra Mundial. La consecuencia inmediata de esta acción fue la declaración de guerra a
Alemania el día 3 de septiembre por parte de Inglaterra y Francia, las cuales se habían
comprometido antes a respaldar militarmente a Polonia en caso de agresión alemana. Los alemanes
tenían claro desde mucho antes del inicio de la guerra que el dominio del mar sería decisivo para el
curso de los acontecimientos, y que en el océano se definiría –al tiempo que en la tierra y en el aire-
el futuro de su nación. Con todo y la visión que tenían los alemanes acerca de la importancia de
controlar el mar a través de una armada moderna y poderosa, el Plan Z no estuvo listo para el
momento en que se inició la guerra.

Los alemanes también tenían claro que derrotar a los ingleses en el mar era una tarea casi
imposible, por lo que desde el principio de la guerra se enfocaron en cortar las conexiones de
Inglaterra con el resto del mundo con el fi n de «ahogarla», y forzar una situación en la que Alemania
pudiera imponer condiciones a una nación no derrotada pero si asfixiada. De hecho, una vez iniciado
el conflicto e incrementadas las necesidades de los ingleses para hacer despegar y luego mantener
su economía de guerra, recursos como hierro, acero, alimentos, caucho y otros más llegaban por
mar en grandes cantidades a la isla. El Graf Spee era unos de los navíos alemanes que días antes de
iniciar la guerra se encontraba en maniobras en altamar, teniendo su zona de operaciones en el
espacio comprendido entre Pernambuco, en las costas de Brasil, y la Ciudad del Cabo, en el extremo
sur de África. Una vez estalló la guerra se dedicó a hundir embarcaciones de suministro y muy pronto
se convirtió en unos de los principales objetivos de la Royal Navy .

Los constantes ataques alemanes a las embarcaciones que proveían de suministros a Inglaterra
fueron motivo de gran preocupación para el gobierno inglés, puesto que ponían en grave riesgo el
vital flujo de provisiones para poder afrontar la guerra. Una de las principales armas alemanas para
atacar a Inglaterra desde el inicio de la guerra fue la flota de submarinos que, aunque pequeña para
el año de 1939, propinó resonantes e importantes golpes al sistema de defensa británico, como por
ejemplo el hundimiento del acorazado Royal Oak, acción que hizo célebre al capitán alemán Günther
Prien, quien al mando del submarino U-47 logró infiltrarse en la base británica de Scapa Flow, en
Escocia, y allí torpedear al mencionado acorazado hundiéndolo. Este primer momento de la guerra
en el mar, que va desde el inicio del conflicto, en septiembre de 1939, hasta mediados de 1940, fue
un periodo de estudio y preparación para ambos bandos. Por su parte la Alemania de Hitler se
dispuso también a preparar su Marina de Guerra para poder alcanzar la capacidad necesaria para
asfixiar mediante bloqueo a Inglaterra, que a partir de mediados de 1940 pasó a convertirse en el
último obstáculo al avance alemán en la Europa occidental, tanto así que muchos de los
movimientos de resistencia a la ocupación nazi tuvieron en tierras inglesas su centro de
operaciones, como sucedió con el grupo denominado Francia Libre, liderado por Charles de Gaulle .

Así, los norteamericanos se fueron vinculando cada vez más en la guerra, aunque sin entrar
directamente en ella hasta después del ataque sobre Pearl Harbor. Para ese momento de la guerra
la intervención norteamericana era algo indiscutible, a pesar del discurso de neutralidad utilizado
por los Estados Unidos. Con el ataque japonés a Pearl Harbour, Estados Unidos decidió entrar de
lleno en la Segunda Guerra Mundial. El sector de la opinión pública que abogaba por mantener una
actitud neutral frente al conflicto se vio superado por los acontecimientos y debió ajustarse a la
nueva realidad determinada por un apoyo masivo a la participación de Estados Unidos en la guerra.

Si bien es cierto que el principal teatro de operaciones en el que Estados Unidos debió concentrar
su esfuerzo de guerra fue el Océano Pacífico , los norteamericanos también tuvieron una notable
participación en la Batalla del Atlántico. Durante los primeros dos años de la guerra Estados Unidos
de América mantuvo una posición de neutralidad que se fue haciendo cada vez menos clara en la
medida en que el conflicto aumentaba su intensidad y se expandía por Europa y el mundo. Los
acuerdos a través de los cuales las naciones del bando aliado pudieron acceder a los suministros y
material de guerra norteamericanos evidenciaron claramente hacia que parte se inclinaba la
potencia norteamericana. Temeroso ante una eventual derrota de Inglaterra y los riesgos que para
su seguridad se pudieran derivar de ello, el presidente Roosevelt empezó a tramitar ante el
congreso, a mediados de 1940, un proyecto de ley a través del cual Estados Unidos se ocuparía de
producir material de guerra que sería prestado y arrendado a los ingleses, a cambio de algunas
concesiones territoriales temporales.

Pocos días después de la declaratoria de guerra norteamericana al Japón, Alemania optó por
fortalecer los lazos del eje Berlín-Roma-Tokio declarando a su vez la guerra a los Estados Unidos, lo
que determinó la entrada de este último en la Batalla del Atlántico. El objetivo de dicha misión fue
básicamente paralizar el tráfico a lo largo de las costas estadounidenses para evitar que el petróleo
y otras materias primas pudieran llegar hasta los centros industriales y alimentar la máquina de
guerra de Estados Unidos. Para ese momento quedó en evidencia que la fase en la que los alemanes
tuvieron la iniciativa del ataque había concluido, y que con la entrada de Estados Unidos en la guerra
lo que le quedaba a Alemania era prepararse para el contraataque de los aliados. Para Hitler el
desempeño de Dönitz al frente del arma submarina alemana fue todo un éxito, lo que hizo que
nombrara a este último Gran Almirante de la Flota, pasando a suceder en el cargo a Eric
Raeder, quien había sido acusado por Hitler de tener una idea anticuada de la guerra en el mar.

Es preciso señalar también que la Kriegsmarine siguió siendo una amenaza permanente, aunque sin
el ímpetu y la efectividad de los primeros años de la guerra. La situación de los alemanes se hacía
aún más complicada por el hecho de que ya para 1943 los principales capitanes de la
Kriegsmarine, aquellos que habían protagonizado grandes hazañas ampliamente difundidas por la
prensa y que servían para atraer voluntarios para la guerra, habían muerto o no estaban en
condiciones de seguir sirviendo en la armada alemana. Ya para finales de 1943 estaba claro que las
posibilidades de que Alemania ganara la guerra eran más que remotas. De la potencia ofensiva que
había iniciado la guerra en 1939 y que había subyugado a una gran parte de Europa solo quedaba
un país expectante frente al desenlace de un conflicto en el que claramente sus enemigos tenían las
cartas a favor.

Al final de la guerra las pérdidas humanas para la Kriegsmarine ascendieron a 28.000


marineros, mientras que en el bando aliado murieron cerca de 100.000 tripulantes, principalmente
de embarcaciones mercantes.

BATALLA DEL PACÍFICO

Otro de los grandes escenarios que tuvo la Segunda Guerra Mundial fue el Océano
Pacífico, espacio geográfico de gran relevancia estratégica para los intereses geopolíticos
de dos grandes potencias como Estados Unidos y Japón, cuyo desarrollo y expansión los
llevó a enfrentarse en el marco de un conflicto que de manera inédita incluyó
países, pueblos y lugares acerca de cuya existencia poco sabían muchos de los
combatientes antes de la guerra. La Batalla del Pacífico puede considerarse como un
proceso «anfibio», puesto que se llevó a cabo tanto en el mar como en tierra, en unidades
a flote y con soldados norteamericanos, australianos, ingleses y japoneses, que pelearon
en numerosas islas y también en territorio continental asiático. El proceso de
industrialización en que ingresó Japón desde finales del siglo XIX hizo que las pocas
materias primas con que contaba este país se tornaran insuficientes para atender la
demanda que requería la dinámica de productividad. Esta situación se agravaba por el
hecho de que Japón estaba decidido a asumir el estilo de producción de los países
occidentales, caracterizado desde la década de los setenta del siglo XIX por una agresiva
política de expansión a nivel mundial que terminó con la consolidación de un sistema en el
que metrópolis como Inglaterra y Francia, principalmente, y en menor medida
Holanda, Portugal, Alemania y Estados Unidos, administraron directa e indirectamente
grandes extensiones de territorio en África y Asia, y en algunos otros casos América.

Pensando en su expansión Japón miraba a Asia, donde la vasta extensión de China y los
pocos organizados reinos del extremo este asiático se mostraban especialmente
vulnerables ante el avance nipón. Así, en el año de 1894 se desató la primera guerra sino-
japonesa, conflicto entre Japón y China al final de la cual el primero obtuvo Taiwán y las
Islas Pescadores. Rusia, por su parte, que tenía intereses en Manchuria y Corea, se
inquietó frente a las intenciones de Japón de expandir su zona de influencia en Asia, lo que
llevó a que japoneses y rusos chocaran en una nueva guerra en el año de 1904 y hasta
1905, de la que Japón nuevamente salió beneficiado obteniendo territorios en Liao-dong y
las Islas Sajalin, al tiempo que quedó como la potencia influyente en Corea. Luego, durante
la Primera Guerra Mundial, Japón atacó las posiciones coloniales de Alemania en el
Océano Pacífico, ampliando aún más la zona bajo su control.

Para la década de los años treinta Japón tenía un sistema de gobierno bastante frágil en el
que el Parlamento tenía escaso poder frente a las distintas camarillas que se organizaban
tanto en el Ejército como en la Armada, que se disputaban el poder político entre sí y que
tenían una fuerte incidencia tanto en la política interna como en la externa de Japón. En el
año de 1931 un incidente fronterizo entre Japón y China desencadenó una serie de
acciones a través de las cuales el primero invadió territorio de la segunda, más
precisamente la región de Manchuria, que pasó a convertirse en un protectorado japonés
llamado Manchukuo. Las potencias occidentales criticaron duramente al país invasor, que
fue presionado para que renunciara a sus pretensiones de seguir expandiendo su
influencia, a lo que Japón respondió amenazando con su retiro de la Sociedad de
Naciones, hecho que se hizo efectivo en el año de 1933. En julio de 1937 surgió un nuevo
conflicto entre chinos y japoneses.

Japón solicitó excusas a China por una supuesta retención de soldados en la frontera, a lo
que los chinos se negaron y respondieron con la movilización de tropas. Japón hizo lo
mismo y China atacó barcos de la marina japonesa que se encontraban en Shanghái, a lo
que se respondió con una invasión de extensas regiones chinas por parte del ejército
japonés. Finalmente los japoneses ocuparon la franja costera oriental de China y varias de
sus principales ciudades y centros económicos, al tiempo que estimularon las intenciones
separatistas de varias regiones chinas, siendo varias de ellas convertidas en protectorados
japoneses o quedando dirigidas por gobiernos «títere» manejados desde Japón. Gran
Bretaña y Estados Unidos iniciaron un proceso de bloqueo sobre Japón para cortar el flujo
de las principales materias primas que requería la maquinaria de guerra
nipona, principalmente petróleo.

Adicionalmente se cerró el Canal de Panamá para las embarcaciones japonesas, se


suspendieron todos los créditos otorgados al gobierno y a las empresas de Japón y se
congelaron los bienes de este país en Inglaterra, Estados Unidos y en los estados de fuerte
infl uencia de estas dos potencias. La situación de Japón se tornó sumamente
complicada, sobre todo por el corte en el suministro de petróleo tan necesario para la
industria japonesa, y del que no se tenían fuentes propias. Así, la decisión de Japón pasaba
por ceder ante la presión de Gran Bretaña y Estados Unidos para que se restableciera el
flujo de combustible o lanzarse a una agresiva campaña de expansión en el sureste asiático
para acceder al petróleo de las Indias Orientales Holandesas. Así, frente a esa disyuntiva
Japón decidió lanzarse a una guerra total en el Pacífico para poder acceder a los recursos
de la región y establecer lo que luego se va a llamar eufemísticamente «Gran Esfera de Co-
prosperidad del Sudeste Asiático».

El poder industrial y militar norteamericano era harto conocido por los japoneses, pero
también era sabido que por no estar Estados Unidos aún en guerra su maquinaria bélica
estaba funcionando en apenas una parte de su plena capacidad operativa. Como parte de
su preparación para hacer más afectivo su ataque los japoneses habían hecho algunos
ajustes a su armamento, como por ejemplo preparar los torpedos para ser lanzados en
aguas poco profundas o producir bombas que penetraban el blindaje de los navíos
norteamericanos. Los japoneses, por su parte, perdieron 29 aviones, mientras 74 resultaron
averiados Sin embargo, el golpe japonés estuvo lejos de ser lo que se esperaba, puesto
que la dimensión de los daños fue inferior a la calculada por los mandos de la Armada
Imperial de Japón, que aspiraban también a hundir portaaviones. Al ataque a la base
norteamericana de Pearl Harbor le siguió una serie de operaciones a través de las cuales
Japón empezó a hacer efectivos sus planes de expansión en Asia.

En algunos lugares los japoneses negociaron con grupos de poder locales, como en
Tailandia, donde el gobierno tailandés se comprometió a prestar ayuda a Japón a cambio
de que éste le recompensara con la cesión de territorios coloniales de Gran Bretaña. De
esta manera se establecía la «Gran Esfera de Co-prosperidad del Sudeste
Asiático», liderada por Japón, que buscaba fortalecerse frente a las otras
potencias, incluyendo Alemania, de la que desconfiaba a pesar de estar en el mismo
bando. Con estas primeras acciones, que corresponden a un primer momento de expansión
de Japón , el escenario para la reacción de Estados Unidos y el consiguiente choque entre
japoneses, por un lado, y norteamericanos, australianos, neozelandeses, ingleses, indios y
chinos, por otro, quedó prácticamente listo. A principios de 1942 los japoneses continuaron
avanzando en la ocupación de posiciones estratégicas en el Pacífico.

Por ejemplo, el 15 de febrero se ocupó la base naval de Singapur, con lo que los japoneses
se apoderaron de un emplazamiento de gran importancia en las operaciones marítimas que
había venido siendo utilizado por Estados Unidos e Inglaterra. El obstáculo a la expansión
de Japón era Australia, que prácticamente se había convertido en la principal base de los
aliados en la zona y a la que los japoneses consideraban necesario aislar para poder
dominar, mantener la expansión en el Pacífico y consolidar su hegemonía en la región. Sin
embargo, un ataque norteamericano sobre Tokio, en represalia por la acción de Pearl
Harbor conocido como «Incursión Doolittle», hizo que los japoneses se percataran de la
vulnerabilidad en que se encontraba su país y optaran por abrir un segundo frente de
operaciones en las Islas Aleutianas, teniendo como principal objetivo asumir el control de
la isla de Midway, para de esta manera neutralizar cualquier acción militar de los Estados
Unidos sobre suelo japonés desde las bases que los norteamericanos tenían en
Hawai. Nueva Guinea estaba prácticamente en poder de los japoneses, pero Port
Moresby, una población al sur de la isla y que se constituía como un punto estratégico para
proyectar ataques sobre Australia, seguía bajo el control de soldados australianos.

Para tomarla por asaltó se planeó la «Operación MO», que además de buscar expandir el
radio de acción de la Armada Imperial de Japón de tal manera que el norte de Australia
quedara a «un tiro de piedra», pretendía también respaldar a las tropas que se encontraban
ocupando las posiciones en Nueva Caledonia, Fidji y Samoa. Para los aliados Port Moresby
también era muy importante, puesto que, tal y como lo veían los japoneses, era un sitio
desde el cual se podía controlar el mar de Coral y, por ende, el tráfico entre Australia y los
otros países. La consideraban también de gran relevancia estratégica porque desde allí se
podía iniciar la ofensiva contra Japón, una vez estuviera dispuesto y listo para usarse el
poderío militar aliado. Por todo ello Chester Nimitz, Comandante en Jefe de la flota
norteamericana en el Pacífico, y Dougles McArthur, Comandante en Jefe de la Zona del
Pacífi co Sudoccidental, no perdían detalle de los movimientos de los japoneses, pudiendo
reaccionar cuando estos iniciaron el embarque de tropas con rumbo a las Salomón y
disponiendo inmediatamente unidades para neutralizar la operación nipona.

El 3 de mayo de 1942 los japoneses desembarcaron en una pequeña isla del archipiélago
de las Salomón, llamada Tulagi, donde planeaban construir una base de hidroaviones. Los
Aliados temieron que se estuviera dando inicio a la operación de toma de Port Moresby, por
lo que decidieron enviar aviones para impedir el desembarco, objetivo que no lograron pero
que en cambio sirvió para poner en alerta a los japoneses acerca de la presencia de
portaaviones norteamericanos en la zona, lo que llevó inmediatamente a que dos de estas
unidades de la Armada Imperial de Japón se encaminaran hacia el mar de Coral, con el
firme propósito de enfrentarse a la U. Por el lado de Japón, las pérdidas fueron algo
menores, con un portaaviones ligero hundido y uno de los grandes portaaviones
averiados, aunque se perdieron 43 aviones. Con el ataque se puso en evidencia la fragilidad
del sistema de defensa de Japón y la importancia de tener posiciones en el Pacífico
Norte, de tal manera que estas sirvieran como primera barrera frente a las más que
probables incursiones norteamericanas. Así, la Armada Imperial de Japón decidió atacar
un lugar de gran importancia estratégica, la base norteamericana en Midway, ubicada a tan
sólo 1800 kilómetros de Hawai, gran centro de operaciones navales norteamericanas, y a
3200 kilómetros de Japón.

Los portaaviones, acompañados de otras tantas unidades menores, zarparon de Japón con
destino a Midway el día 27 de mayo de 1942. La mayoría de las aeronaves norteamericanas
fue rápidamente derribada, pero su sacrificio proporcionó la información necesaria para
ubicar con precisión las principales unidades de Japón. La posición de los portaaviones
norteamericanos, distantes entre sí, contribuyó a permanentes errores de cálculo por parte
de los japoneses, quienes no sabían exactamente cuántas unidades tenia Estados Unidos
en la zona. El tener que modificar los planes de defensa y ataque, así como el monte y
desmonte de las armas de los aviones ante las cambiantes circunstancias del combate y la
variación de los objetivos, hicieron que los japoneses perdieran tiempo valioso, lo que
terminó siendo un factor decisivo en la batalla.

Al final de la misma el resultado fue un desastre de proporciones mayúsculas para el


Japón, puesto que perdió sus cuatro portaaviones, un crucero pesado, 260 aviones y un
total de 3.052 tripulantes de sus embarcaciones. Si bien es cierto que Japón sufrió pérdidas
irrecuperables, la importancia de Midway estuvo en que a partir de este momento se inclinó
la balanza del conflicto en favor de los Aliados, quienes se dieron cuenta de lo que eran
capaces de hacer, aun estando lejos de haber desarrollado el máximo potencial industrial
y bélico de Estados Unidos. Por su parte Japón vio como en el transcurso de dos batallas, la
del Mar de Coral y la de Midway, se reducía considerablemente su poder aeronaval, lo que
representó un duro golpe para la moral de las Fuerzas Armadas en general y para la
Armada Imperial en particular. A pesar de los reveses, Japón mantuvo una sólida presencia
en algunas posiciones estratégicas en su intento de romper el contacto entre Estados
Unidos y Australia.
Con el fi n de neutralizar los ataques japoneses desde Guadalcanal, los norteamericanos
decidieron llevar a cabo una operación para tomar la isla, la cual se inició en el mes de
agosto de 1942, al ser desembarcadas en ella y en las vecinas Tulagi y Florida, las tropas
que se debían ocupar de tomar la posición para los Aliados. Sin embargo la situación
cambió tan pronto como las tropas de Estados Unidos debieron internarse en la isla, donde
los esperaban los japoneses que se habían preparado para librar una guerra al amparo de
la selva y desde las numerosas cuevas en las que se atrincheraron. Con la intención de
apoyar a las tropas desembarcadas en Guadalcanal, varias unidades a flote
norteamericanas se apostaron cerca de la vecina isla de Savo, a lo que respondieron los
japoneses enviando unidades para eliminarlas y de esta forma dejar sin suministros y sin
respaldo a los marines que combatían en las islas. Esta vez el triunfo fue para los japoneses
que lograron hundir cuatro cruceros, uno australiano y tres estadounidenses, y, lo más
importante, hicieron que las restantes unidades a flote se alejaran del archipiélago de las
Salomón, dejando sin respaldo durante varias semanas a las tropas que estaban intentando
ocupar las islas.

Un ejemplo de ello se encuentra en el hecho de que solo hasta noviembre pudo ser tomado
un aeródromo que los japoneses habían venido utilizando para atacar las líneas de
comunicación aliadas, y que fue rebautizado por los estadounidenses como «Campo
Henderson». Solo hasta febrero de 1943 se eliminaron los últimos grupos de resistencia de
los japoneses. La toma de Guadalcanal estuvo acompañada de operaciones en otros
puntos del Pacífico sur, como Rabaul, Nueva Guinea y el archipiélago de las
Bismarck, buscando con ello capturar las Filipinas y cercar a los japoneses de tal manera
que sus fuentes de suministros en el sudeste asiático se tornaran inaccesibles y las
materias primas dejaran de llegar a Japón, asfixiando con ello su economía de guerra. A
pesar de la victoria nipona en la batalla de la Isla de Savo, otras unidades a flote aliadas
recuperaron nuevamente el control en la zona de las islas Salomón, al punto de que para
el mes de diciembre de 1942 ya era muy difícil para Japón enviar suministros y tropas de
refresco a Guadalcanal.

En Guadalcanal murieron aproximadamente 24.000 soldados japoneses, mientras que los


norteamericanos tuvieron 6.000 bajas, muchas de las cuales se debieron a las condiciones
ambientales en medio de las que se luchó. Las circunstancias determinaron un cambio total
en la estrategia de Japón. A la muerte del Almirante Yamamoto, en abril de 1943, llegó al
cargo de Comandante en Jefe de la Marina Imperial de Japón el también Almirante
Koga, para quien la prioridad fue establecer una zona de seguridad alrededor de Japón, que
incluía las islas Salomón, las Gilbert y las Marianas. La derrota japonesa en Guadalcanal y
el notable avance norteamericano en otros puntos de la señalada zona de seguridad
hicieron cada vez difícil mantener esta idea, por lo que fue necesario en adelante replantear
los límites del espacio que serviría a Japón como anillo de seguridad.

La nueva realidad era que la Batalla del Pacífico había entrado en una fase en la que los
japoneses debían defenderse del avance de los Aliados, situación que se mantendría hasta
el final de la guerra. Así, desde principios de 1944 se empezó a proyectar un ataque sobre
algunas islas del archipiélago de las Marianas, de tal manera que una vez ganadas estas
posiciones se pudiera avanzar desde allí hacia las Filipinas y cortar las rutas de suministro
de materias primas que llegaban a Japón desde el sur de Asia. Finalmente el día 15 de
junio fueron llevados hasta las playas de Saipán 8.000 marines norteamericanos que
rápidamente avanzaron sin encontrar mayor resistencia por parte de los japoneses. Al final
de la batalla los japoneses perdieron 4 portaaviones, 3 acorazados, 6 cruceros, 12
destructores y 10.000 hombres.

Para los Aliados significó, además de la notable cantidad de embarcaciones niponas


hundidas, el cumplimiento de los dos objetivos principales, es decir, el aislamiento de cerca
de un millón de soldados japoneses en Indonesia y el corte de los suministros de petróleo
a Japón desde el sudeste de Asia, así como de otras materias primas. Con la pérdida de
casi todo el territorio inicialmente conquistado, a Japón no le quedaba otra opción que
reducir cada vez más su perímetro defensivo en el Pacífico. Siempre se ha realzado el
fanatismo con que los soldados japoneses se enfrentaban a sus enemigos, fanatismo que
se basaba en la idea de proteger la fi gura divina del emperador. Evidencias documentales
como cartas o diarios de los combatientes indican que en muchos de ellos la principal
motivación para seguir peleando en cada lugar donde se encontraban era la de tratar de
dilatar o debilitar el avance aliado sobre Japón, con la esperanza de que, ojalá más
temprano que tarde, el gobierno nipón aceptara rendirse de manera incondicional, tal y
como lo pedían los Aliados, evitando de esta manera que la guerra llegara hasta sus propios
hogares en la forma de una invasión.

Ahí los soldados japoneses, como ya lo habían hecho antes, esperaron a que las tropas
norteamericanas desembarcaran para iniciar el ataque. Esta situación se repitió una y otra
vez allí donde Japón tenía tropas. La falta de combustible había paralizado prácticamente
lo que quedaba de la Armada Imperial de Japón, por lo que las posiciones japonesas en las
islas estaban aisladas y sin forma de ofrecer una resistencia prolongada. El golpe definitivo
lo dieron los norteamericanos cuando, una vez alcanzadas las posiciones ideales para
atacar a las principales ciudades de Japón, decidieron utilizar armas nucleares para
bombardear dos urbes niponas, Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de
1945, respectivamente, bajo el argumento de que solo la intimidación al gobierno japonés
surtiría efecto para propiciar una rendición incondicional, y con ello evitar la muertes de
muchos más soldados, tanto japoneses como estadounidenses, y de población civil en
medio de las acciones militares en tierras de Japón.

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