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FUNDAMENTOS DE LOS JUICIOS MORALES: MANDAMIENTO DIVINO,

NATURALEZA Y EL BIENESTAR COMUN

AUTOR:

………………………………………………………………………..

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

ESCUELA PROFESIONAL DE SOCIOLOGIA

CURSO:

PENSAMIENTO RACIONAL Y ETICA

DOCENTE:

MGTR. COLCA CHURA BELTRÁN

PUNO – PERÚ

2023
DEDICATORIA

El presente ensayo se lo dedicamos a nuestros padres por el

sacrificio y su constante apoyo incondicional que nos

brindan para ayudamos a alcanzar nuestras metas, asimismo

a nuestro querido grupo por haberse empeñado y

desarrollado satisfactoriamente en la redacción de este

trabajo.

El autor
AGRADECIMIENTO

Un agradecimiento a nuestra amada alma mater

Universidad Nacional Del Altiplano por recibimos en

nuestro proceso de formación como estudiantes y futuros

profesionales

Asimismo, a nuestro docente Mgr. Beltran Coica Chura por

su asesoría y enseñanza durante el proceso de la redacción

de este ensayo.

El autor
RESUMEN

El juicio moral es la capacidad de interpretar, evaluar y decidir sobre las relaciones e

interacciones en un grupo social. Diversos modelos, como los de Piaget, Kohlberg y la Teoría de

los Fundamentos Morales, ofrecen perspectivas sobre el desarrollo moral. La Teoría de los

Fundamentos Morales destaca cinco fundamentos: Cuidado/daño, Equidad/engaño,

Lealtad/traición, Autoridad/subversión, Santidad/degradación. Los mandamientos divinos,

comúnmente vinculados a la religión, plantean desafíos. La Teoría del Mandato Divino sostiene

que la moral depende de la voluntad de Dios. Sin embargo, enfrenta críticas, como la

arbitrariedad de los mandatos y la falta de soluciones a dilemas contemporáneos. En la

naturaleza del juicio moral, se destaca la influencia de la razón y las pasiones. Según Hume, la

razón no determina directamente el comportamiento; las pasiones, como deseos, motivan las

acciones. Kant, por otro lado, promueve el imperativo categórico, evaluando acciones según

principios morales mediante un análisis racional. En cuanto al bienestar común, su discusión ha

declinado en favor de conceptos como lo justo y bienes individuales. El comunitarismo, en

oposición al liberalismo, reintroduce la noción de Bien, proponiendo una educación en virtudes

para superar el emotivismo moral de la modernidad. El abandono del discurso sobre el Bien

Común puede reflejar una renuncia de la razón ante la incapacidad percibida para proponer ideas

regulativas en el espacio público.


INDICE GENERAL

DEDICATORIA............................................................................................................................ii

AGRADECIMIENTO..................................................................................................................iii

RESUMEN....................................................................................................................................iv

INDICE GENERAL......................................................................................................................v

INTRODUCCIÓN.........................................................................................................................1

DESARROLLO.............................................................................................................................2

1.1. Juicio moral...........................................................................................................................2

1.2. Mandamientos divinos..........................................................................................................6

1.3. Naturaleza del juicio moral.................................................................................................10

1.4. Bienestar común.................................................................................................................13

CONCLUSIONES.......................................................................................................................17

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.......................................................................................18

ANEXOS.......................................................................................................................................20
INTRODUCCIÓN

Los fundamentos de los juicios morales han sido objeto de reflexión y debate a lo largo

de la historia de la filosofía. En el presente ensayo, se abordarán tres enfoques fundamentales: el

mandamiento divino, la naturaleza y el bienestar común, con el fin de analizar su influencia en la

toma de decisiones éticas.

El mandamiento divino, presente en diversas tradiciones religiosas, postula que la

moralidad emana directamente de la voluntad de una deidad o ser supremo. A lo largo de la

historia, ha generado interrogantes acerca de la naturaleza de dichas normas y su relación con la

diversidad de creencias y cosmovisiones.

Por otro lado, el enfoque basado en la naturaleza sostiene que existen principios morales

inherentes a la condición humana y al orden natural. Filósofos como Aristóteles han

argumentado que la ética debe fundamentarse en la observación de la naturaleza humana y en el

desarrollo de las virtudes.

Finalmente, el bienestar común como fundamento de los juicios morales se centra en la

promoción del beneficio colectivo y la minimización del sufrimiento. Esta perspectiva ética,

presente en corrientes como el utilitarismo, busca maximizar la felicidad y el bienestar de la

sociedad en su conjunto.

En este ensayo, se explorarán críticamente estos tres enfoques, analizando sus

implicaciones en la toma de decisiones morales y su relevancia en el contexto contemporáneo. El

objetivo es comprender la complejidad de los fundamentos de los juicios morales y su influencia

en la ética aplicada.
DESARROLLO

I.1. Juicio moral

Entendemos por juicio moral a la habilidad para interpretar, evaluar y decidir sobre

aspectos relativos a las relaciones e interacciones entre los miembros de un grupo social, y entre

sus miembros y sus organizaciones principales. Esta habilidad es una de las bases fundamentales

para alcanzar niveles de comprensión y adaptación al grupo que uno pertenece.

Jean Piaget (1974) fue el primer estudioso en el campo de la psicología interesado en el

desarrollo del juicio moral. Focalizó su estudio sobre moral en la observación del juego de niños

básicamente en dos aspectos: 1) cómo los niños evolucionan en su respeto por las reglas, y 2) su

sentido de solidaridad con su sociedad.

El desarrollo moral lo podríamos entender como el proceso de construcción de valores y

pautas de conducta referentes a la consideración de las demás personas más o menos dignas de

valoración según sus comportamientos (Kohlberg, 1982 citado en León Loo, 2021). Frente a esto

ha habido múltiples modelos explicativos que han buscado dar cuenta de este proceso, como

pueden ser el caso de Piaget (1935), Kohlberg (1973), Hoffman (2000), Gilligan (1993) y Rest

(1999), por nombrar algunos ejemplos. Por lo tanto, es claro que si de desarrollo moral se habla

pues lo que ha habido es variedad y no unanimidad en cuanto a cómo se estudia dicho fenómeno

Según Turiel (2013) ha habido una división fundamental en las explicaciones

psicológicas de la moralidad y su desarrollo, esa división es sobre si la moralidad es:

a. Parte de las formas en que las personas tratan activamente el bien y el mal, el bien

y el mal en sus relaciones sociales.


b. Está determinada por mecanismos psicológicos, como disposiciones biológicas

fijas; conciencia incorpórea o rasgos de carácter; y adherencia no examinada a

reglas, normas y autoridad, que reflejan cómo reaccionan las personas y no sus

preocupaciones con respecto a cuestiones de daño, injusticia o derechos.

Cada una de estas perspectivas proporciona diferentes explicaciones de los procesos de

desarrollo moral (Turiel, 2013, p. 4). En el primero, se considera que el desarrollo implica la

construcción de juicios sobre el bien y el mal a través de las experiencias e interacciones sociales

de los niños. En este último, algunos adoptan una visión nativista de la adquisición y otros

proponen que el desarrollo moral implica la intemalización de valores o estándares de la propia

cultura (Turiel, 2013, p. 4).

Una propuesta más contemporánea es la Teoría de los fundamentos morales {Moral

Foundations Theory), la cual fue creada por Jonathan Haidt, Craig Joseph y un grupo de

psicólogos sociales y culturales, para comprender por qué la moralidad varía tanto entre culturas

y aún muestra tantas similitudes y temas recurrentes (Home, 2021; Haidt, 2013). En resumen, la

teoría propone que varios sistemas psicológicos innatos y universalmente disponibles son los

fundamentos de la "ética intuitiva"(Home, 2021; Haidt, 2013). Luego, cada cultura construye

virtudes, narrativas e instituciones sobre estos cimientos, creando así las moralidades únicas que

vemos en todo el mundo y también en conflicto dentro de las naciones (Home, 2021; Haidt,

2013). Los cinco fundamentos para los que se cree que la evidencia es mejor son: Cuidado/daño,

Equidad/engaño, Lealtad/traición, Autoridad/subversión, Santidad/degradación (Home, 2021;

Haidt, 2013).
Esto modelo se toma en este estudio debido a su gran aporte a una descripción más rica y

con mayor posibilidad de estudiar de manera transcultural, lo que implica poder mediar mejor la

variable etnocéntrica desde la cual otros modelos occidentales ha estudiado el desarrollo moral

(Gibbs, 2019, p.17). Aunque claramente, esto que aparenta ser su mayor virtud también suele

jugar como su mayor sombra, pues sacrifica la prescriptividad por descripción y cae en

relativismos (Gibbs, 2009, p.p. 31-38).

Uno de los enfoques teóricos con mayor influencia en el estudio de la adquisición de la

moralidad es el llamado cognitivo-evolutivo, construido por Kohlberg (1992).

La visión del desarrollo del juicio moral construida por Kohlberg se expresa en una

estructura teórica organizada en tres niveles -preconvencional, convencional y posconvencional-,

cada uno está compuesto por dos estadios. Los niveles y sus estadios representan estructuras de

juicio y perspectivas socio morales diferenciadas que tienen como condición necesaria, pero no

suficiente, el desarrollo cognitivo. Los estadios son epigenéticos, es decir, cada uno representa

una integración jerárquica y una mejor diferenciación del estadio anterior (Kohlberg, 1992). A

continuación, se presenta una síntesis de la visión del desarrollo moral:

Nivel I. Preconvencional

Perspectiva individualista concreta del propio interés.

 Estadio 1: moral heterónoma, con orientación de castigo-obediencia y perspectiva

social egocéntrica.

 Estadio 2: moral individualista y de propósito instrumental c intercambio donde lo

importante es seguir las reglas de acuerdo con el propio interés y necesidades,


dejando a otros hacer lo mismo. La perspectiva social es de individualismo

concreto.

Nivel II. Convencional

Perspectiva de miembro de la sociedad.

 Estadio3: moral de expectativas interpersonales mutuas y relaciones y

conformidad interpersonales. La perspectiva social es la del individuo en relación

con otros.

 Estadio 4: moral de sistema social y de conciencia, motivada por cumplir el

propio deber aceptado y dar sostén a las leyes. La perspectiva social distingue

entre el punto de vista interpersonal y el social.

Nivel III. Posconvencional

Perspectiva anterior a la sociedad, no relativa, o de razonamiento moral de principios.

 Estadio 5: moral del contrato social aceptado razonada y críticamente o de

utilidad, y de los derechos individuales básicos; importancia de la imparcialidad

de las reglas. La perspectiva social es la del individuo racional consciente de los

valores y derechos previos al contrato social; considera los puntos de vista moral

y legal.

 Estadio 6: moral de principios éticos universales auto escogidos. La perspectiva

social consiste en el reconocimiento de principios morales universales de los que

se derivan los compromisos sociales, pues las personas son fines en sí mismas y

así deben ser reconocidas.


En la perspectiva teórica de la adquisición de la moralidad planteada por Kohlberg, el

juicio moral es comprendido como un componente de la acción moral (Rest, et al., 1999).

El desarrollo del juicio moral o crecimiento moral está dado por el avance a través de los

estadios (del 1 al 6); lo que significa la capacidad del sujeto de hacer juicios morales con una

perspectiva superior de acuerdo con la valoración de lo que es justo hacer en una circunstancia

determinada; es decir, de la decisión acerca de cuál es el mejor curso de acción moral.

La experiencia escolar, dependiendo de sus características curriculares y vivenciales y de

su calidad, así como de las motivaciones y actividades del estudiante, tiene influencia en el

crecimiento moral (Rest et al., 1999).

I.2. Mandamientos divinos

En diversos países, muchas personas religiosas consideran que la moral es dependiente de

la religión. En el Perú, por ejemplo, la principal religión es el cristianismo y, generalmente, los

presidentes y otras autoridades políticas juramentan ante una Biblia. Además, muchos

representantes de las iglesias son tratados como expertos morales: algunos hospitales les piden

que conformen comités de ética, algunos periodistas los entrevistan para discutir conflictos

morales, y muchas personas que asisten a las iglesias buscan a estas autoridades para pedirles

alguna guía moral. En concordancia con esto, en la constitución política del Perú se señala que

“Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica

como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su

colaboración” (Const., 1993, art. 50). En suma, la creencia de que la moral es dependiente de la

religión está arraigada en muchas personas.


¿Por qué sucede esto si, después de todo, hay personas no-religiosas que se comportan de

manera moralmente correcta? Hay dos razones que podemos presentar. Primero, muchas

religiones (como el cristianismo, el judaismo y el islamismo) proveen principios morales

incuestionables que, suponen sus millones de adherentes, se basan en la voluntad divina.

Segundo, las personas comúnmente suelen creer que desde una perspectiva no-religiosa el

universo es un lugar frío, insignificante y sin valores morales. Esta idea se refleja muy bien en la

célebre frase “si Dios no existe, entonces todo está permitido” - generalmente atribuida a

Dostoievski.

En contraste, desde una perspectiva religiosa la situación cambia. El cristianismo, por

ejemplo, enseña que todo lo existente fue creado por Dios, un ser todopoderoso y que nosotros,

los seres humanos, fuimos hechos a su imagen y semejanza. Además, Dios nos proveyó una

moral firme e incuestionable: los diez mandamientos. Consecuentemente, es natural para muchas

personas considerar que la moral es parte dependiente de la religión, mientras que la perspectiva

atea no tiene lugar para los valores.

Ahora examinemos críticamente esta idea de que Dios provee ciertas reglas de conducta

que debemos obedecer. En la literatura filosófica, esta postura se conoce como la teoría del

mandato divino (Divine Command Theory). La idea intuitiva es que Dios decide lo bueno y lo

malo. Las acciones moralmente correctas son aquellas que siguen los mandatos divinos, mientras

que las acciones moralmente incorrectas son las que Dios prohíbe - las demás acciones podrían

ser moralmente permisibles o neutrales. Así, esta teoría tiene, al parecer, la siguiente

característica que cualquier teoría ética necesita: puede resolver el problema de la objetividad

moral, pues lo moralmente correcto solo depende de los preceptos divinos, mas no de la cultura o

de los individuos.
Pues bien, asumamos por hipótesis que la moral depende de la religión, que lo

moralmente correcto es tal debido a que Dios lo dictaminó así. ¿Qué problemas u objeciones

enfrenta esta teoría? Algunos filósofos (Rachels, 2015; Vaughn, 2016) han articulado las

siguientes dificultades:

1) Los mandatos de Dios serían arbitrarios. Bajo la teoría del mandato divino, nada es

moralmente correcto hasta antes de que Dios lo dictamine así. En ese sentido, la única razón para

que una acción sea correcta es que Dios lo dispuso así, pues no hay razones morales hasta antes

de que Dios lo decida. En consecuencia, él podría haber dispuesto los diez mandamientos de otra

manera. No habría razones para objetar esos mandamientos. Por tanto, los mandamientos de Dios

son arbitrarios, pues dependen solo de su voluntad.

En este punto, quizás alguien podría responder que Dios no es arbitrario al decidir lo que

es moralmente correcto, dado que, en su suma bondad, reconoce lo que es bueno y no pudo haber

dictaminado los diez mandamientos de otra manera. Sin embargo, esta respuesta asume que lo

moralmente correcto es independiente de Dios, y que él solo reconocería que los diez

mandamientos son moralmente correctos, independientemente de su voluntad. Por lo tanto, si se

rechaza la idea de que los mandamientos de Dios son arbitrarios, entonces se estaría asumiendo

que la moral es independiente de Dios; y, si se acepta la idea de que la moral depende de Dios, se

sigue que los mandamientos establecidos por Dios son arbitrarios.

2) La voluntad de Dios no es lo único relevante en los debates sobre lo moralmente

correcto. Uno de los diez mandamientos señala que no se debe robar. Hay buenas razones para

creer esto: el robar puede perjudicar a personas inocentes; si todos robaran en una sociedad, esta

simplemente colapsaría en una guerra de todos contra todos; etc. No obstante, la teoría que
estamos examinando no tendría en cuenta estas razones importantes, pues toma como lo único

relevante el hecho de que Dios haya dictaminado si robar es moralmente incorrecto. Ahora, aquí

es importante notar lo siguiente: bajo esta teoría, si Dios no existiera, entonces el robar no sería

algo moralmente incorrecto (dado que Dios hace que esto sea moralmente incorrecto); sin

embargo, ya hemos visto que esto no necesariamente se sigue, pues hay buenas razones para

creer que el robar es moralmente incorrecto. En ese sentido, la moral puede ser un asunto donde

la racionalidad se puede involucrar, independientemente de la religión.

3) Esta concepción de la moralidad es misteriosa. Para entender esta objeción,

imaginemos que Dios haya dictaminado por voluntad que uno de los diez mandamientos sea

asesinar a las personas que padecen de un dolor que es soportable. Bajo la teoría del

mandamiento divino, Dios podría haber decidido que este mandamiento sea moralmente correcto

(dado que no hay razones morales anteriores a él). Pero ¿cómo podría llegar a darse el caso de

que una acción sea moralmente correcta solo a partir de la voluntad de Dios? Si esto es así,

entonces los orígenes de la moralidad serían un misterio o, a lo mucho, algo arbitrario, como

hemos visto en la primera objeción.

4) La teoría del mandato divino no resuelve, a fin de cuentas, el problema de la

objetividad moral. Es difícil encontrar en los diez mandamientos, o incluso en la Biblia,

soluciones específicas a problemas morales contemporáneos. Después de todo, la Biblia fue

escrita hace aproximadamente 2000 años, y los problemas abordados allí son diferentes a

algunos que enfrentamos hoy. Por ejemplo, no está claro si en la Biblia se puede encontrar

alguna respuesta moral al problema del financiamiento en la investigación médica. En

consecuencia, una perspectiva religiosa no ofrece respuestas especificas a todos los conflictos

morales contemporáneos o venideros. Además, los mandamientos pueden entrar en conflicto, por
ejemplo, cuando el único modo de salvar la vida de una persona inocente sea decir una mentira

o, en un caso más extremo, asesinar a otra persona inocente. Los mandamientos por sí mismos

no ofrecen una solución a este tipo de dilemas morales. En ese sentido, dilemas de este tipo

fuerzan al creyente a interpretar los mandamientos o la Biblia para llegar a una solución y, dado

que los creyentes pueden tener diversas interpretaciones y llegar a conclusiones diferentes ante

un dilema moral, no se obtiene una respuesta moral objetiva.

Hasta ahora hemos visto algunas dificultades que se presentan al aceptar la tesis de que lo

moralmente correcto depende de la voluntad de Dios. ¿Qué conclusiones podemos obtener a

partir de estos problemas que enfrenta la teoría del mandato divino? La primera conclusión es

que esta teoría es problemática, puesto que no resuelve el problema de la objetividad moral y,

además, la voluntad divina no es lo único relevante en los debates sobre lo moralmente correcto.

Adicionalmente, se ha mostrado en la dificultad (2) que la razón puede involucrarse en los

debates morales y, a partir de esto, podemos afirmar que la moralidad se muestra como un campo

separado de la religión. Así, podemos inferir que, incluso asumiendo que una perspectiva

religiosa es verdadera, la moralidad se presenta como un campo independiente - puesto que la

voluntad de Dios no es lo único relevante en los debates sobre lo moralmente correcto.

I.3. Naturaleza del juicio moral

La subordinación de la razón

Una tesis fundamental del libro II del Tratado de la naturaleza humana de David Hume

(1739) sostiene que la “razón” no motiva el comportamiento humano sino en tanto afecta a

alguna “pasión”. Ello debido a la naturaleza de estos elementos mentales, que postula Hume de

la siguiente manera: la razón es la facultad del discernimiento de la verdad y la falsedad, ejercida


mediante el razonamiento abstracto y el razonamiento fáctico. Por otro lado, las pasiones son

percepciones agradables o desagradables que surgen a partir del recuerdo o de la imaginación de

previas excitaciones de los sentidos o del sistema nervioso. Por ejemplo, a partir de la

imaginación de un alimento que antes nos resultó delicioso, o a partir del recuerdo de una

enfermedad que sufrimos previamente, pueden surgir pasiones agradables o desagradables.

Además, las pasiones (o deseos) constituyen un componente motivador de las acciones:

Que el agente tenga un deseo significa que está en un estado práctico: se ha proyectado

un propósito que hace que él no sea indiferente ante la situación actual, sino que tenga

una propensión o aversión a actuar de cierta manera. (Tovar, 2008, p.39).

El objeto de la razón son los razonamientos y las creencias, entes de los que podemos

predicar verdad o falsedad. El objeto de la pasión son los deseos, las preferencias, las

motivaciones, que no pueden resultar falsas o verdaderas, sino en una u otra dirección del

comportamiento. Esta dirección entonces es un objeto de la pasión, y no de la razón. Ahora,

dadas sus naturalezas, a un razonamiento, por ejemplo, solo se le puede oponer otro

razonamiento; de la misma manera que a un deseo solo se le puede oponer otro deseo. Por lo que

un razonamiento o una creencia no pueden ni identificarse ni oponerse a una pasión y, por tanto,

no pueden influir directamente en el comportamiento humano. Como resultado, vemos que, a

nivel de la psicología humana, la razón no determina directamente la dirección del

comportamiento.

Eso no quiere decir que la razón no tenga lugar en la práctica. En realidad, para Hume,

para que sea posible la determinación de la acción, se debe contar con un deseo, que como se

dijo, proporciona directamente la tendencia a actuar, pero también con una creencia (producto de
la razón), que representa a un objeto (salud, prosperidad económica, un helado, etc.) y a los

medios para alcanzar al mismo (una vida saludable, un determinado gobierno, cierta cantidad de

dinero, etc.). Se puede decir que una acción es “irracional” si las ideas que la acompañan de los

objetos y de los medios para alcanzarlos son falsas o insuficientes.

Por último, lo que lleva a alguien a expresar un juicio moral, para Hume, es un

sentimiento de aprobación o desaprobación de acciones que resultan compatibles o

incompatibles con ciertos deseos de esta persona.

El imperativo categórico

Es sugestivo pensar que Kant es la figura refinadora de David Hume respecto a la teoría

del juicio moral gracias a lo que sería su ética racionalista que promueve el poder motivante de la

“razón práctica” y que defiende que todo agente puede y debe elegir lo moralmente bueno

aplicando el imperativo categórico. El imperativo categórico es un proceso de análisis crítico

para saber si una acción es conforme al deber. Se ha interpretado el procedimiento de aplicación

del imperativo categórico en cuatro pasos: se determina la máxima (o norma moral); se

generaliza la máxima en precepto general; se imagina que todos cumplen el precepto general,

como si fuera una ley humana natural; y, por último, se imagina el nuevo orden social que va a

constituir esta ley humana natural.

Aplicando el imperativo categórico, ¿cómo puedo saber, por ejemplo, si hacer una falsa

promesa es moralmente legítimo? Para ilustrarnos, José Tovar (2008) desarrolla un ejemplo:

Paso 1) Debo suponer que debo hacer una falsa promesa en las circunstancias C (por

ejemplo, cuando tenga necesidad pedir dinero aun cuando no pueda, o no quiera devolverlo) a fin
de mejorar mi situación personal. Paso 2) Ahora supongo que todos debemos hacer una falsa

promesa en las circunstancias C. Paso 3) Ahora imagino que todos hacen, o intentan hacer, una

falsa promesa en las circunstancias C, como si se tratara de una ley natural más. Paso 4) Imagino

cómo sería el mundo si actuáramos según este principio o ley unlversalizada: o sea, incorporo

esta ley a las demás leyes de la naturaleza conocidas y calculo el estado de armonía que

resultaría, (p.41).

Una acción es moralmente buena si la máxima que la acompaña pasa la prueba del

imperativo categórico, independientemente de cualquier sentimiento o deseo. En este caso, el

análisis resulta en que de aceptarse la norma moral de la falsa promesa el mundo resultante sería

uno en el que nadie confiaría su dinero a otro, o no existiría x institución porque nadie confiaría

en su palabra, etc.

Para Kant, evaluar acciones con este tipo de principios o normas es suficiente para

producir un juicio moral. Un juicio moral para este filósofo es entonces una evaluación racional

de acciones a partir de principios morales. Por todo esto, se afirma que la causa principal del

juicio moral para Kant es la razón.

I.4. Bienestar común

Lo primero que choca cuando se habla de Bien Común es su práctica desaparición del

horizonte del discurso moral y político hasta la llegada de los commons. En el caso concreto de la

Ética, ésta había abandonado el sostenido tratamiento de la idea de Bien en favor de lo correcto.

Y la filosofía política se había adentrado en los vericuetos de una concentración de intereses

generales o de necesidades básicas que había que intentar atender con unos bienes ‘producidos’
para ponerles al alcance de todos o, al menos, de una mayoría. De hecho, hoy casi nadie habla de

Bien.

Max Weber expuso magistralmente este estado de cosas cuando hablaba del denominado

pluralismo axiológico de nuestra sociedad en el que destacaba la pluralidad de las concepciones

del bien. Y Rawls (1988), acaba corroborándolo con su reflexión sobre la relación o la

congruencia entre lo bueno y lo justo. Su opción era compatibilizar una teoría de la justicia con

una concepción del bien, legitimando así la pertinencia de una serie de virtudes políticas que, al

fin y a la postre, “son las bases de la cooperación social y, por tanto, de una sociedad justa y bien

equilibrada’’ (González, 1995). Se evitaba así, la tentación de referirse a algo así como un

holismo ortológico que, a juicio de los críticos del comunitarismo, suponía ya un contexto

homogéneo de definición comunitaria del bien y por esta vía, de cualquier propuesta de bien

común en sentido político, contraria al espíritu del liberalismo. De esta manera, se proponía el

modelo de sociedad justa como alternativa de sociedad buena - ¿sana? - cómo lo deseable y lo

posible en el nuevo marco del pluralismo. Y de paso se situaba en el desván de la historia

cualquier referencia a una consideración del Bien Común como propuesta de ideal regulativo

que, a la larga, constituye su cañamazo de sentido.

La conclusión de un análisis como éste resulta inevitable por evidente. Pues si no se

puede hablar de Bien, malamente podemos hablar de Bien Común. Y menos aún podemos

entenderle como prototipo de idea regulativa construida o propuesta por la razón. Es más, la

quiebra o la dificultad de un discurso sobre el Bien Común habría que entenderla en ambas

situaciones como algo impropio por improcedente.


Curiosamente este abandono de la pregunta por el Bien en favor de la pregunta por lo

justo en el discurso filosófico, choca de frente con lo que había sido la postura ética más

sostenida sobre el planteamiento del Bien a lo largo de toda su trayectoria histórica. A todos los

efectos, la cuestión del Bien ha tenido un impacto mucho mayor que la cuestión de lo justo, hasta

tiempos recientes. Lo que nos lleva a planteamos si la dejación de esta pregunta por el bien

común no será una desidia o una renuncia de la razón, amparadas ambas por una confesada

incapacidad de ella misma para proponer algún tipo de idea regulativa en el espacio público. De

hecho, la filosofía desde la propuesta articulada del Bien Común por parte de Aristóteles,

pasando por toda la tradición escolástica y por el inicio de la modernidad en la Escuela de

Salamanca; las diversas aportaciones kantianas y postkantianas de la modernidad hasta las

aportaciones de la Filosofía Jurídica, han sostenido una consideración del mismo como ¡dea

regulativa, a la vez ética y política.

El propio Kant, al distinguir entre ‘bien físico’ (gut) y ‘bien moral’ (wohl) había

propiciado una argumentación que resultaba pertinente para su propuesta del bien común en el

sentido de que, según su entender, “estamos a priori determinados por la razón para perseguir

con todas nuestras fuerzas el supremo bien del mundo, que consiste en la reunión del mayor bien

físico de los seres racionales del mundo, con la condición suprema del bien moral; es decir, en la

reunión de la felicidad universal con la moralidad conforme a la ley” (Kant, 1961).

Es verdad, que todas estas aproximaciones eran deudoras de una cierta referencia

metafísica; de signo intelectualista unas, teológico otras o meramente racionalista que las

amparaban. Y también es verdad que en la propia Filosofía Jurídica la cuestión del Bien Común

ha constituido una fuente inagotable de visiones encontradas sobre su conceptualización por

parte de las dos tradiciones entre las que se ha ¡do vertebrando el discurso jurídico: la tradición
iusnaturalista y la propuesta positivista, con la importante referencia al principio de

subsidiariedad para dar cuenta del Bien Común (Maritain, 1968).

Pues bien, todas las dificultades que, en general, la filosofía contemporánea encuentra

para hablar de la pertinencia de una idea de Bien, el comunitarismo las contempla como

oportunidades. La filosofía comunitarista, que surge con la clara vocación de oponerse al

liberalismo, recupera la noción de Bien y habla recurrentemente de él. De hecho, el

comunitarismo habla de Bien con tres cometidos. Habla de bien, en primer lugar, para

diferenciarse y oponerse al liberalismo en el que prima la Justicia por encima del Bien. Habla del

Bien, además, para reclamar una salida al fracaso de la modernidad que al insistir en la

pluralidad de un concepto de bien había conducido a la ética por los caminos intransitables del

emotivismo moral (Macintyre, 1987). La salida que atisba el comunitarismo, a este respecto, es

proponer una educación en virtudes - en la estela de Macintyre - que la tradición nos faculta para

salir de ese marasmo moral en el que nos ha metido la modernidad. Y, finalmente, habla de bien

como referente de una visión integral del bien de la comunidad que otorga sentido y legitimidad

al conocimiento de la organización de la sociedad.


CONCLUSIONES

En conclusión, en materia de la naturaleza del juicio moral, Hume teoriza sobre un

fenómeno psicológico, y Kant sobre criterios y procedimientos de análisis éticos. La razón

discierne o señala la necesidad del bienestar o florecimiento individual y político, y los medios

para obtenerlo, y la pasión motiva al comportamiento humano a perseguir este bienestar y los

medios señalados por la razón.

Este ensayo no puede verse como antirreligioso. Aquí no se ha cuestionado la verdad de

las doctrinas religiosas, ni mucho menos se ha animado a la censura. No hemos asumido que la

religión cristiana - o cualquier otra religión que acepta que una divinidad fundamenta la moral -

sea falsa. Solo hemos mostrado que, incluso si tal perspectiva religiosa es verdadera, de todos

modos, la moralidad permanece como un asunto independiente.

La discusión sobre la moralidad basada en mandamientos divinos plantea desafíos

filosóficos importantes. La arbitrariedad de estos mandatos y la necesidad de considerar otros

aspectos en la toma de decisiones morales generan interrogantes sobre la solidez de esta base

ética. La reflexión crítica sobre la moralidad religiosa es esencial para su comprensión y

aplicación en contextos contemporáneos.

La diversidad de teorías y perspectivas presentadas en el desarrollo moral resalta la

complejidad inherente a este proceso. La pluralidad de enfoques permite una comprensión más

completa y matizada de la moralidad, reconociendo que diferentes teorías pueden ofrecer

valiosas aportaciones sin necesariamente invalidar unas a otras.


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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ANEXOS

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