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BERNSTEIN
LA RESTRUCTURACION
DE LA TEORIA
SOCIAL Y POLITICA
F O N D O D E C U L TU R A E C O N O M IC A
MÉXICO
Traducción de
Eduardo L. S uárez
Primera edición en inglés, 1976
Primera edición en español, 198?
Las citas tomadas de las obras que en seguida se anotan han sido hechas con permiso
de los editores. Basil BlackweII, Oxford y University of California Press: A. R. Louch,
Explanation and Human Action, copyright © 1966 por A. R. Louch. Beacon Press y
Heinemann Educational Books L td .: Jürgen Habermas, Knowledge and Human Interests,
traducción al inglés de Jeremy J. Shapiro, copyright del texto alemán © 1968 por
Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, copyright del texto inglés © 1971 por Beacon
Press; Jürgen Habermas, Theory and Practice, traducción al inglés de John Viertel,
extractos del texto alemán tomados de pp. 43, 44, 254, 255, copyright © 1963 por
Hermann Lucterhand Verlag, GmbH, extractos de las pp. 32, 39, 33 copyright © 1971
por Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, copyright del texto inglés © 1973 por
Beacon Press; Jürgen Habermas, Toward a Rational Society, traducción al inglés de
Jeremy J. Shapiro, copyright del texto alemán © 1968, 1969 por Suhrkamp Verlag,
Frankfurt am Main, copyright del texto inglés © 1970 por Beacon Press, Humanities
Press Inc., y Routledge & Kegan Paul: Wilfrid Sellars, Science, Perception and Real-
ity, copyright © 1963 por Wilfrid Sellars; Peter Winch, The Idea of a Social Science
and Its Relation to Philosophy, copyright © 1958 por Peter Winch. Alfred A. Knopf,
In c.: David Easton, The Political System: An Inquiry into the State of Political Science,
segunda edición, copyright © 1967 por Alfred A. Knopf, Inc. Macmillan Publish-
ing Co., In c.: Robert K. Merton, Social Theory and Social Structure, copyright ©
1949, 1968 por The Macmillan Co. Martinus N ijhoff: Alfred Schutz, Collected Pa-
pers, copyright © 1966, 1971 por Martinus Nijhoff. Northwestern University Press:
Edmund Husserl, The Crisis of European Sciences and Transcendental Phenomenology,
traducción al inglés de David Carr, copyright © 1970 por Northwestern University
Press; Alfred Schultz, The Phenomenology of the Social World, traducción al inglés
de G. Walsh y F. Lehnert, copyright © 1967 por Northwestern University Press. Prent-
ice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, Nueva Jersey: Neil J. Smelser, Essays in Sociológicai
Explanation, © 1968 por Prentice-Hall, Inc. The Seabury Press, Inc., Nueva York:
M ax Horkheimer, Critical Theory, copyright de la traducción inglesa © 1972 por
Herder and Herder Inc. The University o f Chicago Press: Thomas S. Kuhn, The
Structure of Scientific Revolutions, segunda edición, copyright © 1970 por The Uni
versity of Chicago Press.
Título original:
The Restructuring of Social and Political Theory
© 1976, Richard J. Bernstein
Publicado por la University of Pennsylvania Press, 1978
ISBN 0-8122-7742-2
ISBN 968-16-1257-4
Publicado en México
A
D aniel , Jeffrey , A ndrea y R obín
RECONOCIMIENTOS
9
INTRODUCCIÓN
D urante los años sesenta, cuando escribía mi libro Praxis and Action, tenía
la impresión profunda de que algo nuevo se estaba agitando — algo estaba
cambiando— en las pautas, los énfasis y los intereses de la vida intelectual.
Percibía vagamente que, a pesar de las marcadas diferencias y la falta de
com unicación efectiva existentes entre las orientaciones intelectuales con
temporáneas, hay algunos temas fundamentales hacia los que se ven atraídos
en form a constante e ineluctable los movimientos posthegelianos. Tales
temas se centraban en los conceptos de la praxis y la acción en la búsqueda
de un entendimiento más profundo de la condición humana. Traté de
examinar la posición que ocupan los temas de la praxis y la acción en cuatro
movimientos contem poráneos: el marxismo, el existencialismo, el pragmatis
m o y la filosofía analitica. Pero me concentré sobre todo en la aclaración
de las aportaciones de cada uno de estos enfoques diversos a nuestro en
tendimiento de la actividad humana. Por esta razón concluí el estudio
declarando que se trataba apenas de un inicio.
Cuando terminé el manuscrito, se libraba un debate nuevo donde apa
recían muchos de los temas que yo había estado explorando en formas
novedosas e inesperadas. U na de las consecuencias de los disturbios y las
protestas sociales y políticas de los años sesenta fue una serie de ataques y
de críticas radicales contra los fundam entos mismos de las disciplinas
sociales. Así com o se proclam aba en los Estados U nidos el fin de la
ideología — cuando los científicos sociales ortodoxos creían firmemente que
sus disciplinas habían encontrado finalmente un sólido cim iento em pírico
desde donde podría esperarse el crecim iento sostenido y progresivo del cono
cim iento científico de la sociedad— , surgían otros temas espinosos.
H ubo quienes declararon que estaban podridos los cimientos mismos de
las ciencias sociales; que con frecuencia el conocim iento científico preten
didamente objetivo era en efecto una form a disfrazada de la ideología
que apoyaba al statu quo; que la característica más prom inente de las cien
cias sociales no era su capacidad para iluminar la realidad social y política
existente sino su incapacidad para proveer alguna perspectiva crítica sobre
lo que estaba ocurriendo; que las ideas expuestas en estas disciplinas daban
una legitim idad falsa al control técnico y la m anipulación de la sociedad
que estaba infectando todos los aspectos de la vida humana. Crecían el
escepticismo y la suspicacia acerca de la fe liberal tan arraigada en las
disciplinas sociales: la creencia de que la am pliación del conocim iento empí
rico sistemático del funcionam iento d e . la sociedad y la política conduciría
11
12 INTRODUCCIÓN
una nueva sensibilidad que, aunque todavía es muy frágil, está conduciendo
a una restructuración de la teoría social y política. U so la expresión “ argu
mento” en un sentido doble. En un uso más antiguo, argumento significa
una trama o una historiá. Deseo trazar el bosquejo de esta trama y ponerlo
en prim er plano. Pero también me refiero a un argumento en el sentido
más convencional de un argumento racional. En lo que inicialmente parecen
líneas de investigación independiente, podem os detectar pasos o etapas de un
argumento com plejo cuyo vigor total es m ayor que el de cualquiera de sus
hilos separados. U na teoría política y social adecuada, comprensiva, debe ser
a la vez empírica, interpretativa y crítica. L o que entiendo por esto, por qué
cualquier otra cosa no es satisfactoria, y cóm o se involucran recíprocam ente
la investigación em pírica, la interpretación y la evaluación crítica en form a
dialéctica, es algo que se aclarará a m edida que se vaya revelando la trama
subyacente.
Sin em bargo, no inicié este estudio con una tesis clara que tratara de
probar. Principié más bien con vagos presentimientos y conjeturas acerca
de que algunas cuestiones básicas acerca de la acción, la sociedad y la teoría
se estaban planteando sólo para esfumarse en la polém ica; y que los críticos
y los defensores de las ciencias sociales estaban hablando idiomas distintos.
La primera tarea era una revisión de lo que se había convertido en el obje
tivo de tanta hostilidad y crítica: la convicción de que las disciplinas sociales
debían entenderse correctam ente com o ciencias naturales genuinas de los
individuos en sociedad, diferentes en grado pero no en clase de las ciencias
naturales bien establecidas. Algunas de las críticas formuladas contra la idea
misma de una ciencia social m odelada de acuerdo con las ciencias naturales
son superficiales y a veces tontas. Algunos críticos han escrito com o si esta
creencia se basara en una falacia simple o simplista; que, por ejem plo, toda
la ciencia social es un positivismo ingenuo, y dado que el positivismo ha sido
refutado o por lo menos severamente m odificado, podem os descartar simple
mente las afirmaciones de una ciencia social que descansa sobre cimientos tan
falsos. Otros han sostenido que en el fondo de toda la ciencia social se
encuentra la aceptación de una dicotom ía rígida éntre el hecho y el valor,
y dado que esta distinción rígida es insostenible, se derrumba toda la ciencia
social. H a habido un esencialismo latente en algunas de las discusiones críticas
de las ciencias sociales. C on frecuencia suponen los críticos — y también los
defensores— que la idea de la ciencia social que aplica los procedim ientos de
las ciencias naturales al estudio de la sociedad y la política involucra la acep
tación de “ un gran principio” . Si se expone y refuta este gran principio, todo
el edificio se derrumbará y no habrá necesidad de examinar los detalles tediosos
de las diversas ciencias sociales.
A un nivel más sutil, desde que se han propuesto las disciplinas sociales
INTRODUCCIÓN 15
com o ciencias positivas genuinas, los oponentes han esgrimido diversos argu
mentos “ de im posibilidad” , “ trascendentes” o “ conceptuales” para demostrar
definitivam ente que no se puede construir tal ciencia social, que la idea
misma de tal ciencia social es una confusión conceptual. N o creo que alguno
de estos argumentos de im posibilidad haya tenido éxito alguna vez, y por
razones filosóficas creo que no puede existir tal argumento definitivo a priori
acerca de la posición epistem ológica del estudio de la sociedad.1 Durante
los últimos cien años hemos presenciado reiteradamente el fastidioso ritual
de la presentación de argumentos trascendentes o de im posibilidad acerca de
la verdadera naturaleza del estudio de la sociedad, a la que sigue otra ronda
de argumentos contrarios para demostrar la inadecuación de los anteriores:
que no hay obstáculos teóricos insuperables para la construcción de una
ciencia natural em pírica, positiva, de los individuos en la sociedad. De estas
discusiones han surgido algunas consideraciones importantes para el enten
dim iento de las disciplinas sociales, y no estoy sugiriendo que no haya fallas
en la concepción de que las disciplinas sociales son ciencias naturales inma
duras o jóvenes. Pero las aseveraciones que contestan a la interrogante del
carácter realmente científico de los estudios sociales o de la existencia de
alguna característica de la vida social que prohíba la aplicación de las téc
nicas científicas al estudio de los fenóm enos sociales, tienden a oscurecer, en
lugar de aclarar, las semejanzas y diferencias fundamentales existentes entre
las ciencias naturales y las disciplinas sociales.
En primer lugar, traté de recuperar y articular el entendimiento que tienen
de su disciplina los científicos sociales ortodoxos. Entiendo por “ científicos
sociales ortodoxos” aquellos que conciben su disciplina com o algo que difiere
en grado, y no en clase, de las ciencias naturales bien establecidas, y quienes
están convencidos de que se lograrán grandes avances si se imitan, m odifican
y adaptan las técnicas que han resultado eficaces en nuestro entendimiento
científico de la naturaleza. N o debemos pensar que la “ ciencia social orto
doxa” es más m onolítica u homogénea de lo que realmente es. C om o veremos,
hay fuertes desacuerdos, no sólo acerca de las características esenciales de la
ciencia natural, sino también acerca de las semejanzas básicas entre las cien
cias sociales y las naturales. Sin embargo, consideré importante subrayar lo
que nos dicen los científicos sociales practicantes conscientes de la m etodo
logía, en lugar de concentram os exclusivamente en lo que dicen los filósofos
de las ciencias sociales. La filosofía de las ciencias sociales se ha convertido
a m enudo en una triste hermanastra de la filosofía de las ciencias naturales,
y una excusa para tratar cuestiones epistemológicas generales no relacionadas
con lo que ocurre efectivam ente en las disciplinas sociales.
1 Véase Praxis and Action, parte iv, en cuanto a la razón de mi escepticismo
acerca de tales argumentos apriorísticos o trascendentes.
16 INTRODUCCIÓN
refonna social ilustradas. Pero por otra parte se-ha puesto en-tela de duda
la posibilidad misma del discurso racional acerca de lo que sea ilustrado
y lo que sea m ejor. Se nos dice que tal discurso no sólo se encuentra
fuera del dom inio de la ciencia, sino fuera también de cualquier form a de
argumento racional. Presumiblemente, en últim o análisis, todas las posicio
nes de valor son Subjetivas, arbitrarias, e igualmente injustificables. N o hay
procedim ientos de decisión racional que sean suficientes para juzgar entre
orientaciones de valor opuestas.
Los problemas y las tensiones resultantes no son meramente intelectuales.
Afectan las formas en que pensamos acerca de nosotros mismos en -el
m undo y conducim os nuestras vidas. Durante los años sesenta, esta expe
riencia fundamental de autoalienación y crisis fue com partida por muchos.
A lgo estaba com pletam ente errado en las formas prevalecientes de la- realidad
social y política, y en las formas establecidas del pensamiento a ese respecto.
Se volvió crítica la disparidad existente entre lo que se nos había enseñado a
aceptar com o las formas más refinadas del conocim iento humano y lo que
sentíamos en nuestro “ fuero interno” . H ubo muchos excesos durante este
periodo, y muchas vacilaciones. Pero no podem os olvidar una consecuencia
grave. M uchos llegaron a sentir la necesidad de un entendimiento más pene
trante de lo que había salido mal, o de la form a en que la camisa de
fuerza del pensamiento establecido había llegado a dom inar la vida humana.
N o bastan la protesta superficial y la polém ica. L o que se requiere es una
crítica que trate de llegar a las raíces; una revisión de lo que significa
vivir una vida racional; y una relación de la teoría con la práctica. Es la
historia de esta rebelión lo que quiero narrar en este trabajo, una historia
cuya conclusión no se ha decidido aún.
I. LA TEORÍA EMPÍRICA
Philosophy. Politics and Society (primera serie), comp. Peter Laslett, p. vii.
25
26 LA TEORÍA EMPIRICA
L a influencia positivista
...h a y razones para esperar que en los próxim os cien años se observe
un desarrollo sin precedentes en este cam po. U na razón para el optimismo
a este respecto se encuentra en la tendencia creciente, p or lo menos entre
los norteamericanos, a considerar las ciencias “ sociales” o conductistas
com o ciencias naturales genuinas y no com o Geisteswissenschaft. Estrecha
mente unida a esta tendencia se encuentra la práctica creciente de excluir
. las consideraciones lógicas, folklóricas y antropom órficas de la lista de
factores explicativos que presumiblemente son ante todo conductistas. En
teramente congruente con estas tendencias es el creciente reconocim iento
de la conveniencia, en las ciencias de la conducta, de una form ulación
explícita y exacta, con verificación em pírica en cada punto. Si estas tres
tendencias siguen aumentando, com o parece probable, hay buenas razones
para esperar que las ciencias de la conducta experimenten pronto un
desarrollo com parable al m anifestado p or las ciencias físicas en la época
de C opérnico, K epler, G alileo y Newton.4
A médida que los científicos sociales confiaban cada vez más en la posi
ción científica de su propia disciplina, sentían la necesidad de aclarar sus
aspectos lógicos y epistemológicos, sobre todo en los sentidos en que
pudiera compararse significativamente con las ciencias naturales bien esta
blecidas. Ryan se refiere al tem or del “ hiperfactism o” , pero otras influen
cias instaban también a una elucidación de la posición científica de la
teoría em pírica. Los científicos sociales practicantes se preocuparon por
la confusión interna existente en sus propios campos. Y a medida que los
filósofos de la ciencia entendían m ejor las características primordiales de las
ciencias naturales y el papel preciso que desempeña en ellas la teoría,
ejercían una influencia poderosa sobre los científicos sociales de m etodo
logía refinada.
8 Karl Popper subraya este punto en The Poverty of Histoñcism: “ Los debates más
fructíferos sobre el método están inspirados siempre por ciertos problemas prácticos
que encara el investigador; y casi todos los debates sobre el método que no tienen
tal inspiración se caracterizan por esa atmósfera de sutileza inútil que ha despresti
giado a la-m etodología entre los investigadores prácticos” (p. 57).
34 LA TEORIA EMPIRICA
con ectas? Pero más adelante veremos que la cuestión prim ordial no es la
pnsíhiliHa/1 de recolectar e interpretar datos, sino la significación de esta
empresa y las inferencias que podam os obtener de ella.
M erton asegura que la literatura sociológica abunda en generalizaciones
em píricas: “ proposiciones aisladas que resumen uniform idades observadas en
las relaciones existentes entre dos o más variables” (p . 9 2 ). Pero “ una mis
celánea de tales proposiciones sólo provee la materia prima: de la disci
plina sociológica. La tarea teórica, y la orientación de la investigación em pírica
hacia la teoría, se inicia cuando se establece tentativamente la influencia de
tales uniformidades sobre un conjünto de proposiciones interrelacionadas”
(p. 9 2 ).
H abiendo distinguido diversas actividades que se confunden con la teoría,
M erton se dispone a explicar lo que es la teoría sistemática, n o sólo para la
sociología sino para las ciencias sociales en general. Primero subraya que las
generalizaciones apropiadas para la teoría sistemática difieren significativa
mente de las generalizaciones empíricas misceláneas, basadas en la obser
vación de variables específicas. “ El segundo tipo de generalización socio
lógica, la llamada ‘ley científica’ , difiere de lo anterior por cuanto es una
aseveración de la invariación deñvable de una teoría” (p . 9 2 ). C om o la
mayoría de los científicos sociales, M erton está dispuesto a conceder que
no han abundado hasta ahora los buenos ejem plos de tales leyes, aunque cree
que “ no faltan por entero” las aproxim aciones de este segundo tipo de gene
ralización sociológica (p. 9 2 ). “ Es probable que la escasez de tales leyes
en el cam po sociológico refleje la bifurcación prevaleciente entre la teoría
y la investigación em pírica. A pesar de los numerosos volúmenes que se
ocupan de la historia de la teoría sociológica, y a pesar de la abundancia
de investigaciones empíricas, los sociólogos (incluyendo til autor de este libro)
pueden discutir los criterios lógicos de las leyes sociológicas sin citar un
solo ejem plo que satisfaga plenamente tales criterios” (p. 9 2 ). Esta admisión
parece casi una retirada de los defensores de la calidad científica de las
disciplinas sociales, especialmente de quienes están convencidos de que el
papel de la teoría y la explicación científica es esencialmente el mismo en
las ciencias naturales y en las ciencias sociales. Sin em bargo, M erton ofrece
un ejem plo de lo que quiere decir. Conviene considerar su ejem plo en detalle,
porque muchas de las observaciones que M erton quiere subrayar acerca de la
teoría sistemática, la explicación científica y el papel de las leyes científicas,
pueden entenderse claramente por referencia a tal ejem plo, o sea una “ reform u-
lación” de la explicación que da Durkheim a la diferencia de las tasas de
suicidio existentes entre católicos y protestantes.9
8 Una dificultad que aparece con frecuencia en la literatura de las ciencias sociales
es la disparidad existente entre los enunciados generales acerca de la naturaleza de
36 LA TEORIA EMPIRICA
“ Se ha establecido desde hace largo tiem po, com o una uniform idad esta
dística, que en diversas poblaciones tienen los católicos una tasa de suicidio
m enor que los protestantes” (p. 9 2 ). En la medida en que se form ule cui
dadosamente tal afirm ación, mientras permanecen constantes otros factores,
sólo tendremos una generalización em pírica, que no pretende enunciar una
invariación. El problem a consiste en ofrecer una explicación teórica de esta
regularidad. Reiterando los supuestos teóricos de Durkheim de manera for
m al, M erton ofrece la descripción siguiente del análisis de Durkheim :
las teorías, la explicación científica, las leyes, etcétera, y los ejemplos citados para
ilustrar estos puntos. Merton no es menos culpable de esto que muchos de sus colegas
menos refinados. En virtud de que en este contexto me interesa elucidar la postura
de Merton sobre la naturaleza y la función de la teoría en las ciencias sociales, pasaré
por alto muchas de las interrogantes que podrían plantearse acerca de la adecuación
de la “ reformulación” de Durkheim a manos de Merton. Las investigaciones recientes
ponen en tela de juicio la corrección histórica y empírica de la reconstrucción lógica
de Merton. Véase a Steven Lukes, Emile Durkheim: His Life and Work, capítulo 9;
Dominick La Capra, Emile Durkheim: Sociologist and Phüosopher, capítulo 4 ; Jack
Douglas, “ The Sociological Analysis o f Social Meanings of Suicide” , Archives europí-
ennes de sociología, 7 (1 9 6 6 ); y Hannan C. Selvin, “ Durkheim’s Suicide and ProMems
of Empirical Research” , American Journal of Sociology, 62 (1958).
LA TEORIA EMPIRICA 37
Dadas las tres primeras premisas, la conclusión obtenida es lógicam ente deri-
vable. Y si se cuestionara cualquiera de las tres premisas, presumiblemente
podríam os ofrecer algunas razones para su aceptación tentativa, Es hipo
tético porque no se afirm a que sea infalible alguna de las premisas de este
esquema. Nuevas investigaciones conceptuales o empíricas podrían cuestionar,
m odificar, o aun destruir tales premisas.
M erton reconoce también que en la teoría sistemática hay una necesidad ex
plícita o im plícita de emplear leyes o — digamos con mayor cautela— asevera
ciones semejantes a leyes. Tales leyes deben distinguirse cuidadosamente de las
meras generalizaciones empíricas. Es por virtud de estas presuntas leyes — lo que
han llam ado-los filósofos “ enunciados nom ológicos” — que podem os form ular
los enunciados em píricos contrarios que resultan tan esenciales para la expli
cación y el pronóstico científicos. Esto se ilustra cuando M erton nos dice
que los supuestos teóricos de Durkheim nos permitirían pronosticar que, si
disminuyera la cohesión social entre los católicos, sería de esperarse en este
grupo ( ceteris paribus) una tendencia hacia el increm ento de las tasas de
suicidios.
Por último, M erton advierte la estrecha conexión existente entre la expli
cación científica, la precisión, la verificabilidad y el pronóstico. U na teoría
científica bien form ulada es aquella que explica mostrando la form a en que
los fenóm enos y las regularidades empíricas pueden derivarse de supuestos
teóricos y de condiciones iniciales adecuadas. Pero tal teoría debe enunciarse
con precisión suficiente para ser verificable. D e otro m odo, no podríamos
distinguirla de una explicación post factura, porque estas explicaciones seu-
docientíficas pueden satisfacer también el criterio de la derivabilidad.
El bosquejo anterior de la teoría sociológica propiam ente dicha — un bos
quejo que trata de captar las características esenciales de la teoría sistemática
en cualquiera de las ciencias sociales— ayuda a situar la recom endación
estratégica específica que hace M erton acerca de la necesidad de teorías de
alcance intermedio. Por una parte, M erton se opone a los empiristas que
creen que podem os prescindir de la teoría. En todos sus escritos sostiene
M erton que tal actitud es estrecha, im productiva, y en última instancia antN
científica. En el m ejor de los casos, tal empirismo ingenuo conduce a la
recolección de datos sin ninguna dirección y a la acum ulación caótica de
generalizaciones empíricas misceláneas. Esto no es lo que persigue la ciencia, y
ciertamente no es la clave del éxito de las ciencias naturales. La investigación
em pírica sin teoría es ciega, así com o la teoría sin investigación em pírica está
vacia. Tam bién debemos ser modestos y realistas en nuestras aspiraciones.
Sólo mediante la lenta construcción y verificación de teorías de alcance in
term edio — “ teorías intermedias entre las hipótesis de trabajos menores que
surgen abundantemente durante las rutina? cotidianas de la investigación
LA TEORÍA EMPÍRICA 39
L o que está diciendo aquí M erton parece tan atendible y sensato que podemos
pasar por alto sus im plicaciones radicales. Desde luego, refleja una orto
doxia prevaleciente entre los científicos sociales. La plausibilidad de la afir
m ación de M erton acerca de la confusión atractiva pero fatal entre la historia
de la teoría y la sistemática de la teoría supone la aceptación de la analogía
existente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. En su concepción
hay muchas razones para leer los textos originales de N ewton y para estudiar
su época. Tendríam os un interés histórico en descubrir lo que d ijo e hizo
Newton, por oposición a las versiones que de sus hazañas aparecen en los
libros de texto; o podríam os examinar la obra de Newton com o un m odelo
para el entendimiento del proceso de la investigación científica. Pero el
40 LA TEORIA EMPIRICA
trarlo, todo paso real én esa dirección es un adelanto. Sólo en eSte punto
final se funden los islotes en una masa de tierra continental.
“ Así pues, la teoría general puede proveer por lo menos un am plio
m arco de orientación . . . Tam bién puede servir para codificar, interrela
cionar y proveer una gran cantidad del conocim iento em pírico existente.
Tam bién sirve para llamar nuestra atención sobre las brechas existen
tes en nuestro conocim iento, y para proveer cánones para la crítica de las
teorías y las generalizaciones empíricas. Por último, aun cuando no puedan
derivarse sistemáticamente, resulta indispensable para la aclaración siste
mática y la form ulación fecunda de hipótesis” (sin subrayado en el
origin al).
Parsons, “ T h e Prospects o f Sociological Theory” , American Sociological
Review, febrero de 1950, 15, pp. 3-16, en 7. Resulta significativo el hecho
de que una teoría general, com o la de Parsons, reconozca 1) que en
efecto la teoría sociológica general provee raras veces hipótesis específicas
que puedan derivarse de ella; 2) que, por com paración con un cam po
com o el de la física, tales derivaciones son un objetivo rem oto para la
mayoría de las hipótesis; 3) que la teoría general sólo provee una orien
tación general, y 4) que sirve com o una base para la codificación de las
generalizaciones empíricas y las teorías específicas. En cuanto se reconoce
esto, los sociólogos com prom etidos al desarrollo de la teoría general no
difieren significativamente, en principio, de quienes ven ahora la m ejor
promesa de la sociología en el desarrollo de teorías de alcance intermedio
y su consolidación periódica.10
miento que tenían los científicos sociales ortodoxos -de su- propia disciplina
durante los -años cincuenta, los ensayos de Smelser desempeñaron una fun
ción similar durante los sesenta. En los- veinte años transcurridos entre los
ensayos originales de M erton y los de Smelser, había aumentado enorme
mente el número y la diversidad de los estudios, no sólo en la sociología sino
en todas las ciencias sociales. Se había hecho un avance im portante en los
“miles de millones de horas-hombre de investigación sostenida, disciplinada y
acumulada” que existían en opinión de M erton entre la física del siglo xx
y la sociología del siglo x x . Pero sería ingenuo pensar que durante este
periodo se había observado sólo el progreso sostenido de la sociología com o
una disciplina científica. Fue durante este mismo periodo que una gran diver
sidad de enfoques nuevos — que van desde la obra de Erving G offm an hasta
Harold Garfinkel y la nueva escuela de etnom etodólogos— empezaron a
influir sobre la sociología. Estos enfoques nuevos no encajan fácilm ente en
el m arco de las teorías de alcance interm edio proyectado por M erton. Fue
también en este periodo cuando amigos y enemigos estaban cuestionando los
logros y los fundamentos de las ciencias sociales.
■ Smelser, profesor de sociología en la Universidad de C alifornia en Berkeley,
se encontraba en el centro mismo de esta tormenta intelectual. Estrechamen
te asociado a Talcott Parsons (con quien publicó conjuntam ente Economy
and Society), Smelser había publicado ya dos obras sociológicas sustanciales
e influyentes, Social Change in the Industrial Revolution (1959) y Theory
of Gollective Behavior (19 63 ). Los títulos indican dos de las preocupaciones
fundamentales de Smelser: el cam bio social y la teoría.
Smelser se ha mostrado sensible siempre a dos acusaciones formuladas con
frecuencia contra un m arco parsoniano: que la teoría era tan grandiosa y
abstracta que no explicaba o guiaba la investigación em pírica concreta,
y que la estructura teórica de Parsons no podía explicar o iluminar los pro
cesos muy importantes del cam bio social. Las propias contribuciones de
Smelser a la sociología, y su conocim iento am plio e íntimo del conjunto
de las ciencias sociales — incluidas la econom ía, la psicología y aun la
historia— , lo convierten en un vocero ideal para la reform ulación de una
interpretación naturalista de las ciencias sociales: una interpretación que
considera a las ciencias sociales com o ciencias naturales “ inmaduras” que con
tienen las semillas de un desarrollo refinado y maduro.
Smelser es consciente de las críticas que se hacen a la sociología com o
disciplina científica, y de los desarrollos recientes de la filosofía de la
ciencia. Expresa su optim ism o acerca del desarrollo futuro de las ciencias
sociales con mayor cautela que H ull o M erton. Pero lo más notable
es su acuerdo fundam ental con M erton en. cuanto a la naturaleza, la fun
ción y las perspectivas de la teoría empírica en las ciencias sociales. Está
44 1,A TEORÍA EMPÍRICA
Smelser afronta también — y derrota— una objeción com ún contra la idea mis
ma de una ciencia social m odelada en las ciencias naturales. Se ha sostenido que
la ciencia social descansa en una epistem ología ingenua. Los científicos socia
les suponen que hay un cam po de hechos objetivos. Los hechos anotados en
enunciados de observación se toman com o el cim iento y la piedra de toque
de todas las teorías superiores. Los críticos sostienen luego que un enten
dim iento más refinado de la epistem ología ha dem ostrado concluyentem ente
la inadecuación de una concepción tan ingenua. Hemos aprendido que lo
que llamamos hechos u observaciones están “ cargados de teoría” y forjados
por nuestros esquemas conceptuales. N o hay hechos sin interpretación o
silvestres que simplemente estén “ allí” , sin verse afectados por nuestros es
quemas teóricos y conceptuales.
Creo que la apreciación reciente de las formas en que los hechos y las
observaciones están “ cargados de teoría” tienen consecuencias importantes
para el entendimiento de las disciplinas sociales, pero no creo que ello
demuestre en form a alguna, o sugiera siquiera, la im posibilidad de la ca
lidad científica de las disciplinas sociales. Irónicam ente, la m ayor parte de
las controversias relativas al significado preciso y la im portancia dé la
aseveración de que toda observación está “ cargada de teoría” se han concen
trado en las ciencias físicas. La clasificación de los problemas involucrados
no tiene consecuencias importantes para nuestro entendim iento de la ciencia,
pero nadie ha sostenido que la falta de una distinción clara entre los hechos
y las teorías, o entre las observaciones y las teorías, existentes en las ciencias
físicas, baste para poner en tela de duda la idea misma de la ciencia
física.
Smelser se ocupó de este problema.
En una forma u otra, esta distinción [entre la teoría y los hechos] es cari
universalmente aceptada por los científicos sociales y de la conducta. Se
gún está distinción, el m undo puede dividirse en hechos em píricos (datos
conductistas) dados en el “ m undo real” y teoría (conceptos, construccio
nes, m odelos) que se encuentra en el “ m undo de las ideas” ; y la
tarea fundam ental de la investigación científica es la generación sistemá
tica de explicaciones m ediante el establecimiento de alguna relación
apropiada entre la teoría y los hechos (p. 5 8 ).1 2
Pero com o señala Smelser, si bien es cierto que hay alguna validez en esta
distinción, también es demasiado simplista. Citando la descripción que hace
Lawrence J. Henderson de un hecho com o “ una aseveración empíricamente ve-
rificable acerca de los fenóm enos en términos de un esquema conceptual”
(p. 58), Smelser subraya la im portancia de la frase “ en un esquema con
ceptual” . N o hay ningún hecho sociológico aparte de un esquema concep
tual al que se refiera. “ Cuando nos referimos a los hechos o los datos de
la conducta, nos referimos en efecto a un universo de enunciados cuyas
reglas de organización están Comúnmente arraigadas en las estructuras no
examinadas del lenguaje com ún y el sentido com ún. N o puede haber un
hecho sin un m arco conceptual” (p. 58). Pero si bien es cierto que debemos
abandonar la imagen ingenua de un m undo de hechos que com ponen el
“ m undo real” , esto no quiere decir que debamos descartar la im portancia
de la distinción intentada entre los hechos y la teoría. M ás bien debe re
formularse esta distinción com o " una relación entre dos marcos conceptuales“
(P. 5a). .
eirá cierto cam bio en otra propiedad, sin tener todavía una teoría. Sólo
tendremos una teoría cuando tengamos propiedades, y proposiciones que
establezcan relaciones entre ellas, y las proposiciones form en un sistema
deductivo. La mayoría de nuestros argumentos acerca de la teoría se
derrumbaría si nos preguntáramos prim ero si tenemos una teoría acerca
. de la cual discutir (p. 8 12).
N o hay duda de que gran parte de este trabajo — com o puede advertirse
claramente en el caso de Homans— ha ejercido una influencia profunda
sobre las nociones que tienen los científicos sociales ortodoxos de “ lo que
buscan” , y de los cánones aplicables a la teoría y la explicación científica
en sus campos. Pero hay también algunos problemas acerca de estas dis
cusiones y la cantidad de energía y de refinam iento intelectual involucrados.
Aunque tales discusiones tienen consecuencias muy importantes para nuestro
entendimiento de la ciencia, y en términos más generales para la epistemo
logía, a m enudo tienen escasa im portancia para los problemas prácticos y
sustantivos que afrontan en su investigación los científicos sociales.
Cualesquiera que sean las analogías que deseemos trazar y subrayar entre
las ciencias sociales y las disciplinas físicas, hay una diferencia importante
que virtualmente nadie disputa. La filosofía de las ciencias naturales se
ha convertido recientemente en un cam po apasionante y controversia! don
de pocos problemas se han resuelto en definitiva. Pero no hay ningún desacuer
do entre los científicos practicantes o los filósofos en el sentido de que un
entendimiento adecuado de las ciencias físicas debe considerar y hacer jus
ticia a la obra de gigantes tales com o C opém ico, K epler, Newton, Einstein,
Bohr, D irac y muchos otros. Podemos discutir acerca de las características
y los análisis de sus contribuciones teóricas, pero su obra sirve com o ejem plo
de investigación científica y avance teórico. En cam bio, no hay en la socio
logía ni en la politología ningún cuerpo com parable en el que podam os
encontrar ejemplos de poderosas teorías empíricas explicativas. Parece ser
que, en las ciencias sociales, el hincapié en “ lo que es la teoría” es inver
samente proporcional a la capacidad para elaborar “ teoría propiamente
dicha” .
Esto no lo niegan ni los defensores más acérrimos de la calidad cien
tífica de las disciplinas sociales, quienes apelan de ordinario a la juventud
de la disciplina, sosteniendo que el terreno está preparado ahora para el
C opém ico o el Newton de las ciencias sociales, y que hay ahora por lo
menos aproxim aciones a las normas rigurosas de la tem ía explicativa genui-
na. Sin embargo, cuando observamos con detenim iento estas supuestas
aproximaciones, vemos que distan m ucho de las mismas normas de teoría
invocadas por los propios científicos sociales. A l revés de lo que ocurre con
los críticos que pretenden demostrar la im posibilidad de una ciencia de los
seres humanos, no creo que esto pueda probarse de una sola tirada mediante
argumentos conceptuales a priori. En el capítulo n consideraré los argu
mentos de filósofos analíticos tales com o Peter W inch y A . R . Louch, quienes
pretenden demostrar que la idea misma de una ciencia social m odelada en
las ciencias naturales involucra confusiones conceptuales y falacias lógicas
insuperables.
52 LA TEORÍA EMPIRICA
cipio), sino porque ello es muy d ifícil, m ucho más difícil de lo que
parecen advertir los proponentes. Con gran frecuencia, estas afirmaciones
contienen a lo sumo descripciones más o menos correctas, antes que ex
plicaciones, de fenóm enos específicos, expresadas o acompañadas de una
retórica que los incautos podrían tom ar p or explicaciones.. . Los resul
tados obtenidos hasta ahora sólo equivalen (por lo que se refiere a la
explicación) a la articulación de algunas conjeturas precientíficas o espe
ranzas piadosas de que pueda darse en última instancia una explicación
funcional del problem a en cuestión.17
Por una parte, había presentado el m odelo com o una secuencia temporal
de pasos; por la otra, había reconocido las posibilidades de “ brincar
pasos” , “ regresiones a pasos anteriores” , “ secuencias truncadas” , etcétera,
que podrían usarse com o escapes teóricos si alguna secuencia histórica
particular no correspondía a la indicada por el m odelo de la diferencia
ción. Sentí una vaga inquietud ante la posibilidad de que la represen
tación del m odelo de diferenciación com o una secuencia de pasos o etapas
temporales fuese teóricam ente p oco satisfactoria, pero no sabía cóm o
representarla en ninguna form a m ejor.23
22 Ibid., p. 164.
28 Ibid.
LA TEORIA EMPIRICA 57.
tinentos el m odelo del valor agregado. Smelser, com o tantos otros científicos
sociales ortodoxos, ha subrajado que una teoría adecuada debe permitir
la derivación de generalizaciones empíricas a partir de nuestros supuestos
teóricos. R econoce que debemos poder derivar enunciados contrarios acerca
de lo que ocurriría si se m odificaran ciertas variables especificables en
form a independiente. Pero su m odelo del valor agregado no satisface este
requerimiento. El propio Smelser plantea la interrogante realmente difí
cil cuando escribe: “ Si una variable del m odelo no se ve activada por
la variable inmediatamente ^precedente’ en la serie del valor agregado,
¿cuáles son las condiciones que la activan? Esta interrogante no se resolvió
3*
satisfactoriamente en Theory of Collective Behavior, y no he podido con
V* testarla a mi gusto después” .24
El éxito o el fracaso de las ciencias sociales no depende de las aproxim a
ciones de M erton o de Smelser. Algunos sostienen, com o Homans, que sus
esfuerzos no estaban condenados. al fracaso porque hubiese algo intrínse
í camente errado en la búsqueda de explicaciones teóricas en las ciencias so
ciales, sino porque los partidarios del funcionalism o han estado buscando
en el lugar errado.25
Debiéramos m editar por lo menos cuando científicos sociales tan prom i
nentes com o M erton y Smelser, conocedores de una gran diversidad de
enfoques de las ciencias sociales, no pueden elaborar nada que se asemeje
genuinamente, o se aproxim e siquiera, a una teoría científica explicativa.
La situación se agrava cuando advertimos que ninguna de las alternativas
propuestas hasta la fecha, en la sociología o la poli'tología, se ha acercado
algo a la presentación de tal teoría.
Es precisamente esta paradoja, o por lo menos esta disparidad tremenda
entre el concepto de la teoría em pírica adoptado por los científicos sociales
ortodoxos y la incapacidad para alcanzarlo, lo que ha llevado a un número
creciente de pensadores a cuestionar los fundamentos mismos de la ciencia
social concebida com o una ciencia natural. L o que resulta más perturbador
aún — desde la perspectiva de lo que pretenden hacer los teóricos empíricos
ortodoxos— es la advertencia de la gran cantidad de lo que se ha presentado
com o teoría en las ciencias sociales que resulta ser ideología disfrazada. Por
ambiciosas o modestas que hayan sido las pretensiones de los científicos
sociales ortodoxos de desarrollar la teoría em pírica, tales científicos han in
sistido en que sus hipótesis y enunciados son neutrales en sentido valora-
24 Ibid., p. 166. Véanse otras críticas al trabajo de Smelser en mis comentarios, con
la respuesta de Smelser, en la “ Review Symposium” de Essays in Sociological Explan-
ation, Sociological Inquiry, 39 (primavera de 1969).
25 Homans no triunfa allí donde han fracasado Smelser, Parsons y Merton. Véase
una crítica de Homans en Peter P. Eken, Social Exchange Theory.
58 LA TEORIA EMPIRICA
27 Ernest Nagel, The Structure of Science. A menos que se diga otra cosa, todas
las referencias a las páginas de Nagel corresponden a este volumen.
60 LA TÉORIA EMPIRICA
Pero aun concediendo todo esto, el débil estado actual de las ciencias sociales
no impide la potencialidad del desarrollo científico.
La primera confusión importante que Nagel trata de aclarar se refiere a
la diferencia existente entre la “ experim entación controlada” y la “ investi
gación controlada” . Se objeta a m enudo que, en virtud de que la expe
rimentación controlada es la condición sine qua non para el logro del con oci
miento científico, y en particular para el establecim iento de leyes generales, y
dado que tai experim entación es imposible en los fenóm enos sociales a
gran escala, no podem os descubrir y someter a prueba las leyes generales
aplicables a tales fenómenos. Pero Nagel señala la existencia de ciencias
físicas bien desarrolladas, com o la astronomía y la astrofísica, que en términos
estrictos no son “ ciencias experimentales” . Es cierto que en todas las ramas
de la investigación científica debe haber procedimientos que tengan “ las
funciones lógicas esenciales del experim ento en la investigación” (p . 4 5 2 ).
Por ejem plo, debe haber una oportunidad para contrastar diversas ocasiones
y para distinguir las hipótesis que pueden ser confirmadas o rechazadas.
Además, con frecuencia se exagera y se entiende mal la artificialidad putativa
de los experimentos de las disciplinas sociales. En las ciencias naturales hay
también algunos experimentos artificiales que, en virtud de la exclusión de
muchos factores normales, nos ayudan a entender los procesos físicos “ reales” .
“ Es una crítica errada de los experimentos de laboratorio de la ciencia social
la que sostiene que, en virtud de que una situación de laboratorio es ‘irreal’ ,
su estudio no puede arrojar ninguna luz sobre el com portam iento social en
la vida ‘real’ ” (p. 4 5 6 ). En suma, la critica de la ciencia social sobre estos
lincamientos está destinada al fracaso. Los críticos entienden erradamente
el papel y la función de los experimentos en la investigación científica, y
LA TEORIA EMPÍRICA 61
En las ciencias sociales, com o en las ciencias físicas, surgen algunas dificul
tades porque se producen algunos cam bios en el sujeto investigado a causa
de las mismas técnicas utilizadas en la investigación. Además, Nagel acepta
francamente que, en las ciencias sociales, tales cambios pueden atribuirse en
parte al conocim iento o a las creencias de los individuos. Pero esta diferencia
se refiere a las técnicas que deben emplearse para identificar y eliminar el
sesgo involucrado, no a la lógica de la situación. Por el contrario, este
problem a plantea un desafío práctico, no un obstáculo teórico, a la inves
tigación de la ciencia social. T al problem a exige el desarrollo de técnicas
para la elim inación o minimización de toda distorsión resultante de la con
ciencia del participante.
Hay otros dos argumentos conocidos acerca del conocim iento com o una
variable social que Nagel quiere refutar. Tales argumentos se refieren a los
llamados “ pronósticos suicidas” y “ profecías automáticas” . Los “ pronósticos
suicidas” tienen una base sólida en el m om ento en que se pronuncian, pero
se ven refutados a causa de las acciones realizadas com o consecuencia de su
pronunciam iento. Esto ocurre cuando los expertos económ icos hacen pronós
ticos acerca del estado futuro de la econom ía y los empresarios — en respuesta
a estos pronósticos públicam ente anunciados— actúan en form a tal que los
pronósticos no se cum plen. ¿P ero qué prueba todo esto? Sólo “ que las creen
cias acerca de los asuntos humanos pueden generar algunos cambios cru
ciales en los hábitos del com portam iento humano que son los temas mismos
de estas creencias” (p. 4 69 ). Ello no prueba que no podam os hacer pronós
ticos, ni siquiera que no podamos tomar en cuenta las form as en que los
pronósticos pueden verse afectados por los sujetos conscientes de tales pro
nósticos. Los argumentos contra la ciencia social basados en las “ profecías
de cum plim iento autom ático” — los pronósticos que son falsos en el momen
to de su pronunciam iento pero resultan finalm ente correctos a causa de las
acciones derivadas de la creencia en ellos mismos— pueden derrotarse en la
misma form a.
Nagel considera luego dos tipos de objeciones que han adquirido prom i
nencia en las criticas recientem ente formuladas contra las ciencias sociales.
Más adelante exploraremos en m ayor detalle cóm o se han presentado y ex
plicado tales críticas. Pero ahora resultará instructivo el examen de la forma
en que Nagel las prevé y form ula, y la form a en que trata de refutarlas.
Algunos sostienen que “ resulta difícil, si n o es que imposible, el logro de las
explicaciones objetivam ente garantizadas de los fenóm enos sociales, porque
tales fenóm enos tienen un aspecto esencialmente ‘subjetivo’ o ‘impregnado
de valor’ ” (p. 4 7 3 ). Aquí se objeta que no puede haber ninguna explicación
adecuada de los fenóm enos sociales si no se consideran la m otivaciones, las
disposiciones, las metas perseguidas y los valores. Pero estos aspectos de los fe
LA TEORIA EMPÍRICA 63
derrota las objeciones tal com o él las form ula, no siempre aprecia todo el
vigor de estas objeciones. V oy a aclarar esto: no pienso que haya otras obje
ciones no consideradas por Nagel, o variaciones de las objeciones por él con
sideradas, que prueben categóricam ente la im posibilidad de la ciencia social.
Cuando la cuestión se plantea en esta form a, N agel gana. Pero cuando
abandonam os la obsesión de elaborar y derribar argumentos de imposibi-
bilidad — com o creo que debemos hacerlo— , las objeciones planteadas por
críticos más refinados podrán contem plarse en una perspectiva muy dife
rente. En lugar de cuestionar la posibilidad lógica o conceptual de la ciencia
social, podem os cuestionar los énfasis, las preocupaciones y los problemas
presentes y prevalecientes. Las orientaciones intelectuales — incluida la de
Nagel— apoyan cierto sentido de lo que son los problemas importantes,
las líneas de investigación fructíferas, el planteam iento adecuado de los
problemas. Los desafíos más importantes e interesantes de cualquier orien
tación dominante son aquellos que nos obligan a cuestionar los énfasis
im plícitos y explícitos que nos hacen advertir no sólo lo que está incluido
en prim er plano sino también lo que queda excluido o relegado a segundo
plano com o algo p oco importante, ilegítim o o poco práctico.
Además, no debemos dejam os engañar por la dicotom ía fundamental
que determina todo el contexto de la discusión de N agel: la distinción
existente entre los obstáculos teóricos y los obstáculos prácticos. Porque
lo que entiende N agel p or “ teórico” en este contexto es la im posibilidad
lógica: los argumentos que tratan de demostrar la imposibilidad lógica o
conceptual de la ciencia social. T odos los demás obstáculos se engloban
bajo el rubro de lo práctico.
Nagel aclara bien este punto, pero muchos de quienes lo citan com o au
toridad son m ucho menos claros. El éxito de Nagel es la demostración de
que ninguno de los argumentos que reform ula y examina puede negar
la posibilidad del desarrollo científico de las disciplinas sociales. Irónica
mente, sin embargo, cuando considera Nagel muchas de las objeciones
demuestra en efecto que en la mayoría de los casos tienen algo de ra
zón. Porque si bien es cierto que fallan com o argumentos de imposibilidad,
las objeciones revelan los com plejos obstáculos encontrados: dificultades
prácticas m ucho más formidables de lo que creen muchos científicos socia
les ortodoxos.
Pero debemos cuidam os de no extraer conclusiones erradas del análisis
de Nagel. Hay aquí un cam ino resbaloso en el que se han aventurado con
demasiada facilidad m uchos científicos sociales ortodoxos. N o se han ofre
cid o buenas razones para demostrar la imposibilidad de la ciencia social:
por lo tanto, es posible. Parecería que desde este punto se da un paso
pequeño cuando se afirma que, ya que es posible, es también probable
LA TEORIA EMPIRICA 69
las ciencias físicas avanzadas, debe enseñarse a los estudiantes las técnicas
de investigación cuantitativas y em píricas más recientes; deben planteár
seles los problemas de las fronteras de la investigación em pírica; deben
dominar las mejores teorías actuales, y deben ser estimulados para que
desarrollen la imaginación creativa necesaria para el descubrimiento de
nuevas y mejores teorías.
Se piensa que el teórico y el investigador em pírico deben cultivar una
actitud desinteresada cuando investiguen los fenóm enos sociales y políticos.
Com o ciudadano privado, o com o experto que asume responsabilidades pú
blicas, el teórico puede aplicar su conocim iento tentativo a los problemas
vitales de su tiempo. Pero com o teórico debe esforzarse por ser objetivó y
neutral. Puesto que sabemos cuán fácilm ente permitimos que nuestros sesgos
distorsionen la descripción y explicación de los fenóm enos sociales, el teórico
debe estar siempre dispuesto a someter sus enunciados hipotéticos a la dis
cusión y la verificación públicas, y debe abandonar todas las tesis que
sean refutadas de acuerdo con los cánones de la investigación científica.
Su trabajo com o teórico consiste en interpretar el mundo, no en cam biarlo;
lo interpreta ofreciendo y sometiendo a prueba explicaciones teóricas. El
teórico sabe, o por lo menos cree, que si estamos seriamente interesados en
“ cam biar el m undo” podremos lograrlo m ejor mediante el conocim iento
científico, sobre todo el conocim iento de las consecuencias probables de
diferentes cursos de acción.
Por lo tanto, el teórico adopta una distinción categórica entre la teoría y
la práctica o la acción. Cualesquiera que sean los sentidos de la “ acción”
apropiados para el entendimiento de la investigación científica — por ejem
plo, la experimentación controlada— , deben distinguirse claramente de las
normas de la actividad en las que apliquemos conscientemente nuestro co
nocim iento teórico a la solución de los problemas prácticos de la sociedad.
Por último, un defensor refinado de la ciencia social ortodoxa puede
admitir que hay muchos sentidos en que son importantes los valores y las
normas para la investigación de la ciencia social. Podemos estudiar cien
tíficam ente los valores y las normas. Podemos tratar de localizar las varia
bles que refuerzan ciertos valores o estimulan la declinación de las normas.
Podemos admitir, y aun estudiar, las formas en que los valores afectan la
selección de problemas en la investigación social. Podemos ser sensibles al
papel de los valores en la evaluación de la inform ación. Aun podem os
aceptar que la investigación de la ciencia social no puede llegar muy le
jos sin hacer uso de los juicios de valor “ de caracterización” , y que debe
mos ser extremadamente cautos en la form ulación de tales juicios. Podemos
reconocer que los científicos sociales han fundido y confundido los juicios
de valor de caracterización con los juicios que expresan aprobación o repro-
72 LA TEORIA EMPIRICA
35 Karl R. Popper, The Poverty of Historicism. A menos que se diga otra cosa,
todas las referencias a las páginas de Popper corresponden a este volumen.
78 LA TEORIA EMPIRICA
de las causas y los efectos y el conocim iento de lo que realmente está ha
ciendo” (p. 6 7 ).
Para Popper, ni la tecnología, ni la ingeniería, ni la ciencia misma
bastan para determinar y garantizar los fines que se alcanzarán o aproxi
marán mediante nuestros pasos cautelosos de reform a social. Acepta que
“ la ingeniería social pública o política puede tener las tendencias más
diversas, totalitarias tanto com o liberales” (p. 6 6 ). La tarea de la aplica
ción de la solución final al problem a ju dio por parte de los nazis fue
una tarea de “ ingeniería” que involucraba muchas cuestiones técnicas acerca
de los m edios más eficaces para atrapar a los judíos, transportarlos a los
campos de concentración, y asesinarlos. Desde un punto de vista lógico, el
conocim iento técnico requerido para realizar con eficiencia estas tareas (al
mismo tiem po que se libra una guerra) es del mismo tipo que se necesita
para diseñar y controlar instituciones destinadas a prom over el alto empleo
en una econom ía de tiempos de paz. L a ingeniería social gradual es neu
tral en cuanto a los fines que se persigan. Popper cree que puede haber
una discusión crítica racional de los fines, pero hay graves dificultades en su
defensa de esta pretensión fundamental.
En 1969, en una época en que la idea de la ingeniería social estaba
siendo vehementemente atacada desde diversos puntos de vista, Philip M .
Hauser reiteró y defendió este ideal.80 Hauser parece pensar que el enfo
que de la ingeniería social es enteramente nuevo, y que es el único enfoque
adecuado para la solución de los problem as sociales contem poráneos. Des
cribe Hauser el papel del científico social com o científico, cuya tarea pri
mordial consiste en generar conocim ientos mediante su recolección, proce
samiento y análisis de datos. Este conocim iento puede servir luego com o la
base para la form ación de una política social p or parte del ingeniero social,
quien está interesado en la “ contabilidad social” : “ un sistema de control
de la inform ación que sirve a las necesidades de los administradores de un
organismo o un program a” (p . 1 5 ). Este enfoque nuevo está “ más allá
de la ingenuidad de las formas tradicionales del liberalismo y el conser
vadurismo” (p. 14). Éste es el único enfoque que puede afrontar seriamente
nuestros problemas sociales contem poráneos. Casi de pasada, nos dice Hauser
que
Pero Hauser subraya el papel que pueden desempeñar en tal form ación de
metas el científico social y el ingeniero social. Ellos son los expertos que
“ deben trabajar en estrecho contacto con los líderes políticos y de otra
clase para ayudar a desarrollar una am plia gam a de elecciones, las que
reflejarán, en la m edida de lo posible, los requerimientos y las consecuencias
de metas específicas” (p . 1 5 ). Hauser elude los problemas realmente difíciles
y permanentes que se encuentran en la base de la ingeniería social. La posi
bilidad misma de la ingeniería social depende de una especificación de las
metas sociales que quieren alcanzarse. N o es muy ilum inante, por lo menos,
la aseveración de que “ esto debe realizarlo el conjunto de la sociedad” .
¿C óm o? ¿P or quién? ¿Q u é razón tenemos para suponer que haya algunas
metas com partidas por una sociedad “ en conjunto” ? ¿C óm o decidiremos — ya
sea com o ciudadanos, administradores o ingenieros sociales— cuáles m e
tas deben alcanzarse? Hauser oscurece los problem as normativos centrales
que deben confrontarse honestamente para que el enfoque de la ingeniería
social tenga alguna plausibilidad en absoluto y n o se utilice com o un ins
trumento de la dom inación y la represión sociales.
internos, ha sido y sigue siendo com partida por el grupo dominante de los
científicos sociales profesionales.
Puede añadirse un elemento más com o remate de esta presentación. En
términos históricos no podem os subestimar el papel desempeñado por la
Ilustración en la configuración y el ím petu del desarrollo de las ciencias
sociales. Se ha acariciado desde hace m ucho tiem po el ideal de que el adelanto
de la ciencia, y del conocim iento científico de los fenóm enos sociales y polí
ticos, debe hacem os progresar hacia los ideales y las metas sociales aceptados
por los seres humanos razonables. Hemos aprendido que la obtención y
utilización de tal conocim iento resulta m ucho más difícil que lo esperado
por algunos de nuestros antecesores de la Ilustración, pero esta meta — este
ideal regulador— es todavía perseguida por los científicos sociales.
En efecto, muchos se preguntarán si hay alguna alternativa razonable.
Pero a pesar de toda la atracción, el poder y la sensatez representados por
esta orientación, hay en su interior algunos problemas y conflictos graves.
Ya he señalado la tremenda disparidad existente entre la insistencia en lo
que es la teoría y la incapacidad para alcanzarlo efectivamente. Podría
escribirse la historia de gran parte de la ciencia social durante los últimos
siglos, en términos de las declaraciones de que tal ciencia se ha convertido,
o está a punto de convertirse, en una empresa genuinamente científica.
M uchas de las disculpas tradicionales por el estado prim itivo de la socio
logía y la politología, en com paración con los criterios sostenidos por los
científicos sociales ortodoxos, parecen débiles y al mismo tiem po poco con
vincentes.
Además, a pesar de la modestia oficial acerca del estado de las ciencias
sociales, se observa con frecuencia una arrogancia peligrosa. Hauser es un
ejem plo típico citando reconoce que “ en términos estrictos” la ingeniería
social deprende de una especificación de las metas sociales que quieran al
canzarse, pjero inmediatamente agrega que “ el científico social y el inge
niero social se encuentran en una posición estratégica para participar en
la form ación de metas” (p. 1 5), trabajando en íntim o contacto con los
líderes políticos y de otra índole en el desarrollo de una am plia gama
de elecciones. Los juicios normativos del propio Hauser quedan claramente
en evidencia cuando tiene la temeridad de declarar:
Cóm o veremos eri el capítulo n, la form a en qué Hauser transmite con tanta
facilidad sus “ ju icio s d e valor de apreciación” , mientras se supone que rea-
liza un análisis objetivo y neutral de la ciencia social y la ingeniería social,
representa sólo la punta á ú iceberg. A pesar de tod o lo que se dice sobre
la objetividad y la neutralidad valorativa, la literatura de la ciencia social
y la llamada teoría em pírica rebosán en juicios de valor explícitos e im plí
citos, y én ' afirmaciones normativas e ideológicas controvertibles.
Pero hay én la' orientación presentada otros aspectos niás profimdamente
perturbadores. Se suporte qué el conócim iénto, y en particular el conóci-
miénto em pírico detallado del funcionam iento real de la sociedad y Iá
política, provee la base de la acción ilustrada y la reform a social. Pero
cuando nos concentramos en lá dialéctica de los fundamentos epistemoló
gicos dé la ciencia social ortodoxa, detectamos lás poderosas tendencias qiie
rtiinan este mismo ideal de Ilustración. Cuando se ponen al descubierto
tales tendencias, no sólo surge tm escepticismo enorm e acerca de la posi
bilidad dé la teoría norm ativa coiiiÓ “una disciplina racional, sino también la
sugerencia constante de que los “ valores” son, en última instancia, apenas
respuestas em ocionales, subjetivas e irracionales. Se nos asegura una y otra
vez que la form ación de políticas, la aplicación del conocim iento científico,
y la actividad de la ingeniería social, dependen de una especificación de las
metas. Pero se nos da una inform ación nula o escasa acerca de la form a en
que debieran establecerse tales metas. Si no encaramos francamente estos
problemas, resulta obvio que las técnicas del control y la manipulación podrán
usarse igualmente para los fines más m alvados o inconvenientes.
Además, a pesar de toda la insistencia que se hace en el científico social
com o observador desinteresado, algo se ha perdido o suprim ido de la tra
dición de la iheoria de la que surgió la teoría de la ciencia social. Se
suponía que una de las funciones clásicas de la teoría era su eficacia prác
tica: su capacidad para ayudamos a distinguir la apariencia de la realidad,
lo falso de lo verdadero, y para proveer una orientación de la actividad
práctica. A nticipando una observación hecha incisivamente por Habermas,
diremos que lo que se suponía una función prim ordial del bios theoretikos
ha quedado descartada ahora por “ prohibiciones m etodológicas” .37
Los científicos sociales ortodoxos negarían que han abandonado esta fun
ción de la teoría. Sostienen que sólo ahora, por primera vez en la historia,
podemos distinguir los aspectos más manifiestos y superficiales de la sociedad
y la política de la form a en que “ realmente” son; sólo ahora estamos alcan
zando un conocim iento em pírico sólido, en lugar de la opinión y la especu
lación. Pero aun si se concede tan dudosa pretensión, las consecuencias prác
ticas de esta acum ulación de conocim iento em pírico no están nada claras.
Está aumentando la brecha que separa a este conocim iento de su utilización
para la creación de una sociedad buena y justa. N o hemos cerrado la brecha
que media entre la teoría y la práctica, sino creado un vacío intelectual y
práctico. En lugar de la utilización del conocim iento por parte de los refor
madores sociales y políticos, encontramos su uso por quienquiera que tenga
el poder para hacerlo. Y a pesar de toda la preocupación por la calidad
científica de las disciplinas sociales y políticas, se elude o descarta la idea
misma del teórico com o crítico de la sociedad y la política por “ prohibiciones
m etodológicas” .
Esta situación, de consecuencias potencialm ente ominosas, ha generado un
creciente sentimiento de crisis, de protesta, y una necesidad desesperada
de revisar los fundam entos mismos del entendimiento ortodoxo de la inves
tigación social y política. En el resto de este estudio exploraré los esfuerzos
más serios que se han hecho para revisar y restructurar la investigación
social y política.
II. LENGUAJE, ANÁLISIS Y TEORÍA
1 Isaiah Berlín, “ Does Political Theory Still Exist?” , Philosophy, Politics and
Society (segunda serie), comps. Peter Laslett y W . G. Runciman, p. 19.
2 Introducción, Philosophy, Politics and Society (segunda serie), p. vii.
83
84 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
» Ibid.
* Véase Praxis and Action, parte iv, “ El concepto de la acción: Filosofía ana
lítica” . Véase también la discusión perspicaz que hace Hanna F. Pitkiñ del concepto
de la acción en Wittgensteíñ and •Justict.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 85
Ahora bien, podría pensarse — y es muy probable que lo hagan los cientí
ficos sociales ortodoxos— que Berlin no está cuestionando la concepción de
la ciencia social com é una ciencia natural que trata de descubrir teorías
empíricas. Estos científicos dirían que el uso mismo del término “ norm ativo”
da la clave de lo que está propugnando Berlin. Por “ teoría política” entiende
Berlin “ la teoría política normativa” . Independientemente de que nos sim
patice o no esta propuesta, la teoría normativa es distinta de la teoría em
pírica y n o debe confundirse con ella. Pero esta representación de lo que
está diciendo Berlin distorsiona su sentido y elude algunas de las im plicaciones
más controvertibles de su análisis.
Berlin subraya que “ las creencias de los hombres en la esfera de la con
ducta forman parte de su concepción de sí mismos y de otros com o seres
humanos; y esta concepción es a su vez parte intrínseca de su imagen del
mundo, consciente o inconscientemente” (p. 1 3 ). Los seres humanos son seres
autointerpretativos, y este hecho tiene una im portancia fundamental para
el entendimiento de la vida social y política. Las creencias que tienen los seres
humanos acerca de sí mismos y de otros no son simplemente estados subjetivos
en sus mentes; son — para usar una expresión kantiana— constitutivas de
las acciones, las prácticas y las instituciones que com ponen la vida social
y política. Los serés humanos, nos dice Berlin, están dom inados por uno o
más m odelos del m undo, y “ este m odelo o paradigm a determina el contenido
y la form a de las creencias y del com portam iento” (p . 1 4). En consecuencia,
“ todo cam bio ocurrido en el m odelo central es un cam bio en las formas en
que se perciben e interpretan los datos de la experiencia. El grado en que
tales categorías se funden con la evaluación dependerá sin duda de su
conexión directa con los deseos y los intereses humanos” (p. 17). N o nos
interesan sólo la diversidad de las creencias y los m odelos dominantes, sino
también sus orígenes, y las causas de su dom inación, refuerzo y derrum be:5 *
5 Isaiah Berlin, “ Does Political Theory Still Exist?” A menos que se aclare otra
cosa, todas las referencias a las páginas de Berlin corresponden a este ensayo.
88 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA
cuestiones causales que constituyen’ én efecto una' parte im p orta n te;d olos
estudios sociales. Pero para entender a los series humanos debemos explorar
también la adecuación dé estos m odelos, las fortrias qué corréspóftden o ' no
al com portam iento efectivo dé los hom bres, y su validez.
Por lo tanto, suponer que ha habido, o podría haber, épocas sin filosofía
política, es com o suponer que, así com o hay épocas de fe, hay o podría
haber épocas de incredulidad total. Pero ésta es una noción absurda; no
hay ninguna actividad humana sin alguna clase de perspectiva general:
escepticismo, cinismo, negativa a ocuparse dé cuéstionés abstractas ó a
cuestionar los valores, oportunismo puro, desprecio por la teorización, todas
las Variedades del nihilismo, son en si mismas, por supuesto, posiciones
metafísicas y éticas, actitudes d e com p rom iso... L a idea dé una teoría
(o m odelo) de la acción humana completamente W ettfrei (por ^oposición
a l ; com portam iento animal, por éjem plo) descansa en una concepción-
ingenuamente errada de lo que debe ser la objetividad o la neutralidad
en los estudios sociales (p . 1 7).
Podría objetarse .qué ningún , científico político o social, ortodoxo -piensa que
podem os olvidar las creencias, las actitudes y las interpretaciones de los agen-:,
tes humanos en una ciencia social adecuada. M ás bien insistirá en que, : si
querernos investigar estos .fenómenos esencialmente subjetivos y privados- en
formas correctas desde el punto de vista m etodológico, debemos relacionarlos
con el com portam iento objetivo, incluido , el com portam iento verbal exhibido
en respuesta, a cuestionarios y encuestas. Pero .como sugiere B erlin,.la cuestión
prim ordial es una cuestión de categorías. Los científicos sociales ortodoxos
tienden a pensar que todos los fenóm enos pertinentes pueden dividirse ciar
ramente en subjetivos y objetivos, privados y públicos. El problem a m eto
dológico del estudio de lo que sea subjetivo y privado consiste en mostrar
cóm o puede correlacionarse .con. lo que sea objetivo y público, Pero, si Berlín
tiene razón ,. estas dicotom ías — que están tan arraigadas en. la ciencia social
ortodoxa y tienen un largo linaje filosófico— representan mal a la acción
humana en realidad, La acción humana no consiste en dos partes separables,
externamente relacionadas: un,, elemento de creencia mental, y un elemento
de m ovim iento físico. La acción humana — por lo .menos las formas de la
acción pertinente para la vida social y política— es tal que lo que tomamos
por una acción, y aun su descripción adecuada, se relaciona internamente
con las interpretaciones que son intrínsecamente constitutivos de la acción,
La descripción y la. identificación de la acción humana “ se funden con la
evaluación” .
Si. olvidam os o minimizamos la m edida en. que la acción humana, está
constituida por las interpretaciones de agentes humanos, aun. nuestros estudios
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 89
em píricos de las •regularidades ;sérán engañosos. : Es posible " que el' desoír
brim iento de regularidades en la vida- social y p olítica no seá" una •indicación
siquiera de un. punto de partida para e l; descubrim iento-de aspectos constantes
dé la vida hum ana; es posible que estas regularidades reflejen sólo el arraigo
y la aceptación irreflexiva de m odelos dominantes de ia~ realidad política.
Gom o observa agudamente Berlín, es en una sociedad que convenga unáni
memente en sus metas donde funcionaría' m ejor una ciencia social que trate
dé pronosticar y de Teducir todas las cuestiones a problemas em píricos. ’
En una sociedad dom inada por una sola meta, sólo podría haber, en
principio, discusiones acerca de los medios más adecuados para la conse-
. quejón de ese fin ; y las discusiones acerca d e los medios, tienen un carácter
técnico, es decir, científico y em pírico: pueden resolverse por la expe
riencia y la observación o cualesquiera otros métodos que se usen para
descubrir causas y correlaciones; por lo menos en principio pueden redu
cirse a las ciencias positivas. En tal sociedad no podrían surgir discusiones
sérias acerca de los filies políticos o los v a lo r e s só lo podrían' surgir discu
siones empíricas acerca de los caminos más eficaces hacia la meta (p . 8 ),
El reem plazo de la teoría política p or una ciencia natural dé los seres hu
manos no sería el triunfo de lá neutralidad dé valor y la objetividad: T ál
reemplazo estaría com pletam ente cargado dé valor: yá rio se foririularíari
seriamente interrogantes primordiales acerca de lo que sóri los hom bres; por
el contrarió, sería la aceptación irreflexiva de sesgos ideológicos. -'Lá teoría
política se interesa priniordialm ente en , -
Pocos años antes de la aparición del ensayo de Berlin, Peter W inch publicó
una m onografía breve pero muy discutida, The Idea of a Social Science. La
im portancia de este trabajo reside más en el papel histórico y polém ico que
desempeñó que en la claridad de sus tesis centrales o en la adecuación de las
conclusiones alcanzadas. W inch fue uno de los primeros exploradores de las im
plicaciones del análisis lingüístico — especialmente las investigaciones de Lud-
wig W ittgenstein— para la evaluación crítica de las ciencias sociales y la
explicación del “ concepto de lo social” . Además, W inch conecta también el
trabajo de la filosofía lingüística con la noción del Verstehen y el concepto
del “ com portam iento significativo” que habían sido fundamentales en la
tradición weberiana de la sociología interpretativa. La m onografía se es
cribió en una época en que los dogmas de los científicos sociales ortodoxos
parecían tan arraigados que resultaba difícil discernir alguna alternativa ra
cional. W inch está protestando contra las restricciones y distorsiones de una
concepción positivista del conocim iento, y contra las formas en que esto ha
infectado la ciencia social ortodoxa.
N o conform e con señalar las dificultades, W inch quiere demostrar que
la idea de una ciencia social basada en las ciencias naturales es un error,
que descansa en profundas confusiones conceptuales que el nuevo estudio
del idiom a ayuda a exponer. Según W inch, “ la noción de una sociedad hu
mana involucra un esquema de conceptos que es lógicamente incompatible
con las clases de explicación ofrecidas en las ciencias naturales” ; “ El enten
dim iento de la sociedad es lógicamente diferente del entendimiento de la
naturaleza” ; y “ Los conceptos centrales que corresponden a nuestro enten
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 91
dim iento de la vida social son incompatibles con algunos conceptos funda
mentales para el pronóstico científico” . Éstas son acusaciones graves.8 Si W inch
está en lo cierto, las dificultades que obstruyen el desarrollo de una ciencia
social madura, m odelada sobre las ciencias naturales, no son simplemente
obstáculos prácticos, sino im posibilidades “ lógicas” y “ conceptuales” . Aunque
W inch es m ucho más vago acerca de la alternativa que propone, sugiere
que el estudio de la sociedad debiera imitar los “ métodos apriorísticos” de
la filosofía y no los métodos em píricos de la ciencia natural.
La mayor parte de la crítica form ulada contra el trabajo de W inch se
centra en. estas pretensiones extravagantes: sus esfuerzos por proveer argu
mentos de “ im posibilidad” o “ trascendentes” contra el tipo de teoría em pí
rica que han propugnado los científicos sociales ortodoxos. C onvengo con
lo críticos que han encontrado gravemente deficientes los argumentos de
W inch.7 Irónicam ente, la posición de W inch descansa en un conjunto de di
cotomías tan dudosas com o las que ataca. Por ejem plo, sin justificar jamás
su postura, W inch sostiene irreflexivamente que existe una distinción tajante
entre las “ cuestiones conceptuales” y las “ cuestiones empíricas” , o entre la
filosofía, que emplea m étodos de análisis apriorísticos, y la ciencia que utiliza
procedimientos empíricos y experimentales. En ciertos contextos resulta ilu
minante la distinción entre un problem a conceptual y un problem a em pírico,
pero si no podem os establecer la existencia de una distinción categórica
entre lo conceptual y lo em pírico — com o no lo hace W inch— , se derrum
barán nuestras pretensiones acerca de la “ incom patibilidad” . Además, la
descripción que hace W inch de la ciencia em pírica raya en la caricatura.
« Peter Winch, The Idea of a Social Science, pp. 72, 119, 94; sin subrayado
en el original. A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a laspáginas
de Winch corresponden a esta monografía.
7 Véase una discusión crítica del trabajó de Winch en la polémica entablada entre
A. R. Louch y Peter W inch: A. R. Louch, “ The Very Idea of a Social Science” ,
Inquiry, 6 (1 9 6 3 ); Peter Winch, “ Mr. Louch’s Idea of a Social Science” , Inquiry,
7 (1 9 6 4 ); A. R. Louch, “ O n misunderstanding Mr. Winch” , Inquiry, 8 (1965).
Véase también la discusión que hace Louch de Winch en Explanation andHuman
Action, y la polémica entablada entre I. C. Jarvie y Peter Winch, “ Understanding
and Explanation in Sociology and Social Anthropology” , Explanation in the Beh-
axñoural Sciences, comps. Robert Borger y Frank Cioffi. Varios de los ensayos que
aparecen en la antología titulada Rationality, comp. Bryan R. Wilson, examinan
con espíritu crítico las aseveraciones de W inch; véase en particular a Alasdair Mac-
Intyre, “ Is Understanding Religión Compatible with Believing?” y “ The Idea of
a Social Science” . Hay otras discusiones criticas de las ideas de Winch en Jürgen
Habermas, Zur Logik de Sozialwissenschaften; /41brecht Wellmer, Critical Theory
of Society; Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice; George Henrik von Wright,
Explanation and Understanding y Martín Hollis, “ Witchcraft and Winchcraft” .
Philosophy of the Social Sciences, 2 (1972).
92 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
; Gran parte de lo que dice W inch puede interpretarse com o algo correcto
y sensato, aunque vago. ¿P or qué sostiene entonces W inch que la “ noción
de : una sociedad humana involucra un esquema de conceptos que resulta
lógicam ente incom patible con las clases de explicación ofrecidas en las cien
cias naturales” ? Éste es el argumento principal de W inch en apoyo de tan
audaz afirm ación:
Y añade W inch :
Además, W inch insiste en que las formas de vida no son estáticas e inmu
tables: se desarrollan, cam bian y a veces desaparecen. N ada de lo que ha
dicho descartaría la legitimidad de interrogantes empíricas acerca de los
factores que influyen sobre las formas de vida que constituyen la vida social.
T oda investigación seria trataría de separar los factores causalmente efectivos
de los que no lo son.
W inch podría objetar que esta crítica se basa en una confusión conceptual,
ya que presupone que las categorías causales pueden aplicarse al estudio de
los fenóm enos sociales, mientras que el m eollo de su argumento es la demos
tración de que los términos causales y la explicación causal pertenecen a un
esquema conceptual diferente o a “ estratos lingüísticos” diferentes.13 Si cre
yéramos que el concepto de causa sólo se aplica a los movimientos físicos
o a la correlación de los eventos mentales discretos, habría algún fundam ento
para tal concepción. Pero aquí debemos objetar que el cuidadoso análisis
conceptual que W inch y otros demandan cuando consideramos el concepto
de la acción parece faltar por com pleto cuando habla de la causalidad y la
explicación causal.14 Si aceptam os la aseveración del propio W inch en el
sentido de que la ciencia misma es una form a de vida — o más bien, que
la ciencia está integrada por variadas formas de vida— , lo que se pide es
una separación cuidadosa de estas formas de vida, y un entendimiento de
las semejanzas y diferencias familiares existentes entre el estudio de los fenó
menos sociales y los fenóm enos naturales, incluidas las formas en que ha
blamos legítimamente de las causas de los fenóm enos sociales y las investi
gamos. L o que parece tan irónico y paradójico es el supuesto de W inch en el
sentido de que, aun dentro de las ciencias naturales, el “ discurso causal”
« Ibid., p. 221.
13 Véase a F. Waismann, “ Language Strata” , How I See Philosophy.
14 Véase una discusión de las complicaciones involucradas en la aplicación del con
cepto de la causalidad al estudio del comportamiento humano en Donald Davidson,
“ Action, Reasons, and Causes” , Journal of Philosophy, 60 (1 9 6 3 ); Charles Taylor,
The Explanation of Behaviour; Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice; y George
Henrik von Wright, Explanation and Understanding.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 99
Así pues, si concluim os que W inch está tratando de demostrar la incom pa
tibilidad de los conceptos utilizados en el estudio de los fenóm enos sociales
con los usados en la ciencia y la investigación em pírica — com o lo desea el
propio W inch— , tendremos que juzgar un fracaso su argumento. Pero dejar
aquí la cuestión sería perder lo más valioso de sus investigaciones. En lugar
de considerar que W inch está proponiendo — sin lograr justificarlo— un
argumento de im posibilidad, podem os interpretar sus aseveraciones — siguien
do la sugerencia de Pitkin— com o intentos de aclaración de los sentidos
en que los conceptos utilizados en el estudio de los fenóm enos naturales
experimentan un cam bio sutil de énfasis y de significado cuando se aplican
a los fenóm enos sociales. Además, podem os ver que W inch está iluminando
importantes problemas conceptuales que deben afrontarse en el estudio siste
m ático de los fenóm enos sociales. Indicaré tres áreas en las que W inch localiza
importantes problemas conceptuales pero ofrece escasa orientación para su
solución.
W inch tiene razón cuando subraya la im portancia del entendimiento y
la interpretación de las prácticas y las instituciones sociales. Cuando exa
minamos una actividad com o la votación, es posible que no encontremos
obstáculos importantes para alcanzar tal entendim iento; pero cuando nos
Aunque W inch subraya que la adopción de tal visión no com prom etida cons
tituye peculiarmente la tarea dé la filosofía, también se la imputa claramente
a las “ formas aceptables de la teoría científica social” . El investigador social
no debe imponer sus propias normas de racionalidad o inteligibilidad, sino
que debe mostrar las normas de las formas de vida que investiga. Tales
afirmaciones parecen muy razonables: son una defensa de la apertura a la
diversidad de las formas de vida, y una prevención contra los sesgos que mati
zan y distorsionan lo que investigamos. Pero tienen doble filo : W inch no
advierte que la “ conciencia” que tom a com o algo característico de la filo
sofía im plica una distancia y una perspectiva críticas. U no de los objetivos
primordiales dé la tradición de la theoria — no sólo en la filosofía, sino
también en la teoría social y política— ha sido la distinción de lo verdadero
frente a lo falso, de lo aparente fíente a lo real y esencial. N o le corres
ponde a la filosofía “ conceder premios” , pero sí com pete a la filosofía y a
la teoría genuina la provisión de la base necesaria para la evaluación crí
tica de las formas de vida. Afirm a W inch que “ el concepto de aprender de
que está involucrado en el estudio de otras culturas se liga estrechamente
al concepto de la sabiduría. N o afrontamos sólo técnicas diferentes sino
también posibilidades nuevas del bien y el mal, en relación con las cuales
es posible que los hombres se adapten a la vida” .17 Pero tal “ sabiduría” estará
vacia si no provee también alguna base crítica para la evaluación de estas
“ posibilidades nuevas del bien y el mal” . Podemos advertir sin duda la
existencia de algunas formas de vida deshumanizantes y alienantes, y que
remos entender precisamente cuáles son sus m anifestaciones; la insistencia
18 En cuanto a la crítica formulada por Louch contra Winch, véanse las referencias
de la nota 7.
19 “ Mr. Louch’s Idea of a Social Science” , Inquiry, 7 (19 64 ), p. 205.
20 A. R . Louch, Explanation and Human Action. A menos que se aclare otra cosa,
todas las referencias a las páginas de Louch corresponden a. este .libro.
LENGUAJE,' ANALISIS Y TEORIA 105
Louch está bien consciente de que está desafiando una de las doctrinas
principales de gran parte de la filosofía y de la ciencia social contempo
ráneas.
bulario artificial y castrado, con escasa o ninguna relación con las formas
en que hablamos — com o científicos sociales— acerca de la acción humana.
Hasta aquí me he concentrado en el esfuerzo de Louch por demostrar
que la observación, descripción e . identificación de las acciones humanas
involucran categorías de evaluación y enjuiciamiento: lo que Louch llama
categorías morales. Pero necesitamos considerar lo que dice Louch acerca
de la explicación de la acción humana para entender cabalmente por qué
considera insostenible una ciencia del hombre. Quiere demostrar Louch
que el tipo de explicación adecuada para las acciones humanas es la
“ explicación moral” , no la explicación científica, y además que las expli
caciones morales son explicaciones ad hoc y limitadas por el contexto. Su
polémica se dirige contra lo que considera el sesgo injustificado de una
“ mentalidad científica” convencida de que hay algo ilegítimo y poco satis
factorio en tales explicaciones ad hoc.
Así que las únicas recomendaciones morales, com o las únicas recomenda
ciones para el estudio empírico del hombre, equivalen a lo mismo: un
movimiento aquí, un movimiento allá, un zigzag, com o ocurría con las
recomendaciones de Aristóteles acerca del Punto M edio, todo tentativo y
sujeto a cambio. Es de las generalizaciones contundentes en el campo de
la ética y de las pretensiones de la teoría general en el campo de la ciencia
de la conducta que debemos temer más las clases de imposiciones sobre
nuestras vidas que forjan los regímenes totalitarios. Por decirlo así, las
cosas son siempre malas, o por lo menos no tan buenas com o podríamos
concebirlas; pero los cambios grandiosos, ya se apoyen en la ética de Pla
tón, en el historicismo de Marx, o en las leyes del condicionamiento de
Skinner, empeorarán muy probablemente las cosas. Los hombres y las
situaciones representan una diversidad y una diversidad cambiante, lo
que vuelve triviales o falsas las leyes generales, y los principios morales
universales un verdadero mal (p. 208).
Y agrega Louch:
Veamos, por ejemplo, la tesis tan popular ahora de que el hombre es,
por naturaleza, un animal buscador del beneficio. Esta tesis se afirma
comp una ley de la naturaleza humana que luego podrá emplearse para
112 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
22 Sobre la apelación a los “ meros hechos” o los “ meros' datos” en las ciencias
sociales, véase a Charles Taylor, “ Interpretation and the Sciences o f Man” , Reoiew
of Metaphysics, 25 (19 71 ), pp. 8 ss.
114 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA
Las críticas enderezadas contra las ciencias sociales por Winch y Louch
se han basado en sus investigaciones lingüísticas de la acción humana. A
pesar de ocasionales incursiones en la filosofía de la ciencia, en general han
aceptado estos autores la imagen de la ciencia propugnada por empiristas
lógicos y adoptada por muchos científicos sociales. La fuerza retórica de sus
afirmaciones depende de esta aceptación. En efecto han sostenido que, dada
esta noción de lo que son la ciencia y la explicación científica, podemos
mostrar cuán diferentes son la descripción y la explicación de la acción huma
na. Pero recientemente ha surgido otro ataque contra la ciencia social ortodoxa
116 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
que se ocupa del concepto mismo de la ciencia y la teoría que está implí
cito o explícito en la interpretación naturalista de las ciencias sociales.
Esta discusión nueva ha descansado en gran medida en la obra de Thomas
Kuhn. Su libro breve que él describe com o un ensayo — The Structure of
Scientific Revolutions (1962)— ha sido uno de los más provocativos de los
últimos quince años, por lo menos a juzgar p or la cantidad de atención
crítica que ha recibido. Aunque Kuhn se ha ocupado casi exclusivamente
de las ciencias naturales, limitando sus comentarios sobre las ciencias sociales
a observaciones ocasionales, los científicos sociales han “ descubierto” a Kuhn
y han sostenido que su trabajo ofrece luces nuevas para el entendimiento
de las ciencias y la teoría sociales. Pronto veremos cóm o se embrollan estas
cuestiones. Porque K uhn ha sido usado, y con mayor frecuencia abusado,
para apoyar las afirmaciones más divergentes y contradictorias. Con ironía
apropiada, el propio Kuhn ha escrito recientemente a propósito de The Struc
ture o f Scientific Revolutions: “ Concluyo tristemente que su éxito se debe en
parte al hecho de que puede significar casi todo para la gente” .23 Tras de pre
sentar una descripción general de la postura de Kuhn y localizar algunas de sus
ambigüedades más importantes, consideraré algunas de las formas en que
otros autores se han apropiado de la postura de Kuhn. Una vez que dejemos
atrás estas controversias, discerniremos énfasis y orientaciones que apoyan
y complementan los que han surgido en los análisis lingüísticos del concepto
de la acción.
C om o ha señalado Alan Ryan, “ el argumento de Kuhn se resiste al re
sumen, aunque sólo sea porque resulta difícil hacer un resumen que no
prive al análisis de las numerosas ambigüedades presentes en la versión del
propio Kuhn” .24 A l nivel más abstracto, el argumento se plantea en esta
forma.
Si examinamos la historia de cualquiera de las ciencias naturales bien
establecidas, descubriremos un periodo en el que la investigación está do
minada por escuelas y subescuelas competidoras que no exhiben una con
cepción única, generalmente aceptada, de los fenómenos en cuestión, o de
los procedimientos de investigación adecuados. Las escuelas han hecho
aportaciones importantes a la investigación científica, pero hay una dife
rencia marcada y cualitativa que surge en la historia de una ciencia cuando
surge un paradigma. Cuando Kuhn introduce por primera vez el con
cepto del paradigma, afirma que los paradigmas son “ logros científicos uni
ceptuales hasta que llegue a preverse lo que antes era anómalo. Los descu
brimientos científicos contribuyen al cambio de paradigma, pero hay también
algunos cambios más dramáticos y radicales que conducen a la invención
de teorías nuevas.
Las anomalías pueden resistirse a la integración dentro de un paradigma
aceptado, lo que provocará una falla marcada en la actividad normal de
solución de problemas guiada por el paradigma. Diversos factores pueden
contribuir a este derrumbe que trae consigo una crisis donde las herramientas
proveídas por un paradigma ya no pueden resolver los problemas definidos
por él. Kuhn no sostiene que las anomalías persistentes y reconocidas con
duzcan siempre a la crisis, porque nunca hay una correspondencia perfecta
entre un paradigma y la naturaleza: siempre hay problemas insolutos. Pero
cuando una anomalía “ llega a parecer más que un acertijo cualquiera de
la ciencia normal, se ha iniciado la transición a la crisis y la ciencia
extraordinaria” (p. 8 2). Cada vez se presta más atención al intento de
explicación de la anomalía. Es en esta etapa que se desarrollan la ciencia
y la investigación extraordinarias para afrontar la crisis. Y en tales m o
mentos los propios científicos pasan a ocuparse del análisis filosófico y de
hipótesis especulativas. U na “ proliferación de articulaciones competidoras,
la inclinación a probar cualquier cosa, la expresión del descontento ex
plícito, el recurso a la filosofía y al debate sobre los puntos fundamentales,
son síntomas de una transición de la investigación normal a la extraordina
ria” (p. 91).
En tales momentos ocurren revoluciones científicas, revoluciones que in
volucran la propuesta de paradigmas nuevos, formas nuevas de presen
tación de los problemas. “ Ocurre en la elección de paradigma com o en las
revoluciones políticas: no hay norma más alta que el asentimiento de la
comunidad involucrada” (p. 94). La elección de paradigma “ nunca podrá
lograrse en forma inequívoca sólo mediante la lógica y el experimento” (p. 94).
La relación existente entre un paradigma y su sucesor no es el hecho de
que el primero sea un caso especial de una teoría más general que lo sus
tituya. Por el contrario, “ la tradición científica normal que surge de una
revolución científica no es sólo incompatible, sino a menudo inconmensu
rable, con la tradición anterior” (p. 103). El nuevo paradigma requiere
a menudo una redefinición de la ciencia correspondiente com o la fuente
de nuevos problemas, nuevos métodos y nuevos criterios de solución. Kuhn
sostiene que los paradigmas no forman parte de la ciencia solamente, sino
también de la naturaleza. En consecuencia, en una revolución científica
debe cambiar en cierto sentido lo que consideramos com o la naturaleza
misma. Además, “ la decisión de rechazar un paradigma es siempre simultá
neamente la decisión de aceptar otro” (p. 77).
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 119
rente” (p. 135), porque lo que tomamos com o el mundo está determinádo
p or los paradigmas que empleamos para entenderlo.
Casi no hay ningún aspecto del trabajo de Kuhn que no haya sido
severamente criticado, a menudo desde puntos de vista opuestos. Los críticos
han sostenido que la noción central de un paradigma es ambigua y confusa;
que Kuhn ha interpretado erróneamente la historia de la ciencia; que la
distinción existente entre la ciencia normal y la ciencia revolucionaria no
es tan marcada com o lo sugiere K uhn; que su análisis del cambio de para
digma convierte a la ciencia en una disciplina irracional, subjetivista y rela
tivista, y no explica el progreso efectivo de las ciencias; que Kuhn no sólo
confunde la historia de la ciencia con la lógica de la ciencia, sino que
subrepticiamente introduce aseveraciones normativas acerca de lo que de
biera ser la ciencia, basadas en descripciones que no justifican tales normas.2*
N o intentaré la tarea laboriosa dé la evaluación de estas críticas diversas y
opuestas; sin embargo, a fin de mostrar la importancia de las tesis de Kuhn
para las ciencias sociales, indicaré algunas áreas problemáticas importantes
y la forma en que Kuhn ha tratado de responder a las objeciones de sus
críticos.
El primer problema se refiere al concepto central y elusivo del paradigma.
Gran parte de lo que dice Kuhn depende de la noción de un paradigma : el
surgimiento del paradigma distingue presumiblemente la ciencia de los
fenómenos de la escuela anterior al paradigma; la ciencia normal se define
por referencia a un paradigma; el derrumbe de un paradigma conduce a la
crisis y al triunfo de un nuevo paradigma. Pero una lectura cuidadosa de
The Structure of Scientific Revolutions revela la gran elusividad de este
concepto; un comentarista ha enumerado por lo menos veintidós sentidos
en que se usa este término en el libro.2 27 Kuhn ha reconocido su ambigüe
6
dad y confusión, admitiendo que “ el término ‘paradigma’ señala el aspecto
filosófico central de mi libro, pero su tratamiento aparece allí muy con
fuso” .28
26 La literatura crítica sobre Kuhn ya es voluminosa, pero véanse las obras siguien
tes, donde se han presentado varias de las críticas mencionadas aquí: Criticism and
the Growth of Knowledge, comps. Imre Laicatos y Alan Musgrave; Israel Scheffler,
Science and Subjectivity: Cari R. Kordig. The Justifvcation of Scientific Change;
Dudley Shapere, “ The Structure o f Scientific Revolutions” , Philosophical Review, 73
(19 64 ), y “ Meaning and Scientific Change” , M ind and Cosmos, comp. R. Colodny;
Stephen Toulmin, Human Understanding; Gerd Buchdahl, “ A Revolution in Histo-
riography of Science” , History of Science, 4 (1965).
2T Margaret Mastermann, “ The Nature o f a Paradigm” . Criticism and the Growth
of Knowledge, comps. Imre Laicatos y Alan Musgrave.
28 “ Reflections on M y Critics” , Criticism and the Growth of Knowledge, p. 234.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 121
hablar de la elección de “ teorías” . Pero no identifica las teorías con los paradigmas.
Una teoría puede servir de paradigma, pero lo mismo ocurre con otros elementos. Su
nueva terminología de “ ejemplos compartidos” trata de comunicar con mayor claridad
el hecho de que un paradigma no es necesariamente una teoría. Kuhn tiene otros
recelos acerca del término “ teoría” porque, en gran parte de la literatura de la
filosofía de la ciencia, se entienden las teorías como sistemas hipotético-deductivos bien
formulados. Kuhn insiste en que — contra lo que sostienen los empiristas lógicos-—
tales sistemas hipotético-deductivos son mucho menos importantes en la investigación
científica real de lo que creen los filósofos de la ciencia.
33 En una corriente similar, afirma Kuhn (“ Reflections on M y Critics” , Criticism
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 125
and the Growth of K n ow led ge): “ Así pues, no estoy negando la existencia de buenas
razones, ni el hecho de que estas razones sean de la clase que suele describirse. Estoy
insistiendo en que tales razones constituyen valores utilizados en las elecciones antes
que reglas de elección. Los científicos que las compartan pueden hacer elecciones dife
rentes en la misma situación concreta. Hay dos factores profundamente involucrados.
Primero, en muchas situaciones concretas, diferentes valores — todos ellos constitutivos
de buenas razones— dictan conclusiones diferentes, elecciones diferentes. En tales
casos de conflicto de valores (por ejemplo, una teoría es más simple pero la otra
es más exacta), el peso relativo asignado a valores diferentes por individuos dife
rentes puede desempeñar un papel decisivo en la elección individual. Es más impor
tante el hecho de que, aunque los científicos comparten estos valores y deben continuar
haciéndolo para que sobreviva la ciencia, no todos ellos los aplican en la misma
forma. La sencillez, el alcance, la fecundidad, y aun la exactitud pueden juzgarse
de m odo muy diferente (lo que no quiere decir que se juzguen arbitrariamente) por
personas diferentes. Los científicos pueden diferir en sus conclusiones sin violar ninguna
regla aceptada” (p. 262).
34 Véase una explicación de lo que entiende Kuhn por “ traslación” en The- Struc-
ture of Scientific Revolutions, pp. 202 ss., y “ Reflections on M y Critics” , Criticism
and the Growth of Knowledge, pp. 268 ss.
126 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
racional. Es claro también que los problemas involucrados van mucho más
allá de un entendimiento de la ciencia, ya que afectan casi todos los aspectos
de la filosofía contemporánea.38
Y también:
concepto de la ciencia que tiene Kuhn. Porque a pesar de todas sus reservas,
Kuhn nunca abandona su convicción de que la ciencia genuina se distingue
de otras disciplinas por la aceptación de un paradigma por parte de una
comunidad científica, y por el papel de ese paradigma en la orientación de
la investigación normal. Pero no es ésta la linea de investigación explorada
por Traman. Por el contrario, escribe:
Sin embargo, creo que podemos afirmar que algo vagamente análogo a
un paradigma caracterizó la politología norteamericana por lo menos
durante el medio siglo que va del decenio de 1880 al decenio de 1930.
Para no distorsionar la provocativa concepción de Kuhn, esto debe consi
derarse simplemente com o un acuerdo implícito, aunque bastante general,
sobre lo que debia hacerse y cóm o debía procederse en el campo. Pero
los temas aceptados eran vagos y los términos aplicables a ellos eran laxos
e imprecisos, de m odo que permitían un producto diverso en calidad y
contenido (p. 866).
Si buscamos analogías vagas por el concepto que tiene Kuhn del des
arrollo de la ciencia, podríamos decir que lo que causó el rompimiento del
consenso fue la conciencia creciente de las anomalías. Pero si analizamos
el tipo de armonía indicado por Traman, veremos cuánto se diferencia de
las diversas anomalías consideradas por Kuhn. Los desarrollos señalados por
Tram an no son descubrimientos científicos, ni un reconocimiento de que “ la
naturaleza ha refutado de algún m odo la expectativa inducida por el para
digma que gobierna la ciencia normal” , sino un cambio en el propio mundo
de la política, un cambio de la realidad política. Pero esto sugiere una re
lación muy diferente entre el tipo de consenso profesional que Traman ase
meja a un paradigma y la realidad política que trata de describir y explicar.
T al concepción se aproxima notablemente a la sugerencia de que un consenso
profesional es sólo un reflejo ideológico de un orden social o político preva
leciente, antes que una perspectiva que provea una visión crítica de la natu
raleza y la posición de este orden. Y cuando Tram an describe y juzga el
consenso profesional existente en la politología norteamericana — cuando afir
ma que representaba una postura disciplinaria “ esencialmente parroquial” — ,
él mismo está revelando el carácter ideológico y no científico de este pa
radigma.
¿Tendremos razón para pensar que la politología puede superar este lo
calismo, que puede dar el gran paso considerado por Kuhn com o esencial
para que la ciencia deje de ser una cuestión de escuelas rivales y alcance la
altura de la ciencia normal? Traman se muestra optimista, pero lo más
revelador es su franqueza acerca de las alternativas posibles. La situación
de la politología — en 1965, pero no ha cambiado m ucho para 1976— , de
acuerdo con Traman, es “ una confusión de concepciones rivales y diver
gentes, si no es que incompatibles, acerca de las interrogantes que deban
formularse y los métodos que deban utilizarse” (p. 869). Y agrega Traman
que, en consecuencia, la politología puede “ aislarse de tal m odo de su am
biente que se requerirá un amplio movimiento intelectual y social para
dotarla de coherencia implícita” (p. 869).
Pero si ésta es una posibilidad real, Traman no logra apreciar la me
dida en que está negando, o por lo menos cuestionando, que la politología
pueda superar sus sesgos ideológicos. N o se trata sólo de la disputa verbal
sobre la concesión del título honorífico de “ ciencia” al estudio de la rea
lidad política. Más bien involucra la relación existente entre los tipos de
consenso que se han logrado y pueden lograrse entre los politólogos, y la
“ realidad” de la que se ocupan. Tram an no aclara esta cuestión, sino que
la oscurece.
En 1966, Gabriel Almond sucedió a Traman com o presidente de la Aso
ciación Norteamericana de Politología y con entusiasmo aplicó los temas
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 131
A lm on d 41 resulta más clara aún cuando éste sostiene que “ nos estamos
convirtiendo en una ciencia p or inferencia de los cambios ocurridos en
la magnitud, la estructura, la distribución por edades y el ambiente inte
lectual de los politólogos” (p. 869). Y en seguida cita diversas estadísticas
para demostrar la gran rapidez del crecimiento de la profesión de la poli-
tología en los Estados Unidos, en una época de “ revolución científica” .
Pero resulta difícil entender qué prueba en realidad cualquiera de estas
estadísticas, porque Almond está hablando del crecimiento del profesiona
lismo, no del crecimiento de la ciencia.
Gran parte de lo que dice Almond acerca del crecimiento del profesio
nalismo en la politología resulta igualmente aplicable a casi todas las pro
fesiones académicas, incluidas la filosofía y la historia del arte. Nos vemos
tentados a pensar que el profesionalismo es una condición necesaria para
la existencia de la ciencia — aunque el entendimiento de la historia de la
ciencia nos llevaría a cuestionar esta afirmación— , pero ciertamente no
es una condición suficiente para la existencia de la ciencia, ni provee base
alguna para inferir que “ nos estamos convirtiendo en una ciencia” .
Almond cree que la politología es ahora “predominantemente una dis
ciplina norteamericana” ; en consecuencia, hace una breve reseña de la
historia de la “ teoría política de los Estados Unidos en vísperas del des
arrollo de la politología com o una disciplina especializada” (p. 870), lo
que resulta un rápido paseo conducido desde la época de los griegos hasta
mediados del siglo x ix en los Estados Unidos. Concluye Almond que “ has
ta aquí hemos descrito una secuencia muy similar a la que presenta Thomas
Kuhn en su teoría de las revoluciones científicas” (p. 8 75 ).42 Aun Almond
parece advertir que algo no marcha bien, porque añade, “ si no encaja
exactamente en su modelo, debemos recordar que las ciencias sociales pue
den tener una dialéctica algo diferente de la de las ciencias físicas y bio
lógicas” (p. 875). Pero resulta difícil entender lo que queda de Kuhn,
fuera de la terminología.43 De nuevo, lo más importante es la forma en
41 J. Peter Euben, “ Political Science and Political Silence” , Power and Community:
Dissenting Essays in Political Science, comps. Philip H. Green y Sanford Levinson, p. 8.
42 No sólo es falsa esta pretensión, sino que Allmond no puede advertir que su
breve bosquejo histórico muestra precisamente las características de las historias de
disciplinas que Kuhn critica severamente. El bosquejo de Almond está escrito desde la
perspectiva de nuestros grandes adelantos “ científicos” de la actualidad, donde eva
luamos las contribuciones anteriores por referencia a los criterios “ científicos” actuales.
Aunque la terminología es de Kuhn, el contenido sustantivo de la concepción que
ofrece Almond de la historia de la teoría política se aproxima más al espíritu de Comte.
Véase una crítica de la forma en. que muchos científicos sociales enfocan la historia
de su propia disciplina en Robert K. Merton, The Sociology of Science.
42 Véase una crítica del trabajo de Almand, y en términos más generales una
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 133
Se nos dice que las teorías de los grandes filósofos políticos deben en
tenderse com o paradigmas maestros. ¿Pero hay algo comparable a la “ cien
cia normal” en la historia de la teoría política? Wolin sugiere que en cada
caso algunos “ autores menores” explotaron estos paradigmas maestros “ en
una forma comparable a la de la ‘ciencia normal’ ” (p. 141). De acuerdo
con Wolin, estos “ trabajadores paradigmáticos” no son epígonos tediosos
y repetitivos” (p. 142), sino más bien peones que tratan de aplicar el
paradigma maestro a “ acertijos inesperados” . Sostiene además que hay
semejanzas entre la aplicación muy eficiente de los paradigmas en las
ciencias naturales y la aplicación de paradigmas en la teoría política. Pero
lo que en efecto demuestra son algunas diferencias fundamentales en la
intención de esta aplicación: “ Mediante su teoría, el científico aspira a trans
formar la perspectiva de los miembros de 1a- comunidad científica y a ob
tener el apoyo y el poder de esa comunidad para la aplicación de su
teoría a la investigación de la naturaleza. El objetivo de muchos teóricos
políticos ha sido el cambio de la sociedad misma; no simplemente la modi
ficación de la forma en que contemplan los hombres el mundo, sino la
alteración del mundo” (p. 144). Según Wolin, este impulso es característico
de Platón, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Bentham, Saint-Simon y Marx.
W olin encuentra también otras posibilidades abiertas al teórico político
para la aplicación del paradigma. “ La universidad norteamericana moderna
ofrece ahora una perspectiva más atractiva aún, porque a la influencia
natural que se encuentra a su disposición se ha añadido el poder de los
fundamentos. Unidos proveen un mecanismo poderoso para la aplicación
de los paradigmas y el subsidio de la investigación. Hasta hace poco tiempo,
los departamentos de politología han carecido de un ingrediente vital: el
paradigma mismo” (p. 146). Pero la situación ha cambiado notablemente:
“ El desarrollo de la ciencia social y el éxito de la revolución conductista
han aportado el elemento faltante, y parece haber una convergencia entre
un paradigma, un mecanismo de aplicación y recursos abundantes para la
realización de investigaciones dirigidas por el paradigma” (p. 146).
Irónicamente, la interpretación que da W olin a algunos desarrollos re
cientes de la politología converge con la de Almond y Traman. En esencia
conviene con ellos acerca de que el movimiento conductista “ satisface la
mayor parte de las especificaciones asignadas por Kuhn a un paradigma
eficaz” .
47 Kuhn se muestra muy categórico sobre este punto. “ En ninguna otra área es
más claro el contraste existente entre el arte y la ciencia. Los libros de texto de la
ciencia rebosan con los nombres y a veces los retratos de héroes antiguos, pero sólo
los historiadores leen antiguas obras científicas. En el campo de la ciencia, los nuevos
adelantos inician el retiro de libros y revistas, que de pronto se vuelven obsoletos, de
su posición activa en una biblioteca científica al reposo de un depósito general.. . Al
revés de lo que ocurre en el arte, la ciencia destruye su pasado” (véase el “ Comment”
mencionado en la nota 46, p. 407).
138 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
dido los grandes teóricos políticos, subraya también las diferencias existentes
entre tales tipos y los que generan la ciencia natural extraordinaria.
Pero aunque Wolin advierte esta diferencia crucial, no explora sus conse
cuencias.
Estoy sugiriendo que hay una lógica oculta en la línea de argumentación
de W olin que, tomada literalmente, mina lo que trata de demostrar. Si el
conductismo representa un nuevo paradigma científico umversalmente re
conocido, la conclusión que debe obtenerse es la obtenida por Almond y
Truman: la tarea consiste ahora en la continuación de la solución de pro
blemas empíricos y la especificación del nuevo paradigma: la única forma
en que una ciencia puede desarrollar la precisión requerida por el descubri
miento de las anomalías. Así pues, algo parece haber marchado mal. Si
dejáramos aquí la cuestión incurriríamos en una parodia de lo que Wolin
quiere decir, pero me parece importante el examen de las consecuencias
de hacer hincapié en la analogía existente entre la teoría política y la vi
sión que tiene Kuhn del desarrollo de la ciencia natural.48
48 Algunas observaciones de otro ensayo ponen en claro que ésta es una parodia
de lo que quiere decir Wolin, quien escribe que la revolución conductista “ ha logrado
transformar la politología” , pero la transformación ocurre en el terreno de la meto
dología, no de la teoría. “ Independientemente de cualquier otra consideración, una
revolución que carezca de una teoría iniciadora no puede considerarse como una revo
lución con el criterio de Kuhn” (Sheldon Wolin, “ Political Theory as a Vocation” .
Machiaoelli and the Nature of Political Thought, comp. Martin Fleisher, p. 26).
Pero también aqui, la infatuación que Kuhn produce en Wolin oscurece lo que
quiere decir. Se equivoca Wolin cuando afirma que, según Kuhn, una revolución
científica requiere una teoría iniciadora (véase la nota 46 ). Además, creo que Wolin
tiene razón cuando insiste en que las teorías políticas deben ofrecer una “ elección
importante o un análisis crítico de la calidad, la dirección o el destino de la vida públi
ca” ; pero en el análisis que hace Kuhn de la ciencia no hay ninguna base para establecer
tal distinción entre las teorías políticas “ genuinas” y las teorías “ pseudopolíticas” , ni
para insistir en que las teorías políticas deben ser críticas en el sentido de Wolin.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 139
W olin propone que no sólo pensemos en las grandes teorías de los teóricos
políticos clásicos com o paradigmas, sino que “ concibamos la sociedad política
misma com o un paradigma de tipo operativo” (sin subrayado en el original).
lo hizo Kuhn. J. G. A. Pocock es otro politólogo (un historiador político) para quien
resulta fundamental la noción de un paradigma. Pero el significado que le da a este
término y su utilización son muy diferentes de los de Almond, Truman, Wolin y
Kuhn. Véase a J. G. A. Pocock, Politics, Language and Time.
50 Peter Winch, The Idea of a Social Science, p. 87.
51 A. R. Louch, Explanation and Human Action, p. 77.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 141
v paradigmas aceptados por los seres humanos determinan sus creencias y su compor
tamiento, sino que además apoya la afirmación de Louch en el sentido de que la eco
nomía clásica es una teoría moral. Véase también el análisis que hace Charles Taylor
de la profundidad e importancia de un modelo de negociación o intermediación para
la interpretación de la realidad política y social en “ Interpretation and the Sciences
of Man” .
Los análisis de Louch, Ryan y Taylor han sido también apoyados y explorados por
economistas radicales que han cuestionado las teorías económicas y la investigación
ortodoxas. Estos economistas se han visto influidos también por Kuhn, y utilizan el
concepto de un paradigma en formas ambiguas y conflictivas. Pero lo que también
resalta en su obra son las ausencias de analogías entre el entendimiento que tiene
Kuhn de las ciencias naturales y de las ciencias sociales, sobre todo la forma en que
la propia realidad económica puede entenderse como un paradigma moral. Véase la
Review of Radical Political Economics 3 (1971). Véase también a Edward J. Nell.
“ The Revival of Political Economy” , Social Research, 39 (1972).
144 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA
I deología y objetividad
63 Véase a Wilfrid Sellars, “ Empiricism and the Philosophy of M ind” , Science, Per-
ception, and Reality. Véase también mi discusión del “ mito de lo dado” en la parte
iv de Praxis and Action.
64 Véase un examen detallado y sutil de la forma en que se confunde el ideal
de la objetividad con el objetivismo en las ciencias políticas en Laurence H. Tribe,
“ Policy Science: Analysis o f Ideology” , Philosophy & Public Affairs, 2 (1972).
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 151
C ada vez resulta más evidente que, para lograr un éntendimiento crítico de
las disciplinas sociales y políticas, debemos encarar no sólo problemas episte
mológicos sino también metafísicos. Antes dé examinar la crítica fenome-
nológica de la interpretación naturalista de las disciplinas sociales y políticas,
quiero reflexionar sobre algunos de los problemas filosóficos globales que
afrontamos. Específicamente, quiero trazar dos imágenes rivales del hombre
en el mundo que han sido y siguen siendo fundamentales para nuestra con
cepción de los individuos. Tras de explorar el choque de estas imágenes,
consideraré dos esfuerzos muy diferentes por conciliarias o unirlas: intentos
por alcanzar una síntesis o una visión sinóptica genuina que haga justicia
a la verdad implícita en esta oposición dialéctica. Éstas son las síntesis pro
puestas y exploradas independientemente por dos filósofos: Wilfred Sellars,
un norteamericano, y Edmund Husserl, un alemán. Esto nos servirá luego de
base para un examen más detallado de la investigación fenomenológica
de Alfred Schutz sobre los fundamentos de la realidad social.
Desde luego, hay algo artificial en el contraste de las concepciones de
Sellars y de Husserl. Estos filósofos no son contemporáneos, de m odo que
no se ha encontrado ni discutido directamente entre sí. Pero Sellars ha
sido uno de los filósofos analíticos más ambiciosos. H a tratado de integrar
las diversas corrientes del pensamiento analítico — y la historia de la filo
sofía también—• para desarrollar una visión sinóptica del hombre en el
mundo. Ha articulado sistemáticamente una versión sutil y refinada del
realismo científico, un tipo de naturalismo que trata de contestar las obje
ciones de sus críticos. Aunque pocos científicos sociales ortodoxos se han
ocupado de problemas filosóficos básicos, la visión sinóptica de Sellars cons
tituye una presentación poderosa y persuasiva del naturalismo que se en
cuentra en la base de gran parte del pensamiento contemporáneo acerca
de las ciencias.
Por otra parte, aunque Husserl escribió antes de que el empirismo lógico y
la filosofía analítica hubiesen reformado el pensamiento contemporáneo,
tenía una visión penetrante de los fundamentos y la dirección del naturalismo
moderno. Husserl trató de concentrarse en estos fundamentos y someterlos a
una crítica radical. En consecuencia, su confrontación con Sellars puede ayudar
a aclarar dos de las visiones principales del hombre en el mundo que han con
figurado el pensamiento contemporáneo y que se reflejan en concepciones
opuestas del estudio apropiado de los seres humanos.
154
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 155
y los especialistas en Husserl acerca de la posición que deba ocupar esta obra en el
cuerpo general de los trabajos del filósofo. En un extremo se encuentran quienes
sostienen que la Crisis representa un rompimiento con el trabajo anterior de Hus
serl; en el otro extremo están quienes sostienen que tal obra representa un desarrollo
continuo. Aunque el problema aparente es la interpretación correcta del Husserl
“ histórico” , el problema latente se refiere con frecuencia a la determinación de las
direcciones más importantes o prometedoras del análisis fenomenología). Véase a
Aron Gurwitch, “ The Last Work of Edmund Husserl” , Studies iit Phenomenology
and Psychology; Maurice Merleau-Ponty, “ The Philosopher and His Shadow” , Signs;
Paul Ricoeur, Husserl: A n Analysis of His Phenomenology; Maurice Natanson,
Edmund Husserl: Philosopher of Infinite Tasks; Enzo Paci, The Function of the
Sciences of M an ; William Leiss, “ Husserl’s Crisis” , y Paul Piccone, “ Reading
the Crisis” , Telos, núm. 8 (1971). Véase una reseña general de algunas de las con
troversias suscitadas por la Crisis en la introducción escrita por David Carr para
la traducción inglesa de esta obra.
i
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 167
nológicos en la obra de James. Las discusiones que hace Schutz de las ideas de James,
Dewey y Mead son siempre novedosas y perspicaces. Véanse las referencias en los
índices de los tres volúmenes de su Collected Papers.
21 Véase “ Concept and Theory Formation in the Social Sciences” , Collected Papers,
III. Este ensayo se escribió específicamente como un comentario sobre un simposio
celebrado en diciembre de 1952 en la División Oriental de la Asociación Filosófica
Norteamericana, en el que Emest Nagel y Cari G. Hempel presentaron los ensayos
principales. Los ensayos originales de Nagel y de Hempel aparecen en Science, Language
and Human Rights, Asociación Filosófica Norteamericana, División Oriental, vol. I.
22 Véanse en la Bibliografía las obras pertinentes de estos autores.
23 Véase una indicación de la creciente influencia de Schutz sobre las ciencias so
ciales en Maurice Natanson, Phenomenology and the Social Sciences (dos volúm enes):
y George Psathas, Phenomenological Sociology. La fenomenología parece estar echando
ahora raices incluso en Inglaterra, por lo menos entre los sociólogos jóvenes. Véase a
Paul Filmer, Michael Philipson, David Silverman, David Walsh, New Directions in
Sociological Theory. Este volumen incluye tanjbién una buena bibliografía de la lite
ratura relacionada con la fenomenología y las ciencias sociales. Maurice Roche ha
explorado recientemente algunas de las principales relaciones existentes entre el aná
lisis conceptual y la fenomenología en lo tocante a las ciencias sociales. Véase a Mau
rice Roche, Phenomenology, Language and the Social Sciences.
LA a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 177
Este estudio se basa en un interés intenso de muchos años por los escritos
teóricos de M ax Weber. Durante este tiempo me convencí de que el
enfoque de Weber era correcto y había determinado el punto de partida
apropiado para la filosofía de las ciencias sociales, a pesar de lo cual sus
análisis no profundizaban lo suficiente para echar los cimientos para la
solución de muchos problemas importantes de las ciencias humanas.
Sobre todo, el concepto central del significado subjetivo de Weber re
quiere un análisis a fondo. Tal com o W eber dejó este concepto, era poco
más que un rubro para varios problemas importantes que no examinó
en detalle, aunque de ningún m odo le eran extraños (PSW , p. xx xi).28
24 Entre Schutz y Husserl existe una relación compleja. Guando Schutz publicó
Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt, reconoció plenamente su deuda intelectual
con Husserl, aunque no lo conocía aún. Envió Schutz una copia de su libro a Husserl,
y éste se impresionó tanto que pidió a Schutz se convirtiera en su asistente. Schutz
rehusó, pero allí se inició una amistad entre los dos filósofos. Lo que resulta especial
mente interesante en el desarrollo intelectual de Schutz es el hecho de que, cuando
Schutz escribió su libro, Husserl casi no había publicado nada que se refiriera directa
mente a la relación de la fenomenología con las ciencias sociales. La perspicacia de
Schutz le permitió detectar la forma en que podrían aplicarse los temas fenomenoló-
gicos al estudio de los fundamentos de las ciencias sociales. Pero Schutz no fue jamás
un discípulo incondicional de Husserl. En efecto, lo que causaba a Schutz la mayor
dificultad era el tratamiento de la intersubjetividad a manos de Husserl, o sea el
tema que constituye la preocupación fundamental de Schutz, quien se volvió cada
vez más escéptico acerca del entendimiento y las aseveraciones de Husserl sobre la
fenomenología trascendente. Los ensayos de Schutz sobre Husserl se encuentran en el
volumen II I de su Collected Papers. Véase en particular “ The Problem of Transcen
dental Intersubjectivity in Husserl” .
25 A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a Schutz corresponden a
The Phenomenology of the Social World y a Collected Papers (tres volúmenes), The
Phenomenology of the Social World se abrevia aquí PÓ'IT. Las referencias a Collected
Papers se indican por el número del volumen, seguido del número de la página: I, 1.
178 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA
bución de Weber subrayado por Schutz fue muy distinto del subrayado por
muchos científicos sociales ortodoxos.
Entre muchos científicos sociales y filósofos de la ciencia social de orien
tación nacionalista, la insistencia de Weber en que la investigación de la
ciencia social debiera ser Wertfrei se tomó casi com o un dogma incuestionable.
Tales científicos y filósofos subrayaron primordialmente “ la tesis básica [de
W eber].. . en el sentido de que las categorías teóricas generalizadas son esen
ciales para la prueba de las relaciones causales en el campo humano y cul
tural, tanto com o en el campo de las ciencias naturales” .20 La importancia
asignada por Weber al Verstehen, y al punto de vista subjetivo del actor
social, ha sido interpretada com o un vestigio de su romanticismo y su deseo
de incluir la tradición del Geistewissenschaften. Cualquiera que pueda ser
el valor heurístico de la imaginación y la interpretación empáticas para
la formulación de hipótesis, tales hipótesis están sujetas a los cánones de la
verificación por la prueba objetiva, com o ocurre con cualquier pretensión
del conocimiento empírico. Nagel representa claramente esta actitud hacia el
Verstehen cuando afirma que “ Este punto crucial es que los cánones lógicos
empleados por los científicos sociales responsables en la evaluación de las
pruebas objetivas para la imputación de estados psicológicos no parecen diferir
esencialmente.. . de los cánones empleados para fines análogos por los estu
diosos responsables de otras áreas de investigación” .227
6
filosofía” (I, 57) el hecho de que hasta hace p oco tiempo no se haya encon
trado una solución satisfactoria para esta interrogante. Debemos convertir lo
que es familiar en un enigma para poder entender. En el mundo consuetu
dinario es manifiesto que constantemente realizamos la interpretación y el
pensamiento de sentido común. Schutz cree que Husserl nos ha dotado de
las herramientas intelectuales necesarias para confrontar los numerosos pro
blemas que se plantean en cuanto investigamos con sentido crítico la inten
cionalidad, el significado, la conciencia interna del tiempo y la intersubjeti
vidad, todos los cuales se presuponen en nuestras interpretaciones de sentido
común.
El tercer problema referente al Verstehen surge cuando se concibe com o
un “ método peculiar de las ciencias sociales” . Si nuestra meta es un enten
dimiento de la realidad social tal com o la experimentan los hombres en la
vida diaria, y si la vida diaria se caracteriza por el contexto intersubjetivo
donde ocurre la interpretación de sentido común, un entendimiento científico
de este mundo vital requiere que desarrollemos y elaboremos categorías y cons
trucciones adecuadas para la explicación de sus estructuras.
En una forma que nos recuerda a Winch, afirma Schutz:
Este análisis de los tres aspectos del Verstehen indica cóm o entiende Schutz
el “ postulado de la interpretación subjetiva” . Es el postulado o la demanda
de que las construcciones científicas de las ciencias sociales incluyen una refe
rencia de primer nivel al significado que tiene una acción para un actor.
“ El postulado de la interpretación subjetiva debe entenderse en el sentido
182 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA
de que todas las explicaciones científicas del mundo social pueden — y para
ciertos propósitos deben— referirse al significado subjetivo de las acciones
de los seres humanos donde se origina la realidad social” (I, 6 2). Las obser
vaciones de Schutz acerca de las construcciones involucradas en la experiencia
de sentido común, y las construcciones del segundo nivel desarrolladas por los
científicos sociales, indican lo que en su opinión constituye la importancia
de la noción de los tipos ideales de Weber. Así com o debemos hacer una
distinción cuidadosa entre el Verstehen com o un proceso de primer nivel
mediante el cual interpretamos el mundo, y el Verstehen com o un proceso
de segundo nivel mediante el cual trata el científico social de entender el
proceso de primer nivel, podemos decir que el propósito de los tipos ideales
de segundo nivel construidos por el científico social es la explicación de los
tipos ideales de primer nivel que utilizamos en la interpretación diaria.
En consecuencia, hay tres dimensiones de la actividad del científico social
que deben distinguirse cuidadosamente. Como cualquier otro hombre, el
científico social participa en el mundo de la vida diaria y en la interpre
tación de este Lebenswelt. Com o científico social participa — como cual
quier otro científico-— en formas peculiares de interacción social con
sus colegas científicos; en efecto, podemos investigar la estructura y la
dinámica de la interacción social de las comunidades científicas. Pero
com o científico social se interesa por una representación y explicación
objetiva de las estructuras y la dinámica del mundo de la vida diaria.
Entonces adopta una postura teórica, antes que la postura práctica carac
terística de la acción en el mundo consuetudinario.2® Las hipótesis, inter
pretaciones, explicaciones y teorías que propone acerca del Lebenswelt son
objetivas por cuanto están sujetas a las normas intersubjetivas de la comu
nidad científica. Pero estas afirmaciones objetivas se refieren a los actores
del mundo de la vida diaria. Schutz — com o los naturalistas a quienes se
opone— persigue la objetividad del conocimiento científico y el requeri
miento de que toda pretensión de conocimiento debe someterse a la in
vestigación científica intersubjetiva.
¿Pero “ cóm o es posible la formación de conceptos objetivos y de una
teoría objetivamente verificable de las estructuras del significado subjetivo” ?
(I, 6 2). Examinaremos esto en detalle, pero ya podemos anticipar la res
puesta de Schutz:
Conceptos básicos
Por una parte, puedo observar el mundo que se me presenta com o un mun
do completado, constituido, y que debe tomarse com o dado. Cuando hago
esto, dejo fuera de mi conciencia las operaciones intencionales de mi con
ciencia dentro de la cual se han constituido ya sus significados. .. La
estructura de significado así abstraída de su origen es algo que puedo con
siderar dotada de significado objetivo, com o algo que tiene sentido en sí
mismo, así com o la proposición de que 2 X 2 = 4 tiene sentido indepen
dientemente de dónde, cuándo o por quién se afirme. Por otra parte,
puedo observar las operaciones intencionales de mi conciencia que confi
rieron originalmente los significados. Entonces ya no tengo ante mí un
mundo completo y constituido, sino uno que apenas ahora se está consti
tuyendo y que eternamente se está constituyendo de nuevo en la corriente
de mi ego perdurable: no es un mundo de ser, sino un mundo que en
todo momento es un mundo de llegar a ser y de desvanecerse; o mejor
dicho, un mundo emergente. Com o tal, tiene sentido para mí en virtud
de los actos intencionales dotadores de significado de los que cobro con
ciencia por una visión reflexiva (PSW , pp. 35-36).
Por supuesto, podemos fragmentar este proceso e imaginar los diversos pa
sos involucrados — caminar por el cuarto, retirar una silla, etcétera— , pero
lo que afirma Schutz es que es siempre e! “ acto completado” lo que ima
ginamos, por mucho que fragmentemos el proceso.
Schutz está delimitando un conjunto de conceptos que se mantienen en
una relación jerárquica. La “ experiencia” , en su sentido más genético, se
refiere al flujo indiferenciado de la corriente interna de duración. El “ com
portamiento” se refiere a las “ experiencias de conciencia dotadoras de
significado” e involucra las actitudes intencionales que llevamos a las expe
riencias por las que pasamos. La “ acción” se refiere a las formas de com
portamiento que involucran la ejecución de un acto proyectado. Y “ el
significado de cualquier acción es su acto proyectado correspondiente” .3n
Podemos apreciar estas distinciones cuando advertimos cóm o sirven de
comentario a la famosa definición de la acción de Weber: “ En la ‘acción’
se incluye todo el comportamiento humano en la medida en que el individuo
actuante le imputa un significado subjetivo” (PSW , p. 15). La frase “ le
imputa un significado subjetivo” sugiere que se añade significado al com
portamiento en alguna forma mecánica o externa: com o si el “ significado
subjetivo” se relacionara desde afuera con el comportamiento y sólo fuese
su antecedente. Esta concepción del “ significado subjetivo” ha originado
muchos malentendidos y críticas de la definición de la acción de Weber
y de la concepción de la sociología interpretativa que depende de ella.
Schutz utiliza estas distinciones para formular con el mayor vigor posible la
afirmación sustantiva de que el comportamiento humano, y a fortiori3 6
definen las acciones, son afectados en sí mismos por los proyectos y las
acciones de otros, y por mi entendimiento de los significados subjetivos
de las acciones de otros. Por lo tanto, para entender los esquemas inter
pretativos mediante los cuales dota un individuo de significado sus expe
riencias vividas, debemos entender no sólo cóm o son intrínsecamente in
tersubjetivos tales esquemas sino también cóm o son afectados y orientados
por las diversas formas de la interacción social.
Basado en su análisis de los conceptos centrales de significado, experien
cia, comportamiento, acción e intersubjetividad, Schutz trata de desarro
llar un esquema conceptual que elucide el mundo de la vida diaria. Esto
es lo que he llamado la segunda fase del proyecto de desarrollo de una
fenomenología del mundo social. El primer libro de Schutz ha explicado
los conceptos más básicos requeridos por tal fenomenología. Y aunque
regresó a estos conceptos básicos, los refinó y aclaró durante su carrera,
los ensayos que escribió durante la etapa norteamericana de su desarrollo
intelectual trataron primordialmente de mostrar cóm o podrían integrarse
tales conceptos y aplicarse al entendimiento de la realidad social del mundo
consuetudinario.
Pero aun este enunciado puede ser engañoso, porque no formulo conscien
temente las formas en que tipifico el mundo. Aunque Schutz no se refiere
explícitamente al concepto del “ conocimiento tácito” , está afirmando que
la mayoría de nuestras tipificaciones son tácitas en el sentido de que nor
malmente carecemos de una conciencia explícita acerca de las tipificaciones
mediante las que estructuramos nuestra experiencia. Podemos empezar por
ver cuáles son los problemas y las tareas que se nos plantean si, com o obser
vadores teóricos, queremos entender a los hombres en su vida diaria. No
sólo debemos elucidar las diversas formas de las tipificaciones y los modos
en que se relacionan con sistemas de relevancia, sino que también debemos
entender las diversas formas en que tales tipificaciones surgen, se sostienen
y se modifican.38
38 Schutz subrayó cada vez más la teoría de las relevancias, sosteniendo que
tal teoría tenía la mayor importancia para el entendimiento de las ciencias sociales.
En sus ensayos póstumos distinguió tres tipos de relevancia interrelacionados: de
motivación, de tema y de interpretación. Véanse los detalles en Reflections on the
Problem of Relevanee, comp. Richard M. Zaner; y Alfred Schutz y Thomas Luck-
mann, T he Structures of the Life-World.
39 Las observaciones de Schutz acerca de la “ distribución social del conocimiento
de sentido común” están muy poco desarrolladas y aparecen casi incidentalmente.
Pero después de la muerte de Schutz ha aparecido todo un cuerpo de literatura,
y en efecto un campo nuevo de investigación empírica, que se ocupa directamente
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 193
El yo teorizante
42 Véanse especialmente los ensayos de la parte II, “ Applied Theory” , de los Collected
Papers, II.
198 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGIA
zamos por alcanzar este ideal. N o hay necesidad de reseñar aquí las diventt
razones de la adopción de este ideal por parte de tantos pensadores diverso*5y
del gran atractivo que ha ejercido. El ideal suele profesarse y defenderse ep
el marco de todos los prejuicios y sesgos que influyen sobre nuestra noción
de la realidad social y política. Pero también debe estar claro ya que til
ideal puede ser de doble filo. Son graves los problemas que plantea a una fentfl
menología consistente. " n
Supongamos que aceptamos momentáneamente que el análisis fenomenológft
co — entendido com o fenomenología trascendente o com o la fenómenos
logia constitutiva de la actitud natural— puede aproximarse a lo que toma
com o su telos: una elucidación de las estructuras más fundamentales que nob
permiten constituir un mundo significativo. Presumiblemente, si podemos
alcanzar o siquiera aproximamos a este telos — si tenemos algún procedi
miento para distinguir lo que es genuinamente apriorístico y universal de
lo que sólo parece serlo— , tendríamos tal vez una base firme para formular
juicios críticos acerca de diversas formas de la realidad histórica, social y
política. Estaríamos en la posición ideal para distinguir lo que en la con
dición humana hay de genuinamente universal y básico de lo que no lo es.
Si una de las características de la ideología o la falsa conciencia es el hecho
de que sistemáticamente toma lo que es relativo a un contexto histórico espe
cífico por un rasgo permanente de la condición humana, podría sostenerse
incluso que un análisis fenomenológico completo es verdaderamente radical
y crítico. En efecto, la fenomenología nos permitiría a través de la diversidad
de distorsiones ideológicas que afectan nuestro entendimiento de la realidad
social y política. Esta línea de argumentación es apoyada por quienes piensan
que la fenomenología promete mucho, no sólo para el entendimiento de la
realidad social y política, sino también para la evaluación crítica de diferentes
formas históricas de esta realidad.53
Pero lo que hace falta en la fenomenología, con toda su jerarquía de
cpochés y de paréntesis, es algo que pueda servir de base para tales juicios
evaluativos críticos. Peor aún: la fenomenología convierte esta carencia en
una virtud, la supuesta virtud de la descripción pura. Veamos de nuevo un
ejemplo ya utilizado antes: un análisis fenomenológico de la vida política
en la polis griega y en una sociedad tecnológica contemporánea con sus di
versos instrumentos para la manipulación de la opinión política. Presumi
blemente hay algunas estructuras básicas comunes a estas dos formas de la
realidad histórica, y una fenomenología trascendente las elucidaría. Además,
53 Véase, por ejemplo, a Richard M. Zaner, “ Solitude and Sociality: The Critical
Foundations of the Social Sciences” , Phenomenological Sociology, comp. George
Psathas; y John O ’ Neill, “ Can Phenomenology be Critical?” , Sociology as a Skin
Trade.
216 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA
regido por leyes, tal com o es. En cambio, las ciencias históricas-herme-
néuticas, que se ocupan de la esfera de las cosas transitorias y de la mera
opinión, no pueden conectarse tan suavemente a esta tradición: no tienen
nada que ver con la cosmología. Pero también estas ciencias involucran
una conciencia cientificista, basada en el m odelo de la ciencia. Porque aun
los significados simbólicos de la tradición parecen capaces de reunirse en
un cosmos de hechos en simultaneidad ideal. Por mucho que las ciencias
culturales capten sus hechos mediante el entendimiento, y por poco que
se ocupen del descubrimiento de leyes generales, comparten con las cien
cias empíricas-analíticas la conciencia metodológica de la descripción de
una realidad estructurada dentro del horizonte de la actitud teórica. El
historicismo se ha convertido en el positivismo de las ciencias culturales y
sociales ( K I , pp. 302-303).2
Compárese esta descripción del significado clásico del bios theoretíkos con la
que ofrece Sheldon Wolin en “ Political Theory as a Vocation” , Machiavelli and
the Nature of Political Thought, comp. Martin Fleisher. La orientación de Wolin
es muy diferente de la de los pensadores de Francfort, pero comparte con ellos una
crítica de la degeneración de la teoría en politología.
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 223
* A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a las páginas de Husserl
corresponden a la traducción inglesa de la Crisis.
s Aunque Husserl habla de la “ humanidad europea” , utiliza esta expresión como
un equivalente aproximado de “ civilización occidental” .
224 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD
una filosofía con el entendimiento más profundo y universal del ego filo
sófico com o el vehículo de la razón absoluta que vuelve a sí m ism a...
que la razón es precisamente lo que busca el hombre como hombre, en
su ser más interior, la única que puede satisfacerlo, volverlo “ bendito” ;
que la razón no puede dividirse en “ teórica” , “práctica” , “ estética” o de
ninguna otra clase; que ser humano es ser teleológico y un deber ser,
y que esta teleología priva en toda actividad y todo proyecto de un ego;
que mediante el entendimiento de todo esto puede conocer el telos apo-
díctico; y que este conocer, el entendimiento final, no tiene otra forma
que el entendimiento de sí mismo de acuerdo con principios apriorísticos
y el entendimiento de sí mismo en la forma de filosofía (pp. 340-341).
6 David Carr presenta en Phenomenology and the Problem of History una de las
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 225
discusiones más amables y útiles de estos problemas, sobre todo por cuanto se
refieren al “ problema de la historia” . El cuidadoso estudio textual que hace Carr
del desarrollo de las concepciones de Husserl sobre la naturaleza y la importancia
de la historia para la fenomenología revela cuán profundas e insolutas son las ten
siones existentes entre la idea de la' theoria pura y los problemas concretos de la
existencia política y social de la humanidad.
7 En muchas ocasiones, los miembros del Instituto criticaron acerbamente la
fenomenología desarrollada por- Husserl y por Heidegger. Pero las relaciones exis
tentes entre los pensadores de Francfort y la fenomenología son más complejas
que lo que podría indicar esta crítica persistente. Antes de unirse al Instituto,
Herbert Marcuse se había visto profundamente influido por Heidegger, y algunos
observadores sostienen que esta influencia ha persistido. Sin embargo, Marcuse
atacó duramente el concepto de la escuela de Husserl en los años treinta (véase
“ The Concept of Essence” , Negations). Theodor Adorno también criticó persis
tentemente a Husserl. Su crítica más sistemática aparece en Zur Matakritik der
Erkenntnistheorie. Horkheimer criticó explícitamente a Husserl y la fenomenología,
pero en una nota de pie de página de su ensayo “ The Latest Attack on Metaphysics” ,
que aparece én Critical Theory, observó que la Crisis de Husserl “ con su discusión
sumamente abstracta de los problemas aporta m á s'a las tareas históricas contempo
ráneas que el pragmatismo, con toda su- pretendida relevancia, o que los . escritos
y ■la s' ideas, supuestamente dirigidos al ‘hombre de la calle’, de muchos jóvenes
intelectuales que en efecto están avergonzados de su. papel’.’ (pp. 146.-147) . .
226 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD
8 A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a páginas de Horkheimer
corresponden a “ Traditional and Critical Theory” , Critical Theory.
• Compárese el análisis que hace Sheldon Wolin del “ metodismo” , y su influencia
sobre la politología contemporánea, en “ Political Theory as a Vocation” , Machiavelli
and the Nature of Political Thought.
la TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 227
Hay una actividad humana que tiene por objeto a la sociedad misma. El
objetivo de esta actividad no es simplemente la eliminación de un abuso
u otro, ya que considera tales abusos necesariamente conectados con la
forma en que está organizada la estructura social. Aunque surge ella
misma de la estructura social, no se propone el m ejor funcionamiento
de algún elemento de la estructura, ya sea en su intención consciente o
en su importancia objetiva. Por el contrario, sospecha de las categorías
mismas de lo mejor, lo útil, lo apropiado, lo productivo y lo valioso, tal
com o se entienden en el orden actual, y se niega a tomarlas com o presu
puestos no científicos acerca de los cuales no puede hacerse nada (pp.
206-207).
emancipación humana.12 ¿Pero por qué habríamos de pensar que tal crítica
pueda tener una eficacia práctica, que pueda convertirse en una “ fuerza
material” ? La clásica respuesta maixista es que tal crítica se vuelve eficaz
y conduce a la praxis revolucionaria en la medida en que analice y hable
correctamente a la condición humana de la clase oprimida (m ejor dicho, la
clase explotada) : el proletariado, el único que puede convertirse en agente
de la transformación radical de la sociedad. Horkheimer es menos enfático
y concreto que M arx en sus expectativas, pero concuerda con M arx cuando
afirma que la teoría crítica “ se convierte en una fuerza genuina, consistente
en la autoconciencia de los sujetos de una gran revolución histórica” (p. 231),
y cuando afirma que el pensamiento del teórico crítico “ debe ser en efecto
un factor crítico, de promoción, en el desarrollo de las masas” (p. 214).
En consecuencia, la teoría crítica no se relaciona externamente con los
temas que le interesan. N o está integrada sólo por hipótesis y descripciones
de la realidad social existente que deban verificarse o refutarse por los hechos
existentes. No es una teoría que pretenda ser desinteresada y así disfrace o
suprima los intereses que la guían. N o es una teoría que pretenda ser neutral
y divorciada de la acción: una teoría que el ingeniero social o el ciudadano
privado pueda tratar de implantar o no. La teoría crítica aspira a llevar a
los propios sujetos a la autoconciencia de las contradicciones implícitas en
su existencia material, a penetrar las falsificaciones ideológicas y las formas
de la falsa conciencia que distorsionan el significado de las condiciones sociales
existentes. Los teóricos críticos consideran que la distinción entre teoría y acción
aceptada por los defensores de la teoría tradicional es en sí misma un
reflejo ideológico de una sociedad donde la “ teoría” sólo sirve para estimular
el statu quo. En cambio, la teoría crítica busca una unidad genuina de la
teoría y la praxis revolucionaria, donde el entendimiento teórico de las con
tradicciones inherentes en la sociedad existente, obtenido por los explotados,
se convierta en una parte constitutiva de su actividad misma de transfor
mación de la sociedad.
Sabemos que Marx se impacientó cada vez más con los vagos enunciados
de las promesas de la crítica y centró crecientemente su atención en el aná
lisis específico del capitalismo.13 Marx se burló de la convicción de los jóvenes
hegelianos en el sentido de que, de algún modo, la crítica intelectual de la
sociedad conduciría automáticamente a los cambie® revolucionarios de las
condiciones materiales. Pero a través de sus sucesivas transformaciones y
autocríticas, M arx nunca abandonó significativamente su creencia de que el
proletariado sería el agente del cambio revolucionario, y que ésta sería a'
la vez el triunfo y la validación de la crítica. Para Marx, la crítica se con
virtió en la crítica detallada de la economía política.
Aquí encontramos una de las deficiencias fundamentales de la concepción
que tiene Horkheimer de la teoría crítica. El mundo de los años treinta era
radicalmente diferente de la época en que escribió Marx. Y sin embargo, nó
encontramos en Horkheimer ningún ésfuerzo sistemático por' refinar y des
arrollar una crítica históricamente relevante de la economía política. Por
el contrario, simplemente se refiere a Marx. “ Las categorías marxistas dé
clase, explotación, plusválía, beneficio, pauperización, y derrumbe, son ele
mentos de un todo conceptual, y el significado de este todo no debe buscarse
en la preservación de la sociedad contemporánea sino en su transformación én
lá clase de sociedad correcta” (p. 218). Y también: “ Los conceptos utilizados
por Marx, tales com o bien, valor y dinero, pueden funcionar com o géneros
cuando, por ejemplo, las relaciones sociales concretas se consideran relaciones
de cambio, y cuándo los bienes se consideran como mercancías” (p. 225).
Pero estas referencias pasajeras a M arx carecen de lo que llama Hegel “ la
seriedad del concepto” (der Ernst des Begriffs). Horkheimer no considera los
numerosos problemas que surgen en las diversas interpretaciones, los signi
ficados precisos y las aplicaciones de estos conceptos marxistas. Tam poco
afronta los graves cuestionamientos de quienes sostienen que tales categorías
ya n o son pertinentes para el entendimiento de las sociedades capitalistas
avanzadas.
Además, Horkheimer y ótros pensadores de Francfort se estaban volviendo
crecientemente ambivalentes, en los años treinta, acerca de que pudiera espe
rarse una genuina revolución proletaria. Pero no se afrontan directamente
las consecuencias de este escepticismo creciente.14 Para el entendimiento de
la crítica por parte de M arx resulta fundamental la creencia en la existencia
de una clase explotada que, cuando entienda plenamente y cobre clara con
ciencia de su verdadera situación histórica, será el agente de la praxis revo
lucionaria. Para los teóricos críticos se convirtió en un problema central — al
gunos podrían decir que en su talón de Aquiles— la determinación de quién
sea o llegará a ser esta clase revolucionaria; quiénes son los sujetos a quienes
se dirige la teoría crítica. En efecto, ¿cuál es la función de la teoría crítica,
si no parece existir tal clase? N o es sorprendente que Horkheimer y otros
grandes pensadores de Francfort se mostraran cada vez menos interesados
14 Jay rastrea cuidadosamente esta ambivalencia, y las formas en que los pensa
dores de Francfort se alejaron de Marx, en The Dialectical Imagination. Véase tam
bién mi discusión de este punto en “ Herbert Marcuse: An Immanent Critique” ,
Social Theory and Practico, 1 (1971).
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 231
i® Véase la discusión crítica que hace Habermas de Marx en Theory and Practice,
y Knowledge and Human Interests; véase también á Albrecht Wellmer, The Critical
Theory o f Society. En Legitimation Crisis aparece el intento más reciente de
Habermas por bosquejar una teoría de las crisis en el capitalismo contemporáneo
o avanzado.
17 Véase Zur Logik der Sozialwissenschaften ; y Jürgen Habermas y Niklas
Luhmann, Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie Was leistet die System-
forschung?
18 Véase “ On Systematically Distorted Communication” , Inquiry, 13 (1 9 7 0 );
"Towards a Theory of Communicative Competence” , Inquiry, 13 (1 9 7 0 ): “ Der
Üniverslitaetsanspruch der Hermeneutik” , Hermeneutik und Ideologiekritic; “ Voer-
bereitende Bermerkungen zu einer Theorie der konnnunikativen Kompetenz” , Theorie
der Gesellschaft oder Sozialtechnologie - Was leistet die Systemforschung? ; Wahrehits-
theorien” Festschrift für W. Schulz.
la Véase Legitimation Crisis.
LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 233
20 Hay ya un literatura crítica muy extensa sobre diversos aspectos de las inves
tigaciones de Habermas. Véase a Fred R. Dallmayr, “ Critical Theory Criticized:
Habermas’s Knowledge and Human Interests and its Aftermath” , Philosophy af the
Social Sciences, 2 (1972). Dallmayr analiza a varios de los críticos de Habermas.
Véanse también los artículos de Nikolaus Lobkowicz, Christian Lehnhart, Melvyn
Alan Hill y Christopher Nichols, que aparecen en este número de Philosophy and
the Social Sciences. Habermas responde a sus críticos en su nueva introducción
a la cuarta edición de Theory and Practice, y en “ A Postcript to Knowledge and
Human Interests” , Philosophy of the Social Sciences, 3 (1973). Véase también
Continuum, 8 (19 70 ), número dedicado a discutir la Escuela de Francfort.
234 LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD
I
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 235
La crítica de Marx
La disolución de la epistemología
discute las semejanzas y las diferencias existentes entre Habermas. y Apel en “ Reason
and Emancipation: Notes on Habermas” , Man and the World, 5 (1 9 7 2 ); véase
también a Gerhard Radnitzky, Contemporary Schools of Metascience, vol. II.
LA-. TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 249
por los intereses técnicos y prácticos, cobraremos una conciencia cada vez
más clara de la exigencia intema, por parte de la razón, de una comu
nicación libre, abierta, y de las condiciones materiales que permitan tal co
municación. Un entendimiento consistente y adecuado de las ciencias em-
píricas-analíticas, exige la existencia — com o sostenían Peirce y muchos de
sus seguidores— de una comunidad abierta, autocrítica, de investigadores.
Y el interés práctico que gobierna las disciplinas históricas-hermenéuticas
trata de promover tal comunicación abierta, sin distorsiones. En el cono
cimiento guiado por los intereses técnicos y prácticos está implícita la de
manda de condiciones intelectuales y materiales para la emancipación, es
decir, el estado de cosas ideal donde puedan manifestarse el trabajo aliena
do y la libre interacción.
Tam poco aquí podemos subestimar la deuda de Habermas con Hegel
y la tradición del idealismo alemán, en cuanto a la forma misma en que
formula lo que entiende por el interés emancipatorio. En esta tradición
— desde Kant hasta Fichte y Hegel— ha sido central el tema de que,
cuando se entienden correctamente la razón o el conocimiento, advertimos
que hay allí un interés o una demanda primarios de realizarse plenamente.
“ R azón . . . significa la voluntad de razonar. En la autorreflexión, el conoci
miento por el conocimiento mismo se vuelve congruente con el interés por la
autonomía y la responsabilidad. El interés cognoscitivo emancipatorio busca
la reflexión por sí misma” (K I , p. 314). Pero Habermas acepta la crítica
que hace M arx al idealismo alemán, y cree por ende que un interés eman
cipatorio no puede realizarse por un ego solitario o un Espíritu Absoluto,
ano sólo en las vidas sociales y políticas concretas de los hombres y a
través de tales vidas.
Es este interés cognoscitivo emancipatorio lo que provee la base episte
mológica para el entendimiento que tiene Habermas de la crítica y para
la meta de las ciencias sociales críticas:
condiciones iniciales de tales leyes. Por supuesto, para este fin, un conoci
miento críticamente mediado de las leyes no puede volver inoperante una
ley sólo mediante la reflexión, pero sí la puede volver inaplicable.
El mareo metodológico que determina el significado de la validez de las
proposiciones críticas de esta categoría se establece por el concepto de la
autorreflexión. Esta última libera al sujeto de la dependencia de las po
tencias de la hipóstasis. La autorreflexión está determinada por un interés
cognoscitivo emancipatorio ( K l , p. 310).
y cóm o está guiada tal crítica por un interés emancipatorio. Podemos ha
cerlo recurriendo a los aspectos del modelo psicoanalítico de la interpreta
ción terapéutica subrayados por Habermas.
El analista (teórico crítico) está buscando las causas de los procesos auto-
formativos distorsionados del paciente-sujeto; causas ocultas a la conciencia
del paciente. Este descubrimiento sólo puede lograrse mediante un proceso de
reconstrucción e interpretación donde el analista llega a entender cóm o se
relaciona el comportamiento actual del paciente con los procesos incons
cientes que lo afectan. Pero el éxito de la terapia no depende en última
instancia del entendimiento que tenga el analista del paciente, sino de la
medida en que el paciente, por su propia autorreflexión, pueda apropiarse
este entendimiento analítico y disolver sus propias resistencias. Es este co
nocimiento profundo el que realiza una transformación en el paciente:
una transformación que, aunque ciertamente no es utópica, lo libera de
la distorsionante eficacia causal de procesos que inicialmente no son acce
sibles para su conciencia. Además, la experiencia de la autorreflexión del
paciente es el criterio de la corrección de la interpretación profunda de
su condición:
Por cruel que parezca, debemos cuidar que el sufrimiento del paciente, en
un grado que resulte efectivo de un m odo u otro, no termine prematura
mente. Si, debido al hecho de que los síntomas se hayan apartado y hayan
perdido su valor, se mitiga su sufrimiento, debemos reponerlo en otra
parte en forma de alguna privación apreciable; de otro modo, corremos
el peligro de no alcanzar nunca sino mejoramientos muy insignificantes y
transitorios ( K I , p. 234).
1
256 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD
38 Esto indica el desacuerdo más claro entre la interpretación de M arx hecha por
Habermas y la de Althusser. Este último afirma haber descubierto una transformación
epistemológica radical en el desarrollo de M arx: una transformación entre el joven
Marx humanista y el Marx genuinamente científico. Este desacuerdo involucra algo
más que el intento por “ redescubrir” al Marx histórico. D e acuerdo con Habermas,
la importancia de Marx para nosotros radica en su práctica de la critica; para
Althusser, Marx es el originador de una nueva ciencia definitiva.
258 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD
Habermas está muy consciente de que esta caracterización del discurso es-
una construcción teórica; en la vida real, la distinción existente entre la
acción comunicativa y el discurso comunicativo es fluida, n o fija. Habermas
utiliza esta construcción para volver m ucho más explícitas que en sus obras
anteriores las distinciones existentes entre la experiencia, la acción y la ar
gumentación. Afirma Habermas que hay algunos rasgos genéricos caracte
rísticos de todos los discursos — universales constitutivos del diálogo— , así
com o algunos rasgos que nos permiten distinguir entre diferentes tipos y
niveles de discurso. Así pues, hay tipos peculiares de discurso correspondientes
a los diversos tipos de conocimiento guiado por los intereses cognoscitivos
primarios.
Basado en el entendimiento que tiene Wittgenstein de los juegos de len
guaje, y en el análisis que hacen Austin y Searle de los actos de discurso
— así com o en el análisis de la competencia lingüística de Chomsky— , señala
Habermas que toda comunicación lingüística presupone un consenso sobre
los antecedentes. Puede considerarse que este consenso involucra cuatro pre
tensiones de validez diferentes e irreducibles (Geltungsanspruche) , una de
las cuales es la pretensión de verdad subrayada en la cita precedente. Estas
pretensiones incluyen la posibilidad de comprensión del enunciado; la verdad
de su contenido de proposición (cuando se hacen afirm aciones); la legitimidad
o justicia de su contenido de actuación; y la veracidad del orador. En los
contextos normales de la acción comunicativa, no se cuestionan estas cuatro
pretensiones; pero cuando un juego de lenguaje se ve perturbado, o se
derrumba el consenso sobre los antecedentes, se requerirá la forma y el nivel
apropiados del discurso para evaluar la pretensión implícita de validez. Podrá
cuestionarse cualquiera de las cuatro pretensiones.45
T al cuestionamiento provoca un discurso donde se examina y se somete
a prueba la pretensión de validez pertinente. El discurso trata de distinguir
entre un consenso aceptado — que ahora se cuestiona— y un consenso ra
cional. Las pretensiones de validez implícitas en la situación de discurso ini
cial deben juzgarse entonces en relación con la argumentación del discurso
apropiado. Es la argumentación misma lo que constituye la base para deter
minar si un consenso es racional o no. Esto no quiere decir que no podamos
estar errados en algún caso dado: podemos juzgar racional un consenso cuando
nuevas reflexiones y argumentaciones indiquen que no lo es.
¿Cuáles son los criterios que nos permiten determinar si el consenso lo
47 Véase una aclaración del significado y de las condiciones del “ discurso ideal”
en Jurgen Habermas, “ Wahrheitstheorien” .
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 2«?
Cada etapa de este gran argumento requiere una explicación, aclaración y jus
tificación mucho más cuidadosas y detalladas para ser racionalmente persua
siva.49 Pero los problemas localizados por Habermas son los que deben afron
tarse para avanzar en la teoría de la racionalidad y en la justificación de la
idea misma de una teoría crítica de la sociedad. Ahora podemos ver cómo
contestaría Habermas a la objeción de que está introduciendo de contrabando
sus propios sesgos normativos sustantivos. Ciertamente no negaría que una
teoría crítica guiada por un interés emancipatorio es sustantiva y normativa;
pero tal fundamento normativo no es arbitrario e injustificado. El funda
mento normativo de una teoría crítica está implícito en la estructura misma
de la acción social que analiza.50
Teoría y praxis
una acción política eficaz. Su pretensión es más fuerte aún: la teoría nunca
puede usarse directamente para justificar la acción política. Cuando se formula
esta demanda a la teoría — cuando se supone que los enunciados teóricos pue
den proveer una autoridad absoluta para decidir lo que deba hacerse— ,
tanto la teoría com o la praxis se mutilan. “ La praxis estalinista ha proveído
la prueba fatal de que una organización partidista que procede com o ins
trumento y un marxismo degenerado en una ciencia de la apología se com
plementan demasiado bien” (T P , p. 36).
teoría normativa. La opinión oficial sostiene que, por supuesto, hay un lugar
apropiado para la teoría normativa, una vez que la distinguimos cuidadosa
mente de los objetivos, los métodos y las pretensiones de la teoría empírica.
Pero esta tolerancia oficial se combina con una tendencia a poner en tela de
duda la racionalidad — en efecto, la posibilidad misma— de una teoría norma
tiva que evalúe la calidad de la vida social y política.
Esta ambivalencia se refleja también en las actitudes típicas hacia la
relación existente entre el conocimiento empírico y su aplicación práctica/
Se nos dice constantemente que, entre más adecuado sea nuestro entendi
miento dé la interacción existente entre las variables de la vida social y de la
vida política, m ejor capacitados estaremos para aplicar esté conocimiento, to
mar informadas decisiones de políticas, y resolver problemas prácticos. Pero sé
nos dice también que cualquier aplicación de esa clase deberá incluir siempre
una referencia a objetivos, metas y propósitos que la investigación científica no
puede justificar. Mientras se nos asegura que es muy importante la inves
tigación empírica para tomar decisiones ilustradas, se nos ofrecen piadosas
generalidades o un franco escepticismo cuando se trata de saber cóm o de
terminaremos los fines, las metas y los propósitos que habrán de alcanzarse.
Una modestia expresa acerca de la naturaleza y los límites de la investiga
ción empírica se combina frecuentemente con una arrogancia peligrosa acerca
de la foma en que tal conocimiento “ experto” puede determinar ya las deci
siones sobre políticas y servir de base a la ingeniería particularizada o ge
neralizada.
Por todas estas razones, creo que Habermas tiene razón cuando sostiene
que afrontamos una tendencia despiadada hacia la transformación de todos
los problemas “ reales” , referentes a la vida social y política, en problemas
técnicos dónde sólo nos interesan las relaciones de medios y fines, o las
relaciones existentes entre variables que se presten al control técnico. Esta
tendencia debe contemplarse en un contexto social y político más amplio
donde existe una “ aceleración continua de la expansión del control técnico
de la naturaleza y una administración continuamente refinada de los seres
humanos y de sus relaciones recíprocas mediante la organización social” .54
Cada vez en mayor medida, la única imagen de los seres humanos que tiene
sentido para muchos científicos sociales ortodoxos es aquella en que los indi
viduos se ven exclusivamente motivados a la maximización de sus necesi
dades, deseos e intereses privados, cualesquiera que sean.
Aunque los puntos de ataque han sido especialmente prominentes en las
críticas de la ciencia social ortodoxa, ha surgido también otro entendimien
to de la naturaleza de la acción humana y de lá realidad social y política.
55 Isaiah Berlín, “ Does Política! Theory Still Exist?” , Phüosophy, Politics and
Society (segunda serie), comps. Peter Laslett y W . G. Rundirían, p. 19.
58 Sheldon Wqlin, “ Political Theory as a Vocation” , Machiavelli and the Natura
of Political Thought, p. 26.
290 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD
debe entenderse com o una teoría moral genuina: “ teoría moral” en un sen
tido m ucho más cercano al entendimiento de las ciencias humanas com o
“ ciencias morales” , en el sentido que tenía esta expresión en el siglo xvm.
Tales autores han demostrado que no podemos separar nítidamente el estudio
empírico de la naturaleza humana de la evaluación crítica de la “ calidad, direc
ción y destino de la vida pública” . Por ejemplo, cuando Hanna Pitkin se ocupa
de la cuestión de la “ importancia que podría tener Wittgenstein para la
propia teoría política, para su sustancia efectiva por oposición al estudio de
su historia” , indica que Wittgenstein tiene “ algo nuevo e importante que
añadir a nuestro autoconocimiento objetivo” ; que com o Nietzsche y Marx,
Wittgenstein enseña que nuestro pensamiento es ún reflejo de nuestra acti
vidad” ; que, com o Freud, Wittgenstein trata de liberamos de la ilusión,
de las imágenes mentales que “ nos mantienen cautivos” :
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Reconocimientos . . . . . . . . . . . 9
I n t r o d u c c i ó n ............................................................................................. 11
I. La teoría e m p í r i c a ........................................................................... . 2 5
La influencia p o s i t i v i s t a ............................................................................27
La posición ortodoxa: Robert Merton . . , . . 31
La formulación de Neil Sm elser....................................................... 42
El funcionalismo y su crítica: George Homans . . . . 46
La falta de una teoría explicativa en las ciencias sociales . 49
El defensor de la investigación científica social: Emest Nagel 58
La interpretación naturalista: U na descripción general . . . 69
Los problemas de la teoría normativa . . . . . . 72
Conclusión : Un creciente sentimiento de crisis . . . . 79
218
281
293