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RICHARD J.

BERNSTEIN

LA RESTRUCTURACION
DE LA TEORIA
SOCIAL Y POLITICA

F O N D O D E C U L TU R A E C O N O M IC A
MÉXICO
Traducción de
Eduardo L. S uárez
Primera edición en inglés, 1976
Primera edición en español, 198?

Las citas tomadas de las obras que en seguida se anotan han sido hechas con permiso
de los editores. Basil BlackweII, Oxford y University of California Press: A. R. Louch,
Explanation and Human Action, copyright © 1966 por A. R. Louch. Beacon Press y
Heinemann Educational Books L td .: Jürgen Habermas, Knowledge and Human Interests,
traducción al inglés de Jeremy J. Shapiro, copyright del texto alemán © 1968 por
Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, copyright del texto inglés © 1971 por Beacon
Press; Jürgen Habermas, Theory and Practice, traducción al inglés de John Viertel,
extractos del texto alemán tomados de pp. 43, 44, 254, 255, copyright © 1963 por
Hermann Lucterhand Verlag, GmbH, extractos de las pp. 32, 39, 33 copyright © 1971
por Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, copyright del texto inglés © 1973 por
Beacon Press; Jürgen Habermas, Toward a Rational Society, traducción al inglés de
Jeremy J. Shapiro, copyright del texto alemán © 1968, 1969 por Suhrkamp Verlag,
Frankfurt am Main, copyright del texto inglés © 1970 por Beacon Press, Humanities
Press Inc., y Routledge & Kegan Paul: Wilfrid Sellars, Science, Perception and Real-
ity, copyright © 1963 por Wilfrid Sellars; Peter Winch, The Idea of a Social Science
and Its Relation to Philosophy, copyright © 1958 por Peter Winch. Alfred A. Knopf,
In c.: David Easton, The Political System: An Inquiry into the State of Political Science,
segunda edición, copyright © 1967 por Alfred A. Knopf, Inc. Macmillan Publish-
ing Co., In c.: Robert K. Merton, Social Theory and Social Structure, copyright ©
1949, 1968 por The Macmillan Co. Martinus N ijhoff: Alfred Schutz, Collected Pa-
pers, copyright © 1966, 1971 por Martinus Nijhoff. Northwestern University Press:
Edmund Husserl, The Crisis of European Sciences and Transcendental Phenomenology,
traducción al inglés de David Carr, copyright © 1970 por Northwestern University
Press; Alfred Schultz, The Phenomenology of the Social World, traducción al inglés
de G. Walsh y F. Lehnert, copyright © 1967 por Northwestern University Press. Prent-
ice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, Nueva Jersey: Neil J. Smelser, Essays in Sociológicai
Explanation, © 1968 por Prentice-Hall, Inc. The Seabury Press, Inc., Nueva York:
M ax Horkheimer, Critical Theory, copyright de la traducción inglesa © 1972 por
Herder and Herder Inc. The University o f Chicago Press: Thomas S. Kuhn, The
Structure of Scientific Revolutions, segunda edición, copyright © 1970 por The Uni­
versity of Chicago Press.

Título original:
The Restructuring of Social and Political Theory
© 1976, Richard J. Bernstein
Publicado por la University of Pennsylvania Press, 1978
ISBN 0-8122-7742-2

D.R. © 1982, F ondo de C u ltu ra E conóm ica


Av. de la Universidad, 975; 03100 México, D. F.

ISBN 968-16-1257-4

Publicado en México
A
D aniel , Jeffrey , A ndrea y R obín
RECONOCIMIENTOS

E n la elaboración de este libro sobre los problemas y los temas de las


ciencias sociales trabajé en estrecho contacto con algunos colegas practicantes
de tales disciplinas. H averford C ollege provee una oportunidad peculiar
para la enseñanza conjunta, los seminarios informales y las discusiones inter­
disciplinarias. M e han beneficiado enormemente las conversaciones sosteni­
das con Thomas D*Andrea (psicología ), Samuel Gubins (econ om ía), W illiam
Hohenstein (sociología), W yatt M cG affrey (antropología) y Sidnev W aldman
(p olitología ). Todos ellos han influido en mis ideas sobre estos temas, pero
ninguno aceptaría todo lo que digo aquí. Quiero destacar mi deuda con
Sara Shumer (p olitología), con quien he venido discutiendo durante los
últimos och o años. Su perspicacia y su capacidad para entender lo que se está
tratando de decir me han ayudado siempre a precisar mis propias ideas.
Q uiero expresar mi agradecim iento al N ational Endowment for the Huma-
nities (Fondo N acional para las Hum anidades) por haberme otorgado una
beca en 1972-1973, cuando inicié mi trabajo sobre este libro. Haverford
College me liberó del tiempo que debiera haber dedicado a la enseñanza
y me proveyó de servicios m ecanografíeos, lo que aquí agradezco. W illiam
M cBride y Hanna F. Pitkin leyeron un borrador anterior del manuscrito.
Sus agudas críticas me indujeron a escribir de nuevo partes de extensión
considerable. M i esposa C arol tom ó un valioso tiem po de sus propias acti­
vidades académicas atareadas para hacerm e críticas detalladas. Adeline Tara-
borelli y M iidred Hargreaves m ecanografiaron varias versiones del manus­
crito. Ann O ’Donnell preparó los índices. Drenka W illen y C lifford Browder,
mis revisores en H arcourt Brace Jovanovich, com binaron la comprensión con
la firmeza editorial. Por últim o, quiero agradecer el consejo y la amistad de
W illiam Jovanovich, quien tiene dos virtudes que todo autor desearía en­
contrar en un editor: paciencia y aliento.
Empecé a escribir este libro en el escritorio usado por M ichael Ventris
en Hampstead, Londres, y lo terminé en Jay, Nueva York, frente a las
M ontañas Adirondack. Los getiii loci no proveen siempre una fuente de ins­
piración, pero en este caso sí lo hicieron.
R ichard J. Bernstein

9
INTRODUCCIÓN

D urante los años sesenta, cuando escribía mi libro Praxis and Action, tenía
la impresión profunda de que algo nuevo se estaba agitando — algo estaba
cambiando— en las pautas, los énfasis y los intereses de la vida intelectual.
Percibía vagamente que, a pesar de las marcadas diferencias y la falta de
com unicación efectiva existentes entre las orientaciones intelectuales con­
temporáneas, hay algunos temas fundamentales hacia los que se ven atraídos
en form a constante e ineluctable los movimientos posthegelianos. Tales
temas se centraban en los conceptos de la praxis y la acción en la búsqueda
de un entendimiento más profundo de la condición humana. Traté de
examinar la posición que ocupan los temas de la praxis y la acción en cuatro
movimientos contem poráneos: el marxismo, el existencialismo, el pragmatis­
m o y la filosofía analitica. Pero me concentré sobre todo en la aclaración
de las aportaciones de cada uno de estos enfoques diversos a nuestro en­
tendimiento de la actividad humana. Por esta razón concluí el estudio
declarando que se trataba apenas de un inicio.
Cuando terminé el manuscrito, se libraba un debate nuevo donde apa­
recían muchos de los temas que yo había estado explorando en formas
novedosas e inesperadas. U na de las consecuencias de los disturbios y las
protestas sociales y políticas de los años sesenta fue una serie de ataques y
de críticas radicales contra los fundam entos mismos de las disciplinas
sociales. Así com o se proclam aba en los Estados U nidos el fin de la
ideología — cuando los científicos sociales ortodoxos creían firmemente que
sus disciplinas habían encontrado finalmente un sólido cim iento em pírico
desde donde podría esperarse el crecim iento sostenido y progresivo del cono­
cim iento científico de la sociedad— , surgían otros temas espinosos.
H ubo quienes declararon que estaban podridos los cimientos mismos de
las ciencias sociales; que con frecuencia el conocim iento científico preten­
didamente objetivo era en efecto una form a disfrazada de la ideología
que apoyaba al statu quo; que la característica más prom inente de las cien­
cias sociales no era su capacidad para iluminar la realidad social y política
existente sino su incapacidad para proveer alguna perspectiva crítica sobre
lo que estaba ocurriendo; que las ideas expuestas en estas disciplinas daban
una legitim idad falsa al control técnico y la m anipulación de la sociedad
que estaba infectando todos los aspectos de la vida humana. Crecían el
escepticismo y la suspicacia acerca de la fe liberal tan arraigada en las
disciplinas sociales: la creencia de que la am pliación del conocim iento empí­
rico sistemático del funcionam iento d e . la sociedad y la política conduciría
11
12 INTRODUCCIÓN

naturalmente a la form ulación inteligente de políticas, atenuaría las injus­


ticias sociales y nos perm itiría resolver los problemas de la sociedad. Aun
los defensores más acérrimos de la investigación empírica objetiva, libre de
valores, reconocían que algo no m archaba bien en sus disciplinas, aunque
esto solía imputarse a la juventud y la inmadurez, de las ciencias sociales.
Las críticas crecientes de los propios colegas resultaban más perturba­
doras para los profesionales que las críticas de los profanos, porque estas
últimas podían desecharse com o la obra de marginados frustrados y mal
inform ados. Presumiblemente se había ganado la batalla por el reconoci­
miento de las disciplinas sociales com o ciencias genuinas. Era razonable
esperar que una nueva generación de estudiantes profesionales, adiestrados
en las técnicas cuantitativas y empíricas de investigación más refinadas, lle­
varan adelante la m aduración científica de las disciplinas sociales. Sin embargo,
estos profesionales manifestaron la insatisfacción más intensa y la crítica
más acerba. M uchos de los líderes de los movimientos estudiantiles de pro­
testa de todo el m undo eran estudiantes de las ciencias sociales. Su crítica
de la sociedad estaba estrechamente unida a su crítica de sus propias
disciplinas.
Otros enfoques que se habían juzgado inaplicables, m oribundos, refutados
o pasados de m oda, adquirieron de pronto una vitalidad nueva. Algunos
temas forjados en las investigaciones conceptuales puras de la filosofía lin­
güística se utilizaron para cuestionar los fundamentos epistem ológicos de
las ciencias sociales. Los nuevos descubrimientos de la historia y la filoso­
fía de la ciencia planteaban una amenaza para la concepción misma del
conocim iento y la teoría científicos que habían aceptado los científicos
sociales com o cosa obvia. La fenom enología y la hermenéutica, que los em-
piristas “ duros” habían visto con suspicacia com o intrusiones extranjeras
“ con piel de oveja” , aparecían ahora ante muchos pensadores jóvenes com o
una fuente de ilum inación más genuina y perspicaz de las relaciones sociales
que las fórmulas gastadas de quienes se enorgullecían de contar con una
investigación em pírica meticulosa y rigurosa. Resurgió con nuevo vigor
internacional el marxismo, doctrina que ha sido declarada muerta o defi­
nitivamente refutada con m ayor frecuencia que cualquier otro movim iento
teórico o práctico contem poráneo.
La impresión inicial que nos provoca la lectura de lo que se ha escrito
durante el últim o decenio en las disciplinas sociales o acerca de ellas es la
de un caos total. T od o parece estar “ prendido con alfileres” . Hay escaso
o nulo consenso — excepto entre los miembros de la misma escuela o sub­
escuda— acerca de los resultados bien establecidos, los procedim ientos de
investigación adecuados, los problemas importantes, o aun los enfoques teó­
ricos más prometedores para el estudio de la sociedad y la política. Hay
INTRODUCCIÓN 13

aseveraciones y refutaciones, una verdadera babel de voces que reclaman


nuestra atención.
La polém ica y los debates tan evidentes en los años sesenta no se lim i­
taban a la estrecha cuestión académ ica de la posición de las disciplinas
sociales. La ferocidad de estos debates refleja una preocupación por cues­
tiones más profundas y más generales. Cuando los individuos sienten que
viven un periodo de crisis, cuando los cimientos parecen estar crujiendo y
las ortodoxias parecen derrumbarse, se crea un espacio público donde pueden
formularse de nuevo algunas interrogantes básicas sobre la condición huma­
na. En este estudio me propongo sobre todo aclarar, explorar o investigar
estos temas más fundamentales. Espero poder demostrar que en un debate
que de otro m odo podría parecer parroquial e interno sobre las ciencias
sociales, se han planteado interrogantes primordiales sobre la naturaleza de
los seres humanos, lo que constituye el conocim iento de la sociedad y la
política, la form a en que este conocim iento puede afectar nuestro com por­
tamiento vital, y lo que es y debiera ser la relación existente entre la teoría
y la práctica.
M uchos científicos sociales creen que gran parte de la confusión de los
años sesenta se ha evaporado felizmente en los setenta, en apariencia más
tranquilos. Quienes consideran la sociedad com o un com plejo equilibrio di­
nám ico que debe entenderse mediante un “ m odelo estructural-funcional” , o
quienes creen que el enfoque nuevo, más avanzado, de los “ sistemas generales”
nos permite com prender cóm o funciona recámente la sociedad, contemplan
en retrospectiva el periodo d e . los años sesenta com o una época de tensión
temporal donde hubo de reajustarse el “ mecanismo de orientación” . Dicen
estos pensadores: dejem os que los críticos ruidosos — cada vez más escasos—
griten que todo esto es “ ideología burguesa” . Si somos responsables, serios
y honestos, seremos modestos y realistas en nuestras afirmaciones tentativas,
pero firmes en nuestra convicción de que el paciente trabajo em pírico au­
mentará nuestro entendimiento científico de la sociedad y finalmente resultará
mucho más útil para la reform a social eficaz que todos los tratados polém icos
de los llamados revolucionarios.
N o niego que prevalezca esta actitud, sobre todo entre los profesionales de
las ciencias sociales, ni que tal actitud esté apoyada por razones poderosas.
Pero espero demostrar que tal interpretación de lo que ha ocurrido en los
últimos veinte años está fundamentalmente distorsionada. H ay otra interpre­
tación de lo que ha ocurrido y de lo que todavía se encuentra claramente
en proceso. Cuando dejam os atrás la superficie retórica — cuando separamos
lo correcto de lo errado, lo que está exagerado y lo que está en la mira
de las crecientes críticas de las disciplinas sociales— , podem os discernir los
grandes lincamientos de un argumento com plejo que se está desarrollando:
1* INTRODUCCIÓN

una nueva sensibilidad que, aunque todavía es muy frágil, está conduciendo
a una restructuración de la teoría social y política. U so la expresión “ argu­
mento” en un sentido doble. En un uso más antiguo, argumento significa
una trama o una historiá. Deseo trazar el bosquejo de esta trama y ponerlo
en prim er plano. Pero también me refiero a un argumento en el sentido
más convencional de un argumento racional. En lo que inicialmente parecen
líneas de investigación independiente, podem os detectar pasos o etapas de un
argumento com plejo cuyo vigor total es m ayor que el de cualquiera de sus
hilos separados. U na teoría política y social adecuada, comprensiva, debe ser
a la vez empírica, interpretativa y crítica. L o que entiendo por esto, por qué
cualquier otra cosa no es satisfactoria, y cóm o se involucran recíprocam ente
la investigación em pírica, la interpretación y la evaluación crítica en form a
dialéctica, es algo que se aclarará a m edida que se vaya revelando la trama
subyacente.
Sin em bargo, no inicié este estudio con una tesis clara que tratara de
probar. Principié más bien con vagos presentimientos y conjeturas acerca
de que algunas cuestiones básicas acerca de la acción, la sociedad y la teoría
se estaban planteando sólo para esfumarse en la polém ica; y que los críticos
y los defensores de las ciencias sociales estaban hablando idiomas distintos.
La primera tarea era una revisión de lo que se había convertido en el obje­
tivo de tanta hostilidad y crítica: la convicción de que las disciplinas sociales
debían entenderse correctam ente com o ciencias naturales genuinas de los
individuos en sociedad, diferentes en grado pero no en clase de las ciencias
naturales bien establecidas. Algunas de las críticas formuladas contra la idea
misma de una ciencia social m odelada de acuerdo con las ciencias naturales
son superficiales y a veces tontas. Algunos críticos han escrito com o si esta
creencia se basara en una falacia simple o simplista; que, por ejem plo, toda
la ciencia social es un positivismo ingenuo, y dado que el positivismo ha sido
refutado o por lo menos severamente m odificado, podem os descartar simple­
mente las afirmaciones de una ciencia social que descansa sobre cimientos tan
falsos. Otros han sostenido que en el fondo de toda la ciencia social se
encuentra la aceptación de una dicotom ía rígida éntre el hecho y el valor,
y dado que esta distinción rígida es insostenible, se derrumba toda la ciencia
social. H a habido un esencialismo latente en algunas de las discusiones críticas
de las ciencias sociales. C on frecuencia suponen los críticos — y también los
defensores— que la idea de la ciencia social que aplica los procedim ientos de
las ciencias naturales al estudio de la sociedad y la política involucra la acep­
tación de “ un gran principio” . Si se expone y refuta este gran principio, todo
el edificio se derrumbará y no habrá necesidad de examinar los detalles tediosos
de las diversas ciencias sociales.
A un nivel más sutil, desde que se han propuesto las disciplinas sociales
INTRODUCCIÓN 15

com o ciencias positivas genuinas, los oponentes han esgrimido diversos argu­
mentos “ de im posibilidad” , “ trascendentes” o “ conceptuales” para demostrar
definitivam ente que no se puede construir tal ciencia social, que la idea
misma de tal ciencia social es una confusión conceptual. N o creo que alguno
de estos argumentos de im posibilidad haya tenido éxito alguna vez, y por
razones filosóficas creo que no puede existir tal argumento definitivo a priori
acerca de la posición epistem ológica del estudio de la sociedad.1 Durante
los últimos cien años hemos presenciado reiteradamente el fastidioso ritual
de la presentación de argumentos trascendentes o de im posibilidad acerca de
la verdadera naturaleza del estudio de la sociedad, a la que sigue otra ronda
de argumentos contrarios para demostrar la inadecuación de los anteriores:
que no hay obstáculos teóricos insuperables para la construcción de una
ciencia natural em pírica, positiva, de los individuos en la sociedad. De estas
discusiones han surgido algunas consideraciones importantes para el enten­
dim iento de las disciplinas sociales, y no estoy sugiriendo que no haya fallas
en la concepción de que las disciplinas sociales son ciencias naturales inma­
duras o jóvenes. Pero las aseveraciones que contestan a la interrogante del
carácter realmente científico de los estudios sociales o de la existencia de
alguna característica de la vida social que prohíba la aplicación de las téc­
nicas científicas al estudio de los fenóm enos sociales, tienden a oscurecer, en
lugar de aclarar, las semejanzas y diferencias fundamentales existentes entre
las ciencias naturales y las disciplinas sociales.
En primer lugar, traté de recuperar y articular el entendimiento que tienen
de su disciplina los científicos sociales ortodoxos. Entiendo por “ científicos
sociales ortodoxos” aquellos que conciben su disciplina com o algo que difiere
en grado, y no en clase, de las ciencias naturales bien establecidas, y quienes
están convencidos de que se lograrán grandes avances si se imitan, m odifican
y adaptan las técnicas que han resultado eficaces en nuestro entendimiento
científico de la naturaleza. N o debemos pensar que la “ ciencia social orto­
doxa” es más m onolítica u homogénea de lo que realmente es. C om o veremos,
hay fuertes desacuerdos, no sólo acerca de las características esenciales de la
ciencia natural, sino también acerca de las semejanzas básicas entre las cien­
cias sociales y las naturales. Sin embargo, consideré importante subrayar lo
que nos dicen los científicos sociales practicantes conscientes de la m etodo­
logía, en lugar de concentram os exclusivamente en lo que dicen los filósofos
de las ciencias sociales. La filosofía de las ciencias sociales se ha convertido
a m enudo en una triste hermanastra de la filosofía de las ciencias naturales,
y una excusa para tratar cuestiones epistemológicas generales no relacionadas
con lo que ocurre efectivam ente en las disciplinas sociales.
1 Véase Praxis and Action, parte iv, en cuanto a la razón de mi escepticismo
acerca de tales argumentos apriorísticos o trascendentes.
16 INTRODUCCIÓN

C om o veremos en el capítulo i, los científicos sociales ortodoxos están con­


vencidos de que su disciplina es una ciencia natural genuina, aunque joven,
a causa de su entendim iento de la naturaleza y la im portancia de la teoría
empírica. Por lo tanto, es necesario explorar lo que se entiende precisamente
por teoría em pírica; en qué se distingue de otros tipos de empresas teóricas
com o la llamada teoría norm ativa; y p or qué se considera tan importante
para la posición científica de las disciplinas sociales. Verem os que a pesar
de las marcadas diferencias existentes entre los científicos sociales ortodoxos,
hay una notable unanimidad en su entendimiento de los aspectos etim oló­
gicos y lógicos de la teoría em pírica, aunque no hay ningún consenso racional
acerca de lo que satisfaga, así sea aproximadamente, los criterios de tal teoría.
Sólo después de la presentación de una interpretación naturalista de las
ciencias sociales podrem os evaluar sus ventajas y desventajas, sus puntos lu­
minosos y oscuros. D ecidí concentrarme en tres orientaciones contemporáneas
que han cuestionado directamente las pretensiones de un entendim iento natu­
ralista de las disciplinas sociales. Cada una de ellas ha dirigido su crítica a
los fundamentos de las ciencias sociales, y cada una de ellas ha indicado lo
que es en su opinión una alternativa más clarificadora para el estudio de la
sociedad y la política.
La primera se basa en la filosofía analítica, sobre todo en “ el giro lin­
güístico” asumido por Ludwig W ittgenstein y J. L. Austin. Ninguno de estos
filósofos estaba prim ordialm ente interesado en las disciplinas sociales, o
siquiera en la im portancia de sus investigaciones para la teoría social. Pero
muchos pensadores que han sido influidos por ellos han sostenido que el
nuevo entendimiento de la com plejidad del lenguaje, sobre todo el lenguaje
de la acción, refuta las pretensiones de los científicos sociales acerca de la
naturaleza, la descripción y la explicación de la acción. Han sostenido que
hay algo irremediablemen te errado y conceptualm ente confuso en el esfuerzo
incesante por forzar la descripción y la explicación de la acción humana en
el m arco de la ciencia natural empírica.
Además, una de las áreas más importantes, controvertibles y dinámicas
de la investigación filosófica reciente entre los filósofos analíticos ha sido
la historia y filosofía de la ciencia. En los últimos decenios ha habido una
virtual revolución en nuestro entendimiento de la “ imagen de la ciencia” ,
por lo menos cuando se la com para con el llam ado entendimiento ortodoxo de
la ciencia invocado por los positivistas y los empiristas lógicos. La mayor
parte del trabajo realizado en. el cam po de la historia y la filosofía de la
ciencia se ha referido a las ciencias naturales, pero es obvio que tiene conse­
cuencias importantes para las ciencias sociales. La defensa misma de una
interpretación naturalista de las ciencias sociales depende de un claro enten­
dim iento de las características primordiales de las ciencias naturales, y espe-
INTRODUCCIÓN 17

cialmente del papel desempeñado por la teoría. En la m edida en que la


nueva interpretación postempirista de la ciencia ha m odificado nuestro en­
tendimiento de las ciencias naturales, afecta toda evaluación inform ada de
las semejanzas y desemejanzas existentes entre las ciencias sociales y las ciencias
natnraW Es probable que ninguna obra haya tenido m ayor influencia sobre
las concepciones recientes de las ciencias sociales que The S truc ture of S cien-
tifie Revolutions de Thom as Kuhn [hay ed. esp. del FCE, 1982] a pesar de
que casi no se ha ocupado de las ciencias sociales. Kuhn ha ejercido una in­
fluencia difusa y confusa. O m ejor dicho, lo m alo reside primordialmente
en la form a en que se han apropiado sus temas los estudiosos de la política
y la sociedad. Se ha usado y estirado a Kuhn para apoyar las pretensiones
más dispares, contradictorias entre sí.
El segundo gran desafío para un entendimiento naturalista de las disci­
plinas sociales proviene de la fenom enología. Aunque Edm und Husserl — el
fundador de la fenom enología contem poránea— empezó sus investigaciones
examinando los fundamentos de la lógica y las matemáticas, aplicó m étodos
fenom enológicos a todo el dom inio de la experiencia humana. Entre las
disciplinas sociales, Husserl se interesaba más directamente en la psicología,
en las razones de los fracasos de la psicología tradicional y en la necesidad
de colocar la psicología sobre una firm e base fenom enológica. A m edida que
se desarrolló su filosofía, la naturaleza de la intersubjetividad se volvió abso­
lutamente esencial para el entendimiento mismo de la fenom enología.
Sin em bargo, fueron los seguidores de Husserl quienes exam inaron las im­
plicaciones de la fenom enología para describir y entender la vida social en
toda su com plejidad. A lfred Schutz, originalmente interesado en la noción de
W eber de la sociología interpretativa, descubrió en Husserl — y también
en Bergson— las herramientas intelectuales requeridas para la aclaración de
los fundamentos fenom enológicos de las disciplinas sociales. En Francia, filó­
sofos tales com o M aurice M erleau-Ponty y Paul R icoeur, quienes recurrieron
en gran m edida a Husserl, trataron de discernir cóm o podría ayudarnos la
fenom enología a entender la realidad social. Recientemente, varios pensa­
dores — sobre todo el filósofo italiano Enzo Paci— han buscado una síntesis
de Husserl y M arx. L o que resulta quizá más notable acerca de la influen­
cia de la fenom enología sobre las disciplinas sociales es el hecho de que ori­
ginalmente tuvo escaso efecto sobre el trabajo em pírico; sin em bargo, en los
últimos dos decenios ha ejercido una influencia vital' sobre la investigación
em pírica, sobre todo en el cam po de la sociología. H ay un m ovim iento cre­
ciente de sociólogos y etnom etodólogos fenom enológicos en los Estados U nidos
y en Inglaterra,- quienes a m enudo se han inspirado en Husserl y en Schutz.
El tercer gran desafío para la teoría em pírica, y para la convicción de los
científicos sociales ortodoxos de que sus disciplinas se están convirüendo en
18 INTRODUCCIÓN

ciencias naturales bien desarrolladas, provino de la Escuela de Francfort


de teoría crítica. El nombre de “ La Escuela de Francfort” se difundió am­
pliamente después de la segunda Guerra M undial y se identificó con un
grupo de pensadores asociados al Instituto de Investigación Social, fundado
en Francfort en 1923. La mayoría de los miembros del Instituto, incluidas
las figuras centrales de Horkheimer, A dorno y M are use, se vieron fuerte­
mente influidos p or H egel y por M arx. Durante el periodo de su exilio de
Alemania — que correspondió al periodo inás creativo del Instituto— , estos
pensadores trabajaron colectivam ente en los fundamentos de una teoría
crítica de la sociedad que buscaban com o una alternativa a la ciencia social
burguesa, por una parte, y al marxismo estalinista doctrinario por la otra.
Guando se fundó el Instituto, uno de sus fines era la investigación em pírica;
durante su residencia en los Estados Unidos, se d io a conocer sobre todo
p or su estudio sobre la personalidad autoritaria y la sociedad de masas. Pero
sus miembros siempre contem plaron con desdén y suspicacia profundos las
tradiciones anglosajonas del empirismo y el pragmatismo norteamericano.
Tras el retom o a Alem ania en 1950, el más prominente y controvertido
de los pensadores surgidos del Instituto fue Jürgen Habermas. A l revés de lo
que ocurre con los antiguos miembros del Instituto, Habermas tiene un
entendimiento más sutil y com prensivo de los desarrollos recientes de las
ciencias sociales, la filosofía analítica de la ciencia, y la filosofía del lenguaje
y la lingüística teórica. Habermas ha revisado los fundamentos de la teoría
crítica y ha tratado de desarrollar una teoría social comprensiva que sea una
síntesis dialéctica de los temas empiristas, fenom enológicos, hermenéuticos y
marxistas-hegelianos. C om o Schutz y m uchos filósofos analíticos postwittgen-
steinianos, Habermas ha criticado explícitam ente las ciencias sociales com o
las conciben y practican los científicos sociales ortodoxos, ha explorado al­
gunas cuestiones epistemológicas que se encuentran en la base de nuestro en­
tendim iento de la realidad social y ha iniciado la d ifícil tarea de la elaboración
de una alternativa al entendimiento naturalista de las ciencias sociales.
En virtud de que cada una de estas orientaciones se finca en los m ovi­
mientos filosóficos que han m odelado profundam ente la conciencia m oderna,
y dado que cada una de ellas trata de mostrar las fallas del cientificism o que
dom ina nuestra época — un cientificism o que tiene consecuencias teóricas y
prácticas perniciosas— , he decidido examinarlas en detalle. Pero nunca traté
de escribir una mera reseña, ni de asumir la postura de un árbitro supues­
tamente neutral que anote puntos para un bando o el otro. M i objetivo prin­
cipal es la elaboración de una perspectiva desde la que podam os integrar lo
que haya de bueno en estas orientaciones contrapuestas y rechazar lo que
sea inadecuado y falso.
A medida que avanzaba más entre este conjunto m últiple de materiales,
INTRODUCCIÓN 19

m ejor encajaban los fragmentos. Gradualmente se aclaró que no encaramos


una miscelánea de puntos críticos y argumentos particulares provenientes
de posturas no relacionadas. M i entusiasmo aumentó cuando descubrí que,
a pesar de las tensiones y los conflictos, hay una coherencia m ucho mayor
de lo que había pensado al principio;
Por ejem plo, cuando exploré las varias críticas de los filósofos analíticos
de las ciencias sociales, me pregunté cuál era el entendimiento alternativo del
conocim iento social que estaban proponiendo. Estos críticos volvían una y
otra vez a ciertos temas que siempre han sido centrales en la tradición de la
sociología interpretativa y la fenom enología. Por k> tanto, era natural que
investigara si la fenom enología ofrecía una explicación más clara del enten­
dim iento y la interpretación de la realidad social. Además, a pesar de los
marcados desacuerdos existentes entre los empiristas “ duros” , sus críticos ana­
líticos y los fenom enólogos, había ciertos supuestos estructurales comunes.
Estos pensadores proponían una concepción de la teoría y del papel del
teórico que se aproxim aría al ideal del observador desinteresado que explica,
entiende, interpreta o simplemente describe lo que es. Pero este entendi­
miento de la teoría y del teórico contenía dificultades y problem as insolutos
que no se ponían de m anifiesto. Estos mismos problem as, y sus ram ificaciones,
son la fons et origo de la teoría crítica de la sociedad.
Cuando realizaba esta investigación, un pasaje fam oso de la Fenomenología
de la mente de Hegel me venía constantemente a la mente. En la Introduc­
ción a la Fenomenología H egel describe cóm o se aparecen inicialm ente entre
sí la Wissenschaft, o sea la com prensión científica com pletam ente sistemá­
tica de lo que es, y,D as Natürliche Bewusstsein, o conciencia natural. Desde
la perspectiva de cada una de ellas, la otra aparece invertida. Advierte
H egel:

La ciencia no puede rechazar simplemente una form a del conocim iento


que no es cierta, y tratar esto com o una visión com ún de las cosas, y
luego asegurarnos de que ella misma es una clase de conocim iento ente­
ramente diferente, y afirm ar que la otra no im porta en absoluto; ni puede
apelar al hecho de que en esta otra haya presagios de algo m ejor. Al
ofrecer esa seguridad declararía que su fuerza y su valor residen en su
mera existencia; pero el conocim iento falso apela también al hecho de
su existencia, y nos asegura que la ciencia es nada para él. Sin em bargo,
nuestra seguridad hueca tiene justamente tanto valor com o cualquier otra.*

Aunque rechazo la pretensión de Hegel de que hay o puede haber una


Wissenschaft final com pleta, podem os extraer de este pasaje tina m oraleja 2

2 T he Phtnomenology of Mind, pp. 134-135.


20 INTRODUCCIÓN

muy im portante, pertinente para esta investigación. En las disputas acerca


de la posición de las disciplinas sociales, sobre todo las que se basan en
diferentes puntos de vista filosóficos, parecería que nos enfrentáramos
a “ una seguridad hueca” que tiene “ justamente tanto valor com o cualquier
otra” . Los pensadores contrarios escriben y actúan com o si su punto de
vista fuese el único correcto y los demás n o tuviesen “ ninguna im portancia
en absoluto” . Para escapar de esta dase de escepticism o intelectual debemos
tratar de determinar cóm o el examen de una posición — lo que llama
H egel una form a o configuración de la conciencia— con plena integridad,
el entendim iento de esta posición en sus propios términos, y su explora­
ción para localizar sus fallas y sus conflictos internos, pueden llevam os a
un entendim iento más adecuado y com prensivo. Éste es el m ovim iento
dialéctico que llam a H egel el paso de la Gewissheit (certeza) a la Wahrheit
(verd a d ). H ay una verdad por descubrir, algo correcto en cada una de las
formas de la con d en d a exploradas por H egel; la tarea consiste en la ilu-
m inadón de esta “ verdad” , lo que requiere que se demuestre lo que es
falso y abstracto en estos varios momentos, y que se avance luego a una
com prensión más adecuada.
Por analogía, entonces, en nuestro estudio de los entendimientos rivales
de la teoría política y social, es esencial la com prensión de cada uno de
ellos desde su propia perspectiva interna o autoentendimiento, para ver
así cóm o sus dificultades internas nos llevan a com prender su falsedad o
unilateralidad y su verdad. H egel nos enseña también que toda reflexión
seria debe principiar por lo que tengamos frente a nosotros; es inútil
condenar la visión com ún de las cosas com o algo carente de im portancia.
Es por esto que he principiado p or una investigación de un entendimiento
naturalista de las disciplinas sociales y su hincapié en la teoría em pírica.
Porque ésta es todavía — a pesar de numerosos ataques— la visión com ún
de las cosas.
En un estudio que trata tantos pensadores y un material tan diverso
com o éste, siempre pueden plantearse interrogantes acerca del principio
de selección. Estoy muy consciente de la gran cantidad de material per­
tinente que no he discutido, y de las numerosas rutas alternativas que pude
haber seguido. La lógica de mi selección de problemas y temas se aclarará
a medida que avancemos, pero aquí puedo ofrecer una explicación preli­
minar. Este libro está escrito prim ordialm ente para quienes están fam ilia­
rizados con las tradiciones intelectuales anglosajonas y han sido m odelados
por ellas. H ago hincapié en esto porque la discusión contem poránea de las
disciplinas sociales, Sciences humaines, o Geisteswissenschaften, ha asumido
muchas formas diferentes en diversos contactos culturales. Por ejem plo, si
me ocupara de las discusiones sostenidas recientem ente en Francia sobre las
INTRODUCCIÓN 21

Sciences humaines, m e concentraría en las corrientes cruzadas entre feno-


menólogos, estructuralistas, posestructuralistas, y los nuevos defensores de
una semiótica comprensiva. En cam bio, si estuviese escribiendo para un
auditorio alemán y centroeuropeo, tendría que examinar las diversas for­
mas del marxismo, la hermenéutica, la filosofía Exístenz, y la fenom enología
que han m oldeado las discusiones de las cuestiones vitales. En los Estados
U nidos, y en m enor m edida en otros países anglosajones, existe una fuerte
tradición naturalista de las ciencias sociales. M uchos practicantes no han
vacilado en hablar de la ciencia social com o una disciplina “ norteamericana” ,
y se han enorgullecido de su rom pim iento con las investigaciones más es­
peculativas y filosóficas. Aunque exploraré la im portancia de la fenom eno­
logía y la teoría crítica de la sociedad — ambas arraigadas en las tradi­
ciones continentales— , he introducido su discusión en los puntos donde
pretenden corregir las inadecuaciones de un entendimiento naturalista de
las ciencias sociales.
Más importante aún — aunque necesitaría uno o dos volúmenes espe­
ciales para demostrarlo— es el hecho de que los mismos problemas básicos
que se ponen de relieve en los debates anglosajones acerca de Ir naturaleza
de las ciencias sociales y el papel de la teoría ocupan un lugai central en
las investigaciones continentales de las Sciences humaines y la Geisteswis-
senschaften. Difieren manifiestamente las opciones vivas que se toman en
serio y las formas del discurso, pero hay preocupación por los mismos
problemas primordiales.
Aquí y a lo largo de este estudio hablo de las “ ciencias sociales” y los
“ estudios sociales” . Ya he prevenido contra los peligros de un esencialismo
mal orientado que no haga justicia a la diversidad y com plejidad de las
investigaciones convencionalm ente agrupadas bajo estos rubros. Para elu­
dir la superficialidad, me he concentrado en los campos de la sociología
y la politología. Tradicionalm ente se han planteado en estas disciplinas las
cuestiones primordiales acerca de la naturaleza y la posición de las ciencias
sociales, y lo que significa el conocim iento de la sociedad y la política.
Pero en todo mom ento trataré de demostrar que lo que digo acerca de
estas disciplinas se aplica a todo el conjunto de las ciencias sociales.
D ebo hacer otra advertencia. He titulado esta investigación “ La restructu­
ración de la teoría social y política” , pero hay gran confusión lingüística
— que refleja una confusión sustantiva— acerca del significado de “ la
teoría social” y “ la teoría política” . A veces se usan estos términos para
referirse primordialm ente a especulaciones filosóficas acerca de la natura­
leza de la sociedad y la política. Más recientemente, sobre todo a resultas
del creciente interés por la teoría em pírica, se utilizan estos términos para
denotar las teorías empíricas acerca de los fenómenos sociales y políticos.
22 INTRODUCCIÓN

L a mayoría de los científicos sociales ortodoxos reconocen' una distinción


entre la sociología y la politología, pero esta distinción se basa en los
diferentes tipos de variables examinadas, o los problemas típicos explorados,
en estos campos diferentes. En la medida en que ambos campos aspiran a la
madurez científica y a las teorías explicativas verificables, bien formuladas,
no hay diferencias esenciales o categóricas entre lo “ social” y lo “ político” .
Es análoga la distinción que se establece entre la física y la quím ica. Así
com o hay muchas áreas de yuxtaposición y de fecundación cruzada en estas
ciencias naturales, ocurre lo mismo en la sociología y la politología.
Sin embargo, simpatizo con los pensadores que, com o Hannah Arendt
y Jürgen Habermas, han exam inado la historia de los conceptos de lo “ so­
cial” y lo “ político” , y nós han mostrado no sólo que estos conceptos se
aplicaron alguna vez a fenómenos categóricamente distintos sino también
que las disciplinas que estudian estos fenóm enos tenían objetivos diferentes.3
Sus investigaciones no se limitan a la historia de los cambiantes significados
de estos conceptos. Nos han mostrado la im portancia de la revolución
conceptual que ocurrió cuando los modernos llegaron a considerar el estu­
d io de la sociedad y la política com o algo básicamente similar y hom ogéneo,
que difiere primordialm ente en los tipos de las variables examinadas. Inde­
pendientemente de las ganancias, también se perdió algo vital, o m ejor
dicho, se suprimió. En efecto, esta revolución conceptual moderna ha
conducido al olvido del entendimiento clásico — especialmente el aristoté­
lico— de la política y la praxis. La disciplina de la política no se concebía
alguna vez com o un estudio teórico del funcionam iento del sistema político,
sino com o una disciplina que tiene com o su telos un fin p ráctico: la
conducción de una vida buena y justa en la polis. Para muchos científicos
sociales, esta concepción de la política parece ahora apócrifa, por noble
e inspiradora que haya sido. Creen que refleja la confusión existente entre
el hecho y el valor, entre lo em pírico y lo normativo, que presumible­
mente ha inhibido el desarrollo científico del estudio de la sociedad y la
política. En el capítulo iv exploraré lo que está en juego cuando se distingue
entre lo “ social” y lo “ político” , porque afecta directamente la comprensión
de la función crítica de la teoría. En realidad, no podem os retom ar al
entendimiento clásico de la política. Pero creo, com o Habermas, que el pro­
blema fundamental de hoy es la conciliación del objetivo clásico de la
política — perm itir que los seres humanos lleven vidas buenas y justas en una
com unidad política— con la demanda moderna del pensamiento social,
que es el conocim iento científico del funcionam iento de la sociedad.4

3 Véase a Hannah Arendt, The Human Condition; y Jürgen Habermas, Theory


and Practice.
* Jürgen Habermas, Theory and Practice, p. 44.
INTRODUCCIÓN 23

Q uiero concluir éstas observaciones introductorias situando esta inves­


tigación dentro de mis propias experiencias y convicciones personales. Estas
experiencias personales han sido com partidas por muchos pensadores que
tratan de pensar claramente acerca de los fenóm enos sociales y políticos,
y de relacionar sus pensamientos más profundos con sus m odos de vida.
Los pensadores contem poráneos del mundo anglosajón no pueden subestimar
la medida en que sus pensamientos, actitudes, creencias y aun sentimientos
han sido moldeados por las tradiciones empiristas, científicas y pragmá­
ticas, aun cuando reaccionen en su contra. Estas tradiciones tienen grandes
virtudes que no pueden descartarse a la ligera. En su m ejor aspecto, estas
tradiciones han insistido en la claridad y el rigor. Han luchado por el
ideal de las verificaciones y las críticas públicas e. intersubjetivas, donde
toda pretensión de conocim iento se reconozca com o falible y sujeta a poste­
riores investigaciones. H a habido un escepticismo sano hacia la especulación
desbocada y el pensamiento oscurantista. Estas virtudes intelectuales se han
ligado estrechamente a las virtudes morales y políticas. Se cree que el
conocim iento em pírico sólido puede ayudamos no sólo a escapar de la
superstición y el prejuicio sino también a realizar una acción ilustrada.
Pero muchas de estas creencias que generaron tan altas esperanzas y expec­
tativas en los pensadores de la Ilustración se han frustrado. Parece haber
una progresión natural de los tempranos ideales de la Ilustración a los
modos de pensamiento positivistas y empiristas contem poráneos. L o que una
vez fueron grandes ideas liberadoras se han convertido en sofocantes camisas
de fuerza. Hay un nihilismo oculto en la dialéctica de este desarrollo
que los pensadores anglosajones a menudo no han afrontado honestamente.
La historia de la vida intelectual de los últimos doscientos años ha impuesto
restricciones cada vez más severas a lo que puede considerarse com o con o­
cim iento genuino y a los límites del argumento racional. En su Tractatus,
W ittgenstein llevó esta dialéctica a su conclusión inevitable: que en tér­
minos estrictos no podem os hablar siquiera acerca de los valores con
algún sentido, porque los valores caen fuera del m undo de los hechos
y de las proposiciones significativas acerca de estos hechos.
El movim iento del pensamiento reflejado en esta dialéctica ha tenido
profundas consecuencias teóricas y prácticas, sobre todo en el estudio de la
sociedad y la política. Por una parte, se nos dice que no podem os volver
la espalda a la progresión incesante de la ciencia, que nuestra tarea com o
teóricos es la interpretación del m undo, es decir, el ofrecim iento de expli­
caciones teóricas de los hechos que satisfagan los criterios rigurosos del
conocim iento científico. Todavía se defienden verbalmente los ideales de la
Ilustración, pues se nos dice de continuo que, a m edida que acumulemos
conocim ientos empíricos, podremos involucrarnos m ejor en la acción y la
24 INTRODUCCIÓN

refonna social ilustradas. Pero por otra parte se-ha puesto en-tela de duda
la posibilidad misma del discurso racional acerca de lo que sea ilustrado
y lo que sea m ejor. Se nos dice que tal discurso no sólo se encuentra
fuera del dom inio de la ciencia, sino fuera también de cualquier form a de
argumento racional. Presumiblemente, en últim o análisis, todas las posicio­
nes de valor son Subjetivas, arbitrarias, e igualmente injustificables. N o hay
procedim ientos de decisión racional que sean suficientes para juzgar entre
orientaciones de valor opuestas.
Los problemas y las tensiones resultantes no son meramente intelectuales.
Afectan las formas en que pensamos acerca de nosotros mismos en -el
m undo y conducim os nuestras vidas. Durante los años sesenta, esta expe­
riencia fundamental de autoalienación y crisis fue com partida por muchos.
A lgo estaba com pletam ente errado en las formas prevalecientes de la- realidad
social y política, y en las formas establecidas del pensamiento a ese respecto.
Se volvió crítica la disparidad existente entre lo que se nos había enseñado a
aceptar com o las formas más refinadas del conocim iento humano y lo que
sentíamos en nuestro “ fuero interno” . H ubo muchos excesos durante este
periodo, y muchas vacilaciones. Pero no podem os olvidar una consecuencia
grave. M uchos llegaron a sentir la necesidad de un entendimiento más pene­
trante de lo que había salido mal, o de la form a en que la camisa de
fuerza del pensamiento establecido había llegado a dom inar la vida humana.
N o bastan la protesta superficial y la polém ica. L o que se requiere es una
crítica que trate de llegar a las raíces; una revisión de lo que significa
vivir una vida racional; y una relación de la teoría con la práctica. Es la
historia de esta rebelión lo que quiero narrar en este trabajo, una historia
cuya conclusión no se ha decidido aún.
I. LA TEORÍA EMPÍRICA

U no de los supuestos de la vida intelectual


de nuestro país es que debe haber entre
nosotros algunos hombres a quienes conside­
remos filósofos políticos. Filósofos profesio­
nales, sensibles al cambio filosófico, deberán
ocuparse de las relaciones políticas y socia­
les en el nivel de generalidad más amplio
posible . . . Durante trescientos años de nues­
tra historia ha habido tales hombres que es­
criben en inglés, desde principios del si­
glo xvn hasta el siglo xx, desde Hobbes hasta
Bosanquet. Parecería que ahora no los tene­
mos ya. La tradición se ha roto y nuestro su­
puesto ya no es válido, a menos que pen­
semos que la tradición está a punto de
revivir. Por ahora, de todos modos, la fi­
losofía politica está muerta.
P eter L a sle tt , 19561

T od o el conocimiento científico maduro es


teórico. Evidentemente, esto no significa que
los hechos no importen . . . Los hechos deben
ordenarse en alguna forma para que poda­
mos advertir sus conexiones. Cuanto mayor
sea el nivel de generalidad del ordenamiento
de tales hechos, mayor será el alcance de
la explicación y el entendimiento...
Es claro que si la politología pudiera llegar
a tal teoría general, nos daría un entendi­
miento profundo y extenso de la vida polí­
tica. En consecuencia, no hay necesidad de
indicar que tal teoría sería conveniente a
causa de su utilidad. L o único que no es evi­
dente es que la formulación de tal teoría
es un paso posible y necesario en el camino

Philosophy. Politics and Society (primera serie), comp. Peter Laslett, p. vii.
25
26 LA TEORÍA EMPIRICA

que conduce al conocim iento confiable y


perceptivo acerca de la política.
En los horizontes de la investigación po­
lítica que ahora se realiza en los Estados
U nidos, no puede verse tal teoría.

D avid Easton , 19532

Entre los numerosos motivos que impulsa­


ron la llamada “ revolución conductista” en
la politología, dos preocupaciones grandes y
potentes han desempeñado un papel im por­
tante. Ambas han persuadido a los politólo-
gos a alejarse de la enseñanza tradicional
de la politología. y ambas han persuadido
a los practicantes de la nueva politología
de que su nueva ciencia habría de ser una
más de las ciencias naturales . . . La prime­
ra preocupación fue el temor de lo que
llamó David Easton, en The Political System,
el “ hiperfactism o” . Los politólogos se ha­
bían vuelto muy a menudo meros com pi­
ladores de hechos referentes a los sistemas
políticos, sobre todo hechos referentes a las
minucias de las constituciones. Nadie ne­
gaba la im portancia de los hechos; en efecto,
se admitía ampliamente que una politología
desarrollada demandaría mucha más infor­
mación fáctica de la que ahora poseemos.
Pero se reconocía que las ciencias físicas
desarrolladas y prestigiosas distaban mucho
de ser com pilaciones de hechos; y se advir­
tió que, en sí mismo, el apego a los hechos
resultaba enteramente inadecuado para ge­
nerar algo que pudiera aspirar al nombre
de ciencia política. La cura del “ hiperfac­
tismo” habría de ser la creación de un
cuerpo teórico organizado, porque sólo la
teoría nos permite clasificar y evaluar la im­
portancia de los datos fácticos adquiridos
por el experimento y la observación. Pero

2 David Easton, The Political System, p. 4.


LA T E O R IA .EM PÍR IC A

tal teoría atenuaría, también la segunda


preocupación: el tem pr.de que se tomona a
los politólogos por ideólogos políticos. Por­
que tal teoría habría de ser enteramente di­
ferente de la teoría política “ tradicional” ;
habría de ser em pírica y déscriptiva, no
m oral y prescriptiva. L a meta era la crea­
ción de un cuerpo de teoría científica de­
bidamente validada, no la producción de
ideología.
A la n R y a n , 19723

L a influencia positivista

E stas páginas reflejan la opinión prevaleciente durante los años cincuenta


acerca del estado de la filosofía política y la politología. Tam bién proveen
una perspectiva para la exploración de la naturaleza y la im portancia de
la teoría em pírica en las ciencias sociales. Aunque se refieren a la filosofía
política y la politología, podríamos citar pasajes similares qué reflejan las
mismas actitudes intelectuales en todo el cam po de las ciencias sociales. Ha
sido diferente el ritm o del desarrollo, pero todas las ciencias sociales han
experimentado durante el siglo x x una declinación de la reflexión especu­
lativa y filosófica, y un aumento del optim ism o acerca de los resultados
que podrían esperarse en cuanto se lograra un firm e fundam ento científico
y em pírico.
La declaración de Laslett en el sentido de que “ Por ahora, de todos
modos, la filosofía política está muerta” , resultaba provocativa pero pa­
recía ser la pura verdad. N o podríam os citar un solo filósofo contem poráneo
cuyo pensamiento político y social mostrara la amplitud de Hobbes, Locke,
Bentham, o los M ills. Ningún contem poráneo desplegaba el poder, el alcance
y la profundidad de M ontesquieu, Rousseau, H egel o M arx. Laslett tenía
razón: la gran tradición se había roto, aunque sugiriera débilmente que
podría revivir.
Pero esto no ocurría por razones superficiales ni por falta de genio crea­
tivo. El rom pim iento de la tradición parecía ser la consecuencia inevitable
de actitudes intelectuales profundam ente arraigadas y prevalecientes en la
vida cultural anglosajona. Pocos pensadores anglosajones han sido positivistas

3 Alan Ryan, “ ‘Normal’ Science or Political Ideology?” , Philosophy, Politics and


Society (cuarta serie), p. 86.
28 LA TEORÍA EMPIRICA

en el sentido estricto de Comte o del C írculo de Viena, pero el tempera­


mento positivista ha ejercido una influencia profunda sobre ellos. Básica­
mente, el temperamento positivista sólo reconoce dos modelos del cono­
cim iento legítim o: las ciencias empíricas o naturales y las disciplinas formales
tales com o la lógica y las matemáticas. T od o lo que no pueda reducirse a
esto, o que no pueda satisfacer los criterios severos establecidos por estas
disciplinas, debe verse con suspicacia. Existe la tarea del análisis, el trabajo
de aclarar las características distintivas de estos modelos, pero el análisis
mismo es una disciplina de segundo orden, un parásito que vive del primer
orden, el de las ciencias empíricas y formales.
Pocos científicos sociales están dispuestos a sugerir que el estudio de la
filosofía política y social no tiene ningún valor. Tal estudio histórico podría
ampliar nuestra perspectiva, sugerir hipótesis empíricas para su verificación,
y ocasionalmente revelar observaciones agudas que puedan rescatarse. Pero
el problem a de estos grandes sistemas filosóficos es su tendencia a con­
fundir el hecho con el valor, los juicios descriptivos con los prescriptivos.
Cualquiera que pueda ser el valor de tal estudio, estos sistemas tradicionales
no se prestan a una form ulación sistemática, rigurosa, que permita su
verificación empírica.
Los científicos sociales ortodoxos llegaron a contem plar la historia de
sus propias disciplinas con las lentes del positivismo. Algunos optaron por la
teoría de la “ separación” , en cuyos términos podía compararse lo que estaba
ocurriendo en el siglo x x con lo que había ocurrido en los siglos xvi y
xvn, cuándo se separaron las ciencias naturales y físicas de la antigua tra­
dición de la filosofía natural. Las consecuencias potenciales de esta nueva
era científica de las ciencias humanas no serían menos importantes que
las ocurridas ya en las ciencias físicas. Otros se inclinaron por la teoría
de la “ continuidad” , que consideraba el nuevo enfoque científico com o la
realización de la promesa latente de la tradición iniciada por Platón y Aris­
tóteles. Ambas versiones consideran que la historia de la vida intelectual
pasa por la edad oscura de la especulación teológica, metafísica y filosófica,
y emerge en el triunfo de las ciencias positivas.
El entendimiento que tenían los científicos sociales de sus propias dis­
ciplinas se reforzaba por lo que estaba ocurriendo en la filosofía. Una vez
afianzado el trío de los primeros positivistas lógicos — lo analítico, lo
sintético, o lo carente de sentido— , no había un lugar legítim o para la filo­
sofía social y política. H abía necesidad de desmantelar ese grandioso edi­
ficio : separarlo en sus componentes em píricos (sintéticos) y definitorios
(analíticos) adecuados. Las actitudes acerca de los aspectos normativos
de tales disciplinas variaban desde la postura más extrema y agresiva, de
que todo ese discurso carece de sentido o es a lo sumo em otivo, hasta la
LA TEORIA EMPIRICA 29

concepción menos extrema de que el análisis filosófico puede aclarar por


lo menos los usos de los términos y discursos normativos. L a ética debía
ser desplazada por la metaética. £1 filósofo debe elucidar el discurso
ético, no hacer pronunciam ientos normativos. L o mismo ocurriría, presu­
miblemente, con el discurso norm ativo apropiado para la vida social y
política. D igo “ presumiblemente” porque, si bien es cierto que se dedicó
gran energía intelectual al estudio de la metaética, casi n o había ningún
interés serio en las cuestiones sociales y políticas entre los filósofos influidos
por el positivismo lógico y el empirismo lógico. Com partían estos filósofos
la creencia prevaleciente a la sazón en el sentido de que, una vez aclarados
los problem as realmente difíciles de la epistem ología y la ética, podrían
aplicarse estos resultados a otros problemas.
La situación no cam bió al principio ni siquiera con la revolución del
“ lenguaje ordinario” ocurrida dentro de la filosofía analítica. En la pri­
mera oleada del m ovim iento del lenguaje ordinario hubo ataques severos
contra el cientificism o excesivo del positivism o ortodoxo y una sensibilidad
creciente ante la com plejidad, diversidad e inconvertibilidad de diferentes
formas del lenguaje, así com o un entendimiento nuevo del análisis filosó­
fico. Ahora podríamos afirmar que el discurso moral — o el discurso nor­
m ativo, en términos más generales— no era defectuoso porque dejara de
satisfacer los cánones del discurso científico. El discurso m oral exhibe su
propia estructura, su propia gramática y sus propias reglas. El filósofo
debe elucidar y explorar este discurso y aclarar los matices sutiles de los
términos morales. Pero los filósofos del lenguaje ordinario com partían con
sus oponentes más inclinados hacia el positivismo la convicción de que la
tarea filosófica adecuada es la elucidación del discurso m oral, no la form u­
lación de aseveraciones normativas disfrazadas n i la justificación especiosa.
Tam bién aquí se consideraba la filosofía com o una disciplina de segundo
orden, aunque extremadamente importante.
En suma, se había roto la tradición de la filosofía política y social
porque los desarrollos más refinados y rigurosos de la filosofía anglosajona
habían dem ostrado supuestamente que n o hay, ni podría haber, ninguna
disciplina racional de esa clase que genere un conocim iento genuino. Por
supuesto, los científicos sociales ortodoxos no lamentaron la desaparición
o separación de esta tradición. Por el contrario, la falta de desarrollo cien­
tífico de sus propios campos se atribuyó con frecuencia al influjo inhibitorio
de esta tradición y a las confusiones conceptuales que alimentaba acerca de la
distinción categórica existente entre la teoría em pírica y la teoría normativa.
En su Critica de la razón pura, K ant había descrito con perspicacia
la form a en que las matemáticas y las ciencias naturales habían experi­
m entado revoluciones conceptuales que las transformaron en ciencias ge-
30 LA TEORIA EMPIRICA

nuinas. U na vez -ocurrida esta revolución, las ciencias naturales exhibieron


las características de las disciplinas que maduran progresivamente e invo­
lucran el crecim iento dél conocim iento humano. Los científicos sociales
ortodoxos creen que ha venido ocurriendo, durante el siglo x x , una revo­
lución análoga en el estudio científico de los individuos en todas sus com ­
plejas relaciones humanas. Clark H ull expresó en 1943 este sentimiento
colectivo de lo que estaba ocurriendo, y este optim ism o acerca del desarro­
llo futuro de las ciencias sociales o conductistas;

...h a y razones para esperar que en los próxim os cien años se observe
un desarrollo sin precedentes en este cam po. U na razón para el optimismo
a este respecto se encuentra en la tendencia creciente, p or lo menos entre
los norteamericanos, a considerar las ciencias “ sociales” o conductistas
com o ciencias naturales genuinas y no com o Geisteswissenschaft. Estrecha­
mente unida a esta tendencia se encuentra la práctica creciente de excluir
. las consideraciones lógicas, folklóricas y antropom órficas de la lista de
factores explicativos que presumiblemente son ante todo conductistas. En­
teramente congruente con estas tendencias es el creciente reconocim iento
de la conveniencia, en las ciencias de la conducta, de una form ulación
explícita y exacta, con verificación em pírica en cada punto. Si estas tres
tendencias siguen aumentando, com o parece probable, hay buenas razones
para esperar que las ciencias de la conducta experimenten pronto un
desarrollo com parable al m anifestado p or las ciencias físicas en la época
de C opérnico, K epler, G alileo y Newton.4

A médida que los científicos sociales confiaban cada vez más en la posi­
ción científica de su propia disciplina, sentían la necesidad de aclarar sus
aspectos lógicos y epistemológicos, sobre todo en los sentidos en que
pudiera compararse significativamente con las ciencias naturales bien esta­
blecidas. Ryan se refiere al tem or del “ hiperfactism o” , pero otras influen­
cias instaban también a una elucidación de la posición científica de la
teoría em pírica. Los científicos sociales practicantes se preocuparon por
la confusión interna existente en sus propios campos. Y a medida que los
filósofos de la ciencia entendían m ejor las características primordiales de las
ciencias naturales y el papel preciso que desempeña en ellas la teoría,
ejercían una influencia poderosa sobre los científicos sociales de m etodo­
logía refinada.

4 Clark L. Hull, Principies of Bthavior, p. 400.


LA TEORIA EMPIRICA 31

L a posición ortodoxa : R obert M erton

U na de las mejores presentaciones contemporáneas breves de la posición


científica de las disciplinas sociales aparece en el libro de R obert M erton
Social Theory and Social Structure5 [hay ed. esp. del FCE, 1980]. En virtud
de que M erton es un teórico social que ha contribuido considerablemente a
la investigación sociológica y revela un conocim iento detallado del alcance
de las ciencias sociales y una conciencia histórica de su desarrollo, su presen­
tación de la teoría constituye un excelente punto de partida para una inves­
tigación de la teoría em pírica. M erton ha sido siempre un intelectual ino-
derado, y durante los años cincuenta su concepción de las “ teorías de alcalice
intermedio” sirvió com o un credo que podían adoptar tranquilamente muchos
científicos sociales diversos.
M erton afronta el desafío de la explicación del desarrollo inm aduro de
las ciencias sociales por com paración con las ciencias naturales. Sostiene
que la com paración del estado actual de las ciencias sociales, en particulár
el de la sociología, con el de la física contem poránea, no es sólo un
error, sino que tiende á ser un “masoquismo errado” . El entendim iento de la
historia de la ciencia puede infundir a la vez humildad y una sensación
dé liberación, sobre todo para los optimistas que piensan que la teoría
social puede lograr grandes resultados de una plum ada. Este optimismo
ingenuo ignora la form a en que varios siglos de investigación allanaron el
terreno para los grandes avances de la ciencia física. Es un error suponer
que “ todos los productos culturales existentes en un momento dado de la
historia deben tener el mismo grado de madurez intelectual” (p . 6 ). “ Es
posible que la sociología no esté lista aún para su Einstein porque no ha
encontrado aún su K epler. Aun el incom parable Newton reconoció en su5

5 Social Theory and Social Structure ha aparecido en tres ediciones y numerosas


impresiones. Se publicó por primera vez en 1949, se revisó en 1957, y apareció
de nuevo revisada y ampliada en 1968. Muchos de los pasajes citados en mi texto
han sido tomados de la Introducción a la primera edición, donde Merton propuso
la necesidad de “ teorías de alcance intermedio” . Esta Introducción aparece también
en la edición de 1957. Sin embargo, en la edición aumentada de 1968, Merton
amplió y revisó su introducción original en dos capítulos completos. En estos ca­
pítulos nuevos Merton defiende su concepción de las teorías de alcance intermedio
contra muchas de las críticas que se habían formulado durante los veinte años trans­
curridos, y también presenta una descripción más completa de la posición científica
de. la sociología que toma en cuenta el trabajo aparecido recientemente sobre la his­
toria y la filosofía de la ciencia. A menos que se diga otra cosa, todas las referencias
a las páginas de Merton corresponden a la primera edición de Social Theory and Social
Structure.
32 LA TEORÍA EMPIRICA

m omento la contribución indispensable de la investigación acumulada, afir­


m ando: ‘Si he visto más allá, es porque me he parado sobre los hombros
de gigantes’ ” (p . 7) .*
La m oraleja que debe extraerse es que si hemos de com parar la sociolo­
gía con las ciencias físicas, resultará más ilustradora la com paración del
estado actual de la sociología con el estado de las ciencias físicas en su naci­
miento. “ Entre la física del siglo x x y la sociología del siglo x x se interponen
miles de millones de horas-hombre de investigación sostenida, disciplinada
y acumulada” (pp. 6 -7 ).
Aunque subraya M erton la disparidad del desarrollo de las ciencias so­
ciales y las ciencias físicas, no duda de la posibilidad de llevar a las ciencias
sociales al mismo tipo de madurez científica. C om o H ull, está seguro de
que puede haber un K epler, un Newton o un Einstein de las ciencias
sociales. Su defensa de las teorías de alcance interm edio trata de ser una
estrategia sensata para el presente a fin de aproximarse a esa meta. M erton
es plenamente consciente de que gran parte de la investigación de la ciencia
social ha fluctuado entre los extremos violentos del “ empirismo abstracto”
y la “gran teoría” : los extremos que C. W right M ills caricaturizara en
form a brillante y criticara en form a devastadora.7
Pero para poder clasificar adecuadam ente las teorías de alcance intermedio
debemos entender con mayor claridad la orientación teórica de las ciencias
sociales. La descripción de actividades que hace M erton, que con frecuencia
se confunde con la teoría propiamente dicha, no sólo resulta muy útil com o
m edio de prevención, sino también para la localización de las funciones
especificas de la teoría.
N o debe entenderse la teoría com o un conjunto de “ orientaciones generales
hacia los datos, sugerentes de los tipos de variables que de algún modo
deben tomarse en cuenta, y no de pronunciamientos verificables de rela­
ciones existentes entre variables especificadas” , aunque esto constituye “ una
gran parte de lo que ahora se llama la teoría sociológica” (p. 9 ). Según
M erton, esto es p oco satisfactorio porque resulta demasiado am orfo. La
teoría no consiste en “ puntos de vista” o “ enfoques” . L a teoría que produce
teoremas claros debe consistir p or lo menos en “ claros pronunciamientos
verificables de las relaciones existentes entre variables especificadas” .

« En la edición de 1968 de Social Theory and Social Structure, Merton extiende


su lista de científicos naturales para quienes no hay todavía equivalentes en las cien­
cias sociales. “ Es posible que la sociología no esté lista aún para su Einstein porque
todavía no encuentra su Kepler, ya no digamos su Newton, Laplace, Gibbs, Maxwell
o Planck” (p. 47 ).
7 C. Wright Mills, The Sociological Imagination [hay ed. esp. del FCE, 1974]
especialmente los capítulos 2 y 3.
LA TEORÍA EMPÍRICA 33

N o debe confundirse la teoría con la m etodología. Por supuesto, los cien­


tíficos sociales deben poseer un refinam iento m etodológico. Deben saber utilizar
las técnicas estadísticas y otras técnicas cuantitativas, y diseñar experim entos;
deben entender la naturaleza de las inferencias y los requerimientos de un
sistema teórico. “ Pero tal conocim iento no contiene ni im plica el contenido
particular de la teoría sociológica” (p. 8 4 ). Una de las curiosidades de las
ciencias sociales — al revés de lo que ocurre en las ciencias naturales— es
el hecho de que la m etodología se ha convertido en un subcam po que cuenta
con sus propios especialistas profesionales. La preocupación excesiva por la
m etodología se ha convertido a m enudo en una desviación de la tarea de
la construcción de sistemas teóricos sustantivos. M erton com parte la opinión
de muchos científicos practicantes en el sentido de que las discusiones m eto­
dológicas tienen con frecuencia mejores frutos cuando surgen en relación con
problemas de investigación sustantiva específicos.8
Tam poco debe confundirse la teoría con el “ análisis de los conceptos so­
ciológicos” tales com o la posición, el papel, la Gemeinschaft, la interacción
social, la distancia social, la anomie, etcétera. La teorización sociológica no
puede realizarse sin el análisis de conceptos centrales que pueden intervenir
en un sistema teórico. Pero un análisis misceláneo de tales conceptos, que
há preocupado a tantos teóricos sociales, no genera un sistema teórico ni
equivale a tal sistema, integrado por proposiciones lógicam ente integradas
que tienen consecuencias empíricas.
Nos aproximamos a una de las principales confusiones acerca de la teoría
cuando tomamos erradamente las “ interpretaciones sociológicas post factum”
(p. 90) por la teoría propiamente dicha. Con frecuencia se ofrecen tales
interpretaciones para explicar las observaciones. U n teórico social confronta
diversos datos, y ve que este material “ tiene sentido” o “ encaja” con una
interpretación dada. Pero la falacia lógica que se encuentra detrás de las in­
terpretaciones post factum es la existencia de diversas hipótesis rudimen­
tarias que en alguna m edida se ven confirm adas o verificadas por los “ hechos”
pero que tratan de explicar estados de cosas opuestos y contradictorios. Las
interpretaciones y explicaciones post factum son con frecuencia tan flexibles,
vagas o abiertas, que pueden “ explicar” casi cualesquier datos. M erton está
alerta a una observación subrayada por Peirce y reiterada en nuestra propia
época por K arl Popper: las teorías científicas deben ser refutables e invali-
dables, y no simplemente verificadas o confirmadas.

8 Karl Popper subraya este punto en The Poverty of Histoñcism: “ Los debates más
fructíferos sobre el método están inspirados siempre por ciertos problemas prácticos
que encara el investigador; y casi todos los debates sobre el método que no tienen
tal inspiración se caracterizan por esa atmósfera de sutileza inútil que ha despresti­
giado a la-m etodología entre los investigadores prácticos” (p. 57).
34 LA TEORIA EMPIRICA

Algunos científicos sociales han pensado que la función propia de la teoría


es la form ulación de generalizaciones empíricas bien fundadas. Las genera­
lizaciones empíricas constituyen una condición necesaria para el estableci­
m iento de sistemas teóricos, pero no son suficientes. Aquí podem os ver con
gran claridad lo que entiende Ryan por la ansiedad del “ hiperfactism o” ,
o lo que C . W right M ills llam ó “ empirismo abstraído” . U n m ito prim itivo,
que ha afectado profundam ente la investigación de las ciencias sociales, es
la creencia de que la verdadera función de la ciencia es la recolección de
datos y la form ulación de generalizaciones empíricas basadas en ellos. En el
siglo x x se han vuelto considerablemente más refinadas nuestras técnicas
para la recolección de datos. A hora tenemos bancos e institutos de datos
cuya tarea principal es la refinación de las técnicas de recolección de da­
tos. Tam bién se cree con frecuencia que, si recolectam os suficientes datos y
descubrimos correlaciones entre ellos, podremos llegar a esas generalizaciones
empíricas superiores que constituyen la ciencia genuina. A un quienes son
vagamente conscientes de que la ciencia es algo más que la recolección de
datos y la form ulación de generalizaciones empíricas basadas en tales datos,
están convencidos de que éste es el procedim iento adecuado para allanar
el terreno a las teorías más avanzadas. Éste es un “ m ito prim itivo” porque es
com pletam ente falaz, a pesar de que se com parte ampliamente y se afirma
con frecuencia que Bacon y M ili lo aceptaron y propalaron. Sería difícil nom­
brar un solo filósofo que alguna vez haya mantenido una concepción tan sim­
plista de la naturaleza de la ciencia, y p or supuesto no se puede afirmar
tal cosa de Bacon o M ili. Además, a pesar del desacuerdo am plio y a veces
profundo que existe entre los filósofos contem poráneos acerca de la natura­
leza y el papel de la teoría en las ciencias hay un consenso racional acerca
de que la teoría no consiste simplemente en generalizaciones empíricas basadas
en la recolección o la observación de los hechos.
Esta observación será extremadamente importante cuando consideremos
algunos de los desafíos a la concepción de las ciencias sociales com o ciencias
naturales genuinas. M uchos científicos sociales partidarios del empirismo in­
genuo están convencidos de que estos desafíos son especiosos o “ carecen de
fundam ento” . Estos científicos se muestran incrédulos cuando sus oponentes
afirman que es im posible o errada la colección de datos, la búsqueda de.
correlaciones y la form ulación de generalizaciones empíricas verificables suge­
ridas por los datos. Están convencidos de que esto no sólo puede hacerse sino
que se está haciendo en la m ejor investigación em pírica. En virtud de que
consideran tal actividad com o la quintaesencia de la exploración científica,
no pueden entender lo que sus oponentes encuentran tan objetable. Y pre­
guntan: ¿cóm o podem os cuestionar siquiera la posibilidad o la importancia
de úna ciencia social que emplea técnicas de investigación m etodológicam ente
LA TEORIA EMPIRICA 35

con ectas? Pero más adelante veremos que la cuestión prim ordial no es la
pnsíhiliHa/1 de recolectar e interpretar datos, sino la significación de esta
empresa y las inferencias que podam os obtener de ella.
M erton asegura que la literatura sociológica abunda en generalizaciones
em píricas: “ proposiciones aisladas que resumen uniform idades observadas en
las relaciones existentes entre dos o más variables” (p . 9 2 ). Pero “ una mis­
celánea de tales proposiciones sólo provee la materia prima: de la disci­
plina sociológica. La tarea teórica, y la orientación de la investigación em pírica
hacia la teoría, se inicia cuando se establece tentativamente la influencia de
tales uniformidades sobre un conjünto de proposiciones interrelacionadas”
(p. 9 2 ).
H abiendo distinguido diversas actividades que se confunden con la teoría,
M erton se dispone a explicar lo que es la teoría sistemática, n o sólo para la
sociología sino para las ciencias sociales en general. Primero subraya que las
generalizaciones apropiadas para la teoría sistemática difieren significativa­
mente de las generalizaciones empíricas misceláneas, basadas en la obser­
vación de variables específicas. “ El segundo tipo de generalización socio­
lógica, la llamada ‘ley científica’ , difiere de lo anterior por cuanto es una
aseveración de la invariación deñvable de una teoría” (p . 9 2 ). C om o la
mayoría de los científicos sociales, M erton está dispuesto a conceder que
no han abundado hasta ahora los buenos ejem plos de tales leyes, aunque cree
que “ no faltan por entero” las aproxim aciones de este segundo tipo de gene­
ralización sociológica (p. 9 2 ). “ Es probable que la escasez de tales leyes
en el cam po sociológico refleje la bifurcación prevaleciente entre la teoría
y la investigación em pírica. A pesar de los numerosos volúmenes que se
ocupan de la historia de la teoría sociológica, y a pesar de la abundancia
de investigaciones empíricas, los sociólogos (incluyendo til autor de este libro)
pueden discutir los criterios lógicos de las leyes sociológicas sin citar un
solo ejem plo que satisfaga plenamente tales criterios” (p. 9 2 ). Esta admisión
parece casi una retirada de los defensores de la calidad científica de las
disciplinas sociales, especialmente de quienes están convencidos de que el
papel de la teoría y la explicación científica es esencialmente el mismo en
las ciencias naturales y en las ciencias sociales. Sin em bargo, M erton ofrece
un ejem plo de lo que quiere decir. Conviene considerar su ejem plo en detalle,
porque muchas de las observaciones que M erton quiere subrayar acerca de la
teoría sistemática, la explicación científica y el papel de las leyes científicas,
pueden entenderse claramente por referencia a tal ejem plo, o sea una “ reform u-
lación” de la explicación que da Durkheim a la diferencia de las tasas de
suicidio existentes entre católicos y protestantes.9
8 Una dificultad que aparece con frecuencia en la literatura de las ciencias sociales
es la disparidad existente entre los enunciados generales acerca de la naturaleza de
36 LA TEORIA EMPIRICA

“ Se ha establecido desde hace largo tiem po, com o una uniform idad esta­
dística, que en diversas poblaciones tienen los católicos una tasa de suicidio
m enor que los protestantes” (p. 9 2 ). En la medida en que se form ule cui­
dadosamente tal afirm ación, mientras permanecen constantes otros factores,
sólo tendremos una generalización em pírica, que no pretende enunciar una
invariación. El problem a consiste en ofrecer una explicación teórica de esta
regularidad. Reiterando los supuestos teóricos de Durkheim de manera for­
m al, M erton ofrece la descripción siguiente del análisis de Durkheim :

1. L a cohesión social provee apoyo psicológico para el agrupamiento de los


miembros sujetos a agudas tensiones y ansiedades.
2. Las tasas de suicidio dependen de las ansiedades y tensiones no mitigadas
a las que se encuentran sujetas las personas.
3. Los católicos tienen una cohesión social mayor que los protestantes.
4. Por lo tanto, son de esperarse tasas de suicidio menores entre los católicos
que entre los protestantes (p. 9 3 ).

En el contexto de su discusión, M erton no se preocupa por justificar que


ésta sea una reconstrucción adecuada de Durkheim. T am poco defiende la
verdad de las premisas pertinentes, ni analiza conceptos tan cruciales y elusivos
com o el “ apoyo psicológico” o las “ ansiedades y tensiones no mitigadas". Sólo
quiere com entar algunas de las características formales de este paradigma
del análisis teórico.
Primero, observa M erton, el alcance del hallazgo em pírico original se ve
considerablemente am pliado por tal análisis, porque la generalización se con­
ceptúa en abstracciones de un orden más alto: “ Catolicism o-cohesión so-
ciál-ansiedades mitigadas-tasa de suicidio” (p. 9 3 ). La ventaja de este paso
a la mayor abstracción es que ya no vemos la uniform idad com o algo aislado,
sino com o una relación “ entre grupos poseedores de ciertos atributos concep­
tuados (la cohesión social) y el com portam iento” (p. 9 3 ).

las teorías, la explicación científica, las leyes, etcétera, y los ejemplos citados para
ilustrar estos puntos. Merton no es menos culpable de esto que muchos de sus colegas
menos refinados. En virtud de que en este contexto me interesa elucidar la postura
de Merton sobre la naturaleza y la función de la teoría en las ciencias sociales, pasaré
por alto muchas de las interrogantes que podrían plantearse acerca de la adecuación
de la “ reformulación” de Durkheim a manos de Merton. Las investigaciones recientes
ponen en tela de juicio la corrección histórica y empírica de la reconstrucción lógica
de Merton. Véase a Steven Lukes, Emile Durkheim: His Life and Work, capítulo 9;
Dominick La Capra, Emile Durkheim: Sociologist and Phüosopher, capítulo 4 ; Jack
Douglas, “ The Sociological Analysis o f Social Meanings of Suicide” , Archives europí-
ennes de sociología, 7 (1 9 6 6 ); y Hannan C. Selvin, “ Durkheim’s Suicide and ProMems
of Empirical Research” , American Journal of Sociology, 62 (1958).
LA TEORIA EMPIRICA 37

Segundo, este tipo de análisis explica y establece a la vez “ la pertinencia


teórica de la uniform idad al derivarla de un conjunto de proposiciones inter­
relacionadas” (p . 9 3 ). En consecuencia, provee una acum ulación de la teoría
y los hallazgos de la investigación. “ Las uniform idades de las diferencias exis­
tentes en la tasa de suicidio añaden confirm ación al conjunto de proposi­
ciones del que han sido derivadas junto con otras uniformidades. Ésta es una
de las funciones principales de la teoría sistemática” (p . 9 3 ).
Tercero, la form ulación anterior nos permite extraer diversas consecuencias,
verificar la adecuación del análisis teórico y explicar otras regularidades apa­
rentemente . no relacionadas. Por ejem plo, la premisa inicial acerca de la
cohesión social nos permite investigar otros fenóm enos, distintos del suicidio,
com o factores que influyen en el derrum be de la “ cohesión social” : fenómenos
tales com o el com portam iento obsesivo o la preocupación morbosa.
Cuarto, la teoría introduce un cam po para el pronóstico. Por ejem plo, si
las medidas independientes revelan una dism inución de la cohesión social
entre los católicos, el teórico podría pronosticar (si se mantienen constantes
otras variables) una tendencia hacia el incremento de las tasas de suicidio
de este grupo.
Q uinto, las funciones anteriores de la teoría sugieren otra característica
de las teorías que, según M erton, “ no se aplica totalmente a la form ulación de
Durkheim” (p. 9 4 ). Para que una teoría sea productiva, debe ser suficien­
temente precisa y determinada. “ La precisión es un elem ento integral del
criterio de la verificabilidad” (p. 9 4 ). M erton nos previene sensatamente
de que, en esta etapa de la sociología, el grado de precisión y determina­
ción de una teoría es una cuestión de buen juicio. L a presión hacia la
precisión excesiva en las ciencias sociales puede generar una actividad im pro­
ductiva. Por otra parte, sin embargo, un teórico debe esforzarse por alcanzar
por lo menos cierto grado de precisión, para que las teorías puedan verificarse
y refutarse en form a empírica.
La reform ulación que hace M erton del análisis teórico de Durkheim, y las
varias observaciones que subraya, sólo pretenden ser ilustraciones. En esta
etapa de mi investigación, sería poco generoso si acusara a M erton de no
afrontar los numerosos problemas que surgen cuando se trata de obtener un
entendimiento determ inado y preciso de la teoría propiam ente dicha. Pero
creo que M erton se ocupa de los temas más fundamentales que han
preocupado a los científicos sociales y los filósofos de las ciencias sociales
cuando elucidan la naturaleza de la teoría sistemática y la explicación cien­
tífica. El m odelo de explicación científica teórica bosquejado por M erton
es lo que se ha llam ado el m odelo “ hipotético-deductivo” . Es “ deductivo”
porque la explicación — en este caso, la explicación de la regularidad empí­
rica d e las tasas de suicidio— se hace m ediante una derivación no trivial.
38 LA TEORIA-EMPÍRICA

Dadas las tres primeras premisas, la conclusión obtenida es lógicam ente deri-
vable. Y si se cuestionara cualquiera de las tres premisas, presumiblemente
podríam os ofrecer algunas razones para su aceptación tentativa, Es hipo­
tético porque no se afirm a que sea infalible alguna de las premisas de este
esquema. Nuevas investigaciones conceptuales o empíricas podrían cuestionar,
m odificar, o aun destruir tales premisas.
M erton reconoce también que en la teoría sistemática hay una necesidad ex­
plícita o im plícita de emplear leyes o — digamos con mayor cautela— asevera­
ciones semejantes a leyes. Tales leyes deben distinguirse cuidadosamente de las
meras generalizaciones empíricas. Es por virtud de estas presuntas leyes — lo que
han llam ado-los filósofos “ enunciados nom ológicos” — que podem os form ular
los enunciados em píricos contrarios que resultan tan esenciales para la expli­
cación y el pronóstico científicos. Esto se ilustra cuando M erton nos dice
que los supuestos teóricos de Durkheim nos permitirían pronosticar que, si
disminuyera la cohesión social entre los católicos, sería de esperarse en este
grupo ( ceteris paribus) una tendencia hacia el increm ento de las tasas de
suicidios.
Por último, M erton advierte la estrecha conexión existente entre la expli­
cación científica, la precisión, la verificabilidad y el pronóstico. U na teoría
científica bien form ulada es aquella que explica mostrando la form a en que
los fenóm enos y las regularidades empíricas pueden derivarse de supuestos
teóricos y de condiciones iniciales adecuadas. Pero tal teoría debe enunciarse
con precisión suficiente para ser verificable. D e otro m odo, no podríamos
distinguirla de una explicación post factura, porque estas explicaciones seu-
docientíficas pueden satisfacer también el criterio de la derivabilidad.
El bosquejo anterior de la teoría sociológica propiam ente dicha — un bos­
quejo que trata de captar las características esenciales de la teoría sistemática
en cualquiera de las ciencias sociales— ayuda a situar la recom endación
estratégica específica que hace M erton acerca de la necesidad de teorías de
alcance intermedio. Por una parte, M erton se opone a los empiristas que
creen que podem os prescindir de la teoría. En todos sus escritos sostiene
M erton que tal actitud es estrecha, im productiva, y en última instancia antN
científica. En el m ejor de los casos, tal empirismo ingenuo conduce a la
recolección de datos sin ninguna dirección y a la acum ulación caótica de
generalizaciones empíricas misceláneas. Esto no es lo que persigue la ciencia, y
ciertamente no es la clave del éxito de las ciencias naturales. La investigación
em pírica sin teoría es ciega, así com o la teoría sin investigación em pírica está
vacia. Tam bién debemos ser modestos y realistas en nuestras aspiraciones.
Sólo mediante la lenta construcción y verificación de teorías de alcance in­
term edio — “ teorías intermedias entre las hipótesis de trabajos menores que
surgen abundantemente durante las rutina? cotidianas de la investigación
LA TEORÍA EMPÍRICA 39

y las especulaciones inclusivas que abarcan un esquema conceptual maestro


de donde se espera obtener un número muy grande de uniformidades empí­
ricamente observadas en el com portam iento social” (p. 5 )— podremos in­
crementar la tradición acumulada de la investigación científica. A medida
que se verifican nuestras teorías más modestas y se examinan sus conse­
cuencias — a medida que aprendemos del progreso de las ciencias físicas— ,
descubriremos esquemas teóricos más comprensivos en los que puedan inte­
grarse las teorías de alcance intermedio.
Aunque M erton es uno de los pocos científicos sociales contem poráneos
interesados en la historia y la sociología de las ciencias sociales, distingue
la historia de la teoría frente a la “ sistemática de la teoría” . Con frecuencia
— com o se observa en los programas universitarios de las ciencias sociales— ,
lo que se llama “ teoría” es p oco más que una reseña de la historia de los
grandes sistemas del pasado. Hay una “ confusión atractiva pero fatal de
la teoría sociológica utilizable con la historia de la teoría sociológica” (p . 4 ).

Aunque la historia y la sistemática de la teoría sociológica deben incluirse


en el adiestramiento de los sociólogos, no hay razón para fundirlas y
confundirlas. L a teoría sociológica sistemática . . . representa la acumula­
ción muy selectiva de las pequeñas partes de la teoría anterior que han
sobrevivido hasta ahora a las pruebas de la investigación empírica. Pero
la historia de la teoría incluye también la masa m ucho m ayor de concep­
ciones quq cayeron en pedazos cuando se enfrentaron a las pruebas em pí­
ricas. Incluye también las salidas en falso, las doctrinas arcaicas y los errores
infructuosos del pasado. La fam iliaridad con todo esto puede ser un auxiliar
útil para el adiestramiento del sociólogo, pero n o sustituye el adiestramiento
en el uso efectivo de la teoría en la investigación. Podemos estudiar con
provecho gran parte de lo que escribieron los padres de la sociología com o
ejercicios de realización de la investigación intelectual, pero eso es otra cosa
muy distinta (pp. 4 -5 ).

L o que está diciendo aquí M erton parece tan atendible y sensato que podemos
pasar por alto sus im plicaciones radicales. Desde luego, refleja una orto­
doxia prevaleciente entre los científicos sociales. La plausibilidad de la afir­
m ación de M erton acerca de la confusión atractiva pero fatal entre la historia
de la teoría y la sistemática de la teoría supone la aceptación de la analogía
existente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. En su concepción
hay muchas razones para leer los textos originales de N ewton y para estudiar
su época. Tendríam os un interés histórico en descubrir lo que d ijo e hizo
Newton, por oposición a las versiones que de sus hazañas aparecen en los
libros de texto; o podríam os examinar la obra de Newton com o un m odelo
para el entendimiento del proceso de la investigación científica. Pero el
40 LA TEORIA EMPIRICA

estadio del Newton histórico n o es esencial ni im portante para el físico que


quiere investigar en su disciplina y obtener un entendimiento teórico del m un­
d o físico.
Además, el pasaje anterior indica los criterios con los que juzga el teórico
sistemático contem poráneo estos intentos “ nobles” del pasado. Su interés prin­
cipal es, y debe ser, “ las pequeñas partes de la teoría anterior que han
sobrevivido hasta ahora a las pruebas de la investigación em pírica” (p. 4 ).
A lo sumo, la fam iliaridad con la historia de nuestra disciplina es un
auxiliar útil para la educación del sociólogo, pero no es un sustituto en el
adiestramiento del uso efectivo de la teoría en la investigación. Esta actitud
básica de M erton, tan ampliamente com partida, considera también que los
teóricos anteriores percibieron vagamente lo que ahora vemos con claridad
m ucho mayor. L a teoría actual — en la m edida en que se form ule rigurosa­
mente y se verifique en el terreno em pírico— es la m edida del éxito o el
fracaso de la teoría del pasado.
L a concepción de M erton tiene consecuencias importantes para la educa­
ción y el adiestramiento de los científicos sociales. En este mom ento quiero
llamar la atención del lector sobre uno de sus efectos colaterales. Dada la
estructura plural de la universidad norteamericana m oderna, donde han solido
tolerarse los enfoques diferentes, casi todos los departamentos respetables de
ciencia social tienen lugar para un “ teórico” , por lo menos. Pero ello suele
referirse a una persona que tiene un curioso interés de anticuario o histo­
riador, cuya función prim ordial es la enseñanza de los clásicos del cam po.
El estudio de estos autores clásicos puede ser edificante, y útil para am pliar el
adiestramiento de los científicos sociales, pero no se considera com parable con
la actividad seria del adelanto de la teoría sistemática. En esta forma,, una
tolerancia manifiesta del estudio de la “ teoría” — los grandes esquemas teóricos
del pasado— se com bina con un sesgo latente en su contra.
Las reflexiones de M erton sobre la naturaleza de la teoría sistemática, y
su esfuerzo por distinguirlas de otras clases de actividades com únmente lla­
madas teóricas, tratan de allanar el cam ino para su propia obra de avance
de la teoría em pírica sustantiva. Afirm a M erton que “ el análisis funcional
es a la vez el más prom etedor y quizá el menos codificado de los enfoques
contem poráneos de los problemas de la interpretación sociológica (p. 2 1 ).
M erton considera que su propio trabajo teórico se dirige hacia la reformu­
lación y codificación del análisis funcional, para que satisfaga o se aproxim e
a los criterios establecidos para la teoría propiam ente dicha. Pero antes de
realizar un breve examen de la versión del funcionalism o de M erton, deseo
mostrar cuán generalizada y profundam ente arraigada se encontraba la idea
de la teoría em pírica sistemática entre los científicos sociales ortodoxos.
El pronunciam iento de M erton sirvió virtualmente com o una declaración
LA TEORÍA EMPÍRICA 41

de principios adoptada por muchos sociólogos durante los años cuarenta y


cincuenta, pero uno de los objetivos de su crítica era la gran teorización de
T alcott Parsons que dom inaba a la sazón la sociología norteamericana. £1
esfuerzo de M erton por distinguir la teoría propiam ente dicha de las Orien­
taciones sociológicas generales, el análisis de los conceptos sociológicos y las
interpretaciones post factum, puede interpretarse com o una crítica im plícita
al pensamiento de Parsons. La propuesta de las teorías de alcance intermedio
por parte de M erton constituía un desafío directo al esfuerzo de Parsons por
construir una teoría sistemática comprensiva. Era de esperarse que Parsons
aceptara éste desafío y contestara las críticas explícitas e implícitas de M er­
ton. En su discurso presidencial ante la Sociedad Sociológica Norteamericana,
pronunciado luego de la form ulación de la posición de M erton, Parsons se
ocupó de esta cuestión. A su vez, M erton contestó a Parsons en la edición
ampliada de 1968 de Social Theory and Social Structure.
El aspecto más importante de este enfrentamiento no son los puntos de
diferencia sino los puntos de acuerdo. Q ueda claro que no hay desacuerdo
esencial en lo referente a los puntos sustantivos de lo que es la teoría siste­
mática en la sociología y las ciencias sociales. El desacuerdo — en la medida
en que lo haya— se refiere a la cuestión estratégica del procedim iento que
deban seguir los sociólogos interesados en el avance de la teoría. Parsons,
no menos que M erton, espera que una teoría general adecuada llegue a
explicar los fenóm enos y las regularidades mostrando cóm o pueden derivarse
de los supuestos teóricos; que tal teoría será suficientemente precisa y deter­
minada para prestarse a pruebas y refutaciones em píricas; que revelará leyes
sociológicas que ameriten adecuadas condiciones de negación en los hechos,
así com o hipótesis auxiliares aplicables; y que, por lo menos en principio, nos
permitirá form ular pronósticos acerca de los sistemas sociales y el cam bio
social.
Para mostrar el gran acuerdo existente entre M erton y Parsons, convendrá
citar la extensa nota de pie de página que escribió M erton sobre este debate.

Considero importantes las observaciones formuladas por Talcott Parsons


en su discurso presidencial ante la Sociedad Sociológica Norteamericana,
luego de mi fom ulación de esta posición. Por ejem plo: “ Al final de
este cam ino de creciente frecuencia y especificidad de los islotes de con o­
cim iento teórico se encuentra el estado ideal, en términos científicos, donde
la mayoría de las hipótesis operativas efectivas de la investigación empí­
rica derivan directam ente de un sistema general de teoría. En un frente
am plio . . . sólo la física ha alcanzado este estado entre todas las cien­
cias. N o podem os esperar que nos aproximemos en alguna m edida a este
ideal. Pero no se sigue de aquí que sean inútiles los pasos que se den
en esa dirección, por lejos que nos encontremos de la meta. Por el con-
42 LA TEORIA EMPIRICA

trarlo, todo paso real én esa dirección es un adelanto. Sólo en eSte punto
final se funden los islotes en una masa de tierra continental.
“ Así pues, la teoría general puede proveer por lo menos un am plio
m arco de orientación . . . Tam bién puede servir para codificar, interrela­
cionar y proveer una gran cantidad del conocim iento em pírico existente.
Tam bién sirve para llamar nuestra atención sobre las brechas existen­
tes en nuestro conocim iento, y para proveer cánones para la crítica de las
teorías y las generalizaciones empíricas. Por último, aun cuando no puedan
derivarse sistemáticamente, resulta indispensable para la aclaración siste­
mática y la form ulación fecunda de hipótesis” (sin subrayado en el
origin al).
Parsons, “ T h e Prospects o f Sociological Theory” , American Sociological
Review, febrero de 1950, 15, pp. 3-16, en 7. Resulta significativo el hecho
de que una teoría general, com o la de Parsons, reconozca 1) que en
efecto la teoría sociológica general provee raras veces hipótesis específicas
que puedan derivarse de ella; 2) que, por com paración con un cam po
com o el de la física, tales derivaciones son un objetivo rem oto para la
mayoría de las hipótesis; 3) que la teoría general sólo provee una orien­
tación general, y 4) que sirve com o una base para la codificación de las
generalizaciones empíricas y las teorías específicas. En cuanto se reconoce
esto, los sociólogos com prom etidos al desarrollo de la teoría general no
difieren significativamente, en principio, de quienes ven ahora la m ejor
promesa de la sociología en el desarrollo de teorías de alcance intermedio
y su consolidación periódica.10

M uchos científicos sociales aceptarían que el libro de M erton, Social Theory


and Social Structure, es una de las obras clásicas de la sociología contem ­
poránea. U na de las razones principales de su éxito y su influencia es la
presentación clara, m oderada, que hace M erton del estado de la sociología
com o una ciencia joven pero creciente, así com o su optim ism o acerca de
su desarrollo futuro com o una actividad científica que lentamente construye
y consolida sus cimientos teóricos.

L a form u lación de N eil S m elser

N eil Smelser publicó en 1968 una colección de ensayos, Essays in Sociological


Explanation, con el subtítulo de “ Presentación teórica de la sociología com o
una ciencia social y su aplicación a los procesos del cam bio social” . Así com o
el estudio original de M erton representó en su m ejor expresión el entendi­

10 Robert K. Merton, Social Theory and Social Structure (edición ampliada de


1968), p. 52.
LA TEORIA EMPÍRICA «8

miento que tenían los científicos sociales ortodoxos -de su- propia disciplina
durante los -años cincuenta, los ensayos de Smelser desempeñaron una fun­
ción similar durante los sesenta. En los- veinte años transcurridos entre los
ensayos originales de M erton y los de Smelser, había aumentado enorme­
mente el número y la diversidad de los estudios, no sólo en la sociología sino
en todas las ciencias sociales. Se había hecho un avance im portante en los
“miles de millones de horas-hombre de investigación sostenida, disciplinada y
acumulada” que existían en opinión de M erton entre la física del siglo xx
y la sociología del siglo x x . Pero sería ingenuo pensar que durante este
periodo se había observado sólo el progreso sostenido de la sociología com o
una disciplina científica. Fue durante este mismo periodo que una gran diver­
sidad de enfoques nuevos — que van desde la obra de Erving G offm an hasta
Harold Garfinkel y la nueva escuela de etnom etodólogos— empezaron a
influir sobre la sociología. Estos enfoques nuevos no encajan fácilm ente en
el m arco de las teorías de alcance interm edio proyectado por M erton. Fue
también en este periodo cuando amigos y enemigos estaban cuestionando los
logros y los fundamentos de las ciencias sociales.
■ Smelser, profesor de sociología en la Universidad de C alifornia en Berkeley,
se encontraba en el centro mismo de esta tormenta intelectual. Estrechamen­
te asociado a Talcott Parsons (con quien publicó conjuntam ente Economy
and Society), Smelser había publicado ya dos obras sociológicas sustanciales
e influyentes, Social Change in the Industrial Revolution (1959) y Theory
of Gollective Behavior (19 63 ). Los títulos indican dos de las preocupaciones
fundamentales de Smelser: el cam bio social y la teoría.
Smelser se ha mostrado sensible siempre a dos acusaciones formuladas con
frecuencia contra un m arco parsoniano: que la teoría era tan grandiosa y
abstracta que no explicaba o guiaba la investigación em pírica concreta,
y que la estructura teórica de Parsons no podía explicar o iluminar los pro­
cesos muy importantes del cam bio social. Las propias contribuciones de
Smelser a la sociología, y su conocim iento am plio e íntimo del conjunto
de las ciencias sociales — incluidas la econom ía, la psicología y aun la
historia— , lo convierten en un vocero ideal para la reform ulación de una
interpretación naturalista de las ciencias sociales: una interpretación que
considera a las ciencias sociales com o ciencias naturales “ inmaduras” que con­
tienen las semillas de un desarrollo refinado y maduro.
Smelser es consciente de las críticas que se hacen a la sociología com o
disciplina científica, y de los desarrollos recientes de la filosofía de la
ciencia. Expresa su optim ism o acerca del desarrollo futuro de las ciencias
sociales con mayor cautela que H ull o M erton. Pero lo más notable
es su acuerdo fundam ental con M erton en. cuanto a la naturaleza, la fun­
ción y las perspectivas de la teoría empírica en las ciencias sociales. Está
44 1,A TEORÍA EMPÍRICA

■dispuesto a conceder que la sociología, en 1967, es ■“ demasiado -compren­


siva, difusa, suave en el centro y nebulosa en los extremos” (p . 4 9 ).u “ El
escenario contem poráneo es un asombroso rem iendo de campos que dista
m ucho del óptim o científico” (p . 5 3 ). Sin embargo, cree que puede acla­
rarse la estructura de las varias ciencias sociales com o disciplinas cien­
tíficas y que puede avanzarse hacia el logro de una madurez mayor. Smelser
examina los tipos de variables dependientes e independientes qué carac­
terizan las diversas ciencias sociales, y los métodos de investigación que
deben emplearse para especificar estas variables y descubrir correlaciones y
relaciones entre ellas. Pero insiste, com o M erton, en que el listado de va­
riables dependientes e independientes “ no narra toda la historia. Es nece­
sario . . . especificar las formas en que una disciplina impone un ordena­
miento lógico a sus variables” (p . 5 ). Distingue Smelser explícitam ente tres
tipos de ordenam iento ló g ico: hipótesis, o “ enunciados de las condiciones
en que puede esperarse que varíen en ciertas formas las variables depen­
dientes” (p. 5 ) ; modelos donde se com binan y organizan varias hipótesis en
un sistema; y teorías, donde los modelos se incorporan en definiciones, su­
puestos y postulados. “ Tales definiciones, supuestos y postulados constituyen
el marco teórico de una disciplina científica. Dentro de este marco ‘hacen
sentido’ las hipótesis específicas. Para decirlo en términos más fuertes, las
hipótesis y los m odelos deben derivarse, con el mayor rigor posible, del
m arco teórico” (p. 6 ).
La descripción de Smelser es suficientemente general para revelar la
estructura básica de cualquier disciplina científica, incluidas las ciencias
físicas y las sociales. Com parte Smelser con M erton la convicción de que,
en las ciencias sociales, no basta recolectar datos, proponer hipótesis acerca
de la correlación de variables, o lim itam os a generalizaciones empíricas ad hoc.
Tam bién debe haber un ordenam iento lógico, que culmine en el descubri­
miento y la construcción de marcos teóricos que expliquen los datos y
“ den sentido” a nuestras hipótesis. Aunque Smelser no discute explícitamente
el papel de las leyes en la explicación sociológica, concede que

Y o sería el últim o en disputar la im portancia fundamental de las leyes


en la explicación sociológica, y el últim o en negar que estas leyes deben
tener una derivación teórica y una fundam entación empírica. Por otra
parte, al estudiar un cam po com o el del cam bio social, he descubierto
una verdadera escasez de leyes y un déficit de proposiciones derivadas
de la teoría, para no decir nada de las regularidades em píricas firmemente1

11 Neil J. Smelser, Bssays in Sociological Explanation. A menos que se diga otra


cosa, todas las referencias a las páginas de Smelser corresponden a este volumen.
LA TEORIA EMPIRICA 45

«T establecidas. Hay una discrepancia considerable entre saber lo que debe


hacerse y poseer los recursos necesarios para hacerlo.11

Smelser afronta también — y derrota— una objeción com ún contra la idea mis­
ma de una ciencia social m odelada en las ciencias naturales. Se ha sostenido que
la ciencia social descansa en una epistem ología ingenua. Los científicos socia­
les suponen que hay un cam po de hechos objetivos. Los hechos anotados en
enunciados de observación se toman com o el cim iento y la piedra de toque
de todas las teorías superiores. Los críticos sostienen luego que un enten­
dim iento más refinado de la epistem ología ha dem ostrado concluyentem ente
la inadecuación de una concepción tan ingenua. Hemos aprendido que lo
que llamamos hechos u observaciones están “ cargados de teoría” y forjados
por nuestros esquemas conceptuales. N o hay hechos sin interpretación o
silvestres que simplemente estén “ allí” , sin verse afectados por nuestros es­
quemas teóricos y conceptuales.
Creo que la apreciación reciente de las formas en que los hechos y las
observaciones están “ cargados de teoría” tienen consecuencias importantes
para el entendimiento de las disciplinas sociales, pero no creo que ello
demuestre en form a alguna, o sugiera siquiera, la im posibilidad de la ca­
lidad científica de las disciplinas sociales. Irónicam ente, la m ayor parte de
las controversias relativas al significado preciso y la im portancia dé la
aseveración de que toda observación está “ cargada de teoría” se han concen­
trado en las ciencias físicas. La clasificación de los problemas involucrados
no tiene consecuencias importantes para nuestro entendim iento de la ciencia,
pero nadie ha sostenido que la falta de una distinción clara entre los hechos
y las teorías, o entre las observaciones y las teorías, existentes en las ciencias
físicas, baste para poner en tela de duda la idea misma de la ciencia
física.
Smelser se ocupó de este problema.

En una forma u otra, esta distinción [entre la teoría y los hechos] es cari
universalmente aceptada por los científicos sociales y de la conducta. Se­
gún está distinción, el m undo puede dividirse en hechos em píricos (datos
conductistas) dados en el “ m undo real” y teoría (conceptos, construccio­
nes, m odelos) que se encuentra en el “ m undo de las ideas” ; y la
tarea fundam ental de la investigación científica es la generación sistemá­
tica de explicaciones m ediante el establecimiento de alguna relación
apropiada entre la teoría y los hechos (p. 5 8 ).1 2

12 Neil J. Smelser, “ Some Replies and Sóme Reflection»” , Sociological Inquiry, 39


(primavera de 1969), p. 217.
46 LA TEORIA EMPIRICA

Pero com o señala Smelser, si bien es cierto que hay alguna validez en esta
distinción, también es demasiado simplista. Citando la descripción que hace
Lawrence J. Henderson de un hecho com o “ una aseveración empíricamente ve-
rificable acerca de los fenóm enos en términos de un esquema conceptual”
(p. 58), Smelser subraya la im portancia de la frase “ en un esquema con­
ceptual” . N o hay ningún hecho sociológico aparte de un esquema concep­
tual al que se refiera. “ Cuando nos referimos a los hechos o los datos de
la conducta, nos referimos en efecto a un universo de enunciados cuyas
reglas de organización están Comúnmente arraigadas en las estructuras no
examinadas del lenguaje com ún y el sentido com ún. N o puede haber un
hecho sin un m arco conceptual” (p. 58). Pero si bien es cierto que debemos
abandonar la imagen ingenua de un m undo de hechos que com ponen el
“ m undo real” , esto no quiere decir que debamos descartar la im portancia
de la distinción intentada entre los hechos y la teoría. M ás bien debe re­
formularse esta distinción com o " una relación entre dos marcos conceptuales“
(P. 5a). .

Consiste en la com paración de las convenciones lingüísticas y conceptuales


mediante las cuales organizamos fenóm enos que llamamos el m undo em­
pírico con las convenciones lingüísticas y conceptuales que utilizamos para
organizar fenóm enos que llamamos ideas. Si se alcanza cierta relación
éntre los dos marcos, juzgamos que una afirm ación es “ válida” o “ veri­
ficada” ; si se alcanza otra relación, juzgam os la afirm ación “ rechazada”
o “ en necesidad de m odificación” (pp. 58-59).

Surgen m uchos problemas com plejos cuando nos referimos a la relación


existente entre diversos marcos conceptuales: cuestiones que se encuentran
en el centro de las controversias de la filosofía de la ciencia, pero de las
que no se ocupa Smelser. En esta etapa de m i investigación, sólo quiero
señalar que, aunque m uchos científicos sociales tienen una concepción
ingenua de lo que constituyan los hechos y los datos (com o ocurre con
muchos científicos físicos), una interpretación naturalista de las ciencias
sociales no se refuta demostrando que no existe una distinción tajante entre
el hecho y la teoría.

E l fu n cio n a lism o y su c r ítica : G eorge H o m a n s

Com o M erton, Smelser presenta sus observaciones acerca de la calidad cien­


tífica de la sociología, la naturaleza de la ..explicación sociológica, y especial­
mente la im portancia de la teoría en las ciencias sociales, com o prolegómenos
LA TEORÍA EMPIRICA 47

de sus propios intentos de construcción de teorías sustantivas, de teorías


que puedan explicar científicam ente el cam bio social. Guando examinemos
tales teorías, no descubriremos sólo algunas defensas teóricas sino también
una disparidad enorme entre los requerimientos que establece Smelser para
la teoría y lo que en efecto propone. Pero podría objetarse que, al concen­
trarse en M erton, Smelser y Parsons, mi discusión de la naturaleza de la
teoría en la ciencia social ortodoxa se ha sesgado. Después de todo, estos
tres sociólogos distinguidos se han asociado al m ovim iento llam ado “ fu n cio­
nalismo” o “ funcionalism o estructural” , una orientación que en opinión de
M erton es “ la más prom etedora y quizá la menos codificada de las orien­
taciones contemporáneas hacia los problemas de la interpretación socioló­
gica” . Pero el funcionalism o ha sido severamente criticado, aunque haya
sido una influencia dom inante en la antropología social y la sociología. La
literatura que critica el funcionalism o por razones sustantivas, m etodológicas,
epistemológicas e ideológicas ha alcanzado proporciones voluminosas. En
consecuencia, podría pensarse que los supuestos fundamentales com partidos
por los funcionalistas acerca de la calidad científica de las disciplinas so­
ciales, y el énfasis que ponen en la teoría empírica, están conectados a su
distorsionada orientación funcionalista.
Esto no es cierto en absoluto. Aunque hay abundante desacuerdo sobre
toda clase de cuestiones entre los funcionalistas y algunos de sus críticos
ortodoxos, no hay desacuerdo im portante acerca de la naturaleza de una
teoría adecuada en las ciencias sociales. Los desacuerdos se refieren a la
posibilidad de descubrir teorías empíricas mediante una orientación fun­
cionalista.
U no de los críticos más agudos del funcionalism o ha sido G eorge Homans.
Su ensayo titulado “ Bringing M en Back in” ( “ L a Reintegración de los H om ­
bres” ) , que fue su discurso presidencial de 1964 ante la A sociación Socio­
lógica Norteamericana, provocó una verdadera conm oción en el tranquilo
mundo de los sociólogos profesionales. Homans, quen ha sido ocasional­
mente un enfant terrible, por lo menos en com paración con los funciona-
listas, ataca polém icam ente a toda la escuela, desde Durkheim hasta Smel­
ser. Afirm a que “ el funcionalism o no falló en sus intereses em píricos sino,
curiosamente, en lo que constituia.su mayor orgullo, en su teoría general”
(p. 8 1 1 ).13 La razón de este fracaso era que “ con todos sus comentarios
acerca de la teoría, los funcionalistas no pudieron aclarar nunca — y sé
bien lo que digo— lo que es una teoría” (p. 8 1 1 ). H a llegado el m omento

George C. Homans, “ Bringing Men Back In ” , American Soctological Review, 29


(diciembre de 1964). A menos que se diga otra cosa, todas las referencias a las páginas
de Homans corresponden a este artículo.
48 LA TEORIA EMPÍRICA

de “ dejar hablar a- nuestros estudiantes acerca de la teoría sociológica,


mientras no les enseñemos lo que es una teoría” (p. 8 11 ). Desconcertando
a sus oponentes, H omans les da una lección elemental en la filosofía de la
ciencia, instruyéndolos acerca de “ lo que es una teoría” . Presenta luego
Homans lo que se ha convertido virtualmente en el entendimiento canónico
de la teoría em pírica invocada por los empiristas lógicos y los proponentes
del m odelo hipotético-deductivo de la explicación científica.
L o más irónico del ataque polém ico de Homans es que, cuando se pone
a decirnos “ lo que es una teoría” , parece glosar lá descripción que hizo
M erton, en 1949, de la “ teoría sistemática” , al igual que la presentación
que elaboró Smelser, en 1968, del tipo de “ ordenam iento lógico” que es
teórico:

Para constituir una teoría, las proposiciones deben asumir la form a de


un sistema deductivo. U na de ellas, llamada de ordinario la proposición
de orden menor, es la proposición que debe explicarse: por ejem plo, la
proposición de que, entre más se industrialice una sociedad, más tenderá
su organización fam iliar hacia la fam ilia nuclear. Las otras proposiciones
son proposiciones generales o presentaciones de condiciones particulares
dadas. Las proposiciones generales se llaman así porque intervienen en
otros, quizá muchos otros, sistemas deductivos además del sistema en cues­
tión. En realidad, lo que a m enudo llamamos una teoría es un agrupa-
miento de sistemas deductivos que com parten las mismas proposiciones
generales pero tienen diferentes proposiciones que deben explicarse. El
requerimiento crucial es que cada sistema debe ser deductivo. Es decir,
la proposición de orden menor se sigue com o una conclusión lógica de las
proposiciones generales bajo las condiciones especificadas dadas . . . Cuando
la proposición de orden inferior se sigue lógicam ente, se dice que se ha
explicado. La explicación de un fenóm eno es la teoría del fenóm eno.
U na teoría no es nada — no es una teoría— si no es una explicación
(pp. 811-812).

Aunque la prosa es más dura que la de M erton o la de Smelser* el conteni­


do acerca de “ lo que es la teoría” es esencialmente el m ism o.14 Pensamos
también en la distinción establecida p or M erton entre la teoría propia­
mente dicha y otras actividades llamadas con frecuencia teóricas cuando
Homans continúa explicando:

Podríamos definir propiedades y categorías sin tener todavía una teoría.


Podemos enunciar que hay relaciones entre las propiedades, sin tener to­
davía una teoría. Podemos decir que el cam bio de una propiedad produ-

14 Véase también a George C. Homans, The Nature of Social Science.


LA TEORIA EMPIRICA 49

eirá cierto cam bio en otra propiedad, sin tener todavía una teoría. Sólo
tendremos una teoría cuando tengamos propiedades, y proposiciones que
establezcan relaciones entre ellas, y las proposiciones form en un sistema
deductivo. La mayoría de nuestros argumentos acerca de la teoría se
derrumbaría si nos preguntáramos prim ero si tenemos una teoría acerca
. de la cual discutir (p. 8 12).

N o quiero subestimar los claros desacuerdos de Homans con los funciona'


listas. Pero estos desacuerdos no se refieren a “ lo que es una teoría” , lo que
debiera ser idealmente. L a esencia del ataque de Homans es que “ com o
un esfuerzo teórico, el funcionalism o nunca se aproxim ó a la satisfacción de
estas condiciones” (p . 8 12).
Además, Homans piensa que “ aunque los funcionalistas hubiesen trata­
do seriamente” de satisfacer las normas de la teoría, “ habrían fracasado”
(p. 8 1 2 ). El escepticismo de. Homans se basa en esta convicción de que los
funcionalistas han errado en cuanto a los tipos de proposiciones generales
o enunciados semejantes a leyes que emplean en sus explicaciones supues­
tamente científicas. D e acuerdo con Homans, las explicaciones adecuadas
de los fenómenos sociales sólo pueden darse “ mediante proposiciones de . la
teoría psicológica del aprendizaje” y no por “ proposiciones claramente so­
ciológicas” (p. 8 12 ). En suma, Homans cree que el funcionalism o se ha
basado en un error en el caso de la sociología, porque los funcionalistas su­
ponen que hay leyes sociológicas o proposiciones generales que explican los
fenóm enos sociales. Pero no hay tal cosa: sólo hay leyes psicológicas.

L a falta de una teoría explicativa en las


CIENCIAS SOCIALES

Hasta aquí he tratado de mostrar sobre todo que, a pesar de numerosos


desacuerdos m arcados entre los científicos sociales ortodoxos, hay una unani­
midad básica acerca de la naturaleza de la teoría em pírica en las ciencias
sociales; acerca de la im portancia de tal teoría para la obtención o la apro­
xim ación de explicaciones científicas; y acerca de la im portancia del des­
arrollo de teorías explicativas verificables, para que las ciencias sociales
maduren com o lo han hecho las ciencias naturales. H ull, M erton, Parsons,
Smeiser y Homans convienen no sólo en que ésta es una posibilidad real,
sino también en que ésta es la dirección en que deben progresar las discipli­
nas sociales. M e he concentrado primordialmente en el trabajo de los soció­
logos, pero la misma historia básica podría narrarse en todas las ciencias
sociales. U na vez que hayamos alcanzado las teorías empíricas — afirm a el
30 LA TEORIA EMPIRICA

argumento— , ya no habrá ninguna duda acerca de la calidad científica


de las disciplinas sociales, y se verá claramente que la form a y el éxito de
las explicaciones difieren sólo en grado de las ciencias naturales. Más ade­
lante demostraré que esta concepción de la teoría em pírica tiene poderosas
consecuencias teóricas y prácticas para el papel del teórico social en la so­
ciedad; para la relación existente entre la teoría y la acción, el hecho y el
valor; y para la teoría em pírica y la teoría normativa.
Pero es en este punto donde surgen al primer plano muchos de los pro­
blemas realmente difíciles. L o que emerge de nuestra discusión hasta ahora
es a lo sumo un bosquejo de “ lo que es la teoría” en las ciencias sociales.
Los científicos sociales mencionados han explorado la situación m etodoló­
gica y epistem ológica de la teoría sólo en la m edida en que ello ha sido
necesario para aclarar lo que están haciendo en su trabajo sustantivo, y
para lograr cierta perspectiva sobre las ciencias sociales contemporáneas. Los
científicos sociales practicantes han abandonado con frecuencia sus discu­
siones en el lugar mismo donde empiezan los filósofos de la ciencia social.
M erton y Smelser, por ejem plo, subrayan la im portancia de la distinción
existente entre las generalizaciones empíricas a d h o c y los tipos de genera­
lizaciones requeridas p or las explicaciones teóricas. ¿Podrem os hacer en­
tonces un análisis preciso de esta diferencia? ¿Podrem os especificar las
condiciones necesarias y suficientes para destacar las proposiciones gene­
rales o los enunciados nom ológicos esenciales para los marcos teóricos?
Además, todos los pensadores mencionados han subrayado que una ca­
racterística esencial de la explicación científica involucra la deducción y
la derivabilidad. ¿Podrem os distinguir entonces, claramente, entre las deri­
vaciones triviales y las explicativas? Tam bién deseamos saber si toda expli­
cación científica debe ser una explicación por derivación. ¿H ay otras formas
de explicación científica legítim a? Por ejem plo, ¿cóm o deberemos analizar
las explicaciones que involucran principios probabilísticos y estadísticos? Una
vez que aceptamos que no hay ninguna diferencia m arcada entre el hecho
o la observación y la teoría, ¿ cóm o podrem os distinguir los esquemas con­
ceptuales que nos perm iten presentar hechos y observaciones de los es­
quemas conceptuales que enuncian teorías destinadas a explicar fenóm enos?
¿C uál es la relación precisa existente entre la explicación científica y el
pronóstico?
La filosofía contem poránea de las ciencias sociales — así com o la filo­
sofía de las ciencias naturales— ha girado alrededor de estas cuestiones.15

15 Se encuentran dos esfuerzos importantes y comprensivos por aclarar y contestar


estas cuestiones y otras relacionadas en Ernest Nagel, T he Structure of Science, y Cari
G. Hempel, Aspects of Scientific Explanation.
LA TEORIA EMPIRICA 51

N o hay duda de que gran parte de este trabajo — com o puede advertirse
claramente en el caso de Homans— ha ejercido una influencia profunda
sobre las nociones que tienen los científicos sociales ortodoxos de “ lo que
buscan” , y de los cánones aplicables a la teoría y la explicación científica
en sus campos. Pero hay también algunos problemas acerca de estas dis­
cusiones y la cantidad de energía y de refinam iento intelectual involucrados.
Aunque tales discusiones tienen consecuencias muy importantes para nuestro
entendimiento de la ciencia, y en términos más generales para la epistemo­
logía, a m enudo tienen escasa im portancia para los problemas prácticos y
sustantivos que afrontan en su investigación los científicos sociales.
Cualesquiera que sean las analogías que deseemos trazar y subrayar entre
las ciencias sociales y las disciplinas físicas, hay una diferencia importante
que virtualmente nadie disputa. La filosofía de las ciencias naturales se
ha convertido recientemente en un cam po apasionante y controversia! don­
de pocos problemas se han resuelto en definitiva. Pero no hay ningún desacuer­
do entre los científicos practicantes o los filósofos en el sentido de que un
entendimiento adecuado de las ciencias físicas debe considerar y hacer jus­
ticia a la obra de gigantes tales com o C opém ico, K epler, Newton, Einstein,
Bohr, D irac y muchos otros. Podemos discutir acerca de las características
y los análisis de sus contribuciones teóricas, pero su obra sirve com o ejem plo
de investigación científica y avance teórico. En cam bio, no hay en la socio­
logía ni en la politología ningún cuerpo com parable en el que podam os
encontrar ejemplos de poderosas teorías empíricas explicativas. Parece ser
que, en las ciencias sociales, el hincapié en “ lo que es la teoría” es inver­
samente proporcional a la capacidad para elaborar “ teoría propiamente
dicha” .
Esto no lo niegan ni los defensores más acérrimos de la calidad cien­
tífica de las disciplinas sociales, quienes apelan de ordinario a la juventud
de la disciplina, sosteniendo que el terreno está preparado ahora para el
C opém ico o el Newton de las ciencias sociales, y que hay ahora por lo
menos aproxim aciones a las normas rigurosas de la tem ía explicativa genui-
na. Sin embargo, cuando observamos con detenim iento estas supuestas
aproximaciones, vemos que distan m ucho de las mismas normas de teoría
invocadas por los propios científicos sociales. A l revés de lo que ocurre con
los críticos que pretenden demostrar la im posibilidad de una ciencia de los
seres humanos, no creo que esto pueda probarse de una sola tirada mediante
argumentos conceptuales a priori. En el capítulo n consideraré los argu­
mentos de filósofos analíticos tales com o Peter W inch y A . R . Louch, quienes
pretenden demostrar que la idea misma de una ciencia social m odelada en
las ciencias naturales involucra confusiones conceptuales y falacias lógicas
insuperables.
52 LA TEORÍA EMPIRICA

M uchos filósofos •— especialmente K arl Popper— han subrayado que no


es un fracaso de la investigación científica el hecho de que se refuten cons­
tantemente las hipótesis y las teorías, superadas por teorías refutables me­
jores. Según Popper, ésta es precisamente la característica de la investigación
científica que la separa de otras formas de la actividad intelectual. Pero
este patrón — el patrón de la conjetura y la refutación— no se encuentra
en las disciplinas sociales. Hay orientaciones generales que tienen su orto
y su ocaso, sustituidas por otras consideradas más fructíferas y prometedoras.
Pero aunque este patrón guarda una semejanza superficial con las ciencias
físicas, no hay ningún consenso racional entre los científicos sociales acerca
de que estas teorías propuestas sean teorías empíricas genuinas, refutadas
por nuevas investigaciones y experimentos empíricos. La sucesión de orien­
taciones generales en las ciencias sociales guarda una semejanza mayor con
la sucesión de lo que Tilom as Kuhn llama “ escuelas” .
Escapa a los límites de este trabajo la demostración concluyente de la
escasez de teorías empíricas bien formuladas en las ciencias sociales. Sin
embargo, hay un cuerpo de literatura extenso y creciente que revela las
inadecuaciones empíricas, m etodológicas, lógicas e ideológicas de las teorías
empíricas, incluidas las “ teorías funcionalistas” , las “ teorías del equilibrio” ,
las “ teorías de sistemas” y las “ teorías del intercam bio social” . Aunque hay
disputas vehementes acerca de la fecundidad real de estas teorías, y acerca
del sentido en que se aproxim en al ideal de la teoría em pírica, ningún
científico social responsable ha afirm ado que hayamos alcanzado algo com ­
parable a las realizaciones de la ciencia física de los siglos xvi y xvn.
Para ilustrar los tipos de dificultades encontrados, y por qué creo que
aun al hablar de aproxim aciones oscurecemos y falsificamos los problemas,
voy a considerar brevemente las teorías propuestas por M erton y por Smelser.
Por supuesto, no podem os inferir que los fracasos de sus esfuerzos teóricos
demuestren la im posibilidad de elaborar alguna vez una teoría adecuada
en las ciencias sociales. Pero en su trabajo podem os ver los tipos de bloques
caídos que encontramos una y otra vez en los numerosos intentos de avance
de la teoría em pírica que se han realizado.
Para ver lo que está errado en el funcionalism o no necesitamos recurrir
a sus numerosos críticos hostiles, sino a quienes lo han defendido y han
adoptado una interpretación naturalista de las ciencias sociales. El propio
M erton es un crítico agudo de algunas de las formas del funcionalism o
prevalecientes. En su Social Theory and Social Structure empezó por des­
pejar la escoria que cubría la exposición superficial del funcionalism o y el
análisis, funcional. Su capítulo sobre las “ Funciones manifiestas y latentes”
trataba de codificar y adelantar a la vez nuestro entendimiento del análisis
funcional. En el proceso, M erton expone brillantemente los errores de los
LA TEORIA EMPÍRICA 53

esfuerzos anteriores que trataron de articular una teoría funcional. En este


sentido, su análisis es una crítica de las form ulaciones dél funcionalism o
que hacen poco más que bosquejar una orientación general y quedan lejos
■ dé la teoría propiamente dicha.
p ¿P ero lo hace M erton m ejor que algunos de sus predecesores en lo tocante
-i a la codificación del análisis funcional para que podam os ver cóm o satisface
los criterios de la teoría propiam ente dicha? Algunos han respondido afir-
j mativamente a esta interrogante y han tratado de avanzar el análisis de lo
■f que se requiere para un análisis funcional adecuado. Por ejem plo, en un
ensayo im portante inspirado por el trabajo de M erton, el eminente filósofo
de la ciencia Emest Nagel presentó “ U na form alización del funcionalism o” .
El “ objetivo prim ordial” de Nagel es “ mostrar los varios elementos de la
codificación de M erton com o características íntimamente relacionadas en un
patrón de análisis coherente, para volver así más evidentes los requerimientos
indispensables que debe tratar de satisfacer una explicación funcional ade­
cuada en el cam po de la sociología” .1® Pero aunque tal es la intención
de Nagel, su análisis es en realidad una crítica devastadora de M erton.
En su análisis cuidadosamente razonado, Nagel muestra los numerosos
problemas y distinciones que M erton ha pasado por alto. En efecto, Nagel
muestra la disparidad existente entre la codificación de M erton y los “ re­
querimientos indispensables que debe tratar de satisfacer una explicación
funcional adecuada en el cam po de la sociología” antes de que podamos
considerarla una teoría em pírica bien form ulada. La codificación de M erton
es una aproxim ación en el sentido de que las primeras teorías griegas de la
estructura atóm ica del universo son aproxim aciones de la teoría atómica
contemporánea en el cam po de la física.
Resulta difícil disentir de las conclusiones de dos filósofos de las ciencias
sociales, de perspectivas muy diferentes, que han examinado los argumentos
en pro y en contra del análisis funcional y la teoría funcional: R ichard S.
Rudner y Alan Ryan.
Rudner, quien defiende fuertemente una interpretación naturalista de las
ciencias sociales, dice lo siguiente a propósito del funcionalism o:

Ni una sola de la miríada de afirmaciones de la literatura antropológica


[y Rudner incluiría también la literatura sociológica] puede aceptarse
sin serias reservas, y no porque sea en principio imposible la explicación
funcional (en efecto, las secciones precedentes de este capítulo han Pai­
tado en parte de indicar cóm o podrían darse tales explicaciones en pñn-.

i« Emest Nagel, “ A Formalization of Functionalism” , Logic Without Metaphy-


sics, p. 248.
54 LA TEORIA EMPIRICA

cipio), sino porque ello es muy d ifícil, m ucho más difícil de lo que
parecen advertir los proponentes. Con gran frecuencia, estas afirmaciones
contienen a lo sumo descripciones más o menos correctas, antes que ex­
plicaciones, de fenóm enos específicos, expresadas o acompañadas de una
retórica que los incautos podrían tom ar p or explicaciones.. . Los resul­
tados obtenidos hasta ahora sólo equivalen (por lo que se refiere a la
explicación) a la articulación de algunas conjeturas precientíficas o espe­
ranzas piadosas de que pueda darse en última instancia una explicación
funcional del problem a en cuestión.17

Alan Ryan no sólo acepta las inadecuaciones lógicas y m etodológicas seña­


ladas p or Rudner, sino que añade algunas otras críticas de su propia cosecha.
M erton, com o otros científicos sociales ortodoxos, presenta una teoría empí­
rica para fortalecer la calidad científica de la sociología y también para
eludir la acusación de que la teoría es, en las ciencias sociales, una form a
disfrazada de la ideología. (M erton trata explícitam ente de demostrar que
el funcionalism o es neutra] en materia de sesgos ideológicos.) Pero Ryan
señala que

En la obra de M erton, el término “ función” no sirve a ningún propó­


sito, salvo el de agradar a quienes creen en la autonom ía de la socio­
logía, y decorar la palabra “ consecuencias” , lo que indica que M erton
estaba impresionado con la bondad no buscada de las consecuencias de
gran parte de la vida social de los Estados Unidos. Y es esta equipara­
ción de la “ función” con las “ buenas consecuencias” lo que dom ina la
literatura sociológica de los últimos años, com o se ilustra con una ojeada
a una publicación com o The American Sociological R eview : los artículos
sobre temas tales com o “ Algunas funciones sociales de la ignorancia”
resultan ser artículos sobre “ Algunos efectos buenos, no buscados, que la
ignorancia produce para casi todos” . El lector que lo dude deberá com ­
probarlo por sí mismo.18

El caso de N eil Smelser es más instructivo aún en cuanto a la localización


de las dificultades que encuentran los sociólogos cuando se ponen en efecto
a elaborar teorías explicativas sustantivas. C om o he indicado, Smelser es
profundam ente consciente de que el tipo de “ teoría estructural-funcional”
que ha adoptado de Parsons y ha tratado de refinar ha sido acusado de
vacuidad, de que no explica los fenóm enos em píricos ni ilumina los pro­
blemas fundamentales del cam bio social. En su Essays in Sociological Ex-
planation hay varios ensayos que revisan algunas partes de su trabajo ante-

17 Richard S. Rudner, Philosophy of Social Science, pp. 108-109.


18 Alan Ryan, The Philosophy of Social Sciences, pp. 190-194.
LA TEORÍA EMPÍRICA 55

riór, y en 1969 publicó un revelador análisis retrospectivo de su carrera


intelectual: “ Some Personal Thoughts on the Pursuit o f Sociological Problems” .
En su prim er libro im portante, Social Change in the Industrial Revolution,
Smelser utilizó el m odelo de la “ diferenciación estructural” com o el instru­
mento de “ ordenam iento lógico” necesario para presentar su estudio his­
tórico del cam bio estructural ocurrido en la industria algodonera británica,
y en la estructura fam iliar de las clases trabajadoras de esa industria, entre
1770 y 1840. C om o nos inform a Smelser, se vio grandemente influido por
Parsons cuando escribió esta obra, sobre todo por las “ potenciales aplicacio­
nes empíricas” 19 del m odelo de la diferenciación estructural. El m odelo
trata de especificar un patrón general aplicable a diversos tipos de cam bio
social. D e acuerdo con el inform e del propio Smelser, “ deseaba evaluar
la potencialidad de la teoría de acción para el análisis de la dinámica
social en un contexto histórico concreto” . Su estudio histórico de la in­
dustria algodonera británica trata de demostrar que su desarrollo exhibe
las etapas de la diferenciación estructural.
Más adelante, sin embargo, Smelser se sintió crecientemente insatisfecho
con los fundamentos teóricos de su obra. A dvirtió que había form ulado varios
“ supuestos sim plificadores” que debían ser revisados. A ceptó que, contra sus
expectativas originales, “ mi explicación del cam bio estructural durante la
R evolución industrial británica no se derivaba, en términos estrictos, de las
categorías del m arco de la teoría de la acción [de Parsons]” .202 1 Por últim o,
Smelser estaba consciente de cierta cantidad de m anipulación teórica:

Por una parte, había presentado el m odelo com o una secuencia temporal
de pasos; por la otra, había reconocido las posibilidades de “ brincar
pasos” , “ regresiones a pasos anteriores” , “ secuencias truncadas” , etcétera,
que podrían usarse com o escapes teóricos si alguna secuencia histórica
particular no correspondía a la indicada por el m odelo de la diferencia­
ción. Sentí una vaga inquietud ante la posibilidad de que la represen­
tación del m odelo de diferenciación com o una secuencia de pasos o etapas
temporales fuese teóricam ente p oco satisfactoria, pero no sabía cóm o
representarla en ninguna form a m ejor.23

En suma, Smelser percibía vagamente que el m odelo de la diferenciación


estructural carecía de lo que supuestamente era su virtud prim ordial: el
poder explicativo. A lo sumo, tal m odelo constituye una generalización

19 Neil J. Smelser, “ Some Personal Thoughts on the Pursuit of Sociological Pro­


blems” , Sociological Inquiry, 39 (primavera de 1969), p. 160.
20 Ibid., p. 162.
21 Ibid., p. 163.
56 LA TEORIA EMPÍRICA

em pírica disfrazada que representa formalmente un patrón general de


cam bio social. Pero si n o podem os indicar algunas de las conexiones causales
o nom ológicas existentes entre las diversas etapas de esta secuencia tempo­
ral — si no podem os explicar por qué algunas secuencias históricas divergen
del m odelo y otras no lo hacen— , podrem os tener una descripción genera­
lizada. pero no una explicación de la secuencia histórica. Esto no quiere
decir que el uso de tal m odelo carezca de valor. Puede tener — aunque mu­
chos lo han refutado— gran valor para revelar las semejanzas ocultas entre
fenóm enos aparentemente diversos, pero ello no basta para hacer avanzar
la teoría explicativa em pírica o para aproximarse a ella.
En su segunda obra im portante, Theory of Collective Behavior, Smelser
pensó que podría rectificar algunas de las dificultades teóricas que estaba
advirtiendo cada vez más. En esta obra utiliza un m odelo de “ valor agre­
gado” . La idea básica de este m odelo es muy sim ple: en lugar de suponer
que las variables especificadas guardan una relación de simple secuencia
temporal (com o lo había hecho Smelser con el m odelo de la diferenciación
estructural), suponemos ahora que hay una “ lógica de la acum ulación com ­
binatoria de variables” .22 U n conjunto de variables, cada una de ellas inde­
terminada en sí misma, se traduce sin embargo en un resultado determinado
cuando ocurre en una com binación específica:

El m odelo del valor agregado fue un esfuerzo por aumentar la deter­


m inación explicatoria mediante la combinación de varias variables — cada
una de ellas indeterminada en sí misma— en varios patrones diferentes,
cada uno de los cuajes se asociaría a un tipo diferente de com porta­
miento colectivo. Y finalmente, el m odelo del valor agregado se conceptuó
com o una secuencia puramente analítica, antes que tem poral; se trataba
de evitar así algunos de los problemas surgidos en conexión con la no­
ción de las etapas temporales del m odelo de la diferenciación estructural.23

¿P ero es éste realmente un progreso? ¿L ogra aumentar este m odelo la


“ determ inación explicativa” ? Desde un punto de vista conceptual, no nos
encontram os en realidad más cerca de la explicación teórica. Porque el mismo
problem a que afectó a Smelser en su estudio de la industria algodonera
británica surge aquí en tina, form a más refinada pero no menos devastadora.
D e nuevo, el poder explicativo del m odelo del valor agregado depende de
la especificación de las relaciones nom ológicas o causales entre las nume­
rosas variables identificadas. Si no especificam os estas relaciones, resulta
difícil entender en qué sentido explica científicam ente los fenómenos per-

22 Ibid., p. 164.
28 Ibid.
LA TEORIA EMPIRICA 57.

tinentos el m odelo del valor agregado. Smelser, com o tantos otros científicos
sociales ortodoxos, ha subrajado que una teoría adecuada debe permitir
la derivación de generalizaciones empíricas a partir de nuestros supuestos
teóricos. R econoce que debemos poder derivar enunciados contrarios acerca
de lo que ocurriría si se m odificaran ciertas variables especificables en
form a independiente. Pero su m odelo del valor agregado no satisface este
requerimiento. El propio Smelser plantea la interrogante realmente difí­
cil cuando escribe: “ Si una variable del m odelo no se ve activada por
la variable inmediatamente ^precedente’ en la serie del valor agregado,
¿cuáles son las condiciones que la activan? Esta interrogante no se resolvió
3*
satisfactoriamente en Theory of Collective Behavior, y no he podido con­
V* testarla a mi gusto después” .24
El éxito o el fracaso de las ciencias sociales no depende de las aproxim a­
ciones de M erton o de Smelser. Algunos sostienen, com o Homans, que sus
esfuerzos no estaban condenados. al fracaso porque hubiese algo intrínse­
í camente errado en la búsqueda de explicaciones teóricas en las ciencias so­
ciales, sino porque los partidarios del funcionalism o han estado buscando
en el lugar errado.25
Debiéramos m editar por lo menos cuando científicos sociales tan prom i­
nentes com o M erton y Smelser, conocedores de una gran diversidad de
enfoques de las ciencias sociales, no pueden elaborar nada que se asemeje
genuinamente, o se aproxim e siquiera, a una teoría científica explicativa.
La situación se agrava cuando advertimos que ninguna de las alternativas
propuestas hasta la fecha, en la sociología o la poli'tología, se ha acercado
algo a la presentación de tal teoría.
Es precisamente esta paradoja, o por lo menos esta disparidad tremenda
entre el concepto de la teoría em pírica adoptado por los científicos sociales
ortodoxos y la incapacidad para alcanzarlo, lo que ha llevado a un número
creciente de pensadores a cuestionar los fundamentos mismos de la ciencia
social concebida com o una ciencia natural. L o que resulta más perturbador
aún — desde la perspectiva de lo que pretenden hacer los teóricos empíricos
ortodoxos— es la advertencia de la gran cantidad de lo que se ha presentado
com o teoría en las ciencias sociales que resulta ser ideología disfrazada. Por
ambiciosas o modestas que hayan sido las pretensiones de los científicos
sociales ortodoxos de desarrollar la teoría em pírica, tales científicos han in­
sistido en que sus hipótesis y enunciados son neutrales en sentido valora-

24 Ibid., p. 166. Véanse otras críticas al trabajo de Smelser en mis comentarios, con
la respuesta de Smelser, en la “ Review Symposium” de Essays in Sociological Explan-
ation, Sociological Inquiry, 39 (primavera de 1969).
25 Homans no triunfa allí donde han fracasado Smelser, Parsons y Merton. Véase
una crítica de Homans en Peter P. Eken, Social Exchange Theory.
58 LA TEORIA EMPIRICA

tivOj enunciados objetivos sólo sujetos a los criterios de la verificación, la


confirm ación y la refutación públicas. Sin embargo, com o veremos en el
capítulo ii, estas teorías propuestas secretan valores y reflejan controvertibles
posiciones ideológicas acerca de lo que es correcto, bueno y justo.
H ay diversas justificaciones o racionalizaciones de lo que Rudner ha lla­
m ado esta “ consideración m elancólica” , la brecha existente entre nuestro
entendim iento m etodológico de lo que es la teoría y la explicación cientí­
fica y la “ escasez de cuerpos de teoría bien confirm ada, bien articulada,
en todas las ciencias del com portam iento humano” .26 La mayoría de estas
justificaciones giran alrededor de la afirm ación de que las ciencias sociales
son disciplinas jóvenes o inmaduras, a pesar de que algunas han reconocido
que son en realidad más viejas que las ciencias naturales. Pero cuando
escuchamos estas racionalizaciones expresadas una y otra vez — com o ha
ocurrido durante el últim o siglo— , con tan escasas realizaciones teóricas, te­
nemos derecho a mostramos incrédulos. ¿N o es quizá la fuente prim ordial
de este fracaso la falta de imaginación o de genio, sino un error radical en
cuanto al tipo de explicación y de teoría apropiado para las disciplinas
sociales? Ésta ha sido una de las críticas principales contra las tres orien­
taciones que examinaré en las tres partes subsecuentes de este estudio. Pero
dado que en esta primera parte trato de com prender y de presentar la
justificación más fuerte posible de un entendimiento naturalista de las cien­
cias sociales, voy a examinar las respuestas formuladas contra este desafío
que constituyen obstáculos insuperables para la elaboración de teorías em­
píricas explicativas.

El defensor de la investigación científica socütal : Ernest N agel

La mayoría de los científicos sociales ortodoxos — sobre todo de 'los Estados


U nidos— no se han ocupado de los críticos que cuestionan los fundamentos
mismos de lo que están haciendo. H ull, M erton, Smelser, Homans, Parsons
y — entre los politólogos— Easton, Tram an, Alm ond, Eulau y muchos otros
consideran las disputas contemporáneas acerca de la calidad científica de las
disciplinas sociales y políticas com o análogas a las disputas de anticuario
acerca de las ciencias físicas cuando estaban separándose de la filosofía, o
a la polém ica tediosa del siglo x ix sobre la ciencia y la religión. Prevalece
la opinión de que se ha ganado la batalla p or la calidad científica de las
ciencias sociales, y de que la tarea fundam ental ahora es el trabajo serio
de la investigación em pírica y la construcción teórica.

26 Richard S. Rudner, Philosophy of Social Science, p. 101.


LA TEORIA EMPÍRICA 59

Algunos han tratado responsablemente de contestar la acusación de que


existen obstáculos insuperables y confusiones conceptuales en la base de la
investigación de la ciencia social. U no de los más prominentes es Emest
Nagel, N o es raro que los científicos sociales recurran a N agel com o una
respuesta definitiva y autorizada a los críticos que aseguran que son vaci­
lantes los cimientos de la ciencia social contemporánea.
La obra de Nagel, T he Structure o f Science, es un clásico contem poráneo.
Es una de las presentaciones más juiciosas, comprensivas y sistemáticamente
elaboradas de la naturaleza de la explicación y la teoría científicas. Además
Nagel, al revés de lo que ocurre con m uchos filósofos de la ciencia, tiene
un conocim iento íntim o de las ciencias sociales. Nagel refuta directamente
los argumentos que tratan de demostrar la existencia de obstáculos insu­
perables para la investigación de las ciencias sociales. Trata de demostrar que
ninguno de estos argumentos conduce a tal conclusión. Aunque la investi­
gación social afronta problem as especiales, no hay diferencias marcadas o
desemejanzas marcadas entre una ciencia social apropiadam ente concebida
y las ciencias naturales.
N o intento ocuparm e de todos los argumentos de Nagel, pero deseo co­
mentar algunos aspectos prominentes de su análisis por dos razones: primero,
ello ayudará a aclarar nuestra apreciación del argum ento en favor de un
entendimiento naturalista de las ciencias sociales; segundo, ello contestará
algunas de las críticas más superficiales de un estudio científico del individuo
en la sociedad.
Antes, sin embargo, considero muy importante destacar la estrategia de
la argumentación de Nagel. Nagel no cree que haya ninguna característica
simple que distinga a la ciencia de lo que no es, pero sostiene que una
descripción adecuada de la ciencia incluye una aclaración del papel de las
leyes, las explicaciones, las teorías, y las formas com plejas en que se veri­
fican, confirm an y refutan las explicaciones teóricas. En T he Structure of
Science se ocupa primordialm ente de la aclaración y la explicación de las
interrelaciones de estos elementos estructurales. N o considera fructífera la dis­
cusión acerca de si la investigación social es “ ciencia verdadera” . “ L a tarea
importante, sin duda, es el logro de cierta claridad en los problemas meto­
dológicos fundamentales y la estructura de las explicaciones de las ciencias
sociales, antes que la concesión o negación de títulos honoríficos” (p. 4 4 9 ).87
N o niega Nagel que haya graves obstáculos prácticos, con frecuencia más for­
midables de lo que creen m uchos científicos sociales, pero tales dificultades
prácticas deben distinguirse celosamente de las imposibilidades conceptuales.2 7

27 Ernest Nagel, The Structure of Science. A menos que se diga otra cosa, todas
las referencias a las páginas de Nagel corresponden a este volumen.
60 LA TÉORIA EMPIRICA

Nagel inicia su análisis con la admisión — com partida p or muchos cientí­


ficos sociales ortodoxos— de que “ en ningún área de la investigación social
se ha establecido un cuerpo de leyes generales, comparables con las teorías
de las ciencias naturales en términos del poder explicativo o de la capacidad
para producir pronósticos precisos y confiables” (p. 4 7 7 ):

M uchos científicos sociales opinan, además, que no ha llegado el momento


siquiera para las teorías destinadas a explicar sistemáticamente algunos as­
pectos de los fenóm enos sociales. En efecto, cuando se han intentado tales
construcciones teóricas de alcance restringido, com o ha ocurrido en la eco­
nomía o, en una escala menor, en el estudio de la m ovilidad social, su
valor em pírico se considera ampliamente com o una cuestión todavía inso­
luta. En una medida considerable, los problemas investigados ahora en
muchos centros de investigación em pírica se refieren claramente a cues­
tiones de dimensiones moderadas y a m enudo p oco impresionantes (p. 4 98).

Pero aun concediendo todo esto, el débil estado actual de las ciencias sociales
no impide la potencialidad del desarrollo científico.
La primera confusión importante que Nagel trata de aclarar se refiere a
la diferencia existente entre la “ experim entación controlada” y la “ investi­
gación controlada” . Se objeta a m enudo que, en virtud de que la expe­
rimentación controlada es la condición sine qua non para el logro del con oci­
miento científico, y en particular para el establecim iento de leyes generales, y
dado que tai experim entación es imposible en los fenóm enos sociales a
gran escala, no podem os descubrir y someter a prueba las leyes generales
aplicables a tales fenómenos. Pero Nagel señala la existencia de ciencias
físicas bien desarrolladas, com o la astronomía y la astrofísica, que en términos
estrictos no son “ ciencias experimentales” . Es cierto que en todas las ramas
de la investigación científica debe haber procedimientos que tengan “ las
funciones lógicas esenciales del experim ento en la investigación” (p . 4 5 2 ).
Por ejem plo, debe haber una oportunidad para contrastar diversas ocasiones
y para distinguir las hipótesis que pueden ser confirmadas o rechazadas.
Además, con frecuencia se exagera y se entiende mal la artificialidad putativa
de los experimentos de las disciplinas sociales. En las ciencias naturales hay
también algunos experimentos artificiales que, en virtud de la exclusión de
muchos factores normales, nos ayudan a entender los procesos físicos “ reales” .
“ Es una crítica errada de los experimentos de laboratorio de la ciencia social
la que sostiene que, en virtud de que una situación de laboratorio es ‘irreal’ ,
su estudio no puede arrojar ninguna luz sobre el com portam iento social en
la vida ‘real’ ” (p. 4 5 6 ). En suma, la critica de la ciencia social sobre estos
lincamientos está destinada al fracaso. Los críticos entienden erradamente
el papel y la función de los experimentos en la investigación científica, y
LA TEORIA EMPÍRICA 61

oscurecen el problem a fundam ental de la existencia o inexistencia de proce­


dimientos para la realización de una investigación controlada.
O tra dificultad citada a m enudo en el establecimiento de leyes generales
en las ciencias sociales es el hecho de que los fenóm enos sociales están “ histó­
ricamente condicionados” o “ culturalmente determinados” (p. 4 58). Nagel
admite la posibilidad de que “ las leyes no triviales pero confiables, estable­
cidas acerca de los fenóm enos sociales, tengan siempre apenas una genera­
lidad estrechamente restringida” (p. 4 6 0 ). Pero mientras que el descubri­
miento de leyes transculturales es un problem a em pírico insoluto, Nagel re­
chaza los argumentos que tratan de demostrar la im posibilidad de tales leyes
en principio. N i la incapacidad para pronosticar un futuro indefinido por
causa de la com plejidad de los fenóm enos humanos, ni el hecho de que
muchos aspectos de los fenóm enos sociales escapen al control del hombre,
son buenas razones para declarar imposibles tales leyes. Podemos afrontar
las mismas dificultades con los fenóm enos físicos.
Además, quienes sostienen que las leyes transculturales resultan imposibles
porque todos los fenóm enos sociales están históricamente condicionados, sub­
rayan con frecuencia la manifiesta com plejidad y diversidad de estos fenó­
menos. Por supuesto, si en nuestras explicaciones teóricas utilizáramos con­
ceptos que denoten características aparecidas sólo en un grupo especial de
sociedades, no podríam os descubrir leyes transculturales generales. Pero com o
ocurre con los fenóm enos físicos, no hay nada en el estudio de las sociedades
que im pida el descubrimiento de estructuras o correlaciones más básicas que
no sean inmediatamente evidentes. Es de presumirse que, si existen tales es­
tructuras comunes básicas — com o han sostenido muchos científicos sociales— ,
su descubrimiento nos perm itiría explicar teóricamente las características co­
munes de lo que parece ser algo culturalmente relativo. Ninguno de los
argumentos form ulados por los críticos elimina esta posibilidad com o algo
lógico aunque no materializado todavía. N o debemos confundir la ignorancia
presente con la im posibilidad permanente.
U n argumento que suele emplearse para demostrar la im posibilidad de la
ciencia social se basa en la consideración de que el conocimiento de los
fenóm enos sociales, al revés de lo que ocurre con los fenóm enos físicos, es
una variable social. Por ejem plo, en las técnicas de la entrevista que for­
man una gran parte de la investigación de la ciencia social debemos adver­
tir que los respondientes saben de ordinario que están siendo entrevistados, lo
que puede afectar sus respuestas. Se han form ulado muchas críticas de las
técnicas de entrevista y las conclusiones basadas en tales entrevistas, porque el
investigador no toma en cuenta la circunstancia mencionada. T am poco aquí
niega Nagel la gravedad de la dificultad, ni ofrece una fórm ula general para
superarla. Pero el mismo planteam iento del problem a apunta hacia la solución.
62 LA TEORIA EMPIRICA

En las ciencias sociales, com o en las ciencias físicas, surgen algunas dificul­
tades porque se producen algunos cam bios en el sujeto investigado a causa
de las mismas técnicas utilizadas en la investigación. Además, Nagel acepta
francamente que, en las ciencias sociales, tales cambios pueden atribuirse en
parte al conocim iento o a las creencias de los individuos. Pero esta diferencia
se refiere a las técnicas que deben emplearse para identificar y eliminar el
sesgo involucrado, no a la lógica de la situación. Por el contrario, este
problem a plantea un desafío práctico, no un obstáculo teórico, a la inves­
tigación de la ciencia social. T al problem a exige el desarrollo de técnicas
para la elim inación o minimización de toda distorsión resultante de la con­
ciencia del participante.
Hay otros dos argumentos conocidos acerca del conocim iento com o una
variable social que Nagel quiere refutar. Tales argumentos se refieren a los
llamados “ pronósticos suicidas” y “ profecías automáticas” . Los “ pronósticos
suicidas” tienen una base sólida en el m om ento en que se pronuncian, pero
se ven refutados a causa de las acciones realizadas com o consecuencia de su
pronunciam iento. Esto ocurre cuando los expertos económ icos hacen pronós­
ticos acerca del estado futuro de la econom ía y los empresarios — en respuesta
a estos pronósticos públicam ente anunciados— actúan en form a tal que los
pronósticos no se cum plen. ¿P ero qué prueba todo esto? Sólo “ que las creen­
cias acerca de los asuntos humanos pueden generar algunos cambios cru­
ciales en los hábitos del com portam iento humano que son los temas mismos
de estas creencias” (p. 4 69 ). Ello no prueba que no podam os hacer pronós­
ticos, ni siquiera que no podamos tomar en cuenta las form as en que los
pronósticos pueden verse afectados por los sujetos conscientes de tales pro­
nósticos. Los argumentos contra la ciencia social basados en las “ profecías
de cum plim iento autom ático” — los pronósticos que son falsos en el momen­
to de su pronunciam iento pero resultan finalm ente correctos a causa de las
acciones derivadas de la creencia en ellos mismos— pueden derrotarse en la
misma form a.
Nagel considera luego dos tipos de objeciones que han adquirido prom i­
nencia en las criticas recientem ente formuladas contra las ciencias sociales.
Más adelante exploraremos en m ayor detalle cóm o se han presentado y ex­
plicado tales críticas. Pero ahora resultará instructivo el examen de la forma
en que Nagel las prevé y form ula, y la form a en que trata de refutarlas.
Algunos sostienen que “ resulta difícil, si n o es que imposible, el logro de las
explicaciones objetivam ente garantizadas de los fenóm enos sociales, porque
tales fenóm enos tienen un aspecto esencialmente ‘subjetivo’ o ‘impregnado
de valor’ ” (p. 4 7 3 ). Aquí se objeta que no puede haber ninguna explicación
adecuada de los fenóm enos sociales si no se consideran la m otivaciones, las
disposiciones, las metas perseguidas y los valores. Pero estos aspectos de los fe­
LA TEORIA EMPÍRICA 63

nómenos humanos no son susceptibles de una inspección sensorial: son esen­


cialmente subjetivos. En consecuencia, un tipo de investigación que se limite
a cuestiones públicam ente observables, o a lo que sea “puramente conduc-
tista” — com o lo hacen las ciencias naturales— , no puede ser adecuada para
describir o explicar fenóm enos humanos.
Nagel se concentra en tres interrogantes primordiales planteadas por este
argumento y otros similares acerca del tema de las ciencias sociales:

(1 ) ¿S on exclusivamente “ subjetivas” las distinciones requeridas para la


exploración de ese tem a? (2 ) ¿E s inadecuada una explicación “ conduc-
tista” de los fenóm enos sociales? y (3 ) ¿C aen fuera del alcance de los
cánones lógicos empleados en las propiedades “ objetivas” las imputaciones
de estados “ subjetivos” a los agentes humanos? (p. 4 75 ).

La respuesta de Nagel a estas interrogantes — una vez que se aclaran los


términos— es un enfático no. En primer lugar, aun cuando el com porta­
miento estudiado por los científicos sociales se orienta innegablemente hacia
alguna meta consciente, no es indispensable que las ciencias sociales se res­
trinjan al estudio de los estados psicológicos, ya que deseamos conocer la forma
en que los factores naturales tales com o la escasez o disponibilidad de recursos,
o el estudio objetivo de las leyes de la m oderna quím ica de los suelos, afectan
el com portam iento social. L a restricción de la investigación social que excluya
la influencia de tales factores no subjetivos la derrotará automáticamente.
En segundo lugar, N agel pierna que la acusación de conductism o se ha
convertido en una trampa intelectual, y que los críticos hacen con frecuencia
una caricatura cuando hablan del “ conductism o” . Ha habido quienes defien­
den una versión filosófica del conductism o com o una form a de materialismo
resumido, sosteniendo que toda conducta se reducirá finalmente y se definirá
explícitamente en términos de movimientos puramente físicos. Y hay algunos
conductistas científicos que propugnan una “ ciencia del hom bre” que se
limita a conceptos definibles en términos del com portam iento hum ano explí­
cito. Pero N agel subraya que esto últim o es sólo un tipo de programa cien­
tífico, y que sus objetivos “ ciertamente no se han alcanzado, y quizá no se
alcancen nunca” (p . 4 8 0 ). Pero tales versiones sustantivas y filosóficas del
conductism o deben distinguirse cuidadosamente del conductism o com o una
“ orientación m etodológica” que insiste en que “ el estudio controlado del com ­
portam iento abierto es, sin em bargo, el único procedim iento sensato para la
obtención de un conocim iento confiable acerca del individuo y la acción
social” (p . 4 8 0 ). Desde la perspectiva de tal conductism o m etodológico liberal,
podem os interpretar los inform es introspectivos com o respuestas observables
que deben incluirse entre los datos objetivos estudiados, no com o aseveraciones
64 LA TEORIA EMPIRICA

referentes a estados psíquicos privados. Además, podem os admitir incluso que


existen los estados psíquicos privados sin dejar de insistir en que el único
procedim iento para la obtención de un conocim iento científico confiable es
e l estudio del com portam iento abierto. Cuando se interpreta el conductism o
com o tal doctrina m etodológica y se desembaraza de sus caricaturas, ya no
hay razón para considerar inadecuada una explicación conductista de los
fenóm enos sociales.
A l contestar la tercera de las interrogantes planteadas antes, Nagel consi­
dera la que es en su opinión la objeción de quienes afirm an que el objetivo
de las ciencias sociales es el entendimiento de los fenóm enos sociales, y que
esto involucra algunas categorías de la acción significativa para la com pren­
sión de los estados “ subjetivos” de los agentes humanos. Subrayo que es así
com o Nagel entiende la objeción porque, cuando examinemos el trabajo de
Schutz en el capítulo ni, veremos que este autor acusa a Nagel y a otros inves­
tigadores de entender mal la naturaleza d el Verstehen. Nagel no mega que
haya algunos estados subjetivos, psicológicos, imputables a los agentes hu­
manos, ni que debamos entenderlos con frecuencia si queremos entender lo
que están haciendo los agentes. Pero su tesis principal es que “ los cánones
lógicos de la evaluación de la inform ación objetiva para la im putación de
estados psicológicos que n o parecen diferir esencialmente (aunque a menudo
pueden aplicarse con m enor rigor) de los cánones empleados para fines aná­
logos por estudiosos responsables de otras áreas de la investigación” (pági­
na 9 8 4 ).
Cuando se ocupa de la interrogante referente a los procedim ientos nece­
sarios para el entendimiento de los fenóm enos subjetivos, Nagel reitera una
distinción y una doctrina aceptada por casi todos los científicos sodales orto­
doxos y por los filósofos que han defendido una interpretación naturalista de
las ciencias sociales: la distinción clara entre el contexto del descubrimiento
y el contexto de la validación de las pretensiones de conocim ientos.

En suma, el hecho de que el científico social, al revés de lo que ocurre


con el estudioso de la naturaleza inanimada, pueda proyectarse mediante
la im aginación simpática hacia los fenóm enos que está tratando de entender,
resulta pertinente para las cuestiones relativas a los orígenes de sus hipótesis
explicativas, pero no para las cuestiones relativas a su validez. L a capa­
cidad del investigador para entrar en relaciones de simpatía con los actores
humanos en algún proceso social puede ser importante en términos heurís­
ticos en sus esfuerzos por inventar hipótesis adecuadas que expliquen el
proceso. Pero su identificación simpática con tales individuos no constituye
un conocimiento por sí mismo. El hecho de que logre tal identificación
no anula la necesidad de una inform ación objetiva, evaluada de acuerdo
con principios lógicos comunes a todas las investigaciones controladas,
LA TEORIA EMPÍRICA 65

para apoyar su im putación de estados subjetivos a tales agentes huma­


nos (pp. 484-485).

El últim o conjunto de argumentos contra la posibilidad misma de la inves­


tigación objetiva en la ciencia social considerado por Nagel se refiere al
llamado problem a de hechos y valores. Esta cuestión ha figurado prominen­
temente en las criticas y ataques dirigidos en los últimos tiempos contra las
ciencias sociales. Pero erramos cuando hablamos del problem a de “ hechos
y valores” , pues el análisis demuestra que este título se aplica a diversas
cuestiones diferentes y vagamente relacionadas. M uchos de quienes concen­
tran sus ataques en este problem a afirman que “ la ‘neutralidad de valor1 que
parece tan generalizada en las ciencias naturales e s .. . a m enudo imposible
en la investigación social” (p. 4 85 ).
Nagel separa varios problemas particulares. H ay algunas interrogantes
acerca de la selección de los problemas. M uchos críticos han señalado las
influencias sociales ocultas, y no tan ocultas, en la selección de los problemas
investigados por los científicos sociales. Estas influencias pueden fluctuar
desde los tipos de investigación estimulados porque se dispone de fondos — de
fuentes gubernamentales o de fundaciones privadas con intereses especiales—
hasta los tipos de datos fácilm ente disponibles com o ocurre por ejem plo con las
encuestas censales. Nagel no afiim a que la investigación de la ciencia social
— o cualquier investigación científica— ocurra en un vacío social. N o dudo
de que aplaudiría el nuevo cam po de la sociología de la ciencia, que trata de
estudiar y aislar las variables que afectan los problemas investigados p or los
científicos. Pero por importante o interesante que sea el descubrimiento de
lo que influya en la selección de los problem as investigados — en las ciencias
físicas tanto com o en las ciencias sociales— , la influencia social sobre la
selección de problemas “ no representa ningún obstáculo para la prosecución
afortunada de la investigación objetivam ente controlada en cualquier cam po
de estudio” (pp. 486-487). Podemos preguntar p or qué un científico estudia
lo que estudia, pero esto es lógicam ente distinto de la evaluación de la validez
de sus hipótesis y sus afirmaciones objetivas.
Además, se objeta a veces que los científicos sociales se ven afectados en
form a im plícita o explícita por “ consideraciones de lo bueno y lo m alo” . Gran
parte de la investigación realizada en la ciencia social durante el últim o siglo
ha sido m otivada p or un fuerte celo m oral y reformista, así com o p or la
m otivación contraria: el temor o la sospecha del cam bio social radical. “ N o
puede disputarse seriamente que los científicos sociales im ponen a menudo
sus valores en sus análisis de los fenóm enos sociales” (p. 4 8 8 ). ¿Q u é prueba
esto? Según Nagel, sólo prueba la falibilidad de los seres humanos y la faci­
lidad con que pueden errar en sus pretensiones de conocim ientos objetivos.
66 LA TEORIA EMPÍRICA

Después de todo, “ ha dem orado siglos el desarrollo de hábitos y técnicas de


investigación que ayuden a salvaguardar las investigaciones de las ciencias
naturales contra la intrusión de factores personales inaplicables” (p . 4 8 8 ).
£1 hecho de que los sesgos personales m aticen las conclusiones de los cientí­
ficos sociales no debe sorprendemos. El problem a lógico y m etodológico im­
portante consiste en saber si podrem os en principio, mediante la investigación
autocorrectiva, identificar estos sesgos aun cuando no seamos conscientes
de su existencia inicialm ente. Según N agel, el mismo planteam iento del pro­
blem a apunta hacia su solución, por lo menos com o un obstáculo para la
investigación objetiva. Porque “ el problem a sólo resulta inteligible bajo el
supuesto de la existencia de una distinción relativamente clara entre los juicios
fácticos y los de valor, y que por d ifícil que resulte en ocasiones saber si un
enunciado dado tiene un contenido puram ente fáctico, en principio puede
lograrse” (p . 4 8 8 ).
U n argumento más “ refinado” en el sentido de que las ciencias sociales no
pueden separarse de los valores sostiene que la distinción entre hechos y
valores que se supone es en sí misma insostenible. U na ciencia social ética­
mente neutral no es sólo difícil, tino im posible de lograr, porque el hecho
y el valor están fundidos de tal m odo en la descripción y la explicación de
la acción humana que no pueden distinguirse.
Para responder a esta objeción, N agel introduce una distinción entre dos
tipos de ju icio de valor que en su opinión se confunden con frecuencia. El
prim er tipo de ju icio de valor es aquel que “ expresa aprobación o reprobación
de algún ideal m oral (o socia l), o de alguna acción (o institución), a cau­
sa de un com prom iso con tal ideal” (p. 4 9 2 ). El otro tipo de ju icio de valor es
aquel que “ expresa una estimación del grado en que se incorpora en alguna
instancia dada algún tipo de acción, objeto o institución com únmente reco­
nocido (o definido más o menos claram ente)” (p . 4 9 2 ).
Para ilustrar estos tipos tan diferentes, N agel utiliza el ejem plo de la anemia
tom ado de la biología. Juzgamos que ciertos animales están anémicos. V al
form ular tal ju icio, un investigador está consciente de los factores pertinentes
que deben tomarse en cuenta. Aunque el significado del término “ anemia”
puede quedar bien claro, no se define con precisión com pleta. Cuando un
investigador juzga que un espécimen particular está aném ico, puede afir­
marse que está haciendo un ju icio de valor porque debe juzgar ti la inform a­
ción disponible amerita la conclusión: ti este espécimen particular se desvía
suficientemente del núm ero normal de glóbulos rojos para ser llam ado ané­
m ico. Pero este tipo de ju icio de valor — que prevalece en la biología y las
ciencias médicas y puede plantear muchas inteerogantes técnicas difíciles—
es esencialmente un “ ju icio de valor de caracterización” . Si queremos juzgar
que la anemia es algo m alo, o una condición indeseable, estaríamos form u­
LA TEORÍA EMPÍRICA 67

lando un “ ju icio de valor de apreciación” : un ju icio que expresa aprobación


o reprobación. L o esencial es que se advierta la independencia lógica de estos
dos tipos diferentes de “ juicios de valor” .
Arm ado de estas distinciones, Nagel sostiene que puede aclarar la con­
fusión de quienes consideran los juicios de valor tan profundam ente incrus­
tados en la investigación social, y tan profundam ente fundidos con los enun­
ciados descriptivos, que resulta imposible el desarrollo de una ciencia
social neutral en términos valora tivos. En la descripción y la explicación de
los fenóm enos sociales debemos usar con frecuencia algunos juicios de valor
de caracterización. D ecim os que diversas acciones son “mercenarias, crueles
o engañosas” (p . 4 9 9 ), o en términos más neutrales aun clasificam os las
acciones com o “disfunoionales” . Además, sería absurdo negar que al describir
las acciones, las instituciones o los agentes, con frecuencia estamos enunciando
o im plicando nuestra desaprobación o aprobación.

Sin embargo — y esto es lo más importante de la presente discusión— ,


no hay razones válidas para pensar que es intrínsecamente imposible
distinguir entre los juicios de caracterización y de apreciación que están
implícitos en muchos enunciados, ya provengan de estudiosos de los asun­
tos humanos o de los científicos naturales. En realidad, no siempre resulta
fácil la presentación formalmente explícita de esta distinción en las cien­
cias sociales, lo que se debe en parte al hecho de que gran parte del
lenguaje utilizado en ellas es muy vago, en parte a que tendemos a pasar
por alto los juicios de apreciación que pueden estar im plícitos en un
enunciado, cuando se trata de juicios con los que estamos en efecto
com prom etidos sin saberlo. T am poco resulta siempre útil o conveniente
la realización de esta tarea, porque m uchos enunciados que contienen en
form a im plícita evaluaciones de caracterización y de apreciación son a
veces suficientemente daros sin necesidad de una reform ulación en la
form a requerida p or la tarea; y las reform ulaciones serían con frecuencia
demasiado embrolladas para una com unicación eficaz entre los miem­
bros de un grupo de estudiantes numerosos y de preparación desigual.
Pero éstos son esencialmente problemas prácticos antes que teóricos.
Las dificultades que plantean no demuestran convincentem ente que la
rien da social neutral en el sentido ético sea intrínsecamente imposible
(pp. 494-495).

¿Q ué haremos con la batería de argumentos presentados por N agel contra


las diversas afirm aciones de la im posibilidad intrínseca de una ciencia social
que posea los mismos cánones lógicos y los mismos objetivos de las ciencias
naturales? Sus argumentos representan un triunfo con reservas. Pero es im­
portante que aclaremos en qué sentido tiene “ reservas” su posición y en qué
sentido es “ un éxito” . Hay reservas porque si bien es cierto que Nagel
66 LA TEORIA EMPIRICA

derrota las objeciones tal com o él las form ula, no siempre aprecia todo el
vigor de estas objeciones. V oy a aclarar esto: no pienso que haya otras obje­
ciones no consideradas por Nagel, o variaciones de las objeciones por él con­
sideradas, que prueben categóricam ente la im posibilidad de la ciencia social.
Cuando la cuestión se plantea en esta form a, N agel gana. Pero cuando
abandonam os la obsesión de elaborar y derribar argumentos de imposibi-
bilidad — com o creo que debemos hacerlo— , las objeciones planteadas por
críticos más refinados podrán contem plarse en una perspectiva muy dife­
rente. En lugar de cuestionar la posibilidad lógica o conceptual de la ciencia
social, podem os cuestionar los énfasis, las preocupaciones y los problemas
presentes y prevalecientes. Las orientaciones intelectuales — incluida la de
Nagel— apoyan cierto sentido de lo que son los problemas importantes,
las líneas de investigación fructíferas, el planteam iento adecuado de los
problemas. Los desafíos más importantes e interesantes de cualquier orien­
tación dominante son aquellos que nos obligan a cuestionar los énfasis
im plícitos y explícitos que nos hacen advertir no sólo lo que está incluido
en prim er plano sino también lo que queda excluido o relegado a segundo
plano com o algo p oco importante, ilegítim o o poco práctico.
Además, no debemos dejam os engañar por la dicotom ía fundamental
que determina todo el contexto de la discusión de N agel: la distinción
existente entre los obstáculos teóricos y los obstáculos prácticos. Porque
lo que entiende N agel p or “ teórico” en este contexto es la im posibilidad
lógica: los argumentos que tratan de demostrar la imposibilidad lógica o
conceptual de la ciencia social. T odos los demás obstáculos se engloban
bajo el rubro de lo práctico.
Nagel aclara bien este punto, pero muchos de quienes lo citan com o au­
toridad son m ucho menos claros. El éxito de Nagel es la demostración de
que ninguno de los argumentos que reform ula y examina puede negar
la posibilidad del desarrollo científico de las disciplinas sociales. Irónica­
mente, sin embargo, cuando considera Nagel muchas de las objeciones
demuestra en efecto que en la mayoría de los casos tienen algo de ra­
zón. Porque si bien es cierto que fallan com o argumentos de imposibilidad,
las objeciones revelan los com plejos obstáculos encontrados: dificultades
prácticas m ucho más formidables de lo que creen muchos científicos socia­
les ortodoxos.
Pero debemos cuidam os de no extraer conclusiones erradas del análisis
de Nagel. Hay aquí un cam ino resbaloso en el que se han aventurado con
demasiada facilidad m uchos científicos sociales ortodoxos. N o se han ofre­
cid o buenas razones para demostrar la imposibilidad de la ciencia social:
por lo tanto, es posible. Parecería que desde este punto se da un paso
pequeño cuando se afirma que, ya que es posible, es también probable
LA TEORIA EMPIRICA 69

el logro de una ciencia social genuina si observamos con suficiente deteni­


miento y somos suficientemente ingeniosos para form ular y verificar hipó­
tesis, m odelos y teorías explicativas. Entonces parece casi irresistible la creen­
cia de que debemos adoptar una actitud científica adecuada para prom over
lá madurez de las disciplinas sociales. N o necesitamos citar a Hume, quien
previno contra los peligros del paso sin fricción del discurso acerca de lo
que es, o lo que es posible, a lo que debiera hacerse. Los propios cien­
tíficos sociales ortodoxos nos previenen de continuo contra este peligro, aun­
que no siempre son conscientes de sus propias tendencias a sucumbir ante
tal peligro.
La conclusión más adecuada para la estrategia deflacionaria de Nagel
cuando ataca a los críticos de la calidad científica de las disciplinas socia­
les corresponde al propio N agel: “ Los problemas no se resuelven sólo con
demostrar que no son necesariamente insolubles; y el estado actual de la
investigación social indica claramente que algunas de las dificultades que
hemos venido considerando son graves en verdad” (p. 5 03).

L a interpretación naturalista : U na descripción general

Al explorar la teoría em pírica en las ciencias sociales y la interpretación


de las disciplinas sociales com o ciencias naturales, me he m antenido hasta
ahora cerca de los pensamientos y las palabras de voceros prominentes.
Lo he hecho así deliberadam ente por dos razones. Primero, com o indiqué
antes, quiero evitar la acusación de que estoy presentando una caricatura.
No creo que la idea misma de la ciencia social pueda desecharse llamándola
“ positivismo” , “ conductism o” o “ em pirism o ingenuo” . Segundo, sólo si pre­
sentamos el asunto en su form a más juiciosa y responsable podrem os dis­
tinguir las críticas superficiales de las críticas profundas. Pero ahora po­
demos ver surgir una imagen general, una imagen que puede hacer justicia
a los supuestos y los principios básicos comunes, así com o a las áreas de
desacuerdo intem o. Es una imagen con consecuencias importantes para
un gran conjunto de cuestiones, incluida la historia de la teoría social y
política, los objetivos esenciales de la investigación social, el tipo de edu­
cación adecuada para los científicos sociales, el papel del teórico, la rela­
ción existente entre la teoría y la acción, la relación entre hechos y
valores.
En el fondo de esta interpretación naturalista se encuentra la convicción
de que el objetivo de las ciencias sociales es el mismo que el de las
ciencias naturales. La recolección y el refinam iento de los datos, el descu­
brimiento de correlaciones, y la form ulación de generalizaciones empíricas
70 LA TEORIA EMPIRICA

verificables, hipótesis y m odelos, son actividades que desempeñan papeles


importantes, pero no bastan para establecer las disciplinas sociales com o
ciencias maduras. Tam bién deben surgir teorías verificables y bien con­
firmadas que expliquen los fenóm enos demostrando cóm o pueden derivarse
en formas no triviales de nuestros supuestos teóricos. En el fondo de la
explicación científica debe haber el descubrimiento y la utilización de leyes
o enunciados nom ológicos.
Hay quienes piensan que nuestra ignorancia actual es tan vasta que
es preferible una concentración en la tarea del refinam iento de técnicas
para la recolección de los datos y la form ulación de generalizaciones em­
píricas de b ajo nivel acerca de variables independientes y dependientes.
H ay quienes piensan que tal actividad es ciega y carente de dirección
si n o está guiada por la búsqueda de teorías generales. H ay quienes reco­
miendan la am bición más modesta de la elaboración de teorías de alcance
interm edio. Hay disputas acerca de los tipos de enunciados semejantes a
leyes que figurarán en la explicación de los fenóm enos sociales; por ejem plo,
si hay leyes sociológicas genuinas, o si las únicas leyes adecuadas ja ra
las explicaciones teóricas son leyes psicológicas aplicables a los individuos.
Y desde luego hay disputas acerca de las orientaciones teóricas que resulten
más prometedoras y se aproxim en más a los criterios lógicos y m etodológicos
de la teoría propiam ente dicha. Pero todos estos desacuerdos y disputas
ocurren dentro del m arco general que hemos aislado; en efecto, “ tienen
sentido” dentro de este m arco.
Este m arco estimula una actitud espjecífica hacia la historia de las cien­
cias sodales y sobre tod o hacia la historia de la teoría social y política.
Esta actitud traza una distinción básica entre la historia de la teoría y la
teoría sistemática. Y a sea que consideremos antiguas o relativamente nuevas
a las disciplinas sociales, y ya sea que admiremos o desdeñemos a los gran­
des teóricos del pasado, nuestro interés prim ordial p or las teorías del
pasado — en la m edida en que nos interese la teoría sistemática— será la
búsqueda en ellas de claves, conjeturas y sugerencias que puedan ayudamos
a elaborar la teoría em pírica. Desde un punto de vista científico, la medida
de las teorías del pasado es y debe ser el estado actual de la teoría siste­
m ática.
T a l actitud tiene consecuencias enormes piara la educación de los cien­
tíficos sociales. Y sería difícil subestimar la transform ación de los programas
de enseñanza y las actitudes que ha ocurrido durante los últimos cincuenta
años, sobre tod o en las universidades norteamericanas. Cualquiera que sea
el valor del estudio de la historia de una disciplina y de los clásicos del
pasado en el campx), no se considera eso el principal contenido intelectual
en el adiestramiento de los científicos sociales. Com o ocurre en el caso de
LA TEORIA EMPIRICA 71

las ciencias físicas avanzadas, debe enseñarse a los estudiantes las técnicas
de investigación cuantitativas y em píricas más recientes; deben planteár­
seles los problemas de las fronteras de la investigación em pírica; deben
dominar las mejores teorías actuales, y deben ser estimulados para que
desarrollen la imaginación creativa necesaria para el descubrimiento de
nuevas y mejores teorías.
Se piensa que el teórico y el investigador em pírico deben cultivar una
actitud desinteresada cuando investiguen los fenóm enos sociales y políticos.
Com o ciudadano privado, o com o experto que asume responsabilidades pú­
blicas, el teórico puede aplicar su conocim iento tentativo a los problemas
vitales de su tiempo. Pero com o teórico debe esforzarse por ser objetivó y
neutral. Puesto que sabemos cuán fácilm ente permitimos que nuestros sesgos
distorsionen la descripción y explicación de los fenóm enos sociales, el teórico
debe estar siempre dispuesto a someter sus enunciados hipotéticos a la dis­
cusión y la verificación públicas, y debe abandonar todas las tesis que
sean refutadas de acuerdo con los cánones de la investigación científica.
Su trabajo com o teórico consiste en interpretar el mundo, no en cam biarlo;
lo interpreta ofreciendo y sometiendo a prueba explicaciones teóricas. El
teórico sabe, o por lo menos cree, que si estamos seriamente interesados en
“ cam biar el m undo” podremos lograrlo m ejor mediante el conocim iento
científico, sobre todo el conocim iento de las consecuencias probables de
diferentes cursos de acción.
Por lo tanto, el teórico adopta una distinción categórica entre la teoría y
la práctica o la acción. Cualesquiera que sean los sentidos de la “ acción”
apropiados para el entendimiento de la investigación científica — por ejem ­
plo, la experimentación controlada— , deben distinguirse claramente de las
normas de la actividad en las que apliquemos conscientemente nuestro co­
nocim iento teórico a la solución de los problemas prácticos de la sociedad.
Por último, un defensor refinado de la ciencia social ortodoxa puede
admitir que hay muchos sentidos en que son importantes los valores y las
normas para la investigación de la ciencia social. Podemos estudiar cien­
tíficam ente los valores y las normas. Podemos tratar de localizar las varia­
bles que refuerzan ciertos valores o estimulan la declinación de las normas.
Podemos admitir, y aun estudiar, las formas en que los valores afectan la
selección de problemas en la investigación social. Podemos ser sensibles al
papel de los valores en la evaluación de la inform ación. Aun podem os
aceptar que la investigación de la ciencia social no puede llegar muy le­
jos sin hacer uso de los juicios de valor “ de caracterización” , y que debe­
mos ser extremadamente cautos en la form ulación de tales juicios. Podemos
reconocer que los científicos sociales han fundido y confundido los juicios
de valor de caracterización con los juicios que expresan aprobación o repro-
72 LA TEORIA EMPIRICA

bación de un m odo im plícito o explícito. Pero ninguna de estas admisiones


reduce o com prom ete el sentido básico en que hay una distinción categó­
rica entre hechos y valores. La tarea del científico social consiste en describir
y explicar los fenóm enos sociales con la mayor fidelidad posible. En este
sentido am plio, su tarea es la descripción y la explicación de los hechos.
Su tarea no consiste en la form ulación de enunciados prescriptivos acerca
de lo que debe hacerse, ni en defender una posición normativa.
Esta última observación trae al prim er plano una distinción que hasta
ahora hemos explorado sólo en una form a oblicua: la distinción existente
entre la teoría em pírica y la teoría normativa. He seguido la práctica
de los científicos sociales ortodoxos al hablar de la teoría em pírica o la
teoría explicativa com o equivalentes aproxim ados, pero la significación
retórica de la expresión “ teórica em pírica” la distingue claramente de la
“ teoría normativa” . Hay un consenso m ucho menor entre los científicos
sociales ortodoxos acerca de la naturaleza de la teoría normativa que acerca
de la teoría empírica o explicativa propiamente dicha. Pero hay un acuerdo
esencial acerca de que, sea lo que sea, o com o quiera que se describa, la
teoría normativa no debe confundirse con la teoría em pírica. Para com ple­
tar nuestra imagen de la ciencia social ortodoxa, necesitamos afrontar los
problemas prominentes involucrados en la distinción de la teoría empírica
frente a la teoría normativa.

L os PROBLEMAS DE LA TEORÍA NORMATIVA

A l explorar la influencia positivista de la ciencia social ortodoxa hemos


detectado una actitud ambivalente hacia la teoría normativa. Por una
parte, se insiste en una distinción categórica entre la teoría em pírica y la
teoría normativa, pero por otra parte hay un escepticismo generalizado
acerca de la posibilidad misma de una teoría normativa. Veam os lo que
d ijo al respecto David Easton en 1953:

Este supuesto, adoptado generalmente en las ciencias sociales de la actua­


lidad, sostiene que los valores pueden reducirse en última instancia a
respuestas emocionales condicionadas por las experiencias de toda la vida
del individuo. En esta interpretación, aunque en la práctica ninguna pro­
posición necesita expresar un hecho puro o un valor puro, los hechos
y los valores son lógicam ente heterogéneos. El aspecto fáctico de una
proposición se refiere a una parte de la realidad; por lo tanto, puede
verificarse por referencia a los hechos. En esta form a podem os poner a
prueba su verdad. En cam bio, el aspecto moral de una proposición
expresa sólo la respuesta em ocional de Un individuo ante un estado de
LA TEORIA EMPIRICA 73

hechos reales o supuestos. Indica la m edida en que un individuo desea


que exista un estado de cosas particular. Aunque podem os decir que el
aspecto de una proposición referente a un hecho puede ser verdadero
o falso, carece de sentido describir en esta form a el aspecto de valor de
una proposición.28

Si trazamos las im plicaciones de este pasaje, podrem os entender por qué


se mina la teoría norm ativa: no hay ni puede haber ninguna disciplina
racional de tal clase. El aspecto fáctico de una proposición se refiere
a una parte de la realidad. C om o tal, puede ser verdadero o falso. Pero
el aspecto de valor de una proposición n o se refiere a ningún hecho. En
términos estrictos no hay hechos morales, excepto en el sentido irónico
de que hay hechos acerca de los valores. Podemos estar interesados en lo
que desean los individuos, o en las variables que influyen sobre estos
deseos, pero tales cuestiones son empíricas fácticas, no normativas. Al
afirmar “ proposiciones morales” estamos form ulando enunciados fácticos
disfrazados — que pueden ser asimilados por la ciencia— o expresando sólo
nuestras respuestas em ocionales ante un estado de hechos reales o supuestos.
Pero si aceptamos todas estas aseveraciones y sus im plicaciones, se sigue que
no hay ninguna disciplina racional que podamos llamar teoría normativa.
Sugerí antes que, a pesar de la aseveración de Easton en el sentido de
que este supuesto se adopta generalmente en las ciencias sociales, la mayo­
ría de los científicos sociales ortodoxos no han querido — o no han que­
rido con suficiente consistencia— llegar hasta aquí y descartar la mera posi­
bilidad de la teoría normativa.
M ax W eber fue el pensador que se enredó más seriamente con los
problemas involucrados. Su posición básica constituye todavía la base de
la discusión de la posición de la teoría normativa y de lo que puede lograr
y no puede lograr la ciencia social. Debem os tener cuidado al explorar la
influencia de W eber, porque el W eber que se cita com o una autoridad
en la construcción de los cimientos de una concepción de la ciencia
social com o Wertfrei es un W eber dom esticado. Pocos científicos so­
ciales han apreciado los temas nietzscheanos en sus reflexiones y las for­
mas com plejas en que regresó W eber, directa e indirectamente, a los pro­
blemas una y otra vez. A m edida que se le aclaraban los límites de la
ciencia social, se preocupaba más y más p or sus consecuencias morales
y sociales, y específicam ente por sus consecuencias en lo tocante a la elec­
ción individual.29

28 David Easton, The Political System, p. 221.


29 Véase un examen de las diferencias existentes entre las concepciones de Weber
y la interpretación de tales concepciones por parte de los científicos sociales ortodoxos
74 LA TEORIA EMPIRICA

Los contornos básicos del pensamiento de W eber fueron configurados por


temas kantianos y neokantianos, en particular por la distinción kantiana
entre el “ ser” y el "deber ser” , la dicotom ía existente entre el discurso
científico acerca de los fenóm enos y el discurso m oral basado en la razón
práctica pura. Kant subrayó esta distinción para justificar la autonomía,
la objetividad y la universalidad del ju icio moral. Kant no tenía dudas
acerca de la posibilidad de la justificación racional del imperativo categó­
rico. Pero una de las tensiones del pensamiento del siglo xix era un escep­
ticismo creciente acerca de la autonom ía y la objetividad del ju icio moral
y su fundam ento presumiblemente racional. Ningún crítico iguala a Nietz-
sche en la profundidad y perspicacia de la exploración de la mitad moral o
normativa de la dicotom ía kantiana. W eber, com o filósofo y com o científico
social, aceptaba el absolutismo lógico de la dicotom ía kantiana y sentía toda
la potencia de la crítica de Nietzsche al ju icio m oral. Insistía W eber en la
“ heterogeneidad absoluta” de los hechos y los valores, y reconocía que
la ciencia, incluidas las ciencias sociales, sólo puede ocuparse del lado fáctico
de la dicotom ía. Planteó el problem a en form a dramática e incisiva cuando
consideró esta interrogante: ¿C uál es el significado de la ciencia?

Tolstoi ha dado la respuesta más simple con estas palabras: “ La ciencia


carece de sentido porque no responde a nuestra interrogante, la única
interrogante importante para nosotros: ‘ ¿Q u é haremos y cóm o vivirem os?’ ”
Es indiscutible que la ciencia no nos da una respuesta a esto. La única
duda que subsiste es el sentido en que la ciencia n o da “ ninguna” res­
puesta, y si la ciencia podría tener todavía algún valor para quien plantee
la interrogante correctam ente.50

Sin embargo, W eber no era un positivista, y ciertamente no propugnaba


una teoría emotiva del discurso normativo. Creía que, una vez aclarados

en Alvin W. Gouldner, “ Anti-minotaur: The Myth of Value-Free Sociology” , For So-


ciology; y la Introducción que escribe Dennis W rong para Max W eber, comp. Dennis
Wrong (Makers of M odem Social Science). Una de las mejores discusiones de las
complejidades de las reflexiones de Weber sobre los problemas del valor es la de
W . G. Runciman, A Critique of Max W eber’ s Philosophy of Social Science [hay ed. esp.
FCE, 1976], Se encuentra una crítica aguda de Weber en los escritos de Leo Strauss.
Véase su discusión de Weber “ Natural Right and the Distinction Between Fact and V a­
lúes” , Natural Right and History, donde escribe Strauss: “ Sostengo que la tesis de
Weber conduce necesariamente al nihilismo, o a la concepción de que cualquier prefe­
rencia, por malvada, ruin o insana que sea, debe juzgarse suite el tribunal de la razón
tan legítima como cualquier otra preferencia” (p. 42).
30 M ax Weber, “ Science as a Vocation” , From M ax W eber: Essays in Sociology,
comp. H. H. Gerth y C. Wright Mills, p. 143.
LA TEORIA EMPIRICA 75

los fundamentos, podrá advertirse que la ciencia es im portante para el


discurso norm ativo, y aun que puede haber una discusión racional de las
posiciones de valor básicas. T al discusión se limita esencialmente a tres
funciones:

(1 ) “ La elaboración y explicación de los axiomas de valor finales, inter­


namente ‘consistentes’ , de donde derivan las actitudes divergentes” .®1
Este tipo de análisis no utiliza directamente las técnicas empíricas ni
produce conocim iento de hechos nuevos. Pero es importante en la
medida en que puede volvem os conscientes de diferentes tipos de axio­
mas de valor y de la consistencia de un conjunto específico de enun­
ciados de valor.

(2 ) “ La deducción de ‘im plicaciones’ (para quienes aceptan ciertos juicios


de valor) que se sigue de ciertos axiomas de valor irreductibles, cuando
la evaluación práctica de situaciones fácticas se basa, sólo en estos
axiomas” . Para hacer esto bien se requiere un análisis y una articu­
lación cuidadosos de los axiomas de valor, y un entendimiento de sus
im plicaciones lógicas. Se requieren también “ observaciones empíricas
para los análisis casuistas más com pletos posibles de todas las situa­
ciones empíricas que son en principio susceptibles de una evaluación
práctica” .®*

(3) “ La determinación de las consecuencias fácticas que debe tener la


realización de cierta evaluación práctica (1 ) por encontrarse ligada a
ciertos medios indispensables, (2 ) por la inevitabilidad de ciertas re­
percusiones no deseadas directamente” .*®

Esta última es el área más importante en que la investigación social em­


pírica puede influir sobre nuestros valores. Podemos descubrir que no hemos
m editado sobre las consecuencias empíricas de nuestras elecciones y accio­
nes, o que ignoramos sus repercusiones probables, o que cuando advirtamos
algunas de las consecuencias probables y no buscadas de los cursos de
acción propuestos, estos decubrim ientos puedan inducirnos a revisar nuestras
evaluaciones prácticas. U n entendim iento más detallado de las consecuencias
probables de diversos cursos de acción puede llevarnos a abandonar o 3 1
2
*

31 Max Weber, “ The Meaning o f Ethical Neutrality” , The M ethodology of the


Social Sciences, traducción del alemán y compilación de Edward Shils y Henry A.
Finch, p. 20.
32 Ibid.
*3 Ibid., p. 21.
76 LA TEORÍA EMPIRICA

m odificar los. axiomas dé valor existentes, o a adoptar otros, nuevos. Por


ejem plo, podemos dejar de estar a favor del reciclaje de las fuentes ener­
géticas si descubrimos que la cantidad de energía requerida por el reciclaje
es mayor que la que se produciría con tales medios.
Debe ser obvio que ninguna de estas tres funciones de la discusión ra­
cional de los axiomas de valor y los juicios de valor reduce la brecha que
media entre el hecho y el valor, o atenúa la carga de la elección echada
sobre nosotros. En efecto, W eber quiere agudizar nuestras percepciones de
las consecuencias de la elección humana. El científico social com o maestro
puede decim os: “ Si asumes tal postura o tal otra, de acuerdo con la
experiencia científica tendrás que usar tal medio o tal otro para llevar a
la práctica tu convicción. Ahora bien, estos medios son quizá tales que tú
crees que debes rechazarlos. Entonces deberás escoger entre el fin y el medio
inevitable. ¿ ‘Justifica’ el fin los medios? ¿O no los justifica? El maestro
puede confrontam os con la necesidad de esta elección. N o puede hacer más,
si desea permanecer com o un maestro y no convertirse en un dem agogo” .*4
Si somos absolutamente consistentes con la posición propugnada por W eber,
aun las tres funciones de la discusión de los valores se basan en una acepta­
ción a priori de ciertos valores que en sí mismos no pueden justificarse
racionalmente. Sólo si aceptamos el valor de ser consistente, de estar res­
ponsablemente consciente de lo que se sigue de los axiomas de valor que
sustentamos, y de basar nuestras decisiones y elecciones en un entendimiento
em pirico inform ado de sus consecuencias probables, influirán tales análisis
racionalmente sobre nuestras elecciones. Pero de acuerdo con W eber resulta
absolutamente inútil creer que podem os justificar tales valores básicos; sólo
podem os optar por aceptarlos.
C on su agudeza característica, W eber percibió a dónde lo conducían sus
argumentos, pero no retrocedió ante su conclusión. Tem ía las consecuencias
sociales de la creciente “ racionalización” de la vida social, con su inevitable
desencanto del mundo. Pocos científicos ortodoxos, incluidos quienes se
creen seguidores de W eber, han llevado sus investigaciones tan lejos com o
el lo hizo. La m ayoría se han conform ado con detenerse en un punto
intermedio inestable. Han supuesto que los hombres “ ilustrados” comparten
los mismos valores básicos, y que la tarea im portante consiste en obtener
un entendimiento em pírico más pleno de las consecuencias de los cursos
de acción posibles, así com o los medios em píricos necesarios para promover
los valores defendidos por los hombres ilustrados. Con este cam bio de énfa­
sis eluden el abismo descubierto por Nietzsche y examinado por W eber: que
no puede haber fundamentos racionales finales para nuestros valores básicos.3 4

34 Max Weber, “ Science as a Vocation” , p. 151.


LA TEORIA EMPIRICA 77

M uchas de las actitudes contemporáneas prevalecientes acerca de la teoría


normativa, y acerca de la relación existente entre la ciencia em pírica y la
teoría normativa, son una serie de notas de pie de página a las observa­
ciones de W eber, quien provee también una justificación para quienes afir­
man que las ciencias sociales pueden tener consecuencias prácticas cuando
se conciben com o ciencias políticas, o cuando se cree que las ciencias políticas
constituyen una subdivisión im portante de las ciencias sociales. Podemos
estudiar empíricamente las consecuencias probables de diversos cursos de
acción propuestos. Las ciencias políticas pueden “ llenar” imperativos hipo­
téticos. Asumirán la form a lógica de una dem ostración de que, si escogemos,
deseamos, o valorizamos x , segura o probablem ente resultará y . N o podemos
esperar que nos volverem os muy refinados acerca de las consecuencias em­
píricas probables, sobre todo en las situaciones com plejas de las sociedades
industríales modernas, a menos que prosigamos nuestras investigaciones cien­
tíficas tan lejos com o podam os. Por ejem plo, es ingenuo propugnar el em pleo
pleno si no estamos conscientes de que, b a jo ciertas circunstancias empíricas,
tal em pleo pleno puede generar una inflación desbocada que a su vez
puede conducir a un desempleo grave. T oda persona racional m odificaría
sin duda su opinión acerca del valor del em pleo pleno en cuanto se
informase m ejor acerca de sus probables consecuencias empíricas.
El carácter hipotético de la inform ación obtenida de las ciencias sociales
que se presta a una aplicación técnica ha sido la base de quienes propugnan
la “ ingeniería social” . Aunque muchos sienten aversión por la expresión
“ ingeniería social” a causa del espectro que levanta de una manipulación
consciente por parte de los tecnócratas, se com parte ampliamente la idea
central de la aplicación del conocim iento obtenido en la investigación de
la ciencia social a los problemas prácticos. K arl Popper hizo una presenta­
ción y una defensa clásicas del enfoque de la ingeniería social en T h e
P o v e r ty o f H istoricism . Popper contrasta la “ ingeniería social gradual” con
lo que es en su opinión la noción errada de la ingeniería social utópica o
total. El ingeniero social gradual “ debe diseñar instituciones sociales, y re­
construir y administrar las que ya existen” (p. 64) .ss Al revés de lo que
ocurre con el pensador utópico o totalizador, el ingeniero social gradual
sabe lo p oco que sabe y que aprendemos de nuestros errores. “ En conse­
cuencia, recorrerá su cam ino paso a paso, com parando con cuidado los
resultados esperados con los resultados alcanzados, y siempre estará alerta
a las consecuencias inevitables no deseadas de toda reform a; y no em­
prenderá reformas cuya com plejidad y alcance.le imposibiliten la aclaración 3
5

35 Karl R. Popper, The Poverty of Historicism. A menos que se diga otra cosa,
todas las referencias a las páginas de Popper corresponden a este volumen.
78 LA TEORIA EMPIRICA

de las causas y los efectos y el conocim iento de lo que realmente está ha­
ciendo” (p. 6 7 ).
Para Popper, ni la tecnología, ni la ingeniería, ni la ciencia misma
bastan para determinar y garantizar los fines que se alcanzarán o aproxi­
marán mediante nuestros pasos cautelosos de reform a social. Acepta que
“ la ingeniería social pública o política puede tener las tendencias más
diversas, totalitarias tanto com o liberales” (p. 6 6 ). La tarea de la aplica­
ción de la solución final al problem a ju dio por parte de los nazis fue
una tarea de “ ingeniería” que involucraba muchas cuestiones técnicas acerca
de los m edios más eficaces para atrapar a los judíos, transportarlos a los
campos de concentración, y asesinarlos. Desde un punto de vista lógico, el
conocim iento técnico requerido para realizar con eficiencia estas tareas (al
mismo tiem po que se libra una guerra) es del mismo tipo que se necesita
para diseñar y controlar instituciones destinadas a prom over el alto empleo
en una econom ía de tiempos de paz. L a ingeniería social gradual es neu­
tral en cuanto a los fines que se persigan. Popper cree que puede haber
una discusión crítica racional de los fines, pero hay graves dificultades en su
defensa de esta pretensión fundamental.
En 1969, en una época en que la idea de la ingeniería social estaba
siendo vehementemente atacada desde diversos puntos de vista, Philip M .
Hauser reiteró y defendió este ideal.80 Hauser parece pensar que el enfo­
que de la ingeniería social es enteramente nuevo, y que es el único enfoque
adecuado para la solución de los problem as sociales contem poráneos. Des­
cribe Hauser el papel del científico social com o científico, cuya tarea pri­
mordial consiste en generar conocim ientos mediante su recolección, proce­
samiento y análisis de datos. Este conocim iento puede servir luego com o la
base para la form ación de una política social p or parte del ingeniero social,
quien está interesado en la “ contabilidad social” : “ un sistema de control
de la inform ación que sirve a las necesidades de los administradores de un
organismo o un program a” (p . 1 5 ). Este enfoque nuevo está “ más allá
de la ingenuidad de las formas tradicionales del liberalismo y el conser­
vadurismo” (p. 14). Éste es el único enfoque que puede afrontar seriamente
nuestros problemas sociales contem poráneos. Casi de pasada, nos dice Hauser
que

La contabilidad social sólo será posible después de que se logre un con­


senso sobre las metas sociales. El desarrollo de metas sociales no es una3
6

36 Philip M . Hauser, “ The Chaotic Society: Product of the Social Morphological


Revolution” , American Sociological Review, 34 (febrero de 1969). A menos que se
diga otra cosa, todas las referencias a las páginas de Hauser corresponden a este
artículo.
LA TEORIA EMPIRICA 79

función científica ni una función de ingeniería social. Es una función


que debe realizarse por el conjunto de la sociedad, actuando a través de
sus líderes políticos y de otra clase. En una sociedad dem ocrática, refleja
presumiblemente los deseos de la m ayoría de la población (p . 15).

Pero Hauser subraya el papel que pueden desempeñar en tal form ación de
metas el científico social y el ingeniero social. Ellos son los expertos que
“ deben trabajar en estrecho contacto con los líderes políticos y de otra
clase para ayudar a desarrollar una am plia gam a de elecciones, las que
reflejarán, en la m edida de lo posible, los requerimientos y las consecuencias
de metas específicas” (p . 1 5 ). Hauser elude los problemas realmente difíciles
y permanentes que se encuentran en la base de la ingeniería social. La posi­
bilidad misma de la ingeniería social depende de una especificación de las
metas sociales que quieren alcanzarse. N o es muy ilum inante, por lo menos,
la aseveración de que “ esto debe realizarlo el conjunto de la sociedad” .
¿C óm o? ¿P or quién? ¿Q u é razón tenemos para suponer que haya algunas
metas com partidas por una sociedad “ en conjunto” ? ¿C óm o decidiremos — ya
sea com o ciudadanos, administradores o ingenieros sociales— cuáles m e­
tas deben alcanzarse? Hauser oscurece los problem as normativos centrales
que deben confrontarse honestamente para que el enfoque de la ingeniería
social tenga alguna plausibilidad en absoluto y n o se utilice com o un ins­
trumento de la dom inación y la represión sociales.

C o n clusión : U n creciente sentimiento de crisis

C on esta reseña de las diversas actitudes hacia la teoría normativa he com ­


pletado la imagen generalizada que tienen de su propia disciplina los cien­
tíficos sociales ortodoxos. Está involucrado m ucho más que un entendimiento
de la naturaleza y la im portancia de la teoría explicativa empírica. El papel
central asignado a tal teoría refleja una orientación intelectual total. Esta
orientación nos presenta un ideal de lo que constituye el conocim iento teó­
rico de los fenóm enos sociales y políticos, y de la form a en que debemos avan­
zar para aproximarnos a ese idead. Es una orientación que matiza nuestro
entendimiento de la historia de estas disciplinas y de las direcciones que
podem os esperar razonablemente en el futuro. R efleja un entendimiento
particular de la diferencia categórica existente entre la teoría y la acción
cuando se contem pla la acción com o la aplicación técnica de lo que apren­
demos de la teoría. Tiene consecuencias normativas para el adiestramiento
de los científicos sociales y la actitud desinteresada que el teórico debe adoptar.
Llam o “ ortodoxa” a esta posición porque, a pesar de numerosos desacuerdos
80 LA TEORÍA EMPIRICA

internos, ha sido y sigue siendo com partida por el grupo dominante de los
científicos sociales profesionales.
Puede añadirse un elemento más com o remate de esta presentación. En
términos históricos no podem os subestimar el papel desempeñado por la
Ilustración en la configuración y el ím petu del desarrollo de las ciencias
sociales. Se ha acariciado desde hace m ucho tiem po el ideal de que el adelanto
de la ciencia, y del conocim iento científico de los fenóm enos sociales y polí­
ticos, debe hacem os progresar hacia los ideales y las metas sociales aceptados
por los seres humanos razonables. Hemos aprendido que la obtención y
utilización de tal conocim iento resulta m ucho más difícil que lo esperado
por algunos de nuestros antecesores de la Ilustración, pero esta meta — este
ideal regulador— es todavía perseguida por los científicos sociales.
En efecto, muchos se preguntarán si hay alguna alternativa razonable.
Pero a pesar de toda la atracción, el poder y la sensatez representados por
esta orientación, hay en su interior algunos problemas y conflictos graves.
Ya he señalado la tremenda disparidad existente entre la insistencia en lo
que es la teoría y la incapacidad para alcanzarlo efectivamente. Podría
escribirse la historia de gran parte de la ciencia social durante los últimos
siglos, en términos de las declaraciones de que tal ciencia se ha convertido,
o está a punto de convertirse, en una empresa genuinamente científica.
M uchas de las disculpas tradicionales por el estado prim itivo de la socio­
logía y la politología, en com paración con los criterios sostenidos por los
científicos sociales ortodoxos, parecen débiles y al mismo tiem po poco con­
vincentes.
Además, a pesar de la modestia oficial acerca del estado de las ciencias
sociales, se observa con frecuencia una arrogancia peligrosa. Hauser es un
ejem plo típico citando reconoce que “ en términos estrictos” la ingeniería
social deprende de una especificación de las metas sociales que quieran al­
canzarse, pjero inmediatamente agrega que “ el científico social y el inge­
niero social se encuentran en una posición estratégica para participar en
la form ación de metas” (p. 1 5), trabajando en íntim o contacto con los
líderes políticos y de otra índole en el desarrollo de una am plia gama
de elecciones. Los juicios normativos del propio Hauser quedan claramente
en evidencia cuando tiene la temeridad de declarar:

C reo que si esta nación hubiese tenido un Consejo de Asesores Sociales


desde 1947, al lado del C onsejo de Asesores Económ icos, y si el Ejecutivo
y el Congreso hubiesen atendido las recom endaciones de tal Congreso, la
“ crisis urbana” que tanto nos afecta no habría alcanzado sus graves
proporciones actuales (p . 1 5).
LA TEORÍA EMPIRICA 81

Cóm o veremos eri el capítulo n, la form a en qué Hauser transmite con tanta
facilidad sus “ ju icio s d e valor de apreciación” , mientras se supone que rea-
liza un análisis objetivo y neutral de la ciencia social y la ingeniería social,
representa sólo la punta á ú iceberg. A pesar de tod o lo que se dice sobre
la objetividad y la neutralidad valorativa, la literatura de la ciencia social
y la llamada teoría em pírica rebosán en juicios de valor explícitos e im plí­
citos, y én ' afirmaciones normativas e ideológicas controvertibles.
Pero hay én la' orientación presentada otros aspectos niás profimdamente
perturbadores. Se suporte qué el conócim iénto, y en particular el conóci-
miénto em pírico detallado del funcionam iento real de la sociedad y Iá
política, provee la base de la acción ilustrada y la reform a social. Pero
cuando nos concentramos en lá dialéctica de los fundamentos epistemoló­
gicos dé la ciencia social ortodoxa, detectamos lás poderosas tendencias qiie
rtiinan este mismo ideal de Ilustración. Cuando se ponen al descubierto
tales tendencias, no sólo surge tm escepticismo enorm e acerca de la posi­
bilidad dé la teoría norm ativa coiiiÓ “una disciplina racional, sino también la
sugerencia constante de que los “ valores” son, en última instancia, apenas
respuestas em ocionales, subjetivas e irracionales. Se nos asegura una y otra
vez que la form ación de políticas, la aplicación del conocim iento científico,
y la actividad de la ingeniería social, dependen de una especificación de las
metas. Pero se nos da una inform ación nula o escasa acerca de la form a en
que debieran establecerse tales metas. Si no encaramos francamente estos
problemas, resulta obvio que las técnicas del control y la manipulación podrán
usarse igualmente para los fines más m alvados o inconvenientes.
Además, a pesar de toda la insistencia que se hace en el científico social
com o observador desinteresado, algo se ha perdido o suprim ido de la tra­
dición de la iheoria de la que surgió la teoría de la ciencia social. Se
suponía que una de las funciones clásicas de la teoría era su eficacia prác­
tica: su capacidad para ayudamos a distinguir la apariencia de la realidad,
lo falso de lo verdadero, y para proveer una orientación de la actividad
práctica. A nticipando una observación hecha incisivamente por Habermas,
diremos que lo que se suponía una función prim ordial del bios theoretikos
ha quedado descartada ahora por “ prohibiciones m etodológicas” .37
Los científicos sociales ortodoxos negarían que han abandonado esta fun­
ción de la teoría. Sostienen que sólo ahora, por primera vez en la historia,
podemos distinguir los aspectos más manifiestos y superficiales de la sociedad
y la política de la form a en que “ realmente” son; sólo ahora estamos alcan­
zando un conocim iento em pírico sólido, en lugar de la opinión y la especu­

37 Jürgen Habermas, Knowledge and Human Interests, p. 304. Véase mi discusión


de este punto es el capítulo iv, pp. 220 ss.
82 LA TEORÍA EMPÍRICA

lación. Pero aun si se concede tan dudosa pretensión, las consecuencias prác­
ticas de esta acum ulación de conocim iento em pírico no están nada claras.
Está aumentando la brecha que separa a este conocim iento de su utilización
para la creación de una sociedad buena y justa. N o hemos cerrado la brecha
que media entre la teoría y la práctica, sino creado un vacío intelectual y
práctico. En lugar de la utilización del conocim iento por parte de los refor­
madores sociales y políticos, encontramos su uso por quienquiera que tenga
el poder para hacerlo. Y a pesar de toda la preocupación por la calidad
científica de las disciplinas sociales y políticas, se elude o descarta la idea
misma del teórico com o crítico de la sociedad y la política por “ prohibiciones
m etodológicas” .
Esta situación, de consecuencias potencialm ente ominosas, ha generado un
creciente sentimiento de crisis, de protesta, y una necesidad desesperada
de revisar los fundam entos mismos del entendimiento ortodoxo de la inves­
tigación social y política. En el resto de este estudio exploraré los esfuerzos
más serios que se han hecho para revisar y restructurar la investigación
social y política.
II. LENGUAJE, ANÁLISIS Y TEORÍA

C om o ha demostrado brillantemente Hegel,


la historia del pensamiento y la cultura es
un patrón cambiante de grandes ideas libe­
radoras que se convierten inevitablemente en
sofocantes camisas de fuerza y así estimulan
su propia destrucción por nuevas concepcio­
nes emancipadoras y, al mismo tiempo, es­
clavizantes. El prim er paso hacia el enten­
dim iento de los hombres es la tom a de
conciencia del m odelo o los modelos que
dominan y penetran su pensamiento y ac­
ción. Com o ocurre con todos los esfuerzos
tendientes a lograr que los hombres cobren
conciencia de las categorías en las que pien­
san, ésta es una actividad difícil y a veces
penosa, susceptible de producir resultados
profundamente intranquilizantes. La segunda
tarea es el análisis del m odelo mismo, y esto
com prom ete al analista a su aceptación, m o­
dificación o rechazo; y, en el últim o caso,
a proveer un m odelo más adecuado.

I saiah Berlín , 19621

La revisión de la teoría de las ciencias sociales

E l pasaje anterior ha sido tom ado del elocuente y apasionado ensayo de


Isaiah Berlin, “ Does Political Theory Still Exist?” , aparecido en la segunda
serie de Philosophy, Politics and Society. Fue escrito com o respuesta directa
a la situación descrita por Peter Laslett cuando declaró: “ Por ahora, de
todos m odos, la filosofía política está muerta” . Esta aseveración categórica
de Laslett, aparecida en la primera serie de Philosophy, Politics and Society,
“ se convirtió en el texto más citado de todo el volumen” .2 Pero para 1962
escribían los editores de la segunda serie: “ Sería muy satisfactorio que

1 Isaiah Berlín, “ Does Political Theory Still Exist?” , Philosophy, Politics and
Society (segunda serie), comps. Peter Laslett y W . G. Runciman, p. 19.
2 Introducción, Philosophy, Politics and Society (segunda serie), p. vii.
83
84 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

pudiéramos proclam ar aquí la resurrección, sin reservas y con entusiasmo.


N o p ódan os hacerlo del tod o; pero el talante es muy diferente y m ucho
más favorable que hace seis años” .8
Berlín era una persona ideal para escribir una apología de la teoría polí­
tica. Era profesor de Teoría Política y Social de O xford cuando escribió
el ensayo. O xford era el centro del m ovim iento lingüístico, y Berlín intimaba
con muchos de los líderes de este m ovimiento. A l revés de lo ocurrido con
algunos de sus colegas de O xford, Berlín — a través de su apreciación
extensa y sutil de la historia de la cultura, y su defensa del carácter fun­
damental de las cuestiones políticas y sociales en el pensamiento y la acción
humanos— aportó una perspectiva muy necesaria para el sesgo ahistórico
— y a veces antihistórico— de los filósofos analíticos contem poráneos.
M e propongo utilizar el ensayo de Berlín com o una guía para la inter­
pretación de lo que ha ocurrido, y continúa ocurriendo, entre los pensadores
anglosajones influidos p or el m ovim iento lingüístico en la filosofía, e inte­
resados en la aplicación de las ideas surgidas de tal m ovim iento a la teoría
social y política. Aunque discutiré algunos temas no tratados explícitamente
por Beríin, todos ellos pueden relacionarse con los temas de su ensayo y
con las líneas de investigación abiertas por él. El ensayo de Berlín indica
el cambiante talante intelectual en la revisión de la teoría política y su
relación con las ciencias sociales. Berlin estaba consciente de lo que estaba
agitando en ese mom ento y a punto de surgir al prim er plano de la dis­
cusión. U na vez que eliminemos algunas de las afirmaciones exageradas y
erradas, y dejem os atrás la polém ica superficial, descubriremos una coherencia
y una potencia notables en el pensamiento referente a la teoría social y
política. D ado que la historia tiene varios recovecos com plicados, haré una
breve introducción acerca de lo que examinaré y lo que espero encontrar.
Tras de presentar algunos de los temas principales del ensayo de Berlin,
iniciaré un examen del lenguaje y el concepto de la acción que se ha con­
vertido en una preocupación fundam ental de los filósofos analíticos m o­
dernos. En otra obra he investigado las razones de este últim o fenóm eno,
así :com o las tesis opuestas acerca del con cep to de la acción y algunos con­
ceptos relacionados tales com o la m otivación, la intención, la razón y la
causa.4 Aquí me ocuparé de los temas que se refieren directam ente a la acción
social y política, y de las formas en que describimos, explicam os e interpre­
tamos tal acción.

» Ibid.
* Véase Praxis and Action, parte iv, “ El concepto de la acción: Filosofía ana­
lítica” . Véase también la discusión perspicaz que hace Hanna F. Pitkiñ del concepto
de la acción en Wittgensteíñ and •Justict.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 85

Luego examinaré la nueva “ imagen de la ciencia” que ha venido sur­


giendo en la historia y la filosofía de la ciencia postempirista reciente. La
mayor parte de esta discusión reciente se ha centrado en las ciencias natu­
rales o físicas, pero estas discusiones tienen consecuencias importantes para
bis ciencias sociales. El entendimiento que tienen de su propia disciplina los
científicos sociales ortodoxos se basa en la concepción que de las ciencias
naturales tienen los empiristas lógicos. Pero esta concepción de la ciencia
ha sido severamente criticada. En consecuencia, recientemente se han plan­
teado muchas interrogantes fundamentales acerca de lo que sea realmente
la teoría em pírica en las ciencias físicas y en las ciencias sociales. Además,
cuando examine el uso y el abuso de la obra de Thom as Kuhn por par­
te de los científicos sociales — sobre todo los variados usos del elusivo concepto
de un paradigma— , veremos cóm o se ha usado la obra de Kuhn para apoyar
tesis opuestas y aun contradictorias.
Por últim o, examinaré algunas de las formas en que el análisis lingüístico
ha puesto en tela de duda muchas de las dicotom ías que ha forjado la
ciencia social ortodoxa: dicotom ías tales com o el hecho y el valor, la des­
cripción y la evaluación, y la teoría em pírica frente a la teoría normativa. Los
filósofos adiestrados en el terreno analítico, al igual que otros, han demos­
trado que la llam ada teoría em pírica de las ciencias sociales oculta sesgos
ideológicos.
Pero mientras que las investigaciones analíticas han asumido una postura
crítica hacia la ciencia social ortodoxa y sus fundamentos epistem ológicos, el
resultado acum ulado de estas investigaciones no ha sido simplemente nega­
tivo. Por el contrario, indican una nueva conciencia de la im portancia de
la interpretación en cualquier teoría social y política adecuada: interpreta­
ción que no puede reducirse o eliminarse en favor de la recolección de datos
y él estudio de las regularidades existentes. Algunos analistas lingüísticos o
conceptuales han pretendido demostrar, de una vez por todas, que la idea
misma de una ciencia social concebida com o una ciencia natural se basa
en confusiones conceptuales, y que es lógicam ente imposible. N o creo que
tales analistas hayan logrado demostrar esta tesis fuerte e importante, pero
sí han mostrado algunas de las profundas dificultades conceptuales existentes
para el logro o aun la aproxim ación de tal ideal: dificultades ignoradas por
los científicos sociales ortodoxos. L o que es más importante, estos analistas
han demostrado que la obsesión por la transformación de los estudios sociales
en ciencias naturales oscurece, distorsiona y suprime la legitim idad de algunas
cuestiones vitales para la teorización acerca de la vida política y social.
Cuando examinemos el cam bio de énfasis que ha venido ocurriendo, veremos
una transición natural hacia la fenom enología que se ha preocupado mucho
por la naturaleza de la intersubjetividad y el significado de la interpretación.
86 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

L a crítica de la teoría empírica por parte de I saiah Berlín

Berlín inicia su ensayo con la descripción de los dos m étodos existentes


para responder a interrogantes que se han convertido en la norma misma
del discurso racional y la legitim idad de las afirmaciones de conocim iento:
el m étodo em pírico y el m étodo form al. Subraya Berlín lo que es tan pro­
minente para los pensadores positivistas y los científicos sociales ortodoxos
que considerarían su disciplina com o una ciencia em pírica. De acuerdo con
la afirm ación de Berlin de que H egel dem ostró cóm o “ las grandes ideas
liberadoras.. . se convierten inevitablemente en sofocantes camisas de fuerza” ,
es im portante subrayar que la convicción de que todas las interrogantes “ rea­
les” podrían contestarse mediante métodos formales o em píricos fue histó­
ricamente liberadora. Podem os rastrear esta doctrina positivista hasta sus
orígenes en la Ilustración. L a ciencia, sobre todo la ciencia experimenta]
empírica^ se veía com o una piedra de toque para distinguir la superstición,
el sesgo y la mera opinión, de los hechos reales y el conocim iento empírica­
mente garantizado. Se podría señalar con orgullo el crecim iento enorme del
conocim iento hum ano en cuanto se alcanzaran los caminos seguros de las
ciencias formales y empíricas. Los positivistas modernos avanzaron otro paso :
interpretaron la historia del pensamiento com o una historia donde fracasaban
lás disciplinas mientras no se reformularan en los cánones del discurso cien­
tífico. En su fase más audaz, el positivism o sostuvo que todo lo que no
pudiera reformularse en esa form a debería considerarse carente de sentido,
o el origen de problemas falsos, incapaces de una solución racional. En esta
etapa más doctrinaria, lo que había sido una “ gran idea liberadora” se con­
virtió en efecto en una “ sofocante camisa de fuerza” . L o que había sido
durante m ucho tiem po algo fundam ental para el discurso referente a la vida
política y social — el destino y la evaluación crítica de esa vida— debía
arrojarse ahora en el basurero del discurso sin sentido cognoscitivo.
Berlin cuestiona directamente este dogm a. Sin negar el éxito de las disci­
plinas empíricas y formales, sostiene que existe una tercera gran categoría
de cuestiones legítimas y vitales que no pueden aclararse mediante las técnicas
formales o empíricas. Llam a filosóficas a estas cuestiones y se concentra en
las que son importantes para la filosofía y la teoría políticas.

Cuando preguntamos p or qué debe obedecer un hombre, estamos pidiendo


la explicación de lo norm ativo en nociones tales com o lá autoridad, la
soberanía, la libertad, y la justificación de su validez en los argumentos
políticos. En nombre de estas pálabras se expiden órdenes, se coacciona a
los hombres, se libran guerras, se crean sociedades nuevas y se destruyen las
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 87

antiguas; estas expresiones desempeñan ahora un papel tan importante


com o el de cualquier otro factor. L o que vuelve filosóficas tales cuestiones
a primera vista es la inexistencia de un consenso am plio sobre el signi­
ficado de algunos de los conceptos involucrados. Hay algunas diferencias
marcadas acerca de lo que constituyan razones para las acciones en estos
cam pos; sobre la form a en que deban establecerse las proposiciones per­
tinentes o aun volverlas plausibles; sobre quién o qué cosa constituya una
autoridad reconocida para decidir estas cuestiones; y en consecuencia no
hay consenso sobre la frontera que separa la crítica pública de la subver­
sión, o la libertad de la opresión, etcétera (p. 7 ).8

Ahora bien, podría pensarse — y es muy probable que lo hagan los cientí­
ficos sociales ortodoxos— que Berlin no está cuestionando la concepción de
la ciencia social com é una ciencia natural que trata de descubrir teorías
empíricas. Estos científicos dirían que el uso mismo del término “ norm ativo”
da la clave de lo que está propugnando Berlin. Por “ teoría política” entiende
Berlin “ la teoría política normativa” . Independientemente de que nos sim­
patice o no esta propuesta, la teoría normativa es distinta de la teoría em­
pírica y n o debe confundirse con ella. Pero esta representación de lo que
está diciendo Berlin distorsiona su sentido y elude algunas de las im plicaciones
más controvertibles de su análisis.
Berlin subraya que “ las creencias de los hombres en la esfera de la con­
ducta forman parte de su concepción de sí mismos y de otros com o seres
humanos; y esta concepción es a su vez parte intrínseca de su imagen del
mundo, consciente o inconscientemente” (p. 1 3 ). Los seres humanos son seres
autointerpretativos, y este hecho tiene una im portancia fundamental para
el entendimiento de la vida social y política. Las creencias que tienen los seres
humanos acerca de sí mismos y de otros no son simplemente estados subjetivos
en sus mentes; son — para usar una expresión kantiana— constitutivas de
las acciones, las prácticas y las instituciones que com ponen la vida social
y política. Los serés humanos, nos dice Berlin, están dom inados por uno o
más m odelos del m undo, y “ este m odelo o paradigm a determina el contenido
y la form a de las creencias y del com portam iento” (p . 1 4). En consecuencia,
“ todo cam bio ocurrido en el m odelo central es un cam bio en las formas en
que se perciben e interpretan los datos de la experiencia. El grado en que
tales categorías se funden con la evaluación dependerá sin duda de su
conexión directa con los deseos y los intereses humanos” (p. 17). N o nos
interesan sólo la diversidad de las creencias y los m odelos dominantes, sino
también sus orígenes, y las causas de su dom inación, refuerzo y derrum be:5 *

5 Isaiah Berlin, “ Does Political Theory Still Exist?” A menos que se aclare otra
cosa, todas las referencias a las páginas de Berlin corresponden a este ensayo.
88 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

cuestiones causales que constituyen’ én efecto una' parte im p orta n te;d olos
estudios sociales. Pero para entender a los series humanos debemos explorar
también la adecuación dé estos m odelos, las fortrias qué corréspóftden o ' no
al com portam iento efectivo dé los hom bres, y su validez.

Por lo tanto, suponer que ha habido, o podría haber, épocas sin filosofía
política, es com o suponer que, así com o hay épocas de fe, hay o podría
haber épocas de incredulidad total. Pero ésta es una noción absurda; no
hay ninguna actividad humana sin alguna clase de perspectiva general:
escepticismo, cinismo, negativa a ocuparse dé cuéstionés abstractas ó a
cuestionar los valores, oportunismo puro, desprecio por la teorización, todas
las Variedades del nihilismo, son en si mismas, por supuesto, posiciones
metafísicas y éticas, actitudes d e com p rom iso... L a idea dé una teoría
(o m odelo) de la acción humana completamente W ettfrei (por ^oposición
a l ; com portam iento animal, por éjem plo) descansa en una concepción-
ingenuamente errada de lo que debe ser la objetividad o la neutralidad
en los estudios sociales (p . 1 7).

Podría objetarse .qué ningún , científico político o social, ortodoxo -piensa que
podem os olvidar las creencias, las actitudes y las interpretaciones de los agen-:,
tes humanos en una ciencia social adecuada. M ás bien insistirá en que, : si
querernos investigar estos .fenómenos esencialmente subjetivos y privados- en
formas correctas desde el punto de vista m etodológico, debemos relacionarlos
con el com portam iento objetivo, incluido , el com portam iento verbal exhibido
en respuesta, a cuestionarios y encuestas. Pero .como sugiere B erlin,.la cuestión
prim ordial es una cuestión de categorías. Los científicos sociales ortodoxos
tienden a pensar que todos los fenóm enos pertinentes pueden dividirse ciar
ramente en subjetivos y objetivos, privados y públicos. El problem a m eto­
dológico del estudio de lo que sea subjetivo y privado consiste en mostrar
cóm o puede correlacionarse .con. lo que sea objetivo y público, Pero, si Berlín
tiene razón ,. estas dicotom ías — que están tan arraigadas en. la ciencia social
ortodoxa y tienen un largo linaje filosófico— representan mal a la acción
humana en realidad, La acción humana no consiste en dos partes separables,
externamente relacionadas: un,, elemento de creencia mental, y un elemento
de m ovim iento físico. La acción humana — por lo .menos las formas de la
acción pertinente para la vida social y política— es tal que lo que tomamos
por una acción, y aun su descripción adecuada, se relaciona internamente
con las interpretaciones que son intrínsecamente constitutivos de la acción,
La descripción y la. identificación de la acción humana “ se funden con la
evaluación” .
Si. olvidam os o minimizamos la m edida en. que la acción humana, está
constituida por las interpretaciones de agentes humanos, aun. nuestros estudios
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 89

em píricos de las •regularidades ;sérán engañosos. : Es posible " que el' desoír
brim iento de regularidades en la vida- social y p olítica no seá" una •indicación
siquiera de un. punto de partida para e l; descubrim iento-de aspectos constantes
dé la vida hum ana; es posible que estas regularidades reflejen sólo el arraigo
y la aceptación irreflexiva de m odelos dominantes de ia~ realidad política.
Gom o observa agudamente Berlín, es en una sociedad que convenga unáni­
memente en sus metas donde funcionaría' m ejor una ciencia social que trate
dé pronosticar y de Teducir todas las cuestiones a problemas em píricos. ’

En una sociedad dom inada por una sola meta, sólo podría haber, en
principio, discusiones acerca de los medios más adecuados para la conse-
. quejón de ese fin ; y las discusiones acerca d e los medios, tienen un carácter
técnico, es decir, científico y em pírico: pueden resolverse por la expe­
riencia y la observación o cualesquiera otros métodos que se usen para
descubrir causas y correlaciones; por lo menos en principio pueden redu­
cirse a las ciencias positivas. En tal sociedad no podrían surgir discusiones
sérias acerca de los filies políticos o los v a lo r e s só lo podrían' surgir discu­
siones empíricas acerca de los caminos más eficaces hacia la meta (p . 8 ),

El reem plazo de la teoría política p or una ciencia natural dé los seres hu­
manos no sería el triunfo de lá neutralidad dé valor y la objetividad: T ál
reemplazo estaría com pletam ente cargado dé valor: yá rio se foririularíari
seriamente interrogantes primordiales acerca de lo que sóri los hom bres; por
el contrarió, sería la aceptación irreflexiva de sesgos ideológicos. -'Lá teoría
política se interesa priniordialm ente en , -

■ cuestiones tales com o lo que sea específicam ente humano y lo que no lo


• sea, y por qué; si algunas categorías específicas, com o las del propósito, o
las de pertenecer a un grupo,, o la de la ley, son indispensables para
: entender lo que son los hom bres; y así, inevitablemente, se interesa por
, la fuente, el alcance y la validez de ciertas, metas .humanas. Si ésta es su
tarea, no podrá eludir la evaluación, por la. naturaleza misma de sus
intereses; está totalmente com prom etida con el análisis y las conclusiones
referentes a la validez d e las ideas dé lo bueno y 16 m alo, lo permitido
y lo prohibido, los problemas armoniosos y discordantes que tarde o tem­
prano encontrará inevitablemente toda discusión de la libertad o lá jus­
ticia; o lá autoridad, ó la m oral política (p .! 17). - ■"

El ensayo de Berlín es más sugerente que definitivo. Ha plánteado muchas


interrogantes sin proseguirlas en detalle o proveer apoyo adecuado para sus
tesis principales. Pero pronto veremos cóm o han explorado otros investiga­
dores muchos de los temas m encionados por Berlín, quien no está simple­
mente instando a una. renovación, de la teoría política normativa {jara rom -
90 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

plementar la teoría em pírica. La concepción alternativa dé la teoría política


que bosqueja Berlín cuestiona los dogmas más básicos y sagrados de la ciencia so*
cial ortodoxa. En la base de su critica se encuentra un ataque a las nociones
de lo que es “ em pírico” y lo que constituye los “ hechos claros” acerca de
los agentes políticos. L o que son los hombres — no k> que debieran ser—
queda determinado por los m odelos interpretativos que penetran el pensa­
miento y la acción de los agentes humanos. En consecuencia, si queremos
entender lo que son los seres humanos, debemos entender los modelos que do­
minan su pensamiento y su acción. T od a concepción de lo em pírico que om ita
o subestime el poder y la ubicuidad de estos modelos, estará castrada. La
concepción de lo em pírico que se restringe al com portam iento públicamente
observable, y relega tales m odelos e interpretaciones a lo que sea “ meramen­
te” subjetivo, interpreta mal la acción humana.

El análisis conceptual y el lenguaje de la acción : Peter W inch

Pocos años antes de la aparición del ensayo de Berlin, Peter W inch publicó
una m onografía breve pero muy discutida, The Idea of a Social Science. La
im portancia de este trabajo reside más en el papel histórico y polém ico que
desempeñó que en la claridad de sus tesis centrales o en la adecuación de las
conclusiones alcanzadas. W inch fue uno de los primeros exploradores de las im­
plicaciones del análisis lingüístico — especialmente las investigaciones de Lud-
wig W ittgenstein— para la evaluación crítica de las ciencias sociales y la
explicación del “ concepto de lo social” . Además, W inch conecta también el
trabajo de la filosofía lingüística con la noción del Verstehen y el concepto
del “ com portam iento significativo” que habían sido fundamentales en la
tradición weberiana de la sociología interpretativa. La m onografía se es­
cribió en una época en que los dogmas de los científicos sociales ortodoxos
parecían tan arraigados que resultaba difícil discernir alguna alternativa ra­
cional. W inch está protestando contra las restricciones y distorsiones de una
concepción positivista del conocim iento, y contra las formas en que esto ha
infectado la ciencia social ortodoxa.
N o conform e con señalar las dificultades, W inch quiere demostrar que
la idea de una ciencia social basada en las ciencias naturales es un error,
que descansa en profundas confusiones conceptuales que el nuevo estudio
del idiom a ayuda a exponer. Según W inch, “ la noción de una sociedad hu­
mana involucra un esquema de conceptos que es lógicamente incompatible
con las clases de explicación ofrecidas en las ciencias naturales” ; “ El enten­
dim iento de la sociedad es lógicamente diferente del entendimiento de la
naturaleza” ; y “ Los conceptos centrales que corresponden a nuestro enten­
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 91

dim iento de la vida social son incompatibles con algunos conceptos funda­
mentales para el pronóstico científico” . Éstas son acusaciones graves.8 Si W inch
está en lo cierto, las dificultades que obstruyen el desarrollo de una ciencia
social madura, m odelada sobre las ciencias naturales, no son simplemente
obstáculos prácticos, sino im posibilidades “ lógicas” y “ conceptuales” . Aunque
W inch es m ucho más vago acerca de la alternativa que propone, sugiere
que el estudio de la sociedad debiera imitar los “ métodos apriorísticos” de
la filosofía y no los métodos em píricos de la ciencia natural.
La mayor parte de la crítica form ulada contra el trabajo de W inch se
centra en. estas pretensiones extravagantes: sus esfuerzos por proveer argu­
mentos de “ im posibilidad” o “ trascendentes” contra el tipo de teoría em pí­
rica que han propugnado los científicos sociales ortodoxos. C onvengo con
lo críticos que han encontrado gravemente deficientes los argumentos de
W inch.7 Irónicam ente, la posición de W inch descansa en un conjunto de di­
cotomías tan dudosas com o las que ataca. Por ejem plo, sin justificar jamás
su postura, W inch sostiene irreflexivamente que existe una distinción tajante
entre las “ cuestiones conceptuales” y las “ cuestiones empíricas” , o entre la
filosofía, que emplea m étodos de análisis apriorísticos, y la ciencia que utiliza
procedimientos empíricos y experimentales. En ciertos contextos resulta ilu­
minante la distinción entre un problem a conceptual y un problem a em pírico,
pero si no podem os establecer la existencia de una distinción categórica
entre lo conceptual y lo em pírico — com o no lo hace W inch— , se derrum­
barán nuestras pretensiones acerca de la “ incom patibilidad” . Además, la
descripción que hace W inch de la ciencia em pírica raya en la caricatura.

« Peter Winch, The Idea of a Social Science, pp. 72, 119, 94; sin subrayado
en el original. A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a laspáginas
de Winch corresponden a esta monografía.
7 Véase una discusión crítica del trabajó de Winch en la polémica entablada entre
A. R. Louch y Peter W inch: A. R. Louch, “ The Very Idea of a Social Science” ,
Inquiry, 6 (1 9 6 3 ); Peter Winch, “ Mr. Louch’s Idea of a Social Science” , Inquiry,
7 (1 9 6 4 ); A. R. Louch, “ O n misunderstanding Mr. Winch” , Inquiry, 8 (1965).
Véase también la discusión que hace Louch de Winch en Explanation andHuman
Action, y la polémica entablada entre I. C. Jarvie y Peter Winch, “ Understanding
and Explanation in Sociology and Social Anthropology” , Explanation in the Beh-
axñoural Sciences, comps. Robert Borger y Frank Cioffi. Varios de los ensayos que
aparecen en la antología titulada Rationality, comp. Bryan R. Wilson, examinan
con espíritu crítico las aseveraciones de W inch; véase en particular a Alasdair Mac-
Intyre, “ Is Understanding Religión Compatible with Believing?” y “ The Idea of
a Social Science” . Hay otras discusiones criticas de las ideas de Winch en Jürgen
Habermas, Zur Logik de Sozialwissenschaften; /41brecht Wellmer, Critical Theory
of Society; Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice; George Henrik von Wright,
Explanation and Understanding y Martín Hollis, “ Witchcraft and Winchcraft” .
Philosophy of the Social Sciences, 2 (1972).
92 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

W inch no hace justicia al importante papel del análisis conceptual en la


propia ciéncia em pírica, ni nos ayuda a distinguir el análisis conceptual
adecuado para la ciencia del análisis conceptual presumiblemente caracte­
rístico de la filosofía.
Pero si bien es cierto que las aseveraciones de W inch acerca de la “ in­
com patibilidad lógica” no soportan el escrutinio crítico, por lo menos logra
llamar lá atención sobre varios problemas com plejos que debe encarar
toda teorización; adecuada acerca de la sociedad: problemas minimizados o
suprimidos por los científicos sociales ortodoxos. Subraya W inch la noción
wittgensteiniana de una “ form a de vida” , y las observaciones de W ittgenstein
acerca d el com portam iento regido por reglas. El com portam iento humano
- —lo que muchos filósofos lingüísticos han' llam ado “ acción” , para distin­
guirlo del “ com portam iento” entendido com o movim iento físico— está gober­
nado por reglas.
En la posición de W inch es fundamental su interpretación de la afirma-
cin de W ittgenstein: “ L o que debe aceptarse, lo que está dado, son las
formas dé vida, podríam os decir” (p. 4 0 ). W inch sostiene que las diversas
ramas de la filosofía, com o la filosofía de la ciencia, del arte y de la his­
toria, tienen “ la tarea de elucidar las naturalezas peculiares de esas formas
dé vida llamadas ‘ciencia’ , ‘arte’ , etcétera: En cam bio, la epistemología tra­
tará de elucidar lo qué está involucrado én la noción de una form a de vida
com o tal” (p . 41) .8 Aclarar la noción de una form a de vida es “ entender
la naturaleza de los fenóm enos sociales” . Las formas de vida involucran el
com portam iento guiado por las reglas y gobernado por las reglas. Lá noción
misma de la observancia de una regla presupone convenciones y acuerdos
intersubjetivos. Por lo tanto, el com portam iento guiado por las reglas’ es
esencialmente un com portam iento social.
... A la inversa, sostiene .W inch que todo com portam iento social involucra
en sí mismo la aceptación y la observancia de reglas. “ Sólo en una situación

8 La interpretación que hace' Winch de las observaciones de Wittgenstein acerca


d e'la s “ formas de vida” resulta en extremo dudosa y controvertible. Winch habla de
“ la ciencia” , “ el arte” , etcétera, “ com o formas de vida, y este modo de hablar se
ha extendido entre muchos filósofos que se dicen influidos por Wittgenstein. Pero el
propio Wittgenstein nunca hizo tales aseveraciones. Se aproximaría más a sus inten­
ciones, por ejemplo, afirmar que también en la ciencia hay diversas formas de vida,
en lugar de hablar de la ciencia en general com o una forma de vida. Esto és impor­
tante porque gran parte de la fuerza polémica del contraste que establece Winch entre
el estudio de los fenómenos sociales y el de la ciencia presupone un entendimiento
de la ciencia com o una forma de vida singular, monolítica. Esto no sólo se aleja de
Wittgenstein, sino que viola el tipo de análisis y de aclaración discriminante deman­
dado por él. Véase una discusión sutil dé las complejidades de lá noción dr una
“ forma de vida” en Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice, pp. 132 ss.-
LENGUAJE, ANÁLISIS Y TEORIA 93

donde tenga sentido suponer que alguien m á s podría en principio descubrir


la regla que estoy observando, podría afirmarse inteligiblemente que estoy
haciéndolo” (p. 3 0 ). Esto no significa que un individuo pueda formular
siempre la regla que gobierna sus acciones; y si la form ula, quizá no la
observe.
Pero la “ noción de observar una regla es lógicam ente inseparable de
la noción de com eter un error. Si se puede afirmar que alguien está ob­
servando una regla, ello significa que podrem os decir si lo está haciendo
correctamente o no” (p . 32) . W inch sostiene también que los conceptos de
una “ form a de vida” y del com portam iento “ gobernado por reglas” aclaran
la noción de W eber del “ com portam iento significativo” . “ T od o com porta­
m iento significativo (p or lo tanto, todo com portam iento específicam ente hu­
m ano) está ipso. jacto gobernado por reglas” (p . 5 2 ). Por lo que se refien;
a las “ formas de vida” , podem os aclarar también otros dos conceptos que
deben introducirse para entender lo que está involucrado en el com porta­
miento gobernado por reglas: la razón y el motivo.
Consideremos un ejem plo ofrecido p or W inch com o un paradigma de al­
guien que ejecuta una acción por una razón. “ Supongamos que se afirma
qué cierta persona, N , votó por los laboristas en la. última elección general
porque pensaba que el gobierno laborista tendría mayores probabilidades
de preservar la paz industrial. ¿Q u é clase de explicación es ésta? El caso
más claro es aquel en que N, antes de votar, ha discutido los pros o contras
de votar por los laboristas y ha llegado explícitamente a la conclusión;
‘V otaré por los laboristas porque ése es el m ejor cam ino para la preservación
de la paz industrial’ ” (pp, 45-46 ).. W inch no sostiene que este ejem plo sea
un paradigma para todos los tipos de com portam iento significativo o gober-,
nado por reglas, pero exhibe un aspecto de todos esos tipos. Para que la
explicación anterior se tom e com o una explicación de la acción de N , éste
debe “ tener alguna idea de lo que significa ‘preservar la paz industrial’ y
de la conexión existente entre esto y la clase de gobierno que espera en el
poder si se elige a los laboristas” (p . 4 6 ).
Generalizando este punto, afirma W inch que “ la aceptabilidad de esta
explicación depende del entendim iento que tenga N de los conceptos con-,
tenidos en ella” (p . 4 6 ). Es obvio que una actividad tal com o la del voto,
sólo tiene sentido si hablamos de una sociedad donde hay ciertas institución
nes p olíticas específicas. L a referencia a estas instituciones es esencial para
el entendim iento de la actividad misma de la votación, lo que cuenta com o
un voto en la sociedad particular, y los procedim ientos que deben seguirse
para votar.; El com portam iento de votación na es el tipo de actividad que
puede traducirse p reducirse a uh conjunto de m oviimentos físicos. Ciertos
movimientos físicos, com o el de jalar una palanca o marcar una boleta, pue­
94 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

den contar com o un voto en circunstancias apropiadas. Pero estas “ circuns­


tancias apropiadas” involucran reglas aplicables.
Podemos empezar a advertir lo que se requiere para describir, explicar y
entender las acciones típicam ente humanas. Debem os entender la naturaleza
de las instituciones que nos permiten identificar la acción de que se trate, y
esto significa el entendim iento de las form as de vida y del com portam iento
gobernado por reglas que está involucrado. Es sólo por referencia a las reglas
implícitas en estas formas de vida que podem os explicar las razones y m oti­
vaciones de un individuo. Esto se aplica tanto a los “ m otivos” com o a las
“ razones” . En realidad, no son idénticos los conceptos del m otivo y de la
razón: “ D ecir, por ejem plo, que N asesinó a su esposa por celos, no signi­
fica que haya actuado razonablemente” (p . 8 2 ). Sin em bargo, “ el apren­
dizaje de lo que es un m otivo corresponde al aprendizaje de las normas que
gobiernan la vida en la sociedad donde se vive; y eso corresponde también
al proceso de aprender a vivir com o un ser social” (p . 8 2 ). Si conceptos tales
com o los de “ razón” y “ m otivo” — y podríam os añadir los de “ intención” ,
“ propósito” , “ meta” y “ deseo” — están tan íntimamente ligados a las nor­
mas que gobiernan la vida en una sociedad com o sugiere W inch, seria en
efecto una confusión conceptual qüe se considerara posible la identificación
de tales conceptos con los estados o eventos físicos o psicológicos. U n lenguaje
lim itado a lo que es puramente físico o psicológico dej'a fuera lo que resulta
esencial para volver inteligibles tales conceptos: “ las normas que gobiernan
la vida en la sociedad” .
Hay otra consecuencia im portante del énfasis que hace W inch en las
formas de vida com o la clave para el entendimiento de los fenóm enos so­
ciales. En el ejem plo anterior, W inch subraya que la aceptabilidad de la ex­
plicación de la acción de N depende de su entendim iento de los conceptos
involucrados. W inch sostiene también que “ las relaciones sociales existentes
entre los hombres y las ideas que materializan las acciones de los hombres
son realmente la misma cosa considerada desde diferentes puntos de vista”
(p. 121). “ Las relaciones sociales entre los hombres sólo existen en sus ideas
y a través de ellas” (p. 123). “ Lenguaje” , “ ideas” y “ conceptos” no pueden
separarse nítidamente de las relaciones sociales; son partes constitutivas de
estas relaciones. En consecuencia -—y aquí el análisis de W inch complementa
el de Berlín— , los cam bios fundamentales de los conceptos, las ideas y el
lenguaje utilizado por los hombres implican necesariamente cam bios funda­
méntales en sus relaciones sociales.
A partir de este bosquejo breve de las concepciones de W inch podem os
captar su orientación general. La tarea del filósofo es la elucidación' del
concepto de una form a de vida que involucra un com portam iento de obser­
vancia de reglas, y la demostración de que esto es im portante para entender
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 95

el “ concepto de lo social” . El estudioso de la sociedad debe elucidar las di­


versas formas de vida que caracterizan a nuestra propia sociedad y a otras
sociedades. Trata de com prender “ la idea o el significado de lo que se está
haciendo o diciendo” .9 Cuando elucidamos estas variadas formas de vida,
es un error — muy com ún en opinión de W inch— suponer que nuestras
propias formas de vida, profundam ente arraigadas, constituyen la norma para
la evaluación de otras formas de vida. L a noción misma de una norma
depende de una form a de vida dada. W inch no nos dice nunca con precisión
lo que debemos hacer para entender lo que distingue a formas de vida dife­
rentes, ni pretende proveer una m etodología. Su hincapié en las diferentes
formas de vida y las normas diferentes se vuelve más intrigante y controver­
tible cuando sugiere que, para entender una sociedad ajena, debemos estar
preparados incluso para entender “ formas de racionalidad” diferentes de
la propia. Presumiblemente, las acciones que parecen irracionales de acuerdo
con nuestras normas pueden ser inteligibles y racionales cuando las relacio­
namos con otras formas de la racionalidad.10

9 En algunos momentos no puede distinguir Winch entre la tarea de un filósofo


y la del estudioso de la sociedad; esta falta de claridad ha provocado muchas inter­
pretaciones erradas. Winch escribe a veces com o si tuviésemos dos opciones en el
estudio de la sociedad: la filosofía o la ciencia. Sostiene que la noción de una sociedad
humana involucra “ un esquema de conceptos lógicamente incompatibles con las clases
de explicación ofrecidas por las ciencias naturales” , y que muchas de las interrogantes
teóricas más importantes en relación con las ciencias sociales pertenecen a la filosofía
antes que a la ciencia, de modo que aparentemente afirma que el estudio de la
sociedad corresponde propiamente a la filosofía. Es asi com o A. R . Louch entiende
a Winch (véase “ The Very Idea o f a Social Science” , Inquiry, 6 [1963]). Pero tal
interpretación es errónea, aunque Winch sea parcialmente responsable de ella.
Winch sostiene que la investigación del “ concepto de lo social” pertenece a la filo­
sofía, y que al elucidar la noción de una forma de vida, la filosofía elucida lo que
tienen de peculiar los fenómenos sociales. Pero esto no quiere decir que el filósofo
usurpe el papel del estudioso de la sociedad; más bien, ayuda a aclarar la función
apropiada del estudioso de la sociedad. En cuanto entendamos lo que está involucrado
aceptables de la teoría de la ciencia social” , pero su monografía original sugiere que
en la noción de una forma de vida, podremos pasar al estudio de las formas especí­
ficas de la vida en nuestras propias sociedades y en otras. El estudioso de la sociedad
describe e interpreta estas formas de vida variadas, lo que sólo puede hacerse inves­
tigando sus estructuras. “ Así como los requerimientos de las matemáticas imponen
limites a las formas aceptables de la teoría de la ciencia natural, los requerimientos
de la filosofía imponen límites a las formas aceptables de la teoría de la ciencia
social” ( “ Mr. Louch’s Idea o f a Social Science” , Inquiry, 7 [1964], p. 205, sin subrayado
en el original).
Pero esta aclaración introduce otra ambigüedad. Winch habla aquí de “ las formas
está cuestionando la idea misma de un estudio científico de la sociedad, y la posibi­
lidad misma de una teoría de la ciencia social.
10 Las afirmaciones de Winch acerca de diferentes “ criterios de racionalidad” han
96 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

; Gran parte de lo que dice W inch puede interpretarse com o algo correcto
y sensato, aunque vago. ¿P or qué sostiene entonces W inch que la “ noción
de : una sociedad humana involucra un esquema de conceptos que resulta
lógicam ente incom patible con las clases de explicación ofrecidas en las cien­
cias naturales” ? Éste es el argumento principal de W inch en apoyo de tan
audaz afirm ación:

Ahora bien, si la postura del investigador sociológico (en sentido am plio)


puede considerarse com parable, en sus principales lincamientos lógicos, a
la postura del científico natural, deberá ocurrir lo siguiente. Los conceptos
y los criterios en cuyos términos juzga el sociólogo que, en dos situaciones,
ha ocurrido la misma cosa, o se ha ejecutado la misma acción, deben enten­
derse en relación con las reglas que gobiernan la investigación socioló­
gica. Pero aquí encontramos una dificultad: mientras que en el casó del
■•••• científico natural sólo debemos tratar con un conjuntó de reglas, las que
gobiernan la propia investigación del científico, aquí lo.que está estudiando
el sociólogo, así com o su estudio de tal cosa, es u n a : actividad humana
que por ende se desarrolla de acuerdo con ciertas reglas. Y son estas reglas,
más bien que las que gobiernan la investigación del sociólogo, las que
especifican lo que deba considerarse cóm o “ ejecución de la m ism a' clase
,de cosa” en (relación con esa clase de actividad (pp. 8 6-87). )

Y añade W inch :

■Dos cosas pueden llamarse “ la misma” o “ diferente” sólo por referencia


• a un conjunto de criterios que establezcan lo que deba considerarse cóm o
~ una diferencia importante. Cuando las *‘cósas” en cuestión son puramente
' físicas, se aplicarán por supuesto los criterios del observador. Pero nd
ocurre así Cuando tratamos con “ cosas” intelectuales (o cualquier clase
de cosas sociales). Porque su carácter intelectual o social, por oposición, a
un carácter físico, depende por entero, de que pertenezcan en cierto sen­
tido a un sistema de ideas o m odos de. vida. Es sólo por referencia a los
criterios que gobiernan ese sistema de ideas o m odos de vida que tales
• cosas tienen una existencia ,com o eventos.intelectuales o sociales. Se sigue
d e aquí que si el investigador sociológico desea considerar tales cosas como
• eventos sociales (com o debe hacerlo por hipótesis) deberá tom ar en serió
lós criterios que se aplican para distinguir ■■diferentes” cláses de acciones
e identificar las “ mismas” acciones dentro de la form a de vida qué está
estudiando. El investigador no puede im poner arbitrariamente Sus propias
" normas sacadas de la nada; En la m edida en que lo haga, los eventos qüfc
"‘éstá estudiando pierden p or com pleto sú carácter com o eventos socialés
(p. ios). _ _; . . . .
originado una •extensa controversia filosófica; Muchos dé los artículos que se ocupan
de esta controversia han sido reunidos en el ; volumen titulado Rationality, ecanp. Bryan
H. Wilson.. .. . - •
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 97

Esto no significa que debamos detenem os en la clase de entendimiento irre­


flexivo que de sus acciones tienen los participantes, “ pero cualquier entendi­
miento más reflexivo debe presuponer necesariamente el entendim iento irre­
flexivo del participante, si ha de considerarse com o un entendim iento genuino
en absoluto” (p. 8 9 ).
¿P ero qué demuestra realmente este argum ento? Supongamos que volve­
mos al ejem plo que ofrece W inch del paradigm a de actuar por una razón.
Si no entendiéramos el concepto de la votación, no podríam os investigar
por qué votó N com o lo hizo. Para entender tal concepto, debemos entender
las instituciones y las reglas de votación de una sociedad particular. Por
supuesto, las reglas efectivas pueden variar (y varían) en diversas sociedades;
no podem os im poner arbitrariamente otras normas traídas de otra parte.
Podemos convenir también con W inch en que, si nos limitáramos a la obser­
vación de los movim ientos exclusivamente físicos, o a los conceptos reque­
ridos para la descripción de tales m ovimientos, no podríam os entender la
votación com o un tipo particular de la actividad humana.
Pero el asunto no termina en tal entendimiento de la votación, y resulta
difícil entender en qué sentido es incom patible con la investigación empírica
o la investigación científica. Por el contrario, es precisamente lo que se re­
quiere para form ular inteligentes interrogantes empíricas y científicas acerca
del com portam iento de votación. U na de las cosas que quizá deseemos saber
es si las razones dadas por los participantes son en efecto las razones que ex­
plican su acción. Pero resulta difícil advertir cóm o podríam os contestar tal
interrogante si no investigamos sistemáticamente diversos factores empíricos
que pueden influir sobre tal com portam iento. O quizá deseemos exam inar si
los patrones del com portam iento de votación pueden correlacionarse con otras
variables tales com o la posición socioeconóm ica, la raza, la religión, etcétera,
en cuyas bases podam os incluso form ular pronósticos, hipótesis y teorías m o­
destas, acerca de esta o cualquier otra form a de com portam iento significativo.
C om o ha señalado Alasdair M acln tyre: “ L o que describe W inch com o la
tarea total de las ciencias sociales es e n efecto su verdadero punto de partida.
A menos que principiem os por una descripción de una sociedad en sus propios
términos, no podrem os identificar el asunto que requiere una explicación.
La atención a las intenciones, los m otivos y las razones debe preceder a la
atención a las causas.. Maclntyre tiene razón también cuando afirm a:

En una sociedad dada podem os descubrir diversas regularidades sistemá­


ticas. Hay los sistemas de reglas que dicen observar los agentes; hay los1

11 Alasdair Maclntyre, “ The .Idea o f á Social Science” , Againts the Self-Images of


the A ge, p. 223. '
98 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

sistemas de reglas que en efecto observan; hay regularidades causales exhi­


bidas en la correlación de posiciones sociales y formas de com portam iento,
y de una form a de com portam iento y otra, que no están gobernadas por
reglas en absoluto; hay regularidades que no son en sí mismas causales
ni están gobernadas por reglas, aunque su existencia depende quizá de
regularidades de ambos tipos, com o los patrones cíclicos de desarrollo exhi­
bidos en algunas sociedades; y hay las interrelaciones existentes entre todas
estas regularidades. W inch se concentra en algunas de estas regularidades
a expensas de otras.12

Además, W inch insiste en que las formas de vida no son estáticas e inmu­
tables: se desarrollan, cam bian y a veces desaparecen. N ada de lo que ha
dicho descartaría la legitimidad de interrogantes empíricas acerca de los
factores que influyen sobre las formas de vida que constituyen la vida social.
T oda investigación seria trataría de separar los factores causalmente efectivos
de los que no lo son.
W inch podría objetar que esta crítica se basa en una confusión conceptual,
ya que presupone que las categorías causales pueden aplicarse al estudio de
los fenóm enos sociales, mientras que el m eollo de su argumento es la demos­
tración de que los términos causales y la explicación causal pertenecen a un
esquema conceptual diferente o a “ estratos lingüísticos” diferentes.13 Si cre­
yéramos que el concepto de causa sólo se aplica a los movimientos físicos
o a la correlación de los eventos mentales discretos, habría algún fundam ento
para tal concepción. Pero aquí debemos objetar que el cuidadoso análisis
conceptual que W inch y otros demandan cuando consideramos el concepto
de la acción parece faltar por com pleto cuando habla de la causalidad y la
explicación causal.14 Si aceptam os la aseveración del propio W inch en el
sentido de que la ciencia misma es una form a de vida — o más bien, que
la ciencia está integrada por variadas formas de vida— , lo que se pide es
una separación cuidadosa de estas formas de vida, y un entendimiento de
las semejanzas y diferencias familiares existentes entre el estudio de los fenó­
menos sociales y los fenóm enos naturales, incluidas las formas en que ha­
blamos legítimamente de las causas de los fenóm enos sociales y las investi­
gamos. L o que parece tan irónico y paradójico es el supuesto de W inch en el
sentido de que, aun dentro de las ciencias naturales, el “ discurso causal”

« Ibid., p. 221.
13 Véase a F. Waismann, “ Language Strata” , How I See Philosophy.
14 Véase una discusión de las complicaciones involucradas en la aplicación del con­
cepto de la causalidad al estudio del comportamiento humano en Donald Davidson,
“ Action, Reasons, and Causes” , Journal of Philosophy, 60 (1 9 6 3 ); Charles Taylor,
The Explanation of Behaviour; Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice; y George
Henrik von Wright, Explanation and Understanding.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 99

debe significar una clase de cosa. Es com o si se reprimieran u olvidaran


todas las prevenciones de W ittgenstein cuando hablamos del concepto de la
causalidad, un concepto no menos com plejo y variado que el de la acción.
A lgo parece andar mal en el argumento de W inch. Podemos convenir con
m ucho de lo que dice acerca de lo que es peculiar en un tipo o aspecto de
los fenóm enos sociales, pero su elucidación de los fenóm enos sociales fracasa
com o un argumento en favor de la incom patibilidad. Hanna Pitkin hace
una observación similar.

El lenguaje de la a cción .. . se forja característicamente en el uso que le


dan los actores en el curso de la acción ; pero no son tales sus usos únicos,
ni las únicas influencias sobre su gramática. A veces hacemos (lo que
se llam a) una descripción de una acción en form a objetiva; a veces ha­
cemos (lo que se llam a) un pronóstico de una acción ; a veces hacemos
(lo que se llam a) una explicación causal de la acción. Por lo tanto, el
problem a de la ciencia social no es que el pronóstico y la causación no se
apliquen a las acciones, ni que la objetividad sea im posible, sino que estos
conceptos se aplican a las acciones en formas peculiares, formas que ori­
ginan dificultades conceptuales cuando tratamos de generalizar acerca
de ellas.13

Así pues, si concluim os que W inch está tratando de demostrar la incom pa­
tibilidad de los conceptos utilizados en el estudio de los fenóm enos sociales
con los usados en la ciencia y la investigación em pírica — com o lo desea el
propio W inch— , tendremos que juzgar un fracaso su argumento. Pero dejar
aquí la cuestión sería perder lo más valioso de sus investigaciones. En lugar
de considerar que W inch está proponiendo — sin lograr justificarlo— un
argumento de im posibilidad, podem os interpretar sus aseveraciones — siguien­
do la sugerencia de Pitkin— com o intentos de aclaración de los sentidos
en que los conceptos utilizados en el estudio de los fenóm enos naturales
experimentan un cam bio sutil de énfasis y de significado cuando se aplican
a los fenóm enos sociales. Además, podem os ver que W inch está iluminando
importantes problemas conceptuales que deben afrontarse en el estudio siste­
m ático de los fenóm enos sociales. Indicaré tres áreas en las que W inch localiza
importantes problemas conceptuales pero ofrece escasa orientación para su
solución.
W inch tiene razón cuando subraya la im portancia del entendimiento y
la interpretación de las prácticas y las instituciones sociales. Cuando exa­
minamos una actividad com o la votación, es posible que no encontremos
obstáculos importantes para alcanzar tal entendim iento; pero cuando nos

16 Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice, pp. 267-268.


100 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

ocupam os de la religión, la brujería o la magia, surgen difíciles problemas


conceptuales de principio y de hecho para decidir incluso lo que sea
una interpretación adecuada de los fenóm enos involucrados. Comentando
la noción weberiana del Verstehen com o un proceso de elaboración de
interpretaciones sociológicas, W inch objeta categóricam ente la tesis de que
verificam os la validez de una interpretación sugerida apelando a “ leyes
estadísticas basadas en la observación de lo que ocurre” . “ Contra esta
concepción, quiero insistir en que si una interpretación ofrecida está errada,
las estadísticas podrán sugerir que así ocurre, pero no constituyen la corte
de apelación decisiva y final acerca de la validez de las interpretaciones
sociológicas en la form a sugerida por W eber. L o que se requiere es una inter­
pretación m ejor, no algo de clase diferente” (p . 113).
Pero W inch no dice nunca cóm o decidir cuál es la interpretación m ejor
entre varias alternativas. Podría replicar que esto sólo puede determinarse
en casos particulares cuando examinemos las interpretaciones alternativas, y
que puede decidirse en diversas formas. Pero esto sólo hace retroceder el
problem a. En los propios términos epistem ológicos de W inch, la interpre­
tación de los fenóm enos sociales es en sí misma una actividad gobernada
por reglas que involucra inevitablemente algunos criterios de corrección e
incorrección. W inch no presenta estos criterios en ningún mom ento. Es
precisamente la sospecha de que no hay tales criterios para la evaluación
de interpretaciones sociológicas alternativas lo que hace que muchos cien­
tíficos sociales ortodoxos se muestren escépticos acerca de conceptos tales
com o “ interpretación” y “ entendimiento” en el estudio de la sociedad.
En segundo lugar, W inch tiene razón cuando subraya que, en el estudio
sistemático de algunos fenóm enos sociales, debemos prestar gran atención
a las reglas que gobiernan la actividad de los participantes y a sus criterios
para lo que esté “ haciendo la misma clase de cosa” . W inch insiste en que
“ un entendimiento más reflexivo debe presuponer necesariamente el enten­
dim iento irreflexivo del participante, para que sea un entendimiento genuino”
(p . 89), pero nunca establece la relación lógica existente entre los conceptos
y las categorías empleados por el investigador sociológico y los conceptos y
categorías de los participantes estudiados. Por supuesto, esto variará de una
situación a otra, y el propio W inch nos dice que un psicoanalista “ puede
explicar el com portam iento neurótico de un paciente en términos de facto­
res desconocidos para el paciente y de los conceptos que le resultarían
ininteligibles” (p. 89). Esta situación surgiría presumiblemente siempre que
creamos que los participantes tienen una “ conciencia falsa” o una concep­
ción ideológica errada de las formas de vida en las que participan. Pero
si se admite que los participantes pueden estar errados en su “ entendimiento
irreflexivo” y que su actividad puede explicarse en términos de factores
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 101

desconocidos y aun ininteligibles para ellos, no están claros en absoluto


los límites que deban fijarse al investigador sociológico. En ciertos momentos**
W inch parece afirmar simplemente que, antes de que podam os ofrecer algup
na interpretación de los fenóm enos sociales desde un punto de vista externo,!
debemos aseguramos de que entendemos la situación tal com o la concib^ip,
los involucrados. Para que esto sea algo más que la afirm ación trivial de>
que en todo estudio — tanto en las ciencias naturales com o en las ciencia^
sociales— debemos tom ar en cuenta lo que estamos tratando de e x p liq i^
se requiere alguna especificación de los límites efectivos a nuestros modos .
entendimiento más reflexivos. •-irftnt
En tercer lugar, afirm a Winch que “ las relaciones sociales existentes enjtfl»..
los hombres, y las ideas que materializan las acciones de los hombres, ..M í­
en realidad la misma cosa considerada desde puntos de vista difereptrf^
(p. 121), y que “ nuestro lenguaje y nuestras relaciones sociales son sola do*
caras diferentes de la misma moneda” (p. 123). En consecuencia, “ sí^Jzu?
relaciones sociales entre los hombres existen sólo en sus ideas y a travftr
de ellas, dado que las relaciones entre las ideas son relaciones interna*,, Bur
relaciones sociales deben ser una especie de la relación interna tamMéd*’
(p. 123).
Otra vez nos inclinamos a decir que hay algo correcto e importante t
lo que W inch quiere decir, pero también algo errado y engañoso e p .
aseveraciones efectivas. N o podem os empezar siquiera a entender algúnks
relaciones sociales si no entendemos las creencias y los conceptos de 'tóS*
participantes involucrados. Para entender la diversidad de relaciones socia&3?
incluso tan poco discursivas com o las de am or, amistad, hostilidad, od io?
etcétera, debemos entender cóm o se interpretan y conciben los partía**
pantes. Contra la tesis de que podem os om itir las “ descripciones intepciíK
nadas” de los participantes. W inch está haciendo una observación ixnpofó
. ih
tante.
Sin embargo, la afirm ación de que las relaciones sociales constituyen una
especie de las relaciones internas se transforma fácilm ente en la afirm adóti
de que, para entender las relaciones sociales, basta entender las formas en
que se relacionan internamente. W inch om ite, o por lo menos minimiza,
la diversidad de las formas en que las relaciones sociales se ven influidas
por factores externos no lingüísticos: factores que pueden ser desconocidos
o estar ocultos para los participantes involucrados. Y a hemos visto que, en
el cam po del psicoanálisis, W inch admite que el terapeuta puede explicar
legítimamente el com portam iento de un individuo — y sus relaciones so­
ciales— por referencia a factores desconocidos para el paciente. Pero W inch
no aprecia que la lógica de esta situación puede generalizarse. En nuestro
esfuerzo mismo por entender un tipo de relación social, con frecuencia se
102 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

requiere esta clase de inform ación em pírica. Independientemente de las crí­


ticas que podam os form ular a Freud o a M arx, ellos nos han enseñado
que algunos factores ocultos pueden ejercer una influencia poderosa sobre
lo que piensan los hombres y sobre sus relaciones sociales. Com o ocurre
con tantos de sus argumentos, W inch parece estar operando con una dico­
tomía especiosa: debemos considerar las relaciones sociales de acuerdo con
el m odelo del lenguaje o de la interacción de fuerzas físicas. Esta misma
dicotom ía sirve para descartar com o conceptualm ente confusas algunas inte­
rrogantes empíricas legítimas e importantes: los factores no lingüísticos que
influyen sobre nuestras relaciones sociales.
La estrategia del argumento de W inch está errada porque es la viva
imagen de lo que com bate. El verdadero objetivo del ataque de W inch es
una form a de cientificism o que se niega a reconocer la existencia de algo
peculiar en nuestra vida social y los conceptos requeridos para describirlo
y explicarlo. W inch está rastreando el sesgo apriorístico que declara que la
m ención del “ entendimiento” , la “ interpretación” , las “ formas de vida” ,
y el “ com portam iento gobernado por reglas” está fuera de lugar en un
enfoque estrictamente científico del estudio de los fenóm enos sociales.16 Pero
la consecuencia de los argumentos de W inch — a pesar de protestas oca­
sionales en el sentido de que no es tal su intención— es el aislamiento de
la vida social y los conceptos pertinentes frente al resto de la naturaleza y de la
investigación em pírica. Si aceptáramos muchas de las aseveraciones de W inch,
sería una confusión conceptual la investigación de las influencias causales
externas de nuestra vida social. Esto resulta ser en sí mismo un sesgo
apriorístico injustificado. Más grave aún es el hecho de que el tipo mismo
de entendimiento e interpretación de los fenóm enos sociales demandado
por W inch requiere que busquemos las determinantes causales de las formas
de vida- específicas que están “ dadas” .
Vem os la misma clase de curiosa imagen viva en el “ descriptivismo” que
impregna tantas de las aseveraciones de W inch:

18 R. Harré y P. F. Sécord tratan de demostrar, en The Explanation of Social


Behaaiour, que un entendimiento de un ser humano como agente seguidor de reglas
puede servir de base al estudio científico del comportamiento social. En su prefacio
escriben: “ La idea de que un ser humano debe ser considerado en su comportamiento
social como un agente seguidor de reglas ha constituido la base de gran parte de la
crítica contemporánea de la ciencia social, y ha sido utilizada en efecto por autores
tales como P. W in ch .. . para atacar la concepción misma de un estudio científico del
comportamiento social humano. Creemos que esta conclusión es errada, y que deriva
de una concepción equivocada de la naturaleza de la ciencia, desarrollada en las
escuelas de la filosofía positivista” (p. v ).
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 103

La ciencia, al revés de la filosofía, se enreda en su propio m étodo de


presentación inteligible de las cosas con exclusión de todas las demás. O
m ejor dicho, aplica sus criterios irreflexivam ente; porque si se reflexiona
sobre tales cuestiones se estará haciendo filosofía. Esta irreflexión no filo-
sófica se justifica en su mayor parte en la investigación de la naturaleza
(excepto en momentos críticos tales com o los que vivió Einstein antes de
form ular la Teoría Especial de la R ela tivid a d); pero resulta desastrosa
en la investigación de una sociedad humana, cuya naturaleza misma es la
coexistencia de formas de vida diferentes y opuestas, cada una de las cuales
ofrece una explicación diferente de la inteligibilidad de las cosas. Adoptar
una visión no com prom etida de tales concepciones opuestas es peculiar­
mente la tarea de la filosofía; no le com pete otorgar premios a la ciencia,
la religión, o alguna otra cosa. N o le com pete propugnar ninguna Weltan-
schauung.. . C om o dice W ittgenstein: “ La filosofía deja todo com o estaba”
(pp. 102-103).

Aunque W inch subraya que la adopción de tal visión no com prom etida cons­
tituye peculiarmente la tarea dé la filosofía, también se la imputa claramente
a las “ formas aceptables de la teoría científica social” . El investigador social
no debe imponer sus propias normas de racionalidad o inteligibilidad, sino
que debe mostrar las normas de las formas de vida que investiga. Tales
afirmaciones parecen muy razonables: son una defensa de la apertura a la
diversidad de las formas de vida, y una prevención contra los sesgos que mati­
zan y distorsionan lo que investigamos. Pero tienen doble filo : W inch no
advierte que la “ conciencia” que tom a com o algo característico de la filo­
sofía im plica una distancia y una perspectiva críticas. U no de los objetivos
primordiales dé la tradición de la theoria — no sólo en la filosofía, sino
también en la teoría social y política— ha sido la distinción de lo verdadero
frente a lo falso, de lo aparente fíente a lo real y esencial. N o le corres­
ponde a la filosofía “ conceder premios” , pero sí com pete a la filosofía y a
la teoría genuina la provisión de la base necesaria para la evaluación crí­
tica de las formas de vida. Afirm a W inch que “ el concepto de aprender de
que está involucrado en el estudio de otras culturas se liga estrechamente
al concepto de la sabiduría. N o afrontamos sólo técnicas diferentes sino
también posibilidades nuevas del bien y el mal, en relación con las cuales
es posible que los hombres se adapten a la vida” .17 Pero tal “ sabiduría” estará
vacia si no provee también alguna base crítica para la evaluación de estas
“ posibilidades nuevas del bien y el mal” . Podemos advertir sin duda la
existencia de algunas formas de vida deshumanizantes y alienantes, y que­
remos entender precisamente cuáles son sus m anifestaciones; la insistencia

17 Peter Winch, “ Understanding a Primitive Society” , Ethics and Action, p 42.


104 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

en que la filosofía y la teoría social permanezcan neutrales y no com pro­


metidas mina toda base racional de tal crítica de la sociedad.

La acción hum ana como un concepto m oral : A. R. L ouch

W inch fue uno de los primeros filósofos que mostraron la importancia de


las investigaciones lingüísticas para el entendimiento de “ el concepto de lo
social” y para criticar el entendimiento del conocimiento social com o un
conocimiento de ciencia natural. A. R. Louch ha propuesto una tesis mucho
más radical y escéptica. Louch cree, com o Winch, que la filosofía analí­
tica — en particular las investigaciones lingüísticas de Wittgenstein, Ryle y
Austin— puede iluminar la acción humana y los fenómenos sociales. Pero
W inch es uno de los blancos principales del ataque de Louch, ya que lo
acusa de las confusiones conceptuales más groseras.18 Mientras que Winch
sostiene que “ los reqúerimientos de la filosofía imponen límites a las formas
aceptables de la teoría científica social” ,19 Loüch declara que “ he tratado
sobre todo de demostrar que la idea misma de una ciencia del hombre o
de la sociedad es insostenible” (p. v iii).20 La postura extremadamente po­
lémica que asume Louch en Explanation and Human Action (1969) está
determinada por su convicción de que la búsqueda misma de un entendi­
miento científico de la sociedad humana tiene consecuencias morales peligrosas
y perniciosas. Tal búsqueda refuerza una “ actitud científica o ingenieril” que
se ocupa primordialmente de las técnicas eficaces de la manipulación.

Totalitarismo es una palabra demasiado débil y un instrumento demasiado


ineficiente para describir la sociedad científica perfecta. En los regímenes
totalitarios que hemos conocido todavía se tiene conciencia de la coerción
y por ende de las alternativas, por desastrosas que puedan ser para el indi­
viduo. En la sociedad de los ingenieros, promovida quizá sin intención por
los psicólogos y los sociólogos que se esfuerzan por ser científicos, ten­
dríamos que renunciar al concepto de una sociedad abierta o civil que,
por ineficiente que sea, promueve un orden social basado en el respeto por
los hombres com o personas o agentes autónomos.
U n programa que tenga tales consecuencias finales tiene que ser refu­
tado (p. 239).

18 En cuanto a la crítica formulada por Louch contra Winch, véanse las referencias
de la nota 7.
19 “ Mr. Louch’s Idea of a Social Science” , Inquiry, 7 (19 64 ), p. 205.
20 A. R . Louch, Explanation and Human Action. A menos que se aclare otra cosa,
todas las referencias a las páginas de Louch corresponden a. este .libro.
LENGUAJE,' ANALISIS Y TEORIA 105

Louch utiliza diversas estrategias en su ataque a la idea misma de una


ciencia del hombre y de la sociedad. Demuestra que gran parte de lo que
pasa por conocimiento de ciencia social es perogrullada y vacuidad, o expresa
juicios de sentido común envueltos en una jerga técnica. Trata de aclarar
que la obsesión por la búsqueda de generalidad y de leyes comprensivas ha
descarriado a muchos científicos sociales. “ Tenemos, en efecto, un conoci­
miento bastante abundante de la naturaleza humana que sólo puede asimi­
larse al patrón de explicación de la generalidad invocando hipótesis artifi­
ciales y torpes acerca de las cuales nos sentimos mucho menos seguros que
acerca de los casos particulares que tratan de garantizar las generalizacio­
nes” (pp. 3 -4). Louch quiere calar más hondo y exponer los que considera
sesgos epistemológicos en la concepción ortodoxa de lo que involucra una
explicación correcta de los fenómenos sociales. Contra la opinión de que
hay algo inadecuado, deficiente o incompleto acerca de las explicaciones
ad hoc. Louch sostiene que ése es ■justamente el tipo de •explicación que
describe las acciones humanas. Aun ataca una interpretación común de la
doctrina de la explicación causal. “ La concepción de que la explicación
causal depende de observaciones repetidas de sucesión temporal se apo­
ya sobre todo en una visión atomista de lo que creemos observar, una vi­
sión que no puede sostenerse inteligiblemente, com o trataré de demostrar”
(p. 4 ). Louch no desea destruir sólo las afirmaciones pretenciosas de la ciencia
social y minar los fundamentos epistemológicos en los que descansa, sino
aclarar también las formas en que describimos y explicamos en efecto las
acciones humanas. ¿Q u é hay entonces tan peculiar en la descripción y ex­
plicación de las acciones humanas que justifique la pretensión de que “ es
insostenible una ciencia del hombre o de la sociedad” ?
Louch expone su tesis en forma sucinta:

De acuerdo con una ortodoxia prevaleciente, la observación es una cosa


y la evaluación otra muy distinta. En consecuencia, la actividad de la
evaluación no nos da ninguna información nueva acerca del mundo. Con­
tra esta concepción sostendré que la observación, la descripción y la ex­
plicación de la acción humana sólo es posible mediante categorías mo­
rales. Espero demostrar que el concepto de la acción misma es un concepto
moral en el sentido lato (p. v ii).

Dado que las categorías morales no son conceptos científicos y no pueden


reducirse o reemplazarse por conceptos científicos, una ciencia de la acción
humana es imposible. ¿ Pero qué se quiere decir cuando se afirma que la
observación, la descripción y la explicación de la acción sólo son posibles
en términos de categorías morales? El sentido en que utiliza Louch la pala­
bra “ moral” se caracteriza com o la concepción procesal de la moral.
106 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

En la concepción procesal, un hombre cuyas acciones están guiadas por


sus evaluaciones, y cuyo entendimiento de sus propias acciones y de las
acciones de los demás está guiado por las razones que descubre para tales ac­
ciones en la situación del actor, está observando el comportamiento desde
el punto de vista moral. Mientras describa su propia conducta y la con­
ducta de los demás com o una ejecución atinada o desastrosa, efectiva o em­
brollada, adecuada o errada, será un agente y un observador moral. Es
posible que las razones que descubra com o los productos finales de su
diagnóstico sorprendan u ofendan a diversas sensibilidades morales; pero
es relativamente poco importante. L o importante es que piense en términos
de razones. El hombre ejecuta o describe acciones, no buscando antece­
dentes temporales o dependencias funcionales sino decidiendo que la situa­
ción autoriza a un hombre a actuar en la forma que lo hizo o que tenderá
a hacerlo (p. 51).

Louch está bien consciente de que está desafiando una de las doctrinas
principales de gran parte de la filosofía y de la ciencia social contempo­
ráneas.

Los científicos del comportamiento tienden a pensar que el valor es un


obstáculo sutil y peligroso para la descripción objetiva de la acción hu­
mana. En consecuencia, estos científicos creen que si hacen a un lado
sus valores, los articulan y los aíslan en un prefacio, todo marchará bien.
Pero los valores no intervienen en las descripciones de los asuntos humanos
com o influencias perturbadoras; por el contrario, nos permiten describir
el comportamiento humano en términos de la acción. En la medida en
que las unidades del examen del comportamiento humano son acciones,
no pueden observarse, identificarse o aislarse, sino mediante las categorías
de la evaluación y el enjuiciamiento. N o hay dos etapas, una identificación de
las propiedades y las cualidades de la naturaleza y luego una evaluación
de ellas; etapas que luego podrían ser estudiadas por expertos diferentes.
Sólo hay una etapa, la delincación y la descripción de eventos en términos
de valor (p. 56, sin subrayado en el original).

Louch presenta su tesis en la forma más categórica posible cuando afir­


ma que “ el hombre o la situación no se ve y luego se evalúa, o se evalúa
y luego se ve distorsionado; se ve moralmente. El valor y el hecho se
funden” (p. 54).
¿C óm o deberemos interpretar exactamente las afirmaciones de Louch?
Hay una interpretación mínima en la que ambas son plausibles e impor­
tantes, y una interpretación más fuerte — esencial para el argumento de
Louch— en la que son inverosímiles y erradas. Las aseveraciones de Louch
son vigorosas contra quienes piensan que existe un sentido unívoco de
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 107

“ observación” y “ descripción” que sólo consiste en la información de datos


sensorios u objetos físicos, y contra quienes piensan que todo otro sentido
de la “ observación” o la “ descripción” es ilegítimo. Hay algunos contextos
y paradigmas en los que describimos nuestra propia conducta y la de los
demás com o “ una ejecución atinada o desastrosa, efectiva o embrollada,
adecuada o errada” . La afirmación de que esto no está realmente “ descri­
biendo” nos dice más acerca de nuestros sesgos epistemológicos en relación
con la descripción que acerca de la gramática de la descripción. Es un
ejemplo clásico del tipo de sesgo expuesto tan brillantemente por Wittgen-
stein en Philosophical Investigations: el sesgo donde, cegados por una “ ima­
gen” de lo que debe ocurrir, dejamos de “ ver y observar” las diversas
formas en que utilizamos efectivamente los conceptos. Pero si admitimos
esto estaremos formulando una tesis mucho más modesta que la de Louch,
quien sostiene que “ en la medida en que las unidades del examen del
comportamiento humano son acciones, no pueden observarse, identificarse
o aislarse, sino mediante las categorías de la evaluación y el enjuiciamiento” .
Pero esto es seguramente un error. Podemos describir, y describimos, accio­
nes tales com o las de votar, firmar un contrato o suicidarse. Por supuesto,
no podemos describir tales acciones si no entendemos los conceptos que
estamos utilizando. Podemos — aunque no necesitamos hacerlo— pasar a
describir estas actividades com o “ una ejecución atinada o desastrosa, efectiva
o embrollada” , etcétera. En algunos casos dudosos se nos pedirá que eva­
luemos la base de la afirmación de que se ejecutó una acción. Pero esto
parecería aplicarse igualmente a la descripción de cualquier fenómeno físico.
Además, si recurrimos a las formas paradigmáticas en las que hablamos
— com o lo hace Louch— . gran parte de lo que afirma es igualmente apli­
cable a la descripción de las acciones no humanas. Podemos decir que
el movimiento de un caballo es gracioso, o que un chimpancé resuelve un
problema en forma inteligente, o que los leones se comportan cobarde­
mente. Aun podríamos sostener que la tesis de Louch se aplica a algunas
de nuestras descripciones de objetos inanimados. El hecho de que a veces
hablemos en tales formas no revela nada peculiar acerca de la acción
humana.
En una forma curiosa, el propio Louch parece caer víctima de su
tesis de la generalidad cuando pasa de la observación de que a veces
utilizamos categorías “ morales” para describir acciones a la afirmación erra­
da de que no podemos observar, identificar o describir acciones humanas
sin el empleo de categorías morales. En realidad, su afirmación es importante
para señalar un conjunto de problemas difíciles que deben afrontarse,
más bien que para demostrar que el estudio científico de los individuos
y de la sociedad sea insostenible. Operando bajo el dogma de una ciencia
io s LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

social libre de valor, muchos científicos sociales ortodoxos no son conscientes


del alto grado en que su investigación involucra categorías de evaluación
y enjuiciamiento. Esto no es cierto sólo cuando hablan de la “ democracia” , o
del comportamiento “ disidente” o “ disfuncional” o “ normal” o “ patológico” ,
sino también en formas menos obvias, cuando utilizan conceptos tales como
los de “ papel” , “ posición” , “ equilibrio” y “ sistema” .21
Ni siquiera la distinción de Nagel entre los dos tipos de “ juicio de
valor” es muy útil aquí, porque Nagel elude muchas de las dificultades de la
demarcación de las fronteras que separan estos tipos, y no advierte las
discriminaciones necesarias cuando pasamos de conceptos relativamente libres
de controversia tales com o “ anemia” , a otros tan traicioneros com o “ in­
teligencia” y “ salud mental” , donde están en duda los criterios mismos
de la aplicación de estos conceptos. Hay una respuesta obvia que Nagel y
los científicos sociales ortodoxos pueden ofrecer cuando se señala la genera­
lidad de las categorías “ morales” en la descripción de las acciones huma­
nas. Si los términos “ democracia” , “ inteligencia” y “salud mental” parecen
objetables a causa de sus matices morales, afirman estos científicos, podrán
usarse términos más neutrales sin afectar lógicamente la verdad o falsedad,
corrección o incorrección de las descripciones. Por ejemplo, podemos objetar
que se llame “ democracia” a la comunidad política contemporánea de los
Estados Unidos, en vista de las connotaciones evaluativas de este término;
como quiera que se le llame, todavía hay que ofrecer una descripción
adecuada del funcionamiento de este sistema político. Pero hay algo inge­
nuo en esta respuesta que minimiza la medida en que los conceptos “ des-
criptivo-evaluativos” inundan y configuran no sólo nuestro discurso ordinario
acerca de las acciones humanas sino también la literatura de la ciencia
social, en particular la “ teoría empírica” .
En suma, no creo que las observaciones de Louch acerca de la acción
humana com o un concepto moral establezcan una tesis de “ imposibilidad”
acerca de una ciencia del hombre o de la sociedad. Pero indican lo que
se requeriría para reescribir la literatura de la ciencia social en forma
antiséptica en un lenguaje de “ descripción pura” . Ni siquiera está claro el
significado del concepto de una “ descripción pura” , o lo que sería un
lenguaje que trate de describir la acción humana pero que esté privado de
todos los aspectos evaluativos. Pero hay una cosa clara: en el esfuerzo por
réalizar tal proyecto en forma sistemática, nos encontraríamos con un voca­

21 No debemos subestimar las dificultades conceptuales de la descripción de la


conducta humana, como se aprecia en las disputas recientes sobre lo que sea el com ­
portamiento “ disidente” y lo que deba considerarse como “ suicidio” . Véase a Jack
D. Douglas, The Social Meanings of Suicide, y Deviance & fíespectability: The
Social Construction of Moral Meanings, comp. Jack D. Douglas.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 109

bulario artificial y castrado, con escasa o ninguna relación con las formas
en que hablamos — com o científicos sociales— acerca de la acción humana.
Hasta aquí me he concentrado en el esfuerzo de Louch por demostrar
que la observación, descripción e . identificación de las acciones humanas
involucran categorías de evaluación y enjuiciamiento: lo que Louch llama
categorías morales. Pero necesitamos considerar lo que dice Louch acerca
de la explicación de la acción humana para entender cabalmente por qué
considera insostenible una ciencia del hombre. Quiere demostrar Louch
que el tipo de explicación adecuada para las acciones humanas es la
“ explicación moral” , no la explicación científica, y además que las expli­
caciones morales son explicaciones ad hoc y limitadas por el contexto. Su
polémica se dirige contra lo que considera el sesgo injustificado de una
“ mentalidad científica” convencida de que hay algo ilegítimo y poco satis­
factorio en tales explicaciones ad hoc.

La naturaleza de la explicación depende de las clases de cosas investigadas


y de los casos ejemplares que utilizamos en nuestras investigaciones, a
menudo inconscientemente. La explicación, com o dice Wittgenstein, es una
familia de casos, unidos sólo por un objetivo común, para volver algo
evidente o claro. Esto sugiere que no podría hacerse una descripción co­
herente de la explicación sin tomar en cuenta al auditorio al que se ofrece
la explicación o la fuente del desconcierto que requiere una explicación.
Hay muchos auditorios, muchos acertijos, y diversos casos paradigmática­
mente claros que originan, por contraste, desconciertos acerca de otros
casos. Los medios de la explicación son así muy heterogéneos (p. 233).

Louch afirma esto com o una conclusión, pero en su discusión de conceptos


tales com o los de atracción, deseo, necesidad, emoción, motivo, intención,
propósito, etcétera, ha tratado de demostrar cuán heterogéneos son los acer­
tijos que debemos afrontar para entender la actuación humana y la diver­
sidad de las formas en que aclaramos algo. En virtud de que Louch cree
que una ciencia del hombre o de la sociedad presupone una creencia en
una “ teoría unívoca de la explicación, donde toda explicación consista
en poner un caso bajo una ley” (p. 233), duda de la posibilidad de tal
ciencia.
Entre los científicos sociales ortodoxos ha predominado en efecto la
creencia de que hay, o debe haber, un sentido unívoco de la explicación,
y que una explicación científica adecuada asumirá la forma de la deduc­
ción a partir de leyes fundamentales. En nuestra investigación de Merton,
Smelser y Nagel hemos visto formas diferentes de este sesgo. Además, este
sesgo ha ocultado muchas de las diversas formas en que ofrecemos expli­
caciones de las actuaciones humanas en la vida ordinaria. También ha
110 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

existido la convicción de que la explicación científica “ genuina” es más


básica y perspicaz que la diversidad de explicaciones ad hoc que damos
ordinariamente de nuestras acciones. Por lo tanto, los científicos sociales
han tendido a eliminar mediante la explicación los tipos heterogéneos de
explicaciones, antes que a explicarlos adecuadamente. Si sólo esto afirmara
Louch, aplaudiríamos sus análisis com o un correctivo saludable.
Pero Louch formula aseveraciones dudosas mucho más fuertes. Afirma
que “ el relativismo significa entonces'que las acciones sólo pueden juzgarse
en el contexto, y que no hay ningún contexto universal. La explicación de
la acción humana está limitada por el contexto.. . L o importante es la
diversidad, el detalle, no las características generales que echan las bases
de las leyes” (p. 207). Y Louch obtiene algunas conclusiones muy sustancia­
les y controvertibles de su insistencia en la heterogeneidad y la diversidad
de la conducta humana y de las explicaciones de esta conducta.

Así que las únicas recomendaciones morales, com o las únicas recomenda­
ciones para el estudio empírico del hombre, equivalen a lo mismo: un
movimiento aquí, un movimiento allá, un zigzag, com o ocurría con las
recomendaciones de Aristóteles acerca del Punto M edio, todo tentativo y
sujeto a cambio. Es de las generalizaciones contundentes en el campo de
la ética y de las pretensiones de la teoría general en el campo de la ciencia
de la conducta que debemos temer más las clases de imposiciones sobre
nuestras vidas que forjan los regímenes totalitarios. Por decirlo así, las
cosas son siempre malas, o por lo menos no tan buenas com o podríamos
concebirlas; pero los cambios grandiosos, ya se apoyen en la ética de Pla­
tón, en el historicismo de Marx, o en las leyes del condicionamiento de
Skinner, empeorarán muy probablemente las cosas. Los hombres y las
situaciones representan una diversidad y una diversidad cambiante, lo
que vuelve triviales o falsas las leyes generales, y los principios morales
universales un verdadero mal (p. 208).

Este pasaje señala una dicotomía fundamental para el argumento y la po­


lémica de Louch: una dicotomía sospechosa. Escribe Louch com o si con­
frontáramos una situación de todo o nada. O nos ocupamos exclusivamente
de la diversidad, complejidad y detalle de los contextos específicos de las
acciones humanas, y de descripciones y explicaciones ad hoc de tales acciones,
o nos enredaremos en la búsqueda inútil de la generalidad que conduce a
afirmaciones vacías, perogrullescas y dudosas, y de doctrinas universales que
constituyen un verdadero mal.
L o que parece eliminarse com o algo ilegítimo es la necesidad genuina
de obtener alguna perspectiva de los contextos variados en que nos encon­
tramos, a fin de entenderlos y explicarlos. En su preocupación — casi una
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 111

obsesión— por atacar la “ tesis de la generalidad” en todas sus formas,


Louch ha unido varios hilos de su argumento que deben mantenerse cui­
dadosamente separados. Se afirma que, en la vida ordinaria, con frecuencia
describimos y explicamos las acciones humanas utilizando categorías mora­
les, y además que ofrecemos explicaciones ad hoc. El sesgo que supone que
tales explicaciones están erradas o incompletas no se justifica y debe ser
denunciado. Existe también la afirmación importante de que muchas de
las descripciones y explicaciones ofrecidas en las ciencias sociales involucran
categorías de evaluación y enjuiciamiento, y que muchos científicos sociales
han carecido de la conciencia crítica de que están ofreciendo descripciones
y explicaciones morales. Esto se traduce en la presentación de evaluaciones
muy dudosas y controvertibles com o si se basaran simplemente en una des­
cripción de hechos libres de valoración. Y existe también el ataque per­
sistente de Louch a la concepción de que una explicación genuina de la
acción humana debe asumir la forma canónica del englobamiento de casos
particulares bajo teorías y leyes generales.
Pero en cuanto separamos los diversos elementos del ataque polémico de
Louch podemos distinguir los diversos sentidos de la búsqueda de genera­
lidad. Sus argumentos no justifican una condenación rotunda de todas las
formas de la generalidad en la explicación de las acciones humanas. En
ciertos momentos, el propio Louch parece consciente de esto, aunque lo
reprime cuando subraya la diversidad y el detalle de los contextos humanos
y los tipos de explicaciones adecuados para ellos. Al discutir la teoría
económica, afirma Louch que

A excepción de los estudios puramente estadísticos del ciclo económico, el


volumen y la velocidad del crédito, el dinero y los productos, 1a economía
es, com o teoría, una teoría moral. Esto no la desacredita. Necesitamos una
enunciación clara de los objetivos de la economía para realizar investiga­
ciones pertinentes en las posibilidades físicas de la situación económica que
nos permitan decidir cóm o afectará a otros la alteración de nuestra cir­
cunstancia. Sólo surgen dificultades cuando un concepto tal com o el de
la necesidad, tras de haber saturado el estudio de la economía de consi­
deraciones morales, se presenta com o un hecho inocente y descubrióle, que
luego nos impulsa a asumir intereses especiales com o si reflejaran leyes
inevitables de la naturaleza (p. 76).

Y agrega Louch:

Veamos, por ejemplo, la tesis tan popular ahora de que el hombre es,
por naturaleza, un animal buscador del beneficio. Esta tesis se afirma
comp una ley de la naturaleza humana que luego podrá emplearse para
112 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

explicar toda la diversidad de las acciones humanas. Deriva de Adam


Smith, pero su naturaleza esencialmente polémica surgirá en cuanto quiera
examinarse su papel con cuidado. La búsqueda del beneficio es esencial
para la exhortación de Smith de que se deje a la economía gobernarse
sola. £1 supuesto es que los hombres, abandonados a sus propias fuerzas,
actuarán en efecto para maximizar su beneficio, y así contribuirán al bien
general (la riqueza) de la comunidad en con ju n to.. . En primer lugar, es
claro que esto no es válido para todas las sociedades, en todos los tiempos
y lugares. Se aplica más bien a las convenciones suscritas por hombres
particulares en culturas particulares. Y en cierto sentido, Adam Smith tiene
mucho que ver con la articulación de la visión moral que hace de la bús­
queda del beneficio una condición sine qua non de la actividad humana.
El hecho es que sabemos lo que harán los hombres por el beneficio, y
podemos esperar que una persona involucrada en una situación de nego­
ciación comprará lo más barato que pueda y venderá lo más caro que
pueda, porque tales son las convenciones bajo las que opera en el mercado.
No hemos descubierto alguna verdad hasta ahora oculta acerca de la
naturaleza humana ante la que debamos inclinamos, pero hemos señalado
las convenciones comunes a ciertas instituciones y prácticas que podemos
alterar y tratamos de alterar (pp. 76-77).

Si analizamos con cuidado los pasajes anteriores, veremos que Louch no


está criticando la búsqueda de la generalidad sino una concepción errada
del tipo de generalidad apropiada para la investigación social. El tipo de
teoría económica al que está haciendo referencia se eleva por encima de los
contextos particulares y trata de discernir patrones generales y regularidades
exhibidos en tales contextos. Y el propio Louch observa que el señalamiento
de que una teoría económica es una teoría moral no la desacredita. Más
bien aclara lo que está involucrado, de m odo que veamos com o ilegítimo
el paso de la afirmación de la existencia de “ convenciones comunes a ciertas
instituciones y prácticas” a la conclusión errada de que esto revela “ verda­
des ocultas acerca de la naturaleza humana” o refleja “ leyes inevitables de
la naturaleza” .
Así pues, contra las intenciones de Louch, sus percepciones acerca de la
forma en que algunas explicaciones de las acciones humanas involucran
en fonna implícita o explícita las categorías de la evaluación y el enjui­
ciamiento, ayudan a iluminar una función apropiada de la teoría social.
N o sólo queremos entender la estructura y la dinámica involucradas en las
“ convenciones comunes a ciertas instituciones y prácticas” , sino también
evaluar críticamente la posición y las consecuencias de estas instituciones y
prácticas. Las estadísticas, la- observación empírica, y la formulación de
hipótesis, modelos y teorías modestas, desempeñan un papel en esta em­
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 113

presa. Nos permiten discernir las interrelaciones estructurales y dinámicas


existentes dentro de tales instituciones y prácticas. N o puedo ver que Louch
nos haya dado una sola razón para pensar que tal empresa sea injustificable
o carente de importancia. Puede ser neutral en el terreno de los valores por
cuanto trata de presentar una descripción correcta de estas instituciones y
prácticas y se cuida de evitar la distorsión. Pero si pensamos que estamos
describiendo y explicando “ meros hechos” sin connotación valorativa,” si
no entendemos que hay compromisos valorativos incrustados en propias
instituciones y prácticas analizadas, estamos a punto de entender mal esta
actividad. Y hay amplia información en el sentido de que, una y otra vez,
éstos son precisamente los movimientos ilícitos que tienden a realizar los
científicos sociales ortodoxos.
Louch — com o muchos otros que insisten en las formas en que la des­
cripción y la explicación dependen del contexto— nunca afronta claramente
la cuestión de lo que sea el contexto apropiado del que se está hablando,
cóm o deba entenderse, y cuál sea su extensión real. Es posible que n o haya
ningún “ contracto universal” , pero esto no excluye los contextos generales
de los que podamos obtener un entendimiento más perspicaz de los tipos d e
descripción y explicación que utilizamos en el entendimiento de las accio­
nes humanas.
Louch es muy sensible a las consecuencias morales de la actitud cienti-
ficista que le parece tan objetable, y muy crítico ante ellas. Pero aunque está
muy alerta a los peligros del cientificismo, Louch parece carecer de una
conciencia crítica acerca de las consecuencias morales del propio punto de
vista que defiende y acerca de su compatibilidad con las tendencias tota­
litarias que deplora. Cuando afirma que “ las únicas recomendaciones mo­
rales, com o las únicas recomendaciones para el estudio empírico del hombre,
equivalen a lo mismo: un movimiento aquí, un movimiento allá, un zig za g...
todo tentativo y sujeto a cambio” , nos dice algo lleno de sensatez si presupone­
mos que ocurre en el tipo de sociedad abierta tan querida por Louch. Pero
en una sociedad cerrada, o en una sociedad donde haya fuerzas poderosas
que tiendan al cierre ■—una posibilidad no meramente abstracta en el siglo
x x — , las recomendaciones de Louch equivalen a un derrotismo moral.
Servirá de escaso consuelo para las víctimas de tal sociedad que les digamos:
“ Por decirlo así, las cosas son siempre malas, o por lo menos no tan buenas
com o podríamos imaginarlas.” A pesar de todo su escepticismo acerca de un
apriorismo en la filosofía, la consecuencia de la posición del propio Louch 2

22 Sobre la apelación a los “ meros hechos” o los “ meros' datos” en las ciencias
sociales, véase a Charles Taylor, “ Interpretation and the Sciences o f Man” , Reoiew
of Metaphysics, 25 (19 71 ), pp. 8 ss.
114 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

es la eliminación a prvori de la posibilidad de una crítica general informa­


da de las instituciones y las prácticas sociales: la afirmación de que tal evalua­
ción general es indefendible en el terreno moral e injustificada en el terreno
epistemológico. Podemos usar contra Louch sus propias palabras: “ un pro­
grama que tenga tales consecuencias finales debe ser refutado” .
Una evaluación balanceada de las contribuciones y las limitaciones del
trabajo de W inch y de Louch deberá tomar en cuenta el contexto dialéctico
en el que se desarrollaron sus argumentos. N o podemos subestimar la influen­
cia naturalista en la determinación de la dirección y la opinión que de sí
mismas tienen las ciencias sociales. Los científicos sociales ortodoxos han
sostenido que las ciencias sociales se han colocado finalmente sobre una
firme cimentación científica, que ahora podemos esperar el desarrollo pro­
gresivo y acumulado de los conocimientos característico de las ciencias na­
turales. Contra esta perspectiva, tanto Winch com o Louch han formulado
fuertes tesis contrarias: el primero sostiene que los conceptos requeridos para
la descripción y el entendimiento de la vida social son incompatibles con
los de las ciencias naturales, y el segundo cuestiona la idea misma de una
ciencia del hombre o de la sociedad. He sostenido que ninguno de estos
autores justifica realmente tales tesis contrarias,, aunque sus investigaciones
nos han vuelto más sensibles a algunos aspectos de los fenómenos sociales y
políticos y de la acción humana omitidos por los científicos sociales ortodoxos.
En formas diferentes, estos autores han mostrado que gran parte de la acción
humana está constituida por la forma en que los hombres describen y en­
tienden intencionadamente sus propias acciones y las acciones de los demás.
La búsqueda de “ datos a secas” se ha criticado com o un ideal ilusorio y
conceptualmente confuso, y se ha demostrado que la falta de apreciación
de la forma en que la evaluación y el enjuiciamiento están involucrados en
las explicaciones de la acción humana produce generalizaciones vacías.
En la medida en que W inch y Louch recurren a las investigaciones lin­
güísticas para mostrar lo que está involucrado en las explicaciones de la
acción humana, pueden considerarse com o “ apoyadores” de algunas de las
aseveraciones formuladas por Isaiah Berlín. Esta nueva orientación lingüís­
tica nos ayuda a entender lo que significa la afirmación de que “ las creencias
de los hombres en la esfera de la conducta forman parte de su concepción de
sí mismos y de otros com o seres humanos; y a su vez esta concepción,
en forma consciente o inconsciente, es una parte intrínseca de su imagen del
mundo” . Además, com o Berlín, han explorado las ramificaciones de esta
situación al criticar la ceguera de quienes tratan de forzar las descripciones
de la acción humana dentro de las formas del discurso y de la teoría cien­
tíficos.
Aun así, algo de lo que vio Berlín claramente aparece oscuro en Winch
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 115

y en Louch. Berlín subraya que la tarea del teórico no consiste sólo en el


entendimiento y el análisis de los modelos y paradigmas que forjan la
conducta de los seres humanos, sino en la evaluación crítica de tales mode­
los. Hay una ironía profunda en la postura intelectual de Winch y Louch,
una ironía que revela la tensión que afecta a gran parte de las investiga­
ciones conceptuales de la acción humana (aunque no a todas ellas). Por
un lado, es claro que las investigaciones de W inch y Louch están informadas
por un punto de vista moral. Su protesta contra el cientificismo y el positi­
vismo generalizados no se limita a las consideraciones epistemológicas. O
mejor dicho, estos autores están defendiendo la conexión intrínseca existente
entre la epistemología y un punto de vista moral. Por otro lado, sin em­
bargo, ambos son víctimas de un descriptivismo latente que mina la crítica
racional de los fenómenos sociales y políticos existentes. Exigen categórica­
mente que el teórico provea consideraciones adecuadas y perspicaces de las nu­
merosas formas en que los hombres describen y explican en efecto las
acciones humanas. Pero no indican las formas en que podamos obtener
una perspectiva crítica racional sobre la calidad de la vida social y polí­
tica. Al parecer, esto debe hacerlo el individuo en formas particulares. En
este sentido, a pesar de ocasionales protestas en contrario, Winch y Louch
minan una de las funciones primordiales de la teoría en los estudios
políticos y sociales: su función crítica, negativa.
M ax Weber, quien luchó heroicamente con la naturaleza y los límites
de la ciencia social, concluyó que la ciencia “ carece de sentido” porque no
puede contestar “ la única interrogante que nos importa” : “ ¿Q u é hare­
mos y cóm o viviremos?” Pero aun W eber mantuvo la posibilidad de que
la filosofía ayude a contestar esta interrogante. Sólo vagamente percibía
Weber que lo que decía acerca de la ciencia se diría pronto acerca de la
filosofía misma, y se declararía la nueva sabiduría de la época.

E l concepto ambiguo de un paradigma en manos de T homas K u h n

Las críticas enderezadas contra las ciencias sociales por Winch y Louch
se han basado en sus investigaciones lingüísticas de la acción humana. A
pesar de ocasionales incursiones en la filosofía de la ciencia, en general han
aceptado estos autores la imagen de la ciencia propugnada por empiristas
lógicos y adoptada por muchos científicos sociales. La fuerza retórica de sus
afirmaciones depende de esta aceptación. En efecto han sostenido que, dada
esta noción de lo que son la ciencia y la explicación científica, podemos
mostrar cuán diferentes son la descripción y la explicación de la acción huma­
na. Pero recientemente ha surgido otro ataque contra la ciencia social ortodoxa
116 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

que se ocupa del concepto mismo de la ciencia y la teoría que está implí­
cito o explícito en la interpretación naturalista de las ciencias sociales.
Esta discusión nueva ha descansado en gran medida en la obra de Thomas
Kuhn. Su libro breve que él describe com o un ensayo — The Structure of
Scientific Revolutions (1962)— ha sido uno de los más provocativos de los
últimos quince años, por lo menos a juzgar p or la cantidad de atención
crítica que ha recibido. Aunque Kuhn se ha ocupado casi exclusivamente
de las ciencias naturales, limitando sus comentarios sobre las ciencias sociales
a observaciones ocasionales, los científicos sociales han “ descubierto” a Kuhn
y han sostenido que su trabajo ofrece luces nuevas para el entendimiento
de las ciencias y la teoría sociales. Pronto veremos cóm o se embrollan estas
cuestiones. Porque K uhn ha sido usado, y con mayor frecuencia abusado,
para apoyar las afirmaciones más divergentes y contradictorias. Con ironía
apropiada, el propio Kuhn ha escrito recientemente a propósito de The Struc­
ture o f Scientific Revolutions: “ Concluyo tristemente que su éxito se debe en
parte al hecho de que puede significar casi todo para la gente” .23 Tras de pre­
sentar una descripción general de la postura de Kuhn y localizar algunas de sus
ambigüedades más importantes, consideraré algunas de las formas en que
otros autores se han apropiado de la postura de Kuhn. Una vez que dejemos
atrás estas controversias, discerniremos énfasis y orientaciones que apoyan
y complementan los que han surgido en los análisis lingüísticos del concepto
de la acción.
C om o ha señalado Alan Ryan, “ el argumento de Kuhn se resiste al re­
sumen, aunque sólo sea porque resulta difícil hacer un resumen que no
prive al análisis de las numerosas ambigüedades presentes en la versión del
propio Kuhn” .24 A l nivel más abstracto, el argumento se plantea en esta
forma.
Si examinamos la historia de cualquiera de las ciencias naturales bien
establecidas, descubriremos un periodo en el que la investigación está do­
minada por escuelas y subescuelas competidoras que no exhiben una con­
cepción única, generalmente aceptada, de los fenómenos en cuestión, o de
los procedimientos de investigación adecuados. Las escuelas han hecho
aportaciones importantes a la investigación científica, pero hay una dife­
rencia marcada y cualitativa que surge en la historia de una ciencia cuando
surge un paradigma. Cuando Kuhn introduce por primera vez el con­
cepto del paradigma, afirma que los paradigmas son “ logros científicos uni­

23 “ Second Thoughts on Paradigms” , The Structure of Scientific Theories, comp.


Frederick Suppe, p. 459.
24 Alan Ryan, “ ‘Normal’ Science or Political Ideology?” , Philosophy, Politice and
Society (cuarta serie), comps. Peter Laslett, W. G. Runciman y Quentin Skinner, p. 89.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 117

versalmente reconocidos que durante un periodo proveen modelos de pro*


blemas y de soluciones para una comunidad de practicantes” (p. viii).**
La importancia de los paradigmas reside en el hecho de que originan lo
que llama Kuhn la ciencia normal: “ la investigación basada firmemente en
uno o más de los logros científicos del pasado que alguna comunidad cien­
tífica particular reconoce durante algún tiempo com o el origen del fun­
damento de su práctica futura” (p. 10). Los logros que pueden servir
com o paradigmas pueden incluir “ la ley, la teoría, la aplicación y la ins­
trumentación conjunta” (p. 10). Los paradigmas desempeñan una función
reguladora en la dirección de la investigación futura. L o que más hacen los
científicos es una manipulación de la ciencia normal, lo que es esencial­
mente un tipo de solución de acertijos en la descripción de Kuhn. En las
etapas iniciales de la aceptación de un paradigma, existe todavía en gran
medida la promesa del éxito en la solución de problemas específicos. La
ciencia normal materializa esa promesa extendiendo el conocimiento de los
hechos revelados por el paradigma, aumentando la extensión de la corres­
pondencia existente entre los hechos y los pronósticos del paradigma, y
articulando mejor el paradigma.
La comunidad científica impone un paradigma en formas diversas: la
educación científica, una tradición de libros de texto, la expulsión de la pro­
fesión a quienes rechacen el paradigma. Kuhn subraya que la ciencia y la
investigación normales tratan de producir grandes novedades en medida muy
escasa. Su objetivo primordial es la articulación y realización de lo> sugerido
por el paradigma aceptado. La ciencia normal como una actividad de so­
lución de acertijos es una empresa acumulativa, y es eminentemente eficaz
en la extensión del conocimiento científico. En efecto, la imagen de lo que sea
toda la ciencia se basa con frecuencia en la extrapolación errada de que toda
la ciencia es com o la ciencia normal. Pero en el curso de la ciencia
normal surgen novedades de hecho y de teoría. “ El descubrimiento se inicia
con la conciencia de la anomalía, es decir, con el reconocimiento de que
la naturaleza ha violado de algún m odo las expectativas inducidas por el
paradigma que gobiernan la ciencia normal” (pp. 52-53). La reacción
inicial ante la conciencia de las anomalías es el intento de asimilarlas en
diversas formas al paradigma existente, o el intento de pasarlas por alto
o de suprimirlas. El descubrimiento científico es esencialmente un proceso
que puede extenderse durante un largo periodo de tiempo. La conciencia
de las anomalías abre un periodo en el que se ajustan las categorías con-

28 Tilomas S. Kuhn, The Strueture of Scientific Revolutions, 2! ed. A menos que


se aclare otra cosa, todas las referencias a las páginas de Kuhn corresponden a esta
edición.
118 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

ceptuales hasta que llegue a preverse lo que antes era anómalo. Los descu­
brimientos científicos contribuyen al cambio de paradigma, pero hay también
algunos cambios más dramáticos y radicales que conducen a la invención
de teorías nuevas.
Las anomalías pueden resistirse a la integración dentro de un paradigma
aceptado, lo que provocará una falla marcada en la actividad normal de
solución de problemas guiada por el paradigma. Diversos factores pueden
contribuir a este derrumbe que trae consigo una crisis donde las herramientas
proveídas por un paradigma ya no pueden resolver los problemas definidos
por él. Kuhn no sostiene que las anomalías persistentes y reconocidas con­
duzcan siempre a la crisis, porque nunca hay una correspondencia perfecta
entre un paradigma y la naturaleza: siempre hay problemas insolutos. Pero
cuando una anomalía “ llega a parecer más que un acertijo cualquiera de
la ciencia normal, se ha iniciado la transición a la crisis y la ciencia
extraordinaria” (p. 8 2). Cada vez se presta más atención al intento de
explicación de la anomalía. Es en esta etapa que se desarrollan la ciencia
y la investigación extraordinarias para afrontar la crisis. Y en tales m o­
mentos los propios científicos pasan a ocuparse del análisis filosófico y de
hipótesis especulativas. U na “ proliferación de articulaciones competidoras,
la inclinación a probar cualquier cosa, la expresión del descontento ex­
plícito, el recurso a la filosofía y al debate sobre los puntos fundamentales,
son síntomas de una transición de la investigación normal a la extraordina­
ria” (p. 91).
En tales momentos ocurren revoluciones científicas, revoluciones que in­
volucran la propuesta de paradigmas nuevos, formas nuevas de presen­
tación de los problemas. “ Ocurre en la elección de paradigma com o en las
revoluciones políticas: no hay norma más alta que el asentimiento de la
comunidad involucrada” (p. 94). La elección de paradigma “ nunca podrá
lograrse en forma inequívoca sólo mediante la lógica y el experimento” (p. 94).
La relación existente entre un paradigma y su sucesor no es el hecho de
que el primero sea un caso especial de una teoría más general que lo sus­
tituya. Por el contrario, “ la tradición científica normal que surge de una
revolución científica no es sólo incompatible, sino a menudo inconmensu­
rable, con la tradición anterior” (p. 103). El nuevo paradigma requiere
a menudo una redefinición de la ciencia correspondiente com o la fuente
de nuevos problemas, nuevos métodos y nuevos criterios de solución. Kuhn
sostiene que los paradigmas no forman parte de la ciencia solamente, sino
también de la naturaleza. En consecuencia, en una revolución científica
debe cambiar en cierto sentido lo que consideramos com o la naturaleza
misma. Además, “ la decisión de rechazar un paradigma es siempre simultá­
neamente la decisión de aceptar otro” (p. 77).
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 119

Pero si las diferencias existentes entre paradigmas alternativos son tan,


radicales com o sugiere Kuhn, y si no hay un conjunto de criterios para
demostrar la superioridad de un paradigma sobre otro, ¿cóm o podremos ex­
plicar tales cambios de paradigmas y la adhesión a nuevos paradigmas? Kuhn
compara el cambio a una conversión. Para entender cóm o se induce o
resiste tal conversión, debemos recurrir a las “ técnicas de la persuasión” ,
no a la lógica de la prueba y la demostración experimental. Kuhn insiste
en que nunca puede “ probarse” decisivamente la superioridad del nuevo
paradigma: se utilizan com o técnicas de persuasión diversos argumentos,
tales com o la promesa del nuevo paradigma de resolver problemas creados
por la crisis, consideraciones estéticas, etcétera. “ Más bien que una sola
conversión en grupo, lo que ocurre es un desplazamiento creciente de la
distribución de las adhesiones profesionales” (p. 158), que se traduce final­
mente en el triunfo de un paradigma nuevo, con problemas, criterios y
procedimientos nuevos.
Se entiende fácilmente que el trabajo de Kuhn haya provocado tanta
controversia. Kuhn critica a quienes creen que toda la ciencia es com o la
ciencia normal, con su desarrollo sostenido y acumulativo de la investi­
gación.
Los científicos sociales de inclinación empirista o conductista han
subrayado en ocasiones la necesidad de partir de los hechos y construir
correlaciones e hipótesis en forma acumulativa. Pero Kuhn considera in­
genua y errada tal concepción de la ciencia. Y se muestra igualmente crí­
tico de quienes — sobre todo entre los filósofos de la ciencia— piensan que
los científicos están, o debieran estar, formulando siempre hipótesis radi­
cales: esta visión subestima el papel aplastante de la ciencia normal en la
preparación del terreno para las revoluciones genuinas.
Además, Kuhn cruza líneas que muchos consideraban fijas y sagradas,
para utilizar diversos argumentos psicológicos, sociológicos, históricos y ló­
gicos en apoyo de sus afirmaciones. Para Kuhn, la comunidad científica
no es tanto una comunidad dotada de un interés imparcial por la búsqueda
de la verdad com o una comunidad política donde se impone la autoridad
y se reprime la novedad y la disidencia. Com o ocurre en las comunidades
políticas, puede haber un aflojamiento de la autoridad que conduzca a
un periodo de crisis. En la crisis se proponen paradigmas nuevos, y los
defensores del orden antiguo y los campeones del orden nuevo arguyen con
frecuencia sin ponerse de acuerdo. Pero cuando triunfa una revolución
científica surge un paradigma nuevo para fijar direcciones nuevas a la
ciencia normal. Y aunque a veces retrocede Kuhn de la afirmación de
que el mundo mismo es diferente tras una revolución científica, sostiene que
después de una revolución “ los científicos responden a un mundo dife­
120 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

rente” (p. 135), porque lo que tomamos com o el mundo está determinádo
p or los paradigmas que empleamos para entenderlo.
Casi no hay ningún aspecto del trabajo de Kuhn que no haya sido
severamente criticado, a menudo desde puntos de vista opuestos. Los críticos
han sostenido que la noción central de un paradigma es ambigua y confusa;
que Kuhn ha interpretado erróneamente la historia de la ciencia; que la
distinción existente entre la ciencia normal y la ciencia revolucionaria no
es tan marcada com o lo sugiere K uhn; que su análisis del cambio de para­
digma convierte a la ciencia en una disciplina irracional, subjetivista y rela­
tivista, y no explica el progreso efectivo de las ciencias; que Kuhn no sólo
confunde la historia de la ciencia con la lógica de la ciencia, sino que
subrepticiamente introduce aseveraciones normativas acerca de lo que de­
biera ser la ciencia, basadas en descripciones que no justifican tales normas.2*
N o intentaré la tarea laboriosa dé la evaluación de estas críticas diversas y
opuestas; sin embargo, a fin de mostrar la importancia de las tesis de Kuhn
para las ciencias sociales, indicaré algunas áreas problemáticas importantes
y la forma en que Kuhn ha tratado de responder a las objeciones de sus
críticos.
El primer problema se refiere al concepto central y elusivo del paradigma.
Gran parte de lo que dice Kuhn depende de la noción de un paradigma : el
surgimiento del paradigma distingue presumiblemente la ciencia de los
fenómenos de la escuela anterior al paradigma; la ciencia normal se define
por referencia a un paradigma; el derrumbe de un paradigma conduce a la
crisis y al triunfo de un nuevo paradigma. Pero una lectura cuidadosa de
The Structure of Scientific Revolutions revela la gran elusividad de este
concepto; un comentarista ha enumerado por lo menos veintidós sentidos
en que se usa este término en el libro.2 27 Kuhn ha reconocido su ambigüe­
6
dad y confusión, admitiendo que “ el término ‘paradigma’ señala el aspecto
filosófico central de mi libro, pero su tratamiento aparece allí muy con­
fuso” .28

26 La literatura crítica sobre Kuhn ya es voluminosa, pero véanse las obras siguien­
tes, donde se han presentado varias de las críticas mencionadas aquí: Criticism and
the Growth of Knowledge, comps. Imre Laicatos y Alan Musgrave; Israel Scheffler,
Science and Subjectivity: Cari R. Kordig. The Justifvcation of Scientific Change;
Dudley Shapere, “ The Structure o f Scientific Revolutions” , Philosophical Review, 73
(19 64 ), y “ Meaning and Scientific Change” , M ind and Cosmos, comp. R. Colodny;
Stephen Toulmin, Human Understanding; Gerd Buchdahl, “ A Revolution in Histo-
riography of Science” , History of Science, 4 (1965).
2T Margaret Mastermann, “ The Nature o f a Paradigm” . Criticism and the Growth
of Knowledge, comps. Imre Laicatos y Alan Musgrave.
28 “ Reflections on M y Critics” , Criticism and the Growth of Knowledge, p. 234.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 121

En' la posdata a The Structure of Scientific Revolutions de 1969, Kuhn


ha tratado de aclarar este concepto d i f í c i l o m ejor dicho, ha tratado de
indicar las formas en que se ha modificado su idea de los paradigmas.
Ahora sostiene la necesidad de “ separar ese concepto de la noción de una
comunidad científica” (p. 174), y afirma que hay algunas técnicas empí­
ricas no triviales para el estudio de las características de las comunidades
científicas. Admite también Kuhn que, en el libro original, “ se usa el tér­
mino paradigma en dos sentidos diferentes. Por una parte, se refiere a
toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etcétera, compartida por
los miembros de una comunidad dada. Por la otra, denota un tipo de
elemento de esa constelación, las soluciones de problemas concretos que,
empleadas com o métodos o ejemplos, pueden sustituir a las reglas explí­
citas com o una base para la solución de los problemas restantes de la
ciencia normal” (p. 175). Sugiere Kuhn que la transición a la madurez
de una disciplina científica dada no se asocia a la adquisición de un para­
digma.29 “ L o que cambia con la transición a la madurez no es la presencia
de un paradigma sino su naturaleza. Sólo después del cambio resulta posible
la investigación normal para la solución de problemas” (p. 179).
Pero si podemos describir una comunidad de científicos mediante algunas
de las técnicas empíricas indicadas por Kuhn,30 se nos ocurre peguntar qué
es lo que comparten sus miembros que explica la relativa plenitud de su
comunicación profesional y la relativa unanimidad de sus juicios profe­
sionales. Y sugiere Kuhn que, en lugar de hacer referencia a un paradigma
o un conjunto de paradigmas, resulta más útil el uso del término “ matriz
disciplinaria” : “ ‘disciplinaria’ porque se refiere a la posesión común de los
practicantes de una disciplina particular; ‘matriz’ porque se compone de
elementos ordenados dé diversas clases, cada uno de los cuales requiere mayor
especificación” (p. 182). Esta revisión trata de aclarar los elementos agru­
pados originalmente en el término muy general de “ paradigma” , com o las
generalizaciones simbólicas, las creencias en modelos, valores y ejemplos par-2 0

20 En una nota de pie de página de su ensayo, “ Second Thoughts on Paradigma” ,


escribe Kuhn: “ Sean lo que sean los paradigmas, los posee cualquier comunidad cien­
tífica, incluidas las escuelas del llamado ‘ periodo preparadigmático’ . El hecho de que
yo no haya aclarado este punto ha ayudado a hacer que el paradigma parezca una
entidad o una propiedad cuasimística que, com o el carisma, transforma a los infec­
tados con ella. Hay una transformación, pero no se induce por la adquisición de un
paradigma” (p. 461).
30 Kuhn se refiere a tales técnicas empíricas sin precisar lo que son (véase The
Structure of Scientific Revolutions, p. 176). Pero si examinamos la investigación que
menciona Kuhn como ejemplo de la forma en que podemos investigar empírica­
mente las características de las comunidades científicas, estas técnicas no distinguen
entre las comunidades científicas y otras comunidades intelectuales estrechamente unidas.
122 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

ticulares. En opinión de Kuhn, los ejemplos compartidos constituyen “ el


elemento central de lo que ahora considero el aspecto más novedoso y
menos entendido de este libro” (p. 187). Estos ejemplos compartidos sirven
a los científicos normales com o modelos para las soluciones de problemas.
Estas diversas revisiones son útiles para la apertura de los complejos com­
ponentes de lo que se llamó originalmente “ paradigmas” , pero no me parece
que Kuhn haya avanzado mucho en la aclaración de una ambigüedad más
fundamental. L o que con frecuencia se olvida o se omite es el hecho de que
uno de los objetivos primordiales de su libro es el de ayudar a entender lo
que haya de distintivo en la ciencia, y no sólo lo que la ciencia comparta
con otras formas de la actividad intelectual o artística. La noción de un
paradigma se introdujo precisamente para establecer esta distinción. Es por
esto que la definición inicial de un paradigma a manos de Kuhn — un “ logro
científico universalmente reconocido que din-ante algún tiempo provee pro­
blemas y soluciones de modelo para una comunidad de practicantes” (sin
subrayado en el original)— parece circular (supuestamente, es la utilización
de paradigmas lo que nos permite calificar de científico a un lo g ro ), pero
al mismo tiempo es vital para toda su construcción. L o que dice Kuhn acerca
de los paradigmas, su aceptación, las formas en que se imponen, su derrumbe
y el surgimiento de nuevos paradigmas, se aplica igualmente a la historia
de las escuelas. Hay muchas disciplinas tales com o la filosofía — que Kuhn
distingue de la ciencia— , a las que se aplica claramente lo que dice Kuhn acer­
ca de la ciencia.31 El propio Kuhn regaña suavemente a los entusiastas

31 Ni siquiera el aislamiento del sentido de un paradigma como ejemplo compar­


tido ayuda realmente a distinguir la ciencia de otros tipos de investigación inte­
lectual. Considérese, por caso, el papel de los ejemplos compartidos en la filosofía
analítica: un campo que Kuhn no considera investigación científica. El análisis que
hace Russell de las descripciones definitivas, el análisis que hace Ryle de los conceptos
mentales, y la discusión que presenta Wittgenstein de los lenguajes privados, han
servido como poderosos ejemplos compartidos que guiaron a los filósofos en el des­
arrollo de soluciones a problemas basadas en los ejemplos originales. Y como los
ejemplos discutidos por Kuhn, sirvieron com o modelos concretos para el análisis, antes
que como teorías completas o conjuntos de reglas para la solución de problemas. Por
supuesto, estos ejemplos no se aceptaron universalmente, pero el propio Kuhn ha sub­
rayado que aun en la ciencia se aceptan los ejemplos por grupos pequeños de indi­
viduos. Además, a medida que se especializa cada vez más un campo como el de la
filosofía (o cualquier disciplina humanista), encontramos “ colegios invisibles” , pu­
blicaciones técnicas, intercambio de ensayos antes de su publicación, y referencias explí­
citas a trabajos y autoridades especialmente importantes. Nada de esto niega la
importancia de los ejemplos compartidos en la ciencia. Sin embargo, quiero insistir
en que es igualmente importante el papel de los ejemplos compartidos en cualquier
actividad intelectual estrechamente unida.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 123

lectores de su libro que no advierten su intención de iluminar lo que haya


de peculiar en la ciencia.
N o cree Kuhn que haya algún criterio singular que nos permita distinguir
la ciencia de otras disciplinas. Pero aun cuando trata de demarcar la estruc­
tura de la vida comunitaria, la matriz disciplinaria y los ejemplos compar­
tidos, resulta embarazoso el descubrimiento de que hay algunas analogías
de todos estos componentes en las disciplinas no científicas. Podemos plan­
tear claramente el problema preguntando qué hay en los paradigmas que
nos ayude a separar la ciencia de otras disciplinas; o bien, si usamos el
término “ paradigma” en su sentido más general, qué hay en los paradigmas
científicos que los distingue de otras clases de paradigmas. Como veremos, la
incapacidad de los científicos sociales para separar los diversos sentidos del
“ paradigma” , y para plantear interrogantes claras acerca de lo que haya
de peculiar en los paradigmas de la ciencia, ha generado gran confusión y
muchas aseveraciones opuestas.
La segunda área de problemas se refiere al tipo de debate que ocurre
cuando se propone un paradigma nuevo y eventualmente sustituye a otro más
antiguo. Kuhn se dice conmovido por la falta de entendimiento de muchos
de sus críticos, quienes creen que está propugnando alguna especie de go­
bierno de la muchedumbre, o que se trata de una decisión irracional, subje­
tiva. Kuhn no puede eludir su responsabilidad por tales inferencias, en vista
de su tratamiento de la conversión, su insistencia en que no está involucrada
una prueba, y afirmaciones com o éstas: “ Ocurre en la elección de paradigma
com o en las revoluciones políticas: no hay norma más alta que el asentimiento
de la comunidad involucrada” (p. 9 4 ); “ Com o ocurre con la elección entre
instituciones políticas rivales, la elección entre paradigmas rivales resulta ser
una elección entre modos de vida comunitaria incompatibles” (p. 9 4 ). Pero
Kuhn niega que los paradigmas nuevos triunfen en última instancia me­
diante alguna “ estética mística” (p. 158), e insiste en que los argumentos
son vitales en su defensa. “ Porque los científicos son hombres razonables, uno
u otro de los argumentos persuadirá finalmente a muchos de ellos. Pero no
hay ningún argumento singular que pueda o deba persuadirlos a todos. Más
bien que una sola conversión en grupo, lo que ocurre es un desplazamiento
creciente de la distribución de las adhesiones profesionales” (p. 158).
En virtud de los ataques persistentes enderezados contra este punto, Kuhn
ha tratado de aclarar lo que quiere decir en diversas respuestas a sus críticos.
En su posdata de 1969 afirma que, al negar que los debates referentes a la
elección de teoría (o la elección de paradigma) sean materia de prueba,
sólo quería hacer una observación.32 Entiende por prueba la prueba lógica

s2 En ciertas ocasiones, Kuhn deja de hablar de la elección de “ paradigmas” para


124 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

o matemática. “ En este último caso, se estipulan desde el principio las pre­


misas y las reglas de inferencia. Si hay desacuerdo acerca de las conclusiones,
las partes del debate consiguiente pueden repetir sus pasos uno a uno, revi­
sando cada estipulación previa. Al final del proceso, una parte o la otra
deberán conceder que han cometido un error, que han violado una regla
previamente aceptada” (p. 199). Pero en una revolución científica, el debate
no se refiere a las conclusiones derivadas de premisas acordadas, sino a las
propias premisas. Si esto es lo que entiende K uhn por prueba cuando niega
que la elección de teoría sea una cuestión de prueba, su aseveración no es
sólo simple sino en- verdad simplista. Nos preguntamos contra quién está
luchando Kuhn, pues nadie sostiene que los debates sobre la elección de teoría
involucren la evaluación de la validez de argumentos deductivos.
Los debates acerca de la elección de teoría o de paradigma involucran la
persuasión, pero Kuhn advierte una diferencia importante entre la persua­
sión racional y la persuasión no racional:

Nada de la tesis relativamente familiar [de que la elección de teoría es


una cuestión de prueba tal com o se definió antes] implica que no haya
buenas razones para estar persuadido ni que tales razones no sean fi­
nalmente decisivas para el grupo. Ni siquiera implica que las razones
, de la elección sean diferentes de las que suelen enumerar los filóso­
fos de la ciencia: precisión, sencillez, fecundidad, etcétera. L o que
debe sugerir, en cambio, es que tales razones funcionan com o valores,
de m odo que pueden aplicarse diferentemente, en forma individual y co­
lectiva, por hombres que las respetan por igual. Por ejemplo, si dos
hombres están en desacuerdo acerca de la fecundidad relativa de sus teo­
rías, o si están de acuerdo acerca de eso pero no acerca de la importancia
relativa de la fecundidad y del alcance, digamos, para llegar a una elección,
no podrá acusarse de error a ninguno de ellos. N i podrá decirse que alguno
de ellos no sea científico. N o hay ningún algoritmo neutral para la elec­
ción de teoría, ningún procedimiento sistemático de decisión que, correc­
tamente aplicado, deba llevar a cada individuo del grupo a la misma de­
cisión (pp. 199-200).38

hablar de la elección de “ teorías” . Pero no identifica las teorías con los paradigmas.
Una teoría puede servir de paradigma, pero lo mismo ocurre con otros elementos. Su
nueva terminología de “ ejemplos compartidos” trata de comunicar con mayor claridad
el hecho de que un paradigma no es necesariamente una teoría. Kuhn tiene otros
recelos acerca del término “ teoría” porque, en gran parte de la literatura de la
filosofía de la ciencia, se entienden las teorías como sistemas hipotético-deductivos bien
formulados. Kuhn insiste en que — contra lo que sostienen los empiristas lógicos-—
tales sistemas hipotético-deductivos son mucho menos importantes en la investigación
científica real de lo que creen los filósofos de la ciencia.
33 En una corriente similar, afirma Kuhn (“ Reflections on M y Critics” , Criticism
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 125

Si queremos entender el tipo de racionalidad involucrada en las disputas refe­


rentes a la elección de teoría, debemos entender “ la forma en que interactúa
un conjunto particular de valores compartidos con las experiencias particu­
lares compartidas por una comunidad de especialistas para asegurar que la
mayoría de los miembros del grupo considere finalmente decisivo un conjunto
de argumentos en lugar de otro” (p. 200). Estas consideraciones ayudan tam­
bién a precisar y aclarar,la afirmación de Kuhn en el sentido de que la
elección entre paradigmas rivales es una elección entre modos de vida comu­
nitaria incompatibles. Kuhn insiste ahora — y sostiene que así lo pensó siem­
pre— en que tal incompatibilidad no conduce a una completa incomprensión
recíproca. Hay un derrumbe de la comunicación, pero tal derrumbe es sólo
“ parcial” : en tales disputas hay una búsqueda de campos comunes donde los
defensores de paradigmas diferentes puedan discutir entre sí.
Pero Kuhn insiste todavía en que lo esencial de un cambio de paradigma
es la conversión:

Por lo tanto, la experiencia de conversión que he asimilado a una gestalt


se encuentra en la base del proceso revolucionario. Las razones poderosas
para la elección proveen motivos para la conversión y un clima donde
es más probable que ocurra tal conversión. Además, la traslación puede
proveer puntos de entrada para la reprogramación neutral que, por ines­
crutable que sea en este momento, debe encontrarse detrás de la conver­
sión. Pero ni las buenas razones ni la traslación constituyen una conversión,
y es ese proceso el que debemos explicar para entender una clase esencial
de cambio científico (p. 2 04 ).34

and the Growth of K n ow led ge): “ Así pues, no estoy negando la existencia de buenas
razones, ni el hecho de que estas razones sean de la clase que suele describirse. Estoy
insistiendo en que tales razones constituyen valores utilizados en las elecciones antes
que reglas de elección. Los científicos que las compartan pueden hacer elecciones dife­
rentes en la misma situación concreta. Hay dos factores profundamente involucrados.
Primero, en muchas situaciones concretas, diferentes valores — todos ellos constitutivos
de buenas razones— dictan conclusiones diferentes, elecciones diferentes. En tales
casos de conflicto de valores (por ejemplo, una teoría es más simple pero la otra
es más exacta), el peso relativo asignado a valores diferentes por individuos dife­
rentes puede desempeñar un papel decisivo en la elección individual. Es más impor­
tante el hecho de que, aunque los científicos comparten estos valores y deben continuar
haciéndolo para que sobreviva la ciencia, no todos ellos los aplican en la misma
forma. La sencillez, el alcance, la fecundidad, y aun la exactitud pueden juzgarse
de m odo muy diferente (lo que no quiere decir que se juzguen arbitrariamente) por
personas diferentes. Los científicos pueden diferir en sus conclusiones sin violar ninguna
regla aceptada” (p. 262).
34 Véase una explicación de lo que entiende Kuhn por “ traslación” en The- Struc-
ture of Scientific Revolutions, pp. 202 ss., y “ Reflections on M y Critics” , Criticism
and the Growth of Knowledge, pp. 268 ss.
126 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

Estas modificaciones ayudan a aclarar lo que quiere decir Kuhn — o indi­


can cóm o ha cambiado de opinión Kuhn, según han sugerido algunos crí­
ticos— , pero abren un vasto campo de discusiones en lugar de proveer una
solución. Aunque aceptáramos la afirmación de Kuhn en el sentido de que
“ las razones constituyen valores utilizables en la elección antes que reglas de
elección” ,85 todavía tendríamos que preguntar cuáles son y cuáles debieran
ser los “ valores compartidos” que sirven de base para la elección de una
teoría. ¿En qué sentidos son similares y diferentes los “ valores compartidos”
de las comunidades científicas frente a los “ valores compartidos” de otros
tipos de comunidad? Cuando se habla de “ buenas razones” en lugar de
“ pruebas” se aclara poco, a menos que podamos especificar los criterios
para distinguir las razones buenas de las malas. Si no podemos avanzar én
la especificación y la solución de estas interrogantes, el análisis que hace
Kuhn de las revoluciones científicas está en peligro de zozobrar. Así com o
Sócrates interroga a Eutifrón acerca de la piedad, desearíamos saber si los
“ valores compartidos” de la comunidad científica sirven com o criterios de
racionalidad porque son los valores aceptados, o se aceptan porque son los
criterios de la racionalidad o porque debieran serlo. En ciertos momentos,
Kuhn parece consciente de la caja de Pandora que está abriendo. La des­
cripción más amable que podemos hacer de su postura es que, aunque consi­
dera racional el proceso de elección de una teoría o un paradigma, nuestras
teorías tradicionales acerca de lo que constituye la racionalidad no son ade­
cuadas para iluminar este proceso complejo.
En una forma curiosa, Kuhn está atrapado en mayor medida de lo que
cree en el mismo positivismo que combate. Cuando llega a la conclusión de
que ni la “ prueba estricta” (la deducción lógica) ni la simple verificación
o refutación bastan para explicar la elección de teorías o paradigmas, parece
quedarse sólo con la “ persuasión” : lo mismo que ocurrió con los positivistas
cuando trataban de definir las disputas morales. Kuhn ha tratado siempre
de distinguir la persuasión racional de la persuasión irracional, pero no ha
logrado aclarar esta distinción vital. Aun creo que Kuhn convendría en que
se requiere un entendimiento más comprensivo y sutil de la racionalidad,
para que podamos captar los complejos procesos argumentativos involucrados
en la decisión entre paradigmas rivales. Pero no ha profundizado en estos pro­
blemas. N o quiero sugerir que haya soluciones sencillas o fáciles para los
problemas planteados. Muchas líneas de investigación independientes, deri­
vadas del trabajo de Popper, Quine, Davidson, Sellare, Feyerabend, Lakatos,
Toulmin y otros, han tratado de aclarar lo que esté involucrado en el cambio
de. teoría y el cambio conceptual, y los sentidos en que se trate de un proceso3
5

35 “ Reflections on M y Critics” , Criticism and the Growth of Knowledge, p. 262.


LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 127

racional. Es claro también que los problemas involucrados van mucho más
allá de un entendimiento de la ciencia, ya que afectan casi todos los aspectos
de la filosofía contemporánea.38

El uso y abuso de T homas K u h n : T rum an , A lmond , W ollin f

Con esta visión de algunos de los problemas profundos e insolutos de la


“ imagen de la ciencia” que tiene Kuhn, podemos examinar ahora las formas
en que sus ideas han sido tomadas por los científicos sociales. Quiero dejmosr
trar que una insensibilidad a los problemas ocultos en el análisis de Kuhn, y
una aplicación irreflexiva de sus opiniones, han creado confusión y contra­
dicción. Pero debe advertirse que el propio Kuhn tiene muy poco que decir
acerca de las ciencias sociales, en parte porque cree que mucho de lo qué
se incluye en este nombre exhibe las características de las etapas prepara­
digmáticas de las ciencias naturales. Aun esto es engañoso porque sugiere
que finalmente las ciencias sociales experimentarán el mismo tipo de trans­
formación de las ciencias naturales. Afirma Kuhn que

En gran medida, el término “ ciencia” se reserva a los campos que avanzan


de manera obvia. Esto se advierte con mayor claridad en los debates rei­
terados acerca de que una u otra de las ciencias sociales sea realmente
una ciencia. Estos debates tienen paralelos en los periodos preparadigmá­
ticos de algunos campos que ahora se consideran sin duda alguna como
ciencias (p. 160).

Y también:

Hay muchos campos — a los que llamaré protociencias— donde la prác­


tica genera conclusiones verificables pero que sin embargo se asemejan más
a la filosofía y las artes que a las ciencias establecidas en cuanto a los
patrones de su desarrollo. Pienso, por ejemplo, en campos tales com o los de
la química y la electricidad antes de mediados del siglo xvm, del estu­
dio de la herencia y la filogenia antes de mediados del siglo xix, o de muchas
de las ciencias sociales de h o y .. . Estas ciencias no logran un progreso más
claro que el de la filosofía y las artes.
Concluyo, en suma, que las protociencias, com o las artes y la filosofía,
carecen de algún elemento que, en las ciencias maduras, permite las formas
más obvias del progreso.. . No ofrezco ninguna terapia para la transfor-3 6

36 Véase una reseña panorámica de los problemas involucrados cuando se habla


de los marcos conceptuales alternativos y de “ escoger” entre ellos, en Richard Rorty,
“ The World Well Lost” , Journal of Philosophy, 69 (1972).
128 LENGUAJE, ANALISIS. Y TEORIA

inación de una protociencia en una ciencia, ni supongo que pueda hacerse


nada a este respecto. S i.. . algunos científicos sociales toman de mí la
visión de un mejoramiento de la situación de su campo mediante la previa
legislación de un acuerdo sobre los puntos fundamentales para ocuparse
después de la solución de problemas, me habrán entendido muy mal.37

Ya he indicado que, en su entusiasmo por lo que consideran las aportaciones


de Kuhn, los científicos sociales han aplicado sus conceptos centrales en for­
mas opuestas y contradictorias; en efecto, han utilizado tales conceptos para
justificar y para criticar a la ciencia social ortodoxa. Veamos primero la
forma en que han usado los conceptos de K uhn los politólogos David Traman
y Gabriel Almond.38 P oco después de la publicación de T h e Structure of
Scientific Revolutions, cada uno de estos politólogos citó a Kuhn en su
discurso presidencial ante la Asociación Norteamericana de Politología. Dado
que presentan una visión panorámica y una evaluación del estado de la poli­
tología, estos dos discursos son buenos indicadores de la postura de los po­
litólogos ortodoxos a mediados de los años sesenta.
En su discurso de 1965, Traman afirma que la noción del paradigma de
Kuhn resulta particularmente sugerente acerca del desarrollo de la politología
contemporánea, aunque declara que “ en los años formativos de la poli­
tología en los Estados Unidos, a fines del siglo pasado y principios del pre­
sente, el campo no tenía un paradigma, ni ha adquirido ninguno desde en­
tonces” (p. 8 66 ).39 El contexto indica que Tram an está pensando en un
“ paradigma” de ejemplo compartido o de m odelo que guía el desarrollo
de la ciencia normal, fijando los criterios de la precisión que “ permiten a
un investigador saber cuándo algo está errado, es decir, contraría lo que debe
esperarse, y advertir la necesidad de un cambio de paradigma” (p. 866).
Si aceptáramos al pie de la letra el juicio de Traman, esperaríamos una
investigación de las diferencias básicas existentes entre la politología y el

37 “ Reflections on M y Critics” , Criticism and the Growth of Knowledge, pp. 244-245.


38 A fin de no extender mi discusión hasta proporciones inmanejables, me he
concentrado en el uso. y abuso de las ideas de Kuhn entre algunos politólogos y teó­
ricos. Pero la discusión de Kuhn ha desempeñado un papel fundamental en casi
todas las ciencias sociales, incluidas la sociología, la antropología, la psicología y la
economía. Véase una muestra de esta literatura en Robert W . Friedrichs, A Sociology
of Sociology; el “ Special Issue o f Radical Paradigms in Economics” , Review of Ra­
dical Political Economice, 3 (1 9 7 1 ); Historical Conception of Psychology, comps.
Mary Henle, Julián Jaynes y John J. Sullivan; y Reinventing Anthropology, comp. Dell
Hymes.
39 David B. Truman, “Disillusion and Regeneration; The Quest for a Discipline” ,
American Political Science Review, 59 (1965). A menos que se aclare otra cosa,
todas las referencias a las páginas de Truman corresponden a este artículo.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 129

concepto de la ciencia que tiene Kuhn. Porque a pesar de todas sus reservas,
Kuhn nunca abandona su convicción de que la ciencia genuina se distingue
de otras disciplinas por la aceptación de un paradigma por parte de una
comunidad científica, y por el papel de ese paradigma en la orientación de
la investigación normal. Pero no es ésta la linea de investigación explorada
por Traman. Por el contrario, escribe:

Sin embargo, creo que podemos afirmar que algo vagamente análogo a
un paradigma caracterizó la politología norteamericana por lo menos
durante el medio siglo que va del decenio de 1880 al decenio de 1930.
Para no distorsionar la provocativa concepción de Kuhn, esto debe consi­
derarse simplemente com o un acuerdo implícito, aunque bastante general,
sobre lo que debia hacerse y cóm o debía procederse en el campo. Pero
los temas aceptados eran vagos y los términos aplicables a ellos eran laxos
e imprecisos, de m odo que permitían un producto diverso en calidad y
contenido (p. 866).

Pero este “ algo” que es “ vagamente análogo a un paradigma” dista tanto


de lo que entiende Kuhn por un paradigma — aun en los veintidós sentidos
en que usa el término— que cabe preguntamos si tal mención de los para­
digmas oscurece más de lo que ilumina. La existencia de “ un acuerdo bas­
tante general sobre lo que debía hacerse y cóm o debía procederse” carac­
teriza la mayor parte de los campos de la actividad humana, com o observa
el propio Kuhn; es algo tan característico de las “ escuelas” com o de la
“ ciencia” . L o que interesa a Kuhn es el tipo de consenso característico de
las comunidades científicas. En virtud de que Traman no ataca directa­
mente este problema, elude la cuestión vital de la semejanza del consenso
logrado en la politología, o que se puede lograr allí, con el consenso logrado
en diversas etapas de las ciencias naturales.
L o que me parece más importante en la aplicación que hace Traman de
las ideas de Kuhn no son las analogías que obtiene, sino las diferencias sur­
gidas de su propio análisis. Esto se aclara cuando explora Tram an los des­
arrollos que condujeron a un rompimiento del consenso prevaleciente en la
politología norteamericana. Por ejemplo, destaca dos desarrollos ocurridos des­
pués de la segunda Guerra Mundial que han contribuido a la disolución de ese
consenso. “ U no fue la drástica m odificación del carácter de la política mundial
después de Potsdam” (p. 8 68 ). El otro ha sido el “ desmembramiento del
sistema colonial, el surgimiento de naciones o entidades nacionales nuevas,
y el despertar de otras más antiguas, lo que reveló la inadecuación de una
postura disciplinaria que era esencialmente parroquial, que tomaba por sen­
tada la naturaleza del sistema político, y que carecía de una concepción
adecuada y explícita del cambio político” (p. 868).
130 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

Si buscamos analogías vagas por el concepto que tiene Kuhn del des­
arrollo de la ciencia, podríamos decir que lo que causó el rompimiento del
consenso fue la conciencia creciente de las anomalías. Pero si analizamos
el tipo de armonía indicado por Traman, veremos cuánto se diferencia de
las diversas anomalías consideradas por Kuhn. Los desarrollos señalados por
Tram an no son descubrimientos científicos, ni un reconocimiento de que “ la
naturaleza ha refutado de algún m odo la expectativa inducida por el para­
digma que gobierna la ciencia normal” , sino un cambio en el propio mundo
de la política, un cambio de la realidad política. Pero esto sugiere una re­
lación muy diferente entre el tipo de consenso profesional que Traman ase­
meja a un paradigma y la realidad política que trata de describir y explicar.
T al concepción se aproxima notablemente a la sugerencia de que un consenso
profesional es sólo un reflejo ideológico de un orden social o político preva­
leciente, antes que una perspectiva que provea una visión crítica de la natu­
raleza y la posición de este orden. Y cuando Tram an describe y juzga el
consenso profesional existente en la politología norteamericana — cuando afir­
ma que representaba una postura disciplinaria “ esencialmente parroquial” — ,
él mismo está revelando el carácter ideológico y no científico de este pa­
radigma.
¿Tendremos razón para pensar que la politología puede superar este lo­
calismo, que puede dar el gran paso considerado por Kuhn com o esencial
para que la ciencia deje de ser una cuestión de escuelas rivales y alcance la
altura de la ciencia normal? Traman se muestra optimista, pero lo más
revelador es su franqueza acerca de las alternativas posibles. La situación
de la politología — en 1965, pero no ha cambiado m ucho para 1976— , de
acuerdo con Traman, es “ una confusión de concepciones rivales y diver­
gentes, si no es que incompatibles, acerca de las interrogantes que deban
formularse y los métodos que deban utilizarse” (p. 869). Y agrega Traman
que, en consecuencia, la politología puede “ aislarse de tal m odo de su am­
biente que se requerirá un amplio movimiento intelectual y social para
dotarla de coherencia implícita” (p. 869).
Pero si ésta es una posibilidad real, Traman no logra apreciar la me­
dida en que está negando, o por lo menos cuestionando, que la politología
pueda superar sus sesgos ideológicos. N o se trata sólo de la disputa verbal
sobre la concesión del título honorífico de “ ciencia” al estudio de la rea­
lidad política. Más bien involucra la relación existente entre los tipos de
consenso que se han logrado y pueden lograrse entre los politólogos, y la
“ realidad” de la que se ocupan. Tram an no aclara esta cuestión, sino que
la oscurece.
En 1966, Gabriel Almond sucedió a Traman com o presidente de la Aso­
ciación Norteamericana de Politología y con entusiasmo aplicó los temas
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 131

kuhnianos a la historia y al estado actual de la politología. Organizó su


discurso alrededor de tres afirmaciones:

Primero, había una formulación teórica coherente en la teoría política


norteamericana de los siglos xvm y xix.
Segundo, el desarrollo de la politología profesional en los Estados Unidos,
desde principios de este siglo hasta bien avanzado el decenio de 1950, se
desarrolló en gran medida en términos de este paradigma, com o diría
Kuhn. La especulación y la investigación más importantes y características
de estos decenios produjeron resultados anómalos que crecientemente re­
futaron su validez.
Tercero, en los últimos dos decenios parecén estarse manifestando rápi­
damente los elementos de un nuevo paradigma, más seguramente cientí­
fico. El concepto central de este nuevo enfoque es el del sistema político
(p. 369) .40

La forma misma en que Almond formula sus aseveraciones debiera indi­


carnos que algo anda mal en su aplicación de las ideas de Kuhn. D e nuevo,
la serpiente es el elusivo concepto del “ paradigma” . Es claro que, en opi­
nión de Almond, sólo ahora — en el último decenio o los dos últimos de­
cenios— se está convirtiendo finalmente la politología en una ciencia genuina.
Si esto fuese cierto, lo que precedió a este estado de cosas debería ser un
periodo preparadigmático. Irónicamente, Almond apoya aquí la misma
concepción del desarrollo científico que ataca Kuhn. Acerca de los historia­
dores de la ciencia, comenta Kuhn que

Entre más cuidadosamente estudian, digamos la dinámica aristotélica, la


química del flogisto o la termodinámica calórica, más seguros se sienten
de que tales concepciones de la naturaleza, prevalecientes en algún m o­
mento, no eran en conjunto menos científicas ni más derivadas de la idio­
sincrasia humana que las concepciones actuales. Si llamamos mitos a estas
creencias obsoletas, concluiremos que los mitos pueden producirse por las
mismas clases de métodos y sostenerse por las mismas clases de razones que
nos conducen ahora al conocimiento científico. E n cambio, si las llamamos
ciencia, concluiremos que la ciencia ha incluido cuerpos de creencias en­
teramente incompatibles con los que ahora sostenemos. Frente a estas
alternativas, el historiador debe optar por la última (p. 2 ).

L o que un crítico ha llamado “ la concepción interesadamente errónea


de The Structure o f Scientific Revolutions de Thomas Kuhn” por parte de

40 Gabriel A. Almond, "Political Theory and Political Science” , American Political


Science Review, 60 (1966). A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a
las páginas de Almond corresponden a este articulo.
132 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

A lm on d 41 resulta más clara aún cuando éste sostiene que “ nos estamos
convirtiendo en una ciencia p or inferencia de los cambios ocurridos en
la magnitud, la estructura, la distribución por edades y el ambiente inte­
lectual de los politólogos” (p. 869). Y en seguida cita diversas estadísticas
para demostrar la gran rapidez del crecimiento de la profesión de la poli-
tología en los Estados Unidos, en una época de “ revolución científica” .
Pero resulta difícil entender qué prueba en realidad cualquiera de estas
estadísticas, porque Almond está hablando del crecimiento del profesiona­
lismo, no del crecimiento de la ciencia.
Gran parte de lo que dice Almond acerca del crecimiento del profesio­
nalismo en la politología resulta igualmente aplicable a casi todas las pro­
fesiones académicas, incluidas la filosofía y la historia del arte. Nos vemos
tentados a pensar que el profesionalismo es una condición necesaria para
la existencia de la ciencia — aunque el entendimiento de la historia de la
ciencia nos llevaría a cuestionar esta afirmación— , pero ciertamente no
es una condición suficiente para la existencia de la ciencia, ni provee base
alguna para inferir que “ nos estamos convirtiendo en una ciencia” .
Almond cree que la politología es ahora “predominantemente una dis­
ciplina norteamericana” ; en consecuencia, hace una breve reseña de la
historia de la “ teoría política de los Estados Unidos en vísperas del des­
arrollo de la politología com o una disciplina especializada” (p. 870), lo
que resulta un rápido paseo conducido desde la época de los griegos hasta
mediados del siglo x ix en los Estados Unidos. Concluye Almond que “ has­
ta aquí hemos descrito una secuencia muy similar a la que presenta Thomas
Kuhn en su teoría de las revoluciones científicas” (p. 8 75 ).42 Aun Almond
parece advertir que algo no marcha bien, porque añade, “ si no encaja
exactamente en su modelo, debemos recordar que las ciencias sociales pue­
den tener una dialéctica algo diferente de la de las ciencias físicas y bio­
lógicas” (p. 875). Pero resulta difícil entender lo que queda de Kuhn,
fuera de la terminología.43 De nuevo, lo más importante es la forma en

41 J. Peter Euben, “ Political Science and Political Silence” , Power and Community:
Dissenting Essays in Political Science, comps. Philip H. Green y Sanford Levinson, p. 8.
42 No sólo es falsa esta pretensión, sino que Allmond no puede advertir que su
breve bosquejo histórico muestra precisamente las características de las historias de
disciplinas que Kuhn critica severamente. El bosquejo de Almond está escrito desde la
perspectiva de nuestros grandes adelantos “ científicos” de la actualidad, donde eva­
luamos las contribuciones anteriores por referencia a los criterios “ científicos” actuales.
Aunque la terminología es de Kuhn, el contenido sustantivo de la concepción que
ofrece Almond de la historia de la teoría política se aproxima más al espíritu de Comte.
Véase una crítica de la forma en. que muchos científicos sociales enfocan la historia
de su propia disciplina en Robert K. Merton, The Sociology of Science.
42 Véase una crítica del trabajo de Almand, y en términos más generales una
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 133

que explica Almond los cambios ocurridos en el desarrollo de la teoría po­


lítica. Tales cambios no responden a una conciencia de las anomalías revelada
en la práctica de la ciencia normal, sino una respuesta a los cambios ocu­
rridos en la política misma.
Hay un problema más fundamental aún, nunca afrontado por Traman
ni por Almond. C om o ocurre con muchos de los científicos sociales orto­
doxos, Traman y Almond confían en que las ciencias sociales alcanzarán
una etapa de madurez científica, o están a punto de alcanzarla. Pero no
pueden advertir cuán engañoso puede ser el lenguaje de los “ paradigmas” y
las “ etapas preparadigmáticas” . N o se discute sólo si la politología se
encuentra o no en una fase “ preparadigmática” o “ paradigmática” , sino
si esta misma forma de hablar es apropiada e iluminante. En cuanto adop­
tamos el lenguaje de los paradigmas, estamos suponiendo implícitamente
que el éxito o la madurez de una disciplina se mide por el grado en que
alcance la fase paradigmática característica de las ciencias naturales. Pero
es precisamente esta cuestión — si en efecto debe evaluarse y juzgarse la
politología, especialmente en sus aspiraciones teóricas, por este criterio—
la que debe encararse con franqueza. Si creemos que la politología se encuentra
en una etapa preparadigmática, esto sugiere que llegará seguramente una
etapa científica paradigmática si somos pacientes y trabajamos para lograrlo.
Pero no hay ninguna justificación para tal inferencia en las ideas de Kuhn
o de cualquier otro autor. Resulta curioso que el nuevo manejo de los
paradigmas en manos de Traman y Almond recuerde el antiguo discurso
del positivismo que Kuhn trató de atacar explícitamente. A pesar de su
uso de la terminología de Kuhn, tanto Tram an como Almond conservan
— aunque en una forma refinada— la antigua creencia positivista del siglo
xix de que las disciplinas intelectuales tales com o la politología atraviesan
por épocas oscuras y sólo “ maduran” cuando triunfan los métodos de la
ciencia positiva.
Sheldon W olin hace un uso muy diferente de las ideas de Kuhn para
elucidar la teoría política. Mientras que Traman y Almond se han apro­
piado de Kuhn para apoyar la revolución conductista ocurrida en la poli­
tología y para demostrar que la politología se está convirtiendo finalmente

crítica de los supuestos epistemológicos y metodológicos en que se basa su enfoque,


véase a Alasdair Maclntyre, “ Is a Science of Gomparative Politics Possible?” Against
the Self-Images of the A ge; Charles Taylor, “ Neutrality in Political Science” , Philo­
sophy, Politics and Society (tercera serie), comps. Peter Laslett y W. G. Runcinam;
Charles Taylor, “ Interpretation and the Sciences of Man” , Review of Metaphysics,
25 (1 9 7 1 ); Alan Ryan, “ ‘Normal Science’ or Political Ideology?” , Philosophy, Politics
and Society (cuarta serie), comps. Peter Laslett, W . G. Runciman y Quentin Skinner;
y Alan Ryan, The Philosophy of the Social Sciences, pp. 154- ís.
134 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

en una ciencia,44 la intención primordial de W olin es la crítica de esa revo­


lución conductista y su concepción distorsionada de la teoría política. M e
referí antes a los científicos sociales que han descubierto en Kuhn las
armas que pueden utilizar para criticar a la ciencia social ortodoxa; W olin
es uno de ellos.
Afirma W olin que muchos politólogos han aceptado alguna versión de la
concepción gradual del progreso científico. Cita a Hans Eulau:

Una ciencia de la política digna de ese nombre debe construirse desde


abajo, planteando interrogantes sencillas que puedan contestarse en prin­
cipio; tal ciencia no puede construirse de arriba abajo planteando inte­
rrogantes que, según sospechamos, no pueden contestarse en absoluto, por
lo menos no con los métodos de la ciencia. Una ciencia empírica se cons­
truye por la acumulación lenta, modesta y gradual de teorías y datos per­
tinentes (p. 127) .4S

En su mayor parte, las concepciones que tienen los politólogos “ de la


ciencia, sus métodos y su historia, no tienen otra base que alguna opinión
considerada autorizada por ellos. En virtud de que sólo desean continuar
su trabajo de investigación empírica, no están ansiosos por enredarse en
disputas acerca de los fundamentos teóricos que apoyen y justifiquen su
trabajo” (p. 131). En opinión de Wolin, la obra de Kuhn es desafiante
porque ya no nos permite conformamos con la visión demasiado simplificada
de la ciencia y su desarrollo aceptada por muchos politólogos.
Pero la investigación de Kuhn provee también una perspectiva nueva
para el entendimiento de la historia de la propia teoría política. Wolin
“ no pretende sostener que la teoría política sea una especie de la teoría
científica, sino que las teorías políticas pueden entenderse m ejor com o
paradigmas, y que el estudio científico de la política es una forma especial
de la investigación inspirada por paradigmas” (p. 139). Es claro que W olin
está utilizando el concepto del paradigma en un sentido muy amplio.

Cuando se aplica a la historia de la teoría política, la noción que tiene


Kuhn de un paradigma, “ los desarrollos científicos universalmente reco­

44 Acerca del significado y la perspectiva de la revolución conductista en la ciencia


política, véase a David B. Truman, “ The Implications o f Political Behavior Research” ,
Items, 5 (19 51 ), Consejo de Investigación de la Ciencia Social; y Robert A. Dahl,
“ The Behavioral Approach in Political Science: Epitaph for a Monument to a Successful
Protest” , American Political Science Review, 55 (1961).
45 Este pasaje se cita en Sheldon Wolin, “ Paradigms and Political Theories” , Politics
and Experience, comps., Preston King y B. C. Parekh. A menos que se aclare otra
cosa, todas las referencias a las páginas de Wolin corresponden a este artículo.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 135

nocidos que proveen durante algún tiempo problemas y soluciones de


modelo para una comunidad de practicantes” , nos invita a considerar a
Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Docke y M arx com o las figuras
que en la teoría política corresponden a las de Galileo, Harvey, Newton,
¿aplace, Faraday y Einstein. Cada uno de los autores del primer grupo
inspiró una nueva visión del mundo político; en cada caso, sus teorías
propusieron una definición nueva de lo que era importante para el enten­
dimiento de ese mundo; cada uno de ellos especificó métodos peculiares
para la investigación; y cada una de sus teorías contenía una enunciación
explícita o implícita de lo que debe considerarse com o una respuesta
a ciertas cuestiones básicas (p. 140).

Si utilizamos el concepto del paradigma en una forma tan generosa, nos


preguntaremos qué ha ocurrido con el problema central de Kuhn, el de la
diferenciación del desarrollo de la ciencia natural frente al de otras dis­
ciplinas. Wolin entiende por paradigma una orientación general, una “ forma
nueva de observar las cosas” , antes que un ejemplo compartido o un mo­
delo científico específico que se “ reconozca universalmente” .46 Si exami­
namos esta analogía entre la visión que tiene Kuhn del desarrollo de la
ciencia natural y la historia de la teoría política, lo que se pone en evi­
dencia no son tanto las semejanzas com o algunas diferencias importantes.

4* Al trazar la analogía entre la “ imagen de la ciencia” de Kuhn y la historia


de la teoría política, Wolin pasa por alto dos prevenciones importantes que Kuhn
reitera con frecuencia. La primera es una prevención para que no se vuelva trivial
la tesis de Kuhn. Con frecuencia nos dice Kuhn que, al estudiar la historia de la
mayoría de las disciplinas, podemos aislar periodos de tradición interrumpidos por
periodos de cambio rápido que luego dan lugar a nuevas tradiciones. Pero subraya
que esta observación general no nos dice nada peculiar acerca del desarrollo de
la ciencia. Por ejemplo, al comentar la comparación del arte con la ciencia, escribe
Kuhn: “ En ambos, el historiador puede descubrir algunos periodos en que las prácticas
se conforman a una tradición.. . En ambos puede aislar algunos periodos de cambio
relativamente rápido.. . Pero es probable que lo mismo pueda afirmarse del desarrollo
de cualquier empresa humana” (Thomas Kuhn, “ Comment” en un simposio sobre
“ The New Reality in Art and Science” , Comparative Studies in Society and History,
11 [1969], p. 409).
La segunda prevención se refiere al error de creer que los paradigmas pueden identifi­
carse con grandes teorías, porque así se omiten las razones de la adopción del lenguaje
de los paradigmas por parte de Kuhn. En el “ Comment” antes citado, Kuhn escribe
que “ nunca intenté limitar las nociones del paradigma y la revolución a las ‘grandes
teorías’ ” ; que la importancia especial de estos conceptos radica en el hecho de que
“ permiten un entendimiento más pleno del carácter extrañamente no acumulativo de
acontecimientos tales com o el descubrimiento del oxigeno, los rayos X , o el planeta
Urano” (p. 412). Véanse otros comentarios sobre las diferencias existentes entre los
paradigmas y las teorías en T he Strncture of Scientific Revolutions, pp. 182 ss.
136 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

Se nos dice que las teorías de los grandes filósofos políticos deben en­
tenderse com o paradigmas maestros. ¿Pero hay algo comparable a la “ cien­
cia normal” en la historia de la teoría política? Wolin sugiere que en cada
caso algunos “ autores menores” explotaron estos paradigmas maestros “ en
una forma comparable a la de la ‘ciencia normal’ ” (p. 141). De acuerdo
con Wolin, estos “ trabajadores paradigmáticos” no son epígonos tediosos
y repetitivos” (p. 142), sino más bien peones que tratan de aplicar el
paradigma maestro a “ acertijos inesperados” . Sostiene además que hay
semejanzas entre la aplicación muy eficiente de los paradigmas en las
ciencias naturales y la aplicación de paradigmas en la teoría política. Pero
lo que en efecto demuestra son algunas diferencias fundamentales en la
intención de esta aplicación: “ Mediante su teoría, el científico aspira a trans­
formar la perspectiva de los miembros de 1a- comunidad científica y a ob­
tener el apoyo y el poder de esa comunidad para la aplicación de su
teoría a la investigación de la naturaleza. El objetivo de muchos teóricos
políticos ha sido el cambio de la sociedad misma; no simplemente la modi­
ficación de la forma en que contemplan los hombres el mundo, sino la
alteración del mundo” (p. 144). Según Wolin, este impulso es característico
de Platón, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Bentham, Saint-Simon y Marx.
W olin encuentra también otras posibilidades abiertas al teórico político
para la aplicación del paradigma. “ La universidad norteamericana moderna
ofrece ahora una perspectiva más atractiva aún, porque a la influencia
natural que se encuentra a su disposición se ha añadido el poder de los
fundamentos. Unidos proveen un mecanismo poderoso para la aplicación
de los paradigmas y el subsidio de la investigación. Hasta hace poco tiempo,
los departamentos de politología han carecido de un ingrediente vital: el
paradigma mismo” (p. 146). Pero la situación ha cambiado notablemente:
“ El desarrollo de la ciencia social y el éxito de la revolución conductista
han aportado el elemento faltante, y parece haber una convergencia entre
un paradigma, un mecanismo de aplicación y recursos abundantes para la
realización de investigaciones dirigidas por el paradigma” (p. 146).
Irónicamente, la interpretación que da W olin a algunos desarrollos re­
cientes de la politología converge con la de Almond y Traman. En esencia
conviene con ellos acerca de que el movimiento conductista “ satisface la
mayor parte de las especificaciones asignadas por Kuhn a un paradigma
eficaz” .

T a l movimiento ha llegado a dominar el programa de estudios de muchos


departamentos de politología por todo el país; se están enseñando a una
generación nueva de estudiantes los métodos nuevos de análisis de en­
cuestas, procesamiento de datos y construcción de escalas; es evidente el
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 137

aumento de los libros de texto conductistas, y hay aun algunos indicios


en el sentido de que el pasado se está reinterpretando para demostrar
que la revolución es sólo la culminación de “ tendencias” existentes en la
politología durante los últimos decenios (p. 147).

Pero en este punto se agudiza la tensión existente entre las intenciones de


Wolin y lo que en efecto está diciendo. Si respetamos el análisis que hace
Kuhn del desarrollo de la ciencia y aceptamos el juicio de que el movi­
miento conductista “ satisface la mayor parte de las especificaciones asig­
nadas por Kuhn a un paradigma eficaz” , deberemos recibir con beneplá­
cito este desarrollo, en lugar de deplorarlo. La aceptación de paradigmas
es algo esencial para la ciencia normal: sólo utilizando paradigmas pueden
resolverse los enigmas; sólo formulando paradigmas más precisos podrán
descubrirse las anomalías. Y la ciencia normal es absolutamente necesaria
para el desarrollo científico de una disciplina.
Además, aunque Kuhn subraya la importancia del estudio de la historia
de la ciencia para obtener una “ imagen apropiada de la ciencia” , tal estudio
no es importante para un científico normal practicante, y aun puede dis­
traerlo de su trabajo de solución de acertijos. L o que no advierte Wolin
es que el hincapié en la analogía existente entre el desarrollo de la teoría
política y la concepción de la ciencia natural que tiene Kuhn no se tra­
duce en la justificación del estudio serio de la historia de la teoría política
sino en su debilitamiento. N o hay necesidad de que el científico normal
practicante — o aun el científico extraordinario— , com o científico, estudie
la historia de su disciplina. El sentido histórico del científico normal no
necesita extenderse más allá del paradigma dentro del cual opera.47 Y aun
el científico extraordinario se interesa primordialmente por el desarrollo de
un paradigma nuevo que pueda explicar las anomalías existentes. En las
épocas de crisis científica, cuando hay “ una inclinación a probarlo todo” .
es posible que una mirada fresca a la historia de la disciplina ayude al
científico revolucionario, pero ello no es una condición necesaria ni suficiente
para la elaboración de un nuevo paradigma.
Además, cuando W olin describe los tipos de crisis a los que han respon­

47 Kuhn se muestra muy categórico sobre este punto. “ En ninguna otra área es
más claro el contraste existente entre el arte y la ciencia. Los libros de texto de la
ciencia rebosan con los nombres y a veces los retratos de héroes antiguos, pero sólo
los historiadores leen antiguas obras científicas. En el campo de la ciencia, los nuevos
adelantos inician el retiro de libros y revistas, que de pronto se vuelven obsoletos, de
su posición activa en una biblioteca científica al reposo de un depósito general.. . Al
revés de lo que ocurre en el arte, la ciencia destruye su pasado” (véase el “ Comment”
mencionado en la nota 46, p. 407).
138 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

dido los grandes teóricos políticos, subraya también las diferencias existentes
entre tales tipos y los que generan la ciencia natural extraordinaria.

Muchas de las grandes teorías del pasado surgieron en respuesta a una


crisis existente en el mundo, no en la comunidad de teóricos. N o fue
un derrumbe metodológico lo que impulsó a Platón a dedicarse al
bios theoretikos y a producir el primer gran paradigma del pensamiento
político occidental; fue más bien el derrumbe de la polis ateniense.
Tam poco fue un simple deseo de reemplazar los métodos teológicos por
los aristotélicos lo que condujo a la Defensor Pacis, sino una crisis con­
tinua en las relaciones existentes entre la Iglesia y el Estado. N o hay
necesidad de multiplicar los ejemplos; los paradigmas de Maquiavelo,
Bodin, Harrington, Hobbes, Locke, Tocqueville y M arx derivaron de una
creencia profunda en que el mundo se había deteriorado (pp. 147-148).

Pero aunque Wolin advierte esta diferencia crucial, no explora sus conse­
cuencias.
Estoy sugiriendo que hay una lógica oculta en la línea de argumentación
de W olin que, tomada literalmente, mina lo que trata de demostrar. Si el
conductismo representa un nuevo paradigma científico umversalmente re­
conocido, la conclusión que debe obtenerse es la obtenida por Almond y
Truman: la tarea consiste ahora en la continuación de la solución de pro­
blemas empíricos y la especificación del nuevo paradigma: la única forma
en que una ciencia puede desarrollar la precisión requerida por el descubri­
miento de las anomalías. Así pues, algo parece haber marchado mal. Si
dejáramos aquí la cuestión incurriríamos en una parodia de lo que Wolin
quiere decir, pero me parece importante el examen de las consecuencias
de hacer hincapié en la analogía existente entre la teoría política y la vi­
sión que tiene Kuhn del desarrollo de la ciencia natural.48

48 Algunas observaciones de otro ensayo ponen en claro que ésta es una parodia
de lo que quiere decir Wolin, quien escribe que la revolución conductista “ ha logrado
transformar la politología” , pero la transformación ocurre en el terreno de la meto­
dología, no de la teoría. “ Independientemente de cualquier otra consideración, una
revolución que carezca de una teoría iniciadora no puede considerarse como una revo­
lución con el criterio de Kuhn” (Sheldon Wolin, “ Political Theory as a Vocation” .
Machiaoelli and the Nature of Political Thought, comp. Martin Fleisher, p. 26).
Pero también aqui, la infatuación que Kuhn produce en Wolin oscurece lo que
quiere decir. Se equivoca Wolin cuando afirma que, según Kuhn, una revolución
científica requiere una teoría iniciadora (véase la nota 46 ). Además, creo que Wolin
tiene razón cuando insiste en que las teorías políticas deben ofrecer una “ elección
importante o un análisis crítico de la calidad, la dirección o el destino de la vida públi­
ca” ; pero en el análisis que hace Kuhn de la ciencia no hay ninguna base para establecer
tal distinción entre las teorías políticas “ genuinas” y las teorías “ pseudopolíticas” , ni
para insistir en que las teorías políticas deben ser críticas en el sentido de Wolin.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 139

Es en este punto de su análisis — casi al final de su ensayo— donde Wolin


“ enmienda” el concepto que tiene Kuhn de un paradigma. Pero cuando
apreciemos las ramificaciones plenas de esta enmienda, veremos que trans­
forma radicalmente nuestro entendimiento de los “ paradigmas” en las ciencias
de la sociedad y la política, y revela diferencias notables con todo lo que
se hace en las ciencias naturales. Veremos también cóm o se reúnen aquí
muchas líneas de argumentación exploradas en el capítulo n.

La politología como un paradigma moral

W olin propone que no sólo pensemos en las grandes teorías de los teóricos
políticos clásicos com o paradigmas, sino que “ concibamos la sociedad política
misma com o un paradigma de tipo operativo” (sin subrayado en el original).

Desde este punto de vista se contemplaría la sociedad com o un todo


coherente en el sentido de sus prácticas políticas regulares, sus institu­
ciones, sus leyes, la estructura de su autoridad y su ciudadanía, y las
creencias operativas que se organizan e interrelacionan. U na sociedad po­
líticamente organizada contiene arreglos institucionales claros, ciertas ideas
ampliamente compartidas acerca de la localización y el uso del poder
político, ciertas expectativas acerca de la forma en que la autoridad debiera
tratar a los miembros de la sociedad y acerca de las obligaciones que la
sociedad organizada puede imponer legítimamente a sus m iem bros...
Puede afirmarse que este ensemble de prácticas y creencias forma un
paradigma en el sentido de que la sociedad trata de desarrollar su
vida política de acuerdo con ellas. Además, en sus agencias de imposición
y en sus sistemas de reglas, una sociedad política posee los instrumentos
básicos presentes en la comunidad científica de Kuhn y los emplea en
formas análogas. También la sociedad impone ciertos tipos de conducta
y desalienta otros; también define las clases de experimentos — en forma
de acciones individuales o de grupo— que se alentarán, tolerarán o re­
primirán; mediante su organización compleja de la política a través de
las legislaturas, los partidos políticos y los medios de opinión, la sociedad
determina también lo que contará en la determinación de las decisiones
futuras (p. 149).

Si continuamos utilizando el lenguaje de los “ paradigmas” — y el uso del


término en tantas formas laxas, ambiguas y opuestas sugiere que convendría
evitarlo— , será importante subrayar cuán diferente es esta concepción del
“ paradigma” de todo lo que discute Kuhn.49 Cuando habla de la propia

49 Resultaría tediosa una enumeración de las muchas formas diversas en que se


ha utilizado el término “paradigma” , aun por quienes creen que lo están usando como
140 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

sociedad política com o un paradigma, W olin no se está refiriendo a la acti­


vidad teórica del teórico político, sino a la realidad política estudiada por
él. Y cuando subraya la importancia de las prácticas e instituciones, las
expectativas y las creencias, está señalando algunas de las características dis­
tintivas de esta realidad política. La posición de W olin es similar a la que
asume W inch cuando afirma: “ En el caso del científico natural debemos
tratar un solo conjunto de reglas, las que gobiemán la propia investigación
del científico; en cambio, lo que estudia aquí el sociólogo, al igual que su
estudio, es una actividad humana y se desarrolla por ende de acuerdo con
ciertas reglas” .50 Es similar también a la postura asumida por Louch cuando
trata de explicar el sentido en que algunas disciplinas tales Como la economía
pueden considerarse com o disciplinas morales. Louch utiliza incluso el lenguaje
de los “ paradigmas” :

Esperamos que un hombre se comporte de ciertas maneras en las situa­


ciones económicas, no porque sea inevitable que lo haga sino porque, si
no lo hiciera, pensaríamos que se trata de un mal hombre de negocios
o de un lunático. La búsqueda del beneficio no es una ley causal sino
un paradigma de la actividad en situaciones particulares. Se espera que
las personas que se encuentren en tales situaciones satisfagan el paradigma
si pueden hacerlo, porque eso es lo que se debe hacer. Pero el lugar
ocupado por el paradigma no se altera por el descubrimiento de que el
comportamiento económ ico no corresponde a tal paradigma por entero,
ni siquiera cuando así ocurra la mayor parte del tiempo. C om o una ley
causal, la búsqueda del beneficio nos autorizaría a inferir el comporta­
miento futuro de los agentes económicos; si ocurren algunas discrepancias,
peor para la ley. Pero com o una regla práctica podemos tener más bien
expectativas morales; cuando ocurren algunas discrepancias, peor para
el comerciante.51

Alan Ryan ha señalado también cuán diferente es el papel de los para­


digmas en las ciencias humanas. Ryan ayuda a iluminar otra consecuencia
implícita en W olin y explícita en L ou ch : que tales paradigmas políticos y
sociales son paradigmas morales. Son paradigmas morales en el sentido de
que contienen creencias y expectativas acerca de lo que sea el comportamiento

lo hizo Kuhn. J. G. A. Pocock es otro politólogo (un historiador político) para quien
resulta fundamental la noción de un paradigma. Pero el significado que le da a este
término y su utilización son muy diferentes de los de Almond, Truman, Wolin y
Kuhn. Véase a J. G. A. Pocock, Politics, Language and Time.
50 Peter Winch, The Idea of a Social Science, p. 87.
51 A. R. Louch, Explanation and Human Action, p. 77.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 141

correcto, apropiado o “ racional” . “ Es importante que se aclare esto; los


paradigmas morales no nos imponen ninguna evaluación moral o política
particular. Pero de nuevo, com o lo hace el paradigma de la ciencia natural,
definen el alcance de los argumentos morales posibles y la clase de problema
que es un problema moral particular” .525 3
En este sentido, entonces, la realidad misma de la que nos ocupamos en
las ciencias humanas está constituida por valores, no es una realidad brutal,
indiferente o neutral a los valores. Y es precisamente esta idea lo que aclara la
base de la crítica que hace W olin a los estudios conductistas. Porque no ocurre,
com o aseguran muchos científicos conductistas, que estén tratando de cotejar
q verificar afirmaciones empíricas con una realidad política que es en sí misma
“objetiva” y “ neutral en el campo del valor” . Más bien, afirma Wolin, “ la
característica más notable de los numerosos estudios realizados sobre la vo­
tación, el poder comunitario, la participación política y la toma de decisiones,
es su aceptación del paradigma político prevaleciente com o el marco de
referencia y com o la fuente de los problemas de investigación” (p. 151). El
paradigma dominante de la sociedad política no dicta los métodos de su
investigación, pero “ establece límites acerca de lo que deba considerarse
com o una investigación útil” (p. 152).58
Afirma W olin que la diferencia existente entre la “ teoría” conductista y
la teoría tradicional se asemeja a la diferencia existente entre la ciencia nor­
mal y la ciencia extraordinaria, pero tal analogía está también muy alejada
de todo lo que quiso decir Kuhn. W olin subraya que los estudios conductistas
se conectan al paradigma político dominante que ahora existe, mientras
que “ la teoría tradicional se ocupa de los mundos posibles más bien que de
los mundos reales, y así pone en peligro al paradigma reinante, en lugar
de repararlo” (p. 152). En la base de la crítica formulada por W olin contra
la teoría conductista o el paradigma conductista se encuentra la facilidad con
que engloba y refleja un mundo deteriorado. Una “teoría correspondiente
a un mundo enfermo sería ella misma una forma de enfermedad” (p. 148).54

52 Alan Ryan, “ ‘Normal Science’ or Political Ideology?” , Philosophy, Politics and


Society (cuarta serie), p. 93.
53 La forma en que el paradigma dominante de la sociedad política influye sobre
lo que se considera una investigación útil y limita el lenguaje y los conceptos emplea­
dos en los problemas investigados, se ilustra en John H. Scharr, “ Legitimacy in the
Modern State” , Power and Community; Dissenting Essays in Political Science, comps.
Philip Green y Sanford Levinson; Charles Taylor, “ Interpretation and Sciences
of Man” , Review of Metaphysics, 25 (1 9 7 1 ); Alasdair Maclntyre, “ Is a Science of
Comparative Politics Possible?” , Against the Self-Images of the A g e; y Quentin Skin-
ner, “ The Empirical Theorists o f Democracy and Their Critics: A Plague on Both
Their Houses” , Political Theory, 1 (1973).
54 Resulta difícil de esclarecer la actitud de Wolin acerca del conductismo. En
142 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

Hagamos una pausa y preguntémonos qué nos ha enseñado la infatuación


de los científicos y los teóricos sociales con la obra de Kuhn. ¿Ayuda la
“ imagen de la ciencia” que tiene Kuhn a lograr un entendimiento más pers­
picaz de los estudios sociales y políticos? La respuesta inicial debe ser nega­
tiva: ni el propio Kuhn afirma en algún momento lo contrario. Hay dos
razones poderosas por las que resulta poco útil el uso de las ideas de Kuhn
por parte de los científicos sociales, Primero, las tesis de Kuhn son muy am­
biguas y poco satisfactorias precisamente donde la iluminación es más nece­
saria. Kuhn no ayuda a distinguir los paradigmas científicos de los paradigmas
ideológicos, y ésta es una consideración fundamental que no toman en cuenta
quienes están demasiado ansiosos por señalar la importancia de las ideas
de Kuhn para los estudios sociales y políticos. Segundo, cuando los científicos
sociales tratan de mostrar la pertinencia de las ideas de Kuhn, lo que surge
en efecto son las importantes ausencias de analogía entre las ciencias natu­
rales y los estudios sociales y políticos. Esto se aplica tanto a Truman y
Almond com o a Wolin. Los tres autores indican que las anomalías que
impulsan un cambio en estos estudios derivan de cambios ocurridos en el
mundo de la política y no de descubrimientos fácticos o teóricos en el sentido
de que la naturaleza refute lo que hemos llegado a esperar en la investi­
gación normal. Por lo tanto, lo que resulta vital y esencial para el desarrollo
de la ciencia natural — una tradición de la ciencia normal— puede ser desas­
troso en los estudios políticos y sociales. El éxito de un paradigma en la
explicación y el pronóstico del comportamiento humano puede derivar de
la aceptación, por parte de los hombres, de rígidas restricciones normativas
acerca de lo que constituya el comportamiento racional y aceptable.35

“ Paradigms and Political Theories” contrasta la “ teoría conductista’ ’ con la “ teoría


tradicional” (p. 1 5 2 ); pero en “ Political Theory as a Vocation” niega que el con-
ductismo sea una teoría política (pp. 26, 30 ). Traza la analogía entre el conductismo
y la ciencia normal, pero sostiene que el paradigma dominante entre los politólogos es
un “ paradigma ideológico” . La ambivalencia de Wolin se pone de manifiesto también
por lo que considera el importante papel subversivo de los hallazgos conductistas. “ Una
de las características más interesantes y perturbadoras de los hallazgos conductistas
es su influencia subversiva. Muchas de las nociones comunes acerca de la calidad del
electorado democrático se han visto sacudidas. Lo mismo podría afirmarse de las creen­
cias prevalecientes acerca del carácter democrático de la política, la toma de decisiones
en las comunidades norteamericanas y la representatividad de los funcionarios ele­
gidos” ( “ Paradigms and Political Theories” , p. 152).
35 Véase la discusión que hace Alan Ryan de este punto cuando sostiene que la
aplicabilidad de fad o del modelo económico clásico de la negociación requiere que
“los actores acepten criterios de jure de lo que sea el comportamiento racional y acep­
table” ( " ‘Normal Science’ or Political Ideology?” , pp. 96-97). Ryan no sólo desarrolla
un tema sugerido por Berlin en su ensayo anterior, cuando sostiene que los modelos
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 143

El trabajo de Kuhn, aunado a otras teorías postempiristas acerca de la


naturaleza de la ciencia, ayuda a abandonar la imagen simplista de la ciencia
que han aceptado muchos científicos sociales de orientación empírica. Estas
investigaciones nos han enseñado cuán vital y central es el papel de la
teoría para cualquier disciplina científica. Y también nos han mostrado que
aun el concepto que tienen de la teoría científica los empiristas lógicos como
un conjunto de sistemas hipotético-deductivos es demasiado estrecho y equí­
voco para explicar las variadas funciones de la teoría en el campo de la
ciencia. En este sentido, el intento de remarcar la analogía existente entre
las ciencias sociales y la imagen de las ciencias naturales que tiene Kuhn
tiene la consecuencia paradójica, pero muy importante, de alertarnos más
ante las diferencias pertinentes.
Nada de lo que he dicho pretende atacar la calidad científica legítima de
los estudios políticos y sociales. Por el contrario, ahora podemos apreciar
cóm o pueden conciliarse las aseveraciones rivales acerca de estas disciplinas.
Un tema común a Berlín, Louch, Winch, Ryan y Wolin. es la afirmación
de que la realidad social y política constituye una interconexión compleja de
instituciones, prácticas, reglas y formas de vida. Esto es lo que quiere decir
W olin cuando sugiere que la propia sociedad política puede concebirse com o
un “ paradigma de tipo operativo” . Es lo que subraya Ryan cuando nos dice
que tales paradigmas son “ paradigmas morales” que involucran la aceptación
de normas de comportamiento y acción por parte de los agentes políticos.
Pero estas formas de vida y estas prácticas exhiben regularidades e interre­
laciones sistemáticas. Al estudiar estas regularidades, podemos utilizar diversas
técnicas empíricas y cuantitativas empleadas con éxito en las ciencias natu­
rales. La convicción básica de los científicos sociales empíricos acerca de
que esto se está haciendo ahora, refuerza su creencia en que “ nos estamos
convirtiendo en una ciencia” .

v paradigmas aceptados por los seres humanos determinan sus creencias y su compor­
tamiento, sino que además apoya la afirmación de Louch en el sentido de que la eco­
nomía clásica es una teoría moral. Véase también el análisis que hace Charles Taylor
de la profundidad e importancia de un modelo de negociación o intermediación para
la interpretación de la realidad política y social en “ Interpretation and the Sciences
of Man” .
Los análisis de Louch, Ryan y Taylor han sido también apoyados y explorados por
economistas radicales que han cuestionado las teorías económicas y la investigación
ortodoxas. Estos economistas se han visto influidos también por Kuhn, y utilizan el
concepto de un paradigma en formas ambiguas y conflictivas. Pero lo que también
resalta en su obra son las ausencias de analogías entre el entendimiento que tiene
Kuhn de las ciencias naturales y de las ciencias sociales, sobre todo la forma en que
la propia realidad económica puede entenderse como un paradigma moral. Véase la
Review of Radical Political Economics 3 (1971). Véase también a Edward J. Nell.
“ The Revival of Political Economy” , Social Research, 39 (1972).
144 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

Pero ya debiéramos advertir para este momento que el problema primor­


dial debe conceptuarse en otra forma. N o se trata de saber si es posible
el. empleo de técnicas empíricas y cuantitativas, sino de la forma en que
deban interpretarse los resultados. En la ciencia social ortodoxa se ha obser­
vado una tendencia muy marcada hacia la cosificación, hacia la toma errónea
de patrones sociales y políticos históricamente condicionados por una realidad
a secas, inmutable, que simplemente “ está allí” para ser confrontada. En la
precipitación por construir una nueva ciencia natural de los seres humanos,
se ha tendido a generalizar a partir de las regularidades de un paradigma
moral reinante, y a sostener que estamos descubriendo leyes universales que
gobierna a los seres humanos. El defecto más grave de este enfoque no son
simplemente las generalizaciones injustificadas sino los sesgos ideológicos ocul­
tos. Entre muchos científicos sociales ortodoxos no se ha apreciado que el
consejo de ser “ realistas” , de estudiar las cosas tal com o son, no es tanto
un imperativo científico com o un dudoso imperativo moral que tiene con­
secuencias perniciosas por cuanto limita la imaginación humana y las posi­
bilidades políticas y sociales. El cientificismo en los estudios sociales y polí­
ticos se ha convertido en una ideología poderosa, aunque disfrazada.56

I deología y objetividad

Al inicio del capítulo i citamos un pasaje de Alan Ryan en el que subraya


“ dos ansiedades grandes y potentes” que han desempeñado un papel impor­
tante en la llamada revolución conductista ocurrida en la ciencia política:
el temor al “ hiperfactismo” y el temor de que los ideólogos políticos se apo­
deren de la politología. El remedio para ambos males habría de ser la creación
de un cuerpo organizado de teoría explicativa empírica. La observación de
Ryan puede generalizarse porque es aplicable a todo el conjunto de las cien­
cias sociales. Pero ahora podemos preguntarnos con franqueza si el remedio

56 En los primeros años de la revolución conductista, Hannah Arendt observó con


perspicacia esta tendencia del conductismo: “ La triste verdad acerca del conductismo
y la validez de sus leyes es que, entre más gente haya, más probable es que observe
algún comportamiento y menos probable que tolere la ausencia de comportamiento.
En términos estadísticos, esto se manifestará en la nivelación de la fluctuación. En
realidad, las acciones tendrán cada vez menores probabilidades de contener la marea
del comportamiento, y los eventos perderán más y más su importancia; es decir, su
capacidad para iluminar el tiempo histórico. La uniformidad estadística no es en
modo alguno un inocuo ideal científico; es el ideal político — ya no secreto— de una
sociedad que, enteramente sumergida en la rutina de la vida diaria, se encuentra en
paz con la perspectiva científica inherente en su existencia misma” (T h e Human Con-
dition, p. 40 ).
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 145

ha tenido éxito. ¿H ay pruebas claras de que la creación de teorías explica­


tivas empíricas haya superado estas ansiedades potentes? La respuesta — por
dos razones primordiales— es un rotundo no. Primero, a pesar de la virtual
unanimidad existente entre los científicos sociales ortodoxos acerca de los
requerimientos epistemológicos y metodológicos de la teoría explicativa em ­
pírica, no existe tal “ cuerpo organizado” de teoría. A pesar de todo lo que
se dice acerca de tal teoría, si evaluamos los resultados de sus investigaciones
con el espíritu crítico que nos recomiendan constantemente los científicos
sociales empíricos, no encontraremos teorías que satisfagan los criterios es­
trictos que tales científicos consideran esenciales.
Segundo — com o se observa con mayor claridad en esta parte—, hay dudas
graves acerca de que las llamadas teorías empíricas de los científicos sociales
eludan el sesgo ideológico. En virtud de que la expresión “ ideología” se ha
utilizado en forma tan laxa, es importante que precisemos la afirmación de
que las “ teorías empíricas” son ideológicas. Primero, debemos subrayar que
la intención explícita de quienes propugnan tales teorías es la presentación
de una descripción objetiva y éticamente neutral acerca de los “hechos” :
no hacer aparecer sus juicios de valor com o descripciones fácticas. Además,
en virtud de la creencia de que simplemente están elaborando una buena
ciencia empírica, los científicos sociales dotan de falsa legitimidad a algunas
aseveraciones que no son simplemente empíricas y científicas. La crítica de
la teoría empírica com o ideología trata de revelar estos sesgos éticos ocultos
y dudosos.
A l utilizar los conceptos de ideología y de falsificación ideológica he con­
fiado en que el contexto aclararía lo que quiero decir. Ahora puedo aclarar
lo que entiendo por ideología y la crítica de la ideología. M i entendimiento
de estos conceptos se basa en M arx y en Hegel. Pero en virtud de que existen
variadas y opuestas interpretaciones de lo que quisieron decir M arx y Hegel,
especificaré lo que son en mi opinión las características básicas del concepto
y la crítica de la ideología.
Primero, por “ ideología” no entiendo lo que se entiende frecuentemente
en el sentido común o vulgar de este término. Una ideología no es cualquier
conjunto de creencias y actitudes morales, sociales o políticas que informa
y configura la interpretación del mundo y el comportamiento de un individuo
(o de una clase). Rechazo esta concepción excesivamente liberal de la ideo­
logía a causa de su relativismo y su nihilismo ocultos. T al concepción sugiere
-r-y muchos piensan que ello deriva del concepto de la ideología— que todos
los “ sistemas de creencias” tienen en última instancia la misma altura epis­
temológica, que todos son igualmente injustificables. De acuerdo con esta
concepción, cuando criticamos una ideología dada estamos presuponiendo otra
postura ideológica que no cuestionamos. Este uso permisivo del concepto de
146 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA

la ideología oscurece el hecho de que las ideologías se basan en creencias e


interpretaciones que pretenden ser ciertas o válidas. En consecuencia, estas
creencias e interpretaciones están sujetas a la crítica racional.
Segundo, una ideología no es un “ reflejo” epifenoménico que surja me­
cánicamente en respuesta a la dinámica de una subestructura material. Re­
chazo esta concepción de la ideología porque 1) no considera las formas
complejas en que diversos factores históricos moldean la forma y el conte­
nido de una ideología (las que nunca son simplemente una respuesta mecá­
nica a un sustrato material subyacente); 2) no considera la eficacia de la
ideología para determinar las formas en que los hombres interpretan el mundo
y entienden sus propias acciones y las acciones de los demás; 3) tiene el
resultado de colocar a la ideología más allá de toda crítica. Si se entiende la
ideología sólo com o un reflejó de un sustrato material, no tiene sentido
hablar de la falsedad de una ideología. Se piensa a veces que esta teoría de
la ideología com o un “ reflejo” es la concepción de Marx. Pero resulta difí­
cil imaginar una distorsión más horrenda de lo que entiende Marx por la
ideología. Según Marx, una ideología debe descifrarse, debe entenderse con
espíritu crítico. Esto significa que debemos entender cóm o refleja y distor­
siona, la . ideología, las condiciones materiales históricas de la vida social, y
que debemos captar los factores que influyen sobre la aceptación de una
ideología y la sostienen.
Además, el poder de las ideologías se relaciona con la forma en que se
usen para justificar y legitimar las acciones. Quienes aceptan una ideología
no la consideran arbitraria o injustificada. Por el contrario, sostienen que
su interpretación ideológica es válida. La consideran “ evidente” , “ lo que sos­
tendrá cualquier hombre racional” , “ realista” , “ basada en lo que es la natu­
raleza humana” , o — más recientemente— “ lo que nos dice la ciencia” . En
cada caso se está utilizando una ideología para determinar lo que sea una
acción “ realista” y para definir los límites de la elección “ racional” .
La crítica de la ideología tiene varias funciones interrelacionadas: 1) Debe
describir y definir correctamente la ideología, y debe cuidarse de no hacer
caricaturas. 2) Busca una interpretación profunda de la ideología que revele
cóm o refleja y distorsiona la ideología una realidad social y política subya­
cente. 3) Trata de descubrir los factores materiales y psicológicos que refuer­
zan y sostienen la ideología. 4) Trata de aislar las creencias e interpretaciones
fundamentales que constituyen la base de la ideología, y criticarlas para ex­
poner su falsedad. 5) Trata de disolver el poder legitimador de las ideologías
mediante la superación de la resistencia de los defensores de Jas ideologías.
El concepto de la ideología o de la “ falsa conciencia” se relaciona, recí­
procamente con el concepto de un entendimiento no ideológico de una “ con­
ciencia verdadera” . N o creo que existan criterios fijos que nos permitan dis­
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA 147

tinguir definitivamente entre la “ falsa conciencia” y la “ verdadera conciencia” .


£1 logro de una “ conciencia verdadera” es un ideal regulador de la crítica
de la ideología, y la relación existente entre la “ conciencia falsa” y la “ con­
ciencia verdadera” es asimétrica. Esto no quiere decir que debamos perma­
necer intelectualmente agnósticos, que nunca estemos en situación de evaluar
y juzgar las formas en que una ideología es sistemáticamente distorsionante y
refleja los poderes cosificados de la dominación. Por el contrario, dado que
toda ideología se basa en creencias e interpretaciones que apoyan su validez,
podemos examinar tales pretensiones de validez y demostrar su falsedad. Po­
demos demostrar la falsedad de una ideología sin pretender que hayamos
alcanzado un entendimiento decisivo, absoluto, “ verdadero” , de la realidad
social y política.57
Las investigaciones de Berlin, Louch, Winch, W olin y Ryan contribuyen a
desenmascarar los sesgos ideológicos. Pero este problema se ha atacado más di­
rectamente. Es extensa la literatura crítica que revela la diversidad de las formas
en que la llamada investigación objetiva y éticamente neutral es ideológica,
pero uno de los análisis más sucintos y agudos es el que hace Charles Taylor
en “ Neütrality in Political Science” . N o es por accidente que los sesgos de
valor se hayan confundido con descripciones fácticas; la crítica de Taylor
demuestra que la “ conexión existente entre la base fáctica y la valuación
es algo intrínseco, por decirlo así, en la estructura conceptual” de estas
teorías.58 En realidad, los científicos sociales ortodoxos admiten que los cien­
tíficos sociales son falibles y con frecuencia confunden las descripciones fác­
ticas con juicios de valor, pero creen — com o lo expresa Nagel— que estos
juicios de valor de apreciación serán abandonados a medida que las ciencias
sociales alcancen una madurez mayor. Pero cuando examinamos en efecto
los candidatos prominentes de la teoría empírica en la politología y la socio­
logía, vemos que no podemos adoptar el marco teórico y aislar nítidamente
los juicios de valor en él implicados. La “ adopción de un marco de expli­
cación lleva consigo la adopción de la ‘pendiente de valor’ implícita en él” .59
Taylor ilustra este sesgo valorativo en la obra de Lipset, Almond y Laswell:

Podemos afirmar que un marco explicativo dado segrega una noción de


lo bueno, y un conjunto de valuaciones, que no puede abandonarse

1,7 Véase un examen histórico del concepto de la ideología en George Lichtheim,


“ The Concept of Ideology” , The Coneept of Ideology and Other Essays. Véase tam­
bién la discusión de la ideología que presenta Alasdair M aclntyre en Against the Stlf-
Images of the A g e; y John Plamenatz, Ideology [en prensa ed. esp. FCE],
58 Charles Taylor, “ Neütrality in Political Science” , Phüosophy, Politics and Society
(tercera serie), comps. Peter Laslett y W. G. Runciman, p. 42.
5» Ibid.
148 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

— aunque puede superarse— si no se abandona el marco. Por supuesto,


en virtud de que los valores pueden superarse, sólo podemos afirmar
que el marco tiende a apoyarlos, no que establezca su validez. Pero esto
basta para demostrar que la neutralidad de los hallazgos de la politología
no es lo que se pensaba. El establecimiento de un marco dado restringe
el intervalo de las posiciones valorativas que pueden adoptarse defensi­
vamente. Porque el marco permite aceptar ciertos bienes com o tales sin
mayor discusión, mientras que otros bienes rivales no pueden adoptarse
sin aducir consideraciones aplastantes. Puede afirmarse que el marco
distribuye en cierta forma la caiga de la prueba. Por lo tanto, no es
neutral.
Sólo podría evitarse esto en la elaboración de la politología si nos
apegáramos a los descubrimientos estrechos que, precisamente porque
en sí mismos son compatibles con gran número de marcos políticos, pueden
nadar en una atmósfera de neutralidad valorativa. El hecho de que los
católicos de Detroit tiendan a votar p or el Partido Demócrata puede
encajar en casi cualquier marco conceptual, y por ende en cualquier
conjunto de valores políticos. Pero en la medida en que la politología
no pueda prescindir de la teoría, de la búsqueda de un marco, no podrá
dejar de desarrollar una teoría normativa.60

La conclusión de Taylor acerca del papel de la teoría en la politología se


ve apoyada también por Alasdair M aclntyre en su artículo “ Is a Science of
Comparative Politics Possible?” Tras demostrar la hueca presuntuosidad y
las distorsiones de la teoría empírica de la política comparada, Maclntyré
compara este trabajo con el argumento que acerca de la justicia aparece
en La República. Concluye que “ Lipset y Bierstedt están tomando así partido
en una antigua controversia filosófica: ¿es importante que el gobernante sea
justo, o sólo es importante que se le crea justo? L o que hacen Lipset y Bier­
stedt al definir la legitimidad se asemeja a lo que hizo Trasímaco al definir
la justicia, y lo que hicieron Glauco y Adimanto al desarrollar el argumento
de Trasímaco. También Trasímaco sostenía que sólo estaba describiendo el
mundo com o es, que era un observador neutral y sin orientación valorativa” .61
Quentin Skinner, quien reseña la controversia sobre la teoría empírica de

60 Ibid., pp. 56-57.


81 Alasdair Maclntyre, “ Is a Science of Comparative Politics Possible?” , Against
the Self-Images of the A ge, p. 278. Véase la perspicaz discusión que hace Hanna F.
Pitkin de la disputa entre Sócrates y Trasímaco, y su relación con las disputas modernas
de la politología. Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice, capítulo 8. Véase otra
confirmación del sesgo ideológico de las definiciones contemporáneas de la legitimidad
en John H. Schaar, “ Legitimacy in the M odem State” , Power and Community: Dis-
senting Essays in Political Science, comps. Philip Green y Sanford Levinson.
LENGUAJE, ANÁLISIS Y TEORIA 149

la democracia y censura a algunos de sus críticos, concluye sin embargo que


aun la refinada teoría de la democracia de Robert Dahl es ideológica. La
mera “ aplicación del término democracia al tipo de sistema político descrito
por Dahl constituye un acto de conservadurismo político: sirve para alabar
los valores y las prácticas recientemente prevalecientes de un sistema político
com o el de los Estados Unidos, y constituye una forma de argumentación
en contra de quienes tratan de cuestionar el carácter democrático de tales
valores y prácticas” .82 L o característico del ataque de Taylor, M aclntyre y
Skinner contra los sesgos ideológicos de la ciencia social ortodoxa — sobre
todo las llamadas teorías explicativas empíricas de la politología — es el hecho
de que cada uno de estos autores trata de mostrar cóm o están incrustados
estos sesgos en el propio lenguaje y en los propios conceptos empleados. V ea­
mos también aquí una confirmación de una de las observaciones fundamen­
tales del ensayo de Berlin, “ Does Political Theory Still Exist?” Berlín su­
girió allí que es precisamente porque nuestras prácticas y nuestros conceptos
lingüísticos están tan profundamente arraigados en nuestros modos de pensar
y de actuar que con frecuencia nos cegamos ante su influencia poderosa.
Una tarea fundamental del teórico es la revelación de estos conceptos y
modelos prevalecientes; el teórico debe lograr el tipo de conciencia que no
sólo aclara estos conceptos y estas prácticas lingüísticas, sino que los somete a
una evaluación crítica.
Los científicos sociales ortodoxos piensan a veces que los argumentos que
cuestionan la neutralidad valorativa de su orientación constituyen un ataqué
contra el ideal mismo de la objetividad que resulta esencial para la investi­
gación intelectual responsable. Pero no se trata de esto. Podemos estar errados
o acertar acerca de las tasas de divorcio, las tasas de natalidad, el número
de personas que votan en una elección, etcétera, pero aun estas aseveraciones
cuyo carácter empírico parece obvio pueden aparecer dudosas porque invo­
lucran decisiones conceptuales acerca de lo que importa com o un ejemplo
del fenómeno estudiado. Es esencial que distingamos claramente entre la
“ objetividad” y el “ objetivismo” . Si entendemos por “ objetividad” el hecho
de que en todo campo de la investigación humana — ya se trate de los fenó­
menos físicos, o de un sistema político existente, o aun de la interpretación
de un texto— haya criterios intersubjetivos de racionalidad o normas de
investigación mediante las cuales tratamos de distinguir los sesgos personales,
la superstición o las creencias falsas frente a las aseveraciones objetivas, la
adhesión a tal ideal de la objetividad gobernará toda investigación siste­
mática.

82 Quentin Skinner, “ The Empirical Theorists of Democracy and Their Critics:


A Plague on Both Their Houses” , Political Theory, l 9 (agosto de 1973), pp. 303-304.
150 LENGUAJE, ANALISIS Y TEORIA

Sin embargo, esto no significa que haya un procedimiento simple o directo


para enunciar las normas de la investigación apropiada, o que no pueda haber
un desacuerdo importante acerca de estas normas y su aplicación, o aun que
lo objetivo en un campo de investigación no pueda dejar de serlo en otro.
El esfuerzo por especificar un solo conjunto unívoco de criterios com o una
base para distinguir lo que es genuinamente objetivo de lo que no lo es
ha constituido una de las preocupaciones más obsesivas e inútiles de los pensa­
dores modernos desde Descartes. Pero no por ello estaremos obligados — como
se afirma a menudo— a abandonamos al escepticismo, al relativismo frus­
trante, o al subjetivismo irracional. L o que debemos aprender, más bien, es
cuán difícil y compleja resulta la articulación de los criterios de objetividad
aplicables a diversos campos de la investigación, y los sentidos en que estos
criterios son ellos mismos vulnerables a la crítica. Además — y esto es quizá
lo más importante— , los propios criterios de objetividad y racionalidad depen­
den de la existencia de comunidades de investigadores que puedan participar
en discusiones, que lo quieran hacer y se comprometan a hacerlo.
En cambio, el “ objetivismo” es una orientación sustantiva que cree que
existe, en última instancia, un campo de hechos básicos, no interpretados,
que sirve de fundamento a todo conocimiento empírico. La apelación a estos
“ hechos” presumiblemente legitima las aseveraciones empíricas acerca del
mundo. El “ objetivismo” — una doctrina que en sus formas primitivas o refi­
nadas es compartida por muchos científicos sociales ortodoxos— coincide
finalmente con el “ mito de lo dado” que ha sido tan devastadoramente criti­
cado por los filósofos contemporáneos.6® El “ objetivismo” en el estudio de la
vida social y política no es una inocente doctrina epistemológica errada. Tiene
consecuencias peligrosas en la medida en que tiende a distorsionar y cosificar
“ hechos” históricamente condicionados: “ hechos” que sólo revelan una de
las numerosas posibilidades diferentes que la acción humana puede adoptar.6 64
3

C o n clusión : L a convergencia de las críticas


DE LA CIENCIA SOCIAL ORTODOXA

En esta parte he tratado de demostrar el poder y la coherencia de las críticas


aparentemente diversas formuladas por pensadores anglosajones contra la

63 Véase a Wilfrid Sellars, “ Empiricism and the Philosophy of M ind” , Science, Per-
ception, and Reality. Véase también mi discusión del “ mito de lo dado” en la parte
iv de Praxis and Action.
64 Véase un examen detallado y sutil de la forma en que se confunde el ideal
de la objetividad con el objetivismo en las ciencias políticas en Laurence H. Tribe,
“ Policy Science: Analysis o f Ideology” , Philosophy & Public Affairs, 2 (1972).
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 151

ciencia social ortodoxa. Al principio pareció una consecuencia del positivismo


lógico y de la revolución del lenguaje ordinario ocurrida en la filosofía ana­
lítica, el hecho de que estos movimientos minaran la posibilidad misma de
una teoría política y social sustantiva. A lo sumo, los observadores pensaron
que el análisis filosófico podría ayudar a aclarar las confusiones concep­
tuales.
Pero gradualmente se percibió que la filosofía analítica, sobre todo el tipo
de investigaciones realizadas por Wittgenstéin y J. L. Austin, tenía una capa­
cidad enorme para elucidar el concepto de la acción humana y las formas
en que describimos y explicamos tal acción. En efecto, se adoptó un extremo
dialéctico. Se sostuvo que el “ giro lingüístico” de la filosofía podría utilizarse
para demostrar la imposibilidad conceptual o lógica de una ciencia social
moldeada en las ciencias naturales. La preocupación— nos inclinamos a decir
la obsesión— por la formulación y la derrota de argumentos “ de imposibili­
dad” ha oscurecido la contribución real de los análisis lingüísticos. L o que
ha surgido más recientemente, com o lo ilustra la obra de Charles Taylor.
Maclntyre, Pitkin, Ryan y muchos otros, es una orientación más moderada
pero más penetrante. Ninguno de estos autores trató de “ probar” la impo­
sibilidad o la inutilidad de los estudios empíricos en las ciencias sociales. Pero
todos ellos nos han ayudado a entender cuán limitantes y restrictivos son los
supuestos del marco de la ciencia social ortodoxa. El trabajo de estos autores,
v la nueva orientación intelectual que representa, no son meramente ne­
gativos.
Estos pensadores han contribuido a la creación de un nuevo universo del
discurso donde estamos m ucho más profundamente conscientes de las formas
complejas en que las prácticas, los conceptos y las instituciones lingüísticas
conforman la realidad política y social. El nuevo universo de discurso y sen­
sibilidad que está emergiendo requiere que cobremos cada- vez mayor con­
ciencia de que los seres humanos son criaturas autointerprctatívas, y que
estas interpretaciones constituyen lo que somos com o seres humanos. En la
base de su crítica se encuentra un ataque contra los fundamentos categóricos
de la ciencia social ortodoxa y contra la imagen de los agentes humanos que
proyecta.
Charles Taylor, cuyo trabajo ilustra esta nueva sensibilidad, articula esta
postura cuando escribe: “ N o es sólo que la mayor parte de los miembros de
nuestra sociedad, o todos ellos, tengan un conjunto dado de ideas en su
cabeza y se suscriban a un conjunto dado de metas. Los significados y las
normas implícitos en estas prácticas no se encuentran sólo en las mentes de
los actores sino en las prácticas mismas, las que no pueden concebirse com o
un conjunto de acciones individuales, sino que son esencialmente modos de
152 LENGUAJE, ANÁLISIS Y TEORIA

la relación social, de la acción recíproca” .65 C om o muchos de los otros


pensadores examinados, Taylor cuestiona la distinción categórica tan arrai­
gada en la ciencia social ortodoxa: que los fenómenos deben clasificarse como
objetivos — “ están allí” , y en consecuencia pertenecen a la categoría de lo
observable— o reunirse com o creencias, actitudes y opiniones “ meramente”
subjetivas y privadas. Por el contrario,

En la situación que tenemos aquí, el vocabulario de una dimensión social


• dada depende de la forma de la práctica social en esta dimensión; es
decir, el vocabulario no tendría sentido, no podría aplicarse sensatamente,
si no prevaleciera este conjunto de prácticas. Y sin embargo, este con­
junto de prácticas no podría existir sin la presencia de este vocabulario
o algún otro relacionado. N o hay aquí ninguna dependencia simple en
un solo sentido. Podemos hablar de una dependencia recíproca si lo
deseamos, pero lo que se señala realmente es la artificiosidad de la distin­
ción existente éntre la realidad social y el lenguaje de la descripción
de esa realidad social. El lenguaje forma parte de la realidad; es esencial
para la clase de realidad que es.6®

Así hemos vuelto al principio. Taylor expresa en el nuevo modo lingüístico


la observación central del ensayo de Berlín con el que empezamos. Aquí con­
vergen muchas líneas de desarrollo. D e la filosofía del lenguaje hemos apren­
dido a apreciar cóm o está el lenguaje incorporado en las prácticas y mol­
deado por reglas y distinciones intersubjetivas. D e la teoría de la acción hemos
aprendido que un análisis adecuado de la acción humana involucra algunas
referencias a las prácticas sociales y las formas de vida donde las acciones
pueden describirse y explicarse. Del análisis de la realidad social y política
hemos llegado al entendimiento de que esta realidad misma se compone de
prácticas e instituciones que dependen de la aceptación de normas referentes
al comportamiento razonable y aceptable. D e la filosofía postempirista y . la
historia de la ciencia hemos aprendido cuán engañosas y simplistas son las
teorías empiristas de la ciencia, y cuán importantes son la interpretación y el
entendimiento aun en las ciencias naturales.
Una vez cuestionada la perspectiva limitante de la ciencia social ortodoxa
y expuestos los sesgos de sus cimientos, surgen nuevas interrogantes y proble­
mas. Estos problemas se agrupan alrededor de la interpretación y el entendi­
miento de la realidad política y social. ¿C óm o deberemos realizar esta acti­
vidad? ¿Cuál es la importancia de los estudios empíricos de las regularidades6 8

68 Charles Taylor, “ Interpretation and the Sciences of Man” , Review of Metaphysics,


25 (19 71 ), p. 27.
66 Ibid., p. 24.
LENGUAJE, ANALISIS Y TEORÍA 153

y las correlaciones para el proceso interpretativo? En el fondo se encuentra


la interrogante fundamental de la forma en que podamos decidir racional­
mente entre interpretaciones diferentes y rivales. Hemos llegado ai umbral
de estas cuestiones. Hay conjeturas y sugerencias iluminantes acerca de la forma
en que tales cuestiones pueden especificarse y contestarse. Pero no encon­
tramos en la obra de los pensadores anglosajones ningún esfuerzo sistemático
por profundizar en ellas y por avanzar en la reestructuración de la teoría
social y política. Sin embargo, no resulta sorprendente el hecho de que,
entre los pensadores adiestrados en las tradiciones intelectuales anglosajonas,
haya surgido un interés creciente p or la hermenéutica y la fenomenología.
C om o veremos en el capítulo ni, el análisis de la intersubjetividad, y el en­
tendimiento de la teoría com o un proceso interpretativo, se han encontrado
en el centro mismo de las investigaciones fenomenológicas de la realidad
social y política.
III. LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

C ada vez resulta más evidente que, para lograr un éntendimiento crítico de
las disciplinas sociales y políticas, debemos encarar no sólo problemas episte­
mológicos sino también metafísicos. Antes dé examinar la crítica fenome-
nológica de la interpretación naturalista de las disciplinas sociales y políticas,
quiero reflexionar sobre algunos de los problemas filosóficos globales que
afrontamos. Específicamente, quiero trazar dos imágenes rivales del hombre
en el mundo que han sido y siguen siendo fundamentales para nuestra con­
cepción de los individuos. Tras de explorar el choque de estas imágenes,
consideraré dos esfuerzos muy diferentes por conciliarias o unirlas: intentos
por alcanzar una síntesis o una visión sinóptica genuina que haga justicia
a la verdad implícita en esta oposición dialéctica. Éstas son las síntesis pro­
puestas y exploradas independientemente por dos filósofos: Wilfred Sellars,
un norteamericano, y Edmund Husserl, un alemán. Esto nos servirá luego de
base para un examen más detallado de la investigación fenomenológica
de Alfred Schutz sobre los fundamentos de la realidad social.
Desde luego, hay algo artificial en el contraste de las concepciones de
Sellars y de Husserl. Estos filósofos no son contemporáneos, de m odo que
no se ha encontrado ni discutido directamente entre sí. Pero Sellars ha
sido uno de los filósofos analíticos más ambiciosos. H a tratado de integrar
las diversas corrientes del pensamiento analítico — y la historia de la filo­
sofía también—• para desarrollar una visión sinóptica del hombre en el
mundo. Ha articulado sistemáticamente una versión sutil y refinada del
realismo científico, un tipo de naturalismo que trata de contestar las obje­
ciones de sus críticos. Aunque pocos científicos sociales ortodoxos se han
ocupado de problemas filosóficos básicos, la visión sinóptica de Sellars cons­
tituye una presentación poderosa y persuasiva del naturalismo que se en­
cuentra en la base de gran parte del pensamiento contemporáneo acerca
de las ciencias.
Por otra parte, aunque Husserl escribió antes de que el empirismo lógico y
la filosofía analítica hubiesen reformado el pensamiento contemporáneo,
tenía una visión penetrante de los fundamentos y la dirección del naturalismo
moderno. Husserl trató de concentrarse en estos fundamentos y someterlos a
una crítica radical. En consecuencia, su confrontación con Sellars puede ayudar
a aclarar dos de las visiones principales del hombre en el mundo que han con­
figurado el pensamiento contemporáneo y que se reflejan en concepciones
opuestas del estudio apropiado de los seres humanos.
154
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 155

L a imagen científica contra la imagen manifiesta del hombre

En la tradición científica moderna ha estado implícito un ideal basado en la


concepción de los seres humanos com o sistemas físicos complejos que difieren
en grado, pero no en clase, del resto de la naturaleza. Si luego queremos enten­
der realmente lo que son los seres humanos, nuestra tarea primordial será la
explicación del funcionamiento de este sistema complejo. Aunque no se liga
necesariamente a estos conceptos obsoletos y simplistas del mecanicismo materia­
lista, esta concepción sostiene que, cualesquiera que sean los conceptos y las
categorías que describen y explican en última instancia el mundo físico, tam­
bién describirán y explicarán lo que son los seres humanos. N o hay brechas ni
rompimientos en la naturaleza; la ciencia, y sólo la ciencia, nos dice lo que
realmente existe.
Los defensores de este concepto admiten con frecuencia que podemos en­
contrarnos en una etapa del desarrollo científico m ucho más primitiva de lo
que se ha creído; que los obstáculos que se oponen al conocimiento científi­
co comprensivo pueden ser mayores de lo que imaginamos. Pero nuestra ta­
rea primordial com o investigadores serios consiste en hacer toda contribu­
c ión oue podamos para la elaboración de tal teoría científica comprensiva
ideal. Éste es un ideal aceptado y defendido-no sólo por muchos científicos na­
turales v sociales, sino también por los filósofos, incluidos aleamos que lo han
reafirmado con refinamiento renovado en nuestra propia época.1
Toda historia adecuada de la filosofía y la ciencia modernas tendría que exa­
minar también las formas en que esta concepción se ha visto rechazada y cri­
ticada. Cuando tal materialismo o reduccionismo científico se ha llevado a sus
últimas consecuencias, ha surgido su antítesis dialéctica. Los oponentes sos­
tienen que dicha concepción involucra la distorsión más grosera de la condi­
ción humana y de lo que resulta más básico para su entendimiento. En nuestra
época, esta dialéctica ha involucrado una revolución contra el reduccionismo y
el fisicismo tan característicos del positivismo lógico y el atomismo lógico de
épocas anteriores.2 En formas diferentes, el viejo Wittgenstein, Austin, Ryle.
Strawson y muchos otros, han tratado de demostrar que el entendimiento del
hombre com o un sistema físico com plejo es una inversión que se produce
cuando uno se ve atrapado en las garras del cientificismo. P. F. Strawson
presenta en forma enfática la alternativa a esta imagen científica:

1 Véase a J. J. C. Smart. Philosophy and Scientific Realism; David M. Armstrone,


A Materialist Theory of M ind; y las lecturas de Materialism and the Mind-Bódy
Problem, comp. David M. Rosenthal.
2 Véase mi discusión en Praxis and Action, parte IV.
156 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

Hay un núcleo centrad masivo de pensamiento humano que no tiene his­


toria, o por lo menos no tiene ninguna registrada en las historias del pen­
samiento; hay categorías y conceptos que, en su carácter más fundamental,
no cambian en absoluto.... Son lugares comunes del pensamiento menos
refinado; y sin embargo son el núcleo indispensable del equipo conceptual
de los seres humanos más refinados. U na metafísica descriptiva se ocupará
primordialmente de estas categorías y conceptos, de sus interconexiones, y
de la estructura que forman.8

Desde el punto de vista de Strawson, carece de sentido que se hable de


la sustitución o el desplazamiento de este “ núcleo central” por una expli­
cación científica “ más adecuada” del hombre, porque la ciencia — como
cualquier “ equipo conceptual del hombre” — presupone este núcleo.
Es importante también que se aprecien las diversas formas en que estas
perspectivas rivales de los seres humanos — y su entendimiento de las tareas
de la filosofía— han tratado de explicarse recíprocamente. Utilizando la
terminología de W ilfrid Sellars, quien caracteriza estos dos “ tipos ideales”
com o la imagen científica del hombre en el mundo y la imagen manifiesta
del hombre en el mundo,4 podemos preguntarnos cómo explica la imagen
científica a la imagen manifiesta. Se afirma a veces que la imagen manifiesta
es sólo un campo de “ apariencia” y “ opinión” ; que si queremos entender al
hombre, sólo la ciencia puede proveer las respuestas. O podría sostenerse que
lo que se requiere es un fundamento de la imagen manifiesta mediante su
explicación a través de principios científicos más fundamentales. Pero cual­
quiera que sea la opción que se tome, subsiste la convicción básica de que
sólo la ciencia es la medida de la realidad y el criterio para la evaluación del
conocimiento legítimo de lo que son los seres humanos.
Desde la perspectiva de la imagen manifiesta — o m ejor dicho, desde la
perspectiva de sus defensores— , hay también varias opciones para explicar
la imagen científica del hombre, la más común de las cuales es una interpre­
tación instrumental. Pero cualquiera que sea su explicación de la ciencia, los
defensores de la imagen manifiesta permanecen firmes en su convicción de que
no tiene sentido, o es “ conceptualmente imposible” , pensar que un entendi­
miento científico del hombre pueda amenazar a la imagen manifiesta. ¿Por
qué? Porque en última instancia la ciencia, com o una actividad conceptual,
presupone las categorías y los conceptos que forman el núcleo indispensable
de todo pensamiento conceptual.*

* p. F. Strawson, Individuáis, An Essay in Descriptive Metaphysics, p. 10.


* Wilfrid Sellars, “ Philosophy and the Scientific Image of Man” , Science, Per-
ce ption and Reality.
la a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 157

Sellars indica que la imagen manifiesta es importante porque “ define uno


de los polos a donde se ha inclinado la reflexión filosófica” .5 N o sólo se han
construido los grandes sistemas especulativos de la filosofía antigua y medieval
alrededor de la imagen manifiesta, sino que en nuestra propia época han
sido, el análisis y la descripción cuidadosas de esa imagen, centrales para los
analistas conceptuales anglosajones y para muchos fenomenólogos continen­
tales. Así pues, aunque el lenguaje y los intereses primordiales de un filósofo
com o Merleau-Ponty son muy distintos de los de Strawson, Merleau-Ponty
ha expresado vividamente lo que en su opinión es la posición derivada de
la ciencia:

T od o el universo de la ciencia se construye sobre el mundo directamente


experimentado, y si queremos someter la ciencia misma a un escrutinio
riguroso y llegar á una evaluación precisa de su significado y alcance,
debemos empezar por reavivar la experiencia básica del mundo dóndé
la ciencia es la experiencia de segundo orden. La ciencia no tiene, y
nunca tendrá por su naturaleza misma, la misma importancia como forma
de ser que el mundo que percibimos, por la sencilla razón de que es
una justificación o explicación de ese m u n d o.. . Los puntos de vista cien­
tíficos, según los cuales mi existencia es un momento de la existencia del
mundo, son siempre ingenuos y al mismo tiempo deshonestos, porque dan
por sentado, sin mencionarlo explícitamente, al otro punto de vista,
o sea el de la conciencia, a través del cual se forma desde el principio un
mundo alrededor mío y empieza a existir para mí.6

Podría pensarse en la existencia de algún procedimiento sencillo para conciliar


las aseveraciones opuestas de estas dos imágenes. Después de todo, la ciencia
puede ayudamos a entender lo que son los seres humanos, y aunque esto
podría complementarse con una articulación y una descripción cuidadosas de la
imagen manifiesta, ¿n o son éstas simplemente dos perspectivas diferentes de
la misma realidad humana, o dos aspectos diferentes de tal realidad? Pero tal
síntesis feliz, que sugiere que necesitamos ambas imágenes y no tenemos que
escoger entre ellas, no toma seriamente en cuenta la pretensión de cada imagen
de “ constituir la explicación verdadera y, en principio, completa del hombre
en el mundo” .7 Cada imagen afirma que puede explicar a la otra. Cada una1 5

15 Ibid., pp. 7-8.


6 Maurice Merleau-Ponty, Phenomenology of Perception, pp. viii-ix.
7 Wilfrid Sellars, “ Philosophy and the Scientific Image of Man” , Science, Per*
ception and Reality, p. 25. A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias
a las páginas de Sellars corresponden a este articulo. Véase una visión panorámica
de la filosofía de Seliars en mi artículo “ Sellars’ Vision of Man-in-the-World” ,
Review of Methaphysics, 20 (1966).
158 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

pretende ser completa y trata de representar la postura ontológica fundamen­


tal desde la cual debe verse la otra com o algo derivado.
Así pues, quienes defienden la imagen científica sostienen que la ciencia
no proveerá una explicación parcial sino completa que puede explicar, en
principio, si no todavía de hecho, aun el “ núcleo indispensable” de los con­
ceptos humanos, mostrando cóm o se basan en principios científicos más fun­
damentales. Y quienes defienden la imagen manifiesta declaran no sólo que
una explicación científica del hombre es incompleta, sino que, si “ sometemos
a la ciencia misma a un escrutinio riguroso” , veremos en ella una disciplina
de segundo orden basada en un entendimiento más fundamental del hombre
en el mundo.
Estas imágenes opuestas del hombre en el mundo, y las orientaciones in­
telectuales opuestas que se encuentran detrás de ellas, tienen consecuencias sus­
tanciales para las ciencias de la vida humana. Si estamos convencidos de que
el hombre no es otra cosa que un sistema físico complejo, o que es preferible
operar con este supuesto, recurriremos a la ciencia com o el único medio apro­
piado para la explicación del funcionamiento de este sistema. Consideraremos
que los éxitos del desarrollo científico nos revelan gradualmente estas verda­
des y que sus fracasos son sólo temporales. Pero si estamos convencidos de
que “ los puntos de vista científicos.. . son siempre ingenuos y al mismo tiempo
deshonestos” , deberemos utilizar algún otro enfoque para entender lo que son
los seres humanos. Leeremos la historia de los fracasos ocurridos en las ciencias
de la vida humana — ciencias forjadas a imagen de las ciencias naturales—
com o indicadores de profundas confusiones conceptuales o categóricas. Tal
teoría científica “ ideal” está necesariamente condenada al fracaso.
¿Podrá conciliarse el enfrentamiento de estas dos imágenes? ¿Podrá en­
tenderse la pretensión de cada una de ellas en una forma que haga justicia
a ambas y que evite las distorsiones resultantes cuando contemplamos a la una
con los lentes de la otra? ¿H ay alguna perspectiva desde la que podamos
obtener una visión sinóptica de ambas imágenes? Sellare y Husserl contestan
afirmativamente estas interrogantes, aunque sus respuestas son muy diferentes
en algunos puntos cruciales, y en efecto son incompatibles.

La visión sinóptica de W ilfrid Sellars

En primer término, quiero especificar con mayor precisión lo que entiende


Sellars por las imágenes manifiestas y científicas del hombre en el mundo,
para indicar cóm o concibe Sellare la colisión de las imágenes y su resolución
final. Sellare advierte que, al hablar de dos imágenes, está hablando de “ tipos
ideales” o construcciones (p. 5 ), por lo tanto de “ ficciones” (p. 7 ), aunque
LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGIA 159

se trata de ficciones heurísticas o metodológicas utilizadas para aclarar dos


polos contrastantes de la filosofía. Al llamarlos “ imágenes” aclara que “ no
niega la calidad de ‘realidad’ a ninguno de ellos. Para usar el término de
Husserl, los estoy ‘poniendo entre paréntesis’ , transformándolos de formas
de experimentación del mundo a objetos de reflexión y evaluación filosó­
ficas” (p. 5 ).
La imagen manifiesta puede describirse en dos formas complementarias.
Es “ el marco en cuyos términos cobró el hombre conciencia de sí mismo com o
hombre en el mundo. Es el marco en cuyos términos, para usar un giro
lingüístico existencialista, el hombre se encontró por primera vez a sí mismo,
que es, por supuesto, cuando se hizo un hombre” (p. 6 ). Pero Sellars formula
una aseveración más fuerte: el hombre es esencialmente un ser que piensa
de sí mismo en el mareo de la imagen manifiesta; en consecuencia, si “ esta
imagen, en la medida en que se aplica al hombre, es una imagen ‘falsa’ ,
esta falsedad amenazará al hombre mismo, porque en un sentido impor­
tante es el ser que tiene esta imagen de sí mismo” (p. 18). Es un error
creer que tal imagen surgió sólo en la prehistoria del hombre o que es aun
una “ concepción precientífica, irreflexiva, ingenua del hombre en el mundo”
(p. 6 ). L o que quiere decir Sellars por imagen manifiesta se entiende mejor
com o un “ refinamiento o una elaboración de lo que podría llamarse la imagen
‘original’ ” (p. 6) del hombre en el mundo. La imagen manifiesta involucra un
refinamiento empírico y categórico a la vez.
Por refinamiento empírico entiende Sellars el refinamiento obtenido me­
diante el empleo de técnicas para el discernimiento y establecimiento de
correlaciones. En. consecuencia, la imagen manifiesta es, en un sentido apro­
piado, una “ imagen científica” . “ N o es sólo disciplinada y crítica; también uti­
liza los aspectos del método científico que podrían agruparse b a jo el rubro
de ‘inducción correlacionar” (p. 7 ).
Por refinamiento categórico entiende Sellars un tipo de alteración en las
categorías usadas para clasificar los objetos básicos de la imagen manifiesta.
Los objetos primarios de la imagen manifiesta son personas. Según Sellarss
ha habido un refinamiento en el desarrollo histórico de la imagen manifiesta a
partir de una etapa primitiva donde la categoría de personas tenía un alcance
mucho mayor que ahora; lo que ahora clasificamos como cosas se concibieron al­
guna vez com o personas. Así, por ejemplo, “ originalmente, el hecho de ser un
árbol era una form a.de ser una persona, com o — para utilizar una analogía
próxima-— ser una mujer es una forma de ser una persona, o ser un triángulo es
una forma de ser una figura p lan a.. . Cuando el hombre primitivo cesó de conr
cebir com o personas lo que nosotros llamamos árboles, el cambio fue más
radical que un cam bio.de creencia; fue un cambio de categoría” (p. 10).
Pero la diferencia principal entre la imagen manifiesta — aun cuando to-
160 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

mames en cuenta estos dos tipos de refinamiento— y la imagen científica


propiamente dicha es el hecho de que esta última “ involucra la postulación
de entidades imperceptibles, y de principios aplicables a ellas, para explicar el
comportamiento de cosas perceptibles” (p. 7 ). Así pues, en términos genera­
les, la imagen manifiesta se restringe a lo que puede observarse y describirse
en el mundo cotidiano (donde se concibe en términos amplios que la descrip­
ción y la observación incluyen a las personas y su com portam iento), mientras
que la imagen científica involucra la postulación de entidades no observables
para explicar nuestras observaciones de “ cosas perceptibles” .
Sellars se ocupa de la objeción tradicional al desplazamiento de la ima­
gen manifiesta por la imagen científica. Acepta que, en cierto sentido, la imagen
científica depende de la imagen manifiesta. Pero aunque en términos meto­
dológicos principiamos con la imagen manifiesta antes de construir la imagen
científica, no se sigue de aquí que “ la imagen manifiesta sea anterior en un
sentido sustantivo; que las categorías de una ciencia teórica dependen lógi­
camente de categorías aplicables a su fundamento metodológico en el mun­
do manifiesto del sentido común refinado de m odo que fuese absurda la
noción de un mundo que ilustrara sus principios teóricos sin ilustrar también
las categorías y los principios del mundo manifiesto” (p. 20),
Debemos demarcar lo que aquí se discute. Los defensores de la prima­
cía de la imagen manifiesta han apelado con frecuencia — com o lo han
hecho Strawson y Merleau-Ponty— a alguna versión de la aseveración de
que la imagen científica depende de la imagen manifiesta, para establecer el
sentido en que es básica la imagen manifiesta. Pero si Sellars tiene razón,
todo lo que han demostrado es una dependencia metodológica, no sustantiva
u ontológica. ¿Pero tiene algún sentido pensar que la imagen científica del
hombre en el mundo com o un “ sistema físico com plejo” podría desplazar
alguna vez, así sea en principio, a la imagen manifiesta? Si ello fuese posible,
aunque pudiésemos distinguir las afirmaciones verdaderas y falsas formuladas
dentro de la imagen manifiesta, podríamos afirmar también que todo el mar­
co de la imagen manifiesta es “ falso” , porque sus categorías básicas no indi­
can las cosas com o realmente son.
Explorando esta posibilidad, Sellars descubre tres obstáculos principales
que presenta la imagen a todo desplazamiento por la imagen científica. La
primera se refiere a la posición de los pensamientos o conceptos; la segunda
a las “ sensaciones conscientes” ; y la tercera a las “ categorías aplicables al
hombre com o una persona que confronta normas (éticas, lógicas, etcétera,)
que a menudo están en conflicto con sus deseos e impulsos y a las que puede
conformarse o n o .. . ” (p. 3 8).
En su tratamiento de estos tres obstáculos queda claramente de mani­
fiesto toda la sutileza y complejidad dialéctica de la síntesis propuesta por
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 161

Sellars. Mientras que muchos reduccionistas científicos no perciben que


la imagen manifiesta presente algunos obstáculos a la primacía de la ima­
gen científica, Sellars sostiene que estos reduccionistas distorsionan la imagen
manifiesta. En este sentido parece convenir con quienes sostienen que la
imagen manifiesta es básica y no reducible. Pero Sellars sostiene que, aun­
que tienen razón cuando se oponen a cualquier reducción simple o directa,
estos defensores de la imagen manifiesta obtienen de sus argumentos conclu­
siones ontológicas erradas.
Veamos, por ejemplo, la cuestión de los pensamientos o conceptos. Sellars
conviene en que no se pueden explicar o definir explícitamente los pensa­
mientos en términos del comportamiento físico. Reconoce que hay una
“ intencionalidad” en los pensamientos que debe tomase en cuenta. Pero
desarrolla un argumento en dos etapas para demostrar, primero, que la
intencionalidad de los pensamientos puede analizarse en términos de las pro­
piedades semánticas de los actos de discurso abierto; y segundo, que en virtud
de que “ los pensamientos son elementos concebidos en términos de los papeles
que desempeñan, no existe en principio ninguna barrera para la identificación
del pensamiento conceptual con el proceso neurofisiológico” (p. 34) .8
En el caso de las sensaciones, sostiene Sellars que necesitamos una estra­
tegia diferente para volver inteligible la afirmación de que las sensaciones
pueden concebirse com o aspectos del proceso neurofisiológico. “ Mientras que
tanto los pensamientos com o las sensaciones se conciben por analogía con
elementos públicamente observables, en el primer caso la analogía se refiere
al papel y por ende deja abierta la posibilidad de que los pensamientos sean
radicalmente diferentes, en su carácter intrínseco, del comportamiento verbal
por analogía con el cual se conciben. Pero en el caso de las sensaciones, la
analogía se refiere a la calidad misma” (p. 35). La característica distin­
tiva de las sensaciones es el hecho de que poseen una cualidad u “ ho­
mogeneidad final” (p. 35) que no parece identificable o reducible a los
procesos neurofisiológicos. Pero tampoco aquí piensa Sellars que esta carac­
terística distintiva de las sensaciones sea un obstáculo insuperable para la
primacía de la imagen científica del hombre. En términos generales — y su
argumento es sumamente complejo— Sellars piensa que no hay ninguna ra­
zón a priori para que no podamos concebir un sentido más robusto de pro­
ceso físico en el que las cotrapartidas científicas de lo que ahora llama­
mos “ sensaciones” se tomen com o “ una dimensión de proceso natural” o
físico.9

8 Véanse los detalles del argumento de Sellars en su polémica con R. M. Chisholm,


“ Intentionality and the Mental” , Minnesota Studies in the Philosophy of Science,
vol. II.
9 Véase a Wilfrid Sellars, “ Phenomenalism” , en Science, Perception and Reality;
162 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

Parecería entonces que Sellare está defendiendo la primacía sustantiva


de la imagen científica, por cuanto piensa que los pensamientos y las
sensaciones no presentan ningún obstáculo insuperable para ello. ¿Pero qué
decir de las categorías aplicables al hombre com o persona? Después de todo, de
acuerdo con la insistencia del propio Sellare, ésta es la base de la imagen ma­
nifiesta. Es el carácter irreducible de estas categorías de las de la imagen
científica lo que ha constituido la base de la adopción perenne, por parte
de la filosofía, de la imagen manifiesta com o la medida de lo que es en última
instancia real. Aquí tenemos al parecer un obstáculo insuperable.
Para entender el desenlace de esta batalla de las imágenes, debemos
aclarar lo que Sellare considera esencial e irreducible en relación con las
personas. Afirma Sellare que “ el marco conceptual de las personas es el
marco en el que pensamos que los demás comparten las intenciones comu­
nitarias que proveen el ambiente de principios y criterios (sobre todo, los
que posibilitan el discurso significativo y la racionalidad) dentro del que
vivimos nuestras propias vidas individuales. Una persona puede definirse casi
com o un ser que tiene intenciones” (p. 4 0 ). Y “ se sigue que para reconocer
un bípedo im plum e.. . com o persona se requiere que pensemos pensamientos
de la forma. ‘Nosotros ejecutaremos ( o nos abstendremos de ejecutar) accio­
nes de una clase A en circunstancias de una clase C’ ” (p. 39) .10
Parece ahora que nos quedamos con un nuevo dualismo que sostiene, por
una parte, todo lo que la imagen científica reconoce com o real, y por la
otra, el “ marco conceptual de las personas” . ¡Pero no termina aquí Sellare!
Cree que hay una salida para tal dualismo en cuanto reconozcamos que,
al pensar pensamientos de la clase requerida por el “ discurso personal” ,
no estamos clasificando ni explicando, sino ensayando intenciones:

Así pues, el marco conceptual de personas no es algo que necesite conci­


llarse con la imagen científica, sino algo que debe unirse a ella. En con­
secuencia, para completar la imagen científica necesitamos enriquecerla,
no con nuevos modos de decir lo que ocurra, sino con el lenguaje de la
comunidad y las intenciones individuales, de m odo que al construir las
acciones que intentamos ejecutar y las circunstancias en que intentamos
ejecutarlas en términos científicos, relacionamos directamente el mundo

Science and Metaphysics, capítulo 1; y “ Science, Sense Impressions, and Sensa: A


Reply to Goraman” , Reoiew o f Metaphysics, 24 (1971).
10 Véanse los detalles del concepto que tiene Sellars de una persona en Science and
Metaphysics, capítulos 6 y 7; “ Metaphysics and the Concept o f a Person” , The
Logical Way of Doing Things, comp. Karel Lam ben; y “ . . . this I or he or it (the
thing) which thinks.. Proceedings and Addresses of the American Philosophical
Association, 44 (1970-1971).
LA a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 163

concebido por la teoría científica con nuestros propósitos, y lo hacemos


nuestro mundo y ya no un apéndice extraño de un mundo en el que
vivimos. Por supuesto, tal corno ahora están las cosas, podemos realizar
esta incorporación directa de la imagen científica en nuestra forma de
vida en imaginación. Pero actuar así es — aunque sólo sea en la imagi-
nación— trascender el dualismo de las imágenes manifiestas y científicas
del hombre del mundo (p. 4 0 ).

La salida que encuentra Sellars a la colisión de las imágenes ha sido tan


rápida que podemos perder con facilidad lo esencial. Si pensamos que estas
imágenes chocan en relación con su pretensión de realidad final y las categorías
requeridas para una descripción y explicación de esta realidad, la imagen
científica tendrá una primacía sustantiva u ontológica de acuerdo con la
síntesis de Sellars. “ En la dimensión de la descripción y explicación del
mundo, la ciencia es la medida de todas las cosas, de lo que es y lo que no
es” .11 Pero al mismo tiempo que insiste Sellars en la prioridad epistemoló­
gica y ontológica de la imagen científica, y sostiene que en principio — aunque
todavía no de hecho— puede dar una explicación racional de la imagen
manifiesta, reconoce también que hay en los seres humanos algo “más” que
lo representado aun en la explicación científica idealmente completa. Pero
este “ más” no nos conduce a un dualismo epistemológico u ontológico. Es
el “ más” que se transmite en el “ discurso personal” . Tal discurso no debe
concebirse com o otro procedimiento para describir y explicar al hombre. Si
tomamos la postura del hombre que actúa en el m undo — en el sentido
robusto en que las acciones involucran intenciones— , podremos “ relacionar
directamente el mundo, concebido por la teoría científica, con nuestros pro­
pósitos” . Según Sellars, la “ imagen manifiesta no se ve rebasada en la
síntesis” (p. 9 ). Es por esto que utiliza la analogía de la visión estereoscó­
pica para expresar cóm o debemos “ ver” ambas imágenes del mundo.
En la terminología kantiana, Selláis nos está diciendo que si adoptamos
una postura especulativa y preguntamos qué es el hombre, la imagen cien­
tífica teórica tendrá primacía; pero si nos interesa el hombre com o un ser
que actúa intencionalmente en el mundo — quien comparte intenciones co­
munitarias y puede guiar sus acciones por referencias a principios y criterios— ,
podremos entender el sentido en que el núcleo de la imagen manifiesta es
primario. Porque desde esta perspectiva está afirmando Sellars la prima­
cía de la razón práctica. Y estas dos pretensiones de primacía se entienden
ahora compatibles en la visión sinóptica, estereoscópica, del hombre en el
mundo que nos ha revelado Sellars.

u Wilfrid Sellars, “ Empiricism and the Philosophy of Mind” , Science, Pereeption


and Reality, p. 173.
164 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

Es posible que estas reflexiones filosóficas parezcan habernos alejado mu­


cho de las disciplinas sociales y políticas, pero ya deberán estar claras las
consecuencias sustantivas para un entendimiento de tales disciplinas. Según
Sellars, hay un sentido en que la imagen manifiesta “ es ella misma una
imagen científica” , es decir, en la medida en que involucre un uso crítico
y disciplinado de los métodos de la inducción correlacional. Las ciencias
de la vida humana — las ciencias del comportamiento— podrán entenderse
entonces com o ciencias de la imagen manifiesta que estudian las correlacio­
nes sistemáticas del comportamiento intencionado.12 Esto apoya y justifica
el entendimiento que tienen de su disciplina los científicos sociales conduc-
tistas. Además, cuando pasamos a la imagen científica propiamente dicha
— la imagen del hombre que involucra “ la postulación de entidades im­
perceptibles, y los principios aplicables a tales entidades, para explicar el
comportamiento de cosas perceptibles” — , debemos advertir que no hay
limitaciones a priori al desarrollo de tal ciencia. Así pues, en la medida
en que nos interese la descripción y la explicación de lo que es, no es sólo
posible el desarrollo de ciencias de los seres humanos análogas a las ciencias
de la naturaleza, sino que ya tenemos buenas razones para creer en una con­
vergencia de las ciencias teóricas. La “ imagen científica del hombre resulta
ser la de un sistema físico com plejo” (p. 2 5).
L o que resulta tan atractivo y vigoroso en la síntesis de Sellars es el
hecho de que elude los errores y las trampas de las formas menos refinadas
del materialismo científico, el reduccionismo y el positivismo. Parece arros­
trar los desafíos más fuertes de quienes han defendido la autonomía y la
irreductibilidad de la imagen manifiesta, pero provee un marco filosófico
para el entendimiento y la justificación de la convicción básica de los cien­
tíficos sociales de orientación natural que están convencidos de que “ nos
estamos convirtiendo en una ciencia” .

L a fenomenología trascendente de Edmund H usserl

El cuidado, la sutileza y la comprensión con que Sellars ha delineado esta


visión sinóptica del hombre en el mundo ayuda a precisar el contraste con
una síntesis rival que también ha ejercido una influencia poderosa: la
síntesis de Edmund Husserl. A medida que aclaremos los detalles de la vi­
sión panorámica de Husserl, veremos que también tiene dicha visión algunas
consecuencias sustantivas para las ciencias de la vida humana: consecuencias
radicalmente diferentes de las derivadas de la visión de Sellars.

12 Véase una explicación de lo que entiende Sellars por “ conductismo” y “ con-


ductologia” en “ Philosophy and the Scientific Image of Man” , pp. 22 a .
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 165

La descripción que hace Sellars de la imagen científica y la imagen ma­


nifiesta provee un excelente punto de partida para el entendimiento de
Husserl. Esa descripción se asemeja mucho a la descripción que hace el pro­
pio Husserl de la ciencia objetiva o positiva y el mundo que proyecta, en
contraste con el Lebenswelt (aunque también encontraremos algunas dife­
rencias cruciales). Pero hay en Sellars una ambigüedad fundamental que
debe aclararse para entender a Husserl. A l describir la imagen manifiesta,
sostiene Sellars que “ define uno de los polos alcanzados por la reflexión
filosófica. N o sólo los grandes sistemas especulativos de la filosofía antigua
y moderna se han construido alrededor de la imagen manifiesta, sino también
muchos sistemas y cuasi-sistemas del pensamiento reciente y contemporáneo,
algunos de los cuales parecen tener a primera vista poco en común con los
grandes sistemas clásicos. Podría esperarse que incluyera yo las grandes es­
cuelas del pensamiento continental” (pp. 7-8). Y luego afirma Sellars que la
“ filosofía perenne del hombre en el m undo” no sólo trata de presentar una
explicación adecuada de la estructura de la imagen manifiesta, sino que
además adopta esta imagen com o algo real. N o está del todo claro si Sellars
cree que la fenomenología de Husserl es un ejemplo de esta filosofía perenne,
aunque el contexto sugiere que sí lo cree. Pero si es esto lo que quiere decir
Sellars, interpreta fundamentalmente mal la intención primordial de Husserl
quien no deja duda alguna acerca de que el entendimiento fenómenológico
del mundo de la ciencia objetiva y del Lebenswelt requiere la puesta entre
paréntesis de estos dos mundos: la suspensión del juicio acerca de su “ rea­
lidad” . Debemos examinar las estructuras de significados en estos mundos,
y suspender todo juicio acerca de la primacía ontológica.
■Pero qué entiende Husserl por “ ciencia objetiva” y el Lebenswelt?
Husserl subraya que la ciencia objetiva involucra una matematización e
idealización esencial del mundo. Está consciente también de que esta imagen
del mundo tiene una historia, pero destaca a Galileo para aclarar lo que
involucra tal concepción del mundo. L o que se afianzó en el origen de la
ciencia moderna es el ideal de una ciencia que es “ racional y lo incluye todo,
o mejor dicho la idea de que la totalidad infinita de lo que es en general
es intrínsecamente una unidad racional completa que una ciencia universal
correspondiente puede dominar sin dejar fuera nada” (p. 2 2 ).13 Así como
Sellars subraya que lo distintivo de la imagen científica propiamente dicha
es “ la postulación de entidades imperceptibles, y de principios aplicables a
ellas, para explicar el comportamiento de las cosas perceptibles” , Husserl

13 M i discusión de Husserl se basa primordialmente en The Crisis of European


Sciences and Transcendental Phenomenology. A menos que se aclare otra cosa, todas
las referencias a las páginas de Husserl corresponden a este volumen.
Se ha desatado una batalla intelectual entre los filósofos influidos por Husserl
166 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA
]
subraya la idealización requerida en la matematización de la naturaleza por
parte de Galileo:

Galileo, el descubridor — o bien, para hacer justicia a sus precursores,


el consumador del descubrimiento— de la física, o de la naturaleza física,
es a la vez un genio que descubre y que oculta [entdeckender und verdecken-
der Genius]. Descubre la naturaleza matemática, la idea metódica; marca
el camino para el número infinito de descubrimientos y descubridores
físicos.. . descubre lo que desde entonces se ha llamado simplemente la
ley de la causalidad, la “ forma apriorística” del mundo “ verdadero”
(idealizado y matematizado), la “ ley de la legalidad exacta” en cuyos
términos todo lo que ocurre en la “ naturaleza” — la naturaleza ideali­
zada— debe ocurrir bajo leyes exactas. Esto es un ocultamiento del
descubrimiento, y hasta la fecha lo aceptamos com o una verdad obvia.
En principio, nada cambia por la crítica supuestamente revolucionaria en
el terreno filosófico de la “ ley clásica de la causalidad” formulada por
la física atómica reciente. Porque a pesar de todo lo nuevo, me parece
que subsiste lo que es esencial en principio: la naturaleza, que es en sí
misma matemática, está dada en fórmulas y sólo puede interpretarse
en términos de las fórmulas (pp. 52-53).

Al continuar su análisis, Husserl proyecta lo que podría llamarse el telos de


esta imagen científica:

Vivimos así en la feliz certidumbre de un camino que conduce de lo


cercano a lo lejano, de lo más o menos conocido a lo desconocido, como
un método infalible para la ampliación del conocimiento, mediante el
cual se conocerá la totalidad de lo que es tal com o es “ en sí mismo” ,

y los especialistas en Husserl acerca de la posición que deba ocupar esta obra en el
cuerpo general de los trabajos del filósofo. En un extremo se encuentran quienes
sostienen que la Crisis representa un rompimiento con el trabajo anterior de Hus­
serl; en el otro extremo están quienes sostienen que tal obra representa un desarrollo
continuo. Aunque el problema aparente es la interpretación correcta del Husserl
“ histórico” , el problema latente se refiere con frecuencia a la determinación de las
direcciones más importantes o prometedoras del análisis fenomenología). Véase a
Aron Gurwitch, “ The Last Work of Edmund Husserl” , Studies iit Phenomenology
and Psychology; Maurice Merleau-Ponty, “ The Philosopher and His Shadow” , Signs;
Paul Ricoeur, Husserl: A n Analysis of His Phenomenology; Maurice Natanson,
Edmund Husserl: Philosopher of Infinite Tasks; Enzo Paci, The Function of the
Sciences of M an ; William Leiss, “ Husserl’s Crisis” , y Paul Piccone, “ Reading
the Crisis” , Telos, núm. 8 (1971). Véase una reseña general de algunas de las con­
troversias suscitadas por la Crisis en la introducción escrita por David Carr para
la traducción inglesa de esta obra.

i
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 167

en una progresión infinita. A esto corresponde siempre otra progresión:


la que aproxima lo que está dado en forma sensible e intuitiva en el mun­
d o vital circundante a lo matemáticamente ideal, es decir, el perfecciona­
miento de las “ apariencias” siempre apenas aproximadas de los datos
empíricos bajo los conceptos ideales que les son aplicables. Esto invo­
lucra el desarrollo de la metodología, el refinamiento de las mediciones,
la eficiencia creciente de los instrumentos, etcétera (pp. 65-66).

Pero Husserl subraya tanto com o Sellars la colisión de la imagen cien­


tífica y la imagen manifiesta. La concepción misma de una ciencia objetiva
universal ideal que involucre la matematización de la naturaleza parece de­
pender de algo más fundamental: com o ha subrayado Sellars, tal concep­
ción presupone la imagen manifiesta del hombre en el mundo, o sea lo que
Husserl ha llamado el Lebenswelt. De nuevo encontramos al parecer pro­
fundas semejanzas entre el Lebenswelt de Husserl y la imagen manifiesta de
Sellars.
Husserl sostiene que, ya en tiempos de Galileo, lo que empezó a ocurrir
fue “ la sustitución subrepticia del mundo matemáticamente subestructurado
de lo ideal en lugar del único mundo real, el único que se da en efecto
a través de la percepción, que es siempre experimentado y experimentable:
nuestro mundo vital consuetudinario” (p. 4 8 ). Y también para Husserl,
este mundo vital consuetudinario es precientífico no sólo por cuanto existía
antes del desarrollo de la ciencia moderna, sino también porque está presupues­
to en toda nuestra actividad científica. Éste es el mundo donde el hombre
se encuentra a sí mismo, por primera vez, com o hombre. Cuando olvi­
damos u ocultamos que la propia ciencia natural está arraigada en este mun­
do y lo presupone, nos amenazan las distorsiones, con “ errores de entendi­
miento portentosos” (p. 5 3 ). Com o Sellars, Husserl nos muestra que los
enigmas resultantes de diversos esfuerzos por explicar la “ subjetividad” de
la experiencia humana, y las diversas formas del dualismo que surgen en la
filosofía moderna, pueden imputarse a una convicción de que el mundo de
la naturaleza matemática, objetivada, es la medida de todo lo que es genui-
namente real. La actividad científica objetiva — y el interés teórico y téc­
nico que incorpora— “ presupone com o su punto de partida, a través de la
historia y para cada nuevo estudioso, el circundante mundo intuitivo de
la vida, algo dado previamente com o existente para todos en común” (p. 121).
Por m ucho que avance el desarrollo de la ciencia objetiva, este mundo cir­
cundante de la vida cotidiana está siempre presupuesto y predado.
C om o Sellars, Husserl traza con la mayor claridad posible el contraste
existente entre la imagen científica y la imagen manifiesta, a fin de acen­
tuar la colisión:
168 LA ALTERNATIVA FÉNOMENOLÓGICA

Si hemos establecido nuestro contraste con todo el cuidado necesario, ten­


dremos dos cosas diferentes: el mundo vital y el mundo objetivo-cien­
tífico, aunque por supuesto se relacionan entre sí. El conocimiento del
mundo objetivo-científico se “ apoya” en la evidencia del mundo vital.
Este último está predado para el trabajador científico, o para la comu­
nidad trabajadora, com o una base; sin embargo, a medida que los
científicos construyen sobre esto, lo que se construye es algo diferente.
Si dejamos de estar inmersos en nuestro pensamiento científico, cobramos
conciencia de que los científicos somos, después de todo, seres humanos
y com o tales componentes del mundo vital que siempre éxiste para nos­
otros, siempre predado; por lo tanto, toda la ciencia se ve impulsada,
junto con nosotros, hacia el mundo vital, meramente “ subjetivo-relativo” .
¿ Y qué ocurre con el propio mundo objetivo? ¿Q u é ocurre con la hipó­
tesis de ser en sí mismo, relacionada primero con las “ cosas” del mundo
vital y también con los seres humanos dentro del “ espacio-tiempo” del
mundo vital, entendidos todos estos conceptos com o son en la vida pre­
científica y no desde el punto de vista de las ciencias objetivas? (pp.
130-131).

Desde la perspectiva de Sellars, pareciera que Husserl estuviese confun­


diendo la dependencia metodológica con la dependencia sustantiva u onto-
lógica. Sellars aceptaría que el mundo circundante de la vida consuetudina­
ria está siempre presupuesto en la actividad de la ciencia, pero insistiría en
que esta dependencia no establece la primacía ontológica de la imagen ma­
nifiesta o del Lebenswelt. Pero Husserl no está afirmando la primacía onto­
lógica del Lebenswelt. Debemos poner también entre paréntesis al Lebens­
welt si queremos entender sus estructuras de significado. Debemos realizar
una especie de contorsión en la que transformemos lo que parece tan obvio
y poco problemático en un enigma y lo convirtamos en el sujeto de una
investigación independiente. “ Las interrelaciones paradójicas del ‘mundo ob­
jetivamente verdadero’ y del ‘mundo vital’ vuelven enigmática la manera
de ser de ambos” (p. 131). Así pues, lo que se requiere es un nuevo princi­
pio, un nuevo tipo, y en efecto una concepción nueva de la ciencia (por
oposición a la ciencia objetiva), mediante la cual podamos entender las
estructuras generales del significado del Lebenswelt y la forma en que se cons­
tituyen estos significados.14 Afirma Husserl que la “ transformación personal
completa” que se requiere para asumir una actitud fenomenológica total es
“ comparable al principio a una conversión religiosa q u e ., . lleva en sí misma
la importancia de la transformación existendal más grande que se asigna
com o una tarea a la humanidad com o tal” (p. 137).

i* Véase un análisis cuidadoso del desarrollo del concepto de la constitución de


Husserl en R ob en Sokilowski, The Formation of Husserl’s Concept of Constitution.
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA Í69

Aun en las descripciones preliminares que hace Husserl del Lebenswelt


y de lo que considera sus estructuras generales, queda claro que criticaría lá
descripción que hace Sellars de la imagen manifiesta — sobre todo por lo
que toca a lo que Sellars llama un refinamiento empírico y categórico—
com o algo infectado por categorías arraigadas en la ciencia objetiva. Husserl
acusaría a Sellars d e no ser suficientemente “ radical en filosofía” al poner
entre paréntesis la imagen manifiesta y proveer un análisis de su estructura.
¿Pero cóm o vamos a realizar tal investigación? ¿Cuál es el terreno para tal
ciencia “ nueva” ? Aquí tocamos el tema más fundamental de Husserl, algo
considerado por él com o ün giro radical, aunque también sostiene que ha
sido el telos de la propia reflexión filosófica: la epoché [contorsión] trascendente
que posibilita una reducción trascendente. Cuando ponemos entre paréntesis
las pretensiones ontológicas dél Lebenswelt y realizamos la epoché, “ no nos
quedamos con una abstención sin sentido, habitual sino que gracias a esta
abstención se vuelve verdaderamente libre, por primera vez, la contemplación
del filósofo: libre sobre todo de la atadura interna más fuerte y más uni­
versal y al mismo tiempo más oculta, el carácter predado del mundo”
(p. 151). Cuando nos liberamos mediante esta epoché trascendente, podemos
reconocer el Lebenswelt y la humanidad misma com o “ una auto-objetivación
de la subjetividad trascendente” (p. 153).
La epoché trascendente — el acto filosófico de la reflexión pura— que
involucra una transformación personal e intelectual del filósofo, no debe
entenderse com o un “ alejamiento” de los “ intereses naturales de la vida
humana” :

. . .el mundo es la totalidad de lo que se da por sentado com o verificable;


está “ allí” a través de una aspiración [Abztelungj y es el terreno para
aspiraciones siempre nuevas hacia lo que es: lo que es “ en realidad” .
Sin embargo, en la epoché regresamos a la subjetividad que aspira en
última instancia, que ya tiene resultados, que ya tiene al mundo a través
de aspiraciones previas y su satisfacción; y [regresamos] a las formas en
que esta subjetividad.. . “ ha generado” y continúa configurando el mundo
mediante su “ método” interno oculto. El interés del fenomenólogo no se
orienta hacia el mundo ya hecho, o hacia la actividad externa, inten­
cionada, dentro de tal mundo, que en sí misma es algo “ constituido” . ..
Más bien toma el ser-un-fin com o tal, este vivir por las metas de la vida
mundana y terminar en ellas, com o el tema de su propia investigación
en lo tocante a los aspectos subjetivos que informan tales metas; y así
el ingenuo significado óntico del mundo en general se transforma para él
en el significado de “ sistema de polos para una subjetividad trascendente”
que “ tiene” en su interior un mundo y entidades reales, así com o tiene
estos polos, porque los ha constituido (pp. 176-177).
170 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGIA

Desde la perspectiva de Husserl, el “ fracaso” de Sellare — y el fracaso de


todas las formas de naturalismo, materialismo, positivismo, objetivismo y rea­
lismo científico— se debe a la ausencia de este giro trascendente.15*18 Husserl
considera este fracaso com o una parte de la “ crisis general de las ciencias
europeas” .
N o es éste el lugar indicado para explorar las numerosas interrogantes y
dificultades planteadas por la concepción que tiene Husserl de la fenome­
nología trascendente y la filosofía, una concepción que ha parecido muy du­
dosa a los filósofos anglosajones de inclinación naturalista y aun a algunos
“ seguidores” fenómeno lógicos de Husserl.10 Pero ahora podemos entender la
colisión de las dos síntesis o visiones sinópticas, y las consecuencias para
las ciencias de la vida humana. La visión estereoscópica del hombre en el
mundo que tiene Sellare involucra una unión donde la imagen científica tiene
primacía ontológica, pero donde enriquecemos esta imagen científica “ con
el lenguaje de la comunidad y las intenciones individuales” . Desde la pers­
pectiva de Husserl, la visión que tiene Sellare del hombre en el mundo oculta
la subyacente subjetividad trascendente y sus estructuras apriorísticas, que
sirve com o el fundamento final del mundo de la ciencia objetiva y del Leb-
enswelt. Si queremos entender las estructuras del mundo de la ciencia obje­
tiva y del Lebenswelt, y las formas en que se interrelacionan estos dos mundos
— en suma, si queremos obtener una perspectiva desde la que podamos con­
ciliar las pretensiones rivales de estos dos mundos cuando cada uno de ellos
se toma com o una totalidad autónoma y autosuficiente— , debemos hacer
esto a partir de una fenomenología trascendente basada en la subjetividad
trascendente. Debemos hacer “ trascendentemente inteligibles” ambos mun­
dos (p. 189).

Sin embargo, para el filósofo trascendente, la totalidad de la objetividad


real — no sólo la objetividad científica de todas las ciencias efectivas y

15 Sellars no ha afrontado directamente este desafio hipotético planteado por


Husserl. Pero la forma en que podría afrontar tal crítica queda indicada por el
tratamiento que otorga a las aseveraciones de Kant acerca del ego trascendente.
Véase a Wilfrid Sellars, “ . . .this I or he or it (the thing) wich thinks.. .”
18 Husserl está bien consciente de lo absurdo que parece el giro trascendente
para el entendimiento “ natural” del hombre y para el “ sentido común” . “ La com­
pleta inversión de la postura natural de la vida, hacia una postura consecuente­
mente ‘antinatural’, impone las mayores exigencias concebibles a la decisión y la
consistencia filosóficas. El entendimiento natural humano y el objetivismo arraigado
en él considerarán toda filosofía trascendente como una excentricidad delirante,
todos sus hallazgos una tontería inútil; o la interpretarán com o una psicología que
trata de convencerse a sí misma de que no es psicología. Nadie que sea verdadera­
mente sensible a la filosofía se asustará jamás por las dificultades” (p. 200).
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 171

posibles, sino también la objetividad precientífica del mundo vital, con


sus “verdades de situación” y la relatividad de sus objetos existentes—
se ha convertido en un problema, el enigma de los enigmas. El enigma es
precisamente lo que se da por sentado y permite que exista para nosotros
el “ mundo” en forma constante y precientífica, donde “ mundo” indica
una infinitud de lo que se da por sentado, lo que es indispensable para
todas las ciencias objetivas. A medida que yo, filosofando, reflexiono en
consistencia pura sobre mí mismo com o el ego que funciona constantemente
mediante la alteración de experiencias y opiniones derivadas de tales ex­
periencias, com o el ego que tiene conciencia del mundo y se relaciona
conscientemente con el mundo a través de estas experiencias, a medida
que inquiero consistentemente en todas partes acerca del qué y el cómo
de las maneras de lo dado y los modos de la validez, y la manera del
egocentrismo, cobro conciencia de que esta vida consciente es en todo
momento una vida que busca intencionadamente, a través de la cual
el mundo vital, con todos sus contenidos de representación [Vorstellungs-
gehalteti] cambiantes, alcanza en parte de nuevo, y en parte ha alcanzado
ya, su significado y validez (p. 204).

Ahora podemos apreciar al fin las consecuencias de la fenomenología tras­


cendente de Husserl para un entendimiento de las ciencias de la vida hu­
mana, y ver cuán claramente contrasta con la concepción de Sellars. Según
Sellars — aunque se ocupa sobre todo de la psicología conductista— hay dos
formas compatibles de entendimiento de las ciencias de la vida humana.
Primero, podemos pensar que tales ciencias se ocupan primordialmente de
la especificación y el descubrimiento de regularidades o correlaciones de va­
riables dentro de la imagen manifiesta. Tal conductismo será suficientemente
rico para incluir el comportamiento verbal y no verbal. Es en este sentido
que la propia imagen manifiesta puede concebirse com o una imagen cien­
tífica; en efecto, hay algunas ciencias basadas en la inducción correlacional
del comportamiento consciente. Pero Sellars traza también una segunda po­
sibilidad: la de las ciencias de postulación teórica que tomarán en cuenta
las correlaciones que descubrimos en la imagen manifiesta. Es así com o con­
cibe Sellars una neurofisiología adecuadamente desarrollada:

Por lo tanto, supondré provisionalmente que, aunque el conductismo y


la neurofisiología siguen siendo ciencias distintas, el contenido correla­
cional del conductismo apunta hacia la estructura de procesos y princi­
pios postulados que se funden con los de la teoría neurofisiológica, con
todas las consecuencias que esto implica. De acuerdo con este supuesto,
si derivamos estas consecuencias, la imagen científica del hombre resulta
ser la de un sistema físico com plejo (p. 25).
172 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

Según Sellars, en cuanto aclaramos las diferencias y las relaciones existentes


entre los tipos de actividad científica adecuados para la imagen manifiesta
y para la imagen científica propiamente dicha, entendemos la unidad esencial
de la ciencia. Esta unidad no sólo concilia los dos tipos de actividad cientí­
fica adecuada para las dos imágenes, sino que también indica la unidad
esencial de las ciencias naturales y las ciencias sociales. Extrapolando lo que
dice Sellars acerca del conductísmo, podemos entender su principio a las
ciencias claramente sociales tales com o la economía, la politología y la socio­
logía, y podemos sostener que también estas disciplinas involucran las técnicas
de la inducción comelacional adecuadas para la imagen manifiesta.
Pero es precisamente aquí donde encontramos la colisión más profunda
y de mayores consecuencias entre Sellars y Husserl. También Husserl consi­
dera la psicología misma com o un “ campo decisivo” (p. 203). Y su
opinión acerca de la ciencia de la psicología — tanto conductista com o no
conductista— es que ha sido un fracaso. “ La psicología tenía que fracasar
porque sólo podía realizar su tarea, la investigación de la subjetividad con­
creta, plena, mediante una reflexión radical, completamente libre de prejui­
cios, que entonces abriría necesariamente la dimensión de lo trascendente-
subjetivo” (p. 211). Y aunque también Husserl se ocupa de la psicología,
es claro que está presionando una condena contra todas las formas de natu­
ralismo y objetivismo en las ciencias de la vida humana. En su intento por
aplicar los métodos de las ciencias naturales a un entendimiento de la sub­
jetividad y la intersubjetividad humanas, estas disciplinas no sólo han fraca­
sado, sino que han distorsionado los fenómenos estudiados. Este fracaso no
puede remediarse mediante un desarrollo más refinado de los métodos y las
técnicas de las ciencias naturales. “ Nuestra tarea consiste en poner de mani­
fiesto, con sentido crítico, hasta sus últimas raíces, el prejuicio naturalista
— o m ejor dicho el prejuicio fisicista—■ de toda la psicología moderna” (p.
223). “ Y a se nos ha aclarado que una psicología ‘exacta’ , com o un análogo
de la física... es un absurdo. En consecuencia, ya no puede haber una psico­
logía descriptiva que sea el análogo de una ciencia natural descriptiva. En
ninguna forma, ni siquiera en el esquema de la descripción frente a la expli­
cación, puede una ciencia de las almas seguir el modelo de la ciencia natural
o buscar consejo metodológico en ella. Sólo puede moldearse a sí misma en
su propia materia, en cuanto ha aclarado la esencia de tal materia” (p. 223).
Si se objeta que una psicología “ genuina” no es una “ ciencia de las almas” ,
sino una ciencia del comportamiento observable, esto no debilita la acusación
de Husserl, porque la psicología concebida en esta forma no podrá iluminar
jamás las estructuras de la subjetividad y la intersubjetividad humanas.
Debemos distinguir también dos etapas en el análisis que hace Husserl
de la psicología. La primera etapa es el delineamiento de lo que debe ser
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 173

la estructura de una psicología fenomenológica propiamente dicha, o una


psicología descriptiva propiamente concebida que se moldea “ en su propia
materia” , es decir, los actos intencionales fundamentales de la conciencia hu­
mana. Tal psicología fenomenológica es una psicología basada en la actitud
natural: la aceptación del Lebenswelt. Pero tal psicología fenomenológica no
debe confundirse con la fenomenología trascendente más fundamental, la que
requiere además una epoché y revelaría la base trascendente final del propio
Lebenswelt. N o hay duda de que, para Husserl, tal fenomenología trascendente
es el telos de toda reflexión filosófica. Es claro que Husserl escribió T he Crisis
of European Sciences and Trascendental Phenomenology en un contexto dra­
mático, creyendo que sólo el desarrollo de una filosofía y una fenomenología
trascendente podría afrontar la crisis que ha sacudido los cimientos mismos
de las ciencias particulares, de la filosofía moderna, y “ de la propia huma­
nidad europea moderna” . Subrayó esta distinción entre las dos etapas — o
mejor dicho, los dos niveles— de su análisis de la psicología, pero hay muchos
problemas profundos y confusos que Husserl dejó sin respuesta acerca de la
naturaleza, la posibilidad y los procedimientos de tal fenomenología trascen­
dente. Muchos fenomenólogos (incluido Schutz) que tienen graves reservas
acerca de tal fenomenología trascendente, han seguido sin embargo las huellas
de Husserl en el desarrollo de un entendimiento fenomenológico del Leb­
enswelt.
Para concluir este interludio filosófico, resumiré la censura formulada por
Husserl contra Sellars y todas las versiones del realismo científico, el mate­
rialismo, el fisicismo y el objetivismo. Husserl considera defectuosa la síntesis
de Sellars porque éste no realiza el giro trascendente. Husserl podría haber
sostenido que si Sellars hubiese meditado a fondo sobre lo que está invo­
lucrado en el proyecto mismo de transformación de la imagen manifiesta y
la imagen científica “ de las formas de experiencia del mundo en objetos de la
reflexión y evaluación filosóficas” — sí Sellars hubiese reflexionado radical­
mente sobre los presupuestos mismos de tal investigación— , podría (y debe­
ría) haber advertido que el “ campo” de esta reflexión filosófica es la propia
subjetividad trascendente. Además, Husserl acusaría a Sellars de haber dis­
torsionado la estructura del mundo consuetudinario por su utilización exce­
siva de categorías “ objetivistas” . En consecuencia, Sellars no puede captar
el tema y el carácter peculiares de una psicología adecuada. En términos más
generales, Sellars distorsiona lo que requiere el conjunto de disciplinas que
se ocupan primordialmente de la subjetividad y la intersubjetividad huma­
nas. Necesitamos un fundamento nuevo para todo el conjunto de ciencias
de la vida humana, y un entendimiento nuevo del carácter de tales ciencias.
U n entendimiento fenomenológico del mundo vital es aquel que trata de
elucidar las estructuras esenciales de este mundo vital, estructuras constituidas
174 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGIA

en sí mismas por la conciencia intencional.17 N o es una disciplina que


se ocupe de la “ inducción correlacional” . Husserl está sugiriendo un nuevo
argumento de “ imposibilidad” : la imposibilidad de la reducción de las cien­
cias del hombre a las ciencias naturales, o aun de su modelación sobre
tales ciencias.
M i presentación vigorosa de las concepciones de Husserl, y mi descripción
de su oposición radical a todas las formas del naturalismo y el objetivismo,
no deben tomarse erradamente por un apoyo a su postura. Husserl no justi­
fica su argumento de “ imposibilidad” , com o no lo hace ninguno de los otros
filósofos aquí examinados. Sólo he querido trazar el contraste más claro po­
sible entre dos concepciones refinadas, pero profundamente diferentes, de
las ciencias de la vida humana, a fin de preparar el escenario para un examen
del análisis fenomenológico de la realidad social.

LO S FUNDAMENTOS FENOMENOLOGICOS DE LAS CIENCIAS


s o c ia l e s : A lfred Sc h u t z

Prosiguiendo la investigación de la base fenomenológica de las ciencias so­


ciales, me propongo concentrarme en la obra del fenomenólogo alemán Alfred
Schutz por tres razones. Primero, aunque Husserl sugirió muchos de los temas
principales de un enfoque fenomenológico, no desarrolló sistemáticamente
estas ideas en lo tocante al conjunto de las ciencias sociales. Husserl subraya
primordialmente la psicología fenomenológica, y aun aquí sólo encontramos
los inicios — en los escritos publicados durante su vida— de la configuración

17 Desde la segunda Guerra Mundial se ha desatado entre los fenomenologistas y


los estructuralistas uno de los debates más intensos y complejos acerca de las ciencias
de la vida humana. Gran parte de este debate se ha centrado en la importancia
y las consecuencias de la antropología estructural de Lévi-Strauss. Aunque las
interrogantes son embrolladas, con frecuencia nos parece que los contendientes hablan
lenguajes distintos. A veces parece que la controversia primordial se plantea entre
quienes sostienen que hay estructuras de profundidad que nos permiten explicar la
complejidad manifiesta de la experiencia humana y quienes presumiblemente niegan
esta afirmación fundamental. Pero esta presentación de la contienda es engañosa.
Es probable que ningún filósofo, después de Kant, haya concedido tanta prominencia
como Husserl a las “ estructuras primarias” para la elucidación de la vida humana.
Las interrogantes principales se refieren al significado, la naturaleza y la posición
de estas estructuras; su relación o falta de relación con el “ ego” ; los recursos que
poseemos para conocerlas; y las formas en que explican o describen la diversidad
de la vida social humana. Véase una reseña critica del debate suscitado entre estructu­
ralistas y fenomenologistas en Bob Scholte, “ The Structural Anthropology of Claude
Lévi-Strauss” , Handbook of Social and Cultural Anthropology, comp. John J.
Honegmann.
LA a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 175

de tai disciplina.18 En cambio, en el trabajo inicial de Schutz ya se encuentra


en el centro mismo de sus investigaciones un interés por los fundamentos
fenomenológicos de las ciencias sociales. Aunque otros filósofos influidos por
Husserl — entre ellos Maurice Merleau-Ponty y Paul Ricoeur— se vieron im­
pulsados a efectuar un examen de las ciencias humanas, no encontramos en
su trabajo la investigación sistemática sostenida de los fundamentos de las
ciencias sociales característica de Schutz.
Segundo, la “ americanización” de Schutz ofrece una ventaja clara al rela­
cionar sus opiniones con la ciencia social ortodoxa y la propia visión natu­
ralista de estas disciplinas. Por “ americanización” no me refiero simplemente
al hecho de que Schutz se encontrara entre los refugiados europeos que vi­
nieron a los Estados Unidos a fines de los años treinta y continuaron su trabajo
en un nuevo ambiente intelectual.19 Schutz echó raíces nuevas en las tradi­
ciones intelectuales norteamericanas. Fue el primero en descubrir e integrar
algunos temas de la filosofía norteamericana (presentes sobre todo en la
obra de James, M ead y Dewey) que complementaban y apoyaban las ideas
de la fenomenología.80 Además, Schutz desarrolló su propio entendimiento de

18 Herbert Spiegelberg examina los antecedentes de la aportación de la fenome­


nología al estudio de la psicología y la psiquiatría en Phenomenological Movement,
y en su estudio más reciente, Phenomenology in Psychology and Psychiatry.
19 La “ americanización” de Schutz no se refleja sólo en el contenido de su pen­
samiento, sino también en su estilo filosófico. Su primer libro (el único extenso pu­
blicado por Schutz), D er sinnhafte Aufbau der sozialen Welt (19 32 ), se ocupa casi
exclusivamente de la controversia referente a los fundamentos de las ciencias sociales
que se había librado durante los cincuenta años anteriores en Alemania. Este libro
es mucho más detallado, denso y técnico que muchos de los escritos posteriores de
Schutz. Las obras que Schutz publicó en inglés son exclusivamente artículos y ensayos
escritos para diversas ocasiones. En 1967 se publicó una traducción inglesa de su libro
con el título de The Phenomenology o f the Social World. Sus ensayos han sido reco­
lectados ahora en tres volúmenes. En 1970, Richard M . Zaner publicó y compiló
un manuscrito anotado de Schutz, Reflections on the Problem of Relevance. En 1973
publicó Thomas Luckmann el volumen I de The Structures o f the Life-W orld, basado
en la magnum opus inconclusa en la que estaba trabajando Schutz en el momento de
su muerte en 1959. Véase una bibliografía de los escritos de Schutz y sobre Schutz
hasta 1970 en Phenomenology and Social Reality: Essays in M em ory of Alfred Schutz,
comp. Maurice Natanson.
20 Uno de los primeros ensayos publicados por Schutz en inglés fue “ William James’s
Concept of the Stream of Thought Phcnomenologicallv Interpretad” . Publicado ori­
ginalmente en 1941, se ha reproducido abora en el volumen III de sus Collected
Papers. El ensayo es un hito en la exploración de temas fenomenológicos de la obra
de William James. Antes de su publicación, casi no había ningún académico norte­
americano que apreciara la afinidad existente entre James y el movimiento fenomeno-
lógico. Sólo ahora ■—más de treinta años después de la aparición del artículo de
Schutz— se han explorado seriamente las dimensiones plenas de los motivos fenome-
176 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

la base fenomenológica de las ciencias sociales, en una época en que Nagel,


Hempel y otros estaban elaborando una interpretación naturalista de las cien­
cias sociales. Schutz comentó directamente de estos autores, contrastando una
orientación fenomenológica con las variedades del naturalismo.21
Tercero, Schutz ha tenido una influencia profunda sobre algunos filósofos
que se ocupan de las ciencias sociales, tales com o Maurice Natanson, Peter
Berger, Thomas Luckmann y Richard Zaner (todos ellos discípulos o colegas
de Schutz), y sobre varios científicos sociales practicantes prominentes tales
com o Harold Garfinkel y Aaron Cicourel.22 El desarrollo de la sociología y
la etnometodología fenomenológica en los Estados Unidos y en Inglaterra está
directamente en deuda con el trabajo precursor de Schutz.23 Husserl y Schutz
creían que en cuanto lográramos la claridad acerca de un fundamento feno-
menológico adecuado de las ciencias sociales, se abriría el camino para la
investigación empírica que continuaría el desarrollo de estas disciplinas. Si
hemos de juzgar por la forma en que los temas fenomenológicos han influido
sobre el tipo y la dirección de la investigación empírica de las ciencias so­
ciales — en particular la sociología— , diremos que la expectativa de Husserl
y de Schutz se ha materializado en parte. La fenomenología no sólo ofrece
una interpretación da las ciencias sociales, sino que ejerce una influencia
directa sobre la investigación empírica actual.

nológicos en la obra de James. Las discusiones que hace Schutz de las ideas de James,
Dewey y Mead son siempre novedosas y perspicaces. Véanse las referencias en los
índices de los tres volúmenes de su Collected Papers.
21 Véase “ Concept and Theory Formation in the Social Sciences” , Collected Papers,
III. Este ensayo se escribió específicamente como un comentario sobre un simposio
celebrado en diciembre de 1952 en la División Oriental de la Asociación Filosófica
Norteamericana, en el que Emest Nagel y Cari G. Hempel presentaron los ensayos
principales. Los ensayos originales de Nagel y de Hempel aparecen en Science, Language
and Human Rights, Asociación Filosófica Norteamericana, División Oriental, vol. I.
22 Véanse en la Bibliografía las obras pertinentes de estos autores.
23 Véase una indicación de la creciente influencia de Schutz sobre las ciencias so­
ciales en Maurice Natanson, Phenomenology and the Social Sciences (dos volúm enes):
y George Psathas, Phenomenological Sociology. La fenomenología parece estar echando
ahora raices incluso en Inglaterra, por lo menos entre los sociólogos jóvenes. Véase a
Paul Filmer, Michael Philipson, David Silverman, David Walsh, New Directions in
Sociological Theory. Este volumen incluye tanjbién una buena bibliografía de la lite­
ratura relacionada con la fenomenología y las ciencias sociales. Maurice Roche ha
explorado recientemente algunas de las principales relaciones existentes entre el aná­
lisis conceptual y la fenomenología en lo tocante a las ciencias sociales. Véase a Mau­
rice Roche, Phenomenology, Language and the Social Sciences.
LA a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 177

El análisis del Verstehen

Schutz no inició su investigación filosófica con la intención explícita de aplicar


las ideas de Husserl a las ciencias sociales.242
5C om o narra en el prefacio de su
primer libro, The Phenomenology o f the Social World, partió de algunas
reflexiones sobre los escritos teóricos de Weber, en particular del intento de
Weber por delinear una sociología interpretativa:

Este estudio se basa en un interés intenso de muchos años por los escritos
teóricos de M ax Weber. Durante este tiempo me convencí de que el
enfoque de Weber era correcto y había determinado el punto de partida
apropiado para la filosofía de las ciencias sociales, a pesar de lo cual sus
análisis no profundizaban lo suficiente para echar los cimientos para la
solución de muchos problemas importantes de las ciencias humanas.
Sobre todo, el concepto central del significado subjetivo de Weber re­
quiere un análisis a fondo. Tal com o W eber dejó este concepto, era poco
más que un rubro para varios problemas importantes que no examinó
en detalle, aunque de ningún m odo le eran extraños (PSW , p. xx xi).28

Schutz sostuvo que había encontrado en el trabajo de Husserl (y de Bergson)


sobre la conciencia interna del tiempo, los recursos intelectuales necesarios
para resolver los problemas planteados por Weber. El aspecto de la contri­

24 Entre Schutz y Husserl existe una relación compleja. Guando Schutz publicó
Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt, reconoció plenamente su deuda intelectual
con Husserl, aunque no lo conocía aún. Envió Schutz una copia de su libro a Husserl,
y éste se impresionó tanto que pidió a Schutz se convirtiera en su asistente. Schutz
rehusó, pero allí se inició una amistad entre los dos filósofos. Lo que resulta especial­
mente interesante en el desarrollo intelectual de Schutz es el hecho de que, cuando
Schutz escribió su libro, Husserl casi no había publicado nada que se refiriera directa­
mente a la relación de la fenomenología con las ciencias sociales. La perspicacia de
Schutz le permitió detectar la forma en que podrían aplicarse los temas fenomenoló-
gicos al estudio de los fundamentos de las ciencias sociales. Pero Schutz no fue jamás
un discípulo incondicional de Husserl. En efecto, lo que causaba a Schutz la mayor
dificultad era el tratamiento de la intersubjetividad a manos de Husserl, o sea el
tema que constituye la preocupación fundamental de Schutz, quien se volvió cada
vez más escéptico acerca del entendimiento y las aseveraciones de Husserl sobre la
fenomenología trascendente. Los ensayos de Schutz sobre Husserl se encuentran en el
volumen II I de su Collected Papers. Véase en particular “ The Problem of Transcen­
dental Intersubjectivity in Husserl” .
25 A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a Schutz corresponden a
The Phenomenology of the Social World y a Collected Papers (tres volúmenes), The
Phenomenology of the Social World se abrevia aquí PÓ'IT. Las referencias a Collected
Papers se indican por el número del volumen, seguido del número de la página: I, 1.
178 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

bución de Weber subrayado por Schutz fue muy distinto del subrayado por
muchos científicos sociales ortodoxos.
Entre muchos científicos sociales y filósofos de la ciencia social de orien­
tación nacionalista, la insistencia de Weber en que la investigación de la
ciencia social debiera ser Wertfrei se tomó casi com o un dogma incuestionable.
Tales científicos y filósofos subrayaron primordialmente “ la tesis básica [de
W eber].. . en el sentido de que las categorías teóricas generalizadas son esen­
ciales para la prueba de las relaciones causales en el campo humano y cul­
tural, tanto com o en el campo de las ciencias naturales” .20 La importancia
asignada por Weber al Verstehen, y al punto de vista subjetivo del actor
social, ha sido interpretada com o un vestigio de su romanticismo y su deseo
de incluir la tradición del Geistewissenschaften. Cualquiera que pueda ser
el valor heurístico de la imaginación y la interpretación empáticas para
la formulación de hipótesis, tales hipótesis están sujetas a los cánones de la
verificación por la prueba objetiva, com o ocurre con cualquier pretensión
del conocimiento empírico. Nagel representa claramente esta actitud hacia el
Verstehen cuando afirma que “ Este punto crucial es que los cánones lógicos
empleados por los científicos sociales responsables en la evaluación de las
pruebas objetivas para la imputación de estados psicológicos no parecen diferir
esencialmente.. . de los cánones empleados para fines análogos por los estu­
diosos responsables de otras áreas de investigación” .227
6

26 Introducción de Talcott Parsons a la obra de Max Weber, The Theory of Social


and Economic Organization, p. 9.
Parsons contribuyó en gran medida a poner la obra de Weber al alcance del
público de habla inglesa, y a subrayar la importancia de Weber para las ciencias
sociales, en particular la sociología. Pero los propios sesgos de Parsons han influido
en su presentación de Weber y han afectado la forma en que una generación de
científicos sociales ortodoxos han leído e interpretado a Weber. “ Weber dio un
paso enorme para cerrar la brecha que separaba los dos tipos de ciencia y para
permitir el tratamiento del material social en una forma científica sistemática más
bien que como un arte. Pero no pudo completar el proceso, y la naturaleza del
punto intermedio en que se detuvo ayuda a explicar muchas de las dificultades
de su posición” (Introducción de Parsons, p. 11). Parsons no deja duda acerca de
que él ha dado el paso siguiente que en su opinión debió haber dado Weber.
Lo que llama Parsons el “ punto intermedio” de Weber, poco satisfactorio, puede
aplicarse al propio Parsons y a muchos otros científicos sociales ortodoxos. Weber
percibió claramente lo que muchos científicos sociales ortodoxos no han visto o sólo
han percibido vagamente: que una teoría social adecuada no sólo debe examinar
las relaciones causales del campo humano y cultural, sino que además debe ser
sensible a los conceptos y procedimientos peculiares que se requieren para la
interpretación de la realidad social. Apenas empezamos a advertir que Weber era
mucho más profundo y perceptivo acerca de estas cuestiones que quienes "avanza­
ron” más allá de él.
27 Ernest Nagel, The Structure of Science, p. 484. Véase también a Karl R.
LA a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 179

Schutz comparte las opiniones de Emest Nagel y Cari G. Hempel sobre


varias cuestiones fundamentales. Acepta que “ todo conocimiento empírico in­
volucra el descubrimiento mediante procesos de inferencia controlada, y que
tal conocimiento debe poderse enunciar en forma de proposiciones y verificarse
por quienquiera que esté dispuesto a realizar el esfuerzo necesario mediante
la observación” (I, 5 1). Acepta que “ teoría” significa en todas las ciencias
empíricas la formulación explícita de determinadas relaciones entre un con­
junto de variables en cuyos términos puede explicarse una clase muy extensa
de regularidades empíricamente determinables” (I, 5 2 ). Además, Schutz acepta
que el hecho de que las regularidades tengan en las ciencias sociales una uni­
versalidad restringida, y que permitan el pronóstico sólo en medida limitada^
no constituye una diferencia básica entre las ciencias naturales y las ciencias
sociales. El propio Schutz rechaza la afirmación de que los “ métodos de las
ciencias sociales son toto coelo diferentes de los métodos de las ciencias natu­
rales” (I, 4 8 ), e insiste en que “ un conjunto de reglas para el procedimiento
científico es igualmente válido para todas las ciencias empíricas, ya se ocupen
de objetos de la naturaleza o de los asuntos humanos” (I, 4 9 ). Y nunca cues­
tiona la tesis general de W eber en el sentido de que la ciencia social debe
ser una disciplina Wertfrei.
Pero aunque comparte este campo com ún con los científicos sociales de
orientación naturalista, Schutz sostiene que tales científicos entienden fun­
damentalmente mal el “ postulado de la interpretación subjetiva” de Weber
y la meta primordial de las ciencias sociales. Su meta primordial es la ob­
tención de un conocimiento organizado de la realidad social:

Entiendo por “ realidad social” la suma total de los objetos y aconteci­


mientos del mundo cultural social, tal com o los experimenta el pensa­
miento de sentido com ún de hombres que viven sus vidas consuetudina­
rias entre sus semejantes, conectados con ellos en múltiples relaciones de
interacción. Es el mundo de los objetos culturales y de las instituciones
sociales donde todos nacemos, en cuyo interior debemos encontrar nuestra
subsistencia, y con el que debemos entendernos. Desde el principio, los
actores del escenario social experimentamos el mundo en que vivimos
com o un mundo de naturaleza y de cultura, no com o un mundo privado
sino com o un mundo intersubjetivo, es decir, com o un mundo común
a todos nosotros, en efecto dado o potencialmente accesible a todos; y
esto involucra la intercomunicación y el lenguaje (I, 5 3 ).

Popper, The Poverty of Históricism, p. 139, y “ O n the Theory of the Objectíve


Mind” , Objective Knowledge.
180 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

El naturalismo es deficiente en la medida en que simplemente toma com o


dada esta realidad social, com o el fundamento presupuesto pero no aclarado
de las ciencias sociales. Los naturalistas no toman en cuenta la forma en que
esta realidad social se constituye y mantiene, los sentidos en que es inter-
subjetiva, o la forma en que los actores, en su pensamiento de sentido común,
interpretan sus propias acciones y las acciones de los demás. Un fundamento
adecuado de las ciencias sociales requiere que describamos, captemos y elu­
cidemos las estructuras básicas de este mundo consuetudinario o mundo vital.
Una vez que ubiquemos adecuadamente el tema y el objetivo de las ciencias
sociales, tendremos una perspectiva para la aclaración de muchos de los erro­
res y confusiones referentes al Verstehen. Schutz sostiene que “ toda la discu­
sión padece por la ausencia de una distinción clara entre el Verstehen 1) como
una forma experimental del conocimiento de sentido común de los asuntos
humanos, 2) com o un problema epistemológico, y 3) com o un método pecu­
liar de las ciencias sociales” (I, 5 7).
El Verstehen com o una forma experimental del conocimiento de sentido
común de los asuntos humanos no tiene nada que ver con la introspección;
no es una forma de conocimiento “ privado” acerca de uno mismo, ni una in­
ferencia acerca de los estados psicológicos “ puramente” privados o subje­
tivos de los demás. Como Husserl y muchos otros fenomenólogos, y com o mu­
chos filósofos analíticos postwittgensteinianos, Schutz está cuestionando la
dicotomía ontológica y epistemológica básica que infecta las diversas formas
del naturalismo y el empirismo. Este sesgo proviene del dualismo cartesiano,
el que supone que la vida humana puede dividirse nítidamente en lo físico
— y por lo tanto observable com o cualquier proceso físico no humano— y
lo mental, o supuestamente privado, subjetivo e inaccesible a la observación.
Y a sea que adoptemos la postura de los físicistas y conductistas que confinan
las ciencias sociales a un estudio de lo que sea observable “ en términos es­
trictos” , o la postura de una psicología más anticuada que se limita a lo
mental, estaremos operando dentro de esta dicotomía básica y aceptándola.
Pero un actor humano está interpretando constantemente sus propios actos
y los actos de otros. Para entender la acción humana no debemos asumir la
postura de un observador externo que sólo “ ve” las manifestaciones físicas
de estos actos; más bien debemos desarrollar categorías para entender lo que
el actor — desde su propio punto de vista— “ quiere decir” con sus acciones.
Según Schutz, el Vertehen es en primer término el nombre de un proceso
com plejo mediante el cual todos nosotros interpretamos en nuestra vida diaria
el significado de nuestras propias acciones y de las acciones de las personas
con quienes nos relacionamos.
El problema epistemológico del Verstehen pregunta cóm o es posible tal
entendimiento o interpretación de sentido común. Es un “ escándalo de la
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 181

filosofía” (I, 57) el hecho de que hasta hace p oco tiempo no se haya encon­
trado una solución satisfactoria para esta interrogante. Debemos convertir lo
que es familiar en un enigma para poder entender. En el mundo consuetu­
dinario es manifiesto que constantemente realizamos la interpretación y el
pensamiento de sentido común. Schutz cree que Husserl nos ha dotado de
las herramientas intelectuales necesarias para confrontar los numerosos pro­
blemas que se plantean en cuanto investigamos con sentido crítico la inten­
cionalidad, el significado, la conciencia interna del tiempo y la intersubjeti­
vidad, todos los cuales se presuponen en nuestras interpretaciones de sentido
común.
El tercer problema referente al Verstehen surge cuando se concibe com o
un “ método peculiar de las ciencias sociales” . Si nuestra meta es un enten­
dimiento de la realidad social tal com o la experimentan los hombres en la
vida diaria, y si la vida diaria se caracteriza por el contexto intersubjetivo
donde ocurre la interpretación de sentido común, un entendimiento científico
de este mundo vital requiere que desarrollemos y elaboremos categorías y cons­
trucciones adecuadas para la explicación de sus estructuras.
En una forma que nos recuerda a Winch, afirma Schutz:

El mundo de la naturaleza, tal com o lo explora el científico natural, no


“ significa” nada para las moléculas, los átomos y los electrones. Pero el
campo de observación del científico social — la realidad social— tiene
una estructura específica de significado y relevancia para los seres humanos
que viven, actúan y piensan en su interior. Mediante una serie de cons­
trucciones de sentido común, los seres humanos han preseleccionado y
preinterpretado este mundo que experimentan com o la realidad de sus
vidas diarias. Son éstos, sus objetos de pensamiento, los que determinan
su comportamiento al motivarlo. Para captar esta realidad social, los
objetos de pensamiento construidos por el científico social deben fun­
darse en los objetos de pensamiento construidos por el pensamiento de
sentido común de los hombres que viven su vida diaria dentro de su
mundo social. Así pues, las construcciones de las ciencias sociales son,
por decirlo así, construcciones de segundo grado, es decir, construcciones
de las construcciones hechas por los actores en el escenario social, cuyo
comportamiento debe observar y explicar el científico social de acuerdo
con las reglas procesales de su ciencia (I, 59).

Este análisis de los tres aspectos del Verstehen indica cóm o entiende Schutz
el “ postulado de la interpretación subjetiva” . Es el postulado o la demanda
de que las construcciones científicas de las ciencias sociales incluyen una refe­
rencia de primer nivel al significado que tiene una acción para un actor.
“ El postulado de la interpretación subjetiva debe entenderse en el sentido
182 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

de que todas las explicaciones científicas del mundo social pueden — y para
ciertos propósitos deben— referirse al significado subjetivo de las acciones
de los seres humanos donde se origina la realidad social” (I, 6 2). Las obser­
vaciones de Schutz acerca de las construcciones involucradas en la experiencia
de sentido común, y las construcciones del segundo nivel desarrolladas por los
científicos sociales, indican lo que en su opinión constituye la importancia
de la noción de los tipos ideales de Weber. Así com o debemos hacer una
distinción cuidadosa entre el Verstehen com o un proceso de primer nivel
mediante el cual interpretamos el mundo, y el Verstehen com o un proceso
de segundo nivel mediante el cual trata el científico social de entender el
proceso de primer nivel, podemos decir que el propósito de los tipos ideales
de segundo nivel construidos por el científico social es la explicación de los
tipos ideales de primer nivel que utilizamos en la interpretación diaria.
En consecuencia, hay tres dimensiones de la actividad del científico social
que deben distinguirse cuidadosamente. Como cualquier otro hombre, el
científico social participa en el mundo de la vida diaria y en la interpre­
tación de este Lebenswelt. Com o científico social participa — como cual­
quier otro científico-— en formas peculiares de interacción social con
sus colegas científicos; en efecto, podemos investigar la estructura y la
dinámica de la interacción social de las comunidades científicas. Pero
com o científico social se interesa por una representación y explicación
objetiva de las estructuras y la dinámica del mundo de la vida diaria.
Entonces adopta una postura teórica, antes que la postura práctica carac­
terística de la acción en el mundo consuetudinario.2® Las hipótesis, inter­
pretaciones, explicaciones y teorías que propone acerca del Lebenswelt son
objetivas por cuanto están sujetas a las normas intersubjetivas de la comu­
nidad científica. Pero estas afirmaciones objetivas se refieren a los actores
del mundo de la vida diaria. Schutz — com o los naturalistas a quienes se
opone— persigue la objetividad del conocimiento científico y el requeri­
miento de que toda pretensión de conocimiento debe someterse a la in­
vestigación científica intersubjetiva.
¿Pero “ cóm o es posible la formación de conceptos objetivos y de una
teoría objetivamente verificable de las estructuras del significado subjetivo” ?
(I, 6 2). Examinaremos esto en detalle, pero ya podemos anticipar la res­
puesta de Schutz:

¿C óm o procede el científico social? Observa ciertos hechos y eventos dentro


de la realidad social, referentes a la acción humana, y construye patrones de2
8

28 Schutz subraya la importancia de “ el científico social como un observador


desinteresado” en muchas ocasiones. Véase I, 36; I, 63; II, 69.
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓG1CA 183

comportamiento típico o de cursos de acción a partir de lo que observa.


Luego coordina con estos patrones típicos de cursos de acción ciertos
modelos de un actor ideal o varios actores ideales, a quienes imagina do­
tados de conciencia.. . así adscribe a esta conciencia ficticia un conjunto
de nociones, propósitos y metas típicas que se suponen invariables en la
conciencia plausible del modelo de actor imaginario. Se supone que este
homúnculo o muñeco se interrelaciona en patrones de interacción con otros
homúnculos o muñecos construidos en una forma similar.. . Sin embargo
— y esto es lo más importante— , estas construcciones no son en modo
alguno arbitrarias. Están sujetas al postulado de la consistencia lógica y
al postulado de la adecuación. Esto último significa que cada término de
tal modelo científico de la acción humana debe construirse en forma tal
que un acto humano realizado dentro del mundo real por un actor indi­
vidual indicado por la construcción típica sería inteligible para el actor
mismo y para sus semejantes en términos de la interpretación de sentido
común de la vida diaria. La observancia del postulado de la consistencia
lógica garantiza la validez objetiva de los objetos de pensamientos cons­
truidos por el científico social; la observancia del postulado de la ade­
cuación garantiza su compatibilidad con las construcciones de la vida
diaria (I, pp. 63-64).

Las expresiones “ mundo diario” , “ mundo de sentido común” , “ mundo de


la vida diaria” y “ mundo vital” (Lebenswelt) son sinónimos del mundo
intersubjetivo que experimenta todo hombre en su conciencia despierta y en
el que participa durante su vida diaria. Es el mundo llamado originalmente
por Husserl el mundo de la “ actitud natural” , el que está dominado por
nuestros intereses prácticos y por los problemas inmediatos. Schutz concibió
sus investigaciones com o una fenomenología de la actitud natural o del
mundo vital consuetudinario, antes que com o una “ fenomenología tras­
cendente” .29 El aspecto primordial de este mundo consuetudinario es su
intersubjetividad y su carácter social. El análisis de la intersubjetividad, tal
com o se manifiesta en el Lebenswelt, es el interés dominante de casi toda
la obra de Schutz. El mundo consuetudinario en el que nos encontramos
es intersubjetivo desde el principio. “ Es intersubjetivo porque vivimos en
él com o hombres entre otros hombres, ligados a ellos por la influencia y el
trabajo comunes, entendiendo a otros y entendidos por otros. Es un mundo
de cultura porque, desde el principio, el mundo de la vida diaria es un
universo de significación para nosotros, es decir, un contexto de significado
que debemos interpretar para encontrar la subsistencia en su interior y
para adaptamos a él” (I, 10). El problema de la “ existencia” de otros no
se plantea dentro de nuestro mundo vital consuetudinario. Por lo tanto,

29 Véase la “ Appended Note” de Schutz en PSfV, pp. 43-44.


164 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGICA

ijna fenomenología de este mundo vital no se ocupa de probar que existen


otros, sino de la interpretación de los demás y sus acciones; de las formas
complejas en que entendemos a quienes se relacionan con nosotros; y de
las formas en que interpretamos nuestras propias acciones y las acciones
de los demás dentro de un contexto social.®*

Conceptos básicos

Una fenomenología del mundo social requiere tres tipos de investigación


estrechamente interrelacionados. El primero es una explicación y aclaración
de los conceptos básicos involucrados, sobre todo los conceptos del “ signi­
ficado subjetivo” , la “ acción” y la “ intereubjetividad” ; el segundo es el
desarrollo de las distinciones y categorías requeridas para el entendimiento
adecuado de la dinámica y la estructura del Lebenswelt; y el tercero es
la- aplicación de este esquema categórico a la investigación de fenómenos
sociales específicos.3
31 Schutz estaba primordialmente interesado en los estu­
0
dios de los fundamentos, aunque participó en los tres tipos de investigación.
C om o sería de esperarse, su primer libro — que podría traducirse literal­
mente com o “ La construcción del significado del mundo social” , o más
precisamente “ La construcción significativa del mundo social” — explora
los cimientos de tal fenomenología. Es aquí donde encontraremos el esfuerzo
más detallado y sutil por aclarar los conceptos centrales de una fenomeno­
logía del mundo social, en particular la teoría del significado y la acción.

30 La naturaleza y el significado precisos de la intersubjetividad se convirtieron


en uno de los temas más importantes y enigmáticos para Husseri. La orientación
del trabajo anterior de Husseri, concentrado en el ego solitario, no parecía dejar
lugar para la intersubjetividad genuina. Sin embargo, Husseri sostenía que la
intersubjetividad se encuentra en la base misma de la subjetividad. El intento más
importante de Husseri por aclarar el significado de la intersubjetividad se encuentra
en la quinta meditación de sus Cartesian Meditations. Véase una discusión pers­
picaz de lo que entiende precisamente Husseri por la intersubjetividad, y de lo
que establece en su quinta meditación, en David Carr, “ The ‘Fifth Meditation* and
Husserl’s Cartesianism” , Philosophy and Phenomenological Research, 34 (1973).
Véase también a Alfred Schutz, “ The Problem of Transcendental Intersubjectivity
in Husseri” , Collected Papers, III j y a Richard M. Zaner, “ Theory of Intersubjec-
tivity: Alfred Schutz” , Social Research, 28 (1961),
31 Esta discriminación de tres tipos o fases de una investigación fenomenológica
pretende ser un instrumento heurístico. N o sugiero que tales fases puedan distin­
guirse nítidamente, ni siquiera que Schutz haya hecho explícitamente esta distinción.
En mi análisis de Schutz me he concentrado en las dos primeras fases de sus
investigaciones. En cuanto a la aplicación de su esquema categórico, véase la parte
II, “ Applied Theory” de su Collected Papers, vol. II.
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 1A5

■El problema del significado, tal com o lo concibe Schutz, es esencialmente


un “ problema temporal” , no en el sentido del tiempo físico sino de la
“ conciencia interna del tiempo” . Es dentro de la durée [duración] indivi­
dual que se constituye para él el significado de su experiencia a medida
que vive esta experiencia. Esta formulación del problema del significa­
do, que debe mucho a Husserl y a Bergson, indica cóm o estructura Schutz su
investigación. Primero examina cóm o se constituye el significado en la ex­
periencia individual de un ego solitario; luego introduce metodológicamente
diversas distinciones más complejas que conducen a una “ teoría general
de la estructura del mundo social” .32
Construyendo sobre el entendimiento básico que tiene Husserl del ego
o la conciencia com o algo constituido por una serie de actos intencionales
— que Schutz trata de integrar con el concepto de la durée de Bergson— ,
distingue Schutz el acto completado mediante el cual constituye un ego
diversas estructuras de significado, productos u objetivaciones, y los pro­
cesos involucrados en esta constitución: las formas en que funciona una
corriente de conciencia dinámica. Es fundamental la distinción existente
entre el proceso y el producto:

Por una parte, puedo observar el mundo que se me presenta com o un mun­
do completado, constituido, y que debe tomarse com o dado. Cuando hago
esto, dejo fuera de mi conciencia las operaciones intencionales de mi con­
ciencia dentro de la cual se han constituido ya sus significados. .. La
estructura de significado así abstraída de su origen es algo que puedo con­
siderar dotada de significado objetivo, com o algo que tiene sentido en sí
mismo, así com o la proposición de que 2 X 2 = 4 tiene sentido indepen­
dientemente de dónde, cuándo o por quién se afirme. Por otra parte,
puedo observar las operaciones intencionales de mi conciencia que confi­
rieron originalmente los significados. Entonces ya no tengo ante mí un

32 Aunque no me interesa primordialmente el desarrollo intelectual de Schutz


en esta investigación, debo señalar que ocurre una reversión importante. The
Phenomenology of the Social World sigue la “ egología” husserliana más ortodoxa,
que se inicia con la primacía del ego solitario y luego introduce sistemáticamente
algunas distinciones para “ construir” el mundo social. Pero Schutz se volvió cada
vez más consciente de las dificultades del avance en esta dirección. En sus escritos
posteriores se hace cada vez más evidente que Schutz toma como punto de partida
la “ intersubjetividad” y “ lo social” . Este cambio de énfasis indica lo que se ha
convertido en uno de los aspectos más problemáticos del intento de aplicación
de la fenomenología a la elucidación del mundo social. La tensión existente
entre la orientación hacia el cartesianismo o la egologia y la orientación hacia la
primacía de la intersubjetividad ocupa también un lugar central en las interpre­
taciones de Husserl y de la fenomenología a manos de Marleau-Ponty y de Paul
Ricoeur.
186 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

mundo completo y constituido, sino uno que apenas ahora se está consti­
tuyendo y que eternamente se está constituyendo de nuevo en la corriente
de mi ego perdurable: no es un mundo de ser, sino un mundo que en
todo momento es un mundo de llegar a ser y de desvanecerse; o mejor
dicho, un mundo emergente. Com o tal, tiene sentido para mí en virtud
de los actos intencionales dotadores de significado de los que cobro con­
ciencia por una visión reflexiva (PSW , pp. 35-36).

El significado es “ cierta forma de dirigir nuestra mirada a un elemento de


nuestra propia experiencia” (PSW , p. 4 2). Normalmente, “ vivo dentro
de los propios actos dotadores de significado y sólo estoy consciente de
lo que se constituye objetivamente en ellos, es decir, del significado objetivo.
Sólo después de q u e ... abandono el mundo de los objetos (Gegenstande)
y dirijo una mirada a mi corriente interna de conciencia, sólo después de que
‘pongo entre paréntesis’ el mundo natural y sólo atiendo a mis experien­
cias conscientes dentro de la reducción fenomenológica, sólo después de ha­
ber hecho estas cosas cobro conciencia de este proceso de constitución”
(PSW , pp. 36-37)
Estas consideraciones preliminares introducen muchos problemas acerca
de la naturaleza precisa y los tipos de la constitución; los procedimientos
empleados en la vida diaria y por los científicos sociales para captar los
significados objetivos y subjetivos; y las formas en que puedo llegar a co­
nocer mis propios significados subjetivos y los significados subjetivos de otros.
Schutz está consciente de estos problemas y explora a profundidad algunos
de ellos. Pero hemos echado los cimientos para ver cóm o afecta a los
conceptos del comportamiento y la acción la distinción establecida entre
el significado subjetivo y el significado objetivo.
Si vivimos simplemente dentro del flujo de duración característico de
nuestra corriente de conciencia, “ sólo encontramos experiencias indiferen­
ciadas que se funden entre sí en un continuo fluido” (PSW , p. 51). Sólo
cuando centro mi atención en un segmento de este flujo por un acto de
reflexión, separo experiencias discretas, y sólo en una visión retrospectiva existen
para mí las experiencias discretas. “ Sólo lo que ya se ha experimentado3

33 En una formulación posterior, escribe Schutz: “ El significado. . . no es una


cualidad inherente a ciertas experiencias surgidas dentro de nuestra propia co­
rriente de conciencia, sino el resultado de una interpretación de una experiencia
pasada que se observa desde el punto de vista del presente Ahora con una actitud
reflexiva. Mientras yo viva en mis actos, orientado hacia los objetos de estos actos,
los actos no tienen significado. Obtienen tal significado si los entiendo como ex­
periencias bien circunscritas del pasado y, por lo tanto, en retrospectiva. Así pues,
sólo las experiencias que puedan recordarse más allá de su etapa presente y cuya
constitución pueda ser cuestionada tienen una significación subjetiva” (I, 210).
LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGIA 187

tiene significado, no lo que se está experimentando. Porque el significado


es sólo una operación de intencionalidad que, sin embargo, sólo se vuelve
visible para la visión reflexiva” (PSW , p. 52). En consecuencia, debemos
distinguir la “ experiencia” del “ comportamiento” :

Por ejemplo, no se llama generalmente comportamiento a un dolor. Ni


se diría que me estoy comportando si alguien levanta mi brazo y luego lo
deja caer. Pero las actitudes que asumo en cualquiera de estos casos sí se
llaman comportamiento. Puedo luchar con el dolor, suprimirlo o abando­
narme a él. Puedo someterme o resistirme cuando alguien manipula mi
brazo. De m odo que lo que tenemos aquí son dos tipos diferentes de ex­
periencia vivida que se relacionan fundamentalmente. Las experiencias
del primer tipo simplemente se experimentan o se sufren. Se caracterizan
por la pasividad. Las experiencias del segundo tipo son actitudes tomadas
ante las experiencias del primer tipo (PSW , p. 54).

Así pues, el comportamiento, tal com o Schutz ha usado este término, es


la “ experiencia de la conciencia dotadora de significado” . En consecuencia,
“ experiencia” es un término más genérico que “ comportamiento” , porque
el comportamiento sólo consiste en “ experiencias dotadoras de significado” .34
Una vez que Schutz ha aclarado lo que entiende por “ comportamiento” ,
puede caracterizar el concepto más especifico de la acción, que es un
tipo de comportamiento. “ Toda acción es una actividad espontánea orien­
tada hacia el futuro” (PSW , p. 5 7). T oda acción involucra un proyecto:
el alcance y la unidad de una acción están determinados por el proyecto. De
nuevo debemos distinguir con cuidado entre la acción (H andeln) com o pro­
ceso y el acto (Handlung) com o producto. Si definimos un acto com o el pro­
ducto de la acción completada, podemos decir que es el acto completado lo
que se proyecta en mi anticipación del futuro. “ L o que se proyecta es el
acto, que es la meta de la acción y que se genera por la acción” (PSW , p. 6 0).

34 En The Phenomenology of ihe Social World se ha traducido Verhalten como


“ comportamiento” . Pero en los escritos posteriores de Schutz en inglés utiliza la
expresión “ conducta” para referirse a las experiencias dotadoras de sentido que
originalmente llamó Verhalten. “ Evitamos el término ‘comportamiento’ porque en
su uso actual incluye también las manifestaciones de la espontaneidad, subjetiva­
mente no significativas, tales como los reflejos” (I, 21 1). El cambio no es aquí
meramente lingüístico, porque Schutz trata de distinguir claramente su análisis
de un concepto del comportamiento que incluya procesos físicos carentes de todo
componente de signficado o se restrinja a tales procesos. Según Schutz, el com­
portamiento o la conducta humana — por oposición al movimiento físico—■ es
esencial e intrínsecamente significativo.
188 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

Supongamos que me imagino levantándome de mi silla y caminando hasta


la ventana. L o que realmente me imagino no es una serie de contracciones
y relajamientos musculares, ni una serie de pasos específicos — uno, dos,
tres— desde la silla hasta la ventana. No, la imagen que tengo en mente
es una imagen del acto completado de llegar a la ventana (PSW , p. 60).

Por supuesto, podemos fragmentar este proceso e imaginar los diversos pa­
sos involucrados — caminar por el cuarto, retirar una silla, etcétera— , pero
lo que afirma Schutz es que es siempre e! “ acto completado” lo que ima­
ginamos, por mucho que fragmentemos el proceso.
Schutz está delimitando un conjunto de conceptos que se mantienen en
una relación jerárquica. La “ experiencia” , en su sentido más genético, se
refiere al flujo indiferenciado de la corriente interna de duración. El “ com­
portamiento” se refiere a las “ experiencias de conciencia dotadoras de
significado” e involucra las actitudes intencionales que llevamos a las expe­
riencias por las que pasamos. La “ acción” se refiere a las formas de com­
portamiento que involucran la ejecución de un acto proyectado. Y “ el
significado de cualquier acción es su acto proyectado correspondiente” .3n
Podemos apreciar estas distinciones cuando advertimos cóm o sirven de
comentario a la famosa definición de la acción de Weber: “ En la ‘acción’
se incluye todo el comportamiento humano en la medida en que el individuo
actuante le imputa un significado subjetivo” (PSW , p. 15). La frase “ le
imputa un significado subjetivo” sugiere que se añade significado al com­
portamiento en alguna forma mecánica o externa: com o si el “ significado
subjetivo” se relacionara desde afuera con el comportamiento y sólo fuese
su antecedente. Esta concepción del “ significado subjetivo” ha originado
muchos malentendidos y críticas de la definición de la acción de Weber
y de la concepción de la sociología interpretativa que depende de ella.
Schutz utiliza estas distinciones para formular con el mayor vigor posible la
afirmación sustantiva de que el comportamiento humano, y a fortiori3 6

36 He presentado a grandes rasgos la caracterización que hace Schutz de “ ex­


periencia” , “ comportamiento” (conducta) y “ acción” . Estas distinciones sirven de
base para otros refinamientos importantes. Por ejemplo, Schutz distingue entre
la conducta y la acción encubiertas y manifiestas. Las acciones manifiestas “ pasan
al mundo exterior mediante movimientos corporales” (I , 211-212). Schutz llama
“ trabajo” a este tipo de acción. “ Así pues, el trabajo es la acción en el mundo
exterior, basada en un proyecto y caracterizada por la intención de alcanzar el
estado de cosas proyectado mediante movimientos corporales” (Ib id ). Luego de
distinguir entre los diversos tipos de acciones, introduce Schutz distinciones más
finas entre las acciones "sensatas” , “ razonables” y “ racionales” . Véanse los detalles
en PSW , pp. 57 ss.; Collected Papers, I, 209 ss.; y “ The Problem of Ration-
ality in the Social World” , Collected Papers, II.
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 189

la acción humana, no son simplemente algo físico y observable como cual­


quier otro proceso físico. La acción es intrínsecamente significativa; está
dotada de significado por la intencionalidad humana, es decir, por la
conciencia. Si el significado de una acción es su “ acto proyectado corres­
pondiente” , no tiene sentido hablar de una acción sin referencia a su
significado. Y al enfocar la acción, podemos y debemos hablar de su sig­
nificado subjetivo, del significado que tiene en virtud de los actos intencio­
nales dotadores de significados de una conciencia humana, y de su significa­
do objetivo, o sea la estructura de significado que exhibe la acción y que
puede abstraerse de ella.
Hasta aquí, siguiendo a Schutz, no he introducido aún el concepto de
lo “ social” . H e hablado de “ experiencia” , “ comportamiento” y “ acción”
desde la perspectiva de un solo ego solitario. Pero ya debe estar clara la
posición central de la intersubjetividad. Podemos advertirlo en dos formas.
“ El hombre ordinario, en cada momento de su experiencia vivida, ilumina
las experiencias del pasado, almacenadas en su conciencia. Conoce el mun­
do y sabe lo que debe esperar. A cada momento de vida consciente se
archiva un nuevo elemento en este vasto inventario” (U S W , p. 8 1 ). De
continuo estamos ordenando, clasificando e interpretando nuestras expe­
riencias actuales, de acuerdo con diversos esquemas interpretativos. Pero
en nuestra vida diaria, estos esquemas interpretativos son en sí mismos
esencialmente sociales e intersubj'etivos. La intersubjetividad se encuentra
en la base misma de la subjetividad humana. El análisis del comporta­
miento y la acción permite advertir que estamos dotando continuamente
de significado a nuestras experiencias vividas. Para tal efecto, debemos
escoger los esquemas interpretativos.36 Pero estos mismos esquemas, que
llegan a ser y desaparecen luego, no son intrínsecamente privados; son
esencialmente esquemas interpretativos sociales o intersubjetivos.
Además, las acciones de nuestra vida diaria no ocurren en un vacío. Lo
que hemos dicho hasta aquí acerca de la experiencia, el comportamiento,
la acción y los esquemas interpretativos se abstrae de un contexto social
más rico y sólido. N o sólo interpretamos nuestras propias acciones, sino
también las acciones de las personas con quienes nos relacionamos y existe
una relación recíproca entre las formas en que interpreto mis propias
acciones y las acciones de los demás. Los proyectos que escojo, y que

36 Schutz subraya y explora el papel de la elección de esquemas interpretativos.


“ La elección no está en modo alguno prescrita desde el principio como algo obvio
o exclusivo; en realidad, ninguna experiencia vivida puede agotarse por un solo
esquema interpretativo” ( PSW , p. 85). La investigación más sistemática de la
naturaleza de la elección realizada por Schutz se encuentra en “ Choosing among
Projects of Action” , Collected Papers, I.
190 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

definen las acciones, son afectados en sí mismos por los proyectos y las
acciones de otros, y por mi entendimiento de los significados subjetivos
de las acciones de otros. Por lo tanto, para entender los esquemas inter­
pretativos mediante los cuales dota un individuo de significado sus expe­
riencias vividas, debemos entender no sólo cóm o son intrínsecamente in­
tersubjetivos tales esquemas sino también cóm o son afectados y orientados
por las diversas formas de la interacción social.
Basado en su análisis de los conceptos centrales de significado, experien­
cia, comportamiento, acción e intersubjetividad, Schutz trata de desarro­
llar un esquema conceptual que elucide el mundo de la vida diaria. Esto
es lo que he llamado la segunda fase del proyecto de desarrollo de una
fenomenología del mundo social. El primer libro de Schutz ha explicado
los conceptos más básicos requeridos por tal fenomenología. Y aunque
regresó a estos conceptos básicos, los refinó y aclaró durante su carrera,
los ensayos que escribió durante la etapa norteamericana de su desarrollo
intelectual trataron primordialmente de mostrar cóm o podrían integrarse
tales conceptos y aplicarse al entendimiento de la realidad social del mundo
consuetudinario.

El mundo de la vida diaria

Para el individuo despierto que actúa en el mundo intersubjetivo de la


vida diaria, observa Schutz, “ toda interpretación de este m undo se basa
en un inventario de experiencias previas, las propias y las que nos co­
munican nuestros padres o maestros; estas experiencias en forma de ‘cono­
cimiento a disposición’ funciona com o un esquema de referencia” (I, 7).
T od o individuo adulto despierto enfoca su mundo con un acervo de cono­
cimiento disponible. Schutz utiliza este concepto en sentido amplio para
incluir no sólo el conocimiento sino también las creencias, las expectativas,
las reglas y los sesgos que nos permiten interpretar el mundo. Este acervo
de conocimiento disponible se forma con nuestras experiencias personales
y con el conocimiento socialmente preformado que heredamos; en el curso
de nuestra experiencia, se somete a prueba, se refina y se modifica de
continuo este acervo. En todo momento de la vida de un individuo, éste se
encuentra en una situación biográficamente determinada. N o es simple­
mente un ser físico en un mundo especial-temporal objetivo. Como ser
viviente dota de significado sus experiencias, tiene una posición en un
mundo que tiene sentido para él. Aun el tipo de tiempo y espacio feno-
menológico en el que vive está constituido p or el significado que da a este
mundo. La afirmación de que la situación de un individuo está “ biográ­
LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENOLÓGICA 191

ficamente determinada equivale a decir que tiene una historia; es la sedi-


mentación de todas las experiencias previas del hombre, organizadas en
las posesiones habituales de su acervo disponible, y como tal su posesión
única, dada a él y sólo a él” (I, 9 ). En el mundo consuetudinario, el
interés primordial del individuo no es teórico sino práctico. “ Una moti­
vación pragmática gobierna nuestra actitud natural hacia el mundo de la
vida diaria. El mundo, en este sentido, es algo que debemos modificar por
nuestras acciones o que modifica nuestras acciones” (I, 209).
Schutz comparte y desarrolla el punto de vista característico de muchos
filósofos contemporáneos, quienes sostienen que los análisis epistemológicos
tradicionales del conocimiento — y en efecto los análisis de todo el con­
junto de actitudes cognoscitivas, incluidas la creencia y la percepción—
han conducido a errores y distorsiones porque están dominados por una
visión del conocimiento propia del observador o el contemplador. Cual­
quiera que sea el papel que asignemos a la contemplación y a la orientación
teórica desinteresada, no es ésta la postura primordial del hombre en su
vida diaria. Su conocimiento se orienta hacia la interacción con el mundo,
y está condicionado por las formas en que actúa y se actúa sobre él.3T
Pero aunque el acervo de conocimiento a disposición del individuo está cam­
biando de continuo, la configuración total de este conocimiento está
estructurada. El individuo alerta no encuentra el mundo com o una tabula
rasa, ni parte de la nada al experimentar e interpretar el mundo. Un
individuo enfoca el mundo con construcciones de sentido común. “ El mun­
do exterior no se experimenta com o un arreglo de objetos individuales
únicos, dispersos en el espacio y el tiempo, sino com o ‘montañas’, ‘árboles’,
‘animales’, ‘semejantes’ . Es posible que no haya visto nunca un séter irlan­
dés, pero si veo uno sabré que es un animal y en particular un perro,
que muestra todas las características familiares y el comportamiento típico
de un perro, y no de un gato, por ejemplo” (I, 7-8). M i experiencia real
confirmará o modificará mi anticipación de la conformidad típica con
otros objetos; la tipificación nunca se cierra o se fija por completo.
Mientras que la configuración de tipificaciones características de cada
individuo es algo peculiar, hay un sistema dinámico de relevancias mediante
las cuales se estructura tal configuración: relevancias determinadas por
nuestros intereses. En el empleo que le da Schutz, el concepto de la tipi­
ficación incluye los tipos más universales y estables, al igual que otros muy
específicos y cambiantes. Si pudiéramos congelar en un momento dado el
acervo de conocimiento de un individuo, descubriríamos cóm o está or- 3 7

37 Véase una discusión de la importancia de este motivo en John Dewey, en


Praxis and Action, parte III.
192 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGICA

ganizado su conjunto de tipificaciones por un sistema de relevancias. Y a


medida que cambia su situación, también cambia este sistema de relevancias.
D ado cualquier objeto, innumerables aspectos suyos pueden ser relevantes
para mí, pero para los propósitos del momento tomo ciertos aspectos
com o relevantes y otros com o no relevantes.

La afirmación de que este objeto S tiene la propiedad característica p,


en la forma “ S es p” , es un enunciado elíptico. Porque S, tomado sin
cuestionamiento alguno tal com o se me aparece, no es meramente p sino
también q y r y muchas otras cosas. El enunciado completo debería decir:
“ S es, entre muchas otras cosas tales com o q y r, también p” . Si digo acerca
de un elemento del mundo dado por sentado: CCS es p” , lo hago porque,
en las circunstancias prevalecientes, estoy interesado en el ser p de S, de­
sechando com o no relevante el hecho de que también sea q y r (I, 9 ).

Pero aun este enunciado puede ser engañoso, porque no formulo conscien­
temente las formas en que tipifico el mundo. Aunque Schutz no se refiere
explícitamente al concepto del “ conocimiento tácito” , está afirmando que
la mayoría de nuestras tipificaciones son tácitas en el sentido de que nor­
malmente carecemos de una conciencia explícita acerca de las tipificaciones
mediante las que estructuramos nuestra experiencia. Podemos empezar por
ver cuáles son los problemas y las tareas que se nos plantean si, com o obser­
vadores teóricos, queremos entender a los hombres en su vida diaria. No
sólo debemos elucidar las diversas formas de las tipificaciones y los modos
en que se relacionan con sistemas de relevancia, sino que también debemos
entender las diversas formas en que tales tipificaciones surgen, se sostienen
y se modifican.38

El acervo del conocimiento de sentido común está socialmente preformado


y también está socialmente distribuido. Éste es un aspecto del conocimiento
de sentido común que Schutz no explora a profundidad, pero que tiene una
importancia potencial enorme.39 El acervo efectivo de conocimiento dispo­

38 Schutz subrayó cada vez más la teoría de las relevancias, sosteniendo que
tal teoría tenía la mayor importancia para el entendimiento de las ciencias sociales.
En sus ensayos póstumos distinguió tres tipos de relevancia interrelacionados: de
motivación, de tema y de interpretación. Véanse los detalles en Reflections on the
Problem of Relevanee, comp. Richard M. Zaner; y Alfred Schutz y Thomas Luck-
mann, T he Structures of the Life-World.
39 Las observaciones de Schutz acerca de la “ distribución social del conocimiento
de sentido común” están muy poco desarrolladas y aparecen casi incidentalmente.
Pero después de la muerte de Schutz ha aparecido todo un cuerpo de literatura,
y en efecto un campo nuevo de investigación empírica, que se ocupa directamente
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 193

nible en el mundo diario no difiere sólo entre los individuos, de acuerdo


con la experiencia personal, sino también entre diversos grupos y clases, de
acuerdo con el conocimiento de sentido común que compartan. U n individuo
es un experto en un cam po pequeño y un lego en muchos otros. Pero por
peculiar que sea nuestro acervo de conocimiento en lo tocante a su conte­
nido, estilo, claridad y diferenciación, también compartimos con otros algunos
elementos de este conocimiento de sentido común, y hay una yuxtaposición
en nuestro sistema de relevancias.

En su carácter intersubjetivo, el mundo vital puede estratificarse en


varias dimensiones sociales, cada una de ellas con sus propias estructuras
espacíales-temporales distintivas. Tenemos en primer lugar el mundo social
de las relaciones e interacciones cara a cara. Schutz habla aquí de la rela-
ción-nosotros “ pura” , la que puede materializarse con grados diferentes de
concreción y especificidad. Mis experiencias no son idénticas a las d e mi
semejante con quien interactúo en una situación de cara a cara, pero
“participamos” en la vida consciente del otro. Hay una comunidad de tiem­
po y espacio, es decir, una “ sincronización de dos corrientes de conciencia
interiores” (II, 2 6 ), así com o una presencia corporal directa que nos permite
interpretar las palabras, los gestos, las expresiones faciales y los movimientos
del otro. El proceso mediante el cual capto la vida consciente de otro es
necesariamente un proceso de mi propia vida consciente. A medida que
interactuamos, “ envejecemos juntos” y tengo un contacto inmediato con
mi semejante, aunque aun este contacto inmediato está mediado por las
experiencias del pasado y el acervo de conocimiento de cada uno de nosotros,
por supuesto.

Guando te veo en la comunidad de espacio y tiempo, tengo una prueba


directa de que estás orientado hacia mí, es decir, que experimentas lo
que digo y hago, no sólo en un contexto objetivo de significado sino tam­
bién com o manifestaciones de mi vida consciente. Sé que lo mismo se
aplica a ti, y que refieres tu experiencia de mí a lo que captas de mis
experiencias de ti. En la comunidad de espacio y tiempo, nuestras expe­
riencias del otro no sólo están coordinadas sino también recíprocamente

de la cuestión de la distribución social del conocimiento de sentido común. Éste


es uno de los problemas centrales de la sociolingüística. Véase, por ejemplo, a
Joshua Fishman, comp., Readings in the Sociology of Language, y Advances in the
Sociology of Language; Dell Hymes, comp., Language in Culture and Society;
William Labov, Sociolinguistic Patterns; John Gumperz y Dell Hymes, comps., Direc-
tions in Sociolinguistics; y Pier Paolo Giglioli, comp. Language and the Social Context■
194 LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENOLOGICA

determinadas p or una referencia cruzada continua. M e experimento a


través de ti, y te experimentas a través de mí. El reflejo recíproco de
Sí Mismo en la experiencia de los demás es un aspecto constitutivo de la
relación-nosotros en las situaciones cara a cara (II, 30).

Aunque Schutz subraya la primacía de la relación cara a cara o de “ nos­


otros” , no cree que ello sea suficiente para desarrollar una teoría general
de la realidad social. Por el contrario, se propone sobre todo demostrar que
cada una de las diversas dimensiones del mundo social tiene sus propias
estructuras características. Esto se vuelve evidente cuando pasamos al mundo
de los contemporáneos con quienes no estoy en contacto cara a cara. Schutz
subraya que no hay ninguna línea divisoria claramente marcada entre las
situaciones cara a cara y estas otras interacciones sociales con los contem­
poráneos. Aunque un tipo de situación se transforma en otra, están invo­
lucradas importantes modificaciones estructurales:

En la situación cara a cara, mi semejante y yo éramos miembros de una


relación-nosotros concreta. Él estaba presente en persona, con un máximo
de síntomas mediante los cuales yo podía captar su vida consciente. En
la comunidad de espacio y tiempo estábamos conectados el uno al otro;
su Y o reflejaba el m ío; sus experiencias y las mías formaban una corriente
común, nuestra experiencia; envejecíamos juntos. Pero en cuanto mi se­
mejante se marcha, la experiencia que tengo de él sufre una transforma­
ción. Sé que está en algún Aquí y Ahora propio y sé que su Ahora es
contemporáneo con el mío, pero no participo en eso, ni comparto su Aquí.
Sé que mi semejante ha envejecido desde que se marchó, y la meditación
me dice que, en términos estrictos, ha cambiado con cada experiencia
adicional, con cada situación nueva. Pero nada de esto puedo tomar en
cuenta en la rutina de la vida d iaria.. . Hasta nuevo aviso, mantengo in­
variable el segmento de mi acervo de conocimiento que se refiere a tí y
que he construido en situaciones cara a cara, es decir, hasta que reciba
información en contrario. Pero ésta es información acerca de un contem­
poráneo hacia quien estoy orientado com o un mero contemporáneo y no
como un semejante (II, 38-39).

El mundo de los contemporáneos tiene estratos diferentes. Involucra per­


sonas a quienes antes encontré cara a cara; contemporáneos a quienes nunca
he visto pero que quizá vea pronto; contemporáneos de cuya existencia es­
toy consciente com o puntos de referencia para funciones sociales típicas (por
ejemplo, los empleados postales que procesan mi co rre o ); y una diversidad
de realidades sociales colectivas (por ejemplo, agencias gubernamentales)
que existen y afectan mi vida, pero con quienes no tengo contacto directo
tal vez.
LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENO LÓ G ICA 195

“ Mientras que experimento el Tú individual directamente en la con­


creta relación-nosotros, capto lo contemporáneo sólo en forma mediata, me­
diante tipificaciones” ( I I , 4 2 ). Más precisamente, mientras que la tipifi­
cación afecta mi relación e interacción con mi semejante en las situaciones
cara a cara (porque cualquier situación tal está condicionada por m i cono­
cimiento disponible), es muy diferente el papel de la tipificación en el
mundo de los contemporáneos. Una interacción cara a cara está constituida
primordialmente por una “ orientación-tú” ; una relación social en el mundo
de los contemporáneos, por una “ orientación-dios” :

En contraste con la forma en que experimento la vida consciente de mis


semejantes en situaciones cara a cara, las experiencias de los contempo­
ráneos me parecen más o menos procesos anónimos. El objeto de la orien-
tación-ellos es mi conocimiento de la realidad social en general, de la
vida consciente de otros seres humanos en general, independientemente de
que esto último se impute a un solo individuo o no. El objeto de la orien-
tación-ellos no es la existencia de un hombre concreto, ni la vida cons­
ciente actual de un semejante que se experimenta directamente en la
relación-nosotros, ni la configuración subjetiva del significado que capto
si las experiencias de un semejante se constituyen ante mis ojos. M i cono­
cimiento de lós contemporáneos se coloca por su naturaleza misma en un
contexto de significado o b je tiv o .. . M i conocimiento del m undo de los con­
temporáneos es un conocimiento típico de procesos típicos (II, 43-44).

Es importante distinguir entre estas dimensiones diferentes del mundo social,


porque los tipos de relación e interacción sociales que ocurren en cada una
de estas dimensiones son en sí mismos diferentes. Por ejemplo, si abordo
un tren o echo una carta al correo, me relaciono e interactúo con contem­
poráneos en una relación-ellos, ya que oriento mi conducta en la expectativa
de que los contemporáneos involucrados en tales situaciones — los empleados
ferroviarios y los empleados postales— tendrán expectativas típicas, se orien­
tarán en formas típicas y desempeñarán funciones típicas.
Ambas dimensiones del mundo social ejemplificado p or las situaciones cara
a cara y el mundo de los contemporáneos comparten una zona temporal
donde yo encuentro a otros en efecto y directamente, o puedo encontrarlos.
Aunque Schutz es mucho más sucinto en su discusión de otras dimensiones
del mundo social, es claro que, en su opinión, una fenomenología plena­
mente desarrollada aislaría también las estructuras distintivas y las relaciones
características del “ mundo de los predecesores” y del “ mundo de los suce­
sores” .40 En mi vida diaria, todos estos mundos se traslapan y son aspectos

40 Véase PSW', p. 223; II, 56 III, 117 « .


196 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

de Lebenswelt. Sin embargo, el fenomenólogo debe ser sensible a las estruc­


turas distintivas exhibidas en estas dimensiones diferentes del mundo social.
Cuando habla Schutz de las diferentes dimensiones del mundo social, está
utilizando una matriz donde las variaciones primarias se reflejan en grados
diferentes de intimidad y anonimato, y en los diversos tipos de tiempo y
espacio fenomenológicos. Pero Schutz percibe también otro tipo de matriz
que resultaba igualmente importante para la división y el entendimiento del
mundo social. Ésta es una matriz donde discriminamos diferentes “ provincias
de significado finitas, a cada una de las cuales podemos asignar el acento de
la realidad” (I, 230). Desarrolla Schutz una teoría de “ realidades múltiples” ,
basada en la aseveración de William James de que un hombre vive dentro
de diversidad de “ subuniversos de realidad” .41 El mundo primario en
el que vivimos es el intersubjetivo de la vida diaria: el mundo de la actitud
natural con sus motivaciones pragmáticas dominantes. C om o individuos que
viven en tal mundo, en circunstancias específicas podemos dudar de la vera­
cidad de alguno de sus aspectos, pero no dudamos de la existencia de este
mundo ni de las personas con quienes nos relacionamos. En su vida diaria
las individuos suspenden la duda, no la creencia, en el Lebenswelt. Esto
es lo que llamó Schutz la epoché de la actitud natural (I, 229).
Pero también vivimos en otros mundos o en provincias de significado
finitas. Tenemos el mundo de los sueños, de las imágenes y los fantasmas;
el mundo del arte y de la experiencia religiosa; el mundo de la contemplación
científica; el mundo de juego del niño; el mundo del loco, etcétera.

Hablamos de provincias de significado y no de subuniversos porque es el


significado de nuestras experiencias, y no la estructura ontológica de los
objetos, lo que constituye la realidad. En consecuencia, llamamos provincia
de significado finita a cierto conjunto de nuestras experiencias si todas ellas
muestran un estilo cognoscitivo específico y son — con respecto a este estilo—
no sólo consistentes en sí mismas sino también compatibles entre sí (I, 230).

Cuando desplazo mi atención de una provincia de significado finita a otra,


experimento un “ choque” — una modificación de la tensión de la conciencia—
que me impulsa a traspasar los límites de la provincia de significado espe­
cífica que ha captado mi atención. Cada una de estas provincias de signi­
ficado diferentes tiene su propio “ estilo cognoscitivo” y su peculiar “ acento
de realidad” . De igual modo, cada una de estas provincias exhibe sus pecu­
liares estructuras, relaciones espaciales y temporales, sistemas de relevancia,

41 Véase “ O n Múltiple Realities” , Collected Papers, I ; y “ Symbol, Reality and


Society” , parte V I, Collected Papers, I.
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 197

esquemas de interpretación, etcétera. “ El concepto de las provincias de sig­


nificado finitas no involucra ninguna connotación estática com o si tuviése­
mos que seleccionar una de estas provincias com o nuestro hogar, del que
debamos partir o al que debamos regresar. En un solo día, aun en una
misma hora, nuestra conciencia puede recorrer tensiones muy diferentes y
adoptar actitudes intencionales hacia la vida muy diferentes” (I, 233, n. 19).
Schutz no exploró estos diferentes mundos o provincias de significado finitas
con tanto cuidado com o analizó el mundo de la vida diaria, que es “ el arque­
tipo de nuestra experiencia de la realidad” (I, 233), pero algunos de sus
estudios más fascinantes e iluminantes se ocupan de las estructuras y la diná­
mica de estos varios mundos.*2
Empezamos a entender, por tentativa que sea, la magnitud de la feno­
menología comprensiva del mundo social proyectado por Schutz. El estudio
de los seres humanos y sus vidas sociales no requiere sólo una fenomenología
constitutiva del mundo de la vida diaria, con sus varias dimensiones sociales,
sino también la clasificación, delimitación e investigación de los otros mun­
dos en los que vivimos. Esto requiere la determinación de las estructuras
y dinámicas distintivas de estos mundos varios, con sus estilos cognoscitivos y
sus acentos sobre la realidad característicos, así com o las diversas formas
en que se interrelacionan estos mundos diferentes.

El yo teorizante

La teoría de las realidades múltiples de Schutz provee una perspectiva nueva


para el entendimiento de la teoría social y el tipo ideal del teórico puro.
Porque el “ mundo de la teoría científica” es una de las múltiples realidades
o de las provincias de significado finitas delineadas por Schutz. Volviendo
al tema de la teoría y de la postura del teórico armado de esta perspectiva
nueva, puedo completar mi análisis de la fenomenología del mundo social
de Schutz.
Se nos dice categóricamente que “ la teorización científica no sirve a ningún
propósito práctiao” (I, 245). Schutz no está negando que la teorización
pueda tener consecuencias prácticas. Está plenamente consciente de que el
deseo de mejorar el mundo y de aplicar la teoría a las aplicaciones técnicas
se encuentra entre las motivaciones más fuertes del hombre para ocuparse
de la teorización científica. “ Pero ni estas motivaciones ni el uso de sus
resultados para fines ‘mundanos’ es un elemento del proceso de la propia 4 2

42 Véanse especialmente los ensayos de la parte II, “ Applied Theory” , de los Collected
Papers, II.
198 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGIA

teorización científica. La teorización científica es una cosa', la utilización


de la ciencia dentro del mundo del trabajo es otra cosa” (I, 245-246). Una
y otra vez subraya Schutz la necesidad de que el teórico científico asuma
la actitud del observador desinteresado (I, 246). La actitud primaria, el
interés y el sistema de relevancias del teórico científico son radicalmente dife­
rentes de los correspondientes a un individuo — aun el mismo individuo—
que persigue intereses pragmáticos en su vida diaria.
Si objetamos que resulta virtualmente imposible el sostenimiento de tal
ideal, ésta no es una objeción en absoluto. Schutz está plenamente consciente
de que nadie puede vivir una vida completa com o un observador desinte­
resado; trata de delinear el tipo ideal del teórico que en concreto puede
realizarse sólo en forma aproximada e intermitente. “ El pensador teórico
se interesa en los problemas y soluciones válidos por derecho propio para
todos, en todo lugar, en todo momento, siempre que prevalezcan ciertas con­
diciones a partir de su supuesto inicial. El ‘brinco’ a la provincia del pen­
samiento teórico involucra la resolución del individuo de suspender su punto
de vista subjetivo” (I, 248). Debe poner entre paréntesis los intereses prag­
máticos y privados que dominan su vida diaria.
Además, el sistema de relevancias apropiado para el teórico se determina
por los problemas científicos que se presenten. Hay cierta discreción en la
elección de la investigación del científico, pero éste entra “ a un mundo pre­
constituido de contemplación científica que le impone la tradición histórica
de su ciencia” (T, 250). Y al especificar el problema a investigar y las solu­
ciones apropiadas, el teórico está limitado por las normas, reglas y proce­
dimientos metodológicos de la disciplina científica'dada. Aunque hay un
mundo social distintivo donde funciona el teórico — una comunidad de cien­
tíficos con sus propias reglas y procedimientos para la comunicación inter­
subjetiva— , Schutz subraya que “ el yo teorizante es solitario” (I, 253).
T od o lo que he dicho es aplicable a cualquier teórico o científico teórico,
ya estudie fenómenos naturales, sociales o culturales. Schutz nunca abandonó
su férrea defensa del desinterés que requiere el teórico puro. El teórico social
trata de elaborar un modelo del mundo vital, pero se pretende que este
m odelo sea objetivo. Debe conformarse a los cánones de verificabilidad y
prueba de la comunidad científica:

Pero este modelo no está poblado de seres humanos en toda su humanidad,


sino de muñecos, de tipos; los tipos se construyen com o si pudiesen eje­
cutar acciones y reacciones de trabajo. Por supuesto, estas acciones y re­
acciones de trabajo son meramente ficticias, ya que no se originan en una
conciencia viviente com o manifestaciones de su espontaneidad; sólo se asig­
nan a los muñecos por la gracia del científico. Pero si, de acuerdo con cier­
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 199

tas reglas de operación claras (cuya descripción compete a una metodo­


logía de las ciencias sociales), estos tipos se construyen en forma tal
que sus actos de trabajo ficticios permanezcan no sólo consistentes en sí
mismos sino también compatibles con todas las experiencias previas del
mundo de la vida diaria que el observador adquirió dentro de la actitud
natural antes de brincar a la provincia teórica, este modelo del mundo
social se convertirá en un objeto teórico, un objeto de una postulación
efectiva del ser. El modelo recibe un acento de realidad, aunque no el
de la actitud natural (I, 255).

Pero ahora debemos profundizar y determinar con precisión lo que considera


peculiar Schutz acerca de los modelos y las teorías que utilizamos en la ex­
plicación del mundo social. Necesitamos hacer explícita una distinción que
ha estado implícita en nuestra discusión y que resulta fundamental para el
esquema conceptual que está desarrollando Schutz. Tal es la distinción exis­
tente entre las motivaciones a-fin-dc y las genuinas motivaciones-porque. Esta
distinción es fundamental para Schutz, pero com o demostraré en mi crítica,
está erizada de ambigüedades y dificultades insolutas.
Recordemos la aseveración de Schutz en el sentido de que el problema
epistemológico básico de “ toda ciencia social p u ed e... resumirse en esta
interrogante: ¿C óm o son posibles las ciencias de contexto de significado sub­
jetivo?” (PSW . 223). C om o todas las ciencias, las sociales formulan aseve­
raciones de significado objetivo. Pero lo distintivo de las ciencias sociales es
el hecho de que estas aseveraciones se refieren a los significados subjetivos
constitutivos de acciones de individuos en el mundo social. N o podemos
“ entender una cosa social sin reducirla a la actividad humana que la ha
creado, y más aún, sin referir esta actividad humana a las motivaciones
de donde surge” (II, 10). D e nuevo aclara Schutz que “ queremos enten­
der. . . los fenómenos sociales, y no podemos entenderlos fuera de su colo­
cación dentro del esquema de las motivaciones humanas, los medios y fines
humanos, la planeación humana — en suma- . dentro de las categorías de
la acción humana” (II, 85).
La propia acción humana está configurada por los proyectos contempla­
dos por el actor. El proyecto es el significado primario y funcional de la
acción- U n proyecto es el acto completado que el actor ha imaginado en
tiempo futuro. Estas distinciones nos permiten describir lo que Schutz llama
la motivación a-fin-de:

El contexto de la motivación es, por definición, el contexto de signifi­


cado dentro del cual se coloca una acción particular en virtud de su calidad
de proyecto de un acto para un actor dado. En otras palabras, el acto
así proyectado en el tiempo futuro y en cuyos términos recibe su orienta-
200 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

ción la acción es la “ motivación a-fin-de” ( Um-zu-M otiv) del actor (PSW ,


p. 8 8).

T od a acción humana involucra necesariamente una motivación a-fin-de. Y


Schutz formula la aseveración más fuerte de que “ es obvio que una acción
sólo tiene un significado subjetivo: el del propio actor” (PSW , p. 32).
Pero este tipo de motivación debe distinguirse cuidadosamente de un tipo
diferente que Schutz llama la genuina motivación-porqué. En varios luga­
res diferentes, ofrece Schutz esencialmente el mismo ejemplo para aclarar la
diferencia existente entre ambos tipos de motivación:

Supongamos que afirmo que un asesino perpetró su crimen por dinero.


Éste es un enunciado de a-fin-de. Pero supongamos que afirmo que el hombre
se convirtió en un asesino a causa de la influencia de malas compañías.
Este enunciado es de un orden muy distinto del primero. Toda la compli­
cada estructura de proyección en el tiempo futuro resulta inaplicable aquí.
Nuestro segundo enunciado toma un evento pasado -—el asesinato— y lo
conecta con un evento más anterior aún, o sea la influencia de las malas
compañías. Ésta es una clase diferente de contexto de significado. Es muy
probable que la llamemos una “ explicación del hecho” . Pero obviamente
lo que se dice en tal explicación es sólo que ciertas experiencias pasadas
del asesino han creado un disposición de su parte para alcanzar sus metas
por la violencia antes que por el trabajo honesto. Así pues, la diferencia
existente entre las dos clases de motivación, expresada en nuestros dos
enunciados, es que la motivación a-fin-de explica el acto en términos del
proyecto, mientras que la genuina motivación-porqué explica el proyecto
en términos de las experiencias pasadas del actor (PSW , p. 91).

Estos dos tipos de motivación pueden distinguirse por su temporalidad.


Una motivación a-fin-de explica un acto en términos de un proyecto. Aun
cuando esté hablando de acciones pasadas, este proyecto tiene un carácter
futuro. Si regreso de visitar a un amigo y me preguntas por qué salí, podré
replicar ahora: “ Salí a fin de visitar a un amigo” . La temporalidad expre­
sada por la frase “ a fin de visitar a un amigo” es futuro por referencia al
acto en cuestión. En cambio la temporalidad característica de las genuinas
motivaciones-porque es siempre la del pasado.43 En la búsqueda de tales

43 Schutz habla de “ genuinas” motivaciones-porque para distinguir las “ seudo”


motivaciones-porque o pronunciamientos-porque. “ Ahora bien, el lenguaje ordinario
nubla esta distinción y permite la traducción de todo enunciado de ‘a fin de’ en un
enunciado ‘porque’ . ‘Porque quería hablar con A , salí de casa’ , o ‘V oy a salir porque
quiero hablar con A’ . Llamemos ‘seudo-enunciado porque’ a todo enunciado que sea
lógicamente equivalente a un enunciado de a-fin-de” . (PSW , p. 89.)
la a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l o g ía 201

motivaciones, tratamos de aislar las experiencias del pasado de un individuo


que explicarán, mediante una relación causal, el proyecto que constituye la
base de la motivación a-fin-de del individuo. Schutz subraya primordialmente
las motivaciones a-fin-de, porque han sido descuidadas y mal entendidas por
los científicos sociales y los filósofos de la ciencia social; pero cree Schute que
una ciencia y tina teoría social adecuadas deben ocuparse de ambos tipos
de motivaciones. “ Las cosas sociales sólo son inteligibles si pueden reducirse
a actividades humanas; y las actividades humanas sólo se vuelven inteligibles
cuando se muestran sus motivaciones a-fin-de o sus motivaciones-porque”
(II, 13). Las explicaciones que involucran una referencia a estos dos tipos
de motivación son compatibles porque lo que explican y cóm o lo explican
son radicalmente diferentes. Además, los dos tipos de explicación son inter-
dep>endientes porque debemos captar primero la motivación a-fin-de de un
acto para aislar el proyecto que tratamos de explicar en términos de genuinas
motivaciones-porque.
T oda acción humana involucra motivaciones a-fin-de específicas y genuinas
motivaciones-porque, pero al teórico social le interesan las acciones típicas. Sus
modelos son “ ficciones sin vida” , “ construcciones” , “ tipos ideales” , “ muñe­
cos” u “ homúnculos” creados por él. Por lo tanto, si estos modelos son distintos
de las condiciones ontológicas reales de la existencia humana individual con­
suetudinaria del mundo vital, ¿cóm o nos permitirán entender y explicar
las acciones sociales concretas efectivas? ¿ Y cuáles son las restricciones meto­
dológicas de la construcción, de tales modelos?
Ya hemos anticipado la forma en que Schutz contesta estas interrogantes
por referencia a lo que llama los “ postulados de las construcciones del modelo
científico del mundo social” (I, 4 2 ), pero convendrá enumerar en este con­
texto los tres postulados primordiales involucrados. Primero tenemos el “ pos­
tulado de la consistencia lógica” . “ El sistema de construcciones típicas dise­
ñado por el científico debe establecerse con el mayor grado de claridad y
distinción del marco conceptual implicado y debe ser enteramente compa­
tible con los principios de la lógica formal” (I, 4 3 ). Este postulado es espe­
cialmente importante para garantizar la “ validez objetiva de los objetos de
pensamiento construidos por el científico social” (I, 4 3).
En segundo lugar tenemos “ el postulado de la interpretación subjetiva” .
“A fin de explicar las acciones humanas, el científico debe preguntarse cuál
modelo de mente individual puede construirse y cuáles contenidos típicos deben
atribuírsele para explicar los hechos observados com o el resultado de la
actividad de tal mente en una relación inteligible” (I, 4 3 ). Éste es el pos­
tulado que nos permite discernir lo que es distintivo en los modelos o las
construcciones que resultan apropiados para una teoría social adecuada.
“ La observancia de este postulado garantiza la posibilidad de referir todas
202 LA ALTERNATIVA FENOMÉNOLÓGICA

las clases de acciones humanas o su resultado al significado subjetivo que


tal acción o resultado de una acción tuvieron para el actor” (I, 4 3).
Por último, tenemos “ el postulado de la adecuación” . Este postulado trata
de contestar la interrogante: ¿C óm o sabemos que los modelos construidos son
Adecuados para la explicación de las acciones humanas? “ Cada término de
un m odelo científico de la acción humana debe construirse en forma tal que un
acto humano ejecutado dentro del mundo vital por un actor individual,
en la forma indicada por la construcción típica, sea inteligible para el propio
actor y para sus semejantes en términos de interpretaciones de sentido común
de la vida diaria. La observancia de este postulado garantiza la consistencia de
las construcciones del científico social con las construcciones de la experiencia
de sentido común de la realidad social” (I, 44; sin subrayado en el original).4*

LO S FUNDAMENTOS FENOMENOLOGICOS: GRIETAS Y HENDEDURAS

Habiendo completado este bosquejo de la noción que tiene Schutz de una


fenomenología del mundo social y de su concepción de la teoría social, podré
evaluar su contribución a la estructuración de la teoría social v política.
En mi discusión de las críticas analíticas de la ciencia social ortodoxa sur­
gieron dos temas dominantes: primero, que la realidad social y política exa­
minada tiene características distintivas que afectan las formas en que expli­
camos esta realidad; segundo, que una interpretación de esta realidad no
puede limitarse al discernimiento de las regularidades existentes entre las
variables dependientes e independientes. En sus vidas sociales y políticas, los
individuos son seres interpretativos. Las formas en que interpretan sus propias
acciones y las acciones de otros no se relacionan externamente a tales accio­
nes, sino que forman parte constitutiva de ellas. El supuesto de que la
realidad social y política es simplemente un dato que constituye el punto
de partida de una ciencia correlaciona! de la sociedad y la política, no sólo
elude algunas de las interrogantes pertinentes más importantes sino que
— com o hemos visto— alienta diversas distorsiones y concepciones erradas.*

** En “ The Problcm of Rationality in the Social World” , presenta sus postu­


lados en una forma ligeramente diferente y más detallada. En este otro contexto,
Schutz indica cómo pueden condensarse los varios requerimientos que enumera
“ en otro postulado para la construcción de los tipos ideales, el de la racionalidad.
Puede formularse como sigue: El tipo ideal de la acción social debe construirse
en forma tal que el actor del mundo viviente realizara el acto tipificado si tuviese
un conocimiento científico claro y marcado de todos los elementos pertinentes
para su elección y la tendencia constante a escoger el medio más apropiado para
la realización del fin más apropiado” (II, 86).
LA a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 203

He sostenido también que no estamos obligados a escoger en forma de


todo o nada: o las disciplinas sociales y políticas son semejantes en todos
sentidos a las ciencias naturales, o son lógicamente tan distintas que involu­
cran conceptos, métodos y obj’etivos totalmente diferentes. Por el contrario-,
he tratado de demostrar que si examinamos lo que está involucrado en -un
entendimiento naturalista de las ciencias sociales, tendremos que reconocer
inevitablemente cóm o el mundo tiene sentido para los seres humanos, cóm o sur­
gen tales significados, qué sostiene y cuestiona estos significados, y cómo
configuran tales significados lo que hacemos. Además, un entendimiento más
sólido de la realidad social y política, y de las formas en que esta realidad
está constituida por valores, no desacredita ni debilita la aplicación de téc­
nicas científicas al estudio de los hombres en sociedad. Tal entendimiento
nos ayuda a comprender las contribuciones y limitaciones de tal enfoque.
Lo que se cuestiona, por supuesto, es la suposición injustificada de que sólo
mediante el estudio de las regularidades podremos alcanzar un conocimiento
empírico legítimo de la realidad social y política.
Muchas líneas de investigación independientes acerca de la forma en que
la acción humana está gobernada por reglas, y la forma en que tal acción
está incrustada en prácticas e instituciones sociales constituidas por valores,
han generado una nueva orientación, un nuevo hincapié y un nuevo con­
junto de problemas. Pero no observamos en los filósofos analíticos un esfuerzo
sistemático por desarrollar un enfoque conceptual alternativo que incorpore
los descubrimientos genuinos de sus varios análisis. A l explorar los funda­
mentos de una fenomenología del mundo social, Schutz trató de desarrollar
un esquema conceptual rico y suficientemente específico “ para obtener un
conocimiento organizado de la realidad social” . N o se conformó Schutz con
dejar en un vago nivel intuitivo tales conceptos elusivos com o los de “ sig­
nificado subjetivo” , “ interpretación” e “ intersubjetividad” , sino que trató de
precisar estos conceptos y de integrarlos en un esquema que busque el cono­
cimiento objetivo de la realidad social.
Schutz elude la situación de todo o nada que presenté en la compa­
ración de las visiones sinópticas de Sellars y de Husserl. De acuerdo con
el entendimiento del hombre en el mundo que tiene Sellars, las ciencias
sociales se basan en una “ inducción correlacional” de la imagen manifiesta;
en consecuencia, son ciencias de la imagen manifiesta que se incorporan en
última instancia a la imagen científica del hombre com o un sistema
físico complejo. Aunque Husserl no estaba respondiendo directamente a 'S e ­
llars, atacó todas las formas del naturalismo, el objetivismo y el realismo
científico. El telos de las reflexiones de Husserl es la elaboración de tina
filosofía y una fenomenología trascendentes com o la “ ciencia” más básica,
lo que requiere una concepción de la ciencia diferente de la concepción
204 LA ALTERNATIVA FENOMENOLOGICA

de la* ciencias objetivas y un enfoque totalmente diferente al estudio de


los individuos en sus vidas psicológicas y sociales.
Pero ahora podemos ver cóm o rechaza Schutz estos dos extremos. Utili­
zando la terminología de Sellars, Schutz muestra que la imagen mani­
fiesta es mucho más rica que lo sugerido por Sellars, y que se puede
desarrollar una ciencia objetiva de esta imagen que no se limita a proce­
dimientos reunidos bajo el rubro de “ inducción correlaciona!” . Tal ciencia
interpretativa trata de elucidar las estructuras básicas involucradas en el
mundo diario: estructuras arraigadas en las formas que los individuos
interpretan subjetivamente sus experiencias. Y aunque Schutz tiene una
deuda enorme con Husserl, puede criticar con razón la pretensión de que
los “ métodos de las ciencias sociales [incluida una psicología fenomenoló-
gica constitutiva] son toto coelo diferentes de los métodos de las ciencias
naturales” (I, 4 8).
Sin dejar de reconocer el logro de Schutz, debemos advertir el carácter
tentativo de gran parte de su obra. Tras su primer libro, Schutz publicó
sólo ensayos y artículos. Cuando leemos sus ensayos y sus manuscritos pos­
tumos, tenemos la sensación de empezar siempre de cero, en lugar de construir,
explorar y explicar sobre la base de lo que ya se ha establecido. Schutz
estaba muy consciente de esta deficiencia, y hacia el final de su vida estaba
trabajando en una presentación sistemática que nunca completó.45 En con­
secuencia, casi no hay ningún aspecto de la obra de Schutz que no plantee
diversas interrogantes problemáticas que el autor dejó sin solución. Hay
graves grietas y hendeduras en su noción de una fenomenología del mundo
social.
Principiaré mi crítica de la obra de Schutz con una consideración del
concepto muy importante y ambiguo de la estructura, sobre todo por lo
que toca a las “ estructuras del mundo vital” , porque creo que esto indica
una dificultad fundamental no sólo de la obra de Schutz sino de la pro­
pia fenomenología. Recordemos que tras la temprana ruptura de Husserl
con el psicologismo y el historicismo hay una continuidad temática en sus
investigaciones. Su búsqueda de bases, y de las estructuras esenciales de la
subjetividad, revela un impulso primario hacia el descubrimiento de las
estructuras más fundamentales, universales, apriorísticas, de la subjetividad
trascendente. Aun cuando Husserl pasó a ocuparse del Lebenswelt, la
intersubjetividad y la historia, su objetivo primordial era la revelación
( “ desenmascaramiento” ) y la elucidación de las estructuras trascendentes

45 Véase el prefacio escrito por Thomas Luckmann para T he Structures of the


Ltfe-W orld, donde aparece una descripción de los problemas que afrontó para
compilar el manuscrito inconcluso de Schutz.
la a l t e r n a t iv a f e n o m e n o l ó g ic a 205

básicas de la conciencia, y el logro de un conocimiento de tales estruc­


turas con certeza apodíctica.40
A lo largo de su carrera intelectual, Schutz mostró una actitud ambiva­
lente hacia el proyecto de Husserl de una filosofía y una fenomenología
trascendentes definitivas. A ratos pensaba Schutz que su propia obra era
una aportación a una fenomenología constitutiva del mundo social, y apo­
yaba la pretensión husserliana ortodoxa de que esta propia disciplina fe­
nomenológica estaría cimentada sobre una fenomenología trascendente más
básica.4’ Pero Schutz se volvió cada vez más escéptico acerca d e las pre­
tensiones de tal fenomenología trascendente, sobre todo en lo tocante a la
elucidación de la naturaleza de la intersubjetividad. En uno de los últimos
y más brillantes ensayos de Schutz, examinó — y criticó devastadoramente—
los varios esfuerzos de Husserl por aclarar la intersubjetividad trascendente.
Concluye que “ el esfuerzo de Husserl por explicar la constitución de la
intersubjetividad trascendente en términos de las operaciones de una con­
ciencia de un ego trascendente ha fracasado” (III, 8 2 ). Las interrogantes
planteadas por este fracaso — y más generalmente por las dificultades inter­
nas de la idea misma de una fenomenología trascendente— tienen conse­
cuencias directas para la propia obra de Schutz y para su entendimiento
de las estructuras del mundo vital.
¿Cuáles son precisamente la naturaleza y la posición de estas estructu­
ras? Esta interrogante se agudiza cuando nuestro interés principal no es
el ego solitario sino el mundo social. A veces, Schutz parece estar operando
en un contexto husserliano ortodoxo, buscando estructuras tan básicas que
sean constitutivas de cualquier forma de vida social. Por ejemplo, cuando
se ocupa Schutz de las estructuras de las situaciones cara a cara, o del
mundo de los contemporáneos, está tratando de elucidar las estructuras
manifestadas en cualquier forma de vida social, ya se trate de la polis grie­
ga o de la sociedad tecnológica contemporánea. En estos dos contactos his­
tóricos hay interacciones cara a cara, e interacciones con contemporáneos a
quienes no encontramos directamente. Presumiblemente, las estructuras
básicas de estas dos dimensiones del mundo social se mostrarían en con­
textos históricos muy dispares.4
7
6

46 Se sostiene a veces que, en la Crisis, Husserl abandonó o comprometió su


búsqueda de tales estructuras. Pero alli escribe Husserl: “ El mundo de la vida
tiene, en todas sus características relativas, una estructura general. Esta estructura
general, a la que se conecta todo lo existente relativamente, no es ella misma
relativa. Podemos observarla en su generalidad y, si tenemos suficiente cuidado,
fijarla definitivamente en una forma igualmente accesible para todos” ( Crisis, p.
139).
47 Véase la Nota de Apéndice en PSW, pp. 43-44.
206 LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENOLÓGICA

Pero supongamos que nos interesan las estructuras históricas distintivas


de estas dos situaciones muy diferentes, y que además tratamos de entender
no sólo las características de las situaciones cara a cara en la polis griega
sino también la manera en que tales estructuras surgen, se sostienen y
desaparecen. Está bien claro que tanto Husserl com o Schutz están conscientes
de las diferencias existentes en los niveles de la estructura. Pero a lo lar­
go de la obra de Schutz hay una ambigüedad fundamental acerca de la
naturaleza y la posición de las “estructuras del mundo vital” . Es más grave
aún la ausencia de una distinción clara entre las estructuras presumible­
mente fijas, permanentes y apriorísticas y las estructuras que tienen raíces
y. causas históricas específicas. Para entender la realidad social, queremos
entender no sólo las estructuras permanentes apriorísticas, si las hay, sino
también los rasges y las estructuras cambiantes que caracterizan a socie­
dades y époqas diferentes. Y queremos entender cóm o se generaron, flo­
recieron y declinaron tales estructuras. Repito que sería injusto afirmar que
Schutz no estaba consciente de la distinción que estoy remarcando; pero
no pudo desarrollar los conceptos, las categorías y los procedimientos que
habrían aclarado la diferencia existente entre los niveles y los tipos de
estructuras exhibidos en la realidad social, y habrían indicado el procedi­
miento adecuado para el estudio de estos tipos de estructuras diferentes.
Los problemas que surgen aquí continúan afectando a la sociología y la
etnometodología fenomenológicas. Con frecuencia aparecen confusos el nivel
y la especificidad de las estructuras, y lo que influya en su surgimiento,
reproducción y declinación.484
9 En este sentido, a pesar de todo lo que se
habla de la génesis del pensamiento de sentido común — ¿el pensamiento
de sentido común de quién?— y de la constitución del significado, hay
en la fenomenología una tendencia que corresponde a la tendencia hacia la
cosificación de muchos enfoques naturalistas.48

48 Se ilustran estas dificultades en los ensayos reunidos en Maurice Natanson,


Phenomenology and the Social Sciences; y en George Psathas, Phenomenological
Sociology. No parece existir ningún consenso acerca de lo que sean las estructuras
permanentes, fijas, áprioristícas del mundo social, ni alguna enunciación clara de los
criterios existentes para distinguir tales estructuras de las que cambian a través de
la historia.
49 Thomas Luckmann y Peter L. Berger — ambos muy influidos por Schutz—
han empezado a distinguir entre diversas formas de la exteriorización, la objeti­
vación y la cosificación. Pero a lo sumo han logrado algunas distinciones prelimi­
nares importantes, sin llegar a desarrollar un esquema conceptual adecuado. Ambos
autores revelan también la profunda tensión existente entre, las estructuras y los
procesos de constitución fundamentales para toda conciencia humana y los qué
tienen raíces y causas históricas específicas. Véase a Peter L. Berger y Thomas
Luckmann, The Social Construction of Reality; y Peter L. Berger y S. Pullberg,
LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENOLÓGICA 207

Se observa una oscuridad similar cuando profundizamos en otro con­


cepto que se encuentra en la base de una orientación fenomenológica: la
constitución. El carácter central de este concepto aparece evidente en
nuestra explicación de Schutz. A l abordar el problema del significado — so­
bre todo el significado subjetivo— , Schutz subraya la forma en que se
constituye el significado. El propio Husserl volvió una y otra vez a la
tarea de elucidación de la constitución y la discriminación de los diversos
tipos de constitución.00 Schutz aisló en forma muy clara una de las difi­
cultades centrales de la teoría de la constitución:

Al principio de la fenomenología, la constitución significaba la aclaración


de la estructura de sentido de la vida consciente, la investigación de los
sedimentos en lo tocante a su historia, rastreando todos los cogitata hasta
las operaciones intencionales de la vida consciente que flu ye.. . Pero sua­
vemente, y casi sin que nos diéramos cuenta, me parece, la idea de la
constitución ha dejado de ser una aclaración de la estructura de sentido,
una explicación del sentido del ser, para convertirse en el fundamento de
la estructura del ser: ha pasado de la explicación a la creación (K reation)
(III, 8 3 ).

Pero ni siquiera esta presentación de una ambigüedad central en la teoría


de la constitución revela las dimensiones plenas de los problemas que al­
berga. Supongamos que nos restringimos a lo que en opinión de Schutz
es la tarea legítima del análisis constitucional fenomenológico, es decir,
“ la aclaración de la estructura de sentido de la intersubjetividad y del mun­
do aceptado por mí com o objetivo” (III, 84). Todavía subsisten algunas
ambigüedades cruciales. ¿Nos interesan sobre todo los modos apriorísticos
en los que cualquier ego trascendente constituye un mundo significativo?
¿Nos ocupam os.de los modos de constitución mediante los cuales cualquier
individuo despierto del mundo consuetudinario dota de significado a este
mundo? ¿Nos interesan las formas en que el grupo o la clase donde fun­
ciona un individuo influyen sobre los esquemas específicos de interpreta­
ción, las formas de la tipificación y los sistemas de relevancia de su situación
biográficamente determinada?
N o hay duda de que la respuesta sería que una fenomenología adecuada
debe ocuparse de todas estas interrogantes. En efecto, podría sostenerse in­
cluso que tanto Husserl com o Schutz subrayan que una fenomenología
adecuada debe ocuparse de la génesis de las estructuras significativas. Pero
las mismas ambigüedades que surgen en la especificación de lo que se

“ Reification and the Sociological Critique of Consciouness” , New Left Review,


núm. 35 (1966).
50 Véase a Robert Sokolowskij T ht FotTnation of HusserVs Concept of Constitution.
208 LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENO LÓ G ICA

entiende por “ constitución” surgen en el análisis de lo que se entiende por


“ génesis” . La reunión de todos estos niveles y formas diferentes del análi­
sis bajo el rubro de “ constitución” oscurece las diferencias cruciales involucra­
das. Nos vemos tentados a decir de la teoría de la constitución, com o la entiende
Schutz, lo que él dijo acerca del concepto del “ significado subjetivo de Weber” :
tal com o Schutz dejó este concepto, “ es p oco más que un encabezado para
varios problemas importantes que no examinó en detalle, aunque por supues­
to conocía” (PSW , p. x x x i).
La construcción del mundo social — donde se subrayan los esquemas de
interpretación, las tipificaciones basadas en la sedimentación de experiencias
pasadas y los sistemas de relevancia selectivos— nos obliga a plantear inte­
rrogantes que Schutz dejó sin respuesta. Supongamos que nos olvidamos de
los modos presumiblemente universales y apriorísticos de la constitución
y la tipificación, y nos concentramos en los modos afectados por una realidad
histórica determinada que cambian en el curso del desarrollo histórico. Que­
remos saber cóm o surgen tales modelos distintivos de interpretación y tipifi­
cación; por qué los individuos tipifican el m undo en las formas en que lo
hacen característicamente; y cuáles son los mecanismos que operan en la se­
lección de los posibles esquemas de inteipretación a nuestra disposición. La
obra de Schutz señala la legitimidad y la importancia de estas cuestiones,
pero no nos lleva muy lejos por el camino de sus respuestas detalladas. Aun
expresiones tales com o el “ mundo vital” , el “pensamiento de sentido común”
y el “mundo consuetudinario del hombre” pueden tener un efecto de oscu­
recimiento. Tales expresiones no indican cuáles aspectos del mundo vital son
fijos y permanentes, y cuáles son variables y cambiantes. Entre más subra­
yamos el papel de la historia y la sedimentación de las experiencias del pasado
en la configuración del mundo social por parte de un individuo y entre más
tenemos conciencia de la mediación de grupos y clases en estos procesos de
constitución, más necesitamos un análisis detallado de los procesos y los
determinantes involucrados en la construcción de forma diferentes de la rea­
lidad social y política.51

51 Lo que estoy diciendo de Schutz puede aplicarse también a Husserl: que


indica el carácter central de algunas cuestiones referentes al cambio social y político
de las estructuras históricas sin investigar lo que está involucrado en estos cambios.
Varios pensadores que han sentido la urgencia de estos problemas han intentado
una fusión de Husserl y Marx. El más ambicioso de estos intentos es el de Enzo
Paci, The Function of the Sciences and the Meaning of Man. Véase la revista
Telós, donde han aparecido varios artículos en favor y en contra de esta fusión,
especialmente los de Paul Piccone y Pier Aldo Rovatti. Véase una reseña de la
alianza incómoda de la fenomenología y el marxismo en Fred R. Dallmayr, “ Phenomeno-
logy and Marxism: A Salute to Enzo Paci” , Phenomenological Sociology, comp.
George Psathas.
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 209

Muchas de las dificultades de la fenomenología del mundo social de Schutz


se iluminan claramente cuando examinamos la distinción fundamental exis­
tente entre las motivaciones a-fin-de y las genuinas motivaciones-porque. La
distinción de Schutz se asemeja a la distinción establecida entre “ motivacio­
nes” y “ causas” , que ha sido tan fundamental en los análisis postwittgen-
steinianos del concepto de la acción, pero Schutz minimiza, y a veces parece
olvidar, las numerosas dificultades involucradas en la elucidación de esta
distinción.5* Esto tiene ciertas consecuencias para todo su esquema fenome-
nológico.
En primer término tenemos la ambigüedad crucial de la noción de Schutz
de las genuinas motivaciones-porque que plantea el problema del sentido en
que puedan llamarse legítimamente motivaciones. A veces, Schutz utiliza esta
expresión para referirse a cualquier experiencia del pasado que ejerza una
influencia causal sobre la selección de un proyecto específico por parte de
un individuo. En este sentido general, las genuinas motivaciones-porque in­
cluyen experiencias del pasado de las que un individuo puede estar total­
mente inconsciente. En el ejemplo ofrecido por Schutz, es posible que un
hombre no advierta que se convirtió en asesino “ a causa de la influencia
de malas compañías” . Pero si esto es cierto, resulta difícil entender en qué
sentido podemos afirmar que esta influencia sea una motivación — aun una
genuina motivación-porqué— de su acción presente. ¿Es el hecho de que
una persona beba una cantidad excesiva de alcohol, antes de salirse de la
carretera con su automóvil, una motivación de esta acción? ¿Es una condición
necesaria de una motivación el hecho de que un individuo esté consciente
de que lo es?
A ratos, Schutz habla de genuinas motivaciones-porque en un sentido mucho
más restringido, refiriéndose a las experiencias de las que esté plenamente
consciente un individuo. Veamos otro de sus ejemplos:

En el enunciado “ abro mi paraguas porque está lloviendo” , se oculta una


genuina motivación-porqué. Tal enunciado puede describirse también así:
primero veo que está lloviendo, luego recuerdo que me puedo m ojar en
la lluvia y que eso sería desagradable. Entonces estoy listo para planear
cualquier medida preventiva apropiada, ya sea correr en busca de abrigo
o abrir mi paraguas. Así pues, esto explica la constitución del proyecto
de abrir mi paraguas. Tal proyecto está motivado por la genuina motiva-
ción-porque. Una vez hecho esto¿ la motivación a-fin-de motiva el acto
que se constituye en esa ocasión, utilizando el proyecto com o su base.5 2

52 Se encuentra una discusión de los problemas involucrados en la distinción de


motivos y causas en mi libro Praxis and Action, parte IV. Véase también a Hann
F. Pitkin, Wittgenstein and Justice.
210 LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENO LÓ G ICA

En la relación a-fin-de, el proyecto ya existente es el factor motivante; tal


factor motiva la acción y es la razón de su ejecución. Pero en la genuina
relación-porque, el factor motivante es la genuina relación-porque, una ex­
periencia vivida temporalmente antes que el proyecto; tal factor motiva el
proyecto constituido en ese momento. Así pues, ésta es la diferencia
esencial entre las dos relaciones (PSW , p. 92).

El proceso de pensamiento representado por el hecho de ver que llueve y


razonar que debo abrir mi paraguas para evitar mojarme es un proceso
que se encuentra totalmente dentro de mi conciencia. Precisamente por esta
razón, tiene sentido hablar de la serie de experiencias vividas en el pasado
com o una genuina motivación-porqué.
Esta ambigüedad es crucial porque Schutz nunca aclara totalmente la
relación existente entre las genuinas motivaciones-porque — sobre todo las m o­
tivaciones de las que no estoy consciente— y las motivaciones a-fin-de. Esta
deficiencia tiene consecuencias aun para el entendimiento de las motiva­
ciones a-fin-de. Si el “ acto así proyectado en el tiempo futuro, y en términos
del cual recibe la acción su orientación, es la ‘motivación a-fin-de’ (Um-zu-
M otiv) para el actor” , ¿en qué sentido puede equivocarse o engañarse un
actor acerca de sus motivaciones a-fin-de? Schutz tampoco distingue entre
las motivaciones y las intenciones. Puedo tener la intención explícita de
matar a X , pero esto no revela mi motivación, ni siquiera m i motivación
a-fin-de. N o es necesario que un individuo tenga conciencia de sus proyectos.
Pero si un proyecto es un acto completado que el individuo se imagina ¿cóm o
podremos evitar la consecuencia de que un individuo tiene acceso privile­
giado a sus propias motivaciones a-fin-de?
Si pasamos al nivel social, vemos que resulta difícil entender cóm o pueda
explicar Schutz la ideología o “ falsa conciencia” , si afirmamos que un indi­
viduo o un grupo de individuos están inconscientes de sus genuinas motiva­
ciones a-fin-de o las interpretan erróneamente. En el pensamiento de sentido
común, no menos que en la teoría social y política, con frecuencia nos sen­
timos suspicaces o escépticos acerca de las motivaciones a-fin-de manifestadas
por los individuos, no porque sospechemos que mienten abiertamente, sino
porque pensamos que no saben lo que dicen. A menudo cuestionamos las
manifestaciones de los individuos acerca de sus motivaciones a-fin-de porque
discernimos influencias causales o patrones de comportamiento que refutan
tales aseveraciones. Aunque a veces nos equivocamos en ello, con frecuencia
pensamos que un observador externo — ya se trate de un semejante, un teó­
rico social o un psicoanalista— puede entender las genuinas motivaciones
a-fin-de de un individuo mejor que el individuo mismo. Pero si aceptáramos
la caracterización que hace Schutz de una motivación a-fin-de como el acto
LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENOLÓGICA 211

proyectado por un individuo en el tiempo futuro, ¿cóm o podríamos distinguir


entre las motivaciones a-fin-de genuinas y falsas?
Consideremos, por ejemplo, dos individuos que realizan la acción de la­
varse las manos, uno de los cuales es una persona normal — según creemos
por buenas razones— mientras que la otra es un neurótico compulsivo. En
el caso de un individuo normal, aceptaríamos de ordinario su afirmación de
que se lava las manos para limpiarlas. El acto completado de tener las manos
limpias es el proyecto que imagina en el tiempo futuro. Presumiblemente,
el neurótico tiene en mente el mismo tipo de proyecto, pero con razón nos
sentimos escépticos acerca de que la limpieza de sus manos sea su genuina
motivación a-fin-de, aunque tal sea el acto completado que proyecta en el
tiempo futuro. Nos sentimos escépticos porque, al observar su comportamiento,
advertimos que su situación no amerita el lavado excesivo de sus manos.
Nuestra búsqueda (o la búsqueda del analista) de influencias causales es
un medio para entender la genuina motivación a-fin-de, y no simplemente un
medio para el descubrimiento de la motivación-porqué.
Estas dificultades tienen consecuencias muy graves para la interpretación
y aplicación de lo que considera Schutz un postulado primordial de los m o­
delos científicos del mundo social: el postulado de la adecuación. Afirma
Schutz que “ cada término de un m odelo científico de la acción humana debe
construirse en forma tal que un acto humano realizado dentro del mundo
vital por un actor individual en la forma indicada por la construcción típica
sería inteligible para el propio actor y para sus semejantes en términos de la
interpretación de sentido común de la vida diaria” (I, 44, sin subrayado en
el original). Pero ya pensemos en el psicoanálisis, o en el análisis hegeliano
de la “ falsa conciencia” , o en el análisis marxista de la ideología, podemos
afirmar que Schutz está omitiendo o minimizando los complejos mecanismos
de resistencia, defensa o autoengaño mediante los cuales los individuos con­
sideran “ inteligibles” lo que en realidad pueden ser sus genuinas motiva­
ciones a-fin-de. Si tomamos literalmente este postulado, podemos llegar a
la construcción de modelos que son ideológicos más que científicos, porque
reflejarán nuestros sesgos y nuestras creencias falsas acerca de nosotros
mismos y de nuestras motivaciones a-fin-de.
Surgen nuevas dificultades cuando exploramos el significado y la relación
de las genuinas motivaciones-porque y las motivaciones a-fin-de. Schutz retro­
cede ante el problema crucial de la forma en que las genuinas motivaciones-
porque determinan un proyecto. Esta dificultad aparece en el pasaje siguiente:

Frente a la clase de motivaciones a-fin-de, debemos distinguir otra que


sugerimos llamar la motivación “ porque” . El asesino se ha sentido moti­
vado a cometer sus actos porque creció en un ambiente de tal y tal clase,
212 LA A L T E R N A T IV A FEN OM ENOLÓGICA

porque — com o demuestra el psicoanálisis— tuvo en su infancia tales y


tales experiencias, etcétera. Así pues, desde el punto de vista del actor,
la motivación-porqué se refiere a sus experiencias del pasado. Estas expe­
riencias lo han determinado a actuar com o lo hizo. L o que se motiva en
una acción en forma del “ porque” es el proyecto mismo de la acción. Para
satisfacer sus necesidades de dinero, el actor pudo haberlo obtenido en va­
rias formas distintas del asesinato, por ejemplo ganándolo en una ocupación
remunerada. Su idea de alcanzar esta meta matando a un hombre se vio
determinada (“ causada” ) por su situación personal o, mejor dicho, por su
historia vital, sedimentada en sus circunstancias personales (I, 70).
* " 1
y

Schutz no presenta nunca un análisis sistemático de lo que significa e invo­


lucra tal causación, de cuán fuerte o débil es. Pero el pasaje citado sugiere
que podemos encontrar causas específicas para los proyectos específicos que
adoptamos; en el ejemplo, podemos afirmar que “ su idea de alcanzar esta
meta matando a un hombre se vio determinada ( ‘causada’ ) por su situación
personal” .
Supongamos, entonces, que en verdad se puede dar una explicación causal
de la razón de que un individuo escoja un proyecto específico, y no sólo de
la razón de que tenga una disposición general a escoger un proyecto espe­
cífico. Entonces, a pesar de la pretensión de Schutz de que la explicación
con referencia a las motivaciones a-fin-de y de las genuinas motivaciones-
porque son dos modos de explicación independientes, diferentes, pero compa­
tibles, empezamos a sospechar que las explicaciones en términos de genuinas
motivaciones a-fin-de y genuinas motivaciones-porque son recíprocamente de­
pendientes e internamente relacionadas. Para aislar lo que estamos tratando de
explicar, debemos identificar la motivación a-fin-de manifiesta: debemos saber
que un individuo asesinó a un hombre para satisfacer su necesidad de dinero y
no algún deseo sexual perverso. ¿Pero en qué sentido, si acaso, hemos expli­
cado el acto simplemente con nombrar la motivación a-fin-de? Por el con­
trario, utilizando el propio ejemplo de Schutz del acto de un asesinato, vemos
que la identificación de la motivación a-fin-de relevante no explica el acto;
más bien, es sólo una etapa necesaria para ofrecer una explicación causal
del acto aislando los determinantes que condujeron al asesino a tener este
proyecto específico. Además, la investigación de las influencias causales puede
conducir a una revisión de lo que considero la genuina motivación a-fin-de.
Hay otras dificultades que tienen algunas consecuencias para las ciencias
sociales com o disciplinas interpretativas. Schutz tiende a pensar que, cual­
quiera que sea la importancia que asignemos a los factores causales o a las
genuinas motivaciones-porque podremos aislar los problemas de interpreta­
ción de los problemas involucrados en la causación. Esta tendencia se ve
apoyada por la forma misma en que caracteriza Schutz las motivaciones
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 213

a-fin-de. Porque si tal motivación es en efecto el proyecto imaginado por


un individuo en el tiempo futuro, será una cosa la identificación de esta
motivación — o aun la construcción de un tipo ideal de motivación a-fin-de—
y otra muy distinta la investigación de los determinantes causales que explican
“el proyecto en términos de las experiencias del pasado” . Pero un problema
que Schutz nunca encara francamente — un problema constantemente sub­
rayado por los críticos de los procedimientos interpretativos—- es el de la
evaluación de interpretaciones opuestas: cóm o determinaremos cuál inter­
pretación es la correcta, o por lo menos una aproximación mejor de los
“ hechos” .
Para advertir la gravedad de este problema, aceptemos la aseveración de
Schutz en el sentido de que la función del teórico social es la elaboración
de modelos de la realidad social que involucren algunas construcciones de
las acciones y las interacciones humanas típicas. De acuerdo con el postulado
de la interpretación subjetiva, todos esos modelos del mundo social deben
incluir algunas construcciones de las motivaciones a-fin-de típicas del indi­
viduo cuyas acciones estamos tratando de explicar. ¿Pero cóm o sabemos que
el modelo que hemos construido es adecuado? ¿C óm o decidimos entre mo­
delos diferentes o rivales que tratan de afrontar la misma realidad social?
Lo que tomamos por genuinas motivaciones a-fin-de — y en consecuencia cons­
trucciones debidamente científicas de estas motivaciones— dependen de la teo­
ría sustantiva de la motivación que aceptemos. La consideración de lo
que! de acuerdo con los propios individuos, son sus motivaciones a-fin-de
(cuando esto es posible), o de lo que sería “ inteligible para el propio actor” ,
puede ser una condición necesaria para la construcción de un modelo de sus
genuinas motivaciones a-fin-de, pero seguramente no es una condición sufi­
ciente para tal efecto. U n freudiano y un marxista tenderán a construir mo­
delos diferentes de las genuinas motivaciones a-fin-de. Es posible que estas
explicaciones o modelos no sean sólo diferentes sino también incompatibles,
porque cada uno de tales modelos se basa en una teoría diferente de las
genuinas motivaciones a-fin-de de la acción humana. Según Schutz, una
característica de las genuinas motivaciones a-fin-de es el hecho de que están
dotadas de una “ eficacia causal” : “ Por lo tanto, la motivación a-fin-de genera
el ‘fíat voluntarioso’ , la decisión: ‘ ¡H agám oslo!’ que transforma la fantasía
interior en una ejecución o una acción conectada con el mundo exterior”
(I, 70). Pero Schutz no nos dice nunca cóm o podremos distinguir adecua­
damente, de hecho o en principio, entre las motivaciones a-fin-de que tienen
esta eficacia y las que no la tienen; o cóm o podremos evaluar diferentes ase­
veraciones acerca de las genuinas motivaciones a-fin-de que explicarán las
acciones pertinentes.
Estas dificultades relacionadas con el significado preciso de las genuinas
214 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

motivaciones-porque y las genuinas motivaciones a-fin-de, y con la relación


«ostente entre ellas, no pueden corregirse añadiendo unas cuantas distin­
ciones o refinando el análisis proveído por Schutz. Las dificultades en cues­
tión plantean interrogantes sobre la base misma de una fenomenología del
mundo social. Revelan que Schutz deja sin solución el problema principal
de la relación existente entre el análisis causal y la interpretación del mundo
cotidiano. Revelan que lo que tomamos por genuinas motivaciones a-fin-de
dependen del significado de tales motivaciones y de la medida en que podamos
decir que han sido causadas. Revelan cuán inadecuada es la descripción, que
hace Schutz de las motivaciones a-fin-de. por cuanto las define com o los
proyectos o los actos completados que un individuo imagina. Y revelan que
incluso una apreciación favorable de la necesidad de explicar las motivaciones
a-fin-de debe confrontar los grandes y complejos problemas involucrados en
el discernimiento de lo que debe tomarse por genuinas motivaciones a-fin-de.
Por último, revelan la medida en que una concepción de la teoría social y
la ciencia social com o una disciplina interpretativa depende del análisis causal
y no es lógicamente distinto de tal análisis. Es cierto que el estudio de las
regularidades, o de las relaciones causales existentes entre las variables inde­
pendientes y las variables dependientes, no basta para proveer una interpre­
tación de la realidad social; pero es igualmente cierto y fundamental que no
podemos avanzar mucho en la interpretación de la realidad social si no afron­
tamos los complejos problemas involucrados en el análisis causal. Lo que
juzgamos una interpretación adecuada de la acción social depende de nuestro
entendimiento de los determinantes causales de la acción social.

E l teórico como observador desinteresado : U na crítica

Concluiré mi crítica de la fenomenología del mundo social de Schutz con


la discusión del tipo ideal de teórico social que bosqueja este autor. Schutz
pone de relieve una concepción del teórico social que no sólo tiene sus
orígenes en Weber sino que es compartida por naturalistas descriptivistas tales
com o Winch, y fenomenólogos ortodoxos. Cuando el teórico social brinca
a la provincia finita del significado característica de la teoría pura, adopta
una actitud desinteresada, objetiva y alejada. Debe disciplinarse el teórico
social para poner entre paréntesis las preocupaciones y los intereses pragmá­
ticos que gobiernan su vida diaria. Tal com o lo delinea Schutz, este ideal
es tan exigente que con frecuencia se viola en la práctica y sólo puede apro­
ximarse intermitentemente en la vida concreta de un individuo. Sin em­
bargo, estas contingencias no afectan su calidad de tipo ideal. Schutz cree
claramente que si aspiramos a ser genuinos teóricos sociales deberemos esfor-
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 215

zamos por alcanzar este ideal. N o hay necesidad de reseñar aquí las diventt
razones de la adopción de este ideal por parte de tantos pensadores diverso*5y
del gran atractivo que ha ejercido. El ideal suele profesarse y defenderse ep
el marco de todos los prejuicios y sesgos que influyen sobre nuestra noción
de la realidad social y política. Pero también debe estar claro ya que til
ideal puede ser de doble filo. Son graves los problemas que plantea a una fentfl
menología consistente. " n
Supongamos que aceptamos momentáneamente que el análisis fenomenológft
co — entendido com o fenomenología trascendente o com o la fenómenos
logia constitutiva de la actitud natural— puede aproximarse a lo que toma
com o su telos: una elucidación de las estructuras más fundamentales que nob
permiten constituir un mundo significativo. Presumiblemente, si podemos
alcanzar o siquiera aproximamos a este telos — si tenemos algún procedi­
miento para distinguir lo que es genuinamente apriorístico y universal de
lo que sólo parece serlo— , tendríamos tal vez una base firme para formular
juicios críticos acerca de diversas formas de la realidad histórica, social y
política. Estaríamos en la posición ideal para distinguir lo que en la con­
dición humana hay de genuinamente universal y básico de lo que no lo es.
Si una de las características de la ideología o la falsa conciencia es el hecho
de que sistemáticamente toma lo que es relativo a un contexto histórico espe­
cífico por un rasgo permanente de la condición humana, podría sostenerse
incluso que un análisis fenomenológico completo es verdaderamente radical
y crítico. En efecto, la fenomenología nos permitiría a través de la diversidad
de distorsiones ideológicas que afectan nuestro entendimiento de la realidad
social y política. Esta línea de argumentación es apoyada por quienes piensan
que la fenomenología promete mucho, no sólo para el entendimiento de la
realidad social y política, sino también para la evaluación crítica de diferentes
formas históricas de esta realidad.53
Pero lo que hace falta en la fenomenología, con toda su jerarquía de
cpochés y de paréntesis, es algo que pueda servir de base para tales juicios
evaluativos críticos. Peor aún: la fenomenología convierte esta carencia en
una virtud, la supuesta virtud de la descripción pura. Veamos de nuevo un
ejemplo ya utilizado antes: un análisis fenomenológico de la vida política
en la polis griega y en una sociedad tecnológica contemporánea con sus di­
versos instrumentos para la manipulación de la opinión política. Presumi­
blemente hay algunas estructuras básicas comunes a estas dos formas de la
realidad histórica, y una fenomenología trascendente las elucidaría. Además,

53 Véase, por ejemplo, a Richard M. Zaner, “ Solitude and Sociality: The Critical
Foundations of the Social Sciences” , Phenomenological Sociology, comp. George
Psathas; y John O ’ Neill, “ Can Phenomenology be Critical?” , Sociology as a Skin
Trade.
216 LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA

utilizando las técnicas de la fenomenología, podremos describir también con


sumo cuidado las diferencias existentes entre estas dos formas de vida. Pero lo
que falta en la fenomenología, con su impulso hacia la descripción pura, es algu­
na base para la evaluación de estas formas muy diferentes de la vida política,
para afirmar que una forma se aproxima mejor a lo que es o debiera ser
la vida política. La distinción entre lo que es genuinamente universal y aprio-
rístico y lo que es cambiante y variable no es suficiente para evaluar ninguna
forma histórica de la realidad social y política com o deshumanizante, alienante,
o represiva. Estos conceptos no parecen tener lugar en una posición feno-
menológica puramente concebida, desinteresada, alejada, dirigida hacia la
descripción pura.
N o quiero subestimar o denigrar lo que puede lograr el análisis feno­
menología). Se puede aprender mucho, por ejemplo, de un análisis fe-
nomenológico de las interacciones cara a cara que ocurren en los campos
de concentración o las instituciones de salud mental. Pero insisto en que
una fenomenología pura elude la evaluación crítica explícita de las diversas
formas de la realidad social y política. O m ejor dicho, cuando los fenome-
nólogos formulan tales juicios — com o lo hacen inevitablemente— , están
violando sus lemas metodológicos más fundamentales al introducir ilícita­
mente sus propios valores y normas fundamentales, valores y normas que
parecen carecer de todo fundamento en el propio análisis fenomenológico.
Tal análisis podría revelar cóm o se constituyen tales normas, pero carece
de recursos intelectuales para la evaluación crítica racional de estas normas.
La misma tensión básica que se encuentra en el centro de un entendi­
miento naturalista de las ciencias sociales, y que exhiben quienes afirman
que la tarea propia de la teoría social es el entendimiento de la diversidad
de las formas de vida, se encuentra también en el centro de la fenome­
nología. A pesar de las aseveraciones de los fenomenólogos en el sentido
de haber descubierto la disciplina o el método más básico, radical y crí­
tico, esta tensión se encuentra en una forma más aguda aún en la feno­
menología. El fenomenólogo ideal se aleja sistemáticamente de los mun­
danos intereses pragmáticos de la vida social y política ordinaria. Debe
seguir la rigurosa disciplina de poner entre paréntesis y de ejecutar las
epochés requeridas. Debe fijar su atención en los procesos de la constitución
del significado arraigados en la subjetividad humana. Como un teórico puro,
no se ocupa directamente de juzgar, evaluar o condenar las formas exis­
tentes de la realidad social y política, ni de cambiar el mundo. En la
medida en que se ocupa de tales actividades mundanas — que por supuesto
son importantes para él— , también son fenómenos que deben describirse
y elucidarse desde la perspectiva de la teoría pura. Cualesquiera que sean
nuestras metas y aspiraciones prácticas com o ciudadanos, el objetivo de
LA ALTERNATIVA FENOMENOLÓGICA 217

la fenomenología es el objetivo teórico de adelantar el conocimiento de las


estructuras y los procesos de constitución. La tensión creada por esta
noción de la theoria y del bios theoretikos — una tensión claramente ilus­
trada por la concepción que tiene HusserI de la fenomenología trascen­
dente y por su preocupación profunda y apasionada por la suerte de la
humanidad europea— es el punto de partida y el problema central de
quienes han tratado de elaborar una teoría crítica de la sociedad.54

34 Véase una elocuente apología de la postura de HusserI en Robert Sokolowski,


“ HusseiTs Protreptic” , Life-W orld and Consciousness: Essays for Aron Guruiitsch,
comp. Lester E. Embree. Afirma Sokolowski que “ finalmente, todo esto significa
que sólo la fenomenología es autónoma y absolutamente autorresponsable, la ley en
sí misma. La fenomenología busca una vida de autonomía intelectual, de responsa­
bilidad y de pruebas no derivadas. Al hacerlo así está siendo fiel al sentido tradi­
cional de la filosofía” (p. 77). Pero Sokolowski no aclara más que HusserI lo que
esto significa en concreto, cómo provee la fenomenología una orientación sustantiva
para el desarrollo de una comunidad moral y política.
IV. LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

A l final del capítulo m volvimos a abordar un problema que nos ha acom­


pañado desde el principio de esta investigación. A pesar de todas las dife­
rencias cruciales existentes entre los científicos sociales ortodoxos y sus
críticos analíticos y fenomeriológicos, hay un motivo común que aparece
una y otra vez acerca del papel del teórico y de la teoría. Schutz ha
presentado una de las formulaciones más claras del teórico ideal como
un observador desinteresado: el teórico puede estar apasionadamente inte­
resado en la suerte y la calidad de la vida social y política, pero debe poner
entre paréntesis este interés práctico en su búsqueda de la teoría.
Schutz y W inch difieren acerca de la naturaleza de la teoría social,
pero no de este punto sustantivo. Una de las razones principales de que
Winch considere la filosofía tan pertinente para el estudio de la sociedad
es el hecho de que adopta una postura no comprometida hacia formas
de vida diferentes y rivales. En este sentido no hay un desacuerdo esencial
entre Schutz, Winch y los científicos sociales ortodoxos que defienden una
investigación objetiva, neutral en términos de valor; sus desacuerdos se
refieren a lo que constituya realmente una explicación adecuada de los
fenómenos sociales y políticos. Asi pues, los pensadores que difieren sobre
casi todas las demás cuestiones asumen la defensa de este ideal com o algo
virtualmente sinónimo de la defensa de una investigación libre, autocorrectiva,
abierta, que sólo está sujeta a las normas críticas del discurso intersubjetivo.
Este ideal del teórico com o observador desinteresado está ligado a dis­
tinciones categóricas estrechamente relacionadas: la distinción existente entre
la teoría y la práctica, donde se entiende por “ práctica” la aplicación
técnica del conocimiento teórico; la distinción existente entre la teoría em­
pírica y la teoría normativa, donde la primera se orienta hacia la descripción
y la explicación de lo que es, mientras que la segunda se ocupa de la
aclaración y la justificación de lo que debiera ser; la distinción existente entre
el discurso descriptivo y el discurso prescriptivo; y la distinción existente
entre el hecho y el valor.
Pero también hemos encontrado — sobre todo entre los filósofos analíti­
cos— un cuestionamiento persistente de estas dicotomías categóricas. ¿Es
correcto que se conciba la práctica com o la aplicación técnica del conoci­
miento teórico, una aplicación que pueda usarse para los propósitos más
diversos, dependientes de nuestras metas y nuestros valores? ¿Podemos dis­
tinguir realmente entre la teoría empírica y la teoría normativa? Guando
nos ocupamos de la acción humana, ¿podremos discriminar siempre entre
218
LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD 219

los componentes descriptivos y prescriptivos del discurso? ¿Se divide níti­


damente el mundo entre hechos y valores? ¿Debemos seguir a Schutz
cuando sugiere un tipo de esquizofrenia existencial donde el mismo indi­
viduo que teoriza, y que también participa en el mundo práctico de la vida
diaria, funciona en dos mundos diferentes con diferentes “ acentos de rea­
lidad” ?
En este capítulo examinaré uno de los desafíos más penetrantes y soste­
nidos al tipo ideal de teórico que acabamos de bosquejar. Se trata de una
orientación que tiene sus raíces en Hegel y en el uso y el entendimiento
de la critique por parte de M arx; que ha recibido una formulación clásica
a manos de las figuras centrales de la Escuela de Francfort,1 y que ha
sido refinada y desarrollada por Jürgen Habermas. M i interés primordial

1 La expresión de la “ Escuela de Francfort” se popularizó después de la segunda


Guerra Mundial para referirse al grupo de intelectuales asociados al Instituí für Sozial-
forschung, fundado en Francfort en 1923. Obligado a salir de Alemania a principios
de los años treinta, el Instituto mantuvo su identidad intelectual bajo la sólida direc­
ción de Max Horkheimer. Durante los años treinta, cuando el Instituto se había
trasladado a Morningside Heights en Nueva York, se publicaron muchos trabajos crea­
tivos y originales en su revista, Zeitschrift für Sozialforschung. Después de la segunda
Guerra Mundial tuvieron un impacto extenso los escritos de la Escuela de Francfort.
Redescubiertos primero •por jóvenes estudiantes radicales en Alemania, tales escritos
ejercieron pronto una influencia internacional. A fines de los años cuarenta, el Ins­
tituto fue oficialmente invitado a regresar a su hogar original, Francfort. Tras alguna
vacilación, Horkheimer — quien todavía era director— aceptó la invitación y fue
designado profesor en la Universidad de Francfort. Horkheimer y Theodor Adorno
fueron los miembros más prominentes del Instituto que regresaron. Durante los años
cincuenta y principios de los años sesenta, muchos jóvenes intelectuales alemanes reci­
bieron con entusiasmo y leyeron con avidez a estos autores. Pero cuando los estudiantes
radicales alemanes se volvieron más agresivos a fines de los años sesenta, los pensa­
dores de Francfort se convirtieron en uno de los objetivos principales de sus ataques.
Hay ahora, en inglés, varios relatos informativos de la historia y el desarrollo de
la Escuela de Francfort. El más amplio de ellos es el de Martin Jay, The Dialectical
Imagination: A History of the Frankfurt School and the Institute af Social Research,
1923-1950. Véase mi reseña del libro de Jay, “ The Frankfurt School” , Midstream, sep­
tiembre de 1973. El libro de Jay contiene una bibliografía excelente de fuentes primarias
y secundarias que se ocupan de la Escuela de Francfort. George Lichtheim fue
uno de los autores mejor informados acerca de la Escuela y de quienes la conside­
raron con mayor simpatía; véase su colección de ensayos, From Marx to Hegel.
Véase también a Albrecht Wellmer, The Critical Theory of Society; Trent Schroyer,
The Critique of Domination; David Frisby, “ The Frankfurt School: A Critical
Theory o f Society” , Approaches to Sociology, comp. J. Rex. La importancia de la
Escuela de Francfort se examina también en William Leiss, The Domination of
Nature; Norman Birnbaum, Toward a Critical Sociology; Goran Therborn, “ Frank­
furt Marxism: A Critique” ; y “ Habermas: A New Eclectic” , New Left Review,
núm. 63 (1970) y 67 (1971)’.
220 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

por la teoría crítica de la sociedad es la demostración de su relación con la


reestructuración de la teoría social y política. L o que considero más im­
portante en esta tradición es la forma en que trata de recuperar y defender
a la vez el momento o impulso crítico requerido por toda teorización
social y política adecuada. Tal com o veo el escenario contemporáneo, es
este impulso crítico el que está surgiendo entre pensadores adiestrados
en tradiciones radicalmente diferentes. Hay un movimiento dialéctico de la
defensa de la teoría empírica a la advertencia de la necesidad de una
interpretación y un entendimiento de la realidad social y política. Por úl­
timo, hay un reconocimiento creciente de la necesidad del tipo de crítica
que tiene un interés práctico en la suerte y la calidad de la vida social
y política. La búsqueda de correlaciones empíricas, la tarea de la interpre­
tación de la realidad social y política, y la crítica de esta “ realidad” , no
son tres tipos de investigación diferentes. Son tres momentos internos de la
teorización acerca de la vida social y política.
Seguiré aquí un procedimiento similar al utilizado en el capítulo nr.
A fin de preparar el terreno para un examen de la teoría crítica de la
sociedad, consideraré en primer término el conflicto existente entre las
concepciones de Edmund Husserl y de M ax Horkheimer, el director de la
Escuela de Francfort. Esto me permitirá examinar en detalle la obra de
Jürgen Habermas, quien ha explorado los fundamentos epistemológicos
de la teoría crítica.

A ntecedentes : L a crisis del papel de la ciencia

Para introducir la problemática central de la que se ocuparon tanto Husserl


com o Horkheimer, necesitamos discernir que la concepción de la teoría y la
del tipo ideal del teórico son a la vez continuas y discontinuas con la con­
cepción clásica de la theoria derivada de la filosofía griega. Los pensadores
modernos y contemporáneos utilizan con frecuencia las mismas fórmulas
que los pensadores clásicos, pero su concepción de la teoría y su relación
con la acción humana es radicalmente diferente. Jürgen Habermas ha ilu­
minando magníficamente esta distinción:

Las ciencias empíricos-analíticas desarrollan sus teorías en un entendi­


miento de sí mismas que genera automáticamente una continuidad con
los inicios del pensamiento filosófico. Ambos están ligados a una actitud
teórica que libera a los practicantes de una asociación dogmática con los
intereses naturales de la vida y su irritante influencia; y ambos comparten
la intención cosmológica de describir el universo teóricamente en su orden
LA T E O R ÍA C R ÍT IC A DE LA SOCIEDAD 221

regido por leyes, tal com o es. En cambio, las ciencias históricas-herme-
néuticas, que se ocupan de la esfera de las cosas transitorias y de la mera
opinión, no pueden conectarse tan suavemente a esta tradición: no tienen
nada que ver con la cosmología. Pero también estas ciencias involucran
una conciencia cientificista, basada en el m odelo de la ciencia. Porque aun
los significados simbólicos de la tradición parecen capaces de reunirse en
un cosmos de hechos en simultaneidad ideal. Por mucho que las ciencias
culturales capten sus hechos mediante el entendimiento, y por poco que
se ocupen del descubrimiento de leyes generales, comparten con las cien­
cias empíricas-analíticas la conciencia metodológica de la descripción de
una realidad estructurada dentro del horizonte de la actitud teórica. El
historicismo se ha convertido en el positivismo de las ciencias culturales y
sociales ( K I , pp. 302-303).2

Pero el bios theoretikos del pensamiento griego clásico se entendía com o


una forma de vida dotada de eficacia práctica en última instancia. Se con­
cebía com o una disciplina, un “ camino” que intrínsecamente cultiva y educa
el alma emancipando a los hombres de la esclavitud mediante la doxa u
opinión; a través de tal disciplina, los hombres talentosos podían obtener
la autonomía y la sabiduría. La vida filosófica es el ejemplar mismo del
tipo más pleno de la vida virtuosa, donde los hombres pueden ser más
com o los dioses. Pero desde un punto de vista moderno, este entendimiento
clásico del bios theoretikos parece una poesía que confunde el hecho con
el valor, o la teoría con la práctica. Continúa Habermas:

Así pues, aunque las ciencias comparten el concepto de la teoría con la


tradición principal de la filosofía, destruyen su objetivo clásico. Toman
prestados dos elementos de la herencia filosófica: el significado metodo­
lógico de la actitud teórica y el supuesto ontológico básico de una estruc­
tura del mundo independiente del conocedor. En cambio, han abando­
nado la conexión de la theoria con el kosmos, de la mimesis con el bios
theoretikos que se supuso desde Platón hasta Husserl. L o que antes se

2 Este pasaje aparece en el discurso inaugural pronunciado por Habermas en la


Universidad de Francfort en 1965: “ Knowledge and Human Interests” . Habermas
empieza su análisis con un contraste entre Horkheimer y Husserl. Se incluye una
traducción de este discurso al inglés en un apéndice de Knowledge and Human
Interests.
He utilizado las abreviaturas siguientes para referirnos a las traducciones de las
obras de Habermas al inglés: Knowledge and Human Interests, K I : Legitimation
Crisis, L C : Theory and Practice, T P ; Toward. a Rational Society, TRS. Las traduc­
ciones de las obras de Habermas al inglés incluyen cierto reordenamiento editorial
de los originales alemanes. Véase la Bibliografía de las obras de Habermas y las
traducciones disponibles en inglés.
222 LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

supuso que constituía la eficacia práctica de la teoría, ha caído victima


de prohibiciones metodológicas. La concepción de la teoría com o un pro­
ceso de cultivo de la persona se ha vuelto apócrifa. Ahora nos parece
que la conformidad mimética del alma a las proporciones del universo, que
parecía accesible a la contemplación, sólo había puesto el conocimiento
teórico al servicio de ia interiorización de las normas y abandonando así
su tarea legítima ( K I , p. 3 0 4 ).3

La dificultad que está localizando Habermas — a un nivel que a primera


vista podría parecer muy abstracto— ha tenido consecuencias prácticas
tan enormes que han alcanzado proporciones de crisis. Una de las con­
vicciones más profundas del pensamiento filosófico y científico occidental
es la creencia de que el conocimiento genuino, o la theoria, es el medio
más eficaz para la ilustración y la liberación del individuo y de la sociedad.
Muchos precursores de las ciencias sociales albergaron la esperanza de que
había llegado el momento de alcanzar finalmente el entendimiento teórico
necesario para la reforma de la existencia social humana. Pero cada vez
encaramos más claramente la paradoja de que no es tal la consecuencia
de la investigación en las ciencias naturales o las ciencias sociales. Hemos
visto que lo que se ofrece con frecuencia com o conocimiento genuino de la
realidad social y política resulta ser una forma sutil de ideología. La espe­
ranza de que la theoria pudiera proveer una base racional suficiente para
guiar nuestras vidas no parece sólo infundada sino que queda activamente
excluida por prohibiciones metodológicas. Y sin embargo, lo que suele pro­
clamarse en nombre de la nueva racionalidad dura resulta ser, medida
por los criterios clásicos, absolutamente irracional. Más embarazosa aún es
la advertencia de que la ciencia y la tecnología se han convertido en herra­
mientas poderosas y odiosas para la manipulación, la represión y la domi­
nación, antes que en el camino para la ilustración y la libertad. La reacción co­
mún ante este estado de cosas cada vez más ominoso es una fluctuación
entre las formas de la desesperación pesimista derivada de la convicción
de que estamos atrapados en un proceso que tiene su lógica propia, sobre
la que no podemos ejercer ningún control, o bien el intento de alguna
forma de protesta romántica para rechazar nuestra civilización científica
y tecnológica o escapar de ella. Una medida de nuestro creciente sentimiento
de impotencia es el hecho de que aun el título de crisis para esta situación
ha degenerado e¡n un cliché.

Compárese esta descripción del significado clásico del bios theoretíkos con la
que ofrece Sheldon Wolin en “ Political Theory as a Vocation” , Machiavelli and
the Nature of Political Thought, comp. Martin Fleisher. La orientación de Wolin
es muy diferente de la de los pensadores de Francfort, pero comparte con ellos una
crítica de la degeneración de la teoría en politología.
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 223

E dmund H usserl y el ideal de la “ theoria ”

Esta crisis se agudizó en los años treinta, cuando la desintegración de la


cultura occidental ya no parecía una mera posibilidad lógica sino algo
inminente y real. Este fue el contexto en que escribió Husserl su Crisis of
the European Sciences and Transcendental Phenornenology. Sostiene Hus­
serl que lo ocurrido en el mundo moderno es una “ restricción positivista
de la idea de la ciencia” , y que este positivismo “ decapita la filosofía”
(pp. 7, 9 ).4 Se ha derrumbado el liderazgo y la orientación que debería
proveer la filosofía com o theoria “ en la configuración completamente nueva
de la humanidad europea” .3 L o que está en juego no es sólo la suerte de la
filosofía y de la ciencia, sino de la propia civilización occidental. Husserl
analiza en la Crisis las etapas de este derrumbe, e indica el camino hacia
una recuperación de este ideal de la theoria concebida por el pensamiento
griego clásico y reafirmado a principios del Renacimiento. En la narración
que hace Husserl de esta historia dramática de la civilización occidental,
los pensadores del Renacimiento afirmaron, “ tras alguna vacilación” ,

nada menos que la forma “ filosófica” de la existencia: darse libremente,


la vida entera, regida por la razón pura o por la filosofía. La filosofía
teórica es primordial. Debe emprenderse una investigación superior del
mundo, liberada del mito y de toda tradición: el conocimiento universal,
absolutamente libre de prejuicio, del hombre y del mundo, que reconozca
en última instancia en el mundo la razón y la teleología inherentes y su
principio más alto, Dios. La filosofía com o teoría liberaba no sólo al teó­
rico sino a cualquier persona filosóficamente educada. Y a la autonomía
teórica sigue la autonomía práctica. De acuerdo con el ideal director
del Renacimiento, el hombre antiguo se forma a sí mismo a través de la
razón libre... Esto no significa sólo que el hombre debe cambiar en sentido
ético [sino que] todo el mundo humano circundante, la existencia polí­
tica y social de la humanidad, debe moldearse de nuevo mediante la
razón libre, mediante la luz de una filosofía universal (p. 8 ).

La recuperación y realización de este ideal director constituye el objetivo


primordial de Husserl en la Crisis. Esto no puede lograrse mediante un
retom o nostálgico a los antiguos. Sólo puede realizarse revisando las eta­
pas del alejamiento de este ideal; criticando los presupuestos involucrados*

* A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a las páginas de Husserl
corresponden a la traducción inglesa de la Crisis.
s Aunque Husserl habla de la “ humanidad europea” , utiliza esta expresión como
un equivalente aproximado de “ civilización occidental” .
224 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

en cada punto; e “ interrogando, concreta y analíticamente, a la subjetivi­


dad efectiva, es decir, a la subjetividad que tiene al mundo fenoménico
efectivo en validez intuitiva; lo que, bien entendido, no es otra cosa que la
ejecución de la reducción fenomenológica y la puesta en práctica de la feno­
menología trascendente” (p. 337). Sólo podrá salirse de la crisis actual
por el difícil camino de la fenomenología trascendente y el tipo de “ con-
versión” que involucra. Husserl culminó su carrera con un llamado apasio­
nado en favor de

una filosofía con el entendimiento más profundo y universal del ego filo­
sófico com o el vehículo de la razón absoluta que vuelve a sí m ism a...
que la razón es precisamente lo que busca el hombre como hombre, en
su ser más interior, la única que puede satisfacerlo, volverlo “ bendito” ;
que la razón no puede dividirse en “ teórica” , “práctica” , “ estética” o de
ninguna otra clase; que ser humano es ser teleológico y un deber ser,
y que esta teleología priva en toda actividad y todo proyecto de un ego;
que mediante el entendimiento de todo esto puede conocer el telos apo-
díctico; y que este conocer, el entendimiento final, no tiene otra forma
que el entendimiento de sí mismo de acuerdo con principios apriorísticos
y el entendimiento de sí mismo en la forma de filosofía (pp. 340-341).

Hay una elocuencia y una ternura extraordinarias en esta apología de la


vida filosófica de la theoria. Guando consideramos la oscuridad de la época
— los años treinta, cuando una vida de razón se veía amenazada por fuera
y por dentro— , admiramos el valor de Husserl para reafirmar lo que
consideraba la aspiración más profunda de la humanidad europea. Pero
aunque Husserl afirma la “ autorresponsabilidad absoluta” del hombre ba­
sada en la iluminación y el autoentendimiento teóricos genuinos nunca lo­
gra mostramos concretamente la conexión intrínseca existente entre la
vida de la theoria pura y su eficacia práctica para la transformación de
la humanidad. Más problemáticas aún, a medida que recorremos los espi­
nosos caminos de su entendimiento de la fenomenología y la filosofía tras­
cendentes, son las profundas grietas internas que surgen y que muchos de sus
seguidores han pasado por alto o han tratado de salvar sin éxito. Husserl
no ha logrado aclararnos una vida de razón donde no haya diferencia
entre lo “ teórico” y lo “ práctico” com o tampoco lo hicieron los pensadores
a quienes se opone tan radicalmente y critica en forma tan devastadora. A
pesar de la nobleza de sus intenciones nos deja con un profundo abismo
entre el ideal del bios theoretikos y la “ transformación de la existencia
política y social de la humanidad” .®6

6 David Carr presenta en Phenomenology and the Problem of History una de las
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 225

Es la brecha existente entre theoria y praxis lo que constituye la base


de la crítica de la Escuela de Francfort. A . pesar del brillante análisis que
hace Husserl de la crisis de las ciencias europeas — un análisis que en
gran medida comparten los miembros de la Escuela de Francfort— y de
su crítica de la restricción positivista a la idea de la razón y la teoría,
el propio Husserl comete la falta que censura en otros. Nos quedamos sin
base alguna para salvar la brecha que media entre la theoria y la praxis,
para transformar la realidad social y política de m odo que concuerde con
el ideal de la vida de razón de Husserl. A pesar de sus intenciones y sus
pretensiones, su entendimiento de la filosofía y la fenomenología trascen­
dentes nos deja impotentes frente a las determinaciones históricas concretas
de la realidad social y política.7

L a teoría crítica de M ax H orkheimer

En la época en que Husserl estaba luchando por entender la crisis funda­


mental del momento, descubrimos un esfuerzo similar en los miembros de
la Escuela de Francfort. A pesar de su escepticismo y su suspicacia acerca
de la fenomenología, hay algunas semejanzas básicas en el análisis de la
crisis. Los pensadores de Francfort, no menos que Husserl, criticaban las

discusiones más amables y útiles de estos problemas, sobre todo por cuanto se
refieren al “ problema de la historia” . El cuidadoso estudio textual que hace Carr
del desarrollo de las concepciones de Husserl sobre la naturaleza y la importancia
de la historia para la fenomenología revela cuán profundas e insolutas son las ten­
siones existentes entre la idea de la' theoria pura y los problemas concretos de la
existencia política y social de la humanidad.
7 En muchas ocasiones, los miembros del Instituto criticaron acerbamente la
fenomenología desarrollada por- Husserl y por Heidegger. Pero las relaciones exis­
tentes entre los pensadores de Francfort y la fenomenología son más complejas
que lo que podría indicar esta crítica persistente. Antes de unirse al Instituto,
Herbert Marcuse se había visto profundamente influido por Heidegger, y algunos
observadores sostienen que esta influencia ha persistido. Sin embargo, Marcuse
atacó duramente el concepto de la escuela de Husserl en los años treinta (véase
“ The Concept of Essence” , Negations). Theodor Adorno también criticó persis­
tentemente a Husserl. Su crítica más sistemática aparece en Zur Matakritik der
Erkenntnistheorie. Horkheimer criticó explícitamente a Husserl y la fenomenología,
pero en una nota de pie de página de su ensayo “ The Latest Attack on Metaphysics” ,
que aparece én Critical Theory, observó que la Crisis de Husserl “ con su discusión
sumamente abstracta de los problemas aporta m á s'a las tareas históricas contempo­
ráneas que el pragmatismo, con toda su- pretendida relevancia, o que los . escritos
y ■la s' ideas, supuestamente dirigidos al ‘hombre de la calle’, de muchos jóvenes
intelectuales que en efecto están avergonzados de su. papel’.’ (pp. 146.-147) . .
226 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

tendencias positivistas y objetivistas que estaban afectando crecientemente


todas las disciplinas intelectuales. También ellos reaccionaron contra la
“ restricción positivista de la idea de ciencia” , donde todo conocimiento
legítimo, toda teoría, se contempla a través de la visión miope del positi­
vismo. También ellos percibieron que lo que estaba en juego era la natura­
leza de una vida racional, y sostuvieron que la moderna concepción positi­
vista de la razón resultaba irremediablemente irracional. Pero no encon­
traron ninguna solución en una vida de theoria pura, y se burlaron de la
“ ilusión” de Husserl de que la fenomenología “ salvaría” a la humanidad.
Por el contrario, propugnaron un replanteamiento y un nuevo desarrollo
de una teoría crítica de la sociedad que tiene sus raíces en Hegel y en
Marx. Casi al mismo tiempo de la aparición de la primera edición de
la Crisis de Husserl, publicó M ax Horkheimer un ensayo, “ Traditional and
Critical Theory” , que se convirtió virtualmente en el marco de referencia
de los pensadores de Francfort.
Por “ teoría tradicional” entiende Horkheimer la concepción de la teoría
que ha servido com o un ideal regulador para las ciencias naturales. La
meta de tal teoría

es una ciencia sistemática universal, no limitada a ningún tema particu­


lar sino que abarca todos los objetos posibles. La división de las ciencias
se obtiene derivando los principios de las áreas especiales de las mismas
premisas básicas. El mismo aparato conceptual elaborado para el análisis
de la naturaleza inanimada está sirviendo para clasificar también la natu­
raleza animada, y quienquiera que haya dominado el uso de tal aparato,
es decir, las reglas de derivación, los símbolos, el proceso de comparación
de proposiciones derivadas con hechos observables, podrá utilizarlo en
todo momento (pp. 188-189) ®

A medida que desarrolla Horkheimer esta idea de la teoría tradicional,


indica — en una forma similar a la de Husserl— cóm o tiene su origen en el
inicio de la filosofía moderna, sobre todo en la concepción cartesiana del
método.9 Sostiene que, a pesar de sus diferencias internas, “ no puede haber
duda, en efecto, acerca de que las diversas escuelas de sociología tienen
una concepción idéntica de la teoría” (p. 1 91 ), También cree Horkheimer
que los fenomenólogos comparten esta convicción. Cita la afirmación de8

8 A menos que se aclare otra cosa, todas las referencias a páginas de Horkheimer
corresponden a “ Traditional and Critical Theory” , Critical Theory.
• Compárese el análisis que hace Sheldon Wolin del “ metodismo” , y su influencia
sobre la politología contemporánea, en “ Political Theory as a Vocation” , Machiavelli
and the Nature of Political Thought.
la TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 227

Husserl en el sentido de que la teoría es “ un conjunto sistemáticamente


conectado de proposiciones que asumen la forma de una deducción siste­
máticamente unificada” (p. 190).
A l igual que Husserl, Horkheimer subraya la estrecha conexión existente
entre la teoría en las ciencias positivas y su aplicación técnica:

La manipulación de la naturaleza física y de mecanismos económicos y


sociales específicos exige por igual la reunión de un cuerpo de conoci­
miento com o el que se provee en un conjunto ordenado de hipótesis. Los
adelantos tecnológicos del periodo burgués están inseparablemente ligados
a esta función en la búsqueda de la ciencia. Por una parte, volvió fruc­
tíferos los hechos para la clase de conocimiento científico que tendría apli­
cación práctica en las circunstancias y, por la otra, permitió la aplicación
del conocimiento ya poseído. Fuera de toda duda, tal obra constituye un
momento en la transformación y el desarrollo continuos de los fundamen­
tos materiales de esa sociedad (p. 194).

Además, Horkheimer indica la forma en que esta idea tradicional de la


teoría apoya una división en el individuo que es el teórico:

El especialista académico “ com o” científico, considera la realidad social


y sus productos com o algo extrínseco a él, y “ com o” ciudadano ejerce su
interés en ellos mediante artículos políticos, participación en partidos polí­
ticos o en organizaciones de servicio público, y participación en las elec­
ciones. Pero no unifica estas dos actividades, ni sus otras actividades, ex­
cepto mediante la interpretación psicológica, si acaso (pp. 209-210).

Es el reconocimiento explícito de la conexión existente entre el conoci­


miento y el interés lo que distingue a la teoría crítica de la teoría tra­
dicional, y lo que justifica el nombre de teoría crítica. Podría parecer redun­
dante la expresión “ teoría crítica” , por cuanto que theoria habría de ser el
medio para la distinción entre la realidad y la apariencia, el conocimiento
de la mera creencia y opinión. Pero una de las afirmaciones persistentes de la
Escuela de Francfort es que esta función crítica o negativa de la teoría ha sido
reprimida o abandonada. Cuando se aplica la teoría tradicional a la reali­
dad social y política existente, ya no provee una base racional para
la crítica de esta realidad “ dada” : 10

10 Éste ha sido también un tema persistente en la obra de Marcuse. Véanse Nega-


tion, Reason and Revolution y One Dimensional■Man. Se encuentra una discusión
de algunas de las dificultades de la concepción de la teoría crítica de Marcuse en
mi articulo “ Herbert Marcuse: An Immanent Critique” , Social Theory and Practice,
1 (1971).
228 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

Entendemos por crítica el esfuerzo intelectual, y eventualmente práctico,


que no se satisface con aceptar las ideas, las acciones y las condiciones
sociales prevalecientes, irreflexivamente y por mero hábito; el esfuerzo que
trata de coordinar entre sí los aspectos individuales de la vida social y con
las ideas y los objetivos generales de la época, de deducirlos genéticamen­
te, de distinguir la apariencia de la esencia, de examinar los fundamentos
de las cosas, en suma, de conocerlas realmente (p. 270).

La teoría crítica tiene un interés práctico fundamental que la guía: un in­


terés práctico en el “ mejoramiento radical de la existencia humana” , en
el impulso al tipo de conciencia y entendimiento de las condiciones sociales
y políticas existentes, de m odo que “ la humanidad sea por primera vez
un sujeto consciente y determine activamente su propia forma de vida” :

Hay una actividad humana que tiene por objeto a la sociedad misma. El
objetivo de esta actividad no es simplemente la eliminación de un abuso
u otro, ya que considera tales abusos necesariamente conectados con la
forma en que está organizada la estructura social. Aunque surge ella
misma de la estructura social, no se propone el m ejor funcionamiento
de algún elemento de la estructura, ya sea en su intención consciente o
en su importancia objetiva. Por el contrario, sospecha de las categorías
mismas de lo mejor, lo útil, lo apropiado, lo productivo y lo valioso, tal
com o se entienden en el orden actual, y se niega a tomarlas com o presu­
puestos no científicos acerca de los cuales no puede hacerse nada (pp.
206-207).

Horkheimer subraya también que el teórico crítico no se conforma con asumir


una postura meramente negativa hacia las condiciones sociales existentes. El
“ teórico y su objeto especifico se contemplan en una unidad dinámica con
la clase oprimida, de m odo que su presentación de las contradicciones sociales
no es meramente una expresión de la situación histórica concreta sino tam­
bién una fuerza que estimula el cambio en su interior” (p. 215).
Examinemos esta concepción de la teoría crítica en el marco de las ante­
riores reflexiones de M arx sobre la naturaleza y la función de la crítica. Decía
Marx “ que no anticipamos el mundo dogmáticamente, sino que queremos
encontrar el mundo nuevo a través de la crítica del antiguo” , y “ aunque
la construcción del futuro y su terminación definitiva no constituye nuestra
tarea, está muy claro lo que debemos lograr en este m om ento: una crítica
implacable de todas las condiciones existentes, implacable en el sentido de
que la crítica no tiene miedo de sus hallazgos ni del conflicto con las po­
tencias que sean” .11 El propósito de tal crítica radical es el impulso a la

11 Writings of the Young Marx on Philosophy and Sotiety, comps. Loyd D.


Easton y K art H. Guddat, p. 212.
LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 229

emancipación humana.12 ¿Pero por qué habríamos de pensar que tal crítica
pueda tener una eficacia práctica, que pueda convertirse en una “ fuerza
material” ? La clásica respuesta maixista es que tal crítica se vuelve eficaz
y conduce a la praxis revolucionaria en la medida en que analice y hable
correctamente a la condición humana de la clase oprimida (m ejor dicho, la
clase explotada) : el proletariado, el único que puede convertirse en agente
de la transformación radical de la sociedad. Horkheimer es menos enfático
y concreto que M arx en sus expectativas, pero concuerda con M arx cuando
afirma que la teoría crítica “ se convierte en una fuerza genuina, consistente
en la autoconciencia de los sujetos de una gran revolución histórica” (p. 231),
y cuando afirma que el pensamiento del teórico crítico “ debe ser en efecto
un factor crítico, de promoción, en el desarrollo de las masas” (p. 214).
En consecuencia, la teoría crítica no se relaciona externamente con los
temas que le interesan. N o está integrada sólo por hipótesis y descripciones
de la realidad social existente que deban verificarse o refutarse por los hechos
existentes. No es una teoría que pretenda ser desinteresada y así disfrace o
suprima los intereses que la guían. N o es una teoría que pretenda ser neutral
y divorciada de la acción: una teoría que el ingeniero social o el ciudadano
privado pueda tratar de implantar o no. La teoría crítica aspira a llevar a
los propios sujetos a la autoconciencia de las contradicciones implícitas en
su existencia material, a penetrar las falsificaciones ideológicas y las formas
de la falsa conciencia que distorsionan el significado de las condiciones sociales
existentes. Los teóricos críticos consideran que la distinción entre teoría y acción
aceptada por los defensores de la teoría tradicional es en sí misma un
reflejo ideológico de una sociedad donde la “ teoría” sólo sirve para estimular
el statu quo. En cambio, la teoría crítica busca una unidad genuina de la
teoría y la praxis revolucionaria, donde el entendimiento teórico de las con­
tradicciones inherentes en la sociedad existente, obtenido por los explotados,
se convierta en una parte constitutiva de su actividad misma de transfor­
mación de la sociedad.
Sabemos que Marx se impacientó cada vez más con los vagos enunciados
de las promesas de la crítica y centró crecientemente su atención en el aná­
lisis específico del capitalismo.13 Marx se burló de la convicción de los jóvenes
hegelianos en el sentido de que, de algún modo, la crítica intelectual de la
sociedad conduciría automáticamente a los cambie® revolucionarios de las
condiciones materiales. Pero a través de sus sucesivas transformaciones y
autocríticas, M arx nunca abandonó significativamente su creencia de que el

12 Véase especialmente “ O n the Jewish Qucstion” , Writings of the Young Marx


on Philosophy and Society.
18 En mi libro Praxis and Action, parte I, analizo la insatisfacción de Marx con
la vaga promesa de la crítica.
230 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

proletariado sería el agente del cambio revolucionario, y que ésta sería a'
la vez el triunfo y la validación de la crítica. Para Marx, la crítica se con­
virtió en la crítica detallada de la economía política.
Aquí encontramos una de las deficiencias fundamentales de la concepción
que tiene Horkheimer de la teoría crítica. El mundo de los años treinta era
radicalmente diferente de la época en que escribió Marx. Y sin embargo, nó
encontramos en Horkheimer ningún ésfuerzo sistemático por' refinar y des­
arrollar una crítica históricamente relevante de la economía política. Por
el contrario, simplemente se refiere a Marx. “ Las categorías marxistas dé
clase, explotación, plusválía, beneficio, pauperización, y derrumbe, son ele­
mentos de un todo conceptual, y el significado de este todo no debe buscarse
en la preservación de la sociedad contemporánea sino en su transformación én
lá clase de sociedad correcta” (p. 218). Y también: “ Los conceptos utilizados
por Marx, tales com o bien, valor y dinero, pueden funcionar com o géneros
cuando, por ejemplo, las relaciones sociales concretas se consideran relaciones
de cambio, y cuándo los bienes se consideran como mercancías” (p. 225).
Pero estas referencias pasajeras a M arx carecen de lo que llama Hegel “ la
seriedad del concepto” (der Ernst des Begriffs). Horkheimer no considera los
numerosos problemas que surgen en las diversas interpretaciones, los signi­
ficados precisos y las aplicaciones de estos conceptos marxistas. Tam poco
afronta los graves cuestionamientos de quienes sostienen que tales categorías
ya n o son pertinentes para el entendimiento de las sociedades capitalistas
avanzadas.
Además, Horkheimer y ótros pensadores de Francfort se estaban volviendo
crecientemente ambivalentes, en los años treinta, acerca de que pudiera espe­
rarse una genuina revolución proletaria. Pero no se afrontan directamente
las consecuencias de este escepticismo creciente.14 Para el entendimiento de
la crítica por parte de M arx resulta fundamental la creencia en la existencia
de una clase explotada que, cuando entienda plenamente y cobre clara con­
ciencia de su verdadera situación histórica, será el agente de la praxis revo­
lucionaria. Para los teóricos críticos se convirtió en un problema central — al­
gunos podrían decir que en su talón de Aquiles— la determinación de quién
sea o llegará a ser esta clase revolucionaria; quiénes son los sujetos a quienes
se dirige la teoría crítica. En efecto, ¿cuál es la función de la teoría crítica,
si no parece existir tal clase? N o es sorprendente que Horkheimer y otros
grandes pensadores de Francfort se mostraran cada vez menos interesados

14 Jay rastrea cuidadosamente esta ambivalencia, y las formas en que los pensa­
dores de Francfort se alejaron de Marx, en The Dialectical Imagination. Véase tam­
bién mi discusión de este punto en “ Herbert Marcuse: An Immanent Critique” ,
Social Theory and Practico, 1 (1971).
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 231

en un desarrollo sistemático de una crítica históricamente relevante de 1a


economía políticaj y más interesados en la crítica de la ideologia en sus
diversas expresiones.
Podríamos expresar esto en otra forma. En su Grundrisse, Marx concibió
con notable perspicacia la posibilidad de grandes cambios estructurales en
el desarrollo del capitalismo:

Pero en la medida en que se desarrolla la gran industria [die grosse Indus­


trie], la creación de riqueza real pasa a depender menos del tiempo de
trabajo y de la cantidad de trabajo empleada que del poder de las agencias
puestas en movimiento durante el tiempo de trabajo, cuya eficacia po­
derosa está a su v.ez fuera de toda proporción con el tiempo de trabajo
directo que se gasta en su producción, ya que depende más bien del
estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la apli­
cación de esta ciencia a la producción.15

Si tomamos en serio esta sugerencia — y observamos la medida en que se ha


realizado el pronóstico de M arx en las sociedades tecnológicas contempo­
ráneas— , concluiremos que la crítica marxista original de la economía po­
lítica requiere por lo menos una revisión radical. Porque este cambio afecta
todos los conceptos que, según Horkheimer, forman un “ todo conceptual” ,
sobre todo el concepto absolutamente central de la plusvalía. Pero no en­
contramos en Horkheimer esfuerzo alguno por iniciar el tipo de revisión
detallada que requiere tal cambio de la situación histórica.
Hay otra dificultad fundamental en la concepción que tiene Horkheimer
de la teoría crítica. Advierte Horkheimer que, desde la perspectiva de la
teoría tradicional, la teoría crítica parece star “ subjetiva y especulativa, uni­
lateral e inútil” (p. 218). La forma en que plantea Horkheimer el contraste
existente entre la teoría tradicional y la teoría crítica puede recordamos el
pasaje de Hegel citado en la Introducción (p. 19) ; al parecer afrontamos
pretensiones opuestas donde “ una seguridad h u eca .. . tiene tanto valor com o
cualquier otra” . A pesar de los análisis agudos, la rica polémica y la en­
trega apasionada, no vemos un argumento sostenido que pase de la teoría
tradicional a la teoría crítica. Tal argumento requiere que se muestre
cóm o los conflictos y las contradicciones inherentes en la teoría tradicional
nos obligan a dejarla atrás. De otro m odo afrontaremos un estancamiento
donde se nos dice en efecto: “ Y o estoy aquí y tú estás allá” .
A pesar de numerosas conjeturas y sugerencias y de mucha polémica,
no me parece que alguna de las figuras clásicas de la Escuela de Francfort

15 Kart Marx, Grundrisse, compilación y traducción al inglés de Martin Nicolaus,


p. 704 (sin subrayado en el original).
232 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

-¿-incluidos' Horkheimer, A dom o y Marcuse— haya presentado tal argu­


mento sostenido: un argumento que explore las deficiencias y los funda­
mentos epistemológicos de la teoría tradicional y justifique la adopción de
la teoría crítica. Éste' es precisamente' el proyecto que ha intentado Jürgen
Habermas, quien examina la crítica que hace M arx de la economía política
con objeto de distinguir lo que todavía es legítimo de lo que debe ser
rechazado.16 Habermas somete a la propia teoría crítica al análisis mediante
un nuevo' examen :de sus fundamentos-epistemológicos. Además, ha tratado
de afrontar directamente álgúnos de los retos más profundos de la filosofía
analítica de la ciencia, así com o de la fenomenología y la hermenéutica.
Pero las dimensiones totales del proyecto de Habermas son más ambicio­
sas aún. Elabora una interpretación histórica de la relación existente entre
la teoría y la praxis, desde Aristóteles hasta el presente, que ubica los
momentos y los cambios principales ocurridos en el entendimiento de tal
relación. Encontramos “ un esfuerzo históricamente orientado hacia la re­
construcción de la prehistoria del positivismo moderno con la intención sis­
temática de analizar las conexiones existentes, entre el conocimiento y los
intereses humanos” ( K l , p. v ii), que involucra las interpretaciones críticas
de Kant, Fichte, Hegel, Marx, Nietzsche, Dilthey, Comte, Pierce, M ach y
Freud. Encontramos también una evaluación de los sesgos metodológicos
de la ciencia social ortodoxa.17 Habermas ha venido desarrollando una teo­
ría comprensiva de la competencia comunicativa y una teoría consensual de
la verdad que surge de sus investigaciones anteriores y se extiende sobre
diversos problemas técnicos. de la filosofía del lenguaje y de la lingüística
teórica.18 Utiliza toda esta investigación para bosquejar una teoría de las
crisis en el capitalismo avanzado.19 Pero a pesar de toda la ambición de
las investigaciones de Habermas, hay también cierta modestia intelectual que

i® Véase la discusión crítica que hace Habermas de Marx en Theory and Practice,
y Knowledge and Human Interests; véase también á Albrecht Wellmer, The Critical
Theory o f Society. En Legitimation Crisis aparece el intento más reciente de
Habermas por bosquejar una teoría de las crisis en el capitalismo contemporáneo
o avanzado.
17 Véase Zur Logik der Sozialwissenschaften ; y Jürgen Habermas y Niklas
Luhmann, Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie Was leistet die System-
forschung?
18 Véase “ On Systematically Distorted Communication” , Inquiry, 13 (1 9 7 0 );
"Towards a Theory of Communicative Competence” , Inquiry, 13 (1 9 7 0 ): “ Der
Üniverslitaetsanspruch der Hermeneutik” , Hermeneutik und Ideologiekritic; “ Voer-
bereitende Bermerkungen zu einer Theorie der konnnunikativen Kompetenz” , Theorie
der Gesellschaft oder Sozialtechnologie - Was leistet die Systemforschung? ; Wahrehits-
theorien” Festschrift für W. Schulz.
la Véase Legitimation Crisis.
LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 233

impregna su obra, y una conciencia de su naturaleza programática. Si consi­


deramos lo que se ha propuesto Habermas en una época que suspira por
una “ visión sinóptica” y a la vez se siente profundamente desconfiada de
tal visión, no resulta extraño que haya sido atacado desde diversos puntos
de vista. Ello indica el carácter central y la importancia de las cuestiones
examinadas por Habermas.20

L a teoría crítica comprensiva de la sociedad de Jürgen H abermas

N o examinaré todos los aspectos de las investigaciones de Habermas, sino


que me concentraré en su entendimiento y justificación de una teoría crítica
de la sociedad. Habermas ha venido elaborando una síntesis dialéctica com ­
pleja que abarca lo que él considera legítimo en el enfoque naturalista y el
enfoque fenomenológico. Al mismo tiempo, trata de ir más allá demostrando
que la teoría social y política debe ser crítica. Mientras que los sesgos do­
minantes establecen una distinción nítida entre la teoría descriptiva y la
teoría normativa prescriptiva, y una distinción categórica entre la teoría
entendida com o “ observación desinteresada” y com o acción. Habermas refuta
los fundamentos epistemológicos de estas distinciones.

La confusión entre lo práctico y lo técnico

Principiaré por lo que, según Habermas, es el problema más fundamental


del teórico social y político de nuestros días. Centrándose en Aristóteles y
Hobbes, Habermas contrasta la concepción clásica con la concepción m o­
derna de la política. Las “ antiguas doctrinas de la política” se han vuelto
ajenas para nosotros en tres sentidos. Primero, “ la política se entendía como
la doctrina de la vida buena y justa; era la continuación de la ética. Para
Aristóteles no había oposición entre la constitución formulada en la nomoi
y la ethos de la vida civil; a la inversa, el carácter ético de la acción era

20 Hay ya un literatura crítica muy extensa sobre diversos aspectos de las inves­
tigaciones de Habermas. Véase a Fred R. Dallmayr, “ Critical Theory Criticized:
Habermas’s Knowledge and Human Interests and its Aftermath” , Philosophy af the
Social Sciences, 2 (1972). Dallmayr analiza a varios de los críticos de Habermas.
Véanse también los artículos de Nikolaus Lobkowicz, Christian Lehnhart, Melvyn
Alan Hill y Christopher Nichols, que aparecen en este número de Philosophy and
the Social Sciences. Habermas responde a sus críticos en su nueva introducción
a la cuarta edición de Theory and Practice, y en “ A Postcript to Knowledge and
Human Interests” , Philosophy of the Social Sciences, 3 (1973). Véase también
Continuum, 8 (19 70 ), número dedicado a discutir la Escuela de Francfort.
234 LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

inseparable de la costumbre y de la ley. Sólo la politeia permite que el


ciudadano viva una vida buena; y el ciudadano es por completo un zoon
politikon, en el sentido de que depende de la ciudad, la polis, para la reali­
zación de la naturaleza humana” (T P , p. 4 2 ).
Segunda, “ la antigua doctrina de la política se refería exclusivamente a
la praxis en el sentido estrecho de los griegos. Esto no tenía nada que ver
con la techne, la producción habilidosa de artefactos y el dominio experto
de tareas objetivas. En última instancia, la política se orientaba siempre
hacia la formación y el cultivo del carácter; procedía en forma pedagógica
y no técnica” (T P. p. 4 2 ).21
Tercero, “ Aristóteles subraya que la política, y la filosofía práctica en
general, no puede compararse en su pretensión de conocimiento con la
ciencia rigurosa ni con el episteme apodíctico. Porque su materia, lo Justo
y lo Excelente en su contexto de una praxis variable y contingente, carece de
constancia mitológica y de necesidad lógica. La capacidad de la filosofía
práctica es la phronesis, un entendimiento prudente de la situación, y la
tradición de la política clásica se lia seguido basando en esto, desde la pra-
dentia de Cicerón hasta la ‘prudencia’ de Burke” (T P , p. 42).
En claro contraste con estas características de la noción clásica de la
política, podemos aislar los tres principios siguientes, surgidos de la obra
de Thomas Hobbes:

Primero, la pretensión de una filosofía social de base científica trata de


establecer definitivamente las condiciones necesarias para el orden co­
rrecto del Estado y de la sociedad com o tal. Sus aseveraciones deben ser
válidas independientemente del lugar, el tiempo y las circunstancias, y
deben permitir un cimiento perdurable de la vida comunal, independien-

21 Bn Theory and Practice reconoce Habermas su deuda intelectual con Hannah


Arendt por haber subrayado la importancia de la distinción existente en Aristóteles
entre techne y praxis. Pero la semejanza existente entre Habermas y Arendt es
mucho más profunda. Ambos coinciden en su entendimiento del desarrollo histórico
de la fusión y la confusión del significado clásico de la política con la concepción
moderna de la vida social. Ambos consideran que este desarrollo involucra una gran
transformación histórica donde la política se ha “ reducido” a una forma de vida
social y la politología se ha “ reducido” a una de las ciencias sociales. Ambos sos­
tienen que el debilitamiento sistemático del sentido clásico de la política ha
tenido muy graves consecuencias teóricas y prácticas en el mundo moderno. Cuando
examinemos el esquema categórico de Habermas, veremos también que su distinción
básica entre la interacción (acción comunicativa) y el trabajo se asemeja mucho a
la distinción de Arendt entre la acción y el trabajo. Pero no quiero sugerir que sea el
mismo su entendimiento de la política, o de la teoría política y su relación con la
acción. Por el contrario, sus grandes diferencias — sobre todo por lo que toca a la rela­
ción existente entre la teoría y la praxis— son tan importantes como sus semejanzas.

I
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 235

• temente de la situación histórica. Segundo, la transformación d el. conoci­


miento en la práctica, la aplicación, es un problema técnico. Si se tiene
un conocimiento de las condiciones generales de un orden correcto del
Estado y de la sociedad, ya no se requiere una acción práctica prudente
de los seres humanos hacia sus semejantes, sino la generación correcta­
mente calculada de reglas, relaciones e instituciones. Tercero, el com ­
portamiento humano debe considerarse ahora, consiguientemente, sólo como
el material de la ciencia. Los ingenieros del orden correcto pueden des­
entenderse de las categorías de la interrelación social ética y limitarse a
la construcción de las condiciones bajo las cuales los seres humanos, com o
todos los objetos de la naturaleza, se comportarán necesariamente en
una forma calculable. Esta separación entre la política y la moral sustituye
a la instrucción para la práctica de una vida buena y justa por la posi­
bilidad de una vida de bienestar dentro de un orden correctamente ins­
tituido (T P , p. 4 3 ).

Habermas establece este contraste para explorar varios temas interrelaciona­


dos. Separa los grandes “ momentos” históricos de la transición y la trans­
formación de la noción clásica de la política a la noción moderna. También
examina el legado de la concepción que tuvo Hobbes de la filosofía social,
tal com o ha funcionado en el m undo contemporáneo, mostrando las para­
dojas teóricas y prácticas a las que conduce.
Este contraste y esta tensión ayudan a situar lo que considera Habermas
el problema primordial del teórico político o social de la actualidad:

Dentro de una situación política, ¿cóm o podremos obtener una aclaración


de lo que sea prácticamente necesario y al mismo tiempo objetivamente
posible? Esta interrogante puede formularse de nuevo en nuestro con­
texto histórico: ¿cóm o podrá cumplirse la promesa de la política práctica
— la promesa de proveer una orientación práctica acerca de lo que es
correcto y justo en una situación dada— , sin renunciar, por una parte,
al rigor del conocimiento científico, exigido por la moderna filosofía social
en contraste con la filosofía práctica del clasicismo? Y por la otra parte,
¿cóm o podrá cumplirse la promesa de la filosofía social, de proveer un
análisis de las interrelaciones de la vida social, sin renunciar a la orien­
tación práctica de la política clásica? (T P , p. 4 4).

Para apreciar las dimensiones plenas de estas interrogantes, debemos exami­


nar el legado de la concepción moderna del conocimiento social. En las
sociedades industrialmente avanzadas hay una

aceleración del control técnico sobre la naturaleza continuamente en ex­


pansión, y una administración continuamente refinada de los seres hu­
236 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

manos y sus relaciones recíprocas, mediante la organización social. En


este sistema se entrelazan en un proceso circular la ciencia, la tecnología,
la industria y la administración. En este proceso puede afirmarse ahora la
relación existente entre la teoría y la praxis, com o la aplicación delibe­
radamente racional de las técnicas aportadas por la ciencia empírica. La
potencialidad social de la ciencia se reduce a las capacidades del control
técnico: ya no se considera su potencialidad para la acción ilustrada. Las
ciencias empíricas, analíticas, producen recomendaciones técnicas, pero no
proveen ninguna respuesta para las interrogantes prácticas (T P , p. 254).

La inteligibilidad de esta aseveración depende de que se entienda el contraste


existente entre lo práctico y lo técnico. Cuando examinemos el esquema cate­
górico que ha venido desarrollando Habermas, veremos cuán fundamental
es para él esta distinción. Pero nuestra misma dificultad para entender la
diferencia de estos conceptos — pues ahora solemos pensar que lo práctico
es una cuestión de aplicación técnica o de saber hacer algo— ayuda a sub­
rayar la observación de Habermas. N o sólo confundimos lo práctico con lo
técnico, sino que en el pensamiento y en la acción tendemos a reducir cla­
ramente las cuestiones prácticas a la matriz de la aplicación técnica. El
pasaje siguiente subraya lo que, en opinión de Jürgen Habermas, es la dis­
tinción categórica entre lo práctico y lo técnico. También hace indicaciones
sobre las consecuencias de una confusión entre las cuestiones prácticas y
las cuestiones técnicas:

La verdadera dificultad de la relación existente entre la teoría y la pra­


xis no surge de esta nueva función de la ciencia com o fuerza tecnológica,
sino del hecho de que ya no podemos distinguir entre el poder práctico
y el poder técnico. Pero ni siquiera una civilización que se ha vuelto
científica está exenta de problemas prácticos: por lo tanto, surge un peli­
gro peculiar cuando el proceso de la cientifización traspasa el límite de las
cuestiones técnicas sin abandonar el nivel de reflexión de una racionalidad
confinada al horizonte tecnológico. Porque no se hace ningún esfuerzo
por lograr un consenso racional de los ciudadanos preocupados por el
control práctico de su destino. Su lugar se ve ocupado por el esfuerzo
por lograr el control técnico de la historia mediante el perfeccionamiento
de la administración de la sociedad, un esfuerzo tan p oco práctico como
poco histórico (T P , p. 255).

En varios estudios ha examinado Habermas la tendencia actual a la reduc­


ción de todos los problemas de “ acción” a los problemas de control y la ma­
nipulación técnicos: una tendencia que lleva a la “ despolitización de la
masa de la población y a la declinación del campo político com o una insti­
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 237

tución política” ( TRS, p. 7 5 ).22 Guando se elimina o reprime el discurso


práctico, el campo público pierde — en el sentido clásico de la política— su
función política. El problema se ha vuelto urgente en nuestra época, no sólo
porque la ciencia y la tecnología son las fuerzas productivas más importantes
en las sociedades industriales avanzadas, sino porque una conciencia tecno­
lógica afecta crecientemente todos los dominios de la vida humana y sirve
com o una ideología básica, dotada de un poder de legitimación.23 Gran parte
de la obra de Habermas expone y critica esta conciencia ideológica que
trata de reprimir la distinción existente entre lo práctico y lo técnico, y
a tratar com o técnicos todos los problemas de la acción.

La crítica de Marx

Aun si aceptamos el diagnóstico de Habermas acerca de lo que está ocu­


rriendo en el mundo contemporáneo — donde “ entre más se determinan el
crecimiento y el cambio de la sociedad por la racionalidad más extrema de
los procesos de investigación... menos se arraiga esta civilización ahora vuelta
científica, en el conocimiento y la conciencia de sus ciudadanos” (T P , p.
256)— , surge esta interrogante central: ¿tenemos algunos recursos o armas
para combatir esta tendencia? Habermas nos previene contra los profetas de
la desesperación, para quienes la ciencia y la tecnología tienen su propia ló­
gica interna, sobre la que no hay ninguna posibilidad de dirección humana.
Pero critica igualmente a quienes piensan que la naturaleza misma de la
ciencia y la tecnología se transformará cuando llegue la revolución.24
Habermas cree en la existencia de una disciplina racional que puede servir
de base para esta crítica desesperadamente necesaria: una crítica dotada de
una intención práctica. Cree que los pensadores clásicos de Francfort tenían
razón cuando trataban de recuperar el concepto de la crítica implícito en
Marx. Pero Habermas no toma a M arx sin reflexión. Por el contrario, sus
críticas explícitas e implícitas de Marx son penetrantes. Son dialécticas en el
sentido de que Habermas trata de extraer de M arx lo que en su opinión
es legítimo, importante y relevante para la crítica de las sociedades indus­
triales avanzadas, y de rechazar y exponer lo que ya no es válido. Su examen

22 Véanse especialmente los ensayos de Tomará a Rational Society y Legitimation


Crisis.
33 Véase el capítulo final, “ On Theory and Praxis in Our Scientific Civilization” ,
en Theory and Practice; y “ Technnology and Science as ‘ Ideology’ ” , Tomará a
Rational Society.
24 Véase en “ Technology and Science as ‘ Ideology’ ” la critica que hace Habermas
de estos “ extremos” .
238 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

crítico de M arx procede en dos niveles. Primero, tomando en serió la crítica


de la economía política elaborada p or M arx en El Capital, Habermas sostiene
que es necesario revisar la teoría de la plusvalía, la teoría de la tasa de bene­
ficio declinante, la teoría de las crisis, la forma original de la noción del
conflicto de clases de Marx, y la teoría del imperialismo. Además, dado que
el capitalismo ha evolucionado y cambiado, debemos advertir la medida siem­
pre creciente en que se incrustan en las motivaciones politicas las motiva­
ciones económicas de la acumulación.25 En estas diversas críticas de Marx,
Habermas trata de demostrar sobre todo que la modificación de la estructura
y la dinámica de las sociedades industriales avanzadas — tanto capitalistas
com o comunistas— requiere de un replanteamiento de los principales conceptos
marxistas que, en opinión de Horkheimer, formaban parte de un todo con­
ceptual.
Pero también se critica a M aix a otro nivel. Sostiene Habermas que Marx
nunca reflexionó explícitamente sobre la naturaleza de la crítica misma, y
que no pudo distinguir los sentidos en que difiere la crítica de la filosofía
pura y de la ciencia positiva. “ Marx nunca se planteó explícitamente la cues­
tión epistemológica referente a las condiciones de la posibilidad de una filo­
sofía de la historia con intención política” (T P , p. 242). Y también: “ Marx
nunca discutió explícitamente el significado específico de una ciencia del
hombre elaborada com o una crítica de la ideología y distinta del significado
instrumental de la ciencia natural. Aunque él mismo estableció la ciencia del
hombre en forma de úna crítica y' no com o ciencia natural, continuamente
tendía a clasificarla junto con las ciencias naturales” (K I , p. 4 5 ). Esta defi­
ciencia o ambigüedad ha tenido las consecuencias prácticas más graves.
Así pues, contra lo que sostienen los intérpretes humanistas que ven a En-
gels com o el gran corruptor de Marx, por haber elaborado una noción posi­
tivista y cientificista del marxismo, Habermas sostiene que tales tendencias
positivistas se encuentran en el propio Marx. Cuando se exageran y explotan
estas tendencias positivistas, el marxismo se convierte en una ciencia positiva.26
De acuerdo con los “ verdaderos creyentes” , el marxismo es la ciencia positiva
— verdadera, correcta y completa— , y com o tal se distingue de la falsa “ cien­
cia burguesa” . Pero una vez que se osifica esta concepción positivista de Marx
— una osificación que ha asumido algunas formas muy sutiles— ,27 el mar­

25 Véanse los detalles de estas críticas en la discusión de Marx que aparece en


Theory and Practice, en Knowledge and Human Interests, y en “ Towards a Recons-
truction o f Historical Materialism” , Theory and Soeiety, 2 (1975).
26 Albrecht Wellmer, discípulo de Habermas, ha explorado las tendencias positi­
vistas y cientificistas latentes en Marx. Véase su Critical Theory of Soeiety.
• 27 Incluyo aquí la obra de Louis Althusser.- Podría pensarse que eso es un error
porque Althusser ataca explícitamente el positivismo y una interpretación positi-
LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 239

xismo se vuelve vulnerable a ciertas críticas: primero, que en un terreno


estrictamente científico es demasiado vago para satisfacer los criterios de una
buena teoría científica; luego, que los acontecimientos históricos han refutado
lo que en el marxismo aparece claro y específico. L o que se pierde, se
sumerge o se reprime en esta disputa acerca del marxismo com o la ciencia
“ verdadera” — una disputa que ha surgido una y otra vez desde la época de
Marx, en diversas formas— es precisamente el intento o impulso crítico del
marxismo: “ la experiencia de una emancipación mediante una visión crítica
de las relaciones del poder” (T P , p. 253).

La disolución de la epistemología

La crítica dialéctica que formula Habermas contra M arx y el marxismo “ or­


todoxo” nos permite especificar el contexto de la ambiciosa investigación que
ha emprendido en Knowledge and Human Interests:

Estoy emprendiendo un esfuerzo históricamente orientado de reconstruc­


ción de la prehistoria del positivismo moderno con la intención sistemá­
tica de analizar la conexión existente entre el conocimiento y los intereses
humanos. Al rastrear el proceso de la disolución de la epistemología,
que ha dejado en su lugar a la filosofía de la ciencia, cruzamos algunas
etapas abandonadas de la reflexión. U n nuevo recorrido de esta ruta
desde la perspectiva que mira de nuevo hacia el punto de partida puede
ayudar a recuperar la experiencia de la reflexión perdida. La desapro­
bación de la reflexión es positivismo (K I , p. vii).

Por “ disolución de la epistemología” entiende Habermas el abandono de la


reflexión crítica practicada por Kant cuando la filosofía desempeñaba todavía

vista de Marx. Pero detrás de la destreza intelectual de Althusser se encuentra una


distinción rígida entre la ideología y la ciencia marxista. Esta nueva “ ciencia” , que
supuestamente representa una ruptura epistemológica radical con el pasado, ha cum­
plido finalmente la promesa de una ciencia definitiva, verdadera, sólida, de los
seres humanos. Aunque Althusser no se cansa de señalarnos cuán diferente es esta
ciencia nueva de todo lo anterior, permanece singularmente oscuro acerca de lo
que sea tal ciencia y lo que sean sus características esenciales. En este sentido,
encontramos un paralelo con las interpretaciones cientificistas menos refinadas
de Marx que aseveran esencialmente lo mismo. Véanse algunas críticas de la con­
cepción que tiene Althusser de la nueva filosofía y ciencia marxista en Norman
Geras, “ Louis Althusser — An Assessment” , New L eft Review, núm. 71 (1 9 7 2 );
André Glucksmann, “ The Althusserian Theatre” , New L eft Review, núm. 72
(1 9 7 2 ); Leszek Kolakowski, “ Althusser’ s M arx” , The Socialist Register, 1971.
240 LA T E O R ÍA C R ÍT IC A DE LA SOCIEDAD

un papel soberano en relación con la ciencia y era la base del entendimiento


y la evaluación de las diversas formas del conocimiento. “ La crítica del cono­
cimiento se concebía todavía p or referencia a un sistema de facultades cog­
noscitivas que incluía la razón práctica y el juicio reflexivo tan naturalmente
com o la crítica misma” (K I , p. 3 ). En el relato de Habermas, la crítica del
conocimiento, en este robusto sentido kantiano, se ha reducido a una pre­
ocupación metodológica por la naturaleza de las ciencias positivas. “ Porque
la filosofía de la ciencia, surgida desde mediados del siglo xnc com o heredera
de la teoría del conocimiento, es metodología aplicada con una noción, cien-
tificista de las ciencias. ‘Cientificismo’ significa la creencia de la ciencia en
sí misma, es decir, la convicción de que ya no podemos entender la ciencia
com o una forma de conocimiento posible, sino que debemos identificar el
conocimiento con la ciencia” ( K I, p. 4 ).
Habermas realiza su investigación en una forma que ilustra lo que entiende
por crítica. Trata de recuperar las “ etapas abandonadas de la reflexión” :
todo lo que se ha reprimido y olvidado. Sin embargo — para seguir la ana­
logía freudiana adoptada deliberadamente por Habermas— , lo que se ha
reprimido no es algo que forme exclusivamente parte del pasado. Por el con­
trario, ejerce su influencia sobre el presente y surge en formas distorsionadas.
No es sólo que se hayan abandonado las “ etapas de la reflexión” . Después
de todo, esto es lo que algunos positivistas tales com o Comte creían que ocu­
rriría y debería ocurrir con el triunfo de las ciencias positivas y la identi­
ficación del conocimiento con los descubrimientos de las ciencias empíricas.
Tam poco está sugiriendo Habermas que, si los intelectuales hubiesen estado
más conscientes acerca de las consecuencias de sus concepciones en algunas
etapas cruciales de esta disolución, quizá no hubiese ocurrido nunca tal diso­
lución.
T al noción intelectualista de lo ocurrido durante los últimos doscientos
años subestima y distorsiona las formas sutiles y complejas en que el des­
arrollo de “ la ciencia, la tecnología y la administración es un proceso circular” ,
y la interacción y el reforzamiento recíproco entre las condiciones materiales
de las sociedades industriales avanzadas y una noción positivista del conoci­
miento y de la ciencia.
El estudio “ históricamente orientado” de Habermas trata de mostramos
que, si examinamos la expresión intelectual de esta disolución — si sometemos
a un examen crítico la legitimación de un entendimiento positivista del cono­
cimiento y de la ciencia— , podremos liberarnos luego de las falsificaciones
ideológicas. Habermas entiende claramente que tal proyecto crítico no basta
para generar la transformación de. las instituciones y de las prácticas requerida
por una emancipación concreta — está muy consciente de la prevención de
M arx contra la mera crítica intélectual— , pero insiste en que tal reflexión
L A . TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 241

crítica es absolutamente necesaria para cualquier forma de praxis que trate


de promover la emancipación humana.
También podemos trazar una analogía entre el proyecto de Habermas en
Knowledge and Human Interests y la Phenomenology de Hegel. Por supuesto,
una importante ausencia de analogía en el alcance de estas dos obras y en
lo que pretende haber demostrado cada autor. Habermas critica acerbamente
a Hegel por haber sucumbido a una “ filosofía de identidad” , donde se “ uni­
fican” el sujeto y el objeto, el pensamiento y el ser, y donde el Geist supues­
tamente se materializa y completa en forma del Conocimiento Absoluto.28
Pero a pesar de estas ausencias de analogía, las “ etapas de la disolución” de
Habermas son análogas a las sucesivas “ formas de conciencia” de Hegel. Así
com o Hegel muestra la disparidad existente entre el significado o la intención
de cada etapa y sus consecuencias efectivas, o la disparidad existente entre el
entendimiento que tiene de sí misma cada forma de conciencia y la realidad
concreta en que se basa, Habermas describe los conflictos implícitos y las
contradicciones que surgen en su “ prehistoria del positivismo moderno” . Ade­
más, afirma Hegel que siguiendo y comprendiendo este “ camino de desalien­
to” — un proceso donde la razón reflexiona sobre las diversas formas que ha
asumido en el curso de su desarrollo— podemos alcanzar un entendimiento
pleno de la aportación y la limitación dé cada forma de conciencia. Es me­
diante este movimiento dé reflexión que llega la razón a un entendimiento
completo de sí misma. Habermas no formula pretensiones tan ambiciosas y
en efecto las rechaza explícitamente, pero cree que Hegel captó en forma
penetrante el movimiento de la áutorreflexión. Es esté movimiento lo que
Habermas quiere recuperar. El objetivo final de Habermas es la revelación
de la forma en que la dinámica de la áutorreflexión es relevante para un
entendimiento crítico de la realidad social y política contemporánea.

Los tres intereses cognoscitivos

Por lo que he dicho — y el propio Habermas insiste en que tal es su obje­


tivo— , se advierte que la obra históricamente orientada de Habermas tiene
una “ intención sistemática” . Aunque esta intención sistemática puede discer­
nirse en todos sus escritos, los grandes lincamientos sólo surgieron con claridad
en los años sesenta y se plasmaron en el discurso inaugural pronunciado por
Habermas en la Universidad de Francfort en 1965. El interés es el concepto
más central del entendimiento sistemático del conocimiento por parte de

28 Sobre lá crítica dé Habermas a Hegel, véanse Theory and Practice y Knowledge


and Human Interests.
242 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

Habermas. El “ interés” es una traducción literal del alemán Interesse, pero


su uso induce a error porque, en el inglés contemporáneo, “ intereses” [interests]
es algo que se atribuye a los individuos o a los grupos políticamente moti­
vados. En la politología, suele concebirse la política misma com o el con­
junto de formas en que tales intereses opuestos se expresan, meditan y contra­
ponen entre sí. Pero el Interesse de Habermas se refiere primordialmente
a los “ intereses cognoscitivos” o “ intereses constitutivos de conocimiento” que
en su opinión tienen una “ calidad cuasi-trascendente” . (M ás adelante vere­
mos que la calidad epistemológica de estos intereses es uno de los aspectos
más problemáticos de su obra.) Habermas busca una caracterización de tales
intereses que sea intermedia entre la aseveración de que son com o cualquier
otro hecho empírico contingente referente a los individuos, y la aseveración
de que tales intereses tienen sus raíces en una subjetividad trascendente ais­
lada del desarrollo histórico:

Por lo tanto, el “ Interés Cognoscitivo” es una categoría peculiar, que


se conforma tan p oco a la distinción existente entre las determinaciones
empíricas y las trascendentes o fácticas y simbólicas com o a la distinción
existente entre la motivación y la cognición. Porque el conocimiento no
es un mero instrumento de la adaptación de un organismo a un ambiente
ni el acto de un ser puramente racional alejado del contexto de la vida
en contemplación ( K I , p. 197).

Tales intereses u orientaciones son constitutivos de conocimiento porque con­


figuran y determinan lo que cuenta com o objetos y tipos del conocimiento:
determinan las categorías pertinentes para lo que tomamos com o conocimien­
to, así com o los procedimientos para el descubrimiento y la aceptación de las
afirmaciones de conocimiento. Y tales intereses son básicos porque tienen sus
“ raíces en condiciones específicas fundamentales de la posible reproducción
y autoconstitución de la especie humana” (K I , p. 196).
Para entender lo que esto significa, necesitamos advertir que la preocu­
pación de Habermas no es meramente epistemológica, en el sentido en que
la epistemología puede separarse de un examen de la naturaleza humana. La
meditación sobre las cuestiones de la posición y los tipos del conocimiento
humano requiere la meditación sobre la cuestión de lo que el hombre es y
puede ser. Habermas está elaborando una antropología filosófica que destaca
las características distintivas de la vida social humana que constituyen la base
de estos intereses básicos, constitutivos de conocimiento. Separa Habermas
tres intereses cognoscitivos primarios: el técnico, el práctico y el emancipa-
torio. A estos tres intereses cognoscitivos irreducibles corresponden tres tipos
de ciencias o disciplinas. “ El enfoque de las ciencias empíricas-analíticas
la teoría critica de la sociedad 243

incorpora un interés cognoscitivo técnico; el de las ciencias históricas-her-


menéuticas incorpora un interés cognoscitivo práctico; y el enfoque de las
ciencias orientadas hacia la crítica incorpora el interés cognoscitivo eman-
cipatorio” (K I , p. 308). Cada uno de estos intereses cognoscitivos se basa
en una dimensión de la existencia social humana: trabajo, interacción o
poder. El trabajo corresponde al interés técnico que guía las ciencias em-
píricas-analíticas; la interacción corresponde al interés práctico que guía
las disciplinas históricas-hermenéuticas; el poder corresponde al interés eman*
cipatorio que guía las disciplinas críticas: las ciencias sociales críticas.
Sostiene Habermas que no sólo debemos distinguir cuidadosamente estos
tres intereses cognoscitivos y los tres aspectos de la vida social en que
se basan, sino también entender los modos específicos en que se interrela­
cionan. En una interpretación sutil de los escritos de Jena de Hegel, Ha-
bermas sostiene que se encuentra en ellos una presentación preliminar de
estas tres dimensiones de la existencia social y la dialéctica distintiva apli­
cable a cada una de ellas.29 Sin embargo, afirma Habermas que Hegel,
bajo el impulso de la “filosofía de la identidad” fundió en su Phenomenology
las tres dimensiones en una sola dialéctica totalizadora del Geist que se
realiza a sí mismo en la historia. Este impulso monista de Hegel aparece
también en Marx. Porque aunque M arx revela a veces una clara conciencia
de las diferencias existentes entre la dialéctica del trabajo y la interacción
comunicativa, tiende a asimilar o reducir los niveles de la interacción y el
poder comunicativos a la dialéctica del trabajo.30 Por “ trabajo” , o lo que
llama acción “ deliberada-racional” (Zweck-rational) siguiendo a Weber, en­
tiende Habermas

la acción instrumental o la elección racional o su conjunción. La acción


instrumental está gobernada por reglas técnicas basadas en el conocimiento
empírico. En todo caso, tales reglas implican pronósticos condicionales

29 Véase “ Labor and Interaction: Remarles on Hegel’s Jena Philosophy of Mind” ,


Theory and Practice.
30 La crítica que hace Habermas de Marx presupone la validez de la distinción
categórica que se establece entre el trabajo y la interacción. Habermas está acusando
a Marx de fusionar lo que debiera distinguirse claramente. Pero podemos revirar a
Marx contra Habermas, porque M arx muestra los peligros que pueden derivar
de la formulación de tal dicotomía. Este es precisamente el peligro de un “ idealismo”
que quiere separar los procesos de la “ interacción simbólica” de la dialéctica del
trabajo. Como observa el propio Habermas, Marx no creía que una transformación
de las condiciones materiales de la vida humana generara automáticamente el libre
discurso simbólico y la determinación racional de la vida social. En lugar de imputar
a Marx cierta clase de error categórico, una interpretación más penetrante indica­
ría que Marx está cuestionando precisamente la distinción categórica que Habermas
considera fundamental.
244 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

acerca de eventos observables, físicos o sociales. Estos pronósticos pueden


resultar correctos o incorrectos. La conducta de la elección racional está
gobernada por estrategias basadas en el conocimiento analítico. Tales es­
trategias implican una deducción de reglas de preferencia (sistemas de
valor) y procedimientos de decisión; estas proposiciones se deducen en
forma correcta o incorrecta. La acción deliberada racional alcanza metas
definidas bajo condiciones dadas. Pero mientras que la acción instrumental
organiza medios que son apropiados o no apropiados de acuerdo con los
criterios de un control efectivo de la realidad, la acción estratégica de­
pende de la evaluación correcta de posibles elecciones alternativas resultantes
del cálculo complementado por valores y máximas (TR S, pp. 91-92).

El trabajo, com o un nivel primario de la acción, se refiere a las formas


en que los individuos controlan y manipulan su ambiente para sobrevivir
y preservarse. Habermas cree que el análisis hecho por Marx de la dialéc­
tica de la labor se basa en el concepto del trabajo, pues subraya Marx
que “ la labor es sobre todo un proceso entre el hombre y la naturaleza,
un proceso donde el hombre — a través de sus acciones— media, regula y
controla su intercambio material con la naturaleza” (K I , p. 2 7). Además
subraya M arx — y Habermas está de acuerdo en ello-— que la labor es un
proceso social dinámico mediante el cual los hombres configuran y se cons­
tituyen ellos mismos en formas históricamente determinadas. Las disciplinas
correspondientes a este tipo de acción o control deliberado-racional son las
ciencias empíricas-analíticas que incorporan un interés técnico y están orien­
tadas por él. Esto no significa que los científicos que se ocupan de estas
disciplinas estén primordialmente interesados en la aplicación técnica de
sus teorías, ni que las teorías de estas disciplinas deban recibir una inter­
pretación instrumental en el sentido de que sean meros instrumentos para
la relación sistemática de enunciados de observación.31 Ün practicante de
estas disciplinas puede y debe asumir en efecto una actitud “ desinteresada” ,

S1 Habermas, siguiendo a muchos otros pensadores de Francfort, describe como


“ instrumental” el tipo de acción pertinente para las ciencias empíricas-analíticas.
Pero lo que entiende por “ instrumental'’ es algo muy diferente del significado de
este término para los filósofos analíticos de la ciencia. Entre estos últimos, se
utiliza comúnmente el término “ instrumentalismo” para identificar una interpretación
específica d d papel de las teorías en las ciencias, y con frecuencia se contrasta
tal instrumentalismo con el “ realismo científico” . Las teorías son “ instrumentos”
que nos permiten relacionar en forma sistemática los enunciados de observación.
De acuerdo con la interpretación pragmática que da Habermas a las ciencias
empíricas-analíticas, tales ciencias son instrumentales porque la información que
proveen es “ técnicamente utilizable” . Véase “ Rationalism Divided in T w o: A Reply
to Albert” , Positivism and Sociology, comp. Anthony Giddens, p. 206, donde se
aclara lo que entiende Habermas por “ instrumental” .
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 241

en el sentido de que debe excluir los sesgos y las creencias Subjetivas de la


validez de sus pretensiones de conocimiento. N o es en estos sentidos que
tales disciplinas están orientadas por un interés cognoscitivo técnico. Más
bien, lo que subraya Habermas es que la forma misma de este tipo de
conocimiento requiere el aislamiento (la constitución) de objetos y eventos
en variables dependientes e independientes, y la investigación de regulari­
dades entre ellas. Este tipo de conocimiento se basa en un modelo de
retroalimentación negativa donde pueden confirmarse y refutarse las hi­
pótesis.32 La búsqueda de teorías hipotéticas-deductivas, que permitan la
deducción de generalizaciones empíricas a partir de hipótesis semejantes a
leyes, y el requerimiento de la observación y la experimentación controladas,
indica “ que las teorías de las ciencias empíricas revelan la realidad sujetas
al interés constitutivo por la posible obtención y expansión, a través de la
información, de la acción vigilada por la retroalimentación. Éste es el inte­
rés cognoscitivo por el control técnico de procesos objetivados” (K I , p. 309).
Es esencial advertir que Habermas no está criticando o denigrando este
tipo de conocimiento. Por el contrario, en la medida en que afirma que
tal conocimiento se basa en la dimensión de la vida humana que involucra
la supervivencia humana, está subrayando su importancia y su calidad
básica para toda vida social. El blanco de ataque primordial de Habermas
es la pretensión ideológica de que éste es el único tipo de conocimiento
legítimo, o el criterio por el que debe medirse todo conocimiento:

M e ocupo de los intereses guiadores del conocimiento que en cada caso


forman la base de todo un sistema de investigaciones. En contraste con la
noción positivista me gustaría señalar la conexión existente entre la ciencia
empírico-analítica y los intereses técnicos en la adquisición de conocimien­
to. Pero no tiene nada que ver con la “ denuncia” . . . Por el contrario, con­
sidero frustráneos, aun reaccionarios, los esfuerzos que caracterizan a la
antigua disputa metodológica, o sea los esfuerzos por erigir barreras desde
el principio para eliminar por completo ciertos sectores del alcance de cierto,
tipo de investigación.33
32 Mary Hesse muestra cómo puede compararse la concepción que tiene Habermas
de las ciencias empíricas-analíticas con el modelo de una máquina de aprendizaje
donde hay una retroalimentación negativa. Véase a Mary Hesse, “ In Defencc of
Objectivity” . Véase también el análisis que hace George Henrik von Wright de la
causación y la acción en Explanation and Understanding. El análisis que hace Von
Wright del papel de la causación en las ciencias naturales provee un apoyo indepen­
diente para la interpretación que da Habermas a las ciencias empíricas-analíticas
guiadas por un interés técnico. Gerhard Radnitzky presenta en Contemporary
Schools of Metascience una reseña y una comparación comprensivas de las inter­
pretaciones analíticas y continentales de la naturaleza de la ciencia.
33 Jürgen Habermas, “ Rationalism Divided in T w o: A Reply to Albert” , Positioism
and Sociology, p. 218.
246 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

Habermas está siguiendo una variedad del giro trascendente de la filosofía


asumido por Kant. Aunque Habermas critica acerbamente la noción de un
ego trascendente que se encuentra de algún m odo “ fuera” de la historia,
conviene con Kant en que no hay límites internos a lo que podemos apren­
der de las ciencias empíricas-analíticas, pero hay límites categóricos en estas
disciplinas. Tales disciplinas no son en m odo alguno la medida de todo co­
nocimiento legítimo, ni deben identificarse con lo que llegará a ser todo
conocimiento genuino cuando sea plenamente “ legitimado” . También acepta
Habermas el análisis fenomenológico — especialmente el de Husserl— de
las ciencias positivas com o algo internamente ilimitado y categóricamente
restringido.
Según Habermas, el nivel de la acción humana caracterizada como tra­
bajo o acción deliberada-racional, y el interés técnico que guía las disciplinas
que se ocupan de tal acción, deben distinguirse clara y cuidadosamente
de la acción que él llama “ interacción” o “ acción comunicativa” , y el in­
terés práctico que orienta a las disciplinas relacionadas:

Por “ interacción” . . . entiendo la acción comunicativa, la interacción sim­


bólica. Tal interacción está gobernada por normas consensúales obliga­
torias, que definen expectativas recíprocas acerca del comportamiento y
que deben entenderse y reconocerse por lo menos por dos sujetos actuantes.
Las normas sociales se imponen mediante sanciones. Su significado se ob­
jetiva en la comunicación del lenguaje ordinario. Mientras que la validez
de las reglas y las estrategias técnicas depende de la validez de las pro­
posiciones empíricamente ciertas o analíticamente correctas, la validez de
las normas sociales se basa sólo en la intersubjetividad del entendimiento
mutuo de las intenciones y se asegura por el reconocimiento general de las
obligaciones (T R S , p. 9 2).

Según Habermas, la interacción es un tipo de acción irreducible que re­


quiere un conjunto distintivo de categorías para su descripción, explicación
y entendimiento. Los individuos no se configuran y determinan sólo a
través de su trabajo, sino también a través de la acción comunicativa y del
lenguaje. Si queremos entender los modos en que se ha formado la especie
humana en el curso de su desarrollo histórico, es tan importante y funda­
mental el entendimiento de las formas históricas de la acción comunicativa
com o el de las formas de la acción deliberada-racional. Y por supuesto
debemos entender también las formas complejas en que se interrelacionan
estos dos niveles de la acción. Habermas utiliza una gran diversidad de
recursos para aclarar lo que entiende p or interacción y para justificar su
aseveración de que se trata de un nivel de acción irreducible, entre ellos
las tradiciones fenomenológicas y hermenéuticas, la concepción de las cien­
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 247

cias sociales como disciplinas interpretativas, y los tipos de análisis que


provee Witrtgenstein de los juegos de lenguaje y las formas de vida en sus
Philosophical Investigations. Lo que considera Habermas vital y correcto
en estos enfoques aparentemente dispares es el énfasis primordial en un
nivel de acción comunicativa e intersubjetividad que resulta básico para
el entendimiento de la vida social y política.
La línea de argumentación más poderosa de Habermas para el esta­
blecimiento de la autonomía y la irreductibilidad de la acción comuni­
cativa es la demostración de que el intento de una explicación racional
de las ciencias empíricas-analíticas que se limite a los conceptos forjados
por el interés técnico resulta frustráneo. También en este sentido, su
argumento y su enfoque tienen un sabor hegeliano. En la Phenomenology,
cuando Hegel examina las formas o configuraciones (Gestalten) sucesivas
de la conciencia, las contradicciones existentes dentro de una etapa dada
surgen con gran claridad cuando advertimos una explicación racional de
sí misma. Se entiende que cada una de estas formas de la conciencia pre­
tende implícitamente una explicación verdadera, completa, total del cono­
cimiento y del objeto del conocimiento. Pero hay una crisis interna en
este “ camino del desaliento” cuando comprendemos que una forma par­
ticular de la conciencia no puede explicarse a sí misma, cuando entendemos
que la misma inteligibilidad de su pretensión de un conocimiento verda­
dero y completo presupone conceptos y categorías que son “ irreales” desde
su propio punto de vista.
Precisamente de este modo, sostiene Habermas, se derrumba el entendi­
miento que de sí mismas tienen las ciencias empírico-analíticas. Supongamos
que tomamos en serio la pretensión de que estas ciencias pueden proveer­
nos, en principio, de una explicación verdadera y completa del conoci­
miento y la realidad. Si se justifica tal pretensión, debiéramos poder explicar
la posibilidad misma del conocimiento empírico-analítico alcanzado por la
comunidad científica. Pero lo que descubrimos es que la inteligibilidad de
tal comunidad, con sus formas distintivas de intersubjetividad y comunica­
ción, presupone un nivel de acción — interacción simbólica— y un conjunto
de categorías necesarias para explicar tal acción, que son más ricas y más
inclusivas que las categorías explícitamente apoyadas por los intereses cog­
noscitivos técnicos.34 La consecuencia de tal argumento no es la denigración

34 Véase la discusión que hace Habermas de Peirce en los capítulos 5 y 6 de


Knowledge and Human Interests. Karl-Otto Apel, quien ha compilado la edición
alemana de las obras de Peirce, ha desarrollado un argumento similar. Véase a
Karl-Otto Apel, Analytte Phüosophy o f Language and the Geisteswissenschaften, y
“ Szientifik, Hermeneutik, Ideologie-Kritik: Entwurt einer Wissenschaftslchre in
erkenntnis-anthropologischer Sicht” , Man and the World, 1 (1968). Fred R. Dallmayr
248 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

de las ciencias empíricas-analítícas ni la reducción del valor de lo que


podemos aprender de ellas, sino la adquisición de la conciencia de la inte­
ligibilidad misma de estas disciplinas requiere un concepto más compren­
sivo de la racionalidad.
Las disciplinas que se ocupan de la interacción simbólica exhibida en una
comunidad científica de investigadores, y en términos más generales de la
acción comunicativa en todos los aspectos de la vida humana, son las
disciplinas históricas-hermenéuticas:

Las ciencias históricas-hermenéuticas obtienen el conocimiento en un marco


metodológico diferente. Aquí el significado de la validez de las proposi­
ciones n o se constituye en el marco de referencia del control técn ico., .
Porque las teorías no se construyen deductivamente y la experiencia no
se organiza con respecto al éxito de las operaciones. El acceso a los hechos
deriva del entendimiento del significado, no de la observación. La verifi­
cación de hipótesis semejantes a leyes en las ciencias empíricas-analíticas
tiene aquí su contrapartida en la interpretación de toctos. Así pues, las
reglas de la hermenéutica determinan el posible significado de la validez
de los enunciados de las ciencias culturales (K I , p. 309).

Estas disciplinas están guiadas y configuradas por un interés práctico cons­


titutivo de conocimiento, un interés cuyo objetivo no es el control y la
manipulación técnicos, sino la aclaración de las condiciones necesarias para
la comunicación y la intersubjetividad.
Habermas critica acertadamente las tendencias monopólicas del enten­
dimiento positivista que de sí mismas tienen las ciencias empíricas-analí­
ticas, pero critica igualmente la afirmación de que las disciplinas históricas-
hermenéuticas proveen el conocimiento más fundamental del hombre y el
mundo. Éste es el sentido de su observación de que “ el historicismo se ha
convertido en el positivismo de las ciencias culturales y sociales” . Cada
uno de estos “ entendimientos de sí mismo” toma erradamente la parte
por el todo. Y lo hacen porque no advierten que hay una pluralidad irre­
ducible de los intereses cognoscitivos fundamentales.
Hasta aquí he subrayado la afirmación de Habermas en el sentido de
que los medios de la vida social, los intereses constitutivos de conocimiento,
y los tipos de investigación guiados por estos intereses, son autónomos e
irreductibles entre sí. Pero hay un peligro del que Habermas tiene clara
conciencia: que tomemos erradamente la irreducibilidad de estos dos niveles

discute las semejanzas y las diferencias existentes entre Habermas. y Apel en “ Reason
and Emancipation: Notes on Habermas” , Man and the World, 5 (1 9 7 2 ); véase
también a Gerhard Radnitzky, Contemporary Schools of Metascience, vol. II.
LA-. TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 249

de acción ^—el trabajo y la interacción— , y las disciplinas correspondientes


a ellos, por una indiferencia y un aislamiento recíprocos. La formulación
más clara de la postura de Habermas es que sólo cuando comprendamos las
características distintivas de estos medios irreducibles y estos intereses cog­
noscitivos podremos investigar seriamente las interrelaciones y la dinámica
existentes entre ellos.35 Aunque critica a los positivistas y a los manóstas
vulgares que entienden la vida social exclusivamente en términos de con­
ceptos forjados por un interés técnico, Habermas critica igualmente la
tendencia idealista a poner entre paréntesis la interacción simbólica y aislarla
del trabajo y la labor. Las formas históricas específicas del trabajo y la
labor ejercen una poderosa influencia causal sobre la naturaleza y la cali­
dad de la interacción simbólica. La comunicación libre y abierta que
constituye el objetivo del interés práctico requiere la existencia de determi­
nadas instituciones y prácticas sociales. En ambos puntos está Habermas
esencialmente de acuerdo con Marx. En consecuencia, aunque Habermas sos­
pecha profundamente de la tendencia a creer que hay condiciones históricas
materiales que producen automáticamente el “ reino de la libertad” , es
suficientemente marxista para sostener que no pueden existir concretamente
la libre interacción simbólica o la comunicación irrestricta si no existen
condiciones materiales no alienantes y no explotadoras.
La síntesis dialéctica de Habermas se vuelve también evidente cuando la
contemplamos en el marco de las pretensiones opuestas de naturalistas y
fenomenólogos acerca de la naturaleza de las ciencias sociales. En el curso
de esta investigación hemos visto que el entendimiento naturalista de estas
disciplinas conduce a un examen de los problemas de la interpretación de
la realidad social y política. Pero es igualmente cierto, y no menos funda­
mental, que en la interpretación de la realidad social y política debemos
recurrir al análisis causal que es tan central para los naturalistas. De otro
m odo no podríamos aislar y criticar las racionalizaciones presentadas como
verdades científicas o evidentes, pero que resultan ser falsificaciones ideo­
lógicas.^6
La síntesis de Habermas se delinea claramente cuando examinamos el
tercer tipo de interés constitutivo de conocimiento: el interés emancipatoric.
Es a la vez derivado y el más básico de los intereses cognoscitivos. Si refle­
xionamos sobre las formas del conocimiento y de la racionalidad guiados

85 Véase una ilustración de la forma en que Habermas presenta las complejas


interrelaciones históricas existentes entre estos dos niveles de acción en “ Towards a
Reconstruction o f Historical Materialism” , Theory and Society, 2 (19 75 ), y Legi-
timation Crisis.
36 Véase mi discusión . anterior de la ideología y la crítica de la ideología en el
capítulo II, pp. 145-148.
250 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

por los intereses técnicos y prácticos, cobraremos una conciencia cada vez
más clara de la exigencia intema, por parte de la razón, de una comu­
nicación libre, abierta, y de las condiciones materiales que permitan tal co­
municación. Un entendimiento consistente y adecuado de las ciencias em-
píricas-analíticas, exige la existencia — com o sostenían Peirce y muchos de
sus seguidores— de una comunidad abierta, autocrítica, de investigadores.
Y el interés práctico que gobierna las disciplinas históricas-hermenéuticas
trata de promover tal comunicación abierta, sin distorsiones. En el cono­
cimiento guiado por los intereses técnicos y prácticos está implícita la de­
manda de condiciones intelectuales y materiales para la emancipación, es
decir, el estado de cosas ideal donde puedan manifestarse el trabajo aliena­
do y la libre interacción.
Tam poco aquí podemos subestimar la deuda de Habermas con Hegel
y la tradición del idealismo alemán, en cuanto a la forma misma en que
formula lo que entiende por el interés emancipatorio. En esta tradición
— desde Kant hasta Fichte y Hegel— ha sido central el tema de que,
cuando se entienden correctamente la razón o el conocimiento, advertimos
que hay allí un interés o una demanda primarios de realizarse plenamente.
“ R azón . . . significa la voluntad de razonar. En la autorreflexión, el conoci­
miento por el conocimiento mismo se vuelve congruente con el interés por la
autonomía y la responsabilidad. El interés cognoscitivo emancipatorio busca
la reflexión por sí misma” (K I , p. 314). Pero Habermas acepta la crítica
que hace M arx al idealismo alemán, y cree por ende que un interés eman­
cipatorio no puede realizarse por un ego solitario o un Espíritu Absoluto,
ano sólo en las vidas sociales y políticas concretas de los hombres y a
través de tales vidas.
Es este interés cognoscitivo emancipatorio lo que provee la base episte­
mológica para el entendimiento que tiene Habermas de la crítica y para
la meta de las ciencias sociales críticas:

Las ciencias sistemáticas de la acción social, o sea la economía, la socio­


logía y la politología, tienen com o meta la producción de conocimiento
nomológico, al igual que las ciencias empíricas-analíticas. Pero una ciencia
social crítica no se conformará con esto. Trata de ir más allá de esta
meta para determinar cuándo los enunciados teóricos captan regularidades
invariables de la acción social com o tal y cuándo expresan reelaciones de
dependencia ideológicamente congeladas que en principio pueden ser trans­
formadas. En la medida en que así ocurra, la critica de la ideología, al
igual que el psicoanálisis, toman en cuenta que la información referente
a las conexiones similares a leyes desata un proceso de reflexión en la
conciencia de aquellos a quienes se refieren las leyes. Así pues, puede
transformarse el nivel de la conciencia fno reflexiva], que es una de las
LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 231

condiciones iniciales de tales leyes. Por supuesto, para este fin, un conoci­
miento críticamente mediado de las leyes no puede volver inoperante una
ley sólo mediante la reflexión, pero sí la puede volver inaplicable.
El mareo metodológico que determina el significado de la validez de las
proposiciones críticas de esta categoría se establece por el concepto de la
autorreflexión. Esta última libera al sujeto de la dependencia de las po­
tencias de la hipóstasis. La autorreflexión está determinada por un interés
cognoscitivo emancipatorio ( K l , p. 310).

Muchos puntos de este denso pasaje ameritan un comentario. Habermas


se refiere a la crítica de la ideología y del psicoanálisis porque cree que
en formas diferentes estas dos disciplinas, tal com o las practicaron Marx
y Freud, proveen el modelo epistemológico para lo que él entiende por
crítica. Ambas disciplinas se anticipan en la dinámica de la autorreflexión
del idealismo alemán, sobre todo en la Phenomenology de Hegel. También
podemos captar lo que busca Habermas recurriendo a un modelo mucho
más antiguo de la filosofía, el modelo socrático del autoconocimiento donde,
mediante un proceso de diálogo, los participantes alcanzan el autoconoci­
miento y la autorreflexión que son terapéuticos y realizan una transformación
cognoscitiva, afectiva y práctica que involucra un movimiento hacia la
autonomía ( Mündigkeit) y la responsabilidad.
Sin embargo, afirma Habermas que este modelo socrático debe modificarse
en dos sentidos importantes para que pueda servir com o un modelo ade­
cuado a una teoría crítica de la sociedad. Primero, es una ficción que el
diálogo socrático sea posible en todo lugar y momento. A través de la
historia, la violencia ha deformado reiterados intentos de diálogo y ha
cerrado reiteradamente el camino de la comunicación irrestricta. El diálogo
genuino y la comunicación irrestricta dependen de la existencia de las ins­
tituciones sociales y políticas que permiten y estimulan tal diálogo. Además,
debemos entender cóm o los procesos autoformativos de los hombres, ex­
presados a través de formas históricas del trabajo y la interacción, han
generado una comunicación sistemáticamente distorsionada.
Segundo, el concepto mismo del diálogo involucra y presupone un con­
texto intersubjetivo. Por supuesto, esto está implícito en el ideal socrático
del diálogo. Hegel y M arx no sólo revivieron — por oposición al giro sub-
jetivista que ha infectado tanta filosofía moderna— la apreciación clásica
de la naturaleza intrínsecamente política de los hombres, sino que además ex­
ploraron las formas históricamente cambiantes de la intersúbjetividad. Así
com o todo entendimiento viable de la teoría social crítica exige una acla­
ración epistemológica y una justificación de sus fundamentos, Habermas
sostiene que ahora una epistemología adecuada debe ser una teoría social.
Pero todavía necesitamos establecer lo que entiende Habermas por crítica,
252 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

y cóm o está guiada tal crítica por un interés emancipatorio. Podemos ha­
cerlo recurriendo a los aspectos del modelo psicoanalítico de la interpreta­
ción terapéutica subrayados por Habermas.

El psicoanálisis y la crítica de la ideología

El psicoanálisis es una disciplina que incorpora la autorreflexión metodo­


lógica. Requiere una “ hermenéutica a profundidad” donde la interpretación
psicoanalítica se dirige hacia las diversas formas en que el paciente-sujeto
se malentiende a sí mismo fundamental y sistemáticamente, y no capta la
significación de los síntomas que padece:

La técnica de la interpretación de los sueños va más allá del arte de la


hermenéutica en la medida en que no debe captar sólo el significado de
un texto posiblemente distorsionado, sino también el significado de la propia
distorsión del texto, es decir, la transformación de un pensamiento onírico
latente en el sueño manifiesto. En otras palabras, debe reconstruir lo que
llama Freud el “ trabajo del sueño” (K I , pp. 220-221).

Tal interpretación no es desinteresada. El analista está preocupado y guiado


por su interés en ayudar al paciente a superar su sufrimiento y los síntomas
debilitantes que exhibe. Sólo puede lograrlo ayudando a traer a la con­
ciencia los procesos autoinformativos peculiares del individuo. Y “ el acto
de entendimiento al que conduce es autorreflexión” (K I , p. 228).
Siguiendo a Freud, Habermas subraya que no se trata simplemente de
impartir información al paciente, ni de aplicar una teoría en una forma
técnica o estratégica (aunque un terapeuta adiestrado manipulará en oca­
siones a su paciente). L o que se requiere es un logro por parte del paciente
— y también por parte del terapeuta— que trata de disolver las resistencias.
Freud previene que

el factor patológico no es la ignorancia de sí mismo [del paciente], sino la


raíz de la ignorancia en sus resistencias internas. Fueron tales resistencias
las que generaron en primer término esta ignorancia y las que la man­
tienen ahora. La tarea del tratamiento consiste en el combate contra estas
resistencias. La información al paciente de lo que no sabe porque lo ha
reprimido es sólo uno de los preliminares necesarios del tratamiento. Si
el conocimiento acerca del inconsciente fuese tan importante para el pa­
ciente com o se lo imaginan quienes carecen de experiencia en el psico­
análisis, la asistencia a conferencias o la lectura de libros bastaría para
curarlo (K I, p. 229).
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 253

Así pues, aunque un tratamiento terapéutico requiere la reconstrucción ana­


lítica, debe buscar el recuerdo y la apropiación del propio paciente. Esto
ilumina uno de los aspectos más importantes del m odelo psicoanalítico:
una manipulación técnica del paciente-sujeto por parte del analista no
es suficiente; el tratamiento debe desatar una autorreflexión profunda en
el propio paciente-sujeto. “ El conocimiento analítico es también ilumina­
ción moral” (K I , p. 236). Tal conocimiento analítico de parte del paciente
es autorreflexión en la medida en que exhiba ciertas características:

Primero, incluye por igual dos movimientos: el cognoscitivo y el afectivo


y de motivación. Es crítica en el sentido de que el' poder analítico para
disolver las actitudes dogmáticas está inserto en la iluminación analítica.
La crítica termina en una transformación de la base afectiva de moti­
vación, así com o se inicia con la necesidad de una transformación práctica.
La crítica no tendría el poder de romper la falsa conciencia si no estuviese
impulsada por una pasión por la crítica ( K I , p. 234).

El analista (teórico crítico) está buscando las causas de los procesos auto-
formativos distorsionados del paciente-sujeto; causas ocultas a la conciencia
del paciente. Este descubrimiento sólo puede lograrse mediante un proceso de
reconstrucción e interpretación donde el analista llega a entender cóm o se
relaciona el comportamiento actual del paciente con los procesos incons­
cientes que lo afectan. Pero el éxito de la terapia no depende en última
instancia del entendimiento que tenga el analista del paciente, sino de la
medida en que el paciente, por su propia autorreflexión, pueda apropiarse
este entendimiento analítico y disolver sus propias resistencias. Es este co­
nocimiento profundo el que realiza una transformación en el paciente:
una transformación que, aunque ciertamente no es utópica, lo libera de
la distorsionante eficacia causal de procesos que inicialmente no son acce­
sibles para su conciencia. Además, la experiencia de la autorreflexión del
paciente es el criterio de la corrección de la interpretación profunda de
su condición:

Porque si el paciente rechaza una construcción, la interpretación de la


que ha sido derivada no podrá considerarse refutada en absoluto. Los su­
puestos psicoanalíticos se refieren a las condiciones en que se suspende
la experiencia misma en la que deben corroborarse tales supuestos: la
experiencia de la reflexión es el único criterio de la corroboración o la re­
futación de la hipótesis. Si no hay tal experiencia, todavía habrá una
alternativa: la interpretación es falsa (es decir, la teoría o su aplicación
a un caso dado) o, por el contrario, las resistencias, correctamente diag­
nosticadas, son demasiado fuertes. El criterio en virtud del cual fallan
254 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

las construcciones falsas no coincide con la observación controlada o con la


experiencia comunicativa. La interpretación de un caso sólo se corrobo­
ra por la continuación afortunada de un proceso autoformativo, es decir,
por la culminación de la autorreflexión, y no en una form a indubitable por
lo que diga el paciente, o por su comportamiento ( K I , p. 266).

Este último punto es especialmente importante para el entendimiento de


la terapia psicoanalítica y de la teoría crítica, y también ayuda a aclarar un
problema surgido en mi examen de W inch y de Schutz. Tanto Winch com o
Schutz sostienen que los conceptos y modelos empleados por el teórico deben
basarse en las formas en que los individuos interpretan sus propias acciones
y las acciones de otros. Pero ambos se muestran finalmente poco claros acerca
de esta relación, acerca de los límites efectivos que el pensamiento de sentido
común impone a las construcciones del teórico. Ambos reconocen incluso que
el psicoanálisis es una disciplina donde las interpretaciones elaboradas por el
analista involucran conceptos que pueden ser inteligibles para los propios
sujetos. Hemos visto también que este problema es fundamental para el en­
tendimiento de la situación de la teoría social y política: la afirmación de
que los individuos imputan un significado a sus acciones y situaciones, y que
esta autointerpretación es constitutiva de la realidad social y política, es
dialécticamente importante para oponerse a quienes piensan que conceptos
tales com o los de “ interpretación” y “ significado subjetivo” no desempeñan
ningún papel en la teoría social y política. Pero los problemas surgidos en la
distinción de las interpretaciones correctas o incorrectas, o de las interpreta­
ciones mejores y peores, deben encararse y no oscurecerse. Los individuos
pueden tener no sólo falsas creencias ocasionales acerca de lo que están ha­
ciendo, sino también concepciones sistemáticamente distorsionadas de sí mis­
mos, del significado de sus acciones, y de sus situaciones históricas. El reco­
nocimiento de la propiedad de una interpretación por parte de los sujetos
involucrados no basta para justificar la corrección de la interpretación. Winch
y Schutz se muestran sensibles a las distorsiones que pueden producirse en la
teoría social cuando el teórico impone sus propios criterios y sesgos a los
actores sociales que estudia. Pero parecen insensibles a las distorsiones que
se producen cuando las teorías reflejan los sesgos de los investigados.
Habermas quiere preservar la “ verdad” implícita en la exigencia de que,
en última instancia, los propios sujetos deben poder apropiarse las interpre­
taciones de sus acciones desarrolladas por el teórico. A l mismo tiempo, quiere
evitar la consecuencia del apoyo a una concepción de la teoría que es sólo
un reflejo ideológico de prejuicios y creencias falsas. Su crítica de la ideo­
logía trata de aislar y revelar esta consecuencia. Es posible que el teórico
proponga una interpretación correcta de un individuo o un grupo, pero que
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 255

los sujetos se resistan fuertemente a tal interpretación y la rechacen. (Según


Marx, esto ocurre cuando el proletariado no ha alcanzado todavía una con­
ciencia verdadera de su condición histórica y cuando el capitalista niega
que sus acciones estén determinadas por la ideología burguesa.) Pero también
es posible que los sujetos corroboren una interpretación falsa o distorsionada
de sus acciones, precisamente porque entienden sus propias acciones en formas
sistemáticamente distorsionadas. En consecuencia, deben evitarse dos extremos:
suponer que la corroboración de los sujetos constituye una verificación de
la interpretación o que carece de relevancia para tal efecto. Es por esto
que Habermas subraya que “ la interpretación de un caso sólo se corrobora por
la continuación afortunada de un proceso autoformativo, es decir, por la
culminación de la autorreflexión, y no en forma indudable por lo que dice
el paciente, o por su comportamiento” ( K I , p. 266).
Es esencial separar — algo que Habermas no siempre hace con cuidado—
los elementos del modelo psicoanalítico que Habermas acepta y considera
pertinentes para un entendimiento de la crítica, y los elementos que rechaza.
Habermas utiliza el modelo psicoanalítico para ilustrar una forma de cono­
cimiento que exhibe los aspectos esenciales de la crítica: una forma de
conocimiento guiada por un interés emancipatorio que requiere una inter­
pretación a profundidad sólo alcanzable mediante un análisis de los procesos
autoformativos. Pero esto no quiere decir que apoye Habermas la pretensión
de la teoría psicoanalítica de proveer las categorías básicas o más nítidas
para la interpretación del comportamiento humano. El propio Freud con­
sideraba la situación terapéutica com o una relación primordial y de uno
a uno entre dos desiguales. N o sólo se mostraba escéptico hacia la extensión
de esta relación a un grupo, sino que dudaba de la capacidad del individuo
para realizar el autoanálisis. Además, la situación analítica puede entenderse
en un sentido en que su éxito se debe primordialmente al tipo de manipu­
lación técnica y de relación de poder autorizado que deplora Habermas.
C om o dice Freud en un pasaje citado por Habermas:

Por cruel que parezca, debemos cuidar que el sufrimiento del paciente, en
un grado que resulte efectivo de un m odo u otro, no termine prematura­
mente. Si, debido al hecho de que los síntomas se hayan apartado y hayan
perdido su valor, se mitiga su sufrimiento, debemos reponerlo en otra
parte en forma de alguna privación apreciable; de otro modo, corremos
el peligro de no alcanzar nunca sino mejoramientos muy insignificantes y
transitorios ( K I , p. 234).

Habermas está consciente de que su analogía entre el psicoanálisis y la


teoría social crítica es selectiva com o todas las analogías, y se ha defendido

1
256 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

de la acusación de que su propio entendimiento del psicoanálisis está idea­


lizado y errado.37 El uso que hace Habermas del modelo psicoanalítico está
determinado por su entendimiento de Hegel y Marx, y ló determina a su vez.
Si no contemplamos el análisis que hace Hegel de la autofoim adón y la
autorreflexión de los seres humanos desde el punto de vista del “ nosotros”
filosófico que examina y comprende este proceso, sino desde la perspectiva
de los sujetos que lo experimentan, cada una de las formas de la conciencia
puede entenderse com o una experiencia vital donde los sujetos se aferran
a lo que consideran su realidad. Es sólo en la elaboración dialéctica de estas
situaciones que confrontan los participantes en los conflictos y las contra­
dicciones existénciales implícitos en su situación, y advierten la disparidad
existente entre su “ certeza” inicial y la “ verdad’V En el curso de esta expe­
riencia — que involucra una transformación cognoscitiva, afectiva y práctica
com o momentos de un solo proceso— hay un avance hacia la emancipación
y la autonomía. El ejemplo más famoso es la dialéctica del am o y el esclavo.
El esclavo se aferra inicialmente a su yugo y entiende su realidad com o el
esclavo del amo, sólo para descubrir a través de la experiencia del “ servicio
y la obediencia” — la condición del “ temor absoluto” — que tiene su propia
mente (d er eigene Sinn), y que su realidad n o se agota en el hecho de ser
esclavo del amo. Aquí el movimiento dialéctico — que según Hegel se traduce
inicialmente en la clase más abstracta de libertad para el esclavo— carac­
teriza cada una de las formas sucesivas de la conciencia.38 En cada etapa
hay un momento crítico de iluminación que disuelve la forma determinada
de la falsa conciencia que ha aprisionado al sujeto. Habermas critica acer­
bamente a Hegel por ordenar las sucesivas formas de la conciencia en una
sola historia de la realización del Geist, pero esto n o aminora su convicción
de que Hegel entendió y captó la experiencia de la autorreflexión.
Sin embargo, Habermas conviene con M arx en que la dialéctica totali­
zadora del Geist es una falsificación; que Hegel no pudo entender las formas
históricas concretas en que se forman los hombres a través de la labor; y
que la experiencia de la autorreflexión se ve sistemáticamente distorsionada
por estas condiciones materiales históricas de la producción. Habermas acusa

37 Véanse algunas criticas a la interpretación que hace Habermas de Freud y su


analogía entre el psicoanálisis y la teoría crítica en Christopher Nichols, “ Science or
Reflection: Habermas on Freud” , Philosophy of the Social Sciences, 2 (1 9 7 2 ); H.
J. Geigel, “ Reflexión und Emanzipation” , y H. G. Gadamer, “ Rhetorik, Hermeneutik
und Ideologiekritik” , en Hermeneutik und Ideologiekritik. En cuanto a las réplicas
de Habermas a tales críticas, véase la nueva introducción a Theory and Practice,
y “ A PostScript to Knowledge and Human Interests” .
38 Véase la interpretación qué hace Alexánder Kojéve de lá dialéctica ámo-esclavo
en Introduction to the Reading •of Hegel.
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 257

a Marx de sucumbir ante una forma invertida del reduccionismo de Hegel


donde se interpreta la autoformación de la especie humana exclusivamente
a través de la dialéctica de la labor, pero sostiene que M arx nos ha mostrado
la naturaleza de la crítica. En la senda que conduce a un análisis específico
detallado de las estructuras y la dinámica del capitalismo, la crítica de Marx
se guía por un interés emancipatorio. La intención primordial no es la reve­
lación de las leyes férreas de la economía política desde una perspectiva
desinteresada; en efecto, en la medida en que M arx habla de esta manera,
Habermas sostiene que está traicionando su propia intención crítica. Más
bien, M arx trata de aportar una interpretación detallada del capitalismo
que dé al proletariado un entendimiento verdadero de su situación histórica
y conduzca a la praxis revolucionaria. Habermas no ve en El capital nin­
gún rompimiento abrupto con las especulaciones anteriores de Marx, sino
el cumplimiento de una promesa de crítica formulada en sus primeros es­
critos.3
39 Son numerosas las críticas de Habermas contra M arx: que deben
8
revisarse a fondo las categorías más básicas de una crítica de la economía
política; que Marx sucumbió a veces ante un entendimiento positivista de
la crítica y lo apoyó; que no examinó los fundamentos epistemológicos de la
crítica misma; que incurre en un reduccionismo de muy graves consecuencias
intelectuales y prácticas. Sin embargo, sostiene Habermas que ahora deben
recuperarse y desarrollarse la teoría y la práctica de la crítica.
El esfuerzo de Habermas por recuperar y desarrollar más ampliamente
una teoría crítica de la sociedad basada en la crítica de la ideología de
Marx y en el psicoanálisis de Freud plantea muchos problemas complejos
que deben explorarse. Por supuesto, hay algunos problemas de interpreta­
ción. ¿Hasta qué punto es correcta la interpretación de Freud y M arx a
manos de Habermas? ¿Soportarán un escrutinio racional las analogías esta­
blecidas por Habermas entre la crítica practicada por M arx y Freud y una
teoría crítica de la sociedad misma? Pero para los fines de esta investigación,
los problemas más importantes y difíciles se refieren al esfuerzo sistemático
de Habermas por articular y justificar la crítica com o una form a peculiar de
conocimiento con su propia integridad epistemológica. Éste ha sido uno
de los objetos principales del ataque de sus críticos.
En sus investigaciones posteriores a la publicación de Knowledge and

38 Esto indica el desacuerdo más claro entre la interpretación de M arx hecha por
Habermas y la de Althusser. Este último afirma haber descubierto una transformación
epistemológica radical en el desarrollo de M arx: una transformación entre el joven
Marx humanista y el Marx genuinamente científico. Este desacuerdo involucra algo
más que el intento por “ redescubrir” al Marx histórico. D e acuerdo con Habermas,
la importancia de Marx para nosotros radica en su práctica de la critica; para
Althusser, Marx es el originador de una nueva ciencia definitiva.
258 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

Human Interests ha destacado la preocupación por una aclaración y una


justificación detalladas de la crítica. Aunque la teoría social del conocimiento
de Habermas — que incluye los intereses técnicos, prácticos y emancipato-
rios— tiene objetivos sumamente ambiciosos, su reciente esfuerzo de ela­
boración de una teoría comprensiva de la competencia comunicativa, y de
defensa de una teoría consensual de la verdad, aspira a más aún. Habermas
se ha impuesto la meta de la elaboración de una teoría comprensiva de la
racionalidad que abarque la razón teórica y práctica, nada menos. Para
el efecto utiliza algunos de los recientes trabajos, más refinados y técnicos,
de la filosofía del lenguaje y la lingüística teórica. Este proyecto se encuentra
todavía en proceso en gran medida; el propio Habermas insiste en que hasta
ahora no ha logrado en realidad una teoría detallada, sino un bosquejo
de teoría y un programa de lo que necesita hacerse: un bosquejo que hasta
ahora es más sugerente que sustantivo y convincente.40

La competencia comunicativa y la racionalidad

Algunos observadores se han decepcionado ante este giro lingüístico de las


investigaciones de Habermas. Piensan que Habermas se ha vuelto tan “ refi­
nado” y “ sutil” que ha renunciado al intento de unir la teoría con la praxis.41
Hay algo de cierto en esta acusación. N o necesitamos ser marxistas vulgares
para apreciar que en última instancia, cuando el propio M arx se refirió a
la unidad de la teoría y la praxis, aludía a la praxis revolucionaria; no fue
sólo el autor de El capital, sino también un organizador político. A pesar
de las críticas y las modificaciones de M arx a manos de los teóricos críticos,
la promesa de la teoría crítica en su formulación original era una intención
práctica, que conduciría a la acción política revolucionaria. La entusiasta re­
aparición del interés por la teoría crítica en muchos jóvenes radicales de
los años cincuenta y principios de los sesenta derivó de esta esperanza. Su
rápido desencanto a fines de los sesenta reflejaba una amarga decepción:
la advertencia de que la teoría crítica no había proveído ninguna orientación
estratégica acerca de lo que debería hacerse.

40 Véase la lúcida exposición sistemática y discusión crítica que hace T. A.


McCarthy de la teoría compensiva de la competencia comunicativa de Habermas en
“ A Theory of Communicative Competence” , Philosophy of the Social Sciences, 3
(1973). Véase también a Albrecht Wellmer, “ Communication and Emancipation:
Reflections on the ‘Linguistic T u m ’ in Critical Theory” , Philosophy and Social
Theory, Stony Brook Studies in Philosophy, 1 (1974).
41 Véase a Oskar Negt, “ Revolution und Geschichte: Eine Kontroverse mit Jürgen
Habermas” , Politik ais Protest.
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 259

Además, el propio entendimiento de los teóricos críticos acerca de la


naturaleza de una teoría con intención práctica requiere la existencia de
un grupo o una clase de individuos a quienes se dirija primordialmente y
quienes sean los agentes de la revolución. Pero a medida que la teoría crítica
se volvía más refinada, esta demanda práctica central desempeñaba un papel
cada vez menor. Ningún teórico crítico, incluido Habermas, ha sido abso­
lutamente claro sobre este punto, com o lo fue Marx. ¿ A quién se dirige la
teoría crítica: a los colegas intelectuales? ¿Quiénes son los agentes de la revo­
lución: los estudiantes que leen estos libros esotéricos? Si los teóricos críticos
eluden estas cuestiones difíciles, ¿cuál es la diferencia entre una teoría cri­
tica de la sociedad y una ideología burguesa liberal? A pesar del homenaje
verbal que se rinde a Marx, ¿n o están traicionando los teóricos críticos lo
que aun ellos consideran el núcleo vital del marxismo: el desarrollo dé una
teoría con genuina intención práctica? ¿Cuál es la diferencia entre la con­
cepción enrarecida de la teoría crítica y los errores de los jóvenes hege-
líanos que M arx atacó y expuso tan despiadadamente?
Estas interrogantes no pueden dejarse de lado, aunque no podemos decir
que Habermas no haya luchado seriamente con ellas. Volveré a ocuparme
de este asunto cuando considere las reflexiones más recientes de Habermas
sobre la relación de la teoría y la praxis. Sin embargo, es importante qué
veamos por qué ha tomado Habermas un “ giro lingüístico” , lo que esto sig­
nifica para él, y cóm o surgieron los problemas que ahora examina de sus
primeras investigaciones, en las que estaban implícitos. Estos problemas cen­
trales pueden relacionarse directamente con lo que he tratado de mostrar
en el curso de esta investigación.
El bosquejo que hace Habermas de una teoría comprensiva de la com­
petencia comunicativa debe entenderse en el contexto de la búsqueda dé
una teoría comprensiva de la racionalidad, un tema que ocupa un lugar
más central en diferentes líneas de la investigación filosófica, social y política.
A pesar de los numerosos y diversos ataques formulados contra un en­
tendimiento positivista del conocimiento y de la ciencia, sería irresponsable
la omisión del desafío planteado por el positivismo, un desafío que puede
formularse así: cualesquiera que sean los desacuerdos que puedan surgir
acerca de las características de las Ciencias naturales, las matemáticas y la
lógica, no puede haber duda de que estas disciplinas son los modelos del
conocimiento garantizado. Una de las motivaciones profundas de la restric­
ción del dominio del conocimiento legítimo a estas disciplinas o las que
puedan seguir su modelo, fue el rechazo de la creencia en la existencia de
otras formas de conocimiento y otros medios de obtención del conocimiento.
Los positivistas sostuvieron que, cuando examinamos estos otros pretendientes
del conocimiento, descubrimos que carecen de lo que caracteriza al cono­
260 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

cimiento científico: procedimientos racionales para la prueba, la validación


y el rechazo de las hipótesis.
Los positivistas recalcitrantes nunca se han satisfecho con pronunciamien­
tos generales y manifiestos; se requieren una formulación y una explicación
claras y rigurosas. Pocos movimientos en la historia de la filosofía han esta­
blecido tales criterios explícitos para las afirmaciones cognoscitivas legítimas,
los criterios que habrían de aplicarse a las propias tesis de los positivistas.
Esta exigencia ha sido una de las grandes virtudes del positivismo, el que
dice a sus adversarios: si ustedes afirman que hay otras formas de conoci­
miento y otros medios para probar las pretensiones de conocimiento, deben
enunciar en forma clara y rigurosa cuáles son tales formas y medios, y
proveer justificaciones convincentes de su legitimidad.
Sin embargo, es precisamente esta virtud central del positivismo lo que
condujo a su caída. N o hay una sola tesis importante, formulada por los
positivistas del siglo m o por el Círculo de Viena, que no haya sido devas­
tadoramente criticada cuando se la midió con los criterios de argumentación
filosófica de los propios positivistas. Se han abandonado las formulaciones
originales de la dicotomía analítico-sintética y el criterio de verificabilidad
del significado. Se ha demostrado efectivamente que el entendimiento que
tienen los positivistas de las ciencias naturales y de las disciplinas formales
está excesivamente simplificado. Cualquiera que sea nuestro juicio final acer­
ca de las disputas actuales de la filosofía postempirista y la historia de la
ciencia — disputas entre kuhnianos, popperianos, y rebeldes com o Paul Feye-
rabend, Imre Lakatos y Stephen Toulmin, al igual que moderados tales
com o Dudley Shepare, Peter Achinstein, Mary Hesse y Ernán M cM ullin— ,
existe un acuerdo racional acerca de la inadecuación del entendimiento posi­
tivista original de la ciencia, el conocimiento y el significado. Pero si el
positivismo está fundamentalmente errado, ¿cuál será una explicación co­
rrecta de la ciencia y el conocimiento? Hay feroces desacuerdos entre quienes
subrayan características diferentes de la investigación científica.
Sugerí antes que el m ejor procedimiento para la apreciación de la apor­
tación de Kuhn a esta discusión es la captación de la importancia de las
nuevas interrogantes que plantea y las líneas de investigación que ha abierto,
en lugar de maldecirlo por las soluciones o ausencia de soluciones que pro­
pone. Muchas de estas interrogantes importantes se centran en la naturaleza
de la racionalidad. La presentación más clara de la idea central de Kuhn
acerca de los “ cambios de paradigma” , o de la decisión entre orientaciones
teóricas rivales, es la aseveración de que, aunque esto involucra procesos
racionales — y no es cuestión de capricho, fiat arbitrario, o decisión irra­
cional— , nuestras teorías comunes de la racionalidad n o son suficientemente
ricas para iluminar estos procesos en forma adecuada. Aunque Kuhn sub­
LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 261

raya la importancia de las “ técnicas persuasivas” y de la “ conversión” , es


claro que quiere distinguir entre los medios racionales de la persuasión y
los medios no racionales o irracionales.
Cuando se examinan las investigaciones de Kuhn desde este punto de
vista, podemos verlas también com o parte de un movimiento más amplio y
de un cambio de orientación de la filosofía reciente. Los problemas que
ahora enfocamos no son problemas localizados, restringidos a la posición y
la elección de paradigmas o teorías en las ciencias naturales. Surgen pro­
blemas iguales o análogos cuando se trata de aclarar lo que entendemos en
general p or esquemas o marcos conceptuales alternativos, y cuáles procesos
están involucrados cuando un esquema conceptual constituye o desplaza a
otro. En muchas áreas de la discusión reciente — incluidos el problema de
la mente y el cuerpo, el materialismo científico y el realismo, la teoría de la
acción, y la teoría del significado y la referencia— , los filósofos están afron­
tando ahora problemas básicos similares: problemas de la teoría de la ra­
cionalidad.42
La teoría de la competencia comunicativa de Habermas, llamada por él
“ pragmática universal” , trata de investigar sistemáticamente “ las estructuras
generales que aparecen en toda situación de discurso posible, producidas
ellas mismas mediante la actuación de tipos específicos de expresiones lin­
güísticas, y que sirven para situar pragmáticamente las expresiones generadas
por el orador lingüísticamente competente” . De acuerdo con el espíritu con
que he examinado hasta ahora la obra de Habermas, voy a centrarme en
un solo tema básico para esta teoría, porque afecta directamente el enten­
dimiento epistemológico y la justificación de una teoría crítica de la sociedad.
Este tema puede aclararse planteando una objeción fundamental a la teoría
social del conocimiento de Habermas.
Parece haber una falta de simetría en el análisis que hace Habermas de
las disciplinas guiadas por un interés técnico y por un interés práctico, por
oposición a las disciplinas guiadas por un interés emancipatorio. En los dos
primeros casos, Habermas se interesa primordialmente por las condiciones

4í El interés y las controversias recientemente suscitados por la obra de John


Rawls, A Theory of Justice [hay ed. esp. FCE, 1979], se relacionan directamente
con la teoría de la racionalidad. Según Rawls, la idea principal de esta teoría de la
justicia se centra en “ los principios que aceptarían las personas libres y racionales pre­
ocupadas por promover sus propios intereses, en una posición inicial de igualdad, como
definitorios de los términos fundamentales de su asociación” (p. 11). Rawls está atacando
también los dogmas prevalecientes acerca de la naturaleza de la racionalidad hu­
mana. N o quiero subestimar las diferencias fundamentales que separan a Rawls de
Habermas, pero señalo que comparten un tema básico común: hay implicaciones
recíprocas entre los conceptos de la racionalidad, la libertad y la igualdad.
262 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

formales de .los tipos de conocimiento involucrados. Por ejemplo, la afirma­


ción de que las ciencias empíricas-analíticas están guiadas por un interés técnico
que requiere que los objetos estudiados estén constituidos en ciertas formas
para que formulen sistemas hipotético-deductivos, no prejuzga la cuestión
de cuáles esquemas teóricos serán corroborados o refutados en el curso de
la investigación científica. De igual m odo, la observación de los sentidos
en que difieren las disciplinas históricas-hermenéuticas de las ciencias em-
píricas-analíticas en cuanto a los “ objetos” que estudian, los métodos emplea­
dos en su estudio, y los criterios utilizados en la evaluación de interpretaciones
rivales, no prejuzga — ni ilumina— la cuestión de la forma en que debamos
juzgar diversas interpretaciones.
Pero un interés emancipatorio, y las disciplinas supuestamente guiadas
por él, parecen algo completamente diferente. Tal interés cognoscitivo no
es meramente formal, sino sustantivo y normativo. Tal interés dicta lo que
debe ser el objetivo de nuestro estudio de la sociedad y de la sociedad
misma: la emancipación humana. Habermas parece estar haciendo preci­
samente lo que censura en otros: introducir sus propios sesgos normativos
bajo el disfraz de un análisis objetivo de la razón y la autorreflexión. Inde­
pendientemente de lo que pensemos de tal entendimiento del papel de la
crítica, debemos reconocerlo com o es: una teoría normativa sustantiva que
no puede justificarse por una apelación a las condiciones formales de la
razón y el conocimiento.
Esta objeción es una variación de la afirmación de la existencia de una
dicotomía categórica e insalvable entre el hecho y el valor, el ser y el deber
ser, los modos descriptivos y prescriptivos del discurso. Para quienes aceptan
alguna forma de estas dicotomías, siempre ha parecido que hegelianos y
marxistas incurren en una confusión conceptual a pesar de sus afirmaciones
de haberlas “ superado” . Esta objeción se ha planteado con frecuencia contra
el propio Marx. Se afirma que la obra de M arx está informada por un es­
quema normativo de la forma que debería tener la sociedad, y que este sesgo
normativo es la base de su crítica de la economía política. En otro contexto
he sostenido que se comete un error fundamental cuando se contempla a
M arx en esta forma, ya sea para criticarlo o para defenderlo.43
L o que trata de establecer Habermas en su teoría de la competencia
comunicativa — a un nivel m ucho más abstracto y claramente epistemológi­
co— se asemeja a lo que trató de lograr M arx en su propia crítica de la
economía política. Sostiene M arx que las potencialidades dinámicas reales
para la transformación radical de esta situación histórica existente se en­
cuentran implícitas en las formas históricas concretas de la alienación y la

43 Véase Praxis and Action, parte I.


LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD m

explotación ahora existentes. La orientación de Marx, com o la de


revela una afinidad más fuerte con el pensamiento clásico — especialmente;
el de Aristóteles— que con pensadores modernos tales com o Hume. Es
cisamente mediante el estudio de lo que es — lo que existe ahora en jAMIj
forma histórica determinada— com o podemos describir las verdaderas¡
tencialidades históricas de los seres humanos. Podemos hacer esto porque rjjfla
suponemos que lo ahora existente es algo opaco que debe tomarse com o un dAfa
bruto; más bien es una expresión histórica de lo esencial. H egel diría que;
lo esencial se revela o manifiesta (erscheinen) mediante la apariencia; Maiqt
diría que lo ahora existente es en sí mismo el resultado de una forma histór
ricamente alienada de la producción humana que puede transformarse radi­
calmente. Si hablamos el lenguaje de las normas — un lenguaje del que
sospechaban profundamente tanto Hegel com o M arx porque siguiere que las
normas se “ apartan” de lo que es— , diríamos que las normas no se rela­
cionan externamente con lo que en efecto hacen los seres humanos, sino
que se presuponen y anticipan en las formas de acción alienadas, determi­
nadas, mediante las cuales se configuran a sí mismos los hombres.
En una forma similar, Habermas sostiene que el discurso humano — aun
en sus formas sistemáticamente distorsionadas— presupone y anticipa una
situación de discurso ideal donde existen las condiciones teóricas y prácticas
para la comunicación y el diálogo sin restricciones. Para explicar lo que esto
significa, necesitamos aclarar una distinción que desempeña un papel cada
vez más importante en la obra más reciente de Habermas: la distinción exis­
tente entre la acción y el discurso.
La acción comunicativa — que puede involucrar el discurso y la comuni­
cación no verbal— requiere un consenso sobre los antecedentes que se acepta
o se da por sentado, mientras que el discurso surge cuando este consenso
sobre los antecedentes se ve perturbado o cuestionado:

Los discursos ayudan a verificar las pretensiones de verdad de las opi­


niones (y las normas) que los oradores ya no toman por sentadas. En el
discurso, la “ fuerza” del argumento es la única compulsión permisible, mien­
tras que la búsqueda cooperativa de la verdad es la única motivación per­
misible. Debido a su estructura comunicativa, los discursos no compelen
a sus participantes a actuar. Ni aceptan los procesos que pueden permitir
la adquisición de información. Están privados de acción y de experiencia.
En la relación existente entre los discursos y la información, esta última
se introduce en aquéllos. El producto de los discursos... es el reconoci­
miento o el rechazo de pretensiones de verdad problemáticas. Los discursos
no producen otra cosa que argumentos.44
** Jürgen Habermas, “ A PostScript to Knowledge and Human Interests” , Philo-
sophy of the Social Sciences, 3 (19 73 ), p. 168.
X JH JK IA CRITICA DE LA SOCIEDAD'

Habermas está muy consciente de que esta caracterización del discurso es-
una construcción teórica; en la vida real, la distinción existente entre la
acción comunicativa y el discurso comunicativo es fluida, n o fija. Habermas
utiliza esta construcción para volver m ucho más explícitas que en sus obras
anteriores las distinciones existentes entre la experiencia, la acción y la ar­
gumentación. Afirma Habermas que hay algunos rasgos genéricos caracte­
rísticos de todos los discursos — universales constitutivos del diálogo— , así
com o algunos rasgos que nos permiten distinguir entre diferentes tipos y
niveles de discurso. Así pues, hay tipos peculiares de discurso correspondientes
a los diversos tipos de conocimiento guiado por los intereses cognoscitivos
primarios.
Basado en el entendimiento que tiene Wittgenstein de los juegos de len­
guaje, y en el análisis que hacen Austin y Searle de los actos de discurso
— así com o en el análisis de la competencia lingüística de Chomsky— , señala
Habermas que toda comunicación lingüística presupone un consenso sobre
los antecedentes. Puede considerarse que este consenso involucra cuatro pre­
tensiones de validez diferentes e irreducibles (Geltungsanspruche) , una de
las cuales es la pretensión de verdad subrayada en la cita precedente. Estas
pretensiones incluyen la posibilidad de comprensión del enunciado; la verdad
de su contenido de proposición (cuando se hacen afirm aciones); la legitimidad
o justicia de su contenido de actuación; y la veracidad del orador. En los
contextos normales de la acción comunicativa, no se cuestionan estas cuatro
pretensiones; pero cuando un juego de lenguaje se ve perturbado, o se
derrumba el consenso sobre los antecedentes, se requerirá la forma y el nivel
apropiados del discurso para evaluar la pretensión implícita de validez. Podrá
cuestionarse cualquiera de las cuatro pretensiones.45
T al cuestionamiento provoca un discurso donde se examina y se somete
a prueba la pretensión de validez pertinente. El discurso trata de distinguir
entre un consenso aceptado — que ahora se cuestiona— y un consenso ra­
cional. Las pretensiones de validez implícitas en la situación de discurso ini­
cial deben juzgarse entonces en relación con la argumentación del discurso
apropiado. Es la argumentación misma lo que constituye la base para deter­
minar si un consenso es racional o no. Esto no quiere decir que no podamos
estar errados en algún caso dado: podemos juzgar racional un consenso cuando
nuevas reflexiones y argumentaciones indiquen que no lo es.
¿Cuáles son los criterios que nos permiten determinar si el consenso lo­

45 Acerca de las cuatro pretensiones de validez, véase la nueva introducción a


Theory and Practice, p. 18; y “ Vorbereitende Bermerkungen zu einer Theorie der
kommunikativen Kompetenz” , Theorie der Gesellschaft oder Sozialtecknologie - Wns
Leistet die Systemforschung?
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 265

grado es racional? ¿Cuáles son los criterios de la propia argumentación?


Habermas sostiene que no hay procedimientos de decisión fijos o criterios
explícitos que distíngan definitivamente un consenso racional de otro que no
lo sea; sólo podemos recurrir a la argumentación misma. Pero podrá obje­
tarse que esto sólo lleva la cuestión un paso más atrás. La argumentación pre­
supone un consenso-, ¿de qué otro m odo podemos convenir racionalmente
en lo que sean argumentos sensatos o insensatos, o mejores y peores? Pare­
cemos encontramos en el umbral de un círculo vicioso de regreso infinito.
Habermas no sólo estará consciente de esta posibilidad, sino que desarrolla
su argumento para mostrar la posibilidad en toda su fuerza.
¿H ay alguna solución? Habermas cree que sí: lo que se requiere es un
entendimiento del sentido en que un acto de discurso ideal está a la vez
presupuesto y anticipado en cada acto de discurso:

Por mucho que se deforme la intersubjetividad del entendimiento mutuo,


el diseño de una situación de discurso ideal está necesariamente implícito
en la estructura del discurso potencial, porque todo discurso, aun el engaño
intencional, está orientado hacia la idea de la verdad. Esta idea puede
analizarse en relación con un consenso logrado en el discurso irrestricto y
universal. En la medida en que dominemos los medios para la construcción
de la situación de discurso ideal, podremos concebir las ideas de verdad,
libertad y justicia, que se penetran recíprocamente, aunque por supuesto
sólo com o ideas. Sin embargo, si sólo dependemos de la fuerza de la com­
petencia comunicativa, e independientemente de las estructuras empíricas
del sistema social al que pertenecemos, estamos totalmente incapacitados
para realizar la situación de discurso ideal: sólo que podemos anticiparla.*®

La teoría de la competencia comunicativa de Habermas puede entenderse


com o un esfuerzo de elucidación y justificación de las afirmaciones anterio­
res. Trata de proveer un análisis de los actos de discurso que demuestre
que el fundamento normativo de lo que requiere el discurso ideal se encuentra
implícito en el discurso. Afirmar que “ el diseño de una situación de discurso
ideal está necesariamente implícito en la estructura del discurso potencial”
equivale a afirmar que todo acto de discurso pretende implícitamente la va­
lidez: una pretensión que puede evaluarse racionalmente en el discurso ideal.
En la interacción comunicativa normal no cuestionamos estas pretensiones de
validez, pero cualquiera de ellas puede ser cuestionada, en cuyo caso deberá
establecerse la corrección de la pretensión. Esto requiere a su vez un discurso
que presuponga y anticipe el discurso ideal.

<« Jürgen Habermas, “ Towards a Theory of Communicative Competence” , Inquiry,


13 (19 70 ), p. 372.
266 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

¿Pero qué es el “ discurso ideal” ? El discurso ideal es lá forma del discur­


so donde no existe otra compulsión que no sea la de la argumentación misma;
donde hay una simetría genuina entre los participantes involucrados, que
permite un intercambio universal de los papeles del diálogo; donde no existe
ninguna forma de dominación. El poder del discurso ideal es el poder de la
argumentación misma. L o que Habermas llama discurso ideal se asemeja
notablemente al entendimiento que tiene Peirce de la comunidad ideal de
investigadores: un paralelo que Habermas reconoce ampliamente. Com o Peir­
ce, Habermas cree que tal ideal está presupuesto y anticipado en toda bús­
queda — aun en la búsqueda deformada— , y que sirve como el criterio deci­
sivo para toda búsqueda dada.
Pero debemos advertir también el giro práctico del gran argumento de Ha-
bermas. Esto se indica en la cita anterior por la conexión que establece
Habermas entre la verdad, la libertad y la justicia. Si investigamos lo que se
requiere para aproximarse siquiera a tal discurso ideal y tal diálogo ideal,
advertiremos que exige una “ forma de vida ideal” , donde las instituciones
y las prácticas sociales objetivas existentes permitan el discurso libre, simé­
trico, responsable, irrestricto. La situación de discurso ideal requiere la exis­
tencia de una comunidad ideal, y tal forma de vida se manifiesta a través del
discurso.47 Por eso insiste Habermas en que “ si sólo dependemos de la fuerza
de la competencia com unicativa... e independientemente de las estructuras
empíricas del sistema social al que pertenecemos, estamos totalmente incapa­
citados para realizar la situación de discurso ideal; sólo podemos anticiparla”
(sin subrayado en el original).
Habermas tiene algunas reservas para hablar de tal ideal com o si fuese
regulador — porque puede convertirse en una parte constitutiva de las inter­
acciones humanas-—, pero la idea que tiene de su situación se asemeja mucho
a la de Kant cuando subraya que el ideal está presupuesto y anticipado en
el discurso, y que puede ejercer un poder regulador sobre los hombres. T . A.
McCarthy ha resumido sucintamente la cadena de razonamiento que lleva
a Habermas a esta conclusión:

El análisis del discurso revela que se orienta hacia la idea de la verdad


[en términos más generales, hacia la idea de la validez — R. J. B.]. El
análisis de la “ verdad” conduce a la noción de un consenso logrado por
el discurso. El análisis del “ consenso” revela que este concepto involucra
una dimensión normativa. El análisis de la noción de un consenso fundado
lo liga a una situación de discurso libre de toda restricción externa e
interna, es decir, donde el consenso resultante se debe simplemente a la

47 Véase una aclaración del significado y de las condiciones del “ discurso ideal”
en Jurgen Habermas, “ Wahrheitstheorien” .
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 2«?

fuerza del mejor argumento. Por último, el análisis de la situación de


discurso ideal revela que involucra ciertos supuestos acerca del contexto
de interacción donde se ubica el discurso. El resultado final de esta cade­
na de argumentación es que la estructura misma del discurso involucra la
anticipación de una forma de vida donde son posibles la autonomía y
la responsabilidad. “ La teoría crítica de la sociedad toma esto com o su
punto de partida.” Por lo tanto, su fundamento normativo no es arbitrario
sino que es inherente a la estructura misma de la acción social que analiza.48

Cada etapa de este gran argumento requiere una explicación, aclaración y jus­
tificación mucho más cuidadosas y detalladas para ser racionalmente persua­
siva.49 Pero los problemas localizados por Habermas son los que deben afron­
tarse para avanzar en la teoría de la racionalidad y en la justificación de la
idea misma de una teoría crítica de la sociedad. Ahora podemos ver cómo
contestaría Habermas a la objeción de que está introduciendo de contrabando
sus propios sesgos normativos sustantivos. Ciertamente no negaría que una
teoría crítica guiada por un interés emancipatorio es sustantiva y normativa;
pero tal fundamento normativo no es arbitrario e injustificado. El funda­
mento normativo de una teoría crítica está implícito en la estructura misma
de la acción social que analiza.50

T. A. McCarthy, “ A Theory of Communicative Competence” , Philosophy of


the Social Sciences, pp. 153-154.
Aunque se basa en la filosofía contemporánea del lenguaje y la lingüística teórica,
el argumento de Habermas revela notables semejanzas con el desarrollado por
Sócrates en Fedro. Sócrates también se interesa en las condiciones del discurso, y
sostiene que el análisis del discurso se orienta hacia la idea de la verdad, aun cuando
el discurso trate de engañar. Además, el análisis de la verdad conduce al análisis
de las condiciones del discurso ideal, el tipo de discurso característico de los ver­
daderos amigos filosóficos. Hay incluso una semejanza con las cuatro pretensio­
nes de validez especificadas por Habermas; cuando Sócrates analiza los requerimientos
del discurso, subraya la importancia de cada uno de estos aspectos. El argumento
de Sócrates trata de demostrar que todo discurso — aun el discurso engañoso de
Lisias— presupone y anticipa el discurso ideal. Y así como la línea de argumentación
de Habermas lo lleva a reconocer la relación recíproca existente entre el discurso
ideal, que es esencialmente diálogo, y una forma ideal de vida, el problema práctico
primario es para Sócrates la construcción o reconstrucción de una polis donde
pueda realizarse tal discurso ideal.
49 Véanse las observaciones críticas de T. A. McCarthy en “ A Theory of Communi­
cative Competence” , pp. 148 ss,
30 Véase la nueva introducción de Habermas a Theory and Practice, donde afronta
la acusación de que “ se introduce subrepticiamente la base normativa de una sociolo­
gía crítica” { TP, p. 15).
268 LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

Teoría y praxis

La noción que tiene Habermas de la relación existente entre la teoría y la


praxis — sobre todo a la luz de su distinción entre la acción y el discurso—■
es considerablemente más complicada de lo que pudo haber parecido origi­
nalmente. Puedo completar mi explicación e interpretación de Habermas re­
gresando a este tema. Ello proveerá también una base para evaluar la acu­
sación de que Habermas ha abandonado un esfuerzo serio de unificación
entre la teoría y la praxis.
En su nueva introducción a la cuarta edición de Theory and Practice,
afirma Habermas que

La mediación de la teoría y la praxis sólo puede aclararse si por principio


de cuentas distinguimos tres funciones, medidas en términos de criterios
diferentes: la formación y extensión de teoremas críticos, que pueden
soportar el discurso científico; la organización de procesos de ilustración
donde tales teoremas se apliquen y puedan someterse a prueba en una
forma singular por la iniciación de procesos de reflexión desarrollados den­
tro de ciertos grupos hacia los cuales se han dirigido estos procesos; y la
selección de estrategias apropiadas, la solución de cuestiones tácticas, y
la conducción de la lucha política. En el primer nivel se buscan enunciados
verdaderos; en el segundo, iluminaciones auténticas; en el tercero, deci­
siones prudentes (T P , p. 32).

Habermas trata ahora de distinguir cuidadosamente lo que parecía estar


mezclado en su trabajo anterior. Con la introducción del concepto del dis­
curso, donde se analizan, prueban y evalúan “ pretensiones problemáticas de
validez de las opiniones y normas” , mediante la forma de argumentación
apropiada, volvemos “ inoperantes todas las motivaciones que no sean la de
una disposición cooperativa a llegar a un entendimiento” . “ Por lo tanto, el
discurso requiere la virtualización de restricciones a la acción” (T P , p. 18).
En este sentido, Habermas subraya la dimensión de la tradición de la theoria
que requiere, en la búsqueda de la verdad, poner entre paréntesis las restric­
ciones de la acción; la norma primordial es la búsqueda y la persecución del
mejor argumento.
L o peculiar de la noción que tiene Habermas del discurso teórico es que
ya no puede concebirse con referencia a un ego o una conciencia solitarios;
es esencialmente un proceso lingüístico intersubjetivo que requiere una comu­
nidad de investigadores. C om o Peirce, Habermas quiere insistir en que se
trata de un proceso eminentemente falible y autocorrectivo que nunca puede
alcanzar una finalidad absoluta. La naturaleza misma de la argumentación
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 269

presupone la posibilidad de una nueva argumentación. Tal discurso teórico


busca los “ enunciados verdaderos” , y los criterios para la prueba y evaluación
de tales pretensiones de verdad son las normas intersubjetivas aceptadas por
una comunidad de investigadores libre e irrestricta.
Establecí antes una distinción entre la forma del conocimiento ejempli­
ficada por el psicoanálisis de Freud y la crítica de la ideología de Marx, y
las afirmaciones sustantivas de estas disciplinas. Ahora podemos ver por qué
es tan importante esta distinción. Tanto el psicoanálisis com o la crítica de
la ideología se basan en “ teoremas críticos” referentes, respectivamente, a la
psique humana y a la naturaleza de la economía política. Estos teoremas
críticos están también sujetos a nueva argumentación en el discurso teórico.
En efecto, la crítica que formula Habermas contra la crítica de la ideología
de M arx y la noción que tiene Freud de la psique humana puede entenderse
com o una continuación del discurso teórico requerido para la prueba, la
evaluación, la modificación y aun el rechazo de lo que ya no pueda sostenerse
racionalmente.
Si esto fuese todo lo que Habermas tiene que decir acerca de la naturaleza
de la teoría y del discurso teórico, habría escasa diferencia tal vez entre sus
aseveraciones y las de los naturalistas, los analistas conceptuales y los feno-
menólogos. A lo sumo, los tres enfoques han subrayado que en la evaluación
de las pretensiones de conocimiento acerca de la realidad social y política
deben ponerse entre paréntesis las restricciones de la acción; sólo la propia
argumentación puede aclarar, explicar y justificar las pretensiones de cono­
cimiento. Y Habermas está de acuerdo: distorsionaríamos groseramente su
pensamiento si afirmáramos que Habermas está negando o comprometiendo
este ideal de la búsqueda racional. Por el contrario, Habermas ha mostrado
que gran parte de la investigación social y política que profesa una adhesión
a tal ideal se queda muy lejos de él. Así pues, podemos enunciar en la forma
más clara la postura de Habermas afirmando que una concepción de la teoría
social y política que se limite a las condiciones ideales del discurso teórico
nos deja con una visión miope de la relación existente entre la teoría y la
praxis.
La segunda función involucrada en la mediación de la teoría y la praxis
es “ la organización de procesos de ilustración, donde tales teoremas [críticos]
se apliquen y puedan someterse a prueba en una forma singular por la ini­
ciación de procesos de reflexión desarrollados dentro de ciertos grupos hacia
los cuales se han dirigido estos procesos” . Esta segunda función tiene en sí
misma una dimensión teórica y una dimensión práctica. La dimensión teó­
rica nos revela la necesidad de proveer una aclaración epistemológica y una
justificación de esta forma de conocimiento, es decir, de la crítica. Así pues,
los resultados del discurso teórico no son neutrales en relación con la acción.
270 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 1
Ni existe una brecha categórica e insalvable entre la explicación, el enten­
dimiento y la interpretación por una parte, y la praxis y la acción por la otra.
Es precisamente la aplicación de teoremas críticos garantizados en el proceso
de la iluminación lo que media entre la teoría y la praxis.
En la medida en que tal iluminación tenga éxito, se iniciarán ciertos pro­
cesos de autoireflexión y autoentendimiento entre aquellos a quienes se di­
rija, disolviendo así las relaciones y las resistencias de poder cosificadas.51 La
ausencia de tal iluminación puede deberse a muchos factores, y puede requerir
incluso una revisión de los mismos teoremas críticos que se han presumido
probados. En consecuencia, hay una relación recíproca y dinámica entre el
discurso teórico que trata de establecer teoremas críticos y la aplicación y
prueba de estos teoremas en el contexto de la iluminación. La crítica es una
forma de “ conocimiento terapéutico” , no en el sentido degradado tan carac­
terístico de las modas contemporáneas, sino en el sentido clásico de la paideia
(educación) dirigida al cultivo, la formación y el “ viraje” de la psique
humana.
Habermas se ha concentrado en la aclaración y la justificación teóricas de
la crítica. Ahora deben estar claras las razones de este procedimiento: gran
parte del pensamiento moderno ha atacado en forma implícita o explícita la
legitimidad misma de esta forma de conocimiento. Pero Habermas no ha
sido muy iluminante acerca de las dimensiones prácticas de la organización
— en contextos políticos concretos — de los “ procesos de la ilustración” .
En su obra más reciente subraya Habermas la tercera función de la mé-
diación de la teoría y la praxis: “ la selección de estrategias apropiadas, la
solución de cuestiones tácticas, y la conducción de la lucha política” . Es en
relación con esta tercera función que contesta Habermas más directamente
la acusación de haber abandonado el proyecto de la búsqueda de una unidad
entre la teoría y la praxis. C om o Hegel y M arx — y al revés de algunos se­
guidores— , Habermas no cree que la aproximación de una conciencia trans­
formada en una situación histórica concreta conduzca automáticamente a

51 En sus obras posteriores a Knowledge and Human Interests, Habermas intro­


duce una distinción más refinada “ entre la reconstrucción y la ‘autorreflexión’ en
un sentido crítico” . En “ A PostScript to Knowledge and Human Interests” , escribe
Habermas: “ Sólo después de haber terminado el libro se me ocurrió que el uso
tradicional del término ‘reflexión’, que data del idealismo alemán, abarca (y con­
funde) dos cosas: por una parte, denota la reflexión sobre las condiciones de las
rapacidades potenciales de un sujeto que conoce, habla y actúa com o tal; por
otra parte, denota la reflexión sobre restricciones inconscientemente producidas a las
que sucumbe un sujeto determinado (o un grupo determinado de sujetos, o una
especie determinada) en su proceso de autoformación” (p. 182). Véase la sección
6 de esta posdata, donde se examina la importancia de esta distinción entre la
“reconstrucción” y la “ autorreflexión” .
LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 271

una acción política eficaz. Su pretensión es más fuerte aún: la teoría nunca
puede usarse directamente para justificar la acción política. Cuando se formula
esta demanda a la teoría — cuando se supone que los enunciados teóricos pue­
den proveer una autoridad absoluta para decidir lo que deba hacerse— ,
tanto la teoría com o la praxis se mutilan. “ La praxis estalinista ha proveído
la prueba fatal de que una organización partidista que procede com o ins­
trumento y un marxismo degenerado en una ciencia de la apología se com­
plementan demasiado bien” (T P , p. 36).

La teoría no puede tener la misma función para la organización de la


acción, de la lucha política, que para la organización de la ilustración. Las
consecuencias prácticas de la autorreflexión son ciertos cambios de la ac­
titud derivados de la visión de las causalidades del pasado, y en efecto
derivados de sí mismos. En contraste, la acción estratégica orientada hacia
el futuro, que se prepara en la discusión intema de ciertos grupos, lo que
ya presupone para ellos (com o la avanzada) la culminación afortunada
de los procesos de ilustración, no puede justificarse en la misma forma
por el conocimiento reflexivo (T P , p. 3 9).

N o puede subestimarse la importancia de las distinciones existentes entre


los contextos del discurso teórico no restringido, la ilustración, y la acción
política y estratégica. En cierto sentido, Habermas está mucho más cerca de
Hegel — y de Freud— que de Marx. Podríamos interpretar su pensamien­
to com o un alejamiento de Marx hacia Hegel, porque ahora queda claro
que el objetivo inmediato de la crítica es la iluminación de las causalidades
del pasado. Por lo tanto, la crítica es retrospectiva en la medida en que
trata de iniciar la autorreflexión mediante la cual cobramos conciencia, y nos
liberamos, de las compulsiones históricas del pasado. Pero tal “ liberación”
no resuelve el problema de lo que deba hacerse. C om o advirtió tan brillan­
temente el propio Hegel — algo que sus intérpretes suprimen o minimizan con
frecuencia— , la libertad que se produce cuando el esclavo advierte que tiene
una mente propia es sólo el tipo de libertad más abstracto y vacío. Todavía
no es una libertad concreta, y puede surgir en un mundo donde nada haya
cambiado sustancialmente.
Pero sería un error pretender que Habermas se está alejando simple­
mente de M arx hacia Hegel, ya que está iluminando un problema funda­
mental que debe encarar quienquiera que tome en serio a Marx. La teoría
crítica trata de proveemos de un entendimiento correcto y profundo de nuestra
situación histórica. Tal teoría sólo puede volverse eficaz — una fuerza ma­
terial— en la medida en que interprete correctamente esta situación e inicie
la autorreflexión. La teoría entendida en esta forma está relacionada ínti­
mamente con la formación de un consenso político entre quienes persiguen
272 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

la acción estratégica pero no desempeña, ni puede desempeñar, el papel


de la legitimación y la justificación de lo que deba hacerse.

La organización de la acción debe distinguirse de este proceso de ilustra­


ción. La teoiía legitima el trabajo de ilustración, además de proveer su
propia refutación cuando la comunicación fracasa, y en todo caso puede
ser corregida, pero en m odo alguno puede legitimar a fortiori las decisiones
riesgosas de la acción estratégica. Las decisiones de la lucha política no
pueden justificarse de partida teóricamente y luego ejecutarse en la orga­
nización. A este nivel sólo puede existir la justificación del consenso buscado
en el discurso práctico, entre los participantes, quienes en la conciencia de
sus intereses comunes y su conocimiento de las circunstancias, de las con­
secuencias pronosticables y de las consecuencias secundarias, son los únicos
que pueden saber los riesgos que están dispuestos a correr, y con cuáles
expectativas. N o puede haber ninguna teoría que de partida pueda ase­
gurar una misión histórico-mundana a cambio de los sacrificios potenciales
(T P , p. 33).

Algunos interpretarán esta insistencia en la brecha que separa la justificación


teórica de la acción política o estratégica com o una gran “ huida” . Quienes
piensan que la unidad de la teoría y la praxis significa — o debiera signi­
ficar— que la teoría nos dirá precisamente cóm o “ cambiar el mundo” , en­
contrarán inevitable esta conclusión. N o advierten — ya sean “ marxistas vul­
gares” o ingenieros “ burgueses” — que están tratando de reducir toda la
acción política al control y la manipulación técnicos. L o que quieren es una
teoría o una ciencia tan segura y bien fundada que provea, para siempre,
procedimientos de decisión autorizados para lo que deba hacerse. Irónicamen­
te, esos “ marxistas” que sostienen la posibilidad de alcanzar tal ciencia — o
que ya la tenemos— son la verdadera progenie de ese gran pensador burgués,
Hobbes. Tales personas no disputan el ideal implícito en el proyecto de Hob-
bes: que puede alcanzarse un entendimiento científico de los seres humanos
y de la sociedad que provea una base definitiva para la reconstrucción o la
“ revolucionización” de la sociedad. Sostienen que el marxismo, “ correctamen­
te” entendido, ha cumplido o está cumpliendo esta promesa; es la ciencia
“ verdadera” que se opone a todas las formas de la ideología. N o pueden
advertir que esto convierte a la ciencia misma en ideología.
La oposición radical de Habermas a todos esos “ verdaderos creyentes”
— ya sean de la derecha o de la izquierda— nos trae de regreso a las inte­
rrogantes fundamentales que planteó al principio. Las tres funciones de la
mediación de la teoría y la praxis muestran cóm o responde Habermas estas
interrogantes. “ El rigor del conocimiento científico, que exige la moderna
filosofía social” , es pertinente para el nivel del discurso teórico. En el dis­
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 273

curso teórico buscamos una interpretación de la realidad social y política


basada en un entendimiento de las regularidades estructurales y los deter­
minantes causales que han configurado esta realidad. Buscamos el conoci­
miento nomológico, pero nuestro objetivo es “ la determinación de las situa­
ciones en que los enunciados teóricos captan regularidades invariables de la
acción social com o tal y las situaciones en que expresan relaciones ideológi­
camente congeladas de dependencia que en principio pueden ser transfor­
madas” ( K I , p. 310). Tales interpretaciones teóricas están sujetas sólo a
la compulsión del m ejor argumento. El discurso teórico es falible y auto-
correctivo; siempre está abierto a nuevas pruebas y críticas, porque ninguna
interpretación tiene certeza o autoridad absolutas. El propio discurso teórico
presupone y anticipa un discurso ideal desarrollado por una comunidad
ideal de investigadores.
. El discurso teórico está intima y dinámicamente relacionado con los pro­
cesos de ilustración característicos de la crítica sistemática. Provee. la base
para una interpretación profunda que nos permita alcanzar una iluminación
“ de las causalidades del pasado” .e iniciar la autorreflexión. Esto produce una
transformación cognoscitiva, afectiva y práctica en los sujetos, afectados.. En
la medida en que tal crítica logre iniciar una autorreflexión genuina, pro­
veerá una confirmación parcial de la corrección de los teoremas críticos esta­
blecidos en el discurso teórico. En la medida en que fracase, podrá requerirse
una revisión y una nueva argumentación acerca de la validez de nuestras
interpretaciones críticas. También aquí está señalando Habermas una am­
bigüedad fundamental intrínseca en la condición humana. Nunca estamos
en posición de saber con certeza absoluta que la iluminación crítica ha sido
eficaz, que nos ha liberado de las restricciones ideológicamente congeladas
del pasado, y ha iniciado la autorreflexión genuina. La complejidad, la fuerza
y la falacia de las formas de la resistencia; la inadecuación del mero “ enten­
dimiento intelectual” para lograr una transformación radical; el hecho de
que toda pretensión de entendimiento ilustrado puede ser una forma más
profunda y sutil de autoengaño: estos obstáculos nunca pueden darse com ­
pletamente por descontados en nuestra evaluación del éxito o el fracaso de
la crítica.
Cuando pasamos a las situaciones concretas que requieren el discurso
práctico dirigido hacia la acción política vemos con gran claridad cóm o
trata Habermas de cumplir la promesa del entendimiento clásico de la praxis,
en particular del entendimiento aristotélico. Tal discurso práctico está cimen­
tado en el discurso teórico y los procesos de la ilustración. Pero mientras
que la teoría y la ilustración informan el discurso práctico, ninguna teoría
puede legitimar las “ riesgosas decisiones de la acción estratégica” , ni garan­
tizar un papel histórico-mundano para los actores políticos. “ La única justi­
274 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

ficación posible a este nivel es el consenso buscado en el discurso práctico,


entre los participantes” (T P , p. 33).
Éste es el nivel de la praxis que requiere el juicio práctico y la pronesis.
El discurso practico orientado hacia la acción política no puede reducirse
al control técnico o a la aplicación técnica del conocimiento teórico, porque
esto distorsiona la vida social humana y el medio de la acción comunicativa.
Todas las líneas de las investigaciones de Habermas convergen en el énfasis
de que el problema práctico más urgente de nuestro tipo es la oposición a
todas las tendencias intelectuales y materiales que minen o supriman el dis­
curso práctico, y la búsqueda de las instituciones objetivas donde pueda reali­
zarse concretamente tal discurso práctico. De acuerdo con su propia confesión,
Habermas no ha avanzado mucho en la demostración de la forma en que
pueda lograrse esto en las sociedades tecnológicas avanzadas. Pero pocos
pensadores contemporáneos han sido tan perceptivos y sistemáticos en el des­
enmascaramiento y la crítica despiadada de las poderosas tendencias que cons­
piran para minar tal praxis, y en el señalamiento de la necesidad vital de
cumplir la promesa de la política clásica sin renunciar al rigor del cono­
cimiento científico.

Las dificultades insolutas de Habermas

El esfuerzo de Habermas por desarrollar una comprensiva teoría crítica de


la sociedad es extraordinariamente ambicioso, inmensamente sugerente y ex­
tremadamente frustrante. N o podemos dejar de admirar su conocimiento enci­
clopédico, su amplia perspectiva histórica, y su dominio de la investigación
actual de la filosofía y de las disciplinas sociales y políticas. Posee la rara
capacidad de entender desde adentro una gran diversidad de posiciones opues­
tas. Aun cuando rechacemos totalmente sus interpretaciones, reconocemos que
tales interpretaciones son siempre incisivas y provocativas. Tiene Habermas
un agudo sentido de los problemas fundamentales que deben afrontarse para
continuar el desarrollo de la teoría social y política. Combina la habilidad
analítica con un impulso hacia la síntesis y la totalidad en la búsqueda de
un entendimiento crítico de la vida social humana.
Pero las debilidades de Habermas son el otro lado de estas virtudes. Hay
en sus investigaciones una abstracción y una calidad programática poco
satisfactorias. Esta dificultad se debe en parte a la complejidad de los pro­
blemas, y a su esfuerzo constante por explorar territorios nuevos. Sin embargo,
con frecuencia captamos apenas lo que trata de decir Habermas en un
campo de la investigación cuando ya pasó a otro. Se mueve con demasiada
rapidez de una reconstrucción de la epistemología centrada en la primacía
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 275

de los intereses cognoscitivos a una teoría comprensiva de la competencia


comunicativa y una pragmática universal, y luego a una teoría de la evolución
social y la crisis potencial del capitalismo avanzado. Por supuesto, tal procedi­
miento tiene una justificación: en la m ejor tradición del pensamiento dialéctico,
Habermas nos muestra que, para aclarar y resolver problemas en un
área de investigación, debemos avanzar en problemas interrelacionados. Pero
la panorámica de Habermas es a veces tan amplia que se dejan sin resolver
algunas ambigüedades cruciales y se omite una especificación concreta con­
vincente.
Veamos, por ejemplo, el meollo de su teoría del conocimiento social: los
intereses primarios, constitutivos de conocimiento. Habermas n o establece
la precisa posición epistemológica de estos intereses o siquiera la posición
de la aseveración de la existencia de estos tres intereses primarios. Es claro que
quiere evitar dos extremos: que sean simplemente intereses empíricos
contingentes, o que se basen en un ego trascendente, situado más allá de la
historia humana. Habermas trata de demostramos que estos intereses se
basan en las condiciones mismas de la vida social humana, y se refiere
a ellos com o “ cuasitrasoendentes” . Pero esta designación no es muy útil
para aclarar su posición positiva. Muchos críticos han planteado diversas
objeciones a esta reconstrucción de la epistemología, y Habermas ha tratado
de contestar estas objeciones. Pero sus respuestas plantean muchos más pro­
blemas que los que resuelven. Habermas, quien ha realizado un proceso
constante de autocrítica, es mucho más eficaz para plantear interrogantes
pertinentes que para proveer respuestas claras, libres de ambigüedad.
El concepto calificado que presenta Habermas de lo trascendente o lo
“ cuasi-trascendente” se aparta tan radicalmente de la tradición de la filo­
sofía trascendente que va desde Kant hasta Husserl, que el uso de tales
términos oscurece más de lo que ilumina. M i controversia con Habermas
involucra m ucho más que el uso de la nomenclatura filosófica. Habermas quie­
re preservar la pretensión fundamental de la filosofía trascendente acerca
de la existencia de dominios de objetos, tipos de experiencia, y formas de
investigación correspondientes, categóricamente distintos. Pero no ha logra­
do establecer esta tesis central.
Las dificultades y ambigüedades insolutas que estoy ubicando no se
limitan a preocupaciones epistemológicas enrarecidas, sino que tienen la
consecuencia más grave para todo el pensamiento de Habermas. La estra­
tegia típica que utiliza para criticar a pensadores anteriores consiste en
una demostración de que tales pensadores confunden diversos niveles de acción
categóricamente distintos. Por ejemplo, según Habermas, M arx cometió el
error de estirar el concepto de la praxis para abarcar la acción instrumental
y la interacción simbólica. Hegel cometió el error de seguir un impulso
276 LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

monista que borró toda distinción entre diferentes niveles de acción, y de


sostener que tales niveles podrían incluirse en una sola dialéctica totalizado­
ra del Geist. Presumiblemente, Peirce sucumbe a la tentación de “ reducir”
toda la acción a la acción instrumental.32 Pero la validez de estas críticas
depende de la aceptación de las distinciones categóricas de Habermas. Las
acusaciones pueden volverse contra Habermas sosteniendo que trata de
introducir distinciones nítidas donde en realidad sólo hay continuidad.
Podemos ver esto claramente cuando Habermas utiliza los intereses pecu­
liarmente cognoscitivos y sus correspondientes dominios objetivos para de­
marcar tipos de investigación categóricamente distintos. A pesar de sus
protestas, empieza a parecer que Habermas incurre en el tipo de hipótesis
que tan brillantemente revela en otros.
La tesis de Habermas es que existen formas de conocimiento e investi­
gación categóricamente distintas pero interrelacionadas. Estos dos énfasis
deben destacarse, porque Habermas no sólo quiere preservar la unidad del
discurso racional sino también mostrar cóm o se diferencia tal discurso en
sus diversos modos. ¿Pero ha justificado Habermas realmente la impor­
tante aseveración de la existencia de formas de conocimiento e investiga­
ción categóricamente distintas? N o creo que lo haya hecho, por dos razones
primordiales: la primera se centra en su entendimiento metateórico de las
diversas disciplinas y la segunda en la práctica efectiva y las contro­
versias observadas dentro de estas disciplinas.
N o necesitamos negar que un interés cognoscitivo técnico ha desempe­
ñado un papel importante en la determinación de la historia y la forma
de las ciencias empíricas-analíticas, y que estamos viviendo una época en
la que hay un impulso incesante a lograr que todas las pretensiones de conoci­
miento satisfagan las demandas de un interés técnico. Habermas rastrea
con gran perspicacia las distorsionantes consecuencias teóricas y prácticas
involucradas en tal proyecto. Pero esto dista m ucho de la afirmación de
que las ciencias empíricas-analíticas están guiadas por un interés técnico que
determina la forma de conocimiento producida por tales investigaciones.
En varios puntos de este estudio he indicado que la filosofía y la historia
de la ciencia postempiristas están cuestionando a fondo las distinciones
categóricas que separan las ciencias estrictamente naturales de lo que Ha-
bermas llama las disciplinas históricas-hermenéuticas. Una de las lecciones
que podemos aprender de tales investigaciones es que las mismas caracterís­
ticas que se creyeron peculiares de las disputas surgidas en las disciplinas
históricas-hermenéuticas tienen sus analogías en las controversias surgidas en

S! Véase una evaluación crítica de la interpretación que hace Habermas de Peirce


en mi nueva introducción a la edición alemana de Praxis and Action.
LA TEORÍA CRÍTICA DÉ LA SOCIEDAD 277

lá‘ investigación de las ciencias naturales. La referencia a Un interés técnico


no basta para caracterizar a las ciencias empíricas-analíticas, porque en
sus mismos cimientos requieren principios de interpretación y una reso­
lución racional del conflicto de las interpretaciones.
De igual modo, cuando Habermas sostiene que las disciplinas históricas-
hermenéuticas operan en un “ marco metodológico” peculiar, su tesis es
sospechosa. En el contexto del pensamiento continental — especialmente del
pensamiento alemán— , con su tradición vital de la teoría y la práctica
de la hermenéutica, hay cierta pláusibilidad en la afirmación de qué tal
disciplina opera en un marco metodológico peculiar. Pero Habermas nunca
especifica plenamente este marco, ni afronta el reto de quienes sostienen
que existe una continuidad — no necesariamente una reducción— en todas
las formas de la investigación racional.
Es aquí donde podemos ver cóm o converge un segundo conjunto de
consideraciones con las metateóricas para poner en tela de duda las distin­
ciones categóricas de Habermas. L o que ha destacado más en las dis­
ciplinas histórico-hermenéuticas durante el último decenio es el intento
de aplicación de técnicas utilizadas con éxito en las disciplinas empíricas-
analíticas para el estudio de textos y de la historia. Sin duda se han for­
mulado pretensiones exageradas: el cientificismo ha proliferado en las
proclamas de quienes anuncian la “ nueva” historia o la “ nueva” arqueolo­
gía. Habermas no negaría que deban llevarse hasta sus últimos límites las
ciencias empírico-analíticas, o que nunca podremos pronosticar la impor­
tancia potencial de tales disciplinas para el entendimiento critico de la vida
humana. Pero el problema primordial de muchas de estas disputas internéis
consiste en saber si pueden hacerse en efecto nítidas distinciones categóricas.
N o puedo ver cóm o se resuelvan estos problemas con algún tipo de análisis
“ cuasi-trascendente” o trascendente. N o hay una frontera clara entre la
“ información” — el nombre que asigna Habermas a la producción cognos­
citiva de las ciencias empírico-analíticas— y el conocimiento práctico.
Las disputas recientes acerca del psicoanálisis y la psicoterapia ilustran
en forma más clara aún una observación similar. Hemos visto la gran
medida en que la proposición de Habermas de una forma peculiar del
conocimiento autorreflexivo, guiada por el interés emancipatorio, se basa
en su apelación al psicoanálisis y la critica de la ideología. Pero lo qUe en
realidad hace Habermas es ofrecemos una interpretación del psicoanálisis
que pone de relieve estos temas emancipatorios y autorreflexivos. Esta inter­
pretación de la situación psicoanalítica ha sido objeto, en sí misma, de
duros ataques. D e acuerdo con los psicoterapeutas conductistas, el éxito
que haya tenido aun el psicoanálisis clásico en la cura de pacientes no
se debe a nada parecido a los procesos de autorreflexión e iluminación
278 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

analítica subrayados por Habermas. L o que en realidad ocurre, según estos


psicoterapeutas, es un patrón com plejo de refuerzo negativo y positivo.
Además, afirman, una vez que entendemos mejor el tipo de condicionamiento
que ocurre entre el paciente y el analista, podemos perfeccionar las técnicas
y la eficacia de tal condicionamiento. N o trato aquí de apoyar esta
interpretación, sino de subrayar que las embrolladas disputas acerca de la
dinámica y la estructura de la situación terapéutica no pueden resolverse
mediante el análisis categórico.
Así pues, hay un profundo conflicto insoluto en Habermas, entre el
polo trascendente de su pensamiento que subraya distinciones categóricas
apriorísticas y las tendencias más pragmáticas que subrayan la continuidad
y las semejanzas y diferencias yuxtapuestas de todas las formas de la inves­
tigación racional. Habermas ha sido sumamente perspicaz y vigoroso en la
exposición de diversas formas del reduccionismo, ya asuman una forma
fisicista o histórica. Pero la alternativa que propone es sospechosa. Es una
ficción — y no una ficción metodológica útil— la sugerencia de la existen­
cia de tipos categóricamente diferentes de investigación y conocimiento.
Pero no es una ficción — sino el foco de las controversias más importantes
acerca de la naturaleza y los límites del conocimiento humano aplicado
a la investigación social y política— el espectáculo de la continuación enco­
nada de la batalla de los intereses cognoscitivos técnicos, prácticos y eman-
cipatorios rivales.
En la presentación de los grandes lincamientos de la teoría comprensiva
de la competencia comunicativa de Habermas he tratado de mostrar que
su bosquejo teórico no es una reflexión incidental ni un alejamiento de los
problemas centrales que lo han preocupado. Por el contrario, es aquí donde
Habermas trata de aclarar y justificar los fundamentos de una teoría crí­
tica de la sociedad. N o puede subestimarse lo ambicioso de su programa:
según Habermas, tal teoría trata de aclarar las características formales
de todos los actos de discurso. H e indicado que las investigaciones de Ha-
bermas publicadas hasta la fecha exponen a lo sumo la idea de tal teoría
— cóm o podría aparecer una pragmática universal-— y proveen unas cuantas
sugerencias fundamentales para su desarrollo. Pero aquí quiero enfocar
una dificultad central: una dificultad que, en una forma u otra, han en­
carado los teóricos críticos desde los primeros días.
Supongamos por el momento que Habermas puede aclarar y justificar
las etapas complejas de su gran argumento: que todo discurso potencial o
efectivo presupone y anticipa el discurso ideal, lo que a su vez requiere
las condiciones materiales — la forma ideal de la vida comunitaria-— donde
pueda realizarse en concreto tal discurso. Si puede justificarse esta línea de
argumentación, una consecuencia clara es que esta cadena de implicaciones
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 279

es cierta bajo cualesquier condiciones empíricas. Es tan cierta para el


individuo que conscientemente trata de engañar com o para los grupos que
utilizan una comunicación de autoengaño o sistemáticamente distorsionada.
Pero entonces debemos preguntarnos si tal teoría arroja alguna luz sobre
lo que lleva a los seres humanos a superar las formas de la comunicación
distorsionada y a buscar las condiciones requeridas por el discurso ideal.
L o que parece faltar aquí es alguna iluminación del problema de la
actividad y la motivación humanas. En una forma nueva tenemos el pro­
blema antiguo que han encarado todos los teóricos críticos: ¿bajo cuáles
condiciones se verán motivados los agentes que tengan un entendimiento
claro de su situación histórica a superar la comunicación distorsionada y
buscar una forma ideal de vida comunitaria? ¿Cuál es la dinámica con­
creta de este proceso? ¿Quiénes son o serán sus agentes?
Habermas podría replicar que si se exige a una teoría comprensiva de
la competencia comunicativa que conteste tales interrogantes se le estará
formulando una exigencia ilegítima. Tal teoría trata de proveer una re­
construcción racional de las condiciones formales requeridas por la com-
petencia comunicativa. Sólo después de que tengamos un entendimiento
claro de lo que requiere la competencia comunicativa podremos examinar las
formas históricas de la evolución social y las potencialidades reales del
desarrollo futuro. Pero no creo que tal réplica sea enteramente satisfac­
toria.
Según Habermas, hay tipos y niveles de acción categóricamente dife­
rentes involucrados en la formación social, y tipos diferentes de crisis
que pueden surgir en el desarrollo de la sociedad. Además, hay diversas
formas en las que pueden afrontarse o superarse estas crisis. Pero no hay
necesidad de que la resolución de una crisis asuma la forma de un
movimiento hacia una forma ideal de vida comunitaria. En realidad, ésta
es siempre una posibilidad real en opinión de Habermas, quien ha atacado
incisivamente a los que creen lo contrario y citan en su apoyo la comple­
jidad de las sociedades tecnológicas modernas. Pero aun si nos convenciera
la elocuente defensa que hace Habermas de tal ideal y de su relevancia
para nuestra situación histórica, querríamos saber si la forma actual de la
sociedad indica que podemos aproximarnos a tal ideal. ¿Tenemos razón
para pensar que los individuos se esforzarán por superar las formas distor­
sionadas de la comunicación? ¿Tenemos razón para creer que se realizará
el ideal presupuesto y anticipado en toda forma de comunicación en
opinión de Habermas, y no las posibilidades más ominosas que afrontamos?
Y desearemos obtener alguna iluminación — no un esquema— de las for­
mas de la actividad política que puedan alentar la realización o aproxi­
mación de este ideal.
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

Sugerí antes que en el pensamiento de Habermas hay una trama que


puede interpretarse com o un desplazamiento de M arx hacia HegeL Pero
ahora empieza a parecer que hubiese un retom o a Kant. Pareciera — en
esta coyuntura cm cial— que Habermas estuviese reformulando el impera­
tivo categórico de Kant. Debemos actuar en forma tal que promovamos
la realización del ideal que constituye la base de la vida racional; debe­
mos actuar de m odo que nuestras acciones promuevan la realización de
la forma ideal de vida comunitaria (¿e l reino de los fines?). Pero si
ésta es la dirección del pensamiento de Habermas, deberá confrontar el
grave reto presentado p or Hegel y M arx a la orientación kantiana, cuando
expusieron la forma en que tal “ noble” ideal puede volverse impotente en
el curso de la historia concreta.
Regresamos otra vez al problema central de la relación existente entre
la teoría y la praxis. Si queremos cumplir la promesa del desarrollo de Tina
teoría crítica con intención práctica, no bastará recuperar la idea de la
autorreflexión guiada por un interés emancipatorio. No bastará desarrollad
una crítica de la ideología y la sociedad contemporánea que exponga las
tendencias poderosas a la supresión del discurso práctico y la conversión
de toda racionalidad a la forma de una razón instrumental. Ni siquiera
bastará la demostración de que una teoría crítica puede servir para pro­
mover la ilustración y efectuar una transformación en los agentes po­
líticos.
T o d o esto es necesario. Pero com o muestra incisivamente Habermas, la
idea misma del discurso práctico — de individuos participantes en una
argumentación dirigida hada la formación racional de la voluntad— puede
degenerar fádlmente en un “ mero” ideal, a menos que se realicen concre­
tamente y se instituyan objetivamente las condiciones materiales requeridas
por tal discurso. Habermas, quien nos ha enseñado tan bien esta lec­
ción, no ofrece ninguna noción clara de la forma en que pueda lograrse
esto. Sirve de poco que se califiquen de “ estratégicos” tales problemas
concretos, porque ello sólo encubre nuestra ignorancia.53 N o planteo estas
críticas de Habermas sugiriendo que otros han triunfado donde él no ha
podido hacerlo. Por el contrario, en última instancia debemos afrontar ho­
nestamente la brecha que siempre ha existido —-y sigue existiendo— entre
la idea de tal teoría crítica de la sociedad y su realización práctica con­
creta.

63 Véase también la crítica de Habermas que hace Dick Howard en “ A Politics


in Search o f the Political” , Theory and Society, 2 (1 9 7 4 ); y la entrevista de Boris
Frankel con Habermas, “ Habermas Talking: An Interview” , Theory and Society,
2 (1974).
LA" TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

L a REESTRUCTURACIÓN DE LA TEORÍA SOCIAL Y "POLÍTICA'

Al principio de este estudio sostuve la existencia de coherencia?'*


dirección en lo que inicialmente parecen críticas diversas y no
de la ciencia social ortodoxa y la interpretación naturalista de l a 1
gación social y política. Ahora he utilizado materiales muy diversos1'« f o j
intento por evaluar sus puntos fuertes y débiles y por separar lo qué
bien de lo que está mal. Pero mi objetivo primordial ha sido la rev dá & fe
de la forma en que podamos interpretar con sentido crítico k» que
ha venido ocurriendo com o una contribución a la reestructuración dé lh
teoría social y política. En esta última sección quiero revisar algunas de las
etapas o momentos principales de esta reestructuración.
Volvamos a la imagen generalizada de la investigación social y polí­
tica que han adoptado en general los científicos sociales ortodoxos. Sin
reducir su noción a la caricatura, ni sugerir que la ciencia social ortodoxa
es más monolítica y homogénea de lo que en realidad es, hemos descu­
bierto supuestos básicos, actitudes y expectativas comunes. Hay un senti­
miento compartido de lo que es y lo que debiera ser el carácter de tal
disciplina, y de lo que constituya el conocimiento y la explicación cien­
tíficos. Tal noción refleja una orientación total que tiene consecuencias
sustantivas para la comprensión de la naturaleza del conocimiento empí­
rico, las relaciones existentes entre la teoría y la práctica, el hecho y el valor;
la dicotomía existente entre la teoría empírica y la teoría norma­
tiva; y la educación y el papel del teórico. El optimismo y la autocon-
fianza acerca de lo que puede alcanzarse y se alcanzará en las ciencias
sociales son mucho más reticentes y reservados que hace algunos decenios.
Pero sería ingenua la subestimación de la medida en que se comparten
todavía los supuestos básicos y las distinciones categóricas de una orienta-
ción ortodoxa.
N o podemos explicar adecuadamente la penetración y el dominio de
tal orientación sólo con una mención de sus orígenes intelectuales o del
peso de las razones epistemológicas y metodológicas invocadas en su apoyo.
Sin sucumbir ante una simplista teoría refleja de la relación existente en­
tre las ideas y la realidad social y política subyacente, debemos reconocer
la medida en que nuestras vidas sociales y políticas configuran lo que
pensemos, creemos y aun sentimos. En virtud de que los propios mundos
sociales y políticos funcionan com o un gran sistema com plejo interconectado,
de que se difunden la tecnología y la burocracia, y de que la “ racionali­
dad” técnica, instrumental o de sistemas afecta e infecta todas las dimen­
siones de la vida humana, hay un refuerzo continuo de tal orientación
282 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

ortodoxa. En este sentido, una perspectiva ortodoxa refleja lo que nuestras


vidas sociales y políticas se están volviendo. Ésta es una de las razones
primordiales de que — a pesar de todas las críticas— tal orientación sea
tan resistente al cambio fundamental. Así com o una orientación ortodoxa
se arraiga en la sociedad y la política modernas, también se arraigan allí
la protesta y el desafío a tal orientación. La historia subsecuente no ha
refutado sino confirmado la penetrante visión de M arx en el sentido de
que la estructura y la dinámica mismas de la sociedad moderna generan
conflictos y contradicciones básicas. L o que se ha vuelto ahora mucho
más ambiguo es nuestro entendimiento de esta potencialidad de crisis, y
de las formas en que la crisis puede diluirse, reprimirse o manipularse.
Existen numerosas descripciones de la crisis de nuestros tiempos y de la
respuesta adecuada. C om o indiqué antes, aun nuestra exposición de las
“ crisis” tiende a degenerar en clichés. La respuesta más típica ante esta si­
tuación ha sido el desaliento, que asume diversas formas. Hay una ten­
dencia hacia el pesimismo cultural, hacia la creencia de que las fuerzas
que operan en las sociedades tecnológicas contemporáneas son tan pode­
rosas y férreas que resulta ingenuo o utópico el mero intento de una auto­
determinación racional colectiva de la calidad de la vida humana. Hay el
desaliento de la protesta romántica; de la “ gran negativa” ; del retiro a
la teoría pura; de la nostalgia de una edad dorada que nunca existió; de la
búsqueda frenética de formas siempre nuevas de salvación individual me­
diante narcóticos físicos o “ espirituales” . Existe el desaliento de esa forma
de activismo que desdeña el mero intento de obtener un entendimiento
racional de lo que estamos haciendo y por qué; y existe su reacción: la
apatía.
En esta investigación he seguido el curso de otra respuesta a nuestra
situación contemporánea: la respuesta de quienes no desean someterse al
desaliento, aunque estén profundamente insatisfechos con las formas de la
realidad social y política existentes, y con las formas típicas en que pensamos
acerca de esta realidad y tratamos de entenderla y explicarla. L o que se
requiere es una revisión fundamental de las propias categorías mediante las
que entendemos la acción humana y tratamos de relacionar la teoría con la
práctica. Los problemas fundamentales se refieren a las cuestiones más bá­
sicas acerca de lo que son los seres humanos, lo que se están volviendo y lo
que pueden volverse todavía.
Al principio, la característica más notable de la narración que he venido
relatando es el momento negativo de la crítica de la ciencia social ortodoxa.
En el fondo de un entendimiento naturalista de la investigación social y políti­
ca se encuentra la exigencia de teorías empíricas explicativas del com­
portamiento humano. Cuando se articula plenamente esta idea de la teoría
LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD 283

empírica, requiere que descubramos constantes básicas, estructuras o leyes que


puedan servir de fundamento a las explicaciones teóricas: explicaciones
que asumirán una forma deductiva y de las que podremos derivar asevera­
ciones no obvias acerca de las relaciones existentes entre las variables inde­
pendientes y las variables dependientes. Se ha proyectado que las ciencias
sociales, a medida que maduren, descubrirán algunos cuerpos de teoría em­
pírica bien probados que eventualmente se fundirán en teorías cada vez más
adecuadas y comprensivas. Pero si hemos de juzgar por los resultados alcan­
zados hasta ahora en la tarea del descubrimiento de tales teorías, diremos
que no hay pruebas claras de que tal expectativa se haya realizado. Se
habla m ucho de tales teorías, refinados esquemas de clasificación, interpre­
taciones post hoc¡ programas de investigación, pero casi nada que se asemeje
a una teoría no trivial, siquiera de “ alcance intermedio” .
Las racionalizaciones de esta disparidad entre la expectativa y el logro,
que se expresan en las metáforas de las etapas “ juvenil” , “ inmadura” , “ pre­
paradigmática” y “ paradigmática” de la investigación científica, se han vuelto
frágiles y poco convincentes. Estas racionalizaciones se mueven en un círculo
cerrado. Presuponen lo que debiera discutirse: si tenemos buenas razones para
pensar que la investigación social y política debe seguir el desarrollo de las
ciencias naturales.
Hemos visto que el entendimiento naturalista de las ciencias sociales se
basa en interpretaciones dudosas de las ciencias naturales. Tales interpreta­
ciones fluctúan entre las formas del empirismo ingenuo que subrayan la
recolección y el procesamiento de datos — es decir, la construcción desde
abajo— y las formas más refinadas del empirismo que subrayan la construc­
ción de sistemas explicativos hipotético-deductivos. Pero estas concepciones de
lo que presumiblemente es más vital y central en las ciencias naturales han
sido refutadas y modificadas a resultas de los análisis postempiristas de la
filosofía y la historia de la ciencia.
Cuando examinamos las teorías empíricas que se han propuesto, descu­
brimos una y otra vez que no son neutrales en términos del valor sino que
reflejan profundos sesgos ideológicos y secretan controversiales posiciones de
valor. Es una ficción la idea de que podemos distinguir claramente entre los
componentes descriptivos y evaluativos de estas teorías, porque en su mismo
marco están incorporadas las evaluaciones tácitas. Además, un análisis dete­
nido de las distinciones categóricas básicas existentes entre la teoría empírica
y la teoría normativa, el hecho y el valor, el discurso descriptivo y el discurso
evaluatívo, las actitudes subjetivas privadas y el comportamiento público ob­
servable, revela cóm o se derrumban tales distinciones y cóm o representan mal
las formas en que describimos, explicamos y entendemos la acción humana.
Hemos detectado una ambivalencia fundamental hacia la posición de la
284 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

teoría normativa. La opinión oficial sostiene que, por supuesto, hay un lugar
apropiado para la teoría normativa, una vez que la distinguimos cuidadosa­
mente de los objetivos, los métodos y las pretensiones de la teoría empírica.
Pero esta tolerancia oficial se combina con una tendencia a poner en tela de
duda la racionalidad — en efecto, la posibilidad misma— de una teoría norma­
tiva que evalúe la calidad de la vida social y política.
Esta ambivalencia se refleja también en las actitudes típicas hacia la
relación existente entre el conocimiento empírico y su aplicación práctica/
Se nos dice constantemente que, entre más adecuado sea nuestro entendi­
miento dé la interacción existente entre las variables de la vida social y de la
vida política, m ejor capacitados estaremos para aplicar esté conocimiento, to­
mar informadas decisiones de políticas, y resolver problemas prácticos. Pero sé
nos dice también que cualquier aplicación de esa clase deberá incluir siempre
una referencia a objetivos, metas y propósitos que la investigación científica no
puede justificar. Mientras se nos asegura que es muy importante la inves­
tigación empírica para tomar decisiones ilustradas, se nos ofrecen piadosas
generalidades o un franco escepticismo cuando se trata de saber cóm o de­
terminaremos los fines, las metas y los propósitos que habrán de alcanzarse.
Una modestia expresa acerca de la naturaleza y los límites de la investiga­
ción empírica se combina frecuentemente con una arrogancia peligrosa acerca
de la foma en que tal conocimiento “ experto” puede determinar ya las deci­
siones sobre políticas y servir de base a la ingeniería particularizada o ge­
neralizada.
Por todas estas razones, creo que Habermas tiene razón cuando sostiene
que afrontamos una tendencia despiadada hacia la transformación de todos
los problemas “ reales” , referentes a la vida social y política, en problemas
técnicos dónde sólo nos interesan las relaciones de medios y fines, o las
relaciones existentes entre variables que se presten al control técnico. Esta
tendencia debe contemplarse en un contexto social y político más amplio
donde existe una “ aceleración continua de la expansión del control técnico
de la naturaleza y una administración continuamente refinada de los seres
humanos y de sus relaciones recíprocas mediante la organización social” .54
Cada vez en mayor medida, la única imagen de los seres humanos que tiene
sentido para muchos científicos sociales ortodoxos es aquella en que los indi­
viduos se ven exclusivamente motivados a la maximización de sus necesi­
dades, deseos e intereses privados, cualesquiera que sean.
Aunque los puntos de ataque han sido especialmente prominentes en las
críticas de la ciencia social ortodoxa, ha surgido también otro entendimien­
to de la naturaleza de la acción humana y de lá realidad social y política.

54 Jürgen Habermas, Theory and Practica, p. 254.


LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 285

C on este desplazamiento — este cambio de énfasis—-, pasan al primer plano


nuevos tipos de problemas, y surge un nuevo entendimiento de las tareas, de
la teoría social y política. He sostenido que en la obra de los pensadores an­
glosajones — desde Berlín hasta W inch y Louch, y luego en Wollin, Mac
Intyre, Taylor, Pitkin, Ryan y muchos otros— reaparecen temas comunes
que se han estudiado en formas diversas. No ha habido sólo un cuestiona-
miento persistente de las distinciones categóricas tan profundamente arraiga­
das en una orientación ortodoxa, sino también una controversia acumulativa
en favor de un cambio de perspectiva y de marco categórico.
Contra la opinión de que podemos dividir todos los fenómenos sociales
y políticos relevantes, por una parte en lo que es públicamente observable
com o cualesquier otros fenómenos físicos, y por la otra en lo que es privado
y subjetivo, estos autores han sostenido que así se representa mal lo que es
la acción humana. La acción humana no puede identificarse, describirse o
entenderse apropiadamente si no se toman en cuenta la descripciones inten­
cionadas, los significados que tienen tales acciones para los agentes involu­
crados, las formas en que tales agentes interpretan sus propias acciones y las
acciones de los demás. Estas descripciones intencionadas, significados e inter­
pretaciones, no son simplemente estados subjetivos de la mente que puedan
correlacionarse con el comportamiento externo; son parte constitutiva de las
actividades y las prácticas de nuestras vidas sociales y políticas. Si queremos
entender lo que son los seres humanos, debemos desenmascarar los modelos,
los esquemas de interpretación, y los entendimientos tácitos que penetran
en el pensamiento y la acción humanos. T oda concepción de lo que sea
empírico u observable “ en términos estrictos” que excluya esta dimensión
de la vida humana, o que simplemente la relegue a un campo de opinión
subjetiva, será coja y epistemológicamente injustificada.
La insistencia en el entendimiento de la acción humana por referencia
al significado de tal acción para los agentes no es una licencia para el subje­
tivismo desenfrenado, aunque tal cosa alegan con frecuencia quienes clasi­
ficarían todos los fenómenos com o objetivos y físicos o subjetivos y mentales.
U no de los temas más dominantes de la filosofía analítica ha sido el que
sostiene que el lenguaje y la acción humanos se arraigan en contextos de
comunicación intersubjetivos, en prácticas y formas de vida intersubjetivas.
Este cambio de énfasis afecta las formas en que entendemos la dicotomía
hecho-valor. N o necesitamos negar la existencia de contextos específicos donde
resulta importante la distinción entre los juicios de valor sesgados y las afir­
maciones fácticas. Pero la obsesión por este tipo de situación, y el esfuerzo
errado por generalizar a partir de esta base, han hecho que muchos observa­
dores no puedan advertir la medida en que las interpretaciones constitutivas
de las prácticas sociales y políticas involucran categorías de apreciación y
266 LA TEORIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

evaluación. En la ciencia social ortodoxa ha habido una tendencia persis­


tente a omitir, reprimir o subestimar este aspecto esencial de las prácticas
sociales y políticas. L o que se da por sentado com o el punto de partida de
la investigación empírica, com o el cam po de los “ hechos a secas” que pre­
sumiblemente sirve de base a tal investigación, es en sí mismo el producto
de complejos procesos de interpretación que tienen orígenes históricos.
El análisis de las prácticas, las formas de vida y los significados intersub­
jetivos, y el entendimiento de que la vida social y política está integrada por
paradigmas moralest nos permiten advertir lo que se encuentra detrás del
estudio de las regularidades y las correlaciones, y lo que tal estudio presu­
pone. Se han vuelto crecientemente estériles los debates acerca de la exis­
tencia de una incompatibilidad lógica entre los conceptos requeridos para
la descripción y el entendimiento de la vida social y política, y los conceptos
requeridos para el estudio de los fenómenos naturales no humanos.
Las prácticas sociales y políticas exhiben regularidades y correlaciones,
y es necesario entender tales regularidades y correlaciones para entender la
vida social y política. Además, debemos preguntamos cóm o surgen, se sos­
tienen y cambian tales prácticas. ¿Pero cóm o podremos entender el signi­
ficado de las regularidades y las correlaciones descubiertas? ¿Revelan acaso
regularidades invariables de la acción social? ¿Expresan relaciones de depen­
dencia ideológicamente congeladas? Aun la aplicabilidad de jacto de los
modelos y las teorías que construimos para explicar el funcionamiento de la
sociedad y la política presupone que los agentes aceptan criterios de jure
de lo que es un comportamiento apropiado y razonable. Estos criterios pue­
den parecer tan obvios y básicos que no advertimos que siempre son suscep­
tibles de una crítica racional.
T o d o esfuerzo p or entender la vida social y política que omita el estudio
de las regularidades y las correlaciones se verá amenazado por la distorsión
ideológica. U n entendimiento teórico adecuado de la vida social y política
debe tratar de descubrir y desenmascarar los modos en que los agentes se
entienden a sí mismos e interpretan lo que están haciendo. Esta tarea re­
quiere en sí misma la investigación de las regularidades y correlaciones exhi­
bidas en las prácticas humanas. Además, nunca basta la construcción de
un tipo de acción humana ideal que simplemente refleje las construcciones
de sentido común de la vida diaria. También debemos preguntamos si hay
distorsiones sistemáticas o falsificaciones ideológicas en el entendimiento que
tienen los agentes de lo que están haciendo. Debemos investigar las causas
de estas distorsiones y falsificaciones. Ni siquiera podríamos empezar a esta­
blecer una distinción entre lo que creen los seres humanos que están haciendo
y lo que en realidad están haciendo, si no recurrimos a fuentes indepen­
dientes que revelen esta disparidad. Las mismas pruebas que utilizamos
la teoría critica de la sociedad Éf

involucran la apelación a regularidades y correlaciones. Pero no debe exea*


se que ésta es una distinción entre las creencias mentales subjetivas ¡de tei
agentes y su comportamiento físico efectivo. Más bien es una distinción
entre el entendimiento que de sí mismos tienen los agentes — un entem &
miento preformado por esquemas de interpretación intersubjetivos— y ¡la*
prácticas y actividades que se dan por sentadas, que parecen tan básicas
que con frecuencia olvidamos que involucran interpretaciones y evaluaciones
tácitas.
También he tratado de mostrar la forma en que los temas y las preocu­
paciones dominantes en las críticas anglosajonas de la ciencia social ortodoxa
son compartidos, reforzados y de nuevo articulados en las investiga­
ciones fenomenológicas. También aquí hay un ataque a los dualismos epis­
temológicos básicos que han penetrado en una parte tan grande del pensa­
miento moderno y han configurado el marco categórico de la ciencia social
ortodoxa. También aquí ha habido un cambio de perspectiva para enfocar
el entendimiento de la acción humana por referencia al significado que
tenga tal acción para los agentes. Como sostiene vigorosamente Schutz, el
significado no está simplemente adherido al comportamiento físico o corre­
lacionado con él, sino que forma parte constitutiva de la acción humana.
Así com o la filosofía analítica nos enseña que para entender la acción hu­
mana debemos entender cóm o se basan el lenguaje y la acción en las prácticas
y formas intersubjetivas de la vida, las investigaciones fenomenológicas de
Schutz revelan un énfasis correspondiente.
El valor principal de la fenomenología, por lo que se refiere al enten­
dimiento de la vida social y política, no reside en su elaborada armazón
intelectual: la jerarquía de diferentes tipos de epoché, o los diferentes ni­
veles de análisis fenomenológicos que culminan en una fenomenología tras­
cendente que aspira a revelar las estructuras apriorísticas fundamentales de
la subjetividad y la intersubjetividad trascendentes. Su contribución princi­
pal a la reestructuración de la teoría social y política reside más bien en
la forma en que nos obliga a examinar con espíritu critico lo aparentemente
obvio del mundo social y del mundo político. La fenomenología llama nues­
tra atención sobre la constitución de los significados sociales y políticos, y así
inicia nuevos tipos de interrogantes empíricas y teóricas. Plantea un reto
para el desarrollo de técnicas empíricas que nos permitan revelar las cons­
trucciones de sentido común, los esquemas de interpretación, los modos de
tipificación y los sistemas de relevancia exhibidos en la vida diaria. Revela
la necesidad de basar nuestros modelos y nuestras teorías del mundo social
y del mundo político en estas construcciones de sentido común de primer
orden.
Pero dentro del programa fenomenológico hay graves deficiencias y ten­
288 LA TEORÍA CRITICA DE LA SOCIEDAD

siones. Hay una ambigüedad fundamental acerca del significado mismo de


las estructuras del Lebenswelt, y una falta de claridad acerca del m odo en
que podamos distinguir las estructuras que son fundamentales y apriorísti-
cas de las que derivan de formas históricas de la vida política y social. Hay
falta de claridad acerca de la naturaleza precisa de los factores causales que
influyen sobre el carácter de las construcciones y los esquemas de interpreta­
ción de sentido común. N o se indica cóm o debamos evaluar las interpre­
taciones rivales de segundo orden de los fenómenos sociales y políticos y
cóm o debamos decidir entre ellas; ni se indica cóm o podamos evitar la cons­
trucción de modelos y teorías que simplemente reflejen los sesgos ideológicos
de los agentes que estemos estudiando.
Muchas de estas dificultades pueden imputarse al errado deseo de aislar
la interpretación de la realidad social y política frente al estudio de las
regularidades, las correlaciones y las causas históricas. Schutz se equivoca
cuando sugiere que los análisis de las genuinas motivaciones-porque y las
motivaciones a-fin-de son dos formas de investigación independientes aunque
complementarias. Tales motivaciones están dialécticamente interrelacionadas.
N o podemos explicar la acción humana si no tenemos un entendimiento pre­
liminar de las motivaciones a-fin-de de los agentes humanos. Pero para dis­
tinguir las motivaciones a-fin-de genuinas de las motivaciones falsas, debemos
entender las influencias causales que operan en la formación de tales moti­
vaciones. En este sentido, se observa en la fenomenología — com o en el aná­
lisis conceptual de W inch— una tendencia a aislar y separar lo que es inse­
parable y dialécticamente interrelacionado.
Por lo tanto, resulta evidente que un entendimiento teórico adecuado de la
sociedad y la política debe ser crítico. Esta dimensión crítica se vuelve
especialmente explícita entre los defensores de una teoría crítica de la so­
ciedad.
He puesto en tela de duda la afirmación de Habermas de que hay
formas de conocimiento y de investigación categóricamente diferentes; sin
embargo, me parece que Habermas revela poderosamente la dialéctica que
va del estudio sistemático de las regularidades y correlaciones a la necesidad
de buscar interpretaciones de las formas históricas de la realidad social y
política: interpretaciones que revelan las causalidades ocultas que operan
en los procesos de la formación social a la autorreflexión y el autoentendi-
miento críticos de los agentes humanos. Encontramos en la obra de Habermas
uno de los esfuerzos más sistemáticos de exploración del significado de la crí­
tica, de aclaración de lo que tal critica presupone, y de iluminación de sus
fundamentos epistemológicos. Pero lo que debe subrayarse es que Habermas
ha articulado un movimiento dialéctico de pensamiento que tiene consecuen­
cias m ucho más amplias: un movimiento dialéctico que aparece también en
LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 289

la obra de muchos pensadores que han tenido puntos de partida diferentes


y han trabajado en tradiciones intelectuales distintas.
La característica más importante de la reestructuración de la teoría so­
cial y política ha sido la reafirmación de la necesidad y la legitimidad de la
función crítica de la teoría. En este sentido, la reestructuración de la teoría
social y política refleja y contribuye a un movimiento intelectual más amplio
de nuestra época. Empezamos a advertir que la racionalidad humana no
puede limitarse a la razón técnica e instrumental; que los seres humanos
pueden participar en una argumentación racional donde haya un compro­
miso con la evaluación crítica de la calidad de la vida humana; que podemos
cultivar el discurso teórico donde haya una discusión racional del conflicto
de las interpretaciones críticas, y el discurso práctico donde los seres hu­
manos no traten simplemente de manipularse y controlarse unos a otros,
sino de entenderse genuinamente y trabajar juntos hacia fines prácticos, no
técnicos.
La advertencia de que un entendimiento teórico adecuado de la sociedad
y la política de ser crítico se ha vuelto explícita en las críticas muy dife­
rentes de la ciencia social ortodoxa que he explorado. Isaiah Berlín ya lo
sugirió cuando sostuvo que “el primer paso para el entendimiento de los
hombres es la iluminación consciente del modelo o los modelos que dominan
y penetran su pensamiento y su acción” , y que “ la segunda tarea es el aná­
lisis del modelo mismo, y esto obliga al analista a aceptarlo, modificarlo o
rechazarlo y, en el último caso, a proveer en su lugar un m odelo más ade­
cuado” .55 Este tema crítico reaparece com o motivación básica en toda la
obra de los críticos anglosajones de la ciencia social ortodoxa. Así lo afirma
Sheldon Wollin cuando escribe:

Las teorías de sistemas, las teorías de la comunicación, las teorías estruc-


turales-funcionales, son teorías no políticas configuradas por el deseo de
explicar ciertas formas de fenómenos n o políticos. Tales teorías no ofrecen
una elección significativa ni un análisis crítico de la calidad, la dirección
o el destino de la vida pública. Cuando no son intrusiones extrañas, com ­
parten los mismos supuestos no críticos ■—y por lo tanto no teóricos— de
la ideología prevaleciente que ha justificado la actual “ asignación autori­
zada de valores” en nuestra sociedad.56

Podemos leer la obra de W inch, Louch, Maclntyre, Taylor, Ryan y Pitkin


com o etapas de un argumento demostrativo de que la teoría política y social

55 Isaiah Berlín, “ Does Política! Theory Still Exist?” , Phüosophy, Politics and
Society (segunda serie), comps. Peter Laslett y W . G. Rundirían, p. 19.
58 Sheldon Wqlin, “ Political Theory as a Vocation” , Machiavelli and the Natura
of Political Thought, p. 26.
290 LA TEORÍA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD

debe entenderse com o una teoría moral genuina: “ teoría moral” en un sen­
tido m ucho más cercano al entendimiento de las ciencias humanas com o
“ ciencias morales” , en el sentido que tenía esta expresión en el siglo xvm.
Tales autores han demostrado que no podemos separar nítidamente el estudio
empírico de la naturaleza humana de la evaluación crítica de la “ calidad, direc­
ción y destino de la vida pública” . Por ejemplo, cuando Hanna Pitkin se ocupa
de la cuestión de la “ importancia que podría tener Wittgenstein para la
propia teoría política, para su sustancia efectiva por oposición al estudio de
su historia” , indica que Wittgenstein tiene “ algo nuevo e importante que
añadir a nuestro autoconocimiento objetivo” ; que com o Nietzsche y Marx,
Wittgenstein enseña que nuestro pensamiento es ún reflejo de nuestra acti­
vidad” ; que, com o Freud, Wittgenstein trata de liberamos de la ilusión,
de las imágenes mentales que “ nos mantienen cautivos” :

El autoconocimiento, la perspectiva de nosotros mismos, la aceptación de


la verdad de las limitaciones humanas, sólo resulta alienante mientras lo
confinemos al terreno intelectual, lo separemos del contacto con nuestro
yo intem o real y nuestras vidas externas reales. Gomo la doctrina freudia-
na, puede distorsionarse en un arma nueva, enormemente refinada, de
propaganda y manipulación; pero com o la doctrina freudiana, puede ser
una fuerza humanizadora y liberadora cuando asuma la forma de una
iluminación genuina y no del mero dominio superficial, intelectual.37

Resulta notable la forma en que el pensamiento expresado aquí, y en efecto


el lenguaje mismo, complementan y refuerzan los temas fundamentales para
la noción que tiene Habermas de la naturaleza y la función de la crítica.
A primera vista, parecería algo extraño que el tipo de iluminación que
Wittgenstein y la filosofía lingüística pueden ayudarnos a lograr en la teoría
política, en opinión de Pitkin, sea precisamente lo que otros autores afirman
haber encontrado en Husserl y la fenomenología. Así com o en la filosofía
lingüística una etapa inicial de descriptivismo no comprometido se ha
rendido ante una creciente afirmación consciente de la función crítica de
la teoría, ha ocurrido el mismo movimiento dialéctico en la fenomenología.
También aquí hay una advertencia creciente de la necesidad interna de que
la teoría se vuelva crítica. Veamos cóm o las palabras de Richard Zaner, un
discípulo de Schutz, apoyan las de Pitkin:

Si el conocimiento científico social es al mismo tiempo conocimiento del


yo, del propio científico social, y a la inversa — y esta circunstancia re­
quiere que se discutan las tipificaciones que se dan por sentadas (creen-5 7

57 Hanna F. Pitkin, Wittgenstein and Justice, p. 316.


LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD 291

cías, valores, conceptos, etcétera), de seres cuyas tipificaciones son (el


postulado de la interpretación subjetiva del significado)— , es evidente que
esta tarea se convierte en un conjunto de problemas más fundamentales
aún. El hecho mismo de “ lo que se da por sentado” , el hecho mismo
de que surjan tipificaciones en la conciencia humana, el hecho de que
los propios seres humanos entiendan, vivan y actúen en el mundo social
com o la matriz común de sus vidas en términos de estas tipificaciones: todo
esto apunta hacia una dimensión de problemas que se encuentran detrás
de los problemas de las ciencias sociales y son sistemáticamente presupues­
tos por ellos. H e sostenido que estos problemas constituyen el tema prin­
cipal de la crítica fenomenológica. Por lo tanto, una disciplina verdadera­
mente radical de la crítica es aquella que tiene la tarea de la explicación,
y se relaciona con la ciencia social com o el suelo se relaciona con el árbol
que de él se nutre, y a través del cual puede fructificar.58

A l citar estos pasajes de pensadores tan diversos, no quiero sugerir que


todos ellos estén diciendo realmente la misma cosa; n o ocurre así. T o ­
davía hay gran incertidumbre acerca del significado preciso de la crítica,
y hay mucho que hacer para articular lo que tal crítica involucra. Pero
afirmo que detrás de las diferencias manifiestas de estilos e intereses filo­
sóficos se asoma un patrón dialéctico similar.
Hay una ilusión común en el sentido de que la historia del pensa­
miento se desenvuelve en términos de posiciones intelectuales claramente
demarcadas: posiciones que pueden caracterizarse en términos de todo o
nada. Esta ilusión ha desempeñado un papel importante en el entendi­
miento contemporáneo de la investigación social y política. Se piensa que
la teoría social y política debe ser explicativa y empírica, o no es una
teoría genuina en absoluto. El entendimiento teórico del mundo social y
del mundo político debe ser interpretativo, o es totalmente inadecuado. La
teoría debe ser crítica acerca de la calidad de la vida social y política, o
no es teoría. Pero com o nos ha enseñado Hegel, la historia de la cultura
se desenvuelve por la afirmación y la prosecución de lo que parecen ser
conflictos y oposiciones irreconciliables. Podemos discernir en estos “ m o­
mentos” un patrón que revela cómo captamos su “ verdad” y su “ falsedad” .
Cuando examinamos estos momentos, aprendemos que lo que es cierto
en cada uno de ellos puede integrarse en un entendimiento más compren­
sivo que nos permite rechazar lo que es falso, parcial, unilateral y abstracto.

58 Richard M. Zaner, “ Solitude and Sociality: The Critical Foundations o í the


Social Sciences” , Phenomenological Sociology; Issues and Applications, comp. George
Psathas, p. 42. Véase también a John O ’Neill, “ Can Phenemenology be Critical?” ,
Sociology as a Skin Trade; y Paul Piccone, “ Phenomenological Marxism” , Telos,
núm. 9 (1971).
292 LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD

La iluminación de Hegel todavía nos ayuda a entender lo que está ocu­


rriendo, incluido específicamente lo que está ocurriendo en la restructu­
ración de la teoría social y política. En último análisis, no afrontamos
elecciones exclusivas: teoría empírica, o teoría interpretativa, o teoría crí­
tica. Más bien, hay una dialéctica interna en la reestructuración de la
teoría social y política: cuando examinamos cualquiera de estos momentos,
descubrimos cóm o están implicados los otros. Una teoría social y política
adecuada debe ser empírica, interpretativa y crítica.
Debemos tener cuidado de no exagerar ni denigrar esta nueva concien­
cia compartida de la naturaleza, los objetivos y las tareas de la teoría
social y política. Existe siempre el peligro de pensar que la crítica intelec­
tual basta por sí sola para producir el cambio fundamental. Debemos apren­
der una y otra vez que no es así. N o debemos subestimar la falibilidad
de la empresa crítica ni el poder de las resistencias. Pero también debe­
mos cuidamos de creer que la historia está operando siempre a la espalda
de los seres humanos, que la crítica no puede ser nunca eficaz, no puede
convertirse nunca en una “fuerza material” . Podemos reconocer que no ha­
brá ningún movimiento importante hacia la emancipación si no hay una
transformación de las prácticas y las instituciones sociales y políticas. Pero
debemos reconocer también que los seres humanos son capaces de traer
a la conciencia las interpretaciones, las evaluaciones y los criterios que
aceptan tácitamente, y que pueden someterlos a la crítica racional. Todavía
tenemos una vasta ignorancia sobre las condiciones materiales necesarias
para que la crítica desempeñe un papel en la transformación de las formas
de la realidad social y política existentes.
Pero sí sabemos — o debiéramos saber— que si no intentamos el proyecto
de crítica, si no buscamos un entendimiento profundo de las formas de la
realidad social y política existentes, si nos resistimos a participar en el tipo
de argumentación requerido para la evaluación del conflicto de las interpre­
taciones, si no nos esforzamos por entender las condiciones requeridas por
el discurso práctico, seguramente nos volveremos algo menos que seres
humanos completos.
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INDICE

Reconocimientos . . . . . . . . . . . 9

I n t r o d u c c i ó n ............................................................................................. 11

I. La teoría e m p í r i c a ........................................................................... . 2 5

La influencia p o s i t i v i s t a ............................................................................27
La posición ortodoxa: Robert Merton . . , . . 31
La formulación de Neil Sm elser....................................................... 42
El funcionalismo y su crítica: George Homans . . . . 46
La falta de una teoría explicativa en las ciencias sociales . 49
El defensor de la investigación científica social: Emest Nagel 58
La interpretación naturalista: U na descripción general . . . 69
Los problemas de la teoría normativa . . . . . . 72
Conclusión : Un creciente sentimiento de crisis . . . . 79

II. Lenguaje, análisis y teoría . . . . . . . . 83

La revisión de la teoría de las cienciassociales. . . . 83


La crítica de la teoría empírica por parte de Isaiah Berlín . . 86
El análisis conceptual y el lenguaje de la acción: Peter W inch 90
La acción humana com o un concepto moral: A. R. Louch . 104
El concepto ambiguo de un paradigma en manos de Thomas Kuhn 115
El uso y abuso de Thomas K uhn: Tram an, Almond, W ollin 127
La politología com o un paradigma m o r a l ............................................. 139
Ideología y ob jetivid a d ................................................................................... 144
Conclusión: La convergencia de las críticas de la ciencia social
o r t o d o x a ...................................................................................................... 150

III. La alternativa f e n o m e n o l ó g i c a ................................................................154

La imagen científica contra la imagen manifiesta del hombre . . 155


La visión sinóptica de Wilfrid S ella re.......................................................158
La fenomenología trascendente de Edmund Husserl . . . 164
Los fundamentos fenomenológicos de las ciencias sociales: Alfred
S c h u t z ...................................................................................................... 174

El análisis del Verstehen, 177; Conceptos básicos, 184; El mundo de la


vida diaria, 190; El yo teorizante, 197
305
306 INDICE

Los fundamentos fenomenológicos: Grietas y hendeduras •


El teórico com o observador desinteresado: Una crítica

IV . La teoría crítica de la sociedad . . . . . . .

Antecedentes: La crisis del papel de la ciencia .


Edmund Husserl y el ideal de la theoria . . . . .
La teoría crítica de M ax Horkheimer . . . . . .
La teoría crítica comprensiva de la sociedad de Jürgen Habermas
La confusión entre lo práctico y lo técnico, 233; La crítica de Marx,
237; La disolución de la epistemología, 239; Los tres intereses cognos­
citivos, 241; El psicoanálisis y la crítica de la ideología, 252; La com­
petencia comunicativa y la racionalidad, 258; Teoría y praxis, 268; Las
dificultades insolutas de Habermas, 274

La reestructuración de la teoría social y política . . . .

B ib lio g r a fía .........................................................................................................


202
214

218

220 Este libro se terminó de imprimir el


8 de marzo de 1983 en los talleres
223
de Editorial Yug, Matías Romero
225 m'im 223, 03100 M éxico, D. F. Se
233 tiraron 3 000 ejemplares, y en su
composición fueron empleados tipos
Baskerville de 8 :1 0 , 10:10 y 10:12
puntos.

281

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