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Michael Roberts
El período de Marx joven, desde que deja la universidad sin ningún cargo académico,
estuvo marcado por un brote radical en las ideas y acción política en Europa. Gran
Bretaña estaba en medio de la “Revolución industrial”, con toda su expansión de
maquinaria y bienes, y la explotación del trabajo como su oscuro acompañante. La ley
de Reforma de 1832 le había dado el voto a las clases medias, pero ahora aparecía la
presión del movimiento cartista en la clase obrera, que reclamaba el sufragio universal.
En Alemania, los obreros se organizaban por primera vez en las ciudades y los
campesinos se estaban inquietando. Económicamente, en 1840 se estableció la Unión
Aduanera de Alemania, la Zollverein, que puso un fin a las barreras comerciales dentro
de la espera de influencia de Prusia, y dio inicio a un enorme brote económico.
Desde las tres leyes de Marx podemos entender por qué el capitalismo no puede dejar
de estar sujeto a desplomes regulares y recurrentes; ocasionar rivalidades perniciosas
entre los Estados nacionales que llevan perpetuamente a guerras, y engendrar un uso
descontrolado y derrochador de los recursos naturales que ahora amenazan con la
destrucción del planeta. Las leyes de Marx también nos dicen que el capitalismo no
estará aquí eternamente sino que tiene una existencia finita.
Marx nunca dejó de intentar respaldar sus leyes del movimiento del capitalismo y su
teoría de las crisis con evidencia empírica. De hecho Marx, el investigador empírico,
lidió con siete ciclos sucesivos en su vida. En sus últimos años, Marx se concentró en el
análisis del rol del crédito en las crisis y cómo estas estaban conectadas con las crisis
regulares en la producción.
Hoy, 200 años después del nacimiento de Marx, parece ser que el capitalismo se
encuentra con una nueva tendencia a la baja: menguó su capacidad para desarrollar la
productividad del trabajo y para sacar a siete mil millones de personas de la pobreza.
Las predicciones de Marx sobre el ensanchamiento de la desigualdad, el incremento en
los conflictos nacionales, el empobrecimiento del trabajo por las máquinas y la
destrucción de los recursos naturales parecen aún más pertinentes.
El resultado principal de El Capital de Marx y de sus leyes de acumulación y
rentabilidad es que la oposición al capitalismo no es una respuesta irracional a las
dificultades temporarias del capitalismo, sino una necesidad dictada por la progresiva
incapacidad del sistema para sostener a la humanidad. El análisis de la acumulación
capitalista culmina, como le dijo Marx a Engels en una carta:
… ¡en la lucha de clases como objetivo en la cual se encuentra la solución a
todo este problema! De una lucha por salario, horas y condiciones laborales y
su alivio, se convierte, al mismo tiempo que pelea por esas cosas, en una lucha
por el derrocamiento del sistema capitalista de producción; en una lucha por la
revolución proletaria.
Traducción: Federico Berg