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Simular es dar apariencia de verdad a algo que en realidad no lo tiene. Este es un factor que se debe tener siempre
presente en el diagnóstico pericial. La posibilidad de simulación no sólo es importante en el campo del procedimiento
penal, sino en el laboral, civil, de familia.
dentro del procedimiento penal se puede simular para lograr una externación de un hospital psiquiátrico, aparentando
que los síntomas han remitido; o bien se puede intentar una simulación para fingir haber estado enajenado al momento
de cometer un hecho delictivo con la esperanza de escapar del castigo.
También dentro dél campo laboral caben los distintos tipos de simulación. Se puede simular con la finalidad de obtener
un beneficio jubilatorio anticipado o una licencia por razones de enfermedad mental
Igualmente en el ámbito civil se puede simular para evitar a una declaración de demencia que prive a la persona del
manejo y administración de sus bienes, o se puede simular para hacer aparecer a una persona sana como demente.
Tipos de simulación
Cuando hablamos de simulación, nos referimos a un actuar deliberado, consciente y no del actuar de una persona que
inconscientemente se puede «engañar» a sí misma j Hay distintas variedades de simulación.
Podemos hablar de una simulación total o verdadera, en la que el sujeto de una forma consciente y deliberada finge el
padecimiento de enfermedad mental, de acuerdo a los conocimientos intuitivos o concretos que posee acerca de los
enfermos psíquicos.
La sobresimulación, es una forma de simulación que s realiza un enfermo mental o un anormal, pero que pade- 1 ce un
cuadro clínico diferente del que exhibe.
La metasimulación o perseveración es la actitud consistente en prolongar síntomas de- un trastorno mental I verdadero
del que recientemente curó. .J
La hipersimulación que es bastante corriente, es exagerar su engaño en determinados momentos, como lo son la
observación médico-pericial, los momentos de vigilancia o de presentación ante el juez.
La presimulación es la realizada por un individuo con anterioridad a cometer un delito, a fin de poder invocar
posteriormente ese padecimiento. Bonnet indica que fue Mairet (1908) quien le asignó este nombre
La disimulación que es una simulación invertida, consiste en el intento por parte del enfermo de ocultar su
padecimiento
n el mismo hecho delictivo deben observar sus características, para ver si responde desde el punto de vista de la
semiología, a mecanismos de tipo psicopatológicos. Por ejemplo: los individuos psicóticos generalmente producen
hechos que son fríos, absurdos, irrazonables, incomprensibles, sin motivación aparente, bizarros. Esto se relaciona con la
personalidad del individuo. Este es un primer elemento que se debe tener en cuenta, para poder determinar hasta qué
punto esa persona con esos rasgos, pudo haber realizado ese hecho tal como sé presenta semiológicamente. Importa
también el atento examen de los momentos previos y posteriores al delito, a cuyo efecto resultará de importancia la
consulta del expediente.
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2do.) H istoria del in d ivid u o; a través de ella se puede establecer por medio del registro psicopagológico previo, si esta
persona presentaba los rasgos caracterís ticos y propios de la enfermedad en su desarrollo y evolución.
3ro.) A p lica ción de las técnicas; entrevistas y distintos tipos de técnicas, para poder establecer si hay una correlación
entre la supuesta enfermedad y lo que se nos expresa a través de las técnicas psicológicas.
4to.) O bservación de las personas que han ro d e ado al enferm o; por ejemplo, los enfermeros que han estado con él
en el hospital psiquiátrico pueden darnos una valiosa información en relación a la conducta del enfermo. Así se puede
establecer si responde a los patrones propios de la enfermedad.
5to.) Exámenes complementarios, en torno al individuo. Marco Ribe sugiere algunos tipos de pruebas específicas para la
simulación:
* Pruebas identificativas simples: s: consisten en mostrarle al sujeto objetos de uso cotidiano pidiéndole que lo
identifique. Una persona sana o con una enfermedad psíquica, salvo que tenga una grave alteración de la conciencia,
responde satisfactoriamente, en tanto que el simulador burdo se equivoca
* P rueba de Stórring: se le hace calcular al individuo cuanto es 4 + 5; 3 + 6; 8 + 10. Los simuladores manifiestan no
acordarse de estas operaciones matemáticas o se equivocan
. * Otra es la de los dígitos: se le dice una serie de números, por ejemplo: un número de teléfono y se le pide al sujeto
que los repita. El sujeto normal los repite casi todos, los enfermos psíquicos incluso los afectados por deterioro mental
repiten como mínimo tres, el simulador no puede recordar ni una cifra o falla en dos cifras situadas en un mismo lugar.
No debe confundirse simulación con mitomanía. La personalidad mitómana confabulatoria, ha sido definida por Dupre,
como la personalidad que tiene una tendencia _ patológica, más o menos voluntaria a la mentira y a la creación de
fábulas imaginarias. Esto no significa lo mismo que mentir en una situación determinada y con un propósito ganancial. .
'^ Sistemáticamente en estos individuos encontramos desde la infancia, que existe una propensión hacia la mentira y
hacia la fábula.
La simulación es definida por el DSMIII, como una condición no atribuible a trastorno mental, es decir a un foco de
atención o tratamiento. El sujeto voluntariamente presenta síntomas falsos o considerablemente exagerados. ^ El
simulador presenta características tales como que está muy poco predispuesto a someterse al tratamiento para la
curación de su supuesta dolencia, por su falta de preocupación, por la supuesta enfermedad, cuando no es observado.
La simulación a veces puede ser una respuesta adaptativa frente a factores severos de stress, en los que una persona
trata de salvaguardarse a si misma de una consecuencia grave como puede ser la prisión.
Uno de los grupos es el que tiene actitudes negativas, de estupor, mutismo y de sordomudez.
Un segundo grupo está conformado por aquellas manifestaciones más o menos agitadas y delirantes que hace el
simulador.
Un tercer grupo está identificado por la absurdidad de los planteos que hace.
Debe tenerse presente que en las técnicas proyectivas también se puede simular
JUAN CARLOS SIERRA PSICOLOGIA FORENSE MANUELA DE TECNICAS Y APLICACIONES PAGINA 425
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La situación de encarcelamiento y los condicionantes que son propios de la privación de libertad provocan una serie de
reacciones psicológicas en cadena que tienen en la tensión emocional sostenida en el tiempo a su referente
fundamental
La cárcel, corno institución total, como ámbito cerrado en sí mismo, exige de las personas que la padecen un esfuerzo
adaptativo constante que, sin duda de ningún tipo, les genera como consecuencia una serie de distorsiones afectivas,
emocionales, cognitivas y perceptivas.
La cárcel es una institución total, es una institución cerrada. La prisión, corno institución, da cobertura a la totalidad de
las necesidades de supervivencia de sus habitantes
Las conductas adaptativas a una institución total son referidas por Goffman (1970) en los siguientes términos: -
Regresión situacional, que puede llegar a provocar una despersonalización.
Existen dos mundos paralelos definitorios de ésta organización. El mundo de la administración y el mundo del
administrado.
Dos sub-mundos que tienen una muy estrecha relación personal y profesional, pero que se encuentran absolutamente
distantes en sus circunstancias e intereses. Complementariamente a esta organización formal de la que, como decimos,
forman parte determinante los funcionarios - con sus escalas y niveles propios - y los reclusos, hay que añadirle la
organización llamada «informal» que afecta tanto a unos corno a otros interfiriendo extraordinariamente en su
convivencia cotidiana.
El código del recluso se orienta siempre a procurar la defensa de los intereses del preso y, curiosamente, convive con el
conjunto de reglas formales de la prisión. El código del recluso se conforina en torno a valores esencialmente positivos
corno son la solidaridad, la lealtad, la no delación, el esfuerzo en común, la rebelión contra la injusticia, etc
Los principios fundamentales del código del recluso se resumen en las siguientes ideas (Caballero, 1981): -Norma básica:
la no delación, el no «chivarse»; se trata de no inmiscuirse en los asuntos del otro. -Frialdad en las reacciones: control en
las conductas y actitudes. -No «explotar» a los internos-colegas. -Dureza personal, resistencia y fortaleza fisica y mental.
-Hostilidad, desprecio y desconfianza hacia el funcionari
LA PRISIONALIZACIÓN
Se aplica el nombre de prisionalización al proceso por el que una persona, como consecuencia directa de su estancia en
una cárcel asu me, sin ser consciente de que eso esté realmente ocurriendo, el código de conducta y de valores que dan
contenido a la subcultura carcelaria.
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En mayor o menor medida toda persona presa asumirá, durante su permanencia en la cárcel, los usos, las costumbres,
las tradiciones, los gestos que forman parte inherente de la convivencia dentro de la prisión. Existe una serie de
afirmaciones en relación con la imposibilidad de sustraerse individualmente a los efectos de éste proceso
El grado, el nivel de prisionalización es variable en función de la concurrencia en el recluso de otras series de variables
especialmente significativas
. Podría diferenciarse una prisionalización superficial y otra más profunda que compartiría los síntomas que son propios
a toda institucionalización.
La prisionalización superficial sí se da en prácticamente toda la población penitenciaria, ya que, en gran medida, se 429
trataría de la expresión conductual de un proceso de adaptación plenamente normalizado, en absoluto patológico. Se
trataría, por lo tanto, de una adecuación comportamental-tipo similar a la que se da ante cualquier entorno o ambiente
que nos resulte extraño. La prisionalización superficial nos permite adaptarnos al ambiente y, en consecuencia, convivir
en términos de normalidad.
Por el contrario, la prisionalización entendida como institucionalización supone la asunción de unos valores
subculturales, la expresión de unos comportamientos concretos que superan nuestra individualidad al hacer
depositarios o responsables de los mismos al ambiente, al entorno al que pertenecemos. El recluso sometido a un denso
proceso de prisionalización pierde en gran medida su capacidad de actuación individualizada, y su conducta y actitud ha
de interpretarse siempre teniendo como referencia los valores que rigen la subcultura carcelaria.
LA ANSIEDAD
Desde el mismo momento en el que se produce el ingreso de una persona en prisión su nivel de ansiedad se incrementa
significativamente, provocando un estado anímico que revela una elevada tensión emocional.
Evidentemente un primer ingreso no es comparable, en sus efectos psicológicos, a una constatable reincidencia.
Igualmente no es asimilable un ingreso en prisión a los 21 años que otro a los 40-60 años de edad.
. En consecuencia con todo lo antedicho, el ingreso en la cárcel se ve acompañado de un significativo nivel de ansiedad
emocional, graduable en función de las circunstancias personales de cada sujeto. El grado de ansiedad es inversamente
proporcional al nivel de conocimiento del medio penitenciario
La ansiedad, la tensión emocional, se manifiesta siempre y de forma continuada en todo preso por el hecho de serlo, por
el hecho de estar en prisión.
LA DESPERSONALIZACIÓN
a pérdida de la propia individualidad, o al menos, la posibilidad de que esa despersonalización se produzca como
consecuencia de las agresiones ambientales a las que uno está expuesto. Ya desde el ingreso, al recluso le es asignado
un número de identificación directamente carcelario.
La percepción, extraordinariamente extendida entre los reclusos, de que no tienen personalidad propia, de que están
expuestos a esa despersonalización provoca que busquen constantemente su diferenciación dentro del colectivo, su
diferenciación del «resto». El recluso es una persona y como tal quiere ser tratada y considerada.
Problemática, desalentadora y muy negativa a todos los efectos personales es perder la individualidad, padecer la
despersonalización, perteneciendo a un colectivo marginal y fuertemente rechazado socialmente.
PÉRDIDA DE INTIMIDAD
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La vida personal del recluso está totalmente reglamentada y regimentalizada. El régimen ordenado y controlado está
presente permanentemente en la vida cotidiana de cada recluso.
El interno carece de la mínima capacidad de decisión en relación con actos cotidianos en el mundo libre como son abrir
o cerrar la puerta de su «casa»-celda.
a condena no supone sólo estar privado de libertad, sino también padecer privaciones íntimas que sostenidas en el
tiempo afectan sobremanera al equilibrio personal.
AUTOESTIMA
El ingreso carcelario supone, en este contexto, uno de los más graves atentados a la integridad personal y, por ende, a la
propia consideración, es decir, a la autoestima.
Una persona con autoestima baja que siente como íntimo el fracaso que revela su situación vital, que ha tomado
decisiones que le han llevado al límite de la supervivencia, no se encuentra en las mejores condiciones para sentirse
satisfecho íntimamente y, por lo tanto, vive su situación padeciendo un estado anímico seriamente depresivo. Cualquier
actuación terapéutica que se desarrolle en el entorno carcelario exige, para tener opciones de éxito, trabajar el nivel de
autoestima del interno para recuperarlo. A
La situación de prisión conlleva para las personas afectadas la i mposibilidad cierta de decidir sobre la evolución de las
propias circunstancias personales, familiares y sociales.
AUSENCIA DE EXPECTATIVAS
El recluso orienta todo su comportamiento, toda su conducta y actitud vital hacia la consecución de un único objetivo
final: recobrar la libertad.
Las expectativas personales están absolutamente condicionadas por una idea: la de la libertad perdida y la forma de
recobrarla en el menor tiempo posible. Sólo existe una expectativa: retornar a la vida en libertad.
LA SEXUALIDAD
El sujeto al igual que la persona homosexual, conserva su orientación sexual intacta durante su estancia en prisión y, en
todo caso, las modificaciones que puedan producirse en la disposición sexual, de darse, son consecuencia de la propia
evolución personal del individuo.
Las disfunciones que en la práctica sexual pueden darse durante la permanencia en prisión tienen una relación directa
con las circunstancias en las que esta práctica se lleva a cabo. Circunstancias como la habitación, el horario, el control
del tiempo y los trámites administrativos previos a la celebración de una comunicación íntima se constituyen en factores
que sí influyen y condicionan la práctica sexual.
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El psicólogo de prisiones se encarga de evaluar y tratar a los internos para su futura integración o reinserción en la
sociedad. Durante el proceso este profesional atiende las necesidades educativas, posibles trastornos psicológicos y
dificultades para la convivencia de los internos en el centro penitenciario.
Entre sus funciones también se encuentran: mejorar la calidad de vida (física y psicológica) de los internos, la
convivencia entre ellos o implantar programas preventivos de la drogadicción y la violencia.
En el ámbito pericial es el profesional encargado de realizar el diagnóstico del interno y redactar los informes
pertinentes al juzgado, antes y después del juicio. Una vez que el acusado entra en prisión llevará un seguimiento
constante del sujeto sobre su evolución. Estas evaluaciones también servirán de apoyo a los juzgados a la hora de decidir
reducir la condena u ofrecer permisos de salida.
A nivel de tratamiento el psicólogo de prisiones lleva a cabo la implantación de programas específicos que cubra las
necesidades y problemas psicológicos de los internos: adicciones, VIH y SIDA, violencia de género, falta de habilidades
sociales y terapias para modificar conductas o de reestructuración cognitiva.
Ya se han enunciado algunas de ellas al mencionar las tareas del psicólogo en las prisiones. Para concretar más el perfil
habría que añadir las siguientes competencias:
El tratamiento penitenciario se describe en la “Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad” (Ley 24.660) como
un “programa individualizado” que se articula en un “sistema penitenciario progresivo”, el cual se concreta en los
escalonamientos de la evolución progresiva y gradual del tratamiento, en los que se sitúa a las personas detenidas “en
función de la evolución de la personalidad”. Directamente en relación con los distintos grados de la progresión, están los
beneficios a los cuales se accede y que se proponen en función de criterios y pronósticos concernientes a dicha
“evolución de personalidad”, una vez superados los requisitos objetivos de tiempo de condena cumplida
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La Ley 24.660, en su artículo 12, especifica lo que acabamos de describir manifestando que “El régimen penitenciario
aplicable al condenado, cualquiera fuere la pena impuesta, se caracterizará por su progresividad”, y a continuación
detalla que constará de los siguientes períodos y fases:
a) Período de observación;
b) Período de tratamiento;
b.1) Fase de socialización;
b.2) Fase de consolidación;
b.3) Fase de confianza;
c) Período de Prueba;
c.1) Salidas transitorias;
c.2) Régimen de semilibertad;
d) Período de libertad condicional
El psicólogo en el ámbito carcelario del Servicio Penitenciario Federal tiene su inserción específica en 2 áreas claramente
diferenciadas respecto de su función: el área criminológica y el área asistencial.
El art. 185 de la Ley 24.660 indica que los establecimientos destinados a la ejecución de las penas privativas de la
libertad deben contar con “Un organismo técnico-criminológico del que forme parte un equipo multidisciplinario
constituido por un psiquiatra, un psicólogo y un asistente social y en lo posible, entre otros, por un educador y un
abogado, todos ellos con especialización en criminología y en disciplinas afines”.
Allí el psicólogo ejerce su labor conjuntamente a los demás profesionales que integran el área: médicos (en sus
distintas especialidades, incluyendo psiquiatría), odontólogos, farmacéuticos, bioquímicos, etc. Le compete al
psicólogo en esta área todo lo relativo al trabajo clínico y asistencial con el interno en lo referente a la salud
mental de la población carcelaria.