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6 ANÁLISIS
En este capítulo resumo los cuatro subanálisis de este estudio. Los subanálisis
I-IV se corresponden con los artículos I-IV. Describo brevemente el análisis
presentado en cada artículo y la forma en que se enmarcó teórica y
metodológicamente. Concluyo cada subapartado con un resumen de las
conclusiones y percepciones derivadas del análisis. En el capítulo 7 se
examinan los análisis y las ideas que aportan al unísono.
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significados atribuidos a las categorías de género permitían que surgieran
explicaciones de la violencia a través de sutiles referencias a las relaciones
culturales entre hombres y mujeres.
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Análisis
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mientras que la competencia y, en mayor medida aún, la voluntad la dotaron
de una agencia más fuerte, vinculándola de forma más íntima y permanente a
los sospechosos y a lo que se describía como sus deseos internos. Se trata, por
supuesto, de un retrato inevitablemente simplificado de las tendencias
generales de la información: en la práctica, muchas de las modalidades
estaban entrelazadas, y los límites entre ellas parecían difusos.
Según mi análisis, el uso de la violencia por parte de las mujeres rara vez
tenía sentido a través de la representación de una débil capacidad de acción
por parte de las sospechosas. Además, los informes que se basaban
predominantemente en este tipo de interpretación solían ser breves y no
incluían muchos detalles sobre el caso. Los casos más sensacionalistas, por su
parte, se basaban en gran medida en descripciones de la violencia que la
asociaban con una fuerte capacidad de acción, caracterizando así a los
sospechosos por su intención implícita de hacer daño. En algunos de estos
informes también había referencias recurrentes a los trastornos mentales de
los sospechosos, más concretamente a la psicopatía y a los trastornos de la
personalidad. Sin embargo, estas referencias no sirvieron para disminuir la
culpabilidad de los sospechosos (por ejemplo, Allen, 1998), sino que
reforzaron su representación como "otros" antisociales y desviados.
Además, del análisis se desprende que en varias de las noticias la
búsqueda de la verdad se entrelazaba con la amenaza implícita de no alcanzar
una fase de reconocimiento satisfactoria y veraz (entendida aquí en términos
sociosemióticos) que permitiera identificar con seguridad a la sospechosa
como un determinado tipo de persona. De nuevo, en los informes sobre los
casos más sensacionalistas, esta amenaza coincidió con la presentación de las
mujeres sospechosas como engañadoras, lo que a su vez implica que habrían
intentado ocultar a propósito su verdadera identidad, caracterizada por su
violencia. En varios reportajes observé cómo su apariencia femenina,
ejemplificada en actos de crianza y maternidad, por ejemplo, se yuxtaponía a
sus actos de violencia, retratando así su feminidad como una apariencia
engañosa que oculta su verdadera esencia violenta, que los reportajes
pretendían revelar.
En conjunto, estos problemas de reconocimiento en los informes
parecen dar a entender al público que las mujeres sospechosas de
violencia no pueden recuperarse (cf. Morrissey, 2003) y, por tanto,
reintegrarse en la sociedad, sino que siguen siendo sospechosas. Además,
se puede considerar que escinden la violencia y la feminidad (Neroni, 2005)
al relacionarlas como verdad y falsedad, o esencia y apariencia engañosa.
Los temas de la verdad y el engaño también quedaron patentes en los
artículos que hablaban de la violencia cometida por las mujeres como
fenómeno. En estos artículos, el engaño se relacionaba en ocasiones con los
defensores del movimiento feminista en Finlandia, a quienes se describía
como personas que intentaban ocultar la verdad sobre la capacidad de las
mujeres para ejercer la violencia. Además, el contexto social de las acciones
de las mujeres se presentaba como el que les permitía actuar de forma
engañosa y posiblemente también violenta. Este tipo de suposición sobre una
sociedad que impone pocas restricciones a la acción de las mujeres también
está implícita en muchas de las noticias que describen a las mujeres
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sospechosas como personas con gran capacidad de acción y capaces de
ocultar engañosamente su violencia.
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Análisis
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análisis. Por un lado, considero las formas en que las articulaciones del afecto
participan en las promulgaciones locales de posicionamientos. Por otro lado,
considero que estas articulaciones están vinculadas a la afectividad más
amplia de las posiciones del sujeto acumuladas en prácticas culturales
recurrentes (Ahmed, 2014a), que funcionan como telón de fondo de los
posicionamientos a nivel micro. Por lo tanto, en este análisis abordo los
posicionamientos como puntos de contacto afectivos con el mundo social y
sus ensamblajes discursivo-material-afectivos que permiten a los
oyentes/lectores del habla/texto imaginar una experiencia de ese mundo
desde un determinado punto de vista. En resumen, los posicionamientos de
los participantes en la investigación analizados desde esta perspectiva pueden
verse como actuaciones identitarias relacionales promulgadas localmente que
implican una intraactuación discursiva, corporal y afectiva (Barad, 2007) no
sólo conmigo mismo como investigador y el estudio que represento, sino
también con los recursos discursivos socioculturales disponibles y las
materialidades de la prisión y los acontecimientos que llevaron a los
participantes allí.
Entré en el análisis de estos posicionamientos observando los significados
que las participantes asociaban con la feminidad o el género en sus
conversaciones/textos sobre la violencia y las formas en que se relacionaban
con esos significados. Influenciada por el énfasis etnometodológico en los
procesos de creación de significado a nivel micro, me centré en las
referencias explícitas al género y a la feminidad en los materiales de
investigación, observando cómo se forjaban las asociaciones entre las
categorías de género, los diferentes modos de ser y actuar y las propias
participantes. A partir de este análisis, distinguí cuatro modos diferentes de
posicionamiento: alineación con la contundencia, alineación con la
vulnerabilidad, (des)alineación con la demonización y alineación con la
maternidad. En el artículo III (basado en este subanálisis), me propuse arrojar
luz sobre la complejidad y fluidez de las representaciones de la identidad de
género de las mujeres encarceladas, junto con sus dimensiones afectivamente
ambivalentes, mediante análisis detallados de fragmentos de
conversaciones/textos ilustrativos de estos posicionamientos.
Analizadas desde esta perspectiva, fue posible ver las posiciones de las
mujeres encarceladas como si implicaran alineaciones fluctuantes con
atributos que conllevan tanto connotaciones tradicionalmente masculinas,
como la contundencia, la autonomía y la racionalidad, como connotaciones
femeninas, como la vulnerabilidad, la falta de agencia y el cuidado. Desde
una perspectiva postestructural, estos alineamientos pueden considerarse
parte de la multiplicidad inherente a la representación de la identidad de
género. Por lo tanto, mi análisis basado en dicha perspectiva pretende
contrarrestar las visiones estereotipadas y reduccionistas que anormalizan a
las mujeres que han perpetrado actos violentos basándose en que sus acciones
son incompatibles con una interpretación de género adecuada.
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Análisis
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Maggie Maclure (2008); me parecieron inesperadas y, sin embargo, fueron
utilizadas de forma bastante rutinaria por las mujeres encarceladas.
Obviamente, estas frases podían interpretarse de varias maneras, pero en mi
análisis parecían apuntar a la centralidad de la valía y a los esfuerzos por
recuperarla tras haber sido sometidas a devaluación a través del abuso. Esto
también me llevó a analizar la forma en que el valor estaba implicado en otras
partes de las narraciones.
En conjunto, la violencia aparecía tanto como un medio de perseguir el
valor como sujeto como, particularmente en las narrativas que no terminaban
con la rehabilitación, para disminuirlo a los ojos de los demás debido a lo que
puede verse como la pegajosidad de la marca de un otro violento y
desviado. Los yos defensores se basaban en el uso de la violencia como un
intento de distanciarse de los yos victimizados, que parecían carecer de valor
y estaban vinculados a emociones como la vergüenza. Los yos perdidos,
por el contrario, se basaban en representaciones de la violencia como una
amenaza a la propia integridad debido a su asociación con una pérdida de
control que, a su vez, se asociaba a menudo con el miedo y con intentos
pronunciados de evitación. Los yos rehabilitados se basaban en intentos de
ganar valor a través de la agencia recién adquirida en actividades no
violentas, en otras palabras, la capacidad de evitar la violencia y/o de
participar en actividades "normales" como trabajar o estudiar.
Al centrarse en los procesos mediante los cuales los límites encarnados
constituyen la integridad del yo (visto como simbólico y material) en el
análisis fue posible sintonizar con la precariedad de la integridad, y por lo
tanto ver cómo la vulnerabilidad estaba presente y defendida en las narrativas
de los participantes. Inspirándome en los escritos de Margrit Shildrick (2002)
y Sara Ahmed (2014a), en el artículo IV afirmo que las mujeres en general
ocupan posiciones marcadamente precarias en relación con la integridad y la
subjetividad que se basa en ella, debido a los significados materiales y
simbólicos atribuidos a la feminidad y a los cuerpos marcados como
femeninos. Así pues, el género se analiza en el subanálisis IV principalmente
en términos del acceso variable de mujeres y hombres a las posiciones de
sujetos debido a los significados asociados a las categorías de género y a los
cuerpos marcados por el género. Por lo tanto, también percibo los
significados evocados en las narrativas de las mujeres encarceladas como
género en términos tanto de simbolismo como de encarnación.
En resumen, según mi análisis, las aspiraciones de las mujeres
encarceladas a convertirse en sujetos de valor parecían prevalentes pero
frágiles. Esta fragilidad puede considerarse vinculada tanto a las
imposibilidades inherentes de la subjetividad separada como a las
particularidades de las posiciones pasadas y presentes de las mujeres. Esas
particularidades pueden motivar intentos pronunciados de resistirse a la
vulnerabilidad adhiriéndose a la forma ideal de subjetividad que prevalece en
el imaginario occidental y que se basa en la separabilidad y la delimitación.
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Debate
7 DEBATE
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considerarse parte integrante del contexto sociocultural en el que las mujeres
encarceladas por delitos violentos negocian sus identidades y construyen
relaciones entre su yo y la violencia.
Como se ilustra en los artículos III y IV, las contradicciones entre aparecer
como un ser de género socialmente aceptable y cumplir una pena de prisión
por delitos violentos se negociaron en las narrativas de estas mujeres a través
de modos de creación de sentido que vinculaban su yo y su violencia a
atributos que se alineaban, pero en ocasiones también se desalineaban, con
los tradicionalmente asociados a la feminidad. Por ejemplo, la alineación con
la contundencia (descrita en el artículo III) se basaba en distinguirse de otras
mujeres a las que se asociaba con la vulnerabilidad. Dar sentido a su
violencia a través del victimismo (descrito en ambos artículos), del que
algunas de las participantes hablaban en términos explícitamente sexistas
(véase el artículo III), podría considerarse a su vez como una forma de
alinearse con la feminidad (Gueta y Chen, 2016; Miller, Carbone-López y
Gunderman, 2015).
Además, como se describe en el artículo III, las mujeres encarceladas que
participaron en mi estudio a menudo hacían hincapié en su maternidad.
Estos alineamientos pueden verse como intentos de contrarrestar la
estigmatización recurriendo a las mismas nociones de género sobre la
maternidad como signo central de una feminidad respetable (Ferraro y
Moe, 2003; Miller, Carbone-López y Gunderman, 2015) que los tabloides,
a su vez, utilizan en su construcción de las "mujeres violentas" como
desviadas anormales. Se asemejan a los posicionamientos de las
consumidoras de metanfetamina encarceladas en el estudio realizado por
Miller, Carbone-Lopez y Gunderman (2015), en el que vieron a las mujeres
entrevistadas constituyendo yos reformados a través del deseo expreso de
dedicarse a la maternidad en el futuro. Del mismo modo, veo estas
alineaciones en las narrativas de las mujeres encarceladas como esfuerzos
para promulgar yos de género respetables que permiten el distanciamiento
de la violencia y los problemas de género vinculados a ella desde el yo
presente o futuro.
Sin embargo, de forma similar a las observaciones realizadas por
Fleetwood (2015) y Valli Rajah (2006), estos no fueron los únicos tipos de
relatos proporcionados por las mujeres encarceladas. Al alinearse con la
contundencia, por ejemplo, algunas de ellas (también) reiteraron lo que
podrían considerarse valoraciones subculturales que resuenan con los códigos
de los reclusos o de la calle.51 Este tipo de discurso produce contra-narrativas
en las que el valor de uno mismo se busca a través de diferentes tipos de
asociaciones que en discursos con mayor aceptación social. Por ejemplo, las
manifestaciones de contundencia mencionadas anteriormente estaban
relacionadas con el distanciamiento de la feminidad definida a través de la
vulnerabilidad, que en el proceso se designaba como indeseable. Estos
posicionamientos también resuenan con los descritos en el estudio de
Beverley Skeggs (1997) sobre las mujeres de la clase trabajadora británica
que se desidentifican con las nociones patologizantes que otros les atribuyen
debido a su ubicación social. En lugar de valorizar la clase media
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51 Como señala Rajah (2006), lo mejor es considerar que estas valoraciones subculturales están
entrelazadas con otras más dominantes, en lugar de distinguirse claramente de ellas.
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Debate
Las mujeres del estudio de Skeggs (ibíd.) invirtieron en formas de llegar a ser
respetables que les resultaban más fáciles de conseguir.
Como señalan Patricia Clough y Michele Fine (2007), así como
Fleetwood (2015), se espera que las mujeres encarceladas ofrezcan cierto tipo
de relatos para demostrar que se han rehabilitado. Además de los
alineamientos con la maternidad discutidos en el Artículo III, en el Artículo IV
discutí las formas en las que vi a las mujeres encarceladas representar a sí
mismas rehabilitadas a través de descripciones de cambio en las formas de
relacionarse y hacer frente a la violencia, por ejemplo, y haciendo hincapié en
su capacidad y voluntad de participar en la vida laboral o/y adquirir
educación en el futuro. Estas narrativas sirven para distinguir los actos
violentos del yo, que pasa a definirse a través de otros atributos no violentos
(véase Hochstetler, Copes y Williams, 2010). Muchas de ellas también
contienen expresiones de remordimiento por la vida en el pasado y los actos
de violencia en ella. Según Jennifer Kilty (2010), tales expresiones de
remordimiento tienden a esperarse específicamente de las mujeres que han
cometido actos violentos, lo que les permite redimir su imagen de género.
Constituyendo un modo confesional de establecerse como sujeto socialmente
reconocible, esta expectativa se alinea con los ideales neoliberales según los
cuales los sujetos asumen la responsabilidad de sus actos y exhiben una
capacidad para ejercer la reflexividad (ibíd.).
En contraste con las narrativas de redención de las mujeres encarceladas,
los reportajes de la prensa sensacionalista destacan la falta de remordimiento
de las sospechosas, que a menudo desempeña un papel central en su
construcción como otras desviadas. Como se ha expuesto en el artículo II, la
atención se centra, sobre todo en los reportajes de los casos más
sensacionalistas, en la negativa de las sospechosas a confesar los actos
violentos de los que se las acusa. Además, en la información sobre el caso
Ulvila, por ejemplo, la atención se centra en la falta de respuesta emocional
(de la que las lágrimas, por ejemplo, habrían sido indicativas) por parte de la
mujer sospechosa, lo que se toma como prueba de su falta de sinceridad. De
hecho, la imagen de una engañadora (véase el artículo II) que se construye en
los reportajes de la prensa sensacionalista es, en muchos sentidos, la opuesta
a la que permiten las muestras de remordimiento. Se basa en una división
inversa entre (una falsa) apariencia y el verdadero yo, que proyecta la
feminidad y la normalidad de las mujeres acusadas como apariencia engañosa
y, a su vez, vincula sus actos violentos a su verdadero yo.
Además de, y a menudo al unísono con, las descripciones de las mujeres
sospechosas de violencia como engañosas, en varios reportajes de prensa
sensacionalista la violencia de las mujeres se entiende de un modo que la
vincula a lo que parecen ser las intenciones y deseos internos de las
sospechosas, en otras palabras, su voluntad (véase el artículo II). De nuevo, y
en contraste con las narrativas de redención, estos modos de dar sentido
incluyen la implicación de que los sospechosos pueden volver a cometer
actos violentos, dado que la violencia está íntimamente ligada a su
identidad. Como se menciona en el capítulo 6.2, puede considerarse que
marca a los sospechosos como irrecuperables (Morrissey, 2003),
suspendiendo así cualquier esperanza de su (re)integración en la sociedad.
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Siguiendo a Ahmed (2014b), estas vinculaciones de la violencia a la
voluntad de las mujeres sospechosas pueden considerarse como una
interpretación de su voluntad52: como excesiva en su voluntad mal dirigida y,
por tanto, como muestra del "potencial perverso de la voluntad" (Ahmed,
2014b, 12). Estos retratos sensacionalistas, junto con las representaciones
asociadas de una división entre su "falsa" apariencia como cuidadoras y su
"verdadera" esencia como violentas, aluden a la amenaza que supone para el
mantenimiento de la normalidad de género no poder identificar a las mujeres
violentas y, por tanto, distinguirlas de las mujeres "normales" (Ballinger,
2000). Según Margrit Shildrick (2000, 2002), lo que hace que los monstruos -
etiqueta utilizada con frecuencia en los medios de comunicación populares
para describir a las mujeres que han cometido actos violentos- resulten
amenazadores en el imaginario cultural es su proximidad a lo humano, es
decir, que presenten características que se consideran humanas junto con
otras que se consideran inhumanas. Por lo tanto, es concebible que la
abyección, en términos de cómo se desarrolla en las representaciones de las
mujeres "violentas", esté de hecho motivada por la cercanía que amenaza y,
por lo tanto, engendra intentos de distanciamiento (c.f. Downing, 2013).
Lo que no destaqué en los artículos I y II es que el aborrecimiento que
evoca la desviación criminal y de género a menudo se mezcla con el
asombro, o incluso con la fascinación velada (Blackman y Walkerdine,
2001). Esta ambivalencia afectiva en la alteración de género de la
criminalidad y la violencia podría explicar en parte la atención sostenida y el
espacio asignado en la prensa sensacionalista a las historias sobre mujeres
sospechosas de violencia. La fascinación por la criminalidad de la que se
alimenta la prensa sensacionalista puede considerarse una parte crucial de los
procesos de alterización, en los que dicha fascinación se afianza
estableciendo firmemente la diferencia entre los otros criminales y los
espectadores no criminales de los espectáculos exhibidos.
En general, si me hubiera centrado más en los aspectos afectivos de la
creación de sentido en mis análisis de las noticias sensacionalistas, habría
podido comprender mejor la dinámica social de la que forman parte las
representaciones mediáticas. Al fin y al cabo, la creación de sentido no
consiste únicamente en la racionalización de acciones violentas que
construyen escenarios de causa y efecto; también constituye el sentido común
a nivel afectivo, de manera que ciertos sucesos y estados de cosas llegan a
parecer naturales (Wetherell, 2012) y moralmente correctos o incorrectos.
Además, puede considerarse que dar cuenta de la violencia restablece
(potencialmente) la sensación de naturalidad cuando se ha hecho sospechosa,
si se movilizan de forma convincente las comprensiones comúnmente
compartidas. Como afirmo en el artículo I, mi análisis de las noticias sobre la
violencia mortal en la pareja corrobora observaciones anteriores según las
cuales esto puede lograrse más a menudo y más fácilmente cuando los
sospechosos son hombres y no mujeres (véase, por ejemplo, Nikunen, 2006).
52 Según Ahmed (2014b, 15), ser etiquetado como voluntarioso puede recaer sobre "aquellos que no
están obligados por el razonamiento de los demás", y también se asocia con "no cumplir los criterios
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para ser humano". La visión de Ahmed sobre la voluntariedad es similar a la de Lynda Hart (1994),
según la cual es el deseo, del calibre "equivocado" y de las inclinaciones "equivocadas", lo que
convierte a ciertas mujeres en otras peligrosas.
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Debate
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anteriores que indican que es más común retratar el uso de la violencia por
parte de las mujeres como irracional que como racional (por ejemplo, Brown,
2011; Naylor, 2001).
Sin embargo, como muestro en particular en el artículo IV, muchas de las
narrativas de las mujeres encarceladas retrataban la violencia perpetrada por
ellas mismas como algo propio.
92
Por lo tanto, le atribuyen significados muy diferentes a los de la prensa
sensacionalista. Además, algunas de las mujeres describieron su propia
violencia como perpetrada en defensa de otros. Esto les permitió adoptar la
posición de protectoras activas de los demás, cuya violencia aparece, por
tanto, motivada por el afecto y no por la voluntad de hacer daño. Como
analizo más adelante, estas representaciones pueden verse tanto como
esfuerzos locales para justificar la violencia y, por lo tanto, para hablar en
contra de la estigmatización (cf. Gueta y Chen, 2016), como vinculadas a
prácticas socioculturales más amplias por las que el sujeto ideal se constituye
sobre la base de ideales de racionalidad y separación.
Además, como ya se ha mencionado y descrito en los artículos I y II, a
pesar de que los reportajes de la prensa sensacionalista se basaban con
frecuencia en suposiciones de género sobre la feminidad "normal" en sus
descripciones de las mujeres sospechosas, el uso de la violencia por parte de
las mujeres se entendía predominantemente en los reportajes de un modo que
reproduce nociones de violencia neutras desde el punto de vista del género.
Con frecuencia se evocan imágenes en las que el género no parece situar a
mujeres y hombres de forma diferente en términos de poder, y en las que no
hay lugar para considerar las restricciones que la sociedad puede imponer a
las acciones de las mujeres. Además, muy pocas veces se contextualizan los
actos de violencia de las mujeres (como la violencia letal hacia sus cónyuges
varones) con descripciones de su propia victimización prolongada en una
relación íntima caracterizada por la asimetría de poder. Sin embargo, este tipo
de contextualizaciones aparecen, por ejemplo, en la investigación sobre la
violencia letal en la pareja (por ejemplo, Weizmann-Henelius et al., 2012), y
en los relatos de las mujeres encarceladas (véase en particular el artículo IV),
y pueden considerarse importantes para ver las formas en que las dinámicas
de poder de género informan la perpetración de la violencia.
Los puntos de vista neutrales desde el punto de vista del género sobre la
violencia que circulaban en los tabloides también se reproducían (al menos
hasta cierto punto) en algunas de las narrativas de las mujeres encarceladas,
en relación con los alineamientos con la contundencia, por ejemplo. Esto
puede verse como un reflejo de la prevalencia de las comprensiones neutrales
de la violencia desde el punto de vista del género en el contexto sociocultural
finlandés (por ejemplo, Ronkainen, 2002; Virkki, 2017), y de la relativa
indeseabilidad de los puntos de vista feministas sobre la violencia y los
posicionamientos que hacen disponibles. Como analizo en el artículo II, este
tipo de indeseabilidad se construyó en los artículos sobre el uso de la
violencia por parte de las mujeres como un fenómeno al atribuir engaño no
solo a las mujeres sospechosas, sino también a los defensores del movimiento
feminista. Por lo tanto, estos artículos se hacen eco de las formas en que las
investigadoras feministas de la violencia se han posicionado no sólo en los
escenarios públicos, sino también en algunos de los debates académicos sobre
la simetría de género en la violencia. Se basan en discursos históricamente
poderosos sobre las mujeres y el movimiento feminista como irracionales y
propensos a errores de la verdad (Shildrick, 2002, 36-37). Sin embargo, como
se ha mencionado anteriormente, algunas de las mujeres encarceladas
también se posicionaron de formas que, en contraste, se alinean con las
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nociones feministas sobre la vulnerabilidad de género de las mujeres en
relación con la violencia.
En el artículo II contrasto brevemente estas interpretaciones neutrales
desde el punto de vista del género de la capacidad de las mujeres para
actuar violentamente con la visión de la agencia que ofrece la
93
Debate
No me quieren a mí
Quieren a Laura Ingals
Agradable obedecer en su pinny
Maija Vilkkumaa (cantautora finlandesa), Laura Ingals, álbum Meikit, ketjut ja vyöt
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de la prensa sensacionalista, así como en las teorizaciones sobre el uso de la
violencia por parte de las mujeres, me quedaré un poco más con estas
cuestiones en esta sección.
Como afirma Margrit Shildrick (2002), entre otros, la vulnerabilidad y la
autonomía están marcadas por el género y organizadas jerárquicamente en el
imaginario cultural occidental. Mientras que la autonomía es la propiedad
valorada de los individuos marcados como masculinos, la vulnerabilidad se
asocia a la alteridad femenina, contra la que debe defenderse el
establecimiento de la autonomía. Estas distinciones van de la mano con las
distinciones de género basadas en la racionalidad marcada como masculina y
la irracionalidad marcada como femenina, la emocionalidad y el desenfreno
asociado o incluso la locura manifiesta (Ahmed, 2014a; Blackman, 2008;
Shields, 2002; Shildrick, 2002; Usher, 1999). A la luz de estos puntos de
vista, la monstruosa desviación tanto de los cuerpos vulnerables marcados
como femeninos (Shildrick, 2002) como de los marcados con violencia puede
verse como una complicación de las representaciones identitarias en las
narrativas de las mujeres encarceladas. De hecho, como se ilustra en los
artículos III y IV, parece que la desviación que implica uno de estos modos
de encarnación puede defenderse alineándose con el otro, que, sin embargo,
siempre está cargado con el riesgo del otro tipo de desviación. Estos riesgos
pueden ser especialmente destacados para las mujeres, cuyos alineamientos
con la violencia no suelen corresponderse con las expectativas de género (por
ejemplo, Downing, 2013), y cuyos cuerpos están marcados por la falta (de
límites) en el imaginario cultural.
Como se ha insinuado anteriormente, lo que se toma como signos de
sujetos propios (es decir, autónomos) en el imaginario occidental son cuerpos
delimitados que están claramente demarcados de otros cuerpos (Shildrick,
2002, 5). Con la ayuda de las teorizaciones de Ahmed (2014a), en el artículo
IV intenté analizar algunos de los procesos mediante los cuales se promulgan
los límites que permiten tales demarcaciones. Los límites que definen el
propio cuerpo permiten ser distinguido como un tipo particular de entidad, en
otras palabras, como poseedor de una identidad (Shildrick, 2002). Estos
procesos se basan en las nociones normativas de continuidad y coherencia de
las identidades (véase el capítulo 3.2), que permiten identificar con seguridad
a los que son otros y a los que son, o pueden ser, uno de "nosotros", junto con
los atributos que pueden y no pueden asociarse a "nosotros" (Blackman y
Walkerdine, 2001). Estas nociones subyacen a los intentos de identificar a
otros delincuentes en los medios de comunicación (y a las ansiedades
relacionadas con el fracaso en este sentido) y de resistirse a los que son
etiquetados como desviados identificándose a uno mismo como un tipo
particular (por ejemplo, no violento) de persona.
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impacto de las sensibilidades tanto neoliberales como postfeministas que
otorgan un valor particularmente alto a la individualidad y la agencia de las
mujeres, y se basan en el supuesto de que estas cualidades son fácilmente
alcanzables para ellas. Estas idealizaciones de la agencia y la individualidad,
características de las culturas individualistas en general - también
95
Debate
que acechan en las páginas de esta disertación como una orientación que me
da forma (parcial y contenciosamente) - están en marcado contraste con ser
identificado como víctima. Por el contrario, orientan hacia narrativas en las
que el curso de la vida de uno aparece como un resultado directo de las
elecciones que uno ha hecho como individuo racional. Este rechazo cultural
generalizado del victimismo (Baker, 2010), y de la consideración de las
limitaciones sociales en general (Gill, 2016), puede explicar en parte las
posiciones contradictorias en las narrativas de las mujeres encarceladas, así
como las tendencias en las noticias sensacionalistas a enfatizar la agencia
individual de las mujeres sospechosas.
Según Ronkainen (2002), la victimización pone de manifiesto la
penetrabilidad de los límites corporales de las mujeres, haciendo añicos su
apariencia de individuos (auto)contenidos asociados a una abstracción
incorpórea. Los estudios realizados en Finlandia centrados en los relatos de
mujeres victimizadas en sus relaciones íntimas de pareja indican que el hecho
de posicionarse como víctima a menudo parece estar asociado a problemas
(por ejemplo, Ronkainen, 1999b, 2001; Venäläinen, 2012; Virkki, 2007).
Debido a su capacidad para amenazar la propia apariencia como sujeto
adecuado, la victimización se convierte fácilmente en algo vergonzoso y, por
tanto, contra lo que hay que protegerse, por ejemplo, haciendo hincapié en la
agencia y la responsabilidad en relación con ella. Así pues, podría decirse que
el hecho de posicionarse como víctima no permite adquirir una identidad que
tenga valor (véase Skeggs, 2010): de hecho, ser víctima va en contra de la
idea de tener una identidad en absoluto, dado que la identidad consiste en ser
reconocible como una entidad coherente que puede separarse de los demás
(cf. Lawler, 2008).
Dorte Marie Søndergaard (2015) ha señalado que el hecho de que sea
posible o deseable que alguien se identifique como víctima depende de si se
percibe que las culturas en las que habitan dan apoyo a quienes se encuentran
en esa situación de manera que puedan conservar la dignidad. Ronkainen
(2002) ha analizado los problemas asociados al victimismo de las mujeres
finlandesas a la luz de la historia de la sociedad finlandesa. Ha afirmado que
el gran valor que se concede a la autonomía y la correspondiente devaluación
de la vulnerabilidad y el victimismo en el contexto cultural finlandés reflejan
el pasado reciente que vio la reconstrucción de la nación después de dos
guerras y la supresión del trauma de la violencia que causaron. En resumen,
mientras que la posición de "mujer finlandesa fuerte" ha permitido
históricamente ejercer una feminidad respetable en el contexto finlandés, las
posiciones basadas en el victimismo no han estado, a su vez, igualmente
disponibles para las mujeres (por ejemplo, Virkki, 2007). Como ya se ha
mencionado, estas tendencias también se pusieron de manifiesto en la falta de
atención a la posible victimización de las mujeres acusadas de violencia en
los reportajes de prensa sensacionalista analizados en este estudio.
En resumen, el victimismo es una forma de vulnerabilidad que amenaza la
apariencia de una persona como individuo limitado y, por tanto, puede no
parecer un posicionamiento deseable, especialmente en contextos que valoran
la individualidad. Como muestro en los Artículos III y IV, aunque muchas de
las narrativas de las mujeres encarceladas incluyen descripciones de
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victimismo, los posicionamientos promulgados a través de ellas tienden a ser
anulados por el énfasis en la racionalidad y la agencia de sus acciones.
Vinculado a la idealización de la autonomía de la que se ha hablado
anteriormente, esto resuena
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con concepciones comunes que separan la violencia expresiva de la
instrumental y valoran más esta última (Campbell y Muncer, 1994). Percibida
como instrumental, la violencia puede vincularse a un sentido de control
racional y, por lo tanto, puede suponer una amenaza menor para la imagen de
su autor como desviado (aunque, como ya se ha dicho, en el caso de las
mujeres esto puede no ser tan sencillo). Estos alineamientos con la
racionalidad y la autonomía proporcionan así un medio para que las mujeres
encarceladas refuten la imagen que se tiene de ellas como otras irracionales y
vulnerables y, en su lugar, se esfuercen por ser vistas como sujetos que
importan (c.f. Henriksen & Miller, 2012).
Sugiero que el estatus potencialmente problemático del posicionamiento
de la víctima (por ejemplo, Ronkainen, 1999b) debería tenerse en cuenta en
las intervenciones terapéuticas en la violencia contra las mujeres. El
posicionamiento de la víctima puede figurar en los encuentros terapéuticos de
varias formas dilemáticas. No sólo la posición de víctima sino también la
posición de actor responsable puede ser resistida por los perpetradores con el
uso de técnicas de auto-constitución (incluyendo la reivindicación de la
victimización) que permiten distanciarse de posicionamientos que suponen
una amenaza para la dignidad (Hochstetler, Copes & Williams, 2010). 53
Tanto la posición de víctima como la de actor responsable implican una
vergüenza potencial para los autores de la violencia. Como emoción
paralizante que separa a una persona de los demás, la vergüenza puede
impedir la experiencia de pertenecer a un grupo social, o a la sociedad en
general, en el que uno podría tener un lugar como miembro respetable.54 La
experiencia y la expectativa de estar aislado, a su vez, inhibe la percepción de
la relacionalidad de las acciones de uno, y por lo tanto su impacto en los
demás. (c.f. Helkama, 2009, 243-250.) Por lo tanto, las intervenciones
exitosas pueden requerir un cuidadoso equilibrio con los posicionamientos
disponibles para los perpetradores de violencia en los encuentros
terapéuticos, incluyendo la consideración de la deseabilidad afectiva de
ciertos posicionamientos y de las formas en que las personas se apegan a
ellos a través de sus historias de vida. La necesidad de dicho equilibrio puede
ser especialmente aguda en el caso de las mujeres que han ejercido la
violencia, para quienes tanto la posición de víctima como la de agresor
pueden entrañar riesgos pronunciados en cuanto a su capacidad de verse a sí
mismas, y de ser vistas, como sujetos humanos dignos. Sobre todo porque
afectos como la vergüenza y las etiquetas asociadas, como la de "otra
desviada", pueden adherirse fácilmente (véase Ahmed, 2014a; artículo IV) a
las mujeres que han perpetrado actos de violencia, restringiendo así sus
posibilidades sociales y
espacio vital.55
Los debates críticos sobre las representaciones patologizadoras y
demonizadoras de las mujeres que han perpetrado actos de violencia (por
ejemplo, Morrissey, 2003) a veces han
53 Terhi Partanen y Jarl Wahlström (2003), entre otros, han debatido el equilibrio dilemático
entre el posicionamiento de víctima y el fomento de la adopción de una posición responsable en
97
relación con la violencia en la terapia de grupo para agresores masculinos de violencia doméstica.
54 Véase James Gilligan (2003) para un debate sobre cómo la vergüenza puede estar vinculada a la
violencia de forma cíclica.
55 Esto también da fe de la importancia de las diversas formas de apoyo estatal a las mujeres
acusadas de delitos violentos tras su puesta en libertad, que según Riitta Granfelt (2007) suele ser
insuficiente.
97
Debate
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56 Esta noción ha sido criticada especialmente por los defensores de los microenfoques de los
análisis discursivos centrados en el género (por ejemplo, Speer y Stokoe, 2011). En el ámbito de la
criminología, Jody Miller (2002) ha considerado la misma cuestión desde un ángulo ligeramente
diferente.
99
Debate
100
(también en el subanálisis III), en particular en el subanálisis IV me baso no
sólo en Wetherell (ibíd.), sino también en Ahmed (2014a) en mi lectura de las
narrativas de las mujeres encarceladas, con el fin de tener una idea más aguda
de los aspectos afectivos de sus promulgaciones de identidad.
En resumen, los distintos enfoques analíticos y los conceptos que los
acompañan a los que he recurrido en los subanálisis permiten distintos tipos
de compromiso con el género, por lo que no son mutuamente sustituibles,
pero tampoco es necesario considerarlos mutuamente excluyentes. Por lo
tanto, las diferencias entre ellos no sólo ponen de manifiesto la variedad de
formas en que el género afecta a la vida de las personas, sino también las
formas en que el género puede analizarse en la investigación, dependiendo
del centro de interés. Lo que une a los conceptos que he puesto a trabajar en
los análisis es que su uso ha permitido iluminar los procesos a través de los
cuales las identidades -y el sentido de identificabilidad- se constituyen (en
gran medida a través de representaciones de acciones) y se posicionan en
relación con el género, entendido en mi trabajo como un conjunto de
prácticas normativas a través de las cuales se construyen las relaciones
jerárquicas de género.
Los enfoques teóricos y metodológicos para analizar el género a los que
he recurrido en este estudio han revelado el desorden y la impureza, junto con
los patrones, en la reproducción del género. Han mostrado las formas en que
el género se vive no sólo como múltiple, sino también como indeterminado.
El género muta constantemente como una fuerza que moldea y se moldea en
las prácticas cotidianas de las personas. Está presente en el modo en que las
personas actúan y dan cuenta de acciones anteriores, en las orientaciones
adoptadas en relación con el mundo y en las orientaciones que el mundo
ofrece y acepta. Estas sedimentaciones personales de significados vinculan a
las personas con las sedimentaciones de lo social y lo normativo de diversas
maneras. El género no es lo único que moldea las orientaciones; también es
significativa la disponibilidad de recursos que depende de las relaciones de
posibilidad entre el mundo y los cuerpos con marcas a las que se da sentido
mediante nociones de clase, sexualidad, etnia y raza, por ejemplo. Estas
visiones cuestionan los modos unidireccionales y predecibles de hacer
género, sin dejar de ser sensibles a sus operaciones y al poder del que están
imbuidas.
101
Debate
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No se trata de un proceso completo, ni de una sustitución lineal o clara de los
"viejos" enfoques por los "nuevos", sino más bien de la superposición de
vínculos con varios enfoques, en parte contradictorios, de un modo que en la
teorización postestructural (por ejemplo, Davies et al., 2004) se caracteriza
como el frágil estado de constituirse como un sujeto fragmentado y
contradictorio que altera la normatividad de identificarse de acuerdo con los
patrones de pensamiento predominantes. Al igual que nuestros pasados, que
nunca terminan (Ahmed, 2014a) sino que se infiltran en el presente (y se
remodelan en él), mis compromisos con diferentes teorías y enfoques están
presentes simultáneamente en mi pensamiento, aunque mi apego a algunos
pueda disminuir mientras que otros se afianzan más, perturbando así el
predominio relativo de los anteriores.
El potencial crítico del postestructuralismo se basa en este problema que
plantea a las nociones dominantes de coherencia que trabajan para reducir la
complejidad (Gannon y Davies, 2007). Significa hacer proposiciones
reconocidas como contingentes sobre cómo, y con qué tipos de affordances,
las cosas llegan a ser, no sobre cómo son. Junto con las teorizaciones
postestructurales, los enfoques centrados en la afectividad pueden orientar
hacia una visión de la existencia social menos imbuida de la violencia de las
prácticas sociales, como las categorizaciones y dicotomizaciones rígidas. Es
en las imposibilidades de un sujeto autónomo puestas de relieve en las
teorizaciones del afecto, al igual que en las imperfecciones de las actuaciones
de género (Morison y Macleod, 2013), donde residen las posibilidades de
imaginar otro tipo de orientaciones para la subjetividad, que permitan borrar
al sujeto (Davies, 2010). Estas teorizaciones son una parte inseparable de las
conclusiones contingentes que he hecho en las secciones anteriores sobre las
formas en que los ideales de autonomía, coherencia e identificabilidad se
reproducen, y se empañan, en los informes de noticias sensacionalistas y en
las narrativas de las mujeres encarceladas.
En cuanto a las posibles direcciones futuras en la investigación sobre
temas como la violencia, el género y / o la feminidad, sugiero que las ideas
del nuevo pensamiento materialista pueden producir análisis muy fructíferos,
los tipos en los que se pueden ver las complejidades de la violencia, y que se
centran en los enredos de diversos actores, incluidos los no humanos, en lugar
de actos o actores individualizados (ver por ejemplo Davies, 2014;
Søndergaard, 2016). Además de centrarse en la afectividad de las
representaciones en los tabloides y ámbitos similares a ellos, como se ha
sugerido anteriormente, los análisis que se centran en los enredos de afecto(s)
con la violencia y con las formas de darle sentido en general pueden facilitar
nuevos tipos altamente productivos de compromisos con el tema de la
violencia. En resumen, sobre la base de los encuentros que este proceso de
estudio ha permitido, sugiero que una orientación difractiva que esté en
sintonía con las formas en que los compromisos teóricos y metodológicos se
entrelazan inseparablemente con lo que se ve y se afirma en la investigación
puede permitir la actualización de las aspiraciones para llevar a cabo la
investigación, sobre la violencia, así como otros temas, que es la construcción
del mundo en lugar de reflejar el mundo (Gergen, 2015), y por lo tanto no
sólo deconstructiva (incluyendo nuestro propio trabajo), sino también dirigida
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a conceptualizaciones alternativas y otras prácticas.
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