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Resumen
Huasipungo, de Jorge Icaza, es una de las novelas ecuatorianas más re-
conocidas en el mundo, y una de las mayores representantes de la co-
rriente indigenista en el país y en la región. La primera edición se publicó
en 1934; sin embargo, Icaza hizo dos revisiones, en 1953 y 1960. En
estas, reformuló la prosa e introdujo varios cambios, como la inclusión
de diálogos en lugar de narraciones, y un registro más accesible del qui-
chua que facilitara las traducciones de la novela. En este trabajo, compa-
raré algunos pasajes de las versiones de 1934 y de 1960 para constatar
cómo contribuyeron a fortalecer la imagen del indio dentro de la obra, así
como el compromiso ideológico del autor.
Abstract
Huasipungo, by Jorge Icaza, is one of the most recognized Ecuadorian
novels in the world, and one of the most important ones of indigenism
in the country and in the region. The first edition was published in 1934;
however, Icaza made two revisions, in 1953 and 1960. In these revisions,
he reformulated the prose and introduced several changes, such as the
inclusion of dialogues in the place of the narrations, and a more acces-
sible record of Quichua, which facilitates the translations of the novel. In
this work, I will compare some passages of the 1934 and 1960 versions,
to verify how they contributed to strengthen the image of the Indian in
the work, as well as the ideological commitment of the author.
Como expliqué, la novela Huasipungo fue revisada dos veces por Jor-
ge Icaza, en 1953 y en 1960. Este tipo de revisiones son conocidas
en la tradición filológica como variantes de autor. Javier Lluch-Prats
define a estas de la siguiente manera:
10 Esta traducción, titulada The Villagers, fue publicada en 1964 por Southern Illi-
nois University Press.Illinois University Press.
11 Bernard Dulsey, «Jorge Icaza and His Ecuador». Hispania 4, no. 1 (1961): 99-
102.
12 Anthony Vetrano, «La problemática psico-social y correlación lingüística en las
novelas de Jorge Icaza» (Miami: Ediciones Universal, 1974), 143.
13 Bernard Dulsey, «¿El arte por el arte?», en Literatura icaciana (Quito: Su Librería,
1977), 50.
14 Manuel Corrales, «Jorge Icaza: frontera del relato indigenista» (Quito: Centro de
Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1974), 26.
II SEMESTRE 2018
Larson analiza las dos revisiones de Huasipungo, pero, para este tra-
bajo, solo tomaré en cuenta la segunda, de 1960, en relación con la
primera edición de 1934. Este autor señala que esta última revisión
amplía la novela en un veinte por ciento, y que la estructura original
de 1934 ha sido modificada mediante la introducción de nuevas di-
visiones entre capítulos y cambios como omisiones, añadidos o revi-
sión de ciertos episodios.30
Para ilustrar las razones de Icaza que mencioné en el apartado 49
anterior, compararé algunos episodios de ambas versiones. Veamos
el siguiente:
Desde el montón de silencio y tinieblas Una noche, debía ser muy tarde, los in-
que era la noche sacó la cabeza un grito: dios de los huasipungos de la loma más
—Dañiuuuu… Gaciendaaaa. próxima oyeron un tropel de pezuñas que
Voces que bajaban dando tumbos pasaba hacia el bajío. Era el ganado de la
desde la loma, despertando el paisaje dor- misma hacienda que, al romper la cerca
mido. de la talanquera, se había desbordado en
A pesar del esfuerzo, la cojera le im- busca de un atracón de hojas de maíz.
pidió al Andrés acudir a tiempo. Se le hizo Surgieron entonces del silencio y de
tan difícil sacar esos animales que se ocul- las tinieblas largos y escalofriantes gritos:
taban en el menor pliegue de la noche; su —Dañuuu…
herida, recién cicatrizada, se le abrió. La —¡Dañuuu jaciendaaa!
curiosidad que imprimía en el valle aquel —¡Dañuuu de ganaduuu!
match de gritos despertó a don Alfonso, el —¡En sementera grandeee!
cual, tomando la arrogancia de los genera- —¡Dañuuu jaciendaaa!
les en campaña, se echó a los hombros un —Dañuuu…
29 Citado en Olga Caro, «Las traducciones de las obras de Jorge Icaza al francés»,
Kipus 4 (1995): 115-123.
30 Larson, «La evolución textual de Huasipungo de Jorge Icaza», 213.
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—Bien’echito, por shuguas, por comerse —Bien hecho, carajo. Por shugas. Por
la mortecina; el longo José Rafael tan está pendejos. Por animales. ¿Acaso no sé?
dando botes en la choza. Por no saber oír Comerse la mortecina que el patrón man-
(96). dó a enterrar. Castigo de Taita Dios. El indio
José Risco también está dando botes en
la choza… Y la longa Manuela. Antes ellos
avisaron pronto. Hasta para ver a la curan-
dera, pes. ¿Y ahora qué haremos? (174).
Pereira:
El amo y el mayordomo, caballeros en Y cuando tenía necesidad de ir a la ca-
sus mulas, iban por el camino que condu- pital —proyectos, contratos, firmas, herra-
ce a la ciudad discurriendo acerca de las mientas, dinero, plazos, técnicos— reco-
próximas siembras. mendaba a Policarpio:
—Ya me has oído. A mi regreso tengo —A mi regreso tengo que encontrar to-
que encontrar todas las laderas perfecta- das las laderas aradas y sembradas.
mente aradas. —Las yuntas no entran en esa inclina-
—Pero yuntas no entran pes en ladera, ción del terreno, pes.
patrón. —Ya sé. Rodarían los pobres animales
—Sí, ya lo sé; el terreno es fuerte y la en esa pendiente. Para eso son los indios.
pendiente es dura. Hay que meter indios Con barras, con picas.
con barras y hacerles cavar lo más hondo —¿Indios en toditico eso?
que se pueda. —¡Claro!
—Y aura lo que tengo tan necesidad de —Pero la semana que viene no ha de ser
los indios para ir a limpiar el cauce del río. posible, patrón.
—Ir a pasar el tiempo nomás es eso. Se —¿Por qué?
hará más tarde. Después de la siembra. —Tengo que ir a limpiar el cauce del río.
—Y si se atora ca… Yo en persona, pes. Lo menos veinte ru-
—Ya te he dicho, se hará después. Yo me nas…
demoraré en la ciudad unos quince días —Más tarde.
arreglando en el Ministerio la cuestión de —Imposible. ¿Y si se atora? Peligroso es.
los ingenieros. A mi vuelta espero hallar —¡Oh!
54 todas las laderas aradas. —No hay que jugar con las cosas de
—Oyé, patrón. Mejor no sería aprove- Taita Dios.
char el terreno del valle nomás. —¡Carajo! Eso se hará después, he di-
cho.
—Bueno, pes.
—Yo me demoraré en la ciudad unos
quince días. Tengo que arreglar en el Mi-
nisterio la cuestión de los ingenieros para
el camino.
—Así he oído, patrón, la cosa parece que
está bien adelantada en el pueblo.
—Ojalá.
—En cuanto a los sembrados que su
mercé dice… Sería mejor aprovechar el te-
rreno del valle, pes.
ta, con voz ululante de taladro: espigas de cebada que al dejarse acariciar
—¡Ñucanchic huasipungo! por los vientos helados de los páramos de
—¡Ñucanchic huasipungo! (121). América, murmuraron con voz ululante de
taladro:
—¡Ñucanchic huasipungo!
—¡Ñucanchic huasipungo! (210-211).
Conclusiones
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Como hemos visto en este análisis comparativo de las versiones de
Huasipungo de 1934 y 1960, la prosa experimenta cambios sustan-
ciales que contribuyen a fortalecer la historia y la denuncia que el
autor pretendía que esta fuera. El hecho de que Icaza emprendiera
esta reformulación atiende a dar a su novela una mayor presencia
internacional, a que esta protesta por los atropellos hacia los indios
fuera entendida y conocida por un público más amplio. Los cambios
no solo se efectúan en el ámbito sintáctico y gramatical, sino que se
transforma la prosa para darle más dramatismo y más voz a los que
no la tienen. También, al tiempo que humaniza a los indígenas, des-
humaniza a los poderosos. Sin embargo, aunque centra su denuncia
sobre todo en la explotación por parte de los terratenientes y de sus
aliados, no deja de reflejar al indígena como un ser animalizado y des-
preciado, todavía incapaz de salir de su situación. Esto último, como
dice Fernández, se debe a que esta «masa animalizada» es una «con-
figuración caricaturesca de quienes las explotan».35
Bibliografía
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