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Memorias 1er.

Simposio Internacional Jorge Isaacs

MEMORIAS

1er. SIMPOSIO INTERNACIONAL JORGE ISAACS:


EL CREADOR EN TODAS SUS FACETAS

Darío Henao Restrepo


Compilador

Octubre 31 a noviembre 4 de 2005


Cali
11ª. FERIA DEL LIBRO PACIFICO
FACULTAD DE HUMANIDADES
UNIVERSIDAD DEL VALLE

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

CREDITOS
Universidad del Valle
Facultad de Humanidades

Rector de la Universidad del Valle: Iván Enriue Ramos Calderon


Decano de la Facultad de Humanidades y Director de la Feria del Libro Pacifico: Darío
Henao Restrepo

Título: Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs: el creador en todas sus facetas
Compilador: Darío Henao Restrepo
Editora: Giobanna Buenahora Molina
Portada: Diseño Taller creativo
Ilustraciones: Equipo de prensa del Simposio.

Cali, 2006

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Vindicación de Jorge Isaacs

Darío Henao Restrepo

El 7 de mayo de 1937, en una revista para señoras, El Hogar, Jorge Luis Borges escribió un
artículo titulado, Vindicación de María de Jorge Isaacs, en el que demostraba que la novela
era muy legible para los lectores de su tiempo y que su autor no era más romántico que
nosotros. Con sus apreciaciones, Borges desmontaba falsos esquemas de lectura de María y
dejaba sin piso la tesis de que Isaacs hubiese sido simplemente un romántico. Citando las
páginas de cierta enciclopedia destacaba que Isaacs fue “un servidor laborioso de su país”, y a
seguir opinaba, “es decir, un político; es decir, un desengañado. En distintos periodos
legislativos (leo con veneración) ha ocupado un puesto en la Cámara de Representantes por
los estados de Antioquia, Cauca y Cundinamarca. Fue secretario de Gobierno y de
Hacienda, fue secretario del Congreso, fue director de instrucción pública, fue cónsul
general en Chile. (…) Esos rasgos nos dejan entrever un hombre que talvez no rehusa, pero
que tampoco no exige la definición de “romántico”. Un hombre, en suma, que no se lleva
mal con la realidad. Su obra – he aquí lo capital – confirma ese fallo 1.

En las décadas corridas desde la publicación de este bello y luminoso artículo de Borges, con
honrosas excepciones, ni María, ni mucho menos la poesía, el teatro, los escritos
periodísticos y políticos, los proyectos educativos y los informes científicos de Isaacs han
merecido la atención debida para el análisis, valoración y publicación. Siguiendo a Borges, en
el siglo XXI está al orden del día una vindicación de Jorge Isaacs en todas sus facetas, de
realizar una valoración múltiple de su obra y de hacer visible lo que - por razón de las luchas
ideológicas y políticas acaecidas en Colombia en las últimas décadas del siglo XIX - fue
relegado al olvido y a ciertos lugares comunes2.

Poner de presente la vida y obra de Jorge Isaacs es de suma importancia para un país que
como Colombia apenas en su Constitución de 1991 se reconoce multicultural y pluriétnico.
Para los estudios literarios en Colombia es un enorme reto encarar el estudio de una obra
como la de Isaacs bajo la óptica multicultural3 .

Jorge Isaacs es un caso excepcional para comprender los primordios de nuestra vida
republicana, su cultura, sus paradojas y contradicciones, Desafortunadamente su obra hasta
hoy no ha sido publicada, ni completa ni como se merece. A llenar este vacío se ha dedicado
la profesora María Teresa Cristina. Con paciencia de medievalista ella dedicó 20 años a la
recopilación, análisis e interpretación de la obra completa del autor de María. Es sin duda
1
Jorge Luis Borges, “Textos cautivos. Ensayos y reseñas”, en: El Hogar (1936-1939), Buenos Aires, Tusquets
Editores, 1986. p.128
2
A cien años de su muerte se entiende con claridad que la invisibilidad a la que fue sometida la obra de Isaacs,
además de la recepción conservadora que imperó de su novela en las aulas y manuales de literatura hasta hace
muy poco tiempo, se debe a su toma de partido por las ideas del liberalismo radical derrotadas por la
regeneración conservadora en 1885.
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Para esta óptica nos basamos en los conceptos que desarrollan León Olivé y Luis Villoro en sus libros
Multiculturalismo y pluralismo y Estado plural, pluralidad de culturas, respectivamente.
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

alguna la mayor especialista en Jorge Isaacs. Con devoción y esfuerzo, muchas veces de su
propio pecunio, reblujando en bibliotecas, archivos, periódicos y revistas del siglo XIX ha
recuperado todo lo escrito por Isaacs, un trabajo monumental que se concreta en 12
volúmenes cuya publicación han iniciado la Universidad del Valle y la Universidad
Externado de Colombia. Por fin saldrán a la luz pública gran cantidad de escritos inéditos de
Isaacs hasta ahora en los anaqueles de su apartamento en el centro de Bogotá.

El trabajo de la profesora Cristina y la reciente biografía del escritor Fabio Martinez, Jorge
Isaacs: la búsqueda del paraíso, nos muestran que el autor de María fue un hombre muy
versátil, y como tal, uno de los más representativos del siglo XIX colombiano. Sus
numerosísimos escritos sobre temas tan diversos - política, economía, educación, viajes,
exploraciones, etnolingüística, amén de un conspicuo acervo de documentos oficiales, junto a
su obra literaria - María, su poesía y su teatro - están a la espera de estudios y ediciones
críticas como se merece uno de los escritores que mayor gloria le han dado a estas tierras y a
la cultura colombiana.

El caso del teatro, para citar un ejemplo, es indicativo del desconocimiento sobre su obra.
Muy pocos saben de la existencia de Amy Robsart (1859), Los montañeses en Lyon (titulado
también María Adrian, 1860), y Paulina Lamberti (1860). Los dos primeros están inéditos y
el tercero fue dado a conocer por Rafael Maya en 1952, en la Revista Bolívar. Los tres
dramas tienen por tema una trágica historia de amor y se desarrollan en un contexto histórico
europeo. Estas obras indican la inclinación de Isaacs por los temas históricos, tienen valor
estético y son muy importantes para entender las preocupaciones y búsquedas artísticas de su
juventud. Esta afición por la obra dramática estará presente en toda su obra literaria y se
evidencia en la maestría para los diálogos que hay en su poesía y en María.

Sus artículos, proyectos, actas, resoluciones y programas cuando fue jefe de instrucción
pública en el Estado del Cauca revelan una Las actividades menos conocidas de Isaacs. El
programa educativo impulsado en el Cauca junto con su primo César Conto fue en su
momento, a juicio de muchos historiadores, el más ambicioso y progresista del país. La
defensa de la educación laica, pública, gratuita y obligatoria a nivel elemental fue motivo de
polémicas y señalamientos por la confrontación política entre liberales y conservadores en el
siglo XIX.

Cien años antes de que se escribiera la saga de García Márquez, Isaacs estuvo en Macondo
cuando hizo parte de la Comisión Científica durante el gobierno de Rafael Nuñez. Hizo
artículos sobre las hulleras de Aracataca y hasta recogió en la Sierra Nevada de Santa Marta
un canto de los indígenas que está en los manuscritos que se conservan en la Biblioteca
Nacional, además de su Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena y las notas de su
cuaderno de trabajo y las notas oficiales de la Comisión Científica. Parece ficción, pero en
sus andanzas por la Guajira recogió cantos de los Wayús y fue el primero que habló de la
existencia de los yacimientos de carbón en el Cerrejón.

La revisión de toda la prensa desde 1860 hasta 1900 en donde publicó Isaacs, realizada por
María Teresa Cristina, es sorprendente por su variedad y calidad literaria. Toda su obra
periodística es muy buena y no ha sido publicada, y por supuesto, estudiada. Asimismo los

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

escritos de tipo político y su correspondencia son abundantes y tienen un valor incalculable


para entender su personalidad y el campo intelectual de su época.

La valoración y recepción de la obra conocida de Isaacs tampoco ha sido la mejor. María


ilustra muy bien lo anterior. Durante casi 150 años, la crítica y los manuales de enseñanza
han tenido a su autor por espejo de Efraín, el infortunado héroe romántico de la novela.
Enfoque tradicional que hace apenas unos años empezó revaluarse en un libro colectivo,
María, más allá del paraíso, de la autoría de Fernando Cruz Kronfly, Manuel Mejía Vallejo,
Umberto Valverde y Rodrigo Parra Sandoval. Luego con un número monográfico de la
revista Metáfora y recientemente con un largo ensayo de Francois Perus, María, una ficción
autobiográfica y artículos y monografías que inician una nueva valoración y que superan la
iconoclastia de los nadaistas caleños en los años 60. Quemaron María sin haberla leído como
un acto de rebeldía ante la recepción tradicionalista imperante en las aulas de clase de esa
época. Cuarenta años después muchos reconocen su despropósito y que no fueron capaces de
escribir una novela mejor como los retara el poeta Eduardo Carranza.

Como se pudo apreciar en el Simposio Internacional “Jorge Isaacs, el creador en todas sus
facetas”, que se llevó a cabo en Cali, del 31 de octubre al 5 de noviembre del 2005, hay
mucho que hacer respecto de la vida y obra de Jorge Isaacs. Los historiadores, lingüistas,
periodistas, antropólogos, filósofos, literatos, etnólogos, musicólogos y poetas que
presentaron sus trabajos demostraron que todavía resta mucho por aportar para armar una
amplia, rigurosa y profunda interpretación de todas las facetas de un creador tan fecundo.

Las memorias que aquí le entregamos constituyen un valioso aporte al propósito central que
nos propusimos al organizar el Simposio, la construcción de una mirada plural y
multidisciplinaria para la valoración e interpretación de la obra del insigne creador de María.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

CONFERENCIA INAUGURAL

Usar Imagen 1

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El desconocido político Jorge Isaacs4

Otto Morales Benítez

La Universidad del Valle ha preparado este homenaje al eximio Jorge Isaacs, para destacar y
rememorar sus dotes y virtudes literarias y políticas. Gentilmente me han invitado para hacer
parte de él. Especialmente para abordar el tema de las ejecutorias políticas, luchas
democráticas, gestión pública de Jorge Isaacs, y de paso las irracionales persecuciones que
padeció. Debo declarar que para mí, adelantar la investigación, fue un descubrimiento
excepcional, un reencuentro con la grandeza de este escritor. Fue creciendo una figura de
singulares y positivos perfiles en su lucha. Un hombre de fulgores en sus combates. A tal
punto me interesó su obra y su figura que cuanto voy a relatar aquí, muy sucinto por cierto, es
parte de un libro integral que escribo y que llevará por título El desconocido político Jorge
Isaacs. Su acción, sus ideas, el alcance de lo que realizó y la importancia para la historia
colombiana, demandan varios estudios, los cuales sin duda, dejaran al descubierto un perfil
hasta ahora desconocido y que no ha sido abordado con interés patriótico. Enunciamos unos
pocos tópicos: su acción militar en varias guerras; sus tesis que son de acento doctrinario; sus
arremetidas contra dos jefes nacionales a quienes rechazó con ahínco: Tomás Cipriano de
Mosquera y Rafael Núñez. Su vida parlamentaria fue un tránsito de debates, en medio del
furor de barras amaestradas por el clero y fuerzas reaccionarias, que intentaban coaccionar
para acallarlo por temor. Nunca ocurrió ello con Jorge Isaacs. Su beligerancia lo llevó hasta
adelantar un Golpe de Estado en Antioquia. La memoria de ésta acción queda consagrada con
altísima calidad, en su libro La revolución radical en Antioquia. Dirigió varios periódicos,
con calidades capitales en el estilo y en la presentación de principios ideológicos. Su lucha
por la educación es de claridad y de objetivos muy definidos en lo que pretendía como
desarrollo de los decretos de los gobiernos del Radicalismo Liberal de 1870.

En cada acción de Isaacs, aparecen varias condiciones capitales que es necesario relevar: su
decisión para adelantar el ideario que lo guiaba y el coraje para enfrentar las crueles —ésta es
la palabra justa: crueles— oposiciones. Su interés, siempre, porque cada impulso obedeciera
a unos principios doctrinarios. Al desarrollar sus tareas, imponía reglas de decoro en el trato
humano, de honestidad en el manejo de los dineros oficiales; de respeto a los enemigos. No lo
detuvieron ni las deslealtades, ni los murmullos y consejos que se repartían para debilitar su
ímpetu. Invariablemente, tenía esa actitud de dignidad en el mando y en el manejo de
situaciones, por irregulares que éstas fueran. Un aire de limpieza interior, presidía cada una
de sus acciones.

Fue un político con previsión. Tenía el don de señalar los desequilibrios que se cernían contra
la patria y el liberalismo. Siempre señaló qué veía hacia el futuro. El que presiente el futuro y

4
Esta conferencia oral inauguró el 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs: el creador en todas sus facetas, fue
presentada por el maestro Otto Morales Benítez en homenaje al escritor y político Jorge Isaacs, el día 31 de
octubre de 2005.
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

lucha por el destino de su pueblo en el porvenir, es el político. No es político quien sólo


organiza saraos electorales. De suerte que es muy clara la buena estirpe política de Isaacs,
que marcaba su vital responsabilidad democrática.
Utilizó los más diversos instrumentos para cumplir su misión política: la guerra, el
parlamento, la defensa de la necesidad de la instrucción pública, el periodismo. Para ello,
siempre tuvo un decoro mental de altísima respetabilidad.

En su época, el gobierno manejaba la justicia, el crédito, las posibilidades en la vida


económica de los particulares. El poder —en otra expresión también del pueblo— era para
poder. A Isaacs lo cercaron para doblegar su ímpetu, para cobrarle su tránsito del
conservatismo al radicalismo liberal, su desapego a las formas de dictadura. Situación ésta
que lo impulsó a librar grandes batallas.

Inclusive cuando firmó contratos para explotar las fuentes de carbón que había descubierto en
la costa Caribe colombiana, la Regeneración le desconoció sus derechos. El abogado y
pensador Rafael Uribe Uribe lo defendió en forma vehemente, alcanzando un triunfo con las
tesis que expuso ante los tribunales. Pero nada de ello disfrutó Isaacs porque los fallos
favorables se produjeron después de su muerte. Sus enemigos políticos habían logrado
arrinconarlo en múltiples dificultades económicas.

La Juventud y la guerra
Repitó que apenas enunciaré algunas fechas y hechos trascendentales en la vida de hombre
público de Jorge Isaacs. Se necesita estudiarlas con meticulosidad. Destacaré su pensamiento
en el ámbito de las actitudes de tipo nacional en relación con las dictaduras, que él siempre
rechazó. Se necesita establecer comparaciones entre los principios doctrinarios que él
defendía y los que buscaban otros sectores hacer primar en Colombia. Son necesarias
demasiadas confrontaciones —ideas, acontecimientos, grandeza de las personalidades de su
tiempo— para que se advierta la altísima calidad de sus actitudes. Va emergiendo un político
excepcional con virtudes trascendentales en defensa de lo que debería ser la democracia
colombiana.

Desde muy joven inicio su lucha. Isaacs nació el 1 de abril de 1837. A los diecisiete años, en
1854, se alista en las fuerzas del General Tejada para luchar contra la dictadura de Melo.
Combatió durante siete meses. Siempre expresó reservas ideológicas acerca de Mosquera y
rechazo sus actividades. Lo combatió en los diferentes momentos de su vida política. Sus
juicios son de acento, de lucha y de rechazo. Inclusive, más tarde, le formuló cargos de fuerte
incidencia en la acción gobernante de Mosquera.

En 1864, para atender sus pleitos con motivo de la herencia de su padre, consulta a los
abogados Aníbal Galindo y José María Vergara y Vergara. A través de estas amistades se
vincula al grupo literario El Mosaico, que le abre las puertas de la consagración literaria. Pero
este trascendental matiz de su vida, lo dejamos, pues andamos por lo caminos de su
inteligencia puesta al servicio de la política, la democracia y el bienestar pública.

Mosquera lo nombró como Sub-inspector de trabajos en la carretera del Dagua, un cargo que
requería demasiadas durezas. Es bueno resaltar que en el campamento de “La Víbora”,
empezó a escribir su obra inmortal —y, también, de la literatura colombiana—, María.
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Su actitud política
En 1866 lo eligen en el Valle del Cauca diputado por el partido conservador. En 1867,
publica su novela María, que le dará nombradía internacional.

En julio de 1867 aparece el periódico La República, Isaacs era el director y trabajo en


compañía de Sergio Arboleda, hombre de formación intelectual y combatiente contra el
liberalismo en varias guerras. Algunas propiciadas por éste y su hermano Julio Arboleda.
Eran ambos de pensamiento muy reaccionario. Isaacs publicaba artículos, especialmente de
carácter cultural, en muchos diarios del país. A veces, también comentaba situaciones
políticas.

En La República escribe diciendo: “no pretendemos que nuestro periódico sea el órgano de
ningún partido”. Pero se declara conservador y católico. Además, proclama la candidatura
para la Presidencia de la República de Pedro Justo Berrío, quien tenía prestigio como
Presidente del Estado Soberano de Antioquia, y gozaba de reconocimiento nacional por el
entendimiento con Manuel Murillo Toro, en su calidad de Presidente de la Nación. El 23 de
mayo de 1867 el periódico anuncia que ha terminado la dictadura que comenzó el 8 de mayo
de 1860, impuesta por Mosquera. Destaca que, en ese período, la prensa estuvo amordazada.

En el libro Jorge Isaacs: su Maria y sus luchas, compilación crítica de Carlos Arturo Cancino
Licona5, se explica su conservatismo, porque el abuelo de Jorge Isaacs, don Carlos Ferrer
Xiques, fue hombre comprometido con las ideas de la Colonia. Por defenderlas, fue fusilado
durante las guerras de Independencia. Su madre, doña Manuela Ferrer Scarpetta, heredó de su
padre, don Carlos, las mismas orientaciones políticas. Aquel vivió en el Chocó y fue tratante
de esclavos. Tuvo una biblioteca excepcional. En esa época, la prosperidad de aquella región
se fundamentaba en el comercio que se hacía directo con Jamaica, Santo Domingo y Cuba.

Debo destacar un Editorial del 10 de julio de 1867 en el cual Isaacs elogia el mensaje
presidencial de Santos Acosta. Este, como Designado, ocupó la Presidencia al poner preso a
Mosquera, quién ejercía la Dictadura, después de su Decreto del 29 de abril de 1867, con el
cual disolvió el Congreso. A Santos Acosta se le debe la reapertura de la Universidad
Nacional, que había clausurado Bolívar, en su dictadura de 1828, y que había creado
Santander con el nombre de Universidad Central. Fue en esa la misma época que por decreto
se prohibió el estudio del Derecho Constitucional. Era lógico: no era recomendable que
compararan su autoritarismo con la democracia. Abrió también, la Oficina de Cuentas;
derogó la Inspección de Cultos; y otorgó la facultad a los tribunales para juzgar a los
clérigos6.

Vital energía utilizó Isaacs en la prensa, especialmente en violentos editoriales contra


Mosquera. Son escritos con un lenguaje de profunda indignación. También dedicó
innumerables páginas editoriales para analizar y comentar el folleto que se publicó con
5
Carlos Arturo Caicedo Licona, Jorge Isaacs: su vida y sus luchas, Compilación crítica. Medellín, Quibdo,
1989.
6
Ignacio Arismendi Posada, De Bolívar a Belisario: gobernantes colombianos 1879-1983, Bogotá, Editorial
Interprit – 2ª edición, 1983.
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

ocasión del juicio que el Senado adelantó contra aquel. Aparecen allí ataques crueles contra
el General, su reputación, su lealtad y honestidad.
Tránsito al liberalismo
Isaacs, en 1868, hace el tránsito hacia el Radicalismo Liberal. Mario Carvajal en su libro
acerca de Isaacs7 cuenta esta ratificación así: “Dice Max Grillo que en la primera de aquellas
legislaturas, la del 66, en medio de una polémica que sostiene en el congreso, uno de los
oradores más ágiles y gallardos del partido conservador le increpa en el debate sus simpatías
por el bando contrario. —Sí, replica, Isaacs, en un brote de orgullosos desdén: he pasado de
las sombra a la luz”.

Mario Carvajal, escribe varias páginas para convencer al lector que el liberalismo no puede
ser la “luz” como lo dijo Isaacs.

En carta firmada en la Hacienda “Guayabonegro”, el 2 de diciembre de 1874, dice: “En 1867


fui redactor de La República, periódico que se fundó por la fracción moderada del antiguo
partido conservador. Fue colaborador de varios periódicos literarios”. Carvajal, deja que
isaacs nos hable:

Cuando redacté La República creía aún posible poner de todo en todo la fracción
avanzada del partido conservador al servicio de la república democrática. En 1868 y
1869, siendo diputado al congreso nacional, obtuve el doloroso desengaño y empecé
a ser víctima de la demagogia ultramontana y de la oligarquía conservadora. Se me
había educado “republicano” y resulté ser soldado insurgente en las filas del partido
conservador. Ahora puedo explicarme eso satisfactoriamente.

Es bueno rememorar otros hechos de Isaacs. El Maestro Germán Arciniegas en su libro


Genio y figura en Jorge Isaacs8, relata cómo se encontraba el país cuando Isaacs entró en
escena política. “La elección presidencial que favoreció a don Mariano Ospina en lid con don
Manuel Murillo Toro y el general Tomás Cipriano de Mosquera, dejó frustrado al general
Mosquera. En el año 60, Mosquera se rebela en el sur y a su influjo en la guerra invade el
territorio nacional. Isaacs lucha en ese año a favor del gobierno de Mariano Ospina. Allí, bajo
la jefatura del general Braulio Henao, hace larga campaña, de la que lo retiran el triunfo de
Mosquera y la ruina completa de su padre”.

Luego, Arciniegas escribe:…Jorge Isaacs dice en una de sus cartas:

Cumplido el tránsito político que me llevó al Partido Liberal, había ya en mi alma


los albores de las ideas que hoy defiendo; pero vi en el general Mosquera, no al
defensor de la Democracia, no al héroe Republicano, si no al patricio orgulloso,
descendientes de los Montijos; al ambicioso que en 1867 debía cobrar caro precio
sus hazañas; y combatí al general Mosquera en 1860, en el puente de Cali,
formando un número de ciento veinte reclutas para batallar contra ochocientos, y
estuve en la batalla de Manizales el 28 de agosto de aquel año. Si error cometí, los

7
Mario Carvajal, Vida y pasión de Jorge Isaacs, Cali, Edición limitada publicada por Carvajal & Cía. Tercera
edición, 1973.
8
Germán Arciniegas, Genio y figura de Jorge Isaac, Buenos Aires, Editorial Universitaria, FALTA FECHA
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

caracteres del caudillo de la revolución, o sus antecedentes, motivaron ese error


mío, cuando contaba apenas veintidós o veintitrés años.

Cónsul en Chile
Lo nombran Cónsul en Chile en 1869, en el gobierno radical de Santos Gutiérrez. Hay que
destacar que colabora en los periódicos más importantes del sur: El Mercurio, Sud-América,
La Revista de Santiago, La Revista Chilena. Realiza, como funcionario, una labor de gran
importancia para las relaciones del país. El gobierno le encomendó: modificar la convención
postal y consular. Además, debía establecer otra para la circulación de obras científicas y
literarias. El Secretario de Relaciones era Gil Colunje. Se le otorgó el carácter de diplomático
y el ejecutivo le dio unos poderes que lo asimilaban a tal condición.

Escribe mensajes de trascendencia para la acción pública colombiana: “los pactos son
provechosos para el comercio, las industrias y las letras de Colombia”. Viaja a Valdivia de
Naipo —carta del 30-I-1872— para estudiar el cultivo de cereales. Analiza qué acontece con
la educación. Hace apreciaciones sobre los caminos.

Al solicitarle algunos datos en referencia al Ferrocarril de Santiago a Valparíso y si con sus


rendimientos se han cubierto los millones de su costo, contesta que no, pero indica dos
efectos de importancia: 1) han aumentado los recaudos de aduanas; 2) después de 1863,
cuando la obra se terminó, las propiedades urbanas y rurales han duplicado y triplicado su
valor.

Anuncia que al regresar, traerá una información completa sobre los ferrocarriles. Esta era
materia de su preocupación científica y política. Basta recordar que su tesis de grado para
recibir el título de abogado fue Una cláusula de las concesiones ferrocarrileras. Es un
estudio en el cual explica las obligaciones del derecho civil, cuáles son sus fuentes, las causas
de ellas y sus diferentes modalidades. Se refiere a la indemnización por construir vías. Trajó a
Colombia muchas semillas, útiles para el desarrollo económico del campo, la industria y
mejorar la alimentación.

Epistolario con varias personalidades


En Chile escribe un epistolario que tiene varios atributos: a) siempre se le escucha
preocupado por el destino de la patria; b) para mantener vivo su afecto, se detiene, con
conocimiento y sentido analítico, de qué acontece en la política, señalando personajes y sus
caracteres. Se hace evidente su gran pasión por Colombia.

Sólo voy a detenerme en el análisis de unas cartas dirigidas a don Salvador Camacho Roldán.
Esta circunstancia —así con las que dirige al Presidente Santiago Pérez o al gran jurista,
Nicolás Esguerra— nos señala la consideración que merecía Isaacs entre los más altos
valores de la política colombiana. Este es otro aspecto de la valía que tenían sus juicios y sus
posiciones en el mundo del destino colombiano. Es algo de excepcional importancia.

Camacho Roldán9 fue un ser de altos atributos. Parlamentario, escritor, periodista, hombre de
gobierno, profesor universitario al cual le debemos la iniciación de los estudios de sociología

9
Antonio Cacua Prada, Salvador Camacho Roldán, Bogotá, Biblioteca de la Academia Boyacense de Historia –
Editorial A.B.C, 1989.
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

en Colombia. Fue miembro de la Convención de Rionegro, donde presentó un enfoque


diferente a los de Mosquera, que en ese instante era una temeridad. Fue candidato a la
Presidencia de la República. Dejo publicadas sus Memorias, sus Notas de viaje, El estudio de
la sociología, Escritos sobre economía y política, Escritos varios, Santander. Este era el
corresponsal amistoso de Jorge Isaacs, razón por la cual, como dije antes voy a referirme sólo
a esta correspondencia, pues el estudio de su epistolario demanda un análisis más minucioso.
Lo hago así para revelar las preocupaciones del Cónsul en Chile. Nos pone en evidencia sus
afanes por la patria. Es lo que lo mantiene en vilo de pensador y creador político. Es apenas
una muestra. Así como son parte de esta conferencia, referencias muy puntuales, pero
incompletas acerca de Isaacs, el político. Es una oportunidad de comenzar a pensar en un
personaje que no se ha estudiado, cuidadosamente. Su gloria literaria —justificada al máximo
— ha opacado esta interesantísima faceta, de hombre público.

El estudio de la correspondencia con Camacho Roldán, nos pone en evidencia sus afanes.
Cada uno pensando en la patria. Aparecen comprometidos con el destino nacional. El político
no es sólo el que maneja situaciones electorales. El político es un idealista; el que tiene
incorporado en su accionar proyectos para el bien nacional; el que señala caminos de
esperanza; el que busca nuevas formas de vida para sus compatriotas. Esto fue, y en grado
máximo Jorge Isaacs.

En una de sus misivas, expresa su respeto a la candidatura a la Presidencia de Eustorgio


Salgar. Pero lo inquieta que pueda —por no tener suficiente opinión— asegurar el triunfo de
Mosquera. Esta posibilidad lo desespera, porque, invariablemente, fue enemigo de las
actitudes públicas de éste. Combatió contra él en las guerras. En la prensa, escribió los más
violentos editoriales contra sus conductas. En un aparte, indica que Salgar necesita el apoyo
de los grupos democráticos. Que éstos señalan buena y eficaz acción nacionalista. También
se detiene en formular reflexiones para que Rojas Garrido, el gran orador liberal, no estimule
ninguna alianza con los conservadores.

Destaca a David Peña como hombre esencial en el manejo de las organizaciones


democráticas en Palmira. Peña fue profesor de filosofía en los colegios de Cali. Era quién
enfrentaba las concepciones emanadas del clero y que dirigían las otras organizaciones
católicas, orientadas por muchos sacerdotes y las cuales mantenían duros enfrentamientos
contra el liberalismo. Vuelve a referirse a lo que programaban Julián Trujillo y Rafael Núñez.

A David Peña el “independientismo, lo mantenía “en ascuas”, le incomodaba que


draconianos se arrimen a este sector, el cual, en su opinión, hundirá al radicalismo. Por ello
había escrito el 17 de julio de 1868: “yo soy conservador pero me avergonzaría de llamarme
así el día en que la causa que defiendo tuviera que conquistar la victoria a costa de la afrenta
nacional y de las vidas de algunas labores traidoras…”. Ese es su juicio acerca de los
lenguajes que se venían tramando y que llevarían a la ruina oficial al liberalismo.

Como activista con preocupaciones de hombre de Estado, Isaacs, le escribe señalando la


importancia del Camino del Dagua, que es la salida al mar. Para hacer precisiones, señala
distancias, la calidad de los terrenos, las malas políticas que, hasta el momento, se han
aplicado para su construcción. Indica cambios indispensables de ruta. Es, pues, un político
empeñado en claras reflexiones sobre una parte esencial como es la unión al mar y al
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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

comercio internacional. Advierte desde Chile —allí se ve al vigilante nacional— que el


administrador es incapaz. Desea que estos detalles los conozca don Miguel Samper, quien era
varón de altísimos méritos y había sido candidato presidencial10.

Los problema s de las Aduanas, eran otra de sus ocupaciones. Le preocupaban los
rendimientos y la falta de honradez con la cual se realizaban los recaudos. Insinuó medidas y
la necesidad de reglamentos legales para que no se presentaran evasiones. Lo mismo que le
afanaban los hechos de mala conducta personal de los administradores: su embriaguez: sus
corruptos antecedentes: la falta de carácter para imponer conductas.

Igualmente era fundamental, según Isaacs, establecer unas normas para darle el sitio que
merecia el puerto de Tumaco. Adelanto estudios en Chile, siempre en relación con el país:
historia, situación política económica, agricultura, comercio, minería, hacienda pública,
educación. Hace paralelos entre una y otra nación.

Protesta por la renuncia que Camacho Roldán ha hecho de su candidatura a la Presidencia y


enfatiza en sus palabras: “mi bandera de partido, es la bandera de la nación”. En otra carta le
dice a su amigo cuando ya va a regresar: “mi equipaje consta de semillas y de libros”.

Vuelve sobre una preocupación que va a ser una constante en su vida de combatiente: lo
desesperaba que a Mosquera se hubiera proclamado en Pasto. Este hecho lo relaciona con la
imagen de Colombia. Escribe con estremecido acento: “El mosquerismo es hoy el único
obstáculo invencible para que el Cauca siga la marcha que debe seguir”.

Sus afanes son los de la nación. Es un político que, a pesar de la lejanía, está vigilante de la
patria. Esto es lo que debe guiar a un verdadero hombre público. Su actividad no tiene
sosiego. Isaacs no lo conoció.

Al regresar a Colombia, se detiene en Lima. Quiere estrechar sus relaciones con un hombre
de extraordinaria cultura: don Ricardo Palma, autor de las Tradiciones Peruanas11. Arriba al
país en 1873.

Negocios y dificultades
En 1875 compra la hacienda “Guayabonegro”. Tenía conexiones de negocios con socios que
le fallaron. Sufrió mermas económicas y las posibilidades de inversión, fracasaron. La
descripción que hace de los proyectos de desarrollo económico de la hacienda y de la región
es realmente alentadora. Pero las perspectivas y propósitos, fallaron. Tuvo que enfrentar líos
judiciales. Lo mismo aconteció con la herencia de su padre. Esta, tenía gravámenes que,
también, condujeron a diversas situaciones conflictivas.

En ocasiones —en el caso de sus derechos salariales como parlamentario— se le negaban.


Tenía, entonces, que adelantar múltiples acciones para que se le reconociera lo que era
legítimo.

10
Otto Morales Benítez, Sanclemente – Marroquín. El liberalismo y Panamá, Bogotá, Panamericana, 1999.
11
Ricardo Palma, Tradiciones Peruanas, 6 tomos, Madrid, Esparsa – Calpe, 1961.
13
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Afrontó, en su vida, éstas peripecias económicas. Fueron incómodas y le atormentaron su


existencia. Pero Isaacs nunca trató de eludir sus compromisos. Ni quiso entorpecer los pagos.
A los amigos que le colaboraron, invariablemente buscó evitarles prejuicios y les cumplió en
medio de los rigores y mermas que padeció. Tuvo un gobierno contra él, - como ya lo dije -,
que ejercía la totalidad de los poderes, desconociendo la separación que debía existir entre
ellos. Hay que recordar que contra Isaacs pesaba la irritación por su cambio de partido y por
su actividad política sin sosiego. Estos motivos eran suficientes para estrellarse contra el
desarrollo normal de su existencia.

Parvas noticias acerca de César Conto


César Conto fue Presidente del Estado Soberano del Cauca. En el Diccionario biográfico y
genealógico del antiguo departamento del Cauca, se lee que: “fue político, militar, orador,
poeta, periodista y filólogo…” Entre sus libros figuran Repertorio de la legislación caucana,
desde 1857 hasta 1869; Apuntaciones sobre la lengua inglesa, Curso completo de lengua
italiana, según el método de Robertson para el estudio de los que hablan castellano,
Diccionario ortográfico de apellidos y de nombres propios de personas, con apéndice de
nombres geográficos de Colombia.

Además de parlamentario fue Magistrado de la Honorable Corte Suprema de Justicia. Asistió


a varias guerras, defendiendo los principios liberales. Fue Secretario de Gobierno en el Cauca
en 1865. En su Memoria recuerda que la guerra de 1862, no dejó, en pie, ni una sola de las
escuelas en ese Estado. Dirigió y redactó, en compañía de Isaacs, cuando fue elegido
Presidente del Estado Soberano del Cauca, el periódico El Programa Liberal.

Juan de Dios Uribe, El Indio, escribió acerca de Conto, lo siguiente: “Es verdaderamente una
gran figura, porque domina la tribuna y el foro, el periodismo y la magistratura y el campo de
batalla. Orador, su verbo salta en forma de torrente bullicioso estilo retórico; magistrado civil,
ha regido como estadista a los pueblos; soldado, se ha movido en medio de la metralla como
la salamandra entre las llamas”.

Antonio José Restrepo, escritor y prestigioso orador, fue quien organizó las páginas de Juan
de Dios Uribe, que integran los párrafos del libro: Sobre el Yunque12. En el prólogo aquel
escribe: “Conto escribió en El Programa Liberal los artículos más fuertes y más firmes que
hasta entonces se habían publicado en el Cauca, en orden a las ideas liberales y, en especial,
en lo tocante a los asuntos religiosos…”. A la vez, Uribe denunciaba: “César Conto! –
Combatido por los nuñistas y los conservadores, envuelto en una red de sociedades católicas;
con un obispo beligerante a dos cuadras de su casa y otro obispo guerrero que le apuntaba
desde Pasto”. A estos jerarcas, hubo que expulsarlos, más adelante, del país.

Jorge Isaacs escribió acerca de él: “Gloria verdadera y fecunda de la admiración y gratitud de
los buenos y Conto supo ganarla en su múltiple tarea de publicista demócrata, soldado
valeroso y austero gobernante”.

Conto va a Londres de Cónsul y cumple otras misiones en Europa. Para viajar, al abandonar
la Presidencia del Estado Soberano del Cauca, tuvo que vender sus libros porque los viáticos
no le alcanzaban. Su honestidad es otra de sus enseñanzas.
12
Juan de Dios Uribe, Sobre el Yunque. Tomos I y II. Sin datos.
14
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Al regresar, fundó en Bogotá el periódico El Liberal. En su primer número, el editorial decía:


“La prensa es el instrumento predilecto del liberalismo; partido esencialmente doctrinario, es
gozo en la discusión y bien que no desdeñe esgrimir otras armas, cree que la pluma y los
tipos alcanzan victorias más decisivas, más fecundas que la espada y las balas. Trabajemos
pues por la prensa, ya que la reacción ha ido tan atrás, se ha hundido tanto en las tinieblas de
la edad media, que es necesario volver a demostrar lo que se había demostrado hasta el
fastidio, y aún lo que ya no necesitaba demostración, por haber pasado a ser axioma”.

En el No. 10, ya el liberalismo sufriendo la traición de Núñez, escribe:

… El Liberal pide también que los conservadores den otra constitución, porque la
actual dizque organiza la dictadura, y ésta es la culpa de los independientes”. En
éste pasaje se alude al artículo sobre los hombres providenciales, publicado en el
número 8. Allí dijo nuestro colaborador que había conveniencia en que los
conservadores asumieran las ventajas y responsabilidades del poder, y luego añadió:
“Esta sería una situación definida y clara que daría confianza a los negocios y a la
industria. Por medio de una convención en que dominarían en absoluto, podrían dar
otra constitución, etc”. Entre insinuar que los conservadores podrían dar otra
constitución y pedir que la den, hay muchísima diferencia. En cuanto a lo de echar
la culpa de lo de la dictadura a los independientes, nada se encuentra en el artículo;
ni podía encontrarse, toda vez que el apoyo más fuerte y eficaz del actual orden de
cosas es y ha sido el del partido conservador. Pero La Nación, no se para en pelillos
para tergiversar lo que otros escriben aunque tenga que tomar el rábano por las
hojas.

No terminaremos sin hacer notar el grande empeño que tienen los hombres del
poder en continuar sosteniendo la farsa del “Partido Nacional”, formado de todo el
conservador y de la partícula infinitésima que queda del que se llamó
“Independiente” ¿Será que esa farsa ha resultado muy cómoda y provechosa, y se
pretende continuar representándola indefinidamente? Convendría no echar en el
olvido que ya el país se va cansando de aquel jueguito de pasa-pasa, que consiste en
atribuir los conservadores a los independientes, y éstos a aquéllos, todo lo malo que
se ha hecho, se está haciendo y se hará bajo el imperio de la nunca, como se debe,
bien alabada regeneración.

Dentro de esa línea de pensamiento, estaba el político Jorge Isaacs. A César Conto se le
aplicó el sistema de la Dictadura de la Regeneración: multas por el periódico, censura,
suspensión y exilio. Vivió en Guatemala. Desde allí le escribiá a Manuel Núñez U:

Recibí también la carta de don Tomás Abello, a que Ud. se refiere. Él, como Ud.,
me habla de la conveniencia de mi regreso; con la diferencia de que él opina que
debe ser directamente al Cauca, mientras que Ud., comprendiendo que al hacerlo así
no me dejarían en libertad y me someterían a innumerables vejaciones, cree que, en
caso de regreso, debería ir a Bogotá. Dudo mucho que en esa capital no sucediera lo
mismo que Ud., teme si voy al Cauca; ya de ello tuve una buena prueba el año de
88: en la primera prisión siquiera hubo el pretexto del periódico de oposición que yo
sostenía; ¿pero para la segunda? Ninguno absolutamente, de manera que,
15
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

subsistiendo el mismo régimen, yo no tengo ni un momento de seguridad personal:


a la hora más inesperada se me reduciría a prisión arbitrariamente. Este fue el
sistema que adoptaron para hacerme salir del país: no me sacaron entre una escolta,
pero para el caso era lo mismo; para un hombre es imposible la vida en donde a
cualquier hora está expuesto a verse preso e incomunicado sin haber dado el más
leve motivo para ello. Yo estoy ansioso de volver a la Patria, como es natural; pero
es que pueda servir eficazmente a la causa liberal que siempre estoy dispuesto a
sostener hasta el sacrificio si es necesario.

Más tarde, el 17 de junio de 1891, escribe:

Tengo grandísimos deseos de regresar a la patria, pues espero que ya habrá cesado
la prevención y el encarnizamiento que hubo contra mí en 1888 y que me puso en la
forzosa necesidad de salir porque la existencia se me hizo insoportable en esa
situación de constante inseguridad en que vivía. Además, el régimen de
arbitrariedad ha de haberse suavizado un poco. Desearía volver a fines de este año o
principios del entrante; pero para dar este paso, que no deja de tener cierta gravedad,
necesito informes y consejos. ¿Podré contar con alguna seguridad personal? ¿Podré
confiar en que se me dejará vivir tranquilo, de modo que pueda trabajar para vivir?
Yo no puedo ni quiero vivir indefinidamente lejos de mi tierra, lejos de la Patria que
se ama tanto y nos atrae con atracción irresistible; pero para volver necesito estar
cierto de que no se me vejará sin razón, de que no se me privará de la libertad
arbitrariamente, privándome así de los medios de trabajar para ganar la subsistencia.

Dando clases de Derecho Civil y de Historia, atendía a su subsistencia. Escribió su


“Testamento” en Guatemala, el 20de junio de 1891, en el cual decía:

Vivo nueva lucha, la lucha en la desgracia. Yo era el jefe, El Liberal apareció


escrito por mí y la Regeneración, acostumbrada a las tinieblas, se sintió como herida
por un rayo de sol. La nueva generación, bautizada en los campos de batalla de
1885, se agitaba como una colmena a mi derredor. En la cumbre del infortunio, yo
agitaba el lábaro de redención. Por la fuerza de mi condición, por mi empuje de
Hércules oprimido, crujieron los cimientos el régimen conservador. El miedo
invadió a los que gobernaban, gritaron con salvaje gritería: y Holguín, Dictador, me
desterró de la Patria. Carlos había sido mi protegido cuando estuvo en desgracia. La
fortuna del crimen lo elevó y entonces fue mi verdugo. No lo maldigo: no lo
merece: no lo perdono: quedaría honrado. Hasta él no llega mi indignación: hasta él
no baja mi clemencia. A vosotros, jóvenes del liberalismo, lego mi desprecio por
ese hombre, mal padre, mal hijo, mal pariente y peor ciudadano.

La síntesis de su vida y de su lucha, son las palabras del Ex-Presidente, escritor y periodista
don Santiago Pérez:

Conto fue alternativamente publicista y legislador, profesor y soldado, magistrado y


hombre de letras. La espada y la pluma, el bastón y la toga son, en las civilizaciones
seculares, profesiones que se eligen. En las democracias nuevas, por el contrario,
todas esas cosas son necesidades que se imponen. Varón consular, en el sentido
16
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

clásico del término, Conto tuvo todas las serenidades y dio muestra oportuna de
todas las energías. Aplicó la fuerza del derecho en las salas de justicia, con la misma
impasibilidad con que aplicó el derecho de la fuerza en los campos de batalla.
Administrador del tesoro público, su probidad tuvo la rigidez de la ley. La modestia
de su hogar y la humilde de su sepultura son pruebas de su integridad como hombre
privado; integridad que estuvo siempre en armonía con los principios y las prácticas
del sistema político de que él era alto representante. Tribuno popular, no hubo
acción ni clamor que lo intimidase. Orador parlamentario, no hubo razón que no
tuviera en cuenta, ni sofisma que lo tomara desprevenido. Escritor correcto sin
nimiedad, su argumentación era sólida y su estilo sencillo.

Superintendente
Cesar Conto, Presidente del Estado Soberano del Cauca, nombró a Jorge Isaacs
Superintendente de Instrucción Pública. Antes de llegar a ésta posición, estuvo vinculado a la
educación. Había sido nombrado en Cali como Delegado en Educación. Al aceptar escribió el
29 de noviembre de 1875, que “exige que no se me pagara sueldo alguno mientras estuviera a
mi cargo ésta delegación”.

En el empleo de Superintendente le toca adelantar la política de educación del Radicalismo


Liberal, de conformidad con los Decretos de 1870. Se buscaba crear nuevas Normales para
preparar maestros, que no existían, pues la educación era monopolio de la Iglesia. Se tendía a
tener una educación laica. Se recuerdan, como esenciales, las orientaciones que señalaban
Felipe y Dámaso Zapata. Hay que tener en cuenta que la tradición educativa en el país, era
muy débil. No existía conciencia de la importancia de ella. Los padres eran muy descuidados
y no colaboraban en la educación de sus hijos. Además, —por haberse eliminado el
monopolio de los sacerdotes en la educación, y por aberrante odio a los liberales—, el clero
buscaba torpedear la acción de la enseñanza.

Isaacs estaba vigilante de lo que acontecía en cada municipio y tomaba las providencias para
que el avance de la educación no se detuviera.

Aspectos políticos: Documentos de El Escolar


Vamos a presentar algunos datos de las medidas que tomó Isaacs en ésta importantísima
dependencia oficial. Lo mismo que señalaré los asedios, dificultades y conjurar contra la
educación. Fue un momento político de muchas dificultades, creadas, principalmente, por el
clero y los conservadores. Isaacs actuo sin dilaciones y con conocimientos de la
importantísima labor que se le encomendaba. En su condición de Superintendente decreto
resoluciones con el fin de organizar la educación.

Lo primero que hizo Isaacs, fue redactar un código completo de Instrucción Pública. No
existían normas. Recordó que el prócer Francisco de Paula Santander, quién fue el fundador
de la educación en Colombia, escribió las más detalladas instrucciones para aclimatar la
necesidad de ella en el país. No existía tradición porque fue materia que no interesó ni a los
conquistadores ni a los funcionarios coloniales. El deseo de mejorar las condiciones de
nuestros pueblos, no fue afán del imperio español. Además, se predicaba que, al obtenerla,
peligraría su manejo autoritario. Porque la enseñanza despierta sentimientos e ideas, antes
desconocidas.
17
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Sus ejecutorias se aprecian en las disposiciones que adoptó; veamos:

De la Superintendencia General – Resolución No. 3. Los Delegados municipales


pueden imponer multas (23-X-1875) a los Alcaldes: por no enviar informes; por no
impedir desfalco de las rentas de las escuelas; por no cubrir el sueldo al Director;
por no mantener en buen estado los locales; por falta de mobiliario; al permitir que
se cierre una escuela sin orden superior educativa; por no vigilar los cobros o
acciones litigiosas a favor de los bienes de la escuela.

A la vez, dice que los Alcaldes pueden imponerlas a los Recaudadores y Tesoreros; a los
preceptores que abandonen la escuela; a los padres que no manden a sus niños. Se publicarán
las que se hayan impuesto. Se busca que quienes tienen obligaciones sean rigurosos en el
cumplimiento; que la escuela sea centro de la mayor atención; todos deben cumplir sus
deberes con rigor y diligencia. Se estaba creando una disciplina en materia de las
responsabilidades civiles con ella. Toma providencias para que los padres matriculen a sus
hijos dentro de los términos establecidos. Era una manera de poner disciplina en ésta materia
y que no podía sufrir de oscilaciones irresponsables de los progenitores.

El 25 de noviembre de 1875, expresa el superintendente que encontró la escuela de niños en


“decadencia lastimosa” y sólo asistían veinticinco. Que “se han adelantado labores de aseo y
seguridad, se han comprado once bancas y se refaccionaran los existentes. Se espera una
matricula de ciento veinticinco niños”.

Método Pestalozzi
Hay un comunicado suyo a un Director de escuela de Cali para que “adopte por completo el
sistema perfeccionado de Pestalozzi”. Para que se aplicara con conocimiento y, además, “la
disciplina debe buscar el éxito que se ha obtenido en los países adelantados. Acerca de ello,
se les dará orientación en la Escuela Superior de Varones que dirige el Señor G. Radlach…
Sería gran necedad permitir que la ignorancia ciega e injustificable o prevenciones, respecto a
la escuela del señor Radlach, menoscaben el abundante fruto que puede cosecharse en
establecimientos, como el que usted tiene a su cargo”.

Algunos maestros manifiestaron que renuncian porque no podían asistir a esos cursos de
preparación. Isaacs acepta la renuncia, deplorándolo. Les dice que “en la penosa tarea
emprendida con el propósito de conseguir, lo más pronto posible, el mejoramiento de la
enseñanza en las Escuelas de este municipio, no se debe perder tiempo, ni es cordura
detenerse por allanables obstáculos”.

Isaacs adelanto labores ante el Concejo Municipal de Cali para lograr nuevos aportes a la
educación. Se necesitaba fortalecerla y crear conciencia pública nacional de su utilidad.
Naturalmente contó con un aliado en el espíritu democrático de la lucha por la educación, en
el Radical David Peña, quien era el Presidente de la Corporación.

Por Resolución No. 13, del 30 de diciembre de 1875, autorizó a los Delegados de la
Superintendencia para disminuir los sueldos de los Directores y Directoras de Escuelas
primarias y rurales, “siempre que no habiendo causa conocida para que el número de las
matrículas merme y la asistencia diaria desaparezca… lo mismo que “disminuirán
18
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

proporcionalmente el sueldo de tales empleados, teniendo en cuenta el número de días que no


hayan asistido a sus establecimientos, sea por licencia concebida, sea por enfermedad,
siempre que ésta no fuere comprobada como lo dispone la ley…”.

El interés estaba centrado en crear una mística por la educación. No existía tradición
apreciable en el país, ya lo dijimos, en cuanto a la trascendencia de ésta labor del gobierno.
La vigilancia debía ejercerse en cada uno de los frentes. Por ello, también, la constante lucha
en defensa de las rentas correspondientes. Por medio de la Resolución 14, se buscaba que
“los dineros no se guarden sin estar recibiendo unos intereses que aumente el capital. Al
ordenar su depósito en Bancos, se instruye de qué celosas vigilancias se debe hacer la
movilización de las cuentas correspondientes”. Era la vigilancia más exigente.

Por la resolución No. 15, se dispuso que: “cuando hay compras, realizar licitaciones y
publicar el objeto y el valor, en profusión”. Por la 35, se buscaba que “las municipalidades o
los cabildos, no asignen sueldos. Para evitarlo, los Preceptores deben señalarlos. Se
necesitaba un orden presupuestal en un ramo que había urgencia de vigorizar, sin crear
privilegios”. Con la 36, se dispuso que “los Delegados de Instrucción Pública visiten las
escuelas cada dos meses como servidor entusiasta y caloroso del progreso moral e intelectual
de nuestro país”. Se buscaba despertar el apasionamiento y la solidaridad de los trabajadores
de la educación. Es parte del combate moral por ennoblecer nuestros establecimientos.

Hay un Informe de la visita a la Escuela Normal de Popayán efectuada el 2 y 3 de marzo de


1876, presidida por Isaacs: “se establece el número de discípulos y el no tener reclamos en
cuanto a la alimentación”. Se destaca que se realizaban exámenes en cada curso, tanto en la
principal como en la anexa. Era un inteligente control. Era el afán de establecer la eficacia de
la metodología; constatando, además, la calidad de maestros que se estaban formando, que
era preocupación primordial de los gobiernos radicales. Era, por cierto, su gran mandato.

La incitación clerical
El 13 de marzo de 1876, el Director de la Escuela de Niños de Calibío, Cauca, escribe a
Isaacs que “la asistencia de alumnos ha disminuido, en forma alarmante. Que ello es
consecuencia de las prédicas enfurecidas del clero que ha manifestado a los padres que “si
mandáis vuestros hijos a esas Escuelas costeadas por el gobierno, no podéis recibir el perdón
de vuestras culpas, absolutamente careceréis de todo beneficio espiritual”.

Leyendo estas amonestaciones, se comprende que se vivía un verdadero terrorismo espiritual.


Además, estas conductas servían como previo ingrediente para la preparación de la guerra de
ese año: 1876.

La situación en el Chocó
Isaacs se dirige al Director General de Instrucción Pública Primaria de la Unión,
comentándole que la Municipalidad de Atrato, le presentará al Congreso Nacional una
solicitud con el fin de obtener el establecimiento de una Escuela Superior de varones en
Quibdo. Le informa que para los municipios de Quibdo y de Novita, se han destinado mil
doscientos ($1.200) pesos. Pero el hombre de Estado, formula advertencias de atisbos
sociológicos, escribiendo “…muy difícil que basten los esfuerzos del Estado a sacarla (a la
región del Chocó, agregamos) de la situación en que vegeta desde hace muchos años. La
19
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

topografía y extensión de aquel territorio, dificulta de tal manera administrarlo


convenientemente; su población está muy dispersa y en estado salvaje casi toda, y la
necesidad de preparar aquel país para el rico porvenir que seguramente le está reservado,
exigen del gobierno nacional, y del Cauca un esfuerzo supremo en beneficio de él, una justa
reparación por el abandono en que ha existido desde hace muchos años”.

A la vez, coadyuva para que se establezca la Escuela Superior.

Sigue la lucha clerical


Para comprender de qué manera se adelantaba la campaña clerical contra la educación, es
bueno transcribir un mensaje de Isaacs:

“Popayán, marzo 10 de 1876


“Señorita Emilia Velasco:
“Estimada señorita:
“Un periódico de Pasto que llegó a esta ciudad por el correo pasado, publica lo que
á continuación se copia:
“INTERESANTE
“Para los padres de familia.
“Comunican de Popayán la noticia siguiente:
“El Superintendente de Instrucción Pública, agente del Gobierno federal según la
ley 48 de 1875, se presentó en la escuela publica de niñas de aquella ciudad é
informando de que allí se enseñaba la doctrina cristiana, prohibió que continuase
dicha enseñanza”.
“Al día siguiente la Directora de la Escuela, señorita Emilia Velasco, renunció el
empleo. ¡Honra y alabanza para esta digna señorita!”
“Si fuera yo personalmente el calumniado, dé usted por seguro que no me ocuparía
de tal publicación, pero como en esas líneas se pretende impedir el buen éxito de los
trabajos de la Superintendencia General en beneficio de la Instrucción Pública
Primaria, es de mi deber hacerle á usted dos preguntas (pues eso bastaría) para que
tenga la bondad de contestármelas”.
“¿Fue autorizada usted oficialmente, por la resolución número 19 de la
Superintendencia, para dar enseñanza de religión católica en el establecimiento que
dirige, todos los días no feriados, desde las 3 de la tarde en adelante?”
“¿Antes ó después de esa resolución, dictada en 26 de enero último, ha hecho usted
renuncia del empleo de Directora de la Escuela que regenta?
“Ojalá se sirviera usted enviarme la contestación á esta carta hoy mismo, de lo cual
le quedaría agradecido su atento y seguro servidor. q. b. s. p.”.
JORGE ISAACS

El gobierno hacía el reconocimiento que merecían los clérigos que cooperaban en los buenos
afanes espirituales. Así se establece con el Decreto de fecha 24-IV-1876:

“Art. 3°. Como un homenaje á la memoria del ardiente republicano y virtuoso


Prelado, Ilustrísimo Señor Pedro Antonio Torres, la Escuela Superior de Varones,
que por el presente decreto queda establecida en la ciudad de Palmira, llevará el

20
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

nombre de Escuela Pedro Antonio Torres, y tal nombre, en inscripción, se colocará


sobre el dintel de la puerta de entrada al Establecimiento”.

Pero la campaña era de una acerbía exagerada. Se hacían publicaciones de hechos que no
habían sucedido. Se afirmaba lo que no era la verdad. El sentimiento negativo y político,
prevalecía sobre lo que, en realidad, acontecía. Era una táctica orientada hacia otros fines. Así
se estableció en la misiva del Presbítero José Ignacio Soto, del municipio de Bolívar. Este
sostiene que el periódico El Escolar, que difunde los principios de la educación y las normas
que rigen ésta, es lectura “corruptora de la doctrina de Jesucristo”, y que “es el órgano de que
se vale nuestro gobierno opresor y apóstata”.

El Prelado Metropolitano, en su última pastoral de 2-II-1876, manifiesta: “Deberíamos por


esto declarar intrínsicamente malas las Escuelas, y prohibir a los padres de familia mandar
sus hijos a ellas, cuando por el mismo Decreto (el de Instrucción Pública) se permite que en
dichas escuelas pueda intervenir el clero en dar instrucción religiosa, ofreciéndole el tiempo
suficiente para ejercer su ministerio?”. Es decir, en este documento religioso se admite que sí
hay educación religiosa.

El periódico religioso La Caridad en su artículo “Nuevos errores”, escribe: “se llaman


escuelas laicas aquellas en que no se enseña religión. Toda escuela en la cual se permite que
se enseñe la doctrina por un particular o por un sacerdote, deja al punto de ser laica. Esto lo
sabe el clero y no tiene necesidad de que nadie se lo enseñe”.

Pero como las intenciones se enderezaban a otros propósitos —llegar a la guerra contra el
gobierno— se busca despertar el sentimiento católico contra de administración. Pero las
mismas palabras pastorales, aclaran lo que acontece y la inclinación de los nuevos
predicadores contra la educación y queda, nítidamente, determinada la conducta del gobierno:
“Pero se dirá que Su Santidad y nuestro Prelado, han prohibido las Escuelas oficiales. No,
Señor, ni uno ni otro. Las que están condenadas por las proposiciones 47 y 48 de Syllabus
son aquellas en que se excluye la autoridad de la Iglesia de la enseñanza religiosa, como lo
manifiesta el Señor Arzobispo en su precipitada Pastoral con estas terminantes palabras:
“Siendo así como pasan las cosas, no pueden aplicarse en nuestro caso las palabras del Santo
Padre el Arzobispo de Friburgo, consignadas en la carta a que se refieren las proposiciones
del Syllabus”.

Escuelas Nocturnas
Por medio de la Circular No. 40, que aparece publicada en el número 67 de El Escolar, se
crean las Escuelas Nocturnas. Como se advierte por la sola noticia, era una novedad. Era
facilitar la educación de quienes no podían hacerlo en las jornadas normales y a aquellos
ciudadanos que laboraban. Era extender las posibilidades a grandes núcleos humanos.

Se le daba tanta importancia a la educación nocturna, que cuando comenzó la Escuela de


artesanos; asistieron el Presidente del Estado César Conto y los más altos funcionarios
municipales y nacionales de Popayán y, desde luego, Jorge Isaacs. Los actos tuvieron, la
colaboración expositiva de los mejores hombres de cultura. Los artesanos manifestaron que
era una oportunidad de lograr su liberación cultural.

21
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Escuela Superior en Buenaventura


Pero fuera de la misión pedagógica, se busca que en la Escuela Superior de Buenaventura, se
formen: 1) personal “para el desarrollo industrial; 2) concentrar discípulos de varios
municipios de la costa para prepararlos y que regresen para ser Maestros de sus pueblos o
caseríos; 3) de cada municipalidad se pueden escoger dos jóvenes bien inteligentes. Se podía
pensar en buscarlos, si sus padres no tienen medios, con el compromiso de prestar, más tarde,
el servicio que requiere la educación. Los jóvenes deben ser “sanos, de buena índole, vivaces
e inteligentes, porque de otro modo el municipio perderá, en parte o por completo, los gastos
que le ocasione la educación de cada Preceptor, pues escuelas mal dirigidas en los Distritos
frustrarán lastimosamente el plan que acabo de exponer…; 4) se busca que ella termine por
merecer calificación de Normal.

Educación para las mujeres


Hace una anotación de cabalísima importancia: “Notara usted que hablo siempre de maestros
y maestras: prescindir de las últimas sería hoy imperdonable barbaridad. Todavía hay quienes
creen cándidamente que para honor de un Municipio y en servicio de la educación popular,
basta establecer escuelas de varones: ese es un resto de la ignorancia é imprevisión que han
regido hasta hace poco en el Cauca, al tratarse de la enseñanza primaria”.

La lucha contra la educación popular


En memorial No. 761, de fecha 6-V-1876 completa la cobertura de las necesidades de
educación en esa ciudad. Aprovecha Isaacs para hacer un planteamiento de la encarnizada
lucha contra la educación popular. Sus tesis, esgrimidas con sereno afán de claridad, dan la
dimensión de lo que acontecía en el Cauca y en la nación. Sus palabras son orientadoras:

Inútil es, al dirigirme á vosotros, demostrar la necesidad apremiante que hay de


procurarle el mayor desarrollo posible a la Instrucción Primaria en este Municipio:
más poblado que los otros del Cauca, favorecida la mayor parte de sus habientes con
el don de la inteligencia, y combatida tenaz y desapiadadamente la educación
común, que costean los Gobiernos Nacional y el del Estado en cumplimiento de sus
más sagrados deberes, es aquí en donde se hace preciso luchar sin tregua, agotar
todo esfuerzo, velar sin reposo hasta conseguir por medio de la enseñanza primaria
la redención de muchos pueblos subyugados por su propia ignorancia; mantenidos
en ella, siglos ha, por los hombres de la misma Escuela política que hoy se opone a
la regeneración moral é intelectual de las masas populares, regeneración que deben
efectuar las Escuelas para ambos sexos, establecidas sabiamente y con generosa
profusión en todo el territorio de la República.

Vosotros sabéis qué pretexto se ha buscado para justificar las hostilidades del
partido que se apellida católico a la educación popular, pretexto injustificable, y en
el cual se insiste todavía abusando de la ignorancia de nuestras masas y esgrimiendo
una arma amellada cien y cien veces, torpemente manejada ahora y antes, en la
lucha que el ultramontanismo viene provocándoles al Gobierno de la Unión y al del
Cauca, empeñados en difundir la Instrucción Primaria. Escuelas ateas, Escuelas sin
Dios, Escuelas desmoralizadoras han sido llamadas las protegidas por ambos
Gobiernos: no bastó la disposición consignada en el decreto federal orgánico del 1
de noviembre de 1870, sobre enseñanza, de religión en las Escuelas oficiales; no se
22
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

creyó suficiente lo estatuido sobre la misma materia en los convenios celebrados en


1872 y 1874, entre el Gobierno Nacional y el del Cauca; no satisfizo la ampliación
hecha en los artículos 45 y 46 de la ley 48 de 1875, sobre Instrucción Pública; ni
debía satisfacer tampoco lo ordenado por la Superintendencia General en resolución
número 19 del 26 de enero del presente año.

Por fortuna, el buen sentido de los pueblos del Cauca favorece a despecho de toda
perniciosa influencia la cristina y patriótica labor acometida en beneficio de ellos; y
si aún permanecen alguno bajo la presión avergonzadora y humillante que en
nombre de Dios quieren imponérseles a todos, próximo está el día en que ellos
mismos harán la justicia y en que los infieles apóstoles del Cristo, fundador de la
democracia sobre la tierra, tendrán su galardón.

La caligrafía
Se han repartido textos sobre la enseñanza de la escritura de José M. Triana. Pero insiste en
mensaje a los Directivos de las escuelas, en que se le dedique la más exigente atención.
Aquellos manuales “sirven de base al estudio que debe ser más largo y detenido del arte
caligráfico propiamente dicho, el cual exige una consagración especial. En resumen, se trata
de que la escritura, cosa hoy indispensable para todo el mundo, se inculque pronto, sin gran
trabajo y casi sin necesidad de maestro”.

Pero expone, con excelente metodología, cómo debe adelantarse la enseñanza de esta
materia. Es un afán de infundir conocimientos a los maestros que, de esa manera,
desarrollarán las labores con bases claras y eficaces. Es que en esa época —como
consecuencia de la Revolución educativa de 1870— se buscaba la mayor eficacia en las
labores que se debían cumplir. Existía un acento místico. Escuchémosle en lecciones
orientadoras en materia que aparece como simple y elemental:

En la parte de estos ejercicios caligráficos, ténganse presente estas indicaciones:

Para aprender a escribir es, ante todo, de grande importancia cuidar, con esmero y
perseverancia, de no contraer al principio malos hábitos respecto de la posición que
debe darse al cuerpo, a los brazos y manos, y respecto del modo de coger y conducir
la pluma, —todo lo cual influye más de lo que parece en la marcha del aprendizaje y
en la clase de escritura que se adquiere. El que escribe deberá, pues, sentarse
cómodamente delante de una mesa de altura proporcionada, inclinando el cuerpo
ligeramente sobre el costado izquierdo, de modo que quede en toda libertad el brazo
derecho, cuyo antebrazo debe deslizarse suavemente sobre la mesa a medida que se
escribe, sin cambiar de posición y sin alejar por esto demasiado dicho brazo del
cuerpo. La pluma se toma con los tres primeros dedos de la mano derecha, mientras
que los dos últimos ligeramente doblados le sirven a ésta de punto de apoyo. La
pluma se coloca de frente, apoyando igualmente sus dos puntos sobre el papel, para
que así ella de fácilmente los perfiles y los gruesos de los rasgos de la escritura. El
papel un poco inclinado a la izquierda, se sostiene con la mano izquierda: todo
como está representado en el diseño de la carátula, y sin que dicha posición del
brazo, mano y pluma, se cambie con los movimientos que exige la escritura.

23
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Para el uso de los modelos obsérvese que los ejercicios están trazados en media
tinta, alternando en general con los renglones que se han dejado en blanco o
precediéndolos. Se principiará, pues, por reteñir y seguir con la pluma exactamente
las líneas y trazos del ejercicio y sus inflexiones, yendo de izquierda a derecha,
copiándolo después lo mejor posible en las líneas en blanco. De esta manera se
tratará de corregir en cada línea los defectos que se noten en la precedente.

Si se quiere economizar papel o para principiar el aprendizaje, es útil familiarizarse


de antemano con los ejercicios, ejecutándolos primero con lápiz o con la pluma sin
tinta.

Estos ejercicios hacen superfluo insistir sobre la forma, magnitud, proporción,


inclinación, & que deben tener las letras manuscritas, porque los modelos mismos
indican dichas condiciones.

Baste observar que los rasgos de las letras en general tienen una parte fina y delgada
ó perfil, y otra parte más gruesa ó lleno. La primera se ejecuta al llevar suavemente
la pluma en su movimiento de izquierda a derecha, y la segunda se produce
apoyando la pluma con igual fuerza al volver con la inclinación de la letra de
derecha a izquierda. Es para obtener fácilmente estos trazos netos que se necesita
conservar la buena posición de la pluma de que se ha hablado.

Los ejercicios de escritura se han reducido a siete cuadernos, número que


rigurosamente debería bastar para familiarizar al discípulo con la escritura, al punto
de no necesitar después sino de la práctica. Sin embargo, en caso necesario, se
repetirán los ejercicios en que se note deficiencia y aun es útil comenzar de nuevo la
serie de cuadernos, según la circunstancias y las aptitudes individuales.

Por la Resolución No. 23, de 6-VI-1876, se establece una escala de sueldos a los maestros
según la asistencia de alumnos. Por cada uno nuevo, se eleva el estipendio. De suerte que el
educador debía realizar una tarea de incitación, de búsqueda, de convencimiento a los padres.
Se necesitaba fortalecer el interés de la comunidad. Esta, requería llegar a tener conciencia de
lo trascendental del esfuerzo que adelantaba el gobierno. El interés radicaba en que la
educación se volviera necesidad y conciencia ciudadana. Que en ella participaran, con
decisiva convicción los sectores más disímiles de los diferentes sectores sociales. Era un
propósito del ejecutivo, que no podía aplazarse. Se aspiraba a que fuera el gran movimiento
nacional. Esa medida administrativa, le daba aliento a una movilización ciudadana. Por eso,
igualmente, se reglamentaban los exámenes (Resolución No. 21, 7-VI-1876) y se imponía la
importante categoría que debían revestir a nivel local.

Visita del Superintendente


El Superintendente Jorge Isaacs, emprende una visita a los municipios del norte del gran
Cauca y va indicando lo que establece en su recorrido. En mayo 23 del 76, arriba al
municipio de Caloto y escribe con asombro la oposición del sacerdote y, aún más, el que éste
ha impedido que se establezca la escuela de niñas: “el Señor Cura, Presbitero Eduardo
Caicedo, empeñado como otros en combatir la Instrucción Primaria oficial, valiéndose de los
mismos reprobables medios de que se vale el clero católico con tal fin, logró ahuyentar de la
24
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Escuela a casi todos los niños, y ha impedido, apoyado siempre por ciertos hombres del
partido ultramontano, la fundación de la Escuela oficial para niñas”.

Igualmente, en el informe registra cómo el sacerdote también interviene para acelerar la


renuncia de los maestros. El asedio es total. Acentúa la esperanza de que, en el año siguiente,
pueda poner a funcionar las dos escuelas:

Cuento y no podía ser de otra manera, con que los padres de familia que han
complacido al Señor Cura Caicedo y a sus subordinados, retirando de la Escuela
oficial los niños, se convencerán en poco tiempo más del error en que incurrieron,
de lo criminal de su debilidad, de la buena fe, sana intención y patrióticas miras del
Gobierno y de la Superintendencia, al proponerse fomentar decididamente la
educación común en la población de Caloto: espero que en el próximo año escolar
me será fácil organizar las dos escuelas de la manera conveniente, y que ellas
tendrán el apoyo de muchos padres de familia, por desgracia engañados hoy, y que
no pueden ser por largo tiempo estorbo y rémora al mejoramiento moral e
intelectual de sus hijos.

Con fervorosa dedicación, insiste en fortalecer las escuelas rurales. Es una constante de los
propósitos del gobierno. Le preocupa el desdén con el cual se comportan las autoridades ante
la educación para las niñas: “un lujo dispendioso, un derroche de las rentas, de que se hacían
responsables y muy raros Alcaldes de Distrito”.

Busca calificar, adecuadamente, a los Preceptores o Maestros. Para el Superintendente, es


trascendental que hayan tenido preparación en el sistema moderno de enseñanza que se
refiere a las orientaciones de Pestalozzi.

Estado de las escuelas


Le preocupa el estado de los establecimientos educativos. Insiste que éstos son necesarísimos
para crear el ambiente que demanda el afán pedagógico. Por ello llama la atención con mucho
énfasis. Lo mismo que lo desconcierta el manejo del concepto de memorizar en las materias
que necesitan un buen grado de razonamiento. Este cambio en la formación de los educandos,
conducirá a una revolución en los medios pedagógicos. Lo mismo que lo desespera la falta de
mobiliario adecuado. Son necesidades de diferente grado, que demandan soluciones. Su
prédica tiende a formar conducta en los gobiernos municipales, en los maestros, en los
colaboradores espontáneos en ésta gran revolución de la inteligencia nacional.

Los niños
En Florida se ha establecido una escuela de niñas… “por ahora, combatida aún con éxito que
satisface al señor Cura Salcedo y a sus apagadores”… Señala que no se puede cerrar porque
“sería concederles un triunfo a las gentes palurdas y malévolas que la combaten”. Registra
las embestidas que se levantan:

Aún antes de que se abriera en Florida la Escuela que hoy dirige el Señor Cabrera,
el Señor Cura Aristides Salcedo empezó a desempeñar á su modo la antievangélica
labor de combatir, valiéndose de los mismos engaños y calumnias que otros de sus
colegas, la educación oficial. Sin embargo, eso no bastó a impedir la fundación de la
25
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Escuela de niños, y la única victoria de que aquel sacerdote puede vanagloriarse es


la de haber estorbado que las niñas de la población empiecen a recibir desde ahora
cristianas y útiles enseñanzas en la Escuela cuyo establecimiento ordené.

Por fortuna los partidarios de la Instrucción popular, tanto en el Distrito de que me


ocupo, como en los de Candelaria, Pradera y Palmira, han tomado ya la patriótica
resolución de arrollar todo obstáculo, de combatir toda influencia que pueda retardar
el desarrollo de la Instrucción primaria. Si en la lucha provocada desatentadamente
por algunos sacerdotes católicos en el municipio de Palmira, pierde prestigio y el
amor de los pueblos a la Iglesia católica, serán responsables de tamaño mal los
mismos sacerdotes que lo ocasionan y rectificando cuanto antes, volviendo a la
senda que la doctrina evangélica les señala.

En Candelaria hace un balance de lo que ha ocurrido y expresa su confianza en el porvenir:

La Escuela de niños de Candelaria tuvo 54 alumnos matriculados, hasta que el Sr.


Cura, Víctor Guzmán, desencadenó sus iras apostólicas contra la educación oficial;
desde entonces empezó a disminuir el número de alumnos en el establecimiento,
hasta quedar reducido a 24 con que cuenta hoy; y la Escuela de niñas que dirigía la
Señora Indalecia Varela, a la cual asistieron antes de las predicaciones del Señor
Cura hasta 30 alumnas, ha sido preciso cerrarla, pues sólo le quedaron dos, las hijas
del Señor Luis W. Manzano, Inspector local del Distrito. He ahí, lo mismo que en
otras poblaciones del Cauca, la barbarie y la ignorancia explotadas por un sacerdote
católico en su empeño de combatir la enseñanza primaria, que el clero calumnia y
rechaza, poniéndose en abierta contradicción con los más sublimes y claros
preceptos de la doctrina de Jesús.

En su informe cuenta la situación de Pradera, la calidad de su preceptor y como se dicta la


clase de estudios católicos:

Está de sobra decir que en esta Escuela, como en las otras de que ya me he ocupado,
se dicta diariamente, ó tres veces en la semana, por lo menos, la enseñanza de
Religión católica, y que la Superintendencia ha estimulado a cada uno de los
Preceptores, a fin de que tal enseñanza se dé con la mayor perfección posible, sin
aceptar nunca aquellos remuneración ninguna de los padres de familia. No obstante
la importancia que se le ha dado a las enseñanza de Religión en las Escuelas
oficiales, desde que se trató de plantear la ley 48 de 1875, aun prosiguen las
hostilidades de ciertos sacerdotes católicos contra las Escuelas oficiales.

El Señor Irurita llegó a tener matriculados 56 alumnos, pero el Señor Cura, Manuel
María Malo Valencia, enemigo implacable de la educación popular, y educado para
el caso en el Seminario de Popayán, propusose dar en tierra con el Establecimiento
y agotar la paciencia y moderación de los padres de familia que lo sostienen; pero
parece haber llegado ya la hora de desengaños para él. Consiguió que se retiraran de
la Escuela 30 niños, y ha podido impedir hasta ahora la organización de la Escuela
de niñas, haciendo infructuosos los esfuerzos del Señor Juan N. Nieto, para
ocasionarle ese beneficio a muchas familias desvalidas.
26
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Acerca de la escuela de niñas de Pradera, consagra el siguiente análisis:

Es Directora la señora Carmen Manrique. De esta Escuela puede decirse


exactamente lo mismo que dicté al ocuparme de la de niñas de Florida: los Señores
Curas, Aristides Salcedo y Malo Valencia, han logrado impedir el mejoramiento de
una y otra: pese sobre ellos la responsabilidad de su conducta.

Al mencionar otro de los establecimientos, recuerda:

El Señor Juan Nepomuceno Nieto, que durante doce años dirigió la Escuela de
niños de Palmira, elevada hace poco a la categoría de Escuela Superior, y a la cual
se le ha dado el nombre del virtuoso Prelado que ocupó antes del Señor Bermúdez la
silla Episcopal de Popayán, ejerce el empleo de Delegado de Instrucción Pública del
Municipio.

Naturalmente —como siempre— se ve obligado a comentar las hazañas de otro sacerdote:

El muy notable aprovechamiento demostrado por los alumnos en aquéllos


exámenes, hace lamentar que el Señor Cura Pedro Antonio Holguín, se haya
prestado también a servirle de instrumento a la reacción jesuítica en el país: que si
así no hubiese sido hoy, tendría la Escuela “Pedro Antonio Torres” más de los 160
alumnos con que funcionó en otro tiempo. Y es oportuno anotar que no sería tan
funesto el mal que los enemigos de las Escuelas oficiales le hacen al país
combatiéndolas, si los alumnos que de ellas ahuyentan pudieran encontrar
establecimientos en donde recibir gratuita y buena educación; pero dirigidas las
Escuelas católicas (tal nombre se les ha dado á las que protege el clero como si
católicas no pudieran llamarse en realidad de verdad las otras), dirigidas, digo, por
preceptores ya incompetentes del todo, y a observadores escrupulosos de un añejo
sistema de enseñanza, se les impide a los niños concurrir a las Escuelas costeadas
por la Nación y el Estado, abiertas á todas las clases sociales para común beneficio
y se les obliga a permanecer en la ignorancia o a concurrir a establecimientos de
aparato, montados de todo en todo a usanza de los que pudieron satisfacer hace 40 ó
50 años. Creí siempre, y más convencido de ello estoy ahora, que ésta lucha
vergonzosa, injustificable y apasionada criminalmente por los predicadores contra la
educación oficial, durará pocos días, que los pueblos de Cauca, por su índole e
inteligencia, no pueden ser engañados de tal suerte, ni podrán vacilar largo tiempo al
tratarse de escoger entre bienes positivos para sus hijos y los que en lugar de eso se
les ofrece.

Exige a los Tesoreros que administran los dineros —Telegrama del 13-VI-1876— que
mantenga en orden las cuentas, que manejen con celo los dineros y no permitan desperdicios.
La educación no puede tolerar que se desvíen sus recursos por negligencia. Ese es un dinero
sagrado porque sirve para la reivindicación espiritual del pueblo.

27
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En el informe, Isaacs le da señaladísima importancia a las escuelas de niñas. Es una de sus


preocupaciones. En Palmira, exalta a los profesores y anota que “ésta escuela hostilizada
rudamente como todas las otras por la reacción ultramontana”, pero la matricula se conserva.

Hay que destacar un hecho. El Superintendente asiste, en cada establecimiento, a las pruebas
de exámenes. Es una dedicación pedagógica de vigilancia y de estímulos excepcionales.

Visita a Buga
Al visitar a Buga, tiene Isaacs que volver a tratar varias circunstancias entrelazadas: la lucha
del clero contra la educación; la de las organizaciones “católicas” para combatir en las calles
contra las sociedades “democráticas” y amenazar a los padres para que no matriculen a sus
hijos; las escuelas con el título de católicas —buscando el clero mantener el monopolio—
van cayendo en descrédito. La acción de los señores “feudales” se encamina a colaborar en
estas acciones anti-cívicas:

Por los informes recibidos durante los últimos cuatro meses sobre el estado de la
Instrucción Primaria en este departamento, me hallaba prevenido para encontrar, en
sus cuatro distritos, en lamentable postración las Escuelas oficiales. Las funestas
ventajas conseguidas hasta hoy por el clero de este Municipio y la secta
ultramontana contra la educación popular y democrática, son transitorias. El clero,
que en un principio pudo alucinar a ciertas poblaciones, aterrándolas con los
inventados peligros que corría el catolicismo al consentir el planteamiento de las
Escuelas oficiales, y que contó con hostilizarlas, estableciendo las Escuelas de
aparato que titula católicas, empieza a sufrir desengaños y a convencerse de que le
es imposible continuar calumniando con buen éxito las miras del Gobierno al
fomentar la educación común y la conducta de los agentes que le sirven en tan
gloriosa empresa.

Las sociedades católicas, desenmascaradas ya donde quiera por felices


imprudencias de sus caudillos y meticulosas hoy ante la ira popular, obran en
desconcierto, y van entrando una á una en el periodo de disolución.

Actitud de los señores feudales


No faltan en el Municipio de Buga algunos hombres acaudalados que aún pretendan
hacer viso dragoneando como defensores de la fe cristiana, que nadie combate, y de
la Iglesia católica, que todos respetamos; pero esos Señores, gente honrada y
laboriosa por lo demás, agricultores y comerciantes que se han enriquecido
amparados por las garantías constitucionales, tienen que fatigarse muy pronto en la
tarea emprendida, para volver a su reposo y trabajos habituales, más compatibles
con el bienestar y goces de la vida a que están acostumbrados. De tiempo en tiempo
los ricos hacendados del Valle del Cauca, que son en su mayor parte descendientes
de los poderosos amos de otros días, intentan lanzarse, por obra del calor de la
sangre manchega y azul, en aventuras feudales; pero eso pasa y vuelven luego al
carril de la existencia republicana y democrática, al sosiego de sus fértiles y
hermosos campos y a las delicias de sus hogares perfumados.

28
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En esta vez, las cosas sucederán como siempre, más la travesura puede ser de
consecuencias funestas para el clero católico, que azuzador y azuzado sale
perdiendo costas y costos; es decir, el equilmo de muchas ovejas, y consideraciones
y respetos que sólo amando é imitando al Divino Maestro podrá recuperar.

Las Escuelas que aún subsisten tituladas católicas se desbaratarán llegada la hora,
como los altares de Corpus ú otros aparatos de la laya cuando ha concluido la fiesta
que se celebraba; más la comparación sería inexacta al no hacer ésta diferencia, nos
apesadumbra mirar las armazones desvestidas, que, lujosamente, cubiertas poco
antes, sirvieron para celebrar la cristiana ceremonia, y si avergüenza mucho,
concluida la farsa de las escuelas católicas, ver quienes manejaban las cuerdas de
aquellos retablos y titereros.

Antes de seis meses será muy satisfactorio el estado de las Escuelas oficiales en el
Municipio de Buga, y cuento al asegurarlo así con el buen sentido de las
poblaciones del Departamento, que unas ríen ya, y otras reirán pronto de la comedia
representada por el clero y los católicos inmaculados, de diciembre á esta parte.

La defensa de la educación, es una constante permanente. “La escuela de niñas, —de Cerrito
— que consiguieron extinguir el señor Cura José Prudencio Paredes y los hombres que lo
dominan…”, tiene, en lo proyectado por el gobierno, un desarrollo asegurado.

En el municipio de Guacarí “el cura de esta población el señor Presbítero Liborio Lozano y
uno de los más caracterizados e implacables enemigos de la educación popular; y á él se le
debe la clausura de las dos escuelas que con gran concurrencia de alumnos podrían funcionar
hoy en Guacari: responsabilidad terrible!! Triunfo desmoralizador de aquel hombre que hace
muy pocos años, siendo ya sacerdote, fue aprisionado y ultrajado sin piedad por los mismos
energúmenos que hoy se apellidan defensores de la fe cristiana, y que se sirven de él como de
un instrumento útil para destruir las escuelas que el clero católico debería fomentar en
cumplimiento de la ley evangélica. Ni el Señor Pedro Antonio Molina que con tanta
consagración e inteligencia sirve el destino de Delegado de Instrucción Pública, ni el Señor
Inspector local del distrito, a pesar de haber acudido a los medios conciliatorios, usando del
tino y prudencia que recomendé, pudieron aplacar los furores oscurantistas del Señor Cura, y
hoy se ufana al fin de la bárbara obra: lamentará dentro de poco tiempo su obcecación; su
injusticia, su falta de cristiano amor a las familias habitadoras de aquella comarca”.

Clases nocturnas
En Buga, en la “Escuela José María Cabal”, el 8 de mayo, se comenzaran las clases
nocturnas. El propósito es ampliar su cubrimiento. Es una obra educativa de excepcional
importancia:

Las Escuelas nocturnas para varones, establecidas por la Superintendencia con el fin
de brindarles enseñanza gratuita y fácil, a horas en que no tienen tareas, a los
artesanos y jornaleros de las principales poblaciones del Cauca, se multiplicarán con
rapidez y á poca costa en el curso de un año, donde quiera que dirijan Escuelas
Superiores ó primarias los maestros graduados que, como es sabido, enseñan por el
sistema de Pestalozzi, elevado en Alemania a un alto grado de perfeccionamiento.
29
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Estas escuelas inesperadas han venido a presentarles un problema de dificilísima


solución á los rabiosos enemigos de las Escuelas oficiales. Palpase la dificultad en
que se hallan los que no contando con otros medios que la descarada calumnia para
hostilizar la educación común, no se atreven a decir que también son ateas,
desmoralizadoras, &, & las Escuelas nocturnas. Han enmudecido ante ellas;
admiran sin chistar, y por esa parte (debemos estarles reconocidos), permiten que el
Gobierno difunda la instrucción en las clases trabajadoras y desvalidas, sin que lo
importune la jauría de predicadores y escritorzuelos chabacanos del
ultramontanismo. Ojalá se comporten del mismo modo cuando llegue la hora de
presentarles muestras de Escuelas nocturnas para mujeres, hábilmente dirigidas por
Preceptoras que hoy se educan en el execrado Colegio que regentan en Popayán las
Señoritas Céspedes.

De suerte que la ampliación de ellas, también se enderezará a la mujer trabajadora. Es, pues,
una verdadera revolución de trascendencia.

Escuelas rurales
Gracias á la patriótica y cristiana labor del Señor Cura José Benito Rodríguez, que
á ninguno de sus colegas le cede el puesto en la más avanzada fila de sacerdotes
reaccionarios al servicio de la compañía de Loyola ó de la moderna Escuela
conservadora, tanto la Escuela de niñas como la de niños , en Buga, están cerradas:
él ha conseguido impedir también la fundación de una Escuela rural en Sonso y otra
en Quebradaseca, contrariando los esfuerzos del Señor Molina donde quiera que
éste se ha empeñado en crear Escuelas de una ú otra clase: la Superior de varones,
con el número de alumnos que hoy tiene, es la pesadilla del Señor Cura Rodríguez;
y si no ha salido tan airoso y triunfante como esperaba, en el empeño de estorbar la
fundación y progreso de aquella Escuela, es de justicia confesarle el mérito de su
incesante trabajo: nadie que lea estos renglones después de transcurridos ocho ó
diez años (que talvez son muchos) hallará menoscabadas las glorias del Señor
Rodríguez, en lo que voy dictando.

Dineros y maestros
Además, hay que resaltar la labor de vigilancia de los dineros que se destinan a la educación.
Isaacs, en su informe, ofrece datos muy concretos y detallados de la situación económica y de
su rigurosa aplicación.

Otra preocupación inquietante es la falta de preceptores o maestros. Las normales creadas por
las disposiciones de 1870 en los gobiernos radicales, no habían logrado preparar el personal
que necesitaba el país. Isaacs, entonces, insiste en que, aun cuando sean deficientes, es
necesario mantenerlos en sus funciones con una vigilancia y cooperación que les facilite
mejorar sus calidades pedagógicas.

Este informe nos revela cómo se estimulaba la educación; la vigilancia que sobre ella se
ejercía; la constante búsqueda de mejorías en los diversos aspectos; desde los locales hasta
los regímenes presupuéstales; desde la calidad de los maestros, hasta la forma de examinar.

30
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Sin descuidar muebles y demás elementos necesarios para una buena preparación de los
educandos.

También del Informe se deduce de qué manera ya se ve asomar la alianza del clero, los
esclavistas y los dueños de tierra, en la preparación de la guerra de 1876.

En el Gran Caldas
El recorrido por el Estado Soberano del Cauca, terminó con visitas a algunos pueblos del
actual Caldas. En Chinchiná, recibieron a Isaacs con una manifestación agresiva. El mismo
maestro, para congraciarse con el cura local, había contribuido a que se formará el bochinche.

En Riosucio, mi pueblo, lo recibieron con un baile. El nombró maestra a Domitila Palomino,


que era reconocida como una de las mejores institutoras. Rómulo Cuesta, en su importante
novela Tomás13, que toca demasiados aspectos históricos, nos cuenta la ardentía con la cual
recibieron a Isaacs y los diez nobles argumentos del sacerdote para desconocer la obra
educativa. Este episodio es el signo de lo que acontecía: “Con el arribo a Marmato del
Superintendente de Instrucción Pública, doctor Jorge Isaacs, las pasiones políticas llegaron en
el mes siguiente a su más alto recrudecimiento. Este Anticristo, redactor del “Programa
Liberal”, decía el Cura, traía a las escuelas la nueva de que por medio del arte fonético
empleado en Popayán por los maestros alemanes, un niño podía aprender a leer y a escribir
en menos de un mes. El Cura sostenía, basado en las santas prácticas católicas, que el arte de
aprender a leer deletreando era el que aconsejaba la doctrina cristiana, y añadía que eso de
enseñar que la efe se pronunciaba soplando, y la eme juntando los labios, y la ese silbando,
no podía ser sino producto de Satanás a quien servía el “Programa Liberal”, cuyo más activo
miembro era sin duda quien en esos días visitaba las escuelas. Por lo cual y en previsión de
que las almas de los niños pudieran contaminarse y perderse con las nuevas artes de que eran
portadores los ateos alemanes, ordenaba a los padres de familia, bajo pena de pecado mortal,
que retiraran a sus hijos de las escuelas. Ser miembro activo de la Sociedad Católica que
había fundado con la especial misión de dirigir las conciencias y de indicar a las gentes el
verdadero camino de la salvación, era otra de las primordiales obligaciones de los buenos
católicos.

Para contrarrestar las tendencias políticas de esta Sociedad, los liberales organizaron
la Democrática de Marmato. Era un enemigo enfrente de otro. Así, en tanto que en
aquélla se platicaba que ejecutaba acción laudable quien mataba liberales, en ésta se
sostenía la necesidad de aunar esfuerzos para la defensa del gobierno contra el
oscurantismo que amenaza arrasarlo todo.

Lo del sonido de las letras fue pretexto para armar dificultades políticas en el país. Hubo
verdaderas luchas partidistas por ésta forma de enseñar. Era parte del combate contra el
gobierno.

Para aclarar el asunto, apelemos a la cita de un experto en el idioma:

13
Rómulo Cuesta: “Tomás”. Tercera Epóca Vol. IV., Manizales, Biblioteca Popular de Autores Caldenses,
1982.
31
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Según Antonio Alatorre en su libro “Los 1001 años de la lengua española” (14), en la
Edad Media hubo sonidos que ya dejaron de existir o que sufrieron cambios
especialmente en la segunda mitad del siglo XV y los comienzos del XVII. Se
refiere a las siguientes letras: h), x), g) ante e, i; j), c) también ante e, i; la z; la s y
ss); ll) v).

En cuanto a la h, Alatorre escribe: “actualmente la h de herir y de alhelí es muda, equivale a


cero; en castellano antiguo era un sonido con toda regla: esas palabras se pronunciaban jerir y
aljelí, aunque no con la jota “jura” del centro y norte de España, que se articula con el velo
del paladar, sino con la j “suave” de gran parte del mundo actual de habla española, más o
menos equivalente a la h del ingles house, o sea con el sonido del jadeo h) aspirara, signo
fonético (h)”.

Aviso de la guerra
En el gobierno de Modesto Garcés —quien reemplazó a Conto por elección popular— fue
nombrado Isaacs Secretario de Gobierno. Mosquera protestó y consideraba que no era sino un
literato. Ante reclamos de los indígenas, se puso al lado de los intereses de éstos. Tenía Isaacs
una conciencia de humanismo social, lo que le daba gran ascendiente popular. Era su signo
de hombre de acción pública.

Pero es bueno destacar un hecho de la mayor importancia política: su visita a don Aquileo
Parra, Presidente de Colombia. El recorrido por los pueblos del Cauca, le fue entregando
claridad de lo que se fraguaba. Él confrontaba la lucha contra la educación. Pero, a la vez,
comprendió que existía un propósito más hondo: organizar y presentar combate contra el
gobierno radical liberal. Se fueron uniendo las fuerzas reaccionarias, empujadas, cada una,
por intereses económicos. La iglesia pretendía recuperar el monopolio de la educación, que
destruyeron los decretos sobre ésta de 1870. Además, que volvieran a gozar de los bienes que
perdieron con el decreto de “manos muertas”. Los esclavistas recobrar el inhumano negocio
del comercio de seres humanos. Los latifundistas impedir que se aplicaran los principios
expuestos por Manuel Murillo Toro de que la tierra no es de quien tiene el título sino de
quien la trabaja —prevalecían, en esa época, los campesinos precaristas— y que las tierras no
cultivadas, debían volver al Estado. Estas fuerzas retardatarias, programaban una guerra.
Isaacs viajó a Bogotá e informó al Presidente. Era lógico que en el Cauca se intentara un
movimiento de esa naturaleza, pues allí estaban concentrados los factores sociales y
económicos —que acabamos de enumerar— y que debían conducir a una confrontación
bélica.

La guerra de 1876
La contienda fue extraordinariamente cruenta. El último encuentro en “Los Chancos”, —31-
VIII-1876— marcó el triunfo del liberalismo. Isaacs peleó con ardor y con precisión en el
mando. Cuando cayó el General Manuel Vinagre Neira, Jefe del Batallón de “Zapadores”, él
tomó el mando. Dio otra muestra de su decisión política. De tener conciencia de sus deberes
cívicos. De no dudar de su solidaridad con el pueblo liberal. Juan de Dios Uribe, el Indio,

14
Antonio Latorre: “Los 1001 años de la lengua española”, en: Colección Lengua y estudios literarios, México,
Fondo de Cultura Económica, Treceava impresión, 1995.
32
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

escritor y panfletario, recuerda su presencia: “Yo lo ví al otro día en la puerta de la barraca,


silencioso en ese ruido de la guerra, los labios apretados, el bigote espeso, la frente alta, la
melena entrecana, como el rescoldo de la hoguera, y en su rostro bronceado por el sol de
agosto y por la refriega, me parecieron sus ojos negros y chispeantes como la boca de dos
fusiles”.

Su acción y su integración a los ejércitos radicales, afirmaron la nombradía que tenía ya en la


política del Radicalismo.

Sangre en el Cauca: En abril de 1899, se presentan hechos de sangre. Los propicia la


intervención del gobierno de Trujillo, que se empeña en el fortalecimiento de la candidatura
de Núñez. Así lo hará en el resto del país. Modesto Garcés, Presidente del Estado Soberano
del Cauca, parece tolerar esa política.

En el Parlamento: del Cauca, viaja a ocupar su curul en la Cámara de Representantes.


Pronuncia elocuentísimos discursos. Cada uno retórico de vibrante fuerza democrática,
convertido en permanente combate ideológico.

Santos Gutiérrez, es el Presidente de la República. Ignacio Gutiérrez Vergara había sido


elegido Presidente del Estado de Cundinamarca. Fue un triunfo excepcional del
conservatismo15. Quedaban unidos, territorialmente, los Estados de Antioquia, Tolima y
Cundinamarca. Es decir, parecía presentarse una agitación de derecha contra el gobierno
central. Inclusive se estaban importando armas. Murillo Toro, que era el hombre de mayor
visión política, le dijo al Presidente Federal: “O el Presidente Gutiérrez amarra al Gobernador
Gutiérrez, o el Gobernador Gutiérrez amarra al Presidente Gutiérrez”.

Isaacs interviene en el Parlamento, haciendo la exaltación de Santos Gutiérrez en homenaje


que se le va a rendir. Su nombradía y prestigio tienen aceptación nacional. Se le designa
como tercer suplente de los Magistrados de la Corte Federal —que era alto reconocimiento
científico y moral— y él renuncia. En seguida es elegido Presidente de la Cámara y votan por
él radicales e independientes.

Es bueno tener en cuenta que en 1879 firma una adhesión a la proclamación del General
Tomás Rengifo. Lo mismo que se opone, en un discurso, a que se le juzgue, según solicitud
del Procurador. Más adelante, se le enfrentará por actitudes nítidamente políticas. Su firmeza
doctrinaria lo conducía al combate.

Se apoya, así, a quienes han demostrado su minoría. El gobierno es débil con las guerrillas
que organizan los “independientes”. Isaacs renuncia la Secretaria de Gobierno por dos
razones: la primera, porque advierte que no se aplicará la acción educativa como lo desea el
radicalismo. Y cree, además que en el gobierno del Cauca no hay suficiente energía para
atajar lo que viene. Así descuella su calidad política, su carácter, su decisión en la
beligerancia pública. En su renuncia —18-XII-1878— manifiesta que ocupará la curul en la
Cámara y enfatiza: “Nuestros compatriotas saben que al servicio del partido liberal entero
está consagrada mi existencia, que se la sacrificaré contento, aunque humilde sea el lugar que
me designe en la fila de sus soldados o en la legión de sus tribunos”.
15
Arizmendi Posada, op. cit.
33
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Soldados del Carchi


En el Ecuador, fuerzas reaccionarias a favor el Presidente Veintimilla, de cercanías al
pensamiento más conservador se organizan. El Obispo de Pasto Manuel Canuto Restrepo, —
como se escribió en la época envió ayudas: “… el Obispo Canuto los dirigía, azogaba,
fomentando así y apoyando la revolución de Juvenal Yepes—. Era una actuación parecida a
la del Obispo Ezequiel Moreno quien colaboró con tropas contra el gobierno liberal de Eloy
Alfaro, en varias ocasiones.

Isaacs, con Pedro A. Molina presentan un proyecto para librar de “responsabilidad legal a los
jefes y oficiales del Batallón 3 de Facatativa, 15 de línea, por haberse internado en el Ecuador
i sostenido allí, por medio de las armas, el imperio de los principios liberales”. Esta posición
legislativa, nos señala cómo asumía la vigilancia política Isaacs en las emergencias
nacionales. Al respecto es bueno reproducir algunos de los apartes del discurso que pronunció
y que publica el “Diario de Cundinamarca” - 20-III-1878 - defendiendo la libertad en el
Ecuador:

Solamente el Gobierno de Colombia pudo, ha podido autorizar la prestación de


aquel ausilio, aun asi reclamado. Si es cierto,i no sea yo quien lo dude. Es cierto que
él podia ordenar la internacion de nuestros batallones al Ecuador, al exijirlo el
Gobierno lejitimo de aquel país; es verdad, i por eso entre las instrucciones
comunicadas al señor Jeneral Hurtado a fines de noviembre útlimo por el Gobierno
de la Unión (instrucciones que se le trascribieron oficialmente al Poder Ejecutivo
del Cauca), se dictó, se le dio órden la de pasar el Carchi con más tropas nuestras en
plan con Veintimilla al solicitarlo su lejitimo Gobierno.

Vease ahi la demostracion de que el delito que se les imputa a Figueredo i Jefes que
lo acompañaban, consiste meramente en no haber esperado instrucciones como
aquellas, órdenes terminantes del Gobierno de Colombia.

I ¿cómo esperar? Esperar!... Alli, a tres pasos de nuestros cuarteles, fraguándose la


revolución ultramontana, la reaccion que los clérigos Restrepo, Zambrano i
comparsa, azuzaban i azuzan contra Colombia. Alli, oyéndolos, mirándolos, Carchi
de por medio, el combate de Tulcán en la noche del 26 de octubre; la victoria
alcanzada por los rebeldes…; aliados los de allá i los de aquí, defendiendo idéntica
causa, la misma iniquidad!.

A una a dos jornadas, decidiéndose la suerte del partido liberal en el Ecuador i en


nuestras comarcas de la frontera. Triunfo? Aniquilamiento del feudalismo
teocrático, existencia libre para la República hermana; todo bien para los
Municipios del sur del Cauca. Derrota? Horror! Horror… Vidas, hacienda i libertad
perdidas otra vez, tras de tantos años de humillacion, tras de tantos i tantos
sacrificios de aquellos heróicos hijos del Sur!

Isaacs se levantó en prestigio como gran orador. Su verbo aparecía encendido de claridades
doctrinarias. Era hombre de limpia palabra. Fogoso sin desdoro verbal. Encendido en su
actitud de hombre libre, pero sin adjetivos de torcida naturaleza.
34
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Se habían votado dos leyes - la 37 y la 62 -, que expulsaban a los Obispos de Antioquia y de


Medellín y a otros clérigos. Isaacs pide al Presidente que se cumplan esos mandatos. También
se recuerdan discursos violentos contra el Presidente Julián Trujillo, pues éste pedía rentas
para el clero y que se les indultara por su intervención en la guerra del 76. Isaacs rememoraba
lo que había vivido cuando fue Inspector de Educación en el Cauca y como tuvo que venir a
avisar al Presidente Aquileo Parra la participación de los sacerdotes en la organización de esa
guerra. Por estos antecedentes, consideraba no merecían ninguna clemencia.

Se produce gran reacción contra el Parlamento, que organizaron los mismos autores de la
guerra. A Isaacs lo amenazaban violentamente. Julián Páez, cuenta los sucesos en página que
reproduce el maestro Arciniegas 16.

El 7 de mayo del citado año tuvo lugar en Bogotá una escena digna en un todo de
nuestra vida republicana, escena que luego se ha llamado con cándida sencillez la
lapidación del Congreso. Aquel día hubo piedra para todos los congresistas de la
oposición. El Congreso fue así disuelto y creo que nuestro pueblo perdió, desde ese
entonces, el cincuenta por ciento del respeto debido al Parlamento. Jorge Isaacs,
como sus demás compañeros, fue atacado a pedradas y perseguido hasta su casa, por
una turba enfurecida. También lo vi ese día y en aquellos momentos: ni pestañeó
siquiera, ni dio un paso más largo y más acelerado que otro; sereno, tranquilo, casi
frío, marchó desde el salón del Capitolio hasta su casa de habitación, sin
demostración alguna de miedo, de afán o de cólera. Cerca de su casa se detuvo,
volvió el rostro a la multitud que lo perseguía, y aguardó. Los gritos y las pedradas
cesaron; la turba se disolvió. Isaacs también triunfó aquel día.

En 1870, es elegido Secretario de la Cámara de Representantes.

En Antioquia
En 1879, lo encontramos en Antioquia. Será una etapa de espacialísima importancia en su
vida de político. Dará muestras de arroyo, claridad, vigor doctrinario.

Isaacs tuvo algunas ideas que eran guiadoras de sus afanes políticos; la educación fue una
inquietud permanente. No consentía la posición de Mosquera. Siempre se le opuso. Estuvo
alerta, con inteligencia previsora, examinando y criticando la política de Núñez. Siempre la
consideró fatal para la república y el liberalismo. Desde los primeros asomos del
“independientismo”, principió a luchar contra éste. Siempre creyó que sería fatal como
movimiento y que arrasaría con la política de cambios estructurales que adelantaba el
Radicalismo. Consideraba que Núñez llevaría al liberalismo al ostracismo, como ocurrió.
Sería, lo que vino a ser más tarde, la gran traición.

La situación política
El liberalismo ganó la guerra que le organizó el conservatismo en 1876. La batalla de “Los
Chancos”, en el Valle del Cauca, consolidó el triunfo.

16
Arciniegas, op. cit.
35
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En libros que publicamos en 199817 ya relatamos cómo fue la firma del armisticio. Murillo
Toro, que era hombre de agudísima percepción de los hechos políticos, le dio orden a Santos
Acosta que se desprendiera de sus deberes militares en el Tolima y fuera a negociar con los
generales conservadores, que estaban en Manizales. No atendió la orden con la prontitud que
demandaba el momento. Mientras tanto, Carlos Holguín18 quien también era hombre de fino
sentido político, escribió a Manizales y les dijo: trancen con Julián Trujillo que él entregará el
poder a Rafael Núñez y con éste, el conservatismo llegará al poder. Y así sucedió.

Qué acontecía en Antioquia


Trujillo es elegido Presidente del Estado de Antioquia. Era el escalón para llegar a la
Presidencia de la Unión. El liberalismo había ganado la guerra, pero en la negociación de la
sutilísima política, perdió el poder por cuarenta y cinco años. Fue lo que previó el sagacísimo
Murillo Toro, quien además, era jefe de principios ideológicos. Era lo que temía, también,
Jorge Isaacs con las evidentes peripecias del “independientismo” de Núñez.

Isaacs ejerció el periodismo. En Antioquia pública “La Nueva Era”. Señalemos la calidad de
sus editoriales: a) claridad política; b) análisis de la situación nacional: su repudio al
fortalecimiento del “independientismo”, que favorecía la traición de Núñez; c) su constante
defensa del Radicalismo, d) su constante prédica de la unidad del partido. Isaacs estaba
viendo claro lo que se venía contra el liberalismo.

Su estilo: 1° hacía el cotejo entre las normas jurídicas y las combinaciones tácticas con
apasionado criterio; 2) limpieza intelectual para sus planteamientos; 3) la dignidad
idiomática; 4) sitúa a los hombres que ejercen la política; 5) crítica los desligamientos y
cobardías de sus copartidarios, sin ninguna debilidad; 6) es un polemista de altura ideológica
e intelectual; 7) enjuicia a sus enemigos —con argumentos ideológicos—; 8) no lo desvía ni
el odio ni adelanta combates inútiles; 9) manifiesta gran energía mental y de carácter; 10) no
prevalece el panfleto. Hay altura.

Se reúne Asamblea Legislativa en Antioquia. Isaacs en su periódico arremete contra ella y


señala los daños políticos que ésta haciendo.

Trujillo —después del pacto de Manizales— es electo Presidente de Antioquia. La Asamblea


le dá licencia a éste, de seis meses, lo que constituye una irregularidad. Toma el poder el
Primer Designado, —para el efecto, se elegían cinco— el general Tomás Rengifo. Isaacs pide
varias acciones al gobierno: a) la libertad de los presos políticos, pues eran prisioneros de
guerra; b) frenar la imposición de más contribuciones extraordinarias; c) que se devolvieran
las fincas que aún continuaban ocupadas; d) que se le pagara al Banco de Antioquia lo que se
le tomó, arbitrariamente, en 1879.

Juicio sobre Trujillo


Trujillo, que ha pasado a ser Presidente Federal, comienza para poder adelantar la política de
Núñez, a invadir, con el ejército nacional, a los departamentos para doblegar el prestigio
popular de los radicales.

17
Morales Benítez, op.cit
18
Alfonso Holguín y Caro, Carlos Holguín: una vida al servicio de la República, 2 Tomos, Bogotá, Talleres
Gráficos Ibeamericanos, 1981.
36
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Isaacs deja una estampa acerca de la acción de Trujillo. Leamos lo pertinente:

Desde 1878, desde la clausura de las últimas sesiones de la Asamblea, han


transcurrido días de ominoso recuerdo para el país, horas eternas de martirio. ¿A
qué fin recapitularíamos ahora las arbitrariedades i cínicas violaciones de la
Constitución, consentidas, prohijadas desde entonces por el Jeneral Trujillo i sus
cómplices en el Poder Ejecutivo nacional? La crónica de calamidades tantas i de
tamañas ofensas a la dignidad de la República; el diario de las desgracias i
humillaciones que la ha ocasionado una política de encrucijadas i asaltos, de
ineptitud i ruines rencores, está indeleble en la memoria de todos los buenos hijos de
esta Nación, que en mala hora confió su reposo i glorias, a caro precio adquiridas, a
la honradez i lealtad de quien así la ha burlado i así la escarnece i la hostiga, porque
ni honrado ni leal quiso ni supo ser”.

“La actitud de Antioquia en la crisis nacional de que ántes hablábamos, enorgullece


con razón a los que verdaderamente la aman, i ha merecido el aplauso de todos los
hombres verdaderamente liberales de la Unión. En vano los obreros del mal, bajo la
ejida del Poder Ejecutivo de la República, vendieron a vil precio la bandera que
flameó victoriosa en estas montañas en abril de 1877: la mano del conservatismo,
comprador del glorioso trofeo, tronchada fue al estenderse para recibirlo: la traicion
retrocedió espantada; inútil ha sido para los revolucionarios la sangre conservadora
que la espada de la lei vertió, i Núñez, Aldana i Arosemena supieron así, mui tarde,
que no se juega impunemente con pueblos viriles i denodados”.

El recuerda que la división liberal viene desde 1875, es sin duda obra de los amigos de la
Primera Candidatura de Núñez. Esta propicia la división -lo recuerda Isaacs- en
Cundinamarca, Boyacá, Santander, Tolima. También en el Cauca. En éste Estado busca - y se
logra- someter a la humillación a los vencedores en “La Granja”, “Los Chancos”, “El
Tambo”, en 1876. Es decir, a los liberales.

En la Revolución antioqueña de 1879 contra Rengifo, se unieron conservadores y gentes del


gobierno nacional. Isaacs señala cómo se avanza a favor de Núñez:

La revolución de enero i el fracaso que en ella tuvo el draconianismo, hizo


necesarias modificaciones mui sustanciales en el vasto plan de los señores Núñez i
Trujillo: hizo precipitar descaradamente en el Cauca aquella obra inicua de que
Payán fue cumplidor; i el horroroso drama de la lucha de Robles con el Ejército de
la Unión i las milicias de Bolívar, por el Erario nacional equipadas i pagadas, fue
consecuencia de las derrotas que sufrió aquí la rebelión de Núñez en alianza con el
partido conservador.

A Núñez se le ha elejido así Presidente de la Nación. Quien por tal senda, dejando
en pos ruinas i cadáveres, escala ese puesto, ¿qué acatará en él? ¿Qué puede haber
allí sagrado para él? ¿De qué instituciones i leyes hablará desde ahí a la Nación?
¿De qué soberanía a los Estados? ¿De qué paz a los pueblos, de qué derechos a los

37
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

ciudadanos, de qué honradez a los hombres de bien, de qué moral a las almas que él
no pudo corromper, que prostituir no consiguió?

Una intromisión mercenaria


Aparece un personaje que influía en la política. Es el italiano Ernesto Cerruti( 19), era socio del
señor General Hurtado en el Cauca. Lo acompañó en tres candidaturas y, en la última lo
impusieron con el apoyo del Presidente de la Unión. El vino a sacar a Rengifo de Antioquia.
Lo logró. Quedó encargado el otro designado Pedro Restrepo U.

Cerruti venía a sacar al Jeneral Rengifo de Antioquia. Le piden que no se mueva: “Viniste a
Antioquia, ciudadano presidente, en una de las épocas más calamitosas porque ha atravesado
éste país mártir; encontrasteis un pueblo explotado, alucinado i cautivo de la más cruel y
vanidosa teocracia, i al fin víctima indefensa de los que llamándose sus libertadores le
trataban como un pueblo conquistado”.

Sólo estudiando su importantísimo libro La Revolución Radical en Antioquia, que se refiere a


la época que comentamos, se puede entender la concepción de Isaacs, filosófica y política, de
Colombia. Responde a una ideología revolucionaria. Pertenece al Radicalismo liberal en su
más interesante y creador momento histórico. Es un luchador sin vacilaciones.

Llega un momento en el cual Tomás Rengifo anuncia que va al Sur del Estado de Antioquia,
de acuerdo con las sugerencias de Cerruti. Es otro juego en combinación con Núñez y con
Trujillo. Mientras tanto, el gobierno central arremetía contra los liberales. Isaacs escribe: “…
los hechos criminosos, casi inverosímiles, del Presidente de la Unión y de los hombres de su
Ministerio i de las pandillas reaccionarias que le servían en ciertas relaciones a la República,
tomaban ya el carácter de hechos cumplidos”.

Respecto de Cerruti consagra Isaacs sus juicios: “Apenas un lijero comentario a los
telegramas que anteceden, prescindiendo de las mui penosas observaciones que ocurren al
leerlos. Fue el señor Jeneral Jeremías Cárdenas M, socio de la casa de Cerruti i Compañía, el
comisionado por el señor Presidente del Cauca, miembro de la misma asociación, a fin de
obtener del Jeneral Rengifo, el 22 de febrero, la manifestación funesta que sorprendió i
desalentó a los radicales del Cauca i del Centro de la República, desconcertando a la vez las
operaciones del Ejército radical de Antioquia”.

El Jeneral Ezequiel Hurtado i el señor Ernesto Cerruti complementaban de ese


modo la obra comenzada en Medellín el 5 de setiembre por el jefe de la Casa de
Cerruti i Compañía. El Cauca, oprimido, esplotado desde agosto de 1879 por
aquella Casa de comercio, le es deudor de indecibles infortunios, i el partido radical
de la Nación ha venido a ser víctima así de las influencias comerciales de un
estranjero de una de las secciones más importantes de la Union. Si en 1875 o en
1876 se hubiese atrevido alguien a pronosticar la oprobiosa presion que así sufre
actualmente el Cauca; si en febrero de 1877, cuando el señor Cerruti exijió i obtuvo
del doctor Conto el honor de comandar la escolta que condujo desde Popayán hasta
el puerto de la Buenaventura al Obispo Cárlos Bermúdez, se le hubiera ocurrido a
un radical del Cauca hacer la pronosticación de que mui pronto serian el señor
19
Morales Benítez, op. cit.
38
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Cerruti i sus socios los enemigos mas encarnizados, intransijentes i pertinaces de la


obra del radicalismo en aquellos dias, ¿quién no hubiera calificado de suspicacia
maligna e imprudente la sospecha del pronosticador?

Esto —inclusive un negociante extranjero— tenía una finalidad: el poder para Núñez. Isaacs
escribe cómo obtuvo el poder: “Su debilidad demostraría ineptitud inverosímil; i la ineptitud
en un hombre que como él se ha creído merecedor de la honra que obtuvo el 1° de abril de
1878, despues de mostrarse tan impaciente por conseguirla, es comprobación de fraude, de
abuso, de engaño ruin hecho al pais en menoscabo de sus intereses, de su bienestar, de su
honra, de su decoro”.

Quién así débil, así inepto, se ofrece como apto para gobernar un pueblo, lo burla, lo
miente, lo defrauda, i tarde o temprano estricta i rigorosa cuenta rendirá. Su
impotencia en tal situacion i en tales momentos —i juzgarle sólo impotente es
generosidad, — viene a ser la prueba irrecusable de cuanto hemos dicho en otras
ocasiones al demostrar que el señor Núñez ha sido durante la Administracion del
Jeneral Trujillo, i es hoi, dueño absoluto de la República, i que por eso la escarnece
llamándose Presidente electo para gobernarla, por eso la ha desangrado, por eso la
traiciona aliándose al carlismo. La impotencia del Jeneral Trujillo es el poder
omnímodo del señor Núñez.

Si el Presidente de la Union es cómplice de los aventureros lanzados sobre el


Tolima con armas i municiones de los parques nacionales, elementos que nadie se
atreve ya a negar han tomado de allí; si ellos cuentan con el aplauso del disculpador
acucioso de las hazañas del 2° de línea en el Cauca, i de los filibusteros de Bolívar
que, armados como los últimos i equipados como esos mismos, derrocaban en junio
el Gobierno radical del doctor Róbles; si esa complicidad del Presidente está de
nuevo hoi en la conciencia de la Nacion, i se ha pretendido así, con idéntica
alevosía, el vencimiento del señor Manrique i de las tropas liberales que la
Constitución i el suelo de ese Estado defienden, - ya basta! Álcese entero el partido
liberal i empeñe la lid para librarse de sus martirizadores i arrancar de manos
traidoras la bandera triunfante que el 1° de abril de 1878 les confió.

Esta conferencia sobre Isaacs es muy incompleta, lo repito. Me duele porque es de gran valor
ésta etapa en su vida. Para detener ese avance contra el liberalismo, él viaja a Manizales con
el objetivo de preparar una sustitución del gobierno. Conferencia con María Arana, con
Víctor Cordobés y otros amigos.

Así plantea lo que debía resolverse después de la huída de Rengifo:

Desde que a fines de noviembre resolvió el Jeneral Rengifo efectuar su viaje al Cauca, i más
aún al tener evidencia en Pácora de que ya habría marchado de Manizáles, forzoso se hizo
escoger, como regla de conducta i firme resolucion de partido radical, uno de los dos
términos de este grave i peligroso dilema:

Consentir i soportar el triunfo del señor Pedro Restrepo i de su comparsa, obra de


viles amaños i cúmulo de alevosías que ya conoce el lector, o apercibirse
39
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

resueltamente a la lucha por la justicia i el derecho, por la República i su honra, en


defensa del pendon liberal.

O era esto otro:

La paz afrentosa, o la guerra por fidelidad. Cederle el campo a la traicion ufana de


su buena fortuna, o disputárselo palmo a palmo con la fuerza i elementos que
poseiamos, o que era fácil salvar. Si lo hubiésemos cedido, en vez de afrontar la
situacion como se afronto, i al terminar enero, noticiadores de la triste i completa
derrota del partido radical en aquel Estado, hubiéramos llegado a Bogotá, con nimia
esactitud, por no faltar a lista el dia de instalación en la Cámara de Representantes
¿cómo contestar las severas interpelaciones de nuestros copartidarios aquí, ni de qué
manera responder dignamente a la inculpacion merecida?

Isaacs, finalmente, se toma el poder. Obró como un gran gobernante. Convocó para elegir una
Constituyente. Fue ejemplar en el manejo de los diferentes asuntos que le tocó administrar: el
dinero, el tratamiento a los presos, —inclusive al Presidente destituido—, el orden
administrativo. Isaacs dió la dimensión del estadista. Leamos su “Alocución” que nos indica
cómo era de claro su racionamiento:

La voluntad de los pueblos se ha cumplido. Antioquia tiene un Gobierno que conoce


sus deberes i que sabrá llenarlos salvando la bandera liberal que se le ha confiado.
El Gobierno del señor Pedro Restrepo quiso abusar se sus poderes i traicionó la
causa del liberalismo doctrinario. Ese Gobierno se oponía a la voluntad del pueblo i
el pueblo lo derrocó. La evolución política que acaba de cumplirse tiene el doble
significado de un castigo para los traidores i de una esperanza para la idea liberal.
Al aceptar el puesto de Presidente provisorio del Estado, lo hago para salvar la
causa de la República: no ahorraré sacrificio ni esquivaré peligro. Cuando la crisis
haya pasado, devolveré al pueblo, representándolo la Convención que he convocado
hoi, la bandera que me ha confiado. Ese es mi deber i sabré cumplirlo. Miéntras esté
encargado del Gobierno del Estado, puede el pueblo liberal contar con que sus
aspiraciones no serán burladas i el Estado debe estar seguro de que todos los
derechos serán garantizados, la propiedad respetada, el trabajo estimulado i
protejido.

No tenemos enemigo al frente. El que pudiera serlo se está ahogando en


desprestijio. Accidentalmente he declarado turbado el órden público. Abrigo la
seguridad de que el Estado me ayudará en masa a sofocar toda rebelión. Bien pronto
gozará Antioquia de esa paz material i a ella seguirá, al amparo de un gobierno
liberal, aquella paz moral fecunda para el trabajo, bienhechora del progreso,
salvadora de la civilización. En tanto que esté encargado del Gobierno Ejecutivo, la
propiedad, el comercio i el capital tendrán en el Gobierno el centinela de sus
intereses. Lo debo ofrecer así porque el pueblo que me ha colocado en este puesto,
sólo me ha dado una consigna: salvar ilesa, sin una macha, sin un desgarre, la
bandera de la doctrina liberal.

40
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Como miembro de la Federación tiene el Estado deberes que cumplir i derechos que
reclamar: unos i otros serán atendidos. El Gobierno que represento defendería el
pacto federal i será ajente legal de los supremos poderes de la República. Mas si ese
pacto fuere violado, no importa por quién, cumpliré con el deber que la Constitución
nacional impone a los Estados: —el de hacerla respetar. Antioqueños: Un horizonte
inmenso se ha abierto a vuestras aspiraciones como pueblo libre i pueblo trabajador.
La bandera liberal que empuño dará sombra a vuestros trabajos i protección a
vuestros derechos.

Jefes i soldados del Ejército: acabáis de alcanzar la victoria material apoyando al


valeroso pueblo de Medellín. Venid a coronar esa victoria. Ayer probasteis que
sabíais ser valientes i abnegados. Debéis ahora probar que sabéis respetar el derecho
de los pueblos: por él luchasteis siempre, i toda tiranía sucumbió: la República os
ve, i yo necesito, yo quiero que os admire!

Medellín, 1° de febrero de 1880


JORGE ISAACS”

Luego Julián Trujillo, Presidente de la Unión, invade con sus ejércitos a Antioquia.
Necesitaban sacar del poder a Isaacs que no garantizaba que Antioquia se inclinara por
Núñez. Isaacs comenta en carta a Trujillo cómo es de cruel la acción del gobierno central:

Creí que después de vencida por completo en el Estado la fracción encabezada por
el señor Pedro Restrepo U, i prisioneros él i los principales jefes que en mala hora lo
acompañaron; creí que la conducta generosa i honrada del Gobierno que presido, i
su lealtad al pacto federal, le evitarían a esta sección de la República la continuación
de los estragos de la guerra i el ataque injustificable que su soberanía ha recibido
desde que tropas del Gobierno nacional, sin pretexto alguno de parte de él, sin
motivo el más leve, vinieron i entraron a territorio de Antioquia; pero me engañaba
la confianza en los efectos de la rectitud observada por el Gobierno que presido i en
la honorabilidad de todos sus procedimientos, pues nada de ellos tuvo en cuenta el
Gobierno nacional. Hoi, en lugar de dedicarme asiduamente a tarea tranquila i
beneficiosa para los pueblos del Estado, me veo en la necesidad de hacer la defensa
de sus libertades i derechos en los campos de batalla: la Nación juzgará i
sentenciará, severa, a los agresores, i ella agradecerá i aprovechará el sacrificio de la
vida, que, en defensa de la doctrina liberal i de las instituciones que nos rijen, vamos
a hacer en lucha contra las tropas del Gobierno de la Unión.

Si hai en verdad hombres que puedan vanagloriarse de haber trabajado


incesantemente, desde 1875 hasta hoi, a fin de conseguir la efectiva union del
partido liberal, me asiste derecho para que se me crea obrero infatigable en esa
labor, i muchas pruebas de la perseverancia de mis propósitos en tal sentido he dado
desde el 1° de febrero último hasta hoi, despues de la victoria como Jefe Civil i
Militar del Estado soberano de Antioquia. Si la Administración nacional que va a
inaugurarse el 1° de abril entrante, anhela, como se asegura, restablecer la
fraternidad en la familia liberal de Colombia, el Ejército que usted manda i el que
comando yo, no tienen motivo ninguno para estar frente a frente.
41
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Golpe de Estado
Algunos radicales en Bogotá no entendieron el alcance de lo que estaba realizando Isaacs con
el golpe de estado. Las manifestaciones de Gil Colunje y de Juan Félix de León, en mensaje
de 12 de febrero de 1880, fueron demasiado desalentadoras. Fue una equivocación política de
éstos.

El golpe de estado que dio Jorge Isaacs en Antioquia, tiene unos antecedentes de gran
jerarquía en la política. Obedeció a consideraciones doctrinarias. No fue un sólo impulso
romántico o de fracción, el que inspiró y alentó a su inteligencia y su discurrir de hombre de
partido. No. En absoluto. Fue impulsado por profundas convicciones. Además, lo guió una
visión de futuro que, realmente, impresiona en Isaacs que venía de otras actividades. Pero su
acción política fue encendida y de clarividencia. No fue un acto circunstancial. Al contrario,
actuó siempre con ardor ideológico y sin dubitaciones mentales. Es lo mejor de su actitud.

Venían sucediéndose graves hechos que conducirían a consecuencias fatales para la


República y para el Radicalismo liberal. Habiendo culminado en triunfo para el liberalismo la
guerra de 1876, la negociación de su terminación con Trujillo, en Manizales —como lo
comentamos en otra parte de estas notas— condujo a que éste ayudará a la “traición” de
Núñez y a los métodos beligerantes y arbitrarios para imponer el triunfo de éste. Luego, le
entrega al conservatismo el poder, a través de la dictadura de la Regeneración, y la
prolongación de un dominio del poder por cuarenta y cinco años.

Esto, escuetamente, fue lo que previo Isaacs. La aparición de la porción liberal del
“independentismo” engendró una división que propició Núñez. Pero, además, la atadura,
después de 1887, al clero y, desde luego, por éste conducto a grupos económicamente muy
fuertes y de derecha, ponía en peligro el proceso de reformas que se conocen como “La
revolución económica de 1850”. Era la eliminación de cualquier posible avance.

La acción de Trujillo como Presidente, el uso del ejército federal para avanzar destruyendo
los gobiernos radicales de los estados soberanos que no apoyaban el independientismo que
conduciría al triunfo electoral de Núñez, le producía reacciones a Isaacs. Así lo predicó. Por
ello mismo dio el golpe de estado en Antioquia.

También Trujillo intervino para derrocarlo. Era un abuso del poder para obtener unos
resultados que fueron nefandos para el país. Isaacs fue uno de los políticos que tuvo más
claridad sobre ese momento que, por cierto, ha sido poco analizado históricamente. El tuvo
certezas. Por eso no dudo en luchar contra lo que acontecía y, más aún, sobre lo que se veía
venir. Obró con clarividencia de hombre que, políticamente, mira los fenómenos con visión
de largo alcance. Inclusive cuando “draconianos” —el radicalismo tenía una ala llamada
“gólgotas” y los ya mencionados— se comprometieron con los “independientes”, Isaacs,
igualmente, consideró punibles estos propósitos.

En este libro, “La revolución radical en Antioquia 1880”, aparecen muy claras sus actitudes.
Tienen varias características: precisión para prever el futuro; fidelidad a sus ideas; serenidad
y valor para tomar las responsabilidades que le correspondieran; capacidad de lucha en los
varios frentes que debía atender, sin vacilaciones. Era, además, un hombre que tenía sentido y
42
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

vocación de gobierno. No se inclinaba al manejo irregular del poder que ostentaba; daba
garantías generosas a sus enemigos; entregaba cuentas detalladas de los fondos que
manejaba. Era, pues, un administrador público respetable en los diferentes aspectos que le
tocaba afrontar.

Alcances y calidades de este libro


Este es un libro de limpia claridad política y moral. Tiene una característica que hay que
encomiar: el análisis político que revela cómo se ejerce el poder —con las orientaciones de
Núñez— con arbitrariedades de durezas cruelísimas para obtener su consagración. Es el
preludio de lo que será la Dictadura de la Regeneración. Isaacs lo señala, en sus capítulos,
con excesiva puntualidad. El, indica cómo fue el convenio de Núñez con el conservatismo en
1875 —es decir, cuando la derecha estaba organizando la guerra contra nuestro partido—.

Es un libro originalísimo, escrito con la seriedad de los documentos. No está basado en


especulaciones. Cada afirmación, tiene un soporte que no puede discutirse. Es admirable el
cotejo de normas jurídicas. Se invocan las pertinentes y cómo las combinaciones de los
enemigos del radicalismo, son tácticas manejadas con criterio perverso. Ese es un contraste
que denuncia lo que padecía y padecería el país. Sobresale la limpieza intelectual para hacer
los planteamientos. Esta postura, demanda valor para señalar los daños del ejecutivo en la
nación. Sitúa a los hombres que ejercen la política. Les da el sitio mental y humano y los
condena por sus ligerezas o cobardías. Defiende la integridad del Radicalismo frente al
torcido mundo de negocios y turbios episodios en los cuales se comprometen los
“independientes”. Señala a los amigos de Núñez que están traicionando la Republica y la
colectividad. Su razonamiento no oscila. Es preciso y de vigorosa rectitud.

Su inteligencia se manifiesta en buen estilo literario. La riqueza de matices en el periodismo,


ennoblece su prosa. Continúa la altura de los grandes periodistas de la patria. Sus palabras
son de máxima precisión crítica en lo político, sin debilidades ideológicas. Hay en sus
páginas una convicción de polemista. No es un panfletario, sino un hombre de ideas que las
defiende con energía. Agrupa frases y conceptos de sus enemigos y las va desbaratando con
juicios contundentes. Estos no los perturba ni el odio ni se desvían a combates inútiles.
Emergen con sereno aliento para, así, influir en sus lectores, formulándolos en enérgica
vislumbre doctrinaria. No omite ningún calificativo de elogio o de rechazo. No tolera
disminuir la fortaleza de sus enunciados, sin envilecer el combate mental.

Este libro, “La revolución Radical en Antioquia”, de Jorge Isaacs, fue calificado por el
investigador Ignacio Rodríguez Guerrero como una “rareza bibliográfica de valor
arqueológico”, como nos lo cuenta Aura Rosa Cortés Amador 20. Más de un siglo permaneció
oculto.

Esta investigadora nos relata: “la guerra contra los Radicales fue violenta; todas las batallas
son despiadadas y así lo analiza Jorge Isaacs en su trabajo. Rafael Núñez hizo de “Dios un
aliado para la satisfacción de ridículos orgullos i viles avaricias…” Y confirma la alianza de
la iglesia católica y la Regeneración contra los Radicales. En el texto enumera una larguísima
lista de valientes Radicales “los que con arrojo derramaron allí su sangre en defensa de la

20
Aura Rosa Cortés Amador, Facetas desconocidas de Jorge Isaacs: el humanista polémico, Investigación
realizada en Santiago de Cali entre 1977 a 2004.
43
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

bandera radical”. Entre otros señala a Rafael Toro, Víctor Cordobés, Clodomiro Valle, José
María Arango, Luís María Tirado E., Villa Leal, Vila Vergara y Daniel Trujillo. “Así se
llaman los Diputados fieles a las banderas vencedoras en el “Cuchillón”, Salamina y
“Olivares”. “Esos hombres nos defienden, esos hombres son nuestros compañeros cómplices
en la lucha contra la reacción conservadora”.

Este libro tenía necesariamente, que ocultarse porque pone al descubierto los sistemas —de
inaudita crueldad— que se utilizaron para imponer la dictadura de la Regeneración. Un grupo
de liberales propician el movimiento disidente, “el independientismo”, que aupaba Núñez.
Ese era el núcleo que apoyaría su candidatura presidencial. Ese grupo entró en contubernio
con el clero y el conservatismo para asentar la Dictadura de la Regeneración. Estas
martingalas —que las descubre Isaacs en sus capítulos— era aconsejable, para la reacción,
mantenerlas ocultas. Además, porque queda en evidencia que la fuerza militar —la violencia
— fue eliminando a los opositores de Núñez en cada estado soberano. Fue, pues, acción
política de corrupta dureza y atadura con las fuerzas retardatarias del país. Las que había
combatido al liberalismo en guerras de los tiempos inmediatos. Ahora aparecía el ímpetu de
Núñez también contra el liberalismo.

Insistimos que, por falta de tiempo, no avanzamos más en el reexamen de este hecho
histórico de tanta trascendencia para la futura política del liberalismo. Al leer el libro de
Isaacs “La Revolución Radical en Antioquia”, comprendemos por qué se le escondió durante
tantos años. En el futuro, ahondemos más en su contenido, advertiremos más aún la grandeza
política de Isaacs y la mirada previsora sobre el destino en la nación y el liberalismo.

Naturalmente, la reacción —por inspiración del gobierno— en la Cámara aprueba una


resolución despojándolo de su curul, lo mismo que a don Mario Arana, quien fue su aliado en
Manizales.

Descubridor del Cerrejón


Desde octubre de 1881 hasta septiembre de 1882, fue Secretario de la Comisión Científica
que trabajó en la Costa Atlántica. Su orientación se centraba en investigaciones sobre las
culturas indígenas de los Estados de Magdalena y Bolívar, de conformidad con la ley 39 de 1
de junio de 1881 y Decreto Ejecutivo 628, de 1° de agosto.

Mario Carvajal recoge una carta en la cual describe su recorrido:

Recorre la Guajira, las riberas del golfo de Urabá, la Sierra Nevada, las cálidas
orillas del Magdalena. El mismo, esmaltándolos con los nombres indígenas de la
comarca, tocados de una extraña belleza de gemas ignoradas, nos da trayectos de su
homérico itinerario: se interna por Siapana y Guinkúa; de allí avanza a Pazaguaypó;
llega a Guascarró, aldea erigida en las riberas de un bello río que se llama como
ella: luego a Cojoro, y más allá, siempre más allá, a verlo todo, a medirlo todo, a
iluminarlo todo con la lumbre de su emoción de héroe retrasado de la conquista
ibérica. Luego Isaacs escribe: “¿Peligros? Sí. Hasta aquí los temen algunos amigos,
por mí. Esos peligros fueron hasta hoy el obstáculo para que la nación supiera en
realidad qué es la Guajira. Sus hombres de ciencia y de gobierno adelantarán la
incipiente obra de hoy, y aunque no me haya tocado ser sino un oscuro zapador en
44
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

su camino los veré gozoso convertir en riqueza pública y en fuente copiosa de


bienestar para los pueblos colombianos el tesoro que los desiertos salvajes nos
ocultaban, como si vedado nos estuviese hasta no haber sufrido, como nación,
crueles lecciones y durísimas pruebas.

Isaacs entrega los herbarios que coleccionó al gobierno. Informa, además, que ha descubierto
los yacimientos de carbón de “El Cerrejón”. En un segundo viaje localiza “Fosfato de Cal”.

Como consecuencia de esta exploración científica, publica su estudio sobre las tribus.
Además, sus “Estudios geográficos del Estado del Magdalena y otras regiones”; también sus
“Apartes históricos, antropológicos y arqueológicos de Jorge Isaacs a la cultura nacional”. En
su estudio de lenguas, aparecen referencias al lenguaje Buriticá, al vocabulario “Guamasa”, a
muestras del lenguaje Chimila de los Motilones, del Guajiro. Sus estudios se refieren a
exploraciones antropológicas, lo mismo que examinaba aspectos religiosos y sociológicos de
las culturas indígenas.

El Maestro Arciniegas cuenta cómo fue su trabajo:

Se entregó, además, a los estudios etnográficos. Trabajó sin tregua ni reposo, con
furor. Recogía de todo: minerales para sus colecciones, plantas para sus herbarios,
notas geográficas, pinturas y grabados rupestres, leyendas, mitos de las tribus. Han
pasado de esto más de ochenta años, y ahora los etnólogos aprovechan los apuntes
de Isaacs, elogian sus trabajos. El tenía una curiosidad de naturalista, un amor
romántico del paisaje, una inclinación cordial hacia los aborígenes, cosas que han
sido, desde los tiempos de Humboldt, los estímulos decisivos para estos estudios.
Cuando en el campamento se preparaba la cena, el recogía de labios de los guajiros
sus mitos, sus leyendas, la simple conversación, que ahí mismo trasladaba a su
cuadernos.

Firma un contrato con el gobierno, por escritura pública para, la explotación del carbón.

La arremetida de la Regeneración
Mientras tanto, don Miguel Antonio Caro se viene contra los estudios de Isaacs. Era una
forma de cobrarle su acción política y, además, hacer explícito el odio a lo que tuviera trazas
de revivir fuerzas precolombinas. Eran las tesis hispanistas que prevalecían en el pensamiento
de Caro.

Carlos Arturo Caicedo Licona21 señala otras de las causas que impulsaron los ataques de
Caro:

Sin lugar a dudas, la furia del filólogo eminente Señor Caro, se desató por dos
asuntos punzantes detallados en el informe. En primer lugar Isaacs invoca validez
para la Antropología y el desarrollo de otras ciencias en Colombia, de la tradición
oral indígena en boca de sus Chamanes, y denuncia al tiempo atropellos cometidos
contra ellos por algunos misioneros y autoridades del régimen. Segundo, que el
investigador-poeta, ensayándose en la teoría Darvinista, interpreta una pictografía
21
Caicedo Licona, op.cit.
45
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de la siguiente forma: “Tolerándolo mis lectores muy susceptibles, los partidarios de


la Teoría Darviniana podríamos suponer que la figura número 12, mitad simia y de
rostro muy raro, es representación de la forma que tuvo el animal temible como se
ve, que procedió al hombre en la escala del perfeccionamiento”. ¡Ahí fue Troya!.

El gobierno automáticamente canceló el contrato que era prorrogable a voluntad de


Isaacs, según una cláusula citada en el informe. Caro no podía aceptar que en los
anales de instrucción pública continuara circulando una hipótesis según la cual el
hombre no fue hecho por Dios a su imagen y semejanza.

Le cancelan el contrato. El gobierno le canceló el contrato a Isaacs. El buscó financiación a


través de la intervención de un hermano de Salvador Camacho Roldán. Trató de defender sus
derechos haciendo una cesión a una compañía inglesa. Lo arrasaron. Vuelvo a pensar que la
Dictadura de la Regeneración, así le cobró su constante Radicalismo, su lucha contra el
“independientismo”, que era contra Núñez. Tenían que castigarle su gran temperamento
político en defensa de la libertad en Colombia.

El gobierno regenerador desconoció el contrato que había firmado con Jorge Isaacs, por
medio de Resolución de fecha 27 de enero de 1908, que declara que la concesión estaba
caducada desde 1897. Se refiere a la explotación de carboneras, fuentes de petróleo en la
Sierra Nevada y en el Golfo de Urabá.

Los argumentos que ofreció el Subsecretario de gobierno, en largo informe, y que adoptó el
Consejo de Ministro, omitió los puntos de vista legales. Además, en esas páginas, se Infama
la memoria de Jorge Isaacs, quien ya había muerto.

Este pleito, que adelantó su hijo Lisímaco, y cuyo apoderado fue el estadista y jurista Rafael
Uribe Uribe, fue resuelto a favor de la familia Isaacs, cuando éste había muerto en señalada
pobreza.

Luchador político
Esta conferencia, ha sido un breve e incompleto repaso sobre una existencia que estuvo
comprometida con la política. Esta la ejerció en ámbitos de grandes afanes idealistas y donde
el luchador corrió los más apremiantes peligros: en el gobierno, en el parlamento, en la
guerra, en el periodismo. Siempre hay un fulgor ideológico que lo orienta y lo proyecta.
Invariablemente está en beligerancia puntual y generosa, sin cálculos mezquinos. Tenía la
virtud, que la tienen pocos políticos, de preveer las consecuencias de sutilezas que se
entretejen para llegar a resultados que, de inmediato, no se confiesan y muchos, en actividad
proselitista no comprenden. Isaacs descubría la última finalidad.

Siempre se le vio enfrentado a dos hombres poderosos: Tomás Cipriano de Mosquera y


Rafael Núñez. Era difícil combatir contra ellos, porque, en su época, tenían demasiado poder.
A Isaacs no lo detuvo este cálculo. El primero avanzaba, espectacularmente, en medio de
estruendos marciales y verbales, donde la acción arrasaba. El segundo, en cambio, iba de
mano del cálculo, del torcido mundo de la trampa traidora. El primero cumplía sus actos él
mismo. El segundo buscaba seres inferiores, que enrarecían el ambiente, y así avanzaba,

46
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

sigiloso, sin definiciones doctrinarias claras. Con un solo objetivo: su triunfo personal. No le
importaba qué arrasaba y que indignidades personales debía aceptar.

Presento excusas por las limitaciones de ésta conferencia. Se quedan demasiados episodios
políticos de Jorge Isaacs por mencionar o analizar.

Luis Carlos Velasco Madriñan22, nos rememora como hasta en la muerte fue perseguido
Isaacs: “Para demostrar una vez más la fobia del señor Caro contra el vallecaucano más
ilustre, transcribo un comentario magistral escrito por el gran escritor colombiano Germán
Arciniegas, en 1958. En dicho comentario léase con especial detenimiento la lamentable carta
de quien no se contentaba con desacreditar a Isaacs en su país, sino que lo hacía también
escribiendo a sus amigos al exterior”.

Aquí el comentario aludido:

…Isaacs se encontró entonces inundado de los conceptos más elogiosos. Ignacio


Manuel Altamirano ponía nuestra novela por encima de las obras de Bernardín Saint
Pierre y Chateaubriand, y Manuel Gutiérrez Nájera la colocaba en su biblioteca al
lado de Dickens. Los poetas escribían odas a “María” y a su autor. Y el pobre
Isaacs, perseguido y sin cobre en Colombia, escribió a don Justo Sierra con la
esperanza de que, ya que no conseguía nada por derechos de autor, quizás fuera
posible que le nombraran de Cónsul de México en Colombia. Si el propio Rafael
Núñez nombraba a Rubén Darío Cónsul de Colombia en Buenos Aires, podría ser
descabellada la iniciativa de Isaacs? La cosa se movió, se hicieron algunas
publicaciones en México, pero más se tardaron los mexicanos en esto, que los
colombianos en acudir a darle palo a Isaacs en el exterior. Esta vez el autor del
garrotazo académico vino a ser don Miguel Antonio Caro en carta a don Victoriano
Agüeros, que ahora publica por primera vez Rafael Heliodoro del Valle. En la parte
pertinente, dice: “Isaacs es hijo de judío converso, y él tiene mucho de tornadizo. Ha
sido realmente un hombre desgraciado, por su culpa y su mal carácter. En 1868 era
conservador; sus partidarios le enviaron al Congreso. Entonces escribió “MARIA”
que yo ayudé a corregir en pruebas, y sus primeras poesías. De la noche a la mañana
se hizo liberal y masón, y desde entonces se esterilizó por completo su
entendimiento. Sin motivo alguno se declaró enemigo de la Iglesia, y hace gala de
darwinista… En 1881 el gobierno de Núñez… por favorecerlo, le dio una comisión
retribuida. Vino a Bogotá en 1855 y manifestó a Núñez su agradecimiento y deseo
de servirle; y en seguida se marchó a pronunciarse contra el gobierno de Núñez que
es un hombre muy generoso, no sólo le perdonó, sino que no ha mucho le mandó
dar $5.000.00 a $6.000.00 para que fuese a explorar unas carboneras y en eso se
ocupa ahora… Ahora mismo me ocupo de escribir un largo artículo de revista
refutando las sandeces que ese hombre, que dió como explorador de la Guajira.
Agradecería que Ud., sin hacer uso de mi nombre, rectifique esa maligna noticia
esparcida para denigrar a este gobierno…, (la de su pobreza).

22
Luis Carlos Velasco Madriñan, “Jorge Isaacs y sus descubrimientos en la Costa Atlántica”, en: Boletín de la
Academia de Historia del Valle del Cauca., No. 124. Feb 1962.
47
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En resumen. A tiempo que desde la Argentina hasta México las páginas de Maria
hacían humedecer los ojos e jóvenes y viejos, de hombres y mujeres, como ninguna
otra novela, tuvo la suerte de lograrlo, en Colombia la cosa se reducía a darle palo
por masón, por liberal y por darwinista, cosas que le habían esterilizado el
entendimiento, hasta el hecho de haber descubierto el petróleo en la Guajira,
resultaba una sandez. El no era sino liberal, masón y darwinista. Y si no tenía ni un
cobre era por eso? Por bruto. —Nueva York, abril de 1958.

Final
Pero si no bastan las pruebas dadas, la última es más indigna: Miguel Antonio Caro era
Presidente de la República, a la muerte del autor de “María”, no se dignó honrarlo ni siquiera
con el consabido decreto de honores. Esta actitud sólo puede condenarse con la vibrante
interrogación de Maximiliano Grillo:

Qué faltó al poeta para merecer la inmortalidad? El infortunio purificó su alma, y el


silencio que guardó el gobierno de su patria al no dedicarle uno de esos decretos que
suele prodigarse en las democracias indo-españolas, abrillantó su nombre. El cantor
de María era único, y sus émulos bien podían darse el lujo de fingir que herían de
muerte su nombre con aparentar que ignoraban su gloria.

Su lucha fue tan frontal que no me queda duda que sus dificultades económicas se las
acentuaran y consolidaron sus enemigos políticos. Nos queda el consuelo de habernos
acercado a un personaje de gran significación en la lucha por el destino de la república y del
liberalismo. Pero aún así, para la mayoría de los colombianos, sigue siendo “el Desconocido
político Jorge Isaacs”.

48
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

I. RECEPCIÓN CRÍTICA

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El secreto encanto de Jorge Isaacs


Noe Jitrik

Hay básicamente cuatro modos de considerar a María y a su autor en la incesante, numerosa,


incontenible y proliferante bibliografía a que ha dado lugar la obra de Jorge Isaacs y de la
cual podría decirse con justicia que no ha logrado acabar con su extraño atractivo. Imposible
repensarla, imposible agotarla: forzosamente hay que acotarla.

Se diría que el campo de lo acotado acerca de la famosa novela y de lo que es posible


recuperar de ello está marcado por cuatro líneas de trabajo, lo que no es poco; la primera se
expande en comentarios sobre lo que presenta el texto como situación o como drama de
personajes cuyos actos suscitan interpretaciones variadas; la segunda informa sobre las
presencias literarias en el texto, Saint Pierre, Chateaubriand, entre otros, refieren la filosofía –
el romanticismo- que daría su consistencia a la novela; la tercera tiende a mostrar la relación
que existe entre la obra y el autor, tentación prologuística o enciclopédica, típica de las
historias de la literatura que no se proponen ir más lejos que los prólogos; la cuarta, por fin,
se propone ubicaciones del autor en su contexto, o sea la masa política e histórica en sus
diversas facetas que podría adivinarse detrás de la conmovedora trama.

En el entrecruzamiento de todas estas líneas se advierte un propósito central, me refiero a


establecer una verdad histórico-poética que saca a María del nicho en el que su indudable
sentimentalismo la ha colocado y que ha sido, sea como fuere, la clave de su indudable éxito,
hasta, diría, trascendencia.

No me es posible taxonomizar todos esos aportes y menos aún referirme a ellos en el modo
crítico o metacríticamente. Supongo, tan sólo, en este último aspecto, que cada una de las
contribuciones paga tributo a tendencias críticas o filosóficas, más o menos innovadoras o
consagradas o escolares, que las respaldan y que han ido variando con el correr de los
tiempos. Me llama la atención, tan sólo, un aspecto que quizás pase inadvertido o se
considere obvio, porque es un hecho innegable, en lo que concierne a la identidad del autor.
Me refiero a su origen.

En efecto, es posible leer en numerosos trabajos –no en todos, por suerte- recurrentes
menciones a Jorge Isaacs como judío, o hebreo, en términos menos duros –seguramente la
jota más la u de judío suene fuerte- o, benévolamente, sólo como de “origen” judío, aun
cuando aparezca supervalorado como gran escritor colombiano: judío-colombiano, dos
entidades lejanas que, por suerte en este caso se acercan. O bien, más allá de aproximaciones
semióticas de tan largo alcance, ¿no será que la cuestión de su origen se ha hecho costumbre
tan sólo porque se ha tomado al pié de la letra lo que él mismo declara en María, María como
hija de Salomón, muerto judío, y sobrina de señor Isaacs, convertido felizmente al
catolicismo? El remoto Vergara y Vergara, que prologa la edición, tal vez de 1920, se siente
obligado a señalar: “padre inglés pero de raza judía”, otra buena separación, semejante a la
anterior: colombianos, ingleses y, por el otro lado, judíos. En cuanto a la delicada María,
como personaje, Enrique Anderson Imbert señala: “se revistió con los rasgos exteriores de su
prima judía” y, además, respondiendo a una pregunta retórica, “¿Por qué la hizo judía?”,

50
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

responde, con sobriedad y contundencia: “en parte porque él mismo tenía una tradición
judía”. Adviértase la perspicacia de la observación, su alcance crítico.

Esta pregunta no agota el tema, habría más respuestas. Quizás se menciona su judeidad
porque, indirectamente, Jorge Isaacs tan sólo escribía, así como lo hacían los ignotos autores
de la Biblia, y porque trataba de entender el alma romántica, como cualquier hermeneuta.
¿No será, también, porque, como señala Borges, “no en vano lo sabemos criollo –no dice
colombiano ni inglés- y judío, hijo de dos sangres incrédulas”?

Esa obstinación me evoca el título de un libro de Pierre Legendre, La psychanalyse, est-elle


juive? Puede, esa evocación, no ser arbitraria: si no lo es, literatura y psicoanálisis
aparecerían en cierto modo determinados por un inocultable origen, al menos para quienes
sienten que para comprender o situar es necesario remontarse a los orígenes. Si no me
equivoco, Legendre responde a esa pregunta, no por invocar el fantasma de Freud –que era
judío- sino en virtud de dos argumentos fuertes; por un lado por el acento puesto en la
escritura –ya se sabe que existen las Sagradas Escrituras-, equivalente al logos cartesiano
posterior –anticipado gloriosamente por la entradora frase “en el principio fue el Verbo”- que
siendo algo así como un rasgo teológico del judaísmo, su principal razón de ser, constituye, a
partir del papel que desempeña la letra, uno de los fundamentos del psicoanálisis y, por el
otro, la delirante vocación de interpretar, herencia talmúdica y, por supuesto cabalística, su
pedagogía y su sostén de continuidad, que reaparecen en el psicoanálisis como respuesta sana
a las enfermedades del interpretar. Rafael Humberto Moreno Durán ha comprendido muy
bien esa junta de sombras, como diría Alfonso Reyes: “... la escritura guarda todos los
detalles de esa pasión que la tribu debe conocer. ¿No es ésta una de las aspiraciones de la más
remota tradición judía? Perpetuarse como pueblo a través del lenguaje, sacralizar el texto,
sublimar el amor por el dolor de la pérdida?” dice Moreno Durán. Pérdida propia de un
pueblo errante siempre en busca de un territorio, igual, añadiría yo, que la pasión romántica
en la que se llora por la pérdida de lo que nunca se tuvo.

Legendre reconoce, sin embargo, que pese a su linaje judaico, el psicoanálisis no sólo no le
ha hecho daño a nadie –tal vez haya algunas excepciones- sino que ha llegado a ser un
fundamental sistema para comprender todos los conflictos de la contemporaneidad, en cuyo
ámbito, y formando parte de él, nace. Véase por lo menos la idea de “malestar en la cultura”,
feliz expresión o concepto mediante el cual Freud entendió el paso de lo individual a lo
social. Pero si el psicoanálisis es eso, y sus rasgos esenciales coinciden con los del
pensamiento o las creencias judaicas y si, a la vez, el psicoanálisis bebe sus raíces en el
romanticismo, según he tratado de mostrar en otro trabajo originado aquí mismo, bajo este
techo, podría pensarse que todo eso hace un conjunto ideológico que tendría consecuencias
en el romanticismo; habría, por lo tanto, que pensar no sólo en qué fundamento o alcance
tiene esa serie sino también en lo que de judío tiene el romanticismo, incluso el
latinoamericano, a pesar de Herder, Schiller, Châteaubriand, Schubert y compañía, que eran
románticos pero no judíos y menos aun psicoanalizados.

Y, si todo esto tiene alguna carnadura, también habría que pensar en los alcances históricos
del concepto de asimilaciones recíprocas –de los judíos a lo no judío, de lo no judío a los
judíos– que no puede dejar de evocarse al invocar esas confusas referencias a Jorge Isaacs,
máximo romántico pero judío o de origen judío, lo cual viene a ser lo mismo desde el punto
51
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de vista de esa tan difundida “teoría” denominada nacionalsocialismo, cuyas aplicaciones han
sido tan exitosas y catastróficas al mismo tiempo, muy condenables, por cierto, pero no por
eso menos claras, con los resultados conocidos, a saber el regreso a la horda primitiva y su
indiscutible y salvaje atractivo: el nazismo comprendió ese sistema –judaismo, psicoanálisis,
romanticismo- y procuró destruirlo aunque, hay que reconocerlo, salvó algunas expresiones
románticas, Wagner por ejemplo, no Mendelssohn ni Heine desde luego.

Es claro que Jorge Isaacs no sería el único en ser objeto de esa reiterada aclaración que, para
ser políticamente correctos, algunos le añaden “pero su padre o su abuelo se habían
convertido“, lo cual indicaría, asimismo, que las taxonomías nazis funcionan aun en mentes
esclarecidas como, análogamente, ocurrió con Henrich Heine, en quien se reconoció
contemporáneamente el romanticismo en estado puro o con Félix Mendelssohn –añadido el
Bartoldy encubridor-, el más romántico de todos los músicos románticos, más aún que
Schumann o Chopin; la comparación es válida pues, me atrevería a decir, Jorge Isaacs es el
más romántico de todos los románticos, más que José Mármol, más que Lord Byron o que
Alfred de Musset o que Espronceda, por mencionar sólo algunos nombres canonizados en ese
anaquel por las historias de la cultura.

Pero así como –y otra vez las comparaciones- lo judío prefundiría, con el ropaje de la
escritura y la interpretación, al psicoanálisis –que de algún modo emana de la concepción
romántica del doble y de lo siniestro- ¿en qué medida obraría en el romanticismo que implicó
un cambio cultural importantísimo en Occidente, sin contar, por otra parte, con la teoría
interpretativa que Karl Marx, también judío, proporcionó al mundo?

Habrá que empezar por señalar que todos los judíos aquí mencionados –y no serán los
únicos- eran lo que se llama “asimilados”, conversión mediante, ya al catolicismo ya a las
tradiciones laicas; bastante caro pagaron esa ilusión porque la cultura considerada como
propia de los lugares donde estaban, característica y singular, criolla en el caso
latinoamericano, no se tragó el anzuelo y aunque todos esos nombres, u hombres, la
enriquecieran del inolvidable modo en que lo hicieron, no se perdonó la osadía de quienes
querían salir del ghetto y alternar con la “gente”, incontaminable, con un ejemplar rechazo a
los cuerpos extraños.

Pero, fuera de las discusiones sobre la viabilidad de la asimilación, tolerancia e intolerancia,


habría que preguntarse si tiene sentido hacerse preguntas, a propósito de Jorge Isaacs, qué
hay de judío en el romanticismo que surge, como es sabido, de la aplicación del historicismo
herderiano a las artes, a las letras, al amor, al modo de vestir y, sobre todo, a la subjetividad
del sujeto emanado de y en comunión con la naturaleza. A menos que se piense que el
historicismo, también él, por el hecho de que los judíos son muy históricos, es un truco o una
conspiración judaica, como el marxismo y el psicoanálisis. Todo eso es absurdo y no merece
que se pierda el tiempo en tales explicaciones y demostraciones; más valdría razonar sobre
qué es y significa cada una de esas incisiones en la cultura de los seis o siete últimos siglos y,
en especial, en la latinoamericana, algunos siglos menos, de la cual, conviene repetirlo, la
obra de Isaacs es tan paradigmática como lo es para la literatura de la tierra la de José
Eustacio Rivera y para la de la expansión del imaginario la de Gabriel García Márquez o para
la del pastiche la de Rafael Humberto Moreno Durán o para la de la recreación histórica la de
Germán Espinosa o para la indagación psicológica la de Fernando Cruz Kronfly.
52
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El discurso se desvía y en realidad recupera el centro pues se trata de María como un objeto a
interrogar y no de todas las reflexiones precedentes. Y puesto que hubo preguntas se diría que
la principal gira en torno a lo que hay en ese texto mismo y por qué ha perdurado del modo
en que lo ha hecho, sepultando en el olvido a muchísimos textos similares, en la
denominación, en la intención y aun en la poética.

Por de pronto, el título de esa novela, un nombre de mujer, remite a una serie que va de
Amalia, de José Mármol, Soledad, de Bartolomé Mitre, Clemencia, de Altamirano a tantas
otras; el propio Isaacs se proponía –propósito que no cumplió- escribir una Tania y una
Soledad. Tal vez esta anotación permita comprender por qué una novela como Madame
Bovary no podría ser incluida en la serie: su propósito de destitución romántica es notorio.
¿Supone esta predilección romántica un feminismo avant la lettre? ¿No será más bien una
síntesis de lo que el romanticismo se propuso, a saber que el héroe lacrimógeno, que también
tuvo su momento de gloria, se transforme naturalmente en mujer puesto que la lágrima es
femenina? Con la ventaja de que la figura de la mujer encarna los más preciados conceptos
románticos, me refiero a la pureza, esa región en la que moran los úteros primigenios, eso que
los hombres persiguen desde siempre sin encontrar respuesta y que se ha dado en llamar
“complejo de Edipo”, una vulgaridad por cierto, pero válida en la medida en que esta
resolución todavía no había sido formulada cuando la pobre María rozaba con su hálito la
encendida y sólo verbalmente ejecutada pasión de Efraín.

¿Se anticipa Isaacs a formulaciones o fórmulas que tuvieron una importancia decisiva unas
cuantas décadas después de haber concebido y realizado María? Por supuesto, no podía
prever nada de eso aunque podía actuarlo; en sus manos no tenía otra cosa que el arsenal de
recursos típicamente románticos a los cuales se añadía un color local único, cuyo misterio se
desprende del texto así como una interpretación se desprende de una virtud de la naturaleza,
más que una acción de la naturaleza sobre seres humanos, sus idealizados personajes.
Tampoco podía prever que una recurrente ocurrencia, la del pájaro negro, de mal agüero, que
se presenta cada vez que se anuncia una desgracia, tal vez herencia imaginaria de Edgar Allan
Poe, podría ser objeto de una interpretación que sobrepase la del predeterminado,
anticipatorio y brujeril “mal agüero”. Por de pronto, no hay casi comentario sobre María que
no repare en ese elemento, esencial al imaginario romántico si concebimos el romanticismo
como una caverna en la que resuenan voces que preanuncian, que profetizan o que, en un
discurso más actual, “significan” en el modo de la proyección de lo onírico sobre lo real y
cotidiano. El romanticismo, en otras palabras, como un lugar en el que los sueños, por
ejemplo, obedeciendo a un viejo linaje cuya marca principal es el misterio, suelen ser
reducidos en sus alcances a un “querer decir” –soñar con agua es madre, soñar con piedra es
padre, etcétera- que lo resuelve todo y que es, pese a esas populares incompetencias, sea
como fuere, una importante corrección al racionalismo precedente durante cuyo reinado la
perturbadora presencia de lo onírico aparece muy atenuada, por más que Descartes o Spinoza
le haya prestado una considerable atención.

Que María siga conservando encanto pese a los cambios operados en los modos de la lectura
no es un tema menor por poco que uno se detenga en sus resonancias, pero eso no ha de ser,
desde luego, por la historia de amores trágicamente frustrados, fatigados por la literatura ad-
nauseam; tampoco por las figuras de los personajes –la lánguida doncella, víctima de un mal
53
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

incurable, el héroe lacrimógeno, las familias amorosas, los servidores fieles- que pudieron en
su momento provocar identificaciones enfermizas. Creo, por el contrario, que en el relato de
los pálidos encuentros, y siendo ortodoxamente romántico, el narrador –seguramente un
doble, un doppelgänger, metáfora también romántica, del propio Isaacs- puso en juego un
conjunto de recursos que parecen anticiparse a las sutilezas que le confirieron la gloria a
Marcel Proust; en los detalles vestimentarios y, sobre todo, en el lenguaje de las flores y el
roce permanente de la declaración, que nunca se pronuncia, Isaacs trama una suerte de
delicadísimo tejido de hilo fino, se diría que un tapiz, apuntalado, por otra parte, por un
sistema de alusiones, de imperceptibles percepciones, de sugerencias que crean, con virtud
casi semiótica, otro lenguaje dentro del lenguaje. En la vaporosa atmósfera que presenta,
paisajes, descripción de tareas y de ambientes, modos de vida, susurros, todo significa en lo
no dicho sin que emplee el mecanismo de la conjetura como un modo de enunciación que
velaría las afirmaciones. Las afirmaciones, a su vez, resultan de una narratividad concebida
como monólogo a cargo de una sola voz. El monologismo, que es una de las vetas más
acendradas del romanticismo, congruente con su filosofía del individualismo, es un
imposible, se dirige a o requiere de un interlocutor que, en el caso de María, siendo el
propósito del relato, eso que tiene de único, somos nosotros mismos o sea la sensibilidad de
una época que, por eso, es todavía la nuestra puesto que podemos no desechar ese texto por
anacrónico sino ser capaces de prestarle atención; no se trata de diálogo en sí en tal
interlocución, entre personajes; si el narrador es un uno y dialoga con la masa del relato, es
exactamente como el músico que compone y los músicos que interpretan o, yendo al límite,
la música interpretada que condensa y resume un proceso y un poder individual.

Hay que notar, por otra parte, una diferencia importante en el campo de la descripción: la de
las relaciones es difuminada, la de la naturaleza es precisa y detallada aunque en uno y otro
plano sobrenada, como un efecto exterior que mucho le debe al paisajismo pictórico, un
bucolismo idealizado; los seres humanos, además, o sea los individuos, están configurados en
la sabiduría, la prudencia de los sentimientos, la fidelidad (incluso de los esclavos, lo cual
pese a nuestro libertarismo no molesta); la naturaleza, convertida en paisaje por obra de la
descripción, parece estar regida por un criterio de eficacia o de logro sobre ella, tal vez un
resto iluminista del que los románticos no pudieron desprenderse: es como si se diera por
supuesto que a explotar con éxito una hacienda, o sea dominar la naturaleza y humanizarla,
debiera subordinarse todo, acciones y destino e incluso, y sobre todo, moral. En ese sentido,
el texto sería una no tan oculta manifestación de un ruralismo progresista que descansa por un
lado en la prudencia de los patrones y, por el otro, en un sistema de esclavitud que no se
juzga, cuyas demasías se señalan como si fueran sólo productos históricos, no un flagelo
actual, pero sin más que sustituciones leves, la libertad otorgada a los buenos por la gracia de
los amos, no por un concepto cultural preciso e históricamente consolidado, pese a los restos
jamaiquinos heredados por el autor. Puede suponerse que quien vivió en las islas supo lo que
era la esclavitud.

Tal vez lo relativo a personajes sigue modelos de escuela, textos leídos y rememorados a cada
instante, mientras lo que concierne a la naturaleza, benévola o brutal, sale, aparentemente, de
una experiencia más que del respeto a una estética, lo cual neutraliza los riesgos de la retórica
paisajística. No sería vano, por lo tanto, poner en relación el modo isaacsiano de describir la
naturaleza con el de los pintores que rescataron su misterio durante las últimas décadas del
siglo XIX. Se trata de regionalismos, es evidente, que por la gracia de un sostenido lenguaje
54
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

campesino, a veces poco inteligible, crean cuadros; creo que esos cuadros tienden menos a
una intención de situar las escenas que a generar un ritmo en cada una de las frases y en el
conjunto; ese ritmo produce una extraordinaria musicalidad que, secretamente, atrapa sin que
se advierta; no es una trampa para seducir, es un arte consumado, es como si, liberándose
involuntariamente de las telarañas románticas y de los modelos, que casi ningún crítico deja
de estimar, el autor hubiera comprendido por dónde iba una escritura más allá de lo que se
narraba aunque a partir del imaginario romántico.

El paisajismo, tan exaltado, no es vano, implica la fusión del hombre con la naturaleza, así
como la acción de la naturaleza sobre los hombres, en lo luminoso y en lo sombrío. Pero esas
relaciones no son gritadas sino apenas susurradas mediante procedimientos poéticos que
hacen un trazado delicadísimo de la prosa, condición del ritmo. El arte de Isaacs reside en las
alusiones, en las suposiciones detrás de las cuales todos comprenden la verdad que por pudor
se oculta, en los cambios de plano, de lo subjetivo a lo objetivo, lo cual crea una atmósfera de
veladuras no exentas de una solemnidad que lo religioso, demasiado evidente, no expresa,
pero que sí sería el sagrado lenguaje de la tierra. Esto, y no las descripciones concretas, es lo
colombiano, el retorno, como decía Aimé Césaire, al país natal, sea quien fuere quien lo
escribe.

Relectura testimonial de María


Pedro Lastra

Relectura testimonial... ¿Qué significa esto? En última instancia, toda relectura es: el lector o
relector que deja un registro de sus impresiones, de las experiencias vividas en ese proceso de
encuentro y crecimiento de la familiaridad con un libro, lo testimonia en diversos sentidos.

Y ya que para mí el trato con la novela de Jorge Isaacs ha sido una fuente de admirativo
interés, como se advertirá en seguida, me pareció que el título de estas páginas debía se éste;
y aún más, porque en un cruce de lecturas que insensiblemente se fueron deslizando hacia el
55
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

pasado, fundé también mi testimonio en el de escritores que constituyen una especie de


constelación de admiradores para muchos de nosotros: Pablo Neruda, José Martí, y dos
hombres chilenos del siglo XIX: José Toribio Medina y Valentín Letelier.

Apelo a esos testimonios porque pienso que deben ser considerados con alguna atención a la
hora de revisar nuestras propias valoraciones de una obra fundamental; también porque son
poco o nada conocidos, y yo creo que de su conocimiento pueden derivarse algunas
lecciones, no críticas ni eruditas o ideológicamente animadas sino válidas en aquella
dimensión que todo escritor anhela alcanzar: la de su presencia cordial y enriquecedora en el
mundo emocional o intelectual de su lector.

Mis notas, pues, quieren responder con brevedad a estas sencillas preguntas: ¿cómo vieron la
novela de Isaacs estos escritores que he mencionado? ¿Qué vivencias o reflexiones suscitó en
ellos?

Neruda y María
Al referirme al aprecio de Neruda por la novela de Isaacs empezaré resumiendo un testimonio
que fue revelación y sorpresa para quienes tuvimos una conversación con él en un encuentro
–fuel el último- ocurrido en abril de 1972. Neruda estaba en Nueva York como invitado del
PEN Club para dar una conferencia sobre Walt Whitman y, después de este acto, asistir a un
homenaje de escritores y amigos en una recepción organizada por el Embajador de Chile ante
las Naciones Unidas, su viejo compañero el poeta Humberto Díaz Casanueva. Recibí una
invitación del poeta días Casanueva y fui a ese homenaje (a la conferencia no pudimos entrar)
con dos colegas del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Nueva York
en Stony Brook. Uno de ellos era el hispanoamericanista estadounidense Ivan Schulman,
reconocido estudioso de la obra de José Martí.

Neruda y Matilde llegaron guiados por Fernando Alegría, quien poco después se acercó a
decirme que el asediado poeta y su esposa nos invitaba a visitarlo esa noche en el Hotel
Algonquin, donde se hospedaban.

Allá fuimos, a la hora indicada. Mis colegas iban a conocer finalmente al poeta que leían y
estudiaban desde hacía mucho tiempo. Los entusiasmaba esta circunstancia, y sobre todo
porque les había adelantando que las conversaciones con Neruda podían ser muy animadas y
sorprendentes, y no sólo cuando se trataba de temas poéticos: les había contado, por ejemplo,
un diálogo con Alejo Carpentier y con él en su casa de Santiago, en enero de 1962, en el cual
me asombró su conocimiento de los escritores del siglo XIX. Sabía que yo estaba interesado
en el cuento hispanoamericano de aquel siglo, y como un rasgo de su carácter era la atención
que le suscitaba el quehacer de los escritores más jóvenes, él y Carpentier me hablaron y me
ilustraron en aquella oportunidad, para mí memorable, sobre los libros y autores de esa época.
Diez años después Neruda no había olvidado nuestro diálogo y en algún momento me
preguntó si seguían preocupándome las viejas lecturas. Le dije que esa era, ahora mismo, la
materia de uno de mis cursos en Stony Brook y quiso saber si estaba María en mi programa,
porque los jóvenes de este tiempo, naturalmente más sensibles a la recepción de obras de
actualidad, no estimaban mucho esa novela, por lo mismo que no la frecuentaban o porque la
desconocían del todo. Nosotros teníamos sin embargo una impresión más positiva, y creo que

56
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

fue a esa altura de la conversación que recordamos el interés de José Martí por Isaacs: Neruda
celebró que anduviéramos en tan buena compañía.

Al regresar a Stony Brook comentamos el encuentro con Neruda ya agobiado por la


enfermedad pero siempre comunicativo, y nos dimos cuenta de que la mayor parte del tiempo
habíamos hablado de María. Estuvimos de acuerdo en que para el poeta del amor que nunca
dejó de ser Neruda, la novela de Isaacs significaba algo más que una vivencia de lectura: la
entendía como una experiencia de vida. La habría leído, sin duda, muchas veces, porque en
aquella ocasión se refirió a ediciones y a prólogos que juzgaban valiosos, como el de Enrique
Anderson Imbert a la edición del Fondo de Cultura Económica.

Años más tarde, al evocar aquel encuentro recordé otras pruebas de su sostenido y constante
fervor por María. Por ejemplo, el poema “Los Libros”, que aparece en una de sus obras
queridas pues se trata, como dice el colofón, de “...veinte poemas inéditos y autobiográficos”,
escritos hacia 1962 y editados de manera especial (para bibliófilos) en Alpignano, Italia, en la
Imprenta de Alberto Tallote en 1.963, con el título de Sumario. Libro donde nace la lluvia. Al
año siguiente ese mismo libro inicia, como se sabe –y ahora sólo con el título Donde nace la
lluvia- la serie de cinco volúmenes de su Memorial de Isla Negra, verdadero despliegue
poético de su historia personal y política.

En el poema “Los libros” culmina la manifestación apreciativa por la novela de Isaacs; pero
antes de llegar a ese poema hubo también un fugaz antecedente en el artículo-discurso “A
Eduardo Carranza”, datado el 1 de junio de 1946 y leído en el homenaje de un grupo de
escritores chilenos al poeta colombiano que desempeñaba en Santiago tareas diplomáticas,
como Jorge Isaacs en el siglo anterior. Empieza así:

Cuando muchos años y por muchas regiones mi pensamiento se detenía en Colombia, se


me aparecía tu vasta tierra verde y forestal, el río Cauca hinchado por las lágrimas de
María y planeando sobre todas las tierras y los ríos, como pañuelos de terciopelo
celestial, las extraordinarias mariposas amazónicas...

El poema de Sumario, o Donde nace la lluvia tiene, por cierto, un significado mayor que el
de ese fragmento: es una expresión reveladora de aquellas experiencias de germinación
poética que el propio Neruda declaró en su Discurso de incorporación a la Facultad de
Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, el 30 de marzo de 1.962:

...es por orgullo y no por modestia que proclamo a todos los poetas mis maestros, pues,
¿qué sería de mí sin mis largas lecturas de cuanto se escribió en mi patria y en todos los
universos de la poesía?

He aquí el poema:
Los libros
Libros sagrados y sobados, libros
devorados, devoradores,
secretos,
en las faltriqueras;
Nietzshe, con olor a membrillos,
57
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

y subrepticio y subterráneo
Gorki caminaba conmigo.
Oh aquel momento mortal
en las rocas de Víctor Hugo
cuando el pastor casa a su novia
después de derrotar al pulpo,
y el jorabado de París
sobre circulando en las venas
de la gótica anatomía.
Oh María de Jorge Isaacs,
beso blanco en el día rojo
de las haciendas celestes
que allí se inmovilizaron
con el azúcar mentiroso
que nos hizo llorar de puros.

Los libros tejieron, cavaron,


deslizaron su serpentina
y poco a poco, detrás
de las cosas, de los trabajos,
surgió como un olor amargo
con la claridad de la sal
el árbol del conocimiento.

El poema se desarrolla como proceso de búsqueda del “árbol del conocimiento” y su lección
remite –como las otras diecinueve piezas del volumen- a momentos formativos esenciales:
aquí, fundamentalmente a la adolescencia: obsérvese la continuidad y la intención de las
menciones: un libro de Nietzsche oculto en el bolsillo, junto a la aromática fruta invernal que
impregna las páginas con su olor; el amargo mundo de Gorki, que debe haber sido lectura aún
más sospechosa y culpable, si cabe, para los mayores que rodeaban al adolescente; las
fascinación de las narraciones de Víctor Hugo –no aún su poesía que lo conquistará después-
y, finalmente, la ensoñada y dolorosa vivencia de lo sentimental en el ámbito de la novela de
Isaacs, tensada entre los motivos de amor, naturaleza y muerte. Se trata en este contexto de
una significativa y meditada selección de indicios en la cual la figura emblemática de María
adquiere singular relevancia al estar situada al término de la enumeración: he aquí una
historia, dice el hablante, “que nos hizo llorar de puros”. Y uno se siente inclinado a decir
algo más: que acaso contribuyó a cristalizar en él esa condición que Amado Alonso reconoció
más tarde en su poesía: “romántica por la exacerbación del sentimiento”.

Por eso pienso que la “Vindicación de la María...” escrita en 1937 por Borges se puede
acercar en más de un sentido a las apreciaciones de Neruda que he señalado; tal vez él
hubiera suscrito el juicio de Borges, para quien Isaacs “no era más romántico que nosotros” y
estimar también como un mérito literario su capacidad “de deplorar que el amor de dos bellas
personas quedara insatisfecho”. Ya sabemos que el ensayo de Borges intenta demostrar esas
aserciones y no serán escasos los lectores que comparten su lectura. Desde luego, yo me
declaro uno de ellos.

58
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Por otra parte, es oportuno recordar que Neruda había reivindicado polémicamente ese
constante romántica en su artículo “Sobre una poesía sin pureza”, prólogo o declaración de
principios con que presentó en octubre de 1935 su revista Caballo Verde para la Poesía:

Y no olvidemos nunca la melancolía, el gastado sentimentalismo, perfectos frutos


impuros de maravillosa calidad olvidada, dejados atrás por el frenético libresco: la
luz de la luna, el cisne en el anochecer, “corazón mío” son sin duda lo poético
elemental e imprescindible. Quien huye del mal gusto cae en el hielo.

La conversación de 1972 sobre María que he resumido en las páginas anteriores, me ha


llevado como de la mano a este párrafo de 1935.

Martí y María
Señalé ya el interés de Martí por la obra de Isaacs, mencionado al pasar en el encuentro con
Pablo Neruda, algo que no he visto registrado en los estudios martianos que ha sido posible
consultar. Creo pues, que esta es una buena ocasión para comentar la singularidad de esa
cercanía.

Es cierto: las referencias de Martí a Isaacs son pocas (en el índice analítico de sus Obras
completas sólo hay tres), pero pienso que por lo menos dos de ellas merecen alguna atención.
Por las circunstancias en que aparecen, proyectan una admirativa impresión sobre el autor y
su obra, como en este inicio de una crónica enviada a La Nación de Buenos Aires y publicada
allí el 9 de mayo de 1890: la crónica martiana informa sobre la presencia de la América
Latina en “La Conferencia de Washington” que tuvo lugar en marzo de ese año: un
acontecimiento que se estimaría sin duda importante desde el punto de vista político, pero
cuya entrada noticiosa Martí abre con estas palabras:

Sr. Director de La Nación:


Boston lee mucho en español y aplaude en la versión inglesa la María, de Isaacs y
la Maximina autobiografía como María, del español Palacio Valdés (...).

Es evidente que esa información inicial, desvinculada del contexto de su artículo, quiere
celebrar y llamar la atención acerca de los valores hispánicos que empiezan a ser reconocidos
en un medio que Martí ha sentido a menudo como hostil.

Con todo, importa mucho más destacar otro acercamiento de Martí a la novela de Isaacs:
considero que fue central en su trabajo como narrador, porque ocurre en su propia novela de
la década del 80, la única que escribió y que conocemos con los títulos de Amistad funesta o
Lucía Jerez.

Los estudiosos martianos, tal vez distraídos por la nada complaciente autocrítica del autor,
que nos ha llegado por una nota de su discípulo Gonzalo de Quezada y Aróstegui, se han
despreocupado de Amistad funesta, aunque con excepciones tan distinguidas como Enrique
Anderson imbert e Ivan Shulman, quienes tampoco ponen de relieve las señales y guiños que
el novelista Martí hace al novelista Jorge Isaacs. Uno de ellos es obvio: los protagonistas de
su trágica historia, propuesta casi como un estudio de la destructora pasión de los celos, son
también primos, como Efraín y María; pero el papel de María no es el de Lucía Jerez sino el
59
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que mima de un modo no demasiado notorio, la hermosa e inocente antagonista Sol del Valle.
También discurren por estas páginas una enferma incurable, llamada Ana, y un amigo
querido de Juan Jerez, llamado pedro, personaje que se aproxima igualmente a Carlos, el
amigo de Efraín. Hacia el final de la novela Pedro es, como se dice allí, “puesto por Sol (...) a
que le leyese la Amalia de Mármol o la María de Jorge Isaacs, que de la ciudad les habían
enviado...”. imposible no relacionar tal escena con la emocionada lectura de la Atala de
Chateaubriand que Efraín rememora en el capítulo XIII de María, la que –como lo ha
advertido Donald McGrady- también implica de paso la presencia de Bernardin de Saint-
Pierre, quien en su prefacio de Pablo y Virginia había escrito su propósito de “hacer llorar al
mundo”.

Se trata de una señal, pero fuertemente diferenciada por oposición, porque el episodio
narrado por Martí no atrae modelos europeos sino que enfatiza lo americano, sentido como
rescatable y hasta ejemplar. Y he aquí cómo ese pasaje de su única novela corrobora una vez
más la preocupación y el fervor central por lo nuestro que comprometió su vida entera. En
este aspecto, y también por la felicidad expresiva que se ha celebrado en ella, Amistad
funesta debe ser estimada entre las narraciones importantes del siglo XIX.

María en Chile
Este último apartado de mi presentación es más informativo que testimonial –en referencia a
un viaje hacia el pasado al que me llevaron mi interés por María y la benevolente invitación
de la Universidad del Valle: lo propongo como un breve registro de lo que fue la permanencia
de Jorge Isaacs en Santiago entre 1871 y 1872, como cónsul de Colombia.

“Jorge Isaacs en Chile” es el título de un artículo del historiador Guillermo Feliú Cruz,
aparecido en la revista Arte y Cultura, de Viña del Mar en enero de 1947.

Feliú Cruz hace un cuidadoso recuento de las relaciones literarias y amistosas que el novelista
tuvo con las principales personalidades chilenas de este tiempo, como el historiador y político
Benjamín Vicuña Mackenna y el escritor Augusto Orrego Luco, quien lo trató muy de cerca y
escribió una animada semblanza suya, que tal vez valdría la pena rescatar.

Lo más llamativo para mí fue encontrar en ese artículo la referencia a los primeros
comentarios de la novela, publicados en Santiago en 1873 por dos jóvenes escritores que
“debían ocupar un sitio brillante en la historiografía y en la sociología chilenas”: José Toribio
Medina y Valentín Letelier. Me sorprendió ese hallazgo por varias razones, pero sobre todo
porque estos jóvenes de veintiún años, que llegarían a ser tan influyentes en la cultura chilena
del siglo XIX y cuyo influjo no ha desaparecido del todo, por fortuna, entre nosotros, no
volvieron a hacer crítica literaria: quedan pues esas páginas suyas como el testimonio
fervoroso de un acercamiento a la ficción y a la poesía, ya que sus preocupaciones futuras
fueron muy distintas: Valentín Letelier, pensador y educador riguroso, desempeñó por varios
años la rectorías de la Universidad de Chile; José Toribio Medina, historiador y polígrafo
eminente, dejó uno de los más impresionantes legados con que cuenta la bibliografía
hispanoamericana. Como una sutil anticipación de lo serían sus tareas de muchos años,
ambos comentarios de María aparecieron en la misma revista, llamada Sud América (el de
Letelier en junio y el de Medina en agosto de 1973). José Toribio medina, que entró en la
historia de nuestra cultura leyendo a un escritor colombiano, dedicaría después a este país
60
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

varios e sus ilustrados y exhaustivos trabajos bibliográficos e históricos en 1899, Historia del
tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de las Indias, y en 1904, La
imprenta en Bogotá (1739- 1821); La imprenta de Cartagena de la Indias(1809- 1820), y
Notas bibliográficas referentes a las primeras producciones de la imprenta en algunas
ciudades de la América española... (1754- 1823) – Las ciudades colombianas consideradas
son Popayán, Santa marta y Tunja. Los cuatro libros fueron publicados en su famosa
imprenta Elzeviriana, de Santiago de Chile.

Espero, alguna vez, volver sobre estos temas.

Sobre la recepción de María en Colombia. Crisis de la lectura repetida y pérdida de


autoridad del canon (1938-1968)
Carlos Rincón

Tonos agitados, perentorios e irónicos, cuando no de franca consternación o desasosiego


priman en Colombia entre finales de los años treinta y finales de la década de 1960 entre los
literatos, poetas y críticos que se ocupan de la significación y los efectos de María. En ese
momento, en que los protagonistas del debate intelectual poseían todavía peso específico
dentro de la esfera pública, parece como si estuviera en juego mucho más que la ausencia
más o menos repentina entre algunos, de lo que habían sido los factibles placeres estético-
literarios deparados por la novela de Jorge Isaacs. Cabe sostener por eso a manera de
hipótesis que el atractivo del corpus de textos correspondiente a esa etapa de la recepción
colombiana de María, reside primero que todo en esos tonos y luego, en segundo término, en
el carácter de síntomas que pueden revestir sus diagnósticos de época o el desarrollo de sus
argumentaciones crítico-culturales a propósito de la novela.

El discurso del centenario de María


El ejemplo más ilustrativo lo proporciona el discurso pronunciado por Eduardo Carranza el
17 de junio de 1967 en el Teatro Municipal de Cali, en presencia de Carlos Lleras Restrepo,
presidente en ejercicio de Colombia e invitados de todo el país, en el acto oficial de gala con
motivo del Primer Centenario de la publicación de María.23 Ya en la Retórica de Aristóteles

23
Sus antecedentes inmediatos, en otra ocasión de igual solemnidad, son los discursos de los poetas Guillermo
Valencia (“En el Centenario de Jorge Isaacs. Elogio del poeta. Oración leída en Cali por Guillermo Valencia en
61
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

(I, 3-III, 12) y las Institutiones oratoriae libri XII de Quintiliano (III, 4, 14) se encuentran
especificadas las características, criterios y hasta las posibles inconsistencias de las oraciones
oratorias del género celebratorio y conmemorativo, diferente de los géneros judicial y
deliberatorio, en función de las actitudes de recepción del público, la situación en que tiene
lugar la comunicación entre orador y auditorio, y los actos de lenguaje que realiza el orador.
La contemplación es la forma adecuada para recibir los discursos de los oradores en eventos
de tanta solemnidad como parece haber sido del Centenario de María. Se da por sentado que
el saber del orador y el del público se recubren en amplia medida, gracias a una identidad que
se supone constituida por una historia anterior y que debe subsistir en la historia posterior, y
que actos de lenguaje apropiados – desde invocaciones al inicio hasta las exortaciones finales
– deben ratificar. Los efectos del discurso de ocasión y de la ceremonia dentro de la que se
incluye como elemento principal son considerados, finalmente, como evidentes, toda vez que
por principio no tienen objetivos prácticos: refuerzan el sentido colectivo o grupal de los
participantes, consolidan el saber anteriormente adquirido. La idea de consenso posibilita
esos efectos y a la vez ellos la alimentan.24

Lo interesante del discurso de Carranza como orador oficial en el acto de honor con motivo
del Centenario de Maria es la forma flagrante en que por lo menos a tres niveles se sale del
tono y de los cánones de la celebración oratoria. El sentimiento de pertenecer a una misma
comunidad de orador y auditorio deja de ser presupuesto indiscutible. No sólo se halla
gravemente disturbado sino que el orador considera al público dividido en dos grupos, de
modo que procede a conminar en tono destemplado a uno de ellos, a disciplinarlo para que
cese de realizar esas acciones condenables, carentes de legitimidad:

Y no es ocioso aquí advertir a los escritores colombianos de todas las edades y


pelambres que no podrán continuar, después de este acto de perenne presencia que han
hecho Efraín y María por estos días, con sus mentecatas mesas redondas discutiendo si
Maria tiene o no validez universal. Ya está bien de bizantinas disertaciones y de
polémicas sobre la jerarquía y la calidad del libro insigne.25

La reconvención es más que airada pero la habita una debilidad intrínseca: se podría no
seguir su advertencia sin tener por eso que temer consecuencias desagradables. El problema
es solucionado por Carranza con un gesto, con una frase que proclama la canonicidad
absoluta de María, como resumen del saber previo y común evocado e interpretado, y triunfo
del sentido querido por sobre el sentido vivido y las dudas que éste podía suscitar. Ante la
imposiblidad de establecer criterios permanentes de grandeza literaria, Carranza recurre a
proclamar tautológicamente el valor eterno (clásico) de la novela, sin preocuparse de si ese
valor puede explicarse en términos conceptuales. La novela de Isaacs es grande, eterna,
clásica de acuerdo con el más alto de los criterios, estatuído por una corte suprema y
trascendente que juzga para todos los lugares y para todos los tiempos. Es sensible en este
punto el esfuerzo de Carranza por moderar el tono del discurso, necesario para asegurar su

la velada verificada en honor de Jorge Isaacs”, en: El Tiempo, Bogotá, 3-IV-1937) y Rafael Maya (“La bella
oración del maestro Rafael Maya”, en: El Relator, Cali, 1-IV-1937).
24
Cfr. Hans Blumenberg, Approccio antropologico all’attualità delle retorica”, en: Il Verri, 7/1973, p. 49-72.
25
Eduardo Carranza, “Discurso del Centenario de María. Teatro Municipal de Cali”.Archivo de la Casa Silva,
sin número de catálogo. Cfr. Eduardo Carranza, “María o la eternidad del corazón”, en: El Tiempo, Bogotá, 2-
VII-1967.
62
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

efecto, haciéndolo desembocar en una frase rotunda y apodíctica. “Maria es una obra clásica
por humana”:26

La otra forma de remediar la ineficacia constrictiva de la advertencia, consiste para Carranza


en recurrir a la aplicación de modelos para producir sentido ya interiorizados, a manera de
respuesta ante los desafíos a la autoridad tradicional. El orador acoge el modelo de la
“conspiración” y el “complot” que con las imágenes de la “trinidad fatal” y “el Basilisco”
había acabado de cimentar Laureano Gómez a partir de 1938 en la esfera pública colombiana:

Y quiero también decir aquí y ahora, que en mi sentir, existe una conjura contra la
tradición nacional, contra el estilo profundo de vida colombiana, contra la veta genial de
esta nación. Unos le sirven a conciencia, otros por snobismo y vanidad, otros como
idiotas útiles. Se trata, al parecer, de borrar todo rastro de lo nativo, toda huella del estilo
popular y nacional en la tarea artística y en el quehacer literario para reemplazarlos por
manierismos importados y por aventuras fórmulas extranjerizantes. Se trata nada menos
que de borrar el pasado colombiano.27

Como tácticas retóricas, la proclamación reafirmativa del saber establecido – “María es una
obra clásica” – y la reactivación de modelos de sentido interiorizados con función represora
en sentido psicoanalítico, metamorfosean el discurso celebratorio en polémica oratoria.
Tapiadas así las posibles fisuras del sistema de sentido que hubieran podido ser aptas para
permitirle evolucionar, la evocación patética de figuras y constelaciones fantasmáticas –
enemigos, conjuras, conspiraciones – contra entidades supremas con las que se confunde
María – lo humano, la nación – condena a quienes pueden disentir a las tinieblas exteriores.
Ese es el lugar para quienes no son capaces de sentir y justipreciar valores supremos como lo
humano, y a la vez son capaces de ponerse al servicio de una conjura contra la nación. Poetas
de promociones anteriores como Guillermo Valencia y Rafael Maya habían podido celebrar a
María con más sosiego en su momento. La tensión creada por Carranza con sus llamados a
cerrar filas sólo puede resolverse, dentro de la lógica de su oración, si se torna realidad lo que
pide en su condición de orador. Y lo que pide es excesivo.

Después de haber sido cabeza visible del grupo de poetas de Piedra y cielo, subdirector de la
Revista de Indias y del suplemento de los domingos de El Tiempo, sus simpatías por el
ideario de la hispanidad y su identificación o cercanía con los regímenes autoritarios que se
sucedieron en Colombia desde 1946, hizo que estuviera ausente de las actividades de protesta
intelectual que acompañaron en 1957 el derrocamiento del general Gustavo Rojas Pinilla.
Estas constituyeron un intento de rebasar una situación de los intelectuales que Jorge Gaitán
Durán había caracterizado como "ambivalente":

De un lado, los intelectuales en su mayoría han sido débiles o han permanecido


indiferentes, con lo cual no sólo han faltado a sus deberes, sino han ignorado que
siempre hay posibilidades de eficacia, aún en los casos desesperados. (…) Del otro
lado, la intolerancia aisla, incomunica y segrega al intelectual y lo hace presa fácil de
toda suerte de tentaciones.28

26
Ibid.
27
Ibid.
28
“ Baldomero Sanín Cano y los intelectuales colombianos”, en: Mito, 2 , 9, Bogotá, 1956. p. 182.
63
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Con todo, en 1958-59 un poema de Carranza había sido incluído por la redacción de Mito
entre la producción literaria más representativa del momento, en la primera parte del corte del
Trabajo literario en Colombia que entonces intentó.29 Luego, ya a la altura de 1962, Carranza
no sólo encabezó la lista de quienes convocaron el acto de reconciliación general de la
intelectualidad en que se constituyó el homenaje nacional a Gaitán Durán como afirmación
de un esprit de corps e intento de estrechar lazos institucionales entre los intelectuales y la
política,.30 Estuvo a su cargo el discurso de ofrecimiento, ocasión en la que se estilizó como
Príncipe de poetas que llegado casi a los sesenta años, pasaba la corona al nuevo Príncipe:
“Tú eres el joven príncipe de la poesía colombiana; yo pertenezco, con algunos de quienes
aquí nos acompañan, a una generación espiritualmente astillada, frustrada y sangrienta.” 31
Fue esa la primera ocasión en que Carranza invocó las mismas fórmulas que vuelven a
aparecer en el discurso del Centenario de María para cifrar la solución a la frustración, la
irritación o el remordimiento frente a algo con lo “que ningún colombiano con ideas, ideales
y creencias puede conformarse (…): la situación espiritual de nuestra Colombia de hoy.” 32 En
el discurso con que quizo pasar la estafeta a Gaitán Durán, Carranza había sostenido, después
de aludir a la concepción de “un proyecto amable, ilusionado y justiciero de vida colectiva
que se espera de nosotros, poetas, escritores , principales del país”.

A tu generación le corresponde, querido Jorge, emprender alegre y varonilmente la


restauración, la renovación de la patria y mirar ese destino, varonilmente también, a los
ojos. Ocurre además que, por nuestro ausentismo, o por nuestra dimisión – esto hay
que decirlo – y por el ausentismo y la dimisión del Estado colombiano que debe
encarnar la tradición nacional y proyectarla hacia el porvenir, los escritores y en
general las gentes de cultura, estamos en las afueras de la vida nacional. Por eso, tienen
un sentido reuniones como la de esta noche. (…) Y en tus manos, te lo repito, porque
eres el joven príncipe, en tus manos y en las manos de tus contemporáneos, está el
darnos ese proyecto ilusionado y amable de vida colectiva y el reasumir un gran
destino nacional.33

En aras de construir una representación de los intelectuales como fracción social que debía
autoconfirmar en Colombia su posición de productores de valores, sentidos y símbolos,
Carranza corrió una y otra vez tras los espejismos de una autodefinición. Sin trabajar la
cuestión, ya en ese discurso de homenaje movilizó una idea de "responsabilidad" histórica de
los intelectuales ante el país, en que su legitimidad depende de la ilusión de autonomía, para
unirla con remanentes políticos decimonónicos ("regeneración", "restauración") entonces
reciclados dentro de la esfera pública, y llegar a la autodefinición de una "vanguardia
29
Eduardo Carranza, “Cuando”, en: Mito, 4 , 22-23, Bogotá, 158 - 1959. p. 266.
30
Actuales. Homenaje nacional a Jorge Gaitán Duran”, en: Mito, 7, 39-40, Bogotá, 1961 – 1962. p. 186-188.
31
Eduardo Carranza, "Palabras de un poeta a otro poeta", en: Mito, 8, 41-42, Bogotá, 1962. p. 204. Según la
crónica mencionada en la nota 8: “Atendiendo a la convocatoria – firmada por el jefe del partido liberal Carlos
Lleras Restrepo, por el director de El Tiempo Roberto García Peña y por dos candidatos conservadores a la
presidencia, el liberal de izquierda Alfonso López Michelsen y el conservador Belisario Betancur (…) se
reunieron más de cien personalidades de la política, las letras y las artes y de la universidad, sin lugar a dudas lo
más connotado de Colombia (…).”, p. 186.
32
Eduardo Carranza, “Discurso del Centenario de María”, cit., nota 3.
33
Eduardo Carranza, “Palabras de un poeta a otro poeta”, cit., nota 9, p. 205. Gaitán Durán pereció en un
accidente de aviación el 21 de junio de 1962. La revista Mito, (41-42, p. 191) anunció un número que debía “dar
testimonio de su memoria y su presencia”, que nunca se editó.
64
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

intelectual". En el acto del Centenario de María volvió así sobre esos tópicos con esta
petición: “Para repetir que urge una regeneración de la patria y que si no la realizamos
seremos históricamente enjuiciados por ausentismo o dimisión. Y que no hay regeneración
patria posible sin una lúcida, honesta y valerosa vanguardia intelectual.”34

No es necesario recordar que ya a la altura de 1967, se estaba poniendo en escena a los dos
lados del Atlántico el ocaso y la obsolencia de la vanguardia. 35 Tampoco recalcar que en la
misma ciudad de Cali se venía demostrando que no sólo el destino de la vanguardia era el
museo sino que actividades concebidas en función del éxito mediático deparador de
visibildad y resonancia, autorizaban e institucionalizaban la transgresión de los tabús
culturales.36 Si lo que distingue a la intelectualidad de otros trabajadores intelectuales es la
producción de símbolos culturalmente significativos, habría aquí dos cuestiones por debatir.
La una es la manera como pudo cristalizar en ese momento en torno a María la disputa
intergeneracional por el capital cultural representado en la Colombia de entonces por la
marca “Vanguardia”. Parte culminante del II Festival de Vanguardia en 1966, organizado en
Cali por el grupo de los Nadaistas, fue una muestra de libros, descrita entonces por la prensa
en la forma que sigue:

Profanación literaria del Parque de La Maria hicieron hoy los Nadaistas, con su
“Exposición del libro inútil”, como uno de los actos del II Festival de Vanguardia. La
obra de Jorge Isaacs – La María – fue colgada del monumento del gran novelista y de
los protagonistas del romance, Efraín y María, juntamente con otras valiosas obras que
también fueron colgadas de árboles o de los faroles del alumbrado público, para luego
ser incineradas.37

La reseña de Manuel Vicente Guervara del acto conmemorativo de los cien años de María en
que Carranza hizo ese discurso que he comentado, se publicó en el diario El Espectador de
Bogotá con este título: “Carranza reta a Nadaistas. La María no la van a borrar, dijo en
Homenaje a Isaacs” (20-VI-1967). Carranza había sostenido liricamente: “A María no le van
a borrar y de ello estamos absolutamente seguros, ni con un motín de obcenidades ni con
melenudas asonadas. Por eso es bueno repetir que Isaacs es un héroe de la inteligencia
colombiana y María una vena azul de la patria”. 38

La otra cuestión es más general y atañe a la forma como en el lapso de cuarenta años se llega
en Colombia a que para celebrar María se asocie la reafirmación de su clasicidad con la
salvación de la tradición nacional, del estilo popular y nacional y, como si lo anterior fuera

34
Eduardo Carranza, „Discurso del Centenario de María”, cit., nota 3.
35
Brian Wallis, What’s Wrong With This Picture? An Introduction”, en: B.Wallis (Ed.), Art After Modernism:
Rethinking Representation. New York – Boston, The New Museum of Contemporary Art- David R. Godino,
Publisher, Inc., 1984, p. XI-XVIII.
36
Ver las noticias del corresponsal Manuel Vicente Guevara aparecidas por separado con los títulos de Mañana
Inauguran Festival de Cali y También Mañana ‘Abre Fuego’ el Festival de Vanguardia, en Cali”, en: El
Espectador, Bogotá, 16-VI-1966. Los artículos están acompañados por fotografías de igual tamaño, a una y
media columna, de “Doña Maritza Uribe de Urdinola, organizadora del Festival Nacional de Arte” y “Gonzalo
Arango, uno de los puntales para realizar el Festival de Vanguardia”.
37
Tomás Ramírez Serna, En el II Festival de Vanguardia. “Entre risas y gritos, Nadaistas llevan varias obras a
la picota", en: El Tiempo, Bogotá, 27-VI.1966.
38
Eduardo Carranza, “Discurso del Centenario de María. Teatro Municipal Cali”, cit., nota 3.
65
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

poco, con la redención del pasado colombiano, haciéndo de todo ello tareas que debe realizar
una “vanguardia intelectual”.

Para entrar a examinar bajo esta óptica la etapa 1938-1968 en la recepción colombiana de
Maria, voy a permitirme a formular algunas consideraciones acerca de nación, literatura y
procesos de constitución de cánones literarios nacionales,39 haciendo referencia al proceso en
que a comienzos del siglo XX se estatuyó la novela de Isaacs como obra central de un posible
canon nacional colombiano. Luego voy a hacer dos calas en el corpus de materiales
correspondientes a intentos de descanonización y desjerarquización de María que se forma
entre diciembre de 1938, en que apareció el artículo "A propósito de Jorge Isaacs. Por qué ya
no amamos a María", hasta la serie de repudios, burlas y rechazos espectacularizados de
María por parte de los Nadaistas que se reiteran entre 1959 y 1967. A mitad de camino está el
punto culminante de los intentos de revisión del estatus canónico de María, el juicio en el
único canal de televisión de que entonces se disponía en Colombia, prolongado a lo largo de
siete sesiones de tribunal, en 1957.

Nación, literatura, canon


En su ensayo de 1882 sobre Qu’est-ce qu’une nation? Ernest Renan respondió a esa pregunta
haciendo de la nación un alma, un principio espiritual, e identificándola con una memoria
nacional. Su más legítimo culto sería el de los ancestros, pues ellos nos habrían hecho ser
cuanto somos. Después de haber constituido desde la primera mitad del siglo XX uno de los
focos de la resistencia en las sociedades coloniales al control imperial, Benedict Anderson
replanteó la cuestión teórica hace ya más de veinte años definiendo las naciones como
“comunidades imaginadas” primero como limitadas, segundo como soberanas y, en tercer
lugar, integradas por iguales.40 Por eso el nacionalismo, como sentido de hallarse unido a la
nación, pudo aparecer bajo otra luz. No constituye un despertar de las naciones a la
autoconciencia, como solía considerárselo, sino que las naciones se han inventado allí en
donde no había naciones. Las naciones son inventos, han sido inventadas, no en el sentido de
producir algo falso, sino como resultado de procesos de creación constitutiva que articula,
para homogenizarlos, elementos que no tienen nada que ver entre si. Tal es el caso de una
población, un territorio y una administración, de modo que el vacío que surge entre ellos hay
que colmarlo con algo. Los unos lo hacen con la lengua que se supone es hablada por la
comunidad, reprimiendo la multiplicidad lingüística, con la religión los otros, y con la
acelerada creación de tradiciones todos a una.

Desde el momento en que se inventan modernamente naciones, ante todo en el caso de


Europa, más que dentro de los modelos de la Unión norteamericana y del nacionalismo
criollo en el resto de América, la literatura y la circulación de periódicos e impresos
desempeñó un papel de notorio relieve en los procesos de su constitución. Textos literarios
antiguos y contemporáneos de los más diversos tipos fueron incluidos en el proceso de
imaginar comunidades nacionales, que toman forma como tales a través de la lectura y la
circulación de impresos, incluida en primer lugar la prensa periódica con circulación
nacional. De modo que diferentes manifestaciones literarias ingresaron en lo que se bosquejó,
a través de diversas instituciones de reproducción cultural y de su media, como cánones de

39
Cfr. Wendell V.Harris, Canoncity“, en: PMLA, 106/1991, p. 110-121.
40
Benedict Anderson, Imagined comunities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, London,
Verso, 1983.
66
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

lectura nacionales en proceso de constituirse. Y a su vez, como es tan visible en el caso de la


Grand Nation de los franceses, contribuyeron a conformar diversas maneras de saberse
unidos a la comunidad imaginada e integral de la nación. Las apoteosis en que se convirtieron
los traslados al Panteón de los restos mortales de Jean-Jacques Rousseau y de Voltaire, y el
célebre discurso de Maximilian Marie Isidore de Robespierre del 9 de mayo de 1794 Sur les
rapports des idées religieuses et morales avec les principes républicains et sur les fêtes
nationales ya lo corroboraron.

Procesos como esos, en que se encuentran involucrados e imbricados constitución de la


nación y literatura, son también comprobables en América Latina, a pesar de las
particularidades que acarrean tanto los rasgos de exclusión e inacabamiento del modelo de los
nacionalismos criollos como el establecimiento del aparato del estado mucho antes de
afianzarse la nación. Observables desde mediados del siglo XIX, toman mayor relevancia
dentro de la nueva etapa de los procesos de globalización que arranca para los países
latinoamericanos hacia 1870. Es en la década de 1880, en medio de la crisis de hegemonía
generalizada que entonces se precipita en las repúblicas de América Latina y en el Brasil
imperial y esclavista, cuando dentro del ascenso de conceptos culturales en el proceso de
redefinición de identidades de pertenencia nacional, se despliegan discursos orientados a
establecer núcleos de posibles canones literarios en las respectivas naciones. Esos discursos
elaboran concepciones explícitas o implícitas acerca de nación, sociedad, cultura y literatura
no siempre de sello positivista, pero con alcances tan generales como los que tiene la
definición de nación propuesta por Salvador Camacho Roldán. Con su inclusión dentro de
esos bosquejos relativamente firmes como parte del proceso de constitución de cánones
nacionales, determinadas obras, tradiciones o fenómenos literarios debían adquirir el estatus
de componentes de un sentimiento y un saber culturales colectivos. Debían adquirir lugar
prominente en sistemas de valores – es decir, de significación – sociales, políticos, religiosos,
educativos y estéticos nacionales, y formar parte de aquellos elementos del pasado de tanta
relevancia que debían permanecer en la memoria de los hijos de la nación. Formar parte de
una memoria cultural ahora orientada por el concepto de nación. La pregunta por el canon,
como memoria operacionalizada de la cultura, se desdoblaba así en la pregunta acerca de en
qué recuerdos se encontraban encerrados los fundamentos de la identidad. La inclusión de un
escrito en ese canon literario en formación suponía entonces, de hecho, proceder a diferenciar
ese texto, elaborar esa diferencia y valorarla respecto a otras obras, géneros y autores.

Por lo que toca al proceso de constitución de la nación es menester distinguir tres rasgos
especificadores en el caso de Colombia, frente a desarrollos que hasta hace muy poco – los de
Argentina ante todo – han solido tomarse como válidos para toda América Latina. En
contraste con el proceso ascendente de continuo afianzamiento de la nación y el estado
nacional, y de afianzamiento de la secularización de la sociedad, de modo que nación y
modernidad van a hacerse pronto sinónimos, la situación colombiana difiere notablemente.
Hacia 1890 y por mucho tiempo la población era ajena a una comprensión espontánea del
tiempo histórico de la nación como un proceso continuo y escalonado de fortalecimiento, y a
una secularización siquiera mínima de los mundos simbólicos. La no presencia de
representantes del Estado nacional en amplísimas regiones del país, hizo que en esos
territorios las funciones estatales estuvieran de hecho en manos del clero católico y de
instituciones de esa Iglesia. Finalmente, en un país con limitados asomos de un mercado
nacional, sin proyecto nacional propiamente dicho y desprovisto de sombras siquiera de
67
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

nacionalismo, la Constitución estatuída en 1886 pudo estar vigente en líneas generales hasta
1991. En ella se definió a Colombia en términos raciales, lingüísticos y religiosos
excluyentes, con el propósito de ser no una nación de ciudadanos libres e iguales sino un país
de buenos cristianos. Como es sabido, uno de los resultados inmediatos de la constelación
descrita fue la más cruenta guerra civil que había conocido el país en su historia, de la que
salieron vencedoras y hegemónicas en 1903 las fuerzas conservadoras tradicionales. La
secesión del departamento de Panamá, fuente principal hasta ese tiempo de ingresos
nacionales, convertido en nueva República, fue otra de esas consecuencias.

Es por todo ese conjunto de circunstancias que un hecho histórico-literario, cultural y socio-
político como la transformación explícita de María en obra central de un canon nacional
entonces apenas en formación, constituye un acontecimiento de tanta significación. Muy
específicas y decisivas instancias de acción y comunicación dentro del incipiente proceso de
comunicación literaria nacional fueron capaces de contribuir decisivamente a darle ese
estatus. Ese proceso se extiende desde 1905, cuando se publica en Medellín La gran
apoteosis de Isaacs41 y 1909, en que en vísperas del Centenario de la Independencia de
Colombia el Senado de la República decretó se erigiera un busto en honor del escritor en el
Parque entonces en construcción para celebrar ese jubileo, hasta 1926 en que Cali se
autocelebró como ciudad en pleno auge al celebrar a Isaacs y 1928 en que el Senado nacional
sancionó una ley para hacer restaurar la casa de El Paraíso. Celebraciones como las de
Ignacio Altamirano, Guillermo Prieto y Justo Sierra en México, en el momento mismo de su
apariencias, alimentaron inmediatamente su fama como “novela americana”, al mismo
tiempo que la leyenda de María tomo vuelos a lo largo del continente. De manera que entre
esas mismas fechas María se convirtió en pieza básica de un canon de lecturas
latinoamericano, y con tres traducciones al inglés (1890, 1900, 1918) fue junto a Oncle
Tom’s Cabin (1852) de Harriet Beecher Stone, la “novela americana” más conocida en la
Europa de antes de la Primera guerra mundial. Hacia 1890 la circulación de Maria ya excedía
las cifras alcanzadas por cualquier otra novela latinoamericana. La circulación masiva de
comienzos del siglo XX explica la realización y la acogida que tuvieron las versiones
cinematográficas de 1918 de Rafael Zatorain en México y de 1921 de los españoles Alfredo
del Diestro y Mario Calvo en Colombia.42

Desde la década de 1880 el gramático, traductor, periodista y político conservador


ultramontano Miguel Antonio Caro, redactor de la Constitución de 1886 y quien manejó
desde el ejecutivo la guerra civil de comienzos del siglo XX, se había esforzado por construir
un canon en torno a una figura central. Su figura de selección fue la monja mística de la
población de Tunja Francisca Josefa del Castillo y Guevara (1671-1742) con su diario devoto
Afectos espirituales. A pesar de la influencia de Caro dentro del muy estrecho marco de la
comunicación literaria entonces existente, no hubo mayores inclinaciones personales ni
institucionales a adoptar de manera duradera su propuesta. En cambio la publicación de La
gran apoteosis de Isaacs constituyó en 1905, junto con los eventos públicos de que formó
parte en Medellín, un acto declaratorio, en que se conjugaron instancias celebratorias y
41
La gran apoteosis de Isaacs. Colección de documentos, discursos, etc., relativos a los honores hechos a la
memoria y los restos del cantor de "La tierra de Córdoba". Medellín, Departamento de Antioquia, 1905. En
1899 se editó también en Medellín, con colaboración de algunos de los autores incluídos en La gran apoteosis,
el único número de la Revista Isaacs.
42
Cfr. Hernando Salcedo Silva, “María aparece en el cine mexicano en 1918 y en Colombia en 1922”, en: El
Tiempo, Bogotá, 18-VI-1967.
68
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

argumentativas después del conflicto armado tan sangriento y en medio de la aguda crisis
general que vivía entonces el país. No parece muy clara entre sus organizadores la voluntad
de implementar una agenda política precisa pero eventos como la coronación en Bogotá del
poeta Rafael Pombo no podían serles ajenos. Lo que sí es claro es el deseo de ellos – entre
quienes se encontraba, en primer término, el periodista y dirigente liberal Fidel Cano – de
imprimir de manera indeleble la imagen de Isaacs en la memoria colectiva de la nación, de la
que María ya había entrado a formar parte. Es decir, que si la consagración implícita masiva
de María por parte de los lectores ya implicaba a esas alturas las categorías determinantes de
duración y valor, dependientes de dimensiones temporales y sociales requeridas para la
consagración canónica de un texto, la consagración explícita como gran autor nacional
realizada por La gran apoteosis de Isaacs llenó demandas que, dentro de los procesos de
constituir a un autor en figura del canon, estaban en literaturas mucho más estabilizadas a
cargo de otras instancias, tales como el trabajo de los biógrafos o de filólogos y editores. De
modo que en el mismo momento en que en una literatura mayor como la francesa Charles
Baudelaire debía esperar todavía dos décadas para ser considerado "autor canónico", Isaacs
como "genio romántico original" y con él María como "obra cumbre y ejemplar", pasaron a
constituirse en el núcleo canónico de una literatura menor, con proyección continental gracias
a ese único libro. El busto en el Parque del Centenario, lejano equivalente del ingreso al
Panteon, ratificó su carácter de autor nacional de manera que en la fiesta caleña de 1926,
inscrito ya en la dinámica del canon y sirviéndole de norte, fue celebrado con atributos que
tienden a recubrirse entre si: gran novelista, el más grande poeta nacional, gloria de la nación.
Al mismo tiempo María ya se había separado de su autor para convertirse en mito (literario)
de la nación colombian y como tal, como “mito nacional”, había sido monumentalizada.
Según ha señalado Friedrich Wolfzettel, „los monumentos son, en general, testigos
petrificados de identidad nacional“.43 Tal como ocurre con el monumento a Cervantes de la
Plaza de España en Madrid analizado por él, el monumento que levantó Cali a Isaacs está
formado, en realidad, por dos monumentos: un busto de Isaacs y las figuras galantes de María
y Efraín, independientes ya de él.

Por qué ya nos amamos a María


Estar inscrito en la dinámica del canon significa participar de sus paulatinos o repentinos
cambios de jerarquía, en los intentos de reclasificación, descalificación y descanonización. En
una literatura emergente como la norteamericana puede observarse, por ejemplo, que dos de
sus cuatro “autores clásicos” durante el siglo XIX –Henry Wedsworth Longfellow y
Washington Irving – no consiguieron pasar el umbral del siglo XX. En cambio hacia 1920 un
autor hasta entonces despreciado, objeto de burlas o simplemente olvida como Herman
Melville se iba a convertir con Moby-Dick en figura equiparable con los otros dos “clásicos”
sobrevivientes, Nathaniel Hawthorne y Walt Whitman. En forma paralela, cada uno de los
propósitos de situar obras, tendencias o autores más arriba o más abajo en escalas
constituidas ad hoc, tratándose de procesos de por si inestables como es el de la
consideración de la literatura dentro de límites nacionales, son también revaluables social e
históricamente.

43
Cfr. Friedrich Wolfzettel, “De símbolo nacional a mito literario de la nación. Funciones del Quijote en
España entre el romanticismo y la generación de 1898”, en: S. de Mojica /C. Rincón (Eds.), Lectores del
Quijote 1605-2005. Bogotá D.C., Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2005, p. 61-62.
69
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En el caso de Maria, desde hace veinte años se suele citar un corto artículo de Jorge Luis
Borges, escrito el 25 de abril de 1937, publicado originalmente el 7 de mayo siguiente en la
revista femenina El Hogar de Buenos Aires, y que fue desenterrado apenas en 1986 entre los
materiales editados entonces por Tusquets en Barcelona bajo el título de Textos cautivos. La
revista Metáfora publicada en Cali dedicó en 1995 un número especial a la conmemoración
del Centenario de la muerte de Isaacs. Se abre precisamente con esa nota en que Borges,
quien entraba entonces en uno de los períodos más difíciles de su vida 44, se complacía en
refutar una opinión literaria corriente debida según él al prejuicio de querer ser moderno:
"Oigo innumerablemente decir: Ya nadie puede tolerar la María de Jorge Isaacs; ya nadie es
tan romántico, tan ingenuo."45 Contra la desvalorización moderna del romanticismo Borges
optaba por abolir toda distancia histórico-literaria con ayuda de categorías estéticas y
existentiales. Para demostrar que María es “legible” recurre a la prueba clásica del empirismo
inglés cuando se trata del sabor del pudín: invita al lector a “hacer él mismo la prueba, nada
voluptuosa por cierto, pero tampoco ingrata.” En cuanto al cargo de “romántico” endilgado a
su autor, Borges recurre a una aparente paradoja existencial: pretende probar que “Jorge
Isaacs no era más romántico que nosotros” – quienes al fin y al cabo no seríamos modernos.

Con alcances polémicos considerables y sin tener por qué conocer la opinión de Borges, en
Colombia esos dos puntos aparecen como un asunto de amor – de rechazo de ese sentimiento
– hacia María. El placer de la lectura en Borges es, en el caso de la novela de Isaacs, una
cuestión que incluye en su gama matices de gratificación posible y voluptuosidad negada,
dentro de la virtud no agotada de ser todavía “legible”. En el caso del artículo programático
de Eduardo Caballero Calderón en 1938, con el título en plural y en presente que anuncia una
explicación: “A propósito de Jorge Isaacs. Por qué ya no amamos a María”, el asunto es de
amor que ha terminado. Del final de lo que fue una relación deseante, oscura, interesada, en
donde tenían que entrar en juego fuerzas identificatorias y fetichisantes, transferenciales y
regresivas, de agresividad y sadomasoquismo, como han sido desde que se inventaron el
sentimiento de amor y las relaciones amorosas.

Caballero Calderon era, a los veintiocho años, un ya prestigioso joven colaborador del diario
bogotano El Tiempo, autor de Caminos subterráneos, un libro con posturas modernas
aparecido en 1934 que obtuvo éxito de venta y de prensa como muestra de la cultura de la
nueva República liberal, y quien se ejercitaba como traductor de Marcel Proust y Paul
Claudel. Miembro de una familia extensa cuyos miembros regían entonces desde el ala liberal
destinos políticos, intelectuales y pedagógicos modernizadores en la provinciana capital
colombiana de entonces, a su cabeza se había encontrado un muy influyente general de las
guerras civiles. Por otra parte, Caballero Calderón ya trabajaba en ese momento en el libro
Tipacoque aparecido en 1940, en donde la tensión hacienda-poblado, que pertenece a la
oposición decimonónica entre conservatismo y liberalismo, no acaba de dar paso a la
contradicción entre tradicionalismo y modernidad.

La situación de que parte el narrador-autor de “Por qué ya no amamos a María” es el topos


moderno del escritor detrás de la ventana frente a la ciudad. En trance de describir el mundo
urbano recortado que ve, el movimiento de repliegue en su subjetividad es simultáneo de la

Cfr. Edwin Williamson, Borges. A life. New York, Viking Penguin 2004.
44
45
Jorge Luis Borges, “Vindicación de la María de Jorge Isaacs" (1937), en: Metáfora. En el Centenario de la
muerte de Jorge Isaacs, Cali, 4, 6-7, 1995. p. 7-8.
70
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

articulación de lo visto como el inconsciente de la ciudad, de manera que por asociación o


por contraste los objetos del mundo percibido mueven a la reflexión que consigna en la
página. Su percepción no es, por tanto, la del transeúnte que recorre solitario la ciudad sin
rumbo fijo, entregado a la confusa variedad de las apariencias, y puede llegar de repente a
una posición privilegiada desde donde consigue verla de manera panorámica, pero no remite
tampoco a esa “ventana a la calle” de Franz Kafka, en donde alienta la posibilidad de salir un
día del encerramiento. Es aquí la estrategia retórica de Caballero Calderón para entrar in
media res en su tema, sin que se tome apenas cuenta de ello, hablando de una ciudad que los
primeros lectores debían identificar con Bogotá:

Me encuentro ahora escribiendo frente a mi ventana. Un cielo gris, apelmazado, triste,


se sostiene en la cúpula de la iglesia del barrio. La lluvia cae con insistencia sobre los
tejados – cuyo color, con el agua, se ha diluído en tonos uniformes – y empapa el piso
de la calle. Bajo mi ventana pasan camiones cargados de materiales para la
construcción que se está levantando en la esquina, automóviles que pitan
constantemente, carretas destartaladas que se arrastran con el sacudimiento de hierros
viejos, de ruedas descentradas, de tablones que se desunen. La calle es estrecha, sucia,
oscura. La casa frontera de mi ventana tiene un pequeño jardín, cercado por una tapia
de ladrillos. La lluvia ha deshojado las anémicas margaritas, las rosas enfermas, los
claveles entecos que se desgonzan sobre el surco, y el jardín tiene el aspecto de un
pequeño cementerio de aldea olvidado por los feligreses y el cura.46
No hay ninguna nostalgia por la vieja ciudad colonial, pero tampoco ninguna evocación de la
topografía de las metróplis modernas con la autolegitimación para el montage y la
documentación de Manhattan Transfer. El narrador-autor está, sin embargo, en el cuerpo de
una ciudad ya sellada por la transformación de la naturaleza – cielo, lluvia, plantas – por
acción o en contacto con una segunda naturaleza artificial, con detalles de desgaste, deterioro
y corrosión en que se escuchan ecos de los poemas de la primera Residencia en la tierra. Lo
notable es qué ocurre en una mediana urbe en construcción como esa, en donde lo viejo de las
carretas y la iglesia del barrio coexisten con lo nuevo de los automóviles, la electrificación y
edificaciones en vías de levantarse, con ficciones emblemáticas que pudieron encontrarse
entre las primeras experiencias de lectura literaria:

Con el cielo gris, desfondado por los postes de los teléfonos, rayado por las cuerdas de la
energía eléctrica, y en medio de este escenario urbano limitado por todas partes, oscureciendo
y sucio como las bambalinas de algún humilde teatrico de arrabal, yo no podría leer la
Maria.47

La estrategia discursiva del artículo de Caballero Calderón se hace así transparente: el


narrador-autor ha construido con elementos tambíen emblemáticos, un escenario en
constraste tácito con la false memory – en el sentido de recuerdo falseado y aparente recuerdo
– del escenario arcádico de la historia de María y Efraín como paraíso perdido. De manera
que mientras las flores marchitas, mustias alegorizan al libro, el teatro como espacio de las
apariencias en la topografía de la gran ciudad, y más en particular las bambilinas conocidas
en esa función desde Nana (1880), van a preludiar la escena de la seducción, que es aquí

46
Eduardo Caballero Calderón, “A propósito de Jorge Isaacs. Por qué ya no amamos a María”, en: El Tiempo,
Bogotá, 18-XII-1938.
47
Ibid.
71
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

seducción imposible. Es más. En un corto pasaje crítico-literario Caballero Calderón procede


a repasar toda la gramática de motivos que lo muevan a rechazar María: lo que considera
fallas de estructura y construcción de la acción, de técnicas narrativas y concepción de los
personajes – los puntos de vista corrientes desde finales de la década de 1920 dentro del
análisis de la novela, en las huellas de Edwin Muir y Edwad Morgan Foster – , a nombre de
valores literarios modernos, tales como el requerimiento de "interpretación psicológica". Tras
ese rosario de deficiencias literarias y siempre como crítico, Caballero Calderón pronuncia la
condenación más absoluta:

Sus episodios deshilvanados y lentos, que el autor no supo entrebar con la aguja de la
interpretación psicológica; sus largas descripciones del paisaje; sus personajes tan
ausentes y tan distantes de mi espíritu – cuyas preocupaciones se mueven con ritmo
más acelerado y se tiñen de un color más intenso – ; todo me produciría un gran
hastío.48
La cuestión no es, pues, que María no sea “legible”. El asunto es su imposiblidad de deparar
placer y con él la imposibilidad de la lectura repetida, aquella que condiciona la transmisión –
es decir, la permanencia – de un libro de una generación a otra. María no sobreviviría el
cambio modernizador, y por eso Caballero Calderón le imputa como crítico el mayor defecto
que puede enrostrarse a un libro, desde los comienzos de la literatura moderna: María no
produce placer estético, simplemente aburre. Sin recurrir a ninguna clase de términos teóricos
para hablar de significación literaria, canon y canonicidad, Caballero Calderón negaba de esa
manera contundente el valor ejemplar y el estatus canónico de María.

La bête noire de las pretensiones de modernidad literaria fue la “ingenuidad” puesta en


relación con representaciones del escritor moderno, en un esfuerzo por fijar el nexo entre la
escritura y el sujeto. Interesa aquí por eso ese sujeto susceptible de experimentar la sensación
de “hastío”, que se encuentra entre las más propias del modernismo literario como escuela,
con la multiplicidad de su campo semántico en el mundo de la vida cotidiana. Pues esa
aseveración, como posibilidad negativa que impide la relectura de María: “todo me
produciría un gran hastío”, es el punto clave que en el desarrollo del artículo acaba de
estabilizar la representación de María como condenada a la caducidad completa, y sirve a la
vez de base, en un notabilísimo deslizamiento metonímico, para el paso entre la novela
María y la protagonista María. El tópico moderno de las bambalinas, premonitorio de la
escena de seducción como subtexto, se resuelve con ese deslizamiento en la cuestión de la
negativa a volver a leer las páginas de María y el por qué ya el crítico-autor moderno no
puede amar a una mujer como María: desprovistas del ímpetu amoroso (del lector), las
páginas de la novela son ahora letra muerta, María no posee poder de seducción alguna.

El instrumento, el novum organon del conocimiento (crítico) literario generalizable, realizado


en función de un “nosotros” a quien representa, es de esa manera la puesta en escena erótico-
sexual de la ahora imposible seducción textual. Es esa la estela del desvío que toma en su
artículo Caballero Calderón para afirmar que María no es objeto de fe (literaria) ni de amor
(estético) para un lector no inocente sino crítico que ahora juega a dotar de existencia propia a
María, más allá y por fuera de las páginas marchitas de la novela. Ese cruce de fronteras
transgresor, en calidad de confusión aparentemente inconsciente de niveles, da lugar a una
ensoñación masculina imaginativa, sobrecargada de connotaciones sociales. De esa manera,
48
Ibid.
72
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

por una parte, resulta invertido el antiguo ideal hermenéutico que movía al crítico a la
completa identificación con la obra de imaginación para así vivirla, sentirla, pero sobre todo,
por otra, se establece un corto-circuito con los que puede suponerse fueron la situación y el
temple de ánimo dominantes de la primera lectura de María. Con ese fervor en donde lo
leído se convierte en un teatro interior poblado de imágenes poderosamente vivas y
sugestivas, que se tornan independientes de las palabras de la página en una forma extraña, de
modo que en esa lectura sin reservas, interrogantes ni sospechas, hay entre el lector y la
novela una relación amorosa, plena de energías emocionales, mentales y físicas. Tomando así
distancia “escandalosamente”, la protagonista de María identificada con la novela va a ser
sometida por el lector en busca de placer a un escrutinio deseante, imaginado como parte de
la vida en el tráfago de la ciudad. El tema baudeleriano del encuentro instantáneo, efímero y,
en fin, imposible con la desconocida en medio de la gran ciudad, se resuelve en el encuentro
con “María” en la ciudad gris como serie de inconmensurabilidades, imposibilidad física de
seguirla, acercársele, hablarle, conducirla a un lugar propicio para faire l’amour:

Ni siquiera ensayaría seguirla un momento, con la curiosidad de mirar en sus ojos,


velados de nostalgia campesina, un espejismo del Cauca arrastrándose como una
serpiente perezosa sobre la alfombra monótona de la llanura. Ni perseguiría el aura
tibia de su cuerpo, que tendría un olor simple, agreste, vegetal, repulsivo para mis
narices atormentadas por el recuerdo de un guante o de una cabellera perfumada con
una esencia más incitante, más sugerente y más rica. Si conversara con ella, y la trajera
a mi estancia, y la dejara hablar, no podría sustraerme al pensamiento que ella y yo
habitamos en mundos y en épocas distintos, y sus sentimientos, demasiado exteriores y
a flor de piel – como ese brillo ingenuo de los ojos que revela toda el alma de las
gentes sencillas – me estragaría del mismo modo que los nísperos que no pude volver a
comer cuando deje de ser niño. Y si, finalmente, la estrechara contra mi, le alborotara
con los dedos los rizos que le ruedan por la pendiente tibia de la nuca y la besara en la
boca, su ademán simple y la torpeza de sus labios desbatarían para siempre mi
esperanza.49

Las conmemoraciones en torno al Centenario de Isaacs invitaban en Colombia a mantener un


pasado literario que se veía concentrado en María.50 Caballero Calderón optó, como puede
apreciarse, por no acatar la autoridad atribuída al estatus canónico de la novela de Isaacs
oponiéndole intereses del presente. Al substituir una parte del mundo (campesino) tradicional
por el todo y escoger para ello el más eficaz de sus ejemplos literarios, intentaba establecer
una especia de ratio promisoria: no se requiere de más ejemplos para hacer plausible mi
argumento. Basta con que su propuesta de una buena lectura de María se reduzca a
comprobar que sería imposible continuar leyéndola, con las consecuencias previsibles sobre
los procesos de formación del canon, su transmisión y reproducción. Despues de señalar que
“el campo y la ciudad son como dos categorías del espíritu, como dos conceptos del mundo,

49
Eduardo Caballero Calderón, cit., nota 24.
50
Ver en particular Mario Carvajal, Vida y pasión de Jorge Isaacs. Manizales, Arturo Zapata Editor, 1937 y el
número especial del periódico El Relator de Cali del 1-IV-1937 con colaboraciones, entre otros, de Alberto
Carvajal, Alfonso Zawadsky, Carlos Prendes Saldías, Carlos Caicedo Riomaña, Carlos Dávila, Antonio Llanos,
Héctor Fabio Valera, Santiago Jiménez Arrachea, Alvaro Figueredo, Tulio Enrique Tascón, Alejandro Galvis
Galvis y Alfonso Reyes. Igualmente León García Herreros, "En el centenario de Jorge Isaacs. ‘María’", en:
Gaceta histórica 2/1937, p. 1-17; Eduardo Castillo, "El centenario de Jorge Isaacs", en: Cromos, Bogotá, 27-III-
1937 ; Eduardo Guzmán Esponda, "Notas sobre Isaacs", en : El Tiempo, Bogotá, 4-IV-1937.
73
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que jamás se confunden”, Caballero Calderón concluía su artículo afirmando: “No podré leer
otra vez el libro de Jorge Isaacs porque tengo a la ciudad dentro de mí, con su universo
interior, y me enerva la presencia inmutable del paisaje. Y no podría amar a María, porque ya
no tengo quince años.” La muy frustrada erótica de la lectura, sometida de ese modo a
comprobar la crisis de la lectura repetida, clama por otros corpus de ficción (placenteros o
gozosos), acordes con otras intensidades y otros ritmos vividos. Por nuevas reglas generales
de evidencia acerca del valor estético-literario y, en últimas y muy modernamente, por otra
novela, otra literatura que está por escribirse, con otras formas de autorización y
representación.

Acato versus Rechazo del canon


Si no es difícil interpretar “A propósito de Jorge Isaacs. Por qué ya no amamos a María”
como manifestación sintomática de una crisis de la lectura repetida que desestabiliza el
núcleo del canon literario colombiano, resulta mucho más complejo diagnosticar la situación
por la que atraviesa en Colombia a mediados del siglo XX la dinámica misma de ese canon y
el papel de María en ella. La tesis formulada a propósito del artículo de Caballero Calderón
en 1938 es resultado de una aproximación al saber desde lo ya conocido, mientras que el
desciframiento de la situación fluída de mediados de los cincuenta, en medio del
represamiento y la contensión de las fuerzas de modernización cultural, obliga a acercarse al
conocimiento desde el lado de lo aún no conocido, de cuanto Gregory L.Ulmer ha descrito en
otro contexto como lo que estaba por aprenderse.51

Pueden distinguirse entonces tres posicionees básicas, representadas todas ellas entre
miembros de las promociones intelectuales recién establecidas o, inclusive, apenas en
proceso de formación. La primera refrenda y reproduce el statu quo literario - cultural con sus
normas, mecanismos de poder y transmisión de jerarquías, enarbolando una fe aparentemente
ingenua en el desinterés estético. A propósito de un libro de retratos literarios del poeta y
crítico Rafael Maya, recién aparecido entonces en la Biblioteca de Autores colombianos,
Gonzalo Arango, quien se desempeñaba desde 1953 como jefe de redacción de la revista
Universidad de Antioquia, escribía:

La literatura colombiana puede celebrar con esta obra un acto de acción de gracia por
la magnitud ideológica, la exactitud y justeza de los conceptos a la verdad crítica, la
pulcritud y donosura del estilo y la fuente exhaustiva de vitalidad con que el Maestro
Rafael Maya revive el pasado literario, infundiendo a los muertos algo así como un
soplo de resurrección, participando a cada uno de los escritores del mérito y de la
porción de vida eterna que no muere ni corrompe el polvo, porque el arte cuando es
testimonio de la sangre viva del pensamiento, cobra en el tiempo y en los espacios de
historia el fruto merecido en razón directa a la verdad del espíritu.52

Jorge Isaacs, el caballero de las lágrimas (1942), el intento biográfico de Luis Carlos
Velasco Madriñán, y juicios acatados como los de Baldomero Sanín Cano y Max Grillo,
continuaban definiendo en Colombia la imagen oficial de María y su autor. El primer artículo
de Sanín Cano sobre Isaacs fue escrito en 1920. Para él en 1937 “María es una de las

51
Gregory L.Ulmer, Teletheory: Gramatology in the Age of Video, New York-London, 1989, p. 106.
52
Gonzalo Arango, Rafael Maya, “Estampas de ayer y retratos de hoy”, en: Universidad de Antioquia, 120,
1955, p. 161.
74
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

creaciones literarias más hermosas y más cercanas a la perfección que haya producido la
literatura americana. (…) El mundo entero reconoció la natural hermosura de la obra y su
significado profundamente humano”.53 Grillo, largo tiempo secretario de la Academia
Colombiana de la lengua y quien ya en 1895 escribía sobre Isaacs, había expresado con
ocasión de un ataque a María:

Durante setenta años recorrió triunfante en los dominios de la lengua española el idilio
más delicado que – a partir de Dafnis y Cloe – se haya escrito en lengua alguna. (…)
María es la obra de poeta suramericano que haya tenido un mayor número de
ediciones. El renombrado idilio perdura precisamente por su ingenuidad sin
complicaciones ; por la sencillez de sus inocentes escenas; porque en algunas de sus
páginas pasa el hálito genial de un poeta de la raza de los profetas; porque es un
trasunto fiel del paisaje incomparable del Valle del Cauca, y el paisaje, como lo ha
dicho en otra ocasión quien estas líneas escribe, es la realidad, superior al hombre, de la
patria colombiana.54

Sanín Cano había caracterizado a María como “novela sentimental y de costumbres


campesinas”.55 La relación entre sentimentalismo y costumbrismo dentro del romanticismo de
Hispanoamérica, la distinción presidida por el problema de la jerarquía genérica entre idilio y
novela, las reflexiones sobre la relación de Efraín y María con especulaciones sobre la
existencia “real” de María, y las evocaciones histórico-literarias del ambiente cultural y hasta
del momento de la concepcion de Maria,56 son los tópicos que predominan por entonces en
Colombia. También, veinticinco años después de haber sido decretada por el Senado
colombiano, se había llevado a cabo por fin la restauración de El Paraíso.

En el polo opuesto a esta primera actitud se encuentran posicionamientos en donde cualquier


legitimidad canónica previamente prescrita o autorizada aparece puesta en cuestión. Se trata
de algo muy distinto a los intentos tímidos de negociar la ampliación del canon para darle
cabida a figuras como los poetas Candelario Obeso y Luis Carlos López, o de renegociar el
rango de un novelista como Tomas Carrasquilla, todo ello previsible dentro del efecto de la
divulgación masiva oficial en los años treinta de las ediciones de la Biblioteca Aldeana de
Colombia de Daniel Samper Ortega. Hay una negativa sin antecedentes a embarcarse en la
tarea de continuadores de lo que habían sido las tradiciones recibidas como nacionalmente
válidas, y de las actitudes y hábitos de trabajo intelectual que habían conllevado. De manera
que esa negativa, a la vez que aboga por una división moderna del trabajo intelectual y
literario, puso a disposición las normas institucionalizadas que se certificaban al acatar el
estatus canónico y reconocerles representatividad a novelas como Maria y La Vorágine
(1924). Para ello las situó inicialmente sobre un horizonte que se habría puesto entre
paréntesis en la consideración de la literatura colombiana, a pesar del recurso frecuente a “lo
universal” y “lo humano” al tratar de ella. Los ecos del debate internacional en torno al
marxismo y al existencialismo, y la circulación de planteamientos debidos a autores hasta
53
Baldomero Sanín Cano, “Isaacs”, en: El Tiempo, Bogotá, 4-IV,1937.
54
Max Grillo, “En defensa de María”, en: Revista de América, 6, 1946, p. 174.
55
Baldomero Sanín Cano, cit., nota 31
56
Cfr. Entre otros Max Grillo, “Vida y obra de Jorge Isaacs”, en: Boletín de la Academia colombiana, 2, 1937,
p. 182-206; Luis Carlos Velasco Madriñán, Jorge Isaacs, el caballero de las lágrimas, Cali, Editorial América,
1942; Víctor Sánchez Montenegro, “La creación de María”, en: Bolívar, 14, 1952. p. 687-736; Luis Carlos
Velasco Madriñán, Efraín y María. Historia y Leyenda, Cali, Imprenta Márquez, 1954.
75
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

hacía muy poco desconocidos y ahora leídos con fervor como Erich Auerbach y Georg
Lukács, lo imponían ante los ojos de una novísima promoción que buscaba conscientemente
ponerse al margen de los códigos burgueses de la conducta intelectual. En esa línea, el muy
jóven crítico Delimiro Moreno sostenía:

Tradicionalmente los colombianos hemos considerado lleno nuestro papel en la


novelística universal con dos obras que, si bien en su época y en el momento del
desarrollo literario del país pueden considerarse valores representativos, no son, ni con
mucho, dignas de representarnos en la literatura universal.57

El sector de lectores que Moreno esperaba se sintiera concernidos por su tesis, debía colegir
que si Maria y La Vorágine no eran en manera alguna dignas de figurar dentro de la literatura
propiamente universal, no existía a esas alturas una sola novela colombiana que tuviera ese
rango. La coincidencia en una comprobación así de desacralizadora debía tener por efecto,
para quienes comulgaran en ese convencimiento, mutar el presente. Convertirlo en un espacio
en donde la exigencia de rebasar el pasado nacional y liberarse de él, aparecía como la
condición misma para descifrar el carácter inaugural y la realidad de un presente abierto
sobre el mundo como posibilidad concreta.

María ante el tribunal supremo de la televisión


Es también como parte de una redistribución de fuerzas en el orden intelectual y, más en
general, de la modificación de las bases de la hegemonía en Colombia, como se articuló el
tercer posicionamiento con relación al canon y a Maria: la opción por una revisión que, sin
poder reconocer sus propios límites, se quizo radical. El represamiento de la modernización
de todos los subsistemas del campo cultural tuvo hacia mediados de los años de 1950 dos
consecuencias cruciales y estrechamente ligadas: la primera, los pasos iniciales de una
reorganización de la intelectualidad bajo una hegemonía distinta, ligada ahora en parte a la
industria cultural; la segunda, el desvanecimiento de la reserva simbólica de lo que constituía
tradicionalmente la herencia cultural, de modo que la representatividad nacional basada en el
consenso está sometida a críticas y revisiones que intentan ser radicales. En cuanto a lo
primero, una nueva intelectualidad creó sus propios órganos y se insertó como actor y gestor
de la relación entre mass media – capital privado, en el proceso de medialización de la
sociedad que estaba en trance de arrancar. Rápidamente especializados en la creación y
reproducción de imágenes, implantaron además profesiones hasta entonces desconocidas,
desde las de encargado del manejo de cuentas publicitarias en agencias especializadas, y de
relacionista público ejercida en firmas de influencia nacional por intelectuales como Álvaro
Mutis y José Guerra, hasta las de libretistas de televisión o redactores de lemas publicitarios.
En cuanto a lo segundo, esos intelectuales asumieron la revisión del canon literario como
parte de un discurso crítico moderno, relacionándola más con las exigencias de un país
moderno, en donde intereses y necesidades sociales y políticas estaban en proceso de
diferenciarse, que como acto de rebelión contra una herencia superpoderosa. Bernardo
Ramírez, vinculado a la revista Prometeo, el diario El Siglo y a una importante agencia de
publicidad, escribía a este respecto con un gesto de revisión general:

Los colombianos no tenemos una clara idea sobre el valor de nuestra literatura. Cuando se
trata de formular un juicio honrado y sereno sobre la cuestión, sobrevienen una serie de
57
Delimiro Moreno, “La novela colombiana”, en: Universidad de Antioquia, 117, 1954. p. 298.
76
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

reservas, de trepidaciones para formular la opinión total que, al fin y a la postre nos dejan
más bien sumidos en una inquietante incertidumbre. Aquellas reservas y trepidaciones surgen
al conjuro de preguntas como estas: ¿fuera de los documentos mismos, existen algunos datos
orientadores suministrados por crítica eficaz, desprovista por completo de chauvinismo, datos
que sirven de hito para enrumbar hacia un concepto severo y equitativo?58

La crisis de la lectura repetida ya ponía de presente las deficiencias de la capacitación


proporcionada por la escuela secundaria, como institución clave en la reproducción del
canon, para aprender a leer literatura. El canon literario nacional debía condensar lo que en la
historia de la literatura se consideraba valioso, ejemplar, obligante, de manera que su cultivo
sistemático lo reconocería fuente legítima de identidad. La escuela debía tener a su cargo su
transmisión y reproducción, enseñando qué leer. Los cursos de historia de la literatura y
preceptiva literaria estaban destinados a enseñar, por su parte, cómo hacerlo. Pero ese tema,
ni tampoco la ausencia de estudios filológicos rigurosos en Colombia, habían sido
tematizados en tiempos del Centenario del nacimiento de Isaacs. Ramírez lo hace sin
pretender proponer la declaración del estado de excepción en el campo de la educación. La
respuesta muestra que la pregunta arriba planteada era retórica, es decir, formulada
precisamente a la luz de la respuesta que ya tenía en mente. Con referencias ad homine
sostiene:

En este caso la respuesta es negativa, pese a la existencia de meritorios textos escolares


que cumplen una función didáctica de alcances limitados. Esto por lo que toca a las
historias literarias con forma de tales y sometidas a ciertas directrices según las cuales
es absolutamente necesario decir que don Diego Fallon era y sigue siendo un excelente
poeta; que la Memoria sobre el cultivo del maíz tiene valor poético; que, para no
avanzar demasiado, don Marco Fidel Suárez representa una gloria literaria de primera
magnitud, ayudado el argumento con una cita de la Oración a Jesucristo. Pasemos,
pues de los textos que por determinados aspectos constituyen una introducción ingenua
a los símbolos nacionales, un paisaje dominado por el patriotismo.59

El paso al escalón siguiente en su risueña filípica, para involucrar en su conjunto el estado de


los estudios literarios y de las ciencias históricas y sociales, le sirve a Ramírez de preparación
para hacer que su argumento conduzca a una demostración impecable:

Pero es que la falta de orientación en materia de historia literaria – lo mismo ocurre en


la historia económica, social y política – llega a las zonas mismas del trabajo ejercitado
por quienes ya aparentemente pueden alegar títulos de estudio y de sindéresis para
llenar aquella función crítica. Como lo anotaba Rafael Maya, en Colombia estamos
acostumbrados a hablar tomando partido, es decir, a conceptuar en plan de alianza o
ataque. No hemos entrado en la etapa del análisis serio, objetivo, del peso y contrapeso
de los argumentos, el examen del pro y el contra. Nos subyugan las conseciones a la
amistad o a su contraria. Y también damos gajes al consenso organizado por falsos
pontífices.60

58
Bernardo Ramírez, “La evolución de la novela”, en: Prometeo, 22, 1957. p. 127.
59
Ibid.
60
Ibid.
77
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El alarde retórico de Ramírez culmina haciendo de lo acabado de afirmar la regla del juego
entre la oligarquía intelectual establecida, e ilustrándolo con la dimisión del propio Maya
como crítico frente a Guillermo Valencia: Maya “es un meditador excelente, de gran
brillantez en sus juicios. Pero ha cedido tememos a los ídolos consagrados, temeroso tal vez
de que su sinceridad se estrelle contra la estatua erigida”.61

De eso precisamente, de jugar con las ambigüedades de la iconoclastia calculada y a la vez


aupar una producción de sentido crítica, se trató en el show en torno a María que Ramírez,
como hombre de la mediocracia, organizó y puso en escena en la televisión en un momento
en que era palpable en el país la crisis de legitimidad. En 1936 en Berlín y durante los años de
1950 en los Estados Unidos, Rojas Pinilla había conocido la televisión y la eficacia de sus
mensajes. Como presidente en ejercicio la importó a mediados de 1955. Sin que contara
mayormente la calidad de la programación, la fascinación ejercida por las nuevas imágenes
aseguró su éxito. En esas condiciones, durante siete sesiones, en emisiones en directo de una
hora en tiempo A (9 de la noche), a partir de la segunda quincena de enero de 1957, las
imágenes de lo que podía ser un tribunal que poblaban la imaginación social del público
televidente colombiano, se encarnaron en un proceso ante un tribunal ad hoc, en que se
juzgaron las calidades de María. El parangón entre el juicio ante el tribunal y la
representación teatral, cada uno con leyes propias cuyo conocimiento previo es requerido
para que la respectiva audiencia comprenda lo que sucede ante ella, que movió a Bertolt
Brecht a hacer del tribunal el modelo por excelencia de la pieza de teatro didáctica, 62 se
encontró potenciado y relativisado. Se trató en el caso del juicio contra María de la puesta en
escena de un simulacrum de proceso ante un tribunal ficticio, que debía juzgar en una causa
situada por fuera del derecho civil y del derecho penal corrientes, pero que en su desarrollo
compartía ficticiamente características tanto de un proceso penal como de un proceso civil.
Por otra parte, el interés del público y de “cronistas judiciales”, “comentaristas” y
“observadores” que rodearon ese proceso televisivo, resulta signo polivalente no sólo del
drama de la discordia que en él se ventiló, y de las razones por la que apasionó y agitó al
público, sino también del posible valor que se intentaba tuviera para la sociedad.

El proceso penal presupone la idea de pena y esta a su vez la de delito, pero sus estructuras
particulares se diferencian inclusive en el plano temporal. El tribunal impone una pena para
castigar delitos o crímenes que perturban el orden social deseado. El proceso mismo, con
frases de instrucción y de debate, sirve para que el jurado declare con certeza qué es cierto y
sepa si se debe y cómo castigar. Con la condena cae un telón en el teatro de la justicia y se
levanta otro, el de la penitenciaría, con fases de cognición y ejecución como formas finales
con que el proceso penal opera contra el delito. En el proceso civil, en cambio, no hay delito:
concierne a la civilitas, al modo de ser de la ciudad y del ciudadano. Su origen está en el
desacuerdo, la litis, el litigio por esa causa: no es posible en un conflicto de interes que ambos
litigantes tengan razón. Decisivo por eso para eliminar el litigio es que el acuerdo sea justo,
después de que cada una de las partes ha expuesto sus motivos para que el juez – el jurado –
le de a una la razón y se lo niegue a la otra. Pero en ambos casos, dado lo que Robert Cover
describe como el carácter más propio de los tribunales,63 el proceso sirve para que entren en

61
Ibid.
62
Cfr. Bertolt Brecht, Schriften 1: 1914-1933. Grosse kommentierte Berliner und Frankfurter Ausgabe, Tomo
21, Berlin-Frankfurt am Main. Aufbau-Verlag/Suhrkamp Verlag, 1989.
63
Robert Cover, “Forward: Nomos and Narrative”, en: Harvard Law Review, 97, 1983. p.50 ss.
78
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

juicio quienes no lo tienen: si los litigantes lo supieran no litigiarían, la incapacidad de un


sujeto para juzgar está unida a la idea de delito.

El tribunal en el juicio a María estuvo conformado por personalidades que sin presencia o
éxito telegénico anterior contaban, sin embargo, con prestigio propio en sus respectivos
ámbitos de actividad. El acusador Pedro Gómez Valderrama era jurista, político y escritor,
decano de la facultad de economía de una universidad privada, columnista del diario El
Tiempo y de su sucesor temporal Intermedio, y miembro del Comité de dirección de la revista
Mito. El defensor Carlos López Narváez, por su parte, pertenecía al sector tradicional del
establishment intelectual, de modo que el tribunal confrontaba una generación relativamente
nueva con un “viejo” maestro, en sentido cronológico. Formaron parte del jurado colegiado el
periodista Gonzalo González, muy conocido por la sección de Preguntas y respuestas que
mantenía con el pseudónimo de GOG en el diario El Espectador de Bogotá y por sus
actividades dentro del Magazine dominical de ese periódico; por Jorge Vélez García,
jurisconsulto de renombre, profesor universitario y miembro junto con Ramírez de la
redacción de la revista Prometeo y el mismo Ramírez, quien actuó como Presidente. Sin
poder entrar aquí por razones de espacio en un análisis de contenido de esa serie de
emisiones, de las que sólo se conservan actas verbales y fotografías sueltas, hay un conjunto
de aspectos parciales que permiten vincular la nueva intensidad que con el proceso de María
alcanzaron las cuestiones del valor y la legitimidad por fundamentar y generar, con dos
cuestiones directamente relacionadas en ese momento. Tanto con la problemática del canon
literario como con la palpable indefección del discurso ficticio moderno en Colombia en sus
relaciones con el poder, la política y la pérdida de autoridad de la cultura establecida, que
había dejado de poder legitimarse por si misma. Entre esos aspectos trato aquí sólo dos: la
legitimación invocada para echar a andar la maquinaria del proceso, promovido así no de
oficio sino como si fuera solicitado, y las reacciones de algunos de los “observadores” y
“comentaristas” que lo acompañaron, y de su mismo inspirador, tras el fallo condenatorio de
la mayoría del jurado.

La autolegitimación del tribunal


El hecho de tratarse de un programa comercial de televisión, o su presencia masiva, bastaban
como instancias autolegitimadoras. Como en un proceso civil, el inicio del proceso obedeció
a una “demanda” de parte, al ne precedat index ex officio, que prohibe al juez abrir un
proceso si no se le pide hacerlo. Pero, como en un proceso penal, en el caso de ese proceso
televisivo ficticio, patrocinado por “Dana”, una firma fabricante de perfumes, sólo el
acusador – es decir, el ministerio público – podía hacerlo y así lo hizo. El proceso se inició
con la lectura de una “demanda” hecha por el acusador Gómez Valderrama contra María
como “retrato o novela”que, producto de la época romántica, “recoge y hasta cierto punto
amplía” los “defectos y errores del movimiento romántico” extremando el sentimentalismo,
plagada además de fallas estructurales y técnicas que la privarían de un valor ejemplar
cualquiera, y escrita al margen de los problemas de su tiempo en América Latina y a espaldas
del proceso de la vida colombiana. Por eso, como última de sus “declaraciones
condenatorias”, Gómez Valerrama dejaba sentado en su demanda ante los Señores del
Jurado: “Quinta: Aún admitiendo que el libro haya tenido una zona de influencia benéfica en
la literatura colombiana, hay un amplio sector en el cual sus proyecciones ofrecen aspectos
perjudiciales”.64 La demanda está instaurada, según puede apreciarse, en busca de un usable
64
Servicio T., “Debate sobre María” (16 enero, 9.12 p.m.) (Sello: Revisión/Escrito con tinta: N. Díaz Granados).
79
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

past y en contra de los continuadores parasitarios de lo que se considera inútil como tradición
nacional. Por eso es todavía más relevante la forma como Gómez Valderrrama construye una
representación legitimante de si mismo como intelectual (y , por extensión, del tribunal
erigido), reivindicando su calidad de buscador desinteresado de la verdad y vocero de
intereses no de un grupo sino del futuro. Pastichando el gesto del discurso jurídico decía:

Señores miembros del Jurado, Señor Defensor, Señoras, señores: La distancia a que hoy
nos encontramos del romanticismo del siglo XIX parece suficiente para intentar un
examen crítico. Acaso la última generación que al iniciar su vida experimentó las
consecuencias del fenómeno romántico fue la generación a la cual yo pertenezco. En
ningún caso puede decirse que la generación que ahora comienza haya experimentado
ninguna de sus formas, ni literariamente ni siquiera desde el punto de vista vital, la
influencia de fenómeno romántico. Es un fenómeno para esta generación un poco
distante y extraño. Por consiguiente, la distancia frente al romanticismo es suficiente
para empezar a juzgarlo.65

La admiración decidida de Gómez Valerrama hacia Borges, a quien calificará más tarde con
una fórmula que debía representar para él el non plus ultra del elogio: “el escritor más
universal que ha dado América Latina”, le llevó a publicar en 1957 complementos a su
Manual de zoología fantástica. Luego, en 1961-62, atento unicamente al “placer de lo
narrativo”, al “agrado de lo narrativo, base voluptuosa de la literatura de ficción”, recopiló
bajo el título de “Nuevos complementos a Borges” cuarenta y nueve “cuentos breves y
extraordinarios”, en los que encontró como denominado, común “el paso del misterio”, 66
dentro de la sección con que Mito le rindió homenaje en su penúltima entrega. Sin embargo,
por grande que pudiera ser su devoción por Borges, Gómez Valderrama jamás hubiera podido
afirmar en 1956 ser tan romántico como Isaacs, lo que Borges había pretendido hacer creer a
sus contemporáneos veinte años atrás. Como moderno declarado, Gómez Valerrama
continuaba así su alegato:

En América Latina la obra por la cual se puede entrar a juzgar mejor lo que fue el
fenómeno romántico, es la novela María de Jorge Isaacs. Los fundamentos de la
acusación los habéis oido en el memorial que he dirigido a los señores del Jurado. (…)
Hasta el momento no había sido posible hacerlo porque estaba demasiado cerca el
fenómeno. Todavía las viejas generaciones la recuerdan como parte integrante de su
vida y ese es un fenómeno que no se puede desconocer. Pero las nuevas generaciones se
encuentran lo suficientemente distantes como para poder pensar de otra manera y entrar
en ese examen que vamos a hacer de acuerdo con los cargos formulados en el memorial
de acusación. (…) Con este examen crítico del libro pretendemos determinar su valor
exacto.67

Esta última aseveración precisa no sólo en qué condición se pretendía interpelar al público
con el despliegue de las imágenes visuales y auditivas de un proceso judicial entablado contra
María. El público estaba convocado como participante en un juicio no de “la María de la
leyenda” sino de María como novela. Más propiamente, a un proceso en donde se debía dar
Tiposcrito. Archivo de la Radiotelevisora nacional, sin número de catálogo, p. 1.
65
Ibid., p. 1-2.
66
Pedro Gómez Valerrama, “Nuevos complementos a Borges“, en: Mito, 7, 39-40, 1961 – 1962. p.141.
67
Servicio T., “Debate sobre María”, cit., nota 42. p. 3.
80
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

un fallo acerca de su valor, dimensión signifiante básica de toda relación estética y artística,
históricamente determinada, con efectos que según se desprende del quinto punto de la
demanda, Gómez Valderrama concebía en términos dicotómicos. De modo que su apuesta
era, ni más ni menos, conseguir proponer criterios de valor teóricamente fundamentados y
capaces de orientar en la recepción y la producción literarias nacionales.

Puede considerarse como efecto de una ceguera ante la ironía de lo que estaba sucediendo
con el proceso que apenas a la altura de la tercera sesión, cuando ya estaba avanzada la fase
intermedia cuyo cometido fue acopiar pruebas y razones (conceptos) para examinarlos, se
hayan producido las primeras reacciones calificadas. Germán Arciniegas, quien no había
visto ninguna de las emisiones, pues residía en ese momento en New York, aconsejó al
jurado, bajo el título “Fusilamentento de Jorge Isaacs” adelantándose a la previsible
sentencia, no proceder así en ningún caso. 68 En su respuesta Gómez Valderrama tematizó la
cuestión del valor canónico de María que aparecía entre líneas en la intervención de
Arciniegas, intentando precisar que no se trataba de quemar en efigie a María y llevando la
semántica de “canon” y “proceso de inclusión en el canon” del lado de la exclusiva
significación católica que tiene el término “canonizar” en castellano, a diferencia de lo que
ocurre en otras idiomas, incluído el italiano:

tampoco se trata de un proceso de canonización literaria, con abogado del diablo y


exhibición de milagros líricos del ‘best seller’ de nuestro siglo pasado, como por
ejemplo aquél de la ‘novela más extensamente leída que suramericano alguno haya
escrito’.69

Pero si el diablo, a quien Gómez Valerrama había estudiado e iba a antologar, 70 podía
encarnarse, ninguna encarnación tan propia como la representada por el prototípico lector
desmistificador moderno. A través del debate sobre María lo que se encontraba puesto en
cuestión era la validez y autoridad del canon nacional transmitido.

Las reacciones ante el fallo


La jeremiada de los comentaristas del fallo del jurado muestra que se asiste a un ocaso: el
final del poder soberano de adoctrinamiento, con que la literatura había inculcado
convicciones acerca de las relaciones de género, raza y clase, certificado identidades y
legitimado hegemonías. Y que, como lo demuestra un ejemplo muy representativo, muchos
se daban perfecta cuenta de lo que se encontraba en juego. Una nota editorial que apareció el
27 de abril en el diario conservador La República sostenía, con la mirada puesta en la defensa
del canon en cuanto representación de lo nacional:

Los barbaros han llegado hasta ‘El Paraíso’. (…) Ni en son de pasatiempo debe
repetirse el juicio un poco bufón que comentamos. O el ‘tribunal’ de la cultura se
instituye con seriedad, o la comedia sube de punto y tendrán riesgo de quedar como
aprendices, ante la sonreída opinión de otros países, Silva, Valencia, Barba Jacob, tanto
o más que el condenado autor de María. Al lado de Jorge Isaacs también podría
ventilarse el proceso de Vergara, Samper, Marroquín, Carrasquilla, Pombo y de toda la

68
Germán Arciniegas, “Fusilamiento de Jorge Isaacs”, en: Intermedio, Bogotá, 21-II, 1957.
69
Pedro Gómez Valderrama, “¿Qué hago con este fusil…?”, en: Intermedio, Bogotá, 24-II, 1957.
70
Ver Pedro Gómez Valerrama, Muestras del Diablo, Bogotá, Ediciones Mito, 1957.
81
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

generación de ‘El Mosaico’ que produjo cuadros de costumbres y literatura apreciables


para quien recuerde el Bogotá viejo de 1860, y censurable para aquél que se propusiera
comparar Las Tres Tazas o El Moro con una novela de Stendhal, de Balzac, de
Dickens, o Tolstoi. Cuando el ‘tribunal’ complete su tarea demoledora, Colombia será
una isla desierta de la cultura. Para deleite de nuestos vecinos.71

Ese rechazo del cotejo de obras nacionales con creaciones literarias que pudieron serles
contemporáneas en otros ámbitos, servía a su vez de punto de partida para la demanda de
criterios universales y a la vez histórico-concretos en el juicio literario:

Hay que insistir en el mérito de aquella obra, una de las pocas de nuestro medio que
tengan valor universal. (…) El enfoque de María con la estética modernista de Alberto
Moravia, de Curzio Malaparte, y del satánico autor de La Náusea, Juan Pablo Sartre, es
lo mismo que la crítica de la batalla de Waterloo con la técnica de los mariscales de
Hitler o el estudio de los viajes de colón con los itinerarios de las modernas aeronaves
que cruzan el océano. (…) ‘Atras’, exclamaban los romanos cuando Atila penetraba a
caballo en los templos de Venus. Repitámoslo cuando los bárbaros llegan a ‘El
Paraiso’, el santuario del recuerdo. Como diría Maurras, todo lo tradicional es
nuestro.72

No sobra retener que el calificativo “satánico” está aquí endilgado no en broma sino utilizado
con la más absoluta seriedad. El recurso final como fuente de autoridad a Charles Maurras, el
fundador antirromántico de Action française, inspirador de los intelectuales facistas de su
país y de Colombia, condenado en 1945 a cadena perpetua por colaboracionista, correspondía
a inclinaciones ideológicas de parte del cuerpo de redacción del periódico.

Tres días antes de la aparición del comentario de La República, el día 26 de abril, el periódico
Intermedio había incluído otra glosa conceptualmente muy confusa y de interés menor, pues
su táctica para llamar a cerrar filas se reduce al elogio de una vida de poblado que nunca
existió, como apología conservadora de la época romántica, y en un ataque directo al jurado.
En cuanto a lo primero, la nota dice:

Esa fue precisamente la época del descomplicado ambiente señorial y hogareño de


nuestros pueblos, sin engaños, sin alteraciones del buen espíritu, con sinceridad plena,
cuando todos los sentimientos se expresaban y cultivaban con su fresca fuerza
elemental, con ingenua entereza de ánimo. De todo lo cual la obra de Isaacs es
fidelísimo reflejo y emocionado testimonio.73
Que el autor de la glosa se sentía por completo inseguro y desprovisto de autoridad en el
terreno en donde se movía, intentando juzgar al jurado, lo demuestran sus esfuerzos para dar
la impresión contraria, que culminan en esa fórmula redundante: “El jurado que acaba de

71
El comentario de La República, lo mismo que el de Intermedio, fueron recogidos en la sección “Espigas y
Rastrojos”, bajo el título “El fallo sobre María”, por el Boletín de la Academia colombiana, 7, 1957. p. 297-300.
En una nota introductoria se justificaba así la reproducción: “Creemos que las opiniones expresadas por aquellos
ilustrados órganos de publicadad dejan a salvo los intereses de las letras colombianas” (p. 297). Se cita según
esa reimpresión.
72
Ibid., p. 298-299.
73
Ibid., p. 300.
82
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

pronunciarse contra María ha asumido, sin duda, una actiud verdaderamente ‘snob’.74
Cuando en un texto argumentativo se escribe que algo “es claro”, lo único que hace claro esa
sugestión es que las cosas no lo son tanto como se pretende, según enseñó Juan de Mairena.
Los epítetos, por su parte, debían quitarle toda importancia al fallo, hacer “en verdad” nula la
signifiación del juicio, y al negarle verosimilitud negar de manera indirecta y encubierta el
hecho mismo de que pudiera haber tenido lugar:

Cuando menos de extravagante, a pesar de los esfuerzos hechos para presentarlo como
producto de la llamada “crítica seria”, ha de ser calificado el fallo que un jurado de
televisión pronunció contra María, la inmortal obra de Isaacs, con ramificaciones para
intentar una descalificación de la literatura romántica, en globo y sin discriminaciones.
Por sensiblera, según se dice, y por irreal y desconocedora de los ordenamientos de la
razón. Con tales afirmaciones perentorias ha culminado un proceso que no pasaba de
ser un entretenimiento literario, que no tenía en verdad más importancia que la
determinada por ese preciso carácter, y con el fallo en referencia ha venido a
convertirse en algo inverosímil.75

Sin embargo, los organizadores y participantes del tribunal habían intentado sobre la marcha
evitar ataques frontales como esos, y limitar daños colaterales, con argucias jurídicas (voto
mayoritario; salvamento de voto) y, sobre todo, autolimitando, en el momento de
pronunciarlo, los alcances del fallo. Esmerándose en reducir el objeto de la sentencia, y no
sólo para dar crédito a la firma financiadora, Ramírez recalcó que se trató en “el proceso a la
novela Maria“ de un programa comercial “realizado por la televisora Nacional gracias a los
auspicios de la firma Dana”. Se considerea que la institución del jurado colegiado es la
máxima garantía que ofrece la justicia para no ahorrar esfuerzos cuando se trata de evitar el
error: declarar culpable a un inocente, declarar inocente a un culpable. En el caso de María,
en un jurado de tres miembros, el voto mayoritario fue dado por Ramírez y Vélez García. Sin
embargo, según se apresuraba a asegurar Ramírez:

el jurado Dana no formuló opinión favorable o desfavorable a la novela de Jorge


Isaacs. Simplemente se limitó a comparar las intervenciones de la Acusación y la
Defensa, para luego decidir cuál de ellas presentaba una mejor estructuración, una más
densa elaboración, consideradas objetivamente, es decir sin que los jueces avanzaran
una decisión relacionada ya criticamente con la novela o poema en prosa, en fin, como
quiera clasificársela.76

Batirse así en retirada no tenía nada de indecoroso pues dos objetivos principales del proceso
televisivo parecían plenamente alcanzados: remecer el ambiente intelectual, su capacidad
crítica, y proclamar con el ocaso de los viejos poderes de la literatura canónica como medio
consensual, el ascenso de la autoridad de los intelectuales como detentadores de “la
capacidad crítica”. A este aspecto de toda la operación correspondió también el salvamento
de voto de González, apoyándose en la distinción entre los dos Marías planteada desde la
primera sesión por Gómez Valderrama: producir una imagen de los intelectuales como
representantes respetuosos, capaces de atender a las necesidades populares, a su demanda de

74
Ibid., p. 300. Los subrayados son míos.
75
Ibid., p. 299.
76
Bernardo Ramírez, Debates. “A propósito de la María”, en: Mito, 3, 13, 1957. p. 46.
83
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

imágenes de deseo arcádico. Ramírez es absolutamente explícito – es significativo la


referencia al "mito popular” y su "creo yo" – al respecto:

(María) ha sufrido un desdoblamiento frente al sentimiento popular: existe la heroína


de la novela misma y flota en nuestro ambiente la otra “María”, la que representa una
manifestación del pueblo colombiano. Fue enjuiciada la primera, es decir, un personaje
de una obra literaria. Se hizo abstracción del mito popular porque, creo yo, no es el
momento de colaborar en la tarea de la destrucción de valores afectos al pueblo
colombiano, adelantado con tanta eficacia – o por lo menos tenacidad – en otras
esferas. Era justo dejar entre los restos, ese afecto, ese sueño elemental, noble pero
superficial, creado en la segunda mitad de nuestro siglo XIX, mientras la vida real se
manifestaba en los campos de batalla, en la agonía de quienes morían para dar vida a la
unidad de este país.77

El cenit del debate


Los planteamientos de Caballero Calderón, apenas pasadas las celebraciones del Centenario
del nacimiento de Isaacs, pudieron poner de presente la crisis de la lectura repetida y
confirmar que Arcadia había fenecido definitivamente. Empero, el énfasis sofisticado en el
placer (en el sentido de delectare, pleasure o promesa de felicidad) como criterio ajeno a los
esfuerzos especializados de la crítica, entregaba indefensa su lectura a los aporías inherentes a
esa posición y conllevaba, sin proponérselo, una devaluación de la sexualidad en la vida
cotidana. Gómez Valderrama había intentado adentrarse en los vericuetos del problema
filosófico del valor sin acabar de hacerlo, y sin reparar en la historicidad de las respuestas
dadas a él. Ramírez, por su parte, al referirse a “restos”, dejaba abiertos por asociación los
campos semánticos de la “ruina”, obra destruida por catástrofes o desgaste natural, signo
posible de discontinuidad histórica, y la “reliquia”, tanto objeto sagrado como fragmento de
un todo abolido y testimonio detonador – ese es su caso – de una narrativa, de otra historia.
Sin embargo, en las reacciones de los diarios La República e Intermedio, respaldadas por su
reproducción en el órgano de la Academia Colombiana de la Lengua, lo mismo que en la
palinodia final de Ramírez, tenía que quedar por fuera de consideración qué significaba ese
tribunal para juzgar Maria en términos culturales, en lo que tocaba a la cuestión del canon
nacional colombiano.

Todo lo actuado, todo lo dicho, todo lo mostrado durante el proceso de María en la pantalla
de televisión, se relacionaba con un espacio imaginario y con el espacio de lo imaginario, en
donde todo se torna en imagen. Como puesta en escena, a la vez que materializó una
imaginaria escena de juicio estético, a nombre de la colectividad nacional representada por la
audiencia televisiva, sobre la canonicidad y el carácter de clásico literario de María, estaba
poniendo de presente los límites de la imaginación liberal frente a la cuestión de la formación
77
Ibid. Los artículos de Ernesto Cortés Ahumada, “La María y la idea de la novela”, en: Prometeo, 22, 1957. p.
121-123 y Otto Morales Benítez, “Isaacs: su humanísima existencia”, en: El Tiempo, Bogotá, 23-VI, 1957,
tocan tópicos abordados en el tribunal. Diez años más tarde, en su contribución a las celebraciones del
Centenario de María, Caballero Calderón volvió sobre el evento para proponer expurgar a la novela de lo que
veía como sus defectos más salientes y enaltecer la calidad de su estilo: “(…) en tiempos recientes se reunió en
Bogotá un tribunal de nuevos hombres de letras con el objeto de seguirle juicio a Isaacs como responsable de
haber escrito una novela detestable. Quítenle ustedes a la novela famosa el ave negra, romántica e innecesaria en
nuestros dias; quítenle unos cuantos detalles sentimentales y ridículos, muy propios de la época; quítenle, si así
les parece, el tenue hilo del amor tonto de María por Efraín, y a pesar de todo les quedaría una novela
magistralmente escrita”. “La rara perfección de un libro”, en: El Tiempo, Bogotá, 18-VI, 1967.
84
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

histórica del canon. El tribunal, el proceso y la sentencia alegorizaron las representaciones de


esos intelectuales en ascenso acerca de la escena del juicio como lugar de la constitución del
canon. De manera que si el juicio hacía palpable la crisis de autoridad del canon colombiano,
no conseguía ligarse su constitución a la cuestión central: la regulación organizada y
controlada institucionalmente en la sociedad colombiana de las posibilidades de leer, escribir,
y de los conocimientos y habilidades socialmente prescritos, ligados a ellas dentro del
proceso de constitución de la nación. Para esos intelectuales la inclusión en el canon
equivalía al acto de juzgar y dictar un fallo, cumplido por una corte suprema capaz de hacerlo
objetivamente y de establecer qué valía y qué tenía valor canónico. Caían así en la trampa de
la imaginación liberal en este punto: creer que el problema del juicio estético particular o
institucionalmente refrendado, es la cuestión apropiada cuando se trata del tema de la
formación del canon.

Resta por señalar que el cenit de esta fase del debate y de la discusión sobre María, se
alcanzó bajo las condiciones de un efecto masivo de biblioteca privada inmensamente
potenciado, si se lo compara con el que había tenido como empresa privada, acogida
oficialmente, la Biblioteca Aldeana de Colombia, y en una situación política en proceso
acelerado de diferenciación. Me refiero a los efectos del Festival del Libro Colombiano –
trescientos mil ejemplares de libros de autores colombianos vendidos en cinco días en dos
ciudades -, en junio de 1959, y al impacto de la revolución cubana entre los intelectuales. El
arreglo de cuentas de Gabriel García Márquez en que insta a la literatura colombiana para que
comparezca a rendir cuantas ante otro tribunal,78 se presenta en principio como un Informe
que tiene su punto de partida en ese evento e incluye en sus consideraciones, obviamente, a
María.

En cuanto a la reiteración constante que hay entre los Nadaistas de los propósitos de denigrar
María, las tomas de posición que se repiten entre 1959 y 1968 marcan, después de comienzos
de irreverencia sacrílega de mucho interés, una regresión de la que sólo escapa la Exposición
del libro inútil de 1966. En el principio está el comunicado, redactado por los Nadaistas en
Cali siguiendo el modelo de los decretos gubernamentales, en que emplazan al alcalde de la
ciudad para que ordene la demolición del monumento a María y su reemplazo por una estatua
de la actriz francesa Brigitte Bardot.79 Al final se repite – "lo decimos por última vez” – la
confusión del culto de la iconoclastia con la erótica de la execración. Con el gesto del
gobernante que decide por voluntad soberana decretar el estado de excepción, Arango
escribía en 1967: “en presencia de los fuegos fatuos que festejan el centenario de María,
declaramos a la ciudad de Cali en estado de emergencia contra la peste bubónica del
romanticismo (…)”.80 Regresión en dos sentidos: respecto a las posiciones formuladas desde
1960 por García Márquez como voz contrahegemónica y a lo brillante de la provocación
inicial. En todo caso por esos meses, en el año del Centenario de María, ya había comenzado
a circular Cien años de soledad, la novela que determina el curso de las letras mundiales en la
segunda mitad del siglo XX.
78
Gabriel García Márquez, “La literatura colombiana, un fraude a la nación”, en: Acción liberal 1, 2, 1960. p.
44-47.
79
“Los Nadaistas emplazan al Alcalde de Cali. (Copia del mensaje enviado por estos al Dr. Antonio Garcés
Sinesterra, Alcalde de Cali)”. El texto se cierra con una firma colectiva: “Nadaistas de Cali. Jotamario-Alfredo
Sánchez-Napoleón Arboleda-Dukardo Hinestroza-Diego León Giraldo-Elmo Valencia-Armando Romero (y
muchos nadaistas que no saben firmar).”
80
Aliocha (Gonzalo Arango), “Ultima página. Cali bajo la peste bubónica”, en: Cromos, Bogotá, 7-VII, 1967.
85
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Jorge Isaacs en la historiografía literaria colombiana o de cómo se hace un canon81

81
Esta ponencia es uno de los productos del proyecto Procesos de canonización de la novela colombiana en la
historiografía nacional, el cual está inscrito en la línea de investigación en historiografía literaria del Grupo de
86
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Diana Carolina Toro-Olga Vallejo Murcia

Esta participación se propone plantear una de las discusiones más polémicas que puedan
sugerirse al interior de los estudios literarios: el canon. Éste, aunque ha sido un concepto
privilegiado de la historiografía, es uno de los lugares inevitables de la crítica y la teoría
literarias. Ciertamente, el análisis de los fenómenos literarios implica, en una medida mayor a
la que se pueda imaginar, un contacto con el tema de la canonización de las obras literarias;
de hecho, la sola selección de un autor o de una obra particular de la producción de éstos
habla de una actitud específica hacia el lugar que ellos deben ocupar en la ordenación
imaginaria de ese caos original de la literatura que es el canon. Hoy en día, incluso, el solo
hecho de distinguir entre “autor” – “autora” es una actitud evaluadora del canon.

En este orden de ideas, el planteamiento, o por lo menos la actualización, de la polémica del


canon requiere de tres apoyos fundamentales: la historiografía, la teoría y la crítica literarias.
Pese a que la naturaleza de este problema es literaria, bien sabemos que su resolución debe
trascender en una medida racional los marcos de las disertaciones específicas. En la mayoría
de los casos el estudio de los procesos de canonización exige posturas interdisciplinarias que
permitan llegar al establecimiento de las relaciones sociales que dieron lugar a dichos
procesos.

En consecuencia, y para hacer más articulada esta intervención, la hemos organizado en tres
partes; en la primera presentaremos brevemente el tema del canon desde un punto de vista
teórico; en este espacio, además de detenernos en la conceptualización, queremos compartir
con ustedes un trabajo inédito del profesor Carlos Rincón que en su momento pretendía
establecer el estado del arte de la cuestión del canon. Esta primera parte enlaza con la
segunda en el sentido de que considera el canon como uno de los temas álgidos de la
historiografía literaria; la tercera, que pretende ser crítica, referencia un caso concreto de la
novela colombiana y que hace referencia directa al tema que nos convoca.

Antes de adentrarnos en esta exposición, nos parece importante hablar de las motivaciones
que han dado lugar a esta y otras ponencias.82
El tema del establecimiento del Canon de la Literatura Colombiana ha ocupado un lugar
importante en la investigación del profesor Carlos Rincón y su preocupación por el tema ha
tenido, desde hace ya más de 4 años, una recepción notable por parte de los profesores de la
Maestría en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia83. La considerable acogida
de esta propuesta investigativa tiene que ver con la imperiosa necesidad de llevar a cabo un

Estudio Literarios de la Universidad de Antioquia. La profesora Olga Vallejo Murcia es la coordinadora tanto
del Grupo de investigación como del proyecto; Diana Carolina Toro, del pregrado en Letras: Filología
Hispánica, es una de las estudiantes en formación del grupo.
82
Hago referencia a la presentación de una ponencia presentada en Lima en agosto de 2004 en el marco del
evento de JALLA 2004 y a la extensa bibliografía de los profesores Hubert Pöppel y Augusto Escobar Mesa en
cuanto a temas afines.
83
Varias de las reflexiones que Augusto Escobar Mesa y Hubert Pöppel han realizado en los últimos años se
circunscriben en esta temática. Decimos solo varias por no incurrir en una generalización de sus trabajos que
bien podrían analizarse y validarse como aportes a la construcción de una nueva historia de la literatura
colombiana; no obstante, hacemos referencia a ponencias en eventos dedicados a los problemas historiográficos
de las que no disponemos aún editadas y que serán referencia obligatoria en próximas entregas. Otros textos
pueden verse en varios números de la revista Estudios de Literatura Colombiana publicada por la Universidad
de Antioquia y en los libros autorales.
87
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

estudio detallado de los fenómenos literarios paradigmáticos que han construido el proceso
literario nacional; la ausencia total de este tipo de trabajos no solo en Colombia, sino a nivel
de una buena parte de América Latina 84, como también la trascendencia historiográfica de
que está revestida la propuesta de Rincón, hace que hoy en día, cuando el Sistema de
Información de la Literatura Colombiana –SILC 85- ha alcanzado un nivel notable de
maduración y se ha convertido en una herramienta bibliográfica imprescindible en el campo,
el tema de los procesos de canonización literaria como discusión preliminar para un gran
proyecto historiográfico se vuelva a poner sobre la mesa.

El tema de una nueva historia de la literatura colombiana está protagonizando la actividad


académica en las universidades más importantes del país, muestra de ello son las variadas
publicaciones de la Universidad Nacional86 y de la del Valle, dedicadas al tema; también los
nuevos programas de postgrado diseñados en la línea de historiografía literaria.

No sobra insistir que las razones anteriormente expuestas cobran aún mayor vigencia si se
tiene en cuenta que esta investigación goza de un horizonte más amplio: la elaboración de
una nueva historia de la literatura colombiana de la que tanto adolece nuestro mundo cultural.

La investigación que adelanta la Universidad de Antioquia se basa en el presupuesto de que


las historias literarias en Latinoamérica hacen parte del proyecto de consolidación de la
nación; por lo tanto, surgen como una forma de legitimarla. De este modo, estuvieron
fuertemente influenciadas por la política, incluso se observa dentro del movimiento
historicista la diferencia entre la propuesta liberal y la conservadora; cada cual con
características específicas de acuerdo con la respectiva visión del proceso literario. Las
divergencias entre ambos movimientos políticos se evidencian, esencialmente, con respecto a
la mirada que cada uno tiene del pasado, específicamente del origen del proceso de la
literatura nacional; el modelo conservador, en consonancia con su tendencia hispanófila,
exalta la Colonia porque advierte que es la marca española en América. Por su parte, los
liberales aluden a la independencia política, cultural e ideológica con una perspectiva
antihispanista, reconocen al indígena pero relegan el período colonial. Cada modelo demarcó
un corpus de obras literarias de índole nacional y continental que con el tiempo instauró el
canon literario en cada nación; el resultado denota, así, un surgimiento fundamentalmente
político, establecido por las élites. De ello se deduce que la hegemonía conservadora fue la
que determinó en mayor grado la consideración del canon de la literatura colombiana, debido
a la gran permanencia de este partido en el poder y a su fuerte incidencia en la sociedad.
Asimismo, se advierte que un historiador literario de corte conservador no incluiría en su
texto a un escritor liberal, y viceversa.87 Ésta no fue la única diferencia, ni siquiera la
esencial, porque al interior de cada historia existen características propias que divergen entre

84
La noción de Canon está implícita en la construcción de las historias literarias, por ello, de revisarse, por
ejemplo, la reciente Historia Crítica de la Literatura Argentina podría concluirse acerca de los principios
básicos que configuran su canon; tenemos noticia de un proyecto similar al argentino en el Ecuador pero no
disponemos de un conocimiento directo de esa experiencia.
85
Disponible en el sitio web http:comunicaciones.udea.edu.co/silc
86
Hacemos referencia a las revistas especializadas de Literatura. Teoría, Historia y Crítica, especialmente en el
N’ 5 que fue monográfico y a Poligramas que en sus 20 números ha hecho un énfasis importante en esta
temática.
87
No obstante, no fue siempre así, pues se produjo una conservatización de los liberales y una liberalización de
los conservadores.
88
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

sí, referentes a la visión histórica, el concepto-noción de literatura, la consideración del


proceso y el interés propio del autor.

Cada país escribió sus historias como una manera de afirmarse como nación ante España y
con el fin de buscar el reconocimiento de su autonomía. Sin embargo, los Estados de América
Latina desconocieron la realidad histórica compartida por todas las colonias hispanas y no
evidenciaron que constituyen una totalidad. La crítica de autores como Rafael Gutiérrez
Girardot, Ángel Rama y Beatriz González Stephan se dirige a este punto, debido a que el
surgimiento de estas historias de la literatura nacionales niega la realidad hispanoamericana.

Pese a ello, sólo se puede construir una historia continental de la literatura si en primer lugar
cada Estado-nación registra y ordena su producción puesto que, como lo ha demostrado el
presente proyecto investigativo, la revisión historiográfica en la literatura nacional es una
labor compleja que requiere de un arduo trabajo de búsqueda en bibliotecas, archivos y otros
centros de documentación. Es claro que llevar a cabo un rastreo de este tipo a nivel
continental exigiría un esfuerzo que podría considerarse innecesario, ya que
metodológicamente resulta más práctico llevar a cabo una revisión por país. De otra forma, la
elaboración de una historia como tal es mucho más exigente, aun dentro de la misma nación.

La historiografía literaria y las historias de la literatura


La historiografía es el estudio histórico y crítico de los productos de la historia; es decir, se
encarga de revisar en la sucesión histórica y de analizar críticamente las historias de la
literatura, a diferencia de la historia que tiene por objeto de estudio las obras literarias como
tales. Diverge entonces de la literatura comparada, la cual se ocupa de la forma en que las
obras nacionales se incluyen en la literatura universal, es una discusión acerca del canon y el
corpus a nivel global, donde la producción nacional entra a establecer contacto con la
literatura francesa, rusa, española, inglesa, etc.; y es diferente, obviamente, de la labor
histórica, que ordena los productos literarios de acuerdo con una visión de la historia y del
concepto-noción de literatura que utilice para seleccionar el material. Beatriz González
Stephan expone con claridad lo que suele ser una confusión y dice que: “Historia e
historiografía son términos fácilmente intercambiables; por ello, no está demás subrayar que
ella no opera directamente sobre la producción literaria y su evolución, sino sobre el modo
cómo las historias de la literatura la han organizado históricamente: también la historia de la
literatura tiene su historia” (González Stephan: 1985:214). La Historiografía es la historia de
las historias.

En este sentido, el objetivo de la presente ponencia es presentar una revisión historiográfica


de Jorge Isaacs que dé cuenta de su proceso de canonización. El corpus seleccionado para
este estudio comprende las historias de mayor trascendencia y que representan diferentes
períodos de la historia nacional. Héctor H. Orjuela en la introducción de su libro Historia
crítica de la literatura colombiana presenta las historias estimadas como hitos dentro del
proceso histórico-literario colombiano; para la presente investigación ha sido tenida en cuenta
esta observación y la revisión fue realizada con la mayoría de los productos históricos
apuntados allí. Entre las razones que plantea Orjuela para la selección de material se advierte
que la mayor justificación es que son obras comprehensivas y no estudios monográficos, o
sea que poseen de cierto modo análisis y crítica literaria y no constituyen un recuento de
autores y obras. Además, fomentaron el interés por la literatura nacional y con esto denotaron
89
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

un primer paso en la producción de una historia literaria. El problema principal que destaca el
autor es que se quedan anclados en este nivel, no dan más que ese paso, y ninguno innova
realmente el método de organización de la historia o el canon.

Acorde con lo anterior y a partir de las observaciones de Orjuela, la investigación se realizó


con las historias de: José María Vergara y Vergara 88, Antonio Gómez Restrepo, Juan de Dios
Arias, Roberto Cortázar89, Nicolás Bayona Posada, José A. Nuñez Segura, Javier Arango
Ferrer, Jesús María Ruano, Baldomero Sanín Cano, Carlos A. Caparroso, Gustavo Otero
Muñoz y José J. Ortega Torres; también con el artículo María en dos siglos de Pedro Gómez
Valderrama incluido en el Manual de literatura colombiana editado por Procultura.

La metodología utilizada se enfocó hacia el tipo de énfasis de cada historiador, bien podría
ser biográfico o literario; el punto central fue, justamente, si el análisis expuesto radica en
Jorge Isaacs o en su obra canónica María. Por otra parte, se le otorgó relevancia a aspectos
específicos como el número de páginas dedicadas al autor, la inclusión de fragmentos, fotos o
resúmenes, los elementos literarios y biográficos que predominaban en el estudio, la
ubicación dentro del capítulo de la historia y la ocupación por su obra poética. Después de
rastrear los aspectos anteriores en cada una de las historias, se comenzó el contraste y la
comparación entre ellas, lo que nos permitió llegar a las siguientes conclusiones:

1. No hay una ubicación clara de la obra de Jorge Isaacs en el proceso literario colombiano, o
latinoamericano. Los antecedentes literarios que se reconocen se perciben de acuerdo con la
estructura interna de la obra y por esta razón apuntan a las obras extranjeras. Únicamente en
dos textos se ubica la obra en el inicio de una visión que contempla el proceso de la literatura
colombiana, para Gómez Valderrama es el “hito inicial de la novela americana” (Gómez;
1988: 391), y Juan de Dios Arias la considera “la voz original y maravillosa de un nuevo
mundo” (Arias; 1956: 138). Así pues, se manifiesta la carencia de un orden, de una
metodología para la disposición de las obras.

2. El análisis al que es sometida la novela de Isaacs no se distingue de los modelos para otras
obras. Se reconocen, en general, aspectos similares con relación al tratamiento de las obras
literarias dentro de las historias. En la mayoría de éstas se realiza una reseña biográfica del
autor donde prima la consideración de sus profesiones; sólo Gómez Restrepo amplía esta
información al aludir a la educación del escritor desde la infancia. A su vez, Sanín Cano y
88
José María Vergara y Vergara, el primer historiador literario de la nación, compone en el mismo año de
publicación de María, 1867, su Historia de la literatura en la Nueva Granada. Es lógico que en el periodo que
contempla dicha historia (1560-1810) no entra la obra de Jorge Isaacs, pero es más que conocida la estima del
historiador por el Isaacs poeta y luego escritor de novela. Es tan así que la primera publicación de los poemas de
Isaacs se hace gracias a la ayuda del historiador que lo recibe en Bogotá, como también hizo con la novela
Manuela de Eugenio Díaz. También son conocidas las pláticas de los dos hombres de letras, la amistad que
lograron consolidar como estudiosos de la literatura nacional, pero también, como hombres de ideas políticas
similares.
89
Roberto Cortázar, el primer historiador literario que se especializa en el género novela, apunta en La novela en
Colombia (1908) que la nación colombiana apenas empieza a configurar el espacio necesario para que se den las
glorias literarias del país. Sin embargo, a lo largo de su análisis propone a Jorge Isaacs y su novela María como
paradigma americano de la narrativa. Cortázar le dedica un capítulo entero a la novela, lo que no hace con los
otros escritores: José Manuel Marroquín o Tomás Carrasquilla, por ejemplo. Sin embargo, su análisis no
trasciende algunos comentarios personales y bastante obvios acerca de la obra de Isaacs.

90
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Otero Muñoz declaran la filiación política de Isaacs a los partidos conservador y liberal. A
partir de esta observación cabe la pregunta: ¿A qué se debe la omisión de este aspecto por
parte de las demás historias? ¿Es un hecho gratuito? Es bien sabido el vínculo de la literatura
y la política en nuestro entorno social, por este motivo es un asunto que no se debe pasar por
alto porque los historiadores al hacer parte del proyecto de nación estuvieron vinculados
fuertemente a la política (sea cual fuere su filiación) y el hecho de que se mencionen aspectos
irrelevantes de la vida de Isaacs y no su participación en ambos partidos inquieta e ilustra la
presencia de una marcada subjetividad en la labor histórica.

3. Se reconoce el valor de la producción poética de Isaacs debido a que el autor entra en el


canon por su novela. Sin embargo, diferentes historiadores afirman que más que un novelista,
Isaacs es un poeta, incluso consideran María como una obra de índole lírico. Carlos A.
Caparroso es uno de estos historiadores, en su obra Dos ciclos de lirismo colombiano incluye
María debido a su “fisonomía lírica” y le atribuye un papel preponderante dentro de la
producción poética de Isaacs, de la cual destaca los poemas Saulo y Río moro, este último es
catalogado por los demás historiadores como el más importante de sus poemas.

4. Los elementos literarios de María en los cuales las historias coinciden—las descripciones,
el sentimentalismo y el idilio- son apenas planteados, no hay profundización ni una
argumentación clara desde una postura crítica por parte de ninguno de los historiadores. Por
ejemplo, Juan de Dios Arias arguye que “Por el idealismo y penetrante sentimiento de que
está saturado el sencillo idilio de María, esta obra, aparecida en pleno reinado romántico, se
conquistó muy pronto los corazones…” (Arias; 1956: 137), a su vez Jesús María Ruano
considera que “Hay algo de monotonía en la narración pero va compensada con la luz del
colorido poético y las pinceladas de hondos sentimientos, dulces melancólicos del conjunto”
(Ruano; 1945: 121). Estos historiadores, como los demás, exponen las características pero no
argumentan su razón de ser; el análisis literario se reduce a frases como estas que denotan una
posición subjetiva frente a la obra.

Y así, el rastreo permitió determinar que la alusión a tales elementos literarios no es otra cosa
que una repetición entre historiadores; incluso podría afirmarse que con el estudio de una de
la historias basta para conocer la visión histórico-literaria general. Prueba de ello es el uso de
citas de Antonio Gómez Restrepo por parte de Bayona Posada y Ortega Torres, el primero de
ellos expone: “A esa circunstancia responde muy bien su poesía en la que, como lo apunta
Gómez Restrepo ‘hay un vago perfume oriental, como el que se exhala de un antiguo cofre
familiar; una melancólica nostalgia, como la de los hebreos que colgaban sus arpas en los
sauces a las orillas de los ríos de Babilonia; una delicada fantasía descriptiva que, empleando
unas veces tonos esfumados y tenues y haciendo uso en ocasiones de pinceladas vividas y
luminosas, nos presenta bellos y románticos panoramas’.” (Bayona; 1942: 69). En esta cita
que supone el estudio específicamente literario de la obra, Bayona no interviene para
argumentarla o criticarla, por esta razón en la historia empieza a verse la falta de rigurosidad
y seriedad, aspectos científicos de suma importancia para el desempeño de una disciplina
como la histórica.

A María suelen serle adjudicados calificativos que la postulan como la mejor obra, pareciera
que su canonización es más un asunto de tradición que de argumentos. Resulta paradójico
que, a pesar de la crítica, historiadores como Juan de Dios Arias, Jesús María Ruano, Gustavo
91
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Otero Muñoz y hasta el mismo Gómez Restrepo alaben la calidad literaria de la obra
basándose en criterios poco objetivos y que carecen de justificación. Así, Antonio Gómez
Retrepo expresa: “Como se ve, es cuestión de clasificaciones retóricas; idilio o novela ¿qué
más da?; lo que importa es la calidad superior de la obra, y esta no la desconoce el señor Caro
cuando coloca a María a par de dos obras inmortales de la literatura universal”. (Gómez;
1953: 229). A su vez, Otero Muñoz presenta esta cita:”No le quitemos a María su mérito
clasificándola en categorías a que no pertenece: dejémosla así, aislada si se desea, que ella
será siempre la gloria del poeta y orgullo de la literatura patria”. (Otero; 1937: 183). La
crítica se revela, entonces, como fiel y obediente al canon e igualmente es reiterativa, los
aspectos a los cuales se refiere conciben una carencia de trama, la catalogación de la obra
como idilio y no como novela (juicio introducido a través de la referencia a Miguel Antonio
Caro), y la presencia del elemento poético de la idealización.

5. Debemos aclarar que en el trabajo historiográfico es vital poner en discusión cualquier tipo
de clasificación, ya que como lo ha demostrado la experiencia crítica de los historiadores
literarios a lo largo de los siglos, las obras y los autores mencionados a partir de ciertas
etiquetas o clasificados en determinados periodos, no se circunscriben exactamente a una
esencia ideológica y artística. En el caso de las corrientes y movimientos ni siquiera se
circunscriben a unos lugares y tiempos determinados. Por eso al mismo tiempo que el
clasicismo, el realismo y el romanticismo dan nombre a determinadas etapas de la historia
literaria, aparecen en otras épocas distintas de las designadas. Se debe tener en cuenta que
estas denominaciones cumplen un fin taxonómico que siempre castra la plurisignificación de
la obra. A pesar de ello, algunas historias mencionan que María es una obra romántica,
aunque no se ocupan de establecer su ubicación en un período literario, lo cual es esencial en
la obra del historiador literario. Solamente Pedro Gómez Valderrama va más allá y la
presenta como un producto del movimiento romántico; Arango Ferrer, desde su perspectiva,
la concibe como la “clausura del Romanticismo” (Arango; 1993:101) en América. Se aprecia,
así, la divergencia en las consideraciones; para el primero es uno de los productos, una
respuesta al movimiento, mientras que Arango Ferrer estima que es el cierre del período. De
esta forma, se advierte que la falencia más importante de las historias radica en que su
periodización no fue concebida previamente a partir de la elaboración de un método, por lo
que ignoraron la caracterización de la historia literaria como un proceso y clasificaron a partir
periodos histórico-políticos lo que correspondía a una manifestación literaria, una muestra de
esto es la ausencia de una introducción o preámbulo que exponga estas cuestiones referentes
a la metodología y a su objetivo histórico-literario. Algunos de los capítulos en los que se
ubica a Isaacs se denominan “La literatura en la República” o simplemente “Novelistas” lo
cual ilustra esa desarticulación.

6. El elemento ficcional. Se presenta una confusión respecto al carácter ficcional de la obra.


Arango Ferrer esboza que María es una “ficción novelesca” (Arango; 1993: 102), por el
contrario Bayona Posada asegura que el personaje María fue, en realidad, una hermana de
Isaacs. Esta confusión ha llevado a algunas personas a pensar que El Paraíso fue la casa de
Efraín o a insistir en visitar la tumba de María, lo cual demuestra que el relato narrado en la
novela es verosímil, es, si retomamos a Alfonso Reyes, una “verdad sospechosa” (Reyes:
1989: 71 – 87). Lo realmente importante es reparar el hecho de que un historiador presente
como elemento literario algo que, precisamente, se sale de la obra misma y la juzga a partir
de la comparación con aspectos extraliterarios.
92
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Igualmente, se manifiesta el debate en torno a la consideración de la obra como una imitación


de otras de su tiempo o como una propuesta original, discusión que es, en últimas, la del
origen del proceso literario en América. Si se considera María una imitación, el origen de la
literatura latinoamericana como tal se ubicaría en un momento histórico anterior a ella. En
cambio, reconocerla como creación, la ubica como origen mismo de la literatura de América
Latina.

7. Por otro lado, los historiadores acuden a la recepción de la obra para legitimar su
importancia literaria. Desde este punto de vista, hoy en día María es una obra que no dice
tanto a los lectores ni suscita tantas preguntas como en el momento de su publicación, por
ello la mirada se dirige hacia otras obras literarias nacionales. Para Hans Robert Jauss la
recepción es un criterio apropiado para analizar el proceso histórico-literario. Sin embargo,
las historias analizadas no pasan de presentar el problema de la recepción como un dato de
interés, aspecto que bien podría darles argumentos para discutir el valor literario de María en
un momento histórico determinado.

8. A pesar de que las historias analizadas aparecieron en períodos históricos diferentes,


presentan gran similitud en lo esencial del análisis: tocan los mismos asuntos, exponen
discusiones semejantes. No hay innovación, ni siquiera cuando se critica algo de la obra. Las
historias, por tanto, constituyen una afirmación del canon, no lo refutan ni proponen nuevos
puntos de discusión.

9. Para finalizar, es relevante señalar que el número de páginas que las historias dedican al
autor o la inclusión de fotos, fragmentos y resúmenes de obras no dan cuenta del elemento
puramente literario de María, apenas logran apoyar de forma vaga el análisis y llegan a
convertirse en información anecdótica.

De esta manera, se concluye que la revisión historiográfica permite observar que el proceso
de canonización en la literatura colombiana es un asunto extraliterario puesto que desde los
análisis de las obras no se desprenden argumentos para sostener las obras dentro del canon.
Es así como se revela que éste tiene una fuerte influencia de aquello que no hace referencia
directa a la literatura sino que la estima en razón de la función que presta al medio social; la
propuesta canónica está fundada bajo los mismos presupuestos políticos que enmarcaron las
historias que contribuyeron a la formación de las naciones en Latinoamérica, cuando lo
literario era apreciado más por ser un producto social que por el elemento estético que lo
identifica. Además, se observa que la canonización enfatiza más en los autores que en las
obras, así pues este proceso responde más a conveniencias socio-políticas que a indagaciones
de carácter literario.

Las historias reflejan el temor de romper con la tradición y proponer nuevos autores, este
temor es realmente fruto de la violencia política, puesto que una propuesta para replantear el
canon hubiera sido en el fondo una crítica al sistema que lo había instaurado y hubiera
exigido un aval político. No obstante, esto no pretende justificar la falta de juicio crítico de
que adolecían los historiadores; en cambio, busca suscitar cuestionamientos, ya que el
concepto-noción de literatura en nuestro medio se ha desligado de la política y por ende es

93
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

hora de cuestionar el canon instaurado bajo esa concepción a la luz de la consideración de la


cientificidad de la literatura.

Jorge Isaacs, cartógrafo de lecturas


Raúl Ianes

Me interesa detenerme aquí en un texto como obra literaria y a su vez como un mapa de
itinerarios de lectura. De ahí el título de mi ponencia. Me ocupo de un texto que, amén de sus
características internas---las que también lo aproximan a una especificidad hispanoamericana
de su tiempo en la que prima un afán literario narrador de espacios---, alcanza, en términos de
historia literaria, un valor diacrónico como práctica cultural sobredeterminada de
significaciones e itinerarios lectores de distintas épocas. Desde el presente, tanto una como
otra de esas perspectivas de abordaje reflexivo, es decir, la obra literaria per se y la historia
de su lectura son en este caso dignas de ser (re)consideradas. Y como historia de lectura
quiero dar a entender todas aquellas dimensiones de una tradición cultural que, trascendiendo
hacia adentro del texto y hacia fuera de él, abren, para la novela de Isaacs una pluralidad de
significaciones a lo largo de su itinerario histórico como objeto y práctica de apreciable
significación cultural.

Hablar y reflexionar sobre una novela como Maria con clara objetividad no resulta fácil. Y
ello precisamente por esa última premisa aludida. La novela de Isaacs representa un texto de
sobre extendida lectura e interpretación que recorre el considerable espesor de todos los
cánones heredados. Y en tal sentido resulta por ende un espacio semántico donde el texto, y
la historia sociocultural de su lectura confluyen en la dimensión de un espacio de
significaciones focal y poroso, abierto a una sobre semanticidad que puede, por paradójico

94
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que sea, entorpecer lo que la novela de Isaacs pueda significar como lectura prima. En otras
palabras, leer María implica leer mucho más allá de lo que contienen sus páginas.

Es este último aspecto el que más me interesa señalar aquí con brevedad. El singular lugar
que ocupa María como fenómeno histórico y cultural. Y, fundamentalmente, como hito
textual en lo que sería la historia social de una cultura que, de ahí a poco, ingresará
desparejamente en la nueva etapa económica y cultural de la modernidad. Los textos
hispanoamericanos son en general muy poco entendidos en función de ese punto de mira. Y
es ahí donde creo que la novela de Isaacs constituye, para esa relectura, una lectura
privilegiada.

Maria (1867) es anterior al “impuro amor de las ciudades” de que hablaba Julián del Casal.
Anterior entonces, a la fase renovadora de la sociedad y creadora de la cultura urbana que, en
sus fases fundamentales, marca el paso de Hispanoamérica a la modernidad. Y es siempre
oportuno reconocer, el urbanismo y la laización de la vida social que implica la modernidad,
como destaca ese maestro de la cultura continental y la historia cultural que fue el
colombiano Rafael Gutiérrez Girardot. La obra cumbre de Isaacs queda, por así decirlo, del
otro lado de la línea que, si bien permeable e interrupta que, tanto geográfica como
culturalmente, divide la fracturada e insular modernidad de la no-modernidad para los
latinoamericanos.

Con claridad señalaba también Gutiérrez Girardot90 un tema de su especial interés como era
el del incompleto conocimiento de nuestra historia cultural, el deficiente registro documental
entre nosotros de una historia social de la literatura. Allí se inscribe la necesidad de rever
ignorados campos de lo literario como la amplia y larga serie de textos que documentan, el
difícil, resistente y complicado proceso que jalona la entrada hispanoamericana en la llamada
modernidad. Aún persiste en María el mundo literariamente idealizado de un orden rural, el
feudo patriarcal, el amor “puro” de ese beatus ille primigenio que, como balance ahistórico
de un orbe social conservador ha sido enseñado y leído más que ningún otro texto de la
cultura hispanoamericana. Y sin embargo, es dado observar siempre, el sentido fundacional y
particular de la novela de Isaacs, en lo que le corresponde como codificación de un orden
universal en su espacio geográfico y cultural que es legible de acuerdo a una pluralidad de
discursos e interpretaciones de un período histórico.

Lectura de lecturas, resumen de un orden cultural letrado, la novela de Isaacs proclama


también una estética del espacio natural americano y, no se pierda de vista, la literaturizacón
fundamental de un lexicon referido a la realidad local. María incorpora así, la naturaleza a la
literatura hispanoamericana.

Parte de aquí la reflexión, no nueva, por cierto, de que Isaacs funda, en el XIX
hispanoamericano, la presencia del referente natural en la novela, como mapa visual del
inventario humboldtiano. Y digo funda no porque no existiesen antecedentes por cierto.
Como observaba Antonio Benítez Rojo91, nunca como en la novela del XIX
hispanoamericano se da tanta importancia a lo geográfico pero, innovadoramente, a los
90
Rafael Gutiérrez Girardot, El intelectual y la historia, Fondo Editorial La Nave Va, Caracas, 2001.
91
Antonio Benítez Rojo, “Nacionalismo y nacionalización en la novela hispanoamericana del siglo XIX”, en:
Revista de Crítica Literaria Hispanoamericana, 19, 38, 1993. p 185-93.
95
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

registros de la geografía económica, a la naturaleza en su faz ordenadoramente productiva.


He aquí al Isaacs explorador y cartógrafo, rastreador de las riquezas del subsuelo, explotador
de la riqueza agrícola y minera, con el ojo atento a la descripción documental del recorrido
final de Efraín aguas arriba del Dagua cerrando así la novela y su romántico viaje en carrera
con la muerte. Nótese que el detalle natural no escapa a la observación del amante apresurado
y el lector tal vez con derecho se impacienta porque en ese tramo no pueda compartir de igual
manera el interés del héroe por el paisaje. El lector aquí resulta más romántico que el autor.

Supongo que la mayoría de los lectores de Maria estarán de acuerdo en que en ella prima,
empero, la naturaleza romantizada, es decir, inclinada hacia la falacia patética de la
sentimentalización. Eso es cierto en gran medida. Tradicionalmente María se ha leído
acusando recibo de su invitación a la lacrimosidad. Y es así como ha podido perdurar como
clásico de la educación sentimental del continente. Este es un punto interesante y, a mi
entender, no agotado. El seminal Foundational Fictions de Doris Sommer92 sobre los
romances fundacionales de Hispanoamérica puso sobre el tapete algo que los locales no
habíamos querido leer en nuestra historia literaria: la centralidad política y civil de los textos
que nuestra propia historia cultural había seleccionado como pilares de una educación. Las
novelas que son nacionales no sólo por ser de autores y temática locales, ficciones
metaforizadoras de oportunas selecciones políticas, agendas de programas organizativos
donde se debe leer a la nación en aras del sentimentalismo, sino también, porque ingresan,
por esos motivos al canon programático del estado educador. La oportuna mirada de
Sommer significó en su momento -y obsérvese que a la manera de toma de conciencia
terapéutica interesantemente vino de afuera- la reinserción de las novelas nacionales en el
plano de la discusión por afuera de ese canon educativo nacional. Es decir, la identidad
hispanoamericana que lee a María, Amalia, Tabaré o Cecilia Valdés como materia escolar,
programa donde la familia, nacional y privada se confunden y disuelven en las dicotomías de
la lacrimosidad. En otras palabras, ser colombiano significaría haber leído, llorado y
conocido la flora del Cauca con Maria, el recibirse de argentino implicaría distinguir
sentimentalmente la dicotomía civilización o barbarie, en Amalia. Quizá Sommer pudiera
haber agregado allí otra historia familiar más extendida. La cartografía literaria que hacía que
esas lecturas no se contuviera en las líneas de los confines nacionales. En cuanto a su difusión
y lectura, las llamadas novelas nacionales fueron por la mayor parte también novelas
continentales, dando a conocer, llorar y reconocer, una narrativa donde las geografías, tanto
naturales como sentimentales se (con) fundían y (co)padecían. Ese fenómeno quedaba
marcado en principio, por esa misma empatía esencial de la emotividad romántica y que está
en la base de la subjetividad de la comunidad lectora.

Como recomendaba Gutiérrez Girardot, algún día habrá que hacer la historia de todos esos
puntos de contacto, esos confundimientos que, a distintos niveles y en entrecruzadas esferas,
tipifican a la cultura latinoamericana, y, muy especialmente, a las lecturas
hispanoamericanas. Y esto no caracteriza solamente a las obras literarias. El itinerario recorre
y marca todo un mapa que no condice ni coincide con fronteras geográficas y que,
verticalmente abarca todos los fenómenos sociales del consumo cultural. Esto, entre otros, lo

92
Doris Sommer, Foundational Fictions, Berkeley, University of California Press, 1991.

96
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

recordaban con cierta nostalgia Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa evocando ciertos
clásicos juveniles como educación lectora y sentimental de sus generaciones. La novela de
Isaacs entraría también aquí, dicho en pocas palabras, como uno de esos casos de lecturas
horizontales de los que hablaba Benedict Anderson93 en el comienzo de las nacionalidades
coloniales y postcoloniales, premisa que — novedad novedosa— recordaba a los
hispanoamericanos que por último, y desde un comienzo común, también nos identificamos y
reconocemos mutuamente porque hemos leído, leemos y sentimos a partir de las mismas
cosas.

Por supuesto que la llamada literatura de la tierra de las primeras décadas del siglo XX, y el
boom de los 60 cumplió con similares fenomenologías de lectura. Y no debe pasarse por alto
que el boom como fenómeno literario en muchos casos significó una nueva narrativa en la
que podían volver a encontrarse pautas de lecturas insospechadas. En primera instancia como
fenómeno editorial y de lectura de una narrativa vuelta a la imaginación y al placer de la
trama, al olvidado arte de contar que diagnosticaba en García Márquez don Ricardo Gullón.
Pero también como novelas que en ciertos casos narraban y renarraban, aunque suene
paradójico, una historia de lecturas, apoyándose muchas veces en la oralidad de las narrativas
no escritas pero contadas. El mismo García Márquez recuerda siempre su fascinante deuda
con los cuentos que le contaba su abuela en Aracataca.

Creo que hay unanimidad en reconocer ese aspecto. Las novelas, escritas o no, enseñan
también, a leer las historias de historias de lecturas. Nótese por un instante esto en las últimas
narrativas de García Márquez, donde el maestro colombiano se vuelve en gran medida a
reclamar la nostalgia y el sentimentalismo del lector en consonancia con los catálogos de
nuestras lecturas. Véase si no, la re-aparición del topos de la huérfana colonial en Del amor y
otros demonios. En general, as novelas del romanticismo hispanoamericano menos
afortunadas y merecedoras para la posteridad que la magna de Isaacs abundaron y abusaron
de tétricas tramas coloniales orientadas a conmover sin misericordia el sentimentalismo del
lector y donde la huérfana parisina de Sue o de Hugo cruzaron el Atlántico para enseñarnos a
leer, antes que nada, con el corazón, como predicaba el Cuore de De Amicis, otro pilar de la
educación sentimental de generaciones todavía no tan pasadas. De manera similar, podría
decirse que ninguna novela hispanoamericana contemporánea orientada hacia el pasado
resume la coexistencia de lo tradicional y lo innovador como El amor en los tiempos del
cólera. Ese obstinado aferrarse a lo romántico como seña de vida, y, nótese bien, de
identidad, que mide la distancia entre dos coterráneos, el trasnochado escribiente Florentino y
el doctor Juvenal Urbino. No debe extrañar. A la novela como forma híbrida moderna le
compete siempre narrar en pasado el pasado y narrar, desde que Cervantes lo marcó, las
historia de lecturas. Y dado que se debe narrar en pasado, como señalaba Thomas Mann, ese
pasado debe ser lo más detallado posible, porque, recordaba el maestro alemán, sólo lo
exhaustivo resulta lectura interesante. Es allí recuérdese, donde los marxistas veían y
privilegiaban la novela como forma social del arte. Sólo la novela puede dar a conocer y
aprehender, el detalle de la vida económica y cultural del pasado y su dinámica dialéctica.

Creo que me he acercado algo al registro por el cual quiero dar a entender que puede también
leerse la novela de Isaacs. En gran medida, como señalaba Gutiérrez Girardot, hemos
93
Benedict Anderson, Imagined communities, London, Verso, 1983.

97
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

incurrido en un prolongado desconocimiento de nuestra propia historia cultural y,


fundamentalmente, de los itinerarios que sobre el mapa de esa cultura, relacionan
orgánicamente nuestra literatura y nuestra historia literaria, al conjunto de las manifestaciones
sociales de la cultura hispanoamericana. Y es allí donde la literatura debe ubicarse como
fenómeno fundamental y característicamente urbano. Es indicador, así, de la evolución civil
de la cultura letrada a cuyo estudio hemos sido reacios por largo tiempo y que,
paradójicamente, se distancia del conjunto de la vida política y cultural, con la llegada de la
modernidad y lo que se ha dado en llamar, a falta de mejor término, pero a mi juicio, con no
menor simpleza, el comienzo de la profesionalización del escritor hispanoamericano. Es por
eso que Gutiérrez Girardot alababa una obra, a su juicio excepcional, como Latinoamérica,
las ciudades y las ideas (1977) del argentino José Luis Romero 94, donde el tema literario
como fenómeno de características culturalmente urbanas es incorporado orgánicamente al
conjunto del estudio de las distintas cartografías físicas, humanas y culturales de nuestras
ciudades, siguiendo su evolución desde la Colonia hasta nuestros días.

A primera vista, y volviéndonos al tema de la urbanización modernista parecería que María


poco puede enseñar en ese sentido. No es acaso la novela de Isaacs, una nostálgica recreación
de una vida idealizada por un joven terrateniente en el valle del Cauca? Una novela donde la
naturaleza es una estampa de una edad dorada primigenia? Esto puede ser cierto para Efraín
y, más que nada, en la hacienda paterna. Porque acompañar a Efraín aguas arriba del Dagua
ya es otra cosa. No sólo en términos de la naturaleza feroz sino por el detallado costumbrismo
en el que Efraín se detiene como relevador cultural para trazar un mapa de geografía humana.
Y hasta allí pueden a mi juicio retro-leerse una acumulación de planos paisajísticos que
caracterizarán a la posterior novela de la selva, en aquella serie aparentemente telúrica que
Torres Rioseco consagraría como las novelas de la tierra y que el boom también incluiría en
su parricidio.

Como conclusión, no debe pasarse por alto entonces que, en más de un plano, María funde, y
muy propiamente a la manera de los arquetipos narrativos del XIX hispanoamericano, el
mapa de la nación con el itinerario impreso de las estaciones recomendadas a los que pueden
llorar. Y a los que deben llorar para aprender la paideia de una educación civil y sentimental.
No en balde Efraín es un viajero descriptor y, recuérdese, inventariador de lo que vio en su
viaje por el Dagua. Pero el héroe de Isaacs también es en su ámbito doméstico un lector que
enseña geografía a la par que el catálogo sentimental de la biblioteca de su época.

María es un texto que admite leerse generacionalmente, pero no en el sentido histórico antes
aludido. Es dable leerla como diagnóstico sentimental. Y de allí tal vez su consagración como
lectura de formación al lado de una novelística como la del boom, que claro está, la leyó
antes. O no podrían darse la mano en más de un momento Efraín con Florentino Ariza? Un
Florentino que haría tal vez desesperar por demasiado contemplativo al héroe de Isaacs y que
puede hacer su entrada a la literatura una vez que nos permitimos volver a ser lectores
sentimentales?

Pero admitiendo su idealismo estáticamente conservador, su sentimentalismo correctamente


encausado y nunca precipitado fuera del corazón hacia lo social, Maria se siguió leyendo más
94
José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.

98
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

allá de su aparición generacional. Más allá de pasado de moda su sentimentalismo, sus


costumbres, su discurso, y tal vez su rendimiento como enseñante de sus órdenes sociales.
Más allá y pasado el momento en que se transformaría casi en una lectura arqueológica. Leer
María es también poder leer, desde esa perspectiva intencional, como se leía en el pasado.

En ese sentido parecería contradictorio que se le adjudique el rango de un clásico


hispanoamericano, aunque el adjetivo entre nosotros adquiera otro significado muy diferente
puesto que el término alude en este caso, a un fenómeno de lectura, pero como presencia
canónicamente programada en cuanto a determinadas pautas de política educativa y de
tradición nacional, como fenómeno, en última instancia, de historia e identidad cultural. El
tipo, condiciones y frecuencia de la recepción y la lectura de la novela de Isaacs, incluyendo
su dialéctica con el lector de las distintas épocas y fases sociales de la cultura
hispanoamericana dibujaría de esa manera, una línea ideológica y estética de distancias,
exclusiones e inclusiones, presencias y ausencias que sintomatizan pautas culturales y de la
evolución social de nuestra lectura, la historia de la cual, en gran medida, no perdamos de
vista, aún está por hacerse.

99
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La metáfora orientalista. Efraín y el abismo en el jardín


Carolina Alzate

... hay algo en las soledades argentinas


que trae a la memoria las soledades asiáticas...
Facundo, 1845

Traté de hacer un paraíso de la casa paterna


María, 186795

En la pampa argentina de Domingo Faustino Sarmiento abundan las caravanas de camellos.


Cuando leí por primera vez su Facundo, Civilización y barbarie96, me causó gran curiosidad
el uso de la metáfora orientalista dentro de su propuesta de comprensión de la realidad
argentina. Me asombró la tintura asiática de esas llanuras, la tropa de carretas solitarias del
desierto argentino cual caravana de camellos que se dirige hacia Bagdad o Esmirna, los
caudillos que semejan jefes de caravanas asiáticas97.

Hoy la metáfora orientalista sigue causándome curiosidad pero se me aparece cada vez más
familiar: la encuentro repetidamente en la literatura hispanoamericana de mediados del siglo
XIX, la colombiana incluida. Esta metáfora es de origen literario. Sarmiento no ha estado en
el Oriente (Oriente Medio realmente), pero la descripción de ese Otro abunda en la literatura
europea decimonónica. Veamos un ejemplo, documentado en el mismo texto del argentino:

Muchas veces, al salir la luna tranquila y resplandeciente por entre las hierbas de la
tierra, la he saludado maquinalmente con estas palabras de Volney es su descripción
de las Ruinas: “La plein lune a l’Orient s’elevait bleuâtre aux plaines rives de
l’Euphrate”. Y en efecto, hay algo en las soledades argentinas que trae a la memoria
las soledades asiáticas. (Mi énfasis, pág 63) 98
95
Jorge Isaacs, María, Edición crítica de María Teresa Cristina, Bogotá, Universidad Externado de Colombia y
Universidad del Valle, 2005.
96
Domingo Faustino Sarmiento, Civilización y barbarie. Vida de Facundo Quiroga y aspecto físico,
costumbres y hábitos de la República Argentina, 1845, Madrid, Alianza, 1988.
97
Ibid, pág 62
98
“La luna llena en el Oriente se elevaba azulada sobre las llanuras del Éufrates” (mi traducción). Constantin
Volney (1757-1820), escritor francés, autor de Ruines ou Méditations sur les révolutions des empires.
100
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Aunque con frecuencia la metáfora en Sarmiento tiene mucho de poético, no está ella hecha
para exaltar la pampa bárbara ni al caudillo. Sabemos que Sarmiento cifra la civilización de
la Argentina en la desaparición de este personaje y de “su justicia administrada sin formas ni
debate”(pág 63), en la desaparición del desierto. Como han mostrado Edward Said y Hayden
White, entre otros, la Europa del siglo XIX se define a sí misma a través de su descripción del
Otro oriental.99 Los letrados hispanoamericanos se gestan como escritores en esas lecturas,
inscritos como están en el sistema literario occidental, y cargan a partir de allí con una
ambigüedad: nuestros letrados hacen parte de la cultura letrada europea que define a ese Otro,
pero a través de la metáfora que asumen para su espacio geográfico terminan al parecer auto-
exotizándose, convirtiéndose en el Otro de ese otro europeo que quieren ser. La otredad que
experimentan al relacionarse con la naturaleza no domesticada y con el bárbaro compatriota
la elaboran dentro de un campo semántico imperial europeo que queda así inscrito en los
orígenes de nuestras conciencias nacionales. La descripción de un territorio como desierto y
del Otro como bárbaro hace parte del discurso de legitimación de las campañas
colonizadoras, como señaló Martí ya en 1883100 .

En el relato de Sarmiento, “El mal que aqueja a la República Argentina es su extensión” (pág
56), el desamparo de su desierto. El territorio es desierto en tanto no poblado –por población
civilizada, habría que aclarar-, y en esta forma aparece reiteradamente en la literatura de la
época, europea e hispanoamericana. A nuestro lector contemporáneo no deja de resultarle hoy
extraño ese empleo de la palabra desierto, hoy que nuestra noción está poblada de arena. Tal
vez en el siglo XIX también lo estaba, aunque metafóricamente, como lugar de soledades
inabarcables y resistentes a la civilización elaboradas a partir de la construcción del Oriente.
Por esto hay desiertos extensísimos en las selvas que bordean el Magdalena de Honda hacia
abajo en los relatos de José María Samper101 y los hay no muy lejos de la casa de la sierra en
María de Jorge Isaacs; también los hay en las llanuras de la Luisiana de Chateaubriand 102.
Este orientalismo es responsable de las imposibles metáforas supuestamente indígenas de
cabelleras como ondulantes campos de arroz en la misma novela de este autor francés (pág
17), cuyo carácter romántico aparentemente cerrado en sí mismo no puede ocultar el contexto
imperial en el que emerge y que hace tan compleja su apropiación en nuestros países.

Atala no se lee impunemente. Chateubriand sostiene haber visto las soledades americanas, y
haber escrito su novela en el desierto y bajo las chozas de los salvajes (pág 3). El
“Meschacebé, verdadero nombre del Misisipí” (pág 7) es en su novela otro “Nilo de los
desiertos” que derrama sus desbordadas aguas en derredor de las columnas de los bosques: su
conocimiento de la Luisiana es también literario.

En José María Samper, en su relato de viaje “De Honda a Cartagena”, Honda parece una
ciudad oriental o morisca, “ya por su caprichosa situación y sus edificios de pesada
mampostería, ya por el contraste de los colores, [...] las formas extravagantes y los balcones y
azoteas, ya en fin por los penachos de los altos cocoteros” (pág 383). El fragmento asombra
99
Edward Said, autor de origen palestino, estudió este tema en detalle en su libro Orientalism. En él hace un
seguimiento de la construcción europea de la idea de Oriente. Orientalism, NewYork, Vintage Books, 1979
100
José Martí, Obras completas, Tomo VIII, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963.
101
José María Samper, “De Honda a Cartagena”. 1858, en: Museo de cuadros de costumbres, Bogotá, Banco
Popular, 1973.
102
René de Chateaubriand, Atala. 1801, México, Porrúa, 1987.

101
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

más cuando sabemos que Samper nació en Honda y allí vivó toda su infancia, que allí vivía
su familia. En esta narración de su ciudad para sus compatriotas, por alguna curiosa razón la
familiarización se intenta a través del Oriente. Un grupo de gigantescas guaduas se explica
como bambú, sugiriendo mayor familiaridad de sus lectores con esa forma vegetal oriental, y
traza caprichosos arabescos y mosaicos (pág 385). Samper está recorriendo por primera vez
en su vida el territorio nacional Magdalena abajo y lo hace de la mano de la metáfora oriental.
Encuentra “chozas rústicas de habitación de bogas y pobres agricultores del desierto” (pág
386), desierto despoblado pero sólo de cierto tipo de habitantes y que pide a voces la
civilización:

Hasta un poco más bajo del brazo o canal de Loba la desolación es completa, y su
espectáculo aflige profundamente el corazón del viajero. A juzgar por las relaciones de los
viajeros del Asia, se cree uno transportado al fondo de sus interminables desiertos,
descendiendo el Éufrates y oprimido por la majestad de una soledad asombrosa. (pág 404)

Mi interés en este tipo de elaboraciones de la realidad americana me ha llevado a fijarme con


detenimiento en el devenir de esta metáfora en la novela de Jorge Isaacs. He leído con
cuidado María para rastrear las formas que toma en ella la descripción de la naturaleza, una
de las cuales podríamos llamar orientalista. Las formas de la naturaleza en la novela son
variadas. La novela es recordada principalmente por las descripciones que logran con éxito
alejarse de las metáforas consuetudinarias y artificializantes, entre ellas las de montañas de
terciopelo y nubes como cintas, que aparecen también de cuando en cuando en el texto. La
forma que logra Isaacs y que predomina en la novela es la que se rige por la subjetividad de
Efraín: la naturaleza se hace melancólica, misteriosa, sollozante; el viento gime, las aves se
asustan al tiempo de los protagonistas, el río es iracundo y el paisaje solitario. Una cuarta
forma de esa naturaleza es la que se hace desde la perspectiva civilizadora, la que mira la
mano del hombre domesticándola o la dificultad que supone para la labor civilizadora.

Con frecuencia la naturaleza es femenina, y toma las formas de María: “Aquellas soledades,
sus bosques silenciosos, sus flores, sus aves, sus aguas, ¿por qué me hablaban de María?
¿Qué había allí de María?” (pág 31). Pero hay momentos en los cuales el personaje femenino
de la metáfora es bailarina con turbante, o es odalisca.103 Imagino a Isaacs buscando las
metáforas menos mediadas por la literatura anterior pero dejándose tentar aún por las del
orientalismo. Efraín, al comienzo de la novela, con el corazón rebosante de “amor patrio” y
en el amanecer de la última jornada del regreso a la casa paterna, ve “nubecillas de oro como
las gasas del turbante de una bailarina” (mi énfasis, pág 5); más adelante en la novela ve
nubes de gasa que ondean como “sobre la falda azul de una odalisca” (mi énfasis, pág 203).
Y la metáfora sigue apareciendo. El baño que le prepara María se asemeja a “un baño
oriental” (pág 13). La casa de la pampa de Santa Rita “semeja en las noches de luna la tienda
de un rey oriental colgada de los árboles de un oasis” (pág 46). En el poema de Efraín que
cantan Emma y María aparecen el bambú y “el indo mar” (pág 107), “mar de la India” en
otro fragmento y sustituido en la edición final por “el Pacífico” (ver nota de la edición crítica
de María Teresa Cristina, pág 299). Isaacs es consciente, como lo es sobre cada palabra de su
novela, de la aparición de estos orientalismos. Más fascinante aún es que en un punto de la

103
“Odalisca. (Del turco ódah liq, concubina, a través del fracés) f. Esclava dedicada al servicio del harén del
gran turco” DRAE.

102
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

novela ese orientalismo se hace tema: Efraín se observa a sí mismo mirando a través de la
literatura orientalizante y se ríe de sí mismo. Esto ocurre cuando, en el trayecto de Dagua,
intenta tomar un baño que habría podido ser eco del baño oriental preparado por María y del
baño que a su manera le preparó Salomé en otro río. Ahora Efraín se prepara para un baño
“cuya excelencia dejaban prever las aguas cristalinas”. “Mas no había contado con los
mosquitos”, advierte: “me atormentaron a su sabor, haciéndole perder al baño que tomé, la
mitad de su orientalismo salvaje” (pág 311, mi énfasis).

¿Cómo se llega del baño oriental de María a esta conciencia de orientalismo? Esta palabra,
por cierto, no la he encontrado en otros textos de la época.

La sensibilidad de María es una gran lógica reguladora del mundo de la novela. María planta
y cuida un jardín vallado. La amada hace para Efraín comprensible el mundo de la naturaleza
y de sus “naturales”; los amantes comparten una misma sensibilidad, y en María Efraín la
palpa y la confirma. Pero el trayecto del Dagua parece estar fuera de esa lógica. El jardín
como metáfora reguladora de toda la novela, proyecto riguroso y exitoso de domesticación,
es análogo a la adecuada administración de la hacienda del padre, metáfora a su vez de la
Patria. La relación de Efraín con el paisaje del Dagua y con sus pobladores, en la medida en
que no es propietario, sigue otra lógica que ya no es de apropiación para el cultivo ni de
civilización de gentes, y tal vez ni siquiera de apropiación subjetiva a la manera en que lo es
en la mayor parte de la novela. Si el himno fúnebre que entonan los esclavos a la muerte de
Feliciana tiene la forma y los contenidos de los poemas letrados de la época (pág 234), el
canto de los bogas del Dagua sí, creemos, podríamos escucharlo todavía en labios de sus
descendientes (pág 307)104. Por otra parte, en el Dagua los cantos de los bogas son los que
armonizan con lo lúgubre del paisaje, ya no los sentimientos de Efraín: “- No más bunde, dije
a los negros” (pág 307). En la selva no importa si la pareja de pobladores va a casarse o no, o
si está bautizada. El baño, entonces, perfectamente descrito antes con el adjetivo oriental, se
revela ahora como construcción conceptual a la cual la realidad parece resistirse. No es
oriental el baño, es orientalista la mirada.

A Efraín se le van disolviendo en ese trayecto del Dagua las coordenadas a través de las
cuales comprende, describe, interpreta la realidad que lo circunda. Al regresar a la casa de la
sierra para recoger las trenzas y el delantal de María, la hermosa tarde es ahora indiferente a
su dolor (pág 338): su subjetividad y la naturaleza ya no hablan el mismo lenguaje. La
naturaleza que hablaba con el poeta a través de María, el Dios que no había aparecido en el
lenguaje de Efraín pero que estaba en él a través de María, ese Dios que todo lo dota de
sentido, se convierte en silencio sordo, en eternidad muda (pág 339): el desierto en sus ecos
sólo le devuelve su nombre (pág 340), la subjetividad se repite a sí misma su sinsentido. Es
entonces cuando, en la completud del jardín de María, aparece el abismo: los rosales sólo
cubrían “un fondo informe y oscuro” (pág 340). Lo que aquí encontramos es la ironía
romántica, en contraste radical con la analogía que tiene su imperio en la mayor parte de la
104
Transcribo aquí el poema y el canto para el lector. El poema: “En oscuro calabozo / Cuya reja al sol ocultan /
Negros y altos murallones / Que las prisiones circundan; / En que sólo las cadenas / Que arrastro, el silencio
turban / De esta soledad eterna / Donde ni el viento se escucha... / Muero sin ver tus montañas / ¡Oh patria!,
donde mi cuna / Se meció bajo los bosques / que no cubrirán mi tumba” (234). El canto: “Se no junde ya la luna;
/ Remá, remá. / ¿Qué hará mi negra tan sola? / Llorá, llorá. / Me coge tu noche escura, / San Juan, San Juan. /
Escura como mi negra, / Ni má, ni má. / La lú de su s’ojo mío / Der má, der má. / Lo relámpago parecen, / Bogá,
bogá” (307).
103
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

novela, la ruptura entre el yo y el mundo. La ironía es conciencia de la contingencia del


lenguaje, de la muerte de Dios, ahora sólo “silencio sordo”, “eternidad muda”, a la manera
del romanticismo que su contemporáneo Alberdi calificó de perjudicial por misántropo y
excéntrico. Aunque Efraín se sobrepone temporalmente a la idea del suicidio, galopa pronto
hacia un abismo tan informe y oscuro como ése que se ha abierto en el jardín. El ave negra
sería otra expresión -adicional a las mencionadas arriba- de la naturaleza en la novela, la cual
asumiría ahora la “forma” –amorfa o de forma desconocida- de lo incognoscible, de esa
naturaleza que nada tiene que ver con lo humano, representada en la tal vez única ave sin
nombre en la novela y que encarnaría el sinsentido y la contingencia.105

Pero este abismo no se queda en el final: se proyecta desde allí sobre todo el cuerpo de la
novela, se inserta, sin remedio, en el corazón de ese jardín que es la novela misma,
extendiendo sobre ella una sombra como la del ave que de cuando en cuando irrumpe en el
jardín. La narración que ha confundido sus letras con el paisaje colombiano y con la nación,
se devela contingente y plena de literatura, propuesta interpretativa que contamina de
irrealidad ese “cuadro fidedigno” que alababan sus contemporáneos.

Curiosamente la palabra paraíso es de origen árabe, y significa lugar cercado, cercado como
el jardín de María. La misma María podría ser otra forma de la metáfora oriental; la exótica
María, judía jamaiquina que nunca acaba de pertenecer, la melancólica y enferma: “Las hijas
núbiles de los patriarcas nunca fueron más hermosas” (pág 12). De ser así, la lógica
totalizadora de la novela contendría entonces el germen de irrealidad dentro de sí.

El vallado del jardín que Efraín salta cada vez que regresa de sus paseos es un cercado
protector, defensa ante un desierto amenazante que en Sarmiento es la amenaza de barbarie y
en Isaacs tal vez sólo la de lo informe y desconocido. Con todo, Efraín parte “a galope en
medio de la pampa solitaria” (pág 345), pampa que no deja de hacer eco a la de Sarmiento y
que éste domesticaría finalmente cercándola y exterminando a los salvajes.

Nuestra literatura del siglo XIX quiso fundar la nación y constatar su existencia más allá de la
palabra106. Pero su palabra hecha de huellas, como todas, toma tintes de relato de viajero
extranjero. Sarmiento no sabe bien si lo que mira es la pampa argentina o el valle del
Éufrates. Efraín encuentra que el comedor de la casa paterna está pintorescamente situado, y
se le recibe como a huésped amigo comenzando la novela (págs. 8-9). Algo hay del
distanciamiento del viajero en nuestros relatos del siglo XIX. Algo de eso en la mirada
consciente que busca apropiarse algo para sí y para los lectores que en principio es
desconocido y ajeno, y que por tanto produce ansiedad. En Sarmiento la descripción del
viajero legitima una colonización de despojo. En la novela de Isaacs, rica en matices y
compleja como es, el viajero cabalga hacia el abismo. Si seguimos la lectura de Oscar
Almario,107 el temor a lo informe y desconocido que hemos señalado en Efraín se traduce en
un paisaje oculto y temido, y por ello innombrado: otra vez el del Dagua, las selvas del
Pacífico colombiano con sus afrodescendientes libres desde décadas atrás, conocidas por
105
Debo las observaciones sobre el ave negra a mis alumnos del curso de literatura del siglo XIX de la
Universidad de los Andes de Bogotá, en especial a Gabriel Rojas y a Pedro Saboulard.
106
Pedro Barreda y Eduardo Béjar, Poética de la nación. Poesía romántica en Hispanoamérica. (Crítica y
antología), Boulder, CO, Society of Spanish and Spanish American Studies, 1998.
107
Ver texto de su ponencia presentada en este mismo simposio y titulada “Los paisajes ocultos y la
invisibilidad de los ‘otros’ en Jorge Isaacs”.
104
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Isaacs e imposibles en el jardín de la novela: comunidades conformadas a través de lógicas


independientes de las letradas de la época y ajenas al discurso de Efraín. El jardín se deshace
en el Dagua, y esa disolución tal vez apunta al carácter contingente, y siempre negado, de los
proyectos letrados.

La opacidad del lenguaje sería responsable del abismo. Desde ella harán sus propuestas
literarias Soledad Acosta de Samper108 y Eugenio Díaz109, acosados no por angustias
metafísicas sino por una cotidianidad que, desde los márgenes que estos autores habitan, les
revela el artificio de la construcción letrada.

María y la cultura escrita. Reflexiones entorno a las prácticas de lo escrito en la novela


de Jorge Isaacs110
Omar Díaz Saldaña

El maestro Luis Alberto Acuña con su magistral sentido artístico, el profundo compromiso de
su tierra, con sus hombres y sus sentimientos, nos legó una de las obras más significativas de
nuestra historia artística. Se trata de un mural que se encuentra en la Academia Colombiana
108
Soledad Acosta de Samper, Novelas y cuadros de la vida suramericana. 1869, Edición y notas de Montserrat
Ordóñez, Bogotá, Ediciones UniAndes y Editorial Javeriana, 2004.
109
Eugenio Díaz, Manuela. 1866. Bogotá, Círculo de Lectores, 1985.

110
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.Una versión preliminar de este ensayo fue publicada
en la revista Metáfora, edición especial Nos 6 y 7, 1995, con el título La cultura de lo escrito y la modernidad
en María
105
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de la Lengua, en la ciudad de Bogotá, en el que aparece un detalle lleno de hondo simbolismo


y que sintetiza una de las características, poco o nada estudiadas respecto al universo
construido por Isaacs y expresado en María. En el detalle referido se encuentran sentados
Efraín y María, vestidos a la época, con el pudor amoroso que los caracterizó; en el fondo el
paisaje vernáculo, exótico, que baña de sentimentalismo la escena. El mira con una ternura
infinita el rostro tenso y angustiado de María. El camafeo que cuelga del pecho de María es
símbolo de amor; el otro, lo sostienen en las manos los enamorados; se trata de un libro,
instrumento de la intimidad, del amor mutuo, del idilio, del trágico desenlace. Para ellos, sus
vidas no pueden concebirse por fuera de lo que leyeron, solos o en voz alta, de lo que
escribieron, de la comunicación escrita nacida del sentimiento de soledad, de los lugares en
donde leían las famosas novelas del Romanticismo Europeo. La historia de Efraín y María, la
novela misma de Isaacs, su desarrollo, no podría concebirse sin la dimensión del rol de la
cultura de lo escrito en lo narrado. En este ensayo queremos llamar la atención sobre cómo la
cultura de lo escrito está presente en María, siendo pieza fundamental en la estructura de la
novela, no sólo desde el punto de vista de su significado sino también desde una perspectiva
histórica pues la novela refleja el mundo cultural de la época.

En esa perspectiva es significativo señalar que uno de los acontecimientos específicos de la


Edad Moderna es la evolución y desarrollo de la cultura de lo escrito. La presencia de la
lectura y la escritura en la sociedades, las prácticas cotidianas del individuo tanto en relación
con la escritura como con la lectura determinan cada vez más la interrelación entre los
individuos, tejiendo una red mediata de significados. Se llama la atención sobre el hecho que
la lectura y la escritura son siempre prácticas que están ligadas o encarnadas en gestos,
espacios, hábitos. Se trata de una concepción que rompe con la definición puramente
semántica del texto111 y, considera que la producción del sentido está ligada a la materialidad
de las prácticas de la lectura y la escritura, toda vez que el texto, estable en su letra está
investido de una diversidad de significados en tanto cambian los dispositivos que lo proponen
a la interpretación. Asimismo se precisa que la lectura no es sólo una operación abstracta e
intelectual, sino que se configura en una “puesta en juego del cuerpo, inscripción en un
espacio, relación consigo mismo y con los otros”112. Esta concepción investigativa sobre la
cultura de lo escrito supera las viejas preguntas de los cuantitativistas del libro que se
preocupaban, en el examen de las prácticas de la lectura y la escritura, del número de
participantes en una u otra modalidad en esas actividades sociales. Ahora, en el afán de dar
un paso más en la investigación sobre el libro se construyen preguntas como: ¿cómo se lee?
Se indaga el sentido de la misma, se reformula y se le trata de dar una respuesta; respuesta
que está ligada a los contextos particulares de dichas prácticas. La lectura se concibe
ciertamente no solo como un acto puro del entendimiento. Se produce en una trama de
diversos momentos. Espacio, tiempo, sensaciones, emociones, ideas, recuerdos, gestos,
voluntades convergen en el acto propio de la lectura y la escritura.

111
“Reconstruir en sus dimensiones históricas este proceso de “actualización” de los textos exige, ante todo,
considerar que sus significaciones dependen de las formas a través de las cuales son recIbíd., os y apropiados
por sus lectores (o sus oyentes). Estos últimos, efectivamente jamás enfrentan contextos abstractos, ideales,
desprendidos de toda materialidad: manejan o perciben objetos y formas cuyas estructuras y modalidades
gobiernan la lectura (o la escucha) y en consecuencia la posible comprensión del texto leído (o escuchado)”.
Roger Chartier, El orden de los libros, Barcelona, Editorial Gedisa, 1994. p 25-24
112
Ibíd., p.29
106
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

¿Cómo está representada la cultura de lo escrito en María? ¿Qué papel cumple lo escrito en el
desarrollo de la obra? ¿Qué tipos de prácticas de la escritura y la lectura están presentes en
María? ¿Cómo se plantea la atención entre la cultura escrita y la cultura oral? ¿Cuál es la
dialéctica entre la lectura en silencia y la lectura en voz alta? ¿A qué sectores sociales se ligan
las prácticas de la lectura en María? ¿Qué espacios habita la cultura de lo escrito? ¿qué
personajes se configuran en y a través de la cultura de lo escrito? ¿Qué papel cumple el
género epistolar en el marco general de la cultura de lo escrito en María? ¿Cómo leían Efraín
y María? ¿Dónde leían Efraín y María? ¿Qué lugar ocupa la cultura de lo escrito en la
construcción del amor fallido entre Efraín y María? ¿Cómo se refleja el contexto de la cultura
de lo escrito en la obra de Isaac? ¿Qué obras leían Efraín, Emma y María? ¿Qué relación es
plausible construir entre la tradición literaria romántica francesa y las prácticas de la cultura
de lo escrito en María?

He traído a colación esta serie de preguntas en el propósito de señalar la diversidad de


aspectos y cuestiones que es posible abordar en relación con la cultura de lo escrito en la obra
de Jorge Isaacs. Estas reflexiones, más que agotar esas preguntas o encontrar respuesta a cada
una, pretenden mostrar lo que podrían aportar en la comprensión y exploración de la
literatura113, al examen de la representación de la cultura de lo escrito en las obras literarias y
de manera particular en la novela de Jorge Isaacs. El estudio comparativo de la diversidad de
representaciones de la cultura de lo escrito en las obras literarias 114 se enmarca en una
orientación metodológica e histórica que se ancla en los objetos culturales (en este caso el
libro) e investiga su uso en las prácticas cotidianas de lo social 115. Esta orientación desplaza el
centro de atención y, más que insistir en los grupos y clases sociales como componentes de la
población en general y portadores de determinadas formas de comportarse y de “imaginarse”
el mundo y la sociedad, este enfoque tiene en cuenta otros principios que podrían dar cuenta
de la convergencia y diferenciación de lo social en el proceso de asimilación de los objetos
culturales. En este sentido es posible pensar una apropiación diversificada de María,
resaltando las variaciones en la disposición de la aprehensión de la novela. Pues “lo esencial
113
Creo que el hermoso texto La literatura como exploración de Louise M. Rosenblatt se articula con la
orientación metodológica que venimos utilizando y ejemplificando. Ese libro, publicado originalmente en inglés
en 1938, señala que: “Para muchos, entender esto requiere un cambio del pensamiento dualista tradicional, dejar
de pensar en el lector y el texto como reparados y distintos. Decimos: “El lector interpreta el texto” (El lector
actúa sobre el texto) o bien: “El lector responde al texto” (El texto actúa sobre el lector”). En vez de ello
deberíamos darnos cuenta que la acción es recíproca en un sentido y en otro”. Más adelante, precisa la autora:
“Una vez más, es necesario deshacernos de las formas dualistas del pensar. Lo “no literario” y lo “literario”
representan dos formas de lectura. Dado que ambos aspectos, el referencia y el afectivo, siempre estarán
presentes en corta medida durante la transacción, estas formas de lectura son diferentes pero no contradictorias”.
Louise M. Rosenblatt, La literatura como exploración, México, Fondo de Cultura Económica, 2002. p. 14-15.
114
En este sentido he venido examinando en un ensayo intitulado Melquíades, descifrador de pergaminos, el
papel de la escritura y lectura en Cien años de soledad, de García Márquez. Se compara la representación de la
cultura de lo escrito tanto en Maria como en Cien años de soledad, señalando su papel en la estructura y
desarrollo de ambas novelas, en la configuración de los personajes y situaciones. Ya desde el inicio de las dos
obras encontramos una diferencia bien significativa entre María y Cien años de soledad pero ambas terminan
haciendo alusión al papel de lo escrito en la ficción.
115
Roger Chartier en El orden de los libros nos dice: “Se debe invertir la perspectiva y delinear primeramente
las áreas sociales donde circula cada corpus de textos y cada género de impresos. Partir así de los objetos, y no
de las clases o de los grupos, conduce a considerar que la historia sociocultural a la francaise ha vivido durante
mucho tiempo de acuerdo con una concepción mutilada de lo social. Al privilegiar únicamente la clasificación
socio profesional, ha abordado que otros principios de diferenciación, también plenamente sociales, podían dar
cuenta, con más exactitud, de las distancias culturales”. Sólo quisiera acotar que la historiografía centrada en el
estudio de las clases y grupos sociales, es complementaria con la visión que plantea Chartier.
107
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

es, en consecuencia, comprender cómo los mismos textos pueden ser diversamente
aprehendidos, manejados y comprendidos”116. Se avanza entonces en la comprensión de la
lectura y escritura como actividades sociales realizadas en un contexto y representadas en la
obra literaria. No nos preguntamos solamente por el sujeto que lee María visto por “un
observador que desde afuera de la novela percibe el proceso de decodificación e
interpretación del texto”. Nos afirmamos también en el trabajo de “entrar” a la novela y
examinar las prácticas sociales y culturas, subordinados o débilmente ligadas a lo escrito que,
de una u otra manera contribuyen a la determinación de la ficción, o, de la “verdad de las
mentiras”.

En María la lectura y la escritura se configuran como prácticas cotidianas, elementos que


atraviesan desde el inicio hasta el final el argumento, reforzando particularmente la tensión y
descubriéndonos los sentimientos, deseos y angustias de los personajes. En el primer párrafo
de la novela el narrador–personaje cuenta que cuando niño lo alejaron de su casa para que
fuera a estudiar, a enfrentarse al mundo cultural simbólico. “Era yo un niño aún cuando me
alejaron de la casa paterna para que diera principio a mis estudios en el colegio del doctor
Lorenzo María Lleras, establecido en Bogotá hacia pocos años, y famoso en toda la república
por aquel tiempo”117. Este aspecto parece determinar a Efraín y por lo tanto la historia que él
narra y protagoniza, pues los acontecimientos son narrados desde su propia subjetividad con
toda la carga simbólica acumulada en su desarrollo individual–histórico. Desde el primer
capítulo Isaacs nos introduce en un mundo de significados en donde la cultura de lo escrito es
determinante, condicionando a los personajes, específicamente a Efraín y María. El comienzo
de la novela se conjuga sistemáticamente con el final en el sentido de la valoración y
significado de lo escrito. “Ante la mesa abrí el paquete de las cartas que me había devuelto al
morir, aquellas líneas borradas por mis lágrimas y trazadas cuando tan lejos estaba de creer
que serían mis últimas palabras dirigidas a ella; aquellos pliegos ajados en su seno, fueron
desplegados y leídos uno a uno; buscando entre los cartas de María la contestación a cada una
de las que yo le había escrito, compaginé ese diálogo de inmortal amor dictado por la
esperanza e interrumpido por la muerte”118. Más aún, la última tarde que Efraín pasó en el
hogar, donde habían transcurrido los años de su niñez y de juventud, y antes de emprender el
viaje a la ciudad, decide pasar por el cementerio y en medio de los zarzales y el follaje de los
árboles que sombreaban las tumbas se acercó a aquella donde reposaba María. “En una
plancha negra que las adormideras medio ocultaban ya, empecé a leer: “María” 119. Termina la
obra y en consecuencia también la relación con lo escrito, motivando “aquel monólogo
terrible del alma ante la muerte, del alma que la interroga, que la maldice… que le que le
ruega que la llama… demasiado elocuente respuesta dio esa tumba fría y sorda, que mis
brazos oprimían y mis lágrimas bañaban”120.

En la novela es plausible afirmar en la existencia de un isomorfismo entre el comienzo y el


final, expresado a través de la presencia de la cultura escrita en ambos momentos de lo
narrado. La utilización del mismo recurso formal ligado a lo escrito precisa una estructura

116
Ibíd, p. 28.
117
Jorge Isaacs, María. Edición crítica de María Teresa Cristina, Bogotá, Universidad Externado de Colombia,
Universidad del Valle, 2005. p.3.
118
Ibíd., p. 341.
119
Ibíd., p. 344.
120
Ibíd., p. 344.
108
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

narrativa cerrada121 que se complementa con aquella ligada al punto de vista del tiempo
narrado, toda vez que cuando Efraín era niño lo alejaron de su casa paterna para que viajara a
la capital e iniciara sus estudios, y, ya en su juventud, desesperado por su destino siniestro se
despide también de su entrañable hogar: “Estremecido, partí galope por medio de la pampa
solitaria, cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche.”122 La relación entre “el punto de vista del
tiempo narrado” y la cultura de lo escrito en la novela, en el marco de su estructura cerrada,
nos permite avanzar en la hipótesis del peso o sobre–determinación de lo escrito en la
estructura narrativa de María123. El espacio y el tiempo construidos en la narración están en
buena parte en función de los acontecimientos propios de las prácticas de la lectura y la
escritura. “Quiso mi padre que en aquella noche le leyese de sobremesa algo del último
número de El Día, terminada la lectura, se retiró el, y pasé yo a la sala” 124. Se integra la
lectura a la cotidianidad de la vida hogareña definiendo cierto tipo de relaciones entre los
personajes. La funcionalidad o dependencia de lo que sucede en la novela respecto a las
prácticas de lo escrito adquiere mayor relevancia al observar e investigar los personajes
protagónicos de la novela.

La lectura en María es un instrumento para el amor. Después de haberle confesado su amor,


Efraín considerando que “las almas como la de María ignoran el lenguaje mundano del amor;
pero se doblegan estremeciéndose a la primera caricia de aquel a quien aman, como la
adormidera de los bosques bajo el ala de los vientos” 125, se propone tenerla constantemente a
su lado y “no perder un solo instante de su existencia” 126, decide entonces aprovechando el
recurso de la tradición cultural escrita “hacer un paraíso de la casa paterna”. 127 El paraíso
imaginado por Efraín se funda, o mejor, se cimenta en la potencialidad de lo escrito. “Hablé a
María y a mi hermana del deseo que habían manifestado de hacer algunos estudios
elementales bajo mi dirección: ellas volvieron a entusiasmarse con el proyecto, y se decidió
que desde ese mismo día se daría principio” 128. Aquel encuentro les permitiría a los
enamorados valorar los sentimientos y, no sólo los sentimientos sino también la inteligencia y
particularmente la capacidad comprensiva, pues ellos entendían el amor también como el acto
de darse el uno al otro, en el diálogo de lo que sentían y vivían a través de la lectura. Quizás
la lectura fuese el pretexto (antes del texto) para el encuentro. “Nos reuníamos todos los días
dos horas, durante las cuales les explicaba yo algún capítulo de geografía, leíamos algo de
historia universal, y las más de las veces muchas páginas del Genio del Cristianismo”129. Pero
la lectura no sólo posibilita el encuentro sino que es un instrumento constructor de
complicidad, pues en los permanentes encuentros que realizaban, “Emma había sorprendido
el secreto y se complacía en nuestra inocente felicidad. ¿Cómo ocultarle yo en aquellas
frecuentes conferencias lo que en mi corazón pasaba? Ella debió observar mi mirada inmóvil
121
“La novela, desde el punto de vista del tiempo narrado, tiene una estructura cerrada puesto que comienza y
termina con el alejamiento de la casa paterna”. Ibíd., nota ant., p.345.
122
Ibíd., p.345.
123
En el desarrollo de este ensayo sobre la cultura escrita en María, se ha llamado la atención sobre la necesidad
de investigaciones orientadas en ese sentido, sin embargo, no sobra insistir en que la hipótesis a que hacemos
alusión requiere un estudio detallado de la novela en toda la complejidad que conlleva a la construcción de la
relación conceptual de los diferentes elementos que la definen y diferencian.
124
Jorge Isaacs, María, op. cit, p.151
125
Ibíd., p.35
126
Ibíd., p.37
127
Ibíd., p.37
128
Ibíd., p.37
129
Ibíd., p.37
109
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

sobre el rostro hechicero de su compañera mientras daba una explicación perdida. Había visto
ella temblarle la mano a María si yo la colocaba sobre algún punto buscado inútilmente en el
mapa”130. Esos encuentros de lectura diarios fueron ayudando a tejer los sentimientos y la
sensualidad pudorosa de los cuerpos entre Efraín y María, pues “y siempre que sentado cerca
de la mesa, ellos en pie a uno y otro lado de mi asiento se inclinaba María para ver mejor algo
que estaba en mi libro o en las cartas, su aliento, rozando mis cabellos, sus trenzas, al rodar
de sus hombros, turbaron mis explicaciones”131.

En María hay distintos tipos de lectura, pero aquella que más contribuye en la definición de
su contenido narrativo es la que está directamente ligada a los sentimientos de María, pues va
llenando y modelando la imaginación de ella, su mundo simbólico132, transformándolo y
configurando su visión del mundo. Si bien, en la novela encontramos referencias permanentes
a las prácticas de la cultura escrita, es la alusión a los textos literarios que leían Efraín, María
y Emma que, ejemplifica en mayor medida el peso del mundo simbólico en la vida de los
personajes. “Las páginas de Chateaubriand iban lentamente dando tintas a la imaginación de
María”.133 La literatura dentro de María señala significativamente “la base humana de la
sensibilidad literaria”.134 María va descubriendo lo complejo y oculto de sus emociones a
través de la lectura, de vivir intensamente la vida de los personajes que habitan en las novelas
que leían. La personalidad de adolescente va modelándose en la comunicación con el texto,
pues en el acto de leer ella se sentía en un juego de inquietudes respecto a su relación con
Efraín que, intenta comprender y explicar. El impacto de lo que leía María en la formación de
su personalidad y por lo tanto en la espontaneidad de su conducta es determinante en la
novela. “Una tarde, tarde como las de mi país, engalanada con nubes de color violeta y
lampos de oro pálido, bella como María, bella y transitoria como fue ésta para mí, ella, mi
hermana y yo, sentados sobre la ancha piedra de la pendiente, desde donde veíamos a la
derecha la honda vega rodar las corrientes bulliciosas del río, y teniendo a nuestros pies el
valle majestuoso y callado, leía yo el episodio de Atala, y los dos, admirables en su
inmovilidad y abandono, oían brotar de mis labios toda aquella melancolía aglomerada por el
poeta para hacer llorar al mundo”.135 Como se ha señalado “abundan las relaciones
intertextuales entre las dos novelas.136 Sin embargo, se quiere insistir en esta ocasión en la
definición de la personalidad de María —de manera específica— a partir del encuentro con la
tradición escrita del romanticismo francés. Hay cierta condicionalidad entre los sucesos
narrados en la novela francesa y la actuación de los personajes en María, pues el mundo
simbólico que la lectura ha ayudado a construir, contribuye a definir ciertas estructuras
mentales en los personajes que delimitan sus acciones de manera intencional.

130
Ibíd., p.37
131
Ibíd., p.38
132
Sobre el papel de las formas simbólicas en la cultura, Ernst Cassirer profundizando su tesis de que el hombre
no es solamente un animal racional sino también un animal simbólico, articuló su investigación sobre la
Filosofía de las formas simbólicas que, de manera general nos ha permitido fundamentar estas reflexiones sobre
la cultura de lo escrito en la novela de Jorge Isaacs. Véase Filosofía de las formas simbólicas, Ernst Cassirer,
Fondo de Cultura Económica. 2003
133
Ibíd., p.39
134
Véase al respecto Luis M. Rosenblatt, La literatura como exploración, especialmente la segunda parte
titulada “la base humana de la sensibilidad literaria”, México, Fondo de Cultura Económica, 2002. pp.83-147.
135
Jorge Isaacs, Obras Completas, Vol. I, María, op.cit., p.39
136
Ibíd., véase nota b, p.39
110
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La experiencia literaria de María es bien importante pues le brinda la posibilidad de una


identificación emocional con el texto y con los personajes; a su edad y con el amor que
afloraba, aquellas lecturas le ayudaron a formar su identidad personal. En este sentido
podemos preguntarnos ¿Porqué leían Efraín, María y Emma aquellos textos? ¿Qué
importancia tiene la lectura de Atala en la definición de los personajes en María? En este
apartado se ha tratado de llamar la atención sobre la cultura de los escrito ligada a la
formación de los personajes y de manera general resaltar cómo la sensibilidad literaria de los
lectores —en este caso María— depende del drama humano que viven los personajes en
aquellos textos que leían. En Atala casi al final leemos: “Mis noches eran áridas y me traían
mil fantasmas. Mis días se llenaban de desolación; el rocío del atardecer se evaporaba al tocar
mi piel enfebrecida; entreabría mis labios a la brisa, y la brisa, lejos de aliviarme con su
frescor, me abrazaba en el ardor de mi aliento. ¡Qué tormento tenerte constantemente junto a
mi, alejados de todos los hombres, en la más profunda soledad, y sentir entre tu y yo una
invencible barrera! Habría pasado mi vida a tus pies, sirviéndote como una esclava,
preparándote la comida y el lecho en algún ignorado rincón del universo, tal habría sido para
mí la felicidad suprema; felicidad que he rozado apenas sin poder disfrutarla. ¡Cuántos
proyectos imaginé! ¡Cuántas ilusiones brotaron de este triste corazón!”137 La trágica
desventura que se vive en Atala, la irrealización amorosa, el amor imposible y el desenlace de
la muerte de la amada y la “desgarradora despedida de Chactas sobre el sepulcro de su
amada”, se convierten en acontecimientos que transforman la personalidad de María.
Después de haber estado durante varias horas, desde la tarde hasta que el sol se había
ocultado, leyendo el final de la novela, identificándose con el sufrimiento, el dolor y los
obstáculos que el relato iba interponiendo como condiciones que hacían imposible la relación
de la “pulsión amorosa”, María ya no sería la misma; haría de la muerte de Atala el espejo de
su propia renuncia; renuncia definitiva a la realización física de su amor y, tal vez el
desplazamiento hacia una dimensión espiritual y trascendente. “La voz de Atala se extinguió
de pronto; las sombras de la muerte se cernieron en torno a sus ojos y su boca; y mientras sus
dedos errantes buscaban algo parecía conversar en voz baja con invisibles espíritus. De
pronto haciendo un esfuerzo intentó desprenderse del cuello un pequeño crucifijo;…”138 Esta
imagen vivirá en la imaginación de María, se cernirá como un fantasma y habitará en su
mente. Más aún, después de terminada la lectura, Efraín, María y Emma se dirigen “en
silencio y lentamente hacia la casa. ¡Ay!, mi alma y la de María no solo estaban conmovidas
por aquella lectura, estaban abrumadas por el presentimiento”.139 La lectura anticipa,
premonitoriamente, la muerte de María. Aquel “presentimiento” se convierte en realidad pues
“en la estructura de la novela, la enfermedad de María presenta sus primeros síntomas fatales
inmediatamente después de la lectura de Atala”.140 EL narrador—personaje cuenta que
“pasados tres días, al bajar una tarde de la montaña, me pareció notar algún sobresalto en los
semblantes de los criados con quines tropecé en los corredores interiores. Mi hermana me
refirió que María había sufrido un ataque nervioso; y al agregar que estaba aún sin sentido,
procuró calmar cuanto le fue posible mi dolorosa ansiedad”141. Continuando con el
significado del presentimiento, articulado y producido por la ficción y que posteriormente se
convierte en una premonición y pesadilla, encontramos un símbolo que refuerza el papel de la
137
René de Chateaubriand, Atala, Edición de Patricia Martínez y Javier del Prado, Barcelona, Ediciones
Catedra, 1989. pp.183-184.
138
Ibíd., p.192
139
Jorge Isaacs, María, op.cit, p.40
140
Ibíd., véase nota b, p.39
141
Ibíd., p.41
111
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

ficción, de lo simbólico en el desenlace trágico de María. “No sé cuánto tiempo había pasado,
cuando algo como el ala vibrante de un ave vino a rozar mi frente. Miré hacia los bosques
inmediatos para seguirla: era un ave negra. Mi cuarto estaba frío; las rosas de la ventana
temblaban como si se temiesen abandonadas a los rigores del tempestuoso viento: el florero
contenía ya marchitos y desmayados los lirios que en la mañana había colocado en él
María”.142 En la interpretación que estamos construyendo del papel de la cultura de lo escrito
en María, quizás para algunos yendo muy lejos, cobra sentido la idea de que “la imaginación
mató a María”. Imaginación nutrida de las “vidas imaginarias” de hombres y mujeres que
transitan el mundo alucinado de la ficción y la fantasía. 143 Análogamente a la gran novela
cervantina, en María, el tema de la ficción es fundamental en la manera en que ella define,
modela la vida y le coloca límites a la existencia. 144 La ficción de los libros del amor
romántico parece que hubiese ido penetrando en cada instante la vida de María, alcanzando
una expresión máxima en aquella premonición de su propia muerte.

Leer y escribir es habitar en el espacio.145 Las prácticas de la lectura y la escritura en María


hacen parte de la vida existencial de los personajes, de la manera de establecerse y
relacionarse con el espacio cotidiano que lo rodea. Ellos afirman sus vidas habitando en los
lugares, en los sitios que la naturaleza les ofrece o los construidos por su propia imaginación.
En María habitar en el mundo está íntimamente ligado al espacio producido por las prácticas
de lo escrito. María y Emma “convirtieron uno de los ángulos del salón en gabinete de
estudio; desclavaron algunos mapas de mi cuarto; desempolvaron el globo geográfico que el
escritorio de mi padre había permanecido hasta entonces ignorado; fueron despejadas de
adornos dos consolas para hacer de ellas mesas de estudio. Mi madre sonreía al presenciar
todo aquel desarreglo que nuestro proyecto aparejaba”. 146 Al hacer de la lectura un hábito
construyen un refugio, un espacio para albergar sus imaginaciones. Aquel ángulo se convierte
entonces en el habitar de la intimidad, estableciendo la conjunción entre el mundo exterior e
142
Ibíd., p.43. Sobre le papel que representa el ave negra en María véase la anotación de María Teresa Cristina,
nota b, p.43, de la mencionada edición.
143
“Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias,
batallas, desatinos, heridas, requiebros, amores, tormentos y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en
la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no
había otra historia, cierta en el mundo” Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Real Academia
Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, Alfaguara, 2005. p.30. Es ejemplar el papel de la
lectura, y de la cultura de lo escrito en la transformación del imaginario del mundo moderno. La locura de Don
Quijote y todos sus desatinos producidos por la lectura de los libros de caballería representa el poder de la
ficción en la aprehensión y transformación del mundo natural y social. Por otro lado, ya no en el siglo XVII sino
en el XIX, el poder de la ficción soportando la causalidad del amor imposible en María.
144
Ciertamente hay diferencia en el rol que juega la cultura de lo escrito tanto en Don Quijote como en María,
sin embargo, al pensar ambas obras desde la perspectiva del lugar del libro en su estructura y desarrollo es
plausible avanzar en una analogía centrada entre otros aspectos en el papel de la ficción en ambas obras. En
Don Quijote “la ficción va contaminando lo vivido y la realidad se va gradualmente plegando a las
excentricidades y fantasías de Don Quijote”, como bien lo señala Mario Vargas Llosa en su ensayo “Una novela
para el siglo XX”, haciendo alusión a la vigencia de la novela cervantina en su cuarto centenario. Véase el
ensayo de Mario Vargas Llosa, en: Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, op.cit, pp XIII-XXVIII.
En María, la protagonista se va plegando a las fantasías y excentricidades de la propia ficción de los libros que
leía.
145
Uno de los textos clásicos de la reflexión sobre el espacio es el libro La poética del espacio de Gaston
Bachelard, el cual se ancla en el estudio fenomenológico del espacio como un lugar para habitar. En gran
medida estas reflexiones sobre el espacio y la lectura le deben a La poética del espacio, su existencia. Véase
Gastón Bachelard, La poética del espacio, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 1975
146
Jorge Isaacs, María, op.cit., p.37
112
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

interior, provocando la vivencia de lugares que despertarán la sensibilidad, el recuerdo y la


añoranza. El salón de la casa cede un ángulo para la nueva actividad, un nuevo lugar desde el
cual se establecen y practican nuevas formas de comunicación, de localizarse y encontrarse.
Se recoge aquí una práctica social heredada quizás de los palacios del Renacimiento en los
cuales aparece una habitación pequeña que se conoce con el nombre de studiolo. Los
historiadores dicen que seguramente su origen es monástico. Los dos significados de la
palabra, uno que designa un mueble en el que se sienta para leer o bien una habitación que
cumple la función de lugar para la lectura o escritura, denotan la existencia de nuevos
espacios privados. Ese nuevo espacio alberga no solo los objetos sino también a los seres,
pues aquellos cumplen una función como extensiones de las facultades humanas. Ese nuevo
espacio contribuye al cambio de la imagen de la casa que se habita, y fortalece en María y
Efraín el albergue de los recuerdos, pues el espacio y no el tiempo es el que nutre la memoria;
para la conciencia el tiempo parece existir en el instante mientras que el espacio permanece
“allí a pocos pasos del sendero que la grama empezaba a borrar, veía la ancha piedra que nos
sirvió de asiento tantas veces en aquellas felices tardes de lectura” 147, nos dice Efraín al final
de la novela. Los lugares de la naturaleza también fueron espacios, rincones propicios para la
práctica de la cultura escrita. En María la naturaleza y el paisaje son elementos estructurales
de la novela148 que se manifiestan también en las prácticas de la cultura de lo escrito. La
lectura por las tardes se engalanaba de la sensibilidad de la naturaleza y del colorido del
paisaje, era acompañada por las “nubes de color de violeta y lampos de oro pálido” y por “las
corrientes bulliciosas del río”. Esa abundancia cromática “con una particular sensibilidad por
las tonalidades”, la armonía de la naturaleza con el fluir de las aguas y la ancha piedra en la
pendiente desde la cual el goce de la lectura se conjugaba con el majestuoso valle, configuran
para María, Efraín y Emma un rincón en el mundo, un lugar de apego y de integración de la
imaginación y de sus sueños.

En la novela se tejen diversos tipos de espacios, propios para las prácticas de la lectura y
escritura. Se conjugan aquellos lugares particulares y poéticos con los espacios cotidianos de
la vida familiar. El salón que en las noches servía para acoger a María, a Emma y a la madre
de Efraín conversando y leyendo “algún capítulo de la Imitación de la Virgen o enseñando
oraciones a los niños”; el costurero de la madre de Efraín, sitio para la lectura familiar,
compartida y dialogada; el cuarto de los padres de Efraín refugio habitual para la lectura y
escritura propias del quehacer económico y laboral de la familia, pues terminada la tarea de
anotar los ingresos y egresos, el padre de Efraín colocaba “cuidadosamente en su lugar el
libro de cuentas” en que había vaciado con curia y orden los pormenores del día; el cuarto de
Efraín, albergue no sólo propicio para la escritura y la lectura sino también recinto del estante
de sus libros predilectos: Cristo ante el siglo, La Biblia, Don Quijote, Genio del cristianismo,
obras de Shakespeare, poesía de Calderón de la Barca, De la memoria en América de Alexis
Charles de Touquevelli, entre otros149; la alcoba de María que guardará, como si habitara en
ella, la memoria y los momentos felices y trágicos de aquel amor imposible; el trabajo
infatigable del padre Efraín convertiría su catre en un nicho donde él, recostado, le dictaba y
Efraín escribía hasta altas horas de la noche cuando las campanas del reloj del salón daban las
diez; el comedor, sitio exclusivo para la reunión familiar y en general alejado de la cultura
escrita también aparece funcionalmente relacionado con aquellas prácticas de lo escrito:

147
Ibíd., p.338
148
Véase Jorge Isaacs, María, nota b, p.5
149
Véase al respecto Jorge Isaacs, María, nota h, p. 101.
113
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

“Quiso mi padre que en aquella noche le leyese de sobremesa algo del último número de El
Día, terminada la lectura, se retiró él, y pasé yo a la sala” 150; allá, en otro espacio, hace
presencia lo escrito sirviendo como instrumento que, a diferencia del olvido de la palabra
hablada refrenda la libertad y sentencia la abolición de la esclavitud: “y sentando a María
sobre la mesa en que acababa de escribir, hizo que ella le entregase a Nay el papel, diciendo
él al mismo tiempo a la esposa de Sinar estas palabras: — guarda bien esto. Eres libre para
quedarte o ir a habitar con mi esposa y mis hijos en el bello país en que viven. – Ella recibió
la carta de libertad de manos de María y tomando a la niña en los brazos la cubrió a besos” 151;
alejado Efraín del verdor de las montañas, del azul de las tardes y del aroma del valle, busca
en otro continente, en otra ciudad, el aroma del perfume de la mujer que había escrito
aquellas cartas llenas de añoranza y secretos: “Hacía dos semanas que estaba yo en Londres,
y una noche recibí cartas de la familia. Rompí con mano trémula el paquete cerrado con el
sello de mi padre. Había una carta de María”152.

La lectura y escritura son prácticas de la cultura de lo escrito en la novela de Jorge Isaacs.


Dos momentos que se integran permanentemente en María contribuyendo a la configuración
de la estructura del texto. En lo que hemos venido precisando en este ensayo no se ha hecho
explícita la tensión que es pertinente pensar e indagar a la hora de estudiar dichas prácticas en
la novela. De manera general, desde el punto de vista conceptual, se concibe cierta dialéctica
entre las prácticas de la lectura y de la escritura. A continuación señalaré algunas
características específicas que clarifican la diferenciación entre una y otra práctica en María.
La lectura se liga más a lo privado, mientras que lo escrito se expresa a dos niveles: lo
privado y lo público. Basta señalar cómo lo escrito le permite al padre de Efraín, en tanto
instrumento, establecer y legalizar compromisos económicos y sociales que se afirman como
hechos que suceden, no como producto de aquellas relaciones familiares necesarias para el
desarrollo del conflicto –narrativo– amoroso que se ubica fundamentalmente en un espacio
que podríamos denominar “dentro”, definido o centrado en la casa que se habita. La renta de
la tierra, la existencia de esclavos, la administración de la hacienda, y, en fin, toda la
actividad productiva coloca el llevar cuentas, recibir y contestar cierto tipo de
correspondencia, detallar minuciosamente los gastos, comunicarse con el extranjero, como
prácticas ligadas a lo público y dirigidas a la sociedad en su conjunto. Quizás sea importante
señalar que en María la dialéctica entre lo que hemos señalado como privado y público en el
marco de las prácticas de lo escrito, contribuye a la definición de los personajes que de una u
otra manera refleja la diferente representación de lo escrito en novela, toda vez que es posible
establecer cierta condicionalidad entre los sectores sociales y el uso o no de la cultura escrita.
La práctica de la lectura individual o colectiva involucra espacios que están más
comprometidos con la actividad social e interés personal de aquellos que la practican; la
responsabilidad de la acción social en este caso compromete casi exclusivamente a los
actores, a diferencia de aquella práctica escrita que involucra más socialmente a lo público.
Recuérdese el texto donde se consigna la libertad de Nay; examínese la mediación producida
entre Efraín y su padre producto de lo escrito, en la tarea de contestar la correspondencia.

Un aspecto particular de la dialéctica entre la lectura y escritura está estrechamente


relacionado con la práctica de la lectura en voz alta o la lectura en silencio. En María se
150
Ibíd., p. 151.
151
Ibíd., p. 231.
152
Ibíd., p.302.

114
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

conjugan estas maneras de leer; por un lado la lectura en voz alta, práctica cotidiana,
elemento de integración en el que se socializa el texto y se asienta el diálogo, la conversación,
el conocimiento del otro, los distintos puntos de vista sobre lo que se narra en las novelas
decimónicas del romanticismo francés o en general, de aquello que se lee, soportado
físicamente por el sonido de la voz, cuya energía se dispersa en el espacio y resuena en la
memoria de los interlocutores. Hasta el final de la novela resuena en María la tragedia de
Atala, acontecimiento narrativo, ficcional que tantas lágrimas y presentimientos produjeron
en ella. Por otro lado la lectura en silencio, lectura en ocasiones realizada antes del encuentro,
lectura previa al diálogo con el otro. En ella hay un enfrentamiento del lector con el libro, una
forma singular de asir el libro no solo desde el punto de vista de su materialidad, con sus
gestualidades, expresión corporal, sino también en su relación cognitiva, con lo que se dice y
cómo se dice. En María encontramos variados momentos de esta práctica de la cultura
escrita, sin embargo, la que está más directamente relacionada con la idea que esbozamos en
páginas anteriores y que considera que “la ficción mató a María”, es aquella nacida de las
añoranzas y secretos epistolares de Efraín y María. “Mientras están de sobremesa en el
comedor, después de la cena, me he venido a tu cuarto para escribirte. Aquí en donde puedo
llorar sin que nadie venga a consolarme; aquí donde me figuro que puedo verte y hablar
contigo”.153 La lectura en silencio en su estrecho diálogo con la escritura está mas ligada con
la dimensión de la intimidad, confiada a los ojos y no al sonido de la voz, fomenta y cataliza
más al espíritu crítico y la expresión de los sentimientos, agudizando por un lado el
pensamiento y la actitud de volver sobre sí mismo y el texto. La intimidad hace que fluyan
los sentimientos propios logrando que esa práctica esté alejada de la sanción y el reproche,
encadenada en buena parte con la ruptura del código, de lo establecido, de la norma. 154 La
lectura en silencio se desarrolla por lo general en espacios privados, recogidos, en “espacios
de intimidad”, donde se despliegan los deseos y los sueños: “Vente, me decía, ven pronto, o
moriré sin decirte adiós. Al fin me consienten que te confiese la verdad: hace un año que me
mata hora por hora esta enfermedad de que la dicha me curó por unos días. Si no hubieran
interrumpido esa felicidad, yo habría vivido para ti”. 155 En esta perspectiva interpretativa que
venimos desarrollando respecto a las prácticas de lo escrito en la novela de Isaacs, se
comprende la lectura en voz alta como el comunicarse con otro pensamiento, mejor aún, con
otra mente, estableciendo un diálogo entre distintas subjetividades, entre distintas maneras de
ver y construir el mundo. En cambio, en la lectura silenciosa la comunicación con ese otro
pensamiento se realiza en soledad.156 El que lee en voz alta para otros – se puede leer en voz
alta para sí mismo – domina determinadas expresiones orales y gestuales, diferenciando cada
una, teniendo en cuenta al otro en la manera en que sufre, que discrepa, que exhorta para
llegar a lo más hondo del espíritu del que escucha; se trata de la “razón vuelta hacia fuera” y
no como la lectura en silencio de la “razón sobre sí misma”. Casi podemos ver y sentir la
entonación de Efraín cuando en la ancha piedra leía episodios de Atala y, María y Emma lo
153
Jorge Isaacs, María. Op. cit. p. 293.
154
Véase, Guglielmo Cavallo, Roger Chartier, Historia de la lectura, Op. cit, p. 189-230.
155
Jorge Isaacs, María, Op. cit. p. 297.
156
En el ensayo Sobre la lectura, publicado en 1906, Marcel Proust precisa su concepción sobre la lectura y
dialoga críticamente con la posición de Descartes la cual señala que “la lectura de todos los buenos libros es
como una conversación con las personas más interesantes de los siglos pasados que fueron sus autores”. El
escritor francés afirma: “Pues la lectura, en contraste con la conversación consiste para cada uno de nosotros en
recibir la comunicación de otro pensamiento, pero siempre en soledad, es decir, disfrutando de la potencia
intelectual que uno tiene en la tranquilidad – y que la conversación disipa inmediatamente – continuando con el
poder de la inspiración, permaneciendo en ese plano y fecundo trabajo del espíritu sobre sí mismo”. Marcel
Proust, Sobre la lectura, Buenos Aires, Libros del Zarzal, 2003. p. 33.
115
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

escuchaban. “Luego que leí aquella desgarradora despedida de Chactas sobre el sepulcro de
su amada, despedida que tantas veces ha arrancado un sollozo a mi pecho… María, dejando
oír mi voz, descubrió la faz y por ella rodaban gruesas lágrimas” 157. Este episodio de la
novela es bien ilustrado en el propósito de diferenciar el sentido de aquellas prácticas de lo
escrito que se representan en la novela.

En la tarea de avanzar en la comprensión de la dialéctica entre las prácticas de la lectura en


voz alta y la lectura en silencio en María, resulta significativa la precisión que es plausible
hacer entre la escritura y la palabra hablada. Quizás tenga sentido, para la interpretación que
estamos construyendo, la consideración de que la palabra escrita a diferencia de la palabra
hablada se caracteriza por el más “altivo de los silencios”, en cambio la segunda se expresa
en la vida, en el cotidiano transitar del diálogo y la conversación con el otro. 158 Ambas
prácticas se fundan en la materialidad de la escritura, en el libro, en el texto escrito, en el
tiempo y espacio en el que el lector transforma esos signos convirtiéndolos en conocimiento,
emociones, sentimientos.159 Es de singular significación la lectura literaria en María, pues en
ella no se busca, como en otras lecturas, prioritariamente conocimiento sino que la ficción se
apodera de los lectores y especialmente de María transformándola hasta el punto de ver en
Atala el espejo de su vida y de su propia muerte. Afirmábamos el soporte material tanto de la
lectura en voz alta como de la lectura en silencio, sin embargo, podemos en el objetivo de
diferenciarlas, como prácticas del lector que se enfrenta al libro, señalar que la voz, la palabra
hablada no se mueve en el tiempo de la memoria, en el pasado que se recuerda, sino en la
inmediata temporalidad; la voz viene de alguien en un espacio y tiempo concretos y se dirige
a alguien. Se establecen entonces dos categorías que nos permiten pensar esas dos prácticas
de la cultura de lo escrito; por un lado la inmediata temporalidad que define y contribuye a
construir las relaciones intersubjetivas entre los personajes. Efraín, María y Emma leen en
voz alta en un tiempo y espacio definidos, inmediatos a su presencia y van tramando
mutuamente una forma de relacionarse en el mundo. La otra categoría, aquella del tiempo
abstracto, el tiempo de la memoria, “el tiempo ido”, no establece relaciones entre sujetos
determinados, específicos, que gesticulan cuando pronuncian la palabra, sino entre sujetos
ausentes.

157
Jorge Isaacs, María, Op. cit, p. 40.
158
En el Fedro de Platón se ha expresado con gran sentido filosófico, en el marco de la cultura occidental, la
orientación y perspectiva de las meditaciones sobre escritura y la memoria. “Es impresionante, Fedro, lo que
pasa con la escritura, y por lo tanto se parece a la pintura. En efecto, sus vástagos están ante nosotros como si
tuvieran vida, pero si se les pregunta algo responden con el más altivo de los silencios, lo mismo pasa con las
palabras escritas”. Platón, Fedro, Barcelona, Planeta De Agostini, 1997. p.108. Para un estudio detallado y
riguroso del texto platónico sobre el mito de la escritura y la memoria, véase los hermosos ensayos de Emilio
Lledó, El surco del tiempo, Barcelona, Editorial Crítica, 1992 y El silencio de la escritura, Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1992.
159
Sobre el ejercicio de la lectura véase el artículo de Gilles Thérien, “El ejercicio de la lectura”, publicado en su
libro Lectura, imaginación y memoria, Cali, Programa Editorial Universidad del Valle, 2005. pp. 61 – 84. En
este artículo se consideran entre otros aspectos los relacionados con los procesos en el acto de la lectura,
categorizados en tres momentos: el perceptivo en el que ciertos signos son reconocidos y procesados por
diversas funciones cerebrales, pasando por el acto visual; el segundo es el argumentativo, establecido en la
actividad de la lectura, y se trata del manejo de la información; y el tercero es un proceso integrativo al plano
social, entendiendo la lectura como una práctica serial que integra las lecturas realizadas por el sujeto. Si bien el
propósito en esta reflexión sobre las prácticas de la cultura de lo escrito en María no es el examen de estos
procesos, ellos atraviesan de una u otra manera el acto de lectura realizado por los personajes en la novela.
116
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La lectura silenciosa en María está ciertamente ligada más a la palabra escrita, pues el texto
crea distancia, producto de su mudez, de su silencio, correspondiendo en buena parte a su
génesis, pues el hombre o la mujer cuando escriben dejan que el tiempo fluya en resonancia
con su cuerpo y con su espíritu y al unísono su pensamiento va construyendo continuamente
la soledad sin preocuparse por el otro, y en el “acto de la escritura” lucha con cada palabra,
con cada línea, retrocede, borra y hace quizás de su existencia, de su tiempo y espacio, una
forma distinta de intersubjetividad. Efraín, en ausencia de María, mudo, sólo, lloró largo
tiempo en la oscuridad acompañado en la intimidad del perfume de María, mientras sus ojos
leían aquellas líneas en silencio, pues la lectura en silencio mediatizada por la soledad está
marcada por los ojos, “esencialmente hecha en la escritura” y sustentada en el universo de las
letras. La temporalidad, el tiempo existencial de aquellas palabras consignadas por María en
ausencia de la persona amada, no depende de la presencia del otro, sino que se estructura en
un volver sobre lo escrito, construyendo en el acto de leer su propia temporalidad, muy
distinta de aquella fraguada sobre la voz viva y natural del lenguaje gestual y dialogante de la
vida. En su soledad, Efraín vuelve una y otra vez sobre lo escrito: “Mientras están de
sobremesa en el comedor, después de la cena, me he venido a tu cuarto para escribirte. Aquí
en donde puedo llorar sin que nadie venga a consolarme; aquí donde me figura que puedo
verte y hablar contigo. Todo está como lo dejaste, porque mamá y yo hemos querido que esté
así: las últimas flores que puse en tu mesa han ido cayendo marchitas y al fondo del florero:
ya no se ve una sola; los asientos en los mismos sitios; los libros como estaban y abierto
sobre la mesa el último en que leíste; tu traje de caza, donde lo colgaste al volver de la
montaña la última vez; el almanaque del estante mostrando siempre ese 30 de enero, ¡ay!,
¡tan temido, tan espantoso y ya pasado! Ahora mismo las ramas florecidas de los rosales de tu
ventana entran como a buscarte, y tiemblan al abrazarlas yo diciéndoles que volverás” 160. La
distancia y la ausencia son tinieblas, oscuridad y llanto y envuelven tanto al presente como al
ausente. Esa lectura epistolar, en silencio, al no poder materializar los cuerpos, actúa
construyendo relaciones: un entender el sentimiento del otro sin oírlo, un sentir su mirada sin
presencia, un acariciar su cuerpo sin tactos; un oler su perfume en el recuerdo. Pero no sólo
Efraín reconoce a María en las cartas sino que, en el acto de la escritura, ella ante la hoja en
blanco se va reconociendo poco a poco en esos vocablos que son el propio reflejo de su vida
interior, pues escribir es cobrar conciencia de sí misma, es atrapar lo huidizo de su propio yo,
exteriorizando los estados subjetivos, el modo de sentir o pensar aislado de los demás, en
soledad, pero libre para expresar los dolores del alma. Al mirar el contexto histórico del siglo
XIX y en especial la condición de la mujer, podemos afirmar cómo la práctica de la cultura
escrita, ligada al género epistolar, es una forma mediante la cual la mujer podía expresar,
quizás con cierta libertad, sus propios sentimientos. María ante la hoja en blanco aspira ser
libre: “aquí es donde puedo llorar sin que nadie venga a consolarme, aquí donde me figuro
que puedo verte y hablar contigo”. Contrasta esta idea con la ausencia de aquellas cartas que
Efraín le había escrito a María mientras la presencia de lo onírico parece reemplazar aquellos
hermosos y doloridos fragmentos de amor: “Soñé que María era ya mi esposa: ese castísimo
delirio había sido y debía continuar siendo el único deleite de mi alma”. 161 Pero “un grito,
grito mío, interrumpió aquel sueño: la realidad lo turbaba celosa como si aquel instante
hubiese sido un siglo de dicha”.162

160
Jorge Isaacs, María, Op. cit. p. 293.
161
Ibíd., p. 342.
162
Ibíd., p. 342.
117
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En el apartado anterior se ha llamado la atención sobre la dialéctica de las prácticas de la


cultura de lo escrito en María: la lectura en voz alta y la lectura en silencio. Prácticas
fundamentales en la estructura de la novela que se despliegan con diversidad de
características y momentos en la narración. La lectura en voz alta, ligada al oído, a la voz y
circunscrita a una temporalidad local, instantánea, no se constituye esencialmente entorno a la
memoria, toda vez que el presente, el aquí y el ahora, no necesitan de la memoria para su
existencia. Es tal vez el olvido. El viento dispersa la voz y la onda va degradándose en el fluir
espontáneo de la dirección del tiempo. La lectura en voz alta lleva ella misma su propia
negatividad, pues es el olvido. Pero no es sólo negatividad, olvido, es también y
fundamentalmente, vida, pues “la vida no es solo presencia masiva, espacio ocupado por un
cuerpo, realidad situada ante nuestros ojos, sino que es, fundamentalmente, ese aire
semántico que articula en cada momento del tiempo, sonidos significativos a través de los
que se abre el mundo y se constituye la conciencia” 163. Se concibe la práctica de la lectura en
voz alta como una actividad en la cual el lector necesita del otro para que pueda
materializarse, y no aquella lectura individual realizada en voz alta. En ese sentido quizá
podemos pensarla como olvido: transcurrida la inmediata presencia de la lectura y de
aquellos que la practican en un espacio concreto y particular, llega entonces el silencio y el
olvido. La práctica de la lectura en silencio se ancla en la trama de la peculiar existencia de
los objetos textuales, rescatando prodigiosamente “el tiempo de su irremediable fluir, de su
inmersión en el pasado para mantenerlo vivo, convertido incluso en futuro, porque bajo la
forma de la escritura todo tiempo es ya futuro”. La lectura en silencio nutre entonces sus
raíces de la memoria.

No quisiera terminar estas reflexiones sin relevar un aspecto que es bien importante en la
investigación sobre la cultura de lo escrito y sus prácticas en María. Se trata de la asimetría
entre la asimilación y circulación de la cultura de lo escrito, ligada a los diferentes sectores
sociales representados en la novela. Aunque su claridad y distinción no se aborden en este
ensayo parece pertinente anotar que las prácticas de la cultura de lo escrito están ligadas a un
sector social muy definido en la novela, una élite culta que representa aquella comunidad que
en la América del siglo XIX leía y escribía en la mejor tradición de las letras europeas. En
contraste nos encontramos con una población negra que se inserta en la herencia africana
manteniendo sus costumbres, mitos y leyendas; no se mueven en el marco de la cultura
escrita, anclan y extienden las relaciones sociales con los otros, a través de la palabra hablada,
aquella cultura popular oral nutrida en el aprendizaje diario de la convivencia viva y gestual
del lenguaje. La vida de los negros y sus prácticas culturales, en buena parte determinadas
por la oralidad, son fundamentales en el propósito de desarrollar un estudio completo de la
cultura de lo escrito en María, toda vez que el análisis comparativo entre la cultura escrita y
la cultura oral, permite una comprensión de las dinámicas sociales, no reducidas a sus partes,
sino en su totalidad, logrando una visión sincrética de lo cultural en la novela de Jorge Isaacs.
La historia de Nay, bella, exótica y de rasgo romántico, muestra ese contraste cultural pues se
funda en la tradición oral. “La propia historia de que Nay era hija de un poderoso caudillo
africano Magmahú, coincide con las historias fabulosas de sus antepasados que cuentan los
negros a los niños”.164 Generación tras generación se han transmitido las leyendas, mitos,
costumbres. La oralidad les permite la poesía; ella remite a la palabra hablada, alada, al canto,

163
Emilio Lledó, El surco del tiempo, Barcelona, Editorial Crítica, 1992. p. 102
164
Véase sobre este aspecto La vida de un poeta revolucionario del siglo XIX, Germán Arciniegas, en María,
Jorge Isaacs, Bogotá, Ediciones Norma, 1992.
118
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

a la armonía sonora. El bunde está lleno de espiritualidad; en parejas comienza una persona
entonando un verso y continúa otra hasta dar término a la canción. Se versifica para cantar y
bailar y no para ser leído. Cuando se canta y se baila… créame su mercé lo que digo: hasta
lo s´angeles del cielo zapatean con gana de bailala… la versificación hecha para el canto y el
baile integra la oralidad y la expresión corporal en un todo, colocando en un mismo plano a
los participantes al ritmo de la marimba. La idea del hombre como individualidad,
característica de la modernidad y expresada en y a partir de la práctica de lo escrito es
problematizada como categoría para comprender la cultura popular oral.

En María, quizá como en ninguna otra novela colombiana del siglo XIX, la cultura de lo
escrito juega un papel determinante. Las prácticas de la escritura y la lectura van tejiendo
hilos entre los personajes, estableciendo un diálogo permanente entre ellos y el mundo
simbólico. Las prácticas específicas de lo escrito se ligan a espacios que adquieren su propia
vida, determinando en no pocos momentos la vida de los personajes. María es sin duda una
de las grandes novelas del romanticismo en la que lo escrito determina en gran medida su
contenido y su forma.

119
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

II. PERSPECTIVAS HISTÓRICAS

Usar imagen 3

María de Jorge Isaacs: la otra geografía


120
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Alfonso Múnera

Quizás debería comenzar con una pregunta: ¿Por qué un historiador, que escribe sobre cosas
del Caribe, se interesa en estudiar María de Jorge Isaacs, y considera que es de una gran
utilidad para sus estudios? ¿Si se han escrito tantos y tantos ensayos sobre esta novela
fundacional sin que al parecer nadie haya encontrado méritos para situarla en un territorio
mental distinto al de una geografía humana propia de un valle andino del siglo XIX
colombiano? Una posible respuesta sería porque creo que de las tantas obras literarias que se
escribieron durante nuestro largo siglo XIX la novela de Isaac es la que de mejor manera
incorpora el mundo caribeño como parte esencial de la realidad que construye la novela, y lo
es no de una sola sino de varias maneras, como pretendo mostrar más adelante.

María es muy útil si la leemos ahora a tono con las nuevas lecturas que proceden sobre el
siglo heroico y confuso que le dio vida. Y creo que es fundamental hacerlo, porque como
toda creación literaria, para bien o para mal, contiene, cifradas muchas veces o abiertamente,
varias de las claves del proceso mismo de la construcción de la nación colombiana, de la
manera como esta fue narrada por las élites intelectuales decimonónicas. 165 En este sentido la
novela de Isaacs ilumina nuestra comprensión de por lo menos un aspecto crucial de la
nación del XIX: me refiero a la existencia de un mundo abierto que no ha sido registrado
debidamente hasta ahora por la historia colombiana, más dispuesta a admitir el carácter
cerrado de nuestras economías regionales y la ausencia de relaciones con el exterior. De un
Cauca abierto hacia el Caribe, con conexiones profundas con sus islas y litorales. Tan abierto
o más que la costa norte de Colombia en el siglo republicano.166
No tengo, por supuesto, la menor intención de entrar en un debate acerca de si Jorge Isaacs
fue un apologista de la esclavitud y de la vida patriarcal aristocrática del Valle del Cauca.
Admito que la novela está llena de pasajes dolorosamente chocantes para la sensibilidad de
los afrodescendientes de hoy y de cualquier persona con espíritu democrático. En especial,
me refiero a sus permanentes imágenes de los negros como seres serviles y felices en su
condición de esclavos. Pero también debo decir que hay pasajes enteros donde Isaacs
condena la esclavitud y muestra su brutalidad, y pasajes enteros en los cuales enfatiza la
belleza, la bondad y la inteligencia de los esclavos, cosa nada común y casi imposible de
hacer por alguien que defiende la esclavitud. 167 Además creo que vale la pena pensar en lo
siguiente: María es la única de las novelas representativas del siglo XIX colombiano que
tiene la voluntad explícita de recrear la vida de una sociedad esclavista. 168 Es curioso que en
165
En relación con la ensayística de los criollos intelectuales del siglo XIX invito a la lectura de mi libro
Fronteras imaginadas. La construcción de las razas y de la geografía en el siglo XIX colombiano, Bogotá,
Editorial Planeta, 2005.
166
Habrá que convenir que con la excepción de amplias zonas pobladas de los andes orientales y centrales,
atrapadas entre las montañas, los territorios más cercanos al mar, atravesados por ríos que facilitaban la
comunicación con el exterior, tuvieron menos dificultades para abrirse hacía el mundo. Además habrá aquí que
diferenciar entre el gran comercio de corte legal, con sus estadísticas definidas, y el más disperso y difícil de
cuantificar que comprometía a miles de personas en actividades grandes y pequeñas de contrabando, cuyo
impacto social y cultural no hemos sopesado debidamente.
167
Sin duda, la historia de la esclava Nay y su hijo tiene, entre otros, el propósito principal de un alegato contra
la esclavitud. Ver Jorge Isaacs, María, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1988, pp. 116-133. Todas las citas
posteriores de Maria se harán siguiendo esta edición.
168
Hay otras novelas como Tierra Virgen de Eduardo Zuleta Ángel, publicada en 1897, en la que el contexto
social está determinado por la minería esclava. Sin embargo, hay poco o ningún interés en recrear la vida de los
esclavos ni las relaciones esclavistas. Quizás la otra gran novela donde esta voluntad por narrar el mundo de la
esclavitud es explícita es La Marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla, publicada en 1928.
121
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

el Caribe colombiano, por el contrario, pese a contener una sociedad dominada por la
presencia de esclavos, Juan José Nieto y José Fernández Madrid hubiesen escogido, durante
la primera mitad de dicho siglo, escribir novelas y obras de teatro con personajes indígenas
y mestizos, y en las cuales los negros estaban ausentes del todo.169

Dicho lo anterior, pienso también que María no se agota con la constatación de ese rasgo
dominante del cuadro social que pretende mostrar. Es posible que Isaacs estuviese como dice
Doris Sommer haciendo “la melancólica apología” de la clase hacendada, pero al hacerlo
estaba también haciendo otras cosas no menos importantes. 170 Algunas de ellas, a lo mejor sin
proponérselo, y más bien productos de su peculiar talento literario. María tiene, como dije al
principio, entre otros muchos, un mérito grande y singular. Es la única de nuestras novelas
fundacionales del siglo XIX que deja testimonio explícito de nuestra íntima relación con el
mundo caribeño. Por supuesto, uno puede ver las apenas obvias motivaciones personales de
Isaacs para incluir el Caribe en su narrativa, uno puede pensar en los orígenes jamaicanos de
su padre, y la manera como estos se evocan en el padre de Efraín, y en la nostalgia de esas
raíces, casi siempre contenidas, pero que en más de una ocasión irrumpen en el libro. Hay un
momento en el que Efraín está viendo a su padre, tatarear entre dientes una canción de su
país, y recuerda que “tenía afición a la música y la había tenido al baile en su juventud.” 171 Es
muy llamativo, que pese a su origen judío, Isaacs distinga en el padre de Efraín precisamente
este rasgo tan esencial del Caribe: el gusto por la música y por el baile. Y también hay otros
momentos en que se desliza la presencia del mar de sus ancestros. Como cuando Efraín
recuerda una melancólica expresión de su padre: “Si todos me van abandonando sin que
pueda recibir sus últimos adioses, ¿A qué volveré yo a mi país?”. ¡Ay! –agrega el narrador-
“¡Sus cenizas debían descansar en tierra extraña, sin que los vientos del Océano, en cuyas
playas retozó siendo niño, cuya inmensidad cruzó joven y ardiente, vengan a barrer sobre la
losa de su sepulcro las flores secas de los aromos y el polvo de los años!”172

Hay un dato clave sobre lo cual, me he dado cuenta, pocos colombianos han puesto atención:
me refiero al hecho extraño de que la heroína de la novela nacional, la encarnación de las
virtudes femeninas, haya nacido en Jamaica, en una isla del Caribe. No es inocente que el
autor especifique que viene de Montego Bay, el pequeño poblado marino de la costa norte de
Jamaica. Y no lo es por otra razón de fondo, que tiene para mí implicaciones profundas por lo
que revela el juego de simulaciones deliberadas en torno a María y de ocultamiento de su raíz
caribeña. Trataré de explicarlo brevemente: En el siglo XIX los Isaacs no eran una familia de
judíos recién llegados de Europa al Caribe. En realidad, habían estado en Montego Bay desde
el siglo XVII, y hasta tal punto su historia se confundía con la de Jamaica que era y sigue
siendo particularmente difícil saber con precisión sus otros orígenes.173 Quizás por eso, jamás
169
Juan José Nieto publicó en 1845 Ingermina o la hija de Calamar, en Kingston, Jamaica. En esta novela
histórica festeja el mestizaje indígena-español, sin mencionar para nada la presencia negra en Cartagena. El
caudillo Nieto era mulato. En está novela escrita por un mulato indios y mestizos fundan el caribe colombiano, y
no aparece nunca un negro. Como si no existiera. Igual sucede con el largo poema dramático de Fernández de
Madrid, Guatamozin, escrito en 1830.
170
Doris Sommer, Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales de América Latina, Fondo de Cultura
Económica, 2004. p. 226
171
Jorge Isaacs, María, p. 60.
172
Jorge Isaacs, Maria, p, 13
173
Mi buen amigo Hensley Enriques, presidente de la sinagoga de Kingston, y fino genealogista, me ha
facilitado el resultado de sus investigaciones sobre los Isaacs de Jamaica, cuya procedencia en este país se
remonta al siglo XVII.
122
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

se le ocurre a Jorge Isaacs insinuar en la novela la identidad inglesa del padre de Efraín, en
contraposición a lo que había sucedido en la vida real con su padre, tenido por la crítica
literaria y por sus vecinos como un ciudadano inglés.

Ahora bien, lo que me parece particularmente significativo es como, además de estas


nostalgias, Isaacs reconstruye el carácter abierto de nuestras geografías y la intimidad de
nuestras relaciones con el Caribe, ignoradas casi por completo en las narrativas
decimonónicas sobre la nación, y me atrevería a decir por nuestra historia más reciente. Y lo
increíble es que no es un conocimiento implícito en la novela, sino que por el contrario
aparece de manera explícita. En uno de sus párrafos más lúcidos dice lo siguiente:

Explotábanse en aquel tiempo muchas minas de oro en el Chocó; y si se tiene en cuenta


el rudimental sistema empleado para elaborarlas, bien merecen ser calificado de
considerables sus productos. Los dueños ocupaban cuadrillas de esclavos en tales
trabajos. Introducíanse por el Atrato la mayor parte de las mercancías extranjeras que se
consumían en el Cauca, y naturalmente las destinadas a expenderse en el Chocó. Los
mercados de Kingston y de Cartagena eran los más frecuentados por los comerciantes
importadores: Existía en Turbo una bodega.174
Que interesante, ¿verdad? No era entonces sólo Cartagena y la costa norte colombiana la que
gozaba desde siglos atrás de este intenso intercambio de seres humanos y de mercancías con
el otro Caribe. ¿Quien lo iba pensar? O mejor dicho quién iba a ser capaz de leerlo, pese a la
claridad con la que lo escribió Isaacs en su extraordinaria novela, si la imagen absolutamente
hegemónica que teníamos de nuestra historia nos enseñaba, sin resquicios de duda, que el
Cauca era en el XIX un territorio aislado, cuya comunicación con el mundo le venía por el
puerto de Cartagena, y a través de la fatigosa y lenta navegación del Magdalena. Y es tan
dominante todavía hoy esta geografía arbitraria, que miren lo que sucede, y ustedes me dirán
si no tiene algo de maravilloso este juego de equivocaciones: Como es sabido, uno de los
ensayos más conocidos por el mundo literario sobre María, de innegable calidad, es el escrito
y publicado en 1993 por Doris Sommer en su celebrado libro “Ficciones fundacionales. Las
novelas nacionales de América Latina”. Pues bien, el pasado año se ha publicado finalmente
la edición en español. En la página 181 de la edición original en lengua inglesa, Doris dice lo
siguiente: “Esta debilitada plantocracia estaba también atrapada geográficamente. El fértil
Valle del Cauca, tan productivo para el sistema paternalista autosuficiente, estaba más que
aislado de los mercados externos que el nuevo comercialismo necesitaba” 175. Hasta aquí,
como apenas es evidente, ella se ha limitado a repetir lo que es una verdad aceptada por las
ciencias sociales colombianas. Sin embargo, en la reciente edición en español, consideró que
debía agregar algo más concreto a su argumento del aislamiento de la región caucana, y
entonces dice lo siguiente: “Esa plantocracia, debilitada política y económicamente, también
estaba atrapada por la geografía. El fértil Valle del Cauca de Isaacs, tan productivo para el
sistema paternalista autosuficiente, quedaba desgraciadamente aislado de los mercados
174
Jorge Issacs, María, p. 127. Pese a que sabemos bastante bien que en el siglo XVIII hubo un sostenido
comercio de negros esclavos traídos de Jamaica, y que fue siempre una preocupación de los funcionarios de la
corona española el contrabando por el Atrato, poca atención ha tenido en la historiografía colombiana, por no
decir ninguna, el estudio del comercio caribeño, a través de la costa del pacífico. Ese comercio debió ser
importante en la vida de los pueblos del Cauca, no sólo en la colonia, sino también en el primer siglo
republicano. La obsesión por cerrar el pacífico al comercio de contrabando estaba relacionada a su cercanía al
Caribe, por la vías de Panamá, Turbo y Buenaventura.
175
Sommer, op.cit. p.181
123
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

externos necesarios para el nuevo comercialismo.” Y miren entonces lo que agrega: “Cuánto
se complica y se tarda el viaje de regreso de Efraín, por tierras irregulares y por el Río
Magdalena botado y borroso, mientras María pierde la vida esperándolo”176

¿Y se han dado cuenta de qué es lo extraordinario y fascinante del párrafo anterior? Que esta
crítica brillante, que además ha estado en Colombia en varias ocasiones, está tan
compenetrada con las geografías arbitrarias que han dominado las narrativas de nuestra
nación, que ni siquiera repara en que Efraín no regresa de Londres por el Magdalena sino por
la ruta del Caribe y del pacífico, vía Panamá, y luego Buenaventura, el Dagua arriba, y
finalmente el Valle del Cauca. Con todo y que Isaacs se toma el trabajo de describir con
minuciosidad de orfebre la ruta caribeña al Cauca, Doris Sommer no parece verlo y repite lo
de la difícil travesía por el Magdalena.

En realidad, leyendo a María he logrado intuir una de las verdades más ocultas, más
ignoradas, pero al mismo tiempo más esclarecedoras de nuestro pasado colonial y
republicano: el monopolio establecido por los españoles, mediante el cual sólo se podía
comerciar con el exterior a través del puerto de Cartagena, fue una medida inútil dictada por
la obsesión del imperio de cerrar un territorio abierto por todas partes al Caribe, pero
sobretodo de clausurar las rutas del oro, es decir las compuertas del Pacífico a ese mar de
nadie. Nada pudo evitar el tráfico incesante de oro, de esclavos, y de toda clase de
contrabandos, por las numerosas avenidas que de la costa pacífica llevaban a nuestro mar
interior.

Nunca, quizás, tendremos los datos exactos de su magnitud, sin embargo, hoy sabemos que
un buen número de los esclavos que ingresaron a finales del siglo XVII y del XVIII a la
Nueva Granada vinieron de Jamaica.177 ¿Cuántos de ellos entraron directamente por las rutas
del Pacífico? Además, hacemos historia del siglo XIX sin parar en mientes que la gran ciudad
colombiana del comercio con el Caribe no lo era más Cartagena sino Panamá. Y que esta era
precisamente la llave que abría la comunicación con el vasto mundo pacífico. Y por supuesto
también hemos querido ignorar que el gran comercio panameño, en la mitad del siglo XIX
estaba ya controlado por comerciantes jamaicanos. El distinguido historiador panameño
Alfredo Figueroa sostiene que no sólo el de Panamá, sino que desde ahí los jamaicanos
controlaban o influenciaban el intercambio con los puertos del Pacífico colombiano,
ecuatoriano y peruano. Uno se asombraría de saber que el doblón de oro nuestro fue moneda
de circulación legal en jamaica, junto con el dólar jamaicano, hasta principios del siglo XX.178

Ahora bien, se me ocurren dos motivos por los cuales una historia imaginada desde las élites
no le concedió la más mínima importancia a esta lectura. La primera es que ciertamente el
significado en términos estadísticos de este comercio fuese poco importante para la
contabilidad general del país, en especial por su carácter de ilegal. La segunda, es que a lo
mejor lo que ella ayuda a revelar no cabe en los marcos de una historia tradicional que se ha
176
Sommer, ibid, op. cit p. 235
177
Nicolás Castillo Mathieu, Esclavos negros en Cartagena y sus aportes léxicos, Bogotá, Instituto Caro y
Cuervo, 1982, pp. 90-127. Luz Adriana Maya, Brujería y reconstrucción entre los africanos y sus descendientes
en la Nueva Granada. Siglo VII, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2005. p. 173-192.
178
Alfredo Figueroa, Dominio y sociedad en el Caribe colombiano, 1821-1903, Ciudad de Panamá, 1978, p.
348. Decreto de la Reina de Inglaterra mediante el cual se suspende la circulación legal del doblón de oro en
Jamaica, 1901. Archivo Nacional de Jamaica.
124
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

negado y se niega todavía a apreciar en toda su dimensión el alcance de una economía


cimarrona, organizada por fuera de los canales oficiales, que ciertamente no contribuía de
manera especial a los ingresos del Estado ni a los cofres de los grandes empresarios, pero sí al
bienestar de miles y miles de seres anónimos que habían aprendido a vivir por fuera de las
instituciones. Lo que por demás caracterizaba la vida popular no sólo en el Valle sino en
otros territorios extensos del país.179

En María, Jorge Isaacs dejó testimonio insuperable de la ruta del Caribe, de cuan abierto era
el Cauca y de la cotidianidad de su comunicación con el mundo exterior. Creo que gracias a
ella podremos recuperar una parte importante y definitiva de nuestra memoria colectiva y
comenzar a comprendernos mejor. No es sólo que describa con exactitud en el detalle el viaje
de Jamaica, pasando por Panamá, hasta el Valle del Cauca, sino que su talento lo lleva a
consignar cosas como estas: en Buenaventura y en las riberas perdidas del Dagua se
consiguen como lo más normal del mundo licores sofisticados europeos, tales como un
excelente Martell, y telas finas de la India. También es tal el contrabando, es decir el libre
comercio con el mundo, que los guardias están escondidos esperando capturar a los bogas
con las manos en la masa. Claro, al leer estas páginas, uno tiene la impresión que los guardias
son también contrabandistas.180

Ahora bien, a quien le queden dudas de la deliberada intención de Isaacs de situar el Cauca en
íntima conexión con un mundo Caribe, dos cosas: la primera, cuando uno lee María, el Valle
con sus plantaciones de caña y esclavos está construido en contraposición al otro país andino
de las montañas, y en una enorme lejanía de la capital, Bogotá. Mientras que por el contrario
uno parece estar en una escenografía natural y humana muy similar a la de las islas. 181 En
segundo lugar, es tan claro esto, que Isaacs no duda, además, en decirlo. Hay un momento en
la novela en el que pone en boca de Efraín la siguiente afirmación: “Se conoce que Cuba
tiene una naturaleza semejante a la del Cauca”.182

Lo que es realmente fascinante es que una novela como María haya sido leída por varias
generaciones de colombianos como la gran novela nacional, la gran novela del interior
andino, sin que a nadie se le haya ocurrido que una novela cuya protagonista nace en
Jamaica, y el padre del otro protagonista nace también en Jamaica, en la que se rememora con
obsesión el viaje inicial desde el Caribe y se reactualiza fallidamente en el regreso de Efraín,
estaba proponiendo además otras lecturas, o si me lo permiten otra narrativa fundacional de la
nación que no tenía nada que ver con aquellas otras de geografías humanas jerarquizadas,
separadas por abismos insalvables, y encerradas en una especie de soledad sin futuro. En
María, el Cauca se parece tanto a Cuba y está tan cerca de Jamaica, que a uno se le olvida que
se trata de un valle del interior de Colombia
179
Para el caso del Caribe colombiano ver Celestino Arauz, El contrabando holandés en el Caribe durante la
primera mitad del siglo XVIII, Caracas, 1984, pp. 49, 95, 150 y 203. Virrey Mendinueta al Rey. AGI, Santa Fe,
legajo 960.
180
Issacs, María, p. 171-176.
181
Llama la atención la manera como Isaacs idealiza a los pobladores de la montaña cercana al hogar de Efraín y
María. Todo es limpio, armonioso y dotado de virtudes morales al interior de sus cabañas. Estas familias
antioqueñas, blancas, representan en la novela el mundo perfecto de la pequeña producción libre, sin esclavos,
en contraposición a la plantación esclavista. Ya a principios del siglo XIX José Ignacio de Pombo había
planteado en uno de sus mejores ensayos el ideal de los pequeños productores libres, dueños de su tierra, como
una alternativa moderna al régimen inhumano de la esclavitud. Ver María, pp. 15, 16, 44, 159-162.
182
María, p. 60
125
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Debo terminar contando una experiencia personal muy reciente. Nunca había visitado la
hacienda El Paraíso, pese a mi interés por la obra de Isaacs. Vueltas y revueltas por el mundo
me desviaban una y otra vez de la ruta de María. Hasta que hace apenas un par de meses tuve
la buena suerte de ir en excursión académica al legendario territorio de la novela. Mi
impresión no pudo ser mayor. Al llegar a la altura de la vieja casa, el espectáculo que se
divisaba desde la amplia terraza era de una belleza extraordinaria. El valle que se abría ante
nuestros ojos es tan parecido al de Pinar del Río, cerca de la Habana, que no pude dejar de
sonreírme al pensar en nuestras fronteras imaginadas y en la astucia narrativa de Isaacs para
restablecer las cercanías, tan de la esencia de su propia memoria.

Ahora bien, el asombro es mayor ante el esplendor del azul tenue de las montañas situadas a
las espaldas de la casa que nos recuerdan de inmediato a las incomparables “Blue Montains”
de Kingston. Sin mucha dificultad, podemos imaginarnos al mayor de los Isaacs, exilado de
Jamaica, después de la larga travesía marina, de sus estancias de comerciante próspero en
Quibdó y Buenaventura, arribando a una geografía, que a él, poco enterado de las geografías
arbitrarias de los criollos andinos, le resulta tan familiar, tan caribeña.

La vieja casa es hoy un museo. Es decir, una invención. Allí están los muebles aristocráticos,
el silencio y la ausencia de vida. Pero en medio de todos esos objetos que la guía va
describiendo con tanto aplomo, a la vez que nos narra la historia de amor de Efraín y Maria,
hay uno que no conoce. Le parece una linda curiosidad y nada más. Se trata de una bellísima
escultura en madera. Hecha del Mahoganny jamaicano, a lo mejor por uno de sus talentosos
artistas negros. Se trata nada menos que de una linda representación del Doctor Bird, el
pajarito de extensa cola, símbolo de Jamaica. Tal vez George Isaacs, padre del novelista, la
trajo consigo durante su largo viaje o quizás al asentarse en el Paraíso, tantas cosas le
parecieron familiares, -las montañas, los valles, la luz del crepúsculo-, que la nostalgia fue
mayor y entonces mandó a esculpir la imagen misma de Jamaica, encarnada en la pequeña
ave, para tenerla allí con él. Nunca lo sabremos.

Lo que sí podemos afirmar con mucha certidumbre es que el hijo del viejo Isaacs, que no
conoció la antigua Kingston, supo recobrar fragmentos del mundo perdido de sus ancestros
en su espléndida novela.

126
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La actividad política y empresarial de un escritor vallecaucano. El caso de Jorge


Isaacs183
Alonso Valencia Llano

Jorge Isaacs nació en Cali el 1º de abril de 1837, en el hogar formado por Jorge Enrique
Isaacs, un inmigrante inglés de origen judío llegado al Chocó desde Jamaica, y por Manuela
Ferrer Scarpetta. En Cali efectuó sus primeros estudios, los que continuó en Popayán en la
Escuela del maestro Manuel María Luna. En 1848 realizó estudios superiores en Bogotá en
los Colegios del Espíritu Santo, San Buenaventura y San Bartolomé, regresando a Cali en
1852.

Como la mayoría de los colombianos destacados del Siglo XIX, desde muy joven participó
en la política partidista colombiana, influenciado por el hecho de que su padre había
participado en actividades políticas al lado de los conservadores. Así, en 1854 se le vio actuar
como ayudante de campo del coronel conservador Manuel Tejada y como abanderado de la
famosa "Columna Torres", con la que los caucanos combatieron a los sectores populares
caucanos que apoyaron la dictadura de José María Melo. Posteriormente participó en la
guerra de 1860, cuando apoyó al presidente conservador Mariano Ospina Rodríguez contra el
revolucionario general caucano Tomás Cipriano de Mosquera quien se había aliado con los
caudillos liberales José María Obando y José Hilario López para terminar con el régimen
conservador. Durante esta contienda Isaacs combatió en el puente de Cali y participó, bajo las
órdenes del general antioqueño Braulio Henao, en la batalla de Manizales el 28 de agosto de
1860. No deja de llamar la atención de que actuara militarmente del lado de los políticos que

183
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

127
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

atacaron a Mosquera, si se tiene en cuenta que el general caucano había sido socio de su
padre en la empresa del ferrocarril del Cauca.

Con la muerte de su padre, en 1861, Jorge se vio obligado a enfrentarse a la administración


de las propiedades de su familia que su padre había dejado cargadas de deudas, las que se
incrementaron cuando debió adquirir nuevos préstamos para poner las haciendas de "La Rita"
y "La Manuelita" en producción, lo que no logró. Su gestión -que se prolongó hasta 1864- fue
tan desafortunada que las condujo a la ruina total, perdiendo prácticamente todo el patrimonio
familiar. Sus biógrafos reconocen que este funesto resultado se debió a que se dedicó a
escribir versos en vez de enfrentar el engorde de ganado y la producción de azúcar. Ante esta
situación su hermano mayor, Alcides, decidió encargarse de la administración de los bienes
familiares. Este cambio de administración no impidió que Jorge se viera envuelto en una serie
de pleitos desarrollado por el abogado de los herederos del Sr. Pedro José Piedrahita, uno de
los principales acreedores, quienes demandaron la mortuoria de don Jorge Enrique ante el
juzgado de Palmira el 13 de mayo de 1864.

Las preguntas que el abogado solicitó se hicieran a los testigos no dejan ninguna duda acerca
de la pésima administración del escritor:

Si es cierto i les consta que las haciendas de Santa Rita i la Manuelita quedaron
perfectamente arregladas o reparadas a mediados del año de 1860 i en estado de
producción.
Si así mismo es cierto, que cuando el señor Jorge Ricardo Isaacs se encargó del manejo
i administración de dichas haciendas de Santa Rita y La Manuelita ya no había reparo
alguno que hacerles, sino solo recoger los fuertes rendimientos que ellas producían,
expresando poco más o menos el mes i el año en que el referido señor Jorge R. Isaacs,
por la muerte de su padre, tomó a su cargo las haciendas que fueron de éste.
Digan si en su concepto, no solamente no necesitó el Sr. Jorge Ricardo Isaacs de pedir
dinero prestado para fomento de las haciendas que estaban a su cargo, si no que con los
pingües productos de éstas pudo mui bien, con algo de voluntad de su parte, haber
pagado alguna cosa de la deuda del finado señor Jorge Enrique Isaacs.184

Los ataques de los acreedores no estuvieron dirigidos únicamente al poeta. A su madre, doña
Manuela de Isaacs, albacea de la mortuoria, también se le criticó su forma de vida y sus
niveles de consumo, ya que, según los acreedores, ellos habían influido en el decrecimiento
de los bienes. Supuestamente, debía abstenerse de cosas necesarias para ella y su familia y
destinar sus recursos a cancelar las deudas que su marido había contraído, puesto que se le
reclamaba hasta por los alimentos que habían consumido en los tres años posteriores a la
muerte de don Jorge. Eustaquio Palacios, uno de los más destacados escritores, publicistas y
abogados vallecaucanos, inició la defensa de la familia señalando que el albacea no tenía
responsabilidad si durante la administración de los bienes se infligía algún daño a los
acreedores, sustentando esto en la justeza de asegurar la sustentación de los herederos
legítimos. Señaló en su alegato que el deterioro del patrimonio provenía más bien a los
siguientes factores:

184
Luis Carlos Velasco Madriñán, Jorge Isaacs, el caballero de las lágrimas, Cali, Ed. América, 1942, Pp.81-
82.
128
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

1º del menor precio dado a la labranza de las cañas por haberse pasado éstas.
2º de la destrucción de las cercas i pérdida consiguiente de parte de los animales por la
soltura del terreno.
3º pérdidas de los mismos por robo i expropiaciones.
4º disminución en el avalúo de algunos bienes raíces como ramadas i parte del edificio
de habitación.
I si esto es así, ¿puede decirse con justicia que la señora viuda es responsable por el
déficit que ha resultado? ¿Cómo podía remediar el daño de la caña i la destrucción de
las cercas i la pérdida de los animales, cuando es notorio que estos perjuicios han sido
inevitables por consecuencias de la guerra? I últimamente, ¿cómo podía impedir que se
nombrasen otros evaluadores i que éstos diesen un avalúo distinto a casi todos los
bienes i aún a las fincas raíces? ¿Tienen acaso los evaluadores obligación de sujetarse a
una regla fija e invariable para la apreciación de las cosas?185

De todas maneras las diferencias entre los bienes y las deudas llevaba a pensar que la familia
Isaacs quedaría en la ruina total. Para solucionar el problema se recurrió a un recurso mañoso:
el 2 junio de 1864, Carlos, uno de los hijos, intervino en la mortuoria reclamando el pago de
los bienes por haber aportado al patrimonio familiar un toro y seis novillonas que le habían
sido dadas por sus padrinos Mariano Córdoba y Leonor Vallecilla. Previa declaración de los
testigos, el coronel Cerveleón Núñez y Rafael González Camacho, quienes lograron que 7
reses se convirtieran en 280, la deuda le fue pagada. Los argumentos fueron los siguientes:

... un número dado de ganado de cría se duplica cada cuatro años. Ahora bien, de siete
reses importe de la donación hecha en 1843, debieron haber 14 reses en 1847,
veintiocho en 1851, cincuenta i seis en 1855, ciento doce en 1859, i doscientas
veinticuatro en 1863, las cuales debieron producir hasta 1864 en que estamos,
cincuenta i seis reses más, de suerte que el número cabal de ganado de cría que
pertenece a mi poderdante es el de doscientas ochenta reses, i como él en su libelo de
oposición demandó el producto total de esa donación, resulta que su demanda es por
doscientas ochenta reses, reclamadas por acción de dominio, que le deben ser
entregadas. Más como el ganado que había en la hacienda ha sido rematado con ella, el
20 de abril último, debe mandársele pagar por el señor juez la suma de mil novecientas
ochenta pesos de lei que importan las doscientas ochenta reses, valuadas como fueron a
once pesos cada una, i no se diga que no pudo ser porque el ganado se remató por las
dos terceras partes del avalúo.186
Las haciendas La Rita y La Manuelita fueron rematadas por don Santiago Eder quien, como
era legal en la época, hizo postura por las dos terceras partes del avalúo.187

El remate de los bienes de la familia no llevó a que los problemas jurídicos del poeta
hubieran terminado, puesto que el 20 de abril de 1864, cuando se había trasladado a Bogotá,
se vio obligado a recurrir al Dr. José María Vergara y Vergara para que lo representara
jurídicamente, pues aún se le seguían cobrando dineros tomados por él para poner en
producción las haciendas. Lo único que debía demostrar Vergara era que a su representado no
le cabía responsabilidad si dichos créditos no habían sido cubiertos con lo que importó el
185
Ibíd., p. 86.
186
Ibíd., pp. 87 – 88.
187
Los detalles de este remate pueden ser consultados en Alonso Valencia, Empresarios y políticos en el Estado
Soberano del Cauca, Cali, Universidad del Valle, 1993, pp. 286-287.
129
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

remate de los bienes de la familia. No deja de ser importante el señalar que esta relación con
Vergara y Vergara va a permitir que los socios de El Mosaico descubran a Isaacs como poeta.

Para ayudar a Isaacs, entre 1864 y 65, su antiguo enemigo político Tomás Cipriano de
Mosquera lo nombró Subinspector del Camino de Buenaventura. Pesó en este nombramiento
el hecho de que su padre había sido no sólo socio de la empresa, sino también representante
de Mosquera en la misma. Las duras condiciones de trabajo a las que se vio sometido son
relatadas en los siguientes términos por el mismo Isaacs:

Hay una época de lucha titánica en mi vida: la de 1864 a 65; viví como inspector del
camino de Buenaventura, que se empezaba a construir entonces, en los desiertos
vírgenes i malsanos de la costa del Pacífico. Vivía entonces como salvaje a merced de
las lluvias, rodeado siempre de una naturaleza hermosa, pero refractaria a toda
civilización, armada de todos los reptiles venenosos, de todos los hálitos
emponzoñados de la selva. Los 300 ó 400 obreros que tenía bajo mis órdenes y con
quienes habitaba como un compañero, tenían casi adoración por mí. Trabajé y luché
hasta caer medio muerto por obra de la fatigante tarea y del mal clima.188

Años más tarde, recordando esta época de su vida Isaacs escribiría: "Entonces hice los
borradores de los primeros capítulos de María, en las noches que aquel rudo trabajo dejaba
libres para mí."189

En 1867, cuando ya gozaba de reconocimiento como poeta y como literato por haberle
publicado un libro de poemas los miembros de El Mosaico y haber publicado María, don
Jorge aparece como redactor del semanario conservador La República, en Bogotá, para
sostener la candidatura presidencial de Pedro Justo Berrío, lo que lo llevó a ser electo
representante a la Cámara en 1866, 68 y 69 por el partido conservador. En 1870 fue electo
nuevamente pero esta vez como miembro del sector radical del liberalismo, pues desde 1867
cuando se dio el golpe de estado contra el General Mosquera, había mostrado afinidades con
este sector político. Su vinculación con el liberalismo le sirvió para que fuera nombrado
cónsul en Chile, cargo que desempeñó entre 1871 y 1872.

Cuando regresó de Chile en 1873 decidió dedicarse a labores agrícolas. Para ello se asoció
con Recadero Miguel Infante, con quien compró el primero de marzo la hacienda
Guayabonegro, situada en la municipalidad de Palmira. El mismo poeta describía estas tierras
en los siguientes términos:

Allí hay 1.800 y pico de plazas, más bien más que menos, de uno y otro lado del río
Fraile y además un lote de 60 a 70 en los terrenos de la Bugueña comprados por mí
a don Manuel Saa y a un tal Moreno.
Son de gran valor la dehesa, excelente para crías, y los bosques vastísimos de
chagualo, más los guaduales sobre el río Párraga, límite de la hacienda al norte.
Hay labranzas al oriente y occidente del trapiche; un potrero superior para levante
llamado "Valdivia", y otro de guinea denominado "San Miguel": el edificio del
trapiche y azucareros son hechos a todo costo, y la casa de habitación, aunque me

188
Ibíd., p. 106.
189
Ibíd., p. 103.
130
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

dicen que aquel Sánchez la ha dejado deteriorar mucho, es grande, cómoda, y tiene
también un gran valor en material: en esta última está la fábrica de aguardiente con
sus hornillas alambiques, cubas, etc.
Entre los muebles de valor deben existir dos campanas, unas vinajeras de plata y un
cáliz.
Todos esos terrenos de Guayabonegro al norte del río Fraile, son buenos y valiosos,
por sus selvas de chagualo y guaduales, que deben tener avalúo aparte, y por la
dehesa que es inmejorable. Sírvale a Usted de regla que esos ricos bosques de
aquella madera inagotable allá, son los únicos de tal especie que hay en el municipio
de Palmira. A esa población y hasta Santa Gertrudis llevan madera de ellos: el
derecho de sacar 100 tirantes, costeando el comprador los peones, se vende en
$30.oo sencillos; las soleras valen cada una $2.oo o veinte reales; las vigas 3 o 4 en
el bosque, para que las corte el comprador.
En la banda meridional o sur del río Fraile, tiene tierras Guayabonegro desde el paso
o vado cerca al cacaotal hasta limitar al occidente con Coloradas o hacienda del
Fraile, y una muy ancha faja sobre el río está cultivada toda de pará hasta ser capaz
ese potrero, llamado Raconcagua, de contener holgadamente 250 novillos de ceba.
Tenemos, además de ese lado del río Fraile en Guayabonegro, guaduales excelentes
y los platanares de Machorrucio en los bosques del sur, bosques que abundan en
toda clase de buenos materiales.
Olvidábaseme decir que al lado del trapiche hay un cacaotal muy productivo, que no
bajará hoy de 5.000 árboles.190

Como en la vez anterior las especulaciones agropecuarias de Isaacs terminaron en rotundos


fracasos, por lo que su socio, el señor Infante, regresó a Chile, obligando a que el poeta se
endeudara para poder pagar lo aportes que el mencionado señor había hecho a la sociedad.
Esto llevó a que en los principales periódicos caucanos, Los Principios, La Unión Liberal, y
El Cauca, publicara el siguiente aviso:

¡Ricos, buena ocasión!


Vendo en términos muy ventajosos para el comprador la hacienda de Guayabonegro.
En veinte meses de incesante trabajo, le he hecho a esta hacienda, que recibí arruinada,
valiosas y muy productivas mejoras en sus edificios, cercas, aguas, cañales y fábricas.
[...]
En cambio de PAGAR TODO LO QUE DEBO, renuncio gustoso a las utilidades
cuantiosas que podría reportarme el poseer estas fincas por algún tiempo más.
Jorge Isaacs.191

Al no aparecer comprador Isaacs gestiona, durante los primeros meses de 1875, que el señor
García Echeverri, a quien había comprado la hacienda, la recibiera con las mejoras como
pago total de las deudas que con él tenía. El 12 de abril de 1875, y cuando Echeverri rehusó
las diferentes propuestas que se le hicieron, el poeta se vio obligado a presentarse ante el juez
del circuito de Palmira para ceder a todos sus deudores los bienes que poseía. Además para
contrarrestar el deterioro de su imagen como hombre de negocios publicó un folleto titulado
A mis amigos y a los comerciantes del Cauca (Cali, 20 de junio de 1875).

190
Velasco, ob. Cit., pp. 189-190.
191
Ibíd., p. 191.
131
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La publicación del folleto muestra en sí misma las angustias económicas por las que pasaba
el poeta. El único número que pudo consultar su biógrafo Velasco Madriñán tenía la siguiente
petición hecha de puño y letra por el poeta:

Estimado Simón: Una vez leído por usted este ejemplar, le agradeceré se lo pase al
señor Enrique Martínez. No he podido hacer una edición tan numerosa como era
necesario. Su affmo. Isaacs.192

Debido a esta segunda ruina económica, la imagen de Isaacs como empresario rural se había
venido abajo. La situación era tan grave que existían serias dudas acerca de su probidad, pues
se pensaba que se trataba de una ruina fingida con la que se pretendía timar a los acreedores.
Fueron precisamente estas dudas sobre su honra las que lo llevaron a escribir en el folleto
mencionado:

Ya no se especula solamente sobre el fruto de mis tareas penosísimas desde febrero de


1873 hasta hoy; se especula sobre mi honra, y siendo esa honra la de mis hermanos y lo
único que podré legarles a mis hijos, defenderla es un imperioso deber.
Cuando en enero de 1873 volví de las repúblicas del sur al Cauca, el país tenía
confianza y sobrados motivos para tenerla, en la inmediata y formal construcción del
ferrocarril que ha de proporcionarle fácil comercio con los ricos mercados de ambos
mundos y una prosperidad que ni sospechan algunos hijos de esta fecunda región, poco
menos que despoblada aún y apenas conocida en América.
Nadie ignora las seguridades que se habían recibido y recibían del gobierno nacional y
de los empresarios, y bien se recuerda lo raro que debía ser, en esta ciudad y en el
Cauca todo, encontrar personas de buen criterio que estimase en poco aquellas
seguridades confirmadas en publicaciones frecuentes.

Contándose con que pronto se le daría comienzo a la construcción del Ferrocarril del
Pacífico, y siendo obvio que en cualquier caso perjudicaría a los empresarios interrum-
pir la obra; calculando principalmente por lo visto en otros países de Sud América que
se han hallado, en iguales circunstancias, el rápido aumento que habría de adquirir el
valor de ciertas propiedades rústicas, ningún plan de negocios pudo haber sido más
sencillo y certero que comprar en el Valle haciendas de excelentes condiciones por su
feracidad, situación, etc., mejorarlas y conservarlas por algún tiempo y venderlas
después aprovechando el mayor precio que fincas de tal clase habrían de obtener.

Si calcular así fue un error mío, como ya tarde hube de reconocerlo, también lo ha sido
de muchos hombres inteligentes y laboriosos del Cauca, que pagan hoy muy cara la
confianza que en la alta posición y recursos de la Compañía empresaria se tuvo aquí,
fundándose tan funesta confianza en la honorabilidad de los agentes y abogados de la
Compañía. ¡Ojalá hubiese sido yo en el Cauca la única víctima de aquel error!193

La defensa de su honra no fue únicamente hecha por el poeta, sino por algunos empresarios y
políticos caucanos entre los que se destacan César Conto, Jeremías Cárdenas, Modesto

192
Velasco, pp. 191-192.
193
Ibíd., Pp.191-192.
132
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Garcés, José Quijano W., Zenón Fabio Lemos y Roberto Zawadzky, quienes publicaron en la
hoja titulada Un Deber:

Reveses de fortuna muy comunes en países como el nuestro, donde muy rara vez se
disfruta de completa seguridad en la paz, obligaron al estimable y honrado caballero,
señor Jorge Issacs, a hacer cesión de bienes para pagar a sus diversos acreedores.

Este desgraciado acontecimiento ha servido a algunos para deducir cargos contra la


honradez nunca desmentida del señor Isaacs; y por eso nos creemos en el deber más de
amistad, de justicia, de hacer la pública manifestación del conocimiento que abrigamos
de la pureza y pundonor con que procedió el señor Isaacs en sus últimas
especulaciones, que dieron por resultado la pérdida de su fortuna.

El folleto documentado, publicado por el señor Isaacs, y sus puros precedentes, como
administrador de la mortuoria de su padre, como negociante y como distinguido
miembro de nuestra sociedad, han llevado a nuestro ánimo aquel convencimiento.
Sirva esta manifestación de algún consuelo en sus infortunios a nuestro amigo, y de
estímulo a los hombres abnegados, que en medio de las vicisitudes de la vida, se
resignen, como el señor Issacs, a perder todos los bienes de fortuna, antes que dejar
empañar su honra. Popayán.194

Su fracaso económico lo llevó a una dedicación activa a la política, al lado del sector radical
del liberalismo que era liderado por Manuel Murillo Toro en los Estados Unidos de Colombia
y en el Estado Soberano del Cauca por su primo César Conto. 195 Este último fue nombrado
presidente del Cauca en 1875 gracias a una coalición entre radicales y mosqueristas que
pretendía frenar el ascenso del partido conservador. En el gobierno de su primo Isaacs ocupó
el cargo de Subdirector de Instrucción Pública del Cauca y, luego, el de Secretario del ramo
el que desempeñó hasta 1877.

El desempeño político del grupo radical no fue el mejor. Sabiéndose minoritarios, Conto,
Isaacs, Modesto Garcés y Manuel Sarria, iniciaron una serie de maniobras para perpetuarse
en el poder. Para lograrlo, persiguieron al partido conservador, exasperaron al clero e
intentaron aplicar el sistema de educación laica que desde 1870 venía desarrollando el
gobierno radical de la Unión y que había encontrado en los caucanos en general una fuerte
oposición porque consideraban que se quería imponer la "educación atea". En apoyo de su
proyecto, Conto e Isaacs, redactaban en Popayán El Programa Liberal, desde el cual no sólo
fustigaban a los conservadores, sino también al sector mayoritario de los liberales caucanos,
el mosquerista, que empezaba a vivir un proceso de recomposición interno que permitía cierta
tolerancia frente al conservatismo y estaba dando origen al liberalismo independiente, bajo la
dirección de los generales Julián Trujillo y Eliseo Payán. Los métodos utilizados por los
radicales fueron los conocidos como "sapistas" -en referencia a Ramón Gómez, un político
radical cundinamarqués mejor conocido como "el sapo", experto en violar las garantías
individuales, especialmente las electorales- y que eran resumidos en la frase "el que escruta
elige". Aunque fueron muchos los abusos, el que más exasperó a los caucanos fue el declarar

194
Un deber, Cali, noviembre 27 de 1875.
195
Para una ampliación de los hechos políticos que caracterizaron la vida de Isaacs puede verse mi libro Estado
Soberano del Cauca. Federalismo y Regeneración, Bogotá, Banco de la República, 1988.
133
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

"en blanco" el voto del Estado, cuando la voluntad electoral de los caucanos había estado por
el candidato presidencial Rafael Núñez. Esto llevó a que los independientes consideraran
seriamente realizar un levantamiento para bajar a los sapistas del poder, lo que no se logró
debido a que las presiones realizadas por Conto sobre los conservadores los obligó a lanzarse
a la guerra en 1876. Durante la contienda Isaacs actuó como jefe del batallón "Palmira" y
como Visitador Fiscal de las Municipalidades del Estado.

En 1877 en medio de unas elecciones en las cuales no podían participar la mayoría de los
caucanos, por estar en la guerra, Conto logró hacer elegir a todos sus amigos a la Legislatura
caucana y a su Secretario de Gobierno, Modesto Garcés, como Presidente del Estado, quien, a
su vez, en 1878, nombró a Isaacs Secretario de Gobierno, cargo que desempeñó entre febrero
y diciembre. A pesar de que mostró un particular interés por el desarrollo de la Secretaría a su
cargo, que llevó a que propusiera y lograra la aprobación de la ley 32 Orgánica del Ramo de
Instrucción Pública y a establecer un claro control sobre el culto católico, su desempeño fue
muy criticado por los liberales independientes y los conservadores, quienes lo acusaron a él y
a la Legislatura Caucana de haber invadido las esferas del Gobierno Nacional con el único fin
de ejercer influencias decisivas en aspectos eleccionarios.

La situación nacional después de la guerra se había puesto demasiado tirante, debido a que
una de sus consecuencias fue que los radicales perdieran el poder nacional que habían
mantenido desde 1867 cuando derrocaron a Mosquera, resultando electo el General Julián
Trujillo como Presidente de la Unión. Esto hizo que la oposición se concentrara en las
Cámaras donde los radicales mantenían una representación importante.

Su actividad política no llevó a que cesaran los infortunios de Isaacs puesto que su principal
acreedor, el señor García Echeverri, no aceptó la cesión de bienes y por el contrario inició un
proceso de embargo ante el juzgado segundo del Palmira, el que notificó por edicto el
embargo de la hacienda. En su defensa Isaacs dijo:

Jorge Isaacs, en la cesión voluntaria de bienes que tengo hecha en favor de mis
acreedores, a usted respetuosamente digo: que después de haber agotado los medios de
conciliación para llegar a un arreglo amistoso y justo con el señor don Manuel García
Echeverri, me ejecutó este sin piedad, y me vi en la imprescindible necesidad de hacer
cesión de bienes.

En efecto, lo hice ante el señor juez del circuito de Cali, que era el de mi domicilio de
siempre, y ya estaría terminado el asunto si el señor García Echeveri no se hubiera
obstinado en llevar el asunto a Palmira, teatro de sus mayores influencias, y donde
creyó que todo marcharía a su favor, teniendo por abogado al más hábil de los
abogados de la ciudad. Así consiguió el señor García Echeverri, no lo que se proponía
lograr -quedarse con todo lo que yo había costeado en mejorar la hacienda de
Guayabonegro-, sino el deterioro de la finca durante la revolución, sin recibirla cuando
quise lo hiciera antes.196

La alusión al abogado, que lo era el doctor Rafael Prado Concha, llevó a la airada respuesta
de éste, quien escribió al tribunal el 14 de Noviembre de 1877:
196
Ibíd., p. 195.
134
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

No me ocupo del escrito del señor Isaacs, porque nada, y menos que nada me importan
las opiniones que se forme este señor de mi poca o mucha habilidad como abogado; y
con razón tanto mayor cuanto que nunca he hecho alarde de esa habilidad; como no la
he hecho, ni la haré jamás, de ser un práctico y hábil negociante para arruinar a mis
acreedores.197

Aunque Isaacs públicamente alegó probidad en todos sus procedimientos, su correspondencia


deja ver cómo intentó valerse de leguleyadas y de influencias políticas para lograr un avalúo
de bienes que le fuera favorable. La carta escrita en Popayán, el 16 de diciembre de 1877 a su
amigo Simón Arizabaleta, es elocuente: en ella Isaacs encarga a Arizabaleta y a Juan E.
Conde, quien fue varias veces Jefe Político de Palmira y era uno de los más importantes
políticos caucanos,198 para que se encargaran de la administración y defensa de sus intereses,
ya que sus funciones públicas no le permitían hacerlo directamente. Uno de los primeros
encargos fue que le cobraran a Amador Sánchez, quien había arrendado la hacienda, ciertas
sumas de dinero con las cuales deberían cubrirse las deudas que contrajo para el
mantenimiento de su familia cuando estaba en la guerra, y que ascendía a más de 600 pesos
fuertes.

La más importante de la carta, aparte de mencionar las influencias que estaba moviendo para
lograr un fallo a su favor, se refiere a la forma en que él considera se debía avaluar sus
bienes:

El terreno hipotecado a los Olano, lote oriental de la hacienda del Fraile, desde la
quebrada de Las cañas, tiene 3.000 plazas españolas, o muy poco menos y solamente
le debo a los Olano $5.200 fuertes y un pico de intereses. Colocados, lo que está
hipotecado a Jerónimo Caicedo, tiene más tierra, un cacaotal que solamente exige un
gasto de $800 a $900 para ponerlo en producción, y el número de árboles no bajan
hoy de 7.000. Aunque Perodías, el lote hipotecado a los Olanos tiene buenas aguas,
guaduales y excelentes bosques, más la casa, los bosques, guaduales de Coloradas son
quizá mejores. Son estos últimos terrenos tan vastos, que nunca pude pasearlos:
limitan al occidente con tierras de Guayabonegro.
Siempre que a buenos conocedores de las tierras del Fraile les pregunto a cómo
avaluarían plaza de tierra en terreno y dehesas tan buenos me dijeron que ni un
centavo a menos de $10 fuertes. Y así es lo justo; pero eso sin contar guaduales, casa,
pará y cacaotal. ¿Comprende Usted ahora el resultado que se puede obtener con un
buen avalúo, sin contar conque cada día de paz que pasa, mejorará el precio de todo?
A don Jerónimo Caicedo solamente le adeudo 14.000 pesos sencillos. Ud. podrá
obtener en definitiva, para las tierras del Fraile, (sin contar casa, guaduales y cacaotal,
que tendrán avalúo aparte) un precio que no baje de $12 a 13 fuertes.
Suponiendo que solamente sean 5.000 plazas, bajando mucho, que es mejor suponerlo
así, tenemos, contando sobre 12 fuertes por plaza, que deben ser 13 fuertes, $60.000:

197
Ibíd., p. 195.
198
Véase Alonso Valencia Llano, “Juan Evangelista conde. Un gamonal caucano del siglo XIX”, en Caciques y
Gamonales, Credencial Historia, Nº 104, Bogotá, agosto de 1998.

135
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

pagados $20.000 sencillos a Caicedo y Olanos, o sean $16.000 fuertes, y restan sólo
en valor de tierras $44.000 o sean 3.666 cuadras o plazas y pico.
La destreza al hacer el pago a los Olanos, adjudicándoles el lote que les corresponde
por los $5.200 fuertes, consiste en tomar para nosotros toda la orilla del río Fraile, y
echarlos a ellos contra la quebrada de Zumbamicos, al lado sur. Así reservamos la
casa y las vegas del río Fraile que son de fecundidad suma.
Al entregarle el lote a Jerónimo Caicedo es preciso hacerle adjudicar el cacaotal
aunque sus terrenos queden sobre la quebrada de Las Cañas, con tal de que todo
nuestro lote tendido a la orilla del Fraile que sigue hacia occidente, logrando que no se
nos interrumpa la faja de terrenos que tenemos ya tomada en Perodías, después de
colocados los Olanos contra la quebrada de Zumbamico.
Todo esto importa sobre manera, y Ud. reconoce que tiene por único fin quedarnos
con lo mejor y además descontar la deuda de Caicedo con el valor del cacaotal.
[...]
Le debo a García $44.000 sencillos, corta diferencia poco más o menos; pero tengo la
seguridad de que el avalúo justo y bien hecho, puede Ud. hacerlo pasar bastante del
valor de la deuda, porque pagados García, Cerruti ($3.000) y Velásquez y algún otro
($1.500) nos queda un lote. Si lográramos quedarnos con Raconcagua, sería excelente
resultado, pero dándonos también lotes de los que tiene al sur; y entonces la faja de
tierra que tenemos sobre la orilla sur del río Fraile desde Perodías, tendría legua y
media, casi eso, toda fecunda, toda adecuadísima para venderla por lotes para
posesiones, con el agua del río a la mano, etc.199

Esto no dio mayores resultados y por el contrario aceleraron las diligencias de embargo sobre
la hacienda, la cual recibió avalúos muy bajos, contrario a lo que el poeta esperaba. En
adelante las actuaciones de Isaacs se orientaron en dos direcciones: la primera buscaba lograr
que se le nombrara un juez que le favoreciera y la segunda a que el Congreso Colombiano
comprometiera recursos para que se construyera el ferrocarril que comunicaría al Cauca con
el mar. El primer objetivo lo propuso en carta que escribiera desde Popayán el 26 de agosto
de 1878 a Arizabaleta, su apoderado:

[...] el infausto resultado obtenido por el avalúo, se habría impedido concurriendo a él


Ud. en persona, como lo auguramos. Pida Ud. la nulidad de todo. Apele de toda
resolución adversa, para ganar tiempo, pues con el ferrocarril todo mejorará, y no muy
tarde podremos obtener un avalúo racional, que es a cuanto yo aspiro.
Lo del juez en interinidades con Prado Concha, es mi sueño y tiene que ser la
desesperación de todos los liberales del municipio de Palmira. La Municipalidad puede
revocar el nombramiento que en él hizo. ¡Prado Concha dirigiendo la administración de
Justicia en Palmira! Y ¿Conde y Ud. y mil otros pueden tolerar esto?
[...]200

Las leguleyadas utilizadas se reflejan en la carta que escribiera el 30 de septiembre:

[...] Importa sobremanera que Ud. recuse al juez Ulloa, esto es sumamente fácil y Ud.
conoce los medios que para hacerlo se presentan. Bastaría sustituir un poder a favor de

199
Ibíd., pp. 284-289.
200
Velasco, Pp. 272-273.
136
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

algún pariente del juez para que quedara fuera de combate. Como los impedimentos y
causales de recusación se hacen extensivos hoy a los apoderados, basta buscar un
creedor o un deudor del juez para obtener el resultado que se desea. (Vel. cab., p.278)

El segundo objetivo fue una de sus luchas permanentes en la Cámara: la creación del
ferrocarril del Cauca. Esperaba que esta obra redentora para la economía caucana, lograra
hacer subir los avalúos de las tierras y de esta manera beneficiarse de la entrega de
Guayabonegro. Esto se hace evidente en una de sus cartas, en la que dice: La base
fundamental de nuestros progresos está puesta: el Ferrocarril será una realidad, y le pertenece
ya de todo en todo, al Cauca, por la última ley que se expidió sobre auxilios de la Nación a
los Estados para obras materiales. 201

Pero en esta carta, también, instruía a su apoderado en los siguientes términos:

Póngale inmediatamente telegramas a Valencia. Demorar, es lo que hoy conviene hasta


que formalizado el Ferrocarril, se puedan obtener avalúos mejores. Demorar es la regla:
no la olvide. Cuando yo quise entregarle a García E. la hacienda valiendo mucho más
de lo que costó, él no quiso recibirla, por quedarse con las mejoras de balde: ahora
estoy en mi derecho al procurar mejor tiempo para los avalúos.202

Estas estrategias no dieron mayores resultados, puesto que después de muchas diligencias el
juzgado embargó los bienes de Isaacs, cuyo inventario no deja duda alguna sobre el alcance
de su ruina económica: “[...] la casa de habitación, parte de ella en mal estado, un tinajero
viejo, un trapiche montado de piedra, un cántaro de cobre con su culebra, etc., etc. Un
cacaotal, una parte limpio y otra en mal estado, un rastrojal, un monte que pertenece a la
hacienda a orillas del llano, un mangón de pasto común a orillas del río Fraile. Estos bienes
fueron avaluados en $17.934,60 y fueron rematados el 28 de octubre de 1878 en favor del
señor Echeverri, quien ofreció 18.000 por ellos. Ernesto Cerruti fue la única persona que
demandó la acción judicial presentando una escritura de hipoteca, en la cual Isaacs le
reconocía una deuda, que no corrió debido a que la hipoteca del señor Echeverri era más
antigua. 203

El regreso de Issacs a las actividades políticas, se caracterizó por un desempeño bastante


sectario al lado del radicalismo y por una abierta oposición al gobierno regenerador. El
primer movimiento opositor lo efectuó cuando el Senado rechazó las listas de Secretarios de
despacho presentadas por Trujillo y cuando propuso dar garantías al clero. Pero lo más
bochornoso se presentó en la Cámara el 6 de mayo de 1879 cuando Jorge Isaacs insultó al Dr.
Andrés Cerón, Secretario de Guerra, su enemigo personal y político. Esto suscitó la airada
reacción del pueblo bogotano, manipulada por el presidente, el que atacó el Hotel donde se
alojaba Isaacs, junto con otros representantes. También fue atacada la casa del Dr. Manuel
Murillo Toro, por lo que se esperaba un levantamiento general del radicalismo. De hecho
Isaacs había sido el detonante de una crisis que estaba siendo impulsada por los radicales
apoyados en sus mayorías en el Congreso. La prensa independiente dibujaba así la situación:
"Los sapos cantan aún, i la oligarquía intenta quemar sus últimos cartuchos desde las
201
Velasco, P. 282. Para los proyectos de l Ferrocarril y otras obras de infraestructura en el Cauca, puede
consultarse a Valencia, Empresarios y Políticos..., cit., pp. 93 y ss.
202
Velasco, ob. Cit., p.283.
203
Velasco, pp. 196-197.
137
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Cámaras lejislativas". Después de algunos muertos y muchos contusos, el presidente declaró


turbado el orden público.

En esos momentos Isaacs era consciente de que se había convertido en el principal opositor al
gobierno, pero con un mal cálculo político consideró que era llegado el momento de iniciar
una revolución que permitiera que los radicales retomaran el poder. Para ejecutar sus planes
marchó a Manizales, pues algunos radicales se estaban atrincherando en San Francisco
(Chinchiná), lo que obligó a que el Gobierno del Cauca, movilizara la Guardia Nacional. La
situación se caldeó tanto que el periódico caucano El 21 de abril, publicó un artículo remitido
desde Manizales y titulado "Avisos de Ruina", en el que se decía que en esa ciudad Isaacs
había pintado con colores exagerados lo ocurrido en Bogotá inculpando al Presidente de la
República y acusándolo de haber

celebrado un compromiso con los conservadores para entregarles los Estados de


Antioquia i Tolima. Dicho Isaacs partió para Medellín llamado por el Jeneral Renjifo; i
ya podrán considerar cuánto hará para prevenir los ánimos i lanzar el Estado a la
guerra. Estamos preparados contra toda aventura. A ustedes toca calificar las infamias
de su paisano Jorge; por fortuna es hombre mal querido i desprestijiado.

Los temores de los caucanos no fueron infundados, pues a pesar de que Isaacs se dedicó a
redactar en Medellín La Nueva Era, ese mismo año encabezó una revolución que derrocó al
presidente de Antioquia Dr. Pedro Restrepo Uribe. Su participación en dicho movimiento la
explicó en un libro titulado La Revolución Radical en Antioquia, (Bogotá, 1880).

138
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El movimiento revolucionario fue una desafortunada jugada política de Isaacs, pues a


pesar de que tomó el poder el 28 de enero de 1880, no contó con el apoyo de los
principales líderes antioqueños, quienes en telegramas dirigidos al Presidente de la
Unión, le solicitaron no reconocer su Gobierno usurpador. En igual sentido se
pronunció el general Valentín Deaza, Comandante del Batallón Zapadores de
Manizales, quien no aceptó el nombramiento de Jefe del Estado Mayor General, que le
hiciera Isaacs, pues a nadie se ocultaba que el movimiento se había iniciado como una
revolución contra el Gobierno Nacional.

El movimiento de tropas nacionales desde Manizales y el Cauca, logró que Isaacs fuera
depuesto y que recuperara el poder el Dr. Pedro Restrepo U. Como consecuencia de esto
fue expulsado del Congreso, finalizando su vida política, aunque en.

Nuevas actividades empresariales las realizó Isaacs en 1881 cuando el Presidente


Rafael Núñez lo nombró Secretario de una Comisión Científica que se encargaría de
estudiar los territorios colombianos en lo referente a Ciencias Naturales y a la
Geografía. Este mismo año inició la expedición hacia los Estados de Bolivar y el
Magdalena, donde se separó de la comisión e inició investigaciones por su propia
cuenta. En el occidente del Estado del Magdalena, entre los ríos de Aracataca y
Fundación descubrió los primeros yacimientos de carbón cuyas muestras fueron
enviadas al gobierno nacional el que hizo poco caso de ellas. Isaacs en su
correspondencia cuenta que vivió once meses únicamente con $200 que le había
suministrado el gobierno nacional y que vivió casi año y medio sin que recibiera sueldo
alguno.

En 1884, Isaacs fue nombrado Director de Instrucción Pública en el Tolima, cargo


transitorio. Ese mismo año en Bogotá, realizó los preparativos para viajar a Argentina lo
se interrumpió al estallar la Revolución de 1885 en la cual tuvo una muy discreta
participación. Durante esta época, se internaba en las montañas de Sumapaz donde
descubrió minas de carbón de piedra.

Luego de la revolución se enteró que se pretendía formar una compañía de accionistas


nacionales y extranjeros que explotara e carbón que él había descubierto en 1881. Esto
lo llevó a pedir un privilegio del Ministerio de Hacienda para organizar la explotación
de dichos yacimientos por su propia cuenta. Su amigo, el Presidente Rafael Núñez le
otorgó el privilegio en junio de 1886. En noviembre de este año, inició una segunda
expedición que lo llevó a descubrir grandes yacimientos de fosfato de cal en la Guajira.

Esta expedición terminó en abril de 1887 cuando, el 22 de abril, se enrumbó a las costas
de Urabá auspiciado por el señor José María Goenaga, Gobernador de Bolívar, donde
descubrió bancos de hulla, abundantes fuentes de petróleo y algunos depósitos de
fosfato de cal. La alegría del descubrimiento es relatada así por Isaacs:

Acabé los estudios de la costa felizmente, con mucha fortuna. Las hulleras que
descubrí en el Golfo de Urabá, (Darién del norte), son una riqueza fabulosa. Estoy
ya asociado para coronar la empresa, contratar en el extranjero, etc., etc., con la
fuerte y bien acreditada casa de los señores José Camacho Roldán & Compañía.
El socio administrador de la casa irá en junio y julio a los Estados Unidos y
Europa, ocupado en esa labor, y en agosto o septiembre me reuniré en la costa

139
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

con el ingeniero doctor que el Sindicato constituido al efecto, envíe a estudiar las
hulleras. Hallarán que son más que lo que -sobrio en mis informes- he dicho.
(Carta de Isaacs al señor Justo Sierra, fechada en Ibagué el 4 de mayo de 1888.
305)

En 1888 minada su salud por el paludismo, decide establecer una finca pequeña en
Ibagué bautizada con el nombre de La Clemencia donde logra establecer algunas
explotaciones de oro. (346)

Los contratos para la explotación de las hulleras sólo quedaron perfeccionados en 1890
cuando se promueven negociaciones con industriales de Nueva York que fracasan en
1892. Posteriormente en el Estado de Virginia se establece la Sociedad Pan American
Investment Company, la que propuso a Isaacs la compra de sus derechos en hulleras y
petróleo, los que fueron traspasados en junio de 1894. (347-348)

La literatura y la política
La participación política de Isaacs se rozó con la literatura cuando escribió algunos
poemas narrativos cuyo tema central estuvo orientado hacia las guerras civiles en las
que se vió envuelto. Las tragedias que encerraban las contiendas militares fueron
recogidas en La montañera, La vuelta del recluta, El cabo Muñoz, La muerte del
sargento y Soneto a mi patria, escritos entre 1860 y 1864. Esta temática fue retomada
en 1874 cuando escribió La agonía del héroe y La tumba del soldado que parecen
reflejar experiencias personales. La que si corresponde de una manera más directa a las
experiencias del autor fue Después de la Victoria, escrita luego de su actuación en la
batalla de los Chancos ocurrida el 32 de agosto de 1876.

Pero más importante por las consecuencias políticas que tuvo, fue la persecución que
sufrió Isaacs debido a sus desafortunadas actuaciones políticas. Un buen ejemplo se
tiene en la publicación que hizo en Cali de Los Motilones, un panfleto cargado de
veneno contra los conservadores que llevó a que Primitivo Sinisterra escribiera una
burlona receta, para el menudeo de drogas, que fue famosa y que habría de herir
profundamente a Isaacs, ya que era repetida en todos los tertuliaderos:

Cortezas de Guayabonegro….............4 onzas


Flores de ilusión pecuniaria.................1 onza
Conserva añeja de motilones...............2 dracmas
Extracto alcohólico de vanidad............1 onza
Agua del Fraile.....................................2 litros
Hágase hervir al baño "maría", déjese reposar y fíltrese

Más graves fueron los ataques que se orientaron a tender sombras de duda sobre la
autoría de María, su obra maestra. Luciano Rivera y Garrido describe así este tipo de
ataques:

Pero ¡ay! era preciso que se cumpliera una vez más las tremendas palabras de
Jesús: -"¡Ninguno es profeta en su país!"
El Cauca que tan orgulloso y complacido debiera haberse mostrado con un hijo
como Isaacs, que tanta honra le ha procurado y tanto brillo ha dado a su fama [...]

140
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El Cauca, repito con pesar, fue el primero en llevar a los labios del poeta la copa
de acíbar con que la ingratitud humana recompensa los generosos esfuerzos de los
buenos. Y en vez de suministrar el contingente de lauros que por deber de
reconocimiento le correspondía para la corona con que la admiración universal
habría de premiar los sublimes cantos del sentido vate, fue la calumnia el estigma
con que se pretendió deslustrar el brillo esplendoroso de sus glorias. ¡Doloroso es
decirlo! ¡Cuánto diera por poder expresar aquí otra cosa!... Pero, seamos justos,
aunque nos mostremos de una severidad implacable con nosotros mismos: ¿no
fue, por desgracia, en el Cauca, donde surgió primero la miserable y odiosa
especie de que Isaacs era un impostor vulgar al hacer pasar como obra suya a
María, supuesto de que esta no es sino el lamento póstumo, el gemido postrero
del mayor de sus hermanos, Lisímaco, muerto en la flor de la vida?... ¡Oh! ¡qué
cosa tan terrible es el despecho de la envidia: ya que fue imposible desgarrar las
inmortales de esa corona diciendo que el libro no servía de nada, se gritó que era
ajeno!.

Los comentarios se hicieron especialmente frecuentes en 1879 cuando Isaacs lideró la


oposición al Presidente Trujillo. Los liberales independientes y en especial los del
Cauca no desaprovecharon ninguna oportunidad para burlarse del poeta, recordándole
no sólo su oficio de escritor, sino también sus fracasos económicos. Un buen ejemplo de
la utilización política de estos dos elementos los trae el periódico El 21 de Abril, que en
su edición del 1º de junio de 1879 publicó una hoja suelta con el "proyecto de ley" que
se copia textual:

CONGRESO NACIONAL DE 1879


PROYECTO DE LEI PRESENTADO A LA CAMARA POR EL H. I.
CUCARRON
El Congreso de los Estados unidos de Colombia,
CONSIDERANDO:
1º Que no es posible, según el radicalismo, permitir que a los literatos que
pertenecen a la comunidad se les critiquen sus obras.
2º Que teniendo conocimiento de que La Lid trae una crítica suscrita por un tal
Régulo por la cual se quiere arrebatar las glorias i coronas al eminente publicista
contemporáneo Jorge Isaacs i aún se tiene la osadía de dudar de que él sea autor
de La María.
DECRETA:
Art. 1º Desde la publicación de la presente lei, se borrará de la lista electoral al
señor Régulo, no se le dará boleta de entrada a las Cámaras i se le obligará al
pago de los daños i perjuicios causados al señor Isaacs, los cuales si no pudiere
abonar en metálico los arreglará en trabajo personal en la hacienda de
Guayabonegro.
Art. 2º se declara viribus et armis, pésele a quien le pesare, que el autor de La
María es el señor Jorje Isaacs i el que se resistiere al espíritu de esta lei pagará
una multa de $100 a favor del señor Isaacs.
Presentado, &a, &a.
I. Cucarrón.

Se le dió primer debate i pasó en comisión al Representante Tiberio Sánchez.

141
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

INFORME DE LA COMISION
Ciudadanos Representantes.
Habiéndome tocado en suerte examinar el proyecto de lei relativo a las literaturas
de Colombia, ultrajada en uno de sus más esclarecidos hijos, mi amigo, matrino i
colega Jorje Isaacs, joven literato que ha debido coronarse prematuramente i a
quien la patria agradecida ha debido obsequiar con una efijie a orillas del Nima,
paso a manifestaros mi opinión, cual es, la de darle 2º debate al proyecto, se
entiende, con las modificaciones siguientes:
El artículo 1º debe quedar así:
Art. 1º Se separa del escalafón electoral a Régulo i pagará al señor Jorje Isaacs la
suma de $10.000 por daños i perjuicios. Caso de que esté insolvente se le
admitirán votos en favor de la candidatura providencial i nada de trabajo en
Guayabonegro: ilusiones del poeta!
El art. 2º queda así:
Art. 2º Nada de Viritus et armis sino lisa y llanamente, la Cámara de
Representantes en nombre de los Estados Unidos de Colombia, del Estado
Soberano del Cauca i por autoridad de la lei, declara, que La María es obra
esclusiva de Jorje Isaacs.
Agréguese un artículo como 3º así:

Art. 3º Colóquese el retrato de Jorje Isaacs en el Hospital de Locos de San Juan


de Dios i oblíguese a todos los locos que lo tomen por Santo de su devición.
Ciudadanos Representantes.
T. Sánchez.

Este tipo de ataques realizados por sus enemigos políticos, produjeron profundo
malestar en Isaacs, quien lo expresó a su amigo Luciano Rivera y Garrido:
"¡Siempre aquel libro en boca de los que quieren dañarme!
¿Qué es eso? Si fue un delito escribirlo, ¿así como ellos lo quieren, debo
purgarlo?... Amigo mío, ¿por qué nos regocijamos en un tiempo, por amor al país
en el que usted y yo nacimos, viendo el buen éxito qeu obtenía ese libro? ... ¡De
mi mente aparte Dios los pensamientos que la entebrecen en este instante! ¡Nunca
vuelvan a mí!

Debido a sus fracasos económicos y políticos y, sin duda, a estos ataques, Isaacs no
volvió a habitar en el Cauca. Murió en Ibagué el 17 de abril de 1895, siendo su última
voluntad que su cadáver fuera enterrado en Medellín, la tierra de Córdova a la que había
dedicado uno de sus poemas; no obstante siempre expresó su amor por el Cauca:"¡Sí,
mucho amo al Cauca, aunque es tan ingrato con sus propios hijos!"

142
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Jorge Isaacs y la ruta del Caribe por el Chocó. Memorias, comercio, esclavitud y
modernidad

Luis Fernando González Escobar

La polémica por la cuna: ¿caleño o quibdoseño?


En 1926 se inició una polémica que duraría 17 años que pretendió dilucidar la ciudad
donde había nacido el escritor de la María. La chispa la había prendido sin querer el
escritor antioqueño Baldomero Sanín Cano en 1920, cuando al escribir el prólogo al
libro Poesías Completas de Isaacs, señaló como lugar de nacimiento la ciudad de
Quibdó, capital de la entonces Intendencia del Chocó. En 1926 el poeta Mario Carvajal
inició una cruzada desde la ciudad de Cali para reclamar para esta ciudad la cuna y
exigirle a Sanín Cano rectificar lo escrito; entre las actividades adelantadas por Carvajal
estuvo la colocación el 12 de octubre de ese año de 1926 de una placa conmemorativa
en la casa frente a la antigua capilla del Colegio de Santa Librada, donde supuestamente
hacía nacido el poeta y novelista. Este fue el acto desencadenante de la larga e inusitada
polémica.

A los artículos que escribió Carvajal en el “Diario del Pacífico” de Cali, respondió el
escritor y poeta chocoano Reinaldo Valencia, quien primero publicó los artículos de
Carvajal en el periódico A.B.C., del que era propietario y director, para enseguida
contestarlos y replicarlos. Ese mismo año del 26 la polémica se avivó con la publicación
en el mes de diciembre del folleto Jorge Isaacs no nació en Cali sino en Quibdó,
impreso en los Talleres Gráficos del A.B.C. y escrito por el mismo Valencia. Luego
seguirían artículos en periódicos de Cali, Quibdó, Medellín y Bogotá, a donde llegaría la
polémica y alcanzaría mayor resonancia nacional e internacional con la publicación en
1928 de un artículo de Valencia en la Universidad, revista que dirigía Germán
Arciniegas. La pugnacidad intelectual enfrentó, de un lado, a los intelectuales caleños
comandados por Mario Carvajal, acompañado, entre otros, por el historiador Gustavo
Arboleda, del otro a Reinaldo Valencia, quien recibió el apoyo de Baldomero Sanín
Cano e intelectuales de resonancia nacional como Armando Solano y Nieto Caballero.

Para 1943 un grupo de intelectuales caleños publicó el libro Jorge Isaacs, hijo de Cali,
en donde se recogieron las conferencias que por Radio Pacífico y a iniciativa de José
María Álvarez Dorsonville, director del programa “Hora de los intelectuales”, se
dictaron con el fin de demostrar que Isaacs nació en Cali. De esta obra participaron Luis
Carlos Velasco Madriñán, Leonardo Tafur Garcés, Alfonso Zawadzky, José Ignacio
Vernaza y el mismo Carvajal a petición del director del programa radial 204. Nuevamente
la reacción se debió al libro que anunciaba Reinaldo Valencia, del que sólo conocían el
prólogo escrito por Baldomero Sanín Cano, que con el nombre de La Cuna de Jorge
Isaacs, se publicó también ese año de 1943 en la ciudad de Cartagena, donde residía
para entonces su autor.

En el entretiempo de estas dos fechas, 1926-1943, la polémica de alguna manera se


enfrío, a pesar de lo cual se publicaron algunos textos donde se apoyaba la tesis del
grupo isaacsiano caleño; entre estos el libro Vida y Pasión de Jorge Isaacs, publicado
204
Jorge Isaacs, Hijo de Cali, Cali, El Arte Español Librería Católica, Talleres Carvajal & Cía Ltda.
Editores, junio de 1943.

143
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

en Santiago de Chile, en donde su autor, Mario Carvajal, insertó un capítulo llamado


“Breve historia de una larga polémica”; otro libro fue Jorge Isaacs: el caballero de las
lágrimas, escrito por Luis Carlos Velasco Madriñán y publicado en 1942, ambos serían
tenidos en cuenta por Reinaldo Valencia en su libro de 1943 para seguir apoyando su
teoría. Aún en la actualidad hay quienes toman partido en este debate, como es el caso
de Luis Francisco López, quien señala que “está claramente demostrado por Carvajal
(1943, pp. 11-24, 125), Velasco (1943, pp-36-42), Tafur (op. Cit., pp. 47-54), Vernaza
(1943, pp. 106-107) y Tello (1943/1957, pp. 143-149) que Jorge Isaacs, el novelista, no
pudo nacer en Quibdo”205

La polémica pretendió desentrañar el sitio de origen y de paso precisar la verdadera


fecha del nacimiento. Ante la inexistencia de la partida de nacimiento recurrieron a
distintos documentos, ya escritos u orales, para de manera directa o indirecta inferir y
aclarar las dos dudas. Para los isaacsianos caleños era claro que el escritor había nacido
en Cali el 1 de abril de 1837, mientras que para Valencia había nacido en Quibdó en una
fecha anterior a 1836, probablemente 1832 o 1833, pero sin poder precisar o tener
absoluta certeza.

No digo que Valencia haya demostrado con precisión e impuesto su punto de vista, ni
que el grupo de intelectuales caleños no haya dado una lúcida y fundamentada defensa
de su punto de vista. Pero sin duda Valencia introdujo una duda razonable sobre el
nacimiento del hijo de George Henry Isaacs y Manuela Ferrer Scarpeta, en los años que
esta pareja vivió en el pequeño poblado a orillas del río Atrato, esto es, entre 1828 y
1836. Para Valencia era claro que había nacido en Quibdó, recibió las “primeras aguas”
de manos de su tía materna Ludovina Andrade de Ferrer, es decir, que ella fue su
“madrina de aguas”, y a los tres o cuatro años fue llevado a Cali, para nunca más
regresar a la tierra natal en toda su vida.

Esa duda seguirá persistiendo pues a falta de la “prueba reina”, Valencia dejó sin piso
muchas de las otras “pruebas” e ilustró con claridad lo que pudieron ser esos años de
1828 a 1836 de la familia Isaacs Ferrer en Quibdó. A pesar de hacer uso de suposiciones
y deducciones riesgosas, siguió “los argumentos de la tradición, la inducción y el
raciocinio”, apeló a los testigos actuantes, acudió a las fuentes notariales y de archivos,
confrontó e hizo crítica de fuentes, en síntesis, hizo de historiador avezado a pesar de su
real modestia. Por eso mismo le enrostra a los intelectuales caleños el apego literal al
documento, “la prueba reina”, y su manera de hacer historia; les dice: “así no se hace
historia. Ella debe pasar por el microscopio de la Crítica, y cuando hay controversia
debe llegarse hasta el último límite, confrontando los documentos y pruebas que se
presenten, con hechos concomitantes, con sucesos coetáneos, con el ambiente de los
tiempos, y con psicología de los autores”206

Precisamente en esa búsqueda al límite y de contextualización, nos dejó un enorme


legado para conocer sobre los antecedentes familiares de Jorge Isaacs, nos trazó las
rutas y geografías recorridas en su movilidad, los ubicó en medio de la selva y los ríos
chocoanos con sus nexos económicos y parentales, y, sobre todo, pretendió mostrarnos
cómo ese mundo aparentemente lejano y sin importancia tenía por el contrario que ver

205
Luis Francisco López Cano, La tumba de María Isaacs: génesis y desarrollo de una leyenda
vallecaucana, Bogotá, Ministerio de la Cultura – Premios Departamentales de Cultura 1998, 2002. p. 85.
206
Reinaldo Valencia, La cuna de Jorge Isaacs. Estudio en torno al lugar de su nacimiento, Cartagena,
Editora Bolívar, 1943. p. 168.

144
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

con algunos de los hechos narrados en la novela María, al punto de señalarlos como
autobiográficos.

Novela autobiográfica o algo así como un códice familiar207


Muchos autores han buscado de tiempo atrás encontrar las conexiones entre la realidad
histórica y la trama de la novela María. En la polémica señalada los antagonistas
llegaron al consenso de considerar la novela como autobiográfica y, por tanto, la
utilizaron como apoyo a sus argumentaciones. Citaron párrafos, hicieron uso de fechas y
personajes, con los cuáles darle mayor credibilidad a sus afirmaciones.

Desde entonces se siguió discutiendo tal situación; por ejemplo, en 1954 Luis Carlos
Velasco Madriñán, quien participó activamente en la polémica al lado de Carvajal,
publicó el libro Efraín y María: historia y leyenda, donde buscaba “demostrar los
aparentes nexos entre la realidad histórica y el argumento central de María” 208. Ecos que
todavía no se apagan pues vuelven a ser retomados en trabajos recientes, como La
Tumba de María Isaacs, de Luis Francisco López209, quien desde la antropología y la
arqueología busca demostrar cuánto de leyenda, mito, verdad o realidad histórica hay en
María.

El mismo Valencia fue claro. “Sobre MARIA no puede hacerse cronología fiel. Este
trabajo resulta inexacto debido a la mezcla de la ficción con la realidad” 210. No obstante,
sin caer en la literalidad y en la pretensión histórica Jorge Isaacs, introdujo mucho de las
memorias individuales y familiares en su obra mas renombrada. Personajes –señoriales,
esclavizadores y esclavizados-, lugares y regiones, momentos históricos y familiares,
puestos en la perspectiva de su novela son incluidos trastocando muchas veces la
temporalidad en pos de la narración.

No queriendo decir con esto que su supuesto nacimiento chocoano fuera un factor para
que se desgajaran de su memoria infantil recuerdos imborrables que se plasmaran en la
novela. En ese sentido también fue bastante claro Valencia en muchos de los párrafos:
“Isaacs no se sintió chocoano. Al menos de ello no hay la menor noticia. Nunca he oído
decir…que el poeta se ocupara para nada de su tierra chocoana”, para el pesar suyo y de
sus coterráneos como bien lo exclama “Con qué dolor reconocemos los chocoanos esta
verdad!”211

De igual manera reconocía que “Isaacs –hay qué decirlo con franqueza- se sintió caleño,
y a Cali prestó sus servicios, y de Cali los recibió. Allí nació, pero a la vida espiritual, lo
que no se opone a que abriera los ojos a la luz del mundo en las riberas del gran río
Atrato, porque siempre, como un camarada, parafraseando una expresión, habrá un río a
su lado, marcando etapas de su vida, a ratos llena de placidez, a tiempos procelosa”212

Una y otra vez insistió en la doble condición de Isaacs y el olvido personal y literario en
que mantuvo a su cuna: “Isaacs no amó ciertamente a su tierra natal. No lo amó porque
no la conoció, y no se ama lo que no se conoce ni se vive”; y en una prosa poética, en
una de sus mas bellas páginas del libro, explicó porque pudo haber ocurrido estos:
207
Reinaldo Valencia, Op. Cit., p. 138.
208
Luis Francisco López Cano, Op.Cit., p. 43.
209
Ibíd.
210
Reinaldo Valencia, Op. Cit, p. 179.
211
Ibíd., pág. 187.
212
Ibíd., pág. 188.

145
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

No. Isaacs no podía recordar a su tierra de origen. Le falto el contacto con


ella, el calor de su clima, la respiración de su aire, el repiqueteo de los
aguaceros torrenciales, los relámpagos y el turno que ponen pavor, las
henchidas aguas de su río, las intrigas y pasiones del pueblo…Nuca el regreso
a la casa solariega donde un día la vieja esclava comadrona seccionó con un
machete puesto al rojo blanco en el fogón de la cocina, musitando palabras
cabalísticas y mediante un rito misteriosos recordado de sus remotas tierras
africanas, el lazo que lo ataba al vientre materno para enterrar el despojo en el
solar contiguo, a la manera de una simbólica vinculación que mas tarde habría
de ser desconocida213
Para concluir: “Jamás he pretendido yo, ni lo ha pretendido nadie, que la personalidad
literaria de Jorge Isaacs, sea chocoana. María no podía ser un libro escrito sino en el
paraíso del Valle del Cauca.”214

Si bien no pretendía que la personalidad literaria de Isaacs fuera chocoana, él, al igual
que muchos literatos e investigadores, han encontrado relaciones entre aspectos de la
memoria familiar y personal en la construcción de personajes y escenarios, entre ellos
algunos relacionados con el Chocó; basta señalar, ejemplos significativos como:

El origen familiar, pues se reconoce los ancestros como procedentes de


Kingston –Jamaica, isla bajo control inglés, lugar de origen del padre. De
cuyos viajes hace mención. En vida de su padre fueron varios las idas y vueltas
desde Quibdó a este importante epicentro comercial. Pero, también, de la
propia heroína de la novela que había nacido en la isla angloantillana, pero que
fue traída pequeña y cambiado su nombre de Ester por el de María.

La relación Jamaica y las Antillas con Quibdó, por la ruta del río Atrato. Esta es una
relación de vieja data. Entre la prohibición de su navegación en 1698 y la apertura
controlada a partir de 1774, por parte de la Corona española, fue una relación ilegal, de
contrabandos hacia el interior del Chocó, pero con un control comercial y de relaciones
con la Nación Cuna, que supo aprovechar estas ventajas, para estar dentro de un
territorio nominalmente de la corona pero que se relacionaba con el Gobernador de
Kingston, de quienes recibían títulos y protección. A partir de 1790 con la libertad de
navegación, el Chocó comenzó a “surtirse de lo que necesita de Europa” 215. La ruta del
puerto de Kingston a Quibdó, está definida por accidentes geográficos, referentes y
topónimos como bahía Pisisí y Mantutubo, entre otros, los cuales son mencionados en la
obra.

La apertura de la navegación por el Atrato permitió el establecimiento de relaciones


comerciales menos azarosas y posibilitó la llegada a Quibdó no sólo de familias de
comerciantes cartageneros de sino de varios núcleos familiares extranjeros, entre ellos
varios de origen inglés; como lo señala el investigador chocoano Sergio Mosquera:
“hombres de negocios como Ricardo Bruce, Joan Cohen y Manuel Morris, llegaron a
Quibdó donde formaron una compañía para el comercio entre Jamaica y esta provincia.
213
Ibíd., pág. 237.
214
Ibíd., pág. 238.
215
“Relación del gobierno del Exmo. Sor. Dn. Josef de Ezpeleta”, en Luis Fernando González, El
Darién. Ocupación, poblamiento y transformación ambienta. Una revisión histórica, Medellín,
Fundación Natura - Centro de Investigaciones Sociales y Humanas –CISH- de la Universidad de
Antioquia, marzo de 1999, libro inédito, p. 255.

146
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Otros ingleses como Thomas Higeon, Thomas Perry y George Henry Isaacs, entre
muchos, se avecindaron en la ciudad contrayendo matrimonios integrándose de tal
modo a la sociedad que llegaron a ocupar importantes empleos públicos. George Henry
Isaacs en 1830 fue alcalde de Quibdó, y es el padre de la casa de los de este apellido en
el Chocó y el Valle del Cauca”.216

Entre tanto los nexos del interior con el Caribe a través del Chocó fueron claros hasta la
primera mitad del siglo XIX. Las importaciones de productos seguían la ruta del río
Atrato, para después subir por el río Quito, superar el istmo de Raspadura o Canal del
Cura, para luego ir, dependiendo la época por el Calima o Dagua, los caminos como el
de Ita y, fundamentalmente, el de Anserma, o bajar por el río San Juan hasta
Buenaventura, pasando por el puerto de Charambirá, hasta arribar a las tierras caucanas,
nuevamente por el Dagua. Por allí llegaron las mercaderías de Jamaica y de otras islas,
por ellas iban y venían los comerciantes y familias entre el Chocó y las ciudades del
Valle. La relación iba mas allá de lo comercial, pues, por ejemplo, en 1840 cuando Cali
y el Valle se vieron azotados por una epidemia de viruela, el gobernador, Manuel Santos
Caicedo, informó como el cónsul en la isla de Jamaica le envió “pus de excelente
calidad, procedente del Norte”.217 Esta situación comenzó a cambiar cuando
Buenaventura ganó importancia desde la mitad del siglo XIX y las mercaderías y nexos
comerciales se fueron orientado hacia Lima o Panamá, vía marítima, abandonando las
largas y difíciles jornadas por el río Atrato y las trochas que acercaban a éste a las
planicies vallecaucanas. Un hermano de Jorge Isaacs murió en Buenaventura al regreso
de un viaje de negocios en Lima en 1852. Esto está discretamente reflejado en la novela
en un aparte, cuando el padre le dice a Efraín. “No ignoras que pronto la familia
necesitará de su apoyo, con mayor razón después de la muerte de tu hermano”.

Hay detalles aparentemente menores, pero de los cuales hace referencia Reinaldo
Valencia: el caso del perro “Mayo” que según la memoria de la matrona Ludovina
Andrade de Ferrer, al serle leído el libro María “decía, llena de regocijo y satisfacción,
que ese animal se lo había regalado ella. Y contaba cómo Isaacs cabalgaba sobre el
perro”218; o el de la esclava “Estéfana”, de la que habla en la novela, que aparece en la
escritura de obsequio de la dote, igual que el “negrito Juan Ángel”219

Tanto Reinaldo Valencia como Luis Francisco López, encuentran en el personaje del
esclavo Juan Ángel, rasgos dialectales y de costumbres funerarias de las poblaciones
negras del departamento del Chocó. Para Valencia era la demostración que Juan Ángel
había vivido en el Chocó y acompañado a Jorge Isaacs en sus primeros años de vida. De
hecho Juan Ángel comenzó a ser el protegido del padre de Efraín a la llegada de este a
la bahía Pisisí, procedente de Jamaica cuando llegó con María.

También los contactos con los diferentes grupos sociales en el Atrato, la relación
cercana construida, le permitió hacer una descripción más precisa de costumbres,
formas de vida y pensamiento; de ahí su “afán de verdad”, que estaba por encima de “su
ficción, de sus temas y procedimientos” de acuerdo con la percepción del antropólogo
chocoano Rogelio Velásquez.

216
Sergio A. Mosquera, De esclavizadores y esclavizados en Citará, Serie Ma’mawu vol. 2 - Promotora
Editorial de Autores Chocoanos, abril de 1997, p. 45
217
Luis Francisco López Cano, Op.Cit., p. 105.
218
Reinaldo Valencia, Op. Cit, p. 46
219
Ibíd., p. 50.

147
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La aldea de Quibdó, más que ciudad, era proclive a los incendios por su carácter
vegetal. De hecho una de las razones esgrimidas para la ausencia de la partida de
bautismo en Quibdó, fueron los incendios de 1839 y 1882. En uno de ellos se quemó el
famoso “documento”, como también en el primero se fue el patrimonio de la familia
Isaacs – Ferrer, situación que fue retomada y narrada en la novela.

Toda esa memoria chocoana, sus tiempos del inicio del matrimonio, la quiebra
económica por el incendio, las costumbres y la identidad de la madre de Jorge Isaacs al
Chocó se resumen en unos párrafos del capítulo treinta y ocho de la novela:

Reunidos en el costurero de mi madre, nos turnábamos para leerle


Emma, María y yo; y si lo notábamos algunas vez dominado por la
tristeza, Emma tocaba guitarra para distraerlo. Otras veces solía él
hablarnos de sus días de su niñez, su padre y hermanos, o nos refería
con entusiasmo los viajes que había hecho en su primera juventud. En
ocasiones se chanceaba con mi madre criticando las costumbres del
Chocó, por reír al oírla hacer la defensa de su tierra natal.

-¿cuántos años tenía yo cuándo nos casamos? – le preguntó una vez,


después de haber hablado de los primeros días de su matrimonio y de
un incendio que los dejó completamente arruinados, a los dos meses de
haberse verificado aquel.

- Veintiuno – respondió ella

- No, hija: tenía veinte. Yo engañé a la señora (así llamaba a su suegra),


temeroso que me creyera muy muchacho…220

A pesar de todo son evidentes las contradicciones históricas en María o, mejor, entre la
realidad histórica y la realidad literaria de ésta, a partir de lo cual se ha pretendido dar
explicaciones de carácter simbólico, o se han construido leyendas y mitos al servicio de
unos intereses románticos e idealizados, desde hace tiempo usufructuados, en buena
medida, por el turismo.

Reinaldo Valencia, el Chocó y Quibdó, en los tiempos de la polémica


Pero, ¿qué sentido tenía reclamar para sí la cuna de un personaje que había salido de allí
pequeño, sin ningún recuerdo y a la cual nunca volvió y de la que nunca hizo mención?
No parece tener ninguna justificación ni sentido aparente; sin embargo, mirado en el
contexto histórico de los años veinte tanto Valencia, como la polémica batalla que
emprendió formaban parte de un momento fundamental de construcción de identidad
chocoana.

Vale la pena insistir que sin pretender dirimir la polémica si quiero, intencionalmente,
mostrar el otro lado de la polémica pues se ha asumido como verdad histórica lo
planteado por el grupo isaacsiano caleño dejando en el olvido la contraparte chocoana,
si es que algunos se acuerdan de ella o le dan algún valor. Sin duda sigue primando una
imagen condescendiente, de menosprecio y subvaloración, hacia un intelectual de
grandes kilates como lo era Reinaldo Valencia, ubicado en un territorio perdido y sin
desarrollo como el Chocó. Su estatura intelectual, su largo debate, su manera de
220
Jorge Isaacs, María, Medellín, Editorial Bedout – Primera Edición de Antioquia, 1961, p. 169.

148
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

enfrentarlo y mantenerlo, es parte de un momento histórico que es fundamental


revisitar.

Escribía desde Medellín para el A.B.C., un intelectual chocoano, probablemente Adán


Arriaga Andrade:

Muy significativo es que de 1907 a 1927, es decir, en los cuatro lustros


que el pueblo chocoano ha gozado de alguna libertad para demostrar
sus capacidades, haya sufrido la fisonomía de la región una
transformación tan asombrosa. Ninguna otra comarca colombiana, si
exceptuamos tal vez la del Quindio, ha dado en tan corto lapso un salto
progresivo de tal magnitud del que se nota en la Intendencia. Hasta el
“quinquenio” no era el Chocó otra cosa una selva abrupta, despoblada,
mortífera, venero de riqueza para los usufructuarios del Cauca Grande,
pero pobre en sí y sin asomo de de una verdadera administración
regular. Bastó que la creación de la entidad intendencial permitiera un
poco a ese pueblo obrar por su cuenta, para que edificara, casi desde
sus cimientos, la hermosa fábrica que es hoy, a pesar de sus defectos, la
región chocoana. Multiplicada su población, higienizadas sus ciudades,
concluidas excelentes obras públicas, iniciadas audaces vías de
comunicación, educadas sus masas, flotante su crédito, puede el Chocó
mostrar orgullos lo que han hecho sus hijos de “carácter agrio y un
poco perezoso221

Se había configurado una nueva entidad territorial que le daba a los chocoanos cierta
autonomía, en donde una nueva clase dirigente quería administrar con eficiencia y sacar
adelante el territorio y sus pobladores, con el fin de mostrarle al país que eran capaces,
que no necesitaban de tutelas, como hasta hacia poco ocurría, y que no era el territorio
incivilizado, abandonado e imposible de someter a los designios de los hombres y del
progreso.

Esa entidad político administrativa autónoma, separada de la tutela de un Cauca


esclavizador y explotador por muchos decenios, requería que dentro de sus límites
tuviera no sólo un territorio sino unos proyectos, unos contenidos, unas imágenes y unos
símbolos con los cuales identificarse.

Los reclamos y los proyectos estaban en cabeza de un grupo de intelectuales de


diferente procedencia, pero que un chocoano, Fernando Martínez, llamó la
“mulatocracia”; esto es, la generación de ruptura con el pasado de esclavizadores y los
promotores de los nuevos grupos intelectuales “negros”. Los mulatos, los comerciantes
cartageneros y paisas, los inmigrantes siriolibaneses y los negros comerciantes,
constituyeron una fuerza social e intelectual que se replanteó el Chocó, se lo definió
como suyo y quiso imaginarlo y construirlo desde lo económico, lo político y lo
cultural. Al fin y al cabo ya para finales de los años veinte tenían el primer intendente
nacido en el Chocó, Jorge Valencia Lozano, precisamente hermano de Reinaldo
Valencia.

Por estos años ya reclamaban el derecho a ser departamento, en un ambiente de


optimismo, de progreso y de modernidad. Se plantearon grandes proyectos como la
221
Andrade, Medellín, junio 27 de 1927, en periódico A.B.C. núm. 1705, Quibdó, julio 9 de 1928

149
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

carretera Interamericana, los ferrocarriles que los conectaran con el interior y los
puertos para las futuras exportaciones. Pero, también, pensaron el urbanismo para su
capital, Quibdó, el que comenzaron a hacer realidad con los nuevos barrios y las
arquitecturas institucionales y privadas, con sus formas historicistas y eclécticas, que
simbolizaban parte de sus sueños.

Más no pensaron un nuevo Chocó sólo desde las infraestructuras y las obras materiales,
sino desde lo simbólico, los imaginarios y las representaciones de una chocoanidad. No
son gratuitos los primeros rescates de las tradiciones orales, tanto en la escritura como
en la música, o la publicación de las primeras monografías del Chocó, en donde se trató
de reconocer una historia, unas geografías y unos grupos poblacionales; varias obras de
este estilo salieron a la luz pública: una fue la Monografía del Chocó, del médico
Heliodoro Rodríguez, en 1927, y otra Nociones de Geografía e Historia del Chocó, de
Francisco Córdoba, editada en 1924 en la Empresa Gráfica de A.B.C.

En lo histórico y simbólico también se encuadró la reivindicación de una serie de


personajes políticos y literarios, algunos de los cuales habían descollado en el escenario
nacional. Así se reclamó como nacidos en esta tierra a ex presidentes como Manuel
María Mallarino y Jorge Holguín, entre otros dirigentes del Cauca grande como los
Ulloa o los Argaez; se repatriaron en 1923 los restos del dirigente liberal César Conto,
muerto en Guatemala durante su exilio; se elogió el aporte de patriotismo chocoano en
la Independencia de Colombia, a partir de la figura de Tomás Pérez; o se celebró en
1927 el Centenario del nacimiento del pedagogo y poeta Ricardo Carrasquilla, “una de
las mas legítimas glorias del calumniado Chocó”. Algunos por el sólo hecho de haber
nacido accidentalmente en estas tierras y otros porque realmente mantuvieron alguna
relación o emprendieron acciones en pro de estas tierras.

Curiosamente varios de estos prohombres reclamados como suyos, formaron parte de la


clase dirigente caucana, como es obvio, por haber estado el Chocó como parte del
Cauca; pero al segregarse también apartaron los hombres que nacieron en el territorio
que ya era autónomo.

A partir de ellos se configuraba un panteón que servía a los intereses simbólicos de


construir una chocoanidad, teniendo a estos prohombres como referentes morales a
pesar de haber sido esclavistas, en una abierta contradicción con buena parte de su
pensamiento que emprendía campañas contra el racismo y abría espacios a los
intelectuales y a otros grupos negros urbanos, como el caso de la educación. Era la
demostración que en estas tierras podían nacer grandes hombres, alcanzar las altas
esferas intelectuales o políticas, a pesar de las adversidades ambientales o materiales.
Por eso la iconografía se volvió una pedagogía en el nuevo entorno urbano, con la
elaboración de templetes para depositar las cenizas –Conto-, la elaboración y
entronización de bustos –Pérez y Conto-, la construcción de plazas –Pérez y del
Centenario -, la apertura de calles –Avenida Carrasquilla- o la construcción de edificios
representativos –el Colegio Carrasquilla-. En este ámbito de pensamiento se encuadró el
reclamo de la cuna de Jorge Isaacs y a los textos de Reinaldo Valencia se correspondió
con la construcción de la Plaza Jorge Isaacs, hoy desaparecida.

El responsable, Reinaldo Valencia, era uno de los intelectuales más representativos de


esos años222. Desde joven emprendió batallas intelectuales con la revista Prosa y Verso,
222
Nació en Quibdó en 1896 y murió en Cartagena 1946

150
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

un proyecto de modernismo literario desde las selvas chocoanas, que mereció elogios
del propio Rubén Darío. Fundó uno de los periódicos más interesantes de Colombia en
la primera mitad del siglo XX: el A.B.C., el cual duró entre 1913 y 1944. En la columna
del periódico, “Filosofías de un progresista”, luchó por el progreso material e intelectual
del Chocó. Pero aparte de ello fue un avisado lector del pensamiento y la literatura
nacional, al punto de tener contacto y correspondencia con los principales escritores e
intelectuales de la época.

La imprenta del A.B.C. no se dedicó sólo a la impresión del periódico sino una buena
cantidad de libros históricos, de poesía, ensayos o novelas, apoyando así al mundo
cultural local; allí se publicaron los poemas del escritor antioqueño, residenciado en
Quibdó, Carlos Mazo, en los que se incluyó el famoso “Canto al Atrato”, o novelas del
escritor tadoseño Gregorio Sánchez Gómez, en ese momento uno de los mas destacados
novelistas.

Aparte de lo anterior, desde el Chocó, impulsó y ayudó al desarrollo de la novela


Quibdó, escrita y publicada en Buenos Aires, por el escritor cartagenero Pedro
Sonderéguer. Una novela donde los anhelos de la elite se reflejaban allí, con sus
exclusiones e inclusiones, con sus sueños de grandeza y modernidad y las obras que los
concretaban.

Valencia emprende su empresa isaacsiana en ese contexto del que era en buena medida
responsable. Hizo de ella una bandera en la construcción de chocoanidad, un símbolo y
otro aporte a la grandeza de estas tierras que querían ganar un espacio en el concierto
nacional, que sentía los maltrataba, discriminaba y no los valoraba en su verdadera
dimensión. Y que mejor bandera que reivindicar como propio a Jorge Isaacs, el glorioso
autor de la inmortal María.

151
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

III. IDENTIDADES

Imagen 4

El mundo de Nay y Ester223

Darío Henao Restrepo

La trama histórica que sostiene a María se inicia en el África y en Jamaica. Del


continente negro vino Nay y de la isla caribeña Ester. El destino las junta y comparten
223
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

152
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

sus desgracias primero en el Chocó y luego en la hacienda de la sierra en el pie de


monte de la cordillera que otea al valle del río Cauca. En esa geografía, inmersas en su
historia y su cultura, se entrelazan, en profundo paralelismo, la tragedia amorosa de
estas mujeres. A Ester, una niña judía, la muerte de su madre y la urgencia de su padre
por hacer fortuna en la India, le labran su destino en la hacienda esclavista en el Estado
del Cauca, donde compartirá suerte con su aya, la princesa Nay, arrancada del África
para hacer parte de los millones de esclavos que ayudaron a construir el Nuevo Mundo.
El cambio de sus nombres, de la niña judía por María y de la aya esclava por Feliciana,
marca la ruptura con sus orígenes y las creencias de sus antepasados. La tragedia de
ambas es central para apuntalar la densidad poética de la novela y su alegoría de una
época. La suerte de estas mujeres simboliza a ese mundo en disolución: el sistema
esclavista y la hacienda patriarcal heredada del régimen colonial. Toda la cultura de ese
universo histórico, lo que se pierde y lo que emerge, resultado de la infinitamente sutil
mediación de realidades materiales, de hechos de base económica, de pequeñísimas
objetividades, fue captado y elaborado con genialidad en la ficción que nos ofrece
Isaacs. Como novela fundacional de la nación colombiana en ciernes, María ofrece un
complejo y rico panorama de lo en ese momento eran los procesos de configuración de
la nueva sociedad recién independizada, con todas sus contradicciones, falencias y
ambigüedades, a las que por supuesto, no fue ajeno en su vida el propio Jorge Isaacs.

En María Isaacs logró poetizar la intrincada relación histórica entre África, Europa y
América, y con gran sabiduría le confirió visibilidad a ese complejo encuentro de
mundos, especialmente el de los esclavos africanos con el de los criollos de origen
europeo, con todo el entramado de realidades existenciales, políticas, imaginarias,
sociales y culturales que lo configuraban. La hacienda de la sierra, evocada por Efraín y
espacio en el que sucede el drama íntimo de la novela, no existiría sin toda la geografía,
economía, historia y cultura que se tejen a su alrededor. Este mundo dominado por las
élites criollas de origen europeo es cimentado por el trabajo esclavo en las labores
dentro y fuera de las minas y las haciendas, los productos de los pueblos indígenas, las
labores de los campesinos libres y los arrendatarios, la explotación de las minas de oro
en el Chocó, la inmigración antioqueña al valle del Cauca, los bogas del Dagua, el
circuito de ciudades a su alrededor (Bogotá, Cali, Palmira, Buga, Popayán, Quibdó,
Buenaventura) y el comercio regional en el Pacífico colombiano. Tanto tiene que ver
ese contexto con la trama, que la tragedia amorosa está ligada a un mundo en disolución
que no es otro que el de la hacienda esclavista en quiebra inevitable. El relato de Efraín
es la evocación nostálgica de ese mundo que cuando Isaacs escribe María, en 1865—
66, ya está irremediablemente perdido. Este horizonte histórico es clave para la
interpretación de la novela.

Hay, sin duda alguna, en la mediación estética de que se vale Isaacs una tensión entre
idealización y realismo, que al mismo tiempo que puede verse como exaltación de un
mundo patriarcal basado en el trabajo esclavo, también atisba y deja entrever tensiones
y resistencias de algo nuevo que se está incubando en los tiempos en que sucede el
relato224. Al escribir la novela, lo que Isaacs lleva a cabo es un ajuste de cuentas con el
mundo del que hizo parte y del cual comienza a tener ideas y representaciones que lo
224
Gustavo Mejía en su excelente prólogo a una de las tantas ediciones de la novela (María, Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 1978) señala muy bien la idealización del mundo de la familia aristocrática de
terratenientes—esclavistas con su minucioso sistema de convenciones sociales y creencias religiosas con
el privilegio que les otorga el trabajo de sus esclavos a llevar una existencia ociosa cuyas principales
actividades son la caza y el bordado. Sin embargo, deja de lado todas las tensiones que la descripción
realista de la novela permite entrever y que van más allá de los orígenes y vínculos sociales de Isaacs.

153
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

apartan de ser un defensor apasionado. Que existan ambigüedades y contradicciones le


confiere riqueza al texto, así como lo señala Donald McGrady, la novela no es para nada
una visión romántica e idealizada de la sociedad de la época. 225 Los vasos comunicantes
entre la biografía y la ficción son múltiples y bien rastreados ayudarían a explicar
muchos aspectos. La dificultad mayor ha derivado de la errónea asimilación de Efraín
con Isaacs, argumento central de las lecturas tradicionales, que muchos sustentan
válidos de los elementos autobiográficos que el autor utilizó para la construcción del
personaje. Sin hacer relaciones mecánicas, hay una manera irracional y misteriosa de
autobiografía de Isaacs en María. A la manera como la define el gran novelista brasileño,
Joao Guimaraes Rosa, en su famosa entrevista con el crítico alemán Gunter Lorenz:

Gunter Lorenz: ¿Es Grande sertón: veredas una novela autobiográfica?

Guimaraes Rosa: Es, desde que no se considere lo autobiográfico como algo


excesivamente lógico. Es una autobiografía irracional o mejor mi autorreflexión
irracional sobre el Brasil. Riobaldo es mi hermano. Riobaldo y sus hermanos son
un cosmos que es el Brasil.226

Adoptar la perspectiva de María como una autobiografía irracional sitúa como eje central
las relaciones complejas y ambiguas entre la vida del autor, las realidades históricas y su
obra. Un ejemplo significativo es el de Gustave Flaubert cuando estableció su relación con
su inmortal novela: Madame Bovary. C'est moi. En el caso de Isaacs, también hubiera
podido decir: María soy yo. La relación entre el personaje y el temperamento del autor es
profunda. En el drama íntimo de María está la estrategia de Isaacs para exponer no sólo el
suyo como el de los hombres de su tiempo. Las palabras de Arnold Hauser sobre el Quijote
se aplican también al caso de Isaacs y María:

Cervantes debió ver en Don Quijote el gran símbolo trágico de su propia vida. La
tragedia del caballero se repite en gran escala en el destino del pueblo
caballeresco por excelencia. La culpa de la derrota, en lo grande como en lo
pequeño, la tiene el anacronismo histórico de la caballería, la inoportunidad del
romanticismo irracional en este tiempo esencialmente antirromántico.227

En esta misma perspectiva, la tragedia de María en la novela es también la del propio


Isaacs que en su vida no hizo otra cosa que chocarse con el anacronismo del mundo
colonial en la Colombia del siglo XIX que hacia esfuerzos por entrar a la modernidad.

Antes que escapar de su realidad, lo que sí supo muy bien Isaacs fue sustraerse a los
obstáculos de la personalidad al escribir, para no perder el equilibrio, evitando el
subjetivismo y trabajando con el rigor y la exactitud de un científico. La realidad en todos
sus niveles se repliega infinita en María: el hombre, la naturaleza y sus conflictos. Por eso
logra, quizás de la forma más singular en Hispanoamérica, que la novela sea una
invaluable meditación simbólica sobre los destinos de la nación colombiana en sus
albores.228 Esta representación de lo nacional ocurre en buena parte en el nivel simbólico y
225
Donald McGrady. Introducción y notas a la edición de María, Madrid, Cátedra, 1986. Aquí el autor
muestra cómo operan los códigos de representación del Romanticismo y el Realismo en la novela.
226
Joao Guimaraes Rosa, “Entrevista con Gunter Lorenz”, en: Guimaraes Rosa, Fortuna Crítica, (Org.
Eduardo Coutinho), Río de Janeiro, INL, 1983.
227
Arnold Hauser, Literatura y Manierismo, Madrid, Guadarrama, 1965. p. 112.
228
Ver el ensayo de Doris Sommer, “El mal de María: (con)fusión en un romance nacional”, en:
Ficciones Fundacionales, México, Fondo de ultura Económica, 2004. La autora llama la atención sobre la

154
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

está marcada por tres niveles de expresión—contención como sostiene Álvaro Pineda
Botero:

en el nivel poético la tensión entre el decir y el callar; en el nivel emocional, el


juego de deseos e interdictos; y en el nivel social, la tensión entre la superficial
armonía de la hacienda patriarcal y un estado de latente turbulencia que nunca
llega a desatarse, por el choque cultural y étnico y por el avance de la modernidad
dentro de ese ámbito tradicional.229

Este análisis es un aporte importante para realizar un reajuste en las interpretaciones de la


novela. Al contrario de otras novelas del romanticismo americano, por ejemplo Amalia del
argentino José Mármol, en María no aparecen narradas las guerras civiles del siglo XIX,
en varias de las cuales participó Isaacs.230 Sin embargo, resulta inevitable no ver en el
drama íntimo de los personajes una estrecha relación con ese contexto histórico, pues
muchos de sus valores (la ideología dominante de aldea y campanario de luengo cuño
hispánico) son los que en últimas impiden la felicidad de María y en medio de los cuales
rumia sus desgracias la esclava Feliciana. Si algo querían subvertir los liberales radicales, a
los cuales acompañó Isaacs en las contiendas bélicas, fueron esos valores y el sistema
esclavista. Las luchas políticas y militares de Isaacs son la mejor muestra de los esfuerzos
de muchos sectores sociales por modificar en todos los campos —económico, político,
educacional, científico, filosófico, cultural y artístico— las estructuras mercantil—feudales
que pretendían eternizar la iglesia católica, los grandes terratenientes y la inmensa masa
campesina que sometieron para sus propósitos.

Lo paradójico es que no haya explícitamente una recreación de esos conflictos en la


novela. No huele a pólvora. Y no hay nada de esto porque la estrategia simbólica fue otra
distinta a la de Amalia. Como bien lo señala Fernando Cruz Kronfly, “los episodios de la
independencia no están en María de modo directo, sino a través de los valores y grandes
imágenes románticas de la época.”231 Se sabe, como lo informa Germán Arciniegas en su
conocido ensayo: La vida de un poeta revolucionario en el siglo XIX, que Isaacs intentó
otras novelas que nunca acabó y de las que no quedan sino algunos fragmentos
manuscritos. En ellas, dice Arciniegas, “Isaacs abandona el juvenil sendero del idilio para
ver, a través de una trama histórica, situando la acción en los comienzos de la república, las
miserias, las desventuras y las ilusiones de su pueblo. Presentaría en perspectiva, más o
menos lejana, el radicalismo victorioso.”232

Sin embargo, María no es solamente la historia de un idilio juvenil y sin que haya una
trama histórica explícita es innegable que esta subyace al texto como elemento escondido.
En estos procedimientos, formas de entremezclar la historia con la ficción, el joven Isaacs
tenía oficio como lo demuestran sus obras teatrales de juventud, inéditas durante 120 años,

forma atípica como la novela plantea la construcción de la Nación. Y además expone su tesis de que fue
el deseo de establecer hogares felices al concluir la turbulencia de las luchas de independencia la forma
como en las novelas hispanoamericanas de mediados del siglo XIX se expresaba el deseo de fundar
naciones independientes, estables y prósperas.
229
Álvaro Pineda Botero, La fábula y el desastre, Medellín: Eafit, 199. p.228.
230
Sólo al final de la novela, p. 326, como lo anota María Teresa Cristina, se hace una breve alusión a las
guerras civiles de 1851 y 1861 en las que participó el autor.
231
Fernando Cruz Kronfly, La sombrilla planetaria, Bogotá, Planeta, 1994. p. 156.
232
Germán Arciniegas, “La vida de un poeta revolucionario del siglo XIX”, en: A propósito de Jorge Isaacs
y su obra, Bogotá, Editorial Norma, 1990.

155
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

y desafortunadamente no tenidas en cuenta por la crítica como el laboratorio que precedió


a la escritura de la novela.233

El estatuto de ficción realista, dominante en la novela, es lo que le permite a Isaacs


captar con extraordinaria sutileza todo el entramado social e histórico, la experiencia
histórica que la sustenta. Por tanto, nada más falso que la apreciación de que en María
se niega la realidad histórica de la época.234 Lo que se evidencia con esto es la estrecha
noción de muchos de lo que es la Historia y la incomprensión acerca de la estrategia
para representarla en la novela, que de múltiples formas refiere su contexto en las
realidades del otrora Estado del Gran Cauca, región llamada en la ficción “país
caucano” que, como las otras regiones del país, estuvo atravesada por las guerras y los
vaivenes del convulsionado siglo XIX colombiano. Sin estos contextos no hubiese sido
posible la escritura de la novela y, más aún, no sería explicable su densidad estética que
la tornó un clásico de la literatura en lengua española. Mucha sabiduría, dominio del
lenguaje, originalidad y conocimiento de la sociedad se amalgaman en las trágicas
historias de Nay y Ester, que alternan con otras historias de amores felices, mediaciones
que le sirven a Isaacs para contrastar y desentrañar el mundo de su tiempo.

Isaacs sabía muy bien de la estrecha relación de la vida íntima con la Historia. Un
repaso a su biblioteca personal, a muchas de sus lecturas de juventud, confirman que
conocía muy bien cómo se entrelazan y determinan las realidades individuales y las
colectivas. Todo lo que aprendió armando las estructuras dramáticas de sus piezas
teatrales, sobre conflictos acontecidos en contextos europeos, lo va a poner a prueba con
su propia historia familiar, una de las fuentes de las que se vale para armar la trama de
su novela. María es la autorreflexión irracional que hace Isaacs sobre lo que pasó en la
convulsa Colombia de la primera mitad del siglo XIX, de cómo sus guerras y cambios
socioeconómicos incidieron en la vida íntima de la hacienda esclavista de su infancia
hasta su disolución. Cuando escribe el texto ya todo ese mundo sustentado en la
esclavitud ha desaparecido. Perspectiva que es clave tener en cuenta para entender las
tensiones que subyacen en la novela, sobretodo, porque la crítica a la sociedad patriarcal
es más profunda de lo que muchos han señalado hasta ahora. Como bien lo señala María
Inés Lagos Pope, no tiene fundamento hablar que el cambio de posición política de
Isaacs, de conservador a radical, a critico despiadado de los latifundistas, se operó
después de la publicación de María. Por el contrario advierte que si se lee el texto con
cuidado, como lo hace en su ensayo, se puede comprobar que su nueva visión, aunque
de manera velada, ya estaba inscrita en su obra creativa.235

233
El tercer volumen de las obras completas, proyecto iniciado por las universidades Externado de
Colombia y del Valle en el 2005, recogerá las tres piezas teatrales de Isaacs: Los montañeses de Lyon,
Ammy Robsart y Paulina Lamberti. Esta última será estrenada en Octubre del mismo año por el grupo de
teatro de la Universidad del Valle bajo la dirección de Alejandro González Puche.
234
Para ilustrar este aspecto, Ficción/Historia en María, vale citar como ejemplos los ensayos de los
escritores vallecaucanos contemporáneos –Gustavo Álvarez Gardeázabal y Fernando Cruz Kronfly— que
evidencian perspectivas opuestas. Gardeázabal, “María o la negación de la realidad”, en: La novela
colombiana, entre la verdad y la mentira, Bogotá, Plaza y Janés, 2000. Le endilga la negación de la
realidad histórica a la novela y, además, se vale de ésta para concluir que Isaacs adopta apenas la visión
de la élite hacendada esclavista haciendo caso omiso de todas las tensiones que aparecen en el texto. Cruz
Kronfly, en cambio, desentraña la particular mediación de que se vale Isaacs para aludir a la realidad
histórica, el método indirecto, a través de los valores y grandes imágenes románticas de la época. El
contexto cultural de dos novelas del siglo XIX, en: La sombrilla planetaria, Bogotá, Planeta, 1994.
235
María Inés Lagos Pope, “Estructura dual y sociedad patriarcal en María”, en: Revista de
Colombianistas, 8, 1990.

156
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Por calar tan hondo, María es un texto excepcional de la cultura colombiana, al lado de
obras cumbres como La vorágine, La marquesa de Yolombó, Cien años de soledad y
Changó, el gran putas. Aunque, es bueno recordarlo, no siempre esta densidad fue
atisbada, con algunas excepciones236, por una recepción conservadora que durante décadas
hegemonizó la crítica y los manuales escolares, engolosinando a miles y miles de lectores,
hasta el hartazgo, enfatizando y aislando ciertos aspectos que la encapsulaban en una
visión sacralizada del mundo patriarcal y del pathos sentimental. Esta valoración ha sido
superada y se ha abierto todo un campo para lecturas desde los más diversos enfoques y
perspectivas237. En todo el inmenso material hasta ahora escrito encontramos ideas claves
para adelantar otros estudios e interpretaciones. A sabiendas de que, como lo advierte el
antropólogo Clifford Geertz, los estudios de la cultura se realizan sobre otros estudios,
pero no en el sentido de que reanudan una cuestión en el punto en que otros la dejaron,
sino en el sentido de que, con mejor información y conceptualización, los nuevos
estudios se sumergen más profundamente en las mismas cuestiones.238

El reto es releer y volver a analizar otras estructuras de sentimientos, actitudes y


referencias que están en la obra de Isaacs y así realizar estudios en favor del
restablecimiento de experiencias históricas o bien tergiversadas o bien excluidas tanto
del canon principal de la literatura colombiana como de la crítica. 239 Se trata de abarcar,
clarificar, reinterpretar y redescubrir la experiencia real de grandes grupos sociales en
una gran obra de la literatura como lo es María.

Vale pues volver a fondo sobre ciertos interrogantes. ¿Cuál es el mundo histórico que hace
posible a María? ¿Cuáles todos los materiales que Isaacs organizó para darle cuerpo a la
trama de la ficción y a sus personajes? Con apenas 27 años, Isaacs consigue elaborar la
realidad de su experiencia como una forma de liberación espiritual. Los materiales de
María provienen de todo su periplo vital, del mundo de las haciendas de su familia en el
que transcurrió su infancia y su primera juventud, del ambiente político en que se movía en
esos años y su participación en las guerras civiles, y por supuesto, de la vida de emigrantes
relatadas por sus padres, las historias de los esclavos de su niñez junto con las lecturas de
los colegios bogotanos donde adelantara sus estudios secundarios. Las biografías que
existen de Isaacs permiten situar su vida en las realidades sociales y políticas de su
tiempo240. La primera mimesis de que habla Paul Ricoeur241, esto es, la prefiguración de lo
que luego se configura en la obra misma, proviene de la memoria acumulada por Isaacs,
236
Textos como los de Baldomero Sanín Cano, Max Grillo, José María Vargas Vila, Manuel Zapata
Olivella y Rogelio Velásquez son la excepción a la dominante interpretación que se impuso con el triunfo
de la regeneración conservadora y la Constitución de 1886.
237
Los trabajos de Donald Mc Grady y de Maria Teresa Cristina, esta última con la recopilación de la
obra completa de Jorge Isaacs, además de excelentes ensayos de otros autores en las últimas décadas, han
sentado bases sólidas para futuras investigaciones e interpretaciones de toda su obra.
238
Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, p.36, 2000.
239
Sobre el particular ver mi ensayo, “Restos de la crítica literaria en Colombia”, en el que me refiero al
tema de la valoración de María y las distorsiones a las que ha sido sometida en los manuales escolares y
ensayos críticos. Revista Poligramas 18, Cali, Escuela de Literatura, 2002.
240
Las biografías en mención son: Vida y pasión de Jorge Isaacs (1937) de Mario Carvajal; El Caballero
de las lágrimas (1942) de Luis Carlos Velasco Madriñan; La cuna de Jorge Isaacs (1943) de Reinaldo
Valencia; Jorge Isaacs, hijo de Cali (1943) de Mario Carvajal y otros; El explorador Jorge Isaacs (1967)
de Luis Carlos Velasco Madriñan; Genio y Figura de Jorge Isaacs (1967) de Germán Arciniegas; Jorge
Isaacs (1972) de Donald McGrady; Jorge Isaacs (1989) de Pedro Gómez Valderrama; La búsqueda del
paraíso (2002) de Fabio Martínez y Facetas desconocidas de Jorge Isaacs. El humanista polémico.
(2005) de Aura Rosa Cortés Amador.
241
Ver Paul Ricoeur, “La triple mimesis”, en: Tiempo y narración, Barcelona, Siglo XXI, 1995. pp.113-
67.

157
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

fruto del entrecruzamiento inevitable de lo individual y lo colectivo. La vida material y


social alrededor de la hacienda esclavista, junto con toda la irrealidad de la época – mitos,
fantasmas, quimeras, sueños y una visión ideal del ser humano que toda ficción expresa—,
constituyen el rico universo representado en María.

Llevar la vida de una sociedad al universo de las novelas es una de las más complejas y
vitales actividades de su vida espiritual. El vínculo entre la realidad y la ficción es a un
tiempo, necesario, contradictorio e imprevisible como nos lo recuerda Octavio Paz en su
libro Tiempo Nublado. La literatura expresa a la sociedad; al expresarla la cambia, la
contradice o la niega. Al retratarla, la inventa; al inventarla, la revela. Como el otro que
llevamos desde la infancia, del que sabemos muy poco, salvo que es nuestra sombra o
que nosotros somos la suya, la literatura por más invención y fantasía que la presida es
real, inexorablemente tiene que ver con nosotros. La ficción interroga, da cuenta de
fenómenos, interpreta y hasta se rebela contra el mundo. Y en este cometido crea
modelos de realidad, que se valoran por ser ajustados o alejados de la dimensión
histórica, en ambos casos, sin escapar de una cultura que le brinda las posibilidades y
límites de representación. María es un modelo de realidad en el cual podemos encontrar
ese vínculo entre la realidad y la ficción, a un tiempo necesario, contradictorio e
imprevisible. Ese diálogo profundo con su época sólo es posible explicitarlo si se hace
una interpretación del texto a partir de la “descripción densa” que propone Geertz y de
establecer su “mundanidad” según Said. No existen universos textuales herméticos
recalca Said en su bello ensayo “El mundo, el texto y el crítico” donde demuestra que
los textos se contextualizan a sí mismos pues una de sus funciones como textos es la de
contextualizarse a sí mismos.242 De esta manera se supera el aislamiento casi metafísico
entre el texto y la experiencia defendido por ciertas corrientes formalistas tan de moda
en los departamentos de literatura en Europa, Estados Unidos, y por supuesto, en
América Latina en las últimas décadas.243

Para adentrarnos en las respuestas al interrogante acerca de cuál es el mundo de María,


cómo funcionaba la vida material y espiritual referida en el texto, veamos algunos
pasajes. El que alude a la presencia de los esclavos y cómo llegaban a la región para ser
actores esenciales de la economía en que se inscribe la hacienda de la novela indica la
conciencia que tenía Isaacs sobre el mundo en que vivió:

Explotábanse en aquel tiempo muchas minas de oro en el Chocó; y si se tiene


en cuenta el rústico sistema que se empleaba para elaborarlas, bien merecen ser
calificados de considerables sus productos. Los dueños ocupaban cuadrillas de
esclavos en tales trabajos. Introducíanse por el Atrato la mayor parte de las
mercancías extranjeras que se consumían en el Cauca, y, naturalmente, las que
debían expenderse en el Chocó. Los mercados de Kingston y de Cartagena eran
los más frecuentados por los comerciantes importadores. Existía en Turbo una
bodega. (María, capítulo XLIII, p. 226)244

Se podría decir que este texto proviene de alguna de las crónicas históricas del Gran
Cauca escrita por un viajero del siglo XIX o del libro de un historiador que se ocupó del

242
Edward Said, El mundo, el texto y el crítico, Barcelona, Debates, 2004. p. 60.
243
Ver el ensayo de Said, “Crítica y exilio”, en su libro Reflexiones sobre el exilio, Barcelona, Debates,
2005.
244
En adelante citaré entre paréntesis, M y el número de página, de la edición crítica de María de la
profesora María Teresa Cristina, Bogotá, Universidad Externado/Universidad del Valle, 2005.

158
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

tema, como Germán Colmenares en Cali, terratenientes, mineros y comerciantes, siglo


XVIII; o por qué no, de la Historia documental del Chocó, una de las fuentes recabadas
por Colmenares para escribir su libro. La siguiente cita del libro de Colmenares podría
ser complementaria de la primera, pues, de igual manera, concentra en pocas líneas
décadas de historia social y comercial a partir de lo que era el trabajo esclavo:

Entre las herramientas, los inventarios mencionan usualmente las barras,


barretones, almocafres y calabozos. Para reacondicionar el metal de estas
herramientas, que era escaso y excesivamente caro, se mantenían fraguas.
Finalmente, todas las minas poseían – como algo más que un símbolo del orden
esclavista, como una herramienta de persuasión – un cepo con gozne y
aldabón.245

Y así, podríamos complementar esa historia concentrada hasta reconstruir varios siglos
de explotación minera, el comercio y la esclavitud en el Gran Cauca. Ese propósito sería
más propio de la Historia que de la Ficción, 246 así esta última se cruce y se alimente de
la primera. La cita que alude a la explotación del oro, la trata y el comercio por el Atrato
con el Caribe hace parte de uno de los cuatro capítulos que en María cuentan la historia
de Nay (Feliciana) y Sinar, para evocar el mundo del que fueron arrancados los esclavos
que sustentan la economía de la hacienda en que transcurre la historia de amor
imposible entre Efraín y María.247 No está pues, nuestro autor, inventándose “un cuento
exótico”, como pensaron muchos críticos despistados, sino que está siendo a rigor un
novelista que no se sustrae a ser cronista de su tiempo. Las notas que el autor coloca en
estos capítulos, del historiador Cantú y del geógrafo Malte—Brun, para sustentar las
historias de los africanos esclavizados y sus creencias y costumbres indican su esfuerzo
por elaborar su ficción con soportes históricos. A esto también contribuyen los relatos
escuchados de su padre y de los esclavos que lo cuidaron en su infancia como lo señala
con mucha precisión María Teresa Cristina en su magistral edición crítica en la que
recupera las últimas correcciones autógrafas hechas a María en 1891.248 No exagera
Manuel Zapata Olivella al afirmar que María puede considerarse como la primera
novela negra de América, porque en ella, antes que en cualquier otra, se mostró un trazo
acabado de las condiciones de vida de los esclavos, manumisos y mulatos.249

El propio Isaacs, cuando ya tenía acabada su novela, escribió un ensayo en 1867 sobre
la esclavitud, Lo que fue, es y puede llegar a ser la raza africana en el Cauca, muy
desconocido y prácticamente nunca referenciado por los críticos cuando hablan de este
tema en la novela.250 Analizarlo en detalle permite establecer contrastes entre la visión
245
Germán Colmenares, Cali, terratenientes y mineros, Bogotá, Tercer Mundo, 1997. p. 67.
246
En este aspecto, además de los libros de Germán Colmenares, existen excelentes trabajos como los de
María Cristina Navarrete, Francisco Zuluaga y Mario Diego Romero.
247
Los capítulos que como una relato dentro de la novela refieren la historia de Nay y Sinar son el XL al
XLIV pp. 206 a 236 de edición crítica citada.
248
La Universidad Externado de Colombia y la Universidad de Valle publicaron en el 2005 esta edición
crítica de María, como primer tomo de las obras completas bajo el cuidado de la profesora María Teresa
Cristina.
249
Manuel Zapata Olivella, “María. Testimonio vigente del romanticismo americano”, en: Revista Letras
Nacionales, Bogotá, 1966.
250
Jorge Isaacs, “Lo que fue, es y puede llegar a ser la raza africana en el Cauca”, en: La República,
Bogotá: julio 10 de 1867. Llama la atención en este punto, que ni Rogelio Velásquez, ni Manuel Zapata
Olivella, que escribieron pioneros artículos, a finales de los 50 el primero y a mediados de los 60 el
segundo, sobre la presencia africana en María, no hayan mencionado este texto de Isaacs, seguramente
por desconocimiento.

159
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que hay de la esclavitud en la novela y la que expresa Isaacs cuando han pasado varias
décadas de su abolición. Sin desconocer que en la novela, con la sutileza de un gran
realista que destacara Jorge Luís Borges,251 hay un sinnúmero de pasajes que sugieren
las tensiones y diferencias entre los esclavos y sus amos, también es cierto que muchas
veces se hace notorio el afán idealizador de Efraín por mostrar unas relaciones sociales
en “armonía”. Efraín, el protagonista narrador, idealiza un mundo que ya ha
desaparecido, sin que por ello no atisbe las tensiones y conflictos que al momento de
evocarlo están desarrollándose.252 Eliminar esas contradicciones y quedarse sólo con los
elementos del “buen trato” y toda la simulación que esto conlleva en los
comportamientos de las élites de la época hasta las de hoy, fue la estrategia de los
críticos tradicionalistas. De esta manera, impusieron por más de cien años la
interpretación idílica de la hacienda esclavista en la que transcurre la trama de María. Y
por eso se explican el énfasis absoluto en el paradigma romántico, cuando está claro,
como lo señala el escritor R.H Moreno Durán, que en las formas de representación de
María hay “una triple sincronía de caracteres románticos, realistas y simbolistas”. 253 El
anclarse apenas en el pathos sentimental, no sólo hizo que muchos vieran la esclavitud
ejercida en la novela apenas como una forma de ser bondadosa y de buenos cristianos
de los hacendados, sino, más aún, calificar la dolorosa historia de Nay y Sinar como una
muestra de las “historias exóticas” a la usanza de los autores europeos como Lamartine,
Chateaubriand y Bernardin de Saint Pierre.254

Con la habilidad de un conocedor del oficio de novelista, Isaacs le da contexto histórico


a la llegada de Nay como esclava por el Atrato, ruta que no fue precisamente la normal
sino la del contrabando. Esto indica un conocimiento preciso de Isaacs, explicable por
su historia familiar. El trayecto fue recorrido por su padre y era la ruta del comercio
entre el Pacífico y el Caribe. Sobre esto bien señala Rogelio Velásquez:

Hasta 1851, Portobelo, en la puerta de Panamá, con tenientes; oficiales y cajas


reales, destacamentos y castillos; Turbo, Cartagena, Riohacha y Santa Marta,
fueron los puertos habilitados para el negocio esclavista. Los parias que se
destinaban al Cauca para el laboreo de las minas y menesteres de siembras,
subían el Atrato en bongos o champanes, para después de cuatro meses de
navegación, arribar a Citará. Ascendido el Quito y bordeado el cantón
noviteño, bajaban el San Juan para internarse en el Dagua y caer a la provincia
de Popayán. En este viaje de uno a otro mar, por ríos y caminos montuosos y
quebrados, al lado de carnes de Guayaquil, vinos de Chile, bayeta y cordobán
de Santa Elena, iban los siervos al lado de sus amos. Cuando los desfiladeros lo
requerían y las veredas lo mandaban, los señores, delicados y bien nacidos,

251
Jorge Luis Borges, “Vindicación de María”, en: Revista El Hogar, 1937, Buenos Aires, Tusquets
Editores, 1986.
252
Eduardo Mejía en Campesinos, poblamiento y conflictos: Valle del Cauca 1800—1848, periodo
histórico en el que se enmarca la trama de la novela, muestra como ya se forjaba la decadencia de la
sociedad esclavista colonial “expresada no tanto en la disminución de la producción minera, sino en un
nuevo tipo de relaciones sociales y formas de posesión de la tierra diferentes al trabajo esclavo y a la gran
propiedad”. Facultad de Humanidades, Univalle, 2002. p.41.
253
R.H Moreno—Durán, “Vaticinio desde el paraíso”, en su libro, Denominación de origen, Bogotá,
Tercer Mundo, p. 147, 1998.
254
Sobre la intertextualidad de Maria con novelas de estos novelistas europeos y sus obras, Atala, Paul y
Virginia y El genio del cristianismo, véase el trabajo de Francoise Perus, De selvas y selváticos. Bogotá,
Plaza y Janés/UN/Uniandes, 1998.

160
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

trepaban sobre los africanos. Era la toma de posesión del alma de los humildes
para probarles la obediencia255.

Lo que la novela contextualiza es todo el proceso de configuración económica y social


de la geografía del Pacífico que estaba abarcada por el Estado del Gran Cauca, como se
puede apreciar en los mapas del siglo XIX que delimitaban su territorio. Las alusiones a
esta dimensión geográfica son muchas en la novela y dan cuenta de lo que constituía
espacialmente a la región y su génesis histórica. Las formas de acumulación de capital,
muy entrelazadas entre sí, la explotación de las minas de oro, la producción agrícola y
ganadera de hacendados y campesinos y el comercio de mercancías son la célula madre
de la sociedad del “país” aludido en la novela. Don George Henry Isaacs, padre del
novelista, ejerció estas tres formas de acumulación. De su vida, su hijo toma muchos
elementos para construir la figura del padre de Efraín en la novela, tomándose las
obvias libertades para la “lógica de la ficción”. Si comparamos el padre de la novela con
la figura histórica del padre de Isaacs, saltan a la vista diversos mecanismos para la
elaboración del personaje: la idealización, la modificación, la suavización y la
traslación, que además de evidenciar los matices de la concepción del autor, también
muestran las tensiones entre la aparente armonía de la hacienda y la turbulencia latente
que empieza a incubarse con otras formas económicas y fuerzas sociales emergentes.

El capitulo XXXIII, singular por la manera como sintetiza la irremediable quiebra de la


hacienda que motiva la partida a Londres de Efraín para estudiar medicina, ejemplifica
muy bien los mecanismos de los que se vale Isaacs para trasponer su experiencia
personal en ficción, en otros personajes, de si mismo como otro. En esta refiguración de
la vida por medio de la ficción se crean nuevas identidades de los personajes y una
disposición de los hechos ordenados en la trama como mediadora de la mimesis. Como
noche fatal refiere Efraín el diálogo con su padre, cuando ya sabe y se duele por ese
mundo que ha perdido: “Ya no volveré a admirar aquellos cantos, a respirar aquellos
aromas, a contemplar aquellos paisajes llenos de luz, como en los días alegres de mi
infancia y en los hermosos de mi adolescencia: ¡extraños habitan hoy la casa de mis
padres!” (M, p.160). En la correspondencia que le ha llegado con carácter urgente,
Efraín le lee a su padre la carta que le anuncia el golpe mortal a su fortuna. Y a seguir, a
modo de balance que es inevitable no relacionar con las peripecias de la familia Isaacs
luego de morir el padre, el narrador dice:

Golpes de fortuna hay que se sufren en la juventud con indiferencia, sin


pronunciar una queja: entonces se confía en el porvenir. Los que se reciben en
la vejez parecen asestados por un enemigo cobarde: ya es poco el trecho que
falta para llegar al sepulcro… ¡Y cuán raros son los amigos del que muere, que
sepan serlo de su viuda y de sus hijos! ¡Cuántos los que espían el aliento
postrero de aquel cuya mano, helada ya, están estrechando, para convertirse
luego en verdugos de huérfanos!... (M, p.159)

Este ajuste de cuentas poético, si bien es en lo esencial fiel a los hechos vividos por los
Isaacs, está cargado de una idealización del padre personaje por Efraín. En la vida real
don Goerge Henry fue un empedernido jugador, en cambio, en la novela se traspone esa
condición a otro personaje que el hacendado envía al Chocó para cambiar productos por

255
Rogelio Velásquez, La Esclavitud en la María de Jorge Isaacs, Instituto Antropológico Nacional, s.f.

161
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

oro y que al regreso admite la culpa de haber perdido todo en el juego. Quien esto hace
es Efraín, personaje del cual se vale Isaacs para volver a ese mundo perdido.256

La representación de la esclavitud, por más que este cargada del afán idealizador de
Efraín, también deja ver un sistema en tensión y próximo a desaparecer. 257 María Teresa
Cristina en su edición crítica comenta el pasaje en el que Nay recibe el documento de su
libertad y la de su hijo por parte del padre de Efraín:

La entrega a Nay de la carta de libertad es formal: es parte del proceso de


idealización de la figura del padre, importante para comprender el contexto
ideológico de la novela. Según Gustavo Mejía —en su estudio a la edición de
la editorial Ayacucho—María es la transposición literaria de la nostalgia del
sector de la clase latifundista—esclavista, que en 1850 en Colombia sufre un
intenso proceso de decadencia.258

En la realidad, continúa la nota de Maria Teresa Cristina,

el padre de Isaacs defendió la esclavitud: el 6 de marzo de 1847, firma una hoja


volante con otros 22 terratenientes caucanos en la cual por una parte,
apoyándose en La Biblia señalan que los propietarios de esclavos si pueden ser
buenos cristianos y por otra, que es ruinoso seguir el ejemplo colombiano de
decretar la libertad de partos sin indemnización.259

Con las ideas de su padre, Isaacs ajusta cuentas en su ensayo sobre la esclavitud de
1867, cuando califica la trata como,

la más anticristiana de las injusticias, la más insolente ironía contra la


república.(…) La existencia de la raza africana en el Cauca era y seguirá siendo
una necesidad imperiosa para la prosperidad material de aquel país. La
esclavitud fue una iniquidad que mal remediada tenía que producir los
lamentables males que produjo.

Y un poco más adelante Isaacs hace una condena de la indemnización a los amos
esclavos que reclamara su padre en el volante citado y califica como una gran injusticia
el gravar con aquellas clases de contribuciones toda propiedad, para indemnizar a los
pocos colombianos que eran dueños de esclavos, el valor de esto: ricos y pobres estaban
obligados a pagarla, muchos de los cuales no debían a una sola gota del sudor de un
esclavo lo que legaban, tal contribución vendía a demasiado alto precio el derecho de
tener una tumba en Colombia.

Las breves menciones de los indígenas Cunas y sus negocios con el irlandés Sardick:

256
Sobre este aspecto, que merece un tratamiento específico y en extenso, arroja muchas luces el libro de
Paul Ricoeur, Si mismo como el otro (México, Siglo XXI, 1990), en especial el capítulo quinto, “La
identidad personal y la identidad narrativa”.
257
El libro de Eduardo Mejía, Campesinos, doblamiento y conflictos: Valle del Cauca 1800 —1848 (Cali,
Univalle, Región/Fac. de Humanidades, 2002) muestra muy bien el proceso de disolución de la hacienda
esclavista y la configuración de una población que el denomina “libres de todos los colores” que para la
época en que transcurre la novela ya era el 59.9% y estaba compuesta por mulatos o pardos, negros libres,
mestizos y blancos pobres.
258
Gustavo Mejía. Prólogo a María, Caracas, Editorial Ayacucho, 1978.
259
Maria Teresa Cristina, María en volumen 1 de la obra completa, p. 230

162
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Esto indicado, es fácil estimar cuán tácticamente había Sardick establecido su


residencia: las comisiones de muchos negociantes; la compra de oro y el
frecuente cambio que con los Cunas ribereños hacía de carey, tagua, pieles,
cacao y caucho, por sales, aguardiente, pólvora, armas y baratijas, eran, sin
contar sus utilidades como agricultor, especulaciones bastante lucrativas para
tenerlo satisfecho y avivarle la risueña esperanza de regresar rico a su país, de
donde había venido miserable. Servíale de poderoso auxiliar su hermano
Thomas, establecido en Cuba y capitán del buque negrero que he seguido en su
viaje. (M, p. 226),260

no sólo revelan el rigor histórico de Isaacs, sino que dan una idea de todo el contexto del
comercio y la trata en la región.

El contexto referido en María es muy concreto: una geografía muy precisa, el Estado del
Gran Cauca y toda la realidad geopolítica e histórica de la que hacía parte Colombia en
los siglos XVIII y XIX; una vida social y material alrededor de gran hacienda, la
pequeña y mediana propiedad campesina, la minería y el comercio; y una cultura que se
venía forjando por la hibridación y mestizaje entre lo europeo, lo indígena y lo africano.
Todo esto configura la savia vertiente de la que se valió Isaacs para escribir María.

La novela da cuenta de los pobladores de muy distinta procedencia, como bien lo señala
Álvaro Pineda Botero, blancos españoles, otros con mezcla indígena, negros de África,
judíos ingleses, colonos antioqueños. Hay movimientos migratorios internos,
desarrollos agrícolas y ganaderos y líneas de comercio con el exterior, a través del
Darién y Buenaventura. La cultura se diversifica con leyendas y tradiciones orales,
jergas, músicas y costumbres. El ambiente que se respira trae aires de modernización y
cambio. Las viejas jerarquías subsisten, pero se vislumbran peligros en el horizonte. Es
el comienzo de una nueva época de mestizaje y multiculuiralismo que habría de
afianzarse a lo largo de los siglos XIX y XX.261

Este aspecto poco profundizado en relación con la trama de la novela brinda muchas
claves que indican los cambios que Pineda señala muy bien como “peligros en el
horizonte”262. Eran nada menos que el auge de la economía campesina, del comercio y
de nuevas formas de organización social que emergían con la abolición de la esclavitud.
Esto explica que existan parejas felices en la novela —Tránsito y Braulio, Salomé y
Tiburcio —, pues su suerte está ligada a lo que está en ascenso, mientras que la tragedia
de María y de Nay, junto con la desgracia de Efraín y su familia, esta ligada a la quiebra
inevitable de la hacienda esclavista. Un elemento central en el simbolismo de la novela
es el del ave negra, que la crítica tradicional sólo ha visto asociado al anuncio de la
muerte de María. En la cuidadosa edición crítica de Maria Teresa Cristina ella muestra

260
Sobre la nación Cuna y sus relaciones con los europeos véase el ensayo de Luis Fernando Gómez
Escobar, “Nación Cuna, secesión y reintegración de Panamá. Una historia olvidada”. Leído en el evento,
De país en país: polifonías carbeñas, organizado por la Universidad de Antioquia, 4 de marzo de 2003.
261
Álvaro Pineda Botero, Maria en: La fábula y el desastre, Medellín, Eafit, 2002.
262
El libro del historiador cartagenero Alfonso Múnera, Fronteras imaginadas. La construcción de la
raza y de la geografía en el siglo XIX colombiano (Bogotá, Planeta, 2005), en varios de sus ensayos
muestra cómo se dio el tortuoso proceso de imaginar el territorio nacional y definir a sus pobladores,
destacando el modo de pensar la nación profundamente racista, que condenó a la exclusión a inmensos
sectores de la población. Una lectura atenta de María en estos aspectos muestra cuán cercano estaba
Isaacs de estos procesos y de la valoración de las culturas subalternas, de su aporte y riqueza.

163
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

como el ave negra aparece también ligada a la quiebra del padre de Efraín 263. La nación
que apenas se organiza se debate entre sus fuerzas de progreso democrático y los
rezagos de la colonia, una tensión que dio origen a muchas guerras y conflictos después
de instaurada la nueva república264.

Como se ha podido apreciar, la memoria individual y colectiva del Gran Cauca en la


primera mitad del siglo XIX, como una gran unidad indisoluble, fueron sometidas por
Isaacs a la alquimia de la elaboración poética, y como sucede con toda ficción, las
transmutaciones de lo real entran a configurarse en la lógica de un mundo posible y
creíble para los lectores, que, con todo, guarda íntimas relaciones con los hechos
históricos. Como ya lo anotamos, esas relaciones suelen ser complejas, ambiguas y
contradictorias. El caso de Isaacs está lleno de éstas y bien valdría la pena ocuparse de
estas transmutaciones por el método indicial de Ginsburg. Una estrategia que nos
llevará de nuevo al mundo social e histórico de esa aya esclava y su querida ama y a
imaginarios y relaciones que aún resuenan en nuestra realidad contemporánea.

Los paisajes ocultos y la invisibilidad de los “otros” en Jorge Isaacs


Oscar Almario G.

En mi ausencia, mi padre había mejorado sus propiedades notablemente: una


costosa y bella fábrica de azúcar, muchas fanegadas de caña para
abastecerla, extensas dehesas con ganado vacuno y caballar, buenos
cebaderos y una lujosa casa de habitación, constituían lo más notable de sus
haciendas de tierra caliente. Los esclavos, bien vestidos y contentos hasta
donde es posible estarlo en la servidumbre, eran sumisos y afectuosos para
con su amo.
Jorge Isaacs. María265.

263
En la nota de la página 165, de la edición crítica, María Teresa Cristina señala que la segunda aparición
del ave negra, esta vez a María la misma noche y a la misma hora en que Efraín daba lectura a la carta
funesta dirigida a su padre, enlaza estructuralmente el tema de la enfermedad de María y del padre con el
de la pérdida de la amada y de la casa paterna – la económica – lo cual significa para Efraín la perdida de
mundo. Queda muy claro el simbolismo tanto para la desgracia de María como para la hacienda
patriarcal.
264
Álvaro Tirado Mejía, en sus libros Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia, Bogotá,
Instituto colombiano de cultura, 1976 y El estado y la política en el siglo XIX, Bogotá, El Áncora
editores, 1978 y Jaramillo Uribe, Jaime en sus libros El pensamiento colombiano en el siglo XIX, Bogotá,
Ceso/Uniandes/Icanh/Colciencias, 2001 y La personalidad histórica de Colombia, Bogotá: El Áncora
editores, 1994; brindan una rico panorama de lo que significaron estas tensiones en la naciente república.
Además de importante trabajos sobre la historia regional como el de Alonso Valencia Llanos,
Empresarios y políticos en el Estado Soberano del Cauca, Cali, Editorial Facultad de Humanidades,
1993.
265
Jorge Isaacs, María, 1990. Bogotá: Editorial Norma. p. 18

164
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La descripción de Isaacs no fue realista: veía los paisajes con ojos ya habituados al
estilo romántico […] Esta sociedad feudal, feliz, en la que patrones, peones y esclavos
conviven sin sordidez, está tan idealizada como los amores de los dos señoritos.
Enrique Anderson Imbert266.

Las obras comparables de otros países solían ser “ficciones fundacionales” que
proyectaban futuros idealizados para países en vías de desarrollo, con frecuencia tras
agotadoras revoluciones y guerras civiles. Si el futuro parecía incierto, por lo menos
esas novelas localizaban el problema que entorpecía el progreso del país. En cambio,
María no proyecta el futuro ni encuentra obstáculos que intente resolver. Es, más bien,
inexplicablemente triste […]
Doris Sommer267.

Introducción
De acuerdo con el principal propósito del presente ensayo, que busca desentrañar la
representación de los conflictos raciales que subyace al texto literario, tomo cierta
distancia pero sin desestimarlas, de algunas de las más conocidas perspectivas de
análisis sobre Jorge Isaacs (1837-1895) y María (1867) su obra cumbre. En efecto, me
alejo en parte por ejemplo de la perspectiva que establece su filiación con el
romanticismo y que lo define como uno de los más importantes exponentes del género
en América (Anderson Imbert, 1997), o de la que considera a María como una novela
nacional aunque con su singularidad dentro de esa tipología (Sommer: 2004) 268. Al
guardar una prudente distancia de esos enfoques no pretendo desconocer su utilidad o
pertinencia para el análisis literario o sociológico, pero lo que sí quiero enfatizar es la
necesidad de una aproximación distinta para tratar de develar la manera como fue
enunciada o velada la cuestión racial en el Gran Cuca durante la fase temprana de
creación del Estado y formación de la nación, lo que intentaremos abordar aquí desde
una perspectiva sociohistórica269.

La relación de Isaacs con el romanticismo europeo está fuera de toda discusión, sin que
pueda olvidarse la tonalidad peculiar que introdujo en este género literario al exaltar
profunda y sinceramente la tierra propia, es decir, el paisaje vallecaucano 270. Tampoco

266
Enrique Anderson Imbert, Historia de la literatura hispanoamericana. (2 Vol.). Vol. I (La Colonia.
Cien años de Republica). México, Fondo de Cultura Económica, 1997. p. 316-317.
267
Doris Sommer. Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales de América Latina, Bogotá¨, Fondo
de Cultura Económica, 2004. p.225-226.
268
En efecto, Doris Sommer reconoce que, como novela nacional, María constituye una “anomalía en el
canon fundacional”, en virtud de la función que desempeña el judaísmo en la estructura de la novela y en
el manejo de sus tensiones internas, ya que éste “[…] sirve como figura de dos caras de la indecible
diferencia racial en la sociedad hacendada: la diferencia entre blancos y negros” (Op. Cit.:226).
269
Desde una perspectiva socio histórica comparto la idea de la fragmentación del poder durante el
período temprano de la formación del Estado Nacional de la antigua Nueva Granada (Palacios, 1980),
fenómeno que revistió características especialmente dramáticas en la jurisdicción que en el pasado
colonial perteneció a Gobernación de Popayán y después de la Independencia y durante la República
temprana al Gran Cauca (Valencia Ed., 1996; Almario, 2005a). Estos factores incidieron en la singular
capacidad de esta región de sumar sus propios conflictos a las recurrentes guerras civiles nacionales del
período, en razón del afán de sus sectores dirigentes por mantener bajo condiciones republicanas sus
anteriores privilegios y especialmente su vocación aristocratizante y las relaciones esclavistas y serviles
con los grupos negros e indígenas (Colmenares, 1986; Rojas y Sevilla, 1994; Almario, 2005b).
270
Para una posible comparación entre paisajes, sujetos sociales, autor y obra, a propósito de Faulkner e
Isaacs, véase Glissant (2002).

165
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

cabe duda de que el modelo expuesto por Sommer, al llamar la atención sobre la
trascendencia de los imaginarios movilizados para generar identidades artificiales,
permite una novedosa ruta para la comparación de las distintas experiencias nacionales,
si se relacionan la producción literaria del siglo XIX y especialmente la novela con la
formación de los Estados Nacionales en América Latina. Sin embargo, las
circunstancias especiales en que estos procesos tuvieron lugar en un país como el
nuestro, lastrado por la pesada herencia colonial, con un territorio extenso,
precariamente poblado y de fuertes contrastes regionales, una población étnicamente
heterogénea y carente de un factor realmente aglutinante de la identidad nacional
pretendida y en donde el mito fundacional de la Independencia política de España se
transformó rápidamente en una identidad dividida entre la lealtad a dos partidos
políticos, el liberal y el conservador271, obligan a considerar distintas dimensiones a la
hora de correlacionar imaginarios políticos y textos literarios. El propio Isaacs es un
buen ejemplo de lo esquiva que resulta cualquier pretensión de encasillarlo en algún
modelo rígido de interpretación biográfico, literario o histórico, lo que más bien
autorizaría a analizarlo como un auténtico outsider, es decir, como alguien que se movió
siempre entre unas difusas líneas fronterizas en los ordenes vital, ideológico y político:
tradicional y moderno, conservador y liberal, judío / católico, aristócrata y republicano,
esclavista y abolicionista, romántico y realista, emprendedor y utópico272.

En esa perspectiva, a partir del conocimiento histórico que hoy se tiene de la amplia
región suroccidental de la actual Colombia y persuadido de la influencia ambigua de los
repertorios culturales católico y liberal en los sectores dirigentes durante la fase seminal
de la identidad nacional, en adelante desarrollaremos argumentos como los siguientes:
que Isaacs es un continuador, en condiciones republicanas, de la tradición letrada de
origen colonial; que el paisaje que describe, por excelencia el valle del Cauca, es una
construcción social que hace parte del proceso de invención de la nación y más
específicamente del país caucano; que desde esa perspectiva el paisaje debe ser
entendido como un artificio de domesticación de la naturaleza y la sociedad para hacer
posibles la civilización y la cultura, por lo cual deviene de natural en social y se objetiva
en la hacienda; que es desde este imaginario civilizatorio que se produce la visibilidad
de los negros esclavizados y de las relaciones armónicas que supuestamente presidieron
la sociedad esclavista del valle del Cauca; y finalmente, que dicha culturización de la
naturaleza se detiene en el umbral de la costa pacífica, porque se juzga que en esa
frontera comienza de nuevo lo salvaje e incivilizado con lo cual los negros de esta
región fueron invisibilizados.

La región esclavista y señorial y su tradición letrada


Durante la colonia y sobre todo en sus postrimerías, el rol de Popayán en el suroccidente
de la Nueva Granada, como “lugar central” (Colmenares, 1976), “ciudad hidalga”
(Romero, 1984) y “ciudad letrada” (Rama, 1998), una suerte de puente espacial y
político entre las audiencias de Santa Fe y Quito, contribuyó a que sus sectores
dirigentes asimilaran a fondo los complejos dispositivos del dominio y a que los
tradujeran a las singulares condiciones regionales. En consonancia con ello
desarrollaron un fuerte sentido de pertenencia, cultivaron los valores ilustrados,
practicaron el catolicismo, exaltaron la lengua castellana, tuvieron una representación

271
La idea de la Independencia como momento de epifanía para la nueva identidad nacional es de
Colmenares (1987); sobre el siglo XIX y sus vicisitudes la bibliografía es abundante.
272
Le agradezco a Jorge Echavarría Carvajal, colega de mi Facultad, por una sugerente conversación
sobre este tópico.

166
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

jerárquica del orden social e hicieron uso del monopolio del poder que concentraron sus
clanes familiares. El sentido de casta superior de los criollos se vio reforzado por las
alianzas tejidas con los peninsulares que llegaron a la ciudad y gobernación de Popayán
atraídos por el segundo ciclo del oro durante el XVIII. Como se sabe, este conjunto de
factores le otorgó su peculiar talante esclavista y señorial a esta región histórica
(Colmenares, Op. Cit.).

Este complejo ideológico e identitario de origen colonial, que manifestó categórica y


tempranamente su persistencia desde la crisis de Independencia y durante la
construcción temprana del orden republicano, condujo a que la concepción jerárquica de
sus élites acerca del orden y la sociedad que presidían, no pudiera ser fácilmente
reemplazada por principios liberales en la coyuntura independentista y que, por el
contrario, sirviera de base para diseñar el nuevo régimen que surgía de las guerras de
independencia. En síntesis, lo que pensamos y tal como lo hemos desarrollado en otro
lugar273, es que el sistema social de castas colonial persistió de hecho y de derecho
durante el periodo del diseño temprano del modelo republicano en los territorios
pertenecientes a la antigua gobernación de Popayán y en adelante conocidos como el
Gran Cauca. Este fenómeno se puede rastrear a través de distintos momentos e hitos:
desde la adopción de la Constitución de la Provincia de Popayán en 1814, el pacto de
sus casas aristocratizantes con Bolívar en 1821, su resistencia a la supresión de la
esclavitud y la servidumbre en condiciones republicanas, la exaltación de la lengua, la
religión y demás valores de la tradición hispánica en la nueva institucionalidad (lo que
prefigura el pensamiento conservador), en la constante tensión entre el patriotismo
caucano y la identidad nacional en formación, cuestiones que persistieron hasta la
abolición jurídica de la esclavitud en 1851 y aún posteriormente.

No es el momento de exponer con detalle este corpus ideológico, que entraña muy
diversos niveles y componentes, pero cabe al menos esbozarlo 274. Para la élite payanesa,
la lengua simbolizaba la civilización y representaba los valores más elevados frente a lo
bajo e inculto, dando con ello lugar a la secular tensión entre la tradición letrada e
ilustrada de sus sectores dirigentes y la tradición oral de negros, indígenas y blancos
pobres. La tierra, que fue concebida como botín de guerra de los vencedores cristianos
(conquistadores, encomenderos y colonizadores) sobre los paganos (primero indígenas y
después negros), constituyó el signo de su honor y distinción por excelencia y, por
tanto, un legado invaluable para sus descendientes. A través de la geografía y el modelo
de poblamiento, se pretendió extender el proceso civilizatorio y culturizador a una
naturaleza agreste y amenazante, que servía de refugio a grupos sociales clasificados
como salvajes o semisalvajes275. Consideraron que la religiosidad católica, ante la
supresión del patronato regio y la adaptación de la Iglesia a las nuevas condiciones,
debía ser un componente fundamental de la nacionalidad en construcción para dotar de
sentido moral a las costumbres y un instrumento absolutamente necesario para
disciplinar las castas, consideradas inferiores y propensas a las peores acciones e
inclinaciones. Bajo estos parámetros, los indios debían conservar su estatus de menores
de edad, ser educados y protegidos como tales, y mantenerse apartados de los blancos y

273
Véase mi trabajo dentro de una obra colectiva (Almario en Colom, ed., 2005a: II: 801-820).
274
Al respecto véase Almario (2005b).
275
No obstante las diferencias crecientes entre conservadores y liberales hacia la segunda mitad del siglo
XIX, la Comisión Corográfica dirigida por Agustín Codazzi y otros esfuerzos geográficos son un buen
ejemplo de la fuerza de esta ideología, véase Barona Becerra, Guido, et. al. (Edición, análisis y
comentarios, 2002).

167
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

los negros. Estos últimos simbolizaban lo más deleznable y amenazante, prejuicios que
por supuesto se extendían a sus diferentes cruces y variables raciales276.

La paradoja en el caso caucano consiste en que para que prevaleciera el sistema social
de casta se tenían que preservar lo indio y lo negro como realidades sociales, lo que
amenazaba la existencia misma de los sectores dirigentes. Por esta razón, las distintas
metáforas empleadas para tratar de describir la formación de las identidades etno-
culturales son aplicables aquí pero con matices: el espejo homogenizador y nacionalista
tiene validez sólo en relación con el objetivo de producir un orden moral único,
básicamente católico; la heterogeneidad del mosaico opera como el sistema social de
castas descrito, pero bajo el monopolio de la casta aristocratizante y nunca como
democracia racial; el crisol como ideal de fusión cultural se concibió únicamente en el
largo plazo, a partir de la extinción de lo indio y lo negro como consecuencia de la
acción disolvente de las castas superiores277.

Desde el punto de vista estrictamente estético se puede afirmar que la tradición letrada
del Gran Cauca puede ser estudiada en la larga duración, ya que hunde sus raíces en la
dominación colonial, continúa en el siglo XIX con figuras literarias y políticas como
Julio y Sergio Arboleda y Jorge Isaacs y se proyecta hasta la contemporaneidad con las
de los poetas Guillermo Valencia, Rafael Maya y Helcías Martán Góngora, entre
otros278.

Por estas razones principales, así sea como mera exploración provisional, asumo una
perspectiva de análisis de la célebre obra de Isaacs, entendiéndola como parte de la
tradición letrada que se originó en el contexto de la experiencia colonial en la antigua
Gobernación de Popayán y que se prolongó después en el Gran Cauca como parte de la
formulación de un proyecto republicano aristocratizante. En esa perspectiva, creemos
que María de Isaacs, y otras obras que pueden inscribirse dentro de ese mismo corpus
discursivo, debe ser comprendida y descifrada en el contexto de las relaciones sociales
regionales de la época y de sus respectivas representaciones. No obstante, tanto las
condiciones sociales como las miradas correspondientes, no fueron experimentadas por
los actores de ese entonces, como tampoco ahora por nosotros, de forma inocente y
transparente279, entre otras muchas razones, sobre todo por el momento liminar en que
se produjeron unas y otras.

Cuestiones de identidad en la esclavitud y en la posesclavitud


La cuestión de la abolición de la esclavitud requiere todavía de trabajos que se atrevan a
superar una mirada meramente institucional del problema, es decir, que nos permitan
ver el mundo social de los antiguos esclavizados, su vida cotidiana, sus ritmos y
construcciones colectivas después de esa experiencia. Porque lo cierto es que la
persistencia de la esclavitud durante la República temprana, tuvo implicaciones notables
en los procesos de diferenciación social y étnica y en el reto de la invención de la nación
sobre la base de la homogeneidad cultural en una población distinta y diversa.
Adicionalmente, este hecho colocó particularmente a los negros en una situación
276
Los principales exponentes de este pensamiento fueron los hermanos Julio y Sergio Arboleda,
esclavistas, hacendados, católicos y conservadores.
277
Con base en Colom (ed., 2001) y González (1998).
278
La idea de la continuidad histórica de la tradición letrada del Gran Cauca, que aquí desarrollo con
libertad, se encuentra en Raymond L. Williams (1991).
279
Al respecto de lo que se ve y no se ve desde la perspectiva histórica, es muy útil el trabajo de Peter
Burke (2005).

168
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

ambigua, al tiempo que con ello se configuraron nuevas tensiones en el campo de los
republicanos. En efecto, el desmonte gradual de la esclavitud, en cierta forma impuesto
por el peso de las provincias esclavistas de Cartagena y Popayán, que fuera adoptado
por la Constitución Política aprobada en el Congreso de Cúcuta en 1821, tuvo notables
efectos económicos, políticos y culturales. En lo económico, a los negros, en tanto
esclavos, se los siguió considerando como “cosas”, “propiedades” o “inversiones” a
preservar o a recuperar por los esclavistas; mientras que en lo político, los negros
esclavizados y sus descendientes constituyeron una especie de membresía incompleta y
espuria de la nacionalidad. Con lo cual, se propició la prolongación de dispositivos
culturales que favorecían la dominación de los sectores subalternos, como el
patriarcalismo de los esclavistas, que invocaban la supuesta degradación moral de los
negros, para reforzar la idea de su minoría de edad civil, hasta tanto la primera no
hubiera sido superada. Es decir, que se los definía moralmente y se los declaraba en un
estado de indefensión e incultura, con la finalidad de aplazar o condicionar su
ciudadanización e inclusión en el proyecto nacional.

Hacia mediados del siglo XIX, cuando las fuerzas reformadoras y modernizadoras
encabezadas por los liberales radicales se decidieron a acelerar ciertos cambios en el
país, la gran región del suroccidente fue representada por ellas como un territorio de
refugio del colonialismo, del fanatismo religioso y del esclavismo. Más allá del tenso
ambiente social que estos cambios suscitaron y de la infructuosa guerra civil de 1851
promovida por los conservadores para oponerse a las medidas radicales, como la
abolición de la esclavitud, una de las consecuencias más importantes se presentó
precisamente en el orden discursivo republicano, en tanto se cambió por completo la
forma de enunciación del negro como sujeto histórico o de derechos. Con la
manumisión jurídica, el negro, al dejar de ser esclavo, pero sin que llegara a tener una
ciudadanía plena, dejó de tener un lugar propio en el orden de las representaciones
oficiales del discurso nacionalista, porque simplemente desapareció de la escena. La
paradoja consistió en que mientras el negro desaparecía del discurso oficial, en el
imaginario colectivo se acentuaba su representación negativa como un sujeto social
despreciable y por tanto objeto de discriminación, marginalización y racialización. En
efecto, este imaginario se hacía eco de la racialización del negro de origen colonial y la
reforzaba con la presunción de que éste “desentonaba” con el modelo dominante de
mestizaje promovido en el país, en le cual se exaltaba lo blanco-mestizo frente a lo
negro y lo indio.

El Gran Cauca fue el epicentro de esta prueba de fuerzas entre conservadores y


reformadores. En efecto, con las llamadas reformas de Medio Siglo y según sus agentes,
la región habría alcanzado la igualdad, la fraternidad, la libertad y la justicia. En
consecuencia, la ley de manumisión jurídica de los esclavos en 1851, fue exhibida por
los liberales radicales como una prueba de estos cambios 280. De acuerdo con esta lógica
discursiva, con la extinción de la institución esclavista desaparecía también el problema
negro como problema social, en tanto los reformadores pensaban que con medidas
como esa, les habrían abierto a los negros las puertas del reino de la igualdad y la
justicia.

280
Véase Ramón Mercado (1853), quien como Gobernador de la Provincia de Buenaventura debió hacerle
frente a la guerra civil de 1851 y a los disturbios propios de esta época, que en el valle del Cauca
alcanzaron niveles muy agudos.

169
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Pero las evidencias muestran la irrealidad y ambigüedad de estos discursos que, por una
parte, “incluían” de forma extraña y sin “nombrarlos” a los negros del interior andino y
que, por otra, definitivamente marginalizaban a los del Pacífico sur, pero que al hacerlo
se veían obligados a nombrarlos281. En efecto, en las ciudades y sitios de las provincias
de Buenaventura y Popayán, es decir, en el interior andino, en donde existía un peso
demográfico y cultural de los negros de los valles del Patía y el Cauca, estos fueron
teóricamente “ciudadanizados”, aunque en la práctica siguieron siendo ciudadanos de
tercera categoría, que cobraban importancia sobre todo durante las recurrentes guerras
civiles que los incorporaban como fuerza militar o cuando por su propia cuenta pusieron
en cuestión el orden establecido. Mientras que en las ciudades y sitios del litoral
Pacífico, marginales al eje andino, los negros fueron vistos por geógrafos (Comisión
Corográfica) y políticos282, en un virtual estado de salvajismo, por el entorno selvático
en que habitaban, sus modalidades de vida, el alejamiento del Estado y la falta de
sujeción a las más elementales normas civiles, morales y religiosas, que su condición
racial (de “africanos”) simplemente acentuaba de manera patética.

Este segundo momento del nacionalismo de Estado, que con las “reformas de medio
siglo” acentuó su discurso sobre el progreso, el bienestar y la libertad basados en el
esfuerzo del trabajo individual en lo económico-social y del ciudadano en lo político,
significó para los sectores subordinados en general y para los grupos negros e indígenas
en particular, otro dramático capítulo dentro de la cadena de negaciones y
desconocimientos. Cuestión que se puede ilustrar con el seguimiento de dos puntos de
la agenda pública de los liberales radicales de mediados del siglo XIX: la libertad de
los esclavos y los llamados baldíos nacionales, pero que no son el objeto de esta
comunicación.

En cambio, sí nos interesa ampliar lo que hemos planteado como un cambio discursivo
sobre el negro y lo negro en el republicanismo, que condujo a una tremenda
ambigüedad, ya que por una parte se debía incluirlos en el proyecto nacional como
consecuencia de la abolición de la esclavitud y por otra se acrecentó la imagen negativa
de estos sujetos sociales, sus formas de vida y lugares de asentamiento. Especialmente,
en el caso caucano, la persistencia de las castas y las políticas de racialización de lo
negro fueron de la mano con la representación del progreso durante el siglo XIX.
Algunos ejemplos al respecto serán suficientes.

En el juego de fuerzas entre el paradigma nacionalista de Estado en proceso de


consolidación y la identidad intermedia de las élites caucanas, fue tomando forma una
posición tautológica respecto del negro y de lo negro en la sociedad nacional y regional,
según la cual los negros sólo existieron mientras existió la esclavitud, por consecuencia,
desaparecida ésta, también desaparecieron aquellos. Únicamente una lectura atenta y
crítica de la abundante masa documental disponible en torno a las acciones del
nacionalismo de Estado y sus agentes y su contrastación con la presencia negra y la de
otros colectivos étnicos y sociales, puede romper este enfoque circular y abrirnos hacia
una exploración diferente.

Para los liberales radicales su deuda con el pasado esclavista terminaba con la
manumisión jurídica de los esclavos. Una posible relación entre los antiguos esclavos y

281
Para una relación entre resistencias culturales y formas de discurso dominante, véase Scott (2000).
282
Véanse, por ejemplo, de Codazzi los informes sobre las provincias del Chocó, Barbacoas y Micay
(1853/1959:323-330; 330-348) y de Santiago Pérez los Apuntamientos de viaje (1853/1917).

170
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

el acceso a la tierra, por ejemplo, jamás formó parte de la agenda liberal, mientras que
se multiplicaban las distintas formas sociales para controlar la antigua mano de obra
esclavizada. Los generales José María Obando y José Hilario López, que eran
identificados por la “plebe” del Cauca como sus representantes, “traicionaron” en este y
otros puntos las expectativas populares y en particular las de los negros. Un pasaje
secundario dentro de un valioso testimonio de la época, que se inscribe en el paradigma
nacionalista y no oculta su fundamento racista, de todas formas ilustra muy bien acerca
de la actitud etnocéntrica de esta posición liberal de las élites caucanas frente a la
aspiración de los negros liberales por hacerse a la tierra. En efecto, en medio de un
ambiente de agitación política creciente, de surgimiento de los partidos y de la inédita
participación del pueblo raso en la vida pública a través de las llamadas sociedades
democráticas, no obstante las fronteras étnicas y sociales entre los liberales y los negros
quedaron nítidamente demarcadas:

[...] las prédicas no eran oídas sino por los negros de Cañasgordas i otras
haciendas, por los manumisos i por los vagos (que fueron, como ya lo hemos
notado, los principales zurriagueros de 1850) i producían en ellos tan
escelentes efectos, que en sus bacanales i lucubraciones se repartían ya las
tierras i hasta las casas de la plaza i principales de la ciudad; habiendo tenido
un negro la desvergüenza de pedirle al Jeneral Obando que le diera de una vez
su tierra; el Jeneral le mostró las montañas azules de los baldíos, i le dijo que
fuera a trabajar a ellas. Esta respuesta les produjo sumo desconcierto, porque
en la Presidencia de Obando tenían torpemente fundadas sus esperanzas.
(Bosch, [1856] 1996:51).

Otro buen ejemplo en relación con la encrucijada mental en que se debatían los
dirigentes caucanos del proyecto republicano durante el siglo pasado, es el del general
Tomás Cipriano de Mosquera, miembro prominente de una de las familias que tipifican
el esplendor de las élites de Popayán durante la colonia y una de las más complejas y
fascinantes figuras de la historia colombiana en le siglo XIX. En él se combinaban en
forma ambigua tanto la búsqueda de la unidad nacional como la construcción de la
identidad regional caucana, así como la promoción del mestizaje y al tiempo el
reconocimiento pragmático a las diferencias étnicas como herencia del pasado colonial,
constantes ideológicas que se relacionan con su accionar político en distintas etapas de
su periplo vital. Mosquera, un militar aficionado a la geografía por razones culturales
explicables y propias de su época, evidencia en el estudio de estos temas unas
contradicciones bastante reveladoras. Es el caso de la Memoria de Geografía, publicada
en Nueva York en 1852, en la cual aporta un cuadro de población por castas que resulta
interesante para efectos del análisis sociocultural y étnico del Gran Cauca y que el autor
retomó en un nuevo texto de 1866. En este último estimó la población total de los
Estados Unidos de Colombia en 2.243.837 habitantes y la del Estado del Cauca en
330.331, de los cuales 64.000 eran blancos (19%), 26.000 indios (8%), 43.400 negros
(13%), 122.660 mestizos (37%), 72.000 Mulatos (22%), 2.271 zambos (1%).
(Mosquera, 1866:124).

Aquí queremos destacar cómo todavía para la segunda mitad del siglo XIX, el
pensamiento republicano y liberal caucano no ha podido despojarse de las
clasificaciones étnico-culturales prescritas por la colonia - las famosas “castas” - y que,
por lo mismo, es a través de ellas como se puede percibir la sociedad “moderna” que se
proyecta e imagina. En realidad, desde nuestro punto de vista, estas contradicciones

171
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

discursivas de Mosquera (y otros exponentes de este tipo de representaciones), permiten


testimoniar el choque producido entre la “comunidad imaginada” por las elites criollas
que salieron triunfantes de la prueba de fuerzas con el poder imperial español y las
“comunidades reales” que constituían el tejido vivo de distintas sociedades en diversos
sitios, lugares y regiones. En otras palabras, a pesar de las representaciones
modernizantes en ascenso de las cuales se excluían a los sectores subalternos en todas
sus variables, estos presionaban sobre los imaginarios elitistas y se filtraban tercamente
en ellos poniendo de manifiesto la persistencia de la sociedad “tradicional”, de sus
entidades y grupos y de su vigencia en el horizonte de la “civilización” soñada por las
élites liberalizantes. Por supuesto que no hay que olvidar que cifras generales, como las
presentadas por Mosquera, tenían su propia manera de presentarse en cada localidad,
zona o región. Pero lo que nos interesa subrayar especialmente, es que así como para
los sectores criollos dominantes en general y los del Gran Cauca en particular, fue
importante y definitorio pensarse como miembros de un grupo étnico (blanco-mestizo);
de la misma manera, según creemos, debió ser importante para los sectores étnicos y
subordinados sentirse e identificarse como colectividades y comunidades diferentes en
orígenes e intereses.

Aproximación a Jorge Isaacs como exponente de la tradición escrita del Gran Cauca
En un estudio conmemorativo de los 100 años de la primera edición de María de Jorge
Isaacs, el historiador Germán Arciniegas afirmaba que: “No hay que pensar que el
radicalismo le hubiera nacido a Isaacs tardíamente, que fuera una veleidad de jugador
político. Aunque no lo parezca, María es ya una novela radical, y en la obra de los
primeros años de Isaacs no hay nada contrario a lo que fue luego su vida de luchador
radical” (1967/1990:49).283 Evidentemente, una clara referencia al pensamiento político
liberal del siglo diecinueve colombiano, cuyas contradicciones acabamos de reseñar,
pero que en tanto reivindicado sin más por Arciniegas a propósito de Isaacs, hace que
su comentario trascienda lo estético y se instale en lo historiográfico. En efecto, es
evidente que Arciniegas, el más difundido de los historiadores convencionales
contemporáneos del país, parte de la obra de Isaacs con el objeto de recrear y valorar la
encrucijada en que se debatieron dicho autor y su generación en la Colombia de la
segunda mitad del siglo XIX. La manera como Arciniegas aborda este asunto, lo
conduce finalmente a esbozar una particular representación de la historia nacional, que
concibe desde el paradigma del pensamiento liberal con el cual se identifica este
intelectual.

Sin embargo, aparte de reconocer este contexto general, hay que considerar de manera
especial que fue particularmente en el Cauca aristocrático y heredero del pasado
colonial, escenario de la obra de Isaacs, en donde la tenaz resistencia de sus élites a la
resolución de la cuestión de la esclavitud de los negros y la servidumbre de los
indígenas, constituyó la gran prueba política para ellas, obligadas en forma paradójica a
promover las instituciones republicanas supuestamente igualitaristas y al tiempo a
preservar sus privilegios sociales y económicos. El verdadero radicalismo de Isaacs,
entre otros, se debe medir entonces es en relación directa con las posiciones asumidas
frente a estas cuestiones fundamentales. En este contexto se explica que Arciniegas
considere la trascendencia y el trasfondo del tema del negro en la obra del escritor
decimonónico: “Lo de los negros es fundamental dentro de la novela y la vida de
Isaacs” (Op. Cit.:49); que también tenga muy en cuenta el marco regional específico:
283
Esta parte fue tomada con autorización del autor de Genio y figura de Jorge Isaacs. Editorial
Universitaria de Buenos Aires. 1967. Ver el texto reeditado en Germán Arciniegas (1990:15-69).

172
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

“El negro en el Cauca es una realidad. El negro, con todas sus leyendas y sus fábulas”
(Ibíd.:50); que igualmente pondere los motivos ideológicos del político y escritor
decimonónico al respecto y que, por lo mismo, exalte la singularidad de sus posiciones:
“Isaacs se aproximaba a los negros con un romántico impulso de liberación. En toda la
novela los sigue con tal simpatía que viene a ser un precursor de la literatura
afroamericana [...]” (Ibíd.:51) y que, en últimas, Isaacs le sirva a Arciniegas de pieza
clave para presentar su visión liberal y positivista de ese período de la historia
colombiana, al oponerlo como paradigma radical frente al muy godo señor Miguel
Antonio Caro. En efecto, este último, desde su sitial de oráculo conservador, se enfrentó
a finales del siglo con la sensibilidad etnográfica de Isaacs, por su manera de valorar a
los grupos indígenas de la Guajira y por lo que juzgó como algo inaceptable, su
supuesta adhesión al darwinismo en una nación cristiana.

En realidad, el radicalismo de Isaacs y su simpatía por los negros e indígenas a los que
alude Arciniegas, eran tanto sinceros como presa del paradigma modernizante y
romántico de la época. Por eso, María, publicada en 1867, es decir, 16 años después de
la abolición de la esclavitud, que fue decretada en 1851 y se hizo efectiva desde 1852,
se desenvuelve temporalmente antes y recrea una supuesta Arcadia feliz en la que
habrían convivido esclavistas y esclavizados (Camacho, 1979; Almario, 1994)284. Más
allá de que ésta sea una estrategia narrativa de su autor, tomo dichas temporalidad y
metáfora global de María, como una pista acerca de la efectiva impotencia de la pose
radical y romántica frente al problema de las etnias durante la construcción de la nación
colombiana en general y del Gran Cauca en particular. De acuerdo con esto, en la obra
de Isaacs, el movimiento de retracción hacia el pasado esclavista, sería una
confirmación de que cualquier mirada proyectiva sobre el tema sólo podría evidenciar el
fracaso de lo imaginado. Entre otras cosas porque en el Gran Cauca los negros jamás
fueron plenamente integrados al proyecto de nación durante el siglo XIX, ni como
ciudadanos ni como fuerza laboral moderna. En consecuencia, sus lugares de
asentamiento y sus sociedades locales exhibieron marcadas formas de resistencia
cultural, que fueron desde la construcción de territorios propios (como en valle del
Patía, la costa Pacífica y varios sitios en el valle del Cauca), pasaron por el rechazo al
peonaje, el terrazgo y el concierto y otras formas de control de la mano de obra y
llegaron hasta evidentes manifestaciones de degradación moral y social ante el empuje
de una modernización bastarda, que pretendió arrebatarles todo lo que tenían a cambio
de prácticamente nada.

Este fenómeno literario-ideológico, de escape hacia el pasado en virtud de la impotencia


ante el presente y el porvenir, parece ser común a las élites caucanas y producirse en
ellas independiente de sus preferencias políticas e ideológicas, ya fueran estas radicales
o conservadoras. A este respecto, un antecedente de María de Isaacs, lo encontramos en
el líder conservador Julio Arboleda y en su poema épico Gonzalo de Oyón, escrito antes
de 1851, el cual fue objeto de destrucción como consecuencia de la guerra de ese año y
de los ataques a varias de las propiedades del autor, pero cuyos fragmentos
sobrevivientes y reescritos por Arboleda se publicaron en 1858 285. Según su trama, el
poema encuentra en la conquista de los territorios indígenas de América y en las luchas
284
Sobre esta estrategia evasiva de la realidad en la novela decimonónica, véase Gustavo Álvarez
Gardeazabal especialmente, “María: la negación de la realidad” (2000:11-39).
285
El poema de Julio Arboleda es considerado por algunos expertos como el primer poema nacional.
Véase, Arboleda (1858).

173
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

fratricidas entre las huestes invasoras, la sustancia necesaria para legitimar la existencia
de una casta de herederos legítimos de ese doble pasado, tanto ibérico como indígena,
por su supuesto heroísmo, grandeza humana y virtudes cristianas, valores que se oponen
a la ambición desenfrenada y los excesos de poder practicados por aquellos que por lo
general se alzaron con las ventajas del hecho colonizador. Al tiempo, la gobernación y
ciudad de Popayán, cuna del político y escritor, se erigen en el escenario en donde se
desarrollan los acontecimientos, resaltando con ello su peculiaridad histórica, que
justamente la república naciente y sus “montoneras impías” venidas a más, ahora
desconocen, vejan y destruyen, según la percepción de Arboleda.

Lo que es una experiencia común a Arboleda e Isaacs, más allá de diferencias


personales y políticas, es que el régimen de servidumbre y de esclavitud, es decir, de
sujeción de indígenas y negros, en el que sus respectivas familias basaron sus riquezas y
prestancias durante la colonia, al modificarse con la independencia y sus consecuencias,
produjo una agonía lenta de los grupos sociales dirigentes. Esta es la razón por la cual la
evocación del pasado deviene en nostalgia por lo perdido.

La construcción moderna de la naturaleza y el paisaje: las haciendas y la costa


pacífica en el valle del Cauca
Con la modernidad, la representación del espacio en el cual se formarían las futuras
naciones y Estados considera el orden, la frontera y la finitud, siguiendo un eje central
que para América era Europa, según la perspectiva de G. Montaldo (1999:13-18). Por lo
mismo, en América habrá necesidad de ejes internos, como las áreas civilizadas frente a
las “bárbaras”, tal como se confirma en el caso que analizamos. En efecto, desde la
ocupación ibérica del suroccidente de la actual Colombia, el eje interior andino fue la
base del poblamiento y la civilización, mientras que la costa pacífica fue la frontera
minera, natural y simbólica, que requirió durante el dominio colonial de ejes
transversales para acceder a ella desde el interior. Entre la colonia y la república la
obsesión por el oro se torna en obsesión por el contacto con el exterior (entendido como
el paradigma del progreso) y el aprovechamiento de los múltiples recursos contenidos
en los territorios del Pacífico. Adicionalmente, al hilo de esta nueva percepción del
espacio se modifica también el sentido sobre los instrumentos que pueden facilitar la
transición de una región aislada y sin comercio exterior como el Cauca, con lo cual
cobran importancia los caminos carreteros, el ferrocarril y un puerto moderno en esas
costas. Comenzaba así una invisibilización del incómodo pasado esclavizado en los
distritos mineros del Pacífico, lo que era absolutamente necesario para unas élites
señoriales en trance de modernización, por lo cual terminan por elevar la hacienda a la
condición de espacio de civilización.

Desde esta perspectiva, lo que funcionó en el pasado como un complejo agro-minero


esclavista, por la las relaciones complementarias entre las haciendas (localizadas en el
valle interandino del Cauca) y las minas (localizadas en la costa pacífica) y en el cual
las minas representaban la parte más dinámica del conjunto, de acuerdo con la magistral
explicación del historiador Germán Colmenares, deviene ahora con la modernidad en un
espacio resignificado. De tal suerte que las haciendas y las poblaciones del valle del
Cauca representan lo civilizado (o la naturaleza culturizada) y la costa Pacífica la
frontera natural que hay que transformar. En consecuencia, desde las representaciones
modernizantes, los negros del Pacífico, descendientes de esclavos y constructores desde
la Independencia de múltiples sociedades locales y unas formas de vida libertarias a lo
largo de todo el siglo XIX, fueron objeto de representaciones que los naturalizaron

174
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

como salvajes, “africanos” y refractarios al progreso, lo que además se reforzó con


argumentos geográficos, climáticos y ambientales que relacionaban esas condiciones
con las de sus pobladores. Así como Alejandro de Humbolt representa un
“redescubrimiento del mundo americano”, según el análisis de Montaldo, otros
proyectos modernizantes, como la Comisión Corográfica dirigida por Agustín Codazzi
y la novela del siglo XIX, incluida por supuesto María, pueden ser comprendidos como
representaciones de un redescubrimiento del espacio en el que tomarían forma la nación
y el Estado colombianos. Parte de ese redescubrimiento es la definición de paisajes
amables e inhóspitos, civilizados y salvajes. En el caso que nos ocupa, el contraste se
establece entre el valle del Cauca y la costa pacífica.

Viajeros nacionales y extranjeros que se aventuraron durante el siglo XIX por el río
Dagua, camino de Buenaventura o de vuelta de ese puerto, registraron la importancia de
Juntas del Dagua y de los bogas que facilitaban el transporte de gente y mercancías. Es
el caso del diplomático francés G. Mollien, quien hizo una descripción de la navegación
por el Dagua en la primera mitad del siglo XIX. Dichos testimonios, por lo general
consignan la presencia de los bogas negros encargados de la navegación y el transporte,
pero sin duda se trata de un registro etnocéntrico, es decir, se los observa a manera de
curiosidad folclórica o paisajística, pero no como un tipo social digno de consideración.

No obstante, nos hemos encontrado con un curioso testimonio que, a pesar de su origen
igualmente etnocéntrico, no puede eludir un reconocimiento sustancial de los bogas
negros del Dagua. En efecto, don Santiago M. Eder, de origen ruso, nacionalizado
norteamericano y establecido en la República de Colombia desde 1861, conocido como
el fundador de La Manuelita, ingenio azucarero del Valle del Cauca, vivió varios años
en el puerto de Buenaventura y se desempeñó allí como cónsul de Norteamérica. Como
tal rindió un informe a la Secretaria de Estado, en el que consignó las condiciones en
que se encontraban por esa época las comunicaciones entre el puerto de Buenaventura y
el interior del país y en el cual consigna lo siguiente sobre los bogas del Dagua:

La única comunicación con el interior es por medio del río Dagua, navegable
solo por pequeñas canoas, las que literalmente arrastran a través de los
‘rápidos’ los bogas, hombres de piel muy negra y cuyo único atavío consiste
en sombrero y pañuelo; pero el comercio del Cauca lo debe todo a estos seres
anfibios; equivalen a los vapores y ferrocarriles de otros países, y ciertamente
viajar con ellos, aunque no es tan rápido ni tan cómodo como trasladarse por
tren o vapor, por lo menos tiene la ventaja de que no se necesita sacar seguro
de vida. Ciertamente son los bogas más expertos de la tierra. Cualquiera que
haga el viaje por el río Dagua hasta un punto llamado Juntas, a la cabeza de la
navegación fluvial, pronto se despertará del sopor producido por un apacible
cuadro tropical y solo pensará en aferrarse bien a la canoa, esperando a cada
minuto ser despedazado en átomos contra cualquier roca o pedruzco (sic); pero
aquí la pericia de los bogas infundirá pronto confianza al asustado viajero cuya
mente podrá al fin apartarse de todos los peligros e interesarse solo por
observar el bamboleo de la canoa y admirar la destreza del boga en esquivar
una traicionera roca tras otra en rápida sucesión, clavando en ellas una larga
vara con punta de hierro, con la cual empuja286.

286
Citado sin fecha, en Manuelita. Una industria centenaria. Plazas & Perry, Ltda., Bogotá, 1964. Las
cursivas son mías: OA.

175
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Precisamente, sería S. M. Eder quien, aprovechando los malos negocios del padre de
Isaacs y sus consecuencias, se haría a la antigua propiedad de éste conocida como la
hacienda La Manuelita (por Doña Manuela Ferrer, madre de Jorge) y a la que
posteriormente trasformaría en hacienda multi-productiva y finalmente en ingenio
azucarero a principios del siglo XX.

Como se sabe, el camino que conduce desde el valle del Cauca hasta la costa pacífica es
clave en la vida de Isaacs y en la novela. De acuerdo con la perspectiva que venimos
exponiendo, Juntas del Dagua y éste río, aparecen representados como un umbral entre
la civilización y la naturaleza y bien vale la pena reflexionar un momento en esto. Al
final de la novela se produce el regreso de Efraín desde Europa, en un viaje que discurre
entre el deseo de la promisoria vida juntos de los dos amantes y la irrecusable muerte de
María. En ese viaje de retorno a la tierra y a las raíces, Efraín debe ingresar por
Buenaventura y remontar el río Dagua hasta Juntas para finalmente llegar al encuentro
con su triste destino. Durante el viaje en canoa por el río, los dos bogas (Gregorio, alias
“Cortico” y Laureán), que tienen la misión de transportarlo, intentan también animarlo
para lo cual recurren al contrapunto al entonar sus canciones populares. Este simbólico
pasaje de la novela, en el cual el autor consigna unos versos de la tradición oral del
pacífico, deja constancia de la manera como el espacio va siendo resignificado en la
época. En consonancia con ello, el Pacífico es representado como un reto para el
progreso, ya que debe ser vencido como obstáculo natural con el fin de alcanzar la
anhelada comunicación con el exterior, pero no es reconocido como una región en la
que exista una cultura de importancia:

Colocándose [Laurean] en su puesto entonó por respuesta el siguiente verso


del siguiente bunde, respondiéndole Cortico con el segundo, tras de lo cual
hicieron pausa, y continuaron de la misma manera hasta dar fin a la salvaje y
sentida canción. […] Aquel cantar armonizaba dolorosamente con la
naturaleza que nos rodeaba; los tardos ecos de esas selvas inmensas repetían
sus acentos quejumbrosos, profundos y lentos.287
Nótese la relación de palabras como salvaje, naturaleza y selva con la condición social
y moral de los bogas, que Efraín juzga como quejumbrosa y triste, lo que contrasta con
el hecho de que aquellos simplemente sintieran la canción como alegre y por eso hasta
bailable288.

Más de cien años después de haber sido publicada María, uno de los continuadores (y al
tiempo crítico por su reivindicación de la tradición oral) de la tradición letrada del Gran
Cauca, el poeta guapireño Helcías Martán Góngora, aportó a mi juicio la explicación
clave de este asunto289. En efecto, el propio poeta puso “las cartas sobre la mesa” al
declarar abiertamente su posición frente al tema de la negritud, según el lenguaje de ese
momento, o lo afrocolombiano, como diríamos hoy. En efecto, conocedor de que el Dr.
Cecil Wood, de la Universidad de Washington, St. Louis, Missouri, buscaba probar la
conciencia afrohispana que se manifiesta en las obras de Candelario Obeso, Jorge Artel
287
J. Isaacs, María, Op. Cit., p.317-318. Conviene recordar los versos de los bogas del Dagua porque,
independientemente de los sesgos del autor, constituyen un registro excepcional de la tradición oral del
pacífico y de la sensibilidad social de Isaacs, aparte de que anteceden a la conocida Canción del boga
ausente del poeta momposino Candelario Obeso: Se no junde ya la luna; / Remá, remá./ ¿Qué hará mi
negra tan sóla?/Llorá, llorá./Me coge tu noche escura,/San Juan, San Juan./Escura como mi negra,/Ni
má, ni má./La lú de su s’ojo mío/Der má, der má./Lo relámpago parecen,/Bogá, bogá.
288
Para una ampliación sobre la genealogía de las tradiciones culturales, véase Juaristi (2000).
289
Para un acercamiento a su amplia y valiosa obra, véase su antología (2004).

176
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

y Helcías Martán Góngora, y que en su opinión tal cosa era hasta ese momento
desconocida por la crítica literaria, le dirigió una carta fechada en Cali en septiembre de
1978, en la que le dice:

Permítame que calle por sabida, el acta de nacimiento de la negritud. O sea el


manifiesto lanzado, en París, por Leighor, Cessaire y Cenaltus. Nuestra partida
de bautismo, en América, la firmaron, en la punta de sus canaletes, los bogas
del río Dagua, en una página de María de Jorge Isaacs. La afirmación no es
original mía. Que está consignada en el prólogo de la edición cubana de la
novela, publicada por la Casa de las Américas.

También es anterior, en el tiempo y el espacio geográfico, la Canción del


Boga Ausente, del poeta colombiano Candelario Obeso, a la poesía
afroantillana de Guillén, Ballagas, Palés Mattos y Manuel del Cabral.

Así los orígenes, ni Jorge Artel, ni Hugo Salazar, ni yo, tuvimos que cruzar
fronteras. O aprender a leer en otros idiomas, para beber, en las fuentes de la
propia sangre, esclavizada por el negrero ibérico o anglosajón, pero santificada
por Pedro Claver, en Cartagena de Indias y emancipada por José Hilario López
(Martán Góngora, 1978:3-5).

Conciente del complejo asunto de cómo definir la poesía afroamericana, discurrir sobre
cuál es su esencia o determinar quiénes son sus legítimos agentes, preguntas que se ven
atravesadas por la no menos compleja cuestión de la hibridación cultural y el mestizaje,
que además es la de su propia condición personal, Martán Góngora agrega en esa misma
carta que: “No conviene, por ahora, distinguir entre la poesía negra, escrita por negros, y
poesía mulata. Entre pura poesía negra y poesía negra nacida de mulatos, indios o
blancos. Lo importante es el hombre, así en el delta común o el humano estuario” (Op.
Cit.:5).

Pero lo que quiero aquí, es subrayar el hecho de que Martán Góngora no encuentre el
momento seminal de lo afrocolombiano en las otras y abundantes referencias de Isaacs
sobre los negros del valle del Cauca, ni tampoco en el conocido inter-texto sobre la
triste historia de amor entre Sinar y Nay, que comienza en África y termina
trágicamente con la esclavitud de Nay-Feliciana en América, sino precisamente en el
pasaje ya citado sobre los bogas del Dagua. En otras palabras, desde la perspectiva de
Martán Góngora, que aquí retomo por mi cuenta, la esencia de lo negro o
afrocolombiano no se encontraría en los negros “domesticados” de las haciendas del
valle del Cauca sino precisamente en los negros en “estado de naturaleza” del Pacífico.

Conviene, ya para concluir este ensayo, citar la autorizada voz del maestro Manuel
Zapata Olivilla, entrevistado por el investigador Darío Henao Restrepo de la
Universidad del Valle, acerca del olvido, de la omisión histórica del Pacífico, que
todavía sigue siendo tanto una actitud del país nacional como de la región caucana:

¿En Colombia se tiene conciencia de la importancia de la región del


Pacífico?
No hemos podido tener una mirada clara ni siquiera del Caribe, mucho menos
respecto al pacífico. Tanta ha sido la ausencia de una conciencia sobre el
Pacífico que se le llamó el Litoral Recóndito y continúa siendo un Litoral

177
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Recóndito, porque a pesar de todo lo que se ha venido informando -en


Festivales, Congresos, Foros, investigaciones y publicaciones- sigue siendo
una tierra desconocida. Y no porque no estemos todos los días allá, sino
porque nos limitamos a creer que son tierras ausentes del desarrollo de la
cultura universal y es todo lo contrario. A Europa, por ejemplo, se le abrieron
los ojos cuando supo que había un océano intermedio, en cambio nosotros, a
este otro océano descubierto lo dejamos como trastienda que se quedó allí
anclada en el momento de la conquista. Es clave que nosotros tengamos
claridad de esa omisión. (Henao, 2002:4-7).

Isaacs expulsado del paraíso. María, la abolición de la esclavitud y las tensiones en


el seno de la aristocracia caucana290
Delfín Ignacio Grueso

1
La novela María y la vida de su autor, Jorge Isaacs, ofrecen una oportunidad de
excepción para caracterizar las actitudes de las élites del Gran Cauca frente a la
abolición de la esclavitud. La novela, para comenzar, ofrece esta oportunidad porque en
ella no sólo el paisaje y el espacio en general son, como se ha dicho, personajes de
primer orden291, sino que lo son también las relaciones sociales, las que se dan entre la
élite y los sectores subalternos y, de una manera especial, entre amos y esclavos. Ella se
290
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

178
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

escribe y publica en un momento en que la esclavitud se ha abolido a través de un acto


legal, proceso culminante de una revolución política que no se acababa de afirmar y en
cuya defensa el propio autor se involucraría en el futuro. Pese a eso, nada, o casi nada,
deja entrever la novela de esos grandes cambios políticos.

Tras la trama del amor entre Efraín y María, se nos revelan unas relaciones entre
blancos, negros y mestizos relativamente estables y un narrador que, ubicado
cómodamente en una situación de superioridad, evidencia cierto respeto y cierta
simpatía hacia las diferencias que habitan ese mundo relativamente idílico del cual él
será el heredero. Al dar cuenta de ese mundo idílico, la novela no deja filtrar pasiones
raciales ni tensiones sociales. En particular, los trazos con que se describe a los negros,
no connotan las actitudes de desprecio ni se hacen eco de los grandes alegatos morales y
políticos alrededor del tema de la abolición de la esclavitud que pueblan la literatura
política de la época. Por ejemplo, en nada se parecen a aquellos utilizados por el
gobernador de Buenaventura quien, en 1843, se entregaba a

muy serias meditaciones (sobre) el creciente número de negros que


diariamente sale del poder de sus amos y se mezcla a la sociedad trayendo el
germen de todos los vicios, la indolencia y la ferocidad que les dio el clima
del África, y el odio a la raza caucásica que produce su propia constitución y
la inferior escala en la que se miran colocados. Dentro de muy poco tiempo
apenas quedará raza blanca dentro de nosotros, y en lugar de las virtudes
propias de los ciudadanos de una república, sólo se observará la barbarie, los
hábitos de la esclavitud o la ignorancia y la ferocidad de la raza que la codicia
introdujo en estos países; raza que debemos alejar de nosotros, solicitando del
congreso que acuerde un acto disponiendo que todos los negros que por
cualquier motivo entren al goce de la libertad, sean conducidos a formar
poblaciones en el Quindío, si no en los desiertos que nos separan de
Venezuela o Centroamérica292

Tampoco encontramos en la novela esa ridiculización del negro que vemos, casi un
siglo más tarde, en Flor del Valle, la primera producción colombiana de cine sonoro,
también dedicada a mostrar la vida idílica de la hacienda vallecaucana. En la película, el
negrito emerge como una caricatura para hacer reír por ser ignorante, voyerista, ridículo
y diferente.

Al contrario, en la novela de Isaacs, Bruno y Remigia, Feliciana y Juan Ángel no sólo


tienen nombre propio sino que son presentados con toques afectuosos y con mucho
respeto por su especificidad cultural. En relación con los negros, se hace mención al
bambuco, reconocido como auténticamente negro (algo que muy pronto va a comenzar
a negar la oficialidad musical nacional), así como también a la fuga, o juga, y al bunde,
y hasta aparecen en estrofas de acento negro unos versos que luego inmortalizarán al
mompoxino Candelario Obeso. Y no sólo eso: tal vez no haya en la literatura de la
época otra obra capaz de registrar, como María, algo similar al hermoso relato africano
de Sinar y Nay, que es otra novela de amor dentro de la novela. A través del amor, Nay

291
A este respecto ver el artículo de Pedro Martínez et alt, “María y el proyecto de refundación del Valle
del Cauca”, Poligramas, 23, Cali, enero-junio de 2005, pp 153-198.
292
Citado por Álvaro Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia, Bogotá,
Colcultura, 1976, p. 98 y reproducido por Cristina Rojas, Civilización y Violencia, Grupo Editorial
Norma, 2001, pp 69-70.

179
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

o Feliciana es puesta al mismo nivel de María. Ha sido en virtud de todo eso que
Manuel Zapata Olivilla ha declarado a María “la primera novela negra de América”293.

Podríamos intentar sostener que, en su vida pública, el autor habría sido coherente con
esta mirada respetuosa hacia los negros y, en general, hacia la diversidad étnica y
cultural que muestra la novela. Si quisiéramos afirmar esto, podríamos comenzar por
recordar que su vida política posterior, y razón de ser de casi todas sus amarguras, es su
compromiso con la causa liberal, por la cual esgrimió la pluma y las armas contra los
intentos de restauración conservadora. En 1867 escribió un ensayo titulado “Lo que fue,
es y puede llegar a ser la raza africana en el Cauca”, que pasó bastante inadvertido.
Menos inadvertido fue su “Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena, antes
provincia de Santa Marta”, publicado en Anales de Instrucción Pública, en 1884, y que
mereció una fogosa crítica del intelectual conservador más importante de la época, don
Miguel Antonio Caro294. Al hecho de haber sido uno de los primeros estudiosos de las
culturas indígenas, Isaacs agregaría de cuenta de su gestión pública, en aras de su
coherencia, el haberse opuesto, como secretario de gobierno del Gran Cauca, al despojo
de tierras y a la explotación laboral a que eran sometidos los indígenas de las zonas
aledañas a Popayán. Todo esto, pues, nos arrojaría la imagen de un Isaacs conciente y
respetuoso de la diversidad étnica y cultural que nos habita; un Isaacs conciente de
nuestro carácter multiétnico y pluricultural de nuestra nación, como se dice ahora.

2
Pero las cosas no son tan fáciles. Una segunda mirada a la novela, ahora más en estrecha
relación con el momento histórico en que se escribió y con los avatares políticos del
autor, nos obliga a introducir necesarios matices. Regresemos primero a la novela. Es
evidente que en ella se muestra el status quo que, incluso en el campo de batalla, habían
defendido los conservadores. Allí esos negros todavía están insertos en relaciones de
esclavitud y, para referirse a ellos, el adjetivo de esclavo o esclava es necesariamente
antepuesto al nombre. Como bien lo anota Carmiña Navia:

Las clases sociales inferiores se encuentran totalmente colonizadas y no aparece


la menor sombra de cuestionamiento a los privilegios heredados por Efraín. El
narrador dice que su padre, era cercano, sin dejar de ser patrón… Igualmente
registra que los esclavos eran felices, hasta donde se podía ser en su condición…
Esto nos muestra que la conciencia narradora es lúcida en cuanto a las diferencias
sociales y subalternidades, pero esa lucidez no va más allá de sugerencias muy
leves, que no ponen en entredicho el orden establecido. Por el contrario, cuando
la mirada narrativa se detiene en los campesinos pobres, los criados o los
esclavos, tanto hombres como mujeres, constantemente hay sutiles evaluaciones
que dan cuenta de la superioridad con que se ejerce tal mirada.… El narrador (¿el
autor?) está convencido de la superioridad natural de los dueños de la hacienda y
particularmente del heredero. Por ello, los grupos subalternos son en la novela,
prácticamente, una parte del paisaje… Y como ese paisaje, están igualmente
domesticados por la mirada patriarcal/colonial, mirada que (es) regida y

293
Manuel Zapata Olivilla, “María. Testimonio del romanticismo americano”, Revista Letras Nacionales,
Bogotá, 1966, citado por Darío Henao, “El mundo de Nay y Ester”, Poligramas, 23, Cali, enero-junio de
2005, p 21.
294
Sobre las bases con las que Caro se oponía a textos reivindicatorios de los indígenas en términos que
no fueran los católicos, ver el artículo de Leonardo Tovar “La idea de ciencia en Miguel Antonio Caro”,
Cuadernos de Filosofía Latinoamericana, vol. 25, No. 91, 2004, pp 53-59.

180
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

condicionada por el deseo manifiesto Efraín de hacer de la casa paterna un


paraíso perdido295

Vayamos ahora a las fechas claves de la historia política y del autor mismo. Sabemos
que Isaacs había escrito algunos borradores de la novela en 1865, cuando ya tenía un
amplio recorrido en la vida política. La publicó en 1867, cuado la esclavitud se había
abolido en 1851, es decir, más de una década y media atrás. ¿Cómo explicar que la
novela no refleje para nada las posiciones políticas abolicionistas (que por largo rato
habían radicalizado la vida política nacional)? ¿Por qué el autor prefiere narrar un
período de tiempo muy anterior, cuando ni siquiera los tormentosos tiempos de cambio
político se anuncian? ¿Está interesado Isaacs en eso que, según Carmiña Navia,
obsesiona a Efraín: hacer de la casa paterna un paraíso perdido?

Por supuesto, ni podemos en principio atribuir a Isaacs las intenciones de Efraín, ni


podemos probar directamente, a partir de la novela, las simpatías políticas del autor. Él
bien puede estar novelando un periodo de tiempo anterior en el que nada de esto había
cambiado y con personajes que no tienen noticias ni posiciones frente a los cambios que
vendrán en un futuro por lo pronto desconocido. Y nada, por supuesto, obliga a un
escritor a novelar un pasado desde la perspectiva política del presente. Pero tratándose
de una novela en la que no se habla nada de política, cuando ella ha sido escrita por un
político (pues no hay que olvidar que, para la época en que la escribe, Isaacs es, en todo
el sentido de la palabra, un político), las cosas no debieran despacharse tan rápido. Por
lo menos es legítimo remitirse a las ideas del político –a sus ideas políticas, éticas y
estéticas-, así como a sus actitudes públicas, para tratar de explicarse el silencio, así éste
no tenga necesariamente una explicación política. ¿Cuál fue, pues, la posición política
de Isaacs, antes y durante el tiempo en que escribió la novela? Por ejemplo, ¿se
comportó él, ante la abolición de la esclavitud, como los otros hacendados o herederos
de hacendados del Gran Cauca?

3
Para responder a esta pregunta, necesitamos comenzar por caracterizar, de la mano de
los historiadores, lo que fue ese comportamiento de casta. Tomemos dos tipos simples,
tan señoriales y tan esclavistas unos como otros: los que aceptaron los cambios y los
que se opusieron a ellos. Un ejemplo del primer tipo fue don Joaquín Mosquera,
hermano de Thomas Cipriano, el abolicionista por excelencia, y quien aceptó, al parecer
de buen gusto, la abolición de la esclavitud que había promovido su hermano. En una
carta a Rufino Cuervo, fechada el 14 de enero de 1852, es decir, a dos semanas de
entrada en vigencia la ley de abolición, Joaquín le cuenta que acaba de llegar de Caloto
de recoger “los ripios de mis propiedades de minería”. Dice que esto lo ha afrontado con
“resignación, paciencia y ánimo generoso con los que fueron mis esclavos”. Le informa
que los convocó a todos, los felicitó por su libertad, les explicó sus deberes y derechos
de hombres libres y les presentó la necesidad de olvidar los usos e ideas del tiempo de la
esclavitud y, agrega, “que se figuraran que yo era un extranjero al que conocían por
primera vez y tratáramos de hombre a hombre como libres”. Finalmente, afirma que les
arrendó las minas con todos sus establos “a vil precio”; les regaló la casa y platanales,
repartiéndolos por familias, “y dejando parte para los viejos y enfermos, les vendió
fiadas las herramientas y fraguas con largos plazos y a mitad de precio” 296. Éste sería el
ejemplo del esclavista que se separa tranquilamente del viejo mundo.
295
Carmiña Navia Velasco, “María, una lectura desde los subalternos”, en: Poligramas, 23, Cali, enero-
junio de 2005, pp 39-40.

181
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Un ejemplo del segundo tipo serían los hermanos Sergio y Julio Arboleda, sobrinos de
Joaquín y Thomas Cipriano. Ellos se levantaron contra la abolición de la esclavitud y se
marcharon al Ecuador en busca de armas. Julio Arboleda, el prototipo de esta actitud,
arguyó, escribió, peleó y murió por su causa. Eran patriarcas sociales y políticos
conservadores para los cuales la abolición de la esclavitud no sólo representaba cambios
económicos sino el derrumbe del orden social y sus principios morales.

Existe un tercer ejemplo de gran señor esclavista del Gran Cauca que no se comportó ni
como Joaquín Mosquera ni como Julio Arboleda. Está personificado en el gran caudillo
Tomás Cipriano de Mosquera. Siguiendo el patrón de muchos jóvenes de esa
aristocracia esclavista, se inició sexualmente con esclavas; a diferencia de esos jóvenes,
sin embargo, y contra el parecer de su familia, llevó su afición por ellas más allá y se
preocupó por los frutos de esas uniones de una manera inusual 297. En su amor por la
negra y su preocupación por el hijo mulato, se pareció a su tocayo Thomas Jefferson.
Pero a Jefferson su ideario liberal e igualitario no le impidió reafirmar la corrección de
la esclavitud y negar la libertad a los negros; su amor y paternidad eran sentimientos
privados o más bien pecadillos que había que ocultar, no parte de su ideario público. El
otro Tomás, el colombiano, sí era abolicionista. Claro, no siempre lo fue: sabemos que
en la campaña de 1845 había prometido a los terratenientes y mineros del Cauca
mantener la esclavitud298. Es posible que esta posición fuera más bien una concesión a
esos terratenientes (entre quienes bien podría estar el padre de Isaacs; al fin y al cabo
éste había firmado, con otros veintidós de sus pares, un panfleto que sostenía que la
Biblia mostraba cómo los esclavistas pueden ser buenos cristianos y que era injusto
abolir la esclavitud sin indemnizar a los dueños299). Como sea, lo más destacado de la
posición pública de Mosquera fue su abolicionismo, al punto que puede ponderarse
como el principal impulsor político de esa meta. Ahora bien, si al otro Thomas, al
norteamericano, sus afectos privados por los negros no le cambiaron su discurso público
sobre la esclavitud, al Tomás colombiano su abolicionismo público no le afectó sus
negocios privados: una vez logró la emancipación, en el gobierno de Hilario López,
tomó sus esclavos y los fue a vender al Perú y al Ecuador.

4
Aunque en una dimensión distinta, Isaacs es a veces como Thomas Cipriano de
Mosquera. La comparación, por supuesto, es problemática, en virtud de las múltiples
cosas que los diferencian, comenzando por su mutuo desprecio. Pese a ello, en lo
primero en que los dos hombres se parecen es en que no se dejan atrapar por trazos
simples; en gran parte porque no son tan coherentes como Joaquín Mosquera o Julio
Arboleda. Políticamente, son figuras complejas y a veces contradictorias, que van
tomando partido en una secuencia de eventos que al tiempo los convocan y los
cuestionan. Hay que reiterar, además, que Isaacs es sólo a medias un gran señor
esclavista del Gran Cauca. Es cierto que pertenece a la misma casta social de los
hacendados esclavistas. Pero no es menos cierto que no proviene de la misma tradición
296
Citado por Amelia Polo y Carlos Arturo Ramos, El proceso abolicionista de la primera mitad del siglo
XIX. Tesis de grado, Departamento de Historia, Universidad del Valle, 1984, pp 68-69.
297
Sobre la preocupación de Tomás Cipriano de Mosquera por la suerte de las esclavas Luisa y “Y”
(posiblemente Ignacia) y sus hijos, ver de William Lofstrom La vida íntima de Tomás Cipriano de
Mosquera, Banco de la República-El Áncora Editores, Bogotá, 1996, pp76-81.
298
Ver Polo y Ramos, op. cit. p 51.
299
Al respecto, ver María Teresa Cristina, María, volumen 1 y la cita que al respecto hace Darío Henao,
op. cit. p 25.

182
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de sangre y abolengo que ellos pueden exhibir. Es un hijo de inmigrante, George Henry
Isaacs, un súbdito de Su Majestad inglesa que, para más sospechas, es judío; es decir, no
es un Arboleda, Mosquera, Valencia, López o Arroyo; ni siquiera un Caicedo de Cali o
un Cabal de Buga. Además George Henry Isaacs es más bien comerciante que
terrateniente; y más bien un pionero agroindustrial con mentalidad capitalista (al fin y al
cabo fundó el Ingenio Manuelita), que un soberbio y legítimo descendiente de
encomenderos, para los cuales la tierra es antes un medio para retener su dominio sobre
las clases subalternas que para competir económicamente entre ellos.

Así las cosas, frente a Popayán, incluso frente a las entonces familias distinguidas de
Cali, íntimamente conectadas con las de Popayán, el joven Jorge Isaacs tenía el
inconveniente de carecer de abolengo y apellido. Si algún futuro económico y social
podía esperar, éste dependía en buena parte de su calidad de extranjero que, en una
sociedad como la caleña, más propensa que la payanesa a rendirles culto, podría
compensarle su falta de abolengo. Pero los vertiginosos hechos políticos habrían de
desviar ese futuro que su padre trazó cuando se intentó insertar, de una manera atípica, y
además tardíamente, en el viejo orden de la gran hacienda colonial. Con tan precaria
inserción original en un orden que ya se estaba seriamente cuestionando, le fue más
fácil entender las razones de ese cuestionamiento. Lo que no pareció entender, fue el
vigoroso regreso de parte de ese viejo orden, bajo la restauración conservadora. Y, en
efecto, vueltas al poder las familias que habían sufrido los cambios, Isaacs sería
castigado por una traición que, hasta cierto punto, no había cometido. Se habría así
completado el tránsito de una precaria inserción de casta a un destierro orquestado por
una casta que volvía al poder. Lo paradójico es que su novela se haya quedado atrapada
en el mundo anterior a esos cambios.

Todo lo anteriormente dicho pretendía matizar la comparación entre Isaacs y Mosquera.


Habría que agregar ahora que, aunque Isaacs trabajó, nombrado por Mosquera, en la
construcción del camino Cali-Buenaventura, lo combatió en 1869 en Cali y Manizales,
defendiendo la legitimidad del conservador Mariano Ospina Rodríguez, que Mosquera
quería desconocer; empresa político-militar en la que, como en muchas otras, Isaacs
saldría derrotado. Lo que de momento importa es oír de labios de Isaacs la justificación
de esa actitud política:

…había ya en mi alma los albores de las ideas que hoy defiendo; pero ví en el
general Mosquera, no al defensor de la democracia, no al heredero
republicano sino al patricio orgulloso, descendiente de los montijos, al
ambicioso que en 1867 debía cobrar a caro precio sus hazañas; y combatí al
general Mosquera en 1860 en el puente de Cali, formando en el número de
120 reclutas para batallar contra 800, y estuve en la batalla de Manizales el 28
de agosto de aquel año300

Esta animadversión estaba bien correspondida por parte de Mosquera, quien se refería a
Isaac como a ese escritor de novelas que no entiende nada de política.

Pese a todo lo anterior, lo común a ambos hombres es que, aunque Mosquera haya sido
cuatro veces presidente de Colombia, y el hombre que más marcó al país en el siglo
XIX, e Isaacs, en cambio, haya sido totalmente opacado en la vida política, ambos
300
Mario Carvajal, Vida y pasión de Jorge Isaacs, Manizales, Edición Zapata, 1937, p 63. Citada por
Domínguez y Cabrera, op. Cit. p 9.

183
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

guardan la misma impronta de los hacendados conversos al liberalismo (ambos fueron


en sus inicios conservadores). Y ambos guardaron, como liberales conversos, las
mismas relaciones ambiguas con la Iglesia. Isaac había introducido, en María, una
alabanza a la Iglesia por su papel en el combate contra la esclavitud. Habiéndose
convertido en masón, eliminó esa cita de la novela301. Las relaciones de Mosquera con la
Iglesia son, como sabemos, más turbulentas y contradictorias. No sólo les expropió sus
tierras y expulsó del país a los jesuitas, sino también al Arzobispo de Bogotá, que entre
otras cosas era su propio hermano. Cuando, ya anciano, se le preguntó si no temía a la
muerte, respondió que no, porque allá debían estar hablado por él todos los que ya había
mandado adelantados302.

5
Volviendo al tema de la actitud de Isaacs ante la abolición de la esclavitud, hay que
mencionar que, al momento de la rebelión conservadora de los Arboleda, Isaacs estaba
en la región donde se concentró el segundo foco de resistencia: Cali, Palmira, Caloto,
Jamundí y Santander de Quilichao. Sabemos, por sus biógrafos, que a los 18 años se le
confió la bandera de la Columna Torres303 y que participó, como asistente de campo del
coronel Manuel Tejada, en la batalla de Palmira en agosto de 1853. Todavía faltarían
catorce años para publicar la novela María y quince para que Isaacs se pasara
definitivamente al radicalismo liberal. Todavía en 1866, Jorge Isaacs iba a ser elegido
representante por el Cauca por el partido conservador. Y aún en 1868, como director de
La República, le haría oposición al gobierno liberal de Santos Gutierrez.

Fue sólo en 1869 cuando Isaacs se pasó al partido liberal. ¿Qué motivó ese cambio? Es
difícil decirlo con certeza, pero se le podría conceder algún crédito a la sentencia de las
historiadoras Yolanda Domínguez y Martha Lucía Cabrera según la cual:

Jorge Isaacs, fuera de las consideraciones puramente religiosas, se sintió


atraído por el partido liberal en el momento en que se encuentra sumido en la
bancarrota económica, cuando ha dejado de ser latifundista y ya no tiene
esclavos ni hacienda, y al llegar a Bogotá a incorporarse a la burocracia oficial,
ha dedicado parte de su tiempo al comercio (en un almacén de telas), al
hacerse comerciante, partícipe de la pequeña burguesía liberal304
Queda la pregunta de si cuando joven era antiabolicionista. Ni siquiera podemos
asegurar que lo fuera para la época en que escribió su novela. No sirve, como prueba en
contrario, el hecho de que en su novela la gente negra aparezca pintada con trazos
amables. Esa simpatía hacia los negros, con tal de que se mantuvieran en su lugar, se
dio siempre en Cali, con mayor frecuencia que en otras partes del Gran Cauca. El patrón
301
Ver Domínguez y Cabrera, op. Cit. p 11.
302
Antonio García narra el episodio de la siguiente manera:
Una cristiana noche, al lado de dos canónigos, hace el elogio de los monjes que defendieron la
cultura de la tempestad de los bárbaros. Se acuerda de ‘antes’, cuando alguien le pregunta:
_Entonces, ¿Por qué los proscribió?
_Porque estaban relajados y ya eran innecesarios.
Es su época de tranquila felicidad. ¿Alguna vez había pensado en su felicidad? Reboza de humorismo
cristiano:
_No temo a la muerte, porque allá ruegan por mí todos los mensajeros que he enviado… al
cielo
Antonio García, Dos generales de la independencia, Instituto Colombiano de Cultura, 1974, pp 50-51.
303
Mario Carvajal, op. Cit. p 5.
304
Yolanda Domínguez y Martha Lucía Cabrera, Jorge Isaacs: político y escritor panfletero. Tesis de
grado, Departamento de Historia, Universidad del Valle, 1983, pp 11-12.

184
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

podía intimar con el esclavo, incluso bailar con él el bunde y tomarse unos tragos, sin
dejar de ser patrón (esta escena la vemos en el matrimonio que narra la novela). Carlos
Mayolo, en la telenovela Azucar, muestra que, todavía a principios del siglo XX, se
daba esa curiosa mezcla de cercanía y distancia hacia los negros entre las familias bien
del Valle del Cauca y Enrique Buenaventura ha contado cómo su abuela, ya anciana,
vivía como en familia en casa de dos mujeres descendientes de sus antiguos esclavos, y
además mantenida por ellas. Los negros eran familia, como ya lo señalaba Carmiña
Navia, si eran negros colonizados. Y si por allí corría además la sangre de la familia, la
colonización estaba más que lograda. También en el sur de los Estados Unidos, antes de
la Guerra de Secesión, los negros eran queridos, incluso aceptados como miembros de
la familia, y eso no obstó para que fueran odiados al volverse ciudadanos libres e
iguales a los blancos. Una posición antiabolicionista no es, necesariamente, una
posición contra los negros per se, sino contra la posibilidad de que los negros sean
emancipados.

Si uno forzara y simplificara la tesis de Domínguez y Cabrera, podría casi concluir que
el joven Isaacs fue antiabolicionista y conservador y el Isaacs maduro y quebrado fue
abolicionista y liberal y la novela habría sido un lánguido adiós, un ajuste de cuentas
con la nostalgia, por parte de un Isaacs casi maduro, al mundo que el joven había
amado. Bien pudo ser así, pues, a diferencia de los antiabolicionistas del sur de los
Estados Unidos, o a diferencia de las familias payanesas, uno no encuentra al maduro
Isaacs lamentándose de esos cambios. Por el contrario, lo encuentra militando, y no
cómodamente, en el partido opuesto y lo ve finalmente derrotado y decepcionado
cuando los conservadores vuelven al poder.

6
Habría ahora que matizar este lenguaje que clasifica a los grandes señores del Gran
Cauca entre abolicionistas y antiabolicionistas, incluso empleando términos más
duraderos en la historia política colombiana: ‘liberales’ y ‘conservadores’. ¿Se
diferenciaban ellos con respecto a lo que habría que esperar de la abolición en materia
de relaciones sociales? No mucho. Si bien los antiabolicionistas (conservadores) temían
que con la abolición se alterara la pirámide social y el mundo tranquilo en el que habían
crecido terminara convertido en una versión tropical de Sodoma y Gomorra (pánico
que, según vimos, sumía en graves cavilaciones al gobernador de Buenaventura), la
verdad es que los abolicionistas (liberales) tampoco querían tanto. También entre ellos
hubo quienes soñaban con expatriar a los negros a África, al Quindío o a la frontera con
Venezuela. Y, en todo caso, su intención no era ir con los negros más allá de la
abolición. Para ellos el programa abolicionista podría resumirse en una máxima: ‘libres
pero separados’. O, mejor, ‘libres, pero ocupados en lo mismo’. Sin esa tácita consigna,
el nuevo orden social habría sido verdaderamente nuevo y totalmente emancipador para
los negros; cosa que no fue. Cali y el Norte del Cauca avanzaron hacia un modelo de
economía agroindustrial compatible con la igualdad legal de todos los seres humanos,
incluidos los negros, pero en el cual los descendientes de esclavos, convertidos ahora en
peones, cañeros, empleadas del servicio y obreros de la construcción, siguieron siendo
la mano de obra del trabajo pesado y menos reconocido, en el mismo lugar inferior de la
pirámide social. La abolición de la esclavitud no equivalió, fundamentalmente, a una
superación del racismo porque la disputa entre abolicionistas y antiabolicionistas que
efectivamente marcaba una significativa diferencia ideológica, era todavía una disputa
entre grandes señores, así los negros macheteros de El Palo hubieran sido, militarmente
hablando, importantes en las gestas de Mosquera y de Obando. Por no ser actores

185
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

políticos directos, los negros no lograron todavía imponerle a la agenda su propia


impronta ni fueron capaces de remover esas actitudes de casta que sólo contaban con
ellos como causa del conflicto y a veces como fuerza a favor de uno de los bandos. Así
las cosas, la disputa entre abolicionistas y antiabolicionistas no equivalía a una disputa
entre antirracistas y racistas y quienes favorecieron la abolición no pueden acreditarse,
automáticamente, como aquellos que no eran racistas ni menos aun como aquellos que
aceptaban la diversidad étnica y cultural del país.

Lo que a este respecto diferenciaba a ambos partidos, pues, no era el modelo de


relaciones interraciales e interculturales que ambos proponían; era sido más bien un
modelo político centrado en valores distintos y en pretensiones distintas con respecto a
los derechos políticos y a la función del Estado. Para ambos modelos, la existencia de la
diversidad étnica no dejaba de ser un problema. Los liberales, llámense Mosquera o
Uribe Uribe, sólo la podían pensar a los sujetos políticos en términos de la igualdad; una
igualdad calcada sobre la base de los propietarios letrados. Por ello José Hilario López,
al tiempo que decretó la abolición de la esclavitud, rompió la unidad de los resguardos e
hizo libres, al tiempo que desposeídos, a los indígenas. A esos mismos indígenas que,
todavía a principios del siglo XX, le seguían fastidiando a Uribe Uribe por atrasados y
negados para el progreso. Los conservadores, llámense Julio Arboleda o Miguel
Antonio Caro, sólo podían pensar en una nación jerárquica, unida por unos mismos
valores religiosos. Si Miguel Antonio Caro volvió a encerrar a los indígenas en los
resguardos, no fue por preservar su cultura y su unidad, sino para garantizar su proceso
civilizatorio, es decir, su evangelización. Fue más bien la solución temporal a un
molesto problema que una inserción justa de los indígenas en la vida nacional; una vida
nacional que ya había resuelto con la asunción de que todos los colombianos
hablábamos español, éramos blancos, éramos católicos y vivíamos en Bogotá, ciudad de
la cual él se ufanaba de haber salido nunca.

En lo que toca al Gran Cauca, encerrados en los resguardos o deambulando, una vez los
resguardos habían sido colonizados de nuevo por los hacendados, los indígenas
siguieron siendo la base de una economía que se negaba al capitalismo y suplía la falta
de desarrollo con la remisión a los abolengos, el clientelismo político y añoranza de
tiempos idos. Eso seguía siendo posible porque el indígena seguía estando sometido, en
la forma de terrazguero, a las necesidades de una casta ahora más parásita que nunca.
Evangelización y encerramiento en los resguardos no fueron soluciones emancipatorias
sino formas de dominación. Si de esa evangelización salió un Álvaro Ulcué Chocué, eso
no estaba en sus cálculos; como tampoco estaba el que los indígenas hicieran de la lucha
por la tierra una forma de resistencia cultural.

7
Con respecto a Isaacs y sus relaciones finales con su entorno de origen, todo queda
sumido en las paradojas. El más insigne de los escritores vallunos es el menos valluno
de los escritores. Nacido en el Chocó y muerto en Ibagué, yace sepultado en Antioquia.
Al Valle del Cauca le quedó El Paraíso, para mostrar a los turistas la grandeza de su
pasado señorial, cuando los esclavos eran esclavos y sabían ocupar su lugar en una
escala de valores que todavía algunos quisieran que no hubiera desaparecido. Andrés
Caicedo dijo alguna vez que Cali es una ciudad que espera, pero que le cierra la puerta a
los desesperados. Tras la restauración conservadora, la respuesta aristocrática caucana,
especialmente en los entornos de Cali, le cerraría las puertas a Isaacs quien, sabedor de
su parcial traición a la casta, decidió no volver al paraíso terrenal que había novelado.

186
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El regeneracionismo decimonónico en María. Una propuesta política de Jorge


Isaacs305
Isabel Cristina Bermúdez E.

En los procesos de construcción de una comunidad nacional se proponen y lanzan


proyectos desde el estado, desde los intelectuales y desde otros círculos de pensamiento
económico y político. Los nacionalismos oficiales han pretendido crear arquetipos
nacionales, generalmente se apoyan no sólo en las instituciones básicas del Estado más
cercanas al pueblo como las secretarías de Gobierno, de Higiene e Instrucción Pública,
también se apoyan en el pasado rescatando de él lo que se considera se debe reivindicar,
exaltar o desechar, para con ello construir una historiografía nacionalizante que, junto
con las leyendas, los héroes, los romances y la literatura, harán esa tarea de
homogeneizar los imaginarios del pasado, el presente y por supuesto del prometedor
futuro.

305
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

187
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La construcción de una historiografía nacional como la del XIX, erudita, pero


restringida, tuvo sin embargo de su poca difusión, mucho impacto, en tanto que era más
consumida la Literatura que la Historia, si bien la literatura encontraba inspiración en la
historia para la creación de dramas y novelas. En la sociedad decimonónica, la literatura
hace una gran parte del trabajo oficial en la creación/ invención de la nación y de los
sujetos nacionales. Acompañan a la literatura, la prensa, la pintura y el teatro, en tanto
como analiza Clifford Geertz, la “dramatización del poder” 306, espacio en el que el
pasado de la nación se usa, se codifica, se instrumentaliza para la invención de las
identidades nacionales que a su vez vertebran un espacio político cada vez más
amplio307. Las obras literarias tuvieron muchísima mayor circulación por ello serán un
instrumento oficial y particular de elaboración de propuestas identitarias en la medida
que proponen y promueven mediante la ficción los cambios y las permanencias que
deberían realizarse, contienen como dijimos, una dramatización del poder a través del
juego permanente de los símbolos, ceremonias, ritos, de manera que ofrecen una
representación que permite al lector decimonónico ubicar su lugar en la sociedad,
idearlo y anhelarlo.

Tenemos de esta forma, que María puede ser leída como una historia positiva, una obra
nacionalista propuesta en momentos en que la república no encontraba un norte claro y
en que el ejercicio bélico absorbía, nublaba, atrasaba el devenir modernizador. En el
siglo XIX Colombiano caracterizado por la pugna permanente entre modelos de
república liberal, recupera en María un proyecto perseguido pero olvidado al fragor de
las guerras; un proyecto integrador pero que en el contexto partidista se desintegra y
queda solo en las letras de molde, y de entre ellas en las de un político, literato,
empresario y científico como lo fue Jorge Isaacs. Ese proyecto al que me refiero ha sido
llamado “Regeneracionismo”, cruza y conecta continentes y sociedades. Europa
occidental, Norteamérica, América Andina, son espacios en donde el siglo XIX estuvo
permeado por el auge positivista de generar progreso y desarrollo y destruir los rezagos
de los viejos regímenes coloniales oscuros y atrasados308.

Específicamente nos referimos al regeneracionismo de mediados del siglo XIX en el


cual periódicos, folletines y novelas aspiraban a socializar la urgencia de cambiar ideas,
hábitos, mentalidades y sujetos. El siglo XIX llegó produciendo adaptaciones y
arquetipos sociales entre los cuales mujer como madre educadora o “madre nueva” es
de vital importancia porque moldea el corazón de los hijos e influye en el de los
hombres: “[...] desarrolla y fortalece las virtudes sociales e individuales: noción típica
del pensamiento pedagógico revolucionario [...]”309. El gobierno en su idea de

306
Tomás Pérez Vejo, Nación, identidad nacional y otros mitos nacionalistas, España, Ediciones Nobel,
1999. p.30
307
La expression “invención” es tomada de Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on
the Origin and Spread of Nationalism, London, 1983.
308
Una visión general véase en: Charles Hale, “Ideas políticas y sociales en América latina”, en: Leslie
Bethell, Vol. 8. América Latina: cultura y sociedad, 1830 –1930.
309
Michela de Giorgio, “El modelo católico”, en: Georges Duby y Michell Perrot, Historia de las
Mujeres, Tomo 4. El Siglo XIX, Editorial Taurus, España, 2000. Al respecto, Georges Duby y Michell
Perrot, en su clásico estudio Historia de las Mujeres, consideran al siglo XIX una etapa de cambios y
aplicación de normas que le definen a las mujeres la función social de madre y esposa, roles que se
uniformaron y se idealizaron para todo occidente. Por supuesto, los autores, precisan que se debe tener en
cuenta la falta de homogeneidad occidental, la diversidad regional y de naciones, los desfases históricos y
culturales internos, consideraciones que se deben también tener en cuenta para esta reflexión. Para los
autores las transformaciones políticas se experimentan primero con la revolución laica y la redefinición
de la mujer católica en Francia, y con el aparecimiento de feminismo anglosajón y germánico,

188
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

modernizar la sociedad tenía que corregir los errores de relajación mediante una
educación para la moralidad y la conservación social de las buenas costumbres y en ello
las mujeres deberían contribuir con ese deber patriótico y republicano. Los pueblos con
calles sucias, ruidosas, “infestadas” de “borrachos y pendencieros”, de mujeres de “mal
vivir” en las calles, de mulatas alegres, son denuncias permanentes del largo siglo XIX,
en un llamado al progreso civilizador. Es interesante observar la confluencia de las
expectativas públicas con las estatales, en este aspecto de civilizar las costumbres y
moralizar al pueblo. Ejemplo de ello lo tenemos en el periódico El Constitucional del
Cauca que hizo una larga campaña en contra de la embriaguez: “esta pasión
desagradable y funesta, se está generalizando extraordinariamente entre nosotros y
ejerce su maligno influjo hasta en el bello sexo y en los ministros del santuario”, los
articulistas se proponían concientizar a la sociedad de los problemas de la vagancia por
las funestas consecuencias que traía y en especial por “[...] la infidelidad de las esposas,
la corrupción de las hijas, la vagancia de los hijos y su ruina total”310.

La idea de una sociedad armoniosa basada en clases sociales diferenciadas pero unidas
por lazos de paternalismo y fraternidad, son algunos de los principales factores de
cambio regeneracionista impulsados en el contexto europeo que trascendieron en la
política y la intelectualidad americana, y que creo son recogidos, compartidos y
expuestos por Jorge Isaacs en su novela María, y en ella, la idea de la familia nuclear, de
la mujer como el “ángel del hogar” son expuestas de manera magistral 311. Pero en la
novela María, Isaacs redimensiona al “ángel del hogar” y construye con el personaje de
María a la virgen María en el Paraíso, veamos cómo al regreso de una de sus visitas a la
casa de José, cruzando bosques, Efraín se pregunta:

¿Qué había allí de María? En las sombras húmedas en la brisa que movía los
follajes, en el rumor del río… Era que veía el Eden, pero faltaba ella…

Y es que María es como la virgen:

… Vestía un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría
parte del corpiño y la falda, pues un pañolón de algodón fino, color de
púrpura, le ocultaba el seno hasta la base de su garganta, de blancura mate

y en otro pasaje “la sonrisa hoyuelada” de María le trae a Efraín recuerdo del rostro de
“una virgen de Rafael”.

En la novela, María sin ser madre es la madre perfecta, siempre atenta a los niños, Juan
aparece muchas veces en sus brazos y duerme en su regazo, cual la virgen y el niño. Las
hermanas de Efraín, Sara incluso, sus propios padres, giran en un juego de disputa por
los cuidados, el amor y la atención de María. No cabe duda que el ángel del hogar es
María.

transformaciones que establecen nuevas relaciones entre los sexos y perfilan una “nueva mujer”.
310
Isabel Bermúdez, “Ideas y proyectos para el ángel del hogar. Las mujeres en el Siglo XIX andino”,
artículo en prensa, Vol. 8 de Historia de América Andina, Universidad Andina Simón Bolívar.
311
Una de las características de los escritores hispanoamericanos del Siglo XIX, en especial de aquellos
que se inscriben dentro de la corriente romántica, es aquella profusa escritura sentimental, íntima,
sensible, contemplativa como la que tenemos con Jorge Isaacs, el mejor exponente de esta corriente del
continente americano. Este sentimentalismo romántico se empezó a expresar en los movimientos políticos
de las primeras etapas de independencia.

189
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Mujer perfecta que lee lo que debe leer, escribe a quien debe escribir, cuida a su familia
por encima de su propia salud; es la mujer que el siglo XIX ha pensado para su proyecto
nacional, educada en lo valores morales societales, instruida en lo necesario a sus
faenas, pero sobre todo segura de su rol y su deber ser. El personaje traslada a sus
lectores pero en especial a las lectoras las cualidades básicas más importantes que la
sociedad y los hombres en general esperan encontrar en las mujeres312.

También vemos a María cuidadosa del recato y el pudor como demostración cotidiana
de decencia, esto lo leemos permanentemente en las reflexiones tan intimas de Efraín,
analicemos algunas de ellas: “María me ocultaba sus ojos tenazmente”, “se avergonzaba
de la involuntaria fijeza de mis miradas”, “sus ojos me miraron asombrados y huyeron
de los míos”. De haber sostenido la mirada María habría incurrido en coquetería y eso
en una mujer que aspira a la unión sacramental habría sido casi una condena. De igual
forma, el pudor ante el cuerpo, el silencio y la modestia, complementan el modelo de
mujer que vemos que está proponiendo Isaacs a la sociedad, Efraín recuerda con orgullo
todos aquellos días:

María cayó de rodillas para ocultarme sus pies, desatóse del talle el pañolón y
cubriéndose con él los hombros, fingía jugar con las flores… estuvo
silenciosa, sentada en medio de las butacas que ocupábamos madre y yo…
María, tratando de disimular su desconcierto, respondió con voz casi
imperceptible…Había en su rostro bellísimo tal aire de noble, inocente y dulce
resignación313.

Una sociedad en transición como la que observamos a mediados del Siglo XIX y en la
que se inscribe Jorge Isaacs, es como ya sabemos, temerosa. Sobre todo si de abandonar
los valores morales y éticos se trata en tanto los efectos inmediatos que se generan en el
status quo, no en vano la abolición de la esclavitud y la abolición del tributo indígena
fueron procesos tan accidentados y largos que solo en los años 50 decimonónicos se
estaban finiquitando. Es también una sociedad arriesgada, las 14 guerras civiles 314 que
desde la Independencia vivió la hoy república de Colombia lo confirman, generadas casi
todas por las propuestas de cambio y reformas liberalizantes o conservaduristas, pero
que necesariamente modificaban las estructuras de poder. Jorge Isaacs es un hombre en
transición cuando escribe la novela, de ser un fiel y activo militante de las filas del
Partido Conservador ( ), pasará a ser un liberal moderado ( ) y finalmente un liberal
radical ( ). En María esta transición ideológica se evidencia. Permanece el rechazo a la
mujer coqueta o que mira a los ojos al hombre, que muestra sus formas corporales,
recordemos que María es para Efraín la mujer perfecta en color, rostro, cabello, manos,
312
No podemos librarnos de comparar a María con el personaje de Sofía del J. J. Rousseau en su libro
Emilio o de la educación: [...] en razón de sus virtudes como madre del ciudadano: la mujer mantiene el
orden familiar necesario para el desarrollo del mundo público y político... toda la educación de las
mujeres debe estar referida a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos,
criarles de pequeños, cuidarles cuando sean mayores, aconsejarles, consolarles, hacerles la vida agradable
y dulce: éstos son los deberes de las mujeres de todos los tiempos y lo que ha de enseñárseles desde la
infancia”.
313
Cualidades y ademanes como estos se habían inscrito en la mentalidad cristiana desde la antigüedad
que atribuía a los cinco sentidos (vista, tacto, gusto, oído, olfato) la condena de los hombres. Veánse
referencias en el Capítulo 1 del libro de mi autoría, Imágenes y representaciones de la mujer en la
Gobernación de Popayán, Corporación Editora Nacional, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito,
2002.
314
Las guerras civiles en Colombia durante el Siglo XIX, Museo Nacional, Cátedra Ernesto Tirado,
Bogotá, 1999.

190
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

ademanes y cualidades; no en vano cuando describe a las mujeres mestizas las pone a
reír, bailar, coquetear, irse al río con él, y de hecho en la permanente sospecha de la
infidelidad. No puede deshacerse el autor de su herencia mental colonial que había
dejado a las mestizas y en especial a las mulatas con la marca de mujer imperfecta.
Aunque debemos reconocer que en la novela las etnias menores están evolucionado y
abandonando los rasgos identitarios inferiorizantes como la religión, la lengua, las
costumbres, el desaseo315.

Para la mayoría de los intelectuales del Siglo XIX, moralidad, virtud, deber, en tanto
normas interiorizadas venían a reemplazar las normas poco seguidas por las grandes
comunidades coloniales, destruir los lazos comunitarios e instalar lazos más grandes de
mayor alcance que las identidades locales y regionales, cimentar nuevas identidades de
tipo nacional era el fin político que miraba a la mujer y a las mujeres como la(s)
constructora(s) del alma y la conciencia social 316. Esto significa -más que un cambio de
pensamiento- un cambio de agenda hacia las mujeres, puesto que la argumentación
sigue cimentada sobre el rol tradicional de la mujer y esa superioridad se la da su
naturaleza abnegada, su capacidad de amar, perdonar y consolar. Jorge Isaacs como
buen político y además como intelectual, estaba siendo partícipe de la construcción de la
nueva nación, aquella aún con rezagos coloniales que busca afanosamente el progreso.
En María observamos una nación incluyente de sus diferentes componentes étnicos
pero sin embargo les ubica diferentes lugares. En el Paraíso está la familia, en las
montañas de la sierra están los mulatos y ex esclavos, en otra dimensión están los
señores de la “ciudad”, es una nación que está construyéndose con nuevas relaciones
sociales basadas en un paternalismo que Isaacs quiere siempre recalcar en una directa
conexión con la religión católica, esas estrechas conexiones en múltiples escenas: los
matrimonios, el funeral, los diálogos moralizantes como el de Efraín y su compadre
Braulio sobre Salomé y Tiburcio, las oraciones a la hora de tomar alimentos, a la hora
de acostarse, las visitas al oratorio, entre otras317.

Familia nuclear, mujeres cumpliendo sus deberes y roles asignados, la oración cristiana
permanente, el reconocimiento temprano de la adopción del cristianismo por parte del
padre de Efraín, las prácticas hechiceras y de brujería de los negros libres y esclavos,
hacen de la novela María, una compleja propuesta política que el autor como muchos de
su época, hicieron a través del medio de comunicación más consumido, en especial por
las mismas mujeres: la novela, la romántica, que hablaba al sentimiento y que trascendía
la rigidez de las fórmulas clásicas. Como afirma Geoffrey Bruñy era un “arte
impremeditado… los héroes de la tragedia romántica, como sus creadores poéticos,
buscaron una vida más allá de la vida y un amor más allá del amor, y se encontraron
condenados a un destino común: la frustración. Cuando toda una generación abriga en
su corazón a tales héroes frustrados”318.

315
Aspectos visibles en las historias de Brígida; los montañeses, los esclavos.
316
El modelo de familia del Siglo XIX obedece a la aspiración de nuestras repúblicas por llegar al orden
burgués visto como civilizado, inteligente y progresista. Sin embargo es necesario aclarar que esto estaba
en contradicción con la permanencia de las desigualdades del modelo de democracia decimonónico.
317
Como buen político sabía que el monopolio eclesiástico de lo imaginario, de la forma de ver y
entender el mundo no eran tan fácilmente desplazadas por el poder laico. En el personaje de Efraín se ha
dejado claramente establecido el abandono del Judaísmo. Igual se ha dejado claro con el personaje de
Brigida.
318
Geoffrey Bruñí, La Europa del siglo XIX. 1815-1914, México, Fondo de Cultura económica, p.39.
Rowe William y Vivian Schelling, Memoria y modernidad. Cultura Popular en América latina, México,
Grijalbo, 1993. p.243.

191
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Una novela decimonónica como María no es sólo expresión artística, es acto político y
su objetivo es funcional a la estructuración de una nación urgida de unidad, y de una
relativa fluidez social que si bien Isaacs magnifica en sus permanentes buenos tratos y
contratos con los esclavos y ex eclavos de su familia, y con lo montañeses vecinos de la
Sierra, no logra dejar clara una relación de igualdad y libertad, pues todos ellos siempre
ocupan lugares periféricos en los hechos importantes, sus jergas, sus costumbres y su
historia les ubica siempre en una relación de subaltenidad y patronalismo. Kart Saber se
refiere a esto como la interposición de un paisaje cultural en medio de una alegorización
de un romance o drama erótico en el cual las cualidades morales, la familia nacional es
capaz de asimilar generosamente a los otros, pero en el que se mantienen estructuras
sociales y mentales que garantizan el statu quo político319.

Llama también la atención esa fina relación erotismo-sexualidad que entre María y
Efraín siempre existe y que en las más simples y cotidianas escenas nos deja como una
sensación de fronteras indecisas pero “en perpetua comunicación y mutua
interpenetración, sin jamás fundirse enteramente”320. Efraín y María son fruto de su
tiempo, de un “complicado y sutil sistema de prohibiciones, reglas y estímulos” 321 que
mágicamente Isaacs nos invita a seguir pero a manera de prácticas sometidas; es decir,
en la novela se teje permanentemente una socialización de esa natural atracción pero
mediatizada por una formalización legal en la que se reglamenta ese erotismo de la
pareja. Efraín y María se mirarán de frente, reirán y se tocarán realmente las manos,
solo cuando su padre ha puesto normas claras y estas se han socializado en el núcleo
familiar. Como diría Octavio Paz “el erotismo es sexualidad socializada, sometida a las
necesidades del grupo, fuerza vital expropiada por la sociedad”322, de esta forma pasajes
como:

María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la


brillantez y hermosura de los de su raza, en dos o tres veces que, a su pesar, se
encontraron de lleno con los míos; sus labios rojos, húmedos y graciosamente
imperativos, me mostraron sólo un instante el velado primor de su linda
dentadura.

Nos hacen vivir profundamente un rito público pero como si fuera una ceremonia
mágica y prohibida. En María conviven la sublimación y la represión, la moral y la
religión, son como ejes transversales que se manifiestan en los diálogos de todos los
personajes sea cual sea su protagonismo; en las miradas y pensamientos, en la amistad
de los jóvenes amigos, en la fidelidad de los sirvientes, en la charla de los amigos
estudiantes. Por eso, Efraín está condenado a vivir entre la sublimación de su amor, la
represión de su deseo y las normas familiares y sociales.

En este sentido, Isaacs, nos ofrece una creación artística en la cual ficción literaria e
historia se recrean mutuamente. No podría ser de otro modo, el siglo XIX, era el siglo
de la transformación, del viejo régimen colonial con un paisaje colmado de negros
esclavos sufridos, mulatas chicheras bulliciosas, blancas señoras rezanderas, y montones
de mestizas aumentando el madresolterismo, de esa sociedad colonial levantisca difícil
de someter a son de campana ante la nueva república, difícil de llevar al pan espiritual,

319

320
Octavio Paz, Sade. Un más allá erótico, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1995. p.17
321
Ibíd. P.19
322
Ibíd.

192
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

se debía pasar a la armonía de una sociedad que sacrifica felicidad por orden, tal cual lo
hicieron Efraín y María323. Así encontramos en María, una propuesta de sociedad ideal.
Cada miembro de la familia cumple unos roles específicos en unos espacios y lugares
específicos: las mujeres, los niños, la madre, el padre, los ex esclavos, las palabras
pronunciadas por la madre tan escasas pero sus actos y ademanes parece que dicen lo
suficiente, cada espacio es ocupado estrictamente por quien debe únicamente hacerlo.
Pero pese a ello hay en la ficción isaacsiana, una fluidez interesante en las prácticas
culturales de los grupos subalternos, por ejemplo con la música, los bailes, las artes
culinarias, el vestido, las jergas, que sin querer resaltarlas son puestas en escena como
parte de la estética social y del contexto ficcionado. En este sentido, Isaacs nos
evidencia esos procesos interculturales que la colonia había dejado y que maduraban
hacia una pretendida modernidad324.

Los padres tuvieron la tarea de garantizarle al Estado una de las principales


transmisiones culturales para hacer de la república una nación unicultural y civilizada,
en María, el padre de Efraín es reflejo de la estructura gubernamental, es centro de
atención, genera reglas y mantiene el orden, en tal sentido, la mimesis de jerarquías de
poder, ejecución de funciones y obediencia mantiene el status quo en todos los niveles,
cumpliéndose lo que dice Rowe y Schelling “la sociedad moderna individualiza, al
mismo tiempo que homogeneiza”325. Promover estos nuevos ideales de familia y ángel
del hogar como partes estructurantes del Estado Moderno no fue tarea difícil, aunque no
hubo contradicción partidista ni oposición religiosa al respecto, puesto que se
reafirmaba la esencia del deber ser de la mujer y porque si se cumplían las expectativas,
se frenaba la degeneración en la vida pública y privada. El regeneracionismo implicaba
directamente domesticidad, las mujeres desde el hogar doméstico deben ser las
constructoras de una sociedad ordenada, civilizada que progresa, el hogar como
microcosmos de la nación, la familia como microcosmos de Estado326, ponen a la mujer
en la principal función política del Estado: crear ciudadanía, crear identidad nacional y
garantizar la reproducción ideológica favorable al progreso.

Jorge Isaacs, con María, denunciaba una fragmentación del país, un regionalismo
excesivo, un atraso frente al mundo europeo, una antimodernidad maquiavélizada pues
todo ello era culpable de la tardanza de Efraín al encuentro con María, antimodernidad
que le define el destino a Efraín, a María. Y con ello, la nación moribunda en espera del
progreso retardado en medio de tanta mano de obra y tanta riqueza natural. Propongo
que leamos María como una propuesta que Jorge Isaacs hizo a la sociedad que sabía
tenía en sus manos la construcción de una sociedad en proceso de modernización y que
como él estaba influenciada por las normas de los sectores sociales medios occidentales
respecto de que la familia nuclear se constituyera cada vez más en la forma por
excelencia de organización política, y de que el individuo fuera capaz de controlarse así
mismo como vía de la libertad en búsqueda de la civilización327.

323
Se marcaron con asterisco los términos que se usaban en la época
324
Similares recursos de ficción han usado otros escritores como José María Arguedas, Juan Rulfo, Joao
Guimaraes, Gabriel García Marquéz, Miguel Angel Asturias.
325
Rowe y Shelling, op. Cit., p. 195.
326
Michell Perrot, Historia de las mujeres…
327
Mary Jo Maynes, “Culturas de clase e imágenes de la vida familiar correcta”, en: David Kertzer/Mario
Barbagli, La vida familiar desde la revolución francesa hasta la primera guerra mundial (1789-1913),
Paidos, españa, 2003.

193
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La presencia africana en la obra de Isaacs328


Francisco U. Zuluaga R.

La pregunta que averigua por la presencia africana en la obra de Isaacs parece simple, al
punto que la respuesta se hace obvia: Lo afro está ahí, en Maria, y para el caso en el
artículo “Lo que fue, es y puede llegar a ser la raza africana en el Cauca”. Pero no, el
deseo que me anima no es constatar solamente la mención de los negros en estos textos,
realmente quiero averiguar desde hoy la condición, la percepción que Isaacs tuvo del
negro y de la esclavitud.

Debe partirse del reconocimiento del interés y admiración de Isaacs por el Valle del
Cauca, su clima, sus paisajes, sus gentes. Debe también recordarse que por donde quiera
que Isaacs anduvo, ya sea como empleado, como político, como militar o como hombre
de negocios, a la par que adelantaba su trabajo literario tomaba apuntes y reflexionaba
sobre las regiones y las costumbres de sus habitantes, de una manera muy cercana a la
descripción etnográfica. De esta manera, no le fue difícil dibujar en texto el Valle del
Cauca, describir las costumbres de los mestizos (paisas) de la montaña y de los pardos
de la suela plana y, ser necesariamente más extenso acerca de los hombres que eran la
base fundamental de la producción, los esclavos.

328
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

194
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Encontramos entonces que, entre los dos textos, Isaacs nos presenta, a su manera, una
historia de la presencia del negro y una posición ante la esclavitud. Todo ello distribuido
en cinco núcleos temáticos así:

1. El Capítulo V de María. De corte costumbrista, narra un viaje a las haciendas


del valle.
2. Los capítulos XL a XLV, de María, donde se reproduce la hermosa leyenda Nay
y Sinar.
3. Los primeros tres apartes del artículo Lo que fue, es y puede llegar a ser la raza
africana en el Cauca. Se procura aquí presentar la participación de los negros en
la historia colonial, desde la conquista hasta 1821.
4. En el apartado IV del mismo artículo se habla sobre la Ley de Libertad de
Partos.
5. En el V y último apartado de este escrito, Isaacs escribe una enardecida diatriba
contra los “caudillos” y la utilización de los negros en las guerras civiles.

En el primer núcleo, capítulo V de María, a propósito de un viaje a las haciendas que el


padre de Efraín tenía en la parte plana del Valle del Cauca, puede apreciarse como
Isaacs pensaba al padre de Efraín y, seguramente, a su propio padre como un hombre
bondadoso quien...

... sin dejar de ser amo, daba un trato cariñoso a sus esclavos, se mostraba
celoso por la buena conducta de sus esposas y acariciaba a los niños.329

Y, en esas haciendas de tierra caliente vivían...

Los esclavos, bien vestidos y contentos, hasta donde es posible estarlo en la


servidumbre, eran sumisos y afectuosos para con su amo.330

Esta parece ser la expresión de un cómodo hacendado con algunos reatos morales e
intelectuales por la esclavitud, pero finalmente conforme con su condición de amo. Por
lo demás, un hacendado con este perfil no estaría muy lejos en sus convicciones de otro
hacendado dueño de Japio, recalcitrante defensor de la esclavitud, Don Sergio Arboleda,
quién decía:

Los negros en su esclavitud son bajo la colonia menos desgraciados, que


muchos de los indios que se llaman libres. El interés de su señor, que los
considera un capital suyo y sabe que su descendencia le pertenecerá procura
su conservación y aumento. [...] En general, puede decirse que entre el amo y
los esclavos hacen una imitación de los que son el rey y sus súbditos. En los
campos se ve la lujosa morada del dueño de la propiedad, rodeada de
centenares de cabañas que habitan los esclavos, a cuyo cargo está el servicio
de la agricultura.331

La alusión negativa de Isaacs a la servidumbre, solo manifiesta cómo, en el ambiente


del tiempo de la novela (1820-1854), flotaba algún espíritu adverso al sometimiento de

329
María, p.15
330
Idem, p.14
331
Sergio Arboleda, La República en la América Española, Biblioteca del Banco Popular, Bogotá, 1972,
p. 87.

195
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

unos hombres por otros, lo que seguramente el autor compartía, a la vez que como
escritor de la época estaba ignorando el intenso debate que sobre la abolición se
adelantaba en el país. Es decir que Isaacs, como cualquier otro hacendado de su época,
compadecía piadosamente a los negros en su esclavitud y se solazaba con el producto de
su servidumbre, tanto en las labores agrícolas como en los oficios domésticos.

Fue en torno a esos oficios que recordó los esclavos que le sirvieron en su infancia y
juventud. Recordó los cuentos del esclavo Pedro, buen amigo y fiel ayo, quién le hizo
admirar a “... esas princesas que encantaban genios en otras tierras” 332. Igualmente, fue
en la enfermedad y muerte de la liberta Feliciana que recordó sus cuentos, sus historias,
sus tradiciones y versos. Es a propósito de la muerte de la negra libre Feliciana que, en
la novela se presenta un relato -al tiempo romance y epopeya- en el que describe las
formas crueles de la captura de seres humanos en África para ser objeto de la trata
negrera intercontinental y su destino, como esclavos, en América y un romance entre
dos príncipes africanos: Sinar y Nay.

La leyenda de Nay, es un texto de tal fuerza y unidad que tiende a ser autónomo frente a
la estructura general de la novela, al punto de cubrir –con escasas interrupciones- varios
capítulos de la obra. Es un relato que, evidentemente, recoge la tradición oral de una
comunidad africana que, en cabeza de Magmahú y Sinar narra las guerras tribales y las
formas de la esclavitud en aquel continente, articulándose a la trata negrera sufrida por
Nay, hasta su compra como esclava por el padre de Efraín, quien le concedió la libertad.
De allí en adelante, la africana con carta de libertad siguió sirviendo a la familia de
Efraín, con el nombre de Feliciana; tal como si se quisiera marcar el paso de esclava a
libre o, de princesa africana a negra libre en América.

Desde la novela, este relato emerge como remembranza que asalta a Efraín ante la
agonía de Feliciana quien, en la infancia del protagonista, gustaba recordar su historia y
otras referidas a África, “... la tierra de esas princesas lindas...”333

Hoy podemos contrastar ese relato de Nay, parafraseado por Efraín, como una tradición
Africana que se incrementa con el relato de la trata negrera para hacerse tradición para
los hijos de esos africanos esclavizados. En la novela se dice:

Desde tiempo inmemorial se hacían los Kombu-Manez y los Cambes una


guerra cruel, guerra atizada en ambos pueblos no solamente por el odio que se
profesaban sino por una criminal avaricia. Unos y otros cambiaban a los
europeos traficantes en esclavos, los prisioneros que hacían en los combates,
por armas, pólvora, sal, hierro y aguardiente, y a falta de enemigos que vender,
los jefes vendían a sus súbditos, y muchas veces aquellos y éstos a sus hijos334
Un poema africano relata una situación similar así:

Pero no olvidéis que del enemigo vencido, sus armas y su caballo son la
recompensa de los guerreros. Que numerosos cautivos, riqueza del Banawa,

332
María, p. 11
333
Jorge Isaacs, María, en: María Teresa Cristina, Jorge Isaacs. Obras Completas, Bogotá, Universidad
Externado de Colombia - Universidad del Valle, 2005, Tomo I Cap. XLIII. Estas historias seguramente
estaban articuladas a los “lindos cuentos” con que el esclavo Pedro hacía dormir a Efraín en su infancia.
Ídem, Cáp. IV
334
Ibíd., pp. 212 – 213.

196
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

sigan, pues, vuestros pasos triunfantes, y haced de contento a vuestras


mujeres, que lloran esperando vuestro regreso335.

Pero la guerra no era la única forma de capturar esclavos, otra de las artimañas
utilizadas era la incursión furtiva. Pues bien, nuestros amigos que habían sido
afortunados en la guerra de batalla en línea, fueron sorprendidos en una incursión
punitiva de los Cambes, el día en que se festejaba el matrimonio de Nay y Sinar,
produciéndose la muerte del padre, la separación de los amantes y el comienzo de la
esclavitud de Nay.

Es interesante constatar que, aparte los nombres de los personajes, el contenido, las
acciones que se mencionan y aún los lugares, se correspondan con lo afirmado por
investigaciones contemporáneas336 , como la de Claude Mellasoux, quien refiriéndose a
las incursiones esclavistas en África dice que requerían de la sorpresa, la astucia, la
rapidez de intervención y de repliegue, y que el ataque aproveche las condiciones
permanentes u ocasionales de desprotección.

Y aquí, para Nay como para millones de africanos, se dio comienzo a la primera parte
de una nueva modalidad de la esclavitud: la trata negrera transatlántica. En este aspecto,
el relato es bastante pálido frente a la realidad histórica. No aparecen allí las
condiciones infrahumanas en que se realizaban, el abordaje, la armazón y la travesía. La
angustia por la separación del ser amado y una cierta enajenación y desvarío en que
entra Nay, da lugar a un excepcional tratamiento por parte del traficante de esclavos.
Sólo se deja entrever el trato inhumano, al que eran sometidos los esclavos, en una corta
referencia a las enfermedades y en el siguiente pasaje, el que se habría sucedido en el
trayecto entre Cuba y el Golfo de Urabá.

El buque, después de recibir nueva carga, zarpó al día siguiente; y la


navegación fue más penosa por el mal tiempo. Ocho días habrían pasado, y al
visitar una noche el capitán la bodega, encontró muertos dos esclavos de los
seis que, escogidos entre los más apuestos y robustos, reservaba. El uno se
había dado la muerte, y estaba bañado en la sangre de una ancha herida que
tenía en el pecho, y en la cual se había clavado un puñal de marinero que el
infeliz había recogido probablemente sobre cubierta; el otro había sucumbido
a la fiebre. Los dos fueron despojados de los grillos que una sola barra los
aprisionaban a entrambos, y poco después vio sacar Nay los cadáveres para
ser arrojados al mar337.

Desembarcados en el Darién, el autor aprovecha para mostrarnos los vínculos y


actividades de un contrabandista de esclavos y todo tipo de productos, cuyas actividades
ilícitas estaban dirigidas a abastecer las minas del Chocó.

335
“Poema de Guerra Bambara”, en Rogelio Martínez Furé (Comp.), Poesía anónima Africana, 2 Vols.,
La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1977, T. 2, p. 14.
336
De casi todos los lugares mencionados, en este relato, se puede constatar su existencia, aún de los
menos conocidos y que podrían considerarse como imaginados. Tal es el caso de Bambuk, al cual se
refiere Elikia M’bokolo como una región colindante con las tierras de los Ashanti, productora de oro,
madera y esclavos. Elikia M’bokolo, Afrique Noir. Histoire et Civilisations. 2 Tomos, Paris, Hatier-
Aupelf, 1995, Tomo I, pp. 102, 354, 365, y Tomo II, 123. 158, 162.
337
Ibíd., p. 224.

197
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En cuanto a Nay, bien podría decirse aquí terminaría su historia. Así, Isaacs nos
transmite una leyenda que recoge una tradición que, remontándose a África, las guerras
entre sus múltiples reinos, la captura de esclavos y la trata negrera, establece vínculos de
los afro-colombianos con sus orígenes.

Lo único que falta por relatarnos es cómo Nay aprendió rápidamente el español a lado
de la esposa del comerciante y, allí, fue comprada e inmediatamente liberada por el
padre de Efraín que por entonces traía de Kingston a su sobrina Sara, rebautizada María.

En esta parte final es relievable la actitud de Nay en relación con el hijo que ya había
nacido y al que no estaba dispuesta a que fuera esclavo, cuando fue vendida al padre de
Efraín.

Nay había resuelto que el hijo de Sinar no fuera esclavo.


En una ocasión en que Gabriela le hablaba del cielo, usó de toda su salvaje
franqueza para preguntarle:
– ¿Los hijos de los esclavos, si mueren bautizados pueden ser ángeles?
La criolla adivinó el pensamiento criminal que Nay acariciaba, y se resolvió a
hacerle saber que en el país que estaba, su hijo sería libre cuando cumpliera
dieciocho años.
Nay respondió solamente en tono de lamento:
– ¡Dieciocho años!338

Provocar la muerte de los hijos fue un procedimiento utilizado con frecuencia por las
esclavas, para evitar a sus hijos la esclavitud. Este sentimiento y esta actitud se
encuentran en la raíz de los rituales del “chigualo” o “angelito”.

Este sentimiento era el que agitaba a Nay cuando, sabiéndose comprada por un
norteamericano, expresó al padre de Efraín la disposición que finalmente la traería al
Valle del Cauca:

Cayendo de rodillas a sus pies, le dijo en mal castellano:


– Yo sé que en este país a donde me llevan, mi hijo será esclavo; si no quieres
que lo ahogue esta noche, cómprame; yo me consagraré a servir y a querer a
tu hija.
Mi padre allanó todo con dinero. Firmado por el norteamericano el nuevo
documento de venta con todas las formalidades apetecibles, mi padre escribió
a continuación una nota en él, y pasó el pliego a Gabriela para que Nay oyese
leer. En esas líneas renunciaba al derecho de propiedad que pudiera tener
sobre ella y su hijo.
– Guarda bien esto. Eres libre para quedarte o ir a habitar con mi esposa y mis
hijos en el bello país en que viven.
Así fueron a habitar en la casa de mis padres Feliciana y Juan Ángel339.

Además de una fiesta con ocasión de un matrimonio de esclavos, los funerales de


Feliciana nos muestran la música en su papel socializador de la alegría y del dolor, pero,
además y muy principalmente, como instrumento de protesta y de rechazo a la

338
Ibíd., p. 228.
339
Ibíd., p. 230 – 231.

198
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

esclavitud y al desplazamiento forzado, mostrando el peso de la cultura que aparece en


los versos añorantes de África, durante el velorio de Nay.

Terminado el rosario, una esclava entonó la primera estrofa de esas salves


llenos de dolorosa melancolía y los desgarradores lamentos de algún corazón
esclavo que oró. La cuadrilla repetía en coro cada estrofa cantada,
armonizándose las graves voces de los varones con las puras y dulces de las
mujeres y de los niños.

Estos son los versos que de aquel himno he conservado en la memoria:

En oscuro calabozo,
cuya reja al sol ocultan
negros y altos murallones
que las prisiones circundan.

En que sólo las cadenas


que arrastro, el silencio turban
de esta soledad eterna
donde ni el viento te escucha...

Muero sin ver tus montañas,


¡Oh patria!, donde mi cuna
se meció bajo los bosques
que no cubrirán mi tumba.340

Los trozos que hemos entresacado de la obra muestran una clara presencia de los
elementos culturales africanos y afro-colombianos en la novela cumbre de Isaacs.

¿Cuánto de esa cultura, junto a la cual creció en el Choco y en el Valle del Cauca,
contribuyó a su sensibilidad ante el paisaje, ante las manifestaciones soberbias de la
naturaleza, y ante las costumbres de los sectores vallecaucanos? Lo cierto es que esa
cultura está allí, presente y palpitante. Lo triste es que nuestras lecturas lo ignoren.

Pero si estos pasajes acerca de lo afro-colombiano se ignoran aunque estén presentes en


María, veamos algo más ignorado: un artículo publicado en el periódico La República y
cuyo sólo título es ya de interés para el tema Afro-colombiano: “Lo que fue, es y puede
llegar a ser la Raza Africana en el Cauca”.

Contrasta este texto con María en su actitud ante la esclavitud. Si bien en ninguna parte
de su obra muestra simpatía por la esclavitud, en la novela aparece tolerante con ella
como parte del contexto socio económico que vivió en su juventud. Incluso, aparte una
mención a la ley de libertad de vientres, no existe referencia a la libertad de los
esclavos, como tema en boga por el tiempo en que debió estar escribiendo María341.

Bien distinto es el artículo. En el empieza por sentar posición y en el cuarto párrafo


escribe:

340
Ibíd., p. 235.
341
Esto no impide que muestre su desagrado en oportunidades en que se refiere a algún posible maltrato
por parte de hacendados, a los que procura nombrar una letra inicial mayúscula.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La existencia de la raza africana en el Cauca era y seguirá siendo una


necesidad imperiosa para la prosperidad material de aquel país. La esclavitud
fue una iniquidad que mal remediada tenía que producir los lamentables males
que produjo342.

Estas dos oraciones nos entregan los elementos sobre los cuales girará su
argumentación a favor de los negros: el aporte de los esclavos a la economía del
Cauca y la ilegitimidad de la esclavitud mal solucionada.

En cuanto a lo primero, tras un breve recuento de la trata de esclavos, señala el papel


cumplido por los africanos y sus descendientes durante el proceso de conquista y en
el periodo colonial en los siguientes términos:

Las cuadrillas de negros debieron servir al principio en estos últimos países,


no solamente para los trabajos de minerías, navegación y agricultura, a que se
les destinaba, sino también para imponer respeto a los restos de las tribus
indígenas que, como es sabido, fueron siempre en aquellas secciones de la
república feroces y denodadas.

En casi todas las provincias de lo que es hoy es estado del Cauca, la raza negra
aglomeró grandes riquezas en manos de algunos pocos dueños de minas: hizo y
hace posible la navegación del Dagua y otros ríos de la costa del Pacífico; bordó
de innumerables haciendas productivas y pintorescas el Valle del Cauca; y como
si poco hubiese hecho aún, luchó contra la España en la guerra de la
independencia, dejando regueros de sangre en todos los ámbitos de Colombia343.

Llegado el momento de referirse al periodo republicano y la abolición de la


esclavitud, curiosamente en medio del fragor del debate, da paso a varios párrafos de
la Historia de Don José Manuel Restrepo donde este habla de la Libertad de Partos,
sin discusión alguna. Sólo expresa que:

Las líneas que vamos a copiar de la historia del señor Restrepo, dicen de la ley
de la manumisión cuanto es necesario saber respecto a la manera como fue
hecha y los motivos que hubo para expedirla344.

A continuación, se lamenta de la imperfección de tal norma al no declarar entonces


(1821) la libertad absoluta de los esclavos, dando paso –en el texto- a la reflexión sobre
una ocurrencia hipotética y a un ataque frontal contra los “caudillos”. Dice:

Concedida así la libertad, llevaría la raza negra 45 años de vivir entre nosotros
libre del baldón con que dondequiera la ha marcado la servidumbre la mayor

342
Jorge Isaacs, “Lo que fue, es y puede llegar a ser la Raza Africana en el Cauca”, (1866) p. 6. Dado
que el texto consultado resulta de la adición de dos versiones que, en la suma tienen diez páginas, citaré
de acuerdo con la última. Se debe anotar que la primera versión corresponde a una fotocopia que reposa
en la biblioteca del Banco de la República con la siguiente catalogación: Alberto Aguilera Ardila, Isaacs
Polígrafo, Ediciones Chibchacum, 1994-1995, Vol. 2, pp. 67-76. Esta versión comprende tres de las
cinco partes que comprende el artículo. La otra versión, facilitada por Darío Henao, cubre las cinco
partes, pero falta una página del apartado cinco, referida casi exclusivamente a Obando.
343
Jorge Isaacs, “Lo que fue, es y puede llegar a ser la Raza Africana en el Cauca”, p. 1.
344
Ídem., p. 6

200
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

parte de su generación actual no recordaría los años de esclavitud de sus


mayores, porque habría nacido de padres libres. La educación hubiera calado
durante medio siglo en esa masa que los amos mantenían en la ignorancia para
hacerla más sumisa, estúpida y productora. Las familias de raza negra serían
hoy en su mayor parte propietarias, en lugar de haber seguido a sus señores.
Los revolucionarios y demagogos del Cauca no habrían lanzado a los negros a
los combates, ni estarían prontos a lanzarlos siempre, aterrándose con la torpe
amenaza de que los propietarios blancos pretenden reducirlos de nuevo a la
servidumbre345.

Así, al final del párrafo se muestra como efectivamente había estado enterado del
debate sobre la abolición y que, aún participando en guerras civiles, rehúsa referirse a él
y sólo encuentra significante la utilización de los negros, por parte de caudillos como él,
como carne de cañón para las guerras. Pero además, y esto es importante, da una voz de
alerta acerca de los deseos que rondan a favor del restablecimiento de la esclavitud;
mostrando de paso cómo la esclavitud no se había abolido en la práctica.

Bien podría reclamarse a este artículo alguna referencia a la abolición de la esclavitud y


la reparación de perjuicios cuando muestra su preocupación por las dificultades en la
indemnización a los dueños de los esclavos manumitidos y no se inmuta ante la misma
falta de reconocimiento de perjuicios a los esclavos. Ni siquiera se pregunta: Quién fue
la victima? Se preocupa por el premio para los victimarios.

Como ya se ha dicho, el artículo termina en un furibundo ataque a los Caudillos, muy


especialmente a Obando, no sin antes expresar el temor de que su escrito cayera en el
olvido:

El temor de que estas páginas puedan quedar para siempre o por muchos años
ignoradas de la raza para mejoramiento de la cual se escriben, aunado al
convencimiento de que el porvenir de la más importante sección de la
República depende absolutamente de la educación que a esa raza se procure,
no basta sin embargo a desanimarnos; .... en cambio nos quedará la
satisfacción de haber hecho en bien de la tierra nativa todo lo que estuvo a
nuestro alcance346.

Me parece que, efectivamente, lo que he señalado fue todo lo que hizo y quizá todo
lo que estuvo a su alcance, pensando siempre al negro como marginado y sumiso.
Todo dentro del sistema social en el que había nacido.

Sin embargo, es justo y necesario reconocer en Isaacs algún interés por la población y
la cultura Afro-colombiana. Nos transmite una leyenda que habla de los orígenes del
cautiverio y del tránsito hacia América, dándole alguna continuidad con su
representación de la cotidianidad en una hacienda esclavista, para terminar presentando
una idea del papel que, en la agitada segunda mitad del Siglo XIX, se le dio al negro
sometido a los abatares impuestos por la manumisión, entre la libertad, la esclavitud y
la servidumbre.

345
Ídem., p. 8
346
Ídem., p. 9

201
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Buscando a Maria: Una lectura intertextual y apócrifa347


Elizabeth María Lozano

Primero que todo quiero agradecer profundamente la oportunidad feliz de estar en este
congreso, y especialmente a Darío Henao, que ha creído yo puedo agregar algo a esta
conversación magnífica. Es un honor completamente inmerecido, que me llena de
alegría, y que ya ha hecho mucho mas por mí personalmente de lo que yo pudiera hacer
por nadie en este público.

Me he acercado al precioso texto de Jorge Isaacs no como experta, pues no lo soy de


ninguna manera, sino como lectora. Como colombiana, mujer, comunicóloga, y amante
de la literatura. Me he acercado a jugar un poco con las posibilidades de una lectura
menos literaria que cultural, haciéndome una pregunta, quizás un tanto atrevida. Me he
preguntado, qué puede decirnos María sobre las relaciones de género hoy? O en
términos menos procaces, Dónde está María?

Como nos recuerdan Borges y Eco, el texto es tan múltiple como sus intérpretes y
lectores, pues se abre fresca e incansablemente en una semiosis ilimitada, siempre
construida en diálogo de códigos, subjetividades, historias, y contextos. Así he querido
que “María” dialogue con un texto que he escrito recientemente, el cual habla también
del encuentro y desencuentro entre hombre y mujer, entre paisaje y actor humano, entre

347
Partes de este ensayo fueron anteriormente presentadas bajo el título “Being a Colombian, Being a
Woman: Gender, Violence and Meaning in Colombia.” Ponencia presentada en la XIV reunión de
Colombianistas. Universidad de Denison, Ohio, EE.UU. Agosto, 2005.

202
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

agencia masculina y femenina. El texto, Ser Mujer/Colombiana: Género, violencia y


sentido en el contexto urbano colombiano, es a su vez, una lectura de lo que podría
llamarse una “textualidad” anónima, extensa e imprecisa, aquella que tejemos
colectivamente en la cotidineidad de la ciudad. De esta textualidad he recogido varios
momentos nodales, puntos álgidos y de sentido concentrado, que nos permiten mirar
mas de cerca esta narrativa sin principio ni fin, inasible e invisible que es el devenir
urbano. Esos puntos nodales se refieren todos a momentos claves de violencia en el
discurso y la práctica social colombiana. En el presente trabajo me referiré solamente a
dos de estas instancias, pero estas se multiplican incesantemente y a diario.

Tanto “Maria” como esta narrativa urbana tienen como transfondo dramático un paisaje
elocuente y vigoroso. Uno se nos ofrece deslumbrante en su belleza; el otro abrumador,
caótico, y peligroso. Ambos son seductores; el paraíso y sus ruinas, el campo del 19 y la
ciudad del 21. El uno la habitan tigres, venados, rosas, palomas, madreselvas, y osos. En
el otro los osos un metida de pata social, los venados asunto de Disney, las quebradas
están secas, los árboles sucumben a la basura, las lluvias siempre nos caen de sorpresa,
y los perros comparten la calle con los niños, los ancianos y los desposeídos.

En muchos y muy obvios sentidos, mi texto y “Maria” no tienen nada que ver. Uno es
una obra magna de literatura, el otro, una muy breve etnografía de carácter muy
subjetivo. El uno lo escribe un poeta y escritor vallecaucano. El segundo, una profesora
santafereña adoptada por Cali y expatriada en Chicago. Uno ocurre el siglo pasado. El
otro en los últimos veinte años.

Y sin embargo…

Si se me permite, quisiera dejar que estos textos hablen. Veamos uno e los espacios en
que coinciden.

La Violencia Invisible
En los últimos dos años he querido explorar lo que llamo “violencia invisible,” aquella
que ocurre en la cotidineidad y que permanece innombrada e inadvertida. Me gustaría
referirme a ésta como una violencia normalizada; como actos de innecesaria agresión
que pasan inadvertidos en su ejecución, porque no son lo suficientemente excepcionales
para que sean registrados en nuestra conciencia.348 La llamo invisible, no porque sea
inofensiva, sino porque se ha convertido en una rutina discursiva y performativa, y de
esta forma en un aspecto aceptado y esperado de nuestras relaciones sociales.349

Para este propósito, he escogido dos afirmaciones de gran significado nodal (puntos
álgidos y concentrados de sentido; un coágulo, diría Cortazar, cuya articulación he
presenciado en Colombia, específicamente en Cali. Aunque vividas personalmente, las
he escogido por su relevancia social, y por la forma en que expresan cómo
“practicamos” nuestros discursos sobre el género. Dejaré que ellas interpelan a María.

“Las leyes como las mujeres se hicieron para violarlas”

348
Galtung define violencia como “un insulto evitable a las necesidades humanas” (qtd. In Nagler).
Encuentro esta definición muy interesente en su simplicidad.
349
Como Michael Nagler, yo no considero la violencia como un aspecto natural de las relaciones sociales
o de las sociedades humana (si definimos la violencia como lo hace Galtung).

203
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Nunca he logrado sonreír ante esta afirmación, frecuentemente pronunciada en chanza,


por conocidos o extraños, intentando decir algo divertido y mordaz. Parecería querer ser
un piropo-serpiente, algo simultáneamente repulsivo y fascinador. Repulsivo en su
crudeza, fascinante en su honestidad y compleja simplicidad. No se trataba de decirlo a
espaldas mías o de otras mujeres; al contrario. Me fascinaba el gozo de aquellos que
formulaban tal ecuación, el cinismo y la honestidad brutal de su fórmula. No es para
nada una afirmación marginal o casual; al revés, podemos encontrar que es dicha con
suficiente frecuencia para ser poco notable, no sólo en Colombia, sino en otros países
latinoamericanos, con quienes compartimos la misma ambivalencia frente a la ley (la
ambivalencia frente a la violación de las mujeres es aún mas generalizada en el mundo).

“Violación” en este contexto sostiene valencias negativas y positivas. Tendemos a ver,


en Colombia, a la ley como una forma de poder arbitraria ejercida por el estado (en un
ensayo reciente sobre Bogotá, Mockus hace una observación similar). Es opresiva,
represiva, hipócrita y contradictoria. Como no es particularmente digna de respeto, hay
algo rebelde, atrevido y digno en el acto de violar la ley. Habría, de alguna manera, una
cualidad similar en el gesto, el acto o la voluntad de violar a una mujer?

La comunicación entre Efraín y Maria, y de hecho entre la mayoría de los personajes


masculinos y femeninos de la obra, está marcada, en general, por la galantería, la
delicadeza, y la sutileza. En otras palabras, por las buenas costumbres, y la represión y
el control requeridos para mantenerlas. Las relaciones que nos muestra la obra están
idealizadas, pero también, y en ese sentido, son profundamente realistas, pues nos
ofrecen una mirada descriptiva y prescriptiva sobre lo que idealmente sería, en el
momento, la manera apropiada de relacionarse.

Los discursos cotidianos sobre el género son igualmente normativos y prescriptivos, y


nos recuerdan lo que puede esperarse del otro, del hombre o de la mujer (pero ésto
ocurre de manera conflictiva, pues los discursos, como planeta Foucault, se cruzan, se
interponen, se truecan, se contradicen, y se complementan). Ella está hecha para ser
violada, según nos dice el dicho jocoso. El, no puede evitarlo. Habría algo heroico, viril
y librepensador en el acto de violar, pues lo relacionamos con la rebelión contra el poder
y el estado. Pero también nos recuerda que la violación es natural, porque obedece a la
“naturaleza” intrínseca del hombre y de la mujer. El, actor y agente; es diestro,
conquistador, agresor, penetrador, y semilla; ella, opaca y fértil, es receptiva, misteriosa,
abarcadora, protectora y siniestra. Ella es la tierra, él el actor sobre la tierra.

El hombre ha creado las leyes, el hombre puede violarlas. Venimos de la tierra, pero la
tierra está ahí para el consumo del hombre—como lo indican varias tradiciones
religiosas y seculares, bastante comentadas por el feminismo, particularmente el
ecofeminismo y el feminismo post-colonial (Wood).

Efraín, El Paisaje, María y el Tigre


El amor al paisaje valluno y a María, están íntimamente unidos en la obra. María, la
virgen y dulce María, es amada en las flores, la tierra, los árboles, la quebrada, los
pájaros, las frutas, las piedras elegantes y lozanas, los atardeceres, el venadito cuya vida
es perdonada por su interjección. La belleza de María se extiende en el paisaje, y el
paisaje es María.

204
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Pero el paisaje alberga un lado oscuro y violento; bajo su suavidad late lo indómito, lo
cruel, lo misterioso; formas de vida que no están al servicio dócil de los humanos. Esa
naturaleza que rodea al Paraíso, le permite a Efraín practicar formas de agresión (y a
María recibir, como prenda simbólica) que la buena crianza no le permite expresar en
otros contextos. Cuando ese paisaje se torna naturaleza viva (es decir, cuando pasa de
ser un objeto contemplativo a uno entorno que se consume y es consumido) Efraín se
permite el ejercicio mas abierto, digamos brutal, de lo que de otra manera está
rígidamente controlado en su contexto. Ello se pone de relieve, de manera
especialmente poderosa, en la cacería del tigre (se preguntaría uno, cuantas
generaciones de efraines o braulios fueron necesarias para hacerlos desaparecer del
paraíso).

“Formábamos un triángulo así los cazadores y la pieza”350


La cacería del tigre es un pasaje central y magistral en “María.” Aparte de su prosa
exacta, dinámica y poco sentimental, el pasaje es poderosamente develador de
dimensiones de sentido de otra manera latentes en otros momentos del texto. Las
páginas en “Maria” dedicadas al tigre descubren a Efraín y a sus acompañantes
disfrutando la naturaleza de una manera diferente: Ya no la madre dadivosa o la amante
edénica y virginal, sino la fiera indómita. Nos encontramos con una “pieza,” objeto
fascinante y bello, con quien la relación ideal parecería ser la sujeción y la muerte; es
decir, el dominio total. El acoso, el rodeo, el ataque, la herida, la decapitación, el
deguello y el desmembramiento: Es el proceso de la sujeción que fascina; no la muerte
misma. Una vez herido, el tigre es sólo un “gatico” (p. 39). Y una vez muerto, no es mas
que un trofeo.

El tigre ha sido quebrado, y esto convierte a la fiera (al menos simbólicamente) en


animal domesticado; y al emblema de la amenaza salvaje en un objeto estético y un
poco patético (el susto que la cabeza del tigre produce en la casa de Efraín es el susto de
una máscara de Halloween, fantasiosa y efímera). Con el trofeo, el galán demuestra su
virilidad más primaria a la prenda amada, y combate al rival, con donosura y respeto.

En el texto no tenemos mucho tiempo de contemplar la fiereza de la “monstruosa”


bestia, antes de que ésta se convierta en víctima acorralada. Quizás esto se deba a que
no hay mucha necesidad de justificar la acción de muerte. El tigre es tigre, y ello
justifica la cacería de los hombres (me permito señalar la gran coincidencia entre las dos
relaciones; con las mujeres en el dicho popular, con el tigre en los hechos de la obra).

En la cacería, el tigre es un objeto de excitación, una oportunidad de solidaridad


masculina, y una pieza diseñada para la conquista, la posesión y la afirmación del poder
El tigre le permite al grupo la ocasión de arriesgar la vida contra un enemigo común,
que si bien está muy aventajado en número, es un digno contendor por su calidad de
hermosa e indomable bestia masculina. Parafraseando el dicho mencionado antes, los
tigres como las mujeres (o los osos, los venados, y las palomas) están hechos para ser
violados—cortados, perseguidos, agredidos o desmembrados.

En los dos casos que hemos presentado (el tigre decimónico; el dicho contemporáneo)
aquello que no es no varonil, o que no pertenece a la cultura, puede ser poseído y por
tanto violado.351 No debería sorprendernos, entonces, que en la historia de la violencia y
la guerra, al enemigo se lo feminiza, y a lo femenino se lo deshumaniza. Cuando la
350
María, p. 40

205
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

mujer literalmente pertenece al bando del enemigo—político, religioso, o cultural—ella


se convierte en una cifra particularmente fuerte de la otredad siniestra. Esto lo hemos
visto en las guerras colombianas, al igual que en casi todas las guerras del mundo, como
lo denuncia Amnistía Internacional (U.S. office on Colombia; Amnesty International).

Maria Victoria Uribe Alarcón nos recuerda que durante La Violencia, los guerilleros
campesinos se referían a los prisioneros que iban a ser ejecutados como “mis gallinitas,”
o bajo el nombre de otro animal igualmente doméstico y femenino. A su vez, los
agresores se daban a si mismos nombres de animales viriles y poderosos, como “tigre,”
o de acciones amenazantes, como “tirofijo.” A los ladrones les decimos ratas, y alguna
vez un caleño me explicaba cómo exterminaba ratas en su barrio, quitándoles los ojos y
echándolas al río—hablaba de los ladrones, no de los roedores.

A los hombres que queremos insultar los llamamos maricas (es decir, marias), locas,
nenas (en EE.UU., se les dice frutas, reinas, hadas, o perras). Es un insulto ser
femenino, incluso a veces entre mujeres—como cuando llamamos a otra mujer “marica”
o “vieja” (en los Estados Unidos, “bitch,” o “pussy”). Lo que esto sugiere es que las
relaciones entre mujer y no humano son porosas y ambiguas—frecuentemente, cuando
queremos deshumanizar comenzamos por feminizar. También esto sugiere que la
manera como nos relacionamos con lo no-humano nos da claves importantes sobre la
manera como organizamos y entendemos las relaciones entre hombres y mujeres. Los
tigres han desaparecido del Valle, pero no así su cacería.

“Dámelo o te mato.”
He aceptado un aventón de un motociclista, un completo extraño. Estoy en Palmira, voy
para Buga. Apenas me subo a la moticleta me doy cuenta que algo está muy mal y le
pido al hombre que se detenga. Pero el toma un camino lateral y acelera. Le pido otra
vez que se detenga. El para. Estamos ahora en medio de un cultivo de caña de azúcar.
Me bajo de la moto y empiezo a caminar, muy asustada, hacia la autopista. El se acerca
a disculparse. Automáticamente me detengo a escucharlo. Entonces, sin previo aviso y
de una manera que me sorprende completamente, me da una cachetada y grita
“dámelo”. No entiendo lo que quiere decir. No tengo plata! Entonces me golpea la
entrepierna: “Dame ésto o te mato”. Grito tan fuerte como puedo y corro como nunca.
Me escondo entre las cañas de azúcar. Acostada, hundo la cara en la tierra mojada. El
motociclista me busca durante la media hora mas larga de mi vida. Luego, enojado y
confundido, desiste y se va. Atravieso el cañaduzal en dirección lateral a esa tenebrosa
autopista, y llego cortada y enmudecida a una casa. No le digo nada de esto a mamá,
papá o a ninguno de los hombres en mi familia. Sé lo que ellos van a decir y no quiero
escucharlo.

En Colombia a esto lo llamamos “dar papaya.” Y yo di papaya, mucha, mucha papaya.


No sólo esto, sino que este acto me convierte en perra, puta, y pussy. Como el tigre, es
mi deber protegerme de las acechanzas del cazador. No es asunto del cazador –o culpa
de la naturaleza—si el tigre, o la gatita en este caso, se deja violar o matar.
351
Podríamos aseverar que el paisaje es uno de los personajes femeninos mas claves del “María.” La
teoría feminista, en particular el ecofeminismo, ha estudiado en detalle la relación patriarcal con la
naturaleza. El ecofeminismo plantea que las relaciones patriarcales no se restringen a aquellas entre
humanos, sino que incluyen a los otros animales, los no-humanos, y la tierra en su conjunto. En el
discurso patriarcal occidental, la tierra es al ser humano lo que la mujer es al hombre (Adams; Oakley;
Parker et al.)

206
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

“Que vaya a que la curen donde la chuzaron.”


Una prostituta se acerca a una estación de policía en Juanchito, nuestro pueblo bailador.
Está sangrando copiosamente de una herida en la muñeca izquierda. Trata de entrar a la
estación, pero un policía la empuja fuera diciendo, “no nos ensucie el piso.” Ella explica
que en una pelea fue herida con una botella de cerveza rota. El oficial contesta “vaya a
que la curen donde la chuzaron.” El animal herido debe guarecerse y lamerse las
heridas. El perro atacado mortalmente por el tigre, va llorando a morir a los pies de su
amo, quien es, por supuesto, el que lo ha llevado a la muerte.

La mujer se queda fuera de la estación. Está borracha, sucia, y ensangrentada. No tiene


dinero. Mi amigo y yo improvisamos un torniquete y convencemos a un taxista, que la
lleve al hospital. No sé si sobrevivió. Pero ella también dió papaya en lo que no cabe
sino llamar la jungla urbana.

“No dar papaya.”


En un proyecto realizado hace varios años, realizamos entrevistas a profundidad con
once mujeres de Cali, incluyendo una DJ de radio, una oficial de policía, una rapera,
una entomóloga (Cali, Colombia: Transitando entre la celebración y el miedo). La
mayoría de las entrevistadas hablaron de sus experiencias de inseguridad en la ciudad y
coincidieron en una manera común de manejarla: No dar papaya.
En otras palabras, es de uno la responsabilidad de evitar la oportunidad para que lo
hieran. Y qué se considera una oportunidad? Esto incluye, usar ropa reveladora, parecer
confundida, pedir direcciones, caminar sola en la noche, caminar sola en vecindarios
desconocidos, sonreír a extraños, esquivar a extraños, sentarse en la parte delantera del
bus, sentarse en la parte trasera del bus, obedecer la ley, no obedecer la ley, llevar mas
dinero del necesario, no tener suficiente dinero, prestar mucha o muy poca atención a
los alrededores. Ser mujer, estar viva y ser joven son condiciones que deben evitarse en
lo posible.

Cuando visite Cali, en diciembre de este año, encontré que “no dar papaya” se había
convertido en una campaña oficial: la policía tenía gente vestida como una papaya
gigante en las esquinas de la avenida Roosevelt, pidiéndole a los traseuntes y
conductores que evitan dar papaya. Esto es, en mi opinión, una manera de declarar el
estado de guerra en el espacio urbano-y de recordarnos que, como en el espacio
“natural,” no mediado por el contrato social, nuestro único o mejor recurso contra la
agresión es la astucia.

Una Observación Final


Decidí mirar a “Maria” a la luz de una pregunta sencilla y compleja a la vez: Dónde
está? Cómo encontrarla hoy? He dejado que ella hable a la luz de dos momentos de la
experiencia personal que son también colectivos. En este diálogo, encontramos
paralelos poderosos e interesantes entre la manera como concebimos lo femenino, y
como concebimos la naturaleza, y lo bestial en ella. Muestro cómo, la violencia
contemporánea vivida contra las mujeres en Colombia esta presagiada y establecida
fuertemente en una violencia “natural,” aquella con la que nos relacionamos con lo otro:
sea éste el enemigo, la naturaleza, lo no humano, o el tigre.

207
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

María, una lectura desde los subalternos352

Carmiña Navia Velasco

Toda Cultura es originariamente colonial…Toda cultura se instituye


por la imposición unilateral de alguna política de la lengua…
Jaques Derrida

Son tantas ya las lecturas y relecturas que se han hecho de María, la novela
decimonónica de Jorge Isaac, que podría pensarse que está todo dicho y no es mucho
más lo que se puede descubrir. Sin embargo se trata de un texto que sigue interrogando
nuestras identidades como vallecaucanos y como mujeres, que sigue diciendo, que sigue
permitiendo y proponiendo lecturas e interpretaciones, que sigue hablando a nuestros
imaginarios. De otro lado en Cali y el Valle del Cauca, quizás no se ha realizado
todavía, un ajuste de cuentas integral con la novela y con el novelista, es precisamente
en ese intento que se presenta la siguiente propuesta, como parte de una aproximación
múltiple que quiere mirar al autor en todas sus facetas.

En este caso, nos centraremos en la lectura de María, aunque en algunos momentos se


establezcan relaciones con algunos otros textos del autor (ensayos, poesías, teatro).
Nuestra mirada focaliza las relaciones entre ficción y realidad, entendida esta última
como un contexto sociológico que genera discursos y textualidades y en el interior del
cual unos grupos sociales y otros, establecen dinámicas relacionales de poder, de
oposición o de colaboración. No nos interesa, como es el caso de otras críticas,

352
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

208
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

establecer códigos autobiográficos en la obra, aunque tampoco los descarto, sino ver
cómo en ella se representan las dinámicas sociales, económicas e ideológicas…
descubrir en ocasiones cómo estas dinámicas se ocultan o se disimulan en la obra.

El punto de partida son algunas afirmaciones de las actuales teorías sobre la


ficcionalización literaria:

… la mentira incorpora la verdad y el propósito por el que la verdad debe


quedar oculta; las ficciones literarias incorporan una realidad identificable, y
la someten a una remodelación imprevisible… (en la obra)… no hay un mundo
único subyacente, sino que creamos nuevos mundos a partir de otros viejos, y
todos coexisten al mismo tiempo en un proceso que Goodman describe como
hecho extraído de la ficción353.

María es una novela rica en códigos ocultos que nos remiten a imaginarios y
convenciones epocales de más o menos fácil localización, aunque no sea siempre obvia
su representación en el texto. Aquí radica una de las claves para entender por qué cada
generación de críticos vuelve varias veces a la novela.

De esta dinámica social general, nos interesa destacar particularmente, la representación


que hace el autor de los sectores o sujetos subalternos, que en la novela podríamos decir
que son: los negros/esclavos, los campesinos pobres que se distinguen de los grandes
hacendados, los peones de la hacienda… y en cada uno de estos grupos, las mujeres en
calidad de doblemente subalternizadas.

Estos temas ya han sido abordados algunas veces en artículos de aproximación a la


novela, pero creemos que una combinación de las miradas críticas feminista y
postcolonial, arrojan nuevas luces a la comprensión de la dinámica construida en la
obra:

La teoría literaria postcolonial intenta proporcionar los instrumentos críticos


necesarios para tratar adecuadamente estas producciones literarias que
presentan problemas muy complejos, que la crítica europea tradicional no
puede resolver por sí sola, así como también releer los textos clásicos desde
otra perspectiva…

La mirada sobre los sujetos sociales subalternos recibe un aporte muy rico, tanto desde
las feministas, como desde los estudios subalternos:

Este arduo problema de la representación del otro es el punto crucial de la


teoría postcolonial –y, también naturalmente de la feminista-. Cómo
imaginamos y definimos lo que no somos? 354.

Nos preguntamos: en medio de qué juego de intertextualidades se escribe esta novela de


tal forma que, posteriormente a la llamada por Margarita Pacheco: la fiesta liberal
(1848 – 1854), resulte una propuesta literaria tan conservadora. La ciudad de Cali, es

353
Wolfgang Iser, “La ficcionalización: dimensión antropológica de las ficciones literarias”, en: AA.VV,
Teorías de la ficción literaria, Madrid, Arco Libros, 1997
354
Marta Segarra, “Feminismo y crítica postcolonial”, en: Marta Segarra y Ángeles Carabí, Feminismo y
crítica literaria, Barcelona, Icaria, 2000.

209
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

una referencia importante en el mundo representado por Isaac en su novela, y sobre la


Cali de unos años anteriores a la publicación de María, nos dice Pacheco:

Debatiéndose entre la tradición y la modernidad, la ciudad de mediados del siglo XIX se


abocaba a la construcción de una fisonomía diferente, más a tono con el impulso
renovador que parecían querer imprimirle las nuevas fuerzas sociales en ascenso. En
ella una clase y un estilo de vida desconocido –aquel que José Luis Romero denominara
como patricio- pugnaban por consolidarse, a fin de cumplir con que presumían era su
sino: rectoras de un nuevo destino para la localidad y la región.

Presa de innumerables contradicciones, entre señorial y burguesa, entre urbana y rural,


entre liberal y utópica, -pero ante todo, entre aristocrática y plebeya, Cali contemplaba
el convulsivo surgimiento de una ciudad rebelde que se abría paso entre la plebe urbana
y rural que– lesionados fuertemente los lazos coloniales que la habían mantenido
atávicamente sujeta a la tierra- asomaba entonces perturbando hondamente el espacio355.

¿Cómo aparece o no aparece todo ese pueblo en el universo creado por el autor?

Para detenernos en la representación que hace Isaac de los sujetos subalternos es


necesaria primero una descripción general del mundo construido en el relato. Es
indispensable romper las barreras de lo aparente, para ir al fondo de los significados
que la ficción oculta y abre:

Una vez que el significado manifiesto se libera de los que designa, queda
disponible para otros usos. Si ahora lo vamos a tomar como metáfora de algo
que saca a la luz una realidad oculta, se nos abre claramente un espacio de
juego entre el significado manifiesto y el latente. Este espacio de juego es lo
que convierte a la ficcionalidad literaria en una matriz generadora de
significado. Desde este momento, lo que se dice y lo que se quiere decir puede
combinarse de distintas maneras, dependiendo de cómo se vincule, irán
surgiendo de un modo imparable nuevos significados, tanto a partir del
significado manifiesto como del latente356.

Por lo anterior nos detenemos en primer lugar en una propuesta de la estructura general
del relato, que nos abra a una mejor apreciación de las subalternidades y colonizaciones
en él presentes.

María, la novela de Efraín


Efraín no sólo es el narrador de la obra, sino –a nuestro juicio- su verdadero y real
protagonista. Lo que se juega en el desarrollo de la acción, son las condiciones de
construcción de la subjetividad del hijo mayor y heredero de la hacienda patriarcal.
María, una de sus co/protagonistas, que se inmortalizó en el título (y en las lágrimas que
ha hecho derramar), a su lado es sólo una sombra, a la que llegamos únicamente a través
de su propia percepción. María, el personaje, está por entero al servicio de Efraín, que
nos deja ver de ella, únicamente lo que le concierne a él y a sus amores. María no tiene
en la novela ni vida propia, ni voz autónoma.

355
Margarita Pacheco, La fiesta liberal en Cali, Cali, Edición Universidad del Valle, 1992.
356
Wolfgang Iser, artículo citado.

210
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Es a través de la voz y la valoración de Efraín, que vivimos toda la acción y todos los
sentimientos que en ella se despliegan. Efraín narrador, nos criba todo el mundo al que
como lectoras y lectores asistimos. La voz central muy ocasionalmente deja escuchar a
otros/as… y siempre que lo hace, esos ecos distintos nos llegan mediados por sus
propias apreciaciones y sentimientos que condicionan y/o motivan la escucha. Al
respecto, nos dice María Teresa Aedo:

Por el contrario, (el varón), es poseedor de la palabra, gracias a la cual se


constituye en sujeto, sujeto creador y productor, sujeto que nombra, interpela y
decide, mientras la mujer y la naturaleza son nombradas, interpeladas y
determinadas por la voz del hombre… Efraín es el narrador de la historia, el
que nombra o decide callar los acontecimientos y datos, el que da sentido a los
acontecimientos, siempre por referencia a su propia subjetividad357.

La novela entonces se construye como un universo en el cual, Efraín, heredero de un


hacendado del Valle del Cauca, a mediados del siglo XIX, se constituye como sujeto
adulto. El mundo novelístico, está al servicio de la configuración del héroe que debe
someterse a un conjunto de pruebas (estudios, viajes, separación de la familia y de la
novia…), para lograr ubicarse como sujeto adulto, merecedor del legado y la confianza
paternas. Desde este punto de vista, podríamos hablar de una novela de formación, en la
que María, su suerte y su destino, están al servicio del desarrollo de Efraín.

Según Lukacs y Goldman la novela de formación, “acaba con una autolimitación


voluntaria por parte del héroe que acepta contentarse con los valores que le parecen
empíricamente realizables y que normalmente corresponden a una ideología
dominante”358. De esta manera Efraín acepta el sacrificio impuesto por su padre/patrón,
aunque en ello se juegue su felicidad y la vida de María.

La novela nos narra un proceso en Efraín, a través del cual, él debe calificar como
heredero. Su entrenamiento tiene fundamentalmente dos frentes: Sus visitas a las
haciendas de su padre y con ellas sus relaciones con campesinos y campesinas, con
peones y criados de la finca y su dominio sobre la naturaleza que las rodea, simbolizado
en la capacidad para matar al tigre que asolaba la región. Por otro lado, la capacidad que
demuestre para dominar y posponer su deseo. Sólo al ser capaz de sacrificar su
felicidad, aunque con ello arrastre a alguien a la desgracia, lo capacitará como pater
familia, para dirigir los destinos de los suyos. Porque en el sistema patriarcal/capitalista,
el deseo debe estar bien domesticado al servicio de los dictámenes económicos.

En la construcción de una subjetividad, son siempre definitivas las relaciones. Al


respecto de subjetividades sociales en el siglo XIX, Cristina Rojas, plantea:

Las identidades (género, clase, raza y nación) se construyen en procesos de


encuentro: la forma en la que se define el Otro no es independiente de la
definición del Yo. Concebir las relaciones de identidad/diferencia como
encuentros del yo y el otro es fundamental para evitar una comprensión

357
María Teresa Aedo Fuentes, “María y la muerte de lo femenino materno”, texto que hace parte de la
investigación más amplia, Género y Discurso en la configuración de las identidades nacionales en la
novela y el ensayo del siglo XIX, Proyecto Fondecyt Nº 1970937, Año 1997
358
Angelo Marchesse y Joaquin Forradellas, Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria,
entrada: Bildungsroman, Barcelona, Editorial Ariel, 1989.

211
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

esencialista de identidad y para reconocer su constitución mutua. Las


relaciones de exclusión y el establecimiento de las diferencias jerárquicas
establecen la definición de la propia identidad y de las relaciones de
antagonismo. Todas las relaciones de identidad / antagonismo, se forjan a partir
de la tensión entre el yo y el Otro359.

Desde este punto de vista es imprescindible anotar que Efraín no tiene apenas pares en
la novela. María, su relación más profunda, no lo es, porque una mujer en el contexto de
la casa patriarcal no puede ser jamás, un par del hombre. Efraín no tiene primos, no hay
en los alrededores de las haciendas alguien con quien su interlocución se desarrolle en
igualdad de condiciones, en la novela no aparece ni siquiera un cura –a diferencia de la
obra de Eustaquio Palacios, en la que uno de los interlocutores más significativos es
precisamente un sacerdote- con el que Efraín pueda intercambiar y profundizar. Su
amigo Carlos, aparece fugazmente, sólo para reafirmarle en sus derechos sobre María.

Entonces, en el ámbito de su familia e inmediatos, Efraín es único como sujeto social,


hijo mayor, heredero y responsable del patrimonio. Según su padre, y la visión de la
novela, los únicos interlocutores válidos para su hijo, están en Bogotá o en Londres.
Queda establecida claramente la superioridad y el privilegio que le corresponden,
superioridad y privilegio ante cuyos altares se debe sacrificar aún la propia vida.

Los grupos subalternos


Desde el punto de vista social, la novela María resulta un verdadero mosaico de clases y
grupos sociales en el Valle del Cauca del siglo XIX y Efraín, el futuro patriarca aparece
como casi el único (en contraste con su amigo Carlos), capaz de moverse libremente
entre todas ellas y ellos, que lo reconocen y constituyen como patrón indiscutible.

María Cristina Rojas, nos plantea:

Una forma de reconocer al otro es tratar de ver cómo el yo se ve a través de los


ojos del otro, puesto que el modo en que uno se define a sí mismo no es
independiente de la mirada del otro. Quien se denomina a sí mismo como
civilizado le da al otro el carácter de bárbaro. La violencia de la representación
designa este carácter excluyente en el proceso de formación de identidad, que
es denominado por Spivac proceso de violencia epistemológica, “la
construcción de un sujeto colonial autoinmolado para la glorificación de la
misión social del colonizador360.

Efraín realiza diferentes paseos por la hacienda, cuyo objetivo en la estructura narrativa
es el reconocimiento y la aceptación mutua del amo y de sus subalternos. Estos, nos
llegan a través precisamente de la mirada idealizadora del narrador que reconstruye y
representa su propia juventud. Veamos un tramo de uno de estos paseos, cuando Efraín
ha llegado a la casa del campesino José:

359
María Cristina Rojas, Civilización y violencia, la búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo
XIX, Bogotá, Edición Norma, Universidad Javeriana, 2001.

360
María Cristina Rojas, op.cit. La autora cita a su vez a: Gayatrri Chakravorty Spivac, The women`s
texts and a critique of imperialism.

212
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La pequeña vivienda denunciaba laboriosidad, economía y limpieza: todo era


rústico pero estaba cómodamente dispuesto y cada cosa en su lugar… Las
mujeres parecían vestidas con más esmero que de ordinario. Las muchachas,
Lucía y Tránsito, llevaban enaguas de zaraza morada y camisas muy blancas
con golas de encaje ribeteadas de trencilla negra… Me hablaban con suma
timidez y su padre fue, quien notando eso, las animó diciéndoles: Acaso no es
el mismo niño Efraín, porque venga del colegio sabido y ya mozo ?...
José remendaba una atarraya mientras sus hijas, listas pero vergonzosas, me
servían llenas de cuidado, tratando de adivinarme en los ojos lo que podía
faltarme….361.

Estas relaciones se tejen en medio de un paisaje constantemente idealizado, en el que


cualquier contradicción es negada u ocultada.

Las clases sociales inferiores se encuentran totalmente colonizadas y no aparece en la


novela, la menor sombra de cuestionamiento a los privilegios heredados por Efraín. El
narrador dice que su padre, era cercano, sin dejar de ser patrón… Igualmente registra
que los esclavos eran felices, hasta donde se podía ser en su condición… Esto nos
muestra que la conciencia narradora, es lúcida en cuanto a las diferencias sociales y
subalternidades, pero esa lucidez no va más allá de sugerencias muy leves, que no
ponen en entredicho el orden establecido. Por el contrario, cuando la mirada narrativa se
detiene en los campesinos pobres, los criados o los esclavos, tanto hombres como
mujeres, constantemente hay sutiles evaluaciones que dan cuenta de la superioridad con
que se ejerce tal mirada. Esta sutil evaluación, es particularmente relevante en lo que
toca a los extranjeros y las extranjeras y a la condición de extranjería, que jamás es
olvidada y que nunca pasa inadvertida. Los extranjeros/as, conservan siempre un resto
de otredad.

El narrador (¿el autor?), está convencido de la superioridad natural de los dueños de la


hacienda y particularmente del heredero. Por ello, los grupos subalternos son en la
novela, prácticamente una parte del paisaje, sin que podamos aprehender a ninguno o
ninguna de ellos, en su complejidad, en sus deseos más profundos o en sus
contradicciones, mucho menos de sus deseos de libertad. Y como ese paisaje, están
igualmente domesticados por la mirada patriarcal/colonial, mirada que regida y
condicionada por el deseo manifiesto de Efraín de hacer de la casa paterna un paraíso
perdido.

Es claro que en la narración/descripción de los diferentes habitantes del Valle, Jorge


Isaacs, más allá de las discusiones a favor de los negros que adelantará unos años
después, deja traslucir su aristocracia de hacendado. Aristocracia que no pierde en los
caminos de la construcción de la vía a Buenaventura, aristocracia que le reconocen sus
allegados, como podemos ver, en la descripción que de él hace Demetrio García
Vásquez, un cronista de la Cali de principios de siglo:

Jorge Isaacs, a semejanza de José Asunción Silva, era un gentil hombre, de


exquisito refinamiento. Como el señorial poeta bogotano, tenía una gallarda
figura varonil. Bella cabeza, cabello ondeado de color oscuro; grandes ojos
negros; nariz recta de perfil semita; bigotes espesos y retorcidos que cultivaba
361
Jorge Isaacs, Maria, Edición crítica a cargo de María Teresa Cristina, Bogotá, Edición Universidad
Externado de Colombia y Universidad del Valle, 2005.

213
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

con esmerado acicalamiento; barba corta que enmarcaba en sus tiempos de


juventud una fisonomía vivaz y apasionante. Vestía con destacada pulcritud y
elegancia362.

Desde este punto de vista, la novela entonces es un testimonio amplio, de las


representaciones e imaginarios que regían la convivencia entre grupos colonizadores y
colonizados, en un momento dado de nuestra historia regional.

Si, “La literatura es una de las formas textuales más poderosas en este proceso de
creación de representaciones, presunciones e imágenes, y por ello ha de ser estudiada
fundamentalmente como instancia de un discurso y como parte de una estrategia de
poder”363, entonces la novela nos abre las puertas, al manejo de las contradicciones
sociales vigentes en el momento de su escritura.

En este contexto, utilizo la expresión colonizados, en el sentido empleado tanto por


Said, como por Spivac364, para referirme a la internalización, por parte de los grupos
subalternos, de la palabra dominante que justifica o disimula esa dependencia.
Aunque se trata de una mirada idealizada, hay pequeños apuntes y comentarios que
permiten reconstruir situaciones y causas de tensión, en medio de la general aceptación
de la subalternatividad como dinámica aparentemente natural y sobre todo deseable. No
podemos olvidar que para 1867, año de publicación de la obra, ya la esclavitud había
sido abolida en Colombia y se habían sucedido una serie de gobiernos y revueltas, en
los que dinámicas de liberación e igualdad se entrecruzaban constantemente. Para 1867,
hacía años que la fiesta liberal había tenido lugar, cómo se planteó.

La mujer
Aunque como ya dije, la voz central de la novela es la de un varón, que mira, evalúa y
cuenta… podríamos afirmar que el tema central es la mujer, por cuanto la focalización
de Efraín, es su amor por María y la relación tejida entre ellos dos, así como su relación
con otras mujeres igualmente fuertes en la novela.

La mirada sobre la mujer que realiza la obra, oscila entre la idealización romántica del
ser femenino y la total justificación de su situación subalterna. En este aspecto
igualmente podemos considerar la obra Isaaciana, un fresco de la época, que muestra
tanto la situación social de la mujer, como sus representaciones e imágenes. El
escenario central del acontecer, es la hacienda familiar, por tanto, la familia es el
espacio más significativo y detallado de relaciones que presenta el texto.

La familia colombiana y vallecaucana de mediados del siglo XIX, es una familia que
descansa y se estructura sobre y alrededor del poder masculino:

En cuanto a las relaciones de fuerza que se dan dentro del ámbito familiar,
estas estaban especialmente caracterizadas por la supremacía masculina,
representada en la figura del esposo o compañero y en la de los padres con

362
Luis Carlos Velasco Madriñan, El caballero de las lágrimas, Cali, Editorial América, 1942.
363
José María Vega, Imperios de papel, Introducción a la Crítica Postcolonial, Barcelona, Editorial
Crítica, 2003.
364
Planteamiento desarrollado fundamentalmente por Edward W Said, Cultura e imperialismo, Barcelona,
Anagrama, 1996.

214
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

relación a los hijos. El respeto a los mayores como detentadores de autoridad se


reforzó desde los propios códigos penales…

Los roles sexuales estaban muy bien definidos y dentro de ellos no había
espacio para una concepción de la mujer casada que no fuera la de un ser
dependiente, menor de edad a perpetuidad, aunque ella desempeñara junto a su
marido labores de carácter económico, tanto o más fuertes que las llevadas a
cabo por él365.

Así, en María, las mujeres no tienen poder de decisión, ni siquiera la madre, con ser ella
una figura fuerte en el desarrollo de la trama. Ella hace todo el tiempo, lo posible por
apoyar a los jóvenes en los avatares de su amor. En este sentido ella quisiera defender
“el orden simbólico de la madre” 366, es decir la felicidad y el goce de la relación. Pero
conoce muy bien los límites de sus posibilidades: …”si tu padre se opone a tu
matrimonio con María, bien sabes que yo debo hacer lo mismo”… le dice en una de las
conversaciones a su hijo.

Pero esta dependencia e inhibición para la decisión, hace parte de un paisaje idílico, en
el que todo es armonía y amor. No hay en la obra ni el más leve rastro de violencia
externa contra la mujer, que siempre es descrita en términos de romance y exaltación:

… la naturalización de los roles asignados a las mujeres, hace invisible la


regulación jerárquica de los afectos, del sexo, del uso del dinero, del proceso de
toma de decisiones, ocultando las relaciones de poder que se establecen al
interior de la familia…

“Las relaciones de poder en el seno del grupo familiar, al igual que en


cualquier otro grupo social, suponen dominación, y esta puede estar sostenida
por medios tan diversos como la coerción y el castigo, o comportamientos de
subordinación entramados en la cotidianeidad de los sujetos, como forma
natural de organización de la vida diaria, sobre los cuales sus propios
protagonistas no tienen conciencia, o si la tienen le otorgan consenso
precisamente porque son naturales. Esta es la violencia invisible367.

Esa violencia invisible se expresa en una total y radical subordinación: María


constantemente reconoce ante Efraín su supuesta inferioridad… Cuando Salomé da
muestras de una cierta rebeldía, su padre piensa en internarla en el beaterío de Cali368.
Esto, al mismo tiempo en que Efraín sueña con una mujer virginal-ideal. Tal vez la
misma mujer que Jorge Isaac, canta en sus poemas:

365
Gilma Alicia Betancourt M., El maltrato a la esposa o el derecho a castigar, Palmira 1858 – 1875,
Cali, Centro de Estudios de Género, Universidad del Valle, 1994.
366
El orden simbólico de la madre: Es una conceptualización propuesta por Luisa Muraró en sus estudios
en torno al sistema patriarcal, que plantea que los hijos y particularmente las hijas, son separadas del goce
y la lengua materna, por la ley del padre que empieza a controlar su deseo. Luisa Muraró, El orden
simbólico de la madre, Madrid, Editorial horas y Horas, 1994.
367
Eva Giberti y Ana María Fernández, La mujer y la violencia invisible, Buenos Aires, Ed.
Suramericana, 1989
368
Beaterio: Es un término que parece derivarse del beguinato medieval, inicialmente un espacio de
libertad y creatividad religiosa para mujeres y que evolucionó en América Latina en el sentido de
espacios inmediatos a parroquias o conventos, en los cuales se recluía a mujeres solteras sin dote, para
que vivieran bajo el control de los varones eclesiales.

215
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Mujer, toda mujer, toda belleza.


Ni lodo ni proscrita pecadora,
Ni cómplice de mal ni malhadada;
Los deleites y vida que atesora
La dio naturaleza,
Y fue para el amor y el bien creada.
Esa formas purísima bruñeron
A la bermeja lumbre de la aurora.
Saulo, canto XVIII369

Ven conmigo a vagar bajo las selvas


Donde las hadas templan su laud:
Ellas me han dicho que conmigo sueñas,
Que me harán inmortal si me amas tú
Las hadas370

Son obvias las connotaciones religiosas para referirse a la belleza y a las cualidades de
la mujer. Connotaciones que se dan en la novela, desde el mismo nombre de la heroína
femenina y se repiten constantemente en muchos de los pensamientos y apreciaciones
del narrador. La mujer es angelical, sagrada, su belleza es sobrenatural, sin que ello
obste para que sea menor de edad, incapaz de juicio certero y de decisión autónoma.
Precisamente esa exaltación idealista, es la que oculta la violencia aceptada e integrada
a la dinámica de relaciones vigente.

En este ambiente y contexto, aparece y crece la figura de María, la protagonista. Por


tratarse de una figura muy central en la obra y muy significativa en los imaginarios de
fines del siglo XIX y principios del XX, en ella se cruzan una gran cantidad de
contradicciones. De un lado, como su nombre lo indica, ella es el dechado de todas las
virtudes: casta, obediente, sumisa, no ha puesto jamás los ojos en otro hombre, recibe
conforme y alegremente de Efraín la educación que él le quiera dar… es cariñosa y
servicial con toda la familia y respeta la autoridad paterna.

Pero de otro lado, hay algo en ella que no le permite una plena integración a la casa
patriarcal. Su condición de huérfana, extranjera, heredera de otra raza y religión no se
olvida jamás… Ella se sabe distinta y la novela muestra indicios de que esa alteridad
sale a flote en los momentos más definitivos y dolorosos de la vida de María. Es
importante el cambio de nombre que ha padecido la protagonista: Deja atrás el judío
Esther, para internarse en el católico María. Sin embargo ella sabe muy bien que su
condición de orfandad se agudiza ante el destino que le ha sido dictado por la autoridad
del pater familia.

A juicio de Doris Sommer, es fundamentalmente su condición de extranjería, la que la


incapacita para ser la madre futura de los hijos del joven patriarca:

Para los hacendados católicos obligados a insistir en las distinciones raciales,


María es una amalgama imposible de identidades judía y cristiana, una
combinación efímera de la mujer seductora y la inocente. Es como si la
369
Jorge Isaacs, Saulo, Edición de Carlos Vasquez Zawasky, Cali, Universidad del Valle, 1993.
370
Jorge Isaacs, Poesía, Edición a cargo de Armando Romero Lozano, Cali, Universidad del Valle, 1967.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

contradicción entre su excesiva sensualidad (judía) y su heroica inocencia


(cristiana) finalmente cancelara ambos términos y la matara. La niña
literalmente libra una lucha a muerte consigo misma371.

Esta lucha se expresa en la novela varias veces, especialmente cuando María añora no
haber muerto con su madre.

Y en esa lucha, encontramos las contradicciones tanto del personaje como de la novela.
María quiere ser buena en términos de los mensajes y las órdenes que recibe, pero en su
fuero interno es una joven profundamente rebelde. Tal vez por ello algunas veces
explicita ante Efraín su reconocimiento a la bondad del padre y de la madre… porque en
su fiero interno se alegra de la pérdida económica sufrida por la familia, esa perdida la
rescataría de su destino de separación de su amante.

María jamás acepta la orden impartida por el interés del patriarca y en la casi única
oportunidad en la que el narrador nos deja oír su voz, ella señala muy claramente la
evaluación que hace de la situación: “Si no hubieran interrumpido esa felicidad, yo
habría vivido para ti”372.

María es absolutamente lúcida, pero su subalternidad no le permite una rebelión en


forma, sobre todo porque quien tendría que haber sido su aliado natural, Efraín, no tuvo
nunca fuerzas para intentar una ruptura. Efraín, nunca escuchó o comprendió realmente,
la voz de los otros.

Podemos pensar que Jorge Isaac, tiene una especial sensibilidad para captar la situación
de indefensión de la mujer en el sistema, derivada en parte de los problemas que
rompen, dificultan o alienan la relación madre/hija. Relación que aparece igualmente
robada o silenciada en algunos de los personajes femeninos de su novela inconclusa
Camilo. En los fragmentos conservados de esta obra, alcanzamos a vislumbrar el drama
de la ñapanga Abigail, a quien se ha separado de su hija Rita, la cual crece igual que
María, con sus padrinos quienes ejercen sobre ella la patria potestad. No se puede
concluir mucho en esta lectura, porque los fragmentos salvados no son suficientes, pero
podemos claramente intuir un drama en los senderos de esta mujer y esta niña:

Es verdad que Abigail iba a San Esteban una o dos veces cada semana. Pero,
cómo no había de llorar, recordando las horas que pasó con su hija,
contemplándola a solas y estrechándola en sus brazos, casi dichosa, aunque
Rita misma no pudiese comprender porque eran tan dulces y amorosos aquellos
labios, ni sospechar que era su madre, quien la acariciaba ? Cómo soportar, sin
que le faltara el ánimo, sin descubrir su secreto, ese martirio de vivir separada
de su hija, y de ocultarles a Rita y a todos los que la rodeaban la felicidad que a
su lado gozaba en estos instantes? Cómo exigir mudez eterna a ese corazón
torturado así?...373

Igual que Abigail, María tiene conciencia de su situación infeliz y se mira a sí misma no
como alguien portadora del desastre por la enfermedad que padece, sino como víctima
371
Doris Sommer, Ficciones fundacionales, Las Novelas Nacionales de América Latina, Bogotá, Fondo
de Cultura Económica, 2004
372
Jorge Isaacs, María, edición citada.
373
Jorge Isaacs, Camilo, fragmentos, Presentación de María Teresa Cristina, Revista Palimpsesto Nº 3,
Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2003. P. 231

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

del desastre que causan otros en ella. Esta conciencia le permite no perder nunca de
vista, su carácter de subalterna en la casa en la que ha sido acogida. Esta acogida
siempre ha sido con límites, límites que ella no ignora y que además siente
permanentemente.

Los negros / los esclavos


Es en este nivel y temática de la obra, donde a mi juicio, se presentan las mayores
ambivalencias del autor, porque se ve un claro contraste entre algunos aspectos de la
novela y su conciencia y lucha en otros terrenos. Isaacs plantea, sobre la raza africana
en el Cauca, entre otras cosas, lo siguiente:

… eran los caucanos extraños a los odios políticos, engendro de las ambiciones
y de las guerras civiles. Más allí, donde todo habla de Dios, ocultábase
avergonzada ante la libertad, la más anticristiana de las injusticias, la más
insolente ironía contra la república; en ese país había esclavos374.

Califica pues en su artículo de vergonzosa, anticristiana, injusta e insolente a la práctica


de la esclavitud.

Esta condena en la novela, no es sin embargo tan clara. No digo que no esté presente
una velada reconvención por dicha práctica, sobre todo en el diálogo entre el padre de
Efraín y el “dueño” que le vende a Nay, pero no percibimos una condena abierta y
radical, no encontramos una propuesta novelística que plantee la superación de la
esclavitud. El texto se mueve contradictoriamente entre varias lecturas sobre los negros,
esclavos y esclavas.

En primer lugar, nos hallamos ante el mundo social descrito por el narrador: un mundo
poblado por distintas razas y clases sociales que viven en armonía idílica. En este
aspecto parece que la propuesta de la obra, no es superar las diferencias que conllevan
las clases y razas, sino aceptarlas y vivir en colaboración perfecta y utópica. Isaac se
niega a registrar la menor sombra de contradicción entre amos y esclavos, entre
hacendados y empleados, entre ricos y pobres… María, no registra ni el eco de las
luchas que se dan en el país en esos años.

Al plantear un paisaje idílico, la esclavitud no se confronta en su práctica continuada.


Una vez que se han realizado los saqueos en las costas del África, la esclavitud se
convierte en destino que se puede vivir mejor o peor, pero que no parece que se puede
evadir. María, propone una forma “correcta y piadosa” de vivir ese destino. Los
esclavos aceptan al patrón que es bueno con ellos: les permite bailar, les da una vida
agradable, no los lastima… Los esclavos son encargados de realizar la oración familiar
después de la comida, es decir su integración a la hacienda patriarcal está aceptada por
ellos y está además sacralizada.

La novela construye un cuadro armónico, paradisíaco, en el que las diferencias de clase


y raza, son siempre respetadas por los grupos subalternos y a cambio de ello, los
patronos les dan un trato afable y generoso. Pero si tenemos en cuenta que la familia de
Isaacs, habitó la Casa de Sierra, es decir la región que sirve de paisaje a la novela, a

374
Jorge Isaacs, “Lo que fue, es y puede llegar a ser la raza africana en el Cauca”, texto en fotocopias.
Recuperado y facilitado por la investigadora, María Teresa Cristina.

218
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

partir de 1955375, tenemos que pensar que esta convivencia no era tan idílica, porque ya
había tenido lugar la llamada fiesta liberal en Cali, y el conjunto de luchas que supuso.

Sin embargo tenemos que pensar que al disimular o ignorar estas contradicciones, la
novela María, dialoga con la cultura colombiana reforzando una interpretación
conservadora de nuestra propia realidad:

La novela se presenta como mediadora entre el yo y el mundo. Como tal, actúa


de forma defensiva. Se puede argumentar que la lectura de novelas comenzó
cuando empezó a decaer la autoridad de la religión. Allá donde antes era la
religión la mediadora entre el yo y el mundo, pasó a ser la novela la que
asumió ese papel. Pero al sustituir una forma tradicional por otra basada en el
mercado –en la comercialización y su mundo de ensueño o entorno artificial- la
distinción entre realidad y ficción, entre yo y otro, o entre interior y exterior,
empezó a desmoronarse de un modo completamente nuevo y repleto de
importantes consecuencias376

Al actuar esta narración, como mediadora entre la conciencia y el mundo, el paraíso de


Isaac distorsiona una realidad social compleja y conflictiva. El poder del discurso del
que han hablado Spivac, Foucault y Said entre otros y otras, se impone como
interpretación real.

En ese sentido el testimonio recogido por Rivera y Garrido, de uno de los antiguos
esclavos de la hacienda, ilumina aspectos disimulados, si se lee en una determinada
clave y perspectiva. La entrevista es más larga, pero me interesa ahora tomar sólo unas
palabras del entrevistado. A las preguntas por la niña Eloisa que se le hacen, con las que
se trata de seguir el rastro de María, la protagonista, una de las respuestas dadas por el
supuesto Juan Ángel, es: “Le diré mi blanco y dispense: como yo deserte de la hacienda
mucho antes que mi patrón don Jorge y la señora se murieran y nunca he vuelto a ella,
no sé a derechas si fue que la niña Eloisa falleció, como me parece haberlo oído decir, o
si existe todavía”377

La deserción hacia los palenques u otras tierras… en el caso de este esclavo parece
haber sido hacia el sur del Cauca, era una práctica mediante la cual, los esclavos
intentaban repetidamente escapar de su situación. Surge entonces la pregunta: si la vida
en la Casa de la Sierra, era tan idílica como Isaacs la pinta, por qué la necesidad de
huída de uno de los esclavos preferidos por la familia, el pequeño Juan Ángel?
Indiscutiblemente la deserción obedece a un descontento, que estaría mostrando las
condiciones conflictivas de la vida entre amos y esclavos.

No obstante lo más importante de la novela, en lo que a los afroamericanos y a la


esclavitud se refiere, es el relato inserto sobre el rapto y destino de Nay y Sinar. Se trata
de una narración significativa en el conjunto del relato, por cuanto el destino de los
amantes puede leerse como un espejo que anticipa la suerte que tendrán los

375
Luis Francisco López, La tumba de María Isaacs: génesis y desarrollo de una leyenda vallecaucana,
Bogotá, Ministerio de Cultura, Editorial El Malpensante, 2002.
376
Lennard J. Davis, Resistirse a la novela. Novelas para resistir. Ideología y Ficción, Madrid, Editorial
Debate, 2002.
377
Luciano Rivera y Garrido, Una Vieja Reliquia de María, citado por: Luis Carlos Velasco Madriñan, en
El Caballero de las Lágrimas, obra citada.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

protagonistas. Por otro lado, parece que Isaac quiso introducir en este micro drama, un
homenaje anti/esclavitud, aunque en él mismo encontremos como ya lo hemos dicho,
ambivalencias.

Esta parte de la novela, por un lado le produce un origen y un pasado, coherente y


aceptable a los esclavos que hacen parte de la familia de Efraín, y en ellos, a los demás
esclavos. Un origen que de un lado, resuelve dudas y denuncia lo injusto y arbitrario de
su realidad. Pero de otro lado, también los inserta con claridad y contundencia en la
unidad hacienda católica, que es en la que los conocemos.

En el microrelato, además de lo exótico del paisaje y de la raza, quedan claros algunos


presupuestos que corresponden indiscutiblemente al pensamiento de Isaacs/Efraín,
sobre la problemática que abordamos. Tal como lo plantea Said, podemos establecer
que:
… las narraciones son fundamentales desde mi punto de vista, ya que mi idea
principal es que los relatos se encuentran en el centro mismo de aquello que los
exploradores y los novelistas afirman acerca de las regiones extrañas del
mundo y también que se convierten en el método que los colonizados utilizan
para afirmar su propia identidad y la existencia de su propia historia…. El
poder para narrar o para impedir que otros relatos se formen y emerjan en su
lugar, es muy importante para la cultura y para el imperialismo, y constituye
uno de los principales vínculos entre ambos378

También es importante en este sentido, tener en cuenta, lo denunciado por Fanon:

No se ha demostrado suficientemente quizás, que el colonialismo no se


contenta con imponer su ley al presente y al futuro del país dominado. El
colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre sus redes, con vaciar el
cerebro colonizado de toda forma y todo contenido. Por una especie de
perversión de la lógica, se orienta hacia el pasado del pueblo oprimido, lo
distorsiona, lo desfigura, lo aniquila. Esa empresa de desvalorización de la
historia anterior a la colonización adquiere ahora su significación dialéctica.379

Sobre el origen de los africanos en América, María es el discurso dominante durante


más de un siglo en Colombia, vale la pena entonces desentrañar sus contradicciones.

Desde nuestro punto de vista Isaacs, quiere recrear un continente Africano primitivo e
idealizado. Indiscutiblemente no nos hallamos en El corazón de las tinieblas. La
descripción de Conrad, en ocasiones estremece:

La tierra no parecía la tierra… allí podía vérsela como algo monstruoso y


libre… Era algo no terrenal y los hombres eran… No, no se podía decir
inhumanos. Era algo peor, sabéis, esa sospecha de que no fueran inhumanos.
La idea surgía lentamente en uno. Aullaban, saltaban, se colgaban de las lianas,
hacían muecas horribles, pero lo que de verdad producía estremecimiento era la
idea de su humanidad, igual que la de uno, la idea del remoto parentesco con

378
Edward W. Said, Cultura e imperialismo, Barcelona, Editorial Anagrama, 1996.
379
Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.

220
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

aquellos seres salvajes, apasionados, tumultuosos. ¿Feo? Sí era algo


bastante feo…380

Isaac no ve monstruos, por el contrario sólo ve guerreros y princesas buenos y buenas…


pero esa idealización, tiene claramente una fisura: la religión. El misionero cristiano que
llega a las Costas de África tiene la misión de convertir a los primitivos a la religión
superior. Sinar y Nay, antes de haber sido sometidos a la esclavitud, han sido
convertidos al cristianismo, la religión de Occidente, de los traficantes, de los
colonizadores. En cualquier caso, en este lado del mundo, hay algo superior, ante lo
cual otras realidades pueden y deben sacrificarse.

La conversión al cristianismo por parte de los africanos esclavizados o no, está


proponiendo la excelencia de mundo portador de esta religión. Esto en la novela no
ofrece discusión. Tanto Nay, como su amado asumen la nueva religión, como la única
posibilidad de elevar su espíritu y de soportar dignamente las pruebas de la vida,
incluida su esclavitud. De esta manera los esclavos y los amos, los nacionales y los
extranjeros, las huérfanas… todos y todas, antes de estar reconciliados en la
convivencia, lo están en la religión, que disimula y oscurece las contradicciones en el
intento de trascenderlas. Así, Esther debe ser María y Nay, debe ser Feliciana.
Alrededor de la mesa de los patrones, en la que mientras unos comen, los otros sirven,
todos son nivelados en la oración que entonan los esclavos…
Si tenemos en cuenta la potencia de lucha que pueden significar las prácticas religiosas,
tenemos que aceptar que en María esta lucha está inhibida, lo que no pasa siempre en la
historia, según testimonios de otras comunidades. Al respecto, se nos dice en una
investigación sobre las Antillas:

Los cultos afroamericanos, transfiriendo al Nuevo Mundo una parte


considerable de las religiones africanas, fueron el sitio privilegiado de reajuste
entre los símbolos y las estructuras sociales. Siguen siendo también agentes
poderosos de impregnación de los valores y dominio de la sociedad global. La
importancia de la posesión, los lazos estrechos con la terapéutica tradicional, la
reinterpretación de personajes cristianos, permite a la masa de sus fieles la
apropiación de cultos que la sociedad dominante reprime. Pero aquellos que lo
hacen, luchan contra su adhesión parcial a los valores dominantes: creer y
participar son cosas al mismo tiempo aceptadas y rechazadas. Como en otros
aspectos de la vida cultural, el asalto así realizado por los cultos
afroamericanos muchas veces ha llevado a la coexistencia de dos universos de
representaciones y prácticas y a dos escalas contradictorias de solidaridad
social381.

Las prácticas religiosas de resistencia, se configuraron entonces como posibilidad de


lucha y alternativas sociales, por el contrario, las prácticas religiosas de aculturación
como las propuestas por María, fueron definitivas en la domesticación de los esclavos y
en general de los y las subalternos/as.

En la novela, la idealización/aceptación de el otro, pasa por asumir la religión


dominante en Colombia en ese momento, como la religión excelsa que garantiza el
380
Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, Bogotá, Editorial El Tiempo, 2004.
381
Jean Benoist, “La organización social de las antillas”, en: AA.VV, África en América latina, París,
Siglo XXI Editores, Unesco, 1987.

221
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

orden, la convivencia y la bondad de los patronos y de otro lado la subordinación y el


reconocimiento de los esclavos. Es importante además tener en cuenta que en las
décadas del 50 al 80 del siglo XIX, una de las discusiones fuertes en el país se dio
alrededor del papel que tendría que jugar el catolicismo como religión dominante en el
conjunto social y en relación al estado. Aunque en María el aspecto religioso no se
desarrolla tanto, como en El Alférez Real de Palacios, sí juega un papel simbólico
determinante y se coloca en la discusión –con los imaginarios que refuerza- del lado de
las tesis más conservadoras en estos terrenos.

Ante el panorama analizado, surge una pregunta: ¿Hay alguna conclusión clara en la
propuesta estético/ideológica de María, la novela de Isaacs, sobre los sujetos
subalternos o subalternizados? Me parece que como he dicho varias veces, nos
movemos en la ambivalencia y en ocasiones en la contradicción abierta.

Creo que el autor pretende tener una posición contra la esclavitud, que se refleja sobre
todo, en la liberación de su condición a Nay, cómo lo plantea Arciniegas:

Lo de los negros es fundamental dentro de la novela y la vida de Isaac. En


Colombia se había declarado la libertad de vientres en los primeros años de la
independencia. Los hijos de esclavos nacían libres. Además quedaba prohibida
la importación de esclavos. Pero la liberación total, solo viene a ocurrir en
tiempote José Hilario López. Simbólicamente Isaac quiso que María, en su
novela fuera como una imagen lejana, ideal, que viniera a presidir esa
liberación. Veinte años antes de que López cumpliera su reforma radical, el
padre de Isaac le da la libertad a la negra Nay, la Feliciana de María…382

Sin embargo el conjunto del pensamiento católico/conservador, en el cual se mueve el


autor, se cuela por los intersticios hasta su novela y difumina la conciencia de los
esclavos y de las mujeres en un sentimiento idealizado que termina por bendecir
situaciones de colonización.

En este aspecto una de las virtudes de María es el magnifico cuadro logrado, que
permite a las distintas generaciones de lectores/as, un acercamiento siempre nuevo a
este complejo universo social de la hacienda vallecaucana del siglo XIX.

382
Germán Arciniegas, Genio y figura de Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Editorial Universitaria de
Buenos Aires, 1967

222
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Las cocinas de María383


Germán Patiño

Cerca de siglo y medio después de su primera edición 384, María, la novela de Jorge
Isaacs, continúa atrapando lectores. Para Seymour Menton, este milagro de
supervivencia literaria no constituye una casualidad. Se trata de la obra maestra del
romanticismo americano que “se mantiene hoy día por la clara conciencia artística con
que Isaacs la concibió y elaboró”. Algo similar sostuvo Jorge Luis Borges en 1937, pero
él encuentra la explicación a esa inquietante actualidad de la novela, así trate de un
mundo perdido, no tanto en su aire romántico como en su realismo. Para Borges, Isaacs
es un hombre “que no se lleva mal con la realidad” y el estilo de su novela tampoco le
pareció en “exceso romántico”. De hecho, el escritor argentino elogió “el goce homérico
de Isaacs en las cosas materiales” lo mismo que su “afición a las cosas de cada día”.

María, es cierto, más allá de su trama y del carácter imaginario de los personajes, puede
leerse como un documento histórico, como una amena crónica realista sobre la sociedad
y la cultura de una región latinoamericana en la primera mitad del siglo XIX. De allí
buena parte de su vigencia y del interés que suscita su lectura. Pero incluso su trama da
cuenta de una realidad social que marcó indeleblemente los procesos de formación de la
familia entre las élites latinoamericanas de la época. El idilio contrariado de Efraín y
María, y su explicación, sugerida con maestría por desigualdades económicas y

383
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.
384
1867.

223
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

aspiraciones patriarcales, resulta también una ficción realista que explica cierto tipo de
comportamientos y prejuicios en las comunidades latinoamericanas de la actualidad.

Como novela realista, en María se presta especial atención a aquellos elementos de


cultura que constituyen el núcleo de las relaciones sociales, que explican las
pertenencias étnicas y de clase, que constituyen símbolos de identidad. En particular, el
habla y la cocina adquieren importancia en sí mismos, pues la rutina de la vida diaria en
el ambiente de aislamiento predominante hace que la lengua y la mesa se conviertan en
momentos centrales de las relaciones entre los personajes. Lo excepcional es la cacería
de un tigre, la muerte y el velorio de una ex—esclava, una fiesta de matrimonio o un
viaje prolongado a la metrópoli —Londres para entonces—.

Los aspectos sociolingüísticos de la novela están por analizarse. Los usos del voceo, el
empleo de diminutivos, las diferencias entre el habla y el lenguaje escrito, la
permanencia de arcaísmos castellanos, los quechuismo y africanismos, el realismo de
los diálogos, los textos de las canciones, la estructura narrativa, etc., y la relación de
todo aquello con las costumbres y la cultura de la época, resultan un material atractivo y
variado para aproximarse a una mejor comprensión de las sociedades
hispanoamericanas en el período inmediatamente posterior a las guerras de
Independencia, y, por ende, a los rasgos más profundos del modo de ser latinoamericano
de hoy.

Aquí trataremos de los hábitos alimentarios, siguiendo las sugerencias de la novela y las
incitaciones del ensayo pionero e imprescindible de Eugenio Barney Cabrera 385, pues los
temas lingüísticos se escapan de nuestra experticia. La cocina como producto cultural
está en María página tras página. Es posible que lo sea a la manera costumbrista, más
como una descripción que como una indagación artística alrededor del gusto, en torno a
las combinaciones de sabores, colores y aromas, siendo este sentido humano el que
Isaacs menos explora, al menos desde esta perspectiva. Sin embargo sus múltiples
referencias constituyen una guía tan realista como el resto de su novela en otros asuntos.
De allí surge un universo cultural que nos resulta a la vez remoto y cercano, por la razón
de que nuestro proceso de modernidad no implicó una ruptura radical con el pasado, y la
formación de nuestras comunidades urbanas se ha producido no tanto por
industrialización del campo como por ruralización de la ciudad386. Esta es una de las
paradojas de América Latina.

Uno
“Como esos señores vienen mañana, las muchachas están afanadas porque queden muy
bien hechos unos dulces”.
María.387

Muy bien dicho. La verdad es que María, la heroína de la novela, no cocina. Tampoco
las otras señoritas de la hacienda patriarcal, como no lo harán las señoras
latinoamericanas que gobiernan las casas solariegas. Por esa razón ellas no se
encuentran haciendo unos dulces, sino que afanan para que queden muy bien hechos.
385
Se trata de Notas y apostillas al margen de un libro de cocina, del que existe una muy buena edición
reciente (2004) realizada por el departamento editorial de la Facultad de Humanidades de la Universidad
del Valle, en su colección Clásicos Regionales.
386
Ver José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Medellín, Editorial Universidad de
Antioquia, 1999.
387
Bogotá: Arango ed.—Ancora ed., p. 83, 1989.

224
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Se trata de elaboraciones complejas pues hay que afanar durante dos días. Con esta
indicación, Isaacs nos revela, en una frase, tanto el sitio que ocupan los diversos
sectores sociales en las actividades diarias de la casa, como el arduo trabajo que
demanda la cocina tradicional.

Los dulces aquellos los harán las esclavas negras, que son las verdaderas dueñas de la
cocina en las sociedades donde la relación amo—esclavo es el sustento del sistema
económico. Esta es la característica principal de la hacienda vallecaucana que constituye
el ámbito de María. Por el propio Isaacs sabremos que esos dulces podrán ser natilla o
jaleas de frutas, y por contemporáneos suyos como Luciano Rivera y Garrido o el
viajero norteamericano Isaac Holton, manjar blanco o desamargado.

Ninguno de ello es sencillo, en la época. Y al menos dos siguen siendo difíciles hoy,
aunque ya se los pueda comprar terminados en supermercados o galerías. Podemos
suponer que no se trató de natilla o jalea, por ser estos dulces los más comunes, los que,
como Isaacs lo cuenta, acostumbraban servir los campesinos de los alrededores en la
mesa del día. Puesto que se trataba de una ocasión especial –los señores venían de la
capital del país, y uno de ello, amigo de Efraín, con el propósito de pedir la mano de
María— la dulcería también debía ser singular, una muestra de aprecio, algo digno de
una visita notable. El manjar blanco, sin duda, con sus reminiscencias orientales y el
tiempo justo para cocinarlo de un día para otro, debió ser el dulce que traía afanadas a
las muchachas. El desamargado no, por ser plato de navidad y requerir de varios días
para su correcta preparación.

Este manjar blanco se ha tenido por plato típico de la región vallecaucana. El hecho de
que sus ingredientes sean la leche de vaca, el azúcar y el arroz, parece confirmarlo. En
la época de María el valle del río Cauca era zona de extensas ganaderías y cañaduzales,
lo mismo que de campos de arroz sembrado en los bajíos anegadizos. La propia
hacienda El Paraíso, en la que se desarrolla la novela, es sitio que, de acuerdo con
Efraín, el protagonista, “mi padre había mejorado...una costosa y bella fábrica de
azúcar, muchas fanegadas de caña para abastecerla, extensas dehesas con ganado
vacuno y caballar, buenos cebaderos...”. Carne, leche, azúcar, arroz en las cercanías. Así
serán la mayoría de las haciendas en el valle caucano, aunque pocas cuenten con
modernas fábricas de azúcar. El manjar blanco, claro está, será el dulce que se
corresponda con este tipo de economía.

Hacerlo requiere de tiempo, paciencia, fortaleza física y la mágica cualidad llamada


sazón. Aquella que le permite a la cocinera experta saber la cantidad precisa de los
ingredientes y sus respectivos puntos de cocción sin necesidad de dosificaciones
previas. Sin recetario. Se hacía, y aún se hace, cocinando en grandes pailas de cobre
leche fresca con azúcar y una cantidad bien tasada de arroz remojado y molido, que
servirá para cuajar el dulce. Se cuece en fogón de leña, con temperatura alta, durante
larga jornada. Cincuenta botellas de leche, que es lo usual, consumen cerca de 6 horas
de trabajo. Y debe mecérselo todo el tiempo con cagüinga, que es una larga cuchara de
madera, hasta que coja su punto. A esta faena se la denomina batir el manjar blanco.

Era labor para esclavas fuertes, tolerantes al calor y capaces de esfuerzos prolongados.
A veces, por prejuicios, para una sola esclava, pues se creía –y todavía se cree— que
ciertos humores podían cortar el dulce y dar al traste con la delicada faena. La familia
ronda alrededor, las señoritas, que no aguantan quince minutos batiendo la espesa

225
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

mezcla —mientras más se reduce más exigente el batido—, afanan a las esclavas, los
niños juegan en el entorno a la espera de que les dejen raspar la paila una vez se termina
la cocción, y el aire se llena de aromas de miel que despiertan el gusto. Una vez listo se
le vierte en mates, que son vasijas hechas con el fruto del totumo. Se le puede consumir
tibio, al poco rato, pero mejor al clima, al día siguiente. Mejor todavía, varios días
después, cuando el aire y el calor evaporan su superficie y forman una costra
avellanada, que conserva el interior untuoso, brillante y exquisito. Siendo de leche va
muy bien con un vaso de leche fría o encima de una gruesa tajada de queso fresco.
Buena golosina para los señores que vienen mañana.

La alegría del manjar blanco vela la división del trabajo. Unas afanan, otras cocinan.
Los señores esperan ser atendidos y los esclavos traen leña para el fuego y, desde luego,
han ordeñado las vacas en la madrugada, apartado los terneros, arriado el ganado a los
pastizales, arreglado las cercas, desmalezado a mano o con barretón, y pasado jornadas
intensas en el infierno del trapiche, entre otras labores. Sin embargo, la batida del
manjar blanco es ocasión especial que congrega a señores y trabajadores, algunos han
destilado aguardiente para la ocasión y aún la que bate el dulce, canta. Al caer la tarde,
cuando está casi listo y los esclavos han terminado el trabajo del día, podrá aparecer
algún tambor, de pronto una flauta y tal vez unos guasás 388. Habrá bambuco y quizá
baile. Un niño sensible, como lo era Isaacs, recordará más tarde, con nostalgia, aquella
felicidad aparente en que convivían amos y esclavos en la hacienda patriarcal.

Igual sucedía en otros lares de la esclavitud americana, donde las afrodescendientes


creaban una cocina criolla, tomando préstamos de todas partes y aportando lo suyo.
Doris Witt, en su Black Hunger, nos cuenta de las old mammys del sur estadounidense,
que se levantaban con el alba para tener listos en la mesa, varias horas después, los
tradicionales beaten biscuits, que engalanaban la mesa de los amos y entusiasmaban a
los niños. Craig Clairbone,389 uno de estos niños, recuerda aquello también con
nostalgia, y nos dice que su madre “una sureña bella entre las bellas, adoraba los beaten
biscuits y los servía a menudo cuando recibía sus amistades para el café o el té de la
tarde”.

Estos bizcochos del delta del Missisippi, creación y hechura de las Aunt Jemima390, así
sus ancestros procedan de cocinas hispánicas y francesas, eran una de las más duras
tareas de la culinaria sureña. Hechos de una mezcla de harina de trigo con mantequilla,
agua fría y a veces algo de leche, la masa se bate contra una superficie sólida, de manera
constante, cerca de una hora, hasta que resulta elástica, suave y llena de ampollas por el
aire que ha recogido. Luego la masa se extiende y se corta en círculos que se hornean
hasta que queden crocantes, sin dejarlos dorar en exceso. Clairbone podía escuchar,
desde su cuarto de infancia, en la madrugada, el uak después de uak después de uak,
incesante, que producía la masa del bizcocho mientras era batida.

Así que batir el manjar blanco, o el biscuit, bien fuera en un valle tropical
latinoamericano o en una plantación del sur estadounidense, era oficio de negritudes.
Oficio duro, que quedaba fuera del alcance de las señoras o señoritas de la casa, pero
388
Idiófono hecho con un cilindro de bambú grueso —guadua— al que se le introducen semillas de
achira. Isaacs los denomina en la novela como alfandoques.
389
Citado por Doris Witt en Black Hunger —Food and the Politics of U.S. Identity—, New York, Oxford
University Press, 1999.
390
Nombre genérico dado a las cocineras negras del sur norteamericano, que se utilizó como marca de la
primera mezcla industrial para pancakes a finales del siglo XIX.

226
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que al ser elemento esencial de la cultura terminaba por subvertir las costumbres y
tradiciones de las clases poseedoras. Las old mammys, lo mismo que las viejas
cocineras negras, marcaron profundamente, con su cocina, con su habla y con su
música, a los señores de las plantaciones sudistas al igual que lo hicieron con los
propietarios de las haciendas vallecaucanas. Clairbone confiesa que tuvo una nodriza
negra, a quien llamaba Tía Catalina, quién fue, de hecho, su madre sustituta. En la
novela de Isaacs nos enteramos que Nay, la vieja princesa africana, fue como una madre
para María. Incluso más tarde, un poeta situado al sur del territorio en el que habitó
Isaacs nos dirá que “Mi nodriza era negra y como estrellas de plata / le brillaban los ojos
húmedos en la sombra. Abrumado por la nostalgia, preguntará: ¿Por qué ya no me
arrullas, oh noche mía amorosa, / en el valle de yerbas tibias de tu regazo?”.391

Isaacs, cuando escribió María, era conciente de que la forma idílica de las relaciones
entre amos y esclavos en las haciendas de su tierra era tan solo ilusión. En un ensayo
que publicó en el periódico La República de Bogotá el 10 de julio de 1867, cuando la
novela ya se encontraba terminada, él escribió que “La esclavitud fue una iniquidad”.
Pero en la novela las iniquidades no aparecen. Por el contrario, los esclavos se suponen
felices, se muestran sumisos, y las relaciones entre ellos y sus señores, ausentes de
tensión, en apariencia. Incluso podría pensarse que alcanzan cierto grado de fraternidad.
¿Por qué esta diferencia entre sus convicciones personales y el cuadro que describe en
su ficción?

Una buena explicación es la nostalgia. El recuerdo de la infancia, con sus aromas de


praderas, sabores de dulces y frutas, calidez y ternura de las nanas negras, compadrazgo
con el muleque que lo acompañaba en juegos, pescas y cacerías, constituye la materia
prima de la novela. También al hecho de que las rudezas de las relaciones laborales no
trascendían al ámbito de la casa familiar. El adulto que recuerda su niñez no la siente
ensombrecida por el látigo del señor. Aquellas iniquidades no formaban parte de su
memoria. Estaba el dulce sabor del manjar blanco, y el juego alrededor de la paila, pero
no existía conciencia de las durezas del trabajo para hacerlo392.

Es posible, incluso, que Isaacs tenga razón, y que el régimen esclavista en el particular
universo de la hacienda de su padre estuviera suavizado por el buen trato, por el
paternalismo de las relaciones entre amos, esclavos, aparceros y arrendatarios. Peter
Kolchin, en American Slavery, nos advierte contra el unilateralismo en el análisis de la
institución esclavista y llama la atención hacia la diversidad de sus manifestaciones.
Documenta las diferencias que existían en la situación de los distintos grupos de
esclavos de acuerdo con sus oficios, el tipo de economía en el que se encontraban
inmersos, la región en que habitaban, su clima y, desde luego, la disposición y el
temperamento del señor al que servían. Para Kolchin, esa diversidad ha contribuido a
múltiples divergencias entre los historiadores sobre el significado de la esclavitud,

391
Se trata de Aurelio Arturo, en su poema Nodriza. Ver Obra e Imagen –Aurelio Arturo—, Biblioteca
Básica Colombiana, Bogotá, ed. Colcultura, 1977. Un buen retrato de estas madres sustitutas en Lo que el
viento se llevó de Margaret Mitchell.
392
Sydney W. Mintz, en su muy buena colección de ensayos Tasting food, tasting freedom, trae la
siguiente referencia de Pierre Bordieu, que refuerza la idea: “Es probable que en los sabores de la comida
encontremos la más fuerte e indeleble marca de los aprendizajes de la infancia, las lecciones que más
permanecen en el tiempo pese al colapso del mundo que las generó, y que más perdurablemente sostienen
la nostalgia. El universo perdido es, después de todo, el universo materno, el mundo de los gustos
primordiales y la comida básica, de las relaciones arquetípicas y de la bondad cultural arquetípica, en la
que el placer recibido es parte integral de todos los placeres...”.

227
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

alrededor de las cuales para cada aseveración en un sentido se puede encontrar un


ejemplo en sentido contrario.

De hecho, Gilberto Freyre, para buena parte del Brasil, la califica como una institución
“reblandecida” y Germán Colmenares, al estudiar el caso de la Gobernación de Popayán
–que es la región en la que se ubica la novela María— encuentra una situación relajada,
de controles laxos, más libre, en la que se moverán los esclavos de las haciendas
ganaderas y trapicheras del valle del río Cauca. De allí la alegría del manjar blanco.
Será regalo para los señores, pero es también ocasión para intercambios, para cantos,
para afianzamiento de las relaciones sociales. Se corresponde con una institución
reblandecida, pues es producto cultural del que se han apropiado los afrodescendientes.
Será símbolo del “país vallecaucano”, como llamaba Isaacs a su región natal, porque
constituye una alegoría culinaria de la economía regional, y porque representa, en su
elaboración, el esfuerzo de las mayorías que pueblan el área.

Este esfuerzo y su correspondiente división social del trabajo, en el que unas realizan las
exigentes labores y otros disfrutan del producido, también nos ayuda a comprender que,
pese a las apariencias, aún en condiciones de buen trato, la esclavitud sigue siendo una
“iniquidad”. Isaacs también lo muestra en su novela, cuando nos introduce en el mundo
de Emigdio, hijo de un mediano propietario que vive en las cercanías de la hacienda
paterna. En un diálogo memorable, por lo que sugiere, Efraín le pregunta “¿Qué
hacías?”, recibiendo la siguiente respuesta: “Como hoy es día de matanza y mi padre
madrugó a irse a los potreros, estaba yo racionando a los negros, que es una friega”, con
lo que comenzamos a visualizar que la esclavitud estaba extendida a otros sectores
sociales y no era privilegio de los grandes hacendados. También que la comida de los
esclavos era tasada y que, desde la mentalidad del amo, hacer aquello era una “friega”,
es decir, una molestia. A continuación nos cuenta que, ante un grito de Emigdio, “se
presentó un negrito medio desnudo, pasas monas, y un brazo seco y lleno de cicatrices”.
Efraín le pregunta: “¿Cómo se averió así el brazo ese muchacho?”. Y Emigdio
responde: “Metiendo caña al trapiche: ¡son tan brutos éstos! No sirve ya sino para
cuidar los caballos”. No hay comentario alguno de parte de Efraín a estas afirmaciones,
en las que se revela el carácter brutal de la relación esclavista y la indiferencia de los
amos con respecto a los padecimientos de los esclavos. Más significativo en este caso,
pues la observación sobre las “pasas monas” o cabello rizado, pero rubio, del joven
sirviente, sugiere que el pobre muchacho bien podía ser medio hermano del amo que
con tanto desprecio lo trata.

Las iniquidades ocurrían en el mundo de Isaacs. El antropólogo Luis Francisco López,


en una importante exploración que combina investigación bibliográfica, trabajo de
campo, documentación de archivo y recolección de tradiciones orales, descubre buena
parte de la realidad subyacente al universo de María, desde donde surge el siguiente
testimonio:

Quedaba la finca de nosotros en medio de Providencia, La Dolores y La


Margarita. La Margarita era de don Pedro Vicente Gil; La Dolores era de don
Rafael Gómez, y La Providencia era de don Modesto Cabal Galindo, el
antiguo, el primer dueño de Providencia. Eso [Providencia] fue de la Polanco.
Ella se la vendió a Cabal. ¡Ella era de más mala fe!, tenía esclavos...A mi papá
fue al que le tocó presenciar todo eso. Ellos cocinaban la miel y la vaciaban en
unas canoas grandes hechas de árboles gruesos. En ese tiempo no se conocía

228
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

nada de ollas de metal: ollas de barro, cucharas de mate, con eso era que nos
servían a nosotros...Lo que pasó a una esclava de ella (de la Polanco): estaba
fritando y se le quemó el frito. Llamó a dos esclavos que la cojieran acá del
brazo para que le dieran fuete, dándole desnuda a la pobrecita. Día domingo, el
día que le pegaron esa tunda. A las doce de la noche empezaron a moler.
Entonces los moleros dejaban la canoa desde el día antes. Esa noche después
de la tunda, salió borracha y se quedó fundida [dormida] en una de esas canoas.
Llegaron a las tres de la madrugada y vaciaron la miel hirviendo, ¡cuando
vieron una cosa que brincaba allá dentro en la canoa!...Pues era la negra, ¡se
ardió, se quemó la negra! Ella (la Polanco) tenía cementerio ahí, para enterrar a
los esclavos...393

Esta realidad era parte del mundo de Isaacs, así no se revele con crudeza en la novela,
en el espacio de la hacienda en la que pasa su infancia, por la sencilla razón de que el
punto de vista del texto literario es el de Efraín, un joven patriarca, y nó el de Jorge
Isaacs. Pero la sugiere con maestría y le corresponde al buen lector desentrañarla.
Debemos saber que la esclava que batía el dulce estaba forzada a ello y que no podía
fallar en su tarea. La amenaza, siempre presente, de algún castigo que podía tener
consecuencias terribles, se encontraba oculta tras la dulzura del manjar blanco y el
ambiente festivo que acompañaba su preparación.

Este manjar blanco, aunque conocido de antiguo en territorio andaluz394 y compuesto


por ingredientes traídos por los españoles, adquirirá carta de ciudadanía criolla y será
puesto a punto por las dueñas de la cocina en un largo proceso de intercambios que se
hunde en la época colonial. Es parte sustancial de la experiencia de las descendientes de
esclavos en el Nuevo Mundo. Con materias primas desconocidas en sus hábitats de
procedencia, mostrarán su capacidad de adaptación al trópico americano y se adueñarán
de ideas hispánicas o de otros pueblos europeos para crear una nueva cultura, en la cual
la cocina será elemento esencial. Y no solo en el trópico: Doris Witt cita una carta en
que la madre negra comparte con su hija una receta de salsa para pavo, que contiene
“ajíes, pan de maíz y mantequilla de maní, que tengo la sensación de que es africana”.
Aunque ninguno de los componentes de la salsa lo sea, y ni siquiera el pavo, es muy
posible que la vieja cocinera tenga razón en determinado sentido, pues la puesta a punto
de este aderezo constituye parte de la experiencia afrodescendiente en América. En lo
que respecta al manjar blanco, como se hacía en tiempos de Isaacs, y como aún se
elabora en la actualidad cuando se lo quiere bueno, sin duda lo es.

Dos

393
Luis Francisco López Cano, La tumba de María Isaacs: génesis y desarrollo de una leyenda
vallecaucana, pags. 289—290, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2002.
394
Xavier Domingo, en La mesa del Buscón, nos trae una referencia del libro de cocina de Francisco
Martínez Mortiño Arte de cocina, pastelería y bizcochería y conservería, editado en el siglo XVII, en el
que se describe un dulce hecho con leche de almendra y azúcar, que luego de varios “hervores recios,
estará tan gruesa que, en enfriándose, la puedan apelar manjar blanco”. Esta era la versión popular. La
noble, de mesa pudiente, llevaba pechugas de pollo trituradas, leche de almendras y azúcar. El manjar
blanco de pobres era despechugado. Ambas versiones pasaron a América Latina donde se reemplazó la
leche de almendras por la de vaca, y se agregó la harina de arroz. José Rafael Lovera, en su Gastronomía
Caribeña, hace referencia a un recetario guatemalteco publicado en 1844 en el que el manjar blanco se
prepara con leche de vaca, harina de arroz, azúcar y pechugas de gallina previamente cocidas y molidas.
Por otra parte, el origen árabe del manjar blanco se encuentra bien documentado.

229
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Durante la comida tuve ocasión de admirar, entre otras cosas, la habilidad de Salomé y
mi comadre para asar pintones y quesillos, freir buñuelos, hacer pandebono y dar temple
a la jalea.
(Isaccs, op. cit.:272)

En verdad fue así. Solo que Efraín centró su admiración en otras cosas, lo que le
sucedía con frecuencia cada vez que se trataba de asuntos de cocina y de mesa. Un nexo
sutil entre comida y sensualidad se establece en la novela de Isaacs, y el timorato
protagonista se ve asaltado por furores que no puede controlar. Recién llegado de
Bogotá, sentado en la mesa de la casa familiar a la hora de la cena, varios apetitos se le
despiertan: “María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la
brillantez y hermosura de los de las mujeres de su raza, en dos o tres veces que a su
pesar se encontraron de lleno con los míos”, nos dice con cierta timidez que pronto
abandonará, cuando nos habla de sus “labios rojos, húmedos y graciosamente
imperativos” que de repente se abrirán para mostrarle “el velado primor de su linda
dentadura”. Atontado con la presencia de María en la mesa, nos dice que “Al volver las
trenzas a la espalda, de donde rodaban al inclinarse ella a servir 395, admiré el envés de
sus brazos deliciosamente torneados”.
Lo mismo le sucede luego, cuando en casa de un campesino de las cercanías le sirven
una sopa de tortillas que le causa algún impulso, pues nos confiesa, malicioso, que
“Cuándo almorzábamos alcancé a ver espiando por una puerta medio entornada, a una
de las muchachas...iluminada por unos ojos negros como chambimbes, dejaba pensar
que lo que se ocultaba debía armonizar muy bien con lo que dejaba ver”. Algo similar le
pasó a maese Giacomo Casanova con una morena mejicana en Lisboa que casi le lleva a
la muerte. Le preparaba unas tortillas dulces de nuez de nogal que él consumía mientras
ella le miraba con “unos ojos negros insondables”, según lo cuenta en sus memorias 396.
Giacomo, lo sabemos, gozó también de lo que se ocultaba, mientras Efraín apenas lo
hizo en sus deseos.

Otra campesina, vivaz hija de las montañas, conocedora tal vez del viejo precepto del
Arcipreste de Hita que liga el “haber mantenimiento” con el “ayuntamiento con fembra
placentera”, le sirve un “suculento” almuerzo con fríjoles, mazamorra y gamuza –
chocolate con harina de maíz y azúcar sin purgar—, y lo apera para la cacería del tigre
con un fiambre que contiene masas de choclo, queso fresco, carne asada y trozos de
panela. Luego, Efraín nos cuenta que “Lucía se acercó a preguntarme por mi escopeta; y
como yo se la mostrase, añadió en voz baja: —Nada le ha sucedido, ¿no? –Nada, le
respondí cariñosamente, pasándole por los labios una ramita”. Toda la escena está
llena de malicia, y sabemos que más tarde, cuando los demás se retiraron al trabajo,
Lucía le armó un colchón de ruanas para la siesta, en un sitio oculto arrullado por el
“rumor del río”. No sabemos más, pero lo intuimos.

Es tan poderosa la idea de la relación entre cocina y sexualidad en la imaginería


latinoamericana, que aún la casta novela de Jorge Isaacs varía el tono y hasta el
tontarrón de Efraín se trasmuta en avezado pícaro, cuando el texto pone en contacto a
395
Aquí nos enteramos de que María servía la mesa, lo que indica una posición de inferioridad frente al
resto de mujeres de la familia. Un grupo familiar de la élite como el retratado en la novela tiene
abundante personal de servicio y que una señorita de la casa se ocupe de este oficio indica que se la
considera como subordinada. Esta es una sugerencia de la verdadera razón por la que tanto el padre como
la madre de Efraín se oponen a su matrimonio con María. Se trata de una unión desventajosa de acuerdo
con los cánones sociales de la época.
396
Citado por Abel González en Elogio de la berenjena, Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 2000.

230
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

las muchachas de la cocina con los jóvenes señores. Salomé, una mulata rotunda de las
praderas vallecaucanas, contraparte tropical de la serrana, o de la mora, del Libro del
Buen Amor, despierta sus instintos y estimula sus sentidos, en especial el del gusto,
cuando le asa pintones –plátanos a medio madurar— y quesillos, le fríe buñuelos, le
dora pandebonos y lo halaga con jalea. Efraín pierde la compostura y nos habla de sus
“dientes de blancura inverosímil, compañeros inseparables de húmedos y amorosos
labios”, de “sus desnudos y mórbidos brazos”, de “la suelta cabellera que le temblaba
sobre los hombros”, de sus “cuadriles”, y delira “con aquel talle y andar, y aquel seno,
que parecía cosa más que cierta, imaginada”.

Salomé es la representación de la criolla vallecaucana, descendiente de esclavos,


habitante de la vega anegadiza del río Cauca, heredera de las tradiciones culturales de
los miembros del “partido llano” durante la colonia española, depositaria de la sabiduría
culinaria lograda por tres siglos de aislamiento y transculturación. Es, además, un
fetiche sexual para cualquier joven de las clases altas y, en particular, para Efraín, el
hijo del señor de las cercanías. El derecho de pernada existe aún, y no sólo en la
imaginación, como prolongación de los privilegios feudales que se impusieron en la
América hispana. Se ha reforzado, además, al combinarse con el régimen esclavista.
Una joven mulata, esculpida al calor del duro trabajo, “ninfa de las llanuras” como las
denominó Isaac Holton en su paso por el valle caucano, resulta tentación irresistible
para cualquier amo, y también para los “amitos”.

Ellas lo saben y, más libres con su sexualidad que las aprisionadas mujeres blancas de la
élite, la utilizan en beneficio de su descendencia y sus familias. De allí los prejuicios
que se manifiestan, incluso entre los menos ignorantes de los criollos de las clases altas.
Atraídos por estas mujeres llenas de vitalidad, ejercerán la dominación sexual que
emana tanto de la esclavitud como del feudalismo, pero escribirán infamias contra las
afrodescendientes. Habrá excepciones, desde luego, y algunos amos se casarán con
esclavas y formarán familia legítima con ellas, o uniones libres que se convertirán en
permanentes, incluso en buen número. De allí, y de la posesión sexual, permitida o no,
el mulataje. De allí Salomé. Pero siempre quedará el estigma de textos como el del
influyente Francisco José de Caldas, denominado “el Sabio”, quien al referirse a las
negritudes dirá que son “Lascivos hasta la brutalidad, se entregan sin reserva al
comercio de mujeres. Estas, tal vez más licenciosas, hacen de rameras sin rubor y sin
remordimientos...”.

La trenza urdida con el tejido de cocina, mujeres y sexualidad es antigua y constituye un


mito de la especie. Y la esclavitud la reforzará en diversas partes del mundo. En nuestro
caso, la mujer negra o mulata como maestra de cocina y símbolo sexual será imagen
común que compartiremos con el sur de Estados Unidos, el Caribe de las plantaciones,
el Brasil afroportugués y las demás regiones americanas en las que prevaleció el
mulataje como proceso que predomina en la construcción de lo criollo. Un refuerzo
oriental, una veta arábiga que navegó en los barcos negreros y que portan tanto el
marinero andaluz como el esclavo sub—sahariano, otorgará ciertas particularidades a
este mito y ayudará a explicar variados comportamientos.

Salomé, recordemos, endulza a Efraín. Azúcar con frutas, en este caso frutas tropicales,
guayabas o moras, que vuelve aquello criollo. Y tal vez los buñuelos estuvieron bañados
con almíbar. Así la mulata prepara, sin saberlo, la misma mezcla mozárabe que se
originó en el mundo musulmán y que el Califato de Córdoba entronizó en el universo

231
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

cultural de la península europea. Manjar blanco, natillas, buñuelos, almojábanas,


letuarios, jaleas, almíbares, hojaldres, son delicadezas de la cocina norteafricana que
Salomé cocina, con el toque propio de la tierra vallecaucana, en una alquimia que
originará la cocina regional de esta parte del trópico, reemplazando un ingrediente por
otro, equilibrando los puntos de cocción y tasando otra vez los componentes de cada
preparación, porque así lo impone el hábitat y también la particular mixtura étnica.
Cambiarán los nombres y la almojábana se volverá pandebono, el letuario se llamará
desamargado, y el gusto será distinto, no solo por los ingredientes nuevos, en especial el
maíz, sino porque las cosas saben diferente de acuerdo con el clima. Pese a ello las
trazas orientales no se perderán y, de manera singular, persistirá la imaginería asociada
a cada una de aquellas combinaciones.

Una de aquellas ideas, persistente como la que más, es la que asocia cocina azucarada, o
con miel, y sexualidad. Claude Lévy—Straus, nos lo recuerda Xavier Domingo,
documenta gran cantidad de mitos que otorgan a los alimentos con miel una virtud
erotizante. Los pueblos árabes, a su vez, introdujeron a Hispania la sugerencia de la
relación entre sexo y dulcería. Domingo referencia un curioso texto titulado Speculum
al joder, que sería una traducción al valenciano, hecha entre los siglos XIV y XV, de un
antiguo manuscrito árabe, en el que aquel vínculo se extiende a casi todos los ámbitos
de la cocina.

Mucho antes de Salomé, en el Libro del Buen Amor, en época inmersa en la España
mozárabe, una “fermosa” serrana, deseosa de “fazer la lucha” con don Melón de la
Huerta, le sirve abundante mantequilla, queso asado, leche y natillas. Y la
Trotaconventos, que todo lo sabe, le enseña que “quien a monjas non ama non vale un
maravedí”, pues éstas son expertas en muchos manjares, en “muchos letuarios, nobles e
tan extraños”. Son las mejores amantes pues “todo el azúcar allí anda: bolado, polvo,
terrón e candí, e mucho del rosado; azúcar de confites e azúcar violado, e de muchas
otras guisas que yo he olvidado”.

Nuestro desamargado, o letuario, es comida lujuriosa. En El buscón, Francisco de


Quevedo lo caracteriza como un dulce que las “picaronas” le obsequiaban a los hombres
en las calles, junto con un trago de aguardiente, para despertarles dormidos apetitos.
Xavier Domingo toma del libro de Diego Granado, Libro del Arte de Cocinar,
publicado en el siglo XVII, una receta que será necesario conocer:

Parte las cáscaras de las naranjas en cuatro partes y tenlas en agua diez días, y
cocerse han cuando esté bien curada el agua, poniéndolas hacia la claridad y, si
se traspasan o traslucen y están transparentes, están buenas. Así, sacarlas y
enjugarlas muy bien entre dos paños limpios y ponerlas en una caldera, o perol,
o cazo y echarles tanta cantidad de miel, que se cubran más de medias.
Hiérvelas revolviéndolas y quítalas presto del fuego, porque la miel no se
endurezca, o recuezca. Después, déjalas estar así cuatro días. Cada día las has
de menear tres veces. Después quítalas y escúrrelas de aquella miel que tienen
y échalas de bueno a cocer en la miel que te parezca que basta. Después que
hayan cocido por espacio de un Credo, quítalas del fuego y ponlas en vasijas.

Domingo nos aclara que, si se extraían las naranjas y se guardaba el caldo aparte, éste
formaba una especie de jalea, mermelada o arrope. Entre nosotros, este letuario se
transformó en desamargado y se convirtió en confite fino que se acostumbra repartir en

232
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

tiempos de navidad. Mujeres como Salomé lo pusieron a punto. Veamos nuestra receta,
un letuario de limones, propio de la cocina caucana, tal cómo se publicó en el libro
Platos de las Abuelas:

Se toman los limones verdes, se frotan uno por uno contra una teja o la piedra
de moler, se parten por la mitad y al través y con una cucharita se les extrae
toda la carne introduciéndola entre la cáscara y el hollejo para que salga toda y
luego se ponen con agua al fuego...una vez cocidos se desamargan en agua por
tres o cuatro días. Se hace almíbar con una y media libra de azúcar para doce
limones si son enteros, y estando frío se le echan éstos bien escurridos, y se
dejan calar a fuego lento. Cuando se vean brillantes, sin dejar engrosar el
almíbar, se bajan, se dejan reposar un poco para agregarles una cucharada de
ron (esto si se desea) y se sirven397.
La antigua tradición de las “picaronas” ha de desear que la copa de ron se incluya, para
que el desamargado incite a los mozos a audacias que desemboquen en “fazer la lucha”.
No sabemos si la jalea con que Salomé agasajó a Efraín provenía del caldo de algún
letuario —pues aunque se acostumbren más los de naranja y limón, frutos propios de los
árabes, se pueden hacer con cualquier fruta como lo anota el Libro del buen Amor—,
pero igual indujo al atildado señorito a comportamientos desacostumbrados. Efraín
deliró con el olor “a malvas” de la mulata, y terminó desnudo en el río, mientras la
incitante Salomé, escondida en un recodo cercano le hacía llegar pétalos de flores con la
corriente, comunicándole su inquietante proximidad.

Esta cocina que combina lo dulce del azúcar, lo salado de los quesillos y el agridulce de
los pintones está llena de sugerencias. No es árabe, ni hispana, ni africana, tampoco
indígena, así esté llena de alusiones a aquellas culturas, sino una creación nueva, pues
en su fundamento se encuentra la esclavitud americana. Nunca debemos perder de vista
que María es una novela ambientada en el régimen de la esclavitud. Esta realidad
supuso un cambio dramático para aquellos que fueron esclavos. Como lo enseñó
Sydney Mintz, tuvieron que reconstituir sus formas de vida bajo nuevas condiciones, en
hábitats extraños, y sin la estructura institucional de sus sociedades de origen. Por la
importancia central de la alimentación, lo que ellos comieron, lo que pudieron producir
o conseguir para comer, y la creación de una cocina en las nuevas condiciones,
constituyen parte sustancial de las bases fundacionales de la cultura vallecaucana. Los
orígenes de las materias primas con las que se elaboró es lo menos significativo en este
proceso de construcción cultural —aunque también cuente, como luego se verá—.

La cocina de Salomé concentra al mundo. Allí está el plátano, un viajero de Asia y


Africa, el maíz americano que reemplazará al trigo en los buñuelos, la leche de res
europea, el azúcar árabe, las frutas del trópico suramericano y algunas especias de
variada procedencia. Esta diversidad de componentes extraños con la que hubo de
crearse la nueva cocina, mas los diversos procedimientos de cocción y las diferencias de
gusto entre esclavos y amos, nos indica que los afrodescendientes en nuestro territorio
tuvieron que reinventar una cocina en condiciones más dramáticas que ninguna otra

397
Así está en el libro de cocina. Sin embargo, mis informantes, las cocineras negras que todos los años lo
expenden en galerías o lo preparan por encargo, me aclaran que el proceso de desamargar la cáscara
consume bastante más de tres o cuatro días. Ellas hablan de diez días al menos, cambiándole el agua tres
veces por día, indicación ésta que resulta decisiva para que el dulce quede con el gusto que le es
característico. También que los limones se cuecen partidos por la mitad y la carne se les retira después de
cocidos, no antes.

233
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

población de los tiempos modernos. Es la común experiencia de los esclavos en


América.

De allí que los mitos universales que ligan azúcar y sexualidad se mantendrán presentes
en ella. “La miel de tus labios” se cantará en los boleros latinoamericanos; “honey”
llamarán los norteamericanos a su pareja; “mulher de doce” los brasileros a aquella que
desean, etc. Salomé, atendiendo a esta compulsión cultural, atenderá con una sugerente
cocina al joven señor, como lo hizo la serrana con don Melón, o como lo hará, en un
perdido pueblo andaluz, por la época de María, Pepita Jiménez con un despistado
candidato a seminarista398. Las cocinas, aunque se parezcan, serán distintas. Los
propósitos de las jóvenes, idénticos. Los resultados, exitosos en sus dos terceras partes.
Tres
Si; ya se lo que quieres: irte corriendo primero que yo a la quebrada para decir luego
que solo en tus anzuelos han caído los negros. Pag. 118. ¡Y que peje!, ¿ah Luisa?
Añadió José...no hemos sabido que hacer con él. Pag. 89. Los bogas, con sus calzones
ya, charlaban con Rufina; y Lorenzo, después de haber sacado sus comestibles refinados
para acompañar el sancocho de nayo que nos estaba preparando la hija de Bibiano...
(Isaacs, op.cit.:312)

Las cocinas de Salomé, Luisa, o Rufina, la hija de Bibiano, más que compendios de
productos, son a la vez, como lo enseñó Roland Barthes, una referencia a las
condiciones naturales, un hilo de tradiciones trasmitidas de generación en generación,
un sistema de comunicación entre seres humanos, un código de estratificación social, y
un cuerpo de imágenes, situaciones y comportamientos. En una palabra, como tanto se
ha dicho y tan poco se ha comprendido, constituyen una de las dos claves de la cultura
humana, al lado del lenguaje399. Cuando Isaacs escribió su novela era tributario de una
nueva cultura, conformada en el período colonial español, manifestada en la cocina de
manera clara desde el siglo XVIII. El territorio de esta cocina, denominado por él “país
vallecaucano”, rebasa las fronteras de lo que geográficamente se conoce como el valle
del río Cauca.

Cuando utilizamos esa expresión nos referimos no sólo a la elevada llanura tropical —
mil metros de altitud sobre el nivel del mar, en promedio— sino también a la planicie
oceánica que bordea el mar Pacífico, separada de aquélla por alta montaña situada al
occidente de la hacienda “El Paraíso”, que es el espacio en el que se desarrolla la trama
de la novela. Ambas llanuras están interconectadas, surcadas por diversidad de caminos,
trochas y atajos, por los que circulan, de manera permanente, mercancías, animales y
seres humanos. La montaña, áspera y llena de cicatrices de profundos cañones,
pequeños y amables valles, y ríos de corto y caudaloso recorrido, ha desempeñado,
398
En realidad Pepita, una joven y apetitosa viuda, retratada por Juan Valera en la novela Pepita Jiménez,
al ser señora distinguida, no cocina, pero su criada, que si lo hace, en plan de alcahueta cita al enamorado
indeciso en la noche de San Juan, confiada en el ambiente de comida y galantería que impregna el
entorno. Valera escribe que “La noche y la mañana de San Juan, aunque fiesta católica, conservan no se
qué resabios del paganismo y naturalismo antiguos...todo era profano, y no religioso. Todo era amor y
galanteo...la multitud de mesillas de turrón, arropía y tostones...las buñolerías donde gitanas jóvenes y
viejas, ya freían la masa...ya pesaban y servían los buñuelos...”. Cocina y sensualidad, dulcería y sexo,
siempre juntos. Aún hoy, en las metrópolis escépticas: el día de San Valentín, o día de los enamorados en
Estados Unidos, tendrá como obsequio obligado entre amantes, o pretendientes, una dulce golosina de
chocolate.
399
Una colección de ensayos básicos sobre la materia en el libro editado por Carole Counihan y Penny
van Esternik, que lleva por título Food and Culture, New York, Routledge, 1997. Allí, Toward a
psychosociology of contemporary food consumption de Roland Barthes.

234
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

desde tiempos inmemoriables, un papel de puente entre los dos llanos antes que de
obstáculo insalvable.

Desde los inicios de la conquista española, la llanura marítima atrajo a los habitantes de
la altiplanicie interior. El oro fue la primera motivación y el comercio exterior la
segunda. Innumerables caravanas han recorrido, en ambos sentidos, los caminos entre
una y otra planicie forjando un entramado de sitios de paso, fondas, pueblos y ciudades,
que se traducen en una red de relaciones sociales que explican la unidad cultural
percibida entre pobladores de uno y otro espacio. Este acarreo constante es el que
permite hablar de una región vallecaucana que supera los límites impuestos por la
geografía para extenderse más allá de las vegas del río Cauca y abarcar territorios de
marismas, zonas de manglares, y riberas y bocanas de ríos oceánicos. Este transitar 400,
en especial transitar de esclavos, y no la llanura interior, como se piensa, construyó la
región cultural que Isaacs denomina “país vallecaucano”.

Como sucede con la vida en todas las llanuras, y en especial en las llanuras tropicales, la
omnipresencia de agua y calor hará proliferar la existencia vegetal y animal por lo que,
paradójicamente, la facilidad para conseguir alimentos será inseparable de la
abundancia de insectos, bacterias, hongos, virus y todas las formas de vida que vuelven
el territorio insalubre para el ser humano. De allí que la población se mantenga escasa,
dispersa en los vastos espacios y a merced de los elementos. La malaria, el pián, las
enfermedades respiratorias y otras, se tornarán endemias y, además, epidemias mortales
serán recurrentes. En muchas ocasiones la población decaerá, antes que crecer. Richard
Preston ilustró la situación con el siguiente ejemplo: “Epidemias de viruela azotaron al
Valle en 1841 y nuevamente en 1871; en este último año se llevó a más de mil personas
en el solo municipio de Cali. Se apilaban tantos cuerpos en el cementerio público que el
sepulturero se quejaba de que tenía que exhumar cadáveres para enterrar otros que se
traían todos los días”.

Buenaventura, uno de los ejes del país vallecaucano, lo mismo que toda la tierra baja del
Pacífico, sufrirá aún más por estas caraterísticas en virtud de que allá el calor y la
humedad registran condiciones extremas. En consecuencia, la llanura de marismas será
evitada como sitio de asentamiento permanente por españoles y criollos de la cúspide
social, dejándose como territorio para que sea poblado por comunidades indígenas
supérstites de la conquista hispánica y nutridos grupos de esclavos y sus descendientes.
Los señores sufrirán las durezas de la llanura interior pero no se someterán a la
calcinación y diluvio de la planicie oceánica. Así describirá Gaspar Mollien a
Buenaventura en 1823: “Por la importancia y la belleza de su situación, Buenaventura
debería ser una ciudad considerable; un comercio activo debería dar animación a su
puerto; una población rica e industrial debería llenar sus calles, y numerosos barcos
deberían entrar sin cesar, pero sinembargo no hay nada de eso. Una docena de chozas
habitadas por negros y mulatos, un cuartel con una guardia de once soldados, tres piezas
puestas en batería: la casa del Gobernador, lo mismo que la de la Aduana, es de paja y
de bambúes; situada en la islita de Cascajal, cubierta de hierbas, espinos, fango,
serpientes y sapos: eso es Buenaventura”.

400
En este sentido se trata de la misma idea que expresó Fernand Braudel para explicar la unidad cultural
de España e, igualmente, el pensamiento rector que le permite percibir la región del Mediterráneo como
un universo que integra penínsulas, montañas, mesetas y llanuras, mas allá del espacio marítimo. Ver
Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de
Cultura Económica, 1987.

235
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Así las cosas, los propietarios más pudientes buscarán las faldas de las montañas, los
piés de monte, para construir sus viviendas y dejarán el territorio de praderas
anegadizas, de bajíos y ciénagas, para que lo habiten campesinos, esclavos y libertos. Se
reflejará en la novela de Isaacs: “Antes de ponerse el sol, ya había visto yo blanquear
sobre la falda de la montaña la casa de mis padres”, nos dice Efraín al inicio. El clima
será un tanto más amable, aunque igual participe de la rudeza propia del hábitat tropical.
En la llanura baja del Pacífico sucederá lo mismo: los asentamientos de minas quedarán
en el pié de monte de la cordillera Occidental, en proximidad de las cabeceras de los
ríos, y de allí saldrán los esclavos fugitivos o los libertos, río abajo, para poblar las
vegas rodeadas de marismas y cercanas al bosque de manglar.

En todos los casos las viviendas quedarán vecinas de los ríos o de las ciénagas. Tanto
porque así son estos territorios de llanuras inundables como porque los pobladores
escogerán al río en virtud de su utilidad como vía de comunicación y transporte, lo
mismo que como fuente de alimentación 401. Los pueblos de la llanura interior y de las
tierras bajas tendrán el carácter de conglomerados ribereños, aunque la mayor parte de
sus habitantes desempeñe los oficios de pastores, agricultores, mineros y leñadores. La
pesca será actividad común de todos, y particular de unos cuantos.

En otra parte se ha tratado de mostrar la íntima relación entre alimentación y pesquerías


que forma parte de la cocina tradicional en el valle del Cauca 402. Para Víctor Manuel
Patiño, en su Historia de la Cultura Material en la América Equinoccial, si se juzga por
la situación actual se creería que el consumo de peces ha sido escaso o nulo en las
llanuras interiores y sólo habitual en los espacios marítimos. Craso error, nos dice, y
agrega que “La documentación disponible indica que tanto en la periferia como en el
centro...el consumo de pescado era intenso y regular”. Así fué, y de allí la mención
reiterada de Isaacs a los “pejes” en las mesas de María, lo mismo que a los sancochos
de “nayo”. Hasta tal punto fué plato de cada día que el valle del Cauca fué conocido,
por los primeros cronistas españoles, como “Provincia de los Gorrones”, haciendo
mención a una comunidad indígena cuyo nombre provenía del abundante pescado que
capturaban y con el cual comerciaban por todo el territorio. Este gorrón no es otro que
el bocachico, pez común en los ríos suramericanos y también en parte de la llanura del
Pacífico, hacia el Chocó, donde se le conoce con el nombre de chere.

Isaacs se detiene en el universo del Pacífico y nos muestra, entre otras cosas, su cocina.
Lo mismo que en la llanura interior, se deja transportar por el paisaje, en este caso de
selva húmeda, y nos habla del naidí, palma de cuyo fruto se prepararán refrescos, jaleas
y conservas, y de cuyo cogollo se obtendrá el delicioso palmito; de la milpesos, buena
productora de aceite y cuyo fruto es fuente de bebida cálida que se bate como chocolate;
y del chontaduro, producto de la palma de chonta, que será panacea pues de ella se
obtiene alimento de gran valor nutritivo —que además se volverá habitual en la cocina
vallecaucana—, y de su madera se construirán viviendas, utensilios domésticos e incluso
la marimba, el principal de los instrumentos musicales de estas poblaciones. De su
cogollo también se obtendrá el palmito y sus hojas trenzadas se utilizarán como
venteadores para atizar el fuego403.
401
Ver De la navegación y de la vida ribereña en el Valle colonial, en: Germán Patiño, Herr simmonds y
otras historias del Valle del Cauca, Cali, Centro de Investigaciones, CUAO, 1992.
402
Germán Patiño, El festín olvidado, en: El hombre y la Máquina, n 23, Cali, Universidad Autónoma de
Occidente, 2004.
403
Según Fray Juan de Santa Gertrudis, del chontaduro se hará el mejor masato, que es una bebida
refrescante, hecha de cereales o frutos ligeramente fermentados, que se ligan con agua y miel de panela.

236
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El pescado será habitual en la mesa de cada día, como sucede también en la llanura
interior, aunque en el Pacífico, obedeciendo a la dificultad de criar ganado por la
inclemencia del clima, será escasa la carne de res y ella se obtendrá por vía de comercio,
en forma de tasajo, traída como ración que los amos entregarán a los esclavos en las
minas o expendida en los mercados semanales que se realizan en las riberas de los ríos.
Sancocho de carne caleña llamarán en el Chocó al cocido de este tasajo con plátano y
yuca, que será, al igual que en la llanura interior, plato de consumo popular.

La vida ribereña y la dedicación a la pesca generará excepciones, cuando las faenas de


transporte en los ríos o la captura de los peces se extienda por varias jornadas. Entonces,
a diferencia de lo que es habitual, todo el proceso de la cocina será oficio masculino.
Así le sucede a Efraín cuando es transportado por un par de bogas en los ríos del
Pacífico, camino hacia Cali: “El almuerzo de aquel día fue copia del anterior, salvo el
aumento del tapado que Gregorio había prometido, potaje que preparó haciendo un
hoyo en la playa, y una vez depositado en él, envuelto en hojas de biao, la carne, el
plátano y demás que debían componer el cocido, lo cubrió con tierra y encima de todo
encendió un fogón”. El resultado es un sabroso y jugoso revuelto, que en el valle
elevado llamarán sudado y en otras regiones del país viudo, en el que las viandas se
cuecen lentamente en esa especie de horno natural y los sabores de tubérculos, frutos,
verduras y condimentos se entremezclan con los jugos de las carnes, en una alquimia
escondida bajo tierra que no permite la pérdida de parte alguna de los caldos que los
alimentos liberan. Esta forma de cocción es antigua y se ha documentado en diversidad
de culturas. Felipe Hernández—Armesto nos dice en su Historia de la comida que “El
hoyo para cocinar constituyó una mejora de gran importancia en la historia de la cocina
sobre piedras candentes. Hizo falta ingenio para idear esta innovación...varios
experimentos realizados in situ demostraron que era posible asar de forma satisfactoria
grandes trozos de carne en pocas horas...En tierra arcillosa, el revestimiento interior del
hoyo solía convertirse en loza, lo cual impermeabilizaba lo suficiente los lados...”. Era
también una manera de evitar el acarreo de menajes de cocina, lo que facilitaba el
trabajo seminómade de los bogas.

Seguirá siendo así en la actualidad, aunque se haya abandonado la costumbre de cocinar


en hoyos de tierra. Jaime Arocha, que acompañó durante varios días a los pescadores en
Tumaco, nos dice que “...el cocinero comienza a preparar el almuerzo. Lo tradicional es
el exquisito tapao, que se prepara en una olla de aluminio donde coloca una capa de
pescado y pedacitos de plátano que se tapan con las hojas del mismo; luego, una
segunda capa de pescado cubierta con hojas de bijao, hasta llegar al borde del
recipiente. Sólo le pone un poco de agua de mar, y espera a que los líquidos de las hojas
le den sabor”. El resultado, aunque no igual al que arroja el procedimiento antiguo,
resulta similar. Pero sin importar la técnica culinaria, lo que aquí resalta, además del
mantenimiento de viejas tradiciones, generación tras generación, es el hecho de que nos
encontramos ante un dominio culinario masculino, generado por las faenas de pesquería
—o caza, que viene a ser lo mismo— o por formas de vida poco sedentarias, como
sucede con los bogas, que se encuentran en un constante ir y venir entre distintos puntos
del río.

Pero será la excepción, como también será excepcional que algunas mujeres
desempeñen los oficios de caza y pesca. En general, al igual que en todo el universo de
las cocinas de María, la mujer será, a la vez, dueña y esclava de la cocina en casi todos

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

los procesos que la conforman, por lo que adquirirá un papel esencial en la vida
comunitaria y en la generación de cultura. Aún, como sucedía, si además era esclava de
algún amo concreto y así él habitara —lo que no era usual— en los territorios de minas.

Estas mujeres de las tierras bajas —en el Pacífico afrodescendientes en abrumadora


mayoría— aportarán tres grandes ideas a la cocina regional: la cocción con coco, el
seviche y el africano fufú. Las tres serán asumidas por sus contrapartes de los llanos
altos y contribuirán a enriquecer el gusto popular.

Para Emilia Valencia, que escribe desde ese espacio, “la base alimenticia está
constituida por toda clase de pescados y mariscos, carnes de monte (venado, tatabro,
guatín, conejo, etc.), plátano y maíz, todo sazonado con la infaltable leche de coco”404.
El coco mismo, claro, se consumirá crudo, o rallado acompañando postres o en masa de
tortas, o como base de dulcería, o en bebidas refrescantes —la limonada preparada en
agua de coco es una buena experiencia—o embriagantes, pero lo relevante será la
combinación de lo dulce y lo salado que se desprende del uso de la leche de coco en la
cocción de diversas carnes. De allí que un representante del gobierno británico se
sorprendiera, en la primera mitad del siglo XIX, cuando en Popayán le sirvieron como
plato principal pescado con frutas que, según él, “no había visto”, y aquello le pareció
“vianda exquisita”. Un pusandao de pescado —es un cocido que debe quedar caldudo-,
como lo preparan en Guapi, de acuerdo con la versión de Emilia Valencia, dará la idea:

Se requiere pescado, plátanos verdes, yuca, refrito405, leche de agua—coco, leche espesa
de coco, hierbas (cilantro, cimarrón, poleo) y sal. Con excepción del pescado, todo se
pone a a cocinar en la leche de agua—coco hasta que el plátano y la yuca están casi
cocidos, y entonces se le agrega el pescado con la leche de coco espesa. Se tapa la olla y
se termina la cocción a fuego lento hasta que los ingredientes estén bien hechos y el
pescado cocido pero firme. Se sirve rociándole un poco de cilantro finamente picado por
encima y se acompaña con aguacate y tostadas de plátano.

El resultado es una delicia culinaria y, sin duda, el sabor afrutado de la leche de coco,
más el aguacate y el plátano verde frito y machacado, vuelto luego a fritar rápidamente,
que complementan el pusandao, debió constituir extraña combinación para un paladar
europeo de comienzos del siglo XIX. Las frutas son, claro está, el coco, el aguacate, el
plátano y el tomate que acompaña al refrito. Para la época ninguno de estos ingredientes
era acostumbrado en la cocina europea.

La leche de coco no sólo produce una cocina singular, sino que puede emplearse como
sustituto del agua en toda clase de preparaciones. De hecho ese será el uso que le darán
las cocineras de las tierras bajas, lo que otorgará un sabor distintivo a las cocinas de
estas afrodescendientes. Sus contrapartes del valle interior, muchas de ellas parte de ese
tránsito entre los dos territorios, también encontrarán en el hábitat de las vegas del río
Cauca las productivas palmeras y agregarán el coco a sus preparaciones. La chancaca o

404
El libro de Emilia Valencia El sabor del Pacífico, Cali, Dirección de Cultura de Cali, 2001—, recoge
un recetario que proviene de los testimonios de expertas cocineras en los pueblos de Bahía Solano,
Quibdó, Itsmina, Andagoya, Guapi, Tumaco y la ciudad de Buenaventura. Es uno de los mejores
recetarios que se han publicado en el país, por la investigación y trabajo de campo que lo precedió.
405
El refrito, hogao o sofrito, es salsa común a diversas regiones latinoamericanas que se obtiene friendo
ligeramente en aceite, cebolla picada, tomate en trocitos, ajo y —a veces— ají sin semillas, sal , comino y
pimienta (cuando no lleva ají). También se le puede agregar pimentón.

238
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

cocada, que es un dulce de coco rallado cocido con miel de panela, será habitual en las
dietas campesinas y en el gusto de los niños.

Las técnicas culinarias también tienen su propia historia. Esta manera de cocinar,
haciendo uso extensivo de la leche del coco, es propia de ciertas comunidades y alude a
tradiciones que se transmiten a lo largo de siglos y en territorios separados por grandes
distancias. Es usual entre algunos grupos humanos del Africa tropical, del sudeste
asiático y la India, y del Caribe, tanto continental como isleño. Al saber que los
pobladores de las tierras bajas del Pacífico son, en su mayoría, afrodescendientes,
podemos concluír que aquella técnica culinaria es una manifestación de africanía en el
universo cultural de la región vallecaucana, que se relaciona con formas de vida,
comportamientos sociales y manifestaciones espirituales propias del peculiar mestizaje
que predomina en esta región latinoamericana.

No sucede lo mismo con el seviche. Condumio delicado, obtenido de la conservación de


carnes crudas de algunos peces o de mariscos, en abundante zumo de limón, cebolla
cabezona, a veces tomate, yerbas aromáticas (cilantro generalmente) sal y ají, es vianda
común a los pueblos de las llanuras que bordean el océano Pacífico desde el norte de
Chile hasta el puerto de Buenaventura en Colombia. Chilenos, peruanos y ecuatorianos
se enzarzan en ardorosas disputas sobre el “carácter nacional” del seviche, o sobre su
origen, sin prestar mayor atención al hecho de que es plato continental, acostumbrado
de vieja data entre los pueblos costaneros de aquellos espacios. Desde Colombia no se
escuchan voces autorizadas que participen de la polémica, tal vez porque las
comunidades afrodescendientes del Pacífico tienen cierta conciencia de que buena parte
de sus tradiciones y costumbres “vienen del sur”, aludiendo a los poblamientos más
antiguos, que se ubicaron en territorio minero de Barbacoas y Tumaco, en estrecha
relación con la hoy provincia ecuatoriana de Esmeraldas.

El origen del seviche permanece en la oscuridad. Algunos autores le suponen una


procedencia prehispánica, atendiendo a que la dispersión del plato se corresponde,
aproximadamente, con los límites del incairo, aunque no existe documento alguno que
pruebe esa hipótesis. Otros lo consideran mezcla criolla, en la que participaron
españoles o criollos de la época colonial y afrodescendientes, en razón de la
combinación de ingredientes —limón y cebolla hispánicos con productos de la tierra— y
al hecho de que fuese plato común de comunidades afroamericanas. Unos más, en fin,
apuntan a señalarle influencia asiática en virtud de la masiva emigración japonesa al
Perú desde finales del siglo XIX, derivándolo de las técnicas culinarias del sushi y el
sashimi. Como fuere, es, sinembargo, evidente que existe en amplia porción de
Suramérica y que tiene un carácter singular: no se parece, por la combinación de
ingredientes, a otros platos de carnes crudas propios de diversas culturas. En el caso
colombiano no hay duda de que la cocina afrodescendiente es su cuna y el valle del
Cauca su territorio. Aunque en éste y en los otros casos latinoamericanos, ha terminado
por convertirse en preparación de amplia acogida y de dominio general, gracias a su
delicadeza, ligera acidez, excitante pique y fresco sabor. Al lado del arroz con coco es
uno de los dos mayores aportes de las cocinas de María a la mesa universal.

Por el contrario, no hay duda alguna en lo que respecta al fufú. Isaacs nos lo menciona
de pasada, al describir la casa de Rufina, a orillas del río Dagua: “...a la sala seguía una
alcoba, de la que se salía a la cocina, cuya hornilla estaba formada por un gran cajón de
tablas de palma rellenado con tierra, sobre el cual descansaban las tulpas [conjunto de

239
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

piedras encima de las cuales se colocaban las ollas] y el aparato para hacer el fufú.”
Nada más nos dice, como si se tratara de algo que el lector de su época conoce de sobra
y, por lo tanto, no requiere de mayores precisiones. Se trataba de comida común, nada
exótica y conocida por todos. En realidad era y sigue siendo así, aunque en nuestro caso
el nombre ha cambiado —alejándose incluso bastante del original, en algunos casos— y
la preparación ha sufrido modificaciones. Don Mario Carvajal, que leyó la novela un
siglo después, creyó oportuno incluir un glosario al final del texto pues algunas
expresiones habían caído en desuso y otras constituían provincianismos de difícil
comprensión por fuera de la región en que se ambienta María. Del fufú nos dice que es
una “Masa hecha con plátano verde cocido y caldo sustancioso”, con lo cual
comenzamos a comprender mejor su procedencia y a imaginar su gusto. Al mismo plato
hoy lo llamarán bala en Tumaco y mote de guineo verde en el Caribe colombiano. Solo
en Guapi se conservará la similitud con el vocablo original y se le denominará como
jujú, aunque en ese pueblo caucano la masa se preparará con plátano maduro.

Pertenece a la tradición culinaria africana, siendo una de las escasas composiciones


coquinarias que conserva las precisiones de la cocina de aquel vasto y diverso
continente. No es cocina criolla con fuerte componente afrodescendiente, como lo es
casi toda en las cocinas de María, sino condumio de naturaleza y procedencia propia de
diferentes comunidades nativas del Africa tropical. Una de las páginas de internet
dedicadas a la gastronomía africana, nos dice que “El Fufu, conocido por muchos otros
nombres, como pirao o funje en Angola, nsima o ugali en el este...constituye la base de
la alimentación en muchos países subsaharianos...Sirve de acompañamiento a todo tipo
de estofados y salsas...Para su confección se emplea todo tipo de harinas, según cada
región. Mientras que en el África occidental es normal utilizar ñame o ñame con
plátano, en el África central es más empleada la harina de yuca y en el África oriental el
maiz...”406. Phil Bartle407, que convivió con comunidades de la etnia Akan en Ghana, nos
precisa que el fufú es su plato distintivo, que originalmente fué preparado con ñame,
aunque hoy sea habitual la mezcla de plátano y yuca: “Primero se cuece el ñame (o la
mezcla de plátano y yuca). Luego, en un mortero hecho con tronco ahuecado, se prepara
la masa”. Se sirve caliente, sin aliños, y se usa para remojarlo en la sopa o para
rellenarlo con distintas salsas o carnes. De acuerdo con sus investigaciones, fufu en
lengua Akan quiere decir, literalmente, blanco—blanco, por el color característico de la
masa de ñame.

Se encuentra presente en diversas comunidades latinoamericanas donde es relevante la


incidencia cultural de la población afrodescendiente. En Cuba, por ejemplo, se conoce
como fufú a “una especie de puré de plátano salcochado adobado con carne o pelleja de
puerco, ajo y otros condimentos”, de acuerdo con Guillermo Jiménez Soler 408. En
República Dominicana y en Puerto Rico se le conoce como mofongo y es hecho con
plátano verde frito y machacado que se rellena con chicharrón de cerdo. A la misma
preparación se le conoce en Cali como marranita, y es en extremo popular.

No sólo es herencia africana, sino que, desde América, los descendientes de esclavos
llevaron al gran continente variaciones en su preparación y lo enriquecieron con nuevos
ingredientes. Felipe Hernández—Armesto nos dice, por ejemplo, que “El foo foo
liberiano no se elabora con mijo autóctono, sino con la mandioca que los esclavos

406
Ver www.ikuska.com
407
Ver www.scn.org
408
En: El plátano, bendición de Fray Tomás, http://freeweb.supereva.com

240
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

liberados que fundaron la nación trajeron consigo desde Estados Unidos” 409. Esta idea
de una masa suave de tubérculos (ñame, yuca, malanga o papa china), frutos (plátano,
zapayo, fríjol) o cereales (millo, maíz, trigo, arroz) que acompaña salsas, carnes y
verduras, va desde el cuscus de los pueblos norteafricanos del Magreb, pasando por los
bolinhos410 de Río de Janeiro, hasta llegar a las carimañolas411 del Caribe, abarcando
variedades que combinan lo salado y lo dulce como el jujú guapireño o las
aborrajadas412 del valle caucano.

De allí la facilidad con que las afrodescendientes asimilaron la técnica de la contraparte


prehispánica del fufú, el tamal, cuya preparación obedece a los mismos principios
culinarios. Estas cocineras le variaron el envoltorio, usando hojas de plátano en vez de
maíz, le prolongaron la cocción hasta encontrar una mejor textura y se atrevieron
incluso a reemplazar los ingrediente de la masa, al emplear plátano verde como sucede
en el tamal de piangua del Pacífico colombiano, o arroz en los pasteles chocoanos y
caribeños, o leche de coco como adelgazante y aglutinante de la masa de maíz, en el
exquisito tamal guapireño.

El fufú es una especie de indicador de las raíces de africanía presentes en la cultura


latinoamericana, que se manifiesta con particular relevancia en los hábitos alimentarios
vallecaucanos y que Isaacs pone en evidencia en su novela.

Cuatro
Hallé hombres a los que, niño poco antes, me habían enseñado a poner trampas a las
chilacoas y guatines en la espesura de los bosques...
(Isaacs, op. cit.: pp. 29-30)
José me condujo al río, y me habló de sus siembras y cacerías...
(Isaacs, op. Cit.: p. 42)
Se trata probablemente de una cacería de osos...es menos peligrosa que la de venados,
que se hace todos los días y en todas partes...
(Isaacs, op. cit.: pp. 58-59)

Pero comer y cocinar también significa adquirir los alimentos. Pescar es parte de la
cocina, lo mismo que sembrar. De hecho, la cocina comienza por el acto de conseguir
las materias primas. ¿Qué nos dice, de aquellas cocinas de María, el hecho de que los
pejes, los negros, o los nayos, fuesen plato de todas las mesas, fuera de afirmar la
riqueza piscícola y anfibia del hábitat vallecaucano y revelar la unidad cultural de la
llanura interior con la zona de marismas? ¿Qué significa, más allá de la peculiar forma
de combinar los alimentos?

Que parte significativa de la alimentación provenía de la caza. Pescar es una forma de


caza. De hecho, aún en la actualidad, la mayor parte de las pescaderías que llegan a las
mesas se obtienen por captura de animales silvestres en ríos, lagos y mares, antes que
por su cultivo. Aunque no sucede lo mismo con animales de tierra y aire, en tiempos de
María la caza aún jugaba papel importante en la provisión de la comida del día. Cazar
409
Felipe Ferrnández—Armesto, Historia de la comida —Alimentos, cocina y civilización—, Barcelona,
Tusquets editores, p. 255, 2004.
410
Masa de yuca, papa, plátano, etc. cocidos, que se combina con carnes, pescado, verduras, quesos y
yemas de huevo como aglutinante, y luego se fríe en aceite caliente. Es muy popular el bolinho de
bacalao.
411
Masa de yuca cocida que se rellena con guiso de carne y se fríe en aceite bien caliente.
412
Plátano maduro machacado que se rellena con queso blanco fresco, se apana y se fríe.

241
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

era actividad cotidiana, oficio de hombres y parte de su obligación en el seno de la


familia.

No es la famosa cacería del tigre, que con tanta sobriedad se resuelve en la novela, la
que interesa para dar cuenta de la relación cotidiana entre cacería, cocina, división del
trabajo, oganización social y prácticas culinarias. Ella tiene carácter excepcional y, en el
caso que se relata en María, sirve más para ilustrar acerca de los entretenimientos
propios de los grupos dominantes. Para los campesinos, al igual que para los esclavos,
la caza es un oficio, muchas veces una labor dura y peligrosa, en ocasiones necesaria
para proteger siembras y cultivos y, en la mayoría de los casos, fuente de alimentación y
de recursos económicos.

Nos remite a un ámbito masculino. Aunque habrá mujeres cazadoras, casi siempre muy
jóvenes y dedicadas a esta actividad en ratos libres, será siempre con una característica
ocasional, cuando no excepcional. La caza es parte del universo del hombre.
Constituirá, en múltiples ocasiones, un sobreesfuerzo, una labor adicional que demanda
paciencia y vigor. El mundo masculino de la caza no debe apreciarse como un espacio
placentero, para la diversión y la camaradería entre compañeros —aunque permita este
tipo de intercambios, como sucede, en general, con todos los oficios—, sino como una
de las más exigentes obligaciones del pueblo latinoamericano en la primera mitad del
siglo XIX. La caza como entretenimiento —ya se ha dicho— es cosa de minorías
pudientes. Idealizar al cazador como un ícono de los espacios abiertos y símbolo de vida
libre y despreocupada, resulta una incomprensión de las dificultades y sacrificios que su
actividad le exigía.

En época de María las armas de fuego no estaban al alcance de las mayorías. Eran
artículo de lujo para unos pocos, y las que se encontraban en poder de los campesinos
eran viejos armatostes que fallaban cuando más se les requería. Pero la necesidad de
cazar resultaba imperiosa. No tanto por necesidades alimentarias, como por razones
relacionadas con la protección de los cultivos. Las nagüiblancas, por ejemplo,
constituían plaga que podía arruinar la siembra, al desenterrar y comerse las semillas.
Los campesinos debían observar con paciencia hasta descubrir los árboles en que ellas
pasaban la noche, y luego organizar la cacería. Estas palomas torcaces de gran tamaño y
voraz apetito se posan, por lo general en las arboledas del pié de monte, bastante
distantes de los campos de labranza. Llegar hasta ellas implicaba una larga caminata
nocturna. Luego, alumbrándose con teas y armados de caucheras, entreviendo en medio
de la oscuridad, se procedía a derribar, en silencio, la mayor cantidad de aves posible.
No era por gusto que aquello se hacía, sino por obligación. Constituía una dura labor
que podía prolongarse hasta altas horas de la noche.

En sus casas las mujeres esperaban, sentadas en largas mesas de madera basta,
dedicadas al alegre e interesante intercambio que les es propio y, cuando intuían la
proximidad de los cazadores, ponían a hervir agua en grandes ollas. Luego a desplumar,
rajar, vaciar y limpiar las aves, algunas de las cuales podían freírse de inmediato, sin
más aderezo que sal y ají, para satisfacer el apetito nocturno de la familia. El resto se
reservaba para el día siguiente, salpimentadas, condimentadas con jugo de limón o
vinagre, ajo y raíces de cilantro machacadas, y con ellas se preparaba un arroz atollado,
que es una especie de rissotto —se cocina igual, agregando el caldo al arroz por tandas,
a medida que se va secando—, en el que la carne prieta de las torcazas se destaca y al
que otorga especial sabor. Este atollado parece una derivación del fufú, tal como sucede

242
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

con el cuscus, por ejemplo, que se expende como preparación de naturaleza africana, en
la que el ñame se remplaza con sémola de trigo. Nuestro fufú de arroz, o atollado con
palomas torcaces —o con otras carnes—, es cocina de los pueblos negros de las llanuras
vallecaucanas.

Si la caza resultó abundante, parte de las aves se destinarán para el mercado. Habrá que
preservarlas algunos días, lo que se hará colocándolas, después de adobadas, en
ahumaderos ubicados en la propia cocina, encima del fogón de leña. Envueltas en hojas
de plátano serán parte de los productos que campesinos y esclavos llevarán a los
pueblos para intercambios comerciales. Enriquecerán otras mesas y serán parte esencial
de la vida económica en el mundo dominado por la hacienda esclavista.

También serán la clave del bienestar local. La caza hará más variada la oferta en los días
de mercado, agregando nuevos productos a la dieta regular. Esta diversidad será
inseparable de la actividad de los esclavos y sus descendientes libres, los campesinos y,
asimismo, ayudará a explicar la animación, concurrencia y movimiento económico de
las pequeñas poblaciones surgidas en cruces de caminos y puertos ribereños. El día de
mercado se convertirá en una institución, pues aparte de su importancia para los
propósitos mercantiles será una ocasión de encuentro comunitario, un ámbito de
intercambios culturales, un quiebre de la rutina diaria, una oportunidad para el
establecimiento de nuevas relaciones sociales, un sitio de trabajo para expendedores y
cocineras y, además, una oportunidad de contacto con las autoridades y el universo de la
política. Todo ello posibilitado por la distribución de los alimentos, que es una de las
partes integrantes de cualquier cocina.

Estos mercados locales sorprenderán por su diversidad. Y los frutos de la caza la


explicarán en buena parte. Los pescadores llegarán con sus capturas, frescas, o saladas y
secas; a las carnes de res, cerdo, oveja y aves domésticas, se agregará la de dantas,
chigüiros, venados, iguazas, nagüiblancas, guaguas, tortugas, etc., etc.; y, aparte de los
productos cultivados como maiz, arroz, plátano, yuca, papas, verduras y legumbres, y
otros, habrá que agregarle los vegetales silvestres, o de monte, entre los que se cuentan
gran número de yerbas aromáticas y de condimento, frutos de palmas y de árboles
exóticos, o de plantas que medran sin necesidad de cultivo. Un ejemplo sobresaliente de
estos mercados locales en tierras de esclavitud americana lo proporciona Moreau de St.
Méry, al escribir sobre el mercado de Clugny en Santo Domingo, a finales del siglo
XVIII, en el que 15.000 esclavos se congregaban cada domingo para comprar y vender
sus propios productos413. Igual será en el mercado de la laguna de Aguablanca en Cali, a
finales del período colonial, e incluso a comienzos del siglo XX en el mercado de
Juanchito en la misma ciudad —parte del ámbito de la novela María—, a donde
llegaban los productos de la granja y de la caza en grandes balsas de guadua, formando
un entramado extenso de embarcaciones a orillas del puerto sobre el río Cauca.
Alejandro Sarasti Aparicio dejó una vivaz descripción de este acontecimiento
semanal414.

La captura de cada tipo de animal implica técnicas diferenciadas. Si la búsqueda no es


por nagüiblancas sino por iguazas, un pequeño pato de carne exquisita que fue de
notable abundancia, habrá que levantarse muy temprano, con la oscuridad que precede

413
Citado por Sidney Mintz, en: Tasting food, tasting freedom, Boston, Beacon Press, p. 44, 1996.
414
Ver colección Revista Despertar Vallecaucano, Cuando el Cauca era un río, número sin fecha, Cali,
Biblioteca Departamental.

243
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

al alba, para colocar redes en el fondo de los espejos de agua donde estas aves se posan
con las primeras luces del amanecer y esperar ocultos en las orillas soportando en
silencio el acoso implacable de los mosquitos o, lo que resulta más dramático,
permaneciendo impertérrito mientras una víbora de veneno mortal repta al lado del
escondite del cazador. Llegado el momento, un súbito elevamiento de la red dará como
resultado que un número significativo de iguazas queden enredadas por las patas y
puedan ser recogidas por el grupo de cacería. El atollado de iguazas, o de pato, será el
preferido de las familias vallecaucanas, hasta tal punto que se tratará de domesticar a
estas aves —lográndolo a medias— para que no sea plato de ocasión cuando las iguazas
llegan por miles en tiempo de cosecha, sino condumio de todos los días. El oficio de
pastoras de iguazas415, surgirá como fruto de esta faena de cacería y del aprecio popular
hacia su delicada carne.

Otra cosa sucede cuando se trata de caza mayor. La persecución y captura de un oso,
por ejemplo. Entonces hay que organizar la partida de caza, con caballos, perros y
lanzas, dispuestos a jugarse la vida cuando el animal, acosado y furioso, decida hacer
frente a sus perseguidores. Gaspar Mollien en su Viaje a la República de Colombia, trae
la noticia de uno de estos acontecimientos:

En estas regiones salvajes el cazador acosa a los animales que, rodeados de


brumas eternas, se cree al amparo de las armas de los hombres. El oso que en
ellas vive es notable por su fuerza y su ferocidad. Los habitantes de la región lo
cazan de vez en cuando. A caballo y armados de una lanza, lo atacan y logran
matarlo algunas veces, hazaña no exenta de peligro. Es un espectáculo curioso,
en una altitud tan considerable, oir los gritos de los cazadores, los aullidos de
los perros y todo el estruendo de la cacería que de repente sustituye,
ahogándolo, el silbido del viento; pero, sobre todo, lo que no se puede ver sin
admiración es el galopar de los jinetes, sin miedo alguno, por estas cumbres
escarpadas, atravesar a toda carrera los torrentes, salvar los precipicios, escalar
las rocas y, finalmente, alancear el animal que, cansado de huir, les hace frente.

Esta faena comienza por lo general temprano, cuando los campesinos descubren a uno
de estos osos merodeando en cercanías de los cultivos. Hay que espantarlo mientras se
organizan los cazadores y luego iniciar la larga y extenuante persecución, montaña
arriba. Llegarán al caer la tarde, cansados y sudorosos, con la presa si les ha ido bien y,
en no pocas ocasiones con uno o dos perros menos —lo que constituye pérdida
apreciable—, algunos heridos y, a veces, un compañero muerto. No hay nada de
entretenimiento en estas faenas de caza. Incluso el padre de Efraín, en la novela María,
sostendrá que en su país —Jamaica— cazar osos se tendrá como tarea de “salvajes”. Lo
que sucede, en el caso que nos ocupa, es que estos “salvajes” se verán obligados a la
dura cacería, utilizando armamento precario, porque de lo contrario verán arruinadas sus
cosechas o en grave peligro a sus familias.

El oso se aprovechará completo. Su grasa se convertirá en manteca, utilizada como


remedio para dolencias artríticas o musculares; su carne, similar a la del cerdo, será
apreciada por los comensales, en especial la de plantas de pies y manos; y, el cuero se
curtirá para negociarlo en el mercado o para utilizarlo como alfombra en las casas de los
dueños de hacienda.
415
Ver reproducción de un grabado de Edouard Riou en Revista Credencial Historia, Edición 97, Bogotá,
p. 15, 1997.

244
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En María tenemos, además, la cacería de un tigre 416. Es un proyecto de los campesinos,


que han visto mermados sus animales, corderos en este caso, por la voracidad del
animal. Uno de ellos, habitante del pié de monte, invita a Efraín, el patroncito, en señal
de aprecio, pero también por necesidad, pues se trata del único que puede llevar un arma
de fuego confiable. Así comenzamos a comprender las actitudes diferentes hacia la caza
de parte de esclavos y campesinos, por una parte, y amos o propietarios pudientes, por
la otra. Para los primeros es una tarea a la vez indispensable y peligrosa, para los
segundos es una actividad que linda con el juego. Aunque riesgosa, su armamento
moderno les otorga ventajas apreciables sobre el depredador, con lo que adquiere el
carácter de un entretenimiento viril. Para Hernández—Armesto la caza entre las clases
altas tiene “el regusto aristocrático de la persecución a través del bosque o la cacería en
el páramo, el descenso en picado del halcón o el salto del leopardo hacia la libertad”.
Efraín incluso manifestará cierto desprecio hacia uno de los miembros de la partida de
caza que sufre un instante de pánico en el momento de enfrentarse a la fiera acorralada.

La verdad es que con excepción de Efraín, los cuatro cazadores restantes se encuentran
prácticamente desarmados. Llevaba cada uno una vieja escopeta de cazoleta, que fallará
en el momento en el que más se la necesita. Aún las que logran hacer fuego apenas
provocarán heridas superficiales al animal, con la única consecuencia de que lo vuelven
más peligroso. Sólo dos de los cuatro portarán lanzas terciadas.

La caza del jaguar llevará tiempo, implicará recorrer terreno abrupto y de montaña, y los
hombres correrán graves riesgos. Tendrá su momento culminante cuando cazadores y
perros logran cercar al felino herido, que se apresta a defenderse de los ataques. Isaacs
relata así este climax:

De los seis perros, dos estaban ya fuera de combate: uno de ellos destripado a
los pies de la fiera; el otro dejando ver las entrañas por entre uno de los
costillares desgarrado, había venido a buscarnos y expiraba dando quejidos
lastimeros junto a la piedra que ocupábamos.
De espalda contra un grupo de robles, haciendo serpentear la cola, erizando el
dorso, los ojos llameantes y la dentadura descubierta, el tigre lanzaba bufidos
roncos, y al sacudir la enorme cabeza, las orejas hacían un ruido semejante al
de las castañuelas de madera.

Luego llega el ataque final y, como es de esperar, uno de los campesinos “apuntó y sólo
se quemó la ceba”; otro, con la lanza quebrada, quedó a merced del jaguar, y Efraín, el
héroe de la novela, nos dice que “Sólo mi escopeta estaba disponible: disparé; el tigre se
sentó sobre la cola, tambaleó y cayó”. El patroncito eliminó la fiera con un certero
disparo “en la frente” y además salvó la vida de uno de los cazadores que se hallaba
indefenso ante depredador. Claro que todo esto forma parte de la atmósfera que el
novelista creó para engrandecer a su personaje masculino principal. Pero la diferencia
de actitudes ante la caza quedará reflejada en el texto de la novela.

Los amos alardearán de sus armas. Carlos, por ejemplo, amigo de Efraín que llega
después de la caza del felino, se lamentará porque no tuvo la oportunidad de probar su
nueva “escopeta inglesa”. La desempaca y se la muestra a Efraín, y éste concluye que
era “exactamente igual a la que mi padre me había regalado a mi regreso de Bogotá”. La
416
En realidad un jaguar, que el habla común confundirá con el felino asiático.

245
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

conversación entre los dos tiene cierto tono de soberbia y competencia, en el que cada
uno parece medir su importancia por la calidad y novedad de su armamento. En
definitiva, la caza para ellos tiene poco de sacrificio. De hecho, la hermana de Efraín,
cuando Carlos reclama para que éste le organice una cacería, le dice que “Él tendrá
muchísimo placer en divertir a usted”, con lo que precisa el carácter que esta actividad
tiene entre los grupos de élite. La caza como diversión, a diferencia de la caza como
obligación, que es la naturaleza del asunto cuando nos referimos a los grupos sociales
subordinados.

Los esclavos y campesinos no tendrán razones para jactarse. Alguno de ellos incluso
huirá espantado. Pues la caza es apenas otro instante en la larga jornada de trabajo diario
y, cuando se trata de animales peligrosos, ellos saben que se encuentran en desventaja y
que afrontan riesgos. No habrá mucho espacio para fantasear entre cacería y cacería,
pues el tiempo estará ocupado con las faenas del campo. Es una tarea más, en ocasiones
muy exigente, que no forma parte de los espacios de entretenimiento.

Aún con esta diferencia entre amos y esclavos, será tal vez el único ámbito de la cocina
(incluida la pesca, como ya se ha explicado) que tiene un carácter exclusivamente
masculino417. Es la contraparte, en el universo de la cocina, de la preparación culinaria,
que resulta dominio casi exclusivo de la mujer. Otras labores —siembra, cosecha,
mercado, recolección de frutos silvestres, etc.— serán compartidas.

De los diversos componentes del mundo cultural de la cocina —adquisición de los


alimentos, procesamiento, distribución, conservación, preparación y consumo— la caza,
como forma de adquisición, será la que tenga un papel relevante en la novela de Jorge
Isaacs. Tanto por razones relacionadas con la trama, como por el enfoque general del
texto. Es la añoranza por un tiempo perdido, en el que predominan los ámbitos de
superioridad masculina, narrados desde la perspectiva de la autoridad patriarcal. Aún
así, podemos entrever que, incluso en ese mismo ámbito, también existe la perspectiva
popular, que resulta opuesta a la que expresa el narrador y más útil a la hora de evaluar
el papel de la cocina en la conformación cultural de una determinada región
latinoamericana, a mediados del siglo XIX y dominada por la hacienda esclavista.

Existe una significación simbólica en la caza, lo mismo que en todos los aspectos de la
cocina. Como lo precisó Sidney Mintz “Comer no es nunca una actividad puramente
biológica...La comida tiene una historia asociada con aquellos que la consumen; las
técnicas empleadas para conseguirla, procesarla, prepararla, servirla, y el consumo de la
comida son siempre variables culturalmente hablando, y tienen también su propia
historia. La comida no es sólo alimentarse; su consumo está siempre condicionado por
su significación. Estos significados son simbólicos, y se comunican simbólicamente...”.

De allí que Lévi—Strauss considere la cocina como un campo semántico de forma


triangular cuyos tres ángulos corresponden, respectivamente, a las categorías de lo
crudo, lo cocido y lo podrido. Lo cocido es la transformación cultural de lo crudo,
mientras lo podrido es su transformación natural. Por eso sus oposiciones binarias entre
lo asado y lo cocido, lo natural y lo cultivado, lo masculino y lo femenino, el
nomadismo y el sedentarismo, lo aristocrático y lo popular, la prodigalidad y el ahorro,

417
Aunque hay excepciones, como sucede con las recogedoras de ostras en los manglares de la costa del
Pacífico colombiano, denominadas piangüeras, por el nombre —piangua— que se le dá al molusco que
recolectan.

246
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

y la exquisitez versus el gusto común. En este espacio simbólico la caza corresponde a


lo masculino y se asocia con los primeros términos de la cadena de oposiciones: es
natural, masculina, propia de nómades, aristocrática, pródiga y exquisita. Es superior a
la cocina que corresponde a la mujer. Está más cerca de lo crudo y se asocia con los
asados, con las técnicas de la barbacoa a cielo abierto y los grandes trozos de carnes
sangrantes que los cazadores consumen con fruición. Es espacio de gusto masculino y
compañerismo entre hombres.

Así sucede en María luego de la cacería del jaguar. Los cazadores se reunen en la
espesura del bosque, relajados y satisfechos. Están solos, victoriosos y la cocina más
próxima a lo natural predomina: “Las navajas machetonas salieron de los bolsillos. José
nos dividió la carne, que acompañada con las masas de choclo, era un bocado regio.
Agotamos el tinto, despreciamos el pan, y los higos y las ciruelas les gustaron más a mis
compañeros que a mí...Mis cigarros de olor humearon después de aquel rústico
banquete”. Cocina simbólicamente masculina: en faenas de caza, carne asada —así, en
este caso, no fuera cocinada por ellos—, sin remilgos de mesa y rústica. Pero al mismo
tiempo regia y, nó cualquier cocina común, sino banquete. Es decir, aristocrática y
superior.

Este poder simbólico de la cocina es el que explica que aún hoy las ocasiones de los
asados y las preparaciones a la barbacoa continúen siendo espacio de desempeño
masculino en la mayoría de las culturas, no importa si nos encontremos en un centro
comercial de Cali o un domingo cualquiera en el patio de una casa de familia en Kansas
City. En María el asunto está nítido: la caza es oficio masculino, al igual que los
componentes de la cocina asociados a ella. Allí no son bienvenidas las mujeres.

Cinco
Ahí donde lo ve, no le faltan ocho buenas vacas, su punta de puercos, su estancita y dos
buenas yeguas...El es hijo de una mulata que le costó al viejo...pues a los cuatro meses
de haber comprao la zamba en Quilichao, se le murió.
(Isaacs, op. cit.: 254)
No lo habré visto yo comer con gana un sancocho hecho de mi mano;
lo malo es que todavía se tarda.
Isaacs, op. cit.: 261)

Se dirá con gracia que en el valle geográfico del río Cauca predominan tres santos
patronos: el San Jon, el San Cudo y el San Cocho (zanjón, zancudo y sancocho). El
primero es una especie de trinchera larga llena de agua; el segundo un mosquito
trasmisor de malaria que anuncia su presencia con zumbidos fastidiosos y que pulula en
el trópico americano; y, el tercero es el plato por excelencia de la mayor parte de las
diversas regiones latinoamericanas. Los tres están unidos: el agua, siempre abundante
en tierras equinocciales, contribuirá a la formación de zanjas y distintos tipos de
topografías en las que ella se asienta; agua y calor permanentes serán fuente de
diversidad de especies y hábitat predilecto de enjambres numerosos de insectos, entre
otros bichos; y, calor y humedad eternos explicarán la abundancia de vida que resulta
característica, y que permite la confección de ese caldo sustancioso llamado sancocho,
que encierra carnes, tubérculos, vegetales, especias y condimentos.

El sancocho es, a la vez, plato que simboliza la diversidad y la cotidianidad. Revuelto de


distintos alimentos que se cuecen a fuego lento, tiene sus ancestros en pueblos íberos y

247
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

en comunidades prehispánicas. Es heredero tanto de la olla podrida418 de honda


raigambre peninsular, como del locro419, que constituyó condumio habitual entre los
pueblos del incairo. Habrá tantas variantes cuantas mixturas étnicas predominen en los
múltiples hábitats latinoamericanos. Así tendremos sancocho dominicano, ecuatoriano,
colombiano, venezolano, panameño e incluso —rebasando al continente—, canario y,
con otra denominación, ajiaco en Cuba, Chile y Colombia. Al mismo tiempo, en cada
una de las regiones de estos países, el sancocho adquirirá características particulares
relacionadas con los alimentos que produce el territorio y los rasgos culturales
predominantes en el mestizaje. En sentido estricto el sancocho es preparación que
expresa la cocina de buena parte de América Latina, superando fronteras geográficas o
administrativas, por lo que resulta impreciso considerarlo como plato nacional de
cualquier país —aún sin tener en cuenta las dificultades conceptuales para aceptar la
existencia de cocinas nacionales—. A lo más que puede llegarse es a la denominación
regional, atendiendo a las pequeñas diferencias en ingredientes que se suceden en las
distintas geografías. Pero los procedimientos culinarios básicos serán los mismos para
vastas áreas del sub—continente. El sancocho es expresión de unidad cultural
latinoamericana antes que elemento diferenciador de pueblos y comunidades.

El único de sus ingrediendes que resulta indispensable es la carne. Cualquiera, de caza,


de pesquerías o de animales domésticos de todo tipo. Sinembargo, será la carne de res,
del bos taurus traído por los conquistadores hispanos, la que se impondrá durante un
largo período de tiempo. De hecho, alrededor de la carne de res se levantará la mayor
parte de la cultura coquinaria latinoamericana. En el universo singular de las cocinas de
María, comida es sinónimo de carne vacuna. Y el sancocho será la forma predilecta y
habitual de cocinarla.

No cualquier carne, sino cecina o tasajo, es decir, carne que se conserva salándola y
colgándola a la intemperie para que el sol y el viento, junto con la sal, produzcan su
deshidratación y permitan que ella se conserve sin corromperse. También se ahumaba,
colocándola en barbacoas de madera encima del fogón. De hecho la gente prefería la
carne asi curada antes que fresca, pues otorgaba más sabor al sancocho. Y no sólo los
criollos. Un cura español, Fray Juan de Santa Gertrudis, que recorrió parte de los
territorios ubicados al sur del ámbito de María relata lo siguiente: “Lleguéme a la casa,
que era de un mestizo, y le dije si me vendería dos arrobas de carne. El dijo que sí.
Pesóme dos arrobas de tasajo, la cosa más bella que jamás haya visto, porque tenían
aquellas lonjas unas vetas blancas de gordura entreveradas que parecía tocino. Su olor
abría la gana...Aquel tasajo no tenía más beneficio que estar salado...pero estaba al

418
Xavier Domingo trae unas referencias del siglo XVI en España sobre la olla podrida, en las que se
indica: “...has de cocer cecina [carne salada y seca al sol], lenguas de vaca y de puerco, pies y orejas de
puerco y salsichones. Del caldo de entrambas ollas echarás en una vasija y cocerás allí las verduras,
berzas, nabos, perejil, hierbabuena, ajos y cebollas...”. Ver La mesa del Buscón, pag. 62, Barcelona,
Tusquet Editores, 1981. Tan evidente es la similitud de este plato tradicional español con nuestro
sancocho que algunos observadores europeos del siglo XIX continuaron denominándolo a la usanza de
Castilla, como lo hizo Lionel Wafer cuando señaló que “La base principal de la alimentación de los indios
la componen el maíz y el plátano. Sus alimentos de predilección son: La olla podrida, compuesta de
carnes de animales de caza o domésticos, con cuantas verduras se pueden procurar”. Ver Lionel Wafer,
Viajes de Lionel Wafer al Istmo de Darién, Bogotá, Imp. de Silvestre y Cía., pp. xx, 131.
419
Víctor Manuel Patiño escribió que “El plato básico en el Perú era el locro, sopa con carne seca o fresca
de llama y abundancia de ají, papas o chuño —que es papa deshidratada—, legumbres varias, maíz y
quínua”. Ver Historia de la cultura material en la América Equinoccial, tomo I, “Alimentación y
alimentos”, p. 161, Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1990.

248
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

parecer tan bien curtido, que sin repugnancia alguna, como un trozo de jamón crudo se
podía comer”420.
El sabor característico del sancocho provenía de esta carne sometida a un doble proceso
de transformación: la deshidratación y maduración para volverla cecina, y la cocción a
fuego lento en compañía de vegetales, tubérculos y especias. En el valle del río Cauca lo
característico fue la mezcla de cebolla larga, ajo, cimarrón y cilantro como majadillo
saborizante y aromatizante, plátano y yuca como acompañantes y espesantes, y
mazorcas de maiz en choclo, cocidas aparte, que se agregaban al final, antes de servir.
Desde luego, por el espíritu democrático del cocido, otros ingredientes podían resultar
bienvenidos, como el zapayo, en la región que nos ocupa, el ñame en diversas áreas
caribeñas, y la malanga o papa china en la costa colombiana del Pacífico. También,
cuando había cómo, otras carnes e incluso otros vegetales. El sancocho es una especie
de alegoría culinaria de la cultura latinoamericana. Para Fernando Ortíz, por ejemplo, la
cubanía se expresa, sobre todo, en el ajiaco, que es el mismo sancocho del que
tratamos421. Lo mismo podría decirse de la colombianía, la ecuatorianía, la peruanía,
etc., etc., si no fuese porque con ello no se realiza distinción alguna, puesto que el
sancocho o ajiaco es plato común para todos.

A partir del sancocho se puede reconstruir, no solo la historia de la cultura de amplias


regiones latinoamericanas, sino también su historia económica. E incluso las
particularidades locales de esta economía, cuando se atiende a ingredientes que son
propios de microclimas o de diversos pisos térmicos. El vallecaucano de inmediato nos
remite a un mundo agropecuario dominado por la cría de reses y los cultivos de plátano,
yuca y maíz. Nos introduce a las grandes propiedades ganaderas de las vegas de río
Cauca, en las que manadas considerables de vacunos pastaban a su antojo; nos habla de
las pequeñas propiedades en las que “no faltan sus ocho buenas vacas, su punta de
puercos...y dos buenas yeguas” como dice Isaacs en María; nos revela un pueblo de
pastores, dedicados parte de su tiempo a labores de vaquería, rejo de enlazar en mano y
caballo dócil como montura; e incluso nos permite visualizar pautas de poblamiento y
diferenciaciones sociales en torno de aquella vida de praderas y arrierías.

Pero, con todo y su relevancia, el hábitat de las cocinas de María era algo más que
llanuras y su economía, ganaderías. Se trató de uno de los espacios naturales más
biodiversos del planeta. Humboldt lo llamó “el espléndido valle del Cauca” y un par de
campesinos que oficiaron de autoridades locales, Fernando de Colonia y Juan Nicolás
420
Este fraile dominico recorrió la Nueva Granada a mediados del siglo XVIII. Su obra, titulada
Maravillas de la Naturaleza, presta especial atención a los hábitos alimentarios y permite constatar cómo,
para la época de su recorrido, una nueva cultura criolla, un verdadero sancocho cultural que integraba lo
hispánico, lo afro y lo prehispánico, era predominante en todas las mesas, desde las más humildes hasta
las más pudientes. Ayuda a constatar el hecho de que las transformaciones culturales precedieron a las
transformaciones políticas y económicas, lo que tiene gran importancia para la historiografía
latinoamericana.
421
Igual sucede con el ajiaco bogotano, un sancocho en el que las papas remplazan a los frutos de tierra
caliente —yuca y plátano—. Aída Martínez C., en Mesa y cocina en el siglo XIX, trae la siguiente
referencia de Jean Baptiste Boussingault, que lo confirma: “Los artesanos [de Bogotá], no muy
numerosos, y los campesinos se alimentaban especialmente de ajiaco, que es una mezcla de carne de res o
de oveja, cortada finamente y cocida con papas y sazonada con ajo y cebollas...afirmo que es una sopa
muy buena”. Los ajiacos bogotanos de hoy, con insípidas hilachas de pechuga de pollo, poco tienen que
ver con su más robusto y gustoso antecesor. Gracias al añadido moderno de crema de leche y alcaparras,
ha logrado recuperar parte del sabor. Por el contrario, en el ajiaco de Cuba se continúa haciendo uso del
tasajo, así se le haya agregado también la carne de pollo, y en Chile —donde al sancocho igualmente se le
denomina ajiaco—, el tasajo se ha remplazado por carne de res adobada que primero se asa en el horno y
luego, cortada en finas tiras, se cuece con los demás componentes.

249
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de Urdinola, le escribieron al rey de España, cuando despuntaba el siglo XIX, lo


siguiente:

Los pobladores son por lo regular inclinados al cultivo del terreno, como son
los cacaos en cuantía de plantas mayores y menores...Fuera de esta planta
tienen innumerables plataneras y crían muchos cerdos...siembran sin
intermisión de cosechas muchas rozas de maíz, naine [ñame], achiras, sandías,
melones, huyamas, batatas, sidrayotas, cebollas, tomates, ajíes, lechugas, coles,
rábanos, toronjas, papas, garbanzos, pallars [variedad de fríjol], arroz, anís,
mostaza, cebada, guineo, caña dulce...Quinina para medicina, borraja, eneldo,
culantro, perejil, orégano, llantén, escancer, grama, manzanilla, mosqueta,
rosas, tamarindo, cañafístolas, malvas, tavera, paico y muchas plantas más que
por no saber su nombre no se ponen”. Señalan la cría en cautiverio de
“venados, guaguas, guatines y conejos”. Y escriben sobre la palma corozo de
puerco, anotando que “El corozo sazonado de este racimo, que por alimentarse
los cerdos con él llaman palma de puerco, cuando está maduro, le disfruta en su
corteza y hueso que adentro le bota, y los habitadores sacan por arte de este
corozo una mantequilla, más noble y sutil que el aceite de aceituna...agradable
al paladar para todo género de comidas”. Finalmente agregan que “también hay
las palmas de coco...chirimoyos, acimos, chontaduros, limos dulces y agrios,
naranjos...guabos, cidras, granadillas, papayas, papayuelas, curas, granadas,
aguacates, todos árboles comestibles. Animales comunes, las gallinas, piscos,
patos, cisnes...silvestres, patos reales, coclíes, patos cucharos, color de rosa,
garzas, gullones, zarcetas, iguazas, todos comestibles...Animales cuadrúpedos
comestibles, el saíno, tatabros, lanchas [chigüiros], iguana, armadillo,
tortuga422.

Eran posibles, entonces, tantos sancochos cuantos animales estuvieran a disposición. Y,


en virtud de prohibiciones religiosas, también fué común el de pescado en épocas de
ayuno, casi siempre de bocachico, al igual que el de anfibios e incluso el de conejo, por
creer ignorantemente los curas que aquello no era “carne”423.

Compañero inseparable de la carne, tanto en el sancocho como en diversas


preparaciones culinarias de tierras tropicales americanas, fue —y sigue siendo— el
plátano, fruto de cuya abundancia existen gran variedad de testimonios. Como vimos,
Fernando de Colonia y Juan Nicolás de Urdinola señalan que las platanera eran
“innumerables” y Víctor Manuel Patiño constató cómo “El plátano se difundió con gran
rapidez, y se utilizó no sólo como hortaliza y fruta, sino para la preparación de bebidas y
vinagre”. Alimento íntimamente ligado a la población afrodescendiente, así haya sido
traído por los españoles desde las Islas Canarias, era el “pan de cada día” en las cocinas
de María, cocinado de múltiples formas, verde, pintón —a medio madurar— y maduro,
o procesado como harina, o crudo. Hasta tal punto fué la identificación entre la
población del valle del Cauca y el plátano, en especial elaborado verde, que los
vallecaucanos fueron conocidos con el apelativo de biches424 por sus vecinos de la
frontera antioqueña.
422
Un muy buen informe sobre la abundancia de productos comestibles en el campo vallecaucano en las
relaciones de los alcaldes pedáneos de Cali en 1808, publicadas por Víctor Manuel Patiño en “Relaciones
de vísperas de la Independencia”, Revista Cespedesia, n 45—46, Cali, Imprenta Departamental, 1983.
423
Ver Frederick Zeuner, A history of domesticated animals, citado por Víctor Manuel Patiño, op. cit., p.
186.
424
Provincianismo por joven, sin madurar. Fruto biche, es decir, verde.

250
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En los años finales del siglo XIX, cuando la novela María hacía furor en el continente y
su autor adquiría justo renombre, el médico Evaristo García estudió la importancia del
plátano en la alimentación de esta región tropical de América y destacó al sancocho
como plato de gran valor nutritivo.425 A pesar de que no es su interés, no puede dejar de
explicarnos la preparación del sancocho tal como lo hacían las cocineras negras en la
casa de su familia, en la ciudad de Cali:

Para hacer un buen sancocho, se pone a hervir en dos o tres litros de agua, un
trozo de hueso esponjoso de res y pedazos de carne gorda, que en su conjunto
pesen de 400 a 500 gramos. Poco a poco y a fuego lento, el agua reblandece la
carne en la olla de barro; se le agrega entonces el plátano hecho pedazos con la
pulpa de los dedos y después de haber lavado el fruto desnudo en agua fría para
quitarle la mancha astringente de la cáscara; se le añaden además trozos de
yuca y de uyama o zapallo. Se le pone desde el principio la sal, en cantidad
suficiente para darle sabor al caldo y algunos otros condimentos excitantes,
como las cebollas, perejil o culantro. Se cuida de remover constantemente el
contenido de la olla durante el hervor para que no se impregne del olor
impireumático. El agua hirviendo se evapora hasta que el mucílago le da cierta
densidad fluída al caldo y los pedázos de plátano reblandecidos se ponen
tiernos por la acción del fuego y forman los cocidos. De esta manera el
sancocho es un alimento completo y de buena digestión.

También nos referenciará el sancocho popular, el usual en las mesas campesinas, que
llama sancocho vaquero, del que destaca la combinación de “plátano biche, carne seca,
salada y culantro” y que es el habitual para “satisfacer el hambre atrasada de los peones,
de los viajeros y de los conductores de ganado”.426 Estudioso, y conocedor en detalle de
las condiciones de vida de los diversos sectores sociales en su época , observa cómo en
la región que habita “hay todavía grandes extensiones de bosques vírgenes” y terrenos
anegadizos en los que “se producen la yuca, el maíz, el cacao, la caña de azúcar, el
tabaco y diversidad de frutas alimenticias”, y anota que ha recorrido los bosques de
valle caucano “y, en donde pudiera creerse que existe la selva virgen, hemos encontrado
habitantes de la raza etíope, abrigados en chozas de paja, situadas en medio del platanar
y de los otros vegetales útiles”. Señala, adicionalmente, que varias de estas familias de
pobladores de la periferia “poseen además la manga de pará y cabezas de ganado
caballar, vacuno y de cerda”, lo que le permite concluir que “el valle del Cauca, en la
faja regada por los ríos, es uno de los países más favorecidos por la Providencia para
emprender la lucha por la vida”.

Lo que García descubre al examinar los hábitos alimentarios de la población


vallecaucana, es que, sin comprenderlo, de manera empírica, esta comunidad ha
425
Evaristo García, Escritos Escogidos, El plátano: importancia del estudio del plátano en Colombia y
particularmente en el Cauca, Cali, Impresora Feriva, pp. 117—147 1994.
426
Evaristo García, que pertenecía a los grupos de élite tanto intelectual como económica del valle del
Cauca, establece una diferencia notable en la preparación del sancocho, pues el que se hacía en su casa no
contenía cecina o tasajo, mientras que el popular o de “vaquero” continuaba empleando aquella carne
transformada. Tal vez se deba a que, para la época, y en una ciudad como Cali, ya era posible conseguir
carne fresca a diario aunque aún no se conocieran en el país los artefactos domésticos para la
refrigeración de alimentos. También llama la atención que prescinda del cimarrón, que es hoja aromática
y saborizante que resulta indispensable para obtener la sazón característica de la cocina tradicional en esta
región latinoamericana. En todo caso es un indicio de separación social en materia de gusto que, en el
caso de García, un médico formado en París y Londres, resulta fácilmente comprensible.

251
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

encontrado una combinación de alimentos en la que el plátano tiene presencia


destacada, que “sirve para regenerar los tejidos y para producir calor y fuerza
mecánica”. Para el médico educado en Europa “Los jornaleros campesinos en el valle
del Cauca, son en lo general hombres robustos que resisten ocho y nueve horas de
trabajo diario, pero de trabajo considerable, con el hacha en la mano, para tumbar los
montes, y no se alimentan más que con una ración proporcionada de plátano, carne y
sal”. Esta alimentación nutritiva les otorga ventajas de desempeño frente al trabajador
europeo, afirma, al igual que sobre los habitantes de las montañas y altiplanicies
intertropicales.

Lo que sucede es que el hambre está ausente de la pobreza regional. En realidad, cuando
se examinan las condiciones de vida de la población vallecaucana en el siglo XIX, e
incluso a comienzos del XX, si exceptuamos los años más duros de las guerras de
Independencia o episódicas irrupciones de la plaga de langostas, encontraremos que los
pobres que habitan los espacios de María, sufren por todo, menos por alimentos. Les
falta dinero, vivienda sólida, educación, atención en salud, vestido, instrumentos
apropiados de caza y labranza, etc., etc., pero nunca les falta un abundante y humeante
plato de sancocho en la mesa. Así se revela en la ficción de Jorge Isaacs, pues ni en la
más humilde las cocinas hará falta la carne, de res, cerdo o de peces, ni el plátano, ni
tampoco otras preparaciones que muestran la riqueza y diversidad de esta cocina
tradicional.

Incluso Félix Serret, un viajero francés que visitó el mismo territorio en la segunda
década del siglo XX, como parte de un periplo alrededor de Colombia, constató la
abundancia alimentaria del valle caucano y nos menciona las “inmensas praderas
naturales en donde pastaban en completa libertad manadas de bovinos...pantanos donde
innumerables garzas mezclaban sus brillantes colores con las flores
acuáticas...plantaciones de caña de azúcar o de plátano, en medio de las cuales
aparecían de repente rústicas viviendas, animadas en sus alrededores por grupos de
chicuelos completamente desnudos, que jugaban todo el santo día con los perros, patos
o cochinillos”.427 Al funcionario del gobierno francés, un crítico acerbo de las clases
altas de Colombia y de sus gobernantes, esta situación de suficiencia alimentaria lo
llevó a recordar “nuestras familias obreras que pasan hoy día tantos trabajos para
alimentar y criar a los suyos”, y a renegar de su propia modernidad: “¡He aquí por qué
yo me pregunto, al ver a estos negritos de las orillas del Cauca jugando
desprevenidamente con los perros y con los pequeños cerdos, si no sería mejor para
ellos y para los otros, que no llegaran jamás a conocer nuestras modas carnavalescas,
nuestra cocina complicada, nuestros licores adulterados, nuestros carros homicidas y
toda aquella inútil hojalatería de nuestro lujo moderno”.

Las viejas ideas del Emilio de Rousseau y del mito del Buen Salvaje bullen en estas
consideraciones del viajero galo.428 Pero no hay duda de que éstas, y otras observaciones
de disímiles personajes, coinciden en identificar la ausencia del hambre como un flagelo
427
Félix Serret, Viaje a Colombia 1911—1912, Bogotá, Banco de la República, 1994.
428
El contraste entre pobreza material y abundancia de comida lo percibe con frecuencia y vale la pena
traer a cuento su experiencia en Cartago, cuando llega a una posada que no era cosa distinta de “una
inmensa barraca de la época de Don Quijote, toda decrépita y arruinada, con más aspecto de hospital de
aldea pobre”, donde le sirven un estupendo desayuno que “se componía de un buen guiso de calabaza y
arroz, tortilla con tomate, bistec a caballo, es decir, acompañado de huevos fritos, una o dos tajadas de
piña y un excelente café” que hace acompañar de un “pequeño vaso de ron”, para celebrar el robusto
condumio y el hecho de que costaba tan poco que lo sentía prácticamente regalado.

252
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que acompaña a los pobres en el ámbito de las cocinas de María. Una investigación más
vinculada al régimen económico, al sistema de propiedad, a la demografía y al trabajo
rural, que rebasa los propósitos de este texto, mostrará cómo el universo tradicional de
la hacienda esclavista combinado con una periferia en la que abunda la pequeña
propiedad y espacios libres en zonas selváticas, posee una racionalidad que, si bien
promueve la desigualdad social y mantiene vigentes gran número de iniquidades, evita
el hambre y logra sacar partido de la sorprendente biodiversidad, lo que de suyo es un
logro significativo. La nostalgia de la novela de Isaacs por este mundo ido tiene,
entonces, unas bases que la justifican, más allá de sus propios recuerdos infantiles.

Igual sucedía en otras regiones latinoamericanas con hábitats similares. José Rafael
Lovera, en su Historia de la Alimentación en Venezuela, habla de una “edad dorada
alimentaria” en determinadas regiones, relacionada con el “régimen alimentario criollo
tradicional”, configurado en la primera mitad del siglo XVIII y que “tuvo una vigencia
de casi dos siglos”. Establece las calorías de la dieta habitual entre los pobres del
campo, concluyendo que era bastante superior a sus requerimientos nutritivos mínimos,
y apoya sus afirmaciones con una gran cantidad de fuentes primarias, entre las que
resulta sugerente la observación del explorador alemán Karl F. Appun, quien estuvo en
ese país en 1849: “Carne es la consigna del día en Venezuela, como la cerveza en
Baviera. Quien en aquel país trata de alterar los precios de la carne, se gana el desprecio
de todo el pueblo, quiero decir su martirio, con la misma seguridad que el monstruo
humano que en Baviera se atreva a aumentar un kreutzer el precio de la cerveza...Carne
salada, carne frita, carne sancochada, tres veces al día, así reza el diario menú
venezolano, y su reglamento se cumple con el rigor más grande. Es, pues, muy cierto
que un venezolano de nacimiento apenas podría vivir o, por lo menos, creería frustrada
su existencia sin el diario sancocho y los plátanos asados”. Otro observador, el inglés
Edward Sullivan, viajero en Venezuela durante 1851, constata la inexistencia del
hambre entre la población pobre, al igual que la modestia de la riqueza entre la escasa
población pudiente, y señala que “aquí puede obtenerse la carne de res sin limitaciones
a sólo medio penique la libra y los plátanos y cambures casi por nada”.

Desde luego el sancocho es el plato que representa este bienestar. Simboliza esa
autosuficiencia alimentaria y explica el carácter autónomo, levantisco y a contrapelo de
la autoridad como rasgo notorio del comportamiento de los campesinos vallecaucanos, e
incluso la lasitud de lazos que unían a amos y esclavos en los períodos finales del
régimen esclavista. Las quejas constantes de las autoridades por la constante violación
de las normas, la burla masiva a tributos y prohibiciones, en especial en los casos de
producción de tabaco y aguardiente, los reclamos de los curas por la inasistencia a misa
o la proliferación de “amancebamientos”, en fin, todas estas muestras de independencia
en el comportamiento de la población pobre del valle caucano no tendrían explicación
sin tener en cuenta la posibilidad para adquirir, con sus propios esfuerzos, la comida de
cada día. Parodiando la vieja sentencia, si bien es cierto que no sólo de sancocho vive el
hombre, también lo es, y en mayor grado, que sin sancocho no podría vivir en absoluto.
La perspectiva de satisfacer la necesidad humana esencial contando con la diversidad y
riqueza del hábitat, lo mismo que con medios que no dependen de autoridades o
patrones, así impliquen largas y duras jornadas de trabajo, hace olvidar otras
necesidades, aunque algunas tengan el carácter de vitales, y otorga a la población el
espíritu libre de que hace gala.

253
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Lo anterior también significa que es un símbolo de formas de vida. Cuando Evaristo


García denomina al cocido popular como sancocho vaquero, para referirse al más usual,
el que tiene como fundamento la carne de res y el plátano, alude al espacio masculino
de la cocina que, en casi todos los casos, se ubica en el proceso de adquisición de los
alimentos. La ganadería es asunto de hombres. Allí hay un mundo de superioridad
masculina donde lo que interesa es la habilidad para enlazar un novillo al galope,
derrumbar un ternero desteto con las manos, mantear un toro en las festividades de
plaza, o castrar un potro cerrero sin que la herida sangre o se infecte. Como en la caza,
la presencia de las mujeres está vedada. A no ser que oficien de ordeñadoras.

Pero, por otra parte, así sea “vaquero”, los otros componentes de la cocina harán del
sancocho un dominio de la mujer. Ella preparará el tasajo, cultivará el platanal y la
huerta, y pondrá a su punto el procedimiento culinario que convertirá este cocido
sencillo y habitual en un plato nutritivo, de delicado equilibrio en el gusto. “No lo habré
visto yo comer con gana un sancocho hecho de mi mano”, le dice a Efraín la madre de
Salomé, en una frase que es muestra, a la vez, de humildad y orgullo. Es expresión de su
esfuerzo y de su experticia en el oficio que mejor domina. Es aquello que la hace
imprescindible, pues su maestría es la que sostiene la familia y garantiza la
supervivencia. En el sancocho se unen los aportes de mujer y hombre del pueblo y, de
alguna manera, constituye una demostración de la naturaleza descartable del reducido
grupo de hombres y mujeres de la élite. La verdad es que ellos en nada contribuyeron a
su creación y perfeccionamiento. Por el contrario, como se desprende de las referencias
del médico García, su papel hay que buscarlo en la modificación de la tradición y del
gusto.429 La novela María, lo mismo que gran cantidad de referencias, muestra el
comportamiento indolente de los grupos sociales más pudientes que, en el caso de los
hombres, o están ausentes de sus propiedades, o, imbuídos de pereza aristocrática, no
despliegan ningún tipo de actividad organizada o de control disciplinado sobre las
labores necesarias para mantener o hacer productiva su hacienda. Sus mujeres son seres
completamente dependientes de los patriarcas, alejadas del trabajo, prisioneras en la
casa, y reducidas a recibir migajas de educación de sus primos o hermanos cuando éstos
las visitan en tiempos de vacaciones, como sucede en el relato de Isaacs.

El sancocho “hecho de mi mano” revela en la mujer del pueblo aquel rasgo de


autonomía que procede de la autosuficiencia alimentaria y explica la diferencia en
formas de vida que separan a la mujer esclava o campesina, de aquella que pertenece al
pequeño sector dominante de la sociedad. El sancocho es fruto del universo del trabajo,
une a hombres y mujeres, identifica a la familia y simboliza la cultura de la mayoría de
pobladores del territorio vallecaucano. De allí que perdure en el gusto popular, así el
régimen económico que lo generó pertenezca al pasado.

Epílogo

429
Desde otra perspectiva, esta participación resulta importante en la modernización de la cocina. Aunque
en el caso que nos ocupa y, en general, en el caso colombiano, las élites actuaron en materia cultural
sobre la base de una postura prejuiciada que consideraba “inferior” todo aquello que provenga de indios,
negros y mestizos. Sufrirán de arribismo hacia lo europeo, lo que les impedirá jugar el papel que
desempeñó, por la misma época, la burguesía francesa, que construyó la cocina moderna basándose en la
antigua cocina regional campesina (de allí los patés, las terrines, la boillabeuse, el pot au feu, la sopa de
cebolla, los embutidos y los jamones, etc.) y censurando la cocina aristocrática, cargada de especias,
derroches y exotismos pretenciosos (lenguas de faisán, avecillas que salen volando del vientre de un
jabalí asado, manjar blanco con pechuga de gallina, etc.).

254
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Ante las dificultades para contar con un concepto universalmente aceptado de cultura,
tal vez la perspectiva mas útil sea considerarla como un conjunto de hechos y
significaciones humanas, integrado por una serie de elementos —o subconjuntos—
básicos: lenguajes, hábitos alimentarios, ideologías, transformaciones del hábitat, y el
gran ítem conformado por vestuario, adorno y sexualidad. Como todo conjunto —
cuando no se trata de un modelo pedagógico— sus elementos nunca se presentan puros,
en estado de singularidad, sino que existen interrelacionados, contaminados entre si, en
permanente movimiento e, incluso, transformándose unos en otros. De allí que el
estudio de la cultura resulte imposible sin la colaboración de diversas disciplinas y la
adopción de múltiples perspectivas.

Uno cualquiera de los elementos básicos de la cultura implica conocimientos


especializados en tantos campos distintos que rebasan las capacidades del investigador
solitario. Los lenguajes humanos, por ejemplo, nos remiten al habla, a las lenguas, a las
narraciones orales, a la escritura, a la literatura, a la música, a los sistemas de
comunicación gestual, a las representaciones gráficas o pictóricas, etc. Y cada uno de
estos campos arroja diversidad de manifestaciones que exigen experticias variadas,
como lo sabe cualquier profesional de la literatura, para no mencionar a los lingüistas o
a los músicos académicos. Igual sucede con los demás elementos. Desde luego, con
mayor razón, con la cultura como el conjunto que los abarca e integra a todos.

La naturaleza contaminada de cada elemento le otorga su carácter cultural, o mejor, lo


convierte en un hecho de la cultura. Una novela no es tan sólo literatura, como el culto a
María no es sólo religión, ni una proclama electoral únicamente política, o un edificio
exclusivamente arquitectura. Es aquello y mucho más. Pero tampoco es la suma de
componentes sino un nudo de significaciones que, para complicar el asunto, se mueve,
se encuentra en incesante transformación.

Por eso el análisis cultural, bien sea el estudio de la historia de la cultura en un


determinado conglomerado humano, o la interpretación de un texto literario, o la crítica
a ciertos movimientos pictóricos, no puede prescindir de la referencia a los elementos
básicos que la conforman, ni a su dinámica, lo que obliga a la cooperación disciplinaria.
Pero también a que nos resignemos a un conocimiento aproximado y relativo, puesto
que cada hecho cultural lo es porque se encuentra compuesto de variedad, porque alude
a otras cosas, porque se mueve entre campos que se encuentran lejanos, en apariencia.
Ese ir y venir, esos hilos de referencias que se entrecruzan agitados y el entramado de
significaciones que construyen, hace imposible que se pueda aprehender el hecho
cultural en su totalidad, puesto que cada vez que nos aproximamos a él y creemos
abarcarlo, ya cambió, o comenzó a ser visto de otra manera. No es tarea inútil, sino una
que no tiene fin.

Estas reflexiones han guiado la particular lectura de María desde la perspectiva de los
hábitos alimentarios. Muestran las posibilidades del enfoque y explican la necesidad de
apelar a la historia, la antropología, las técnicas culinarias y el nexo de aquello con las
relaciones sociales. También revelan las insalvables dificultades que enfrenta un autor
cuando adopta el punto de vista cultural en estado de insularidad. Pese a las
limitaciones, este tipo de lectura puede poner en evidencia aspectos del texto en
cuestión que desde otro ángulo pasarían desapercibidos o apenas se vislumbrarían. Los
resultados serán mejores cuando equipos interdisciplinarios se acerquen a los hechos
culturales con el enfoque múltiple, pero integral, que ellos demandan.

255
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

IV. FACETAS BIOGRÁFICAS

Usar imagen 5

256
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Las biografías de Jorge Isaacs430

Fabio Martínez

Fue Max Grillo431, quien en el año de 1918, advirtió por primera vez que la biografía de
Jorge Isaacs aún no se había escrito.

Habían pasado veintitrés años de la muerte de Isaacs, en la ciudad de Ibagué, y por


primera vez, un crítico colombiano advertía cómo después del éxito literario de Isaacs,
en el mundo hispanoamericano, su vida y su obra entraban en el olvido. La conferencia
de Grillo, que nueve años más tarde fue publicada en París en su libro Ensayos y
comentarios, intentaba rescatar del olvido al Isaacs complejo y multifacético que la
crítica de la Regeneración había querido borrar de un solo plumazo, y que
infortunadamente, perduró hasta bien entrado el siglo XX.

En aquella conferencia, que es el primer esbozo serio de una biografía sobre Isaacs,
Max Grillo se oponía a dos concepciones que sobre el poeta del río Moro, empezaron a
hacer carrera, cuando el liberalismo radical, en el que militó activamente, quedó
derrotado en la batalla de La Humareda432: una, el canon literario encasilló a María
como una novela romántica y sensiblera; dos, la vida del político, del guerrero y del
explorador quedó completamente invisibilizada.

El periodo de la Regeneración, que se inició con la Constitución de 1886 y se prolongó


hasta 1930, no solo cambió la estructura política del país sino que bajo la égida de la
moral católica, borró de la historia intelectual a muchos hombres que en su momento se
opusieron al proyecto centralista liderado por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.

Isaacs, como muchos otros que combatieron a su lado en el Congreso de la República y


en las guerras civiles, fue víctima de este nuevo régimen, que si bien es cierto, realizó
algunos logros importantes como la emisión de la moneda nacional y el impulso a las
exportaciones, así mismo, minimizó en buena parte, la fuerza y energía de las regiones,
aislándolas con su poder centralizador. Amén de la nueva alianza entre el Estado y la
430
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.
431
Ver Max Grillo, “Jorge Isaacs”, conferencia leída en la Sala Santiago Samper el día 21 de marzo de
1918. Tomado del libro: Ensayos y comentarios, Paris, Le livre libre, 1927.
432
La batalla de la Humareda se produjo en el año de 1885. Se trató de un combate naval donde fueron
derrotadas las fuerzas liberales. A partir de esta batalla, se empezó a consolidarse el poder de los
conservadores, que daría pie, finalmente, al hundimiento de la Constitución de 1863, y al triunfo de la
Constitución centralista de 1886.

257
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

iglesia, que instauró Núñez, perdiendo, de esta manera, la posibilidad de que Colombia
se convirtiera en un Estado laico y moderno.

Como los liberales radicales de la época, Isaacs fue derrotado por la Constitución del
86. De esta manera, después de ser unos de los hombres más importantes de la segunda
mitad del siglo XIX, Isaacs pasó a ser un hombre anónimo y resentido, que solo había
tenido la virtud de haber escrito una novela. Como un hombre de acción, que siempre lo
fue, su vida se esfumó en los meandros de la envidia y la polarización bipartidista, y en
las escuelas y colegios del país solo quedó la imagen de un hombre que había escrito
una novelita idílica, de amor.

Por esto, ante la preocupación de que la vida de uno de los personajes más significativos
del siglo XIX quedara asfixiada por las lecturas lacrimógenas de María, o en la
vindicación religiosa que ha hecho la crítica tradicional sobre esta obra, Max Grillo hace
un esfuerzo por recomponer la vida política y prolífica del primer novelista de
Colombia y de América, y del hombre que luchó denodadamente por su región y por su
país.

En el perfil de Max Grillo se encuentra su origen judío; sus primeros años en el colegio
del Espíritu Santo de Bogotá; su relación con el grupo literario El Mosaico; el éxito
literario que tuvo María, desde España hasta Argentina; su intensa actividad política en
defensa de la Constitución del 63, que chocó con el modelo centralista del 86; y su
participación en algunas batallas y escaramuzas.

En su breve perfil sobre el autor de María, Grillo no quiere que la imagen totalizante de
Isaacs se esfume en los claro-oscuros de la crítica conservadora, que lo invisibilizó
durante más de un siglo, y que nos condenó a leer María bajo un concepto tropical
sobre el romanticismo que más tenía que ver con una concepción religiosa, propia del
espíritu de la época, que con la visión de poetas y hombres de acción como Byron.

¿Dónde se incubó aquella lectura religiosa y bucólica de María, que en los últimos cien
años ha formado a millones de colombianos? ¿De dónde proviene el hecho de que
después de tener a un hombre en el cenit de la gloria, al día siguiente, cuando es
derrotado el proyecto federal, se le condene al limbo?

La primera hipótesis que podemos plantear es que Isaacs no solo en vida fue víctima de
una sociedad polarizada y excluyente, sino que después de su muerte, su vida fue
minimizada, y solo se destacaba de él, su autoría de una obra “idílica” y “paradisíaca”.

La suerte de Isaacs después de su muerte fue igual a la que vivieron muchos liberales
radicales, que junto a él, combatieron a la iglesia y lucharon por un país regional unido.
La diferencia fue que mientras unos eran recluidos en las mazmorras de Cartagena de
Indias y Panamá, o presionados a tomar el camino del exilio, como le aconteció al Indio
Uribe (el escritor panfletario de la época), Isaacs fue reducido a una lectura lacrimógena
y mistificadora, que de verdad, daba ganas de llorar.

Por esto, en 1918, Max Grillo se sorprende ante el hecho de que un hombre tan grande
como lo fue Isaacs, carezca de una biografía. Pero la falta se justifica porque al día
siguiente que ganó las elecciones Rafael Núñez, al escritor del Gran Cauca se le quiso

258
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

separar del camino, como ha sucedido y sigue sucediendo en un país dividido y


profundamente excluyente.

La pequeña biografía de Max Grillo es un primer intento por sacar del olvido a un
hombre que, con sus virtudes y sus defectos, se embarcó con todas sus fuerzas, en la
lucha por construir una nueva nación.

Pero, ¿dónde se cuajó aquel espíritu religioso que catapultó por muchos años al
incendiario de Isaacs? ¿De dónde provenía aquella lectura, que convirtió a Isaacs en un
autor inofensivo?

Como es sabido, el establecimiento siempre lucha por “rescatar” a sus autores


iconoclastas, entronizándolos en la oficialidad. Grillo da las claves acerca de cómo el
establecimiento encasilló la novela María, al mencionar el artículo que Luciano Rivera
y Garrido escribió dos años antes de su muerte.
En este texto, que fue publicado por primera vez en el periódico El rumor de Buga, y
luego, en su libro Impresiones y recuerdos433, el intelectual bugueño realizó un perfil de
Isaacs con un profundo sentido religioso.

A partir de aquel artículo se advierte por primera vez una mirada mística sobre María.
Allí, a decir del amigo de toda la vida de Isaacs, al leer la novela María, ruedan en el
lector “incontables lágrimas”. Es decir, que fue a partir de Rivera y Garrido, cuando se
comienza a incubar una lectura religiosa sobre la obra. Luego, cuando Rafael Núñez y
Miguel Antonio Caro llegan al poder, la visión de Rivera y Garrido les cae como anillo
al dedo, y enseguida la recuperan para el establecimiento.

Después, los Ministerios de Educación, a través de los Manuales de literatura


colombiana y de sus profesores, serán los encargados de divulgar esta visión, que
repercutió negativamente sobre la educación de millones de colombianos. De esta
manera, Isaacs, quien fuera un liberal radical, perseguidor de curas, guerrero intolerante,
y soberbio, quedaba en la invisibilidad, y era rescatado para el establecimiento, como un
autor “romántico”. A veces, sin desearlo, los amigos se convierten en grandes
detractores.

Rivera y Garrido consideraba a Isaacs como el escritor más “grande de todos los
tiempos”. Pero detrás de su prosa altisonante y adjetivada, se ocultaba un imaginario
religioso del que fue prisionero toda su vida. Aparte de que en sus textos, el amigo de
toda su vida, siempre reflejó el profundo aislamiento cultural, que en esa época podía
sufrir un intelectual bugueño del siglo XIX.

Fervor religioso y aislamiento cultural han sido dos enfermedades del espíritu que han
padecido nuestros escritores regionales desde el siglo antepasado: desde Rivera y
Garrido hasta Antonio Llanos; desde don Mario Carvajal hasta Luis Carlos Velasco
Madriñán.

Con una crítica religiosa de pañuelo y alcanfor, como la que escribió Rivera y Garrido
desde Buga, la Regeneración en Colombia se ahorró muchos dolores de cabeza respecto
al beligerante de Isaacs, que como buen romántico, siempre fue hasta las últimas
consecuencias.
433
Luciano Rivera y Garrido, Impresiones y recuerdos, Cali, Carvajal y Cía., 1968.

259
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Se ahorró de acribillarlo bajo la “ley de los caballos”, 434 como le sucedió a muchos
liberales radicales; se salvó de enviarlo a las mazmorras de Cartagena de Indias y
Panamá; se ahorró de forzarlo al exilio, como le sucedió al indio Uribe, el escritor
panfletario que conoció a Isaacs en la batalla de Los Chancos.

Con el “rescate” de Isaacs, el establecimiento garantizó que la vida compleja e


intrincada del autor del poema a Saulo, quedara rezagada a un segundo plano, y lo único
que quedó grabado en el corazón de sus lectores, fue la imagen ideal de una pareja en el
paraíso, que cada vez que la visitamos, nos hace “derramar incontables lágrimas.”

Esta visión se extendió a lo largo del siglo XX, y los pocos biógrafos que quisieron
narrar las hazañas de Isaacs en el Congreso de la República, en el campo de batalla, en
la Educación, en su relación con los indios Chimila y Businka del alto Magdalena o en
las minas de carbón en la Guajira, no pudieron liberarse de aquel imaginario, que como
un cáncer con metástasis, dominó hasta hace muy poco el espíritu de legos y
especialistas, de escritores, académicos y críticos literarios.

Aún más: Rivera y Garrido no solo comportaba una concepción idealista sobre el autor
y la obra, sino que, siendo prisionero del imaginario dominante de la región, veía las
relaciones que se establecían en la hacienda del Cauca, desde una perspectiva idílica y
bucólica; desconociendo de esta manera, las complejas luchas y enfrentamientos entre
hacendados y esclavos, que con la ley de manumisión de estos últimos, rompió
definitivamente la estructura económica de la región.

“El trabajo constante acrecentaba la prosperidad de esa familia dichosa -afirma Rivera y
Garrido, en el perfil sobre Isaacs, refiriéndose a su familia-; y numerosos servidores de
raza africana, tratados con paternal bondad, contribuían con el contingente de sus
voluntarios esfuerzos al aumento de la ventura de ese hogar respetable.”435

El intelectual bugueño fue quien introdujo en el artículo publicado en 1893 la confusión


entre ficción y realidad, al hacer la pregunta sobre si el personaje literario María, existió
verdaderamente. A partir de allí, este exabrupto, que aisló aún más la obra de una
lectura rigurosa, se extendió entre los lectores de María; y aún hoy no es extraño
escuchar en boca de muchos lectores, esta equívoca interpretación.

El personaje María pudo partir de una realidad, pero cuando aparece en la novela es una
figura literaria, producto de la invención literaria. El problema no es si María existió o
no; o preguntarse sobre cuántas “Marías” existen en el Cauca, como lo hace Rivera y
Garrido con obsesión. El problema realmente es interpretar qué simboliza el personaje
María en la novela; cómo esta figura literaria representa, con su enfermedad y con su
muerte, la caída económica de la hacienda vallecaucana, que cambió profundamente la
vida del escritor.

Finalmente, hay que destacar cómo Rivera y Garrido, ante los ataques y calumnias de
que fue víctima Isaacs a lo largo de su vida, puso por primera vez sobre el tapete la
434
La “ley de los caballos” se implementó a partir de 1886, durante el periodo de Rafael Núñez. Consistía
en que antes de los comicios electorales, el gobierno perturbaba el orden público, enviándoles a los
partidos de oposición y al electorado, la caballería montada. Fue un período de grandes polarizaciones, de
represión y abuso del poder.
435
Op. cit., p. 303-304.

260
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

discusión sobre la envidia, la calumnia y la maledicencia, que siempre han pelechado en


esta región del país.

El amigo de Isaacs se queja porque cuando sale publicada la novela por la editorial
Benito Gaitán de Bogotá, en Cali, los enemigos del autor de María, levantan la
calumnia al decir que la obra había sido escrita por su hermano Lisímaco, antes de su
muerte. La envidia, la calumnia y la maledicencia son tres patologías, producto de
sociedades polarizadas, que nunca reconocen el mérito del otro.

Isaacs lo vivió en carne propia (por esto, entre otras cosas, pidió tumba en otra parte) y
lo siguió viviendo después de su muerte, cuando la crítica conservadora del régimen, lo
recuperó como un autor “romántico”, y lo invisibilizó por muchos años.

Esta práctica de exclusión del otro, propia de sociedades premodernas, es la que nos ha
negado la posibilidad de tener una identidad y una memoria propias. A esta cultura de
exclusión, de la que Isaacs y su familia fueron las primeras víctimas, se le ha llamado
popularmente como “canibalismo”.

En fin, el perfil de Luciano Rivera y Garrido sobre su amigo “dilecto”, crea las primeras
bases para una biografía del autor; pero dicho perfil es presentado bajo el espíritu
religioso y conservador, que campeó en la segunda mitad del siglo XIX, y durante
buena parte del siglo XX, como lo veremos más adelante.

La visión secular de Baldomero Sanín Cano.


En 1920, a raíz de la publicación de las poesías completas de Jorge Isaacs por la
editorial Maucci, de Barcelona436, el ensayista antioqueño Baldomero Sanín Cano
escribió un prólogo magistral donde se aparta de la visión lacrimógena de María, y por
primera vez articula la obra del autor colombiano a las principales corrientes del
naturalismo y del romanticismo europeo.

En aquel prólogo, Sanín Cano percibe en la obra de Isaacs, el influjo inequívoco de


Rousseau y Chateaubriand. En la vida espiritual del poeta Isaacs, está presente el
sentimiento de la naturaleza. Si en los primeros años de su vida, Isaacs no hubiera
tenido con la madre tierra, con las aguas y con el cielo abierto, una comunión íntima, no
podríamos hablar de un escritor romántico.

Según Sanín Cano, en María acuden a su imaginación las “puestas de sol”; destellan los
“rayos horizontales” del astro en la plenitud de la carrera; los “paisajes lunares”; el
“recinto de los bosques”; la “transparencia de las mansas corrientes” son los temas
recurrentes de su pincel atormentado. El paisaje está vivo en la obra de Isaacs. Esta
nueva lectura del ensayista antioqueño nos permite rescatar a un Isaacs naturalista, que
nada tiene que ver con el Isaacs religioso y canónico, que fue “recuperado” desde
Rivera y Garrido hasta don Mario Carvajal.

Como el hombre de acción que siempre vivió en un mundo contingente, Sanín Cano lo
relaciona con Bolívar, Körner y Byron. Y afirma que en él se juntaron el personaje ideal
de Sénancour y los impulsos vitales de Thomas Whaley.

436
Baldomero Sanín Cano, Prólogo a las Poesías Completas de Jorge Isaacs, Barcelona, Editorial Maucci
de 1920. Luego, este prólogo se incluyó en el libro de Sanín Cano, Oficio de lector, Caracas, Ayacucho,
1987.

261
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Sanín Cano escribe que en 1848 llegó de Europa al país el contagio del romanticismo, e
Isaacs enseguida se afilió en esta corriente, rompiendo, de esta manera, con los
escritores que, sometidos por el “color local”, escribían una literatura costumbrista.
Isaacs no podía escapar al influjo de los románticos, pues desde su infancia había
contado con el privilegio de tener una relación profunda con la naturaleza, con el
paisaje.

La semblanza que realiza Sanín Cano, no solo nos permite remontarnos a las influencias
literarias; sino que también, nos muestra el perfil de un hombre incansable, un hombre
de acción, de sueños y profundas frustraciones, como lo fue hasta antes de su muerte.

Esta visión le permite a Sanín Cano acercarse por primera vez a una biografía laica,
desprovista de cualquier sentimiento religioso o idealista.

La inquietud fue la ley de su vida… —dice Sanín Cano, a propósito de Isaacs


— La vida no fue seguramente en ninguna de sus épocas, la de un hombre
alegre, jovial, capaz de grandes expansiones de regocijo o amigo de las
ordinarias diversiones que ofrece el medio social sur americano… La
sociabilidad no fue su rasgo característico… Fue un espíritu demasiado libre
para acomodarse en un puerto determinado… Fue un soñador, que no se
satisfizo nunca sino en el torbellino de la acción tempestuosa… Fue hombre de
su tiempo y realizó sus ensueños en armonía con el hervor transitorio del
ambiente… Fue literalmente un romántico, como lo fueron la mayoría de los
políticos, filósofos y poetas que lo rodearon…437

En relación con la poesía de Isaacs, el ensayista antioqueño plantea por primera vez en
el país, el debate entre prosa y poesía, y afirma que comparada con la prosa, la poesía de
Isaacs ha “envejecido considerablemente”.

Este argumento le sirve para afirmar que la novela María está por encima de su poesía.
O, para decirlo en otras palabras, que lo poético en Isaacs está en María. Isaacs es un
“poeta cuya forma natural de expresión resulta ser la prosa”. Dice Sanín Cano. “…el
caudal de su sensibilidad queda estrecho en los límites del verso...” “…Su prosa tiene
más cuerpo. Isaacs dominaba la frase, poseía el sentido de la armonía y el número e
instintivamente acomodaba el ritmo de sus periodos a las exigencias del asunto”438.

En este mismo sentido, el intelectual caleño Armando Romero Lozano, a raíz de la


publicación de las poesías de Isaacs, (Universidad del Valle, 1967), decía en su
interesante prólogo, que Isaacs era un “poeta mediano” y que solo en María se podía
descubrir su valor poético.

“En su conjunto —afirma Romero Lozano—, los versos de Isaacs pasan rasando el
nivel medio de la producción literaria nacional que abarca la primera mitad de nuestro
siglo de oro tal como lo hemos circunscrito.”439

437
Op. cit., pp. 25-26-28-29.
438
Op. cit., pp. 36-37.
439
Ver: Jorge Isaacs, Poesías, Prólogo de Armando Romero Lozano. Publicación realizada a raíz del
Centenario de la novela María, Cali, Biblioteca de la Universidad del Valle, 1967.

262
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Es importante retomar esta discusión que nos proponen los dos intelectuales
colombianos, en dos momentos diferentes. Sobre todo, debido a la proliferación de
estudios sobre María, que han dejado de lado un estudio riguroso sobre su poesía. Este
último estudio determinaría si las hipótesis de Sanín Cano y Romero Lozano son
válidas. En este sentido, habría que afirmar que a excepción de algunos poemas, la
poético en Isaacs se encuentra en María.

Respecto al origen de Isaacs, es Sanín Cano quien introduce por primera vez la
confusión, al escribir en su prólogo de 1920, la siguiente aseveración, “Jorge Isaacs, el
autor de estos versos, nació en la provincia del Chocó, república de Nueva Granada
(hoy Colombia), el año de 1837”440.

La prueba que tiene Sanín Cano son los recuerdos de familiares de Isaacs que viven en
Londres. Cuando George Henry Isaacs y Manuelita Ferrer llegaron del Chocó a
instalarse en la ciudad de Cali, el poeta, “en mantillas –afirma el ensayista antioqueño-
formaba parte de la caravana.”

Por supuesto, Sanín Cano se apoya en el recuerdo; pero el recuerdo, en muchas


ocasiones, trampea la realidad y no es fiable. Contrario a esta aseveración, Rivera y
Garrido y Max Grillo afirmaron en sus breves hagiografías, que Isaacs había nacido en
la ciudad de Cali.

Rivera y Garrido da como prueba una conversación que tuvo con Isaacs, en la colina de
San Antonio, a propósito de su novela inconclusa, Camilo.

En el Cauca nací; —le dijo en aquella ocasión Isaacs a su amigo bugueño— en


el Cauca fui niño, en el Cauca amé!... Aquí vivieron y murieron mis padres;
aquí nacieron mis hijos; el reflejo de este cielo admirable prestó su luz a los
bellísimos ojos de mi esposa…441.

Si nos detenemos en la primera frase, la incógnita sobre el origen de Isaacs no quedaría


resuelta, pues el Gran Cauca comenzaba en el Chocó y terminaba en lo que es hoy,
Nariño. Pero cuando el recuerdo de Rivera y Garrido habla de que Isaacs nació donde
vivieron y murieron sus padres, la conclusión es que el poeta nació en Cali. De todas
maneras, los argumentos de Rivera y Garrido se ubican, como en el caso de Sanín Cano,
en el terreno frágil y engañoso del recuerdo.

Max Grillo, por su parte, en la conferencia de 1918, afirma que Isaacs nació en Cali, y
dice que los datos le fueron suministrados por Felisa González Umaña, dama caleña y
esposa de Isaacs. Grillo, además, dice que ni Cali ni Quibdó han presentado la partida
de nacimiento del poeta, pero que en cada ocasión, cuando se le mencionaba a Cali,
como lugar de nacimiento, el poeta nunca puso en cuestión esta aseveración.

Max Grillo tampoco presenta una prueba fehaciente al respecto.

Sería el intelectual palmireño Luis Carlos Velasco Madriñán, quien en su ardua y


completa biografía, titulada El caballero de las lágrimas (1942), presentaría una prueba

440
Op. cit., p. 7.
441
Op. cit., p. 311.

263
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

escrita para afirmar que Isaacs nació en la sala de partos de la ciudad de Cali, que estaba
situada en la carrera cuarta con calle trece, al frente del colegio de santa Librada.

El documento al que alude Velasco Madriñan es una certificación escrita de puño y letra
de Isaacs, que reposa en el Juzgado primero del Circuito de Palmira, y que está fechada
el 21 de julio de 1876.

El autor de María escribió este documento judicial a raíz del alegato jurídico que se
creó por los problemas que le generó la compra de la hacienda Guayabonegro, ubicada
en el río Bolo, cerca de Palmira.

En uno de sus apartes, el documento dice:

Es cierto que pasé algún tiempo en la hacienda de Guayabonegro, la que


compré con la mira de especular vendiéndola después a mejor precio; pero mi
hogar doméstico siempre se conservó en esta ciudad (Cali), donde residieron y
murieron mis padres, donde nací yo, donde han nacido todos mis hijos, y hasta
el último que apenas cuenta dos meses de vida…442

Luego, Velasco Madriñán trae a cuento otro documento del Archivo de Cali, firmado
por fray José Ignacio Ortiz, quien bautizó en el año de 1837 al niño Jorge Ricardo, por
orden del párroco Manuel María Rodríguez.

El documento dice así:

Al que suscribe le consta: que el Sr. Jorge Ricardo Isaacs nació en el mes de
abril de 1837, por haberlo bautizado en dicho mes y año, por autorización del
Sr. Manuel María Rodríguez, cura vecino de esta ciudad, y fueron padrinos el
Sr. Pío Rengifo y la Sra. Dolores Martínez. Para que conste lo firmo a 5 de
junio de 1856.- Fray José Ignacio Ortiz.443

Estos dos documentos son los que le permiten afirmar a Velasco Madriñán en su
biografía, que Jorge Isaacs nació en Cali, el 1o de abril de 1837.

Con esto se desvanece la afirmación que hizo Sanín Cano, y que han hecho intelectuales
de la región como Sofonías Yacup, quien destina a nacer a Isaacs en la población
chocoana de Yoró. Las biografías posteriores a Velasco Madriñán, al no encontrarse la
partida de nacimiento del poeta, toman como veraz el documento encontrado en el
juzgado de Palmira, y dan por sentado que Isaacs nació en la ciudad de Cali.

De todas maneras, ¿qué importancia tiene hoy en día la polémica sobre si Isaacs nació
en Quibdo o en la ciudad de Cali? ¿No es acaso más significativo conocer la vida
prolífica del poeta, que meterse en discusiones que sí retrotraen la intensa participación
que tuvo Isaacs en la segunda mitad del siglo XIX?

En aras a la discusión, podemos decir que Isaacs nació en el Gran Cauca; y


particularmente en Cali, donde vivió su infancia. Ya lo dijo Rilke: “La patria de los

442
Luis Carlos Velasco Madriñán, Jorge Isaacs. El caballero de las lágrimas, Cali, Editorial América,
1942.
443
Op. cit., p. 55.

264
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

poetas es la infancia”. En fin, la biografía de Sanín Cano presenta una visión secular
sobre el personaje, que en oposición a la visión religiosa de Rivera y Garrido, que
campeó hasta bien entrado el siglo XX, se comenzará a rescatar recientemente.

El Caballero de las lágrimas


En 1942, Luis Carlos Velasco Madriñán publica con la Editorial América de Cali, la
biografía de Isaacs, titulada: El caballero de las lágrimas. Hay que reconocer que la
biografía de Velasco Madriñán es la más extensa y documentada que se ha escrito hasta
la fecha. Pero, a diferencia de las biografías que se han publicado después de1967, a raíz
del centenario de María, la extensa biografía del intelectual palmireño está impregnada
por el espíritu religioso que se forjó cuando aún el escritor vivía.

La biografía de Velasco Madriñán es rica en la recopilación de datos de primera mano


(aunque nunca señala la fuente bibliográfica), pero está contaminada por el espíritu
religioso que venía de la época de la Regeneración.

¿Por qué en pleno siglo XX esta visión continuó extendiéndose y los intelectuales hasta
don Mario Carvajal, la reprodujeron sin cesar?

La primera hipótesis que podemos lanzar es que dicha visión se instauró en el


imaginario de la época, porque desde don Rafael Núñez hasta nuestros días, éste ha sido
un país católico y conservador. Los pocos períodos liberales que ha tenido, han sido
sofocados por el magnicidio y por la violencia: desde Rafal Uribe Uribe a Jorge Eliécer
Gaitán; desde Gaitán a Luis Carlos Galán.

Aquí nunca ha existido una República democrática, secular y moderna, en el sentido


estricto del término. Entre otras cosas, porque los liberales apenas llegan al poder, se
vuelven conservadores; los conservadores se metamorfosean en liberales; y la oposición
democrática siempre ha sido sofocada a sangre y fuego. La política en el país ha sido
camaleónica y clientelista. Aquí sigue vigente aquella metáfora de García Márquez,
cuando en Macondo, cada vez que había elecciones, los dueños pintaban las casas, de
acuerdo con el color político del ganador de turno.

La segunda hipótesis es que el Gran Cauca, desde sus comienzos, ha sido una región
aislada culturalmente. Lo fue durante Luciano Rivera y Garrido; lo fue durante Velasco
Madriñán, y durante la época más reciente de don Mario Carvajal. Solo en la década del
setenta, la región ha luchado por salir de aquel anquilosamiento endogámico y
provinciano, y ha intentado dialogar con el país y con el mundo.

El caballero de las lágrimas es una rica y extensa biografía, pero que está impregnada
por el espíritu religioso del siglo antepasado.

El paisaje visto desde una mirada mística


La lectura religiosa de María se prolonga hasta 1963, año en que el poeta caleño Mario
Carvajal escribe un ensayo sobre Isaacs y su obra, que aparece publicado en el libro
Estampas y apologías. Luego, este ensayo va a servir de prólogo para la edición de
María, publicada por la Universidad del Valle, 1967, a raíz del centenario de la
publicación.444
444
Ver el prólogo de Mario Carvajal a la edición de María, Cali, Biblioteca de la Universidad del Valle,
1967.

265
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Allí Carvajal destaca la influencia del paisaje en Isaacs, y cómo este se convierte en el
campo de representación dominante de su obra. Pero, a diferencia de una visión
naturalista, como la que postuló con acierto Sanín Cano en el año veinte, el escritor
caleño retrocede en su análisis cuando ve el paisaje isaacsiano, desde una perspectiva
mística. En Carvajal esta postura no es fortuita. El, como representante de las nuevas
élites económicas y culturales de la región hacía parte de un imaginario religioso que a
lo largo del siglo se instaló en la región, influenciando no solo a los hacendados y
comerciantes sino también a sus artistas y escritores.

El aislamiento cultural del Valle del Cauca condujo a fortalecer aún más dicha visión
mística, que se prolongó hasta los años sesenta; produjo un distanciamiento en relación
con las nuevas corrientes poéticas, como el simbolismo, el vanguardismo y el
surrealismo, que habían comenzado a surgir, desde los años veinte, en países como
México, Brasil, Chile y Argentina.

Como hijo ilustre de una sociedad esclavista y profundamente religiosa, Mario Carvajal
no podía interpretar el paisaje en María por fuera del canon que le dictaba el
catolicismo. “…la sola presencia del paisaje no hubiera producido el portento —dice
Carvajal, haciendo alusión a María—. El fenómeno radica en lo que pudiéramos llamar
la encarnación misteriosa del paisaje. Ahí, en esa conjunción, reside el secreto
sentimental, y genial desde luego, de María. Porque el poema se cumple e ilumina,
constantemente, en una especie de itinerario místico…”445

Y concluye el ensayo, diciendo:

Ya en el nombre de Isaacs no queda nada del hombre de intensa, arisca


levadura que hizo de él varón de acción y de combate, llevado y traído en
luchas mínimas, herido por fracasos políticos y desventuras aritméticas… Ya
lo miramos confundido con su propia creación: el paisaje que por los ocultos
caminos de su corazón condujo al reino de las constelaciones inmortales y la
inefable mujer que en la atmósfera de su sueño dio a ese paisaje espejo y
símbolo.446

Hablar de “reino de constelaciones inmortales” o de la “inefable mujer en la atmósfera


de su sueño”, alude a metáforas anacrónicas, que escritas en la década convulsionada
del sesenta no dejan de expresar nuestro aislamiento cultural y nuestro tardío despertar a
la modernidad.

Las biografías de ruptura


De 1967 hasta la fecha se han escrito cuatro biografías que rescatan el carácter secular
anunciado por Baldomero Sanín Cano, en el prólogo a la edición española. La primera,
y que contrasta profundamente con el prólogo de Mario Carvajal, es la biografía de
Germán Arciniegas, titulada: Genio y figura de Jorge Isaacs, publicada por la Editorial
Universitaria de Buenos Aires, en 1967.447

445
Op. cit., p. XIV del Prólogo.
446
Op.Cit., p. XIX del Prólogo.
447
Germán Arciniegas, Genio y Figura, de Jorge Isaacs, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos
Aires, 1967.

266
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La obra de Arciniegas es una biografía corta. Presenta la cronología del autor y una
iconografía rica donde el historiador bogotano limpia la vida y obra del poeta de la
costra religiosa que los cubrió por muchos años. La cronología, vista año tras año,
muestra las múltiples facetas de Isaacs, y descubre la vitalidad de uno de los hombres
más polémicos y controvertidos de la segunda mitad del siglo XIX.

En esta misma dirección, el escritor Pedro Gómez Valderrama, escribió para Procultura,
en 1989, la biografía titulada Jorge Isaacs.448 En este segundo trabajo, el escritor
santandereano reivindica el espíritu laico y liberal del poeta; la cronología que él realiza
lo vincula con los principales acontecimientos políticos y culturales de América latina y
del mundo.

El profesor estadounidense Donald McGrady, 449 por su parte, si bien es cierto no ha


escrito una biografía en el sentido riguroso, ha sido el crítico contemporáneo más
importante, que a través de sus artículos, se ha encargado de difundir el espíritu laico de
Isaacs, en el mundo anglosajón. Es importante destacar que en 1971, McGrady escribió
para el Instituto Caro y Cuervo, la bibliografía sobre Isaacs. 450 Valioso documento de
referencia que nos ha permitido a los estudiosos de Isaacs, tener compilado todo lo que
se ha escrito sobre el poeta hasta la fecha.

Finalmente, en 2003, salió publicada por la Editorial Planeta, la biografía titulada La


búsqueda del paraíso,451 del autor del presente artículo, quien acudiendo al llamado
vehemente que hiciera Max Grillo en 1918, intenta rescatar la visión secular sobre
Isaacs. La biografía nació de la necesidad por conocer la segunda mitad del siglo XIX
colombiano, a partir de la vida de Isaacs.

Es un rastreo hermeneútico por la vida de este icono simbólico del siglo XIX, desde que
su padre sale de Montego Bay, en Jamaica, hasta que llega a las minas de oro en Chocó,
Colombia. Desde su participación política en los principales acontecimientos de la
segunda mitad del siglo XIX hasta su muerte, ocurrida en Ibagué, el 17 de abril de 1895.
A partir de 1967, fecha del primer Centenario de Isaacs, se abre una nueva lectura sobre
la vida y obra de Isaacs. Es un año de ruptura frente a la visión mística e idealista que
campeó, de México a Argentina, durante más de un siglo.

Las cuatro biografías mencionadas hacen un esfuerzo por mostrar a un Isaacs humano,
complejo y total, que a través de su vida intensa en los múltiples campos de la sociedad,
luchó por la construcción de una nación, y terminó derrotado. Los cuatro perfiles
biográficos son un loable intento por poner la discusión sobre la vida polémica de
Isaacs, en una nueva perspectiva multicultural, mucho más amplia y diversa. La
biografía —dice Jean-François Lyotard— es hacer de una vida, una obra, para así
salvarla de la putrescencia ordinaria a la que ha sido condenada durante más de un siglo.
En una época donde la muerte está a la orden día, vale la pena que rescatemos la vida de
Jorge Isaacs, como una manera de luchar contra el olvido.

448
Pedro Gómez Valderrama, Isaacs, Bogotá, Procultura, 1989.
449
Donald McGrady, “Las fuentes de María de Isaacs”, en: Revista Hispanófila, n. 24, p. 43-54, 1965.
Ver también, su Introducción a la edición de María (Textos Hispánicos Modernos, 10), Barcelona, Edit.
Labor, pp. 7-44, 1970,
450
Donald McGrady, Bibliografía sobre Jorge Isaacs, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1971.
451
Fabio Martínez, La búsqueda del paraíso. Biografía de Jorge Isaacs, Bogotá, Editorial Planeta, 2003.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La virgen de la silla: eje histórico-cultural de la tradición isaacsiana

Luis Francisco López Cano

Hacia 1514, el pintor renacentista Rafael Sanzio (1483-1520) daba por concluida su
obra La Virgen de la Silla452 como síntesis de un proceso que desde la infancia,
involucró la simbolización del elemento femenino con la temprana muerte de su
progenitora Magia di Battista di Nicola Ciarla (Stepanov, 1958:VIII). Antes de quedar
completamente huérfano, una sensibilidad que ya permitía el desarrollo de una fina
captación “psicológica” de los objetos estaba siendo transformada por la fuerza del
imaginario social; una categoría antropológica aún inconcebible pero subyacente en el
rostro de la madre, de la hermana, de la Virgen María. El poder que entonces había
destinado la fusión del artista y su pincel como un solo cuerpo, hizo que este, al
observar el rostro de la Madonna con el niño Jesús en brazos, evocase el efecto de una
mirada transmitida desde un plano intemporal, una mirada diferente a la que ahora
exhibe La Fornarina (1518-1519), mujer voluptuosa y de ojos esquivos inspirada según
dicen algunos, en Margherita Luti: hija de un panadero de la comarca de Santa Dorotea
y supuesta amante de Rafael a la que un día, reza la leyenda, éste descubrió
extraordinariamente hermosa en una taberna de Trastevere acompañada de dos niños: la
propia imagen de la Virgen de la Silla finalmente plasmada como un modelo recurrente
en la vida del pintor (FRICK, 2004; Silva, 1967:66).

Imagen de La Virgen de la Silla de Rafael Sanzio (1514)

Más allá de la controversia que suscita el tema legendario, lo cierto es que a través de la
realidad implícita en ese proceso la tradición mariana discurrió como forma simbólica:
“En efecto, si la vida del espíritu no ha de disolverse en la mera forma del tiempo en la
que tiene lugar, si no ha de deshacerse en ella, entonces ha de reflejarse en el trasfondo
movedizo del acontecer otra cosa, un algo permanente, que posea en sí figura y
duración”, afirma Cassirer (1989:159-160) para rebatir un aspecto de la investigación
social que tradicionalmente desconoce o no da suficiente importancia al rol
intermediario que juega la dinámica de los símbolos en la construcción histórica y,
sobre todo, en el plano de la objetivación mítica, artística o científica. Sin profundizar
en el concepto de un todo “espiritual” ligado de manera permanente a las formas de la
conciencia y el tiempo (Ibid. p. 164), basta referirse aquí a lo determinante que fueron
los imaginarios religiosos en la estructuración de una novela como María, publicada en
Bogotá por los días del mes de junio de 1867 estando en plena vigencia las luchas
políticas y los conflictos bélicos que caracterizaron el transcurrir del siglo XIX en la
Nueva Granada. Jorge Isaacs, su autor, nacido treinta años antes en medio de una

452
Madonna della Seggiola: óleo sobre tela de 71 cms. de diámetro que desde finales del siglo XVIII
reposa en la Galería Palatina de Florencia-Italia (Palazzo Pitti), exceptuando una breve permanencia en
París entre 1799 y 1815 luego del traslado que de este hicieron las tropas napoleónicas. El cuadro, pintado
en Roma quizá bajo el influjo artístico de Titian y Sebastiano del Piombo, destaca el ajuste de las figuras
centrales: la Virgen acomodada en una silla con el niño Jesús y el pequeño Juan Bautista, a un contorno
circular que se considera remanente del periodo Quattrocento. (Kren y Marx, 2005).

268
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

familia de corte burgués radicada en la ciudad de Cali, “Estado del Cauca (basta
eso)”453, había forjado una personalidad muy cercana al ideal romántico en razón de
varios aspectos decisivos en su vida: el origen esencialmente heterogéneo de su núcleo
familiar (hijo de un judío converso oriundo de Jamaica y de una representante de la
aristocracia caucana): “(...) y en uno de sus viajes se enamoró mi padre de la hija de un
español, intrépido capitán de navío” (Isaacs, /1867:2005:21); la filiación cultural
judeo-católica (ampliamente reflejada en la obra literaria): “La madre de la joven que
mi padre amaba exigió por condición para dársela por esposa que renunciase él a la
religión judaica” (Ibid.); el significado del paisaje local como elemento contemplativo
nostálgicamente ligado a los recuerdos de la infancia: “Bajé a la vega montuosa del río
por el mismo sendero por donde lo había hecho tantas veces seis años antes” (Ibid. p.
26); el rol de esa perspectiva en el contexto de las relaciones de poder: “Los esclavos,
bien vestidos y contentos, hasta donde es posible estarlo en la servidumbre, eran
sumisos y afectuosos para con su amo” (Ibid. p. 14); la impronta de un sentido trágico
de la muerte a raíz de experiencias familiares. “Era la muerte que me hería...Ella, tan
cruel e implacable, ¿por qué no supo herir?...” (Ibid. p. 328) y, desde el punto de vista
ontológico, la transformación de esas impresiones en discurso literario bajo el influjo
estético de autores como Lord Byron, Renè de Chateaubriand y Bernardin de Saint
Pierre: “Las páginas de Chateaubriand iban lentamente dando tintas a la imaginación de
María” (Ibid. p. 39).

Así, la tesis planteada por Ricoeur (/1986/2002) en torno a los contenidos históricos,
permite entender que el “significado” de los acontecimientos vendría a ser más
trascendente que las condiciones sociales implicadas en su desarrollo, es decir, la
persistencia, omnitemporalidad y el poder de transformación de los símbolos es lo que
en últimas, permite explicar el impacto socio-cultural de María en el panorama
latinoamericano de una manera sólo comparable con los clásicos griegos o los textos
medievales en Europa, donde las figuras literarias y los hechos ligados a estas
mantienen vigencia o se convierten en “objetos de fe” en medio de la dinámica que
imponen los imaginarios colectivos a través de leyendas,.cuentos, iconografías o
fórmulas mágicas. Siendo además la palabra una entidad inseparable del significado en
el contexto de situación, tal como lo sostenía Malinowsky desde su perspectiva
funcional de la Cultura (/1923/1984:323), la historia es concebida como una obra teatral
donde los actores, al ser inconscientes de la trama, no pueden intervenir en el destino de
lo que ya constituye una sumatoria de hechos interpretados socialmente (Ricoeur, op.cit.
p. 181). Este planteamiento conlleva otra discusión: si en el ámbito de las Ciencias
Sociales la obra literaria puede ser vista como un “texto” que, trasciende la valoración
estética para mostrar al autor como un sujeto que “comprende” realidades sometidas a
nuestra propia actividad hermenéutica, significa entonces que la estructura literaria y
gramatical de la obra de Isaacs, como producto discursivo de unas relaciones de poder

453
Varios documentos que reposan en el Archivo Histórico de Cali (AHC. Fondo Notarías) no registran la
presencia de la familia Isaacs en dicha ciudad en época anterior a 1837 (1836?). Procedentes de Quibdó,
residieron inicialmente en una casa ubicada en el sector de San Nicolás (Cra 4ª entre calles 13 y 14). En la
hoy denominada Plaza de Caicedo, Jorge Enrique Isaacs Adolfus (1808?-1861), padre del novelista, fue
propietario de un almacén de telas y otros enseres incluso después de la adquisición de varias haciendas.
Estas argumentaciones, que también contemplan el nacimiento del escritor antecedido por los de otros
siete hermanos (López, 2002: 126) y, la carta enviada por el comerciante a José Abadía el 12 de enero
donde describe a su esposa Manuela Ferrer Scarpetta en condición de embarazo: “(....) la barriga que
tiene no la deja ni acercar a la mesa” (en: Valencia, 1943), necesariamente llevan a concluir que el autor
de María nació en Cali el “1º de abril de 1837”, como él mismo lo afirma en su reseña autobiográfica.

269
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que comprometen a la burguesía ilustrada454, sólo constituye la punta del iceberg que
enmascara contenidos psíquicos determinados por referentes históricos y culturales;
referentes que desde la reversibilidad epistemológica defendida por Ibáñez: “(...) el
objeto es producto de la actividad objetivadora del sujeto” (1994:XI), hacen factible la
visualización de un plano metódico que basado en la idea de “integralidad” 455,
correlacione distintas fuentes antropológicas que permitan medir y dar respuesta a una
inquietud que no es exactamente de origen académico o disciplinar; pues surge de
manifestaciones sociales (por tanto integrales) que sin duda se remontan a los primeros
meses de la publicación de María, hasta su plena consolidación a mediados del siglo
XX cuando José Gers afirma: “No es un simple dogma poético. No es hija exclusiva de
la fantasía hebrea del inmortal caleño. En la capital del Valle, los hombres más viejos
dicen que María existió” (1954:1).

La inquietud, ahora traducida en leyenda por la fuerza del imaginario, remite


necesariamente a la reflexión que Bajtin (1895-1975) hace en torno a los “valores
sobreentendidos” de la obra literaria, que por cierto, sólo se hace artística a través de la
interacción comunicativa que define el creador con el receptor como potente mecanismo
que, vale la pena reiterarlo, condensa “valoraciones sociales no expresadas” (/1986-
1992/1997:112-125). Ahora bien, desde otro plano cognoscitivo, habrá que distinguir
con este analista el papel intermediario que juega el lector al “modificar” la intensidad
de la relación entre el novelista y su héroe, en el sentido analógico que por supuesto
definen las conexiones: Rafael Sanzio/ Virgen de la Silla / María / Jorge Isaacs. ¿A qué
viene dicha correlación simbólica? Las fuerzas del espíritu a las que se refiere Cassirer
(op.cit.) hacen evidente el sentido de omnitemporalidad y persistencia del icono
renacentista desde el primer momento en que, el autor se transforma en Efraín para
hacer de intermediario entre la tradición mariana representada por La Virgen de la Silla
y la idealización virginal de su personaje: “(...) sonrió como en la infancia me sonreía:
esa sonrisa hoyuelada era la de la niña de mis amores infantiles sorprendida en el rostro
de una virgen de Rafael” (Isaacs, op.cit. p. 10). De esa forma, la María literaria
conservará hasta su muerte, propiciada por la ausencia de Efraín, una serie de atributos
propios de las santas del Catolicismo que la harán esencialmente inaccesible a las
fuerzas terrenales: ella desaparecerá físicamente antes que ser abordada sexualmente por
su prometido a través del vínculo matrimonial.

A partir de 1867, esta condición literaria será un detonador simbólico en medio de una
sociedad fervorosa en el culto a la madre de Cristo y, afianzada en la sobreprotección de
454
Según el profesor Renán Silva (2002), la elite criolla terminó estructurando una “comunidad de
interpretación” en la Nueva Granada a partir de un redireccionamiento del modelo ilustrado impuesto por
la Corona española durante el Periodo Borbónico. Al suscitarse la crisis napoleónica en 1808, el interés
por las Ciencias Naturales, siempre integrado a perspectivas de “riqueza, prosperidad y felicidad”, iba
siendo puesto al servicio de proyectos nacionalistas. Una representación historiográfica impulsada a
mediados del siglo XIX, en plena República, transformó en héroes y fundadores a quienes hicieron parte
de este proceso como “gente de letras”. En el capítulo XXII de María, Carlos le manifiesta a Efraín: “Ya
sabes que los estudios serios no han sido mi flaco: por eso no quise graduarme, aunque pude haberlo
hecho” (Isaacs, op.cit. p. 100).
455
En este caso, la idea de “integración” (∫) no se reduce únicamente a la perspectiva sincrónica de los
eventos (funcionalismo), sino al entrecruzamiento de esta con el plano diacrónico (historia) en función de
diversas representaciones sociales que de antemano, son elaboradas en el plano psíquico. De esa manera,
una representación en torno a “La María” sólo es posible desde el momento que un individuo de status
como Jorge Isaacs, exterioriza y en seguida “reintegra” parte de su mundo interior “a través de” una obra
artística (novela). Aquí sin embargo, dada la complejidad de semejante fenómeno, sólo nos compete hacer
énfasis en las experiencias históricas y culturales del autor que se integran al argumento, y que
lógicamente, tiene lugar entre 1837 y 1867.

270
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

la mujer como parte de la estructura social (López, op.cit, p. 177-180). Desde ese
instante, María, con sus trenzas, recatamiento e interés por la lectura de Chateaubriand,
será el nexo que hará compatible la tradición religiosa con el proyecto nacionalista
burgués: la Virgen lucirá entonces trajes de muselina con pañolones de algodón fino de
color púrpura, transitará por bosques, haciendas y riachuelos de la Nueva Granada y,
con una flor en su cabello, será el objeto de atracción de muchos jóvenes en los grandes
círculos sociales, las misas de domingo y las fiestas pueblerinas. Isaacs, reencarna
trescientos cincuenta años después la misma experiencia de Rafael Sanzio al contemplar
La Virgen de la Silla haciendo que sus personajes, sin desplazar en ningún momento la
fuerza simbólica que los integra, logren transponer el contenido estético para fijar el
rostro de María Isaacs como nueva representación. Se notará así que el novelista
reproduce casi de manera exacta el cuadro de Rafael en el capítulo XXVII: “(...) besé
los labios de Juan entreabiertos y purpurinos, y aproximando su rostro al de María, posó
ella los suyos sobre esa boca que sonreía al recibir nuestras caricias y lo estrechó
tiernamente contra su pecho” (Isaacs, op.cit., p. 128).

De esa forma, Efraín se presenta como el simple organizador de una escena que
modifica la posición relativa de su hermano Juan456 para dejar intacta la figura de María
como eje que enlaza contenidos de valor histórico, los cuales, se apoyan en referentes
concretos: “¿Y la Virgen de la Silla?.--Tránsito acostumbraba preguntarme así por
María desde que advirtió la notable semejanza entre el rostro de su futura madrina y el
de una bella Madonna del oratorio de mi madre” (Ibid. p. 147). Se recordará cómo la
fusión de la progenitora y la amante en torno a la obra artística también está presente en
Rafael Sanzio de acuerdo a la relación: Magia di Battista di Nicola Ciarla / Virgen
María / La Fornarina, de tal forma que, teniendo algún respaldo documental la
existencia de estas personas en la vida del pintor renacentista, es factible hacer un
paralelo con la relación: Manuela Ferrer Scarpetta /Virgen de la Silla / María histórica,
para justificar un método de integración de fuentes orales, archivísticas y arqueológicas
dirigido a comprender el trasfondo histórico-cultural de la novela en el contexto
biográfico de su autor. Pese al cuestionamiento de Bajtin sobre los estudios que se
centran en las coincidencias fácticas entre personaje y novelista, al menos se puede
admitir que: “Todo lo dicho no niega en absoluto la posibilidad de una confrontación
científica productiva de las biografías del personaje y del autor, así como la
comparación entre sus visiones del mundo, procedimiento útil tanto para la historia de la
literatura como para el análisis estético” (/1979/1989:18).

Fue Luis Carlos Velasco Madriñán (1954:80) quien señaló un problema básico: es
imposible articular personas, situaciones y lugares verídicos en función de un personaje
supuestamente quimérico sin que sea perceptible cierta falta de espontaneidad narrativa;
sobre todo cuando la fuerza de un imaginario que integró el texto a la historia oral
vallecaucana, exalta el “sentido común” que condujo a Luciano Rivera y Garrido,
amigo íntimo de Isaacs, a destacar lo siguiente en 1898: “Mucho se ha discutido entre
nosotros, y aún lejos de nosotros, acerca de si María existió verdaderamente”
(1968:301). Dicha reflexión era posible gracias a la dinámica de un elemento que
vendría a constituir el punto de convergencia de la tradición isaacsiana antes que José
Gers, estuviese plenamente convencido de la realidad histórica de la virgen que habitó
la Casa de la Sierra: “El oratorio estaba sin luz. María se apresuró a precedernos con
una, y colocándola cerca de aquella bella imagen de la Virgen que tanto se le parecía,
456
En La Virgen de la Silla, es el pequeño Juan Bautista (Evangelista?) quien se halla marginado de la
escena central: María abrazando al niño Jesús.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

pronunció palabras que no oí, y sus ojos suplicantes se fijaron arrasados de lágrimas en
el rostro de la imagen” (Isaacs, op.cit., p. 191). Desde la perspectiva antropológica, el
personaje literario como “objeto de fe” amerita que se revise la idea de cronotopo
defendida por Bajtin (/1975/1989) en el sentido de que, esta correlación espacio-
temporal que da vida a la trama novelesca, antes que remitir a funciones abstractas
constituye algo así como... el registro genético de las vivencias del autor. Es lo que
parece salir a flote cuando se confronta el texto de María con referentes históricos
examinados entre 1995 y 1997 (López, op.cit.).

La transfiguración de los sucesos históricos en novela tiene como intermediario a un


Jorge Isaacs definitivamente proyectado en Efraín. Esto comienza a ser evidente desde
el primer capítulo de María, donde el narrador, igual que Isaacs, afirma haber
adelantado “(...) estudios en el colegio del doctor Lorenzo Ma. Lleras, establecido en
Bogotá hacía pocos años, y famoso en toda la República por aquel tiempo” (Isaacs,
op.cit. p. 3)457, lo cual, es totalmente verídico exceptuando el punto de partida y el punto
de llegada: una “casa paterna” donde suele escucharse el rumor del Sabaletas, es decir,
la casa de la hacienda El Paraíso (El Cerrito-Valle) donde la familia Isaacs habitó entre
1855 y 1858. El problema es reconocible con ayuda de un sencillo análisis cronológico:
el poeta nació en 1837 y comenzó estudios en Bogotá a la edad de once años (1848); allí
se reunió con sus hermanos Alcides y Lisímaco para luego continuar actividades en San
Buenaventura y San Bartolomé, reapareciendo en el Cauca durante la guerra civil de
1854. Todo esto indica que el autor nunca vivió su infancia en la hacienda El Paraíso
aunque seguramente, esto si tuvo lugar en la casa de La Rita (Palmira): una propiedad
adquirida por Jorge Enrique Isaacs en 1840. Aquí, consciente de la semejanza estilística
de los dos edificios, el novelista transpone el tiempo y fusiona el espacio para
exteriorizar el valor simbólico que genera la relación: Jardín del Edén / El Paraíso /
Efraín y María/ Adán y Eva: “¿Qué había allí de María?, en las sombras húmedas, en la
brisa que movía los follajes, en el rumor del río... Era que veía el Edén, pero faltaba ella
(...)” (Ibid. p. 31), afirma Isaacs en su propósito de conducir al receptor a un solo
escenario: la Casa de la Sierra. Esto de por sí, ya centra nuestro análisis en un marco
histórico-geográfico que compromete a la hacienda El Paraíso y el sector del
corregimiento de Santa Elena, al W de la zona, entre 1855 y 1858.

No obstante, es llamativa una referencia cronológica que se infiere a partir de la fecha


del matrimonio de Tránsito y Braulio (domingo 12 de diciembre), que de nuevo, evoca
el alcance numinoso de La Virgen de la Silla con la manifiesta devoción de la novia por
Nuestra Señora de Guadalupe (Ibid. p. 81, 148). Sólo aparecen dos años coincidentes
con ese día de la semana, fecha y mes: 1852 y 1858 (UCC, 1994-2004); el primero de
estos podría ser una evocación tácita al retorno del joven escritor desde Bogotá, pues
algunas tradiciones afirman que estuvo presente en la boda de su hermano Lisímaco el 9
457
Se tiene en cuenta la revisión crítica efectuada por María Teresa Cristina en Obras Completas de Jorge
Isaacs, Vol. 1. La precisión sobre el colegio bogotano donde Efraín hizo sus estudios luego de partir de la
Casa de la Sierra, no aparece en la primera edición (1867) sino en el texto definitivo preparado por el
novelista en 1891 cuando residía en la ciudad de Ibagué. En lo que corresponde a las referencias
autobiográficas, la profesora Cristina sugiere no confundir al autor con el “personaje en quien se
proyecta”; sin embargo, aclara que dicha conceptualización surge “desde el punto de vista literario”
(Cristina, 2005:XL-XLII, 3). El interés de esta ponencia es justamente, explorar el trasfondo histórico de
María asumiendo que las relaciones textuales que involucran nombres, retratos, apóstrofes y omisiones,
son precisamente las que dan sentido y facilitan la estructuración del argumento. Al medir la veracidad de
aquellos indicios, se puede reconocer el manejo literario que el autor dio a experiencias históricas
determinantes en su vida, las cuales, desde el punto de vista fenomenológico, constituyeron parte de su
mundo subjetivo.

272
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de noviembre de 1852 (López, op.cit. p.134) , y efectivamente, en el capítulo XVI de la


novela el padre de Efraín conmina a este para que asuma sus responsabilidades: “No
ignoras que pronto la familia necesitará de tu apoyo, con mayor razón después de la
muerte de tu hermano” (Isaacs, op.cit. p. 51). El fallecimiento de Lisímaco Isaacs, se
produjo alrededor de 1853. Se puede verificar así otro caso de transposición literaria: el
autor necesita evocar su regreso desde la capital de la República pero simultáneamente,
debe trasladar ese acontecimiento histórico a la hacienda El Paraíso: es imprescindible
concentrar personajes, sucesos y sitios geográficos en un Jardín del Edén que no conoce
las disputas políticas y las acciones bélicas. El cronotopo lleva implícito el hecho de que
la permanencia de los Isaacs en El Cerrito, se yuxtaponga temporalmente a un corto
periodo de paz en la Nueva Granada 458. De esa forma, el escritor caleño descubre el
Realismo Mágico un siglo antes de la aparición de Cien años de soledad.

Por otro lado, el manejo espacio-temporal permite que el argumento articule otra
situación determinante: el anacronismo que expresa la edad de Efraín con relación al
contexto biográfico del autor: “(...) tu no tienes más que veinte años, y a esa edad un
amor fomentado inconsideradamente podrían hacer ilusorias todas las esperanzas de que
acabo de hablarte” (Isaacs, op.cit. p. 51). Si como se ha visto, el narrador es
prácticamente el eslabón cronológico alrededor del cual gira la trama novelesca, y este
remite a la figura histórica de Jorge Isaacs, entonces el texto ubica al lector en el año
1857459 a pesar de que el poeta, había contraído matrimonio un año antes con Felisa
Eulogia González Umaña (1840-1918), lo cual por supuesto, excluye a María como ente
histórico si el análisis parte exclusivamente de concepciones estéticas. Si por el
contrario, el objetivo es entender la estructuración del argumento desde una perspectiva
integral (histórico-antropológica), habremos de insistir en la comprensión de unas
técnicas literarias que no se ubican al margen de los contenidos históricos y
psicológicos. Tener en cuenta por ejemplo qué razones llevaron a Isaacs a descubrir La
Virgen de la Silla como eje simbólico que vitaliza y da trascendencia a su personaje, es
un aspecto que frecuentemente ha estado fuera de los estudios isaacsianos.

Más que satisfacer la curiosidad en torno a la existencia de María, nuestro modelo se


aplica a varios problemas relacionados con el impacto cultural de la obra: entender que
ese alcance, dependió de la asimilación que la gente hizo de la heroína como
representación mariana en torno a las capillas y oratorios de las grandes haciendas;
proponer que la elección del nombre “Efraín” para rotular el trasfondo autobiográfico
del autor, obedece a analogías bíblicas entre los hijos del patriarca José y los
descendientes de Jorge Enrique Isaacs Adolfus (Manasés y Efraín: José vendido por sus
hermanos / Alcides y Jorge: Enrique Isaacs a quien traicionan sus allegados con el
remate de las propiedades y la afrenta a su viuda en 1864); concluir que la María
458
Jorge Isaacs había participado en la guerra civil de 1854. Al concluir esta retorna al lado de sus
familiares, quienes ahora residen en la hacienda El Paraíso; esto explica lo consignado en el capítulo II:
“Pasados seis años, los últimos días de un lujoso agosto me recibieron al regresar al nativo valle”
(op.cit. p. 5). Teniendo en cuenta que el autor de María viajó a adelantar estudios en Bogotá en 1848, el
texto adquiere una lógica (1848+6=1854), pero a la vez, muestra un ajuste con relación a la verdadera
fecha de retorno (1852). Esto explica porqué el novelista incrementó dos años a la cronología interna en
la versión definitiva (Cristina, op.cit. p. 23), haciendo correr “seis” y no “cuatro” desde el último viaje
del padre de Efraín, aparte de afirmar que María, era de “nueve años” (no siete) cuando tuvo lugar su
partida hacia el colegio. Desde aquí, se infiere automáticamente que el nacimiento de una María histórica
puede situarse cerca del año 1839 (1839+9=1848). Sólo cabe una conclusión: la cronología interna de la
obra no es atribuible al azar; tiene sentido para el autor desde unos referentes verídicos ajustados a la
trama, una trama que posee un núcleo: la hacienda El Paraíso entre 1855 y 1858.
459
Recordemos que el escritor nació en Cali el 1º de abril de 1837.

273
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

literaria es una entidad discursiva que integra cualidades de varias mujeres: Felisa
González, esposa de Isaacs: “Cuando en un salón de baile [matrimonio de Lisímaco
Isaacs en 1852?], inundado de luz, lleno de melodías voluptuosas, de aromas mil
mezclados, de susurros de tantos ropajes de mujeres seductoras, encontramos aquella
con quien hemos soñado a los diez y ocho años [1855 (1837+18): la familia vive en la
hacienda El Paraíso en pleno noviazgo del escritor con Felisa]” 460 (Ibid. p. 6); Manuela
Ferrer Scarpetta: “—Hija mía, Dios viene a visitarte: ¿quieres recibirlo?. Ella continuó
muda e inmóvil como si durmiese profundamente” 461 (Ibid. p.334) y una mujer sin
rostro que determina el sentido de la trama desde el momento en que Isaacs, permite que
el receptor la transforme en La Virgen de la Silla, en una entidad sobrenatural que ha
dejado registro histórico: “Entonces una fuerza nueva en mi dolor me hizo precipitar al
oratorio. Iba a pedírsela a Dios... ¡ni él podía querer ya devolvérmela en la tierra!” (Ibid.
p. 339). El texto permite inferir entonces la presencia de una entidad histórica ya
desaparecida en el momento de la redacción y que no corresponde a Felisa González
Umaña, puesto que ella sobrevivió a su marido hasta 1918 (López, op.cit. p. 246).
¿Quién pudo vivir oculto en la subjetividad del autor bajo la máscara de la virgen de
Rafael?, ¿Cuál es el verdadero rostro de María Isaacs?

Llegamos al mismo interrogante de Luciano Rivera y Garrido y José Gers; parece como
si todo girase alrededor de la heroína sin importar cual sea el método, el imaginario o el
recurso epistemológico: el mismo Isaacs era consciente de eso cuando hace retornar a
Efraín desde la montaña: “Aquellas soledades, sus bosques silenciosos, sus flores, sus
aves y sus aguas, ¿por qué me hablaban de ella?” (Isaacs, op.cit. p. 31). Evidentemente,
el novelista expresa aquella “(...) afición por lo vago e impreciso” tan común en la
literatura romántica (McGrady, 1989:36), para tejer un entorno que podría decirse
ambiguo en el sentido de que las figuras históricas: esclavos, provincianos, vecinos y
parientes cuya existencia está básicamente confirmada a través de los documentos de
archivo y la tradición oral, son las que permiten la inserción de María como un ser
idealizado pero a la vez tangible: “(...) me di por satisfecho con sus respuestas vagas o
evasivas - que interpreté a mi modo - y continué forjándome la ilusión, gratísima, de
que María existió”, concluye Rivera y Garrido (/1898/1968 :302). Era apenas lógico, si
el autor hubiese decidido exteriorizar su secreto como una historia verídica, jamás se
habría propiciado el surgimiento de una leyenda vallecaucana ni María hubiese tenido
el mismo impacto social en Latinoamérica. Necesariamente, en medio de una sociedad
recatada, la imagen de esa mujer oculta debía exhibir características muy ligadas al
plano institucional: Felisa González Umaña, esposa de Isaacs, había nacido en 1840 en

460
Según el testimonio de Clementina Isaacs, hija menor del poeta, éste había conocido a Felisa durante el
matrimonio de Lisímaco (Velasco, 1942:72). Ellos contrajeron nupcias en el Colegio de Misiones de San
Francisco el 19 de noviembre de 1856, por tanto, existe una fuerte correlación espacio-temporal centrada
en la novia de Isaacs y la hacienda El Paraíso en 1855: “Mi novia era una muchachita de catorce años,
fresca como los claveles del Paraíso (...)” (en: Rivera, op.cit. p. 305). Es posible que las visitas a Santa
Elena, los paseos por el río y las lecturas en compañía de Rebeca, hermana del escritor, hayan inspirado
algunas descripciones como: “(...) ella, mi hermana y yo, sentados sobre la ancha piedra de la pendiente,
desde donde veíamos a la derecha en la honda vega rodar las corrientes bulliciosas del río” (Isaacs,
op.cit. p. 39). Sin embargo, el cronotopo encarna en María la integración de al menos tres referentes: la
madre, la esposa y paradójicamente, una mujer inalcanzable en el tiempo y el espacio: “¡María! ¡María!
¡Cuánto te amé! ¡Cuánto te amara!...” (Ibid. p.20).
461
Isaacs no pudo asistir a los funerales de su progenitora (1866). En la partida de defunción de la señora
Ferrer, que reposa en el archivo de la Catedral de Cali, el sacerdote consignó lo siguiente: “(...) no recibió
todos los sacramentos porque se privó de los sentidos” (en: López, 2002). De esa forma, el autor exalta la
imagen de la madre incorporando el acontecimiento histórico a la descripción de los funerales de María
en la Casa de la Sierra.

274
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

el seno de una familia prestigiosa de la ciudad de Cali que contaba entre sus sirvientes a
la esclava Estéfana, confirmada en la Catedral de San Pedro el 14 de abril de 1844
(López. Op.cit. p. 461). Podrá destacarse otra “coincidencia”: Felisa, igual que María,
tiene quince años en 1855462.

El reconocer un mecanismo que rige la cronología interna de la novela, permite


identificar automáticamente otros aspectos que hacen parte de la estrategia del autor.
Así por ejemplo, las fuentes archivísticas han permitido descubrir que en algunas
oportunidades, dicha estrategia implicó algo que podríamos denominar inversión de
género, es decir, mientras en el archivo parroquial de la Catedral de Palmira-Valle se
hallan partidas de bautismo y defunción que mencionan a “Bruna” y “Remijio”,
esclavos del “Señor Jorge Enrique Isaac”, el novelista describe en el capítulo V el
matrimonio de “Bruno y Remigia” al cual asisten Efraín y su padre. La investigación
histórica facilita transformar a otros personajes como Marcelina: “(...) devolvió unas
camisas a la criada encargada de eso, porque dizque a su amito no le parecían buenas,
me fijé yo en ellas y le dije a Marcelina que yo iba a ayudarle” (Isaacs, op.cit. p. 287) en
referentes concretos de alegrías, pasiones y resistencias sociales; ella está presente en el
bautizo de los gemelos Manuel Santos y Manuel de Jesús el 31 de octubre de 1841:
“(...) Marcelina esclava del dicho Señor Ysac de esta feligresía” (Bautismos, libro 19,
folio 30r). Desde una cotidianidad que enriqueció con el tiempo la vocación literaria del
autor, desde los días de su infancia en la hacienda La Rita, provienen individuos como
“Julián” y “Dolores”, también invitados a los festejos matrimoniales de Bruno y
Remigia aunque sus conexiones históricas, reelaboradas por el influjo de la subjetividad
isaacsiana, son parte de un cronotopo inseparable de la Virgen de la Silla. Esa obra
teatral con actores inconscientes a la que alude Ricoeur (op.cit.) en su concepción de la
historia (op.cit.), obliga a oponerse a métodos que escinden el análisis literario de las
ciencias sociales, interpretando la fuerza creativa de los autores desde parámetros
exclusivamente estéticos. La condición hermenéutica a la que se ve sometido el texto
con relación al lenguaje hablado (Ibid.p. 169), determina el influjo de las tradiciones
orales en la estructura literaria, y en María son destacables las alusiones a estos campos
comunicativos. Según Bajtin, en el horizonte de una poética sociológica se percibe una
manera diferente de comprender formas de comunicación social insertas en el producto
artístico (op.cit. p. 112). En este caso, la escritura constituye el reflejo de una
complejidad soportada en las vivencias del autor (cronotopo?): “Pero he aquí su
historia, que referida por Feliciana con rústico y patético lenguaje, entretuvo algunas
veladas de mi infancia” (Isaacs, op.cit. p. 206).

El folio 187 del libro 21 de Bautismos de la iglesia Nuestra Señora del Rosario de
Palmira (1840), señala que verdaderamente existió una esclava llamada Feliciana entre
la servidumbre de la hacienda La Rita. Sin embargo, la correspondencia histórico-
literaria no pasa de ser nominal, ya que la persona registrada en el archivo no es la
madre del “negrito Juan Ángel” y lejos de ser viuda, está casada con alguien llamado
Gregorio, con quien tiene un hijo de ocho días de nacido bautizado con el nombre de
Pablo (López, op.cit. p. 252). Es cierto que ese niño tenía doce años cuando Jorge Isaacs
regresa de Bogotá en 1852, por lo que resulta evidente una técnica de transposición
histórica que es común en María. Juan Ángel Molina (1830-1899), el supuesto hijo de
Feliciana en la vida real, apareció en Buga a finales del siglo XIX afirmando ser

462
En la primera edición de la novela, por las razones señaladas (nota 7), María es dos años más joven
que en la versión definitiva (ver: McGrady, op.cit.). Habrá de tener quince años cuando Efraín regrese de
Bogotá.

275
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

descendiente de una mujer llamada “Isidora”. Este nombre también aparece citado en el
archivo parroquial como esposa del esclavo “Féliz” y no de Tomás Molina, progenitor
de un Juan Ángel histórico nativo de Caloto-Cauca y no del Urabá como aparece
señalado en la obra cuando se narra el retorno del padre de Efraín desde las Antillas,
trayendo consigo a la pequeña Ester463. Es curioso además que, en la lista de esclavos
manumitidos por Jorge Enrique Isaacs en 1852, aparezcan casi todas las personas
citadas a excepción de... “Feliciana” y “Juan Ángel”. Sobre la primera, cabe inferir su
deceso antes de ese año: “A las tres de la tarde del mismo día, dejando una cruz sobre la
tumba de Nay, nos dirigimos su hijo y yo a la hacienda de la sierra” (Isaacs, op.cit. p.
236)464, mientras el segundo como testigo viviente, dijo a Luciano Rivera y Garrido
haber desertado de la hacienda mucho antes que “(...) don Jorge y la señora se
murieran” (/1897/1964:3).

Se notará cómo el uso de la transposición se extiende a los vínculos familiares a través


de los hermanos menores de Efraín, cuando el poeta caleño retoma los nombres de
Eloisa (1834-1838) y Juan (m. 1833?), fallecidos mucho tiempo antes de la redacción de
la novela, y, los reactiva como personificación de sus hermanos Sara (n. 1843?) y
Alberto (n. 30 dic./1851) de catorce y cinco años respectivamente, quienes asisten a las
confirmaciones en la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá de El Cerrito el 20 de
septiembre de 1857, de tal forma que, el último de ellos no superaba los tres años
cuando los Isaacs arribaron a la zona de Santa Elena y El Paraíso en 1855 (López,
op.cit. p. 260), lo cual nos transporta nuevamente a La Virgen de la Silla: “María había
fingido jugar con la cabellera de Juan, hermano mío de tres años de edad” (Isaacs,
op.cit. p. 33). Era simbólicamente inevitable que el novelista escapara a esta advocación
virginal; antes de transmutarse en la Madonna de Rafael Sanzio, los cerriteños habían
erigido una población que rendía culto a Nuestra Señora de Chiquinquirá por ser ésta la
imagen venerada en una antigua hacienda. Las relaciones de poder, fundamentadas en
modelos esclavistas y viejas formas de producción ganadera y azucarera, se legitiman
en medio de las prácticas religiosas como el bautismo y la confirmación: un hacendado
como Carlos Martínez, el supuesto Carlos M... de la novela, cobra vida en los
documentos parroquiales al bautizar de emergencia a Serapio 465, un niño nacido en la
esclavitud quien muere de viruela poco tiempo después (1844) (López, op.cit. p.99-
100). A varios kilómetros de distancia, en la hacienda La Rita, Manuela Ferrer Scarpetta
pudo haber contemplado su imagen de La Dolorosa en una de las paredes del oratorio.

463
La elección del nombre de Ester para denotar los antecedentes judaicos de María, no es de ninguna
manera aleatoria: Isaacs recurre nuevamente aquí al Antiguo Testamento para definir un paralelismo entre
la heroína bíblica y su personaje: “Y había criado a Hadasa, es decir, Ester, hija de su tío, porque era
huérfana; y la joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre murieron,
Mardoqueo la adoptó como hija suya” (Ester, 2:7). Compárese con: “Ya era viudo Salomón. Sara, su
esposa, le había dejado una niña que tenía a la sazón tres años. Mi padre lo encontró desfigurado moral
y físicamente por el dolor (...) Instó a Salomón para que le diera su hija a fin de educarla a nuestro lado;
y se atrevió a proponerle que la haría cristiana” (Isaacs, op.cit. p. 21-22).
464
Las defunciones que corresponden al periodo 1844-1849, en el cual se pierde registro de Feliciana,
están desaparecidas del archivo de la catedral de Nuestra Señora del Rosario. La muerte de esta persona,
constituiría un hecho real en la vida del autor cuando éste tenía entre siete y doce años de edad, quizá
antes de iniciar estudios en el Colegio del Espíritu Santo y no al regreso, como describe la novela. De esa
forma el autor traslada un recuerdo de su niñez a los días que antecedieron al viaje de Efraín a Londres,
haciendo posible una interesante fusión entre la realidad y la fantasía que psicológicamente, está
determinada por el sentimiento que produjo en Isaacs su fallido viaje a Londres a adelantar estudios de
Medicina.
465
Según la creencia, la aplicación del “agua de socorro” cuando existía riesgo de muerte para el niño,
evitaba que éste quedase atrapado en el limbo.

276
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Aunque la experiencia histórica sea transformada por la fuerza del espíritu, por la magia
del artista que decide contemplar su obra para verse reflejado en ella, lo cierto es que el
viernes 21 de octubre de 1864, siete meses después que las propiedades del ya fallecido
Jorge Enrique Isaacs Adolfus fuesen rematadas en subasta pública, un cadáver es
trasladado desde la iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de El Cerrito hasta el
cementerio local. Se trata de María Manuela Conto, prima hermana del novelista de
veinticinco años de edad, casada y madre de “dos” niñas, huérfana, posiblemente traída
al valle desde el Chocó por el padre de Isaacs a su regreso de un viaje a Kingston en
1842, cuando ella “tenía a la sazón” unos “tres años”; y que por aquellos inexplicables
designios de la “casualidad” lleva el mismo nombre de la esposa del comerciante:
“María Manuela”466. En el siguiente mes, durante la época más terrible de su vida,
hallamos a Isaacs como subinspector de trabajos del camino a Buenaventura. Pobre y
deprimido sobre las riberas del río Dagua: “(....) hice los borradores de los primeros
capítulos de María, en las noches que aquel rudo trabajo dejaba libres para mí”,
comenta tiempo después a su amigo Adriano Páez (en: Velasco, op.cit. p. 108). Lo que
no señaló en aquella Carta de Guayabonegro con relación al año 1864, fue que
introdujo cierto elemento fúnebre en sus poemas: una “(...) tumba solitaria y sin sombra,
en medio de una llanura que cubren aromos y zarzales” (en: Romero, 1967). Tampoco
le contó a Páez que el vínculo matrimonial de la señora Conto con Manuel Antonio
Delgado en 1861, pudo realizarse bajo presiones idénticas a las que hicieron obligatoria
su alianza con Felisa González: el tío de ella, Lorenzo Umaña: “Compañero fiel de mi
padre en los viajes frecuentes que éste hizo durante su vida comercial” (Isaacs, op.cit. p.
300), compartía una deuda con su progenitor sobre unos dineros extraídos de la
Parroquia de El Salado, deuda que aparece vigente en el testamento de Isaacs Adolfus
(en: Velasco, 1961; ver: AHC, Fondo Notarías). Posiblemente, sólo había una manera
de garantizar un compromiso mutuo con relación a ese pago: la boda del poeta con la
sobrina de Umaña.

Partida de defunción de María Manuela Conto (El Cerrito-Valle. 1864)

Hacia 1880, con el notorio impacto cultural de María en la región, la naciente


comunidad de Santa Elena, la misma que Efraín había contemplado aquella noche antes
de vadear el río Amaime en busca del doctor Mayn, con los ladridos de sus perros y
vacadas dormidas sobre el camino en proximidades a la casa de Jerónimo López y sus
hijos Primitivo (1845-1930) y Salomé (1846-1918), estaba incorporando figuras
legendarias a la tradición isaacsiana gracias a los testimonios de Manuel Santos
Cabrera, el sepulturero Adolfo López y una líder conocida en la historia oral como
Clara García. Ellos, comenzaron a tejer un imaginario alrededor de una cruz de madera
erigida en el centro del nuevo cementerio por José Patricio Paredes, el mismo “anciano
cura de la Parroquia” que había sepultado a María Manuela Conto en aquel fatídico
octubre de 1864 (López, op.cit. p. 287). Lejos de ahí, en la ciudad de Buga, un pintor
llamado Alejandro Dorronsoro (1839-1920) usaba a la señorita Ángela Riascos como
modelo para la primera versión de su obra inmortal: María. Cuando el escritor supo de
466
Los psicólogos Bolaños, Góngora y Ruiz (1995), sugieren que el texto revela contenidos de carácter
incestuoso donde María, termina siendo asimilada por la figura de la madre. Efraín mientras tanto, se
culpa por no haber enfrentado la autoridad del progenitor, responsable de su tragedia al organizar la
separación de los amantes. A su regreso, Efraín sólo encontrará la tumba de María en el cementerio de la
aldea: “¡Corazón cobarde!, no fuiste capaz de dejarte consumir por aquel fuego que mal escondido
podía agostarla... ¿Dónde está ella ahora, ahora que ya no palpitas; ahora que los días y los años pasan
sobre mí sin que sepa yo que te poseo!” (Isaacs, op.cit. p. 54).

277
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

esta, la observó detalladamente, y queriendo verse reflejado en la imagen envió una


carta al artista sugiriéndole algunos cambios: rostro un poquito menos carnudo y manos
un poco más grandes; luego, dijo lo siguiente: “La Virgen de La Silla de Rafael,
modificando un poquito la nariz, del modo que le he dicho, puede servirle de modelo
para esa facción; i perdóneme la insistencia en ese punto: ¿se ha fijado usted en algún
retrato mío?” (Silva, op.cit. p. 57-58). Faltaban diecisiete años para que Juan Ángel
Molina apareciese afirmando su deseo de regresar a El Paraíso. La leyenda afirma que
antes de morir, un viernes santo de 1520, Rafael Sanzio alzó sus ojos y contempló
extasiado su última obra: La Transfiguración (Stepanov, op.cit. p. LII).

Jorge Isaacs en Ibagué: del paraíso al destierro


Libardo Vargas Celemin

“Con la pérdida del paraíso,


Isaacs fue entrando en el infierno de un país caótico.

278
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Fabio Martínez

Ibagué no fue la tumba definitiva de Isaacs, pero si la de sus tres principales actividades:
la del político - guerrero, la del explorador y la del escritor, todas tres fueron enterradas
antes de su muerte física. Había llegado a este lugar empujado por la convulsa situación
política en las décadas finales del siglo XIX; las precarias condiciones económicas por
la que atravesaba y por las posibilidades mineras que ofrecía la región. En 1880 decide
instalarse con su familia en este pueblo apacible que distaba mucho de sus aspiraciones
y proyectos y que lo acogió, como a tantos trashumantes que pernoctaban un tiempo y
partían luego definitivamente hacia otros destinos.

A la llegada de la familia Isaacs a Ibagué este era un lugar tranquilo, (Ramírez


Arbeláez: 1990), con unos quince mil habitantes, de ellos diez mil en su casco urbano.
Su principal actividad era la de ser un lugar de paso para quienes viajaban al occidente y
sitio de abastecimiento de los hacendados que vivían en las extensos predios que
circundaban el pueblo. Eran diez cuadras de casas pajizas, calles terrosas, dos hoteles,
un solar abierto que servía de plaza el día de mercado y una vida cultural reducida a las
tertulias y a dos retretas semanales de la banda de músicos. Precisamente por aquella
época se produce la visita de un conde francés que bautiza el lugar como “Ciudad
musical”.

En ese precario escenario se asienta Jorge Isaacs, luego de la desconcertante aventura en


el Estado Soberano de Antioquia, donde se había proclamado Jefe Civil y militar
durante mes y medio y luego había firmado un inusitado pacto de paz con Pedro
Restrepo Uribe, a quien restituyó en la presidencia y quien no cumplió los compromisos
derivados del mismo. Con el dolor de su fracaso político y recibiendo las represalias por
haber atentado contra la institucionalidad, Isaacs es expulsado de la Cámara de
Representes y no tiene otra opción que radicar su familia en Ibagué, desde donde
emprende nuevas empresas, fallidas en lo económico, pero ricas en la experiencia
vivencial de un hombre que fue protagonista de la historia del país y de la historia de la
literatura hispanoamericana.

En la escogencia de este lugar como residencia temporal, además de las posibilidades


económicas, tuvo gran peso la solidaridad de su entrañable amigo Juan de Dios Uribe
(Emiro Kastos), oriundo de Antioquia, escritor costumbrista “uno de esos personajes
prolíficos y polifacéticos que combinó actividades como la agricultura, la política, el
periodismo y la literatura viviéndolas con gran pasión”, (Reyes: 1988). Kastos se
constituyó en soporte económico e intelectual y le cede parte de una casona ubicada en
las afueras de Ibagué, en el sitio denominado La Meseta, justo al frente de una gran
fonda que servía de entrada al cañón del río Combeima. Los dos sostienen largas
veladas de ameno diálogo que los abstrae de la dura lucha cotidiana y los instala en la
dimensión mágica de la literatura.
Isaacs no se integró completamente a la vida provinciana de Ibagué por sus viajes
continuos a otras regiones y por el escepticismo que comenzó a reinar en su espíritu..
Montó una miscelánea en el marco de la plaza principal que era atendida por sus hijos y
de ella derivaban escasamente lo necesario para subsistir. Situación distinta a los días
aquellos en que viviera en su paraíso vallecaucano. Ahora tenía que asumir el decadente
ritmo de una pobreza digna.

279
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Luego de haber desempeñado importantes cargos en el gobierno nacional y en el de


algunas regiones, en Ibagué reduce sus pretensiones y acepta por unos meses, entre los
años 1883 y 1984, el cargo de Director de Instrucción Pública del Tolima. A diferencia
de lo realizado en el Estado Soberano del Cauca años atrás, aquí no cuenta con la
colaboración y el entusiasmo necesarios para continuar su proyecto de crear escuelas
nocturnas y transformar el concepto de educación para que esta sirviera realmente como
motor de desarrollo. Su paso por la burocracia local transcurre en la árida tarea de
firmar decretos de nombramientos, traslados y reconocimientos de docentes: Decreto
132 del 26 de febrero de 1884.(Archivo Histórico de Ibagué)

Artículo 1º:
La Dirección de Instrucción Pública del Tolima lamenta la muerte de la señora
Felisa Morales de Valenzuela distinguida institutora y le rinde los debidos
honores a su memoria.

Artículo 2º:
En todas las escuelas de niñas del Estado Soberano del Tolima, se inscribirá
en el punto más visible y adornado convenientemente el nombre de la señora
Felisa Morales Valenzuela”.

Ibagué sólo podía ofrecerle la asfixiante modorra de un villorrio donde la vida


transcurría sin sobresaltos. “Aquí se vive despacio” dirá Emiro Kastos. Los días se
desarrollan entre las charlas con unos pocos terratenientes que podían sostener
conversaciones sobre asuntos distintos a la cotidianidad y la rutina de escuchar las
simplezas de la picaresca pueblerina que giraba en torno a las guerras y al acarreo del
agua desde la pila pública. Sin embargo en Ibagué contaba con la tranquilidad personal,
pues no estaba expuesto a los agravios verbales y físicos, ya que hasta sus
contradictores políticos le guardaban cierto respeto y en su ausencia, protegían a su
familia, a diferencia de las turbas capitalinas que una vez intentaron lapidarlo.

El círculo de sus contertulios en el pueblo era muy cerrado: unos pocos comerciantes y
hacendados con quienes se reunía:

los empresarios Antonio Barrios y Fernando Montealegre, personas muy


activas en el mercado de haciendas y ganados. También con Belisario
Esponda, un hombre que había amasado una gran fortuna” (Cuartas Coymat,
1994)

Los intelectuales escaseaban en la población, Emiro Kastos era la excepción, con él


sostenía interminables diálogos sobre periodismo, política y filosofía, en las riberas del
Combeima, donde el murmullo de las aguas se llevaba las frases y los sueños de estos
dos seres hermanados por la literatura. Los contertulios políticos que estaban a su altura
eran también muy pocos:
En un nivel superior de coincidencias ideológicas y mentales, estaba el
abogado Guillermo Vila, futuro Jefe del liberalismo radical en el Tolima y el
legendario guerrero Tulio Varón, con quien contemporanizó hasta convertirse
en padrino de matrimonio.
(Cuartas Coymat, 1984)

280
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Jorge Isaacs, el guerrero, atenúa sus ímpetus en Ibagué, desarma su espíritu, aunque no
renuncia a sus posiciones políticas y con preocupación y desespero observa como el
país ha caído en las manos de la reacción conservadora clerical y se entronizan en el
poder enemigos viscerales como Miguel Antonio Caro. En el año 1885 duda un poco
sobre su participación en el nuevo levantamiento, esta vez contra los amigos de Núñez
que encarnan la regeneración. Luís Enrique Gómez Casablanca (2003), nos habla del
último combate de Isaacs:

Finalmente en agosto de 1885, el Dr. Jorge Isaacs, quien tenía 100 hombres en la
región de Anaime, fue batido por las compañías del Batallón Arboleda 3., en la
que fue su ultima acción de guerra en el Tolima

Huye a Fusagasuga, donde permanece unos nueve meses que aprovecha para explorar
los alrededores de la región del Sumapaz, allí encontrará algunos fósiles y redacta un
artículo ingenuo sobre la posibilidad de que hicieran parte del eslabón perdido. Retorna
de nuevo a Ibagué, esta vez para guardar su sable y emprender otro tipo de guerras,
menos cruentas pero más titánicas que desgastarán su espíritu y su cuerpo.

La falta de interlocutores en el poblado de Ibagué la suple con los viajes permanentes a


Bogotá. Se supone que en el viaje se gastaban cerca de cinco días, pero se justificaba el
esfuerzo, porque allí podía restablecer el diálogo personal con poetas, escritores y
amigos. Uno de sus más fervientes contertulios era José Asunción Silva, con quien
discurría sobre autores y obras de la literatura universal. Pareciera que sus vidas
estuvieran marcadas por idénticos acontecimientos. A ambos se les deshizo la herencia
familiar en sus manos. Ambos se sentían prisioneros en los lugares donde vivían: para
Silva, con su visión cosmopolita por su viaje a Europa, Santafé de Bogotá no pasaba de
ser un pueblo grande y para Isaacs, quien solo había viajado a Chile, Ibagué era “un
lugarejo” que lo constreñía, ambos trataban de alcanzar el vuelo para liberarse del
prosaísmo de sus existencias, por eso congeniaron tanto, sólo que Silva no esperó el
desenlace natural y optó por aligerarlo, mientras que Isaacs en cambio se sometió hasta
la degradación final.

La verdad es que el autor de María nunca pudo adaptarse a Ibagué. Su copiosa


correspondencia así lo confirma. En una carta del 26 de noviembre de 1891, dirigida a
un amigo expresa:

Se cuanto le complacerá saber que he coronado felizmente la durísima labor a


he tenido que consagrarme desde 1882, y creo poder comunicar pronto que el
éxito que me tienen anunciado los señores Samper y Cia, está obtenido; que
ya no estaré detenido, confinado con mi familia en este lugar de penalidades
para nosotros en once años.

La angustia de pensar que va a permanecer por siempre en este espacio que lo albergó
en los años de su declive inexorable llega a los límites del desespero cuando el 2 de
agosto de 1893 le implora a don Juan Carlos Arbeláez, “Si aquí, en este lugar, el de mi
destierro en trece años me dan tumba prestada, que pronto envíe Antioquia por mi”.

Los afectos por el territorio hacen parte de las profundas contradicciones y


ambigüedades de este hombre singular del siglo XIX Gran parte de sus poemas y su
obra prosística la dedica a la evocación de la infancia, a la descripción de los paisajes

281
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

del Valle del Cauca y a inscribir esta comarca en las páginas de la literatura universal.
Sin embargo, las pasiones humanas y las mezquindades acumuladas, hacen mella en su
ánimo, no quería volver a recibir las afrentas de sus paisanos, por eso afirmó: “No
volveré a Cali, así la ame y la siga llevando en mi corazón”. De Antioquia en cambio
tiene gratos recuerdos, allí ejerció el periodismo, llegó a la cima política cuando se
proclamó jefe civil y militar gracias a un golpe de estado, también sufrió la derrota y el
incumplimiento de los pactos, pero a pesar de ello, desea con vehemencia reposar por
siempre; mientras que Ibagué, que sólo le brindó un albergue solidario es visto como un
destierro, tal vez por que aquí conoce en toda su dimensión la pobreza y la frustración
definitiva de su vida.

Si su ímpetu guerrero decrece al instalarse en Ibagué, otra de las múltiples facetas de


Isaacs se acrecienta para proporcionarle mayores fracasos. El explorador infatigable que
hay en él lo lleva en el año 1881 a ser el Secretario de la Comisión Científica que
explora el territorio del Magdalena, donde funge como arqueólogo y etnógrafo empírico
y descubre los yacimientos de hulla del Cerrejón y deja constancia de sus
preocupaciones por los nativos en el texto “Las tribus indígenas del Magdalena”.
(Martínez 2003)

En aquellos documentos que se constituyen en textos fundacionales de la


etnografía colombiana están consignadas las tribulaciones de uno de los viajes
científicos más accidentados del país; están registradas las ansiedades, visiones
y frustraciones de uno de los exploradores más inquietos que haya tenido
Colombia

La minería se convierte para Jorge Isaacs en una verdadera obsesión. En una carta a uno
de sus tantos amigos dirá: “la minería es la vena de mi vida, como un niño voy jugando
en sueños oscuros, sueño con paraísos artificiales que se esfuman”.

Y eso es precisamente lo que le sucede en Ibagué, donde por la época se denunciaban


entre diez y veinte filones cada mes, en una verdadera fiebre del oro que trajo a la
ciudad cantidades de mineros provenientes de varias partes del país y del exterior.
Isaacs participa de esa fiebre, de esa alucinación que le hace decir: “en la mina pierdo la
noción del tiempo, es una enfermedad, es una obsesión que me va dejando en la ruina”

Pese a estas reflexiones sigue en su empeño de descubrir minas, de obtener el


reconocimiento de las mismas por parte de las autoridades. Recorre la región aledaña a
la finca donde está la casona que habita, se interna por la cuenca de los ríos que bajan de
la cordillera central y va presentando memoriales para obtener el reconocimiento, unas
veces lo hace en forma individual, otras se asocia y recibe el visto bueno del gobierno
para emprender una nueva quimera, se llena de expectativas, pero finalmente viene el
estruendoso fracaso, ya sea por la calidad de los filones, o porque no tiene los recursos
suficientes para lograr una explotación en gran escala.

En el Diario Oficial del Tolima figuran por lo menos diez licencias otorgadas por el
gobierno para que explote igual número de filones, ubicados en las veredas de Cay,
Ramos y Astilleros, Toche y Cocora. Pronto estas minas serán abandonadas y por las
coincidencias de la vida, varios años después un adolescente las descubrirá asombrado y
presenciará el tránsito permanente por estos caminos de los gambusinos que persiguen
la fortuna. Estas imágenes le servirán a Álvaro Mutis para instalar a Maqroll, el gaviero,

282
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

en las profundidades de los socavones por largas temporadas, mientras se cura de las
fiebres palúdicas, recita una oración y escucha el llamado del mar (Mutis, 1990):
“Amirbar, aquí me tienes escarbando las entrañas de la tierra como quien busca el
espejo de las transformaciones, aquí me tienes, lejos de ti y tu voz es como un llamado
al orden de las grandes extensiones salinas”.

El autor de una de las descripciones más líricas del paisaje colombiano, él, que se
solazaba pintando los follajes, las flores, el llano, haciéndonos sentir el rumor del río o
el gorjeo de los pájaros, se convierte en Ibagué en un litigante lastimero que pide
protección a las autoridades para que impidan que otros mineros le invadan los predios
que le han sido reconocidos.

El señor Alzate puede hoy decir que él suspendió sus trabajos cuando supo que la
mina Las Dantas nos había sido entregada, esto no obsta para que él en cualquier
día insista en sus trabajos, ya en ella ya en la que dice ser dueño. Por tanto en mi
propio nombre y en el del señor Vallejo pido respetuosamente al señor Alcalde se
sirva amparar nuestros derechos en la posesión de la mina Las Dantas y el mejor
derecho que nos asiste en las minas y cuyos avisos acompaño.

Pero en los meses previos a su muerte, el Isaacs explorador también vio partir otro
espejismo: Arrojó las herramientas en una esquina de su modesto cuarto, en la casona
de La Meseta, a orillas del Combeima y renunció por incapacidad física a seguir
horadando la tierra. Atrás quedaban los yacimientos de hulla en el norte del país, los
petroglifos del Magdalena, la convivencia y las costumbres de los chimilas, el eslabón
perdido que encontrara en una caverna de la región del Sumapaz, las vetas extraviadas
en las entrañas de la tierra del Tolima. Ahora sólo tenía la nostalgia, el tiritar de su
cuerpo enfebrecido por la acción del plasmodium malariae y el eco de las disputas y las
trifulcas de los mineros en la fonda del frente, que llegaban de Cay y de Ramos y
Astilleros, como el canto del cisne de otras de sus obsesiones malogradas.

Así enterraba, antes de su muerte, una de las grandes empresas que frustraban su
denodado empeño por dejarle una mínima fortuna a su esposa y a sus hijos. Las picas,
las palas y demás utensilios propios del oficio se llenaron de herrumbre y las bocas de
las minas se taponaron con los arbustos y los yerbajos borraron los senderos de la
fortuna esquiva.

La fama relativamente prematura de Isaacs con su novela María hicieron pensar a


muchos que vendrían otras obras con la madurez literaria y el ejercicio narrativo del
autor. Sin embargo las vicisitudes de la vida extraviaron los propios proyectos de Isaacs.
El crítico Jaime Mejía Duque (1995) en un artículo titulado “Isaacs, el hombre que
quería escribir”, se refiere a esta lucha desesperada del autor por lograr aumentar su
producción literaria: “En los años de madurez, que en realidad fueron de desconcierto y
malogramiento, aspiró a narrar otras historias, pero no atinó a emprenderlas. Fueron
amagos que ni siquiera llegaron al primer pergeño o borrador propiamente dicho”.
La lucha solitaria de Isaacs por concretar sus proyectos literarios quedaron manifiestos
en sus cartas. Luego de las inclementes jornadas en los socavones tras la veta huidiza, el
hombre regresaba a la casona para robarle horas al sueño y con velas o lámparas se
dedicaba a escribir las cartas, los memoriales y otros documentos. Cuando por fin se
desocupaba de estas labores intentaba continuar con su plan de escribir una trilogía
novelística de carácter histórico: Fania, Camilo o Alma negra y Soledad, pero se

283
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

encontraba con la falta de información, pues sus pocos libros no la contenían y en


Ibagué, a una media hora de camino de la Casona, no existían bibliotecas públicas y
quien más libros poseía, no pasaba de unos doscientos volúmenes (Clavijo 1993). Tenía
Isaacs entonces que parar su escritura y retornar a las cartas para pedir ayuda. El 30 de
noviembre de 1893 le escribe a Jorge Roa:

He puesto, desde que recibí la última carta de usted, tan estimuladora, mano
incansable en el retoque al plan y complemento de Alma Negra. Pero hallo un
obstáculo impacientador; mi librería, que es la única mencionable aquí, es muy
pobre; no tengo en ellas obras de consulta que me hacen falta a diario.

La exuberancia del cañón del Combeima, las intrincadas luchas de los mineros y las
peripecias que vivió en estos territorios parecen estar ausentes en la obra literaria de
Isaacs. Breves menciones al paisaje “¡Comarca hermosa. Bosques del Combeima
¡Apacible mansión!” hacen parte de los pocos registros encontrados y nada más. La
prolífica producción epistolar en cambio si da cuenta de su visión de Ibagué, pero sobre
todo de sus últimas esperanzas para que su obra mayor lo redimiera de la pobreza.
Desde aquí escribe a sus amigos mexicanos, comenta con ellos su situación y cuando
los periódicos de ese país hablan de su miseria, él, empujado por el rubor de su antigua
condición de acomodado, sale a negar lo que es inocultable. Es tal su angustia que en
una carta a Justo Sierra, asesor cultural de Porfirio Díaz, llega a insinuarle su
nombramiento como Cónsul de México en Colombia, como una forma para resarcirse
económicamente.

Si en el siglo XIX se hubieran respetado los derechos de autor, otra hubiera sido la
existencia de Jorge Isaacs. Catorce ediciones de María en México y 25 en América
Latina le hubieran proporcionado los medios para concluir sus nuevas obras. Sin
embargo es bien sabido que sólo recibió doscientos pesos de unos editores y de otros,
cien ejemplares para que los comercializara. Esta injusticia con un hombre de acción
como Isaacs, afectó su camino de literato. Las dificultades que encontró para subsistir le
impidieron cimentar nuestra literatura en el siglo XIX y a nosotros nos privó de poder
evaluar con suficientes ejemplos la capacidad narrativa de este autor que, en palabras de
Mejía Duque se “jubiló” para la literatura muy temprano.

De las anunciadas novelas históricas no aparecieron sino seis capítulos de Camilo,


ningún borrador de Fania y ni rastros de Soledad. Algunos poemas escritos en Ibagué
ven la luz pública sin que acrecienten su ya ganado prestigio de romántico. La aridez de
los memoriales reclamando posesión de minas y exigiendo colaboración de los alcaldes
para protegerles sus derechos, parecen haberle agotado la fuente de su fluida narrativa.
La pluma que hizo llorar a varias generaciones sólo logra dibujar los rasgos nerviosos
de un memorial que, a un año de su muerte, expresa: “y por lo mismo vuelvo a
solicitarle se señale día y hora en que debe dárseme posición de la mina mencionada.
Estoy presto a suministrarle el recaudo necesario”.

Las fiebres palúdicas crónicas terminan por postrarlo. Ya ni quiera es capaz de bajar a
las riberas del Combeima a dialogar con sus piedras y su torrente. Su gran amigo Emiro
Kastos, quien había pasado una temporada en México como exiliado, no ha sido capaz
de vencer su alcoholismo y regresa a Ibagué a morir en noviembre de 1894. Este golpe
predispone el final de un ser en el que han convivido la dureza del guerrero, la inquietud
del explorador y la sensibilidad del poeta.

284
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El 17 de abril de 1895, a las seis de la tarde se apaga la vida de uno de los colombianos
más importantes de toda su historia. Sus restos son velados en una vivienda de la plaza
principal de Ibagué. Amigos, conocidos y admiradores acuden a su velorio, es enterrado
transitoriamente en el cementerio que queda a unas pocas cuadras de allí. El río
Combeima, como lo afirma el poeta Mario Carvajal, no puede contenerse y le rinde
honores con su bramido. Los tolimenses asisten al entierro y nueve años después, como
al mejor de sus hijos, le dicen adiós para que se cumpla su última voluntad de
permanecer definitivamente en Medellín.

Hoy, la casona de La Meseta permanece en pie, pese al paso de los años y allí, desde
una de sus desvencijadas ventanas se adivina el rostro adusto del soldado, el minero y el
poeta que continúa arrullándose con el murmullo del Combeima.

Jorge Isaacs: Don Quijote de América y su amada María


Ricardo Sánchez Ángel

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Fue múltiple la identidad de Jorge Isaacs en su ciclo vital durante la segunda mitad del
siglo XIX (1837-1895). Comerciante, hacendado, viajero, guerrillero y jefe militar,
político conservador en sus inicios y luego destacada figura del radicalismo liberal,
diplomático, parlamentario, periodista, poeta, novelista, secretario de educación, jefe
civil y militar autonombrado presidente del Estado soberano de Antioquia, aventurero,
descubridor de culturas y lenguas, además de recursos carboníferos. Combatiente y
perseguido hasta la derrota y el exilio interior.

Sobre todo fue el novelista de María y como tal, se encumbró en los anales de la
historia literaria nacional y de América latina. Su vida misma es una novela, con su
carga de idealismo, lucha y drama individual, ubicándose como una personalidad que
padece y actúa con tenacidad increíble en medio de la urdimbre de guerras civiles,
cambios socioeconómicos, luchas políticas y debates ideológico-religiosos. En el
torbellino de los sucesos de época, está el intrépido paladín de las libertades, partidario
del progreso y exponente de las contradicciones y limitaciones del momento histórico
que le tocó vivir.

Jorge Isaacs viene a ser un Don Quijote americano, quien no se arredra frente a los
desafíos y derrotas que le propinan sus adversarios reaccionarios y clericales, usureros y
estafadores, calumniadores y racistas, víctima a su vez de la justicia de encaje. Quien
sabe soñar, desear e idealizar sobre las realidades prosaicas y empobrecidas de su país.
Ser un Quijote es el delirio sublime y la culpa de Jorge Isaacs y allí está la clave de su
grandeza y de su derrota trágica. Tienen razón quienes señalan que Jorge Isaacs era
idealista, carecía del sentido del cálculo y la pericia del negociante y era ingenuo sin
medir las consecuencias de sus actuaciones militares, como las que adelantó en la
revolución de Antioquia (1880). No obstante esa experiencia requiere una evaluación
cuidadosa.

José María Vargas Vila, amigo y cómplice de sus causas por las libertades captó la
riqueza y proyección de la vida y obra de Isaacs, la paradoja de su existencia. En su
libro Los Divinos y los Humanos, esta ave de tormenta que era Vargas Vila, escribió en
forma testimonial:

este gran cantor, fue un gran luchador; Jorge Isaacs, que es el primero de los
poetas de la patria, fue también uno de los primeros caracteres de la República;
tuvo algo tan austero como su musa; su virtud; la castidad de sus canciones
poéticas, no es más blanca que la de sus acciones públicas...
...la América, no lo conoce así, admira al poeta, ignora al político; la mitad de
esta gran personalidad ha quedado en la sombra. (1981: 157)

El testigo Vargas Vila, con fineza patética, narra la batalla de coloso del parlamentario
Jorge Isaacs, en el día de la disolución del Congreso: “El poeta transformado en tribuno,
estaba sublime... era allí el tribuno indignado, el formidable luchador de la palabra...” y
frente a la turba ebria y enardecida que intentó cobrar venganza en Isaacs, “la juventud
corrió a rodearlo; era su poeta querido; su orador predilecto.” Jorge Isaacs logró
revólver en mano y escoltado por la juventud, llegar a su casa, allí apareció en el balcón
pero fue recibido por las balas de la soldadesca y las piedras de los energúmenos.
Escribe en su elogio Vargas Vila: “!me parece que aún lo veo aquel día trágico!” Era el
día aciago del 7 de mayo de 1789 en que el Congreso de Colombia fue lapidado, según
lo recuerda el amigo de Isaacs y testigo Julián Páez.

286
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En la dedicatoria de su poema Saulo al ciudadano general, Julio A. Roca, presidente de


la Confederación Argentina, deja constancia de su desilusión por sus compatriotas: “...al
fin llega el ya temido y acaso inevitable día en que el suelo colombiano les niegue hasta
una fosa a mis cenizas.” Y declara su orgullo y placer de que sus huesos reposen en
Argentina. Antes de su muerte el 17 de abril en Ibagué donde gozó de la solidaridad de
Emiro Kastos, manifiesta su última voluntad: ser enterrado en Medellín, lo cual se hizo
el 14 de enero de 1905. Había nacido en Cali, Valle del Cauca, el 1 de abril de 1837.
Criterio amputado sobre Isaacs es el que mantiene en su libro apasionado, pero
malogrado en su antiradicalismo, el humanista Mario Carvajal Vida y Pasión de Jorge
Isaacs. A su vez el escritor y profesor universitario Fabio Martínez publicó su biografía
de Jorge Isaacs La Búsqueda del Paraíso, con afortunadas recreaciones literarias pero
con resultados de empobrecer la figura del autor de María, al ser precario el registro
histórico y su valoración equivocada en varios momentos. A la luz de estos autores
vallecaucanos, el refrán Nadie es profeta en su tierra, se le aplica a Jorge Isaacs.

Sus contemporáneos y amigos fueron principalmente del radicalismo, con su


federalismo y la reforma intelectual y moral: expulsión de los jesuitas, separación de la
Iglesia y el Estado, legislación civil y laicismo, desamortización de bienes de manos
muertas, educación laica y pública, libertad de prensa e imprenta... Todo esto y más en
una estructura de atraso, fragmentación nacional y hegemonías regionales, oligarquías
terratenientes y comerciantes, enfrentamiento de liberales y conservadores, como dos
tribus feroces dispuestas para el asalto, según expresión afortunada del memorialista
Alberto Lleras (1991). El telón de fondo las guerras civiles permanentes y la
inestabilidad política que la contrarreforma de la constitución de 1886 con su
Concordato y cortejo de medidas liberticidas no logró superar sino agravar. Se cuentan
entre esos amigos a César Conto, Juan de Dios Uribe, José Asunción Silva, Emiro
Kastos, Vargas Vila, el ecuatoriano Juan Montalvo, Luciano Rivera y Garrido.

Su contradictor más importante, autor de la gran difamación contra Isaacs fue el


hispanista conservador Miguel Antonio Caro, en una pieza antológica, por su carga de
odio, racismo antisemita y exhibición de ignorancia y petulancia. Para el jefe de la
contrarreforma Isaacs sólo valía como poeta y si acaso como el autor de María. Era la
cuenta de cobro por la labor apostólica de etnógrafo y aventurero descubridor de la
Colombia profunda: Darién, Urabá, Sierra Nevada, la Guajira de la que Isaacs dio
cuenta especialmente en Sobre las Tribus Indígenas del Estado del Magdalena, antes
Provincia de Santa Marta (1884). Otro trabajo es Hulleras de la República de
Colombia en la Costa Atlántica (1890). El trabajo de explorador y documentador, de
nuestro novelista está en la tradición de Mutis, Codazzi, Manuel Ancízar, Eliseo
Reclus... Bien miradas las trayectorias Jorge Isaacs buscaba no sólo un modus vivendi y
eventualmente fortuna, sino ampliar el horizonte del país prisionero del
enclaustramiento geográfico de la república señorial. Sencillamente un protagonista del
progreso.

Isaacs fue ‘descubierto’ por el abogado y literato José María Vergara y Vergara
animador de El Mosaico la famosa tertulia literaria en Bogotá, quien lo introdujo en su
seno y donde se patrocinó la edición de sus poesías acompañadas de una Acta de
evaluación, como prólogo firmado por sus miembros, donde se testimonia la admiración
por su grandeza poética. Era la entrada de Isaacs con todos los honores a la república de
las letras, a la sociedad poética. Los firmantes entre otros son: José María Samper, José

287
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Manuel Marroquín, Ricardo Carrasquilla, Diego Fallon, José María Vergara y Vergara,
Salvador Camacho Roldán, Manuel Pombo y otras luminarias de nuestra historia
literaria. Cuatro años después en 1867 aparece en Bogotá María, impresa en el taller
tipográfico de José Benito Gaitán, con un tiraje de 800 ejemplares.

De María se han escrito y repetido argumentos que le dan su jerarquía en la novela de


América latina. El crítico y escritor peruano Luis Alberto Sánchez llegó a decir que
María es y será la novela cumbre de América, juicio entusiasta, pero en todo caso una
apuesta evaluativa en la crítica, hasta la moderna literatura de los años sesenta a
nuestros días; donde la América literaria hace su aporte universal y decisivo a la novela
y a la prosa artística. Con nombres como García Marquez, Miguel Ángel Asturias,
Lezama Lima, Alejo Carpentier y Julio Cortazar para nombrar sólo unos pocos.

Leída hoy, en este año de gracia de 2005, se puede repetir lo que el lector sin par y sabio
en estas artes, Jorge Luis Borges, escribió: “Oigo innumerablemente decir: ya nadie
puede tolerar la María de Jorge Isaacs; ya nadie es tan romántico, tan ingenuo... Ayer, el
día veinticuatro de abril de 1937, de dos y cuarto de la tarde a nueve menos diez de la
noche, la novela María era muy legible.” Y el genio literario de García Márquez podrá
exclamar, María es una gran novela romántica.

María es la sublimación que le permite a Isaacs y a sus compatriotas de aquí y de


América latina encontrar sosiego y tomar distancia vital frente a los desastres de las
guerras civiles, los odios heredados, la precariedad económica y el tortuoso, difícil
proceso de construcción del Estado Nacional. Recuérdese que María fue un éxito
editorial, 14 ediciones en México y tantas más en los distintos países del continente,
hasta 24 según su autor. Nuestro héroe tenía la visión de la patria americana, de un
lenguaje común, de unidad de propósitos. Fue orgulloso firmante de la ciudadanía
colombiana para los hermanos del Paraguay, cónsul en Chile, presencia espiritual
intensa en México, como lo muestra su correspondencia con don Justo Sierra. Si se
revisan los nombres de varios de los prologuistas de María, se refuerza esta convicción,
son todas plumas de primer orden, incluyendo le edición feliz, la definitiva, que tiene
introducción de su editora María Teresa Cristina. La traducción francesa tiene fecha
temprana: 1874.

Colombia en la segunda mitad del siglo XIX era atrasada, fragmentada y enfrentada. El
progreso y la democracia sólo se asomaban de manera esquiva. En buena parte la
sociedad colonial se prolongó en la nueva república. Pero igualmente con el desarrollo
de las exportaciones, el comercio en sus diferentes modalidades, el trabajo asalariado, el
capitalismo hacía presencia más firme en nuestros suelos. Aunque era un capitalismo
sin industrialización ni modernidad. La estructura de la sociedad señorial conoció el
derrumbe paulatino de la esclavitud desde la ley de vientres hasta la ley emancipadora
en el gobierno de José Hilario López. Jorge Isaacs era abolicionista y su sensibilidad
igualitaria le hacía apoyar la causa. Después de todo, judío! era un estigma racista en el
lenguaje y el trato, al igual que Negro!
El cosmopolitismo del autor de María le viene por ascendencia paterna de origen inglés,
al igual que judío, con tránsito en Jamaica y el Caribe -crisol de culturas y frontera
imperial-. Le viene de su comprensión del continente africano, con su presencia,
mediante la esclavitud hispano-colonial y la grandeza de su cultura. África está en
María recreada de manera amplia y acertada a través de sus amores, enfrentamientos,
bellezas y culturas, realizada artísticamente con la ensoñación poética en la línea de

288
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

elaboración de la obra. Nay personaje central, es un princesa africana que responde a


Efraín: África y éste anota: “yo me soñé esa noche con palacios de oro y oyendo
músicas deliciosas.” Tiene razón Germán Arciniegas en que lo de los negros es
fundamental dentro de la novela y la vida de Isaacs. María viene a ser un alegato contra
la esclavitud, dice este escritor: “El pinta las sangrientas cacerías de negros en el África,
el horror de los barcos negreros, la crueldad de los traficantes... Pero Turbo es el lugar
ideal para el contrabando y quien va a vender a Nay en Turbo es un irlandés... Turbo es
el centro de enlace para el comercio clandestino entre el Cauca y las Antillas.” (1996:
65)

Lo lúdico, la sensualidad, la belleza de las estampas de negros y negras, Braulio por


ejemplo es un Apolo negro: “La fisonomía del sobrino tenía toda la nobleza que hacía
interesante la del anciano; pero lo más notable en ella era una linda boca, sin bozo aún,
cuya sonrisa femenina contrastaba con la energía varonil de otras facciones.” (2005: 80)
Y la descripción de Salomé es de un exquisito erotismo:

Esto decía, sin mirarme de lleno, y entre alegre y vergonzosa, pero dejándome
ver, al sonreír su boca de medio lado, aquellos dientes de blancura inverosímil,
compañeros inseparables de húmedos y amorosos labios: sus mejillas mostraban
aquel sonrosado que en las mestizas de cierta tez escapa por su belleza a toda
comparación. Al ir y venir de los desnudos y mórbidos brazos sobre la piedra en
que apoyaba la cintura, mostraba ésta toda su flexibilidad, le temblaba la suelta
cabellera sobre los hombros y se estiraban los pliegues de su camisa blanca y
bordada. Sacudiendo la cabeza echada hacía atrás para volver a la espalda los
cabellos, se puso a lavarse las manos, y acabándoselas de secar sobre sus
cuadriles, me dijo... (2005: 262)

La descripción de María por Efraín es sensual, delicada en su insinuación:

Vestía un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría parte del
corpiño y la falda, pues un pañolón de algodón fino color de púrpura, le ocultaba el
seno hasta la base de su garganta de blancura mate. Al volver las trenzas a la
espalda, de donde rodaba al inclinarse ella a servir, admiré el envés de sus brazos
deliciosamente torneados, y sus manos cuidadas como las de una reina. (2005: 8)

Un símbolo erótico bien afirmado son los pies y en esta novela hay varios con este
sentido. Una novela del amor casto e insinuación sensual en una buscada cohesión vital,
porque lo sensual en la mirada de Efraín forma parte de su amor sublime, como una
pasión, una fiesta de los sentidos. No asiste razón al presbítero ultramontano Pablo
Ladrón de Guevara cuando señala a María como obra de pecaminosas escenas. En
verdad son sensuales y de los más bellos en su poesía, en la línea de la poesía mística de
San Juan. (Bataille: 1985)

María es una criatura en la adolescencia mientras Efraín es un joven adulto. Son primos
hermanos, aunque familiar y socialmente son hermanos, de allí que sus amoríos y
eventual matrimonio causen natural alarma en su padre. La infanta judía no es mero
arquetipo estético de belleza, sino que viéndola vivir en la novela es un carácter, capaz
de rechazar la propuesta de matrimonio inducida y querida por la familia para
mantenerse fiel a Efraín. María es dichosa en el amor y desdichada en la enfermedad

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

que intuye es mortal, porque así falleció su madre en Jamaica. María se revela como una
persona capaz de seducir a Efraín y no sólo ser seducida. María es Mujer.

La sociedad que Isaacs nos presenta está permeada por el paisaje con una minuciosa y
rica descripción. Sin par en los anales literarios del continente, maravillosa creación en
tanto psicología y vida personal están viviendo una relación profunda, no decorativa, ni
lejana, de una naturaleza condenada a desaparecer al compás de la azucarización
destructiva de un capitalismo salvaje. Vistas las cosas hoy, María es memoria viva,
referente fotográfico-sentimental del paisaje del paraíso del país vallecaucano. Un
milagro telúrico e hidráulico, en un continente variopinto y enorme en su diversidad.
María permite establecer el estado del arte, desde los sentimientos, con su inteligencia,
de nuestra cada vez más precaria canasta ambiental. La edad dorada de Don Quijote
como utopía de lo que se perdió, resulta buen criterio para recuperar los sueños, la
utopía, el Paraíso de Jorge Isaacs. Sin recatos hay que hacer divisa de la exclamación
del ingenioso hidalgo: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos
pusieron nombre de dorados...” Porque sólo redimiendo el sentido de El Paraíso
perdido, podemos establecer la felicidad de desear, tener esperanza, vivir la alegría del
sueño emancipador humano, entre los humanos. Fundar un presente con provenir.
(Benjamin: 1973)

Sí, María es una novela de la utopía porque el paraíso nunca existió como reino de la
felicidad tal como lo narra Isaacs, sino que es idealización literaria. Pero lo es
igualmente por ser una novela de amor para fundar un mito, entre la bruma de múltiples
significados: la madre de Dios, el sentido del amor casto y noble, el incesto; es una
novela incestuosa y por ende subversiva, lo que le da la fuerza al desenlace del amor
entre Efraín y María. La enfermedad y muerte de esta espléndida belleza sólo
comparable a las azucenas que ella cultivaba con esmero y amorosamente para Efraín,
era la manera de dar un paso al mito del amor inmortal. En esta operación literaria, de
una creatividad admirable el escritor logra establecer a María como gran mito
americano del amor. Para que ello se lograra plenamente, esta historia, es la de un amor
imposible, con la fina y tenebrosa presencia, en cinco oportunidades, del ave negra
como ave de mal agüero.

Sobre el romanticismo conviene subrayar su carácter ambiguo y de distinto énfasis. Así,


de manera oportuna Michael Löwy precisa su alcance:

El Romanticismo es mucho más que una escuela literaria: constituye una


visión del mundo que abarca todas las esferas de la cultura. Podría definirse
como una protesta en contra de la moderna civilización capitalista industrial en
nombre de los valores precapitalistas, nostálgica Wetanschauung opuesta a
ciertos componentes claves de esta civilización: el desencanto del mundo, la
cuantificación de los valores, la mecanización, la disolución de la comunidad,
la racionalización abstracta. Desde finales del siglo XVIII (Rousseau) hasta
nuestros días, ha sido una de las principales estructuras de sensibilidad en la
cultura moderna, asumiendo varias formas que van del conservadurismo
extremo al utopismo revolucionario. (1999: 42)

Acerca del carácter utópico del romanticismo dice Löwy:

290
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

...también existe un romanticismo revolucionario y utópico cuyo objetivo no es


regresar al pasado, una imposible restitución de las comunidades premodernas,
sino tomar una desviación, a través del pasado, hacia el futuro, la proyección de
valores pasados en una nueva utopía. La teología de la liberación también
pertenece a esta tradición que mezcla nostalgias góticas (o prehistóricas) con la
Ilustración de Rosseau a William Morris, y también de Ernst Bloch a José Carlos
Mariátegui. (1999: 88-89)

Resulta de suyo necio seguir insistiendo en el carácter epigonal, de una novela más,
María, en la constelación de la literatura romántica. El parco Baldomero Sanín Cano
derramó este elogio: “María es una de las creaciones literarias más hermosas y más
cercanas a la perfección que haya producido la literatura americana.” La primera
importancia de la novela es el uso del lenguaje, culto y popular en un mestizaje
enriquecedor de nuestra literatura. María es lenguaje que es música con todos los
acordes, cuyas virtudes encontrarán eco en José Asunción Silva, en los poetas
modernistas de América latina y en Morada al sur de Aurelio Arturo. En lo popular
negro, su poesía está en línea directa con Los Cantos Populares de mi Tierra de
Candelario Obeso.

Jorge Isaacs tenía un propósito perfeccionista, como lo anota su principal estudiosa


María Teresa Cristina, las sucesivas revisiones que hizo de su novela ponen de
manifiesto una marcada conciencia estética y estilística. María es una gran sinfonía
poética, un elaborado fresco literario de amor y un logrado cuadro de costumbres, en
una afortunada síntesis de novela romántica y realista en su variante costumbrista. Ni su
romanticismo, ni su realismo son imposturas, ni calcos más o menos afortunados del
sentimentalismo europeo decimonónico, sino una penetración a nuestra propia
condición humana sentimental como americanos. María viene a ser la entrada de
nuestra mayoría de edad al mundo de la vida de las emociones amorosas y de las
vivencias de la sociedad. La influencia romántica la testimonia el propio Isaacs en la
novela declarando que Atala era lectura favorita de Efraín y María. El ritmo emocional
y la atmósfera musical vienen del Cantar de los Cantares y otros textos bíblicos.

Es además una novela familiar, en que los padres de Efraín están presentes con sus
costumbres, formas de trabajo y de vida. Isaacs traza con mano maestra la felicidad
familiar, pero igualmente la quiebra económica y de salud del padre, verdadero roble
humano. María no es un documento histórico, ni antropológico, ni sociológico. Pero se
siguen perdiendo un filón de sabiduría los historiadores, antropólogos y sociólogos que
dejan de lado las necesarias, múltiples lecturas de María.

291
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

V. LITERATURA

Jorge Isaacs y el Nadaismo, ¿frente a diente?467


467
La presente conferencia fue elaborada a partir de entrevistas y textos originales de los poetas nadaístas
incluidos, y esta enmarcada en el trabajo de investigación sobre poesía colombiana que el autor adelanta

292
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Armando Romero

Blanco más fácil no podía ser para el nadaismo la figura en cuerpo y obra de Jorge
Isaacs. La sola imagen de su obra, estancada según los nadaistas en un Valle del Cauca
conservador y retrógrado, era motivo de sus mejores y más ponzoñosos dardos y
petardos. Dispuestos a borrar de un plumazo todo el pasado literario colombiano que
identificaban con la clase dominante, y también con la pasiva clase no dominante, se
quemaron libros, se rompieron versos. Sólo Guillermo Valencia superaba a Isaacs en
esta necesidad de desacralización. Al cabo de los años, es importante volver sobre ese
momento histórico y ver qué pasó y que ha pasado con la posición de los nadaistas con
respecto a Isaacs. ¿Todavía frente a diente?

Las relaciones del nadaismo con la literatura colombiana, con su establecimiento


literario, cultural y político no fueron siempre muy afortunadas, para decir lo menos. Ya
desde el inicio del nadaismo, Gonzalo Arango lanza como presentación y ataque el
“Mensaje nadaista anti-académico”, que así comienza:

Señores parásitos de la academia: ¿Quieren saber quienes somos los nadaístas?


Somos santos un poco extraños que por boca de hombres profetizan la
Oscuridad Nueva. Somos también los chancros de la belleza literaria. Somos
además los atorrantes profetas de una barbarie alucinada.

Para decir luego al referirse a los académicos:

Queridos viejos reumáticos:


Ustedes existen ¿y qué? A nadie le importa (…) Es triste contemplar el ridículo
alboroto de sus existencias en torno a lo que ustedes son: una manada de vejetes
con peluca, caspa, dientes postizos, vicios solitarios y paraguas con capacidad
ecuménica de ensombrecer el sol cuando sacan el perro a mear en el parque.
Ustedes se han pasado la vida parpadeando ante los libros para acabar en un
oscuro prostatismo y ser los policías del orden público idiomático. ¿No les
duelen mucho las nalgas de estar sentados en esos viejos bancos discutiendo si
“Güevonada” se escribe con B ebria o teologal? ¿Por qué desprecian así la vida?
¿Por qué no se consiguen una amante y van a dorarse a las playas en lugar de
agotar su pobre energía en medio de elucubraciones calvas y dolor de hígado?
Cómprense unos zapatos de gamuza, una guayabera y una camisa-roja, y en vez
de dormir al lado de alguna acabada vieja menopáusica váyanse a bailar
chachachá en los horribles sótanos de la noche y emborrachen hasta el último
gusano de su aparato digestivo.

Más tarde se sucederían otros manifiestos contra los intelectuales colombianos, entre
ellos el célebre “Manifiesto contra los escribanos católicos”, el cual causó una gran
revuelta y repulsión en la clase inteligente del país, así como el “Mensaje bisiesto a los
intelectuales colombianos”. Ácidamente crítica, la posición del nadaismo no podía
encajar de ninguna manera con una novela como María. Tal vez por desconocimiento
de la difusa figura intelectual y de la obra de Jorge Isaacs. Así, cuando Isaacs salía de
frente, los nadaístas pelaban los dientes.

hace varios años. En este caso responde al indagar sobre la recepción poética de Jorge Isaacs en el
movimiento nadaísta.

293
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Años más tarde, Gonzalo Arango, en un mensaje contra el poeta Julio Flórez, dice:

También a la cultura nacional ha llegado la “Transformación”. Inspirados en Proust,


sus dirigentes han salido en busca del tiempo perdido, y lo han encontrado en las
tumbas de sus muertos. Julio Flórez, Jorge Isaacs, esos plumíferos inmortales han
sido desenterrados por sus reverentes y serviles sepultureros. El aire de la literatura
apesta con estas excavaciones al pasado. Todo lo que han logrado demostrar es que
sus muertos están definitivamente podridos.

Gonzalo Arango sabía bien que esta pelea contra el pasado era absurda, pero había que
pelearla. A Breton no se le hubiera ocurrido pelear contra Chateaubriand, sí contra
Anatole France, contra André Gide. Pero los nadaístas comprendían que Colombia era
el país de un tiempo detenido, el cual funcionaba al unísono con el país de un tiempo en
movimiento. Y los enfurecía que el tiempo detenido no deparara sabiduría, reflexión,
alta espiritualidad, y que el tiempo en movimiento no conllevara progreso, cambio. Así,
la pelea era contra todos, no importa que trajera al ring a ancianos venerables del siglo
XIX como Caro, Suárez o Cuervo (los paladines de la odiada academia) o a atletas
formidables de pleno siglo XX, como Eduardo Carranza, Jorge Zalamea o Gabriel
García Márquez.

Por esta razón, el enfrentamiento con Jorge Isaacs, y su novela María, no tiene sentido
si lo vemos con los ojos de Borges o de Pedro Henríquez Ureña o de Alfonso Reyes,
quienes podían ir directamente a las fuentes de la tradición sin el entorpecimiento de
una historia nacional marcada por la violencia y la discriminación. Pero si lo vemos con
los ojos de los muchachos de provincia colombiana en las décadas del 50 y el 60,
egresados de la más brutal escuela de violencia que país latinoamericano haya conocido,
entonces esta pelea se torna necesaria, saludable, y estoy seguro que el mismo Jorge
Isaacs la hubiera entendido, sino aplaudido.

Revisemos ahora rápidamente algunas ideas antes de seguir adelante. Como todo
movimiento de cola romántica, el nadaismo siempre tenía que mordérsela. Así, su anti-
programa poético no lo lleva a pensar como Höelderlin (según nos cuenta Heidegger)
que “la poesía es la más inocentes de todas las ocupaciones”; por lo contrario, en sus
primeras proclamas, Gonzalo Arango declara a los nadaístas como “Geniales, locos y
peligrosos”, de tal manera que la “inocencia” romántica da paso a la “perversión”
barroca, ya que el poeta nadaista no está como mediador de un referente de belleza sino
como promotor de una figura autoreferencial, el poeta mismo, cuyo eje de belleza no
giraba en la armonía sino en la ruptura de todos los centros, todos los márgenes. Ahora
bien, en lo que sí estaban de acuerdo los nadaístas con las proposiciones visionarias de
Höelderlin, era que “el lenguaje es el más peligroso de todos los bienes”. Las palabras
se convirtieron en armas blancas, negras, sucias, de juego y de fuego: “La policía de
Manizales”, un poema de Jotamario, era una “bala – da”.

Lo primero que cae es la virginidad de María, por supuesto. Había que violar al icono
nacional, romper en pedazos el discurso social, cultural y político del país que ella
encarnaba. Esa virginidad defendida a calzón quitado por don Luis Carlos Velasco
Madriñán y por don Mario Carvajal, representantes en Cali del pensamiento más
conservador y retrógrado, a ojos de los nadaístas. Jorge Isaacs, y su novela “María”, me
recordaba con acierto Darío Henao, mientras dejábamos atrás las yerbas azules de

294
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Kentucky, habían pasado a ser posesión de la clase dirigente local caleña, y por
extensión, de la colombiana. Interesante caso el de Isaacs, que no sólo pierde sus tierras
frente a los terratenientes, las cuales nunca podrá rescatar en esa búsqueda del paraíso
perdido en que se convierte su vida, sino que también su obra pasará a ser patrimonio de
ese mismo grupo social. “¡Extraños habitan hoy la casa de mis padres!”, recordemos
que exclama con dolor en María.

La idea nadaista de poner el busto de Brigitte Bardot en reemplazo de la estatua en el


Parque de Efraín y María en Cali, puede hoy parecernos infantil, pero en la Cali de ese
entonces despertó muchos odios como buenas risas. Los más conspicuos críticos del
nadaismo, los amigos de la izquierda, recuerdo que señalaban con desdén que hasta en
sus modelos eróticos los nadaístas eran afrancesados, extranjerizantes. No sabían
probablemente, estos buenos hijos de las circunstancias, que María, el modelo de la
prometida virgen nacional, era judía, de padres ingleses, nacida en el Caribe. Pero por
otro lado tenían razón, ya que el surrealismo, el existencialismo, la Piaff, Sartre y la
Beauvoir, hacían de las suyas en las bibliotecas y charlas nadaístas.

Resumiendo, podíamos señalar que el ataque a Isaacs y María de los nadaístas iba
contra los patrones de conducta sexual y erótica del siglo XIX, contra el núcleo familiar,
la educación religiosa, perpetuados por las instituciones nacionales en pleno siglo XX, y
contra las estructuras esclavistas, paternalistas, que tenía la alta clase social colombiana,
y que bien se reflejaban en la novela. No era posible para el nadaismo tener otra lectura
de María, lectura donde se proyectara históricamente el alto erotismo de la prosa de
Isaacs, sus descripciones de preludio nabokoviano, su visión de una clase marcada por
el criollismo y la presencia del inmigrante europeo, donde el componente religioso
juega un papel importante. Es decir, que no correspondía al nadaismo establecer un
diálogo constructivo con una figura como Isaacs, substraerlo de la maquinaria política
que lo había convertido en uno más contra la mayoría de los colombianos, aquellos que
día a día tenían que soportar el castigo de una violencia heredada desde la fundación de
la patria.

Pero más allá de estos componentes sociales que establecen las diferencias, los puntos
de choque entre Isaacs y el nadaismo, está la presencia del lenguaje, ya que “uno de los
grandes problemas en la historia de Colombia había sido la imposición al pueblo, por
parte de sus gobernantes y educadores, de un idioma español pulcro y correcto como
modelo de identificación cultural y social” 468. La necesidad de los nadaístas de romper
con esta cédula de ciudadanía idiomática los llevó también a intentar romper, a su
manera, con “el tradicional acento idiomático del español”, para decirlo a la manera de
Tomás Navarro Tomás, el cual venía de generación en generación desde la colonia. Esta
abrupta ruptura con la tradición, que vista desde el ángulo de la cultura podría ser un
empobrecimiento, era absolutamente necesaria en un país que sólo había aprendido a
reflexionar por la violencia. Los nadaístas, que recibían un Isaacs transformado por la
academia y los dirigentes intelectuales del país, como señala Gonzalo Arango, no
podían ver el poder dinámico de la palabra, y por ende, del lenguaje, en el trabajo
creativo de Isaacs. Es por esto, repito, que se les escapaba la actualidad de María, que
visualizaba Borges.

Luego de haber tomado estas notas anteriores en el café Sitwells de la calle Ludlow, en
Cincinnati, decidí venirme de secreto unos días antes a Cali, e invitar a algunos de los
468
Cita de mi trabajo “La poesía colombiana o la búsqueda de un español otro”

295
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

poetas nadaístas a dialogar sobre Isaacs, prometiéndoles que no le iba a contar a nadie lo
que dijeran, lo cual los tuvo sin cuidado, por supuesto. No fue una charla fácil porque
mientras Jaime Jaramillo Escobar miraba ansiosamente la hora, no fuera que lo dejara el
bus que lo llevaría a una piscina cerca de Cañasgordas, Eduardo Escobar enviaba su
columna habitual a El Tiempo vía correo electrónico. Por otro lado, Jotamario trataba de
poner un escocés en su vaso, sin mucho acierto porque sus ojos estaban al otro lado de
la calle donde una falda de mujer daba golpazos contra la luz, y Elmo Valencia
estrenaba de nuevo su poderosa risa diciendo una y otra vez:

-¿A quién se le ocurre hablar de Isaacs, si ya María tomó jugo de Borojó?


-Poetas hermanos –les dije-, ¿que tal si me dicen cómo los agarró por primera vez
este don Jorge y su novela?

-En mi casa –dijo Jaime Jaramillo rápidamente-. Mi padre era maestro de escuela.
Había una biblioteca. Mi madre y sus amigas se reunían para leer novelas ciertos
días, en la tarde. En esa época María era muy popular.

Eduardo Escobar, dirigiéndose a Jaime, dijo:

-Yo no sé si mi madre leyó alguna vez María, esa novela lacrimógena y alabada.
O los poemas de Epifanio Mejía y Rubén Darío, cuyos versos se escapaban entre
sus suspiros mientras oficiaba en los menesteres de la casta casa. Como haya sido,
María, y claro, su sombra, el joven Efraín, o mejor dicho sus prestigiosos, pálidos,
malolientes fantasmas, venían a la charla de la familia por variados caminos.
Cuando un par de sobrinos meloseaban bajo una madreselva resultaban semejantes
a Efraín y María.

Jotamario, quien ya había logrado servirse bien su escocés, colocó una silla junto a la
ventana que daba a la calle, para no perder su punto de mira, y sonriendo dijo:

-Tendría 16 años cuando el profesor Varela, que era hincha mío, me detuvo en uno
de los corredores del Santa Librada College, y me dijo que me tenía un regalo.
Sacó de una bolsa y me alargó una edición de María. Yo me sentí ofendido,
mareado, menoscabado. Acababa de participar a ladrillazo limpio en la caída del
dictador y me había tocado ser testigo presencial de un ajusticiamiento de
“pájaro”; un mes atrás había perdido –por dos pesos, con derecho a penetrar con la
bicicleta- la rugosa virginidad en la zona de tolerancia; y por si fuera poco acababa
de leer Madame Bovary, Moll Flanders y Fanny Hill.

Profesor, no me regale guevonadas –le dije-¿no ve que he decidido ser un escritor


de vanguardia? Más bien présteme todo lo que tenga de Nietszche, y si tiene algo
de Bataille… El profesor Varela enrojeció de pies a cabeza, un ribete de espuma
afloró a su boca, me miró como si fuera un cadáver de anfiteatro y me espetó estas
palabras: “Arbeláez, en algún momento creí en usted. Tuve la sospecha de haberle
inculcado una chispa de sensibilidad. Pero por la forma como se ha referido a la
obra sublime de Isaacs, deduzco que usted siempre será un pelmazo. Estoy seguro
de que, con todas sus ínfulas modernistas, nunca escribirá una línea que la
supere…”

296
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Mi mala suerte literaria obedece, pues, a la maldición de mi profesor de literatura.


–concluyó Jotamario.

Una carcajada general sacudió la sala, mientras el Monje Loco decía, entre
carcajadas:

-María tomó jugo de Borojó, eso es lo que cuenta.

El poeta Jaime Jaramillo, antiguamente X-504, seguía mirando inquieto su reloj.


Le pregunté lo primero que se me vino a la cabeza.

-Poeta, supongo que fue María la primera obra de Isaacs que conociste…
-Tanto la novela como los poemas (entonces se decía poesías) se leían mucho
-contestó el poeta-. Poemas de Isaacs estaban siempre en los textos de estudio. La
lectura de María a los quince años era conmovedora. Para Manuel Mejía Vallejo,
al final de su vida, seguía siendo igualmente emotiva.

Eduardo, que parecía mantener un diálogo con el poeta Jaime, dijo:

-En el colegio, no recuerdo haber oído mencionar a Maria. Ni a su caro Efraín. Ni


a su desdichado creador. Tal vez por la razón pura heredada de la Contrarreforma.
Es decir, porque en lo poco que me presté a la educación convencional lo hice en
instituciones dirigidas por curas, escolapios españoles, maristas de Italia,
misioneros javerianos de los conservadores pueblos antioqueños, y terciarios
capuchinos de todas partes, en las cuales la mujer era la seductora, la ministra
venenosa del demonio armada de tetas en contra del orden de nuestros mundos
masculinos. El pecado. Y el mal.

Como me ocurriría con el Quijote me puse tarde en la tarea de leer María. No me


avergüenza confesarlo. Durante los años felices de las tertulias de nuestro primer
nadaismo, ustedes recuerdan, gastadas y desgastadas en larguísimas divagaciones
literarias de todos mis amigos, sobrios y borrachos, no comprendía que mis
nuevos, hirsutos camaradas, se refirieran con semejante vehemencia al Quijote
como si fuera un libro magnífico, y a María, para demeritarla como una enfermiza
expresión del debilitamiento del romanticismo en América.

La incomprensión acabó por convertirse en curiosidad. Ya debía tener por lo


menos veinticinco años, y un hijo –siguió Eduardo-, el mes cuando vine a leer el
Quijote.Y María, cuyo recuerdo se ha desvanecido del todo en mi conciencia. Tan
solo queda un olor de libro viejo mezclado con el aroma de unas montañas en mí,
el rasgo de un esclavo en el barro de un camino entre breñas, un huerto, y un
pajarraco de mal agüero que se desplaza en una página con un doblez en el ángulo
superior derecho. Y el señorito Efrain. Y su sombra. Y las trenzas de María,
convertidas en una falsa memoria que ni me estorbó jamás, ni visito ya, ahora.

-El poeta está inspirado, dijo el Monje Loco, pero para mí, lo único que cuenta es
que María tomo jugo de Borojó.

-Por esos días del 59 –intervino Jotamario- llegó el nadaísmo a Cali; establecimos
el grupo con un sentido del humor bastante diferente del de Medellín, y Gonzalo

297
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

me encargó el nada penoso deber de dar a conocer nuestra genialidad mediante el


escándalo, El mito de la comarca “estaba pagando”. Traté de leer la novela de
Isaacs para atacarla con más saña, pero el libro no se dejó. Mi mente estaba
pervertida por la Nana, de Zola. María no era sólo el novelón romántico que todo
el mundo respetaba sin haber leído, sino también un parque y un monumento “casi
en los patios de un cuartel”. Con el apoyo redaccional de Pedro León Arboleda,
Alfredo Sánchez y Diego León Giraldo, el Monje y yo facturamos un manifiesto
tórrido al alcalde de la ciudad, que apareció al otro día en la primera página de El
Espectador, donde hacíamos perentoria exigencia de que se retirara el monumento
a María –bajo el riesgo de ser dinamitado- y fuera reemplazado por el busto de
Brigitte Bardot. En el comentario de El Tiempo del día siguiente, lo único que se
nos criticaba era nuestro mal gusto, pues según el editorialista –tal vez Eduardo
Mendoza Varela-, el busto por que el deberíamos haber exigido recambio era el de
Marilyn Monroe.

-¿Y que tal la quema de María y de otros libros aquí en Cali? –les pregunté a
todos mientras prendía un cigarrillo.

-No participé en esa quema de libros porque trabajaba –dijo Jaime, perfilando ya
su sonrisa de pícara maldad, y continuó-: Nunca he sido vago. Los escándalos del
Nadaísmo tenían un propósito publicitario. No quemo libros inútiles porque la
ceniza es peor. Los arrojo en silencio a la basura.

-¿Y tú, Eduardo, estuviste en la quema de libros en Medellín?

-No. Sin embargo, Gonzalo Arango me diría más tarde que en la plazuela
antioqueña de San Ignacio no se habían quemado libros, tan sólo revistas viejas,
Selecciones del Readers Digest, almanaques Bristol caducados, catecismo de
Astete, la basura que los nadaístas tenían en sus casas de los tiempos del
bachillerato, textos pasados de moda, para llamar la atención de los medios que
permanecían mudos como paredes e indiferentes como piedras, antes los
manifiestos procaces y lapidarios que emitíamos con regularidad de maníacos.
Pero aquí en Cali, sí estuve de cuerpo presente, aquella mañana luminosa. Y me
parece acordarme entre las brumas del olvido que se traga todo, que se trató más
bien de un ahorcamiento de ediciones de Maria en los árboles del parque del
mismo nombre que dedicó Cali a la heroína principal del deplorable romanticismo
colombiano.

-La cosa fue así –dijo Jotamario con su memoria borgiana y su escocés a raya-.
Gonzalo Arango tuvo la peregrina idea de convocar, durante uno de esos
Festivales de Arte que se inventaba Fanny Mikey, la Exposición Nacional del
Libro Inútil, en el parque de la María. Ser enemigos de esa obra nos daba buenos
dividendos. Nos permitía elaborar bromas apaches a la virginidad, a la castidad, a
la enfermedad, al romanticismo y al pájaro negro dentro del paisaje bucólico.
Todos los poetas de la parroquia y de la nación –que lo mismo era- fungían de
defensores a muerte de la historia de Jorge Isaacs. La juventud en cambio
comenzaba a deshipotecarse de semejante influencia. Todo el mundo llegó al
parque con carretadas de libros, especialmente sus propios autores. Otros llevaron
los libros de sus enemigos. Algunos escritores del cartel mariano, escondidos tras
los árboles, como Velasco Madriñán, autor de El Caballero de las lágrimas,

298
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

mandaban espías a averiguar si alguna de sus obras había sido “colgada”. Cuando
les llegaba la noticia de que sí, salían de sus escondites y se sumaban al jolgorio.
Con los libros de Gonzalo Arango hacían los pájaros nidos. Pero el libro que
barría por su reiterada presencia era María, colgado por los estudiantes
condenados a leerlo. En medio del éxtasis, algunos chistosos quemaron sobre las
cabezas de Efraín y María ejemplares de El Tiempo y El Espectador. Y nosotros,
que siempre gozamos de buena prensa, nos vimos condenados al ostracismo. Esa
noche hice un nuevo intento por leer María. Imposible. Tenía la mente llena con
Justine y Juliette, del Marqués de Sade.

-Para qué hablan tanto de María –dijo el Monje Loco, protestando- si lo que ella
tomó fue jugo de Borojó.

-Poeta Jaime, ¿fuiste alguna vez por la hacienda El Paraíso, cuando vivías acá en
Cali?

-En alguna ocasión fui a conocer la casa de Efraín y María. Los visitantes de
entonces eran serios. Los actuales, irrespetuosos y sucios turistas quedan descritos
gráficamente en un ensayo de Hernán Toro, con sus regueros de envases plásticos,
latas y papeles.

-¿Y que tal tú, Eduardo?

-Jamás fui al Paraíso. Entre otras cosas, por estar entregado a mi Cuarteto de
Alejandría, en la Posada del Viajero: ni siquiera se me pasó por la cabeza.
Recuerdo que preferíamos Juanchito. Y sobre todo, carezco en absoluto de esa
clase de estupidez turística que lleva a algunos a visitar las casas y las cosas de los
sordos famosos, los criminales reputados, los pintores zurdos y los escritores
gloriosos. Mi único fetichismo consiste... pero no es necesario proclamar aquí mis
queridas inclinaciones olfativas.

-Recuerdo que luego de la quema en el Parque la María –dijo Jotamario-, el


contragolpe no se hizo esperar a través de la palabra cascada y sacrosanta del
poeta de “Piedra y Cielo” y de “Teresa, en cuyo culo el cielo empieza”,
abanderado de las causas que tuvieran que ver con el idioma de Castilla y con la
poesía prístina. Aunque poco dado al panfleto, Eduardo Carranza se dejó venir con
una catilinaria… Y con inspirado acento en la á, exclamó ante las autoridades
civiles, eclesiásticas y militares: “¡Ah!, yo desafío a los escritores nadaístas, y les
doy 30 años de plazo a partir de hoy, a que escriban una obra mejor que María, o
si no que se callen para siempre.”

“Al otro día los periódicos titulaban a igual número de columnas: “Nadaísta
Jotamario acepta el reto de Carranza, pero a muerte” y subtitulaban: “Que él
escoja las armas, yo escojo el sitio: hacienda El Paraíso, 12 p.m. Domingo de
Resurrección.” Con Pablus Gallinazo, mi padrino, tomé clases de florete. Con el
mayor Camargo, tiro al pentágono. El domingo por la noche estaba con toda la
claque en la hacienda. Pardo Llada hasta me había mandado fotógrafo. Esperamos
hasta las cinco de la mañana y en vista de que el retador retado no apareció, el
doctor Quintero procedió a declarar a Carranza “técnicamente muerto”, y como no

299
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

hubo cadáver que lamentar ni que levantar, procedimos a bañarnos en bola en el


mismo sitio donde lo hacía María en levantadora.

-Ese es el mismo sitio donde María tomó jugo de Borojó –dijo el Monje Loco.

La tarde se estaba haciendo cada vez más vallecaucana, y yo ya veía que el poeta Jaime
presentía que se nos venía encima el “sol de los venados”, lo cual indicaba que la hora
para ir a nadar a Cañasgordas estaba pasando. Miraba su reloj, pero yo insistí:

-¿Y en esos años de las décadas del 60 y el 70 cuando tanto se hablaba de Isaacs,
de su obra en especial, recuerdan qué pensaba Amilcar Osorio de María?

-Después de las primeras manifestaciones públicas no se habló más de Isaacs o de


María -dijo Jaime-. Las inclinaciones académicas de Amílcar no encontraban eco
en sus rebeldes compañeros. En cuanto a mí, durante la pataleta del Nadaísmo no
volví sobre Isaacs. Pero hoy, más que su obra literaria, resulta admirable el
hombre que fue. La razón por la cual no estudiamos historia es para no sentirnos
disminuidos por esos titanes que nos precedieron, ante los cuales quedamos como
ratas cibernéticas.

-En lo que a mi respecta -terció Eduardo-, No sé a estas alturas de la vida si los


nadaístas creían en todo lo que despotricaban de María, en las charlas y en los
comunicados. En todo caso, estábamos en nuestro derecho, por higiene, y en
ejercicio de nuestra libertad irresponsable, de leer otros libros de amor más
complejos y álgidos. Como el sagrado mamotreto de Proust, o como el lírico
Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, la novela del amor del siglo veinte.
Y claro, a Lolita, de Nabokov, que es un libro tan tierno, sin caer en el desmayo de
María, y a la vez tan saludable, en el cual, lo mejor no es la sensualidad que
palpita en cada página, si no la capacidad del narrador para burlarse de sí mismo,
de su historia, y su visión irónica del mundo y de las pasiones.

De pronto Jotamario se levantó intempestivamente de su asiento y dijo que había visto


unas trenzas que le recordaban a María columpiándose por la calle, y que ya nos
veríamos más tarde, en el bar de Efraín.

Jaime, apresurado, no me dejó hacer ninguna pregunta esta vez, y dijo:

-Mi apreciación de María y de don Jorge Isaacs se ha revaluado con los años, y
eso me parece normal. He sido siempre aficionado a la historia, y desde ese punto
de vista no se niega la importancia de una obra que perdura más allá del siglo y
suscita el interés de académicos como tú. Además, hay otra cosa: fuera de
Antioquia, la tierra que más aman los antioqueños, aunque sea para comprarla, es
el Valle del Cauca. Siempre ha sido así, a pesar de conflictos políticos y de la
atracción de Bogotá. Emigrar al Valle y quererlo con pasión ha sido obligado.
Sintiéndome también valluno, como debe ser, no puedo desentenderme de su
literatura y de sus tradiciones. He releído María varias veces, por diferentes
motivos. Sin duda conserva gran importancia histórica, lo cual es propio de la
mejor literatura en cada época. Sucede lo mismo con Eustaquio Palacios e Isaías
Gamboa. Hoy nos parecen ingenuos, ¿pero qué dirían ellos de nuestra
perversidad?

300
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Y Eduardo, no muy de acuerdo con lo que decía el poeta Jaime, dijo:

-Quizás volveremos a leer María, en algún ocio muerto. Quién sabe. A medida
que los lectores envejecemos nos coge la urgencia de leer un montón de cosas en
la Babel de la cultura literaria de la humanidad, que nos hacen relegar otras. Y la
verdad, el romanticismo latinoamericano goza de suficiente mala fama para
emplear nuestro tiempo y nuestros ojos, en otras cosas, cuando quedan vírgenes
tantos griegos, tantos secretos novelistas bizantinos, tantos escritores
escandinavos, tantos libros extraños esperándonos en los anaqueles de nuestra loca
escritura humana.

El poeta Jaime ya se había resignado a perder el autobús.

-La permanencia de María acredita su importancia –dijo-. Sus ediciones han sido
numerosas, como pude apreciarlo en la después saqueada biblioteca del doctor
Eduardo Mendoza Varela, quien poseía una gran colección de ediciones de María.
Solamente en México, según comenta Manuel Mejía Vallejo, se hicieron más de
doscientas ediciones diferentes, de 12.500 ejemplares la de la serie Crisol, de
Aguilar. A pesar del prestigio de María, la crítica no ha sido muy perspicaz. Con
razón dice Umberto Valverde que María ha sido llorada, mas no leída. Quien sólo
percibe lo anecdótico, apunta Mejía Vallejo, está negado para la literatura. Si fue
leída con entusiasmo durante cien años en el continente, ¿qué más certificado
quieres?

El Monje Loco se había quedado dormido completamente, y en sus sueños repetía, sin
cesar:

-María tomó jugo de Borojó, María tomó jugo de Borojó.

Y en ese momento, Jotamario asomó la cabeza por una de las ventanas y dijo:

-No se preocupen más por María, poetas, que no vale la pena ningún libro que se
pueda leer con las manos quietas.

Poesía del presente en el espejo del pasado: Narciso a si solo se lame


Eduardo Espina

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Si Jorge Isaacs se levantara de la tumba, vería y diría: “Ha sido inútil, tanto verso, para
que. Como poeta ya no existo. Si no fuera por Maria...ah, si no fuera por Maria.” La
famosa telenovela argentina de Celia Alcántara (con Irma Roy como protagonista,
1967), luego en versión mexicana (con Victoria Ruffo, 1989), considerada la mas
popular de todos los tiempos, se llamo Simplemente Maria, pero en la vida literaria de
Isaac, Maria fue algo mas que simplemente una novela. Lo ha salvado del olvido
definitivo, que no es poco salvataje. Entonces, de la misma manera que Flaubert fue
Madame Bovary, Isaacs fue Maria o, mejor dicho, Maria fue y es Isaacs. Su
preponderancia empieza en esas cinco letras con mayúscula, mantra de una época que
aun acepta ser interrogada mas allá de sus fechas.

El otro, el de los poemas o poesías, como se les llamaba entonces y hasta no hace
mucho, apenas es rescatado ocasionalmente por algunos exóticos lectores (entre líneas,
no entre comillas) quienes nos ocupamos de cosas que nada interesan a la mayoría,
como es la obra poética de un escritor famoso que pocos se animan a llamar poeta.

Hablamos para el caso específico, y tiene sentido hacerlo, de cosa juzgada. De un


naufrago con destino de ahogado. Jorge Isaac fue una rareza y un intento fallido de
poeta. Le toco vivir una época llena de traslados ideológicos y desacomodos estéticos y
no supo donde situarse. En su transito de centro a periferia tuvo un pie casi adelante y el
otro demasiado atrás. En el medio, su poesía tambaleándose hacia el pasado. La
pregunta pues, ¿de donde vengo?, parece haber sido más importante que la otra,
palpitante primero y luego modernista, ¿hacia donde voy, vamos? Dicha pregunta fue
canon y estribillo a contramano de la época literaria inmediatamente siguiente,
enclavada en el mismo siglo de Isaac, por más que hoy parezcan dos siglos diferentes
(no lo fueron).

El poeta romántico escribía desde los desordenes de una ansiedad en posición histórica
de desacomodo, de nerviosismo con consecuencias. De alguna forma se empezaba a ser
otro, pero de que forma: de una que en ese momento (y la historia en un momento tiene
muchos) resultaba de todo menos abundante. Había pues que escribir desde formas ya
establecidas, desplazándose hacia los puntos suspensivos de la razón como epitome de
sus limitaciones: pasando de la pregunta, ¿que soy por empezar a ser moderno sin
saberlo del todo?, al coto literario de un exceso sentimental en forma de respuesta y por
lo general mal resuelto. Se pasaba sin guiños de la melancolía a la cursilería, en un
transito cargado de ambigüedades.

A partir de esa posición dudosamente segura, con un pie en el pretérito y el otro


intentando apoyarse en un tiempo que aun no había llegado pero que obligaba a
imaginarlo como completa imposibilidad, Isaac, lo mismo que los demás poetas
románticos hispanos, incluido Gustavo Adolfo Bécquer y sus patéticas golondrinas
oscuras, no supo que decir ni como decirlo. Se quedo en el intento sin intentar
demasiado más. En eso persistió y así hasta hoy permanece. Señala Andrés Holguín en
el prologo de Antología Critica de la Poesía Colombiana (1874-1974), Tomo I: “Jorge
Isaacs (1837-1895) es mas conocido como novelista que como poeta. Con razón. En sus
versos, rara vez se halla algún destello lírico”. Los hay, pero solo son eso: destellos.
Jorge Isaacs fue victima de los ofrecimientos de una época cargada de variada belleza
para escribir, la cual llego demasiado rápida como para ser asimilada y adaptada a las
inquisiciones de provincia. No tuvo temas nuevos ni formas líricas para inquirir en el
lenguaje con palabras indebidas, porque las suyas titubeaban, simulaban que tenían algo

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

para decir cuando en verdad no, buscando así escapar del desaliño métrico, tal parece,
meta principal del poeta. Fue insuficiente. La poesía de Isaac, monotemática en casi
todo su trayecto de 31 anos de actividad (publico su primer libro de lírica, Poesías, en
1864 y murió en 1895), oscilo entre la mirada descriptiva carente de conceptualizacion:
“La tarde se apaga, y abajo la aldea/blanquear entre sauces y pinos se ve;/rebaños que
bajan al valle vadean/el rió que lame del monte los pies” (La vuelta del recluta); el lugar
común: “Detiene el viajero la marcha y ahogan/profundos sollozos su trémula
voz;/Teresa, temblando, cree ver una sombra...,/su tez ha perdido de rosa el color” (La
vuelta del recluta); y la cursilería sin atenuantes: “El bucle de su pelo/rubio-
paloma/talismán de inocencia/rizo de novia,/dulce y esquiva,/risueña y pudorosa/dioma
Felisa”. (Felisa)

Los temas (sin disputa) de Isaac temieron salirse de sus días y por ello, por no haber
sabido tirarse a la piscina del lenguaje cuando recién estaba llenándose, se quedo en los
lapsos de una anacronía formal y lingüística ineludible, en la inocua noción de que todo
en el idioma seguía como siempre. Escribió (mirando) para atrás, como si el pasado
fuera el único sitio suficiente para justificar el presente con palabras anteriores:
“Trémulo de emoción, tus labios rojos/Oprimí con mis labios abrasados.../Pudorosa y
amante sonreíste; /!No bajes, por piedad, los dulces ojos; /Brillen por el placer
iluminados, /Haciendo alegre mi existencia triste!”. Todo muy sensiblero, todo con tono
de fatuidades pasadas llegando a destiempo para querer parecer casi nuevas. Así pues, si
como creía Octavio Paz que el Modernismo fue el romanticismo hispanoamericano
(asunto, por cierto, discutible), el romanticismo de Isaac represento el antimodernismo,
un discurso balbuceante que nunca pareció ni intento otra cosa más que hablar de las
cosas que tenia a mano. Esas. Y para hacerlo recurrió a un lenguaje carente de otredad,
de esa pizca de exotismo retórico con la cual se construyo, a partir de Poe y Baudelaire,
el edificio de un nuevo y nervioso decir, nervioso porque presagiaba justamente lo
nuevo que en forma de novedad retórica empezaba a decirse sin saber con que palabras
seria correcto hacerlo, esto es, privilegiando la “incorrección” formal. Isaac significo la
época de la cual casi no hablamos y de la que hay tan poco escrito, aquella cuando la
poesía se escribía de la manera como la poesía nunca debería escribirse: con palabras al
servicio de ideas y de ideales. No en vano, cuando a la poesía se le otorga una
importancia extra literaria, una gravedad de discurso altisonante, el poeta luce infatuado,
innecesario en expresión y propósitos:”!cuanto que aquí en la mente grande y
bello/surge, y muere al nacer desconocido” (Olvido).

Los peores poetas hispanoamericanos famosos (que no son pocos), desde el mexicano
Manuel Acuna hasta el peruano José Santos Chocano, sufrieron esta avería retórica,
dejando mal parada a la lucidez, en medio de todo eso que no puede explicarse pero que
se entiende muy bien al leerse algo tan fiel a la obviedad como este verso de Isaac:
“Deja un instante que en tu seno ardiente hallen mis besos el placer ansiado”. Pero, mas
allá del humor involuntario, ¿hay algo allí, en esa poesía desdeñada por tantas
antologías de poesía colombiana hechas por colombianos, hay algo tan distante de lo
poético, mas no sea un error involuntario, como para justificar un re-rastreo de lo
acontecido en el paisaje discursivo? Hay, si, y son esas esquirlas frasticas
desparramadas por aquí y por allá pero discontinuas, islas sin repetición, recovecos de
pensamiento lírico no maltratado por la razón y actuando contra toda obligación de
verosimilitud: “Olvidarla en la tierra no he podido”, o “Las nieblas del abismo son tu
aliento”.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

De pronto, tras esa gama de sorpresas en cuentagotas y no consecuentes con el plan


general del resto de la obra, la cual parece no haber tenido ninguno salvo quedarse
donde estaba, surge la voz convocada de un poeta que debería haberse escuchado mas a
si mismo, a sus voces en dirección al origen anhelado, y no tanto a los ecos tardíos y
marchitos de una época, la suya, exigiéndole un discurso acorde a expectativas de
realidad y verosimilitud. Cuando Isaacs ejerce su subjetividad de espalda al lectorado
inmediato, el poema pasa a existir como propiedad adecuada, exigiendo que le presten
atención. Esta, justamente, la atención al lenguaje poético, prestada en algunos poemas
mas que en otros, aparta la escritura del lugar común, la salva de su reducción al boceto
testimonial, impidiendo que la obviedad se convierta en metáfora progresiva de lo que
devino, el el ademán de un fracaso, en tanto la escritura carece de sorpresas y favorece
la previsibilidad: “Ven conmigo a vagar bajo las selvas/donde las hadas templan mi
laúd;/ellas me han dicho que conmigo suenas,/que me harán inmortal si me amas tu”
(Las hadas).

Hay malos poetas, y malos poetas que por ser divertidos, incluso sin proponérselo, no
pueden ser considerados “malos” y por tanto descartables. Isaac pertenece a esta última
categoría, tan poco estudiada y menos admirada. En medio de obviedades, lugares
comunes y metáforas con olor a parafina, se filtran poemas de humor que fueron de
amor, y otros, pero pocos, en los cuales la voz emergente supera el rebusque subjetivo
para dejar al yo asimilado a ciertos logros. En ese corpus (no en su totalidad
memorable), hay ejemplos, algunos, como muy escasos, donde el poeta ejerce una voz
casi propia, o muy bien apropiada, y la sostiene.

En ese viaje a la imagen que es la suya (sin poder encontrarla), el poeta se mira en los
ecos de una energía que le impide ver mas allá de donde esta, pero también dormir. En
el quizás mejor poema de Isaacs, “Insomnio”, la melancolía desvela a Narciso, cargando
al mundo de imágenes que quisiera fueran las suyas. La paradoja acontece; el sonador
no puede dormir. Este poema, fechado en mayo de 1886, anticipa un tema que
manejarían con mirada mas intencional Julián del Casal y Julio Herrera y Reissig, esto
es, cuando el poeta en estado de ansiedad se desvela por no poder –ni saber- encontrar
otra imagen ausente mas que la suya, ausente incluso cuando la realidad prueba ser una
conjetura mas.

La estrategia especular que el poeta articula casi como única estrategia para hablar de su
intimidad –se pone de protagonista y por tal sufre bajo las tenues luces del lenguaje-
resulta desarmada por la incertidumbre estética y ontologica que escenifica, pero mas
que eso, lo cual no seria gran problema pues toda la poesía moderna ha hecho de la
incertidumbre su principal certeza, mas que eso, esta el hecho de que la incertidumbre
(insatisfecha) no sirve a fines estéticos ni alcanza para ser la respuesta a todo lo que a
medias sabe o cree saber el poeta, ni siquiera de manera incompleta.

El poema citado es precedido por un epígrafe de Goethe en el cual Fausto se pregunta:


“¿Saber? Pensar que se sabe”. Ese sortilegio para aludir a una respuesta que carece de
preguntas queda resuelto no como intento por mirar a Narciso de manera diferente, sino
como apropiación de lo obvio en proceso para hablar de este y allí mismo mirarse como
imagen deteriorada de la cual solo se tienen recuerdos hacia delante, hacia el charco de
la verosimilitud. Cita: “!Alzate, gusanillo luminoso,/de tu Creador imagen!...La
tiniebla/explora, vence, cruza victorioso/sobre la hojilla que tu enjambre puebla”. Este
no es el poeta que sufre neurosis (Julián del Casal) o neurastenia (Julio Herrera y

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Reissig) y que por eso –por dar cuenta de una inestabilidad emocional- se anima a
expandir sus horizontes lingüísticos, sino uno –romántico, recalco- que responde al
infinito imaginario con finitud realista y a la figura incompleta de su existencia con una
intervención confesional carente de perplejidades, propia de un Narciso confinado a dar
cuenta de una mirada que todos pueden ver porque la entienden demasiado.

El amor, la representación de su posible imagen, cambiaba de tono y representación,


oscilando entre el silbido y una voz infiel a sus exigencias de veracidad realista. Esa
pues es la originalidad, si la hay, y la deficiencia de la poesía sentimental de Isaac, que
es como decir toda la que publico; exalta aspectos de un descubrimiento emocional, tras
el cual, en vez de representarse este en su transición, se asoma como estado definitivo
proveniente de un redescubrimiento, de algo ya sabido de antemano. Una mirada retro.
La melancolía no se origina por la perdida de un tiempo que podría haber sido mejor
(podría porque no lo fue), sino por un tiempo que ni peor ni mejor genera una crisis de
deslumbramiento ante sus materiales, el cual termina convertido en catástrofe de la
expresión, sobreviviendo apenas sus inestabilidades pero sin saber con respecto a que lo
son, ni si son derivaciones de un temperamento o de una ficción impostada.
Posiblemente, lo primero.

Contenida en un esquema de fragilidades emocionales imprevistas, la palabra poética


resulta antídoto, coartada de un salvataje subordinado a exigencias sentimentales. El
poema naufraga en las propias aguas que ha originado. Estamos ante un patrimonio de
confesiones que de esa forma, diciendo desde la mimesis, intentaban construir el
patrimonio de su influencia. La imaginación romántica latinoamericana, que en su varia
reunión de discursos construye un tono realista donde abundan ejemplos de lo inmediato
postergado por artificios, tuvo serias dificultades para sobreponerse a los embates
constantes de la verosimilitud (la cursilería y la obviedad son formas de ejercerla). La
mejor forma de responder a esta era mediante el retrato nostálgico, no ante lo
incomprensible y distante que serian argumentos principales de la poética modernista
del exotismo, sino ante lo que estaba allí como único motivo; la confrontación del poeta
ante su padecimiento, o bien haciendo, simulando, que tiene uno (rudimentario). La
poesía daba cuenta de esta complicidad.

En ese tímido exhibicionismo intimista bastante lejano al de Rubén Darío en “Canción


de otoño en primavera” o al de Delmira Agustini en “Mis amores”, Isaac resuelve su
participación en el transito epocal dejando su mundo in veritas para luego, o bien
dejándolo sin decir. Era una expresión silenciada. En ese amague sumiso del habla,
donde “el gusanillo luminoso” genera oscuridad, el poema reverbera tras las imposturas
de una curiosidad narcisistica, no por saber quien es el que habla sino por entender que
es aquello que lo rodea. Las implicaciones de esa coincidencia sin diferencia lo instalan
en la periferia de ciertos significados, accionado por una experiencia de realidad
póstuma y no por los poderes transformativos que los poetas románticos ingleses
atribuían a la imaginación.

Esta, sin embargo, no es la curiosidad narcisistica, autovoyeurismo, que luego ejercerán


Jules Laforgue y Paul Valery en su poema “Fragmento de Narciso” (1926), en el cual
cualquier otra cosa mas allá del ser es ausencia. Aquí, la curiosidad no se instala en el
lenguaje para negar al mundo con el ego que escribe de (y desde) si, y de esa manera
cree interrogar los misterios que suelen ser los de las palabras en actividad, sino que lo
hace para insistir en la única crisis de negatividad necesaria, la del poeta aislado en su

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

descontento. Antes de que el progreso de la modernidad trajera infelicidad, el ego


masculino debía sentirse infeliz, experimentar el spleen, para poder articular así la
relación especular con aquello que todavía no es, pero quiere ser en sus palabras, esto
es, el movimiento contrario a través del cual puede verse en una imagen ideal.

La exageración de una ausencia –la suya- que no esta diferida, en tanto la melancolía es
la actualización de un estado de magnificada incomodidad existencial, deja al poeta ante
la posibilidad de verse sin otra alternativa que desde la separada distancia de lo que aun
no puede decir ni ser dicho. ¿Habrá sido esa la “imposibilidad” que apabullo a un poeta
como Isaac, quien podría haber llevado al lenguaje a un lugar mas adelantado si hubiera
sabido lo que podía decir/se? Hay mucho de eso. Pero también exceso de autoestima
literaria, detalle estético que a partir de Baudelaire resultaba poco menos que
insoportable. El poeta romántico, secularizado por el estilo y el vocabulario, hace de la
realidad en estado de si misma su religión, la deseada exageración que convierte la
soledad social en estado interpretado, en el avatar del cual todo lo que se diga será
únicamente una forma de estar consigo. Así pues, la melancolía paso a ser la figura
continua de una existencia improbable a ser imitada, y a su vez hizo de la soledad –en la
vida y en el texto- la impostura propicia para permitir al poeta mirarse mejor en el
espejo de un púdico deseo y para intentar allí reunir la traza no siempre prolífica de sus
fragmentos dispersos, con los cuales describía su autosuficiencia, el paso hacia algo
parecido al solipsismo.

La paradoja del ser consolidada por el hacer: el que esta desea seguir ausente,
originando un artificial sentido de alineación tras el cual la intimidad vulnerada
predisponía al artificio (al culto del amaneramiento kitsch), en tanto el poema, al carecer
de un lenguaje contemporáneo para referir desde una alegría critica a sus sueños y
miedos, termina (antes de empezar) enalteciéndolos, haciendo de la desfiguración en
proceso otra forma de figuración, apegada a sentimientos a priori agotados por
estrategias versales que han sido llamadas a la representación.

En ese paisaje a ser leído a partir de sus estados inmediatos, y por tanto fácilmente
agotables, la deriva hacia lo que prometía ser una expresión de otredad intraducible
encalla en la tendencia a repetir sentidos explícitos; el yo no a partir de sus preguntas
(como después será el yo modernista), sino puesto a reiterar sus fáciles respuestas: el
comportamiento entendido como punto de referencia de una exclusividad que no quiere
dejarse ver más que de una sola forma. Egotismo antes que narcisismo.

En 1823 Stendhal uso (en francés) por primera vez la palabra egotismo para referirse al
recuento de las insuficiencias de una persona, algo que después el genial William
Hazlitt en su ensayo “On Egotism” (1826) asociara a los efectos de la arrogancia. Desde
esa posición de gratuito recuento de desavenencias, es decir, desde la arrogancia de
pensar que a alguien le pueden importar las suyas, Isaac escenifica, más bien simula, los
atributos de un autoenamoramiento caído en la trampa del cuidado excesivo. La
espontaneidad llega a la representación demasiado maquillada.

Las anécdotas emocionales del egotista eligen la primera persona del singular sin darle
cabida a sus pluralidades, como seria el ser desdoblado de la modernidad. En su
preponderancia fonológica el poema reduce el espacio de sus dicciones (las
posibilidades de decir una cosa de varias maneras), pues sus estrategias no pueden
excluir al yo, y sus únicas intenciones pasan por lo que son no todo el tiempo. En esta

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

pedagogía narcisistica, egotista, de vanidad y exaltación, el culto al yo excluye el culto


al conocimiento de la imagen en proceso de deformación. La representación de esta se
queda en exteriores, en la fachada desnuda de insinuaciones que no han sido pensadas
demasiado, pues el poema debe crear una impresión de espontaneidad inmediata
(aunque no la tenga). Su éxito, que será su fracaso, depende de una singularidad
impostada para que de esa forma parezca natural, lo mas natural posible.

El poeta habla consigo, pero en su confesión nada indica que la misma vaya a ir más
allá de lo que ya sabe de si mismo. La pobreza del yo, en estado sin doble ni otredad
atrevida, sitúa al lenguaje en la entrada a su confesión exaltada, a lo que puede ser
entendido porque ya ha sido dado por sabido. El yo poético se mira en un espejo
transparente, pero la imagen con que habla no es invisible, fantasmatica, como será la
de la modernidad (también la modernista), sino ordinaria, establecida por una obviedad
sin posibilidades de ser fortuita. El viaje al yo cuestionado desaparece, se desvanece en
imágenes que intentaron reemplazar a la presencia por alguno de sus dobles ocasionales,
los cuales al final la replican, enfatizando el abandono de todo lo que sea desconocido.
La poesía aun no tiene interés en lo indecible.

La imagen representada por el poema esta liberada del misterio de su comparecencia,


esto es, de todo acercamiento introspectivo a lo que aun se desconoce de ella. Esta
desproblematizada. Narciso quedo prendado del misterio de su belleza taciturna y por
eso se anima a prescindir del mundo. Pero no puede, ni sabe como hacerlo. Así le va.
Entre ínfulas y tentaciones queda fascinado con la respiración de su imagen, triste,
propicia, y en esta sale a la caza de su origen, de las pistas que pudieran llevarlo al
absoluto consigo. Pero, por no aceptar copias de si mismo, termina convertido en el
efecto de sus causas.

La auto contemplación narcisistica que evidencia la poesía de Isaac esta allí para
asegurar que hay una historia a ser informada, pero falta el espejo ideal para que esa
información tome formas propias. La figura representada es tan inmediata, que el efecto
de la contemplación se agota antes de que la reconfiguracion del origen pueda
manifestarse. El poema sintetiza un esbozo de mirada, una promesa incumplida de
respuesta, en tanto hay una imagen y un espejo, pero ni la primera se proyecta ni el
segundo refleja al eco de aquella contemplándose. Posesión pues de una posibilidad
demasiado evidente como para ser algo más de lo que es y que de ella se sabe. El poeta,
al ignorar la ausencia de confusión emocional, convierte en insatisfacción (bajo control)
los momentos privilegiados del yo, aunque no lo hace mediante el borramiento del
temor repetido a la infelicidad, dato que signara la fachada de la posterior modernidad
poética.

La diáspora hacia el yo que no quiere ser su doble en fuga permite –solo para quien dice
estar solo- desempeños limitados. La evanescencia se desvanece en el juego inconcluso
del lenguaje. Prometía una visualidad subversiva, pero se queda quieta, rastreable. En su
repetición, mas acá de lo probable exhibiéndose para ser constatado, la poesía –su
intento- clausura los accesos a cuanto pudiera ser discurso hablando de si, narcisismo de
las palabras mirándose únicamente en aquello que reconocen sin interrogar.

La noción de juego queda sustituida por un ciframiento develado en el cual, para peor,
el poeta no se atreve a ausentarse. La palabra, si bien tiene disfraz de melancolía, refiere
a presencias, no a la ausencia valorada como oposición. El poeta va en frases hacia

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

aquello de lo cual no puede ni quiere escapar, no hacia la parte del todo contraria, esa
meta visualidad que permitiría verlo como proceso de perdida ocasionando, contra lo
previsto, una lectura epifanía de su escritura, un deseo de actuar donde nunca se esta.
Agobiado por un egotismo a la inversa de su curiosidad, Narciso se auto mira desde una
única dimensión, identificado en esa perspectiva con el observador que solo puede
observarlo en sus palabras. Se ama demasiado a si mismo como para arriesgar algo mas:
“No habrá tal vez quien guarde, /si ausente muero, /estas hebras preciosas/de sus
cabellos,/a un ramo asidas,/sin color, ni perfume.../!Pobre Felisa!” (Felisa).

A diferencia de los poetas modernistas, que escribían primero para Paris y luego para
los días después de la tumba, Isaac escribe para ser recompensado por la audiencia de su
época. Pago el precio de la inmediatez. Narciso prefiere verse incompleto para que así
puedan verlo mas rápido. Sin mejores cosas para hacer, escribe no para la inmensa
minoría que vendrá a ser luego el lectorado de los modernistas, sino para el público que
lo salvara de sentirse minoría. Esa carencia de distancia consigo, y con quienes han
venido al poema a verlo, achata el inflexible porvenir de las palabras, condenándolas a
ser tan solo la imagen de una actualidad. Y, como ya entonces la historia se encargo de
mostrar, todo estado de actualidad deja de serlo mucho mas rápido de lo que Narciso
encuentra su definitiva imagen, una que por cierto al carecer de separación impide que
la voz pueda distinguirse de sus ecos. El poeta repite palabras que no son las suyas, sino
las que ha oído sin hablar pero que igual pueden ser oídas. La voz de la época actuando
en el poeta, y no este tratando de cambiarla. Habla con un habla blanda, evidente.

Ese strip tease audiovisual, por carecer de mascaras de plenitud discursiva, que luego en
la poética modernista serán el pivote de constantes sorpresas, obliga a leer la melancolía
en cuestión como accesorio fallido, no como elemento unificador de una estética, esto
es, de una poética apabullada por la modestia de sus motivos, todo lo cual conlleva un
problema nada menor; la desaparición de la voz lírica en su propia intrascendencia. Al
poeta no le prestamos atención porque lo entendemos demasiado bien. Su melancolía
carece de acosos, viene librada de estímulos, puesto que sus propósitos son de
retratamiento, y verificación de lo existente, no de desvío hacia quien sabe donde, como
ha de ser todo el arte moderno que ya entonces se estaba construyendo, llevado hacia
direcciones sin destino pero con todos sus motivos actualizados.

Así pues, ese primer o segundo romanticismo hispanoamericano –depende- es nuestro


primer impresionismo, la captación fácil, inoculada, exteriorista y nada acechante de la
realidad vigente a partir y a través del ojo pasivo de un contemplador informante. La
poesía da cuenta de algo, pero no de su materia prima. Es instrumento mediador, nunca
finalidad. Se queda en el artificio que quiere presentar como cosa en estado diferente,
como si solo fuera o recién hubiese llegado librado de toda condición ilustrativa. Pero
no resulta así.

La ansiedad por ser consigo y para si –plan más peculiar de Narciso- no se distancia del
tiempo lleno de la realidad, ni de la instancia nada provocadora de esos instantes
acumulados. Por el contrario, busca su doble textual en un lenguaje acotado donde la
separación entre yo poético, yo social y yo textual resulta borrada, sobreviviendo la
etapa completa de un autorretrato situado en el lado opuesto de su desfiguración. El
mundo no es lo de menos, pero tampoco quiere ser más que eso. Es, como dijo Isaac,
“el poeta redentor de un mundo”, pero no uno que propiciara inquietudes y acechos,

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

sino ese, el de la seguridad discursiva, el que se llena de preguntas para las cuales cree
tener todas las respuestas, esas que el mismo ya respondió antes de hacerlas.

En vez de ser intermediario para arrancar a las imágenes inexistentes de su anonimato,


el poema resulta versión de una metamorfosis inconclusa, de un movimiento en la
misma dirección hacia las cosas esas ya conocidas. Las palabras construyen una ilusión
de seguridad epistemológica y desde allí argumentan todo sin negar su principal origen,
pero regresando a este. Narciso siente nostalgia y en su contradicción se lamenta,
cuando menos lo esperaba, de cuanto pudiera llegar a ser sin haberlo podido lograr del
todo, sin haber trascendido las mínimas excepciones de temas demasiado semejantes
que va acumulando. Se estanca en el hoy circunstancial; es duración en presente
anterior. “El mimado trovador” solo canta las cosas que puede contar y que lo tienen
como solitario intermediario. Para exagerar el desconocimiento que tiene de si, Narciso
cierra los ojos; mira hacia lo lejos pero para atrás. El día que se acerca en el lenguaje ya
estuvo antes, porque el espejo donde se mira es el de la memoria. Es pues un mundo
librado de la necesidad de futuro, sin la obligación de ser pasado mañana, ni menos
mañana. Acontece para derivar.

Y en esa derivación hacia la falta de diferencia, el poema sale a la caza de


peculiaridades pero encuentra la casa vacía. Se aísla en las preferencias que tiene,
exhibiendo así sus influencias y reiterando un modo de poetizar que no es otra cosa que
una idealización dependiente de sus reiterados detalles. El poema emite solo lo que
conoce, originando motivos que tienen todo para ser obvios, porque en la representación
de la obviedad esta el mensaje sin encriptar. El poema añade atributos, haciendo de su
fachada una vidriera de imágenes mal interpretadas. En esta exégesis con nulo riesgo
formal, el poema trata de acertar en la elección de un contenido íntimo, en sentimientos
que no dependen de su efecto.

Un ánimo turbado, afligido, expresado para parecerse a la indolencia, es lo que el


poema promueve como efecto de similitudes moviéndose como si fueran conjeturas.
Hay, implicado, un modo de representar la melancolía en la relación consigo misma y
con la figura realista vista en actividad como estado de una vida cercada por sus
tensiones. La melancolía de Isaac recurre a los artificios de un sentimentalismo fatuo
para facilitar de esa manera su presencia, determinada por aquello de lo cual da la
impresión, y condicionada por acontecimientos de naturaleza inmediata, los que parecen
esta diciendo, como dicen, “dejadme pensando en mis cosas”. El carpe diem del decir.

El poema (romántico), vestido en apariencia para salir, no es predecesor de las


supersticiones del lenguaje que atravesaran el núcleo de la poesía siguiente, en la cual la
melancolía (como la que tuvieron Rubén Darío, José Asunción Silva, Julio Herrera y
Reissig) será dinamo de descubrimientos en serie y en serio, pero nunca código evidente
de ciertos problemas, cuyas características, en vez de disfrazar con razones las causas,
las hacen propicias al entendimiento. Este es el gran problema de la poesía de Isaac, y al
mismo tiempo la razón de su estado sedatorio. El apoyo logístico de la representación
aparece librado de sortilegios por considerarlos innecesarios, los cuales, sin embargo,
deberían haber sido incluidos en el poema para construir el surplus que desvaneciera la
impostada elegancia y convirtiera lo que pudiera quedar de ella en fabrica de vestigios,
en lectura nada esquemática de las cosas que aun no fueron dichas (por imposibilidad o
desden, vaya uno a saber) y que por ello mismo, por limitarse a su contenido, originan
melancolía, no la tradicional, esa que parece salida de un cuadro de Albrecht Dürer

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

(Melancolía I, 1514) o de Lucas Cranach (Paradiso, 1509), y que mira la vida en el


espejo retrovisor y allí se arrepiente, no esa, sino la propia de los tiempos iniciados en el
siglo aquel, XIX, una que sufre por estar en medio, entre lo que aun no ha llegado y
aquello que llego hace tanto que su pasado es ya porvenir nuevamente. Esa nueva mente
es la que construirá con palabras vaticinantes la añoranza por el presente que debería ser
futuro y que en verdad todavía sigue siendo pasado, todos los días antes de ayer.

Por los tiempos de Jorge Isaac, pero antes, otro poeta, el ingles William Wordsworth
(1770-1850), dijo que el futuro se vería en el ano 2000, numero entonces, mediados del
XIX, cautivador y distante. Por entonces la idea de futuro no era más que una cifra
redonda. En ese contexto de expectativas, la poesía de Isaac planteo una propuesta de
anacrónica futuridad a partir del uso de ciertas ruinas retóricas estancadas en la
descripción. La futuridad, si hubo alguna (o intento por vislumbrarla), quedo
definitivamente inconclusa, situada entre ya y mejor ya no, entre nada y además
también, entre la falta de planes ideológicos y estéticos y la falta de sustitución de lo
que faltaba. La pauta de ese diferenciamiento, truncado por lastres emocionales y
sentimientos demasiado entendibles, llevo a la búsqueda de un propósito poético del
cual todo se desconocía, salvo su exterior a solas y a punto de resultar muy obvio.
Poesía, pues, de la obviedad por anticipado, cuyo acontecer nunca tuvo en cuenta
palabras a partir de entonces fundamentales, como originalidad y ruptura. Se quedo en
un plan escueto, ya cumplido. Le toco ser el motivo desparejo de sus excesivas
similitudes.

Jorge Isaacs: el poeta469


469
Este texto es producto del trabajo de investigación adelantado por la autora y hace parte del programa
de publicación de la obra completa de Jorge Isaacs, convenio entre la Universidad Externado y la
Universidad del Valle.

310
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

María Teresa Cristina

Jorge Isaacs ha sido ampliamente reconocido como poeta por su novela María,
calificada por un contemporáneo “el poema de América”, pero hay mucha renuencia en
reconocerle calidad poética a su obra en verso. También en Colombia, su poesía es
todavía bastante desconocida, ha sido relegada al olvido, subvalorada o valorada
negativamente y editada de manera parcial en textos deficientes. Merece la pena
someter a consideración algunas razones por las cuales el Isaacs poeta no ha merecido la
debida atención por parte de la crítica y de los editores.

En relación con esto pueden plantearse algunas hipótesis que no son excluyentes entre
sí. 1) La primera parece evidente: la fama del novelista opacó o anuló el interés por el
poeta. 2) La mediocre calidad de su producción poética la relegó a un merecido olvido.
3) Cierta inercia de la crítica colombiana instauró juicios que vinieron a convertirse en
lugares comunes. 4) El escaso interés de los estudiosos por la poesía colombiana del
siglo XIX (excepción hecha de algunas figuras consagradas como Silva, Pombo y J. E.
Caro) hizo que se descuidaran otras figuras de importancia. 5) Por último, no puede
descartarse la ingerencia de factores ideológicos (políticos y religiosos) en la evaluación
y olvido de la poesía del caucano.

Un breve examen de la evolución del poeta y de los conceptos emitidos acerca de sus
versos entre sus contemporáneos y a lo largo del siglo XX puede contribuir a esclarecer
tal situación o, por lo menos, a plantearla con mayor claridad.

A la muerte del poeta solo una mínima parte de su obra había sido recogida en libro o en
folletos. La mayor parte quedó inédita en los manuscritos o dispersa en la prensa
colombiana y extranjera del siglo XIX, donde permaneció olvidada durante más de
setenta años. Las recopilaciones de Roa (1895), Pola (1907) y Sanín Cano (1920) no
representaron ni siquiera la tercera parte de ella; la de Romero (1867) recogió la mayor
parte de los poemas, pero su edición también descuida el aspecto textual.

El autor nunca abandonó la actividad poética a lo largo de su azarosa vida, aun en la


selva del Dagua y en los desiertos de la Guajira. Su vocación debió ser muy temprana,
pero solamente a partir de 1859 hay noticia de los primeros versos, los cuales están
contenidos en los mss. 314-06 y 314-05 de la Biblioteca Nacional de Colombia.

El reconocimiento del provinciano como poeta se debió a su feliz encuentro en Bogotá


con José María Vergara que lo presentó en mayo de 1864 a los miembros de la tertulia
de El Mosaico quienes auspiciaron la edición de Poesías. Su aparición en el mundillo
literario bogotano fue un acontecimiento, una revelación. La publicación, precedida por
el acta de la reunión firmada por los contertulios, significaba “expedir la patente de
gloria” (Roa) al joven desconocido por parte de lo más selecto de la sociedad literaria
capitalina. Fue saludado con palabras de aplauso en periódicos como El Mosaico, La
Opinión, que dirigía Salvador Camacho Roldán, La Caridad y por figuras como José
María Samper, Ricardo Carrasquilla, José Manuel Lleras y José Joaquín Ortiz.

Este último, en el n.° 8 de La Caridad, destaca que “el tono del señor Isaacs es noble,
alto, apasionado, original. Es un poeta que canta a la naturaleza virgen, salvaje y

311
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

majestuosa de que se ve rodeado”; elogia composiciones como Río Moro, La muerte


del sargento, La mañana del abuelo y El turpial, pero lamenta que en la colección se
hubiera incluido un poema como La reina del regimiento (sic), pues considera
“antipoético todo lo que comprendemos bajo la genérica denominación de pagano, que
no es más que la glorificación de la carne”. El comentarista anónimo de La Opinión
resalta su habilidad dramática y su uso acertado de los metros, pero según este, lo que
más distingue a Isaacs poeta es el ser “eminentemente nacional”, tener “olor de tierra”,
la presencia en sus versos del colorido local, las imágenes, los giros lingüísticos, los
nombres locales, “los tipos populares de nuestras razas”, como puede verse en La reina
del campamento y La montañera. Y en esto, “pocos, muy pocos tan felices como él”.

Los primeros lectores celebraron la encantadora sencillez de sus versos; vieron en él al


cantor de Río Moro, de la naturaleza agreste, de los afectos familiares, al poeta de gran
sensibilidad que representaba una voz genuinamente americana frente a la literatura
extranjerizante. Los versos del caucano satisfacían el gusto poético de un grupo
escogido de “autoridades” literarias en momentos en que, por demás, se buscaba poner
los cimientos de una literatura nacional.

El aplauso obtenido de los literatos bogotanos estimuló el estro del joven poeta.
Resultado de ello fueron las composiciones que se conservan en el ms.314-03, cuarenta
poemas y nueve traducciones del inglés, escritas entre junio de 1864 y 1866, período
que coincide con la gestación y redacción de María durante el cual estuvo dedicado a
las labores del camino de Buenaventura en la selva del Dagua y al comercio en Bogotá.
En los años comprendidos entre 1859 y 1867 escribió Isaacs aproximadamente la mitad
de su obra en verso.

El extraordinario éxito de María le dio fama en América e hizo que también su obra en
verso se extendiera más allá de las fronteras nacionales. Adriano Páez publicó algunas
composiciones suyas en la Revista Latinoamericana (1874) de París. En Argentina, por
iniciativa de Santiago Estrada y con criterio de selección discutible, se editaron sus
poemas (Igón, 1877) que suscitaron una acalorada polémica.

Entre los contemporáneos, al lado de los elogios, se ponen de relieve algunos lunares
del joven poeta. Jorge Roa, su primer recopilador, hace notar que en estos primeros
ensayos no todas las composiciones “son de igual mérito, y aun se advierte en ellas, a
vista de ojos, cierto desaliño métrico”.

En los breves juicios críticos que acompañan la edición argentina (pp. 135-140) algunos
subrayan el carácter americano y la novedad de esta poesía (en concepto de José Manuel
Estrada “aunque balbucientes, los cantos de Isaacs son nuevos en América”); Goyena
señala que lo mejor de ella es “la expresión de los sentimientos puros del hogar”; pero
D. Lewis observa imperfecciones en cuanto a la forma:

Estos poemas son ciertamente muy buenos, pero para ser líricos no están
suficientemente pulidos. El autor descuida la forma; y esta es al género lírico lo
que es el cuerpo al alma [...] La rima y el ritmo son indispensables a la poesía
lírica. (p.139)

El autor mismo juzgó con severidad sus ensayos juveniles inmediatamente después de la
publicación de María. En su nota al ms. 3 “Quizá para que se lea mañana”, con fecha 24

312
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

de Octubre de 1867, afirma encontrar cada vez nuevos defectos en los “borradores”
escritos después de 1864, a los que probablemente ya no tendrá tiempo para corregir y
expresa “el poco aprecio” que les tiene. En este mismo sentido afirma Jorge Roa
constarle que Isaacs “no hacía gran caso” de la colección de Poesías “y aun hubiera
querido que la edición desapareciera completamente”.

Después de la recepción entusiasta por parte de los miembros de la tertulia de El


Mosaico, también en Colombia la poesía de Isaacs se vio opacada por el éxito de la
novela. En general, se considera la poesía de Isaacs inferior a su novela. Según el
mejicano Francisco Sosa, Isaacs vivirá en la posteridad con el aura adquirida como
primer novelista de Colombia, “en tanto que de su obra poética se hará mención
secundaria [...] sin que mengüe en lo más mínimo su gloria la supremacía de otros
poetas de su misma patria”. Esta opinión se generalizará en épocas posteriores.

En los años inmediatamente posteriores a la publicación de María no fue prolífico en


composiciones en verso. El periodismo, la política, el cargo diplomático, los negocios,
lo ocupan y lo distraen de la poesía hasta el punto de pensar abandonar la lira. Del
período comprendido entre 1868 y 1873 solo resultan siete poemas. No es aventurado
suponer que el silencio de estos años se debió no solamente a las circunstancias
adversas de su vida sino también, y muy probablemente, a una insatisfacción con su
poética anterior. Desde mediados de esta década la poesía de Jorge Isaacs comenzó a
apartarse de los cánones establecidos en su época y de las modalidades anteriores. La
distancia es perceptible tanto en lo ideológico como en la temática y en la forma.

Su militancia en el radicalismo y su regreso a la vida política a partir de 1875, en una


época de violentos enfrentamientos entre radicales y conservadores en torno a la
cuestión religiosa y educativa, su participación en las guerras civiles de 1876 y 1885, el
fracaso de la revolución radical en Antioquia, con la subsiguiente expulsión del
Congreso, la crisis del radicalismo y el triunfo de la Regeneración, lo llevaron hacia la
polémica de tipo ideológico que tocaba los puntos álgidos de la contienda. Su poesía se
convirtió entonces en campo de batalla y en expresión de sus desengaños.

En varios poemas desarrolla una violenta diatriba contra la teocracia, el clero retrógrado
que azuzaba a los fieles contra las reformas educativas y había instigado la revolución
conservadora de 1876 (Borradores de campaña, 1877, Estote Liberi, 1889); contra el
fanatismo que engendra la tiranía (Los hombres ilustres de Plutarco, 1889); contra la
España retrógrada; contra los adoradores del becerro de oro (El Dios del siglo, 1874);
contra los putócratas, la venalidad, la corrupción y decadencia contemporáneas (La
sabia gente, 1889, Sed buenos!, 1890), En algunas de estas composiciones polémicas
oímos un tono airado con estridencias y excesos verbales que recuerdan los escritos
panfletarios de El programa Liberal. Estos poemas distan mucho de representar lo
mejor de la poesía de Isaacs, pero presentan un valor documental, tanto para el
conocimiento de la época como para la actitud del beligerante poeta. Se comprende que
versos de este tono lo alejaron aun más de las simpatías de los poderes establecidos.

Para la década del 80 la poesía de Isaacs ya había sufrido un cambio notable que fue
percibido, sin ser del todo comprendido, por los contemporáneos quienes en general
lamentaron la pérdida de su primitiva sencillez y espontaneidad.

313
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Ya R. Jiménez Triana reconocía dos épocas en su poesía entre las cuales no hay
solución de continuidad:

Isaacs como poeta tuvo dos épocas: la primera que corresponde a su juventud y en la
cual sobresale el culto a la naturaleza y la intensidad con que siente ese amor a la
madre común; en la segunda, las muertas ilusiones y los envenenadores desengaños
hicieron que su musa se reconcentrara un tanto y perdiera la frescura y espontaneidad
de los años juveniles, para reemplazarlas por un subjetivismo melancólico que tanto
puede ser producto de diferenciación atávica como eco angustioso de íntimos y
rudos combates.

Análogas apreciaciones encontramos en Jorge Roa:

Cambió notablemente su primera manera, transparente como la linfa del patrio


río [...]. Es característico de esta segunda faz del poeta, el introducir tres o cuatro
imágenes en un solo verso, lo cual afecta un tanto la claridad del sentido para
quien no acierta a desentrañar el hilo sutil que las acerca y encadena. (p. 4)

Después de la fracasada aventura antioqueña, Isaacs, burlado, atacado y perseguido, en


tres meses de reposo en Ibagué escribió el primer canto de Saulo (1881), que debía
constar presumiblemente de tres y que resultó ser otro de sus proyectos inconclusos.
Poco antes de morir confesó a Carlos Arturo Torres:

La lucha incesante por la vida que es el ineludible lote de nuestra época, hace
que abandonemos una carrera que cultivada, acaso produciría frutos no
despreciables. Si yo hubiera tenido algún vagar en mis tareas de explorador de
selvas ignotas, ya habría terminado a Saulo y a Camilo, dos obras que me quitan
el sueño.

Las críticas de sus contemporáneos se concentraron en este poema, incomprendido tanto


por enemigos como por amigos y copartidarios del poeta. Juan de Dios Uribe (el indio
Uribe) escribe en 1885 en El Microscopio:

a pesar del talento de Jorge Isaacs, no puede dejarse de admitir en él bastante


decaimiento. María es obra inimitable, y por eso imposible para un solo hombre
repetirla.[...]. En las primeras poesías de Isaacs había una ingenua sencillez [...];
los versos de su última manera son artificiales, y, aunque son lampos de gloria,
recargados de arandeles de mal gusto y algunos, como los del Saulo, bastante
caóticos.

Al reseñar este poema, La Velada se pregunta acerca del tema que el autor pretende
desarrollar, el cual supone sea el que anunciado en el epígrafe, pero también acerca de
su moralidad:

Nada nos atrevemos a decir todavía con respecto a la moralidad de éste, pues
esperamos los otros cantos para poder juzgar con justicia. Sublimidad, ingenio,
belleza de imágenes y dicción castiza, si exceptuamos tal cual galicismo, hemos
encontrado en todas las estancias de esta composición (n.° 9, 2 de mayo de
1881).

314
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Poco tiempo después el mismo periódico publica un extracto del poema precedido por
un breve juicio crítico en el cual es calificado como “bellísima composición”, “poema
inmortal” de “atrevida fantasía”, pero concluye con una frase que pone de manifiesto su
reticencia acerca del mismo: “la indulgencia del señor Isaacs verá en estas líneas la
buena voluntad que nos anima. (nos 10-11, 25 de junio de 1881).

Por su parte, la apreciación del El Zipa es bastante ambivalente. Después de elogiar la


nueva creación, reconoce que si el autor de María no hubiera conquistado un puesto
eminente entre los poetas suramericanos, el poema que está escribiendo sería bastante
para crearle una reputación. Sin embargo, manifiesta reservas por la falta de claridad en
el asunto, que el autor no ha querido anticipar con el objeto sin duda de despertar el
interés del lector, dejando para los cantos siguientes el desarrollo y esclarecimiento de
su plan.

Hemos oído decir que este trabajo es ininteligible, que después de su lectura
queda fatigada la mente y en completa confusión por lo fantástico y enredado del
asunto del poema. Como algo de esto habíamos notado ya nosotros, creemos que
la observación no carece de fundamento [...]. Creemos que todos encontrarán en
él, como hemos encontrado nosotros, verdadera inspiración, riqueza y variedad
en las imágenes, lenguaje poético, dicción castiza y elegante, y, sobre todo, la
delicadeza, el estro armonioso y el encanto que caracterizan las concepciones del
verdadero poeta.

Termina afirmando que el señor Isaacs ha demostrado que es más afortunado en las
lides de la poesía que en las de la política y expresando el deseo de que se decida “a
abandonar el camino que últimamente ha seguido”

Resulta evidente la doble raíz del rechazo de la nueva manera. Desde el comienzo
interfirieron en la valoración de su poesía factores ajenos a lo literario. Su militancia en
el radicalismo le granjeó persistentes y enconadas enemistades, odios sectarios que
llevaron a atacar al hombre también en su obra. Por otra parte, el cambio en la temática
y en el lenguaje poético desconcertó a sus contemporáneos. Saulo fue rechazado por su
falta de claridad en el asunto por unos lectores que buscaban y esperaban en un poema
una anécdota, una situación definida o un núcleo narrativo, que no existen en este canto.

Los ataques más violentos contra la nueva poesía de Isaacs provienen de su antiguo
amigo Miguel Antonio Caro. En “El darwinismo y las misiones” reconoce que Isaacs es
un “distinguidísimo poeta lírico” y que algunas de sus poesías, sobre todo Río Moro,
“son verdaderas inspiraciones, que figuran con honor en el parnaso colombiano” pero
lamenta que su cantor haya abandonado las musas y perdido su vocación, porque hay
pecados contra la poesía que no se perdonan jamás.

El Sr. Isaacs, después de publicada la María y sus Poesías, escritas cuando era
espiritualista y creyente, no ha vuelto, en veinte años, a escribir ningún libro ni
cosa alguna de mérito literario. Parece que el materialismo le ha esterilizado
[...].
No censuraríamos al Sr. Isaacs [...] sus mudanzas políticas, si no se hubiese
empeñado, al mismo tiempo, en hacer gala de incredulidad y de odio al clero
[...]

315
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Esto es lo que deploramos, y esto lo que no le han perdonado las Musas,


porque poeta materialista es una antinomia, un imposible (pp. 465-67).

Adriano Páez, es la voz solitaria que se levanta abiertamente en defensa de Saulo. Al


reseñar su aparición en La Patria incluye fragmentos escogidos del mismo e intenta un
resumen del Canto. Consciente de su novedad y dificultad afirma que es necesario leerlo
y releerlo, “para que la música divina de la poesía penetre en vuestra alma” y enuncia
los rasgos esenciales de los dos amantes. Comprende la proyección de Eloísa y de las
mujeres bíblicas sobre Olga. La imaginación de Saulo “es un volcán: de sus labios salen
torrentes de poesía”. Asocia a este personaje con Childe Harold y con Manfredo y con
La Biblia: “Este canto parece, en parte, un fragmento del Cantar de los Cantares, por las
imágenes bíblicas que contiene, arrancado por la mano convulsiva de Byron al laúd del
Rey profeta”.

De igual manera, el autor del prólogo a la edición argentina (1881) presta mayor
atención a algunos aspectos literarios del poema:

Propiamente, el nuevo trabajo poético de Isaacs es un canto lírico, desbordante


de pasión, lleno de belleza y de inspiraciones grandes. Vago en su conjunto,
conserva la unidad del sentimiento a través de estrofas solemnes y varoniles en
que se habla a Dios con la voz de la inteligencia, de pinturas artísticas de
sabor oriental, y de espasmos de sensualismos y arrebatos del corazón, que
parecen fragmentos del Cantar de los Cantares, enriquecidos con la galanura
de una rima pródiga.

La incomprensión hacia Saulo debió añadir gotas de acíbar a la copa del poeta quien es
consciente de que el poema fue recibido con indiferencia y que en general no gustó.
Saulo no fue mejor comprendido por hombres de letras más jóvenes y grandes
admiradores suyos como Carlos Arturo Torres y Max Grillo. El primero, en la
conversación ya mencionada, a la pregunta de Isaacs: “¿Qué piensa usted de Saulo?”
responde con elogios y reticencias, aduciendo no estar en capacidad de apreciar las
“vaguedades y digresiones” por falta de conocimiento del texto completo, pero añade
que “esos pasajes anuncian una obra digna del autor de Río Moro” y se extiende
expresando sus impresiones acerca de este poema.

Años más tarde el gusto ha cambiado. Max Grillo juzga con severidad la poesía juvenil.
Rara vez encuentra en ella “versos verdaderamente armoniosos”. Los de Mayo, que
habían entusiasmado a Vergara, son “versos desmayados que corresponden en su
desmayo a la pobre forma métrica en que los escribe”. Reconoce que “En lo últimos
diez años de su vida compuso los mejores versos”. En relación con Saulo comparte la
opinión que el asunto del poema es “oscuro e incongruente”, aunque su autor lo juzgara
lo mejor que había compuesto. (1927, pp. 214). Había en él una “llama genial que
únicamente al escribir María pudo encontrar la fuerza creadora perdurable” (1935).

Los juicios emitidos por los mismos años por críticos reconocidos como Antonio
Gómez Restrepo y Baldomero Sanín Cano ejercieron una influencia duradera en el país.
Estos también dictaron sentencia condenatoria contra buena parte de la producción
poética de Isaacs.

316
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Con Antonio Gómez Restrepo no se modifica en lo esencial la primera valoración del


poeta. En un largo ensayo titulado “Sobre poemas” dedica unos pocos párrafos a Saulo,
que dice haber leído con detención e imparcialidad, procurando hacer caso omiso de los
juicios adversos que han formulado “varias personas competentes”. Llega a la
conclusión que este poema “es una cosa lamentable” sin poder dar razón de este juicio
adverso porque no es posible saber lo que Isaacs quiso decir. “Saulo no puede
analizarse”. “Algunas de sus construcciones son de una oscuridad exasperante”. Se
pregunta qué se ha hecho el “estilo terso y elegante” de sus antiguas poesías. Las ideas
de Caro encuentran eco en el joven crítico cuya postura es también de orden moral: “el
darwinismo lo arrasó todo”, el materialismo volvió enclenque su inspiración.

A través de los años nuestro crítico no modificó sustancialmente sus posiciones. Tanto
en un ensayo de 1918 (reproducido en 1937) como en su Historia de la literatura
colombiana, lamenta el cambio de estilo de Isaacs y reafirma que el sentido de Saulo es
difícil de penetrar:

Porque Isaacs, que en sus obras anteriores había sido de una claridad meridiana,
adoptó en Saulo un estilo vago e incoherente, hasta el punto de que es difícil
comprender qué tema se proponía desarrollar. Parece iniciar una historia de
amor, cuya heroína, una nueva Eloísa, nació en las regiones australes de
América; pero no se inicia tema ninguno concreto ni aparece claramente definida
ninguna figura. Hay versos sonoros, elegantes, pero que no dejan impresión en el
lector, que no puede interesarse por seres enigmáticos que pasan como una
sombra (1946, p. 194).

Como poeta sigue siendo el cantor de Rio Moro, donde “está todo Isaacs” y de los
afectos familiares en un lenguaje sencillo y transparente. Los poemas contenidos en la
colección de 1864, “en su mayor parte composiciones ligeras, entre sentimentales y
festivas”, “eran verdadera poesía”. Pero concede que “no se extinguió la inspiración
poética de Isaacs”; le reconoce, algunas “valiosas ejecutorias” como La tumba de
Belisario, cuyos versos “recuerdan los mejores de la juventud del poeta”, la “sentida
elegía” Elvira Silva, y La tierra de Córdoba, “la más genial e inspirada producción de
su edad madura”, “bellísimo canto, cuyas estrofas fluyen con un ritmo original y
exquisito” (íbid., p. 195).

En 1920 se publica en España la edición titulada Poesías completas, con estudio


preliminar Baldomero Sanín Cano, pero esta muy celebrada recopilación que durante
décadas fue tomada como la edición por antonomasia 470, no es completa y presenta
graves lagunas y deficiencias ya que faltan en ella composiciones importantes.

Aquí Sanín Cano ve en Isaacs a “un romántico empedernido” también en sus versos,
cuyas notas dominantes son la descripción de la naturaleza, el amor, los recuerdos
caseros, el sentimiento patrio. Aunque le reconoce un valor intrínseco, considera que
esta poesía “no le habría inmortalizado” y que debe conservarse “como valioso
documento de una época literaria gloriosa”. El Isaacs poeta lo es en prosa:

470
Las ediciones extranjeras de la segunda mitad del siglo XX que incluyen poemas a continuación de
María y ostentan el rótulo de “Poesías completas” (las argentinas de Tor y Sopena y la española de
Aguilar) reproducen el contenido de la de Sanín Cano con todas sus erratas y con adición de unos pocos
poemas.

317
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Con todas sus cualidades de sinceridad y delicadeza, la poesía de Isaacs nos


deja casi fríos a los que nos acercamos a ella, cincuenta años después de
escrita, con ánimo de penetrar en el fondo de sus secretos resortes. Comparada
con su prosa es necesario convenir en que esta poesía ha envejecido
considerablemente. Y no cabe decir que es la sensibilidad nuestra la que se ha
modificado
Isaacs es un poeta cuya forma natural de expresión resulta ser la prosa. No
quiero decir con esto que sean sus poesías triviales ni prosaicas sino que el
caudal de su sensibilidad queda estrecho en los límites del verso [...]. Su prosa
tiene más cuerpo. Isaacs dominaba la frase, poseía el sentido de la armonía y el
número e instintivamente acomodaba el ritmo de sus períodos a las exigencias
del asunto (pp. 36-37).

Merece recordarse que el crítico colombiano no hace mención alguna a Saulo en este
prólogo y que en su recopilación publica solamente el fragmento número XX. Sin
embargo, años más tarde, en Letras colombianas (1944) mitiga su postura inicial.
Reformula su idea de que la poesía de Isaacs “no toca notas altas de emoción”, si bien
en Río Moro “la forma, la riqueza del sentimiento, la profundidad de la emoción revelan
cualidades superiores de escritor y poeta”, y va un poco más allá: no es en la colección
de El Mosaico donde se hallan sus mejores producciones:

En sus últimos años su inspiración adquirió mayor extensión y profundidad [...] Por
entonces parecía andar buscando nuevas formas de expresión para sus sentimientos
poéticos: Saulo [...] da prueba de esos anhelos de transformación. Hay en esta poesía
manifiestos esfuerzos en busca de una expresión más breve, más concisa, no
precisamente en las palabras sino en los conceptos; una voluntad de producirse más
bien sugiriendo que expresando las cosas con minuciosa puntualidad (1984, pp. 97-
98).

El poeta Rafael Maya comparte en lo esencial los puntos de vista de Sanín Cano. En el
breve comentario de su antología no hace mención de Saulo; afirma que Isaacs fue “un
magnífico poeta”, que hay “toques de exquisita sensibilidad” en Río Moro, y que La
muerte de Belisario es “una de las más intensas elegías que posee la literatura
colombiana”, pero juzga que sus versos, al lado de su novela, “aparecen como de
calidad inferior” ya que, para él también, esta forma “parecía limitar demasiado las
fuerzas de su numen” (p. 446).

Las opiniones acerca de nuestro poeta son en lo esencial escuetas y se vuelven


repetitivas. Ortega Torres en su antología (1942) afirma que “Isaacs fue más poeta en
prosa que en verso” y Saulo no puede compararse con las obras de juventud”. Para
Nicolás Bayona Posada “Isaacs es en verso un admirable poeta” pero Saulo “por
muchos conceptos es un preludio de las estridencias simbolistas”. Por contraste, C. A.
Caparroso destaca el carácter simbólico de Saulo cuyos versos “por sus vagas
matizaciones y su tono asordinado, son ciertamente un preludio del modernismo lírico”
(p.65).

En 1967 Armando Romero recoge y ordena por primera vez la totalidad de la obra
conocida del poeta caucano. En el estudio preliminar a su edición intenta darle un orden
al conjunto. Distingue tres etapas y esboza los rasgos característicos de cada una de
ellas. En opinión de Romero Isaacs es eminentemente un poeta lírico, pero “su indecisa

318
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

espiritualidad, la indisciplina de su pensamiento, la obnubilación de su ánimo resentido


entorpecen y desvían a menudo el vuelo y alcance de su poesía [...] Fue por esa relativa
deficiencia y por otras fallas formales un poeta mediano a pesar de los momentos
excelsos de su inspiración poética”. Solo en María y “de modo vaporoso e incompleto
en Saulo, se acercó al “sentimiento universal”. “En conjunto, los versos de Isaacs pasan
rasando el nivel medio de la producción literaria nacional” (p.xxxiv). Hubiera podido
descollar si hubiera adquirido una cultura más refinada, un mayor y más profundo
contacto con las literaturas extranjeras y hubiera poseído una “espiritualidad más
protegida” contra las preocupaciones políticas y de orden material. Encuentra en Saulo
los versos más sonoros pero también le reprocha no haber sabido abandonar “la
contorsión sintáctica y tantas veces laberíntica” y el “asunto nebuloso e indefinido”.
Relaciona este poema con la escuela inglesa prerafaelita.

A Donald McGrady debemos el rescate de varios poemas extraídos de la prensa


nacional y extranjera que hasta entonces no habían sido recogidos en ninguna colección
y primer estudio de conjunto sobre la poesía de Jorge Isaacs, el ensayo de 1964
retomado en su libro de 1972. Aquí clasifica los poemas en autobiográficos, narrativos,
líricos y descriptivos. En varios aspectos el crítico norteamericano hace eco de las
opiniones expresadas por algunos de los contemporáneos de Isaacs; la poesía de la
segunda época se caracteriza por su melancolía y desilusión, pierde frescura, y con
excepción de Ten piedad de mí, Resurrección y Elvira Silva, es inferior en calidad a sus
trabajos más tempranos. Considera que la poesía es muy inferior a la excelente calidad
de su novela pues, en general, no es profunda ni contiene significados o símbolos
recónditos; solamente una imagen ocasional adorna sus descripciones y narraciones
prosaicas. Isaacs estaba interesado principalmente en el contenido de sus versos y no en
la forma. Pero también considera que tiene méritos suficientes para darle un lugar entre
los poetas colombianos de segundo rango. Por consiguiente, afirma que la tarea del
crítico no consiste en descubrir significados ocultos por una técnica complicada, sino
simplemente en describir el contenido y mostrar la relación con la vida del autor y con
su novela (pp. 35-38). Y esto es precisamente lo que hace el crítico norteamericano.
Comparte este el juicio de Gómez Restrepo acerca de Saulo, al que también califica de
“épico” y, en la primera versión del estudio, afirma que no es de lamentar que sea una
obra inconclusa (p. 26). Aunque en el libro modifica parcialmente su concepto y
reconoce que el tono de Saulo es más elevado y solemne que el de los demás poemas,
debido en parte a la riqueza de las imágenes, opina que la grandeza del poema se echa a
perder irremediablemente por su oscuridad (p. 53).

La poesía de Isaacs no ha corrido mejor suerte en las antologías, manuales e historias


literarias colombianas. Algunos poemas fueron incluidos en las primeras antologías
generales de la poesía colombiana, pero tiende a desaparecer de las más recientes 471.
Tampoco merece ser mencionada en las historias de la literatura de la segunda mitad
del siglo XX472 ni en la Historia de la poesía colombiana de la Casa Silva (1991).

471
En la de Julio Áñez (1886) y en la de Emiliano Isaza (1895) no es destacado entre los más notables.
Aparece con dos poemas en la Selección Samper Ortega (1935-1937), en los vols. 83 y 84), siete en la
Antología de líricos colombianos de Carlos García Prada (1936) y con catorce en La musa romántica en
Colombia de Rafael Maya (1954). Es incluido en las de Germán Espinosa (1980) y de Rogelio Echavarría
(1989 y 1997), pero no figura en las de Andrés Holguín (1974), de Juan Gustavo Cobo Borda (1980) ni
de Panero (1981).
472
La del jesuita José A. Núñez Segura cita cuatro títulos sin dedicarle una sola línea. En dos manuales de
literatura colombiana más recientes y de amplia circulación, el de Fernando Ayala Poveda (1984) y el de
Procultura (1988) Isaacs no es mencionado como poeta.

319
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Más recientemente, Gabriel García Márquez, quien considera a Isaacs un extraordinario


novelista y a María “un texto sagrado de la literatura colombiana”, declaró en una
entrevista que esto “es sorprendente en un hombre que fue tan mal poeta. Creo que no
hay un verso que se salve de él. Si sus versos quedan es porque es autor de la María.”

Otro es el parecer del maestro Fernanado Charry Lara para quien Saulo es “una de las
más hermosas, misteriosas, maltratadas y desconocidas creaciones de la poesía
colombiana” cuyo lenguaje anuncia el simbolismo.

El balance que resulta de las opiniones hasta aquí expuestas es bastante desalentador. En
general, la poesía de la segunda manera no ha sido mucho mejor comprendida en el
siglo XX que por sus contemporáneos. Por lo que se refiere a Saulo, parece ser que, a
excepción de Páez y Charry, pocos se han tomado la molestia de leerlo detenidamente.

Como bien supieron ver los contemporáneos, pueden distinguirse dos épocas en la
poesía de Isaacs. La juvenil, que corresponde al período anterior y contemporáneo a
María, y la de madurez, separada de la primera por una etapa de seis años, que
llamamos de transición, durante los cuales abandonó casi del todo esta forma. Aunque
no existe entre ellas una ruptura radical, las primeras composiciones constituyen un todo
bastante homogéneo en cuanto a modalidades, temática, tono, versificación y estilo, que
se diferencia claramente del posterior.

Al considerar en conjunto esta poesía se observa, al lado de profundos cambios, algunas


constantes que se modifican. Permanecen los hilos conductores de su poesía lírica que
son expresión de lo más profundo de su sensibilidad y de su personalidad poética: una
desgarradora nostalgia, una obsesiva presencia de la muerte, un sentimiento de pérdida
irreparable que, como en María, asocia con el destierro de la patria y del edén.
Igualmente persistente es el sentimiento del paisaje y de la naturaleza, ésta siempre
subjetivada o personificada, asociada con la evocación de momentos felices en
múltiples símiles y metáforas con la mujer amada. Esta asociación se expresa con
frecuencia en un breve símil o en una representación que abarca la estrofa.

Algunos temas retornan con distintas modulaciones; en primer lugar, el amor; pero
también los afectos familiares, la patria y las guerras fratricidas, el poeta, la poesía, la
gloria. Si bien un grupo importante de composiciones de la primera época son expresión
de los afectos familiares, se ha exagerado la importancia de estos poemas de “tono
doméstico” en la obra de Isaacs. De igual manera persisten algunas formas como el
soneto, el cuarteto, el uso extenso de la rima asonante y asonante aguda o la
combinación de asonante y consonante.

Pero después de María abandona de manera definitiva la poesía narrativa y anecdótica


representada particularmente por los romances impregnados de elementos costumbristas
y centrados el mudo rural. Abandona del todo las estrofas y los versos de arte menor
(las seguidillas compuestas de los poemas lírico-narrativos, cuartetas, etc.). Los poemas
de madurez se caracterizan así mismo por una mayor libertad métrica y en la rima. Hace
mayor uso de la polimetría. Se va apartando progresivamente de las estructuras
canónicas de la estrofa rigurosamente simétrica. Esta se vuelve más flexible o
desaparece en algunos poemas (Elvira Silva, Saulo) para dar lugar a períodos rítmicos

320
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

más amplios y complejos, más cercanos al lenguaje poético moderno. Las imágenes se
acumulan, diversifican y amplían.

En cuanto “desaliño métrico” tan censurado por sus contemporáneos, hoy puede
hacernos sonreír. A Isaacs no lo debían desvelar las rígidas normas de las poéticas
tradicionales, ni debía sentirse a gusto con tales constricciones. En carta a Antonio José
Restrepo, del 13 de julio de 1893 y a propósito de la edición de La Tierra de Córdoba,
ruega a este y a Cano, “como muy entendidos en métrica”, que retoquen lo que sea
fuese necesario y expresa desconfianza de sus estudios de ortología y prosodia, “que no
valen cosa para un apuro, y que confundo con recuerdos de mis travesuras infantiles.”

La poesía juvenil se caracteriza por un lenguaje diáfano y sencillo, sin pompas verbales
ni figuras retóricas elaboradas, que deja la impresión de espontaneidad. Isaacs es buen
versificador pero no es un refinado estilista que se plantea dificultades formales. No se
percibe en él un forcejeo con el lenguaje que vaya más allá de las constricciones
impuestas por el metro y la rima. En la mayoría de lo casos el universo poético de estos
poemas parece perfectamente decible y sus sentimientos expresables. Sus imágenes son
a veces un poco repetitivas. Aunque su poesía narrativa demuestra facilidad de
versificación, amenidad, habilidad en el manejo de situaciones dramáticas, se trata de
versos de tono menor.

En sus más logradas obras del segundo período se percibe un tono nostálgico más
amargo y desilusionado, una nota más reflexiva, una mayor interiorización, una
superación de lo autobiográfico y anecdótico. Lo que en la poesía juvenil era dato
escuetamente biográfico se universaliza.

Las mejores composiciones, y la expresión más personal del poeta, debemos buscarlas
en su poesía lírica; en poemas de la primera época como La oración, La casa paterna,
La tarde azul, La noche en el desierto, El último arrebol, La visión del Castillo; de la
intermedia como Hortensia Antomarchi y de la de madurez como ¡Ten piedad de mí!,
Zoraida, Saulo, La tumba de Belisario, Deméter, Elvira Silva. También en el muy
celebrado Río Moro o en La tierra de Córdoba, el último poema de gran aliento que
emprende Isaacs, en el que maneja con habilidad un modelo estoico que le permite
modulaciones rítmicas ajustables a la entonación ora lírica, ora épica del canto.

Un breve acercamiento a tres textos correspondientes a momentos distintos de su


evolución nos permitirá apreciar algunas de las cualidades de Isaacs poeta.

En La visión de El Castillo demuestra un sentido rítmico del verso adaptando


sabiamente la forma métrica a los cambios de tono del poema, de acuerdo con su
necesidad expresiva. En las primeras nueve estrofas recurre al cuarteto endecasílabo con
rima consonante en los impares y asonante aguda en los pares. En las últimas cinco
cambia al alejandrino conservando el mismo esquema de rimas La primera parte del
poema es la evocación lírica de la mujer ideal, personificación de la poesía; una visión
más bella que el cielo, la cascada, los prados y las noches de su país, de una belleza
omnipresente y misteriosa que es fuente de sus versos:

¡Oh!, muy más bella que el radiante cielo


Que tiñe el arrebol de mi país,
Más perfumada que su verde suelo

321
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Te tuve, te adoré, te comprendí.

Pero es un sueño que se ha desvanecido – “Ya no te puedo amar” – es una ausencia. En


la segunda parte el poeta cambia el tono y con este de metro. En los últimos cinco
cuartetos pasa el poeta a expresar su propósito de luchar y vencer. Presentan estos una
ruptura, un contraste entre la visión y la realidad, entre la amada ideal (la poesía) y la
mujer real (la esposa). Del ritmo fluido del verso imparisílabo mediante el cual ha
expresado la evocación lírica, pasa al parisilábico, al alejandrino clásico con cesura
intensa y regular, de ritmo más pautado y solemne.

Del período que hemos denominado de transición se destaca el poema de intenso


lirismo titulado Hortensia Antomarchi (1869). Lo inspiran la figura de la poetisa y la
muerte de su primera hija Clementina, ocurrida en Bogotá el 10 de enero de 1869. Pero
Isaacs supera aquí lo estrictamente biográfico y anecdótico, el dato no es evidente. El
recuerdo de la niña y su sentimiento de hermandad espiritual con la poetisa se
entrecruzan con el tema del poeta escarnecido por la turba vil, se funden con la
expresión de su propio sufrimiento y con la armoniosa evocación de su valle nativo. El
lenguaje se vuelve aquí elusivo como en los mejores poemas de su época de madurez.

Saulo, el poema tan vapuleado por los contemporáneos y tan ignorado por la posteridad,
es por su complejidad, literariamente, el trabajo más ambicioso después de María y
punto culminante de su poesía. Aunque no desarrolla una trama o una anécdota, como
esperaban algunos de sus críticos, dista mucho de ser un texto ininteligible. Es un
poema de amor, profundamente lírico, uno de los más apasionados de la literatura
colombiana.

Una pareja de amantes, cuya identidad permanece en el misterio durante buena parte del
poema, navega por el océano Pacífico; una lectura los acompaña, “el poema santo”, las
cartas de Eloísa y Abelardo. Ellos son el poeta Saulo y la chilena Olga, cuyos nombres
serán revelados solamente en los vv. 160 y 366, respectivamente. Vienen del Sur y se
dirigen al Norte, no sabemos hacia donde. La anécdota no va más allá. El objetivo del
poeta no es narrar una historia de amor, como tantas veces lo hizo en el pasado. Los
epígrafes dan razón del tema y lo condensan. El poema es complejo y enigmático en su
vaguedad.

Saulo es el poeta infortunado y proscrito que ama lo sublime, ansía el ideal, lo infinito,
y pone a los pies de Olga su amor y su inspiración. La figura de la amada, Olga, más
allá del tiempo y del espacio se funde con Eloísa y con figuras de la antigüedad clásica
y del mundo bíblico. Es una nueva Eloísa, que como ella, lo ha abandonado todo para
seguir al amado. Como Dioema y como Eloísa es una blasfema:

El Infierno mi Edén será contigo! (532)


¡La eternidad sin ti...? ¡La vida y tuya! (568)

Es una síntesis de contrarios:

Arcángel y mujer, casta y ardiente..


Safo en el alma, Débora en la mente (vv. 14-15)
Asemejose a ti: leve la veo,
De Psiquis y Diana,

322
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

De Bethsabé y Susana
Conjunto y vida que forjó el deseo (vv. 15-18)
¿Eres ella?... ¿Es su sombra
La que anheloso estrecho
Al comprimirte así sobre mi pecho? (vv. 31-33)

A la pareja la une un amor atormentado, condenado por las leyes humanas, mas no por
las divinas. Este amor es vehemente, indomable, todopoderoso; es delirio, senda
luminosa, infinito anhelo, sed insaciable que devora el alma (v. 151). Es también un
amor que vence la muerte. Estos amantes resumen a varias parejas que se han
convertido en mitos del amor. Aquí la protagonista femenina representa el amor total.
Dice ella:

– Pero me quedas tú, mi bienandanza,


Mi universo, mi vida, mi esperanza! (vv. 208-209)

Este amor, eje temático del poema, es un imperativo: “Todo debe ser amor”, como reza
el epígrafe. Pero en este poema el amor no es solamente el vínculo afectivo que une a un
hombre y una mujer. El amor humano está divinizado. En boca de Saulo Isaacs expresa
una concepción del amor que se explaya a una concepción cósmica. Ese amor, lo que
Olga ama en Saulo y que en ella “deslumbra”, es un espíritu que va de mundo en
mundo en el espacio sideral, surge de lo profundo, informe, oscuro y misterioso, de la
obra del Creador. “Esencia, forma y fin” del amor divino y del humano “son el arcano”.
El poeta complementa esta exposición con un símil de cinco vv. en el cual compara a
este espíritu con el ave implume que intenta volar:

Ledo, débil y torpe...ya suspenso


Al borde de la nada, es como el ave
Que implume, el vuelo maternal imita
En el nativo soto,
Y admira lo azulado y lo remoto
Del horizonte que cruzar no sabe:
Ya en ascensión gloriosa, ya en descenso...
Ya indeciso de agita: (vv. 542-49)

En Saulo el lenguaje de Iasaacs se transforma y se enriquece con nuevas modulaciones


rítmicas; las imágenes ya no aparecen de manera aislada sino agrupadas en racimos y se
suceden en serie de manera rápida, como en los vv. 136-140 donde la amada Olga-
Eloísa es representada como

Panal de limpias y rosada mieles...


mansa palona de doliente arrullo...
Entreabierto capullo
Del rosal más oculto y oloroso
De Tadmor y sus cármenes vedados.

En los vv. 368-377 el poeta elabora una compleja representación en la cual la imagen
acústica del canto de Rafael, antes sonoro y poderoso, se va desvaneciendo, se expande
mediante una perífrasis temporal, personificaciones y una imagen espacial de remotos
mares y cavernas.

323
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Resonaba la cítara de oro


Del hijo de Jubal, cuando la luna
En los remotos mares se adormía,
Y del canto sonoro
La deleitable y férvida armonía,
Que en mudo arrobamiento
Oyó en los antros el nocturno viento
Vibrante y poderosa,
Ya trémula, voluble, vagarosa...
En acordes dulcísonos desmaya.

Al referirse a Dioema la simbiosis entre mujer y naturaleza, tan característica de María,


se condensa en la feliz imagen que extrema los términos usuales de la personificación
en:
El bosque la respira (v. 356)

En Saulo la palabra poética de Isaacs expresa el éxtasis y el deliro amorosos a través de


un lirismo metafórico desbordado y un tono pletórico de preguntas y exclamaciones.
Aunque, de manera aislada, encontramos expresiones similares en Rafael Pombo,
comparada con Olga, la “pasión fanática”, “frenética” de su Edda parece pálida y
retórica y, por qué no decirlo, fría.

A la fecha, un análisis de la bibliografía isaacsiana, abundante en estudios biográficos y


sobre María, demuestra la extrema escasez de referencias a la poesía. Y en estas
abundan las opiniones dispersas y fragmentarias, las apreciaciones generales, las
improvisaciones lanzadas al desgaire con ocasión de efemérides. Salvo excepciones, ha
predominado un coro de tedioso y sospechoso unanimismo (cuando no el silencio) junto
con la reiteración de lugares comunes y un gran desconocimiento de la obra. Con
excepción de McGrady, Charry Lara y de unos pocos más, no podemos hablar de una
crítica de la poesía isaacsiana en sentido estricto. Todavía echamos de menos un análisis
riguroso de sus mejores textos, una crítica con mayor sentido histórico, más analítica y
objetiva, no prejuiciada estéticamente que permita una mejor valoración del poeta y de
su lugar en la poesía colombiana.

En cuanto a la inferioridad estética de la poesía de Isaacs con respecto a María, cabe


preguntarse si la distancia entre sus mejores composiciones poéticas y la novela es tan
grande como se ha supuesto tradicionalmente. En nuestra opinión, la obra poética de
Isaacs, aunque muy desigual, ocupa un lugar destacado en el panorama de la poesía
colombiana del siglo XIX y merece ser revaluada y estudiada por su valor intrínseco y
no solamente por su contenido autobiográfico o en relación con María.

Pudor y cuerpo de mujer en la obra de Jorge Isaacs y Juan Francisco Ortiz: cómo
se nombran ciertas partes de la anatomía femenina en dos casos de la literatura
colombiana del siglo XIX473

Carlos Patiño Millán

473
Este texto es producto del Seminario Novela e Historia de la Maestría en Literaturas colombiana y
latinoamericana, desarrollado en el marco del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el
creador en todas sus facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

324
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Situada detrás del hombre y no delante de él, la verdad ilumina la razón a través del
conocimiento, único medio para su acceso, pero dejando un espacio de oscuridad entre
la luz y la razón. El hombre occidental hace así una oposición entre certeza e
incertidumbre, realidad y apariencia y cree que lo que es claro es aquello que se deja
ver y tocar. A la mujer, ajena a la verdad, enceguecida por el sol, se la recluye en su
cuerpo, lugar de su mentira.
Mónica Zuleta y Gisela Daza474

DEJAR VER versus VER: de la seducción animal a la muerte del cuerpo

1. Ver no significa, simplemente, mirar475, sino también ver más allá. Ver más allá
significa ver allende de la significación más elemental y obvia. Mirar no se agota
en registrar lo inmediato, lo que se despliega ante mis ojos; también puede y
debe significar creer ver, creer haber visto, dejarse seducir por la ilusión de lo
que tal vez no es.

2. Seducir es, para Jean Baudrillard, abolir la realidad y sustituirla por la ilusión en
el juego de las apariencias476. Si por hiperrealidad entendemos la saturación de
imágenes propia de nuestra época, la seducción, en cambio, abre en nuestras
vidas un intersticio para la ilusión: en la medida en que no estoy sumergido en el
éxtasis continuo de las imágenes y en la medida en que lo trasciendo, puedo
intuir lo que hay allá, puedo creer que existe un más allá.

3. En un universo en donde ninguna limosna deja la delirante pornografía a la


imaginación, la calidez seductora es “la pasión de un mundo encantado” 477. Si la
proliferación de imágenes es el resultado de la frialdad obscena de un mundo sin
encanto, salir a buscar ese encanto pasa por reconocer la seducción, por seducir
y ser seducido siempre a partir de un otro al que seducimos o que nos seduce.

4. Toda saturación es excesiva, toda obviedad cansa. Si se nos dejara imaginar por
un rato, si se nos permitiera vislumbrar por un instante, si pudiéramos todavía
descubrir lo que se halla al otro lado de la piel, del vestido y de la pantalla,
estaríamos a salvo de tanta excrescencia y de tanto espectáculo que clausura la
mirada en un paroxismo de comunicación e información.

5. Triste época en que ver ha devenido en ignorar, en no ver, en no alcanzar a ver.


La acumulación de imágenes no significa saber, no implica gozo. Cuando todos
los signos revelan sus secretos, la transparencia de las redes se transforma en
exceso, en aditivo inútil, “hipertelia comunicacional que vuelve imposible todo

474
En: Zuleta P., Mónica y Daza N., Gisela, “Procesos de feminización: lo singular en la conjunción
filosofía, arte y ciencia” en Nómadas, especial Género: balances y discursos, Santafé de Bogotá, marzo de
1997, número 6, página 11.
475
El Thesaurus de sinónimos, antónimos y asociación de ideas de Sopena, registra los siguientes
sinónimos para el verbo ver: mirar, ojear, advertir, observar, avistar, intuir, fisgar, catar, olisquear,
examinar, vigilar, remirar, desojarse, atender, cuidar, avisar, considerar, presenciar, sentir, divisar,
contemplar, columbrar, distinguir, entrever, husmear, atalayar, reparar, embobarse, atisbar, acechar,
dominar, antever, vislumbrar, otear, trasver, clavar, percibir, notar.
476
Citado por Fabián Jiménez Gatto en Cuestión de piel: la interpretación como tatuaje en la piel
desnuda de la imagen, Revista El Hueco, México, sf.
477
Op. cit.

325
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

diálogo”478. Cuando creemos saber todo, de nada se habla pues todo está dicho
ya.

6. El imperativo de la época parece ser que todo debe ser mostrado y develado;
nada se deja a la imaginación, no se permite la ilusión, no hay espacio en este
mundo para el pudor, la seducción, el erotismo. Ese primerísimo primer plano –
piénsese en la mayoría de las imágenes pornográficas- clausura todo enigma,
misterio y secreto para transformarse en el artificio barroco de la obscenidad.
Esta ausencia de una distancia mínima conduce al surgimiento de un ser humano
que es puro ojo vacío repleto de imágenes, simple retina que no retiene nada,
summa de semen, sangre y sudor que se finge para la galería.

7. El hartazgo ha terminado por arrojar a un lado de la cama a dos personas vacías


de encanto, prendas y piel. Según Fabián Jiménez Gatto, con su apuesta por la
seducción, “Baudrillard resulta ser, más que un pensador posmoderno, un
anacrónico moralista premoderno”479. ¿Pero, lo es, en verdad? Lo interesante del
caso es que, aun ante la pérdida de la seducción, tal y como la conocimos 480 –ora
ritual, agonística, animal; ora regida bajo modelos cortesanos y románticos; ora
perdida ya su mítica intensidad primitiva- ésta se resiste a desaparecer, se niega
a dejar todo en manos de la hiperrealidad, escalón máximo de la representación.

8. Extraviada la seducción, rota la ilusión, sólo cabe la muerte. Como lo anota


Baudrillard: “la muerte se apodera del cuerpo a medida que éste se va saturando
de realidad, haciéndose cada vez más puramente material y reproducible, es
decir, copiable, simulable, en tanto mera imagen y función”481. El cuerpo
humano se convierte en cosa muerta, pues se agrega simplemente a lo que este
autor denomina el “stock de lo real”; ingresa a una suerte de basurero de cosas
disponibles. Ya no hay hombres ni mujeres, sólo mercancías dispuestas a ser
compradas, enviadas, consumidas y desechadas sin siquiera ser digeridas ni
mucho menos saboreadas482.
Con todo, antes de resolver la problemática de la representación y antes de concebir la
literatura como lenguaje del deseo, existía “un sistema de limitaciones y libertades, de

478
Op. cit.
479
Op. cit. Sobre Baudrillard dice Jiménez Gatto: “Este fiel devoto de la seducción no termina de entender
del todo el asunto. Cuando analiza los efectos de obscenidad de la cultura occidental, todo parece estar
imbuido de un demoníaco carácter pecaminoso y decadente. Paradójicamente, este pasaje de lo moderno
a lo posmoderno, expresado en una lógica neobarroca y obscena -una fractalidad porno de lo real después
de la orgía de representación-, lo conduce a lamentarse incansablemente por la ausencia de ilusión y
encanto, en lugar de estallar en una nihilista carcajada nietszcheana”.
480
Baudrillard asigna al presente "una desaparición total del original de la seducción, de su forma ritual
como de su forma estética, en provecho de una distribución, en todos los sentidos, en la cual la seducción
se convierte en la forma informal de lo político... inseparable de la tecnicidad". Véase De la Seducción,
Ediciones Cátedra, Madrid, 1986.
481
Op. cit.
482
Dice Juan Duchesne Winter: “…pero cuán inveterado es el hábito de la muerte del cuerpo lo
demuestran los propios límites de la esfera del juego, la regla y sus cerradas permutaciones, en la cual
Baudrillard ubicaría una existencia situada más allá de las fascinaciones de la vida y la muerte. Por ello,
la tesis de un “destino de la seducción”, con todos sus relámpagos esclarecedores, quizás redunde todavía
en una propuesta poco menos desencantada que el “destino de la anatomía” tan elocuentemente
imprecado. El cuerpo pasional que sin falta asiste a la muerte moderna del cuerpo queda muy elegante y
fácilmente excluido de esta lectura del destino”. En El cuerpo ha muerto: ¡viva el cuerpo!, Revista
Postdata, San Juan, Puerto Rico, número 8, 1993.

326
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

prohibiciones y permisiones, una retórica de lo apropiado, una retórica del decoro”,


como lo señala J. Eduardo Jaramillo Zuluaga483. Veamos en qué consiste dicha retórica.

VER Y NO TOCAR: cuando escribo fresco botón de la rosa quiero decir pezón
Al iniciarse la segunda mitad del siglo XIX, lo que hoy llamamos República de
Colombia se debate entre la tradición y el progreso484. Eso se traduce en una crítica cada
más severa a la herencia española y en la consiguiente apertura a los modelos políticos,
sociales y culturales franceses e ingleses, que representaban una ruptura muy incipiente
pero ruptura, al fin y al cabo, frente al canon hispánico. Rufino José Cuervo sostenía en
1847, al rendir un informe oficial sobre el cambio de textos universitarios, que “para un
pueblo naciente es igualmente peligroso innovarlo todo, que mantenerlo todo en una
situación estacionaria”485. En otras palabras, lo que Cuervo pretendía era que nos
moviéramos un poco para mantenernos inmóviles.

El empleo del lenguaje para designar ciertas partes de la anatomía femenina en dos
obras de sendos autores colombianos contemporáneos de Cuervo, el bogotano Juan
Francisco Ortiz (1808-1875) y el caleño Jorge Isaacs (1837-1895) ilustra hasta qué
punto los hombres de letras de la época se mantuvieron en la raya de la tradición o hasta
que tanto pisaron la tierra del progreso, la modernidad y la libertad.

Ortiz publica Poesías eróticas de Juan Francisco Ortiz en 1832. Se trata del primer
libro “que sale de las prensas, luego de disuelta la Gran Colombia” 486. Hijo de su
tiempo, Ortiz termina estudios de abogado en lugar de médico –como era su
predilección- por imposición de su padre, José Joaquín Ortiz Tagle, un destacado
abogado que hizo parte de la causa patriótica y que por ello fue condenado a pagar seis
años de cárcel en Puerto Cabello, Venezuela. Prolífico autor, Ortiz fue poeta, novelista,
cronista de viajes y fabulista. Empero, en opinión de Gustavo Otero Muñoz, Ortiz “no
supo remontarse nunca en las alas del sentimiento y la fantasía, y no mereció en verdad
elevado puesto en los campos gloriosos de la verdadera poesía” 487. Si su nombre nos ha
llegado, es porque su libro Poesías eróticas de Juan Francisco Ortiz es quizá el primer
libro de poesía erótica de nuestra historia.

Según Santiago Londoño Vélez, el vocabulario de Ortiz es muy diferente al de los


autores de su época, conceptistas y moralizantes488, pero si nos acercamos al texto,
comprobamos cómo la analogía establecidas por Ortiz entre cuerpo y naturaleza
viviente, en tanto espacios que se refieren y se remiten el uno al otro,
“correspondiéndose en una gozosa armonía”, es una constante muy en boga por
aquellos tiempos ante la imposibilidad de ser más explícitos. Para no ir más lejos,
María de Jorge Isaacs es rica en establecer dichos paralelos. Sin embargo, el acierto de
Ortiz se centra en el hecho de considerar el amor como un todo que garantiza la
inmortalidad para los amantes, sean estos heterosexuales o no, pues el amor lésbico,
también cabe en su obra.

483
En “El deseo y el decoro en la novela colombiana del siglo XX”, Senderos, Publicación semestral de la
Biblioteca Nacional de Colombia, volumen V, segundo semestre, diciembre de 1993, números 27 y 28.
484
Léase al respecto Travesías por la historia de Jaime Jaramillo Uribe, Biblioteca Familiar de la
Presidencia de la República, Bogotá, 1997.
485
Op. cit.
486
En Eros en la Nueva Granada, Gaceta, número 12, Bogotá, Colombia, 1991.
487
Op. cit.
488
Op. cit.

327
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Centrémonos en un poema de Ortiz llamado El seno:

Por vez primera la doncella incauta


Al amante sensible que la adora
Ha recibido en el secreto asilo
En que al sueño sus miembros abandona.
Desval recorre con lascivos ojos
Ese turgente seno, que aprisiona
Un delicado velo, en que trasluce
El ojo audaz de las delicadas formas
De unos pechos de nieve, coronados
Por los frescos botones de la rosa.
Justina, ¿de tamaños atractivos
El grande precio y el valor ignoras?
Y sin temor ninguno, ¿de tu amigo
Inocente en los brazos te abandonas?

Desval modera su transporte, y mira


El fresco seno de su prenda hermosa:
Seno que el Dios de amor formado había,
Seno do sus hechizos se atesoran.
Su blanca tez, el suave colorido
El fuego juvenil que en él rebosa...
Sin resistir ya más su labio imprime
Y lo calienta con su ardiente boca.
¿Felice tú, Desval! ¡Feliz mil veces
A quien el cielo tan preciosas horas
Concediere benigno! y ¡más felice
Quien instruido en la ciencia encantadora
De amar, enseñe a su querida prenda
Del deleite las sendas misteriosas!

¿De qué habla el poema? Del primer encuentro entre dos amantes, ella virgen (“doncella
incauta”), él experimentado (“instruido en la ciencia encantadora”). Ni siquiera el velo
es capaz de ocultar el seno y su corona, el pezón, aquí llamado “fresco botón de la
rosa”. El poeta, testigo omnisciente del acto amatorio, increpa a la doncella, le recuerda
el valor de la virginidad y la castidad. Esta inclusión del vate hace que el amante
modere su deseo. Aparece Dios, a quien se tiene como el artífice de todo cuanto existe
pero, ¡para desaparecer cuatro reglones después! La visión del seno desnudo, con velo o
sin él, impulsa al amante al beso. No se trata de cualquier beso, he ahí la trasgresión: el
hombre besa el seno de su amada. Inmediatamente después, el poeta reaparece para
envidiar la suerte de Desval; él ha sido capaz de enseñarle lo que es el amor físico a su
doncella. Aparte de las obvias mediaciones de Dios y la Madre Naturaleza
(desplazamientos del deseo hacia el sendero del éxtasis místico o hacia la incontrolable
y furiosa naturaleza), ciertamente el poema impacta por la imagen explícita del beso al
seno, por la aparición de un autor-fisgón de la intimidad de una pareja y por la
celebración del amor carnal como gracia del cielo a la que todos tenemos derecho489.

489
Es curioso pero otro seno también inspiró a Isaacs un poema titulado La reina del campamento: “Su
camisa transparente/ yo no sé qué hace temblar/ cuando finje (sic) que se arropa/ por descobijarse más./
En sus bordados y encajes/ lo negro y la nieve van/ humillados por un seno/ de belleza tropical”. Sin

328
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Por este poema y por su libro Poemas eróticos (de apenas ochenta páginas), Londoño
Vélez nombra a Ortiz como “una fisura, efímera, en la moral de doble fondo y en la
retórica de estirpe clásica que la desordenada realidad de la incipiente nación supo
inspirarle a sus poetas más preclaros”490. De hecho, Londoño Vélez celebra “el
emocionado palpitar del joven arrobado, la pasión que la frase apenas puede capturar,
traducir y reiterar y que a ningún otro escritor de entonces le fue dado transcribir”. Eso
lo comprobaremos con algunos apartes de María de Isaacs491.

Para Isaacs, nombrar el cuerpo de María es hacer la lectura de sus ocasionales vestidos,
designar las usanzas, las modas492. La mención del cuerpo de la mujer sólo es posible
dentro de un espacio metaforizado y un tiempo innombrable: todo está contenido,
existe, pero es veneno y antídoto, a la vez 493. Veamos la primera aparición total de la
heroína:

Vestía un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría parte
del corpiño y la falda, pues un pañolón de algodón fino, color púrpura, le
ocultaba el seno hasta la base de la garganta, de blancura mate. Al volver las
trenzas a la espalda, de donde rodaban al inclinarse ella a servir, admiré el
envés de sus brazos deliciosamente torneados, y sus manos cuidadas como las
de una reina494

entrar a comparar (o juzgar) la calidad literaria de ambos textos, digamos que, para los efectos de este
breve artículo, el de Ortiz nos es más útil.
490
Op. cit. Lo llama también, “una grieta en el supuesto órgano monolítico del movimiento romántico y
humanista de la Nueva Granada. (Ortiz es dueño de) Un naturalismo individual, incontenible, al margen
del romanticismo oficial de preceptiva”.
491
La novela fue publicada en 1867 pero se sitúa antes en el tiempo. Gustavo Álvarez Gardeazábal
escribe, a propósito, lo siguiente: ...no hay la menor duda que Isaacs busca hacia atrás, mucho más atrás
de 1850, pues es bajo el gobierno de José Hilario López cuando se da la libertad a los esclavos en
Colombia”. Álvarez Gardeazábal, Gustavo. En: La novela colombiana entre la verdad y la mentira, Plaza
y Janés, Bogotá, sf.
492
El vestido y el baile son lugares narrativos que “permitían decir o sugerir el cuerpo erótico”, al decir de
J. Eduardo Jaramillo-Zuluaga. En sus palabras, “por lo general, cuando aparece un personaje femenino, el
narrador describe con detalle su vestido; pero esta descripción no es inocente, funciona como una
metonimia, como un desplazamiento de la mirada narrativa (es decir, de la focalización) que va del
vestido hacia aquello que el vestido deja ver”. Op. cit.
493
Jaramillo-Zuluaga anota a propósito de los recursos literarios que los escritores del siglo XIX o
comienzos del XX emplearon para no decir cuerpo: “el primero de ellos, el más sobresaliente, es la
metáfora de la naturaleza. (...) El acierto de una novela como María –digamos, su cualidad más
exasperante- es la manera en que la naturaleza substituye el cuerpo de la muchacha, hurtándola ante
nuestros ojos y aplazándolo para siempre. Muchas páginas de la época sucumbieron en el intento de
imitar la vehemencia con que Isaacs describió la naturaleza exuberante del río Dagua o la imagen idílica
de la muchacha que, sentada a la orilla del río una tibia tarde del mes de julio, lloró de pena al escuchar
un poema de Chateaubriand. (...) Otro de los recursos más frecuentes del decoro es el sobreentendido y el
eufemismo. Es un recurso encantador (si me permiten la expresión), encantador en su ingenuidad, y que
ha caído en desgracia desde el momento en que Gabriel García Márquez reunió en Cien años de soledad
todos los eufemismos, perífrasis y sobreentendidos que Fernanda del Carpio empleaba en su
comunicación con los médicos invisibles. (...) El tercer recurso consiste en los cambios abruptos de
focalización. En ocasiones, el escritor de comienzos de siglo aplaza la descripción de un cuerpo erótico o
la unión física de los amantes, y en el momento en que esa unión parece inminente, introduce una imagen
visual o auditiva que está complemente fuera de lugar. (...) Existen otros dos recursos de la retórica del
decoro que vale la pena mencionar, aunque sea de pasada: las estelas de puntos suspensivos y las noticias
mitológicas”. Op. cit.
494
Todas las citas de María pertenecen a la edición de la Biblioteca Familiar de la Presidencia de la
República, Bogotá Colombia, 1996.

329
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Como en otras ocasiones, como en Ortiz, aparece un cuerpo femenino blanco, puro,
virginal495. La blancura aquí sólo es interrumpida, violada, por un pañolón de color
púrpura. Nótese la mención de los brazos (“deliciosamente torneados”), que establece,
por lo menos, un equilibrio a la descripción. Se supone que la visión de los brazos se
debe a que estos están desnudos, a salvo del pañolón encubridor.

Más adelante, figura otra identificación de cuerpo con vestido (lo de afuera, al cubrir lo
de adentro, lo nombra; a la vez que lo toca, lo protege, ya sea chal, pañolón o la
tradición familiar):

Tenía el pecho cubierto con una pañoleta transparente del mismo color del
traje, la que parecía no atreverse a tocar ni la base de su garganta de tez de
azucena; pendiente de ésta, en un cordón de pelo negro, brillaba una crucecita
de diamantes; la cabellera, dividida en dos trenzas de abundantes guedejas, le
ocultaba a medias las sienes y ondeaba a sus espaldas496

La insinuación es una ilusión baudrillardiana, la transparencia de una pañoleta que deja


ver pero que – parece - no atreverse a tocar su propio cuerpo; de nuevo la fulguración, el
destello, el contraste entre la piel y la materia preciada e inalcanzable, en este caso, los
diamantes.

Cuando todo se contiene y no se desborda, triunfa el pudor:

Volví al salón. Mientras mi hermana ensayaba en la guitarra un valse nuevo,


María me refirió la conversación que al regreso del paseo había tenido con mi
padre. Nunca se había mostrado tan expansiva conmigo: recordando ese
diálogo, el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los
labios497
El pudor y su revés, el placer, hacen presencia sólo mediados por el aval de la figura
paterna. Ante la legitimación, los ojos se convierten en la mirada, y los labios en boca,
en palabras a punto de expresarse, a punto de consumar –por fin- la pasión paradisíaca.
El amor imposible entre Efraín y María es un amor de miradas, ojos que buscan ojos,
unos que buscan los otros, los correspondientes, “ante los cuales todo el esplendor de la
naturaleza que nos rodeaba me era casi indiferente”498, como lo confiesa él.

495
Refiere Rafael Maya sobre esta novela: “María es algo más que una obra literaria..., es una alta y
permanente lección de idealismo, un inspirado texto de platónicos fervores y un tratado de amor purísimo,
al que la misma muerte, y los presagios fúnebres que allí abundan, le otorgan ese sobrehumano temblor
que hace trepidar la mano de los místicos, al tratar del misterio final con palabras que alumbran por sí
solas la noche de los sepulcros. (...) ¿Cómo pudo salir de este medio ambiente tropical una novela tan
casta y pudibunda, a cuyo lado, y esto sería fácil comprobarlo, aparecen como demasiado libres algunos
relatos de la literatura religiosa? ¿No hay en los deliquios ascéticos de la poesía sagrada acentos
demasiado humanos, que no por su intención alegórica, dejan de recordar inexplicablemente las
afecciones terrenas? Pues ni siquiera esto se advierte en María. Todo allí es puro, todo allí es inmaculado.
En estos días de la libido freudiana y del complejo sexual, ese libro parece escrito sobre la rodilla de los
ángeles. Uno cualquiera de los ademanes y actitudes que realiza la heroína pudiera servir para que un
artista representara al Pudor”. En: Obra crítica, Ediciones del Banco de la República, Bogotá, 1982.
Citado por Javier Navarro en Los sentimientos en María, Revista Universidad del Valle, agosto de 1995,
número 11.
496
Op. cit., página 83.
497
Op. cit., página 113.
498
Op. cit., página 142.

330
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Hemos visto cómo el seno siempre está oculto, que el pezón no existe, que la relación
existe únicamente en la ruta de las miradas encontradas. Empero, hay desencajes que no
alcanzan la trasgresión:

Ella consiguió recostarlo en su pecho, mientras lo sostenía por la espalda con


el brazo izquierdo. Las negras trenzas de María sombrearon aquella cabeza
cana y venerable a que tan tiernamente ofrecía ella su seno por cojín499

Obsérvese el adverbio “tiernamente” tres palabras antes de “seno”; en toda su


dimensión, el adverbio aquí modifica todo asomo de sugerencia sensual –que no sexual,
por tratarse del padre de Efraín y no de otro hombre.

Si exceptuamos el episodio de Salomé, que contiene acaso los trazos más explícitos de
toda la novela500, el amor de Efraín y María es un amor en donde los objetos suplantan a
los sujetos:

Abrí el armario: todos los aromas de los días de nuestro amor se exhalaron
combinados de él. Mis manos y mis labios palparon aquellos vestidos tan
conocidos para mí501

Amor inexpresable, lleno de encajes, pliegues y velos, en una época en la cual, otro
poeta, acaso más arrojado que Isaacs, asistía furtivamente al encuentro de dos amantes y
veía cómo ese hombre besaba el seno de su amada.

DE LA RODILLA DE LOS ÁNGELES AL CORTE DE FRANELA: no hay placer


sin pudor, no hay violencia sin dolor

1. El rubor es hijo del pudor. El color que sube al rostro causado “por un sentimiento
de vergüenza”502 está íntimamente relacionado con ese sentimiento de reserva “hacia
lo que puede tener relación con el sexo” 503

2. Como lo anota Javier Navarro504, “es ciertamente una convención romántica, muy
propicia para la pasión amorosa y para la belleza femenina, que el pudor se
considere exclusivo de la mujer o al menos como su rasgo típico. (Rafael) Maya
habla de la suprema dignidad de que el cristianismo revistió a la mujer. La belleza
del cuerpo con lo que implica de irresistible para el hombre, por quien se adorna y
para quien se adorna, obliga a la mujer a ser reservada, modesta, púdica,
discretamente cómplice de su disimulación, pues no se le oculta, el lugar
insostenible en que la cultura la ubica, entre su deseo de exhibición y entrega, y el
deber de la represión y el ocultamiento. La coquetería discreta es su solución:
499
Op. cit., página 152.
500
Sobre todo por dejar, en el aire, irresoluto, el siguiente interrogante: ...Si fuera blanca, pero bien rica;
rica pero bien rica... sí que lo querría a usté; ¿no? A lo que Efraín responde: ¿Te parece así? ¿Y que
hacemos con Tiburcio? Op. cit., página 227. Sobre esta tendencia a recurrir a cierta explicitez cuando se
trata del cuerpo de esclavas negras, de las indias, de las campesinas, de la servidumbre, dice Jaramillo-
Zuluaga, “la retórica del decoro les cede el paso con más facilidad porque en ellos (los cuerpos) no hay un
honor que defender: son cuerpos anónimos en los que el placer masculino busca su propia satisfacción, el
deber de prolongar un nombre o una dinastía”. Op. cit.
501
Op. cit., página 285.
502
El pequeño Larousse Ilustrado, Santafé de Bogotá, 2000, página 893.
503
Op. cit., página 832.
504
Navarro, Javier, Op. cit.

331
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

exhibir ocultando, aludir eludiendo. En esto radica la importancia de los vestidos, de


los velos, de los tejidos”.

3. La heroína romántica no debe ser vista, la virgen no debe descender de su altar. Sólo
un accidente –la irrupción del poeta fisgón- permite verla, descubrir sus formas. La
heroína desea (quizás) el amor, busca el placer, añora la unión eterna pero antes
debe cubrir su desnudez emocional y física; no debe exponerse, evidenciarse sería
su muerte, ponerse al alcance del ojo de los demás.

4. El cuerpo es sinónimo de tentación y pecado, pero también de libertad y placer. En


el cuerpo conviven el fuego y el agua, la tierra y el cielo. El cuerpo es el universo.

5. Cuando Ortiz escribe “ese turgente seno, que aprisiona un delicado velo, en que
trasluce el ojo audaz de las delicadas formas de unos pechos de nieve, coronados por
los frescos botones de la rosa” llega a la desnudez a través de lo que deja insinuar el
velo, crea una tensión intolerable entre lo intocable y lo posible. Aun si el seno “que
el Dios de amor formado había” es obra divina, la turgencia anuncia la trasgresión
dionisíaca; el fuego “juvenil” no resiste la tentación “y lo calienta con su ardiente
boca”. Dios mediante, la mujer del poema ha iniciado su recorrido por las “sendas
misteriosas”. La inocencia puede haberse perdido pero Dios ha dado su permiso...

6. Al alejar a María de Efraín, al no permitir la realización de ese amor imposible,


Isaacs cumple a cabalidad el ideal cortesano y romántico. Eso no quiere decir que no
se ciernan sobre la novela las sombras del deseo: “...María me refirió la
conversación que al regreso del paseo había tenido con mi padre. Nunca se había
mostrado tan expansiva conmigo: recordando ese diálogo, el pudor le velaba
frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios”. Si la novela parece
escrita sobre la rodilla de los ángeles, entonces admitamos que la pálida piel de los
ángeles puede ruborizarse...

7. Dice Jaramillo-Zuluaga: “Sólo en el momento en que se documenta la violencia


(política de los años cincuenta) en las páginas de la novela, el cuerpo aparece de un
modo más explícito; se debilitan entonces las restricciones del decoro que todo lo
enmudecía y se impone al escritor la necesidad de buscar palabras que describen lo
que le sucede al cuerpo, su abertura y su fragilidad” 505. Es decir, en Colombia
pasamos del vestido, del velo y de los tejidos al cadáver expuesto, mutilado,
irreconocible. La clausura de todos nuestros enigmas corporales y la consecuente
aparición de nuestra particular obscenidad barroca le debe muchísimo menos a la
influencia de la literatura europea en esta tierra que a nuestros propios desangres.
Alguien rasgó el velo violentamente y si antes, “en el lugar donde esperábamos
encontrar un cuerpo, hallamos una flor, un jardín, una diosa magnífica” 506, ahora nos
encontramos con un gran charco de sangre.

505
En El deseo y el decoro en la novela colombiana del siglo XX, Boletín Cultural y Bibliográfico del
Banco de la República, número 30, volumen XXIX, 1992. Se trata de una versión ligeramente diferente
del texto ya citado y aparecido en Senderos.
506
Op. cit.

332
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Jorge Isaacs y José de Alençar: dos momentos del romanticismo en América


Latina507
Hernando Urriago Benítez

Es ahí donde está la originalidad y diferencia del romanticismo americano.


Su punto de partida y referencia es el paisaje de la patria,
el ámbito de un teatro en donde se está luchando por la libertad.
Es en su tierra donde ese romántico puede entender la libertad, y reclamarla.
No con nostalgia simplemente,
sino como afirmación batalladora que lleva a la guerra.

507
Este texto es producto del Seminario Novela e Historia de la Maestría en Literaturas colombiana y
latinoamericana, desarrollado en el marco del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el
creador en todas sus facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

333
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El continente de siete colores, Germán Arciniegas

2005 es el año de Jorge Isaacs. El poeta, novelista, político, explorador y guerrero


vallecaucano nacido en Chocó, desapareció en Ibagué, el 17 de abril de 1895, en medio
de la pobreza extrema y del extremo desengaño. Casi veinte años antes había publicado
María, considerada hasta ahora y quizá para siempre como la gran novela del
romanticismo latinoamericano. Por ella Isaacs recibió en vida el máximo de los
reconocimientos; luego vendrían el olvido, la vindicación, las interpretaciones
amañadas en el regazo sentimental y lecturas de todas las estirpes; es decir, recepciones
arbitrarias como la del Nadaísmo –cuyos adláteres quemaron la novela en Cali— o la
del canon educativo –que sigue viendo en ella lo que definitivamente no hay--, pero
también nuevas miradas que se esfuerzan por superar la visión “amorosa” para
encontrar en medio del idilio entre Efraín y María, las claves de una manifestación
histórica, política, social y cultural sobre parte del conflictivo siglo XIX colombiano.

110 años de muerto cumple Isaacs en 2005. Su figura, más viva que nunca, puede servir
como pretexto para la revisión integral de su obra poética, dramática y epistolar, así
como para la pregunta por su lugar dentro del romanticismo latinoamericano e incluso
por la especificidad romántica de María, obra que vista a la luz de hoy se nos presenta,
según anotó Baldomero Sanín Cano en Jorge Isaacs: el poeta según sus obras, cargada
de un “realismo candoroso” (Sanín Cano, 1997: 184).

Pero la dimensión literaria de Isaacs también sugiere otra inquietud: ¿qué relación hay
entre él (y cuando hablamos de “él” nos referimos a su existencia física y literaria) y
otros episodios del romanticismo latinoamericano? ¿Qué autores y obras aparecen antes
y después de él? Concretamente: ¿cómo dialoga María con esas otras novelas que no en
vano constituyen la tradición romántica en nuestro continente?

Como veremos, aquí nos interesa examinar las relaciones entre María y una novela
corta, importante para la literatura latinoamericana, anterior a la creación de Isaacs y
creemos que desconocida en Colombia. Hablamos de Iracema, del brasilero José de
Alençar, publicada en 1865. Nuestro objetivo es presentar una lectura comparativa de
esas dos obras para en últimas ampliar el espectro literario en el que se inscribe Isaacs,
coetáneo de ese otro maestro de nuestro romanticismo que es Alençar.
La fase literaria del romanticismo en América Latina
Si nos atenemos a Pedro Henríquez Ureña sabremos que el romanticismo, en tanto que
“revolución espiritual” llevada a cabo a través de la expresión literaria, surgió en
América Latina al calor de las luchas por la Independencia y la consolidación de las
naciones frente a las monarquías española y, más tarde, portuguesa. De 1830 a 1890
contamos sesenta años de revolución y de organización, pero también de un período
literario especialmente prolífico y en el que sobresalen –al menos en la manifestación
hispano-parlante de esas letras— los nombres de los argentinos Esteban Echeverría, con
El matadero y Elvira, o la reina del Plata, y José Mármol, con Amalia; del chileno
Alberto Blest Gana, con Martín Rivas; o de los colombianos Jorge Isaacs y Gregorio
Gutiérrez González, el virgiliano autor de Memoria sobre el cultivo del maíz en
Antioquia.

Tras la lectura de los títulos aflora una pregunta: ¿es posible rotular como “románticos”
a estos autores cuyos registros literarios son disímiles, pues al tiempo que están
enmarcados en un contexto característico –el del romanticismo latinoamericano—se

334
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

distancian relativamente del paradigma sobre el cual supuestamente construyeron sus


obras? Vemos que tanto Echeverría como Isaacs o Blest Gana, por ejemplo (y ni qué
decir de otros como Martí o Sarmiento), hacen de su literatura un espacio para el
examen crítico de su tiempo histórico, político y social. Claro, no podía ser de otra
manera si coincidimos con el Germán Arciniegas de El continente de siete colores en lo
siguiente: “La política fue, para la América española, el tema del siglo XIX”
(Arciniegas, 2004: 295).

La fase literaria del romanticismo en América Latina carece, pues, de un solo rostro; por
el contrario, su manifestación apunta a instalar una metáfora de la realidad vivida por
nuestros pueblos en medio de la lucha por la expresión antropológico-cultural
“auténtica” de las naciones. Y ello mediante un programa literario e ideológico que
Henríquez Ureña enumera así: “la conquista del paisaje, la reconstrucción del pasado, la
descripción de las costumbres” (Henríquez Ureña, 1994: 146). ¿Pero semejante empresa
estética fue tarea única de las letras hispanoamericanas de ese período?

Desde luego que no. En Brasil, nación que alcanzó su independencia frente a Portugal
muchos años después que la ganada por el resto de América Latina ante España, los
escritores fundaron la tradición romántica literaria antes que la emancipación de la
monarquía lusitana. Del primero de ellos, Domingo Goncalves de Magalhaes, vizconde
de Araguara –quien escribió Suspiros poéticos y saudades, en 1836--, al último, Alfredo
d’Escragnolle, vizconde de Tauny, autor de Inocencia, de 1873, vamos de la poesía
lacrimógena al romance histórico, pasando por el nativismo de Antonio Goncalves Dias
en Os Timbiras, de 1857, el romanticismo realista de Joaquim María Machado de Assis
y Don Casmurro, y el indianismo de José de Alençar.

De esta variada manifestación literaria nos interesa el último de los autores, sobre todo
porque al acercarnos a una de sus obras cumbres, Iracema, encontramos un terreno fértil
para el diálogo entre ésta y María. Al fin y al cabo, tanto la colombiana como la
brasileña (cabría decir mejor, la tupí-guaraní) son dos de las heroínas románticas por
excelencia de nuestra literatura.

José de Alençar e Iracema


A propósito del programa literario e ideológico que anotábamos con la ayuda de
Henríquez Ureña, podemos decir que José Martiniano de Alençar —nombre completo
del escritor brasileño—se adscribió desde siempre a dichos postulados 508. Como en
Isaacs, en él caben una a una las palabras que el maestro dominicano de Las
corrientes... también dijo respecto a otro de los imperativos del romanticismo
continental: “La descripción de la naturaleza, que comenzó con los neoclásicos, fue
ahora para nuestros románticos un deber que había que cumplirse religiosamente”
(Ibíd., 133). América, imaginada –como decir “creada”— por los europeos medievales

508
José Martiniano de Alençar nació en Macejana, Ceará, en 1829 y murió en Río de Janeiro, en 1877.
Como anota Doris Sommer en su estudio aquí citado, “a lo largo de su vida, José de Alençar (...) fue
venerado como el padre de la literatura brasileña”. Sus contemporáneos le respetaron y, contrario a lo que
ocurrió con Isaacs, sus libros le dieron para vivir con mucha dignidad. Hijo del senador liberal José M. de
Alençar, estudió Derecho y participó de la contienda política del Brasil republicano, al punto de que
alcanzó a ser ministro de justicia entre 1868 y 1870. Empezó escribiendo crónicas en el periódico Correio
Mercantil e introdujo el indianismo literario en su país a través de más de treinta obras narrativas y
dramáticas entre las que sobresalen las novelas O Guaraní (1857), Iracema (1865), Ubirajara (1875) y
Lembra-te-de-mim (1887, obra póstuma), así como las comedias El demonio familiar (1857) y Los
jesuitas (1875).

335
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

y renacentistas, finalmente aparecía ante nuestros ojos, muy nuestra, para ser
conquistada mediante los favores de la pluma –como en su tiempo la espada y la lengua
habían servido para la fundación de la cultura en el Nuevo Mundo--. Poetas, prosistas y
ensayistas en pos de la naturaleza; de “nuestras interminables cordilleras, las altas
mesetas de claros perfiles, el aire transparente y la luz suave, selvas tropicales,
desiertos, llanuras como mares, ríos como mares, y el mismo mar resonante” (Ibíd.,
133-134).

En Iracema, como en María, el paisaje es definitivo; y no lo es por su carácter


“decorativo”, sino por su función actoral dentro de la trama novelesca. Esto lo sabemos
desde siempre, pero es oportuno recordarlo a la luz de lo que plantea Arciniegas en
relación con el “paisaje de la patria” como metáfora de la libertad a conquistar mediante
la pluma.

Iracema fue publicada por Alençar en 1865. La palabra guaraní da título a la obra y
nombre a su heroína, nativa a quien le viene muy bien el vocablo, que traduce “labios de
miel”. La edición que manejamos cuenta con un prólogo del autor firmado en Río de
Janeiro, en mayo de aquel año. En ella podemos leer el argumento histórico, los 33
capítulos cortos, las 128 notas lexicográficas del autor –quien, dicho sea de paso,
conocía muy bien el tupí--, y una carta dirigida al doctor Jaguaribe, que data de agosto
del mismo 1865. Como quedó dicho, lleva un subtítulo que la instala en el territorio del
relato ancestral: Leyenda del Ceará. Con esto el autor alude no sólo al lugar donde
nació (lo había hecho en Macejana, en 1829) sino también a esa “tierra natal” de la que
se declara “hijo ausente” y de la cual recibe la historia que finalmente nos relata, y que
en este ensayo nos permitimos traducir directamente de la edición citada en la
bibliografía: “Una historia que me contaron en las hermosas riberas donde nací, en
noche callada, cuando la luna transitaba por el cielo iluminando los campos, y la brisa
rugía en las palmeras” (Iracema, 17). El mismo hijo ausente de la tierra heroica ha
dicho en el “Prólogo”: “Quien no puede ilustrar la tierra natal, canta sus leyendas, sin
metro, en la primitiva tonada de sus antiguos hijos” (Ibíd., 13-14).

En esencia, Iracema es según los entendidos el mayor ejemplo de la literatura indianista


del Brasil romántico. Anota Henríquez Ureña que “si para los románticos eran los siglos
coloniales nuestra Edad Media, el pasado indio representaba nuestra Antigüedad; el
culto de lo indígena estaba ahora en todo su apogeo” (Henríquez Ureña, 153). Y no se
equivoca: fueron muchos los que al invocar un pasado cercenado por la mano europea
—que había intentado borrar lo indígena de nuestra marca antropológica—, entregaron
su versión sobre los acontecimientos ocurridos en el interior de las tribus suramericanas,
especialmente. Son famosas en esta línea las creaciones poemáticas de los cubanos
Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés), con Jicotencal, y Gertrudis Gómez de
Avellaneda, célebre autora de Guatimozín. Luego de Iracema vendrían, entre otros,
Una excursión a los indios ranqueles, del argentino Lucio Victorio Mancilla; Cumandá,
del ecuatoriano Juan León Mera, y Tabaré, largo poema del uruguayo Juan Zorrilla de
San Martín.

¿Qué narra Iracema? El relato, cedido por un narrador extra-diegético, cuenta la historia
de Iracema, india de la tribu tabajara, y de Martim Soares Moreno, valiente y apuesto
guerrero portugués, quien según anota el autor en el “Argumento histórico” había
llegado a Brasil junto al colonizador Pedro Coelho a comienzos del siglo XVII. Junto a
otros, Coelho fundó Nova Lisboa, primer poblado colonial de Ceará, e hizo de Soares

336
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Moreno el diestro maestre de campo y el cabo que luchó por la libertad de Brasil contra
el yugo holandés. Así finaliza el autor dicho “Argumento”: “Ceará debe honrar su
memoria como la de un hombre prestante y su verdadero fundador, ya que el primer
pueblo hecho en el río Jaguaribe no pasó de ser una tentativa frustrada” (Iracema, 13).

Con su idilio, Iracema y Martim consumen la mayor parte de la historia de la novela,


cuya tesis, desde el idealismo romántico, obedece a la gran metáfora del origen del
pueblo brasileño gracias a la mixtura entre el elemento indígena y el blanco o europeo.
Pero esta mixtura es trágica, dado que Iracema debe morir para que su pequeño hijo
Moacyr (en tupí, “nacido del dolor”) pueda vivir de la mano de su padre, ganado por el
ímpetu colonizador de su sangre.

Iracema, “la virgen de los labios de miel”, es vista por Martim en pleno corazón de la
selva donde se asienta la tribu de los tabajaras (“Señores de las aldeas”). Luego de un
accidentado encuentro –Iracema lanza una flecha que hiere el rostro del guerrero--,
ambos van por la floresta hacia la cabaña del Pajé, anciano que medita sobre los ritos de
Tupa. Aquí tenemos la primera información sobre el espacio en el que Martim se
encuentra: “Las tribus tabajaras, desde Ibiapaba, hablaban de una nueva raza de
guerreros, blancos como flores de borrasca y venidos de una remota playa de las
márgenes del Mearim. El anciano pensó que fuese un guerrero semejante el que pisaba
los campos nativos” (Ibíd., 19).

Los tabajaras son visitados sorpresivamente por el blanco, anunciado en el saber mítico
de la comunidad. Ellos, que se alimentan de frutos silvestres, de vino y de banano,
pelean contra otra tribu, la de los pitiguaras (“Señores de los valles”), por el dominio de
la tierra. Al lado de éstos es que Martim lucha, lo que a nuestros ojos lo presenta como
un traidor tácito respecto a los tabajaras, la tribu de Iracema.

Aun así, es ella quien lo pone en contacto con sus orígenes. Y también es ella la que
escapa a su lado, huyendo hacia la tierra de los pitiguaras. El acontecimiento es
doblemente peligroso, pues además de que Iracema renuncia a sus orígenes, viola el
tabú del cual tenemos noticia en boca de Pajé: “El guerrero que poseyere la virgen de
Tupa morirá” (Ibíd., 27). Pajé, claro, tiene razones para lamentarse, pues Iracema es la
guardadora del secreto de la jurema (planta alucinógena y salvaje) y del misterio del
sueño. Si entrega “la flor de su cuerpo” a Martim, sencillamente morirá.

La actuación de la naturaleza y del paisaje


Sin embargo, el amor-pasión, que dista mucho de los encuentros inocentes y tímidos de
Efraín y María, vence el tabú y el destino señalado por la tradición tribal. Ese amor-
pasión fusionado a la naturaleza despierta en Iracema la sospecha incesante de que el
guerrero que ahora tiene en sus manos, pertenece de todas maneras a una “virgen
blanca”, en pugna contra la “virgen morena” que es ella. Como sabemos, Martim, lejos
de pensar en otra mujer allende el mar, sueña con su tierra y en ese extrañamiento funda
la saudade, que embarga desde entonces a los descendientes de esa mixtura tupí-
lusitana.

Iracema es naturaleza y paisaje agrestes, por forjar, disputados por las tribus e intactos a
los ojos de Martim. Es naturaleza en tanto que palmera, golondrina, juruti, mariposa,
colibrí. Pero, sobre todo, es la jandaia, ave cuyo canto consuela a Iracema en los
tiempos largos durante los cuales Martim está ausente; es la jandaia que al morir la

337
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

heroína “cantaba todavía en lo alto del cocotero; pero no repetía el maravilloso nombre
de Iracema” (Ibíd., 70).

Esa naturaleza antropomorfizada habla permanentemente en la obra. Como en María, el


viento, los árboles, las flores rumorean; éstos y otros elementos actúan directamente,
dado que Alençar, como Isaacs —en tanto que románticos latinoamericanos—, tenía en
su proyecto la revitalización perenne de aquel paisaje físico y lingüístico ancestral.

Frente a María, en la que el conflicto histórico y político de su tiempo está apenas


sugerido, en Iracema su autor procura una revelación casi directa del acontecimiento
indígena y colonial, pintando con evidente apoyo de la representación histórica las
coordenadas de ese paisaje político y moral vivido en el siglo XVI en una porción de
Brasil. Aun así, en ambas novelas encontramos la historia de una mujer y de un hombre
que asisten al drama amoroso contra el destino manifiesto de su sociedad (tribu, en el
caso de la brasileña), para sobre ponerse a ésta y encontrar la muerte femenina que
impele al varón a labrar un destino en tierras ignotas. Así, mientras que Martim parte
con su hijo a la colonización de otros pueblos, Efraín parte estremecido “por medio de
la pampa solitaria, cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche”. Ahí está la metáfora:
muerte simbólica de un estado de cosas amado y venerado, y reto simbólico para la
fundación de un nuevo estado de cosas diferente. Ese nuevo “estado de cosas” es
representado justamente por Moacyr, el “hijo del dolor” entre Iracema y Martim; sobre
todo, hijo de la fusión intercultural que más adelante definirá el destino de Brasil y de
América Latina.

Lengua, mestizaje y destino en América Latina


Para la escritura de Iracema, José de Alençar apeló a la pre-historia de su patria pero
también al canto primigenio de la lingua geral, es decir, al vasto repertorio de la lengua
tupí, por cuyo conocimiento, según el autor, debía pasar la literatura nacional brasileña:
“Ella nos da no solo el verdadero estilo, como las imágenes poéticas del salvaje, sus
modos de pensamiento, las tendencias de su espíritu, y hasta las menores
particularidades de su vida. Es en esa fuente que debe beber el poeta brasileño; y es de
ella que debe salir el verdadero poema nacional, tal como lo imagino” (Ibíd., 82).

Alençar hace referencia al problema histórico de la lengua en Brasil que proviene del
siglo XVI, cuando el portugués irrumpe como continente lingüístico en ese
subcontinente poblado por el elemento tupi-guaraní. En el siglo XVIII, el idioma de
Magallanes se afianza gracias a la élite colonial blanco-mestiza, con lo cual ocurre un
fenómeno cultural de enorme importancia: la mixtura entre la lingua geral y el
portugués, que en su imposición deja relegada a la primera al interior de un país cuyo
desarrollo está en la zona costera de Río de Janeiro y del mismo Sao Paulo.

En 1825 esa lingua geral es elevada a la categoría de “idioma brasileño” e “idioma


nacional” por quienes fraguan el programa ideológico de ruptura lingüística durante la
Independencia. El mismo Alençar, años más tarde, dirá que esa lingua geral es superior
como lengua y como estilo al portugués. Ese fue su credo vital, y de ahí que también
nos inquiete otra de sus afirmaciones finales en Iracema: “Este libro es, pues, un ensayo
o lo muestra ser. Verá en él explicitadas mis ideas respecto a la literatura nacional; y
hallará poesía enteramente brasileña, urdida en lengua indígena” (Ibíd., 84).

338
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En Alençar, tal como insinúa Doris Sommer en Ficciones fundacionales, el espacio de


la ficción funda una revolución: dejar de pensar en dos idiomas diferentes, el tupí y el
portugués puro, heredado de los colonizadores, para enarbolar la bandera de un idioma
nacional que más tarde, exactamente en 1936, tendría que conocerse como el idioma
brasileño. Aunque en la ley esto nunca se dio, pues el proyecto de la Cámara de
Diputados de ese año fracasó, en la práctica, como evoca Sommer de Gilberto Freyre, la
gente sigue “falando brasileño” (Sommer, 2004: 2002).

Vemos en Alençar y en Isaacs dos poderosas plumas que, a casi dos siglos de distancia
de nuestro horizonte hermenéutico, continúan proponiendo una voluntad crítica respecto
a la cultura en América Latina: el asunto del mestizaje, más enfático en Brasil que en
Colombia pero al fin y al cabo una de las preocupaciones esenciales de la novela
fundacional; asunto en el cual, por lo demás, se resuelve el destino político y social de
nuestros pueblos.

María y el proyecto de refundación del valle del cauca509

Oscar Buitrago Bermúdez


Nelson Londoño Pinto
Pedro Martínez Toro

Introducción
La narrativa del espacio en las obras literarias es una propuesta sugestiva ante la cual los
geógrafos, como científicos interesados en el estudio de esa categoría, nos estamos
dejando atraer. Observar lo subyacente en las obras literarias puede hacerse desde varias
perspectivas, se podría pensar en el significado que esconden las palabras en relación
con la comunicación o se podría pensar en la relación que existe entre la descripción del

509
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

339
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

espacio y los sentimientos y sensaciones por las que un personaje de la obra está
pasando; también es posible hacer un esfuerzo por reconstruir en el tiempo de la obra
literaria un determinado espacio real, que aunque muestra las huellas del devenir
histórico hasta ese momento, serviría de base para un estudio multitemporal hasta su
situación actual; en fin, se tendrían varias posibilidades de interpretación de la narración
del espacio en una obra literaria, según el objetivo de la investigación.

Es interesante, para la geografía como ciencia que estudia la categoría espacio y sus
diversos conceptos —paisaje, región, lugar, espacio urbano, espacio rural, sitio,
localización— identificar la forma como éstos, que siendo propios del lenguaje
científico geográfico, entran a ser concebidos y recreados en una obra literaria. Así por
ejemplo, el paisaje que habiendo sido asunto central de la geografía durante buena parte
del siglo XIX y aún a principios del XX, tiene diversas formas de ser interpretado:
desde un escenario en el que se desarrollan las acciones de los personajes de una novela
o llegar a convertirse en personaje central de la obra. Pero el paisaje también viene a ser
de interés para artistas, quienes con gran esfuerzo hacen una comprensión de él y lo
convierten no solamente en el escenario donde se desarrolla una historia, sino que
también se presenta como soporte para la descripción por ejemplo, del carácter de un
personaje o de su estado de ánimo.

El paisaje, esa realidad que se reproduce lo más fielmente posible en la mente del
observador y que en la Alemania del siglo XIX revistió de interés por su relación con la
conformación de la identidad nacional, es propuesto aquí nuevamente como un referente
para la creación o reivindicación de valores ciudadanos relacionados con la identidad
territorial; y qué mejor que la novela de Jorge Isaacs, poeta del paisaje, para repensar al
Valle del Cauca como ese Paraíso que motivó grandes sentimientos y hasta
inmigraciones transoceánicas. Es por tanto, y desde la perspectiva política, que esa
realidad llamada paisaje, se convierte en elemento de interés para la búsqueda en María
de símbolos para la construcción de la identidad regional, y más aún, cuando el contexto
mundial de hoy en día nos hace cada vez más homogéneos tanto en las ideas como en
las acciones cotidianas, haciéndonos olvidar, quizás a la fuerza, de nuestras
singularidades.

Es, desde la geografía humanística, enmarcada en el enfoque histórico hermenéutico,


que se han desarrollado metodologías para la comprensión subjetiva del espacio. Hacer
un estudio de la narrativa del espacio en una obra literaria escrita hace más de cien años,
nos lleva a pensar en el espacio a través de los intrincados hilos de la historia, cosa que
hace pensar, tal vez, en una arqueología del espacio mediante un instrumento tan
interesante, pero posiblemente dudoso, como lo es la obra literaria. Sin embargo, en la
investigación es necesario correr riesgos para encontrar lo deseado, así pues un grupo de
profesores y estudiantes del departamento de geografía se propone la tarea de hacer una
exploración a “María”, la obra cumbre de Isaacs, con la esperanza de encontrar la
posible visión geográfica bajo la cual se formó el autor, identificar la forma como el
leguaje literario romántico engrandecía el significado de los elementos geográficos para
magnificar a su vez el paisaje y el sentimiento, cómo a través de él se manifiesta un tipo
de relación vital con la naturaleza y el espacio, y comparar el significado del lenguaje
literario de la obra con la realidad de la época.

En la obra María de Jorge Isaacs, escritor, romántico, naturalista, regionalista, quien


bajo los dictados del romanticismo como corriente literaria hace valer en grado sumo el

340
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

lenguaje geográfico para transmitir las emociones de seres que aman, sufren o se
alegran, se presentan suficientes evidencias para decir que existió como propósito
explicito el deseo de plasmar e inmortalizar su región vallecaucana; interés que al
expresarse en forma literaria en la descripción de paisajes, ambientes y lugares reales,
permite proponerla como una fuente seria de información para la realización de una
reconstrucción de ese espacio geográfico del siglo XIX. Al reconocer que el texto
literario expresa la experiencia sujetiva de Isaacs, también es necesario manifestar que
la trayectoria del autor como hombre público, permite asegurar que su literaria es un
medio de documentación que posibilita tal objetivo, no sin antes advertir que es
necesaria la aprobación de la realidad y fiabilidad de sus datos literarios.

La identificación en la obra María de las relaciones humano-ambiente (como por


ejemplo enrraizamiento, territorialidad, añoranzas, nostalgias, paisajes vividos,
simbolismo, usos del territorio, entre otras) y la localización de escenarios y su
organización espacial, nos acerca a una representación de la realidad de la época
Republicana de Colombia. Por lo mismo, se propone que su narrativa realista sea usada
como un medio didáctico para la educación en valores espaciales como la identidad y
pertenencia territorial, el aprendizaje de conceptos como paisaje y lugar, el manejo de
procesos cognitivos relacionados con la localización y orientación, los nombres lugares,
y por último, metodologías para la reconstrucción del paisaje en términos narrativos o
cartográficos.

La literatura como fuente de información para el estudio del territorio y el paisaje


El territorio, esa construcción humana en la que somos herramienta y producto, tiene
una expresión fisonómica llamada “paisaje”, es decir, esa realidad que tenemos frente a
nosotros, y que mediada por los valores, penetra en la mente, deja una huella guardada
como un recuerdo, que podremos en un futuro, traer al presente. Pero hay quienes
prefieren plasmar esa huella en un lienzo, en un párrafo de una novela, en un pedazo de
celuloide o en un sistema binario de números. Un científico plasmará esa realidad en
una narración basada en un modelo teórico y con un lenguaje propio. En todo caso, esa
imagen o huella representa nada más un instante de la historia del paisaje y por tanto del
territorio; sin embargo, él es dinámico y está vivo, por lo que no nos podemos
conformar con una información estática suya. Conocer la evolución del paisaje implica
mirar sus transformaciones en el tiempo, y la geografía como ciencia interesada en la
búsqueda de las explicaciones de la configuración de la superficie terrestre, propone o
asume metodologías que le permitan dar cuenta de tales procesos.

De acuerdo con De Bolos (1992:191) conocer la evolución del paisaje debe tener una
finalidad y escala definidas: “debemos plantearnos… si el trabajo es un análisis de un
momento pasado concreto, si su finalidad es comprender el presente o si tiene
planteamientos más ambiciosos para el futuro.” Las escalas de trabajo hacen alusión al
tamaño de espacio a estudiar y el o los periodos de tiempo a considerar. Hacerse una
idea de la dinámica del paisaje en un periodo largo de tiempo será posible únicamente a
través de imágenes fijas de momentos y espacios concretos. En cuanto a la finalidad de
la arqueología del paisaje, se puede pensar en una metodología que permite, por un
lado, conocer posibles escenarios tendenciales del territorio, pero por otro, mediante él
se descubre precisamente su proceso de construcción a través del cual la sociedad se ha
arraigado a un espacio y le ha dado una personalidad única constituida por símbolos,
hitos, leyendas, costumbres, en fin, todo un estilo propio.

341
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

De Bolos propone como segunda fase del estudio del paisaje el decidir si se hará un
estudio de regresión histórica, es decir partiendo de la imagen del presente hasta llegar a
una del pasado, o si se desea partir de una imagen del pasado para llegar al presente,
método que se llama progresión histórica. Sea cual fuere el método, implica la
determinación de cortes sincrónicos, esto es de momentos en el tiempo que será
analizados; cuanto más contiguos sean más cerca se estará del conocimiento de la
evolución del paisaje; todo depende de la información con que se cuente. Una vez
realizado este punto, también es necesario determinar las fases históricas que son
marcadas por eventos importantes. Un evento es un conjunto de acciones muy cercanas
en el tiempo que cambiaron fuertemente la estructura del paisaje; se puede decir que
entre eventos el paisaje estuvo relativamente estable.

Las fuentes de información para hacer una arqueología del paisaje son variadas, todo
depende del periodo de tiempo y la escala que se desee analizar. Las técnicas biológicas
como análisis de polen y esporas, para determinar la vegetación existente en un
determinado momento de la historia; las técnicas arqueológicas tradicionales como la
excavación; técnicas históricas basadas en documentos escritos; y técnicas geográficas
como la fotografía aérea perpendicular u oblicua (De Bolos, 1992).

De Bolos agrupa los documentos escritos como fuente de información en: conjunto de
documentación dispersa entre los que se encuentran las crónicas medievales, cartas de
población, documentación notarial, archivos eclesiásticos, cartulanos medievales,
pergaminos y documentos particulares; los libros de viajes; y por último, el catastro.
También manifiesta la autora que el uso de estos documentos presenta problemas en la
reconstrucción de un momento de la historia del paisaje: imprecisiones geográficas y de
localización, imprecisiones terminológicas, imprecisiones cronológicas, datos referidos
a espacios pequeños y no a regiones o paisajes, y por último, la toponimia que cambia
con el tiempo pero también que se repite en el espacio.

Desde luego que la literatura realista, por su propia esencia, debe considerarse como una
fuente seria de información escrita a ser tenida en cuenta en la arqueología del paisaje,
ya que en ella el autor ha plasmado características propias de escenario mientras narraba
la historia los personaje centrales de su obra, es decir corresponde acá identificar
aquellos apartes de la narrativa que serán útiles para reconstrucción del paisaje
dinámico. Esta fuente de información también presentará la misma problemática que las
demás propuestas por De Bolos.

Precisando en la forma como la literatura se puede utilizar como fuente de información


en los estudios del territorio y el paisaje, Carreras (1998), propone tres fases
metodológicas: la primera se refiere a la lectura desprevenida pero apasionada de la
obra; la segunda se refiere a la recolección de datos; y por último, se trata de realizar un
análisis a partir de los datos extraídos de la obra.

La lectura inicial de la obra, con el único propósito del entretenimiento, es decir antes
de cualquier valoración científica de su contenido, permite una interiorización de las
sensaciones despertadas por ella en el lector, garantizando que la posterior intervención
a la obra sea más objetiva hacia la búsqueda de los datos geográficos. Es lógico que un
estudioso del espacio se deleite en la reconstrucción mental de los escenarios narrados
en la obra; sin embargo, esa primera impresión debe estar mediada por los sentimientos
del lector desprevenido y no por la razón de científico acucioso.

342
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Carrera (1998) dice que los datos extraídos de la obra se pueden sistematizar en dos
tipos: por un lado, en notas que pueden ser catalogadas por categoría de espacios
(regiones, ciudades, lugares), tipos de personajes, cronológica o temáticamente; y por
otro, en mapas clasificados por temas. Esta sistematización permite la posterior
interrelación de eventos y sentimientos con lugares específicos facilitando el encuentro
en la obra de aquellos apartes que deben ser tenidos en cuenta a la hora de concretar los
objetivos de estudio. La cartografía del territorio de la obra permite hacer una segunda
escritura de la obra, esta vez hecha por el geógrafo, quien a partir de la narrativa
reconstruye la localización de los lugares y regiones, las trayectorias de los itinerarios y
la caracterización de los entornos representándolos en zonificaciones de uso, ocupación
y atributos biofísicos. En cuanto a la novela realista la cartografía producto de la obra
puede ser contrastada con la cartografía de la época que se guarda en los diferentes
archivos de la región, esto con el fin de complementar.

Es a partir de esta información sistematizada que el investigador del espacio geográfico


inicia el análisis. En principio debe identificarse el papel del espacio geográfico en la
obra el cual puede ser desde un simple escenario hasta protagonista central de la misma.
Las obra en las que el espacio aparece como un ambiente, entendiéndolo como el
resultado de las interacciones entre el ser humano y la naturaleza, dejan ver en su
descripción valores de pertenencia o rechazo hacia el mismo (topofilia o
toponegligencia, respectivamente) es decir una representación del espacio en términos
afectivos, ante lo cual corresponde buscar una comprensión.

En aquellas obras realistas en las que el territorio es el verdadero protagonista se puede


llegar a presentar una prueba fehaciente de una o varias escenas en cotidiano discurrir
de uno o varios personajes. Muchas obras literarias describen el regreso de algunos
personajes a su terruño, que con añoranza comparan el momento con el tiempo ya ido;
es en estos pasajes en los cuales el geógrafo debe detenerse a identificar procesos de
cambio, que bien pueden servir para comparar con descripciones de viajeros de la
época.

De otra parte, el análisis de los datos también se puede conducir hacia la


reinterpretación de los nombres de los lugares (toponimia) buscando evidencia en su
significación y posibles momentos de cambio.

La identificación del periodo histórico en el que se desenvuelven los sucesos de la obra


permite contrastar la narrativa literaria con la realidad del momento. Utilizar estudios
regionales de la época, crónicas de viajeros, cartografía oficial, archivos, entre otras
fuentes reales de información permite confrontar y por tanto, asegurar la confiabilidad
de los resultados.

Literatura y geografía en el proyecto político de refundación del territorio


vallecaucano
Es evidente que en María, Jorge Isaacs enaltece el paisaje vallecaucano; tal vez el autor
no midió el impacto y el poder de sus palabras al describir la vida cotidiana, las
montañas, ríos y llanuras de esta región colombiana. Impacto muy grande, al ser la
novela un éxito editorial de la época, en América y en el mundo entero; traducida a
varios idiomas. Esa sublimación del territorio vallecaucano y los afectos que generó
entre sus lectores, tienen mucho que ver con la forma final que asumió el Departamento,

343
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

al ser constituido como ente territorial en 1910 por las reformas político administrativas
del presidente Reyes. Se podría inferir la clara relación existente entre literatura y
ordenación del territorio, en la medida en que las élites de la época promovieron la
escisión de esta porción del territorio del Gran Cauca, a la cual hubo que buscarle rasgos
de identidad propios que le dieran una personalidad a una naciente entidad territorial
carente, a estas alturas, de pasado común y de un proyecto aglutinador de futuro, y más
aún cuando en éste cruce de caminos se encontraban diversas culturas, convirtiéndola en
lo que se ha denominado un crisol, en el que se fusionaron negros, mestizos, indígenas,
criollos y extranjeros, los cuales fueron encontrados en Jorge Isaacs y en María.

La relación entre literatura, política y territorio no se agota en la constitución del


Departamento, ya hace casi un siglo, y en la búsqueda de su personalidad, sino que es
elemento clave para el presente ordenamiento territorial del departamento, al asociarlo a
procesos de reforzamiento de la identidad, valoración de lo que somos, de lo que
tenemos cultural y biofísicamente, prefigurado desde el pasado y condicionante del
presente y futuro. La formación de valores de identidad vallecaucana, se concreta en
programas educativos y divulgativos de diversas modalidades, en los que la novela sea
leída a la par de referencias hechas por importantes autores que den cuenta su impacto
en la cotidianidad de la gente y de su reconocimiento como obra de carácter universal,
condición que debe generar sentimientos de orgullo a los vallecaucanos por ser parte de
un territorio singular, que ha sido objeto de admiración y deseo.

A continuación se presenta una interpretación de la valoración del paisaje vallecaucano,


su impacto universal, y visión integral en la conformación del actual territorio
vallecaucano: límites y subregiones fisiográficas, que aunque diversas y heterogéneas,
siempre han tenido coherencia y articulación; el contraste entre el fértil valle geográfico,
separado de la selvática llanura pacífica, por los imponentes Farallones de Cali, ha
tenido sin embargo, un destino común y un proyecto indisociable, en el que ciudades,
campo, litoral, selvas y ríos, tienen un papel funcional y socioeconómico importante que
cumplir para el beneficio del conjunto, configuración que se dibuja en la vida y obra de
Jorge Isaacs.

María: ícono y valoración del paisaje para la refundación del Valle del Cauca

“Así el cielo, los horizontes, las pampas y las cumbres del Cauca (valle geográfico del
río Cauca) hacen enmudecer a quien los contempla. Las grandes bellezas de la creación
no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas: es necesario que vuelvan al alma
empalidecidas por la memoria infiel”.510
Figura 1. Paisaje del Valle del Cauca desde de la casa de la sierra.

El reconocimiento de María de Jorge Isaacs como la obra fundacional de la


vallecaucanidad es uno de los objetivos de este artículo. Un reconocimiento histórico,
además de hacer explicito el interés por recobrar a María y a Isaacs como íconos que
deben alimentar el presente y el futuro del proyecto vallecaucano. En esa valoración la
existencia del litoral y las selvas del Pacífico de lo que hoy es el Valle del Cauca como
una subregión articulada estructuralmente desde siempre por los esfuerzos de colonizar
estos territorios y que sigue ineludiblemente fundido en las realidades funcionales,
culturales y socioeconómicas del presente y del proyecto de país vallecaucano.

510
Isaacs, Jorge, María, Edición del Centenario de la Obra., Cali: p. 10, 1967.

344
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Cada ser humano al ponerse delante de un territorio hace una lectura de este, se lo
imagina para sí, lo valora y lo resignifica. Isaacs en su ya inmortal obra cumbre y
apoyado en el lenguaje romántico idealiza el paisaje del valle geográfico del Río Cauca
y con la difusión internacional de la obra, el lugar cantado y fundido con la historia de
amor y dolor, es reconocido y adquiere identidad propia. De allí que la obra María se
convierte a nuestra manera de ver en un elemento de vital importancia para refundar al
Valle del Cauca, primero por haber descrito y alabado como nadie los paisajes de este
territorio, llenándonos de orgullo al sentir el privilegio de habitar un lugar maravilloso y
segundo, al convertir estas tierras en el marco espacial donde se desarrolla y cobran vida
las emociones y sentimientos del frustrado romance que pone a llorar a toda América y
parte del mundo desde finales del siglo XIX, dándole a este territorio un sitio en el
mundo. Tan explicito es esto, que se puede rastrear el origen de muchas migraciones y
visitas de múltiples extranjeros, atraídos por la mención que se hace en la obra. Un
ejemplo paradigmático es el de los japoneses que arribaron al Valle en la década de
1920.

El paisaje para la identidad territorial


Figura 2 La casa de la sierra

La noción de paisaje es sugerente para expresar la relación sociedad y espacio


geográfico. El ser humano posee una mirada —claro, subjetiva— preformada por sus
condiciones sociales, perspectivas y lenguaje. Solo se constituye en paisaje el espacio
geográfico cuando al mirar, un desierto, un río, la sierra, el mar o el valle, mentalmente
imaginamos que los miramos, y nos representamos su aspecto en nuestra presencia. Por
ello considero el paisaje como la fisonomía del territorio donde aparece la mirada y lo
mirado fundidos ahora como representación e imagen, que descrita y asumida
colectivamente por dicha sociedad, podría convertirse en identidad y expresión de apego
a su hábitat, que podría devenir ahora en patria. En el principio de toda patria está un
territorio y la representación de este como lugar común para una cultura, una raza y una
nación que establece su identidad a partir de los límites físicos de ese territorio, sobre el
cual impone jurisdicción. Ese territorio es paisaje, es signo que hace cómplices a los
coterráneos, que enamora y pierde a los extranjeros. Ese paisaje es música, es poesía, es
narrativa, ya es una categoría que no tiene nada que ver con lo real.

Lo que realiza Isaacs en María es la puesta en valor de un paisaje fundacional, lo es


para él, que recrea con nostalgia el “escenario paraíso” de su infancia, el universo de la
familia y de la hacienda. Aquí hay una construcción de valor; ama ese paisaje porque se
identifica con él y lo asocia al tiempo de la felicidad. Hay un paisaje subjetivo visto por
este hombre, que además lo canta con tal maestría romántica que permite su
idealización por quien lo lee, permitiéndole a este imaginar dicho lugar; soñarlo.

El romanticismo idealiza el paisaje; nace un canto, una representación del paisaje que
trasciende al hombre y a la sociedad vallecaucana y esa imagen representada se va
allende los mares generando afectos entre seres distantes en el espacio y el tiempo.

Nos plantea Arciniegas511 que “La descripción de Isaacs no fue realista. Un escritor,
aunque quiera reproducir la realidad, no puede menos de espiritualizarla. EL escritor no

511
Germán, Arciniegas, Genio y figura de Jorge Isaacs, Buenos Aires: p. 151, 1967.

345
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

contempla el paisaje; contempla su visión del paisaje. Como el mismo Isaacs lo dice
“las grandes bellezas de la creación no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas”
(capitulo II): el canto viene después de configurar estéticamente no las cosas, sino las
impresiones de las cosas. Los paisajes de Isaacs no eran ingenuos.

Siendo embajador en Jerusalén, Germán Arciniegas al hacer entrega de un busto de


Isaacs que donó la Universidad del Valle a la Universidad Hebrea, comenzó su discurso
diciendo: Hay en Colombia una provincia que tiene el nombre de un paisaje: se llama
Valle del Cauca. En cierto modo es la provincia de Isaacs. La de El Paraíso, la de
María.512

El Valle del Cauca es el único departamento de Colombia cuyo nombre hace alusión
exacta a un paisaje, paisaje que identifica a este departamento, aunque no sea el único
paisaje, tiene la fuerza para posicionarlo y desde allí aproximarse a la totalidad de su
riqueza y diversidad.

Figura 3 Paso del río Cauca

Cuenta Germán Patiño513 en un artículo sobre la navegación en el río Cauca que el


Barón Alexander Von Humboldt se maravilló al contemplar el valle geográfico del río
Cauca, hasta el punto de suponer que en él debió quedar situado el paraíso terrenal, si en
alguna parte hubo de estar. La imagen idílica del territorio vallecaucano que muestra
Jorge Isaacs en su obra, mitificando la belleza del paisaje de la cordillera y la planicie
que conforma el valle del río Cauca; una porción importante en tamaño y mucho más
grande como imagen del Valle del Cauca.

En este sentido podemos encontrar en su novela María el carácter que el autor concede
al paisaje vallecaucano como telón de fondo, pero sobre todo, como forma de reflejar
sentimientos, momentos y el ritmo de la misma obra. En palabras de Efraín:

Pasados seis años, los últimos días de un lujoso agosto me recibieron al


regresar al nativo valle. Mi corazón rebosaba de amor patrio. Era ya la última
jornada de mi viaje, y yo gozaba de la más perfumada mañana de verano. El
cielo tenía un tinte azul pálido; hacia el oriente y sobre las crestas altísimas de
las montañas, medio enlutadas aún, vagaban algunas nubecillas de oro….Hacia
el sur flotaban las nieblas que durante la noche habían embozado los montes
lejanos. Cruzaba planicies alfombradas de verdes gramales, regadas por
riachuelos, cuyo paso me obstruían hermosas vacadas, que abandonaban sus
sesteaderos para internarse en las lagunas o en sendas abovedadas por
florecidos písamos e higuerones frondosos.

Estaba mudo ante tanta belleza, cuyo recuerdo había creído conservar en mi
memoria, porque algunas de mis estrofas, admiradas por mis condiscípulos,
tenían de ella pálidas tintas. …Así el cielo, los horizontes, las pampas y las
cumbres del Cauca hacen enmudecer a quien los contempla. Las grandes
bellezas de la creación no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas: es
necesario que vuelvan al alma empalidecidas por la memoria infiel.514

512
Ibíd.
513
Boletín Cultural y Bibliográfico Vol. 26, Núm. 21, Cali: pp. 35–51, 1989.
514
Isaacs, Op cit., p. 10

346
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Nos recuerda Germán Arciniegas515 que los padres de Jorge Isaacs, como
predisponiendo las circunstancias que permitirían que engendrasen un hijo que
escribiría la obra que estaba destinado a escribir en el marco del paisaje vallecaucano,
“…Se movieron a Cali, en el fondo del Valle del Cauca, donde la tierra es ancha y
limpia, diáfano el cielo, tibio el aire..”, donde debería nacer el escritor, “…Llegó al
mundo para hallarse en el centro de uno de los paisajes más bellos de la tierra”.

El paisaje vallecaucano cantado por sus orquestas de salsa de nuestros días, convertido
en símbolo de la unidad en la letra de su Himno, al expresar en su coro explícitamente la
diversidad fisiográfica del departamento, convertido ahora en factor de identidad:
“Salve Valle del Cauca, mi tierra, verdes campos de vida y solaz; paraíso del sol donde
brillan la llanura, la sierra y el mar”516 se nos muestra como clara expresión del papel
que puede jugar el paisaje en la construcción misma del territorio, de su imaginario
colectivo y los procesos de identidad de la sociedad vallecaucana. “Bajo el límpido azul
de tu cielo riega el Cauca los campos en flor; y el arado fecunda en tu suelo frutos de
oro, de miel y de amor”.517

Un lugar para el mundo


En la difusión y encantamiento que operó María en sus lectores de América Latina y el
mundo entero, es donde echan raíces las semillas arrojadas por Isaacs. Es esa realidad
editorial, la que permite que el Valle del Cauca, el Río Cauca, el Sabaletas, el Amaime,
la bahía de Buenaventura y la sierra, sean reconocidos universalmente y sublimados en
la fundición existente y hecha explicita por Isaacs, entre la trama romántica de ese amor
frustrado que humedece los ojos de los más “duros” hombres y el territorio
Vallecaucano.

María se anticipó al regionalismo en toda América….En María palpita,


tiembla todo aquello que permite la identidad de un sitio: ahí las plantas con
sus nombres propios, sus usos y sus recuerdos, ahí los animales con sus
sonidos y sus cantos, ahí ese murmullo del Sabaletas, el brillo de sus pozos y
de sus remansos. Se nombra la guacharaca, el titiribí, el oso, el tigre, la violeta,
la rosa, el lirio. Tal vez por eso, Rubén Darío dijo: “uno queda adorando el
Valle del Cauca después de leer María518 ,

según lo cuenta Manuel Mejía Vallejo.

Si se quiere, ese espíritu romántico por excelencia que habita en Isaacs –poeta y soldado
abanderado, que pone el pecho por delante de la tropa– se encuentra con el pincel del
regionalismo en la necesidad de construir el marco socio espacial de la historia
romántica que quiere contar. Al punto, toma tanta importancia y valor, que al decir de
Germán Arciniegas, la historia de amor queda en un segundo plano, después de la
descripción del paisaje. Es tan importante esta circunstancia que el mismo Arciniegas 519
cuenta como

Una vez viajando por el interior de la Argentina, en plena pampa, llegué a una
población diminuta, y encontré que la tienda principal de la plaza se llamaba El
515
Arciniegas, Op cit.
516
Coro del Himno al Valle del Cauca. Letra: José I Tamayo y Pablo E Camacho.
517
Himno al Valle del Cauca. Primera estrofa. Letra: José I Tamayo y Pablo E Camacho.
518
Vallejo Mejía, Manuel, María, novia de América, en: María más allá del paraíso, Cali, 1984
519
Arciniegas,, Op. cit., p 43

347
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Cauca. Intrigado, pregunté a la primera persona que tuve a mi alcance: ¿porqué


se llama El Cauca esa tienda? Y lleno de asombro, midiendo mi ignorancia, me
respondió: pero, ¿usted no sabe que es la tierra de María? Y se alejó
compadeciéndome porque había descubierto que yo era un pobre analfabeto.

Son indisolubles el romance y el territorio, hay identificación tanto con los personajes
como con la geografía donde discurre la historia. Ahora la provincia del Cauca existe
más.

Cuenta Darío Henao520 Decano de la facultad de humanidades

En el mes de mayo de 1923, antes del famoso terremoto que azotó a la región
de Kanto en Japón, zarparon cuatro jóvenes del puerto de Yokohama. Su
rumbo era el puerto de Buenaventura, al cual arribaron al cabo de 40 días con
grandes ambiciones. Uno de esos jóvenes era el señor Shima, quien con la
ilusión de emigrar a Suramérica, ingresó a la Escuela de Colonización de
ultramar. Allí tuvo la oportunidad de leer María de Jorge Isaacs, traducida por
el señor Takeshima en la revista Nueva Juventud. La obra cautivó al joven que
no dudó en contagiar a sus amigos, que no vacilaron en emprender su viaje a
ese Valle del Cauca que era recreado como un paraíso en la ficción de Isaacs, a
trabajar como obreros en el Ingenio Manuelita. Ellos serían los promotores de
la inmigración del primer grupo de familias japonesas al Valle del Cauca cuyo
ejemplo fue seguido por muchas más a lo largo de las décadas siguientes. El
influjo de esta inmigración fue decisivo para el desarrollo de la agricultura
moderna del Valle del Cauca.

Mejía Vallejo nos recuerda521

Vi una película argentina hacia 1938, llamada “Los martes orquídeas” en


donde la protagonista no hacía otra que leer María de Isaacs, la niña había
terminado prisionera de una esperanza, adorando el lenguaje de las flores y
pensando en el Valle del Cauca, en Colombia como un paradigma de su
pensamiento sentimental.

Nos cabe pensar que embrujo similar causó la obra entre sus múltiples lectores en todo
el mundo y que el Valle del Cauca tenía asegurado un lugar privilegiado en el corazón
de muchos lectores.

El imperativo moral en la sublimación del espacio geográfico


El regionalismo en María y en Jorge Isaacs, permitió expresar claramente tanto en la
obra literaria, como en su vida de militar y político, su tendencia a sublimar las
provincias de Buga y Buenaventura (Cali) y al valle geográfico del Río Cauca como el
país vallecaucano en el que escribe María y del que guarda gratos recuerdos de su
infancia: es su patria.

Esta exaltación, llegó a características de ser un imperativo moral, en donde ese “país
vallecaucano” era el buen lugar de la vida, el escenario donde germinaban sus recuerdos

520
Ccatálogo de publicaciones de la Facultad de Humanidades, p. 4, 2004.
521
Mejía Vallejo, p Op. cit., p,12

348
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

traídos ahora como nostalgias y del que nacían las motivaciones para sus luchas
políticas y militares.

Los nacionalismos no son acaso fundamentalmente un proyecto político que se sustenta


en la sublimación de la raza, la cultura y del territorio, que dan exclusividad y sello de
identidad al país de ese proyecto? En la valoración positiva —subjetiva— que realiza un
escritor y que puede ser apropiada por el aparato ideológico y político para “formar y
llenar de orgullo —exacerbado muchas veces— a la colectividad, existe una
sublimación de esas particulares características del territorio y en ello, elevación a
categoría moral; el país del bien, de la luz, el hogar de nuestras familias; el territorio
privilegiado: el paraíso.

La construcción colectiva de la identidad. María: una pica en Flandes


Los hitos culturales, arquitectónicos, ingenieriles, naturales y por supuestos las
personalidades de líderes, genios, artistas, filósofos o científicos —según diga la época
— pueden caracterizar un lugar, dotarlo de singularidad y de paso convertirse en
referentes de una sociedad. El reconocimiento, la construcción, elaboración y
asimilación de esos hitos o referentes están en el principio de la fundación de países y
naciones. Si no existieran habría que inventarlos, y mientras más sagrados, épicos,
deterministas y propios, mucho mejor. Sublimar lo cotidiano, elevar lo rutinario o
vulgar a la condición de leyenda ha sido tarea de los forjadores de reinos o estados, no
en vano el espíritu colectivo se alimenta de estos referentes aglutinadores, que dan
cohesión, unidad en una historia común, pero sobre todo, harían viable un futuro
común, a partir de un luchar juntos para defender eso glorioso que es nuestro; de donde
venimos, eso que nos distingue de los demás pueblos de la tierra. Eso que nos hace
comunidad.

José Manuel Cantero en su trabajo biográfico del padre Zawadzky se refiere a María
como

Síntesis total de la esencia de la vallecaucanidad, contundente manera de


condensar los grandes temas universales, este texto consiguió introducir
totalmente a los crecientes lectores de la comarca en el mundo de la
abstracción y la belleza literaria….Ahora se podía contar dentro de las glorias
imprescindibles de las letras (universales) a un talento local que supo traducir
en palabras la impaciente belleza de nuestro entorno”

y más adelante el autor reseña palabras del padre Zawadzky sobre María

Yo dijera que hacemos en este sagrado minuto una devoción panteística y


cósmica a la vez. Besamos la tierra en cuyos embriones y savias se escondió el
misterio del Valle del Cauca, cuya hermosura hizo su epifanía triunfal en el
alma del poeta; y nos estremecemos en la evocación de las sangres humanas de
un amor que latía y en cuyas linfas venía desde siglos y remotas geografías una
rica heredad del espíritu, un tesoro de valores imponderables, la gloria de la
familia, el soplo de una inspiración, el genio de la cultura del espíritu, que
emitió su voz divina y creó un mundo”522

522
Padre Zawadzky, apartes de su Oración gratulatoria en el homenaje rendido a Jorge Isaacs por la
Biblioteca del Centenario–Cali.

349
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Hay una tesis aún por consolidar que sustentaría la relación entre el papel de Isaacs y su
María en el proceso constituyente de la vallecaucanidad y por supuesto de la
conformación del Valle del Cauca como departamento en 1910. Y aunque fuese débil
dicho papel, se nos antoja muy rica la posibilidad de erigir a Isaacs y María como uno
de los estandartes más vigorosos junto a otros -pocos por cierto- del proyecto de la
región vallecaucana.

El Valle del Cauca: diversos paisajes


El valle geográfico del río Cauca y las selvas del pacífico son dos escenarios distintos
—obvio— que a su vez en la estrategia narrativa vinculada al carácter del paisaje,
imponen a la obra caracterizar el valle geográfico como el lugar del amor, donde están
las flores que cultiva María y la mesa de noche donde reposa el florero, en contraste con
las selvas agrestes del pacífico vistas con el dolor de la partida y la urgencia del regreso,
el trayecto que lo aleja o lo acerca al paraíso. Pero valle y selvas entrañablemente
unidos en la obra y la vida de Isaacs.

En la biografía de Isaacs se evidencia una relación importante del autor con el pacífico
colombiano. Empezando porque sus padres llegan del Chocó a Cali y siguiendo con los
trabajos que realizó en la apertura de la vía que comunicaría Cali con Buenaventura,
justo en el lugar que en algunas cartas personales que han trascendido, denomina dichas
selvas como el infierno, es donde empieza a escribir María.

Se equivocan quienes piensan que pesa más la imagen de señorito extranjero,


hacendado y esclavista que valora al valle geográfico del Río Cauca en la Provincia de
Buga como el paraíso; el centro del mundo, el lugar de la hacienda y de la felicidad; de
donde parte y a donde siempre regresa; la casa, y que nos plantea como antitesis las
selvas y el litoral del pacífico calificado como el infierno o por lo menos como aparece
en el texto como el desierto. Es muy simplista plantear esta dicotomía. Creo más
interesante resaltar cómo es en el cañón del Río Dagua donde comienza a escribir la
novela, cómo el camino hasta Juntas y la posterior travesía por el Dagua hasta
Buenaventura marcaban el camino de ida de sus viajes, a su vez, imponían a la inversa
el mismo camino para el regreso de Europa. El Pacífico y sus selvas son importantes
para la novela porque permiten un encuentro con la naturaleza, no contemplativo, y para
el Valle, porque están ligados funcionalmente puerto y valle geográfico.

La casa paterna, en medio de sus verdes colinas, sombreada por sauces añosos,
engalanada con rosales, iluminada por los resplandores del sol al nacer, se
presentaba a mi imaginación: eran los ropajes de María los que susurraban
cerca de mí; la brisa del Sabaletas, la que movía mis cabellos; las esencias de
las flores cultivadas por María, las que aspiraba yo…..Y el desierto, con sus
aromas, sus perfumes y sus susurros, era cómplice de mi deliciosa ilusión. 523

El Valle geográfico sin el puerto de Buenaventura y sin las posibilidades de


accesibilidad a él, sería muy poca cosa. Está esto en su vida y tiempo que trabajo en la
apertura de un camino al puerto, además, donde se dice, empieza a escribir María. Pero
está también en María, cuando se recrea en los paisajes –complejos, claro– fascinantes
del Dagua y de la Bahía de Buenaventura.

523
Isaacs, Op cit., p. 369.

350
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

En María ya, las referencias y descripciones del litoral y de las selvas del pacífico son
importantes, se detiene allí con una mirada de quien conoce los lugares, como
explorador e ingeniero, pero también como romántico, construye párrafos donde exalta
y se maravilla también por la majestuosidad del territorio selvático y litoral del
pacífico:

Los bosques iban teniendo a medida que nos alejábamos de la costa, toda
aquella majestad, galanura, diversidad de tintas y abundancia de aromas que
hacen de las selvas del interior un conjunto indescribible. Mas el reino vegetal
imperaba casi solo: Oiase de tarde en tarde y a lo lejos el canto del paují…524

La luna, grande y en su plenitud, descendía ya al ocaso, y al aparecer bajo las


negras nubes que la habían ocultado, bañó las selvas distantes, los manglares
de la ribera y la mar tersa y callada con resplandores rojizos, como los que
esparcen los blandones de un féretro sobre el pavimento de mármol y los
muros de una sala mortuoria525

Apareciendo las ineludibles relaciones de Buenaventura como puerto que permite el


acceso a su país vallecaucano, que conecta al Valle y a Colombia con el mundo:

Hundíase en los confines nebulosos del pacífico el sol del 25 de julio, llenando
el horizonte de resplandores de oro y rubí, persiguiendo con sus rayos
horizontales hasta las olas azuladas que iban como fugitivas a ocultarse bajo las
selvas sombrías de la costa. La Emilia López, a bordo de la cual venía yo de
panamá, fondeó en la Bahía de Buenaventura, después de haber jugueteado
sobre la alfombra marina acariciada por las brisas del litoral

Figura 4 Bahía de Buenaventura

(…) Reclinado sobre el barandaje


de cubierta, contemplé esas montañas a la vista de las cuales sentía renacer tan
dulces esperanzas. Diecisiete meses antes, rodando a sus pies, impulsado por
las corrientes tumultuosas del Dagua, mi corazón había dicho un adiós a cada
una de ellas, y su soledad y silencio habían armonizado con mi dolor” 526

Mejía Vallejo considera que Isaacs

pinta los escenarios agresivos y violentos del pacífico, cruzados de peligros, de


luchas de negros y nativos en medio de las selvas habitadas por fieras y
serpientes…porque en realidad esta naturaleza original e intocada por la mano
del hombre no constituye paisaje propiamente dicho, en el sentido del espacio
de la contemplación para la mirada, sino selva agresiva contra la que es preciso
luchar527.

No deja de ser paradójico que el poeta romántico cantor del valle y el piedemonte
conformados por el río Cauca, sea el mismo al que en 1864 el General Tomás Cipriano
de Mosquera, designa como subinspector de trabajos en la apertura del camino que
524
Isaacs, Op cit., p. 384.
525
Isaacs, Op cit., p. 364.
526
Isaacs, Op cit., p. 357
527
Mejía vallejo, Op. cit., p 18

351
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

uniría a Cali con el mar, rompiendo las espesuras de la brava cordillera occidental, y
que paralelamente, mientras ve avanzar el camino en busca del mar entre selva virgen,
aguaceros torrenciales que deshacen en minutos lo que ha tardado en construir en
semanas, culebras y mosquitos; “el infierno”, ve también avanzar una novela que
escribe por las noches; su obra cumbre María, canto romántico al paisaje del valle
geográfico; “el paraíso”. Y todo esto a pocos kilómetros de distancia, en el mismo
departamento, nos muestra la diversidad, pero también la necesidad de articulación de
los distintos escenarios geográficos del Valle del Cauca.

Ya entrado Efraín en la desembocadura del Dagua los bogas entonaban un Bunde:

Se no junde ya la luna;
Remá, remá.
¿Qué hará mi negra tan sola?
Llorá, llorá.
Me coje una noche escura,
San Juan, San Juan.
Escura como mi negra,
Ni má, ni má.
La lu de su s´ojo mío,
Der má, der má.
Lo relámpago parecen,
Bogá, bogá.

Aquél cantar armonizaba dolorosamente con la naturaleza que nos rodeaba; los
tardos ecos de esas selvas inmensas repetían sus acentos quejumbrosos, lentos
y profundos.” (….)
–No más bunde –dije a los negros, aprovechándome de la última pausa.
-¿Le parece a su mercé mal cantao? –preguntó Gregorio, que era el más
comunicativo.
-No, hombre; muy triste…
-¡Alabao! Si cuando me cantan bien una juga y la baila con este negro
Marieugenia-----Créame, su mercé, lo que le digo:
Hasta lo s´angeles del cielo zapatean con gana de bailala 528

Están, entonces reunidos en la misma valoración del territorio vallecaucano litoral,


selvas y valle geográfico, vinculados en una misma realidad funcional, cultural y
geográfica.

Literatura y cartografía: una posibilidad de exploración para la geografía histórica

Un mapa se ofrece al pensamiento no menos que la vista.


Materializa una visión del espíritu más que una imagen de lo real.
C. Jacobs529

528
Isaacs, Op cit., p 367
529
Citado por: González Escobar, Luis Fernando, El Chocó en la cartografía Histórica: De territorio
incierto a departamento de un país llamado Colombia, en: www.banrep.gov.co/blaavirtua (Consulta: 24-
06-05)

352
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Figura 5: Camino desde Cali hasta Juntas 1826


Fuente: Archivo General de Nación Mapoteca Histórica

En este apartado se reconocerán las grandes posibilidades que ofrece la literatura, y en


especial una obra como María, para el desarrollo y ampliación del conocimiento
geográfico. Es un proceso exploratorio que nos permitirá a través del establecimiento de
relaciones directas de complementariedad entre la literatura y la cartografía, descubrir
nuevas opciones para la lectura, interpretación, reconocimiento y apropiación de
nuestros territorios y sus procesos de construcción históricos, vinculados a un colectivo
social reflejado en una obra literaria, que más allá de su origen ficticio, nos deja ver un
momento preciso de nuestra historia vallecaucana. Apoyándonos en ello se busca iniciar
un plan de arqueología de las vivencias, del saber del espacio, que se dejan leer en la
obra de Jorge Isaacs.

Identificadas estas posibilidades y reconociendo en la cartografía una herramienta


fundamental para la geografía, que permite aproximarse al reconocimiento de un
territorio, de cómo fue o ha sido visto y representado por la sociedad que lo habita, de
que forma se le ha incorporado a la cultura y como pasa a ser parte de lo propio, lo
mensurable, lo reconocible, lo representable.

Se busca fusionar la obra literaria con la cartografía histórica existente de la región a


mediado del siglo XIX, con el fin de identificar y construir la cartografía subyacente en
María y obtener una aproximación a la representación gráfica del “país vallecaucano”
de Jorge Isaacs. Es retomar la perspectiva de Eratóstenes, quien buscaba una
representación gráfica del mundo conocido; pero teniendo como instrumento principal
la literatura y el mundo de sus personajes. Se reconstruye, identifica y vinculan
elementos reales o ficticios, filtrados por el autor, por sus intereses, por su formación
artística o sus criterios estéticos, para explorar nuevas posibilidades en el afianzamiento
y consolidación del conocimiento geográfico; donde conceptos como ubicación,
orientación, descripción, emplazamiento, toponimia y lugar, se retomen para hacer una
geografía que nos permita identificarnos, soñarnos y reconocernos en nuestro propio
ecumene, en nuestros territorios y en nuestros paisajes.

La cartografía vivencial en María: El país vallecaucano de Jorge Isaacs


La geografía apoyada en la literatura y en la cartografía puede explorar respuestas a una
de sus “grandes preguntas: el sentido de las prácticas y de las vivencias de los
hombres”530, con el fin de redimensionar el conocimiento del territorio y de los seres
humanos que lo habitan o han habitado.

Aprovechando entonces “El desarrollo de la cartografía en Colombia durante el siglo


XIX fue notable, hecho que estaba reflejando el nuevo espíritu que se quería
introducir”531, la cual alcanzaba ya altos niveles de abstracción, precisión, codificación y
sofisticación; se intentara construir la cartografía de la experiencia o vivencial
subyacente en María, entendida como aquella que nos permite reconocer en una
representación cartográfica o pictórica los lugares, los paisajes, la toponimia y todo
aquello que nos deje ver y comprender la realidad del espacio narrado, vivido, por los
personajes de la obra literaria.
530
Bailly, Antoine s, La Geografía, Imagen del Mundo, en: Métodos y Técnicas Cualitativas en Geografía
Social, Barcelona: p. 27, 1998.
531
González Escobar, Op. cit., p.28

353
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

A través de la mirada del territorio que nos transmite Isaacs podemos identificar y
recomponer fundamentos del saber, del ser geográfico, que nos acompaña. En su
mirada, en las vivencias de Efraín, reconocemos lo que Ortega Valcárcel ha llamado “el
saber del espacio: situarse y orientarse”532, conceptualizaciones eternas y perdurables en
el tiempo y que por medio de la lectura de su obra nos es posible reconocer para ser
trasladadas a la cartografía, y así poder convertir ese saber del espacio, esa narrativa
del espacio, en una representación del espacio, que plasme las formas de vivenciar el
territorio y de contarlo, que están detrás o mejor en frente de cada uno de sus
personajes, en su quehacer y en su transcurrir cotidiano, y que en especial a través de la
mirada de Efraín se transmite maravillosamente,

El rumor del Sabaletas, cuyas vegas quedaban a nuestra derecha,


se aminoraba por instantes
(Isaacs, capitulo I:7)533

Levantéme al día siguiente cuando amanecía. Los resplandores que


delineaban al oriente las cúspides de la cordillera central (…)
Las verdes pampas del valle se veían como a través de un vidrio
azulado (…) La cordillera de occidente, con sus pliegues y senos
semejaba mantos de terciopelo azul oscuro suspendidos de los centros
por manos de genios velados por las nieblas.
(Isaacs, capitulo IX:34)534

En estos fragmentos de María iniciamos la exploración del saber del espacio permitido
por una obra literaria narrada con maestría, que nos deja ver una realidad espacial a
partir de la cual podemos deducir, construir y retomar el conocimiento geográfico del
autor y colocarlo como posibilidad para iniciar procesos de educación en geografía.
Conceptos como ubicación, orientación, localización y lugar; que al ser contemplados y
reconocidos en el marco de una realidad o cotidianidad concreta, pueden ser
comprendidos y apropiados de una manera más conciente y adecuada. Además gracias a
la riqueza de estos apartados, de su poder realista, este saber del espacio expresado
puede ser traducido a una representación cartográfica para consolidar un proceso de
generación de conocimiento alrededor de nuestro territorio vallecaucano.

Apoyados entonces en nuestra memoria literaria, caprichosa y autónoma como todas las
memorias, para regresar y reconstruir esa especial y esplendida forma de habitar,
percibir y hacer propio el territorio de ese “país vallecaucano”, el del litoral y el del
valle, y teniendo en cuenta que “el conocimiento geográfico comienza en la
subjetividad, que es la única que permite la selección de determinados elementos,
caracteres, etc.; olvidando otros elementos con el fin de construir descripciones,
explicaciones, e interpretaciones”535. Desde esta perspectiva podemos valorar y
apropiarnos de elementos implícitos en la obra literaria, que sin ser quizás el objetivo
del autor, nos permite descubrir la capacidad que tiene un personaje como Efraín para
ser conciente a plenitud de su ubicación comprendida en lo referente al sujeto habitante
como algo propio, su competencia espacial, que va asociada directamente a su ser
geográfico y que le permite saber donde está colocado de forma precisa con respecto a
532
Ortega Valcárcel José, Los Horizontes de la Geografía: Teoría de la Geografía, España p. 27, 2000
533
Isaacs, Jorge, Op. cit., p. 7
534
Isaacs, Jorge, Op. cit., p. 34.
535
Bailly Antoine S., Op. cit p. 28.

354
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

las particularidades o singularidades de su espacio habitado, sean referentes naturales o


antrópicos. Este concepto nos lleva a su vez al de localización relativa deducible
también en la obra y que se entiende como algo externo al sujeto, más abstracto, que nos
indica la posición particular y subjetiva que se ocupa o se tiene con respecto a uno o
varios elementos constitutivos del conjunto espacial del cual se hace parte.

Fragmentos como los siguientes nos ubican y nos indican la localización del lugar
donde se gestan las vivencias en María

El rumor del Sabaletas, cuyas vegas quedaban a nuestra derecha536

Los resplandores que delineaban al oriente las cúspides de la Cordillera Central


(…). La Cordillera de Occidente con sus pliegues…537

En estos párrafos Isaacs nos ubica, nos define donde está su territorio, a partir de dos
referentes imponentes y majestuosos, las cordilleras, y de uno próximo y cotidiano, el
Sabaletas, funda su lugar, su patria, para el amor y el dolor.

La luna, que acababa de elevarse llena y grande bajo un cielo profundo sobre
las crestas altísimas de los montes, iluminaba las faldas selvosas blanqueadas a
trechos por las copas de los yarumos, argentando las espumas de los torrentes y
difundiendo su claridad melancólica hasta el fondo del valle. Las plantas
exhalaban sus más suaves y misteriosos aromas. Aquel silencio, interrumpido
solamente por el rumor del río, era más grato que nunca a mi alma
(Isaacs, capitulo XII:46)538

De esta manera Isaacs enfatiza en el lugar de su historia, en su sierra y en su valle y lo


más importante, nos transporta por su geografía, nos reconstruye un nocturno de su país
vallecaucano, desde la sierra hasta lo profundo del valle. Este es su lugar “espacio
concreto, asociado a la experiencia particular, a las sensaciones y valores” 539, a su
individualidad; el lugar es el que significa para el individuo, el que hace parte de sus
sentimientos, el que define, articula su transcurrir y transitar como habitante.

Puesto de relevancia este saber del espacio implícito en la obra, a través de la vivencia
de sus personajes, en espacial Efraín, se intenta la reconstrucción de su representación
cartográfica, donde se localizan lugares, caminos o rutas, poblaciones, ríos y referentes
naturales en los cuales se escenificaron las experiencias vitales de los personajes. Se
intenta materializar una visión del espíritu a través del mapa, para identificar un
territorio fundado por Isaacs que se hace reconocible en contextos locales, regionales e
internacionales y así tender el hilo que muy posiblemente existió entre la fundación
literaria del país vallecaucano y su fundación o reconocimiento político–administrativo.
En la figura 6, reconocemos los lugares ya mencionados y otros que aparecen en
fragmentos como los siguientes y en otros tantos más.

El Amaime bajaba crecido con las lluvias de la noche, y su estruendo me lo


anunció mucho antes de que llegase yo a la orilla. A la luz de la luna, que

536
Isaacs, Jorge, Op. cit., p. 7.
537
Ibíd, p. 34.
538
Ibíd, p. 46.
539
Ortega Valcárcel, Op. cit., p. 283.

355
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

atravesando los follajes de las riberas iba a platear las ondas, pude ver cuanto
había aumentado su raudal
(Isaacs, capitulo XV: 57) 540

Los primeros rayos del sol al levantarse, trataban en vano de desgarrar la densa
neblina que como un velo inmenso y vaporoso pendía desde las crestas de las
montañas, extendiéndose flotante hasta las llanuras lejanas. Sobre los montes
occidentales, limpios y azules, amarillearon luego los templos de Cali, y al pie
de las faldas blanqueaban cual rebaños agrupados los pueblecillos de Yumbo y
Vijes.
(Isaacs, capitulo LIII:349)541

El Emilia López (…) fondeó en la bahía de Buenaventura después de haber


jugueteado sobre la alfombra marina…
(Isaacs, capitulo LVI:357)542

Los resplandores amarillentos de la luna, velados a veces, fúnebres siempre,


nos acompañan hasta después de haber entrado en la embocadura del Dagua.
(Isaacs, capitulo LVII:364)543
Llegamos a San Cipriano. En la ribera derecha y en el ángulo formado por el
río que da nombre al sitio, y por el Dagua, que parece regocijarse con su
encuentro, estaba la casa, alzada sobre postes en medio de un platanal
frondoso.
(Isaacs, capitulo LVII:374)544

Al día siguiente a las cuatro de la tarde llegue al alto de las Cruces. Apéeme
para pisar aquel suelo desde donde dije adiós para mí a la tierra nativa. Volví a
ver ese valle del Cauca, país tan bello cuanto desventurado ya…tantas veces
había soñado divisarlo desde aquella montaña…
(Isaacs, capitulo LX:394)545

En esta cartografía se reconoce un territorio ocupado, nombrado, recorrido, por un


sujeto y por una sociedad que lo construye, en un proceso histórico continuo, el cual se
puede leer en uno de sus momentos, mediados del siglo XIX, gracias a la obra de Isaacs.
Figura 6 Los lugares y referentes naturales en María, territorio de sus vivencias
Fuente: Archivo General de la Nación Mapoteca Histórica.

Es necesario asociar directamente a esta cartografía el tiempo de los recorridos y las


imágenes concretas de los lugares, que si bien están narradas en María, también fueron
plasmadas por otros artistas o exploradores a su paso por nuestro Valle del Cauca. Cabe
entonces ir a los pasajes de la obra de Isaacs donde nos deja ver la duración de sus
viajes, esos tiempos que hoy se nos hacen largos, y a las imágenes cartográficas y
pictóricas que complementan maravillosamente esas descripciones.

540
Isaacs, Jorge Op. cit., p. 57
541
Ibíd, p. 349
542
Ibíd, p. 357
543
Ibíd, p. 364
544
Isaacs, Jorge, Op. cit., p. 374.
545
Ibíd., p. 394.

356
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Las corrientes del río empezaban a luchar contra nuestra embarcación (…) La
lluvia azotaba raudamente la techumbre del rancho (…) Los mas dulces
recuerdos, los mas tristes pensamientos volvieron a disputarse en mi corazón
en aquellos instantes para reanimarlo o entristecerlo. Bastábame ya cinco días
de mi viaje para volver a tenerla en mis brazos y devolverle toda la vida que mi
ausencia le había robado (…) Detúvose la canoa en una playa en la ribera
izquierda
―¿Qué es? Pregunté a Lorenzo
―Estamos en el Arenal.
(Isaacs, capitulo LVII: 368, 369, 370)546

Veía ya en el fondo de la profunda vega la población de Juntas con sus


techumbres pajisas y cenicientas: el Dagua (…) Por primera vez después de mi
salida de Londres me sentía absolutamente dueño de mi voluntad para acortar
la distancia que me separaba de María. La certeza de que solamente me
faltaban por hacer dos jornadas para terminar el viaje.
(Isaacs, capítulo LIX: 389)547

Al día siguiente a las cuatro de la tarde llegue al alto de las Cruces. (…).
Lorenzo acababa de darme alcance trayendo un hermoso caballo blanco que
había recibido en Tocotá para que yo hiciese en él las tres últimas leguas de
jornada.
―Mira, le dije cuando se disponía a ensillármelo, y mi brazo le mostraba el
punto blanco en la sierra al cual no podía yo dejar de mirar; mañana a esta hora
estaremos allá.
(Isaacs, capítulo LX: 395)548

En estos párrafos se puede deducir la duración del viaje de Juntas a la casa de la sierra,
dos jornadas, dividida en una hasta el alto de las Cruces y otra desde allí hasta la casa.

Isaac F. Holton en su descripción del Valle del Cauca (1850) nos deja reseñada la
dificultad y duración de los desplazamientos por los caminos de la región:

Entre este lugar y el río se encuentra el peor de los caminos del mundo, en
cuanto al barro se refiere. La distancia entre Palmira y Cali es de 18 a 19
millas, pero es difícil que haya un caballo capaz de recorrerla en un día. En
cierto lugar tuvimos que quitarle la montura a nuestros caballos, y cruzar un
fangal caminando sobre troncos tendidos y sosteniendo las cabalgaduras por la
jáquima para evitar que se hundieran totalmente en el fango.549

Este era el territorio donde transcurrió María, su país, desde el Pacífico al Valle ofrecía
múltiples dificultades para desplazarse, era una geografía de selva inhóspita en el
Pacífico, difícil de transitar y un valle de ciénagas extensas no fáciles de superar como
nos lo muestra Holton y nos lo referencia la Comisión Corográfica dirigida por el
General Agustín Codazzi en su Geografía Física y Política de la Confederación

546
Isaacs, Jorge, Op. cit., pp. 368-369-370.
547
Ibíd, p. 389.
548
Isaacs, Jorge, Op. cit., p. 395
549
Holton, Isaac F., El Valle del Cauca 1850, en: Viajeros Extranjeros en Colombia Siglo XIX, Cali: p.
153, 1970.

357
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Granadina en los apartados correspondientes a las Provincias de Buenaventura y Cauca.


De la primera al referirse al tema de lagunas y ciénagas nos dice:

Las principales son las de Jamundí o Pital, la de Aguablanca y la de


Arroyohondo. Las ciénagas de Vijes, Carambola, El Espinal, Regina,
Chimbilaco, Yegüerizo, Pescador, Churimal y Gorrón que están cerca del río
Cauca, son producidas unas por las depresiones de este río, y otras por los ríos
y quebradas que no tienen franca salida al Cauca, o bien por las represas que
son consecuencia de las crecientes de este río.550

En cuanto a la Provincia del Cauca nos dice:

En las orillas del Cauca donde existen las lagunas de esta provincia, pero con la
denominación de ciénagas, pues que muchas de ellas se secan en la estación de
verano y otras quedan intransitables aún en esta estación. Unas y otras son
producidas por lo derrames de las aguas del Cauca o por los desbordes de los
ríos y quebradas que no encuentran entrada en el recipiente común que es el
Cauca. Las ciénagas Guachal y Tortuga se hayan entre los ríos Desbaratado y
Fraile y otras llamadas Guachal están entre este y el Bolo. Las ciénagas largas
y La Torre, así como la de Amaime entre el Bolo y el río Amaime. La ciénaga
Choncial tiene su origen en el río Cerrito y las del Albornoz, Buga y Sonso son
formadas por este último río.551

En los figuras 7a y 7b se logra identificar algunos de estos aspectos, las ciénagas, los
ríos, las vías de comunicación y los asentamientos de la Provincia del Cauca,
permitiendo una lectura gráfica concreta del territorio en el cual Isaacs escenificó su
obra.

Figuras 7a y 7b. Provincia del Cauca 1843. Detalle del área entre Cali y Buga.
Fuente: Archivo General de la Nación. Mapoteca histórica.

Las imágenes pictóricas (figuras 8, 9 y 10) también desempeñan un papel destacado en


la recomposición del mundo vivencial de María; para lograr este objetivo ellas se
acompañan de fragmentos narradas por Isaacs, y así lograr reconocer de la mejor forma
su “país vallecaucano” y alcanzar el desarrollo del saber, del ser geográfico que cada
persona posee, como ser espacial que ejerce su territorialidad cotidianamente.

Figura 8. Vista desde Cali del Nevado del Huila.


Fuente: Geografía Física y Política de la Confederación Granadina Volumen I Estado del Cauca

La tarde se apagaba cuando doble la última cuchilla de las montañuelas. Un


viento impetuoso de occidente zumbaba en torno a mí en los peñascos y
malezas desordenando las abundantes crines de caballo. En el con fin del
horizonte a mi izquierda no blanqueaba ya la casa de mis padres sobre las
faldas sombrías de la montaña; y a la derecha, muy lejos bajo un cielo turquí,
se descubrían lampos de la mole del Huila medio arropado por brumas
flotantes

550
Codazzi, Agustín, Geografía Física y Política de la Confederación Granadina Volumen I Estado del
Cauca, Bogotá: p. 138, 1996.
551
Ibíd., p. 173.

358
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

(Isaacs, Capitulo LX:395)552

Figura 9. Vista de Juntas.


Fuente: Geografía Pintoresca de Colombia.

Veía ya en el fondo de la profunda vega la población de Juntas, con sus


techumbres pajizas y cenicientas…
(Isaacs, capitulo LX:388)553
Figura 10. Camino de Dagua
Fuente: Geografía Pintoresca de Colombia

Habíamos vencido más de la mitad de la subida de la puerta, cuando se


ocultaba ya el sol. En los momentos en que mi cabalgadura tomaba aliento, no
pude menos que ver con satisfacción la hondonada de donde acababa de salir, y
respiré con deleite el aire vivificador de la sierra.
(Isaacs, capitulo LX:388)554

La Toponimia: Los lugares en María y la cartografía del Siglo XIX


La toponimia esa tradición histórica y cultural a través de la cual usamos el lenguaje y
sus códigos, para otorgarle el nombre a un lugar, para fundarlo, obteniendo desde ese
momento un significado especial, quizás eterno, para quienes lo habitan y para quienes
lo han de referenciar desde el exterior. Es así como lo hace Isaacs al fundar su país
vallecaucano.

El nombre del lugar, del río, del accidente geográfico, se convierten en parte de la
memoria espacial de nuestro ser geográfico. En la obra de Isaacs este aspecto alcanza
una relevancia muy especial, el nombre es el que posibilita el reconocimiento de la
existencia de un territorio, expresa la validación de procesos de ocupación y
empoderamiento de ese territorio vivido, percibido, recorrido, cantado y apropiado.

Las posibilidades de convertir todo esto en una identificación y representación del


espacio, nos la da como hasta ahora en este apartado la cartografía histórica existente,
que

aun siendo verdades imaginadas, la irrupción o la asignación de una toponimia


en una carta geográfica es el reconocimiento de su existencia y, mas que eso, es
la validación de los procesos históricos; aunque no exista la correspondencia
inmediata entre estos y la afirmación cartográfica. La manera como cada época
asigna o niega la existencia planimétrica, es una forma de ver como los
imaginarios actúan para observar estos pueblos ocultos. Por eso una visión
desde la perspectiva histórica de la cartografía permite su evolución555.

A partir de esta consideración sobre el papel de la cartografía en el reconocimiento de


un territorio y sus procesos de ocupación se busca propiciar el contraste entre el
reconocimiento literario de las toponimias del Valle del Cauca y su identificación

552
Isaacs, Jorge, Op. cit., p.395.
553
Ibíd, p.388.
554
Ibíd, p.388.
555
González Escobar , Op cit p. 1

359
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

cartográfica, con el fin de aproximarse al conocimiento de nuestra región, la que vivió


Isaacs.

En María se pueden identificar dos formas de actuar, de su imaginario narrativo,


conciente claramente de los dos maravillosos escenarios en donde deja correr su
historia: “El Valle geográfico y el Pacifico.”

En el primero su reacción íntima, de cantor, de observador contemplativo a la distancia


de tan maravillosos paisaje lo lleva a dejarnos un legado no muy numeroso de nombres
en comparación con los reconocidos en la cartografía (Figuras 6, 7a y 7b). Quizá por ser
en estos escenarios en donde se gesta su historia de amor lo que realmente importa es la
posibilidad de sensibilizar el paisaje como imagen que lo exprese a través de la
animación de todos los elementos que lo constituyen.

Isaacs se apropia de su valle a partir de su magnificencia, de su grandiosidad, de la


belleza que alcanza al ser percibido desde una de las cordilleras que celosas lo protegen;
él mismo sueña con verlo desde la cordillera de enfrente, la Occidental, la de los mantos
de terciopelo azul, y cuando lo logra al regresar a Cali desde Buenaventura nos deja ver
es misma intención contemplativa, valorativa y estética de la imagen contundente del
paisaje que como ningún otro logra conmovernos y alterar nuestro espiritu con su
belleza.

Isaacs nos deja ver us recorridos por los pueblos del valle, por Palmira, Buga o Cerrito,
nos deja solo la imagen de Cali, Yumbo y Vijes a la distancia; los referentes próximos
y cotidianos como la sierra, el Sabaletas, el Amaime y el Cauca que esta contenido
explícitamente en el nombre y toda la referncia a su país.

Se lograría por lo tanto una reconstrucción general del Valle del Cauca a través de la
toponimia contenida en la obra, se reconstruye su paisaje, su imagen. Sin embargo al
apoyarnos en la cartografía (figura 6) logramos reconocer otras dimensiones, posibles
recorridos, caminos y poblaciones entre otros.

Por el contrario encontramos un Pacífico numerosa y maravillosamente, reconstruible


casi a la perfección, de no ser porque la cartografía se queda corta en le reconocimiento
de lugares y ríos, como podemos verlo en la figura 6 pero Isaacs ya reconoce estos
pueblos ocultos a la construcción cartográfica oficial; su toponimia es claramente
referenciada y asociada entre sí. Es un pacífico habitado, apropiado por sus gentes a lo
largo del camino de Cali a Juntas y de Juntas a Buenaventura por el Dagua;
encontramos en esos párrafos al Isaacs explorador, mas que al romántico, es objetivo,
nos deja ir con él para sentir sus miedos, su ansiedad, su capacidad de ver, de escuchar.
Reconocemos esas rutas que nos llevan a San Cipriano, El Saltico, El Salto, Bitaco, La
Delfina, El Arenal, Hojas, El Dagua y la selva; podemos construir fácilmente la red de
pueblos, de sitios de paso que se colgaban del camino que vinculaba la Valle con el
Pacífico.

Sin duda son los capítulos mas apasionantes de la obra donde se deja ver el explorador,
el cosmógrafo, con la capacidad del artista que sabe conmovernos con sus palabras y
hacernos vivir de nuevo la lentitud de navegar por el Dagua y el ir la por la selva, que
no son el valle geográfico de la contemplación maravillosa en la distancia, es un

360
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

territorio que hay que penetrar, recorrer paso a paso, lugar por lugar en donde la fuerza
de sus habitantes le permite hacer lo suyo con su magia y sus secretos.

Estas son las formas que asume Isaacs para empoderarse de este hoy Valle del Cauca,
de esta manera lo funda y nos deja las pautas de esa realidad única, Valle y Pacífico,
que desde allí se prefiguraban y que hoy hemos de recuperar.

El teatro de Jorge Isaacs556


Mauricio Doménici

La hipótesis
El teatro de Isaacs nunca ha figurado como parte significativa de la historia del teatro
colombiano, rara vez se lo menciona en ese ámbito, salvo anecdóticamente, puede ser
que con razón, en tanto que sus tres obras teatrales nunca fueron montadas, ni
publicadas en su tiempo, ni hasta ahora, exceptuando la edición de Paulina Lamberti
hecha por Rafael Maya en la revista Bolívar con grandes reservas, en la década de 1950.
No obstante, estas obras son parte del patrimonio dramatúrgico nacional y debieron
merecer en algún momento, por lo menos, un estudio académico, desde el ángulo
específico de la crítica teatral. Esas obras no son grandes monumentos del canon oficial
de la literatura colombiana, pero, pueden figurar con dignidad al lado de otros
dramaturgos del siglo XIX, igualmente domésticos, pero ellos sí instalados con mayor
énfasis retórico en el olimpo teatral criollo. Es decir, en su caso, se trata de una
injusticia “poética”, originada en el carácter marginal del teatro en el contexto de la
cultura colombiana o tal vez no sólo eso, sino como lo ha formulado E. Anderson
Imbert en su Historia de la literatura hispanoamericana, algo que pasó con la mayor
parte del teatro romántico hispanoamericano, donde se escribieron centenares de obras,
pero, pocas se representaban porque “…tampoco valían gran cosa”. En torno al teatro
de Isaacs hay, pues, un registro negativo que debemos encarar.

El Origen

556
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

361
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Situemos en primer lugar el origen de éstas obras dramáticas de Isaacs, el cual está
referido en la cándida biografía de Luís Carlos Velasco Madriñan, titulada
significativamente El caballero de las lágrimas. Allí se cuenta que Isaacs escribió
cuatro dramas entre 1860 y 1863 en el “estilo francés” de la época. El propio Isaacs
escribió: “regresé al Cauca en 1861, con motivo de la muerte de mi padre y por haberlo
ordenado él así hube de hacerme cargo de sus intereses hasta 1863. Manejando sus
haciendas en aquella época escribí, en las veladas, los dramas que conservo inéditos y
varias poesías publicadas por la sociedad de El mosaico”. Respecto a los dramas ya
anoté que habrían sido iniciados en 1860, según nota al margen de los manuscritos
originales de Paulina Lamberti. Se ha hablado poco de esto que invita a un psicoanálisis
y no deja de ser revelador que en estos tres años surge “el genio” de la obra de Isaacs:
aquí ya está todo lo que sería Isaacs como escritor, lo demás de su vida parece sólo el
desvarío de un militante apasionado por la anarquía política de su tiempo.

Los dramas escritos por Isaacs son los siguientes: la obra citada Paulina Lamberti cuyo
nombre el escritor intentó cambiar por el de Jacobo de Carignam, Amy Robsart cuya
historia está tomada de la novela de Walter Scott El castillo de Kenilworth; María
Adrian o Los montañeses de Lyon; y el último acerca del cual el biógrafo Luís Carlos
Velasco Madriñan plantea la tesis más interesante y provocativa: se trata del texto de un
cuarto drama que se “perdió” o que no era otra cosa que el primer borrador de María,
originalmente concebida como obra dramática. El drama habría de convertirse en novela
gracias al consejo oportuno del cofundador de la tertulia costumbrista El mosaico don
José María Vergara y Vergara, amigo, protector y promotor del joven poeta de la
provincia caucana, en trance de hacerse un sitio al lado de los intelectuales capitalinos.
La conversión del drama María en novela indica un arduo proceso de reelaboración en
el pensamiento literario de Isaacs: en su estructura de conflictos María es un melodrama
al “estilo francés”, extranjerizante, exótico, pero en el molde de la influencia
costumbrista se convierte en una novela americana original, su espíritu es de identidad
autóctona, nacional, sin caer en el pintoresquismo cerrado de los cuadros de costumbres,
en el parroquialismo de la vida aldeana, eso hasta allí, pero, transformado, el tono
narrativo trasciende la pura copia del paisaje o de los tipos regionalistas.

La influencia del programa costumbrista de El mosaico en María, nos interesa en


relación con la crítica a su obra teatral anterior. En María las fronteras entre
Romanticismo y Costumbrismo parecen estar bien divididas a la hora de describir
bailes, fiestas, comidas, medios de vida campesinos, vestuario y utilería local. Muchos
investigadores de la obra de Isaacs se han interesado por cierto en la verdad histórica del
folclor contenido en la novela, no obstante, es posible mirar que esa frontera no es tan
clara y que el espíritu de esas dos tendencias se compenetran en una clave personal del
estilo de Isaacs. El costumbrismo de Isaacs carece del tono naturalista o satírico de los
“cuadros de costumbres” y el “exotismo” romántico en María ha desaparecido por
completo. Lo que mantuvo a Isaacs por fuera de la tendencia costumbrista a la que su
entorno lo invitaba e hizo de su obra algo más trascendente, fue justamente su
conciencia romántica, rastreable en sus obras de teatro y ferozmente atacada por la
crítica referida a ella. Rescatar el teatro de Isaacs es una forma de intentar comprender
la conciencia Romántica en la vida y obra del escritor vallecaucano.

La Crítica
La revista Bolívar dirigida por el poeta y crítico literario, Rafael Maya, publicó
alrededor de 1951, el drama Paulina Lamberti, el único publicado hasta la fecha, los

362
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

otros dos reposan como manuscritos en la Biblioteca Nacional. En el prólogo, Rafael


Maya expone lo esencial de la crítica acerca del teatro de Isaacs: sólo tiene un valor
histórico, dice, es inferior a María, mientras la novela hunde sus raíces en el suelo
nacional, su teatro es sólo imitación francesa, absurdo, extravagante, truculento y falso.
Evitando un juicio demasiado parcial y negativo que ensombreciera la gloria de Isaacs,
Rafael Maya reconoce de un lado que todo el teatro de la época romántica obedece al
mismo patrón, no obstante el teatro de Isaacs es más “atemperado”, “mejor escrito”, y
elaborado con una “técnica adecuada”; de otra parte, dice Rafael Maya: “tampoco, en
épocas anteriores, fue más afortunada la producción dramática en Colombia”. La idea
de Maya sobre el teatro de Isaacs no deja de ser contradictoria, ese teatro no tiene un
valor literario intrínseco, dice, pero, entre todo el mal teatro romántico de su época e
incluso de todo el teatro anterior, del que sólo valora Las convulsiones de Luís Vargas
Tejada, el teatro de Isaacs puede considerarse entre los mejores.

La crítica del teatro de Isaacs se centra en el hecho de ser un teatro de imitación


francesa, exótico, ajeno a las realidades americanas, incluso un biógrafo devoto como
Velasco Madriñan suelta una inesperada andanada al calificarlo como: “…imitaciones
pedestres y ramplonas que no ofrecieron sino una ridícula exhibición de mediocridad”
Como dice el refrán: ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre. No voy
a tratar de demostrar si el teatro de Isaacs posee o no una calidad literaria que
injustamente no ha sido reconocida, vamos a mostrar primero el contexto en el que
surge y luego, tratar de valorar el significado de este teatro como laboratorio de una
concepción romántica que paradójicamente triunfará en María.

La historia
A mediados del siglo XIX, en el contexto de una República con grandes antagonismos
sociales, agitada por un espíritu beligerante de partido, un estado débil, amenazado por
los cuarteles y las guerras civiles, sumida en fuertes batallas ideológicas, la introducción
del teatro Romántico francés significaba hacer una apuesta por la libertad teatral, por la
inscripción de la cultura nacional en las corrientes filosóficas, sociales y políticas más
avanzadas de Europa, lo cual, al mismo tiempo, significaba un desafío a los valores
dominantes de la cultura tradicional colombiana, tutelada por el clero e inscrita en un
fuerte tradicionalismo hispánico-católico. De esta manera, la Escuela francesa se
enfrentaba a la virulenta resistencia de los partidarios de la Escuela española,
considerada la fuente verdadera y eterna del carácter nacional.

El historiador Jaime Jaramillo Uribe ha descrito con extraordinaria claridad, en su libro


La personalidad histórica de Colombia, esta confrontación que puedo resumir así: con
la desintegración del Imperio español las nuevas naciones americanas en crisis,
enfrentaron la disyuntiva entre los hispánico tradicional y la pragmática moderna o
mejor entre la herencia cristiano-española, y los valores propios de la conciencia
burguesa del capitalismo moderno. La inundación de la influencia francesa y el espíritu
romántico en Colombia, entre 1840 y 1870, significó la apertura de un proceso de
“desespañolización” cultural y de “liberación” tanto en política como en literatura. Las
tres grandes figuras, dice Jaramillo Uribe, que orientaron la inteligencia neogranadina
de entonces, fueron: Hugo, Lamartine y Sue. En éste vértice se encuentra la decisiva
etapa de formación del escritor Jorge Isaacs.

Las huellas de esta etapa de formación se pueden rastrear a partir de lo señalado en el


primer capítulo de María , en el primer párrafo de la novela: “Era yo un niño aún

363
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

cuando me alejaron de la casa paterna para que diera principio a mis estudios en el
colegio del doctor Lorenzo María LLeras, establecido en Bogotá hacía pocos años, y
famoso en toda la república por aquel tiempo” Don Lorenzo María LLeras es una de las
figuras centrales cuando se habla del teatro romántico colombiano. Fundó el colegio del
Espíritu Santo en 1846 y lo regentó hasta 1852. Isaacs estudió allí entre 1848 y 1852.
Era Don Lorenzo María LLeras partidario fervoroso del General Santander, amigo de
varios de los conjurados de la conspiración contra el Libertador el 25 de septiembre de
1828, como eran Don Florentino González y Don Ezequiel Rojas, por lo cual abandona
el país y se radica en Filadelfia (U.S.A.) en los años de 1829-1832. A su regreso
participa del gobierno del General Santander y como intelectual y periodista estará al
servicio del radicalismo liberal.

El colegio de Don Lorenzo María LLeras tenía una particularidad pedagógica: el teatro
constituía una de las actividades culturales centrales de su currículo. El salón de actos
fue organizado como un teatro de actividad permanente, “ornamentado con bellísimas
decoraciones”, los alumnos representaban piezas dramáticas de autores nacionales y se
traducían del inglés y del francés las obras de los dramaturgos románticos. La otra
particularidad de éste colegio era la introducción de la enseñanza de las lenguas
“modernas”, inglés y francés, como claro indicio de ruptura frente al modelo colonial
centrado en el latín. Al respecto vale la pena citar este pasaje de la biografía de Luís
Carlos Velasco Madriñan donde habla de Alcides Isaacs, el hermano mayor de Jorge, y
quien estudió con él en el colegio del Espíritu Santo: “En 1848 cursa estudios
secundarios en compañía de su hermano Jorge y hay constancia de que representó el
papel del señor Des Arcis, el joven consejero de Chatelet, en la comedia Domingo o El
endemoniado, escrita en prosa por M. Spaguey y M. Dupin, puesta en verso castellano y
representada en ambos idiomas por los alumnos del colegio en la noche del 24 de
noviembre de 1848.” Lo más interesante de este texto, para nuestro cometido, es
constatar que aquí se encuentra el modelo dramatúrgico del que parte Jorge Isaacs y
revela el claro ejemplo de un movimiento teatral que traduce y adapta esos textos. Don
Lorenzo María LLeras está en el centro del primer gran proyecto de una dramaturgia
nacional inspirada en modelos de ruptura del teatro francés e inglés, claramente
románticos. Su relación con el teatro fue intensa: además de lo ya dicho, fue director del
Teatro de Bogotá entre 1855-1859, organizó la primera Compañía dramática nacional
que tuvo la República, tuvo un teatro propio en la Plazuela de San Victorino y fue
traductor, también, de óperas de Gaetano Donizetti y Giuseppe Verdi, dos de los
grandes respresentantes de la música escénica romántica.

Debemos suponer, entonces que la vocación literaria y dramatúrgica de Isaacs nació de


su experiencia formativa en el colegio del Espíritu Santo y bajo el impacto de una
personalidad destacada como Don Lorenzo María LLeras, un claro representante de la
época denominada por Alvaro Tirado Mejía como el período de la “hegemonía liberal”
de 1849 a 1885. De esta manera podemos entender que el teatro de Isaacs está inscrito,
en los términos de la descripción que ha hecho el historiador Jaramillo Uribe, en la
Escuela francesa, salvo que la cuarta obra de esta serie teatral refundida y convertida en
la novela María, estuvo también determinada por la Escuela española, es decir, por el
costumbrismo. La crítica contra el teatro “absurdo”, “extravagante”, “truculento”,
“falso”, de Isaacs, proviene ideológicamente, de la Escuela española cuyo triunfo
político definitivo y reactivo se consumaría en el período de la Regeneración de Rafael
Núñez, programa educativo-cultural que estaría volcado hacia la fidelidad por la
tradición hispánica-cristiana.

364
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La paradoja de Isaacs ha sido la separación rotunda que se produjo entre María, obra
única, católica, cristiana, y la vida política posterior del escritor. En el teatro de Isaacs
podemos, en cambio, encontrar las huellas de su tiempo histórico, las ambigüedades
ideológicas en que se destaca la falta de armonía entre el yo del artista y su sociedad.

Para el caso de su escritura dramática, nos interesa señalar su participación en dos


guerras civiles: la de 1854 y la 1860. En la primera, caracterizada por Alvaro Tirado
Mejía en su ensayo El Estado y la política en el siglo XIX como una guerra clasista
entre comerciantes libre cambistas y artesanos proteccionistas, detonada por el golpe de
Estado de un oficial de extracción popular, el general José María Melo aliado de los
artesanos. Isaacs se alinea con las fuerzas que encarnan las oligarquías terratenientes del
Cauca, lideradas por los Generales Herrán y Mosquera.

En 1860, Isaacs se enrola en la lucha contra la sublevación del general Mosquera, la


cual fue hecha en nombre de la soberanía caudillista de los Estados Regionales; como
corolario de esta guerra, ganada por Mosquera, se expedirá la Constitución de Ríonegro
(1863), la cual consagró el sistema federal colombiano. Isaacs interviene en esta guerra
en defensa del gobierno legítimo, conservador, de Mariano Ospina Rodríguez. La
posición política de Isaacs parece haber cambiado de orilla: ahora, en marcha la
decadencia y bancarrota de su familia, apoya la concepción “centralista” de Ospina. En
ambas guerras civiles Isaacs nos ha sido presentado como un idealista defensor de la
legitimidad de los gobiernos constituidos enemigo de todo intento dictatorial. Entre una
guerra y la otra en Isaacs se ha producido un cambio esencial. La lucha entre
Revolución y legitimidad será parte del subtexto de sus obras teatrales.

Paulina Lamberti
Esta investigación ha estado centrada en el texto de Paulina Lamberti. Ahora bien, de
manera complementaria o comparativa, hemos estudiado la obra Amy Robsart. De la
tercera María Adrian, sólo tenemos noticias fragmentarias, el manuscrito permanece
inédito. Al estar este proceso ligado al trabajo escénico de la obra Paulina Lamberti nos
hemos situado, no tanto en un método genético, sino más bien en un método de
recepción: no tanto eso de leer a Isaacs desde lo que quiso decir en su contexto, sino qué
puede ser significativo del teatro de Isaacs desde nuestro contexto.

No sabemos de donde proviene la fábula de Paulina o si ha sido inventada por Isaacs.


Tiene todo el aire de ser una historia Romántica francesa. De hecho está ubicada en
París, en la época del Imperio Napoleónico, de allí un “exotismo”. Ya hemos dicho que
el teatro de Isaacs ha sido engendrado por la Escuela francesa, de la misma manera
como la narrativa de García Márquez lo fue a partir de Faulkner. La teoría
contemporánea llama a este fenómeno la “intertextualidad”: la literatura es
autorreflexiva, se inscribe en una red de relaciones o vasos comunicantes muy basta y
compleja, la originalidad pura en los términos de la crítica tradicional ha desaparecido
por completo. Shakespeare reelaboraba fábulas italianas, danesas o isabelinas, que se
prestaban unos a otros descaradamente, no obstante, nadie se atrevería a acusar a
Shakespeare de plagio o falta de “originalidad” o “exotismo”. Sea como sea, la
organización poética de la fábula de Isaacs ha sido elaborada con un claro dominio del
melodrama Romántico y con maestría en la concepción dramática de las situaciones, y
los personajes. Tres hechos esenciales gravitan en la estructura del texto: un duelo, una
conspiración y una revelación. En la primera escena vemos a Jacobo de Carignan

365
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

gravemente herido, inconciente, se acaba de batir en un duelo contra el Conde Valmont.


La fiebre no cede, el desenlace puede ser fatal, su esposa Paulina Lamberti angustiada lo
cuida, Jacobo en su delirio habla inconcientemente y revela su íntima pasión por Mirta,
el verdadero amor de su vida. Solo falta el último elemento: Jacobo en la confusión del
duelo ha perdido unos papeles que revelan un complot contra el Emperador. Paulina
lucha por la vida de Jacobo, pese a su traición, pero, en una agitada concentración de
sucesos la obra se precipita hacia la autodestrucción de Jacobo, acorralado por las
circunstancias adversas que él mismo ha desencadenado.

Isaacs ha dudado con respecto al nombre definitivo para su obra en tanto que el
verdadero protagonista de ella es Jacobo. Aquí no tenemos el “amor sano”, casto y
pudibundo de María, sino a un hombre poseído por una pasión violenta, Jacobo, que
rompe las amarras de la moral convencional, abandona a Paulina, a su hijo y se lanza al
abismo. El primer Isaacs es “revolucionario”, nada que ver con los cuadros patriarcales
de María, nada de idealidad o de ensueño. Por el contrario, Jacobo es más un anti-héroe
Romántico, al estilo de Carlos Moor de Los bandidos de Shiller, quien actúa conforme a
lo que siente y cree, desea escapar de la prisión burguesa de su matrimonio con Paulina,
pero ya es demasiado tarde.

Jacobo es un traidor y un conspirador. La obra relata el intento fatal de deshacer su


pasado, de volver a su verdadero amor, Mirta, pero, en su intento se convierte en un
inmoral, desata la deshonra de dos familias y revela la cobardía de su matrimonio.
Jacobo es como muchos otros un noble desplazado por la Revolución, despojado de su
orgullo, su poder y su riqueza, en un intento por sobrevivir se casa con Paulina, hija de
un coronel de Napoleón, pero interiormente es un desgraciado. Se une a un grupo de
conspiradores para atentar contra la vida del Emperador, no obstante, el plan es
abortado y los conspiradores descubiertos, entre ellos, Jacobo. No actúa por maldad,
sino guiado impulsivamente, emotivamente, tratando de reconstruir un pasado de gloria
y felicidad, en su intento pasa por encima de la familia que lo ama y respeta. Se
convierte en un paria.

La intriga de la obra gira en torno a la salvación de Jacobo: Paulina lo perdona, luchará


para no perderlo, no obstante que ocupa un sitio humillante y el coronel Lamberti para
proteger a su hija consigue que el Emperador perdone al conspirador, todo ello al precio
de olvidarse de Mirta. La última acción, de Jacobo debe ser vista como un martirio
Romántico: va por Mirta a su casa, entra subrepticiamente, ella lo ama, pero, ha sido
obligada a casarse con otro, le pide que huyan a Italia, aparece el Conde Valmont, no
hay nada que hacer, Jacobo se suicida. La fábula se adentra en giros emocionales hacia
situaciones de crueldad sentimental inevitables y Jacobo avanza hacia su
autodestrucción, nadie puede salvarlo, su única liberación posible es la muerte.

El rechazo hacia el teatro de Isaacs proviene en buena parte de la “truculencia”


sentimental de estos argumentos, que no son otros que los del “clásico” melodrama. En
las filas del Romanticismo criollo, tipo José María Samper, inclinado al costumbrismo,
era ya evidente el distanciamiento con respecto a este Romanticismo exaltado y rebelde,
sobre todo el lado inmoral del protagonista de la fábula: Jacobo es un traidor, un
conspirador, no encarna propiamente ninguna virtud burguesa, su comportamiento es un
desafío al orden social y familiar, no obstante, el autor está a favor de su héroe. En estos
márgenes se mueven, también los protagonistas de Amy Robsart.

366
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

La “evolución” de Isaacs desde su teatro a su novela María revela aquí un aspecto


nunca antes mencionado: se trata del paso del “melodrama de pasión” al “melodrama
familiar”, según los términos de un investigador como Pablo Pérez Rubio. El
“melodrama de pasión” narra los efectos de un deseo desbordado y desequilibrado,
condenado al fracaso, tormentoso, desdichado, cuyo desenlace violento es la muerte del
protagonista. Mientras que el “melodrama familiar” está basado en la concurrencia del
sacrificio, la renuncia y la represión, en la defensa de un orden patriarcal-burgués. Fue
justamente este último melodrama conservador, moralista, el que fue adoptado como
ideología de la crítica cultural dominante, proceso que tendrá su expresión más lograda
en el “Realismo” de la obra del dramaturgo colombiano más representativo de
principios del siglo XX: Antonio Álvarez lleras.

La recuperación del teatro de Isaacs sirve para mostrar las limitaciones de una crítica
ideológica que lo descartó durante más de cien años y, también, para reconstruir el
proceso que va de su teatro a María. Esta comparación hará posible introducir nuevos
puntos de vista sobre su vida y su obra. De hecho lo que se revela aquí es que entre
Paulina y María hay no sólo dos obras románticas distintas, sino dos imágenes distintas
del escritor, que ha sido sospechosa y obsesivamente identificado como Efraín, es decir,
es hora de superar esa idea según la cual el joven autor era su personaje idealizado y el
posterior hombre público de la vida real era un abominable masón radical, de mal
carácter y tornadizo como dijo su otrora, amigo y corrector de María, no sabemos hasta
dónde, Don Miguel Antonio Caro, redactor de la Constitución de 1886 y ex-presidente
de la República. Todo indica que Isaacs era un hombre contradictorio, complejo, arisco
y que en su ser habitaban las fuerzas encontradas de un rebelde Romántico como
Jacobo, que no se sintió nunca cómodo son su destino y su época.

Coda
La recuperación del teatro de Isaacs no sólo revela el proceso esencial de su escritura,
sino que hace posible otra perspectiva sobre el escritor. Isaacs se forma en el melodrama
francés, Romántico, del período de la hegemonía liberal, durante su paso por el colegio
de Don Lorenzo María LLeras en Bogotá. Escribe influenciado por el modelo literario
de la Escuela francesa cuatro obras de teatro, la última de las cuales se convertirá en la
novela María, un “melodrama familiar”, ajustado a la estética costumbrista de claro
signo hispánico-conservador. La crítica a su teatro no lo sería tanto por la calidad o
mediocridad de la escritura, o su “exotismo”, como se ha repetido, más bien esta crítica
proviene del rechazo de la Escuela española a los “melodramas de pasión” que ponían
en entredicho la estructura patriarcal tradicional al proponer historias cuyos
protagonistas eran rebeldes, insensatos, aristócratas, adúlteros, que repudian el
matrimonio burgués de conveniencias económicas. En el personaje de Jacobo de
Carignan el teatro Romántico de Isaacs le apuesta a los que están fuera de la ley, a los
que luchan contra la estabilidad política y social instaurada después de la Revolución. A
diferencia de la moralidad del melodrama clásico orientado a rehabilitar o defender la
familia y la patria, en su teatro Isaacs nos invita a comprender el drama de los
transgresores. En el “exotismo” de Isaacs podríamos plantear otra interpretación: bajo el
esquema de una historia francesa se estaban introduciendo los temas tabú del adulterio,
la pasión desenfrenada, la locura, el delirio, la desmesura, y todo aquello atentaba contra
los valores de una cultura tradicional que intentaba mejorar la crisis de la Independencia
y su “caos” posterior. El teatro de Isaacs resultó anacrónico con respecto a la
sensibilidad artística y cultural de su tiempo, él estaba inscrito en la línea
contemporánea del teatro Romántico francés, pero, la cultura hegemónica colombiana

367
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

había iniciado ya su retorno a la raíz tradicional hispánica con respecto a la cual la


independencia teatral nacional tardaría cerca de cien años. La intuición de Isaacs con
respecto a este anacrónico desajuste lo lleva a la reelaboración de María, convertida en
novela, pero, la evidencia cierta del valor de su teatro es la conservación de sus
manuscritos y el deseo de publicarlos.

Un ejemplar de María en los días de mi infancia


Rigoberto Gil

Hay libros que condensan la verdad de un instante. El color de sus hojas, la dimensión
de su lomo que se extiende como una promesa, el olor a intemperie que se escapa del
anaquel que lo contiene, el pétalo de una flor que logró atravesar con su savia la página
98, forman parte de una evocación perenne que se hizo metáfora en nosotros cuando
supimos, de la mano de Borges, que los libros son la prolongación de la memoria y
cuando nos revelaron, de la mano de Cortázar, que los libros también pueden ser
peligrosos, si el azar y las circunstancias se confabulan para ello: En algún lugar de
Escocia – anuncia una voz de Cortázar-, venden libros con una página en blanco perdida
en algún lugar del volumen. Si el lector desemboca en esa página a las tres de la tarde,
muere.

Libros que van ocupando en el recuerdo el lugar de los momentos gratos y cuya
presencia en las horas de los días suele ser tan esencial como la voz de un amigo o el
saludo del padre en las mañanas. Libros que se tejen en los hilos de un pasado sin
gloria, invadido por la incertidumbre de los familiares que emigraron a otras tierras o de
los parientes que se lloraron en las salas de velación, mientras entre un café y una
aromática, se confiaban secretos de un tío o una prima cuyas vidas jamás sospechamos
tan atrevidas y fascinantes. Libros que son pretexto para evocar un período de nuestras
vidas o para traer a un presente de nostalgias y olvidos el rumor de un diálogo en la sala
de la casa de infancia, mientras afuera y al lado de la sastrería de mi padre, los rumores
de que las luchas intestinas entre liberales y conservadores afectarían en cualquier
momento la tranquilidad de los domingos de mercado, como en efecto sucedió.

368
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

El hilo de la memoria se anuda a mediados de los años setenta y todo en esa


reminiscencia me parece tan reciente como la televisión en colores y tan divertida como
la aventura que nuestro héroe Ultramán solía esconder en su cápsula, y tan emocionante
como la fuerza que Kid Pambelé acumulaba en sus brazos, cuando decidía defender en
el cuadrilátero el título de peso Walter junior. Habito una casa amplia y modesta, de
concreto y bahareque, un tanto oscura en la cocina y en la sala, aunque con un inmenso
patio de tierra que baja hasta las orillas del río Monos, un río ancho, caudaloso a veces,
lleno de grandes piedras donde algunos pescadores se sientan durante las tardes a fumar
tabaco o Pielroja y a esperar que una sardina muerda el anzuelo para llevarla a casa
como el trofeo de un combate de esperas. No sé de dónde provienen esas aguas, pero
ahora entiendo que el pueblo ha nacido en su orilla y que su topografía ha condicionado
la forma del caserío. Su caudal me recuerda al río Amaime que puso en peligro la vida
de Efraín cuando éste, desesperado y atónito frente al intempestivo y delicado cambio
de salud de María, salió en busca del doctor Mayn. La mía es una casa alta, de piso
doble y ventanas con relieves, de tejas de barro donde los gallinazos se desperezan y
aguardan la presa con tranquilidad de pescador. Es una casa que parece abierta todo el
día, acaso porque mi padre ha dispuesto en el salón principal un almacén y una sastrería
a la vez. Está de frente a la plaza principal y mi hermano y yo solemos jugar en el
parque, como si se tratara del antejardín de la casa. En un viejo nochero ubicado en un
extremo de la sala y al lado de fotos familiares hay dos libros. Juro que están
empolvados y que permanecen allí más por un asunto decorativo que por la utilidad que
puedan brindar. Sin embargo, esos libros forman parte de mi historia personal.

Quizá tendría ocho o nueve años cuando esos libros empezaron a tener algún valor para
mí, por lo menos como objetos que formaban parte de un cierto orden instaurado por mi
madre. Uno de ellos fue leído por mi tío Bernardo como parte de un ritual que él se
impusiera, luego de soportar agotadoras jornadas como albañil y constructor. Era Las
mil y una noches, publicado en México en una edición de papel periódico, con una
portada poco sugestiva. Nunca lo escuché hablar del contenido del libro, si cobijó algún
afecto por la sensual Scherezada o si uno de los cuentos le habría inspirado la necesidad
de huir del pueblo, en busca de otros horizontes ya prefigurados por los héroes
orientales. Fui testigo sí, de cómo encorvaba su cuerpo para acercarse a las páginas del
libro y cómo repetía en sus labios las palabras del relato. Ahora sé que leía con
dificultad y que a pesar de la riqueza de las historias, pocas veces se animaba a hablar o
a moderar su carácter de hombre huraño y manos callosas. Estoy en condiciones de
asegurar que éste ha sido el único libro que ha leído en su vida y por eso quizá habrá
traspasado el umbral de los sesenta años con amargura y acidez en sus ojos.

El otro libro, más modesto aún en su edición, era María. Nunca supe si alguien lo habría
leído o si algún pariente dejó entre sus páginas una frase, una expresión subrayada, una
declaración amorosa, propicia para acompañar la imagen de una esquela, por aquellos
tiempos en que aún no era moda coleccionar los caramelos de Amor es… No recuerdo si
tomé ese libro entre mis manos, ocupado como estaba en esos días por percibir el olor a
sándalo de mis primas y por fisgonear a mis tías en la cocina, mientras esperaba con mi
hermano la llegada del domingo para ir al cine, un poco antes del mediodía. Lo que sí sé
es que todos en casa conocían el destino de María. Se referían a ella como la María, en
medio de diálogos y chismes donde el comentario de otros destinos femeninos hablaban
de la pequeñez de nuestro mundo. Así, se comentaba el drama familiar de la Consuelo,
huérfana y nada grácil; los escándalos que la Beatriz le hacía a su marido en la plazuela
por asuntos de un hijo que él habría reconocido en otra mujer; los muchos hijos que la

369
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Oralia estaba regando por ahí. Y claro, con esa misma familiaridad, salía a relucir el
infortunado destino de la María y entonces para mí era difícil separar ese nombre de la
ficción, de los otros nombres de una realidad que se hacía más viva en la cocina, cuando
las mujeres se reunían allí a ordenar lo que ya era un melodrama, inspirado además en
las historias truculentas que viajaban por las ondas hertzianas. Me refiero a El derecho
de nacer, a La castigadora y a La ley contra el hampa. El otro mundo de truculencias e
historias de traiciones y peligros era nuestro y creíamos no poder compartirlo con los
adultos: Arandú, el príncipe de la selva y Las aventuras de Kalimán.

Digo que resultaba tan familiar hablar de María como escuchar a los amigos de mi
padre referirse a las mujeres de la Zona, un putiadero ubicado en las afueras del pueblo,
detrás de un guadual con alma que debió ser testigo de las lágrimas de esposas
enfurecidas y engañadas. Entre ellas mi madre, por quien supe que existía un grupo de
mujeres de la “vida fácil” a quienes llamaban, de manera despectiva, las piraguas y
entre las cuales se destacaba una cuyo mote aún recuerdo perplejo: la pulgarrecha.
Mundo de mujeres y revelaciones con sabor a fríjoles y a plátano maduro, crecí
pensando que la tragedia era exclusividad de lo femenino y el desorden y la
desproporción abonaba el territorio de lo masculino. Entre esas dos caras de un universo
que luego me traería más libros y me haría más ancho y colorido el campo de la
infancia, crecí pensando en la fatalidad de María y que era conveniente y de caballeros
ser solidario con su drama.

Los días de domingo en mi pueblo se enturbiaron y ya no fue fácil para nosotros


atravesar los jardines del parque para asistir a la magia del cine. Los conflictos políticos,
los enfrentamientos ideológicos cobraron la vida de algunos líderes y fue preciso cerrar
la sastrería -a pesar de que mi padre nunca fue anarquista-, y dejar atrás ese nicho de
sueños, ese mundo de olores y escapadas, aquellos senderos que nos llevaban hasta la
escuela. Ahora que he vuelto a las páginas de María comprendo a Efraín cuando a su
regreso a la hacienda de su padre, muestra desinterés por las labores y los oficios
cotidianos: “a mí me ocupaban cosas más serias: –suena enfático- pensaba en los días de
mi infancia”. Y sabemos que su infancia tiene nombre de mujer, fragancia de flores;
tiene rumor de río, sabor a guayaba; tiene el color de una servidumbre que se desvive
por atenderlo y por hacerle más amable sus jornadas de cacería. Habita en su infancia el
trino apesadumbrado de las chilacoas y el cuerpo vital de su perro Mayo. Sabemos que
haría cualquier cosa por permanecer en ese campo de la memoria, viendo crecer el amor
en los ojos y en los cabellos de Ester, ahora María, viendo cómo su entorno es colorido
y promete el paraíso. Pero ahora tiene veinte años. Viene de la capital y ha aprendido
muchas cosas y las puede compartir con sus hermanas. Pero ya no hay felicidad, porque
la suma de los años ha arrastrado la fatalidad, que empieza a hacerse perceptible en el
semblante de la que ya ha dejado de ser niña: “Parecióme ligeramente pálida, y
alrededor de sus ojos había una leve sombra, imperceptible para quien la hubiese visto
sin mirarla”. Y comprendemos, de inmediato, que el dolor de la pérdida traerá consigo
la melancolía, la impotencia, la tristeza.

Decía que la tranquilidad de mis días de domingo cambio y fue necesario emigrar.
Conocimos otros pueblos y fueron otros los senderos que nos llevaron hasta la escuela,
otras las escapadas y las aventuras en las plazuelas. La decoración de la sala en otras
casas si bien fue más vistosa eliminó de entre los objetos los dos libros empolvados. No
supe qué pasó con ellos, dónde quedaron, en qué baúl aún se conservan. Hace algunos
años visité con mis estudiantes la hacienda El paraíso y quedé sorprendido con la casa.

370
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Y aunque la imaginé más grande y mucho más iluminada, no dejé de sorprenderme por
la vistosidad de sus corredores y el lugar que ocupa en el valle y lo que desde allí
conviene al entorno natural, con la imponencia de esa piedra que sostuvo el cuerpo
delicado de María. Una casa rodeada de agua, de rumor de río. Una casa que se ha
querido proteger de las hormigas a través de un cordón acuático de seguridad. Una casa
a la que regresó Efraín para recuperar sus días de infancia, me regresó de súbito a mi
propia casa, sin esclavos, por supuesto, sin la exuberancia de una naturaleza que
también advirtió la tragedia, pero casa al fin. Todo espacio –susurra Bachelard- lleva
consigo la noción de casa.

Mi madre fue hasta la hacienda de María en paseo familiar y vino más entusiasmada
que yo. Y se comprende. Mi madre es una mujer del campo, creció en El salado, entre
el Águila y Villanueva, Valle del Cauca, una hacienda a la que ella siempre regresa en
sus recuerdos, para animar la imagen de los ordeños en las madrugadas y de la
preparación de las comidas para los trabajadores y capataces. Allí compró una bella
edición de María. La guardó por mucho tiempo en la caja donde guarda los ejemplares
de los libros que su hijo ha escrito y cuyo contenido desconoce. Lo que sabe de ellos lo
sabe por mis amigos o mis comentarios durante los almuerzos. Quizá no los lee porque
deberá pensar que es perder tiempo, ya que conoce muy bien a su hijo. Hace dos o tres
años y sin que me lo esperara mi madre me regaló su ejemplar de María argumentando
que quedaría mejor en mi biblioteca. Es el primer libro que regala en su vida y claro, el
primero que recibo de sus manos, acostumbrada como está a regalarme medias y
camisetas, es decir, cosas más útiles. Hoy quiero rendir un homenaje al libro de mi
madre, a ese libro empolvado que decoró durante años el lugar de mi infancia y que
ahora, en una edición conmemorativa, forma parte de mi biblioteca. Quiero exaltar ese
libro que jamás leyó pero que conocía a su manera. Y es que María, como Don Quijote
de la Mancha o Cien años de soledad, es uno de esos libros que no necesitan ser leídos
para conocer las líneas de su trama o los destinos de los personajes que lo habitan.
Forman parte de la memoria popular y basta nombrar algo de su argumento para que el
diálogo fluya en torno al texto. Ahí está mi madre, un libro empolvado, el rumor del río
Monos y la actitud de Efraín ocupado en sus días de infancia.

371
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Lee MARÍA557
Hoover Delgado

ERA YO NIÑO AÚN –no sé de otra forma mejor para comenzar estas líneas– cuando un
tío mío me trajo a Cali con ocasión de los Juegos Panamericanos. Tras el recorrido
deslumbrante por la ciudad, lo que para un niño nacido en provincia puede significar
haberse bebido en una sola mañana y sin boleto todos los viajes de Simbad, súbitamente
desembocamos en el Paseo Bolívar. Fue entonces cuando vi el monumento. Mi tío
señaló la joven inmortalizada en la piedra que sostenía un libro en su regazo y me
reveló: “Esa es María”. Me asombraron dos cosas: las miradas de Efraín y del ave
concurriendo sobre la joven, y el extraño gesto de ausencia de María cuya fuerza sube
de la mano izquierda que reposa en el libro hasta los ojos cerrados. Pregunté a mi tío
qué libro era aquél. “María”, me respondió. Tiempo después, movido por ese hallazgo,
leí la novela y descubrí su error. El libro era Atala, de Chateaubriand. No obstante,
siempre seguí pensando en María como la imagen que vi aquella mañana en que conocí
la capital del mundo: la de una mujer que lee.

Italo Calvino las llama imágenes incisivas, icásticas, para indicar con ello que se quedan
grabadas con cincel en la memoria. Me valdré de esa imagen que Isaacs fijó en el
capítulo XIII y de la obra de Perea para exponer algunas ideas sobre María como un libro
en el que se lee.

El conjunto escultórico fue realizado por el artista catalán Carlos Antonio Perea bajo
encargo de un grupo de caleños prestantes y del poeta palmirano Ricardo Nieto. Era
557
Este texto es producto del Seminario permanente de investigación Jorge Isaacs: el creador en todas sus
facetas, coordinado por el profesor Darío Henao Restrepo.

372
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

1920 y sólo habían corrido quince años de la muerte de Isaacs. A nadie se le oculta que
reproduce la escena en que Efraín lee ante María y Emma la novela de Chateaubriand.
Perea recompuso la escena y le otorgó un dramatismo que no aparece en el episodio
original; o para decirlo de otra manera, que la novela construye a través de trescientas
páginas y que Perea recoge de manera inusual. María, la noción que tenemos de María y
que quizá nos sigue inquietando a través de los años, está en esa imagen y en su
resonancia. Es cierto que a Perea se le escapan cosas, pero también es cierto que la
novela deja escapar otras, y que precisamente una relectura de María podía ponernos en
presencia de la fuerza paradojal que encarna la novela y que la escultura recoge. Quiero
decir, pues, que la imagen que tenemos de María debe de manera sigilosa buena parte
de su fuerza a una paradoja que es poesía y es piedra.

Una mujer que mira leer


María es una novela donde alguien lee una novela. En el capítulo XIII asistimos a la
tarde en que tiene lugar la escena. Efraín lleva la iniciativa y es él quien lee. Emma
sigue la lectura recostada en su hombro; arrodillada cerca de ambos, María escucha. He
aquí la primera clave. María bien puede ser la novela de una mujer que mira leer a un
hombre. Concentrémonos en lo que se lee. Atala narra la historia de un doble destierro y
una doble conversión: René, joven francés enamorado de su hermana, viaja a América
donde busca refugio a su trastorno y conoce al jefe indio Chactas que le cuenta la
historia de su romance con Atala, joven cristiana desterrada de su nación, de la que se
enamora y por la que está dispuesto a hacerse cristiano. Atala, que ha prometido a su
madre ser virgen hasta la muerte, se suicida la víspera de la unión.

Para los lectores de 1867 la novela de Chateaubriand era un referente común. No


escapaba a ellos esa triple condición fantasmal que se agazapa en esa novela asaz
popular: incesto, deseo reprimido y suicidio. La respuesta capaz de conjurar ese triple
fantasma aparece apenas insinuada en Atala: la conversión. María, leída bajo esa luz,
bascula entre los límites lejanos del incesto y del suicidio; lejanos por cuanto la novela
parece prescribir la nulidad de tales actos desde la conversión de María al cristianismo.
Al abrazar la nueva fe, Ester, el nombre original de la niña, es cambiado por el de
María. Marini Palmieri ha estudiado los avatares de los nombres en la novela, desde el
Salomón y Sara de los padres judíos de María, hasta el de Ester y Efraín, cuyo
significado es “el elegido”. Ester: la Ishtar babilónica que encarna la diosa del amor, y
cuyo nombre lleva la heroína del exilio israelita a la que el rey Asuero hace su esposa.
Diosa del amor, mujer deseada, Ester cambia a María, la cristiana. No gratuitamente
nuestra heroína distrae la enfermedad que agota su cuerpo siguiendo los ejercicios
espirituales que dicta el libro apócrifo de la Imitación de la Virgen. Imitar a la Virgen,
he ahí el ideal romántico del cuerpo de la mujer, al que se le imponen los rasgos de
virtud, pureza e inmaculatura, pero sobre el que parejamente los autores del siglo XIX
arrojan una sombra, una anomalía. La enfermedad como metáfora. La enfermedad
señala otra enfermedad. Bastará un libro como Atala, opuesto a la Imitación de la
Virgen, para desatarla. Atala la desata.

Aún así, la conversión de María deja sin resolver un elemento central: el deseo. El
deseo, motor de la novela. ¿Cómo enfrentan este fenómeno los personajes de Isaacs?
María parece asumirlo con una reticencia llena de detalles que siempre hacen entrar en
escena sus manos; Efraín, en un sensualismo voraz que tiene como instrumento la
mirada. A través de la línea por la que se extiende su historia, María efectúa una
probatoria sacramental: las flores de la primera parte, la planta de azucenas en la

373
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

segunda, y finalmente las trenzas. María no puede entregar su cuerpo, signado por la
muerte: en su lugar entrega un sacramento. Efraín, cuyas manos se saben capaces de dar
muerte a un tigre, siente que falsean ante la fragante proximidad de María. Efraín no
puede alcanzar ese cuerpo: en su lugar levanta un libro.

En tal sentido, la escena de la caza es una metáfora del deseo. Una sustitución del
cuerpo que se quiere alcanzar. Su reverso sería el episodio del regreso de Londres a
través del cañón del Dagua. El relato de Efraín es en este caso un ejercicio de
postergación. Raudo el mensajero, rauda la nave en el mar, el que regresa choca de
repente contra la muralla de los Andes. A las infinitas peripecias de Ulises, Isaacs opone
la postergación del encuentro. El cuerpo lejano pareciera inalcanzable ya. María es el
libro de un hombre que regresa. Salta a la vista que el episodio del cañón del Dagua es
el instante fundacional del libro.

Es entonces cuando toda la sensualidad de la mirada de Efraín se torna reflexión adusta,


dramática, profunda. El éxito de Isaacs es haber sabido distribuir a lo largo de la novela
esas dos formas de la mirada de Efraín, en perfecto contrapunto con la probatoria
sacramental de María. Isaacs hace gala de un segundo magisterio: encontrar las
imágenes perfectas para revelar el deseo. Ya hemos mencionado las escenas de la caza y
del regreso. Pero es indudable que la escena de la lectura de Atala las supera. Es,
literalmente hablando, un monumento, tanto en la novela como en la obra de Perea.
Están allí los dos cuerpos, las manos de María –¡las manos de María!– sosteniendo el
libro; la mirada de Efraín; el ave premonitoria y la roca. Tallar en piedra, tal es el ideal
del poeta. La poesía entraña una habilidad política: el ejercicio del poder de la imagen.
Prueba de ello es esta escena. Prueba, decimos, de la capacidad de Isaacs para leer el
imaginario de su tiempo. William Ospina juzga como inexperiencias de Isaacs el haber
tomado imágenes de Poe, de Byron o de Chautebriand. Descuida Ospina que Isaacs
quería levantar una imagen tan fuerte como aquellas; ignora que su empresa era
superior, y que en su supuesto préstamo hay igualmente un homenaje y una rima.

Un hombre ve leer
Perea, es cierto, reconstruyó la escena bajo una nueva composición. En su escultura, es
ahora Efraín quien mira a María leer el libro de Chateaubriand. Parece arbitrario y, sin
embargo, esconde una observación aguda. María es la novela de un hombre que ve leer
a una mujer. O para ser más exactos: es la novela de un hombre que se ve en la novela
que lee el ser amado. En la escultura de Perea, María toma la iniciativa. En la escena
original Efraín lleva la iniciativa a un punto extremo, excusando su deseo en la decisión
de ilustrar a las dos mujeres. Tiene un propósito: acercarse aun más a María. El libro
como un instrumento erótico; la lectura como caricia. Tal decisión entraña una paradoja
más, expresada en el reconocimiento que hace Efraín de la inteligencia libre de María
sobre la que sin embargo se impone la tarea de la ilustración.

Efraín, en contacto con la cultura europea cuya caja de resonancia es la capital –el
inventario de los libros de Efraín que hace Carlos en el capítulo XXII es esclarecedor-,
Efraín, decimos, es un proyecto de científico. Sus conocimientos de flora y fauna no son
despreciables; sus alusiones a las ciencias sociales, mesuradas y claras; su trato con la
literatura y el arte, vasto al menos para un hombre de provincia: lee desde la Biblia
hasta Cervantes y Shakespeare, y desde gramática inglesa hasta tratados políticos. El
único enigma es su extraña apatía por la medicina, ciencia que se propone estudiar y que
tiene una relación apenas comprensible con la novela. María, la mujer que habla en otro

374
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

idioma, que aprende los balbuceos en español y luego llora en ese idioma, es en la
escena original objeto de educación. Al fondo se levanta, delicada y firme, la figura del
civilizador.

Pero esta no se cumple solventemente. Efraín desmaya en su tarea atravesado por una
constante inconstancia. Gana en él la sensualidad. El proyecto de la Ilustración, que
irradia desde Europa al mundo choca en este joven tornadizo y frívolo que está
equivocado de novela. Él quisiera que las cosas fueran, como en la novela de
Chateaubriand, fatales y definitivas. La frase final de la escena es dicha por un Efraín
que se quiere ver como un personaje de Atala: ¡Ay, mi alma y la de María no sólo
estaban conmovidas por aquella lectura: estaban abrumadas por el presentimiento!
Aspira, como Chactas, a una tragedia, cuando en la realidad de Efraín nada apunta en
ese sentido. Es un constructor de nostalgias futuras, y como algunos personajes
shakesperianos, hace de la imaginación proléptica un credo instantáneo. Síntoma del
poeta. Su ilustración es débil, así como débil su heroísmo. María intuye la catástrofe.
Tras la lectura, María cae enferma y Efraín debe buscar al médico a través de la noche
borrascosa. Ella se asombra ante el peligro que él ha corrido; él trata el cruce del río con
la indiferencia habitual. Lo que en María es prueba de heroísmo, en la imaginación
proléptica de Efraín es mera escenografía.

Efraín comprende, ya tarde, las trampas de su imaginación. Su recuerdo lo empuja


entonces a volver sobre la imagen de María que tras la muerte se le escapa. El Efraín
que escribe mira al Efraín que fue: mira a Efraín a través de la novela. Pero el Efraín
narrador comprende que en el intento de fijar la imagen algo de su sustancia fugaz se le
escapa: Las grandes bellezas de la creación no pueden a un tiempo ser vistas y cantadas:
es necesario que vuelvan al alma, empalidecidas por la memoria infiel. Ha caído en la
trampa. Su mirada debe ser ahora indirecta: el recuerdo empalidecido, el relato de Nay,
las cartas de Londres. Síntoma del novelista. Pero no debemos dejar escapar esta idea. A
diferencia del Efraín objeto del recuerdo, que ve el mundo como poeta, el narrador, que
recuerda, vive el síntoma del novelista. María puede ser el libro de un poeta que se
recuerda bajo la forma de una novela. La mirada del narrador ya maduro que se ve
como el poeta que fue. En la obra de Perea –he ahí su acierto–, el novelista se está
mirando a través de los ojos de María.

La lectura como creación


Como María, Emma Bovary y Ana Karenina son lectoras. Emma confunde los libros
con la realidad en una suerte de quijotismo femenino. La tesis es de Vargas Llosa. Ana
ve en los libros la clave para desentrañar la intriga de la vida. Publicada diez años
después de Madame Bovary, María incorpora la postura arrojada de una mujer que ve el
objeto libro en pugna con las costumbres de su tiempo. Refiriéndose a las mujeres de
1858, Vergara y Vergara dice en Las tres tazas: “Veinte doncellas listas para ser buenas
esposas y buenas madres; con ausencia total de lectura de novelas de Dumas, y de
romanticismo y de jaranas”. En ese sentido, María no podría ser una de esas buenas
esposas y buenas madres. Es cierto que sus lecturas están aún en el horizonte ilustrado
que le impone Efraín, pero podemos discernir su firme criterio ante Pablo y Virginia,
Atala o el Genio del Cristianismo frente al aburrimiento que le producen los cuentos de
Las Veladas de la Quinta, de la condesa de Genlis, o Las tardes de la Granja de Ducray-
Duminil con que suele distraer la ausencia de Efraín.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Por otra parte, la novela, publicada diez años antes de Ana Karenina, se anticipa a
Tolstoi en esa imagen de la mujer que ve en la ficción la clave de la intriga vital. La
ficción como reveladora del malestar de una época. Atala es quizá el ejemplo más
agudo, por la doble estructura ya enunciada del exilio y la conversión. Ricardo Piglia
afirma que la salida a tal malestar ha sido tradicionalmente el adulterio. Emma y Ana
encuentran otra vida posible en la infidelidad. Son lectoras adúlteras. Su signo es el del
exilio, un exilio aun más radical puesto que se trata del exilio en su propio cuerpo. Su
gesto final es el suicidio. María conjura tal límite mediante la conversión. En el fondo
de la novela se revela constantemente la presencia del libro sagrado. Esto obliga a una
distinción: Efraín ve sólo la presencia de un Libro sagrado –escrito con mayúscula–,
esto es, el libro canónico, y quizá sólo ve en tal Libro aquellos pasajes que lo remontan
a la sensualidad. Para María el libro esconde una clave; strictu sensu, el libro –aquí con
minúscula– es sagrado. En María, la posibilidad del amante se desplaza en la
construcción del Amado que debe menos a textos como la Imitación de la Virgen que al
Cantar de los Cantares o que a Atala, donde erotismo, mística, piedad y naturaleza son
las rimas del deseo creador. María elige a Efraín y al elegirlo, lo inventa. La lectura en
clave del libro le permite la creación de la realidad. María es la figura límite del
romanticismo en la que la mujer negándose al endiosamiento de la Naturaleza inventa
una nueva naturaleza. Una naturaleza en la que fe, inteligencia y deseo crean al hombre
que ama. Si para Mallarmé todo concluye en un texto, María parte de un canon íntimo,
el hipotexto del libro sagrado, para crear a su narrador.
La lectura como profecía
Queremos concluir con una cita de Marini Palmieri: «María establece en sí misma y en
un nivel tradicional, la correlación típica de las figuras propias de las exégesis
hermenéuticas, figuras de la tipología judeocristiana que se hallan así revestidas de una
carga profética. María es, como dice Jean-Noël Guinot, “l'espérance en un avenir”».

La esperanza en el futuro. Tras la lectura de Atala, María cae súbitamente enferma.


Efraín debe partir esa noche bajo la tormenta y cruzar el río embravecido en busca del
médico. El mundo se ha trastornado. Efraín ya lo había imaginado. Su alma y la de
María, salen del libro abrumadas por el presentimiento. Al despertar, María exclama:
“¿Ya ves? Yo lo temía”. La lectura como anuncio de la catástrofe.

Tras leer Atala María ya conoce su destino. Es trágico. Y rompe en llanto. Todos lo
hacemos. Isaacs sabe que llorar nos devuelve la mortalidad. Llorar es esa revelación
cuya divisa puede ser: “¿Ya ves? Yo lo temía”. Perea evita el llanto de la heroína. En su
lugar hace que María cierre los ojos. ¿Pudor? ¿Olvido? No lo creemos. Sospechamos,
en su lugar, que Perea descubrió en ese gesto un hecho fundamental de la novela: María
cierra los ojos para impedir que el libro se escape; para meditar sobre él. Mientras
permanezca con los ojos cerrados, la catástrofe no se abatirá sobre el mundo.

En la imagen de Perea, María medita sobre el texto. María construye un horizonte.


Quizá su lectura conjura la posibilidad de que la catástrofe nos alcance. Reflexionar
sobre el libro es quizá la lección más poderosa que la heroína nos lanza, tímidos
Efraínes que leemos por encima de su hombro. Como aquel hombre que, siendo yo un
niño, me reveló la novela a través de un error, yo quiero estar equivocado y decir que
María lee a María. No estoy solo en mi error. Este encuentro aquí, en esta tarde,
reflexionando sobre la gran novela de Jorge Isaacs, demuestra que hemos entendido a
María. Es decir, que estamos equivocados.

376
Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Quizá ese error nos libre de la tragedia y de su vástago desconsiderado: el olvido.

María, el color de la memoria


Gabriel Jaime Alzate Ochoa

En julio pasado algunos escritores fuimos invitados a la ciudad de Medellín como


jurados en los Premios anuales de Cultura Ciudadana. Durante el viaje de ida con los
escritores Darío Henao y Fabio Martínez se habló de María y de Jorge Isaacs. Días más
tarde, retomamos el tema sólo que en esta ocasión las circunstancias y el lugar eran
otros. El escritor Gonzalo España sugirió que visitáramos el cementerio de San Pedro en
esa misma ciudad, donde se halla la tumba de Isaacs.

De un momento a otro nos encontramos frente a la tumba de Isaacs tomando fotos,


ponderando, comentando en voz baja los detalles y admirando casi con suspiros
sospechosos esas moles de mármol y bronce que encerraban muertos propios (mis tíos y
abuelos) y todos los ajenos que pueda imaginarse. Gonzalo España, residente por
entonces en Medellín, contó que en dicho lugar, en noches de luna llena se presentan
espectáculos de tango y tablaos flamencos. Dijo también que en esos espectáculos había
una constante presencia de gente joven. Recordé a mi padre quien siempre auguró que
tarde o temprano esos jóvenes, sus hijos, sus nietos, iban a terminar queriendo esa
música. Como si de algún modo nos hubiera construido una época hecha para la
desesperanza.

Pensé en María. ¿Hacía cuánto había leído la novela? Años. Y, sin embargo, sentí que
ahora la sombra de Isaacs y de su novela, tendían a convertirse en una realidad más
cercana porque como escritores echamos mano de los demás para contamos, de las
historias de los demás, de aquellos que de alguna manera constituyen nuestra vida, y los
convertíamos en próximos en la invención de estos mundos. Todos tan transeúntes de la
vida como de los libros.

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Ante mí tenía a Isaacs y a María como evocación. Pertenecían a lo que decidí llamar el
color de la memoria porque no eran otra cosa que la memoria del lector que deseaba ser
con ellos. Me hallaba frente a frente con mis lecturas, como si dijera: uno lee y escribe
para escribirse y leerse en un constante ejercicio de autocomprensión que sólo podemos
llevar a cabo con aquellos que han escrito o leído, para decir aquí estoy y como lector
busco acomodo entre la historia de lectores, o como escritor asumo la tarea de contar
desde la urgencia misma de las diversas interpretaciones que presenta el mundo en que
vivimos, y construyo una memoria que por momentos echa mano del olvido para
reconstruir por medio de la ficción otras historias.

Esa misma semana viajé de nuevo. Esta vez mi destino era una finca al lado del mar
Caribe. Sin turismo, sin ruido. Allí frente al mar volví a leer María.

De entrada se me plantearon diferentes asuntos: unos tocaban directamente a Isaacs


como hombre público y luego como escritor; otros, se detenían ante la novela y algunos
más frente al personaje de María; los últimos, pero no menos esenciales y sí vitales en la
articulación de ideas que de inmediato se me impuso, constituían la evocación de
novelas de otra época y de sus autores a quienes, como al mismo Isaacs, la vida había
plantado cara con decididas muestras de fatalidad que no dejaba de traslucirse en sus
obras. Una fatalidad que igual se identificaba en sus personajes y en el espacio histórico
en que narraban sus historias.

¿Qué era lo que en María me abrumaba y dejaba en mí una impresión extraña? Algo
acechaba de manera constante y hacía que pensara que las cosas en medio de ese mundo
que leía no podían ser tan rotundamente perfectas. El mundo narrado resultaba tan
premonitorio y poco idílico desde el comienzo que, de inmediato y sin tener muy claras
las razones, vinieron a mi mente dos novelas que he amado con una pasión renovada:
Bajo el Volcán, de Malcolm Lowry, y La montaña mágica, de Thomas Mann. (Algunos
me dijeron
¿por qué hablar de novelas que se encuentran tan lejanas a Isaacs? También oí esta
pregunta: ¿Por ventura eres un especialista en Isaacs?) Ambas preguntas las resolví de
un tajo: "soy un lector. Nada más".

Enfrentaba el hecho literario: ser con los demás en la escritura, en medio de todo lo que
brilla y opaca la vida que somos y construimos a fuerza de ficción. Ahora bien, ¿por
qué justamente asociar a María con esas dos novelas?

Volví días atrás en la memoria mientras recorríamos el Cementerio de San Pedro y


recordé la tumba de Isaacs sobria, sin demasiadas aristas y adornos. Como la muerte, sí,
como esa muerte que acecha desde el comienzo en su novela. No la muerte de María, ni
la de nadie en particular, simplemente la muerte en un siglo, en un país y en un
momento histórico especial: el derrumbe de la Hacienda como institución económica,
que conlleva entre otras cosas al despojo de los sueños.

Hay un contraste de una fuerza que avasalla y lo constituye, pasada la mitad de la obra,
el momento en que Efraín y su padre emprenden el regreso a casa, una vez son
conscientes de que los intereses económicos de la familia han sido tocados a fondo por
la ruina: el paisaje se describe con efusión de detalle, hay pájaros, árboles, flores,
viento, amanece en la cordillera y, en medio de todo Efraín reflexiona sobre el hecho

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

incontrastable cuando dice: "¡extraños habitan hoy la casa de mis padres!". Lo que
resulta bien interesante si se le considera desde un punto de vista particular: ¿qué ha
sucedido con el pasado? Nada hay que se resista a la fuerza de lo presente. La
narración, en ese sentido resulta reveladora y nos ofrece una idea bien clara del
conocimiento de Isaacs sobre las diferentes situaciones por las que pasaba el país. Es la
conciencia de la pérdida que ha venido alentando a través de la obra y se condensa
aquí, cuando a este hecho sucede, como una manera de cerrar el círculo de la derrota,
la enfermedad del padre de Efraín.

Es la enfermedad como respuesta a un mundo que no quiere asumirse con su compleja


red de hechos inevitables, reales en cuanto llevan en sí mismos la fuerza de los cambios
históricos y políticos y la urgencia de entrar en ellos o quedarse para siempre arraigado
en un pasado que nada ofrece. La enfermedad que casi es agonía: si no se pudo
transformar el mundo y se hubo de quedar a merced de cuanto sucede, el cuerpo no
halla otra salida distinta a la de claudicar ante lo irremediable. La fuerza del presente no
concede tregua y exige a todos estar atentos a lo que viene, como si de algún modo con
María comenzara a abrirse la puerta de la literatura moderna en esta tierra que venía de
soportar guerras y más guerras y, justamente ese desengaño total quisiera avisamos de
lo que vendría, y obligara a cambiar las formas de contamos la vida.
También estaba en mis pensamientos Isaacs combatiente radical, que debe salir de su
tierra natal y vaga casi desterrado por diversos rumbos de la patria; después, recordé a
Malcolm Lowry embarcado desde muy joven en una vuelta al mundo sin retorno: el
mezcal, el desamor, la muerte, amante perpetuo de México, un país que no quería que le
fuera ajeno y le era cada vez menos amable.

Escribir una novela en nuestros tiempos equivale a forjarse un lugar en el mundo y


tratar de conjugar las perspectivas del hombre que día tras día asume la desesperanza
como una posibilidad de vida. Es la urgencia de armar universo e inscribirlo en un
panorama que cambia a velocidades insospechadas. Sin duda Isaacs advirtió esto en
medio de los no muy felices avatares políticos que hubo de vivir: teje una historia
asentada en una realidad precisa, llena de insinuaciones, por instantes secreta, por
momentos abierta como el dolor que le sirve de fondo.

Mientras volvía a leer a María encontré la otra historia, la escrita por Thomas Mann y
que transcurre en medio de la nieve y de la enfermedad: ¿qué mejor escenario para
hablar del amor, de la guerra y de la muerte que un sanatorio para tuberculosos? Pensé
en Thomas Mann, obligado a vivir en el exilio por la intolerancia del régimen nazi, casi
deshecho el hilo que unía a su familia, una familia destrozada, muy probablemente, por
el mismo Mann y por la guerra.

Si algo deja en claro la literatura es que tenemos la obligación y la certeza de ser con los
demás a fuerza de convivencia y soledad. La lectura de estas obras permite advertir que
cada escritor construyó un destino harto particular y de este modo logró ser con su
época, y no permanecer ajeno a cuanto sucedía en torno suyo, porque para un escritor
resulta claro que allí donde se halle el rostro de los demás está de igual forma su rostro,
su voz, su destino.

Cada vez que cambiaba de capítulo en María, sabía bien que lo que rompía el ánimo no
residía en los hechos sino en aquello que acechaba detrás de ellos, no eran las historias,
ni el paisaje, ni la ventana abierta, ni las flores, sino la imposibilidad de retener esos

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

instantes lo que producía un desasosiego mayor: la urgencia de vivir lo presente como


un hecho irremediable frente a un mundo que se iba, precipitándose entre montañas,
engaños, viajes, cartas. Como si todos en la casa fueran conscientes de que aquello que
vivían constituía de suyo y para siempre una clara muestra de lo que se avecinaba.

De María, la mujer, no la novela, pasé a Yvonne, la mujer del cónsul Firmin en Bajo el
volcán - de Lowry y quien al igual que María escribe cartas, cartas dirigidas al cónsul
para recuperarlo y lograr que de alguna manera entienda la conveniencia de regresar
con ella; y, sin embargo, es posible pensar que ambas saben que el resultado de tales
cartas no ha de ser otro que la incomunicación definitiva, no tanto por las cartas en sí
mismas como por el destino en que se han embarcado y que las empuja a la disolución
definitiva de la relación en la muerte. El punto final de las cartas lo ponen los
destinatarios:

la soledad de Efraín y la determinación enloquecida del cónsul adentrándose en su


propio volcán, mientras repite una frase que parece ser un ¡eit - motiv de la novela: "no
se puede vivir sin amar".
Volví, asimismo, a Clawdia, la amada de Hans Castorp en La montaña mágica de
Thomas Mann, una mujer dotada de singular manejo de la ironía, y quien con la mejor
de las sutilezas se encarga de mostrar que mientras la montaña esté llena de locura, es
decir, del desenfreno que en la noche de Walpurgis genera el miedo a la enfermedad y
la muerte, es mejor no fiarse de ningún fuego fatuo, de ella misma, que representa el
deseo y la imposibilidad de alcanzarlo sin sucumbir.

Tal vez en María como personaje no encontremos el manejo de la palabra que uno
encuentra en las otras, pero esa carencia, es oportunamente reemplazada por los gestos,
las miradas, los signos, la presencia de su vida que llega y desaparece cuando menos se
espera. María como otro yo constante, el equilibrio que apura el dolor y afianza la
ausencia.

Quizá María no estuviera inmersa en las impredecibles marejadas de la pasión que


enloquecían a Yvonne de consternación frente a la muerte que intuía todo el tiempo, la
muerte ocasionada por el alcohol, la desolación, y la violencia del volcán que era la
tierra mexicana. Y quizá cuando escribía “... tal vez soy el ser más solitario de la
creación...”, no se hallara muy lejos de la desesperanza de María cuando escribía a
Efraín: “... si vienes, hallarás solamente una sombra de María; pero esa sombra necesita
abrazarte antes de desaparecer”.

Yvonne sabía tan bien como el cónsul Firmin arrebatado por la demencia que renovaba
con fervor de un místico entregado al mezcal, y a las imágenes siempre revividas de la
guerra española y de los círculos del infierno de Dante, que la “muerte y la verdad
podían hacerse rimar si fuese menester”. La muerte para Firmin semejante al “despertar
de un sueño en un lugar oscuro en el que... están presentes los medios de escape de otra
pesadilla”. Y así enredaba sus pasos por pueblos oscuros consagrados al culto de los
muertos, como si aparentemente, sólo aparentemente, permanecieran anclados en otra
época, en otro México.

María no tenía nada aparte de la certeza de la enfermedad, de la muerte y la separación


que había conocido (las historias de Nay, la muerte de Feliciana, las novelas de

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

Chateaubriand), las mismas que el lector sabe que son algunas de las claves que allanan
camino para construir la historia.

Recordé también la complejidad de las situaciones por las que los mencionados autores
habían pasado en los años cruciales de sus vidas: Isaacs enterrado en una ciudad extraña
que lo había acogido como suyo; Lowry de regreso a Inglaterra para beberse toda la
ginebra que le cabía en el cuerpo y que había de lIevarlo al sueño definitivo del mezcal,
del volcán y de la muerte, y Thomas Mann que en sus últimos días enfrenta la casi
disolución de la familia, el suicido de algunos de los suyos. Hay una soledad no dicha,
no siempre confesada en estas vidas.

Después, vinieron otras inquietudes: María se encontraba, sólo en apariencia, separada


del mundo, como si el resto de cosas no existieran y la vida fuera otro asunto:
murmullos de aves, paisajes y cuadros idílicos. Isaacs, sin embargo, nos tumba de un
modo brutal: nada menos idílico que la muerte constante de la esperanza; de otra parte,
el sanatorio del Berghoff en La Montaña mágica de Thomas Mann está aislado del resto
de Europa, pero la guerra y la misma muerte de cada día hacen que los pacientes, los
médicos y quienes los visitan, no pierdan el contacto con la realidad que produce esa
enfermedad aunque se entreguen al amor, a los juegos de azar, y a las disquisiciones
alrededor de la política y el futuro de Europa. Quizá por ello hablen tanto y de todo
cuanto se les antoja, como si pretendieran retardar la misma muerte, y el lenguaje
pudiera constituirse en un artificio para conjurar lo inevitable.

María era sutileza y palabras precisas, insinuación y galante coqueteo. Muy literaria, no
cabe duda, muy a la usanza de otros libros, comprometida con sus modelos, pero
formando parte de un mundo que rompe esa misma sutileza a punta de ausencias
reiteradas, de viajes, de partidas irremediables. Nada hay para ella, ni premios ni
abrazos, nada colma su desencanto. Página tras página todo se halla más lejano. El
amor no existe, no es más que devaneos. Del mismo modo que el cónsul e Yvonne en
Bajo el volcán entienden que el presente es un asunto más cercano al desvarío, no sólo
al desvarío producido por el mezcal sino el generado por la falta de comunicación, ese
otro síntoma de un siglo que amenaza con arrasar cuanto halla a su paso. Porque, en eso
parecen estar de acuerdo los tres autores, ¿qué es la guerra sino la incapacidad para
comunicarse? Presente y fin de los sentimientos: son los ciclos del alcohol, la
tuberculosis y las disquisiciones en torno de la enfermedad, y la imposibilidad de
asumirse dentro de un mundo enrarecido y oscuro que marca la vida.

El momento de amor, como bien lo saben Hans Castorp y Clawdia Chauchat, en La


montaña mágica, es sólo cosa de dos que se entregan y nada más que eso. Los portazos
de Clawdia cada vez que ingresa al comedor del sanatorio y su actitud soberbia, no
significan otra cosa que indicios del desespero más definitivo frente a la confusión que
causa el desencanto de una Europa que no puede ofrecer más que la guerra, y los
discursos de un fanatismo que embrutece. Atrás queda la soledad y la nieve por la que
se deslizan, del sanatorio del Berghoff y hacia el mundo exterior, los cadáveres en sus
trineos. Las tres novelas como un último y definitivo viaje: el de Efraín hacia la soledad,
el del cónsul al volcán, el de Hans Castorp rumbo a la locura de la guerra.

Fue una visita de una mañana al cementerio donde se halla la tumba de Isaacs, y luego
un poco más de una semana frente al mar con la memoria que pugnaba por recuperar el
color de estas historias y la articulación entre ellas lo que me permitió volver a María, a

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Memorias 1er. Simposio Internacional Jorge Isaacs

la realidad de un tiempo sin asidero, sin esperanza. Ahí hallé algunos de los problemas
esenciales de la condición humana convertidos en tres novelas que buscaban acomodo
en el mundo, que hablaban de un en apariencia reducido lugar, mientras al mismo
tiempo ampliaban su mirada al universo entero, el mismo que no podían cerrar jamás.

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