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«El delito de nacer)) calderoniano y la tradición sufí

Los conocidos versos del monólogo de Segismundo en La


vida es suefío de Calderón de la Barca sigue aún, a mi juicio,
sin esclarecer, aunque existe una bibliografía específica sobre el
tema.
Para tener claro desde el principio el verdadero significado
de la sentencia calderoniana -no siempre, según creo, recta-
mente interpretada por la crítica- copio a continuación las
primeras estrofas del célebre monólogo, en donde subrayo las
palabras clave:

Apurar, cielo s, pretendo


ya que me tratáis así,
qué delito cometí
crmtra vosotros naciendo,·
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor:
pues el delito mayor
del hMnbre es hab er nacido.
Sólo quisiera saber,
para apurar mis desvelos,
(dejando a una parte, cielos.
el delito de nacer)
qué más os pud e ofender,
para casti garme más.
(vv. 130-II8).
290 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

De otra parte, la sentencia no aparece sólo en La vida es


sueño. En otra obra del Calderón, Las manos blancas no ofen-
den, se repite el motivo temático:

En esta soledad y este


retiro fue mi crianza
del delito de nacer
una prisión voluntaria
(ecl. Aguilar, II, pág. 1086 b).

Y téngase en cuenta que, en la época de Calderón, la palabra


delito tenía el mismo valor peyorativo que hoy día, según se de-
duce de la definición de Covarrubias: "Latine delictum, pecca-
tum, a delinquo, is, quod qui peccat delinquit officiuan suu11t;
que si tomamos el vocablo en sumo rigor vale omissión, quando
uno faltó en hazer lo que devía. Pero delictú1n y peccatum, todo
significa una cosa" 1 •
Uno de los primeros, sin duela, que dedica un trabajo con-
creto al análisis del célebre monólogo fue Alfonso Reyes 2 . Como
señala este autor, hay en el monólogo ele Segismunclo dos ideas
centrales, la primera ele las cuales se concreta en la frase "el
delito mayor del hombre es haber nacido", y la segunda en el
estribillo "y teniendo yo más vida tengo menos libertad" 3 , pero,
como explícitamente declara Alfonso Reyes, se dedica, en este
trabajo, a estudiar solamente la segunda idea 4 . No obstante, el
autor, ele pasada, apunta que la primera idea -compendio del
pesimismo práctico- es, por lo menos, tan antigua como la fá-
bula ele Sileno y Mielas, y recuerda las lamentaciones ele Job '5 ,
anotación que servirá de base, como luego veremos, a ulteriores
estudios. De otro lado, el propio Alfonso Reyes recoge también,
en la segunda parte ele su trabajo, una actitud semejante ele

1 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o esPa-


Fíola, Madrid, r6r r ; edición facsímil preparada por Martín de Riquer.
Barcelona, 1943.
2 "Un tema de La v ida es sue1!o ", en Revista de Filología Española,
vol. IV, 1917, la parte, págs. r-25; 2.a parte, págs. 237-276.
3 Op. cit., pág. s.
4 Op. cit., pág. 6.
5 Op. cit., pág. s.
«EL DELITO DE NACE R» CA LDERONI AN O Y LA TRADICIÓN SUFÍ 2 91

P linio, quien, en traducción de Jerónimo de Huerta, afirma: "y


como por mal agüero comien<;a sn vida por prisiones y dolor;
y este mal le viene por aver nacido " 6 •
Posteriormente, M. Bataillon, en una nota, establece una re-
lación ele causalidad entre el pesimismo calderoniano y manifes-
taciones análogas de Erasmo: "Hay que añadir - dice M. Ba-
taillon- el Sennón ele Erasmo en la li sta ele los libros que con-
tribuyeron a vulgarizar en España esta visión pesimista del
hombre desarmado y desnudo entre las demás criaturas, tema
destinado a gran fortuna literaria hasta llegar al monólogo ele
Segismundo en La vida es suefío" 7 • Y esta nota de M. Bataillon
sirvió a F. Sánchez Escribano para desarrollar esta supuesta
influencia erasmiana en La vida es suefío 8 •
Finalmente, A. Porqueras Mayo, retomando la breve indica-
ción ele Alfonso Reyes, analiza con minuciosidad, a partir de
los testimonios bíblicos, el topos " no haber nacido ", generaliza-
do en la literatura española u. Y, de esta forma, A. Porqueras
cree indudablemente que el tema tiene un origen bíblico, espe-
cialmente a partir del libro de Job : "Pereat di es in qua natus
sum ... " (Job, III, 3). También Jeremías prorrumpe en invec-
tivas parecidas. N o hay que olvidar las famosas palabras de
Jesucristo, referidas a Judas: "bonum erat ei, si non esset natus
homo" (Marcos, XIV, 2 1) . Por otra parte, los autores griegos,
tales como Herocloto, Sófocles, Eurípides, Epicteto, etc., son
muy aficionados a esta fórmula, que pasa también a la literatura
latina: Cicerón, Plinio, Séneca y algunos más. El primer ejem-
plo en España, que cita A. Porqueras, aparece en la Vida de

Traducción de los libros de Ca·io Plinio Seg1mdo de la Historia


Nat1tral de los Animales, hecha por el Licenciado Gerónimo de Huerta,
médico y filósofo, Alcalá, I6o2-16o3, fol. 4v. Pasaje citado por Alfonso
Reyes, Op. cit., pág. 249.
7 Maree! Bataillon, Erasmo y Espaíía, traducción española, México-
Buenos Aires, 1950, vol. 1, pág. 329, n. s.
s F. Sánchez Escribano, "Sobre el origen ele 'El delito mayor del
hombre es haber nacido'", en R llnwuce N otes, 111, 1962, págs. 50-51
9 Porqueras Mayo, "Más sobre Calderón : 'Pues el delito mayor del
hombre es haber nacido"', en Seg1:smundo, 1, 2, 1965, págs. 275-299; y
"Nuevas aportaciones al topos 'no haber nacido' en la literatura españo-
la", en Seg·imm11do, III, 5-6, págs. 63-73.
292 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Santa, María Egipciaca, y desde entonces esta desolada queja


aparece ininterrumpidamente hasta nuestros días: Es muy fre-
cuente en la poesía del siglo xv; también emerge en la literatura
ascética y picaresca del siglo posterior, y, asimismo, en la lite-
ratura dramática. Conviene también destacar, según A. Porque-
ras, para este período, que Erasmo (tan influyente en toda Euro-
pa) la emplea varias veces. Finalmente, señala también Porque-
ras, que otros pesimistas del Barroco, como Quevedo y Gracián,
hacen a menudo uso ele la expresión que nos ocupa, para llegar,
como último eslabón ele la cadena, hasta nuestros días. En re-
sumen, para A. Porqueras, es en la voz ele Segismundo en quien
se polariza la tragedia, concreta, individual, ele nacer, en la que
Calderón pretende universalizar con resonancia ele tradición bí-
blica (Job) y ele cultura clásica (Plinio) y acaso también con la
ironía erasmiana, como quieren M. Bataillon y Fernánclez Es-
cribano.
Ahora bien, en todos los casos señalados por los diferentes
críticos citados hasta ahora, pero en especial en el topos a que
hace referencia A. Porqueras, no se trata ele la consideración
acerca ele la existencia ele un delito cometido contra Dios, como
explícita y repetidamente declara Calderón, sino ele la desgracia
o maldición ele haber nacido. He aquí una serie ele ejemplos
(los subrayados siempre son míos), todos ellos en relación cier-
tamente con la lamentación de Job ("pereat clies in qua natus
SUI11") :

Lo mejor es no nacer,
pero ya que seas nacido,
de presto ser conssumido.
{Del diálogo de Midas y Sileno, según
la tradición del Brocense).

J\,1 aJdize essa hora en que tu naqiste,


porque ssuo conseio non prisiste.
(Vida de Santa María Egipcia.ca)

Desdichada fue la hora


desdichado fue aquel día,
en que nací y heredé
«EL DELITO DE NACER» CALDERONIANO Y L A TRADI CI ÓN SUFÍ 293

la tan grande señoría,


pues la había de perder
todo junto y en un día.
(Romance de don Rodrigo, siglo xv)

N o sé si mejor fuera
nascer como soy nas(ido
o que jamás no nas(iera
por averte conocido.
(Lope ele Stúñiga, en Cancionero General)

Y lo que después ha sido


ha sido que so amador,
y so tal, que muy mejor
me fuera. ·no aver na..s(ido.
(Garcí Sánchez ele Badajoz)
Presumid quien tal pasava
st deviera ser nas(ido .
(Marqués ele Santillana)

¡O sy 1W(ido no fuera
para ser tan desdichado !
(Gómez Manrique)

"Del mundo me quexo porque en sí me crió " ( La Ce-


lest-ina).

"Y guay ele la puta que le cae en desgracia, que ·más


le vah:era no ser nac·i da" (La lo:;:ana andaluza).

"Allí cada uno dellos maldirá a su desastrada suerte,


y su desdichado nasri'l'ltiento" (fray Luis de Granada).

Pues mira, ¡cuánto mejor


fuera al hombre no nas,e·r
para tal pesar no ver,
corrio yo he visto, Señor !
(Micael ele Carvajal, Josefina)

Digo más mi culpa a vos


que me pasa ser nacido,
y con todo mi sentido
estoy tan fuera de Dios
como en este arte metido.
(Gil Vicente, La far(a dos físicos).
294 BOLETÍN DE LA REAL ¡\CADEJ\UA ESPAÑOLA

Es evidente, que una cosa es lamentarse ele haber nacido, a


causa ele los sufrimientos que la vida conlleva, como ocurre en
los ejemplos ahora citados, y otra muy distinta el estimar que
la propia existencia humana constituye un grave delito. Por eso,
teniendo en cuenta que un delito presupone cierta "culpa", al-
gunos críticos sugieren como fundamento explicativo del texto
calcleroniano la "culpa original". Pero esta última, según el dog-
ma cristiano, redimida, universalmente, por la crucifixión de
Cristo, e, individualmente, por el bautismo de los fieles, se con-
vierte en la "feliz culpa" ("o felix culpa, quae talem ac tactum
meruit habere Redemptorem" del himno litúrgico del E.xsultet),
que no justifica el pesimismo generalizado. Por esa razón A. Cil-
veti parece no aceptar la explicación del pecado original 10 , lo
mismo que A. Porqueras, quien afirma que es comprensible, en
un momento ele desesperación, desear no haber nacido, sin que
se aluda para nada al pecado original 11 . En todo caso, como bien
afirma E . Rull, en una amplia nota a los versos III -II2 de su
edición ele La vida es sueño, "la idea ele Calderón, por otra par-
te, es más concreta que la ele sus pretendidos antecedentes ; no
se trata de una desgracia o maldición por haber nacido, sino ele
un delito" 12 • Ahora bien, el motivo temático exacto de Calde-
rón es expresado, mucho tiempo antes, por un místico sufí his-
pano-musulmán, Ibn e Abbacl ele Ronda, quien, en su afán ele ne-
gación de todo lo que no es Dios, llega a citar, en su Tanbih, el
siguiente verso :

Tu existencia es el delito que supera todo delito ,


(t . I, pág. 97) 1s

es decir, "el delito mayor del hombre es haber nacido" . Pero


la importancia de este testimonio radica no sólo en la identidad

IO Angel Cilveti, El significado de "La v ida es sueíio ", Valencia,


1971, pág. JO.
11 Porqueras Mayo, "Más sobre Calderón", op. cit., pág. 289.
12 Calderón de la Barca, La vida es sueí'io (Co:m.edia, au.to :v loa) ,
edición, estudio y notas de Enrique Rull, Madrid, ed. Alhambra. 1g8o,
pág. II7.
13 Véase Paul Nwyia, lbn cA bbad de Ronda (IJJ2-I39 D) , Beyrut,
I9ÓI, pág. 113.
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semántica, en donde el elemento figurativo, en ambos casos, está


unido a ciertas elecciones léxicas estrictamente determinadas,
sino también en el hecho ele que el motivo temático está acOl-cle
plenamente con la teología islámica y en desacuerdo con la doc-
trina cristiana.
En tal sentido, puede decirse que la doctrina islámica se con- .
tiene en su totalidad en el tarct~hid o "afirmación de la Unidad
divina". Para el creyente ordinario, esta afirmación es el eje
evidente y sencillo ele la religión ; para el contemplativo es la
puerta que se abre a la realidad esencial. Si Dios es único, Dios
es el único ser, el único Agente; si no hay más divinidad que
Dios, no hay más ser que Dios, lo que se manifiesta en fórmu -
las que expresan que toda cosa no es sino un reflejo ele la divi-
nidad: "N o hay realidad si no es la Realidad" ; "N o ha fuerza
si no es la Fuerza"; "No hay verdad si no es la Verdad" 14 , ma-
nifestaciones que se encierran todas ellas en la sentencia sufí
que define la relación ele las cualiclacles con Dios : "Ni Él ni otro
que Él" (lii hu~ua wa la gayruhu) -:1'5. Así, pues, el místico mu-
sulmán busca instintivamente el núcleo central, el foco vivo ele
la religión islámica, en este dogma ele la unicidad divina, el taw-
hid, que tiene por correlato la nada absoluta ele todo lo que no
es Dios, como repetidamente se proclama:

"Pero, ¿acaso existe en la realiclacl lo que no es Dios,


único ser real y verdadero?" (Abü-l-H asan al-5a4:ili) 16 .
"Por los dos extremos, pues, tenemos la nada; luego
el hombre es nada" (ibid.).
"A lo que no es Dios no se le puede atribuir el ser real"
(Ibn "Ata 'Alláh).
"N o existe en verdad más ser real que Dios, pues los
otros seres son tan sólo pura ilusión" (Ibn e Abbacl de
Ronda).

14 Cfr. T. Burckhardt, Esoterismo ·islámico, Madrid, 1980, pág. 67.


l5 lbid., pág. 6g.
16 Esta cita y las que siguen proceden de M. Asín Palacios, Sadilies
y almrtbmdos, en A l-Andalns, IX (1944) , XVI (1951). Nueva edición,
Madrid, ed. Hiperión, 1990, págs. 357-361.
296 BOLETÍN DE LA REAL ACA DEMI A ESPAÑOLA

" Todo lo que no es Dios es pura nada o privación de


ser" (Ibn cAbbad de Ronda).
" Repugna, en efecto, a los contemplativos ver en la
realidad a otro ser que Dios" (Ibn e Abbad ele Ronda).
" De modo que la sola realidad necesaria y esencial es
la del Ser Uno, que es Dios cuya unidad es tal, que no pue-
de ser mayor ni más completa, y ele ella se sigue la inexis-
tencia real de todas las demás cosas" (Ibn e Abbad de Ron-
da).

Este no-ser, esta destrucción ele los seres es, en efecto, la


única vía para resolver la antinomia que se revela a la concien-
cia musulmana en su búsqueda de Dios, porque la misma exis-
tencia del hombre establece, en cierta medida, un límite al Ser
ele Dios, ele la misma forma que por su acción se erige en rival
del Creador para quien el obrar es una prerrogativa absoluta 17 .
Esta doctrina es la que justifica perfectamente la fórmula esta-
blecida en el verso citado de Ibn eAbbacl, según el cnal la exis-
tencia humana representa un delito contra el único Ser, que es
Dios. Ahora bien, falsearíamos el pensamiento de Ibn 'Abbacl si
interpretásemos su sentencia en un sentido maniqueo. La exis-
tencia sólo aparece como un crimen si el hombre se la apropia
como un bien, en lugar de negarla por el taw hid, es decir, la
profesión ele un Dios único 18 . La fe en la omnipotencia divina
sólo será pura y perfecta cuando el sufí renuncie a atribuir a
su acción propia toda realidad y toda eficiencia, y pase a con-
siderar como pecaminoso el instinto profundo que tiene todo ser
al pretender alcanzar la plenitud en la acción. De ahí, la doc-
trina del anonadamiento, que con ciertas restricciones acoge la
mística ortodoxa ele la España cri stiana de las Siglos de Oro,
y plenamente los quiet-istas y los alumbrados heterodoxos.
En el fondo, y en otro sentido, el pensamiento de Ibn cAbbacl
está más cerca del moni smo que del dualismo. La preocupación
por poner de relieve la unicidad divina, por razón del tawhid,
que excluye todo ser asociado ("aparcero ", que decían los mo-
riscos españoles del siglo xvr) a la divinidad, prohíbe, bajo

1 ~ Cf. Paul Nwyia, l bn cAbbad de R onda., Beirut, pág. 113.


18 Nwy ia, OP. cit., pág . II3, nota 1.
«EL DELITO DE NACER» CALDERONIANO Y LA TRADICIÓN SUFÍ 297

pena de "asociacionismo simulado" (as-sir!~ al-hafi), toda tm-


ciativa, toda acción, incluso el deseo mismo de aquello a lo que
está obligado : "Sólo se llega a Dios -dice lbn eAbbad- por la
supresión de las cualidades del alma y por el corte de los lazos
del corazón". Evidentemente, esta doctrina sufí está en los an-
típodas de San Pablo cuando escribe: "Nosotros somos los
cooperadores de Dios" (Dei enim sumus adiutores, I Cor. 3,
9), o "ya no sois extranjeros sino ... familiares de Dios" (ergo
iam nos estis hospites sed ... domestici Dei, Eph. 2, 20).
En resumen, el "delito de nacer" calderoniano no tiene nada
que ver con la pesimista lamentación por "haber nacido", a
causa de los pecados realizados o de los sufrimientos que la vida
conlleva. Por tanto, no tiene, como creo haber demostrado, nin-
guna relación con el topos, que analiza A. Porqueras, derivado,
en último término, de las lamentaciones bíblicas de Job y de
Jeremías. La sentencia de Calderón, por el contrario, coincide
semánticamente, como hemos visto, con otra de lbn cAbbad, y
esa sentencia está tan de acuerdo con la doctrina sufí como dis-
conforme con el dogma cristiano, por lo que en Calderón no
puede ser una fórmula espontánea sino necesariamente tomada
de la tradición mística musulmana, lo que no tiene por qué sor-
prendernos teniendo en cuenta algunas circunstancias especiales.
Como ya señalé, en otro trabajo anterior, Una leyenda orien-
tal y "La. vida es sueño" de Calderón de la Barca 19 , la literatura
de los moriscos españoles del siglo XVI y comienzos del xvn,
difundida en sus escritos o por vía oral, no constituye un com-
partimento estanco, pues si los moriscos conocieron y utilizaron
la literatura de los cristianos, éstos no permanecieron ajenos a
la literatura de aquéllos, que en ocasiones fue fuente en cuyas
aguas bebieron los autores de la España cristiana. Estas interre-
laciones explican la difusión de motivos temáticos en la litera-
tura española de los Siglos de Oro, pero difícilmente justifican
una influencia filosófica o teológica más profunda, como la que
se revela en la sentencia calderoniana, que aquí he analizado.
Pero también a través de la simbiosis de moriscos y cristianos,

19 En Studia in honorem prof. NI. Riquer, I, Barcelona, 1986, pági-


nas 299-31 l.
298 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

aunque por otro camino, son explicables esas influencias ele ma-
yor alcance intelectual, que ya puso ele relieve don Miguel
Asín Palacios, en sus importantes trabajos sobre Santa Teresa,
San Juan ele la Cruz o los místicos heterodoxo s, quietistas y
alumbrados. Pero, además de las razones expuestas por don Mi-
guel Asín, hay que tener en cuenta el significado ele los moris-
cos conversos, muchos ele los cuales poblaron nuestros conven-
tos, especialmente los ele las órdenes menores, y, llegada la ex-
pulsión ele los moriscos, fueron especialmente excluidos del
destierro aquellos que eran sacerdotes o profesaban en alguna
orden religiosa. En otra ocasión, al tratar de la influencia ele la
escatología musulmana en la Agonía y tránsito de la muerte de
Alejo Venegas, sin eluda morisco converso, puse de relieve que,
al incorporar a su obra elementos islámicos, trataba, como gran
número ele moriscos conversos, de establecer, tal vez incons-
cientemente, una aproximación del monoteísmo cristiano al mo-
noteísmo musulmán, que coadyuvara a resolver su ambivalente
condición 20 • Así, mientras que los moricos, que se mantienen
en su fe islámica, tienden a exponer, en sus escritos aljamiados
-como ha puesto ele relieve L. P. Harvey- un Islam no triun-
falista, hecho a la medida ele su especial andadura, desposeído
ele los aspectos religiosos menos aceptables por los cristianos 2 ' ,
los mori scos conversos tratan ele limar los apsectos del cristia-
nismo menos asimilables para ellos, con lo cual desde la otra
orilla, como en una especie ele quinta columna, están empeña-
dos casi en el mismo afán que sus hermanos musulmanes, afán
que nunca pudieron alcanzar, pues los cristianos nuevos toparon
con la Inquisición y los moriscos musulmanes fueron expulsados
ele España. Pero, en todo caso, dejaron tras sí una estela que
se reconoce ostensiblemente en el rico movimiento espiritual de
místicos ortodoxos y heterodoxos, característico de nuestros Si-
glos de Oro. Y naturalmente por el mismo camino debió pene-

2o Alvaro Galmés de Fuentes, "Alejo Venegas y la tradición moris-


ca", en Estudios Románicos, dedicados al pro/. Andrés Soria Ortega,
Granada, 1985, págs. 175-192.
21 L. P. Harvey, "Leyenda morisca de Ibrahim ", en NRFH, XXX,
rg8r, pág. rg.
«EL DELITO DE NACER>> CALDERONIANO Y LA TRADICIÓN SUFÍ 299

trar en Calderón la sentencia de Ibn "Abbad de Ronda, para


quien la propia existencia humana es el mayor ele los delitos,
según se deduce del tmwhid o profesión musulmana ele la unicidad
divina.

ALVARO GAU-IÉS DE FUENTES.


Universidad Complutense ele Madrid.

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