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Vínculo: relación intrasubjetiva e intersubjetiva

Tierno retoño de un tronco añoso. Ephraim Kishon

Introducción

Modalidades de vínculo en la familia

Referencias
LECCIÓN 1 de 4

Tierno retoño de un tronco añoso. Ephraim Kishon

El doctor había dicho que solo podrían ver a la madre y el bebé


los familiares más cercanos; por lo tanto, allá fuimos yo, el más
contento de todos los padres, mi querida suegra y, no iba a
dejarlos de lado en semejante ocasión, mis propios y amados
padres.

Mi suegra llevaba en una cesta dos gruesas mantillas para el


bebé, puesto que se encontraba en la certeza total de que en el
hospital se infiltraban temibles corrientes de aire. No dejaba de
repetir que ella ya había criado cinco hijos y, por lo tanto, se
encontraba en inmejorables condiciones de decidir qué era lo
mejor para el bebé. Mi madre, por su parte, no dejaba de
lloriquear y refregarse los ojos con un pañuelo. Al preguntarle yo
el motivo de su llanto me lanzó una mirada asesina y con un
tono de infinita conmiseración me explicó que nadie mejor que
ella para recordar a todos los familiares que ya habían partido
para no volver y no podían disfrutar de ese nacimiento. Dichas
estas palabras, rompió en sollozos estremecedores hundiendo
la cabeza entre las manos.
Nos acompañaban también el señor y la señora Freyler,
nuestros vecinos. Aunque vecinos es una palabra que no
alcanza para designar el fuerte lazo que unía a mi adorada
esposa y a mí con este encantador matrimonio. Por eso me
había parecido absolutamente natural que nos acompañaran en
este evento. No podía faltar la tía Berta, casi octogenaria, quien
apenas enterada del advenimiento de mi primer vástago me
había llamado por teléfono reconviniéndome por no haber sido
llamada para oficiar de comadrona. No me resultó fácil
explicarle que los tiempos habían cambiado y felizmente pareció
quedar más o menos conforme cuando la invité a visitar al niño.

Aparte de este grupo, solo se encontraban mi cuñada, la


amiga íntima de mi esposa y, por supuesto, mi jefe. Cuando
llegamos al piso en que se encontraba la habitación, una
enfermera se nos acercó en forma amenazante. Yo le arrojé
apresuradamente un enorme ramo de flores que traía y el resto
aprovechó para introducirse en la habitación de mi amada
esposa. Ella no se encontraba, pero… ¡Allí estaba mi hijo!

En realidad, yo vi una cuna y una sábana celeste, pero mi


querida suegra gritó: ¡Allí está mi nieto! ¡Me está sonriendo! Es
increíble, se ve que lleva mi sangre. Todos se abalanzaron sobre
la pequeña cuna; yo intenté echar una mirada a mi primer hijo,
pero fue en vano.
El señor y la señora Freyler dijeron en forma convincente que
el niño era igual a mí. No puedo negar que una ola de orgullo
paterno me cubrió por entero. En ese momento mi cuñada les
contestó que eso era una estupidez porque el niño tenía los ojos
intensamente azules igual que su madre.

Yo pugnaba por tener mi propia idea del asunto, pero era


imposible; estiré la cabeza lo máximo que pude, clavando el
codo en una costilla de la tía Berta y alcancé a ver un pedacito
de piel arrugada que no pude determinar a qué zona del cuerpo
pertenecía. Las lágrimas mojaron mis mejillas: ¡Ese niño lleva mi
marca!

La tía Berta, que se acariciaba el costado, exigió silencio.


Luego con voz grave sentenció: Tiene el paladar del difunto tío
Efraín, será escribano como él.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación y una


enfermera agitada exclamó: ¡Por fin! Van a disculpar, pero este
niño pertenece a la habitación de enfrente. Enseguida les traigo
el de ustedes.

Realmente creo que cuando la sangre habla nunca se


equivoca. (Berenstein, 1990, pp. 21-22).

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LECCIÓN 2 de 4

Introducción

A partir de este cuento, tomado como material clínico, propongo la siguiente


lectura para poder abordar los conceptos de relación intersubjetiva. Además,
en la lectura anterior, pensábamos cuál era la definición de vínculo tomando
diferentes acepciones, pero puntualizando en la conceptualización realizada
por Berenstein (2004), el cual la define de la siguiente manera:

El vínculo de (entre) sujetos […] supone atender al sujeto, al lugar


del otro y su diferencia con el objeto interno y con la noción de
objeto externo, así como tener en cuenta la realidad interna y su
relación con la realidad externa, la semejanza, la diferencia y la
ajenidad, la multiplicidad del sujeto. (Berenstein, 2004, p. 29).

Es decir, que, según el autor, el sujeto resulta de la investidura (esto es, la


carga, desde el punto de vista económico, y la cualidad con la que resulta
marcado el yo) del yo que se da a partir de los otros. La primera
representación con la que contamos como sujetos de la psique se forma a
través de la relación que tenemos con el encuentro con el cuerpo, es decir,
con las zonas erógenas del yo corporal, parcial y fragmentado en su forma
inicial, y también con las producciones de la psique materna. Esta es la
primera unión entre un vínculo, que comienza tal como lo definimos antes, y
una relación de objeto, que le corresponde como su registro psíquico. En este
caso, el vínculo externo precede a la relación de objeto.

El objeto de la pulsión es aquella entidad (ya sea externa al


cuerpo del sujeto o parte del mismo) que permite la descarga de
tensión pulsional, generadora de placer, a través de una
conducta consumatoria que constituye el “fin” de la pulsión. En
este contexto, el objeto es el elemento más variable de la
dinámica pulsional, ya que es infinitamente reemplazable.
(Freud, 1915, p. 29).

De esta manera, podemos suponer que el bebé en un primer momento no


registra su cuerpo como parcial, sino que podría ser un cuerpo total. Luego,
podría registrar esta totalidad como algo constituido en una unidad pensada
como integración, a la que el bebé debería llegar a posteriori.

Berenstein (2004) menciona que el niño pequeño no sabe que esta


parcialidad del cuerpo va a advenir en una totalidad a lo largo de su
desarrollo, es decir, no sabe que luego de la etapa oral, en la cual su boca le
permite comer, tener sensaciones de placer y displacer, así como conocer el
mundo circundante, devendrá lo anal y lo genital, lo cual permitirá más tarde
el logro de esta discriminación de objetos parciales en una totalidad
integrada.

De esta manera, podemos ver que esta teoría permitiría integrar los
elementos tanto internos como externos de la experiencia humana; los
primeros, correspondientes a la influencia de las relaciones interpersonales,
externas y, en cuanto a los segundos, corresponde a la relación sobre la
organización de las estructuras mentales, mundo interno; estas últimas son
determinantes de las nuevas relaciones interpersonales posteriormente en
la vida del niño.

Estas relaciones interpersonales permiten que se desarrollen dos


mecanismos fundamentales en la conformación de lo vincular, la
identificación y la imposición. Berenstein (2004) manifiesta que la
identificación es demandada no solo por el niño, sino también por otro, en
este caso, sus padres: “Deseo que seas como yo”, buscando características
de parecido o semejanza con ese otro significativo. Y el segundo mecanismo
que aparece es la imposición, la que se caracteriza porque los sujetos
vinculados se instituyen de su pertenencia a la relación y a la aceptación que
se es instituido por ella (“eres sujeto de esta relación porque perteneces a
ella”). Es decir, la imposición siempre es originaria, tanto en la infancia como
en la adolescencia y la adultez, en la constitución de pareja o familia; por lo
tanto, se da en el parentesco y en la pertenencia social (Berenstein, 2004).
En la adultez también se puede producir, por imposición de otro adulto, como
en una relación de pareja, que implica una suplementación de su yo-sujeto
constituido en la infancia e instituido nuevamente como sujeto de la relación
con ese otro adulto, es decir, sujeto del vínculo, en palabras de Berenstein
(2004).

Ambos mecanismos, identificación e imposición, conllevan una marca social


y cultural: en un principio, con los padres, y luego con otras personas del
medio social, estableciendo marcas inconscientes que en el bebé fundan el
psiquismo e influyen en la forma de ser y de pertenecer al mundo social, que
lo conforman en un sujeto social (Berenstein, 2004). Por lo tanto, podemos
pensar que el sujeto se sostiene en el vínculo con los otros sociales y en la
identidad del propio yo, los cuales aportan en la construcción de la
subjetividad. Utilizamos el término subjetividad en tanto proceso de
constitución del sujeto por estar determinado por el vínculo, desde el punto
de vista psicoanalítico. El sujeto es producido por el mundo interno, el de los
otros, el de la familia y el mundo social

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Modalidades de vínculo en la familia

En toda familia nos encontramos con una variedad de vínculos diferentes: el


matrimonial, el fraterno, el filial, el avuncular, etcétera (Berenstein, 2004),
pero solo puntualizaremos, en este caso, el vínculo de pareja y el de los
padres con el hijo o los hijos, que instituyen la subjetividad. En el vínculo de
pareja, los integrantes son dos sujetos que provienen de una estructura
familiar diferente, donde la diferencia sexual es un punto de partida
(Berenstein, 2004). Es importante aclarar que el reconocimiento jurídico de
parejas del mismo sexo en la actualidad presenta nuevas circunstancias en
el vínculo, en el sentido de la diferencia.

En cada pareja se da un primer momento de encuentro sexual y amoroso, en


el cual se unen esas diferencias iniciales y los constituyen como sujetos
singulares y específicos de ese vínculo; por lo tanto, podrán ser otro con este
otro, en dicho encuentro (Berenstein, 2004).

En cuanto al vínculo de estructura entre los padres y el hijo o los hijos, el autor
anteriormente citado menciona que los sujetos ocuparán lugares que le
marcarán una pertenencia y que investirán al yo, convirtiéndolos en lugares
propios, determinados de a pares y por el conjunto en la estructura de
parentesco. Con estos personajes de parentesco, el yo compone su relación
de objeto que retiene el carácter infantil de su constitución (Berenstein,
2001).

Figura 1: Vínculos familiares

Fuente: [Imagen sin título sobre vínculos familiares]. (s.f.). Recuperada de


https://bit.ly/3p6HMNZ

Por otra parte, en esta variedad de vínculos, ya sea de pareja o entre padres
e hijos, nos encontramos con diferentes modalidades: relación de objeto y
ausencia o presencia del otro, y la ajenidad del vínculo, que desarrollaremos
a continuación desde la mirada de Berenstein (2004). La presencia del otro
construye en el individuo un sector semejante, asimilado mediante la
identificación, la cual tiene mucho de lo imaginario y hace su apariencia
similar a ese otro que ofrece la trama identificatoria.
Cuando nace un niño, la primera pregunta que los familiares realizan es en
función de a quién se parece, lo que conforma una red de identificaciones en
relación con la semejanza. La relación de objeto con el pecho, bajo la
presencia de la figura materna, y la ausencia, en relación con la figura
paterna, permite la aceptación del alejamiento del sujeto materno o paterno
a partir de las experiencias fundantes.

Es importante diferenciar objeto externo y otro: el primero es el yo de quien


es objeto y el otro se opone al yo como su contrario, lo que lo enfrenta con
una ajenidad (Berenstein, 2004). Es decir, que este otro como su contrario lo
enfrenta al bebé con una ajenidad, algo del otro no se puede incorporar
porque termina siendo lo ajeno.

Así es como podemos pensar que el sujeto y el otro componen una situación
de dos que requieren operaciones distintas, y la imposición es una de ellas.
Es importante aclarar que la ajenidad no se puede simbolizar porque es un
registro del otro que no podemos inscribir como propio, es decir, no nos
pertenece, pero tratamos de que ocurra esta inscripción en el campo del
propio yo, lo que provoca la paradoja constitutiva del vínculo. Esta herida que
provoca el otro significativo en el sujeto posibilita dos salidas: por un lado, el
sujeto se resiste a esa ajenidad del otro, la rehúsa y se vuelve
narcisísticamente sobre sí mismo. Pero también puede iniciar el camino de la
desilusión y brindar la posibilidad de establecer un lugar nuevo, en el lugar de
la herida, con la presentación del otro como tal (Berenstein, 2004).
Esta relación que conforma el sujeto con lo ajeno posibilita el desarrollo de un
nuevo funcionamiento al no permitirse incorporar esta representación como
perteneciente al yo, y al no poder rechazarse y ubicarla fuera de este yo,
según el principio de placer y displacer. Entonces, podemos considerar que lo
ajeno se regula por el juicio de presencia, de modo que el yo es el que decide
si este otro puede pasar a ser ausente, es decir, ajeno, o tener presencia. La
presencia del otro no figura como representación en la interioridad del yo, en
tanto no se deja convertir en ausencia no pudiendo inscribirse (Berenstein,
2004). Desde nuestra perspectiva, podemos decir que la presencia que nos
impone una marca nos modifica y modifica a ese otro que incide en nosotros
como sujeto o, en el caso de ser nuestra presencia, incide en ese otro. Así es
que la relación que pueda producirse entre un sujeto depende de los
mecanismos de producción que se dan entre ambos y no solo de la acción de
uno de ellos (Berenstein, 2004).

Comparto una pequeña entrevista a Isidoro Berenstein, uno de los


fundadores del psicoanálisis vincular.

Video 1: Isidoro Berenstein

Isidoro Berenstein
Fuente: AUPCV Uruguay. (2019). Isidoro Berenstein. [Video de YouTube]. Recuperado de

https://www.youtube.com/watch?v=bHr2-_g53BY

Figura 2: Isidoro Berenstein

Fuente: [Imagen sin título sobre Isidoro Berenstein]. (s.f.). Recuperada de https://bit.ly/3n1O4gi
“No hay lugar para lo nuevo si no tiene lugar”.

Isidoro Berenstein

Daniel Waisbrot (2010) hace un interesante aporte, desde su trabajo


minucioso acerca de los escritos psicoanalíticos hasta abordar la mirada
vincular. Comparte que, desde los últimos treinta y cinco años, el
psicoanálisis fue interrogado en su solipsismo por una gran diversidad de
prácticas que fueron mostrando que el psiquismo no está cerrado sobre sí
mismo, y que, allí donde se encuentre un sujeto con otro, habrá afectación
subjetiva para ambos protagonistas de la escena. Más de un otro, entonces,
para decir que la intersubjetividad genera nuevas marcas subjetivas, que no
hay manera de seguir siendo el mismo que se era antes de ese vínculo, que
la presencia del otro produce inexorablemente una exigencia de trabajo
psíquico para alojar esa novedad.

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Referencias

AUPCV Uruguay. (2019). Isidoro Berenstein. [Video de YouTube]. Recuperado


de https://www.youtube.com/watch?v=bHr2-_g53BY

Berenstein. I. (1990). Psicoanalizar una familia. Buenos Aires, AR: Editorial


Paidós.

Berenstein, I. (2004). Devenir otro con otro(s): ajenidad, presencia,


interferencia. Buenos Aires, AR: Paidós Ibérica.

Berenstein, I. (2001). El sujeto y el otro: de la ausencia a la presencia. Buenos


Aires, AR: Paidós Ibérica.

Freud, S. (1915). Conferencias de introducción al psicoanálisis. 19.ª


conferencia: Resistencia y represión. Vol. XVI.

Imagen sin título sobre vínculos familiares. (s.f.). Recuperada de


http://amorigualarespeto.blogspot.com/2016/11/sabes-cuantos-tipos-
clasificaciones-de.html
Imagen sin título sobre Isidoro Berenstein. (s.f.). Recuperada de
https://www.intramed.net/evento.asp?contenidoid=76776

Waisbrot, D. (2010). Más de otro: variaciones y vacilaciones del dispositivo


psicoanalítico. Buenos Aires, AR: Psicolibro Ediciones.

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