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Lo vincular

Introducción
Para comenzar a hablar de la importancia y significado de lo vincular, se hace necesario retomar la definición de
psicoanálisis. Este, por un lado, se puede pensar como una praxis puramente clínica, debido a que incluye el
tratamiento de pacientes neuróticos en forma individual, y también como un corpus teórico que orienta dicho
tratamiento, como es la metapsicología (Berenstein, 2007).

Les propongo realizar un breve recorrido de historia del psicoanálisis para desde allí pensar los cambios que se
sucedieron.

A partir de pensar al psicoanálisis como praxis y corpus teórico, comienza en la década de los 40 a transferirse este
conocimiento a otros tipos de tratamientos o posibles encuadres, como es el caso de las familias, parejas y grupos.
Esto fue necesario sobre todo a partir del trabajo con niños, donde la entrevista con los padres se hizo importante.

En los diferentes tipos de tratamientos, sean individuales o grupales, ocurre un encuentro entre dos o más personas,
de acuerdo con la modalidad terapéutica que el profesional utilice. En el caso de los tratamientos, tanto de familia
como de pareja, los pacientes dejan de ser pacientes individuales para pasar a ser llamados, al decir de Berenstein
(2001), pacientes vinculares. De esta manera, comienza a vislumbrarse una nueva teorización sobre la noción de
vínculo, que en principio el psicoanálisis no tenía en cuenta. De este modo, se hizo la distinción en la relación de
objeto, es decir, la relación del sujeto con su mundo, para pasar a darle un lugar y especificidad, o sea, el vínculo de
(entre) sujetos.

Comparto una entrevista a Janine Puget, que, entiendo, es esclarecedora en muchos aspectos acerca del recorrido
que se planteó desde el psicoanálisis propiamente dicho al psicoanálisis vincular.

Pero ¿qué es el vínculo entre sujetos? Para Berenstein (2004),


Ello supone atender al sujeto, al lugar del otro y su diferencia con el objeto interno y con la noción de objeto externo,
así como tener en cuenta la realidad interna y su relación con la realidad externa, la semejanza, la diferencia y la
ajenidad, la "multiplicidad del sujeto". (p. 29).

Esta diferenciación entre vínculo en sentido amplio y vínculo de (entre) sujetos la retomaremos más adelante
para abordarla en su especificidad.

Vínculo en sentido amplio


El término vínculo tiene su origen en el latín y significa "unión o atadura de una persona o cosa con otra"
(Real Academia Española, 2017, https:// bit.ly/3evDb2Y). También podemos encontrar otras definiciones, pero
todas apuntan a unir, atar o sujetar cosas o personas. Esta definición nos sugiere una idea de relación estable, de unión
o ligadura entre ambas personas. Por lo que llamaremos vínculo a la estructura de tres términos, conformada por dos
polos, los dos yoes, o un yo y otro, y un conector o intermediario que dará cuenta de la ligadura.

A continuación, desarrollaremos esta definición, diferenciando relación de objeto y vínculo de (entre) sujetos.
Tomando los aportes de Berenstein (2007), en relación con el vínculo entre sujetos, él manifiesta que

Este resulta de la investidura del yo a partir de las zonas erógenas, es decir, del yo corporal, que es, en un
principio, parcial y fragmentado. En este caso, actúan como mecanismos la identificación, es decir, el deseo de ser
como el otro, o lo que podemos llamar investidura, que se refiere a la carga y a la cualidad con la que resulta
marcado el yo. (Berenstein, 2001).
Es importante tener en cuenta que la noción de vínculo no forma parte de los conceptos freudianos, como así
tampoco del léxico psicoanalítico de autores posfreudianos (Berenstein, 2007). Tampoco podemos encontrar una
noción de este término en el Diccionario de psicoanálisis, de Laplanche y Pontalis (2004), tan consultado por
estudiantes y personas que se acercan al estudio de esta práctica clínica.

De esta manera, haremos un recorrido de las diferentes definiciones sobre la noción de vínculo, desde distintos
autores psicoanalíticos.

Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, utilizó este término a lo largo de su recorrido teórico como ligazón o,
en alemán, como die Bindung, sin embargo, no utiliza el término de vínculo en el recorrido de todas sus obras. Al
hablar de ligazón, se refiere a una necesidad de trabajo psíquico para ligar las representaciones con los afectos, como
también las pulsiones o ideas. En otras obras, estas últimas son entendidas por él como ligaduras libidinales entre los
individuos por medio de la identificación (Freud, 1914).

También nos encontramos con otro autor que realizó importantes desarrollos a lo largo del psicoanálisis, como es
Winnicott (1971), quien alude al término refiriéndose a la coconstrucción del espacio entre la madre y el niño.
Además, puntualiza en la relevancia de diferentes nociones, como espacio y objetos transicionales. No debemos
olvidar la importancia en su obra del desarrollo de la relación del bebé con su madre, haciendo hincapié en la unión
madre/bebé, quienes en un comienzo están indiferenciados. Esta conceptualización es considerada un acercamiento a
la noción vincular desde las corrientes psicoanalíticas que abordan el estudio de los grupos, las parejas y las familias.

Les acerco esta pequeña biografía de Winnicott, que nos ayudará a puntualizar algunos conceptos.

Otro autor de suma importancia en este recorrido es Piera Aulagnier (1975), quien sienta las bases para los
desarrollos acerca del vínculo y las alianzas inconscientes (contrato narcisista) que pueden producirse en el encuentro
entre la psique de la madre y la del niño.

El primer autor psicoanalítico en mencionar el término vínculo fue Bion en 1992, para quien debe entenderse como
expresión del mecanismo de identificación proyectiva del niño con su madre y viceversa. Dicho autor empleó la
palabra vínculo en la relación del individuo con una función, como el pecho. Los desarrollos de este autor son
fundamentales para comprender el vínculo en la construcción del psiquismo, así como entre los grupos y de sujeto a
sujeto.

Por último, nos encontramos con Enrique Pichon-Rivière (1985), quien formuló el concepto de vínculo como una
estructura compleja que incluye a un sujeto, a un objeto y a la interrelación, que está acompañada de procesos de
aprendizaje y comunicación.

Vínculo entre sujetos

A través del recorrido de la lectura, podemos observar que hemos usado como base el término vínculo en el sentido
de una estructura inconsciente, la cual liga dos o más sujetos a los que determina a partir de una relación de presencia,
como menciona Berenstein (2007). Sin embargo, la noción de vínculo ha sido usada previamente por varios autores,
aunque con un sentido diferente. De ahí deriva lo que llamamos lo vincular (Berenstein, 2007).

Es decir, que tanto la identificación como la imposición primaria son con y desde el otro; inicialmente, los padres
respecto de un bebé, en quien establecen marcas inconscientes en la fundación de su psiquismo y ayudan a conformar
una forma de ser. Es importante aclarar que los padres no son las únicas personas significativas en el desarrollo de este
proceso. Berenstein (2007) menciona que

Un vínculo significativo produce marcas inconscientes y originarias propias de la pertenencia a esa relación, como
puede ser el caso de una relación de pareja, es decir, de un adulto respecto a otro, estableciendo una suplementación
de su yo-sujeto constituido en su infancia e instituido nuevamente como un sujeto en la relación de pareja, es decir,
como sujeto del vínculo. El desear ser (correspondiente a la identificación) y el deber ser (referente a la imposición)
llevan una fuerte impronta social y cultural que transforman a aquel, así, en un sujeto social. (Berenstein, 2007).

Así, se produce tanto un yo escindido como un sujeto múltiple e indeterminado, es decir, se es sujeto en la relación
con el yo corporal y lo pulsional, pero también en el vínculo con el otro y con lo social. Por lo tanto, el sujeto se sostiene
en el sentimiento de pertenencia al vínculo y al sentimiento de identidad inherente al yo, aportando ambos a la
construcción de la subjetividad. El mundo interno, el de los otros y el social son tres mundos distintos. El sujeto es
producido por la articulación de diferentes mundos, es decir, por el mundo interno, el de los otros significativos y el
social o cultural. De esta manera, podemos decir que somos en relación con los otros.

En la lectura siguiente, abordaremos en profundidad los conceptos de identificación e imposición.

A modo de resumen, les dejo un esquema para pensar la dimensión vincular.


Relación intrasubjetiva (formación objetal, intraterritorial del aparato psíquico), representación, sueños, fantasías.

Relación intersubjetiva (yo – otro yo, extraterritorial, vínculo), amor, odio, ternura, agresión, sentimientos.

Relación transubjetiva (yo-macrocontexto), valores, creencias, ideologías, principios morales).


Vínculo: relación intrasubjetiva e intersubjetiva

Tierno retoño de un tronco añoso. Ephraim Kishon


El doctor había dicho que solo podrían ver a la madre y el bebé los familiares más cercanos; por lo tanto, allá
fuimos yo, el más contento de todos los padres, mi querida suegra y, no iba a dejarlos de lado en semejante ocasión,
mis propios y amados padres.

Mi suegra llevaba en una cesta dos gruesas mantillas para el bebé, puesto que se encontraba en la certeza total de
que en el hospital se infiltraban temibles corrientes de aire. No dejaba de repetir que ella ya había criado cinco hijos y,
por lo tanto, se encontraba en inmejorables condiciones de decidir qué era lo mejor para el bebé. Mi madre, por su
parte, no dejaba de lloriquear y refregarse los ojos con un pañuelo. Al preguntarle yo el motivo de su llanto me lanzó
una mirada asesina y con un tono de infinita conmiseración me explicó que nadie mejor que ella para recordar a todos
los familiares que ya habían partido para no volver y no podían disfrutar de ese nacimiento. Dichas estas palabras,
rompió en sollozos estremecedores hundiendo la cabeza entre las manos.
Nos acompañaban también el señor y la señora Freyler, nuestros vecinos. Aunque vecinos es una palabra que no
alcanza para designar el fuerte lazo que unía a mi adorada esposa y a mí con este encantador matrimonio. Por eso me
había parecido absolutamente natural que nos acompañaran en este evento. No podía faltar la tía Berta, casi
octogenaria, quien apenas enterada del advenimiento de mi primer vástago me había llamado por teléfono
reconviniéndome por no haber sido llamada para oficiar de comadrona. No me resultó fácil explicarle que los tiempos
habían cambiado y felizmente pareció quedar más o menos conforme cuando la invité a visitar al niño.

Aparte de este grupo, solo se encontraban mi cuñada, la amiga íntima de mi esposa y, por supuesto, mi jefe.
Cuando llegamos al piso en que se encontraba la habitación, una enfermera se nos acercó en forma amenazante. Yo le
arrojé apresuradamente un enorme ramo de flores que traía y el resto aprovechó para introducirse en la habitación de
mi amada esposa. Ella no se encontraba, pero… ¡Allí estaba mi hijo!

En realidad, yo vi una cuna y una sábana celeste, pero mi querida suegra gritó: ¡Allí está mi nieto! ¡Me está
sonriendo! Es increíble, se ve que lleva mi sangre. Todos se abalanzaron sobre la pequeña cuna; yo intenté echar una
mirada a mi primer hijo, pero fue en vano.
El señor y la señora Freyler dijeron en forma convincente que el niño era igual a mí. No puedo negar que una ola
de orgullo paterno me cubrió por entero. En ese momento mi cuñada les contestó que eso era una estupidez porque el
niño tenía los ojos intensamente azules igual que su madre.

Yo pugnaba por tener mi propia idea del asunto, pero era imposible; estiré la cabeza lo máximo que pude, clavando
el codo en una costilla de la tía Berta y alcancé a ver un pedacito de piel arrugada que no pude determinar a qué zona
del cuerpo pertenecía. Las lágrimas mojaron mis mejillas: ¡Ese niño lleva mi marca!

La tía Berta, que se acariciaba el costado, exigió silencio. Luego con voz grave sentenció: Tiene el paladar del
difunto tío Efraín, será escribano como él.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación y una enfermera agitada exclamó: ¡Por fin! Van a disculpar,
pero este niño pertenece a la habitación de enfrente. Enseguida les traigo el de ustedes.

Realmente creo que cuando la sangre habla nunca se equivoca. (Berenstein, 1990, pp. 21-22).

Introducción
A partir de este cuento, tomado como material clínico, propongo la siguiente lectura para poder abordar los
conceptos de relación intersubjetiva. Además, en la lectura anterior, pensábamos cuál era la definición de vínculo
tomando diferentes acepciones, pero puntualizando en la conceptualización realizada por Berenstein (2004), el cual la
define de la siguiente manera:
El vínculo de (entre) sujetos […] supone atender al sujeto, al lugar del otro y su diferencia con el objeto interno y con
la noción de objeto externo, así como tener en cuenta la realidad interna y su relación con la realidad externa, la
semejanza, la diferencia y la ajenidad, la multiplicidad del sujeto. (Berenstein, 2004, p. 29).
Es decir, que, según el autor, el sujeto resulta de la investidura (esto es, la carga, desde el punto de vista
económico, y la cualidad con la que resulta marcado el yo) del yo que se da a partir de los otros. La primera
representación con la que contamos como sujetos de la psique se forma a través de la relación que tenemos con el
encuentro con el cuerpo, es decir, con las zonas erógenas del yo corporal, parcial y fragmentado en su forma inicial, y
también con las producciones de la psique materna. Esta es la primera unión entre un vínculo, que comienza tal como
lo definimos antes, y una relación de objeto, que le corresponde como su registro psíquico. En este caso, el vínculo
externo precede a la relación de objeto.
El objeto de la pulsión es aquella entidad (ya sea externa al cuerpo del sujeto o parte del mismo) que permite la
descarga de tensión pulsional, generadora de placer, a través de una conducta consumatoria que constituye el “fin” de
la pulsión. En este contexto, el objeto es el elemento más variable de la dinámica pulsional, ya que es infinitamente
reemplazable. (Freud, 1915, p. 29).
De esta manera, podemos suponer que el bebé en un primer momento no registra su cuerpo como parcial, sino que
podría ser un cuerpo total. Luego, podría registrar esta totalidad como algo constituido en una unidad pensada como
integración, a la que el bebé debería llegar a posteriori.

Berenstein (2004) menciona que el niño pequeño no sabe que esta parcialidad del cuerpo va a advenir en una
totalidad a lo largo de su desarrollo, es decir, no sabe que luego de la etapa oral, en la cual su boca le permite comer,
tener sensaciones de placer y displacer, así como conocer el mundo circundante, devendrá lo anal y lo genital, lo cual
permitirá más tarde el logro de esta discriminación de objetos parciales en una totalidad integrada.

De esta manera, podemos ver que esta teoría permitiría integrar los elementos tanto internos como externos de la
experiencia humana; los primeros, correspondientes a la influencia de las relaciones interpersonales, externas y, en
cuanto a los segundos, corresponde a la relación sobre la organización de las estructuras mentales, mundo interno;
estas últimas son determinantes de las nuevas relaciones interpersonales posteriormente en la vida del niño.

Estas relaciones interpersonales permiten que se desarrollen dos mecanismos fundamentales en la conformación de
lo vincular, la identificación y la imposición. Berenstein (2004) manifiesta que la identificación es demandada no solo
por el niño, sino también por otro, en este caso, sus padres: “Deseo que seas como yo”, buscando características de
parecido o semejanza con ese otro significativo. Y el segundo mecanismo que aparece es la imposición, la que se
caracteriza porque los sujetos vinculados se instituyen de su pertenencia a la relación y a la aceptación que se es
instituido por ella (“eres sujeto de esta relación porque perteneces a ella”). Es decir, la imposición siempre es
originaria, tanto en la infancia como en la adolescencia y la adultez, en la constitución de pareja o familia; por lo tanto,
se da en el parentesco y en la pertenencia social (Berenstein, 2004).
En la adultez también se puede producir, por imposición de otro adulto, como en una relación de pareja, que
implica una suplementación de su yo-sujeto constituido en la infancia e instituido nuevamente como sujeto de la
relación con ese otro adulto, es decir, sujeto del vínculo, en palabras de Berenstein (2004).

Ambos mecanismos, identificación e imposición, conllevan una marca social y cultural: en un principio, con los
padres, y luego con otras personas del medio social, estableciendo marcas inconscientes que en el bebé fundan el
psiquismo e influyen en la forma de ser y de pertenecer al mundo social, que lo conforman en un sujeto social
(Berenstein, 2004). Por lo tanto, podemos pensar que el sujeto se sostiene en el vínculo con los otros sociales y en la
identidad del propio yo, los cuales aportan en la construcción de la subjetividad. Utilizamos el término subjetividad en
tanto proceso de constitución del sujeto por estar determinado por el vínculo, desde el punto de vista psicoanalítico. El
sujeto es producido por el mundo interno, el de los otros, el de la familia y el mundo social

Modalidades de vínculo en la familia


En toda familia nos encontramos con una variedad de vínculos diferentes: el matrimonial, el fraterno, el filial, el
avuncular, etcétera (Berenstein, 2004), pero solo puntualizaremos, en este caso, el vínculo de pareja y el de los padres
con el hijo o los hijos, que instituyen la subjetividad. En el vínculo de pareja, los integrantes son dos sujetos que
provienen de una estructura familiar diferente, donde la diferencia sexual es un punto de partida (Berenstein, 2004).
Es importante aclarar que el reconocimiento jurídico de parejas del mismo sexo en la actualidad presenta nuevas
circunstancias en el vínculo, en el sentido de la diferencia.

En cada pareja se da un primer momento de encuentro sexual y amoroso, en el cual se unen esas diferencias
iniciales y los constituyen como sujetos singulares y específicos de ese vínculo; por lo tanto, podrán ser otro con este
otro, en dicho encuentro (Berenstein, 2004).

En cuanto al vínculo de estructura entre los padres y el hijo o los hijos, el autor anteriormente citado menciona que los
sujetos ocuparán lugares que le marcarán una pertenencia y que investirán al yo, convirtiéndolos en lugares propios,
determinados de a pares y por el conjunto en la estructura de parentesco. Con estos personajes de parentesco, el yo
compone su relación de objeto que retiene el carácter infantil de su constitución (Berenstein, 2001).
Paradojas de lo vincular
Por otra parte, en esta variedad de vínculos, ya sea de pareja o entre padres e hijos, nos encontramos con diferentes
modalidades: relación de objeto y ausencia o presencia del otro, y la ajenidad del vínculo, que desarrollaremos a
continuación desde la mirada de Berenstein (2004). La presencia del otro construye en el individuo un sector
semejante, asimilado mediante la identificación, la cual tiene mucho de lo imaginario y hace su apariencia similar a
ese otro que ofrece la trama identificatoria.

Cuando nace un niño, la primera pregunta que los familiares realizan es en función de a quién se parece, lo que
conforma una red de identificaciones en relación con la semejanza. La relación de objeto con el pecho, bajo la
presencia de la figura materna, y la ausencia, en relación con la figura paterna, permite la aceptación del alejamiento
del sujeto materno o paterno a partir de las experiencias fundantes.

Es importante diferenciar objeto externo y otro: el primero es el yo de quien es objeto y el otro se opone al yo
como su contrario, lo que lo enfrenta con una ajenidad (Berenstein, 2004). Es decir, que este otro como su contrario lo
enfrenta al bebé con una ajenidad, algo del otro no se puede incorporar porque termina siendo lo ajeno.

Así es como podemos pensar que el sujeto y el otro componen una situación de dos que requieren operaciones
distintas, y la imposición es una de ellas. Es importante aclarar que la ajenidad no se puede simbolizar porque es un
registro del otro que no podemos inscribir como propio, es decir, no nos pertenece, pero tratamos de que ocurra esta
inscripción en el campo del propio yo, lo que provoca la paradoja constitutiva del vínculo. Esta herida que provoca el
otro significativo en el sujeto posibilita dos salidas: por un lado, el sujeto se resiste a esa ajenidad del otro, la rehúsa y
se vuelve narcisísticamente sobre sí mismo. Pero también puede iniciar el camino de la desilusión y brindar la posibilidad
de establecer un lugar nuevo, en el lugar de la herida, con la presentación del otro como tal (Berenstein, 2004).
Esta relación que conforma el sujeto con lo ajeno posibilita el desarrollo de un nuevo funcionamiento al no permitirse
incorporar esta representación como perteneciente al yo, y al no poder rechazarse y ubicarla fuera de este yo, según el
principio de placer y displacer. Entonces, podemos considerar que lo ajeno se regula por el juicio de presencia, de
modo que el yo es el que decide si este otro puede pasar a ser ausente, es decir, ajeno, o tener presencia. La presencia
del otro no figura como representación en la interioridad del yo, en tanto no se deja convertir en ausencia no pudiendo
inscribirse (Berenstein, 2004). Desde nuestra perspectiva, podemos decir que la presencia que nos impone una marca
nos modifica y modifica a ese otro que incide en nosotros como sujeto o, en el caso de ser nuestra presencia, incide en
ese otro. Así es que la relación que pueda producirse entre un sujeto depende de los mecanismos de producción que se
dan entre ambos y no solo de la acción de uno de ellos (Berenstein, 2004).

Comparto una pequeña entrevista a Isidoro Berenstein, uno de los fundadores del psicoanálisis vincular.

“No hay lugar para lo nuevo si no tiene lugar”. Isidoro Berenstein


Daniel Waisbrot (2010) hace un interesante aporte, desde su trabajo minucioso acerca de los escritos
psicoanalíticos hasta abordar la mirada vincular. Comparte que, desde los últimos treinta y cinco años, el psicoanálisis
fue interrogado en su solipsismo por una gran diversidad de prácticas que fueron mostrando que el psiquismo no está
cerrado sobre sí mismo, y que, allí donde se encuentre un sujeto con otro, habrá afectación subjetiva para ambos
protagonistas de la escena. Más de un otro, entonces, para decir que la intersubjetividad genera nuevas marcas
subjetivas, que no hay manera de seguir siendo el mismo que se era antes de ese vínculo, que la presencia del otro
produce inexorablemente una exigencia de trabajo psíquico para alojar esa novedad.

Introducción
El concepto de paradojas en psicoanálisis
El tema de las paradojas ha sido abordado desde diferentes marcos teóricos y, por lo general, en el intento de
explicar modalidades vinculares productoras de efectos específicos. La escuela de Palo Alto (1967) […] Winnicott
(1971), Anzieu (1975) […] y muchos otros han abordado esta problemática desde ángulos que han permitido
esclarecer cuestiones clínicas, cuestiones técnicas y cuestiones teóricas. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
A partir de la siguiente viñeta clínica, los invito a pensar el recorrido que Janine Puget (1992) hace de este
tema.
Juan debe llegar a las 20 hs a cenar, pero es sabido que su trabajo no le permite programar un regreso a su casa a
hora fija. Marta se siente orgullosa del trabajo de Juan. Pero dice que la armonía familiar depende de la hora de llegada
de Juan. Juan se siente culpable e intenta arreglar sus horarios, pero, al sentirse culpable por algo no realizado,
experimenta malestar y llega reprochando o de mal humor. Ella necesita que él esté para conformar una ilusión de
familia ideal y de lo contrario se siente fracasada. Él se siente culpable por su entusiasmo laboral que es vivido como
abandono por Marta. Marta no siente entusiasmo por nada y no puede soportar el entusiasmo de Juan, si bien necesita
de su entusiasmo. Juan debe ser exitoso para conformar el ideal de Marta. Pero entonces no está a las 20 hs. Si hace un
esfuerzo denodado para estar, Marta triunfa sobre él y en ese mismo momento fracasa su ideal, pues dejó de ser
inaccesible a su dominio. Juan al sentirse culpable de algo irracional y no cometido busca el castigo o maltrata. Por lo
tanto, cuando llega a las 20 hs se duerme o está silencioso o por lo contrario intenta contar cuestiones atinentes a su trabajo,
lo que es vivido por Marta como una demostración de su propia inutilidad.

Él la impotentiza con sus éxitos y al mismo tiempo ella lo necesita exitoso para ser.
Ella lo impotentiza con sus exigencias y al mismo tiempo él la necesita exigente para ser valorado por ella. (Puget,
2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

Bleger ha encarado el tema de las paradojas al proponer el concepto de ambigüedad. Corresponde, desde esta
teoría, a un componente primitivo de la personalidad que se mantendría siempre en actividad. En él la contradicción
no es conflictiva y tan solo deviene conflicto cuando un otro lo denota [lo señala].

El referente empírico [la muestra real] de dicho aspecto primitivo es el que se revela en aquellas personas que se
manejan primordialmente con funcionamientos ambiguos. Cuando estos se dan en un vínculo, este se organiza de tal
modo que uno de los miembros del mismo sostiene sin conflictos una contradicción, produciendo en el otro malestar o
confusión.

También puede ocurrir que ambos miembros sostengan sin malestar una ambigüedad y causen confusión en un
tercero, como sucede por ejemplo en familias en las cuales el tercero confundido es el o los hijos. En la
transferencia-contratransferencia, el analista es el tercero capaz de experimentar confusión, o, algunas veces, sin darse
cuenta, sostiene con su paciente un dilema donde coexisten contradicciones que generan distintos tipos de impasses
[callejones sin salida]. […]
A la luz de la teoría vincular [énfasis agregado] es un concepto potencialmente rico en consecuencias. Sin
embargo, para comprender el alcance de este fenómeno, puede ser útil explicitar lo que entiendo por paradojas en el
marco teórico en el cual me manejo, o sea, el que toma en cuenta la construcción de la identidad de un sujeto inserto
en sus vínculos.

Emplearé el concepto de paradoja como equivalente a un tipo de dilema que encierra una contradicción la que a su
vez es definitoria de un vínculo y por lo tanto inherente a la constitución del sujeto. Dicho dilema tiene, entonces,
como característica que el contener términos contradictorios sea condición necesaria de una configuración vincular. El
intento ilusorio de resolver el estado de tensión creado por la paradoja promueve tanto el crecimiento vincular y el
deseo de conocer como el estancamiento y parálisis encerrante.

Entonces, sea la paradoja constitutiva de una estructura o pertenezca a una parte primitiva del aparato psíquico que
nunca desaparece, en ambos casos lleva a considerar la existencia en la mente o en los vínculos de aspectos
contradictorios.(Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

Diferencia entre conflicto y paradoja


Por una cuestión fundamental clínica y teórica, es necesario diferenciar los conceptos de conflicto y paradoja. El
término conflicto entiende la presencia de tendencias opuestas cuya solución dependerá del empleo de fórmulas donde
se articulen de la mejor o peor manera los opuestos. En la solución de un conflicto tiene que jugarse una transacción y
una decisión donde prive un elemento sobre otro. Los conflictos creados en el escenario donde se ponen en acción
tendencias de amor y odio hacia una misma persona se resuelven mediante la posibilidad de generar un estado que
posibilite la articulación de ambos, como por ejemplo la ambivalencia hacia un mismo objeto. (Puget, 2002).
El concepto de paradoja lleva a sostener la existencia simultánea de un par de opuestos como condición necesaria
de una estructura, siendo su solución imposible, no porque no tenga, sino porque el tema no es la solución por
reducción, sino la utilización dinámica de la misma. La paradoja crea un estado de tensión necesaria y todo lo que es
pensado como solución, encubre o la disolución de la estructura, o la creación de un ideal que anularía la tensión
insoportable, anulando uno de los términos contradictorios. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

En este punto la autora hace referencia específicamente a las paradojas lógicas y a las lingüísticas.

Lo que se entiende por solución de una paradoja lógica, o sea, la coexistencia de una afirmación y su contrario
lleva la necesaria creación de otro nivel que abarque a ambos. Ese otro nivel interrumpe la circularidad del planteo.
Por ejemplo, no se puede pertenecer y no pertenecer a una misma clase, siendo entonces necesario crear otro nivel
lógico que abarque tanto a los conceptos que pertenecen como los que no pertenecen a la misma clase. […]

En lo que se refiere a las paradojas lingüísticas […] la afirmación incluye su negación. (Puget, 2002,
https:// bit.ly/2GCPkqp).

En cuanto a nuestro interés, en el ámbito clínico, en el discurso del paciente y en este caso de las parejas, tenemos
numerosos ejemplos: “Te impongo ser espontánea”, “Sé que mentís, pero contame la verdad”, “Contame todo”. […]
Es posible sustentar que las paradojas lingüísticas tienen su fundamento en las paradojas lógicas constitutivas del
vínculo.

Las paradojas producen síntomas o por lo contrario crean un estado dinámico que da acceso a otros desarrollos.
(Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
Si tenemos en cuenta que la contradicción es inherente a la formación del vínculo, "es importante detectar aquellos
síntomas que tienen como fuente las paradojas fundantes o que se expresan con paradojas lingüísticas". (Puget, 2002,
https:// bit.ly/2GCPkqp).
Roussillon estudió el tema de las paradojas, en especial aquellas incluidas en la teoría de Winnicott. Además, se ha
ocupado de paradojas a las cuales postula como paradigmáticas de algunos cuadros psicopatológicos. Este autor
menciona “la paradoja de la culpabilidad de la inocencia” a la cual presenta como la organizadora principal de la
reacción terapéutica negativa y de la necesidad de castigo. También se ocupa de la paradoja del "amor destructivo"
como centro de las transferencias pasionales y de la paradoja del "recuerdo de lo que no fue experimentado" que
concierne dos modalidades paradojales de las transferencias narcisistas. (Puget, 2002,
https:// bit.ly/2GCPkqp).

La pareja matrimonial como vínculo paradojal


Esta autora puntualiza acerca de "las paradojas fundantes y por lo tanto inevitables para la constitución del
vínculo" (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp). De ellas depende sentimientos de malestar o desesperanza o bien
de omnipotencia cuando desde algún lugar se cree factible encontrar soluciones. (Puget, 2002).

Una de las dificultades de la vida en pareja depende de las paradojas, la inestabilidad y el pasaje brusco de un
estado a otro, y la ilusión que constituir una pareja resolverá el malestar vinculado con un sentimiento de soledad. En la
medida que reaparece este sentimiento de soledad compartida, nunca cumplimentado con el armado de una pareja,
puede llegar a maltratar, destruir y despreciar lo que es el motivo dela desilusión. (Puget, 2002).

"De la paradoja también depende la fragilidad del erotismo en su doble condición de permitido y prohibido" (Puget,
2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

Desde la perspectiva psicoanalítica vincular, la pareja es pensada como estructura inconsciente, donde las
posiciones de esposo y esposa están interrelacionadas por reglas de funcionamiento primarias y donde esos lugares
habrán de ser llenados por los personajes reales. En la medida que esta estructura inconsciente pueda organizar y
resolver el tema de la diferencia y lo que trae aparejado para el logro del placer, para el establecimiento de la cadena
genealógica y para la construcción permanente de la identidad, es pensada como una entidad necesaria.(Puget, 2002).

Todo vínculo se forma sobre una paradoja. […] Para que un sujeto pueda ocupar efectivamente un lugar en la
estructura matrimonial es necesario que haya en su inconsciente una representación de la pareja […] también llamado
“objeto pareja”. Ese objeto pareja habla de transformarse en objeto pareja compartido, lo que en sí requiere la puesta
en actividad de mecanismos paradojales: compartir lo incompartible. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
La autora nos refiere quela pareja, como entidad clínica, aparece en el trabajo terapéutico como un espacio donde
lo insoportable no se vive como tal,

donde el maltrato no lleva a la ruptura del vínculo, donde lo que fue elección se transforma en obligación, donde lo
prescindible se torna imprescindible, donde el amor pasional incluye destructividad y al mismo tiempo es fundante del
vínculo, donde la estabilidad se convierte en deterioro anulando toda creatividad, donde la sexualidad permitida
impotentiza y se opone a lo erótico […] donde por fin la obligación de pertenecer y la posibilidad de elegir tienen su
máxima expresión y simultáneamente se tornan fuente de sufrimiento.

Las paradojas inherentes a la pareja tienen como condición la producción que el marco estable impida a sus
miembros “salirse” de este. Por lo tanto, el marco estable imprime a algunas afirmaciones contradictorias su carácter
de “sin salida”. Cuando la no salida es fuente de una angustia insoportable se intenta paliar dicho malestar. Entonces,
surgen soluciones tales como un salirse que no es un salirse, sino un ubicarse en un espacio “fuera” calificado como de
infracción o transgresión a los principios reguladores de la pareja. Por ejemplo […]la institución simultánea de un
doble encuadre, el de amante y el matrimonial, lo cual es pensado como infidelidad. (Puget, 2002, https://
bit.ly/2GCPkqp)

Obligación de pertenecer-opción de elección


"Se crea la ilusión de poseer una representación a la cual se llama 'la pareja'[…] como si fuera algo más allá de los
miembros que la componen". (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

Una proposición fundante que deriva de la cuestión de la pertenencia es "la obligación de pertenecer y la simultánea
opción de elección, lo que equivale a decir que elegir es una obligación. 'Debo elegir lo que me obligan a aceptar'"
(Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
Es obligatorio ocupar un lugar y por lo tanto pertenecer a la entidad pareja, siguiendo modelos impuestos y al
mismo tiempo es obligatorio elegir cómo pertenecer, desobedeciendo [recreando] modelos impuestos y creando
nuevos. Es obligatorio, puesto que la representación pareja proviene de tres imposiciones: social, intersubjetiva y
pulsional, pero es imprescindible desobedecer dichas imposiciones para poder elegir y para que se efectúe el pasaje
dela endogamia a la exogamia. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
Por desobedecer, la autora entiende que

Implica elegir fuera del marco de lo impuesto. Pero esto es un imposible, dado que se pertenece por definición a un
impuesto. El arte para resolver esta paradoja sin solución consiste en crear otro espacio donde hacer suyo desde el
deseo lo que en otro momento solo es conocido como impuesto. Ni someterse totalmente a modelos conocidos ni
rehusar totalmente dichos modelos. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

En la clínica podemos ver, que

Hay parejas que resuelven con más eficacia este dilema y otras que terminan siendo una prolongación con poca
transformación de la familia de cada uno de los miembros de los esposos. Como en la práctica esto resulta casi
imposible sin grandes resignaciones de aspectos vitales, el intento de lograr evitar las rupturas necesarias producirá
síntomas. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
Puget, propone la creación de un nuevo concepto ante la paradoja pertenecer y no pertenecer, aquel que contenga a
esposos y a no esposos, que no es lo mismo que solteros. Este concepto contiene todo lo que en la pareja corresponde
al no esposo o a la no esposa, en tanto negativo de esposo y esposa. Esto tiene que ver con admitir que en un vínculo
de pareja hay aspectos compartidos y compartibles y otros no compartibles. (Puget, 2002).

Fusión-separatividad
Esta constituye otra paradoja fundante.
"La fusión anula la distancia entre dos yoes y crea un vínculo, y al mismo tiempo sin distancia no hay vínculo. Esta
paradoja da lugar […] a funcionamientos pasionales o enloquecedores" (Puget, 2002, https://
bit.ly/2GCPkqp) cuando no es tolerada como factor complejizante del vínculo. Además, "sin separatividad, sin que el
otro ocupe el lugar de otro posible, no hay vínculo" (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp). Entonces, fusión-
separatividad, imprescindible-posible son pares opuestos, condición del vínculo. (Puget, 2002).

El componente pasional del vínculo engendra la ilusión de imprescindibilidad. El objeto de deseo se torna en
objeto de necesidad. Lo que fue elección se torna en imposición. Por otra parte, sin este elemento pasional, fusional,
no hay pareja matrimonial. Sin idealización no hay enamoramiento y la idealización ya en sí misma conlleva una
distorsión vincular donde prima lo fantasmático. […]
“Sin ti no puedo vivir y contigo me voy muriendo”.(Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
Dentro de la clínica, "es frecuente que los miembros de una pareja afirmen verdades opuestas y sin embargo
tengan razón" (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp), ya que esas "verdades opuestas provienen de diferentes
puntos de vista, de diferentes momentos o de diferentes registros. No debieran producir malestar si no hubiera un
presupuesto de unicidad" (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

"El origen del malestar es la negación de la paradoja como condición necesaria para la permanencia del
vínculo" (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

Una dificultad para el aparato psíquico es admitir que para “ser” es necesario un otro y es necesario pertenecer a un
vínculo. Complementariedad y semejanza llevan a la constitución de un vínculo, pero, al mismo tiempo, dicha
complementariedad y dicha semejanza tienden a anular la bidireccionalidad del vínculo. (Puget, 2002, https://
bit.ly/2GCPkqp).

Robar-recibir, dar lo que le arrancan


A partir del intercambio necesario para que los esposos se transformen en tales, deviene otra paradoja fundante que
refiere a la situación de que se “debe robar a otro lo que el otro quiere dar”. (Puget, 2002, https://
bit.ly/2GCPkqp).

Si nos posicionamos desde el movimiento edípico, y en cómo una hija y un hijo se transforman luego en esposos,
podemos pensar la paradoja mencionada. (Puget, 2002).

El que quiere devenir esposo debe querer robarle la hija a un padre y simultáneamente proponerse como receptor
de un don. El padre debe aceptar que le robe la hija y al mismo tiempo debe desear entregarla. La hija debe desear
separarse del padre, pero solo lo puede hacer mediante una amenaza, que es la de quedar […] ligada a él en un vínculo
frustrante y seductor. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).
Este movimiento[…] [dado] por un dar, recibir, robar puede hacer síntoma de múltiples maneras. Una de ellas es “si
te lo pido y me lo das, no lo quiero porque necesito quitártelo. Si me lo das cuando no te lo pido me siento obligado/a.
Si me obligas a aceptar lo que deseo quedó […] alejado del reproche, lo que me aleja de un estado narcisista
ilusorio” (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

Exigir al otro que esté donde no puede estar asegura al yo que no ha dañado, que no domina al otro, que por lo
tanto el vínculo se mantiene, que el otro es autónomo, lo que lleva a reprocharle su autonomía y a desear
dominarlo. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp).

A partir de lo desarrollado por esta autora acerca de las paradojas constitutivas del vínculo, retomemos la viñeta
que se expuso más arriba.

Encierra algunas de las paradojas mencionadas. […] Fusión que incluye imprescindibilidad: Juan debe estar;
separatividad: Juan tiene su propia vida. Obligación de ocupar un lugar en el sistema familiar y obligación de elegir
cómo hacerlo desde deseos […] coincidentes y contrarios. (Puget, 2002, https:// bit.ly/2GCPkqp)
Pareja matrimonial: alianzas inconscientes. Indicadores o parámetros definitorios

Introducción
Para poder abordar las alianzas inconscientes compuestas por pactos y acuerdos, les propongo leer atentamente las
siguientes viñetas, para poder pensar el tema de la presente lectura.

María, 40 años; Juan, 42 años. Quince años de casados.


Presentan como motivo de consulta que María no aguanta más al esposo; ella le reprocha haber tenido que trabajar
mucho para contribuir al mantenimiento de la familia. Ella está cansada de esta vida sacrificada y culpa a su cónyuge.

Es significativo que María haya reaccionado justo ahora. Desde que se casó y aún antes, trabajó, siendo más bien el
trabajo una necesidad personal.

Ocurre que hace pocos meses falleció el padre de María, con el cual ella mantenía una relación muy estrecha.
Muerto este, le hace cargos y reproches al marido por la vida que le hace vivir. Juan clama desesperado y confundido,
siente que María le hace los mismos reproches y le demanda lo mismo que antes al padre. Él se siente impotente de
satisfacerla.

Ricardo, 25 años; Paula, 23 años. Después de un apasionado romance de seis meses, deciden convivir.

El motivo manifiesto de la consulta es que desde ese momento las peleas y los reproches son constantes. Por
ejemplo: Ricardo rechaza las prácticas religiosas de Paula, que según dice la sumen en la pasividad y le quitan
energías para buscar trabajo y colaborar con la manutención de la casa. Además, él es ateo y no tolera las ideas
místicas de su mujer. Paula, por su lado, le aclara que ella es practicante desde hace cinco años, mucho antes de
encontrarse con él y que así la conoció Ricardo. La crisis sobreviene con la llegada del hermano de Paula desde el
exterior, personaje al cual Paula estaba fuertemente ligada

Contrato inconsciente, pactos y acuerdos


El encuentro de dos psiquismos abiertos, como lo vemos en un vínculo de pareja, implica una modificación de los
funcionamientos individuales, de manera que los funcionamientos en ambos se determinan recíprocamente y la
sintomatología y los funcionamientos en uno surgen, se sostienen, intensifican o desaparecen en relación con el
contexto vincular. A partir del concepto de “trama interfantasmática”, podemos pensar el funcionamiento vincular y
su complejización.

Spivacow (1999) conceptualiza a la trama interfantasmática como una unidad de funcionamiento psíquico
multipersonal dentro de la cual se producen entre ambos psiquismos nudos de facilitaciones e inhibiciones que abarcan
a ambos, articulaciones estables, en que la posición subjetiva de uno está sostenida por la de otro. Estas articulaciones
son entramados de condicionamientos recíprocos, llamados contratos inconscientes, que delimitan y fijan
bilateralmente los posibles funcionamientos. Explican por qué en un vínculo singular se dan cierto tipo de conductas,
mientras que, en otro vínculo, la misma persona despliega otro tipo de conductas. Los contratos inconscientes son
los conectores del entre-dos en que bilateralmente se deciden las leyes ocultas del funcionamiento
vincular.
Consolidan algunos modos de ser en el vínculo y excluyen otros. Determinan el “modo de ser” de la pareja.

En el trabajo clínico, una de las tareas consiste en mostrar lo estructural y reiterativo en el funcionamiento del
vínculo. En cuanto a lo estructural de la trama interfantasmática, los contratos inconscientes son la columna vertebral.
Allí se despliegan los acuerdos, los pactos y las colisiones.

Un acuerdo estipula el intercambio de contenidos preconscientes y ramificaciones inconscientes que son aceptados
por ambos sujetos. Organizan las compatibilidades, aquello que las parejas llaman lo compartido.

Los pactos organizan los contenidos y funcionamientos que quedan silenciosamente por fuera del intercambio
preconsciente-consciente en virtud de la angustia que generan en algunos de los polos y que deben permanecer
excluidos de lo consciente-preconsciente porque así lo necesita la homeostasis del vínculo.
En síntesis, los contratos inconscientes constituyen el entramado vincular por donde se establecen los acuerdos,
que determinan lo positivo y los pactos que determinan lo negativo del vínculo, lo que debe ser silenciado. Los pactos
son el correlato intersubjetivo de las defensas intrasubjetivas. Constituyen en el vínculo como sistema, “lo
inconsciente del vínculo”, con su organización y leyes.
En lecturas anteriores mencionamos diferentes acepciones de vínculo, en donde la subjetividad ponía los límites al
yo, en ocasiones incluyendo a otros, mecanismo propio de la identificación. También se ha hecho mención de que estos
espacios se podían extender a otros, como el de lo intrasubjetivo, lo intersubjetivo y lo transubjetivo.

Podríamos pensar en la pareja matrimonial como una estructura vincular que une o liga a dos personas o a dos yoes
que poseen una característica particular y diferenciada de otros vínculos: la indisoluble unión de parentesco.

Ante esto, nos cabe preguntarnos: ¿qué es una pareja matrimonial? ¿Solo están unidos los yoes por una unidad de
parentesco? Tomando los aportes de Berenstein y Puget (2001), podemos pensar a la pareja matrimonial como una
estructura vincular entre dos personas de diferente sexo a partir de su formación.

Este tema ha sido reformulado y desarrollado por diferentes disciplinas, como la sociología, la antropología, el
psicoanálisis, entre otras; y ha adquirido en cada contexto social su especificidad.

La pareja es considerada tradicionalmente como el origen de la familia, desde la mirada convencional. Si tomamos
los aportes psicoanalíticos, podemos pensar que la pareja es un desprendimiento de la familia, y origina modelos de
yoes en donde el deseo toma un lugar fundamental, ya que este se transmite en el tiempo y se transforma en el deseo
de tener hijos, formar una familia a partir del sentimiento de haber sido un hijo deseado por sus propios padres a
través de la identificación.

Desde el psicoanálisis, el matrimonio se puede entender como una posible manera de formar un vínculo, con
características propias como la estabilidad y complementariedad de la diferencia de los sexos. Cabe realizar una
aclaración: en la actualidad nos encontramos con parejas matrimoniales del mismo sexo con la característica de
estabilidad, por lo que la definición de pareja matrimonial es un requisito de este tipo de diádica en oposición a las que
no son matrimoniales.

Berenstein y Puget (2001) definen diferentes parámetros, como la cotidianidad, el proyecto vital compartido, las
relaciones sexuales y la tendencia monogámica, que dejan en claro la especificidad de esta forma particular de
vincularse. Estos parámetros, constantes y presupuestos por ambos partícipes de la pareja, dan sentido al campo de lo
permitido o de lo prohibido, de acuerdo con cada modelo sociocultural en que se encuentran inmersos.

La creación de este objeto pareja compartido por ambos surge de la conjugación de los representantes que cada
uno tiene de la posición esposo o esposa tomada de su infancia, de modo que adquiere un significativo contenido.

Dichos parámetros crean relaciones contractuales, al decir de Berenstein y Puget (2001), como los acuerdos y
pactos inconscientes, lo cual es observable en el tratamiento psicoanalítico con parejas

Parámetros definitorios de la pareja matrimonial


Mencionamos con anterioridad cuatro especificaciones: la cotidianidad, el proyecto vital compartido, las relaciones
sexuales y la tendencia monogámica, las cuales desarrollaremos a continuación.
Cotidianidad

Implica un nivel de complejidad mayor, el cual no solo define lo espacial o temporal, sino también los
intercambios diarios que se dan entre los individuos. Con esto proponemos un lugar simbólico del vínculo de
los dos yoes, asiendo lugares mentales y vinculares que poseen una cierta fijeza, es decir, aquellas relaciones
establecidas sin necesidad de que sean redefinidas todos los días. Además, podemos pensar esta cotidianidad
como un organizador de encuentros o desencuentros, estableciendo modalidades de relación primaria como
marcas impresas en el carácter del yo, adquiridas en tiempos tempranos de la vida que fueron incorporados a la
identidad del sujeto. Encontramos, por ejemplo, ritmos, formas y modalidades de orden, limpieza o
alimentación, por nombrar solo algunos. Muchas veces caemos en el discurso del “yo soy así”, y adoptamos un
sentido compartible o no compartible por otro. En este segundo caso, es una oportunidad de armonizar
criterios a través de pactos para transformarse en una modalidad de pareja. Es esperable que en esta modalidad
de psicoterapia de pareja aparezcan diversas dificultades productoras de angustia, como puede ser la
imposibilidad de ser incluido en el vínculo de pareja, la cual es compartida por ambos integrantes, o la
dificultad que se encuentra al pactar y aceptar las diferencias de cada uno en función de su
personalidad, para llegar a conformar un proyecto vital compartido. Por lo tanto, la estabilidad de la
cotidianidad o la inestabilidad de lo azaroso de la vida de cada uno en pareja remiten, en muchas ocasiones, a
quejas o reproches que se vuelcan en terapia.
Proyecto vital compartido

Cuando hablamos de proyecto vital compartido, pensamos en la acción de unir o reunir representaciones de
realización o logros de un tiempo futuro (Berenstein, y Puget, 2001). Uno de los primeros proyectos vitales
que comparte la pareja es un tiempo y espacio determinado. También pasan a tener un lenguaje compartido
con significados específicos para ambos que ningún otro puede dar. Esta creación de un vínculo nuevo
permite la realización de otros vínculos. Este proyecto vital compartido tiene como una característica
permanente el pasaje a la cotidianidad, lo que permite la reformulación de nuevos proyectos en la pareja,
siendo uno de ellos la posible –ya sea real o simbólica– creación de hijos. Pero esto es acompañado muchas
veces de crisis y movimientos, renovación o reformulación de nuevos proyectos, por lo que se vuelve
necesario establecer un nuevo encuadre. Todo este proceso puede ser generador de ansiedades, emociones
depresivas para uno o ambos miembros, dificultades en relación con la realización de nuevos proyectos.
Cuando un proyecto se pierde, deja de ser compartido. Esta crisis que se produce en el vínculo se patologiza y
produce un sufrimiento que lleva a la búsqueda de un tratamiento en caso de no poder resolverlo y buscar un
proyecto compartido por ambos.
Relaciones sexuales

Definidas por Berenstein y Puget (2001), son las que se producen por la interrelación de los órganos
genitales, como el pene en los varones y la vagina en las mujeres. También deben tenerse en cuenta
otras zonas corporales que pueden intervenir y se subsumen a la actividad genital. Es importante, para que
haya relaciones sexuales, la aceptación de las diferencias y el papel de la otra persona para el logro del placer.
Los autores anteriormente mencionados manifiestan que la necesidad de otro se liga a la aceptación de la
propia incompletitud (Berenstein, y Puget, 2001). Son variadas las dificultades sexuales que pueden aparecer
en relación con esto, como la presencia de elevados montos de ansiedad de castración, en el varón, o de
vaciamiento, en la mujer. También puede darse una dificultad en el modelo de intercambio sexual, de
complementariedad, sin transformación para otros intercambios, lo cual puede ocasionar conflictos en otras
áreas. Estas dificultades sexuales pueden ser percibidas en el habla, es decir, en el lenguaje utilizado por los
miembros de la pareja cuando se refieren a otros temas o a la imagen masculina y femenina en la pareja
matrimonial. Mientras se acepte la diferencia y complementariedad, puede que el parámetro de la relación
sexual sea asintomático.
Tendencia monogámica
En un matrimonio hace referencia a la peculiaridad simbólica de preferencia en cualidad de único objeto.
Cabe aclarar que esto puede desplazarse a otros objetos, es decir, la monogamia ampliada. Desde la
metapsicología, en la estructura de objeto único, el yo puede confundir el tener una relación de permanencia y
estabilidad con otro yo y tomarlo como realización de la relación con el objeto único ilusorio del inconsciente
(Berenstein, y Puget, 2001). Es decir, que la tendencia monogámica puede tener diversas complejidades, como
el intento de definir la relación con un objeto único, de características ilusorias, o también con un objeto
amoroso y único en el cual conviven diferentes aspectos, algunos de los cuales pueden ser no compatibles.
Asimismo, cualquiera de estos parámetros puede tener una categoría polivalente, lo cual en ocasiones puede
producir conflictos, aunque estos serán tolerables y no llegarán a la desestructuración del vínculo.

 A partir del recorrido de este material, nos cabe preguntarnos, en las breves viñetas presentadas,
¿cuál es alianza inconsciente que sostiene a estas parejas y empiezan a develarse ante la crisis de la pareja?
¿Cuáles creen son los acuerdos y pactos que estas parejas han suscripto para que el vínculo tenga lugar?
Ambas parejas muestran una fuerte alianza a la familia de origen, unos al padre, otros al hermano,
mudanza inexorable que no se ha realizado de manera adecuada y, en los momentos de crisis (muerte,
convivencia), aparece a manera de angustia, intentando borrar las diferencias y desconociendo los acuerdos
previos. Algo del sostenimiento de las familias de origen que no puede ser elaborado ante la presencia del otro
que utiliza el reproche como llamado a la vuelta original, allá cuando esta pareja se conformó.
Del enamoramiento al amor. Conflictos y trabajos psíquicos en el vínculo de pareja
15
LECCIÓN

A partir de la lectura de la letra de la canción "Fuiste tú" de Ricardo Arjona, te invito a pensar el recorrido por el
que atraviesa una pareja desde el enamoramiento al amor.

Fuiste tú Tenerte fue una foto tuya puesta en mi cartera Un beso y verte hacer pequeño por la carretera Lo tuyo fue la
intermitencia y la melancolía
Lo mío fue aceptarlo todo porque te quería Verte llegar fue luz, verte partir un blues
Fuiste tú De más está decir que sobra decir tantas cosas O aprendes a querer la espina o no aceptes rosas
Jamás te dije una mentira o te inventé un chantaje Las nubes grises también forman parte de paisaje Y no me veas así,
si hubo un culpable aquí
Fuiste tú Que fácil fue tocar el cielo la primera vez Cuando los besos fueron el motor de arranque Que encendió la luz
que hoy se desaparece Así se disfraza el amor para su conveniencia Aceptando todo sin hacer preguntas
Y dejando al tiempo la estocada a muerte
Nada más que decir Solo queda insistir
Dilo Fuiste tú
La luz de neón del barrio sabe que estoy tan cansada Me ha visto caminar descalza por la madrugada Estoy en medio
del que soy y del que tú quisieras Queriendo despertar pensando cómo no quisiera Y no me veas así, si hubo un culpable
aquí
Fuiste tú Que fácil fue tocar el cielo la primera vez Cuando los besos fueron el motor de arranque Que encendió la luz
que hoy se desaparece Así se disfraza el amor para su conveniencia Aceptando todo sin hacer preguntas
Y dejando al tiempo la estocada a muerte
Nada más que decir
Solo queda insistir
Fuiste tú Que fácil fue tocar el cielo la primera vez Cuando los besos fueron el motor de arranque Que encendió la luz
que hoy se desaparece Así se disfraza el amor para su conveniencia Aceptando todo sin hacer preguntas
Y dejando al tiempo la estocada a muerte
Nada más que decir Si quieres insistir
Fuiste tú (Arjona, 2011, https:// n9.cl/o4n13).

Concepción del amor


Muchas veces, el enamoramiento es confundido con el amor. Por ello, es necesario diferenciarlos.
Amor y enamoramiento son dos modos de funcionamiento diferentes mentalmente. El amor incluye un espacio
para el desencuentro que supone la aceptación de la distancia entre dos seres, de la no coincidencia y de la no
posesividad. Es decir, el amor implica un trabajo psíquico dificultoso porque requiere de una elaboración de la
posesividad omnipotente, la cual es propia de los funcionamientos narcisísticos primitivos. Este trabajo psíquico debe
hacerse en relación con la elaboración de la frustración, del proceso secundario y del placer postergado.

Por el contrario, el enamoramiento se apoya en los funcionamientos psíquicos más primitivos y es el motor de la
tendencia pasional, siendo sus retoños productos del inconsciente (Spivacow, 2005). Por otro lado, el amor tiene sus raíces
en el inconsciente y sus retoños funcionan en relación con el principio de realidad, es decir, que el motor del amor es
la tendencia realista o sensata. Por ello, los fenómenos alucinatorios están más restringidos al enamoramiento.

Para Freud (2010) el amor es “originariamente narcisista, después pasa a los objetos que se incorporaron al yo
ampliado, y expresa el intento motor del yo por alcanzar esos objetos en cuanto fuentes de placer” (p. 133). Es
importante aclarar que Freud se propuso distinguir variantes del amor en diferentes momentos de su obra. Compara,
por ejemplo, el amor maternal con el amor de pareja y observa que el amor de la madre para con su hijo puede ser
prevalentemente desprendido. Esto produce una renuncia narcisista que no ocurre en el amor de pareja.

Según Spivacow (2005), el amor de pareja es demandante y también posesivo, ya que aspira a mantener al amado
en la órbita narcisista del amante. Además, en este tipo de amor, por presencia o ausencia, la relación genital o coito es
un eje importante al considerar a la pasión y a la posesión narcisista. Cabe aclarar que tanto hombres como mujeres
aman de distintas maneras. También hay diferentes concepciones del amor en las diferentes edades y épocas de la
vida: adolescencia, juventud, adultez o vejez. También, de acuerdo con las distintas etapas de la vida de pareja, los
sujetos se aman de distinto modo.

Del enamoramiento a la elección conyugal


16
LECCIÓN

El pasaje del enamoramiento a la elección conyugal es una forma de relación institucionalizada, la cual requiere de
ciertos procesos psíquicos. Esto lleva a pensar si hay alguna especificidad que diferencie la elección conyugal de otros
enamoramientos.
Según Spivacow (2005), en una relación institucionalizada hay una importante contribución del otro al equilibrio
personal y a la organización defensiva del yo. Es decir, en la elección del otro va a ser importante tanto la atracción
sensual y erótica como la seguridad que este otro proporciona al yo, ya que no convoca aspectos de la personalidad que
la organización defensiva ha necesitado excluir de su repertorio. Este compañero tiene características que ayudan a
reforzar los mecanismos de defensa que se ponen en acción ante todo aquello que es generador de angustia en el
individuo. Se elige en él otras características que no despertarán la pulsión disruptiva para el yo. En las relaciones en
que el predominio defensivo es grande, el otro es elegido aun cuando no brinde satisfacciones de la vida sexual. La
relación continúa porque el sujeto brinda al otro una seguridad interior que contribuye a la homeostasis narcisista. Si
esto no sucede, suele ocurrir la ruptura.

Otra característica que se debe considerar en la elección conyugal es que el sujeto se enamora no solo de los rasgos
físicos o de la personalidad, sino también de lo que hace a la pertenencia cultural y social del otro (Spivacow, 2005).
Esto da cuenta de la importancia del enamoramiento en sesión y del proyecto de duración en la dinámica psíquica
vincular.

En la sesión psicoanalítica, es posible vislumbrar los efectos de las instancias, ya sea del enamoramiento o del
posenamoramiento. Esto produce diferentes dinámicas en sesión de acuerdo con los tipos de funcionamiento de la
pareja. El encuadre de la sesión debe estar siempre marcado en forma explícita. El manejo de estas ocasiones puede no
ser fácil porque muchas veces las parejas creen tener razón. Por ello, el analista debe recordar que el amor de pareja
constituye una instancia de tentativa por recuperar el estado de plenitud anterior.

Por otra parte, las parejas que piden iniciar tratamiento psicoanalítico suelen sentirse encerradas en un vínculo del
cual no pueden salir o no encuentran una forma para hacerlo. Estas parejas tienen un proyecto de duración o
separación. Cuando hay un proyecto de duración de pareja, el vínculo requiere de algún tipo de capacidad para poder
soportar el conflicto y el sufrimiento. Cuando esto no ocurre, la relación es concebida como pasajera, lo que aporta
solo satisfacciones inmediatas. En esos casos, si esas satisfacciones no se obtienen, se abandona de inmediato. Cuando
en una pareja aparece un proyecto de duración, este se efectiviza. Esto quiere decir que aparecerán procesos de
institucionalización de la pareja. Por lo tanto, cada compañero se transforma en un aporte importante para la
homeostasis narcisista del otro, influenciando su autoestima (Spivacow, 2005).

Recapitulando, podemos decir que las relaciones con intención de duración tienen dinámicas y procesos psíquicos
específicos diferentes a otros tipos de relaciones ocasionales, adolescentes o de duración acotada.

El enamoramiento y la dinámica vincular


Generalmente, las parejas que consultan suelen haber pasado por una etapa de enamoramiento. Esta etapa es un
elemento muy importante para entender el funcionamiento actual.

Con el enamoramiento se instala un modo de relación que pasa por diferentes momentos de reformulaciones en la
vida de pareja. En relación con el enamoramiento, Spivacow (2005) distingue varias situaciones:

El enamoramiento inicial es un estado transitorio de intensa atracción e idealización en donde se


produce un estado de posesión y englobamiento narcisístico. Este modo de funcionamiento no acaba en las primeras
etapas de relación, sino que vuelve a emerger en situaciones en las que se reactiva la pasión.

El desenamoramiento suele suceder a la primera etapa de enamoramiento fundante o inicial. Es


conocido como situación de crisis. En el momento de enamoramiento inicial, el principio de placer suele dominar la
escena, por lo cual se ve al compañero idealizado: un efecto de ilusión narcisista. En la evolución de la relación, el
principio de realidad comienza a tomar más preponderancia y se empieza a producir un efecto de desidealización del
otro: se comienza a ver cómo es en realidad. Entonces, ambos principios (de placer y de realidad) pierden el equilibrio
de los comienzos y los registros del otro, inicialmente desmentidos, se incluyen como una amenaza a la continuidad
del vínculo.

Aparece en escena el desenamoramiento y entran en crisis los ensambles inconscientes iniciales y el registro del
17
compañero.
LECCIÓN Esto ocasiona rabia narcisística. Aparecen los ataques al otro y se lo hace responsable de la desilusión.

Aparece la desidealización más allá del desenamoramiento. La característica principal de esta etapa
es la pendulación depresiva entre el enamoramiento inicial y el desenamoramiento (Spivacow, 2005). Esto produce
una mayor aceptación de los conflictos intersubjetivos y de los procesos de diferenciación. Esta pendulación afectiva
se da durante el sostén de la vitalidad afectiva de la pareja. De esta forma, se activa en cada crisis la dinámica de
enamoramiento y desenamoramiento, perdiendo registros alucinatorios y proyectivos de cada individuo. Como
resultado, se produce un nuevo trabajo psíquico: el de registrar al otro de una manera nueva. La salida de esta crisis no
es un funcionamiento estructuralmente diferente: si la pareja continúa, se establecen otros registros alucinatorios y
también proyectivos, nuevos ensambles inconscientes que pueden tener un menor grado de desmentida y una mayor
tolerancia a las diferencias en el mejor de los casos.

Más allá de estas situaciones, Spivacow (2005) manifiesta que el enamoramiento en sí suele acompañarse de
fantasías de continuidad, completud, trascendencia y asistencia recíproca. La fantasía de continuidad se asienta sobre
el deseo de prolongar el encuentro más allá de lo inmediato, lo que ocasiona una negación del tiempo y de las
transformaciones que acompañan el devenir de los individuos.

En cuanto a las fantasías de completud, se trata de una dinámica inconsciente en la cual frecuentemente las parejas
obedecen a una polarización. En estas situaciones, el contraste es marcado en lo manifiesto y es atractivo en lo latente.
Por ejemplo, extrovertido e introvertido, puntual e impuntual, confiado y desconfiado, entre otras. Esta elección del
compañero es mayor cuando coincide con la elección del padre o madre de los hijos proyectados por ambos. Las
fantasías de transcendencia se sustentan en los deseos asociados al otro con la superación de la muerte o la concepción
de los hijos comunes. Las fantasías de asistencia recíproca derivan de la autoconservación: son en sí mismas narcisistas
al luchar por la vida y en contra de la muerte y de la enfermedad (Spivacow, 2005).

Estas fantasías hacen al armado del proyecto vital compartido, determinando la dinámica amorosa. Es importante
aclarar que un vínculo sin fantasías de continuidad es un vínculo de características de fácil disolución. En cambio, si
estas fantasías están presentes en el psiquismo de los sujetos que conforman la pareja, se establecen como atributos de
identidad y generan trabajos psíquicos en cada sujeto.

Conflictos y trabajos psíquicos en el vínculo de pareja


Siguiendo lo descrito por Spivacow (2005), podemos afirmar que en todo vínculo de pareja hay conflictos
intersubjetivos. Estos tienen aspectos inconscientes y conscientes. Lo esencial de sus determinaciones y efectos se da
en un nivel inconsciente. Hacerlos conscientes o construir simbolizaciones al respecto tiene efectos beneficiosos para
los sujetos.

Los conflictos intersubjetivos consisten en una mezcla de deseos antagónicos y luchas de poder por intentar
imponer al otro las semantizaciones propias. Lo inter y lo intra se articulan y movilizan recíprocamente.

La presencia de un conflicto supone una serie de trabajos psíquicos y elaboraciones que se producen en ambos
sujetos. Los pedidos de tratamiento surgen al pensar que ese camino se ha interrumpido.

Los ejes de conflicto intersubjetivo son: deseos, otro autónomo - otro imaginado, poder y dominio, semantizaciones,
asincronía y discontinuidad.

Deseos –
Conflictos de deseos o diferencia en la propuesta de ambos para el funcionamiento vincular (uno desea A y el otro
B). El conflicto de deseos lleva obligatoriamente a un intento de control del otro. En todo amor de pareja, va a estar
presente una tendencia narcisista de posesividad y dominio del otro.

Otro autónomo - otro imaginado –


Conflicto surgido porque el otro externo no corresponde nunca al otro interno (imaginado). Aceptar y metabolizar
esas diferencias impone un trabajo psíquico interminable en cuanto que en el amor hay siempre una aspiración a
borrar esa diferencia. La diferencia otro autónomo - otro imaginado se superpone a la diferencia terceridad - dualidad.
18
Cuando
LECCIÓN la representación del otro interno no puede ir mucho más allá de lo que de él imagina el sujeto, se habla de
dualidad.
Cuando existe la posibilidad de registrar diferencias y realizar el trabajo psíquico que supone una representación
diferente y autónoma de las semantizaciones propias, hablamos de terceridad.
Cuanto mayor es el predominio de funcionamientos proyectivos y sarcásticos (dualidad), menor será la capacidad
de metabolizar los conflictos intersubjetivos. Cuanto mayor es el predominio de reconocimiento y elaboración de
diferencias y autonomía (terceridad), mayor será la capacidad de elaboración de conflictos.
En la clínica, la dualidad se expresa con técnicas de control y poder sobre el otro, explicaciones pobres y
estereotipadas sobre el suceder vincular, y un empleo frecuente en el discurso de términos como “siempre”, “nunca” y
“jamás”.
La terceridad se caracteriza por presentar la posibilidad de reconocer al otro como independiente y discriminado de
la organización narcisista del sujeto. En la clínica, se traduce con la presencia de matices en el relato conjunto y un
reconocimiento de la complejidad de la vida de relación.

Poder y dominio –
El conflicto intersubjetivo condiciona las luchas por el poder y la violencia recíproca. Los sujetos viven las
cuestiones relativas a la distribución de poder como problemas de dependencia/independencia. Cuando se sienten
excesivamente expuestos a las regulaciones establecidas por el otro, hablan de dependencia. Cuando sienten que las
regulaciones de uno son independientes de las del otro, hablan de independencia. Cuando oscilan entre la autonomía y
el reconocimiento de las influencias del otro, hablamos de interdependencia.
Los sustentos fantasmáticos de la dependencia/independencia pasan por la constelación edípica y preedípicas; o
sea, pasan por la relación del niño con sus padres infantiles. El sustento de la interdependencia pasa por el
sepultamiento del complejo de Edipo.

Semantización –
Conflicto centrado en aquello que se entiende como significados y sentidos que cada uno de los sujetos atribuye a
los hechos y a las palabras. Cada polo lo semantiza de distinta manera, pero a ninguno le resultan indiferentes los
sentidos que el otro propone. Esto es así porque cada uno aspira a dar la versión válida de lo que sucede. Son luchas
por el poder y el saber. La posibilidad del terapeuta es sostener las distintas semantizaciones en juego: permitir su
despliegue, legitimarlas y evitar variadas formas de sometimiento como solución al conflicto de semantización.

Asincronía - discontinuidad –
Las incoordinaciones del orden temporal son causas de conflictos intersubjetivos y derivan tanto de la asincronía
como de la discontinuidad. En las parejas, hay una asincronía ineludible: no es fácil “coincidir”. Las cosas de la vida
tienen su ritmo, periodos de plenitud y periodos de apagamiento que oscilan y se alternan. Hay épocas en que
entusiasma más o menos una actividad, un trabajo o una relación. Lo mismo sucede con las relaciones amorosas y las
ganas de estar con otro/a. Reconocer y aceptar la necesidad de soledad tanto en el partenaire como en uno mismo es
un aprendizaje doloroso. Esta variable es mal tolerada por muchas parejas, especialmente las fusionales. Un repliegue
de uno es interpretado por el otro como desamor, enojo o algún mensaje de signo negativo. A esto le sucede la réplica
de matiz vengativo. La discontinuidad es una de las características de la circulación de investiduras y se asienta en la
oscilación entre deseos y no deseos de investidura del otro. El desconocimiento de la discontinuidad tiene un correlato
en la estabilidad a perpetuidad que imaginariamente se le exige a la relación amorosa. Amor eterno: modelo originario
de relación con los otros originarios.
La manera más habitual en la cual las parejas niegan la existencia de los conflictos intersubjetivos, es el
sometimiento de uno o de ambos y la imposición de uno de los deseos, semantizaciones o ritmos. Esta situación
genera una respuesta de odio evidente o silencioso.
Los trabajos psíquicos necesarios para procesar los conflictos intersubjetivos son: metabolización de las
diferencias, comunicación, construcción de un espacio propio, duelo y desidealización.

Metabolización de las diferencias –


Enfrentar una serie de trabajos psíquicos hace a un mayor o menor bienestar de los miembros del vínculo. En el
primer trabajo, las parejas en tratamiento suelen referir como algo útil el reconocimiento y la aceptación de que el
amor no elimina el conflicto. Reconocer y aceptar la existencia de conflictos intersubjetivos, así como trabajar en su
metabolización, no solo lleva a evitar odios ocultos y sometimientos negativos, sino que también logra evitar que al
conflicto existente se le agregue el sentimiento de que algo falla en la pareja.
19metabolización de cualquier conflicto intersubjetivo es siempre difícil, pero en la pareja tiene un plus de
La
LECCIÓN

dificultad porque si no es fusión absoluta, se aproxima al desamparo absoluto: el amor está peleado con el conflicto.
Pareciera que el “amor verdadero” es una experiencia mágica y absoluta que solo aporta felicidad, no tiene conflictos
y sirve como antídoto universal contra todos los dolores de la vida.
La dificultad en la metabolización de la diferencia suele plantearse en forma de discusiones interminables
derivadas de la incapacidad de escuchar la singularidad desde la perspectiva del otro. Además, es usual que los sujetos
le atribuyan al otro pensamientos o conductas originadas más en la proyección y el principio del placer que en el
principio de realidad.
Una primera etapa de la metabolización es la aceptación de las diferencias. Después, viene lo más difícil: entender
lo distinto que el otro propone. Supone en parte la capacidad de mirar desde afuera las propias condiciones de la
elección de objeto y poder cuestionar las condiciones de amor y enamoramiento que hacen a la identidad de cada uno.
La metabolización no es un proceso cognitivo y despojado de pasiones, sino que se trata de la elaboración de un
desgarro libidinal.

Comunicación –
Junto a la felicidad que provoca el encuentro, se produce también cierta violencia producto del choque entre dos
polos que inevitablemente conciben de manera distinta el encuentro. La contrapartida de la violencia es la
comunicación. Especialmente, la verbal. El tratamiento analítico de pareja se basa fundamentalmente en la palabra y
el pensamiento que esta genera. Es una terapia de insight y simbolización, aunque sabemos que la relación amorosa es
un intercambio complejo en el que circulan otras cosas.
Los conflictos y problemáticas de comunicación tienen que ver con la presencia o ausencia de una receptividad
continente. Spivacow (2005) denomina esto como sintonía recíproca. Esta consiste en ponerse en el punto de vista del
otro y entender sus funcionamientos y conductas. Permite a cada uno “entender” qué sucede, aunque no implica que se
pongan de acuerdo. La sintonía recíproca constituye un factor de pacificación y amortiguación en los conflictos.
Genéticamente, es la heredera de la capacidad receptiva del vínculo primordial.

Duelos y desidealización –
La relación duradera supone un permanente trabajo de revisión sobre las representaciones idealizadas del otro,
de uno mismo y del vínculo que se constituyó en el enamoramiento. Cada crisis propone un trabajo de
desidealización sobre la representación del otro.
La desidealización va de la mano del duelo. El otro no es lo que el principio de placer le asignaba en la realidad
psíquica.

Vínculo y sexualidad
Desde el psicoanálisis, la sexualidad está presente en todas las acciones y etapas del desarrollo humano. En este
punto, hablamos de actividades sexuales no sublimadas.

A lo largo del desarrollo de su obra, Freud realiza la explicación de que el hallazgo del objeto es un reencuentro. El
compañero es el portador de algún rasgo de orden parcial que despierta y activa en el sujeto sus primeros encuentros
eróticos, basados en cualquier fenómeno inconsciente por semejanza, contigüidad espacial, etcétera. En una pareja, los
compañeros suelen atribuirle a su relación algún rasgo que corresponde más a las relaciones eróticas infantiles que a
las actuales. Las parejas hablan en la sesión de su vida sexual, en el aquí y ahora del consultorio, de las posibles
dificultades o vicisitudes que pueden tener en sus relaciones sexuales. La tarea del analista es poder ubicar el relato del
hecho o situación concreta en una trama de significaciones psicosexuales, tratando de entender la erogeneidad actual
en el relato.

Por último, te invito a que veas una exposición del doctor Spivacow en la que habla de enamoramiento y hace un
recorrido por el arte y la literatura.
Parejas actuales y la angustia en la clínica con parejas

A partir de la lectura del siguiente caso, te propongo pensar el tema del título central de la lectura.

Mariana, profesional exitosa, hija modelo, proviene de una familia muy católica que le inculco el ideal de
virginidad hasta el matrimonio. Su madre y su tía fallecieron jóvenes de cáncer ginecológico después larguísimos años
de enfermedad. Siendo adolescente, Mariana fue la encargada de cuidar a la madre en una relación de estrago, y
guarda recuerdos traumáticos de esos tiempos. A poco de fallecer la madre, inició su vida sexual con parejas estables de
larga duración, donde había mucho amor, pero escasa satisfacción sexual, predominando la represión y la baja
autoestima respecto de su femineidad.
Dichas parejas y las fantasías de infidelidad iban de la mano, y por supuesto el sentimiento de culpa concomitante.
Solía describir este conflicto como la lucha entre un angelito y un diablito, hasta que es determinado momento empezó
a tener infidelidades virtuales por internet y luego infidelidades reales con algunos enamoramientos muy intensos.
Comenzó a experimentar múltiples relaciones incluyendo la homosexualidad.
Finalmente dej de intentar tener parejas monogámica y decidió contactarse con personas que practicaban el amor
libre, estableciendo una pareja “poliamor” con Andrés, con quien convive desde hace ya varios años. Los
acuerdos entre ellos fueron cambiando: inicialmente la pareja sería abierta sin necesidad de contarlo, pero esto les
generaba desconfianza y celos; entonces decidieron decirlo cuando ocurría, y pusieron como condición el no
enamorarse de otros. Sin embargo, se enamoraron de otros y otras, y tuvieron que luchar contra los celos y la
necesidad de colmar con relaciones intrascendentes el vacío que les quedaba cuando alguno de ellos se iba con otro/a.
Hoy, habiendo re-pactado distintos acuerdos la situación se estabilizó del siguiente modo: Mariana y Andrés
constituyen la pareja principal, conviven, pero tienen independencia económica y no piensan tener hijos. A su vez,
Andrés tiene una relación paralela estable con otra mujer, y Mariana tiene una relación con otra mujer y a veces con
algún hombre. Ella ya no necesita llenar el vacío de cualquier modo: solo tiene relaciones con otros/otras en tanto sean
“sexo-afectivas”, es decir que le importen. Con la otra mujer de Andrés mantiene una amistad y mucho cariño.
Aunque no se frecuentan, se ayudan y respetan procurando que nadie sufra. (Palonsky, 2019, https:// n9.cl/9j6h).

Parejas actuales
La vida de pareja (con sus implicancias, encuentros y desencuentros) ha sido desde siempre motivo de atención y
análisis de diferentes ciencias.

En las últimas décadas del siglo XX, hubo un desarrollo de la teoría psicoanalítica que en un principio le dio
especial atención a la vida amorosa. En el tratamiento psicoanalítico tradicional de característica individual, los
pacientes hablaban de sus parejas y de sus conflictos amorosos. Los psicoanalistas trabajaban interpretando estos
temas para ayudar a las personas a desarrollar su capacidad de amar, de acuerdo a los planteos de Freud.

Del lado de los pacientes, se empezó a demandar tratamiento en pareja o de pareja. Es decir, se solicitaba un
abordaje clínico en el que ambos compañeros estuviesen presentes. Ante estas demandas de abordajes en pareja, el
psicoanálisis empezó a desarrollar teorías más específicas. De este modo, aparecen las primeras teorizaciones del contexto
intersubjetivo y del otro en los funcionamientos psíquicos del sujeto, entendiendo a este otro como un sujeto externo y
no como una internalización que el individuo suele realizar. Desde esta perspectiva, se toma al psiquismo como un
sistema abierto en procesos de continuidad y discontinuidad con los otros sujetos.
Indicadores de las parejas actuales

Las parejas actuales sufren modificaciones en lo concerniente a las modalidades actuales: hablamos de las
reformulaciones de lo que hoy es considerado pareja. La definición de pareja ha cambiado. Si miramos el pasado,
podemos encontrar diferentes conceptualizaciones o manifestaciones del orden del encuentro entre dos, es decir, de la
pareja.

En el siglo XV, los matrimonios o alianzas matrimoniales ligaban o unían familias y dejaban asegurada, de esta
manera, la transmisión de la herencia. En un momento posterior, se va dando una suerte de liberalización dentro de las
relaciones de pareja. Por otra parte, en la Edad Media se genera el amor cortés: esta concepción se refiere a la elección
libre y separada de la procreación.
Sin embargo, en el siglo XVIII comienza a ocasionarse una aproximación del amor y el matrimonio. Esto se
acentúa en el siglo XIX y se hegemoniza en el
XX. La pareja estaría determinada por la simple elección del sentimiento y se descartan otras determinaciones. Este
amor estaría sustentado por ser eterno y duradero. En el módulo anterior, se tomaron los aportes de Berenstein y Puget
(2001), los cuales enuncian parámetros definitorios de la pareja matrimonial como la cotidianeidad, el proyecto vital
compartido, las relaciones sexuales y la tendencia monogámica.
En la actualidad, los contenidos de algunos de estos parámetros tienden a modificarse. En primer lugar, es
importante destacar que las parejas prefieren convivir sin ningún tipo de formalidad legal. Este tipo de convivencia de las
nuevas parejas tiene una gran aceptación social en este tiempo. En décadas anteriores, esto no era aceptado y se lo
denominaba en forma despectiva como concubinato por considerarse una práctica de sectores socialmente
marginados.

Retomando los parámetros antes mencionados, la cotidianeidad es un organizador de ritmos de encuentros o


desencuentros de la pareja. Hoy en día, estos encuentros ocurren en forma diferente. Un ejemplo de ello son las
parejas que no conviven: esto organiza la relación de una forma estable sobre la base de la no convivencia. Cada
miembro define sus tiempos y espacios para compartir, pudiendo no darse el encuentro en forma cotidiana.

Berenstein y Puget (2001) explicitan que estas nuevas particularidades en la cotidianeidad hacen que la pareja
matrimonial se redefina y ponga a prueba su especificidad. En cuanto al proyecto vital compartido, podemos mencionar
que hoy se centra en tiempos de corto plazo. Además, es importante destacar que las parejas tienden a pensarse o
planificarse en relación con un proyecto acotado. El lugar del hijo pensado o deseado es menos importante que en el
pasado.

También la disolución de la pareja es en tiempos más cortos. Las parejas, actualmente, no tienen el peso de estar
por siempre juntos. Es más, podríamos señalar que muchas parejas continúan juntas siempre y cuando el vínculo no
interfiera en los proyectos individuales. Por ello, los proyectos vitales compartidos se terminan subordinando a los
objetivos o proyectos individuales de cada miembro.

Con respecto a las relaciones sexuales, continúan estando prescriptas, es decir, se espera que sean frecuentes,
satisfactorias y plenas. Toman mucha relevancia en los tiempos que corren. El mundo de la sexualidad ha sufrido
muchas modificaciones y se espera que las relaciones sexuales matrimoniales contengan no solo una sexualidad
pasional, sino también polimorfa.

Es importante destacar que el vínculo entre homosexuales es considerado hoy en Argentina una pareja que puede
contraer matrimonio. Esto habilita la formación de una familia o de nuevas modalidades familiares a partir de la
adopción y crianza de los niños.

Cabe aclarar que los parámetros mencionados son considerados para las parejas heterosexuales, siendo la única
definida por la cultura moderna como pareja conyugal. Igualmente, estas nuevas demandas a partir de las modalidades
vinculares actuales enfrentan al desafío de crear o repensar nuevas formulaciones teóricas. Actualmente, se sigue
sosteniendo la pareja matrimonial monogámica.

Otro elemento que se debe tener en cuenta es la libertad económica que hoy posee la mujer. Esto permite la salida
laboral a otros sectores o espacios antes excluidos para el sexo femenino, influyendo en la continuidad o no de la vida
matrimonial. Asimismo, se observa una mayor participación del hombre en las tareas intrafamiliares. Esto modifica las
funciones o roles ligados a la parentalidad.

Todos estos cambios, sumados a la aparición de los métodos anticonceptivos y a la pérdida del valor de la
virginidad, producen transformaciones del concepto de pareja. El principal efecto es la separación de la pareja sexual
de la pareja reproductora y, a veces, de la conyugalidad. No hay que olvidar que cada miembro trae consigo ideales
previos de la vida conyugal. Nos referimos a los modelos adquiridos en la crianza que muchas veces producen
conflictos por la coexistencia con los nuevos valores y definiciones de pareja. Esto produce incompatibilidades entre el
modo de vida que ellos organizan y las pautas anteriores a las que no renuncian completamente.

De esta manera, se puede vislumbrar un proceso de redefinición de la pareja: hay una descentralización de la
reproducción como proyecto vital y una redistribución del poder de ambos sexos en la relación matrimonial. Hoy se
habla de igualdad, lo que reformula las categorías de lo femenino y lo masculino.

En relación con la mujer, destacamos las modificaciones que se dieron en cuanto a la pérdida de la virginidad. Se
trata de un tabú que dejó de tener vigencia para todos los sectores sociales, siendo evidente que la sexualidad de la
mujer ya no está confinada a la pareja conyugal, sino que se abre a la posibilidad de las relaciones prematrimoniales
socialmente aceptadas. Esto lleva a validar el placer sexual de la mujer ya no de forma pasiva como se esperaba en
años anteriores. Actualmente, tanto mujeres como adolescentes muestran una iniciativa en contraposición con la
actitud tímida y pasiva de otros tiempos. Esto reformula nuevos modos de seducción al momento del primer
encuentro.

Estamos en presencia de una redefinición de los roles y de los lugares de pasividad o actividad de mujeres y
hombres, así como de los sujetos y objetos del deseo.

En relación con el caso presentado en el comienzo de esta lectura, ¿qué aspectos podrías tener en cuenta a la hora de
analizar la constitución de esta pareja? ¿Cómo conciben la circulación de lo amoroso? ¿Qué destino imaginas para los
sujetos involucrados?

Estas preguntas nos remiten a pensar y revisar la emergencia de la angustia en la clínica con parejas.

Según Chajud y Schmajuk (2003), podemos encontrar tres fuentes generadoras de angustia en relación con la
clínica vincular.

Mudanza inexorable

Temáticas en relación con familias de origen. Todo vínculo les exige a los sujetos que lo componen una
mudanza del posicionamiento en los que estaban alojados. Se trata de una movida en relación con el vínculo
filial, dado que este funciona como bastión (muralla/fuerte) narcisista.
Pareja, lugares asignados y destitución subjetiva

La constitución y funcionalidad del vínculo de pareja trascendería la historia infantil de sus integrantes,
por ende, son llamados a construir una trama con carácter inédito. Para ello, la pareja deberá tramitar la
diferencia entre lo que se espera y se recibe del otro tanto consciente como inconscientemente. La
angustia aparece por la brecha entre lugar asignado y lugar asumido. Los lugares a ocupar no son fijos, ya que
los cambios exigirán un reposicionamiento vincular permanente. Cada pareja hará o no las reacomodaciones
necesarias que les posibilite sostener el vínculo.
También la angustia se genera en un vínculo por el efecto desubjetivante que produce tanto el exceso como
el defecto de imposición. En ambos, se produce destitución subjetiva.
La presencia va a incidir imponiendo marcas. Imponer es una acción constitutiva y como tal refiere a la
obligatoriedad de incluir y hacer lugar a una marca proveniente de un nuevo significado en el vínculo entre dos
sujetos. Presencia como imposición fundante distinto a la presencia como “plus”. Este plus aparece como
generador de angustia con distintos síntomas: discurso hegemónico, carácter autoritario, críticas y
descalificación del otro. También angustia por su defecto en los procesos de no asignación: no reconocimiento
y declinación de la autoestima.
Lo impredecible del discurso vincular

La reiteración y estereotipia es propia del vínculo descomplejizante y de la compulsión repetitiva, pero el
discurso vincular en su versión prospectiva jerarquiza un eje ligado a la potencia vincular.
Esto nos da pie para abordar un aspecto que dejamos planteado en la lectura 1: el tema de la comunicación en su
vertiente disfuncional, también causante de mucha angustia en los vínculos. Nos estamos refiriendo al "malentendido".
Hernández (1998) desarrolla el concepto de malentendido en el marco de las conceptualizaciones de la perspectiva
del psicoanálisis vincular. Sumando aportes de la Escuela de Palo Alto y Watzlawik, propone que el malentendido es
una disfunción propia del proceso de comunicación donde dos o más sujetos suponen compartir significados y
sentidos transmitidos, desconociendo que existe una divergencia de interpretación. Este interrumpe el entendimiento de
lo comunicado, pero subyace una ilusión de entendimiento.

En vínculos estables, los actos comunicativos se despliegan en un espacio privilegiado para la reedición de
modelos arcaicos. Cuanto mayor incidencia de esos modelos, mayor será la tendencia de cada yo a crear monólogos
intrasubjetivos en una apariencia-creencia de diálogo.

El acto comunicativo entendido como la unidad mínima de intercambio compuesta por emisor y receptor es
ambiguo es incompleto, ya que se sostiene en una continua interpretación de la búsqueda de elementos faltantes. Cada
uno desarrolla hipótesis individuales sobre lo transmitido por el otro y decodifica de acuerdo a su código
idiosincrático.

Desde el psicoanálisis de las configuraciones vinculares, la conceptualización del malentendido distingue:


La formulación del malentendido en cuanto estructura verbal utilizada por la pareja ante una diferencia de
1
significación intolerable.

El concepto teórico de malentendido caracteriza un particular funcionamiento vincular con ilusión de


2 compartir iguales sentidos y significados, equivalente a un entendimiento absoluto, obturador de la alteridad.
La aspiración a igualdad es de origen narcisista y aspira al funcionamiento vincular de objeto único.

En cada sujeto existe la aspiración de ser entendido en su totalidad. En el enamoramiento, se recrea este anhelo
humano cuya génesis se basa en un estado de desamparo originario.

La posibilidad de que se produzca un malentendido es inherente al proceso de comunicación y está presente en


todo vínculo. Su manifestación tomará distintas formas de acuerdo a la estructura vincular que sostiene la pareja.

Entre la estructura vincular y los distintos niveles de malentendido existe la siguiente correlación:

Dual narcisista

Funcionamiento con base en un contexto único donde no se reconoce la divergencia. Predominan fantasías
de fusión y completud por lo que se dificulta la aparición del otro “real” que precipita los elementos faltantes
constitutivos del vínculo. El malentendido se desmiente, ya que reconocerlo implica insinuar diferencias
perturbadoras, generándose ansiedades catastróficas con circulación violenta. El malentendido significa una
formación vincular con ligadura al predominio de agresión y muerte, registrado como ataque al vínculo o
como la propia muerte.
Terceridad limitada

Estructura vincular con base en dos y un tercero escindido. El malentendido se instala como un
síntoma que oscila entre reconocer la divergencia de
entendimiento y el deseo de anularla. Existe una tendencia a producir alianzas con predominio de
complicidad.
Triangularidad ampliada
Funciona con base en el reconocimiento de la divergencia y aceptación de la alteridad. Se va construyendo
un contexto compartido y un código enriquecido. El malentendido se tolera y se acepta un mayor
entendimiento nunca completo.
Tipología del vínculo de pareja
Introducción
En este apartado, definiremos la modalidad y las cualidades determinantes del tipo de interacción entre los dos
yoes, de acuerdo con Berenstein (2001). También se tendrá en cuenta el reconocimiento de las emociones que
circulan, las angustias características de cada cuadro, la semantización de los parámetros definitorios y el lugar del
tercero. Todo esto nos permitirá comprender un modo particular de funcionamiento vincular.

Cabe aclarar que el menor nivel de diferencia entre los dos yoes es la fusión y el mayor nivel de complejidad es la
autonomía. En el pasaje de un nivel a otro, encontraremos modalidades de discriminación de los funcionamientos
psíquicos tendientes a establecer organizaciones de nivel preedípico.

En ellas, se incluirá el lugar del tercero simbolizado en una estructura dual con un tercero cuya significación es la
contención de esta estructura dual.

Estructura cero
Según Berenstein (2001), la estructura cero alude a la pareja con un mínimo grado de ligámenes y posiciones. Es
una concepción sintáctica del vínculo. A partir de ella, se organiza la significación de la estructura vincular.

Además, podemos pensar a la estructura como un conjunto de cualidades sin las que no sería posible la
conformación de esa pareja en particular. Berenstein (2001) manifiesta que la estructura cero corresponde a una matriz
inconsciente. La sociedad ubica de esta manera a las personas de diferentes sexos que se incluyen en un vínculo de
pareja. Esto los lleva a ocupar uno de esos dos lugares. Es importante aclarar que en nuestra sociedad muchas parejas
están conformadas por una matriz inconsciente de personas del mismo sexo que crean un vínculo de pareja. Por eso,
debemos tener en cuenta los distintos momentos y culturas cuando hacemos referencia a la pareja de tipo matrimonial.

Siguiendo con lo anterior, la estructura de pareja carecería de sentido sin los yoes que la conforman. La sociedad
agrupa a sus integrantes de acuerdo con varias matrices. Cuando aparece el hijo, se encarga de ubicarlo llenando un
tercer espacio en la matriz familiar que incluye a la pareja. Esto obtiene el nombre de familia.
Berenstein da cuenta también de la estructura dual. En esta, predomina un vínculo de tipo fusión, dominado por la
idealización mutua de algún componente, en su mayoría parcial.

En este tipo de estructura, el autor manifiesta que puede darse una relación de simetría o de asimetría estable o
complementariedad en relación con el vínculo: modelo de objeto único. Cada una de estas relaciones tiene al
enamoramiento como modalidad fundante.

Estructura 1: dual
En la mellicez erotizada, el vínculo se sostiene a partir de la idealización: “somos uno solo”. Funciona con mínimas
diferencias o casi nulas, ya que solo existe un individuo o dos iguales con la particular desmentida de las diferencias
propias de cada uno. En cuanto a la comunicación, se instala con un mínimo código.

Además, la visión especular aporta un papel fundamental a la mirada. Esto posibilita la constitución de modos de
funcionamiento simétricos en los que ambos componentes del vínculo tienen una sola representación, es decir, el
deseo de ser el uno la imagen especular del otro. En relación con la angustia de licuefacción, esta se encuentra diluida
ilusoriamente y crea un espacio de interfantasmatización en el que es innecesario utilizar tanto el lenguaje como los
acuerdos conscientes. En cuanto a las ansiedades psíquicas de características fóbicas, son controladas a partir del
recurso permanentemente de un acompañante, lo que genera un pacto inconsciente.

Además, hay que saber que aquí lo diferente es perturbador y debe quedar afuera, por lo tanto, no es tenido en
cuenta. Estos yoes que se encuentran generan un contacto de menor intercambio simbólico.

Con respecto a los parámetros definitorios, la cotidianeidad puede no tener un espacio-tiempo estable. Esto no
ocasiona conflicto, ya que se homologan afinidades y gustos, se reafirma lo ilusorio y se deja excluido lo diferente.
Cuando hablamos de proyecto vital, este es uno solo: el espacio de la pareja, un espacio de dos en exclusividad. Esto
se sostiene de manera escindida y es compartido por ambos en forma ilusoria. Los proyectos que puedan incluir un tercero
generan ansiedades. Además, las relaciones sexuales pueden en algún momento ofrecer dificultades. La fusión
necesaria no despertará ansiedad y llevará al logro del placer. Este puede ser el parámetro más conflictivo, ya que el
acceso a la genitalidad lleva necesariamente a reconocer las diferencias. En cuanto a la tendencia monogámica, esta se
encuentra en su apogeo y puede ocasionar perturbaciones graves, crisis o rupturas. El equilibrio emocional está
caracterizado por la inestabilidad, lo que puede dar lugar a manifestaciones violentas, por ejemplo, cuando dicha
fusión es excesiva, al igual que cuando lo es la distancia.

La mellicez tanática está sostenida por la frustración en forma continua, es decir, por Tánatos. Esto produce un
funcionamiento narcisista que mantiene las fantasías de fusión con una dependencia máxima, productora de
malestar. Es así como cada yo se conecta con su objeto imaginario. La presencia del otro real y diferente no coincide
con el objeto imaginado, lo que hace necesario tener afuera otro yo a quien frustrar. En esta estructura, cuando se
agrega el proyecto de un hijo, la angustia alcanza niveles intolerables. Para evitarla, será necesario inmovilizar el
tiempo, como en el caso del enamoramiento. Por ello, el compartir es persecutorio y responde a la urgencia
compulsiva de denunciar todo rasgo del otro que sea diferente del objeto imaginario. Cada uno de los individuos
establece un tipo de dependencia absoluta como si cada uno de los dos yoes estuviera incompleto. La autonomía es
inconcebible.

Complementariedad enloquecedora
Ahora consideraremos los vínculos asimétricos estables.

Amparador-desamparado

En este vínculo, rige la atribución del objeto único, es decir, la función asistente que implica que cuando
uno de los dos adopta la función de desamparado, el otro ocupa la de asistente y viceversa. Esto ocasiona
una falla en la función de semantización, indicación y semiótica, generando confusión. Ambos miembros
de la pareja se mantienen fusionados sin pasaje a un estado de mayor complejidad: no se presenta
crecimiento de los componentes del vínculo. Esta modalidad es tanática, por lo que aparece un marcado
predominio de hostilidad, irritación y violencia.
El funcionamiento de los parámetros es pactado con anterioridad en forma absoluta para mantener el
vínculo. Por ello, las relaciones sexuales son de nivel pregenital. Esto permite que se den
encuentros satisfactorios.
Por otra parte, la tendencia monogámica no es conflictiva. La cotidianeidad, en relación con
los intercambios, es satisfactoria, ya que se sostiene por el amparo. El proyecto vital
compartido está sujeto a desacuerdos o a una sumisión total y reducción del proyecto de
dos al de uno solo.
El acuerdo mutuo para la preservación del vínculo obliga a confirmar o devolver la imagen
de enloquecedor del otro desde la posición de enloquecido. Caracterizado por la ambigüedad
y la confusión, este pacto inconsciente se organiza con la parte que no interviene en el acuerdo.
También existe siempre una amenaza de invasión del otro, por lo que es imprescindible realizar
un pacto de no agresión para mantener esta estructura vincular en su identidad (Berenstein,
2001).
Disfunción temporal

Una de las funciones del objeto único consiste en ser dador de temporalidad y establecer la noción
de pasado, presente y futuro. Cuando esta fracasa, origina una modalidad tendiente a evitar cambios. En
la cotidianeidad surgen conflictos y desacuerdos. La inmovilización en el tiempo lleva a suponer lo
acordado en el presente para ser repetido indefinidamente.
Aunque en ocasiones son satisfactorias, las relaciones sexuales adquieren monotonía y no pueden
crearse nuevos juegos sexuales. La tendencia monogámica no traerá conflicto, debido a que se evita
todo lo que se considera como cambio.
En relación con el proyecto vital, estos individuos no imaginan un futuro como recurso temporal. En esta
modalidad semántica, ocurre un pasaje del predominio escoptofílico al auditivo, ya que algunos estímulos
pueden producir una sordera ante todo nuevo sonido.

Estructura 2: terceridad limitada


Es este caso, también nos encontramos con un vínculo dual totalmente indiscriminado, pero en esta estructura se
produce una angustia catastrófica elevada, evitada por la presencia del tercero. La autonomía del otro será aceptada
bajo ciertas condiciones que son impuestas por la ley que establece que el deseo es poder.
Funcionamiento pervertidor-pervertido

En este funcionamiento, encontramos una predominancia de la transgresión de los valores, basado
en una indiscriminación y en intercambios cambiantes y sádicos, pasando de un malestar profundo y
erotizado a una especie de luna de miel o entendimiento. El tercero ocupa el lugar de excluido y
necesita de otro para triangular la relación. Esta estructura vincular siempre es cambiante: toda
regla es transgredida, lo íntimo se exhibe y lo de afuera se esconde, es decir, el secreto es público.
La sexualidad es pregenital, insatisfactoria y tortuosa. En la cotidianeidad, surgen encuentros y
desencuentros bruscos e idealizados. El proyecto vital manifiesto muchas veces es la separación que, en su
contenido latente, incluye la posibilidad de conservar este funcionamiento. La tendencia monogámica no es
respetada.

Funcionamiento celógeno-celoso

Aquí encontramos al tercero dando lugar a la creación de una escena donde se imagina una relación
maravillosa entre un yo y otro yo externo que es la fuente de mayor placer. Uno de los dos (o ambos)
es forzado a la posición de celoso. Aquí no se trata de un placer genuino, sino de uno asociado al
sufrimiento del otro.
Por eso, en la terapia sucede que las parejas no pueden escuchar lo dicho por otro, debido a que sienten
que eso debió haberse dicho antes que en ese espacio terapéutico. No pueden escuchar porque esto
implicaría reconocerle autonomía al otro.

Funcionamiento del tipo hiperdiscriminación



En este funcionamiento, Berenstein manifiesta que aparecen dificultades en el establecimiento de un
vínculo en un espacio-tiempo estable. Aquí, nos encontramos con la presencia de dos yoes aislados o sin
posibilidades de establecer un conector. Esta situación es compensada por la hipertrofia de algunos de los
parámetros definitorios. Es imprescindible mostrarse diferente del otro ante la vivencia, en ocasiones,
terrorífica de un vínculo dependiente que es acompañado de vivencias de despojo, resultado de
ansiedades paranoides.
Aquí, nada logra ser compartido debido a que el contacto se basa en una hiperindependencia en la
que ocupan un lugar importante los desacuerdos permanentes. Estos desacuerdos llenan la
cotidianeidad de obstáculos y hacen que la conservación de la diferencia sea una defensa de la
integridad mental. Es así como el proyecto vital termina siendo el resultado de dos proyectos
individuales. La tendencia monogámica no es tolerada. Surge la ansiedad y muchas veces esto genera el
fomento de relaciones de amantes, lo que refuerza el sentimiento de independencia. Además, la pareja
mantiene escasas relaciones sexuales.
Funcionamiento inhibidor-inhibido

Aquí podemos pensar en el sufrimiento que se ocasiona por las dificultades vinculares que tienen.
Aparecen malestares e inhibiciones que en su mayoría ocasionan dificultades en todos los parámetros. No
suelen hablar de separación porque sienten que se quieren. Por ello, el trabajo analítico recorre el mundo
intrasubjetivo de cada uno con facilidad y las zonas de contacto o encuentro aparecen como violencia en
forma ocasional.
Estructura 3: terceridad ampliada
Berenstein manifiesta que en esta estructura podemos encontrar dos sujetos bien discriminados, con una
representación o imagen interna del otro. En cuanto al lenguaje, podemos decir que adquiere un código y un valor de
comunicación que permite despejar dudas ante malos entendidos. La discriminación de otro diferente del yo es clara.
Ante los desacuerdos o las diferencias, la pareja se sirve de procesos vinculares y crea nuevas pautas para articular
las diferencias. El proyecto vital compartido incluye a un tercero. Por lo tanto, se producirán dificultades
alternativamente.
El analista en sesión puntualiza su mirada en lo intrasubjetivo e intersubjetivo, simultáneamente en cada uno de sus
miembros, en la relación entre ellos y en las reacciones subjetivas que producen. La meta del terapeuta es trabajar la
relación y enfocarse tanto en el vínculo como en el productor de la situación conflictiva que necesita transformarse
para poder avanzar. Es decir, el relato que se produce en ese espacio es un relato en conjunto en el que el discurso de
uno de ellos toma sentido en relación con el discurso del otro, al cual resignifica. El análisis de la situación clínica no
solo incluye el relato conjunto, sino que debe tener en cuenta la subjetividad del terapeuta, los funcionamientos de
pareja que en ella se registran, la transferencia y la contratransferencia.

En este punto del recorrido, podemos pensar que la pareja del caso propuesto presenta una estructura del tipo de
terceridad limitada con un vínculo dual totalmente indiscriminado, pero en el que se produce una angustia catastrófica
elevada, evitada por la presencia del tercero. La autonomía del otro será aceptada bajo ciertas condiciones que son
impuestas por la ley que establece que el deseo es poder. Las cualidades determinantes del tipo de interacción entre los
dos yoes se rigen de acuerdo a los mandatos sociales impuestos acerca del lugar que debe ocupar cada uno para ser
reconocido como esposo y esposa, dejando de lado la circulación del deseo en esta pareja y haciendo que el mismo
circule por fuera de ella. Hay discriminación entre los dos yoes y un reconocimiento de las emociones que circulan a
partir de la aparición de la situación traumática que devela el malestar circulante y los pactos inconscientes que
estaban en su zócalo. En relación con la semantización de los parámetros definitorios, podemos observar una
cotidianeidad rutinaria y estanca. La vida sucede en el afuera que produce la novedad y el adentro debe quedar
reasegurado (espacio de la casa, mujer e hijos) para que no produzca desestabilización. La tendencia monogámica no
es llevada a cabo y se discrimina en relación con su verdadera significación. Por un lado, está la esposa y madre de sus
hijos, donde se coloca el “amor para toda la vida” desvitalizado de la circulación del deseo y la puesta en juego del
placer. Esos objetos son desinvestidos y se fijan afuera donde se pueden jugar las relaciones sexuales, alucinando el
momento de fusión y del enamoramiento no trabajado en la pareja. A partir de que se ampliaron los roles y funciones,
la mujer se transforma en madre y deja de ocupar el lugar de objeto de deseo para el otro.
Consulta de pareja, paciente-pareja. Crisis, malestar y reproche

Introducción
En estos episodios de la serie Trátame bien (2010), hay una representación de algunos momentos de la terapia de
pareja por la que transitan los personajes. A partir de estos fragmentos, te invito a realizar una lectura analítica del
siguiente contenido.

Introducción
A diferencia de otras especies, la pareja humana presenta gran variabilidad en relación con sus dinamismos o
funcionamientos y según las características o personalidades de los sujetos que las integran y en relación con los
momentos vitales que atraviesan.

En nuestra sociedad, coexisten variadas formas de relación tanto en la población adulta como en la joven.
Cualquier pareja puede demandar una consulta psicológica con un profesional. Desde esta perspectiva, entendemos a
la terapia de pareja como una modalidad terapéutica.

Las parejas que consultan pueden tener muy distintos perfiles. ¿Hay alguna modalidad de pareja que consulte con
mayor frecuencia?

Según Spivacow (2012), es bien sabido que quienes consultan tienen, en primera instancia, algún interés por lo
psicológico. Este será un elemento muy importante al momento de trabajar. Además, en la actualidad, las parejas que
consultan son aquellas que han elegido con libertad, guiadas por preferencias personales. Es importante aclarar que a
la mayoría de estas parejas les interesa realizar una terapia que se centre en lo psicológico.

En segundo lugar, están las relaciones que pueden haberse originado en un enamoramiento que se ha ido
modificando con el tiempo. Si el amor está ausente, esto es acompañado de una dinámica de pareja que no suele
solicitar un tratamiento de orientación psicoanalítica.
En tercer lugar, están los vínculos con un proyecto duradero. Los individuos que conforman la pareja no se
imaginan separados en un futuro, aunque es posible y casi seguro que tengan fantasías de separación como resultado
de la crisis que están atravesando. En último lugar, están las parejas en donde la sexualidad tiene un papel preponderante o
protagónico, ya sea por la fuerte presencia o por la ausencia de esta.

Las características que señala Spivacow (2012) como probables en una pareja que consulta son: la libertad de
separación, el enamoramiento, el proyecto de duración y el protagonismo de la sexualidad. Es importante saber que
estas características influyen en la dinámica vincular y en el aquí y ahora de la situación clínica.

Funcionamiento de la pareja: la libertad de separación


La idea de separación en el funcionamiento psíquico de cada individuo de la pareja toma relevancia al momento de
iniciar el tratamiento psicológico. Si no existe la intervención del analista, la pareja estará muy condicionada por esta
carencia. La libertad de separación, algunas veces, suele coincidir con la existencia anterior de alguna libertad de elección
de la pareja en su constitución. Esta presencia o ausencia de libertad es muy importante para algunos cónyuges, ya que
no existe en su psiquismo la posibilidad de divorcio. En estas ocasiones, el sujeto suele estar condicionado por los
valores de una sociedad o de una cultura determinada. Según Spivacow (2012), la libertad de elección y de separación
está estrechamente relacionada con la pertenencia a una cultura determinada. Los mandatos y los códigos culturales
toman relevancia porque están internalizados en los sujetos. Ante esto, el analista debe poder reflexionar
constantemente sobre las propuestas de la cultura que los pacientes traen consigo a cada sesión.

En nuestra cultura, la libertad de elección se sustenta en las decisiones de ambos individuos de forma explícita.
Cabe aclarar que, implícitamente y como mandato familiar, la pareja o cada sujeto se encuentra con un deber ser o
hacer: formar una familia, ir a reuniones sociales acompañado, etc. Es decir que el hecho de divorciarse no es solo un
problema en relación con la disolución del vínculo o el matrimonio, sino porque también produce una crisis en los
valores actuales, heredados o infantiles (tomados de su familia de origen) en el sujeto.

Los valores culturales y los mandatos sociales son muchas veces contradictorios, siendo fundamentales al
momento de la toma de decisiones por parte del sujeto. El analista los debe tener en cuenta.

La pareja suele llegar a la consulta en una situación de crisis: se describe mucho malestar y el reproche circula
como modo de comunicación instalado.
Elina Aguiar (1998) define estas modalidades de comunicación como reproche. A su vez, establece diferencias con
el reclamo y la queja.

La autora establece que el reproche es una de las formas más comunes de violencia cotidiana en la pareja.
Constituye la psicopatología de la vida cotidiana de la pareja. Nadie está exento de reprochar o ser reprochado. Esto
sucede cuando no se puede realizar el pasaje gradual del enamoramiento al amor y reconocer la diferencia del otro. En
estos casos, se intentará volver al estado inicial del encuentro.

El reproche consiste en exigirle al otro que sea como uno quiere. Tiene una cualidad rígida, repetitiva y
estereotipada, constituyéndose en un mecanismo violento porque desconoce al otro y le impone un deber ser. Maneja
categorías de “siempre” y “nunca”. Es acusatorio.
El sujeto hace al cónyuge responsable de algún malestar, dolor o infortunio y le adjudica cierta omnipotencia en su
posibilidad de reparar todo lo que lo hace sufrir. Es una conducta basada en el mecanismo de proyección que consiste
en adjudicar a otro algo que no se tolera de sí mismo. Tiene una cualidad expulsiva, evacuativa, de ahí deriva el alivio
momentáneo que proporciona.

En algunas parejas, la vida entera de cada uno de sus miembros parece centrarse en el otro, pero para reprochar.
Todo se entiende en forma autorreferencial: “lo hace para molestarme, para herirme, para provocarme”. Llamamos a
estas, las parejas de los reproches eternos, o del enamoramiento negativo… Porque es una forma de estar pendiente,
tan pendiente como los enamorados, pero para criticar mutuamente sus defectos, sus faltas, en resumen, sus
diferencias.

Podemos decir, a partir de lo anterior, que en este caso circula una dosis importante de violencia -a veces
acompañada de agresión física, otras veces no- porque la autonomía y singularidad del otro quedan totalmente
opacadas. Intenta, en una suerte de pensamiento delirante que el otro ocupe rígidamente un lugar que se le asignó.
Quiero diferenciar el reproche del reclamo, porque son distintos, responden a mecanismos diferentes y producen
efectos también diferentes. El reclamo consiste en expresar al otro lo que se quiere, se desea, se espera. Busca una
respuesta adecuada. Puede promover cambios. Muchas veces el reclamo no se intenta o no se acepta porque va en
contra de la fantasía de adivinarse sin palabras.

La aceptación de las diferencias de una pareja con menor nivel de violencia, no implica la idea de la felicidad
conyugal como un continuo. Por lo contrario, no poder renunciar a la felicidad continua, es una de las fuentes de
patología y violencia conyugal.

El autoritarismo en la pareja está muy emparentado con narcisismo y violencia, pero adopta una forma particular
que es la del ejercicio del poder. Eso lo diferencia, por ejemplo, del reproche. Frente a este autoritarismo puede
aparecer la queja como un intento de contrarrestarlo, “como un modo de contraviolencia que algunas personas ejercen
(mujeres, ancianos) ante la dificultad de hallar modos alternativos para modificar condiciones de vida opresivas”.
Diferencio así queja como expresión de malestar, del reproche y del reclamo. (Aguiar, 2012, https:// n9.cl/ircu).
La construcción del paciente-pareja

Un problema habitual en terapia de pareja es que ninguno se ubica a sí mismo como parte del conflicto. En otros
casos, las cosas ocurren por determinaciones que escapan a sus objetividades. Estas consultas se convierten en
obstáculo cuya elaboración es prioritaria. Hay que llevar a ambos a la posición de interrogación y construir un paciente-
pareja.

Se trata de modificar la posición subjetiva de cada uno. Hay que lograr que se consideren consultantes o pacientes y
que deseen proponerse un trabajo psíquico respecto del sufrimiento que los trae a la consulta.
Modos de llegar a la consulta
Vienen porque el hijo aparece como síntoma del conflicto entre ellos. Suelen ser enviados por el
colegio, un psicólogo o un juez. La pareja no tiene consciencia de que el problema en el hijo es un emergente de una
violencia entre ellos. Se tratará de una intervención que necesita de un estudio previo de elaboración sobre la
construcción de alguna capacidad de simbolización.

Pareja con conflicto violento. La construcción de paciente-pareja suele demandar cierto tiempo. Hay
que preparar el terreno para que las intervenciones del analista sean útiles para ambos. En estos casos, el trabajo
clínico es múltiple: cada uno debe asumir la responsabilidad individual. Además, ambos deben asumir la
responsabilidad por lo que hacen los dos. Lo vincular no debe eclipsar lo individual y viceversa.
acatamiento de ambos a las normas de la religión o al sector social al que pertenecen. Parejas estables y muy bien
avenidas, pero poco afines al psicoanálisis.

Parejas que utilizan el lenguaje como un recurso más en la guerra de defensa o ataque automático.
Utilizan la palabra como arma de guerra más que como un instrumento del pensamiento. En este tipo de
funcionamiento, se suele sostener que la pareja es un hecho de la naturaleza y que no hay divorcio posible. El lenguaje
no se utiliza para exponer un pensamiento, sino para promover algo en el otro. Una terapia analítica es casi imposible,
ya que no se recorre la palabra como un instrumento para pensar. El analista debe intervenir en la forma, sin meterse
en el contenido. En estos casos, se trata de construir un paciente-pareja que pueda prestar atención a lo psíquico y al
vínculo construido entre ambos miembros.

La construcción del paciente-pareja

Supone diferentes facetas:


Que cada uno de los partenaires se vea a sí mismo como un sujeto a interrogar, con el aditamento que supone la
presencia del otro en sesión. No se trata solo de interrogarse en lo que a uno le interesa, sino de aceptar también la
posibilidad de que esos intereses sean una fuente de angustia para el otro.

Ver al otro como sujeto a interrogar supone una investidura distinta a la del reproche (donde no hay
preguntas, sino solo evacuación). Esta posición implica algún nivel de "sintonía validante": identificación con lo que
le sucede al otro y reconocimiento de ajenidad.

Concebir lo intersubjetivo como ámbito de determinación psíquica: implica aceptar que algunas cosas son
producidas por la relación. Resistencia a concientizar una dinámica intersubjetiva.

Algunas parejas llegan a consulta con la idea de que una “buena pareja se lleva bien por obra y gracia
del amor” sin pensar que el “amor” requiere trabajo psíquico. Hay que incluir la idea de que una pareja vital requiere
un constante trabajo psíquico.

Trabajo de la intersubjetividad

Ambos partenaires prestan atención a lo que les sucede a nivel individual y a lo que juntos generan como resultante
del trabajo vincular.

La penetración clínica supone que el analista vaya profundizando en la identidad singular de cada pareja y que
vaya precisando los posibles funcionamientos que constituirán la mejoría, por fuera de las prescripciones y el
adoctrinamiento.

La tarea de elaboración varía mucho de acuerdo al mecanismo en el que se apoyan las resistencias: este puede ser
similar o diferente en ambos compañeros y apoyarse en la represión desmentida o déficit de de instalar en los
sujetos posibilidades que nunca tuvieron.

Cuando se va elaborando positivamente, empiezan a aparecer indicadores de la presencia de la "sintonía validante",


es decir, de la capacidad de identificarse con el otro. La aceptación de que ambos presentan visiones compatibles del
problema. Esto implica un abandono parcial del mecanismo de polarización.

La construcción del paciente-pareja requiere un abandono parcial de la posición de omnipotencia y completud.


Requiere, además, una elaboración de la castración para abandonar posiciones fálicas de “saberlo todo” y “tener toda
la razón”.
Familias de la actualidad
LECCIÓN 31 de

Familias de la actualidad
A partir de la siguiente ilustración, te invito a pensar cómo en décadas pasadas las familias que no se adecuaban al
modelo de la familia burguesa (familia constituida por una pareja vitalicia) eran consideradas versiones carenciadas o
enfermizas. Hoy existe un amplio abanico de familias “transformadas” que nos invitan a pensar otros términos para
nombrar sus diversas configuraciones.

Desde que nacemos estamos rodeados de muchos rostros que en un principio son desconocidos y que con el paso
del tiempo empiezan a resultarnos familiares. Es decir, nacemos en una trama significativa de personas que pasan a ser
nuestra familia. Pero muchas veces caemos en las preguntas sobre qué es la familia y qué define a una familia.

Cuando hablamos de familia, hacemos referencia a un conjunto de sujetos donde todos son diferentes entre sí, pero
a su vez tienen una semejanza que los hace pertenecer a un parentesco, es decir, a la relación que los transforma en
parientes (Berenstein, 2007).
La idea de familia es asociada con el vínculo sanguíneo que hay entre los sujetos que la componen, es decir, que se
apunta a la naturaleza del vínculo constituido desde siempre. Cada uno de los miembros de una pareja matrimonial
pertenece por principio a su familia de origen, pero luego, al casarse, conforma su propia familia que es diferente a la
anterior del cónyuge.

De esta forma, en la actualidad nos encontramos en el ámbito jurídico con múltiples y diversas situaciones.
Podríamos decir, según Berenstein (2007), que la familia es un conjunto de sujetos que se relacionan. Esto tiene
consecuencias en el proceso de subjetivación. Cada miembro ocupa un lugar de parentesco cuyo nombre se traslada a la
persona: padre, madre, hijos. Por último, Berenstein (2007) nombra un cuarto lugar: el del representante de la familia
materna o avunculado que es generalmente el lugar que ocupa el hermano de la madre.

Configuraciones familiares actuales

Actualmente, las diversidades familiares son pensadas como nuevas configuraciones y ya no como patologías.
Existen numerosas familias que son llamadas de diferentes maneras: ensambladas, monoparentales, de múltiples
nupcias, etcétera. A partir del incremento del divorcio y de la aparición de nuevas lógicas culturales, estas
configuraciones familiares tuvieron mayor jerarquía y aceptación de las diferentes clases sociales.

Para pensar estas nuevas configuraciones familiares, debemos tener en cuenta que la estructura de cada una de ellas
deviene abierta, en el sentido del intercambio que se produce en forma constante con el medio circundante. Se van
creando lugares o posicionamientos nuevos de los miembros, teniendo en cuenta el entramado del sujeto en el vínculo
y la cultura.

Figura 2. Sujeto, cultura, vínculo

Entonces, podemos pensar a la familia como un


anclaje en ese constante fluir de entrecruzamientos
psíquicos, vinculares y socioculturales.
Por otra parte, debemos tener en cuenta que en
este entramado nuevo surgen nuevos lugares y
vínculos que pueden continuar transformándose
durante la vida familiar. Así, aparecen diferentes
formas de pertenencia a la configuración familiar
que podemos pensar en relación con los lugares o
posicionamientos, ya que estos se diversifican y
ofrecen variadas posibilidades de pertenencia.

Al pensar en tramas o redes abiertas, tenemos que considerar las diversas procedencias de sus miembros. Por
ejemplo, las familias ensambladas suponen diferentes vínculos que no son biológicos. Esto produce la conformación
de diferentes constelaciones vinculares y muchos cambios de significaciones. Por otra parte, estas nuevas
configuraciones familiares o consanguíneas nos proponen pensar en nuevas cuestiones relacionadas con el tabú del
LECCIÓN 32 de
incesto. El tabú sexual es establecido entre un adulto y un niño: el primero seduce al segundo y se apodera de su
cuerpo, avasallando su subjetividad mediante una forma extrema de violencia y perversión. Es importante aclarar que
en los vínculos de no consanguinidad, como en el caso de hijos previos de nuevos contrayentes, cada situación en
particular nos irá dando las respuestas en relación con la posible significación que el vínculo pueda adquirir en el
contexto familiar para cada sujeto.

Por otra parte, no podemos dejar de lado que estas nuevas configuraciones familiares llevan la delantera sobre
aquello que la ley y la biología intentan regular. En el siglo XIX, los nombres de la familia tradicional se fueron
alterando mediante la transmisión del patrimonio. En la actualidad, los nombres de familia se ven transformados por
las nuevas demandas sujetasal mundo del contrato. Es así que nos encontramos con familias conformadas por un
matrimonio igualitario, familias monoparentales, ensambladas o de segundas nupcias, entre otras. Como podemos ver,
este reajuste o transformación de los nombres es resultado no solo de los matrimonios con parejas del mismo sexo,
sino también de las nuevas técnicas de reproducción asistida. Por extensión, esto determina la igualdad de derechos.

No podemos ser indiferentes a las consecuencias subjetivas que estas elecciones pueden tener, sobre todo respecto
de los diferentes hijos de una misma pareja. Esto hace de la estructura y la transmisión del parentesco algo arbitrario.
El psicoanálisis, seguramente, podrá disipar dudas y prejuicios, romper con estereotipos y aliviar a aquellos que se
sienten abrumados por el ideal de la “familia tipo”. También puede colaborar con la aceptación de estas nuevas
configuraciones familiares, apuntando a la idea de que hay distintos tipos de familia.

No hay sujeto sin familia, sino que cada uno se la construye. La propuesta sería la de permitir que la familia sea un
lugar donde se pueda alojar la diferencia. Por tanto, debemos pensar la familia como un sistema abierto y en continuo
fluir, y ya no como algo que se da de una vez y para siempre. Cada uno de los miembros puede construir su propio
modo de hacer familia, coincida o no con la familia biológica o de origen.

Aproximación teórico-clínica a la familia de hoy


Nos apoyaremos en los planteos de María Cristina Rojas (2000) para pensar y abordar la diversidad de las
configuraciones familiares. Según esta autora, hay que tener en cuenta las siguientes condiciones:
a) Modelizaciones teóricas abiertas y complejas.

b) Creación de lugares nuevos.

c) Distintas modalidades de pertenencia.

d) Complejización de las redes de parentesco y de la transmisión intergeneracional.


e) Precisiones del tabú del incesto.

f) Diversidad de modelizaciones.

Modelizaciones teóricas abiertas y complejas


Consideramos a la familia como una organización abierta y en constante devenir que se define en el intercambio
con el medio, donde se van creando los lugares.
Su productividad se ve acotada por efectos singulares de cierre y estabilidad, puntos en los que el flujo se
estabiliza, los que ofrecen anclajes peculiares de cada configuración; dichos efectos sostienen así una organización que
posee identidad, pese a su carácter de mutable. (Rojas, 2000, p. 92).
Esto supone situar la familia en el entramado sujeto-vínculo-cultura. Estas dimensiones no se discriminan ni se
separan y cada una puede ser fuente de novedad.

La familia se sitúa como anudamiento peculiar de esa red en constante fluir, nudo en el cual se entrecruzan
condiciones intrapsíquicas sociales y vinculares.
Un enfoque ligado a la complejidad nos permite trasladar el acento de la invariancia a la transformación, de la
repetición a lo novedoso, sin dejar de lado la desmentida de la transformación y la inercia que genera sufrimiento y
trastorno. (Rojas, 2000, p. 94).
LECCIÓN 33 de

Creación de lugares nuevos


La familia no se define a partir de lugares preestablecidos y fijos (átomo de parentesco de Levy Strauss), sino a
partir de operatorias y campos. Esto habilita la creación de lugares nuevos y vínculos novedosos y nos aleja de
modelos únicos. Esto es primordial en familias preensambladas donde se observa un conflicto paradojal. Por ejemplo,
para el lugar de “esposa de papá y madre”.
La opción ante estos sufrimientos es la creación de lugares nuevos para no generar exclusiones propias de la
vincularidad. La idea es establecer lugares diferenciados y mutables para cada uno de sus integrantes. Propongo
entonces como cuestión central en la clínica de la familia ensamblada la construcción de lugares nuevos y
diferenciados para cada uno de sus integrantes, lugares que no devienen inmutables, ya que continúan su
transformación a lo largo de la vida familiar. Se conectan con originales modalidades vinculares y se van definiendo a
partir de los requerimientos que plantean las distintas funciones del lazo familiar en cada momento vital.
La idea de construcción implica flujo, devenir, transformación. Cada familia crea sus vinculaciones y algunas
reglas peculiares a su funcionamiento; el «lugar» no constituye tampoco un punto terminal inmodificable. Desde esta
perspectiva, pienso que los procesos constructivos no son privativos de las familias ensambladas u otras hoy
consideradas modelos
«transformados»; también la familia de primeras nupcias construye sus vínculos y crea sus lugares y desempeños;
es pues una nueva organización, aunque sujetada a regulaciones culturales más definidas, expresadas en un sistema hasta
ahora estable de denominaciones y otro de actitudes y expectativas, que sufre una notable remoción. Es preciso
«devenir» padres, tanto como «devenir» hijo –proceso de filiación–, y así para cada uno de los lugares y denominaciones
restantes. (Rojas, 2000, p. 96).

Distintas modalidades de pertenencia

En las familias de segundas o terceras nupcias, el grupo habrá de incluir e integrar hijos diferenciados por distintas
cualidades. Por ejemplo, los que conviven y los que no, integrantes que vienen de otras familias de origen, etc.
Es preciso concebir la pertenencia, alejándonos de lógicas binarias, con distintos grados y cualidades diferentes,
estableciendo una diversidad intracategorial. No se trata pues de la tajante contraposición digital, pertenecer o no, sino
de concebir diferentes formas e intensidades de pertenencia, lo cual se conecta nuevamente con la cuestión de los
lugares, ya que estos se diversifican y ofrecen posibilidades variadas de pertenencia. Habilitan de tal manera otras
formas de tramitar la problemática de la exclusión, ese riesgo a veces elevado de una falta de lugar cristalizada en
conformaciones familiares que se tornan expulsivas para algunos de sus miembros, con el consiguiente riesgo
psíquico y vital de los mismos. Riesgo no privativo, por cierto, de las familias ensambladas. (Rojas, 2000, p. 97).

Complejización de las redes de parentesco y de transmisión intergeneracional

Hablamos y abarcamos redes de parentesco que suponen diversidad de vinculación no biológica e innominadas.
Según Rojas (2000), "la familia es condición necesaria pero no suficiente para las producciones subjetivas" (p. 98).
También hay que tener en cuenta las condiciones sociales que podrán estar mediatizadas con algunos recortes por
parte de la familia. La estructura familiar inconsciente sobre la alianza como operador de transformación de lo
transmitido mantiene su violencia en las diversidades familiares.

Precisiones con relación al tabú del incesto

Las familias con vinculación no consanguíneas proponen nuevas cuestiones en relación con el tabú del incesto. El
tabú sexual se da entre adulto y niño, exista o no consanguineidad.
En lo que hace a la relación entre pares no consanguíneos –me refiero a las relaciones entre hijos previos de nuevos
contrayentes; «hermanos (¿hermanos?) ensamblados»–, es el caso por caso el que irá dándonos respuestas, al menos
en cuanto a la significación que dicho vínculo adquiera en cada contexto familiar, para cada pareja y sujeto. Ya en lo
que hace a ciertas relaciones consanguíneas, el tabú dejó amplio margen a la consideración de los sentidos
particulares, al menos en algunos parentescos no centrales (primos hermanos, tío/sobrina, etc.). (Rojas, 2000, pp. 98-
99).

Diversidad de modelizaciones
Más allá de buscar definir de modo exhaustivo el concepto de familia, Ramos (2000) propone tres ejes de
acercamiento:
LECCIÓN 34 de
1 una caracterización general de la familia, sin pretensiones de universalidad;

2 modelizaciones diversificadas;

3 múltiples dimensiones de análisis" (Rojas, 2000, p. 99).

Caracterización general de la familia sin pretensión de universalidad

Rojas propone pensar la familia como:


En nuestro contexto la familia, desde un enfoque psicoanalítico, podría caracterizarse como una organización
vincular compleja y abierta en la que se despliegan niveles inconscientes, configuración vincular transformable,
anudada en la trama sujeto, vínculo y cultura, acoge al descendiente en el momento del nacimiento y se hace cargo de
modo preferencial, aunque no exclusivo de la constitución subjetiva a través de dos operatorias centrales: sostén y
corte y proceso de investidura libidinal y narcisista. Dichas funciones se sustentan en la asimetría entre psiquismos
constituidos y otros en vías de constitución. La familia humana establece lazos afectivos que prosiguen de por vida y
constituyen una de las vertientes posibles del apuntalamiento intersubjetivo del psiquismo. Contribuye, junto a otros
dispositivos culturales, al establecimiento de la renuncia pulsional parcial posibilitadora de la convivencia humana.
Conforma un campo sexual de alta singularidad, particularmente por las prohibiciones y prescripciones ligadas al tabú
del incesto, considerado con las precisiones que colocan la prohibición de la violencia como otro de los ejes de
regulación del territorio de lo familiar. (Rojas, 2000, pp. 99-100).

Múltiples dimensiones de análisis

Rojas propone multiplicar los ejes de análisis de la configuración familiar, sin desconocer el modelo del átomo de
parentesco que plantea la tramitación del tabú del incesto en cuanto ordenador de la sexualidad humana.
Algunas dimensiones de análisis de las conformaciones familiares que sustentan la operación clínica familiar:
Funciones del lazo familiar.

Renuncia pulsional - incesto - violencia.

Apuntalamiento intersubjetivo del psiquismo.


Cuestión de las asimetrías.
Creación de lugares nuevos.

Transmisión entre generaciones y la conformación de la fratría.

Apuntalamiento intersubjetivo del psiquismo: las funciones de la familia no finalizan con la fase de crianza, centrada
en la construcción del psiquismo infantil. Sus lazos continúan ofreciendo apuntalamiento al psiquismo singular. El
paso del tiempo amplía los circuitos vinculares que soportan al sujeto, perdiéndose la prevalencia y jerarquía de las
vinculaciones familiares de origen a favor de otras, extrafamiliares, o propias de la constitución de nuevos grupos de
crianza. El vínculo en función de apuntalamiento deviene con frecuencia soporte de la resistencia a la
transformación y sostén de la especificidad sintomal; en otra de sus vertientes se configura, en cambio, como
agente de transformación.

Señalaré dos modalidades de la intervención en la clínica de familias que me parecen centrales y tienen como
fundamento el eje del apuntalamiento intersubjetivo.

a) La intervención opera sobre los niveles imaginarios del lazo y la fusión; discrimina, favorece
las autonomías singulares y habilita la renuncia pulsional parcial indispensable para la convivencia humana.
LECCIÓN 35 de
b) Estimula, en otras ocasiones, la configuración del lazo como apoyo, constitución y sostén,
cuando el aislamiento y la fragmentación desfavorecen el apuntalamiento.

En cada proceso analítico familiar estas dos modalidades de intervención se alternan, aun cuando difieren en su
predominio según los casos.

La cuestión de las asimetrías: considero peculiar de la familia la asimetría entre psiquismos constituidos y otros en
vías de constitución, por lo general, padres-hijos. Dicha asimetría da sustento a las operatorias específicas antes
descritas. Este eje es destacable en el análisis de la familia con niños y adolescentes precisamente por la apelación de
los mismos a las funciones de corte y de sostén.
En la clínica de la familia actual con niños solemos encontrar que quienes ocupan las funciones ligadas a la parentalidad
no logran sostenerlas; tienden a sobreestimular la independencia de los menores e incluso esperarán a veces, ya en el
terreno de las patologías más severas, construir padres en esos hijos a los que debieran apuntalar, en un intento de
inversión de la ineludible asimetría del vínculo parentofilial. Suele también extremarse la permisividad, lo cual
conforma la contracara del autoritarismo.

Conformación de la fratría: las vicisitudes de la alianza fraterna constituyen otra de las dimensiones de análisis del
grupo familiar. Destaco este eje en la aproximación clínica a las familias en proceso de divorcio, o en ocasión de
segundos matrimonios de padre o madre. El grupo de hermanos puede ser fuente de contención en esos momentos
críticos, a menudo generadores de vivencias de desamparo.

Para concluir: pienso que las aperturas propias del pensamiento teórico complejo permiten el enfoque de la
diversidad, y dan paso a formas inéditas de aproximación clínica a las diferentes configuraciones familiares que
habitan nuestro mundo, hoy. (Rojas, 2000, pp. 103-104).
Transmisión generacional
Transmisión generacional
¿Qué se transmite de una generación a otra? ¿Cuáles son sus vías de transmisión? A partir de estas preguntas,
desarrollaremos un breve recorrido por el concepto de transmisión generacional desde el psicoanálisis vincular. Para
entrar en tema, te acerco dos breves pasajes de la película Coco de Disney.

Susana Matus Y Silvia Gomel hacen un recorrido por esta temática en numerosas publicaciones. Estas autoras nos
acercan al tema de la transmisión generacional desde distintas vertientes. La intersubjetividad es eficaz productora de
subjetividad, pues la continuidad psíquica de las sucesivas generaciones a partir de la pertenencia a una cadena
genealógica impone una exigencia de trabajo a los sujetos eslabonados en ella. La transmisión dejará su marca
en el sujeto a través de complejas operaciones de reinscripción y transformación.

El individuo lleva una existencia doble: es fin para sí mismo y es eslabón dentro de una cadena de la que es
tributario contra su voluntad. El ser humano se encuentra dividido entre la exigencia de ser uno en su singularidad y
de erigirse en sujeto de conjunto. Cada sujeto porta la cicatriz de una marca genealógica que lo reenvía
permanentemente al sacrificio de la omnipotencia. La genealogía funciona inscribiendo al sujeto humano en las
categorías del sistema de parentesco y al mismo tiempo lo ubica como tributario de la especie.

Aparece aquí una segunda vía de transmisión generacional: fragmentos de la vida psíquica de las generaciones
anteriores se convierten en parte del bagaje de generaciones posteriores. Para Gomel (1997): “Transmisión
generacional será entonces el modo peculiar en que verdades y saberes, odios y amores, deudas y legados, posibles e
imposibles, se traspasan de los odres viejos a los nuevos sosteniendo que la voz no se silencie” (p. 26).

La transmisión solo puede ser pensada como sostén si se produce una doble acción: adueñarse de lo recibido de manos
de nuestros antecesores y al mismo tiempo imprimir a ese bagaje nuestro propio sello.

La familia como intermediario participa de las características de diversos espacios en la unión de “lo cultural
transcultural, las significaciones imaginarias, lo genealógico como prehistoria vincular jugada en la trama
intersubjetiva y la psique singular” (Gomel, 1997, p. 29).

El infans remodelará y metabolizará lo transmitido por vía de la combinatoria deseante parental para adecuarlo a su
propio funcionamiento psíquico. Esta tarea requiere que el material ofrecido haya sido alcanzado por la represión de
los padres a partir de un trabajo de transformación y complejización vincular. Esto resulta conducente para cada
uno de los miembros de la alianza conyugal.

Hay que tener en cuenta que ocupar un lugar en la estructura de denominaciones de parentesco no implica
necesariamente desplegar la función respectiva. Más adelante abordaremos esta cuestión.

Recordemos que el sujeto no se constituye solo a partir de las experiencias acaecidas a lo largo de su vida. Por lo
tanto, la subjetividad muestra límites imprecisos entre pasado, presente y futuro.

La intersubjetividad transgeneracional es aquello que surge por la coproducción vincular de dos o más sujetos
ubicados en distintas generaciones. Dicha producción es a su vez habilitadora de subjetividad, pues la continuidad
psíquica de las sucesivas generaciones impone una exigencia de trabajo a los sujetos eslabonados en la cadena
generacional.

Transmisión generacional no es igual a patología, sino que se trata de un proceso propio de la cultura: se transmiten
las nociones de lo prohibido y lo permitido, el idioma, el sistema de parentesco, los valores, la ideología, los criterios
estéticos e historia. Lo transmitido por la familia hace un recorte desde su particular perspectiva sobre las reglas y
convenciones de la cultura. La transmisión no se funda únicamente en quién transmite y qué se transmite, sino que se
encuentra sustentada en los modos en los que el receptor recibe el legado: cómo se lo apropiará y qué novedad podrá
introducir. Resulta así un proceso construido entre las generaciones, haciendo borde en cada una de
ellas.

La transmisión de sentidos se realiza a dos vías:


1 Dimensión consciente - preconsciente jugada a través de la historia familiar tal como es contada de padres a
hijos, junto con costumbres y tradiciones.

2
Dimensión inconsciente constituida a partir de fragmentos de la vida psíquica de generaciones anteriores y
convertida en parte del bagaje de generaciones posteriores.

Pero existe también otra dimensión de la transmisión generacional, que tiene la cualidad primordial de no haber
podido ingresar al mundo de lo representable, de lo pensable. Situaciones donde lo que no pudo ser procesado
psíquicamente en una generación se transmite en su cualidad de vacío a la siguiente, promoviendo ambigüedad y
confusión. De este modo, circulan trazas imposibilitadas de reescrituras psíquicas, que van trasladándose de una
generación a otra en su cualidad de irrepresentable y, desde ese estatuto, se arborizan en diferentes psiques. El
concepto de trauma como agujero de sentido que rompe las concatenaciones lógico-causales y espacios-temporales,
vacío de pensamiento, se descarga por vía de la acción. Atravesar una vivencia traumática puede conllevar un trabajo
de ligadura en el propio psiquismo o una desligadura tanática: las generaciones subsiguientes tendrán una muy distinta
exigencia de trabajo según se den una u otra de estas alternativas. (Greco, Sambucetti, Fabbro, Boustoure y Stor, 2016,
https:// n9.cl/0bupq).
Al respecto, Gomel y Matus (2011) afirman que:
Lo no ligado ancestral, las pérdidas no dueladas, lo traumático insemantizado, lo desmentido y repudiado en una
generación- verdaderas precipitaciones del hacerse transmiten como blanco a las siguientes y retornan bajo el sesgo de
la compulsión a la repetición, perforando la capacidad representativa de la psique (Gomel y Matus, 2011, p. 66).
Las denominadas precipitaciones del hacer (acciones locas, desenfrenadas, impulsiones e implosiones corporales,
accidentes, cuestiones relacionadas con el incesto y la violencia que puede llevar al suicidio y al homicidio) buscan
expresión a cualquier precio. Los fragmentos del pasado vincular emergen por la vía del hacer en generaciones
alejadas de aquellas que protagonizaron los hechos. La compulsión a la repetición marca el derrotero de lo
endogámico, de un goce que obstaculiza la formación de nuevos vínculos.

Tienen cualidad de no representado. Relato en negativo de lo intergeneracional que no puede alcanzar el estatuto de
hecho histórico. Con frecuencia, el peso de lo no tramitado ancestral invade el campo familiar y bloquea la circulación
fantasmática. La cualidad traumática de determinados eventos familiares no depende exclusivamente de la magnitud de
lo sucedido, sino de que el grupo haya o no tenido la posibilidad de otorgarle algún sentido a partir de la riqueza y
complejidad de la trama simbólica imaginaria tejida en la intersubjetividad.

La carga traumática puede ligarse y decrecer su intensidad a través del paso de las generaciones o en cambio
metamorfosearse en un más allá del displacer: afecciones psicosomáticas, adicciones, accidentes.

Entonces, la transmisión generacional (generadora de un universo relacional) mostrará eficacia en las psiques
singulares apoyándose en distintas vías de transmisión. Algunas de estas vías son: el discurso familiar, la escena
fantasmática y la trama identificatoria.

Pero también aparece en simultaneidad lo inédito: lugar desde el cual la repetición puede abrir paso a la novedad.
Eso que nunca fue y se hace posible a través de la producción vincular. "La opción del sujeto de liberarse de los
lugares propuestos por una historia ancestral debe estar siempre presente en nuestro pensamiento" (Greco, Sambucetti,
Fabbro, Boustoure y Stor, 2016, https:// n9.cl/0bupq).

El armado vincular se puede estudiar desde tres vertientes:


Dimensión simbólica.
1
2 Campo de lo imaginario.
Eje de la exterioridad o negatividad: lo real.

Dimensión simbólica: los vínculos familiares derivan de la puesta en juego del principio de
intercambio a partir del marco transcultural. Este marco, a su vez, está sostenido por reglas y operaciones que
atraviesan a todas las culturas y se inscriben en el psiquismo más allá de un contexto determinado. Asimismo, existen
formas variadas de posicionarse frente a las reglas: desde la universalidad de la ley a la singularidad de la transmisión.

Lo imaginario: aparece marcado por aquellos aspectos ligados al imaginario social en el cual habitan
los
vínculos. Nos referimos a las ideologías, los sistemas axiológicos, las creencias y los modelos perceptivos. También al
espejo familiar en interrelación con lo social: es el campo de las identificaciones, tensado a partir de los supuestos
identificatorios familiares que son condensación de anhelos actuales y pretéritos.
Vínculos familiares, lugares y funciones. Producciones vinculares
Entre los canales utilizados para la transmisión generacional está el discurso familiar: es la vía regia de la
transmisión. Este discurso es abordable a partir de las huellas de los hablantes en los enunciados, como lugares de
inscripción y posicionamiento de las subjetividades anudadas en los vínculos de parentesco.

Otra vía es el recorrido de la trama fantasmática. La posibilidad o no de transcripciones simbolizantes en la psique


incipiente se encuentra enlazada en la capacidad del armado de una trama simbólica, imaginaria y pulsional en la red
vincular a la cual adviene el bebé.

El régimen de las identificaciones conforma una de las maneras más poderosas de enlace entre pasado, presente
y futuro. La historia de una familia se construye en su transmisión: transmitir un pasado es construirlo. El pasado como
tal está perdido y solo advenido en hecho histórico podrá lograr algún tipo de encadenamiento. Un hijo no solo abre a
nuevos universos de sentido. El advenimiento de un nuevo integrante a la familia conmueve el entramado interior e
impulsa una reelaboración fantasmática porque el valor simbólico del niño es ejercer un movimiento permutativo en la
línea genealógica.

En el plano familiar, se produce la articulación entre lo "azaroso acontecimental" y las leyes del funcionamiento
vincular. El acarreo transgeneracional aparece como condición de partida de la vincularidad y de la legalidad
constituyente para el armado de la subjetividad.

La transmisión generacional es una marca subjetivante, todavía más cuando cada familia se recorta con un perfil
diferencial. Existe una estrecha relación entre el imaginario familiar y el espíritu de época. A través de sutiles
anudamientos, el contexto histórico social hace aparecer como anhelo individual aquello que es condición de la
cultura, asegurando la cohesión necesaria para perpetuarla. Cada época es propiciatoria de determinadas
configuraciones subjetivas y no de otras.

Una de las características del discurso social es hacer aparecer a las significaciones imaginarias como necesarias y
naturales. Del mismo modo sucede en las familias. Se genera un sistema de convicciones comunes en apariencia: no
formuladas por sujeto alguno, son enunciados objetivos y totalizantes. Lo ideológico cohesiona al sujeto y es uno
de los soportes del lazo social.

Para finalizar, te dejo un poema de Jorge Luis Borges:

Al hijo
No soy yo quien te engendra. Son los muertos
Son mi padre, su padre y sus mayores;
Son los que un largo dédalo de amores
Trazaron desde Adán y los desiertos
De Caín y de Abel, en una aurora
Tan antigua que ya es mitología
Y llegan, sangre y medula, a este día
Del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
Y, entre nosotros, tú y los venideros
Hijos que has de engendrar. Los postrimeros
Y los del rojo Adán. Soy esos otros,
También. La eternidad está en las cosas
Del tiempo, que son formas presurosas. (Borges, 1969, p. 32).

A modo de ejemplo, te invito a leer algunas historietas del dibujante Chanti. Este ilustrador ha retratado
elocuentemente algunos hitos del funcionamiento familiar, dando cuenta de los roles y de los efectos que producen en
la subjetividad de los miembros.
Te propongo pensar qué lugares están retratados en las viñetas seleccionadas. ¿Cómo se juegan las funciones?

Es importante que retomemos la noción de vínculo a modo de repaso. Nos referimos al vínculo como ligadura
inconsciente que une al yo y al otro con un sector representable y uno no. Esto es lo ajeno con lo que ha de
relacionarse. Representación que es más que la suma de yo y otro. Para que se constituya y sostenga es necesaria la
presencia del otro. Relación con otro cuya presencia se impone a cada sujeto. La imposición es un mecanismo
constitutivo del vínculo que se diferencia de la identificación, proyección o introyección como proceso
intrasubjetivo (basamento de la construcción de representaciones sobre el otro).

Siempre habrá distancia entre la representación imaginaria y lo que el otro es como sujeto singular. Distancia que se
patentiza en el encuentro real, donde cada uno resistirá al movimiento de ser reducido a nuestra mirada.

En cada vínculo significativo se da un encuentro con tres dimensiones del otro. Lo semejante: a lo que se accede a
través de la identificación y que genera la vivencia de lo compartido; lo diferente: aspectos del otro con los que no es
posible identificarse, pero sí acceder y tornarlos compartibles a través de diversas operatorias vinculares; y lo ajeno: lo
inasimilable, no compartido ni compartible. (Abelleira, 2006, pp. 19-20).

Ahora bien, dentro de la familia hay dos órdenes de vínculos:

V Í NC U LO S SI M É TRI C O S V Í NC U LO S A SI M É TRI C O S

Vínculos compuestos por sujetos con estructuras psíquicas constituidas en sus aspectos diferenciales,
aunque abiertas a nuevas construcciones. Por ejemplo: el vinculo de aliaza. Tambien el de hermanos con
subjetividades en vias de constitución

V Í NC U LO S SI M É TRI C O S V Í NC U LO S A SI M É TRI C O S

Vínculos donde se entiende que hay aparatos psíquicos constituidos y otros en vías de constitución. Por
ejemplo: vínculo entre padres e hijos por la necesaria dependencia de constitución subjetiva.

Estos órdenes de vínculos se organizan en torno a los lugares materno- paterno-filial en cuanto denominaciones de
parentesco instituidas. En relación con los lugares, se espera una función de sostén y amparo, discriminación y corte y
transmisión de ley. Es la función conocida como materna y paterna.

Las funciones son operatorias necesarias para la constitución y construcción de la organización psíquica de los
sujetos. Han de estar encarnadas o trasmitidas por personas reales. Ambas funciones deben estar siempre articuladas.
Función amparadora primaria

Considerada como el conjunto de cuidados básicos brindados al bebé como asistente de necesidades.
Amparo y sostén biológico y psíquico.

En cuanto al sostén psíquico, supone que para sobrevivir y constituirse como sujeto
todo ser en crecimiento necesita no solo alimento, sino alguien que lo catectice,
libidinice, desee que ese niño viva y que le signifique en un comienzo cada una de
sus experiencias sensoriales y vitales, con los objetos de su entorno y con los otros.
(Bascopé y Hernández Pedraza, 2019, p. 30).

Esto posibilita la erogeneización del cuerpo del bebé como fuente de placer y sufrimiento, vivencias
de unificación narcisizante como efecto de ternura, constituyéndose en el primer contexto
identificatorio que fundará el yo. Contacto cuerpo a cuerpo y deseos inconscientes: el otro contribuye
a fundar la sexualidad del bebé.

Función simbólica, ordenadora, de corte y diferenciación



Esta función es ordenadora de los vínculos intersubjetivos. Es la representante para el hijo del
acceso a lo simbólico, al lenguaje y al discurso del conjunto de la cultura y sociedad a la que
pertenece. Se transmite lo prohibido y permitido para cada vínculo.
Con la caída del patriarcado, la función paterna no puede ser equiparada ya a la función simbólica. El
corte y la diferenciación (entre hijo/madre/padre/etc.) implica un largo recorrido por diferentes
vínculos y a través de la apropiación y la elaboración de los enunciados del conjunto. Enunciados no
solo de los padres, sino de otras instancias que lo ubicarán como eslabón de cadena generacional,
es decir, como otro del conjunto al que pertenece.
Si por amparo y sostén el hijo construye su yo, por la función simbolizadora abre a la inscripción de
lo prohibido y permitido a través de la construcción del superyó y de los ideales del yo. La función
simbolizadora es una condición estructurante, no importa quien la encarne. Todo esto hace al proceso de
construcción de subjetividad en sus distintas dimensiones:
a) Intrasubjetiva: capacidad de cada sujeto de inscribir y metabolizar.
b) Intersubjetiva: lo que se construye en y por los vínculos.
c) Transubjetivo: marcas sociales y culturales

Otras funciones en la familia

Función filial

Impronta de lo novedoso. A través de su singular metabolización - apropiación de lo transmitido (imágenes,
modelos, afectos) aporta nuevas significaciones que en la adolescencia cuestionan y formulan lo heredado de
manera novedosa. Los sujetos pueden producir transformaciones creativas, repetir lo recibido o enfrentarse a la
familia con vacíos de significaciones fallidas. Es esperable fallas de distintas cualidades en las funciones.
Esto da lugar a nuevas interpretaciones de la realidad vincular. Las fallas desestructurantes o patógenas se
vinculan a un déficit de sostén y apuntalamiento psíquico o a un exceso abusivo de instancias parentales que
transmiten inconscientemente la prohibición de pensar y sentir de forma autónoma y que obstaculizan el
surgimiento del deseo propio del sujeto.
Función familias de origen
Representan las tradiciones familiares y se incluyen a través de creencias y mitos que la familia conyugal
sostiene. Pueden obstaculizar los acuerdos y transacciones de la pareja por la presencia que interfiere la
concreción de los mismos. Esta función queda expresada en la puja entre un cónyuge y otro por imponer
modelos ideales heredados.

Relación de poder y sentimiento de pertenencia

Las relaciones de poder son constituyentes de la subjetividad por la asimetría de vínculo parento-filial y el
sentimiento de pertenencia.

Relaciones de poder: son acciones y experiencias emocionales que se constituyen en una relación de
imposición entre un sujeto y otro. Llevan a una modificación del cuerpo y la subjetividad. El modelo primordial de
esta relación de poder es el de madre-hijo que supone un “saber hacer” así como un derecho a imponer al niño
determinadas significaciones. Piera Aulagnier (1997) denomina a este modelo como violencia primaria. El poder como
verbo deja marcas en el niño, pero si el poder se configura como sustantivo, aspira a perpetuarse en dicha posición y
aparece como exceso.

Sentimiento de pertenencia: este se va configurando al formar parte de un conjunto familiar que


nos incluye. El grupo familiar es un grupo de derecho cuya historia compartida posee un guion central en el que
todos pueden reconocerse, pero se irá complejizando en el vínculo. Para el hijo en formación, la pertenencia a esta
determinada familia es de obligación y, a medida que avance en su crecimiento, podrá conquistar su propia manera de
pertenecer. El sentimiento de pertenencia otorga contención y cohesión. Será importante que con los puntos de
certeza que brinda la pertenencia, los integrantes se abran a la complejización que promueven los nuevos
intercambios.
Lugares y funciones de parentesco

La familia se constituye como un conjunto de vínculos y de lugares ocupados por sujetos a través de sus acciones.
Estas acciones están previstas: prescriptas y prohibidas. Pero también hay acciones no previstas que resultan de la
situación actual: acciones creativas o repetitivas. El conjunto debe resolver las cuestiones propuestas por la otredad, es
decir, la ajenidad de cada otro. El vínculo es una combinatoria de presentación de los otros. Es una representación de
los conjuntos y se inscribe como tal en el psiquismo.

El parentesco como conjunto es el marco donde se dan las acciones de unos con otros. Al mismo tiempo, el
parentesco define, separa, clasifica y permite la relación con otro conjunto interno o intrapsíquico que reúne los objetos
internos.

Lo interno (relación de objeto) y lo externo (vínculo con otro) se relacionan según la forma de una doble inclusión: lo
vincular está incluido en lo interno y viceversa. Para no quedar aprisionado del mundo interno, el sujeto ha de vincularse
con otro. Para no quedar encerrado en la relación con otro, ha de recurrir a las ensoñaciones y fantasías del mundo
interno.

Familia: conjunto de personas vinculadas por la pertenencia al sistema de parentesco. Este tiene sus propias
denominaciones incorporadas al sistema de la lengua.

Ambos sistemas están altamente codificados y procuran ordenar la posición y circulación de las
personas al adjudicarle funciones adscriptas a cada lugar de parentesco y acordes a cada época.

También orientan la circulación social e interfamiliar de cada uno de los sujetos.

Los sujetos invisten y son investidos por un conjunto de prescripciones que regulan lo
permitido y lo prohibido.

También hay acciones no previstas que resultan de la situación actual: acciones creativas o repetitivas.

El rasgo característico de la familia como conjunto diferenciado de otros (los que habitan el mundo, otras
instituciones) es que los sujetos:
1 Forman parte de una historia previa que los envuelve y los atraviesa. Para algunos, los hijos, es previo
a su origen.

2
Están en el marco del parentesco.

3 Tienen una relación con base en representaciones infantiles y en una presencia asegurada y perdurable en el
tiempo y en el espacio: se conoce como casa, cualquiera sea su forma.

Actualmente, las funciones adjudicadas a los lugares se distribuyen de manera más fluida y no tan ligadas a lo
clásico. Pensamos en el lugar de la madre, del padre, del hijo y del dador de la madre o cuarto término.

Lugar de la madre

1) Asistencia material y emocional al hijo, ayudarlo en su condición de desamparo con base en la
vivencia de satisfacción (modo mítico de pensar el origen del deseo).
2) Investir narcisísticamente el cuerpo del hijo. Relacionar las cambiantes emociones del niño con las
propias para la construcción de un mundo interno.
3) Colaborar en la construcción en el hijo de la representación de su cuerpo y en la diferencia respecto
del cuerpo de la madre. Se iniciará la subjetivación del niño que luego será una tarea permanente llevada a
cabo por otras personas. También la madre agregará subjetividad a la suya a partir de la relación con el bebé
y acorde como este inviste su cuerpo.
4) Devenir objeto deseado del hijo después de que este ha sido objeto deseado de ella. Será ubicado en
una trama deseante que relaciona a la madre y al padre entre ellos y con el niño. El niño creerá, y le harán
creer, que es exclusivo. De allí, devendrá en desilusión.
5) Conducir al hijo hacia esa otra presencia que habita más allá de la propia relación. Dar un lugar al
padre cuando madre da lugar al otro par, a quien verá como alguien diferente de sí mismo.
Lugar del padre
1) Cumplir con tres prohibiciones. Primera: prevenir, impedir u obstaculizar la relación infantil de
la mujer con su padre o familia de origen. Segunda: prevenir, impedir u obstaculizar el acercamiento
abusivo del hijo a su madre; enunciar y sostener la amenaza de castración. Tercera: prevenir, impedir
u obstaculizar su propio acercamiento sexual a su hijo; el padre, como sujeto, debe enunciar una
prohibición que lo toma a sí mismo como objeto.
2) Aceptar su propia temporaria exclusión de la relación del hijo con la madre. Esto requiere
confiabilidad de su propio lugar dentro y, al mismo tiempo, al lado de ella.
3) Indicar las diferencias en los lugares y los vínculos a fin de asegurar las funciones
correspondientes y posiciones en cada familia para cada lugar. Transmitir las voces de lo
sociocultural y otorgarle a la madre la función de lo intrafamiliar.
4) Marcar al hijo como objeto de su deseo. También como objeto de su odio.
5) Dar a la hija a otro hombre a fin de que constituya una pareja y aceptar no figurar (diferente a la
exclusión de madre-hijo).

Lugar del hijo

1) Ha de aceptar ser un objeto deseado de la madre y del padre: dentro de ellos como objeto interno
y fuera de ellos como sujeto en relación con la exterioridad. Aceptará la prohibición del padre.
2) Ocupará el lugar asignado en la familia por sus padres, así como por el medio sociocultural al
cual la familia pertenece. Podrá hacer suyo el lugar asignado dándole especificidad a la manera de
cumplir sus funciones.
3) Aceptará que su cuerpo sea narcisizado por sus padres. A la vez, su acceso a ellos será
restringido. El acceso a su madre es irrestricto en su fantasía como objeto en tanto es restringido y
limitado en el vínculo con la madre como presencia.
4) Estará incluido en la escena primaria (modo de representación sexual de la pareja parental) así
como excluido de ella y de la pareja de los padres. Esto se dará a conocer porque hacen gala de una
vida en la que el hijo no participa.
5) Será el portavoz de los ideales familiares y de la cultura a los que él y la familia pertenecen.
Lugar del cuarto término o del dador de la madre

1) Aceptará ser garante al otorgar a esa mujer, bajo forma de hija o hermana, como esposa de otro
hombre que será madre de un hijo perteneciente a una familia que él no ha de regular.
2) Cambiará de lugar de padre a abuelo o a tío. Esto significa renunciar a los restos de sexualidad
infantil.
3) Renunciar al cumplimiento de la función de indicación que será cedida al nuevo marido, futuro padre.
Se refiere al acto de indicar una direccionalidad respecto de lugares familiares a ser ocupados, enunciado de
prohibiciones.
4) Aceptará el difícil lugar de exclusión de la nueva familia.
Aceptará la disolución de su lugar, aunque pueda permanecer como sujeto cuya marca será de extranjero
en la nueva familia.

Hasta acá el modelo está basado en la representación de la familia tradicional y patriarcal. Los lugares y las
funciones aparecen como invariantes. Pero frente a los cambios sociales e históricos (divorcios, distintos modelos
familiares, caída patriarcal, nuevo lugar de la mujer, etc.) se comienza a dar más relevancia al azar y al acontecimiento
como operantes en la construcción de la subjetividad y los vínculos. Ya no se piensa en un sujeto cuyo origen se define
en los primeros años de vida con sus padres, sino en un sujeto vinculado que en cada encuentro significativo forma y
constituye su ser con otros.

Producciones vinculares de la estructura familiar inconsciente


Las relaciones familiares son complejas y variadas en sus manifestaciones, tanto aquellas ajustadas y funcionales
como las desajustadas y disfuncionales, ambas poseen estructura familiar inconsciente. Unas y otras obtienen su
significación de una estructura profunda e inconsciente: la estructura familiar inconsciente. Deseo postular para esta un
espacio virtual con características de extraterritorialidad respecto del aparato psíquico, territorio o espacio mental de
los distintos Yoes que habitan las relaciones familiares. (Berenstein, 1990, p. 127).

Un cambio de los yoes determina el pasaje de la estructura familiar de una posición a otra. Cada yo y cada otro
interviene en varias combinaciones vinculares que tienen una fuerte eficacia inconsciente en relación con los lugares
que ocupan en la estructura del parentesco.
De la estructura familiar inconsciente surgen indicadores que son producciones transpersonales identificables en
cada familia. Adquieren significación e informan del tipo de equilibrio y origen de esa estructura. Nombres propios,
espacio y tiempo familiar sostenido en los pactos y acuerdos vinculares. También la circulación de bienes, el relato
conjunto, la historia familiar, los mitos y la organización de síntomas configuran indicadores de la estructura familiar
inconsciente que ayudan a pensar el funcionamiento de la familia.

Lo reprimido al servicio de sostener un vínculo se encuentra siempre relacionado con el orden representacional. Su
retorno también se fundamenta en una representación ligada más al orden del decir que al del hacer, enhebrada en la
trama fantasmática.

Sistema de denominaciones

El acto de nominación da entrada al niño en el orden de las relaciones humanas. Tener un nombre significa
haber adquirido un lugar en el sistema simbólico. La nominación como acto de reconocimiento remite a la
función simbólica de la parentalidad: cuando se atribuye un nombre a un niño está también en juego la
atribución de un niño a su nombre.
Los nombres propios cristalizan los deseos parentales y entreabren el telón de escenarios fantasmáticos
actuales y pretéritos. La predominancia de la rama materna o paterna se hace visible a partir de la selectividad
en la personalidad de nombres de personajes fuertemente investidos. En otros casos, la reiteración monótona
de los nombres eslabonados en la cadena generacional, sin posibilidad de combinación o elementos nuevos,
marca la presencia de los muertos en los vivos con multiplicidad de efectos.
La modelización del espacio

El grupo familiar modeliza el espacio de una configuración acorde a su propia lógica. Proxemia, mapa
vincular de lo íntimo, privado y público.
Íntimo: espacio intrapsíquico asociado a la idea de secreto, derecho a no decir y a no escuchar
determinados contenidos.
Privado: espacio familiar o grupal marcado por la discreción. Público: ámbito de la sociedad.

La modelización del tiempo



El eje de la temporalidad atraviesa a la familia en relación con su fundación y a su disolución. Puede
incluir el futuro, vivir en un eterno pasado o sostenerse en un presente sin historia y sin proyecto.
Hay un tiempo inherente a la línea genealógica que posibilita la clasificación de los miembros en
antecesores y sucesores. No aceptar este par significante promueve el caos genealógico, generando
yuxtaposición de las distintas generaciones sobre los mismos lugares de parentesco y poniendo en
riesgo los apoyos simbólicos de la psique.
El reconocimiento que la familia pueda o no hacer sobre el paso del tiempo configura dos
modalidades: el tiempo detenido y el tiempo que fluye.
La modalidad del tiempo detenido se encuentra engarzado a la dificultad de permutación de lugares
en una línea genealógica fuertemente endogamizada, transformada en este camino como
ilusoriamente atemporal.
El tiempo en su fluir marca el proyecto y horizonte futuro capaz de resignificar el presente y el
pasado.

Circulación de bienes


La circulación y distribución de bienes y el manejo de la economía familiar, tal como son relatados
en la sesión familiar o vincular, pueden abordarse desde la legalidad inconsciente que es
condicionante de otros intercambios. La predominancia de las líneas, la valoración diferencial de los
lazos consanguíneos y de alianza, y el lugar de los distintos hijos señalan los caminos por los cuales
transitarán los bienes: circulación, acopio, monopolio, dilapidación, etc. Las cuestiones referidas a
herencia llevan a la eclosión de conflictos.

Producción mítica

Conjunto fantasmático. Tiene entre sus componentes un relato sobre los orígenes y conforma un
mito. Las relaciones constantes derivadas de las creaciones míticas se detectan a través de los ritos
ligados a acontecimientos significativos para la familia. La construcción mítica es una herramienta
lógica para dar una solución imaginaria a una situación conflictiva. Establece la posibilidad de
representación de lo vivido. Se presenta como relato sin fisuras que ni el tiempo ni el saber han de
modificar. Es indiscutible.

El mito fundador enraíza en la genealogía y sostiene el linaje, ejecutando un primer paso ineludible
para el armado de la subjetividad y de la capacidad historizante del sujeto. La versión propuesta por el
discurso familiar acerca de un tiempo precedente puede no ser fidedigna, sin embargo, es mejor que el
vacío. En ese caso, el niño no podrá escribir su propia historia.

La organización sintomática
El síntoma individual posee una clave en relación con la red vincular y, además, se encadena
frecuentemente con la producción sintomática de los demás miembros de la familia. Formación
psíquica producida bajo doble estatuto: las leyes del espacio intrapsíquico del sujeto singular y la
Vínculos familiares. Aproximación a la psicopatología

Introducción
Las siguientes situaciones muestran aspectos sobre cómo podemos pensar las producciones de la Estructura
Familiar Inconsciente (EFI). Te invito a que descubras aquellas que están puntualizadas en cada una.
A través de la estructura familiar inconsciente se manifiestan las relaciones familiares complejas y variadas. La EFI

a consultar por uno de sus hijos. Transcurridos unos veinte minutos, el padre dice: “Me parece que no le dijimos los nombres y las edad

rece un único nombre con variaciones".


las iniciales A y R grabadas: “Cuando éramos novios y vi ese anillo le dije que ese iba a ser el emblema familiar”.

r sugerencia del pediatra. El niño padece un principio de úlcera duodenal.

e noche no duerme en casa, se niega a dormir con nosotros, quiere quedarse en la casa de la madre de Ana. Por supuesto que ella se que
olía la pancita. Yo creo que en la casa de mi mamá se siente más seguro. Tiene mieditos, sustitos".
nial con Ana y yo en el piso. Al final, me iba a la cuna".
lo. El padre no entiende

tiene carácter de extraterritorialidad y se refiere a la existencia de un conjunto de yoes y otros. El otro es pasible de ser
significado desde el sujeto, pero reteniendo un núcleo imposible de significar, de ser comprendido por el yo. Este
carácter de extraterritorialidad da lugar al vínculo distinto a las relaciones de objeto (intraterritorial) que son ligaduras
del yo, con representaciones de objeto altamente investidas desde el propio yo.
El espacio o escena de la EFI está conformado por vínculos dotados de enorme eficacia inconsciente en cuanto a la
distribución o ubicación de los lugares de parentesco con significados estructurados. Un cambio en uno de ellos
determina el pasaje de la EFI a otra forma.

Estos vínculos en lo consciente y manifiesto se aproximan a lo determinado por lo sociocultural. Desde este punto
de vista se describen las características y prescripciones del vínculo consanguíneo de los hermanos, alianza, padres e
hijos.

El vínculo avuncular, representado por el cuarto término, no está prescripto socialmente, sin embargo, está
permanentemente presente. Una amnesia familiar y de represión compartida y regulada desde lo sociocultural, oculta la
presencia del cuarto término y de su valor estructurante como factor de intercambio.

Cada uno de los cuatro vínculos es significado en forma singular y, a su vez, es posible si se realizó en forma
vincular. Significo a otro si y solo si otro me significa a mí. Esto constituye el contrato inconsciente del vínculo y del
conjunto vincular.

Ansiedades y defensas. Acuerdos, pactos y reglas inconscientes

Las relaciones entre cada yo y cada otro tiene carácter de estabilidad. La estabilidad es definitoria del vínculo. Para
ello, es necesario una serie de estipulaciones. Hay tres modalidades de contrato familiar. Además, estas modalidades
regulan el surgimiento de ansiedades emanadas de la construcción de vínculos.
Acuerdo

Conjunto de estipulaciones donde dos o más partes tratan de articular lo más deseado o lo más conveniente
para todos. Abre a un mayor y más complejo intercambio afectivo y emocional. Se pone de acuerdo
inconscientemente, aunque las formulaciones son parcialmente conscientes. Combinación de puntos de vista
diferente para crear uno nuevo que, conteniendo a los anteriores, genere uno que es más que la suma de las
partes.
De la posibilidad de establecer acuerdos, surge la experiencia emocional del encuentro entre un yo y otro,
únicos posibles de despertar esa respuesta emocional. Sentimiento de unicidad resultante de un acuerdo donde
se resaltan las semejanzas y se minimizan las diferencias.
Pacto
Inconsciente; convenio donde las partes se obligan a conseguir y a otorgar los deseos anhelados por unos y
otros por medio de un sistema de concesiones. Hay obligaciones mutuas para su observación y cumplimiento.
Requiere la presencia de discriminación entre cada yo y marca los límites de lo compartible. Requiere
aceptación de las diferencias. Son construcciones basadas en la ansiedad de ser devorado por otro. El pacto
asegura un sector no comprometido en el vínculo, reconocido por otros, de quienes ha de soportarse el no
acceso al núcleo incompartible. Defensa para no sucumbir a la fusión con el otro y soledad por no tener acceso
a todo del otro. Tampoco habrá acceso a la totalidad del yo.

Reglas
Estipulaciones con carácter de universalidad para la cultura. Estructuran la significación y se acompañan de
una supuesta observación y elección de algunos significados sobre otros posibles y se convierten en el universo
significativo para esta familia, en consonancia o disonancia con los ideales sociales. Son los llamados ideales
familiares. Una parte de estos ideales está investida narcisísticamente desde el yo y forma la estructura mental
del ideal del yo. Establecen un tipo de orden, determinando los valores y significados aceptados y rechazados
por ese conjunto. Este orden resulta de las modalidades y cualidades de los objetos elegibles para luego
establecer pactos y acuerdos. A nivel de la EFI, circulan las reglas definitorias del cómo ser (identificaciones
provechosas y nocivas) y a quién tener (salida exogámica). Estos elementos también están regulados en
prescripciones y prohibiciones.
Los conflictos surgen de la presencia de reglas contradictorias.

Los pactos y acuerdos definen dos modos de funcionamiento mental. El acuerdo es la posibilidad de la
combinación armónica donde el vínculo resultante obtiene una cualidad agregada sobre la suma de los aportes
mentales individuales. El pacto define una manera de incorporarse al vínculo por concesión, accediendo a lo
compartible e incluyendo lo no compartible: desde lo más regresivo, lo no compartido por narcisización; en lo más
progresivo, por aceptación dolorosa del núcleo incompartible del yo.

Ansiedades y defensas primitivas de la familia

A NSI E D A D A NI Q U I LA NTE A NSI E D A D C LA U STRO FÓ BI C A

Se reactualiza ante la vivencia de ruptura o falta de límites adscripta al temor de perder el lazo familiar (piel
envolvente y protectora de los significados ajenos y del mundo externo real). Con este clima emocional (ansiedad),
se obstaculiza la elaboración de las diferencias (yo - no yo, sexos, generacional).
Defensa frente a la ansiedad: adhesividad a los vínculos endogámicos. Bien elaborada, da la posibilidad de unión
con otro no familiar.

A NSI E D A D A NI Q U I LA NTE A NSI E D A D C LA U STRO FÓ BI C A


Vivencia de límite infranqueable, rigidización del lazo familiar. Encerramiento en vínculo endogámico con
ilusión de objeto amparador y posibilidad de completud. Ansiedad: fuente de violencia.
Defensa frente a ansiedad: fuga. Bien elaborada, da la posibilidad de discriminación.
Ante cada discriminación puede surgir como amenaza la soledad objetal: motor de ansiedad aniquilante como
defensa a la adhesión de los vínculos. Ante cada unión surge la ansiedad claustrofóbica y la defensa como fuga.
Psicopatología familiar
Hay cuatro modalidades que son las resultantes de las transformaciones de la EFI. El punto de vista es de una EFI
cuya visión sincrónica permite afirmar un conjunto ligado de lugares o posiciones que están a la espera de ser
ocupados y que son asumidos por los distintos yoes. La noción de historia familiar incluye la de un relato
estructurado.

Estructura familiar grado “0”


Conjunto mínimo de posiciones y vínculos sin los cuales el parentesco pierde toda significación. Cada denominación
(padre/madre/hijo/avúnculo) indica el lugar o posición de la estructura como objeto que ocupa esa posición. De este
grado, se obtienen transformaciones que son las primeras en tener significado.

Figura 1. Padre, madre, hijo, avúnculo

Grado “A” de la EFI


1 Vínculo de pareja con mujer que disolvió en vínculo avuncular y que está dispuesta a aceptar en su mundo
interno y vincular a un hombre y a la ley enunciada por este. Definitoria de nuevos contextos y significaciones
diferentes de las originales de cada uno.

2 Pasado que surge del enamoramiento. Hay lugar de un tercero que se amplía como espacio virtual.

Afectos predominantes derivados del amor genital y ternura, resolviendo conflictos por la palabra.
3 Cuarto término desestructurado. Ausente como posición relevante: queda como “yo” posible de relacionarse y
4 es incluido como valores y reglas subsumidas en los contenidos de los ideales de cada familia. Esto es posible
por la primera interdicción del hombre de prohibir relación de mujer con avúnculo.

5 Vínculo de filiación ocupado por hijo en lugar de un tercero. Está delimitado por aceptación de los modos
identificatorios de la relación de pareja y con el padre.

6 Estructura de la discriminación: entre los yoes, entre significados, sexos, generacional, endogamia y
exogamia.

7 La identificación proyectiva es reemplazada por pensamiento verbal. Hay polisemia.

8
Amenaza de castración continua a la primera interdicción.

Regla legislada por padre, enunciada con fuerza de ley, aceptada, avalada y asumida por madre, ocupando la
posición de tal.

Grado “B” de la EFI


Vínculo de pareja presente en cuanto que hay pacto matrimonial que mantienen las inhibiciones, especialmente
1 en lo genital. En lo individual, estas inhibiciones derivan de la represión del complejo de Edipo y de las
dificultades de asumir un acuerdo entre femineidad y masculinidad discriminadas.
2 Hay aceptación de hombre devenido en marido y luego padre. Relación de la mujer con el cuarto término es de
hostilidad, pero sigue ocupando un lugar en la estructura (en la mente y en la representación del interior del
cuerpo materno) sin estar presente, pero regulando la producción materna.

Pacto de concesión entre una mujer que en lo genital sigue ocupando lugar de hija y un hombre cuya ansiedad
de castración es mantenida con la ayuda de una mujer aliada inconscientemente a su dador.
3
Los afectos circulantes son de celos, rivalidad y competencia con base en la exclusión de la relación
reprimida de la mujer con el cuarto término (clásica tensión suegra-yerno).
4 Vínculo de filiación ocupa lugar de tercero, investido como incluido- excluido en la genitalidad inhibida de la
pareja. Esta se inviste prontamente como pareja de padres y vacía la de alianza.

5 Hubo primera interdicción y la mujer hizo lugar, pero la debilidad lleva a mantener en forma latente la relación
con familia materna.

La amenaza de castración hacia el hijo es descalificada por la madre por su necesidad del mismo como objeto
6 erótico, lo cual determina al otro de la pareja como tercero excluido, con celos, rivalidad y competencia de la
relación entre vínculo de pareja y filiación.

Pacto neurótico con cláusula de seducción con inhibición genital. Modelo de relación entre hermanos donde
7 prima la ley de incesto que prohíbe relaciones sexuales, pero no las pregenitales. La seducción resulta de la
imposición de significado proveniente del vínculo avuncular, no sujeto al orden fálico por un hombre con
ansiedad de castración y reemplazado por investidura de hijo-falo.
9 Hay diferencia endogámica-exogámica y generacional y de sexos con fracaso en lo genital.
8
10 Significantes relacionados con la falsedad.

Grado “C” de la EFI


1 Vínculo de pareja presente en cuanto que le es permitido enunciar la ley definitoria del contexto actual, aunque
la mujer no acepta la disolución con vínculo avuncular. Ley paterna sostenida en apariencia por carácter
contradictorio. Ambas leyes circulan en simultaneidad sin que ninguna se disuelva. El hombre enuncia la
primera interdicción, pero su amenaza carece de significado, pues el mismo desea participar de este triángulo
(mujer-avúnculo-hombre).

Ley avuncular en la clandestinidad. Significantes ligados a mentira y sus fenómenos.


2
Hay permeabilidad y lesión a la intimidad que es desestimada.
3
La presencia de un tercero amenaza con quebrar la especularidad, a menos de ser convertido en ojo que no
comprende lo que ve. Vínculo de hijo ocupado por este, pero indiferenciado. Tabú de incesto y castración
4 enunciado, pero burlado. Relación hijo con padre como aceptación desmentida y con avúnculo como aceptación
secreta.

Cuarto término: existencia clandestina.

5
6

Hay diferencia generacional, pero no la de sexos. Tampoco hay endogamia ni exogamia.

Funcionamiento a través del lenguaje de la acción.

Términos inherentes a esta estructura son: robo, drogadicción, delincuencia y conductas antisociales.

Pacto perverso con inclusión de un contrato con secreto: a voces, pero mantenido en clandestinidad.

Grado “D” de la EFI


Vínculo de pareja debilitado y cubierta por adhesión indiscriminada entre hombre y mujer. La mujer permanece
1 unida al cuarto término y no acepta en su mundo interno y vincular a un hombre fálico que se constituya en
pater que legisla, pero sí acepta a un hombre con pene como genitor (por tabú de incesto). Este hombre circula
por EFI sin lugar o posición o como castrado. La relación de pareja se pliega como anexo del vínculo de la
mujer con su familia, de donde proviene la ley regulatoria que mantiene la indiscriminación o indiferenciación
entre familia materna y actual.

Hombre como apéndice, servidor de la ley tiránica, como hermano de la mujer.


2 Afectos circulantes, violencia, agresión y hostilidad. La relación no adquiere complejidad.
3
Hijo semantizado como perteneciente a familia de origen. Los modelos identificatorios permitidos son del
avúnculo y los modelos provenientes del padre se vuelven riesgosos por el destino posible. Vínculo de hijo con
avúnculo es de afecto y adhesión. Vínculo con el padre es de hostilidad, distancia y rechazo.
4
Grado de estructura de fusión de yoes. Aparece en el relato como padre muerto o como formación reactiva.
Padre autoritario.
6 Hay indiscriminación entre pasado y presente, dentro y fuera, corrimiento hacia endogamia, borramiento de
5 diferencia generacional y sexual.

7 Identificación proyectiva en desmedro del pensamiento verbal. Anulación de amenaza de castración como
estructurante de las diferencias.

8 El hijo, como representante del vínculo de alianza, será tratado con amor posesivo por la madre (quien lo inviste
como objeto avuncular) o con agresión proporcional a su crecimiento.

9 Sentidos monosémicos.

10 El cuarto término persiste y no se reprime. El significado aparece como representante de yo ideal con quien se
mide siempre en desventaja y está por encima de los ideales familiares.
11 Pactos rotos y rehechos con base en la desconfianza constitutiva del vínculo de pareja y en relación con el
vínculo de filiación.
La aproximación a lo vincular, como una de las condiciones de partida del sufrimiento en uno o varios miembros
de una familia, condice con la idea de la evolución hacia la complejidad en su carácter de modo de emergencia de lo
novedoso. El dispositivo indicado de familia supone una metapsicología transubjetiva que ubica los mecanismos
fundantes del espacio psíquico en una doble apoyatura: las redes de determinación provenientes del conjunto familiar
y las propias del sujeto entrelazadas a las vicisitudes pulsionales en su articulación con el deseo.

El trabajo con familias supone llevar a la conciencia pactos y acuerdos que dan sentido a las relaciones familiares y
a trabajar principalmente sobre la cadena asociativa y las producciones del decir. La nostalgia de lo imposible será una
exigencia del trabajo para lo vincular. Los modos de resolución familiar de dicha exigencia se tramitarán a lo largo de
las cadenas generacionales.
7 Vínculos Familiares, sufrimiento y trabajo psíquico

Introducción
8 Para comenzar esta lectura, los invito a ver el siguiente capítulo de la serie En Terapia. Luego, se presenta una breve
reseña.
9 Roberto y Marisa, los padres adoptivos de Julián, se han presentado con él a la sesión. Le explican a Guillermo que
el día del cumpleaños de Julián ellos lo esperaban a cenar y, cuando él no apareció, temieron que hubiera elegido pasar
su cumpleaños con su madre biológica. Hablan del temor a perderlo y no ser elegidos por Julián.

Gomel y Matus (2011) sostienen que, para constituir una familia o pareja, es necesario poner en juego dos exigencias
correspondientes al trabajo vincular, es decir, la cultura y los sujetos del vínculo. En relación con la cultura, es necesario
hacer recomenzar los requisitos fundamentales para la continuidad social; en relación con los sujetos, toma
preponderancia el velamiento de la ajenidad del otro.

En cuanto a la construcción de un vínculo terapéutico, adquiere relevancia la transferencia, que se vuelve una
exigencia de trabajo psíquico no solo para el analista, sino también para los pacientes.

En toda vinculación encontramos tensiones, ya sean de lo posible e imposible, o del sujeto con el vínculo y la
cultura, entre tantas otras, que exigen un trabajo psíquico y vincular que ocasiona sufrimiento a nivel psicopatológico
en cuanto a su procesamiento. Pero ¿qué es el sufrimiento vincular?

Sufrimiento vincular
Para pensar en el sufrimiento vincular, debemos recordar que cuando hablamos del mismo no necesariamente
estamos abordándolo desde una perspectiva psicopatológica, sino como un aspecto fundamental en el proceso de
vincularse. Podemos considerarlo el resto o la discordancia que surge de las exigencias del trabajo psíquico en la
trama vincular del sujeto para con los otros sujetos. Pertenecer a un vínculo, ya sea de pareja o familiar, implica la
renuncia pulsional del vínculo como sufrimiento y da lugar a la emergencia de la presencia y el procesamiento de las
diferencias que surgen. Es así como el sufrimiento siempre aparece en todo vínculo, lo cual se diferencia de la
psicopatología.

Por otra parte, necesitamos realizar dos trabajos psíquicos de suma importancia para poder entablar un vínculo: la
transmisión generacional y la imposibilidad vincular. A continuación, desarrollaremos ambos, recordando que la
trasmisión generacional ha sido desarrollada en el módulo anterior, pero es válido, ahora, un breve resumen a modo de
retomar el concepto en este contexto.
Transmisión generacional
Diferentes autores a lo largo de la historia estudiaron el tema y concuerdan con que el sujeto humano no solo se
constituye a partir de las experiencias ocurridas a lo largo de su vida. Es así como aparece con preponderancia el
concepto de intersubjetividad en relación con la transmisión, que surge de la coproducción del vínculo entre dos o más
sujetos. Esto, a su vez, produce subjetividad a partir de la pertenencia de una cadena generacional.

Es decir, a partir de esta cadena generacional, se van transmitiendo diferentes representaciones del parentesco, los
valores, entre otros; así, todo lo que se transmite en una familia surge de un recorte sobre las convenciones culturales
desde una perspectiva particular. Resulta, así, que la transmisión es un proceso construido entre las generaciones,
realizado por dos vías: a través de la historia familiar transmitida desde los padres hacia los hijos, y como fragmentos
de la vida psíquica correspondientes a generaciones anteriores, lo cual se convierte en el bagaje inconsciente de las
generaciones posteriores.

Además, debemos tener en cuenta la dimensión de la transmisión que no ingresó al mundo de lo representable
(Gomel y Matus, 2011). Aquí aparece un agujero de sentido, es decir, el trauma, que va a romper las cadenas
LECCIÓN 51 de
lógico-causales y espacio-temporales. Ante la ausencia o el vacío de pensamientos, aparece la descarga por la vía
de la acción impulsiva. Este trabajo de atravesamiento del trauma lleva a realizar un trabajo psíquico de ligadura en el
psiquismo o desligadura tanática.

En la familia, lo no tramitado, es decir, las pérdidas no dueladas, no pueden ser historizadas, lo que llena de
culpabilidad a la generación de los hijos. Esto abre camino a la compulsión de la repetición de un goce que obstaculiza
la formación de nuevos vínculos (Gomel y Matus, 2011).

La imposibilidad vincular
Para que el vínculo pueda gestarse, se necesita un acuerdo entre dos partes: una del orden de lo organizativo y la
otra de lo defensivo; ambas conforman un espacio intra e intersubjetivo. Esto se transforma en una alianza
inconsciente que se entrama con el deseo y el contrato narcisista. Esto nos abre la posibilidad de pensar el vínculo
desde tres perspectivas: como semejante, como diferente y como ajeno. Cada una de estas miradas es necesaria y se
entrelaza con las otras, y muchas veces termina abriendo paso a la psicopatología vincular. Es así como las diferencias
producen aristas heterogéneas en diferentes situaciones. En cambio, la ajenidad y alteridad generan diferencias entre
los sujetos, en tanto que la semejanza permite la cercanía de estos.

Así, la alteridad permite el reconocimiento de este otro como sujeto y no como simple objeto, lo cual posibilita la
unicidad del vínculo, la hace posible. A diferencia de la ajenidad, lo imposible nos enfrenta a lo ignoto o desconocido
de nosotros mismos.

Gomel y Matus (2011) plantean una imposibilidad vincular del sujeto que surgiría como motor del vínculo y como
un vacío que produce desligadura y fragmentación.

Procesamiento de la diferencia
Gomel y Matus (2011) refieren que la diferencia, que podemos encontrar en todos los vínculos, es la
complementariedad narcisista o semejanza, la alteridad y la ajenidad. Surgen de estas diversas modalidades
vinculares. Es así que, cuando predomina la semejanza, se desanuda lo imaginario, lo que conlleva al sufrimiento, ya
que se presenta un déficit en lo simbólico. Como ejemplo de esto, podemos mencionar las situaciones de violencia en
las cuales no hay registro. En cambio, si hay una prevalencia de la ajenidad, nos encontramos con la imposibilidad
vincular, de modo que acaece un déficit no solo de lo simbólico, sino también de lo imaginario, es decir, de la
semejanza y la alteridad. Un ejemplo de esta situación es el pasaje al acto, las situaciones en donde surge una eclosión
psicótica. Es así como el vínculo, en cuanto construcción, necesita de lo ajeno, lo semejante y lo diferente. Ante la
imposibilidad vincular, los sujetos pueden recorrer el camino sublimatorio de lo vincular y tolerar la ajenidad (Gomel
y Matus, 2011). En contraposición a la sublimación, nos encontramos con un déficit narcisista que produce, por lo
tanto, grandes fallas vinculares y serias dificultades en la construcción de lo imaginario y simbólico entre los sujetos del
vínculo.

Presencia vincular
La presencia de los sujetos es muy importante en la clínica, ya que todo vínculo y cada sujeto es otro y, a la inversa,
cada otro es un sujeto. Por ello, se habla de la presencia de los sujetos. En cada sujeto, su propia presencia y la del otro
exigen un trabajo psíquico para poder procesar lo que lo excede representacionalmente. El psiquismo trabaja ante esta
presencia de otro, relacionándose con lo imprevisto. Es así como la presencia de otro puede provocar en un sujeto un
golpe catastrófico, la repetición en diferencia y lo inédito. Cuando la presencia aparece sin envolturas imaginarias o
simbólicas, puede tener características traumáticas. Es decir, la presencia en exceso puede ser equivalente a la
ausencia, de modo que constituye un fracaso en el vínculo.

En contrapartida, tampoco la ausencia garantiza la no presencia, y aquí radica el fracaso en el duelo de las pérdidas,
ya sea en una generación o transgeneracionalmente (Gomel, y Matus, 2011). Asimismo, la no presencia puede darse
en presencia, por ejemplo, cuando el sujeto está con otro, pero piensa en una tercera persona.

Entonces, nos encontramos con que el sufrimiento vincular oscila entre un exceso de acercamiento del otro,
tomando características traumáticas por presentificación de la ajenidad y borramiento de las diferencias, como en el
caso de los abusos sexual o psíquico; y por el exceso de alejamiento, lo cual ocasiona sentimientos de abandono o
aislamiento. En la clínica, encontramos situaciones de sufrimiento vincular constantemente.
LECCIÓN 52 de
Una de ellas se produce por la falta de holding, que conlleva la accidentofilia y conductas impulsivas. En otros casos, se
conserva el reconocimiento del otro y de uno mismo como otro, de modo que merma la intensidad de los efectos
producidos por el acercamiento o alejamiento. Como ejemplo, nos encontramos con conductas de sobreprotección
parental o de autonomía prematura de los hijos. En conclusión, el encuentro o desencuentro con otro provoca
inevitablemente un exceso, lo cual ocasiona un grado de sufrimiento vincular y también subjetivo. En función de cómo el
sujeto elabore el sufrimiento, aparecerá la psicopatología o lo conducirá a la complejización del vínculo y las
subjetividades.

Para una clínica de familia: el paciente vincular


Tratar a una familia o pareja, nos dice Berenstein (2007), tener a varios sujetos vinculados bajo el supuesto de que
entre ellos existe una relación estable, con especificaciones inconscientes, que les permite mantenerse ligadas durante
un tiempo prolongado, nos lleva a considerar quién es el paciente, sobre todo cuando los integrantes del grupo
acuerdan a designar a uno de ellos como el más enfermo.

Desde lo observable, con un modelo pertinente, se pueden recoger indicios de un vínculo alterado o vivido como
dañado, lo cual constituye el primer paso para pasar de lo manifiesto hacia un nivel latente de conflicto vincular.
Aunque la apariencia sea la de un sujeto con algún síntoma en conflicto con otro que padece otro síntoma, es desde la
pertenencia a ese vínculo que se genera el trastorno y el malestar.

Lo específico es el vínculo interpersonal o intersubjetivo, en él reconocemos tanto la emergencia de imprevistos


y novedades como la existencia de posiciones con sus correspondientes funciones que habrán de ser ocupadas por sus
miembros. También, se reconocerán los modos de producción de aquellos que los liga, el vínculo, el “entre” y cómo
este, a su vez, produce a los sujetos ligados.

La tarea vincular consiste en construir desde la otredad y advertir que la diferencia de sexos no es la única que
define al sujeto. Las parejas del mismo sexo deberán pasar por las mismas vicisitudes de producción del vínculo y su
trabajo no será con las dificultades de la pertenencia a un género, si o con el trabajo arduo que propone la alteridad.

Cuando hablamos de paciente vincular, aludimos al conjunto de sujetos en sus lugares o posiciones y al vínculo
entre ellos, que se expresa en la manera de relacionarse entre ellos, instalados en un encuadre (psicoanalítico) más la
posición del analista. Este paciente estará confrontado con las tareas de analizar las dificultades derivadas de
pertenecer a una estructura de parentesco, donde sus integrantes se definen como parientes, así como las
particularidades de producir y ser producidos por el vínculo.

La escucha y la EFI (estructura familiar inconsciente) llevan a jerarquizar, en el relato, los elementos
intersubjetivos correspondientes al mundo vincular. “Frase familiar” es el tipo de asociación libre que una familia
produce y, a partir de una novedad, este tipo de sesión establece un universo propio de la situación terapéutica.

Las determinaciones familiares inconscientes son mucho más fuertes, inagotables y sutiles, y sus actores pueden
no saber que están movidos por ella. Esto no solo es abordado desde la perspectiva de lo inconsciente, sino también
por la EFI y la época. Tres estructuras inconscientes concurren: la individual, la familiar y la época.
La interpretación ofrece un modelo para pensar lo inconsciente intersubjetivo, para hacerlo representable,
pensable y expresable. Se agrupa un conjunto de impresiones que resultan de la observación, deducción y
conocimiento, reunidos en el analista, en un acto comunicativo, que explica, de la manera más simple, algunas
singularidades de este conjunto en la sesión familiar.
Vínculos Familiares y conjeturas psicopatológicas
LECCIÓN 8 de 9

Para comprender los temas desarrollados en esta lectura, a continuación, se presenta un caso práctico, el cual nos
permite indagar acerca de algunos funcionamientos familiares psicopatológicos, mostrando distintos aspectos del
quehacer vincular.
En esta lectura, conoceremos distintas características de los vínculos. De este modo, al finalizar la lectura, podremos
realizar un diagnóstico diferencial que nos permita ir más allá del caso práctico.

Caso práctico
Marcela consulta en una institución por Mario, su hijo de veinte años. Mario es consumidor de marihuana y alcohol:
comenzó a consumir a los once años, iniciado por su hermano mayor Ricardo. Unos años atrás, Ricardo contrajo una
adicción severa a todo tipo de sustancias: se interna en una comunidad terapéutica durante nueve meses y logra
rehabilitarse. Marcela y César, padres de Mario, se separan cuando este tenía catorce días. Durante el embarazo, a
Marcela le diagnostican un carcinoma de útero que es extirpado. Marcela reflexiona acerca de ese episodio: “quizá por
el embarazo me vino el carcinoma”. César no quería tener un segundo hijo, pero Marcela pensaba que una familia
podía conformarse por tres personas, en referencia a ella y los dos niños.

Mario vuelve a ver a su padre cuando cumple seis años. Actualmente, vive con él, porque Marcela lo echó de su
casa, tal como había sucedido previamente con Ricardo. César posee un negocio. Allí trabajan él y sus dos hijos;
también Marcela ocupa un espacio dentro de ese negocio: atiende un quiosco, en sociedad con la mujer actual de
César. Además, vive con su segundo marido en la casa de su exsuegra, junto con ella y sus propios padres. Llegan
todos puntualmente a la sesión. Mario presenta un hematoma en el ojo derecho.
Terapeuta: ¿qué te pasó?
Mario: fui a un boliche, en la puerta estaban los de una patota, son bravos, se estaban peleando. Tuve curiosidad, metí
la cabeza y la ligué, me duele mucho.

Marcela: Ricardo dice que Mario se sabe cuidar, pero evidentemente no es así; mete la cabeza en medio de una
pelea y nada menos que con una patota que tiene armas. Una vez, ya le habían tirado un tiro en una pierna a un amigo
de Mario, ¿qué está buscando?

Mario: me pareció que estaba con ellos un amigo mío, no pensé...


Marcela: pasó de todo en estos días, el jueves pasado llevó dos bolsas de marihuana a casa de César.

César (nervioso y muy enojado): este tipo me resulta muy jodido, no puedo confiar en él; es un traidor, tenía dos
bolsas en la campera, una en cada bolsillo. Cuando me acerqué a colgar la mía, las vi. Me traicionó, lo eché de casa.
Esos tipos, que Mario les dice “amigos”, tocan el portero todo el día, vienen a buscarlo, está transando; no lo quiero
más en mi casa.

Marcela: es muy tuyo, frente a los líos lo primero que hacés es echarlo, no podés enfrentar...

César (gritando): ¡vos andá a lavar los platos!

Ricardo (enfurecido): ¡primero se va tu mujer y el hijo de tu mujer y después se va mi hermano!

Terapeuta: parece que hay mucho enojo, están todos muy preocupados con esto que le pasa a Mario, —
dirigiéndose al padre — ¿qué pasó cuando vio las bolsas, pudo hablar con Mario?

César: me enceguecí, no lo podía creer. Le pregunté y me dijo que un amigo le pidió que se la guarde por un día y
que no le pudo decir que no, pero no le creo nada, no es sincero, esconde. ¿Será posible que nadie piense en mí? Si los
amigos lo llaman por droga nos pone en peligro a todos.

Mario (se lo nota angustiado, ensimismado): yo ya pedí perdón, no sé por qué lo hice. Me lo pidieron, no sé... en el
momento no puedo pensar, no lo voy a volver a hacer.

Terapeuta: ¿y qué pasó con las bolsas?


César: las tiré al inodoro. Es basura, y la basura no puede estar ni un segundo en mi casa.

Terapeuta: bueno, pero acá vamos a intentar pensar qué le está pasando a Mario, qué le está pasando a esta
LECCIÓN 9 de 9
familia. No vamos a esconder nada. Como Mario, que cuando deja las bolsas busca que alguien las encuentre.
César: sí, quería que yo las viera (llora). Pero este tipo, para qué le voy a preguntar; si no le importa nada de lo que
yo pueda decirle.

Mario: sí, me importa.


César: no me escucha, hace siempre lo que quiere, no se da cuenta de que yo lo quiero mucho.

Marcela: primero lo echás, después decís que lo querés. Lo que pasa es que Mario no puede entender que estamos
preocupados por él, está en la suya, es un omnipotente, es igual al padre, no se da cuenta, no recibe el afecto que le
damos. Bueno, pero en realidad, yo quería plantear que al final no sé para qué vengo, no veo logros en Mario. Primero
lo de las bolsas, después mete la cabeza en medio de una pelea, no va más, yo no vengo más.

Desarrollo
Vamos a abordar la psicopatología vincular de acuerdo con distintos autores, en esta y las siguientes lecturas. La
idea es operar con criterios psicopatológicos permeables, siempre en bordes múltiples, donde podremos observar
predominancias. No se trata de borrar la psicopatología tradicional, sino de descentrarla de su lugar clasificatorio
para dar cuenta de una psicopatología vincular, siempre en situación, donde nos podemos preguntar qué le pasa a ese
vínculo:

1. en el aquí y ahora;
2. con el analista implicado;
3. en un contexto sociocultural.

Las variables vinculares, individuales, económicas, históricas, culturales, puestas en juego en un momento
particular, nos conducen a hablar de condiciones de emergencia y de múltiples condiciones de posibilidad para que
ciertas cuestiones se constituyan en eventos.

Las condiciones de inicio cumplen un papel de referencia, de anclaje, pero no es posible predecir su desenlace, en
virtud de la capacidad autoorganizativa que tienen los vínculos. Esto abre camino a la ruptura, la novedad y el azar.
Así, tal cual, lo plantean tan claramente Gomel y Matus (2011) en su libro de Conjeturas, donde encuentran un
lugar en la teoría, los matices, las superposiciones, donde nada es absolutamente blanco o negro, llevando a primer
plano la incertidumbre. El “casi siempre” o el “de un modo aproximado” pasa a tener legitimidad.

Este modo de pensar le hace un lugar al entrecruzamiento en el terreno de lo psicopatológico y lleva a


interrogarnos acerca de los conceptos de neurosis, psicosis y perversión en cuanto a su estructura y los movimientos
de represión, repudio y desmentida. Ahora, podemos hablar de una tópica sujeto/vínculo que hace pensables
mecanismos de correpresión, correpudio y codesmentida.

Gomel y Matus (2011) manifiestan que los vínculos pueden pensarse como resultado del sistema de parentesco
dentro de una cultura específica. A continuación, veremos diferentes tipos de funcionamiento de cada familia.

Funcionamientos con productividad neurótica


En estos tipos de funcionamiento, los autores antes mencionados (Gomel, y Matus, 2011) refieren que se logra un
velamiento de lo imposible, como la ajenidad, la soledad radical y situaciones del orden de lo traumático, a través de
la organización defensiva llamada correpresión. Esto produce una aceptación de las prohibiciones de cada cultura,
pero también de las prescripciones a través de la renuncia pulsional.

La predominancia del mecanismo defensivo, llamado represión, permite el velamiento de lo imposible y la


renuncia pulsional. Esto habilita la posibilidad de construir una realidad vincular en concordancia con la realidad
cultural. Este mecanismo, entonces, permitiría un proceso de ligadura pulsional, el cual sostiene la trama fantasmática
que posibilita un trabajo de representación.

Cuando la represión es predominante, lo que retorna lo hace por vías de las representaciones. Por ello, tenemos
preponderancia de producciones del decir por sobre las del hacer en relación con el síntoma y el conflicto. Cuando se
produce angustia, no se desborda hacia la actuación, ya que casi siempre logra ser encauzada por las interpretaciones o
señalamientos.
En cuanto al sufrimiento vincular, la angustia se halla ligada a lo simbólico e imaginario. Se posibilita el
LECCIÓN 10 de
reconocimiento en relación con la diferencia y semejanza, así como a la ajenidad entre cada uno de los sujetos en
relación con los miembros del vínculo.

Por otro lado, podemos hablar de conflicto en función de la fantasmática de la sexualidad, las rivalidades, el pasaje
de pareja a familia, la salida exogámica de los hijos, entre otras. En relación con dicho conflicto, puede aparecer ligada
la agresión, que es diferente a la violencia, aunque ambas son importantes en cuanto a la identificación narcisista unida
a la rivalidad especular (Gomel, y Matus, 2011). La agresividad y la violencia hacen surgir, en las situaciones clínicas,
un borde indecible entre ambas o alternancias.

En cuanto a la pertenencia, se puede apuntalar la identidad identificatoria de los sujetos del vínculo, de modo que,
en ocasiones, puede ser un conflicto en relación con el crecimiento de los hijos y la salida exogámica.

Por otra parte, la correpresión hace referencia a cómo los lazos familiares pivotean mecanismos instituidos por
diferentes subjetividades y, a su vez, son instituyentes de estas. Esto se produce vincularmente y no por un solo sujeto.

Funcionamiento con productividad perversa


En este caso, las alianzas tienen su base en un pacto de desmentida, con un alto grado de fijación. La función de la
desmentida perversa consiste en la obturación de los objetos fetiches, marcando la castración del otro, y dejan a la luz
el vacío que remite a la ajenidad del otro, es decir, se refiere a la imposibilidad vincular.

Debemos diferenciar entre la desmentida en los vínculos perversos y esta como motor de la construcción vincular.
Esto es posible puntualizando los modos de goce. En casos de corrupción, se puede observar el ocultamiento de la
verdad por uno o varios miembros de la familia, de modo tal que se presenta la imposibilidad vincular. Asimismo, se
desmienten también muertes, enfermedades y riesgos, lo que lleva, en ocasiones, a actuaciones peligrosas bajo la
creencia en la invencibilidad y el predominio de las figuras del yo ideal. Es así como cada miembro de la pareja ocupa
el lugar de yo ideal y el negativo de dicho yo ideal.

En relación con la pertenencia, el vínculo es narcisista ante el dolor o el sufrimiento. Ante esto, suele encontrarse la
angustia suprimida y recae del lado del analista, puesto en un lugar de descalificación. En los discursos de
característica perversa, se busca escandalizar o herir al analista rompiendo los diques del pudor y la vergüenza.
También son esperables las transgresiones al encuadre, como los horarios, honorarios, etcétera, en un clima de
características desafiantes. Todo esto conlleva a dificultar el abordaje terapéutico, de modo tal que muchas veces se
consideran fracasos.

Otra particularidad de estos vínculos es la violencia que aparece entre uno o más sujetos. Así, aparece en uno la
voluntad de anular al otro al llevarlo al estatus de objeto, y el otro sujeto tolera la situación con sometimiento o
respondiendo con violencia. Esto se considera como una vincularidad violenta. El violentador y el violentado pueden
ser lugares ocupados por diferentes miembros y ser intercambiables, con excepción de los niños o ancianos, en cuya
situación se habla de abuso.

Esta situación es privilegiada para que surja violencia de género, económica o social. Es decir, se pueden presentar
diferentes modalidades de violencia, como la verbal, la corporal, de género, violencia del ideal, violencia de
abandono, etcétera. De este modo, podemos diferenciar la violencia primaria, relacionada con la imposición del
vínculo por parte del otro, de la secundaria, que, si es excesiva, ocasiona desligadura y desvelamiento de lo imposible
vincular.
Asimismo, encontramos dos modalidades de violencia secundaria, según Gomel y Matus (2011). Por un lado, la
violencia perversa, que se encuentra ligada al deseo de apropiación y la crueldad. Por otro lado, está la transmisión, la
cual se caracteriza por contar con secretos u ocultamientos que se transmiten generacionalmente, lo que ocasiona
vacíos de representaciones. Muchas veces, este secreto se da en la transferencia con el analista. Es importante
puntualizar que, cuando se trata de familias, muchas veces los actos de perversión bordean situaciones incestuosas que
caen bajo el manto de la codesmentida acompañada por el amor parental.

Funcionamiento con productividad psicótica


En estos casos, se construyen alianzas bajo la figura del repudio, es decir, en una vacilación que llega, en ocasiones,
hasta un no lugar en la cultura. Nos encontramos con una descarga pulsional, donde no puede desplegarse lo deseante.
En estos casos, no ocurre un caso psicótico clínico, sino que muchas veces aparecen diversos cuadros con
productividad psicótica vincular.
LECCIÓN 11 de

Ante el reconocimiento de la imposible completud vincular y la potencial pérdida de goce, se repudia un fragmento
de la realidad, lo cual deja un agujero significante en la trama fantasmática que no podrá constituir un freno al embate
pulsional. Ante esto, cae el deseo y no puede representarse. Este funcionamiento puede darse en uno o varios sujetos.
Muchas veces, ante la aparición de nuevos lugares en la línea genealógica, como el nacimiento de un hijo, la muerte
de un padre o el matrimonio, entre otros, ocurre el estallido, lo que revela la vulnerabilidad de la cadena
transgeneracional. Esto no les permite a los nuevos miembros ocupar un espacio simbólico en el cual poder
inscribirse.

Tomando a Gomel y Matus (2011), en la mayoría de los casos encontramos rasgos repetitivos: la confusión de los
lugares simbólicos en el linaje generacional, fallas en la decodificación de los sentidos sociales o culturales, lo cual
produce trastornos contextuales, fallas o pérdidas en el criterio de la realidad y modalidades fuera del contexto de los
hábitos cotidianos.

En el vínculo aparece un doble real, por lo que la presencia de otro, como en el caso del analista, puede llegar a
ocupar un lugar hostil. De este modo, se vuelve necesario que este trámite la angustia de lo no representado, poniendo
en juego el deseo para dar lugar a la inscripción de un relato que historice y posibilite el velamiento de lo imposible
vincular.

En estos funcionamientos, lo simbólico queda bloqueado y esto da lugar al paso al acto, como homicidios, suicidios,
alucinaciones o sistemas delirantes, entre otros.

Funcionamiento con productividad de borde


En estos casos, nos encontramos con dificultades identitarias, en donde las familias o las parejas se encuentran con
conflictos para definir una identidad vincular y a partir de allí poder sostener las diversas identidades de los miembros
(Gomel, y Matus, 2011). Es así como los sujetos no pueden reconocerse en su interioridad, de modo que surge la
imposibilidad, el no velamiento de sostenerse en un vínculo.

En dichos funcionamientos, no se logra la vincularidad o también se puede dar en exceso, es decir, produciendo
graves fallas en la construcción del espejo familiar, llamado también contrato narcisista. Así, aparece el déficit en la
renuncia de las pulsiones y dificultades en la salida exogámica (Gomel y Matus, 2011).

A partir de esto, encontramos productividades diversas, como la desmentida, el repudio, la represión, en ocasiones, o
la escisión, lo cual produce problemáticas variadas en relación con la identidad, la autoestima, la indiferenciación
entre el yo y los otros (Hornstein, 2007). De esta forma, ocurren inesperados cambios de unos mecanismos a otros,
pero también problemáticas, producto de escisiones diversas.
Aparecen, entonces, transiciones y fluctuaciones. Estando ausente la estabilidad, los mecanismos más frecuentes
son la proyección, la idealización extrema, la desestimación de la percepción o las defensas del orden maníaco, entre
otros. En cuanto a la realidad, se conservan de modo precario las pautas de dicho criterio en relación con la cultura de
la familia o la pareja.

Análisis aproximado del caso propuesto


En el caso práctico, podemos observar un perfil de familia que insiste en la consulta actual: el montaje escénico
languidece, la palabra trastabilla y algo del orden de lo vivenciado transcurre a través de los cuerpos burlando lo
decible. La función analítica resulta, de este modo, cuestionada: ya no se trata de levantar represiones, sino de otorgar
estatuto representacional a esas marcas erráticas que precipitan hacia un hacer, privadas de la malla protectora de una
interfantasmatización eficaz. Violencias múltiples que oscilan entre la autoagresión y el dañar a los demás.

Podemos pensar a esta familia con un funcionamiento con productividad de borde, con graves déficits
representacionales que motorizan la descarga por implosión o explosión en alguno de sus miembros. Se encuentran
dificultades para definir la identidad vincular y sostener la red de las diversas identidades de los sujetos. No aparece,
en el relato, ninguna posibilidad de sostenerse en un nosotros.

Vemos dificultades y problemáticas en relación con la pertenencia y la identidad. De allí que el camino de las
construcciones en el psicoanálisis vincular promueva una vía de acceso privilegiada a lo que escapa al decir y se
presentifica en un hacer; y adquiera todo su valor en historias como las de Mario y Ricardo, historias no advenidas,
que en su mudez gritan legados, duelos y pasiones
LECCIÓN 12 de
Conclusión
La clínica actual está poblada de situaciones donde florecen el desvinculó, lejanía, imposibilidad vincular. Se
genera terapéuticamente la necesidad de la construcción de un nosotros vincular que sostenga la pertenencia y la
posibilidad de las identificaciones que perfilaran identidades.

La interpretación resulta una herramienta adecuada cuando nos enfrentamos a las producciones inconscientes
subsidiarias de la existencia de una trama fantasmática vincular; pero se muestra ineficaz, o incluso iatrogénica, en
aquellos vínculos donde la fuerza de lo desmentido o repudiado a lo largo de las generaciones impide el trabajo de las
reescrituras psíquicas. Es imprescindible, en ese caso, el uso de otros recursos, tales como la construcción o el acto
analítico.
El paciente Familia en la clínica

Para comprender los temas desarrollados en esta lectura, a continuación, se presenta un caso práctico. En este, se
presenta una configuración familiar particular, considerada perturbada en relación con la configuración misma.
En esta lectura, se busca destacar el lugar del terapeuta en el espacio analítico, tanto si posee una asimetría como un
lugar discriminado en el diálogo analítico, a los efectos de la posibilidad de crear un nuevo espacio de semantización.
Al final de la lectura, podremos encuadrar el caso práctico en alguna descripción familiar con las características que le
son propias. ¡Comencemos!
Una familia consulta por una hija que, luego de terminar el colegio secundario, se ha retirado del mundo, dejado de
hablar, perdido su red social y se pasa los días encerrada en su habitación. Han realizado una serie de intentos de consultas
individuales que han fracasado. El analista encuentra como única vía de acceso iniciar consultas en la casa de la familia,
en donde resulta muy difícil sustraerse a sus reglas culturales y los sobreentendidos con los que se mueven. El analista
siente como ectópico y antinatural toda regla que lleve a instituir un encuadre analítico. Cuando, a poco de comenzar,
consigue descentrar su observación de la psicopatología de la hija, surge ante sus ojos una madre que enuncia una
convicción: los miembros de su familia tienen una imposibilidad para cuidarse y sobrevivir. La mujer parece convencida
de que, de no mediar su intervención, ellos ingerirán comidas que puedan matarlos y que solo su actitud puede preservarlos.
Este sistema de creencias no abarca solo la ingesta, sino prácticamente toda la cotidianeidad. El marido y la otra hija
no solo comparten esta cosmovisión, sino que sienten con ella la desesperación por anticipar necesidades y peligros.
El analista es conminado para que los ayude a ayudar a esta hija que –en forma tan “extraña”– parece oponerse a esta
mirada que sabe sobre ella más que ella misma.

Introducción
Al momento de pensar en el tratamiento o abordaje familiar, nos parece fundamental comenzar a explicitar las
entrevistas preliminares y cómo se construye la demanda.

En cuanto a las primeras entrevistas, las preliminares, Berenstein (2007) manifiesta que son una de las herramientas
más importantes y de las cuales no puede prescindir el analista en el armado del abordaje terapéutico familiar. Dichas
entrevistas permiten, tanto al analista como a sus pacientes, conocerse y pensarse en relación con la posibilidad de su
participación en este nuevo marco o encuadre de trabajo, en el cual se realizará una tarea fundamental que es la
creación de nuevas miradas o puntos de vista en la percepción subjetiva de la causa del sufrimiento.

En primer lugar, cuando una familia acude a pedir ayuda a un profesional, en este caso, el analista, le adjudica un
saber en cuanto al otorgamiento de sentidos en relación con su problemática actual o causa de sufrimiento. De esta
manera, se establece la transferencia inicial como condición importante para el progreso del tratamiento. Pero puede
ocurrir que la familia llegue a consulta con un abanico de posibles respuestas a su problemática y que no deje lugar a la
transferencia ni a la presencia del analista.

También, debemos tener en cuenta los casos de derivaciones familiares a terapia, que responden a una exigencia de
un profesional o una institución que los “manda a terapia”, sin llegar a apropiarse de las di ficultades que están
teniendo como grupo familiar. En segundo lugar, es trascendental empezar a abordar lo vincular pensando en el
conflicto o la problemática en relación con su ligadura a la trama vincular intrafantasmática, al decir de Berenstein
(2007).

En segundo lugar, como analistas, debemos tener en cuenta algunas variables en relación con el grupo familiar: el
discurso vincular, el tiempo familiar, el espacio familiar, la trama vincular y la circulación del dinero.

1
Discurso vincular: cada familia va a tener un modo particular y único de expresarse entre ellos y con el analista,
tanto en lo verbal como en lo paraverbal. De esta manera, podemos encontrar diferentes discursos. Por un lado, aquel
con la posibilidad de que se sostenga una escucha atenta y receptiva o intercirculante. Por otro lado, aquel donde
aparecen acusaciones y reproches preponderantemente entre la pareja, lo que lleva a la familia al mismo tipo de
funcionamiento o querellante. Este funcionamiento puede ser simétrico, es decir, mutuamente entre los miembros de
la pareja, quienes no pueden salirse de este tipo de discurso, y esto imposibilita el lugar de otro. También podemos
encontrar un funcionamiento asimétrico, en el que un miembro de la pareja es activo y acusa al otro, que es pasivo y
se queda alojado en la culpa como excluido. Por otro lado, también encontramos que las acciones o actos sustituyen a
las palabras o discurso de acción. Generalmente, un miembro resuelve rápidamente la separación sin reproches ni
acusaciones. Aquí se observa la imposibilidad de enfrentar el conflicto.
2
Tiempo familiar: en esta variable es importante ver cómo la familia ordena su acontecer histórico, es decir, cómo
ordenan los sucesos, recuerdos y olvidos, y le dan coherencia o sentido a su propia historia familiar desde la
organización actual. Se puede diferenciar el tiempo reconocido como devenir del tiempo congelado.

3
Espacio familiar: nos encontramos aquí con las características espaciales correspondientes al lugar o hábitat del
grupo familiar, es decir, la forma en que cada uno lo concibe. Este es el lugar o espacio en el cual ocurre la dramática
familiar al momento de un conflicto o separación. Podemos diferenciar un espacio permitido, donde circulan los
miembros de la familia sin dificultades. Puede ser discriminado, es decir, cuando estos reconocen los cambios que el
conflicto o la separación traen consigo, e indiscriminado, cuando no pueden reconocer los cambios ni respetar los
límites de las nuevas organizaciones familiares. También, un espacio prohibido, donde algunos de los miembros no pueden
circular en el espacio familiar, es decir, este se encuentra vedado.

4
Trama vincular: la trama es el tejido con el que cada familia diseña su propia configuración; es el interjuego de
los miembros que, a lo largo de su historicidad, construye una red o tejido, que es un límite a la ocupación de los
lugares de cada miembro y las funciones del parentesco. Podemos ver aquellas contenedoras y elásticas a los cambios,
pero a su vez firmes; también aquellas con características más lábiles, con escasa o poca contención y de fácil ruptura,
y muchas veces están acompañadas de violencia; y aquellas que presentan contención, pero son de difícil ruptura.

5
Circulación del dinero: el dinero en la alianza califica como un elemento de valor importante por su circulación e
intercambio. Las modalidades de circulación de este determinan los pactos o acuerdos de orden inconsciente que van a
sostener o no los vínculos familiares. Podemos encontrar una circulación fluida, en la que no se presenta ningún
problema ante la circulación de dinero entre sus miembros, y una circulación obstaculizada, en la cual la circulación
apunta a la retención del dinero por parte de algunos de sus miembros.

De esta manera, establecimos las variables que se deben tener en cuenta en el abordaje familiar, aunque estas no son
categorías estáticas, sino que pueden ir cambiando o transformándose según la movilidad o flexibilidad de cada
configuración familiar.

Modos de relación de un grupo familiar con un analista


Las autoras Moguillansky y Seiger (1996), describen algunos modos de relación entre un grupo familiar y su
analista. Los autores nos invitan a pensar, indagar, reconstruir las experiencias emocionales que signan las distintas
modalidades familiares y sus manifestaciones en la transferencia familiar.
1
En algunos momentos, el analista se encuentra englobado en el modo de ser y pensar de la familia. Aquí no se
perciben diferencias entre la familia y el analista. No hay un mundo diferente al suyo. Se trata de órdenes familiares
que solo pueden escuchar reiteraciones de lo que afirman o son enloquecedoras.

2
Perciben diferencias, pero se sienten cuestionados por las modalidades o intervenciones del analista, escuchan como
si fueran opiniones y están de acuerdo o no. El analista es visto como representante de un dogma frente al que la
familia se posiciona como opositora o no. Intervenciones son versiones que compiten por primacía.

3 Familias que perciben y conciben diferente, también colaboran en constituir un campo donde la asimetría de
posiciones está al servicio de recibir una interpretación. Las intervenciones ayudan a elucidar una versión inconsciente
del discurso vincular y la respuesta de la familia toma el valor de esto como una nueva asociación.

Moguillansky y Seiger (1996) proponen una nosografía acerca de las peculiaridades de la relación entre analista y
grupo familiar. Tratan de correlacionar los indicios recogidos en el dispositivo analítico y determinar si los vínculos
son simétricos o asimétricos entre analista y familia, lo que depende de una capacidad más general y una organización
familiar de concebir desniveles lógicos y alternativos. Recordamos que, en el punto de origen de cada familia, se halla
la constitución del vínculo de alianza, según estas autoras, que da lugar al establecimiento de un nuevo orden familiar.
Entendemos que el orden familiar no es la formalización de los nuevos vínculos, sino la creación de un nuevo
contexto de significación. Este abarca a sus integrantes y sus relaciones al modo de una totalidad que semantiza, desde
un nuevo nivel lógico y diferenciable del nivel adjudicado a los órdenes familiares de las familias de origen.
Esta descripción surge de la clínica y tomando en cuenta la constitución nuclear de las familias y la clínica que
recogemos de la transferencia, privilegiando el tipo de discurso que circula en cada familia y su organización vincular.
Ahora, pasaremos a describir a aquellas configuraciones, que, por su constitución, el terapeuta no dispone de una
asimetría y lugar discriminado en el diálogo analítico. Describimos aquí a la familia sagrada, la familia dogmática y la
familia mesiánica.
1
Familia sagrada: en su constitución, los familiares no han podido realizar el primer paso en la creación del nuevo
contexto de significación. Lo “sagrado” alude a lo inviolable, a una fuente de significaciones que refieren a algo
imperecedero y sin límites.

Es habitual que se le adjudique al terapeuta, en un comienzo, un saber mágico, siempre y cuando no contradiga al
portavoz, que habitualmente es la madre.

En la contratransferencia se encuentra alguien fantástico o un inútil, o por ser el desdoblamiento materno o


descalificado, casi sin poder intervenir.

La madre suele estar al tanto de todo y de todos, expansión sin límites de su función. Sabe qué le pasa a cada uno
con exasperación empática que produce efectos de transparencia y determina lo que se debe hacer con una lógica sin
fundamento.

El padre ocupa lugar secundario o ausente y sin palabra propia.

En el argumento que despliegan, no hay futuro como categoría, ya que incluiría incertidumbre y la diferencia que
no conciben el pasado; este no es resignificado como tal, es un presente perpetuo: “siempre fue así”. No hay criterio de
realidad.

El discurso familiar contiene palabras que parecen venir del más allá. Parte de la premisa de pertenecer y
representar a un orden eterno, presente desde los orígenes. Las reglas familiares no necesitan fundamentarse, porque
son coextensas con el mundo y la vida misma, son “naturales”.

La alianza no ha establecido una nueva fuente de significación, siendo atravesada sin resistencia por las
significaciones transgeneracionales.

La diferencia adquiere cualidad de exterior, retornando como siniestro.

En la clínica, se encuentran vacíos de significación o elementos bizarros y horrorosos.

2
Familia dogmática: familias que han realizado el primer paso de crear un espacio alternativo, no han podido
realizar el segundo paso, de admitir otros espacios como una serie de contextos más abarcativos.

Las significaciones están en el mismo nivel lógico de las familias de origen y compiten entre ellas. Las diferencias
son vividas como un cuestionamiento que altera el equilibrio familiar; lo diferente, si
3 de 4
LECCIÓN
bien es reconocido, es vivido como “conspirativo”.

El padre es puesto en el lugar de única autoridad y su palabra es ley incuestionable. Se convierte en tirano, como
único productor de la ley.

La alianza es precaria, no puede dar una nueva significación. El dogma tiene punto de origen, pero no de
finalización y se despliega tratando de volver inexistente al pasado, el futuro se siente amenazante, porque se lo ve
como resurgimiento del pasado, hay un presente perpetuo. Sostener el dogma es sostener al padre en un lugar
fuertemente idealizado. Propugna una hiperdiscriminación sexual y generacional al modo de jerarquías. Es una
temática que circula de lo superior o inferior y causa el congelamiento generacional.
3
Familia mesiánica: centrada en el lugar del hijo, no solo en hijos presentes, sino también en algunos por llegar.
Esperan un orden, un mesías que podrá erradicar todos los males. El presente es caos, provisoriedad, inseguridad y
confusión. Más que una familia es un conjunto con pobreza de normas, porque el orden llegará después.

No se sostienen las diferencias generacionales, suelen tener un estilo adolescente que los uniforma. Desconocen el
pasado y viven el presente provisorio. Estas familias, frecuentemente, consultan por déficit de aprendizaje o
socialización de hijos.

En la transferencia, esperan que el terapeuta confirme la promesa que los sostiene. El analista proveerá, por eso se
instalan en el tratamiento.

La vivencia de contratransferencia es de angustia frente a desprotección por falta de normas, lo que induce a que el
analista proponga regulaciones, pero percibirá que ninguna autoridad presente es válida.

La constitución parece invertida, los hijos constituirán a los padres en esposos, la alianza es un lugar vacante. Se
reniega de las familias de origen.

Breve análisis de viñeta


Luego de comprender los conceptos presentados, podemos conjeturar que la familia del caso práctico tiene
características que se acercan al modo de funcionamiento de una familia sagrada, en virtud del carácter que toma la
enfermedad de su hija. Esta madre “sabe” lo que pasa y lo que debe hacerse como producto de una lógica que no
necesita fundamentación. Aquí, el criterio de realidad parece no tener clara vigencia y, por lo tanto, el riesgo frente a la
destrucción es importante. El padre ocupa este lugar secundario, sosteniendo las logicidades de esta madre.
Discurso familiar y función del analista de familias
LECCIÓN 1 de 9

Discurso familiar y función del analista de


Para comenzar esta lectura, los invito a ver un video. Este nos permitirá reflexionar sobre el discurso y,
especialmente, el discurso familiar y, de este modo, realizar una clasificación de este. Para ello, más adelante, se
brinda una serie de conceptos teóricos que te permitirá reconocer cuál modalidad de discurso familiar se desarrolla en
el video. ¡Espero lo disfrutes!

Introducción

El discurso, por definición, es vincular; crea lazos sociales y se constituye como una configuración de sentido,
articuladora de lo dicho y no dicho: palabras, gestos, movimientos, actos (Gomel, 1997).

El discurso familiar constituye el conjunto de acontecimientos del decir efectivizado en una familia, es subsidiario
del modo peculiar y restrictivo. Mediante el discurso, la lengua se materializa en habla en un determinado contexto. La
comprensión es siempre parcial, así como el consenso de las significaciones, siendo el malentendido de estructura.
Constituye la vía regia de transmisión de lo generacional, reconoce en su constitución distintos canales de transmisión
como palabras, mímicas, gestos, restricciones, temáticas e ideologías.

Todo discurso construye dos dimensiones fundamentales: el que habla (enunciador) y aquel a quien se le habla
(destinatario). La enunciación refiere a la dimensión discursiva en la que se plasma la relación del hablante con el
contenido de lo dicho

Figura 1: Discurso familiar

El discurso familiar puede ser abordado a partir de las huellas de los interlocutores en el seno de los enunciados,
como lugares de inscripción y modalidades de existencia de las subjetividades anudadas en los vínculos de parentesco.

Modalidades del discurso familiar

A continuación, veremos una forma posible de organización del discurso que circula alrededor del eje enunciativo.
Además, desarrollaremos:

1. las particularidades de la enunciación; y

2. modos de recepción del mensaje.

Cabe señalar que el sentido no existe sino en la manera de recepción del destinatario.
1
Discurso dialógico: supone que emisor y receptor comparten conocimiento de código, posibilitando la decodificación
del valor semántico proporcional y la discriminación del nivel pragmático.

En el plano lingüístico, emergen formas discursivas donde confluyen diversas características: planteo de dudas, uso
de modalidades interrogativas y condicionales, suavización de la certeza, demarcación clara de pronombres personales,
discriminación del destinatario del mensaje, uso del humor, etc.
El discurso dialógico es una formación discursiva y, a la vez, creadora de condiciones para la autonomía del
pensamiento, señala las posiciones de los integrantes de una familia en relación con la verdad, no sustentada en fuentes de
placer o en afirmación de figuras idealizadas.

La modalidad dialógica se asienta en el discernimiento y aceptación del principio de realidad. Implica una
operatoria familiar caracterizada por la renuncia frente a una complementariedad imposible, motor para cada uno de los
miembros de la propia actividad del pensar

2
Discursos monológicos - violencia discursiva: la voz del interlocutor se acalla, produciéndose una suerte de
monólogo en una ficción de diálogo, donde se despliega una violencia discursiva jugada en las modalidades del habla.
Radica en el avasallamiento de los deseos y aun de las subjetividades del otro y puede ser definido como un
comportamiento vincular coercitivo y arbitrario.

Es un acto ejercido sobre otro, desconociéndolo en su subjetividad y atentatorio contra la ley que inscribe al sujeto
en tanto social y vincular. Las diferencias (sexuales, generacionales, subjetivas) son negadas y se consolida una fusión
mortífera o asimetría exagerada.

El discurso familiar violento impone una relación fija e invariable entre significante y significado, anulándose la
polisemia del lenguaje. A partir del presupuesto de una significación única e inamovible, el discurso familiar violento
intenta convertir a alguien en ilusoriamente transparente a fin de imponer una semantización excluyente.

No solo la palabra puede provocar efectos violentos, el texto ignorado desde su presentificación en la ausencia
exige un gasto psíquico para sostenerse en dicho lugar. Lo no dicho puede tener efecto de violencia, pues intenta
ingresar lo excluido transgrediendo mandatos implícitos configurándose un horizonte amenazador para los vínculos:
desamor, aislamiento, pérdida de noción de pertenencia, locura, muerte.

También el discurso violento es el producto de lo enunciado y su recepción y adquiere sentido en la respuesta de


quien lo recibe. Existen modalidades de recepción con potencialidad violenta en sí misma: desinterés, burla,
lateralización, descalificación de la percepción, interrupciones sistemáticas, interpretaciones delirantes, malentendido
permanente, adjudicación generalizada de una intencionalidad destructiva, sobreentendido o falta de respuesta.

Discurso sagrado autoritario: el enunciante prescinde de su interlocutor, habla para sí mismo y para todos,
utiliza la tercera persona o el verbo impersonal. Esto lo define como claramente ausente. Además, se dirige con frases
afirmativas en el modo indicativo, ausencia de preguntas, pobreza de figuras retóricas, poco uso del condicional para
suavizar convicciones. Lateralización o confusión en la decodificación de tipos lógicos: broma entendida como insulto.

Es un discurso que aparece como necesario, autoevidente, natural. Para sostenerlo es necesario un receptor
encarnando la necesidad de sostener un lugar de un ideal no atravesado por la castración, libre de equivocaciones,
dudas, garante de un orden estático y proveedor inagotable.

Discurso paradojal: frente a este, cualquier respuesta será también paradojal. La distorsión de la percepción como
estrategia desesperada para sostenerse en el vínculo, desconociendo propia verdad ante la angustia impensable de la de
discriminarse, precipita la fragmentación del orden representacional, de reconocer una falta en quien ha funcionado
como otro primordial

Veamos un ejemplo:
Una madre le dice a su hijo: “tienes que ser espontáneo”. El hijo no tiene la opción de ignorar el pedido de la
madre. Pero el mensaje es doble y de imposible cumplimiento: si no es espontáneo no cumple con el mandato
materno, y si lo cumple, lo incumple por no “ser espontáneo”, ya que obedecer el mandato se contradice con ser
espontáneo. El hijo queda atrapado.

Discurso vacío: es un discurso desvitalizado, monocorde, vacío en cuanto a posibilidad de evocar o recrear otras
significaciones. Hay pobreza de recursos retóricos y fijeza de los significados. La enunciación aparece borroneada, se
habla en forma impersonal y tampoco queda claro a quién está dirigido el mensaje.
Escasean palabras referidas a estados afectivos y emocionales y hay dificultades para reconocer y discriminar un
estado afectivo de otro.
El aspecto paralingüístico (tono de voz, gestos, modulaciones) aparece reducido a su mínima expresión, pues no se
busca la resonancia afectiva en el interlocutor.
Otro polo es el “discurso demasiado lleno”, verborrágico, caracterizado por la velocidad de las frases, cambios
vertiginosos de un tema a otro, maniobras de expulsión de los problemas más el fragmento anímico en relación con
este.

Sesión familiar. Función del analista


¿Por qué hemos descrito las distintas modalidades del discurso familiar?
Porque recordemos que este es la vía regia del acceso al inconsciente, a la EFI (estructura familiar inconsciente)
familiar. Por lo tanto, el tratamiento psicoanalítico familiar es esencialmente el análisis de la EFI (estructura familiar
inconsciente).

Este tratamiento se efectúa abordando el relato conjunto familiar, que es la manera en que se manifiestan, en la
sesión de familia, los intercambios del lenguaje. Dicho relato posee una organización en donde las significaciones son
dadas por las relaciones entre sus elementos. Se necesitan dos de ellos para producir sentido.

El grupo familiar está inmerso en una red de lenguaje. Las significaciones conscientes e inconscientes que los
miembros de la familia comparten contribuyen, en forma privilegiada, a la constitución de su vida psíquica. La palabra
de los padres funda el mundo simbólico de los hijos, y cuando estos se vuelven hablantes modifican esa trama, lo que
tiene efecto en la vida psíquica de todos.

Los elementos del dispositivo analítico hacen emerger un discurso, cuyas lagunas y recurrencias entretejen las
formaciones de la EFI (estructura familiar inconsciente). Incluyen datos que la familia refiere acerca de las relaciones
actuales y de su historia tal como ellos las han vivido y percibido. Cuentan sus acuerdos y sus contradicciones. En el
relato, el discurso de cada uno funciona como estímulo de las asociaciones de los otros generándose la cadena
asociativa familiar.

La sesión familiar se configura como un espacio indicado para la operación psicoanalítica, estrategia de lenguaje
tendiente, a través de hacer consiente lo inconsciente, a establecer un corte a esa cadena del discurso, que encadena y
determina a los integrantes de la familia sin que ellos puedan reconocerlo.

Lo no verbal se incluye en las cadenas significantes al entrar en relación con los significantes verbales,
especialmente en los grupos con niños, configurándose un relato lúdico – gráfico – verbal.

Recordemos que el espacio, el sistema de nombres propios, la organización dualista, el relato de la historia familiar
con el particular recorte del mito, así como la organización sintomática y los encadenamientos asociativos emergentes
en el relato de la sesión, inclusivos de las formaciones subjetivas, configuran los efectos de la EFI (estructura familiar
inconsciente). Además, son el material privilegiado para la aproximación del orden inconsciente emergente en el relato
conjunto

Transferencia, escucha e interpretación


El dispositivo analítico familiar es montado por el analista; este define el contexto, fija y sostiene el encuadre,
formula la consigna de trabajo y la actitud de escucha.

Tales actos encierran una promesa: posibilitar el reconocimiento de una estructura de determinación desconocida
por la familia, supone un “saber” acerca de ellos y sus modos de funcionamiento separados de la conciencia. Esta
presunción produce la apertura del análisis familiar en tanto desencadena transferencia, repetición y resistencia. La
transferencia ya está formulada cuando la familia realiza la consulta. Demanda un tratamiento en tanto supone en ese
otro un saber que dará satisfacción a sus carencias, poniendo fin al sufrimiento vincular que soporta.

Aquí el analista fija y sostiene un encuadre como marco estable que posibilita el despliegue de la dinámica familiar.
Luego, la consigna es el enunciado de las reglas que rigen el juego del encuentro paciente-analista. Algunos aspectos
que el analista debe tener en cuenta son los siguientes:

1. Denominación “paciente” se aplica al grupo familiar en su totalidad, desfocalizándose del denominado “paciente
enfermo” o motivo de consulta.
2. Se estimula la organización de un relato conjunto con la mayor participación de todos y la menor censura posible.
3. Se enuncia quiénes han de concurrir a la sesión familiar como mínimo para que se considere representativo del
orden estructural: tres sujetos y dos vínculos son necesarios para producir significaciones familiares.

El analista familiar se adecua a la regla de abstinencia. Implica formas de no hacer, no sugerir de forma inmediata
resoluciones para el conflicto familiar, o prescribir, no aconsejar ni promover modificaciones “urgentes” en la vida
familiar cotidiana.

La familia demanda tratamiento, buscando con urgencia alivio de algún sufrimiento. El analista, frente a ello,
contrapone la urgencia amparadora de la significación, crea un marco continente que ofrezca las condiciones de
seguridad en las que el proceso psicoanalítico pueda brotar y desarrollarse, generándose un espacio conjunto de
reflexión y significación.

Transferencia familiar
La familia porta con dos pedidos superpuestos desencadenados por transferencia:
1
Un sujeto supuesto a saber que responda a demanda de sufrimiento, que queda en suspenso en tanto analista
se rige por regla abstinencia.

2
Búsqueda de analista, sabio, omnipotente, que resuelva la angustia sin tocar la estructura, sin “duelar dolorosamente”
determinaciones, que cuestione la unidad narcisista. Esto, necesariamente, demanda de completud (llamado a
ocupar un lugar vacante en la estructura) que evita la angustia de castración.
Por esta transferencia, la demanda puede ocupar las siguientes funciones:
1
Función de cuarto término o avuncular: pedidos de orientación y guía, funciones directivas,
pseudoamparadoras
2
Función paterna: representante de un orden diferente, discriminación, diferencia, exogamia. Aparece como
efecto de la ley y de que el representante del contexto sociocultural tiene una función simbólica que eclipsa
narcisismo. Así, los hijos pueden devenir en esposos y padres. Cuando el hijo no encarna la ley, el padre es rígido,
sostiene el encuadre familiar y el tratamiento, vigila y reprende desvíos.

3
Función materna: si no es sostenida por referencia simbólica simultánea con función paterna, puede incurrir en
exceso, inducida a imprimir propias creencias e ideologías. Se indiscrimina con avuncular con la misma eficacia
completud narcisista y coacciona la autonomía familiar.

4
Función filial: hijo loco, adolescente rebelde, dejando inerme al analista en posibilidad interpretativa.

Frente a estas funciones, el analista debe ser ese “cero” capaz de encarnar todas y ninguna de las funciones de la
estructura.

La escucha
Es el eje determinante en el contexto psicoanalítico y se dirige al relato conjunto. El analista debe tener una
actitud abstinente, tendiendo a facilitar la continuidad del relato, atento a los cortes, lapsus, omisiones, recurrencias,
silencios. La escucha se dirige a las relaciones entre los términos del discurso que carecen en sí de significación.

La situación “frente a frente” implica el entrecruzamiento de las miradas con obstáculos a la atención flotante. La
abierta escucha del analista tolera las dudas, los enigmas, estimula lo sorpresivo y deja amplio margen para el arte y la
intuición.

La escucha se descentra de cada sujeto para dirigirse a los vínculos y las conexiones significantes entre los sujetos.

La cadena asociativa familiar, recorte del discurso, forma un todo metodológico con esa escucha

de relato conjunto de las cadenas asociativas familiares, de sus puntos y formaciones específicas de

la EFI.
No toda verbalización del analista ha de ser considerada interpretación, esta se reconoce por sus efectos, en el aquí
y ahora de la sesión.

Interpretación

1. Enunciado como modelo que se contrapone a lo familiar

2. Proposición abierta exenta de certeza

3. Promotora de intercambio verbal

4. Orientación al conjunto familiar que muestra funcionamientos familiares estructurales

5. Tendencia a la discriminación

6. Interpretación de distintas intervenciones, es decir, puesta de límites, definiciones contextuales, silencios, preguntas
que tienden a emerger la palabra.

Análisis del caso


Si has hecho un recorrido exhaustivo por esta lectura y comprendido los ejes que hemos ido atravesando, podrás
conjeturar que el caso que presentamos en el video corresponde a un discurso del tipo paradojal, de doble vínculo,
que promueve la locura vincular y el entrampamiento de sus miembros. Te propongo que, a manera de ejercicio,
extraigas del video aquellos diálogos donde observes claramente este tipo de funcionamiento

A modo de cierre, te invitamos a leer las siguientes publicaciones:


Publicación: Y entonces nos encontramos desentramando

Publicación: La sesión en el incendio

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