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Psicosíntesis

Piero Ferrucci

Título original: What we may be


Traducción de Miguel Aguado Saiz
Piero Ferrucci 1982
Editorial Sirio
ISBN: 84-86221-53-6
Depósito legal: B.29.728.1987
Impreso en España
Versión digital de Pluto, 1999
Corrección primera

PRÓLOGO

Mi primer contacto con la psicosíntesis tuvo lugar


en Florencia en 1954. Allí conocí a un señor mayor,
Mr. P., que estaba interesado por los estudios
psicológicos y espirituales. Intercambiamos opiniones
y mostró mucho interés por mi trabajo. Entonces me
pidió que le diese una sesión (a principios de los años
50 empezaba yo a desarrollar la técnica que después
describiría en mis libros).
Por aquel entonces, vivía en una respetable y
vieja pensión donde llamaban para la cena con una
campanilla, reminiscencias de la Santa Misa. Mr. P
llegó a las cinco en punto. Tuvo una larga sesión, Con
una reacción muy fuerte, acompañada de lágrimas y
sollozos. Cuando éstos se calmaron y entramos en una
fase más sosegada y placentera, en lo que yo pensaba
que era el fin de la sesión, de repente, Mr. P. no
paraba de decir: Luz, luz por todas partes.
Esto sucedió hace veintisiete años. Ya había oído
hablar de experiencias místicas, psicodélicas y
similares; pero la expresión de la cara de Mr. P. Era
tan beatífica, y sus palabras tan bellas, que pensé que
no podía interrumpir lo que estaba sucediendo. Por
otro lado, eran más de las siete y media y oí la
campanilla en el pasillo. ¿Qué podía hacer? ¿Qué
pasaría si alguien se asomara a mi habitación para
llamarme a cenar y se encontrase a un caballero
echado en mi cama y repitiendo: "Estoy en la Luz...
estoy en la Presencia"?
Mr. P. permaneció en la Luz varias horas de
nuestro tiempo, una eternidad para él. Después volvió
a nuestro nivel de conciencia, contento, pero
impresionado. Nos vimos al día siguiente y, al
preguntarme que hizo y que le sucedió, le confesé que
no tenía la mínima idea. Entonces Mr. P. dijo, "Fue una
experiencia maravillosa. Hay un psiquiatra famoso
que vive aquí, en Florencia, y conoce todo sobre estos
estados espirituales: Vamos a verlo".
Al día siguiente nos citamos con el Dr. Roberto
Assagioli, un sexagenario muy agradable y lleno de
vitalidad. A Assagioli le interesó mucho todo este
episodio. En algún momento de la conversación,
Assagioli me preguntó con amabilidad: "Pero, Miss
Archera, dígame, ¿qué hace con esta gente?" Y le
contesté: "Bien, en realidad yo no hago nada; sólo les
ayudo a que se liberen de sus prejuicios. Y, "¿qué
hace usted?" La respuesta no tardó en llegar: "Hago lo
mismo que usted".
¡Cuánto he aprendido desde aquel breve
encuentro! El Dr. Assagioli, con su interés exento de
paternalismo, su atención y su satisfacción por
nuestra entrevista y, finalmente, su sencilla
declaración (hago lo mismo que usted) me dio, de la
forma más humilde, todo un curso del arte de la
comunicación humana. ¡A mí, una neófita que no ha
pasado del séptimo grado, se me caía la baba al oír
que el famoso doctor hacía lo mismo que yo!
Durante muchos años no oí nada sobre Assagioli,
excepto de vez en cuando, que pensaba: "Sí, ¡es ese
hombre que hace lo que yo hago!". En 1963 Assagioli
me envió una carta muy afectuosa elogiando mi libro,
Tú no eres el blanco. Se la enseñé a Aldous, que, en
agradecimiento, le dedicó Island con las siguientes
palabras: "A Roberto Assagioli, esperando que pueda
encontrar algo que le interese en este ensayo utópico
sobre la psicosíntesis".

En 1969 Piero Ferrucci vino desde Italia a


visitarme. Por entonces estaba yo dando unos
seminarios y, cuando se presentó en casa, me di
cuenta de que era la única persona con quien me
gustaría compartir dicha tarea.
Piero Ferrucci había tenido la más exigente y
clásica preparación académica (acababa de terminar
su doctorado en Filosofía y Educación), cosa
totalmente distinta del trabajo que yo hacía en mis
seminarios. Siempre pensé de él que tenía un
profundo conocimiento de las personas, una
extraordinaria capacidad para comprender y como
una facultad especial para permanecer en segundo
plano. Yo iba a dar un seminario en San Francisco y le
pedí que fuese mi colaborador. Este fue el principio de
una maravillosa cooperación. Presentamos seminarios
y talleres juntos y, después, formamos equipo para
escribir "Entre cielo y tierra" (Farrar & Straus, 1975).
Las memorables conferencias de Aldous se
grabaron. El trabajo de investigación y la transcripción
de estas grabaciones al papel requieren dedicación
y conocimiento. La discreta edición de Piero Ferrucci
de "La humana situación" (Harper & Row, 1977) ha
sido muy alabada.
En 1970 Piero me escribió diciendo que había ido
a Florencia a trabajar con Assagioli. Su íntima
colaboración duró varios años hasta la muerte de
Assagioli en 1964. En mis viajes a Italia vi a Assagioli
un par de veces y tuve con él unos breves pero
substanciosos contactos. Había siempre una sensación
agradable, ligera. Un día, hablando sobre Piero
Ferrucci, me comentó, "Llevará la antorcha de la
psicosíntesis por todo el mundo". Mientras leía
Psicosíntesis, recordé esta frase y el tono afectuoso
con que Assagioli habló de Piero.
Este libro es la primera presentación extensa de
la psicosíntesis. La sabiduría de Assagioli y la flor de
su espiritualidad práctica afloran en todas sus
páginas. En Psicosíntesis el lector puede encontrar
una gran variedad de técnicas para llegar a los
muchos niveles funcionales del ser humano. Se presta
especial atención al entrenamiento de la voluntad y
de la intuición. Hay formas directas e incluso
agradables de buscar el famoso (y desconocido)
inconsciente. Algunos ejercicios tienen cierto sabor
oriental, que, sin embargo, no choca con el racional
sentido común latino.
El ilimitado poder de la belleza, tan
menospreciada a veces en psicoterapia, se le está
ofreciendo continuamente al lector. Aquí y allá se oye
el inolvidable murmullo de la fuente de la alegría,
según muchos místicos, la cualidad espiritual más
importante. Fomentando nuestras principales
cualidades, estas técnicas nos ayudan a resolver cada
día nuestros problemas de un modo nuevo e
inesperado.
Este libro no promete una iluminación fácil e
instantánea, que dé origen a las hermanas gemelas:
la esperanza y la desilusión; pero no podemos
imaginar que alguien le dedique su atención durante
un mes sin mostrar un progreso considerable o incluso
sorprendente.
Hay muchos libros dedicados a la auto-
realización. Entre los pocos que valen la pena, creo
que Psicosíntesis es el mejor de su clase.

Laura Archera Huxey, junio de 1981

COMO UTILIZAR ESTE LIBRO

Te ofrecemos algunos detalles orientadores que


pueden ayudarte a sacar el máximo provecho de los
ejercicios que se te presentan:

1.- Duración: Dedica a los ejercicios un rato en el


que no puedan molestarte. Aunque sólo sean cinco
minutos, asegúrate de que es un universo aparte y de
que no lo invaden las molestias del exterior.
2.- Preparación: Ponte cómodo, con la columna
recta y los músculos relajados. Cierra los ojos y respira
profunda y lentamente durante unos minutos. Dedica
por lo menos dos o tres minutos a esta fase. (No se
necesita ninguna preparación para los ejercicios más
activos). También aconsejo que se graben las
instrucciones en cintas vírgenes para poder trabajar
con ellas y oírlas constantemente.

3.- Constancia: Elige un ejercicio que te guste y


trabaja con él durante algún tiempo, aunque no veas
resultados inmediatos. La repetición de un ejercicio
multiplica su eficacia.

4.- Coordinación: Después de realizar un ejercicio,


éste seguirá trabajando en silencio para ti. Pero, si
quieres que esta influencia sea mayor, recuérdalo y
recuerda la importancia que tiene en medio de tu vida
diaria, tu verdadero y permanente laboratorio.

5.- Trabajar en silencio: Comentar tus


conclusiones antes de tiempo con personas que no
pueden comprenderlas hace, a veces, que se disipe la
energía psicológica que has acumulado.

6.- También debes tener un cuaderno de trabajo


para anotar tus opiniones y las sutiles
transformaciones que se vayan produciendo.

Introducción:

LA VISION GLOBAL
Tras años de investigación, le dijeron al buscador
que fuese a una cueva en la que encontraría un pozo
"Pregúntale al pozo cuál es la Verdad", le dijeron, "y el
pozo te lo revelará".

Cuando encontró el pozo, el buscador le hizo esta


pregunta tan básica y desde los abismos le llegó la
respuesta: "Ve al cruce de la ciudad: allí encontrarás
lo que buscas".

Lleno de alegría e impaciencia el hombre salió co-


rriendo hacia el cruce para encontrar tan sólo tres
tiendas de poca importancia. En una vendían piezas
metálicas; en otra, madera y, en la tercera, alambres
finos.
Nadie ni nada de lo que allí había parecía guardar
relación alguna con la revelación de la Verdad.

Defraudado, el buscador volvió al pozo para


pedirle una explicación, pero éste tan sólo le dijo: "Lo
entenderás en el futuro". Cuando protestó el hombre,
todo lo que recibió a cambio fue el eco de sus propias
voces. Indignado por haber hecho el tonto, o, por lo
menos, así lo pensaba él entonces, continuó su viaje
en busca de la Verdad. Con el paso de los años se fue
borrando de su memoria el recuerdo de esta
experiencia del pozo, basta que una noche, mientras
paseaba a la luz de la luna, llamó su atención el
sonido de la música de un sitar(especie de guitarra
hindú). Era una música maravillosa y estaba tocada
con gran maestría e inspiración.

Emocionado, el buscador de la Verdad se sintió


atraído por el músico. Miraba sus dedos que bailaban
entre las cuerdas. Observó atentamente el sitar y, de
repente, explotó en un grito de alegría: estaba hecho
con los alambres y los trozos de metal y madera que
había visto en las tres tiendas y que creía que no
tenían utilidad alguna.

Por fin había llegado a entender el mensaje del


pozo: Siempre se nos da lo que necesitamos; nuestro
cometido es unirlo y utilizarlo de la manera más
apropiada. Nada tiene significado mientras
consideremos sus componentes por separado; pero,
cuando se unen formando una síntesis, aparece una
nueva entidad cuya naturaleza no habíamos previsto
al considerarlos por separado.

El proceso de síntesis se puede ver en cualquier


parte, tanto en lo natural como en lo estrictamente
humano: Las células se unen para formar un
organismo; las letras, para formar una palabra; las
notas musicales, para formar una melodía, y así pasa
con todo. Muchas evidencias empíricas demuestran
que la síntesis también puede darse en la psicología
cíe los seres humanos y que, por el contrario, su falta
es causa de serias dificultades.

El psiquiatra italiano Roberto Assagioli se dio


cuenta hace varios años de que gran parte de las
enfermedades mentales, desequilibrios y depresiones
se dejan sentir cuando nuestros elementos internos no
guardan entre sí la debida conexión o chocan unos
con otros. Pero también observó que, cuando se
combinan en grupos cada vez mayores, sentimos una
descarga de energía, una sensación de bienestar y un
significado mucho más profundo en nuestras vidas.
Al ver que este proceso tiende a producirse de
forma natural en todos los seres humanos, aunque a
veces se ve bloqueado, Assagioli estableció unas
técnicas para producirlo y facilitarlo. Al principio se
dedicó al psicoanálisis (estaba considerado por Freud
como uno de sus seguidores más representativos en
Italia a principios de siglo); pero Assagioli no estaba
satisfecho y desarrolló su propio sistema: un enfoque
psicológico y práctico, abierto a toda contribución, que
desde entonces se ha aplicado tanto en la educación
como en la terapia y la medicina. A este sistema le dio
el nombre de psicosíntesis.
El sistema de Assagioli no es sólo una forma de
auto-mejora (que promete más y más de lo mismo:
más energía, más concentración, más relajación, etc.)
u otro tipo de terapia (donde sólo intentamos
evadirnos de algo). Mas bien trata de evocar la
totalidad y el amanecer de un nuevo y más amplio
marco de referencia para la mente humana. Una
mujer, que ha tenido experiencias de psicosíntesis,
escribe: "El proceso interno de la psicosíntesis me
hace pensar en un caleidoscopio. Cuando se mueven
los cristalitos de colores, no son más qué un revoltijo;
pero, si mantenemos fijo el caleidoscopio, forman un
bonito dibujo".

Para que se produzca este proceso basta hacer


unos ejercicios psicológicos simples como los que se
presentan en este libro. Assagioli y sus colegas han
comprobado las técnicas de la psicosíntesis, en los
últimos setenta años y en diversas culturas, y han
resultado ser efectivas cuando se utilizan con
regularidad. Como en todas las disciplinas, desde
escalar una montaña hasta tocar el piano, desde
aprender un idioma hasta bailar, la práctica es
esencial para dominar algo nuevo.

El cambio que se produce es progresivo. Hace


unos años, cuando empecé a utilizar en mí mismo los
ejercicios de psicosíntesis, esperaba ver
inmediatamente grandes maravillas. Pero no pasó
nada de eso (lo mismo que a otras muchas personas).
Como les sucede a muchos novicios, al principio no
podía realizar siempre los ejercicios tal como se me
indicaba: Me distraía, me quedaba en blanco, me
ponía nervioso o pensaba en cualquier otra cosa.
Tardé algún tiempo en darme cuenta de que se
estaban produciendo grandes cambios. Después he
visto que esto les sucede a casi todos los que utilizan
estas técnicas. Nos damos cuenta de la
transformación mucho después de que haya
empezado a producirse.

Hay una razón para este retraso: nuestro


inconsciente necesita tiempo. Como dijo Assagioli:

"Una de las funciones principales del


inconsciente, y al mismo tiempo uno de los
principales pasos en el proceso educativo, es la
elaboración de las experiencias que uno ha
tenido, la asimilación vital de lo que se ha
percibido y aprendido.
Esta elaboración se puede considerar como
una auténtica "gestación psíquica" y tiene
analogías muy concretas con la gestación física.
Ambas suceden en el abismo, en el misterio (una
en el seno de la madre, la otra en las entrañas
más profundas del inconsciente); ambas son
funciones espontáneas y autónomas, tan
sensibles y delicadas que pueden afectarles
fácilmente las influencias externas; tanto la una
como la otra culminan, finalmente, en la crisis y el
milagro del "nacimiento", de la manifestación de
una nueva vida".

Esta idea nos recuerda que en psicosíntesis


estimulamos fuerzas que están siempre presentes en
nosotros. Estas fuerzas permanecen normalmente
latentes; pero a veces podemos verlas directamente
en acción. Actúan, por ejemplo, cuando una herida
emocional se cura lentamente; cuando en una crisis
encontramos una fuerza insospechada; cuando,
después de haber estado pensando en un problema,
se nos presenta de repente la solución; cuando nos
llega, de repente, una segunda oleada de energía tras
un momento de fatiga, o cuando se produce en noso-
tros una transformación repentina y espontánea. Los
efectos de los ejercicios de psicosíntesis se notan a
partir de la activación de estas fuerzas positivas.

Tan pronto como vemos el campo de


posibilidades que se abre ante nuestros ojos, nos
asombramos y nos llenamos de entusiasmo; pero
también deberíamos precavernos para que ese
entusiasmo no nos descarríe: hoy día son muchos los
errores y sus consiguientes peligros debido al interés
que se pone en la autorealización.

Quizás el error más importante sea creer que la


técnica es, por sí sola, el principal agente de la
transformación, y no que lo es la forma de emplear
esa técnica.

Puede que con un ejemplo tengamos una idea


más clara de este peligro. Un psiquiatra estuvo
trabajando con un niño autista. Intentó, durante
mucho tiempo, establecer comunicación con él; pero
el niño seguía siempre encerrado en su propio mundo.
Al final, un día, con un impulso intuitivo, el psiquiatra
cogió un lápiz, lo arrojó al suelo, y dijo al niño: "Ahora,
cógelo y dámelo". En el tono de su voz estaba
grabado el peso de todos los deseos, de todos los
intentos fallidos del pasado. El ambiente estaba
preparado; el niño hizo lo que se le había dicho y, en
ese momento mágico, se estableció entre los dos una
conexión consciente.
El psiquiatra contó esta experiencia a un grupo
de colegas en una conferencia. Al poco tiempo,
muchos de ellos empezaron a lanzar mecánicamente
lápices al suelo delante de niños autistas esperando
que los niños los recogieran. Naturalmente lo que se
llegó a llamar la técnica del lápiz falló.

Este mismo error se puede dar también en las


técnicas de la psicosíntesis. El factor más importante
es la actitud con que se utilizan. Podemos utilizarlas
con cuidado y paciencia, como medios de transformar
nuestras vidas, o mecánicamente y como juegos de
salón, perdiendo así el tiempo. Podernos hacer con
ellas lo que queramos; por sí solas, no ofrecen
ninguna garantía.

El error que sigue a éste en importancia es el


narcisismo, que consiste en encontrar tanta
satisfacción en la evolución y en los procesos íntimos
que se prescinde de todo lo que afecta a los demás
seres humanos y a la sociedad. Los que caen en este
error olvidan que ninguna técnica que empleemos en
el desarrollo y evolución personal tiene ningún valor si
no trasciende a nuestro entorno y que, a la inversa,
nuestro propio entorno puede servirnos de estímulo
para la evolución individual. Como dijo Martín Buber:
"El hombre llega a ser un Yo a través de un 'Tú', y no
hay evolución verdadera si se limita al círculo de lo
individual.

Hay una nueva corriente, en cambio, que llega al


otro extremo al condenar, como una forma de
narcisismo, todo interés por la evolución personal.
Algunos comparan la autopercepción con la
autoabsorción, viéndola como "un retraimiento hacia
la satisfacción puramente personal".

Esta forma de pensar, que puede ser valida en


algunos casos, no tiene en cuenta que la forma de
actuar las personas, lo que hacen, lo que dicen y
cómo se relacionan con los demás, depende de lo que
son.

Si, por ejemplo, el pensamiento de una persona


no es claro y está influenciado por prejuicios, este
hombre o mujer no puede participar con acierto en las
decisiones de la comunidad. Los que no tienen
sensibilidad para la belleza ni un sentido de conjunto
no pueden lograr un conocimiento de la ecología; los
que no han conocido a sus propios demonios no
estarán capacitados para participar en la construcción
de una sociedad más abierta. Y si sus relaciones están
corrompidas, no podrán contribuir a la armonía de la
sociedad de una forma eficaz que permita afrontar
con todas sus fuerzas un futuro sólido.

Cualquier cambio social, producido por estas


personas que no tienen solución, perpetúa y multiplica
sus fallos a escala colectiva. Por esto es por lo que nos
fijamos en el individuo, al mismo tiempo que evitamos
el peligro del narcisismo.

Un peligro parecido es el ansia desmedida de


experiencias, si no está acompañada de un esfuerzo
por entenderlas o anclarlas en la vida diaria. La sed de
estímulos hace que los individuos vayan "de tropiezo
en tropiezo", reúnan todas las psicotecnologías
existentes, y lleguen a ser "junkies de consciencia".
Estas personas sienten codicia de "estados alterados
de consciencia" y, si se midiese la madurez por la
variedad de sus experiencias en vez de hacerlo por su
asimilación, serían las más evolucionadas del mundo.

Otra trampa en la que podríamos vernos


atrapados fácilmente es la sensación de grandiosidad:
Una euforia momentánea que nos hace esperar
resultados instantáneos, totales y definitivos. En el
fondo de nuestra mente se esconde el deseo mágico
de tener después de todo esto una vida eterna y feliz,
lo que puede inducirnos a la falsa creencia de que
hemos conseguido más de lo que se puede. Pero la
única forma de conseguir resultados positivos en el
trabajo de autorealización es ser realistas y reconocer
nuestras limitaciones humanas. Tenernos que ser
conscientes de nuestra pequeñez relativa, de todas
las dificultades que nos presenta la vida, de lo débil
que puede ser el cuerpo y lo volubles que son los
sentimientos a veces, de la facilidad con que se puede
influir en nosotros, de lo compleja que es la existencia
humana, de los muchos factores que influyen en todos
nosotros, de lo poco que, como especie, sabemos de
las cosas, de cómo pueden interferir los
acontecimientos en nuestros planes y de lo misteriosa
que es la vida en el fondo.

No es que debamos ver todo esto como


obstáculos del destino, sino que, por el contrario, su
conocimiento se puede aprovechar hábilmente para
nuestra evolución y puede hacer que comprendamos
mejor todo el significado del ser humano.

Por las razones dadas anteriormente, la


psicosíntesis evalúa tanto los periodos de oscuridad
como los de alegría e iluminación; realza la
importancia de servirse de los obstáculos corno pasos
para el desarrollo, en vez de esperar su total
desaparición; opta más por la duda y el riesgo que por
la seguridad garantizada y el éxtasis; prefiere la
creatividad de la confusión más que la engañosa
"claridad" de las respuestas preestablecidas; nos
recuerda tanto lo difícil como lo fácil; reconoce la
inmensa variedad de los seres humanos y, por
consiguiente, no promete resultados idénticos;
encomia el hecho inesperado que tira por tierra en un
instante nuestro modelo de cómo debería ser todo.

En resumen, la psicosíntesis reconoce nuestra


complejidad, así como lo complicada que es la
situación humana, y no ve la posibilidad de una receta
universal. Assagioli solía decir a los que protestaban
de esta realidad: "Yo no tengo la culpa de que el
universo sea tan complicado".
Es posible que, al darnos cuenta de esto,
empecemos a considerar el mayor y más común de
todos los peligros: La exclusividad. Si desarrollamos
sólo una parte de nuestro ser, prescindiendo de las
demás, sea el cuerpo, los sentimientos, el "espíritu" o
lo que tengas, esta parte podría adquirir una fuerza
que no le corresponde. Podría convertirse en un ser
diabólico y hacer de nosotros unos seres limitados o
incluso fanáticos. Se puede comprender esto con una
anécdota que me contó una vez un estudiante de
psicosíntesis:

"Cuando era niño jugaba en la cama por la


noche con todo tipo de fantasías. Mi preferida era
imaginar que yo era un submarino que surcaba
las profundidades del océano. Pero esto me
impedía ir por tierra, por lo que me imaginaba
también que era un tanque que podía ir por
cualquier terreno: por el fango, por la arena, por
las piedras, por todas partes.
Pero, como tanque que era, me sentía
incompleto, y el porque ¿cómo podría alcanzar el
cielo? Entonces me convertí en un avión. Pero un
avión sólo puede volar. Por fin, una noche decidí
ser las tres cosas a la vez, una máquina
fantástica que pudiese volar por el espacio,
explorar los abismos del océano y moverse con
rapidez y facilidad por la tierra. Podría llegar a
cualquier parte y esto me hacía mucha ilusión.
El trabajo de psicosíntesis me recuerda esta
fantasía de mi niñez. Me permite moverme a
todos los niveles; me ha enseñado a
familiarizarme con las diversas partes de mi ser".

El crecimiento del hombre, cuando es equilibrado


y sano, se produce en todas las direcciones: Es como
una esfera en expansión, más que una línea recta.
Precisamente por estas razones, la psicosíntesis
procura tener en cuenta todas las dimensiones de la
vida humana que realmente importan y que, si no las
consideramos, nos pueden llevar a una existencia
incompleta e incluso absurda:

La aparición del deseo y de la autodeterminación.


La agudización de la mente.
El placer por la belleza.
El enriquecimiento de la imaginación.
El despertar de la intuición.
La comprensión del amor.
El descubrimiento del Yo y de su finalidad.

Capítulo 1

ENFOQUE

"El otro día tuve una bronca con un taxista.


Era un hombre rudo y terco y yo me puse tan
excitada que después me temblaban las manos.
Estuve todo el día sin poder quitármelo de la
cabeza hasta que hice el ejercicio, que
rápidamente me permitió ver la situación tal y
como era. Mis reacciones llegaron a ser
melodramáticas; pero realizar este ejercicio
durante toda la semana pasada tuvo en mí un
efecto liberador".

El "ejercicio" al que se refiere esta mujer es muy


simple. Con los ojos cerrados, visualizó un numero que
retuvo en su mente durante tres minutos sin pensar
en otra cosa. Aunque normalmente se necesita tiempo
y práctica Para adquirir la habilidad que hace falta
para realizar esta visualización sin distraerse, es
sorprendente ver lo que puede progresar una persona
con sólo unos días de entrenamiento.

¿Milagros? No. Con los ejercicios psicológicos que


aparecen en este capítulo y en el resto del libro
podemos conseguir una sensación de dominio sobre
nuestros procesos psicológicos. Estamos
acostumbrados a trabajar bien con las cosas
materiales: máquinas de escribir, cepillos de dientes,
cuchillos, botones, etc. Ahora podemos llegar a
acostumbrarnos también a trabajar, de forma
consciente y efectiva, con el material de nuestro
mundo interior.

La mujer antes mencionada pudo enfocar sus


extenuadas energías, haciendo este sencillo ejercicio,
y este logro, por sí mismo, tuvo un efecto curativo en
toda su personalidad. Además, el enfoque lleva a la
concentración, uno de los niveles psicológicos más
básicos. Como dijo el filósofo Keyserling: «El poder de
concentración es una verdadera fuerza de propulsión
de todo nuestro mecanismo psíquico. Nada eleva más
nuestra capacidad de acción que su desarrollo.
Cualquier éxito, del tipo que sea, puede justificarse
con el uso inteligente de esta capacidad. Ningún
obstáculo puede resistir permanentemente la
excepcional fuerza de la máxima concentración".

Cualquier función humana, ya sea física o


psicológica, se atrofia cuando no se practica. Nuestras
funciones psicológicas, si no se cultivan ni se utilizan,
tienden a disminuir de tal forma que sólo sobrevivirán
aquellas a cuya práctica nos impulsa la costumbre.
Esta verdad la expresó con gran estilo Sir Francis
Galton, diciendo sobre la función de la imaginación.

"El placer que puede proporcionar es inmenso.


Tengo muchos amigos que dicen que el regocijo
de rememorar bellas escenas y grandes obras de
arte es el mayor que conocen; llevan completas
galerías de arte en su mente. Nuestra educación
enciclopédica y mundana tiende a reprimir este
valioso regalo de la naturaleza. Una facultad que
es muy importante en todos los oficios técnicos y
artísticos, que da veracidad a nuestras
percepciones, y precisión a nuestras
generalizaciones, se pierde por el mal uso, en vez
de cultivarse con sensatez de tal forma que la
voluntad toda nos dé los mejores rendimientos".

Los siguientes ejercicios se pueden realizar en


cualquier momento del día y no requieren ni mucho
tiempo ni tampoco condiciones especiales.

EVOCACION VISUAL

Cierra los ojos y visualiza lo siguiente:


Una pluma que escribe lentamente tu nombre
en un papel.
Un número de una sola cifra. Sustitúyelo por
uno de dos cifras, por uno de tres, y así suce-
sivamente hasta que llegues al máximo número
de dígitos que puedas retener. Mantén este
número frente a tus ojos durante dos minutos
Varias figuras de colores: Un triángulo dorado, un
círculo violeta, una estrella azul, etc.

Las imágenes abstractas, igual que las letras del


abecedario o los números escritos en una pizarra,
pueden resultar más difíciles de visualizar que
cualquier cosa más compleja que nos resulte más
familiar. Por eso te puede resultar más fácil visualizar
a las personas que quieres que un triángulo azul,
imaginar tu paisaje favorito que ver el número 716 en
una pizarra. Por esta razón, los objetos más simples y
los emocionalmente más indiferentes resultan, a
veces, los más eficaces para entrenar la imaginación.

No te desanimes si al principio no eres capaz de


realizar la más simple de las acciones internas, como
pueden ser estas. Si no aparecen las imágenes, si son
inestables y borrosas, o son nítidas, pero se
desvanecen rápidamente ya tienes ahí una serie de
razones por las que estos ejercicios pueden ser útiles.
Por tanto, intenta retener una imagen simple en la
mente durante algún tiempo, por lo menos dos o tres
minutos. Con toda probabilidad cambiará o
desaparecerá y ocupará tu mente otra cualquiera. Con
paciencia y tranquilidad, haz que tu atención vuelva a
ella.
Estos ejercicios son preparatorios para técnicas
más complejas que se describen en los capítulos
siguientes. Aunque son sencillos, son más que unas
pruebas básicas y pueden ser muy útiles por sí solos
en muchas ocasiones. Un maestro de escuela
contaba:

"Hice que una niña de doce años visualizase


unas figuras geométricas y unos números. Por
entonces tenía dificultades en la escuela y sus
notas eran muy bajas, en especial las de Inglés y
Matemáticas. Le resultaba, por ejemplo, muy
difícil aprender el presente continuo del verbo "to
be". Le pedí que visualizase una pizarra y se viese
escribiendo las formas inglesa e italiana con la
tiza y que después leyera dos o tres veces lo que
había visualizado. Al cabo de un rato recordaba
los verbos perfectamente. Después de algunos
ejercicios durante unos días, vi un cambio radical
en su conducta escolar. Estaba atenta y, tan
pronto como veía alguna dificultad, venía a
pedirme que le dijese dónde se había equivocado.
Al fin encontraba los errores por sí misma y yo
sólo le servía de apoyo".

EVOCACION TACTIL
Centra tu atención en el tacto, imaginándote
en las siguientes situaciones:
Cogiendo a alguno de la mano. Sintiendo su
piel, su temperatura, la presión que ejerce en tu
mano.
Acariciando un gato o un perro. Sintiendo su
pelo.
Cogiendo un limón. Sintiendo su superficie.
Tocando:
La corteza de un árbol.
La fría nieve que cae.
Los pétalos de una flor, pero con cuidado, sin
herirla.
La arena.
El agua de la lluvia.
Una pluma.

Al principio de hacer este ejercicio, combinas las


sensaciones táctiles imaginarias con la visualización
de lo que estas tocando; entonces imaginas sólo la
sensación táctil. Por medio de la sensación táctil
percibes lo que estas tocando.

Podemos aprender a dirigir nuestra atención con


estos ejercicios. No es tan fácil como parece, puesto
que nos bombardean continuamente innumerables
estímulos internos y externos que permanecen fuera
de nuestro control. Utilizando estos ejercicios
llegaremos a aprender paulatinamente cómo se puede
servir uno de la concentración de la atención para
cambiar su estado de dispersión. Por un momento, la
imagen que deliberadamente hemos decidido enfocar
va a seguir en fondo de nuestra conciencia y va a
desaparecer todo lo demás. Con el tiempo, el
resultado será una facilidad cada vez mayor para
situar y mantener voluntariamente nuestra atención
en cualquier objeto que elijamos.

EVOCACION OLFATIVA
Imagina que estás oliendo:
Tu perfume favorito.
Gasolina.
Una flor.
Una hierba.
El aire puro de la montaña en un pinar.
Una hoguera.
El océano.
Menta.
Pan recién sacado del horno.

EVOCACION MOTRIZ

Y ahora el sentido cinestésico, por el que


conocemos nuestro cuerpo y sus movimientos.
Imagina que estás:
Andando y corriendo por una playa: Siente to-
dos los movimientos de los músculos.
Conduciendo un coche: Siente con precisión
todos y cada uno de los movimientos que haces al
girar el volante, al apretar los pedales, etc.
Nadando, jugando al tenis o al baloncesto o
practicando cualquier otro deporte que te guste.
Cortando leña con un hacha.

Siempre que exploramos y hacemos uso


voluntario de una parte nueva de nosotros
mismos, experimentamos un placer intrínseco.
Hay un deleite especial en aprender un nuevo
nivel que a la vez es sutil y delicado.
EVOCACION GUSTATIVA

Con la imaginación, nota el sabor, la temperatura


y la textura de:
Un plátano.
Un Yoghurt.
Las almendras.
La crema Chantillí.

Imagina que tienes delante tu plato favorito.


Fíjate en el sabor, la textura de cada bocado.
Siente el cuchillo y el tenedor en tus dedos y el
modo en el que manipulan la comida.

¿Cómo te sientes cuando haces estos ejercicios?


Una advertencia: Es de esencial importancia que no
estés tenso. Un maestro de esgrima solía decir: "Coge
el florete como si cogieras un pájaro: Ni muy fuerte
porque se moriría, ni tampoco muy flojo, porque se
escaparía". Esta regla se puede aplicar también a la
atención. Cuando veas que, al hacer estos ejercicios,
estás crispado o en tensión, déjalo: estás matando el
pájaro. Si ves que tu mente empieza a divagar, déjalo:
el pájaro ha volado.

EVOCACION AUDITIVA

La evocación de sonidos imaginarios es para


algunas personas más difícil que la evocación de las
percepciones que dependen de otros sentidos; sin
embargo, como las demás, incrementa de forma
sorprendente la agudeza de nuestras percepciones
reales. Un colega mío escribió:
"Después de estar haciendo el ejercicio
durante quince días, sin éxito aparente, un
hombre de unos cuarenta años vino a verme y
contarme lo asombrado que estaba. Se había
despertado una mañana pensando que estaba
soñando con el sonido de las campanas. Después
se dio cuenta que este sonido era real y que venia
de la iglesia que había cerca de su casa. Su
sorpresa se debió a que era la primera vez que
oía este sonido desde que vivía allí".

Cierra los ojos y escucha los siguientes sonidos


imaginarios:
Una voz que te llama por tu nombre.
El ruido del tráfico.
La lluvia.
La gente que hay en una fiesta.
Las olas que rompen en la playa.
Los niños jugando.
Una puerta que chirría.
Un gong que se va apagando poco a poco
hasta desaparecer en el silencio.

Capítulo 2

REFLEJOS DE UN MUNDO MAS


DISTANTE

Algunas de nuestras actitudes, que en otro


momento han tenido su razón de ser, pueden resultar
ahora obsoletas. Para demostrarlo el psicólogo suizo
Baudouin tiene el siguiente ejemplo:

"Un pasajero de autobús solía observar la


norma oficial que obliga a conservar el billete en
todo momento a disposición del revisor. Al bajar
del autobús, estuvo haciendo unas compras. Al
cabo de unas horas, mientras hacía juegos
malabares para sostener unos paquetes y sacar la
cartera y el dinero, se dio cuenta de que había
tenido el billete durante todo este tiempo en la
mano como si estuviese pendiente del revisor.
¿Qué mecanismo psicológico fue el causante
de esta situación tan absurda? Alguien podría
clasificarlo como inercia o automatismo. Sin
embargo, si ha habido automatismo, no ha sido
un automatismo puro: La primera orden se
convirtió en una directriz inconsciente de la
conducta del hombre; pero, además de eso, puso
en marcha una serie de contorsiones ingeniosas y
complejas que requieren iniciativa y decisión para
cumplir la norma tan a conciencia como si su
propia vida dependiese de la eficacia con que
conservase el billete caducado".

Seguimos teniendo miedo cuando no hay razón


para preocuparse: nos aferramos a resentimientos
pasados, estamos deprimidos sin tener por qué,
seguimos llevando en la mano el billete caducado
mucho después de bajar del autobús.
Cuando se descubren los esquemas que nos
empujan a tan inútiles gastos de energía, pierden su
fuerza y a veces llegan a desaparecer, como es el
ejemplo del billete de autobús, para que ocupen su
puesto unas tendencias nuevas y creativas

Este trabajo es más fácil si se cuenta con la


ayuda de un guía, ya que los viejos esquemas tienden
a perpetuarse y servirse de cualquier truco para evitar
que los descubran. Pero disponemos de algunos
medios directos y poderosos para descubrir por
nosotros mismos la existencia y el origen de nuestros
hábitos inconscientes y obsoletos.

Por definición, el inconsciente es la parte de


nosotros que no es inmediatamente accesible a
nuestro entendimiento. Sólo lo podemos conocer por
hechos accidentales, como un lapsus, o utilizando
técnicas concretas creadas para eludir la censura del
consciente: análisis de los sueños, imaginación,
escritura, movimientos corporales, libre asociación,
varios tipos de tests, etc. A esto se le puede unir el
dibujo libre, que quizás sea la técnica más fácil y
práctica.

En el dibujo libre dibujamos cualquier cosa que


nos venga a la mente, sin importar el estilo, el método
o el tema. Después vemos el resultado e intentamos
interpretarlo. También se puede dibujar un tema
concreto: una cualidad, un problema, un proyecto, un
obstáculo, un trauma, el futuro, una situación, etc. Los
resultados pueden ser diversos:

Purificación. Vemos la falta de higiene física como


un detalle de falta de civilización Pero, ¿qué pasa con
la falta de higiene psicológica? Nuestra civilización
induce a muchos sentimientos, al mismo tiempo que
inhibe su manifestación. La consecuencia es que la
represión de estas emociones determina nuestras
actitudes, bloquea los movimientos libres de nuestro
sistema psicofísico y genera un menor o mayor
número de perturbaciones. El dibujo libre hace que se
pueda ver fuera una imagen de la energía psíquica
inconsciente que nos bloquea desde dentro, con lo
que pierde el dominio que tiene sobre nosotros.

Entendimiento. Al observar esta manifestación de


fuerzas plasmadas en el papel, podemos conseguir
una mejor perspectiva de nuestros mundos internos.

Para explicar las variaciones de Urano que no se


podían justificar con las fuerzas conocidas, el
astrónomo francés Leverrier postuló la existencia de
un planeta desconocido. Así se descubrió Neptuno.
Nuestras fuerzas inconscientes interiores se podrían
comparar a un planeta desconocido: ejercen una
influencia en nuestro comportamiento sin saberlo
nosotros. Con la comprensión de nuestros dibujos
libres llegará el conocimiento de lo que determina
nuestras acciones y actitudes. Podríamos también
explicarlo de este modo: es como si tuviésemos una
máquina parecida a la pantalla de un televisor y esta
máquina pudiese sintonizar nuestro inconsciente y
transformar sus impulsos sutiles e invisibles en
representaciones en color de campos de energía,
visibles en una pantalla, de tal manera que viéndola
podríamos percibir claramente la interacción de las
fuerzas que hay dentro de nosotros mismos. Como
podemos ver, el dibujo libre nos muestra, con riqueza
y a veces con precisión, las energías y los
sentimientos que motivan misteriosamente nuestras
vidas y que no se pueden describir con palabras.

Liberación. El entendimiento hace que uno se


libere del control de las energías del consciente. Al
igual que el hombre del ejemplo se da cuenta de que
ya no necesita seguir guardando el billete, nosotros
podemos ver que somos capaces de prescindir de lo
que nos estaba guiando

DIBUJO LIBRE

1.- Coge varios lápices de colores y papel.


Antes de ponerte a dibujar, date unos momentos
de relax y tranquilidad.

2.- Deja que tu mano dibuje libremente y


observa con curiosidad lo que está dibujando en
el papel.

3.- Deja que la mano dibuje lo que quiera,


ya sea abstracto o concreto. No te preocupes por
lo que salga, aunque no coincida con la imagen
que tienes de ti mismo. Y, según vayas dibujando,
deja que tu mano se mueva con espontaneidad,
ya sea con movimientos bruscos o suaves, lentos
o rápidos, etc.

4.- Cuando creas que ya has terminado,


analiza el dibujo. ¿Está completamente terminado
o necesita un toque final? Si es así, termínalo
como mejor te parezca.
Podríamos aceptar nuestro dibujo como si fuese
una persona que viene de tierras lejanas, y cuyas
costumbres son muy diferentes a las nuestras. En vez
de juzgarlo de un modo intelectual deberíamos tener
en cuenta la historia del dibujo. Este dibujo puede
representar algo nuevo y distinto de lo que siente
nuestra mente superficial. Tratamos de sintonizar con
él y captar por intuición el mensaje que nos da sobre
nosotros mismos.

Lo miramos de nuevo, ahora de un modo más


analítico. ¿Qué estilo tiene? (¿Infantil, elaborado,
nervioso, mecánico, etc.?). ¿Cómo hemos usado los
colores? (Observa la profusión o la falta de color,
contraste o armonía, brillo u oscuridad, etc.). ¿Cómo
está representado el espacio? (¿Sobrecargado, vacío,
opresivo, impersonal, agradable, irregular?). ¿Es un
dibujo estático o dinámico? (Si hay movimiento, si es
fluido, irregular, tortuoso, violento, etc.). ¿Qué relación
hay entre los objetos representados? (¿Están en
contraposición, aislados, revueltos, dibujados
aparte?). ¿Cuál es el ambiente en general (tenebroso,
alegre, cargado, etc.)?

Después de transformar las fuerzas internas en


figuras visibles intentaremos transformar las figuras
visibles en inteligencia ordinaria y en palabras. Si
seguimos con el dibujo, sus colores, formas y otros y
otros detalles pueden producir en nosotros una serie
de asociaciones libres, algún sentimiento, un recuerdo
o un destello intuitivo.
Al cabo de un rato damos la vuelta al dibujo y
escribimos lo primero que nos llegue a la mente. De
momento ha de quedar claro que la interpretación es
algo más que una operación intelectual, que no
necesitamos ningún código determinado para
descifrar nuestro dibujo y lo que vale es la intuición,
no la especulación. Si no surge la intuición, dejamos a
un lado el dibujo y volvemos a verlo cuando hayamos
hecho otros o haya pasado un tiempo. Entonces
nuestra percepción podrá ser más rica. Y, aun cuando
nuestros dibujos sean jeroglíficos indescifrables,
habremos satisfecho, al menos en parte, una
necesidad vital: la necesidad de expresión. Mucha
gente encuentra un placer nuevo y pueril en jugar con
lapiceros y pinturas, en soslayar el control del
intelecto, y en experimentar la pura satisfacción de
una creación gratuita.

Cuando hayamos hecho varios dibujos, podremos


observar la aparición de una gran variedad de formas.
Podremos vernos dibujando flores, cara a cara con
demonios, ovnis, hombres sin cabeza, hormigas
gigantes, caras desconocidas, etc. De este modo
llegamos a ser conscientes de la variedad increíble de
energía que hay dentro de nosotros. Cada una de ellas
se puede observar como una entidad psíquica real con
vida propia. El que no podamos ser capaces
normalmente de ver o de tocar estas vidas no significa
que no existan. Un joven escribió:

"Solía tener pesadillas con ratas y ratones.


Para mí las ratas siempre simbolizaban algo
terrible, repugnante, desagradable, de lo que no
me gustaba ni siquiera hablar. Había en mí algo
que me impedía mirarlas directamente, ¡Tan
repugnante me resultaba verlas! Entonces,
cuando se me dijo que hiciese algunos dibujos
libres me vinieron las ratas a la mente y las
dibujé: ratas con dientes grandes, ratas con ojos
rojos, ratas que salen de la basura, ratas que
traían la destrucción y la rabia, ratas que
amenazaban al mundo, ratas que acechaban en la
oscuridad esperando atacar, ratas hambrientas
que devoraban cuerpos y roían huesos, ratas
que saltaban de los retretes y corrían por todas
partes.
Para mí representaban la esencia del diablo.
No paraba de preguntarme si esto era mi propia
faceta diabólica o era el diablo que andaba por el
mundo. Lo volví a dibujar. Al principio estaba
asustado; pero después empezó a gustarme y me
encontraba más relajado.
Unas noches después tuve un sueno. Soñé con
ratas; pero no era una pesadilla. Era un paraíso de
ratas. Todas estaban jugando, bailando, cantando,
y estaban transfiguradas. Algunas llevaban ropas
bonitas, y su piel sin ropas era bella y suave.
Llegué a querer tocarlas. Todo el ambiente era
divertido, y me desperté con estas palabras en la
cabeza: "El placer del agradecimiento". Parecía
que las ratas estaban contentas porque había
aceptado su existencia. Tan pronto como las
acepté, transformaron.
Aunque todavía tengo que trabajar mucho, me
siento mucho más seguro y cómodo con lo
irracional que hay dentro de mí".

Algunas veces las transformaciones son tales que


se duda en dar crédito al dibujo libre. Tomemos el
caso de Ilaria. Aunque había probado varias técnicas
psicosintéticas, fue un dibujo libre lo que le facilitó un
mayor conocimiento de lo que se estaba haciendo a sí
misma, con lo que logró liberarse. En el dibujo había
dos hombres luchando. "Están intentando castrar al
contrario", explicó Ilaria, "la mujer que está al lado sin
brazos ni piernas, sin fuerzas, soy yo. Todo el dibujo
era negro con excepción del corazón de la mujer, que
era rojo pero estaba sujeto con dos bandas negras.
Ilaria pensó en dos cosas, mientras estudiaba el
significado de su dibujo. Una era su actitud ante lo
que había sucedido a su alrededor: "Estaba apartada y
observaba impotente la crueldad del mundo". La otra
era que Ilaria tenía una gran vitalidad en su corazón
rojo encadenado. Cuando le pregunté cómo había
podido utilizar estas ideas para transformar su vida
diaria, me respondió:

"Antes, cuando me encontraba en un grupo de


gente, permanecía en silencio a no ser que me
preguntasen. Ahora que conozco este ejemplo de
limitación de la personalidad voy a la cabeza y
hablo aunque no me pregunten.
En yoga estoy logrando hacer posturas que
antes no podía realizar ya que mi cuerpo estaba
en tensión por este miedo a expresarme.
Cuando veo a la gente triste ya no pienso que
soy la causa de su tristeza. Rompo el hielo y basta
con un gesto o una palabra para comenzar una
conversación".

Un gesto... Algo que he notado en Ilaria es que


cuando me hablaba algunas veces tenía las manos
fuera de mi vista, detrás, en la espalda. Esta
costumbre la representó en el dibujo al faltarle las
manos a la mujer. Ahora, cuando habla de sus
descubrimientos, Ilaria hace dibujos graciosos con sus
manos en el aire.

Sin embargo, no podemos esperar siempre tanta


información en todos los dibujos. Normalmente el
trabajo es modesto y lento. Poco a poco nos vamos
familiarizando con nuestros estilos, talantes e
impulsos inconscientes. Y conseguimos resultados de
verdadero valor haciendo una serie de dibujos libres.
A partir de estas series podemos descubrir en
nosotros mismos esquemas básicos que podrían haber
pasado inadvertidos si hubiésemos visto un solo
dibujo. La interpretación resulta más fácil al tener una
perspectiva mayor. Además, los temas
verdaderamente importantes se manifestarán una y
otra vez de diversas formas, por lo que, al tener más
material a nuestra disposición, nos resulta más fácil
distinguir entre lo casual y lo esencial de lo que hemos
dibujado. Finalmente, podemos descubrir que en una
serie de dibujos hechos en un breve periodo de
tiempo se ve ya una verdadera transformación: los
sentimientos que más nos atormentan, aunque sean
efímeros, son los primeros que se plasman en el
papel, permitiendo que las capas más profundas y
serenas de nuestro ser salgan a la luz después. Una
mujer escribió:

"Estaba viviendo una racha de miedo porque


tenía que pasar las Navidades sola. Estaba en un
estado de fuerte tensión emocional y no sabía
como hacerle frente.
Entonces empecé a hacer dibujos libres. Cada
dibujo me trasladó a otra dimensión, y en cada
una de ellas sentía la sensación de que me dejaba
llevar. Seguí dibujando todos los días, hasta que
por fin me pareció que ya había terminado.
Entonces noté una tremenda claridad: estaba en
contacto con mi intuición y empezaron a
producirse algunas sincronicidades.
Me sentía como si me hubiese trasladado por
encima de las nubes a la plena luz del sol".

Después de hacer algunas prácticas de dibujo


libre, podemos seguir con nuestra autoexploración,
por lo menos de tres formas distintas: Los
movimientos corporales, la imaginación y la escritura.
Como ocurre en el dibujo se pueden utilizar
libremente o fijándolas deliberadamente en uno o
varios temas concretos.

Con los movimientos corporales llegamos a ser


conscientes de la resonancia orgánica que produce a
nivel físico un conjunto de emociones psicológicas,
que después expresamos con unas posturas o
movimientos, como si fuésemos una estatua que
simboliza estas emociones o un danzarín que las
representa con su coreografía. De este modo llegamos
a conocerlas mejor y basta se puede llegar a producir
algún cambio. Las personas que están más pendientes
de su cuerpo que otras se dan cuenta de que esto
tiene una utilidad especial para trabajar a este nivel:
descubren que mientras trabajan sólo a niveles
psicológicos o mentales no pueden comprender
claramente lo que pasa dentro de ellas.

Utilizar la imaginación es dejar que el tema psico-


lógico con que estamos trabajando tome una forma
concreta ante el ojo de nuestra mente. Estamos
trabajando, por ejemplo, con el miedo. ¿De qué color
es?. ¿Qué tamaño y figura tiene?. ¿Cómo es al tacto?.
¿Cómo huele?. ¿A qué se parece su sonido y, si habla,
qué nos dice?.

Pueden producirse considerables cambios


personales, especialmente con imágenes de fuerte
carga negativa. En varias ocasiones he podido
apreciar que mis clientes veían pulpos, ratones,
murciélagos, monstruos imaginamos de todo tipo,
brujas y hechiceros, y toda clase de seres siniestros. A
veces mis clientes se asustaban y veían re-
presentados en la pintura algunos aspectos de su
propia personalidad que estaban muy arraigados o sin
resolver. A todos les pedí tan sólo que hiciesen cara a
estas criaturas abominables, que se familiarizasen con
ellas, que las entendiesen y oyesen sus mensajes.

El secreto está en tener siempre valor para


enfrentarse a la imagen negativa y paciencia para
estar con ella. Muchas veces se produce la
transformación cuando nos enfrentamos a ella
durante el tiempo suficiente y dejamos que afloren
libremente los sentimientos correspondientes.

Sin embargo, si aparece alguna imagen que siga


dándote miedo, incluso después de hacerle frente
abiertamente, te sugiero que la dibujes una o varias
veces. Después de algún tiempo, esta imagen se
manifestará con más nitidez y se transformará en algo
más útil.
Algunas veces puede servir de ayuda trabajar al
mismo tiempo con el cuerpo y la imaginación, ya sea
empezando con una sensación corporal para que
aparezca después una imagen que la represente o
siendo conscientes de las reacciones corporales
específicas y hasta sutiles que puedan continuar
según vamos trabajando con esta imagen.

La escritura, el tercer método, puede ser mucho


más eficaz de lo que podríamos pensar. Si
empezamos por escribir libremente sobre el hecho
que nos preocupa nos encontraremos expresando
cosas que nunca habíamos pensado. Tenemos que
formular explícitamente lo que sentimos
implícitamente, con lo que aclaramos lo que pudo
haber sido un turbio pantano. En este proceso tam-
bién podríamos llegar a conclusiones sobre el camino
a seguir.

No debería sorprendernos que el material incons-


ciente surja tan fácilmente en nuestra escritura. Las
barreras que separan el submundo del inconsciente
del área iluminada de la consciencia no son tan
grandes, sino que, por el contrario, hay una ósmosis
permanente entre los dos. La escritura estimula este
intercambio y nos permite observarlo, dirigirlo y
entenderlo.
En estos métodos el conocimiento es el primer
paso. Después de familiarizarnos con nuestros
modelos limitativos, después de observarlos con
objetividad, algo habrá cambiado, ya que cualquier
sistema que se descubra y se afronte plenamente
cambia. Después de esta primera valoración, se
pueden reemplazar las tendencias destructivas por
otras más funcionales. Crear una nueva línea de
fuerza es como abrir un nuevo camino en la jungla.
Cuando hemos llegado a conocer la naturaleza de
nuestro temor, por ejemplo, cambiamos nuestra
actitud ante él; reemplazamos una tendencia a la
depresión por la de gozo o una posición de suspicacia
y hostilidad por una de franqueza.

En otros momentos podemos ver cómo un


elemento o esquema aparentemente negativo lleva
dentro la semilla de un desarrollo natural. La ira puede
convertirse en autoafirmación; la sensibilidad
excesiva, en amor; la testarudez, en tenacidad. En
este caso, como ya veremos en este libro, nuestra
misión es facilitar ese desarrollo con los medios
adecuados.

Resumiendo: En una alegoría de Platón, el


guardián de una gran bestia la observa atentamente.
Poco a poco va conociendo sus deseos y lo que le
molesta, cómo acercarse a ella, dónde puede tocarla y
dónde no, cuándo está irritada y cuándo está
tranquila, qué sonidos hace según su genio, cuáles
son las palabras que la excitan y cuáles son las que la
sosiegan. Según esto, el guardián crea un método
basándose en todas estas observaciones: llama
'bueno" a lo que le gusta a la bestia y "malo" a lo que
no, y subordina su idea de la realidad a los caprichos
de la bestia. Entonces, a este conjunto global de
conocimientos lo llama "sabiduría".

Para Platón, la gran bestia representa a la


sociedad que somete al individuo para halagarlo
después con la ilusión de la lucidez. Esta metáfora
también es válida para lo que ocurre dentro de un
individuo. Podemos ver la gran bestia como la
representación de nuestro lado opaco, inconsciente e
irregenerado. Podemos estar completamente a
merced de ella y ni siquiera darnos cuenta; pero
podemos encararnos a la gran bestia y hacer que deje
de ser un amo intransigente para convertirse en un
aliado.

Capítulo 3
MAPAS

Después de los primeros ejercicios, dedicados a


la exploración del inconsciente, trataremos en los
capítulos siguientes otros temas básicos de
psicosíntesis. Pero, antes de continuar esta aventura,
conviene que nos familiaricemos de forma general con
las diversas dimensiones que estamos visitando y la
terminología que vamos a utilizar. Para ello
utilizaremos dos mapas que son representaciones
visuales y esquemáticas de nuestra realidad interna.
Como todos los mapas, son versiones insuficientes y
estáticas de un territorio real; pero son muy útiles
para facilitar la exploración y evitar malentendidos.
El llamado "diagrama del huevo" de Assagioli
(Figura 1) representa toda nuestra mente. Las tres
divisiones horizontales del óvalo representan nuestro
pasado, presente y futuro. Las tres están activas en
nosotros, aunque de diferentes maneras. El
"inconsciente inferior" (1) representa principalmente
nuestro propio pasado psicológico, como complejos
reprimidos y recuerdos olvidados.

Como hemos visto en el capítulo anterior, si


queremos estimular conscientemente nuestro
desarrollo, tenemos
1. Inconsciente "inferior"
2. Inconsciente medio
3. Superconsciente
4. Campo de consciencia
5. Ser personal o "Yo"
6. Yo transpersonal
7. Inconsciente colectivo

Figura ~: Nuestra mente.

que investigar nuestro inconsciente inferior. De


no hacerlo así, puede ser causa de confusión al
acumular energía reprimida, controlar nuestras
acciones y privarnos de nuestra libertad.

En el inconsciente medio(2) es donde están todos


los niveles y estados de la mente que podemos hacer
pasar voluntariamente a nuestro campo de
consciencia (4) lo que, para ti por el momento, es este
libro y su contenido.

Nuestro futuro evolutivo comprende los estados


del ser, del conocimiento y de los sentimientos que
podríamos llamar el superconsciente(3). Para Assagioli
el superconsciente es la región desde donde
"recibimos nuestras mayores intuiciones e
inspiraciones artísticas, filosóficas o científicas,
'imperativos éticos' o impulsos para realizar actos
humanitarios y heroicos. Es el origen de los sen-
timientos más elevados como pudiera ser el altruismo,
del genio y de los estados de contemplación,
iluminación y éxtasis". La investigación del
superconsciente es una de nuestras grandes labores.

La diferencia entre el inconsciente "inferior" y el


"superior", o superconsciente, depende de la
evolución; no de la moral. El inconsciente inferior sólo
representa nuestra parte más primitiva, nuestro
principio, por decirlo de alguna forma. No es malo,
sino únicamente lo más antiguo. Por otro lado, el
superconsciente constituye todo lo que todavía
podemos alcanzar durante nuestra evolución

1. Sensación
2. Emoción-sentimiento
3. Impulso-deseo
4. Imaginación
5. Pensamiento
6. Intuición
7. Voluntad
8. Ser personal o "Yo".
Figura 2.

Sin embargo, no es una mera posibilidad


abstracta, sino una realidad viva con existencia y
poderes propios.

Nuestra mente no está aislada. Se baña en el mar


de lo que Carl Jung llama el inconsciente colectivo (7).
Para Jung el inconsciente colectivo es "la condición
previa de cada mente individual, lo mismo que el mar
es el portador de cada ola". Observa que todas las
líneas están hechas con trazos discontinuos para dar a
entender que no hay compartimentos rígidos que
puedan impedir la interacción entre todos los niveles.

¿Quién experimenta estos niveles?. El yo. En los


primeros pasos de la evolución del hombre, el
conocimiento del yo no existe. Para la mayoría de
nosotros existe en estos momentos en una forma más
o menos velada o confusa. Nuestra labor es conseguir
la experiencia necesaria en su estado puro como yo
personal(5).

El yo personal es un reflejo o un avance del Yo


transpersonal(6), suficiente para darnos un sentido de
precisión e identidad. Vive en el nivel de la
individualidad, donde puede aprender a regular y
dirigir los distintos elementos de la personalidad. El
conocimiento del yo personal es una condición previa
para la salud psicológica.

La identificación con el Yo transpersonal es un


caso extraño, para unos es la eliminación de años de
trabajo; para otros, una experiencia extraordinaria e
inesperada. En la antigüedad se describió con las
palabras del sánscrito sat-chit-ananda: ser-
consciencia-felicidad. El Yo transpersonal, aunque
mantiene un sentido de individualidad, se halla al
nivel de la universalidad, en el reino donde los planes
y asuntos personales están eclipsados por la visión
más amplia de la totalidad. La percepción del Yo
transpersonal es indicio de plenitud espiritual.
El Yo Personal y el transpersonal son, de hecho, la
misma realidad experimentada en niveles diferentes:
Nuestra verdadera esencia tras cualquier tipo de más-
cara y acondicionamiento.

El "Diagrama de la estrella" de Assagioli (Figura


2) representa nuestras funciones psicológicas.
Esclarece otros aspectos de nuestro mundo interno,
en particular la relación de nuestras diversas
funciones psicológicas con el yo y con la voluntad.

En el proceso de psicosíntesis una persona pasa


de ser una colección desordenada de tendencias
inconexas a ser un conjunto armónico significativo que
rodea un núcleo central: el yo. Con la intervención de
la voluntad, el yo puede regular cada función del
organismo psicofísico.

Capítulo 4

UNA MULTITUD DE VIDAS

Una de las ilusiones más nocivas y engañosas


puede ser el creernos un ser indivisible, inmutable y
completamente consecuente. Entre los primeros
trabajos a realizar en la aventura de la psicosíntesis,
aunque resulte sorprendente, está comprender que no
es así, sino todo lo contrario.
Podemos percibir fácilmente nuestra multiplicidad
actual al darnos cuenta de cómo modificamos a veces
nuestra visión general, cambiando nuestro modelo del
universo con la misma facilidad con que cambiamos
de ropa. Así, pues, la vida puede parecernos al mismo
tiempo una rutina, un baile, una carrera, una
aventura, una pesadilla, un enigma, etc.

Nuestros variables modelos del universo matizan


nuestras percepciones e influyen en nuestra forma de
ser. Y para cada uno de ellos tenemos una imagen
característica y una serie de posturas corporales y de
gestos, sentimientos, comportamientos, palabras,
hábitos y creencias. Toda esta constelación de
elementos constituye por sí misma un tipo de
personalidad en miniatura, o, tal y como lo
llamaremos a partir de ahora, una subpersonalidad.

Las subpersonalidades son satélites psicológicos


que coexisten como una multitud de vidas dentro del
conjunto global de nuestra personalidad. Cada
subpersonalidad tiene un estilo y una motivación
propia, que a veces difiere de forma sorprendente de
las que tienen las demás. El poeta portugués
Fernando Pessoa dice: "En cada rincón de mi alma hay
un altar a un dios diferente".

Cada uno de nosotros es una multitud. Se pueden


juntar el rebelde y el intelectual, el seductor y el ama
de casa, el saboteador y el asceta, el organizador y el
vividor, cada uno con su propia mitología y todos
amontonados con más o menos comodidad en una
sola persona. A veces distan mucho de estar en paz
unos con otros. Como escribió Assagioli: "No estamos
unificados; a veces creemos que lo estamos, porque
no tenernos muchos cuerpos ni muchos miembros, y
porque normalmente una mano no choca con otra.
Pero, en sentido metafórico, esto es exactamente lo
que pasa dentro de nosotros. Hay varias
subpersonalidades que están en una continua disputa:
Impulsos, deseos, principios, aspiraciones, están
enredados en una lucha incesante".

RECONOCER LAS SUBPERSONALIDADES

Nuestro trabajo empieza por reconocer nuestras


principales subpersonalidades: esto nos ayudará
mucho para poder controlar y armonizar sus energías.
Los siguientes ejercicios te introducirán en este
concepto de una manera más concreta.

1.- Fíjate en uno de tus rasgos, actitudes o


características más relevantes.
2.- Con los ojos cerrados, toma plena
consciencia de esta faceta. Después, deja que
aparezca una imagen que la represente. Puede
ser una mujer, un hombre, un animal, un objeto,
tú disfrazado, o cualquier otra cosa. No te
esfuerces por encontrar una imagen. Deja que
surja espontáneamente, como si la vieses en una
pantalla sin saber qué es lo que va a salir en ella.

3.- Tan pronto como haya aparecido la


imagen, dale la oportunidad de revelarse a ti, sin
ninguna interferencia o prejuicio por tu parte.
Deja que cambie, si tiende a hacerlo
espontáneamente, y que te enseñe cualquier otro
aspecto suyo, si así lo quiere.
Entra en contacto con el sentimiento general
que emana de ella.

4.- Ahora, deja que la imagen hable y se


exprese. Dale espacio, por así decirlo, para que se
mueva y, sobre todo, intenta enterarte de lo que
necesita. Habla con ella (aunque tu imagen sea un
objeto, puede contestarte; todo es posible en el
mundo de la imaginación).
Tienes ante ti una subpersonalidad, una enti-
dad con vida e inteligencia propias.

5.- Ahora, abre los ojos y anota en un


cuaderno todo lo que ha sucedido en este tiempo.
Después, ponle un nombre a esta
subpersonalidad, un nombre adecuado que te
ayude a identificarla en el futuro: El Quejica, el
Artista, la Perra, Santa Claus, el Escéptico,
"Tiburones", el Inseguro, el Pulpo, el Marinero
Borracho, el Payaso, "Ya te lo Dije", etc.
Por último, escribe algo sobre sus rasgos,
hábitos y peculiaridades.
6.- Después de que hayas identificado y
descrito con todo detalle una subpersonalidad,
puedes seguir con las demás; pero tómate tu
tiempo y sigue trabajando con una sola hasta que
veas que has terminado. Hay que seguir el
proceso tomando unos pocos rasgos, actitudes o
detalles y seguir con cada uno de ellos los pasos
del 1 al 5.

También puedes descubrir otras


subpersonalidades al hacer inventario de tus diversas
formas de ver la vida, revisando tu conducta en
diversas situaciones y considerando tus distintas
formas de ser. Descubriendo así nuestras
subpersonalidades adquirimos un medio rápido de
conseguir una imagen relativamente clara de nuestra
vida interior. A su vez, esta claridad puede hacer que
nos encontremos más cómodos con todos estos
huéspedes interiores que tienen sus propias fiestas o
luchas dentro de nosotros.

Cuando reconocemos una subpersonalidad,


podemos separarnos de ella y observarla. En
psicosíntesis llamamos a este proceso “des-
identificación". Como todos tenemos tendencia a
identificamos con, o ser uno con, esta o aquella
subpersonalidad, llegamos a creer por completo que
lo somos. La desidentificación consiste en apartarnos
de esta ilusión y volver a nuestro yo. Esto está
acompañado algunas veces por una sensación de
discernimiento y liberación.

En otros momentos el reconocimiento de la


subpersonalidad también está acompañado de un
sano sentimiento de desánimo o de alarma, como, por
ejemplo, cuando una mujer que ha reconocido de
repente su subpersonalidad de Víctima exclama: "Si
dejo de quejarme, ¿qué otra cosa puedo hacer?".
Incluso otras personas, después de haber reconocido
una subpersonalidad, en especial si está
profundamente arraigada, de repente se sienten
desarmadas e indefensas, como si se hubiesen
quedado sin coraza, que es lo que ha pasado en
realidad. De todos modos, cualquiera que sea la
respuesta emocional inicial, el conocimiento es mayor
y, por consiguiente, hay más libertad. Pero veamos
algunos ejemplos concretos.

Robert, un joven médico, está bloqueado por una


rigidez interna que interfiere en sus relaciones con los
demás y, además, le resulta molesta. Hay una
subpersonalidad que juzga y critica constantemente
cualquier cosa que hace o dice él o los demás. Es
como si tuviera dentro a un moralista predicando
incesantemente durante todo el día.

Cuando deliberadamente se da cuenta de ello e


intenta que se produzca una imagen, Robert ve un
cura viejo con gafas, ceñudo, severo y con sotana. Tan
pronto como puede ver la imagen con claridad,
descubre también los rasgos de la rigidez que lo ha
estado controlando. Si antes notaba como un vago
malestar y se limitaba a soportarlo, ahora se siente
por primera vez capaz de liberarse de él.

Después de des-identificarse varias veces de la


subpersonalidad del cura intransigente, Robert
escribe: "Ahora juzgo menos a los demás, en especial
a mis padres. Puedo comprender mejor por qué se
comportaron como lo hicieron. También soy menos
impaciente conmigo mismo y me siento más seguro.
Puedo ver que la vida es complicada y misteriosa, y
han aumentado mis sentimientos de comprensión y
compasión hacia los demás y hacia mí mismo".

Marco es un hombre alto de unos treinta años.


Cuando viene a mis grupos se meten con él, a veces,
otros miembros. Sin saberlo, toma una actitud que
deja a los demás fuera de juego. Ellos llegan a
enfadarse con él y a veces lo convierten en cabeza de
turco.

Marco se dio cuenta pronto de que la culpa de


todo esto la tenía una subpersonalidad a la que él
llamaba "el Barón". El Barón es el resultado de varios
amaneramientos que adopta Marco para asombrar a
los demás con lo que sabe y hacer que estén
pendientes de sus palabras. Él lo describe así;

"La imagen que representa esta


subpersonalidad es la mía propia, en medio de la
biblioteca de una vieja universidad, que parece un
teatro griego, con asientos alrededor de un
semicírculo. Yo, El Barón, estaba de pie en medio
de la sala, dentro de una jaula de cristal, con una
toga blanca y declamando. El sentido de lo que
digo no tiene importancia; lo que cuenta son mis
ademanes teatrales.
Las personas que están alrededor de mí
pueden oír mi voz y ver mis movimientos. Pero
hay entre nosotros una separación completa,
cortante y espantosa. Veo a la gente que me
rodea como peces que se mueven en silencio en
un acuario y me cuesta mucho su falta de
realismo y de sentimientos".

Estas imágenes corresponden a un modelo muy


concreto de la vida de Marco: las veces que empieza a
bombardear a la gente con nombres, fechas y citas
como si les estuviera atacando y haciendo que se
sientan inferiores. Es una forma de expresarse que no
deja lugar a los demás. Después de haber observado
estos hechos durante algún tiempo, Marco ve y
admite que esta subpersonalidad está producida por
el miedo y que, al mismo tiempo, produce en los
demás sentimientos agresivos. El descubrimiento
llegó a Marco con una repentina conmoción. Está
pasando una racha de desánimo.
Llegamos ahora al punto crucial. ¿Qué pasa
cuando Marco se ha dado cuenta de que tiene esta
faceta? He aquí su descripción:

"Me sentía muy diferente. Ahora suelo estar


mucho más contento y mis relaciones con los
demás son mucho más directas. En mi vida diaria
me retengo cada vez que veo que va a entrar en
acción esta subpersonalidad. Me doy cuenta de
que cada vez que soy el Barón mi lenguaje
cambia por completo. Empiezo hablando de una
manera pomposa, dura y fuera de lugar. Pero
ahora que soy consciente de este hecho, tan
pronto como esto empieza a suceder hago todo lo
posible por evitarlo".

La última observación de Marco es muy


importante. No basta con conocerse a sí mismo: hay
que dominarse también. Necesitamos formar, poco a
poco, una facultad que nos dirija y evite que nos
quedemos dormidos de forma mecánica en esta o
aquella subpersonalidad. De esta forma, llegamos a
poder identificamos con cada parte de nuestro ser tal
y como lo deseemos. Aún tenemos más donde elegir:
es la diferencia que hay entre ir en una montaña rusa,
sin poder hacer nada, y conducir un coche, poder
elegir el camino a seguir y saber cuál es la razón de
este viaje.
El trabajo de Kees sobre las subpersonalidades
nos explica esta diferencia. Kees es un holandés de
unos treinta años, hombre brillante y con sentido del
humor que ha vivido en diversas subculturas, la
política y la psicodélica, la académica y la mística. Su
trabajo sobre las subpersonalidades es ejemplar en
varios aspectos, destacando por su integridad
entusiasta y su aire desenfadado

"Para mí fue el trabajo más fructífero que he


hecho en psicosintesis. Hablé con mis
subpersonalidades, coleccioné comics con
personajes que representaban mis distintas
partes, e incluso pensé en las subpersonalidades
como si fuesen dioses y diosas griegos. Hablé con
otras personas sobre las subpersonalidades y sus
experiencias con ellas. He dedicado a esto mucho
tiempo".

Muy pronto, Kees llegó a ser consciente de "El


Golem" su parte obscena. Su verdadera existencia le
llegó como un shock, porque se había considerado
siempre tan comedido como sin duda parecía y se
comportaba. La imagen que se hace Kees del Golem
es la de un animal que vive escondido bajo tierra, muy
reacio a exponerse a su mente observadora:

"Vi este ruin animal y se derrumbó toda la


imagen que tenía de mí mismo como persona
buena y decente. Era una criatura asquerosa, con
ojos verdes y un aspecto mezquino. Sin el aplomo
suficiente no habría podido enfrentarme a él.
Sería lamentable que él fuese todo lo que soy,
que me superase etc.".
Pero cuando esos monstruos asquerosos salen al
exterior pierden su aire amenazador, y podemos
apreciar la contribución vital que pueden ofrecer a
toda la personalidad:

"Después me di cuenta de que si no hubiese


tenido esa personalidad me hubiese metido en
problemas de todo tipo. Aunque en un principio
apareció como algo asqueroso y ruin, al final no
paraba de decir "no" cuando yo siempre tendía a
decir automáticamente "sí" a todos y a todo.
Según iba entendiendo esto, podía concentrarme
en su buena cualidad oculta y sacarla a relucir.
Sin Golem, me hubiese faltado por completo el
discernimiento. Al igual que un niño, podría haber
dudado ante cualquier situación de peligro".

Una narración de este tipo nos hace pensar que


no hay ni subpersonalidades buenas ni malas. Todas
las subpersonalidades son manifestaciones de
elementos vitales de nuestro ser, por muy negativas
que nos parezcan al principio. Después de todo, el
Saboteador puede tener un gran sentido del humor, y
el Místico puede ser un aburrido moralista. El Vividor
puede pasarse un poco en la bebida y el Rebelde
puede ser manejable en algún momento e incluso
salvar una vida.

Las subpersonalidades son perjudiciales sólo


cuando nos dominan. Uno de los objetivos de este
trabajo, por tanto, es ponernos en guardia para no ser
dominados, y en consecuencia limitados por ellas, y
ayudarnos a identificarnos y desidentificarnos de ellas
dependiendo de nuestra propia voluntad. La
experiencia de Kees puede sernos útil:

"Una tarde, poco después de empezar a


trabajar con las subpersonalidades, me imaginaba
sentado en el centro de un círculo de chozas
africanas, y que en cada una de ellas vivía una de
mis subpersonalidades. Hasta entonces habían
sido tan fuertes que se iban turnando para
sujetarme, hasta que una llegó a hacerme
prisionero por un rato. Esto pudo durar diez
minutos o diez años: había perdido el control del
"00000000000000.

¿Qué significa haber caído prisionero de una


subpersonalidad?. Significa que nos impone sus
esquemas característicos excluyendo todos los
demás. Pero, si sólo puedo tomar una actitud, llega a
ser una idiosincrasia; si sólo puedo seguir un único
tipo de conducta, llega a ser una coacción; si sólo
puedo tener un punto de vista, termino siendo una
mente limitada. Kees continúa su relato de cómo se
desenvolvió su imagen:

"Pero entonces, según estaba sentado allí,


sentí que este dominio estaba llegando a su fin.
De repente, por primera vez, pensé con una
sensación de seguridad: "puedo entrar en esa
choza o aquella y volver a salir de ellas. Y no
tengo que quedarme allí si no quiero". Y, después,
este dominio empezó a surtir efecto no sólo en
una situación imaginaria y estática, como era cl
caso de las chozas africanas, sino también en la
vida diaria, cuando tenía que dar respuesta a
varias situaciones".

El fin último en el trabajo de la subpersonalidad


es aumentar el sentido del yo o centrarlo
profundizando el conocimiento de nuestras propias
subpersonalidades hasta tal punto que, en vez de
desintegrarse en mil sub-egos que están en guerra
con todos los demás, podamos volver a ser uno solo.

Tal como dice Kees: "Algunas veces noto como si


el centro fuera una llama que no se apaga, o como un
lugar que está completamente tranquilo, mientras
fuera puede que haya mucho ruido".

Desde el centro, podemos entrar en cualquier


subpersonalidad, controlarlas, corregirlas, cuidarlas.
Hay que ser muy hábil y tener flexibilidad, de tal
forma que ni nos dominen las subpersonalidades, ni
sofoquemos sus manifestaciones e ignoremos sus
necesidades. En otras palabras, hay que tener un
dominio benévolo y juguetón.

Trabajar una por una todas las subpersonalidades


es el paso primero y principal. Más tarde podemos
llegar a conocer la interacción dinámica que hay entre
ellas y observar de qué manera se altera nuestra
integridad.
Aunque el tener varias subpersonalidades nos
enriquece, sus diversas necesidades también nos
pueden producir alguna dispersión. Se puede dar una
experiencia interna de dispersión de este tipo con más
probabilidad durante épocas de gran actividad o de
grandes cambios externos; pero, incluso en este caso,
podemos hacer muchas cosas. Cuando Kees, por
ejemplo, la segunda vez en su vida que tenía que
volar a Inglaterra y, en el avión, se sintió muy
distraído, decidió asumir el papel de cada una de sus
subpersonalidades sólo para estar seguro de que
estaba consigo mismo. Dice:

"Antes de salir, mi atención se había dividido


en varios temas, con lo que me sentía distraído.
Entonces, sentado en el avión, recordé sus
imágenes y la presencia de una faceta concreta
de mí personalidad que representaba cada una de
mis subpersonalidades. Intenté saber si en
realidad estaban conmigo, y dónde estaban. Y
esta simple comprobación de cada una de ellas
hizo que sintiera no sólo que todos estos aspectos
estaban conmigo, sino que estaba unido".

Cantando las alabanzas de las subpersonalidades,


tal y como Kees y yo hemos venido haciendo, es
importante que diga que se pueden encontrar
continuamente nuevas subpersonalidades, ya que son
infinitas. Las subpersonalidades cambian con el
tiempo. Además, cada uno de nosotros tiende a tener
alguna cualidad humana (desde la soberbia al fervor y
viceversa), y cada uno puede encontrar una
subpersonalidad. Como en el psicoanálisis, siempre
hay algo más que hacer. Aquí se debería cultivar una
cualidad fundamental: el sentido de la justa
proporción. Llega un momento en que uno empieza a
formarse más laberintos, en vez de encontrar su cami-
no entre los que ya hay. Como en todas las
situaciones, conviene saber en qué momento tenemos
que parar, mucho antes de que tengamos que
lamentar habernos pasado. Además, nuestra labor no
es precisamente buscar más subpersonalidades, sino
aumentar nuestro dominio sobre ellas y facilitar poco
a poco su armonía en el contexto de un todo flexible.
Un hombre escribió una vez:

"Soñé que había muchas personas en una


habitación grande y que todos me miraban. Cada
uno de ellos estaba haciendo una cosa distinta,
sin tener en cuenta a los demás. El caos campaba
por sus respetos. No podía comunicarme con
aquella gente. Entonces di una palmada y todos
esos yoes vinieron a formar una fila delante de
mí. Tuve la sensación de que podía acceder a
todos ellos, de que había cierta cohesión. Este
sueño daba una idea exacta de lo que me pasaba
en mi vida diaria".

Antes de trabajar con ellas, las subpersonalidades


son universos muy distintos, que se ignoran y no se
entienden; pero, tan pronto como empiezan a tener
conocimiento, tienden a aumentar el nivel de
comunicación. La comprensión no sólo libera, sino que
también integra. Se puede utilizar una comparación.
Consideremos dos personas, una de ellas es
intolerante o incluso sarcástica con las culturas
diferentes a la suya y está convencida de que su
visión del mundo es la única correcta. Como no
conoce más mundo que el que la rodea, podemos
llamarla provinciana. La segunda, en cambio, tiene
acceso a la forma de pensar de muchos pueblos.
Debido a su mayor experiencia, este individuo está
preparado para encontrarse como en casa en
cualquier cultura y sabe que la de su propio pueblo es
un modelo relativo, no absoluto. Decimos que esta
persona es "cosmopolita". De igual forma, podemos
decir que las subpersonalidades, antes de que las
reconozcamos, son "provincianas" y que
gradualmente, según trabajamos con ellas, llegamos a
hacerlas "cosmopolitas".
Con frecuencia, hay quien ve este proceso como
una descongelación. Dicen que las subpersonalidades
se van fundiendo unas con otras mientras conservan
sus rasgos originales. Se mezcla el hielo y
desaparecen muchas tensiones. Según se va
progresando; se siente como si se fuese relajando
cada vez más el bullicio para dar paso a la armonía de
un coro, donde cada voz se mezcla con las demás
para expresar el tema de la obra musical que se está
interpretando.

Para alcanzar este estado, debe producirse una


transformación radical en nuestro modo de entender
las subpersonalidades. En vez de fijarnos sólo en su
aspecto superficial, a un nivel en qué no puede haber
una verdadera unidad entre ellas, debemos verlas
como expresiones degradadas de los arquetipos de
cualidades superiores.

Cualquier contenido de nuestra mente se puede


degradar (literalmente: bajar de su estado superior").
La compasión puede llegar a ser lástima de sí mismo,
la diversión puede llegar a ser una manía, la paz
puede llegar a ser inercia, el humor puede llegar a ser
sarcasmo, la inteligencia puede llegar a ser astucia,
etc. Pero también puede darse lo contrario: Se puede
elevar el contenido de la consciencia: la
autocompasión se convierte en compasión, etc. De
hecho, en la vida de la mente no hay nada que
permanezca estático eternamente. Los problemas se
producen por distorsiones; pero, en principio, no hay
ningún choque. Como dijo Teilhard de Chardin, todo lo
que asciende, converge.

Las subpersonalidades también son


degradaciones o distorsiones de cualidades
atemporales que existen en los niveles superiores de
la mente. Por ejemplo, la subpersonalidad hiperactiva
se puede ver como una distorsión del arquetipo de
energía; el seductor guarda en el fondo una remota
relación con el amor, en sus aspectos superiores; la
subpersonalidad obstinada se puede ver como una
distorsión de deseo, etc.

El que quiera saber más sobre la degradación de


los arquetipos puede leer Exiled Gods, de Heine. En
este trabajo maravilloso el poeta alemán se pregunta
qué ha sido de los dioses griegos y romanos después
de la llegada del cristianismo. Según las leyendas,
historias y supersticiones medievales que señala
Heine, los dioses míticos perdieron su poder y se
convirtieron en demonios. Durante el día se ocultaban
con las lechuzas y los sapos entre las ruinas oscuras
de sus anteriores esplendores, mientras que de noche
iban errantes seduciendo o engañando a algún
caminante incauto. Otras tradiciones también
recopiladas por Heine representan a algunos de los
dioses griegos y romanos como si hubiesen sufrido
algo parecido a un cambio en sus naturalezas
arquetípicas originales, por lo que ahora son
completamente irreconocibles: Marte, el dios de la
guerra, se ha convertido en un mercenario; Mercurio,
el dios del comercio, ha acabado siendo un tendero;
Venus, la diosa de la belleza y del amor, se ha descrito
como una vampiresa insaciable; y Júpiter, el padre de
todos los dioses, ha quedado reducido a vivir
vendiendo pieles de conejo.

Las subpersonalidades son como dioses exiliados,


caricaturas, especímenes degradados de los
originales arquetipos luminosos. Pero hay una
diferencia: Mientras parece que hay pocas esperanzas
para los dioses exiliados (al menos en la visión poética
de Heine), las subpersonalidades son completamente
susceptibles de transformación. En vez de verse como
arquetipos degradados, se pueden ver como
contenidos psicológicos que procuran emular un
arquetipo, como una gran versión de lo que debe
aparecer después de una forma mucho más refinada.
Si tenemos en la mente esta concepción
dinámica, las subpersonalidades dejarán de verse
como un manojo de esquemas absurdos. Por el
contrario, nos revelará el potencial oculto que llevan.
Sin embargo, por muy lejos que esté una
subpersonalidad de su origen, podemos aprovecharla
como un medio de conectar con él.
Se puede facilitar más este proceso con la
imaginación, intencionada, que utiliza
deliberadamente el simbolismo del ascenso. Imaginar
que se escala una montaña representa el acto interno
de subir a los niveles superiores de nuestro ser,
volviendo al origen de toda la vida. Tal y como dijo el
psicólogo francés Desoille: "El esfuerzo de la subida,
realizado por el sujeto en su imaginación, hace que
aparezcan imágenes cada vez más luminosas y
sentimientos eufóricos de diversa índole. Por otra
parte, el descenso produce imágenes oscuras y
sentimientos de tristeza, desasosiego y angustia".

Si nos imaginamos que escalamos una montaña


llevando con nosotros una subpersonalidad concreta,
podemos introducir en ella cambios sorprendentes:
Podemos volver de la distorsión al arquetipo, o por lo
menos llegar a entender el significado de la
subpersonalidad y su contribución presente y futura al
gran mosaico de nuestra personalidad.

Permíteme que ponga algunos ejemplos


concretos. Uno de mis clientes tenía una
subpersonalidad un tanto infantil, caprichosa y
egocéntrica. Al ascender, esta subpersonalidad se
convirtió primero en un joven y, después, en un
guerrero, un poderoso símbolo de fuerza. Con el
tiempo, mi cliente llegó a poder relacionarse con las
personas influyentes de una forma mucho más
relajada y tranquila, en vez de hacerlo como antes,
con tensión y a la defensiva.
En otro caso, un joven visualizó su
"subpersonalidad indolente, reacia, temerosa,
resentida, agresiva, retorcida en casos de peligro, y
que intenta ser más lista que nadie" como Cuasimodo,
el monstruoso jorobado de Notre Dame de la novela
de Victor Hugo. Después de haber conocido a
Cuasimodo en el valle, subió con él a lo más alto de la
montaña. Los rayos del sol, al caer directamente sobre
ellos, produjeron una sorprendente transformación:
bajo estos rayos benéficos, Cuasimodo 5& convirtió en
un arado de oro, un símbolo, como veremos más
tarde, de la belleza interna que se adquiere con la
experiencia de la vida en todos sus aspectos, incluso
los más bajos, y con la consiguiente sazón y temple de
la personalidad.

TRABAJANDO EN UNA SUBPERSONALIDAD

El ejercicio siguiente puede resultarte también


igual de provechoso. Recuerda que la repetición
de los ejercicios y el hacerlos en un estado
relajado facilita su eficacia.

Elige una subpersonalidad con la que ya te


hayas familiarizado.

Imagínate en un valle con esta


subpersonalidad. Los dos juntos os vais fijando en
vuestro entorno. Mirad alrededor y ved la hierba,
las flores, los árboles y una montaña. Tomaos
tiempo para familiarizaros con los sonidos de la
naturaleza que os rodea, el piar de los pájaros, el
murmullo de las hojas con el viento, etc.

Ahora empieza a subir a la montaña con tu


subpersonalidad. Mientras asciendes, puedes
imaginarte que ves todo tipo de paisajes: que
escalas árboles y rocas, que caminas por extensos
prados o al borde de escarpados precipicios.
Siente en todo momento esa creciente sensación
de altura, que el aire se hace cada vez más puro y
tiene más energía y escucha el solemne silencio
de las alturas.

Durante la subida, manténte en contacto con


tu subpersonalidad. Puedes ver cómo pasa por
una serie de transformaciones sutiles como un
cambio de humor, de la expresión de la cara o del
atuendo incluso una transformación radical: la
subpersonalidad pasa a ser otra cosa completa-
mente distinta.

Cuando alcanzas la cima, deja que la luz del


sol brille sobre los dos y revele la verdadera
esencia de tu subpersonalidad. Podrás ver que se
produce en ti otra transformación. Ahora, deja que
la subpersonalidad exprese lo que es en estos
momentos y que se comunique contigo.

Estamos de acuerdo en que puede que no haya


ninguna transformación la primera vez que hacemos
el ejercicio. Hasta es posible que la subpersonalidad
degenere, separándose aún más de su camino
arquetípico. Esto puede ocurrir si no hemos
reconocido y aceptado la subpersonalidad tal y como
es, con todas sus necesidades y limitaciones.

En la medida en que imponemos nuestro juicio


negativo sobre una subpersonalidad, estamos
impidiendo su viaje de regreso a su origen. Una mujer,
por ejemplo, tenía una subpersonalidad muy fuerte, a
la que llamaba "Lo siento". Era su faceta que siempre
se sentía culpable de todo, que siempre tenía miedo
de molestar a los demás y que prefería limitarse a sus
posibilidades antes de causar la mínima molestia a
otra persona. Esta subpersonalidad apologética
aparecía en su imaginación como un viejo reservado y
menudo. No podía soportar esta característica que
tanto le molestaba y pensaba que era la causa de
todos sus problemas. Tenía mucha razón al pensar así;
pero lo único que logró con su enfado fue que el
viejecito se sintiera más culpable por causar todas
estas molestias.

En otras palabras, por no aceptar una


subpersonalidad provocamos su involución. Tan
pronto como esta mujer pudo aceptar esta
subpersonalidad como una parte de sí misma,
apareció su lado positivo. La imagen del viejecito se
convirtió en la de un joven fuerte, de mirada pe-
netrante, que irradiaba simpatía y comprensión. Al
menos por ahora, esta mujer ha superado sus
sentimientos de culpabilidad y ha recobrado su
sensibilidad. Las subpersonalidades son como las
personas. Debemos tratarlas con comprensión para
que se nos abran y nos den lo mejor que tienen.

Para resumir veamos los beneficios de trabajar


con subpersonalidades:

1.- Aprendemos a reconocer nuestras


facetas distintas y contradictorias, siguiendo así
una especie de psicoanálisis en miniatura. De este
modo asumimos la maternidad o paternidad de
todas nuestras partes en vez de desterrarlas al
inconsciente.

2. - Aprendemos a liberarnos del control de


las fuerzas que suelen dominarnos, lanzándonos
en todas direcciones, como una pelota de ping-
pong.

3.- Incrementamos nuestra integración al


hacer que nuestras subpersonalidades lleguen a
ser unas con otras más sinérgicas que
antagónicas.
4.- Podemos elevar a cada subpersonalidad
a su potencial más alto y así descubrir que todos
los aspectos psicológicos llevan dentro la semilla
de su propia transformación.

5.- Por fin, al desenmascararlas una por


una, estamos cada vez más cerca de descubrir
nuestra alma subyacente, nuestro verdadero yo.

Capítulo5

COMPLETAMENTE
INCONMENSURABLE

Hace unos años vi 2001: Una Odisea en el


Espacio. Llega un momento en el que uno de los
astronautas sale de la nave y permanece en
contacto con ella sólo a través de un tubo.
Pero el tubo se corta y el astronauta se aleja
flotando, abandonado en el espacio. Lo ves
retorciéndose desesperadamente de dolor,
mientras muere y se convierte en un desecho
espacial que flota en el espacio infinito.
Al ver esta escena, sentí una increíble oleada
de pánico. Mi corazón empezó a latir con más
fuerza y me di cuenta de que el miedo que sentía
en ese momento era algo más que mi propio
miedo: era un miedo universal, si entiendes lo que
quiero decir.
Desde entonces he sentido a veces de repente
una inquietud agobiante, sin razones aparentes.
Es cierto que esto me había pasado ya antes
algunas veces; pero el episodio de 2001 hizo que
empeorase la situación.

David, quien ha escrito estas líneas, es un


estudiante de veintiséis años muy inteligente, le gusta
la música y la naturaleza y tiene otras muchas
aficiones. Es alto y delgado y en su mirada se nota
una expresión de miedo, como si él fuese el
astronauta condenado a morir solo en la inmensidad
del espacio. También escribe:

"Cuando me asalta este temor me siento


dividido en multitud de pedazos y que cada pieza
se sale de su sitio. Es como si me faltase el suelo
que piso, como si me quedase sin un punto de
referencia a que atenerme".

En los años que siguieron a la escritura de estas


notas, desaparecieron poco a poco las agudas crisis
de David. Pudo reanudar sus estudios y llegó a tener
muy buenas relaciones con la gente que lo rodeaba.
Cuando se sintió en condiciones de seguir por sí
mismo decidimos dejar de trabajar juntos y, cuando le
pregunté cuáles creía que habían sido las causas de
esta transformación, no dudó y me contestó sin
vacilar:

"Los factores que han contribuido en mi


desarrollo han sido muchos, encontrar a alguien que
me entendiera, explorar el inconsciente, despertar mi
capacidad amorosa... Pero hay una estrella que brilla
más que las demás: el yo. Encontré el camino de la
vitalidad dentro de mí, algo que nunca creí que
existiera.

Y el hecho más chocante es que no fuiste tú


quien me dio esta fuerza. No la conseguí de los
amigos, ni de las circunstancias favorables ni de una
adversidad; la encontré dentro de mí. Aún siento
miedo o una sensación extraña; pero ahora soy mucho
más fuerte que estos sentimientos hasta el punto de
que resbalan sobre mí sin afectarme, lo mismo que
una gota de agua se escurre por una hoja".

¿Qué quiere decir David cuando habla del yo


como la "estrella que brilla más que las demás?. La
palabra "yo" se utiliza para tantas cosas que no
estaría mal detenerse un momento a estudiar alguno
de sus significados.

En primer lugar, normalmente entendemos por


"yo, el factor que diferencia a cada uno de nosotros de
los demás seres humanos y del resto del universo, que
nos da una sensación de "personalidad" y, por
consiguiente, hace que cada uno de nosotros sea un
individuo.

Todas las mañanas cuando nos despertamos y


pasamos de la oscuridad del sueño al conocimiento de
nuestro entorno, del tiempo y de nuestra presencia
individual, hacemos, en unos momentos,
recapitulación de una aventura que tuvo lugar hace
millones de años: el despertar de las profundidades
del inconsciente. Esta leyenda empezó cuando
aparecieron en el planeta las primeras formas de vida
y culminó con el tiempo al aparecer la auto-conciencia
y la individualidad.

Precisamente es este conocimiento del yo lo que


hace que podamos sentir soledad y amor, ser
responsables de otros seres humanos, conocer el
pasado y el futuro, la vida y la muerte, tener valores,
ser capaces de mirar hacia adelante, ser conscientes
de nuestra evolución y quizás poder influir en su
proceso.

Al conocer su capital importancia, los psicólogos


han pretendido dar varias descripciones del yo
(llamado algunas veces "ego"). Se ha visto como la
función ejecutiva de la personalidad, como el
coordinador de la conducta, como el punto de
encuentro del consciente y del inconsciente o como
una constelación de actitudes y sentimientos que los
individuos tienen ante ellos mismos. Otros describen
el yo como el resultado de nuestro contacto con los
demás, como la totalidad del organismo psicofísico, o
como un conjunto ilusorio de elementos pasajeros.
La psicosíntesis nos lleva a un punto de suma
sencillez, viendo el yo como la parte más elemental y
característica de nuestro ser, en otras palabras, su
núcleo. Este núcleo es de una naturaleza
completamente diferente a. todos los elementos
(sensaciones físicas, sentimientos, pensamientos, etc.)
que forman nuestra personalidad. Por consiguiente,
puede hacer de centro unificador, dirigiendo estos
elementos y guiándolos hacia la unidad de una
totalidad orgánica.
Visto desde esta perspectiva, el yo no sólo nos
diferencia de los demás seres humanos, sino que nos
distingue de la influencia siempre variable de nuestra
consciencia. Lo que ha sacado David de su gran temor
fue el darse cuenta de que su esencia o yo no
coincidía con él. Él, como un yo, podría retroceder (o
desidentificarse) de este temor y observarlo como
algo diferente a él. Se podría considerar su miedo, por
así decirlo, simplemente como otro tema psicológico,
con sus características perfectamente definidas.

El yo puede definirse también como la única


parte de nosotros que se mantiene siempre igual. Es
esta igualdad la que, una vez que se ha encontrado y
se ha llegado a conocer por completo, actúa como un
eje permanente, alrededor del cual gira el resto de la
personalidad, una fortaleza interna que siempre
puede servirnos de referencia para recuperar la
sensación de equilibrio y seguridad. Entonces
podemos ver que el yo se mantiene igual en el éxtasis
y en la desesperación, en la paz y el desasosiego, en
el dolor y el placer, en la victoria y en la derrota.
Como dijo Tagore: "El mismo sol ha vuelto a nacer en
nuevas tierras, en un anillo de amaneceres infinitos".
Seguramente, si echamos un vistazo a nuestro
organismo psicofísico, nuestra primera impresión es
que no hay tal eje de giro, que todo está en un estado
de flujo continuo. Para empezar, nuestro cuerpo
algunas veces está cansado y otras pletórico de
energía, sano o enfermo, joven o viejo, dormido o
despierto, enfadado o satisfecho. Está claro que no es
una realidad inmutable. Nuestros sentimientos
tampoco son permanentes. Por alguna ilusión
misteriosa asumen a veces un carácter de presencia
inmutable; pero, cuando desaparecen, ocupan su
puesto otros sentimientos, que producen también la
misma vieja ilusión de permanencia. Finalmente,
nuestros pensamientos no son permanentes. Entran y
salen de nuestras mentes, uno tras otro, en cuestión
de segundos.

Si nos observamos con atención, nos damos


cuenta que hay un elemento permanente. Las
sensaciones corporales cambian, los sentimientos se
desvanecen, los pensamientos fluyen; pero algo
permanece para darse cuenta de este flujo. Este
"algo" es el yo, el que se da cuenta. Entonces se
puede decir que el yo es la consciencia en su estado
esencial, no diluido, químicamente puro. Es un estado
de desnudez, donde nos hemos despojado de todas
las vestiduras psicológicas, pensamientos, sentimien-
tos, imágenes, sensaciones físicas, y sólo queda el ser
puro.

Según van las cosas normalmente, esta pura


consciencia toma espontáneamente la forma de todo
con lo que se pone en contacto. Si estoy alegre; la
consciencia es mi alegría; si me duelen las muelas, es
mi dolor de muelas; si pienso en un helado, mi
consciencia es el pensamiento del helado, etc. A este
proceso le llamamos identificación, y aparece en todos
nosotros. Con entrenamiento, se puede separar
nuestra consciencia de los estados que le dan su
forma (des-identificación), y verla despojada de
cualquier influencia o apoyo (auto-ídentificación).
La identificación se puede comparar con una
pérdida, con un sueño, o una ilusión. Nos
identificamos con nuestros sentimientos y nuestros
deseos, con nuestras opiniones, nuestros papeles, con
nuestro cuerpo. El problema está en que si, por
ejemplo, me identifico con una idea que me gusta y
creo que es verdadera y después se demuestra que es
errónea, creo que yo estoy equivocado. Si mi cuerpo
es el centro de mi atención y el origen de mi fuerza y
mi éxito y en un principio me veo como un cuerpo,
cuando mi cuerpo esté débil, enfermo o viejo me
sentiré débil, enfermo o viejo. Si equiparo mi identidad
con mi función ("soy un ejecutivo", "soy un maestro",
soy una esposa", etc.), cuando esta función
desaparezca también sentiré que mi razón de ser ha
menguado o ha desaparecido. Si me siento como un
deseo y este deseo se ve frustrado, yo estaré
frustrado.

Cuando cambian todas las influencias de la


consciencia y en algún momento inevitablemente
desaparecen, la identificación con cualquiera de ellas
lleva irremisible a algún tipo de muerte. Por otro lado,
la identificación con el yo lleva al conocimiento de
nuestro ser permanente, este corazón incondicionado
que se mantiene igual en todos los sucesos de la vida.
Tal y como dijo una mujer: "Cuando digo 'soy', sé que
soy antes de pensar, antes de sentir, antes de hacer.
Soy consciente de que soy pura posibilidad". La
mirada de los ojos de un recién nacido puede
recordarnos esta misma apertura a todas las
posibilidades, una apertura no obstruida por
experiencias pasadas, sin velos, sin pensamientos, sin
discriminaciones. De un modo parecido, la naturaleza
del yo encuentra un lugar en el ser humano donde la
libertad alcanza su esplendor.
Mientras nos identificamos con las sensaciones,
sentimientos, deseos y pensamientos, es como si
nuestra razón de ser encallara en ellos y, por tanto,
pueden sumergirnos, controlarnos, limitar nuestra
percepción del mundo y bloquear la posibilidad de los
demás sentimientos, sensaciones, deseos y opiniones.
Por otro lado, cuando nos identificamos con nuestro
yo, es más fácil observar, regular, dirigir o trascender
cualquiera de los contenidos de nuestra consciencia,
porque estamos des-identificados de ella.

Llegados a este punto se podría preguntar: "¿No


es el proceso de des-identificación una negación
ascética de una parte de nosotros mismos?". La
respuesta a esta importante pregunta la ha dado una
persona que tuvo la misma duda:

"Al principio, la des-identificación me parecía


algo completamente muerto, como ir hacia el
centro de un lugar muerto, mientras que toda la
vida estaba fuera, en la periferia.
¿Y qué podía suceder aquí? Yo me inclinaba
más a pensar como Blake y Whitman, a
identificarme con todo. Sin embargo, me decidí
por intentar este proceso. Y entonces vi que podía
identificarme con todo mejor que antes. Me di
cuenta de que hasta entonces nunca había
podido, no había sido nunca capaz de
identificarme de lleno, por culpa del miedo.
Ahora puedo identificarme con mucha más
facilidad y más lleno con cualquier faceta de mi
personalidad que elija. La renuncia resulta más
fácil".
Este informe nos revela claramente cómo la des-
identificación no nos impide la posterior identificación
con cualquier aspecto de nosotros mismos, si lo
elegimos así. Por el contrario, esta posibilidad es
mayor. Lo que queremos evitar es una identificación
continua e inconsciente con cualquier proceso casual
de nuestra personalidad.
Esta última modalidad de identificación siempre
produce una especie de aglutinamiento o congelación.

Así, cuando persistimos en identificarnos con


él:
Un estado corporal tiende a convertirse en
una tensión.
Un sentimiento tiende a convertirse en una
dependencia.
Un deseo tiende a convertirse en un anhelo
obligatorio.
Una opinión tiende a convertirse en un
prejuicio.
Una función tiende a convertirse en una
máscara.

Y, viceversa, cuando se vuelve al yo dejamos que


nuestras dependencias se conviertan en sentimientos;
nuestros prejuicios, en opiniones, etc. Una mujer
escribió una vez:

"Estaba casi obsesionada con un trabajo que


hacía. Cuando lo empecé, me impacientaba por
terminarlo. En lugar de eso, decidí des-
identificarme de él, como si no contase para nada
en el mundo. Una vez que lo hice, me sentí
tranquila y con una gran sensación de bienestar.
Entonces volví al trabajo sin ese agobio y esa
prisa que tenía antes".

Nos des-identificamos por observación. En vez de


que nos absorban las sensaciones, sentimientos,
deseos y pensamientos, los observamos con
objetividad, sin juzgarlos, sin esperar cambiarlos, sin
interferir en ellos bajo ningún concepto. Los vemos
como algo que no nos incumbe, como si estuviéramos
contemplando un paisaje. Observamos con calma esos
arabescos psíquicos desde un punto de vista alejado
(ver la figura 3).

Esta actitud de observación serena se puede


practicar en cualquier momento de nuestra vida, y su
primer efecto es la liberación. Tengo miedo, observo
mi temor, veo sus contornos claramente, veo que yo
no soy el temor, que es algo que está fuera de mí;
estoy libre de ese miedo. Esta actitud de observación
la aclaró Pitágoras en la metáfora de la fiesta. Algunas
personas, dijo, vienen a la fiesta a competir, otras a
pavonearse, otras a negociar, y otras a conocer a
otras personas. Pero algunos sólo vienen a ver. No
tienen que demostrar nada ni intentar nada más
difícil. Estos son los más libres.

Asimismo, el Yo es nuestra parte que puede


vigilar cualquier contenido de nuestra mente sin verse
atrapado en su atmósfera. Esto permite que toda la
personalidad encuentre un equilibrio que no podría
conseguir de ninguna otra manera.
El cuento oriental de los diez locos puede darnos
una idea: Diez locos cruzaron un río y cuando
alcanzaron la otra orilla, quisieron estar seguros de
que todos habían cruzado sanos y salvos. Uno empezó
a contar a los demás, pero no se contó a sí mismo, por
lo que sólo contaba nueve. "Sólo somos nueve", dijo,
"uno de nosotros se debe haber ahogado en el río,'.
"¿Estás seguro de que has contado bien?", Le
preguntó otro loco, y se dispuso a contar; pero
también se olvidó de contarse a sí mismo. Tantas
veces como se contaron los diez locos, el resultado
siempre era nueve. Se echaron a llorar porque
estaban convencidos de que uno de ellos se había
ahogado en el rio, pero no pensaron quién pudo haber
sido. Un transeúnte les preguntó qué les pasaba y se
lo explicaron. Al ver que los diez estaban delante de él
el hombre se dio cuenta del misterio, y se dispuso a
contarlos tocándolos uno a uno. Cada vez que tocaba
a uno, éste se numeraba. "Uno", dijo el primero; "dos",
el segundo; etc., hasta que llegó al último loco, que
dijo: "Diez". Los locos, atónitos, dieron las gracias al
viajero y se quedaron tan contentos porque uno de
ellos no se había ahogado en el río.
Esta historia nos indica la fácil presa que somos
para la ilusión si no tenemos un único punto de
perspectiva, vagando de una identificación a otra y
teniendo siempre esa sensación de pérdida. Sólo en
un elemento que no dependa de la interacción de las
distintas fuerzas hay posibilidad de alcanzar una
perspectiva clara y verdadera. En el caso de la
personalidad humana, esta condición se consigue por
medio de la auto-identificación.
La auto-identificación se puede comparar con un
belvedere, una palabra italiana que significa un lugar
elevado qué nos ofrece una vista panorámica del
paisaje que hay por debajo, porque desde el punto
aventajado del yo podemos obtener una vista
completa de los variables contenidos de nuestra
personalidad. Los primeros cuatro pasos del siguiente
ejercicio sirven para llevarnos a la posición belvedere
de nuestro espacio interno. El fin del quinto paso, que
como es natural sigue a los anteriores, es producir la
experiencia del yo como pura consciencia.

LA AUTO-IDENTIFICACION

1.- Sé consciente de tu cuerpo.


Durante algunos minutos, observa con impar-
cialidad todas las sensaciones físicas que puedas
conocer, sin intentar cambiarlas.
Percibe, por ejemplo, el contacto de tu cuerpo
con la silla en la que estás sentado, de los pies con el
suelo, de la piel con la ropa.
Percibe tu respiración.
Cuando creas que has explorado tus sensaciones
físicas lo suficiente, déjalo y sigue con el paso
siguiente.
2.- Sé consciente de tus sentimientos.
¿Qué es lo que sientes en estos momentos?
Y ¿cuáles son normalmente los principales
sentimientos de tu vida?. Hay que considerar
todos, tanto los positivos como los negativos:
amor e irritación, celos y ternura, depresión y
júbilo...
No juzgues. Limítate a observar tus
sentimientos más habituales con la actitud
objetiva de un investigador que hace un
inventario.
Cuando estés satisfecho, desvía tu atención
de esta área y continúa con el siguiente paso.
3.- Dirige tu atención a tus deseos.
Adoptando la misma actitud imparcial de an-
tes, repasa los deseos más importantes que
influyen en tu vida. A menudo puedes sentirte
identificado con cualquiera de ellos, pero ahora
obsérvalos por separado solamente.
Por fin, deja tus deseos y continúa con el
siguiente paso.
4.- Observa el mundo de tus pensamientos.
Tan pronto como surja un pensamiento,
obsérvalo hasta que otro lo reemplace, y así
sucesivamente. Si crees que no tienes ningún
pensamiento, date cuenta que esto también es
un pensamiento. Observa como fluye tu co-
rriente de consciencia: recuerdos, opiniones,
disparates, argumentos, imágenes.
Hazlo durante un par de minutos y, después,
apártalo también de tu observación.
5.- El observador, el que ha estado vigilando
tus sensaciones, sentimientos, deseos y pensa-
mientos no son lo mismo que el objeto observado.
¿Quién es quien ha estado observando todos esos
mundos?. Es tu yo. El yo no es ni una imagen ni un
pensamiento; es esa esencia que ha estado
observando todos esos reinos y ahora es diferente
a todos ellos. Y tú eres ese ser. Repítete a ti
mismo: "Soy el yo, un centro de, pura
consciencia".
Intenta darte cuenta de esto durante un par
de minutos1.

El yo es la experiencia psicológica más


fundamental que tenemos: la consciencia cristalina,
clara y limpia. Esta experiencia no suele aparecer
espontáneamente, y forzarla por medio de este
ejercicio puede requerir cierto tiempo. Debemos
recordar también que el yo no es nada que esté ahí
fuera, que tengamos que buscar y que nos cueste
trabajo conseguir. Por el contrario, ya somos el yo
en todo momento. Es más, el conocimiento del yo no
significa que haya que eliminar los demás
contenidos de la consciencia. Pueden seguir
entrando y siendo los sentimientos y los
pensamientos; pero ahora están en el fondo de
nuestra consciencia, que está empezando a ser
consciente de sí misma.

Finalmente, el yo no es una realidad que haya


que admitir a ciegas. Es algo que se puede
comprobar continuamente en nuestra vida diaria. Si
el yo es por definición puro silencio interior, no tiene
que apartarnos por, fuerza de nuestras costumbres
y nuestras actividades diarias; sino que, en cambio,
puede darnos cada vez más; seguridad y confianza
en nosotros mismos, como se ve en la siguiente
historia.

Un avión que nunca ha volado y está lleno de


telarañas; unas ruinas; un barco naufragado; una
muñeca sin vida. Estas imágenes se le aparecen a
Lía en distintos momentos cuando le digo que cierre
los ojos y dé rienda suelta al flujo espontáneo de su
imaginación. Nos están diciendo, sin duda alguna, lo
que ella piensa de sí misma: "Tengo esa sensación
de abandono, de inutilidad, como cuando piensas
que no puedes hacer nada. Es como hacer un avión
y dejarlo ahí que se vaya llenando de telarañas. Uno
existe; pero todo el mundo está tan ocupado que ni
se da cuenta de ello. Es una sensación que
atormenta. Se pregunta uno por qué, con
desesperación. Nadie sabe que existe el avión. Ha
pasado algo; pero nadie se ha enterado."

Lo que ha pasado sin que nadie se de cuenta es


que Lía existe. Lía es una maestra de unos treinta
años. Su padre murió cuando era niña y apenas
puede recordarlo. Su madre no la aceptaba. De niña
tenía que pasar largas temporadas fuera de casa, en
un colegio. Esta situación puede influir en que se
sienta olvidada y en su "suave e intenso deseo de
desaparecer". Le hiere mucho la indiferencia de la
gente. No está segura de su imagen y cada vez que
viene a verme lleva una ropa y un peinado distintos.
A pesar de todo esto, es una persona cariñosa e
inteligente. Está sedienta de todo tipo de
experiencias de la vida y siempre se esfuerza por
ser auténtica. Para mí es un verdadero placer
trabajar con ella.

Hay una cosa que dice Lía de sí misma que me


hace vislumbrar un poco el meollo de su situación.
Se compara con Gurdulú, un personaje de la novela
de Calvino El Caballero que no existe. Gurdulú es
uno de sus innumerables nombres; es el "sin
nombre y al mismo tiempo tiene todos los nombres
posibles". Existe; pero no sabe que existe. Por tanto,
se convierte en todo lo que ve. Si ve un grupo de
ranas, se convierte en una rana y se pone a croar; si
ve una pera, se convierte en una pera; si ve un
caldero de sopa, se zambulle en él creyéndose sopa
y que todo es sopa.

A Lía le pasa lo mismo. Cuando está con


alguien, se absorbe en sus deseos, sus opiniones, su
mundo, y sigue así sin darse cuenta de ello. "Cuando
empiezo a fantasear, me entra una sensación de
inquietud que va aumentando y parece que se
solidifica dentro de mí. Esta máscara se me adelanta
a hablar a los demás, diciéndoles todo lo que mi
inquietud quiere que les diga. Esto me pasa, sobre
todo, con las personas por quienes me siento
dominada o con las que me superan.

Toda la aventura psicosintética de Lía podría


resumirse hasta ahora diciendo que es una
búsqueda del yo, lo que ella llama, acertadamente,
el "centro". Al mismo tiempo que viene a verme,
forma parte de un grupo de psicosíntesis. También
va a las sesiones semanales de ejercicios que se dan
en el Instituto y que están abiertas a todo el mundo.
Poco a poco, la experiencia del yo empieza a
alborear en ella. Se da cuenta de que existe, con
independencia de que los demás lo adviertan o no, y
de que esto es, de por sí, algo completamente cierto
Está aprendiendo a replegarse en el yo en los
momentos de ajetreo diario y aparecer más como
ella misma en su trato con los demás.

Lía resume su experiencia con las siguientes


palabras: "Necesitaba la opinión de los demás para
convencerme de que existía. Sin preguntárselo
abiertamente, quería saber lo que mis amigos
pensaban de mí, para hacer con ello una imagen de
mí misma. Ya no me pasa eso. La potente energía
vital del yo ha disipado esta desmesurada necesidad
de que los demás me diesen su aprobación y me ha
permitido recuperar mi propio equilibrio."

En la historia de Lía (como en la de David),


vemos una consecuencia crucial del descubrimiento
del "yo": la seguridad en sí mismo. Hay muchas
personas que tienen desde su infancia una
inevitable necesidad de apoyarse en los demás,
como sí su centro de gravedad estuviese en
cualquier sitio, menos en ellos mismos. En su
apariencia y comportamiento, parecen maduras;
pero no han superado completamente una cruda
realidad de la existencia: la soledad básica, que es
el sino de todo ser humano. De forma implícita y
confusa, esperan que los que los rodean suplan lo
que ellos se imaginan que no tienen: fortaleza,
orientación y hasta la misma vida.

Como raras veces satisfacen sus deseos, estas


personas están casi siempre desequilibradas. Son
propensas a interpretar cualquier indicio de fallo de
alguien como un rechazo o un fracaso. Ven la
necesidad de pisar firme, de la forma que su faceta
infantil quiere que lo hagan, como un deber
insensato y muy desagradable. A veces los abruma
su insoportable miedo a la soledad.

El descubrimiento del yo les enseña a estas


personas la dura lección de que los demás no están
pendientes de su existencia, que todos dependemos
de nosotros mismos y que esta realidad lógica, lejos
de ser una tragedia, puede estimularnos para
emplear nuestros recursos creativos. Después
podrán ver cómo, paradójicamente, tienen que
hacer frente a su soledad, como un paso necesario
para reconocer su solidaridad con los demás seres.

Todo este prolongado proceso que parece


funcionar aquí nos transporta más allá de los límites
de la identidad personal. Para resumir (aunque
volveremos a tratar estos temas en posteriores
capítulos), podemos decir que uña vez que la
consciencia pura (el yo personal) se ha desprendido
de los elementos psicológicos normales que la
estructuran y refuerzan, tiene la tendencia de volver
espontáneamente a su origen (el Yo Transpersonal).
A partir del momento en que se descubre la
confianza en sí mismo y la individualidad, puede
empezar una transición progresiva hacia una
comprensión global de la universalidad. Según va
ganando la pura consciencia en claridad y plenitud,
se produce un cambio fundamental por el que
tenemos acceso directo a la vitalidad creativa y al
verdadero origen de nuestro ser.

Este último punto requiere una explicación.


Normalmente vemos la vitalidad relacionada con
alguna situación: estar con una persona amada,
triunfar, sentirse sano, ganar dinero, correr en moto
a 150 Km. por hora, cualquier cosa. Si no existe esta
relación, no podemos experimentar esa sensación
de vida. Si mi amante me quiere, si no gano dinero,
si mí moto no funciona, no noto esa sensación de
vida. Mi vitalidad básica depende de todos estos
condicionantes

Pero se puede tener la experiencia de la


vitalidad básica sin ningún condicionante. Para
lograrlo, tenemos que descubrir lo que hay en
nosotros verdaderamente independiente de todo
condicionante, total e incondicionalmente vivo:
nuestro Yo Transpersonal.

Aunque no es frecuente su completa


realización, que es un fenómeno extraordinario,
sabemos que el Yo Transpersonal lo han conocido
muchas personas, tanto famosas como ordinarias, a
lo largo de los tiempos, lo mismo en Oriente que en
Occidente, y merece el mas atento estudio y
consideración. Al Yo Transpersonal se le ha llamado,
entre otros muchos nombres, el "Diamante de la
Consciencia", la "Joya del Loto", la «mente
inconquistable". Plotino dice de él: "No se mide por
el tamaño ni se circunscribe con los límites de
cualquier figura; no puede aumentar en magnitud
porque es ilimitado... completamente
inconmensurable".

1.- En la versión original de Assagioli de este


ejercicio, se usa una fórmula radical para todos los
niveles.
"Tengo un cuerpo, pero no soy mi cuerpo".
"Tengo sentimientos, pero no soy mis
sentimientos".
"Tengo deseos, pero no soy mis deseos"
"Tengo una mente, pero no soy "mi mente".
No se te dice que crees una distancia psíquica
entre lo que observas y tu, sino que se te pide que
confirmes esta distinción, proclamando las
situaciones correspondientes. Mientras algunos
encuentran esto muy eficaz para des-identificarse,
otros prefieren realizar este ejercicio sin ninguna
fórmula especial.
Capítulo 6

LA VOLUNTAD

Se cuenta que el compositor de ópera italiano


Rossini era tan perezoso como brillante. De las
muchas anécdotas que circulan sobre su
holgazanería, una nos lo presenta acostado en la
cama por la mañana mientras componía una
obertura.

Estaba allí muy cómodo y hacía bastante frío


para levantarse. Sin embargo, en este momento se
le cayeron al suelo unas cuantas hojas que estaba
escribiendo y se esparcieron por toda la habitación,
por lo que Rossini tenía que levantarse y recogerlas
si quería seguir componiendo. Pero, ¡era un esfuerzo
muy grande para él!. Reacio a molestarse, Rossini
empezó otra vez, y escribió una nueva obertura por
completo, mucho más brillante y viva que la que se
le había caído de las manos.

Esta anécdota puede considerarse como una


victoria de la inspiración sobre la fuerza bruta y la
autodisciplina carente de imaginación. Es una
victoria que, en especial en los últimos tiempos,
parece cumplirse, al ser los sentimientos, la
espontaneidad y "el dejarse llevar" los últimos
vencedores, si nos atenemos a las corrientes
contemporáneas de pensamiento. Por otro lado, la
disciplina y la voluntad, que cada vez se consideran
más como formas de inútil auto-tortura, son, en
apariencia, los desgraciados perdedores de esta
historia.

Este cambio de actitud ante la voluntad empezó


cuando la cultura occidental llegó a tener un mayor
conocimiento psicológico. Se han descubierto los
mecanismos de represión y las personas se dan
cuenta del inmenso poder de esas fuerzas que
ingenuamente han estado intentando dominar,
mientras que, en realidad, se ven dominados por
ellas. Vieron que, por más que la voluntad se
vanagloriaba de ser capaz de regir la vida, se veía
con frecuencia controlada por factores de los que ni
siquiera había sido consciente. Su liderazgo empezó
a ser dudoso.

Por tanto, pueblos iluminados bajaron a la


voluntad de su trono de omnipotencia y empezaron
a considerarla como un intruso artificial y pomposo
que decía a todo el mundo lo que tenía que hacer.
Finalmente, prevaleció el pensamiento y desterró a
la voluntad al País del Descrédito y la Insignificancia.

Pero esto fue un error, porque la voluntad, en


su verdadera esencia, puede explicar un montón de
logros humanos, mientras que su falta justifica
legiones de molestias psicológicas. Aunque, visto
desde su mejor perspectiva, la voluntad es, más que
ningún otro factor, la clave de la libertad humana y
de la fuerza personal.

De hecho, se puede ver la voluntad como una


expresión de lo que Angyal llamó "autonomía", la
capacidad de un organismo para funcionar
libremente de acuerdo con su propia naturaleza
intrínseca, en vez de hacerlo bajo la coacción de las
fuerzas externas. Efectivamente, todo lo relacionado
con la evolución se puede considerar como el
resurgimiento de esta libertad.
Ante todo, el paso del reino vegetal al animal
queda marcado por el logro de la libertad de
movimientos. Este paso está más claro en algunos
tipos de medusas, que pasan parte de su vida
unidas a las rocas, como vegetales, y el resto como
animales, moviéndose libremente.

Los organismos menos evolucionados del reino


animal demuestran poco más que la capacidad para
moverse. En el caso de los insectos, por ejemplo,
hay programas rígidos que determinan por completo
su conducta y tienen un rudimentario sistema
nervioso que no les permite decidir. Según
ascendemos en la escala de la evolución, vemos que
el cerebro se enriquece con células asociativas, que
capacitan a los animales para percibir el ambiente
por más de un sentido simultáneamente. Pero su
conducta todavía está regulada por programas fijos.
Algunas especies de peces, por ejemplo, están
programadas para moverse en grupo y esta
tendencia es tan fuerte que les hace abandonar
cualquier comida o presa por seguir ciegamente a
su líder con el resto del grupo.

Sólo en niveles como el de los pájaros o los


mamíferos se logra, en la escala de la evolución,
que desaparezca esta conducta completamente
predeterminada, dejando un margen para
contingencia y variabilidad. El cerebro de estos
animales tiene una capacidad selectiva y puede
distinguir entre los estímulos que son significativos
para sobrevivir y los que son meramente
contingentes. Si se reconoce el estímulo como
urgente, el animal actúa según el programa. Pero si
no es urgente, el córtex elabora una respuesta
basada en la experiencia o en una estrategia
aprendida previamente.

Un mono, por ejemplo, si no está en una


situación que amenace su supervivencia, tendrá una
conducta completamente imprevisible, juega con la
pasta de dientes, salta sobre las teclas del piano, o
nos vuelve locos. Los animales que están en este
nivel pueden elegir entre los diferentes estímulos
externos. Sin embargo, también dependen de ellos:
Están limitados por el entorno.

Con los seres humanos entramos en un reino


diferente. Así como los animales son más libres que
los vegetales porque pueden moverse en el mundo
físico, los humanos son más libres que los animales
porque pueden moverse en el mundo de las ideas,
planes y visiones de infinita variabilidad, y pueden
hacerlo con independencia del medio que los rodea.
Nuestro sistema nervioso nos capacita para ser la
especie de conducta menos previsible, porque
somos la que menos depende de programas que nos
den paso a paso unas normas de acción.

Es cierto que en algún momento podemos


encontrarnos obedeciendo a presiones externas:
Represión social, propaganda, etc. Podemos caer en
la rutina y actuar automáticamente. Aunque es
menos frecuente, hasta podemos funcionar
siguiendo solamente mecanismos instintivos. Pero,
he aquí la novedad, también podemos inventar
nuevas conductas y convertirnos en una causa
inteligente. Podemos elegir verdadera y
libremente, manteniendo toda la responsabilidad de
la auto-determinación. A esta adquisición evolutiva,
que aun está en desarrollo, es a lo que damos aquí
el nombre de voluntad.

Al mismo tiempo, estamos dramáticamente


enfrentados a situaciones que nos invitan a
servirnos de la voluntad. Si lo hacemos así, sube
nuestra tensión psíquica y podemos marchar hacia
una mayor libertad; pero, si no es así, somos
prisioneros de las circunstancias de la vida. Una
mujer con la que trabajé tuvo una experiencia con
esta decisión; me gustaría describiros su historia,
porque creo que nos muestra el nacimiento de la
voluntad de una forma muy clara.
Abandonada por su marido y con un niño
pequeño, Cinzia quedó sola y completamente
desamparada. Tenía problemas de estómago y su
salud en general se había minado bastante por estar
durante años tomando tranquilizantes. Se sentía
oprimida por la multitud y siempre que entraba en
unos grandes almacenes se encontraba agobiada.
Su futuro le parecía tan espantoso que, con treinta
y dos años, no quería seguir viviendo.

Cuando conocí a Cinzia estaba pálida y sus ojos


revelaban una sensibilidad idealista que había
sufrido bastante en contacto con una realidad
demasiado dura para la delicadeza y la riqueza de
sus sentimientos. Una imagen que bulle desde las
profundidades de su ser describe mejor lo que ella
siente: "Estoy en un túnel oscuro. Sus muros son
negros y esponjosos y el techo es bajo. Al principio
parece que el túnel está totalmente cerrado; pero
encuentro una salida delante de mí y veo el exterior
de color verde. Pero allí no me espera nadie y esto
hace que no salga del túnel. Doy vueltas y más
vueltas dentro con mis diez mil pensamientos de
desesperación". Hay otra frase que puede ser más
reveladora: "No tengo voluntad. Esta vida cotidiana
gris me lleva de un sitio a otro, con la nostalgia de lo
que debería haber sido. ¿Por qué se ha barrido todo?
Creo que siempre me ha perseguido un negro
destino".

El auto-diagnóstico de Cinzia era correcto: No


tenía voluntad. O, precisando más, todavía no la
había descubierto. Como no tenía posibilidad de
determinar su propia vida, se sentía víctima del
"negro destino"; como no había aprendido nunca a
utilizar su autonomía, se sentía frágil y vulnerable.
Educada para negar y rechazar su fuerza personal,
se sentía muerta.

La situación de Cinzia nos permite considerar


un principio general: Siempre que se ignora,
suprime o viola de un modo firme y persistente la
voluntad de un individuo, si es un aborto o incluso
no existe, aparece el dolor y la enfermedad. Y,
puesto que la voluntad es la facultad más próxima a
nuestro yo, cuando recibe una ofensa le llega hasta
lo más profundo.

REVISANDO LA VOLUNTAD

Echa un vistazo a tu propia voluntad.


¿Está con frecuencia:
desplazada por la de los demás?
subyugada por tus sentimientos, como la
depresión, la ira o el miedo?
paralizada por la inercia?
adormecida por los hábitos?
desintegrada por las distracciones?
corroída por las dudas?

¿Haces normalmente lo que quieres desde lo


más profundo de tu ser, porque te apetece así,
o prevalece algún otro factor?

Tómate algún tiempo para considerar los princi-


pales aspectos de tu vida y tus relaciones más
importantes. Después escribe tus respuestas deta-
lladamente.

LA VOLUNTAD EN LA VIDA DIARIA

A pesar de muchos obstáculos, el


descubrimiento de la voluntad es una
experiencia elemental. Si queremos facilitar
este proceso, podemos empezar por la forma
más sencilla de todas: descubrir o reforzar
nuestra voluntad haciendo uso de ello. En todo
momento se nos ofrece esta oportunidad; si lo
vemos así, la vida se convierte en un laboratorio
para desarrollar y experimentar nuestra volun-
tad. Aquí hay algunas fórmulas, se pueden
inventar muchas más para activarla en diversas
situaciones de la vida diaria.
Haz algo que no hayas hecho nunca.
Ten una actuación de valor.
Traza un plan y síguelo.
Quédate haciendo lo que haces durante
cinco minutos más, aunque estés cansado, o
te apetezca otra cosa.
Haz algo con mucha lentitud.
Di «no" cuando tengas que decir «no",
aunque sea más fácil decir «sí".
Haz lo que creas que es más importante.
Cuando se te presente una elección
intrascendente, decide sin vacilar.
Actúa de forma contraria a lo esperado.
Actúa sin pensar en lo que los demás
puedan pensar o decir.
Contente de decir algo que tengas ganas de
decir.
Deja para más tarde algo que te apetezca
hacer ahora.
Haz en este momento algo que preferirías
dejar para después.
Haz el mismo ejercicio de psicosíntesis todos
los días durante un mes, aunque te parezca
inútil.
Elimina de tu vida cualquier cosa superflua.
Rompe un hábito.
Haz algo por lo que te sientas inseguro.
Haz algo poniendo en ello toda tu atención,
como si fuese la última vez.

Cualquier acción se puede convertir en un


ejercicio de la voluntad, siempre que no se haga por
costumbre o se considere una obligación. Así se
pone en marcha un
proceso en «cadena" Una vez descubierta
nuestra voluntad, podemos seguir realizando más
actos de voluntad. De este modo vamos
aumentando nuestra capacidad de voluntad, lo que
nos permite seguir desarrollándola. Empezamos a
formar un círculo vicioso: La voluntad gen era
voluntad.

Pero no pensemos que las cosas son siempre


tan fáciles. Podemos empezar haciendo estos
ejercicios aunque los olvidemos al día siguiente; al
tercer día puede parecer que no sirven para nada y,
pasados unos días, puede que vuelvan a gustarnos y
queramos empezar de nuevo. O, con la fogosidad de
un entusiasmo repentino, podemos realizar muchos
actos de voluntad con el fin de acumular el máximo
posible de energías, para darnos cuenta después de
que nos ha dado una indigestión de voluntad.

Un cliente, en un punto determinado de este


proceso, dijo una vez: "Ahora, cuando pretendo
hacer una acto de voluntad, no puedo. Hay en mí
algo que se rebela contra ellos". Eso era un indicio
de que se había excedido y tenía que tomarse un
descanso.

Indudablemente, hay que hacer prácticas de


voluntad; pero sin caer en la tentación de pasarnos
y hacer mucho en poco tiempo. No debemos olvidar
que el progreso lineal continuo, en cualquier tema,
se logra muy pocas veces. Por tanto, debemos
emprender los ejercicios de voluntad con un espíritu
deportivo, como si estuviéramos entrenándonos
para estar en mejor forma.
En el caso de Cinzia este proceso duró varios
meses. Vino a verme por primera vez en invierno.
Con la llegada de la primavera empezó a dar
muestras de los primeros brotes de determinación,
aunque sus nuevas tendencias estaban todavía
mezcladas con las viejas. Cinzia escribió:

"Quiero aprender a vivir sola,


tranquilamente, sin esperanzas absurdas, sin
torturarme con los errores cometidos y sin
pensar en el futuro que me angustia, en mi
aburrido trabajo o en envejecer sin un
compañero.
La primavera está cerca; ¡cuántos perfumes,
cuántos sentimientos, cuántos deseos!. Quiero
que me inunde el sol y sentir su calor, que me
invita a vivir. ¿Hay esperanza todavía? No queda
mucha esperanza dentro de mí. En realidad, no
queda ninguna".

En estas líneas paradójicas podemos ver ya el


nacimiento de una clara decisión ("Quiero aprender
a vivir sola..."), acompañada de los altibajos
característicos de la vida emocional. Cinzia siguió
trabajando consigo misma, en medio de sus
dificultades periódicas, hasta que un día se produjo
un cambio mayor. Por este tiempo escribía en su
diario: "Quiero amar. Quiero ser útil a los demás.
Quiero salir de esta soledad opresora y, sobre todo,
quiero ser una persona

Vigilé la evolución de Cinzia durante este


periodo en el que venía a verme con regularidad. Me
di cuenta de que tenía a su alcance un profundo
conocimiento de la voluntad; pero no sabía cuándo
ni cómo podría llegar a conseguirlo. Por fin, triunfó:

"Trabajé mucho con ejercicios de voluntad,


porque hubo un periodo en el que no podía
despertarme. Entonces intenté por todos los
medios liberar mi voluntad y la voluntad llegó,
ni siquiera sé cómo. Un día me di cuenta de que
podía hacer todo lo que quisiese. Comprendí
que estaba echando a perder mi vida. No vivía
estaba destrozándome.
Y en este momento entraron las ganas de
vivir. No es que tuviese ganas de vivir porque
tenía una familia, sino por mí misma, para
demostrarme que era una persona que, al
enfrentarse a la vida, tenía todas las
posibilidades de vivir sin matarse".

La última vez que vi a Cinzia me dijo que a


veces se sentía sola; pero que esto no le impedía
planificar una nueva vida, como dejar su trabajo y
buscar alguna actividad en la que pudiera ayudar a
los demás. Quería ser enfermera. Me enseñó fotos
de su hijo, que, debido al ambiente opresivo que
había en su casa, solía estar abúlico y no jugaba con
los demás niños. Ahora parecía fuerte y feliz.
Llegados a este punto, nos puede asaltar una
duda. Podríamos decirnos: "'Todo es coser y cantar";
pero la tenacidad que se necesita para los ejercicios
de voluntad me hace pensar en que puedo hacerme
demasiado inflexible. Quiero vivir sin tantos
problemas, sin estar siempre bajo control. Por eso
recelo cuando se habla de la fuerza de la voluntad.
Lo importante aquí es no confundir la
experiencia de la verdadera voluntad con el sentido
victoriano de la fuerza de la voluntad. Lo cierto es
que mucha gente ha llamado "voluntad" a lo que en
realidad era austeridad.

Podemos aclarar esta equivocación tan pronto


como nos demos cuenta de que la verdadera
función de la voluntad es dirigir; no imponer. Hay un
ejemplo que puede ayudarnos a comprender este
hecho básico. Supongamos que estás en un bote en
medio de un lago, y quieres volver a la orilla. Para
hacerlo tienes que hacer dos cosas: primero, decidir
en qué dirección navegar y mantenerla; después,
utilizar tu propia fuerza y remar.

Supón ahora que en vez de llevar un bote estás


llevando un velero y hay una suave brisa. Lo que
necesitas en este caso es habilidad para manejar el
timón y navegar para sacar el mayor provecho de
las fuerzas naturales. No tienes que hacer ningún
esfuerzo muscular para mover el barco. Tu única
función es elegir y mantener el rumbo que deseas
seguir, una tarea mucho más fácil y relajada que la
de remar. En un velero no eres un agente: eres un
meta-agente. Esto quiere decir que dejas que el
viento, la vela, las olas y las corrientes interactúen
entre sí. Todo lo que tienes que hacer es regular con
habilidad esta interacción sin participar
directamente en ella, como lo habrías hecho en el
bote.

La verdadera voluntad también es un meta-


agente o, tal y como Alicia y Elmer Green lo
llamaron, una "meta-fuerza" que puede dirigir el
juego de varios elementos de la personalidad desde
una posición independiente, sin mezclarse ni
identificarse con ninguno de ellos. Pero
normalmente no nos damos cuenta de que esto es
posible.

Nuestra forma normal de actuar es como remar


en un velero cuando sopla el viento. Vamos dando
golpes sin necesidad, decididos a actuar como
agentes, a pesar de que no hace falta que hagamos
ningún esfuerzo. Derrochamos tanta energía porque
no sólo decidimos lo que vamos a hacer, sino que
también "intentamos hacerlo", utilizando la "fuerza
de voluntad" ordinaria; pero podríamos conseguir
todo esto sin "intentar hacerlo" y con mucho menos
desgaste de energía.

Una vez que estaba Herbert von Karajan dando


clase a sus alumnos, hizo una distinción muy clara
entre el trabajo laborioso y la dirección cómoda. Les
habló de cuando era niño y. aprendía a montar a
caballo. La noche antes de su primer salto no pudo
dormir de preocupación:
"¿Cómo puedo levantar esa cosa tan grande y
saltar el obstáculo?'. Pensé para mí. Entonces me di
cuenta de que no es el jinete el que levanta el
caballo. Uno se sienta en el caballo de la forma más
adecuada y él se levanta solo. La orquesta tiene que
hacer lo mismo

No me mal interpretes con esto. En el uso de la


voluntad puede intervenir, a veces, el esfuerzo y la
lucha. Puede chocar contra nuestras costumbres y
hábitos arraigados. Puede ser una voluntad que
rompe barreras, que vence el temor, y hace que
sucedan hasta las cosas más improbables. Y hasta
puede ser una voluntad sana, inmune al gesto seco
de la "fuerza de voluntad" y de naturaleza diferente.
Lo que marca la diferencia es identificarla con
decisión solamente, y no con acción y esfuerzo. Para
que ocurra así, la voluntad debe surgir desde
nuestro corazón, que no debe estar contaminado ni
desviado por otras fuerzas. Esto, de todos modos, es
raro que suceda. Consideremos, por ejemplo, a las
siguientes personas:

"Un hombre de cincuenta años está


agobiado por periodos de depresión. Cuando
llegan, pierde toda la confianza en sí mismo,
siente un malestar físico y no le quedan ganas
ni de vivir. Los amigos lo animan para que
"reaccione" contra esta depresión con "fuerza
de voluntad". Pero ve que cuanto más hace,
peor se pone.
Un hombre de negocios se ha propuesto una
meta muy ambiciosa en su empresa. Hace horas
extraordinarias, se priva de cualquier tipo de
distracción, y hasta de sus relaciones familiares.
Se inmola en el altar de la empresa.
Una mujer ha vivido a su aire, como ha
podido, desde que era niña. Ha aprendido que
para sobrevivir hay que ser fuerte y se ha
puesto una "concha de obstinación, fortaleza y
resignación". Al cabo del tiempo se da cuenta
de que "se ha pasado", viviendo en un continuo
estado de emergencia y que en el fondo de su
fortaleza lo que hay es miedo".

Mientras que es cierto que tienen una voluntad


de hierro, estas personas también están controladas
por un sentimiento o un deseo, ya sea la rebelión
contra el dolor, la ambición o el miedo. No desean
por sí mismos, sino que sus esfuerzos se convertirán
en "intentos", esfuerzos absurdos, impulsos ciegos.
En cada uno de estos casos, la voluntad no es un
meta-agente, sino sólo un agente que está en el
mismo plano que otros muchos agentes psi-
cológicos.

Nuestro mejor modo de compensar el peligro de


"pasarnos" es recordar que sólo podemos desear
verdaderamente desde el centro de nuestro ser, el
yo. Todas las demás formas de deseo son monstruos
psicológicos: la voluntad se ve cautiva y falseada
por un sentimiento, una subpersonalidad, etc.

Cuando surge desde el centro, la voluntad se


puede expresar de muchas maneras y se puede
considerar como una constelación de sucesos
internos en vez de una manifestación psicológica
simple y concreta. A veces nos damos cuenta de la
voluntad en un hecho instantáneo, rápido como un
relámpago, como en el caso de un acto espontáneo
de valor o una decisión súbita de la que no podemos
echarnos atrás. En otras ocasiones podemos sentir
la voluntad como un flujo constante de fuerza, como
cuando concentramos nuestra atención en algún
tema, a pesar de todo lo que puede distraernos
desde fuera, o cuando nos dedicamos fijamente a un
proyecto que queremos llevar a cabo sin tener en
cuenta las dificultades que conlleva.

En algunos momentos la voluntad consiste en


hacer lo que hay que hacer, sin más razón, sin
ningún compromiso de futura remuneración, sin
ningún apoyo hedonístico, sin ningún reto, sin
ningún sentimiento de culpabilidad. Al mismo
tiempo, la voluntad puede demostrarnos que la vida
también es una lucha que nos enfrenta sin
avenencia, mientras que en otras ocasiones es el
factor que tiende un puente entre las personas, un
puente por el que puede pasar el flujo cálido de la
comunicación humana. En otros momentos la
voluntad se manifiesta cuando apuntamos a una
meta con todas las fuerzas, sin estar tocadas por
ambivalencias ni fluctuaciones que, funcionando en
las regiones oscuras de la mente, consiguen a veces
sabotear hasta la decisión más fuerte.

Se puede ver el funcionamiento de la voluntad


en una persona como Amundsen, que alcanzó su
meta de llegar a ser un explorador polar a pesar de
los obstáculos aparentemente insuperables, a pesar
del ridículo, el peligro y el cansancio; pero tampoco
podemos decir que le faltase a Emilio Zola, que llegó
a escribir cincuenta y ocho libros, a razón de cuatro
páginas cada día y sin perder ni un día de trabajo.

Para aclarar más estos hechos nos puede servir


otro ejemplo. Mario es un arquitecto y da clases en
la universidad. La historia de esta búsqueda de la
voluntad empieza cuando, a los cuarenta y un años,
vio que las cosas que había empezado iban de capa
caída. Estaba convaleciente de un fuerte ataque de
colitis ulcerosa que coincidía con el nacimiento de su
primer hijo. "Tenía el nerviosismo del que es padre
por primera vez, y esto me llenó de angustia", dice.
Además, tuvo un verano catastrófico. Mario había
ido a Cerdeña en su barco para pasar sus
vacaciones de verano con tres amigos. Pero todo se
puso en contra y las vacaciones se complicaron. De
hecho, todo lo del viaje de Mario era un ejemplo de
falta de voluntad. Escogió a sus amigos sin pensar, y
su elección resultó errónea. Hubo un evitar continuo
de responsabilidades por parte de los cuatro y la
mayoría de los diálogos a bordo se basaban en
frases desagradables: "¿Por qué no llenas el
depósito de agua potable?". "¡Creía que tú eras el
responsable!". Nadie estaba preparado. Uno de los
viajeros fue sin chaleco salvavidas y tuvo que
comprar uno en el último momento, pero era
demasiado grande para guardarlo en el barco y
siempre estaba en medio, durante todo el viaje. Era
un "barco de confusión", donde nadie podía
encontrar lo que estaba buscando, no se
aprovechaba bien el espacio y había de todo muy
poco o demasiado.

Hasta el inicio del viaje había sido caótico.


"Partimos de un modo completamente
inconsciente", dice Mario. En vez de esperar para
salir por la mañana, para estar descansados y
frescos, decidieron sin pensarlo partir por la noche
después de una fuerte cena. A las tres de la mañana
se encontraban en medio del mar, completamente
dormidos, y sin el combustible suficiente, que ni
siquiera se les ocurrió comprobar antes de salir. "Es
un modo de hacer lo mínimo con el mayor esfuerzo",
dice Mario recordando. "Actué como si estuviera
completamente libre de cualquier tipo de ataduras,
sin responsabilidad. Así, todo el viaje fue para mi un
regreso a mi niñez. Pero era una niñez llena de
misterios e inexperiencia".
Si un viaje en un barco pudiera ser un modelo a
pequeña escala de un estilo de vida, este sería el
caso de Mario. Cuando vino a verme al otoño
siguiente, uno de ~ los rasgos principales que noté
en él fue la falta de voluntad. No tenía segura su
meta en la vida. No acababa nada de lo que
empezaba. Estaba demasiado desanimado por las
pequeñas adversidades, pospuso compromisos,
dudó al tomar iniciativas, y se permitió que lo
pasasen los compañeros y hasta los amigos. Los
modelos a que más se parecía eran Charlie Brown y
Woody Allen.

Cuando se pierde la voluntad, el espacio


psicológico que debería ocupar ésta lo asume la
angustia, la depresión, el enfado y la confusión; esto
es lo que pasaba con Mario. Una gran parte de
nuestro trabajo juntos se dedica a descubrir la
voluntad en sus distintos aspectos y ayudar a Mario
a pensar hacia qué metas quería en realidad dirigir
su vida.

La principal característica de trabajar con la


voluntad está precisamente en ser consciente de lo
que queremos hacer y cómo queremos hacerlo. A
diferencia de Mario, el hombre deprimido de
cincuenta años, el ejecutivo o la mujer que hemos
conocido antes, actuamos según la claridad del yo,
más que por impulso, deseo o costumbre. Nos
preguntamos cuál es nuestra intención principal en
estos momentos; decidimos alcanzarla; pensamos
en cómo hacerlo de la manera más efectiva posible
y buscamos y descubrimos lo que nos puede facilitar
esta tarea. Entonces, podemos lanzarnos con
firmeza a la acción consciente, saltando los
obstáculos que nos encontremos con seguridad y
resolución. Al mismo tiempo, podemos tener la
suficiente flexibilidad para cambiar nuestros planes
si fuese necesario, sin ser muy rígidos, de forma que
podamos hasta disfrutar de lo que estamos
haciendo. La clave está en la voluntad consciente.

Al verano siguiente, Mario decidió hacer de


nuevo un viaje por el mar. "Esta vez quería hacerlo
tan perfecto y tan bonito como si fuese una sonata",
dice. Y esto después se convirtió en una especie de
modelo general de lo que la vida debería ser para
mí".

Primero, la preparación con todos sus detalles:


comprobar las costuras de la vela, lubricar la
maquinaria, encargarme de hacer todo lo que
garantizase la eficiencia y la seguridad. Más tarde
llegó la decisión de donde ir y qué paradas hacer en
el camino. Mario decidió seguir las costas del sur de
Italia y dirigirse después a las islas griegas. Este
año, la elección de la gente que iba a hacer el viaje
no fue arbitraria. Mario llamó a amigos con espíritu
deportivo y buena voluntad, hombres que se
llevaran bien con los demás y que no se marearan.
Luego llegó la eliminación de las cosas inútiles a
bordo; no se necesitaba mucho en un viaje como
este y, cuanto más ligero de peso fuese el barco
más rápido navegaría. La eliminación, como
cualquier forma de elección, es un acto de voluntad.

Mario gastó muchas energías y puso muchas


ilusiones en esta aventura. No había puesto en su
vida tanta ilusión en nada.
"El placer del viaje está en la satisfacción de
ver los proyectos hechos realidad. Podría
escribir en un diario el tiempo que estamos
navegando y el que estamos parados, cuándo
usamos la vela y cuándo usamos el motor, etc.
Así puedo ir calculando que a tal y tal hora
puede aparecer tal y tal isla delante de
nosotros. Y normalmente aparece la isla.
Todo el viaje fue como una flecha que
alcanzaba el blanco en el momento y el modo
precisos. Fue un microcosmos de lo que puede
ser la vida, a pesar de los muchos elementos
que influían: convivencia con otras personas,
supervivencia, seguridad, planificación, ocio y el
logro de una meta establecida".

Assagioli habla de siete grupos de cualidades


dadas por la voluntad en acción: energía, dominio,
concentración, determinación, persistencia, valor y
organización. En su viaje Mario mostró todas estas
cualidades. Realmente, todo el viaje se convirtió en
un símbolo de su nueva forma de ver la vida. Más
tarde, Mario decidió que su verdadero proyecto era
el de expresarse y mostrar su talento en el mundo
académico. De este modo le dio prioridad a una
serie de metas que podrían ayudarle durante su
andadura, como podrían ser escribir artículos,
publicar un libro de texto, hacer un curso de
especialización en fotografía aérea, explorar nuevos
campos y, en general, afianzarse más en su
profesión. Sin negar el placer de lo inesperado,
Mario ha planificado su vida como un viaje a las islas
griegas: con armonía y muchos proyectos.
PROYECTO

Al igual que Mario, podemos utilizar una de las


principales facultades de los hombres: la posibilidad
de elegir. Al elegir y mantener nuestros propios
proyectos, podemos dirigir nuestra vida y darle
mucha más fuerza y facilidad. El ejercicio siguiente
te puede ayudar en este tema:

1.- Tómate algún tiempo y piensa en los


principales proyectos que hay ahora en tu vida.
Haz una lista de los proyectos más importantes
que te lleguen a la mente, abstractos o
concretos, difíciles o fáciles, próximos o
remotos.
Pueden variar desde el propio conocimiento
hasta pintar el garaje, desde el afianzamiento
de una amistad con una persona hasta aprender
un idioma nuevo. Todo sirve, siempre que sea
importante para ti y haya un verdadero
propósito y no un simple deseo o capricho.

2.- Ahora, elige lo que creas que es en


este momento lo más importante en tu lista.

3.- Cierra los ojos y deja que surja


espontáneamente una imagen que simbolice
este proyecto. Puede ser una imagen de
cualquier cosa, un objeto de la naturaleza, un
animal, una persona, etc.

4.- Con los ojos cerrados, imagina que


delante de ti hay un camino largo, recto y limpio
que lleva hasta lo alto de una montaña. En lo
alto de la montaña puedes ver, de lejos, la
imagen que has elegido y que simboliza tu
proyecto.

5.- A ambos lados del camino puedes ver,


oír y sentir la presencia de distintos seres que
intentarán apartarte de él e impedirte llegar a la
cima.
Pueden hacer todo lo que quieran excepto
una cosa: no pueden obstruir tu camino, que
permanece recto y libre ante ti. Estas entidades
representan varias situaciones, personas,
objetivos secundarios y estados internos de tu
vida, pueden descorazonarte y seducirte,
asustarte e hipnotizarte. Pueden darte razones
lógicas de que es inútil y hasta absurdo que
sigas adelante; intentarán intimidarte o hacer
que te sientas culpable, etc.

6.- Considérate con una voluntad decidida


y sigue por y camino. Dedica algún tiempo a
conocer la estrategia de cada entidad. Siente su
atracción. Hasta puedes tener un diálogo
imaginario con la entidad, pero sigue después y,
mientras tanto, siente tu propia voluntad.

7.- Cuando alcances la cima, mira la


imagen que representa tu proyecto. Quédate
con ella unos instantes, y disfruta. Date cuenta
de lo que significa para ti, lo que te ha
comunicado ahora.

8.- Abre los ojos y escribe algo sobre tu


proyecto y sobre las fuerzas que han intentado
hacer que te separes de él.
9.- Repite el ejercicio en días sucesivos
con otros proyectos importantes. En general, los
que permanecen tratarán de cuidarse por sí
mismos, porque los hábitos de voluntad
consciente que estás desarrollando al dedicarte
a tus principales proyectos suelen hacerte más
efectivo y, al mismo tiempo, según vas
alcanzando tus principales propósitos liberas
una gran cantidad de energía que facilita otras
tareas. De cualquier modo, siéntete libre para
repetir el ejercicio con tantos objetivos como
quieras, teniendo en cuenta que has decidido
dedicar siempre el máximo de atención y
energía a tus principales proyectos,
especialmente el primero que hayas elegido.

Capítulo 7
TIGRES RABIOSOS

Constantemente se está derrochando en todo


nuestro planeta energía agresiva de una forma
absurda. Todos los días esta energía fundamental,
más escurridiza que el mayor fantasma fugaz e
incluso, tal y como sus víctimas podrían afirmar,
más poderosa que un mar tempestuoso, es la causa
de distintos tipos de dolor.

Todos los días, con los medios más sofisticados


y respetables o, por el contrario, con los más
primitivos, se perpetran asesinatos físicos y
psicológicos. Todos los días se amenazan los
derechos del ser humano a una seguridad física y
emocional. Todos los días se insulta a las personas,
se les discrimina, se les ataca, tortura y asesina.

Es más, millones de individuos dirigen


involuntariamente su energía agresiva contra ellos
mismos, causando (según la medicina
psicosomática) trastornos tales como enfermedades
del corazón, hipertensión, obesidad, molestias
estomacales e intestinales, sexuales, respiratorias,
cutáneas y reumáticas. Y esta misma energía de
agresión es uno de los factores determinantes en las
distintas enfermedades psicológicas, como ciertas
formas de depresión, de culpabilidad, síndromes
obsesivos y paranoicos, y quizás algunos casos de
psicosis.

Son innumerables los medios, incluidos los más


vulgares, conque la energía agresiva envenena
nuestra vida psicológica diaria y nuestras relaciones
personales Tal y como se deduce de esta lista
parcial, este problema puede alcanzar una inmensa
variedad de formas:

Frialdad Sabotaje pasivo


Censura Crueldad
Autodestrucción Amargura
Sarcasmo Agresividad
Irritación Malevolencia
Resentimiento Desavenencia
injustificada
Rencilla Enfado
Placer con la violencia Ira ciega
Descontento Frustración
Antipatía Rencor
Fantasías agresivas Deseos de
venganza
Escarnio Hostilidad

Entonces, ¿la agresión es tan sólo una


enfermedad que se debe curar y eliminar? Ni mucho
menos. Hay varios factores que pueden distorsionar
y exagerar la agresividad y hasta transformarla en
violencia; el aislamiento personal y la falta de
comunicación, la falta de amor (especialmente en
los primeros anos), el exceso o la falta de recursos,
la represión, el ejemplo de un entorno negativo, una
alimentación inadecuada, etc. Una acción efectiva y
sistemática sobre estos problemas mitigará muchos
resultados negativos de la agresión. Podemos
comprender mejor cómo es la agresión en sí misma
fijándonos no en sus peores formas, sino en su
simple esencia: como dice Assagioli, "es un ciego
impulso que nos mueve a la auto-afirmación, a la
expresión de todos los elementos del propio ser, sin
discriminación ni elección, sin pensar en las
consecuencias, sin tener en cuenta a los demás"
Entonces nos damos cuenta de que disponemos de
una forma de energía natural

Todas las energías son indiferentes. La energía


del viento, del sol, del átomo, de un río, puede
causar catástrofes o evitarías. Pueden matar o
mantener. Es una triste realidad que estamos más
capacitados para utilizar la energía física que para
dominar y canalizar nuestra propia agresividad. Las
dos cosas van paralelas y podemos tener con una
tanto éxito como hemos tenido con la otra.
OBSERVANDO LA AGRESIVIDAD

Las preguntas siguientes te permitirán darte


cuenta de las formas en que sientes agresividad:

1. ¿Qué forma toma, para ti, la energía


agresiva?
Piensa durante unos minutos en las formas
en que manejas tu energía agresiva, cuáles son
tus medios favoritos y habituales.

2. ¿Manifiestas o reprimes tu energía


agresiva?

3. ¿Cuál es tu posición ante la energía


agresiva, le tienes miedo, la desprecias, te
satisface, te aprovechas de ella? ¿O, tal vez, no
has tenido ninguna experiencia?

4. ¿Hay esquemas concretos para tu


energía agresiva? ¿Y situaciones o personas
concretas que la produzcan?

Podemos verlo como un proceso natural, se


produce una oleada de energía agresiva en el
individuo, se hace fuerte y lo impulsa a manifestarla.
Entonces, contamos con dos posibilidades, por lo
menos: Primero, que la persona tema o no quiera
romper sus propios hábitos de cortesía y reprima su
ola agresiva, produciendo todo tipo de problemas
psicofísicos, desde trastornos psicosomáticos hasta
los meramente psicológicos. O, y esto sucede
especialmente con personas extrovertidas, la ola
encuentra una salida, bien sea en palabras o actos,
que unas veces es constructiva y otras no.

No se puede establecer una norma general en


la forma de expresar la agresión. Por un lado, hay
individuos que, acobardados y pisoteados por los
demás generalmente, están perdidos en la jungla de
la vida diaria. Para éstos, mantenerse en su puesto
es una victoria y se satisfacen con hablar a las
claras y con valor y, a veces, con explotar.

Otros piensan que contar sus problemas a las


personas que los quieren y los comprenden puede
servir para reforzar esa relación mutua. Después del
primer impacto, cambia la situación y se puede ver
todo más claro. Como dijo muy bien Blake,

Estaba enfadado con mi amigo:


conté mi rabia y se me quitó.
Estaba enfadado con mi enemigo:
no conté mi rabia y ésta creció.

Pero sería un gran error generalizar estas


experiencias y creer que contar nuestra rabia es
siempre favorable. Las palabras dichas en un
momento de exasperación pueden enturbiar para
siempre una relación. Hay muchas formas de ira que
pueden perjudicar y hasta destruir buenas
cualidades de otra persona. sofocar su evolución,
causar malentendidos, producir deseos de
venganza, etc.

Afortunadamente, podemos descargar también


nuestra agresividad de forma inofensiva. Hay
métodos sencillos, aunque excelentes, de los que ya
han hablado varios autores. Dar puñetazos a un
cojín o golpearlo con una raqueta de tenis, destrozar
un periódico, escribir una carta llena de veneno a
una persona a quien tenemos rabia (pero sin echarla
al correo). Estos métodos son iguales de eficaces
con los enfados normales que con los resentimientos
acumulados y pueden formar parte de nuestros
hábitos como un tratamiento. Nos permiten eliminar
nuestros desechos emocionales que, caso
contrario, impedirían la fluidez de nuestro comporta-
miento. Por desgracia, la gente que más necesita
estos métodos tiene miedo a adoptarlos y dicen que
son ridículos, inútiles y que indignan.

Tenemos otra posibilidad muy importante:


Podemos transformar la energía agresiva,
cambiando su fin y su forma de expresión sin alterar
su intensidad. Volvamos a nuestra ola: aparece y se
desplaza hacia delante; pero esta vez se le da una
forma y un destino distintos a los que tenía en
principio. No se reprime en nada su fuerza, pero su
nueva manifestación es positiva ahora y favorable al
curso de nuestras vidas.

Reproduzco aquí un par de opiniones:

"Cuando noto que estoy enfadándome,


inmediatamente transformo esta energía para
poner en orden mi apartamento. Siempre lo
tengo muy bien arreglado".

"Cuando sacaba calificaciones bajas en los


exámenes me enfadaba muchísimo y
aprovechaba esta ira para preparar el examen
siguiente. Alimentaba mi deseo de estudiar con
mi propia rabia con lo que lograba con
centrarme mucho más".

Si consideramos lo que hay en el fondo de estos


ejemplos, encontramos algunos puntos básicos.
Primero, podemos transformar con más facilidad
todo aquello con lo que no nos identificamos. Para
esto, tenemos que ver nuestro enfado, nuestros
impulsos agresivos, con una objetividad y una falta
de prejuicios, como comprobaremos, propias de un
verdadero amor. Estos impulsos son elementos de
nuestro ser y, por tanto, válidos en sí. No tiene que
haber una idea básica; cualquier condena de
nuestras energías agresivas es una torpeza psico-
lógica que hace imposible la transformación. En
segundo lugar, hay algo bello y profundamente vital
en la energía agresiva. Por desgracia, hay mucha
gente que la ve con miedo. Asocian
automáticamente la agresión con la violencia y
suponen, equivocados, que concentrándose en el
desarrollo de facultades superiores harán que se
disuelva. Lo único que suelen lograr es reprimirla.

Aunque la energía agresiva puede resultar


destructiva en sus niveles más primitivos, en sus
formas más evolucionadas se convierte en una
fuerza creativa. Muchos líderes espirituales han
dicho que no se debe despreciar ni deprecar contra
la agresividad y señalan el posible peligro que se
corre con la resignación y sintiéndose desamparado.

Ramakrishna, por ejemplo, solía contar la


historia de una serpiente venenosa de increíble
fiereza. Un día, esta serpiente se encontró con un
sabio y, vencida por su amabilidad, perdió su
ferocidad. El sabio le dijo que dejase de atacar a la
gente y la serpiente decidió vivir una vida tranquila,
sin molestar a nadie. Pero, tan pronto como la gente
del pueblo se dio cuenta de que la serpiente ya no
era peligrosa, empezaron a tirarle piedras, a cogerla
de la cola y a martirizaría de mil formas La serpiente
lo pasaba muy mal.

Afortunadamente, volvió a pasar por allí el


sabio y, al ver cómo maltrataban a la serpiente y oír
sus quejas, le dijo sencillamente: "Amiga, te dije que
no atacases a la gente; no te dije que no silbases ni
los asustases nunca". Ramakrishna concluye: "No
hay nada malo en "silbar" a los desalmados y a tus
enemigos, demostrando que puedes defenderte y
que sabes resistir el mal de lo único que has de
tener cuidado es de no inyectar tu veneno en el
cuerpo de tu enemigo. No te defiendas del mal
produciéndole el mal a tu enemigo."

Veamos ahora con más detalle un ejemplo de


cómo llegó una persona a cambiar su energía
agresiva de inamistosa en amistosa. Julia es una
máquina de inmensa energía. No sube las escaleras
andando, sino a saltos, no entra en mi despacho,
sino que lo invade, no habla, sino que te lanza las
palabras. Pero toda esta energía no la utiliza de
forma favorable. En vez de manifestarla de una
forma inocua, trata de contenerla, con lo que se
vuelve contra ella misma. Hablando de otros
tiempos, dice: "Solía evitar cualquier acción
agresiva, porque pensaba que, tan pronto como
hiciese lo mínimo, podría producirse una explosión
capaz de desintegrar el mundo."
A esto añade: "Mi agresividad se volvía siempre
contra mí. Suena como un epitafio. ¿No es así?" No
hay palabras que puedan describir mejor su
situación En su vida ha recibido muchas agresiones
y las ha conservado Su padre solía pegarle con
frecuencia y su madre le imponía un control rígido y
obsesivo. "He asumido esta agresividad", dice Julia,
"y he hecho de ella una forma de vida. La he hecho
mía y la he guardado dentro de mí. ¿Qué otra cosa
podría hacer para no matar a mis padres?"

En Julia, los escapes de agresividad reprimidos


producen una actitud destructiva, que la llevó a un
intento de suicidio cuando era adolescente y le
producía depresiones, problemas de insomnio,
"imposibilidad de entregarse a la alegría de vivir", y
pensamientos obsesivos. Es como si la energía
retenida quemase sus pensamientos, los retuviese
en unos esquemas repetitivos y unas ideas que, en
vez de encontrar una salida, daban vueltas en inter-
minables e infernales ciclos de tortura. Otra caracte-
rística que destacaba en Julia era lo que ella llamaba
amarga satisfacción", una actitud que revelaba en
ella desagrado y convertía en angustia lo que, por
lógica, debía ser alegría. A esto lo llama ella misma
su "sadomasoquismo". Tratando de sofocarlo, se
atiborra de comida.

Julia era una universitaria de veintiún años


cuando empezó a trabajar conmigo. Su marido tenía
dieciséis años más y había problemas en el
matrimonio. Ella, sin embargo, logró superar sus
muchas dificultades y demostró ser inteligente y
tener un interés apasionado en todo.
Es mas, tenía una gran sensibilidad para la
belleza, una verdadera necesidad de relacionarse
con la gente y la extraordinaria, aunque
desordenada, vitalidad, de la que hemos hablado
antes.

Durante mucho tiempo, el punto clave para


Julia había sido saber cómo transformar su energía
agresiva en una actividad que le gustase y
considerase importante, en vez de dejar que se
volviese contra ella. Hasta cierto punto, tuvo el
acierto de aprender a utilizar su agresividad como
combustible para sus actividades. "Decidí ponerme
a estudiar", dice, "porque para mí es un medio
natural de expresión". Tan pronto como logró cierta
facilidad, pudo transformar el estudio, que antes le
había resultado penoso y vacío, en una actividad
llena de vitalidad e interés.

Ahora Julia asimila y aprovecha todo lo que lee,


y pone una atención apasionada. Después de
estudiar se encuentra tranquila y satisfecha.
Siguiendo un proceso evolutivo, ha ido ampliando el
alcance del dominio de su energía: ha empezado a
participar en un teatro de mimo, formado en la
escuela como actividad extraescolar, y ha escrito su
tesis. Mientras tanto, he de añadir, de vez en
cuando golpea su cama con una raqueta de tenis
para descargar la energía agresiva que le sobra.

Julia no ha logrado estos resultados por


imposición, sino que lo ha ido haciendo
voluntariamente poco a poco, introduciéndolo en su
vida casi como un subterfugio. Se limitó a seguir el
ejercicio que explicaremos al final de este capitulo y
a dejar que se infiltrase en su forma de ser, con lo
que, de vez en cuando, aparecía en su vida diaria
alguna cualidad nueva. Ella se propuso, senci-
llamente: "Cuanto más ejercicios haga, mejor". Sin
embargo, cada vez que intentaba imponerse un
hábito nuevo de una forma rígida y mecánica, se
rebelaba su organismo psicofísico. Esta reacción es
comprensible en su caso, dotada, como estaba, de
un sistema de alarma muy sensible contra toda
imposición, como reminiscencias de lo que había
sufrido bajo el dominio de sus autoritarios padres.
Pero esa sensibilidad contra la adopción de nuevas
actitudes es también muy importante en otras
personas distintas de Julia. Debemos tenerlo en
cuenta como una regla universal si no queremos
tener reacciones contraproducentes.

Julia piensa ahora que su energía agresiva es


"el mayor problema" y, al mismo tiempo, "la fuerza
impulsora" de su vida. A veces reaparecen los viejos
esquemas (se han aprendido durante años y no se
pueden eliminar de la noche a la mañana); pero
tiene una nueva habilidad que, poco a poco, va
formando parte de su vida.
"Cuando no he llegado a matarme con mi
propia energía", dice, "me doy cuenta de las
maravillas que puedo hacer".

Este es el ejercicio que siguió Julia con tan


excelentes resultados. Hay que realizarlo sólo
cuando se tenga realmente algún tipo de
sentimientos agresivos o se esté a punto de
tenerlos. Si no sucede así en este momento, léalo y
vuelva a él después.
TRAN SFORMACION DE LA ENERGIA
AGRESIVA

1. Fíjate en un proyecto o en una actividad


que quieras agilizar.

2. Ahora, deja a un lado esta idea, de


momento, y ponte en contacto con tus
sentimientos de agresividad Date cuenta de su
fuerza, su vibración, la influencia que tienen en
tu cuerpo y, tal vez, los problemas que te
producen. Dales, por decirlo así, carrete.
Obsérvalos sin juzgarlos ni etiquetarlos de
ninguna forma.

3. Ahora, piensa que esos sentimientos son


energía que está a tu disposición, una energía
valiosa, con la que puedes hacer algo. Puede
perjudicar; pero también puede ser una fuerza
impulsora para el proyecto o actividad que has
elegido.

4. Ahora, imagínate envuelto en tu proyecto


o actividad. Trae a la mente, sirviéndote de tu
imaginación, todos los detalles que puedas.
Imagínate los pasos que hay que dar; pero, en
esta ocasión, encendidos y reforzados con la
vitalidad que has decidido infundir en ellos.

La transformación de la energía agresiva no es


ningún artificio. Lo que pretendemos es dominar las
leyes de este proceso, en vez de dejar que se
muevan por casualidad. Conviene, por tanto, que
nos fijemos en cómo se han servido de la agresión
las mentes creativas de todos los tiempos. La
agresión, en muchas formas, ha sido en ocasiones la
clave de su actividad. El poeta latino Quintiliano
escribió "Facit indignatio versus", "Mi indignación
escribe versos". En una cultura y una actividad
distintas, decía de Einstein su amigo Infield que solía
tener una "increíble tenacidad" para seguir sus
problemas matemáticos, que diez años después
aparecieron como teoría de la relatividad, sin
necesidad de que lo animasen ni de ninguna ayuda
de fuera.

En otros tiempos, la indignación producida por


unas circunstancias concretas se han convertido en
actos para cambiar esas mismas circunstancias.
Como dijo Emerson, "La buena indignación hace que
salga toda nuestra fuerza". Y, cuando le preguntaron
a Florence Nightingale cuál había sido el móvil del
ingente trabajo que realizó en los hospitales,
respondió: "La rabia".

Para terminar, pongamos el ejemplo de dos


grandes artistas que alcanzaron un grado
excepcional transmitiendo con su trabajo sus
problemas y su fuerza interior: Miguel Angel y
Beethoven.

Al oír la música de Beethoven, nos impresiona


la forma en que se distingue su potencia dinámica
de la elegancia de los demás compositores de su
época y, cuando vemos las numerosas estatuas y
pinturas de Miguel Angel, nos asombra lo que sus
contemporáneos llamaban "terribilité", esa
sensación de intensidad y sublime grandeza.
Naturalmente, los escasos documentos de que
disponemos no nos permiten reconstruir
detalladamente su complejo proceso íntimo de
creación.

Algunas palabras recogidas acá y allá nos


hacen pensar que el agente impulsor que había tras
la mayor parte del trabajo de estos genios era
energía agresiva en el más amplio sentido de la
palabra: todo un espectro de matices psicológicos
que van desde la ira a la fuerza y a la necesidad
creativa. Un visitante francés, por ejemplo, decía
entonces.

"Miguel Angel era capaz de sacar más lascas de


un mármol durísimo en un cuarto de hora que tres
picapedreros jóvenes en tres o cuatro, cosa que
había que ver para creer, y se puso a trabajar con
tal furia e ímpetu que creí que lo iba a hacer añicos
y sacaba de un golpe lascas de tres o cuatro dedos
de ancho, tan cerca de las marcas que, de pasarse
un poco, correría el riesgo de echar a perder todo el
trabajo."

No es de extrañar que su biógrafo, Vasari, nos


diga que el mismo Miguel Angel solía decir que "el
uso del martillo lo mantenía sano.

Beethoven también, a pesar de su vida irregular


y de las dificultades y desesperación que le producía
su sordera, encontró una forma de nutrir su arte con
su energía agresiva. Por ejemplo, un visitante inglés
contemporáneo suyo dice lo que ocurría cuando
Beethoven tocaba el piano: "Parece sentir lo audaz,
lo imperativo, lo impetuoso, mucho más que lo
relajado y delicado. Los músculos de la cara de
Beethoven se hinchan, se dilatan sus venas; su
mirada salvaje gira dubitativa; su boca tiembla y
Beethoven parece un brujo, potenciado por los
demonios que él mismo ha invocado".
Pero tal vez nos den la mayor evidencia las
palabras del propio Beethoven, como dijo a un
amigo al que explicaba cómo se producía en él el
proceso creador: "Me preguntarás de dónde saco
mis ideas. No puedo decirlo con seguridad. Me
llegan sin esperarlas, de forma directa e indirecta.
Podría cogerlas con las manos en medio de la
naturaleza, en los bosques, paseando, en el silencio
de la noche, al amanecer, inspiradas por genios que
se convierten en palabras para el poeta y en sonidos
para mí, que suenan, se agitan, rugen, hasta que se
paran delante de mí hechas notas.

Para terminar, diremos que en este planeta


cada veinte segundos hay una persona que mata a
otra. De cada seis dólares se gasta uno con fines
militares. Cuesta 14.800 dólares mantener un
soldado durante un año, mientras que educar a un
niño cuesta 230. En Estados Unidos se vende una
pistola cada 13 segundos. La trágica y absurda
forma en que la humanidad utiliza su agresividad
produce una destrucción masiva. Sabemos que la
solución de este enorme problema es difícil y muy
compleja; pero estas impresionantes estadísticas
nos hacen pensar en la importancia de la
transformación personal como uno de los muchos
medios que se necesitan para hacer frente a esta
situación crítica. Alguna vez podremos lograr
cambiar nuestra energía agresiva de una dirección
destructiva a una constructiva.
Capítulo 8

EL HECHO PRIMORDIAL

Durante mi preparación con Assagioli,


solíamos pasear por su pequeño jardín, discutiendo
diversos tópicos, desde la dieta alimenticia a la idea
budista del no-ego, desde Dante al significado del
perfume, desde los peligros de la "contaminación
psíquica" hasta la cibernética, de los mandalas a la
estructura del universo. Como Assagioli tenía
problemas auditivos en los últimos años de su vida,
le escribía siempre mis preguntas; pero algunas
veces, para mantener la conversación, tenía que
volver a preguntar o exponer algunas objeciones
cuando él hablaba. Mi juvenil diligencia al preguntar
al viejo y sabio maestro, el humor ridículo de los
gritos y las dificultades, en ocasiones, para entender
en la quietud del jardín separado del tráfico ruidoso
de Florencia tan solo por un muro y, por fin, el
inspirado sentido común de las repuestas
reflexionadas pero rápidas de Assagioli se
combinaban para dar un toque mágico a aquellos
momentos. Los recuerdo con la gratitud que uno
guarda para los mejores regalos de la vida. Pero me
viene a la memoria uno de esos extraños momentos
que más llamó mi atención. Había escrito una
pregunta en la que entre otras cosas, me refería
casualmente a "seguir nuestros sentimientos",
dando por sentado que esa era la actitud ante la
vida que deberíamos asumir todos. Cuando Assagioli
llegó a ese punto en sus comentarios me miró y con
mucha educación, pero con firmeza, me dijo:
"Pero tú no debes seguir tus sentimientos". Lo
dijo como si fuera completamente obvio. Tus
sentimientos deben seguirte".

Me vine abajo con esta observación. Después


de todo pensé, ¿No se daba por supuesto que
debemos atender más a nuestros sentimientos,
machacados tan brutalmente por nuestra sociedad
competitiva, incrementando el malestar psicológico
que nos rodea?. Seguro que deberíamos darnos de
lleno a las demandas naturales de nuestra vida
emocional. Ese es mi credo. ¡Y allí estaba aquel
anciano diciéndome que mis sentimientos tenían
que seguirme! !Cómo sonaba aquello de autoritario
y de raro! Esta afirmación, al mismo tiempo,
despertó mi curiosidad, quizá por lo desarmado que
me había dejado. Pronto me di cuenta de la
importancia del problema. ¿Debemos dejar que
nuestros sentimientos sean los primeros factores al
decidir lo que hay que hacer en las distintas si-
tuaciones de nuestra vida? Y si no, ¿qué parte de
nosotros debe determinar nuestro modo de actuar?

Si miramos más de cerca la situación, vemos


claramente que los sentimientos son ingredientes
necesarios en la vida de cada uno: son una fuente
inagotable de placer, facilitan la comunicación, dan
vigor y color a todo lo que hacemos, vitalizan las
ideas y reflejan las intuiciones.

Y ahora, al seguir a nuestros sentimientos, nos


pueden invadir las emociones de otros individuos;
distorsionar nuestra percepción del mundo;
causarnos perjuicios, confusión e histeria; vernos
torturados por ser demasiado sensibles; y estimular
la regresión a nuestro pasado ancestral. La clave
esta en que no podemos confiar indiscri-
minadamente en nuestros sentimientos como si
fueran oráculos: si lo hiciésemos nos
equivocaríamos de camino. Por otra parte, no los
podemos menospreciar porque reprimiríamos una
dimensión preciosa de nuestro ser

La clave para mantener nuestros sentimientos


en la perspectiva más adecuada, y eso es lo que
Assagioli quiere decir con su observación, está en
evaluar la situación con atención y con un punto de
vista centrado. Desde el ego podemos ver un
sentimiento particular en su dimensión real.
¡Podemos saber todo lo cierto que es y decidir qué
hacer con él! Desde el interior de nuestro ser pode-
mos elegir qué sentimientos de nuestra psiquis
merecen la luz mágica de nuestra atención y cuáles
conviene dejar en la oscuridad. Es algo que depende
de nosotros y cada uno tiene la capacidad de
dirigirlo como quiera.

Pero, ¿Cómo podemos enfrentarnos a esos


sentimientos que nos angustian? Cuando la
depresión, el resentimiento, la envidia, el miedo, la
ansiedad y otros sentimientos de ese tipo aparecen,
se nos brindan por lo menos tres posibilidades:
podemos ofrecerles toda nuestra atención,
escucharlos, entenderlos y expresarlos. O podemos
decidir no hacerles ningún caso, a menudo una
medida necesaria y útil.

La atención alimenta. Muchos individuos se han


dado cuenta de que, cuando quieren olvidar un
sentimiento obsesivo, pueden fijar su atención en
otra cosa. Apartan su foco de ello y se enfrascan en
alguna actividad, como si el sentimiento no
existiera. Aunque se queje en la oscuridad en que
esta confinado, podemos ignorarlo y actuar
independientemente de él, sin someternos a su
dictadura caprichosa. Con un poco de tiempo, suele
ir bajando su intensidad. Al apartar la atención
estamos en condiciones de hacer asombrosos
ahorros de energía psíquica.
La historia que sigue sobre un hombre llamado
Enrico nos da un buen ejemplo de una persona que
intenta desembarazarse del control de los
sentimientos negativos y aprende a dirigir el poder
vitalizador de la atención. Enrico vino a verme por
primera vez cuando estaba bajo los efectos de una
profunda depresión que le llevaba a veces "muy
lejos de la realidad". Ahora, dos años después,
recuerda:

"La depresión alteraba radicalmente mi


visión de la vida y del mundo exterior (de esto
sólo me di cuenta más tarde cuando empecé a
liberarme). Una bombilla de mi cuarto, por decir
algo, tomaba una apariencia increíblemente
lúgubre. Algunos objetos completamente
normales, como puede ser un magnetófono,
adquirían un aspecto terrorífico. Parecía que
todo el mundo exterior iba a caer sobre mí. Un
día lluvioso, por ejemplo, me resultaba
completamente opresivo".

Enrico tenía diecinueve años cuando lo vi por


primera vez. A pesar de su estatura normal, se creía
pequeño. Tenía muy poca barba y esto le
preocupaba bastante y aumentaba sus sentimientos
de inferioridad. Ya había ido a un psicólogo y a un
médico. El psicólogo, después de verlo una docena
de veces, llegó a la conclusión de que su problema
era físico. El médico le dijo que no encontraba nada
extraño en él. Enrico no tenía fe en la terapia y creía
que sólo podría salvarlo algo repentino y milagroso.
Cuando empezó a trabajar conmigo podía captar con
claridad lo que sucedía dentro de él. Estaba
tristemente al día de los resultados finales,
depresión, miedo y apatía. Le resultaba muy difícil
concebir la posibilidad de trabajar psicológicamente
en esas condiciones.

El trabajo con Enrico fue largo y no entraré en


los detalles de la exploración de las causas de sus
problemas: su relación con su padre, severo y
emocionalmente distante, su dependencia infantil
de su madre, los celos de su hermana pequeña y
cosas así. Basta con decir que cuando Enrico
empezó a darse cuenta de que sus problemas tenían
un origen psicológico, se hizo más abierto y
aumentó su deseo de crecer. Ahora tengo ante mi
un colaborador en vez de un sufrido antagonista.
Pero, dejando a un lado este cambio, los problemas
de Enrico persistieron, hay que recordar que el
conocimiento de las causas de un problema
psicológico no nos libera de él por fuerza.

A partir de esto introduje a Enrico en lo que, de


forma gradual, parecía ser la clave de su
psicosíntesis: el arte de dirigir la atención. Le pedí
que apartase su atención de su depresión y su
miedo actuando como si no existieran. Al principio
fue duro: "Era difícil conseguir la determinación
mínima para actuar como si esas fuerzas opresivas
no existiesen, ya que mis reacciones habituales me
hacían responder a ellas. Eran como un remolino
que me tragaba".

Un remolino es un símbolo muy apropiado para


la identificación psicológica. Como vimos en
capítulos anteriores, la identificación es un proceso
circular en el que equivocadamente perdemos
nuestra identidad en algunos contenidos
particulares de la consciencia. Por ejemplo: si tengo
una depresión, tiendo a ser esa depresión, creyendo
así que esa depresión es lo que yo soy y lo que la
vida es en general. La depresión (o cualquier otra
identificación, incluyendo las más placenteras) se
convierte en un remolino, una fuerza que me
absorbe y me arrastra hacia ella. Esta maraña
emocional tiende a teñir la forma de percepción de
uno. Como dice Enrico, "tuvo que pasar algún
tiempo para que me diese cuenta de que estaba
demasiado inmerso en mis sentimientos para poder
percibir las cosas objetivamente".
Al cabo de un tiempo, las cosas empezaron a
cambiar para Enrico. Cuando se le acercaba una ola
de ansiedad o depresión, la ignoraba y se dedicaba
a alguna actividad: desde hacer gimnasia a llamar a
un amigo, desde poner en orden su escritorio a salir
con chicas. Poco a poco, vio que las fuerzas
opresivas eran tan reales y poderosas como él se lo
permitiera. Ahora ha progresado adquiriendo cierto
control sobre ellas:

"Tan pronto como siento en mí angustia o


depresión, si pienso "Bah, de acuerdo, está ahí,
pero voy a pasar completamente de ella. Ahora
estoy haciendo otra cosa", puedo seguir
haciendo lo que me tenía ocupado, ya esté allí
la ansiedad o no. Me imagino que veo esos
pensamientos negativos como un río que fluye
ante mí y lleva esas emociones en su superficie
y que puedo ver el río desde un sitio seguro, sin
que me afecte en nada. Esto me da una
maravillosa sensación de fuerza, de paz y de
bienestar".

Desde este punto estable Enrico adopta una


actitud de indiferencia ante sus ansiedades y sus
miedos. Deja que se suman en la insignificancia.
Añade:

"Todo esto hace que se adquiera una amplia


base. Me ha ayudado hasta el punto de
desarrollar una nueva personalidad, una
personalidad en la que no hay más depresiones
ni miedos. Más aún, vivo en una dimensión
completamente diferente; puedo ver las cosas a
su propia luz. Me doy cuenta de que un día de
lluvia no es un suceso opresivo y terrible, que
solo es un día de lluvia".

La habilidad para dar o quitar importancia no


sólo se puede utilizar con los sentimientos, sino
también con todos los elementos de nuestro ser. La
importancia fundamental de esta técnica la
describió Keyserling con su vigor filosófico
acostumbrado;

"Podemos acentuar en nosotros


absolutamente todo lo que existe. Cuando
acentuamos algo hacemos que sea un elemento
dominante y, a largo plazo, transforma a todos
los demás elementos de acuerdo con su propio
carácter...
.....no existe ningún estado que, por
conversión, ruptura o remodelación de la
personalidad, no pueda cambiarse de golpe a
otro estado completamente distinto. Sólo
depende de la posición del acento de
importancia y del crecimiento o disminución que
se le pretenda dar".

El acto de cambiar el grado de importancia con


naturalidad y espontaneidad tiene lugar en todas
nuestras vidas, no sólo con elementos internos, sino
también con estímulos externos. Pongamos por caso
que estás cenando cómodamente con tu familia y
suena el teléfono. Respondes; sientes que has
estado en casa un rato largo y decides que prefieres
dar un paseo; pierdes interés por la revista que
estás leyendo y la cambias por otra. Esos cambios
de atención o sustituciones, como los llamamos en
psicosíntesis, ocurren en todo momento de una
forma mecánica y semiconsciente.

Como hemos visto en el caso de Enrico, las


Sustituciones pueden ser también conscientes e
intencionadas. Podemos aprender a redirigir la
atención rápida y claramente y, gracias a este
proceso, redirigir nuestro interés e incluso todos los
asuntos de nuestra vida. Podemos aprender a dar
importancia a cualquier cosa que queramos en
nuestro universo interior (una subpersonalidad, una
idea, un sentimiento, una aspiración) y en el exterior
(una actividad, un proyecto, una relación, etc.). El
ejercicio que sigue te dará cierta práctica en este
proceso.
DIRIGIR LA Atención

1. Visualiza un triángulo amarillo. Deja que


tome forma en el fondo de una pantalla blanca.
(Quizá no seas capaz de mantener la forma fija
con el ojo de la mente y puede que los colores
cambien o desaparezcan; no te preocupes en
este momento por la calidad de la
visualización).

2. Imagina que hay otro triángulo rojo al


lado del primero. Mantén ambos en tu campo de
visión.

3. Cambia tu atención de un triángulo a otro.


Primero céntrate en el amarillo. Sólo ves ese en
este momento. Después cambia al rojo y
céntrate en él.

4. Cambia la atención de uno a otro unas


cuantas veces y date cuenta así de tu capacidad
de hacer sustituciones intencionadamente.

5. Cuando te hayas familiarizado con esta


capacidad, en lugar de dos triángulos imagina
dos situaciones diferentes, una placentera y
otra desagradable. Primero la desagradable
detalladamente. Experiméntala con todos tus
sentidos; siéntete allí. Luego pasa tu atención a
la situación agradable y experiméntala también
hasta el límite y con todo detalle. Después
cambia la atención varias veces rápidamente de
una a otra.
Este experimento de cambio puedes hacerlo
tanto en el mundo exterior como en el interior,
en el pasado o en el futuro, en la consciencia
alta o la baja, etc. Puedes cambiar de cualquier
lado del universo a otro. Ten siempre en cuenta
que eres el centro, el que busca dirigiendo la luz
de la atención donde quieras.

La posibilidad de dirigir la atención puede, entre


otras cosas, librarnos de hábitos comunes e
importantes: la pretensión de hacer varias cosas al
mismo tiempo, la angustia de no conseguir nunca
todo lo que queremos, la impaciencia de acabar una
cosa para empezar con otra. En su lugar, podemos
aprender a hacer una cosa, y sólo una,
concentrándonos al máximo en ella.

Una señora que conozco, sabiendo la sosegada


fuerza y la tranquilidad que produce esta capacidad,
la llamó "regencia". Nunca he visto una persona tan
ocupada y, al mismo tiempo, tan centrada. Una vez
le pregunté cuál era su secreto.

"Llamo "regencia" a la capacidad de


manejar mi vida sin apretar los dientes, sin
sudar. Es una atención muy diferente a la de
una persona que está ansiosa por acabar lo que
está haciendo. Se trata de una atención
independiente de todo, que alimenta su objeto,
pero que, al mismo tiempo, se aparta fácilmente
de él cuando la vida lo precisa.
Por ejemplo, hay veces que tengo que
levantarme por la noche a darle algo de comer a
mi hijo. En un momento de no regencia estaría
muy dormida y no sentiría que le estoy dando
de comer. En cambio, en uno de regencia puedo
dejar el sueño con facilidad y dedicarme a la
vida tal como se presente. Es una experiencia
bonita y excitante: en ese momento la vida es
ese niño, en ese momento me dedico a ese
niño. Me aplico a la vida de cualquier forma que
se presente".

La atención es un medio de transporte de


energía y saber dirigirla es sin duda, como dice
Keyserling, el "hecho primordial", tan importante
para desenvolvemos en la vida como aprender a
andar o a hablar.

La energía psíquica que produce la atención es


indiferente en sí. El uso que hagamos de ella
depende de nosotros. La energía eléctrica que llevan
las instalaciones que hay en las paredes de nuestras
casas puede nutrir a un televisor, un magnetófono,
una bomba de relojería, una batidora o una lámpara.
La energía es pura y no tiene cualificación. Es la
aplicación que le demos lo que la cualifica y la
convierte en imágenes o música, una explosión, una
bebida o luz.

Capítulo9

UNA MENTE FRESCA E INCISWA

En su novela La Réponse du Seigneur, Alphonse


Chateaubrillant compara la mente humana con una
de esas mariposas que toman el color de la hoja en
la que se posan: "Nos convertimos en lo que
contemplamos", dice. Si nuestra mente sólo se
ocupa de las habladurías, las preocupaciones de
cada día, la cuenta del teléfono, los resentimientos y
cosas similares, tomará ese matiz. Si se preocupa
del placer, lo infinito o lo universal, tomará esos
tintes.

Hace muchos años, Marco Aurelio hizo una


observación muy parecida cuando dijo, "Tu mente
será como sus razonamientos normales, porque el
espíritu se tiñe del color de sus pensamientos

Hay una máxima que viene muy bien para esto:


nuestros pensamientos definen nuestro universo.
Ciertamente, las ideas hacen algo más que teñir
nuestras mentes. Lejos de ser etéreos y estar lejos
de la vida, como a veces creemos, los pensamientos
actúan en nosotros de manera profunda; podemos
decir literalmente que los pensamientos son seres
vivos. El psicólogo francés Fouillé señaló que las
ideas puras no existen: cada una tiene un aspecto
energético.

En consecuencia, cada idea tiende a


actualizarse y, si no fuera por la existencia y la
presión de otras muchas, diferentes e incluso
opuestas que también tratan de actualizarse, lo
haría completamente. Fouillée llamó a estas
entidades "fuerzas de idea".

La práctica demuestra que podemos crear,


vitalizar y fortalecer una fuerza de idea pensando en
ella. Cuanto más observamos sus posibilidades,
dimensiones y aplicaciones, con más claridad se
define. Los sentimientos se ven atraídos por ellas y
se nos infiltra la nueva fuerza de idea, formando
parte de nuestra actitud ante la vida y de nuestros
hábitos de acción.

Por ello, pensando en la fuerza, el amor y el


placer podemos crear fuerza, amor o placer en
nosotros mismos. La técnica de adquirir
deliberadamente una cualidad psíquica y después
pensar en ella se llama meditación reflexiva.

La meditación reflexiva no es más que la


investigación sistemática de alguna idea.
Supongamos que hemos decidido reflexionar sobre
la alegría. Podemos pensar en la gente alegre que
hemos conocido en nuestra vida y las veces que nos
hemos sentido alegres; la relación que guarda el
placer con otros estados similares, como la jo-
vialidad o el humor; sus orígenes e impedimentos;
etc.

En algún punto nuestra mente intentará salirse


del tema y pensar en cualquier otra cosa. Entonces
la llevaremos de nuevo al sujeto de nuestra
reflexión. Con firmeza, pero suavemente,
pondremos toda nuestra fuerza de enfoque, toda la
intensidad de nuestra comprensión en este empeño.

MEDITACION REFLEXIVA

El ejercicio que sigue sirve para introducirte en


esta práctica:

1. Elige una de las cualidades que figuran en la


lista siguiente (u otra que tengas en mente):
Alegría Vitalidad Sabiduría
Gratitud Sencillez Jovialidad
Amor Franqueza Lealtad
Deseo Fuerza Paz
Coraje Creatividad Comprensión
Calma Poder Admiración
Generosidad Integridad Libertad
Humor Claridad Riesgo
Compasión Energía Sinceridad
Cooperación Travesura Constancia

2. Reflexiona durante diez o quince minutos


sobre la cualidad que hayas escogido.

3. Puede que también quieras escoger unas


frases significativas como imagen de tu meditación
reflexiva, como por ejemplo la siguiente:

"El anhelo de ser fruta pierde a la flor".


Rabindranath Tagore

"El agradecimiento es el mismo cielo". William


Blake

"No nos preocupan las cosas, sino las opiniones


que tenemos de ellas". -Epicteto

"En la autolimitación es donde el maestro se


enseña a sí mismo". Wolfgang Goethe

"Un buen corredor no deja rastro". Lao-Tse

"El amor es la persecución del todo". Platón

"El mayor descubrimiento de cualquier genera-


ción es que el ser humano puede alterar su vida
alterando las actitudes de la mente'. Albert
Schweitzer

"Si uno avanza confiado en la dirección de sus


sueños y hace lo posible por vivir la vida que ha
imaginado, encontrará en cualquier momento un
éxito inesperado". -Henry David Thoureau

"Ser un todo y vivir en la totalidad es el


supremo principio del que dependen todas las
principales reglas éticas y espirituales". Jan Smuts

"Nunca se ama bastante". Aldous Huxley

En algún momento de la meditación llegaremos


a un nivel en que creemos que hemos agotado el
tema, que hemos cubierto ya todos sus aspectos,
que nos aburrimos y queremos hacer otra cosa. O
pensamos que el tema carece de la importancia que
creíamos y nos preguntamos si debemos elegir otra
cosa en que meditar. Este es el momento preciso de
no dejarlo, sino de seguir meditando. Este
sentimiento de ir por un callejón sin salida ciego
suele aparecer en el momento de concluir la refle-
xión. Si superamos esta etapa, nuestra mente
pasará a un nivel en el que la calidad del
pensamiento es más lúcida y significativa.

Quizá pensemos que el proceso ha concluido


cuando acabamos esos diez o quince minutos. Pero
sólo es el principio. Nuestros pensamientos se unen
al inconsciente, que los trabaja, elabora, conecta y
desarrolla.
Gordon Allport cita en Pattern and Growth in
Personality un experimento psicológico en el que se
pedía que escribiesen todas las palabras que
pudiesen recordar que empezasen por la letra "c".
Por supuesto, después del experimento las palabras
que comenzaban con "c" seguían merodeando por la
mente, a veces hasta durante días. A este fenómeno
se le denomina "perseverancia". En la meditación
reflexiva sucede algo parecido, pero más profundo
(porque el sujeto en el que nos concentramos no es
indiferente, sino deseable y porque el experimento
se repite diariamente). Debido a la elaboración
inconsciente, la reflexión se convierte después en un
razonamiento inesperado, un sutil cambio de
comportamiento, un cambio de actitud gradual pero
penetrante. Como afirmó jocosamente uno de mis
clientes, "Cuanto mayor es la regularidad con que
medito sobre el amor, más vivo todo el día en su
luz".

Veamos con más detalle cómo puede


producirse en la realidad una transformación. Hugo,
un hombre de negocios de cuarenta y seis años, es
pequeño, jovial y tiene una visión positiva de la vida.
Tiene su propio avión, que pilota por placer, muchos
amigos y éxito en su trabajo. Oculta con habilidad
sus depresiones, sus frecuentes dolores de cabeza y
su dolorosa falta de entendimiento con las mujeres.
Primero lo dejó su mujer y luego una amante.

Le dije que hiciese los dibujos que le


pareciesen, dejando que la pintura se moviese
libremente y la imagen más interesante que surgió
fue una llama de muchos colores. Discutiendo el
significado de este dibujo, Hugo dijo que esa llama
la habían apagado las circunstancias de la vida que
le habían hecho siempre mucho daño. Se quejaba de
haber inhibido sus sentimientos en el trato con sus
jefes y de tener cierta dificultad e inseguridad en su
vida emotiva.

Pronto descubrimos que el fuego interior de


Hugo aún no se había extinguido: se había
adormecido temporalmente. La raíz básica de todos
sus problemas era su rechazo sutil, pero
generalizado, ante lo nuevo. Al hacer el ejercicio de
visualización de la transformación de una oruga en
mariposa, se detenía al llegar al capullo y era
incapaz de salir de allí.

Una vez escribió:

"¡Cuánto he perdido en mi vida!


Sentimientos, belleza, éxtasis, entusiasmo. Y
aún no puedo librarme de esa sombría pesadilla
del capullo, de salir a la luz, de flotar sobre las
flores, de disfrutar de sus aromas y de su
néctar, de contemplar sus deslumbrantes
colores, de elevarme a una apoteosis de belleza,
de ideales, de placer. Cuando trato de aventu-
rarme por este mundo magnifico, hay algo que
me rechaza y la sombra de una falsa seguridad
me atrae como un imán".

El "complejo de capullo" de Hugo, como él


mismo lo llama, le impide manifestar su vitalidad,
crear nuevas relaciones o asegurarse en su trabajo.
También le obliga a confirmar su exactitud, la
"seguridad" de todo lo que hace una y otra vez. Por
ello, todo esto lo tiene bloqueado en "inmovilidad
total".

Le dije a Hugo que reflexionase sobre el riesgo.


Aceptó la idea de buen grado y la primera vez que
hizo el ejercicio conmigo, se sintió relajado. Gracias
a las reflexiones empezó a hacer algunas cosas que
lo sacaban de sus situaciones normales, como por
ejemplo llamar a alguien que hacía tiempo que no
veía, retar a sus subordinados a jugar al ping-pong,
meterse con los asuntos farragosos a los que iba
dando de lado durante semanas, dar una fiesta,
aparcar en zona prohibida con riesgo de multa,
emprender un hobby nuevo, etc. Con todo lo simples
que son estas cosas, representaban para Hugo los
primeros pasos para liberarse del capullo.

Pasadas unas semanas, le recordé la


importancia de seguir meditando sobre el riesgo
como un componente a Incorporar a su vida diaria. Y
esto se produjo con sorprendente rapidez. Mientras
que antes se mostraba excesivamente cauteloso,
después resultó ser mucho menos reacio a jugar con
los negocios. Hizo un viaje importante al extranjero
que fue trascendental para su empresa. Fue
evolucionando y, por fin, se decidió a entrar en
relaciones con una mujer, una relación con mujeres
que, por sus miedos, no había podido iniciar y que
ahora se presentaba más cierta de lo que jamás
había podido imaginar. Con el paso de los meses
pudimos afirmar que todos esos sucesos no habían
sido una mera casualidad. La actitud arriesgada fue
para Hugo un logro estable. Había roto el capullo.
De cualquier modo, no debemos pensar que la
meditación reflexiva sólo actúa sobre nuestras
actitudes y acciones personales, como en el caso de
Hugo. También puede servir de vía en los niveles
transpersonales, áreas y estados más allá de
nuestra atención normal. En ese caso la mente
funciona como un conductor de energía super-
consciente. Sobre esto escribió un médico lo
siguiente:

"Cuando, tras unos minutos de meditación


en calma, me voy a la cama, tengo la sensación
de estar en el umbral del Ego: siento una
sensación de anchura, de poder, de gran
amplitud. Con cierto humor me digo que quizá
sea aún demasiado pronto... Después me
duermo".

"Al día siguiente, en las visitas y charlas con


mis pacientes, tengo la sensación de estar
envuelto por una luz, como si caminase o me
deslizase por las zonas luminosas, por los
senderos de un bosque que dan a unos claros
soleados".

"Me siento tranquilo y radiante".

Utilizar la mente para propósitos elevados es


una experiencia maravillosa; pero es precisamente
en este punto donde tenemos que pararnos a
pensar que, si la mente puede crear actitudes
personales constructivas y evocar energías
superconscientes, también puede usarse para fines
muy poco recomendables, incluso como un instru-
mento para las tendencias más irracionales. Hay
ejemplos de ello en los avances tecnológicos que se
emplean sin preocuparse de ninguno de los
principios fundamentales de la humanidad o que
incluso, de entrada, tienen un fin destructivo
deliberado, como son los armamentos sofisticados
que se usan hoy día. En esos casos, la mente,
aunque funciona de una forma totalmente efectiva e
instrumental- está separada de los fines y las
necesidades humanas como son el amor, la
solidaridad, la estética, la apreciación, la
comprensión intuitiva y la relación positiva con el
cosmos. Cuando existe esta separación la mente se
convierte en demoniaca.

La hipertrofia de la mente provoca en el


individuo daños tan graves que pueden ser
mortales: sacas conclusiones áridas y abstractas de
la experiencia de la vida y sientes desprecio y
desdén por el más débil. Pierdes la intuición y solo
confías en una lógica vacía. Entonces sientes una
crueldad injustificada por todo lo que vive, como en
el caso de la vivisección.

Por tanto, en lo que queda de capítulo


seguiremos descubriendo las ventajas de la
evolución de la mente, pero cuando lo hagamos
tendremos en cuenta los riesgos que se presentan
cuando una parte de nuestro ser se desarrolla con
independencia del resto y recordaremos los
remedios para este tipo de daños: el cultivo
armónico de todas nuestras facultades, mejor que
centrarse sólo en una.

Ya estamos en condiciones de considerar cuál


es el mayor beneficio que nos puede dar el
desarrollo mental: el nacimiento del pensamiento
independiente. En un mundo de prejuicios e
irracionalidad desenfrenada, de manipulación de
opinión y actitudes generalizadas, de
adoctrinamiento ideológico y persuasión encubierta,
no hay nada más necesario que una mente
independiente, crítica y clara.

Piensa en la frecuencia con que algunas


organizaciones, tanto públicas como privadas,
utilizan técnicas engañosas para capturar nuestras
mentes: recurren a la autoridad de los "expertos",
de la "ciencia" o de cualquier otra cosa; usan
estereotipos; manipulan datos; repiten slogans;
crean cabezas de turco; infunden sensaciones
artificiosas de culpabilidad e inadaptación. Se puede
responder a cada una de esas formas de engaño y
vencerlas definitivamente con la ayuda de una
mente autónoma y bien desarrollada.

Podemos utilizar la mente para solucionar


problemas en muchas situaciones. Además de
meditar sobre una cualidad o una frase, también
podemos reflexionar sobre una situación o un
problema, un problema general y, más importante a
veces, uno personal. De esta forma mandamos más
y más luz al problema que hemos elegido,
desenredando los nudos y viendo las alternativas
posibles y sus consecuencias. Siempre que pasemos
por alto este punto, que nos dejemos llevar por el
impulso del momento, nos arrastraremos por una
atmósfera de confusión y apoyaremos el edificio de
nuestra acción en las columnas inseguras del
pensamiento descuidado. No hace falta ser una
lumbrera para pararse a pensar un momento. Lo
único que tenemos que hacer es recordárnoslo, lo
que ya es un logro importante, y entonces tener la
paciencia de emprenderlo. El cultivo de estos
hábitos es el camino verdadero hacia el
pensamiento independiente.

Con la aparición del pensamiento independiente


se suele sentir un incremento de la libertad y el
poder mental. He visto a gente que ha descubierto
sin proponérselo esta facultad y se llena de alegría
con sus posibilidades. De pronto se dieron cuenta de
que no tenían que pensar como se les decía, de que
podían analizar temas que desde hace mucho se
admiten como incuestionables. Tomaron conciencia
de nuevas áreas de interés muy amplias.
Finalmente, lo más importante, se sentían capaces
de tomar sus propias decisiones.

El alcance de la evolución mental llega más


lejos; pero para describirlo hay que enfocarlo desde
otra perspectiva: control, enfoque y concentración.
La meditación reflexiva es un proceso para
profundizar nuestras posibilidades mentales, hasta
el punto en el que se ponen a nuestro alcance
nuevos poderes y estados. A] principio, empezamos
con un incremento del enfoque. La reflexión nos
enseña el hábito de concentrar el pensamiento, con
lo que, tan pronto como aparecen ciertas
asociaciones extrañas, hacemos que la atención
vuelva al tema. Reflexión significa "volver a doblar".
Este doblez es suave; pero firme y atento, algo así
como fortalecer los músculos con el entrenamiento
físico: produce flexibilidad mental.
La meditación reflexiva crea un ambiente
reservado en nuestra mente. En un ambiente así se
admiten unos elementos y otros no. Una casa es un
ambiente reservado porque sólo pueden entrar en
ella ciertas personas. También lo son un estadio,
una convención, una iglesia o un circo. Una célula
también lo es porque deja pasar por su membrana
todo lo que es útil y excluye lo que es inútil
perjudicial para ella. La plaza de una ciudad no es
un ambiente reservado, porque cualquiera puede
pasar por ella a cualquier hora.

Podemos comparar nuestra mente con la plaza


de una gran ciudad: tiene todo tipo de
pensamientos, imágenes, recuerdos y esperanzas
en un torbellino confuso. Si dejamos que sólo entren
los pensamientos que guarden relación con un tema
concreto, podemos crear un ambiente reservado.

Según se delimita el área de atención de


nuestra mente, se profundiza su compenetración
con el tema. En principio, es la mente analítica la
que entra en juego. Se trata de ver varios aspectos
parciales del tema. Surgen recuerdos relacionados
con él. Se presentan en nuestra atención
constelaciones de ideas, porque permitimos que
esas interioridades salgan a la luz cuando deberían
estar enterradas en el montón de pensamientos y
preocupaciones diarias. Entonces, según se va
fijando el foco en su sitio, quizá tras mucha práctica,
las divagaciones de las capas superficiales de la
mente se van quedando taras, la mente, trabaja
más con lo esencial y menos con lo casual o ac-
cidental; llegamos a ver las implicaciones profundas
y más generales del sujeto; y, finalmente, el
pensamiento se activo se transforma en una morada
silenciosa en lo más, profundo de lo que contempla.

Al hablar de este tipo de atención concentrada,


podemos pensar en el raja yoga, en especial los
Yoga Sutras de Patanjali. Pero sería un error creer
que la mente aguda y afilada, educada para
penetrar en la esencia del sujeto, es un monopolio
del yogi. Podemos encontrarla entre la gente
creativa de todos los tipos científicos, artistas,
inventores, políticos, dirigentes religiosos, etc. Per-
míteme anotar dos comentarios sobre el
pensamiento profundo y concentrado. El primero,
del poeta Stephen Spender, describe su técnica de
composición, destacando la capacidad organizadora
de la mente bien enfocada:

"Es un enfoque especial de la atención, de


forma que el poeta sabe todas las implicaciones
y desarrollos posibles de su idea, igual que uno
puede decir que la planta no se concentra para
crecer mecánicamente en una dirección, sino en
muchas direcciones, hacia el calor y la luz, con
las hojas, y hacia el agua con las raíces, al
mismo tiempo".

El segundo comentario es de Santa Teresa de


Avila. Sus palabras toman la forma de una
instrucción y describen la transición de los primeros
a los últimos estados de la meditación:

"Tan pronto como te pongas a reflexionar


sentirás cómo los sentidos se agrupan todos a
un tiempo; parecen abejas que vuelven a la
colmena y allí se afanan todas juntas para
producir la miel... A la primera llamada del
deseo, vuelven cada vez con más rapidez. Por
fin, tras incontables ejercicios de este tipo, Dios
los pone en un estado de descanso total y
contemplación perfecta".

Ejemplos de avanzada evolución mental


demuestran que no hay proceso de auto
actualización sin una mente bien entrenada. No es
sólo lo que pensamos, sino cómo lo pensamos, el
estilo, el ritmo, la coherencia de nuestra mente, lo
que determina profundamente los moldes de
nuestra vida. Así, una mente que funcione bien:

• puede concentrarse en el deseo


y examinar en profundidad cualquier
tópico, incluso en situaciones de
confusión.
• puede organizar ideas, recuerdos
e imágenes en archivos internos, que se
pueden consultar al instante.
• puede darse cuenta de los
moldes en los que funciona y decidir salir
de ellos.
• ve todos los puntos de un
problema, no sólo los cómodos.
• puede crear ambientes cerrados,
cualificados.
• puede conectar de un universo
mental a otro y sentirse en casa en todos
ellos.
• puede evaluar y modificar sus
propias vías de funcionamiento.
• puede examinar detalles sin
perderse en ellos y unirse a principios
generales sin olvidar los detalles.
• nunca da nada por supuesto.
• conoce sus límites y es capaz de
trascenderlos.
• realiza su trabajo como un placer
sin esfuerzo.

Estas cualidades mentales positivas necesitan


su tiempo para evolucionar; pero la meditación
reflexiva es una llave simple y muy eficaz. Algunas
de las recompensas de la meditación reflexiva son
inmediatas, como hemos visto, aunque otras
aparecen más tarde. De cualquier modo, el fin
justifica el sacrificio porque, aplicándonos se-
riamente, podemos convertirnos en ese tipo de
personas que Ernest Dimner, el educador, dignifica
con el nombre de "pensador":

"Un pensador es, sobre todo, un hombre (o


una mujer) que ve donde otros no pueden ver.
La novedad de lo que dice, su carácter de
revelación, el carisma que le da, todo eso se
debe a que ve. Parece que su cabeza y sus
hombros sobresalen de la multitud, o que
camina por lo alto del camino mientras otros se
arrastran por el fondo. La palabra que describe
el aspecto moral de esta capacidad de visión es
"independencia". No hay nada más perjudicial
que la falta de independencia intelectual de la
mayoría de. los seres humanos: están
conformes con las opiniones según demuestran
y se sienten perfectamente contentos repitiendo
fórmulas. Cuando hacen eso, el pensador mira
con calma su entorno, dando rienda suelta a su
libertad mental. Puede. estar de acuerdo con el
consenso como opinión pública, pero no porque
sea la opinión universal. Incluso eso que llaman
sentido común, que es santa palabra, no basta
para hacerlo conformista.

Capítulo 10

LA ESCUELA DE LA VIDA

Una mañana, cuando ya llevaba


aproximadamente un año trabajando con Assagioli,
sucedió algo que me trastornó por completo: en el
correo llegó la noticia de mi alistamiento. El servicio
militar es obligatorio en Italia para cualquier
ciudadano normal. Puedes retrasarlo unos años;
pero al final tienes que ir. Estaba tan entusiasmado
con mi trabajo de psicosintesis que casi lo había
olvidado. Ahora tenía que irme dentro de unos días
e interrumpir la búsqueda de la consciencia
superior, mi entrenamiento en psicosintesis, mis
estudios con Assagioli, mi estancia en Florencia, que
eran de las cosas que más me habían satisfecho en
mi vida hasta ahora. Tenía que cambiar todo esto
por quince meses de preparación militar: quince
meses vistiendo un uniforme, de marchas y
guardias, de manejar fusiles y bombas, de convivir
con individuos toscos y vociferantes, (al menos, así
me parecía entonces) y de tener a otras personas
que me inspeccionasen y controlasen a todas horas.
Estaba furioso y también muy deprimido.
Cuando le di la noticia a Assagioli, pensé que
estaría de acuerdo conmigo en afirmar lo absurdo
de esta situación. Pero su respuesta me sorprendió.
Dijo: "Bien. Ahora aprenderás a colaborar con lo
inevitable. Esta será la parte más importante de tu
entrenamiento en psicosíntesis". Me sugería que, en
vez de abrumarme por una situación que estaba,
después de todo, bajo mi control, sacase de ella el
mayor beneficio posible.

Estaba tan confuso con la repuesta de Assagioli


que, en vez de enfadarme con él por no compartir
mi disgusto, intenté seguir sus indicaciones, además
de las que, al mismo tiempo, la vida misma me
daba.

El servicio militar resultó ser una experiencia


muy útil de entrenamiento en psicosíntesis, aunque
los generales y coroneles no quisiesen. Aprendí a ser
abierto y a comunicarme con gente cuyo pasado era
diferente al mío; adquirí la habilidad de meditar en
un dormitorio ruidoso; podía aprovechar el tiempo
entre una faena y otra para leer y tomar notas;
aprendí a perder el tiempo sin sentirme culpable.
Finalmente, aprendí que la consecución de una
consciencia superior no depende de una situación
concreta, sino que puede darse en cualquier sitio y a
cualquier hora. Y, por supuesto, seguía incómodo
con la situación y estaba deseando que terminase.

La enseñanza de Assagioli era clara ahora.


Cuando nos sucede algo desagradable podemos
decidir aceptarlo como es, sin quejamos porque el
universo no se ajuste a nuestros planes. Como dice
muy bien Marco Aurelio en sus Meditaciones: "no
nos peleamos con las circunstancias." Nuestra
primera reacción espontánea puede ser de auto
compasión, evasión o rebelión. Pero cuando to-
mamos una actitud positiva y dinámica de
aceptación (no resignación o aprobación) nos
encontramos con que podemos entender mejor lo
que nos viene, aprender su mensaje, sacar provecho
de las circunstancias encubiertas que pueda ofrecer
y, si lo decidimos así, hacerle frente con eficacia. En
cualquier caso, estaremos en condiciones de tomar
la responsabilidad de cualquiera de las elecciones
que hagamos, de nuestras acciones, pensamientos y
sentimientos, en vez de culpar de todo al mundo
exterior. Como dice el proverbio indio, "Si no quieres
hacerte daño en los pies con las ramas, puedes
alfombrar todo el mundo; pero es más fácil y
económico comprar un par de zapatos."

Las ideas de Assagioli sobre la colaboración con


lo inevitable no fueron producto de especulaciones
abstractas. En 1938, cuando los fascistas lo
metieron en prisión por sus ideas en contra de la
guerra y a favor del internacionalismo, se dio cuenta
de que sólo una actitud de aceptación consciente le
haría mantener una visión clara de sus opciones
reales. Después, recordó sus pensamientos en unas
cuantas notas que intentó publicar en un libro
titulado Freedom in Jail:

"Me di cuenta de que era libre para elegir


una entre muchas actitudes ante esta situación,
para darle un valor u otro, para utilizarla de una
forma u otra.

Podía rebelarme interiormente y maldecirla;


someterme pasivamente, vegetando; sentir
lástima de mí mismo, autocompadeciéndome, y
asumir el papel de mártir; o podía aceptar la
situación con deportividad y sentido del humor,
considerándola una novela y una experiencia
interesante (lo que los alemanes llaman
Erlebnis). Podía hacer de ella una cura de
descanso o un periodo intenso de reflexión, ya
fuese sobre asuntos personales, estudiar mi
vida pasada y evaluarla, o de problemas
científicos y filosóficos; o podía utilizar la si-
tuación para empezar un entrenamiento psicoló-
gico personal; o, por último, hacer un retiro
espiritual. Tenía la percepción clara y pura de
que era un problema completamente mío; que
era libre para elegir una o varias de esas
actitudes y actividades; que esa elección tendría
efectos inevitables que yo debía prever y de los
que era completamente responsable. En mi
mente no había duda respecto de este poder y
libertad esenciales y los privilegios y
responsabilidades que llevan consigo".

En cualquiera de estas formas, la aceptación se


convierte en la manera más rápida y práctica de
liberarse de una situación difícil, mientras que la
rebelión inexorablemente aprieta más el nudo. La
transición de la rebelión a la aceptación puede tener
consecuencias muy importantes: el cambio de una
actitud reactiva a una cognitiva, en la que
empecemos a ver la vida como una escuela de
entrenamiento, en la que una serie de situaciones
vienen a enseñarnos precisamente lo que
necesitamos aprender exactamente. Entendemos
que nuestro crecimiento no se debe a meditaciones
y ejercicios predefinidos o sesiones de terapia
privada, sino que se basa, sobre todo, en el continuo
proceso de cambio de la vida.

Las situaciones dolorosas se convierten en


acertijos a descifrar en vez de incomodidades que
maldecir. Y, en vez de limitarnos a sobrevivir
dañados, cansados o frustrados, podemos emerger
de ellas enriquecidos y con mayor conocimiento.

También podemos practicar la aceptación con


las inevitables alteraciones presentes y futuras de
nuestra vida interior. El miedo, la depresión y la
irritación se pueden remediar de varias formas,
pero no se pueden eliminar completamente de la
experiencia humana. Combatiendo esas
condiciones, les damos energía y creamos un círculo
vicioso. Aceptándolas como son, le quitamos el
viento a sus velas y disminuimos mucho su poder.
Por ejemplo, en vez de irritarnos por nuestra propia
irritación o deprimirnos por nuestra propia
depresión, que lo único que puede hacer es agravar
el problema, podemos aceptar nuestros
sentimientos Podemos practicar una especie de judo
psicológico

ACEPTACION

1. Piensa en algo por lo que sientas o


hayas sentido placer en tu vida. Puede ser la
presencia de alguien a quien amas, una facultad
que tengas, una sensación de bienestar
psíquico, la belleza de una flor y cosas así.
Imagínalo vivamente, aprécialo, piensa en lo
que te da y lo que puedes aprender de ello.
2. Ahora piensa en algo o alguien que
te gustaría, evitar en tu vida. Imagínalo también
y observa con atención las reacciones que
produce en ti. Obsérvalas cuando aparezcan, sin
intentar detenerlas. Fíjate en tu estrategia
habitual de no aceptación. Date cuenta de cómo
trabaja en tu cuerpo, tus sentimientos y tu
mente.
3. Ahora imagínate que la vida te guía
comunicándose contigo en un lenguaje
codificado hecho de situaciones y sucesos.
¿Cuál es el mensaje contenido en la situación o
el hecho que has elegido? Anota cualquier idea
que se te ocurra cuando reflexiones sobre esta
pregunta.
4. Ahora vuelve a lo que te producía
placer. Imagínatelo otra vez, piensa en ello con
afecto y sé todo lo consciente que puedas de tu
aceptación.
5. Ahora, vuelve otra vez a la situación
desagradable, llevando contigo la actitud de
aceptación que has conseguido. Reconoce la
inevitabilidad temporal de esta situación
desagradable. Date cuenta de que el mismo
universo que produce lo placentero también
produce lo desagradable y asume, si te sientes
preparado y con ganas, una actitud de
aceptación consciente y deliberada.

Aunque no llegues a encontrar ningún mensaje


en la situación que has elegido, todavía puedes
hacerlo y desear aceptarlo. Aceptar lo absurdo
conduce a la rendición más profunda. La aceptación
verdaderamente auténtica y completa prescinde de
todas las comparaciones, expectaciones y
manipulaciones. En su interior encontramos gratitud
por la perfección fundamental del universo. Una
bonita historia Zen lo cuenta:

Cuando Banzan iba al mercado, escuchó una


conversación entre un carnicero y su cliente.
"Dame la mejor pieza de carne que tengas"
dijo el cliente.
"Todo lo que hay en mi tienda es lo mejor",
replicó el carnicero. "No puedes encontrar
ninguna pieza que no sea la mejor".
Con estas palabras Banzan se iluminó.

Capítulo 11

DEPOSITOS DE REVELACION

Estoy en la playa al amanecer. En el raso


cielo, brillan algunas estrellas, de incomparable
delicadeza. El aire es fresco y el mar casi no se
mueve. De pronto, un rayo dorado, cálido y
radiante, alcanza mi cara y me rindo ante su luz
y calor. El sol se levanta lentamente del mar,
como un diamante dorado, y abre ante mí una
senda luminosa en el agua. Completamente
desnuda, me dirijo a esa senda.

El agua límpida acaricia mi cuerpo y está un


poco fría. La radiación del sol me envuelve com-
pletamente y camino hasta que el agua me
llega a la cintura; entonces, empiezo a nadar
por este camino de luz hacia el sol. Llega un
momento en que me doy cuenta de que ya no
estoy nadando en el agua, sino en la luz y entro
en el sol.

"Me rindo ante su inmenso calor y su luz


brillante; la energía solar actúa sobre mí,
acariciando todo mi cuerpo, mi pelo, mi cara y
me entra por la vagina. Sube lentamente,
penetrando en todos mis órganos,
transformándolos en luz. Cuando llega a mi
corazón, siento que todo mi pecho se ensancha.
Llega un momento en que no puedo respirar; la
energía pasa a mi garganta y a mi mente.
Siento cómo mi cabeza casi se abre y, de
repente, mi cuerpo empieza a emitir esa
luminosidad que lleva dentro. Por fin, todo mi
ser se funde con el sol y se convierte en la luz
del sol. Es difícil describir esa sensación de
expansión y el éxtasis que produce. Al cabo de
un rato, mi cuerpo se reconstruye poco a poco,
pero ahora todo él es luz".

Estas palabras, que describen los resultados de


un ejercicio de visualización, fueron escritas por
Verónica, una profesora de casi cuarenta años.
Siempre ha sido muy emotiva, con lo que dificultaba
a menudo su relación con la gente. Cuando empezó
a trabajar conmigo acababa de abandonarla el
hombre que amaba y tenía problemas con sus
colegas. Yo la veía aturdida, vulnerable y resentida.
Sus heridas emocionales estaban muy abiertas; pero
sus recursos eran sorprendentes y era, desde el
principio, muy receptiva a la psicosíntesis. La
visualización del baño al sol fue la culminación de
nuestro trabajo.
"Esa visualización me ayudó a salvar mi
femineidad. No quería que muriese, aunque no
se reforzase con el tiempo. Era una parte de mí
misma que permanecía latente desde hacía
mucho y no la quería perder ahora. Parece que
este ejercicio ha hecho que cambien las cosas.
La luz alcanzó las partes más oscuras de mi
inconsciente transmutando mis pasiones.
Conseguí pasarlas a otro nivel de mi ser.

Por supuesto, el alivio que sentí al hacer el


ejercicio no duró mucho al principio. Pronto volví
donde había estado antes y la crisis se repitió
varias veces; pero seguí repitiendo el ejercicio
hasta que se produjo un cambio repentino. Hubo
una especie de iluminación y renovación; las
fuerzas de la vida volvían de nuevo".

La imagen del sol había actuado como un


símbolo para Veronica, un símbolo de luz, de
regeneración, de calor y uno de los muchos que
pueden usarse en estos ejercicios. Los símbolos
pueden producir una transformación muy
importante en nuestra psiquis cuando los visualiza-
mos. Se pueden utilizar para anular acondicionantes
pasados y establecer en nosotros moldes de energía
nuevos y deseables.

Los símbolos también pueden tener una función


cognoscitiva. Como Jung afirmó, "apuntan a algo de
lo que se sabe poco o nada". Nos conectan con
regiones de nuestro ser que son completamente
inaccesibles para la mente analítica. Así, nos
enseñan a entender viendo directamente,
saltándonos la etapa intermedia del pensamiento
discursivo, que a veces es más un obstáculo que
una ayuda para la comprensión. Este tipo más
profundo de entendimiento despierta una facultad
cuya importancia generalmente no se tiene en
cuenta: la intuición.

Gracias a la intuición nos hacemos


receptivos a la esencia de una imagen simbólica
manteniéndola firmemente en la mente,
dejando que irradie nuestro conocimiento con
su sutil cualidad. La identificación con una
imagen puede ser producto de su
contemplación. Ya sea espontánea o
intencionadamente, la identificación nos
capacita para entender los símbolos desde
dentro; y la intuición no es nada más que el
entendimiento interior de la realidad amorfa que
representa el símbolo. Sobre esto escribió un
hombre:
"Cuando visualizo el sol, es como si me
dibujara fuera de mi cuerpo en ese Origen y al
mismo tiempo estuviese más vivo, más
consciente y más en mi cuerpo y en el mundo
para expandir y diseminar esas energías,
consumando un deseo elevado cuyo alcance y
consecuencias casi no puedo comprender con
mi débil mente. Me gustaría quedarme siempre
en este estado de consciencia porque es lo que
la vida es en realidad; es la eternidad, el eterno
AHORA".

Naturalmente, estas conexiones cognoscitivas


no las tiene cualquiera en cualquier momento y,
cuando ocurren, no producen, forzosamente, los
mismos efectos interiores. Por ejemplo, para algunas
personas, el diamante es el símbolo del Yo y del
mundo de las visiones, de la armonía reluciente y de
la unidad; pero, para otros, el diamante significa
sólo un status social y un prestigio. E incluso, para
otros, puede que no tenga ningún significado En
cualquier caso, casi todos nosotros admitimos que
cualquier símbolo puede ser un verdadero depósito
de revelaciones.

EL FARO

Pasemos ahora a un ejercicio de visualización


que centra su atención en otro símbolo, esta vez
procedente del mundo de lo creado por el hombre:
el faro.

Estás navegando por la noche en un barco


pequeño. Se forma una tormenta y la lluvia
golpea la cubierta. El barco se tambalea y
cabecea. Todo lo que te rodea es oscuridad.
Sientes el balanceo y el cabeceo del barco,
oyes el viento rugir, notas en la cara el frío del
aire y la lluvia. Ves el mar tormentoso por la
noche. Tus músculos están fatigados y luchas
con el timón.
Ahora, en la distancia, ves una luz
deslumbrante: viene de un faro. Sus destellos
firmes y radiantes te guían por la noche.
Recibes esta guía con alivio. Ahora sabes a
donde navegar. Concéntrate en el faro y
visualiza su luz que irradia en todas direcciones
para ayudar a la gente que ha perdido su
camino, para guiar a todos los que lo necesiten.
La tormenta arrecia, el viento ruge, la lluvia cae,
la noche es oscura. Pero el faro se mantiene
firme y brillante. Nada puede moverlo.

Pasado algún tiempo, deja que la


visualización se debilite gradualmente; quédate
con esa sensación de fuerza brillante.

Un estudiante que hizo este ejercicio comentó:

"Mucho antes de que la oficina de la


universidad debiese abrir, había ya una masa de
cerca de cien estudiantes, esperando delante de
la puerta. Yo estaba hacia el final"
"Siento una terrible aversión por las
multitudes, colas, oficinas y burocracia en
general y empecé a pensar lo que pasaría
cuando se abriesen las puertas; notaba que mi
ahogo iba creciendo. Y entonces ocurrió lo peor:
todos se precipitaron hacia la oficina,
arrastrándome con ellos. Me encontré aplastado
por cien personas en medio de un cuarto
pequeño. Una situación verdaderamente
traumatizante. ¡Al principio sólo quería salir y
mandar al infierno a todos y a todo! Después
decidí quedarme a pesar del ahogo que crecía y
casi me sofocaba.

En ese momento pensé en ayudarme con la


psicosíntesis y elegí el ejercicio del faro. Estuve
un rato con los ojos cerrados, como si
descansase; después, seguí la visualización ante
la multitud, con los ojos abiertos. Al principio me
identifiqué fácilmente con una barquichuela
lanzada con furia entre las olas. Luego visualicé
un faro que emitía un potente destello, casi tan
brillante como la luz del sol. A su pie, las olas
golpeaban con fuerza, pero se mantenía sólido e
inmóvil. En ese momento, su luz, que
aumentaba de intensidad, empezó a extenderse
sobre la superficie del mar hasta el horizonte.

En la difícil situación en que me hallaba me


sirvió de gran ayuda retener esa imagen en la
mente durante un rato. Mi jadeo cedió, el pecho
y la garganta se relajaron y, poco a poco,
empecé a sentir una especie de paz y fortaleza
interior".

Este ejemplo demuestra que los símbolos,


usados correctamente, incrementan su función
transformadora y nos permiten cambiar nuestras
actitudes interiores y nuestro comportamiento
externo. La cualidad propia de los símbolos no sólo
nos revela nuevas formas de experiencia y de vida,
sino que también crea, en nuestra psiquis, una
nueva línea de fuerza que puede convertirse
gradualmente en un rasgo de nuestra personalidad
e influir en nuestros actos. El estudiante pudo
asimilar la sensación dé firmeza que sintió al realizar
el ejercicio del faro y crear un molde más fuerte de
comportamiento.

A continuación sigue una serie de ejercicio de


visualización basada en imágenes simbólicas.
Cada uno representa una realidad sutil con su propia
peculiaridad, cada cual abre la puerta a un estado
nuevo de consciencia y puede provocar un cambio
psicológico. Selecciona consciente y
deliberadamente un símbolo de los que se han dado
en este capítulo o en otras secciones del libro, como
la eclosión de una rosa, el sabio, la subida a una
montaña, el templo del silencio, u otro cualquiera de
entre los símbolos que puedas tener en la mente. La
técnica consiste en concentrarse decididamente en
el sujeto escogido y visualizarlo con toda la viveza y
concentración posible.

La clave está en que ya no tienes que limitarte


a esperar hasta que aparezca un símbolo
espontáneamente en tu proceso de desarrollo
interior. Al contrario, puedes decidir trabajar con
este o aquel símbolo gracias al valor transformador
y cognoscitivo que ofrece. La solución para esto es
general: podemos intervenir con creatividad en
nuestro "despertar", trabajando con él y explotando
sus posibilidades en lugar de descuidarlo, dejando
que tome la forma que quiera.

En esto, la psicosíntesis recomienda las


elecciones deliberadas, mejor que dejar la iniciativa
a la espontaneidad del momento. También apoya la
persistencia constante en la comprensión gradual de
cualquier tema (en este caso un símbolo) en lugar
de planear sin rumbo por otras experiencias. Se
aconseja, por tanto, seguir con un símbolo durante
cierto tiempo, por ejemplo, unos cuantos minutos al
día durante una semana o más- para que este
símbolo nos revele realidades interiores insos-
pechadas.

LA MARIPOSA

Imagínate una oruga. Puedes verla


arrastrándose por el árbol en que vive. Empieza
a construir su capullo pegado a una rama del
árbol. Se envuelve, poco a poco, en dorados
hilos de seda, hasta que está totalmente
escondida. Observa el capullo durante unos
momentos.

Ahora métete dentro del capullo. Rodeado


por la suavidad de la seda descansas en el calor
de la oscuridad dorada. Sólo te das cuenta de la
oscuridad, de tal forma que no sabes
exactamente lo que te ocurre, pero sientes que
en esta quietud aparente actúa una inteligencia
transformadora.

Por fin el capullo se abre y un rayo de luz


penetra por una grieta. Cuando te toca la luz,
sientes un repentino golpe de vitalidad y te das
cuenta de que puedes abandonar el capullo.

Al caerse el capullo descubres que con él se


han ido todas las defensas y apoyos de tu
seguridad y tu pasado. Ahora eres más libre de
lo que nunca habías soñado; eres una bonita
mariposa multicolor. Pronto te das cuenta de
que tus límites se extienden indefinidamente:
puedes volar. Te encuentras rodeado de una
gama totalmente nueva de colores, de sonidos,
de espacios abiertos.

Te sientes volando, mantenido en el aire,


elevado suavemente por la brisa, descendiendo,
volviendo a subir.

Por debajo ves un prado inmenso lleno de


flores de todos los tipos y colores. Te posas en
una, luego en otra y en una tercera. Sientes
cada flor como un ser diferente, con su propio
color y perfume, su vida y sus cualidades.
Dedica algún tiempo a sentir los muchos
aspectos de tu expansión, tu libertad y tu
ligereza.

ELSOL

Visualízate echado en la playa. El mar está


casi impasible, mientras se desvanecen las
últimas estrellas. Siente la frescura y la pureza
del aire. Mira el agua, las estrellas, el cielo
oscuro.

Dedica unos momentos a sentir el silencio


que precede a la salida del sol, la quietud llena
de posibilidades.

Lentamente, la oscuridad se acaba y


cambian los colores. El cielo se enrojece en el
horizonte; después, se vuelve dorado. Te llegan
los primeros rayos del sol y ves cómo emergen
lentamente del agua

Con la mitad del disco solar visible y el resto


bajo el horizonte, ves que su reflejo en el agua
crea una senda de luz, dorada y trémula, que va
desde ti hasta su centro.

La temperatura del agua es ideal y decides


meterte. Lentamente, con placer, empiezas a
nadar por el rayo dorado. Sientes el agua
repleta de luz que toca tu cuerpo. Sientes que
flotas sin esfuerzo y te mueves plácidamente
por el mar.

Cuanto más nadas hacia el sol, menos te


das cuenta del agua y más aumenta la luz que
te rodea. Te sientes envuelto en una luz
benefactora y dorada que te caía por completo.

Tu cuerpo se baña en la vitalidad del sol.


Tus sentimientos están poseídos por su calor. Tu
mente iluminada por su luz.

LA LLAMA

Imagina una llama ardiendo. Mira como


baila, dibujando en el aire figuras que cambian
continuamente. Observa su interior cuando se
mueve; intenta sentir su cualidad ígnea.

Según sigues visualizando la llama, piensa


en el fuego y las manifestaciones que tiene en
la psiquis: calor y radiación personal, amor
ardiente o alegría, entusiasmo furibundo, ardor.

Finalmente, cuando tengas la llama delante


de tu ojo interior, imagínate lentamente que el
fuego te anima, que te estás convirtiendo en
esa llama.

LA FUENTE

Imagina una fuente que brota de una roca


de granito. Ves su agua pura brotar al sol y oyes
su chapoteo en el silencio que te rodea. Sientes
ese lugar especial, donde todo es más claro,
más puro y más esencial.

Empieza a beber agua y siente su energía


benefactora que te penetra y hace que te
sientas más ligero.

Ahora dirígete al chorro, y deja que te caiga


el agua encima. Imagínate que tiene el poder de
fluir por cada una de las células de tu cuerpo y
entre ellas. Imagínate también que fluye por
cada uno de los matices de tus sentimientos y
de tus emociones y por tu inteligencia. Siente
que este agua te limpia de todos los
desperdicios psíquicos que acumulamos día tras
día, frustraciones, arrepentimientos, temores,
pensamientos de todas clases.

Experimenta gradualmente como la pureza


de la fuente se hace tu pureza y su energía tu
energía. Finalmente imagina que tú eres la
misma fuente, en la que todo es posible y la
vida es nueva para siempre.

EL DIAMANTE

Imagínate un diamante.

Mira sus caras brillantes, perfectamente


integradas dentro de un todo.

Mira la perfección de su forma.


Mantén el diamante delante de tu ojo
interior y deja que te absorba con su belleza
cristalina.

La palabra "diamante" viene del griego ada-


mas, "inconquistable". Cuando identifiques este
diamante, siente que te conecta con esa parte
de ti que es también inconquistable: tu Yo.

A tu Yo no lo pueden conquistar el miedo, la


oscuridad, los tira-y-afloja de las circunstancias
diarias. No está tocado por las sombras del
pasado, los monstruos del temor, los fantasmas
del futuro, los demonios de la ansiedad, la
dictadura de la conformidad social. Es tu
esencia más íntima, que brilla en innumerables
facetas y en sólo una. Date cuenta de que tú
eres el Yo y, según se pierde la imagen del
diamante, deja que esta sensación de Yo se
refuerce y crezca aun más clara en ti.

EL CIELO

Imagínate que es una tarde de verano y


estás tumbado en el césped. Sientes la suavidad
de la hierba debajo de ti. Tumbado de espaldas,
miras al cielo: límpido, sin contaminación, muy
azul. Pasas algún tiempo observándolo.

Ves una mariposa que cruza tu campo de


visión. Cuando pasa por encima de ti te das
cuenta de lo ligera que parece y de lo delicados
que son los colores de las alas. Luego la ves
desaparecer. Ahora, perfilada en el cielo, ves un
águila en elevado vuelo. Siguiéndola con los
ojos, entras en las profundidades azules del
cielo.

Sigue mirando al cielo y proyecta tu mirada


aun más alto. Puedes ver, muy alto y muy lejos,
una nube blanca y pequeña. Observas cómo se
disuelve lentamente.

Al fin, sólo queda el cielo infinito.

Conviértete en cielo, inmaterial,


inmemorial, que lo abarca todo. Como el cielo,
date cuenta de que no hay límites. Date cuenta
de que estás en todos los sitios, alcanzándolo
todo, traspasando todo.

EL BARCO

Imagínate un gran barco que emprende un


viaje; el viento hincha sus velas, según se
mueve hacia el mar abierto.

Visualiza con viveza el barco con sus velas


ondulantes, su quilla que parte las olas. Fíjate
en la fuerza impulsora del viento y escucha el
sonido de las olas cuando el barco se dirige a lo
desconocido.

Ahora imagina que estás en el barco. Estás


al timón, consciente del mar abierto ante ti. El
agua salpica a la luz del sol y casi no puedes
distinguir la línea en que, a lo lejos, el mar y el
cielo se juntan en el horizonte.
Sientes el olor del mar y el viento que
golpea tu cara. También la superficie de madera
de la rueda que sujetas.

Giras el timón ahora a la derecha, luego a la


izquierda y te das cuenta de la sensación de
dominio sobre el barco. Concéntrate en tu poder
para dirigir el barco en la dirección que quieras.
Es un dominio sin esfuerzo en el que cada
decisión se transforma inmediatamente en una
acción. Te sientes al mando.

Sé consciente de esta sensación de


gobierno, descubre todos sus matices y,
entonces, deja que desaparezca la imagen.

LA CAMPANA

Imagina que estás tumbado en la hierba de


un prado rodeado de montañas. Siente la
suavidad de la hierba debajo de tu cuerpo y
huele la fragancia de las flores que hay
alrededor de ti. Mira al cielo arriba.

En los alrededores hay una pequeña iglesia


rural. Tiene una campana que oyes repicar. Su
sonido es, a la vez, puro y agradable. Viaja por
el éter y llega hasta ti. Es tu sonido, un sonido
capaz de evocar sentimientos y estimular un
placer desconocido, escondido.

Ahora, escucha otra vez la campana. El


repique es más fuerte. Siente su resonancia en
ti. Observa que está despertando tus potencias
dormidas. Después, escucha cómo su sonido se
apaga, poco a poco, y date cuenta del momento
en que cesa el sonido y empieza el silencio.

Oyes otra vez repicar la campana. De algún


modo, el sonido está cerca de ti y sientes su
vibración en ti, en cada una de tus células, de
tus nervios. Y en un momento, quizá sólo por un
segundo, te conviertes en ese sonido, puro,
infinito, vibrante.

LA FLECHA

Imagínate que tienes un arco y una flecha


en las manos. Sientes tus pies y tus piernas en
contacto sólido con la tierra. Sujeta la
empuñadura del arco con una mano y la flecha
y la cuerda con la otra. Siente que los músculos
de tus brazos se endurecen cuando tensas el
arco. Ahora, mira el blanco, claro y nítido,
delante de ti, y la punta de la flecha dirigida
hacia él.

El arco ya está tenso al límite; la flecha


apuntada con precisión. Siente la energía que
hay acumulada en esta postura estática. Todo lo
que tienes que hacer es soltar la flecha para
que lleve esa energía al blanco. Observa cómo
ese dejar ir libera la energía dinámica.
Ya has soltado la flecha. Mira su vuelo y
siente su extraordinaria dirección única. Para la
flecha no hay nada más que el blanco, no hay
dudas, distracciones, desviaciones. Volando
perfectamente recta, la flecha da en el centro
de la diana y se para allí, vibrando.

Con calma y seguridad disparas unas


cuantas flechas más a la diana y, según lo
haces, sientes f en ti su poder firme, directo,
concentrado.

RECONSTRUCCIÓN: LA MANSIÓN

Imagínate un jardín descuidado, invadido de


hierbajos. Rodea una mansión vieja
deshabitada, con muros derruidos y muchas
ventanas rotas. Abres la puerta principal de
madera, que chirría; entras y ves las
polvorientas habitaciones vacías. El aspecto de
esta mansión abandonada y su jardín sin
cultivar te producen una sensación de deso-
lación y tristeza. Pero piensa en lo que podría
ser esa casa si te decidieses a restaurarla.
Considera sus bellos alrededores: árboles, un
lago, montañas a lo lejos.

Es la hora de empezar a trabajar y a


adecentar la mansión. Donde hay un muro
caído, lo arreglas con ladrillos y cemento.
Cambias los rústicos goznes de las puertas por
otros nuevos. Las baldosas del suelo que están
levantadas, también las cambias. Pones
cristales nuevos en las ventanas rotas y tejas en
las partes del tejado que lo necesiten.

Arreglas el jardín y cavas la tierra,


preparándola para plantar. Cuando el suelo está
listo, Siembras varias flores en diversas partes,
según la imagen que te has hecho del jardín
completamente florido.

Limpias la casa. Barres y enceras los suelos


y pintas los muros interiores y exteriores. Riegas
el jardín y te das cuenta de que algunas plantas
están empezando a brotar.

La casa está lista para amueblaría.


Imagínate mesas, sillas, camas, alfombras,
espejos, lámparas, cuadros, armarios, adornos y
jarrones. Es tu mansión y puedes amueblaría
como quieras. Tómate el tiempo que quieras
para amueblar cada habitación.

Estás paseando por el jardín y ves que las


plantas ya han empezado a florecer. Son de
muchos colores, de muchas formas. Míralas a
todas y huele su perfume. Arregla el jardín y
disfruta. ¿Te gustaría poner una fuente en
medio o una estatua con yedra trepando por
ella? Haz lo que quieras.

Ha llegado la hora de llevar luz y energía a


la mansión. Conectas el enchufe y ves que
funciona. En la chimenea arde un poco de leña;
compruebas el abastecimiento de agua y ves
que fluye perfectamente. Metes algo de comida
en el frigorífico, en la cocina, y unas flores en los
jarrones.

Miras por la ventana y te encuentras el


jardín todo florido, con el lago y las montañas en
segundo plano.
Parte de la efectividad de la visualización de
este tipo de imágenes tiene explicación. Sirven para
estructurar y dirigir ciertas energías inconscientes.
Una parte de nuestro inconsciente está
fragmentado, disperso y no tiene propósito. Se
podría comparar con un grupo de niños que tienen
mucha energía, pero no saben a qué jugar. Como
todos sabemos, no se van a sentar tranquilamente y
esperar. Si la energía que hay en el subconsciente
no se canaliza, genera una sensación vaga de in-
satisfacción e inquietud. Sentimos muchos estímulos
nerviosos, pero, al final, no hacemos nada. Esta
energía no controlada puede producir con frecuencia
exagerados altibajos emocionales, distracción y
sensación de insignificancia, o explotar en
repentinos estallidos de mal humor. También se
puede manifestar en un sentimiento general de que
hay que hacer algo, pero no sabemos qué, y en
otras muchas formas contraproducentes y nocivas.

El inconsciente, y en particular esta parte


desorganizada y caótica, necesita una preparación.
Hay que mantenerlo con un ritmo y una dirección.
Los símbolos evocativos pueden ayudar mucho en
esta tarea, porque tienden a encauzar la energía no
controlada, sin reprimirla. La visualización del
florecimiento de una rosa, por ejemplo, orienta los
vectores inconscientes que de otra forma apuntarían
a todas partes, hacia la floración, hacia la evolución
positiva.

La imagen mítica del aúriga y los caballos, que


encontramos tanto en la tradición oriental como en
la occidental, simboliza la propia capacidad de
manejar con destreza las fuerzas interiores
irracionales y desconocidas. Según vayamos
adquiriendo gradualmente esta capacidad,
utilizaremos con éxito nuestros recursos latentes, en
vez de estar a merced de un poder extraño, im-
previsible e inmanejable. Instruyendo a nuestro
inconsciente encontramos también el poder para
lograr innumerables transformaciones. Creo que
este poder está representado metafóricamente en la
mitología Grecolatina, donde los dioses y los
hombres se transforman en todo tipo de flores,
plantas, animales, constelaciones, ríos y piedras
inertes. De cualquier modo, hay un carácter que
simboliza especialmente esta infinita capacidad de
transformación: Morfeo, el dios de los sueños, que
visitaba a las personas mientras dormían y tenía la
facultad de adquirir el semblante de cualquier ser
humano que quisiese.

Es, precisamente, en esta capacidad de


transformación de la psiquis del hombre donde está
la promesa de posibilidades infinitas.

Capítulo 12
ABRE UNA FLOR

En algún momento de nuestra vida, desaparece


una barrera interior misteriosa y experimentamos
directamente lo que hemos anhelado o sentido
vagamente o, quizá, sólo conocemos por referencias
o ni siquiera hemos llegado a imaginar. En ese
momento incomparable, entra en nuestro
conocimiento el flujo de realizaciones más exquisito
y prodigioso: nos ponemos en contacto con la zona
más elevada de nuestro ser, la superconsciencia.

"Todo sucedió en un segundo, pero fue el


momento más importante de mi vida", dijo una
mujer describiendo esta experiencia. "Era la
Realidad. Había estado sumida en un largo sueño y
de pronto desperté. Ahí estaba aquel amor
abrumador y ni era yo quien quería tanto, ni nada
me quería a mí, el amor mismo estaba allí. Hasta el
aire parecía vivo; parecía que la nada centelleaba
con este amor. Todo se hizo sensible
repentinamente". Y las consecuencias prácticas no
fueron menos intensas que el sentimiento subjetivo.
Esta mujer, que se había negado a comer durante
varios meses y estaba a punto de morir por
inanición, decidió empezar a comer otra vez, tras
esta experiencia, y recuperó poco a poco la salud.

Aunque esos fenómenos se pueden valorar


intrínsecamente y son, en la práctica, relevantes,
han estado excluidos del estudio de la psicología
durante años y se han relegado a lo sobrenatural,
achacándolos a algún tipo de patología o
autosugestión.

Raras veces se han estudiado como hechos


naturales, igual que se puede estudiar una hoja, un
pájaro o un planeta. Afortunadamente, en años más
recientes se han publicado estudios que dan
definiciones y explicaciones más satisfactorias y la
investigación ha demostrado que la
superconsciencia o las relaciones transpersonales no
son monopolio de unos pocos, sino una
característica más bien común en la vida de
muchos. De todos modos, aún estamos lejos de
poder contestar plenamente algunas preguntas
básicas relacionadas con los estados trans-
personales. Por ejemplo, ¿cómo se manifiestan?
¿Qué influencias tienen sobre la psiquis? ¿Cuál es su
significado y su función en la existencia humana?
¿Qué leyes los rigen? ¿Qué técnicas hay que utilizar
para invocarlos? Contestar estas preguntas es, sin
duda, ardua tarea, y las consideraciones de este
capítulo y los próximos, que, por supuesto, distan de
ser exhaustivas, son un intento de formular algunas
hipótesis de trabajo.

Quizá podamos empezar apuntando lo


equivocado que es creer, como a veces ocurre, que
sólo hay un estado de "iluminación" o "liberación"
estable, que se alcanza de una vez para siempre y
se disfruta eternamente.

Recuerdo que, cuando le pregunté esto a


Assagioli, respondió sonriendo: "La vida es
movimiento y las regiones del superconsciente
están en una renovación continua. En esta aventura
nos movemos de revelación en revelación, de placer
en placer. No te deseo que alcances un 'estado
estable'. Un 'estado estable' es la muerte".
Para entender de qué se trata, basta con
observar algunas formas de la casi infinita gama que
las experiencias del superconsciente nos pueden
reportar:

Una interiorización.
La solución repentina de un problema difícil.
Ver nuestra vida con perspectiva y tener un
sentido claro de la naturaleza del universo.
Una visión transfigurada de la realidad
externa.
La captación de alguna verdad relacionada
con la naturaleza del universo.
Una sensación de unidad con todos los seres
y de compartir el destino de cada uno.
Iluminación.
Un silencio interior extraordinario.
Oleadas de alegría luminosa.
Liberación
Humor cósmico.
Un profundo sentimiento de agradecimiento.
Una sensación estimulante de danza.
Sintonizar con la esencia de los seres y
cosas con que entramos en contacto.
Amar a todas las personas en una sola.
Sentir que uno es el cauce por el que fluye
una fuerza más fuerte y más ancha.
Extasis.
Una intimación de misterio y reflexión
profunda.
El placer por la belleza.
Inspiración creativa.
Una sensación de compasión ilimitada.
Trascender el tiempo y el espacio, tal como
los conocemos.

El ritmo de las experiencias superconscientes


también puede variar considerablemente. Gracias a
lo repentinas que Son y a su belleza, a veces se
comparan con fuegos artificiales o meteoros que
cruzan el cielo por la noche, mostrando rápidamente
todo su esplendor para desvanecerse
inmediatamente. En otras ocasiones toman la forma
de una revelación, comparable con un paisaje
maravilloso que se hace visible cuando la niebla que
lo cubre se dispersa.

A pesar de toda su variedad, parece que hay un


factor que se repite en las experiencias
transpersonales de la gente de muchas culturas,
épocas y modos de vida: un reflejo raro, o incluso un
contacto total con una esencia atemporal, una
entidad de vida que se percibe como un ser
inmutable, silencioso, puro. En psicosíntesis se llama
a esta entidad Yo Transpersonal. En este caso, la hi-
pótesis de trabajo es que el Yo Transpersonal está
en el centro del superconsciente, igual que el yo
personal, o el "Yo", está en el centro de la
personalidad ordinaria.

Por mucho que queramos clasificarlos, el


superconsciente o las experiencias transpersonales
son hechos. Sería muy difícil negar su realidad
cuando hay una multitud de personas que
testimonia su existencia. Pero, ¿cuál es su
significado? ¿Por qué existen? ¿Son excepcionales o
vulgares o quizá, manifestaciones grotescas y
anormales de la mente humana?

De las muchas respuestas que se han dado a


esta pregunta, quizá la explicación más razonable
de las experiencias transpersonales sea la que
mantiene que representan los primeros pasos en el
curso de nuestra evolución humana. Esta era ya la
tesis del libro de Maurice Bucke Cosmic
Consciousness.

Comparando la evolución con un árbol en


crecimiento, dice Bucke:
Sabemos que el árbol no ha acabado de crecer,
que hasta ahora, como siempre, están floreciendo
capullos nuevos y que la mayoría de los tallos, hojas
y ramas están aumentando en tamaño y en fuerza.
¿Debe acabar hoy su crecimiento? No parece
probable. Es más posible que otros brotes y ramas,
ocultos hoy, surjan del árbol y que el tronco
principal, que de la vida normal creció hasta la vida
sensitiva, consciencia simple y auto consciencia -
pase a formas de vida y consciencia aún más
elevadas.

Teilhard de Chardin decía, de forma parecida,


que la evolución biológica, la versión que prevalece
desde los días de Darwin, es sólo un aspecto de la
"marea poderosa" de la evolución de la consciencia,
que lleva a la humanidad hacia lo "interminable e
indestructiblemente nuevo". Abraham Maslow
descubrió, posteriormente, que "experiencias
elevadas" y "metanecesidades" (necesidades de
belleza, amor, sinceridad, orden, etc.) eran la parte
más elevada de la naturaleza y la adquisición más
reciente de nuestra evolución. Afirmó que se podrían
ver como aspectos de la biología humana y que no
serían propiedad exclusiva de los teólogos, filósofos
o artistas, sino que también serían objeto de estudio
científico. Dijo: "La vida espiritual es parte de
nuestra vida biológica. Es su parte 'más elevada"'.

Es difícil creer con certeza total que la


humanidad avanza, los campos de concentración,
los armamentos nucleares, los horrores de la guerra,
la distribución desigual de la salud, no ayudan a
demostrarlo. Pero podemos estar completamente de
acuerdo en que el ser humano independiente puede
crecer. Su conocimiento puede extenderse por
campos en los que encuentra un valor propio, con
una dimensión universalista, que evocan el misterio
y la reflexión y que tienen una fuerza reveladora,
sanadora y transformadora. Las experiencias
superconscientes se asimilan subjetivamente, como
un paso adelante en la evolución personal, como un
descubrimiento maravilloso de lo que existía de
antemano, sólo en un estado potencial.

LA ROSA

Para transmitir a la psiquis la sensación de un


proceso revelador y, al mismo tiempo, facilitarlo,
Assagioli creó el ejercicio de la eclosión de la rosa.
Lo que sigue es una variante de este ejercicio:

Imagínate un rosal: raíces, tallo, hojas y, en


lo alto, el capullo. El capullo está cerrado y
envuelto por sus sépalos verdes. Dedica un rato
a visualizar claramente todos los detalles.

Ahora imagina que los sépalos empiezan a


abrirse, se tuercen y enseñan en el interior los
pétalos, suaves, delicados, aún cerrados.

Ahora empiezan a abrirse los pétalos. Al


hacerlo, te das cuenta de que la apertura
también tiene lugar en el interior de tu ser.
Sientes que algo en ti se abre y sale a la luz.
Al seguir visualizando la rosa, sientes que su
ritmo es tu ritmo, se abre en tu apertura. Sigues
viendo la rosa al salir a la luz, al revelarse en
toda su belleza.

Hueles su perfume y lo absorbes en tu ser.

En este momento observas el centro mismo


de la rosa, donde su vida es más intensa. Deja
que emerja una imagen de allí. Esta imagen
representará lo más bello, más significativo y
más creativo de lo que quiere salir a la luz ahora
en tu vida. Puede ser una imagen de cualquier
cosa. Sólo tienes que dejar que surja
espontáneamente, sin forzarte ni pensar.

Quédate con esta imagen durante algún


tiempo y absorbe su cualidad.

La imagen puede tener un mensaje para ti,


ya sea verbal o no. Muéstrate receptivo.

Para los que lo hayan experimentado, el campo


del superconsciente y del Yo. Transpersonal es
completamente real.

No es un concepto intelectual.
No es un sucedáneo del super-yo.
No es producto de la sugestión.
No es un fenómeno parapsicológico.
No es un estado de conocimiento reducido.

En su estado ordinario, la personalidad se


siente incompleta. Por supuesto, siempre está
ocupada intentando alcanzar un estado completo.
Su condición normal es un estado de ocupación
continua. Pero el Yo es un estado de plenitud que no
necesita buscar en el exterior para sentirse
completo. El Yo es el ser puro, más allá de los
pensamientos, de las palabras, de los hechos.

Quitando minutos preciosos de su horario


apretado, Anna sigue haciendo el ejercicio de la rosa
y la última imagen que ve es una gran escalera que
sube hacia un foco luminoso intenso: "A cada paso
encuentro flores a ambos lados y florecen cuando
las miro. Al seguir la escalera con la vista, observo
que la parte más alta se confunde con la luz. Veo
que en ese punto se juntan un número infinito de
escaleras que llegan desde todas las direcciones,
incluso las opuestas, y se iluminan gracias al foco en
el cual culminan."

Tenemos aquí una representación pictórica de


un viaje de la multiplicidad a la unidad. La
multiplicidad caracteriza la extensión de nuestra
personalidad ordinaria. Los ojos de la personalidad
perciben la multiplicidad en todos los sitios: en la
vida interior del individuo, con todas sus
subpersonalidades diferentes, a menudo en-
frentadas unas con otras; en el mundo de las
opiniones contrarias, y al nivel de las relaciones
humanas, donde la personalidad se percibe como
una entidad separada de otras entidades.

Pero, cuando nos movemos hacia el Yo, la


unidad reemplaza a la multiplicidad. La vida
psicológica se armoniza, igual que la diversidad de
sus partes se funde en una síntesis. "Ahora me
siento yo", dijo un joven, "Me siento uno mientras
que antes me sentía separado en distintas partes
que estaban en conflicto".

La unidad también puede experimentarse a


nivel intelectual, como cuando descubrimos una ley
de la naturaleza que explica unos hechos múltiples y
aparentemente sin relación. La unidad se encuentra
en una obra de arte, sea una sinfonía, una obra de
teatro o una pintura, cuando todos sus elementos
encajan dentro de un todo armonioso. Y, finalmente,
la unidad también se experimenta en relación con
los demás, como un sentido de solidaridad con la
raza humana en general y como un reconocimiento
de un solo origen, común para todos los seres, un
origen, bajo cuya luz todos los intereses y puntos de
vista conflictivos desaparecen o pierden impor-
tancia.

Veamos ahora otra imagen que salió en el


ejercicio de Anna: "De una piedra dividida brota
agua. La parte más alta del chorro brilla porque en
todo momento la ilumina el sol. Esta imagen me da
una sensación de perennidad, de atemporalidad".

La personalidad vive en el tiempo. Sobre esto,


llegamos a la convicción de que nada es
permanentemente seguro, permanentemente
satisfactorio, una condición a la que Mircea Eliade ha
llamado "el terror del tiempo". Pero el Yo vive en la
atemporalidad. El poeta inglés Henry Vaughan ha
plasmado muy bien la diferencia entre ambos:

La otra noche vi la Eternidad


Como un anillo enorme de luz pura e infinita,
Todo es paz en su fulgor
Y a su alrededor al Tiempo en horas, días y
años,
Guiados por las esferas,
Como una sombra en movimiento, en la que
El mundo con su orden se establece.

Los indicios de atemporalidad son mucho más


frecuentes de lo que parece. Por ejemplo, es fácil
perder la percepción normal del tiempo cuando una
actividad o acontecimiento nos absorbe totalmente,
hasta que volvamos al ritmo anterior por algún
accidente extraño. También puede suceder cuando
entramos en contacto con un ambiente cuyo tiempo
es mucho más lento que el humano: montañas,
océanos, desiertos y, sobre todo, el cielo estrellado.

Igualmente, podemos tener experiencias


similares gracias a la meditación, sin la ayuda de
estímulos externos. Una vez recordé este hecho de
una manera muy familiar. Assagioli esperaba que un
temporizador marcase con un "bing" muy fuerte el
fin de un tiempo de meditación. Cuando le pregunté
por qué necesitaba aquello, respondió que la razón
que tenía para "sublimar" el temporizador de su
función básica en la cocina a una función tan
dignificada era porque en la meditación se suele
perder el sentido del tiempo, de tal forma que es
difícil saber cuanto se ha estado, si nos servimos de
nuestros sentidos normales. Lo dijo de tal forma que
parecía algo completamente lógico y pude ver que
esto era para él una experiencia real. Tan real como
era, por aquella época, mi propia experiencia en
meditación: no llegaba a la atemporalidad, pero, en
cambio, estaba luchando contra las distracciones,
las resistencias y la pereza obstáculos inevitables
que cualquier novato encuentra al principio.

Volviendo a Anna, en otra ocasión, al mirar el


centro de la rosa vio el cielo: "Es un cielo infinito, de
un azul intenso, de una profundidad inmensa. Me
fundo en ese cielo y oigo una voz que sale de él".
Cuando esta voz le hablaba, estimulándola a
arriesgarse y actuar, se siente motivada y
convencida. "Experimenté una expansión de mi
libertad", dijo: "Es como si tuviese permiso para
traspasar una puerta. ¡Esto me da vigor y placer!

Tal como lo percibe normalmente la


personalidad, el mundo está estructurado en formas
(pensamientos, objetos, gente: cualquier cosa es
una forma). Y las formas siempre tienden a
delimitar, a aprisionar. De cualquier modo, el mundo
del yo se siente sin formas, por eso es por lo que
entrar en contacto con él puede producir una
sensación ilimitada de libertad y expansión.

Las formas se pueden describir, comparar y


catalogar. El Yo está tan inestructurado como el
cielo que visualizó Ana. Podemos formular hipótesis
de trabajo y dar indicaciones confusas sobre el Yo;
pero nunca podremos definirlo. Como apuntó
William James, una de las principales características
la experiencia "mística" es la "inefabilidad".
No es que desaparezcan las formas, sino que
pierden bastante su carácter limitativo, de manera
que cada uno contiene todas las formas. William
Blake lo entiende así:

Para ver un Mundo en un grano de arena


Y un Cielo en una flor salvaje,
Pon lo Infinito en la palma de tu mano
y la Eternidad en una hora.

O considera este haiku: "Una mota de polvo


contiene a la tierra entera; cuando se abre una flor,
nace el mundo entero".

Asimismo, Borges habla del Aleph, el lugar


mítico donde "sin posibilidad de confusión, se
encuentran todos los lugares del mundo, vistos
desde cualquier ángulo".

El holograma es la contraparte técnica de este


modo intuitivo de percepción. Un holograma es una
figura reproducida por rayos láser sobre una placa
fotográfica. Se diferencia de cualquier imagen
ordinaria en que cada punto forma una imagen
completa. Si tienes un trozo de una fotografía
normal, la de una persona, por ejemplo, sólo tienes
eso, nada más y nada menos: un ojo, la nariz, parte
de los labios, lo que sea. Pero si tienes una parte de
un holograma tienes el molde de toda la figura. En el
ejemplo anterior, seguirías teniendo toda la cara.
Cada parte no es sólo ella misma, sino también
todas las demás.

Algunos físicos actuales (cuyas ideas, como ya


se ha demostrado muchas veces, tienen
reminiscencias místicas) han llegado a la conclusión
de que las partículas elementales no son bloques
separados que están uno al lado de otro, sino que
están interrelacionadas unas con otras en una trama
dinámica. Esta hipótesis ha llegado tan lejos como
para afirmar que cada partícula está formada por
todas las demás". De algún modo se compenetran,
se relacionan, se contienen, de forma que el univer-
so entero esta representado en cada una de sus
partes.

Los místicos, tanto de las tradiciones orientales


como universales, dan con frecuencia una
interpretación paralela. Por ejemplo, el Maestro
Eckhart expone que en los reinos espirituales los
seres ya no están separados, corno en la vida diaria,
sino que cada uno es todos los demás, manteniendo
misteriosamente su propia identidad al mismo
tiempo. Asimismo, para el individuo inspirado, cada
momento de la vida abarca la vida entera, cada ac-
titud conlleva todas las demás, cada persona que
encuentra es el propio universo. Miton dijo: "¡Para
mí eres todo lo que hay bajo el cielo, todo te
representa!"

La diferencia entre accidente y cualidad puede


aclararlo aún más. Al explorar el superconsciente,
podemos entrar en contacto con lo que se ha
descrito como una cualidad psicológica, corno el
amor, el placer, la fuerza, la serenidad, la paz, etc. Y
esta cualidad se nos puede presentar como es en si
misma, por encima de cualquier forma específica
impuesta por las situaciones o por el mundo
exterior. Por ejemplo, una mujer escribe sobre sus
meditaciones:

"Al acercarme a la cualidad del valor, entré


en contacto con la esencia del valor de un
Samurai y el de los héroes, el valor silencioso de
la vida de cada día manifestado en incontables
hechos y que los trasciende todos. Del mismo
modo, al centrarme en el amor, me relacioné
con el almacén de energía amorosa, o sea, el
amor que envuelve todos los actos particulares
y todos los pensamientos de amor que han sido
y serán".

Por otro lado, desde la perspectiva de la


personalidad, el interés se centrará principalmente
en este o aquel accidente, como ganar, conseguir
dinero, tener una carrera, casarse, vivir sin
preocupaciones, lograr un ascenso, etc., siguiendo
los cálculos dualísticos del placer y el dolor, el
fracaso y el éxito.

La gente que está en contacto con el Yo se


interesa menos por los accidentes que van a ocurrir
y más por la cualidad general de vida. Se centran
más en el cómo que en el qué. Les interesa más
jugar que ganar; la armonía y la belleza de lo que
hacen, más que lo que puedan conseguir con ello.
Viven lo que Keyserling llama la "vida simbólica"
llegar a vivir símbolos o expresiones de amor, paz o
cualquier otra cualidad del superconsciente
Enraizados firmemente en los reinos de las
cualidades, tienden a no dar demasiada importancia
al mundo, siempre mutante, de lo accidental,
aunque operen en él con competencia y decisión
apasionada.

Otra imagen de las que vio Anna en el centro


de la Rosa es una reminiscencia de las anteriores.
Una gota que brilla y resplandece porque la ha
tocado un rayo de sol; desde el interior de la gota
Anna oye un coro de voces humanas que se dirige a
ella con una elocuencia de especial patetismo. De
esta comunicación Anna tuvo una sensación de
participación compartida y de una nueva relación:
"Me siento inmersa en una luz blanca. Me siento
viva en un mundo de criaturas maravillosas. Siento
que estoy compartiendo un mundo de seres
humanos del que, hasta ahora, había estado muy
lejos". -

En su estado normal, la personalidad siente


miedo en todas partes. Todo lo que ambiciona (la
atención de una persona en particular, riqueza,
éxito, poder, etc.) disminuye cuanto más se divide y,
como todo el mundo intenta conseguir todo lo
posible, siempre parece que hay menos.
Esta percepción provoca una sensación de
necesidad, aislamiento y competición.

En cambio, el Yo forma parte de un mundo en el


que compartir es la norma. Cuanto más amor,
sinceridad o placer compartamos, más tendremos.
Es exactamente lo contrario que en las
matemáticas.

En un ejercicio posterior, Anna percibió la


imagen de un pozo: "Me asomo a él y veo que es
muy profundo. En el fondo veo mi cara y detrás de
mí el arco de hierro del pozo y el cielo. El interior
está recubierto con escrituras de antigua sabiduría.
Le pregunto al pozo: '¿Qué es la vida?' Y dice
'Contéstame, porque tú eres quien puede darle una
repuesta a la Vida, en vez de esperar que te la dé
otro"'.

El pozo le recordó a Anna la actitud central del


Yo, una actitud de dar e irradiar. En palabras de
Dante, el Yo es un tesoro seguro que no tiene nada
más que buscar". Este tesoro de amor y placer no
es, de todos modos, auto-limitado, sino que tiende a
elevarse y propagarse.

La expresión básica del Yo es servicio, un


servicio gratuito, que no tiene nada que ver con
intentar ser bueno y tratar de ayudar. Es raro
encontrar gente que dé sin nada que los ate, tan
sólo por él gran placer de hacerlo; pero la hay. Y
muchos de nosotros hemos saboreado estos
placeres de vez en cuando

Por otro lado, la personalidad se caracteriza por


la insaciabilidad. Siempre habrá una necesidad por
satisfacer. Y, si no la hubiese, la personalidad
tendría amenazada su existencia. Sus
preocupaciones centrales son, por lo tanto, la
supervivencia psíquica y física.

Día tras día, Anna seguía practicando el


ejercicio de la rosa y en cada ocasión surgía una
nueva imagen:

"Esta vez hay un océano sin límites. Es


atemporal, infinito como el universo. Oigo una
canción de paz que viene de las olas. En un
punto las olas llevan a un bebé a la playa. Es
como si me ofreciesen ese bebé con dos brazos
infinitos, hechos con las dos partes de la ola a
cada uno de mis lados. Me encuentro frente al
niño.
Siento que lo acepto completamente,
rindiéndome ante lo que la vida me presenta"
Arrodillada en la arena para estar más cerca
de él, siento una sensación de reverencia ante
un ser tan precioso y único.

A nivel de personalidad, intentamos


controlar nuestra vida, determinar su curso con lo
que nos parece favorable. Hay, por tanto, una
sensación de permisividad, de libertad. Como
apuntó una vez el sabio hindú Ramana Maharsi,
solemos ser como la gente que va en tren y lleva la
maleta encima. ¿Por qué la llevan? Si la ponen en el
suelo la llevará el tren y se ahorrarán el esfuerzo de
sostenerla.

La personalidad tiene su modelo de cómo debe


ser y se cierra a cualquier cosa que no encaje en el
reducido círculo de sus expectativas. De todos
modos, el individuo que se auto-realiza está abierto.
Según el Bhagavad Gita, esta persona "se siente
satisfecha con lo que le ocurra", corno Anna cuando
recibió al niño en el mar.

Hay que puntualizar que esta aceptación no


supone fatalismo de ningún tipo. Ni niega ni suprime
forma alguna de sabiduría ni control. Se puede
comparar con la actitud de un director de orquesta:
nada de lo que haga puede ir más allá de la
resignación o la pasividad. Y, además, al dirigir a los
músicos, el director no puede ir a su capricho, sino
atenerse a la partitura, sometiendo a ella todos sus
esfuerzos y recursos personales.

Aquí podemos cometer el error de creer que el


reino del Yo es bueno y el de la personalidad, malo;
pero, pero tal juicio nos impediría comprender que el
Yo y la personalidad no son sino dos aspectos de
una misma evolución. Una mariposa no es mejor
que una oruga: es un desarrollo, una metamorfosis.

La vista que tenemos desde el valle no es peor


que la que podemos disfrutar desde lo alto de una
montaña: es, simplemente, más reducida y así
sucesivamente. No habría cumbre sin valle, ni
mariposa sin oruga, ni realización del Yo sin el paso
previo de la personalidad.

Podemos hablar de fases de la evolución desde


la personalidad al Yo. La evolución transpersonal se
ha manifestado de muy diversas formas, a lo largo
de los años, en los individuos y las culturas que la
han experimentado. De todos modos, encontramos
generalmente procesos cíclicos y, si evitamos el
error de ser demasiado literales o concretos,
podemos lograr esclarecer los aspectos principales
de esta gran aventura.

Paradójicamente, el primer paso suele ser


negativo. Es un paso vacío e insatisfactorio. El
individuo tiende a aceptar ciegamente los valores de
la personalidad antes de que aparezcan los primeros
indicios de un despertar espiritual. Como hemos
visto, el miedo, la competitividad, la multiplicidad, la
lucha por la supervivencia, las limitaciones de las
formas y el terror del tiempo forman su ración
diaria. Puede que él o ella hayan aprendido a
defenderse bastante bien en esta lucha y disfruten,
en cierta medida, de la consideración social por sus
méritos personales. Esta persona también puede
sentir un grado elevado de libertad psicológica.
Sin embargo, en algún momento empieza a
resquebrajarse el edificio. Da la sensación de que
falta algo, aunque el individuo no sepa que, o, quizá,
de que la evolución personal no tiene mucha
importancia, o una sensación de dificultad e
impaciencia, o de culpabilidad general, incluso
desesperación.

La libertad psicológica no desaparece, sino que,


paradójicamente, se convierte en una pesadilla,
Sartre lo define muy bien cuando dice que estamos
condenados a ser libres.

Para los individuos que atraviesan esta fase, el


"Yo" se percibe como algo aislado de los demás
"Yoes", que aparecen como perfectos extraños. Esas
personas han trascendido parcial y temporalmente
sus necesidades normales. Se mantienen entre el
mundo de la personalidad y del Yo, aunque no se
den cuenta de lo último. El resultado es un vacío
existencial, el estado en el que todas las
posibilidades parecen equivalentes y todas las cosas
resultan indiferentes. En la filosofía existencialista, a
esto se le llama "tedio", "náusea" y "melancolía".
"Un "verdadero tedio", dijo Heidegger, no es el que
viene de un libro o de una actuación, sino el que nos
invade cuando 'estamos verdaderamente cansados';
el gran tedio que como una niebla silenciosa, invade
los abismos de nuestro ser, une al hombre con las
cosas, a nosotros con todo lo que nos rodea con una
indiferencia peculiar".

Al llegar aquí, todas las hipótesis de trabajo en


las que se han basado las vidas de esas personas
resultan obsoletas. Nada de lo que han creído o por
lo que han luchado hasta ahora tiene sentido. A
veces, este paso se convierte en un camino muy
abrupto. Lo más frecuente es ir y venir a bandazos.
Incluso, en otros casos, el vacío existencial se evita
con la ruda fuerza de la rutina y continuando con las
ocupaciones de la vida diaria.
Tarde o temprano, gradual o repentinamente, el
vacío existencial se llena al aparecer el Yo. Esto
tiene una importancia muy grande en la vida
psicológica del individuo. Se han utilizado distintos
símbolos para describirlo, como:

Una iluminación que disipa todas las


ilusiones y nos permite ver la realidad como es.
Un despertar de un largo sueño, un sueño
lleno de ensueños e inconsciencia.
Un nacimiento a un mundo nuevo y mayor
lleno de posibilidades insospechadas.

Hay otras muchas metáforas, modelos


conceptuales y símbolos religiosos que se usan para
describir lo que ocurre en este momento. De forma
parecida, ha habido diversas sendas, con frecuencia
tortuosas y desconocidas, por las que la gente se ha
aventurado, y otras tantas descripciones e
interpretaciones. Pero podemos decir con seguridad
que, en esencia, el hecho universal es la compren-
sión de un nuevo significado y el flujo de una
vitalidad más intensa.

Naturalmente, la personalidad entiende esto, en


principio, según sus propios términos. Las
satisfacciones transpersonales parecen de la misma
naturaleza que las personales. Se percibe el Yo
como algo que hay que alcanzar, poseer y consumir,
algo que aumentará el bienestar de la personalidad
sin alterar su sistema de valores. El Pastel del Cielo.
En este nivel es donde encontramos a esa gente
activa y entusiasta que ve la "iluminación" como una
promesa de felicidad instantánea y sale a buscarla.

A esta fase, a la que sigue inmediatamente el


despertar, la podíamos llamar aspiración. Es muy
animada y llena de placer. El individuo ve con alivio
que toda la angustia y el vacío que había sufrido
antes ha desaparecido por completo. El o ella se
sienten fuertes y seguros y creen que han eliminado
todos los problemas psicológicos. Muchas veces se
cree, ingenuamente, que se ha alcanzado un nivel
estable y permanente de equilibrio psicológico y
espiritual.

Pero esta confianza se ve pronto amenazada


por la inestabilidad y, muchas veces, la alegría se
cambia por una sensación de desesperación. El
individuo empieza a creer que todo lo que ha visto y
sentido era ilusorio. A menudo se siente
decepcionado o abandonado, con una permanente
sensación de confusión. Todas las explicaciones
fáciles, todas las inquietudes emocionales, todas las
creencias entusiastas han desaparecido.

Poco a poco, la personalidad va comprendiendo


que hace falta una reorganización profunda Cuando
se empieza este trabajo, suele haber roces, porque
la psiquis tiende a ser reacia a las transmutaciones.
Hay una oscilación, un tira y afloja entre los valores
nuevos y los antiguos y, a veces, una coexistencia
de ambos difícil, inestable. Enfrentado a nuevos
retos, un individuo puede encontrar limitaciones
personales que le eran desconocidas; puede llegar a
una pérdida de la propia estima durante un tiempo.
En metáfora, podríamos decir que es como si
hubiera más luz y ésta, con crueldad y dramatismo,
hiciese visibles los obstáculos.

Por otro lado, podemos experimentar este


mismo proceso de la manera más lógica y natural. El
Yo se convierte en un modo de ser nuevo y
revalorizado y las formas anteriores se dejan y
olvidan fácilmente, como un adulto que ya no tiene
la necesidad infantil de los juguetes.

La gente que se encuentra en esta fase de


transmutación siente a menudo que sigue una
senda o un camino hacia el Yo. Por eso, es imposible
hablar del camino del amor o del de la iluminación,
del camino de la acción o del camino de la belleza,
del camino del ritual, de la devoción, del deseo, de
la ciencia, etc. Los diversos caminos del Yo suelen
representar varios tipos de personas, con lo que
permiten que cada uno se sirva de su propia y única
aproximación, qué mejor lo lleve a la plenitud. Como
dijo Krishna, representando al Yo, en el Bhagavad
Gita: "Acepto a todos los hombres que se me
acerquen: hombres de todos los lugares, ¡Seguid mi
camino!"

La transmutación culmina con la comprensión


plena del Yo. Esta última fase se ve clara en varios
grados de la vida de los grandes genios, artistas y
guías espirituales de la humanidad. Y es
precisamente en sus vidas, presentadas en
biografías y otros documentos, donde mejor
podemos entender y estudiar la naturaleza del Yo y
del superconsciente.

A pesar de la gran variedad de formas en que


puede darse esta evolución general, no se basa sólo
en expansiones de la consciencia. La realización del
superconsciente tiene que arraigar. Igual que el
molde de un cristal se encuentra en estado
potencial y, con una solución saturada, toma forma
visible, las energías del superconsciente tienden a
materializarse en el mundo exterior.

La tendencia a manifestarse físicamente es


común a todas las facetas de la consciencia. Un
deseo de evasión, materializado en un viaje. El
enfado se materializa en un insulto; la devoción, en
una catedral; las ganas de ver, en un telescopio; los
deseos de defensa, en un alambre de espinas; la
agresión, en una pistola; las ganas de correr, en una
motocicleta.

Asimismo, las energías superconscientes


pretenden y necesitan manifestarse. Este es un
principio fundamental de la salud psicológica. La
idea, por tanto, no es provocar experiencias
elevadas, éxtasis y placer, sino también crear la
idea de que estas experiencias culminantes son una
demostración explosiva, una realidad penetrante de
nuestra vida y de la de los demás. Incluso sin
éxtasis, esas realidades internas, como el amor al-
truista, la observación, la admiración y la gratitud, la
sensación de belleza y justicia, pueden constituir el
móvil de nuestra vida, lo que Maslow llama
"experiencias doradas", en vez de ser meros
episodios.
Concluiré con un ejemplo simple de la forma de
arraigarse. Hemos seguido la evolución de las
experiencias superconscientes de Anna. ¿Cómo las
manifestaba en su vida? Al final de su nota, escribía:
"Ha ocurrido algo nuevo en mi vida: mi marido y yo
hemos pedido la adopción de un niño, cuya madre
no quiera ocuparse de él y que, de otro modo,
tendría que ir a un orfanato. Este periodo es muy
bonito, aunque no faltan dificultades. Me pare ce
como si estuviera viviendo en la práctica lo que me
ha ocurrido en las experiencias interiores".

Capítulo 13

EL MEJOR TERAPEUTA

Cuenta una historia occidental que los dioses


decidieron un día crear el universo. Crearon las
estrellas, el sol, la luna, los mares, las montañas, las
flores y las nubes. Después crearon a los seres
humanos. Al final, crearon la Verdad.

Entonces, surgió un problema: ¿Dónde podrían


esconder la Verdad para que los seres humanos no
la encontraran? Quisieron prolongar la aventura de
la búsqueda.

"Vamos a ponerla en la cima de la montaña


más alta", dijo uno de los dioses. "Seguro que
allí les costará mucho encontrarla".
"Pongámosla en la estrella más lejana", dijo
otro.
"Vamos a esconderla en el abismo más
profundo y oscuro".
"¡Confiémosla al lado secreto de la luna!"

Por fin, el más sabio y anciano de los dioses


dijo, "No, esconderemos la Verdad dentro del
corazón de los seres humanos. Así la buscarán
por todo el universo, sin darse cuenta de que la
llevan dentro en todo momento".

Las técnicas de psicosíntesis, llamadas diálogo


interno, se sirven de la verdad que llevamos
escondida y muchas veces olvidada, en nuestro
interior. Imaginamos que encontramos una persona
en lo alto de una montaña, lejos y por encima de
toda civilización, en un reino intemporal. De esta
persona sale un amor reparador y alentador, un
amor que nos acepta por lo que somos y nos evoca
lo que podemos ser. Esta persona tiene una gran
sabiduría, que no se merma por la satisfacción
inmediata de las necesidades personales ni está
influida por las demandas del entorno ni la moda, y
puede entender la vida como algo completo, con
todas sus contradicciones y paradojas. Nos
encontramos cómodos y, sobre todo, hay una
atmósfera de gran confianza. En el diálogo que
mantenemos, se produce un cambio de energía, se
aclaran las ideas y se disipan las dudas.

En esta técnica funciona algo más que la mera


fantasía. El hombre sabio funciona como el símbolo
más efectivo del Yo y nos capacita para entrar en
contacto con su energía sanadora, vivificante e
iluminadora. Por ello, podemos decir con certeza
que el Yo es el mejor terapeuta.
El diálogo interior sirve para todas las
ocasiones, pero tiene especial utilidad en momentos
particulares7 como son:

• Cuando tomamos una decisión importante.


• Cuando estamos en momentos de crisis.
• Cuando pensamos que nadie nos comprende.
• Cuando queremos utilizarla sabiduría interior.
• Cuando nos sentimos solos.
• Cuando estamos preparados para un cambio.
• Cuando queremos una sesión gratuita.

Pero los efectos del diálogo interior pueden


hacer algo más que sacarnos de un atolladero. Con
él tenemos la posibilidad de establecer un canal de
comunicación con el superconsciente, lo que
Assagioli llamó "telepatía vertical". Podemos
aprender a confiar en nuestro Yo en vez de seguir
las presiones de otras personas o de nuestras
subpersonalidades. Podemos descubrir cómo
considerar la situación completa, en vez de dejarnos
influenciar por elementos intensos, pero sin
importancia. También podemos llegar a la
conclusión de que la solución de un problema se
puede encontrar siempre en un nivel superior a
aquél en el que reside el problema. Más aún,
podemos evitar todas las comunicaciones que
siguen a las decisiones tomadas de forma
superficial, apresurada y negligente.

DIALOGO INTERIOR

Imagina que amanece una mañana de


verano. Estás en un valle. Te das cuenta poco a
poco de lo que te rodea: el cielo está claro y es
de un azul intenso; hay flores y hierba a tu
alrededor. La brisa de la mañana acaricia
suavemente tus mejillas. Sientes el contacto de
tus pies con el suelo. Observa la ropa que
vistes. Dedica un rato a concienciarte con
claridad de todas esas percepciones.

Tienes la sensación de estar preparado y a


la expectativa. Al mirar alrededor, ves una
montaña Se eleva cerca de ti y, si miras a su
cumbre, te parece de una altura extraordinaria.

Así, pues, decides escalar la montaña.


Empiezas a adentrarte en un bosque. Puedes
percibir el aroma de los pinos y la atmósfera
fresca, oscura.

Cuando sales del bosque, sigues por una


senda escarpada. Al andar cuesta arriba, sientes
el esfuerzo muscular de tus piernas y la energía
que anima todo tu cuerpo.

Ahora se acaba el camino y todo lo que se te


presenta es roca. El ascenso se hace más duro;
ahora tienes que usar las manos.

Te encuentras arriba. El aire resulta más


fresco y enrarecido; te envuelve el silencio.

Al subir, te metes en una nube. Todo es


pálido y sólo puedes ver la niebla que te
envuelve. Vas lentamente y con cuidado.
Apenas puedes ver la roca donde apoyas tus
manos.
Ahora se disuelven las nubes y ves el cielo
otra vez. Aquí arriba todo es mucho más
luminoso. La atmósfera tiene una limpieza
extraordinaria; los colores del cielo y de las
rocas son vivos y el sol brilla. Estás listo para
seguir. El ascenso es fácil; parece que pesas
menos y te sientes atraído por la cima; luchas
por culminarla.

Según te aproximas a la cumbre, te vas


llenando de una sensación de altura. Te paras y
miras alrededor. Ves otros picachos cerca y
lejos, el valle en la lejanía y algunas
poblaciones.

Ahora estás en la cima de la montaña, en un


amplio rellano. Aquí el silencio es completo. El
cielo es de un azul muy intenso.

A lo lejos ves algo. Es una persona sabia y


cariñosa, preparada para escuchar lo que tienes
que decir y para decirte lo que quieres saber. El
o ella aparecen en principio como un punto
luminoso pequeño y distante.
Los dos os habéis visto. Camináis el uno
hacia el otro, lentamente.

Sientes la presencia de esa persona, y eso


te da placer y fuerza.

Ves la cara y la sonrisa radiante de este ser


sabio y sientes un efluvio de amor cálido.

Ahora estáis frente a frente: miras los ojos


del sabio.

Puedes hablar de cualquier problema, hacer


cualquier observación o preguntar lo que
desees. Escuchas la respuesta callado y atento;
y, si llega el caso, puede que quieras prolongar
el diálogo.

Maurizio es una persona de físico fuerte.


Procede de una numerosa familia rural en la que
todos viven juntos, no solo el padre y la madre, sino
también multitud de tíos, tías y primos, y en la que,
además, nadie le presta demasiada atención porque
lo consideran como uno más.

Trabaja de dependiente y vino a verme unas


cuantas sesiones: Tengo 28 años; siento una
enorme sensación de soledad y vacío", escribió, "Me
dejo llevar y estoy casi constantemente deprimido".
Le dan ganas de tomar drogas y alcohol y pasar de
todo y de todos "como cierto modo de auto
destrucción". Su problema más importante está en
sus relaciones con los demás: "No soporto a la gente
y tengo que evitar los lugares abarrotados: salas de
baile, colas de espera, embotellamientos de tráfico,
estadios. Temo a la gente e intento estar alejado de
ella»
Esta actitud recuerda la historia de Kafka The
Borrow, en la que un animal misterioso piensa
continuamente en cómo proteger su madriguera de
enemigos invisibles y pasa el tiempo construyendo
más y más defensas subterráneas. Maurizio escribió:
"Creo que la timidez apareció en mí cuando era muy
pequeño. Es un sentimiento que no tiene relación
con una persona, un grupo o una generación. Es
universal. En mi vida no he hecho otra cosa que
pensar cómo protegerme de los demás. Me he
aislado en mi propio castillo".

Al mismo tiempo, Maurizio tenía verdaderas


ganas de abrirse, porque también escribió: "Es muy
difícil tener fe y amar". Pero el sentimiento principal,
en este momento, es la desesperación. En un
ejercicio de imaginación espontánea, se visualizó a
sí mismo en medio de una ciénaga: "Barro, barro
hasta la ingle. Cuando levanto un pie se me hunde
el otro. Siento pánico y, más aún, cansancio o
resignación. Detrás de mí y por todas partes hay
niebla. Detrás de la niebla, la oscuridad".

Tras un ciclo de sesiones, que parecían


superficiales, decidí que era el momento de que
Maurizio conociese a su sabio. Así nos relata cómo
se produjo el encuentro:
"Hay alguien sentado delante del fuego; me
acerco. Es un señor mayor. Es delgado, con el pelo
canoso. Su barba también es blanca. Sonríe; tiene
los ojos claros. Me hace señas para que me acerque.
Cuando estoy ante él me invade una gran paz.
Tengo la sensación de que lo conozco y de que me
conoce. Cuando lo miro su sonrisa me llena de
júbilo".

Hasta ahora sabemos que el sabio de Maurizio


es auténtico y no un engaño, como sucede a veces
con esta técnica. El júbilo es la mayor garantía. Al
llevar a cabo este ejercicio debemos tener cuidado
con varias personificaciones internas del sabio: el
viejo acicalado, el vicio criticón, el viejo malo o
cualquier otro carácter que no sea personificación
viviente del amor, el júbilo y la sabiduría. Por
ejemplo, una vez me dijo una mujer: "Encontré al
viejo sabio, pero el encuentro fue frustrante. Todo lo
que decía, me lo rebatía, haciendo puntualizaciones
odiosas y hablando de un modo tan difícil que todo
lo que decía estaba muy por encima de mi cabeza".
Por supuesto, ese no era su sabio. Discutiendo esta
experiencia, averigüé que le recordaba a un tío suyo
que se comportaba con ella de esa misma manera.
Cuando se hubo dado cuenta de esto, pudo llevar a
cabo el ejercicio a plena satisfacción. Pero volvamos
a la experiencia de Maunzio:

"Sé todo sobre ti, dice el sabio. "Puedes


estar tranquilo, todo está bien, no hay de qué
preocuparse."
Me voy contento. Lo sabe todo de mí: No
volveré a estar solo. Puedo volver con él
siempre que quiera. Estará allí, sabiendo todo
sobre mí. Tengo un aliado. Podría bajar la
montaña volando, me siento muy ligero.
Esta sensación me ha durado varios días, y
ha ido desapareciendo lentamente. Los
pensamientos oscuros invaden otra vez mi
campo de consciencia, pero, al poder
reconocerlos tan pronto como aparecen, me
zafo de ellos.

Cuando Maurizio realizó este ejercicio, se hizo


más fuerte psicológicamente. Su evolución se
aceleró y empezaron a mejorar sus relaciones con
otras personas. Encontró una novia y se dio cuenta
poco a poco de los valores y las recompensas del
amor. Su deficiencia se desvaneció y pudo
experimentar y expresar un mayor campo de
emociones.

¿Por qué sucedieron todas esas


transformaciones? Al fin y al cabo, el sabio sólo le
dijo a Maurizio que no se preocupase. ¿Cómo pudo
provocar un encuentro tan simple e imaginario una
serie de cambios así? La respuesta es que el diálogo
interior suele tomar una forma muy elemental, pero,
bajo la capa de esa intervención, puede ocurrir
muchísimo más. Se abre una puerta a la energía
superconsciente y, tan pronto como el individuo se
hace receptivo, esa energía fluye y empieza su
trabajo de curación, regeneración e inspiración.
Nunca sabemos con detalle lo que sucede; pero
vemos los resultados de forma clara e innegable.

No debe sorprendernos encontrar a nuestra


sabia, que puede ser tan importante como encontrar
al sabio, y conviene practicar con ambos, como
demuestra este comentario, escrito por una mujer:

Tengo una anciana sabia, además de un


anciano sabio. Mi viejecita sabia es cariñosa. Está un
poco metida en carnes y tiene una carita amable,
pelo gris, ojos cálidos marrones y viste con sencillez,
generalmente de azul.
No selecciono entre el hombre y la mujer, solo
cierro los ojos y veo el que aparece. Para las inda-
gaciones de naturaleza más impersonal suele
aparecer el hombre; pero, cuando la discusión es
más personal, viene la mujer. La mujer es mucho
más reconfortante que el hombre, mientras que en
él destaca su fuerte sentido de la bondad y su sabi-
duría. La sabiduría de ella es diferente a la del
hombre, es una sabiduría femenina, más gentil y
más concreta.
La sabia me hace sentir que ser una mujer es
algo bueno. Suelo criticarme con dureza, pero,
cuando estoy con la mujer sabia, noto una fuerte
sensación de aceptación y esto influye mucho, de
diversas formas, en lo que siento de mí misma.

Otros ven a la mujer sabia de forma distinta:


como el arquetipo de la sabiduría, quizá más como
la diosa griega Atenea que como una persona
terrena y familiar.

Tanto el hombre como la mujer encuentran en


la evocación de la mujer sabia y cariñosa una
imagen femenina positiva que las vicisitudes de su
vida no les han permitido descubrir aún. Casi todo el
mundo se da cuenta de que la mujer puede ofrecer
algo que el hombre no tiene, y viceversa.

Aunque el diálogo interior pueda provocar en


algunas ocasiones una liberación excepcional de las
energías superconscientes y una transformación
radical de la personalidad, en la mayoría de las
situaciones los resultados son lo más parecido a los
de una sesión con un terapeuta experto y cariñoso,
una sesión de la que salimos con la mente fresca y
las ideas claras, conscientes de que hemos llegado
allí por nuestros medios y sin dependencia
psicológica de otro ser humano.

CARTA AL YO

Otra forma de diálogo interior es escribir una


carta al Yo. Por raro que pueda parecer, es, con
frecuencia, una forma de llegar al
superconsciente. Describe una situación o un
problema con detalle, discutiendo las
alternativas, lo que sientes tú y otras personas
respecto a él, las ventajas y los inconvenientes
de cada alternativa, etc.

En el diálogo interior, ya sea de forma


visualizada o escrita, las respuestas pueden
aparecer de diversas maneras y por canales
diferentes. Estos son los principales.

1. El mensaje llega mientras hacemos el


ejercicio o inmediatamente después.

2. La contestación llega de forma


espaciada. Lo normal es que nuestras
esperanzas de solucionar algo

Concreto, o la inquietud por encontrar la


solución, taponen el flujo de discernimiento; pero
puede llegar más tarde, por sorpresa. También
puede aparecer de una forma más escondida, más
invisible, de modo que después de unos días nos
demos cuenta de que nuestra visión es ya clara, o
que lo que nos preocupaba ya no es un problema, o
que sabemos qué hacer con ello, incluso aunque no
podamos recordar ningún momento especial en el
que se haya producido un cambio definitivo.

3. El mensaje nos llega en un sueño.

4. La respuesta aparece como un impulso a


la acción, como cuando, de repente, nos sentimos
incitados a hacer algo que anteriormente no nos
atraía ni nos planteábamos hacerlo.

5. La respuesta surge por medio de un


elemento de nuestro entorno. Por ejemplo, las
palabras de un amigo, el título de una película, una
frase de un libro leída por casualidad, un suceso que
cambia nuestra rutina normal, etc. El mensaje está
allí, si somos capaces de leerlo. Es un ejemplo de lo
que Jung y el médico Wolfgang Pauli llamaron
sincronicidad.

Hasta las canciones pueden ser señales. Un


hombre que volvía de un largo viaje preguntó a su
sabio si debía volver a su anterior modo de vida o,
por el contrario, tenía que afrontar una nueva
situación y empezar un tipo de vida completamente
nuevo. La pregunta se quedó aparentemente en la
oscuridad, pero unos días después, cuando el
hombre aquel no se acordaba del problema, escuchó
en la radio una canción, "Aquellos eran los días... y
esas palabras fueron para él como un impacto. En
ese momento supo que se había terminado un viejo
ciclo ("aquellos eran los días") y que era mejor
embarcarse en una actividad nueva. Se veía
dominado por esa sensación de seguridad que lo
invadió repentinamente y por ese humor
reconfortante que muchos experimentan. La
frecuencia, la intensidad subjetiva y los efectos
liberadores de esos momentos nos impiden que los
tomemos como meras coincidencias. Parecen
indicios de alguna interacción desconocida entre lo
que llamamos realidad "interior" y "exterior".
¿Cómo podemos descansar con la seguridad de
que el mensaje que nos llega no es un autoengaño,
producto de la fantasía? Nunca podemos estar
completamente seguros. De todos modos, algunos
criterios pueden ayudarnos a comprobar la
autenticidad del mensaje. El primer criterio es
subjetivo: si la respuesta viene del Yo, conlleva un
inconfundible sentido de rectitud. No es un frío "sí" o
"no"; más bien se nos dan los dones del entendi-
miento y la alegría.

El segundo procede de la práctica de la


discriminación. Observamos la respuesta con la luz
de la razón y la verdad para ver si nos provoca
alguna sensación. Hay que recordar que el Yo puede
transmitir mensajes inconformistas, jocosos y que
estén fuera de los moldes de nuestras expectativas
normales.

El tercer criterio es la "prueba del pastel". Los


resultados de la puesta en práctica del mensaje en
la vida pueden ayudar a decidir si es correcto o no.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que


las respuestas del diálogo interno pueden venir de
una forma sutil, penetrante e incluso falsa. La
mayoría de las veces no son directas, concretas o no
se dan en los términos que esperamos. En cambio,
tratan de imbuirnos la facultad psicológica que
necesitamos para modificar nuestros puntos de
vista. Y que la pregunta se transforme por sí misma.
La historia de Luisa es un buen ejemplo:
Luisa estaba casada desde hacía trece años. Su
naturaleza emocional era muy fuerte y había estado
practicando ejercicios de psicosíntesis durante algún
tiempo. Cuando vino a verme atravesaba un periodo
crítico. Las relaciones con su marido eran difíciles; él
era violento a veces y tenía un comportamiento
raro. Todo iba bien cuando no estaba en casa, pero
su vuelta era el infierno de Luisa. Había pensado a
menudo en dejarlo; pero la detenía el miedo a su
reacción violenta. Al mismo tiempo, le tenía un gran
afecto y su trato le había enseñado muchas cosas y,
lo más importante, temía a la soledad. Un elemento
fundamental que hay que recordar en esta historia
es que la vida de Luisa carecía por completo de una
imagen masculina positiva, un hecho que también
era evidente en el ejercicio de encuentro con el
anciano sabio, que le resultaba tan difícil de realizar.

Una vez más, intentamos el encuentro con el


sabio. Esta vez funcionó:

"El sabio se me presenta sonriente y me


siento en un banco cerca de él, al principio al
mismo nivel que él. Siento una emoción muy
fuerte y me pongo a llorar porque veo una gran
paz, júbilo y fuerza en su mirada, mientras veo
que soy muy diferente, sumergida en mi dolor,
por culpa de mi incertidumbre al elegir. Lloro y
él sonríe y me pone una mano en el hombro. Le
cuento mi problema. No habla, pero me pone al
corriente de sus pensamientos.
Me muestra una espada que brilla al sol:
"Saldrás de esta situación con fuerza". Pregunto
cómo y contesta: "Lo encontrarás, pero no lejos.
Lo encontrarás en ti misma". Esto me asombra,
pero estoy contenta porque muchas veces
siento necesidad del consejo de otra persona,
aunque al final tome yo la decisión. Y entonces
añade: "Pero con amor". Lo miro y parece que
está dirigiendo una orquesta.
Viste de blanco luminoso y está radiante al
sol, sonriendo; parece más joven que antes".

Vemos aquí un modo de comunicación típico


del Yo. No Sugiere una alternativa específica, pero
proporciona un acceso e indica las cualidades que
necesita la persona para elegir su propio camino,
para Luisa las cualidades de la fuerza y el amor.
Pero Luisa todavía no está satisfecha:

"Me quejo porque no siento la fuerza de la


que está hablando. Extiende sus manos y coge
las mías. Levanta nuestros dedos entrelazados y
veo que bajo ellos fluye una corriente de agua
limpia, transparente y fresca. El agua arrastra
con rapidez cadáveres de guerreros y trozos de
madera viejos. Lo arrambla todo y nuestros
brazo5 crecen cada vez más, hasta que forman
un puente en forma de arco. El anciano sabio
me muestra el Paisaje y sonríe; yo me río.
Parece que todo ha muerto: así de simple. Me
Siento tan segura como en una fortaleza, donde
no hay nada de qué preocuparse. Ahora el
puente se convierte en un arco iris luminoso y el
sabio y yo Somos dos montañas separadas.
Somos independientes, pero estamos unidos por
el fortalecedor arco iris".

Dos días después, Luisa escribió esto:

"Por primera vez en muchas semanas, ayer


dormí bien sin tener que tomar un sedante.
Ahora me Siento tranquila y confiada y esto me
ayuda a vivir momento a momento, sin tener
que pensar otros problemas y compromisos.
Ojalá me sintiera siempre así.
Allá a lo lejos, veo a la pobre criatura que
solía ser, necesitando siempre un consejo y un
apoyo, triste, solitaria e inmadura. Apenas
puedo reconocerme así. Estoy sorprendida de
verme actuando con tranquilidad, yo, que era
propensa a correr y tener prisas y a hacer más
de lo que podía. Pero aún no estoy preparada
para percibir lo mejor de la gente que me
rodea".

Al encontrarse a sí misma en esta nueva


situación psicológica, Luisa consiguió una
perspectiva mucho más clara de su condición.
Decidió dejar a su marido. Esta decisión fue difícil y
dolorosa por dos razones, por lo menos. Primero, su
marido podía reaccionar violentamente contra ella.
Se trata de un individuo sensible e inteligente, pero
desequilibrado, y podría no estar de acuerdo con
esta decisión. Segundo, como hemos visto, Luisa
temía a la soledad. Una parte de ella prefería irse a
vivir con alguien, quien fuera, incluso aunque fuese
la persona equivocada. Pero no ganó esta parte y al
final Luisa hizo su elección.

Actuó con precisión y sin dudar. Preparó sus


metas, le comunicó su resolución a su marido y
encontró un sitio nuevo para vivir. "Aquella tarde",
dijo, "sentí la fuerza decisiva, firme y serena de mi
Yo. El momento que yo pensaba que sería el más
difícil de mi vida me resultó sumamente fácil."
Durante algún tiempo, su marido la llamaba con
frecuencia y ella se encontraba sola. Sintió la
tentación de volver con él, pero sabía que esto sería
un retroceso. Durante ese periodo tuvo la guía de su
sabio, con quien entraba en contacto regularmente
en las meditaciones. El sabio le aconsejó que
"abandonara la costa de la seguridad y la
conformidad y se adentrara en el mar", y, más
importante, continuamente le infundía nueva fuerza.
Hizo caso a su decisión.
Mientras tanto, había cambiado el cariz de
nuestra relación. En el pasado yo veía que dependía
de mí, y me pedía continuamente apoyo y consejo.
Ahora había alcanzado el fruto de toda relación
terapéutica, podía confiar en su propia fuerza y
sabiduría; yo había logrado ser totalmente útil a mi
paciente.

Me gustaría aclarar un último punto. Al leer este


capítulo, puede que te hayas preguntado por qué
nos imaginamos que el sabio está en la cima de una
montaña. La respuesta es que, siguiendo la técnica
del diálogo interior, también usamos la técnica del
ascenso o, como la llamaba Assagioli, el "ascenso
psicológico de una montaña".

Se ha dicho con frecuencia que las cimas son


las moradas de los dioses o de los seres santos y
extraordinarios y se asocian con sentimientos e
ideas más intensas y ansiadas que las ordinarias.
Como vimos en el capítulo 4, el ascenso produce a
menudo una sensación de placer y liberación y la
metáfora de la altura se ha usado para describir los
estados elevados de la mente. Por ejemplo, Bertrand
Rusell escribió lo siguiente para definir sus
momentos creativos: "Mis sensaciones se parecen a
las de alguien que ha escalado una montaña con
niebla, cuando, al alcanzar la cima, se aclara la
bruma de repente y el campo se hace visible en
cuarenta millas a la redonda."

La técnica del ascenso se puede usar a la


perfección imaginando simplemente que escalamos
una montaña y, desde la cima, vemos el campo que
nos rodea. Este ascenso de la consciencia tiene a
menudo un efecto que vitaliza y fortalece, como lo
demuestra el relato que sigue, escrito por una
mujer: "Lo que animaba con fuerza mi voluntad era
verme subiendo una montaña cubierta de nieve.
Repetía ese ejercicio con frecuencia, cuando me
sentía incapaz de hacer cualquier otra cosa o no
podía concentrarme, ni era capaz de cumplir mis
obligaciones, ni de escribir, ni siquiera de recoger a
mi hija en el colegio".

"Entonces me imaginaba escalando la montaña


con serenidad, con paciencia, metódicamente. En la
cima me sentía más grande; veía que podía hacer
todo lo que quisiese. En ese momento era capaz de
ir a recoger a mi hija del colegio y de sonreír, o de
pasar a máquina una traducción del inglés sin
ningún error. De otro modo, me hubiera quedado en
la cama todo el día".

Capítulo 14

LA PATOLOGÍA DE LO SUBLIME
Por extraño que parezca, cuando la inspiración
transpersonal empieza a hacerse sentir, la
personalidad se inventa, a veces, la forma de
neutralizaría. El reino de la personalidad tiene sus
propias reglas, finalidades y formas de
funcionamiento. En muchos casos, la irrupción de la
energía transpersonal provoca una expansión y una
transformación que, pueden ser placenteras y bene-
factoras; pero, en otros, el impacto revolucionario de
las energías nuevas que irrumpen en la estructura
previa puede sentirse como una incomodidad
amenazadora.

Aunque lleven consigo una fuerte sensación de


rectitud, las inspiraciones superconscientes
provocan la necesidad que tiene toda la
personalidad de adaptarse para aceptar las leyes y
propósitos del Yo. En este caso, se olvidan los viejos
hábitos, se afrontan con coraje los bloqueos
psicológicos, se carga con nuevas y mayores
responsabilidades y se adopta un ritmo
desconocido. En otras palabras, se produce una
serie de cambios importantes.

Los cambios sobre los que trabaja el


superconsciente son, por supuesto, partes naturales
del desarrollo general de la persona. Antes o
después, lo lógico es que la crisálida se convierta en
mariposa; aunque se sienta reacia a ello. Crecer es
entender lo que hasta ahora no hemos sido capaces
de concebir, sentir lo que nunca hemos
Sentido, hacer lo que no hemos hecho antes; es
aventurarse a lo que nunca nos hemos atrevido. Por
lo tanto, no tiene por qué ser placentero. Nos obliga
a dejar nuestra zona cómoda, a avanzar por lo
desconocido, a hacer frente al impacto tremendo del
Yo.

De todos modos, la resistencia al cambio no es


la única razón que tiene el reino de la personalidad
para organizar defensas contra las innovaciones del
superconsciente. El miedo a sentirnos heridos
violenta y profundamente en el lugar donde más nos
duela es otra causa poderosa. Hubo una vez un
tiempo en el que cada uno de nosotros afrontaba la
vida de una forma completamente abierta, sin
reservas ni defensas. Pero algo fue mal, se abusó de
nuestra inocencia y apertura, no se nos devolvía
amor, se ridiculizaba nuestra espontaneidad y se
traicionaba nuestra fe. Desde entonces han surgido
una serie de defensas y sospechas que van desde el
sentido común normal de la madurez del adulto
hasta una resistencia instintiva, a veces total, a
someternos a lo nuevo. No queremos que la vida
nos engañe otra vez.

Por estas dos razones principales, y


posiblemente por varias otras, la personalidad
tiende a establecer sus propias leyes y objetivos, a
defenderse de los intrusos transpersonales para que
pueda sobrevivir su propio sistema. Para que suceda
así> utiliza ciertas estrategias hábiles y casi siempre
inconscientes.

La represión es la estrategia más simple y más


común. Desoille acuñó la frase "represión de lo
sublime" dando a entender que es siempre la causa
de una "profunda melancolía» y la vaga nostalgia de
algo que se ha perdido. También dijo que este
concepto es similar a la "negativa a las
complicaciones" de Baudouin.

Un cuerpo extraño, por decirlo de alguna forma,


entra en nuestra vida y altera el orden existente. Lo
expulsamos de nuestro conocimiento, pero es una
presencia demasiado dañina para no hacerse sentir,
por lo general en la forma de insatisfacción, fastidio,
sentimientos de falta de autenticidad y multitud de
otras molestias.

En La divina comedia, Dante afirmó que la


violación de nuestro destino espiritual es la forma
más vil de hipocresía y lo simboliza en la persona de
Caifás, el hombre que condenó a Jesús. Como
Dorothy Sayers explica en su comentario, Dante nos
pinta la condición de la persona que sacrifica su
verdad interior en aras de las conveniencias... para
quien el bien rechazado se convierte en un cielo, del
que está exiliado y un tormento que sufrir". En la
alegoría de Dante, Caifás es crucificado en el In-
fierno y otros seres caminan sobre él
continuamente.

Proyección. En vez de, digamos, ser dueños de


las cualidades transpersonales que empiezan a
aparecer y, por ello, a expresarse en su vida,
algunas personas pueden tomar un camino más
fácil, aunque su recompensa sea menor: pueden
atribuir esas cualidades a otra persona, un gurú, un
terapeuta, una figura pública, un amigo o algo
semejante. Lo que esperan es que esta persona
actúe de acuerdo con la imagen del ideal que ven y
se resienten si no se adapta a sus expectativas.
Mientras tanto, pueden mantener el status de sus
propias vidas, aunque se priven ellos mismos de
regalos preciosos.
Esta estrategia suele estar acompañada de una
pereza psicológica, baja consideración de sí mismo,
dependencia, desamparo y, como colofón, enfado.
Más aún, las cualidades que se proyectan suelen
tener un aspecto distorsionado e irreal. Nunca
olvidaré la expresión desilusionada de la cara de un
cliente que me vio en un estadio, viendo un partido
de fútbol. La imagen angelical que había proyectado
sobre mí, lo descubrí más tarde, se vino abajo de
repente en su mente, con una realidad tan prosaica
como la que tenía delante en aquel momento.

La compensación consiste en que la


personalidad crea una nueva característica, opuesta
a la cualidad dominante en ese momento. Así, he
visto a gente compensando el influjo de los
sentimientos de amor con una agresividad extrema,
o neutralizando la elevación y la atmósfera pura del
superconsciente cultivando con mucha fuerza la
vida terrena ("divertirse", ver la tele, leer revistas
del corazón, etc.). Esta estrategia produce grandes
problemas y conductas contradictorias, actitudes
desequilibradas y bruscos cambios de dirección.

La desacralización opera cortando y


ridiculizando, todo aquello que pueda ser una
reminiscencia de la superconsciencia. Deja que el
individuo exprese sus tendencias agresivas, cosa
especialmente normal en personas algo sensibles,
que se han visto traicionadas en su vida y que
tienen mucho miedo de que se les ridiculice.
Con el pesimismo defensivo los individuos se
deprimen; temen, de forma inconsciente, no poder
alcanzar sus metas: "Soy demasiado viejo", "no soy
todo lo brillante que hace falta", "estoy demasiado
liado". O pueden echar la culpa a situaciones
externas: "No puedo evolucionar más de lo que mi
esposa me permite", "trabajo demasiado y no tengo
tiempo para nada más", etc. La gente que adopta
esta estrategia está asustada, se desanima con
facilidad y se compadece de sí misma. Sus senti-
mientos de impotencia están casi siempre
acompañados de un resentimiento que nunca se ha
expresado completa y adecuadamente.
La rutina consiste en aceptar formalmente la
superconsciencia, pero adaptándola a ciertas formas
de organización, burocracia o rutina, en la que
desaparece el elemento creativo. Este es el mayor
peligro de la religión y de otras asociaciones que se
organizan alrededor de un líder inspirado, ya que no
siempre pueden transmitir el ideal inicial y, a veces,
hasta lo suprimen, utilizando las palabras y las
formas que este creó, pero sin ser conscientes del
impacto revolucionario del liderato. Un ejemplo de
esto se puede encontrar en la novela de Dostoievski:
Los hermanos Karamazov, en la que Cristo vuelve a
la tierra y es condenado a morir por la Inquisición de
la Iglesia que había fundado.

Esta estrategia también se da en algunos


individuos, que creen tener una explicación clara
para todo, mientras ignoran el misterio, la auto-
renovación, el sorprendente poder de la
superconsciencia y su carácter paradójico e
indescriptible. Este tipo de gentes adopta fórmulas,
clichés y slogans. Sostienen rápidamente cualquier
verdad, experiencia, enseñanza o suceso que haya
supuesto antes algo importante para ellos. Lo único
que hacen es imitar rutinariamente lo que una vez
fue una explosión de vida espontánea y ahora es un
fósil cristalizado.

La dogmatización es una estrategia similar, que


niega afirmando. Es el medio por el cual la
superconsciencia se convierte en superego. Lo que
en principio había sido una experiencia
emocionante, se revela en este caso como una
norma rígida con la que hay que conformarse, un fin
que estamos obligados alcanzar: "Tengo que ser
alegre" o "amante" o "iluminado". Y lo que antes era
un regalo ahora es una herramienta para agradar a
los demás y sobrevivir en la sociedad. Una vez más,
el sistema de la personalidad reafirma y perpetúa
sus reglas. De este modo, el crecimiento es otro
elemento de la larga lista de los "deberes". Esta
estrategia está acompañada de represión, rigidez,
insatisfacción y una carencia básica de amor propio.

Hemos visto brevemente algunas de las formas


que la personalidad utiliza para neutralizar el Yo y
varias de las dificultades que provocan. No obstante,
también pueden aparecer problemas cuando la
personalidad se abre totalmente al influjo de las
nuevas energías. Esos problemas no aparecen
siempre. Por el contrario, la mayoría son sólo
ocasionales y fugaces y los pocos que son ine-
vitables se pueden combatir con eficacia. El
contacto con el superconsciente es placentero,
constructivo y vitalizan pero conviene familiarizarse
con esos problemas para encontrar mejor la forma
de evitarlos o de reconocerlos y combatirlos en caso
de que aparezcan.

La dificultad más común en la expansión del


conocimiento y la ampliación de contactos con el
superconsciente es, quizá, la sensibilidad,
sensibilidad al dolor de los seres humanos en
general (la "música callada y triste de la
humanidad", dijo Wordsworth), a la vulgaridad, a la
agresión, al odio, etc. Más aún, no se trata tan sólo
de una expansión en dirección horizontal, incre-
mentada con la comprensión hacia los demás, sino
que también es vertical. Si la altura de la
consciencia crece y crece, los abismos de la
desesperación, la insensatez y la aridez, por
contraste, s~ harán más profundos. De hecho, una
persona que ha despertado a la realidad y a la vida
de la superconsciencia, conoce concretamente los
ciclos, ciclos de tranquilidad, de discernimiento y
creación pasiva, que alternan con otros de
desocupación y confusión.

La sensación de inadaptación es otro


inconveniente normal, sobre todo en los primeros
niveles del flujo de la superconsciencia. El
conocimiento de nuestras limitaciones puede
aumentar al ver repentinamente resultados
inesperados. Puesto que uno de los hábitos
mentales básicos de la personalidad es la
comparación, podemos comparar espontáneamente
nuestra forma de ser con cualquier belleza que
percibamos en el superconsciente. El resultado
puede ser bien culpabilidad o desaliento. Uno de mis
clientes, durante un ejercicio de imaginación que
parecía que había tenido éxito, advirtió, tras una
visión maravillosa de gente iluminada, sin
problemas y llena de júbilo, que en comparación con
esas personas le parecía que estaba en "un bloque
de hielo". "Ellos están arriba y yo abajo", dijo, "ellos
ganan y yo pierdo". Fue después, al imaginar un
diálogo con esas personas, cuando le ayudaron a
entender que todas las diferenciaciones son
artificiales, que ellos no veían las cosas así. Pero, en
ese momento, dijo: "Me sentía como alguien, que
lleva ropas pobres y no conoce a nadie, a quien
invitan a una fiesta de ricos, elegantes y bien
relacionados". Esta reacción procede de nuestra
incapacidad para darnos cuenta de que
pertenecemos, en esencia, al mundo de nuestras
visiones más bellas y de que esos estados que
podemos percibir fugazmente son un reflejo de lo
que podemos ser en realidad, no un espejismo
inalcanzable.

Pero existe la reacción opuesta: creer que los


reflejos de las visiones son una realidad ya
manifestada y olvidar nuestras limitaciones
actuales. Este optimismo excesivo es el resultado de
creer que lo que es verdad a un nivel también lo es
a otro. Por ello, algunas personas creen durante un
tiempo que se han solucionado todos sus problemas
y que han alcanzado la "iluminación". Claro está, el
Yo da la imagen de vivir fuera de tiempo y en li-
bertad, más allá de todos los problemas y las
diferencias; pero pretender que eso también sea
cierto en nuestra vida normal es una ilusión
peligrosa. Esta incapacidad para discernir y para
integrar el contacto superconsciente con la
experiencia diaria conduce con facilidad al
engreimiento y la exaltación.
Este problema surge a menudo porque
nuestras emociones se pueden estimular en gran
medida con la fuerte influencia de la energía
superconsciente. Si uno no está centrado, está
perdido en un océano de energía abrumadora que
no se puede comprender ni utilizar. Un cliente me
presentaba un caso parecido: me llamó a media
noche para decirme, entusiasmado, que "había
encontrado la paz", pidiéndome que mandase flores
inmediatamente a todos los dirigentes del mundo.
En estas situaciones, la esencia de lo que se percibe
es bella y correcta; pero la manera de comprenderlo
y expresarlo no tiene equilibrio ni consistencia.

Los estímulos espirituales intensos pueden


producir inspiraciones, pero también pueden
penetrar directamente en el inconsciente bajo,
donde desprenden luz y reaniman las energías
instintivas, los recuerdos olvidados, etc. Estos, pues,
intentan llegar a la consciencia, provocando todo
tipo de problemas a la sorprendida personalidad
consciente. Cuando se despiertan dichas energías,
el contraste entre las caras diferentes de nuestra
naturaleza se siente con especial intensidad.
Durante un tiempo las cosas se nos van de las
manos y podemos sentir la dualidad angustiosa
entre lo que son y lo que les gustaría ser. Ovidio dijo
"Video meliora proboque, deteriora sequor". ("Veo lo
mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor")

También puede producirse un exceso de


estímulo mental, el influjo de un gran número de
imágenes, ideas, conexiones mentales y
asociaciones. Esta dificultad da una sensación
ilusoria de claridad, la convicción de tener todas las
soluciones y la habilidad de formular una gran
variedad de planes. Este estímulo también puede
provocar insomnio y otros trastornos psicofisicos.

Otras formas en que se puede manifestar el


estimulo mental y la exaltación emocional son el
absolutismo, la militancia y el fanatismo, lo que
Stuart Miller llama "Stalinismo del espíritu" en su
memorable discurso "Los riesgos de la
psicosíntesis", apuntando, con Pascal, el peligro de
esas actitudes: «Qui veut faire l'ange fait la béte".
("Quien intenta pasar por ángel, actúa como un
animal")

La abstracción es otro peligro, especialmente


cuando existe doble inclinación hacia lo científico y
lo místico. La abstracción del genio científico y su
tendencia hacia el campo de la especulación son
proverbiales.

Las personas que tienen inclinaciones místicas


pueden encontrar problemas al volver al mundo
familiar y prosaico de la vida cotidiana,
especialmente tras una meditación. La sensación de
brisa flotante y las asombrosas revelaciones con que
se encuentran les resultan incongruentes con las
realidades externas que tienen que afrontar de
nuevo. En la mayoría de estos casos, pueden tener
sentimientos de condena, odio y repulsión por el
mundo de carne y hueso normal; la sensación de
estar aprisionados en una realidad extraña; una
"nostalgia divina", unida a una incapacidad total
para funcionar en el nivel práctico. Creo que el mito
griego en el que Ícaro volaba tan alto que el calor
del sol derritió la cera que unía sus alas, haciéndole
caer al mar, presenta una situación análoga. Esta
leyenda nos da una idea perfecta de la actitud, y las
desventuras correspondientes, de todo el que
pretende explorar las regiones superiores de la
consciencia sin poner primero los cimientos
personales correspondientes. Por tanto, podemos
llamar "complejo de Ícaro" a la tendencia por la que
la ambición espiritual no tiene en cuenta las
limitaciones de la personalidad y provoca todo tipo
de problemas psicológicos.

Para otros es todo lo contrario. Si están


confundidos con el superconsciente, si sienten una
abundancia y una intensidad que daña, fastidia o
sobrecarga, pueden concluir, como alguien dijo una
vez, "no más exceso de felicidad". Aquí tenemos que
distinguir dos casos. En el que se acaba de exponer,
tenemos un auténtico encuentro con el
superconsciente y este contacto es tan intenso y
directo que resulta irresistible. En otros casos, en
cambio, el contacto se efectúa con abstracciones
que tienen poco que ver con el superconsciente,
pero siguen teniendo una capa de verdad. En esos
casos, las actitudes más usuales pueden ser el
rechazo o una reacción crítica.

Como en cualquier proyecto importante, en el


camino de la evolución personal puede haber
obstáculos, dificultades y errores; pero esto no debe
desanimarnos en nuestro progreso, porque este
camino es la vía de nuestra evolución natural. Por
otro lado, el hecho de que haya en nosotros un
empuje evolutivo no quiere decir que tenga que
manifestarse obligatoriamente, lo mismo que com-
prar un pasaje para un viaje no significa que
tengamos que ir necesariamente. Por tanto, la
elección última de sí queremos aprovechar o
rechazar nuestras facultades la tenemos nosotros,
con todas sus preguntas, sus riesgos, su belleza y su
misterio.

Afortunadamente, tenemos recursos para que


esta aventura resulte segura y relativamente
cómoda y para luchar con eficacia contra las
dificultades esbozadas en este capítulo. Como solía
decir Assagioli, si queremos escalar una gran
montaña, primero tenemos que entrenarnos un poco
para desarrollar fuerza y resistencia física. También
debemos tener el equipo necesario y conocer y
respetar nuestros propios ritmos y posibilidades.
Todo esto es válido para subir a las alturas del
superconsciente. Tenemos que entrenar y estar bien
equipados para ello.

Lo que se viene a llamar psicosíntesis personal


representa los fundamentos necesarios de este
trabajo. El fin es crear una personalidad eficiente y
libre, hasta cierto punto, de los bloqueos
emocionales. Una personalidad así sabe cómo
satisfacer sus propias necesidades y es capaz de
dirigir su energía agresiva de forma constructiva y
utilizar los fallos creativamente, tiene cierto poder
sobre todas las funciones psicológicas y un
conocimiento claro de su propio centro. Cuando
hayamos desarrollado esa personalidad, podremos
entrar en contacto con las regiones elevadas de
nuestro ser de forma segura y productiva y
lograremos la psicosíntesis transpersonal o es-
piritual.
Las técnicas descritas en los primeros capítulos
de este libro se refieren, principalmente, a la
psicosintesis personal. Según avanza el libro se va
prestando mas atención a las técnicas de la
psicosíntesis transpersonal Como es natural, ambas
se superponen; pero debemos hacer una distinción,
porque se puede realizar una aunque no se tenga la
otra. Debemos aprender a movernos en los dos
mundos, ordinario y el extraordinario, con equilibrio
y destreza. Como dijo Ram Dass, tenemos que
recordar nuestro código postal, incluso cuando
estemos en éxtasis intergaláctico.

Al principio, todo lo que teníamos era


cansancio, desorden, subpersonalidades conflictivas
que no admitían guía de ningún principio superior.
Más tarde, el Yo personal reguló y dirigió esos
elementos. Se hace que expresen gradualmente lo
mejor que tienen y, cuando ocurre esto, sus
interrelaciones se hacen más armoniosas. Hay un
punto de fusión e interpenetración entre todos ellos,
en el que aumenta la sinergia. Por fin, cuando se ha
integrado toda la personalidad, es el momento que
el Yo entre en ella con energía e inspiración.
Esta es la secuencia ideal. Naturalmente, en la
vida de cada uno de nosotros las cosas toman un
aspecto mucho más variado y complejo. A menudo,
algunas formas de ambición espiritual se presentan
mucho antes que la integración total de la
personalidad y esto puede ser un elemento muy
valioso. La irrupción de la energía superconsciente
puede ayudar en algunos casos a la integración de
la personalidad y, en otros, puede aumentar tem-
poralmente los conflictos que ya existían. Puede
haber periodos en que alternen la psicosíntesis
personal con la transpersonal, igual que puede
haber individuos que progresen más en una
dirección y menos en otra. Es difícil estimar la
enorme variedad de posibilidades. De todos modos,
conviene que estemos pendientes de la evolución
general e ideal que nos lleva de la fragmentación y
el desorden a la integración de la personalidad y,
por fin, a la realización del Yo.

Capítulo 15

'TU VIDA, TU OBRA MAESTRA

Un pájaro picotea para salir del huevo.


Un capullo se convierte en una rosa.
Una estrella se forma a partir de la
condensación del gas interestelar.
Al enfriarse, los minerales derretidos forman un
bonito molde cristalino.

Parece que hay un modo de que sucedan las


cosas que les es intrínsecamente adecuado: se
convierten en lo que deberían ser. Aristóteles llamó
al final de este proceso "entelequia", la realización
plena y perfecta de lo que había previamente en
estado potencial. Ya tome la forma de una mariposa
que sale del capullo, de una fruta madura que se
cae del árbol o de la evolución de una bellota hasta
convertirse en roble, este proceso evidencia
claramente las cualidades latentes de armonía e
inteligencia.

¿Evolucionan los seres humanos de acuerdo


con esos designios interiores o nuestra vida es una
pura casualidad? Parece ser una hipótesis razonable
y útil creer que somos algo así como la culminación
de la creación. Según la doctrina oriental del
dharma, cada uno de nosotros está llamado a llevar
a cabo un modo de vida particular y, aunque todos
los modos tienen la misma dignidad, cada persona
debe aprovecharse de la posibilidad de que el suyo
sea el suyo propio y no el de otro. Cada uno debe
intentar descubrir el modelo y cooperar para su
realización. En psicosíntesis utilizamos la palabra
finalidad con un sentido similar, aunque más
dinámico. La finalidad de nuestra vida entera la
llevamos ya dentro de nosotros mismos y, más aún,
en cada paso de la vida hay finalidades
subordinadas, pasos a lo largo de un camino que
nos lleva a la realización de nuestro modelo ideal.

Ideal. ¡Qué palabra tan ambigua y hasta


peligrosa! Pero no estamos hablando de metas
impracticables e inalcanzables, como es tan
frecuente cuando la gente discute del "carácter
ideal" o el "comportamiento ideal". No estamos
hablando de una norma tiránica e impersonal, con la
que debemos medir nuestros actos y pensamientos,
ni de una norma fría y abstracta que no guarda
ninguna relación con nuestro mundo diario. Nos
referimos, en cambio, a algo eminentemente
práctico y personal, que satisface nuestras
inclinaciones más profundas e íntimas a cada
momento, de la manera más efectiva y deseable.
Hablamos de un proceso de desarrollo que, siempre
que se corresponda al modelo concreto que
llevamos dentro cada uno, estará marcado por la
alegría.
De hecho, se puede definir la alegría como el
signo manifiesto de que estamos llevando a cabo
nuestra finalidad en cualquier momento dado. Es la
sensación de estar en nuestro propio rayo,
comparable a la verificación de la perfección que
sentimos al ver ciertas obras de arte, sucesos o
personas, una rosa especial, una hoja o una concha,
sabiendo que no hay nada que se pueda añadir o
suprimir a esas entidades: no hay sensación de
confusión, ni de imperfección, ni tensión; si no de
una perfección única. Esta adaptación a una norma
ideal no puede ser ni solemne ni sensacional, sólo lo
que parece correcto para esta entidad. No obstante,
todo lo que veamos que tiene esa correspondencia
entre un modelo latente ideal y la realidad, tiene un
poder y un efecto vitalizador sobre nosotros.

La noción de una forma ideal que trata de


manifestarse en nosotros puede ayudarnos a volver
a concebir nuestras nociones tanto de terapia como
de crecimiento. La terapia, la exploración del
inconsciente, la catarsis de las emociones
acorraladas, el tratamiento de los síntomas, deja de
ser un fin en sí misma, para convertirse en una serie
de pasos de un proceso mayor. Consiste, por tanto,
en la tarea de estar al corriente del principal
propósito de nuestra vida, eliminando todos los
obstáculos y, de ese modo, facilitando su
realización.

La evolución tampoco seguirá por sus propios


medios Después de todo, nuestras posibilidades de
evolución en cualquier momento dado son casi
infinitas: podemos aprender árabe, desarrollar los
músculos, viajar y conocer a cientos de personas,
aprender paracaidismo, etc.; pero, si vemos todas
estas posibilidades desde el punto de vista de
nuestro modelo ideal, podemos intentar juzgar qué
actividades representan lo real, la evolución intrín-
seca de nuestro ser individual.

Pero debemos tener mucho cuidado al crear


nuestro ideal interno, al tratar de imaginar nuestro
propósito principal. Para ello hay que seguir un
proceso gradual. Se necesita un proceso gradual,
susceptible de ensayo, error y revisión. Intentar
concebir nuestro modelo interno ideal de una forma
apresurada tendrá resultados negativos casi
siempre, que nos intimidarán, nos desanimarán y,
aún peor, nos atraparán de alguna forma
autoimpuesta artificialmente, en la prisión mortífera
del perfeccionismo irreal.

FORMAS IDEALES

Empecemos de la forma más segura e


impersonal, con un ejercicio que nos permita
explorar la belleza de los esbozos ideales en
general:

1. Piensa en alguna forma que, en tu


opinión, haya alcanzado la pureza y la
perfección de un ideal.
Puede ser una forma que pertenezca al
mundo mineral, como un cristal o una joya.
O al mundo vegetal, como una flor abierta o
una hoja.
O al mundo animal, como un caballo, un
delfín o un pájaro.
O al cosmos, como el arco iris o una estrella.
También puede pertenecer al mundo
humano: una persona, con una función
específica, algo que recuerdes que no puede ser
mejor, un poema, un fresco o una sonata.

2. Analiza algunas de estas formas.

3. Siéntelas con claridad y con vida y


disfruta el poder y la belleza del ideal.

Esta bien. Pero, cuando fijamos la atención en


la gente de la vida diaria (incluyéndonos, por
supuesto, a nosotros), es posible que veamos que
los modelos ideales son una excepción en lugar de
una regla, que el desarrollo armónico de la finalidad
está bloqueado u olvidado. ¿Qué es lo que falla?
Quizá, el factor más decisivo está dentro de
nosotros: nuestra propia imaginación.

Lo que nos creemos que somos puede facilitar


nuestro desarrollo ideal o tergiversarlo de la manera
más perjudicial, y esto último es lo más normal.
Lejos de ser indiferentes, todas las imágenes
internas tienen una fuerza motriz. El problema está
en que, tras el velo engañoso de las
subpersonalidades, formamos con frecuencia
imágenes de lo que somos y podemos llegar a ser.
Considéralos ejemplos típicos de cómo las imágenes
que hace la gente de sí misma pueden interferir en
sus procesos naturales:

Una mujer tenía relaciones sexuales con casi


todos los hombres que se lo pedían. Aunque gozaba
de buena presencia y sensibilidad, se sentía
despreciable e inferior. Por el miedo a la soledad se
entregaba a cualquier hombre que se "dignaba"
mirarla. Su propia imagen psicológica se había
subyugado a la que veía en el espejo.

Un hombre de negocios jubilado, de salud


intachable, quería viajar por el extranjero, empezar
a practicar algún deporte nuevo y enriquecer su vida
social, ahora que tenía tiempo para todo eso; pero
no lo hizo porque pensaba que ya era "demasiado
viejo".

Un corredor de bolsa sufría una crisis depresiva


aguda, sin saber por qué. Creía que no servía para
otro trabajo que el que desempeñaba. Cuando era
más joven había dado muestras de interés artístico y
facultades; pero ya habían desaparecido y, cuando
volvía del trabajo a su casa, lo único que hacia era
ver la televisión.

Una joven imaginaba que era una gran


cantante y soñaba con convertirse en una estrella.
Sus amigos la desanimaban diciéndole que tenía
una voz vulgar, Intentó saltar a la fama, pero varias
agencias le dieron la espalda con amabilidad. Como
consecuencia de esta frustración, intentó suicidarse.

"El sueño de la razón crea monstruos" es el


título de un aguafuerte de Goya. También podemos
decir que el uso incorrecto de la imaginación crea
monstruos, si por "monstruo" entendemos cualquier
cosa distinta de lo que debería ser. Cuando las
fuerzas irracionales del subconsciente se hacen
cargo del poder creativo de la imaginación, surgen
criaturas deformes y vidas retorcidas.

Afortunadamente, las imágenes no tienen solo


esos efectos negativos. Algunas de ellas, quizá la
mayoría, deforman o anulan lo que una persona es
en potencia; pero otras, en cambio, estimulan y dan
vida a lo que debe ser, especialmente cuando se
usan de forma explícita y sistemática.

Alguien dijo: "Hay tanto placer en cada


descubrimiento que puedo crear imágenes
constructivas y, por tanto, amoldar mis reacciones al
mundo". E incluso, cuando el poder de la
imaginación se activa espontáneamente, puede
tener efectos positivos y concretos en la vida de un
individuo.

Por ejemplo, a una niña de seis años le


regalaron una bicicleta por Navidad y empezó a
montar en ella inmediatamente, sin ninguna
dificultad, ante los ojos atónitos de sus padres.
Cuando le preguntaron cómo había aprendido,
contestó: "Lo he estado imaginando todo el tiempo".

Las imágenes pueden aprisionarnos o


liberarnos. Podemos ser sus esclavos inconscientes
y dejar que controlen nuestras vidas, o utilizar su
inmenso poder de forma efectiva.

Imaginando claramente una posibilidad


hacemos que se convierta en realidad
automáticamente.
Por tanto, podemos utilizar intencionadamente
las imágenes para hacer que nuestros proyectos se
conviertan en plenas realidades. Y podemos hacer lo
mismo pensando en la próxima etapa de nuestra
evolución personal.

EL MODELO IDEAL

En esta tarea adoptaremos el mismo procedi-


miento que usó la niña para montar en bicicleta:
Imaginaremos con fuerza la meta elegida. Esta es la
técnica del modelo ideal. Es la mejor que se puede
usar para cualidades como el amor, la fuerza, la
comprensión, el placer, etc. Estos son los pasos:

1. Elige una cualidad que pienses que


puede ser útil a la hora de intentar que se
realice el proyecto de tu vida.
2. Ahora, imagina que ya tienes esa
cualidad en su grado más alto de pureza e
intensidad. Deja que se vaya formando con
detalle la imagen. Observa la mirada de los ojos
que expresan esa cualidad, la postura física, la
expresión de su cara (puede que la imagen no
sea demasiado estable al principio; puede estar
distorsionada o aparecer y desaparecer por
momentos. Aunque sea así, ejercerá una
influencia muy fuerte en tu inconsciente. Man-
tén esta imagen en la mente durante unos
momentos, avivándola para que exprese cada
vez mejor la cualidad que has escogido.
3. Imagínate entrando en esa imagen y
fundiéndote con ella, algo como ponerse ropas
nuevas. Al mezclarte con la imagen, siente que
su cualidad se hace parte de ti. Imagínate lo que
se siente al poseer el máximo grado de ella.
Siente cómo se apodera de tu cuerpo, cómo
penetra en cada una de tus células, cómo sigue
cada vena, cómo llena todo tu cuerpo. Imagina
que esta cualidad inunda tus sentimientos, tu
forma de pensar y tus motivos.
4. Finalmente, imagínate en una o vanas
ocasiones de tu vida diaria, en las que
compruebas que tienes esta cualidad en un
grado mayor que el que tenías antes. Imagina
esas situaciones en acción y con detalle.

La técnica del modelo ideal también puede


usarse de un modo mucho más extrovertido. En
lugar de centrarlo en una cualidad psicológica
concreta, podemos construirnos la imagen de una
función social que queremos mejorar: el compañero
ideal, el profesor ideal, el amigo ideal, etc. Podemos,
por tanto, visualizar la función en su naturaleza
esencial, pensar en su valor y esbozar las
facultades, rasgos y posibilidades que guardan
relación con ella. Asimismo, cualquier presión
interior, cualquier decisión tajante o incluso
cualquier esperanza de éxito resultan innecesarias
en este ejercicio.

La técnica del modelo ideal se basa en la


libertad del individuo para influir en su destino.
Personas distintas afrontan esta tarea de formas
distintas. En un polo encontramos a la gente que
prefiere dejar que sus propósitos salgan a flote
gradualmente, como si fueran meros espectadores.
Son perfectos conocedores del modelo que llevan
dentro, lo dejan que se desarrolle y entonces
estimulan activamente su aparición con una imagen.

En el lado opuesto están los que, con una


constitución psicológica diferente, son más
dinámicos al intentar dar forma a sus propias vidas.
Están más impacientes por buscar un propósito y
construirlo. El primer caso, se caracteriza por su
cooperación con el proceso que surge; en el otro,
por su enérgica actividad. De todos modos, en
ambos casos la técnica se basa en la libertad y la
responsabilidad del hombre. Ambos son artífices de
sus vidas.
Durante los primeros años de la era moderna,
en la Italia renacentista, la posibilidad de crear
nuestro destino se veía como la verdadera belleza y
dignidad de la humanidad, pero también tenía su
peligro. Según una historia de aquel tiempo, Dios
creó a todos los seres del universo y le dio a cada
uno una cualidad particular y, por tanto, un destino
específico. Dio astucia al zorro, fidelidad al perro,
fuerza al león, etc. Cuando, por fin, llegó al ser
humano, decidió dotarlo de un destino abierto:

Lo acogió como una entidad de naturaleza


indefinida, lo puso en el centro del universo y le
habló de este modo: "Te cree para que no
fueses ni mortal ni inmortal, ni celestial ni
terrenal, así que tú, como artífice soberano y
libre, puedes moldearte y hacerte de la forma
que quieras. Puedes sumirte en el nivel de los
seres inferiores. Puedes, si así lo deseas,
regenerarte a semejanza de los seres
superiores."
Gracias precisamente a esta libertad y a esta
indeterminación, se puede utilizar la técnica del
modelo ideal de muchas formas, tanto constructivas
como destructivas. Un error normal es ponernos al
servicio de nuestras frustraciones. Por ejemplo, una
vez, seguía a uno de mis clientes, un hombre
pequeño pero energético, en un ejercicio de modelo
ideal. Según avanzaba la visualización, vi cómo su
cara adquiría un gesto siniestro, hasta tal punto que
le pregunté si le pasaba algo. Dijo, "Si, su voz se
volvía agresiva, "ahora, que soy fuerte, puedo, por
fin, ejecutar mi venganza. Podré acabar con la gente
que se cruce en mi camino. He dejado que abusen
mucho de mí durante estos años, pero ahora puedo
devolver todo a los que me han humillado. Se van a
tragar las muelas. Es obvio que aún estaba
dominado por su resentimiento y sólo podía
imaginar su modelo "ideal" desde ese punto de
vista. Mi error fue dejárselo usar demasiado pronto.
Lo primero que le hacía falta era expresar la
frustración y el disgusto que aún hervía dentro de él;
entonces tendría que aprender a identificarse con su
yo real y hacer la elección de su modelo ideal a
partir de allí. Aunque la técnica del modelo ideal
puede ayudarnos a veces a superar los problemas y
cualidades indeseables, hay que trabajar con ellos
en la mayoría de los casos de la forma que se
apunta en los primeros capítulos de este libro.

Otro error común es confundir el trabajo del


modelo ideal con las meras ilusiones. A muchas
personas les hace ilusión ser extraordinarios,
realizar proezas asombrosas, ver que se cumplen
con facilidad sus deseos más refinados, conocer y
pasar un buen rato con la mejor gente, disfrutar de
los mayores triunfos. Esas ilusiones sirven para
satisfacer las necesidades incompletas y compensar
las carencias del individuo. Sartre dijo que el acto de
la imaginación es ciertamente mágico. "Es un
conjuro destinado a producir el objeto de nuestros
pensamientos, aquello que deseamos, de tal forma
que se pueda llegar a poseer". Pero, añade, los
objetos de la imaginación a menudo están
simplemente fuera de alcance. Pueden estar
presentes, pero al mismo tiempo son irreales.

En esos casos, se podría hablar de un baile


ante lo irreal, de la forma que un grupo de ballet
baila ante una estatua. Los bailarines abren sus
brazos, extienden sus manos, sonríen, se
entregan por completo, se acercan y vuelan;
pero a la estatua no le afecta: no hay una
relación real entre ella y el grupo de ballet.
Igualmente, nuestra conducta ante el objeto no
puede tocarlo ni cualificarlo más de lo que nos
pueda hacer él a nosotros, porque se encuentra
en el cielo de lo irreal, que está fuera de nuestro
alcance.

Las ilusiones, cuando son excesivas, tratan de


desencaminar a los individuos, de hacerlos
vulnerables a las dificultades de la vida, de incitarlos
a entrar en un mundo irreal. Es la antítesis de la
técnica del modelo ideal: mientras las ilusiones son
compensatorias y provocan sólo una satisfacción
imaginaria, el modelo ideal, cuando se usa
correctamente, utiliza las imágenes de las metas
que están dentro de un alcance razonable, mientras
las ilusiones indican con certeza las frustraciones de
un individuo, el modelo ideal es la expresión del Yo
verdadero; mientras las ilusiones se basan
simplemente en el deseo, el modelo ideal es un
elemento que tiene su finalidad, el mismo elemento
que puedes encontrar en cualquier proyecto bien
definido.

Otro posible problema del trabajo con el modelo


ideal (y, por esa razón, de muchos tipos de ejercicios
de psicosíntesis) es el efecto de retroceso. Estamos
ante un fenómeno que puede parecer destructivo,
pero no tiene por qué serlo. Al principio, puede que
el impacto de imaginar nuestros ideales no sea
agradable. Alguna parte de nuestro ser puede
reaccionar de forma negativa. Puede reaccionar
ante la imagen ideal como si fuera un cuerpo
extraño que altera el equilibrio existente, como si
fuera algo insatisfactorio. También puede hacerlo
con una sensación de incapacidad o culpabilidad o
de una forma compensatoria, expresando lo
contrario de la cualidad escogida. En muchos casos,
esas consecuencias se pueden evitar con el uso
acertado, voluntario y temporal del modelo ideal.
Pero, hasta cierto punto, pueden ser inevitables,
aunque sólo sea por algún tiempo.

De cualquier modo, no hay nada insano en el


efecto de retroceso. Por el contrario, nos ofrece la
posibilidad de observar, en marcha, los elementos
conservadores de nuestra personalidad, nuestra
renuencia al cambio, nuestro miedo a ser diferentes,
etc. Debemos, simplemente, tener noción de esas
tendencias arcaicas y, por decirlo así, reaccionarias,
que aún siguen presentes en nosotros, y dejarlas
que se debiliten, como hacen casi inevitablemente si
no tratamos de interferir en ellas o negarlas, en vez
de seguir trabajando por la línea elegida. En cual-
quier caso, hay veces que el efecto de retroceso ni
siquiera aparece.

Mencionemos, finalmente, un peligro ilusorio


del trabajo con el modelo ideal: algunas personas
sienten que al construir un modelo ideal están
poniendo limites a su espontaneidad. Este miedo
infundado es el resultado de comprender
erróneamente la función de las imágenes. Una
imagen que estimula una facultad interior nuestra,
que tiene que surgir, no puede ser nunca una
prisión, a menos que se aplique de manera
dictatorial, como si fuera un "deber" autoimpuesto.
Podemos pensar que nuestros modelos ideales
están ya presentes dentro de nosotros, esperando
que los descubramos y activemos o que llegue el
momento de que caigan las barreras. Dirigiendo
nuestra atención al modelo ideal interior, dejamos
que emerja y se manifieste, de la misma forma que
Miguel Angel dijo a la escultura "espera a que te
descubra el escultor", cuando aún era un bloque de
mármol.

El cuento breve de Hawthorne: The Great Stone


Face nos presenta perfectamente la inspiración que,
con facilidad y naturalidad, puede producir una
imagen, sin ninguno de los resultados negativos que
puede crear el uso autoritario de una norma. La
historia habla de un pueblo asentado a los pies de
una gran montaña, cuyas formas se asemejaban a
los rasgos de un hombre de gran nobleza y
refinamiento. Los habitantes de la villa llamaban a la
montaña "la gran cara de piedra" y creían que "allí
había más sabiduría que la que se podía aprender
en los libros". Había una leyenda que decía que un
día llegaría un hombre cuya cara se asemejaría al
semblante de la gran cara de piedra. Uno de los
lugareños había estado esperando con impaciencia
desde su infancia a que apareciese el hombre, pero
era en vano. Pasó el tiempo. Aquel lugareño tenía
siempre la cara de piedra en su vista y en su mente.
Su casa estaba delante de la montaña y se pasaba
muchas horas contemplándola, "imaginando... que
la gran cara de piedra movía su vista y lo miraba
con simpatía". Por fin, un día, la gente del pueblo
empezó a darse cuenta de que él mismo había
adquirido un notable parecido con la gran cara de
piedra. Su fisonomía reflejaba la misma nobleza y
refinamiento.

Igual que el hombre de la historia, podemos


dejar que la presencia viva de un ideal transfigure
lentamente nuestra vida. Escogiendo una cualidad,
podernos añadir otras y, practicando sucesivamente
con cada una de ellas, ir construyendo, poco a poco,
lo que queremos y pretendemos ser. Por eso,
podemos ser los inventores de nuestra vida y
hacerla nuestra obra maestra.

Todos los días son una agonía porque no sé


si el amor espiritual y la comprensión son
reales. Nunca he sido capaz de verlos, aunque
los he buscado toda mi vida. ¿He estado
viviendo una búsqueda ilusoria de algo que no
existe?

Lucía, la persona que escribió estas líneas,


tiene treinta y nueve años. Cuando vino a mí, sufría
una fuerte depresión y una fría sensación de
inutilidad. Se resentía y desconfiaba de la gente
porque, decía, habían traicionado su amor muchas
veces y su bondad sólo había producido indiferencia
y resentimiento. 'Lucía era soltera y no tenía hijos,
dos factores que le hacían sentirse más sola e
irrealizada. Mantenía relaciones con un hombre que
era dominante, posesivo y dependiente. La relación
no tenía límites claros, enredos emocionales que
alternaban con periodos de desconfianza e
incertidumbre. En su trabajo, Lucía era competente
y tenía éxito y sus amigos y compañeros la
consideraban una mujer fuerte. En casa, Lucía se
sentía oprimida y dominada por sus padres, per-
sonas bien intencionadas que no tenían ni idea de
sus problemas. Sus dificultades emocionales, en
consonancia con las físicas, se habían materializado
en una dermatitis. Desde la primera sesión, me di
cuenta que en Lucía había, tras ese velo confuso de
desesperación, un anhelo abrumador de amor.

Empezamos examinando el largo historial de


desilusiones y negaciones que la habían conducido a
la desesperación. Empezó a cambiar la imagen que
tenía de ella misma, la de un ser inútil en un mundo
de gente baja, incapaz y hostil, al descubrir
gradualmente cómo la condicionaban algunas de
sus subpersonalidades. También empezó a descubrir
sus defensas. En una visualización dirigida, en la
que se sumergía en el océano, Lucía encontró un
erizo de mar, que reconoció como su propia imagen
en ese momento, amable y dulce por dentro, pero
con necesidad de cuchillos por fuera, para mantener
alejada a la gente.
Durante una sesión llena de éxito, cuando le
pedí a Lucía que dejase que surgiera una imagen
que representase el mayor obstáculo de su vida en
aquel momento, visualizó una cabaña estrecha y
hedionda que ejercía una influencia paralizadora que
le impedía aventurarse por el mundo. De todos
modos, la cabaña también la protegía del mundo
exterior, un mundo hostil y frío, un mundo que podía
hacerle daño una y otra vez, sin piedad. En este
punto, la invité a que dejase aparecer una imagen,
que le ayudase a abandonar su callejón sin salida, y
visualizó un sauce: "Veo cómo tiembla con dulzura,
movido por una brisa ligera. Hay mucho amor en
esas ramas flexibles que se doblan para abrazarme.
Permanecemos juntos en silencio: sobran las
palabras, porque estamos tan unidos el uno al otro
que nos sentimos un solo ser.

Alrededor reina el silencio, mientras


disfrutamos plenamente de nuestro estado pasivo
de bienestar. Mi cuerpo está relajado y, al mismo
tiempo, repleto de vigor. Estoy segura de que, si
continuase este estado de gracia, podría hacer
grandes cosas".

Aunque aún tenía miedo e inseguridad, Lucía


empezó a sentir nuevos impulsos que se agitaban
en su interior. Empezó a centrarse más en el futuro
que en el pasado. Estaba preparada para la técnica
del modelo ideal. Le pregunté cuál era la cualidad
sobre la que quería trabajar y eligió el amor. Le pedí
que se visualizase repleta de amor y, lo más
importante, con la capacidad de manifestarlo en los
diversos momentos de su vida de cada día. Después
de esto, repetía el ejercicio por sí misma con regu-
laridad.

Al cabo de unas semanas, Lucía experimento


un verdadero cambio en su nivel de consciencia. La
realidad vino a coincidir, por lo menos
temporalmente, con el ideal imaginado. Escribió: "La
imagen de Lucía sonriente y llena de amor se ha
convertido ahora en una realidad. He sentido una luz
brillante dentro y fuera de mí. El amor, mi gran
tesoro escondido, vive y respira ahora a la luz del
sol. Es maravilloso saborear la vida de esta manera,
teniendo la certeza de conocerme, sabiendo que
tengo la fuerza de este amor y que soy capaz de
comunicarlo en cada momento del día".

Este último hecho es el más importante. El


amor de Lucía tomaba forma en las situaciones
actuales de su existencia: "Mi vida normal ha
cambiado. Veo a los demás de forma diferente, con
más indulgencia. En vez de irritarme, sus
limitaciones me producen ternura. Es maravilloso
poder levantarme por la mañana y sentirme llena de
energía vital y saber que puedo distribuirla como
quiera. Ahora sonrío con frecuencia y no sólo con los
labios, sino también con los ojos. La gente se da
cuenta y me dicen que he cambiado".

Su amor era fuerte, pero no irreal. Ya había


"llevado las maletas de los demás" lo suficiente,
como ella decía al hablar de tomar la
responsabilidad del dolor de los demás. Libre de
todo sentimiento de culpabilidad, decidió cortar la
relación con su amigo: "Intento de forma gradual y
educada que comprenda que no es bueno para nin-
guno que sigamos juntos". Aún no se había decidido
a dejar la casa de sus padres (había muchos
factores prácticos que dependían de esta decisión),
pero se sentía libre de la dependencia de los demás.
"Ya no me pregunto continuamente, como solía
hacer, si los que están conmigo me quieren o no.

En algunos momentos, Lucía tenía un verdadero


éxtasis. Estas sensaciones aparecían en los
momentos más insospechados, cuando estaba con
sus amigos, cuando dejaba el teatro al final de un
concierto, en la oficina, etc. "Tengo, a menudo,
momentos de enajenación total; momentos en los
que percibo la belleza y la perfección del universo.
Parece que mi cuerpo desaparece y me siento como
una sustancia etérea, inmersa en el encanto de un
todo perfecto en el que me siento completamente
integrada. Ya no me siento excluida".

En todo esto no hay autoexaltación ni


exageración. Lucía sigue sufriendo, como cualquier
otro ser humano; pero ahora puede aprender de su
dolor, en vez de intentar evitarlo ciegamente.
Algunas veces vuelve a aparecer el viejo
sentimiento de ser "la víctima", pero puede reírse de
ello. "Sé muy bien que cometeré cientos de errores
en el futuro; pero, cuando una está segura del amor
que tiene, puede ser difícil afrontar la vida, pero
nunca será una tarea desesperanzada". Tras esas
olas de entusiasmo, había emergido algo nuevo, que
queda ahí.

Lo que ocurrió con Lucía en un periodo tan


corto (sobre unos dos meses y medio) suele llevar
mucho más tiempo y puede aparecer con no tanta
intensidad. Pero no hay excepción: es, simplemente,
el efecto del cumplimiento de la finalidad de nuestra
vida.

Lucía había encerrado dentro de sí una gran


necesidad de amor. Era, precisamente, el empuje de
ese amor, que quería pero no podía expresarse, lo
que provocaba su dolor. Sus miedos y dudas
impedían ese amor. Por ello, teníamos que combatir
primero esos obstáculos. Pero no habría bastado con
eliminarlos. Había que reemplazarlos por otra forma,
la que permitía a Lucía concebir cómo iba a ser, si el
amor se manifestase a través de ella. Esta forma era
el modelo ideal y, tan pronto como Lucía tuvo visión
para ello, la inspiró, estimuló e impulsó a la acción.
Así, pudo llevar a cabo su propósito en ese periodo
concreto.

Ninguna otra cosa, que no fuese el amor,


hubiera permitido que sucediese así.

Capítulo 16
POR LO QUE VIVIMOS

Según una novela de Tolstoi, un ángel


desobedeció a Dios y fue castigado a caer, sin alas y
desnudo, en el cementerio de un pequeño pueblo
ruso. Un pobre zapatero que pasaba por allí,
ignorando el origen divino del ángel, lo salvo de
morir de frío; le dio ropas, comida y refugio; y lo
mantuvo como a un aprendiz.
Pasaron unos años. Entonces, un día, el ángel
caído sonrió de una forma que su cara radiaba una
luz extraordinaria y penetrante.

El zapatero empezó a preguntarse sobre los


orígenes de su huésped y le preguntó por qué
brillaba en él esa luz tan radiante. El ángel le reveló
quién era, explicándole que la única forma que tenía
de volver al cielo era aprender gracias a qué viven
las personas. Había empezado a entenderlo cuando,
al convertirse en hombre, lo salvaron de morir
congelado en el cementerio. Ahora, continuaba el
ángel, se había dado plena cuenta de que los seres
humanos no podían vivir cada uno para sí mismo,
que se necesitaban los unos a los otros y que el
amor era la razón de su existencia.
Este mismo hecho fundamental, que han
destacado de diversas formas muchos escritores y
poetas (y, cosa rara, pocos psicólogos) podemos
encontrarlo en los niveles más diferentes y más
remotos. Un organismo unicelular que vive en el
agua y se llama "paramecio" se reproduce por
división: una célula se descompone en dos, esas d6s
se siguen dividiendo y así sucesivamente. Y de esa
forma tan simple se generan varios organismos. De
todos modos, este proceso se detiene en algún
punto y algunos paramecios, como si hubiesen
cambiado de idea, se unen de nuevo los unos con
los otros. Esta situación no forma parte del proceso
de reproducción, sino que, por el contrario, lo
retrasa considerablemente. En vez de seguir
reproduciéndose, esos organismos minúsculos se re-
generan los unos a los otros, disfrutan de sus
recursos y regeneran sus tejidos. La mejor
descripción de esta actividad puede ser quizá "hacer
el amor".

De una forma más especulativa, podemos decir


que el anhelo de unión parece que está presente
hasta en las formas más elementales de la vida.
Puede ser algo análogo a esa necesidad
profundamente arraigada, esa nostalgia oscura de
unidad indiferenciada, la sensación de pertenecer y
estar incluido que aparece en formas innumerables
y a la que, a veces, damos el nombre de amor.
Angyal lo llamaba «el rumbo hacia la homonimia" y
lo describía como la tendencia por la que "una per-
sona busca la unión con unidades mayores y quiere
compartir y participar en algo que considera mayor
que su ser individual".

Quizá por ser un principio tan intrínseco a la


vida orgánica y estar tan metido en nuestras raíces
primitivas, parece que un desarrollo armónico de
esta tendencia genera beneficios inmensos para la
salud y el bienestar de una persona. Por otro lado,
una anomalía en esta área, cuando esta necesidad
de unión se tuerce, reprime o
Frustra, provoca mayores dificultades en la vida
psicológica del individuo. Por supuesto, el amor es
nuestra razón de vida, aunque es también lo que
nos ciega, por lo que sufrimos y lo que nos tortura.
Quizá tenía razón Dante cuando decía que el amor,
su presencia, su carencia, su desequilibrio, es la
única causa que explica los placeres y dolores de la
humanidad.

¿Qué podemos sacar en claro de esta situación?


Algo de lo que debemos estar seguros es de
reconocer el inmenso misterio del amor. Debemos
confesar que el amor es, quizá, tan complejo como
la vida misma y eso es casi irrevocable. Al mismo
tiempo, debemos tener fe en que podemos entrar en
el misterio de algún modo. Sin reducir la majestad
del amor, creo que podemos encontrar formas de
observar atentamente en nosotros algunos de sus
rasgos básicos.

Una vez más, empezamos, como se suele hacer


en psicosintesis, con un ejercicio que nos da la
oportunidad de ver las cosas como son e investigar
sus conexiones y significados implícitos:

LAS DIMENSIONES DEL AMOR

1. Imagínate una puerta cerrada. En ella


está escrito Amor. Se abre al universo del amor
y, tras ella, puedes encontrar todo tipo de
gentes, seres, objetos, recuerdos, situaciones y
estados de consciencia. Dedica algún tiempo a
visualizar la puerta, su picaporte y la inscripción.

2. Ahora ábrela y deja que vayan


apareciendo las primeras impresiones
espontáneas, sin decidir de antemano cuáles
han de ser. Pueden venir de cualquier forma,
una imagen, una sensación física, un
sentimiento, un sonido, un olor, etc.
3. Acostúmbrate, poco a poco, al
universo que hay detrás de la puerta. Explóralo.
Encuentres lo que encuentres, ya sea placer o
dolor, tienes dos cosas que hacer:

a. Observa claramente todo lo que ves,


sin prejuzgar ni interpretar; no te precipites,
sino entreténte un rato con la imagen que
aparezca. Dale la oportunidad de que se te re-
vele completamente.

b. Date cuenta de que esta imagen es


sólo una de las innumerables manifestaciones
que pueden guardar relación con el amor.
Puedes decirte a ti mismo también está esto en
el universo del amor". Después sigue adelante.

4. Vuelve y cierra la puerta. Para finalizar


el ejercicio, piensa en las imágenes que has
encontrado. Puede que quieras encontrar su
significado y la relación que tiene con amor y
con tu vida. Para facilitar tus percepciones
puedes escribir sobre tus experiencias o dibujar
lo que has visualizado.

Un ejercicio como éste, sobre todo si se repite,


puede ayudar mucho para empezar a comprender la
grandeza del fenómeno del amor, nuestros
prejuicios latentes, cómo nuestro pasado nos puede
condicionar al experimentarlo y lo que puede
reservarnos para el futuro.

También sugiero una variación del ejercicio de


la puerta sustituyendo la inscripción Amor de la
puerta por Sexualidad. La sexualidad, aun en su
manifestación más cruda y primitiva, puede verse
como una forma de amor, la tendencia a fundirse en
una unidad mayor.

A menudo, al explorar la sensación íntima de


sexualidad de una persona, uno se encuentra con
que entran en funcionamiento las implicaciones más
diversas, los condicionantes más profundos. Muy
pocas personas experimentan la sexualidad de
forma simple y directa. Para la mayoría de nosotros
aparece mezclada con funciones suplementarias:
por ejemplo, la de eliminar la tensión o evadir la
soledad; la de escapar de la propia realidad, atraer
el amor o ejercer control; etc. Aún más, en la ex-
ploración consciente del amor sexual, una persona
puede conocer mejor su propia imagen y su
sensación de auto-importancia. También nos damos
cuenta de que las actitudes de la gente ante el sexo
reflejan realmente sus actitudes ante la vida en
general.

Un medio más profundo de explorar las


dimensiones amor consiste en echar un vistazo a
nuestro comportamiento en nuestras relaciones.
¿Cómo nos relacionamos con las demás personas?
¿Cuáles son nuestras fuerzas y limitaciones a este
respecto? ¿Cuáles son nuestros sentimientos?
Cualquier labor que queramos llevar a cabo en
relación con el amor no puede ignorar estos proble-
mas. Tenemos que averiguar sobre qué campos
trabajan nuestros canales de comunicación, si
queremos ver con qué facilidad pasa el amor por
ellos.

Cuanta más sensibilidad tengamos en este nivel


para visualizar los esquemas de relación, no hay
duda que veremos a la gente en una situación
sorprendentemente distinta de como la vemos
ahora. Algunos parecerán erizos de mar, cubiertos
de púas; otros mostrarán bandas cálidas de
radiación y otros presentarán capas frías; unos
parecerán compartimentos metálicos estrechos,
mientras otros dispararán proyectiles a cualquier
cosa que se les acerque. Algunos hasta extenderán
con cuidado antenas sensibles y fáciles de recoger
mientras otros estarán continuamente haciendo
señales artificiales de colores.

Algunos estarán rodeados de una atmósfera de


luz cálida y radiante, mientras otros parecerán
pulpos, tratando de agarrarse a todo lo que pase por
delante de ellos; y así sucesivamente.

Y todas esas formas de ciencia-ficción seremos


nosotros: variando las formas y proporciones
podemos manifestar aspectos de diversos tipos de
relación. Aun en el caso de que el estilo de nuestras
relaciones no tenga una representación gráfica
visible, no hay duda de que nos hará individuos
diferentes, lo mismo que las huellas dactilares.

RELACIONES

El ejercicio que sigue puede facilitarte nuevos


puntos de vista en cuanto a las personas con quie-
nes tienes más trato.

1. Haz una lista de las personas con quienes


tienes más trato y elige cinco de ellas.

2. Coge una hoja de papel grande y escribe


en ella este sencillo diagrama (fig. 4):

El punto central te representa a ti. Los


puntos que te rodean representan a las cinco
personas con las que tienes mayor relación.

3. Haz un dibujo libre en el espacio que hay


entre el punto central y uno exterior que
represente el tipo de relación que tienes con la
persona que representa. Lo puedes expresar
como quieras, sin preocuparte de la técnica.

Haz eso con cada uno de los cinco puntos.

Figura4

4. Cuando hayas acabado los dibujos,


escribe lo que se te ocurra sobre tu forma de
relacionarte con los demás, de tal manera que
tengas una descripción visual y otra verbal de
tus relaciones. De este conocimiento puede
venir la solución y, algunas veces, planes
concretos de cambios positivos.

Ahora estamos preparados para considerar el


amor desde el punto de vista de nuestra esencia
humana, lo que en psicosíntesis llamamos el Yo. En
capítulos anteriores hemos visto cómo podemos
situarnos en nuestro propio yo o centro. Allí, nuestra
existencia se caracteriza por la claridad, el control y
la responsabilidad. También hemos visto que nos
podemos situar en el perímetro de nuestro ser. Esta
posición psicológica se caracteriza por el
desconocimiento y la falta de perspectiva. En ella
somos el cebo de la ilusión y somos esclavos de
nuestras ideas, emociones y estados corporales.
Podemos observar cualquier dimensión de la
vida humana a la luz de cualquiera de esas dos
posturas extremas: unas relaciones parten del
centro y otras de la periferia y ambas tienen
características propias y diferentes. Lo mismo se
puede decir de la acción, el aprendizaje, la elección,
o cualquier otra cosa.

El amor desde el centro es objetivo, pues no


está alterado por prejuicios personales. Por tanto,
nos permite identificamos con otras personas sin
estar abrumados ni manipulados. Como no depende
de las respuestas del entorno ni del reconocimiento
ni la gratitud de otros, se genera a sí mismo y no
tiene miedo. Está impregnado de una comprensión
inteligente, que lo dirige a la acción adecuada.
Libera a la gente, en vez de confundirla con la
culpabilidad o la esperanza.

Este tipo de amor no se manifiesta en una sola


persona, animal u objeto, sino que es más generoso.
Se extiende con ímpetu por lo desconocido en vez
de limitarse a lo conocido.

El amor que surge del silencio del yo traspasa el


caparazón exterior y revela la esencia de lo amado.
Por consiguiente, no se detiene ante la posible
fealdad superficial o el aspecto físico, ni se coarta
con rutinas, roces o cualquier otro factor que,
aparentemente, haga menos atractivo o interesante
el objeto a amar.

En sus manifestaciones superiores y


superconscientes, el amor central considera al todo
lo mismo que la parte. Esto significa que tiene en
cuenta la existencia, las necesidades, los puntos de
vista y la evolución creativa de todos los seres en
una situación dada, en vez de buscar ciegamente la
satisfacción de las necesidades producidas por
cualquier perspectiva personal limitada. También
significa esto que puede mirar atrás, hacia el pasado
y adelante hacia el futuro, viendo cualquier proceso
como un todo, y los problemas del presente a la luz
de la comprensión y el desarrollo futuro.

A estas alturas, el amor se convierte en una


síntesis de sentimiento, conocimiento y voluntad. A
veces alcanza grandes alturas, y ve todos los seres
como procedentes de un origen común universal y,
por tanto, siente para con ellos una profunda
sensación de unidad y parentesco. Aquí, el amor se
percibe intuitivamente como un principio cósmico,
en palabras de Dante, "ese amor que mueve al sol y
a todas las estrellas."

En el otro extremo se encuentra el amor de la


periferia: en síntesis, el amor de ser amado. El amor
que se forma en la periferia no tiene por qué
sentirse de forma negativa. Por el contrario, suele
ser agradable y, por eso, resulta difícil, a veces,
distinguirlo del amor central; pero, si nos fijamos,
encontraremos importantes diferencias. El amor
periférico espera reconocimiento y ayuda y, por ello,
vive con el temor de no encontrarlo. Puede ser
caprichoso, dictatorial e impermanente, porque
necesita una gratificación inmediata. Sólo tiene en
cuenta lo superficial de los seres, en vez de su
núcleo. Puede aprisionar a la persona que es su
objeto en la cárcel de la culpabilidad, la expectación
y la imposición. Se fija sólo en una zona limitada,
con exclusión de todas las demás.

Como la percepción del amor periférico se basa


en las necesidades, produce idealizaciones e
ilusiones para satisfacerlas. Este es el fenómeno que
Stendhal llamó "cristalización" en su libro De l
´Amour. En él presenta el ejemplo siguiente: Si dejas
una rama pelada en los pozos abandonados de las
minas de Salzburgo y vas a buscarla dos o tres
meses después, la encontrarás cubierta comple-
tamente, hasta la última astilla, de un número
infinito de cristales brillantes, como los diamantes,
hasta el punto que resulta imposible reconocer la
rama original. Stendhal dice que la mente humana
opera de forma similar. Estimulada por el deseo
material de placer, atribuye ficticiamente todo tipo
de brillantes cualidades al ama do, lo imagina con
capacidad para dar todos los placeres que nadie le
ha podido ofrecer y cubre esta imagen creada con
todo tipo de perfecciones inexistentes. Sin embargo,
la vida desvanece pronto esta ilusión y la
admiración infundada da paso a la frustración y al
resentimiento.

Sería un grave error marcar una dualidad


definida entre ambas formas de amor. Primero,
como ya hemos hecho constar, porque no hay dos,
sino infinitas formas de amor que coexisten en la
continuidad de la evolución, y, segundo, porque,
aunque el amor periférico no tiene por qué ser
opuesto al central, se puede considerar, desde un
punto de vista más profundo, como su forma inicial.
Como hemos visto en el capítulo de las
subpersonalidades, todos nuestros aspectos
psicológicos pueden evolucionar. Por tanto,
cualquier estado interno se puede ver no sólo de
una forma estática, congelado en el presente, sino
de forma dinámica, como un a etapa temporal de
una posible evolución. Cuando lo consideremos así,
pronto nos daremos cuenta que siempre las
primeras manifestaciones de cualquier cosa tienden
hacia cierto primitivismo. Por ejemplo, en el mundo
de los objetos podemos distinguir con facilidad la
diferencia que hay entre los aviones y los fonógrafos
de principios de siglo y los actuales. Lo mismo pasa
a nivel psicológico. Por ello, es más realista ver el
amor periférico como un amor en proceso de
expansión y refinamiento y también darse cuenta de
la extraordinaria belleza que puede tener algunas
veces. Lleno de pasión y ternura, puede
recompensar temporalmente a una persona con el
placer de un deseo satisfecho, puede vitalizar
nuestro universo interior o evocar chispeantes
fuegos artificiales de emoción.

También hay que reconocer que, en muchos


individuos, el amor de la periferia puede coexistir
con el central, de tal forma que en unos momentos
predomina una forma y en otros otra, o mantenerse
las dos en distintas proporciones. Además, para
mucha gente, aprender a amar desde la periferia
puede ser un logro importante. El error está, por
tanto, en aceptar que el nivel rudimentario es el
producto final. Haríamos mejor en descubrir, cuando
todavía es embrión, la vibración palpitante de un
amor más profundo que empieza a aparecer.
Muchos autores han intentado describir los
diferentes niveles del amor. Por ejemplo, Maslow
habla de "amor por deficiencia" y "amor al ser".
Igualmente, Orage habla de tres tipos de amor:
amor instintivo, que obedece a las leyes de la
biología; amor emocional, que no sólo no es
duradero, sino que, a veces, "produce en su objeto
una reacción contraria de indiferencia y hasta odio";
y amor consciente, que es "el deseo de que el objeto
llegue a su propia perfección original, sin tener en
cuenta las consecuencias que pueda tener para el
amante". El amor consciente aparece de forma
primitiva en nuestra relación con el reino vegetal, al
cultivar flores o frutas. No tiene por qué ser
espontáneo, sino que, según Orage, a veces hace
falta una "decisión autoconsciente, resuelta y firme".

Desde la perspectiva de este trabajo, la


verdadera señal del amor consciente es que produce
síntesis. Si una persona está inmersa en una
atmósfera de amor auténtico, los elementos de su
ser aumentan espontáneamente su coherencia. Con
el calor, la libertad y el apoyo que ofrecen
inevitablemente los tipos más básicos de amor,
nuestro ser trata de reestructurarse en unos moldes
más congruentes e inclusivos.

El amor puede abonar el fértil ambiente en que


germinarán nuestras mejores semillas psicológicas.
Puede aportar el valor necesario para dar un paso
adelante y la seguridad necesaria para sumergirse
en lo nuevo. El amor puede dar el espacio necesario
para que se aposente el discernimiento. Puede
proteger y fortalecer los elementos más delicados
de nuestro ser. Puede alimentar nuestra inteligencia
y nuestra creatividad. Puede ayudar a fundir
nuestros bloques, a desatar nuestros nudos, y abrir
nuestras cerraduras. El amor nos permite re-
descubrir nuestro yo y galvanizarnos hasta culminar
nuestro destino. Todos estos fenómenos demuestran
cómo se produce en nuestro ser una síntesis mayor;
cómo, con el amor, se nos ayuda a ser más
completos y cómo, indudablemente, el amor es el
medio por excelencia que facilita la síntesis humana.

Es más, los beneficios del amor más consciente


son simétricos. No sólo tiene un efecto estimulante y
unificador sobre la persona amada, sino que lo
produce también en la persona que ama. Los
sentimientos y los pensamientos se unen como si
estuvieran alrededor de un imán y se centra y
armoniza toda la personalidad. Teilhard de Chardin
decía de este amor que era "el principio totalizador
de la energía humana". Cuando hay verdadero
amor, dice, calienta y anima nuestros actos y los
pone bajo una perspectiva común: "da una lucidez
normal a la nube de polvo de nuestras
experiencias."

Entonces, surge espontáneamente la pregunta:


¿Se puede aprender un amor más consciente? La
respuesta es un "sí" rotundo. Tanto los que expresan
el amor en sus formas menos maduras, como los
que parece que no tienen carácter, pueden aprender
a amar, si esto tiene para ellos suficiente
importancia.

¿Cómo se hace?' Como cualquier otra facultad o


habilidad, se puede aprender el amor si le
prestamos atención, lo investigamos, consideramos
sus diferentes facetas y lo practicamos. A los que
crean que su amor es, en parte o totalmente,
periférico, les resultará una tarea relativamente
fácil, aunque no serán inmunes a las crisis. Ya tienen
materia prima básica para trabajar. Ahora tienen
que enfrentarse a su evolución.

Estas personas pueden encontrar un estímulo


para su evolución en las circunstancias de la vida,
como son las frustraciones intensas y repetidas, con
un amor periférico, la dificultad para encontrar un
amigo, la pérdida de un ser amado y otras formas
similares de soledad obligada. La gente de este tipo
quiere, a veces, el amor central; pero aun les parece
algo impersonal, frío y abstracto, mientras que la
llamada del amor periférico les resulta más clara y
fuerte. Se pueden sentir incómodos, abrumados por
una u otra forma de amor u oscilando a menudo
entre las dos. A veces el amor periférico se agita y
se defiende, relegando al olvido las visiones de
mayor dimensión. En otras ocasiones, irrumpen con
más fuerza oleadas de un amor más vasto.

Para los que se consideran con una importante


carencia de amor, el proceso es diferente. Para
ellos, el amor es un territorio desconocido y, con
frecuencia, ni se dan cuenta de su importancia.
También pueden mirarlo con recelo y sentirse
amenazados por la apertura y la sensibilidad que
transmite o, tal vez, piensan que sólo es una pérdida
de tiempo o que no existe. Pero, a pesar de sus
opiniones, el amor está presente en todas las perso-
nas. Todos lo hemos sentido alguna vez, a algún
nivel, y se puede cultivar de nuevo. Ten en cuenta
este ejercicio:
LA REALIZACION DEL AMOR

1. Recuerda un momento en que te


hayas enamorado. No te limites a pensar en él y
vívelo de nuevo en tu imaginación, como si
sucediera ahora. Vive todos los detalles,
imágenes, sonidos, emociones, ideas, etc.

2. Se trata de un hecho pasado. De todos


modos, date cuenta de que la cualidad del amor
que dio vida a ese momento es atemporal.

3. Ahora, haciéndote una idea en tu


mente de la cualidad de ese amor, además de
otras experiencias que te hayan sucedido, entra
en contacto, aunque sea sólo por un momento y
de una manera vaga al principio, con la cualidad
del amor en su esencia más pura. O, por lo
menos, imagínate, de la forma más completa
que puedas, cómo es ese amor.

4. Ahora deja que aparezca una imagen


que simbolice para ti este tipo de amor. Puede
ser la imagen de cualquier cosa, un paisaje, una
persona, una forma abstracta, etc. Mantén esta
imagen e imagínate que contiene un mensaje
escondido, verbal o no, que tiene que ver
contigo o con el amor en general. Después,
ábrete a ella.

5. Finalmente, escribe tus experiencias


de este ejercicio.
Este ejercicio puede enseñarnos a conseguir
una mayor sintonía con el amor consciente, tal como
nos lo va revelando progresivamente nuestro
superconsciente. Damos también algunos consejos
que deben tenerse en cuenta durante todo el
trabajo: evita las reacciones negativas, como puede
ser tratar de llegar a las puertas de los niveles
superiores de forma demasiado rápida o violenta.
Esto es imprudente y no es conveniente para nues-
tro organismo, tal como es en realidad. El amor,
como cualquier otra cualidad, se desarrolla en
nosotros si intentamos cooperar con su evolución.
Tratar de empujarnos, con una actitud de censura
contra nuestra situación actual en nuestro
desarrollo, sólo puede llevarnos a consecuencias
opuestas a lo que pretendemos conseguir. Buscar la
armonía con un proceso natural de síntesis, armonía
en nuestro propio tiempo y camino, es el mejor
enfoque que se puede dar.

Por otro lado, podemos tener ya un amor


intenso, aunque no se haya expresado. Puede estar
aletargado en nosotros sin hacer uso de él. Una
situación así está llena de posibilidades; pero, si no
se afronta correctamente, se puede llegar a un
estancamiento. Assagioli lo define claramente:

"Igual que una placa de unos pocos


milímetros de espesor puede anular la luz solar
más intensa, que ha viajado millones de
kilómetros; una pieza de porcelana aísla una
corriente eléctrica que tiene fuerza suficiente
para activar cientos de motores; la falta de unos
grados de temperatura puede mantener inerte
una pólvora que podría volar una montaña
entera; un pequeño "aislante psíquico", una
falta de calor o simpatía y amor, pueden
bloquear la manifestación de los inmensos
tesoros del sentimiento y la inteligencia".

Cualquier explicación del amor es incompleta si


no se presta atención al servicio. El Servicio es amor
en acción, aplicado y difundido de forma deliberada
y creativa. Amamos o servimos a otras personas
ganándonos sus simpatías, entendiendo su forma de
ver las cosas y transmitiéndoles la nuestra, sanando
una herida emocional, educándolas y de
innumerables formas más, a todos los niveles desde
el físico al espiritual.

Como pasa con todo lo bueno, el servicio tiene


muchas facetas. Muchos entusiastas de buena
voluntad provocan resultados negativos y a veces
catastróficos. Intentan servir limitándose a
manifestar una buena voluntad exuberante, sin
ningún conocimiento de los conflictos que suelen
crear. Para hacerte una idea de lo que digo, acuér-
date de las veces que la gente intenta ayudarte,
mejorarte, convertirte, elevarte, advertirte o
"salvarte", y lo único que hacen es molestarte. Por
otro lado, quizá puedas recordar alguna ocasión en
la que alguien te haya ayudado verdaderamente.
¿Dónde está la diferencia entre el pseudo-servicio y
el auténtico servicio?

La diferencia la marcan la necesidad de la


autoexpresión, el deseo de agradar y de ser popular,
el ansia por sacar beneficios, la autocomplacencia y
la ambición. Y el remedio, en estos casos, está en
distinguir, observar lo que efectivamente nos mueve
y ver si la principal fuerza motriz de nuestro servicio
es el verdadero amor.

Paradójicamente, el verdadero servicio es una


potente herramienta que complementa nuestra
evolución. La gente habla de una variedad inmensa
de beneficios, entre otros: aumento de la eficiencia,
ampliación de la visión, liberación de sentimientos
positivos, mejor funcionamiento mental,
estimulación de la creatividad, aumento de la
confianza en sí mismo y del interés por la vida, uso
de las energías superiores y evocación de una
sensación jubilosa de interdependencia con los
demás. Es un área que, por sí misma, constituye una
verdadera mina de tesoros para cualquier persona
interesada por el desarrollo humano.

Se puede objetar que el servicio hecho para


obtener un beneficio propio no es un verdadero
servicio, sino una actividad útil para el ego, como ir
de compras o tomar un helado. Es cierto. Sin
embargo, también es cierto que, igual que la gente
se entrega al servicio de los demás, las peticiones
que se les hace en unos ámbitos concretos de servi-
cio y las acciones en que se ven involucrados suelen
superar los motivos egoístas y conducen a una
liberación y una expansión. Como único ejemplo,
voy a poner a una mujer:

"Después de morir mi marido, me sentía


sola e inútil. Trabajaba, cobraba mi dinero y eso
era todo. Me sentía como un cero.
Por eso pensé: ¿Qué puedo dar de mí
misma? Llamé al Instituto de Ciegos y pregunté
si mis ojos podían servir para algo. Dos días
después me llamaron, invitándome a dictar
libros para escribirlos en Braille. Eran libros de
colegio. Querían que los niños ciegos
participasen de los programas escolares de los
demás niños, por lo que necesitaban a alguien
que pudiese ver para dictar.
El primer impacto fue un shock. Vinieron dos
niños a coger los papeles. Eran gemelos y los
dos eran ciegos. No lo eran de nacimiento;
ocurrió cuando, después de nacer, los metieron
en una incubadora con la temperatura
equivocada y se les quemaron los ojos. Uno era
moreno y el otro rubio y los dos eran
guapísimos.
Deseé que no volviesen más. Era
demasiado. Lo que más me impresionó de esos
chicos era su alegría. Todos los ciegos que había
allí estaban alegres.
Me sentía como una reina porque tenía ojos.
Me di cuenta de que tenía suerte porque todo
eso me había sucedido a mí. Fue bueno
encontrarlos. Hasta tenían una clase plástica
para trabajar con barro. Una vez los vi a todos
haciendo vasijas en forma de caras. El profesor
decía, tocaros la barbilla, tocaros la nariz. Al día
siguiente vi la colección de vasijas más
maravillosa: cada una mejor que la anterior y
todas con una cara diferente. Pensé, ¿Qué
podríamos hacer los que tenemos ojos si estas
personas pueden hacer todo esto?
Durante los primeros días estuve
impresionada. Cerraba los ojos por momentos y
me imaginaba lo que podía ser estar ciego.
Entonces empecé a sentirme bien. Si haces algo
que desde el principio sabes que no te va a
reportar nada, sentirás un extraordinario
bienestar. No pienso que haga demasiado por
ellos, pero silo suficiente para sentirme bien".

De este modo la gente se da cuenta de que,


cuando sirven, dejan de agarrar y pueden recibir.
Dejan de ser egoístas y, por tanto, participan
fácilmente en el intercambio natural que los rodea.
Una historia antigua ilustra bien esto:

Un hombre obtuvo permiso para ir a visitar el


Cielo y el Infierno antes de morir. Primero fue al
Infierno y vio una gran congregación de personas,
sentadas en grandes mesas, con comidas ricas y
abundantes. Sin embargo estaban muriéndose de
hambre y llorando. El visitante vio pronto la causa:
sus cucharas y tenedores eran más grandes que sus
brazos, así que no podían llevarse la comida a la
boca. Después fue al Cielo, donde vio el mismo
panorama: grandes mesas con comidas ricas de
todos tipos. Las cucharas y los tenedores eran aquí
también más grandes que sus brazos y tampoco
podían comer por sí mismos. En cambio, eran felices
y estaban bien alimentados. Pero no intentaban
ponerse a comer por su cuenta.

Se alimentaban los unos a los otros.

Capítulo 17
LA BELLEZA
No hay nada tan relevante para nuestra vida
interior y, al mismo tiempo, tan engañoso, como la
belleza. En primer lugar, la experiencia estética es
espontánea y no puede triunfar ningún intento de
imponerla, por el mero hecho de que nos lo
propongamos. Por otra parte, no se puede predecir
su impacto, ni en personas muy sensibilizadas con
ella: hay una inmensa variedad de cosas agradables
y desagradables, que nos impide encontrar criterios
generales para orientarnos en esta dimensión, y,
cuando se produce de verdad una experiencia
estética, nadie sabe con certeza lo que ha ocurrido y
muy pocos pueden describirlo con palabras. En
cambio, tratar de averiguar de que modo afecta la
belleza a nuestra personalidad puede provocar una
actitud que disipe inevitablemente la experiencia
más sutil.

A pesar de todas esas dificultades, es muy


importante explorar la belleza y la influencia que
tiene sobre nosotros, ya que son muchos los peligros
que hay en la ceguera ante la belleza: la
degradación del paisaje urbano, la destrucción cruel
de la naturaleza, la difusión de la vulgaridad, la
ofuscación por miedo, el triunfo de la indiscreción, el
aumento de la majadería, la aparición del sinsabor,
la apoteosis de lo bullanguero y superficial. Estas
son sólo las manifestaciones más claras de la falta
de sensibilidad estética. La consecuencia más
profunda es más difícil de definir. Quizá se pueda
describir como una opacidad mortal que afecta a
toda la personalidad como una enfermedad
amenazadora.
Por tanto, hablar de la belleza cómo lo vamos a
hacer aquí no es un ejercicio simple de estética o
una charla sobre lo inefable. Es una tarea vital,
apremiante, que incide directamente en nuestras
posibilidades de supervivencia o, por lo menos, de
una supervivencia digna y humana. Por esta razón,
podemos estar de acuerdo con Platón cuando dijo en
La República que 'la finalidad de toda educación es
amar la belleza".

El primer efecto que quisiera considerar es la


influencia regeneradora y curativa de la belleza. La
experiencia nos ha enseñado a todos que un paisaje
natural alegra la vista, que cierta música nos eleva,
que un poema, una obra de teatro o un cuadro
produce en nosotros un efecto placentero, aunque
después lo olvidemos con facilidad. De todos modos,
a veces se ha utilizado consciente y directamente la
influencia curativa de la belleza. Un ejemplo, según
Iamblichus, fue el uso que Pitágoras hacía de la
música: "Hay ciertas melodías que curan las pasio-
nes del alma y también la desesperación y la
melancolía, que Pitágoras descubrió como algo que
aportaba la mayor ayuda para esos males, y
además, empleó otras melodías para combatir el
abatimiento, la ira y todas las aberraciones del
alma."

La investigación ha descubierto recientemente


que Pitágoras tenía razón. La música tiene un efecto
muy fuerte sobre diferentes ritmos y funciones del
cuerpo y sobre los estados psicológicos. Aún más,
cómo Anthony Trowbridge, de Sudáfrica, ha
sugerido, las redes de neuronas del cerebro pueden
responder, en general, a principios armónicos. Es
una característica que llevamos dentro, como "una
habilidad innata para mantener un estado de orden
intelectual y estético y un equilibrio armónico,
esencial para la salud mental."

Pero no hay que investigar mucho para darnos


cuenta que la magnificencia del rosetón de una
catedral, del dibujo de unos manuscritos celtas, de
una flor completamente abierta, o de la perfecta
geometría de un templo griego, nos afecta
profundamente y que, en el momento en que
dejamos que nos afecte la belleza, empieza a
revitalizarse la parte de nosotros que ha sido maltra-
tada por el devenir de la vida. En ese momento se
culmina una gran victoria, una victoria sobre la falta
de fuerzas, una afirmación positiva contra nuestra
propia resignación ante el proceso de cristalización y
muerte. Esa victoria es también un paso adelante en
nuestra evolución, en un sentido preciso y literal,
porque, en el momento en que apreciamos
plenamente la belleza, nos convertimos en más de
lo que éramos. Vivimos un momento de total salud
psicológica. Construimos, sin sacrificio, una fortaleza
contra las presiones negativas que, inevitablemente,
nos trae la vida.

Pero eso no es todo, ya que todos los estímulos,


bellos u horrendos, penetran en el inconsciente,
donde su influencia se hace menos inmediata, pero
más potente y penetrante. Parte de nuestro
inconsciente está ya impresionado, como una placa
fotográfica, por los innumerables estímulos que nos
han bombardeado durante años; pero otra parte
está virgen y dispuesta para impresionarse y, tan
pronto como le llegue un estímulo, lo recibirá,
mucho más en serio de lo que lo hace la superficie
distraída de nuestra mente: lo rumia y elabora, lo
combina con otros estímulos preexistentes, asimila
el universo psicológico que lleva consigo este
estímulo y adopta, implícitamente, todas sus
limitaciones y distorsiones.

Toma, por ejemplo, una fotografía. Una


fotografía de cualquier tipo, ya sea un anuncio o una
foto pornográfica, un cuadro de Monet o la foto de
un desastre tomada de un periódico, expresa un
estado de consciencia, una manera de ver la vida,
una regia estética y una actitud general ante el
universo.

Cuando se repiten estímulos del mismo tipo un


gran número de veces, como es el caso de los
15.000 asesinatos que los adolescentes americanos
normales ven en televisión, sus efectos se
multiplican y llegan a crear un auténtico ambiente
psicológico en el mundo interior de un individuo.
Afortunadamente, es cierto que los estímulos con un
valor estético elevado tienen una influencia general
tremenda cuyo poder curativo afecta a lo más
profundo de nuestro ser.

Se nos presenta una elección. En gran parte,


tenemos la obligación de buscar la belleza. Podemos
estar expuestos a lo que Assagioli llamó
"contaminación psíquica", la masa predominante de
venenos psicológicos liberados, o elegir, en su lugar,
la sana influencia de los sonidos agradables y las
vistas bonitas.
Un ejercicio que suelo emplear en mis grupos
me ha confirmado este hecho concreto. En su
primera fase, dejo varias docenas de reproducciones
de arte en el suelo y pido a los participantes que las
miren y cojan una que llame su atención. Los
observo mientras lo hacen y me sorprendo por el
ansia que muestran al dirigirse a las reproducciones.
Suelen quedarse absortos, como si estuvieran
sordos y no escuchasen el resto de mis
instrucciones. En ese breve momento dejan a un
lado sus penas y problemas y, por tanto, consiguen
olvidarse de sí mismos.

Creo que debemos prestar más atención a esa


ansia. Es un ansia por algo indefinible, alguna
promesa de futuro, una satisfacción total o quizá el
recuerdo de una felicidad perdida. Parece que la
belleza mantiene esta promesa, o despierta ese
recuerdo, e incluso, aunque sabemos que ningún
objeto bello puede traernos una gratificación
permanente, suele tener la capacidad de sacarnos
de este, mundo repleto de problemas diarios, y
meternos dentro de una esfera de vitalidad y
armonía.

El mejor favor que podemos hacer es, quizá,


ayudar a la gente a olvidarse de sí misma, por
supuesto, no de su verdadero Yo, sino de las mentes
diarias con las que se identifican, las mentes que se
agitan por todo tipo de preocupaciones, de
problemas sin importancia, de sueños vanos, etc.
Assagioli decía que los sueños no suelen cumplirse;
se olvidan. Y se olvidan porque cualquier otra cosa,
de importancia mucho más vital y acuciante, ocupa
su lugar.
La belleza tiene, precisamente, esta facultad de
sacar a una persona de su propia esfera individual y
ponerla en contacto con algo universal que le
interesa y afecta. Sin esta función autotrascendente,
también común a otras actitudes y actividades,
como son el amor, la reflexión y el juego, por
nombrar sólo unas pocas, nos veríamos agobiados
por el ambiente opresivo de una vida restringida.
Nuestro mundo personal tiene que alimentarse del
exterior porque, si se aislase, no podría encontrar
los recursos necesarios para sobrevivir ni los medios
de resolver sus problemas. Recordemos que el
Bosco representó el Infierno encerrado en una bola
de cristal opaco que le impedía toda comunicación
con el mundo exterior.

El efecto transcendente de la belleza está


íntimamente ligado a su poder revelador. La belleza
revela mundos desconocidos, innumerables
posibilidades que escaparían a una inteligencia
puramente racional. Muchas personas, y de formas
muy diversas, se han dado cuenta de que la belleza
tiene un impacto verdaderamente liberador y
vivificante. Por un lado, tenemos artistas, como
Beethoven, que dijo que "la música es una
revelación superior a toda la sabiduría y a toda la
filosofía" y que "la música es la única entrada
inmaterial al mundo superior del conocimiento." O
como Suger, Abad de Saint Denis y uno de los
padres del arte del vidrio en la Francia del siglo XII,
que afirmó que esos juegos de luz y color tan
maravillosos, que producía usando colores, joyas,
oro y vidrio, podían "iluminar las mentes de las
gentes," resucitar sus espíritus sumergidos y darles
el don de la sabiduría superior. Y también tenemos a
Keats, que escribió que "nunca podría creer ninguna
verdad sin una percepción clara de su belleza."

Por otro lado, hay científicos que, después de


estudiar a fondo la realidad física, se dan cuenta de
que la calidad estética de sus modelos es
insuperable. Heisenberg escribió en una carta a
Einstein: "Puede objetar que hablando de lo simple y
de lo bello introduzco criterios estéticos sobre la
verdad y admito con franqueza que me atrae mucho
la simplicidad y la belleza de los esquemas
matemáticos que nos presenta la naturaleza. Vd.
debe haber sentido esto también: la simplicidad y la
plenitud casi espantosa de las relaciones que la
naturaleza extiende de repente ante nosotros...

De forma parecida, el matemático francés


Poincaré atribuyó una gran importancia a la "belleza
matemática", a la "armonía de los números y las
formas" y a la "elegancia geométrica". Esta
"armonía", escribió, "es, al menos, una satisfacción
de nuestras necesidades estéticas y una ayuda para
la mente, que la sostiene y la guía". Según Poincaré,
el "yo subliminal" del matemático forma a ciegas
una cantidad enorme de combinaciones, la mayoría
falsas e inútiles. Las únicas combinaciones que
emergen a la consciencia son las que separa la
"criba delicada" de la sensibilidad estética y que,
dice Poincaré, "son, por lo menos, útiles y bellas."

Su capacidad para alterar, e incluso hacer


saltar, las categorías con que normalmente nos
hacemos una idea del universo va unida al poder
revelador de la belleza. Se dice que, una vez, los
discípulos de Buda estaban haciéndole todo tipo de
complejas preguntas metafísicas. Entonces cogió
una flor y, sin decir nada, la colocó ante ellos. Sólo
uno de los discípulos, Ananda, comprendió la verdad
inefable que escondía el mensaje, y sonrió. Como
con Ananda, la belleza abre ante nosotros lo que
está más allá del pensamiento. A veces, hasta
puede hacernos ver lo inútil que suele resultar el
artilugio de nuestro equipo conceptual y cómo limita
nuestro entendimiento. He conocido a gente cuya
estructura mental, estrecha y ordinaria, ha quedado
quebrantada al contemplar las estrellas en una
noche clara. En otras ocasiones, ha sido una
composición musical o la simple visión del pico de
una montaña lo que ha abierto las ideas de una
persona o hasta la ha forzado a desprenderse de
ellas como de unas ropas inservibles.

La belleza nos afecta también de una forma


muy concreta: ilumina nuestros deseos. Hay muchas
tradiciones espirituales que afirman que sólo
podemos conseguir la liberación o la salvación
apartándonos de todo apego o deseo. Esta
enseñanza se ha entendido erróneamente, muchas
veces, como una obligación de destruir sistemática y
forzosamente todos los deseos que tengamos.
Aunque este proceso puede resultar en unos pocos
individuos con vocación ascética, lo más normal es
que provoque unos resultados completamente
opuestos a los esperados. La gente intenta reprimir
sus deseos; pero lo único que consiguen es
alimentarlos con la energía de la propia negación.
Cuando se reprime durante un tiempo un deseo,
contraataca dramáticamente, surge con un disfraz
diferente o simplemente parece que ha desapareci-
do; pero, de forma invisible, sigue controlando al
individuo que ha intentado eliminarlo.

Assagioli mantenía que podíamos aprender a


disfrutar de la libertad del desapego de una forma
mucho menos dolorosa y más práctica: apreciando
plenamente la belleza. Para Assagioli, lo correcto no
era negar esa atracción, sino dejar que naciesen
otras a su lado. Al aprender a dispersar nuestras
fuerzas apreciativas, deshacemos nuestros apegos,
hasta el punto de debilitarlos e incluso disiparlos.

Según Assagioli, el error de los moralistas está


en confundir el placer con el apego. Cualquier tipo
de placer es, por sí mismo, un hecho psicológico
muy positivo. Lo que complica la situación es que,
en cuanto acabe la diversión, e incluso antes, en
algunos casos, querremos reproducir la misma
situación grata y así nacerá el apego. Pero el apego
es un fenómeno completamente opuesto al placer y,
si le sigue de cerca o se funde con él, debemos
conocer la diferencia que hay entre ambos. El placer
es gratuito y puro; el apego es ansioso y espera
algo. El placer vive en el momento; el apego vive en
el pasado o se proyecta en el futuro. El placer está
abierto a la experiencia; el apego quiere
programarla.

Más aún, nuestros apegos son


inversamente proporcionales a nuestra
capacidad de placer. Como Assagioli me dijo
una vez:

Lo más radical es disfrutar más. Si disfrutas


de una fruta, disfruta de todos los tipos de fruta.
Si lo disfrutas todo, no te apegas a nada, porque
pasas de un placer a otro. Pasa del placer de
una fruta al de un libro y después al del cielo
estrellado...

Si aprecias todo, sigues siendo libre y, si


sientes el deseo de algo que no te conviene por
alguna razón o porque no puedes conseguirlo,
intenta disfrutar de cualquier otra cosa.

Siempre hay cualquier otra cosa de la que


puedas disfrutar.

Lo contrario también es cierto. Si podemos ver


la belleza en una sola persona u objeto, con
exclusión de todo lo demás, nos fascinamos con ello
y nuestra visión se calcifica. Caemos en la creencia
implícita e ilusoria de que, logrando y poseyendo
este ser o este objeto, podremos poseer la belleza
en sí misma.

Es paradójico, pero cierto, que la belleza puede


esconder un lado siniestro. Podemos verlo en la
historia de Spinello, un pintor renacentista apreciado
y famoso en su tiempo. Por aquella época, se solía
representar al demonio como un ser despreciable e
infrahumano y Spinello había estado trabajando en
una pintura en la que lo había descrito así. Cayó
enfermo con fiebres muy altas y se le apareció el
demonio, aunque no de la forma despreciable como
lo había pintado. Era, en cambio, un hombre
increíblemente bello, vestido con un traje negro,
que, mirándolo, le dijo: "Spinello, Spinello, que
pequeña es la fe que tienes en tu Dios, si piensas
que Su mayor enemigo iba a ser una criatura baja e
irracional, como la que has retratado. Debes saber
que soy tan bello como para ser Su rival en
esplendor."

El placer se ha relacionado muchas veces con el


sentido del gusto, como demuestran las expresiones
"buen sabor", "mal sabor" y "paladeo". A la inversa,
la falta de placer también se puede expresar en
términos de comida:
Solemos tragar con rapidez lo que comemos,
quizá mientras leemos o vemos la televisión, sin
preocuparnos de saborear la comida. Si nos regalan
algo, nos lo tragamos con los ojos,
inconscientemente. Esta forma de comer es paralela
a la forma de relacionarnos normalmente con el
mundo exterior: nos apropiamos de él rápidamente,
por decirlo así; pero no esperamos lo suficiente para
disfrutarlo de lleno y asimilarlo. Muy poca gente
sabe cómo saborear una obra musical, un poema,
un buen libro o un paisaje y dejarse impregnar por
ello, gozando de todos los matices y sutilezas que
para una atención impaciente y presurosa pasan
inevitablemente desapercibidas.

De cualquier modo, las dificultades para


disfrutar de la belleza no se deben solamente a la
impaciencia y la incapacidad de asimilaría. En
algunas personas también las produce su miedo a la
belleza. Al sentirse feos en su interior, temen
enfrentarse a la dolorosa discrepancia que hay entre
ellos y la belleza. Otros pueden disfrutar de la
belleza con alguien amado, pero entrar en contacto
con ella cuando están solos les produce una desa-
gradable sensación de soledad. He visto a mucha
gente que se cierra en sí misma ante la belleza, en
vez de disfrutar de ella solos. En el fondo de estas
actitudes suele haber una sensación de inferioridad,
una creencia implícita de que se está subordinado a
algo, a menos que la presencia y la aprobación de
otra persona actúe de intermediaria.

También hay otras personas que sienten la


dimensión estética como algo extraño y
amenazador, que trastorna el orden normal de las
cosas. Dejan para otros el placer de la belleza, como
si fuera el monopolio de un tipo concreto de
personas. El que pertenece a esa categoría está
considerado como fantástico e improductivo. "Eh, tú,
artista," decía un sargento que conocí en el ejército
cuando quería enfadar a un soldado que le parecía
demasiado soñador o raro, o que estaba
peligrosamente abierto a cualquier otra cosa que no
fuese la rutina organizada.

En cualquier caso, todos nosotros tenemos


cierta experiencia en la belleza y todos nosotros
podemos mejorar nuestra capacidad para contactar
con la dimensión estética. Conseguiremos dos
resultados: el primero, formar unas bases sólidas
para valorarnos a nosotros mismos, teniendo en
cuenta que ninguna personalidad estará ver-
daderamente bien integrada, a menos que se apoye
sobre los cimientos de una auto-apreciación
profunda, sincera y sencilla, una actitud muy
diferente, casi opuesta, al narcisismo o al complejo
de superioridad; segundo, que esta facultad de
captar nuestra propia belleza interior abre, casi
automáticamente, las puertas de la apreciación de
la belleza exterior. Como dijo Plotino, "... el que
contempla debe ser semejante a lo que observa y
debe, antes de llegar a esta visión, hacerse
semejante a ella. El ojo no podrá mirar nunca al sol,
si no se ha hecho parecido al sol, y un alma nunca
podrá ver la belleza, a menos que se haya
embellecido ella misma."

Y podríamos decir que nuestra verdadera


"alma" ya es bella. Sólo necesitamos ser conscientes
de este hecho fundamental. El siguiente ejercicio
puede servir de ayuda para ello.

BELLEZA INTERIOR

1. Piensa en un rasgo, una facultad o una


actitud tuya que te parezca bonita. No es
necesario que se manifieste plenamente ni sea
activa. Puede ser algo que hay en ti casi oculto
y que sólo tú conoces. Hasta puede ser la
semilla de una actitud, una simple posibilidad.
2. Dedica algún tiempo a reconocer y
disfrutar de este elemento tuyo. Después, deja
que aparezca en tu ojo interior una imagen que
simbolice lo que has elegido, una obra de arte,
un paisaje, un animal, cualquier cosa.
3. Contempla esta imagen, deja que te
enseñe su propia belleza y quizá hasta te
transmita un mensaje que puede ser verbal o
no. Cualquier imagen puede hablarte si dejas
que lo haga. Tómate el tiempo necesario para
asimilar la cualidad de esa imagen.
4. Elige otro rasgo, cualidad, facultad o
parte de ti que te agraden y repite los pasos dos
y tres. Después haz lo mismo con otras partes
que te gusten. Repite el mismo ejercicio en
otras ocasiones hasta que consigas apreciar
cierto número de elementos tuyos. Te
sorprenderá todos los que encontrarás
especialmente si buscas con la profundidad sufi-
ciente y si ignoras las voces interiores de
desánimo, inferioridad o escepticismo.

¿Cómo podemos aumentar nuestra aptitud en


el arte de la apreciación de la belleza? La respuesta
es siempre la misma: aprendiendo a estar
dispuestos. Con una actitud abierta, tenemos tiempo
para disfrutarla; la absorbemos, dejando a un lado
toda orientación utilitaria y toda impaciencia. Pero
también podemos intentar una búsqueda más activa
y casi sistemática de la belleza, una búsqueda en
todos los lugares ~n un rostro, en una pieza musical
o en un árbol. Stanislawski, el gran maestro ruso de
técnicas de teatro, les decía a sus discípulos que
buscasen la belleza con "penetración". "Esos
hábitos", decía, "elevan sus mentes (las de los
estudiantes) y producen sentimientos que dejan
profundas marcas en sus emociones." También
recordaba a sus alumnos que buscasen la belleza en
las cosas que parecen feas, retorcidas o
desfiguradas, porque cualquier sensación de belleza
que no tenga en cuenta la fealdad corre el riesgo de
ser sentimental. Podemos mencionar el ejemplo de
la pintura de Rembrandt que convierte algo tan
vulgar como un trozo de carne colgado en una
carnicería en un juego estupendo de luz y color. O,
en tiempos más recientes, tenemos el ejemplo de
René Clair, que ve un castillo encantado en una
estación del Metro de París. De igual modo,
Leonardo da Vinci daba el siguiente consejo a los
aprendices de pintor:
Podéis fijaros en ciertas paredes oxidadas
por la humedad o en piedras de color desigual.
Si tenéis que hacer alguna creación, podréis ver
que se parecen a paisajes maravillosos,
adornados por montañas, ruinas, rocas,
bosques, grandes llanuras, colinas y gran
variedad de valles; y veréis allí batallas y figuras
extrañas en acciones violentas, caras
expresivas, ropas y un número infinito de cosas
que podréis pasar a sus formas concretas y más
definidas.

Pronto veremos que la belleza no se descubre


sólo en el nivel físico, como una forma perceptible,
sino también a nivel subjetivo: podemos apreciar
actitudes bellas de la gente, la pureza de sus
motivos, el refinamiento de su ser, etc. También
podemos disfrutar de la armonía y el significado de
las relaciones y, lo que es más importante,
podemos, en un abrir y cerrar de ojos, entrar en
contacto con la belleza interior del corazón de una
persona. En sánscrito se usa la palabra Namaskara
para decir "saludo lo divino que hay en ti". Es un
reconocimiento ritual de la esencia divina de cada
persona que encuentra uno. Namaskara también se
puede traducir por «saludo tu belleza interior" o, en
algunos casos, con un estilo más amplio y libre que
yo propondría irreverentemente, como: "aunque me
irrites, no pueda soportar tu presencia, me sienta
incómodo cuando estoy contigo, no esté de acuerdo
con nada tuyo, piense que eres un trozo de carne
con ojos, etc., saludo la belleza interior que hay en
ti, una belleza que puedo haber percibido alguna vez
o, si nunca lo he hecho, asumo deliberadamente que
está ahí, misteriosa, inmemorial, sin ser afectada
por nuestros juegos actuales, infinita".

Esta sensación de belleza interior en un ser


humano no es algo meramente individual; cuando la
encontramos en una persona, se puede extender
espontáneamente a toda la humanidad y podemos
experimentar lo que Kant llamó "el sentimiento de la
belleza y la dignidad de la naturaleza humana".

Y también está la belleza de nuestra propia


psicosíntesis. La armonía y el ritmo de la vida, el
control sobre el organismo psicofísico (comparable
al de un pianista o un bailarín), el empuje
extraordinario de la evolución personal en lo
desconocido, la transformación y la síntesis de los
elementos de nuestra personalidad, el aprendizaje
en el arte de vivir, las deslumbrantes
manifestaciones del Yo, en todas esas actitudes y
sucesos puede haber elementos de gran belleza y
dinamismo, ya los percibamos en nosotros o en los
demás.

De todos modos, en cualquier forma que se


presente, gran parte de la experiencia de la belleza
suele malgastarse.

El sustento que nos da la satisfacción se


sumerge pronto en la avalancha de las
preocupaciones diarias o se disipa al llegar
innumerables distracciones. Rara vez se asimila,
como hemos visto y, sobre todo, se guarda como un
tesoro, como un hito en nuestra vida, algo del
pasado que aún tiene la capacidad de regenerarnos
silenciosamente, algo que nos haga avanzar en
nuestra evolución, que abra y estimule nuestra
capacidad de disfrutar.

Atesorar los placeres pasados es un factor vital


que nos capacita para disfrutar del placer futuro. El
ejercicio siguiente tiene por meta estimular y volver
a traer a la vida los tesoros que una vez nos
embelesaron. Empieza recordando la fealdad,
porque el contraste de la fealdad, no sólo la física,
sino también la de la desintegración, los conflictos,
la estupidez, la falta de amor, nos ayuda a
comprender la naturaleza y, a veces, intensifica
dramáticamente nuestro anhelo por ella.

ATESORAR BELLEZA

El siguiente ejercicio podrá ser eficaz, si revives


intensamente los sucesos que se te indican y si lo
haces con todos tus sentidos, cómo si realmente
estuvieras experimentándolo, en vez de limitarte a
recordarlo con la mente.

1. Empieza reviviendo momentos feos.


Siente de nuevo la influencia ofensiva,
desintegradora de la fealdad en tu organismo
psicofísico. Puede ser cualquier tipo de fealdad,
no solo la física.
2. Ahora recuerda varios momentos
bellos, uno por uno. Puedes incluir la belleza de
la naturaleza, del trato con alguien, de la
evolución, de la comprensión, etc. Tú eres quien
elige. Siente plenamente sus extraordinarios
efectos.
Tómate algún tiempo para que estos
momentos penetren en ti, de forma que llegues
a asimilarlos, comprendas y valores su
importancia y reafirmes su presencia en ti.
3. Ahora, dedica algún tiempo para producir
en ti una sensación de apertura en la totalidad
de tu ser, date cuenta de tu sensibilidad y de tu
interés vital por la presencia extraordinaria de la
belleza en todas las dimensiones.

Según exploramos la belleza en sus


manifestaciones, podemos tener la experiencia
excepcional de contactaría independientemente de
cualquier forma. Esto es lo que Platón describía
como la belleza que «ni aumenta ni disminuye"; la
"belleza es tan vieja y tan nueva" de San Agustín; el
«espíritu de la belleza" de Shelley. No son meras
palabras, metáforas poéticas o especulaciones filo-
sóficas. Son experiencias psicológicas reales que
tienen un impacto profundo en los que las disfrutan.
Una persona escribió lo siguiente, que describe con
precisión este tipo de contacto:

Observaba un melocotonero en flor y de


repente sentí que lo que era bello no era sólo el
árbol, sino la belleza viva que parecía que salía
de él y que me alcanzaba. Era un contacto
personal intenso y era como si algún ser se
comunicase conmigo sin utilizar las palabras.
Era como conocer a una persona muy, muy
especial, que producía en mí un efecto
extraordinario.
Sentí que esta entidad trataba de
expresarse en todo momento por medio de la
actividad de innumerables formas de vida -a
través de la naturaleza, de una flor o una araña
que teje su red, o por medio de un ser humano
que crea una obra de arte, como si la misma
vida pudiese expresarse en mí. Fue un momento
maravilloso: sentí una gran fuerza en mi cuerpo
y me inundó una sensación desbordante de
armonía. En un abrir y cerrar de ojos, se me
revelaban innumerables aspectos de la belleza,
de los que no me había dado cuenta antes.

Capítulo 18
SÍNTESIS

Un joven que vivía en los fiordos noruegos


presentaba las dotes más asombrosas: sin haber
recibido ninguna educación, demostraba una
erudición que sobrepasaba con creces el
conocimiento de los sabios. Sabía incontables
secretos sobre los trabajos internos de la naturaleza;
comprendía cómo se comunicaban las plantas con
los animales y era capaz de ver la esencia de las
cosas y de darse cuenta de sus lugares en la
evolución del universo. Sólo con su presencia
inflamaba a las gentes y, por supuesto, su
pensamiento era suficiente para purificar a otra
persona. Sobre todo, tenía el poder misterioso de
aparecer ante personas diferentes de formas
diferentes, varón y hembra, y de poseer la esencia y
los rasgos que se suelen achacar a la naturaleza
femenina y a la masculina.

Seraphitus-Seraphita, el protagonista de la
novela Seraphita, de Balzac, es un andrógino y el
andrógino es un poderoso símbolo del Yo, de ese
lugar donde los opuestos se reconcilian y coexisten
todas las posibilidades sin ninguna contradicción
mutua. Como afirma Mircea Eliade, autor de un
bonito ensayo sobre el tema, «la coincidencia de lo
opuesto" es un estado extraordinario en el que
nuestra condición normal, la condición de sentirse
como un fragmento apartado del origen de la vida y
de sentir nostalgia de la unidad primordial- se
transforma en una plenitud en la que todos los
opuestos se funden sin conflictos. Esta unión
perfecta de los opuestos es un estado muy deseable
y todos podemos aproximarnos a él en un grado
mayor o menor. Pero para lograr dicha aproximación
debemos conocer nuestras propias polaridades
comunes interiores y ver las formas diversas con las
que nos podemos enfrentar. Con un trabajo de
análisis capaz de acercarnos a la síntesis interna.

El amor y el deseo son un factor común en la


vida de mucha gente. El amor suele aportar cariño,
dulzura, comprensión; el deseo implica dureza,
potencia y un objetivo. El amor lo hace a uno
condescendiente; el deseo produce firmeza y ayuda
al individuo a tener un objetivo fijo y a romper todos
los obstáculos que se crucen en su camino, hasta el
punto, a veces, de pisotear a los demás para llegar
donde se pretende. En cambio, el amor hace que la
gente se interese menos por las metas y esté más
abierta a los sentimientos, amistades y problemas.
La polaridad amor-deseo puede verse con
frecuencia en el dilema de los padres y educadores,
elegir entre la severidad o dar libertad total a los
deseos de los niños (y a veces incluso a sus
caprichos). Se puede ver un dilema similar en las
cortes de justicia, la elección entre ajustarse con
impersonalidad a la ley o identificarse
apasionadamente con el caso que se está llevando.
En la psicoterapia se da una polaridad similar, la
contraposición entre aceptar a las personas tal como
son y darles sólo atención positiva y compresión o,
en cambio, aplastar sus defensas y sacarlos de sus
casillas.

Es evidente que los dos son incompletos. El


amor completamente libre de deseo puede ser débil.
Por muy maravillosas que sean, muchas personas
que "aman" suelen ser tímidas, perezosas y
demasiado indulgentes. Por otro lado, el deseo sin
amor puede ser despiadado. Puede conducir a la
rudeza y la destructividad, a la carrera de la fuerza
por sí misma y al aislamiento. Creo que podemos
estar de acuerdo con la sencilla afirmación de
Assagioli que dice que una de nuestras tareas más
urgentes es tener más amor para hacernos más
fuertes y tener más fuerza para conseguir más
amor.

Esto puede suceder percibiendo ambos polos


en su esencia, sin distorsión. En los niveles
superconscientes, el amor y el deseo parecen muy
similares. El deseo, en su mejor expresión, es
inclusivo y lucha por el beneficio del todo, mientras
el amor actúa con voluntad y persistencia.

El pragmatismo y el idealismo son otra


polaridad muy extendida. Por un lado, tenemos la
tendencia a luchar contra las realidades prosaicas
de todos los días, dando importancia a la acción y a
las buenas cualidades visibles. Por otro lado, somos
propensos a resaltar las realidades interiores
invisibles y los ideales. La primera tendencia puede
conducir a un materialismo estúpido que ignore todo
lo que no se puede ver, oír o tocar. La segunda
puede hacer que una persona desprecie la acción,
como si fuese impura, para vivir en las nubes y estar
fuera del alcance de la realidad ordinaria, la realidad
de ganarse la vida, pagar las facturas o tirarlas a la
basura.

Los individuos que viven de acuerdo con


tendencias tan diferentes suelen mal entenderse e
incluso despreciarse unos a otros. Pero, a menudo,
pueden darse los dos rasgos en la misma persona,
provocando contradicciones perpetuas. Nunca
olvidaré a un cliente cuya primera afirmación
cuando entró en mi consulta fue: "Lo único que me
interesa es la luz." Dijo que cualquier otra cosa era
irrelevante. Parecía un místico; pero un día, tras
unas cuantas sesiones en las que habíamos
trabajado sobre su necesidad de iluminación y
habíamos tenido algunas experiencias muy buenas,
sentí que tenía un talante diferente. Tras unos
minutos de conversación, se aclaró que lo que más
le interesaba en la vida era hacer dinero. Cuando le
recordé que tan sólo un poco de tiempo atrás la
búsqueda de iluminación había cautivado su interés,
sé dio cuenta que ese fin no era bastante práctico,
que no se puede vivir sólo de la luz y que quería
poner sus manos sobre algo más concreto. Su tono
de voz estaba lleno de desprecio por lo que antes
había valorado al máximo. Naturalmente, el anhelo
de la iluminación reapareció con mayor intensidad
tras unas sesiones más.
Por varias causas, no había nada raro en este
comportamiento humano. Ambas tendencias, la
práctica y la mística, estaban presentes en él, como
lo están en muchos de nosotros. Eran dos
subpersonalidades suyas. Pero, cuando el
enfrentamiento entre las subpersonalidades es tan
fuerte, se puede ver con claridad cómo un conflicto
sin resolver, e incluso inconsciente, lleva a una vida
dividida e insegura de su propio significado. Estas
lamentables confusiones suceden cuando una de las
dos motivaciones trata de destruir la existencia de la
otra.

Está claro que muchas polaridades, amor/deseo


e idealismo/pragmatismo, pueden sobreponerse en
parte. Una vez más, esto debería prevenirnos al
pensar que podemos entender completamente las
divisiones de la psiquis.

Un análisis racional es necesario y útil, pero no


debemos pretender llegar a un sistema estrecho que
acabe con nuestra realidad interior. Las fuerzas
polares de nuestro interior son polivalentes y
variadas, y toman diversos tonos y cualidades en
momentos diferentes.
Por ejemplo, una polaridad psicológica tan
común como la que hay entre los sentimientos y la
mente se puede tomar como una variante de la
polaridad universal entre Eros y Logos. Assagioli
describió muy bien a Eros: "Significa amor en el
sentido más amplio. Es el impulso vital, primordial,
la tendencia al origen del instinto fundamental de
conservación, autoafirmación y reproducción, y se
manifiesta en forma de innumerables impulsos y
deseos, refinándose en los sentimientos más
delicados y sublimándose en las más altas
aspiraciones. En Eros palpita la vida, se expande la
fuerza, el calor, el fuego."

En cambio, Logos es «el principio directivo que


regula y coordina la vida. Logos tiende a dirigir y
canalizar el torrente tumultuoso, la corriente turbia
de Eros, por cauces firmes y rectos, llevándolo hacia
una meta designada. Logos siempre tiende a
modelar la vitalidad y la psiquis fluida y flexible en
formas bien definidas. Logos es la ley y la disciplina;
es el orden, la armonía y la belleza; el ritmo y la
medida. Es la inteligencia y la razón, la comprensión
y la luz."

Eros sin Logos es algo ciego e irracional. Logos


sin Eros es algo árido y frío. Y, aunque no se pueden
encontrar nunca completamente separados,
podemos echar de menos a uno o tener en nosotros
mismos un conflicto entre los dos. Muchas
polaridades, disciplina y espontaneidad, por
ejemplo, o razón e instinto, sentido común y locura,
son otras variantes del tema de Eros y Logos.

La polaridad que hay entre la sensualidad y la


espiritualidad, aunque recuerda algunas de las que
ya hemos visto, también tiene historia propia. Por un
lado, muchas personas aprecian la belleza de la
"espiritualidad", con el significado que las
tradiciones religiosas y místicas le han dado a veces:
desapego, pureza, liberación de la posesión y una
desnudez personal rigurosa que permite al Yo brillar,
sin impedimentos. Por otro lado, mucha gente opta
por la sensualidad en el sentido amplio de la
palabra, la identificación con todos los aspectos del
universo, el cultivo de todo tipo de placer, la unión
apasionada y el amor al mundo exterior en todas
sus formas.

La primera tendencia, por sí misma, puede


provocar la falta de simpatía por la vida, un
retraimiento y una imposibilidad de participar en la
danza de la creación. La segunda tendencia puede
conducir, en cambio, a una unión excesiva a las
formas sin sustancia, al esteticismo decadente, a la
imposibilidad de superar las frustraciones, a la
pasividad y la debilidad. Herman Hesse ha
dramatizado esta dualidad en su novela Narcissus
and Goldmund. (De todos modos, Hesse describió
poco la síntesis completa de los dos aspectos en ese
libro.)

La división corriente entre trabajo y juego es


una polaridad tan inmersa en nuestra cultura que
suele pasar inadvertida. El juego se ve como algo
placentero, pero frívolo e improductivo. El trabajo
hace de nosotros miembros serios e importantes de
nuestra sociedad, pero entonces se convierte en una
simple rutina. Sólo algunos individuos logran hacer
un trabajo creativo, con tanto placer e interés que
ya no perciben la línea divisoria entre los dos
opuestos. Sienten todo el atractivo de su aspecto
lúdico y saborean su carácter imprevisible, su
vitalidad creativa que produce formas siempre
nuevas, su talante aventurero que no se detiene
ante los riesgos o las dudas, sus gustos, su inventiva
espontánea e ilimitada.

Según Assagioli, esas son las cualidades que


hacen del juego el contraste del espíritu y que
explican por qué la tradición india lo adoptó como
una metáfora, junto con la danza, para describir el
drama cósmico. A este nivel de entendimiento, el
trabajo y el juego son los mismos.

Todos los demás tipos de pares de opuestos


entran en juego en el nivel de nuestra vida
psicológica y le dan color en sus distintas formas:
intuición y lógica, prudencia y temeridad, pesimismo
y optimismo, masculinidad y femineidad,
conservadurismo y progresismo, introversión, y
extroversión, etc. El juego de esos opuestos nos da
la oportunidad de enriquecer la experiencia, la
acción y, en ocasiones, la síntesis. En algunas
personas es difícil distinguir cualquier polaridad.
Parece que están plenamente definidas en un
aspecto: es sólo un trabajador, por ejemplo, y no
sabe jugar; es sólo mental y su vida emocional es
casi nula, etc. El resultado típico es el
estancamiento. Se suele necesitar el contraste para
evolucionar y la falta de una interacción puede
provocar a menudo melancolía y estrechez mental.
Para evitar ese peligro, podemos desarrollar
cualidades y rasgos complementarios a los que ya
tenemos. Una pintura es más interesante cuando no
es uniforme. Un juego es más entretenido si sus
reglas están llenas de contrastes y sorpresas. Una
personalidad es más viva y completa cuando tiene
tendencias opuestas.

Sin embargo, en algunas ocasiones la vida se


toma un descanso y puede haber un estancamiento
transitorio. Por supuesto, la estrechez suele ser sólo
aparente: la gente que se identifica con un polo
puede tener la cualidad opuesta, pero reprimida. Si
son personas de fuerte voluntad, por ejemplo,
pueden tener un miedo inconsciente y, por tanto,
reprimir su capacidad de ser cariñosos y de amar.
Pueden incluso devaluaría conscientemente. En
cambio, otros individuos, que tienen una amabilidad
excesiva, quizás estén renunciando a su capacidad
para afirmar su personalidad.

Es más corriente el modelo de oscilación que


hemos visto en el hombre que estaba interesado
tanto por la iluminación como por el éxito financiero.
Las oscilaciones pueden ser brevísimas, de sólo
unos minutos, o pueden durar más tiempo, como en
el caso de los que adoptan valores burgueses
durante una parte de su vida, pero después se
deshacen de ellos y prefieren un tipo de existencia
diametralmente opuesta.

Al igual que la estrechez, la oscilación es,


muchas veces, el resultado de la represión. En el
momento en que tomamos partido por un lado,
levantamos un muro entre los dos polos y tratamos
de mantenernos sólo en una de las dos partes. Esta
separación no es buena y la tendencia reprimida
emergerá y, antes o después, luchará con tanta
energía como hemos utilizado para hacer que desa-
parezca. Robert Louis Stevenson dramatizó este
proceso en su novela Dr. Jekyll and Mr. Hyde, en la
que el Dr. Jekyll es honesto y goza de prestigio y
reputación, mientras que Mr. Hyde es malvado en su
aspecto y en sus actos.

Pero el problema no está tan claro. Cuando el


Dr. Jekyll se convirtió en Mr. Hyde, "mis facultades",
escribe, «parecían más agudizadas y mi espíritu más
tenso y elástico." Y cuando el Dr. Jekyll tomó la
decisión de rechazar por completo su parte maligna,
tuvo que decir "adiós a la libertad, a la juventud, a
los impulsos fogosos y los placeres secretos» que
había disfrutado disfrazado de Mr. Hyde. El lado
"más bajo" tiene muchos atractivos y mayor
vitalidad. Cuando se reprime esta vitalidad, se
rebela. Al cabo del tiempo, escribió el Dr. Jekyll, "mi
faceta más baja... que acababa de encadenar,
empezó a exigir libertad." Muy pronto se vio
impulsado a convertirse de nuevo en Mr Hyde y la
historia acaba en desesperación cuando la situación,
que se hace cada vez más incontrolable, lo lleva, por
fin, a la muerte.

La gente que tiene una visión dualista suele


tener un juicio cerrado e incluso una actitud
fanática. Los oímos alabar un polo y renegar del
otro. Los vemos exaltando la "espiritualidad" y
condenando la sensualidad, o al revés. Los oímos
adorar lo estructurado y maldecir lo espontáneo o,
quizá, los vemos admirando la fuerza y des-
preciando lo sensible, o riéndose de los que
trabajan, uniéndose a los que juegan. Naturalmente,
como toda cualidad, de cualquier polo, tiene su
mérito, los que la ensalzan siempre tienen razón: el
trabajo es productivo, la fuerza necesaria y la
"espiritualidad" sublime.

El problema se plantea cuando nos


identificamos sólo con un polo o una cualidad a
expensas de la otra. Entonces nos hacemos
prisioneros de lo que hemos elegido y nos
sometemos a todas sus limitaciones. Nuestro
comportamiento se hace reaccionario, porque no
vemos la riqueza de la perspectiva contraria.

Como consecuencia, surgen conflictos


personales: entre el padre práctico y el hijo idealista,
por ejemplo; entre los moralistas y los hedonistas,
realistas y utópicos; los tipos intelectuales y los
emocionales, etc.

Otras veces surge un choque abierto entre las


polaridades de un individuo. Esto sucede cuando
una persona conoce los dos lados, pero cae en la
ilusión de que sólo puede aceptar uno de ellos. Esto
suele producir un sentimiento de angustia y pérdida,
ya que se ha arrinconado algo muy valioso. El
individuo puede elegir el polo con que quiere
identificarse; pero esto no disminuirá la sensación
de lucha interna y de dualidad dolorosa.

La solución está, sin duda, en conocer ambos


polos sin identificarse con ninguno: necesitamos
tener una tensión creativa, una equilibrio entre ellos.
El método que podemos usar es identificamos con el
yo, que es independiente de ambos. La libertad del
yo nos permite valorar y apreciar correctamente los
dones y la riqueza de cada aspecto, regular con
habilidad la relación entre ambos y decidir la faceta
de nuestro ser que queremos manifestar, según la
situación.

De todos modos, en algún momento, podemos


olvidar el yo y caer en la identificación con uno de
esos polos. Enganchados en esta trampa
exclusivista, nos convertimos otra vez en un
fragmento y aparece de nuevo el problema. Como
consecuencia, le sigue necesariamente el partidismo
y la intolerancia con el otro aspecto de nuestra
propia personalidad. Entonces sentimos ansiedad,
inseguridad y pérdida de energía. Lo que hay que
hacer en ese momento es volver a un estado de
tensión creativa, basada en el claro reconocimiento
de ambos lados. Para conseguirlo, debemos darnos
cuenta que una parte de nosotros, que hemos
estado negando, tiene una poderosa contribución
que aportar al resto de la personalidad.

La tensión creativa entre los opuestos puede


compararse con un partido de tenis, en el que dos
buenos jugadores intercambian golpes rápidos,
limpios y potentes. Su oposición realza la capacidad
y la energía de los dos. Por supuesto, los dos
jugadores deben ser de una fortaleza similar y no se
puede jugar si falta uno de ellos o es mucho más
débil que el contrario. De forma similar, en nuestra
vida interior, una tensión equilibrada entre los dos
polos opuestos produce un intercambio dialéctico y
un enriquecimiento mutuo, cuya consecuencia es la
evolución.

Esto sucede en parte porque la tensión entre


los opuestos produce su expresión rítmica, el ritmo
entre la introversión y la extroversión, por ejemplo,
el trabajo y el juego, la contemplación y la acción,
etc. De hecho, podemos observar que todas las
personalidades verdaderamente integradas tienen
cierta facultad musical en sus naturalezas: cierta
habilidad para pasar con gracia y ritmo de un
opuesto al otro.
Todo esto no significa que debamos abarcar
todas las actitudes y opciones en todo momento. La
elección, con la experiencia inherente de la
exclusión y la pérdida, es, por necesidad, una parte
central de nuestra situación existencial. Pero
conviene darse cuenta de que muchas cosas, que
nos parecen dicotomías absolutas, no son, en
realidad, más que un producto artificial de la mente;
que no tenemos que cortar obligatoriamente una
parte de nosotros; que las dos facetas tienen sus
valores.

Por supuesto, si examinamos los dos polos de


una dicotomía con más cuidado aún, vemos que se
reduce el contraste que hay entre ellos, igual que
los dos lados de un arco gótico se aproximan según
se elevan, hasta que convergen y se funden en una
síntesis.

De hecho, una síntesis de los opuestos es no


sólo posible, sino deseable. Es posible amar y ser
fuerte; mantener el orden y ser libre; ser práctico y
utópico; ser alocado y razonable; ser un soñador,
pero organizado al mismo tiempo. Estas palabras
aclaran lo que quiero decir. La fusión de opuestos
crea una nueva realidad psicológica que es más que
la suma de sus partes. Como es algo nuevo o se
concibe raras veces, no hay palabras que lo expli-
quen, no hay palabras para la síntesis de la
espiritualidad y la sensualidad, del trabajo y el
juego, de la mente y los sentimientos. Esto nos
demuestra hasta qué punto se reflejan nuestras
dicotomías en las palabras que utilizamos y cómo
esas palabras, a cambio, perpetúan esos mismos
fallos.
Se produce una síntesis cuando se genera una
nueva entidad que es más que una mera mezcla de
los dos elementos originales. El oxígeno y el
hidrógeno en combinación forman sólo una mezcla,
pero al saltar una chispa a su lado se provoca una
explosión que sintetiza los dos elementos en agua,
algo más complejo que los dos, pero que los
comprende a ambos. La síntesis de cualidades
opuestas provoca resultados análogos: desprende
energía psicológica; aparece una nueva cualidad
que comprende a los dos opuestos; hay seguridad
de que ninguno de los polos originales se ha perdido
del todo, que podemos volver a ellos si lo deseamos,
incluso aunque normalmente no sintamos necesidad
de ello.

El siguiente ejercicio simbólico está ideado para


trabajar con la polaridad específica entre el trabajo y
el juego, pero el mismo formato general se puede
adaptar fácilmente a cualquier polaridad. El objetivo
es imaginar una síntesis o, por lo menos, una
tensión equilibrada entre dos opuestos que sientas
que tienen en ti una presencia activa. En el proceso
del ejercicio puedes ver que aceptas un polo y
rechazas el otro. Cuando suceda esto, aparta con
suavidad, pero con firmeza, este prejuicio o
sustitúyelo por una actitud más imparcial, como la
de un reportero o la de un científico interesado por
todos los aspectos del problema. También es vital
entender que hay algún tipo de polaridad que no
puede llevarse a la síntesis: los altibajos provocados
por cosas alternativas, como la felicidad y la
depresión, o el placer y el dolor, son expresiones de
una vida cíclica de nuestro organismo psicofísico.
LA SINTESIS DE LOS OPUESTOS - I

1. Imagínate que estás visitando el País


del Trabajo. Enseguida notas que aquí todo el
mundo es eficiente y está ocupado. Fíjate en las
expresiones de las caras de la gente, cómo
visten, sus formas de andar y de hablar, etc.
Mira los coches, los escaparates, las casas.
Entra y visita una o dos de ellas.

2. Entre la gente que vive en este país


puedes encontrar a alguien que conoces, incluso
a ti mismo. Son seres humanos, no caricaturas.
Sus principales cualidades siempre están
relacionadas con el trabajo. Por ejemplo, podrías
encontrar a algunas personas muy eficientes
aquí (los carteros, los bomberos, etc.) Su meta y
su pensamiento están orientados hacia la
producción. Incluso, son demasiado rápidos y
realizan grandes tareas. Intenta ver tanto las
cualidades positivas como las limitaciones de
esta gente.

3. Después, ve al País del Juego. Todo y


todos son el polo opuesto de lo que viste antes.
La gente discurre lentamente por las calles,
sonriendo, pasando un buen rato, hasta tal
punto que se ignoran la eficiencia y la
productividad. Se distraen con facilidad, son
infantiles y jocosos. No les gusta el trabajo serio.
Párate a estudiarlos, al igual que hiciste con la
gente del País del Trabajo. ¿Distingues sus
facetas buenas de las indeseables?

4. Ahora imagina un tercer país. Es un


lugar de asombrosa belleza, donde el paisaje es
armónico, el clima templado y los edificios se
han integrado con cuidado en la naturaleza.
Este país tiene sus raíces en una civilización
antigua, olvidada; pero, con el paso de los
siglos, la gente ha desarrollado con firmeza una
cultura desconocida para nosotros, pero mucho
más avanzada que la nuestra en el
conocimiento y aplicación de la psicología. Han
estudiado a los seres humanos y han aprendido
a vivir la vida. Uno de los problemas que han re-
suelto es cómo hacer evolucionar a las personas
para que todas las virtudes interiores se fundan
en un conjunto único, creando síntesis donde
anteriormente había fragmentación y conflicto.

El logro concreto de esta cultura ha sido la


síntesis de las cualidades más positivas del
trabajo y el juego. En consecuencia, los
habitantes se comportan de forma lúdica y
responsable, al mismo tiempo; aman la vida y
también disfrutan con el trabajo que
desempeñan. Son eficientes y productivos, pero
también sensibles a la belleza.

5. Ahora, preséntate a algunos de ellos,


habla con ellos, observa sus vestidos, su forma
de comer, de trabajar, cómo piensan. Visita sus
ciudades, sus casas, teatros, iglesias, museos,
fábricas, oficinas, restaurantes, áreas de recreo,
etc. Escribe tus experiencias.
Rita, una mujer de cincuenta años, reconocía
que tenía una división en sí misma: "En mí misma,"
decía "puedo ver con claridad dos mundos
separados la espiritualidad y la sensualidad. Quizá
por causa de mi herencia cultural o por culpa de mi
constitución psicológica, sólo el pensar en
experimentar una dimensión sofoca
desesperadamente a la otra." Por un lado, Rita
sentía que no era suficientemente buena o pura
para el mundo "espiritual". Por otro lado, sentía que
había perdido completamente el interés por lo
sensual y sexual.

Para conseguir la comunicación y la posible


fusión entre esos dos opuestos, la llevé al ejercicio
de las tres "ciudades". Empezamos en la ciudad de
la sensualidad, de la que Rita dijo, "Se ve algo rojo
allá a lo lejos; una luminosidad espesa envuelve
todas las casas, calles, aceras y puertas. Todo late
con sensualidad. Desnuda y parsimoniosa, la gente
camina por una atmósfera densa. Veo un pueblo sin
paisaje, ni cielo, ni horizonte ni naturaleza. Las
puertas se abren y cierran con pesadez. No oigo
absolutamente ningún sonido." Después pasamos a
la ciudad de la espiritualidad: "Es una ciudad que
tiene el color del aire, transparente y ligera. Tengo
una sensación de placer que me invade cuando veo
el arroyo que baja de la montaña."

Pudimos parar en este punto de la sesión. La


imagen era, más bien, placentera y sedante. Pero
aún no estaba satisfecho: veía que el mundo sensual
seguía relegado a la cárcel amarga de la
culpabilidad y el arrepentimiento. Le pedí a Rita que
imaginase una tercera ciudad donde se fundiesen
los mejores aspectos de ambas opciones. Pero no
fue capaz: «Siento una presión del terapeuta que es
respetable, pero me molesta con su insistencia.
Predominan el vacío y la oscuridad. Me pesan mucho
los miembros. Estoy cansada y hastiada. Siento dos
vidas en una y, al mismo tiempo, la desesperación
de una vida dividida."

Le expliqué a Rita que, a menudo, la síntesis no


se da al momento, sino que hace falta tiempo para
que el subconsciente la elabore. Mientras tanto, se
puede sentir la oposición de la polaridad,
temporalmente, con más intensidad que antes. Le
dije que trabajase ella sola, representando con
dibujos la interacción de los opuestos. Trabajó así
durante un tiempo, pero la síntesis no surgía, hasta
que un día, casi dos semanas después de la sesión,
tuvo lugar una experiencia importante:

"Sentí que los latidos de mi corazón se


hacían más rápidos y profundos y pensé que se
me iba a parar. Las palpitaciones aumentaron,
sentí mucho calor por todo el cuerpo y me
sudaba la cabeza. Entonces, de repente, me
vino a la mente la imagen de una esfera de
cristal, limpia y luminosa, que simbolizaba el
gozo de la pureza espiritual. Estaba hecha de
una materia que no había visto nunca, era enor-
me y encerraba todo el universo.
Inmediatamente después también tuve la
imagen de una llama que representaba la
sensualidad, era una llama maravillosa,
consistente y cálida, con muchas más
dimensiones de las que yo conocía.
Entonces la llama se metió en el cristal.

Me bajó la taquicardia y dejé de sudar


cuando contemplé esta maravilla y sentí un
placer inmenso, un placer que no había sentido
nunca antes. Era la relajación de la propia
felicidad. Y no volví a tener miedo a las
palpitaciones ni a marearme. Pude ver un
centenar de cristales dibujados en infinidad de
lugares del universo en la esfera de cristal. Esa
esfera era la síntesis de todos los cristales, igual
que la llama era el calor de todos los calores".

De todos modos, tras este importante suceso,


disminuyó la excitante sensación de novedad, para
dar paso, de forma gradual, a la duda. Comenzó una
contra-reacción hacia la experiencia positiva.
Aunque se mantenía serena y las cosas iban algo
mejor, Rita seguía teniendo una vaga sensación de
que algo "no funcionaba". Deseaba la sensualidad
que sentía haber perdido irreparablemente en la
síntesis de la imaginación, que mostraba con
claridad que la experiencia no había sido completa.
Cada vez que Rita trataba de visualizar la esfera de
cristal, no podía evitar ver una hermosa mujer
desnuda, suspendida de ella, como si se sintiera
abandonada o excluida.

En un momento hasta llegó a tener vivas


imágenes de la esfera, que se alejaba de ella
volando y se perdía sin remedio.

Según pasaban los días se iban desvaneciendo


estas sensaciones, como ocurre, antes o después,
con todos los retrocesos.
Empezaron a surgir reacciones positivas: "Me
integro mucho más en todo lo que hago". La vida
sexual de Rita también sufrió un cambio: "Estas
últimas noches me he despertado varias veces,
sorprendida de tener orgasmos espontáneos al final
de los sueños, algo que hacia mucho tiempo que no
ocurría". Y también: "Puedo respirar con mucha más
facilidad".

Por último, el periodo de elaboración del


inconsciente llegó a su término y Rita pudo
experimentar de nuevo la síntesis, pero de una
forma más duradera. Una noche, cuando se iba a la
cama después de apagar las luces, centelleó una
imagen intensa delante de su ojo interior 4a esfera
de cristal había vuelto: "El cristal latía con fuerza y
luego se rompió en un millón de cristales de luz, que
se proyectaron a los espacios infinitos, y el fuego del
corazón de la esfera se expandió hasta el punto de
ser puro calor".

A la mañana siguiente, cuando abrió la


ventana, Rita se encontró "unida al aliento de la
naturaleza" y sintió una sensación intensa de
pertenencia que no la ha abandonado desde
entonces. "Ahora," escribió, "no echo de menos la
intimidad perdida, el calor de una presencia hu-
mana, los brazos amantes en la oscuridad de la
noche. Pertenezco a todo esto y me siento en
intimidad con todo." Esta sensación de pertenencia
y de unión no excluye nada. En ella se han reunido,
transformado y fundido todos los elementos que
antes habían provocado tantos problemas. También
vemos que la síntesis ha alcanzado una situación
estable: la experiencia de Rita está profundamente
enraizada y no es un sentimiento transitorio, quizá
porque tardó mucho tiempo, cerca de tres meses,
en madurar. Cambió su visión del mundo y sus rela-
ciones con los demás. Se acabó la división y, con
ella, los sentimientos de culpabilidad, soledad y
frustración. La sensación de pertenencia se convirtió
en un logro permanente. Esto no significó que Rita
hubiera solventado todos sus problemas. Pero nació
una nueva dimensión, con la sensación
extraordinaria de la novedad y la sorpresa que
supone el contraste de toda síntesis verdadera.

Otro episodio de la vida de Rita revela más


aspectos del tema que nos ocupa. Unos cuantos
meses después de los sucesos que he descrito Rita
salió de vacaciones a la montaña. Un día estaba
paseando y se echó a tomar el sol. Mientras estaba
tumbada, recibiendo el calor del sol, Rita se fue
dando cuenta de que la luz que recibía con los ojos
cerrados le recordaba los colores de la ciudad de la
sensualidad. Entonces, esta luz difusa tomó forma
en su interior y se convirtió en un magnífico falo
dorado. Rápidamente, esta imagen provocó otros
pensamientos y emociones, alzándose firmemente
en el centro del espacio interior de Rita: «Ese falo
dorado era bueno, bello y vitalizador; era una fuente
de vida amorosa. Vibraba con energía infinita y esta
energía se movía libremente en todas direcciones:
desde mi alma hasta mi cuerpo y desde mi cuerpo
hasta mi alma; del centro a la periferia y de la
periferia al centro."

Rita vio cómo el falo dorado se "deshacía" en


incontables diseños preciosos. Cuando se fue a casa,
embargada por una necesidad indómita de crear y
siguiendo los diseños que había visto, esbozó,
durante los días siguientes, multitud de patrones de
monederos, bufandas, toallas, paraguas y otros
objetos útiles.

¿Qué podemos sacar en claro de esta idea rara?


Ante todo, vemos que la síntesis original entre la
espiritualidad y la sensualidad se ha convertido en
un hecho interior para Rita: "Esta energía se movía
libremente en todas las direcciones".» Segundo,
vemos que la energía sexual se ha sublimado,
confirmando así la observación de Freud que dice
que la energía se puede desviar de su meta original
y aumentar la "productividad psicológica" de una
persona. Por último, podemos ver lo que distingue a
la verdadera sublimación de la pseudo-sublimación:

Al ser congruente con el propio proceso de


evolución personal, la verdadera sublimación no se
toma como la imposición de una forma exterior.
Aunque algunas veces puede estar precedida
de insatisfacción y resistencia, en ocasiones la
acompaña un sentimiento subjetivo de rectitud.
Por ser el resultado de una síntesis, nunca se
tiene el sentimiento de pérdida o amputación.

Teniendo en cuenta los valiosos informes de


Rita, acabemos haciendo otro ejercicio para facilitar
la síntesis. Se puede usar sólo o como complemento
del primero.
LA SINTESIS DE LOS OPUESTOS - II

1. Elige una polaridad sobre la que


quieras trabajar.

2. Coge una hoja y haz un dibujo libre por


un lado, que represente uno de los polos que
has escogido. Después haz otro dibujo libre por
el lado opuesto que represente el otro polo.
Como siempre, en estos ejercicios de dibujo
libre los valores estéticos no tienen importancia.

3. Los dos polos están frente a frente.


Puedes sentir un tipo de interacción entre ellos.
Ahora, en otra hoja, haz un dibujo de los dos
polos y de su interacción. La interacción, como
un diálogo, continúa: puede ser en forma de
choque, de intento de contacto, de
comunicación distante, de repulsión o cualquier
otra cosa. Sigue dibujando y deja que la
interacción tome espontáneamente la forma
que quiera, haciendo un dibujo tras otro. Los
elementos pueden cambiar radicalmente.
La síntesis podría ser un desarrollo
espontáneo: las dos partes se funden en una
entidad simple.

4. Cuando aparezca, si lo hace, no dejes allí


la nueva entidad; trata de saber mejor lo que
representa y el estado interior que produce esa
imagen en ti. Entonces, escribe al dorso del
dibujo algo sobre toda la experiencia y sobre
cómo podría manifestarse en tu vida la nueva
síntesis.
Capítulo 19
SIN MIEDO A MORIR

La silla en que te sientas en este momento está


viajando por el espacio interestelar a una velocidad
de 18.5 millas por segundo, junto al planeta Tierra,
por supuesto, y con todo el sistema solar, incluido el
Sol. El Sol es una estrella amarilla, de mediana edad,
que está en la periferia de la galaxia (la Vía Láctea),
una estrella entre el centenar de billones que la
componen.

Los astrónomos nos dicen que hay


innumerables galaxias como nuestra Vía Láctea con
miles de estrellas, la mayoría de las cuales puede
que tengan planetas propios rotando alrededor de
ellas. "Tan sólo conque la millonésima parte de los
planetas tuviese una civilización técnica, esta es una
estimación moderada, el universo tendría mas de
100 trillones de civilizaciones".

Todos los problemas cambian, si se miran en el


contexto de esta magnitud. Si llevásemos
mentalmente todas nuestras dificultades a un
cuadro más amplio, perderían su importancia. Pero
solemos hipnotizamos con los sucesos y
sentimientos diarios, hasta el punto de convertir lo
pequeño en grande; lo transitorio, en permanente;
confundimos el detalle con la totalidad y de lo que
no tiene importancia hacemos algo terriblemente
seno.
Darse cuenta de la inmensidad cósmica y de la
infinidad de las formas ayuda a centrarnos más en el
universo y menos en el ego. Recordando la inmensa
eternidad del tiempo, llegamos a una liberación
similar. "¿Quod hoc ad aeternitatem?" Pregunta un
proverbio latino, "¿Qué es esto comparado con la
eternidad?" ¡Qué pesadas son nuestras
preocupaciones, irritaciones e impaciencias cuando
las medimos con la eternidad! Las tradiciones
orientales son ricas en imágenes creadas para
desacondicionarnos de nuestra percepción habitual
del tiempo. Uno de esos símiles habla de una
montaña inmensa, mayor que cualquier otra de la
tierra, que se levanta solitaria en medio del desierto.
Cada diez mil años desciende del cielo una princesa,
pasa por la montaña y la barre suavemente con su
túnica, llevándose imperceptibles moléculas de la
roca. Con el tiempo, sigue la leyenda, se gasta por
completo la montaña y sólo ha transcurrido un día
de la eternidad.

La técnica de proporciones correctas, como se


le llama en psicosíntesis, sugiere que echemos un
vistazo a nosotros mismos, nuestros proyectos,
nuestros problemas, relaciones, éxitos y
frustraciones en el contexto de la inmensidad. Al
hacerlo, todo toma un significado diferente: todas
las actitudes de amor propio y fanatismo desapa-
recen para dejar sitio a esa sensación de liberación y
placer que inevitablemente sentimos cuando, en vez
del fragmento, percibimos la totalidad.

Un amigo y colega que practica la psicosíntesis


da sesiones en su consulta y sienta a sus clientes
delante de magníficas fotografías de galaxias y
estrellas. Casi siempre, al principio de la sesión, la
gente se queja de los problemas e infortunios en los
que se ven inmersos; pero, según sigue la sesión y
se avanza el trabajo, la mirada de sus ojos, me lo
dice mi amigo, suele cambiar. Es esa mirada que
tiene la gente cuando advierte algo de lo que no se
había apercibido antes, cuando se da cuenta de que
se ha preocupado sin tener por qué o cuando
entiende un chiste. Sus problemas no están
resueltos por fuerza; pero, de algún modo, la
coexistencia de sus dificultades con las imágenes de
las estrellas ha inducido algún cambio de
perspectiva. La mayoría de las veces acaban
diciendo que, después de todo, sus problemas no
son tan serios. Emerson expresó muy bien la
importancia de esta perspectiva:

Enseñadme vuestro humor, estrellas


pacientes:
Que trepáis todas las noches al viejo cielo,
Sin dejar en el espacio sombra, ni marca,
Ni vestigio de edad, ni temor a la muerte.

Y después, si tenemos suerte, puede


manifestarse la cualidad más sutil de todas: el
humor. El verdadero humor, opuesto al sarcasmo o
la ironía, surge de un conocimiento profundo, pero
divertido, del contraste entre la inmensidad y el
misterio del universo y la laboriosidad y el bullicio
diario, afectado y ruidoso, de la humanidad
estancada incluyéndonos a nosotros. El don del
humor es el más delicioso que podemos desear.
Hace que caigan nuestras defensas absurdas, nos
libera de la estrecha prisión del ego, actúa de
lubricante en las relaciones y aporta una nota
general de ligereza a todo lo que pensamos y
hacemos. Es la nota espiritual que podemos tomar
de la sonrisa de algunas estatuas de Buddha. Es,
según Assagioli, una síntesis de gozo, sabiduría y
compasión.

Assagioli también solía decir que todos estamos


dotados de un «capital de seriedad" que debemos
gastar en cosas realmente importantes, pero que,
en cambio, malgastamos en problemas
inconsecuentes que merecen una actitud más
desenfadada. Para librarnos de la pesada
solemnidad con que a veces nos enfrentamos a los
sucesos diarios, recomendaba la meditación sobre el
humor y en el contraste que hay entre la dimensión
cósmica y la diaria. De todos modos, también
aconsejaba recordar que el humor es la especie, no
la materia básica. En cuanto le demos una
importancia central y tratemos de aferrarnos a él,
nos encontraremos tristemente con las manos
vacías.

PROPORCIONES CORRECTAS

1. Dibuja con detalle la habitación en la


que estás sentado, así como todo lo que te
rodea. Ahora, en tu imaginación, levántate y sal
de la habitación y crea una imagen clara del
edificio en que te encuentras.

2. Mira cómo se empequeñece el edificio


y tú creces y creces. Desde arriba, toda el área
donde vives se encuentra debajo de ti: casas,
calles, árboles, parques, rascacielos. La gente y
los coches casi no se ven en las calles. Mira
cómo cada persona está en el centro de su
propio mundo, con sus propios pensamientos y
anhelos, sus problemas y proyectos. Obsérvalos
moviéndose por ahí, viviendo sus vidas.
Imagínalos en sus casas también.

3. Sigue con tu ascensión. Tu campo de


visión crece, permitiéndote ver otros pueblos de
la zona, campos verdes, montañas y lagos.

4. Al crecer más y más puedes divisar


océanos y otros países y frentes de nubes.

5. Ahora tienes todo el planeta Tierra


frente a ti, azul y blanco, rotando con lentitud
en el espacio vacío. Desde esta altura inmensa
no puedes ver ya a nadie, ni siquiera
preguntarte por su existencia; pero puedes
pensar en ellos, cuatro billones y medio de
personas, viviendo todos en el mismo planeta,
respirando el mismo aire. Cuatro billones y me-
dio de corazones de personas de muchas razas
diferentes, latiendo allí abajo. Piensa en ello por
un momento mientras sigues visualizando el
planeta Tierra.

6. Ahora, al irte de allí, ves la Tierra


hacerse más y más pequeña. En tu campo de
visión entran otros planetas: el brillante Venus,
Marte de color rojo, Júpiter inmenso, todo el
sistema solar.
7. La Tierra ha desaparecido, el Sol no es
más que un delgado punto de luz entre
innumerables estrellas y has perdido todo rastro
de él. Billones de estrellas te rodean, arriba,
abajo y a los lados. Ya no hay ni más "arriba" ni
más "abajo."

8. Todos esos billones de estrellas no


constituyen más que una galaxia en el universo.
Es una entre un número desconocido de otras
galaxias situadas en cualquier dirección en el
infinito.

9. Llegados a este punto, piensa en la


infinitud del tiempo. Aquí no hay "mañana" ni
"ayer"; ni prisa ni presión. Todo es paz y
esplendor.

10. Cuando te apetezca, abre los ojos y


trae contigo esa sensación de expansión.

Un hombre cuenta: "Cuando hice este ejercicio,


a veces tuve una sensación límite. En el lugar donde
vivo hay grandes extensiones de flores amarillas en
esta estación del año. Mi pueblo no es demasiado
especial, unas pocas casitas bajas, una torre, el
valle. Pero llega un punto del ejercicio en el que
pude visualizarlo como un todo, dorado por las
flores. Ya no es un pueblo levantado por pequeñas
cosas, sucesos, envidias, rencores. Es esa cosa
maravillosa que puedo ver a través de la niebla,
rodeada por las flores. Aunque sólo dura unos
momentos breves, deja un placer casi doloroso en
mi pecho."
Un profesor de educación básica nos relata:
"Estaba sentado en el jardín con los niños, que
jugaban. Los veía correr, jugar al fútbol o sentarse a
mi lado. Entonces me vino a la mente el
conocimiento de un contexto mayor. Empecé a ver a
todos esos seres moviéndose alrededor. Era como si
todos fuésemos células, partes de un organismo
superior, y tenía esa sensación de fatalidad (pero sin
llegar a incidir en la libertad humana), como cuando
se ven por un microscopio algunos microorganismos
moviéndose y sientes que todo ello forma parte de
un diseño mucho mayor. Produce un gran placer,
una sensación de liberación exenta de emociones.
Cuando recuerdo este estado, parte de mi rigidez y
mi miedo se desvanece y tengo un contacto más
directo con los demás."

Además de evocar una sensación maravillosa y


de hacernos un poco menos pomposos, esta
perspectiva más amplia nos hace pensar en la
inmensidad del universo: por eso, estamos
dispuestos a afirmar que nosotros, nuestro planeta,
el sistema solar, esas estrellas distantes con sus
planetas orbitándo a su alrededor, que quizá llevan
alguna forma de vida, y las galaxias más distantes
apartadas en la oscuridad, todos están gobernados
por las mismas leyes, hechos con una misma base,
todos son parte de la misma vida. Piensa que así
aprendemos a ver y a sentir a mayor escala, como
ciudadanos del universo.

Capítulo 20

EL SILENCIO
Durante siglos, el silencio se ha utilizado como
un medio de explorar las riquezas del mundo
interior. Un estado de quietud pacífica, en el que se
desvanecen las preocupaciones, los problemas y las
ideas de todo tipo, crea un ambiente que propicia la
aparición de la inspiración.

Un espíritu así se asemeja a la llama uniforme


de una vela, al aire en calma, o al mar, cuando está
tan sereno y claro que se puede ver el fondo sin
distorsión. Leemos todo esto en los libros, nos
sentamos y cerramos nuestros ojos en un intento de
crear el silencio interior; pero pronto nos damos
cuenta de que nuestras actividades mentales
ordinarias se niegan a tomar vacaciones; el flujo de
los pensamientos continúa y el hecho de desviar la
atención hacia nuestro interior los hace más activos
e insistentes. Tratamos de olvidarlos o callarlos,
pero crecen aún más intratables. Por fin, nos
irritamos y nos levantamos para hacer cualquier otra
cosa o nos sentamos, cerramos los ojos y, poco a
poco, nos sumirnos en un ligero trance, perdidos del
mundo y casi olvidándonos de nosotros mismos. Es
un estado muy agradable y casi vacío. Tras un rato,
volvemos a la consciencia normal y pasamos a otra
cosa, manteniendo una sensación extraña de
adormecimiento.

Ninguna de esas dos situaciones es el


verdadero silencio interior, que es, por el contrario,
un estado de alerta tensa y, al mismo tiempo,
relajada, en el que estamos presentes luminosa y
pacíficamente. A veces el discernimiento fluye por
este espacio receptivo que hemos creado. En un
abrir y cerrar de ojos nos hacemos conscientes, con
claridad, de verdades que hasta ahora nos eran des-
conocidas. Se nos revelan nuevos niveles de
consciencia. Abrimos los ojos y llevamos con
nosotros una sensación de frescor y aliento, una
sensación duradera de gozo.

La práctica del silencio tiene un valor


terapéutico Inmenso. Cuando conseguimos aplacar
la propensión de nuestras mentes a crear formas,
desaparecen todos los conflictos subjetivos, la
dispersión da paso a la unión, ahorramos energía
(que de otro modo se dispersaría en incontables
direcciones) y nos sentimos sanos y puros. Una
parte de estos efectos se produce porque el silencio
ofrece a nuestro organismo la posibilidad de
armonizarse espontáneamente, sin la influencia
interferente e incómoda de la mente, cargada de
problemas. En esta era de ruidos y propensa a la
hiperestimulación, del boom de la información y la
vida orientada a la acción, el silencio regenerador es
el último recurso. Una mujer nos cuenta:

"Encontré mi silencio interior, el silencio que


emana del centro del yo. Lo sentí por primera
vez como algo perceptible y real.

Volví a casa sin excitación, conduciendo por


las colinas con una sensación de cálida calma.
Mi cansancio psíquico había desaparecido y mi
mente se había aclarado. Me parecía que todo
relucía como un espejo. Tenía la sensación de
eternidad en el espacio y en el tiempo.
Me sentía "lavada" y limpia, completa y, al
mismo tiempo, ilimitada, como si la vida
universal hubiera entrado en mí y en mi
corazón, que latía al unísono con su ritmo. Pero
lo mejor de todo era que sabía que aquello era
más que un simple estado mental. Era una
forma de vida, de ser y de relacionarme con los
demás".

El verdadero silencio interior se produce tan


sólo cuando hemos centrado nuestra atención en
algún objeto elegido. Como resultado, nuestra vida
mental se unifica alrededor de una imagen o
pensamiento y, al cabo de un tiempo, podemos
dejar tranquilamente que este centro desaparezca,
mientras permanecemos tranquilos y en silencio.

El místico inglés Augustine Baker, ha


comparado la actividad intensa de la mente y el
consiguiente silencio interior con el vuelo de un
águila: «El vuelo continúa durante un buen espacio
con gran celeridad, pero, por otra parte, con gran
tranquilidad, quietud y facilidad, sin mover para
nada las alas y sin la mínima fuerza de ningún
miembro, con tanta facilidad y quietud como si estu-
viera reposando en su nido".

Por supuesto, nuestro silencio interior no tiene


que ser literalmente completo. Los pensamientos
siguen llegando, pero los dejamos como a un río
lejano, sin intentar pararlo ni interesarnos por él. Y
en este silencio escuchamos algo que nuestra mente
no ha concebido nunca; escuchamos, como si se
tratase de un susurro que sería inaudible entre el
tremendo ruido que produce el esfuerzo diario y los
deseos de nuestra personalidad. En un punto, la
actividad mental ordinaria puede acabarse
completamente, como en la descripción de Dante:
"Y así, mi mente, deslumbrada y atónita, se
mantuvo fija maravillada, inmóvil, atenta, creciendo
mi asombro con la contemplación".

Aunque hay muchas formas de llegar al


silencio, son dos las principales técnicas que se usan
en psicosíntesis:

1. Meditación receptiva. Hemos visto en un


capítulo anterior que la meditación reflexiva culmina
en un estado de unidad de la mente. Pasados unos
diez minutos después de la meditación reflexiva,
podemos olvidarnos de ella y, durante unos dos o
tres minutos (no más al principio), dejar la mente sin
ningún apoyo, en silencio y libre. Esto es la
meditación receptiva.

2. Visualización del Templo del silencio. Es


otro ejercicio para conseguir el silencio y permitirle,
como decía Assagioli, "cantar en nuestro interior y
vivificarnos".

EL TEMPLO DEL SILENCIO

Imagínate una colina alfombrada de hierba.


Hay una senda que lleva a la cumbre, donde
puedes ver el Templo del Silencio. Dale a este
templo la forma de tu consciencia superior:
noble, armoniosa y radiante.

Es una mañana de primavera, soleada y


agradable. Fíjate en la ropa que llevas. Sé
consciente de tu cuerpo, que sube por el
sendero, y siente el contacto de tu pie con el
suelo. Nota la brisa que acaricia tus mejillas.
Mira los árboles, arbustos, hierbas y flores
silvestres que encuentras al subir.

Ya estás acercándote a la cima de la colina.


Una quietud eterna domina el ambiente del
Templo del Silencio. Allí no se ha pronunciado
una palabra jamás. Ya estás junto a su portada
de madera: apoya tu mano en ella y siente el
contacto de la madera. Antes de abrir las
puertas, has de saber que, cuando lo hagas, te
verás envuelto por el silencio.

Entras en el Templo. Sientes el ambiente de


paz y quietud que impera allí. Ahora sigues
caminando hacia el silencio, mirando alrededor
según avanzas. Ves una cúpula grande y
luminosa. Su luminosidad no sólo procede de los
rayos del sol, sino que parece también que
brota de dentro y se concentra en una zona
radiante, justo delante de ti.

Entras en este silencio luminoso y te ves


absorbido por él. Te envuelven los rayos de una
luz benéfica, cálida, poderosa. Deja que penetre
en ti este silencio luminoso. Nota cómo fluye por
tus venas y empapa cada célula de tu cuerpo.

Manténte en este silencio luminoso durante


dos o tres minutos, con recogimiento y atención.
Durante este tiempo, escucha el silencio. El
silencio es una cualidad viva, no una simple
falta de sonidos.

Abandona lentamente la zona de radiación;


vuelve atravesando el templo hasta la puerta.
Cuando estés fuera, ábrete al impacto de la
primavera, siente la suave brisa en tus mejillas
y escucha el canto de los pájaros.

Agostino tiene unos cincuenta años y sufre,


entre otras cosas, fuertes jaquecas repetitivas que
le producen depresión y angustia. El informe que
sigue describe un momento culminante de su
trabajo conmigo, en el que la técnica del silencio lo
liberó, en parte, de su tensión física y le permitió
sortear los bloqueos psicológicos que lo marginaban
en un estado de desesperación:

El Templo del Silencio tiene cuatro torres y


una gran cúpula central. Abro los portones y
entro. Dentro, todo es calma. Desaparecen
todos los problemas mentales y siento una
profunda paz interior.

El centro del templo está iluminado por dos


rayos de deslumbrante luz solar, que entran por
dos altos ventanales. Entonces, de repente, la
pared del fondo del templo se convierte en un
inmenso espejo. Yo estoy de pie, ante él,
aterrado, esperando que aparezca alguna
imagen. Al cabo de un momento, se forma una
esfera de luz dorada, maravillosa y viva. De ella
refulgen innumerables rayos de luz, que cubren
toda la superficie del espejo. Es una vista
maravillosa. En el centro de la esfera aparece
visible mi cara. Tengo una expresión sonriente y
serena. Al cabo de un rato, dejo de estar ante la
esfera: estoy dentro de ella. Hay una voz dentro
de mí, que me dice: "Si quieres, puedes." Le
pregunto qué. La voz contesta: "Puedes dar...
dar a tu familia, a tu trabajo, a la sociedad.
Puedes dar calor, afecto, amor". Siento ganas
de dar y de seguir la orden de la voz.

Aquí vemos cómo el silencio nos aliena, por así


decirlo, con los impulsos energéticos que fluyen del
Yo, y hace que desaparezcan, al menos de
momento, distracciones externas, como la jaqueca,
la depresión, etc.
Este silencio y el canal de energía
superconsciente que forma pueden también dejar
que fluyan imágenes simbólicas significativas,
algunas de las cuales tienen un claro simbolismo. En
algunas ocasiones, estas imágenes pueden ser más
difíciles de interpretar o tener matices extraños o
incluso humorísticos. Un joven nos dice:

Mientras estaba en silencio, apareció en mi


campo de visión interna un fonendoscopio. En
principio pensé que era una de esas imágenes
sin sentido que se presentan, a veces, en la olla
del inconsciente; pero la imagen seguía allí con
una carga muy fuerte. Me di cuenta de que
quería decirme algo, hasta que, por fin; lo
entendí: el fonendoscopio era una advertencia
para que escuchase más a mi propio corazón,
en vez de seguir solamente el razonamiento
lógico, que es mi medio normal, familiar y
seguro. Este aviso hizo mella en mí y lo he
tenido en cuenta desde entonces, con buenos
resultados. Ha abierto una dimensión que antes
me resultaba inaccesible.

Este relato nos lleva al aspecto más importante


del tema del silencio: el despertar de la intuición. La
trascendencia de las palabras y las estructuras
conceptuales crea el delicado campo magnético que
atrae a la intuición y la hace florecer. Como la
intuición es, tal vez, el efecto más importante de la
práctica del silencio, podemos decir aquí algunas
palabras sobre su naturaleza y los medios por los
que se puede llegar a ella.

Mientras la mente alcanza el conocimiento


sirviéndose de algún medio (palabras, conceptos,
modelos mentales, recuerdos, etc.) y de una forma
analítica, la intuición llega a la verdad de una
manera más inmediata y global. Para que suceda
esto, la mente tiene que estar en silencio, al menos
momentáneamente. Según se va activando la
intuición, la mente se va transformando poco a
poco, siendo menos un órgano de entendimiento,
función que asume la intuición, y más un
instrumento de comprobación, interpretación,
formulación, organización y comunicación del
conocimiento.

Aquí debemos distinguir dos niveles de


intuición: la ordinaria y la superconsciente. A nivel
ordinario, podemos tener, por ejemplo, intuición
sobre una persona. Más que un mero sentimiento
simpático o un entendimiento intelectual repentino,
esta intuición puede revelar la situación presente de
la vida de una persona, con sus múltiples
ramificaciones e implicaciones. También podemos
tener una intuición que resuelva problemas, como
cuando un estudiante ve la solución de un problema
matemático o, en general, cuando uno llega a
conocer algo directamente, en vez de ir lentamente,
siguiendo los pasos del razonamiento.

A nivel superconsciente, la intuición da acceso


a perspectivas inimaginables para una personalidad
normal. En ese caso, tenemos una demostración
intuitiva directa de una cualidad psicológica, de una
ley universal, de la relación de algo con cualquier
otra cosa, de la unidad de toda realidad, de la
eternidad, etc. El contenido de la intuición, a este
nivel, suele ser impersonal. Con frecuencia se tiene
una sensación de asombro. Hablando de la visión
intuitiva del científico, Einstein dijo: "Su sentimiento
religioso toma la forma de un arrobado asombro por
la armonía de las leyes naturales que revelan una
inteligencia tan superior que, en comparación con
ella, todo el pensamiento y todos los hechos de los
seres humanos son reflejos completamente insignifi-
cantes".

Sin embargo, también podemos tener una


intuición superconsciente para con una persona;
pero, en este caso, no se trata de la forma de ser o
la situación actual de esta persona: revela, en
cambio, la finalidad de la vida de esta persona o sus
posibilidades superiores o destino, algo que no se
deduce de la apariencia normal del individuo ni de
su modo de vida.

La intuición capta conjuntos, mientras que


diariamente usamos nuestra mente analítica para
fijarnos en las partes, por lo que no está
familiarizada con la facultad de síntesis de la
intuición. Pero, cuando aparece la intuición, parece
que nos ha revelado algo que es obvio. Nos
preguntamos: «¿Por qué no lo he visto antes?"

Uno de mis estudiantes logró explicarlo con un


símil muy claro:

Es como examinar un mapa buscando el


nombre de un lugar concreto. Es un sitio
importante y estás seguro de que tiene que
estar en el mapa; pero, por más que lo buscas,
no lo encuentras. Miras, uno por uno, hasta los
nombres que están escritos en la letra más
pequeña y vuelves a repasarlo para convencerte
de que no se te ha olvidado ninguno. Entonces,
cuando ya estás a punto de abandonar, te das
cuenta de que el nombre que buscas está
escrito con unas letras grandes y espaciadas,
que cubren casi todo el mapa. Esperabas
encontrarlo en letras mucho más pequeñas y no
estabas abierto a una dimensión mayor, aunque
lo tenias en todo momento debajo de tus ojos.

Para mí, la intuición es lo mismo. Es


increíblemente mayor que las categorías mentales
donde creo que puedo encontrarla y, generalmente,
salta a la vista por su claridad y realidad.

Ahora, veamos un ejemplo de intuición


superconsciente. Una joven dice:

Aquella mañana, dejé a mi madre, pensando


que ingresaba en el hospital para una operación
sin importancia. Estábamos convencidos de que
podría volver a recogerla a última hora de la
tarde. Se quedó contenta y, aparentemente, con
buena salud; pero, cuando volví al hospital la
encontré inconsciente. Tenía puesta una
máscara de oxígeno y tubos por todo el cuerpo.
Había sido una operación muy difícil. Sin ningún
tacto, la enfermera me dijo que estaba entre la
vida y la muerte.
Aterrada, me sentí débil y empecé a gritar.
No me parecía posible. Estaba hundiéndome
poco a poco: no volvería a ver a mi madre sana.
Entonces, de repente, esta idea cambió y
empecé a tener la seguridad absoluta de que
estaba bien. Era una certeza total de que todo lo
que pasaba estaba bien, una sensación de
amor, aunque no sentimental. Me di cuenta de
que se encontraba en un proceso y que este
amor extraordinario e impersonal, por decirlo
así, se encargaba de todo. Me relajé por
completo y pensé que no podía suceder nada, ni
a mi madre ni a mí, que pudiese afectar a esta
paz.

Si seguimos leyendo lo que nos dice esta mujer,


podremos saber mejor que este estado no es sólo
una descarga de sentimientos, sino una verdadera
experiencia por la que se conoce un principio
fundamental:

Pero lo más asombroso era que empecé a


ver todo de una forma completamente distinta.
Mi madre estaba muriendo, las hojas caían de
los árboles, por la calle pasaba gente de todas
las edades, desde niños recién nacidos hasta
ancianos encorvados. Yo veía todo esto como un
conjunto. No pensaba:
"¡Qué pena hacerse viejo y morir!". No lo
veía así. En cambio, allí estaba esa belleza
increíble, indescriptible, de todo el ciclo de la
vida y la muerte, girando y mostrando todos sus
aspectos.

Tenía un conocimiento mucho más amplio.


Vi la exactitud de todo el conjunto y me parecía
como las diversas piezas de un rompecabezas
cuando se ha formado, mientras que antes solo
podía ver las piezas sueltas y reaccionaba ante
ellas y las juzgaba aisladamente. Me
preguntaba: ¿Cómo he podido juzgar así las
cosas y pensar que esto o aquello era feo o
malo? Ahora, todo aparecía ante mí en una
dimensión mucho más amplia.

A veces, se tiene la intuición a nivel de


sentimientos, sin que intervenga la mente. En este
caso, puede producir una sensación de satisfacción,
relajación y paz. Sin embargo, es frecuente que,
cuando se acaba esta sensación, desaparezca la
intuición sin dejar ningún vestigio ni contribución
significativa para la evolución.

Trabajando con la gente, he encontrado una y


otra vez que sólo se puede asimilar plenamente la
intuición cuando se registra a nivel mental. La
perfecta coordinación entre la intuición y la mente
parece ser el mejor medio de interpretar
correctamente los beneficios que nos ofrecen,
aplicarlos a la realidad de la vida diaria y comuni-
carlos con acierto. De esta forma, la intuición del
superconsciente puede convertirse en un hito
permanente de nuestra evolución, fuente de
continua inspiración, foco luminoso de la vida.

Un efecto característico de la intuición,


importante por su carácter de síntesis, son sus
ramificaciones espontáneas en diversas
dimensiones de la vida de un individuo. Una sola
intuición puede iluminar hechos, entre los que no se
había visto antes ninguna relación, y demostrar la
existencia de unos esquemas comunes a todos ellos.
Por ejemplo, decía un hombre:

Tuve la intuición de que la esencia de la


sabiduría era la facultad de regular
correctamente las actitudes y acciones y
encontrar el equilibrio justo. Esta intuición, por
sí misma, era abstracta; pero pronto me di
cuenta de que, a su luz, podía ver el mismo
esquema en diferentes facetas de mi vida: vi lo
que estaba derrochando sin ninguna medida.
Eso sucedía en lo financiero, donde, tal vez por
miedo a que me considerasen tacaño, gastaba
dinero sin ton ni son. Lo vi también en mi
relación con las mujeres, donde me lanzaba, sin
pensar en las consecuencias. También en mis
negocios, en los que era demasiado ingenuo y
dedicaba mi tiempo y conocimientos
profesionales a personas que, en realidad, no
los necesitaban. Se trataba de un esquema
general que tenía múltiples facetas: una falsa
ingenuidad, temerosa e inconsciente, de la que
sólo podía desprenderme substituyéndola por la
seguridad que da la sabiduría.
Mientras aparezca en la gente la intuición, en
mayor o menor grado, se puede hacer mucho por
despertarla o estimularla. La práctica del silencio es,
desde luego, básica y calma todas las actividades
internas, pensamientos, sentimientos, imágenes,
recuerdos, etc., que podrían interrumpir el flujo
espontáneo de la intuición; pero aún hay más
medidas que podemos adoptar:

1. La primera regla para fomentar cualquier


faceta de nuestro ser es, como hemos visto varias
veces, prestarle atención. Podemos aumentar
nuestra capacidad intuitiva si somos conscientes de
nuestra posibilidad de recibir intuiciones,
reconocemos su valor, las aceptamos con agrado
cuando llegan y, finalmente, aprendemos a confiar
en ellas, bien entendido, en vez de basarnos
únicamente en razonamientos lógicos y evidencias
materiales.

2. El uso de símbolos ayuda también a


despertar la intuición. Los símbolos son, por así
decirlo, el alfabeto de la intuición.

3. Finalmente, tener un cuaderno de notas


puede servirnos de mucho. En él escribimos con
toda libertad nuestros puntos de vista,
presentimientos, ideas luminosas, insinuaciones,
etc. Las intuiciones suelen venir agrupadas, más que
aisladas, y el hecho de anotar la primera facilita la
llegada de otras relacionadas con ésta. Es más, las
ideas más originales no se presentan de repente,
sino que, por el contrario, se dan a conocer poco a
poco: primero, como una percepción vaga, y
después, con un perfil más definido. Más tarde, se
van organizando en esquemas y, finalmente, se
revelan con todo su significado. Así pues, si vamos
anotando las intuiciones según aparecen, fijamos
con seguridad el principio de este proceso gradual
de revelación y le damos una base firme para su
evolución.

Hay, sin embargo, una meta más alta, más alta,


incluso, que la aparición de la intuición- a la que
podemos llegar por medio del silencio. Aunque se
alcanza pocas veces, es tan importante que no se
puede prescindir de ella si queremos hacer un
estudio completo del silencio. Me refiero a la
iluminación. Mientras podemos pensar que la
intuición nos da un destello del mundo en el que
vive el Yo, la iluminación se puede considerar como
una visión completa de este mundo. En realidad, la
iluminación es el acto de alcanzar el Yo y contactar
de lleno con él. Como hemos dicho, la verdadera
iluminación es un fenómeno raro. La práctica del
silencio es uno de los caminos más seguros para
lograrla. Assagioli, después de analizar los relatos de
muchos iluminados, describió su esencia así:

Una percepción interior de luz que, en


algunos casos, es tan intensa que podríamos
describirla como una felicidad deslumbrante,
como una llama luminosa. Estas características
le han dado el nombre de "iluminación", término
que se utiliza con frecuencia para designar los
estados superconscientes. En muchos casos,
esta iluminación se extiende hasta el mundo
exterior, que se percibe transfigurado y lleno de
luz.
Nos sentimos descargados del auto-
conocimiento y de la auto-concentración
sintiendo una enorme expansión y elevación del
estado de consciencia.
Una sensación de unión con el todo. Esta
realización interior tiene la nota paradójica de
qué, al mismo tiempo que parece que se pierde
y olvida la propia personalidad, da la sensación
de que se tiene una vida más llena, más
extensa y más real.
Una impresión de belleza, que es, al mismo
tiempo, una belleza interior amorfa y una
revelación de la belleza del mundo exterior, que
no hemos advertido hasta ahora, aunque
podemos encontrarla en las facetas más
comunes y ordinarias de la vida.
Sentimientos de alegría, paz y amor,
mezclados en distintas proporciones.
Una pérdida del sentido del tiempo, por
encima del "flujo del devenir", por encima del
pasado, el presente y el futuro. El conocimiento
del Ahora Eterno y la permanencia esencial, la
indestructibilidad e inmortalidad de nuestro
propio Yo espiritual, del Centro de nuestro ser.
Una rotunda certeza y seguridad íntima de la
autenticidad de esta experiencia interior.
Una necesidad de manifestar, comunicar a
los demás, la iluminación, de compartir este
precioso tesoro, y un sentimiento de amor
compasivo hacia los que todavía van errantes y
sufren en la oscuridad y el error.

EPÍLOGO
Me gustaría terminar este libro de una forma
práctica, con un ejercicio sencillo que deje claro el
sentido de nuestros experimentos, a la luz de un
contexto más amplio:

POTENCIAL DEL GENERO HUMANO

1. Guarda unos momentos de silencio.

2. Ahora, con la ayuda de la imaginación,


piensa en el sufrimiento de la humanidad: en las
angustias, la confusión, la ira, la impaciencia, la
soledad, la frustración la depresión, la
ignorancia, la desesperación de billones de
personas de todas las edades y nacionalidades,
incluido tú mismo.

3. Ahora, en cambio, pon tu atención en


los inmensos recursos de la humanidad que aún
están es estado latente: inteligencia, amor,
ganas de mejorar, necesidad de justicia, ansias
de paz, búsqueda de lo desconocido, capacidad
de admiración, creatividad artística. Podemos
comparar todo este potencial con una enorme
acumulación de energía, encerrada dentro de
un átomo.

Imagínate todo su poder y belleza. Piensa


cómo todo este potencia, si se liberase, podría
generar una inmensa alegría e innumerables
efectos benéficos. Piensa que todos estos
recursos están presentes en billones de
personas, incluido tú.

4. Si trabajas en ti mismo, ya estás


participando en esta tarea extraordinaria de
superar la oscuridad y la desgracia y de recurrir
a ese potencial latente. Dedícale algún tiempo y
date cuenta de que este trabajo no es sólo un
proyecto particular tuyo, sino que forma parte
de un plan mucho más amplio, en el que
participan de diversos modos innumerables
individuos: la evolución del género humano.

APENDICE A

EJERCICIOS ADICIONALES

El potencial de las Subpersonalidades

Finalidad: Integrar una subpersonalidad y


fomentar su evolución (capítulo 4).

Coge una subpersonalidad con la que ya


hayas estado trabajando y te sea familiar.
Visualízala claramente y con detalle.

Imagínate que estás con ella en un jardín


maravilloso, lleno de plantas y flores. Mira las
flores, ordenadas en preciosos arriates. Aspira
su perfume, siente el vivificante frescor del aire,
oye los pájaros.

Mira cómo te encuentras con la


subpersonalidad y fíjate en el aspecto que tiene
ahora: puede haber cambiado o estar igual que
antes. En cualquier caso, dale tiempo y espacio
para que absorba el ambiente del jardín y tome
vida con él.
Ahora, ve al centro del jardín. Allí
encontrarás un rosal que tiene un capullo
cerrado. Juntos, tu subpersonalidad y tú, vais
viendo cómo abre el capullo lentamente.
Primero se extienden los sépalos y aparece el
capullo propiamente dicho. Después, el capullo
empieza a desplegarse y a crecer y puedes ver
cómo abren los pétalos, hasta que termina de
florecer la rosa.

Tu subpersonalidad y tú, los dos, sentís la


fragancia que emana del corazón de la rosa.
Dejad que os traspase.

Ahora, mira a tu subpersonalidad. ¿Qué te


parece ahora? ¿Cuál es la relación que hay entre
los dos?

Puedes repetir este ejercicio con más de una


subpersonalidad a la vez.

Las crisis y su significado.

Finalidad: Salir de una crisis (Capítulo 10).

1. Piensa en tres periodos de crisis que


hayas sufrido a lo largo de tu vida. Por cada una
de ellas, haz un dibujo libre, que manifieste los
sentimientos que has tenido durante estas
crisis, los trastornos que te produjeron, la
esencia de lo que te sucedió. Haz el dibujo con
toda libertad, sin pretender que sea bonito.
2. Ahora, coge los dibujos que
representan estas tres crisis y ponlos ante ti,
por orden cronológico.

3. Observa los dibujos y fíjate en si


puedes sentir una relación de continuidad entre
ellos. Podemos considerar una crisis como una
transición entre dos fases sucesivas de nuestra
evolución y, viéndola con carácter retrospectivo,
podemos encontrar en ella algún detalle que
trate de emerger, un nuevo impulso vital que
pretende abrirse camino hacia la existencia,
alguna faceta nueva que nace en nosotros. Esta
posibilidad es mayor si se tienen en cuenta tres
crisis en vez de una. Una crisis significa que se
colapsa el orden establecido y aparece en su
lugar uno nuevo, tal vez más evolucionado; pero
el periodo que hay entre dos de ellas suele ser
desconcertante y difícil.

4. Date cuenta también de cómo has


afrontado cada una de las tres crisis. ¿Trataste
de darles de lado o ignorarlas? ¿aumentaste los
problemas aferrándote a esquemas pasados?
¿les hiciste frente con valor? ¿actuaste de forma
distinta con cada una de ellas?

Puedes repetir este ejercicio, substituyendo las


tres crisis por otras tres experiencias importantes,
tratando de analizar su influencia en tu evolución.

Contemplar el arte.
Finalidad: Incrementar la capacidad de
apreciación de la belleza. (Capítulo 17).

1. Fíjate en uno de tus cuadros favoritos


y date cuenta de tu reacción al mirarlo la
primera vez.

2. Contémplalo durante un rato, fijándote


en los detalles. Observa los colores, la
organización del espacio, la relación de luces y
sombras, la expresión de los personajes, silos
hay.

3. Mira después otra vez todo el conjunto


de la pintura, sin analizar los detalles, y deja
que penetre en ti, por decirlo así, abriéndote a
él de una forma receptiva.

4. Con los ojos cerrados, contempla tu


representación interior de esta pintura. Puede
que se difumine, desaparezca o cambie. No
importa, siempre que llegues a captar el
ambiente general que hay en ella. Según te vas
abriendo plenamente a la belleza y significado
del cuadro, ve captando su mensaje: puede ser
un mensaje silencioso, mudo, o puede
manifestarse con palabras. En cualquier caso,
siempre nos dirá algo de la vida y del universo.

5. Date cuenta, ahora, de la parte de tu


personalidad que evoca o estimula este cuadro.
Dejando que se vaya debilitando la
visualización, trata de encontrar un sentido,
aunque vago, a la parte de tu persona que entra
en resonancia con el cuadro.

Deja que emerja esta parte, que se abra de


lleno, que se revele con toda intensidad; pero
no trates de acelerar el proceso. Limítate a
darle la oportunidad para que se produzca y
dale el espacio que necesite.

Este mismo ejercicio se puede adaptar a otras


formas artísticas, como la escultura, la arquitectura,
la música. En el caso de la música, escucha un
pasaje con intención receptiva y, después, sé
consciente de su mensaje y de la parte de tu
personalidad que evoca.

Esbozo de una Meditación Completa

Finalidad: Explorar el superconsciente. Esta


meditación debería hacerse sólo después de haber
practicado los demás ejercicios de este libro,
especialmente los de los capítulos 9 y 20. En este
ejemplo hemos escogido la cualidad del amor, pero
se pueden tomar también otras facultades
psicológicas.

1. Preparación:

Relajación corporal. Cierra los ojos. Sentado


en una silla, con la espina dorsal cómodamente
erguida, relaja todo tu cuerpo durante un
minuto o dos, respirando profundamente.

Calma emocional. Deja que tus sentimientos


lleguen a un estado de descanso y se abran al
flujo de calma y serenidad.
Silencio mental. Deja que tus pensamientos
se vayan tranquilizando y trata de llegar a un
estado de relativo silencio mental.

Identificación contigo mismo. Sé consciente


de tu centro o "Yo".

Culminación. Deja que tu "Yo" vuelva a sus


orígenes. Para ello, puedes servirte de la
imaginación. Piensa que estás identificado con
el Yo radiante, ininterrumpido, atemporal.

2. Meditación reflexiva:

Piensa en el amor. Piensa en sus aspectos


positivos, nutritivos, constructivos: los que
hayas sentido en ti mismo, los que hayas visto u
oído en los demás, los que puedas imaginarte,
aunque no los hayas conocido jamás.

Piensa de qué forma podrías distorsionar el


amor de tu vida en este momento. Considera los
obstáculos y velos que pueden obstaculizar tu
expresión de amor: prejuicios, sentido del
ridículo, obstinación, etc.

Piensa en el valor, la necesidad y los


beneficios del amor.

3. Meditación receptiva:

Comprende la esencia del amor, su espíritu,


por así decirlo. Ábrete a su influjo, a su raudal
de energía, a las intuiciones y corazonadas de la
imaginación.

4. Expresión:

Toma conciencia de tu propio cuerpo y su


contacto con la silla, reconociendo tu entorno
físico, con sus sonidos próximos y lejanos, etc.
Date cuenta de que ahora tienes la oportunidad
de expresar y comunicar a los demás las
riquezas íntimas que has conocido. Después,
abre los ojos.

Gracia Inevitable

Finalidad: Fomentar nuestra apreciación de la


belleza (Capítulo 17).

1. Estás en un valle, junto a una


montaña. Es una espléndida mañana de
primavera, con algunas nubes sueltas que
rodean la cumbre de la montaña. Dedica unos
momentos a familiarizarte con el entorno: la
vegetación, el aire claro, los sonidos de la
naturaleza, el suelo que hay bajo tus pies.

2. Ahora, empieza a subir. Sabes que en


la cumbre de esta montaña vas a encontrar la
Mansión de la Belleza, un palacio extraordinario,
en el que podrás llegar a captar con plena
claridad tu propia belleza interior y la de los
demás.

3. Al subir, vas cruzando campos de


flores y bordeas cristalinos lagos de montaña.
Llega un momento en que entras en una nube.
Sigues subiendo, pero a un paso más lento.
Ahora, las cosas van tomando unas formas
alusivas y misteriosas, como si se tratase de un
reino encantado. Hay un ambiente de
inseguridad, de agobio, hasta de suspense.
Sigues subiendo.

4. Ahora se disipa la niebla y, cuando


llegas a la cumbre, ves ante ti, en una
atmósfera limpia y resplandeciente, la Mansión
de la Belleza. Goethe decía que la arquitectura
es "música en piedra", y esta es la impresión
que produce en ti este edificio, ya que la
magnificencia y armonía de sus proporciones te
sugieren la grandeza de una sinfonía.

5. Después de contemplar la mansión por


un rato, penetras en ella y conoces su interior.
Pero lo que más sorprende aquí no son las
estructuras visibles, sino el ambiente: un
ambiente que te permite correr cualquier velo
que pueda separarte de tu propia belleza
interior:

El velo del escepticismo,


El velo de la fatiga.
El velo del miedo.
El velo de la inquietud.
El velo del esfuerzo.

Según se van desvaneciendo estos velos, sin


ningún esfuerzo, percibes directamente lo que
hay en ti de bello, con carácter indefectible y
permanente, lo que Wordsworth llamó, gracia
inevitable.
Si permaneces más tiempo en esta mansión,
empiezas a ser consciente de estas mismas
características, pero ya no sólo en ti, sino en
otras personas, tanto en las más próximas como
en aquellas de quienes te encuentres más
distanciado por alguna dificultad.

Piensa en ellos. Imagínate capaz de percibir,


aunque sea vagamente y por un instante, su
belleza interior. Es posible que ellos tengan
también sus propios velos y máscaras, pero tú
puedes ver a través de ellos sin dificultad.

EL TEMPLO DEL SILENCIO EN UNA CIUDAD


RUIDOSA

En el ojo de mi mente hay un Templo,


como una nube
que sube lentamente por una árida colina.
Salida de la oscuridad, esta Obra
deslumbrante mantiene en silencio su altiva
belleza.
William Wordsworth

Finalidad: Sentir el silencio interior del Yo (ver


capítulos 5 y 20)
Imagínate que estás en una ciudad ruidosa.
Date cuenta de la abundancia de estímulos que
te bombardean según vas caminando por la calle.

Puedes ver a la gente, los coches y los


anuncios. Oyes el ruido del tráfico y las voces. Ves
los escaparates, con su diversidad de artículos.
Encuentras un quiosco de periódicos, con sus
fotografías y titulares. Ves una florista, que vende
flores de todas clases. Puedes encontrar entre la
multitud a personas que conoces, pero van
pendientes de sus cosas y ni siquiera te advierten.
Hasta puedes verte a ti mismo

Entonces, cuando te acercas al centro de la


ciudad, encuentras un edificio diferente a los demás.
Es el Templo del Silencio. En medio de este ruido y
actividad, has encontrado una isla de perfecta
calma: dentro del templo, el silencio es tan completo
y tan real que casi se palpa.

Tan pronto como entras en el templo, te


encuentras fuera del jaleo y el bullicio y estás
inmerso en un ambiente de quietud infinita. Ese
silencio que te inunda como una muda caricia
penetra con facilidad hasta lo más recóndito de tu
ser. Sientes que este silencio te relaja, llegando
hasta las estructuras más profundas de tu mente y
liberándote de la influencia que podría tener sobre
ti, de forma que te sientes libre y todo es calma.

Quédate un rato en este silencio.


Escucha el silencio
Conviértete en silencio.

Al cabo de un rato, decide salir del templo y re-


gresa al bullicioso mundo exterior. Al verte inmerso
en el tráfico y la multitud, te das cuenta de que tus
sensaciones en general son distintas de las que
tenias antes de entrar en el templo.

APENDICE B
CENTROS E INSTITUTOS DE
PSICOSÍNTESIS EN EL MUNDO

Actualmente están apareciendo varios centros


e institutos de psicosíntesis, lo mismo que hay
muchas personas, en diversos países, que están
haciendo trabajos sin depender de ningún instituto
O centro. Por tanto, la lista que damos a
continuación es incompleta y sólo nos indica los
centros e institutos que llevan ya algún tiempo
activos.

Instituto Español de
Psicosíntesis
Hospital Neuropsiquiátrico
De la Virgen
Carretera de Andalucía
Granada, ESPAÑA

Asociación Argentina de Psicosintesis


Juncal, 2061 10B. Buenos Aires
ARGENTINA

Instituto di Psicosintesi
Via San Domenico, 16
50133 Firenze, ITALIA

Instituto Mexicano de
Psicosíntesis, A.C.
Alfonso Reyes, nº.l47, Dpto. 4.
Colonia Condesa
Código Postal 06140
México 11, DF. MÉXICO.

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