Está en la página 1de 68

HISTORIAS DEL DESPERTAR

CONTADAS POR SU PROPIOS AUTORES


JEAN KLEIN TODD HAYDON

BYRON KATIE JEFF FOSTER

NATHAN GILL TONY PARSONS

FRANCIS LUCILLE GANGAJI

ADYASHANTI HECKHART TOLLE

JEANNIE PAGE JOHN WHEELER

LEO HARTONG LISA CAIRNS


2

HISTORIAS DEL DESPERTAR


CONTADAS POR SU PROPIOS AUTORES

Esta Es una edición casera realizada con


material libre extraído de Internet. Se
publica sin fines comerciales.

Tipo de letra Calibri Light 11 puntos


Plantilla Carta 3 x 7.5 + 4 x 0.9 + 2 x 0.92
Impreso en la Ciudad de México
Febrero 25 de 2018
Tiraje 21 ejemplares

ÍNDICE
Introducción………………….. 03
Jean Klein……………………… 05
Todd Haydon………………… 08
Byron Katie…………………. 11
Jeff Foster…………………… 15
Nathan Gill………………….. 19
Tony Parsons…………………. 26
Francis Lucille………………. 29
Gangaji………………………. 33
Adyashanti…………………… 35
Eckhart Tolle………………… 38
Jeannie Page………………… 42
John Wheller………………….. 44
Leo Hartong………………….. 56
Lisa Cairns………………… 62


3

HISTORIAS DEL DESPERTAR


CONTADAS POR SUS PROPIOS
AUTORES

INTRODUCCIÓN
BREVE HISTORIA DE UN DESPERTAR
En el budismo zen, el Hua Tou consiste
en una frase, o un decreto, parecido a un
mantra que debe repetirse constantemente
hasta lograr el objetivo que se tiene. En mu-
chas ocasiones constituye una pregunta,
aunque no necesariamente. ¡Quién Soy Yo?
¿Quién es el que repite el nombre de Buda?,
son ejemplos de Hua Tou.
A veces un Hua Tou funciona como una
instrucción, una clase de guía que nos ayuda
a enfrentarnos con los problemas de la vida,
ya que un Hua Tou nos sostiene y nos dirige
cuando viajamos por el difícil camino hacia la
iluminación.
En el libro sobre Xu Yun, Jy Din Shakya,
cuenta la siguiente historia:
“¿Saben?, hace tiempo el Maestro Chan
Hui Jue de la Montaña Lang Ye, tenía una dis-
cípula que vino a él por instrucción. El maes-
tro le dio el Hua Tou, "Déjalo ser". Le dijo que
si utilizaba fielmente este Hua Tou como si
fuera una guadaña, podría cortar las ilusio-
nes y cosechar la iluminación.
“La mujer tuvo fe en su maestro y, es-
tando anclada en su determinación de obte-
ner éxito, afiló y mantuvo este Hua Tou, “Dé-
jalo ser”. ¿Dejar ser el qué? ¿Quién lo deja
ser? ¿Qué es ser? Afilaba la hoja sin parar. Su
casa se quemó y cuando la gente vino co-
rriendo a decírselo, se encontraba
4

tranquilamente con los ojos cerrados y susu-


rrando, "Déjalo ser." Su hijo se ahogó y
cuando la gente vino corriendo a decírselo,
se encontraba tranquilamente con los ojos
cerrados y susurrando, "Déjalo ser."
Un día comenzó a preparar buñuelos para
cenar. Tenía lista la pastaba y el aceite estaba
caliente. Entonces, cuando echó un poco de
pasta en el aceite caliente, crepitó. Y este pe-
queño chisporroteo reverberó en su mente,
y ¡alcanzó la iluminación! Al momento tiró la
sartén con el aceite caliente al suelo y co-
menzó a brincar dando palmadas y riendo sin
parar. Su marido naturalmente pensó que se
había vuelto loca. "¡Que desastre! – gritó -
¿Qué haré?" Y su mujer se volvió hacia él y le
dijo, "Déjalo ser”. Tan solo “déjalo ser." En-
tonces fue al Maestro Hui Jue y comprobó
que en efecto había cosechado la Fruta
Santa.”

***
Esta historia se relaciona con el Despertar
de Leo Hartong, que aparece en penúltimo
lugar de este libro.

***
Y ahora continúa tu lectura, puedes ha-
cerlo siguiendo el orden del texto o seleccio-
nar por autores, dado que las demás histo-
rias son independientes.

Tú eres tu propio Ser, ese es el objeto de


tú búsqueda.

***
5

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


JEAN KLEIN
Mi primera y real toma de conciencia se
produjo a la edad de nueve o diez años. Es-
taba practicando con el violín y el perro la-
draba molestándome en
el trabajo. Cogí algún ob-
jeto y fui a reñirle
cuando, de repente, con
el brazo levantado, vi la
mirada del perro y com-
prendí lo que estaba ha-
ciendo. Fue la primera vez que tomé cons-
ciencia de manera bipolar, y de mi reacción,
y del impacto de mi reacción. Comprendí que
mi reacción provenía de un sentimiento de
superioridad que no tenía razón de ser. El
efecto fue muy fuerte. Nunca más desde en-
tonces caí en esa trampa.
La primera percepción de la unidad o del
despertar a sí mismo se produjo hacia los
diecisiete años. Estaba esperando el tren, era
una tarde calurosa. El andén estaba vacío y
el paisaje adormecido. Todo estaba silen-
cioso. El tren llegaba con retraso, y esperaba
sin esperar, muy relajado y vacío de todo
pensamiento. De repente cantó un gallo, y
ese sonido insólito me hizo consciente de mi
silencio. No era del silencio objetivo de lo
que estaba consciente; como cuando uno se
encuentra en un lugar tranquilo y un ruido
súbitamente pone en relieve el silencio del
entorno, no, fui proyectado en mi propio si-
lencio. Me sentí en un estado de consciencia
más allá de los sonidos o del silencio. Más
adelante, volví a experimentar ese senti-
miento varias veces.
6

Este ser comprendiendo dio una nueva


orientación a mi vida. Todo era percibido de
una forma nueva.
Los viejos esquemas de pensar y actuar
basados en la falsa identificación con el
cuerpo, al haber perdido su concreción, ca-
recían ya de cualquier soporte.
Progresivamente se fue haciendo más
presente y menos conceptual. Fui discer-
niendo más y, aunque no hiciera ningún cam-
bio voluntario, muchas de las cosas que ha-
bían ocupado un lugar en mi vida anterior
desaparecieron.
Había sido seducido por nombres y por
formas que me había esforzado en poseer y
alcanzar, pero con esta reorientación de la
energía apareció un nuevo orden de valores.
No debes interpretar esto como la
adopción de algún nuevo tipo de moral.
Nada fue añadido ni rechazado. Simple-
mente, llegué a tener conocimiento de la
«claridad», y este conocimiento se vio acom-
pañado de una espontánea transformación.
Mi maestro me explicó que esta luz, que
parecía venir de fuera, era en realidad la luz
reflejada por el Sí mismo.
En mis meditaciones, fui visitado por
esta luz y atraído por ella, lo que me propor-
cionó una gran claridad en el actuar, el pen-
sar y el sentir.
Mi forma de escuchar se hizo incondi-
cionada, libre del pasado y del futuro.
Esta escucha incondicionada me con-
dujo a una actitud receptiva y cuando me fa-
miliaricé con la atención, ésta quedó libre de
toda expectativa, de toda volición. Me sentí
7

instalado en la atención, en una apertura en


plenitud a la conciencia.
Posteriormente, una noche acaeció un
cambio completo en el Paseo Marítimo de
Bombay. Estaba observando el vuelo de los
pájaros sin pensar ni interpretar, cuando fui
completamente arrebatado por ellos y sentí
que todo sucedía en mí mismo.
En aquel momento me conocí conscien-
temente.
A la mañana siguiente, al enfrentarme
con la multiplicidad de la vida diaria, supe
que me había establecido en el ser-compren-
sión.
La imagen de mí mismo se había disuelto
completamente y, libre del conflicto y de la
interferencia de la imagen del yo, todo lo que
ocurría pertenecía al ser-consciente, a la to-
talidad.
La vida fluía sin la interposición del ego.
La memoria psicológica, placer y displacer,
atracción y repulsión, se había desvanecido.
La presencia constante, lo que llama-
mos el Sí mismo, estaba libre de repetición,
memoria, juicio, comparación y valoración.
El centro de mi ser había sido espontá-
neamente impulsado desde el tiempo y el es-
pacio hacia una quietud intemporal.
En este no-estado de ser, la separación
entre «tú» y «yo» desapareció por completo.
Nada aparecía fuera. Todas las cosas es-
taban en mí, pero yo ya no estaba en ellas.
Sólo había unidad.
8

Me conocí en el acontecer presente, no


como un concepto, sino como un ser sin lo-
calización en el tiempo y el espacio.
En este no-estado había libertad, pleni-
tud y alegría sin objeto.
Era pura gratuidad, agradecimiento sin
objeto. No se trataba de un sentimiento
afectivo, sino de libertad respecto a toda
afectividad, una frialdad cercana al ardor.
Mi maestro me había dado una explica-
ción de todo esto, pero ahora se había con-
vertido en una verdad resplandeciente e in-
tegral.

HISTORIA DEL
DESPERTAR DE
TODD HAYDON
“BALA”
Actualmente soy psicoterapeuta y tra-
bajador social en una escuela. Comencé mi
búsqueda alrededor de 1985. Leí a Thoreau
y a Emerson, dejé mi trabajo como profesor
de tenis y comencé a buscar, aunque aún no
sabía que me había embarcado en una bús-
queda. Tenía 23 años y me encontraba pro-
fundamente deprimido cuan-do, en 1987,
tuve la oportunidad de escuchar a Ramesh
en una conferencia pública en Los Ángeles;
más tarde, en 1988, viajé a India y me quedé
allí durante tres años y medio.
Durante el verano de 1991 volví a en-
contrarme con Ramesh en Bombay y tuve la
oportunidad de conversar con él en tres oca-
siones. Al final de nuestra última charla le
9

dije que había decidido regresar a Estados


Unidos. Él me respondió algo parecido a
esto: Tenía la impresión de que regresarías;
ya has estado por aquí demasiado tiempo.
Vuelve y busca un trabajo; a continuación,
me abrazó en señal de despedida. Y eso fue
lo que hice (en realidad tengo tres empleos a
tiempo parcial). Me interesé por la oración
contemplativa cristiana, la psicología de Jung
y el análisis de los sueños, obtuve un máster
en Trabajo Social y, finalmente, conseguí el
empleo que tengo ahora.
En 1994 leí No Way, publicado por Ad-
vaita Press y, aunque no entendí ni una pala-
bra, me impactó de un modo intuitivo y
pensé que me encantaría llegar a conocer a
su autor algún día. El 11 de febrero de 1998
estaba en la cama con gripe cuando algo me
impulsó a levantarme y a teclear “advaita” en
un buscador de Internet. Vi la foto de Wayne
y me puse a llorar, diciéndome: Éste es a
quien he estado esperando, éste es mi gurú.
Le envié un correo electrónico con la excusa
de conseguir la dirección de Ramesh y a los
pocos días me respondió. Unos meses más
tarde lo visité en Atlanta.
Acababa de regresar de Nueva York, de
un seminario con Wayne en el que, en un
momento dado, tuve una intensa experien-
cia: fue, por decirlo de algún modo, como si
todo el amor del universo tratara de apretu-
jarse dentro de este minúsculo mecanismo
cuerpo-mente. Wayne suele decir que la pre-
sencia de la Comprensión no está en la carne
sino ¡aquí! Algunas veces lo grita mientras
señala justo delante de él. Experimenté esa
presencia y fue algo abrumador. Sentí un
cambio, pero, tras finalizar el seminario, me
acostumbré a él.
10

Dos días más tarde estaba en la oficina


y entré en el chatroom. Llevaba un rato cha-
teando con alguien cuando dijo que en una
conversación previa Wayne había comen-
tado que yo era una joya. En ese preciso ins-
tante volví a sentir esa abrumadora presen-
cia-amor. Me puse a llorar diciendo: Está
aquí [el amor], está aquí. Comencé a pregun-
tarme qué sucedería si alguien entraba en
ese momento en la oficina y me marché de
allí.
Mientras conducía, seguí llorando de
pura felicidad: Está aquí, está aquí. Aparqué
en una calle tranquila y allí tuvo lugar la Com-
prensión Final. Miré una larga brizna de
hierba y la percibí no como si fuera movida
por el viento, sino como una vibración en el
universo —entonces tuve la percepción-
comprensión de que aquel que estaba bus-
cando se había fundido con lo buscado, y era
Dios, no Todd. Era Dios quien lo había estado
haciendo todo en todo momento—. Tuve una
nítida percepción de que el yo no puede
comprender que simplemente haya sucesos,
eventos, percepciones, sin un yo. Miré la
hora, eran las 9:56 de la mañana de un mar-
tes. Mi siguiente pensamiento fue: Vaya,
será mejor que vuelva al trabajo. Y eso fue lo
que hice el resto del día.
En realidad, nunca había imaginado
cómo sería la Iluminación. Había leído sobre
la experiencia de Ramesh mientras traducía
a Nisargadatta y por supuesto conocía la ex-
periencia de Wayne. Tan sólo esperaba que
si ocurría no me acarreara una carga de su-
frimiento tan grande como la que Wayne ha-
bía experimentado.
En realidad, no hubo período de adap-
tación, estuve muy ocupado, trabajaba cin-
cuenta y cinco horas semanales. Algunas
11

veces, mientras conducía (conduzco mucho


debido a mi trabajo), pensaba: ¡Así que es
esto! ¿Es esto? (como esperando algo más).
Siempre había pensado que Ramesh y
Wayne bromeaban, con el fin de moderar la
búsqueda, cuando decían lo poco extraordi-
nario que es el suceso de la Iluminación.
Nunca pensé que en realidad fuera así.

¿Qué es Despertar?
Es tomar conciencia de
¿Quién eres?
¿De dónde vienes?
¿Qué es lo que has venido a hacer aquí!


HISTORIA DEL DESPERTAR DE
BYRON KATIE
Menos de dos se-
manas después de que
ingresara en el centro,
mi vida cambió com-
pletamente. Lo que si-
gue es un relato muy
aproximado…
Una mañana me desperté… Había es-
tado durmiendo, como de costumbre, en el
suelo. La noche anterior no había pasado
nada especial… Acababa de abrir los ojos,
pero veía sin conceptos, sin pensamientos,
sin una historia interior. No había ningún yo.
Era como si algo hubiera despertado…
Ello abrió los ojos. Estaba mirando a través
de los ojos de Katie. Y era reciente, claro, era
nuevo; nunca había existido ahí antes. Todo
era irreconocible. ¡Y resultaba encantador!
12

La risa manó de las profundidades y simple-


mente se vertió afuera… Eso respiró y era ex-
tático. Estaba intoxicado de alegría; lo codi-
ciaba todo. No estaba separado de nada,
nada le era inaceptable. Todo estaba en sí
mismo. Por primera vez experimenté –
ello experimentó – el amor a su propia vida.
¡Yo –ello estaba asombrada!
Intentando ser lo más exacta posible,
estoy usando la palabra “ello” para esa ma-
ravillosa y amorosa presenciación en la que
no había ni yo ni mundo y en la que todo es-
taba incluido. No hay otra manera de decir lo
completamente nueva y fresca que era esa
presenciación. No había ningún yo obser-
vando a “ello”. Sólo había “ello” E incluso el
darme cuenta de ese “ello” fue posterior.
Déjame explicártelo de una manera di-
ferente… Apareció un pie… una cucaracha se
arrastraba por él. Ello abrió los ojos y había
algo en el pie… o apareció algo en el pie y en-
tonces ello abrió los ojos… Desconozco la se-
cuencia porque en ello no había tiempo. De
manera que, ralentizándolo, fue
así: ello abrió los ojos, miró el pie y vio que
una cucaracha se arrastraba por el tobillo… y
¡ello estaba despierto! Nació. Y desde aquel
momento, está observando… Pero no había
ni sujeto ni objeto. Era, es, todo lo que vio.
No hay separación en él, en ninguna parte.
Toda mi rabia, todos los pensamientos
que me habían estado preocupando, mi
mundo entero, el mundo entero, había des-
aparecido… Lo único que había era presen-
ciación. El pie y la cucaracha no estaban
fuera de mí; no había nada exterior a mí o
dentro de mí. Todo era yo. ¡Y sentía un gran
deleite, un deleite absoluto! Nada había y
existía un mundo entero: las paredes y el
suelo y el techo y la luz y el cuerpo, todo
13

rebosante… Pero sólo lo que podía ver: ni


más, ni menos.
Entonces ello se levantó y ello estaba
asombrando. No había pensamiento alguno,
ningún plan. Simplemente se levantó y se di-
rigió al baño. Caminó directamente hacia un
espejo y miró los ojos de su propio reflejo… y
comprendió. Y era aún más profundo que el
deleite que antes había conocido. Se ena-
moró del ser del espejo. Era como si la mujer
y la presenciación de la mujer se hubieran
unido permanentemente. Sólo había ojos y
un sentido de inmensidad absoluta, sin cono-
cimiento alguno. Era como si yo –ella– hu-
biera sido atravesada por una descarga eléc-
trica. Era como Dios dándose vida a sí mismo
través del cuerpo de la mujer… un Dios amo-
roso, luminoso, inmenso… y, sin embargo,
ella sabía que ello era ella. Estableció un pro-
fundo contacto a través de sus ojos. No con-
tenía ningún significado; sólo un reconoci-
miento anónimo que la consumía.
Amor es la mejor palabra que puedo en-
contrar para ello. Había estado escindido y
ahora se había unido. Se movió y enton-
ces, ello, en el espejo se unió tan rápida-
mente como se había separado. Era todo
ojos. Los ojos en el espejo eran sus ojos. Y
volvía atrás de nuevo, tan pronto como se
encontraba… Y eso le dio su identidad… lo
que yo llamo “amor”. Mientras ello se mi-
raba en el espejo, los ojos –su profundidad–
era lo único real, lo único que existía. Antes
de eso, nada. Ni ojos, ni nada. Aun estando
ahí, no había nada. Y entonces los ojos salie-
ron para darle a ello lo que es. La gente pone
nombre a las cosas -una pared, un techo, un
pie, una mano-, pero ello no tenía ningún
nombre para esas cosas, porque es indivisi-
ble. Y es invisible. Incluso los ojos. Hasta los
14

ojos. Recuerdo lágrimas de gratitud deslizán-


dose por las mejillas mientras ello contem-
plaba su propio reflejo. Estuvo ahí mirando
fijamente no sé cuánto tiempo.
Éstos fueron los primeros momentos
después de que yo nací, o ello como yo. No
quedaba nada de Katie. No quedaba literal-
mente ni una brizna de recuerdos suyos. Ni
pasado, ni futuro, ni siquiera un presente. Y
en esa apertura, un inmenso gozo. Sentí: “No
hay nada más dulce que esto”. “No hay nada
más que esto. Si te quisieras incluso más de
lo que te puedes imaginar, te darías esto.
Una cara. Una mano. La respiración. Pero eso
no es suficiente. Una pared. Un techo. Una
ventana. Una cama. Las bombillas. ¡Ooh! ¡Y
esto también! ¡Y esto también! ¡Y esto tam-
bién!”
Todo esto tuvo lugar más allá del
tiempo. Pero cuando lo pongo en palabras,
tengo que desandar y rellenarlo. Mientras
estaba tendida en el suelo, comprendí que
cuando estaba dormida, antes de la cucara-
cha o del pie, antes de cualquier pensa-
miento, antes de cualquier mundo, no hay
nada. En ese momento, comprendí que nin-
gún pensamiento es verdad. Toda la indaga-
ción estaba contenida en esa comprensión.
Fue como cerrar una verja y oír el clic al ce-
rrarse. No era yo quién despertó: la indaga-
ción despertó. Las dos polaridades: izquierda
y derecha, algo o nada, despertó. Ambos la-
dos eran iguales. Lo comprendí en el primer
momento de no-tiempo.
Lo diré otra vez: mientras yacía en la
presenciación, como presenciación, surgió el
pensamiento: es un pie. E inmediatamente vi
que no era verdad… y eso fue puro gozo… Vi
que era todo iba hacia atrás. No es un pie; no
es una cucaracha. No era verdad… y, no
15

obstante, había un pie, había una cucara-


cha. Ello abrió los ojos y vio un pie y una cu-
caracha arrastrándose por el pie. Pero no ha-
bía ningún nombre para estas cosas. No ha-
bía ninguna palabra especial para “pie” o
“cucaracha” o “pared” o lo que fuera… Se mi-
raba a sí mismo, a su cuerpo, sin ponerle
nombre. Nada había separado de ello, nada
estaba fuera de ello. Vibraba de vida y gozo y
era una experiencia ininterrumpida. Separar
esa totalidad y ver algo como fuera de sí
mismo, no era verdad. El pie existía, aunque
no era una cosa separada. Y llamarlo “pie” o
lo que fuera era percibido como una men-
tira. Era absurdo. Y la risa siguió manando de
mí. Vi que “cucaracha” y “pie” son nombres
para el gozo, porque no hay ningún nombre
para lo que aparece como real ahora. Éste
fue el nacimiento de la presenciación: el pen-
samiento reflejándose como sí mismo, vién-
dose a sí mismo como todo, rodeado por el
inmenso mar de su propia risa.

HISTORIA DEL
DESPERTAR DE
JEFF FOSTER
Todo comenzó (y debo decir que no es
mucho lo que ahora puedo recordar) una fría
y lluviosa tarde de otoño en Oxford mientras
paseaba. El cielo estaba oscureciendo y yo
me arropaba en mi nuevo abrigo cuando, sú-
bitamente y sin advertencia previa, la bús-
queda de algo más se esfumó y, con ella, toda
separación y toda soledad.
Y con la muerte de la separación, yo era
todo lo que había. Yo era el cielo oscuro, el
16

hombre de mediana edad que paseaba con


su perro perdiguero y la anciana menuda que
caminaba torpemente con sus botas de
agua. Yo era los patos, los cisnes, los gansos
y el pájaro de aspecto divertido con cresta
roja en la frente. Yo era el encanto otoñal de
los árboles y el barro que se me pegaba a los
zapatos; yo era todo mi cuerpo, los brazos,
las piernas, el torso, el rostro, las manos, los
pies, el cuello, el pelo y los genitales. Yo era
las gotas de lluvia que caían sobre mi cabeza
(aunque, hablando con propiedad, no se tra-
taba exactamente de “mi” cabeza, pero
como desde luego estaba ahí, considerarla
“mi cabeza” era tan adecuado como cual-
quier otra cosa). Yo era el chapoteo del agua
en el suelo, el agua que se acumulaba en los
charcos y llenaba el estanque hasta el punto
de desbordarlo. Era los árboles empapados
de agua, el abrigo empapado de agua, el
agua que todo lo empapaba. Yo era todo em-
papado de agua y hasta el agua empapada de
sí misma.
Entonces fue cuando lo que, durante
toda mi vida, me había parecido lo más nor-
mal y corriente se convirtió súbitamente en
algo tan extraordinario que me pregunté si
las cosas no habrían sido siempre tan vivas,
claras e intensas. Quizás había sido mi bús-
queda vital de lo espectacular y de lo extra-
ordinario la que me había llevado a desco-
nectarme de lo absolutamente ordinario y a
perder también el contacto, en el mismo mo-
vimiento, de lo absolutamente extraordina-
rio.
Y lo absolutamente extraordinario de
ese día era que todo estaba empapado de
agua y yo no estaba separado de nada; es de-
cir, yo no estaba. Como dijo un viejo maestro
zen al escuchar el sonido de la campana, No
17

hay yo ni campana, lo único que existe es el


tañido, ese día no había “yo” alguno experi-
mentando esa claridad, sólo había claridad,
sólo el despliegue instante tras instante de lo
absolutamente obvio.
Tampoco había, en ese momento,
forma alguna de saber todo eso, porque no
había pensamiento que nombrase nada
como “experiencia”. Lo único que había era
lo que estaba ocurriendo, sin forma alguna
de conocerlo. Las palabras llegaron luego.
Y también había la sensación omnipre-
sente de que todo estaba bien, de que todo
estaba impregnado de una sensación de paz
y de ecuanimidad, como si todo fuesen ver-
siones diferentes de esa paz, aparte de la
cual nada existía. Yo era la paz, y también lo
eran el pato que sobrevolaba la escena y la
anciana renqueante; la paz lo saturaba todo,
todo estaba lleno de esa paz, de esa gracia y
de esa presencia incondicional y libre, de ese
amor desbordante que parecía ser la esencia
del mundo, la razón misma del mundo, el alfa
y el omega de todo. A esa paz parecían apun-
tar las palabras “Dios”, “Tao” y “Buda”. Esa
era la experiencia a la que, en última instan-
cia, parecen apuntar todas las religiones. Ésa
parecía la esencia misma de la fe, la muerte
del yo, la muerte del “pequeño yo”, con sus
mezquinos deseos, quejas y planes, la
muerte de todo lo que aleja al individuo de
Dios, la muerte incluso de la misma idea de
Dios (no en vano los budistas dicen: ¡Si ves al
Buda, mátale!) y la zambullida en la Nada que
se revela como Dios más allá de Dios, la Nada
que constituye la esencia de todas las cosas,
la Nada que da origen a todas las formas, la
Nada que es el mundo con todo su sufri-
miento y maravilla, la Nada que es la Plenitud
total.
18

Pero esa supuesta “experiencia reli-


giosa” no es ningún tipo de experiencia, por-
que en ella el “yo” que experimenta ha des-
aparecido. No, eso es algo previo y que se en-
cuentra más allá de toda experiencia. Es el
fundamento de toda experiencia, el sustrato
mismo de la existencia que nadie podría ex-
perimentar por más que el mundo durase mil
millones de años más.
Fue un paseo otoñal y húmedo en un
día muy normal y corriente. Pero en esa
misma normalidad se reveló lo extraordina-
rio, resplandeciendo tan intensamente en la
humedad, la oscuridad y el barro del suelo
que el yo se disolvió, desapareció y se convir-
tió en Ello.
Y aunque esta descripción suene como
si hubiera ocurrido algo muy especial, ese
día, bajo la lluvia, no pasó absolutamente
nada. Sólo fue un paseo normal y corriente
un día de lo más normal y de lo más co-
rriente.
Atravesé la gran puerta de hierro, crucé
la calzada y me uní a otras personas para es-
perar, bajo la marquesina de la parada, la lle-
gada del autobús.
Nada había cambiado, pero todo era di-
ferente. Había atisbado algo, algo muy pro-
fundo y extraordinario que, a pesar de ello,
era completamente normal y corriente. No
había nada sorprendente en el hecho de que
lo más ordinario se revelase como el signifi-
cado único de la vida y de que quien hasta
entonces había creído ser se revelase como
un mero relato.
No había nada sorprendente en el he-
cho de que lo divino se revelase en lo abso-
lutamente obvio y de que Dios fuese uno con
19

el mundo y estuviera presente en todas y


cada una de las cosas.
Subí al autobús y, cuando la lluvia arre-
ció contra sus sucios cristales, sonreí. ¡Qué
auténtico regalo estar vivo, ahora, en este
instante, en este cuerpo y en este lugar con-
cretos, aunque todo sea un sueño, aunque
todo sea impermanente y aunque, por más
que busquemos, no en-
contremos sino vacui-
dad!


HISTORIA DEL
DESPERTAR DE NATHAN GILL
Nací en 1960 en el seno de una familia
de clase media del sureste de Inglaterra.
De pequeño, tenía un carácter muy
vehemente y sentía una gran curiosidad por
todo. Me pasaba horas leyendo libros de
aventuras y de misterio, y entre mis pasa-
tiempos destacaban la búsqueda de objetos
antiguos y las largas caminatas por el campo
en cuanto surgía la oportunidad. ¡La bús-
queda comenzó a una edad muy temprana!
Sin embargo, a medida que me fui ha-
ciendo mayor, esa inquietud se tradujo en
problemas para escoger una carrera o en la
incapacidad de centrarme en un campo en
particular. Dejé de estudiar en cuanto pude,
decidí formarme para ser chef de cocina y
acabé trabajando en la construcción.
Ese trabajo me gustaba mucho porque
me ayudaba a quemar gran parte de toda esa
energía e inquietud sin exigirme responsabi-
lidades: simplemente hacía lo que me
20

mandaban, lo cual me permitía deambular a


placer entre la retahíla de mis pensamientos.
Mi interés constante por los misterios
del cuerpo y del universo me llevó a experi-
mentar con distintas dietas y con diversos
tratamientos naturales, a contemplar las es-
trellas, a comer setas alucinógenas o a llevar
al cuerpo al límite practicando culturismo y
levantando pesas.
No obstante, cuando contaba con poco
más de veinte años, me vi obligado a amino-
rar la marcha: una lesión en el hombro su-
puso, para mí, el final del culturismo; cuando
mi mujer dio a luz a nuestra primera hija, yo
tenía veintidós años y dejé de trabajar en la
construcción para dedicarme a la horticul-
tura. Durante varios años trabajé en la reco-
lección de fruta en los huertos de Kent desde
principios de verano hasta finales de otoño,
mientras que el resto del año trabajaba
como jardinero. En esa época se despertó en
mí el interés por lo espiritual y lo esotérico.
Hacia 1985 entré a formar parte de una
orden de hermanos que me enviaban men-
sualmente lecciones de misticismo y de la
“ley universal”. Disfrutaba mucho leyendo
monografías sobre estos temas cada se-
mana.
Un par de años más tarde, comencé a
interesarme por las enseñanzas de un maes-
tro indio ya fallecido, enseñanzas que recibía
en forma de lecciones mensuales y que in-
corporaban una sección gurú-discípulo, ¡a
pesar de que el gurú ya había muerto! Enton-
ces empecé a realizar esas prácticas y a bus-
car la Iluminación, que se convirtió en mi
nueva obsesión.
Al cabo de otro par de años, y después
de haber experimentado con varias técnicas
21

espirituales, empecé a cansarme y encontré


un libro escrito por un gurú occidental. Ese
libro afirmaba que yo ya estaba despierto y
que no necesitaba alcanzar ningún tipo de li-
beración. Su mensaje me pareció evidente.
Sin embargo, unos pocos años después, y
tras publicar una buena cantidad de libros,
ese hombre decidió autoproclamarse maes-
tro mundial y ofrecer una relación gurú-dis-
cípulo a cualquiera que estuviera interesado,
a raíz de lo cual decidí que no quería saber
nada del asunto, aunque, a lo largo de los
cinco años siguientes, leí algunos libros más
de ese mismo autor, así como todo libro es-
piritual que caía en mis manos. No obstante,
a mi parecer, ninguno conseguía “dar en el
clavo” como aquel primer libro de aquel gurú
occidental. En el fondo, sabía que era cierto
que yo ya estaba despierto y que ya era libre,
pero seguía sumido en la confusión porque,
al parecer, yo no era más que un hombre
normal y corriente, con los problemas típicos
de la gente corriente.
Cualquiera que fuera la razón, el caso es
que me harté de las enseñanzas de aquel
hombre y de todas las demás enseñanzas es-
pirituales tradicionales. Entonces, me topé
con el mundo advaita y empecé a leer todo
lo escrito por y sobre los más “famosos” del
advaita.
Buena parte de la confusión que había
sentido hasta entonces desapareció. Com-
prendí que lo único que existe es la Concien-
cia, pero, entonces, ¿por qué seguía sin-
tiendo que “yo” existía al margen de todo lo
demás?, ¿cuál era el eslabón perdido? Si yo
ya estaba despierto y era libre, ¿por qué solía
sentir que mi vida era una porquería?
En 1997 leí Lo que es: el secreto abierto
a una vida despertada, el primer libro de
22

Tony Parsons. Me puse en contacto con él y


me invitó a una reunión en su casa de Lon-
dres. No tardé mucho de darme cuenta del
imponente halo de misterio que yo había
construido en torno a todo ese asunto de la
“Iluminación”. Tony era un hombre corriente
que hablaba con sentido del humor y con pa-
ciencia. Me impactó la sencillez de sus res-
puestas a las preguntas que les planteaba la
gente. A lo largo del año siguiente, asistí a
reuniones de ese tipo y hablé con Tony por
teléfono cuando me fue posible. Yo quería
convertirlo en mi maestro, pero él me ex-
plicó que no tenía nada que enseñar y que,
simplemente, se limitaba a indicar que sólo
existe la Conciencia, que yo ya soy. Aunque
yo ya lo había comprendido hasta cierto
punto, entonces empecé a asimilarlo real-
mente.
Tony me indicó que no es necesario que
ningún tipo de “acontecimiento” esté aso-
ciado al hecho de reconocer la auténtica na-
turaleza de uno mismo. Sin embargo, en sep-
tiembre de 1998, dio la casualidad de que se
produjo un “acontecimiento”. Yo estaba tra-
bajando en el jardín: estaba chispeando. Alcé
la mirada y noté una sutil sensación: “yo” no
estaba allí. Cogí mi bicicleta y empecé a pe-
dalear: era como si estuviera viendo una pe-
lícula, pero sin tener que esforzarme por for-
mar parte de ella.
Este desmoronamiento repentino del
“yo” arrastró consigo la necesidad de com-
prender. Aunque Tony me había indicado
que el hecho de reconocer que nuestra na-
turaleza es conciencia no tiene por qué ir
asociado a ningún acontecimiento en parti-
cular, era evidente que yo había estado es-
perando a que se produjera alguno, puesto
que, ahora que estaba produciéndose, lo
23

percibía como un “permiso para despertar”.


Sin haberme dado cuenta, hacía tiempo que
esperaba una confirmación de mi auténtica
naturaleza. Llamé a Tony y le expliqué, entu-
siasmado, lo que me estaba sucediendo.
Gracias a ese novedoso “permiso para estar
despierto”, el proceso de hablar surgía de la
claridad más que del punto de vista del “yo”.
Tony reconoció que yo ya no me dirigía a él
sintiéndome un personaje distinto que in-
tenta alcanzar algo desde una perspectiva de
búsqueda y de comprensión intelectual.
A medida que avanzaba el día, el “yo” y
su embelesamiento comenzaron a regresar
sutilmente y a intentar adjudicarse la autoría
de dicho acontecimiento –que consistía, pre-
cisamente, en la ausencia de “yo”- calificán-
dolo de “mi” Iluminación, de “mi” Despertar.
Predominaba la sensación de que esa repen-
tina “puesta en libertad” –una enorme felici-
dad que surgió al ausentarse el “yo”- consti-
tuía la Iluminación que yo esperaba.
Al despertarme a la mañana siguiente,
¿continuaría aún ese estado? ¡Sí! Sin em-
bargo, al cabo de unos pocos días, me di
cuenta de que esa sensación de “puesta en
libertad” se iba desgastando, pero, un par de
días después, volvió a ser tan completa como
al principio. Tras un par de semanas con esa
especie de vaivén y de que el “yo” reapare-
ciera e intentara aferrarse a su propia ausen-
cia, asistí a una de las reuniones de Tony, y
fue como si el mero hecho de estar allí recar-
gara aquella enorme felicidad. Sin embargo,
a los pocos días, esa felicidad desapareció
por completo y el embelesamiento de la
identificación con el yo regresó. No le co-
menté nada a Tony y estuve cierto tiempo sin
asistir a sus reuniones. Me sentía confuso.
24

Entonces, leí un libro en el que una mu-


jer describía que estuvo muchos años con la
ausencia del “yo” y que, al cabo de cierto
tiempo, algunos “maestros” le dijeron que
aquello era la Iluminación. Después, cayó en-
ferma y murió. En el epílogo del libro, un
amigo suyo escribió que, poco antes de mo-
rir, la mujer se había sentido confusa y frus-
trada porque ese “estado” había desapare-
cido y había regresado el “yo”.
De repente, comprendí claramente que
esos episodios en los que el “yo” reaparece
súbitamente pueden provocar una gran con-
fusión desde el punto de vista de la claridad.
Uno de esos episodios puede durar unos po-
cos segundos o prolongarse durante diez o
más años. Por tanto, a menos que uno vea
que el “yo” no es más que lo que es –es decir,
un simple pensamiento-, cuando vuelve a ha-
cer acto de presencia, se experimenta una
sensación de pérdida, la sensación de que
uno está de nuevo confinado a identificarse
con un personaje. Una vez que se vuelve a
identificar con ese personaje, surge el deseo
de conseguir más de esa “Iluminación”, al
tiempo que se tiene la sensación de haber re-
gresado a un estado de agitación y de ten-
sión que forma parte del juego de la bús-
queda.
En ese momento, la vida se veía como
una gran representación teatral en la que
sólo existe el “saber” innato, aunque ese pro-
ceso parece ocultarse tras el embelesa-
miento que produce el pensamiento del “yo”
y todos los demás pensamientos que dan
forma a “mi” relato. Como Conciencia que
somos, nuestra verdadera naturaleza es
consciencia y manifestación. El “yo” sólo es
otro elemento de ese decorado y, al igual
que sucede con las demás imágenes, cuando
25

queda “desenmascarado” –cuando se ve


como es realmente-, la búsqueda se inte-
rrumpe de forma natural y desaparece la
tensión.
También tuve claro que ese proceso en
que nos percatamos de los entresijos del
“yo” no tiene por qué producirse de forma
repentina, sino que puede darse gradual-
mente, como una parte más de la propia vida
y, más que con un “subidón” de felicidad ab-
soluta, se puede manifestar con la sencilla
naturalidad de una revelación suave y gra-
dual.
Desaparecida mi confusión, ya no nece-
sitaba que se produjera ningún aconteci-
miento ni que, de repente, desapareciera el
“yo” para dar por demostrado que mi natura-
leza es Conciencia. Era evidente que toda mi
vida y mi búsqueda “espiritual” surgían como
un juego de la Conciencia, y comprendí la
confusión que se genera en torno a todo este
asunto –o, dicho de otro modo, por qué la
“espiritualidad” y la “Iluminación” se confun-
den con una sencilla claridad-. El reconoci-
miento de mi auténtica naturaleza no estuvo
acompañado de ningún tipo de aconteci-
miento. Comprendí que es muy fácil que
cualquier tipo de acontecimiento produzca
confusión si sucede sin claridad –es decir, sin
el hecho de desenmascarar al “yo” y al relato
mental-.
Obviamente, lo que sucedió en aquel
jardín no tiene nada de particular, como tam-
poco lo tiene ningún otro acontecimiento.
Sólo fue algo que evidenció mi confusión y
me permitió ver con claridad que, sutil-
mente, ya llevaba tiempo esperando que se
produjera algún acontecimiento que me
“permitiera” ser lo que ya soy. Esta claridad
no depende ni de la ausencia ni de la
26

presencia del “yo”: si el “yo” aparece, ense-


guida queda desenmascarado.
Voy a concluir este pequeño relato aña-
diendo que, durante mis años de búsqueda
espiritual, me divorcié, me volví a casar, me
volví a divorciar e hice de padre soltero de
mis dos hijas prácticamente durante todo su
período escolar. Me vine a vivir a un pequeño
pueblo de la región de Kent con una salud
más bien débil y, hasta hace poco, he traba-
jado como jardinero por esta zona. En la ac-
tualidad, llevo una vida tranquila y sencilla.

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


TONY PARSONS
Un día estaba caminando por un parque
en los suburbios de Londres. Noté mientras
caminaba que mi mente estaba ocupada to-
talmente por expectativas sobre aconteci-
mientos futuros que podrían ocurrir o no.
Aparentemente hice la elección de dejar es-
tas proyecciones y de estar simplemente en
mi caminar.
Noté que cada paso era totalmente
único en sensación y presión, y que la sensa-
ción estaba aquí un momento y que había
desaparecido al siguiente para no repetirse
nunca más de la misma manera.
Cuando todo esto estaba teniendo lu-
gar, hubo una transición desde la observa-
ción de mi caminar a simplemente la presen-
ciación de mi caminar.
27

Lo que aconteció está simplemente más


allá de descripción. Sólo puedo decir, inade-
cuadamente en palabras, que una tranquili-
dad y presencia totales parecieron descen-
der sobre todas las cosas. Todas las cosas de-
vinieron sin tiempo y yo ya no existía. Yo me
desvanecí y ya no había ningún experimenta-
dor.
La unidad con todo y cada cosa era lo
que aconteció. No puedo decir que yo estaba
”unificado” porque ”yo” había desaparecido.
Sólo puedo decir que aconteció esa unidad
con todo, y que un amor irresistible llenó
todo.
Junto con esto hubo una comprensión
total de la totalidad. Todo esto aconteció en
un relámpago sin tiempo que pareció eterno.
Contenida dentro, y siguiendo directa-
mente a este acontecimiento, ocurrió una
revelación tan magnífica y revolucionaria en
su naturaleza que tuve que sentarme en la
hierba para comprender su consecuencia.
Lo que vi era simple y evidente de una
manera, pero completamente intraducible
de otra. Era como si hubiera recibido una res-
puesta que no tenía pregunta: Se me había
mostrado un secreto que es un secreto
abierto; y que todo y cada cosa que es cono-
cida o desconocida contiene y refleja este se-
creto abierto.
La naturaleza, las
gentes, el nacimiento
y la muerte, y nues-
tros esfuerzos, nues-
tros miedos y nues-
tros deseos están con-
tenidos todos dentro
28

y reflejan un amor incondicional.


Sentí que había sido tocado repentina-
mente y todo tomó un sentido nuevo.
Miré a la hierba, a los árboles, a los pe-
rros y a las gentes moviéndose como antes,
pero ahora no sólo reconocía su esen-
cia, sino que yo era su esencia, como ellos
eran la mía. De otra manera era como si
todo, incluyéndome a mí, estuviera envuelto
en un amor profundo y omni-abarcante, y de
una manera extraña parecía que lo que veía
no era tampoco nada especial… es la norma
que usualmente no se percibe.
¿Por qué a mí y por qué ahora? ¿Cómo
podía haber merecido este don a cambio de
nada? Ciertamente yo no era puro en el sen-
tido bíblico, ni en ningún otro sentido reco-
nocido, o mi mente así me lo decía. Yo no ha-
bía vivido una vida de meditación discipli-
nada o de dedicación espiritual de ningún
tipo. ¡Esta iluminación había ocurrido sin nin-
gún esfuerzo por mi parte! Simplemente ha-
bía observado mi caminar de una manera
muy sencilla y natural, y entonces había
emergido este tesoro.
También vine a reconocer que este apa-
rente don había estado disponible siempre,
que siempre lo estaría. ¡Esa era la compren-
sión más maravillosa de todas!: Que, inde-
pendientemente de dónde, de cuándo o de
cómo estuviera, esta presencia estaba lista
para emerger y abrazarme.
Este tesoro tenía que ser redescubierto,
aunque no a través de prácticas y rituales es-
pirituales aparentemente significativos. No.
Este maravilloso tesoro omni-abarcante es-
taba disponible dentro de la esencia de un
paso, en el sonido de un tractor, en mi sen-
sación de fastidio, en el caminar de un gato,
29

en las sensaciones de dolor y de rechazo, en


la cima de una montaña o en medio de Bal-
ham Street.
En cualquier parte y en todas partes es-
toy totalmente rodeado y abrazado en
la quietud, el amor incondicional y la unidad.
Más tarde comencé a preguntarme
cómo podía ser retenido este tesoro. Pero
una y otra vez, había llegado a ver que lo que
había buscado redescubrir no puede ser ob-
tenido o contenido nunca. No hay nada que
yo tenga que hacer, y la creencia misma de
que tengo que hacer algo para merecer este
tesoro interrumpe su cualidad inherente. Y
esto es también la paradoja, pues el instinto
divino está disponible continuamente, sim-
plemente a través de su admisión. Está siem-
pre a mano, en un estado eterno de disposi-
ción, como el amante constante y fiel está
siempre listo para responder a todas nues-
tras llamadas.
Cuando lo admito, es; cuando lo evito,
es. No requiere ningún esfuerzo, exigencias
ni patrones, y no tiene preferencias. Al ser sin
tiempo, no ve ninguna senda que recorrer,
ninguna deuda que pagar. Debido a que no
reconoce nada justo o injusto, tampoco re-
conoce el juicio ni la culpa. Su amor es abso-
lutamente incondicional.
Simplemente observa con claridad,
compasión y deleite cómo salgo para mi re-
torno.
Es mi derecho de nacimiento. Es mi ho-
gar. Es ya eso que yo soy.
30

No hay en la vida nada más


importante que el despertar.

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


FRANCIS LUCILLE
La idea que encendió mi interés por la
verdad ocurrió mientras estaba leyendo un
libro de Krishnamurti. Fue el punto de par-
tida de una intensa bús-
queda que se convirtió
en el foco central y ex-
clusivo de mi vida. He
leído los libros de
Krishnamurti una y otra
vez, junto con los textos
principales del Advaita
y del Zen. He hecho
cambios importantes en mi vida para poder
vivir de acuerdo con mi comprensión espiri-
tual. He renunciado a lo que muchos llama-
rían una excelente carrera, ya que implicaba
mi participación como científico en el diseño
y desarrollo de sofisticadas armas para el
ejército francés.
Después de aquél vislumbre, había lo-
grado un buen entendimiento intelectual de
la perspectiva no-dual, aunque algunas pre-
guntas aún seguían sin respuesta. Sabía por
experiencia que cualquier intento de cumplir
mis deseos estaba condenado al fracaso. Ha-
bía quedado claro para mí que yo era cons-
ciencia, en lugar de mi cuerpo o mi mente.
Este conocimiento no era puramente
31

intelectual, un concepto simple, pero parecía


que de alguna manera se había originado a
partir de la experiencia, un tipo particular de
experiencia carente de toda objetividad. Ha-
bía experimentado, en varias ocasiones, es-
tados en los que las percepciones eran ro-
deadas e impregnadas de dicha, luz y silen-
cio. Los objetos físicos parecían más alejados
de mí, más irreales, como si la realidad se hu-
biera alejado de ellos y tornado hacia esa luz
y ese silencio que estaba en el centro del es-
cenario. Junto con esto venía la sensación de
que todo estaba bien, como debe ser, y, de
hecho, tal como lo había sido siempre. Sin
embargo, todavía creía que la conciencia es-
taba sujeta a las mismas limitaciones que la
mente, que era de naturaleza personal, en
vez de universal.
A veces, tenía un anticipo de su infini-
tud, por lo general durante la lectura de tex-
tos Zen o Advaita o pensando profunda-
mente acerca de la perspectiva no-dual. De-
bido a mi educación por padres materialistas
y antirreligiosos y por mi formación en Mate-
máticas y Física, me sentía reacio a adoptar
cualquier creencia religiosa y desconfiar de
cualquier hipótesis ilógica o no científica-
mente validada. La conciencia ilimitada, uni-
versal, me parecía ser tal creencia o hipóte-
sis, pero estaba abierto a explorar esta posi-
bilidad. El perfume de esta infinitud había
sido, de hecho, el factor determinante que
sostenía mi búsqueda de la verdad.
Dos años después de ese primer vislum-
bre, esta posibilidad había tomado una posi-
ción de primer plano. Es entonces cuando el
cambio radical, el “giro copernicano” aconte-
ció. Este acontecimiento, o más precisa-
mente, este no-acontecimiento, es único, in-
causado. La certeza que brota de él tiene una
32

fuerza absoluta, una fuerza independiente


de cualquier acontecimiento, objeto o per-
sona. Sólo se puede comparar con la certeza
inmediata de ser consciente.
Estaba sentado en silencio, meditando
en mi sala de estar con dos amigos. Era de-
masiado pronto para preparar la cena, nues-
tra próxima actividad… no teniendo nada
que hacer, sin esperar nada, estaba disponi-
ble. Mi mente estaba libre de dinamismo, mi
cuerpo relajado y sensible, aunque podría
sentir alguna molestia en la espalda.
En una ocasión, uno de mis amigos ines-
peradamente comenzó a cantar un mantra
tradicional en sánscrito, el Gayatri. Las síla-
bas sagradas entraron misteriosamente en
resonancia con mi presencia silenciosa que
parecía volverse intensamente viva.
Sentí un profundo anhelo en mí, pero al
mismo tiempo una resistencia me impedía
vivir la situación actual al máximo, de respon-
der con todo mi ser a esta invitación del mo-
mento, y de fusionarse con ella. A medida
que la atracción hacia la belleza anunciada
por el canto aumentaba, también lo hacía la
resistencia, que se revelaba como un temor
creciente que se transformó en un terror in-
tenso. En ese momento, sentí que mi muerte
era inminente, y que este horrendo aconte-
cimiento seguramente desencadenaría una
posterior liberación a mi favor, una posterior
bienvenida a esa belleza.
Había llegado a un punto crucial en mi
vida. Como resultado de mi búsqueda espiri-
tual, el mundo y sus objetos habían perdido
su atractivo… no esperaba realmente nada
sustancial de ellos. Estaba exclusivamente
enamorado de lo absoluto, y este amor me
dio el coraje para saltar hacia el gran vacío de
33

la muerte, a morir en favor de la belleza,


ahora tan cerca, esa belleza que me llamaba
más allá de las palabras en sánscrito.
Como resultado de este abandono, el
intenso terror que me había estado suje-
tando instantáneamente liberó su amarre y
se transformó en un flujo de sensaciones
corporales y pensamientos que rápidamente
convergieron hacia un pensamiento único, el
‘yo’-pensamiento, así como las raíces y las ra-
mas de un árbol convergen hacia su tronco
único. En una apercepción casi simultánea, la
entidad personal con la que estaba identifi-
cado se reveló en su totalidad. Vi su superes-
tructura, los pensamientos que se originan
del ‘yo’-concepto y su infraestructura, las
huellas de mis miedos y deseos en el plano
físico.
Ahora el árbol entero era contemplado
por un ojo impersonal, y tanto la superes-
tructura de los pensamientos como la infra-
estructura de las sensaciones corporales rá-
pidamente se desvanecieron, dejando solo al
‘yo’-pensamiento en el campo de la Cons-
ciencia. Por unos momentos, el ‘yo’-pensa-
miento pareció vacilar, al igual que la llama
de una lámpara de aceite se queda sin com-
bustible, y luego se desvaneció. En ese pre-
ciso momento, desperté a mi eternidad.

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


GANGAJI
34

A los seis meses de empezar a rezar pi-


diendo un verdadero maestro, a través de
una milagrosa serie de circunstancias me en-
contré en India, cara a cara con H. W. Poonja
(Papaji). Él me acogió de la manera más ex-
traordinaria. Con ojos resplandecientes me
invitó a entrar y a tomar lo que tenía para
ofrecerme. No comprobó mis credenciales,
no revisó mi karma, no midió mis méritos.
Vio en mis ojos que estaba emocionada de
verle y preguntó:
– Dime qué quieres.
– Quiero la libertad -respondí-: quiero
ser libre de todos mis
enredos y errores
conceptuales, quiero
saber si la verdad fi-
nal y absoluta es real.
Dime qué tengo que
hacer.
– ¡Estás en el lu-
gar adecuado! - res-
pondió, y después
añadió: –No hagas nada. Tu principal pro-
blema es que no paras de hacer. Abandona
todo hacer. Detén todas tus creencias, toda
tu búsqueda, todas tus excusas, y ve por ti
misma lo que ya está ahí y siempre ha estado
ahí. No te muevas. No te muevas hacía nada,
ni te alejes de nada. En este instante, aquié-
tate.
No sabía qué quería decir, porque es-
taba sentada y quieta. Entonces me di
cuenta de que no se refería a la actividad fí-
sica. Estaba pidiéndome que detuviera toda
actividad mental. Podía oír las dudas en mi
mente, el miedo de que la detención del pen-
samiento implicará el abandono del cuidado
de mi cuerpo, la imposibilidad de salir de la
35

cama, de conducir mi coche, de ir a trabajar…


Estaba aterrorizada. Sentí que, si dejaba de
buscar, perdería todo el terreno que creía ya
tener cubierto en mi búsqueda, que podría
perder parte de lo conseguido.
Pero él era una presencia enorme, y en
el momento en que le miré a los ojos, reco-
nocí una fuerza, una claridad y una amplitud
de visión que me pararon en seco. Había pe-
dido un maestro, y, por suerte, en ese mo-
mento tuve el buen sentido de reconocer a
ese maestro que había pedido.
La faceta indagadora de mi espíritu me
permitió ir sacudiéndome los pensamientos
responsables de mi terror y, creyéndome in-
mersa en lo que inicialmente parecía ser un
abismo de desesperación implacable, comen-
zaron a revelarse la plenitud y la paz tanto
tiempo buscadas.
En realidad, siempre habían estado
aquí, y nunca hubo peligro de que dejaran de
estarlo. ¡Lo más sorprendente de todo fue
darme cuenta de que eran viejas conocidas!
En ese instante supe que cualquier cosa que
pudiera haber deseado ser, ya formaba parte
de mí: era el fundamento de mi ser puro y
eterno. Todo el sufrimiento que había lla-
mado “yo” y “mío” había tenido lugar en el
ser puro y resplandeciente. Y, lo que es más
importante, vi que lo que verdaderamente
soy es este ser. Este mismo ser está presente
por doquier, en todo lo visible y lo invisible.
Con esta toma de conciencia se produjo
un notable cambio de orientación en mi aten-
ción, que pasó de estar ubicada en mi histo-
ria a hacerlo en la interminable profundidad
de ser que siempre había existido por debajo
de ella.
36

¡Qué paz! ¡Qué descanso! Previamente


había experimentado momentos de unidad
cósmica o dicha sublime, pero esto tenía otra
naturaleza. Era un éxtasis sobrio, el mo-
mento de reconocer que ¡no estaba limitada
por mi historia del yo!

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


ADYASHANTI
Fue muy sencillo y, en realidad, empezó
antes de producirse. La noche anterior, justo
antes de dispo-
nerme a dormir,
me senté al borde
de la cama y
pensé lo si-
guiente. No fue un
gran pensamiento
ni una gran visión,
sino algo muy sen-
cillo, totalmente
fuera de contexto respecto a lo que me es-
taba pasando en ese momento.
Pero tuve un pensamiento que decía:
“Estoy preparado”. Lo sentí literalmente, en
cinco segundos lo sentí. Y me dispuse a dor-
mir, aunque la sensación de “Estoy listo” era
muy plena y simple. No se trataba ni de la
mente ni del ego diciendo: “Estoy preparado,
listo para atravesar las puertas”. Fue un ins-
tante sencillo, inocente, como un regalo. Un
hecho. Sólo un pensamiento: “Estoy listo”. Y
no le di más vueltas. No captó mucho mi
atención, aunque si fui consciente de él. Así
que me dispuse a dormir.
37

Al día siguiente me desperté temprano.


Iba a ver a mi maestra, y en esas ocasiones
solía levantarme pronto para meditar un
poco antes de ir a verla. No estaba pensando
nada en concreto, simplemente me senté y a
los treinta segundos oí un pájaro. Un simple
gorjeo. Y surgió una pregunta, más de las tri-
pas que de la mente, que no había oído
nunca, que no había usado nunca. La pre-
gunta que surgió espontáneamente decía:
“¿Quién está oyendo este sonido?”. Y cuando
surgió la pregunta, todo se volvió del revés,
o se quedó patas arriba. En ese momento el
pájaro, el sonido y el oído se hicieron uno
solo. Tuve, literalmente, la experiencia de
que todo era lo mismo… el oído no era más
yo, más que el sonido o que el pájaro o que
cualquier otra cosa. En un instante, de forma
muy repentina, todo se hizo uno.
A continuación, percibí el pensamiento.
Estaba tan lejos que ni siquiera sabía de qué
trataba. Pero había pensamiento y podía
darme cuenta, de que yo no era eso. Eso es
pensamiento. Y lo que se despertó, lo que es-
taba despierto, no tenía nada que ver con
ese pensamiento que simplemente aconte-
cía. Eran dos cosas totalmente distintas. En
el pensamiento no había ninguna identidad.
Así que al cabo de unos minutos me levanté.
Y, literalmente, a mi mente le venían ideas
como de un niño de cinco años. Pura curiosi-
dad. “Me pregunto si estoy en el horno”,
pensé. Así que fui corriendo a la pequeña
zona de cuarto de estar y cocina y, sin lugar
a dudas, el horno era esto. Me dirigí co-
rriendo al baño y miré el inodoro, pues es-
taba intentando encontrar algo que no fuese
nada espiritual, y pensé: “Demonios, el
inodoro es esto”. Abrí la puerta del dormito-
rio, miré en su interior y vi a Annie, mi es-
posa, que estaba durmiendo, y me dije: es
38

ella. Ella es esto, y es igual. Seguí andando


por nuestra casita de 137 metros cuadrados,
en la que habíamos vivido durante seis años
y medio, miré la casa por todas partes y todo
era esto, todo era lo mismo.
Así que ahí me encontraba yo, curiosa-
mente carente de emoción alguna. No expe-
rimente ningún ¡Bravo! Ni ¡Oh, Dios mío!.
Nada de eso. Lo veía todo perfectamente
claro y no lo confundía con ningún estado de
la experiencia, pues no se trataba de ningún
estado. Entonces di unos pasos por el cuarto
de estar, pues podías recorrer su largo en tan
sólo unos pasos, y la conciencia se despertó
por completo en esos pasos. No lo puedo
describir fácilmente, pero estaba totalmente
separada del cuerpo, totalmente separada.
En ese momento vi una serie de imágenes y
lo supe, lo que estaba despierto supo de in-
mediato que me había quedado atrapado en
esas imágenes, a las que podríamos llamar
encarnaciones. Yo me creía eso. Estaba dor-
mido en esas imágenes, podía ver con clari-
dad que yo no era eso. Ya no seguía atrapado
en ellas. No estaba confinado por ninguna de
esas formas, ni siquiera por la actual. Y veía
que la forma actual no era más importante o
real que la de hace cincuenta vidas. Y ahí es-
taba esta conciencia, sin más, solo ella. Nin-
guna forma, ningún perfil, ningún color,
nada. En ningún sitio, pero en todas partes.
Y en ese momento supe que, aunque
esta conciencia lo era todo, también estaba
por encima de todo. Que, aunque esto des-
pareciese del todo, aunque desapareciesen
todas las formas y todo lo que veía, esto no
quedaría reducido, ni siquiera un poco.
Así es, básicamente, como se produjo
mi despertar.
39

La mayor parte de los seres huma-


nos nacen dormidos, viven dormidos
y mueren dormidos.
Anthony de Mello


HISTORIA DEL DESPERTAR DE
ECKHART TOLLE
Hasta los treinta años, viví en un estado
de ansiedad casi
continua, salpi-
cada con periodos
de depresión sui-
cida. Ahora lo
siento como si es-
tuviera hablando
de una vida pasada
o de la vida de al-
guien diferente.
Una noche, no mucho después de cum-
plir veintinueve años, me desperté de ma-
drugada con un sentimiento de absoluto te-
rror. Había despertado con ese sentimiento
muchas veces antes, pero esta vez era más
intenso que nunca. El silencio de la noche, los
contornos vagos de los muebles en la habita-
ción oscura, el ruido distante de un tren,
todo parecía tan ajeno, tan hostil y tan abso-
lutamente sin sentido que creó en mí un pro-
fundo aborrecimiento del mundo.
Lo más odioso de todo, sin embargo,
era mi propia existencia. ¿Qué sentido tenía
continuar viviendo con esta carga de desdi-
cha? ¿Por qué seguir con esta lucha
40

continua? Podía sentir un profundo anhelo


de aniquilación, de inexistencia, que se es-
taba volviendo mucho más fuerte que el de-
seo instintivo de continuar viviendo.
“No puedo seguir viviendo conmigo
mismo”. Este era el pensamiento que se re-
petía continuamente en mi mente. Entonces
súbitamente me hice consciente de cuán pe-
culiar era este pensamiento. “¿Soy uno o
dos? Si no puedo vivir conmigo mismo, debe
haber dos: el ‘yo’ y el ‘mí mismo’ con el que
‘yo’ no puedo vivir”. “Quizá”, pensé, “sólo
uno de los dos es real”. Esta extraña revela-
ción me aturdió tanto que mi mente se de-
tuvo. Estaba completamente consciente,
pero no había más pensamientos.
Después me sentí arrastrado hacia lo
que parecía un vórtice de energía. Al princi-
pio era un movimiento lento y después se
aceleró. Me sobrecogió un intenso temor y
mi cuerpo empezó a temblar. Oí las palabras
“no te resistas a nada” como si fueran pro-
nunciadas dentro de mi pecho. Sentía como
si me arrastrara a un vacío. Sentía que el va-
cío estaba dentro de mí en lugar de afuera.
De repente, ya no sentí más miedo y me dejé
caer en aquel vacío.
No recuerdo lo que pasó después. Me
despertó el canto de un pájaro en la ventana.
Nunca había oído un sonido así antes. Mis
ojos aún estaban cerrados y vi la imagen de
un diamante precioso. Sí, si un diamante pu-
diera producir un sonido, sería así. Abrí mis
ojos. La primera luz del amanecer se filtraba
por las cortinas. Sin ningún pensamiento,
sentía, sabía que hay mucho más en la luz
que aquello de lo que nos damos cuenta.
Aquella suave luminosidad filtrándose a tra-
vés de las cortinas era el amor mismo. Mis
ojos se llenaron de lágrimas. Me levanté y
41

caminé por la habitación. La reconocía y sin


embargo sabía que antes no la había visto
verdaderamente. Todo era fresco y prístino,
como si acabara de nacer. Tomé cosas, un lá-
piz, una botella vacía, maravillándome ante
la belleza y la vividez de todo.
Aquel día caminé por la ciudad en total
asombro por el milagro de la vida sobre la
tierra, como si acabara de nacer a este
mundo. En los cinco meses siguientes viví en
un profundo estado de paz y embelesa-
miento ininterrumpidos. Después esta con-
dición disminuyó algo en intensidad o quizá
me pareció porque se volvió mi estado natu-
ral. Podía funcionar todavía en el mundo,
aunque me daba cuenta de que nada de lo
que hiciera podría añadir algo a lo que ya te-
nía. Sabía, por supuesto, que algo profunda-
mente significativo me había ocurrido, pero
no lo entendía en absoluto.
Solamente varios años después, luego
de haber leído textos espirituales y de haber
pasado tiempo con maestros, me di cuenta
de que lo que todo el mundo buscaba ya me
había ocurrido a mí. Comprendí que la in-
tensa presión del sufrimiento aquella noche
debió haber forzado a mi consciencia a reti-
rarse de su identificación con aquel ser infeliz
y profundamente temeroso, identificación
que es en últimas una ficción de la mente.
Esta retirada debió ser tan completa que
este ser sufriente y falso se derrumbó inme-
diatamente, como cuando se le quita el ta-
pón a un juguete inflable. Lo que quedó des-
pués fue mi verdadera naturaleza como el
eterno presente que Yo soy: la consciencia en
su estado puro, anterior a la identificación
con la forma.
Más tarde, aprendí también a entrar en
ese reino interior, ajeno al tiempo y a la
42

muerte que había percibido originalmente


como un vacío y a permanecer completa-
mente consciente. Viví en estados de arroba-
miento y santidad tan indescriptibles que in-
cluso la experiencia original que acabo de
describir palidece en comparación. Llegó un
momento en el que, por un tiempo, no
quedó nada de mí en el plano físico. No tenía
relaciones, ni empleo, ni hogar, ni identidad
socialmente definida. Pasé casi dos años sen-
tado en los bancos de los parques en un es-
tado de intenso gozo. Pero incluso las expe-
riencias más bellas vienen y se van.
Más fundamental, quizá, que cualquier
experiencia, es la corriente subterránea de
paz que no me ha abandonado desde enton-
ces. A veces es muy fuerte, casi palpable, y
los demás la pueden sentir también. En otras
ocasiones, está en alguna parte en el fondo,
como una melodía distante.
Después, la gente venía ocasionalmente
a mí y me decía: “Quiero lo que usted tiene.
¿Puede dármelo o mostrarme cómo lo-
grarlo?” Y yo decía: “Usted ya lo tiene. Sólo
que no puede sentirlo porque su mente hace
demasiado ruido”. Esta respuesta creció des-
pués hasta convertirse en el libro: “El poder
del Ahora“. Sin darme cuenta, tenía una iden-
tidad externa de nuevo. Me había convertido
en un maestro espiritual.
43

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


JEANNIE PAGE
.Desde que era niña, sentía que estaba
conectada a algo más grande. Siempre me
sentí ligada a la naturaleza e intuitivamente
sentía que había una fuerza que unía todas
las cosas. No sabía
lo que significaba
esta sensación de
conexión hasta
que cumplí 33
años.
En el año
2007 experimenté
una profunda trai-
ción y simultáneamente la pérdida de mi me-
jor amigo, alguien de la que estoy segura que
era mi alma gemela. Esta experiencia me su-
mió en una “noche oscura del alma”. Estaba
desolada, fuera de mí. Había experimentado
sufrimiento profundo antes de esto, pero no
había nada que pudiera haberme preparado
para esta pérdida. Era el tipo de dolor que sa-
bía que me iba a llevar a la tumba. Yo sabía
que su alma estaba conectada conmigo a
otro nivel.
Entonces, hice todo lo posible por cu-
rarme. Fui a un consejero, pero no pareció
que me ayudase en absoluto. Yo lloraba, es-
cribía en un diario, y rezaba y rezaba (lo que
no había hecho nunca antes, al no haber sido
nunca una persona “religiosa”.). Pero nada
me ayudó. Después de haber creído siempre
que los seres humanos están hechos de la
misma energía de la que se componen todas
las criaturas y la materia en la Tierra, sentí
que había un modo alternativo y menos tan-
gible, en el que podemos curarnos a noso-
tros mismos. Así comencé a explorar los
44

distintos tipos de medicinas alternativas: los


tratamientos de Reiki, sanación chamánica,
acupuntura, etc., incluso me hicieron lectu-
ras de Tarot en busca de respuestas deses-
peradas. Finalmente, empecé a practicar el
yoga y la meditación.
Cuando hice esto, algo dentro de mí co-
menzó a cambiar de un modo sutil. A medida
que continué con las modalidades de cura-
ción alternativas, el cambio se hizo más y
más profundo, hasta llegar al punto en el que
experimenté lo que sólo puedo describir
como un “despertar espiritual”. Empecé a re-
cibir mensajes psíquicos e intuitivos, y tuve
mi primera experiencia extracorpórea, que
en un instante me hizo confirmar la inmorta-
lidad del alma humana. Mi conciencia em-
pezó a fluir, y mi corazón empezó a expan-
dirse más allá de lo que nunca hubiese ima-
ginado. Empecé a recibir revelaciones y a
desarrollar un “conocimiento” proveniente
de un nivel de conciencia elevada.
Cuando ya había pasado esta primera
experiencia de “despertar espiritual” la con-
ciencia siguió creciendo y creciendo, y me
encontré entonces capaz de acceder a un ni-
vel de paz y alegría que nunca había cono-
cido antes. Las cosas que me habían moles-
tado, irritado o enfurecido en el pasado no
parecían molestarme más. Era capaz de de-
jar que ellos malos rollos de inmediato. Tenía
un nuevo sentido de paz, calma y aceptación.
Por supuesto que la paz no es constante
en todo momento. Al igual que como cual-
quier ser humano, todavía tengo esos días en
los que me siento sacudida hasta la médula y
con altibajos. Y, lógicamente, tengo días en
los que siento una inmensa frustración con
alguna persona. Pero lo que es diferente
ahora, es que tengo los conocimientos y la
45

capacidad de poder tener acceso a ese lugar


de paz, ese nivel de mi conciencia que me
permite trascender el dolor, el sufrimiento,
las emociones y conductas poco saludables
de la vida cotidiana.
El propósito de este blog es mante-
nerme conectada y continuar “Despertando
a la Vida”. Mi objetivo es que al enfrentarme
a las pruebas de la vida cotidiana o ante unos
nuevos retos, en los que quizás tenga la ten-
tación de actuar por dominada por el ego,
opte por tomar el sendero de la iluminación
y tratar estas experiencias desde una nueva
perspectiva. Este es mi viaje.

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


JOHN WHEELER
He estado en el camino espiritual desde
mis años de adolescen-
cia. Me he pasado unos
treinta años partici-
pando en varios sende-
ros y prácticas, inclu-
yendo el cristianismo, la
teosofía, las enseñan-
zas de J. Krishna-
murti (fui a sus pláticas
en Ojai en la década de 1980), el budismo, el
hinduismo y el yoga. Hubo también otros ca-
minos y maestros, demasiado numerosos
para mencionarlos aquí. A mediados de mis
años veinte, conocí a Ramana Maharshi y
a Nisargadatta Maharaj (a través de libros
sobre su vida y sus enseñanzas). Había algo
sobre esos grandes maestros hindúes de la
46

espiritualidad no-dual que parecía sólido e


inquebrantable. Me encontré regresando a
sus enseñanzas en los últimos años, aunque
no puedo decir que hubiera comprendido o
experimentado totalmente (o incluso par-
cialmente) lo que estaban diciendo.
Por el camino, me hice el circuito de mu-
chos de los maestros contemporáneos que
participaban en la espiritualidad no-dual.
Hubo sin duda algún beneficio, pero yo no
estaba plenamente satisfecho por alguna ra-
zón. O bien es que yo estaba confuso o que
algo no estaba del todo claro en las enseñan-
zas que se presentaban. ¡Lo más probable es
que fuera esto último! Por alguna razón, mi
destino era encontrarme con 'Sailor' Bob
Adamson, uno de los estudiantes occidenta-
les de Nisargadatta Maharaj.
Lo que descubrí fue que no era mucho
lo que podía obtener de los libros y de medi-
tar por mi cuenta. El crecimiento estaba ahí,
pero con frecuencia era lento, y no estaba re-
cibiendo mucha experiencia directa. Vaga-
mente sentía que estaba progresando, pero
si miraba honestamente mi experiencia, no
comprendía completamente lo que los
maestros estaban señalando. Lo más impor-
tante, es que mi vida del día a día no estaba
exenta de sufrimiento. Sabía que la bús-
queda no había terminado; algo faltaba. Si no
hubiera conocido a Bob Adamson, la bús-
queda podría haber seguido durante déca-
das, o al menos hasta que conociera a al-
guien con un verdadero entendimiento.
Quién sabe quién pudiera haber sido o
cuándo, pero, excepto esto, estoy bastante
seguro de que la búsqueda —y el sufri-
miento— habrían continuado durante mu-
cho tiempo.
47

En un determinado momento, me en-


contré con algunos seguidores de Ramana
Maharshi que habían estado en el sendero
de la auto-indagación durante veinte o
treinta años (¡y que siguen trabajando en
ello, por cierto!). Yo estaba muy lejos de su
nivel de dedicación, así que consideraba que
ese enfoque no podría funcionar para mí.
Cuando lo miro en este momento, no es
tanto la enseñanza de Ramana la que tiene la
culpa, sino la inevitable tendencia de la
mente para hacer de cualquier enseñanza
una práctica. Las prácticas, como finalmente
aprendí, por lo general son interminables.
Esto se debe a que a menudo se basan en fal-
sas premisas.
Intuitivamente, sentí que era impor-
tante para mí conocer a alguien que hubiera
realizado su verdadera naturaleza, alguien
en quien yo pudiera confiar, alguien a quien
yo pudiera hablar para compartir mis dudas
y preocupaciones. Sin embargo, no estaba
seguro qué maestros eran auténticos; nin-
guno parecía resonar completamente. Solía
leer los diálogos de Nisargadatta Maharaj
con frecuencia. No podía comprender su en-
señanza totalmente, dada toda la verborrea
hindú y los problemas de traducción (él ori-
ginalmente hablaba en Marathi), pero sentía
intuitivamente que era un ser libre. Muchos
buscadores espirituales, a través de la lec-
tura de sus palabras, pueden sentir la auten-
ticidad de su realización, aunque no siempre
experimentan todo lo que habla. Yo me pre-
guntaba si había alguien aún vivo que hu-
biera conocido a Nisargadatta Maharaj y hu-
biera conseguido realmente la experiencia
del auto-conocimiento (conocimiento del
ser). Después de todos esos años de bús-
queda, al final me encontré con Bob
Adamson. Algo resonó con fuerza. Incluso
48

cuando leí las páginas de su sitio web, se pro-


dujo un fuerte sentimiento de "quizás sea
esto".
Justo antes de descubrir a Bob
Adamson, tuve un sueño muy vívido de
Nisargadatta Maharaj, en el que me estaba
animando a no renunciar a la búsqueda de la
comprensión espiritual. Poco después, tuve
conocimiento de Bob Adamson. Como no
quería perder la oportunidad de conocer a
un auténtico maestro (habiendo perdido la
oportunidad de ver a Nisargadatta Maharaj
mientras estaba vivo), decidí visitar a Bob en
persona en Australia. Se pueden imaginar mi
motivación (¡o tal vez la desesperación!) en
ir a Australia con la remota posibilidad de
que él fuera capaz de aclarar mis dudas y pre-
guntas.
'SAILOR' BOB ADAMSON
Lo que he descubierto es que la com-
prensión de nuestra verdadera naturaleza
casi nunca viene de la lectura de libros o de
pensar en ello. Los mejores libros son princi-
palmente los registros de diálogos que tuvie-
ron lugar entre un buscador y un maestro en
algún momento en el pasado. En la lectura
de tales libros, intentamos entender una ex-
periencia que tuvo lugar en el pasado (a tra-
vés de las palabras y los conceptos de la pá-
gina). Un libro es como un mapa que apunta
a algo real que fue experimentado en un diá-
logo entre personas vivientes. Por lo general,
no tenemos una idea clara de lo que está
siendo revelado (al menos yo no) y tratamos
de resolverlo en la mente. Este es un intento
noble, pero como Bob Adamson señaló a los
pocos minutos de hablar con él, "La res-
puesta nunca puede ser encontrada en la
mente". La experiencia de la comprensión
espiritual y la libertad no se produce, por lo
49

que, naturalmente asumimos que no esta-


mos "ahí" (donde sea ese "ahí"). Creemos
que tiene que haber alguna técnica o camino
para llegar ahí. ¡Pero de alguna manera no
estamos muy seguros de lo que es! El resul-
tado es que la mente sigue generando la
misma vieja esclavitud y sufrimiento. Este es
un ciclo frustrante, porque intuitivamente
sentimos un rayo de luz o de verdad en las
lecturas, pero la experiencia real se nos es-
capa. La mayoría de los buscadores que he
conocido han tenido una experiencia similar.
Muchos se ven impulsados a tratar de encon-
trar un maestro viviente, con el fin de conse-
guir un poco de orientación y asistencia en el
camino espiritual. Esto fue lo que me ocurrió
a mí.
Conocí a muchos maestros, pero no fue
hasta que conocí a Bob Adamson que estuve
convencido de que estaba tratando con al-
guien que había realizado plenamente su
verdadera naturaleza. Algo cambió radical-
mente para mí, porque me encontré cara a
cara con la vitalidad, la confianza, la energía
de esa comprensión. Fue una experiencia
inolvidable y muy diferente de todo lo que
había encontrado en mis años de buscador.
El primer día después de mi llegada, tuvimos
la oportunidad de conocernos y hablar.
Cuando nos sentamos juntos, él me miró a
los ojos y me dijo a quemarropa: "¿Tienes al-
guna duda o pregunta? ¿Hay algo que nece-
sitas saber?" Fue un tanto desarmador, por-
que me di cuenta de que él estaba libre de
dudas y esencialmente me estaba ofre-
ciendo la oportunidad de tener la misma ex-
periencia en ese mismo momento. La impli-
cación, me parecía, era "La búsqueda ha ter-
minado, la lectura ha terminado. Estás aquí.
¿Estás listo a ir a por ello completamente
aquí y ahora?" Afortunadamente, no dejé
50

pasar la oportunidad. Eché a un lado mis co-


nocimientos teóricos y terminé confesando
mis verdaderas dudas, preguntas y proble-
mas.
Sorprendentemente, las cosas se aclara-
ron rápidamente. Estar cara a cara con esa
claridad —junto con mi propio deseo de ser
libre— permitió que las cosas cambiaran rá-
pidamente. La enseñanza básica es muy sim-
ple, demasiado simple. Es tan simple que la
mente la pasa por alto. Lo que no me daba
cuenta era que no tiene nada que ver con
leer, meditar, hacer algo, resolver algo,
aquietar la mente, y así sucesivamente. To-
das las técnicas están buscando en la direc-
ción equivocada. Nisargadatta Maharaj solía
decir, "La comprensión es todo". En esencia,
Bob decía, "Ahora mismo en tu experiencia
directa ve lo que es tu verdadera naturaleza.
¿Qué eres ahora? ¿Qué has sido siempre?"
La mente pensante es inútil para esto porque
ver o mirar no es una función conceptual en
absoluto. Es más como ver una manzana en
la mano. Simplemente la ves, no piensas.
Ahora mismo, mientras lees esto, tú
existes y sabes que existes. Estás, indudable-
mente, presente y consciente. Antes de que
surja el siguiente pensamiento, estás absolu-
tamente seguro de la realidad de tu propio
ser, tu propia conciencia, tu propia presen-
cia. Esta conciencia es lo que eres; es lo que
siempre has sido. Todos los pensamientos,
percepciones, sensaciones y sentimientos
aparecen dentro o sobre eso. Esta conciencia
no se mueve, cambia o se desplaza en ningún
momento. Siempre es libre y completa-
mente intacta. Sin embargo, no es una cosa
o un objeto que se pueda ver o comprender.
La mente, siendo simplemente pensamien-
tos que surgen en la conciencia, no puede
51

comprenderla o conocerla o ni siquiera pen-


sar en ella. Sin embargo, como dice Bob, no
puedes negar el hecho de tu propio ser. Es
obviamente palpable, y sin embargo, desde
el momento en que nacimos, nadie nos ha
hecho ver esto. Una vez que se ha visto
puede ser captado o comprendido muy rápi-
damente, ya que es sólo una cuestión de
darse cuenta, "¡Oh, esto es lo que yo soy!" Es
una brillante, luminosa, vacía, presencia de
conciencia; es absolutamente radiante, aun-
que sin forma; es aparentemente intangible,
pero es el hecho más sólido en tu existencia;
es aquí y ahora sin esfuerzo, siempre intacta.
Sin dar un paso, has llegado; estás en casa.
Ninguna práctica puede revelar esto porque
las prácticas están en el tiempo y en la
mente. Las prácticas tienen por objeto un re-
sultado, pero tú (como presencia-concien-
cia) ya estás aquí, sólo que no lo reconoces
hasta que se señala. Una vez visto, no se
puede perder, y no tienes que practicar el
existir, el ser. Esto es, en esencia, lo que Bob
me señaló en la primera conversación que
tuve con él
Una vez que vi esto, inmediatamente
me sentí muy claro y libre. Más tarde, algu-
nos pensamientos vinieron, algunos viejos
patrones de la personalidad, algunas viejas
definiciones de quién creía ser. Me parecía
perder la clara comprensión de mi natura-
leza como presencia-conciencia. Al día si-
guiente, hablé con Bob al respecto. Me dijo:
"Vamos a echar un vistazo. ¿Existes? ¿Eres
consciente? ¿Qué es lo que ilumina tu pen-
samiento de que se ha perdido?" Entonces
me di cuenta de que los pensamientos de su-
frimiento sólo eran conceptos que pasaban
siendo iluminados por la conciencia omni-
presente. Yo no había perdido nada en abso-
luto. ¡La conciencia de lo que somos nunca
52

es oscurecida! El sufrimiento parece real


porque no tenemos una clara comprensión
de nuestra verdadera naturaleza. En lugar de
ello, nos creemos los pensamientos que pa-
san, como "no soy bueno", "todavía no estoy
allí", "estoy atascado" o cualquiera que sea el
pensamiento. Finalmente comprendemos
que no somos esos pensamientos. Una vez
que nuestro verdadero yo es advertido, el su-
frimiento pierde su agarre.
Bob señaló que no hay una persona aquí
en absoluto. La persona que creemos que so-
mos es un concepto imaginario. Hay pensa-
mientos y sentimientos y percepciones, pero
no son un problema. Ellos sólo suben y bajan
como motas de polvo en la luz de la presen-
cia-conciencia que somos.
Lo más cerca que la mente puede llegar
a representar lo que somos es el pensa-
miento "yo soy". Pero ese pensamiento no es
lo que realmente somos. Ya sea que el pen-
samiento esté ahí o no, aún existimos. Cono-
cemos el pensamiento "yo soy". Ese pensa-
miento es el comienzo de la falsa sensación
de ser un individuo, un yo separado. Debido
a que no conocemos nada mejor, la mente
agrega otras etiquetas a este pensamiento
"yo", tales como "yo soy bueno", "yo soy
malo", "yo tengo este problema", y así suce-
sivamente. Pero esos pensamientos no tie-
nen nada que ver con nosotros, porque el
propio pensamiento "yo" en sí, la sensación
de separación, en realidad no es lo que so-
mos. Una vez que se ve la falsedad del pen-
samiento "yo", que lo que somos no es una
persona individual en absoluto, las identifica-
ciones y las ideas de toda la vida se derrum-
ban, ya que se basan en una premisa falsa.
No hay un método para superar el sufri-
miento. Es simplemente cuestión de ver que
53

el falso "yo" es una presunción, que todo el


mecanismo es un castillo de naipes concep-
tual. Entonces una vida de sufrimiento se
evapora. Como dice Bob, sin la causa (el
"yo"), ¿puede haber algún efecto (sufri-
miento psicológico y esclavitud)?
Mientras estaba sentado en su sofá en
una de sus charlas escuchándole decir "No
hay ninguna persona", de repente me di
cuenta. Miré y vi que aquí y ahora, no hay
una persona separada en absoluto. En ese
momento, todas mis dudas y la confusión se
evaporaron. Me di cuenta de que todos los
problemas y preguntas se derivan de la sen-
sación de un "yo" que se supone que hay en
el centro de mi vida. Al mirar realmente, des-
cubrí que no estaba allí en absoluto. Quince
años de meditación no pudieron lograr lo
que ocurrió en unos momentos de visión di-
recta. En este reconocimiento surgió un sen-
tido directo e inmediato de claridad y paz. In-
tuitivamente sentí que la búsqueda había
terminado. Recuerdo levantar la mano y pre-
guntar Bob, "Así que cuando te ves a ti
mismo como la conciencia omnipresente y
que el "yo" que nos imaginamos ser nosotros
mismos es en realidad inexistente, entonces
no puede haber más dudas, preguntas o pro-
blemas. ¿Es eso?" Confirmó que eso era así.
A partir de ese momento en adelante, no he
sentido ninguna dificultad o sufrimiento
grave, ni sentido el menor deseo o impulso
de buscar, meditar, o seguir algún camino es-
piritual particular. Todo el paisaje cambió y
yo intuitivamente sabía que la búsqueda ha-
bía terminado. El "yo" en el que todo se ba-
saba no estaba allí. Sin embargo, la brillante
presencia-conciencia seguía allí sin esfuerzo,
el simple hecho de nuestro propio ser.
54

Por último, Bob señaló que todas las co-


sas surgen en la conciencia y nunca existen
aparte de la conciencia. Todo es una sola sus-
tancia, todo es una sola luz; es todo eso; es
no-dualidad. No hay ningún lugar adónde ir y
nada que obtener. Todo está resuelto. Noso-
tros "vivimos, nos movemos y tenemos nues-
tro ser" en ese océano de luz y nunca, nunca
nos alejamos de eso.
Esta fue la comprensión que vino a mí,
por cortesía de Bob Adamson. Todo son pa-
labras, pero tal vez un atisbo de algo se haga
realidad.
CÓMO ESTA COMPRENSIÓN SE
DESARROLLÓ EN MÍ
La forma en que esta comprensión se
desarrolló en mí fue a través de las siguientes
revelaciones. Bob me señaló la verdad de
nuestra naturaleza como presencia-concien-
cia o vacío cognoscente. De alguna manera
esto resonó en mí. No era tanto las palabras
que yo había leído en innumerables ocasio-
nes. Era la energía o vitalidad que viene a tra-
vés de las palabras lo que era potente e im-
pactante. Sentí que él estaba diciendo no
sólo las palabras, sino también viviendo
desde esa realización. Esto permitió que la
resonancia ocurriera. Encontrarse personal-
mente con Nisargadatta Maharaj y participar
en un diálogo vivo con él probablemente se-
ría más potente que la lectura de su libro YO
SOY ESO. Había una gran diferencia entre
leer las palabras en el papel "Tú eres la con-
ciencia" y tener a un discípulo directo de
Nisargadatta Maharaj diciéndome en térmi-
nos inequívocos: "¡Tú eres la conciencia!"
Después de haber visto esto, y sentir un
cierto sentido de libertad, todavía me pare-
cía perderlo cuando surgían pensamientos
55

contradictorios. Bob señaló que esto, en


realidad, no es posible. No puedes perder tu
verdadera naturaleza, ya que es el sustrato
de cualquier pensamiento y percepción. Me
di cuenta de que nunca podemos dejar esto.
Incluso si el pensamiento "yo lo perdí" surge,
la conciencia está ahí conociendo ese pensa-
miento. Así que el pensamiento es evidente-
mente falso.
El "golpe de gracia" estaba viendo la au-
sencia de una persona. No existe tal entidad
en la máquina. Sólo hay pensamientos, expe-
riencias y objetos que surgen y desaparecen
en la conciencia. No hay nadie controlándo-
los ni nadie que sea afectado por ellos. Una
vez que esto se ve, todo sucede como antes,
pero la persona imaginada es eliminada de la
película. La película continúa, pero no hay
ninguna persona protagonizándola. Hay pen-
samientos, pero ningún pensador; acciones,
pero ningún actor; opciones, pero nadie que
decida. Básicamente, no hay diferencia con
lo de antes, excepto que la sensación de se-
paración se ha ido, junto con el sufrimiento
psicológico, la confusión y la duda que apa-
recen junto con la creencia en un "yo" sepa-
rado. No hay nadie a los controles. La vida
está aconteciendo; los pensamientos surgen;
las acciones ocurren espontáneamente. Tú,
como persona separada, no estás haciendo
ninguna de estas cosas. No eliges tus pensa-
mientos, sentimientos, sensaciones. Como
Bob dice: "Tú estás siendo vivido".
Para terminar, atando cabos sueltos, era
útil ver el hecho de que todas las experien-
cias son sólo movimientos en la conciencia.
Son como las olas que surgen y se desvane-
cen en la conciencia que somos. Todo es una
sola sustancia. Sólo hay una energía, una sus-
tancia, un sabor. Pasado, futuro, allí, aquí, yo,
56

tú, esto, aquello, y así sucesivamente, son


sólo distinciones conceptuales. Incluso los
conceptos son esa conciencia. Así que tú no
puedes ganar.
Entonces, ¿cuál es el resultado? Como el
escritor Wei Wu Wei escribió una vez: "El
único problema es que el 99,9 % de todo lo
que piensas, dices y haces es para ti mismo
— ¡y no hay nadie!" Entrar en alineación con
el verdadero estado de cosas significa que el
habitual conflicto, lucha y sufrimiento ba-
sado en la comprensión errónea se desva-
nece. La vida sigue. Es como cuando una ex-
tremidad dislocada se pone en su lugar. Difí-
cilmente se puede decir lo que pasó, pero de
repente ¡todo se siente mucho mejor! Nisar-
gadatta Maharaj dijo algo en este sentido,
"Sólo puedes decirlo en términos negativos:
no hay nada malo nunca más". Hay un reco-
nocimiento claro de que la búsqueda ha ter-
minado. Puedes leer libros o visitar maestros
espirituales, pero tienes la experiencia de
que ellos están diciendo lo que ya sabes.
En la práctica real, mientras que esta
comprensión va penetrando, el buscador es
a menudo atormentado con vestigios de du-
das, preguntas y preocupaciones, a pesar de
lo avanzada que pueda ser la comprensión
intelectual. He visto a muchos (incluido yo
mismo) capaces de conversar sobre todo
esto con la más increíble precisión y agudeza
verbal. La única prueba está en la experiencia
directa del día a día a nivel visceral, emocio-
nal. ¿Hay alguna sensación de sufrimiento,
separación, ansiedad o miedo? ¿Estoy sin-
tiendo dudas o incertidumbre metafísica?
¿Es inquebrantable el conocimiento de mi
verdadera naturaleza? Si no, la comprensión
no es completa. El mejor rumbo, me parece
a mí, es encontrar a un maestro en vida y
57

conseguir que tus dudas se resuelvan direc-


tamente. Nisargadatta Maharaj solía decir:
"Yo no estoy interesado en lo que usted ha
abandonado, sino en lo que todavía se está
aferrando". Un buen maestro puede ayudar-
nos a resolver las dudas que subsistan. En-
tonces la comprensión simplemente se
vuelve clara y firme y fuera de toda duda.
Para mí, esta comprensión fue provo-
cada por mi asociación con Bob Adamson,
quien a su vez fue realizada a través del con-
tacto con Sri Nisargadatta Maharaj en 1976.

HISTORIA
DEL DESPER-
TAR DE LEO
HARTONG
En mi caso, la ex-
periencia sucedió cuando tenía veintiún
años. Por varias razones, me encontraba en
una situación desesperada cuando, de re-
pente, toda esa abrumadora desesperación
se desvaneció. La canción "I've got a feeling"
del álbum de los Beatles “Let it be” estaba so-
nando en el aparato de música, y tocó algo
profundo dentro de mí. Un inmenso espacio
se abrió. Sería tan cierto decir que me ex-
pandí hasta abarcar la totalidad de la existen-
cia como decir que yo había desaparecido
por completo. La eternidad, que yo creía que
era un tiempo sin fin, se reveló como ausen-
cia de tiempo. Todo estaba lleno de vida, in-
cluso aquello que hasta ese momento había
considerado objetos inanimados. Toda la
existencia tenía un mismo origen y se veía
que tanto el primer día de la creación como
58

el último se encontraban presentes. El uni-


verso no era grande ni pequeño. Se revelaba
simplemente como Uno y estaba más allá de
características como tamaño, lugar y tiempo.
Mientras que, en un nivel relativo, el propó-
sito de cada cosa era servir a todas las demás
en un intrincado mosaico de perfecta armo-
nía, la totalidad de la creación mostró estar
más allá de cualquier propósito. Vi que es
simplemente tal como es: su propia causa y
su propia plenitud.
Muchas cosas que realmente me im-
portaban en el pasado dejaron de impor-
tarme. Toda la gente que yo veía desde mi
ventana parecía estar al tanto a pesar de que
fingían no saber quiénes eran en realidad. A
medida que la experiencia se desvanecía, re-
cuerdo que pensé: ¿Cómo voy a poder conti-
nuar con mi vida cotidiana fingiendo ser este
limitado personaje? ¿Cómo voy a poder ir a
trabajar y enfrentarme a esa rutina diaria de
nuevo?
Sin embargo, fui perfectamente capaz
de continuar con mi vida tal como antes
―pero me quedó la certeza de que, incluso
cuando no lo veo así, todo es tal como debe-
ría ser.
Aquí nos encontramos nuevamente con
el Hua Tou “Dejalo ser”, dado por Chan Hui
Jue a su discípula con el cual alcanzó la ilu-
minación, mismo hua tou que, sirve de tí-
tulo al álbum de “The Beatles” que contiene
la canción “I've got a feeling, con la cual, al
escucharla, Leo Harton despertó.
A continuación se proporcionan las le-
tras de las canciones I've got a feeling y Let
it be, con objeto de observar la profundidad
del pensamiento que contienen y la espiri-
tualidad que las envuelve.
..
59

I'VE GOT A FEELING


TENGO UNA SENSACIÓN
I've got a feeling, a feeling deep inside
Tengo una sensación, una sensación muy
dentro de mí.
Oh yeah, oh yeah, that's right
Oh, sí, oh, sí, es cierto.
I've got a feeling, a feeling I can't hide
Tengo una sensación, una sensación que no
pudo ocultar.
Oh no, no, oh no, oh no
Oh, no, no, oh, no, oh, no.
Yeah, I've got a feeling
Sí, tengo una sensación.

Oh please believe me I'd hate to miss the


train
Oh, por favor créeme, realmente odiaría per-
der el tren.
Oh yeah, yeah, oh yeah
Oh, sí, oh, sí.
And if you leave me I won't be late again
Y sí me dejas, no querré llegar tarde otra vez.
Oh no, oh no, oh no
Oh, no, oh, no, oh, no.
Yeah, yeah, I've got a feeling, yeah
Sí, sí, tengo una sensación, sí.
I got a feeling
Tengo una sensación.

All these years I've been wandering around


Todos estos años me la he pasado pregun-
tándome,
Wondering how come nobody told me
preguntándome cómo nadie pudo decirme
All that I've been looking for was somebody
que lo único que buscaba era la compañía de
alguien
Who looked like you
60

que se parezca a ti.

I've got a feeling that keeps me on my toes


Tengo una sensación que me mantiene con
los pies en la tierra,
Oh yeah, oh yeah
oh, sí, oh, sí.
I've got a feeling I think that everybody
knows
Tengo una sensación, creo que todos lo sa-
ben.
Oh yeah, oh yeah, oh yeah
Oh, sí, oh, sí, oh, sí...
Yeah, yeah I've got a feeling, yeah, yeah
Sí, sí, tengo una sensación, sí, sí.

Everybody had a hard year


Todos tenemos un año difícil,
Everybody had a good time
todos pasamos algún buen momento,
Everybody had a wet dream
todos hemos tenido sueños húmedos,
Everybody saw the sunshine
todos hemos visto una puesta de sol.
Oh yeah, oh yeah, oh yeah
Oh, sí, oh, sí, oh, sí.

Everybody had a good year


Todos hemos tenido algún buen año,
Everybody let their hair down
todos nos hemos dejado crecer el cabello,
Everybody pulled their socks up
todos hemos puesto nuestros calcetines,
Everybody put their foot down
todos hemos puesto nuestros pies en el
suelo.
Oh yeah
Oh, sí.

(I've got a feeling)


(Tengo una sensación...)
61

Everybody had a good year


Todos hemos tenido algún buen año
(A feeling deep inside)
(una sensación muy dentro de mí),
Everybody had a hard time
todos hemos tenido algún mal momento
(Oh yeah)
(Oh, sí),
Everybody had a wet dream
todos hemos tenido sueños húmedos
(Oh yeah)
(Oh, sí)
Everybody saw the sunshine
todos hemos visto una puesta de sol.

(I've got a feeling)


(Tengo una sensación)
Everybody had a good year
Todos tenemos algún buen año
(A feeling I can't hide)
(una sensación muy dentro de mí)
Everybody let their hair down
todos nos hemos dejado crecer el cabello
(Oh no)
(Oh, no)
Everybody pulled their socks up
todos hemos dejado nuestros calcetines
(Oh no no)
(oh, no, no)
Everybody put their foot down, oh yeah
todos hemos puesto nuestros pies en el
suelo, oh, sí.

I've got a feeling


Tengo una sensación...
I got a feeling
Tengo una sensación...
Oh yeah
Oh, sí.
I got a feeling, yeah
Tengo una sensación...
62

Oh my soul, so odd
Oh, mi alma, tan extraña...

LET IT BE
DÉJALO SER
When I find myself in times of trouble
Cuando me encuentro en tiempos de prob-
lemas
Mother Mary comes to me
La Madre María viene hacia mi
Speaking words of Wisdom, let it be.
Diciendo palabras sabias, déjalo ser
And in my hour of darkness
Y, en mis horas de oscuridad
She is standing right in front of me
Ella está parada justo en frente de mí
Speaking words of wisdom, let it be.
Diciendo palabras sabias, déjalo ser
Let it be, let it be.
Déjalo ser, déjalo ser
Whisper words of wisdom, let it be.
Susurra palabras sabias, déjalo ser

And when the broken hearted people


Y cuando la gente afligida
Living in the world agree
Que vive en el mundo esté de acuerdo
There will be an answer, let it be.
Habrá una respuesta, déjalo ser
For though they may be parted there is
Y aunque ellos puedan ser separados hay
Still a chance that they will see
Aún una oportunidad de que puedan ver
There will be answer, let it be.
Habrá una respuesta, déjalo ser
63

Let it be, let it be. Yeah


Déjalo ser, déjalo ser
There will be an answer, let it be.
Habrá una respuesta, déjalo ser

And when the night is cloudy,


Y cuando la noche está oscura
There is still a light that shines on me,
Hay aún una luz que brilla en mí
Shine on until tomorrow, let it be.
Brilla hasta mañana, déjalo ser
I wake up to the sound of music
Me despierto con el sonido de la música
Mother Mary come to me
La Madre María viene hacia mi
Speaking words of wisdom, let it be.
Diciendo palabras sabias, déjalo ser
Let it be, let it be,
Déjalo ser, déjalo ser
Whisper words of wisdom, let it be.
Susurra palabras sabias, déjalo ser

HISTORIA DEL DESPERTAR DE


LISA CAIRNS
Esta es la historia del despertar de
Lisa Cairns, contada .
No elegí conscientemente convertirme
en una buscadora espiritual. En cierto modo
era inevitable; de
otra forma, proba-
blemente hubiese
muerto joven por la
bulimia. Pero en
realidad no fue ese el
verdadero motivo; lo
que realmente me
64

llevó hasta ahí fue el cuestionarme: "¿POR


QUÉ? ¿Por qué ESTO?". Aún era una adoles-
cente y básicamente TENÍA que encontrar
respuestas; de ningún modo esa gran in-
quietud habría quedado satisfecha con el
matrimonio o los hijos; ni siquiera progre-
sando y compitiendo a codazos con todos.
Tenía que saber POR QUÉ.
Durante diez años me sentí como si me
hubieran despojado de todo lo que creía sa-
ber, como si estuviese sentada permanente-
mente en el borde del trampolín. No sé
cómo o por qué sucedió así; simplemente
sucedió. En algunos momentos era muy do-
loroso físicamente. Todo se estaba per-
diendo y todo se cuestionaba; en ocasiones
era muy excitante. Hubo lecturas de libros,
asistencia a conferencias, experimentación
con prácticas extrañas y vivir con personas
prácticamente libres de ego. Y también
hubo drogas, sexo, alcohol, ir a comer, ir al
baño a hacer de vientre; vida, simplemente
vida, cambiando constantemente.
Nunca llegué a saber cuál era el camino
adecuado. Siempre tenía dudas. Jamás creí
que el camino a la libertad fuera precisa-
mente así. Sucedió sin que supiera que es-
taba sucediendo.
Luego, un día, después de muchas expe-
riencias y muchos despertares, todo cam-
bió. No es algo que tuviera sentido inmedia-
tamente; no hizo clic de repente y se pro-
dujo un entendimiento.
Había solamente AMOR. Por todas par-
tes, una intimidad sin límites con todo, pero
no para Lisa... Lo era todo.
Un día estaba dentro de mi cuerpo, rela-
cionándome con el mundo a través del
tiempo y de un "yo", y al día siguiente todo
65

eso había desaparecido y lo que había


era todo. La Vida ya no era propiedad de
Lisa, ni estaba contenida dentro de un
cuerpo; no se correspondía con ninguna his-
toria en el tiempo, con ninguna descripción
que pudiera hacerse con palabras ni con
ningún cuerpo moviéndose por el mundo.
Era todas las cosas y ninguna cosa. Algo
completamente pasmoso e inverosímil.
No era cognoscible.
Y tampoco se trataba de un estado final;
en esta extraña realidad en la que el mundo
parece experimentarse a través de un
cuerpo, dicho cuerpo está siempre cam-
biando y desarrollándose, de modo que el
cambio, el crecimiento y el aprendizaje aún
continúan. No me veo a mi misma como li-
berada o no liberada, ahí o no ahí, completa
o no completa; no sé dónde estoy. No hay
manera de juzgarme a mí misma.
De modo que ahora lo que surge es ha-
blar y escribir sobre esto, pero sin saber en
absoluto qué camino o qué pasos pueden
conducir A esto. Ahora todo parece un
sueño ―yo, mi vida, el vivir en el tiempo―,
un sueño que no lleva a ninguna parte.
Hablar y escuchar es lo que está suce-
diendo, pero esto de lo que se habla, o de lo
que se escribe, no es conocido por ningún
alguien. No se puede tan siquiera saber que
Lisa lo perdió todo. ¡Qué broma cósmica!
Y entonces, nos reímos.
FIN DE LAS HISTORIAS

66


67
68

También podría gustarte