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Debe de ser porque los filósofos somos generalistas, nos gusta saber
de todo (en la medida de lo posible), y qué mejor forma de aprender
que obligarse a estudiar en vistas a una titulación. Más adelante me di
cuenta de que también se puede estudiar para luego escribir, y eso es
lo que estoy haciendo en los últimos años.
Sin duda, Hofmann ha sido una de las personas que más ha influido
tanto en su época como en la nuestra. La existencia de la LSD es un
hito importantísimo en la historia de la humanidad. Que una sustancia
que se mide en microgramos ejerza un efecto tan potente sobre la
mente es algo casi milagroso. En cuanto a su repercusión, por
ejemplo, la figura de Timothy Leary no habría sido tan famosa sin la
LSD: se habría limitado a sus experiencias con la psilocibina. No
habrían aparecido todos los movimientos relacionados con la
psiquedelia, sobre todo en la década de los sesenta, como hemos
dicho. El de Hofmann es un claro ejemplo de obra que se «come» a su
autor; casi todo el mundo sabe lo que es la LSD, pero la gente ajena al
ámbito de la psiquedelia no conoce la figura de Hofmann, no les
«suena». Ese hecho también influyó en la decisión de escribir el libro
al que te refieres, para que Hofmann fuera más conocido. No sé si lo
habré conseguido, pero el libro está ahí para todo el que quiera leerlo
y aprender sobre su vida y su obra.
Por una parte excluí de las que iba a tratar las que ya aparecen
en Drogas inteligentes, y por otra elaboré una lista de posibles
haciendo una búsqueda exhaustiva en internet, seguida de la
eliminación de las imposibles de conseguir. Conocía previamente la
mayoría, pero no todas, y me dispuse a hacer autoensayos con ellas
antes de buscar artículos científicos para tener material fiable que
añadir a mi propia experiencia. Fue un proceso muy instructivo y tuve
la suerte de que ninguna me produjera una mala reacción.
Shulgin creaba sustancias movido por una causa altruista: quería legar
a la posteridad todas las drogas que pudieran ser útiles en la búsqueda
del yo interior, para tener una mejor relación con los demás, para
contemplar la maravilla que constituye el universo, y también para
potenciar el rendimiento intelectual. Aún no he emprendido la tarea de
coger los listados de sustancias de PIHKAL y TIHKAL, autoensayar
con ellas y comprobar cuáles mejoran la cognición sin ningún otro
efecto (al menos desagradable), pero estoy seguro de que algunas de
ellas podrían considerarse nootrópicos.
Creo que cualquier persona que utilice su cerebro para alguna tarea
relacionada con su trabajo o su tiempo libre debería informarse bien
sobre los nootrópicos o drogas inteligentes que tiene a su disposición
y que no le van a causar efectos secundarios. Implica algo de labor,
ciertamente, porque primero hay que leer y después hay que
experimentar en uno mismo, pero los resultados merecen la pena. El
hecho de que haya alguna pastillita que tomada dos veces al día
mejora nuestras facultades cognitivas (en todos los sentidos) me
parece maravilloso, y me dan pena quienes no las conocen, ya sea
porque nunca han oído hablar de los nootrópicos, o bien porque se
niegan a tomarlas por cualquier motivo. No disponemos aún de la
píldora de la completa iluminación, pero un buen régimen de drogas
inteligentes puede cambiarnos, dejar de ser solo aspirantes a
intelectuales y conseguir más fácil y plenamente nuestros objetivos.
Podemos aumentar la velocidad de lectura, mejorar nuestra
comprensión de lo que leemos, dibujar y pintar mejor, escribir con
más fluidez y mejor estilo, etc. ¿Qué más se puede pedir a unas
sustancias que lo más seguro es que no tengan efectos secundarios en
nosotros?