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Buenos Aires y la Confederación (1852-1861)

Luego de la Batalla de Caseros, Urquiza abordó la tarea de organizar el país,


convocando en primera instancia a una reunión de gobernadores, que en mayo de 1852
firmaron el Acuerdo de San Nicolás, que establecía los siguientes puntos:

● El Pacto Federal de 1831 sería la ley fundamental de la Confederación hasta que se


sancionara una constitución.
● Se convocaría a un Congreso Constituyente para sancionar una Constitución que
organizara el país.
● En este Congreso Constituyente cada provincia estaría representada por dos
diputados.
● La libre navegación de los ríos.
● Urquiza es designado Director Supremo de la Confederación.

En Buenos Aires este acuerdo fue rechazado por amplios sectores, que temían que
la provincia quedará subordinada al interior y perdiera su posición privilegiada. La legislatura
porteña no ratificó el acuerdo, y se enfrentó a Urquiza. En septiembre de 1852 estalló una
rebelión contra el acuerdo y contra Urquiza, que condujo a la secesión del estado de
Buenos Aires de la Confederación, quedando ambos estados separados.

Justo José de Urquiza


En noviembre de 1852 se iniciaron las sesiones del Congreso Constituyente en
Santa Fé, sin representantes de Buenos Aires, y en abril de 1853 se sancionó una
Constitución de carácter liberal que establecía la forma de gobierno representativa,
republicana y federal, reconocía los derechos civiles a los habitantes del país y establecía la
división de poderes. En 1853 Urquiza fue designado presidente de la Confederación
Argentina, que estableció su capital en la ciudad de Paraná.
A causa de la separación de Buenos Aires, la Confederación debió enfrentar
numerosos inconvenientes y atravesó en esos años dificultades financieras graves. Urquiza
intentó recurrir a un préstamo británico pero éste no fue concedido, y al no contar con las
rentas de la aduana de Buenos Aires, careció de los recursos necesarios para consolidar
las instituciones del gobierno central. Esto se agravó a causa de los escasos aportes que
realizaban el resto de las provincias a las arcas del estado central. En este contexto,
Urquiza intentó atraer el comercio exterior hacia los puertos de la Confederación, a través
de la Ley de Derechos Diferenciales, que establecía aranceles e impuestos más bajos
para las mercancías extranjeras que ingresaran a la Confederación por sus puertos
directamente (sin pasar por el puerto de Buenos Aires). Esta iniciativa no tuvo el éxito
esperado, y los buques extranjeros siguieron optando mayoritariamente por descargar sus
mercancías en el puerto de Buenos Aires.
Mientras la Confederación atravesaba estas dificultades, la provincia de Buenos
Aires, organizada como estado independiente, experimentó un período de prosperidad
económica y de modernización, gracias a que controlaba la totalidad de los recursos de la
aduana. En este período se pavimentaron calles, se inauguró el primer ferrocarril y se
construyó el primer teatro Colón. El contraste entre la prosperidad porteña y las penurias
económicas de la Confederación resultó clave para agravar las tensiones entre ambos
estados. Estas tensiones condujeron, en 1859, a un nuevo enfrentamiento militar, que se
produjo cuando las tropas confederales (dirigidas por Urquiza) penetraron en territorio
bonaerense, enfrentándose con las tropas bonaerenses conducidas por Bartolomé Mitre en
la Batalla de Cepeda. En ella resultaron vencedoras las tropas confederales, y Urquiza
impuso a Buenos Aires la incorporación en la Confederación, que se acordó en el Pacto de
San José de Flores. Buenos Aires continuó controlando la aduana, pero debió pagar un
canon mensual a la confederación, y rechazó convertirse en la capital del nuevo estado,
procurando mantener cierta autonomía política.
La victoria de Urquiza, sin embargo, fue temporal, dado que amplios sectores
políticos en Buenos Aires se resistían a un proceso de unificación nacional conducido por
las provincias, en un esquema en el que Buenos Aires debía subordinarse a sus intereses.
Mitre, partidario de la unidad nacional pero bajo la conducción de Buenos Aires, promovió
rebeliones contra Urquiza en el interior del país. Estas tensiones condujeron a un nuevo
enfrentamiento entre Buenos Aires y el resto de las provincias, que se concretó en la
Batalla de Pavón, en septiembre de 1861. En este caso, el triunfo correspondió a Buenos
Aires, ya que Urquiza se retiró del campo de batalla luego de las primeras acciones, y sin
que la situación estuviera militarmente definida.
La victoria de Mitre en Pavón implicó que el proceso de unificación del país y de
organización del estado se realizaría bajo la conducción de Buenos Aires, subordinándose
las provincias del interior a los intereses de ésta.

Formación del Estado Argentino 1862- 1880

En el período que transcurre entre los años 1862 y 1880 se sientan las bases para la
formación y consolidación del estado argentino. 3 presidentes gobernaron el país en esta
etapa, Bartolomé Mitre (1862-1868) Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás
Avellaneda (1874-1880). Estos presidentes actuaron con una serie de objetivos en común
lograron avances importantes en la consolidación del estado argentino y en la inserción de
la economía argentina en la economía mundial.

Para consolidar el proceso de organización del país bajo la conducción de Bs As.,


Mitre y la dirigencia porteña propiciaron el establecimiento de alianzas con elites del
interior (vinculadas a actividades económicas en expansión gracias al ingreso de sus
productos en el mercado porteño). Este acercamiento se expresó a nivel político con la
formación de un partido de alcance nacional, el Partido Autonomista Nacional (PAN), que
se constituyó en el partido con más peso político hasta 1916.
Más allá de los acuerdos y las alianzas, Mitre recurrió también al uso de la fuerza
militar para intervenir sobre situaciones políticas provinciales opuestas al proceso de
consolidación del estado central que se estaba desarrollando, desplazando del poder a
algunos gobernadores y reemplazandolos por otros más afines a la política del gobierno
central.
Por otra parte, se produjo la derrota de los últimos caudillos federales, que se
levantaron contra el estado nacional en defensa de las autonomías provinciales y contra el
proyecto hegemónico porteño. Estos levantamientos representaron las últimas resistencias
al proceso de organización del estado nacional bajo la dirección de Buenos Aires. Estos
caudillos operaron en diversas provincias y fueron derrotados militarmente por el ejército
argentino, que había logrado una clara superioridad técnica frente a las “montoneras”
federales. Fueron 3 los levantamientos principales, y estuvieron conducidos por:
Angel Vicente “el chacho” Peñaloza (La Rioja, Catamarca, San Luis).
Felipe Varela (San Juan, Mendoza).
Ricardo López Jordán (Entre Ríos).

En el proceso de consolidación del estado nacional, fue fundamental la formación


de un Ejército Nacional, en tanto una de las principales atribuciones del estado se vincula
con el monopolio de la fuerza (lo que significa que únicamente el estado puede hacer uso
de las armas en el territorio nacional). En 1864 Mitre avanzó hacia la organización del
ejército nacional reuniendo las fuerzas militares porteñas con las de la confederación bajo
una misma conducción y distribuyendo cuerpos militares por todo el país. De esta forma,
tendieron a desaparecer las milicias provinciales.

Se avanzó, asimismo, hacia el establecimiento de un ordenamiento jurídico


moderno, con la redacción y sanción de una serie de códigos que contribuyeron a dar un
marco legal moderno a la vida económica y social argentina. En esta etapa entraron en
vigencia el Código Civil, el Código Penal, el de Comercio y el de Minería.

La capitalización de Buenos Aires

Las cuestiones de la capital del estado y de la aduana porteña resultaron


problemas de difícil solución. Luego de la asunción de Mitre como presidente de la república
se sancionó una ley, denominada Ley de Compromiso, en 1862, que establecía que las
autoridades del estado nacional residirían en la ciudad de Buenos Aires en condición de
huéspedes hasta tanto se estableciera una capital permanente para el país. Esto implicaba
que la provincia de Buenos Aires no cedía territorios para que se estableciera la capital en
la ciudad de Buenos Aires, y tampoco cedía las rentas de la aduana porteña al estado
nacional. Los sectores dominantes porteños se oponían a la cesión de parte de su territorio
y de la aduana y sus recursos, pero la consolidación de las autoridades nacionales debilitó
su posición y no pudieron evitar la imposición de la nacionalización de las aduanas
exteriores (incluida la del puerto de Buenos Aires) y la sanción de la ley Capitalización y
federalización de Buenos Aires. Ambas medidas fueron tomadas en 1880. Implicaban que
la provincia de Buenos Aires perdía el control sobre la ciudad de Buenos Aires, que pasaba
a ser la capital del país y a estar bajo el control del estado nacional, y que el control de los
recursos de la aduana porteña pasaban al gobierno nacional. La resistencia de sectores
autonomistas (representada por el levantamiento de Carlos Tejedor en 1880) fue vencida
militarmente.
El control del territorio

En esta etapa el estado argentino avanzó hacia la unidad territorial y el control


efectivo de los territorios que se encontraban bajo su autoridad. El principal obstáculo para
ello se vinculaba con el control de amplios territorios (Chaco y Formosa en el norte y la
Pampa y la Patagonia al sur) por parte de comunidades indígenas.
Durante el gobierno de Avellaneda se realizó un abordaje fundamentalmente
defensivo de la cuestión, que se proponía la construcción de una línea de fortines y de una
zanja (para evitar el robo de ganado) para fortalecer la frontera y contener los malones e
incursiones indígenas. Este esquema fue propuesto por Adolfo Alsina, entonces Ministro de
Guerra, y pasó a la historia como el “Plan de Alsina”..

En 1877 se produjo el fallecimiento de Alsina, que fue reemplazado en el Ministerio


de Guerra por Julio Argentino Roca, que modificó la estrategia a aplicar frente al “problema
indígena”, imponiendo una de carácter ofensivo, que no buscaba mejorar las defensas
contra las incursiones indígenas en territorio blanco, sino que se proponía desplazar a las
comunidades de sus territorios definitivamente, a través de la realización de una campaña
militar ofensiva. Esta campaña se conoce como la “Campaña del Desierto”, y sus
principales objetivos fueron:
● lograr el control estatal de territorios en manos de las comunidades indígenas.
● incorporar amplias superficies de tierra a la producción agropecuaria.
La campaña se inició en 1878 y contó, en una primera etapa, con la conducción
directa de Roca. El ejército argentino atacó las poblaciones indígenas de la Pampa y la
Patagonia. Estas comunidades, en inferioridad de condiciones militares, perdieron parte de
su población en la campaña (se calculan en alrededor de 1300 los indígenas muertos
durante la ofensiva, y 15.000 los hechos prisioneros). Los sobrevivientes de las campañas
debieron trasladarse hacia tierras poco productivas.
Una de las consecuencias más destacables de la campaña (más allá del control
estatal de los territorios ganados a los indígenas) fue la consolidación de la gran
propiedad. Esto se produjo porque las tierras conquistadas fueron puestas a la venta poco
después de la campaña y fueron adquiridas por un limitado número de familias,
contribuyendo a profundizar el proceso de concentración de la propiedad de la tierra.

Desarrollo del Modelo Agroexportador

En el marco de la formación y consolidación del estado argentino, los sucesivos


gobiernos operaron para profundizar el vínculo existente entre la economía argentina y el
mercado mundial, propiciando la inserción de la Argentina en el mercado mundial. Se
desarrolló entonces el denominado Modelo Económico Agroexportador, centrado en la
producción de bienes agropecuarios (lana, cereales, carnes) destinados al mercado exterior.
Argentina se integraba así en la División Internacional del Trabajo (especialización
productiva en el mercado mundial) como país periférico (productor y exportador de materias
primas y alimentos), que respondía a la demanda de los países centrales (economías
industrializadas que producían y exportaban bienes manufacturados).
El desarrollo de este modelo económico implicó también:
● la participación de capitales extranjeros, que contribuyeron a generar las condiciones
necesarias para el desarrollo de las actividades agropecuarias, a través de
préstamos o de inversiones directas (ferrocarriles, bancos, frigoríficos)
● el fomento de la inmigración desde el estado para terminar con la relativa escasez
de mano de obra.
● la intervención del estado, para mejorar las condiciones de transporte y las
comunicaciones.
● la consolidación del poder económico y político de los grandes terratenientes del
área pampeana.
● un desarrollo desigual del país, en tanto la actividad económica más próspera tendió
a concentrarse en la región de la pampa húmeda. Otras regiones, no conectadas al
mercado externo evidenciaron un crecimiento mucho menor.

Este modelo tuvo su etapa de máximo desarrollo entre 1880 y 1916, y significó un
crecimiento económico muy importante para el país, pero contaba con una debilidad
estructural, que se vincula a su vulnerabilidad frente al mercado externo. Si las cantidades
demandadas desde las economías centrales disminuyeran, esto afectaría negativamente a
la Argentina, que dependía de esa demanda. Asimismo, las variaciones de precios de los
principales productos de exportación argentinos en el mercado mundial dejaban expuesta la
dependencia de la economía argentina frente a la economía mundial.

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