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TEMA 6: Revolución liberal en el reinado de Isabel II (1833-1868)

Carlismo y guerra civil. Construcción y evolución


del Estado liberal.

1. INTRODUCCIÓN

2. LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1840)

3. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL

3.1. La Regencia de María Cristina (1833-1840)

3.2. La Regencia de Espartero (1840-1843)

3.3. El reinado de Isabel II en mayoría de edad (1843-1868)

3.3.1. La década moderada (1844-1854)

3.3.2. El Bienio Progresista (1854-1856)

3.3.3. La Unión Liberal y el breve regreso del Partido Moderado (1856-1863)

3.3.4. La crisis del reinado de Isabel II (1863-1868)

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1. INTRODUCCIÓN

En el periodo que transcurre entre 1833 y 1868 se implantó el liberalismo en España, al


igual que ocurrió en gran parte de Europa occidental. Durante esta etapa se transformó la
estructura del Estado, pasando de la monarquía absoluta a una monarquía constitucional y
parlamentaria, de la sociedad estamental a la sociedad de clases, de la economía dirigida
(mercantilismo) a la economía de mercado (capitalismo), de la manufactura a la fábrica…
Asimismo, una nueva clase dirigente, la alta burguesía (surgida de la alianza entre la vieja
nobleza terrateniente y la burguesía financiera), controló, mediante el sufragio censitario, el
sistema político, y estableció un orden jurídico que hizo posible el desarrollo del
capitalismo.

Por lo tanto, en 1833 se inició un proceso de cambio en España que supuso la


implantación definitiva del Estado liberal. Moderados, unionistas, progresistas, y
demócratas lucharon para imponer su propio modelo, pero durante el reinado de Isabel II
fueron los moderados quienes marcaron de forma decisiva el sistema liberal español. Más
tarde, en 1868 tuvo lugar una revolución que intentó democratizar el sistema y que se
plasmaría en la Constitución de 1869 y en la I República, pero las reformas introducidas
provocaron una gran conflictividad social que acabó frustrando la experiencia republicana.

Una muestra de la complejidad política de esta época es que se elaboraron cuatro


constituciones y hubo continuos pronunciamientos militares, distinguiéndose varias etapas:

- La regencia de María Cristina (1833-1840)


- La regencia de Espartero (1840-1843)
- El reinado de Isabel II en mayoría de edad (1843-1868)
o La Década Moderada (1844-1854)
o El Bienio Progresista (1854-1856)
o El segundo período Moderado (1856-1868).

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2. LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1840)

En 1830, estaba en vigor en España la conocida erróneamente como Ley Sálica (en
realidad Ley de Sucesión Fundamental) impuesta hacía más de un siglo por Felipe V,
según dicha ley las mujeres no podían reinar mientras hubiera herederos varones en la
línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos). En ese momento el rey Fernando VII
estaba casado en cuartas nupcias, y era ya muy mayor cuando su mujer quedó por fin
embarazada, por lo que decidió publicar la Pragmática Sanción, a partir de la cual
derogaba la “Ley de Sucesión Fundamental”, por si finalmente nacía una niña que ésta sí
pudiera reinar. Este conflicto legal tenía un evidente alcance político, ya que excluía del
trono al hermano del rey, el ultrarrealista Carlos María Isidro y significaba la victoria de los
círculos liberales moderados encubiertos de la Corte.

En septiembre de 1833 moría Fernando VII, y su viuda, María Cristina de Borbón-Dos


Sicilias, heredaba, en nombre de su hija Isabel (que tenía 3 años por entonces), la corona
de España. Pero el trono español también lo reclamaba para sí mismo el hermano del rey,
Carlos María Isidro, que estaba apoyado por los últimos defensores del Antiguo Régimen,
los carlistas, quienes llevaban varios meses preparando una sublevación militar.

Así, al morir el rey Fernando VII en 1833, comenzó en España una guerra civil entre los
absolutistas y tradicionalistas, (partidarios de Carlos María Isidro, hermano de Fernando
VII), contra los liberales (defensores de la reina Isabel II, hija de Fernando VII). Por lo tanto,
se puede considerar este conflicto como un verdadero enfrentamiento ideológico en el que
los ultraconservadores luchan contra la revolución liberal.

Esta guerra, conocida con el nombre de “Carlista” se prolongaría durante 7 años, y fue
una guerra muy localizada geográficamente, ya que su escenario principal fue el País
Vasco, Navarra y algunas zonas montañosas de Aragón y Cataluña.

El bando carlista era partidario del Antiguo Régimen, la patria, el poder religioso y la
defensa de los Fueros (lo que atrajo a navarros y vascos). Su lema era “Dios, Patria y
Fuero”. En el interior de la Península, el carlismo contó con el apoyo de la población
campesina rural (influenciados por los sermones de sus párrocos), así como parte de la
pequeña nobleza agraria (desconfiaban de los nuevos impuestos estatales y de la reforma
agraria liberal que podía expulsarles de sus tierras), y parte del bajo clero, afectado por las
desamortizaciones. En el exterior, Rusia, Austria y Prusia apoyaron la causa carlista.

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El bando isabelino contó al comienzo del enfrentamiento con el apoyo de una parte de
la alta nobleza y del funcionariado, así como parte de la jerarquía eclesiástica, pero debido
a la evolución de la guerra, la regente María Cristina (madre de Isabel II) se vio obligada a
pactar también con los liberales, ofreciéndoles medidas reformistas, recibiendo entonces el
apoyo de los burgueses, profesionales liberales, parte del clero secular y sectores
populares como el proletariado urbano. El objetivo final de los liberales era eliminar el
sistema del Antiguo Régimen e implantar un sistema político liberal. Asimismo, en el
exterior, Francia e Inglaterra apoyaron al bando isabelino.

La Primera Guerra Carlista duraría siete años (1833-1840). La forma de lucha utilizada
por los carlistas fue la guerrilla, afianzando en un primer momento la sublevación en el
País Vasco y Navarra. La toma de las ciudades vascas era la obsesión de los líderes
carlistas, pero el ataque a Bilbao fracasó (defendida por el liberal Espartero), y terminó
con la muerte del general carlista Zumalacárregui. Así, en 1836, después de la batalla de
Luchana, Espartero, general isabelino, levantó el asedio a Bilbao.

El último periodo de la guerra (1837-1839) estuvo marcado por la división ideológica del
carlismo entre transaccionistas, que querían pactar con los liberales el final de la guerra, e
intransigentes, más cercanos a Carlos Maria Isidro y que querían continuar la guerra hasta
el final. Finalmente, los transaccionistas, dirigidos por el general Maroto, firmaron con el
general liberal Espartero el Convenio de Vergara (1839), que puso fin a la guerra. En
este acuerdo, los liberales reconocían los fueros del País Vasco y Navarra, y los carlistas
aceptaban a Isabel II como reina. Carlos María Isidro se exilió y los militares carlistas
tuvieron la posibilidad de retirarse o incorporarse al ejército isabelino. Así, la Primera
Guerra Carlista tuvo como consecuencias el establecimiento de un régimen liberal en
España y la importancia de los militares en la vida política española en los siguientes años.

No obstante, este no fue el fin del carlismo, ya que el conflicto se repetiría dos veces
más, aunque con menores dimensiones, entre 1846-1849 y 1872-1876.

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3. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL

Al mismo tiempo que se desarrollaba la Primera Guerra Carlista, se iniciaba en España


la construcción del estado liberal bajo el reinado de Isabel II. Fue un período de gran
inestabilidad, en el que se sucederían hasta cuatro constituciones y en el que se
enfrentarían dos grandes partidos liberales en lucha por el poder: el moderado (integrado
por absolutistas moderados y liberales moderados o doceañistas) y el progresista (formado
por los anteriores exaltados). Ambos bandos protagonizarían durante estos años
constantes pronunciamientos militares (golpes de estado).

Las diferencias fundamentales entre ellos radicaban en que los moderados estaban
principalmente formados por la alta burguesía, partes de la nobleza, alto clero, jerarquía
militar. Tenían una ideología conservadora, eran partidarios de un sufragio censitario muy
restringido, bicameralismo y soberanía compartida entre las cortes y el rey, derechos
individuales limitados, amplios poderes del monarca, confesionalidad católica del Estado y
política económica proteccionista, y defensa de la Guardia Civil.

Mientras que los progresistas estaban formados por las clases medias (pequeña y
mediana burguesía, oficiales militares y contaron con el apoyo en un primer momento de
las clases populares urbanas. Tenían una ideología progresista reformista, defendían un
sufragio menos restringido, unicameralismo y soberanía nacional, amplios derechos
individuales, limitación del poder de la Corona, limitación de la influencia de la Iglesia
Católica, política económica librecambista y defensa de la Milicia Nacional.

(En esta época del primer liberalismo, la cámara baja (actual congreso de los
diputados) responde a la lógica representativa del nuevo Estado (representación limitada
por el sufragio censitario, representación protagonizada por las clases burguesas). Junto a
ella, la cámara alta (actual senado) albergará a los sectores aristocráticos y nobiliarios de
la sociedad. Esta segunda cámara no tiene carácter representativo, puesto que se
pertenece a la misma por derecho de sangre (hereditario) o por designación del rey.)

3.1. La Regencia de María Cristina (1833-1840)

A la muerte del rey Fernando VII, su hija Isabel tenía apenas 3 años de edad, por lo
que su madre, la reina María Cristina, se convirtió en reina Regente, sucediéndose varias
etapas políticas durante su regencia:

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 En una primera etapa, la reina regente María Cristina nombró presidente del gobierno
a Cea Bermúdez, absolutista moderado (defensor del Despotismo Ilustrado) y, por
tanto, partidario del inmovilismo político. En este período sólo se realizaron algunas
reformas administrativas, como la división provincial de Javier de Burgos (1833). Ante
esta situación, los liberales empezaron a exigir auténticas reformas políticas como la
convocatoria de Cortes y una reforma constitucional.

 Comenzaría ahora una segunda etapa cuando, la reina regente María Cristina, tuvo
que ceder a las presiones liberales, debido en gran parte a los problemas que le
estaba planteando la guerra contra los carlistas. Por ello, en el año 1834 fue nombrado
presidente Martínez de la Rosa, liberal moderado que inició pequeños cambios
políticos. Se promulgó el Estatuto Real, a modo de carta otorgada por la regente (no
es una Constitución, entre otras razones, porque no surge de la soberanía nacional
sino de la soberanía del rey absoluto que autolimita sus poderes por propia voluntad.
Las cartas otorgadas son muy restrictivas en cuanto a derechos y representatividad)
que establecía un sistema bicameral: Cámara alta o Estamento de Próceres, formada
por aristócratas nombrados por la reina (quien también nombraba al presidente del
gobierno), y Cámara baja o Estamento de Procuradores, elegidos por sufragio
censitario (sólo votaría el 0,15% de la población). Pero estas Cortes sólo tenían un
carácter consultivo, ya que la corona se reservaba el poder legislativo. No obstante, en
el año 1835 se produjo un movimiento revolucionario entre los grupos liberales más
radicales, que no aceptaban el Estatuto Real y exigían cambios más profundos. Ante
esta situación, agravada por la guerra carlista, la regente María Cristina se vio obligada
una vez más a hacer cambios importantes.

 Esta tercera etapa comenzaría en septiembre de 1835, cuando la reina regente María
Cristina nombró un nuevo gobierno encabezado por un liberal progresista,
Mendizábal, que se encontraba exiliado en Inglaterra desde la época del Trienio
Liberal (1820-1823). Sus objetivos prioritarios fueron: reformar el Estatuto Real, acabar
con la Guerra Carlista y mejorar la economía (tras la pérdida del comercio con las
colonias americanas). Para lograr esos objetivos creó las Diputaciones Provinciales y
propuso la desamortización de las tierras eclesiásticas (1836), consiguiendo que
fueran expropiadas. Así, ahora los bienes desamortizados de la Iglesia pasaron a ser
considerados propiedades de la nación y fueron vendidas a particulares mediante
subasta pública. Esta medida mejoró levemente la situación económica, recaudándose

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dinero para impulsar la movilización de la "Quinta de los cien mil hombres", tropas que
permitieron acabar con la guerra carlista (podía eludirse el servicio militar mediante el
pago de 4.000 reales, o de un caballo apto para la campaña y 1.000 reales). Sin
embargo, estos bienes expropiados a la Iglesia no llegaron a manos de los campesinos
ya que no pudieron pujar en la subasta pública por no contar con dinero suficiente. Por
otra parte, también se perdieron muchas obras de arte de la Iglesia al pasar ahora a
manos de particulares. Todo ello provocó que se complicaran las relaciones con la
jerarquía de la Iglesia. A esta situación, se sumó la tensión política que fue
aumentando entre los distintos grupos liberales: por un lado, los liberales moderados
(doceañistas) querían mantener el Estatuto Real, mientras que los liberales
progresistas (exaltados) pedían la convocatoria de unas Cortes constituyentes (para
redactar una nueva Constitución). Finalmente, la reina regente María Cristina, apoyó a
los liberales moderados, que eran contrarios a las medidas reformistas, y destituyó a
Mendizábal en mayo de 1836.

 En la cuarta etapa, Mendizábal fue sustituido por el liberal moderado Isturiz (mayo-
agosto 1836), esta decisión alarmó a los liberales progresistas y provocó revueltas por
toda la Península, destacando el pronunciamiento militar de un grupo de sargentos
progresistas en La Granja de San Ildefonso (Segovia) donde veraneaba la familia real.
Este Pronunciamiento de la Granja obligó a la reina regente María Cristina (solo tres
meses después) a formar un nuevo gobierno progresista, ahora con Calatrava como
presidente, y con Mendizábal como ministro de Hacienda, quienes continuaron con el
proceso desamortizador, restablecieron algunas leyes del trienio liberal (1820-1823) y
redactaron la Constitución de 1837. Con este objetivo se convocaron elecciones a
Cortes Constituyentes, en las que salieron elegidos una mayoría de diputados
progresistas (liderados por Agustín Argüelles), que serían los encargados de elaborar
la nueva Constitución, la cual, aunque seguía la senda de la Constitución de 1812, se
caracteriza por su brevedad (77 artículos). Aunque tenía un carácter progresista,
intentó acoger a las distintas ideologías liberales, por lo que en algunos aspectos fue
más moderada que la de Cádiz de 1812. Algunas de sus principales características
eran:

 Principio de soberanía nacional, aunque reconoció a la Corona un papel más


importante que la Constitución de 1812, por ejemplo, derecho de veto sobre las leyes.

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 Sistema legislativo bicameral: Senado o Cámara Alta, (que combina la elección con
los nombramientos decididos por el rey), y Congreso o Cámara Baja cuyos miembros
eran elegidos por sufragio censitario, aunque más amplio que el del Estatuto Real.
 Se recogían numerosos derechos y libertades: sufragio censitario (mayores de 25
años que pagasen una renta mínima de 200 reales, lograría votar el 4% de la
población aproximadamente), libertad de expresión, imprenta, reunión...

 Hay división de poderes. Confesionalidad del Estado (catolicismo religión oficial)


pero habría tolerancia religiosa. Y se recuperó la Milicia Nacional para contrarrestar al
ejército.

Tras aprobarse la Constitución, a finales de 1837, se convocaron nuevas elecciones que


ganarían ahora los liberales moderados, e intentaron paralizar las leyes más progresistas,
con el apoyo de la reina regente María Cristina. Además, la situación empeoró con el
proyecto de los moderados de la Ley de Ayuntamientos (1840), que recogía que los
alcaldes no serían elegidos, sino nombrados por los gobiernos. Ante estas circunstancias,
los liberales progresistas se sintieron expulsados del sistema y organizaron una
sublevación, convirtiéndose Espartero en su nuevo líder, un general que había alcanzado
gran prestigio en la Guerra Carlista. Espartero presentó un programa de gobierno en el que
la reina regente María Cristina estaba en total desacuerdo, viéndose obligada a renunciar y
a exiliarse a Francia (1840).

3.2. La Regencia de Espartero (1840-1843)

Tras el exilio de María Cristina, se formó un breve ministerio presidido por Espartero
hasta que las Cortes lo eligieron regente. No obstante, tras un pronunciamiento militar en el
País Vasco apoyado desde París por María Cristina, Espartero disolverá las Cortes y
gobernará de forma autoritaria con la colaboración de un grupo de militares afines. Debido
a este totalitarismo, durante los tres años de su gobierno, Espartero fue perdiendo
popularidad, e incluso el apoyo de los propios liberales progresistas, que se encontraban
cada vez más divididos. Además, frente a los progresistas, se organizarían
pronunciamientos de los liberales moderados, que Espartero consiguió reprimir. Por otra
parte, en el año 1842, estalló una revuelta en Barcelona provocada por la protesta de la
industria textil catalana (oposición al Tratado de Libre Comercio con Inglaterra (1841), que
abría el mercado español a los tejidos de algodón ingleses) ante la que Espartero

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reaccionó bombardeando la ciudad. Esta agresiva actuación le hizo perder apoyos entre la
clase obrera. Así, en 1843, se organizó una conspiración contra Espartero en la que
participaron, incluso, grupos progresistas. Espartero fue derrotado por las tropas del
general Narváez (liberal moderado) en Torrejón de Ardoz, por lo que tuvo que dimitir y se
exilió a Londres.

3.3. El reinado de Isabel II en mayoría de edad (1843-1868)

3.3.1. La década moderada (1844-1854)

Tras la caída de Espartero, y ante la inconveniencia de nombrar una nueva regencia, las
Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, y la proclamaron reina con solo trece
años en noviembre de 1843. Isabel II era una persona espontánea y vital, pero de escasa
formación y muy influenciada por su corte. Durante los 25 años que duró su reinado optó
por apoyar a los liberales moderados, frente al grupo liberal progresista, al que se opuso
constantemente, y el cual solo pudo acceder al poder a través de pronunciamientos
militares; continuando aún durante esta época los campesinos y el proletariado sin tener
representación en las Cortes. Asimismo, durante el reinado de Isabel II el ejército va a
estar muy presente en la política (Narváez, Espartero, Prim, O´Donnell…).

Así, tras las elecciones de 1844, donde los moderados consiguieron una amplia
mayoría, el general Narváez (liberal moderado) subió al poder, controlándolo de manera
directa o indirecta en otros gobiernos durante los siguientes diez años (hasta 1854). El
objetivo de Narváez era implantar un nuevo régimen basado en la autoridad, el orden y la
represión. Destaca su Gabinete Largo (1847-1851) que fue una “Dictadura constitucional”
ya que Narváez gobernaría por decretos (un decreto es una decisión tomada por una
autoridad y que es publicada sin que medie un consenso, es una decisión unilateral. Los
decretos pueden ser leyes o acciones que emanan del poder ejecutivo y que son
publicadas sin que el poder legislativo intervenga), ante el miedo a la extensión de la
Revolución francesa de 1848.

Durante este periodo destacaría la aprobación de la Constitución de 1845, que fue una
reforma de la Constitución de 1837 en un sentido moderado. Por tanto, sus características
se basan en la ideología del Partido Moderado, destacando:

 Soberanía compartida entre las Cortes y el Rey.

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 Dos cámaras (bicameralismo): el Congreso, elegido por sufragio censitario, y un Senado
vitalicio nombrado por la Corona.
 No hay separación de poderes.
 Sufragio muy restringido (apenas votaba el 1% de la población).
 Estado confesional: La religión católica era la única oficial del Estado.
 Ayuntamientos y Diputaciones sometidos al poder central y elegidos por el rey.
 Se suprimió la Milicia Nacional (cuerpo armado creado por los progresistas).
 Derechos individuales muy limitados: por ejemplo, se eliminó la libertad de imprenta.

Además, destacan también otras reformas políticas realizadas por los moderados
(Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Alejandro Mon…) durante esos años:

 El Concordato de 1851 con la Santa Sede (acuerdo entre el gobierno y el Vaticano), que
intentaba normalizar las relaciones con la Iglesia. Ahora, para compensar los bienes
desamortizados, el Estado financiaría el culto y el clero, y la Iglesia recuperaba el ámbito
de la enseñanza. A partir de ese momento, la Iglesia respaldaría a la reina Isabel II.
 Para aumentar los ingresos del Estado y modernizar la Hacienda se realizó una reforma
fiscal (impuestos), conocida como Ley Mon-Santillán (1845), que establecía un impuesto
directo sobre las propiedades. Pero hubo fraudes porque el gran error fue que no se
elaboró un buen catastro, esto provocó que fuera necesario recurrir a los impopulares
impuestos indirectos sobre varios artículos de primera necesidad (alimentos…)
 La reforma de la Administración provincial y municipal (1845) que reforzó el poder
central: ahora la autoridad de cada provincia se concentraría en los gobernadores civiles
y los alcaldes dependerían de ellos. Se producía así una conexión entre el poder central
y local.
 Para poner fin a la dispersión legislativa, se aprobó el Código penal de 1848 y se
elaboró un proyecto de Código Civil (1850).
 En educación se regularon los niveles de enseñanza y se elaboraron nuevos planes de
estudios.
 Se creó la Guardia Civil (1844) por parte del duque de Ahumada para el mantenimiento
del orden público y vigilancia de la propiedad privada en el medio rural, suprimiendo
además la Milicia Nacional.
 Se realizaron amplias obras públicas (construcción de ferrocarriles).

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Con todas estas medidas se consolidaba un liberalismo conservador que reformaría el
Estado en interés de las clases dominantes. Pero, por otra parte, las divisiones internas de
los moderados provocaron la inestabilidad de los gobiernos durante esa década.

3.3.2. El Bienio Progresista (1854-1856)

Tras diez años en el poder, los liberales moderados estaban muy desgastados por el
excesivo moderantismo de sus gobiernos, la corrupción interna por los negocios de
ferrocarriles, el descontento de la sociedad por la subida de precios, sobre todo del trigo, y
el intento del ministro Bravo Murillo por controlar la prensa, lo cual provocó numerosas
críticas, incluso entre algunos moderados. Esta situación provocó varios pronunciamientos
militares en 1854, primero el del liberal moderado O’Donnell en Vicálvaro (conocido como
la Vicalvarada) y, a continuación, el de Serrano en Manzanares, donde se elaboró un
manifiesto, el Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas de ideología
moderada, pero con reivindicaciones reformistas, lo que propició el apoyo de los
progresistas. Poco a poco, las agitaciones populares se extendieron y los levantamientos
moderados se convirtieron en un movimiento progresista, obligando a la reina a aceptar un
gobierno presidido por el progresista Espartero, con el militar O'Donnell como ministro.

En la labor política de este nuevo período, conocido como “Bienio Progresista”, destacó:

 Elaboración de la nueva Constitución de 1856, también conocida como “non nata”,


pues nunca llegó a entrar en vigor. Establecía medidas progresistas como la soberanía
nacional, limitación del poder real, división de poderes, alcaldes elegidos por vecinos,
restablecimiento de la Milicia Nacional, Senado elegido por sufragio, tolerancia religiosa.
 La Desamortización civil y eclesiástica de Pascual Madoz de 1855, que puso en
venta los bienes de los municipios, tratando de poner fin así a las propiedades de
“manos muertas”. Esta desamortización también puso en venta los bienes tanto del
Clero regular como del secular, y de las órdenes militares, logrando duplicar el valor de
la anterior desamortización de Mendizábal.
 La Ley de Ferrocarriles de 1855, fundamental para el posterior desarrollo económico,
que impulsaba la construcción de líneas ferroviarias, y ofrecía amplias ventajas a las
empresas que la construyeran. Todo ello atrajo a inversores franceses y británicos.
 La Ley de Sociedades Anónimas, que facilitó el funcionamiento de la banca moderna,
creando el Banco de España.
 La libertad de prensa.

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Sin embargo, todas estas reformas del Bienio Progresista no mejoraron la calidad de
vida de las clases populares. Además, un ciclo de malas cosechas sumado a una epidemia
de cólera, hizo aumentar la conflictividad social (levantamientos campesinos, motines
populares en ciudades, incendios de fincas y fábricas), surgiendo también de nuevo
sublevaciones carlistas. Todo ello desembocaría en la primera huelga general de la historia
de España, debido a la profunda crisis económica del momento. Ante esta situación,
Espartero tuvo que dimitir, y la reina Isabel II encargó un nuevo gobierno a O'Donnell.

3.3.3. La Unión Liberal y el breve regreso del Partido Moderado (1856-1863)

En 1856 comenzó un periodo dominado por la figura de O'Donnell y un nuevo partido


creado por él, la Unión Liberal: un partido de centro formado por los más radicales del
Partido moderado y los más conservadores del Partido progresista. Junto a este nuevo
partido continuaban existiendo los partidos tradicionales: el Partido Moderado (dirigido por
Narváez y González Bravo) y el Partido Progresista (con Espartero y Prim).

En una primera etapa, O'Donnell reestableció la Constitución de 1845, aunque se


añadió un acta adicional para darle un aire más progresista, y también se mantuvieron las
desamortizaciones. Pero al poco tiempo, las manipulaciones electorales rompieron la
imagen del gobierno, lo que acabó con O'Donnell y permitió a los pocos meses el regreso
al gobierno del moderado general Narváez, que desarrollaría unas políticas conservadoras.

El nuevo gobierno de Narváez reformó el Senado para incorporar a los grandes de


España (nobleza) como senadores vitalicios, e interrumpió la desamortización. Por otra
parte, en 1857, para disminuir el analfabetismo se aprobó la Ley Moyano de Educación
secularizando la enseñanza, estableciendo una educación primaria gratuita y unos planes
de estudio fijados por el Estado. Además, se potenció la industria catalana y la siderurgia
vasca y la construcción de ferrocarriles. Pero solo un año después, Narváez fue destituido
por la reina debido a cuestiones internas de palacio, volviendo O´Donnell a ser el jefe de
gobierno.

Así, entre 1858 y 1863 se produjo la vuelta al gobierno de O'Donnell, destacando por ser
un período de relativa tranquilidad (cuatro años y medio), coincidiendo con una exaltación
patriótica por la participación de España en diversos conflictos internacionales como la
expedición a la Conchinchina (para castigar una matanza de misioneros, que sólo sirvió
para ganar prestigio internacional). Por otro lado, se intervino en México, apoyando al
emperador Maximiliano; y en África, donde España entraría en guerra con Marruecos para

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proteger Ceuta, lo cual otorgó una gran autoridad al general Prim. Finalmente, estas
guerras de prestigio contentaron al ejército, crearon un clima de patriotismo y desviaron la
atención de los problemas sociales internos, que tuvieron mucha incidencia en Andalucía
(revueltas demócratas y republicanas en Utrera, el Arahal y Loja).

Pero tras varios años, el desgaste del gobierno, debido a la presión de los grupos
progresistas, obligaron a O´Donnell a dimitir, aumentando a partir de ahora la intervención
en política de la reina Isabel II y de sus colaboradores ultracatólicos, lo cual provocó una
gran inestabilidad gubernamental.

3.3.4. La crisis del reinado de Isabel II (1863-1868)

Los siguientes años, entre 1863 y 1868, se fueron alternando gobiernos moderados y
unionistas, pero el sistema se estaba agotando. Además, también se produjo una
radicalización de los progresistas y de los demócratas, aprovechando la descomposición
del régimen isabelino, y culpando a la reina de estar excluidos de la política española. Así,
los acontecimientos más destacados y que llevaron a esta situación fueron:

 El desprestigio de la corte y de la figura de la reina por su vida privada desordenada.


 Las protestas estudiantiles por la expulsión de sus cátedras de varios políticos como
Emilio Castelar.
 El intento de levantamiento militar del Cuartel de San Gil, liderado por el general Prim
(progresista).
 El fallecimiento de los grandes líderes políticos de la época de la monarquía isabelina:
O'Donnell y Narváez (1867-1868).
 Una fuerte crisis financiera, industrial y de subsistencia en 1866.

 La unidad de varios partidos políticos, incluida la Unión Liberal, en el conocido como


Pacto de Ostende (agosto de 1866) cuyo objetivo era acabar con el reinado de Isabel II
y convocar elecciones por sufragio universal para elegir a unas Cortes constituyentes
que decidieran el futuro de España. (El Pacto de Ostende fue un acuerdo firmado en la
ciudad belga de Ostende, en 1866, por el Partido Progresista y el Partido Demócrata,
con la idea de derrocar a Isabel II. En 1867 se incorporó también la Unión Liberal,
partido de centro, tras la muerte de O´Donnell).

Todas estas causas provocaron una revolución que terminó con el reinado de Isabel II.
Durante su reinado, moderados y progresistas habían protagonizado el proceso político,

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consolidando el sistema liberal-burgués en España y acabando con los últimos residuos
políticos del Antiguo Régimen. Sin embargo, los progresistas solo habían participado en
gobiernos cortos, y siempre mediante un pronunciamiento militar apoyado por la
insurrección popular. En este momento, del bando progresista comenzaron a surgir otros
grupos políticos de tendencias democrático-republicanas, que desembocarían en la
revolución democrática de 1868, conocida como “La Gloriosa”. Al principio esta
revolución comenzó siendo un pronunciamiento más, encabezado por los generales
Serrano (unionista), Prim (progresista), y el almirante Topete (unionista). El apoyo popular
vino después, cuando los partidos políticos fundaron Juntas Locales y Provinciales, se
entregaron armas a la población y se organizaron los llamados Voluntarios de la Libertad.

Así, el 19 de septiembre de 1868, la flota concentrada en la bahía de Cádiz al mando del


almirante Topete se sublevó, al grito de "España con honra", contra el gobierno de Isabel
II. Los generales Prim y Serrano se unieron al levantamiento. En muchas ciudades se
constituyeron Juntas Revolucionarias. Las principales peticiones eran: sufragio universal,
supresión de las quintas, abolición de los impuestos de consumos y su sustitución por una
contribución directa, y elecciones a Cortes Constituyentes para redactar una nueva
Constitución.

El gobierno y la Corona se encontraron aislados. Por ello, cuando las escasas tropas
fieles al gobierno fueron derrotadas en la batalla del Puente de Alcolea (Córdoba), el
gobierno tuvo que dimitir, e Isabel II, que se encontraba veraneando en San Sebastián se
marchó al exilio a Francia el 29 de septiembre de 1868.

Así, durante los primeros días de octubre, los firmantes del Pacto de Ostende,
especialmente los líderes unionistas y progresistas, tomarían la dirección del movimiento
revolucionario, creando un Gobierno Provisional, con Prim y Serrano como hombres
fuertes. De este Gobierno Provisional quedaron excluidos los demócratas.

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